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Ideología y realidad en las primeras sociedades sedentarias (1400 ANE - 350 DNE) de la cuenca norte del Titicaca, Perú Henry Tantaleán BAR S2150 2010 TANTALEÁN IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS BAR International Series 2150 2010 Tantalean 2150 cover.indd 1 20/08/2010 11:48:06

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Este libro tiene como objetivo principal explicar la producción social de los sitios y objetos arqueológicos relacionados con las sociedades sedentarias tempranas (1400 ANE-350 DNE) de la cuenca del Titicaca, Perú. Dichas sociedades atravesaron por una serie de eventos, aunque uno de los que marcó su historia fue el cambio cualitativo y cuantitativo enla forma de producir sus sitios y objetos arqueológicos. Este cambio profundo en su trayectoria histórica supuso la existencia de una sociedad que produjo volúmenes inusitados de edificaciones y artefactos que se distinguen de otros del área andina conocida con el nombre de Pukara (400 ANE-350 DNE).

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Ideología y realidad en las primeras sociedades sedentarias (1400 ANE - 350 DNE) de la

cuenca norte del Titicaca, Perú

Henry Tantaleán

BAR International Series 2150 2010

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Ideología y realidad en las primeras sociedades sedentarias (1400 ANE - 350 DNE) de la

cuenca norte del Titicaca, Perú

Henry Tantaleán

BAR International Series 2150 2010

Tantalean 2150 cover.indd 1 20/08/2010 11:48:06

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Este libro está

dedicado a mi querida abuela

Marillyn Holmes

quien se reunió conmigo

para ya nunca dejarme.

This book

is dedicated to my loved grandma

Marillyn Holmes

Who meet with me

for already never leave me.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS (1400 ANE-350 DNE) DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚRESUMEN

Esta tesis tiene como objetivo principal explicar la producción social de los sitios y objetos arqueológicos relacionados con las sociedades sedentarias tempranas (1400 ANE-350 DNE) de la cuenca del Titicaca, Perú. Dichas sociedades atravesaron por una serie de eventos, aunque uno de los que marcó su historia fue el cambio cualitativo y cuantitativo en la forma de producir sus sitios y objetos arqueológicos. Este cambio profundo en su trayectoria histórica supuso la existencia de una sociedad que produjo volúmenes inusitados de edificaciones y artefactos que se distinguen de otros del área andina conocida con el nombre de Pukara (400 ANE-350 DNE). Para conseguir este objetivo, nuestra tesis se divide en cinco capítulos relacionados entre ellos. El Capítulo 1 tiene como objetivo analizar la producción de los recientes discursos arqueológicos, enfocados en la posibilidad de obtener un conocimiento objetivo de la realidad social y reconocer el impacto de las ideologías en las interpretaciones de esto/as arqueólogo/as. Este debate donde las ideologías son importantes para reforzar diferentes agendas políticas está mejor representado en las ideologías dominantes de los Estados y, por ello, en el Capítulo 2 nos enfocamos en la relación entre ideologías dominantes y arqueologías en el Perú del siglo XX. De la misma manera, para comenzar a introducirnos en nuestro objeto de estudio, en el Capítulo 3 analizamos los discursos arqueológicos producidos en la cuenca norte del Titicaca y su relación con diferentes ideologías. El Capítulo 4 está enfocado en los sitios y objetos arqueológicos de las primeras sociedades sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca que, por su propia existencia, nos conducen a plantear representaciones arqueológicas más adecuadas con un conocimiento objetivo de la realidad prehistórica. Con ese propósito, en este capítulo hemos tratado de reunir los sitios y objetos arqueológicos conocidos mediante las investigaciones arqueológicas del siglo XX y por nuestra propia experiencia en el área para obtener un panorama de los mismos en su contexto de producción y uso. En el Capítulo 5 describimos nuestro programa de investigaciones arqueológicas que describe los sitios y objetos de las primeras sociedades sedentarias (1400 ANE-350 DNE) de un área particular de estudio (valle del Quilcamayo-Tintiri, Puno) y que nos permitió realizar una representación materialista histórica desde su propia existencia concreta. Finalizamos haciendo un resumen y planteando algunas conclusiones y líneas de investigación futura.

IDEOLOGY AND REALITY IN THE FIRST SEDENTARIES SOCIETIES

(1400 BC-AD 350) OF THE NORTH TITICACA BASIN, PERU

ABSTRACT This dissertation have as main goal explain the social production of the archaeological settlements and objects related with the first sedentary societies (1400 BC- AD 350) of the Northern Titicaca Basin, Peru. Such societies passed through for a series of events, but one that marked his history was the qualitative and quantitative change in the way of produce its archaeological settlements and objects. This deep change in its historical trajectory is related with the existence of a society that produced an unusual mass of buildings and artifacts that are distinguished from others of the Andean area and known with the name of Pukara (400 BC-AD 350). To get this goal, our dissertation is divided in five chapters related between them. Chapter 1 have as aim analyze the production of the recent archaeological discourses focus in the possibility to get an objective knowledge of the social reality and recognize the impact of the ideologies in the interpretations of this archaeologists. This debate where the ideologies are important for reinforce different political agendas is better represented in the dominant ideologies of the States and for this in Chapter 2 we focus in the relationship between dominant ideologies and archaeologies in Peru of the XX century in Peru. In the same vein, for begin to introduce us to our study subject, in Chapter 3 we analyze the archaeological discourses produced in the North Titicaca Basin and it relationship with different ideologies. Chapter 4 is focused in the archaeological settlements and objects of the first sedentary societies of the North Titicaca Basin that, for its own existence, guided us to argue archaeological representations more appropriate with an objective knowledge of the prehistoric reality. With this intention, in this chapter we try to meet the archaeological settlements and objects known through the archaeological researches conducted in the XX century and our own experience in the area to get an overview of the archaeological objects in it context of production and use. In Chapter 5 we describe our program of archaeological researches that describe the settlements and objects of the first sedentary societies (1400 BC-AD 350) of a particular area of study (Quilcamayo-Tintiri valley, Puno) y that permitted us realize a historical materialistic representation from its own concrete existence. We finalize sumarizing and set in some conclusions and futures lines of research.

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AGRADECIMIENTOS

Una noche, en un descanso en la redacción de esta tesis en la casa de Nicolás Robles en Cerdanyola del Vallès, ví algunas películas peruanas. Las escenas finales de dos de ellas contenían paisajes que alguna vez había visitado. La primera de ellas terminaba en el altiplano de la cuenca norte del Titicaca, como decía el protagonista encarnando a un militar, en el lugar con mayor índice de analfabetización del Estado peruano, una localidad del Departamento de Puno, un espacio donde solo la desolación, en tanto estética, tenía espacio para expresarse. En la segunda película, un asaltante de bancos finalizaba su accidentada vida en la plaza principal de San Antonio, una localidad en el valle de Mala que siempre he sentido como parte de mi existencia y que siempre he sentido como mi segundo hogar. Estas dos figuras fílmicas me hicieron sentir que, como protagonista de mi propia película, también he estado haciendo una arqueología que siempre me ha remitido, queriendo o no, a lugares insospechados que han terminado sujetándome. En esta tesis, creo que he sintetizado todo lo que hecho en estos últimos tiempos. La cuenca norte del Titicaca, es ese lugar donde he transcurrido muchos años de mi vida y he aprendido a punta de mi existencia algo acerca de eso que llamamos pasado. Esas escenas finales de las películas a las que me refiero arriba se mostraban como los últimos lugares, ajenos, apartados, inhóspitos e, incluso, siendo los últimos lugares en los que un ser humano podría haber terminado su vida. En mi caso, la cuenca norte del Titicaca para mí no fue el fin de una película, sino el inicio de otra, una que tuvo inciertos guiones y como toda película contó con la concurrencia de muchos actores y actrices, todo/as ello/as protagonistas. En esta tesis ofrezco lo mejor que he podido aprender de la cuenca norte del Titicaca, y ese conocimiento no proviene de mi ser, procede de un nosotros que siempre podrá ser recordado, en tanto re-unión de todos ellos, como los que posibilitaron el estar aquí en existencia y conciencia. En primer lugar, quiero agradecer a mis padres que posibilitaron mi existencia y me apoyaron en todo lo que pudieron. Sobre todo, a Mónica que ha sido para mí un ejemplo a seguir, sobre todo, de cómo sonreírle a la vida. A Atilano que ha sido un ejemplo de cómo no rendirse ante las dificultades y por enseñarme a poner a los demás por delante de a uno mismo. A mis hermanos Chalo, Dante, Luz y Martín por recibirme siempre como parte de la familia. Esta tesis describe la aventura de entender un lugar y sus elementos que lo integran de una manera que los pueda observar en una forma más amplia, quizá más allá de mis sentidos. Trata de entender a los objetos arqueológicos como acompañantes de mi viaje a través del tiempo y del espacio. Desde 1995 tome consciencia que hacer arqueología era parte de mi vida. No fue por unas cuestión subjetiva fue por algo concreto: una excavación arqueológica. Agradezco a Bertha Vargas ese aliento en insertarme a como dé lugar en ese mundo llamado arqueología. Siempre recordaré esas charlas en su casa de Magdalena, el INC o Barcelona. Bruce Owen ha sido una persona que nunca me ha abandonado. Él ha hecho que mi apertura a otras personas encuentre siempre algo positivo y el hallar a mi abuela en su excavación en Chen-Chen fue algo que no tiene precio y que el posibilitó sin quererlo. En Moquegua, también conocí a Linda Keng una mujer preciosa en todo el sentido de la palabra. Unidos a estos nombres no puedo dejar de recordar a todos los chicos y chicas que me acompañaron en esa aventura: Santiago Morales, Joaquín Narváez, Neto Lázaro Eberth Serrudo, Alfredo Bar, etc. Deborah Blom fue esa luz que nunca se apagará, como diría Morrissey. Patty, Yamilex, Lucho y Antonio Oquiche nunca dejaron, para mí, de ser parte de ese “mundo inmutable” llamado Moquegua. También quiero agradecer a Bonni Podestá, Amanda Cohen y Paul Goldstein quienes me enseñaron tanto en su momento que su lejanía no representa ningún problema para su recuerdo. Nunca dejaré de agradecer a Víctor Ponte quien me invitó una tarde en la facultad de San Marcos a trabajar con él en Huanucopampa y donde conocí a Carmen Pérez quien fue parte importante de mi vida. En esas punas, en el día y en la noche, aprendí a ver las estrellas allí y luego otras en Madrid. Para mí, el proyecto Chincha fue la continuación lógica de todo lo vivido en Perú. Carlos del Águila me invitó a trabajar con ellos, en eso que se llamaba PIACH. Nunca podré dejar de agradecer a Carlos, a Fernando Fujita y a Juan Paredes esa campaña de 1996 donde aprendí tanto en tan poco tiempo. Luego de eso vino otra temporada más en Tambo de Mora donde conocí a Javier Alcalde quien me ha apoyado desde entonces. Luego conocí a Héctor Walde y de los trabajos que realizamos juntos siempre guardaré gratos recuerdos. Cosas que pasan en la vida y en el trabajo nos separó pero también posibilitó mi estadía en Puno en el INC donde conocí a Rolando Paredes quien fue un maestro para mí. Allí empecé a conocer realmente el altiplano y sus gentes.

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En Barcelona conocí a Vicente Lull quien ha sido un amigo que ha soportado todas mis contradicciones con buen humor. Gracias a su apoyo conocí una serie de personas que compartían el mismo ánimo por la vida. De todas ella, quiero resaltar a Selina Delgado que siempre ha sido una persona en quien confiar. A partir de los comienzos de siglo XXI, mi vida transcurrió entre España y Perú y hacer un rastreo de toda la gente que me ayudó de una forma u otra sería muy difícil y seguramente incompleto. Creo que todos los que me conocieron en algún momento saben que siempre he tratado de observarlos y aprender de ellos, así que disculpen si no aparecen aquí aunque deben saber que están dentro de mí. Para mencionar algunos amigos y amigas que me apoyaron en Barcelona, me gustaría nombrar a Cristina Aixala quien ha estado todo este tiempo pendiente de mí. A Helga Gröetsch que, aunque ahora está en Alemania, compartió mucho de su tiempo conmigo en Barcelona. A Paul Olórtegui quien me ayudó a conocer otras formas de relacionarme con las personas. Quiero agradecer especialmente a Nicolás Robles quien me abrió su casa y su vida para compartirla. No pudo haber mejor lugar que su casa en Cerdanyola del Vallès para acabar esta tesis e iniciar nuestra hermandad. A los amigos peruanos siempre les agradeceré ponerme al día de sus vidas y estar abiertos a mi regreso. Quiero agradecer a Julissa Ugarte, quien ha mantenido nuestra amistad desde que nos conocimos en esas aulas ruidosas de San Marcos. A Omar Pinedo quien ha sido un buen amigo con quien compartir muchas alegrías y tristezas y que, a pesar de nuestros desencuentros, nunca ha dejado que nuestras discusiones sean más importantes que nuestra amistad (y nuestras “negroides”). A Miguel Aguilar quien ha sido en estos últimos años un buen amigo con el cual poder conversar y apreciar las cosas más allá de nuestras subjetividades. A Arturo Ruiz Estrada quien primero fue mi profesor y luego un amigo. Él me dió la oportunidad de compartir sus clases en la Universidad San Marcos y conocer a algunos de sus alumnos y alumnas a los que siempre he considerado como compañeros. A Astrid Suárez por confiar en mí y ayudarnos en la prospección del Quilcamayo-Tintiri. A Michiel Zegarra quien también nos acompañó en Azángaro y se convirtió en mi amigo en tiempo record. Alex González Panta también ha sido un compañero con quien compartir discusiones desde que nos conocimos en Catamarca. A Lucas Caravia por dejarme refugiar en su casa de Roma y por compartir su sabiduría de la vida conmigo. Cesar Astuhuamán, tanto en Londres como en Lima, ha sido un buen amigo con quien discutir importantes aspectos que se retoman en esta tesis pero, sobre todo, le agradezco su disposición para atender a mis variadas solicitudes. Quiero agradecer especialmente a Marysela Leyva por su comprensión, paciencia y cariño que me ha brindado durante todos estos años en los que he pertenecido a mi tesis y no he podido enfrentar otras cosas. Ahora ya estoy preparado para seguir adelante juntos. Mucha gente compartió conmigo sus escritos y sus comentarios que me han ayudado a formar mi pensamiento. Por ello, quiero agradecer a Thomas Patterson, Gustavo Politis, Augusto Oyuela-Caycedo, Daniel Miller, Dante Angelo, Aimée Plourde, Andrés Troncoso, etc. Juan Roel me ayudó a mejorar las ilustraciones de esta tesis. El crédito por la adecuada presentación de los materiales arqueológicos es suyo. Finalmente quiero agradecer a Chip Stanish quien me ofreció su tiempo generosamente y me apoyó en todo momento para acabar esta tesis. De la misma manera quiero a gradecer a Cecilia Chávez que me acogió en la casa de Puno y me apoyo para seguir adelante. Creo que sin todas las personas que he podido nombrar no estaría aquí y tampoco tendría sentido estar aquí. En cualquier caso, esta tesis es mi mal reflejo de todos ellos.

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CONTENIDO

Resumen ............................................................................................................................ ....……….…..............…. iii Abstract ..................................................................................................................................................................... iv Agradecimientos ............................................................................................................................................................ v Contenido ................................................................................................................................................................... vii INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................................................... 1 1. IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN ARQUEOLOGÍA............................................................................................ 4 1.1. Introducción ............................................................................................................................................................ 4 1.2. Ideología, Realidad y Arqueología ......................................................................................................................... 6 1.3. Las Múltiples Realidades o la Ontología Post-Procesual. ................................................................................... 11 1.4. La Interpretación en la Arqueología Post-Procesual ............................................................................................. 16 1.5. Ideología y Post-Procesualismo ............................................................................................................................ 18 Arqueología Simbólica e Ideología ........................................................................................................................ 19 La Arqueología de la Identidad .............................................................................................................................. 22 1.6. Síntesis ................................................................................................................................................................. .23 2. ARQUEOLOGÍAS E IDEOLOGÍAS DOMINANTES EN EL PERÚ DEL SIGLO XX ................................ 26 2.1. Introducción .......................................................................................................................................................... 26 2.2. Ideologías Políticas Dominantes en el Perú del Siglo XX .................................................................................... 27 2.3. Arqueologías e Ideologías Dominantes en el Perú. ............................................................................................. 28 El Oncenio de Leguía y Tello ............................................................................................................................... .30 El Fenómeno Histórico Cultural/Neoevolucionista ............................................................................................... 33 La Negación del Difusionismo de Tello: Gordon Willey ................................................................................. 35 El Gobierno Militar de Velasco y la Arqueología Social Peruana ......................................................................... 36 Los Últimos 20 Años del Siglo XX ....................................................................................................................... 38 Arqueología y Nacionalismo en el Perú en los Albores del Siglo XXI. ................................................................ 39 2.4. Síntesis .................................................................................................................................................................. 40 3. LA PRODUCCIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA DE LAS SOCIEDADES SEDENTARIAS TEMPRANAS (1400 ANE-350 DNE) DE LA CUENCA NORTE DEL LAGO TITICACA ........................................................ 41 3.1. Introducción .......................................................................................................................................................... 41 3.2. La Cuenca Norte del Titicaca ............................................................................................................................... 42 Descripción de la Cuenca Norte del Titicaca ........................................................................................................ 45 3.3. Una Síntesis Hermenéutica de las Primeras Sociedades de la Cuenca Norte del Titicaca .................................... 49 Los Cazadores- Recolectores o el Período Arcaico (8000 ANE-1800 ANE) ....................................................... .49 Qaluyu (1400 ANE-500 ANE) .............................................................................................................................. 53 Pukara (500 ANE-300 DNE) ................................................................................................................................ 54 3.4. La Producción del Discurso Arqueológico en la Cuenca Norte del Titicaca ........................................................ 60 Las Primeras Investigaciones ................................................................................................................................ .60 El Descubrimiento de Pukara: Luis E. Valcárcel. ................................................................................................. 61 Tello y la Difusión de Chavín en la Cuenca del Titicaca ....................................................................................... 62 La Producción de Secuencias Histórico-Culturales: Wendell C. Bennett .............................................................. 63 Las Primeras Excavaciones Arqueológicas en Pukara: Alfred Kidder II ............................................................... 64 Los Horizontes y Períodos en la Arqueología Andina: John H. Rowe ................................................................ .71 Una Secuencia Cerámica para Pukara: Edward Franquemont ............................................................................... 73 Otra Secuencia Arqueológica para la Cuenca Norte del Titicaca: Luis Lumbreras y Hernán Ama ....................... 74 La Ideología Hecha Piedra: Sergio Chávez y Karen Mohr .................................................................................... 75 Materializando la Historia: Elías Mujica ............................................................................................................... 76 Entre el Materialismo Histórico y el Procesualismo: Sergio Chávez (1992) ......................................................... 78 El Procesualismo y el Programa Collasuyu ........................................................................................................... 79 Colonias, Enclaves o Interrelaciones: El Impacto Interregional de las Sociedades Formativas de la Cuenca Norte del Titicaca ...................................................................................................................................... 82 3.5. Síntesis .................................................................................................................................................................. 84

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4. LA MATERIALIDAD SOCIAL DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS (1400 ANE-350 DNE) DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA .................................................................... 86 4.1. Introducción .......................................................................................................................................................... 86 4.2. Factores que Afectan a la Materialidad Social en la Cuenca Norte del Titicaca .................................................. 87 Factores Meteorológicos ........................................................................................................................................ 87 Lluvia ............................................................................................................................................................... 87 Viento ............................................................................................................................................................... 87 Erosión y Modificación de los Cauces de los Ríos ........................................................................................... 88 Elevación y disminución del Nivel del Lago y Lagunas .................................................................................. 88 Intermitencia Térmica ..................................................................................................................................... .88 Factores Geológicos ......................................................................................................................................... 88 Acidez de la Tierra .......................................................................................................................................... .88 Movimientos Naturales de Tierras .................................................................................................................. .89 Factores Biológicos ................................................................................................................................................ 89 Botánicos ......................................................................................................................................................... .89 Zoológicos ........................................................................................................................................................ 89 Factores Antrópicos ............................................................................................................................................... 89 Reocupación Prehispánica de los Asentamientos ............................................................................................ .89 Extirpación de Idolatrías .................................................................................................................................. .89 Transporte de Objetos a Haciendas, Colegios o Casas de Pueblo .................................................................... 89 Reutilización Contemporánea De Estructuras Arqueológicas .......................................................................... 90 Agricultura ....................................................................................................................................................... 90 Pastoreo ............................................................................................................................................................ 90 Desarrollo Urbano, Infraestructuras y Utilización de Montículos Para Viviendas en el Campo ..................... .91 Explotación de Arcilla y Piedras Talladas para Construcción y Como Desgrasante ....................................... .91 Vandalismo o Saqueo Moderno ....................................................................................................................... 91 Recolecciones Arqueológicas. ......................................................................................................................... 91 4.3. La Materialidad Social de las Sociedades Sedentarias Tempranas (1400 ANE-400 DNE) de la Cuenca Norte del Titicaca .................................................................................................................................................. 92 Las Materias Primas de los Sitios Arqueológicos ................................................................................................. .93 Tierra ................................................................................................................................................................ 93 Piedra ................................................................................................................................................................ 94 Botánicos .......................................................................................................................................................... 94 Qaluyu .................................................................................................................................................................... 94 Asentamientos: Montículos y Conjuntos de Terrazas ...................................................................................... 94 Estructuras Arquitec-tónicas Conocidas Para Qaluyu ...................................................................................... 96 Sistemas Agrícolas: Campos Elevados y Qochas ............................................................................................. 99 Lito-escultura ....................................................................................................................................................... 100 Huancas .......................................................................................................................................................... 100 La Lito-Escultura de la “Tradición Yaya-Mama”. ......................................................................................... 100 Otros Artefactos de Piedra: Puntas y Azadas ................................................................................................. 105 Cerámica .............................................................................................................................................................. 108 Composición de pastas de las vasijas ....................................................................................................................... 108 Formas de las Vasijas Qaluyu ................................................................................................................................... 109 Decoración de las Vasijas ............................................................................................................................... 116 Restos Humanos y Tumbas .................................................................................................................................. 118 Pukara .................................................................................................................................................................. 118 Asentamientos: Montículos y Conjuntos de Terrazas .................................................................................. 118 Elementos Constitutivos de los Asentamientos Pukara .................................................................................. 118 Estructuras Arquitectónicas conocidas para Pukara ..................................................................................... 121 Sistemas Agrícolas: Campos Elevados y Qochas ........................................................................................... 123 La Lito-escultura .............................................................................................................................................................. 124 Materia Constituyente de las Lito-Esculturas ................................................................................................. 124 Grupos de Lito-Escultura .......................................................................................................................................... 124 A. Estelas ................................................................................................................................................................. 124 A.1. Estelas Escalonadas .................................................................................................................................... 125 A.2. Estelas Rectangulares .................................................................................................................................. 130 A.3. Estelas Zoomorfas Estilizadas ................................................................................................................... 134 B. Monolitos Antropomorfos....... ............................................................................................................................ 134 B.1. Litoescultura de Cabezas Decapitadas ........................................................................................................ 137 C. Bloques Rectangulares Decorados ...................................................................................................................... 137

Otros Artefactos de Piedra: Puntas y Azadas ................................................................................................. 138

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La Cerámica .................................................................................................................................................................... .140 Composición de Pastas .............................................................................................................................................. 140 Tratamiento de la Superficie de las Vasijas .............................................................................................................. 141 Formas de las Vasijas Pukara. ................................................................................................................................... 141 Decoración de las Vasijas Pukar ................................................................................................................... 145 Motivos y Escenas en la Cerámica Pukara ......................................................................................................... 149 Análisis de la Colección Pukara del MNAAHP ............................................................................................. 154 Otros Artefactos de Cerámica .................................................................................................................................. .154 Otros Artefactos Pukara ....................................................................................................................................... 154 Restos Humanos y Tumbas .................................................................................................................................. 154 4.4. Síntesis de la Materialidad Social Qaluyu y Pukara .......................................................................................... 156 Los Asentamientos y Objetos del Estilo Qaluyu .................................................................................................. 156 Asentamientos ................................................................................................................................................ 156 Lito-escultura ................................................................................................................................................. 156 Cerámica ......................................................................................................................................................... 157 Otros artefactos Qaluyu .................................................................................................................................. 157 Restos humanos y tumbas .............................................................................................................................. 157 Los Asentamientos y Objetos del Estilo Pukara .................................................................................................. 157 Asentamientos ................................................................................................................................................ 157 Lito-escultura ................................................................................................................................................. 157 Otros objetos líticos .................................................................................................................................. 157 Cerámica ......................................................................................................................................................... 158 Otros Artefactos Pukara ................................................................................................................................. 158 Restos humanos y tumbas .............................................................................................................................. 158 Planteamientos Finales Basados en la Materialidad Social Qaluyu y Pukara ...................................................... 158 Asentamientos y Objetos Qaluyu ................................................................................................................... 158 Asentamientos y Objetos Pukara .................................................................................................................... 158 5. EL PROGRAMA DE INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS ASIRUNI Y LA PROSPECCIÓN EN EL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI ................................................................................................. 160 5.1. Introducción ....................................................................................................................................................... .160 5.2. Descripción Geográfica del Área de Estudio ...................................................................................................... 161 5.3. Objetivos de la Investigación .............................................................................................................................. 165 5.4. Antecedentes de la Investigación Arqueológica en la Zona de Azángaro .......................................................... 165 5.5. Planteamientos de la Investigación ..................................................................................................................... 166 Planteamientos Generales .................................................................................................................................... 166 Planteamientos Específicos y Correlatos Materiales. .......................................................................................... 166 5.6. Fases de la Investigación .................................................................................................................................. .167 5.7. Metodología Operativa ..................................................................................................................................... .167 Metodología Operativa y Técnicas en el Campo ................................................................................................. 167 Sistema de Registro .............................................................................................................................................. 168 Sistema de Sectorización del Sitio y Sistema de Coordenadas ....................................................................... 168 Sistema de Nomenclatura de los Elementos Arqueológicos ........................................................................... 168 Técnicas de Recolección ................................................................................................................................ 168 5.8. Metodología Operativa en el Gabinete .............................................................................................................. 169 Tipos de Análisis Realizados .............................................................................................................................. .169 5.9. Descripción de los Sitios y Objetos Arqueológicos ............................................................................................ 169 5.10. La Materialidad Social Temprana del Valle del Quilcamayo-Tintiri ................................................................ 377 Factores que han Afectado a los Asentamientos y Artefactos.............................................................................. 377 Síntesis de los Sitios y Objetos Tempranos del Valle del Quilcamayo-Tintiri .................................................... 377 Qaluyu ............................................................................................................................................................ 377 Asentamientos .......................................................................................................................................... .377 Lito-escultura ............................................................................................................................................ 378 Cerámica ................................................................................................................................................... 378 Otros objetos ............................................................................................................................................ .378 Tumbas ..................................................................................................................................................... 378 Pukara ............................................................................................................................................................. 379 Asentamientos .......................................................................................................................................... .379 Lito-escultura ............................................................................................................................................ 379 Cerámica .................................................................................................................................................. .379 Otros objetos ............................................................................................................................................. 379 Tumbas ..................................................................................................................................................... 379

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5.11. Una Representación Materialista Histórica de las Sociedades Sedentarias Tempranas del Valle del Quilcamayo-Tintiri. ........................................................................................................................................... 382 De los 1400 ANE a los 500 ANE o la Sociedad Comunitaria en el Valle del Quilcamayo-Tintiri ...................... 383 De los 500 ANE a los 350 DNE o la Sociedad Escindida en el Valle del Quilcamayo-Tintiri ............................ 384 Abandono de los Espacios Pukara y Desaparición de los Artefactos de este Estilo ¿Que Sucedió? .................... 387 5.12. Síntesis .............................................................................................................................................................. 387 SÍNTESIS FINAL Y LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN EN EL FUTURO ......................................................... 389 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................................................................... 393 Cuadros del Capítulo 4 .............................................................................................................................................. 415 Cuadros del Capítulo 5 .............................................................................................................................................. 437

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INTRODUCCIÓN

El área de la cuenca norte del lago Titicaca se extiende sobre el extremo sur de los Andes peruanos y es uno de los lugares más altos del mundo donde se desarrollaron sociedades humanas desde tiempos prehistóricos tempranos. Sin embargo, en la actualidad, también es un lugar que se halla a diferentes niveles (socio-económico y socio-político) aislado del resto del país y parece tener más relación con la vecina Bolivia con la que ahora comparte el lago. Ese aislamiento del área de la cuenca norte del Titicaca dentro del Estado peruano también es notable en la investigación arqueológica y en el presente trabajo esto se hace evidente. A pesar que dicha área ha sido visitada por investigadores desde fines del siglo XIX todavía permanece sumida en una relativa oscuridad solo paliada por sus grandes monumentos arquitectónicos, los únicos que aportan alguna luz sobre su historia. Esta investigación tiene como objetivo principal incrementar la luz de estos y otros sitios y objetos arqueológicos relacionados con las sociedades sedentarias tempranas (1400 ANE-350 DNE) de la parte norte de la cuenca del Titicaca. Dichas sociedades atravesaron por una serie de eventos, aunque uno de los que marcó su historia fue el cambio cualitativo y cuantitativo en la forma de producir sus sitios y objetos arqueológicos. Este cambio profundo en su trayectoria histórica supuso la existencia de una sociedad que produjo volúmenes inusitados de edificaciones y artefactos que se distinguen de otros del área andina conocidos con el nombre de Pukara. Con el objetivo de alumbrar nuestro camino para llegar al encuentro con los objetos arqueológicos que nos interesa explicar, este trabajo se divide en dos grandes partes. La primera tiene como objetivo describir, analizar y criticar la producción de los recientes discursos arqueológicos en general (capítulos 1 y 2) y, en particular, los que se han desarrollado en una zona concreta: la cuenca norte del lago Titicaca (capítulo 3). La segunda parte está enfocada en los sitios y objetos arqueológicos que, por su propia existencia, nos conducen a plantear representaciones arqueológicas más adecuadas con un conocimiento objetivo de la realidad prehistórica. Con ese propósito, hemos tratado de reunir en este trabajo los sitios y objetos arqueológicos conocidos mediante las investigaciones arqueológicas del siglo XX y nuestra propia experiencia en el área para obtener un panorama de los objetos arqueológicos en su contexto de producción y uso

(capítulo 4). Con ese conocimiento de los restos de la materialidad social1 decidimos desarrollar un programa de investigaciones arqueológicas que describiera los sitios y objetos de un área particular de estudio que nos permita proponer una representación materialista histórica desde su propia existencia concreta (capitulo 5). Con respecto al capítulo 1, dada la filosofía actual post-moderna que domina en muchos aspectos la concepción de la(s) realidad(es) y, consecuentemente los análisis que hagamos de ella, nuestra texto cuestionará algunas lógicas y conceptos pre-existentes para allanar el camino del reconocimiento de los factores que condicionan la capacidad de análisis de los investigadore/as que desarrollan representaciones de la realidad prehistórica. Así pues, en primer lugar, tendremos que esclarecer cuales son nuestros puntos de partida sobre los que basaremos nuestro análisis. En este caso, la realidad será tomada desde una base materialista y una epistemología realista. En el capítulo 2, en consecuencia con lo analizado anteriormente, estudiamos como se dió la relación entre las ideologías dominantes y las formas de hacer arqueología en el Estado peruano durante el siglo XX. De esta manera, resaltaremos como la institución que necesariamente auspicia, dirige y controla la arqueología oficial2 ha tenido una trayectoria condicionada por una serie de causas externas e internas. En este caso, la institución estatal tiene una base material que produce ideologías que justifican su existencia y, por ello, la arqueología ha favorecido la construcción de políticas históricas que defienden los derechos de las clases dirigentes. Así pues, en el segundo capítulo se observará la forma en la cual el Estado se reproduce a nivel ideológico y se ejemplificarán algunas de esas políticas en la práctica arqueológica.

1 En este estudio seguimos la definición de Vicente Lull (2008: 128) que señala que: “La materialidad social alude a los materiales resultantes del devenir social y a lo que ese devenir encerró en ellos. Constituye la concreción de toda la materia social en juego. En ella caben desde las ideas y las palabras que se realizaron hasta los recursos que instituyeron ideas que, a su vez, se concretaron luego en materia social.” 2 Entendida esta, como la arqueología dominante gestionada desde las instituciones académicas y/o de investigación.

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Con respecto al capítulo 3, como un investigador ha señalado con relación a la cuenca norte del Titicaca, las explicaciones arqueológicas están afectadas por factores económicos, políticos e ideológicos porque se involucra con la escritura de la historia que está íntimamente conectada con el descubrimiento y creación de identidad étnica, estimulando el orgullo cultural y las aspiraciones políticas de los estados-nación (Stanish 2003: 72). Vale decir, la arqueología se construye condicionada por los contextos históricos, económicos y políticos. Sin embargo, un análisis más profundo y holístico de las características e investigadore/as involucrados en el estudio de la zona con respecto la prehistoria de la cuenca norte del Titicaca es actualmente inexistente3 y, por ende, necesario. Definitivamente, las situaciones históricas4 han condicionado las representaciones arqueológicas. Sin embargo, desde una perspectiva materialista, dichas situaciones no han sido descritas lo suficiente como para poder reconocer hacia donde está dirigida esta parte importante de la ideología dominante. De hecho, mucha de la información producida de esta manera es destinada a la educación que se imparte en la enseñanza primaria y secundaria e, incluso, universitaria y que ha escapado a los análisis de lo/as arqueólogo/as cuando solo hemos orientado nuestra producción de conocimientos a la academia en desmedro de los sectores populares y hacia donde se supone también deberíamos impactar directamente en tanto productores de representaciones de la realidad pasada. Lo anteriormente dicho, no hace más que resaltar que la producción de conocimiento, consciente o inconscientemente, mantiene un compromiso con la política que dirigen dichas instituciones5. Incluso en el Perú, sucede una contradicción entre la educación inferior (primaria y secundaria) y la universidad. Como nos recuerda Betford Betalleluz (2003): “La historia del Perú ha sido analizada desde diversas ópticas, las cuales curiosamente coexisten el día de hoy. Generalmente en los colegios se enseña una versión y en las universidades otra. Evidentemente cada una pretende ser lo más objetiva y suele tachar a la otra de equivocada”. La segunda parte del trabajo (capítulos 4 y 5) está centrado en desarrollar y aplicar una investigación de los

3 La mayoría de los estudios prehistóricos de la zona son específicos para épocas concretas como las relacionadas con Pukara (Kidder 1943, Cook 1994), Collao (Tschopik 1946, Hyslop 1979) e Inca (Julien 1983). Y aunque, uno de los últimos estudios de Stanish (2003) favorece la historia de la investigación de toda la prehistoria de la cuenca del lago Titicaca, la falta de estudios en ciertas áreas y el objetivo de síntesis para la comprensión de un área tan extensa y tan dividida por cuestiones nacionales, le resta profundidad a su contenido. 4 Una situación histórica es definida como una convergencia de factores socioeconómicos y sociopolíticos en un espacio y tiempo dados. 5 Un ejemplo de un estudio que articula ambas esferas y que nos ha inspirado en esta cuestión tan relevante es el de Jordi Estévez y Asumció Vila (Estévez y Vila 1999).

objetos arqueológicos (asentamientos y artefactos) desde el reconocimiento de su existencia como producto social. Para nosotros, los objetos son los únicos elementos que nos ponen en relación directa con las sociedades pasadas. En tanto materia, les precedieron, produjeron y le sobrevivieron, por ello es el mejor medio para entender como estos posibilitaron y superaron sus necesidades y, posteriormente, fueron su legado a otras sociedades, incluyendo la nuestra. Para realizar esto, deberemos atender a sus propiedades físicas y organizarlas en base a ellas. Asimismo, en tanto pensamos que los objetos forman parte y proceden de contextos arqueológicos definidos, se ha tratado de re-insertarlos en su lugar de origen. Por ello, en el capítulo 4, mediante el conocimiento y la síntesis de dichos sitios y artefactos reconocidos en dos grandes estilos: Qaluyu y Pukara, es posible adelantar algunas características de su producción y consumo en estas sociedades y realizar planteamientos que nos conduzcan a reconocer dichos artefactos como parte básica, genérica y característica de un grupo social. Hemos asumido la existencia de ambos estilos por ser de lejos los que mantienen una serie de características morfológicas y relacionales que los ubican en una forma de producción consecuente con una serie de posibilidades materiales procedentes de sitios que comparten una relación temporal y espacial significativa. Aunque como veremos, ambos estilos parecen convivir en algunos momentos esto no es problema para atenderlos como parte de grupos sociales produciéndolos bajo unas situaciones históricas dadas. En ese sentido, los fechados radiocarbónicos asociados a contextos arqueológicos han apoyado el reconocimiento de dichos estilos aunque, como también veremos, todavía existen una serie de problemas parta definir temporalidades de producciones en la cuenca norte del Titicaca. En el capítulo 5, con el objetivo de reconocer cómo estos materiales pueden servir de guías, en tanto consecuencia fenoménica de prácticas sociales, se diseñó un programa de investigaciones que se realizó en un área casi desconocida arqueológicamente en la cuenca norte del Titicaca. Para nuestra sorpresa, ésta contuvo una serie de asentamientos y artefactos similares a los reconocidos previamente por nosotros y otros investigadores/as. Sin embargo, el encuentro con estos sitios y su investigación brindó la posibilidad de hablar de ellos sin la necesidad de recurrir a saltos epistemológicos (sean antropológicos, etnográficos, etnohistóricos) para explicar su existencia. De esta manera, el texto termina con una representación materialista histórica de la trayectoria histórica de las sociedades sedentarias tempranas de un valle que ahora puede formar parte del conjunto de sitios y artefactos de la cuenca norte del Titicaca y de la discusión de su representación. Otro objetivo de este estudio es ofrecer a otro/as investigadore/as la posibilidad de contar con un corpus de

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sitios y objetos arqueológicos de las sociedades sedentarias tempranas de la cuenca norte del Titicaca. Esto permitirá que más allá de nuestras representaciones, cualquier otra persona pueda aprovechar el trabajo acumulado efectuado sobre dichos sitios y artefactos durante el siglo XX. Por ello, este texto ha incluido dentro de su propio desarrollo la mayor cantidad posible de ilustraciones y fotografías de los sitios y objetos arqueológicos que nos ocupan y aprovechamos para agradecer a las personas e instituciones que nos lo han permitido. Con ello, pretendemos superar las carencias observadas en diferentes trabajos con relación a la ausencia de los materiales arqueológicos que son invocados en los textos pero que no están presentes en el lugar y momento adecuados en el desarrollo del discurso. De la misma manera, hemos tratado de sistematizar la información de los sitios y objetos (mediante una base de datos) que se hallaba dispersa e, incluso, inaccesible a lo/as investigadore/as.

De esta forma, con este trabajo hemos tratado de plantear un texto que comenzará con los cuestionamientos de las bases de los discursos históricos de uso, sus tendencias filosóficas y teóricas y terminara con un re-encuentro con nuestro objeto de estudio para volver a tomarlo más en cuenta, como una parte fundamental de la producción de nuestras representaciones arqueológicas. Como todo proyecto ambicioso, esta investigación se ha quedado corta en muchos aspectos. Nuestras condiciones materiales de existencia en el momento de realizar este proyecto han tenido mucho que ver en ello, aunque gracias a la solidaridad de nuestros colegas hemos podido satisfacer muchos de los objetivos planteados al inicio de este estudio.

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CAPÍTULO 1

IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN ARQUEOLOGÍA

1.1. INTRODUCCIÓN La arqueología como cualquier práctica que supone la representación de las sociedades pasadas, presentes y hasta futuras (utopías) ha desarrollado una serie de planteamientos que están relacionados en mayor o menor sintonía con ciertas ideologías. Por ello, para cualquier análisis de cómo hemos llegado a saber lo que sabemos, es necesario entender como estas ideologías han sido producidas y están involucradas en ciertas teorías explicativas de la realidad social. La arqueología se inició como práctica científica en los albores del siglo XX liderada por individuos de una clase social dominante y en muchos casos asociados a las instituciones estatales. Por ello, en tanto génesis y, posterior asimilación institucional al Estado, siempre ha estado bajo su cobertura y eso significa, además del apoyo material, un apoyo discursivo en forma de ideologías dominantes y/u oficiales. Por ello, en este capítulo se analiza el tema de la ideología6, específicamente, el de la “ideología dominante”. A ésta última, la entendemos como el desarrollo de un sistema de creencias7 que persigue el enmascaramiento, ocultamiento o negación de la realidad objetiva y que es (re)producida por los grupos que detentan el poder económico y político en una sociedad dada8. Como anotaban Karl Marx y Frederick Engels en la “Ideología Alemana” (1972 [1845-1846]: 50): 6 El concepto Ideología fue acuñado por Destutt de Tracy en 1796, aunque anterior a esta fecha algunos pensadores como Maquiavelo, Bacon, Vico o Rousseau ya habían tocado el tema (Rossi-Landi 1980:13). En el texto de Rossi-Landi, también se puede encontrar los diferentes significados que tienen la palabra. 7 Con relación a la ideología, Rossi-Landi (1980: 84) define a la clase social dominante como “la que posee el control de los códigos y de la producción, circulación e interpretación de los mensajes que con aquellos códigos se puedan construir.” 8 O como también define José Ferrater Mora en su Diccionario Abreviado de Filosofía (1989: 206-207): “En la famosa inversión de la doctrina de Hegel propuesta por Marx, el desdoblamiento aparece como una “ideología”: las ideologías se forman como “enmascaramientos” de la realidad fundamental económica; la clase social dominante oculta sus verdaderos propósitos (los cuales por lo demás, pueda ella

“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.” De este modo, aquí utilizaremos el concepto de ideología relacionado con las sociedades clasistas, donde ésta se hallaría institucionalizada y organizada por los estamentos jerarquizados dominantes, es decir dentro de un Estado y que es el encargado de reproducirla mediante sus “aparatos ideológicos” (Althusser 1974 [1970]). Acerca de la génesis de la ideología que, para nosotros, se encuentra en el proceso de la producción social9, coincidimos con Thomas Herbert en sus “Notas para una Teoría General de las Ideologías” cuando, con relación al sistema capitalista, sostiene que: “La ideología, en tanto la refiere al proceso de la producción, aparece como el desarrollo original por el cual ciertos conceptos operatorios técnicos que tienen su función primera en el proceso de trabajo, son desprendidos de su secuencia operatoria y recombinados en un discurso original.” (Herbert 1971[1968]: 228). Según Herbert, la ideología, ese “discurso original”, siguiendo el mecanismo de su reproducción, una vez liberada de su origen en la práctica social (socio-económica) pasa a la práctica política ejercida por los agentes sociales aparecidos en esa división manual e intelectual10 del trabajo social. Es, en ese momento, que

misma ignorar) por medio de una ideología. Pero la ideología, a la vez que ocultación y enmascaramiento de la realidad, puede ser revelación de esta realidad. Por lo demás la ideología puede servir como instrumento de lucha, como sucede cuando el proletariado toma el poder y convierte en ideología militante su concepción materialista y dialéctica de la historia.” 9 Aquí asumimos a la “producción social” como la actividad primordial y característica del ser humano. Dicha producción social comprende a hombres, mujeres y naturaleza. Esa relación dialéctica produce y reproduce la realidad social. 10 Como señalan Marx y Engels en “La Ideología Alemana” (1972 [1845-1846]: 32): “La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico e intelectual. Desde este instante,

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dichos individuos buscarán el mantenimiento de las relaciones sociales de producción que le procuraron su existencia: “La otra fase del proceso, a saber, las relaciones sociales de producción, permiten asignar a la ideología la función de un mecanismo que produce y conserva las diferencias necesarias para el funcionamiento de las relaciones sociales de producción en las sociedades de clase y, ante todo, la “diferencia” fundamental: trabajador/no trabajador. Por lo tanto, se puede decir que la función de la ideología es aquí reconocer a los agentes de la producción su lugar dentro de esta.” (Herbert 1971 [1968]: 228). Como veremos más adelante y, más concretamente en el capítulo 2, la ideología dominante es llevada a los discursos arqueológicos mediante las instituciones originadas o asimiladas por el Estado11 que se orientarán a la reproducción de la ideología (Althusser 1974 [1970], Gramsci 1977 [1948-1951], Rossi-Landi 1980), como lo serían universidades, centros de investigación arqueológica, museos12 y escuelas. En este primer capítulo sentaremos algunos conceptos y criterios claves que nos ayuden a desarrollar de manera más coherente nuestro discurso acerca de la construcción del discurso arqueológico en la cuenca norte del Lago Titicaca y, consecuentemente darles una inversión desde el materialismo histórico. Esto se torna necesario para nosotros puesto que en la actualidad circulan en la literatura arqueológica una serie de conceptos y términos polisémicos, correspondientes a ontologías y epistemologías diversas13. Incluso muchos de estos conceptos y/o categorías se han asumido en diversos discursos sin el necesario análisis para una reproducción coherente dentro de un marco teórico dado. Esto último, quizá, como reflejo de las (im)posturas post-procesuales y de esa liberalidad inherente al post-modernismo14.

puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología “pura”, la filosofía y la moral “puras”, etc.” 11 Como bien señala Thomas Herbert (1971[1966]: 209) con relación a la transformación de las prácticas sociales mediante las prácticas políticas definidas por el Estado: “En la práctica política, la ideología es el poder que trabaja.” 12 Acerca de los museos como espacios naturalizadores de ideologías dominantes se puede consultar el capítulo 4 de Shanks y Tilley 1992. 13 Siguiendo a Trigger (1998: 7), con relación a las posturas tomadas en arqueología: “Es obvio que cada epistemología privilegia un aspecto diferente de la realidad: el realismo, el mundo como este existe sí podemos o no percibirlo, el positivismo, la evidencia de los sentidos; y el idealismo, el mundo como nosotros lo concebimos.” 14 Por ejemplo uno de los más importantes exponentes de este post-procesualismo (y de la ambigüedad) como Ian Hodder (1992: 158) diría: “Para mí es una ventaja argumentar múltiples lecturas de mis textos, la muerte del autor y todo eso. Mi escritura es polisémica, contingente. Mantengo cambiante

Asimismo, con relación al debate de esta última cuestión en los países anglosajones (por ejemplo, Kristiansen 2004 y comentarios), hemos observado que la literatura arqueológica es ínfima para el mundo castellano-hablante, situación que la ha condicionado y prácticamente marginado de los debates en las últimas décadas acerca de la sofisticación de teorías arqueológicas como el procesualismo y la aparición de las nuevas posturas interpretativas como el post-procesualismo15, sobre todo, en Latinoamérica16. Por otro lado, a medida que íbamos adentrándonos en este tema notamos que era necesario, tomar conciencia de la carencia de una epistemología propia en la arqueología, cuestión que se desprende de la sensación de otorgarle contenido social a nuestros objetos y contextos arqueológicos, cuando por el contrario muchas de nuestras representaciones surgen de lecturas y

mi mente y me contradigo, moviéndome hacia nuevas posiciones. No quiero ser categorizado porque comprendo que entonces puedo ser controlado, etiquetado, dejado de lado, cerrado. Quiero permanecer al margen de todo, siempre criticando pero nunca ser capaz de ser atado y sometido a la incapacidad y acabar las críticas a mí mismo. No puedes darle a un blanco en movimiento. Mi interés es ser ambiguo, contradictorio, sin fé, ni obra, ni “yo”. Obtengo poder y autoridad mediante la ironía y la crítica. Floto, desagregado, entre posiciones. Nadie puede tocarme. No importa si no creo nada. Estoy sobre todo eso, en un plano más elevado. La duda me hace sentir bien”. 15 Baste aquí señalar que sólo un libro de Hodder ha sido traducido al castellano por la editorial catalana Critica. Un libro que para cuando fue editado y reeditado ya era anacrónico (comparar con Hodder 1992). Asimismo, las obras más influyentes de Shanks y Tilley (1987a y 1987b) o las de Julian Thomas (1996) nunca han sido traducidas al castellano e, incluso, son difíciles de conseguir en bibliotecas de Universidades del Estado español. Por ello, salvo algunas síntesis recientes como las de Renfrew y Bahn 1993 o Johnson 2000, muchas veces se desconocen las fuentes primarias de los diferentes discursos arqueológicos. 16 Una rápida revisión de la influencia del postmodernismo en la arqueología sudamericana mediante sus textos muestra un panorama que ha ido ampliándose en la última década. La mayoría de esos textos han sido realizados por investigadores/as que tuvieron una influencia directa del mundo anglosajón, básicamente Inglaterra, o de profesores/as de Departamentos de Prehistoria del Estado Español que también habían participado de esa manera (por ejemplo, ver Giannotti 2000, Troncoso 2005, 2007). En la última década algunos esfuerzos compilatorios como el de Andrés Zarankin y Félix Acuto (1999) han planteado un volumen de publicaciones con estas posturas y las reuniones de Teoría Arqueológica en América del Sur cada vez involucran a más investigadores inspirados en ella (TAAS 2007). Asimismo, un reciente volumen compila textos de autore/as latinoamericanos con posturas post-modernas publicado en inglés (Funari et al. (eds.) 2005). Una buena síntesis desde Sudamérica de la concepción del espacio y el tiempo post-procesualista se puede encontrar en Piazzini (2006). En el Perú todavía dicha postura no posee una gran relevancia aunque ya han comenzado a aparecer libros y artículos en esa orientación, sobre todo, de investigadores extranjeros influyentes (Isbell 1997, Moore 1996a, 1996b, 2005, Van de Guchte 1999, Gil García 2000, 2001a, 2001b, Kaulicke et. al. 2003).

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HENRY TANTALEÁN

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aplicaciones bastante mecánicas de textos previos desarrollados desde la filosofía de las ciencias17, antropología, sociología18, etc. De hecho, la denominada “Teoría Social” aplicada recientemente en arqueología ha sido muchas veces un simple préstamo de estas dos últimas disciplinas (por ejemplo, Bourdieu (1977, 1997) o Giddens (1974, 1984)), cuestión que ya se venía dando casi desde los inicios de la arqueología como disciplina científica y que, sobre todo, se hace más patente en los discursos post-procesualistas, como veremos más adelante. Así, en arqueología actualmente existiría una especie de meta-epistemología, pues, por un lado, nuestra epistemología estaría más allá de la misma disciplina arqueológica, ya que es producida fuera de nuestro objeto de estudio. Y por otro lado, por el carácter metafísico que ha ido acrecentándose en las últimas décadas (el post-estructuralismo puede ser un ejemplo extremo de esto)19. En este último caso, dicha “epistemología” estaría amarrada a concepciones idealistas20 y subjetivas como la “percepción” (tanto del tiempo como del espacio)21 o la “identidad” (individual o colectiva), las mismas que no han sido respaldadas ni contrastadas metodológicamente con programas de investigación arqueológica22. De este modo, para “allanar nuestro camino”, en este capítulo iremos en primer lugar al debate recientemente realizado en la arqueología en torno a lo que se entiende

17 Aquí se podría señalar la reciente utilización en arqueología de los desarrollos filosóficos de Bruno Latour relacionados con la “agencia” en arqueología (por ejemplo ver Martin 2005). 18 Hay que señalar que en antropología recientemente se ha desarrollado un interés por las explicaciones de la cultura material (Appadurai 1985, Miller 1998, 2005, etc.). Asimismo, en sociología, un planteamiento acerca de los objetos como parte constitutiva y productora de la sociedad es el de Domínguez 2005. Aunque en estos casos, también se han asumido muchos planteamientos de la “teoría de la agencia”, sobre todo, la de los objetos. Para esta última cuestión en arqueología, se puede consultar Gosden 2005. 19 Una llamada de atención a la carencia de una epistemología propia para la arqueología se puede hallar en de Guzmán 1988. 20 Cuando hablamos de idealismo, nos referimos a una ontología metafísica. Como ya vimos en otro lugar (Tantaleán 2005b), una división entre posturas idealistas y materialistas (inspirada en la obra de Marx y Engels, concretamente, “La Ideología Alemana”) es posible desde un análisis de la filosofía subyacente a los modelos de representación de las sociedades prehistóricas. Aunque nuestro análisis solo hacia un apretado repaso de los modelos de representación acerca de la formación del Estado prehistórico, creemos que este se podría ampliar hacia otros modelos de las sociedades prehistóricas. Para una división entre idealismo y materialismo en arqueología diferente a la nuestra, también, se puede recurrir a Hodder 1994: 33-34. 21 Con respecto a la percepción utilizada en arqueología, la vertiente heideggeriana (Thomas 1996 o Tilley 1992 y críticas en Brück 2005) es la que más se ha ido extendiendo en esta última década (para Sudamérica, por ejemplo, ver Funari et al. 2005). 22 Así por ejemplo, desde la crítica post-procesualista, Hodder (1992: 149) diría que ni siquiera la arqueología procesualista puede salir del “círculo hermenéutico”.

como ideología. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la ideología en tanto praxis supone un objetivo fundamental que es el de enmascarar, falsear o negar las condiciones objetivas de la vida social que son la base de la realidad social. Así pues, debemos tener en cuenta cuales son los enunciados principales que han surgido en torno a la realidad entendida desde la arqueología, sobre todo, a partir de los años 80 del siglo pasado cuando un grupo de arqueólogos de la Universidad de Cambridge (UK), inmersos en la filosofía post-moderna (Hodder 1992: 84) comenzaron a criticar a otros colegas por su búsqueda de “verdades”, “conocimiento científico” o “realidad objetiva” (ver, por ejemplo, Hodder 1992, Shanks y Tilley 1992: 21-27, Shanks y Hodder 1995). Esperamos que, mediante estas cuestiones mejor definidas, en el siguiente capítulo se haga evidente como toda esta filosofía y teoría acerca de la ideología y ella misma, subyace en un campo de estudio concreto. En nuestro caso, se espera revelar como las arqueologías dominantes en tanto correlatos de las ideologías dominantes en cada situación histórica, han condicionado las representaciones y objetivización de la realidad pasada, en nuestro caso particular, la realidad pasada de la cuenca norte del Titicaca. Sin embargo, tenemos que aclarar que en este capítulo se tocará el tema de la ideología y la realidad desde la arqueología y, por ello mismo, corre el riesgo de tocar superficialmente dichas cuestiones. En este caso, desde nuestro oficio de arqueólogo, solamente deseamos arrojar alguna luz sobre el debate de estos temas que son profundamente filosóficos y políticos. Quizá un crítico con mayor espacio, tiempo y preparación hubiese preferido ahondar en el tema de fondo como cuál es el sustrato filosófico de dicho debate, vale decir, de donde emergen los enunciados que utilizan en arqueología ciertos autores para desarrollar y justificar su discurso. Sin embargo, creemos que con este breve análisis introductorio, por lo menos nos posicionaremos con respecto a esta discusión y evitaremos reproducir conscientemente los discursos arqueológicos que veremos a continuación. En ese sentido, este capítulo “planeará” sobre el tema, para lo cual, hemos seleccionado algunos temas y autores representativos de la amplia y dispersa bibliografía acerca del tópico23. En consecuencia, en este capítulo esperamos plantear nuestra posición con relación al debate realizado en las últimas décadas mediante autore/as que creemos representativos de este. 1.2. IDEOLOGÍA, REALIDAD Y ARQUEOLOGÍA Para empezar esta discusión, creemos que sí tomamos como punto de partida cómo se explica la sociedad mediante el materialismo histórico, la posición teórica

23 Para una síntesis de la implicancia de la ideología en arqueología y de las posiciones de los arqueólogos con respecto a la primera, se puede consultar Trigger 1992: 24-26 y 317-332. También se puede ver una reciente síntesis del estado de la cuestión en Owoc 2008.

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que defendemos en esta trabajo, podremos situarnos de mejor manera en la discusión posterior y adelantar críticas sobre las posiciones actuales acerca de la ideología. En ese sentido, un investigador abocado a las cuestiones del análisis de la ideología como Adam Schaff describe cómo funcionaría esta cuestión desde una perspectiva menos mecánica y simplista que la asumida por algunos investigadores de influencia marxista que plantean una división de la sociedad entre “base material” y “superestructura” 24: “Según Marx, la base material de la sociedad es conceptualmente idéntica al modo de producción. Es por lo tanto una unidad específica de los medios de producción (las materias primas, más los útiles, más los hombres dotados de las capacidades técnicas requeridas) y de las relaciones de producciones, es decir las relaciones que se establecen entre los hombres implicados en la producción, constituyen un dominio tan complicado y extenso que engloba una parte considerable de la vida social y que ninguno de sus elementos se encuentra fuera de esta. Las relaciones sociales de producción son, entonces, el fundamento de las relaciones de propiedad, con su sistema de leyes y de instituciones jurídicas; de la división de la sociedad en clases que está estrechamente ligada al sistema de las relaciones sociales de propiedad; del hombre socialmente definido, con sus concepciones, que o bien defienden o bien atacan al sistema social existente, formando de este modo ideologías sociales definidas. Pero la superestructura entra de este modo en la composición de la base y no constituye únicamente un epifenómeno del fundamento material de la sociedad; ella puede por lo tanto, ejercer su acción sobre él.” (Schaff 1971 [1968]: 51. Subrayado nuestro) De esta manera, comprendiendo que la ideología es interdependiente de las bases materiales que la genera, podremos entender a la sociedad de una manera global y dialéctica, en contra de otros autores que creen en las divisiones impuestas a las sociedades por los mismos investigadores (categorías o abstracciones) donde, por ejemplo, la sociedad podría ser definida y entendida como un “agregado de individuos”, la “suma de elementos” o “estructuras”, representaciones de la sociedad utilizadas con mayor frecuencia en las explicaciones y/o interpretaciones arqueológicas que veremos más adelante. Sin embargo, debemos aclarar que el análisis de la ideología por sí misma no es tan simple, pues ésta, como ya dijimos con anterioridad, niega muchas veces la comprehensión de la realidad. Esto comporta, por un lado, estudiar un elemento de la sociedad que es bastante

24 Aunque ésta división se puede apreciar en Althusser 1974 [1970], por ejemplo, en su “metáfora del edificio”, ciertamente sus planteamientos asumían una dialéctica entre ambos “niveles” de la sociedad. Para una análisis del pensamiento de Althusser relacionados con la ideología se puede consultar McLennan et al. 1978.

escurridizo (muchas veces no se materializa e, incluso, cuando lo hace resulta engañoso25) y, por el otro, que ésta se ha venido estudiando y explicando casi siempre desde ella misma como idea y concepto (ontológicamente), cayendo en una suerte de “circularidad idealista”, es decir, desligada de la base e historia de su producción social26, como veremos en algunos ejemplos posteriormente27. Para el caso de nuestra investigación estamos interesados en reconocer la existencia de una ideología dominante y oficial, pues esta reproduciría los intereses de la clase social que ejerce el poder económico (luego político) en una sociedad dada. Sin embargo, también será necesario tomar en cuenta que con ella co-existen y se articulan otras ideologías dominadas o marginadas. En el caso de la ideología de los grupos que ocupan el poder económico y político, esta buscará mantener el status quo, es decir, buscarán mantener y frenar el desarrollo de la sociedad (“intereses de clase descendentes” según Schaff 1971[1968]: 52). Por contra, otras fuerzas sociales dominadas o marginadas (aunque “ascendentes”) perseguirán el desarrollo de la sociedad mediante la subversión de la ideología dominante28. De este modo, en nuestro discurso estamos más próximos a lo que Clifford Geertz describió como la “Teoría del Interés” y, alejados de la “Teoría de la Tensión”, que como ya veremos está más cercana a los enfoques arqueológicos post-modernos. Como el mismo Geertz (1971: 21-22) describe: “Existen en la actualidad dos aproximaciones fundamentales al estudio de las determinantes sociales de la ideología: la teoría del interés y la teoría de la tensión. Para la primera, la ideología es una máscara y un arma; para la segunda un síntoma y un remedio. En la teoría del interés, los pronunciamientos ideológicos son vistos contra el fondo de una lucha universal por las ventajas; en la teoría de la tensión, contra el fondo de un esfuerzo crónico por corregir el desequilibrio sociopsicológico. En una, los hombres persiguen el poder; en la otra huyen de la ansiedad.” De hecho, un llamado a la crítica de la misma arqueología como parte de dicha ideología dominante también se ha hecho desde el post-procesualismo (por ejemplo, Shanks y Tilley 1992, Hodder 1992. También ver Trigger 1992) y ya tendremos oportunidad para analizar dichos

25 Hay que añadir a estos inconvenientes epistemológicos el de las llamadas “mutaciones ideológicas” (“el cambiar para no cambiar”) que realiza la ideología para conseguir sus objetivos (Herbert 1971[1968]: 245) 26 Algo que por ejemplo se puede apreciar nítidamente en textos de Hegel como “La Filosofía en la Historia” o “La Razón en la Historia”. 27 Sin embargo, algunos análisis materialistas históricos acerca de la ideología como los de Herbert 1971[1966], 1971[1968] o los de Schaff 1971[1968] son bastantes relevantes y nos han servido como guía en este análisis. 28 También denominadas por Rossi-Landi (1980: 65): como la “reaccionaria o conservadora” y la “innovadora o revolucionaria”.

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planteamientos que se hayan inspirados mayormente en la denominada Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt. Así pues, en este capítulo la tesis que se sostiene es que en los Estados, la ideología dominante enmascara y/o niega las condiciones objetivas de la realidad social. Esta tesis también se puede plantear como la contradicción dialéctica existente entre el discurso del grupo social dominante mediante sus instituciones oficiales y las condiciones objetivas y subjetivas (reales) de la vida social del grupo dominado29. Esta contradicción objetiva en cuanto praxis también supondrá una lucha de posiciones (Gramsci 1977 [1948-1951]: 144) que, obviamente, abanderan los representantes intelectuales de cada facción. Sin embargo, como la ideología dominante enmascara, y niega las condiciones objetivas de la realidad social, en primer lugar deberemos analizar si es posible aproximarse a esta última mediante la arqueología. ¿Por qué esta cuestión?. Pues, como decíamos en la introducción de este capítulo, en los últimos 20 años hemos asistido, casi sin querer, al debate acerca de la capacidad de la arqueología para explicar la realidad pasada de forma objetiva. Este debate acerca del conocimiento objetivo del pasado se inició con las primeras críticas de los denominados arqueólogos post-procesuales de los años 80 del siglo pasado30, enfocados básicamente hacia las arqueologías establecidas desde la mitad del siglo XX, específicamente a la conocida como arqueología procesual que, principalmente, defendía la objetividad de su perspectiva teórica basada en su “cientificidad” garantizada por su método positivista31 inspirado en los desarrollos de Karl Popper o Carl Hempel. Como el “joven Hodder”32 señalaba en sus primeros textos radicales: “La arqueología postprocesual (…) implica la superación de dicotomías establecidas, presupuestas, y abre el camino al estudio de las relaciones entre normas 29 También como refieren Lull et al. (2006: 25): “La ideología, según Marx, es un sistema de creencias inconsecuente e incoherente con las condiciones materiales en que se vive. Ahora bien, este desajuste, sólo efectivo en las sociedades clasistas, halla su razón de ser en las propias condiciones de producción social.” 30 Como señalan Lull y Mico (2001: 24) con relación a estos arqueólogos: “Todos los autores posprocesuales comparten el sentimiento de duda. A la duda sobre el sujeto, el protagonista de la investigación desde Descartes, se añade la duda sobre el objeto, en este caso porque el “pasado” sólo existiría como proyección del sujeto fragmentado de la postmodernidad”. 31 Para una crítica a las “argumentaciones lógicas” de Binford o Schiffer traducidas en “palabras-clave emotivas y cargadas de valor” como “Ciencia” u “Objetividad” ver Tilley 1990: 138-143. 32 El “joven Hodder” sería el de la década de los años 80s antes que acepte muchas de las críticas hacia sus escritos y asuma plenamente un enfoque más “realista” y “dialéctico”. Se podría decir que este cambio se dió hacia 1995 cuando publicó su “Theory and Practice in Archaeology”.

e individuo, entre proceso y estructura, entre lo ideal y lo material, entre objeto y sujeto. Al revés que la arqueología procesual, no se defiende un sólo enfoque, ni afirma que la arqueología debe desarrollar una metodología aceptada. Es por ello que la arqueología post-procesual es sencillamente ‘post-’. Parte de una crítica de lo anterior, construyendo sobre esa vía, pero al mismo tiempo divergiendo de ella. Supone diversidad y falta de consenso. Se caracteriza por el debate y la incertidumbre acerca de los problemas fundamentales poco discutidos anteriormente en arqueología. Es más un planteamiento de preguntas que una provisión de respuestas.” (Hodder 1988: 202. Subrayado y entre corchetes nuestros). De esta manera, el debate post-procesual trataba de alejarse de las interrogantes básicas de la investigación científica postuladas previamente por los procesualistas (Shanks y Hodder 1995: 4, Shanks 2007a). Gracias a este subjetivismo existente en la disciplina y denunciado por ellos, siguiendo a Hodder, se supone que deberíamos aislarnos de las cuestiones que toda la ciencia arqueológica había planteado en el siglo XX33. Por ejemplo, otros arqueólogos post-procesuales como Michael Shanks y Christopher Tilley (1987) desarrollando su crítica hacia la objetividad (también ver Shanks y Hodder 1995) de la arqueología tradicional y especialmente de la New Archaeology, plantearían que: “La arqueología tradicional y la Nueva Arqueología representan un deseo por el pasado en y por sí mismo; un deseo por un pasado objetivo, por una primaria objetividad originaria, la esencia del pasado, el significado esencial, una presencia ideal del pasado. El pasado es percibido por el arqueólogo autónomo, cuya subjetividad llega a estar marginada, como una simple experiencia inmediata y expresión del pasado.” (Shanks y Tilley 1987: 13. Traducción nuestra). De hecho, para ambos autores este no es un debate ajeno al de la ciencia en general y sus críticas se orientan hacia filósofos de la ciencia racionalista (Shanks y Hodder 1995: 4. También Shanks 1992: 16) y se ocuparán, por ejemplo, del mismo Karl Popper en estos términos:

33 Aunque muchas de las críticas realizadas a él y sus colegas post-procesuales en los últimos años (básicamente, con relación a la objetividad en la arqueología y la falta de coherencia en su discurso) han conducido a Hodder a sostener una posición teórica más dialéctica y menos idealista (Hodder 1995, 2000). Esto se resolvería metodológicamente en su tan esperado y anunciado capítulo 12 de “Theory and Practice in Archaeology”. Sin embargo, el único “descubrimiento” que hará es que su tan mentado “círculo hermenéutico” (Hodder 1992: 149, 213. También ver Shanks y Tilley 1987b: 104 un acercamiento un realismo), en el que se hallaban inmersos todos los arqueólogos sobre todo los procesuales era resuelto mediante el reconocimiento de la “espiral hermenéutica” (Hodder 1995: 175, 238). Es decir, el descubrimiento de la dialéctica entre el objeto y sujeto es la solución a la contradicción. Como veremos, la lógica materialista dialéctica hacia bastante tiempo que defendía esta comprehensión científica de la realidad.

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“De acuerdo con el método racional, la realidad es razonable, y la apariencia inmediata de lo observable del objeto es tomada como real, algo existente independientemente de nuestra investigación. El pasado observado arqueológicamente, el objeto de la investigación arqueológica es una acordada prioridad epistemológica y ontológica. La base de la explicación verdadera llega a ser una concepción abstracta del hecho abstracto, pues, no importa que hecho sea mientras este haya sido observado sistemáticamente, medido y registrado-procesado por métodos racionales. La objetividad es en sí misma, abstraída de su contexto. La objetividad, que es la cualidad de un objeto, es concebida abstractamente-cuantitativamente. La objetividad es uniforme y neutral porque esta existe separadamente del sujeto observante. Así, estos hechos objetivos que nos relatan conocimiento dependen de ellos mismos, después de todo, están considerados dentro del reino de la física dura. La neutralidad de los hechos desde esta perspectiva significa que ellos no pueden ser criticados. La precisión y consistencia con que los hechos son observados pueden ser criticados, pero no el concepto abstracto de objetividad. El nombre del hecho, su clasificación inmediata agota su concepto, describiéndolo sin ser juzgado” (Shanks y Tilley 1992: 47). Dicha crítica al racionalismo positivista no era nueva en otras ciencias sociales y, la arqueología, no sería la excepción. De hecho, ya existían diversas críticas desde la misma New Archaeology. Asimismo, se podía criticar dicha producción del conocimiento por su construcción sobre la base de una ontología idealista y una metodología que, aunque, parece reconocer la realidad como algo independiente del observador, se concentraba más en la capacidad del observador y sus estrategias o instrumentos para observarla34 y, consecuentemente, representarla. De esta manera, el debate originado por los post-procesualistas estaba enfocado en las explicaciones del pasado que ya se habían venido desarrollando en la “ciencia arqueológica”, como prometía la “New Archaeology” e inaugurada en la década de los 60s del

34 Por ejemplo dicen Shanks y Hodder (1995: 20): “Pero, ¿qué es el pasado real?. La realidad es lo que resiste y comprueba su resistencia. Patea un megalito y te dolerá: es muy real. Pero de esto no puedes concluir que si utilizas un bulldozer obtendrías el mismo resultado. Esto no es negar la realidad en todo, sino que ha de ser especificado que prueba ha sido usada para definir una resistencia y, por tanto, una realidad específica. Observa una sección delgada de cerámica bajo un microscopio y veras una realidad diferente a la de su superficie decorada. La realidad es plural; el artefacto es una multiplicidad. Esto depende sobre que “trabajo” sea dado sobre y con este”. Por eso su salida no es la comprobación de la realidad sino su interpretación. Así pues, no pasa por ser solamente un problema metodológico o de observación sino que su postura evade la existencia concreta de un objeto real al pasarlo por la relatividad en la sensibilidad del mismo (también ver Hurcombe 2007). Para una apreciación de los “instrumentos” utilizados para la observación en arqueología, ver Micó 2006.

siglo XX (por ejemplo, LeBlanc et al. 1971. También ver Wylie 2002). Por eso, la cuestión clave para los post-procesualistas fue criticar la base de la cientificidad de la New Archaeology: “Ciencia, con C mayúscula35, es la palabra clave para comprender los recientes desarrollos en arqueología. ¿Por qué la mayoría de los arqueólogos quieren llevar la antiséptica bata blanca?. Esto pareciera involucrar la aceptación del mito de la supremacía de la ciencia como la manera final de la comprensión humana, a los científicos como figuras heroicas disipando mitos con racionalidad incisiva. Dada la creciente dominación de la ciencia y la tecnología en la sociedad contemporánea, para moldear esta imagen era necesario ganar respeto intelectual y poder, el poder para producir o intentar producir conocimiento objetivo relevante para el mundo moderno (Fritz y Plog 1970: 412), siendo la relevancia concebida en términos de neutralidad ética y política y, de este modo, inherentemente conservadora (Tilley 1985). La New Archaeology comenzó optimistamente; la arqueología, se afirmaba, podía ser antropología pero las limitaciones de la arqueología tradicional con relación a su capacidad para llevar a cabo una comprensión penetrante del pasado fueron recreadas como resultado de la defensa de la ciencia positiva. Borracha del whisky hempeliano y del cognac funcionalista, la New Archaeology había vuelto a ser incapaz de decir algo más de lo simbólico y lo social que lo que puede ser reducido a los efectos de lo tecnológico y lo económico, los peldaños iniciales de la Escala de Hawkes (1954)36, más allá de lo que los arqueólogos tradicionales tuvieron cuidado en no aventurar, excepto en raros momentos de especulación secundaria. Esto es, hacia una crítica de la naturaleza de la epistemología y metodología adaptada en la New Archaeology (...).” (Shanks y Tilley 1992: 31-32). De hecho, las críticas se plantearon porque varios investigadores se encontraron ante la incapacidad de sus colegas en desarrollar sus propios objetivos explicativos. Ejemplos de estos investigadores son lo que ya había caricaturizado Kent Flannery (1973) como de la “Ley y el Orden”: los que buscaban las “leyes generales” o los “Serutan”: los que utilizaban la teoría de sistemas o funcionalistas (Gándara 1981). En esa misma línea de crítica aunque desde fuera de esta corriente, Shanks y Tilley (1992: 32) dirían con relación a ambos grupos procesualistas37: 35 En el texto original en inglés dice “Science, with a capital S”. Obviamente el autor hace referencia al influyente texto del mismo nombre de Kent Flannery (1973). 36 Según Robb (1998: 330), la “escala de Hawkes” enunciaba que “Sin textos escritos, los arqueólogos podían investigar sistemas sociales, económicos y políticos hasta una extensión mínima, pero en su mayoría, los símbolos prehistóricos y las ideas deben permanecer como un libro cerrado.” (Traducción nuestra). 37 Ver también Shanks y Tilley 1992: 52-53, acerca de la carga política relacionada con la “racionalización” de sistemas económico-políticos actuales en el pasado.

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“Lo común a ambos grupos es un énfasis en la necesidad de hacer generalizaciones y la creencia que la comprobación deductiva sobre el registro arqueológico es la única manera de asegurar la objetividad y la validez de los enunciados hechos acerca del pasado.” De hecho, el método hempeliano positivista que muchos de estos arqueólogos utilizaban tenía serias deficiencias por sí mismo (en otras disciplinas ya había sido duramente criticado) y por su uso acrítico y mecánico en arqueología, las mismas que fueron (a)notadas desde dentro y fuera de dicha corriente (Gándara 1981, Trigger 1998, Fogelin 2007: 605). En ese sentido, el norteamericano Lewis Binford38 es el que recibió la mayoría de las críticas por parte de los post-procesualistas británicos (Hodder 1992, Shanks y Tilley 1992, Shanks 1992, Thomas 1996). Concretamente, la critica recayó en el afán de Binford y de otros procesualistas en el desarrollo de sus “Teorías de alcance medio” basadas en estudios etnoarqueológicos, como el que se realizó con los Nunamiut (Binford 1978). De hecho, lo que más se critica en los procesualistas es el uso del positivismo como metodología científica para contrastar sus teorías con los datos arqueológicos (ver por ejemplo, Shanks y Tilley 1992: 29-30). Esta crítica al positivismo de los procesualistas (por ejemplo, Shanks y Tilley 1992: 29-43), será una cuestión que, como veremos, ellos mismos esperan superar mediante la dialéctica: “La fortuna de una arqueología positivista, naturalmente depende de la tradición filosófica sobre la que esté inspirada. Sin embargo, el positivismo no provee una epistemología coherente, ninguna ontología adecuada del mundo, ningún medio de conceptuar la relación teoría/dato que sea aceptable, ninguna relación convincente de la estructura explicativa. Declara una visión burda de la unidad de la ciencia y el espectro de la ciencia que presenta, simplemente no es acorde con la práctica actual, ni provee una base (la misma irrevocablemente cargada de valor) para reclamar que la ciencia es una forma superior de actividad, la única actividad realmente significativa. Su tragedia es que la mayoría de los arqueólogos sienten confianza para llevar a cabo esta tradición completamente desacreditada de investigación. De hecho, sí el positivismo es realmente tomado por su extremo lógico, tendremos que negar la posibilidad de un conocimiento del pasado más allá del puro subjetivismo. El positivismo regresaría a la arqueología a esas tradiciones ‘normativas’ y ese escepticismo radical (...). El fallo de los arqueólogos para descubrir leyes reduce sus explicaciones a dogmas positivistas, a meros ‘esquemas de explicación’. De acuerdo con Hempel (1959), esto se debería más a su complejidad empírica que a otra cosa. Por esto, hace aparecer a la arqueología como una ciencia de pobres pensadores cuando se la 38 Aunque otros procesualistas también criticados han sido David Clarke y Colin Renfrew (Shanks y Tilley 1992: 30).

compara con la ciencia natural, sí los arqueólogos aceptan este imperialismo. Binford (1977) introduce el término “Teoría de alcance medio” en arqueología, al mismo tiempo confesando que ‘en la ausencia de progreso hacia una teoría utilizable, no hay una New Archaeology, sino solo una arqueología anti-tradicional en el mejor de los casos’ (Binford 1977: 9). La solución de Binford para la ausencia de una teoría utilizable es construirla y su subsiguiente trabajo (1978, 1981, 1983a sección IV, 1983b) ha sido dedicado a hacer solo esto, pero las teorías deben ser construidas desde el fundamento, para llegar a los “hechos” empíricos que son subsecuentemente empleados para invalidar el trabajo de otros. Esta tan mencionada teorización de rango medio fue entusiastamente defendida por algunos (por ej., Raab y Goodyear 1984, Willey y Sabloff 1980) y apareció para ser rápidamente elevado al status de nueva panacea para las enfermedades arqueológicas. La teoría de alcance medio es poco más que empirismo de rango medio y lo que es supuestamente “medio” acerca de esto está lejos de estar claro (...).” (Traducción nuestra). Por eso su crítica hacia autores como Lewis Binford y su búsqueda de la “objetividad” dentro de la “ciencia”: “En algunas discusiones recientes, los términos “objetivo” y ciencia” tomaron un significado casi mágico. Ellos son tan vitalmente importantes para Binford, por ejemplo, quien las repite constantemente en sus publicaciones como medio de legitimar el mérito de su programa de investigación. La confianza en el fenomenalismo, estridentemente desplegado en su trabajo en que el observador-sujeto debe tomar sus “premisas para experimentar y permitir experiencia para pasar juicio sobre su exactitud” (1983a: 421) resulta en la creación de una seudo-ciencia o un idealismo subjetivo (...). Esto es acompañado por un naturalismo en el que el registro arqueológico es considerado puramente como producto de un “sistema mecánico complejo de causación” (Ibíd.: 417), una visión que es reproducida en las consideraciones de la agencia humana. La acción social es reducida a las logísticas de adaptación y maximización de recursos (...).” (Shanks y Tilley 1992: 43-45. Traducción nuestra). Sin embargo, creemos que el debate post-procesual se centró en las categorías mismas como la “objetividad”, en tanto crítica al paradigma de conocimiento científico cartesiano (Por ejemplo, Thomas 1996: 11). Incluso, sin dejar de lado la praxis arqueológica, dichas críticas no deberían suponer el abandono de la discusión dentro de la disciplina y, sobre todo, acerca de su cientificidad, es decir, su capacidad para explicar los fenómenos de la realidad social. Tampoco debemos dejar de lado aquí que no es ninguna novedad, por lo menos para los marxistas, que la ideología dominante trasciende en la denominada “ciencia”, cuestión que por ejemplo ponen de relieve los principales post-procesualistas (por ejemplo, Hodder 1992 o Shanks y Tilley 1992, Thomas 1996). De hecho, dentro de las corrientes teóricas como la denominada

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Escuela de Frankfurt, ya se tenía en cuenta la existencia una “ideología científica” que defendía una supuesta “verdad objetiva” (Horkheimer 1937: 192 en Therborn 1972: 10 y 12) como estandarte para naturalizar ciertas situaciones como las de la explotación social, por ejemplo39. Al respecto, como señala Althusser (1971[1966]: 192): “(...) todas las ciencias –tanto las ciencias de la naturaleza como las ciencias sociales- están constantemente sometidas al asalto de las ideologías existentes y, en particular, de esa ideología que nos desarma porque aparentemente es no-ideológica, en la cual el sabio reflexiona “espontáneamente” sobre su propia práctica: la ideología empirista o positivista.” De hecho, en su segunda “Tesis sobre Feuerbach”, Marx (1974 [1845]) decía esto con respecto a la objetividad: “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.” Regresando al debate post-procesual de la objetividad, llama la atención que aquella “margine” a las arqueologías dominantes, no solo mediante sus críticas sino por desacreditarlas y caricaturalizarlas cayendo en un nihilismo, que obviamente trata de emparentarse con la filosofía ecléctica post-moderna40 (Velandia 2002, Aguilar 2005). Sin embargo, su tan mentada y esperada “multivocalidad” y “pluralidad” de discursos en las arqueologías post-procesuales (por ejemplo, Hodder 1986, 2003, Shanks y Tilley 1992, Shanks y Hodder 1995: 5), sobre todo, los minoritarios (como por ejemplo, la “arqueología del género”) ha sido puesta en entredicho por el mismo Hodder (1992: 186-188)41. 39 Como también refiere Schaff (1971[1968]: 64) al respecto: “Si por “verdad” entendemos un juicio verdadero (o una proposición verdadera que es la expresión de tal juicio), afirmamos esta verdad cuando juzgamos que una cosa es tal y tal y que la cosa es realmente tal como la hemos juzgado. Pero si por “objetividad” entendemos una relación entre el sujeto y el objeto, en el proceso del conocimiento de tal modo que el objeto existe fuera e independientemente de todo sujeto cognoscente, siendo, además, la fuente exterior de las sensaciones del sujeto, la definición de la verdad contiene entonces igualmente en sí el atributo de la objetividad, en el sentido mencionado antes.” 40 Con relación a la filosofía post-moderna Burr (1990: 39) nos dice de esta que: “Así, lejos de ser un fenómeno completamente nuevo, el post-modernismo es una tendencia ecléctica y conectiva derivada de mucho de lo que vino antes”. Cuestión que, como veremos más adelante, estaría emparentada con la arqueología post-procesualista. 41 Sin embargo, en estos últimos años han tratado de subsanar esa falta de inclusión de “otras voces” en los debates arqueológicos mediante reuniones con diferentes arqueólogos y publicando sus textos en compendios que demuestran su

Así pues, la cuestión clave que subyace en este discurso de subjetividad acerca de la construcción del pasado se fundamenta en la “percepción” del mundo actual y, consecuentemente, como este sería llevado al pasado por lo/as arqueólogo/as (también ver Shanks 1992). En ese sentido, la mayoría de los planteamientos post-procesualistas, están basadas en visiones idealistas y subjetivistas como el idealismo histórico de Robert Collingwood (Hodder 1988), las fenomenológicas heideggerianas (Tilley 1994, Thomas 1996), las de las percepciones del mundo real según las aproximaciones psicoanalíticas de Sigmund Freud o Jacques Lacan (ver por ejemplo, Yates 1990 o un panorama general en Žižek 2007 [1989]) o la construcción individual de “realidades alternas” (Waterman 1990), para citar algunas. De este modo, aquí la interrogante que se desprende de esta discusión ontológica es: ¿Cuántas realidades existen para lo/as arqueólog/as post-procesualistas?. 1.3. LAS MÚLTIPLES REALIDADES O LA ONTOLOGÍA POST-PROCESUAL A finales de la década de los 80s, Hodder (1988:169) exclamaba: “¡Así que todo depende de todo, y la definición de las características depende de la definición del contexto, que a su vez depende de la definición de sus características!.”. Esta cita sintetizaría el pensamiento que un “joven Hodder” inauguró en los años 80 con relación a su relativismo relacionado con el contexto no sólo arqueológico sino social en el cual está inmerso el investigador. Por ello no deja de inquietar la cuestión que sí “todo depende” de cada contexto particular, como sugiere este autor ¿cómo podríamos los arqueólogo/as comparar dichos contextos espacial y/o temporalmente?. A la luz del pensamiento de Hodder la respuesta es que esto sería imposible. Como el mismo diría más adelante: “Los huesos descarnados que quedan son los hechos del mundo real que nunca podremos observar.” (Hodder 1994: 30). Con respecto a la relatividad en el pasado, en una de las últimas definiciones hechas por Hodder42 de su Arqueología Contextual o Interpretativa leemos que esta es: “Una arqueología en la que el énfasis se localiza en la manera particular en que los principios generales simbólicos y estructurales están reunidos dentro de conjuntos coherentes e integrados en estrategias sociales y ecológicas (…)” (Hodder 1992: 29). Por consecuencia, ante la ambigüedad y el particularismo producidas mediante la “percepción” de dicha realidad,

voluntad de llevar a la práctica dicho planteamiento (por ejemplo ver Hodder et al. 1995, Hodder 2001). Pese a ello, esto no resulta más que una colección de diferentes posturas teóricas que solo se justifican como una “fragmentación” más de la realidad a las órdenes de la filosofía post-moderna y de la falsa conciencia de nuestro mundo actual que tendrá que consumir dicha producción pues es hacia allá adonde “apunta el futuro”. 42 Ver también Shanks y Hodder 1995: 14-16.

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nada sería comparable ni cuantificable según la arqueología contextual. De esta manera, la arqueología contextual nos plantea la inconmensurabilidad de nuestro objeto de estudio. Esa incertidumbre que se espera hallar en una interpretación desde la arqueología post-procesual o interpretativa (Shanks y Hodder 1995). Por su parte, Shanks y Tilley43 plantean que el contexto social en el que están incluidos los investigadores, estaría controlado por la academia dominante y/o oficial: “El discurso arqueológico es practicado y dominado por los expertos, especialistas académicos en su mayoría ignorantes o ciegos a las condiciones sociales de su práctica, concibiendo estas condiciones y sus experiencias personales subjetivas en arqueología como teóricamente irrelevantes. Un idealismo subjetivo privilegia la esencial objetividad, el origen trascendental del conocimiento, identificando el objeto y la experiencia arqueológica de este. Esta es la única manera en que la experiencia subjetiva es teóricamente aceptable.” (Shanks y Tilley 1987: 23. Traducción nuestra). Asimismo, en el plano epistemológico, ambos investigadores proponen que la objetividad científica estaría empañada por la “racionalidad” (Shanks y Hodder 1995: 4) que asumen los investigadores desde cualquier aproximación teórica, aunque como ya vimos arriba, a la que más se critica por su supuesta objetividad amparada en el positivismo es a la teoría procesualista (Shanks y Tilley 1992: 46-67). Así pues, al no existir una objetividad existirán muchas subjetividades, es decir, variadas construcciones de la realidad. Por tanto, sí la objetividad no es posible mediante nuestro objeto de estudio ni en el contexto social en el que nos hallamos insertos, según los arqueólogos post-procesuales, sólo podríamos lanzar interpretaciones del pasado que podrán ser realizadas mediante la percepción de lo que significan o simbolizan para nosotros los objetos arqueológicos. El tema de los significados ha sido un tema recurrente en arqueología desde que los seres humanos se preguntan acerca del propósito de un objeto con funciones no obvias44 pero que transmitían alguna clase de mensaje incomprensible. En el caso de la arqueología, esta cuestión se desarrolló definitivamente con los estudios iconográficos, sobre todo, con relación a las sociedades prehistóricas con cierto grado de abstracción materializado en artefactos o diseños inscritos en algún soporte empezados a explicar, por ejemplo, gracias a los aportes metodológicos de Panofsky (1955). De este modo, el significado de los objetos o artefactos ha sido abordado desde diversas perspectivas, las primeras de ellas desde la historia del arte, casi siempre estudios que no han podido encontrar un solo significado concluyente o confirmado desde el análisis del objeto per se. 43 También ver Shanks y Hodder 1995: 20-21. 44 En nuestro caso, la obviedad descansaría en una explicación morfo-funcional.

Sin embargo, el desarrollo con relación al significado más utilizado en arqueología procedió de los primeros estudios del arte rupestre prehistórico de Leroi-Gouhan. Asimismo, dentro de la perspectiva francesa estructuralista, Claude Levi-Straus sería el encargado de develar las “estructuras mentales subyacentes” de la actividad humana, elemento que como veremos han rescatado con mayor insistencia los arqueólogos post-procesuales. De esta manera, el significado de los objetos arqueológicos o, “símbolos” para la discusión presente, no ha sido un tema alejado del debate arqueológico (ver, por ejemplo, Robb 1998). Sin embargo, desde la perspectiva antes anotada que incluye el “todo depende” y las “múltiples realidades” y, por consecuencia múltiples significados, Hodder también pudo ingresar en este debate, que ha sido la “pierna coja” de las explicaciones arqueológicas desarrolladas, sobre todo, en el siglo XX. En esta misma línea de crítica y planteamiento de una arqueología post-procesual, Hodder nos propone la existencia de los múltiples significados o “polisemia” (Shanks y Hodder 1995: 9-10. También ver Shanks 1999: 4) y las consecuentes múltiples lecturas que estarían comprendidas en los objetos arqueológicos45: “Los múltiples significados en diferentes niveles y la “borrosidad” de los símbolos materiales pueden ser interpretados de diferentes maneras por diferentes grupos y hay un continuo proceso de cambio y renegociación.” (Hodder 1982a: 10. Traducción nuestra). De esta manera, para Hodder, la mejor manera de entender a los “símbolos” materializados en los objetos arqueológicos es mediante su homologación con un texto46 (de allí la multiplicidad de lecturas que este puede tener), los mismos que conformarían un contexto: “Si la cultura material es un “texto”, pudieron existir entonces una multiplicidad de lecturas en el pasado. Ejemplo de ello son los distintos significados que la sociedad británica atribuye al uso de los imperdibles por parte de los punks. Pensé que los individuos podían crear razones verbales que explicaran estos ítems, pero no que estas razones verbales fueran “correctas” o “incorrectas”, sino interpretaciones de un texto en distintos contextos verbales y en distintos contextos sociales. En Baringo tuve, muchas veces, la misma impresión. Los individuos, al hablar conmigo, parecían crear o inventar los significados verbales de las cosas, contradiciendo y variando sus respuestas como una forma de diversión social.” (Hodder 1988: 179).

45 Aquí, como anotan Shanks y Tilley (1995: 10), la inspiración proviene de la “doble hermenéutica” que Anthony Giddens (1982, 1984) reconoció para la sociología. 46 De la misma manera, para Thomas (1996:55) existirían dos principales nociones del registro arqueológico de los objetos: como “fósiles” (arqueología histórico-cultural y procesualista) y como un “registro textual” (arqueología post-procesual).

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Más allá de las cuestiones de empatía y actualismos que plantea Hodder podríamos coincidir con todo lo anteriormente dicho por este, si asumiésemos que la subjetividad puede ser aplicada tan mecánicamente en la ciencia arqueológica. Por eso mismo, aquí se pueden plantear dos interrogantes: 1. ¿Son relevantes, para una explicación del pasado, las subversiones individuales (“agencia individual”) de las normas sociales dentro de las prácticas sociopolíticas47 establecidas?. 2. La segunda pregunta de orden epistemológico y metodológico es: ¿Cómo se pueden reconocer las subversiones individuales en arqueología48, si estas no son recurrentes? Sí los casos que Hodder reconoce en sus ejemplos antropológicos son recurrentes, como así parece, representarían una norma o consenso (práctica social) y no individuales. Por ejemplo, siguiendo a Hodder en sus analogías de la sociedad actual británica podríamos hablar de la “acción individual” de los punks y de los múltiples significados que puede tener el uso de sus imperdibles (Hodder 1988, Shanks y Hodder 1995). En el caso de los punks británicos se trata de que ellos entiendan lo que significa un imperdible: en el contexto de la sociedad británica podría significar rebeldía. Sin embargo, más allá de que hayamos acertado en su significado real, lo que perciban o dejen de percibir los demás no cambiará el objetivo perseguido por esa facción de la sociedad. Si seguimos utilizando los mismos parámetros comparativos actualistas de Hodder, por ejemplo, cuando Sid Vicious, líder de la banda punk británica más representativa llamada Sex Pistols, mantuvo una actitud rebelde hasta sus últimas consecuencias, creemos que poco le importaría que su mensaje real fuese o no comprendido puesto que, además, era consciente que existía una ideología dominante y que él se hallaba al margen de la misma. De hecho, este individuo se hallaba dentro de un contexto económico y social concreto que le animaba a realizar ciertas “irreverencias sociales”. Luego, eso fue reproducido por muchos punks subvirtiendo normas y encontrando un espacio que ellos crearon dentro de la sociedad británica. En todo caso, lo que sí parece claro, es que si un punk golpeaba a un policía, también estaba claro lo que iba a suceder a continuación. Luego, su subversión podía ser individual pero las consecuencias eran imaginables. De este modo, la norma social se podía quebrar pero esta conciencia de subversión incluía también conciencia de la realidad, o sea, la realidad existente independiente a las subversiones. Lo mismo se puede afirmar para los ejemplos del “simbolismo encarnado” de Boy George

47 Decimos prácticas socio-políticas (siguiendo a Castro et al. 1996, 1998) ya que aquí se habla de normas establecidas y sancionadas dentro de una sociedad y no de prácticas socio parentales. 48 Para una crítica similar también se puede ver Gilman 1988: 58-59.

(Hodder 1988: 66) o la apariencia de los hippies (Hodder 1987). En ese mismo sentido, en el ejemplo de las comunidades alrededor del lago Baringo tantas veces utilizado por Hodder (1988: 130-141, 1992 [1984]: 65-66), ya vimos que las mujeres estaban subvirtiendo (colectivamente) su dominación ejercida por los varones del grupo. Luego, esto no suponía un cambio dentro de un sistema económico tradicional-autónomo sino que se dió como consecuencia del cambio de las relaciones sociales de producción potenciado desde fuera de su contexto socioeconómico, por la entrada a esa área del sistema capitalista. Es decir, que como poco se produjo una articulación de la forma de producción local y la forma de producción capitalista (hay muchos casos de esta índole, tanto actuales como prehistóricos)49. Por ello, como otros tantos ejemplos presentados por Hodder aquél pierde su valor para ser traslado al pasado y no queda más que como un tema inspirador para construir nuevos planteamientos o relatos en base a la capacidad individual de agencia50. Así pues, el tema de la “acción” o “agencia individual” por más que suene interesante e inspirador para el hallazgo de estos sujetos subvirtiendo normas dentro de una sociedad dada, no resulta más que una retórica muy apropiada para estos tiempos post-modernos de “individualismo” o de “inclusión de las voces minoritarias” (Hodder 1992: 86). Sin embargo, estas cuestiones que muy bien pueden ser asimiladas dentro de un discurso que esté atento a los actores individuales (Robb 2001a, 2001b) supone también superar barreras epistemológicas que no tendrían la misma relevancia para una arqueología científica e histórica por lo menos en el estado actual en el que se halla la disciplina51. Por otro lado, aunque los post-procesualistas parezcan desconocerlo, el mismo marxismo ha reconocido el papel del individuo en la historia y que dentro de ciertas condiciones pueden cambiar su trayectoria, estudio iniciado por Plejanov (1856-1918) (Núñez Jiménez 1982: 15). Sin embargo, al contrario de otros investigadores que ven en ellos los motores de la historia, en este caso el individuo es reconocido como producto social (“individuo social”). Es decir, al fin y al cabo, nadie está aislado de un proceso histórico. Solo para citar un texto colectivo acerca de la apreciación del individuo en la

49 Para una teoría de la articulación de modos de producción ver Gailey y Patterson 1988. 50 Para una síntesis de la utilización de la teoría de la agencia en arqueología ver Dornan 2002. 51 De hecho, con los materiales actuales y, sobre todo, con los usados por Hodder para elaborar su discurso, es imposible, ya que por ejemplo, más allá del cambio de espacios ecológicos de los asentamientos del Neolítico (Hodder 1992[1984) es difícil tender un puente entre las sociedades africanas como la de Baringo y las sociedades neolíticas europeas. Esto, aun suponiendo que las mujeres son las que producen y controlan la producción biológica y la de artefactos (cerámica y casa) y que las sociedades pasan de su poder socio-económico basado en el control del trabajo al control de la tierra (Hodder 1992 [1984]: 67-68).

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historia, citaremos el siguiente párrafo de los “Fundamentos de la filosofía marxista leninista” (Academia 1975: 308)52: “(...) la historia no es un proceso impersonal: la hacen no solo las masas, sino también los individuos, especialmente los grandes hombres, que imprimen la impronta de su individualidad en los acontecimientos históricos. Por eso, la cognición de la historia universal y de la historia de los pueblos hace imprescindible analizar, por su parte, las fuerzas que impelen a la acción a grandes masas humanas, a pueblos enteros, y, por otra parte, el carácter y el grado de influencia que ejercen en este proceso una u otras personalidades históricas que figuran al frente de los acontecimientos. Como prueba la historia, el papel de las masas populares depende en mucho de la dirección política e ideológica que tengan en su momento histórico concreto y en un país concreto.” Siguiendo con los post-procesualistas, por su parte Christopher Tilley también participará en el debate de los múltiples significados, y consecuentemente de la realidad y su relatividad, cuando nos dice que: “La realidad siempre es socialmente construida y definida. Los hombres en situaciones específicas acuerdan sobre una forma de vida y juegan particulares clases de juegos de lenguaje (Wittgenstein). Este acuerdo es un producto del tiempo, lugar y circunstancias. Ningún juego puede ir más allá de la justificación que ha sido convenida. De este modo, la cuestión de sí X o Y es un acto apropiado llega a ser ininteligible fuera del juego particular que está siendo jugado. Por instancia, sí un suicidio es un acto apropiado solo puede ser juzgado dentro del marco de un sistema particular de creencias. Para el católico, la vida está es un regalo de Dios, y este es un ejemplo del acuerdo de la comunidad católica sobre una forma de vivir. Por otro lado, realizar el hara-kiri para salvar el honor dentro de una comunidad tradicional japonesa es perfectamente aceptable. Lo “Bueno” y lo “Malo” sólo tienen sentido dentro del juego moral que se está realizando.” (Tilley 1982: 33. Traducción nuestra). Nuevamente vemos en esta cita que se ecualiza realidad con prácticas sociopolíticas y su significado (como la de los punks de Hodder). Asimismo, el relativismo en estas situaciones viene refrendado por cuestiones de ético-morales, es decir, por cuestiones que necesariamente forman parte de la ideología o la religión. Además, si vamos más allá en el análisis social, existen cuestiones básicas que comparten con otras sociedades más allá de sus particularidades a la hora de matarse o de la vida más allá de la muerte, todas estas creencias casi siempre producidas y reproducidas por los aparatos ideológicos en las sociedades de clase. Como ya hemos observado en varios de los pasajes post-procesualistas citados, el individuo juega un rol 52 También se puede ver: Lenin 1958 [1894]: Tomo I: 172, 416 y Tomo 29: 187.

importante en sus interpretaciones, por ello será interesante ver de donde proviene esta ideología del individualismo. Como dice otro arqueólogo post-moderno: “El individualismo es una experiencia fundamentalmente histórica. Está dentro de las relaciones sociales del capitalismo y en una ideología especifica en que los individuos aparecen como sujetos autónomos, libres y auto-contratantes. Vale decir, que los medios ideológicos sirven a finalidades capitalistas especificas que, alguna vez fue un problema europeo, y ahora un problema mundial.” (Burr 1990: 38. Traducción nuestra). Como bien reconoce este investigador, alineado más bien en el denominado post-estructuralismo, el individualismo viene a ser una ideología producto del sistema capitalista y que, obviamente, sirve para reproducirlo53. Incluso otros investigadores relacionados a esta arqueología post-moderna en la península ibérica como Almudena Hernando (1999: 34) critican este individualismo cuando opinan que: “No se puede comprender la Historia desde el punto de vista del individuo, a mi juicio, porque el individuo es en sí una construcción social que sólo se inició a partir de un determinado momento histórico” (Hernando 1999). El momento histórico al que se refiere Hernando, es el siglo XII cuando empezaba a desarrollarse la clase burguesa europea54. Otros investigadores como Mario Bunge (1985: 187) caracterizan el individualismo de esta manera: “Según el individualismo, una sociedad no es sino una colección de individuos, y toda propiedad de la misma es una resultante o agregación de propiedades de sus miembros.” (Bunge 1985: 185) En otra parte del mismo texto, Bunge define y segmenta ontológica y metodológicamente al individualismo de esta manera: Ontología: 1. Una sociedad es un conjunto de individuos. Las

totalidades supraindividuales son conceptuales, no concretas.

2. Puesto que las totalidades sociales son abstracciones, no tienen propiedades globales emergentes: toda propiedad social es una resultante o agregación de propiedades de los individuos que componen la sociedad.

3. Puesto que no hay propiedades sistémicas, una sociedad no puede actuar sobre sus miembros: la presión de grupo es la totalidad de las presiones

53 De hecho, en algunos discursos arqueológicos también se proyecta el sistema capitalista hacia el pasado. Un ejemplo ilustrativo es la utilización de la “relación costo-beneficio” o el concepto de “optimización” que se plantea para la subsistencia de los grupos cazadores-recolectores (Shanks y Tilley 1992: 50-51). Para una perspectiva crítica de estos planteamientos desde el materialismo histórico se puede consultar Gassiot 2001. 54 Sobre este punto también con relación a la construcción burguesa del sujeto se puede consultar Iglesias Diéguez 1992.

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que ejercen los miembros del grupo. La interacción entre dos sociedades consiste en la interacción entre sus miembros individuales. Y el cambio social es la totalidad de los cambios de los componentes individuales de la sociedad.

Metodología 1. El estudio de la sociedad es el estudio de sus

componentes. 2. La explicación última de los hechos sociales debe

buscarse en la conducta individual. 3. Las hipótesis y teorías sociológicas se ponen a

prueba observando el comportamiento de los individuos.” (Subrayados nuestros)

Estas citas anteriores de Mario Bunge, bien pueden sintetizar las características fundamentales de toda la filosofía individualista, que es la que subyace en la aproximación interpretativa y propuesta de Hodder y la mayoría de los post-procesualistas55. Así, para Hodder (1988, 2000b. También ver Shanks y Tilley 1992: 125) el gran problema y ausencia en la agenda del programa arqueológico desde las diferentes corrientes teóricas en arqueología contemporáneas y precedentes, es que el individuo humano ha sido marginado de sus interpretaciones y asume que la agencia (práctica) de los individuos puede incluso subvertir el orden social establecido, como ya vimos arriba, en los ejemplos presentados por este investigador acerca de las prácticas de las mujeres de Baringo y las de los hippies. Para ver de donde se nutre la noción de individualismo de Hodder tomemos un párrafo de su texto mas difundido:

“Al incorporar la acción individual y el cambio recursivo, algunos viejos puntos de vista, como el de Collingwood sobre todo, resultan mucho menos normativos que la New Archaeology, la arqueología estructuralista o la arqueología marxista56. Estas últimas corrientes mencionadas presuponen normas compartidas y niegan el rol del individuo o de la percepción individual. Y todas ellas entienden la conducta como algo que está sujeto a reglas.” (Hodder 1988: 116). Como vemos, Hodder recupera a Collingwood57 porque para él este fue, principalmente, anti-normativo, anti- 55 Una breve historia de la construcción social del “individuo”, también, se puede ver en Hernando (2002: 20-21). 56 En la mayoría de los textos post-procesualistas sólo se menciona al “marxismo” de manera tangencial convirtiéndola, como ellos mismos plantean, en “una arqueología marginal” cuando de manera arbitraria solo se critican los textos de arqueólogos neomarxistas como Mark Leone, Faris (Hodder 1987) o Antonio Gilman (Hodder 1988) o a los marxistas estructuralistas como Althusser y Godelier y a sus seguidores en arqueología como Rowlands y Friedman (Shanks y Tilley 1987: 168-175). 57 Collingwood era ante todo un historiador y filósofo de su disciplina (ver su Autobiografía), cercano temporalmente a Franz Boas o a Alfred Kroeber.

positivista, particularista histórico y un anti-marxista (Hodder 1988: 114) y, quizá de allí que le despierta simpatía a Hodder, cuando este se halla en su etapa más idealista y “radical”. De hecho, Hodder rescata de Collingwood el tema del contexto particular (Hodder 1988: 115) y, sobre todo, su planteamiento de la diferenciación entre ciencias sociales y ciencias naturales58 expuesto en su “Idea de la Historia”: “Los métodos de la moderna investigación histórica se han desarrollado a la sombra de su hermana mayor, el método de las ciencias naturales; en algunos aspectos ayudados por su ejemplo, en otros estorbados. A lo largo de este ensayo ha sido necesario luchar a brazo partido con lo que podría llamarse concepción positivista, o mejor dicho malentendido positivista, de la historia como el estudio de acontecimientos sucesivos que yacen en un pasado muerto, acontecimientos que habría que comprender de la misma manera como el hombre de ciencia comprende acontecimientos naturales, clasificándolos y estableciendo relaciones entre las clases así definidas. Este error no sólo es endémico en el pensamiento moderno filosófico sobre la historia, sino que es también un peligro constante para el pensar histórico mismo. Mientras los historiadores cedan a él descuidarán la tarea que le es propia, penetrar en el pensamiento de los agentes cuyos actos estudian, y se contentarán con determinar lo exterior de esos actos, lo que en esos datos pueda estudiarse estadísticamente”. (Collingwood 1982 [1946]: 222) En esta cita de Collingwood, vemos de donde Hodder toma inspiración para su “arqueología contextual”, para su individualismo en arqueología y su crítica al positivismo científico. Sin embargo, más allá de los temas filosóficos o metodológicos que puedan entrañar el desarrollo de Collingwood y, de la manera en que Hodder lo interpreta libremente, algo muy significativo es que Collingwood investiga como historiador, solamente a sociedades con escritura o de las cuales existe referencia en algún documento (por ejemplo, ver su clásico “The Archaeology of Roman Britain”, Collingwood 1976 [1930]) y, por eso, quizá pueda darse el lujo de intentar acercarse a los agentes individuales y al contexto particular de su acción, cuestión que Hodder no puede realizar con relación a las sociedades prehistóricas ágrafas y que creemos es su gran problema para desplegar una metodología concordante con su discurso. Sin embargo, para no concentrarnos sólo en Hodder, otros de los autores más representativos de la arqueología post-moderna como Christopher Tilley y Michael Shanks (Tilley 1982, Shanks y Tilley 1987a, 1987b, Shanks 1992) plantean una perspectiva similar aunque más ampliadas y conciliadoras donde analizan y dan cabida a los extremos de las dicotomías anteriormente referidas

58 El afán por separar las ciencias naturales de las ciencias sociales ya se daría en el Idealismo Alemán del siglo XIX con Max Weber y se proyectaría hacia la Escuela de Frankfurt mediante Lukács, Korsch y Horkheimer (Therborn 1972: 25-26).

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como las de individuo/sociedad, proponiéndonos una epistemología aparentemente novedosa para solucionar dichas oposiciones surgidas en la teoría social y, consecuentemente, en el análisis arqueológico. Sin embargo, dicha epistemología conjuga dos tradiciones distintas (por ejemplo, marxismo y estructuralismo) y, en algunos casos contradictorias, pero que dentro de una filosofía ecléctica post-moderna puede presentarse como innovadora y hasta coherente, claro está, en el discurso. 1.4. LA INTERPRETACIÓN EN LA ARQUEOLOGIA POST-PROCESUAL La interpretación en arqueología como es asumida desde el post-procesualismo descansa en una narrativa de la prehistoria más que en una explicación consecuente con su objeto de estudio59 y verificable, en donde, parafraseando a Derrida (Bapty y Yates 1990: 27), en el proceso de lectura el lector también (re)escribe el texto o, como diría Barthes (1977: 148 citado en Burr 1990: 41): “el nacimiento del lector debe costar la muerte del autor”. De este modo, la interpretación post-procesual descansa en la tradición hermenéutica que es descrita por Burr de esta manera: “La tradición hermenéutica lucha por socavar nuestra confianza en las aproximaciones interpretativas de sentido común, tanto nuestras propias presentaciones como las de otros (en discurso y texto) de la experiencia vivida, donde ninguno tiene acceso al “texto” original de la realidad. Esta es una empresa subversiva apuntando a la auto-contradicción y a la parcialidad de los textos ostentosamente integrales y autoritarios, tanto de culturas, de historia como de sí mismos. Así, en oposición a la verdad única, la hermenéutica plantea la “verdad narrativa”. Los significados interrelacionados son delineados, traducidos, examinados y encaminados a revelar las dimensiones mutuamente traducibles e intraducibles de ambas culturas. Este es un método que promete hacer justicia a ‘las operaciones materiales y mentales de la vida’ (Rebel 1988), una aproximación que nos descentre y nos lleve de regreso a nosotros mismos; el movimiento paradójico hacia la comprensión sin ir más allá de lo dado, siempre desde atrás hacia aquí y ahora.” (Burr 1990: 39-40. Traducción nuestra) Dicha tradición hermenéutica tiene una larga historia y ha mutado hasta su re-aparición en el discurso post-moderno y, consecuentemente, en el post-procesual. En principio, la “hermenéutica antigua” hacía referencia al arte de traducir, explicar e interpretar cuando el sentido de un texto no era evidente, en este caso los textos que conectaban el mundo de los dioses con el de los humanos (Hernando 2002: 31). Sin embargo, el primer texto en el que se registra el uso de la palabra hermenéutica procede del título de un libro de 1654, fecha desde la que se distingue una hermenéutica teológico-filológica y una

59 Aunque como el mismo Hodder (1992: 157) asume en la década de los 90: “Es verdad, he estado escribiendo cosas contradictorias pero estaba buscando algo, tratando en diferentes direcciones lo que “yo” quería”.

hermenéutica jurídica (Gadamer en Hernando 2002: 31). En el sentido teológico, hermenéutica significa el “arte de la correcta interpretación de las Sagradas Escrituras” y en ella tanto como en la hermenéutica humanista de la Edad Moderna, el objetivo es “la correcta interpretación de aquellos textos que contienen lo decisivo, lo que es preciso recuperar” (Idem.). Siguiendo a Hernando, en la actualidad la hermenéutica ya tiene implícita una especia de conciencia metodológica desarrollada principalmente por H. Gadamer y cuyo fin es aclarar el significado de discursos que utilizan un lenguaje distinto del propio. Como dice Hernando, siguiendo a Gadamer: “La hermenéutica intenta dejar a un lado la comprensión tradicional de los hechos pasados para rescatar el sentido original encubierto o desfigurado, para lo que debe ir a las fuentes originales” (Idem.). Así pues, siguiendo esta tradición, los mismos Shanks y Tilley definen su “círculo hermenéutico” de esta manera: “Podemos sugerir que cualquier aproximación interpretativa del pasado se mueve dentro de un círculo, quizá con más exactitud, una espiral amplia y supone cambiar o trabajar teóricamente sobre lo que va a ser interpretado. Uno no puede comprender algo sobre el significado del patrón de cultura material en el pasado (o el presente) sino está dispuesto a hacer intervenciones conceptuadas por medio del uso social, etnográfico u otros puntos de partida sobre la manera en que la totalidad social del pasado fue constituida. Sí estas intervenciones conceptuadas son más o menos correctas ganaremos perspicacia y comprehensión. Si estas no lo son, nos habremos quedado con una masa de observaciones sin interpretación. Adicionalmente, no podemos obtener una comprensión de la totalidad que buscamos investigar hasta que hayamos comprendido algo de las matrices contextualizadas de la vida social dentro de la cual el patrón de cultura material encajó y actuó. Así, la interpretación busca comprender lo particular a la luz del todo y el todo a la luz de lo particular para encontrar sentido a las interconexiones entre diversas áreas del patrón de la cultura material (enterramiento, uso y disposición de los artefactos, diseños cerámicos, restos de fauna, orientación arquitectónica, etc.) que requiere algún entendimiento previo o anticipado de la totalidad social en la que la cultura material actuó como símbolo, código, o estructura. Lo que hace que el dato arqueológico nos hable, cuando podemos interpretarlo, cuando tiene sentido, es el acto de ubicarlo en un contexto especifico o conjunto de contextos, y el proyecto de encontrarle sentido al dato supone la variabilidad intrínseca evidente, y el pleno uso de esta variabilidad en un examen de las estructuras de significados posibles. Los conceptos de entendimiento correcto o incorrecto no se fían de un conjunto preconcebido de metodologías (la hermenéutica no es una metodología alternativa) sino que estos solo tienen sentido en términos del contexto pasado investigado. El entendimiento más pleno es irrevocablemente dependiente del contexto y limitado por este. Esto significa que la naturaleza del entendimiento

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arqueológico es relacional al contexto que está siendo investigado e incluye un movimiento dialéctico atrás y adelante entre las partes y la totalidad. Esto significa que la naturaleza del entendimiento (understanding) arqueológico está intrincadamente enlazado al contexto determinado que está siendo investigado y se encuentra diametralmente opuesto a un impulso por el control técnico del pasado usando leyes o generalizaciones que no son dependientes del contexto. Esta noción de una aproximación interpretativa del pasado moviéndose dentro de un circulo contextualmente dependiente o espiral, aleja las diferentes posibilidades, el mito, ese falsificacionismo simplista o la aproximaciones de comprobación verificacionista pueden ser aplicadas para desatarse del circulo y establecer si o no las interpretaciones son correctas en una fase u otra de la investigación. Las correcciones toman lugar por un proceso dialectico en el círculo mismo. El dato no es 'puro', como una roca madre que refuta la esencia, sino que es en si mismo parte indeleble del circulo. Sin embargo, de esto no se puede simplemente concluir que el círculo es de alguna manera auto-referenciante y esto nos lleva a considerar el rol del intérprete.” (Shanks y Tilley 1992: 104-105. Traducción nuestra). Sin embargo, para Shanks y Tilley (1992: 108) este esquema basado en Gadamer se complica en la arqueología puesto que en ésta el investigador o la investigadora estaría inmerso/a en una hermenéutica de 4 planos: 1. La hermenéutica de trabajar dentro de la disciplina

contemporánea de la arqueología. 2. La hermenéutica de vivir dentro de una sociedad

contemporánea como un participante activo, interactuando y participando con otros y estar involucrados en luchas sobre creencias y valores sociales y políticos.

3. La hermenéutica que trata de entender una cultura

ajena incluyendo marcos de significados radicalmente diferentes al suyo propio

4. La hermenéutica envuelta en un pasado y presente

trascendente. Asimismo, siguiendo esta línea acerca de los artefactos arqueológicos como textos Tilley (1990: 142-143) señala algunas cuestiones referentes a la escritura de los textos (el discurso) en arqueología: “El artefacto en el texto es siempre un objeto discursivo. Este objeto producido teórica y conceptualmente es formado por un proceso de lenguaje actuante sobre el mundo. Ninguna descripción es “pura”, ni cualquier descripción puede ser “total”. Escuchar los atributos de una casa, un hacha, una vasija o una tumba no le permite a uno regresar a esas cosas. La encarnación textual de la cultura material siempre es parcial, una reducción de la complejidad. Este también va, substancialmente, más allá

de la cerámica, etc., porque este lo transporta hacia un diferente medio, en el cual se asienta para trabajarlo. Esto significa que yo o tú nunca nos pondremos de acuerdo sobre el artefacto o, en general, con el pasado o el presente en sí mismo y para sí mismo. El conocimiento y la comprensión vienen a través de un medio lingüístico, textual. La necesidad de ubicar cosas en un texto es, simultáneamente, una violencia dada a esas cosas y un ejercicio productivo y creativo. Actualmente, esta producción lingüística de la cultura material ha sido tomada muy seriamente porque el significado de la cultura material está creado en el texto. Este no reside fuera del texto. Desde los diversos comienzos a los diversos finales, el significado reside en que el texto hace al no-texto sobre el que opera. El significado siempre permanece interno al texto, su uso como lenguaje, y la respuesta del lector a este. El significado no reside externamente sobre o encima de esta relación, excepto sí el discurso tiene efectos más amplios en el mundo para ayudarnos a interpretar, comprender e intervenir en el. Pero para esto se necesita reconocer que toda actividad es siempre una interpretación de una interpretación de una interpretación.” (Traducción y subrayado nuestro). En este sentido, Tilley apuesta por una dialéctica entre el texto y el lector60, entre el “productor” y el “consumidor”, este último quien, a su vez, debería ser un productor si se escribiese los textos en arqueología desde la perspectiva planteada por Tilley y sus predecesores61. Sin embargo, la producción del conocimiento arqueológico, ya lo sabemos, dista mucho de ser ideal en la actualidad como para lograr una comunicación efectiva, abierta y, sobre todo, didáctica con relación a los diferentes públicos a los que se enfrentan. Sin embargo, por ahora, necesitamos dirigir la mirada hacia nuestra propia práctica y criticar sí antes de seguir en la socialización de la información no nos está fallando algo dentro de nuestra forma de producir representaciones (no solamente desde el procesualismo u otras aproximaciones más populares). En esta crítica, Hodder es uno de los arqueólogos que plantean más problemas que soluciones coherentes con la explicación de la materialidad social62, e incluso, nos transmite la sensación de querer llegar al pasado a través de una paleo-psicología:

60 También ver esta misma postura sustentada con casos prehistóricos en Tilley 1991. 61 En otro lugar, Tilley (1982: 29) hace explicita su utilización de la lingüística de Ferdinand de Saussure del que toma su diferenciación entre lenguaje (langue) y palabra (parole), básicamente, por que el “estudio de los fenómenos sociales no son, en esencia, diferente al estudio de la lingüística”. 62 Aunque, como él mismo dice unos años después: “Plantearé que podemos, en cierto grado, acomodar nuestras construcciones para entender ´sus´ significados” (Hodder 1992: 16. Traducción nuestra). Sin embargo, aquí se refería a un pequeño capítulo de 9 páginas denominado “The Post-Processual Reaction” que no revestía mayor sofisticación metodológica que sus anteriores escritos.

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“Solamente cuando planteamos hipótesis acerca de los significados subjetivos presentes en la mente de una comunidad humana del pasado podemos empezar a hacer arqueología. Todos los enfoques presentados en este libro [estructuralismo, procesualismo, neo marxismo] han evitado enfrentarse directamente a esta triste situación. Los arqueólogos han preferido eludir el problema, aferrándose a la comodidad de la ciencia empírica, que no es más que una fachada agrietada y rota. Ahora tenemos que enfrentar directamente la subjetividad del significado.” (Hodder 1988. Entre corchetes nuestro). A pesar de estas críticas, Hodder a lo largo de este y otros textos mantiene la utilización de cada una de estas teorías por separado pero que encuentran “coherencia” aparente en su manera ecléctica de plantear interpretaciones. Por ejemplo, está el caso de su utilización de las dualidades opuestas materializadas en sus “símbolos masculinos” y “símbolos femeninos” (Hodder 1988: 169). Dispuesto a transigir dentro de una relatividad y un idealismo histórico collingwoodiano, asume la defensa de la “arqueología del individuo”: “Entiendo que el papel de la historia es comprender la acción humana, no el evento. Comprender la acción es comprender los significados subjetivos, el interior de los conocimientos. Existe, por tanto, un estrecho vínculo entre historia e idealismo. Por idealismo no entiendo que el mundo material no exista; el término por el contrario (...) indica que el mundo material es tal como aparece. Debe ser percibido antes de poder actuar sobre él. El idealismo histórico es, pues, el estudio del modo como estos significados subjetivos surgen en contextos históricos; pero dado que la historia misma viene definida en términos de comprender la acción (que implica creencia) y el interior de los acontecimientos, el término idealismo resulta excesivamente redundante en el presente contexto.” (Hodder 1988: 101. Subrayado nuestro) Después de leer este planteamiento cabría la pregunta acerca de cómo pretende Hodder llegar al “interior de los acontecimientos” y yendo más lejos como se pretende llegar a la acción humana individual. En ambas cuestiones, pues, se plantea algo que a primera lectura suena bastante interesante y radical. Sin embargo, la novedad se desvanece cuando vemos que por un lado, toda su teoría está construida desde múltiples enfoques, muchos de ellos incongruentes y, por el otro, que asume, como cualquiera a los que critica, la necesidad de abrazar un “ismo”, en este caso el idealismo histórico de Collingwood. Por ello, el mismo Hodder (1986: 123) reconoce que: “(...) pensar que el lenguaje escrito podría tener los mismos principios básicos como el lenguaje de la cultura material, un lenguaje escrito es siempre muy difícil de descifrar aun cuando mucho de este sobreviva. Esto es, parcialmente, porque este es muy complejo, diseñado para expresar ideas complejas y pensamientos y tuvo que

ser preciso y comprehensible. Pero, no hay gramáticas ni diccionarios del lenguaje de la cultura material. Los símbolos de la cultura material son a menudo más ambiguos que sus contrapartes verbales, y lo que puede ser dicho con ellos es normalmente mucho más simple. También los símbolos materiales son duraderos, limitando su flexibilidad. En muchas maneras la cultura material no es un lenguaje en absoluto –es más claramente acción y práctica en el mundo.” Claramente existe un serio problema metodológico en los planteamientos de Hodder y otros colegas pero que generalmente se supera al separar sus representaciones de los objetos de su contexto de producción y/o uso y centrarse en su significado. 1.5. IDEOLOGÍA Y POST-PROCESUALISMO En este apartado, además de las posiciones de Shanks, Tilley y Hodder, también veremos el caso de la “Arqueología de la Identidad o de la Percepción”63 (Hernando 1999, 2002) como una “síntesis” que se desarrolló en el Estado español del debate entre las arqueologías procesuales64 y las post-procesuales que, 63 Básicamente un neo-estructuralismo que incluye los desarrollos de la arqueología cognitiva procesual y los desarrollos de la arqueología post-procesual británica. 64 La arqueología procesual cognitiva será ese procesualismo que ha enfrentado el tema del mundo ideológico desde su posición “conservadora” aunque sofisticada con algunos planteamientos post-procesuales (Renfrew y Bahn 1993: 355-387 y 451-454, Renfrew y Zubrow 1994, DeMarrais et al. 1996, DeMarrais et al. 2004. Ver una síntesis en Kristiansen 2004). Como bien señalan Kent Flannery y Joyce Marcus (1996), la preocupación por explicar ciertas partes de la actividad social prehistórica no incluida dentro de la subsistencia (“arqueología del asentamiento-subsistencia”) fue desarrollada desde los años 70 en los USA. Autores como John Fritz y Robert May describían un interés en la “arqueología cognitiva”. Sin embargo, este desarrollo que se gestó desde la arqueología procesual se refería a diferentes cosas, como describen Flannery y Marcus (1996: 351), quienes esperan superar esta ambigüedad mediante esta definición: “Es el estudio de todos esos aspectos de la cultura antigua producto de la mente humana: la percepción, la descripción, y clasificación del universo (cosmología); la naturaleza de lo sobrenatural (religión); los principios; las filosofías, éticas y valores por los cuales las sociedades humanas son gobernadas (ideología); las formas en que los aspectos del mundo, lo sobrenatural o los valores humanos son expresados en el arte (iconografía); y todas las otras formas del comportamiento humano intelectual y simbólico que sobrevive en el registro arqueológico” . Una cosa que hace una gran diferencia entre este tipo de análisis de la ideología de los procesualistas con la de los post-procesualistas, es que como esperan los autores referidos dicha arqueología debería ser refrendada siempre con los “datos duros” y concretos y expresan que no se debería pensar en ella como una rama aislada de la arqueología en general (Ibid.: 352). Asimismo, para ellos “La Ideología puede ser definida como el cuerpo de doctrinas, mitos y simbolismo de un movimiento social, institución, clase o grupo de individuos, a menudo con referencia a un plan político o cultural, junto a las estrategias para poner la doctrina en operación. El punto en el cual el simbolismo es usado sirve como una interfaz con la iconografía.” (Ibid.: 355).

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esperamos, ilustrarán a las dos principales posiciones acerca de la ideología, puesto que ingresar al debate desde las variadas y fragmentadas posiciones actuales, sobre todo, las post-modernas, nos alejaría del objetivo central de este capítulo, que simplemente espera hacer notar que existen posiciones que se alejan del análisis de la producción de la materialidad social. ARQUEOLOGIA SIMBÓLICA E IDEOLOGÍA John Robb (1998: 332) sintetizaba las posiciones de los arqueólogos con relación a los símbolos de esta manera: “Corriendo el riesgo de la sobresimplificación, quizá, la mejor descripción sucinta es que los arqueólogos de la tradición procesual tienden a ver a los símbolos como representaciones de realidades sociales, mientras que, los postprocesualistas y otros arqueólogos influenciados por el estructuralismo generalmente ven a los símbolos como constituyentes de las realidades sociales. (…) [Se] podrían caracterizar esos puntos de vista como ´simbolos como señales (tokens)’ versus ´símbolos como vigas (girders)´. A estas visiones les se podría añadir una tercera reciente, la visión post-estructuralista de los ´símbolos como teselas´65. Cada una de estas tradiciones tiene su propia conceptualización de las relaciones sociales y poder, una epistemología, y casos canónicos de estudio.” (Traducción nuestra) Así pues, en los casos presentados por Robb se observa que los “símbolos” comunicarían las realidades sociales pasadas. En ese sentido, en los últimos años los arqueólogos post-procesuales (Hodder 1982a, Tilley 1991, Shanks 1992: 30) han iniciado una exploración por el mundo de la interpretación de la ideología (Hodder 1982b) adaptando múltiples aproximaciones inspiradas preferentemente en la epistemología lingüista y estructuralista francesas (por ejemplo, Saussaure) y de la escuela marxiana de Frankfurt o Teoría crítica (Horkheimer, Adorno, Marcuse, etc.)66, básicamente con el objetivo de interpretar la ideología en las sociedades prehistóricas. Como ellos mismos aceptan, la ideología enmascara y naturaliza las contradicciones sociales presentes en una sociedad (Hodder 1982a: 10, Shanks y De hecho, mucha de la critica que hacen los post-procesualistas con respecto a las explicaciones simples que hacemos los arqueólogos de la ideología a partir del sentido común aplicado a ciertos objetos que asumimos que forman parte de lugares religiosos o, finalmente, sin aparente función doméstica o no re-conocida por nosotros se puede notar en esta irónica sentencia:“Cuando vemos la ideología derivada aisladamente de la orientación de un edificio a una estrella particular, cuando vemos una ideología entera reconstruida desde el estilo de un grabado, y cuando vemos una antigua religión reconstruida de un manojo de figurinas o el friso rojo pintado en el muro de un santuario, tenemos derecho a ser escépticos.” (Ibíd.: 361. Traducción nuestra). 65 La metáfora de la tesela hace alusión que los símbolos pueden ser como las piezas que conforman un mosaico. En este caso las teselas serán los símbolos y el mosaico el significado total. 66 Para una crítica de sus presupuestos filosóficos, científicos y políticos ver Therborn 1972. Dicho autor, básicamente denuncia su idealismo hegeliano y su falta de praxis política.

Tilley 1992: 137) y, por esa misma característica, tratan de comprender a las sociedades desde la ideología y desde sus “símbolos en acción”. Por otro lado, investigadores post-estructuralistas, como por ejemplo Waterman (1990), siguiendo a Michel Foucault en su discurso acerca del poder y el sujeto (por ejemplo, Foucault 1986) o las críticas de la Escuela de Frankfurt a los conceptos marxistas como el de ideología (Ideologiekritik) de Habermas y sus seguidores, han tomado parte activa en los debates acerca del sujeto como individuo pasivo de una ideología67. En este caso, la ideología es tomada como enmascaradora de la realidad objetiva que puede devenir en la creación de espacios creados por los individuos alienados y, por ende, de una subjetividad creada o interés materiales de corto plazo68 (Waterman 1990: 88). De esta manera, la “ideología de los sujetos” participaría en la creación de realidades, una cuestión que comentamos arriba. En ese mismo sentido, es interesante recordar que Clifford Geertz (1971[1964]: 25) escribía en los años 60 del siglo XX, como contrapartida de la denominada “sociología científica” de tradición marxista expresada en la “teoría del interés”, que: “En el mundo moderno, la mayoría de los hombres vive una vida de organizada desesperación. (...) El pensamiento ideológico es entonces considerado como (una especie de) respuesta a esta desesperación: ´La ideología es una reacción pautada de un rol social´. Proporciona una ´salida simbólica´ a los disturbios emocionales generados por el desequilibrio social.” Para Geertz, la ideología era un arma de intereses de una facción de la sociedad, y como consecuencia de aquella, los individuos creaban mecanismos de defensa para amortiguar dicha presión socio-psicológica. Lo interesante de la cita anterior es notar que, ya en esos años, aparece en la antropología el tema del contenido simbólico con que los individuos “cargarían” sus actividades como resistencia a los mecanismos de coerción ideológica (Geertz 1971 [1964]: 29), una cuestión que como hemos visto, muchos arqueólogos post-procesuales, como Ian Hodder, asimilan dentro de su discurso para apoyar la existencia de símbolos subversivos en la antropología (luego en la prehistoria) en contra de los discursos dominantes. El método que utilizaría Hodder para darle significado a sus “símbolos en acción” podría denominarse como un “nominalismo conceptualista” (a medias entre el Platonismo y el Empirismo), porque en este los conceptos (“objetos conceptuales”) forman un subconjunto de los objetos lingüísticos. Son signos, y no existen sino como tales (Bunge 1985: 49). De esta manera, se confundiría al

67 Por ejemplo para Thompson (1984), la ideología produciría tanto “sujetos constituidos” como “sujetos constituyentes.”. 68 Por ejemplo el racismo, es una ideología que encubre otros intereses de la clase dominante de “largo plazo” (como la explotación).

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objeto designado (en este caso, el concepto de la cosa) con el objeto signado (signo)69, transformando así la investigación teórica en una mera manipulación arbitraria de símbolos (Bunge: Ídem) alejados del objeto mismo. Asimismo, esos “símbolos en acción” parten de una premisa estructuralista que plantea que: “Cada aspecto de la cultura material, ya sea entierro, patrón de asentamiento, diseño mural o distribución de los desperdicios, pueden ser interpretados en términos de esquemas subyacentes comunes.” (Hodder 1992: 24. También ver Tilley 1982). Luego de esta anotación que, de entrada, nos resuelve muchas cuestiones que parecen claras en el pensamiento de Hodder pero que nunca explicita de donde proceden, veamos como proyecta la arqueología a la sociedad, que para dicho autor descansa en la interpretación, o mejor dicho, en la hermenéutica: “Si bien en este volumen se argumentará que el mundo real limita de hecho lo que podamos decir sobre él, también resulta evidente que el concepto de ´datos´ implica tanto el mundo real como nuestras teorías sobre él. Por ello las teorías que uno defiende sobre el pasado dependen muchísimo del propio contexto social y cultural de uno. Trigger (1980), Leone (1978) y otros han demostrado con gran acierto cómo las interpretaciones cambiantes del pasado dependen de los cambiantes contextos sociales y culturales del presente. Los individuos en el seno de la sociedad actual utilizan el pasado en sus estrategias sociales. En otras palabras, es en los contextos culturales e históricos donde se concibe y manipula la relación datos teoría.” (Hodder 1988: 30-31). Más adelante dice: “Los arqueólogos tienen que hacer abstracciones a partir de las funciones simbólicas de los objetos que excavan, para poder identificar el contenido del significado subyacente, lo que supone analizar la forma en que las ideas, denotadas por los símbolos materiales mismos, desempeñan un rol en la configuración y estructuración de la sociedad.” (Hodder 1988: 148). Sin embargo, como ya hemos criticado arriba, casi todos los ejemplos que nos ofrece Hodder para apoyar dicha interpretación son etnográficos (Baringo), antropológicos o inmediatos como, por ejemplo, los hippies y su apariencia70 (Hodder 1987: 18-19), una cuestión que 69 Creando de esta manera, entre el individuo y la realidad una relación semántica (entre significante y significante), vale decir una forma semántica de la ideología que produce que esta ultima pueda alienar de una manera más efectiva a los individuos pues los aleja de la relación significados-significantes, una relación que les permitiría tomar mejor conciencia de la realidad inmediata producto de su práctica social (Herbert 1971[1968]). 70 “En la sociedad actual, por ejemplo, el pelo largo que llevaban los “hippies” se puede interpretar bien como antisocial, sucio, negativo, o bien como social, libre y positivo.

apunta a un actualismo que busca la empatía con el lector por su aproximación temporal y, en el caso de Gran Bretaña, además por su aproximación espacial. Así todas sus interpretaciones se tornan como de “sentido común”. Por ello, lo que plantea Hodder va a ser una interpretación en la cual toda esa carga emotiva, psicológica, actualista, “democrática” y liberal puede ser otorgada a la materialidad social pasada e, incluso, a sus ideas. Por su parte, Michael Shanks y Christopher Tilley, claramente, instalados al inicio de su revelación en la “arena académica” dentro de la “arqueología simbólica” como Hodder, inician su marco teórico acerca de la ideología mediante los signos y sus significados: “(...) los signos o categorías conceptuales están siempre dialécticamente relacionados a determinadas acciones sociales, intereses y valores de los actores. El significado es precario; su reproducción puede resultar en su reconstitución, porque la acción resulta en la re-evaluación del significado del signo en práctica, en un contexto de poder fundamentalmente político e histórico, de interés y estrategia.” (Shanks y Tilley 1987: 74-75. Traducción nuestra). O también, enlazando los símbolos con la ideología, en tanto práctica que otorga significado a las cosas: “(...) planteamos que ninguna práctica social existe sin significación y sin estar situada dentro de un campo simbólico global. Las prácticas significantes tienen resoluciones específicas y efectos en el campo de las relaciones sociales, creando, reproduciendo o transformando este campo. Ellos son un elemento necesario en cualquier forma de práctica social. La ideología es una forma de práctica significante que actúa para constituir sujetos en una manera específica en circunstancias específicas para reproducir más que transformar la totalidad social. Consecuentemente, la ideología sólo puede tener una existencia y una efectividad a través de los sujetos. Como una forma de poder este subyuga a sujetos.” (Shanks y Tilley 1987: 75). Con esta definición althusseriana de ideología, se pasa al mundo simbólico. En este caso el psicoanálisis contemporáneo, como el desarrollado por Jacques Lacan, apoyaría la cognoscibilidad del mundo mediante símbolos71. Así, Shanks y Tilley dicen que: (...) Dar sentido a algo desde el propio punto de vista es actuar con respecto a ese algo en nuestro provecho. Por ejemplo, decir que el pelo largo es sucio, darle ese sentido, es actuar socialmente.” (Hodder 1987: 18-19) 71 Para llegar a este punto del discurso, en páginas anteriores del mismo texto (Shanks y Tilley 1987: 63-65), los autores presentan la manera, según Lacan, en que los individuos aprenden a autodefinirse dentro del mundo y que incluye la construcción (ideológica) del “yo”, es decir, del individuo y por consecuencia de la subjetividad. También ver Yates 1990 para un ejemplo extremo. En este caso, el autor trata de generalizar

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“La ideología funciona situando al individuo como un sujeto relacionado a un cierto significado. De este modo, la ideología produce individuos con una subjetividad y también los subyuga dentro de la totalidad social con su siempre existente conjunto de principios contradictorios para la acción, motivación y significado.” (Shanks y Tilley 1987: 76. Traducción nuestra). Según esta definición, para los autores la ideología tendría dos sentidos. El primero de ellos que es el más utilizado, derivado de la lectura de escritos de la Escuela de Frankfurt y de Louis Althusser, se manifiesta “como una dimensión de poder, [que] subyuga sujetos en los intereses de un ciertos individuos hegemónicos, grupos de interés o clases”. El segundo sentido sería una fuerza positiva o productiva, pues, tendría la capacidad de crear sujetos y sociedad mediante la agencia (Shanks y Tilley 1987: 76, 1992: 129). Esto les permite a Shanks y Tilley (1982, 1992), retomar el uso de la ideología en las sociedades prehistóricas como la manera en que los discursos de los grupos dominantes naturalizan las contradicciones con los dominados, naturalizándolas a través de prácticas sociales. Para eso toman el ejemplo de los rituales funerarios, en los casos concretos de los megalitos funerarios neolíticos de dos áreas del norte de Europa: el sur de Inglaterra (Wessex y Cotswolds) y el sur de Suecia (Scania) (Shanks y Tilley 1982, 1992). El trasfondo teórico está inspirado en investigadores de la denominada Teoría Crítica como Lukács, estructuralistas como Levi-Strauss72 o marxistas estructuralistas como Althusser o Bálibar. Sin embargo, muchos de los conceptos son

los casos individuales de histeria, fobias o los sueños para llevarlos al campo de las ciencias sociales, como hubiese esperado el mismo Sigmund Freud (Yates 1990: 163). Estas tesis que, como ya vimos, hunde sus raíces en la sociopsicología y el individualismo están incluidos en la “Teoría de la descarga de la tensión” (Geertz 1971[1964]) producida en los individuos por la presión que la ideología ejerce sobre ellos. Este argumento también se posibilita porque para Yates las sociedades prehistóricas representarían “símbolos”, muchos de los cuales serían producto del subconsciente o el preconsciente (Freud 1917: 336-337, citado en Yates 1990: 161. También ver Prat 2007: 61). El caso que le sirve a Yates para ilustrar su planteamiento está basado en los grabados rupestres de la edad del Bronce de la costa oeste de Suecia. Con relación al arte rupestre, Yates hallará que muchas de las anteriores explicaciones de este se basaban en conceptos y prejuicios anclados en las clásicas oposiciones binarias, hombre: mujer u humano: animal. En algunos casos, Yates apuesta porque algunas representaciones en los grabados no necesariamente describen sujetos heterosexuales. Asimismo, algunas representaciones estarían involucrando la transformación (“becomings”) de humanos en animales u otros seres, algo que él rescata para la interpretación arqueológica sorprendentemente de la literatura kafkiana. 72 Un análisis estructuralista semejante acerca de los asentamientos de las islas Orkney que “descubre” las estructuras subyacentes que ordenarían los espacios derecha/izquierda, vida/muerte, etc. de los sitios arqueológicos se observa en Hodder (1992: 30-43).

rescatados de la teoría clásica marxista73. Quizá, uno de los grandes problemas (que es el que tienen muchos de los arqueólogos post-procesuales74) es que muchos de sus datos son rescatados de análisis historicistas culturales (como los supuestos hechos acerca de las tumbas de Ramshög y Carlshögen por el arqueólogo sueco Stromberg en 1969 o los de Piggott para el de Lanhill, Inglaterra75). En el caso de Suecia no existen datos para contrastar la fenomenología de estas prácticas ideológicas en la misma área de Scania más que la de los mismos yacimientos utilizados en el análisis (Ramshög y Carlshögen) (Shanks y Tilley 1982: 135). Por otra parte la preservación diferencial de los huesos (Shanks y Tilley 1982: 138) también afectaría dicho análisis. Así pues, la contradicción siempre presente en la arqueología post-procesual se arrastra desde su acumulación de datos procedente de la teoría y metodología de la arqueología a superar. En todo caso, hay muchos factores post-mortem que afectarían los análisis cuantitativos de Shanks y Tilley, como por ejemplo los entierros secundarios o el internamiento de cadáveres que han sufrido una exposición prolongada a agentes climáticos (y una consecuente disminución de los huesos) antes de su internamiento, prácticas reconocidas en diferentes sociedades prehistóricas. Algo más importante, y que engarza con nuestra investigación es que la ideología no se puede representar desde el análisis de la ideología por sí misma. La ideología se explica desde el re-conocimiento de las bases materiales que la sustentan y la posibilitan. En el caso de Shanks y Tilley y otros, el error se encuentra en que asumen demasiados presupuestos económicos y políticos en las sociedades utilizadas para interpretar los símbolos de la ideología. Luego su concepto de ideología se explica a sí mismo. Shanks y Tilley (1992: 130), últimamente y gracias a la utilización de la dialéctica han adecuado sus discursos con relación a la ideología en base a dos maneras de ejercerlas y alcanzar objetivos y que estarían interconectadas dialécticamente: “poder para” y “poder sobre” (Shanks y Tilley 1992: 129). El primero (“poder para”) expresaría un mecanismo positivo para la sociedad y el segundo (“poder sobre”) implicaría entre otros aspectos negativos, la coerción:

73 También ver Tilley 1982 para utilización de categorías marxistas y la dialéctica. 74 De hecho, Hodder realiza una crítica a su carencia de otros contextos arqueológicos (“otros ámbitos de información”) más que los presentados (Hodder 1988: 95-96). Asimismo, más adelante en 1992 Hodder reconoce que él mismo asumió demasiados presupuestos en sus propios escritos como en “Burials, Houses, Women and Men in the European Neolithic” (Hodder 1984), como consecuencia de la utilización de información producida por arqueólogos procesuales (Hodder 1992: 19). 75 Ver también, como Hodder (1982b) apoya toda su interpretación postprocesualista en las “culturas cerámicas neolíticas” de los países bajos del norte de Europa.

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“La ideología no se refiere a un cuerpo de ideas, visiones, creencias, sostenido por un grupo de personas, sino es un aspecto de una práctica limitada, un aspecto de las relaciones de desigualdad. La práctica ideológica enmascara la contradicción de los intereses del grupo dominante y puede exhibir las siguientes propiedades: (1) Representa como universal lo que es parcial, (2) Representa como coherente lo que es contradictorio, (3) Representa como permanente lo que puede estar en constante cambio, (4) Representa como natural y necesario lo que es cultural y contingente Sobre todo, la ideología sirve en la reproducción más que en la transformación del orden social, una estrategia de represión y clausura social.” Vemos pues, que su concepción de la ideología se acerca bastante a la concepción marxista y, de hecho, está basada en escritos de autores marxistas o influenciados por Marx (también ver Shanks 1999). Sin embargo, mediante dicha concepción también se niega la capacidad del investigador social de poder acercarse a la objetividad en su práctica mediante el desenmascaramiento de dicha ideología, cuestión que como ya dijimos arriba supone para los post-procesuales la contemplación de la actividad social pasada ante la falta de una metodología para poder profundizar en ella. LA ARQUEOLOGÍA DE LA IDENTIDAD Una característica en la arqueología del Estado Español de las últimas dos décadas es, que casi por un determinismo geográfico, muchos de lo/as jóvenes prehistoriadore/as terminan de una manera u otra influenciados por la arqueología anglosajona británica. De hecho, la mayoría de ellos hacen sus estudios post-doctorales en universidades inglesas. Gracias a ello, mucha de la arqueología que se desarrolla allá ha cobrado gran relevancia en los discursos de las últimas generaciones de prehistoriadore/as del Estado español76. En ese sentido, Almudena Hernando asimiló mucha de esta arqueología para definir su Arqueología de la Identidad que, sobre una base estructuralista de orden levi-straussiano, ha desarrollado un discurso que incluye planteamientos de la arqueología procesualista (Renfrew) y post-procesualista (Hodder, Shanks y Tilley, etc.)77. Como en el caso de la arqueología post-moderna, en el discurso de Hernando el elemento clave que articula toda

76 Una rápida revisión de los títulos traducidos en editoriales tan importantes para la arqueología, como Critica de Barcelona, también puede ilustrarnos acerca de esta cuestión. 77 Incluso, este tipo de arqueología ya incursionó en la arqueología andina mediante la tesis de licenciatura de un graduado de la Universidad Complutense de Madrid (Gil García) y que tuvo como secuela algunos artículos publicados en revistas especializadas (Gil García 2000a, 200b).

su propuesta es el tema de la “percepción” y/o “construcción social” de la realidad: “El argumento que sostendré defiende, básicamente, que los seres humanos “construyen” la realidad en la que viven a través de una selección de los fenómenos que contemplan. (...) Mi argumento es que la percepción que tenemos de la realidad -y por tanto, de nuestra propia identidad-, dependerá del modo de representación que utilicemos para “construir” el tiempo y el espacio; a su vez, que dependiendo de si la representación es metonímica o metafórica, el peso del espacio o del tiempo será priorizado de distinta manera, resultando en la construcción social de realidades estáticas o más dinámicas y de identidades más “relacionales” o más individualizadas.” (Hernando 2002: 9-10). En el caso de la propuesta de Hernando, ella no deja de lado la base material de la sociedad que asume cada una de estas posiciones perceptivas de la realidad: “Indudablemente, nada de todo ello cobra sentido sino es en mutua interrelación con la complejidad socioeconómica de todo grupo humano, pues la identidad debe comprenderse, básicamente, como el mecanismo por el cual los seres humanos se hacen una idea de la realidad y de su posición en ella que les permita sobrevivir eficazmente con unas condiciones materiales dadas”. Asimismo, para que dichas percepciones de la realidad y la consecuente construcción de la identidad humana se dé, Hernando plantea que a cada una de estas sociedades le subyacen ciertas “relaciones estructurales”, una cuestión que, como dijimos, la acerca a los planteamientos estructuralistas. Como en otro párrafo señala: “(...) el único objetivo de este texto es tratar de abstraer la estructura subyacente que dirige, en cada situación dada, la coherencia entre control material de la realidad y percepción de esa misma realidad.” (Hernando 2002: 12). Ahora bien, sí por ese lado se acercaba a una postura más bien idealista y esencialista de la sociedad humana, también observará cuestiones del desarrollo socioeconómico de las sociedades como la división social del trabajo (Hernando 2002: 11), que le permiten expresar que ésta condicionaría la “construcción social” de la realidad, un mecanismo que desde el materialismo histórico se puede calificar como el fenómeno de la alineación. De hecho, Hernando utiliza categorías como Modo Tributario Germánico (Ibid: 12) o “comunismo primitivo” (Ibid: 116)78, dentro de su explicación del desarrollo de la sociedad de europea occidental. Dicho acercamiento hacia el materialismo histórico y a su dialéctica le permite superar en muchos casos el argumento circular de los post-procesualistas. 78 Categorías marxianas tomadas de su lectura de los escritos del arqueólogo español Juan Vicent (1990, 1991 y 1998).

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Sin embargo, el grave problema epistemológico que hallamos es que “descifrar” las “estructura”, “códigos” o “lógica” de la sociedad que les permite ordenar las variables propuestas por Hernando (2002: 65-68) que son “Tiempo” y “Espacio”, se presentan elusivas para ella como para los post-procesualistas o los procesualistas-cognitivos desde que muchas veces las que se investigan son sociedades ágrafas donde no es posible acercarse a la verdadera o directa concepción que las sociedades desarrollaron acerca de los dos parámetros a los que se refiere Hernando. La misma subjetividad acerca de los símbolos (tanto metonímicos como metafóricos) que presentan los post-procesualistas se da en la arqueología de la identidad. Lo que sí es importante resaltar es la preocupación que plantea Hernando por entender a las sociedades por sí mismas. Algo más que se le critica es la utilización de diferentes aproximaciones cada una de ellas tomadas en su “lado útil” para la explicación de las sociedades. Por el momento, hallar la “lógica” de las sociedades así como su “identidad” mediante su método se perfila azaroso. Asimismo, el concepto de “construcción social de la realidad” supone la aceptación de que el conjunto de la sociedad asume una misma idea, cuando por ejemplo, las sociedades de clases llevan dentro de sí un conflicto de intereses materiales que le supone una ideología o una construcción o percepción de la realidad determinada, que generalmente se espera amainar por los dirigentes de la sociedad mediante la construcción de una “ideología para todos” que se crea para la alienación (Berger y Luckmann 1972[1968]: 157). Así pues, no existe una sola percepción de la realidad sino por lo menos dos contradictorias. De hecho, una cuestión que debería superar Hernando sería el definir que tipo de contextos arqueológicos serían los que representarían la “lógica” de las sociedades investigadas por ella. Por el momento, la misma critica realizada a los post-procesuales, acerca de una metodología para comprobar sus planteamientos es extensible a la “arqueología de la identidad”. Por otro lado, resulta bastante mecánica su forma de adscribir a sociedades simples o complejas, el colectivismo y el individualismo. En cualquier caso, por el momento no se puede exigir a la arqueología develar el tipo de organización social que tuvieron muchas sociedades puesto que el campo de las relaciones sociales de producción no ha sido muy desarrollado desde la misma disciplina (incluso las arqueologías marxistas han sido en muchos casos muy mecanicistas en su representación). Con esta observación no negamos que las sociedades con escasa “complejidad socioeconómica” no hayan sido colectivas (como se supone que son los cazadores o cazadores-recolectores (Hernando 2002: 73), aunque hay casos en que estos grupos han desarrollado una gran complejidad socio-económica a un nivel de

explotación de recursos naturales79) y que las más complejas hayan sido más individualistas. De hecho, en la actualidad esto se puede comprobar yendo a una librería cualquiera y viendo la creciente cantidad de textos de autoayuda para solventar los problemas que conlleva la individualidad o esa “esquizofrenia” relacionada con el tiempo de la que también habla la autora (Hernando 2002: 77). Sin embargo, creemos que el desarrollo socioeconómico, también podría albergar comunidades con una “ideología” más solidaria. En este caso, lo que se percibe en el discurso de Hernando un evolucionismo social que va de lo más simple a lo más complejo y que asume una correspondencia entre desarrollo de tecnología y relaciones sociales de producción contradictorias. Tampoco explica porqué el desarrollo de sociedades con mayor individualismo se ha realizado tan recientemente (Hernando 2002: 76) en relación con la larga existencia de la humanidad, lo que plantearía que más que un cambio en la complejidad socioeconómica procedió del cambio de “estructura” o “lógica” en las últimos centurias. Definitivamente, los planteamientos de Hernando sólo podrían plantearse para el desarrollo de la sociedad europea occidental y en USA80. Como ella misma dice: “Ésta es la particularidad de la trayectoria occidental: la individualización progresiva del conjunto de la sociedad y no sólo de los miembros de su grupo dirigente.” (Hernando 2002: 118). Finalmente, Hernando no plantea ninguna metodología que supere las propuestas cognitivas previas. La arqueología de la identidad sólo nos puede ayudar a proyectar hacia el pasado los parámetros estructurales que nosotros conocemos en la actualidad como por sociedades con registro escrito o etnográfico. Después de todo, como la propia autora dice: “(...) lo que podría llamarse Arqueología de la Identidad no tendría como función ni metodología (...) un análisis que afectara a materiales arqueológicos, sino un análisis puramente teórico de las condiciones que tendría que haber revestido la identidad de cada grupo en estudio para que se respetara la lógica de la coherencia estructural con las condiciones de vida que nos revelan los restos materiales que de ellos nos quedan.” (Hernando 2002: 107).

1.6. SÍNTESIS Como hemos visto, una de las principales críticas de la arqueología post-procesual es el normativismo y la

79 Para este tema se puede ver Gassiot (2001) que, además, incluye una discusión acerca de la utilización de perspectivas liberales para representar a estas sociedades. 80 Aunque este país nunca estuvo aislado del mundo y solamente los últimos ocho siglos como plantea la misma autora han asistido a la configuración del individuo, máximo (y opuesto) desarrollo de la percepción de la realidad en relación con la percepción comunitaria del mundo.

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rigidez de la epistemología en la arqueología del siglo pasado81. De hecho, en sus primeros textos (como Hodder en Reading the Past) la crítica era bastante simple y se aplicaba a casi todas las corrientes teóricas conocidas, incluidas entre ella el marxismo82 (Shanks y Tilley 1992: 121). Sin embargo, a medida que los post-procesuales han desarrollado sus argumentos y asimilado las críticas han pretendido darle un giro a sus planteamientos más idealistas planteando una arqueología relacionada dialécticamente con la práctica (también ver Hodder 1992 o Shanks y Hodder 1995) inspirados en el marxismo y en la “Teoría de agencia” (Bourdieu 1977, 1997, Giddens 1974, 1984, etc.)83 Sin embargo, como muchos investigadores ya han observado84 los planteamientos de estos investigadores fueron más retóricos que prácticos, pues, nunca desarrollaron dichos planteamientos dialécticos en casos concretos de estudio arqueológico, nunca han desarrollado una metodología propia85 para revelar su cometido, pues como principio se halla siempre en ellos la ambigüedad y la duda a cualquier explicación objetiva86 (Shanks 2007). Además, en nuestra disciplina, 81 Aunque, como Fogelin (2007) sugiere, más allá de las críticas post-procesuales a los procesuales, ambos planteamientos implícitamente seguirían manteniendo la “inferencia a la mejor explicación” como la forma de jerarquizar sus explicaciones o interpretaciones del pasado. 82 Por ejemplo, el marxismo es criticado por Hodder (1988: 86) de esta forma: “Para muchos arqueólogos marxistas la realidad social son las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Pero si es así, el marxismo debe aceptar su propia crítica, en el sentido que la definición marxista de la realidad social es, en sí misma, ideológica. Como la realidad debe ser percibida y creada por el observador, es ella misma ideología. Afirmar que el marxismo es la única ciencia verdadera capaz de identificar la realidad objetiva, es enunciar simplemente una creencia. (…) Cuando analizamos el estudio de Kristiansen ya se vió que el problema de la definición de la realidad social es especialmente serio en arqueología, porque la cultura material hace las veces de realidad social y de ideología a la vez. Por ejemplo: es posible identificar el modo de apropiación clánico del excedente a partir del enterramiento, pero los mismos monumentos se consideran como ideologías que ocultan la realidad social ¿Donde está, pues, la realidad social?.”. También ver otras críticas al marxismo en Shanks y Tilley 1992: 119. 83 Ver Dornan 2002 para una síntesis de esta teoría y sus aplicaciones en arqueología. 84 Por ejemplo, ver el debate en el número 22 de Norwegian Archaeological Review de 1989. 85 Tempranamente, desde el procesualismo (Earle y Preucel 1987) ya se había criticado esta carencia de metodología. 86 En las recientes publicaciones relacionadas con las excavaciones en Catalhoyuk (Hodder 2000a) se pueden reconocer algunas aportaciones a la metodología, sin embargo, estas no son nada novedosas y mucho menos desarrollan propuestas metodológicas propias. En ese sentido, su ahora denominada “Arqueología Reflexiva” (Hodder 2003) tiene como gran aporte reconocer la “multivocalidad” en la interpretación de los datos y la subjetividad de los excavadores. Por su parte, en un reciente trabajo acerca de la cerámica de época Arcaica de Corinto de la antigua Grecia, Shanks (1999) retoma conceptos, categorías y metodologías previas acondicionándolas a su discurso filosófico postmoderno.

la cuestión que más se ha popularizado y explotado en los últimos tiempos ha sido este idealismo y la falta de un cuerpo teórico y metodológico sólido con que afrontar nuestro objeto de conocimiento, cuestión que encajaría muy bien en la filosofía post-moderna que parece instaurarse desde los centros de formación educativa oficiales y dominantes. La arqueología post-procesual se detiene en la revisión de la literatura arqueológica, sobre todo, la del positivismo o los materialismos estructuralistas, que dividen al mundo en oposiciones binarias87 generadas en el pensamiento cartesiano y moderno. Mediante sus críticas, intentan desacreditar y desterrar el afán por el encuentro del investigador con la objetividad y el objeto (ver por ejemplo, Shanks y Tilley 1992: 122). Aunque también pretenden superar dichas “dicotomías”, “oposiciones” o “polaridades” mediante una dialéctica inspirada en Hegel (Shanks y Tilley 1992: 123, Shanks 1992: 43, Shanks y Hodder 1995). En consecuencia con esta concepción de la realidad, la “ideología del individualismo”, ha sido muy utilizada en este discurso post-procesual (y post-moderno) y, que se articula muy bien en el sistema capitalista como una forma en que todos los individuos pueden tomar parte activa en la sociedad, por ejemplo, mediante ese “mito ideológico” denominado democracia (Markovic 1972: 121). Por ello, para los post-procesualistas el tema de la aprehensión o el conocimiento de la realidad de los individuos por medio del lenguaje es una cuestión reiterativa en sus textos y que plantea una situación particular en la que se asume a un individuo autónomo aprendiendo (“capturando”) el mundo real mediante un lenguaje particular (relativismo lingüístico). De esta manera, el lenguaje se ha utilizado como el dominio donde todo puede ser relativizado al otorgarle un significado propio a cada cosa y se ha convertido en uno de los temas preferidos por dicho/as investigadore/as. Pese a ello, tenemos que precisar que el lenguaje como parte del ser y del pensar también es dialéctico en sí mismo y no solo una consecuencia del pensamiento, una cuestión que sin duda promueve una visión estática del pensar y el hablar, y obviamente, sirve estupendamente para certificar el tema post-procesualista de los múltiples significados de los nombres de los objetos y, consecuentemente, de sus significados en tanto “símbolos”. Asimismo, sabemos que el lenguaje es social y que, incluso, aunque dos individuos con lenguajes diferentes no se entiendan entre ellos, ambos mantendrán su capacidad social para representar la realidad concreta. Por ello, la incapacidad actual que se tenga para “traducir” la realidad prehistórica que llega a nosotros mediante los fragmentos de la materialidad social hallada en nuestras excavaciones o reconocimientos no supone que abandonemos la construcción de una epistemología socio-arqueológica en el intento, ya no positivista de la 87 Por ejemplo, Hodder 1988, Shanks y Tilley, Kus 1982, Miller 1982, Yates 1990, Thomas 1996, Shanks 2007a, 2007b, etc.

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New Archaeology de una “verdad absoluta”, sino de una representación más cercana a los objetos, coherente con la realidad social que la produjo. De la misma manera, el significado de los objetos en la tendencia post-procesualista ha servido para reconocer que estos son portadores de ideologías. Vimos como los objetos estaban cargados ideológicamente e incluso eran símbolos y parte de estrategias para dominar o subvertir ciertas prácticas sociales. Sin embargo, al reconocerse solamente la parte ideológica del objeto se ha dejado de lado la forma de producir la misma ideología. Si bien, los autores que hemos señalado reconocen que la ideología forma parte de la subjetividad del individuo esto no sucede originalmente en el mundo de las ideas o como estrategia mediante los objetos sino más bien como resultado de la alienación que produce el sistema económico y político88. Esta alienación ideológica se genera en la alienación material, es decir, primero ocurre en la producción material para luego reproducirse en la conciencia y así sostener su explotación: La ideología (re)produce la alienación de los sujetos dominados y explotados materialmente. Por eso mismo, la arqueología como disciplina concebida como una extensión ideológica de la política de gobierno no escapará a tal objetivo alienante. Como planteamos desde el principio, nuestra concepción de ideología está anclada en que la realidad es independiente a nosotros, sobre todo, independiente de nuestra percepción, conciencia y/o lenguaje89. Por ello, la ideología debe ser entendida como un fenómeno social producido por y desde los intereses objetivos de clase para enmascarar la realidad que se genera en la producción de la vida material presente y pasada. Como Karl Marx y Frederick Engels (1972 [1845-1846]:11) decían en el prólogo de la “Ideología Alemana”: “Hasta ahora los hombres se han formado siempre ideas falsas acerca de si mismos, acerca de lo que son o debieran ser. Han ajustado sus relaciones a sus ideas acerca de Dios, del hombre normal, etc. Los frutos de sus

88 No por nada, el discurso post-moderno se consideró en su momento la vanguardia del desarrollo arqueológico, como se podrá comprobar en una rápido revisión de la lista de autores más publicados en las editoriales inglesas (Blackwell, Routledge o Polity Press) y en el mismo Estado español (Akal). 89 Sean estos lenguajes comunes, formales, lógicos (por ejemplo, Wittgenstein 1973 [1918]) o “metalenguajes” (por ejemplo, Lacan (Zizek 2007 [1989]).

cabezas han acabado por imponerse a su cabeza. Ellos, los creadores, se han rendido ante sus criaturas. Liberémoslos de los fantasmas cerebrales, de las ideas, de los dogmas, de los seres imaginarios bajo cuyo yugo degeneran. Rebelémonos contra esta tiranía de los pensamientos. Enseñémosles a sustituir estas quimeras por pensamientos que correspondan a la esencia del hombre, dice uno, adoptar ante ellos una actitud crítica, dice otro, a quitárselos de la cabeza, dice el tercero, y la realidad existente se derrumbará.” Lo indicado por Marx y Engels nos plantea que la ideología no estaría en el objeto mismo (ser) sino en el sujeto (el pensar). Aunque, el objeto tiene su propia existencia, solo sí superamos los discursos alienantes como el que, por ejemplo, supone la arqueología post-procesual podremos comprender al objeto en su(s) propia(s) dimensión(es) y devenir. Así pues, comprender qué tipo de ideologías han “construido” idealmente el objeto arqueológico ofrecerá un análisis que nos ponga en condiciones de con-centrarnos en una representación más coherente con el objeto mismo en tanto participe de las prácticas sociales. Así pues, analizar a los objetos despojados de las cargas simbólicas e ideológicas (presentes o pasadas) no es solo un primer paso en una representación arqueológica sino el procedimiento práctico-metodológico por el que podemos reconocer las dimensiones reales de la producción de la vida social históricamente constituida, en suma, la realidad social.

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CAPÍTULO 2

ARQUEOLOGÍA E IDEOLOGÍAS DOMINANTES EN EL

PERÚ DEL SIGLO XX 2.1. INTRODUCCIÓN La utilización del pasado por las organizaciones estatales ha sido una práctica que se puede rastrear en el tiempo desde épocas prehistóricas. Incluso, desde una perspectiva enfocada en los andes centrales esta se puede ver reflejada en los mitos de fundación de la sociedad inca que explicaba su origen en grupos sociales procedentes de la cuenca del lago Titicaca. Por ello, una práctica muy extendida en la época Inca era superponer sus estructuras arquitectónicas más características sobre edificios o lugares sociales con un valor ideológico previo como, por ejemplo, las islas del lago Titicaca (Bauer y Stanish 2001). Asimismo, materiales arqueológicos extraídos de sus contextos originales y re-utilizados en nuevas estructuras arquitectónicas centrales de sociedades prehispánicas como Tiwanaku (Chávez 1975, Yaeger y Bejarano 2004) plantean que una práctica antigua de las clases sociales dominantes era la utilización de la antigüedad de ciertos sitios o artefactos como medios de crear relaciones directas entre un pasado y un presente. Así pues, se ha hecho bastante claro que existe una manipulación política de los objetos arqueológicos, tanto en las sociedades pasadas como también en la nuestra (Kohl y Fawcett 1995). Dicha relación entre el pasado y la política ha sido una constante que ha influenciado en las formas de realizar las prácticas arqueológicas y, sobre todo, del cómo realizamos representaciones de las sociedades mediante los objetos arqueológicos. Después de todo lo/as arqueólogos/as nos encontramos insertos dentro de contextos estatales los cuales condicionan muchas de nuestras actividades. De esta manera, desde variadas perspectivas teóricas se ha desarrollado un interés explícito por entender la relación entre la arqueología y la política (Childe 1933, Clark 1980 [1947]:229-240, Lumbreras 1974, Trigger 1984, Patterson 1986, Fowler 1987, Hodder 1994 [1986], 2000: 3, Shanks y Tilley 1987, 1992 [1987], etc.). Como era de esperar, este tema también está presente en la arqueología peruana y algunos investigadores ya han empezado a deslizar sugerentes elementos de discusión al respecto (Burger 1989, 1992, Guthertz Lizárraga 1999,

Patterson 1999, Aguirre-Morales 2005, Tantaleán 2005, 2006, Kaulicke 2006, Segura 2006, Mesía 2006, Lumbreras 2006), aunque, como ya habían observado Philip Kohl y Claire Fawcett (1995:3), Perú fue uno de los grandes ausentes dentro la compilación contemporánea mejor conocida de estudios sobre arqueología e ideología nacionalista90. En este capítulo analizaremos las implicancias de las agendas políticas oficiales en nuestra praxis arqueológica y que termina, muchas veces, confluyendo dentro de la disciplina académica en interpretaciones del pasado relativistas y subjetivas, las mismas que son reproducidas por medios educativos y de difusión pública. Para conseguir dicho objetivo, en este capítulo evitaremos utilizar una exégesis que reconozca a la ideología (sistema de creencias), y especialmente, al nacionalismo (Lull et al. 2006:3491, Oyuela-Caycedo 1994:6, Smith 2001:442), como algo separado de sus productores/as, es decir, como una esencia inmanente y que se contagiaría a la sociedad o que solamente se impondría desde las instituciones estatales. Por ello, este capítulo tratemos esta cuestión desde una perspectiva que tome en cuenta los nacionalismos ocurridos en el Perú, no como una ideología sólida y que trascendió de la misma manera en el tiempo (idealismo), sino más bien, como fenómenos sociales ocurridos dentro de cada una de sus situación histórica y desde las diversas perspectivas que se han desarrollado en el Perú mediante la práctica de sus principales actores sociales, cada uno, obviamente, con sus propios intereses subyacentes en sus posiciones teóricas y materializados en sus publicaciones o actividades públicas. De esta manera, comenzamos a entender la historia de la arqueología peruana como una pugna entre personas de carne y hueso, representando a grupos de interés (Anderson 1991(1997):21) que desarrollaron hipótesis, planteamientos e ideas desde su propio espacio de vida (praxis). En este sentido, el

90 Se pueden consultar Oyuela-Caycedo 1994, Politis 1995, Politis y Pérez Gollán 2004 para síntesis de cuestiones relacionadas con este tema en Latinoamérica. 91 Para estos autores, el nacionalismo vendría a ser una “ideología identitaria”.

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nacionalismo también puede esconder movimientos creados desde la población y que han tenido diferentes fortunas y que bajo la etiqueta de nacionalismo puede enmascarar (como la mayoría de ideologías dominantes) el aprovechamiento de la fuerza popular. Así pues, de nuestro análisis se desprende que los personajes que nos servirán para ejemplificar nuestro planteamiento, tuvieron ciertas aptitudes y actitudes (“personalidades” según Trigger 1995:266) que los erigieron en líderes carismáticos de su momento histórico, lo que se traduce en un individualismo que se patenta en su práctica y que los termina convirtiendo en portavoces momentáneos y mediáticos que muchas veces no dejan una escuela teórica conformada tras su éxito en la arena arqueológica, pues, ese no sería el objetivo principal92 e, incluso, las condiciones sociopolíticas lo impedirían. De esta forma, la arqueología nacionalista necesitaría de una serie de factores tanto internos como externos a la disciplina (Díaz-Andreu 2001a, 2001b), colectivos como individuales, objetivos como subjetivos que en un momento dado se “encontrarán” y se cristalizarán en los discursos nacionales justificados en y por los objetos y/o monumentos arqueológicos (p.e. ver Kohl 1998, Smith 2001. Para Sudamérica ver Angelo 2005, Capriles 2003 y Curtoni y Politis 2006:96.). Conocer algunas de las formas en que esto ha sucedido, además de ser ilustrativo, servirá para empezar a construir una arqueología más relevante históricamente y nos evitará desviar nuestra atención hacia construcciones políticas incoherentes con un genuino conocimiento de la realidad social. 2.2. IDEOLOGIAS POLÍTICAS DOMINANTES EN EL PERÚ DEL SIGLO XX La historia oficial del Perú está refrendada por una serie de ideologías dominantes que han motivado y justificado la reproducción de grupos de poder económico. Aunque está claro que existió una lucha entre diferentes grupos de la sociedad peruana, la ideología dominante es la que siempre aparece mejor descrita. Este es un principal problema para la historiografía de los movimientos políticos en el Perú. Asumiendo, que el Estado peruano en sus diferentes situaciones históricas ha conservado una ideología útil para su supervivencia y está definitivamente ha de ser la dominante, enfocaremos la discusión acerca de ellas. Sin embargo, queremos acotar que somos conscientes que los grupos sociales que no controlan los espacios de decisión sociopolítica también tienen mucho que ver en la ascensión (por negación) o creación de ideas originales que, sí son exitosas popularmente, pueden ser utilizadas para beneficio de la “nación” entera. En ese sentido, debemos tener en cuenta que, paralelas a dichas ideologías nacionalistas dominantes, también en el Perú se encuentran ejemplos de discursos alternos adentro de 92 Aunque para el caso de Tello, Astuhuamán (2004) plantea otra salida a dicha paradoja.

la frontera del Estado peruano y que, se pueden denominar como “regionalismos”, los mismos que desde su propia “etnicidad”, también, pretenden ascender y cobrar hegemonía y/o autonomía dentro de lo que se conoce como el Perú93. Los ejemplos que describiremos a continuación no desarrollan dicha cuestión aún no revisada en la arqueología peruana. Sin embargo, el señalamiento de su existencia pone de relieve que dichos planteamientos nacen desde grupos de interés que desde un área concreta del Perú hacen eco de una serie de reivindicaciones económicas y políticas que, al no llegar a convertirse en discursos hegemónicos, se hallan marginados de la historia nacional oficial y que aflorarán siempre que sus condiciones materiales de existencia no cambien. Así pues, una apretada síntesis de las ideologías en el Perú del siglo XX94 propondría que durante casi todo ese siglo existieron mayoritariamente ideologías relacionadas con el habitante “telúrico” 95 o andino y que en sus inicios fue denominado Indigenismo96, donde el elemento clave y que supuso el desarrollo de diversas tesis y, sus consecuentes contraposiciones, fue el de la “raza” en tanto genotipo que suponía a un grupo socio-biológico con una particular e inherente forma de ser y que produjo una estigmatización del “indio” iniciada por los invasores castellanos en el siglo XVI (Quijano 2006).

93 Por ejemplo, una de las referencias más tempranas sobre esta lucha ideológica por los “orígenes de la civilización peruana” en una región concreta, se pueden reconocer en la controversia entre Rafael Larco Hoyle y Julio C. Tello (Schaedel y Shimada 1982:359). Es interesante anotar que Larco Hoyle provenía de una familia de inmigrantes italianos que habían formado una gran hacienda azucarera en el valle costero de Chicama (Klarén 2004:263), una cuestión que es interesante resaltar dada la autonomía económica que esto le permitió para desarrollar sus investigaciones en contraposición a Tello que estuvo subvencionado en mayor parte por el Estado Peruano. 94 Para una síntesis de la idea de Nación en el Perú previa al siglo XX se puede recurrir a Maticorena 1994. Es significativo en este texto como el concepto de Nación está íntimamente relacionado al de “Patria”. 95 Como, por ejemplo, expresaba Luis Valcárcel en su “Tempestad en los Andes” (1927). 96 Sin embargo, hay que tener en cuenta algunos movimientos ideológicos como, por ejemplo, el “hispanismo” defendido, por ejemplo, por José de la Riva Agüero que inició durante los primeros años del siglo XX (Lumbreras 1998:181) y persiste en pleno siglo XX en claro conflicto con las posiciones indigenistas (Meneses 2003:220)) y que en sus primeros momentos podríamos equiparar con la Fase A del Nacionalismo de Oyuela-Caycedo (1994:11). Asimismo, un movimiento ideológico como el anarquismo encontró representantes importantes en Lima como Manuel Gonzáles Prada (1844-1918) (Germaná 2006, Klarén 2004:276) y una expresión andina con una práctica política (1915-1916) en el altiplano puneño en Teodomiro Gutiérrez Cuevas (“Rumi Maqui”) y en las luchas por la jornada de las ocho horas en Lima en 1919 (Klarén 2004:285 y 295). A su vez, una suerte de fascismo se sostuvo durante el gobierno de Sánchez Cerro (1931-1933) aunque se extendió en toda la década de 1930 (Molinari 2006).

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Sin embargo, como buena ideología, el Indigenismo ha mutado en diferentes expresiones fenoménicas desde su temprana aparición con los primeros indigenistas alrededor de la década de 1840 como un “movimiento literario y cultural liberal de base urbana” (Klarén 2004:252), pasando por su ascenso como política nacional con Augusto B. Leguía (1919-1930) hasta una nueva re-creación en el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) e, incluso, se podría decir estaría presente hasta la actualidad97. En ese sentido, el nacionalismo peruano como tantos otros tiene su particularidad y su base social en el sector que pretende defender, para el caso que nos ocupa el “indígena peruano” y que compone una masa social heterogénea que se haya postergada históricamente dada nuestra “herencia colonial” (Cotler 1978. También ver Quijano 2006) y que se asientan en el campo donde se halla mantenida en su estado de precariedad económica y que muchas veces al migrar a las ciudades se pauperiza. Así pues, no es gratuito que siempre se haya recurrido a su fuerza para apoyar movimientos sociales emergentes98. Para que esto se ponga en marcha, llegue a la capital que es Lima e impacte directamente en el gobierno, una “inteligentsia” en dicha ciudad tendrá que ser la portadora de los “clamores indígenas” dada su inserción en los sectores dominantes tanto de la esfera política como cultural. Para el caso que nos ocupa, lo/as arqueólogo/as se hallarían en esa última esfera conformando esa burguesía intelectual que puede involucrarse dentro de las políticas culturales y que deben, por génesis (Díaz-Andreu 2001a:432), ser consecuentes con el Estado en el que se amparan (McGuire y Navarrete 1999:195). 2.3. ARQUEOLOGÍAS E IDEOLOGIAS DOMINANTES EN EL PERÚ Así pues, dado que los nacionalismos tienen como justificación principal la antigüedad de un grupo étnico en un territorio (Anderson 1997, Barth 1969, Díaz-Andreu y Champion 1996, Hobsbawm 1991, Kohl y Fawcett 1995), la arqueología se encargó de inventar los orígenes y características únicas (estereotipos) de la nación peruana después de lograda la Independencia de España, en consonancia con los movimientos económicos y políticos europeos de fines del siglo XIX y comienzos del XX que impulsaron la construcción de los Estados-Nación en Europa occidental (Hobsbawm 1991)99. 97 El mismo que mantiene mucho de su racismo original. Para un análisis actual del racismo y su relación con la arqueología en Sudamérica se puede consultar Curtoni y Politis 2006. Este problema también se analiza contemporáneamente a la luz de los movimientos políticos “etnonacionalistas” latinoamericanos en Gonzáles 2005 98 Como, por ejemplo, anota Cecilia Méndez (2006) con relación al campesinado y sus diferentes actitudes con los diferentes caudillos militares durante sus empresas del último tercio del siglo XIX y con el ejército profesional en el siglo XX. 99 Sin embargo, los estudios “post-coloniales” o “subalternos” (por ejemplo, Chatterjee 2007) nos plantean que los fracasos en

Dicha creación de una línea directa o “identidad” entre sociedades pasadas y sociedades presentes que, metodológicamente por el momento es difícil sino imposible de plantear (Trigger 1995:273, Smith y Schreiber 2005: 208)100, en la esfera de la práctica política puede ser superada mediante el artilugio de la creación de “esencias” o conceptos como “identidad”, “patria”, “tradición”, “cultura”, “etnia”, etc., los mismos que trascenderían en el tiempo101 y que llegan hasta nuestros días de diversas formas, aunque por lo general se señalaran lugares, casi siempre con “monumentos arqueológicos”, que materializarían dicha esencia. Dichas cuestiones se perciben en la práctica de los arqueólogos que describiremos y que, además, dada su reiterada utilización como objeto de estudio y, su posterior reproducción social ampliada mediante la escuela normal y otros medios de divulgación, los erigen en “monumentos nacionales”. En el fondo de lo que se trata es de justificar nuestra existencia en un lugar concreto por medio de “nuestra antigüedad” conformando “comunidades imaginadas” (Anderson 1991(1997):23) que preservarían una “tradición” (Hobsbawm y Ranger 1983). En otros casos, paradójicamente, retomando una mentalidad colonialista y relacionada con el mayor avance “cultural”, un origen desde una “área nuclear” o “cuna de la civilización” puede ser reconocida como el lugar de origen primordial de una sociedad presente. En ambos casos, la relación directa entre el pasado y el presente, más aún sin fuentes escritas, es por lo menos discutible. Ambos planteamientos se relacionan con la propuesta arqueológica de cambio social de comienzos del siglo XX y que se ha denominado “difusionismo”, dentro de la perspectiva general del historicismo-cultural (Díaz-Andreu 2001a:436). Como veremos, estas propuestas se tradujeron en la arqueología peruana y se podrían ejemplificar en primera instancia en la controversia entre Max Uhle y Julio C. Tello. De hecho, la discusión casi siempre se centraba (y se sigue centrando) en el lugar en que se encontraba la “cuna de la civilización peruana”. desarrollar los estados-nación en países, como los latinoamericanos, surgen de la necesidad de imponer una estructura ideal del Estado (con toda la estructura jurídico-legal que este supone) y la persistencia de las formas tradicionales, principalmente económicas y políticas, de la vida prehispánica. De hecho, Aníbal Quijano (2006:21) plantea que como en América Latina no se dieron fenómenos parecidos a las revoluciones socioeconómicas y sociopolíticas europeas modernas, las acciones de los grupos de poder solo se limitaron a imitar e imponer los formalismos políticos que produjeron dichos fenómenos sociales. Análisis de Gonzáles Prada, Mariátegui y Haya de la Torre coinciden en las contradicciones que no dejan llevar a cabo el proyecto nacional en el Perú y en el que el “problema del indio” siempre aparece como factor principal. 100 Para una discusión actualizada del tema en los Andes prehispánicos se pueden ver varios artículos en Reycraft 2005. Acerca de la construcción de “identidades” o “etnias” indígenas contemporáneas se puede consultar Quijano 2006. 101 El “tiempo homogéneo vacío” de la modernidad o capitalismo según Anderson. Sin embargo, ver Chatterjee 2007 para una contrapropuesta denominada “tiempo heterogéneo”.

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Así pues, si bien, después de la declaración de independencia del Perú en 1821, se tomaron ciertas medidas para construir una identidad nacional post-colonial, no se puede admitir que dicho deseo se hallase institucionalizado (siguiendo a Díaz-Andreu 2001a) hasta finales del siglo XIX102. Es solo, en dicho momento, cuando ciertos individuos de la burguesía limeña o relacionados estrechamente con ella, la denominada por los historiadores como “República Aristocrática” (1895-1919), comenzaron a interesarse por la antigüedad del “hombre peruano”. De esta manera, este deseo sería institucionalizado por el Estado Peruano mediante la fundación del Museo Nacional de Historia en 1905, durante el primer mandato del presidente José Pardo y Barreda (1904-1908) y en el que se eligió como el encargado de la sección prehistórica (“Sección de Arqueología y de las Tribus Salvajes”) al investigador alemán Max Uhle (Hampe 1998), resultando su aporte, fundacional de una historia del Perú hecha a partir de datos arqueológicos (Lumbreras 1998:178, Rowe 1954). Sin embargo, esa “mirada imperial” alemana (Gänger 2007), supuso un debate que se puede patentar en las controversias entre Uhle y Emilio Gutiérrez de Quintanilla (Hampe 1998), en las que este último personaje, impulsó la destitución de Uhle del Museo Nacional de Historia y su consecuente salida del país. De esta manera, vemos que si bien los aportes de Uhle desde el campo científico fueron significativos y fundacionales, desde una mentalidad nacionalista post-guerra con Chile (1879-1884) (Aljovín y Cavieres 2005:14, Klarén 2004:304), era necesario construir una nación con personajes descollantes nacidos en el suelo patrio. Por eso, veremos que el “padre de la arqueología peruana” tendría que ser alguien que encarne tanto física como ideológicamente dicho propósito. Vale decir, se hizo necesaria una figura que recuperase la antigüedad del habitante peruano ante el vacío dejado por Uhle y ésta debería ser encontrada entre los intelectuales disponibles en la escena peruana. Así pues, en consonancia con ese objetivo de construcción nacional, aunque ahora mirando hacia dentro del país, la primera mitad del siglo XX verá el desarrollo de un interés por ese indio de las serranías peruanas y que trataría de ser reivindicado desde asociaciones civiles que defenderían sus derechos mediante sus gestiones ante el gobierno (Klarén 2004:303). Así pues, el indigenismo comenzó a tener un lugar como movimiento ideológico dentro de la historia nacional e, incluso, los partidos políticos más importantes comenzaron a incluir en sus programas dicho problema, 102 Si bien, se pueden reconocer algunos intentos de explicación del pasado prehispánico tomando en cuenta los sitios y objetos arqueológicos, como el de Mariano Rivero y Johan Tschudi materializado en su “Antigüedades Peruanas” (1853 [1851]), este siglo más bien estuvo marcado por los “viajeros” extranjeros que a la manera europea de la época daban cuenta de sus travesías en sus libros publicados en el extranjero y casi nunca en castellano (el mismo Tschudi, Wienner, Squier, etc.). Para una revisión de los “viajeros” del siglo XIX se pueden consultar Riviale (2000a, 2000b) y Ramón (2000).

tal como por ejemplo, hicieran tempranamente Manuel Gonzáles Prada (1844-1918) y, posteriormente, José Carlos Mariátegui (1894-1930) y Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) quienes comienzan a ver al indígena como parte constituyente de una clase social oprimida y a la que había que reivindicar socialmente. Sin embargo, dicho movimiento ideológico significó que, con el paso de los años y el incremento de las contradicciones económicas, se pasase de una lucha de posiciones a una lucha de movimientos, como diría Gramsci (1977[1948-1951]:144), cuestión que la burguesía y el Estado que la representaba pronto vieron que sacudiría el terreno que ellos habían encontrado propicio desde la época colonial. De este modo, el Indigenismo, ya inserto en programas políticos menos radicales (que así eran percibidos por las clases dominantes en ese momento) que el APRA o el Partido Socialista del Perú, fue amoldado en un populismo durante el segundo gobierno de once años de Augusto B. Leguía (1919-1930). Es, en ese contexto que, los investigadores sociales comienzan a interesarse también por la producción de discursos relacionados con la búsqueda del habitante peruano primordial y un lugar en el territorio patrio que haya sido el crisol de una “cultura nacional”. Después de la II guerra mundial, este “Indigenismo metodológico” se ve opacado por una nueva teoría explicativa importada desde los USA, en la que el Evolucionismo Social del siglo XIX recobra vida, básicamente, mediante la oportuna llegada de arqueólogo/as norteamericano/as al Perú (Schaedel y Shimada 1982). Es así que, nuevamente, la evolución social justificaría la existencia de sociedades más desarrolladas que otras, cuestión que se podía confirmar en el nivel del desarrollo tecnológico (presente y pasado). En este momento, prácticamente la arqueología peruana mayoritaria ya no pertenece a una ideología nacional sino mas bien a una internacional y que está definida desde USA y reproducida y/o asumida por los pocos arqueólogo/as peruano/as que ya no van a brillar tanto como lo hizo Tello hasta su muerte en 1947. Solo sería hasta la llegada de los militares al poder a finales de la década de 1960 que, el discurso nacionalista peruano otra vez podrá ser admitido dentro de la agenda oficial e, incluso, el marxismo pudo ser acogido como un método científico de explicación de la realidad pasada. En este capítulo, además, de ofrecer un panorama general de las ideologias dominantes en las que estaba inmersa la práctica arqueológica en el Peru del siglo XX nos enfocaremos en dos de los investigadores más sobresalientes y emparentados con el Estado y que compartieron bases materiales semejantes y que, finalmente, reproducirían la agenda politica oficial: Julio C. Tello y Luis G. Lumbreras103. 103 Es significativo que en un estudio recientemente consultado (Méndez 2006), se plantea una importante y “paradójica” relación entre el autoritarismo (cívico y militar) y la integración

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EL ONCENIO DE LEGUIA Y TELLO El “Oncenio de Leguía” es como se le conoce al periodo de gobierno de once años de Augusto B. Leguía y que tuvo como características económicas y políticas una apertura del país a los intereses norteamericanos y una ideología oficial relacionada con el Indigenismo. Aunque dicha ideología tuvo que ser re-orientada para ser encajada en los intereses del Estado peruano. Como adelantábamos arriba, el Indigenismo original se encaminaba hacia la superación de la miserable condición social y económica en que se encontraba el “indio” (el habitante de la serranía104), principalmente por su explotación en el Perú de fines del siglo XIX y comienzos del XX. De este modo, por ejemplo, en el prólogo de Tempestad en los Andes (1927), Mariátegui escribiría: “La miseria moral y material de la raza indígena aparece (...) como una simple consecuencia del régimen económico y social que sobre ella pesa desde hace siglos. Ese régimen sucesor de la feudalidad colonial, es el “gamonalismo”. Bajo su imperio, no se puede hablar seriamente de redención del indio”. (Mariátegui, citado en Paredes Oporto 2001: 90). Paradójicamente, este primer Indigenismo se anclaba en un pasado prehispánico idealizado105, pues desde la política se asumía que el Imperio Inca, había sido “comunista agrario” o “socialista” (Mariátegui 1994 [1928]). Desde esos posicionamientos ideológicos se aspiraba a un regreso al pasado prehispánico, cuestión posibilitada porque los indígenas aún conservaban “elementos” de dicho comunismo o socialismo. Cada una de estas posiciones tenía su correlato en los partidos políticos de Izquierda, que en esa época se iban gestando, y que eran contrarios a los grupos que detentaban el poder. Estos partidos políticos, el Partido Socialista del Perú (luego Comunista) y la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), reproducían a su vez dicha reconstrucción histórica. El Indigenismo se podía encajar a ambos programas políticos y, así fue hecho, puesto que la contradicción que se esperaba superar era la existente entre la clase explotada (masa indígena y proletaria106) y la clase explotadora (representada, en ese entonces, por los latifundistas y la oligarquía). Sin embargo, ambos movimientos políticos anti-oficialistas

social del campesinado en el estado peruano y que, justamente, se daría con mayor fuerza durante los gobiernos de Leguía y Velasco bajo los cuales Tello y Lumbreras fueron arqueólogos prominentes de la escena nacional. 104 Demás está decir, que el término “indígena” tenía connotaciones raciales, las mismas que estaban en pleno apogeo en dicha época. 105 En parte, esto será causado por la aceptación de fuentes etnohistóricas idealizantes de la sociedad Inca como las del Inca Garcilazo de la Vega. 106 La primera era la más importante para los comunistas mientras que en el programa del APRA ambas debían conducir la revolución.

aspiraban también a la formación de una “nación peruana”107. Hay que agregar que el Indigenismo original, también fue consecuencia de una posición política anti-imperialista en contra de los Estados Unidos, cuestión que como veremos luego, cambiaría radicalmente. Sin embargo, la Oligarquía peruana no tardaría en reaccionar ante ese primer Indigenismo, que despertaba preocupación por el ataque a sus intereses económico-políticos. Por ello, este grupo social tuvo injerencia en su desviación y manipulación posterior. Este proceso de manipulación se verá representado, por ejemplo, en el libro de Louis Baudin titulado El Imperio Socialista de los Incas (Baudin 1955 [1928]) en el que se trata de reconocer a un gobierno Incaico paternalista, pero que recogía el racismo imperante en la época, graficado en la justificación de la incompetencia e inferioridad de la “raza indígena” debido a sus deficientes capacidades físicas y mentales para lograr la emancipación: “El carácter del indio ha persistido hasta nuestros días: pereza, o, más exactamente, indolencia, timidez, tendencia al alcoholismo, suciedad, por una parte; y también dulzura “a toda prueba”, sumisión, servilismo, resistencia a la fatiga y cierto espíritu utilitario. Son rasgos distintivos de una raza sojuzgada y embrutecida. Fue al precio de esta degradación que se obtuvo un bienestar relativo”. (Baudin 1955 [1928]: 175). De esta manera, dicha ideología fue adecuada y utilizada hábilmente por el programa político de Leguía y sus aliados de la clase dominante, para conseguir el objetivo contrario al de sus orígenes. Este nuevo objetivo era permitir una mejor introducción y expansión de los enclaves económicos norteamericanos en el Perú. Cuestión, además, posibilitada por la incapacidad de la burguesía nacional para producir una identidad nacional con el objeto de defender sus propios intereses económicos. Dicha burguesía se rindió pronto ante los intereses y presiones imperialistas y asimiló y reprodujo el discurso oficial del régimen (Quijano 1985: 39-40). Así pues, se había dado un viraje completo a los objetivos del primer Indigenismo, siendo ahora utilizado para legitimar la explotación de la población indígena por los terratenientes y clases burguesas. De este modo, los últimos pasaban a ser los elegidos para llevar a cabo el plan político de Leguía. Se llegaría al extremo de este racismo, cuando hacia 1930 el militar Luis M. Sánchez Cerro, como gobernante del Perú, implantase una política explícitamente pro fascista, ya iniciada en los tiempos de Leguía (Haworth 1992: 172). Uno de los primeros intelectuales de las ciencias sociales que acogió el Indigenismo fue el investigador Luis E. Valcárcel quien, en un primer momento, estuvo más 107 Aunque Mariátegui, insistía en que la lucha debería ser clasista y no era necesario un medio aglutinador como la “nación”.

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relacionado con el indigenismo inicial108 (Aguirre Morales 2001) pero que, más adelante, representó el productor oficial de la evidencia material para el Indigenismo oficial. Por ello, terminó concentrándose en la reproducción de un sentimiento nacionalista, apropiado y utilizado por el Gobierno al cual se acogió. Por otra lado, el ambiente académico imperante hizo lo suyo en la formación de Valcárcel, revistiéndole de una perspectiva evolucionista, una carga etnográfica (lingüística principalmente) y etnohistórica (Valcárcel 1959). Asimismo, Valcárcel estuvo influenciado por el difusionismo, el cual encajó muy bien con el que desarrolló Julio C. Tello quien se erigió en la autoridad nacional con relación al pasado prehispánico y encarnó muchas facetas: arqueólogo de campo que dirige expediciones arqueológicas y hace descubrimientos, sintetizador de la prehistoria nacional, director de museos nacionales, etc. Por ello, Julio C. Tello ha sido y es reconocido en los diferentes ámbitos de la historia del Perú como el “padre de la arqueología peruana” y, de hecho, esta visión ha sido trasladada a los textos educativos y se halla bastante arraigada en el imaginario colectivo de la sociedad peruana. En el ambiente académico este debate de la paternidad de la arqueología peruana llevó a que otros investigadores comparen a este investigador con Max Uhle, en una perspectiva que contrasta la antigüedad de la práctica profesional y meticulosidad en la investigación de ambos (ver, por ejemplo, Kaulicke 1998). Otros análisis, profundizan en las situaciones históricas en que estos intelectuales desarrollaron su praxis, por ejemplo, Teodoro Hampe (1998) para Uhle y Christian Mesía (2006) para Tello. Definitivamente, Julio C. Tello fue, casi desde su carrera como investigador relacionado con la arqueología, parte de un Estado que le proveyó de espacios públicos para la realización, subvención y difusión de sus investigaciones. De hecho, la fundación, por él mismo, de los Museos de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1919), del Museo de Arqueología Peruana (1924)109 y del Museo Nacional de Arqueología y Antropología (1938), ya desde siempre han resultado esos espacios que generó para elevar su opinión respetada (oficial) acerca de temas arqueológicos y convertirse así en sus propias “vitrinas de exposición” (también ver Rowe 1954:24). Aquí trataremos de plantear ciertos elementos y, que podrían convertirse en una forma de entender como emergen dichos intelectuales oficiales, que posibilitaron la existencia de un Julio C. Tello como constructor de una 108 Como el mismo Mariátegui comentaba en el prólogo a su libro “Tempestad en Los Andes”: “Valcárcel pone en su prosa vehemente la emoción y la idea del resurgimiento inkaiko. No es el Inkario lo que revive; es el pueblo del Inka que, después de cuatro siglos de sopor, se pone otra vez en marcha hacia sus destinos”. (Mariátegui en Valcárcel 1927). 109 Aunque todavía llevaría algo más de tiempo la inclusión de la arqueología como carrera profesional dentro de la universidad peruana, otro factor que explicaría la dependencia teórica de los investigadores del pasado prehispánico en el Perú.

ideología que se podría llamar nacionalismo indigenista (Angelo 2005:188, Mesía 2006). Por ello, deberemos expresar que al hacer esto, deberemos entender a Tello como un elemento activo más, dentro del aparato estatal peruano, quizá ensombreciendo ese halo que se ha formado a través del tiempo, convirtiéndolo en un paradigma y modelo a seguir (por ej., Astuhuáman 2004). Tello nació en 1880 en Suni, un pueblo de Huarochirí enclavado en las serranías de Lima (Mejía Xesspe 1967: VI). En principio, sus orígenes humildes e indígenas, lo colocarían de facto en la senda del movimiento Indigenista. Sin embargo, Tello no careció de los medios necesarios para su educación básica y gracias al cargo de gobernante local que detentó su padre pudo conseguir ciertos privilegios por encima de sus compañeros de estudios en la escuela primaria (Astuhuamán 2004, Astuhuamán y Dagget 2005). Mediante dichas condiciones, llega a los 13 años a Lima para seguir sus estudios secundarios (Lumbreras 2006)110 los cuales transcurren con algunas vicisitudes económicas pero que son aliviadas mediante la oportuna aparición de alguna persona con medios económicos suficientes o con influencia académica (Palma 1917(1956):8)111. Su formación universitaria en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos a partir de 1900 fue en medicina, pero pronto se interesó en los temas antropológicos (la antropología física y cultural de la época), como consecuencia de su acceso a publicaciones académicas, principalmente, de la Biblioteca Nacional y a las colecciones de cráneos prehispánicos realizadas en su natal Huarochiri, así como algunos trabajos de campo encargados por sus mentores. De esta manera, terminará presentando la tesis de Bachiller titulada La Antigüedad de la Sífilis en el Perú (1908) donde ya se vislumbra sus planteamientos sobre el autoctonismo primordial de la “civilización peruana” dentro de un difusionismo todavía embrionario. Como apuntan César Astuhuamán y Richard Daggett (Astuhuaman y Dagget 2005), sus dos principales biógrafos contemporáneos: “El 21 de agosto, y por petición previa de la facultad de Medicina, una resolución suprema del gobierno de Leguía le otorgó una beca de perfeccionamiento para estudiar Antropología en la Universidad de Harvard. Mientras estudió en Estados Unidos, el interés de Tello continuó orientándose hacia el estudio de restos óseos humanos, la lingüística y los museos. Viajó por el país; asistió a certámenes académicos; visitó museos, en especial los que tenían 110 Por lo menos hasta los 15 años cuando fallece su padre (Ídem). Luego una tía suya se encargaría de proporcionarle ayuda económica para acabar la secundaria y el director de su colegio Pedro Labarthe le haría ciertas concesiones (Palma (1917)1956). 111 En los años universitarios, Ricardo Palma lo apoyaría económicamente y hasta le conseguiría un puesto laboral en la Biblioteca Nacional. Sebastián Barranca también le apoyaría (Astuhuamán y Dagget 2005). Vemos, pues, que Tello supo aprovechar muy bien las oportunidades creadas a partir de sus relaciones sociales en el mundo académico que se le abrió al llegar a la capital.

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colecciones de material óseo provenientes de Perú. A fines de junio de 1911, Tello obtuvo el grado de Master of Arts con especialización en Antropología” En los Estados Unidos también, asiste a las clases de prestigiosos profesores112 de los principales centros de formación en la antropología hegemónica (como lo era en ese momento la Universidad de Harvard) imbuidos en las tesis difusionistas. En 1911, gracias a otra beca del gobierno peruano, Tello hace un periplo por Europa Occidental y sería en Berlín (1912) donde se convencería de las tesis difusionistas que en esa época ya estaban desarrolladas. En este viaje al extranjero, podríamos encontrar la fuente de inspiración de las ideas que Julio C. Tello llevó de regreso al Perú en 1913 desde los espacios académicos donde se reproducía el discurso hegemónico y que materializó en sus planteamientos acerca de la “civilización andina”.

A su regreso al Perú, obtiene por petición al gobierno de Guillermo Billinghurst (1912-1914), el cargo de Jefe de la Sección Arqueológica del antiguo Museo Nacional de Historia. Nuevamente y, como había hecho anteriormente con Uhle, Emilio Gutiérrez de Quintanilla, Jefe de la Sección Histórica, acusó a Tello de malos manejos, saqueador y traficante del material arqueológico, diatribas que materializó en un panfleto titulado "El Manco Capac de la Arqueología Peruana, Julio C. Tello, (Señor de Huarochirí)", donde se puede apreciar, sobre todo, su racismo. Dicha situación de enfrentamiento, conduce a Tello a abandonar dicho cargo en 1915.

Posteriormente, Tello se incorpora a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde allí, dirigió las principales expediciones que realizó en el país, como las de Chavín de Huántar en 1919 (Tello 1943), de la cual obtuvo los materiales arqueológicos para definir su “cultura matriz” y proponer la difusión de esta por los Andes (Tello 1960). Como decíamos arriba, su posición era abiertamente contraria a la del investigador alemán Max Uhle (Ramón 2005:10), que paradójicamente también explicaba el origen de la sociedades por medio de la difusión113 (Politis 1995:203, Kaulicke 1998:74, Rowe 1954:21). Sin embargo, la tesis de Tello tenía la característica de ser autóctonista con un trasfondo nacionalista, en contraposición a la tesis alóctonista (extranjerizante) del

112 Astuhuamán (com. pers. 2007) señala entre ellos a William Farabee, especialista en la Amazonía Peruana y metales; Alfred Tozzer, especialista en Arqueología Mesoamericana; y a Roland Dixon. Por su parte, Lumbreras (2006:213) señala que Tello contó con el apoyo de Franz Boas, Frederic W. Putnam y Alex Hrdlicka en los USA y de von Luschan en Berlín. Así pues, siguiendo las teorías de sus profesores y colegas, no resulta extraño que Tello proponga posteriormente la tesis sobre la difusión de los primeros pobladores andinos desde la Selva. 113 Tesis que hizo pública en 1924 en el XXI Congreso Internacional de Americanistas desarrollado de Göteborg, en la que propuso que las altas civilizaciones del Nuevo Mundo tenían un origen común en el área Maya, y que, a su vez, todas ellas provenían del centro de Asia.

investigador alemán114. Asimismo, la epistemología de Tello suponía partir de hipótesis (intuiciones) que iba a comprobar en el campo (deducción) mientras que Uhle partía del objeto de estudio (inducción) dentro de un enfoque positivista (Lumbreras 2005[1983]:296). Por ello, da la sensación que Tello ya sabía lo que iba a encontrar en sus expediciones antes de realizarlas. Aunque para la arqueóloga peruana Rosa Fung (1963), Tello (1929, 1942) expresaba un evolucionismo social en sus esquemas cronológicos (por ej., sus estadios Arcaico o Inferior, Clásico o Medio y el Decadente o Superior), estos se referían a una forma de plantear los cambios a largo plazo en el mundo andino. Por ello, el difusionismo de Tello no se expresaba en las culturas distintas (diacronía) sino “dentro” de las culturas (sincronía) como la Chavín o “Cultura Megalítica” que promovía cambios dentro de espacios de tiempo que para el correspondían con el auge de la “cultura matriz”. Cuando esta “decaía” y “desaparecía”, también empezaba una nueva fase dentro del esquema evolutivo andino La carrera profesional de Tello corrió paralela a su accionar político. Entre los años 1917 y 1928 se desempeñó como diputado por Huarochirí (Lumbreras 2006: 215, Moreno 2007), su provincia de nacimiento en las serranías de Lima, dentro de la filas del Partido Nacional Democrático. Durante el segundo gobierno del aristócrata y pro-capitalista norteamericano Augusto B. Leguía (Klarén 2004:299) desde 1919 hasta 1930, Tello se alinearía políticamente con aquel, con lo cual proseguiría con sus investigaciones con el apoyo político y dentro del discurso indigenista-nacionalista del Estado peruano115 (Kaulicke 2006:12). Así, su discurso implícito sería el de la unidad nacional mediante el reconocimiento de una “unidad geográfica-étnica, cultural, lingüística, religiosa [el panteísmo andino] e histórica” (Tello 1967b:207-208 entre corchetes nuestro, Kaulicke 1998:72). Del mismo modo, Tello podría decir tan temprano como en 1921, con relación a una supuesta “política nacionalista” prehispánica previa a la conquista de los castellanos en el siglo XVI que “Los Incas echaron las bases de la nueva nacionalidad. Frente a elementos

114 Como señala Stefanie Gänger (2007), dicho debate culminaría en 1928 cuando ambos investigadores se encuentran en el XXIII Congreso Internacional de Americanistas en New York. En esa reunión, Tello que asiste como representante del Perú, participa con su ponencia “Civilización Andina: Algunos Problemas de la Arqueología Peruana”, la cual trataba de su Expedición de 1919 y sobre sus planteamientos acerca del desarrollo autónomo de la civilización en el Antiguo Perú (Astuhuamán com. pers. 2007), mediante la cual termina desplazando académicamente a Uhle. 115 De hecho, Tello participó activamente en los inicios del movimiento indigenista al integrar la Asociación Pro-Indígena, de la cual se alejaría en 1922 por discrepancias metodológicas, teóricas y políticas con sus principales exponentes. Tello consideraba que lo indígena no era un problema étnico sino sociopolítico y económico derivado de la conquista europea (Tello y Mejía 1967b: 51, Castillo y Moscoso 2002: 167 y 179).

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materiales dispersos o independientes se propusieron formar con ellos una gran Nación; para esto dejaron que las instituciones seculares existentes, las artes, las industrias y todas las conquistas de la civilización continuaran, sin interrupción, en su marcha ascendente; procuraron así, mediante la cooperación de tan diversas agrupaciones, formar una organización superior provista de un poder central de control y unificación. He aquí lo notable de la sabia política de los Inkas.”(Tello 1921) Vemos pues, que su discurso no se alejaba del de otros tantos arqueólogos que apostaban por la defensa del nacionalismo (Kohl y Fawcett 1995), inventado a través de los restos materiales de las sociedades antecesoras, amplificándolas e idealizándolas y cayendo muchas veces en el chauvinismo. Este (indígeno)nacionalismo tendría como objetivo justificar la economía y política del Estado y, por ello, intelectuales como Tello resultaron un producto más al servicio de los intereses dominantes116. En este sentido, los explicaciones difusionistas e historicistas-culturales sirvieron bastante bien para revestir al discurso nacionalista de la cientificidad necesaria117. Sin embargo, a pesar que Tello gozó del apoyo del gobierno de Leguía (Mesía 2006), a consecuencia del derrocamiento de este (25 de agosto de 1930), liderado por el Comandante Luis M. Sánchez Cerro, el arqueólogo peruano queda a merced de sus múltiples enemigos y, a consecuencia de esta nueva situación, sus proyectos arqueológicos son ralentizados o negados desde el mismo Estado. Así, por ejemplo, su expedición al valle de la costa norte de Nepeña donde investiga los importantes sitios arqueológicos de Cerro Blanco y Punkurí genera una controversia acerca de la supervisión de sus trabajos y del manejo de un presupuesto asignado para estos, en el que mantiene discusiones con otros miembros del Patronato Nacional de Arqueología (del cual Tello formaba parte) como Luis E. Valcárcel y Santiago Antúnez de Mayolo (Tello 2005 [1933]:165 y ss.). Como ya dijimos arriba, entre medias y oscureciendo el nacionalismo mediante el imperialismo (o internacionalización del capital) norteamericano, auspiciados por los gobiernos peruanos y secundado por los principales partidos políticos a partir de la II guerra mundial (Klarén 12004:346), en las décadas de 1950 y 1960 el fenómeno histórico-cultural y el neoveolucionismo trás la muerte de Tello, mantendrán a los arqueólogo/as peruano/as en un ambiente de dependencia de la teoría antropológica norteamericana de la cual todavía podemos disfrutar en nuestra “propia casa” (Politis 1995:208).

116 Asimismo, la estrecha relación entre Tello y Leguía se puede desprender de la lectura de su correspondencia del primero con Pedro Zulen (del Castillo Morán y Moscoso Carvajal 2002). 117 Otros ejemplos sudamericanos se pueden encontrar en Gnecco 2004, Joffré 2007, López Mazz 2004, Nastri 2004, Navarrete 2006, etc.

EL FENÓMENO HISTÓRICO CULTURAL/ NEOEVOLUCIONISTA A partir de los años 40 del siglo XX se inició en el Perú la llegada de numerosos investigadores norteamericanos, quienes formalizaron una arqueología histórico-cultural. Esta, aunque llevaba ya varios años de desarrollo en los Estados Unidos y Europa, solamente había comenzado a ser introducida por Tello en los Andes centrales, aunque sin un sustento teórico sólido. Luego, hacia el final de la misma década, otros arqueólogo/as recién llegados comenzaron a introducir la teoría Neoevolucionista desarrollada principalmente por Julian Steward. Por tanto, entre la década de los ‘40 y ‘60 se desarrolló una arqueología fundamentada, por un lado, por la herencia del discurso de Tello118 y la arqueología histórico-cultural norteamericana, y por el otro, por la influencia de la arqueología neoevolucionista. Esta amalgama de teorías, como veremos luego, se puede observar en la construcción del esquema cronológico de “Horizontes” y “Periodos” (ver Figura 2). Por ello, nosotros la denominaremos como el “Fenómeno Histórico-Cultural/Evolucionista”, puesto que no se observa una línea divisoria entre ambas, sino más bien se superponen y conviven en los discursos de los investigadores. Dicha arqueología, también sería consecuencia de la propia formación académica de lo/as arqueólogo/as norteamericana/as y de la previa arqueología nacional peruana. Para nosotros, esta época de transición teórica llegaría a su fin en 1961, año en que John Rowe publica un artículo de crítica al Evolucionismo Cultural utilizado por los arqueólogo/as norteamericano/as. Sin embargo, dicha crítica tan sólo allanó el camino al Neoevolucionismo preponderante en los círculos académicos norteamericanos, cuestión que se hace patente en el Perú con la llegada de investigador/as norteamericano/as fuertemente influenciados por el paradigma procesual. Como vimos, entre los Neoevolucionistas y los Procesualistas, no existe una abierta separación teórica, ya que comparten una teoría sustantiva evolucionista. Pero regresemos a los años 40, cuando esos investigadores que llegaron a Perú contaban con un financiamiento inédito para sus investigaciones arqueológicas. Dichos investigadores, venían respaldados por el gobierno de los EEUU, cuestión que agilizaba su rápida introducción en los asuntos arqueológicos. Esta situación contrastaba con la posición anterior anticolonialista intelectual. Esta nueva situación, también, fue propiciada por el vacío intelectual que dejó la muerte de Julio C. Tello en 1947 (Burger 1989: 38) y el consecuente abandono de las tesis difusionistas, principalmente sobre Chavín.

118 Aunque, las teorías difusionistas de Tello fueron negadas por los arqueólogos norteamericanos (v.gr. Willey 1970 [1951]), muchos de ellos utilizaron prácticamente los mismos supuestos del arqueólogo peruano. Asimismo, Tello ya había comenzado a explicar el desarrollo de las sociedades andinas ordenándolas en secuencias histórico-culturales.

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Como anotábamos anteriormente, esta llegada de investigadores se hacía de manera institucional. A causa de ello, universidades como la de California, desarrollaron una tradición de estudios en los Andes, que si bien había comenzado con los primeros trabajos de Uhle en 1897, aumentó cuantitativamente con los arqueólogos norteamericanos, tales como Alfred Kroeber, Duncan Strong (1942), John Rowe (1952), Dorothy Menzel (1954) y Lawrence Dawson (Rowe 1970 [1961]: 419-420). Otros arqueólogos serán Wendell Bennett y Alfred Kidder II, de quienes nos ocuparemos en el siguiente capítulo. También, hacia 1959 la Universidad Nacional Mayor de San Marcos organizó un programa de exploraciones arqueológicas en la costa en colaboración con la Comisión Fullbright de Intercambio Educativo, donde participaron Dwight Wallace, Lawrence Dawson, Dorothy Menzel y Edward P. Lanning (Ibid.: 421). Todo esto fue posibilitado y potenciado por el ambiente político y económico existente en el Perú, el que ofrecía una coyuntura favorable para esa inédita llegada de investigadores extranjeros. Explicaremos de manera sucinta dicha coyuntura. Para los inicios de la década del ‘40, el Perú parecía haber superado la crisis económica producto de la crisis mundial originada en EEUU. La lucha de clases de la década anterior que había llegado a las principales ciudades del Perú, había sido controlada por los gobiernos militares como el de Sánchez Cerro (1931-1933) quien la reprimió fuertemente. Por otro lado, el Partido Comunista Peruano, tras la muerte de José Carlos Mariátegui, siguiendo ortodoxamente las indicaciones de la III Internacional Comunista había fracasado con dicho programa, puesto que el simple traslado de esas fórmulas allá desarrolladas, no habían sido enfrentadas con la realidad peruana119. Asimismo, el APRA bajo la figura de su líder Víctor Raúl Haya de la Torre se había consolidado como el partido de las clases populares (Haworth 1992: 171). Sin embargo, el denominado “partido del Pueblo”, mantenía a finales de la década 1920 y los primeros años de 1930 una ambivalencia, manifiesta por un lado, por su discurso anti-imperialista pero con una praxis pro-capitalista120 y, por el otro, por el apoyo a la revolución social de las clases oprimidas (Cotler 1978: 243). Estas contradicciones se acentuaban más cuando la burguesía nacional peruana (a causa de su falta de autonomía de los enclaves económicos y del mismo gobierno norteamericano), no compartían los objetivos políticos de Haya de la Torre, ya que estos “harían peligrar el andamiaje oligárquico-imperialista que dominaba la existencia de la sociedad”. (Ibíd.: 242). Presa de estas contradicciones internas y con la sociedad peruana, el partido nunca pudo llegar al poder (Ibíd.: 244). De este modo, el APRA pierde las elecciones de

119 Salvo los intentos de Mariátegui como los 7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana de 1928. 120 La contradicción entre el discurso y la praxis del APRA, se explicaba porque según su programa político, mediante el capitalismo se perseguía el crecimiento del mercado interno y con ello expandir a la pequeña y gran burguesía nacional y, por consecuencia, elevar el nivel de vida del proletariado.

1931 ante Sánchez Cerro y se convierte automáticamente en el enemigo del Estado. La misma situación de apertura al capitalismo norteamericano, siguió con el gobierno de Oscar Benavides entre los años 1933 y 1939. Por ello, su gobierno desarrolló políticas populistas con el objetivo de amainar la inminente revolución social de las clases oprimidas y con ello salvaguardar los intereses de la burguesía nacional y sus aliados norteamericanos. De esta manera, preparó el terreno para que su sucesor llevase adelante los proyectos de la Oligarquía, cosa que consiguió, incluso, anulando las elecciones de 1936 y retomando el poder gracias a los militares hasta que el terreno político estuvo llano para su sucesor: Manuel Prado (Haworth 1992: 173). Como era de esperar, Manuel Prado, mantendría la tradición política pro-oligárquica de forma explícita entre 1939 y 1945 (Ibíd.: 170), años marcados por la II Guerra Mundial. Por esta misma situación, Prado provocó una coyuntura favorable para redimir al país con los Aliados, rompiendo relaciones inmediatamente con el eje fascista121. Con ese mismo propósito, firmó tratados de “Préstamos y Arriendos” con EEUU y permitió el establecimiento de una base norteamericana en el puerto petrolero de Talara. También, se deportó a miles de residentes japoneses, previamente a la confiscación de sus propiedades (Ibíd.: 176). Asimismo, se aceptó la voluntad norteamericana al establecerse una política de estabilidad de precios de las materias primas nacionales a cambio de la reducción de tarifas arancelarias norteamericanas. Como anota Cotler (1978: 254), al respecto de este panorama: “(...) el Perú se convirtió súbitamente en guardián y defensor de las “cuatro libertades” rooseveltianas, esperando así gozar de una retribución correspondiente a su adhesión incondicional a la política norteamericana”. De esta manera, se había abierto la puerta grande del país para el ingreso directo y formal del colonialismo económico, el mismo que ya se encontraba en una nueva fase. Este proceso ya se había gestado con los primeros enclaves económicos de fines de siglo XIX e inicios del XX. Por otro lado, dicha situación era un reflejo de lo que acontecía en el continente americano. Igualmente, como bien señala Politis (1995: 207), esto a su vez representaba “la disolución de los lazos entre Europa Occidental y Sudamérica”. Durante el mandato de Prado y, más aún, durante el gobierno de su sucesor José Luis Bustamante y Rivero (1945-1948), la oposición del APRA se relajó y abandonó su radical lucha anticapitalista previa. Incluso 121 Antes de estos años, la clase dominante había mostrado simpatía hacia los fascismos italiano y español, sobre todo, durante el gobierno de Sánchez Cerro en los años 30.

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contribuyó a que existiese una estabilidad social y política, opuesta a la situación de la década anterior122. Así pues, gracias a sus dirigentes políticos, el Perú se convertía en el “buen vecino” que tanto había deseado el presidente norteamericano Franklin Roosevelt. En este contexto económico y político es más fácil comprender el ingreso, desarrollo y trascendencia de la arqueología norteamericana y su explicación de las sociedades prehispánicas en el Perú. El investigador Gordon Willey bien podría ejemplificar este nuevo estado de la arqueología en el Perú desde la década de los 40 del siglo pasado. LA NEGACIÓN DEL DIFUSIONISMO DE TELLO: GORDON WILLEY En la época en que Willey comienza a trabajar en la zona andina se respira un ambiente académico dominado por sus colegas de inspiración histórico-cultural. Como él mismo apunta: “ (...) un factor sintetizante ha sido la descripción y ordenamiento de fenómenos de amplios horizontes estilísticos como los medios de interrelacionar las secuencias arqueológicas dentro esta de área [Perú y Bolivia]”. (Willey 1952: 58. Entre corchetes nuestros). Otros trabajos bajo esta nueva forma de hacer arqueología son los de Alfred Kroeber: Archaeology in Perú (1944); Gordon Willey: Horizon Styles and Pottery Traditions (1945) y, los de Wendell Bennett y Junius Bird: Andean Culture History (1949). Vemos, pues, que la influencia en cuanto a grandes síntesis del pasado prehispánico en los andes centrales fue netamente norteamericana, la misma que repercutió en la práctica de la arqueología en los andes y en otras zonas de Latinoamérica. Este factor es relevante y nada extraño, si recordamos que a partir de la II Guerra Mundial, hay un gran interés por parte de los Estados Unidos en intervenir también en la arqueología andina, como forma de controlar el avance de las posibles arqueologías nacionalistas y de izquierda, que podrían surgir como consecuencia de la difícil situación económica y social que atravesaba el Perú. Si bien es cierto que entre estos años, también se hicieron presentes en el Perú arqueólogo/as de otras nacionalidades, tales como españoles, alemanes o japoneses, como bien

122 Un ejemplo que grafica esta situación es que en Diciembre de 1947, Prentice Cooper, embajador de Estados Unidos en el Perú, escribió: “Soy de la opinión que Haya merece nuestro apoyo moral en una apropiada lucha contra el Comunismo y tengo conocimiento que al menos una universidad norteamericana está contemplando conferirle un grado honorario, lo cual en mi opinión sería afortunado en este momento” (Telegrama de Cooper al Secretario de Estado en 1947. Tomado de Haworth 1992: 184. Traducción nuestra). Así pues, se consideraba a Haya de la Torre alineado dentro de la política anticomunista norteamericana.

observa Politis (1995: 209): “solamente los Estados Unidos tuvieron alguna verdadera influencia teórica”. En el ámbito de la arqueología misma, el objetivo de la mayoría de las excavaciones en estos años fue la definición de “secuencias culturales”123. Por consecuencia, conceptos tales como “área cultural” y “tradición” (Willey 1952: 58) fueron aplicados y rápidamente asimilados en los estudios arqueológicos andinos. Hay que recordar que Willey y sus asociados de la “Expedición al Valle de Virú” hacia 1946 ya habían sentado las bases del análisis del “patrón de asentamiento”, un análisis típicamente funcionalista, que también había sido puesto en práctica en México (Burger 1989: 45). Por ello, en consecuencia con los planteamientos historicistas culturales, este análisis de patrones de asentamiento llevado a cabo en el Perú“(…) planteó por primera vez la urgencia de elaborar una secuencia maestra, que a la vez que permitiera la ubicación temporal y la interpretación humana en un ambiente limitado, daría los fundamentos para correlaciones más amplias con las otras áreas andinas”. (Ravines 1970: 16). Así también, la definición de “Horizonte estilístico”, producida originalmente por Kroeber en 1942, se introduce al Perú. Él mismo Willey (1970 [1951]: 167) describe ésta situación así: “La mayor parte de los norteamericanos que han trabajado en el terreno de la arqueología peruana han seguido la tradición del investigador alemán Max Uhle; y especialmente en el esquema de Uhle, tal como ha sido explicado y ampliado por A. L. Kroeber. La metodología de Uhle-Kroeber es la de secuencias culturales regionales del Perú de datación cruzada, con marcadores cronológicos estilísticos o “estilo de horizonte”. Su objeto es construir un armazón tempo-espacial de culturas lo más sincrónicamente perfecto posible. Se utilizaron como horizontes los estilos Incaico y Tiahuanaco, pero ni Uhle ni Kroeber usaron a Chavín de esta manera”.

De este modo, vemos como los arqueólogos norteamericanos formaron un frente contrapuesto a las ideas de Tello, cuestión que se grafica cuando Willey (1970 [1951]) señala que: “La opinión de los estudiosos norteamericanos sobre el significado funcional de las difundidas manifestaciones estilísticas de Chavín se acerca más a la de Larco que a la de Tello”.

123 Si bien, en estas décadas proliferan las excavaciones con el objetivo de construir “secuencias culturales”, éstas ya se habían iniciado con Max Uhle (1856-1944) en el sitio costero de Pachacamac, tan temprano como 1897. Para dicha excavación Uhle, ya contaba con la experiencia de campo en los Estados Unidos y la excavación misma era patrocinada por la Universidad de Pennsylvania (Uhle 1991 [1903]).

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Esta postura no se puede comprender sin anotar que Rafael Larco Hoyle tenía todo el respaldo de lo/as arqueólogo/as norteamericano/as. De hecho, Larco se había formado académicamente en EEUU y era propietario de amplios terrenos en la costa norte, donde en esos años se había formado una burguesía latifundista, de la cual Larco Hoyle formaba parte. Es decir, sus intereses económicos estaban a buen recaudo en la línea política que llevaba el país tanto interna como externamente. Así, Larco Hoyle desarrolló su tesis contrapuesta a la de Tello que “el espíritu del arte Chavín” fue costeño y no serrano o amazónico (Larco Hoyle 1938). También, se podría desprender de las teorías de Larco Hoyle, principalmente la del origen de Chavín en la costa, una fuerte carga política, si recordamos que en esos momentos se luchaba por la obtención de la hegemonía en la lucha producida por la contradicción existente entre la sierra (latifundistas y campesinos desposeídos en su mayoría) y la costa (con su burguesía en desarrollo). Como vimos con anterioridad, Tello proponía el origen serrano de Chavín (la “civilización”), cuestión que como también vimos poseía su propia carga ideológica. Mediante sus criticas, Willey fue el encargado de reaccionar en contra de la tesis de la “unidad” o “civilización andina” de Tello, con lo cual el camino quedaba preparado para las nuevas teorías provenientes de la arqueología norteamericana aunque esta se vió obstaculizada por la llegada de los militares al poder a finales de los 1960s. EL GOBIERNO MILITAR DE VELASCO Y LA ARQUEOLOGÍA SOCIAL PERUANA Desde la década del 20 del siglo pasado, el Perú inició su participación dentro de la práctica política inspirada en las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels y que podemos ver en su mejor despliegue en el Perú en los escritos de José Carlos Mariátegui. La historia del marxismo en el Perú, sin embargo, se vió muy pronto oscurecida por las persecuciones realizadas por los gobiernos intolerantes asociados estrechamente con la burguesía nacional que veía en esta fuerza política un principal enemigo para sus intereses reales. Pese a ello, uno de los primeros investigadores sociales en plantear representaciones marxistas de la prehistoria en los años 50s del siglo pasado fue Emilio Choy, un autodidacta que con sus escritos sentó las bases del análisis marxista formal en la prehistoria andina. Choy, fue un investigador sin cobertura oficial que estuvo principalmente influenciado por el Gordon Childe marxista (Lull e.p.) y su énfasis en la evolución y revolución como medio de cambio cultural. Al hablar de lucha de clases prehispánica superó la visión romántica previa del Indigenismo y las insertó en el desarrollo social universal hacia el socialismo. Para él, las sociedades peruanas emergieron de estructuras tribales igualitarias construyendo sociedades jerárquicas con tendencia a la estructura de clases.

Emilio Choy, firma su primer articulo marxista relacionado a la prehistorias andina en 1955, aunque su principal aporte a la perspectiva teórica arqueologica marxista peruana fue su escrito “La Revolución Neolítica y los Origenes de la Civilizacion Americana” presentado durante la semana de Arqueología de 1959 y cuyos textos fueron compilados en la publicación denominada “Antiguo Perú, Espacio y Tiempo” de 1960. Si bien, la materialización de la producción intelectual de Choy fue esporádica e inorgánica, esta se extendió entre 1945 y 1972. Sin embargo, la UNMSM (Choy 1979) se encargó de publicar una compilación de su obra, en la que se peude observar un interes por diferentes épocas de la historia andina y, sobre todo, una linea teórica bastante consecuente a través de toda su vida intelectual. Este investigador mantuvo un esquema bastante rigido de la evolución de las sociedades, utilizando los modos de produccion esbozados por Marx en sus escritos juveniles (principalmente, los Formen). Asimismo, influenciado por Childe discute por primera vez en el Perú los argumentos desarrollados por el arqueologo australiano (Macera 1974 en Baquerizo 1979: XV) y los utiliza como marco referencial articulador de los hallazgos arqueológicos en el área andina. Entre ellos, basicamente se inspiraría en el libro “Man Makes Himself” donde Childe planteó, por vez primera, la existencia de las “Revoluciones” en la prehistoria Europea (Childe 1936). Utilizando dicho desarrollo, Choy reconoce las mismas revoluciones para el área andina. Asimismo, reconoció (como Engels había ya planteado en el siglo XIX) el papel del trabajo como elemento principal en la evolución biologica e intelectual del ser humano en su artículo “El Trabajo en el Origen del Hombre Americano” (Choy 1974). Sin embargo, se puede reconocer la carga historicista-cultural en su discurso que se evidencia en la utilización de las “culturas” paleoliticas europeas y su reflejo en América (Choy 1974: 102). Choy llegó a dictar clases en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y su paso por allí dejó una estela que muchos de sus seguidores han calificado más de informal que académica (por ejemplo, Macera 1974 o Baquerizo 1974). Sin embargo, lo que si queda claro es que gracias a él muchos estudiantes universitarios se nutrieron de una perspectiva marxista que les inspiró para proseguir su desarrollo académico. En la década del 1960, asistimos a un re-avivamiento del movimiento ideológico de izquierda (Liss 1984:139, McGuire y Navarrete 1999:188), donde incluso facciones del APRA llegaron a radicalizarse creando el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y elementos del Partido Comunista conformaron el ELN (Ejército de Liberación Nacional) (Bejar 1973, Pease 1999: 239). A finales de esa misma década una ideología oficialista con tintes izquierdistas (o más bien populistas) se vio promovida durante el gobierno militar del Gral. Juan Velasco Alvarado (1968-1975) un militar de carrera

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nacido en Piura, bajo el cual algunos investigadores hallaron una cobertura necesaria para impulsar una manera alternativa de hacer arqueología. El caso de la política del Perú de finales de la década de 1960 es singular puesto que esta dictadura militar tomó la característica de “socialismo estatal” (Politis 1995:215) con una ideología oficial también conocida como “nacionalismo indígena” (Klarén 2004:547) en la que se produjo una coyuntura favorable para arqueólogos nacionales como Luis Lumbreras (Navarrete 1999), y por contra, se plantearon dificultades para que lo/as arqueólogo/as norteamericano/as llevasen adelante sus investigaciones (Burger 1989:42, Politis 1995:216). Sin embargo, la ilusión populista del gobierno militar pronto se desvaneció. Los descontentos no se hicieron esperar y esto acompañado de una nueva crisis económica hacia 1975 (Bardella 1989:501, Deniz 1978:10), más los problemas de salud del mismo Velasco, provocaron que el experimento militar fracasase. En 1975, la Junta Militar reemplazó a Velasco por el General Francisco Morales Bermúdez, un militar “institucionalista” (Mauceri 1989:15) de linaje aristocrático nacido en Lima, quien llevaría a cabo el desmantelamiento de la obra de su antecesor. Las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), hicieron que el Gobierno se ajustará nuevamente al programa económico establecido, lo que condujo a nuevos problemas en la economía peruana. Esto obligaría a Morales Bermúdez a abrir nuevamente las puertas a las inversiones extranjeras, otorgándoles grande concesiones (Deniz 1978:12). Finalmente, esta suerte de transición política de militarismo hacia una democracia se hizo evidente con la Asamblea Constituyente de 1978. Este sería el contexto en que se hallaba inserto el otro personaje que nos interesa analizar. Luis Guillermo Lumbreras se formó como investigador relacionado con la arqueología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos entre 1955 y 1959 (Gonzáles Carré y del Águila 2005:11) y abandonó momentánemente Lima en el año 1960 con destino al Departamento de Ayacucho en la sierra central (Boletín 1999) donde se desarrollaría académica y políticamente mientras ejerció como profesor en la Universidad de Huamanga en Ayacucho hasta el año de 1965124. Posteriormente y, con su regreso a Lima ahora como profesor en su universidad de origen, transitó la mayor parte de su trabajo académico y de campo paralelamente al gobierno militar de Velasco Alvarado (1968-1975) bajo el cual se le ofreció una excelente coyuntura para desarrollar sus investigaciones arqueológicas más relevantes (Politis 1995:215, Oyuela-Caycedo et al. 1997:367) y como apuntan los arqueólogos norteamericanos Richard Schaedel e Izumi Shimada (1982:363), Lumbreras “asumiría el rol de Tello al

124 Justamente los años en que, como veremos, luego realiza sus principales investigaciones trabajos en el sitio de Wari (Gonzales Carré y del Aguila 2005:12) que le servirían para proponer la existencia de un Imperio Wari.

definir tendencias y prioridades en la prehistoria andina”. De hecho, Lumbreras siguiendo la estela de Tello asumió entre 1967 y 1972 el cargo de director del Museo de Arqueología de la UNMSM (Boletín 1999) y, posteriormente, a partir de 1973 dirigió el Museo Nacional de Arqueología125, ambos lugares privilegiados para difundir su voz como autoridad en la representación del pasado andino. Asimismo, resulta significativo que uno de sus principales aportes a la arqueología peruana provenga del desarrollo de la idea de la sociedad Wari (600-1000 DNE) como un Imperio (Chirinos 2006:34) con su capital cercana a la ciudad de Huamanga (ver por ej. Lumbreras 1980) y donde Tello (1942:682) también había trabajado con anterioridad postulando un planteamiento difusionista (Jennings 2006:267, Meneses 2003:223). Adicionalmente, sí la propuesta de Lumbreras se contrapone con las tesis difusionistas sobre Tiwanaku del influyente arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanginés (Angelo 2005), tenemos que la representación arqueológica del Imperio Wari, por parte del arqueólogo peruano, también tenía mucho que ver con la reivindicación de un importante “foco civilizatorio” en el territorio peruano durante el denominado Horizonte Medio. Para no entrar en más detalles que ya bien ha explicado otros autores (Aguirre-Morales 2001, 2005, Navarrete 1999:11-20) y el mismo Lumbreras (2005), la época de producción de este autor que aqui nos interesa, es cuando abandonaría la carga de su formación evolucionista y positivista y lo reemplaza por un discurso marxista, punto de quiebre en su producción académica que se daría en la década de 1960 (Valdez 2004:130). En otros lugares (Tantaleán 2004, 2006), ya hemos realizado un análisis de su más célebre libro “La Arqueología como Ciencia Social” (1974), el mismo que marcaría un antes y después dentro de lo que terminó siendo denominado como “Arqueología Social Latinoamericana” (Fournier 1999:18). Incluso, el mismo Lumbreras (2005) ha reflexionado sobre sus escritos de dicha época, por lo que no nos explayaremos aquí. Lo que si podemos decir es que, a la luz de los textos que nos interesan, Lumbreras tenía bastante interiorizada la teoría y el método del materialismo histórico y una perspectiva dialéctica de la realidad social y su representación. Sin embargo, la manera de llevarla a la práctica es un elemento inexistente en muchas de sus publicaciones (los datos se presentan ya elaborados sin conocer cual es el programa por el cual ellos fueron extraídos de la realidad), quizá, como consecuencia de su carácter de manifiesto primigenío de esta nueva forma de observar la materialidad social o, como algun autor latinoamericano

125 Es significativo anotar que este lugar que habia sido el “santuario” de Tello (de hecho, alli pidió ser enterrado) sufrió una transformacion con la llegada de Lumbreras donde, por ejemplo, la fisonomía que le habia otorgado Tello como una suerte de recreación de monumentos arqueológicos decubiertos por él, son desmontados y elementos como los felinos de barro que se encontraban a la entrada del museo fueron destruidos.

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(Navarrete 1999) ha sugerido, aspiraría a convertirse en un discurso popular y construir un programa político revolucionario. Sin embargo, lo que sí consiguió Lumbreras fue el reconocimiento de una arqueología construida por peruanos y peruanas basadas en una ideología que rechazaba el imperialismo norteamericano, lo que paradojicamente también creo una contradicción entre su discurso y su práctica arqueológica, contradicción que hace patente en una lógica evolucionista y categorías historicistas culturales suybacentes en su hermenéutica inspirada en los escritos de diversos autores marxianos (ver en especial Lumbreras 1974b). A pesar de ello, se debe reconocer que Lumbreras se erigió como el más importante sintetizador de la arqueologia peruana de la época, como se puede patentar del éxito y traducción a otros idiomas, como el inglés, de su “De los Pueblos, Culturas y Artes del Antiguo Peru” (Lumbreras 1969), texto que si bien contiene una fuerte carga historicista-cultural, conformó la columna vertebral de las explicaciones de generaciones de arqueólogos y arqueólogas peruanos y extranjeros trabajando en los andes126. Asimismo, su propio interes en Chavin mediante sus excavaciones arqueológicas (Lumbreras 1989, 1993) motivó que este sitio fuese retomado como pieza fundamental para la comprensión de la “cultura peruana” y se invirtieron medios económicos para confirmar su antiguedad temporal y su importancia regional. Sin embargo, como ya expresamos en otro lugar (Tantaleán 2004), la “arqueología como ciencia social” quedó restringida a un mito que produjo una retórica alternativa a los discursos hegemónicos y relacionados con el capitalismo pero no tuvo un efecto real en la sociedad127 con la que se suponía debía tener un compromiso real (Benavides 2005:10, Valdez 2004:131). A pesar de ello, un factor externo (ver otros en Politis 2006:171 y, en especial para el Perú, Bonavia y Matos 1992:217) a la disciplina arqueológica que explicaría esa debacle en la arqueología social peruana es la persecución dirigida desde el oficialismo durante la década de 1980128 y 1990 de los discursos relacionados

126 Aunque como bien rescata Gabriel Ramón (2005: 6) de la biografía de este libro: “En una entrevista concedida en 1997, un arqueólogo peruano relató una curiosa anécdota: tras sucesivas reediciones, los editores estadounidenses de su manual sobre arqueología andina le solicitaron (en 1992) que lo revisara. El autor pidió que dejaran de publicarlo. Esta renuncia pasaría desapercibida si no se tratara de un clásico local: De los pueblos, de las culturas y las artes...” 127 En un estudio realizado en 1992 sobre la enseñanza de la arqueología en el Perú, a pesar que el libro citado de Lumbreras (1974, 1981) era el más popular entre los estudiantes, esta línea teórica no se reflejaba en las tesis de grado o trabajos de los estudiantes (Bonavia y Matos 1992:79). 128 Como el mismo Lumbreras anuncia en el prólogo a la segunda edición de “La Arqueología como Ciencia Social” (1981:9): “Este libro entra en imprenta en el momento en que se inicia en el Perú una corriente oficial anti-marxista delirante

con el marxismo. De hecho, un espacio como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima que gozaba de la autonomía conseguida en Córdoba, Argentina en 1917 (McGuire y Navarrete 1999:187) fue intervenida militarmente en 1992 durante el gobierno de Alberto Fujimori (Palacios 2006:280), se nombraron autoridades desde el gobierno central y se modificaron los programas de estudios, desapareciendo toda materia relacionada con el marxismo lo que supuso la persecución no solamente física de intelectuales sino también la bibliográfica. Sin embargo, es significativo que en los albores del siglo XXI el renacimiento de la arqueología social en el Perú no provenga directamente de la fuente lumbreriana sino que se encuentre emparentada con los clásicos marxistas y otro/as arqueólogo/as sociales latinoamericanos (por ej. Aguilar 2006, Alcalde et al. 2007, de la Torre 2005), constituyendo una alternativa potencial para dejar el estancamiento que se observa en la producción de esa posición teórica en el Perú (Tantaleán 2006). LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS DEL SIGLO XX Luego de la desaparición de la cobertura del gobierno de Velasco para los proyectos arqueológicos por parte del Estado peruano, la apertura realizada del gobierno militar de Morales Bermúdez (1977-1979) favoreció la llegada de investigadores norteamericanos (Burger 1989: 42-43). Esto trajo consigo la correspondiente introducción al Perú de conceptos y métodos asociados con la teoría procesual. Este tipo de arqueología, aunque ya se había fundado con el influyente artículo de Lewis Binford (1962), debió esperar a encontrar un ambiente propicio para su introducción en el Perú, mediante programas de investigación y trabajos de campo. Ello se produjo hacia 1977 con proyectos arqueológicos regionales, como el de la Universidad de Michigan y UCLA en el valle superior del Mantaro realizado por arqueólogos tan representativos de dicha tendencia teórica como Timothy Earle, Kent Flannery y Joyce Marcus entre otros (Burger 1989: 43). De esta forma: “Perú fue un laboratorio conveniente en el que los problemas de la evolución cultural general podían ser aislados y estudiados”. (Ídem. Traducción y subrayado nuestro). De este modo, las teorías histórico-culturales se confrontaban, en ese momento, con las plenamente neoevolucionistas y que ahora estaban remozadas por las teorías binfordianas y acompañadas de las técnicas que apoyaban su neopositivismo. La rápida aceptación de las

y cuando aún subsisten ciertos rasgos dogmáticos en el seno de algunos sectores universitarios que perdieron la perspectiva revolucionaria en los últimos años; entendemos que esto es común a varios países”. El resto del párrafo final realiza un interesante análisis de las circunstancias en las cuales se desarrollaba el marxismo en el Perú. Sin embargo, también señala derroteros que no fueron seguidos consecuentemente por varios de los seguidores de la línea lumbreriana.

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teorías procesuales, también, se habría producido por la incapacidad del materialismo histórico de consolidarse como una escuela de pensamiento arqueológico en el Perú, perdiendo de esta forma el espacio ganado durante el Gobierno Militar de los 70s (Tantaleán 2004). Por otro lado, la arqueología procesual tuvo apoyo de arqueólogos peruanos tan influyentes como Ramiro Matos que posibilitaron una mejor inserción de los investigadores extranjeros en el Perú. Sin embargo, el desarrollo que experimentó la arqueología procesual (y otras como la materialista histórica y la tradicional) también estaría condicionado a nuevas condiciones políticas y económicas. La llegada de la democracia tras las elecciones de 1980 (y la previa aprobación de la Constitución Política del Perú de 1979) donde ganó nuevamente Fernando Belaúnde Terry, abrió un nuevo tiempo de frágil estabilidad política. Esta se rompió pronto por la incursión en la lucha armada de Sendero Luminoso, una facción radical del Partido Comunista Peruano y, más tarde, por la del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Belaúnde autorizó una ofensiva militar que no aminoró su fuerza y, por el contrario, comenzó a extenderse por otras provincias de la sierra, llegando hasta la misma capital (Skidmore y Smith 1996: 239). La sierra central sería el principal foco de subversión (especialmente Ayacucho donde este se inició) y que imposibilitaría la consecución de proyectos de investigación, principalmente, extranjeros (Burger 1989). Esta situación no cambiaría mucho con la llegada del APRA al poder, liderada por la figura del carismático Alan García, quien impulsó un nacionalismo económico, bajo las premisas originales del fundador de su partido Haya de la Torre. Si bien, el populismo aprista tuvo el inicial afecto de peruanos y peruanas, pronto dicho programa tuvo que afrontar la contradicción con el sistema económico capitalista imperante, al cual García se había decidido atacar en sus intereses, principalmente incumpliendo los pagos de la deuda externa. Asimismo, el enfrentamiento con Sendero Luminoso se convirtió en frontal y llegó a la misma capital, causando un ambiente de violencia e inseguridad en la mayor parte del territorio peruano y agravado por la penosa situación económica de las masas obreras y campesinas. Como consecuencia de dicha situación, en el Perú de los años 1980s hubo muy poca investigación y en la cuenca norte del Titicaca Altiplano de la parte peruana ésta fue casi nula. Para los 90s, la llegada al poder del ingeniero agrónomo Alberto Fujimori, su lucha frontal contra los movimientos subversivos y su aparente victoria sobre estos, crearon una nueva coyuntura favorable para las investigaciones en el Perú. La política económica se tornó neoliberal, se controló la hiperinflación y se asumieron nuevamente los pagos de la deuda exterior. Esta cuestión, hizo de nuevo evidente la situación de dependencia económica del Perú. Hacia 1992, Fujimori realizó un autogolpe apoyado por las Fuerzas Militares y reformó la Constitución Política del Perú, con lo que éste podía ser reelegido, cuestión que consiguió en 1995 y que le otorgó el gobierno durante 5 años más.

Como veremos en el siguiente capítulo, dentro de ese contexto económico y político también se iniciarán algunas investigaciones en la cuenca norte del Titicaca, básicamente dirigidas por norteamericanos. ARQUEOLOGIA Y NACIONALISMO EN EL PERÚ EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI Habría que agregar algunas líneas sobre la relación actual entre arqueología y el nacionalismo en el Perú. Aunque esto se torna algo problemático por la proximidad con el fenómeno sociopolítico actual y, sobre todo, por nuestras pasiones que nos afectan y nos terminan posicionando en un bando u otro. Sin embargo, algunas cuestiones evidentes podrían ayudarnos a reconocer sí algunas prácticas socioeconómicas y sociopolíticas de los arqueólogos y arqueólogas siguen reproduciendo la ideología estatal y encargándose de producir y reproducir discursos nacionalistas129 que idealizan el pasado prehispánico. En ese sentido, uno de los actores anteriormente citados encontró un nuevo lugar en la vieja estructura estatal que ya conocía: Luis Lumbreras. Entre los años 2001 al 2006 desde la dirección del principal ente estatal encargado de la gestión del “patrimonio nacional” (Instituto Nacional de Cultura) se encargó de promover políticas relacionadas con el “mundo del pasado” en nuestro presente (Gaceta 2004:14-17). De muchas de esas líneas de acción, es interesante resaltar que gracias a su re-encuentro desde un lugar privilegiado con el sitio arqueológico de Chavín, impulsó la construcción de un monumental museo de sitio allí (“Museo Nacional de Chavin” (Gaceta 2005:18-19)). Como ya vimos, la relevancia del sitio de Chavín, independientemente de su valor intrínseco, también tiene un valor político que fue impreso desde la misma época de Tello en tanto “foco de la civilización andina”. Por otro lado, tampoco podemos apartar nuestra mirada del debate acerca de la “civilización más antigua de América”, encarnada en Caral (la “ciudad sagrada” o “más antigua de América”, Shady 1999b, 2003, 2005). Más allá de nuestras críticas o la de otro/as investigadores/as a la ontología, epistemología y metodología empleada por lo/as productore/as implicado/as en dicha investigación para observar fenómenos sociales del pasado (ver, por ejemplo, Haas y Creamer 2006, Vega-Centeno 2007:155. Lane 2008), creemos que dicho programa de investigación articulado dentro de la estructura estatal (Boletín 2001) estaría promoviendo una nueva identidad nacional encarnada en un nuevo sitio elegido por su antigüedad y monumentalidad inherente (Aguirre-Morales 2005130). En 129 A pesar que, como algunos autores proponen, nos encontremos en la época de las “sociedades globales”, “trasnacionales” o “supranacionales” (Hobsbawm 1991) 130 En este último autor se puede apreciar una defensa de la política nacionalista de este proyecto arqueológico. Sin embargo, contradictoriamente, el mismo autor sostiene que el citado proyecto, por un lado,“ representa un ejemplo del desarrollo de un proyecto nacional hecho por profesionales peruanos desde la perspectiva consecuente de la arqueología

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ese sentido, nuevamente, vemos como la explicación del origen de la “civilización andina” (Oyuela-Caycedo 1994:14) nos retrotrae a esos esquemas de “áreas nucleares” y “difusiones” de materialidad social arqueológica pero, sobre todo, de difusiones de ideas o una “forma de ser” andino131 (Shady 1999a), donde la antigüedad como “civilización” (Shady 1999c, 2002) nos hace visibles ante el mundo occidental con el cual se compara a Caral, a pesar de que se nos plantee ver nuestro pasado con “ojos andinos”. 2.4. SINTESIS En este capítulo nos hemos detenido a analizar las principales formas de ideologías dominantes y, específicamente, las utilizadas y reproducidas por el estado peruano. Mediante esto, se puede apreciar que el nacionalismo ha sido una ideología política constante durante el siglo XX. Esta ha sido desplazada en algunos momentos por gobiernos que buscaban la satisfacción de países imperialistas que han tratado esporádica o masivamente colonizar económica e ideológicamente el país mediante el gobierno de turno. Dichos gobiernos obviamente representaron a las clases sociales dominantes y, por ello, existe una sintonía que los envuelve en prácticas políticas que naturalizan y reproducen ciertas condiciones objetivas que las benefician. Asimismo, se puede observar que a dicha ideología dominante siempre se le ha enfrentado otra ideología emergente (o ascendente como vimos en el capitulo anterior) la misma que se originaba en condiciones objetivas y que ingresó a la lucha de posiciones mediante sus intelectuales aunque, en muchos casos, terminó siendo marginada de la historiografía oficial peruana. El

social” (Aguirre-Morales 2005) y, por el otro, que “La arqueología social no puede nunca estar en el poder ni ser llevada de la mano por el aparato institucional del Estado si quiere ser tomada en serio como alternativa” (Aguirre-Morales 2005). 131 Por ello, también resulta interesante como se ha venido propugnando desde una perspectiva filológica que el idioma Quechua habría sido utilizado por las gentes de Caral.

marxismo fue uno de ellas durante varias décadas y solo fue posible su reproducción mientras un gobierno nacionalista de tendencias izquierdistas lo posibilitó. De esta manera, se ha observado que las autoridades académicas fueron originadas en el seno de la institución estatal o fueron asimiladas en esta. Es interesante notar que dichas autoridades académicas o intelectuales aparecen ante nosotros como individuos que poseen unas características propias que le suponen su liderazgo intelectual, explicación que procedería de una “concepción individualista” de la construcción del sujeto (Prat 2007:32). Sin embargo, mediante nuestro análisis hemos podido notar que en realidad dichos intelectuales son más bien el producto de una situación objetiva que les supuso un lugar en dicho aparato estatal, generando ese “prestigio” gracias a los espacios creados y mantenidos por el Estado peruano. Así pues desde una perspectiva externa a la disciplina, algunos tipos de arqueología han sido beneficiados por ciertas situaciones históricas que le eran más acordes. Asimismo, adentro de la arqueología los desarrollos teóricos y epistemológicos han sido necesarios para justificar dichas representaciones de la realidad y muchas veces justificar las prácticas asimétricas. En el siguiente capítulo veremos como estas “atmósferas” ideológicas también condicionaron las interpretaciones de la realidad arqueológica de la cuenca norte del Titicaca.

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CAPÍTULO 3

LA PRODUCCIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA DE LAS

SOCIEDADES SEDENTARIAS TEMPRANAS (1400 ANE-350 DNE) DE LA CUENCA NORTE DEL LAGO TITICACA

3.1. INTRODUCCIÓN Luego de los capítulos precedentes en los que hemos discutido acerca de la ideología y su relación con el conocimiento de la realidad y como aquella ha condicionado el desarrollo de la arqueología peruana, ahora en este capítulo veremos la historia de las investigaciones y la producción de las representaciones arqueológicas de las sociedades sedentarias tempranas en el área de la cuenca norte del lago Titicaca. Por cuestiones de carácter introductorio e ilustrativo, haremos aquí una definición del área de estudio y una aproximación a lo que se ha asumido como la trayectoria histórico-social en la cuenca norte del Titicaca. Esto lo haremos mediante una hermenéutica que nos ayudará a poner al lector al corriente de los rasgos generales del proceso socio-histórico acaecido en la zona de estudio. Esto se realizará mediante la inclusión de los datos conocidos y manejados actualmente, en las que las mayorías de la recientes interpretaciones arqueológicas coinciden (por ejemplo, Stanish 2003, Hastorf 2005). Más adelante, veremos cómo se ha producido realmente dicho conocimiento y trataremos de acercarnos a la ontología y epistemología que se encuentran detrás de este. De esta forma, apreciaremos que el sesgo en nuestra información acerca de dichas sociedades no sólo es producto de la cantidad de investigaciones realizadas sino también de una forma de representación basadas en una ontología y epistemología propias. Por otro lado, como vimos en el capitulo anterior, los contextos políticos y económicos de cada país también condicionarían la producción del conocimiento prehistórico en el área del lago Titicaca. Asimismo, la escasa investigación arqueológica que se ha dado en la actual parte peruana del lago, también ha estado condicionada por su ubicación geográfica alejada de las ciudades más importantes del país y más aún de la capital: Lima. Por el contrario, la situación en la parte boliviana, principalmente por motivos nacionalistas y monumentalistas, se ha concentrado en la excavación del sitio de Tiwanaku (Angelo 2005), lo que se patenta en la fundación en 1958 del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Tiwanaku (CIAT) (Ponce Sanginés

1990: 66) y, más tarde, abriéndose la investigación a los arqueólogo/as extranjero/as, quienes muchas veces trabajaron en proyectos binacionales, junto a lo/as arqueólogo/as locales132. La relativa estabilidad política y social boliviana, en comparación con la peruana, de las dos décadas pasadas ha sido, también, un motivo más para que las investigaciones arqueológicas en este país sean de largo aliento133. Como veremos, en el Perú la situación política y económica ha sido irregular a lo largo del siglo XX. Como Julio Cotler (1978) apunta, en su lúcido y profundo estudio, dicha situación es el producto de un largo proceso histórico que viene de siglos anteriores y que él denomina la “herencia colonial” (Cotler 1978: 21). Dicha “herencia” se encuentra materializada en la base económica de la sociedad peruana y la somete a continuas contradicciones sociales. La búsqueda de su solución, o mejor dicho su apaciguamiento y encubrimiento, será el marco histórico en el cual también se moverán los derroteros científicos en el Perú. Como era de esperar, la arqueología no será ajena a esta lucha y más bien servirá para ofrecer una cobertura material para legitimar o deslegitimar los discursos políticos desde la oficialidad o desde la oposición. Como vimos en el capítulo anterior, la mayoría de los arqueólogos representarán muy bien su papel en dicha pugna ideológica de acuerdo a su extracción social, cargo político o misión extranjera, resultando casi arquetípicos. Asimismo, el desarrollo de la arqueología en el Perú, aunque rezagado en la cuestión teórica (con respecto al mundo anglosajón) asumirá, sin embargo, muchos de los “paradigmas” empleados en la disciplina en el ámbito mundial, casi siempre como resultado de la entrada en la escena nacional de un “arqueólogo innovador”. El “laboratorio andino” será pues, un lugar apropiado para poner a prueba los nuevos modelos de explicación social.

132 Para una síntesis de la investigación arqueológica en la parte boliviana del lago Titicaca ver Ponce Sanginés 1991. 133 Aunque en estos últimos años esta situación ha cambiando alcanzando acciones violentas relacionadas con la emergencia de movimientos sociales como lo que se han hecho evidentes desde el 2005.

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De esta manera, como producto de esas teorías, conceptos y metodologías trasladados a la investigación arqueológica en el Perú, la explicación del desarrollo de las sociedades prehispánicas se ha elaborado inconvenientemente y, por el contrario, se han seguido modelos traídos de otras realidades, los mismos que se aplican muchas veces de manera mecánica sobre la materialidad social prehispánica. Asimismo, las representaciones de las sociedades prehispánicas se apoyan en las explicaciones y materiales arqueológicos preexistentes, producto de casi un siglo de arqueología científica en el Perú. La mayoría de esas representaciones precedentes fueron asimiladas e interiorizadas por lo/as arqueólogo/as para fundamentar las suyas. Esta situación se hace obvia en las explicaciones de las sociedades a partir de la llegada de la arqueología de inspiración procesual e, incluso, dentro de la materialista histórica. Como Lull y Micó (1998: 74) sugieren: “la nueva arqueología ha adoptado de la arqueología tradicional, por lo general acríticamente, la ordenación del registro en culturas arqueológicas”. En ese sentido, en el Perú, la acumulación de datos arqueológicos preexistentes conformará una amalgama, susceptible de ser aprovechada por lo/as arqueólogo/as para realizar nuevas representaciones de la sociedad prehispánica. Esta cuestión se formalizará, por ejemplo, con la llegada al Perú en la década de los 70s del siglo pasado de arqueólogo/as que seguían la teoría procesual. Como era de esperar, las representaciones arqueológicas fueron realizadas mediante la generalización y/o modelización de las sociedades y su organización dentro de las categorías sociopolíticas y su evolución en el tiempo134. No es nuestro propósito, introducirnos en el debate de las diferentes posturas que desde el procesualismo (e incluso antes) han tratado de aproximarse a la realidad social de los Andes en general, puesto que sería entrar en un debate que nos alejaría de nuestra área de estudio y fenómenos concretos que queremos analizar. Aún así, será pertinente tenerlas en cuenta para reconocer sus secuelas en la interpretación de la arqueología de la zona que nos ocupa. Para acabar esta breve introducción diremos que el material arqueológico no será lo que defina la explicación de las sociedades sino que en muchos casos sólo se seguirá la lógica del investigador de turno. Por ello, en este capítulo, al examinar el desarrollo de la arqueología en la cuenca norte del Titicaca desde sus inicios hasta la actualidad, podremos observar en detalle porqué y cómo hemos llegado a las actuales explicaciones arqueológicas en esta zona. 134 Esto se materializará, por ejemplo, en publicaciones como The Origins and Development of the Andean State (Haas et al. 1987), que recogerá las posturas de los arqueólogo/as que trabajaban en ese tópico. En esa mista tradición aunque ahora más sofisticada, también, se publicó recientemente un volumen en USA denominado “Foundations of Power in the Prehispanic Andes” (Vaughn et al. 2004) donde sobresalen los textos de Jonathan Haas y asociados (Norte Chico), Charles Stanish (Cuenca del Titicaca) y John Rick (Chavin).

3.2. LA CUENCA NORTE DEL TITICACA En este texto hemos mantenido la denominación “cuenca norte del Titicaca” porque es la que más se ha venido utilizando en este siglo (Kidder II 1943, Bennett 1950, Mujica 1987, 1991, 1997, Stanish 2003, etc.). Sin embargo, habría que señalar que la definición de la cuenca norte del Titicaca es bastante arbitraria y no se ajusta adecuadamente con la realidad histórico-social. Además, este problema se acrecienta porque el área de la Cuenca norte del Titicaca se incluye dentro de otra área arqueológica más amplia, definida por Luis Lumbreras como los “Andes Centro-Sur” o “Circun-Titicaca” y que incluye los valles costeros del extremo sur del Perú, los del extremo norte de Chile y los valles serranos orientales del norte de Bolivia y Argentina (Lumbreras 1981135) (Figura 1). El propósito de esta tipología de “áreas culturales” sería delimitar espacios geográficos que compartieron desarrollo histórico e integración económica (Burger et al. 2000: 269). Sin embargo, por su normatividad geográfica (casi un determinismo geográfico y ambiental) y social (no reconoce sociedades prehispánicas que superaron los limites de estas áreas), esta tipología está actualmente sujeta a crítica (v.gr. Burger et al. 2000: 268-271)136. Por otro lado, esta cuestión espacial está íntimamente relacionada con la cuestión temporal (cronológica), por medio de la utilización de los “Horizontes” y “Periodos”, unos “separadores cronológicos” ya clásicos en la arqueología andina (ver figura 2). Como veremos más adelante, el esquema de Horizontes y Períodos diseñado por John Rowe, no tiene correlato con el devenir de las sociedades en esta área y que más bien resulta ser una abstracción producto de la conciliación entre las posturas evolucionista, difusionista e histórico-cultural. Así, por ejemplo, sí bien algunos investigadores como Richard Burger, Karen Mohr y Sergio Chávez (Burger et al. 2000) reconocen que en el Altiplano existió un desarrollo social y político independiente al de los Andes Centrales, los mismos siguen adoptando el concepto de “Horizonte Cultural”, cuestión que supondrá una contradicción en su discurso, pues solamente critican el concepto de “Área cultural centro sur” o “Circun-Titicaca” por su carácter normativo cuando el “Horizonte” posee la misma connotación. Todos estos problemas serán tratados más adelante y, por ahora, nos conformaremos con la descripción general del área de estudio.

135 Para una última versión de esta cuestión, ver Lumbreras 2000: 103. 136 Aunque últimamente Lumbreras (2000: 103) describe a estas áreas de forma menos rígida y asume que las “fronteras” entre estas se disuelven en “zonas de transición”.

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Figura 1. “Áreas culturales en el Perú”. Tomado de Lumbreras (2000: 575).

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Figura 2. Cuadro Cronológico de la Cuenca del Titicaca según Plourde 2006: 85

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DESCRIPCIÓN DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA El Altiplano Circun-Titicaca abarca los territorios actuales de Perú y Bolivia, específicamente entre el Nudo de Vilcanota por el norte (14º 30' L. Sur) y el lago Poopó por el sur (19º L. sur) ocupando gran parte del territorio boliviano (Mujica 1991: 273), compartiendo las mismas características edáficas, geológicas y climáticas (figura 3). La morfología de la parte circundante al lago Titicaca es algo diferente al aspecto más accidentado de los andes al norte y al sur. La historia geológica de la formación del altiplano es sintetizada, así, en el Atlas regional del Perú (Atlas 2004: 11):

“Hace aproximadamente trescientos millones de años, se inicia la formación de las que serían las cordilleras Oriental y Occidental, cuyo levantamiento, lentísimo, se produjo en el Cretáceo. Sucesivos plegamientos -bautizadas como “Fase Peruana”, hace unos 100 millones de años, durante el Cretáceo Superior; “Fase Incaica”, hacia el Eoceno terminal, aproximadamente hace 60 millones de años; “Fase Quechua”, durante el Mioceno inferior, hará unos 15 millones de años; y la “Fase tardiandina”, en el Plioceno, hace 3 millones de años- terminaron con el esculpido de la morfología actual del altiplano, la cual deja ver, en sus areniscas, calizas cuarcitas, lutitas, rocas cristalinas, etc., el testimonio de tan accidentada historia”.

Figura 3. La Cuenca del Lago Titicaca, según Plourde 2006:83

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Dentro de esa planicie se encuentra la “Depresión del Titicaca”, una estructura sinclinal con estratos gruesos terciarios de arenisca roja en la cual yace el lago Titicaca (Erickson 1996:47). La cuenca del lago Titicaca cubre cerca de 57,340 km2 dispuestos en un eje NNO-SSE de 425 km de longitud con un ancho máximo de 200 km. El lago en sí, cubre unos 8559 km2 y tiene 175 km de longitud (NNO-SSE) por 50 km de ancho (ONO-NNE). La profundidad máxima es de 281 m. con un promedio general de 107 m. (Idem.). Las lluvias son variables en todo el altiplano, fluctuando desde los 1800 mm/año en el norte a 300 mm/año al sur y son las que proveen el 58% del agua de entrada y el resto lo aportan los ríos. Las temperaturas son más cálidas en el norte que en el sur. Según las zonas de vegetación basada en su humedad, se puede dividir al altiplano en puna seca y puna húmeda. La cuenca norte del Titicaca forma parte de esta gran área y se encuentra en la parte peruana en el Departamento de Puno. Se encuentra a una altura promedio de 4000 metros sobre el nivel del mar, fluctuando entre los 3012 m.s.n.m. a orillas del lago hasta por encima de los 5000 m.s.n.m. en las cumbres nevadas de las montañas que la rodean (Mujica 1997: 1). Así, por las características climáticas observables actualmente, se podría pensar que es un lugar inapropiado para la vida humana137. De hecho, actualmente, es una de las áreas más pobres y deprimidas de los Andes, condición achacable a ese supuesto medio ambiente difícil que hemos descrito anteriormente.

137 Para una discusión acerca de la capacidad del ser humano para habitar en estas alturas se puede consultar Aldenderfer 1998.

Esta condición estaría representada por su gran altitud, que lo ubica en un lugar extremo para la vida animal y vegetal; por la imprevisibilidad de las lluvias que, además, cambia de año en año, resultando a veces en inundaciones o sequías extremas; la alternancia en el día de extremo calor y por la noche de bajas temperaturas. Los principales animales nativos utilizados actualmente para la alimentación y obtención de productos derivados, son los camélidos sudamericanos como la llama (Lama glama), la alpaca (lama pacos) y el guanaco (lama guanicoe), roedores como el cuy (cavia porcelus), las aves y los peces de ríos y lagos, recursos que como veremos también fueron explotados en épocas prehispánicas138. En ese sentido, los camélidos jugaron un rol importante en la dieta del habitante de los Andes y, en esta área en concreto, fue significativa su utilización durante toda la época prehispánica. Su carne es comestible y se preservaba por medio de la deshidratación (“charqui”), es utilizado como animal de carga, con su lana se producían textiles, de sus huesos artefactos y su excremento es empleado como fuente de energía en la combustión, incluso en la actualidad, en las áreas rurales. Para las épocas previas a la agricultura139, tenemos serios problemas de registro arqueológico, por lo que es a partir del “Formativo Temprano”140 (Erickson 1983: 4) cuando podemos reconocer el cultivo extendido de productos vegetales como los tubérculos: papa (Solanum tuberosum), oca (Oxalis tuberosa), olluco (Ollucus tuberosum), gramíneas como la quinua (Chenopodium quinoa) y cañihua (Chenopodium pallidicaule) y otros. Todos estos productos vegetales junto a los animales antes referidos conformarían el denominado “Complejo cordillerano” (Lumbreras 1971, Shimada 2000: 373).

138 En algunas excavaciones como las de Kidder en Pukara (1939), Mohr en Qaluyu (1980) y las nuestras en Balsaspata (ver anexo) se hallaron restos de cérvidos, los que actualmente no se ven en la zona. Asimismo, esta clase de animales se representaban en el arte rupestre de la zona de Ilave (Klarich y Aldenderfer 2001). 139 Ni siquiera tenemos una fecha aproximada para su aparición, sólo la presencia de los “campos elevados” (camellones) como evidencia de esta pero que deben ser muy posteriores a los primeros cultivos. 140 El término “Formativo” es ampliamente utilizado por lo/as investigadore/as en la región del Titicaca. La división tripartita en Temprano, Medio o Tardío o Inferior, Medio y Superior se basa en la planteada por Lumbreras (1974c).

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Figura 5. Mapa del área de la cuenca del Titicaca con énfasis en los valles y sitios tempranos de la cuenca norte del

Titicaca mencionados en el texto.

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3.3. UNA SÍNTESIS HERMENÉUTICA DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA LOS CAZADORES- RECOLECTORES O EL PERIODO ARCAICO (8000 ANE-1800 ANE) Los primeros indicios de actividad humana en la cuenca del Titicaca se reconocen hacia los 8000 ANE basados en investigaciones en la zona de Ilave (Klink 2005: 16, Klink y Aldenderfer 2005: 27) y en el valle del rio Huancané-Putina (Cipolla 2005). Los asentamientos humanos se encuentran en cuevas y abrigos, como por ejemplo el de Pizacoma (Lumbreras y Amat 1966), el de Quelcatani (Klink y Aldenderfer 2005: 27) o los de la cuenca del rio Huenque, en la zona de Mazocruz (Klink 2005). Para la cuenca norte, el abrigo de Antaymarca en Ayaviri (Arizaca 1998, Calero 1998) también ejemplificaría muy bien esta época (figuras 7 y 8). Además de estos sitios, en los últimos años se han localizado un gran número de asentamientos al aire libre contemporáneos con los abrigos y cuevas (Moseley 1992: 9, Cipolla 2005, Craig 2005, Klink 2005: 17 y Luis Flores com. pers. 2007) siempre relacionados a fuentes de agua como los ríos y manantiales. Un sitio con estas características y que recientemente ha sido investigado es el sitio de Jiskairumoko en la cuenca del río Ilave aunque este, más bien, corresponde a las épocas del Arcaico Tardío y Arcaico Terminal (Craig 2005, Klink y Aldenderfer 2005). La economía existente en el Arcaico es de apropiación directa de los recursos naturales, condicionada por la oferta natural existente en el área circunlacustre. La caza de camélidos fue la principal actividad económica generadora de energías como se desprende de la gran producción de puntas y otros artefactos líticos (Cipolla 2005, Aldenderfer y Klink 2005), prácticas, también, representadas en paneles con pinturas rupestres (Klarich y Aldenderfer 2001) (figura 9). La recolección de plantas, aunque lamentablemente poco rastreable en el registro arqueológico del área por problemas de conservación,

también habría sido relevante para estas poblaciones. Asimismo, la pesca en los ríos y lagos posibilitaría la subsistencia de estos grupos sociales. Sin embargo, antes del desarrollo pleno de la agricultura, ya se habrían iniciado algunos mecanismos de producción de alimentos utilizando los bofedales (filtraciones de agua subterránea). También se comenzó a practicar el control de los rebaños de camélidos y los primeros intentos de su domesticación (Aldenderfer 1998b). Es altamente probable que muchos de estos asentamientos tempranos se encontrasen muy cercanos a las orillas del lago y, por consecuencia, actualmente se encuentren bajo el nivel del agua (Stanish 2003)141 evitando, de esta manera, su reconocimiento por lo/as arqueólogo/as. Por ejemplo, Mark Aldenderfer encontró en el sitio al aire libre de Asana, ubicado en una terraza de un río tributario del Moquegua, a unos 4500 m.s.n.m., muchas de estas evidencias e, incluso, una “estructura ceremonial”, aunque se reconoce que todavía se seguía realizando la trashumancia estacional como estrategia de supervivencia (Moseley 1992: 91). A pesar que en los últimos años se ha venido desarrollando más investigaciones sobre este período, todavía se tiene un escaso registro para tan amplio margen temporal para entender su propia dinámica y que, también, es decisivo para comprender el paso de la caza y recolecta a la agricultura y el sedentarismo. Las tipologías de artefactos líticos, básicamente de puntas, desarrolladas recientemente (Klink y Aldenderfer 2005) y los “patrones de asentamiento” (Cipolla 2005) ayudan a comprender los cambios de estrategias productivas de estas sociedades y su desarrollo social. Entre el Arcaico Terminal y el Formativo Medio o Qaluyu se encontraría el Formativo Inferior (1800 ANE-1300 ANE) (Stanish et al. 1997). Sin embargo, hasta ahora las evidencias de dichos asentamientos son escasas (Stanish 2003), aunque se propone que en esos momentos aparecerían las primeras vasijas cerámicas en el Altiplano y se iniciaría la sedentarización mediante la construcción de los primeros asentamientos asociados a fuentes de agua.

141 Erickson (2001: 318) señala que un cambio en el nivel del lago de 1 metro puede inundar o exponer unas 120, 000 ha de superficie de tierra.

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Figura 7. Puntas líticas halladas en el área del abrigo de Antaymarka, Ayaviri. Las puntas de la parte superior pertenecerían a grupos cazadores-recolectores mientras las inferiores hechas con obsidiana se hallaron en Balsaspata y

asociadas a cerámica Qaluyu.

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Figura 8. Vista desde el abrigo de Antaymarka. En la parte inferior, cercana a las filtraciones de agua, se haya una gran dispersión de artefactos líticos de grupos cazadores-recolectores.

Figura 9. Pinturas rupestres, posiblemente realizadas por grupos cazadores recolectores tempranos, ubicadas en la zona de Mazocruz, cuenca del rio Ilave.

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QALUYU (1400 ANE-500 ANE) Hacia los 1400 ANE se encuentran en el registro arqueológico de la misma área geográfica, algunos elementos de la sociedad Qaluyu (Plourde y Stanish 2006). Uno de estos elementos: la cerámica, fue registrado por el arqueólogo Manuel Chávez Ballón, como consecuencia del hallazgo fortuito de un conjunto cerámico en un corte realizado por una carretera de un montículo cercano al sitio de Pukara (Mujica 1978: 297) (Figuras 10 y 11). Se ha definido a Qaluyu como una “cultura agro-alfarera” (Ibíd.: 296), una “sociedad de tipo aldeana” (Mujica 1987: 22), “jefatura” (Stanish et al. 1997) y, recientemente, como una “sociedad compleja” (Plourde y Stanish 2006: 252). Para John Rowe (1970[1963]: 298), el sitio epónimo de Qaluyu: “(…) probablemente también califica como un asentamiento urbano del período inicial. Qaluyu es un sitio estratificado con distintas fases de ocupación. La

última, asociada con cerámica de estilo Pucara, data del Horizonte Temprano [Formativo Medio]. La ocupación más temprana es caracterizada por un distintivo estilo cerámico llamado Qaluyu que aparece estratigráficamente en una posición temprana en Yanamancha cerca de Sicuani, como también en Qaluyu mismo. Aunque no hay forma de relacionar el estilo Qaluyu con la secuencia de Ica directamente [la “secuencia maestra de los andes centrales”], su consistente posición temprana en secuencias locales y la ausencia de rasgos estilísticos comunes del Horizonte Temprano supone un fechado en el período Inicial [Formativo Inferior]”. (traducción y entre corchetes nuestro). Rowe, además, señala que: “La acumulación de desperdicios de habitación en Qaluyu forma un montículo bajo de muchos acres en extensión”. (Idem.).

Figura 10.Vista del corte realizado por la carretera en el montículo de Qaluyu.

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De esta manera, la cerámica Qaluyu llamó la atención desde un primer momento por su excelente acabado. Las comparaciones tecnológicas y estilísticas realizadas en esos momentos llevaron a los arqueólogo/as a la conclusión de que debería formar parte de la época conocida en la arqueología andina como “Formativa” y que debería guardar alguna relación con Chavín (Mohr 1969). Hacía 1978, se conocían nueve sitios pertenecientes a esta “cultura” y aunque se pensaban que eran pequeñas aldeas (Mujica 1978: 298) algunas de ellas, como la de la localidad de Santa María en el rio Viluyu “tiene una extensión de un kilómetro cuadrado incluyendo medio centenar de montículos, que varían de cinco a quince metros de diámetro”. (Rowe 1978[1963]). Al igual que la mayoría de investigadores, Rowe advierte la similitud de la cerámica Qaluyu con la de Marcavalle (valle del Cuzco) (Mohr 1980, 1981; Mujica 1987), cuestión que supondría influencias externas en nuestra zona de estudio. Esta interrelación también se daría con Chiripa (localizado en el actual lado boliviano del lago) respaldada por las similitudes encontradas entre la cerámica de ambos grupos (Burger et al. 2000: 292). Esta denominada interrelación ha sido enfocada por algunos investigadores como un fenómeno social denominada “Tradición Religiosa Yaya-Mama” y que se expresaría materialmente, además de la cerámica, en la arquitectura, escultura y textiles (Burger et al. 2000, Chávez y Mohr-Chávez 1975: 46). Esta incluiría a toda el área circunlacustre y serviría como un elemento catalizador y unificador de la ideología de las sociedades de esta época (Burger et al. 2000: 312, Hastorf 2005). Actualmente, equipos de arqueólogo/as de la Universidad de California (Los Angeles, Santa Barbara y Berkeley) vienen ejecutando programas de investigaciones en esta área, gracias a los cuales se han reconocido más asentamientos de esta época e, incluso, se ha ampliado la extensión del área que ocupaban los sitios Qaluyu, por el sur del lago Titicaca hasta la localidad de Chucuito (Steadman 1995) y por el norte en el valle del Huancané-Putina (Plourde 2006) y la localidad de Ayaviri (Stanish 2003, Tantaleán 2005). A partir de estos trabajos y en especial, el realizado en el sitio denominado Camata, se ha definido la existencia de varias fases cerámicas en Qaluyu (Steadman 1995). En la época Qaluyu, ya se tienen indicios seguros de la domesticación de camélidos, aún cuando todavía la caza, especialmente la de venados, sigue siendo una actividad económica importante (Burger et al. 2000: 295, Tantaleán 2005). Asimismo, investigaciones realizadas en los sistemas agrícolas conocidos como “campos elevados”142 han

142 Siguiendo a Erickson (2000: 333), los camellones (waru-waru en quechua o suka kollos en aymara), “son grandes plataformas elevadas de cultivo construidas en áreas de suelos inundados o suelos propensos a inundaciones anuales. Estas

demostrado que para la época en que la sociedad Qaluyu se encontraba en la zona, se desarrollaron grandes proyectos hidráulicos (Erickson 1983, 2000) cuya producción agrícola soportaría una población permanente y densa en esta zona. La extracción de materias primas, como por ejemplo la obsidiana, desde canteras lejanas (Burger et al. 2000), indica que ya existía un control de rutas de comercio o por lo menos una red de intercambio bastante formalizada. Además, en el caso de la obsidiana se han obtenido evidencias de producción de útiles líticos en los mismos sitios (Idem.). Entre esta Qaluyu y Pukara se daría la fase Cusipata que fue definida primero a nivel estilístico (Franquemont 1986) y, posteriormente, ratificada mediante el hallazgo de un conjunto cerámico distintivo en el mismo sitio de Pukara (Mujica 1987). PUKARA (500 ANE-350 DNE) Se ha descrito a ésta bajo diferentes denominaciones, pero las más aceptadas actualmente son las de “sociedad compleja” (Mujica 1991, 1997, Plourde y Stanish 2006) y “jefatura compleja” (Stanish et al. 1997). Está caracterizada por la materialidad social excavada en el sitio epónimo, ubicado en la localidad de Pucara, en la provincia de Lampa del departamento de Puno a unos 3950 metros de altura sobre el nivel del mar (ver ubicación geográfica en Figura 5). El reconocimiento de la existencia de objetos arqueológicos en Pukara data de la época de la invasión española (Cieza de León 2005 [1550]: 259). Sin embargo, solo va a ser en 1925 cuando Luis E. Valcárcel su descubridor científico quien, utilizando su cerámica y esculturas, la describirá como una “cultura”. Asimismo, el sitio de Pukara fue excavado científicamente por primera vez por Alfred Kidder II en 1939 y procedente de dichas excavaciones se produjo la mayor cantidad de datos acerca de esta sociedad. El sitio de Pukara se compone de una gran área de construcciones visibles de alrededor de 4 kilómetros cuadrados, siendo el primer asentamiento urbano del altiplano del Titicaca (Mujica 1978: 290) (Figura 13). Allí sobresalen, principalmente, las estructuras arquitectónicas de tipo piramidal, de las cuales Kidder excavó una de las más importantes, en el sector denominado Qalasaya (Figura 14). Allí, expuso una estructura ceremonial compuesta por una plaza hundida y una estructura de piedra labrada que la rodea en forma de herradura (Kidder 1943) (Figuras 52-54). La cerámica encontrada en el sitio, tanto por recolecciones de superficie como por excavaciones arqueológicas, ha servido para definir el estilo Pukara, plataformas están acompañadas por canales o zanjas en uno, dos o todos los lados y que fueron creados durante el proceso de elevamiento del campo”.

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específicamente mediante la cerámica denominada Pukara Policroma (Figuras 15 y 16). A partir de la presencia de esta cerámica diagnóstica se reconocen los lugares de su extensión y/o influencia, resultando una dispersión de aquella tan lejana, como en los valles costeros del extremo norte de Chile y sur de Perú. Se asume también, que Pukara es contemporáneo a las primeras fases de Tiwanaku y que existió una relación entre ellas (Kidder II 1943; Mujica 1978, 1991; Tello 1929, 1940, 1942, 1943; Valcárcel 1925; 1932a, 1935). La producción agrícola se sigue haciendo mediante los camellones como en Qaluyu, aunque según Jorge Flores Ochoa y Percy Paz (1983), también se estarían utilizando las llamadas “Qochas” o depresiones artificiales en el terreno donde se captan las aguas de lluvia o de una fuente de agua cercana.

La presencia arqueológica de Pukara llegará a su fin alrededor del 350 DNE, cuando esta sociedad se encontraba en una época de desarrollo social y económico importante. Este es un tema que no ha sido suficientemente estudiado, aunque hay algunas hipótesis al respecto (v.gr. Lumbreras y Amat 1966: 84-85 y Mujica 1991, Stanish 2003). A pesar de la poca investigación existente en la zona, se percibe que la mayoría de los asentamientos Pukara son abandonados, pero contradictoriamente, tampoco, se sucede una época de desarrollos sociales epigonales (derivados) ni aparecen otros tipos de asentamientos143. El área no volverá a ser ocupada hasta la presencia de los Collas, alrededor de 1000 DNE, quienes incluso reocupan el mismo asentamiento de Pukara.

143 Aunque Stanish (2003: 8, Stanish et al. 2005: 294) plantea una época o “cultura” denominada “Huaña Temprano”. Huaña significa sequía y este sería el factor que determinó las prácticas sociales en la cuenca norte del Titicaca en esta época (aunque ver Calaway 2005 para una crítica de la homologación entre cambio ambiental y eventos arqueológicos en la cuenca del Titicaca). Sin embargo, como el mismo autor reconoce esta “cultura” todavía necesita definirse mejor a nivel de asentamientos y artefactos.

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Figura 11. Cerámica Qaluyu según Lumbreras y Amat 1966: fig. 1.

Figura 12. Vasija cerámica de “estilo Cusipata” hallada en el sitio de Balsaspata.

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Figura 13. Plano del área del asentamiento de Pukara realizado por Chávez (1992) basado en el croquis hecho por Kidder II en el que se ubican las excavaciones realizadas por este último en 1939.

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Figura 14. Vista desde el sur del edificio Qalasaya del sitio de Pukara. Se puede apreciar las terrazas que le confieren el aspecto piramidal.

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Figura 15. Cerámica Pukara según Lumbreras y Amat (1966).

Figura 16. Motivos decorativos de la cerámica Pukara Policroma según Lumbreras y Amat (1966).

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3.4. LA PRODUCCIÓN DEL DISCURSO ARQUEOLÓGICO EN LA CUENCA NORTE DEL TITICACA En los últimos 30 años del siglo XX se ha abordado formalmente la cuestión de la caracterización sociopolítica de Qaluyu y Pukara, cuando se introdujeron las investigaciones procesuales y las materialistas históricas. Antes de esto, dichas sociedades se definieron como “Civilización” o “Cultura”, ambos términos muy ambiguos y llenos de juicios de valor. Pese a ello, en muchas cuestiones se han equiparado esos antiguos términos producidos desde el evolucionismo y el difusionismo con las categorías sociopolíticas procesuales e, incluso, con las materialistas históricas. Por ello, aquí observaremos cómo los conocimientos de los que ahora disponemos, aunque escasos, sin una previa crítica ni reflexión, pueden conducirnos a reproducir las mismas representaciones del pasado y a naturalizar discursos idealistas, nacionalistas, liberales o, simplemente, actualistas. Los sitios y artefactos relacionados con lo denominado como Pukara han sido estudiados esporádicamente a lo largo del siglo XX cuando realmente se comenzaron a hacer trabajos de carácter arqueológico en el área andina y, específicamente, en el área circun-Titicaca. Cabe mencionar, además, que han sido pocos los trabajos que han tratado de desarrollar su proceso histórico-social. También, se han originado discusiones acerca de su caracterización sociopolítica como en el reconocimiento de su importancia real en la formación del Estado en dicha área. Así también, se ha restado importancia a su participación en lo que posteriormente sería el Estado Tiwanaku144. De hecho, se niega la aparición del Estado en el Altiplano Andino hasta su completa formación en el área de Tiwanaku alrededor del año 600 DNE. Esto resulta extraño cuando observamos que, por ejemplo, las discusiones acerca de la aparición del Estado, “Sociedades complejas” o la “Civilización”145 en la costa nor-central del Perú se remontan, incluso, al periodo denominado “Precerámico Tardío” (2500 ANE-1800 ANE) (Feldman 1983, 1987, Fung 1972, Moseley 1975, Pozorski y Pozorski 1987146).

144 Salvo en estos últimos años (ver, por ejemplo, Kolata 1993 y Mohr Chávez 2001). 145 Es necesario indicar que la mayoría de los autores protagonistas de esta discusión definen ambiguamente su concepción de la forma política a la cual se hace referencia en sus textos. De todos estos términos, el más utilizado y de menor capacidad explicativa es el de “Sociedad compleja”, y que proviene de una perspectiva teórica funcionalista y evolucionista. 146 Sin embargo, estos autores (Pozorski y Pozorski 1999) dejarán de lado la hipótesis marítima del origen de la civilización de Moseley (aunque ver comentario de Moseley a Haas et al. 2006) e, incluso, plantearán según la revisión de los fechados radiocarbónicos que, sitios como El Paraíso, Salinas de Chao o Alto Salaverry no serían tan tempranos como se había planteado con lo que la supuesta antigüedad de los mismos sería invalidada, dejando como único candidato para la

Por otra parte, aunque una representación dialéctica que oponga a la cuenca norte con la cuenca sur del lago Titicaca podría parecer un buen planteamiento147, como veremos en el desarrollo de las mismas investigaciones, esto podría devenir en un espejismo creado por las fronteras actuales (y los intereses nacionalistas), los vaivenes políticos y la preocupación intermitente tanto de lo/as investigadore/as de cada país o trabajando en ellos. LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES En 1550, Pedro Cieza de León terminó su “Crónica del Perú”, una suerte de diario de sus recorridos de exploración de los nuevos territorio conquistado por los castellanos. Al pasar por la localidad de Pucara nos ofrece la siguiente descripción de lo que observó allí: “(...) yendo por el camino real, se va hasta llegar a Pucara, que quiere decir cosa fuerte, que está a cuatro leguas de Ayavire. Y es fama entre estos indios que antiguamente hubo en este Pucara gran poblado; en este tiempo casi no hay indio. Yo estuve un día en este lugar mirándolo todo. Los comarcanos a él dicen que Topainga Yupangue tuvo en tiempo de su reinado cercado a estos indios muchos días; porque primero que los pudiese subjetar se mostraron tan valerosos que le mataron mucha gente; pero como al final quedasen vencidos, mando el Inga, por memoria de su victoria, hacer grandes bultos de piedra; si es así, yo no lo sé más de que lo dicen. Lo que vi en Pucara es grandes edificios ruinados y desbaratados, y muchos bultos de piedra, figurados en ellos figuras humanas y otras cosas dignas de notar”. (Cieza de León 2005[1550]: 259). Esta descripción resulta la primera referencia que tenemos acerca de la materialidad social148 del área que nos ocupa y, en concreto del asentamiento y artefactos prehispánicos de Pukara. Sin embargo, tendremos que llegar hasta finales del siglo XIX, para que estas descripciones de cronistas y viajeros149 sean cambiadas por otras que tomen un cariz verdaderamente arqueológico. Esto no sucede hasta ese formación de un Estado temprano en la costa norcentral a la sociedad del valle de Supe (para fechados radiocarbónicos ver Shady et al. 2001 y para descripción de investigaciones recientes y planteamientos teóricos de inspiración materialista histórica ver Shady 2003). 147 Mujica (1978) plantearía un tratamiento de las sociedades circunlacustres desde esta perspectiva. 148 Resaltan en esta cita las famosas esculturas de piedra de Pukara asignadas erróneamente por el castellano a los Incas. Suponemos que el observa esto y, también, hace eco de sus informantes como producto de la apropiación real e ideológica del sitio durante la ocupación Inca, semejante a la realizada con el sitio de Tiwanaku (Yaeger y Bejarano 2004). 149 Por ejemplo, a finales del siglo XIX se hicieron algunas referencias y dibujos a las estelas líticas de Hatuncolla (figuras 61 y 62) por George Squier 1974 [1877] y sobre la ubicación de la estela de Arapa (Figura 58) en la iglesia de esa localidad por Antonio Raimondi (1874-1913 en Chávez 1975: 3). Para una síntesis de las investigaciones pre-científicas en el Perú se puede consultar Ramón 2000.

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siglo porque como todo intento de reconstruir la historia, esta tenía que proceder de una élite económica e intelectual (tanto nacional como extranjera) que buscaba mediante sus especialistas una justificación para sus propósitos de dominación ideológica. Por ello, se patenta que el inicio de la arqueología científica en el Perú se realiza con investigadores extranjeros, como los alemanes Wilhelm Reiss y Alphons Stübel y sus excavaciones en Ancón al norte de la ciudad de Lima en 1875 (Stüttgen 1996, Kaulicke 1997) y las de Max Uhle en Pachacamac entre 1896 y 1897 (Ravines 1970, Uhle 1991[1903])150. Como era de esperar, estos investigadores trajeron teorías y metodologías importadas desde Europa y Estados Unidos (Linares Málaga 1964). Así, la arqueología se inicia como una extensión del programa etnológico en el afán de conocer y entender a los “otros” y “diferentes”, cuestión que Trigger (1984) denominaría “colonialismo cultural”. De esta manera, veremos que la historia de la arqueología en el área circunlacustre del Titicaca, no es más que un correlato de lo que pasaba en el mundo y en los andes en general. Esta arqueología tampoco será ajena a la pugna de intereses económicos y políticos existentes en cada situación histórica, la misma que se espera sea desenmascarada mediante nuestro análisis crítico de la producción de la información arqueológica y su utilización en el discurso de sus autores en esta área. EL DESCUBRIMIENTO DE PUKARA: LUIS E. VALCÁRCEL Valcárcel, se inició en el ambiente académico como profesor de historia de la Universidad San Antonio Abad del Cuzco. Ya desde allí se alineaba con el Movimiento Indigenista, por ejemplo, firmando manifiestos junto a José Carlos Mariátegui, Julio C. Tello, Rebeca Carrión y José Uriel García, todos ellos pertenecientes a dicho movimiento. Más aún, publicó un libro titulado Tempestad en los Andes (1928), su verdadero posicionamiento indigenista. Como describe Rodrigo Montoya (1999): “ ‘Tempestad en los Andes’, fue el panfleto semiliterario y semipolítico de Luis E. Valcárcel, el joven radical indigenista de los años veinte, ardiente y fogoso, que anunciaba la llegada de una revolución india que bajaría desde los Andes y que estaba sólo a la espera del Lenín que la dirigiera”.

Así, vemos que el “Indigenismo inicial” de Valcárcel estaba íntimamente relacionado con el marxismo, pensamiento que le llevaría a radicalizarse en su juventud. Dicha postura se irá suavizando con el pasar de

150 También a finales del siglo XIX, los norteamericanos Adolph Bandelier (1910) y Ephraim Squier (1974[1877]) recorrieron el Perú y describieron algunos sitios y objetos arqueológicos. Asimismo, para una revisión de presencia e influencia de los investigadores franceses en el Perú del siglo XIX se puede recurrir a Riviale 2000a, 2000b.

los años y los nuevos contextos políticos, síntoma de ellos es que Valcárcel llegará a ocuparse de un cargo que parece contradictorio a su discurso inicial como pueden ser la presidencia del Instituto Cultural Peruano Norteamericano en Lima. En ese segundo periodo de su Indigenismo o una postura Indigenista-nacionalista, favorecida por la coyuntura política, impulsó ideas que se iban desviando cada vez más de su primigenia postura. Así, sus esfuerzos tomaron una postura oficialista, cuando se desempeñó como Ministro de Estado, creador del Instituto Indigenista Peruano y director del Museo de la Cultura Peruana. Asimismo, bajo el auspicio de Valcárcel se fundaría en 1946 el Instituto de Etnología de la Universidad de San Marcos en Lima. Valcárcel, encontraría ésta referida coyuntura política durante el gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930), época de crecimiento del movimiento indigenista, pero cuyo discurso fue utilizado con fines nacionalistas. Con dicha utilización, Leguía buscó la estabilidad de las masas indígenas y proletarias que se encontraban en clara contradicción con la burguesía tanto provinciana como de las ciudades principales. Aquí hay que señalar que Leguía, además, llegó al poder con el apoyo de los representantes de los Estados Unidos en Lima y de los fabricantes de armas norteamericanos (Haworth 1992: 175). Esta cuestión, lejos de colocarlo en una situación contraria al Indigenismo, gracias a la habilidad en su manipulación y con el apoyo de la burguesía nacional, resultó favorable para sus objetivos políticos. Estas cuestiones, ya las revisamos en el capitulo anterior así que ahora veamos la producción arqueológica de Valcárcel con relación a nuestra área de estudio concreta. Valcárcel fue uno de los primeros investigadores que llamó la atención acerca del sitio, cerámica y esculturas de piedra del área altiplánica peruana desde su cargo como profesor en la Universidad Nacional del Cusco, lugar desde donde dirigió su primera expedición arqueológica hacia la zona de Pucara en 1925 (Valcárcel 1925, 1932a: 7) y, posteriormente, publicando una serie de artículos en la Revista del Museo Nacional (Valcárcel 1932a, 1932b, 1935) cuando se mudó a Lima y ejerció el cargo de Director del Museo de la Cultura Peruana, institución encargada de publicar dicha revista. Valcárcel, además, de producir los primeros inventarios y hallazgos científicos de la zona, trataron de ofrecer una explicación acerca de estos artefactos, especialmente de los seres representados en los monolitos y cerámica de Pukara. Su explicación se realizaba mediante la utilización de mitos, comparaciones iconográficas, toponimias, etc., en un estudio bastante clásico de esta época dentro de un enfoque etnológico. Esta metodología de investigación se advierte en su artículo: El Gato de Agua (1932a), donde define a la representación de la “nutria” como el principal icono reconocible en la mayoría de estelas líticas Pukara. Pero más allá de esta observación, algo muy importante en las publicaciones de Valcárcel es que establece tempranamente la conexión

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entre la sociedad Pukara y las de la costa sur, es decir, con Paracas y Nazca151: “Se ha reunido un pequeño número de datos, importantes en calidad, que ligan entre sí, enfocando aspectos diversos. Todo hace presumir una estrecha vinculación entre Pukara y Naska, el altiplano y el litoral”. (Valcárcel 1932a: 3). Además, Valcárcel advirtió tempranamente que ciertos motivos pukarenses se encontraban también representados en la iconografía de Tiwanaku. Hacia 1935, en Litoesculturas y cerámica de Pukara, señalará a Pukara “como otro gran centro de la cultura del Altiplano” (Valcárcel 1935: 25). En la misma publicación también ofrece al público otras muestras de la materialidad social de Pukara. En todos estos trabajos, queda claro, que la descripción prima sobre la explicación. Y aún cuando esta se realiza, solo se refiere a la iconografía representada en los materiales arqueológicos y a su comparación con otras “culturas”. Para Valcárcel, los mitos y leyendas fueron su principal fundamento para explicar los diseños en esa escultura lítica y en la decoración de la cerámica. Asimismo, utilizó el método etnológico dado su amplia utilización como medio de explicación de la realidad pasada, como se venía haciendo en esos años en Estados Unidos y que estaba inspirado en el método histórico directo de tradición morganiana. Dicho método va a arrastrar serios problemas ontológicos y epistemológicos, además, de su empleo ideológico, problemas que Valcárcel también reprodujo al utilizarlo. Asimismo, Valcárcel asumió un difusionismo algo retocado gracias a su conocimiento de los beneficios que provenían de las excavaciones arqueológicas estratigráficas, lo que se deja entrever cuando advierte que: “Monolitos y cerámica orientarán a los arqueólogos no sólo en el sentido horizontal de difusión, sino también en el perpendicular o estratigráfico, que fija los pilotes para el edificio de la historia”. (Ibíd.: 28). Sin embargo, esta postura difusionista para explicar la aparición de artefactos con semejanza formal en diferentes espacios geográficos encontrará su mayor representante en la arqueología peruana en la figura de Julio C. Tello. TELLO Y LA DIFUSION DE CHAVIN EN LA CUENCA DEL TITICACA Como ya vimos en el capítulo anterior, este investigador pasó gran parte de su vida recorriendo el territorio del Estado peruano verificando su teoría acerca de Chavín como “la Cultura Matriz de la civilización Andina”. Por ello se tomará unos días en Pukara, del cual conocía su importancia por los trabajos previos de Valcárcel: 151 Conexión que más tarde será examinada por Paul Goldstein (2001).

“En octubre de 1935 pasé algunos días en Pukara. La moderna población de Pukara se levanta sobre una extensa terraza aluviónica que en parte sepulta otra población de área mayor cuyos restos, diseminados sobre el llano, se destacan en forma de montículos y de hileras de piedra paradas dispuestas en círculos y en rectángulos. Algunas de estas piedras están talladas, pulidas y grabadas con figuras en gran parte análogas a las que aparecen en los monolitos de Chavín”. (Tello 1970[1943]: 102-103). Y aunque, también observa una gran cantidad de cerámica Inca en la superficie del área arqueológica, nota que: “(…) el río en su incesante labor de buscar su cauce ha ido serpenteando primero por la llanura y ahondando después su lecho. En esta actitud de curso inestable, y de desgaste incesante y acarreo de las formaciones sedimentarias producidas por la naturaleza y por el hombre, pone a veces al descubierto lo que ellas ocultan en sus entrañas. La situación geográfica de Pukara es algo semejante a la de Chavín, ambas están cubiertas por gruesas capas de arcilla y grava fina descendidas de las faldas de los montes vecinos y ambas se hallan amenazadas y a veces socavadas por el río. En Pukara puede muy bien suceder lo que en Chavín; esto es, que las estructuras y los monolitos grabados no pertenezcan a la misma edad que la alfarería hallada en la superficie; que ellas solo sean supervivencias de la cultura sepultada bajo el aluvión. Estas consideraciones me llevaron, a raíz de mi arribo a Pukara, a examinar cuidadosamente el cauce del río en las secciones más próximas a las ruinas. Allí en los acantilados descubrí, como era de esperar, varias capas superpuestas de basura, conteniendo rico material arqueológico de la misma clase del hallado en Chavín y Kotosh; multitud de fragmentos de alfarería finísima, incidida; grabada y pintada, tan bella y en ciertos aspectos, superior a los mejores ejemplares de la alfarería Chavín. El abundante material recogido en Pukara brinda una nueva e ilustrada contribución al conocimiento del arte megalítico de Chavín. La alfarería Pukara es una de las mejores derivaciones de dicho arte, en ella aparecen como motivos ornamentales predominantes las figuras del jaguar, del búho, del pez y de la serpiente modelados, grabados y dibujados en el estilo Chavín”. (Ídem. Subrayado nuestro). Para Tello todas esas semejanzas que observó tanto en la ubicación como en la apariencia de los artefactos le condujeron a plantear que Pukara era el resultado de la difusión de Chavín hacia el Altiplano del lago Titicaca152 (Tello 1929) con lo que su propuesta del sitio de la sierra de Ancash como el lugar donde se originó la “Civilización Andina” cobraba mayor soporte empírico.

152 Asimismo, Tello pensaba que Chavín se había formado por medio de migraciones de habitantes provenientes de la selva (Willey 1970 [1951]: 165-166).

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LA PRODUCCIÓN DE SECUENCIAS HISTÓRICO-CULTURALES: WENDELL C. BENNETT Bennett, fue uno de los arqueólogos norteamericanos que más trabajó en los andes y gracias a él se adquirió un mayor conocimiento de las principales características materiales de las sociedades prehispánicas. Excavó en sitios arqueológicos tan significativos para la arqueología andina como Chiripa (1934), Tiwanaku (1936), Chavín (1944) y Wari (1950). Bennett integraba el grupo de investigadores norteamericanos que en la década de 1940, liderados por Julian Steward153, sintetizaron la prehistoria americana y, en especial el área andina (Steward 1946, Rowe 1946, Bennett 1946). El interés de los EEUU en colonizar intelectualmente a los países latinoamericanos (como correlato de la intrusión de sus capitales económicos y su influencia política), se materializó en el denominado Handbook of South American Indians. La institución que llevaba adelante aquellos estudios se denominaba el Bureau of American Ethnology154. La inspiración de dicho Handbook era de orden etnológico, una herencia de los estudios iniciados por Lewis Morgan. De esta forma, así como las sociedades prehispánicas y sus remanentes (los indios norteamericanos, por ejemplo) estaban segregados de la sociedad “blanca” o “civilizada” en los Estados Unidos, lo mismo se aplicaba en los estudios realizados en los Andes. En el volumen 2 de dicha obra: The Andean Civilizations, el encargado de describir lo que ellos denominaban la “Arqueología de los Andes Centrales”, va a ser Bennett. Allí basado en sus conocimientos de Chiripa y Tiwanaku, en las investigaciones previas y, sobre todo las de Kidder, dice que Pukara“(…) representa un estilo básico como Chiripa más una fuerte influencia de Tiahuanaco. A la vez, este no puede ser descartado como otra rama del Tiahuanaco serrano puesto que hay demasiados rasgos distintivos e independientes. La mampostería emplea piedras labradas sin la unión o entrabado Tiahuanaco. Las piedras están dispuestas en un patrón de grandes, recintos concéntricos con pequeñas divisiones interiores. La escultura en piedra incluye algunas estatuas que se asemejan a las de Tiahuanaco pero sin la estricta convencionalización o el uso de diseños incisos de línea fina”. (Bennett 1946: 121. Traducción nuestra). Vemos pues, que el concepto clásico de “estilo” (en arquitectura, cerámica y escultura lítica) estaba bastante arraigado en el discurso de Bennett, por ello, las descripciones de esos estilos fueron lo más relevante en dicho capítulo.

153 Como ya vimos, uno de los propulsores del Neoevolucionismo. 154 En la portada de dicho Handbook, se podía leer que dicho documento estaba: “Preparado en Cooperación con el Departamento de Estado de los Estados Unidos como un proyecto del Comité Interdepartamental sobre Cooperación cultural y científica”, de lo que se desprende que era un proyecto subsidiario del programa político norteamericano.

Al igual que sus colegas que trabajaban en el norte del Perú, por ejemplo, Willey o Strong, Bennett estaba sumido en la búsqueda de “secuencias culturales”. Así, el mismo, describe en 1950 dicha situación: “La mayoría de los arqueólogos que están ocupados en la cronología comparativa han agrupado valles adyacentes y comparado sus secuencias culturales combinadas con las de la cuenca de la sierra. La justificación para este procedimiento ha sido la suposición que la uniformidad cultural podría ser encontrada a través de esas unidades regionales en algún periodo de tiempo dado”. (Bennett 1950: 89. Traducción nuestra). En 1943, Bennett todavía explicaba que las influencias de Chavín llegaban hasta Pukara (Bennett 1943), siguiendo las huellas difusionistas dejadas por Tello. Pero más tarde, y luego de haber acumulado material arqueológico suficiente, trata de realizar un análisis de “la cuenca del lago Titicaca como un todo” (Bennett 1950: 97). Este análisis, resulta ser una interesante propuesta sintetizadora (negando las hipótesis de Tello)155 de los estudios disponibles por aquel entonces. Esto trasciende sobre la arqueología que se venía haciendo, cuando se aislaban las “culturas” sobre la base de un centro epónimo156. Sin embargo, él autor refiere que la cuenca norte y la cuenca sur: “nunca habrían tenido unidad, excepto en el Periodo Inca y aún entonces hay diferencias significativas”. (Ibíd.: 97. Traducción nuestra). Para los periodos que nos ocupan, Bennett siguió desarrollando su hipótesis de la “desunidad” en la cuenca del lago Titicaca y así planteó que: “En los periodos tempranos, como ahora sabemos, la cuenca norte del Titicaca estaba dominada por Pucara y la cuenca sur por Tiahuanaco. La distribución de estos

155 De la misma manera que realizaría Willey por los mismos años. Por ejemplo refiriéndose a Pukara diría que: “Este sitio, en el que Kidder llevó a cabo excavaciones, parece ser un centro ceremonial construido con bloques de piedra alineados, que incorpora ciertos elementos característicos como altares y cámaras funerarias subterráneas. La cerámica es policroma, negra y amarilla o roja, con las zonas de color separadas por líneas finas incindidas. El diseño se centra alrededor del felino, modelado tanto en alto como en bajo relieve; pero la estilización del felino no es la misma de Chavín” (Willey 1970 [1951]: 199). Por ello, para Willey, Pukara vendría a ser un “sitio de tercera categoría” con relación a su semejanza con Chavín. Otra vez volviendo sobre el tema, acerca de la "tradición Chavín” (principalmente la iconografía felínica) y su continuum en el área andina diacrónicamente hablando, nos dirá: “Estas representaciones felinas, aunque aparecieron en muchos estilos artísticos en diferentes periodos, puede relacionarse razonablemente como tradición Chavín, concepto este muy distinto del de estilo Chavín. Es probable que esta tradición del felino se originase, o fuese introducida a la zona de los Andes centrales hacía la época del horizonte de estilo Chavín. El felino se halla presente en los estilos de Chanapata, Pucara, Paracas-Cavernas y Tiahuanaco, para nombrar tan sólo unos cuantos sitios o culturas que se ha identificado como de civilización Chavín”. (Ibíd.: 209). 156 Asimismo, Bennett habla de “periodos” y no de “culturas”.

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dos periodos mayores es mutuamente exclusiva”. (Idem. Traducción nuestra). Por tanto, es entonces, cuando Bennett polariza a las sociedades de ambos lados del lago Titicaca de tiempos tempranos. Sus planteamientos estaban apoyados en excavaciones arqueológicas realizadas por él mismo, utilizando niveles arbitrarios en el sitio de Tiwanaku en 1932 (Lumbreras 1982: 6) con la cual desarrolló sus fases vitalistas de Tiwanaku Temprano, Clásico y Decadente. Habría que apuntar que estas excavaciones, siguiendo la metodología de los investigadores norteamericanos, se habían realizado mediante pozos de sondeo y, por ejemplo, la fase Tiwanaku Temprano se había definido mediante “fragmentos cerámicos en sólo uno de los pozos y por algunas vasijas tomadas de tumbas muchos años atrás”. (Kidder 1978[1956]: 137). Esta cuestión metodológica y de representatividad de los materiales en sus fases plantearía serias dudas sobre su fiabilidad como referente temporal, incluso hasta la actualidad. Sin embargo, esta secuencia se ha seguido utilizando con cambios solamente nominales y como veremos luego, Kidder las toma como referente para datar los hallazgos de sus excavaciones y argumentar sus planteamientos acerca de las “relaciones culturales” entre Tiwanaku y Pukara. De la misma manera, Dwight Wallace (1957) y Carlos Ponce Sanginés (1976) siguieron ratificando la secuencia de Bennett. De ello, resulta que los nuevos hallazgos siempre vuelven a contradecirse con la secuencia de Bennett e, incluso, se han extrapolado a regiones alejadas donde se ha hallado presencia Tiwanaku, complicando más aun la explicación temporal de la aparición de los artefactos de este estilo en diferentes localidades. Como bien señala Lumbreras (1982: 6), las fases de Bennett “han sido ratificadas y reproducidas con otros nombres por los arqueólogos posteriores y por el momento, pese a que es evidente que tal secuencia requiere de refinamiento (y revisión en el caso de las fases Clásica y Decadente), no ha sido aún seriamente cuestionada a partir de una evidencia empírica consistente”. De este modo, Bennett fue uno de los principales constructores de las secuencias arqueológicas en el área de la cuenca norte del Titicaca. Por la autoridad que sus investigaciones infundieron en sus sucesores, su secuencia se mantuvo sin modificación significativa. Como observaremos esto le sucedió también a Kidder.

LAS PRIMERAS EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN PUKARA: ALFRED KIDDER II Kidder visitó por primera vez Pukara en 1937, cuando aún era estudiante de la Universidad de Harvard (Franquemont 1986: 1)157. Fue el primer arqueólogo que realizó excavaciones arqueológicas sistemáticas en el asentamiento de Pukara en 1939 (Rowe 1978[1958]), investigaciones financiadas inicialmente por el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y, posteriormente, por el Institute of Andean Research. Este último instituto, a su vez, estaba financiado por la Oficina del Coordinador de Asuntos Inter-Americanos (Kidder 1943: V). Así vemos, que en este caso había un interés en la investigación arqueológica respaldada por los Estados Unidos con el objetivo de cubrir el mayor espectro posible de investigaciones en el área andina, cuestión que estaba facilitada por el contexto económico y político que hemos comentado en el anterior capitulo. Las excavaciones de Kidder en Pukara descubrieron, entre otras cosas, en la parte superior del conjunto denominado Qalasaya una plaza hundida y, asociado a este, las bases de un edificio con planta en forma de herradura (Figura 17). Asimismo, aunque Kidder nunca publicó nada al respecto, este descubrió restos de estructuras arquitectónicas en la parte baja de las pirámides, probables indicios de la existencia del núcleo doméstico que no era obvio superficialmente (ver fotografías de Kidder en Rowe 1978[1958])158. Sin embargo, gran parte de los resultados de las investigaciones de Kidder no han sido publicados y sólo gracias a otro/os investigadore/as con acceso a sus notas de campo o que compartieron sus excavaciones, podemos tener una idea de lo hallado en las mismas159. Por ser la principal excavación realizada en el área durante esta época, nos detendremos un poco en su descripción. Sergio Chávez (1992), nos da alcances acerca de los trabajos de Kidder, llevados a cabo de enero a junio de 1939 y sobre dicha descripción sintetizaremos los hallazgos más relevantes. Antes habría que señalar que su excavación se realizó mediante trincheras y por niveles arbitrarios, lo que le provocó dificultades en el registro del material obtenido. Como señala Chávez (1992: 60-61):

157 Hay que anotar que éste investigador era hijo del famoso e influyente arqueólogo Alfred Vincent Kidder quien excavó sitios tan representativos para la arqueología del suroeste norteamericano como Pecos. Asimismo, realizó investigaciones en el área Maya. 158 La investigadora Elizabeth Klarich y su equipo han realizado en los últimos años excavaciones relacionadas con éste área. 159 Afortunadamente, las notas y dibujos de Kidder fueron bastante detallados y mucho/as investigadore/as han estudiado y discutido los materiales de esas excavaciones (Carlevato 1988, Franquemont 1986, Chávez 1992, Mohr-Chávez 1988, ver también referencias en Paredes 1985 y Wheeler y Mujica 1981). Asimismo, para un relato de algunas vivencias relacionadas con la estadía de Alfred Kidder en Pukara se puede consultar el diario de su esposa, Mary Kidder (Kidder 1942).

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Figura 17. Foto oblicua del Qalasaya durante las excavaciones de Kidder en 1939. Se pueden notar la excavación de la “Plaza Hundida”. Archivo del Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard (Numero de

Catálogo 45-9-30/11823.1.13.18.4).

Figura 18. Ubicaciones de las excavaciones de Kidder en Pukara sobre foto aérea según Klarich 2005

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“En casi todo momento, Kidder utilizó niveles arbitrarios en su excavación, así que los materiales de más de un nivel natural/cultural fueron mezclados, planteando serias dificultades para obtener una cronología como también para determinar diferencias funcionales. No obstante, en algunas excavaciones algunos niveles arbitrarios se correspondieron o aproximaron a niveles naturales/culturales. Otro problema para la cronología fue que el rozamiento de las paredes de las trincheras arrojó tiestos tardíos a los niveles más bajos tales como en la Trinchera D [Excavación IV] donde Kidder identificó esta dificultad”. (Traducción y entre corchetes nuestro). Kidder excavó seis unidades dentro de la extensa zona arqueológica. Las unidades de excavación I, II y III se ubicaron cerca al cauce del río Pucara, la unidad IV sobre la pampa que se extiende al este del edificio principal o Qalasaya y las V y VI sobre las terrazas y la plataforma principal de Qalasaya (Figura 18). Las unidades de excavación I, II y III se localizaron en las áreas en las que Kidder había observado presencia superficial de artefactos y depósitos arqueológicos erosionados por el río y que se hallaban al Este del pueblo moderno de Pucara y donde, también, Tello había recolectado material con anterioridad. La excavación I fue localizada en la parte más norte del lecho del rio y se extendió sobre un área de 9.75 m. x 6 m., más algunas adiciones que cubrieron un área total de 49.4 metros cuadrados y con una profundidad, en algunas partes, de 4 metros. Esta excavación reveló cuatro hoyos excavados intencionalmente y que Kidder denominó Concentraciones 1, 2, 3 y 4. Estas contenían tierra negra, ceniza, carbón, fragmentos cerámicos, restos de talla de obsidiana y otros artefactos líticos, como también huesos de camélido, algunos de ellos quemados. Fuera de esas concentraciones no halló mayor material, puesto que estos habían sido practicados en el suelo estéril. Entre muchos interesantes hallazgos se incluía en la Concentración 4, el enterramiento de un cánido y huesos humanos desarticulados. Estos fueron interpretados por Kidder como un enterramiento secundario (con muchas fragmentos de por lo menos 2 cráneos, mandíbulas y otros huesos) relacionados a “ofrendas” (se recuperaron fragmentos de cerámica decorada y otros artefactos como un tubo de hueso de camélido para inhalación de alucinógenos) y que le sugirieron relación de esta deposición con temas recurrentes en la iconografía Pukara que representan cuerpos humanos desarticulados, principalmente, cabezas separadas del resto del cuerpo. La excavación II tuvo 6 m. de largo x 2.5 m. de ancho y una profundidad de 1.30 a 1.45 m., cubriendo un área total de 15 metros cuadrados. En esta área se ubicó un gran pozo (6 m largo por 2 de ancho y 1.20 de profundidad) excavado en el suelo estéril. Dicho pozo fue excavado como una unidad sin utilizar niveles arbitrarios. El pozo contuvo tierra negra, carbón, ceniza, obsidiana,

artefactos de piedra pulida, astas de cérvido trabajadas y fragmentos de cerámica. El área donde se realizó la unidad de excavación III, fue elegida por Kidder por la abundancia de fragmentos de cerámica Pukara polícroma en la superficie. La trinchera tuvo 12 m de largo por 2.3 m de ancho, pero se modificó por la profundidad (de hasta 6 metros) que alcanzó la presencia de material arqueológico, cubriéndose en total un área de cerca de 135.3 m. cuadrados. Kidder, halló bastante material arqueológico (incluyendo también huesos humanos pero sin asociaciones claras) como en las anteriores unidades de excavación (aunque no localizados en hoyos como en la I y II). Esta unidad produjo la mayor cantidad de cerámica decorada. Allí mismo, gracias a la extensión de la trinchera se pudo excavar igualmente una estructura arquitectónica que Kidder definió como “arquitectura doméstica no-elitista”. Esta estructura tenía planta rectangular y tenía 2.4 m. de largo por 1.4 – 2 m de ancho en su interior, aunque solo se conservaron solamente las fundaciones construidas con una sola hilada de cantos de rio y un pavimento hecho con una capa de pequeñas piedras. Los hallazgos incluyeron dos morteros rotos y un posible “horno” en la parte exterior de la estructura, que Kidder pensó que fue para cerámica, aunque no se ubicaron muchos fragmentos de cerámica asociados. También halló huesos humanos que incluían partes del cráneo y mandíbulas. Lamentablemente, una pared del pozo de excavación se derrumbó y no se pudo exponer toda la estructura arquitectónica referida (ver también, Kidder 1942). Del área cercana al rio, Kidder pasó a la llanura o pampa debajo de las terrazas de Qalasaya y al sur del pueblo moderno, en el área central del sitio arqueológico y realizó la Excavación IV. No existían muchos indicios superficiales de arquitectura enterrada allí, salvo una pequeña elevación del terreno, unas piedras trabajadas y una hilera de un muro. Sin embargo, Kidder escogió esta área porque allí se había encontrado un monolito (monolito 30). Las trincheras de excavación se extendieron en un área de 1245.5 m. cuadrados y expusieron los muros de un gran recinto (“Enclosure”), construido con areniscas blancas y rojas, algunas trabajadas, pero la mayoría sin estarlo (Figuras 19-24). Este recinto de planta más o menos cuadrangular que midió unos 36 .8 m. de norte a sur por 38.4 m. de Este a Oeste, estaba a su vez sub-dividido en “habitaciones” y áreas abiertas y seguía la orientación de las estructuras principales del sitio. Para Sergio Chávez (1992: 62) este recinto estaría asociado a una plataforma próxima. La parte superior de los grandes muros de basamento se encontraron muy cerca a la superficie actual, aproximadamente 20-30 centímetros en algunas áreas, y las excavaciones en la mayor parte de las áreas fueron sólo de 50 cm. de profundidad (aunque en algunas partes se llegó a profundizar hasta 1.90 m.). Los materiales recolectados en el área IV incluyeron fragmentos de cerámica Pukara decorados y llanos, huesos animales quemados y otros desperdicios

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domésticos. El hallazgo más importante fue un grupo de 100 fragmentos de mandíbulas y otros de cráneos humanos, depositados cerca de una gran laja de piedra (¿estela?) en el área central del recinto. También, en la sección norte de la excavación se halló una cista rectangular conteniendo los restos de dos individuos sin ningún ajuar funerario, y un hogar o fogón constituido por una banqueta de arcilla cocida rodeado por piedras en forma semicircular. Sobre esta, había huesos quemados, carbones y unos cuantos fragmentos cerámicos Pukara llanos. La excavación V fue realizada para explorar arquitectura y expuso un área de 109.43 metros cuadrados. Se localizó en la segunda terraza del Qalasaya en la parte norte del Recinto 4 (plaza hundida) y definió, mediante excavaciones restringidas, que éste media 73 m. de largo x 65 m. de ancho. La estructura fue dividida en 3 áreas y a la vez 2 de esas áreas fueron subdivididas en niveles superiores e inferiores. Kidder designó esta estructura como el templo más grande del sitio y que era muy semejante al Recinto 2 de la excavación VI. Finalmente, la excavación VI expuso completamente el Recinto 2, en el centro de la parte superior del sistema de terrazas de Qalasaya. Fue la excavación más amplia de Kidder en Pukara (unos 1796 metros cuadrados). Se expuso una estructura compleja compuesta de una plaza hundida (15 x 16 m y 2.2 m. de profundidad) rodeada de una estructura de bloques de arenisca labradas en forma de herraje con la parte abierta hacia el Este. A su vez, toda la estructura estaba orientada hacia los puntos cardinales. La plaza hundida tenía en cada pared una cámara en las cuales se localizaron restos humanos. La cámara Este contenía los restos de un adulto, la cámara Sur los de dos adultos, la cámara oeste los restos de otros 2 adultos (un hombre y el otro, probablemente una mujer) y la cámara Norte, probablemente, los restos óseos de un adulto más. Sólo la cámara oeste y norte contenían cerámica Pukara. Dentro de la plaza hundida también se recuperaron monolitos y morteros de piedra rotos (Chávez 1992: 83).

Kidder, además de sus excavaciones en Pukara, prospectó en 1941 gran parte de la zona norte del lago Titicaca. Durante este reconocimiento, halló muchas lito-esculturas asociadas a asentamientos de época Pukara y del cual nos dejó una publicación pionera para la zona y para la comprensión del fenómeno “Formativo” en el área (Kidder 1943). Su objetivo, como él mismo dice, fue: “resolver algunos de los problemas distribucionales y cronológicos de la sierra sur”. (Ibíd.: VI. Traducción nuestra). La Introducción de dicha publicación es un sumario de su conocimiento de los restos materiales prehispánicos de la zona, enfatizando en sus excavaciones realizadas en Pukara y tratando de engarzar su secuencia cerámica con las de Tiwanaku y Chiripa, ambas realizadas por Bennett y de marcada influencia evolucionista (Fases Temprana, Clásica y Decadente)160. Sin embargo, Kidder es cauto al realizar sus conclusiones puesto que encuentra que no siempre hay una relación entre la cerámica y las esculturas que encuentra en los mismos asentamientos. (Ibíd.: 38). Hacia 1948, seguirá en la misma línea pero cambiando según lo hagan las secuencias de Bennett. Por ello, está claro que más podían las secuencias histórico-culturales previas que las mismas evidencias arqueológicas. Kidder, mantendrá su postura acerca de la “cultura Pukara” sobre la base de la cerámica Policroma Pukara, aún cuando él mismo señala que ésta sólo representa el 14 % de su muestra total (Kidder 1948). De esta manera, su fósil-tipo, la cerámica Policroma tipificará a su “cultura Pukara”, la cual trató de definir durante todo el tiempo que permaneció en el Altiplano. A pesar de todo hay que reconocer que gracias a Kidder, se reconoció la gran importancia de Pukara per se y para el desarrollo de la sociedad en el Altiplano, cuestión que antes de él, solo era tratada a partir de objetos arqueológicos descontextualizados.

160 Incluso el mismo Kidder realiza dos pozos de excavación en Tiwanaku en 1955 para comprobar sus hipótesis. Llega a la conclusión “que Tiahuanaco, no es probablemente el mejor lugar en el cual estudiar la cultura Tiahuanaco Temprano.” (Kidder 1978 [1956]: 138). Kidder, también excavó en Chiripa pero aquí se hizo la excavación más amplia y se expusieron estructuras arquitectónicas (Ibíd.: 142-143).

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Figura 19. Vista desde el Este del Cerro Calvario. En su base se encuentra el sitio arqueológico de Pukara.

Figura 20. Ribera del rio Pucara donde Alfred Kidder excavo en 1939 sus primeras unidades de investigación que estuvieron asociadas a áreas domésticas.

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Figura 21. Area de la pampa en el sitio de Pukara donde Kidder excavó y hallo grandes recintos rectangulares.

Figura 22. Área de la pampa donde se aprecia un montículo arqueológico donde Kidder exploro mediante sondeos:

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Figura 23. Pirámide de la Lagunita vista desde Qalasaya. Allí Kidder realizo excavaciones.

Figura 24. Cámara Oeste de la plaza hundida de Qalasaya. En su interior Kidder halló restos humanos y objetos arqueológicos cerámicos y metálicos.

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LOS HORIZONTES Y PERIODOS EN LA ARQUEOLOGÍA ANDINA: JOHN H. ROWE Aunque Rowe investigó muy poco en el área del lago Titicaca, introdujo nuevas teorías y metodologías que repercutieron directa o indirectamente en la zona que nos ocupa. Formado principalmente en arqueología clásica, se doctoró en la Universidad de Brown (EE.UU.). Se especializó en lingüística y filología, con un énfasis en la investigación humanística (Hamel 1998: 92). De ahí, que se note en su producción intelectual un significativo uso de los documentos antiguos. En el caso peruano, Rowe estudió a las sociedades prehispánicas mediante los documentos etnohistóricos de los cronistas tempranos para, posteriormente, desarrollar una interpretación histórico-cultural (Ibíd.: 92-93). Su primer artículo sobre la arqueología andina fue publicado en 1942, fecha que podríamos tomar como su inicio en la arqueología peruana. También participó en el volumen del Handbook editado por Steward, escribiendo el capítulo acerca de los Incas, un clásico de los estudios de esa sociedad (Rowe 1946). Sus primeros artículos sobre el área andina, siguiendo su interés y su influencia desde la lingüística, versaron sobre la lengua quechua de la sociedad Inca (Rowe 1950, 1953). Rowe trajo consigo el marco teórico y la metodología histórico-cultural que ha dejado una herencia que se conserva hasta la actualidad en la arqueología andina. Este esquema se sigue básicamente con el desarrollo de los “Horizontes” estilísticos, añadiendo los “Periodos Intermedios” (Temprano y Tardío) (Ravines 1970: 22). Así, nos explica Hamel (1998: 95-96) esta cuestión: “Otro artículo, también publicado en 1962, trata de las implicaciones teóricas de los conceptos de etapas, periodos y horizontes en arqueología. El tratamiento es otra vez cuidadosamente histórico, regresando al trabajo de Petrie en Egipto a inicios del siglo [XX]. Rowe hace una defensa muy cuidadosa de la superioridad del ordenamiento de datos por periodos más que por etapas, puesto que los injustificados supuestos evolucionistas están hechos en el concepto de etapa y porque la integridad de las asociaciones culturales envueltas en el concepto de etapa es usualmente válido sólo para pequeñas áreas geográficas. De hecho, Rowe ofrece evidencia convincente, a partir de su propio trabajo, que el uso cuidadoso de la datación relativa y un sistema de periodos bastante productivo para la verdadera comprensión histórica. Lo que Rowe ha hecho en todos esos artículos es actuar como un historiador. En esto, no es solamente cuidadoso y sensitivo con la historia del problema, lo más importante es que trata a los datos arqueológicos como los historiadores tratan a los documentos”. (Traducción y entre corchetes nuestro). Para llegar a formular este esquema, Rowe trabajó ardua e ininterrumpidamente en el Perú:

“El mayor trabajo empírico de Rowe ha sido en la parte sur del Perú, alrededor de Cuzco y en la costa sur. Trabajando primero sobre la base de los reportes de Uhle y los posteriores trabajos de Kroeber, Strong y otros, revisó sus conclusiones y construyó una detallada secuencia arqueológica para la mayoría de la sierra y costa peruana. Para algunas partes de la secuencia y, en algunas áreas, ha sido posible especificar periodos de tiempo tan cortos de 25 a 50 años, un patrón que no se ha conseguido en otro lugar, en ausencia de documentos escritos, más que en Grecia y otras pocas áreas adyacentes”. (Hamel 1998: 96. Traducción nuestra). Sus investigaciones tan influidas por la Historia del Arte se comprenden mejor dentro de su contexto familiar, pues, su padre fue director de la Rhode Island School of Design Museum of Art en Providence y obtuvo experiencia dentro del campo de la arqueología en Egipto. Como el mismo Rowe (1998) comentó: “Como a menudo pasa, los hijos terminan haciendo lo que los padres quisieron hacer”. Como vimos en el anterior capítulo, Rowe cierra nuestra época Histórico-cultural/Neoevolucionista peruana, cuando en 1962 hace una crítica al Evolucionismo Cultural utilizado en la arqueología andina, expresado en la utilización de las “Épocas” para ordenar cronológicamente a las sociedades prehispánicas reconocidas en sus fósiles directores161. De esta manera, Rowe (1962: 12) diría que: “A causa de la cercana asociación de etapas con la teoría de la evolución cultural, virtualmente cada arqueólogo que usa etapas para organizar sus datos construye sobre ellos ciertos presupuestos acerca del desarrollo cultural sin enterarse que lo está haciendo. Luego, al hacer sus interpretaciones culturales, descubre el patrón de desarrollo cultural que fue asumido en su sistema de organización y piensa que lo está derivando empíricamente de sus datos. El argumento llega a ser perfectamente circular”.

Como alternativa a la utilización de las “Épocas”, Rowe planteó la utilización de los “Períodos” o “unidades de contemporaneidad”162, lo que impediría dicha “circularidad” en el razonamiento del arqueólogo, puesto que no involucra presupuestos acerca de “patrones culturales”. Sin embargo, se observa que Rowe mantiene una postura difusionista para la existencia de “unidades culturales”:

161 Resulta difícil creer que, con el ya existente método de datación de radiocarbono, todavía no se habían abandonado estas disquisiciones acerca de las secuencias arqueológicas mediante elementos “típicos” de las sociedades. Este hecho impele a Rowe a escribir un artículo sobre el respecto en 1966. 162 Como el mismo Rowe señala, la periodificación ya había sido ensayada por Uhle en 1903 y luego por Kroeber y Strong en 1924, en pleno apogeo del Difusionismo (Rowe 1962: 5).

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“La situación usual es que las invenciones son hechas una sola vez. Sin embargo, una vez que una serie de invenciones han sido hechas y los nuevo items han sido difundidos sobre una gran área, estos pueden llegar a ser asociados a otras como partes de un patrón particular común, como ocurrió en el caso del Cristianismo, la monogamia y los pantalones”. (Rowe 1978[1962]: 3). Para plantear esto, Rowe también se inspiró en los trabajos de corte difusionista de Childe como The Dawn of European Civilization o The Danube in Prehistory (Rowe 1978[1962]: 7), aunque, finalmente, lograría una conciliación entre las postura difusionista y la histórico-cultural mediante la definición de los “Horizontes” (estilísticos) y los “Periodos” evolutivos (ver Figura 2). Además de estos desarrollos teóricos, Rowe también visitó Pukara en 1939, durante las excavaciones de Kidder (Rowe 1978[1958]: 126) informando y registrando algunos de los descubrimientos de su colega en el área. También, escribió algunos artículos sobre Pukara en 1958, uno de los cuales trata sobre litoescultura, específicamente de algunos monolitos antropomorfos del Titicaca y que había comparado con especímenes de colecciones europeas. En esas épocas ya despertaba su admiración la similitud entre estas esculturas y las del Tiwanaku clásico: “(…) no pueden estar muy alejadas en el tiempo. Sin embargo, a pesar de esas semejanzas el estilo Pucara no es sólo una imitación provincial de Tiahuanaco sino un estilo original y vigoroso por sí mismo”. (Ibíd.: 128. Traducción nuestra). Rowe, también reconoce gracias a los hallazgos realizados en la localidad de Livitaca163, al norte de Pucara, la amplia dispersión de materiales de ese estilo164. Otra pieza lítica con diseños Pukara (conocida como el “santo de los ladrones”) presentada en el mencionado artículo provendría del mismo sitio de Tiwanaku. Esta se hallaba depositada en el Museo de Berna en Suiza y había sido adquirida en 1858 por el diplomático, médico y anticuario Johann Jacob Von Tschudi en el pueblo de Tiahuanaco. En este caso, su pequeño tamaño habría sido la causa de su gran movilidad en el espacio geográfico165. Asimismo, en el artículo Urban Settlements in Ancient Peru (Rowe 1978[1963])166, en los años en que trataba de

163 Provincia de Chumbivilcas, sur del Departamento de Cuzco. 164 Este mismo tema será profundizado, posteriormente, por Sergio Chávez como veremos luego. 165 Otro ejemplo de desplazamiento de una pieza lítica de mayor envergadura, conocida como la “Estela del Trueno” es proporcionado por Chávez (1975). 166 En dicho artículo, Rowe propone una categorización de los asentamientos urbanos prehispánicos en “pueblos” y “ciudades” y, a su vez, cada una de ellas puede ser “sincorítica” (con población rural entre asentamientos) o “acorítica” (sin población rural dispersa entre asentamientos). Asimismo, inspirado en los escritos de Michael Rostovtzeff (1957) acerca de la crisis de las ciudades romanas plantea también para los andes que las contradicciones entre el campo y

superar la normatividad del medio académico (recordemos su artículo de 1961), Rowe plantea que el asentamiento de Qaluyu167 calificaría como “asentamiento urbano del período inicial” y lo describe según sus observaciones de esta manera: “Qaluyu es un sitio estratificado con distintas fases de ocupación. La última, asociada con cerámica de estilo Pucara, data del Horizonte Temprano. La ocupación más temprana está caracterizada por un estilo cerámico distintivo llamado Qaluyu que aparece estratigráficamente en una posición temprana en Yanamancha cerca de Sicuani, como también en Qaluyu mismo. Aunque no hay forma de relacionar el estilo Qaluyu con la secuencia de Ica directamente, su consistente posición temprana en secuencias locales y la ausencia de rasgos estilísticos comunes del Horizonte Temprano argumenta un fechado en el periodo Inicial. La acumulación de desperdicios domésticos en Qaluyu forma un montículo bajo de muchos acres en extensión”. (Traducción nuestra). Al igual que la mayoría de investigadores anteriores, advierte la similitud de la cerámica de este sitio con la de Marcavalle en el Cuzco. Rowe, también observa que el montículo de Qaluyu, posee una segunda ocupación asociada con cerámica Pukara, que es menos extensa que en el asentamiento de Pukara mismo y agrega que los pobladores de la zona creían que este montículo poseía planta en forma de “Catfish” (Suche, un pez de la zona). Esto le conduce a sostener un probable planeamiento deliberado del sitio y, por consecuencia, un incipiente urbanismo (Rowe 1978[1958]: 299. Aunque ver Stanish 2003). Siguiendo con la explicación de los antiguos asentamientos urbanos prehispánicos, para Rowe, Pukara: “es un sitio de ‘un periodo’ y el sitio tipo del estilo de cerámica Pucara. Ninguna cerámica más temprana ha sido encontrada allá, y no hubo ocupación posterior hasta el Periodo Intermedio Tardío”. (Ibíd.: 298. Subrayado y traducción nuestra). Otra vez no encuentra evidencia para relacionar a Pukara con la “secuencia maestra” de Ica, cuestión que supera al poseer fechados radiocarbónicos. Rowe sigue describiendo el sitio, basado en sus conocimientos de la arqueológica de la zona y la observación de las excavaciones de Kidder: “Edificios públicos y casas privadas en Pucara fueron construidos de adobe sobre bases de piedra y el colapso de las superestructuras de adobe han enterrado las

la ciudad traerían como consecuencia la destrucción de las ciudades. 167 En 1956, Rowe había detectado en el sitio de Qaqachupa cercano a la localidad de Ayaviri (Rowe 1956) cerámica similar a Qaluyu. El sitio de Qaqachupa estaría emparentado con el sitio conocido como Balsaspata (Tantaleán 2005) o Pueblo Libre (Stanish 2003) en Ayaviri (ver anexo).

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bases, así que sólo los edificios más grandes pueden ser distinguidos sobre la superficie sin excavación. Hubo por lo menos tres grandes edificios, probablemente templos, sobre una terraza llamada Qalasaya al pie del gran peñón de Pucara. El área residencial estaba en la llanura entre esta terraza y el río y fue aparentemente muy extenso”.

Luego de advertir la riqueza de las tierras para el cultivo y las especies animales que, probablemente, se consumieron en época prehispánica, añade que “sí la antigua Pucara fue una ciudad, como su tamaño lo sugiere, su economía probablemente implicó manufactura cerámica, comercio, y actividades religiosas como también agricultura”. (Ibíd.: 299) Para finalizar, el interés de Rowe por esta “cultura” se hizo patente en su análisis de una muestra de fragmentos cerámicos decorados Pukara recolectados por diferentes investigadores (Valcárcel, Kidder II, Chávez Ballón) que se halla depositada en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (Rowe y Brandel 1970). De lejos, este fue el mejor repertorio de la iconografía Pukara hasta la aparición de la tesis doctoral de Sergio Chávez en 1992 (Chávez 1992a. Ver nuestro análisis de la misma colección en el cuadro 5 al final del capítulo 4). UNA SECUENCIA CERÁMICA PARA PUKARA: EDWARD FRANQUEMONT Franquemont realizó un estudio de las colecciones cerámicas de las excavaciones realizadas por Kidder II en Pukara y que se encontraban depositadas en el Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard (Mujica 1987: 22). A partir de ese análisis desarrolló una primera secuencia cerámica hacía 1967, fundamentada en un estudio tipológico, estilístico y tecnológico de la cerámica. Lo más relevante de aquel trabajo es que plantea la existencia del estilo cerámico Cusipata el cual, como veremos posteriormente, encontraría Elías Mujica en sus excavaciones en el sector de Qalasaya del asentamiento de Pukara. Franquemont nos describe su hallazgo de este modo: “(…) los fragmentos cerámicos que han sido utilizados para definir el estilo Cusipata fueron segregados de lo que quedó de la colección por su forma distintiva y los diseños que ellos comparten. No hay evidencia inequívoca en las excavaciones para demostrar la unidad del estilo, sin embargo las vasijas incluidas en él, comparten un numero de rasgos distintivos que los distinguen de los especímenes asignados al estilo Pucara”. (Franquemont 1986: 3. Traducción nuestra). Como vemos, Franquemont llega a plantear la existencia de la fase Cusipata, por su diferencia dentro del universo de la colección reunida por Kidder. De hecho, como él mismo reconoce: “Cusipata es pobremente comprendido, porque la muestra entera consiste de fragmentos de treinta vasijas con la misma forma características”.

Todos estos fragmentos del “estilo Cusipata” provienen de la excavación IV de Kidder, ubicada en la parte central del asentamiento que como vimos, tuvo diversos problemas para establecer correlaciones entre capas y materiales arqueológicos (Chávez 1992) cuestión que aumenta la incertidumbre con relación a su posición cronológica relativa. Como Franquemont apunta, el mismo Kidder ya había notado la débil evidencia de la posición estratigráfica de algunos fragmentos de lo que sería Cusipata e, incluso, muchos de ellos se encontraban asociados a Periodos Tardíos (Collao: 1110 DNE-1450 DNE. aproximadamente), hecho que Kidder adjudicó a procesos post-deposicionales (Franquemont 1986: 3). Aún así, Franquemont desarrolló una secuencia cerámica a partir de su análisis, aunque él mismo dudó que esta pueda tener un verdadero correlato con una sucesión de épocas. Por ello, no descartó que tanto el estilo Cusipata como el Pukara provengan de la misma localidad y que comprendan una misma tradición cerámica (Ibíd.: 9). Pese a estas lagunas en el registro material y las incoherencias creadas por las semejanzas formales de las vasijas, Franquemont definió sus unidades estilísticas de esta forma: - Estilo Cusipata. - Fase Pampa Pucara y, - Fase Río Pucara168. De este modo, y como hemos venido señalando, Franquemont manifestó una dificultad para darles una ordenación cronológica: “Es difícil orientar esta secuencia de las tres unidades en el tiempo, puesto que no hay disponibilidad de evidencia estratigráfica u otros complejos cerámicos bien definidos del área inmediata”. (Ibíd.: 9. Traducción nuestra). Por ello, no le quedó otra cosa que engarzar su secuencia a los hallazgos arqueológicos cercanos temporal y espacialmente, casi todos ellos aislados y sin ningún control estratigráfico. Por ello recurrió a la contrastación de su secuencia con excavaciones realizadas en áreas cercanas. Así, utilizando su última “línea de evidencia” utiliza una excavación realizada en 1964 en el asentamiento de Huayapata por Jorge Flores y Walter Tapia, finalizando dicha sección del artículo aceptando que, “ciertamente [la excavación de Huayapata] no prueba, que la secuencia estilística que propuse es correcta”. (Ibíd.: 10. Traducción nuestra). Su sección acerca de “las relaciones culturales” va a encaminarse en el mismo propósito: tratar de llevar a la comprobación empírica a su secuencia estilística. De este modo, todo su planteamiento va a girar en torno a elementos de su asamblea cerámica que se asemejen a los de asentamientos con igual o un poco más de información. Por ejemplo, utilizará a Marcavalle en el 168 Franquemont hace la aclaración de que en esta fase, se incluyó el material cerámico que no pudo ser asignado a ninguna de las anteriores unidades.

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Cusco, que ya se ha convertido en todo un clásico para definir relaciones intergrupales, como veremos luego. También recurrió a la secuencia de Ponce Sanginés para Tiwanaku y a la tan conocida “secuencia maestra” de Ocucaje (Menzel et al. 1964) y Nasca (Strong 1957), la cual tuvo que soportar todo el armazón de su secuencia: “Las semejanzas más notables están entre la fase Río Pucara y los estilos Ocucaje 10 y Nazca 1”. (Ibíd.: 11) o luego: “Esta evidencia sugiere posible correlaciones entre Ocucaje 8 y los estilos Cusipata y Qalasasaya del altiplano, entre Ocucaje 9 y la Fase Pampa Pucara, y entre Ocucaje 10 y Nasca 1 y la Fase Río Pucara”. (Ibíd.: 12). De esta manera, después de todo, reconoce que, por el momento, sus planteamientos necesitan mayor comprobación empírica y, sobre todo, mejores contextos arqueológicos. OTRA SECUENCIA ARQUEOLÓGICA PARA LA CUENCA NORTE DEL TITICACA: LUIS LUMBRERAS Y HERNAN AMAT Basándose en sus investigaciones realizadas hasta ese momento (1966), los arqueólogos peruanos Luis Lumbreras y Hernán Amat van a desarrollar una aproximación a los eventos sociales ocurridos en la zona. Su interés para las épocas tempranas es “lograr una secuencia de dos grandes periodos bien definidos, a los cuales nos referimos con los nombres de Qaluyo y Pucara”. (Lumbreras y Amat 1966: 77). Este artículo también es de gran valor porque, entre otras cosas, da a conocer algunas notas de campo inéditas de Manuel Chávez Ballón en el momento del hallazgo del sitio de Qaluyu. Los investigadores reconocen en su secuencia arqueológica los siguientes períodos: A) Cazadores-Recolectores, que en ese momento se limitaban a las cuevas de Mazocruz y Pizacoma. B) Culturas Agroalfareras Tempranas, que incluyen a Qaluyu, Pukara y una “desconocida”. C) Período de integración regional: Tiwanaku. D) Período expansivo Altiplánico E) Período Colonial Incaico. Nosotros sólo trataremos de los periodos que aquí nos interesan: el “Periodo de las Culturas Agroalfareras” o “Fase A” y la “Cultura Pukara” o “Fase B”. En su “Periodo De Las Culturas Agroalfareras”, la Fase A corresponde a Qaluyu que, para ese entonces, se fechaba entre los 800 ANE a los 500 ANE, con un margen de error de 100 años. Lumbreras y Amat hacen alusión a un fenómeno en la arqueología de esta época y, anotado anteriormente, que es la ocurrencia de cerámica Qaluyu asociada a Pukara y para lo cual se basan en las notas de Kidder 1948: 80. Por ello, estos investigadores describen los tipos de cerámica anotando la posibilidad

de la existencia de varias etapas dentro de lo conocido globalmente como Qaluyu. Sus tipos de cerámica propuestos son: Qaluyu Inciso, Qaluyu Oscuro sobre Claro, Qaluyu Negro sobre Rojo, Qaluyu Crema sobre Rojo y Qaluyu Negro y Crema sobre Rojo (Figura 11). Además, asocian a la cerámica sin decoración con bordes en forma de “coma” (“ollas sin cuello”) con el Formativo central andino (Lumbreras y Amat 1966: 78). Pero también algunas cerámicas, como las decoradas con pintura amarilla sobre rojo, les recuerdan a decoraciones de la cerámica Chiripa de la cuenca sur del Titicaca (Ibíd.: 79). Los autores llaman la atención que pese a conocerse gran cantidad de cerámica, poco se sabe de las estructuras arquitectónicas y la economía de este grupo social. Le dan una distribución espacial al “complejo cerámico” en la región occidental del Lago y norteña del altiplano del Titicaca y con reporte de su hallazgo muy cerca al Cuzco. Para ellos, la coetaneidad con Chiripa es evidente, además de las afiliaciones estilísticas, por los fechados radiocarbónicos que, por primera vez, se toman en cuenta en la representación de las sociedades altiplánicas. En su “Fase B” o “Cultura Pukara”, nuevamente, hacen la observación que dentro de “lo que estilísticamente se conoce como “Pucara” [existe] más de una manifestación, que, representando un cierto carácter de unidad tradicional, deben corresponder a más de una fase” (Ibíd.: 81. Entre corchetes nuestro). La descripción de los restos materiales se hace sobre la base de los trabajos de Kidder II. Obviamente, el sesgo histórico-cultural está presente en dicho artículo y les crea contradicciones a los autores cuando, por ejemplo, notan que es probable la existencia de varios estilos cerámicos dentro de lo que se asume debería ser una “unidad cultural”. Por lo demás no deja de ser un artículo de síntesis de información previa y de descripción general de la materialidad social. Este mismo planteamiento se repetirá sin mucha variación en el influyente De los Pueblos, las Culturas y las Artes en el Antiguo Perú (Lumbreras 1969), el manual de arqueología peruana más utilizado y extendido en esos tiempos. En este, se hace mención de la cerámica Qaluyu en sólo un párrafo y se ofrece una descripción del sitio-epónimo (Ibíd.: 93). A su vez, refiriéndose a Pukara se extiende algo más que con Qaluyu, pero siempre hablando de la cerámica Pukara Policroma. Lumbreras, plantea dos hipotéticas fases dentro de esta cerámica, la primera “naturalista” y la segunda “simbólica” (Ibíd.: 137-138). En ese sentido, Lumbreras se refiere básicamente a la cerámica como el principal factor de “unidad cultural”. Vemos, pues, que en esos momentos la ontología y la epistemología histórico-cultural todavía sigue latente en sus escritos, por lo cual su reproducción por los posteriores investigadores no será difícil. Sin embargo, hacía 1971 en su artículo “Proyecto de Investigaciones Arqueológicas en Puno”, Lumbreras inició sus interpretaciones de la prehistoria de la zona

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inspiradas en el materialismo histórico aunque, por ejemplo, todavía asume la hipótesis de Julian Steward acerca de las “sociedades hidráulicas” como la forma más viable de desarrollo político en el Altiplano prehispánico: “(…) planteamos la hipótesis de que en el altiplano (...) se forjó una sociedad con una estructura procesal y orgánica diferente a la que se desarrolló en la costa y aún en otras partes de la cordillera andina, que quizá pudieran inscribirse dentro del tipo llamado “hidráulico” por Steward (1950) y sus seguidores”. (Lumbreras 1971: 61). Asimismo, en este mismo artículo avanzó su proyecto en Pukara que más tarde fue puesto en práctica por Elías Mujica: un plan de trabajo arqueológico con el objetivo último de explotación turística: “Un programa de excavaciones con fines de conservación y restauración, es pues indispensable y hecho, Pucara se convertirá en un lugar con atractivos similares a los de Chavín o Tiwanaku. Creemos que en una primera fase, Pucara debe merecer la primera atención”. (Ibíd.: 64). En la década de los 70 del siglo pasado, Lumbreras desarrolló una postura marxista en sus representaciones pero, como vimos, esta pudo desarrollarse en un contexto sociopolítico simpatizante con este para que sus propuestas obtengan mayor resonancia en la arqueología peruana. LA IDEOLOGÍA HECHA PIEDRA: SERGIO CHÁVEZ Y KAREN MOHR Nos ocuparemos de estos dos investigadores de manera conjunta, puesto que comparten similares planteamientos y han publicado en conjunto muchas veces, como consecuencia de sus investigaciones en el área altiplánica. Ambos desarrollaron una de las trayectorias arqueológicas más prolongadas de la zona, excavando importantes sitios de la “época formativa” muchos de ellos con presencia de litoesculturas. Esto les lleva a reafirmar la existencia de una identificación de la zona norte con un proceso social y, que incluso, llegaría hasta Tiwanaku (Chávez 1975). Karen Mohr, hizo una primera reseña de sus trabajos de investigación como estudiante graduada en Antropología de la Universidad de Pennsylvania hacia 1969 (Mohr 1969) cuando estaba interesada en los tiempos anteriores a la ocupación Inca en el Cusco, de la que se conocía muy poco (Ibíd.: 48). Sin embargo, también tomó en cuenta en su investigación al “estilo cerámico Qaluyu”, ya que planteaba que existían “rasgos culturales” comunes entre las sociedades formativas del Cuzco y Puno. De ahí, que se refiera a ellas conformando un “área cultural”. Así, en esa época, su investigación “está dirigida a establecer las secuencia de ocupaciones, esto es, las cronologías relativas y absolutas; y a clarificar la naturaleza de esas culturas Pre-Waru [en el Cuzco], Pre-Pucara [en Puno],

individualmente y como un todo”. (Ibíd.: 48-49. Traducción y entre corchetes nuestro). Con ese propósito, realizó excavaciones en el montículo de Qaluyu, concretamente 5 trincheras que variaban de 1 m. x 1.50 m. a 3 m. x 5 m. y con profundidades variables de entre 1 y 4 metros. (Ibíd.: 50). Los resultados obtenidos en esta investigación sirvieron en parte para la redacción de su tesis doctoral presentada en 1977169. Sin embargo, los trabajos realizados en el sitio Qaluyu nunca fueron descritos completamente. A partir de 1970, saldrán a la luz una serie de artículos firmados por ambos. El interés de Sergio Chávez en los temas arqueológicos de la zona no era gratuito porque hay que recordar que su padre fue discípulo de Tello: Manuel Chávez Ballón, investigador que, además de hacer extenso trabajo empírico en dicha área, como vimos, definió el estilo cerámico Qaluyu. En su artículo Newly Discovered Monoliths from Highlands of Puno (Chávez y Mohr-Chávez 1970), Chávez y Mohr realizaron su primera aproximación al material lítico del área altiplánica: las esculturas y estelas ya conocidas desde antiguo más algunas nuevas registradas por ellos. Pero más allá de la descripción de dicho material, también comenzaron a desarrollar su interés por la ideología representada en la iconografía: “El hecho que los monolitos sean de piedra, un material permanente y menos plástico que, por ejemplo, la cerámica y que requiere más tiempo y trabajo para su producción, nos lleva a creer que su función fue importante, en muchos casos reflejando una porción del sistema ideológico o de creencias de la sociedad. Es posible que los monolitos esculpidos representaran una síntesis de sus creencias religiosas, expresadas visualmente en piedra; la cual, podría describir a la cultura como un sistema simbólico. Esos monolitos fueron símbolos que dieron vida a significados que fueron interiorizados y compartidos por los miembros de la sociedad, además, mantuvieron, identificaron visualmente y organizaron sus creencias”. (Ibíd.: 25). De esta anterior cita se desprende su perspectiva idealista y simbólica acerca del estudio de las sociedades, basado en el análisis de la ideología plasmada en la piedra. Con ese objetivo, también describirán por primera vez la estela ubicada en la localidad de Taraco en la provincia de Huancané en 1968 (Ibíd.: 33), conocida por los pobladores de la zona como “Yaya-mama” (Figuras 32 y 33) y mediante la que desarrollarán su planteamiento de la existencia de un primer estilo altiplánico que bautizaron con el nombre de dicha estela. Estos investigadores observan las similitudes con estelas de Tiwanaku, cuestión que plantean formalmente más adelante:

169 La versión revisada de la misma se publicó en la serie Baessler-Archiv del Museo Etnológico de Berlín (Mohr Chávez 1980-81). .

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“No podemos estar seguros en este punto, sí esas similitudes indican relaciones históricas entre los pueblos poseedores de esos estilos. Sin embargo, ésta estela provee evidencia adicional para determinar la naturaleza y relaciones entre las culturas de Pucara y Tiahuanaco y sus posibles conexiones con otros grupos no altiplánicos tales como el de Paracas en la costa”. (Ibíd.: 34). Posteriormente, tras registrar y estudiar un número importante de esculturas con semejanzas iconográficas, hacia 1975 finalmente definen el “estilo Yaya-Mama” de esta manera: “Este artículo se centra en la discusión de una estela de Taraco, en el departamento de Puno. Su combinación única de elementos estilísticos será comparada con la de algunos monolitos pre-Tiahuanaco de alrededor de las márgenes del Lago Titicaca, monolitos de estilo Pucara y luego con elementos Paracas o Nazca tempranos. Un grupo de escultura lítica de los alrededores del lago, incluyendo la estela de Taraco, será distinguida como componente de un nuevo estilo, posiblemente pre-Pucara en fechado relativo. (...) La estela Yaya-mama es, entonces, representativa de un grupo estilísticamente similar de esculturas de piedra, un grupo que sugerimos denominar “Grupo Yaya-Mama” ”. (Chávez y Mohr-Chávez 1975: 46. Traducción nuestra). En 1975, otro artículo acerca de dos fragmentos de una misma estela lítica dividida entre Arapa (Puno, Perú) y Tiwanaku (Bolivia) (Figura 58), les ofreció evidencias adicionales sobre la relación entre ambas sociedades y, sobre todo, la influencia que ejerce Pukara sobre Tiwanaku y fundamentar más su tradición lito-escultórica (Chávez 1975) en la que se encuentran los estilos pre-Pukara y Pukara. En un último trabajo publicado, Mohr (2001) no varió en absoluto su discurso de 1975 acerca de la “Tradición Yaya-mama” (ver también Burger et al. 2000). De esta manera se ha aceptado ampliamente la existencia de esta tradición, su precedencia e influencia en la cuenca del Titicaca. Así, por ejemplo, como señaló Kolata (1993:81), siguiendo a Mohr y a Chávez, esta tradición serviría al posterior Estado Tiwanaku como una poderosa base para la “legitimación de su agresiva religión, proselitismo cultural y económico que lo llegó a caracterizar”. Para Mohr y Chávez, evidentemente lo mismo sucede con Pukara donde se conservarían muchos de los elementos iconográficos de dicha “Tradición”170. Como expresan junto a Burger: “Alrededor del 2150 BP, cerca al inicio del Periodo Intermedio Temprano, Pucara emerge en la cuenca norte del Lago Titicaca. Centrada en el sitio de Pucara, con sus monumentales múltiples templos hundidos, fina 170 Para otra interpretación de la estela Yaya-Mama, se puede ver Kolata 1993: 80-81.

escultura de piedra y cerámica ceremonial, la elite Pucara continuó la Tradición religiosa Yaya-Mama y controló la producción de poderosas imágenes sobrenaturales explícitamente expresadas en un estilo corporativo”. (Burger et al. 2000: 315. Traducción nuestra). De esta manera, observamos que dichos investigadores se concentraron específicamente en el estudio de la iconografía para realizar una hermenéutica de las sociedades que comparten similitudes en sus representaciones escultóricas líticas. Como cuestión estilística, el “Grupo Yaya-Mama” es una interesante propuesta para articular ideológicamente a las sociedades altiplánicas. Sin embargo, no se han definido aún las características materiales que hicieron posible la producción y reproducción de dicha ideología. En ese sentido, la introducción del materialismo histórico en la interpretación de dichas sociedades trataría de solventar dichas deficiencias en la investigación arqueológica, como veremos enseguida. MATERIALIZANDO LA HISTORIA: ELÍAS MUJICA La implicación de Mujica con el sitio de Pukara se posibilitó mediante la realización de un segundo gran proyecto de excavación en Pukara, financiado por el Plan COPESCO/UNESCO y ejecutados por el Instituto Nacional de Cultura entre 1975 y 1980 (Paredes 1985, Mujica 1978: 290, Wheeler y Mujica 1981) que tenía como objetivo principal la “Puesta en valor” del sitio, vale decir, su apertura como parte de un circuito turístico. Estas excavaciones fueron iniciadas, en primer lugar, por Luis Lumbreras como parte de un taller de arqueología (Paredes Eyzaguirre, comunicación personal: 1998) pero quien luego se encargó de la investigación y posterior publicación de los resultados fue Mujica, miembro del Instituto Arqueológico de Estudios Andinos (INDEA), colectivo donde se encontraría el “núcleo duro” del pensamiento arqueológico materialista histórico en el Perú. Además, de realizar numerosas intervenciones en los estructuras arqueológicas monumentales, el proyecto realizó excavaciones adicionales en el área de la plaza hundida excavada anteriormente por Kidder en 1939, mediante las que se estableció la presencia de una construcción más temprana bajo la plaza de la época de Pukara Clásico, denominadas Cusipata (siguiendo las fases estilísticas definidas por Franquemont) y otra no identificada, probablemente del Formativo Temprano (¿Qaluyu?) (Mujica 1987). El proyecto también estimó la excavación y reconstrucción de las terrazas (donde se localizaron monolitos in situ [Paredes 1985]) y escaleras de Qalasaya con ese objetivo de “puesta en valor” del sitio. Un reporte inédito dirigido a la National Science Foundation por Jane Wheeler y Elías Mujica (1981) provee una síntesis de los hallazgos de estas investigaciones.

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Elías Mujica es uno de los pocos arqueólogos peruanos que ha descrito un proceso histórico-social al interesarse por realizar una explicación socio-económica de las sociedades tempranas en esta área. Como integrante del grupo de estudios de Luis G. Lumbreras (INDEA) se incluyó en el discurso materialista histórico. Tuvo la ventaja de desarrollar mayores observaciones de campo que el mismo Lumbreras y así pudo publicar varios artículos acerca del área. En 1978 publicó Nuevas Hipótesis sobre el Desarrollo Temprano del Altiplano, del Titicaca y de sus áreas de interacción. En este trabajo, salta a la vista en primer lugar, la herencia histórico-cultural, cuestión de la cual Mujica era consciente (Mujica 1978: 296). Sin embargo, dicho artículo es sumamente interesante, puesto que describe a Tiwanaku como el resultado del trabajo acumulado por las sociedades de toda la cuenca del Titicaca: “Tiwanaku es el resultado de todo un proceso previo que se inicia en el Formativo, proceso cuya peculiaridad principal radica en que este fue posible debido a una fuerte interacción existente entre dos áreas históricamente antagónicas: el área de la cuenca del Titicaca, al norte y área situada al sur. Adicionalmente existieron otras áreas ligadas íntimamente al desarrollo altiplánico: la cuenca del Vilcanota en el actual Departamento del Cuzco (Perú), la costa sur-central peruana en donde se desarrollaron Paracas y Nasca, y la costa del extremo sur peruano y norte chileno, en donde sobresale la fase Alto Ramírez”. (Mujica 1978: 289-290). De este modo, para Mujica, Pukara habría jugado un rol decisivo en los desarrollos previos a Tiwanaku. Por otro lado, aquí se plantea una dialéctica entre las cuencas norte y sur, una hipótesis bastante sugerente para interpretar el desarrollo de las sociedades altiplánicas. Sin embargo, aunque como hipótesis es muy interesante, el conocimiento arqueológico de ese entonces era escaso, situación que el mismo autor reconoce cuando trata de comprobar sus fases hipotéticas con el material arqueológico disponible en ambos lados del lago. Finalmente, cayó en la misma forma de hacer arqueología histórico-cultural y hermenéutica. Para Mujica, siguiendo los planteamientos previos de Lumbreras y Amat (1966), Pukara sería el articulador de “las culturas agroalfareras Qaluyo y Chiripa y un estadio notablemente más desarrollado que es Tiwanaku”. (Ibíd.: 290). Pero como él mismo nos advierte, estas cuestiones allí planteadas están en el nivel de hipótesis a comprobar. Un punto de inflexión en los estudios de la cuenca norte del Titicaca, y que le supone a Mujica una contradicción que trata de superar, está relacionado con las secuencias arqueológicas del área: “Como vemos, la secuencia cronológica se nos presenta hasta el momento como grandes bloques culturales cuando sabemos que en realidad no fue así”. (Ibíd.: 293).

Si bien, esta crítica es bastante pertinente, por otro lado, para Mujica los desarrollos sociales y económicos en la cuenca norte del Titicaca se deberían a causas externas como la interacción: “Debió de existir una fuerte interacción entre diversas culturas altiplánicas, lo cual se refleja fundamentalmente en los estilos cerámicos; y pudo existir también un fuerte contacto entre el altiplano y la costa sur peruana y norte chilena, en los inicios del desarrollo altiplánico”. (Ídem.). Como podemos apreciar los planteamientos son retomados de los investigadores previos, prácticamente desde que Luis E. Valcárcel los planteara en los años 20 del siglo pasado. Así también, en este intento de reconocer el desarrollo histórico que lleva a la emergencia de Pukara, va a retomar la cuestión de la “Fase Cusipata” (Mujica 1987). Como vimos con anterioridad, fue Edward Franquemont quien definió esta fase, producto de sus análisis de los materiales cerámicos de las excavaciones de Kidder. Vimos también como esta fase estilística tuvo problemas para ser aislada y fue un planteamiento con poca base empírica y contextual. Sin embargo, Mujica cree haber encontrado la evidencia estratigráfica para la secuencia de Franquemont y, que siguiendo sus planteamientos, antecedería a Pukara: “Este articulo es un informe preliminar en donde presentamos las evidencias ceramográficas más importantes de lo que estamos llamando FASE CUSIPATA, cuyas características y posición estratigráfica nos permiten proponer que es tanto el antecesor de Pukará como una fase intermedia entre esta y Qaluyo”. (Mujica 1987: 22). Para Mujica, los materiales arqueológicos excavados en Pukara que le permiten establecer esta confirmación de la secuencia: “(…) han sido ubicados en contextos superpuestos en diversas partes de la pirámide principal o “Qalasaya” de Pucará. Tanto en el nivel hundido del “templo blanco y rojo” (Sector BB) excavado por Kidder en 1939 como en el frontis de la pirámide (Sector BF y BG)”. (Ibíd.: 24). Para Mujica, la principal evidencia para separar a Cusipata de Pukara es la existencia de “una capa de tierra arcillosa y muy compacta (...) hecho por los Pukara para cubrir construcciones más tempranas dentro de un proceso de remodelación de la pirámide”. (Idem.). Sin embargo, como él bien anota, la cerámica Cusipata aparece asociada a cerámica Qaluyu en dos capas: “(...) es importante señalar que [la cerámica Qaluyu] también se mantiene presente durante buena parte de la fase Cusipata, ya que salen ambos estilos asociados en capas más tardías”. (Idem. Entre corchetes nuestro).

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De esto se desprende que la única evidencia sólida para separar Qaluyu de Cusipata es “la capa arcillosa roja” de la estructura piramidal, cuando bien esta puede haber sido causada por una remodelación del edificio, sin que pasase mucho tiempo tras la deposición de la “cerámica Cusipata”. De hecho, esta capa no puede ser señalada directamente como producto de la acumulación natural sino más bien como producto de la actividad humana. De este modo, Mujica se arriesga a ecualizar capa cronológica (por acumulación natural de material en el tiempo) con capa constructiva (producto social en un solo evento). Por otro lado, quizá producto de la característica divulgativa del artículo, nunca se especifican cantidades de muestra analizada, con lo cual la cuantificación se torna en calificación casi arbitraria. Así, como resultado de sus observaciones tendrá que admitir que“(…) sin duda alguna hay una evidente continuidad entre la cerámica Cusipata y la Pukara, sin cambios traumáticos entre ambos estilos”. (Ibíd.: 25). Es decir, nos encontramos nuevamente con la misma propuesta problemática realizada por Franquemont. Todos estos planteamientos, a nuestro modo de ver, son resultado de la forma estática de observar la producción de los restos materiales y, por consecuencia, de la explicación de las sociedades. De esta manera, se traslada mecánicamente el concepto de “cultura arqueológica” al registro arqueológico. Con este proceder, todo resulta en un afán por acomodar los datos arqueológicos en aquella abstracción conceptual. Así, se busca la confirmación de la precedencia de Cusipata en su aparente “tecnología inferior” frente a la cerámica Pukara Policroma de “tecnología superior”. De esta manera, se cae en el error de equiparar menor desarrollo tecnológico (calidad) con mayor antigüedad. Obviamente, aquí todavía se sigue un esquema evolucionista. Por otro lado, creemos que el sitio epónimo de Pukara, no sería el mejor lugar para definir una sucesión temporal de la sociedad altiplánica, por sus características de asentamiento aglutinante social. Es probable que durante algún tiempo, varias sociedades (o grupos dentro de una misma sociedad) estuvieran llevando su cerámica consigo para ser allí depositada. Los sitios de Chavín y Pachacamac son buenos ejemplos para ilustrar este tipo de fenómeno social en los Andes centrales171. Por otra parte, un factor que determinaría el tipo de explicación de Mujica sería el concepto de “tradición”, el que supone a una sociedad cumpliendo normas de producción cerámica que permanecen en la conciencia colectiva por largos espacios de tiempo: “(…) en el sitio de Pucará existen dos tradiciones ceramográficas tempranas que confluyen en Pukara. Una

171 Un novedoso planteamiento para la reproducción del Estado andino, concretamente el de Tiwanaku (Goldstein 2005) ofrece una alternativa de explicación en la que diferentes grupos sociales están envueltos en un mismo sistema político. Asimismo, en el mismo centro urbano de Tiwanaku, se han hallado diferentes tipos de estilos cerámicos que convertiría a este sitio en un espacio cosmopolita (Janusek 2005).

primera netamente altiplánica cuyos antecedentes están en las capas más profundas del sitio a 2.80 m. por debajo de la capa roja arcillosa de relleno Pukara (...) y una segunda tradición de probable origen norteño (Marcavalle-Pikicallepata) y más tardía que la anterior (...). La primera tradición estaría representada por la cerámica Cusipata Pintada y la segunda por la Incisa, influyendo de manera más notable la tradición incisa o “altiplánica” en el posterior desarrollo de Pukara”. (Ibíd.: 28). De este modo, para Mujica, los cambios en los conjuntos cerámicos (y “culturales”) se darían principalmente por influencia externa a la sociedad Pukara. Sus siguientes artículos van a ser de síntesis de lo conocido de Pukara (1991) y sus planteamientos originales no van a variar demasiado. Sin embargo, desarrolló una jerarquización de los asentamientos, definiendo a Pukara como un “núcleo principal”, así como “centros secundarios” (o también semi-urbanos) y “aldeas” (Mujica 1991: 279-284). En estos últimos artículos Mujica denomina a Pukara como una “Sociedad Compleja”, un concepto prestado de la arqueología procesual de evidente inspiración evolucionista-funcionalista y que, en ese entonces, ya comenzaba a ser planteado en otras representaciones arqueológicas en los Andes. ENTRE EL MATERIALISMO HISTÓRICO Y EL PROCESUALISMO: SERGIO CHÁVEZ (1992) La tesis doctoral de Sergio Chávez (1992) realizada para la Universidad de Michigan es un estudio bastante importante sobre la naturaleza de la sociedad Pukara basado en el análisis de la cerámica: producción/estandarización, distribución y consumo. Se percibe cierta influencia marxista en su marco teórico, aunque nunca lo hace explícito, utilizando términos como “Modo” y “Medios de Producción” en su modelo o hipótesis principal: “Los niveles elevados de especialización de la labor y estandarización en la producción artesanal están relacionados cercanamente a niveles más altos de integración socio-económica y centralización en sociedades complejas. Mientras que los modos y medios de producción se incrementan bajo el control, soporte y demanda de una autoridad centralizada secular y/o religiosa, un grupo de especialistas a tiempo completo, no productores de alimentos, emergen para satisfacer esas demandas. Tal caso puede ocurrir en la manufactura de la cerámica, vasijas llanas y/o vasijas ceremoniales de lujo”. (Ibíd.: 6. Traducción y subrayado nuestro). La confirmación de su hipótesis requeriría la identificación de la evidencia crucial en los datos disponibles de la cerámica del área en cuestión. Esta se cruzaría con la evidencia independiente de contextos sociales y ambientales entre otros. Para Chávez, con Pukara se marcaría los comienzos de las sociedades estatales (Ídem).

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Sin embargo, por lo menos en la Introducción de su tesis, si bien sugiere que Pukara podría ser un Estado, finalmente se inclinará por el uso del término “Sociedad Compleja”, cuestión que implica una carga neoevolucionista en su discurso. Asimismo, al asumir que Marcavalle sería un tipo de sociedad de pequeña escala, producto de la negación de su evidente especialización artesanal (Ibíd.: 7), traslada dicha caracterización a Qaluyu, puesto que ambas presentarían las mismas características socio-económicas. Así para Chávez, los dos principales elementos de prueba para la defensa de la “Sociedad Compleja” son la especialización y la estandarización en la producción (Ibíd.: 5). Aunque también expone ejemplos etnológicos donde esta situación no se produce. Si bien su estudio se basa en la producción de la cerámica, el análisis iconográfico conformó el grueso de su tesis. Pese a esa orientación, gracias a su análisis de los artefactos, observa que la producción de cerámica Pukara es estandarizada: “Aparte de las relativas variaciones menores, que pueden ser esperadas en las vasijas hechas a mano o atribuidas a ceramistas individuales, las vasijas del estilo Pucara están estandarizadas en tamaño, forma, acabado de superficie y pasta”. (Ibíd.: 510). Respaldado por experimentación, análisis de remanentes de contenidos, huellas de uso en la cerámica y observaciones etnográficas, Chávez planteó interesantes funciones para las vasijas Pukara (Ibíd.: 511). Así también, mediante su análisis iconográfico, Chávez definió los principales personajes de las decoraciones cerámicas Pukara (los temas del “Hombre Felino” y la “Mujer Camélido” (Figura 80) y esbozó una interpretación de su ideología (Ibíd.: 521 y ss). A partir de allí, el discurso se tornó hermenéutico, estructuralista y actualista, aunque hay visos de conciliación de la relación entre iconografía y la base económica de la sociedad productora (Ibíd.: 527). Por ello, Chávez llegó mediante la iconografía y algunas evidencias arqueológicas a denominar a Pukara como un Estado: “[Los] motivos [de cabezas sin cuerpos], que son públicamente exhibidos y representados de una manera repetitiva, magnifican el acto violento, a la vez que, sugieren control social por amenaza de fuerza o terrorismo visual para prevenir cualquier evento o conflicto. Asimismo, el imaginario es intencionalmente estandarizado, sugiriendo control centralizado y manipulación. La religión respaldó esto mediante la decapitación por la fuerza, proveyendo un medio de racionalizar el dominio de la clase dominante por la fuerza o amenaza de ella, especialmente cuando las amenazas religiosas o sobrenaturales no llegasen a ser efectivas en la dominación por persuasión (...). El control centralizado de la decapitación que es ritualizado públicamente puede expresar y santificar la autoridad dada a un grupo restringido; de este, modo sugiriendo un

monopolio sobre la fuerza. Esta interpretación es tan cercana a denominar a Pucara como un Estado prístino”. (Ibíd.: 529. Traducción, entre corchetes y subrayados nuestros). Sin embargo, esta postura no fue la única defendida en la tesis de Chávez y también postuló una explicación alternativa acerca del carácter ceremonial/mítico con los mismos materiales antes descritos. De esta manera, hay dos posturas en su discurso: una inspirada en el materialismo histórico y otra en el procesualismo. EL PROCESUALISMO Y EL PROGRAMA COLLASUYU Charles Stanish, inició sus investigaciones en la década de los 80s en el área del sur del Perú en el Programa Contisuyu y que estaba enfocado en la costa sur, en el valle de Moquegua. A finales de esa misma década inició sus investigaciones en el Altiplano del Titicaca y junto a Lee H. Steadman excavó el montículo “Formativo” de Tumatumani (Juli) en 1988 (Stanish y Steadman 1994). En 1997, fundó el Programa Collasuyu junto a Edmundo de la Vega, arqueólogo peruano de la Universidad Técnica del Altiplano de Puno (Stanish 2000: 4). Ese mismo año, junto a sus colegas publicaron los resultados de una prospección regional en la zona de Juli-Desaguadero en la parte sur de la cuenca del Titicaca (Stanish et al. 1997). Mediante esta prospección se desarrolló una secuencia arqueológica, utilizada más tarde por otros miembros de su equipo cuando se ocuparon del área Qaluyu-Pukara. Así, plantearon un marco cronológico referencial que reunía los marcos evolucionistas (la secuencia Bennett-Ponce) y los evolucionistas-históricos (Lumbreras 1974) previos. Como ellos mismos expresan: “Hemos adoptado un sistema cronológico dual que formaliza tanto los enfoques históricos como los evolucionistas en la arqueología de los Andes centrales en general, y en la Cuenca del Titicaca en particular. En el primer caso, usamos una cronología evolucionista muy amplia que pensamos es apropiada para la Cuenca del Titicaca como un todo. En forma paralela a esta cronología evolucionista, empleamos cronologías históricas locales para áreas diferentes tales como la región Juli, el área del Desaguadero, el área de Tiwanaku, etc. Mantenemos ciertos rasgos de la secuencia de Ica (los períodos Tiwanaku Expansivo y el Inca Expansivo, por ejemplo, que generalmente se correlacionan con el Horizonte Medio y el Horizonte Tardío, respectivamente), pero hemos alterado esta secuencia para encajar la historia cultural de la Cuenca del Titicaca de acuerdo a nuestros datos.” De esta forma se llegan a proponer estos períodos arqueológicos para la prehistoria de la cuenca del Titicaca: “La cronología general está representada por ocho períodos: Arcaico Tardío (ca. 5000-2000/1800 a.C.),

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Formativo Temprano (1800/1300-1300/900 a.C.), Formativo Medio (1300/900-500/200 a.C.), Formativo Superior (500/200 a.C.- 400 d.C.), Tiwanaku Expansivo (400-1100 d.C.), Altiplano (1100-1450 d.C.), Inca Expansivo (1450-1532 d.C.), y Colonial Español Temprano (1532-1700 d.C.). Junto a la cronología general están las cronologías históricas locales, proveyendo un sistema dual para cada área”. (Stanish et al. 1997). Para el objeto de nuestro estudio veremos que es lo que plantean estos investigadores acerca de los periodos más tempranos o “Formativo”172: “El Período Formativo Temprano (ca.1800/1300-1300/900 a.C.) El largo período de tiempo desde las poblaciones sedentarias más tempranas en la región, fundamentalmente agrícolas, hasta la emergencia del estado Tiwanaku como un señorío expansivo, constituye el Período Formativo en la prehistoria de la Cuenca del Titicaca (ca. 1800 a.C.- 400 d.C.). Siguiendo a Lumbreras (1974b), reconocemos tres grandes divisiones del Período Formativo, definidos en términos evolutivos: el Formativo Temprano, Medio y Superior. El Formativo Temprano se define aquí, como el período de tiempo desde las poblaciones sedentarias más tempranas hasta el desarrollo de jerarquías políticas y económicas reconocibles en las sociedades de la Cuenca del Titicaca. Este período comenzó hace 1800 a.C. en algunas áreas al norte y sur de la región del Titicaca; pudo haber empezado en otras áreas a más tardar en los 1300 a.C. (...) El Período Formativo Temprano se caracterizó por la existencia de pequeñas aldeas ubicadas en zonas óptimas para la agricultura y los pastizales.

El Período Formativo Medio (1300/900-500/200 a.C.) El Período Formativo Medio representa el establecimiento de sociedades jerarquizadas en la Cuenca del Titicaca. Es durante este período que se encuentra evidencia de una organización del trabajo corporativo muy por encima de las capacidades de las unidades domésticas individuales. Dicha organización del trabajo está asociada a sociedades jerarquizadas, o jefaturas simples, como son conocidas en la teoría antropológica. La consecuencia de esta organización del trabajo más compleja es, especialmente evidente, en el desarrollo de una arquitectura elaborada y en las tradiciones cerámicas. Las más importantes de las culturas del Formativo Medio son Qaluyu (ca. 1300-500 a.C.) y Chiripa Temprano y Medio (1300-850 a.C. y 850-500 a.C. respectivamente, ver Chávez, 1988a:2, 1988b). Las sociedades del Formativo Medio florecieron por lo menos desde el comienzo del primer milenio a.C. (Qaluyu

172 Para una crítica de este concepto se puede ver el artículo titulado: El Formativo Andino: Análisis, Revisión y Propuestas del arqueólogo peruano Alberto Bueno Mendoza, disponible en www.geocities.com/peru_inka/formativo.htm

en el norte y Chiripa y los sitios relacionados con este al sur) hacia la segunda mitad del primer milenio a.C. (…). El Período Formativo Superior (500/200 a.C.-400 d.C.) El Formativo Superior representa el desarrollo de las primeras sociedades marcadamente jerarquizadas en la región del Titicaca. Estas sociedades corresponderían a los modelos de organización de señoríos complejos en la literatura antropológica. La adopción de jerarquías sociales y políticas hereditarias, equiparado casi con toda certeza a una jerarquía económica, señala en la región del Titicaca, la transición del Período Formativo Medio al Superior. El Formativo Superior se define, por lo tanto, como el período en el cual se desarrollan señoríos complejos y eran las organizaciones políticas dominantes en la región.

Diversos señoríos complejos se desarrollaron en la región durante este tiempo -posiblemente el Período Cusipata en Pucara (500-200 a.C.), Pucara Clásico (200 a.C.-400 d.C.), Chiripa Tardío (500-200 a.C.), Kalasasaya (ca.200 a.C.-200 d.C.), Sillumocco Tardío (200 a.C.-400 d.C.), Ckackachipata (200 a.C.-400 d.C.), y Qeya (200-400 d.C.). Pensamos que Kalasasaya finalmente reemplazó a Chiripa Tardío en la región sur del Titicaca, y que Qeya, a su vez, se desarrolló a partir de Kalasasaya (ver Albarracín-Jordán y Mathews, 1990; Mathews, 1993)”. (Stanish et al. 1997. Subrayados nuestros). Es significativo y de gran importancia el trabajo de Stanish y sus asociados, puesto que revela que la falta de investigación en esta zona del lago, nos brindaba una imagen sesgada del desarrollo de las sociedades y la existencia de áreas de transición entre la cuenca norte y la sur173. Sin embargo, nos parece que la utilización del marco cronológico que ya hemos citado arriba, induce a los investigadores a ecualizar sociedades de diverso nivel de desarrollo socioeconómico. Dichas sociedades o “señoríos” han sido definidos mediante unos tipos cerámicos que, como hemos visto, no están bien definidos. Por ello, no sorprende que cuando realizan la definición de estos, las similitudes con los tipos 173 Como los mismos autores (Stanish et al. 1997) señalan: “La investigación arqueológica en el Período Formativo Superior en la Cuenca del Titicaca históricamente se ha centrado en dos áreas: el norte del Collao y el sur de Pacajes. Estas son las áreas de Qaluyu/Pucara y Chiripa/Tiwanaku, respectivamente. Este sesgo en la investigación ha llevado a una visión implícita o explícita de la Cuenca del Titicaca como caracterizada por estos dos centros de desarrollo cultural que influenciaron, en diferentes grados, a las áreas vecinas. En muchos modos, esta visión es reminiscente de la noción de los centros nucleares de la civilización, aquella de los “generadores” de grandes estilos artísticos y de cultura que subsecuentemente se difunden hacia otras áreas. Por ejemplo, todas las asambleas cerámicas decoradas y las estelas labradas se evalúan como si éstas fueran representativas de las tradiciones Chiripa/Tiwanaku o estuvieran más relacionadas a los tipos Qaluyu/Pucara. Los sitios intermedios entre estas dos regiones se identifican como “Chiripa”, “Qeya”, “Pucara” etc., sobre la base de unos cuantos fragmentos con decoración superficial, sin importar el resto de la asamblea u otras características del sitio”.

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cerámicos definidos en el lado peruano como el boliviano resulten obvias. Esto se incrementa, si observamos que las muestras provienen de recolecciones superficiales y muchos de los tipos cerámicos no presenten asociaciones lo suficientemente claras (como la cerámica del “Formativo Temprano” denominada Pasiri). De todas formas, como ellos advierten, sus planteamientos no pretenden ser definitivos y deberán ser comprobados más adelante. Como podemos advertir la teoría sustantiva es evolucionista, cuestión que es consecuente con la arqueología procesual. Además, Stanish remarca su influencia desde la Antropología Económica desarrollada por Karl Polanyi (Stanish 1992, 2003) que retiene conceptos que dinamizarían las prácticas económicas y políticas de las sociedades no occidentales como la reciprocidad y la redistribución y que según la teoría antropológica (por ejemplo Earle 1978 o Johnson y Earle 2003) generan sociedades de tipo “Jefatura simples” o “complejas”. De hecho en el 2001, los postulados neoevolucionistas de Stanish no variaron mucho. Adhiriéndose al “modelo de culto regional” desarrollado por Helaine Silverman (1995: 27, citado en Stanish 2001), plantea que para el Horizonte Temprano y que, en el Altiplano del Titicaca, corresponde con Pukara: “(…) un gran asentamiento, con arquitectura sustancial puede ser construido en un contexto no-estatal”. (Stanish 2001: 52). De esto se sigue, que todas las características de la materialidad social de Pukara se justificarían por su importancia como oráculo como el de Chavín, Pachacamac o, en este caso, el de Cahuachi como sugiere Silverman. De esta forma, Stanish sólo reconoce la presencia del Estado para la región andina en la sociedad Moche (Ibid.: 54-55) y rechaza su existencia antes de esta época. Bajo ese planteamiento, Pukara no representó un Estado: “El modelo que mejor puede caracterizar el paisaje político pre-Horizonte Medio es una serie de políticas (polities) autónomas y semiautónomas sin ninguna evidencia de complejidad más allá de una sociedad de jefatura”. (Ibíd.: 56. Traducción nuestra). Stanish finaliza su ensayo asumiendo que la historia del desarrollo de las sociedades se ajusta al esquema evolucionista cultural emulado en otras regiones del mundo: “La perspectiva opuesta174 asume que mucha de la historia andina puede ser comprendida como un ejemplo

174 En dicho artículo Stanish refuta la perspectiva de John Murra (1968), quien argumenta un caso de desarrollo social particular para las sociedades andinas mediante la llamada “verticalidad” o “complementariedad zonal”. Para una defensa de este modelo en los andes del extremo sur peruano se puede ver Goldstein 2000b, 2005.

del típico proceso antropológico de todas las sociedades humanas. Desde esta perspectiva, los Andes proveen un rico corpus de datos para refinar nuestros modelos de la evolución de las sociedades estatales. Esto provee un número de paralelos y contrastes para otras áreas de desarrollo de estados de primera generación.” (Ibíd.: 57). Para una hipótesis similar no hay más que ver las viejas hipótesis evolucionistas y deterministas ecológicas de Steward (1955) acerca de sus áreas nucleares con características similares (áreas áridas y semi-áridas, por ejemplo) que determinarían la evolución cultural. Lo que llama la atención es la crítica hacia el modelo del archipiélago vertical de Murra, principalmente por ser para Stanish muy particularista y no encajar dentro del esquema de evolución general. Aunque estudios realizados por él (Stanish 1989) acerca de arqueología doméstica lo inducen a concebir esto. Nosotros no defendemos el modelo de Murra, pero creemos que hay evidencias suficientes que lo pueden avalar, sobre todo para época Tiwanaku (Goldstein 1993, 2005. Para evidencia bioantropológica ver Blom et al. 1998 y Sutter 2000: 61). Stanish, moderniza sus enunciados previos y rechaza las hipótesis monocausales y deterministas (circunscripción y presión poblacional o las de conflicto) y apoya su hipótesis mediante modelos que podrían ser comprobados en el área andina como los de “Dynamic Cycling”, elaborado por Joyce Marcus (1992) para el área Maya y los de Economía Política (D'Altroy y Earle 1985, Earle 1997), aplicado por él (Stanish 1992) para el área andina del extremo sur costeño y altiplano (Stanish 2001: 60, 2003). En una reciente síntesis acerca de la prehistoria de la cuenca del Titicaca, Stanish (2003:3) explica que la causa del desarrollo de los líderes políticos de las Jefaturas en el Formativo Medio se daría como consecuencia de la realización de “fiestas competitivas” (“competitive festing”) lo que supondrían una competencia entre los “lideres emergentes” para atraer y captar mayor cantidad de individuos y su producción desde las comunidades mediante dichas “ceremonias” que involucraban relaciones económicas asimétricas, principalmente de distribución, ocurridas en los “espacios ceremoniales” como las “plazas hundidas” de los asentamientos. La búsqueda y obtención del éxito en la realización dichas fiestas (“consumo conspicuo”) conduciría a una lucha entre esos líderes y, consecuentemente, a la creación de jerarquías sociales y de una “elite” asentada en los principales “centros ceremoniales”. Llegada una complejización de dichas relaciones económicas (“especialización”) y políticas (dependencia) dentro de la sociedad dichas prácticas resultaron altamente jerarquizadas y centralizadas como la que se pudo haber dado en el mismo sitio de Pukara que, movilizaría una inmensa cantidad de producción (“labor”) y controlaría

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un amplio territorio y las rutas inter-regionales175. En suma, se habría dado origen a una “Economía Política”176. Por su parte, siguiendo la teoría sustantiva neoevolucionista y la economía política antes sintetizada, Aimée Plourde (2006) ha planteado la existencia de “bienes de prestigio” desde el Formativo Medio hasta el Formativo Superior en la cuenca norte del Titicaca177. Ella plantea que la búsqueda de prestigio de algunos sujetos de la sociedad que en la literatura antropológica reciente se han denominado “aggrandizers” (“hombres ambiciosos” según Clark y Blake 1994178) quienes tenían un deseo de prestigio y que obtenían y mantenían mediante artefactos que eran “señales de suntuosidad” (“costly signal”)179. De esta manera, se asume explícitamente que la búsqueda del prestigio sería una constante psico-biológica en dichos individuos y en toda sociedad. Así pues, la competencia por el prestigio (“agencia”) y la obtención de dichos bienes seria la causa de la evolución y complejización de la sociedad mediante la definición y mantenimiento del status, del rango y de la jerarquía política. La época en que esto sería más notorio es en la sociedad Pukara. Finalmente, Elizabeth Klarich (2005) ha desarrollado nuevos planteamientos acerca de la génesis del liderazgo en Pukara inspirándose en los nuevos desarrollos de la teoría antropológica anglosajona que ha planteado alternativas a la normatividad y unilinealidad del neoevolucionismo procesualista (Blanton et al. 1996, Brumfiel y Fox 1994, Crumley 1995, Feinman 2000, Mills 2000, Yofee 1993, etc.), así como también recoge los planteamientos de la “teoría de la agencia” (Klarich 2005: 28. También ver Dornan 2002: 314). Con estos 175 Mediante estas rutas de larga distancia se podría obtener “bienes exóticos” de otras regiones para ser incluidos en la propiedad de la elite como parte de su “riqueza” (Stanish 2003:6). 176 Este planteamiento coincide con la “Network Strategy” planteada en la Teoría Procesual Dual (Blanton et al. 1996). 177 Aunque Plourde también se refiere al Arcaico Terminal y Formativo Temprano, estas épocas se encuentran más ampliadas en una línea explicativa similar en Craig (2005). 178 También ver Johnson y Earle 2003 y Stanish 2003: 26. 179 Esta teoría fue desarrollada originalmente en biología (Zahavi 1975) y se basa en los atributos especiales que ostentan algunos animales, como los pájaros (plumaje) o cérvidos (astas), para atraer a sus parejas del sexo opuesto (Craig 2005: 63, Plourde 2006: 23). De esta manera, se comunican mensajes mediante ciertos elementos visibles de su apariencia externa (Craig 2005: 63). Como en principio, estas señales fenotípicas suponen también una advertencia para los predadores dada su alta visibilidad, los que sobrevivan a esta selección natural adquirirán mayor capacidad para adquirir parejas. De la misma manera, en los seres humanos, estas capacidades o habilidades, también estarían incluidas en sus características fenotípicas pero, también, en su conducta se pueden hacer visibles dichas “señales de suntuosidad” mediante un comportamiento derrochador, “arquitectura monumental, rituales públicos costosos, junto a la elección de alternativas de subsistencia energéticamente ineficientes y consumo conspicuo (ostentoso)” (Craig 2005: 65). Ver ejemplos desde la Ecología Conductual Humana también en Craig 2005: 65-72.

nuevos planteamientos, Klarich reconoce que ha existido una tendencia en segregar los espacios arquitectónicos a medida que el sitio de Pukara se iba complejizando. La cuestión del “liderazgo” con las mismas características y dinámicas económicas y políticas anotadas arriba también está presente en su explicación del desarrollo del asentamiento de Pukara en tanto concreción de dicha capacidad de las elites Pukara. En este caso, las estrategias de dichos lideres evolucionarán desde “estrategias inclusivas” a “exclusivas” lo que se patenta en la creación y modificación de los espacios arquitectónicos en el mismo sitio de Pukara. Asimismo, para Klarich (2005:11), a pesar que estos líderes desarrollan dichas estrategias, los individuos sujetos y/o dependientes de ellos (“no elite”) también realizan prácticas que manipulan y alteran los espacios arquitectónicos configurados por las elites. La pampa central del sitio de Pukara donde Kidder realizó la excavación IV y donde ella realizó excavaciones en el 2001 sería ese espacio donde se darían dichas prácticas sociales en las que las estrategias inclusivas de la elite y la no-elite se concretaron cuando esta área funcionó como una plaza abierta o de uso público pero que, posteriormente, comenzó a ser exclusiva al realizarse su subdivisión en espacios particulares en las que se realizarían prácticas más privadas (Klarich 2005:12). COLONIAS, ENCLAVES O INTERRELACIONES: EL IMPACTO INTERREGIONAL DE LAS SOCIEDADES FORMATIVAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA Finalmente, para completar panorama de la acumulación de datos y explicaciones acerca de Qaluyu y Pukara, nos detendremos en las investigaciones acerca de materiales arqueológicos hallados fuera del contexto geográfico original del que corresponderían dichas sociedades altiplánicas. Los primeros hallazgos de material arqueológico altiplánico alejado de su lugar de producción se relacionaron con posibles colonias Tiwanaku y demostrarían un control ecológico vertical por parte de las sociedades altiplánicas. Este modelo fue desarrollado por John Murra (1968) para la época Inca y se argumentó por medio de documentos etnohistóricos (siglo XVI) que se hacían referencia a poblaciones asentadas en áreas distantes a su lugar de origen, aunque perdían su pertenencia a la misma y tenían como objetivo la explotación económica, principalmente de recursos agrícolas inexistentes en su lugar de procedencia. Asumido esto para época Inca, la extrapolación hacia la época Tiwanaku fue plausible180. Para Pukara, también se ha tratado de explicar la aparición de elementos de su materialidad social fuera de 180 Ver por ejemplo, Berenguer y Dauelsberg 1989, Browman 1978: 332, 1984, Lumbreras 1974, Mujica 1996, Mujica et al. 1983, Murra 1972.

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su lugar de producción mediante este modelo181. Sin embargo, este se modelo se ha tachado de “reduccionismo de verticalidad” (“verticality reduccionism”) (Dillehay y Núñez 1988: 610, citados en Sutter 2000: 47), puesto que se asume que los artefactos, principalmente cerámica decorada típica (Pukara polícromo), hallados en la costa tienen que ser necesariamente objetos transportados hasta allá por colonos. Para superar dicha crítica, recientemente se ha ampliado la corroboración de este modelo, además de las cerámicas o textiles, al análisis de las mismas poblaciones prehispánicas (por ejemplo, Blom et al. 1998, Rothhammer y Santoro 2001, Sutter 2000) con lo que se ha generado una perspectiva más objetiva de la ocupación de poblaciones altiplánicas en la costa. Por ejemplo, las supuestas colonias Pukara en Alto Ramírez (Azapa) no disponen de pruebas desde la bioantropología182. Sin embargo, para la parte peruana aún se carecen de estos análisis poblacionales con lo cual la polémica sigue abierta. Por ello, aunque puede ser arriesgado este planteamiento, lo cierto es que las evidencias materiales existen y alguna explicación tendrá que ser planteada para su presencia. Los principales lugares donde se han hallado materiales arqueológicos relacionados con el altiplano (los más tempranos y relacionados con Pukara) son el valle de Moquegua u Osmore (Feldman 1989, Goldstein 2000, 2005), Alto Ramírez (Rivera 1991: 21), Ica (Conklin 1983), valle del Chili, Arequipa (de la Veracruz 1996:146) y Camaná (McEwan y Haeberli 2000, Haeberli 2001: 116)183. Las hipótesis que se manejan están íntimamente relacionadas a las concepciones que se tienen acerca del carácter sociopolítico de Pukara y las explicaciones de la aparición de objetos se dan sobre la base de mecanismos como la colonización, el intercambio comercial o la imitación. Para William Conklin (1983), por ejemplo, esta cuestión tiene que ver con relaciones de intercambio. Al desarrollar su secuencia estilística a partir de la tecnología y el estudio iconográfico de los textiles encontrados en la costa, remarcará la relación temprana entre esta y la sierra. Así también, a la par de desarrollar una temprana relación con las sociedades de la costa que se iniciaría con Pukara, también argumentará su continuidad con Tiwanaku, desarrollando la existencia de una tradición textil altiplánica: 181 Por ejemplo, Mujica 1990, Mujica et al. 1983. Sutter (2000: 49) cita a Kolata 1993: 76; Muñoz 1983, 1989; Rivera 1984, 1991 y a Santoro 1980 para el área de Azapa. 182 Sutter (2000: 63) la cruza, además, con la evidencia arqueológica. También se puede recurrir a Rothhamer y Santoro 2001. 183 También se puede consultar Los petroglifos del valle de Arequipa y sus relaciones con los caminos antiguos disponible en http://www.angelfire.com/pe/CIARQ/petro.html en el que se ofrecen muestras de material cerámico y arte rupestre con motivos Pukara.

“Las culturas de la sierra emergieron y cayeron, pero sus tradiciones textiles fueron extremadamente conservadoras. La transmisión del conocimiento textil de persona a persona a través de siglos, hasta el presente, es un continuum asombroso”. (Conklin 1983: 20. Traducción nuestra). De esta manera, Conklin sugiere la existencia de dicha “tradición” que llega, incluso, hasta la actualidad. Así pues, se mantendría la “esencia” de la “cultura andina” a través del tiempo, un planteamiento que propondría la conservación de supuestos “valores” o “esencias” indígenas. Por otro lado, Conklin basará su estudio en la aceptación del modelo de verticalidad de Murra (Ibíd.: 21). Pero como él apunta, este se daría en el ámbito de enclaves agrícolas y la aparición de artefactos a distancias más alejadas serían consecuencia de intercambios en el ámbito de élites, lo que supone la aceptación de la idea de la existencia de una reciprocidad con relación a “objetos de prestigio” que como ya vimos, es un supuesto procedente del modelo de “Jefatura”. De esta forma, señala que: “Los textiles serranos que han sido encontrados en las áreas costeras parecen ser textiles de elite y estarían probablemente asociados con entierros u otras ofrendas, como es manifiesto en los muy raros casos de asociaciones conocidas”. (Idem.). Para llegar a dicho planteamiento traspola ejemplos de la sociedad Inca a épocas más tempranas, aunque como hemos visto, el modelo fue desarrollado para época Inca (Murra 1968). Sin embargo, para Conklin la cuestión que determina la aparición de estos materiales altiplánicos supone una cuestión superestructural, por ello, desafiando a su evidencia material y trasladándose al terreno metafísico, finaliza su artículo con este párrafo: “Los textiles de alta calidad expresan además de un sentido de arte y pompa otros más que estas simples explicaciones funcionales. Quizá los entierros de elite en el desierto fueron parte de una ecuación que garantizaba eternidad para los héroes de la sierra a cambio de algunos favores religiosos o ecológicos, arqueológicamente indetectables, proporcionados a los residentes costeños. (...) La verdadera explicación (...) probablemente envuelve más religión y mito que lo que connotan los conceptos de comercio y conquista”. (Ibíd.: 22. Traducción y subrayado nuestro). Por otro lado, Paul Goldstein (2000a) hizo una síntesis de los estudios previos que se han venido desarrollando en su largo proyecto de estudios realizados en el valle de Osmore (Moquegua). Allí, un grupo de arqueólogos, principalmente norteamericanos, reunidos en el denominado Programa Contisuyo, desarrolló trabajos arqueológicos con el objeto de conocer la historia del valle. Durante sus trabajos reconoció la existencia de artefactos provenientes del altiplano. Por eso, aquí también, el modelo de “Archipiélago vertical” de Murra fue puesto a prueba, con análisis que incluyeron los bioantropológicos (Blom et al. 1998, Sutter 2000).

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Dichos estudios prueban efectivamente la presencia de habitantes del Altiplano en el valle en época Tiwanaku. Para época Pukara, Goldstein nos propone que el valle de Moquegua, por su característica de “área intermedia”, sirvió de zona de articulación entre las sociedades altiplánicas (Pukara) y las costeras (Paracas-Nazca) (Goldstein 2000a: 335) y que la élite de la sociedad local (Huaracane) utilizó esos artefactos para recrear su poder político y económico (Ibíd.: 336). Así, este análisis otorga más importancia a la situación de dependencia de una sociedad con respecto otras más desarrolladas. En este caso, Huaracane estaría emulando sociopolíticamente a Pukara (Ibid.: 337) y la presencia de elementos Pukara en Moquegua sería producto de una asimilación de la elite local y no de una política de Pukara sobre la misma. De este modo, Goldstein asume la defensa de las relaciones sociales mediante “bienes de prestigio”, en una clave procesualista de la línea de Timothy Earle (1996). De hecho, la evidencia lo conduce a ello, puesto que no observa ningún cambio en el patrón de asentamiento local, tanto de arquitectura doméstica como pública (Goldstein 2000b: 356). 3.5. SÍNTESIS Mediante este recorrido por el desarrollo de la arqueología en un área concreta del actual Estado peruano, hemos podido reconocer que existe un correlato entre la situación socio-económica y socio-política y los modelos de interpretación arqueológica que se han utilizado. Esta situación es, además, producto de las relaciones económicas y políticas dependientes con los países desarrollados y su afán de inclusión dentro de otras esferas aparte de las estrictamente económicas, como un medio para naturalizar ciertas situaciones como la política. De allí que diferentes tendencias teóricas y modelos arqueológicos se hagan relevantes durante épocas concretas orientando la investigación a temas específicos o explicando los artefactos bajo una nueva perspectiva. Así pues, los discursos estatales buscarán reconocerse a sí mismos en el pasado y justificar su accionar. En este caso el interés nacionalista peruano jugó un rol significativo desde dentro de la sociedad peruana con el Indigenismo, el mismo que fue rápidamente asimilado al discurso oficial y obtener representantes de la intelectualidad peruana como productores de los discursos arqueológicos. Sin embargo, al crecer el poder económico y político capitalista estadounidense, sobre todo a partir de la II Guerra mundial, se produjo una apertura del Perú a dicho crecimiento económico, político-ideológico. Por consecuencia, también se adoptaron los nuevos desarrollos teóricos arqueológicos, los que llegarán de la mano de arqueólogos estadounidenses y que influyeron capitalmente en la investigación realizada en los Andes. Un hiato en este desarrollo desde la arqueología antropológica norteamericana se dió en los 70s del siglo pasado cuando un gobierno con tintes izquierdistas pero, sobre todo, nacionalistas, puso en su agenda la construcción de una prehistoria propia y en castellano

aunque fue monopolizada por los escritos de Lumbreras. Acabado ese experimento político, la nueva situación histórica se vió reflejada en la carencia de un discurso nacionalista de izquierda en los años siguientes. En ese nuevo ambiente, llegaron nuevos modelos arqueológicos que al implementar las explicaciones neoevolucionistas-procesualistas buscaron la uniformización del devenir de las sociedades en el ámbito mundial, con su punto culminante en el Estado en tanto cima del progreso humano. Por ahora, esta es la tendencia teórico-metodológica que más desarrollo y seguidores ha tenido en las nuevas generaciones de arqueólogo/as en el Perú. También, como vimos en el anterior capítulo, en los últimos años se ha ido gestando un nuevo nacionalismo en la arqueología peruana impulsado por arqueólogo/as peruano/as pero este se ha focalizado en sitios del norte chico como Caral. En ese sentido, las demás áreas se tornan marginales al desarrollo del origen de la “Civilización” y, por ello, no se le conceden relevancia dentro de dichos movimientos políticos. Por el lado de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la cuenca norte del Titicaca, hemos observado que como consecuencia de estas formas previas de entender la realidad prehispánica, uno de los principales presupuestos es que Pukara y Qaluyu son dos “sociedades” diferentes. Esto sigue el viejo procedimiento, en que lo/as investigadore/as definen las sociedades prehispánicas mediante la cerámica y esta correlación les ha llevado a definirlas como unidades étnicas o políticas. Dicha conceptualización, también, tiene que ver con el aún utilizado concepto de “cultura arqueológica”, el que describe a una sociedad mediante “rasgos-tipo” o “fósiles directores” y estos a su vez pueden ser elevados a la categoría de idiosincráticos, recurriendo a su interpretación como a la presencia de grupos humanos portadores de los mismos (Castro y González 1989: 10). Por ello, se conceptualiza a Qaluyu y a Pukara como “culturas”, “jefaturas”, “señoríos”, “unidades sociales”184 e incluso “unidades políticas”, sublimando la explicación de su origen y/o desarrollo histórico. Esta forma estática de apreciar a las sociedades tendrá cabida en los marcos teóricos evolucionistas y difusionistas, aunque también permanece en los discursos que se precian de ser materialistas históricos. De este modo, la disociación entre Qaluyu y Pukara se incrementó, cuando para cada una de ellas se eligió un estadio dentro de la evolución social. Por ejemplo, Qaluyu sería una “Jefatura” y Pukara una “Jefatura Compleja”. De esta manera, los arqueólogos procesuales han tratado de “encajonarlas” dentro de las categorías sociopolíticas antropológicas de corte evolucionista, con lo que se ha tratado de eludir el análisis de su propia historia. Tampoco explican su carácter material y como mucho se ha ecualizado “cultura” con “jefatura”, sin que existiera mayor aportación de evidencia material. Incluso, un último trabajo acerca de esta área geográfica 184 Incluso se habla de una “etnicidad prehispánica” (Sutter 2000).

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en épocas prehispánicas, representa a las sociedades altiplánicas como meros productos de la interacción económica (Burger et al. 2000), desmereciéndose el análisis de las causas que originan la extracción de las materias primas y la producción de bienes dentro de cada sociedad. Si bien, en los últimos años el procesualismo ha hecho eco de las críticas a cerca de su normativismo y asimilado desarrollos teóricos o interpretativos de las tendencias post-procesuales y neomarxistas, la ontología que esta subyacente en sus explicaciones sigue siendo evolucionista y funcionalista. De esta forma, casi todos los modelos parten de una abstracción o teoría general que se desea acomodar a la realidad objetiva. Así pues, la realidad no es independiente, sino que ha sido enajenada por los productores de teorías e interpretaciones arqueológicas. Para terminar con esta discusión, plantearemos algunas cuestiones en torno a los últimos desarrollos de la teoría arqueológica y que se hacen necesarias al ser conscientes de la “condición postmoderna” del capitalismo actual (Bintliff 1993) en el que estamos inmersos y que se manifestaría en nuestra disciplina con la denominada arqueología post-procesualista. Como vimos, dicha arqueología tiene como uno de sus objetivos principales en su agenda, negar las divisiones existentes (dicotomías) entre explicación/interpretación, objetividad/subjetividad, material/ideal, social/individual, etc. (Hodder 1987, Shanks 1992, Hodder et al. 1995), difuminándolas mediante discursos literarios subjetivos (“narrativa” o “poética”) y que no tendría más fin que el de relativizar todo conocimiento científico, sobre todo, el que emergía de la ciencia positivista. Aunque dichas teorías no han conocido un desarrollo y una extensión significativa en el Perú185, es de suponer que cuestiones como el “relativismo”, la “subjetividad” o las “múltiples lecturas del pasado” (“pluralismo”, “multivocalidad” y/o “polisemismo”) en el discurso arqueológico serán temas a tomar en cuenta de cara al debate futuro.

185 Aunque ya existen textos en dicha línea, siendo pionero el artículo de Joan Gero de 1991 (D’Altroy 1997: 22). Asimismo, otras aproximaciones postprocesuales son las de Jerry Moore (1996) y William Isbell (1997). Para el área circun-Titicaca tenemos a Gil García (2001) quien desde su “Arqueología de la Percepción” interpreta el “fenómeno chulpario” de épocas tardías.

Incluso, estas posturas de “vanguardia” podrían ser solapadas con lecturas New Age (Hodder 2003, Meskell 1995) de la materialidad social prehispánica, lecturas que no han sido ajenas a la arqueología andina y que, hoy en día, son bastante populares (v.gr. Von Daniken). Todo esto no es difícil de postular puesto que la ontología y epistemología idealista de la ya extendida arqueología histórico-cultural y procesualista ha conocido un “desarrollo sostenible” en los círculos académico-arqueológicos peruanos. Por consiguiente, una “arqueología rompedora” como la post-procesualista o “interpretativa” puede enfrentárseles y, aparentemente, superarlas. De hecho, hemos visto que ciertos desarrollos de la arqueología post-procesualista, como la “teoría de la agencia”, ya han sido incorporados a posturas procesualistas o histórico-culturales (por ejemplo, ver Pauketat y Alt 2005,). Asimismo, en países que son dependientes teóricamente de los centros de poder académico como los sudamericanos (Politis 1995), estas nuevas interpretaciones importadas pueden ser recibidas sin ninguna crítica. En ese sentido, la utilización de teorías, modelos, conceptos y/o categorías extraídas de otras realidades o procedentes de la reflexión supone el aumento de la dependencia de los objetos arqueológicos ya que estos últimos son “cubiertos” por dichos planteamientos y les dan sentido. Asimismo, estos planteamientos son añadidos a dichos objetos y permanecen de manera implícita en otros tipos de explicaciones lo que se hace patente en nuestro análisis de la arqueología de las sociedades tempranas de la cuenca norte del Titicaca. En el siguiente capítulo trataremos de devolverles a dichos objetos su verdadero contenido, dimensión e historia en tanto materialidad social. Para ello, reuniremos la materialidad social de Qaluyu y Pukara tratando de evitar las cargas añadidas a ellos desde las diferentes representaciones arqueológicas y que han estado condicionadas por ideologías, teorías y concepciones originadas en otros lugares y alejadas, paradójicamente, de su propio objeto de estudio.

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CAPITULO 4

LA MATERIALIDAD SOCIAL DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS (1400 ANE-350 DNE) DE LA

CUENCA NORTE DEL TITICACA

4.1. INTRODUCCIÓN Como vimos en el capitulo anterior, la materialidad de las sociedades tempranas de la cuenca norte del Titicaca ha sido sometida a diversas representaciones arqueológicas lo que ha supuesto que se tenga más en cuenta lo que los artefactos y sitios significaban o evocaban en lo/as investigadore/as que la propia objetividad de dichos materiales. Además, como vimos, estas representaciones abordaron la materialidad social desde situaciones históricas en las que ciertas ideologías dominantes condicionaron la forma de ver dichos objetos. Por ello, aquí trataremos de re-presentar a los sitios y objetos arqueológicos lo más aislados que se pueda de dichas representaciones. Asimismo, como vimos, los restos materiales de las sociedades denominadas Qaluyu y Pukara han sido generalmente abordados de manera unilateral. Por ejemplo, existen conspicuos estudios acerca de su cerámica (Chávez 1992, Steadman 1995, Klarich 2005) y litoescultura (Kidder 1943, Chávez 1976, 1988, Chávez y Mohr 1970). De hecho, muchos de estos objetos ya no se encuentran en su lugar de origen y han sido transportados hacia otros lugares, como la ciudad de Puno186 o a la ciudad de Lima, principalmente, al Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú187. Asimismo, otros artefactos se hallan en museos de Estados Unidos de América188 y Europa189. De esta manera,

186 En el Museo Dreyer de la ciudad de Puno se ha concentrado artefactos de las sociedades tempranas que además de vasijas cerámica, incluyen monolitos y estelas de estilo Pukara. 187 Ver cuadro 5 y fotografías de dicha colección en cd adjunto. Asimismo, otra colección de fragmentos Pukara en el Museo Larco de Lima formarían parte de las mismas recolecciones que hiciera Tello en el sitio de Pukara. Como vimos en el anterior capítulo, Tello organizó y recolectó matreiales arqueológicos para ambos museos. 188 Como vimos en el capitulo anterior, Alfred Kidder excavó en el sitio de Pukara bajo los auspicios del Museo Peabody de

estas colecciones alejan una cantidad significativa de materiales bien conservados de estas sociedades, así como una importante decoración figurativa o abstracta que los hace distinguibles como pertenecientes a estas sociedades190. Por ello, muchas de las explicaciones arqueológicas en estos estudios han utilizado a los artefactos aislados de su lugar de origen o no se los ha integrado dentro de su manera de producción y reproducción original. Para superar en parte esta cuestión, en este capítulo trataremos que los objetos re-encuentren su verdadera ubicación y dimensión. Para ello, hemos recopilado la mayor cantidad posible de información sobre sitios y objetos arqueológicos relacionados bajo las etiquetas Qaluyu y Pukara. Todo este material será organizado en categorías y jerarquías que parten de su propia realidad y de la relación entre ambas para que nos sirvan para entender su existencia como producto social. Al final del capítulo se realizan unos planteamientos de cómo estos materiales nos pueden guiar atrás en el tiempo y entender su génesis. Sin embargo, como sabemos, la investigación arqueológica prehistórica tiene como principales

Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard y, por ello, muchos materiales de dicha excavación terminaron en los depósitos de ese museo. Se pueden ver la piezas Pukara (buscar en palabras clave como Pucara) en el catálogo en línea del museo: http://www.peabody.harvard.edu/ 189 En el catálogo del Museo de América de Madrid (Cuesta Domingo 1980) hemos observado que figura una escultura lítica antropomorfa de estilo Pukara. Asimismo, cuando visitamos el Museo Volkerkünde de Berlín reconocimos la cabeza de un monolito antropomorfo con características Pukara. En Berna, Suiza según comenta Rowe (1958) también hay otro pequeño monolito con diseños Pukara. 190 En contraste con la cantidad de artefactos arqueológicos en otras áreas del Perú, sobre todo en la costa, las piezas en la sierra sur y el altiplano del Titicaca son pocas y casi siempre se hallan fragmentadas (Chávez 1992: 102).

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condicionantes la calidad y cantidad de los elementos concretos supervivientes que indican las prácticas sociales pasadas realizadas por sus productore/as y que son las que deseamos (re)conocer en el presente. Específicamente, en el área de la Cuenca Norte del lago Titicaca existen diferentes problemas para reconocer y describir los asentamientos humanos tempranos y sus elementos integrantes, básicamente, por la propia naturaleza de su soporte, su producción y por las condiciones naturales o antrópicas a las que se hallan expuestos y que han reducido de manera drástica dichos objetos arqueológicos en su devenir. Por ello, antes de seguir adelante con la materialidad social que nos interesa en este estudio, tendremos que describir los procesos por los cuales nuestro objeto de estudio se halla disminuido y transformado ante nuestros ojos cuando lo investigamos en la actualidad en el altiplano del Titicaca. 4.2. FACTORES QUE AFECTAN A LA MATERIALIDAD SOCIAL EN LA CUENCA NORTE DEL TITICACA Es necesario abordar esta discusión puesto que dichos factores afectan a nuestra observación de la materialidad de las sociedades que nos ocupan, las metodologías que utilizamos y las consecuentes representaciones que proponemos. Asimismo, al realizar nuestra cuantificación, tipologización y/o jerarquización, es decir, la cantidad y calidad de dicha materia, esta afectará a las representaciones infra o sobredimensionando la realidad observada. Un claro ejemplo de ello son los análisis de patrones de asentamiento (Stanish et al. 1997), las creaciones de tipologías de asentamientos (Stanish et al. 1997, Stanish 2003: 89) o las jerarquías de estos (Bandy 2001, Plourde 2006:215, Plourde y Stanish 2006) basadas en la extensión y/o volumen de los asentamientos y sus elementos constituyentes191 en el momento de su investigación. Hemos dividido estos factores en tres grandes grupos: meteorológicos, biológicos y antrópicos. FACTORES METEOROLÓGICOS LLUVIA Las lluvias en el área de nuestro interés se dan de forma importante y hasta torrencial entre los meses de Octubre a Mayo (Atlas 2004: 16), provocando un gran proceso de erosión de la superficie y de las estructuras arquitectónicas expuestas. Por ejemplo, las lluvias intensas de 1985-1986 produjeron inundaciones masivas que afectaron, sobre todo, a las tierras bajas cercanas al

191 Aunque Bandy (1999:64) reconoce ciertas disturbaciones o “procesos post-deposicionales” mecánicos (producidos por humanos y animales) que afectan al material cerámico en los sitios arqueológicos de la península de Taraco.

lago Titicaca y a los ríos de su cuenca (Erickson 1996:35-36). Como consecuencia de la lluvia, también la vegetación se vuelve más importante en la zona (Atlas 2004: 16) minimizando la observación de los asentamientos de pocas proporciones y de hecho, tornando imposible las prospecciones en la zona. Asimismo, las estructuras de barro que no tengan ninguna cobertura serán prácticamente desaparecerán o se deslizarán echas por la acción de las lluvias, minimizando su volumen. Los sistemas agrícolas también sufren erosión por este factor, imposibilitando, la cuantificación de sus extensiones (Erickson 1996: 34). En sitios de ladera de cerro, las lluvias hacen que los materiales se reúnan en algunos lugares concretos concentrando objetos de áreas superiores y/o de diferentes épocas. Un ejemplo de este fenómeno es el que Stanish y asociados (Stanish et al. 2005: 311) observaron en el sitio de Tunuphara en la península de Capachica. Asimismo, las lluvias incrementan la existencia y extensión de los humedales o “bofedales” cercanos a los ríos, manantiales o zonas llanas de la cuenca del Tititcaca. Estas extensiones y/o concentraciones de agua impactan en la conservación y visibilidad de los sitios arqueológicos. Finalmente, asociados a las lluvias, los rayos han sido reiteradamente señalados por los habitantes de las zonas del altiplano como productores de daños en las litoesculturas. Por ejemplo, Sergio Chávez (1988: 31) recuperó información en la zona altiplánica de Chumbivilcas cuando iba en busca de esculturas de estilo Pukara: “Entrevistas con los residentes en Velille inidcaron que en los años pasados esta estela [la de Velille], entonces completa, había estado eregida en la cima de Wiraqocha Orqo hasta que un rayo la impactó causando que esta se fracturase en pedazos” VIENTO En el altiplano andino, y dadas sus grandes áreas abiertas, el viento erosiona en importante medida los asentamientos. Asimismo, dicha erosión eólica es un gran problema para la deposición natural de capas de tierra en los mismos sitios arqueológicos. Este problema se detecta desde los yacimientos de épocas arcaicas cuando los campamentos al aire libre se reconocen como una gran acumulación de artefactos, lascas y desechos asentados en una misma área pero que se encuentran mezclados con artefactos de diferentes momentos puesto que el material que los podría haber contenido como matriz ha sido “barrido” por el viento. De los yacimientos aldeanos para adelante, un fenómeno similar puede haber significado una deposición alterada de los materiales por efectos del viento. Como Helaine Silverman (1994) ha observado para otros asentamientos prehispánicos de los andes centrales con ocupación temporal, como el mismo Cahuachi (Nazca),

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estos aparecen limpios por acción eólica (la explicación más popular es la que se denomina “limpieza ritual”), un elemento que no se ha tomado muchas veces en cuenta para interpretar los depósitos arqueológicos en los Andes, sobre todo, en áreas publicas en zonas de relieve llano. EROSIÓN Y MODIFICACIÓN DE LOS CAUCES DE LOS RIOS La erosión producida por los ríos es relevante porque muchos de los sitios tempranos se hallaban cercanos a ellos. Muchos han sido seriamente erosionados y el material acarreado por las aguas, sobre todo durante las crecidas de los ríos en la época de lluvias (Noviembre-Marzo). De esta forma, dicha erosión supone una reducción e, incluso, la desaparición de sitios arqueológicos. Por ejemplo, Amanda Cohen (en Plourde 2005: 95) propone que la escasez de sitios Arcaicos y Fomativos Tempranos en el valle de Pukara se debería a esto. Sin embargo, en algunos casos las crecidas de los ríos y la consecuente erosión que realizan en sus cauces ha permitido el hallazgo de contextos arqueológicos como en el caso de los depósitos que observó y pudo excavar Kidder en el mismo Pukara (Kidder 1943: 3), también observados previamente por Julio C. Tello. Este factor que beneficia el enriquecimiento de las tierras por el transporte de sedimentos, también contribuye a invisibilizar a los sitios arqueológicos y sus posibles sistemas agrícolas asociados debido a sus sus continuas crecidas y desbordes (Erickson 1996:34). Erickson advierte, por ejemplo, que la mayoría de los campos elevados visibles en la actualidad se hallan cercanos a los cauces de ríos pequeños, como los del río Illpa en la cuenca norte y en el Koani en la cuenca sur del lago “mostrando que el estado de preservación depende probablemente de la actividad del río” (Erickson 1996:34). Por su parte, la modificación de los cauces de los ríos es un factor relevante cuando las prospecciones sistemáticas no abracan totalmente el área a estudiar, puesto que los asentamientos tempranos y, sobre todo, los montículos se hallan relacionados íntimamente con las avenidas de ríos. Sin embargo, por lo menos en las zonas llanas y más cercanas al lago Titicaca (y las de mayor potencial productivo) se ha reconocido que los ríos han modificado sus cauces en algunos casos alejándolos de los actuales y modificando el paisaje que rodeaba a los sitios en un principio. Muchos campos elevados también han sido documentados en las orillas de los ríos, como por ejemplo, en la zona de Ayaviri (Arizaca 1998 y observaciones personales), las mismas que han sufrido el impacto del crecimiento de los ríos.

ELEVACIÓN Y DISMINUCIÓN DEL NIVEL DEL LAGO Y LAGUNAS Según los estudios de paleoclima (Abott et al. 1997a, 1997b, Talbi et al. 1999) el área del Titicaca conjuntamente con gran parte de los Andes han soportado diversos episodios de sequías e incremento de lluvias. Esto ha significado, en principio, un incremento o disminución del nivel de las aguas del lago Titicaca. Uno de los primeras cuestiones a tomar en cuenta es que muchos asentamientos tempranos se hallaron en la cercanía de lo que fue en su momento la orilla del lago Titicaca. Por ejemplo, Bandy (2001)192 plantea para la sección del lago Titicaca, conocida como Wiñaymarka, que muchos asentamientos estarían cercanos a áreas que ahora están inundadas. Erickson (1996: 296) también sugiere lo mismo para los sitios tempranos de la cuenca norte del Titicaca cercanos al lago. En consecuencia, nuestro registro de los asentamientos cercanos a las orillas de lago inevitablemente será sesgado. Otro efecto de los periodos de lluvias, es que incrementan las avenidas de las aguas de los ríos, modificando e incluso, destruyendo numerosos sitios ribereños. El mismo fenómeno ha condicionado la conservación de los campos elevados o waru-waru que por su propia tecnología se ubican cercanos a las orillas del lago (Erickson 1996, Lennon 1983). INTERMITENCIA TÉRMICA Otro factor que resulta significativo para la conservación de los sitios y, sobre todo, de los bloques líticos es el efecto que causan en ellos los cambios en pocas horas del frío al calor. Este efecto, por ejemplo, se hace patente en la roca arenisca que, debido a su propia matriz sedimentaria, tiende a la exfoliación y al clivaje. Por ello, la reducción de dichos bloques es una variable que hay que considerar puesto que muchos bloques líticos, incluyendo estelas, padecen una reducción considerable de su volumen a consecuencia de este factor meteorológico. FACTORES GEOLÓGICOS ACIDEZ DE LA TIERRA Este factor inherente a algunas tierras de la cuenca norte del Titicaca (por ejemplo, ver Erickson 1987: 374), reduce la posibilidad de conservación de materiales orgánicos, como las coberturas vegetales a las que nos referíamos. Dicha acidez también se activa gracias a las filtraciones de agua de lluvia o de los propios ríos. El área altiplánica además, posee grandes concentraciones de minerales que provocan la reacción de ciertos elementos orgánicos; de hecho, las aguas de los ríos, poseen cantidades variables de minerales disueltos.

192 También ver el texto de Robin Beck y asociados (2007:840-842) para una interpretación de cómo estos eventos de sequía generaron una cadena de sucesos que reorganizaron la sociedad Chiripa en la parte sur del Titicaca.

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MOVIMIENTOS NATURALES DE TIERRAS Además, a causa del efecto de movimientos de tierras por acción mecánica del rio, muchos sitios también han sufrido deslizamientos de tierras; sobre todo, sitios que se hallan cercanos o en las mismas pendientes de cerros. Asimismo, el altiplano también está sujeto a las actividades sísmicas que afectan a las estructuras arquitectónicas (Chaudhry 2007). Esto genera obviamente, toda una serie de anomalías y ocultamientos del registro arqueológico. FACTORES BIOLÓGICOS BOTÁNICOS Otro grave problema es el crecimiento de plantas en los sitios arqueológicos. En la actualidad, se observan muy pocas concentraciones de arbustos (aunque esto puede hacer sido modificado en los últimos siglos por la tala excesiva193) lo que permite que los sitios se conserven lejos de grandes intrusiones por las raíces de los arbustos. Aun así, por la naturaleza de los depósitos (que muchas veces tienden a acumular humedad), la vegetación crece en los mismos, cuestión que es más comprensible dado que muchos de los sitios se hallan cercanos a fuentes de agua o por la concentración de humedad por las estructuras arquitectónicas o artefactos subyacentes. ZOOLÓGICOS Hasta épocas prehispánicas los animales silvestres o domésticos de envergadura importante eran muy pocos y, salvo los camélidos, los demás no revestían un grave problema para la conservación de los sitios arqueológicos. Sin embargo, con la invasión de los castellanos una serie de animales van ha ser introducidos en el área como los bóvidos, équidos y cápridos que son animales que, incluso, hoy en día se les puede ver discurriendo por los restos del principal sitio que es Pukara. Una cuestión importante, consecuencia de la presencia de dichos animales de origen europeo es que, al transitar por los sitios arqueológicos, producen una mayor fragmentación de los artefactos en superficie, lo que obviamente modifica la caracterización que se pueda hacer del sitio. Obviamente, otros animales más pequeños como los roedores nativos (la vizcacha o las cobayas silvestres y algunos pájaros) se introducen en las estructuras arqueológicas (un claro ejemplo es el de los nidos de los pájaros en las chullpas de Sillustani) para construir sus nidos e impactan en la conservación de los mismos.

193 Según Ellemberg (1979 citado en Erickson 1996: 48) la influencia del hombre es el principal factor determinante de la actual ecología del altiplano: “Luego de una deforestación masiva, los animales herbívoros evitaron el restablecimiento de los arboles nativos”.

FACTORES ANTRÓPICOS REOCUPACION PREHISPANICA DE LOS ASENTAMIENTOS Desde tiempos prehispánicos muchos asentamientos tempranos comenzaron a ser alterados por la utilización de otros grupos sociales. Esto se posibilita porque los montículos o asentamientos tempranos acumulan gran cantidad de materiales que los elevan de las zonas llanas lo que supone una ventaja sobre otras ubicaciones de asentamientos posteriores. Asimismo, muchas piedras de los asentamientos van a ser reutilizadas en la construcción de estructuras posteriores. En el mismo sitio de Pukara, es evidente que tras una época de mayor crecimiento, en la cima del edificio principal o Qalasaya, se da un breve momento de re-utilización de los espacios como los anexos a las principales plazas hundidas con estructuras más precarias (Mujica 1988: 96, Wheeler y Mujica 1981) y, más tarde, por una ocupación domestica colonial (Mujica 1979:193). Asimismo, muchos de estos montículos son utilizados para la inclusión de tumbas en épocas Collao e Inca. Dicha ocupación y re-utilización de los montículos, posibilitada por la materialidad del asentamiento, también supuso la re-utilización ideológica con reconstrucción (Incas) como en Pukara, donde se llegó a construir un edificio de estilo Inca (Mujica 1979). EXTIRPACIÓN DE IDOLATRÍAS Con la llegada de los invasores castellanos a la meseta altiplánica se da inicio, también, a una serie de practicas sociales que irrumpen y recomponen a los sitios prehispánicos. Mas allá de la fundación de asentamientos coloniales en sitios con previa ocupación prehispánica, la practica religiosa de la extirpación de idolatrías supuso la destrucción de una serie de objetos y sitios (“huacas”) donde se realizaban practicas socio-ideológicas. Entre esos objetos, muchos monolitos y estelas fueron destruídas como, por ejemplo, relata Rowe (Rowe y Donahue 1975) en relación a unos monolitos formativos cerca de Ilave. Asimismo, en el caso de Pukara, esto es patente pues, además de utilizar los bloques arquitectónicos en la construcción de la iglesia católica del pueblo colonial, se destruyeron o decapitaron muchos monolitos y estelas. De hecho, en la parte superior del edificio principal de Pukara o Qalasaya, donde se hallaban los recintos principales se construyó una “Iglesia muy temprana” en época colonial (Mujica 1979: 191), una practica que se realizaba con el objetivo de redirigir los cultos previos. TRANSPORTE DE OBJETOS A HACIENDAS, COLEGIOS O CASAS DE PUEBLO En varias referencias (Kidder 1943, Rowe, Chávez y Mohr 1970: 26, Núñez del Prado 1971) se describe que algunos monolitos o estelas han sido movidas del lugar original en que fueron halladas e, incluso, muchos investigadores y no investigadores han promovido el

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desmonte de estas estelas o monolitos de los lugares que ocupaban en los montículos (ver Rowe 1958). En el caso de los habitantes locales, los hacendados propietarios de las áreas donde se hallaban los sitios arqueológicos trasladaban las estelas o monolitos para embellecer sus casas o haciendas, utilizarlas como materia prima para la construcción de las mismas o, incluso, para ofrecerlas como regalo a otras autoridades políticas. De hecho, desde la época Inca se han desmontado estelas para ser llevadas a Iglesias. Un ejemplo de ello, es la estela de la iglesia de Arapa que, según informa Chávez (1976), se hallaba en la fachada de la iglesia del poblado del mismo nombre. Asimismo, una práctica bastante común que realizan profesores y alumnos de los poblados de la zona es la visita a sitios arqueológicos con fines educativos pero que, casi siempre, incluye recolecciones de artefactos. Un comentario hecho por Sergio Chávez (1981:82) ejemplifica y documenta esta práctica: “El 5 de Agosto de 1970, descubrí que la estatua [de Mallaccasi] había sufrido una alteración adicional, que merece ser documentada aquí. Durante una visita al pueblo de Pucara, había tenido la oportunidad de reunirme con el profesor de la escuela elementaria local quien era bien conocido por su interés y por sus esfuerzos en proveer a la escuela con una colección de artefactos prehistóricos para ser usado como ayuda visual para las clases. Entre las colecciones que él me mostró (principalmente vasijas cerámica Collao), reconocí una fragmento lítico de una mano, la cual inmediatamente sospeche que formó parte de la estatua de Mallaccasi. Por averiguaciones adicionales, comprendí que mi sospecha era correcta. Unos años antes el profesor había organizado una salida de campo estudiantil para visitar y recolectar restos arqueológicos en Mallaccasi. Durante este viaje ellos localizaron la estatua y querían llevarla de regreso a su escuela. Sin embargo, como los fragmentos de la estatua fueron tan pesados para ser transportados, en su lugar removieron la mano y se la llevaron a la escuela. En este caso, entonces, una estatua fue desfigurada, no por extirpadores de idolatrías como en los siglos pasados sino por un profesor de escuela del siglo XX.” (Traducción y entre corchetes nuestro) REUTILIZACIÓN CONTEMPORÁNEA DE ESTRUCTURAS ARQUEOLÓGICAS En algunos sitios arqueológicos todavía se siguen realizando actividades relacionados con ritos religiosos asociados con la fertilidad o la propiciación de actividades agrícolas y ganaderas en las que se mezclan creencias cristianas y andinas, en las que intervienen de manera esporádica desde individuos aislados hasta grupos e, incluso, comunidades enteras en fechas señaladas anualmente. De esta manera, muchos sitios arqueológicos permanecen siendo ocupados por dichas personas modificando en diferentes grados la apariencia de las estructuras arqueológicas. Sitios con estructuras

arqueológicas del tipo plaza hundida han sido las que, generalmente, se siguen utilizando en dichas prácticas como, por ejemplo, la de isla de Amantani (Niles 1987) o como la de Ichu-Incatunuhuiri que Kidder (1943:13) ilustra aquí: “Desafortunadamente, los Indios han usado la cima [donde está la plaza hundida del sitio Ichu-Incatunuhuiri] como lugar de baile y centro ceremonial por muchos años. Ellos han construído un altar a la Cruz usando una cantidad de bloques de piedra canteados y han construido un gran número de casas en miniatura usadas en ciertas ceremonias sobre y alrededor del área del viejo templo.” (Traducción y entre corchetes nuestro). AGRICULTURA La agricultura en la zona, sobre todo, desde la introducción en el siglo XX de maquinarias pesada como ha acelerado la destrucción de los sitios arqueológicos y modificado severamente los paisajes que los contienen. Así, Steadman (1995:41) halló una gran cantidad de azadas de piedra o fragmentos de ellas manufacturadas en el sitio mismo de Camata, pero las áreas agrícolas circundantes han sido tan fuertemente alteradas por la maquinaria moderna haciéndose imposible reconocer si existieron campos elevados contemporáneos con sus ocupaciones tempranas. Igualmente, las prácticas agrícolas modernas deben verse como un problema relacionado con el régimen de la propiedad de la tierra que bien puede parcelar los terrenos y modificar mediante muros el terreno desfigurando a los asentamientos tempranos. Un ejemplo puede ilustrar dicha cuestión e implica tanto un sistema agrícola como la qocha o laguna artificial que, además de ser parte del paisaje, también es en algunos lugares parte de asentamientos arqueológicos: “Hay propiedad particular sobre las qocha. Pueden ser objeto de transacciones comerciales. Se las vende, casi siempre a parientes, vecinos de las comunidades y/o ayllu. Todavía se ejercen controles corporados comunales sobre la libre disposición, no pudiéndose enajenar a extraños o mestizos. La transmisión hereditaria transfiere los derechos a los hijos e hijas. Hay conflictos entre parientes y vecinos respecto al uso y a la propiedad de las qocha, que pueden ser motivo de litigio en los tribunales de justicia” (Flores Ochoa y Paz Flores 1983: 133). PASTOREO El pastoreo actual, principalmente de cápridos y bóvidos, ha impactado también en diferentes estructuras arquitectónicas. Aunque no es un factor que pueda calificarse de agresivo ha contribuido también a la aceleración del proceso de reducción de los sitios y a la fragmentación y dispersión de los artefactos en superficie. Así, como consecuencia de la reforma agraria en los años 70 del siglo pasado muchos terrenos pasaron a ser cooperativas que introdujeron el pastoreo de vacunos que necesitaban pastos mejorados. Con ese objetivo, se araron muchos terrenos con maquinaria

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pesada, como las que incluían qochas en la zona de Pukara, destrozándolas e inutilizándolas en diferente grado (Flores Ochoa y Paz Flores 1983: 134). DESARROLLO URBANO, INFRAESTRUCTURAS Y UTILIZACIÓN DE MONTÍCULOS PARA VIVIENDAS EN EL CAMPO Este es uno de los factores que más ha contribuido en el último siglo en la destrucción e, incluso, desaparición de muchos sitios arqueológicos. Esto se hace patente en algunos poblados que se asientan directamente sobre montículos o sitios arqueológicos como por ejemplo, en Taraco (Kidder 1943:17) donde muchos edificios modernos, como la Iglesia y las viviendas han superado la escasez de piedras en el área reutilizando los bloques líticos prehispánicos. Asimismo, la reocupación de los sitios impide realizar prospecciones en toda la extensión de ciertas áreas, pues, en el campo se sigue prefiriendo generalmente las elevaciones del terreno, y los montículos formativos ofrecen grandes ventajas sobre el dominio visual de las áreas llanas, sobre todo cuando las propiedades actuales son extensas y se beneficia el pastoreo como actividad productiva. Aparte de la construcción directa de viviendas sobre algunos de estos sitios, las infraestructuras que acompañan a dichas expansiones urbanas como carreteras o servicios de luz, agua y desagüe también incrementan la destrucción de muchos sitios arqueológicos. Además, un elemento que conlleva estos desarrollos urbanos o viviendas cercanas a los sitios arqueológicos es que con el tráfico de personas se aumenta el pisoteo de los materiales incrementándose su fragmentación y desplazamiento (ver también Nielsen 1991). Grandes obras públicas de vías de comunicación, como las carreteras o vías de tren han afectado también a muchos sitios arqueológicos tempranos. De hecho, la construcción de una vía férrea impactó en el sitio de Camata (Steadman 1995:7) y una carretera dividió en dos al sitio de Qaluyu (Chávez Ballón 1950) (Figura 26 y 27); que paradójicamente conllevó a su investigación, al dejar expuestos las diferentes capas que se habían acumulado en dichos asentamientos y revelar su potencial para el conocimiento de las ocupaciones prehispánicas de dichos sitios. EXPLOTACIÓN DE ARCILLA Y PIEDRAS TALLADAS PARA CONSTRUCCION Y COMO DESGRASANTE Dado que muchos asentamientos tempranos, sobre todo Qaluyu, se asentaron cercanos a fuentes de arcilla o de barro tanto los montículos como sus áreas cercanas son utilizadas como canteras para producir adobes o materia prima para la fabricación de cerámica. Incluso, muchos bloques líticos de los sitios han sido utilizados para obtener desgrasantes para la producción alfarera. Un caso extremo se dió en el sitio de Pukara cuando se extrajeron

fragmentos de una laja de arenisca (ortostato) que recubría las paredes de la plaza hundida con el objetivo mencionado con anterioridad. VANDALISMO O SAQUEO MODERNO La alteración actual de los sitios arqueológicos es una práctica bastante extendida en los Andes. El objetivo consiste en adquirir objetos que tengan algún valor en el mercado de antigüedades o crear colecciones particulares. Con ese objetivo en mente, muchas personas han realizado excavaciones clandestinas en diferentes yacimientos arqueológicos destruyendo y desfigurando los sitios arqueológicos (por ejemplo, Núñez del Prado 1971:23). En la cuenca norte del Titicaca muchos dueños de los terrenos donde se hallan sitios arqueológicos incluso fueron quienes realizaron dichos saqueos. La sustracción de elementos, como estelas, monolitos y cerámicas, es un factor que ha generado la dispersión y descontextualización de dichos objetos fuera de su lugar de producción y/o uso. Asimismo, guiados por ciertas creencias muchos pobladores han participado en la destrucción de sitios y objetos arqueológicos. Al respecto, podemos citar esta referencia en relación a la destrucción de unos monolitos antropomorfos Pukara en la localidad de Chumbivilcas en Cusco: “Fuera de las tres esculturas que tiene Estrada en su casa y la que existe en el Museo, hay todavía otras en el mismo sitio, que son dos que están plantadas en el suelo, pero sin cabezas, pues los indios les han quitado las cabezas porque les “comía al corazón” y morían muchas personas por la existencia de esas esculturas …” (Núñez del Prado 1971: 24) RECOLECCIONES ARQUEOLÓGICAS Desde los comienzos del siglo XX y con el inicio del interés por los objetos del pasado, se estableció también el inicio de las recolecciones de objetos en superficie de los sitios arqueológicos para que formaran parte de colecciones privadas, museos y, en algunos casos, para su preservación y estudio. Como vimos en el capitulo anterior, ya desde la época de Luis Valcárcel (1925) se iniciaron las recolecciones de cerámica y de monolitos en la misma zona de Pukara, muchos de los cuales se encuentran actualmente en el museo de sitio, aunque no se han preservado los lugares de su procedencia. Esta práctica ha ido en aumento y dadas las características de los objetos arqueológicos del área, a medida que han ido pasando generaciones de arqueólogos y arqueólogas se ha ido mermando la cantidad y calidad de los materiales arqueológicos superficiales. Esto ha ido incrementándose, a la par que se desarrollaban metodologías intensivas de recolección de artefactos. Como se ha observado en el capitulo anterior, muchas de las investigaciones en la cuenca norte del Titicaca se han hecho, por un lado, de manera informal y asistemática y, por otro, de forma intensiva y regional. En ambos casos, las publicaciones de los materiales recolectados no ha

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sido revelada con la suficiente generosidad como para ser re-utilizada por otros investigadores de forma que sirviera para re-construir las características de los sitios investigados. De hecho, muchas de estas investigaciones o son muy sintéticas o son tesis en inglés que, difícilmente, pueden ser conocidas y/o adquiridas por otros investigadores. Afortunadamente, en los últimos años muchos investigadores han mejorado esta situación al publicar sus tesis e informes en internet (Aldenderfer, Klarich, Beck, Bandy, Craig, Stanish). 4.3. LA MATERIALIDAD SOCIAL DE LAS SOCIEDADES SEDENTARIAS TEMPRANAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA Para empezar a caracterizar y describir la materialidad social de este área, tendremos que convenir con varios investigadore/as acerca de la división que se puede establecer entre dos grandes conjuntos de objetos que responden a dos diferentes formas de hacerlos. En nuestro caso, asumimos que una forma de hacer las cosas está relacionada a un “estilo”. Siguiendo a Vicente Lull (2007: 214): “Un estilo se comporta a veces como una corriente secreta que atraviesa los objetos y las personas. Un estilo aprovecha el espacio de la materia para expresarse, pero depende de los espacios generados por la comunicación social. El momento se inscribe en el tiempo, y el tiempo es el receptáculo en el que aparecen los objetos.”. Como hemos visto en el capítulo anterior, con el concepto de estilo, se han abordado diferentes materiales arqueológicos desde los comienzos de la arqueología andina. En este caso, el estilo representaría una expresión material mediante la que se pueden reconocer la forma de ser y pensar (idiosincrasia) de las sociedades o “culturas”, sobre todo, mediante la cerámica y/o lito-escultura (Bennett 1946: 120, Chávez Ballón 1950, Wallace 1957, Harth-Terré 1960, Rowe 1963, Lumbreras y Amat 1966: 81, Franquemont 1967, 1986, Chávez y Mohr 1975, Mohr 1980:203, Chávez 1975, 1992, 2002, Cook 1994, Burger et al. 2000: 311, Hastorf 2005). Dicha concepción descansa en enunciados desarrollados originalmente en la historia del arte194 y que sólo se detenían en la apariencia del objeto en sí, casi siempre relacionada con una estética de los objetos195 (Shanks 1999: 4, Shanks 2001, Scott 2006). Dicha historia del arte estaba influenciada tanto por dicha noción de la estética en tanto representación del espíritu de una época (como planteaba Hegel) como por una perspectiva evolucionista de la sucesión de estilos. 194 Por ejemplo, en sus estudios del estilo Pukara, Chávez (1992: 25) retoma los enunciados de Christopher Donnan (1976) para el estudio iconográfico de la cerámica Moche inspirados en el arte. 195 De hecho, para Shanks y Tilley (1992: 148) el estilo es homologable al arte, independientemente de las cargas modernistas de este. Con ello, lo que se quiere poner de relieve es la capacidad universal del artista para producir obras con significado.

Así, con dichas cargas, en el siglo pasado se desarrolló en los Andes centrales una investigación orientada hacia los diseños mitológicos incluidos en los objetos arqueológicos (Tello 1923, Larco 1938, Carrión Cachot 1959, Menzel 1964) y que alcanzó su mayor despliegue con los estudios iconográfícos inspirados en los enunciados de Erwin Panofsky (1955) enfocados, sobre todo, a la compleja decoración de la cerámica Mochica de la costa norte del Perú (Hocqueghem 1987). Dicha tradición, también, fue recogida por John Rowe en sus análisis de la iconografía, como por ejemplo, en sus fases litoescultóricas del sitio de Chavín (1967). De esta manera, el estilo se utilizaba como medio para la construcción de una epistemología y/o metodología del objeto “hacia afuera”, en la que la apariencia del objeto nos comunicaba una serie de características subjetivas de la sociedad196, sobre todo, ideologías197. Por el contrario, nosotros asumimos la existencia de un estilo dado, en tanto una forma de producir o hacer objetos en una situación histórica concreta, en la que el objeto se produce o se hace bajo condiciones objetivas y subjetivas específicas. Asimismo, la categoría de estilo que utilizamos, en tanto producción social, no domina necesariamente un espacio y tiempo, pues, incluso, estilos diferentes pueden convivir en una misma época y, de hecho, así lo hacen en algunos sitios arqueológicos198. Para nosotros, el estilo no pertenece a una expresión ideal de una sociedad o una manera de materializar el pensamiento (como en el caso de la “cultura arqueológica” o los planteamientos de la arqueología procesualista cognitiva (DeMarrais et al. 2004)) sino como procedente de una producción social posibilitada por la materia prima y que, a su vez, al crear realidad, condicionó la existencia de la vida social que la procuró. Con esto en mente, diferenciaremos entre los años 1400 ANE a 350 DNE dos estilos bien marcados: Qaluyu y Pukara199.

196 Casi desde el comienzo de la arqueología peruana los objetos con mayor decoración o mejor acabado externo fueron los protagonistas en la definición de las características propias o “personalidad”, “grado de evolución” o “desarrollo artístico” de cada “cultura” o sociedad. De hecho, dichos objetos siguen siendo considerados “rituales”, “ceremoniales” o de “elite” e, incluso, comunicarían “identidad”, “status”, “prestigio”, “riqueza”, etc. Para una reciente síntesis de planteamientos de los objetos como “ofrendas”, “votivos” o “rituales” se puede consultar Osborne 2004. Asimismo, para un planteamiento de las plazas hundidas del altiplano del Titicaca como espacios rituales ver Moore 1996b. 197 Con relación a este planteamiento post-procesual se pueden ver Shanks y Tilley 1992: 137 o Shanks 1999: 6. 198 Por ejemplo, en las fases de Steadman (1995), como veremos más adelante, en el sitio de Camata muchos fragmentos de estilo Qaluyu conviven con sus fases Pucara. Lo mismo ya había sido reconocido para el sitio de Pukara por Mujica como vimos en el capítulo anterior. 199 Como ya hemos visto en el capitulo anterior, la cuestión del estilo cerámico Cusipata (Franquemont 1967, Mujica 1987, Klarich 2002: 183) está poco trabajada y se basa en algunos fragmentos cerámicos excavados en el sitio de Pukara por

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Dicha asunción de la existencia de estos dos estilos se asienta, además, sobre las pocas aunque existentes relaciones temporales entre objetos y contextos arqueológicos de cronología absoluta (ver cuadro 1 al final de este capítulo)200. De acuerdo con estos, el estilo Qaluyu estaría comprendido y sería el predominante entre los 1400 ANE y los 400 ANE201 y el estilo Pukara lo sería entre los 400 ANE y los 350 DNE202. Sin embargo, como ya hemos anotado en el capitulo anterior, algunos estudios han observado y planteado la coexistencia de ambos estilos en épocas finales de Qaluyu y comienzos de Pukara. Asimismo, en algunos casos y por las características de su producción y uso que luego describiremos, los artefactos Pukara muchas veces son escasos. Pese a ello, es posible aislar relativamente dos grandes corpus de objetos que son producidos de una manera distintiva. Para comenzar a organizar la materialidad social en cada situación hemos creído adecuado jerarquizarlos por extensión y su relación objetual. De esta manera planteamos que durante la época Qaluyu existiría una relación entre objetos incluidos en el asentamiento o montículo y/o cerros aterrazados en tanto continente de artefactos arqueológicos (ver cuadro 2), los que incluiría a dos elementos relevantes: los monolitos o huancas (ver cuadro 3) y la cerámica (ver cuadro 4). Dichos elementos son característicos en dichos asentamientos y los distinguen objetivamente. Asimismo, existe una recurrencia de dichos elementos en los asentamientos como para poder plantear su inter-relación y desde ahí plantear su producción y uso más adelante. Con relación al estilo Pukara, existen ciertas características y continuidades formales que están inspiradas en el momento anterior, aunque ahora podemos reconocer un mejoramiento de los materiales,

Kidder y Mujica, los mismos que, además, aparecen mezclados con cerámica Qaluyu en excavaciones de sitios como Pukara (Mujica 1987) y Camata (Steadman 1995). Asimismo, no existe una relación directa con otro tipo de materialidad social: estelas o asentamientos. Así pues, por el momento, no lo tomaremos en consideración en este estudio a la espera de su mejor definición empírica. 200 Como se puede apreciar en nuestra recopilación de los fechados radiocarbónicos de la cuenca norte del Titicaca, existen solapamientos entre las últimas fases de Qaluyu y las primeras de Pukara (por ejemplo, Steadman 1995). Esto se debería al rango de años que otorga el fechado y que no permite establecer exactamente sí estamos ante un contexto en el que solo se dió uno o más estilos cerámicos. Más allá de esta cuestión técnica, se observa que las fases y las ocupaciones arqueológicas se definen por la cantidad de los objetos cerámicos de estilo Qaluyu o Pukara, asumiendo que una mayor cantidad de alguna de ellos definirían toda la materialidad social de una capa u ocupación. Obviamente, la ontología y epistemología histórico-cultural aun sigue presente en estos supuestos. 201 También denominado “Formativo Medio” (Stanish 2003: 109). Ver discusión de esta periodización en el capitulo anterior. 202 Denominado como “Formativo Superior” (Stanish 2003: 137).

tecnología e inversión en el tiempo y/o esfuerzo de su producción. Así tenemos que, también, distinguiremos tres objetos significativos en esta época: el montículo de dimensiones monumentales (ver cuadro 2), la lito-escultura, sobre todo las estelas (ver cuadro 3) y, la cerámica (ver cuadro 4). Con esto en mente, podremos sugerir ciertas lógicas de producción más adelante y adelantar hipótesis de cómo sería su hallazgo en áreas relacionadas con dichas producciones. Además, al reunir dichos elementos podremos asegurar una co-existencia que revele sus formas de posibilitar y condicionar la vida social durante espacios de tiempo importantes. Si bien existen otros artefactos que pueden ser asignados a los estilos antes mencionados, por el momento, son minoritarios. Tenemos conocimiento de la existencia de una importante producción de artefactos sobre hueso de camélidos (colección del Museo Peabody de la Universidad de Harvard), metal (pectoral en la misma colección anterior, placas metálicas en McEwan y Haeberli 2000), madera (Alcalde 2001: 28) y textiles (Conklin 1983, Mujica 1991, Haeberli 2001) durante estas épocas. Creemos que el estudio de la producción y uso de dichos artefactos es relevante para entender mejor las características de la vida de dichas sociedades, pero la misma materialidad, sus características y su disponibilidad no permiten, por el momento, establecer una panorámica de su producción. Para comenzar a comprender la materialidad social de estas sociedades deberemos comenzar por los elementos básicos que componen los soportes y continentes de los mismos: los sitios arqueológicos. LAS MATERIAS PRIMAS DE LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS TIERRA La tierra ha sido y sigue siendo la materia prima por excelencia para la construcción de estructuras arquitectónicas en los Andes y, sobre todo, en la cuenca del Titicaca. Por lo general, las tierras que se escogen son arcillosas y se les incluye material orgánico como paja o cantos rodados para otorgarle mayor consistencia y resistencia. De hecho, casi cualquier tierra de las zonas cercanas a los ríos o lagos, puede ser utilizada para la construcción de estructuras arquitectónicas. Justamente, la mayoría de los sitios arqueológicos tempranos ocupan dichos espacios. Sin embargo, este material tiene muy poca resistencia al agua por lo que con la perdida de las coberturas de la estructuras tiende a erosionarse con facilidad, sobre todo en las épocas de lluvias. Generalmente, durante los reconocimientos de superficie intensivos, las pequeñas estructuras domésticas aisladas o conjunto de ellas, solo se reconocen como pequeñas elevaciones en el terreno. Para asentamientos con mayor y/o más prolongada ocupación humana se pueden apreciar los montículos que resaltan en la planicie. La

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tierra, además, se utiliza para realizar modificaciones de arquitectura previa para ganar volumen. En algunos casos, se ha reconocido que muchos de los muros que aparecen solamente con la superficie de las caras de piedra, habrían estado enlucidos con barro e, incluso, pintados de colores. Algunos pisos y muros, como en algunas estructuras del sitio de Chiripa, estaban mezclados con colorantes que le daban diversas tonalidades cromáticas (Chaudhry 2007:15). Sin embargo, por cuestiones arriba indicadas es difícil hallarlas en muchos de los sitios investigados. Un ejemplo que viene al caso sería el montículo de Chiripa donde la mayoría de las estructuras que excavó Wendell Bennett y Alfred Kidder eran de barro (Bandy 2001, Hastorf 2003). PIEDRA La piedra es otro material básico e importante en la construcción arquitectónica y se utiliza para las bases, revestimientos y cabeza de los muros de barro para otorgarles mayor consistencia y estabilidad. Según la disponibilidad o las particularidades del edificio o estructura a construir, se pueden utilizar guijarros o cantos de rios o lago sin modificar o se cantean bloques líticos de formas rectangulares. En tiempos de las primeras sociedades aldeanas o Qaluyu, las piedras en estructuras domésticas son empleadas con poco trabajo, aunque en el sitio de Balsaspata y otros, algunos bloques de dimensiones importantes fueron trabajados para darle una mejor apariencia, pues al parecer son estructuras públicas (“plazas hundidas”). En Qaluyu, se han reconocido algunas estructuras que las utilizan, sobre todo en los basamentos de sus muros, paredes (Tantaleán 2005a, Steadman 1995: 41, Stanish 2003, Plourde y Stanish 2006) o para la construcción de tumbas (Mohr 1966, Steadman 1995: 39, 539). La piedra ha servido para darle una mayor solidez y calidad a las estructuras arquitectónicas de mayores dimensiones e, incluso, el color de ciertas piedras juega un papel importante en ellas, como en el caso de los recintos principales de Qalasaya en el sitio de Pukara. En los asentamientos contemporáneos a Pukara, la piedra es tratada de una mejor manera e, incluso, se extraen piedras de canteras distantes de los lugares de su utilización. Durante esta época, la piedra arenisca será la materia prima más utilizada en la construcción de estructuras monumentales (bloques y ortostatos) y estelas. Sin embargo, como vimos arriba, la arenisca por ser una roca sedimentaría posee graves problemas de conservación, sobre todo ante la erosión por agua y por cuestiones térmicas: la arenisca absorbe agua y al seguir contenida durante los momentos de heladas (bajas temperaturas, sobre todo, de madrugada) se cristaliza y tiende a fracturar estas piedras. Por ello, a menos que estas piedras se hallen cubiertas por tierra (y aun así se fracturan y/o degradan), están expuestas a un alto grado a la erosión y termo-fractura, de tal manera que muchas

estelas, por ejemplo, han perdido los motivos que presentaron en su momento de utilización, una cuestión que supone la pérdida de la iconografía que ostentaban, presentándose muchas veces como estelas llanas. En ese sentido esta por definirse si muchas estelas ahora llanas tuvieron iconografía en su superficie. Las piedras también son empleadas para pavimentar suelos y se ha reconocido, también, su utilización para recubrir paredes de canales o ductos de ventilación, como se puede observar en los sitios de Qaluyu (ver Figura 27), Pukara y Paucarcolla-Santa Bárbara. BOTÁNICO Arqueológica y etnográficamente se ha demostrado que la mayoría de las estructuras arquitectónicas, desde las habitacionales hasta las monumentales, incluyeron techumbres realizadas con materiales perecederos como, por ejemplo, en Pukara (Kidder 1943:6) o Chiripa (Chaudhry 2007). Estas coberturas estarían soportadas por maderos, posiblemente queñoales, y una cobertura de paja o ichu, un elemento que crece de forma natural en toda el área altiplánica. La totora (scirpus sp), un tipo de junco, también crece en los lagos y ríos y se ofrece como un material liviano para coberturas, como se evidenció en las excavaciones del montículo de Chiripa (Erickson 1996: 289). El tipo de cobertura es bastante endeble y perecible por lo que ha de ser recompuesta periódicamente y desaparece con el paso del tiempo dejando improntas o huellas de su existencia en las matrices que así lo permiten. También, es necesario remarcar que muchos artefactos realizados en madera habrían pervivido a no ser por la humedad y la acidez del suelo (postes o cubiertas de entradas y ventanas e, incluso, la misma paja que se mezcla con el barro para los muros). Veamos a continuación cómo estos elementos básicos se encuentran incluidos en la producción de la materialidad social en la cuenca norte del Titicaca en Qaluyu y Pukara. QALUYU ASENTAMIENTOS: MONTÍCULOS Y CONJUNTOS DE TERRAZAS Los asentamientos Qaluyu se caracterizan por unas dimensiones pequeñas en relación a su sucesor aunque se trata de las acumulaciones de material más importante después de la época denominada Arcaica (Aldenderfer 1998, Aldenderfer y Klink 2005, Craig 2005, Cipolla 2005). Estos asentamientos incluyen, en algunos casos, monolitos o huancas y, en la actualidad, aparecen sin ninguna decoración en su superficie y, de hecho, se caracterizan por tener dimensiones modestas. Es significativo que la mayoría de montículos tempranos fueron remodelados y re-utilizados durante épocas posteriores. Este es el caso de Pukara, Qaluyu, Camata, Ichu-Incatunuhuiri.

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La mayoría de los asentamientos se hallan ubicados próximos a fuentes de agua en las orillas de los lagos o ríos. Asimismo, están asociados a concentraciones de sistemas agrícolas de campos elevados o camellones (Erickson 1987). Los montículos altiplánicos tempranos tienen una forma bastante irregular en la superficie: de hecho, “crecen” como consecuencia de la acumulación de construcciones arquitectónicas, remodelaciones, desechos de producción, artefactos y consumo de alimentos. Recientemente Stanish y Plourde (Plourde 2006) condujeron una prospección sistemática en el valle del Huancané-Putina donde localizaron, además de estos montículos otros sitios en laderas e, incluso, cima de cerros lo que abre la posibilidad de una mayor diversificación de dichos asentamientos. Sin embargo, los montículos cercanos a las orillas de los ríos y lagunas siguen representando, por el momento, los asentamientos más extendidos durante esta época.

Asimismo, alrededor de los montículos se pueden dar áreas de actividad que estarían relacionadas íntimamente con el montículo principal, como se ha podido comprobar mediante excavaciones arqueológicas en el caso de Chiripa (Roddick 2002, Hastorf 2003). Además de estos montículos sobre áreas ligeramente llanas, existen otros asentamientos que se dan en las bases, faldas e, incluso, cimas de cerros y que nivelan sus superficies mediante terrazas (Plourde 2006:215), ejemplos de estos tipos de asentamientos son los de Ichu-Incatunuhuiri, Tariachi (Stanish et al. 2005) o Cachichupa (Plourde 2006). Montículos y conjuntos de terrazas difieren en el soporte pre-existente. Su existencia se debe a la topografía que se halla elegido para construir las estructuras arquitectónicas. Incluso, los montículos están generalmente asociados a conjuntos de terrazas. De hecho, los montículos y los conjuntos de terrazas parten de la nivelación de una superficie con pendiente.

Figura 25. Principales sitios arqueológicos del “Formativo Medio”, incluyendo sitios Qaluyu, en la cuenca del Titicaca

según Plourde 2006:128

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Estructuras Arquitectónicas Conocidas Para Qaluyu Por el momento, no tenemos información sobre excavaciones arqueológicas en área que hayan definido estructuras arquitectónicas completas en los sitios Qaluyu. De hecho, el sitio epónimo solo fue investigado marginalmente (Mohr 1980) y no se ha publicado nada de sus estructuras arquitectónicas. Para el mismo sitio, Stanish (2003:114) reporta que hay algunas terrazas con materiales domésticos en superficie, algo bastante común en los sitios de esta época. En realidad, lo poco que se sabe de las estructuras arquitectónicas Qaluyu se debe a observaciones superficiales (Stanish et al. 2005, Plourde 2006) o a cortes que han dejado perfiles donde se observan muros o estructuras cortadas asociadas a cerámica Qaluyu como, por ejemplo, en el sitio epónimo o Camata (Steadman 1995). Sin embargo, en algunos pozos de excavación en Camata (Steadman 1995: 41-44) se han hallado secciones de muros rectos hechos con piedra de campo o semicanteada y barro, levantados sobre el suelo o dentro de una trinchera excavada en la superficie de uso. Sobre estas bases se elevarían muros de adobe. Algunos de ellos poseen estuco de barro y pintura amarilla, roja, blanca y verde en su superficie y también se hallaron pisos arcillosos de color rojo y amarillo. Sin embargo, no se conocen las plantas de dichos edificios aunque podrían corresponder a estructuras residenciales. Asimismo, una excavación del montículo de Huatacoa en el valle del Pucara aunque no reportada en extenso por su autora, Amanda Cohen, es sintetizada en Plourde 2006: 98 de esta manera: “Las excavaciones (…) revelaron una transición entre los tipos de casa similares a las encontradas por Aldenderfer en Jiskairumoko pero de datación levemente más tardia en el tiempo. Cubierto por un estrato de desechos que ella asoció con la fase Qaluyu

Tardío (muy probablemente datando del Formativo Medio), Cohen encontró restos superpuestos de dos casas. La casa superior, databa de la fase Qaluyu Temprano por asociacion cerámica, que probablemente la ubica en el Período Formativo Medio. Esta casa fue construída de tapia (barro apelmasado), con muros de 50 cm. de ancho aproximadamente (Cohen 2003a: 3), y era de forma cuadrangular o rectangular con esquinas redondeadas, con un mínimo de 3.4 metros en un lado. Esta tenía pisos de arcilla amarilla y rosada sobre un subsuelo de adobe. Debajo de esta casa había otra capa gruesa de desechos, que también databan de la fase Qaluyu Temprano, probablemente en los inicios del Período Formativo Medio, debajo la cual se encontraban los restos de la segunda estructura. La estructura más profunda fue una casa semi-subterránea con un fogón interior (Cohen 2003a: 4), que por su ubicación estratigráfica probablemente data del Formativo Temprano o el período Arcaico Tardío/Terminal.” Por su parte, Erickson (1996: 253) encontró en sus excavaciones en el montículo denominado Pancha, en la zona de camellones de Huatta, ocupado alrededor de 800 ANE, una estructura arquitectónica con cimientos de piedra, adobe y pisos de ocupación de arcilla que alternaban con láminas delgadas de sedimentos y basurales. También comenta acerca de la “gran estructura” o “Estructura 1” (“un templo rústico Kalasasaya”) de Pancha pero no ofrece mayores descripciones. Hay que resaltar que estas estructuras arquitectónicas también se comentan como parte de las ocupaciones Pukara del sitio (Erickson 1996: 257). En Balsaspata nosotros hallamos algunos muros asociados con cerámica Qaluyu y que describían paredes rectas y uso de bloques líticos de dimensiones medianas asociados a pisos de arcilla de color amarillento (Tantaleán 2005a).

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Figura 26. El sitio de Qaluyu en el valle de Pukara visto desde el norte. Se aprecia como la carreterra ha cortado el

montículo principal

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Figura 27. Corte del montículo de Qaluyu. Se pueden apreciar las capas superpuestas y algunas estructuras arquitectónicas como un ducto o canal con paredes de piedra.

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Figura 28. Vista desde la otra orilla del rio Ayaviri del sitio de Huancasayapata. El sitio se trata de un pequeño

montículo que se halla sobre la terraza fluvial

Sistemas Agricolas: Campos Elevados Y Qochas En las áreas inundables del altiplano cercanas a los ríos y, sobre todo, a las orillas del lago Titicaca se han descrito y estudiado los denominados campos elevados o “camellones”. Según Erickson (1996:39, siguiendo a Denevan y Turner 1974:24) un campo elevado es “cualquier superficie preparada para el cultivo que involucra el traslado y elevación de tierra con el fin de mejorar las condiciones de cultivo”. Estos campos elevados suelen formar concentraciones de tamaño variable y que pueden llegar a tener gran extensión, como en la localidad de Huatta, que bordea las 56,000 hectáreas, siendo la mayor de toda la cuenca del Titicaca (Erickson 1996:31). Otras concentraciones de camellones importantes en la cuenca norte del Titicaca son las de Taraco, lago Umayo-Illpa, Huancané y Asillo (Erickson 1996: 32). Entre los años 1981 y 1983, Clark Erickson dirigió excavaciones arqueológicas en la zona de Huatta, directamente sobre los campos hundidos de esa región. Mediante una datación de la cerámica por el método de termoluminiscencia pudo establecer que los campos elevados de dicha área habían comenzado a construirse alrededor del 1000 ANE (Erickson 1987, 1996: fig. 45), es decir contemporáneos con Qaluyu. De hecho, Erickson halló material arqueológico, además de los fragmentos cerámicos, relacionado con esos campos lo que hacia evidente que habían ocupaciones humanas cercanas

relacionada con ellos y, por eso, además de las excavaciones en los campos elevados, Erickson realizó algunas en montículos asociados a ellos definiendo su contemporaneidad (Erickson 1996). Sin embargo, como el mismo investigador advierte, hay que tomar con cierta cautela sus fechados, pues, existen varios problemas con el contexto de las muestras y con el propio método de termoluminiscencia (Erickson 1996:151). Por su parte, las lagunas artificiales o Qochas es otro sistema agrícola también presente en la cuenca norte del Titicaca, especialmente en las cuencas de los ríos Pukara y Azángaro, donde se calcula que cubren un área de 528 km2. Como refieren Jorge Flores Ochoa y Percy Paz (1983:127): “En idioma runasimi o quechua, la palabra Qocha tiene significado amplio. Designa todo depósito natural o artificial de agua, no importa su dimensión, forma o profundidad, que las aguas sean permanentes o temporales (…). Por esta razón, los campesinos indígenas contemporáneos llaman qocha a las depresiones en la superficie del suelo, a modo de grandes hoyos, en las que se acumula el agua de las lluvias y donde cultivan (…)”. Las qochas que a los autores y a nosotros nos interesan son las modificaciones humanas del terreno llano con el objeto de concentrar agua para realizar cultivos y crear micro-ecosistemas para otras actividades como la pesca, la ganadería e, incluso, para facilitar agua para consumo

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humano o conservar el calor en sus aguas. Estas qochas se alimentan de las aguas de lluvia pero también de pequeños canales que las unen entre sí conformando sistemas entre ellas. Aunque los autores plantean que su producción se realizo en época Pukara, hasta el momento no se ha realizado ningún estudio que plantee su previa existencia en Qaluyu, sobre todo, cuando muchos sitios Pukara fueron establecidos encima o muy cerca de los primeros y, porque, en el área localizada entre los ríos Azángaro y Pukara se contienen la mayor concentración de ellas. Como veremos en el siguiente capítulo, en el valle del Quilcamayo-Tintiri también existe una alta concentración de qochas. LITO-ESCULTURA Por el momento, no existe un estudio sistemático (regional e intensivo) que haya analizado la lito-escultura presente en muchos de los sitios asociados a las primeras ocupaciones sedentarias importantes en la cuenca norte del Titicaca203. Sin embargo, se observa que los asentamientos tempranos presentan en algunos casos un bloque lítico principal de forma paralepípeda alargada y colocado de forma vertical (o así lo estuvo) que recibe el nombre de “Huanca” que en quechua no significa otra cosa que “piedra parada”. Asimismo, como ya vimos en el capitulo anterior, Sergio Chávez y Karen Mohr han planteado para esta época la existencia de una tradición de litoescultura que denominó Yaya-Mama y de la que comentaremos en este apartado algunas cuestiones acerca de dichos objetos y su relación espacio-temporal. Huancas Como decíamos arriba, asociados con estos montículos o conjunto de terrazas Qaluyu se han hallado bloques líticos alargados que no sobrepasan los dos metros de altura (en su parte visible si esta hincada) de plantas de corte cuadrangular tendiendo hacia los ángulos redondeados. Estos bloques tienen las caras o superficies llanas y en ellas no se ha podido observar ninguna representación naturalista o abstracta en alto o bajo relieve o rastros de ella. Las piedras utilizadas son extraídas de canteras cercanas a los sitios. La arenisca, como veremos en Pukara, no es el soporte más característico de estos bloques líticos. Un caso, que representa muy bien a una huanca en su posición original es la que se encuentra en el sitio de Huancasayapata (Ayaviri) que recibe su nombre por la huanca allí ubicada (Figura 29). Otro sitio es Tariachi en el rio Ayabaca aunque, en este caso, el monolito se halla en una terraza del sitio (Stanish et al. 2005: 311) (Figura 30).

203 Si bien Hastorf (2005) plantea una serie de tradiciones escultóricas basadas en investigaciones empíricas previas que veremos a continuación y en similitudes en los diseños iconográficos.

Generalmente, las huancas se hallan en las partes superiores de los montículos y se ha planteado que estarían asociadas a estructuras rectangulares (“plazas hundidas”) de los que formarían parte constitutiva aunque, por el momento, no existe más que observaciones de superficie de dicha relación espacial y temporal. La Lito-Escultura de la “Tradición Yaya-Mama” Como ya vimos en el capitulo anterior, Sergio Chávez y Karen Mohr (1970, 1975) hallaron similitudes en los temas y diseños entre diferentes estelas tempranas de la cuenca del lago Titicaca. Dicha similitud se basa en la representación escultórica, originalmente conocida en Chiripa (Roddick 2002) (Figura 31) y que se halló, posteriormente, también en otras estelas y esculturas de la cuenca del Titicaca y especialmente en una estela de Taraco, en la parte norte del lago, de la que procedió el nombre de la tradición, planteándose estilísticamente (relativamente) como perteneciente a una época pre-Pukara (Chávez y Mohr 1975) (figuras 32 y 33). Sin embargo, las similitudes solo se expresan en las lito-esculturas, pues, otras producciones no replican dicho estilo204. Por ejemplo, en el caso de Chiripa donde se esperaría hallar iconografía de la “tradición yaya-Mama” en la cerámica, ésta solo se reduce a diseños geométricos (Steadman 1997:1, Roddick 2002:24). De hecho, Roddick (2002:42), a través del análisis de los materiales cerámicos de Chiripa, concluye que no formaba parte de un culto regional como planteó originalmente Chávez y Mohr (1975) y se ha defendido últimamente (Steadman 1997, Burger et al. 2000: 313, también ver Stanish 2003: 130, Janusek 2004). Asimismo, en su temprana definición de la “tradición escultórica” sus 11 ejemplos de esculturas similares a la de Taraco se hallan concentradas en la zona sur del Titicaca en el actual lado boliviano (Chávez y Mohr 1975:49) y en el mismo sitio de Taraco del lado peruano, en la cuenca norte del Titicaca, esta pieza es única (Chávez y Mohr 1970:33) y no tiene otros correlatos materiales. En la cuenca norte del Titicaca y concretamente en los sitios arqueológicos Qaluyu conocidos no se ha reportado, por el momento, ningún otro objeto en piedra similar a la estela de Taraco. Si bien, algunos elementos aislados de esta “tradición” se pueden encontrar en algunos objetos de piedra Pukara, como los mismos Chávez y Mohr (1975:67) asumieron, no existe una relación directa entre ellos.

204 Aunque recientemente se han publicado algunos artefactos procedentes de colecciones hallados en la zona de Arequipa (McEwan y Haeberli 2000, Haberli 2001) que guardan similitudes con el personaje principal del estilo. Lamentablemente ninguno de ellos fue excavado arqueológicamente y, por consecuencia, se desconocen sus contextos arqueológicos.

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Fig. 29. Sitio de Huancasayapata. La huanca sobresale en la superficie del sitio.

Figura 30. Huanca en el sitio de Tariachi. Es la menor de dos huancas (tomado de Stanish et al. 2005: fig. 17.11)

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Figura 31. Laja de piedra de Chiripa, Bolivia decorada con motivos de la “Tradición Yaya-Mama”. (Tomado de Roddick 2002: Fig. 7)

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Figura 32. Estela Yaya-Mama según Chávez y Mohr 1970:32

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Figura 33. Desarrollo de los 4 paneles de la estela de Yaya-Mama de Taraco, Puno, Perú. La escala a la izquierda es de 1 metro (Chávez y Mohr 1975: Lámina XXII).

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Otros Artefactos de Piedra: Puntas y Azadas Los artefactos relacionados con prácticas habituales (objetos comunes) como las puntas utilizan, como soporte material, piedras de fácil acceso de diferentes características como el cuarzo, la andesita o el “chert”205 (ver Arizaca 1998 y Calero). De esta forma, la expeditividad en la producción de artefactos, como las puntas de flecha o estólica, es una constante que comienza a cambiar con la aparición en mayor cantidad de la obsidiana en los asentamientos Qaluyu (Burger et al. 2000)206. Así pues, la obsidiana en tanto materia prima y por su morfometría es un objeto que permite establecer relaciones cronológicas. Las puntas Qaluyu (Steadman 1995: fig. 20b, Burger et al. 2000: fig. 5, Tantaleán 2005 y anexo, Plourde 2006: fig. B.30) tienden a la forma triangular con escotadura basal y nunca sobrepasan los 3 cm en la base que es su parte más ancha (Figura 34). En sus excavaciones en el mismo sitio de Qaluyu, Mohr obtuvo 23 fragmentos de artefactos de obsidiana (Burger et al. 2000: 289) que relaciona con una fase temprana de Qaluyu perteneciendo 20 de ellos a la fuente de Chivay y 1 a la de Alca, ambas en el departamento de Arequipa (también ver Tripcevich 2007). Para su Qaluyu Tardío (Burger et al. 2000:297), Mohr añade a la muestra unos 25 artefactos mas de los sitios de Qaqachupa, Q´elloqaqa, Qaluyu y Taraco siendo nuevamente Chivay la fuente de obsidiana más utilizada.

205 El término “Chert”, en inglés, es ampliamente utilizado en la investigación arqueológica de la cuenca norte del Titicaca para designar un conjunto de piedras que tienen características sensibles similares (por ejemplo, ver Craig 2005). Sin embargo, estas tienen composiciones y volúmenes minerales diferentes. 206 La obsidiana aparece esporádica y en mínimo porcentaje en los sitios pre-cerámicos tardíos en el área de la cuenca norte del Titicaca. De hecho, para toda el área de Puno, Burger et al (2000: 276) para esta época solo mencionan los sitios de Chamaqta (5 fragmentos), Tumuku (5 fragmentos) y Qaqachupa en Ayaviri (un fragmento de una punta).

Azadas Otros artefactos bastante frecuentes en los asentamientos Qaluyu son las azadas y solo comienzan a aparecer en estas épocas en diferentes sitios arqueológicos de la cuenca norte del Titicaca (Stanish et al. 2005. Ver también Seddon (1994) para Tumatumani). Por ejemplo, en las excavaciones en Camata, en su fase “Qaluyo Temprano I”, Steadman (1995:37) halló azadas de andesita gris, lo mismo que Erickson (1996: 253) en sus excavaciones en Huatta. Asimismo, existen azadas realizadas con basalto olivino. Sin embargo, esta piedra procedería de la cantera de Ichu-Incatunuhuiri y parece que su introducción y, sobre todo, su mayor utilización en la cuenca norte del Titicaca pertenecen más bien a época Pukara (Bandy 2001). Las azadas tienen una forma ovalada tendiendo a la triangularidad (Steadman 1995: fig. 18 y 19) (Figuras 35 y 36). Otro tipo de artefactos que, también, aparecen en las excavaciones arqueológicas de sitios Qaluyu, como en Balsaspata, son unos “discos” de piedra erosionados en sus bordes por fricción y que servirían para alisar las superficies de las vasijas cerámicas antes de llevarlas al horno (Figura 37). Morteros y manos de moler completarían el conjunto de artefactos muebles.

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Figura 34. Artefactos de obsidiana obtenidos de las excavaciones en Qaluyu (según Burger et al. 2000: fig. 5)

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Figura 35 Azada Qaluyu Tardiío 1 de Camata. Según Steadman 1995: fig. 19

Figura 36. a) Fragmento de azada Qaluyu Temprano 2. b) Azada Qaluyu Tardío 2. Parte superior faltante. Sitio de

Camata. Según Steadman 1995: fig. 18.

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Figura 37 . Artefactos líticos de Balsaspata. En la parte superior izquierda 1 percutor, en el centro un “disco” con borde

erosionado y a la izquierda un fragmento de azada de basalto olivino.

CERÁMICA La cerámica del estilo Qaluyu desde su descubrimiento científico en la década de los 50 del siglo pasado (Chávez Ballón 1950, Rowe 1956) fue el elemento característico de un conjunto de artefactos y, por ello mismo, se realizaron varias investigaciones para establecer su clasificación207. Las clasificaciones de Lumbreras y Amat (1966), Mohr o Steadman suponen un avance en la determinación de formas, decoraciones, detalles y funciones de esta vajilla. Desde Mohr (1980, 1981a y b) se ha considerado que existirían dos grandes grupos conocidos como Qaluyo Temprano y Qaluyu Tardío208, división que, en términos generales, ha retomado Steadman (1995) para su secuencia. A pesar que se conoce una serie de sitios con cerámica Qaluyu (Stanish 2003, Hastorf 2005), esta ha sido estudiada y publicada en ínfima cantidad (Steadman 1995:418). Sin embargo, la mayoría de los investigadores proponen una unidad en dicho estilo. Solo una excavación sistemática ha sido publicada en forma de tesis (Steadman 1995) y, en

207 La primera clasificación de la cerámica Qaluyu fue realizada por Chávez Ballón (1950). Él determinó los siguientes tipos Negro Llano, Negro Inciso, Rojo Llano, Rojo Inciso, Negro sobre Crema, Rojo sobre Crema y Pintado e Inciso (Chávez 1950: 44). 208 Aunque en las publicaciones mencionadas que componen una versión corta y revisada de sus tesis de 1977 no se presenta material procedente de Qaluyu. Los materiales recuperados de 5 pozos de sondeos allí realizados aparecen solamente para apoyar o contrastar su investigación central en torno a Marcavalle en el Cuzco.

base a ella, ofreceremos las características de dicho estilo. Sin embargo, tenemos que advertir que dicho sitio se halla en un área cercana a la cuenca sur del Titicaca y, de acuerdo a los materiales hallados allí, se observa una serie de artefactos procedentes o influidos en su producción por esta parte del altiplano, relacionada con los estilos Chiripa y Tiwanaku Temprano o Qeya. Así pues, por ser ésta la más reciente y controlada con fechados radiocarbónicos, asumiremos la secuencia ofrecida por Steadman en su tesis doctoral procedente del sitio de Camata. Steadman, divide Qaluyu en las siguientes fases: Qaluyu Temprano 1 (1200-1050 ANE) Qaluyu Temprano 2 (1050-850 ANE) Qaluyu Tardío 1 (850 ANE-650 ANE) Qaluyu Tardío 2 (650-400 ANE) Composición de Pastas de las Vasijas Los desgrasantes más utilizados para las pastas Qaluyu son los minerales y los vegetales, siendo estos últimos los más empleados en Camata (Steadman 1995), cuestión que no se da en los otros sitios de la cuenca norte del Titicaca. Una descripción de sus 27 pastas se encuentran en su tesis (pp. 95-139) y se puede apreciar que muchas de ellas persisten en todo la secuencia cerámica hasta sus fases Pukara. Sin embargo, las inclusiones más extendidas en sus fases Qaluyu son los temperantes de fibra vegetal209 y las

209 Este temperante está más extendido en la zona sur del lago, sobre todo en el sitio de Chiripa. La cercanía de Camata a esta

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inclusiones minerales (de las cuales solo se reconoce a la mica) las que pueden ir mezcladas en diferentes porcentajes en las mismas pastas. Steadman (1995:140) observa que en cada una de sus fases cerámicas se emplearían de 6 a 11 pastas diferentes, lo que supone la existencia de vasijas que llegaron al sitio desde otras comunidades productoras de cerámica210. Formas de las Vasijas Qaluyu Siguiendo un análisis morfo-funcional, Steadman (1995:626) determina las siguientes formas: Ollas sin cuello. Están presentes desde Qaluyo Temprano 1 a Qaluyo Tardío 2, incrementándose en porcentaje notablemente en las últimas fases (Figuras 38 y 49).

área supondría el compartimiento de la técnica de producción de esta parte del lago. 210 Asimismo, en sus excavaciones no reporta contextos o artefactos (alisadores, por ejemplo) para la producción cerámica, aunque reconoce que existe una serie de pastas producidas localmente.

Ollas. Se hallan en la mayoría de sus fases (Figura 39). Cantaros (Jars). Se hallan en la mayoría de sus fases. Tazones. Divididos en tazones con borde llano, tazones con borde saliente y tazones con borde biselado (Figuras 37. Vasijas cuadrangulares. Aparecen en Qaluyu Tardío 1. Botellas. Aparecen en Qaluyu Tardío 1. Trompetas. Aparecen en Qaluyu Tardío 1, aunque sin las huellas horizontales paralelas dejadas por las fibras vegetales en las paredes interiores del tubo como en las fases Pukara.

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Figura 38. Olla sin cuello Qaluyu Tardío 1 del sitio de Camata, según Steadman 1995: fig. 34

Figura 39. Olla con cuello corto Qaluyu Tardío 1 del sitio de Camata, según Steadman 1995: fig. 35

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Figura 40. Ollas sin cuello Qaluyu del sitio de Cachichupa según Plourde 2006: fig. D.6.

Figura 41. Tazones con rebordes Qaluyu Temprano 2 del sitio de Camata: c) Tazón carenado con decoración rojo sobre crema sobre reborde. Según Steadman 1995: fig. 32.

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Figura 42. Tazones Qaluyu Temprano 2 con borde biselado y decoración incisa del sitio de Camata. a), b), c) y d) decoración punteado zonal. Según Steadman 1995: fig. 31

Figura 43. Tazones Qaluyu Tardío 1 con decoraciones pintadas del sitio de Camata: d) tazón carenado negro sobre crema, e) Base de tazón marrón sobre crema y f) Tazón negro sobre crema y rojo (según Steadman 1995: fig. 38)

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Figura 44. Tazones Qaluyu Tardío 2 con decoración pintada polícroma: a) negro sobre blanco, b), c) y e) marrón sobre crema, d y g) negro sobre crema, f) negro sobre crema. Según Steadman 1995: fig. 46.

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Figura 45 . Tazones Qaluyu Tardío 2. e) Tazón con decoración marrón sobre crema. Según Steadman 1995: fig. 45.

Figura 46. Tazones Qaluyu Tardío 2 con decoración de líneas incisas anchas, según Steadman 1995: 49.

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Figura 47. Fragmentos de tazones Qaluyu con decoraciones pintadas e incisas recuperados del sitio Cachichupa. Según

Plourde 2006: fig. D.4.

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Decoración de las Vasijas A grandes rasgos, la decoración de las vasijas Qaluyu se pueden es de dos tipos: pintada211 e incisa. En algunos casos ambas técnicas se pueden combinar y se pueden realizar sobre superficies engobadas o solamente alisadas y/o bruñidas. Basado en sus excavaciones en Camata, Steadman (1995:75-93) propone una serie de decoraciones para sus materiales cerámicos Qaluyu212 aunque muchas de ellas también aparecen en sus fases Pukara. A continuación sintetizamos las decoraciones que encuentra: Punteado zonal Steadman (1995:76) encuentra en sus fases Qaluyu Temprano 1 y 2 una decoración que denomina “Punteado Zonal” y que es de las pocas decoraciones cerámicas de estas épocas. Esta decoración se basa en un área o “zona” punteada con círculos o rayas divididos de un área llana sin punteado por una línea incisa. Característicamente, la zona llana tiene engobe rojo mientras la zona punteada carece de el y es de color marrón o negro o contrasta con un engobe de color marrón rojizo o crema claro. Suelen describir triángulos alrededor del borde de la vasija alternando zona punteadas y no punteadas. Qaluyu rojo sobre crema Este tipo de decoración solo fue encontrada en Qaluyu Temprano 2 y en muy pocos fragmentos (3). Este nombre genérico incluye una serie de tonalidades como el rojo oscuro sobre crema, el rojo sobre marrón claro, el rojo sobre naranja amarillento, todas con una decoración de color rojo sobre un fondo engobado de color más claro. Qaluyu polícromo Son características de las fases tardías de Qaluyu, específicamente del Qaluyu Tardío 2 aunque aparece desde la mitad superior de Qaluyu Temprano 2 y se encuentra en poca cantidad hasta Pucara 1. El diseño está ejecutado en un color oscuro sobre un fondo claro, generalmente en un diseño de panel en las paredes exteriores de los tazones con una banda de engobe rojo en el borde y la base y un engobe rojo en el interior. El color de engobe más extendido para los diseños de los paneles del Qaluyu Polícromo es una decoración de color negro o marrón oscuro sobre un fondo crema o marrón claro. El motivo más realizado es una banda de diamantes con el 211 Generalmente la pintura se aplica antes de la cocción de la pieza aunque hay ejemplos de pintura post-cocción. 212 Las decoraciones de la cerámica decorada de Qaluyu propuestas por Lumbreras y Amat (1966:78) están bastante cercanas a la de Steadman. Ellos propusieron las siguientes decoraciones: Qaluyu Inciso, Qaluyu Oscuro sobre Claro, Qaluyu negro sobre Rojo, Qaluyu Crema sobre Rojo y Qaluyu Negro y Crema sobre Rojo. Sin embargo, su clasificación se hizo con fragmentos recogidos por Chávez Ballón en la superficie del sitio de Qaluyu y no se especifica la cantidad de especímenes utilizados.

interior “enrejado” conectados por sus ángulos. También son comunes los motivos escalonados, usualmente con secciones escalonadas oblicuas bordeados por una segunda línea angosta. Otros diseños incluyen líneas horizontales paralelas, líneas en bloque con bandas anchas grandes o bloques de colores más oscuros, motivos de “tablero de ajedrez” y líneas verticales y horizontales conectadas a bandas horizontales en la parte superior e inferior. Este es un motivo que mantiene características similares a pesar de hallarse en diferentes fases de Camata. Qaluyu incisión de línea ancha No es una decoración muy común en Camata y se encuentra mayormente en las fases Qaluyu Tardío 1 y 2. Tiene la misma distribución a través del tiempo que el Qaluyu Policromo y se prolonga hasta Pucara 1. Sin embargo, en las fases Pucara se pasa de líneas curvas a otras mas rectas. Las incisiones tienen forma de “U” y son realizadas sobre un engobado monocromo rojo, marrón rojizo o marrón. Esta decoración siempre se realiza en las paredes exteriores de los tazones y nunca en los bordes o interiores de las vasijas. Los motivos son líneas curvas que describen la forma de “S” oblicuas, o volutas en una o más líneas paralelas. Policromo inciso/pintado Esta decoración se halla desde Qaluyu Temprano 2 hasta Pucara Tardío aunque hay ligeros cambios a través del tiempo. Por lo general, la decoración se caracteriza por pintura negra, crema, amarilla o blanca sobre un fondo de engobe rojo con las diferentes áreas de color delineadas por incisiones. Estos motivos se hallan en tazones de paredes verticales en Qaluyu y Pucara Inicial y en tazones de paredes verticales o acampanados hacia afuera en las fases Pucara. Los motivos suelen ser rectilíneos e incluyen bandas verticales u horizontales, elementos escalonados, triángulos o chevrones, líneas en zig-zag y otros. Rojo oscuro sobre rojo inciso Se halla tanto en las fases Qaluyu como en las de Pukara. Se caracteriza por una decoración de color rojo oscuro sobre un fondo de engobe rojo, en todos los casos combinada con incisiones que separan las áreas de color. Las decoraciones se realizan en las paredes exteriores de tazones de paredes verticales mediante motivos rectilíneos que pueden describir ángulos rectos o agudos, líneas en zig-zag y bandas horizontales. Inciso monocromo Se documenta en toda la secuencia cerámica de Camata, pero no llega a ser común hasta las fases Pukara. En los tiempos de Qaluyu Temprano es raro y en Qaluyu Tardío llega a ser el tercer tipo en popularidad. Esta decoración se caracteriza por incisiones sobre un fondo de un solo color, engobado o no. Las superficies más comunes son engobadas en rojo, en marrón rojizo, o negro, y gris sin

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engobe. Esta decoración se realiza en tazones, cantaros y trompetas y describen líneas rectas, en zig-zag y paralelas y una combinación de líneas con varios ángulos. Finalmente, también se presentan “aplicaciones de cintas” con incisiones oblícuas o diagonales y

“modelados” como decoraciones. En general, la cerámica Qaluyu tanto en técnica de producción como en formas y decoración es un conjunto de vasijas bastante básico por lo que se aprecian pocas diferencias entre los tipos conocidos en la cuenca norte del Titicaca.

Figura 48. Fragmentos de cerámica Qaluyu del sitio de Balsaspata, Ayaviri. Los fragmentos de arriba tienen decoración

pintada marrón sobre crema y el fragmento inferior tiene decoración incisa de línea ancha.

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Restos Humanos y Tumbas En algunos sitios Qaluyu se ha reconocido la existencia de tumbas individuales como en el sitio epónimo (Mohr 1969) y en Camata (Steadman 1995: 40-42). Estos entierros humanos se realizan generalmente en agujeros en la tierra, con o sin paredes de piedra. El individuo es colocado en posición flexionada, recostado sobre un lado o sentado. Las tumbas con paredes de piedra tienen una laja de piedra como base y otra como tapa. En ningún caso, se han recuperado objetos dentro de la tumba. En el caso de Camata se han hallado individuos a los que les faltaba la cabeza y, en otros casos, solo se ha hallado la cabeza. Además, los individuos enterrados en este sitio tenían el cráneo modificado artificialmente en la modalidad fronto-occipital. Asimismo, no se ha apreciado que las tumbas estuvieran colocadas en un lugar específico o relevante del asentamiento e, incluso, han sido ubicadas dentro de las capas de material precedente que incorpora desechos domésticos. PUKARA ASENTAMIENTOS: MONTÍCULOS Y CONJUNTOS DE TERRAZAS Los Montículos Pukara se pueden reconocer por su relevancia dentro del paisaje y casi siempre aprovechan superficies elevadas del terreno para crear sus espacios arquitectónicos, por eso los mismos montículos tempranos o Qaluyu, también son re-utilizados. Otro tipo de sitio es el que aprovecha las faldas de los cerros e, incluso, la cima para incluir sus estructuras arquitectónicas mediante el empleo de terrazas o de la nivelación de las superficies en pendiente. Para una mayor información y descripción básica de los asentamientos de esta época ver el cuadro 2 al final de este capítulo. Elementos Constitutivos De Los Asentamientos Pukara Existen tres elementos básicos que constituyen los asentamientos Pukara que se reiteran en diferentes localidades de la cuenca norte del Titicaca:

A. Áreas llanas: Se presentan en las bases de los montículos y, por lo general, se perciben, además de los restos de artefactos en superficie, como espacios abiertos que a nivel superficial se delimitan por bloques líticos o acumulaciones de barro lineales que las demarcan. Las excavaciones de Kidder en 1939 en la pampa que se extiende en la base de Qalasaya expusieron algunos de estos muros y se pueden apreciar en las fotos de las mismas en el catálogo del Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard (figuras 19 a la 24). B. Terrazas: Muchos montículos o laderas de cerros poseen terrazas o muros de piedra que contienen material de relleno como barro y piedras. En el caso del sitio de Pukara existen, incluso, descripciones internas de algunas de ellas (Wheeler y Mujica 1981). Sin embargo, hay que distinguir las terrazas para habitación de las terrazas para estructuras no residenciales. Asimismo, algunas terrazas se consiguieron solamente mediante la nivelación de un área en pendiente, como observó Steadman (1995:9) durante la ocupación “Pukara Tardío” en el sitio de Camata o en Ichu-Incatunuhuiri (Kidder 1943: 13) (figura 50 y 51). C. Plazas hundidas. Se trata de las estructuras arquitectónicas más características y significativas de los montículos o conjunto de terrazas de la cuenca norte del Titicaca. Son de planta cuadrangular o rectangular con paredes de bloques piedra y, en algunos casos con revestimiento con grandes lajas de piedra u ortostatos, como en el mismo sitio de Pukara (Figura 52 y 54) . Generalmente, se hallan ubicados en la parte superior de los montículos o en las terrazas más elevadas o, incluso, en la cima de cerros acondicionados para tal efecto. Por lo general, estas plazas hundidas incluyen monolitos, huancas y/o estelas. Dicho patios hundidos están también asociados a estructuras arquitectónicas a nivel del suelo, como en el caso de Pukara (Figura 53). Además, del sitio de Pukara, Ichu-Incatunuhuiri (Figura 51) y el sitio de Qaluyu, en su ocupación Pukara, tienen plazas hundidas (Stanish 2003: 114).

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Figura 49. Principales sitios del “Formativo Superior”, incluidos los asociados con el estilo Pukara, de la cuenca del

Titicaca según Plourde 2006:167

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Figura 50. Sitio arqueológico de Ichu-Incatunuhuiri. El cerro ha sido completamente aterrazado y en la parte superior

se construyó un plaza hundida.

Figura 51. Plaza hundida en la parte superior del cerro de Ichu-Incatunuhuiri.

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Estructuras Arquitectónicas Las estructuras arquitectónicas Pukara son conocidas básicamente a través de las excavaciones realizadas en el sitio epónimo. Las demás estructuras han sido reconocidas superficialmente. Asimismo, lo que más conocemos de la arquitectura Pukara procede de las “áreas monumentales” mientras que sobre las áreas domésticas contamos con escasa información. Las primeras estructuras arquitectónicas reconocidas para Pukara fueron las que el mismo Alfred Kidder observó en el sitio epónimo en 1939 (Kidder 1943:5). Como vimos en el capítulo anterior, Kidder excavó en diferentes áreas del extenso asentamiento (Figura13 y 18). En la parte cercana al rio halló estructuras de piedra muy rusticas (“domiciliarias”) de plantas circulares y rectangulares (Franco Inojosa 1940:131) y en la parte de la pampa en la base de Qalasaya y sector central del área monumental descubrió muros de espacios bastante amplios (ver fotos en Catálogo Museo Peabody y Figuras 19 a 24). Finalmente, en la parte del frontispicio y cima de Qalasaya halló arquitectura con dimensiones monumentales con piedras de gran volumen y acabado213. Además de estas estructuras intervenidas, Elías Mujica (1979:186) refiere que existen hasta 5 montículos piramidales más en la zona central del sitio. Como hemos visto, el edificio conocido como Qalasaya, ha sido el que más ha atraído la atención de los investigadores por su ubicación central en el conjunto de montículos y demás estructuras y por su propio volumen (Figura 14 y 17). Qalasaya se compone de una gran masa de tierra y estructuras subyacentes contenidas por muros a modo de terrazas de unos 315 m. de largo por unos 300 m de ancho (Mujica 1979:188). En la parte superior se hallan recintos compuestos por plazas hundidas y estructuras de piedras que las rodean (Kidder 1943:6) Las

213 Fotografías de las excavaciones de Kidder se pueden ver en el catalogo en línea del Museo Peabody de Arqueología y etnología de la Universidad de Harvard: http://www.peabody.harvard.edu/

plazas hundidas (al menos 4 visibles) están orientadas hacia los puntos cardinales y están cubiertos por grandes lajas de piedra de arenisca de color blanco que, en el caso de la plaza hundida excavada por Kidder (Recinto 2), tenía una profundidad de 2.20 m y 16 m por lado (figura 52). En cada lado había cámaras semi-subterráneas, a las cuales se ingresaba mediante accesos con jambas escalonadas en la parte superior. Al nivel del suelo del suelo y rodeando tres de los lados (Norte, Oeste y Sur) se encuentran grandes bloques paralepípedos de piedra arenisca roja que serían los cimientos de muros de piedra y barro que no fueron encontrados por Kidder (figura 53). La descripción de la estructura general y de las construcciones que componen este edificio ha sido realizada con mayor detalle en diferentes publicaciones (Franco Inojosa 1940, Lumbreras y Amat 1966: 83, Mujica 1979, 1991, 1996b y, en especial, Wheeler y Mujica 1981) por lo que no abundaremos más en dicha cuestión. Kidder también excavó una unidad en el centro de la pampa cercana a la base de Qalasaya que ya describimos en el capítulo anterior. En dicha área, también Elizabeth Klarich realizó en el 2001 unas excavaciones que revelaron más estructuras como las que documentó Kidder relacionadas con cerámica Pukara, estructuras que corresponderían a “residencias de elite” (Klarich 2005) y serían intermedias entre las de Qalasaya y las de la ribera del Pukara. Más allá de estas excavaciones en el sitio de Pukara tenemos escasas referencias de las estructuras arquitectónicas Pukara en otros sitios del área comprometida con el estilo. En algunos sitios (ver cuadro 2) tenemos evidencias superficiales de muros y plazas hundidas como en el mismo sitio de Qaluyu, Ichu-Incatunuhuiri, Cancha Cancha-Asiruni.

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Figura 52. Plano del Recinto 2 (plaza hundida y estructura circundante) en Qalasaya, Pukara (según Chávez 1988:24)

Figura 53. Bases de los muros del recinto de Qalasaya que rodea a la plaza hundida excavada por Kidder.

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Figura 54. Vista desde el sur-oeste de la plaza hundida en la cima de Qalasaya excavado por Kidder en 1939.

Fuera del sitio de Pukara, en la localidad de Huatta, Clark Erickson (1988b: fig. 12) reporta que se excavaron las bases de una “casa Pukara” en el sitio Pancha: “La estructura de una casa casi completa relacionada con la cultura Pucara (300 B. C.-A.D. 400) fue excavada, y tuvo muchos rasgos similares a las de las casas de adobe con techos cubiertos con paja construidas en la actualidad en el área”. Sin embargo, más allá de esta breve descripción y de la fotografía publicada no se ha reportado más de esta u otras estructuras arquitectónicas excavadas por Erickson en esa localidad. Finalmente, en uno de sus pozos de sondeo en el sitio de Camata, Steadman (1995:46) reconoció un muro que corría de norte a sur asociado con una superficie de tierra compactada y relacionado temporalmente con su fase “Pucara 2” (100 ANE-100 DNE). Dichos muros incluyeron bloques líticos más grandes y mejor trabajados en comparación a los que observó en las fases más tempranas Qaluyu. Recientemente, Aimée Plourde (2006) ha publicado en su tesis doctoral los resultados de sus investigaciones en la zona del valle del Huancané-Putina y, concretamente, de sus excavaciones en el sitio de Cachichupa. Allí, se evidencian conjuntos de terrazas, grandes recintos cuadrangulares e, incluso, una posible plaza hundida que tuvo asociado un monolito.

Sistemas Agricolas: Campos Elevados y Qochas Como ya vimos arriba, dichas tecnologías se basan en la captación de agua de lluvia o de ríos o lagunas. Asimismo, sirven para frenar el frío de las heladas al actuar como concentradores de energía solar. Dicha tecnologías son conocidas como campos elevados (waru-waru o sukakollos) y lagunas artificiales (qochas). Los Campos Elevados En las últimas décadas se ha prestado mayor atención a las tecnologías agrícolas empleadas por los habitantes de las sociedades tempranas del altiplano (Erickson 1996, Lennon 1983). Pese a ello, muchos de estos espacios productivos carecen de elementos concretos para relacionarlos con los asentamientos más allá de su proximidad con algún asentamiento. Sin embargo, en un estudio pionero, Erickson (1987, 1996) trató de asociarlos con asentamientos cercanos y aunque estos sistemas empezaron a utilizarse en Qaluyu, están bien establecidos para la época Pukara (500 ANE). Asimismo, se ha observado que alrededor de los 200 DNE, justamente cuando se plantea la desaparición de Pukara, los campos elevados también son abandonados y no será hasta los 1000 DNE que volverán a ser utilizados (Erickson 1987:380).

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Las Qochas Como mencionamos en Qaluyu, según Flores Ochoa y Paz este sistema agrícola se habría originado con Pukara y, de hecho, sus áreas están relacionadas con los principales ríos de la cuenca norte del Titicaca: el Pukara y el Azángaro. La forma de las qochas tiende a ser circular aunque las hay rectangulares y pueden alcanzar un diámetro desde los 30 m hasta los 200 metros. Su profundidad también puede variar, llegando hasta los 2 metros. En cualquier caso, sus proporciones dependerán de diferentes variables como la cantidad de agua, el tipo de suelo, el tipo de cultivo, etc. Las qochas forman sistemas interconectados que pueden llegar a unir mediante canales al menos 12 de ellas (Flores Ochoa y Paz: 130). 2. La Lito-Escultura Como en el caso de Qaluyu, tampoco existe un estudio profundo de las características materiales y formales de dichas escultura. Existen diferentes estudios pero que no las analizan en su conjunto, por lo que la información se halla bastante dispersa en diferentes artículos y no presenta un panorama general. Los estudios expresan generalmente consideraciones estéticas o la similitud de ciertos elementos reiterativos en lo conocido como Pukara y su comparación con otros objetos. Valcárcel (1932a) fue el primero en presentar una publicación con muestras de la litoescultura de Pukara. Más adelante, en 1941, Kidder (1943: 26) realizó un recorrido por varias localidades de la cuenca norte de Titicaca y registró 48 piezas líticas (21 monolitos antropomorfos y 16 estelas)214. El agrupó estas esculturas en figuras humanas, animales, estelas y lajas grabadas. Según el inventario de Franco Inojosa de 1940 y que complementa el de Kidder, en el museo de Pukara se encontraban depositadas 34 litoesculturas. En dicho informe se especifican las medidas de las piezas y se pueden ver que éstas se pueden agrupar igualmente en estelas, monolitos antropomorfos y lajas. Por su parte, Sergio Chávez realizó en 1968 un reconocimiento del altiplano puneño y en 1970 (Chávez y Mohr 1970) publicó un artículo que describía 14 lito-esculturas (13 inéditas), muchas de ellas del estilo Pukara. En el cuadro 3 que se encuentra al final de este capitulo se pueden apreciar la mayoría de las litoesculturas Pukara y el asentamiento donde se ubican o de donde fueron extraídas.

214 Al parecer, no incluyó las piezas conocidas del sitio mismo de Pukara. De hecho, el refiere que 11 piezas escultóricas procedieron de sus propias excavaciones, algunas halladas rotas sobre el piso de la plaza hundida del “Recinto 2” que excavó en Qalasaya (Kidder 1943: 6). Seguramente, como tenía en mente, incluiría todas estas piezas en el informe específico de sus excavaciones de Pukara que nunca llegó a publicarse.

Materia Constituyente De Las Lito-Esculturas Por cantidad de especímenes, la piedra arenisca cuarcítica (Chávez y Jorgenson 1980: 75) es el material más extendido en la producción de las estelas215 y monolitos, sobre todo las de colores rojizos y blanquecinos. Esta materia prima se da en abundantes afloramientos rocosos en la mayoría de los valles de la cuenca y orillas del lago Titicaca. Asimismo, una característica de este material es su estructura sedimentaria que permite una mejor laminación. Su dureza es otra característica que posibilita un mejor manejo de sus volúmenes y superficies para realizar los detalles de las decoraciones. Finalmente, el color (rojizo, gris o blanquecino) les ofrece una característica más para generar litoescultura. Hay que indicar que al menos en dos casos: un monolito antropomorfo y una cabeza decapitada excavados en el sitio de Pukara (Wheeler y Mujica 1981, Hastorf 2003: 318) los detalles realizados en la roca estaban pintados con diversos colores, lo que abre la posibilidad que otras esculturas líticas también se pintaron. Grupos De Lito-Escultura Se puede distinguir tres clases principales de forma/soporte para la lito-escultura Pukara: las estelas (escalonadas, rectangulares y zoomorfas estilizadas), los monolitos antropomorfos (“estatuas” y “estatuillas” según Chávez 1992: 43) y los bloques decorados. Últimamente, hemos observado otro grupo más que podría relacionarse con los monolitos antropomorfos aunque sus características formales las alejan del mismo. Nos referimos a las litoesculturas de cabezas humanas decapitadas de las que, por el momento, tenemos 2 especímenes, una en el sitio de Pukara y otra recientemente descubierta por nosotros en Cancha Cancha-Asiruni. La mayoría de estas piezas estarían ubicadas en lugares abiertos, susceptibles de ser observadas por todos los lados con figuraciones. Esto ha sido observado en diferentes sitios arqueológicos y en las excavaciones realizadas en la década del `70 en las terrazas frontales de la pirámide principal denominada Qalasaya en el sitio de Pukara (Mujica 1979: 193, Mujica y Wheeler 1981). Una salvedad a esta cuestión se manifiesta en algunas lajas que estarían asociadas directamente a la arquitectura o, las pequeñas lito-esculturas como los pequeños monolitos antropomorfos o las cabezas trofeo halladas en el mismo sitio de Pukara en los nichos de un pequeño recinto (Mujica y Wheeler 1981).

A. Estelas Corresponden a las piezas de mayor tamaño, cantidad, recurrencia y complejidad en los diseños que se han conservado en su superficie. Están hechas para estar colocadas de forma vertical en la tierra, por ello se 215 Consultar Chávez y Jorgenson (1980) para un análisis petrográfico de las estelas de Arapa y Pukara.

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componen de una parte que iba enterrada no muy trabajada y la parte visible de mayor extensión y con las superficies bastante alisadas y cubiertas de decoraciones en bajo y alto relieve. Las decoraciones realizadas en alto o bajo relieve en la superficie de las estelas se pueden dividir en dos grandes grupos: decoraciones semi-naturalistas y decoraciones geométricas. Las decoraciones semi-naturalistas representan, por lo general, a seres semejantes a serpientes con el cuerpo ondulante y cabezas con orejas (algunas con una cabeza en cada extremo del cuerpo) y que Chávez y Mohr (1975:62) denominaron sub-estilo Asiruni (serpiente en quechua). También se representan batracios, aves, camélidos y felinos. En algún caso, se ha documentado decoración antropomorfa, como en la estela denominada Chávez Ballón (Chávez y Mohr 1975: Lámina XXVI) que se halla depositada en el museo de sitio de Pukara y en un fragmento de una estela de Chumbivilcas (Chávez 1988: fig. 6a). Las decoraciones geométricas, corresponde a elementos que forman parte de las figuraciones acompañando a los personajes principales, aunque en algunos casos llegan a tomar el protagonismo de la decoración. Pueden representar animales que han sido geometrizados como en el motivo denominado por Kidder “S aserrada” que corresponde a la esquematización y geometrización de cuerpos de animales alargados en zig-zag con terminaciones de cabezas triangulares.

A. 1. Estela Escalonadas Son la forma de estela más extendida y característica del estilo Pukara (Kidder 1943: 32, Chávez y Mohr 1970, 1975:63) y las más altas, llegando a los 5.75 m. de altura como la de Arapa (Figura 58). Generalmente, tienen representaciones escultóricas en una o ambas caras más anchas del bloque lítico. Salvo en casos contados, la decoración se ha realizado en las caras laterales, generalmente bastante estrechas. Las caras más anchas de las estelas escalonadas pueden tener decoraciones semi-naturalistas, geométricas o una combinación de ellas. En las primeras, inserto o no en un “marco” en alto relieve que sigue el contorno del bloque, se inscriben representaciones antropomorfas y zoomorfas acompañadas casi siempre por un círculo o anillo en alto relieve ubicados, en la mayoría de los casos, en la parte superior de la representación al lado del escalonado de la estela (Kidder 1943:6) (Figura 55). No obstante, también pueden aparecer en otras partes de la escena (Figura 57). De la observación de numerosas estelas escalonadas con decoración semi-naturalista, se puede apreciar la representación de un ser de cuerpo alargado y ondulante mostrado de cubito dorsal216 con la cabeza triangular. Asimismo, se han reconocido seres con atributos de diferentes especies predominando el antropomorfo y que se han relacionado con “seres mitológicos” (Figura 56). Las estelas con decoración geométrica tienen un alto desarrollo de la simetría y la bilateralidad que se basa en la combinación de detalles geométricos que estilizan, en algunos casos, los cuerpos de seres zoomorfos, como las serpientes, y también pueden incluir representaciones secundarias más naturalistas como peces, lagartos y batracios (Figura 58).

216 Algunos investigadores han tratado de interpretar este motivo. Por ejemplo, para Valcárcel (1932a) una estela escalonada en el sitio de Pukara representaría a una nutria de rio o lago. También se interpretan como peces o “suches” (Valcárcel 1935:27).

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Figura 55. Estela en el sitio de Pukara con el diseño serpentiforme y el circulo en la parte superior del personaje.

Figura 56. Vista anterior y posterior de la estela escalonada de Qaluyu. Altura 98 cm. Según Rowe 1976: fig.11 y 12.

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Figura 57. Estela escalonada de Cancha Cancha-Asiruni mostrando la única cara tallada (según Chávez y Mohr 1970: fig.1).

Tiene unos 4.40 metros de largo.

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Figura 58. Reconstrucción de una estela escalonada uniendo los fragmentos de la Estela de Arapa, Perú (parte superior) con

la “Piedra del Trueno” de Tiwanaku (parte inferior) (Según Chávez 1975: Lamina 1). En total, alcanza los 5.75 m. de altura.

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Figura 59. La Cuenca Norte del Titicaca y litoesculturas relacionadas con la estela de Arapa. Según Chávez y Jorgenson

1980: lámina XV.

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A.2. Estelas Rectangulares Estas estelas siguen en dimensiones a las anteriores y también cuentan con mayores detalles en su decoración. Combinan diseños antropomorfos pero tienden a concentrar mayores detalles geométricos. Las estelas de Hatuncolla (Squier 1877: 385-386, Kidder 1943:15 y Lám. VII, fig. 10 y 11, Chávez 1975) (Figuras 61 y 62) son ejemplos bastantes característicos de esta forma de estelas, aunque en el caso de una de ellas (Figura 62), al faltarle la porción superior no se puede asegurar que no haya sido también una estela escalonada como las mencionadas anteriormente. La

que con seguridad sí es una estela rectangular es la estela de Caminaca (Figura 60) y que representa en una sola de sus caras a dos seres serpentiformes alrededor del mismo tipo de círculo que acompaña a los personajes en las estelas escalonadas mencionadas arriba. La estela de Yapura también ofrece otro ejemplo de esta forma de estela aunque nuevamente le falta la parte superior de la estela y también podría haber sido una estela escalonada (Figura 63 y 64). Otro ejemplo de estela de estas características aunque también carente de su parte superior es una estela extraída del sitio de Qaluyu.

Figura 60. Estela rectangular de Caminaca (según Chávez y Mohr 1970: 36). Mide 1.18 m. de altura.

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Figura 61. Vista anterior y posterior de la estela rectangular 1 de Hatuncolla (1.80 cm de alto aprox.)

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Figura 62. Vista frontal de la estela rectangular 2 de Hatuncolla (1.80 cm. de alto aprox.)

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Figura 63. Cara sur de los fragmentos de la estela de Yapura (según Hoyt 1975: Lámina XII). El bloque más alto tiene 2.26

cm y el más pequeño 93 cm.

Figura 64. Estela de Yapura. Compárese con el dibujo de la figura anterior.

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A.3. Estelas Zoormorfas Estilizadas Uno de los objetos arqueológicos más conocidos desde el descubrimiento científico del estilo Pukara es la estela denominada la “Pilastra de la Lluvia o el Rayo” (Valcárcel 1925: 16) (Figura 65). Se encontraba en la plaza de armas del pueblo moderno de Pucara217 (Chávez 1975) y actualmente se halla en el museo de sitio. Fue concebida con la forma de un ser acuático estilizado (posiblemente el pez conocido como “suche” según Kidder 1943:6), siendo uno de los únicos casos en que el propio soporte lítico para realizar los diseños y detalles tiene la morfología extraída de un animal. Es una de las piezas mejor acabadas en relación a sus dimensiones (2 metros de alto), relevante por la destreza en su grabado, el material escogido para su confección (arenisca blanca), así como por los diseños en sí. Este tipo de diseños geométricos son similares a algunos de las estelas rectangulares como las que reportó Kidder y Chávez en la localidad de Arapa (Figura 58) y, en menor grado, en la de Hatuncolla (Chávez 1975:7) (Figura 62). Esta estela reúne la mayoría de los personajes representados en estelas aisladas, tales como el sapo y los seres ictiomorfos, pero de una manera más estilizada y simplificada, lo que también nos habla de una complejización en esta pieza con un tema central. Otra estela similar, aunque de menores dimensiones (1.50 m. de alto x 0.37 m. de ancho) y con menos detalles que la anterior, tiene también la forma de un ser acuático estilizado con el cuerpo rectangular y la cabeza trapezoidal en la parte superior. Fue publicada en un artículo de Luis Valcárcel (1935: 27 y fig. 12) y, actualmente no conocemos su paradero, pero es probable que se halle dentro de alguna casa cercana al pueblo de Pucara en la localidad de Wata Kala Uyu, como se menciona en el texto que da cuenta de la misma B. Monolitos Antropomorfos La materia prima empleada para producir estas litoesculturas es bastante variada, pues, se hallan realizados en granodiorita, andesita y arenisca. Representan seres antropomorfos de manera semi-naturalista casi siempre ataviados con vestimentas similares y pueden estar en posición erecta o sedente. Poseen diferentes dimensiones sin que, ningún caso conocido sobrepase el metro y medio de altura.

217 En un artículo de 1935, Valcárcel (1935:27) menciona que dicha estela se encontraba ubicada en 1925 cercana al pueblo de Pucara, concretamente, en la localidad de “Kala Uyu” (¿Qaluyu?).

La pieza más representativa es el conocido “Personaje Mítico”, “Degollador” o “Hatun Ñakaj”218, por sus características representativas (Valcárcel 1932b, Mujica 1991, Chávez 1975: fig. 14) (Figura 66). Estos monolitos se caracterizan por representar personajes antropomorfos con elementos felínicos y grandes ojos casi cuadrangulares o saltones (“goggle-like”) que llevan tocados o gorros y atuendos que incluyen pectorales (“esclavinas”), muñequeras y faldellines. Se completa la decoración con detalles incisos que pueden incluir el motivo de la cabeza decapitada de perfil estandarizado del estilo Pukara. El ser antropomorfo, en algunos los casos, lleva una cabeza decapitada en la mano y un cuchillo en la otra como el más conocido en la literatura arqueológica (Valcárcel 1932). En otros casos se les representa devorando a un ser humano. Franco Inojosa (1940) reporta hasta 7 de estas representaciones en el museo de Pukara. Se han hallado monolitos con similares características en Altarane (Paredes 1984), Japisi (Chávez 1981) (Figura 67), Ichu-Incatunuhuiri (Kidder 1943: 13 y lámina II, fig. 1), Laliuyu en Conima (Kidder 1943: 19 y Lámina VI, fig. 8-10), Azángaro (Kidder 1943: Lámina VI, fig. 3 y 4) (Figura 91), Chumbivilcas (Nuñez del Prado 1971) y, en el lado boliviano de la cuenca del lago Titicaca, en la Isla del Sol (Ponce Sanginés 1969)219 y en Pokotía (Conklin 1983: fig. 16). Sin embargo, algunas de estas esculturas, como las que se encuentran en el mismo sitio de Pukara, han sufrido la pérdida de la cabeza (Kidder 1943:6). Asimismo, existen unas pequeñas esculturas antropomorfas de dimensiones más pequeñas que repiten los detalles principales de las esculturas más grandes (Chávez 1975: lámina: VI, Kidder 1943, Rowe 1958, Wheeler y Mujica 1981). Se han documentado también, otras esculturas antropomorfas, no tan estandarizadas como las anteriores, pero que comparten algunos elementos o detalles observados en las anteriores o en los motivos de Pukara en otros soportes. Finalmente, un objeto singular es la pequeña representación escultórica de un personaje antropomorfo femenino con alas en la espalda y con dos bastones en cada mano (Rowe 1976: Lámina IX) (Figura 68) que se asemeja a un personaje con amplia difusión en el espacio andino durante diferentes épocas y que se conoce como el “Dios de las Báculos” (Cook 1994).

218 Según Valcárcel (1925:18), este monolito fue hallado cerca a la orilla del rio Pucara y poco distante del conjunto arqueológico que en ese entonces era apreciable. 219 En la actualidad esos dos monolitos se hallan en exposición en el Museo Nacional de Arqueología de La Paz, Bolivia.

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Figura 66. A la izquierda, dibujo frontal del personaje mítico de Pukara según Kubler (1986). A la derecha, foto del lado

derecho del mismo monolito. Se puede observar el cuchillo en la mano derecha.

Figura 67. Monolito antropomorfo de Japisi según Chavez 1981: fig. 1. Altura 74 cm.

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Figura 68. Pequeña escultura lítica de esteatita negra de 11.7 cm. de altura hallada en el Departamento de Puno.

B.1. Lito-Esculturas de Cabezas Decapitadas Estas litoesculturas pueden tomarse como la representación aislada de un detalle de los monolitos antropomorfos de “degolladores”, pues se relacionan con las cabezas decapitadas que aquellos llevan en sus manos. En este caso solo se representa la cabeza decapitada de un ser humano como se aprecia en otros artefactos de estilo Pukara. En estos casos, estas las litoesculturas no sobrepasan los 30 cm. de altura y possen casi la misma proporción que una cabeza humana a tamaño natural. Existen dos ejemplares de esta litoescultura. Uno de ellos fue hallado en las excavaciones del sitio de Pukara por Elías Mujica (Wheeler y Mujica 1981, Hastorf 2003: 318) y tenía la superficie de los detalles escultóricos pintados de colores (Figura 69). El otro ejemplo fue hallado en nuestras investigaciones en la zona de Azángaro (Figura 279) y que describiremos en el

siguiente capítulo. Adicionalmente, una tercera cabeza decapitada, conservada en el museo de sitio de Pukara, es similar aunque tiene la representación de un ave de rapiña sobre ella (Atlas 2004: 57, Rowe 1976: fig.13) (Figura 70). C. Bloques Rectangulares Decorados Para finalizar con los grupos de litoescultura tenemos que nombrar los bloques rectangulares líticos decorados o lajas. Estos tienen forma cuadrangular alargada o rectangular y casi siempre una sola superficie decorada y, por ello mismo, se ha planteado que formarían parte de la arquitectura. Ejemplos de estos bloques son los hallados en Taraco con dos felinos de perfil o el de Chumbivilcas (Figura 71) que representan a dos camélidos de la misma forma en que aparecen en la cerámica Pukara polícroma.

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Figura 69. Litoescultura de cabeza decapitada hallada en

Pukara

Figura 70. Cabeza humana con ave encima. Altura 31 cm. Según Rowe 1976: fig. 13.

Figura 71. . Laja con diseños Pukara hallada en la Hacienda Sawa Sawa, Livitaca según Chávez 1988: fig. 12.

Otros Artefactos de Piedra: Puntas y Azadas En varios sitios asociados con litoescultura y cerámica de estilo Pukara también han aparecido artefactos de obsidiana. Como vimos, con anterioridad, es con Qaluyu cuando aparece la obsidiana en una cantidad significativa en la cuenca norte del Titicaca. En el estudio de Burger y asociados (2000: 307) ya referido, para época Pukara se incrementan los sitios y se ofrece el análisis de 153 especímenes (Figura 72). Los sitios en los que se han recogido estos artefactos son Qaluyu, Pukara, Cancha Cancha-Asiruni, Esquinapata, Caxani, Taraco, San Roque (¿Huayna Roque?), Incatunuhuiri y Juli. De ellos, 136 pertenecen a la fuente de Chivay y unas 14 de la de Alca, específicamente concentradas en el sitio de Pukara. Lo interesante es que aparecen artefactos

nuevos en el repertorio como los cuchillos (Tripcevich 2007: 246) que, también, aparecen representados en la cerámica y la lito-escultura de estilo Pukara. Otros artefactos bastante frecuentes en los asentamientos Pukara son las azadas, realizadas con basalto olivino, como las que halló Erickson en Huatta (Erickson 1988: 12). Sin embargo, esta piedra procedería de la cantera de Incatunuhuiri (Bandy 2001). Otros artefactos que también aparecen en los sitios arqueológicos son los discos de piedra erosionados por fricción y que servirían para la producción cerámica (Klarich 2005). Morteros y manos de moler completarían el conjunto de artefactos líticos muebles.

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Figura 72. Artefactos de obsidiana de la cuenca norte del Titicaca, excepto (a) y (f), según Burger et al. 2000: fig. 10.

(b) Punta rota de un deposito Pukara en el sitio epónimo, (c) Punta de proyectil roto de la superficie del sitio de Pukara, (d) Punta de proyectil de base cóncava de un nivel del “Horizonte Temprano” del sitio de Taraco, (e) punta de proyectil

de base cóncava de nivel Pukara de Taraco, (g) artefacto nivel tardío del Horizonte Temprano de Taraco, (h) lasca de nivel tardío del Horizonte Temprano de Taraco.

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La Cerámica Desde Valcárcel (1922, 1935), la cerámica ha sido estudiada y utilizada desde diversas perspectivas (Tello 1929, Bennett 1946, Kidder 1943, Wallace 1957, Lumbreras y Amat 1966, Franquemont 1986, Rowe y Brandel 1970, Mujica 1985, 1991, Stanish 2003). Sin embargo, más allá de estas lecturas existen ciertas características relevantes y redundantes en la propia cerámica como son las regularidades observadas en la composición, técnica y estilo de la cerámica Pukara. Sin embargo, las investigaciones citadas suelen enfatizar la cerámica decorada en detrimento de otras (Klarich 2005: 182). Composición de Pastas La materia prima de la cerámica es la arcilla. Sin embargo, hasta el momento no existe un estudio profundo acerca de la procedencia de las fuentes de arcilla con las que se produjo la cerámica de estilo Pukara, aunque se sugiere, por fuentes etnográficas y algunas referencias arqueológicas (Valcárcel 1925:15, 1935, Chávez Ballón 1950: 43, Franquemont 1986: 2, Chávez 1992: 43), que cerca del mismo Pukara existen fuentes de arcilla, concretamente, próximas al cauce del rio del mismo nombre (Bustinza y Klarich 2007). Por el momento, solo se cuenta con una serie de trabajos ceramográficos que definen una serie de pastas existentes en la cerámica Pukara220. Uno de las primeras intentos fue dirigido por Alfred Kidder II (1943) quien reconoce como una de las características más significativas de la vajilla Pukara la alta concentración de mica en su composición, obviamente un desgrasante añadido a la arcilla para mejorar su calidad. Por su parte, Edward Franquemont diferenció las pastas cerámicas por la inclusión de rocas molidas, mica o partículas largas angulosas. Las inclusiones micáceas son de tres procedencias biotita, flogopita, moscovita y, generalmente, en cada vasija solo aparece un tipo de mica aunque que es posible que haya hasta dos. Sin embargo, para Franquemont, las pastas de las vasijas Pukara se dividen en dos grandes grupos: las que contienen piedras molidas y las que contienen mica (Franquemont 1986:2). Basándose en los análisis de Franquemont, Denise Carlevato (1988) y Karen Mohr-Chávez (1977) extendieron sus categorías mediante el análisis petrográfico de los fragmentos cerámicos recuperados por Kidder. De esta manera, ellas describen que la cerámica fina Pukara está compuesta por una arcilla roja-anaranjada altamente oxidada con pequeñas inclusiones (en promedio inferiores a 1 mm.) de fragmentos de feldespato, algunas rocas ígneas intrusivas y diferentes

220 Salvo los análisis petrográficos con microscopio realizados por Chávez 1992, la mayoría de estos análisis para reconocer los componentes de las pastas se han realizado utilizando solamente lentes de aumento (Steadman 1995: 96, Klarich 2005).

cantidades de minerales de ferro-magnesio (Mohr-Chávez 1977:1167 en Klarich 2005). Sergio Chávez (1992) planteó 24 tipos de pasta basándose también en las colecciones cerámicas de las excavaciones de Kidder almacenadas en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard y en el Museo Nacional de Arqueología y Antropología del Perú: 10,000 fragmentos cerámicos fueron divididos en dos grandes grupos (llanos y decorados). Chávez describe cada una de sus 24 pastas en su tesis (1992: 87), por lo que aquí solo apuntaremos algunas cuestiones generales de estas pastas con relación a sus desgrasantes. Las pastas #1 y #1A, son aquellas que se utilizan frecuentemente en la producción de las vasijas mejor decoradas, siendo la dacita su principal constituyente. Las inclusiones minerales y la textura de la dacita de esta pasta son idénticas a las de las rocas detrás de las terrazas del Qalasaya en Pukara. Las Pastas 2 a 14 contienen, principalmente, arenisca arkósica similares a las muestras que Chávez recogió en el pueblo de Pucara, aunque como él mismo reconoce, dichas areniscas pertenecen a una formación geológica bastante extensa en la zona. La Pasta 3 contiene abundante cuarcita de la misma formación rocosa cercana al sitio u otra al este del rio Pucara. La fuente podría ser local, pero no es clara la asociación. Las Pastas 4, 4A, 4B, 4C y 4D tienen abundante mica pero dicha fuente no fue localizada en su estudio de 1988. Esta pasta es similar a la que Kidder denominó “Pucara Llano con Mica”. Las pastas 5 y 12 contienen tufo volcánico vitrificado, la pasta 11 tufo/vidrio volcánico y la pasta 13 tufo criptocristalino. Se piensa que esas inclusiones podrían ser de origen local, aunque en las de las pasta 11 es más dudoso. Las pastas 7, 7A y 8 tienen inclusiones posiblemente de andesita y su fuente es desconocida. Las pastas 9, 9A y 10 contienen andesita (“hornblende”) pero no se conoce la fuente. Las pastas 10, 11 y 14 parecen ser pastas no locales. Pastas según Klarich Gracias a las excavaciones de Klarich en el sector central del sitio de Pukara o “pampa” se pudieron definir algunos tipos de pastas y se incluyeron en el análisis los fragmentos de las vasijas llanas recuperados (2005:206). Los especímenes cerámicos fueron separados en dos grandes grupos: A y B. Dicha división estuvo basada en la presencia, como principal constituyente, de temperante mineral o mica. Dentro de esa gran división se realizó una subdivisión basada en variaciones lo que resultó en la subdivisión de 16 pastas de temperante mineral (A1-A6) y 2 pastas con Mica (B1-B2). La mayoría de sus fragmentos encajaron en los grupos A1 y B1. Sin embargo, una cantidad de tiestos fueron incluidos en un tercer grupo: C. Finalmente se creó un grupo para los “no identificados”. Un detalle interesante en la muestra de Klarich es que no documenta ningún fragmento de cerámica con temperante

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de fibra vegetal que, como vimos, contrasta con las pastas Qaluyu de Camata pero, sobre todo, con algunas pastas de las fases Pukara de Steadman (1995). Tratamiento de la Superficie de las Vasijas Según Chávez (1992: 96), el acabado de la superficie de las vasijas pueden ser tanto externo como interno. Estos tratamientos incluyen alisado, bruñido y pulido y los divide en 10 grandes grupos según las particularidades en su aplicación a la vasija. Asimismo, según Klarich (2005:207) el “tratamiento de la superficie incluye modificación de la arcilla de la vasija durante la producción y el uso de cubiertas tales como engobes, pinturas y otras técnicas decorativas. Los tratamientos fueron registrados por tipo (alisado, bruñido, pulido, erosionado, deteriorado, inacabado y/o quemado), anchura (delgado, medio, ancho) y direccionalidad (vertical, horizontal, diagonal, circular y mixto). Formas de las Vasijas Pukara Una de las primeras clasificaciones de la cerámica Pukara fue realizada por Alfred Kidder (1943:4) según las características de las pastas y las técnicas de acabado. De esta manera, Kidder planteó una primera división en dos grandes grupos: vajilla decorada y vajilla no decorada. A su vez, sus tipos de vajilla decorada fueron subdivididos en Pucara Polícromo, Pucara Rojo Inciso, Pucara Negro Inciso y Pucara Rojo Pulido y los tipos de pasta de su vajilla sin decoración o “vasijas culinarias” fueron Pucara Llano con Mica, Pucara Marrón Llano y Pucara Rojo Llano. Dentro de su “Pucara Policromo”, Kidder reconoció formas de vasijas, como los tazones abiertos con base plana, tazones con base anular, vasos en forma de kero con bandas externas en altorrelieve, Cántaros (Jars) con asas, jarras cuadrilaterales y “trompetas” (Kidder 1943: 3). Asimismo, como ya vimos, Edward Franquemont (1986) también realizó su análisis y dividió la cerámica en dos grandes grupos: vasijas llanas con desgrasante de mica y vasijas sofisticadas con decoraciones plásticas, pintadas e incisa. Según Franquemont (1986), tendríamos siete categorías de vasijas y un octavo apartado de artefactos cerámicos que no pudo definir en sus siete categorías: 1. Tazones abiertos. Incluye tres tipos (A, B y C) 2. Tazones con base anular (incensarios). 3. Cántaros (Jars) con cuellos. Divididos en cuatro tipos: Jar A (decorada), Jar B (olla de cocina con cuello de lado recto, todas con engobe rojo, algunas con pintura e incisión); Jar C (decantadores) y Jar D (ollas de diferentes formas). 4. Tubos cerámicos o trompetas. Son artefactos cerámicos con un gran acabado. Su superficie ha sido bastante pulida y sobre ella se ha realizado decoraciones incisas y

pintadas polícromas. En muchas de ellas se representan seres mitológicos. 5. Vasos (keros). 6. Tazones con paredes curvas y vasos con lados convexos. 7. Vasijas en forma de caja 8. Otros artefactos cerámicos En los últimos 25 años, la vajilla del estilo Pukara ha sido analizada en una serie de importantes estudios mediante los cuales se han definido conjuntos de formas de las vasijas e, incluso, se han utilizado fragmentos de cerámica sin decoración para definirlas (Chávez 1992, Steadman 1995, Klarich 2005: 185, 188)221. Los trabajos de Steadman y Chávez, siguiendo los pioneros de Karen Mohr (1977, 1980, 1981a y b) han desarrollado sus conjuntos de formas mediante el aislamiento de “atributos” de las vasijas. Como refiere Steadman (1995: 48): “Un atributo (al que también se le puede denominar rasgo) es ‘alguna característica o detalle de un objeto que puede ser observado y aislado’ (Rowe 1959: 320) y puede incluir, por ejemplo, observaciones sobre la forma, borde, acabado de la superficie, tecnología de cocción o estilo decorativo. El análisis de atributos individuales es un medio más sensitivo y efectivo de estudiar cambios a través del tiempo y del espacio que un esquema de clasificación que descansa sobre un conjunto de atributos fijados, tal como una tipología. Las tipologías son esquemas formales y abstractos basados en una asociación consistente de un conjunto de atributos, usualmente relacionado al acabado de la superficie y la decoración y no a los mismos atributos individuales” Así pues, estamos de acuerdo con los grandes grupos observados en dichos análisis en tanto formas de las vasijas222 y describiremos las características generales planteadas por sus creadores. A. Formas de las Vasijas Pukara Según Chávez Según Chávez (1992), la vajilla Pukara se puede dividir en dos grandes grupos vasijas restringidas y vasijas no restringidas223 adentro de los cuales existen subdivisiones. 221 El análisis de la cerámica procedente de sus excavaciones en Pukara está inspirado en el texto de Prudence Rice (1987). 222 El uso y/o el consumo se deben a prácticas sociales que requieren un estudio más particular y contextual y que no necesariamente coinciden con la producción (Lull 2007). Se pueden encontrar propuestas para el uso o función de los tipos cerámicos Qaluyu y Pukara en Chávez (1992), Steadman (1995) y Klarich (2005), aunque en los dos últimos trabajos se reconoce que las vasijas estudiadas cumplían múltiples propósitos (Klarich 2005: 216). 223 Esta división en las formas cerámicas fue planteada originalmente por Ann Shephard (1963).

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A.1.Vasijas No Restringidas Todas estas vasijas a las que se refiere Chávez son tazones o vasos, los que se diferencian entre sí por la forma o por los atributos incluidos en ellos. 1. Tazón con base-pedestal o quemador ceremonial

(“incensario”). Divididos en tazón con base-pedestal con agarraderas y tazón con base-pedestal con asas horizontales (Figura 73 A).

2. Tazón ovoidal de base-anular con asas horizontales (Figura 73 B).

3. Tazones acampanados hacia afuera224 ligeramente. Divididos en tazones acampanados hacia afuera ligeramente y profundos (tamaño grande, medios y pequeños) y tazones con base delgada acampanados hacia afuera ligeramente (profundo, medio y pequeño) (Figura 73 C-H)

4. Tazón tetrápodo acampanado hacia afuera levemente, pequeño (Figura 73 I) 5. Tazones acampanados hacia afuera bajos. Divididos en

tamaños grandes, medios y pequeños (Figura 73 J-L). 6. Tazones hemisféricos bajos (Figura 73 M). 7. Vasos abiertos acampanados hacia afuera (Figura 73 N-O). 8. Tazones efigies de cabeza de hombre (Figura 73 P). 9. Tazones con paredes verticales y ligeramente curvas (Figura 73 Q). 10. Tazones de paredes muy bajas y ligeramente curvas (Figura 73 R). 11. Tazones profundos de paredes ligeramente curvas (Figura 73 S). 12. Vasijas miniatura no restringidas

224 “Outflaring” en el original en inglés. La idea que se trata de trasmitir es que las paredes exteriores de las vasijas son convexas, haciéndose esto más notable en la parte superior de la pared cercana al borde.

A.2. Vasijas Restringidas 1. 2. Cántaros (“Jars”) con cuellos engrosados.

Divididos en grandes, regulares y pequeños (Figura 74 a-c).

3. Cántaros con cuello ligeramente abierto largo y con la juntura del cuello con el hombro relativamente aguda. Divididos en cántaros grandes, medianos y pequeñas (Figura 74 d-f).

4. Cántaros con cuello abierto ligeramente largo o corto y juntura de cuello al cuerpo menos angular (Figura 74 g).

5. Cántaros con cuello abierto corto y juntura del cuello con el hombro menos angular (Figura 74 h).

6. Cántaros con cuello abierto largo y juntura del cuello con el hombro relativamente aguda (Figura 74 i).

7. Cántaros de cuatro lados con cuello ligeramente abierto y ángulo de unión de cuello con el hombro relativamente agudo (Figura 74 j).

8. Cántaros altos con cuello abierto corto (Figura 74 k).

9. Cántaros altos con cuello abierto corto y borde (Figura 74 l).

10. Cántaros altos con cuello abierto y hombro engrosado (Figura 74 m).

11. Cántaros Oblongos: Cantaro oblongo grande levemente curvo con borde triangular grueso, cantaro medio oblongo curvo con borde triangular grueso y cantaro oblongo carenado con borde triangular grueso (Figura 74 n-q).

12. Cántaro Efigie de Felino (Figura 74 r). 13. Formas restringidas en miniatura.

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Figura 73. Vasijas no restringidas según Chávez 1992: fig. 4

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B. Formas de las Vasijas Pukara Según Steadman La clasificación de las formas de las vasijas Pukara de Steadman (1995:626) está basada en los materiales cerámicos que pudo encontrar en sus excavaciones en pozos en el montículo de Camata donde también halló capas arqueológicas relacionadas con Pukara. Estas formas son: 1. Ollas. Aparecen en Pucara Inicial. 2. Cántaros (“Jars”). Aparecen en Pucara Inicial. 3. Tazones. Están presentes desde la fase Pucara 1.

Divididos en tazones con bordes planos (Figura 78) y tazones con bordes biselados.

4. Botellas. Aparecen en Pucara 1 (Figura 75). 5. Trompetas. Aparecen en Pucara 1 (Figura 79). 6. Quemadores ceremoniales. Aparecen en Pucara 2

(Figura 76 y 77). C. Formas de las Vasijas Según Klarich Basándose en las formas y atributos de las vasijas, Klarich dividió los fragmentos de bordes de sus excavaciones en la pampa central de Pukara en categorías generales: formas no restringidas y restringidas con subdivisiones internas. Asimismo, en su división de las formas siguió las formas descritas por Steadman. C.1. Formas no restringidas Tazones. Se dividieron según el ángulo interior de la pared resultando en grupos de tazones convexos (o curvos), rectos (o directos) y verticales. Según esto, se crearon los tipos: 1) redondeado convexo; 2) redondeado ligeramente convexo; 3) plano convexo; 4) redondeado directo; 5) redondeado ligeramente recto; 6) plano recto; 7) biselado recto; 8) redondeado vertical y 9) biselado vertical. Sin embargo, Klarich no incluye en esta categoría a la vajilla que denomina, siguiendo a Chávez (1992), “vasijas rituales” y en las que se encuentran los tazones con pedestal (con base anular o “incensarios”) (Figura 76 y 77), las miniaturas, las trompetas cerámicas (Figura 79) y las vasijas de gran tamaño. C.2. Formas restringidas Vasijas. Su función es de servicio o almacenaje de líquidos. Se distinguen de las ollas por tener un cuello

más alto (Steadman 1995) y cuerpos menos globulares. Se diferencian de las tinajas por su tamaño más pequeño (siguiendo a Janusek 2003a). Las Vasijas están divididas en directas, acampanadas o muy acampanadas, según el ángulo del cuello de la pieza (o inferido del borde si se conservaba la unión del cuello con el hombro). El segundo atributo considerado fue la forma del labio y esto incluyó las categorías redondeado, ligeramente redondeado y plano. Una combinación de esos atributos resultó en los siguientes sub-tipos: 1) redondeado recto; 2) redondeado ligeramente recto; 3) plano recto; 4) redondeado acampanado225; 5) redondeado ligeramente acampanado; 6) plano acampanado; 7) redondeado muy acampanado; 8) ligeramente redondeado muy acampanado; 9) plano muy acampanado. Sus diámetros variaron de entre 6 y 16 cm, sirviendo este ultimo diámetro para diferenciarlas de las tinajas. Ollas. Funcionaron para cocinar y almacenar. Tinajas (formas cuellos altos, cuellos cortos y bocas anchas). Funcionaron para almacenaje o fermentación. En general, los bordes y los cuellos de las tinajas son similares a los de las vasijas. Sin embargo, las tinajas se diferencian por su mayor tamaño (diámetro de la boca mayor de 16 cm) y por las variaciones en la forma del labio. Decoración de las Vasijas Pukara Las técnicas decorativas empleadas en la cerámica Pukara son, principalmente, la pintura y la incisión. Según Chávez (1992: 22), las clases de decoración que halló en su investigación de las piezas Pukara excavadas por Kidder fueron: pintura policroma pre-cocción sobre área de negro, crema y rojo delineados por incisiones, pintura bícroma sobre negro y crema, incisiones sobre superficie negra o roja, excisiones, apliqué o modelado, incrustación y, en algunos, casos pintura post-cocción dentro de las incisiones. Los colores básicos utilizados son el negro, rojo, amarillo y gris y hay un serie de matices de los mismos. El color más utilizado y que sirve de base de otras decoraciones como engobe o pintura es el rojo. Sin embargo, hasta el momento no existe un estudio acerca del origen y/o procedencia de los materiales para producir dichas pinturas o coloraciones

225 “Flaring” en el original en inglés.

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Figura 75. Vasija con diseño de felino. Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad Harvard. Esta

vasija habría sido excavada por Kidder en 1939.

Figura 76. Tazón con pedestal con diseño de felino. Museo de sitio de Pukara

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Figura 77. Tazón con pedestal con diseño de personaje antropomorfo. Según Chávez (1992) representaría a la “Mujer Camélido”. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.

Figura 78. Fragmento de tazón Pukara Polícromo depositado en el Museo de Sitio de Pukara.

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Figura 79. Trompeta de cerámica Pukara. La parte inferior es una reconstrucción moderna. Mide unos 40 cm. de largo. MNAAHP.

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Motivos y Escenas en la Cerámica Pukara Desde su temprano descubrimiento, la cerámica Pukara fue reconocida por su elaborada decoración policroma pintada, incisa y escultórica (Valcárcel 1935). Kidder (1943:3), había distinguido varios motivos que se repetían en ella entre los que destacaba el felino de perfil, las cabezas decapitadas, “figuras humanas corriendo con elaborados tocados, portando hachas y cabezas trofeo”, hombres conduciendo llamas y una variedad de “seres míticos”, de los cuales destacaba el “hombre-ave y otras figuras en las que los atributos felínicos parecen predominar”. Sergio Chávez (1992, 2002) reconoció en su análisis de los materiales cerámicos excavados en 1939 por Kidder en

Pukara dos temas principales en la decoración Pukara: el “hombre felino” y la “mujer camélido” (Figura 80). Además de esos dos temas principales, encontró otros 8 motivos derivados o relacionados con los anteriores y que representan “humanos y animales mitológicos/ sobrenaturales” (figuras 82,83, 84 y 85). Finalmente, encuentra motivos geométricos derivados y/o relacionados con ellos, resaltando la gran estandarización en dichas representaciones. Chávez plantea de esta manera sus dos temas principales y los motivos (constitutivos o asociados) que están relacionados con cada uno de ellos:

TEMA DE LA MUJER FELINO

TEMA DEL HOMBRE FELINO

Motivo de la Cabeza Radiada Motivo de las Cabezas Cortadas

Motivo de la Serpiente con Cabeza de Felino Motivo de la Serpiente con Cabeza de Felino

Motivo del Camélido Motivo del Guanaco y el Ave

Motivo del Felino Motivo del Felino

Diseños Geométricos Diseños Geométricos

Motivo de la lechuza Motivo del Hombre Alado

Una descripción exhaustiva de dichos temas y motivos está contenida en su tesis (1992:192-504) y sintetizada en su

artículo del 2002 y a los cuales remitimos al lector.

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Figura 80. Desarrollo de decoraciones antropomórficas (“Mujer Camélido”) y de felino en tazones con pedestal según Chávez 1992.

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Figura 81. Desarrollo de las decoraciones antropomorfas en tazones con pedestal Pukara según Chávez 1992. Nótese los artefactos cortantes y las cabezas decapitadas.

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Figura 82. Desarrollo de decoraciones de tazones con pedestal Pukara, según Shimada 1999.

Figura 83. Decoraciones de cabezas humanas aisladas de su cuerpo (“cabezas trofeo”), según Rowe y Brandel 1970: Lam. III.

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Figura 84. Vasija de estilo Pukara con decoración de ser mitológico. Compárese con dibujo de figura 82.

Figura 85. Vasija de estilo Pukara con diseño de ser mitológico.

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Análisis de la Colección Pukara del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú En el cuadro 5, presentamos un análisis formal, decorativo, funcional y métrico de la colección de fragmentos cerámicos Pukara del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Dicho análisis retoma el tema de la estandarización de dichas vasijas iniciado por Chávez (1992) y se anotan otras variables que pueden servir para conocer las principales características materiales es esta cerámica. Nosotros realizamos fotografías digitales a color de las piezas analizadas con el objetivo de actualizar su conocimiento, puesto que aunque algunas fueron fotografiadas hace mucho tiempo y aparecen en publicaciones o tesis difícil acceso (Valcárcel 1935, Muelle y Blas 1938, Kroeber 1944, Bennett 1946: fig. 37, Rowe 1958, Lumbreras 1969, Rowe y Brandel 1970, Chávez 1992). Dicha colección fue consecuencia de una serie de excavaciones (Kidder (Chávez 1992: VII)), recolecciones de superficie (Uhle, Valcárcel, Chávez Ballón (Rowe y Brandel 1970)) y donaciones. A pesar de esas diferencias de procedencia muestran una unidad plausible de ser analizada. De esta manera, en este cuadro y en las fotografías adjuntas aparecen reunidas y ofrecen una colección de fragmentería cerámica Pukara muy representativa. Otros Artefactos de Cerámica En diferentes investigaciones y colecciones también se ha reconocido la existencia de fragmentos de cerámica muchos de forma redondeada, algunos con agujero en el centro (Tantaleán 2005a y anexo, Klarich 2005: 228 y fig. 343-344). Posiblemente se tratarían de alisadores de cerámica o partes de artefactos textiles. Otros Artefactos Pukara En su publicación de 1943 en relación a sus excavaciones de 1939, Kidder menciona la escasez de objetos de metal aunque comenta que “dos piezas, una de oro y otra de cobre, llevaban motivos que son cercanamente semejantes a representaciones humanas del Pukara Polícromo” (Kidder 1943: 5). Las piezas mencionadas serían las que se encuentra depositadas actualmente en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts (USA)226 (Ver catalogo en línea). Justamente, en una de ellas se aprecian las representaciones incisas de cabezas decapitadas en la forma que se representan en la cerámica y litoescultura Pukara (Ve pieza con número de catalogo).

226 Recuérdese que las excavaciones de Pukara de 1939 fueron auspiciadas por el museo Peabody de la Universidad de Harvard (Kidder 1943: V). Franco Inojosa en su informe de las excavaciones en las que también participó menciona la misma placa de cobre con las cabezas humanas aisladas del cuerpo y “calados romboidales” (Franco Inojosa 1940:130).

Objetos de Material Orgánico Como hemos mencionado en la parte introductoria, el altiplano del Titicaca posee una serie de factores que impiden la conservación de diferentes materiales arqueológicos, sobre todo los producidos con materiales orgánicos. Sin embargo, gracias a que algunos objetos fueron trasladados a otras localidades, como la costa desértica del sur del Perú o el norte de Chile, algunos de ellos se han preservado. Hay que mencionar que la mayoría de estos artefactos han sido hallados en contextos funerarios donde se reunían objetos de diferentes áreas. Como ya vimos en el anterior capítulo, todo eso ha llevado a una serie de interpretaciones para explicar las relaciones entre las sociedades productoras y las consumidoras. Además, de la cerámica (como algunos fragmentos hallados en Moquegua) otras piezas documentadas en la costa fueron algunos textiles que conservan diseños de estilo Pukara (Conklin 1983. Otros ejemplos en Haeberli 2001) aunque su procedencia sea insegura, pues fue recuperado por un “huaquero” o saqueador de tumbas (Figura 86). Asimismo, Mujica (1985, 1992) ha informado de la presencia de unas bolsas con diseños de cabezas decapitadas halladas en contextos funerarios en el valle de Azapa, en el extremo norte de Chile. Asimismo, una tradición de tabletas de rapé es bastante consistente para épocas cronológicamente similares en la zona costera de San Pedro de Atacama y es muy posible que esta se haya utilizado también en época Pukara como la que ha reconocido Javier Alcalde (2001: 28) en la excavación de Chilatilla Bajo, un sitio en la costa de Moquegua. De hecho, la producción de vasijas de bebidas denominadas keros estaba bastante extendida durante época Tiwanaku, y algunas vasijas cerámicas Pukara imitan la construcción de estas vasijas en madera. De este modo, hay muchas evidencias indirectas de una especialización en la producción de artefactos de materiales perecederos como la madera. Restos Humanos y Tumbas Kidder (1943: 5-6) describe el hallazgo de unos esqueletos humanos en las cámaras de la plaza hundida de Qalasaya en el sitio de Pukara de esta manera: “En el centro de cada lado de la plaza hundida había sido construida una cámara funeraria. A ellas se accedía desde la plaza mediante accesos flanqueados por grandes lajas de piedra con escalonados cortados en los lados de las jambas en la parte superior. Ellas habían sido techadas con grandes lajas y, probablemente, también tenían puertas de lajas de piedra. Cada una contenía muchos cuerpos con poco ajuar funerario.”

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Figura 86. Dibujo de objeto textil recuperado en la zona de Ica según Conklin 1983: fig. 2. Mide 64 cm de largo.

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Sin embargo, Mary Kidder (1942) relata en su diario que en el momento del descubrimiento y excavación de los esqueletos de las cámaras, Alfred Kidder se hallaba haciendo la planímetría del sitio y fueron ella y Franco Inojosa quienes excavaron junto a los obreros dichos contextos. De hecho, en su reporte, Franco Inojosa (1940:132) describe que los esqueletos, aunque deteriorados estaban colocados en posición flexionada y acompañados con “algunas laminitas de oro” y “con un vaso de cerámica sencillo por la forma y sin decoración”. Asimismo, Sergio Chávez (1992: 83), al revisar los diarios de campo de Kidder, señala que en esa plaza hundida principal del edificio de Qalasaya: “La cámara Este contenía los restos de un adulto, la cámara Sur los de dos adultos, la cámara oeste los restos de otros 2 adultos (un hombre y el otro, probablemente una mujer) y la cámara Norte, probablemente, los restos óseos de un adulto más. Sólo la cámara oeste y norte contenían cerámica Pukara”. Asimismo, como también vimos en el capítulo anterior, durante la excavación de Kidder en la pampa de Pukara (Excavación IV) en el sector de “residencia de elite” se halló un contexto de 100 fragmentos de mandíbulas y cráneos humanos Por su parte, Steadman (1995:44) registró 3 enterramientos humanos en su fase “Pucara Inicial” (400-300 ANE). Uno de los enterramientos era una tumba construida con lajas de piedra y fragmentos de azadas. Otra de ellas aún posee características de las tumbas Qaluyu (“Qaluyu Tardío 1”): una cista funeraria rectangular construida con lajas de piedra. Aunque los restos óseos se hallaban en mal estado se pudo reconocer en uno de ellos una modificación craneana fronto-occipital como en algunos restos humanos de tumbas Qaluyu. En su fase Pucara 1 (300-100 ANE), Steadman también halló una tumba de forma oval orientada de norte a sur, registrando que era de mayores dimensiones que las tumbas anteriores del sitio. Está construida con piedras oblongas y rectangulares y tiene una cubierta de piedras planas. El esqueleto estaba flexionado con la espalda pegada a la pared y con el cráneo (con la misma modificación artificial que los anteriores) orientado hacia arriba. 4.4. SINTESIS DE LA MATERIALIDAD SOCIAL QALUYU Y PUKARA En este capítulo hemos visto los principales sitios y objetos arqueológicos que hemos podido documentar y han llegado hasta nosotros como residuos de las prácticas sociales de las primeras sociedades sedentarias de la cuenca norte del Titicaca. Se ha constatado que, aunque fragmentaria e incompleta, dicha materialidad ofrece unas características concretas gracias a las cuales podemos organizarlas y jerarquizarlas en tanto objetos diferenciados. La re-unión de la materialidad social documentada y recuperada en la cuenca norte del Titicaca

nos permite sugerir una serie de características que sus objetos comparten en un tiempo y espacio concretos. LOS ASENTAMIENTOS Y OBJETOS DEL ESTILO QALUYU Asentamientos Los asentamientos Qaluyu se elaboran con barro y piedra, elementos accesibles para todos los pobladores de la cuenca norte del Titicaca. Los asentamientos Qaluyu se ubican en lugares que poseen un dominio visual de sus alrededores como son las elevaciones en áreas llanas o pampas o en laderas y/o en cimas de cerros. Los asentamientos Qaluyu tienen acceso directo a las fuentes de agua próximas a las orillas de lagos, ríos o manantiales, aunque las edificaciones no se realizan directamente en áreas potencialmente agrícolas. Los asentamientos Qaluyu son los primeros asentamientos permanentes que crecen y concentran volúmenes de construcción. Se trata de montículos que sobresalen y modifican el paisaje social y, en el caso de los conjuntos de terrazas, se manifiestan por una acumulación o extensión de estas sobre áreas de cerros. Asimismo, como se ha observado en diferentes investigaciones en sitios arqueológicos Qaluyu, muchos de estos tienen componentes pre-cerámicos lo que supone que, incluso, se superpondrían a asentamientos mucho más antiguos. Los asentamientos Qaluyu contienen espacios arquitectónicos residenciales (domésticos) y no se evidencia arquitectura monumental a simple vista. Incluso, las pocas excavaciones arqueológicas que se han realizado no se han hallado señales de ella. En ciertos casos, se ha planteado la existencia de plazas hundidas en algunos montículos, aunque no han sido debidamente registrados. Los asentamientos Qaluyu a pesar de su número, no tienen gran variación y comparten componentes o rasgos básicos comunes: espacios residenciales y campos hundidos. Si existe alguna diferencia solo concierne a la extensión del asentamiento. Litoescultura La litoescultura Qaluyu se restringe a los bloques líticos alargados conocidos como Huancas. No existe otro tipo de litoescultura que sea más importante que esta y todas las Huancas descritas para Qaluyu utilizan piedras de fácil acceso. El bloque lítico tiene un tratamiento mínimo que se restringe a darle una forma alargada y alisar su superficie. Las formas de las Huancas son similares en el aspecto burdo de su acabado, pero entre ellas existen diferencias

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en tamaño y detalles de la forma básica. Dichas huancas no presentan ningún tipo de decoración. Resultan objetos únicos en los sitios Qaluyu y, sí existen otras en el mismo sitio, estas no compiten en volumen con la principal. Cerámica La cerámica Qaluyu se produce con materiales de fácil accesoy en sus diferentes formas y decoraciones se documenta en todos los sectores de los asentamientos. La técnica de cocción, acabado y decoración no requiere grandes desarrollos tecnológicos ni instrumentos especializados de difícil acceso. De hecho, muchos de los sitios investigados han sido los productores de su cerámica. La decoración es geométrica y no presenta ninguna decoración figurativa. La cerámica tiene formas que fueron utilizadas en prácticas sociales comunes o cotidianas: ollas, tazones y cántaros. En todos los sitios Qaluyu las formas y las decoraciones de la cerámica son bastante similares (comunes). No obstante, se han registrado en varios asentamientos vasijas producidas en otras comunidades productoras. Otros artefactos Las azadas son instrumentos que no requieren medios más allá de la tecnología accesible a cualquier habitante del área. Son realizadas con piedras locales o de fuentes cercanas como en Ichu-Incatunuhuiri. La obsidiana aparece en algunos asentamientos pero en mínima cantidad y todavía se siguen utilizando materiales expeditivos como el cuarzo o el chert. Restos humanos y tumbas Los restos humanos hallados se encontraban en tumbas en el subsuelo de los montículos arqueológicos, en lugares correspondientes a espacios habitacionales. Las tumbas halladas tienen una preparación básica que supone la excavación de una fosa recubierta con paredes de lajas piedra, son individuales y los cadáveres se hallan en posición flexionada, con el cráneo con modificación fronto-occipital. En todos los casos que se ha reportado un tratamiento similar y, en ningún caso, incluyó artefactos que hayan sobrevivido. La práctica de ingresar cadáveres sin cabeza en las tumbas está presente en esta época.

LOS ASENTAMIENTOS Y OBJETOS DEL ESTILO PUKARA Asentamientos En la mayoría de los casos, los sitios Pukara se superponen a los asentamientos Qaluyu o eligen nuevos terrenos que poseen una destacada ubicación en el paisaje, como son las faldas de los cerros o las elevaciones topográficas. Los sitios Pukara están ubicados en lugares con un gran control de la visibilidad de las zonas y en los pasos de valle o accesos a otras zonas ecológicas más allá del altiplano del Titicaca (Chumbivilcas, por ejemplo). Para la construcción de los asentamientos Pukara se utilizan elementos materiales de fácil acceso o elementos extraídos de fuentes alejadas y que permiten elegir el volumen de los bloques. Se hace un mayor uso de la piedra arenisca en grandes bloques. Se construyen edificios más grandes sobre sitios precedentes o se fundan nuevos sitios. En todos los casos, lo sitios arqueológicos Pukara se incrementan en extensión y volumen con respecto a sus predecesores. Los sitios arqueológicos Pukara incluyen grandes espacios abiertos con muros de buena factura. La plaza hundida es una estructura arquitectónica clave en los asentamientos Pukara y se halla en lugares elevados y segregados de los espacios residenciales. Litoescultura Las litoesculturas se realizan en diferentes soportes, aunque la arenisca blanca y roja son las preferidas. Los volúmenes de las litoesculturas de estilo Pukara son mayores que las huancas o litoescultura precedente. Existen diferentes formas de litoescultura y dentro de cada variedad se tiende a una uniformización morfológica de las mismas. La litoescultura está decorada con figuras naturalistas, seminaturalistas y esquematizadas que se repiten en distintos grado en diferentes objetos alejados entre sí. Las litoesculturas se concentran en los edificios principales de cada sitio arqueológico y muchas de ellas están ubicadas en sectores de los sitios con alta visibilidad, como los frontis o cimas de las plataformas o montículos. Otros objetos líticos En esta época, la obsidiana se encuentra en altas proporciones en los asentamientos Pukara y es extraída de diferentes canteras, algunas bastante alejadas del altiplano (Chivay). Las formas de los objetos son mayoritariamente puntas, aunque también aparecen formas que se documentan como cuchillos. Las azadas son realizadas en basalto olivino que tiene su cantera principal en Ichu-Incatunuhuiri.

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Cerámica La materia prima de las vasijas Pukara es arcilla de alta calidad y mejorada con desgrasantes escogidos de fuentes alejadas de los sitios arqueológicos. La cerámica Pukara, sobre todo la decorada, se concentra en áreas concretas de los asentamientos. Su decoración es bastante variada, pero sigue unos cánones similares y representa temas con personajes estandarizados con atributos específicos. Hay una gran variedad de formas cerámicas y, además, de las formas básicas existen otras formas no conocidas con anterioridad y que no son producidas para uso doméstico. Estas vasijas no domésticas son escasas en los sitios arqueológicos Pukara. La cerámica Pukara aparece en áreas alejadas de la cuenca norte del Titicaca casi siempre en tumbas o sectores importantes de esos sitios. Otros Artefactos Pukara A pesar que la conservación de otros materiales más alla de los normbrados, como vimos en este capitulo y en el anterior, existieron otros tipos de artefacros entre ellos los textiles, metálicos y los realizados con madera. A pesar que han sido hallados sobre todo en áreas alejadas de la cuenca norte del Titicaca lo relevante es que casi siempre han estado asociados a tumbas o espacios más alla del uso doméstico. Asi pues, más alla de la incopororacion de una “valor” a dichos objetos, estos se hallan concentrados y asociados con otros objetos más alla de los espacios domesticos. Restos humanos y tumbas Además de las tumbas encontradas en los montículos que parecen seguir realizándose de semejante forma, aparecen inhumaciones de cadáveres en las plazas hundidas del sitio de Pukara que incluyen artefactos singulares de cerámica y metal con diseños Pukara. Asimismo, en algunos contextos arqueológicos relacionados con los montículos monumentales se ha encontrado concentraciones de fragmentos y huesos de cráneos humanos. PLANTEAMIENTOS FINALES BASADOS EN LA MATERIALIDAD QALUYU Y PUKARA A partir de los asentamientos y objetos mencionados, es posible sugerir una explicación de su existencia en tanto producción social y como ésta condicionó y posibilitó la vida misma de sus productores en tanto nueva realidad social. Por ello, tomando como base dicha materialidad, es posible una representación que tome en cuenta dichos artefactos dentro de su espacio original de producción y reproducción, sobre todo cuando todavía es posible encontrar muchos artefactos directamente asociados con los asentamientos y no necesariamente mediante

excavaciones arqueológicas, como veremos en el siguiente capítulo. De este modo, los elementos más importantes para definir la sociedad de estudio en su producción directa está contenida en los mismos montículos (como concreción de las fuerza productivas) y su relación entre ellos, su ubicación, construcción y morfología, tendrá que ser relacionada con los objetos mencionados anteriormente si pretendemos obtener una asociación clara y una temporalidad más definida (aunque todavía relativa). Solo de esta forma, nuestro estudio podrá desarrollar planteamientos y/o hipótesis de las prácticas sociales que se dieron en y por medio de esos objetos en estos nuevos sitios arqueológicos. ASENTAMIENTOS Y OBJETOS QALUYU En el caso de Qaluyu, observamos que los asentamientos reúnen los objetos mencionados como parte común de sus diferentes espacios. De hecho, no se advierte una diferenciación de espacios más allá de las residenciales. Si bien se ha planteado que existen espacios públicos o plazas hundidas en los sitios Qaluyu, estos forman parte del sitio y ningún artefacto diferente a los de otros sectores se halla aquí. Si existe alguna diferencia dependerá de la cantidad, no de la calidad. De todos los objetos Qaluyu, el objeto principal cuando existe, es definitivamente la huanca, tanto por su singularidad como por su volumen, aspecto y ubicación. Si esta huanca está asociada a plazas hundidas, como plantean algunos investigadores, lo cierto es que se halla en un lugar especial dentro del asentamiento, pero no segregado materialmente de los otros sectores. Como decíamos, la cerámica Qaluyu en sus diferentes formas y decoraciones se halla en todos los sitios y sectores de los mismos y, como hemos, visto su producción se puede hacer localmente o ser adquirida de otras poblaciones productoras. En los sitios Qaluyu no existen otros objetos más allá de la producción local y todos los objetos son comunes y se hallan en espacios comunes. ASENTAMIENTOS Y OBJETOS PUKARA Los asentamientos Pukara se yerguen sobre los sitios Qaluyu. Si se fundan nuevos sitios Pukara que ya no están relacionados directamente con la producción agrícola precedente, se eligen lugares que controlan espacios o rutas naturales. En los sitios Pukara, los objetos se encuentran ubicados en sectores diferenciados que se construyen en esta época y que se distinguen por la cantidad y, sobre todo, por su calidad. La cerámica decorada se halla en sectores bien específicos de los sitios y, sobre todo, la variedad no doméstica se halla en espacios destinados a prácticas alejadas de las comunes. De todos los objetos Pukara, la

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lito-escultura, sin lugar a dudas, es el objeto primordial tanto por la materia que la compone como por su producción, volumen y ubicación en los principales sectores de los montículos y plazas hundidas. En este sentido, siguiendo a Lull (2007: 201), la litoescultura y, concretamente la estela escalonada Pukara, supone un desplazamiento de la huanca precedente que, si bien posee la forma básica, ha sido convertida en un objeto nuevo ubicado en espacios que ahora son restringidos. Asimismo, existe una variedad de objetos novedosa en los sitios arqueológicos de la cuenca norte Titicaca y, si existían en algún caso, su cantidad se ha incrementado hasta hacerse ser visibles en el registro arqueológico.

En esos nuevos espacios segregados de los asentamientos Pukara y con mayor dedicación en su producción, como serían las plazas hundidas, se depositan cadáveres de individuos en unas estructuras funerarias complejas y con artefactos singulares. En el siguiente capítulo veremos cómo hemos desarrollado un programa de investigación que tienen en cuenta lo que hemos sugerido, desarrollando planteamientos a partir de la materialidad social.

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CAPÍTULO 5

EL PROGRAMA DE INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS ASIRUNI Y LA PROSPECCIÓN DEL

VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI, AZÁNGARO, PUNO

5.1. INTRODUCCIÓN En este capítulo describimos el desarrollo de nuestra reciente praxis arqueológica en la cuenca norte del Titicaca mediante la cual tratamos de reconocer la producción de la vida social mediante los restos de la materialidad social de un área concreta de estudio. Para ello desarrollamos una metodología para poder registrarlos y analizarlos de la manera más realista posible. Asimismo, gracias a los conocimientos adquiridos en nuestra experiencia de investigaciones en el área de la cuenca norte del Titicaca, sintetizados en el capítulo anterior, nos encontrábamos con una serie de planteamientos que esperábamos contrastar en la zona elegida para nuestro estudio. Todo ello, se concretó en un programa de investigaciones arqueológicas en curso y que se denominó Programa de Investigaciones Arqueológicas Asiruni (PIARA)228. En este capítulo, además, de describir y presentar los resultados preliminares de la temporada de investigación del año 2007, realizamos una representación materialista histórica basada en la materialidad social observada y recuperada por nosotros y enfocada en los asentamientos tempranos del valle. Como mencionábamos arriba, el Programa de Investigaciones Arqueológicas Asiruni (PIARA) se inició con la intención de investigar un área concreta de la cuenca norte del Titicaca. Con ese objetivo en mente, durante el mes de Noviembre de 2006 realizamos un reconocimiento preliminar de los principales asentamientos arqueológicos conocidos que poseyesen las características materiales que habíamos observado durante nuestra estadía en el altiplano peruano, muchas de ellas descritas en el capítulo anterior. Para dicho reconocimiento nos servimos de los sitios conocidos por las referencias bibliográficas existentes, información

228 Desde el 2006, en que iniciamos el PIARA, María Ysela Leyva y Omar Pinedo me han acompañado a darle vida a dicho programa de investigaciones. En el 2007 se unieron a nosotros Michiel Zegarra y Astrid Suárez.

proporcionada por nuestros colegas229 y nuestra propia experiencia en la zona230. Una lista de los sitios visitados y registrados durante esa temporada de campo se puede ver en el cuadro 6 al final de este capítulo. Con ese conocimiento acumulado, en el año 2007, decidimos iniciar nuestras investigaciones en el valle del río Quilcamayo-Tintiri con el objetivo de reconocer un área de manera sistemática231. El valle del río Quilcamayo-Tintiri se origina en las alturas de la cordillera oriental y desciende en una orientación noreste-suroeste y desemboca a la altura de la ciudad de Azángaro en el río del mismo nombre (Figura 89) que es, junto al río Pukara, uno de los principales ríos de la cuenca norte del Titicaca (Figura 3). El sector del valle prospectado comprendió unos 20 km. lineales siguiendo el cauce del río y un promedio de 2 km de ancho lo que hizo un área prospectada de unos 40 km2 (Figura 90). Durante esta prospección se reconocieron tres grandes conjuntos de sitios y objetos arqueológicos. El primero de ellos, estaría relacionado con el surgimiento de las primeras sociedades aldeanas observado en los

229 El Dr. Charles Stanish nos cedió una lista de sitios tempranos que incluían sus ubicaciones con puntos GPS que nos sirvió para localizar la mayoría de los sitios más importantes que nos interesaba reconocer. Asimismo, compartió su experiencia obtenida en el terreno en los últimos años. 230 Dichas observaciones se refieren a prospecciones propias, prospecciones de otro/as investigadore/as en las que participamos y excavaciones efectuadas en diferentes sitios de la zona. Entre estos sitios, la excavación del sitio de Balsaspata (ver anexo) nos sirvió en gran medida para entender y adelantar la fenomenología de la materialidad social que podríamos encontrar en investigaciones futuras. 231 El Instituto Cotsen de Arqueología de la Universidad de California en Los Ángeles, aportó una ayuda económica para sufragar gastos de la estadía, pasajes y alimentación del equipo de trabajo. Asimismo, el Programa Collasuyu dirigido por Charles Stanish prestó su infraestructura en la ciudad de Puno durante el periodo que duró el proyecto, y que fue básico para los análisis del material recogido en la superficie de los sitios que reconocimos. El programa de Arqueología Social que coordina Vicente Lull, también, aportó una ayuda económica para sufragar gastos de transporte y logística.

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asentamientos y artefactos del estilo Qaluyu (1400 ANE-500 ANE)232. El segundo de ellos, estaría relacionado con la emergencia de la denominada “sociedad compleja”, materializada en la construcción de arquitectura monumental y objetos del estilo Pukara (500 ANE-350 DNE). Y, finalmente, el tercer conjunto es el que se asociaría con la ocupación del Intermedio Tardío o de los “Señoríos Altiplánicos” (1000 DNE-1460 DNE). Asimismo, en nuestra investigación registramos un cierto número de evidencias de la ocupación o influencia Inca en la zona (1460 DNE-1533 DNE), como otros sitios históricos que, aparentemente, corresponden a época Colonial o Republicana. 5.2. DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA DEL AREA DE ESTUDIO El área geográfica, objeto de nuestro estudio de reconocimiento arqueológico, se encuentra ubicada en la provincia de Azángaro en el Departamento de Puno, dentro de lo conocido como la cuenca norte del Titicaca233 (Figuras 87 y 88). Su medio ambiente es típico de Puna y destaca por ser parte de la meseta altiplánica con algunas elevaciones montañosas a los lados del valle. Presenta vegetación escasa y rala (ichu) y algunos arbustos. En la actualidad es una zona que, por dichas características, es un área de pastoreo extensivo de camélidos y de agricultura en las áreas cercanas al cauce del río. La zona llana del fondo del valle donde se realizó la mayor parte del estudio se encuentra ubicada a un promedio de 3850 m.s.n.m (Figura 89). Actualmente, es un área de baja densidad demográfica y su aspecto general es rural con viviendas dispersas aunque hay algunas pequeñas comunidades como Primero Choquechambi o Anacquía que concentran una población importante. Dichas condiciones ayudaron a la prospección por cuestiones de visibilidad como de preservación de los yacimientos.

232 Aquí ponemos estas fechas como referencia temporal. Más adelante veremos cómo los asentamientos y estilos cerámicos en los dos primeros conjuntos se solapan. 233 Una descripción más amplia de las características geológicas y ambientales de la cuenca norte del Titicaca, donde se incluye, esta área se puede encontrar en el capítulo 3 de este trabajo.

UBICACIÓN TOPOGRÁFICA DE ACUERDO A LA CARTA GEOGRÁFICA NACIONAL DEL PERÚ La zona de estudio se concentra en el área del valle del río Quilcamayo-Tintiri que se encuentra ubicado entre los 83° 50’ 00” y 83° 60’ 00” Oeste y 3° 72’ 00” y 3° 86’ 00” Sur aproximadamente. El mapa donde se ha delimitado el área de estudio se ha extraído de la carta nacional del Instituto Geográfico Militar del Perú, correspondiente a la Hoja 30-v titulada “Azángaro” (Figura 90). Dicha carta se encuentra en la escala 1/100,000 siendo el Datum Horizontal: Provisional La Canoa Venezuela 1956 (Venezuela) y el Datum Vertical: Nivel Medio del Mar (Mareógrafo).

En la figura 90 se ha delimitado aproximadamente el área donde se realizó el reconocimiento arqueológico intensivo. En dicho mapa se han incluido las coordenadas (latitud y longitud) y que lo dividen en cuadrículas de 4 km. por lado. La prospección realizó un recorrido por ambas márgenes del río Quilcamayo-Tintiri uniendo la localidad de Azángaro con la localidad de Larancahuane, área en la que se han evidenciando grandes asentamientos tempranos como el de Cancha-Cancha Asiruni y Tintiri (Chávez 1970, Stanish et al. 2005 y visitas nuestras en 2006). Asimismo, durante nuestra estadía en la zona realizamos un pequeño reconocimiento de la localidad de Yacchata donde se hallaron un par de asentamientos prehispánicos.

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Figura 87. Vista Satelital donde se ha superpuesto el Mapa del Perú con la zona de Azángaro indicada.

Figura 88. Vista Satelital de la Cuenca del Titicaca, con los límites fronterizos (línea amarilla) y los limites

departamentales de Puno (líneas violetas) donde se indica la ciudad de Azángaro.

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Figura 89.Vista Satelital de la cuenca del valle Quilcamayo-Tintiri. Se indica la ciudad de Azángaro y el sitio de Tintiri.

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5.3. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN Nuestra investigación tuvo como objetivo principal realizar un reconocimiento del potencial arqueológico del área de un sector de la cuenca del valle de Azángaro (Puno, Perú), concretamente en el valle que conforman los ríos Quilcamayo y Tintiri que se comportan como un solo afluente de agua que va a desembocar en el río Azángaro. Esta prospección es parte de una investigación a mediano plazo relacionada con la explicación del desarrollo de las sociedades sedentarias tempranas entre los 1400 ANE y los 350 DNE. En dicho período de tiempo, según la literatura arqueológica actual, se habrían desarrollado en esta área las sociedades denominadas como Qaluyu (1400 ANE- 400 ANE) y Pukara (400 ANE -350 DNE) Uno de los principales objetivos que se consiguieron con este proyecto, fue el de reconocer el potencial regional de este valle y las características físicas generales de los sitios y artefactos arqueológicos allí situados. 5.4. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA ZONA DE AZÁNGARO Como avanzábamos en la introducción de este capítulo y en el tercero de este trabajo, el área altiplánica de la cuenca norte del Titicaca ha sido poco estudiada y en realidad tenemos una escasa información al respecto, mucha de la cual ha sido sintetizada en pocos documentos (casi todos artículos de divulgación) y en otros casos en tesis doctorales o libros, casi todos ellos en inglés (Chávez 1992, Steadman 1995, Stanish 2003, Stanish et al. 2004, Plourde 2006). Así pues, mucha de la información actualmente es fragmentaria y orientada, por

su propia génesis, a un aspecto concreto de la realidad a estudiar. Alfred Kidder II, fue el pionero de los reconocimientos arqueológicos en el área altiplánica (1939) y de su escasa bibliografía publicada hemos rescatado algunos yacimientos que registró en la zona de Azángaro. Lamentablemente, como él mismo afirma (Kidder 1943: 21), no prospectó totalmente el área que nos interesa. De hecho, sus prospecciones no fueron sistemáticas y, sobre todo, se interesó por asentamientos con características monumentales y que contuviesen lito-escultura. Con respecto al área cercana a nuestra prospección, este investigador norteamericano, nos refiere que en la localidad de Ayrampuni, en las orillas de una laguna, existe un yacimiento bastante significativo y que su localización se comprendería mejor con respecto a la explotación de una mina de sal de época prehispánica (Idem.: 19-22), elemento que como sabemos es de vital importancia en la dieta humana. El sitio de Ayrampuni se encuentra en la antigua Hacienda Santa Ana que aparece también denominada como Hacienda Huito en la carta nacional. Este sitio se halla ubicado a 23 km. del sitio de Pukara por camino directo y a unos 2 km al oeste del camino Azángaro-Arapa. Asimismo, en este mismo sitio, Kidder reporta haber encontrado cerámica Pukara Policroma. De hecho, Kidder llega a este sitio porque en una visita anterior Franco Inojosa había hallado un fragmento de las clásicas trompetas Pukara. Sin embargo, Kidder no reconoció totalmente el área cercana al sitio de Ayrampuni (Idem.: 21). De la zona de Azángaro también provendría una escultura lítica antropomorfa (Kidder 1943: lámina VI, figura 4) que actualmente se encuentra depositada en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología de Lima y que estilísticamente se relacionaría con Pukara (Figura 91).

Figura 91. Escultura lítica de estilo Pukara procedente posiblemente de la zona de Azángaro (MNAAHP).

Tiene unos 40 cm. de altura.

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Asimismo, Kidder (1943: 21 y lámina VII, fig. 8 y 9) se refiere a una estela escalonada de estilo Pukara procedente de la localidad de Asillo, al norte de la ciudad de Azángaro. En la actualidad, dicha estela se encuentra en el Museo Inka de la ciudad del Cusco. En 1963, el investigador norteamericano John H. Rowe (1963: 7) al referirse a los asentamientos urbanos en el “Antiguo Perú” y, específicamente, a los de la sierra sur, recoge la información de la existencia de otro sitio “Pukara” en la localidad de Tintiri y señala que aún no se habían hallado sitios habitacionales entre esos asentamientos urbanos conocidos en ese entonces. Adicionalmente, a estos datos Sergio Chávez (1975) refiere la existencia de una cantera de cuarcita en la vecina área de Arapa que proporcionaría la materia prima para la producción de las conocidas estelas y edificios de la sociedad Pukara. También, en un artículo sobre litoescultura del altiplano, Sergio Chávez y Karen Mohr (1970) reportan que durante un reconocimiento arqueológico realizado en 1968 hallaron monolitos en el sitio de Cancha Cancha-Asiruni en el valle de Tintiri. De hecho, en este artículo, además, de la descripción de las litoesculturas se describe la ubicación del sitio de Cancha Cancha-Asiruni: “El sitio de Cancha Cancha-Asiruni, ubicado en el rancho del Sr. Sebastián Manrique, está situado cerca al río Tintiri y a la Hacienda Tintiri, en el lado izquierdo de la carretera que va de Azángaro a Muñani”. (Chávez y Mohr 1979: 26). Asimismo, en un artículo centrado en la obtención e intercambio de la obsidiana, sobre todo en la cuenca norte del Titicaca, los anteriores investigadores asociados con Richard Burger (Burger et al. 2000: 312), refieren que en su análisis de artefactos de obsidiana del sitio Cancha Cancha-Asiruni, el 75 % procedió de la fuente de Chivay en Arequipa y el 25% del “Tipo Raro 9”. Otro investigador que realizó reconocimientos en el área que nos ocupa fue Elías Mujica. Aunque no refiere la metodología empleada, en un par de publicaciones nos muestra, mediante mapas de la zona, la existencia de dos yacimientos en el valle de Azángaro (Mujica 1985: fig. 6.3.; 1988: fig. 4). Finalmente, Stanish (2003:112) y asociados (Stanish et al. 2005, Stanish y Plourde 2006) también realizaron algunas visitas a asentamientos de la zona y los resultados de sus “reconaissances” plantearían la existencia de una mayor cantidad de sitios en el área. Sin embargo, en la cuenca de Azángaro sólo se reporta nuevamente el sitio de Cancha Cancha-Asiruni al que se le asigna una ocupación Qaluyu y Pukara y una extensión de 12 hectáreas, constituyéndose en uno de sus principales sitios (“centro regional primario”) de ambas épocas en la cuenca norte del Titicaca.

5.5. PLANTEAMIENTOS DE LA INVESTIGACIÓN PLANTEAMIENTOS GENERALES Mediante la materialidad social conocida previamente en la cuenca norte del Titicaca y con respecto a las situaciones históricas mencionadas, planteamos inicialmente que en el valle formado por los ríos Quilcamayo-Tintiri:

1. Existieron asentamientos y artefactos asociados al estilo Qaluyu. Estos materiales habrían sido producidos por las primeras sociedades sedentarias en esta área. Dicha forma de producir original generaría una organización social indiferenciada económica y políticamente que se concretó en la amplia y simétrica producción, distribución y consumo de los objetos en los espacios sociales a identificar en nuestra investigación.

2. Llegado un momento denominado

artefactualmente como Pukara, los involucrados en su producción y consumo se encontraban en un proceso socioeconómico y sociopolítico basado en prácticas sociales asimétricas por las cuales una parte de los objetos producidos fueron aislados del circuito precedente, utilizados en espacios exclusivos y, en un caso extremo, los mismos sujetos devinieron en objetos al ser explotados económicamente y sacrificados ritualmente.

De esta manera, en un proceso que tendría continuidad, mediante la producción material, se desarrollaría una reconfiguración de las relaciones sociales adentro de las cuales emergió un grupo social que obtuvo el poder económico y político mediante el control de los espacios de producción y/o distribución que antes fueron públicos y luego se tornaron privados. Donde el espacio fue comunitario e inclusivo, este se tornó faccional y exclusivo. Así pues, el poder político se materializó en el control sobre la producción de los objetos y de los sujetos, donde una ideología creada por dicho grupo social que poseía el espacio necesario (posibilitado materialmente por la misma sociedad) justificó y estableció una ubicación ventajosa con respecto al grueso de la población. PLANTEAMIENTOS ESPECÍFICOS Y CORRELATOS MATERIALES Basados en la materialidad de la cuenca norte del Titicaca, sintetizada en el capítulo y con los planteamientos generales anteriores hemos desarrollado los siguientes planteamientos específicos y su posible aparición en el valle del Quilcamayo-Tintiri.

1. La ocupación humana temprana del valle se dió como un desarrollo original sedentario sobre el cual se desarrolló una sociedad de clases.

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Correlato(s) material(es): Los sitios con artefactos de estilo Qaluyu o un estilo contemporáneo serán la base material para el consecuente desarrollo y mantenimiento de lo Pukara en el valle. De los sitios Qaluyu se desplegarían los sitios Pukara.

2. Lo Pukara se asienta sobre la sociedad original

transformando su forma de producción. Correlatos materiales: Se hallarán asentamientos Pukara sin previa ocupación Qaluyu o modificarán claramente al sitio previo.

3. Lo Pukara sólo se restringe a una ocupación en

un sitio puntual: Cancha Cancha-Asiruni.

Correlatos materiales: Solamente el sitio de Cancha Cancha-Asiruni representaría una ocupación Pukara y los demás sitios contemporáneos del valle no incluirán arquitectura ni artefactos de este estilo.

4. La ocupación Pukara es solo una cuestión aparente. En realidad, solo hay algunos elementos de este estilo. En el valle del Quilcamayo-Tintiri se da un desarrollo autónomo con características propias.

Correlatos materiales: Ni el sitio Cancha Cancha-Asiruni ni otros contemporáneos en el valle tienen una relación total y/o directa con el estilo Pukara y este se restringe a algunos artefactos (básicamente, cerámica) que han llegado al valle por intercambio. El valle presentaría sitios con características diferentes al estilo Pukara.

5.6. FASES DE LA INVESTIGACIÓN La prospección arqueológica del valle del Quilcamayo-Tintiri se realizó en el mes de Septiembre de 2007 cuando las condiciones climáticas y de visibilidad de los sitios fueron adecuadas. La temporada de investigación se dividió en:

• 3 semanas de prospección (Valle y ciudad de Azángaro)

• 2 semanas de análisis preliminares de los materiales recolectados (ciudad de Puno-Laboratorio Programa Collasuyu)

5.7. METODOLOGÍA OPERATIVA METODOLOGÍA OPERATIVA Y TÉCNICAS EN EL CAMPO En términos generales, la metodología operativa que se empleó fue la conocida en la literatura arqueológica como “Reconocimiento”. Dicho reconocimiento arqueológico, supuso una forma de conducir el equipo de trabajo sobre el terreno para permitir la mayor ubicación de sitios obvios y, en el caso de esta investigación, se eligió el

recorrido del área mediante “transectos paralelos” (Banning 2002: 89). Esto quiere decir que un grupo de prospectores/as cubrió el área “barriéndola”, siguiendo una línea recta, algo que también se conoce como “estrategia de batida” (García San Juan 2005: 74). Nuestro reconocimiento, constituye una primera etapa dentro de un programa de investigaciones que espera intensificar sus investigaciones y como objetivo pretende ahondar en planteamientos relacionados con la realidad social prehispánica del área concreta de estudio. Por ello, para entender preliminarmente la cronología, cantidad y calidad de los sitios arqueológicos en el valle de Quilcamayo-Tintiri, en esta campaña se trató de reconocer la mayor parte de este área y que tuviese como limites una “unidad natural”, en este caso, la misma cuenca del río (Plog 1978 et al.: 385). Esto quiere decir que, en algunos casos, los límites que utilizamos fueron las primeras elevaciones montañosas del valle. Como se puede apreciar en la vista satélital y en las líneas de contorno de la carta nacional, el valle de Quilcamayo-Tintiri se podría dividir en dos grandes zonas según el relieve cercano al río; una más llana y otra más estrecha y accidentada. Esto supuso diferentes estrategias e intensidades de la prospección, condicionadas por dicho relieve terrestre. Asi pues, la primera área de la prospección que tuvo como límite superior la hacienda Tintiri, es una zona bastante llana con cerros vecinos, todavía con suave pendiente y alejados del río de 1 a 2 kilómetros. En esta área se realizó un reconocimiento más intensivo, pues, la misma superficie lo permitió. En la segunda parte del valle según este se estrecha, realizamos un reconocimiento menos intensivo, pues, la pendiente de los cerros vecinos condicionaron transectos más paralelos entre sí. Aun así, pudimos controlar las desviaciones con los aparatos de GPS ubicados a ambos extremos de la línea de transecto. Nuestras expectativas previas a la prospección fueron que en un día sin problemas meteorológicos y con una superficie llana ideal, el grupo de prospectores/as irían separados entre ellos por un espacio máximo de 75 metros (un espacio entre prospectores/as que cae dentro de los límites máximos planteados por Schiffer et al. (1978: 13) y dentro del rango mínimo de tamaño de los sitios de la tipología desarrollada por Stanish et al. (1997) con lo que si éramos un grupo de 5 individuos se cubriría una línea perpendicular al río de 450 m. En un día en el que se avance en línea recta unos 3 km (dadas las condiciones llanas del área y la alta visibilidad de los sitios, aunque restando el tiempo que demora registrarlos) se podría recorrer un área de 1.35 km2. Sin embargo, en un día de trabajo de campo se pudieron reconocer áreas más amplias, sobre todo, cuando se apreciaron sitios relevantes en el paisaje. En cualquier caso, todos los movimientos del equipo de reconocimiento fueron registrados adecuadamente, mediante la captura de puntos GPS y anotaciones en la carta nacional, con lo que tuvimos controladas debidamente las áreas prospectadas

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diariamente. Esto se hizo necesario, tanto para conocer el área recorrida, como para definir y programar el trabajo de campo de esa campaña como las subsiguientes. Nuestra temporada de prospección cubrió dichas expectativas e, incluso, fueron superadas. Calculamos que en esta temporada se prospectaron, siguiendo el cauce del río unos 20 km. lineales desde la ciudad de Azángaro hasta la localidad de Larancahuane y un promedio de 2 km de ancho lo que nos daría un área reconocida de unos 40 km2. Asimismo, prospectamos la quebrada donde se localiza la comunidad de Yacchata lo que amplió nuestra área total de prospección y nos dió un área de contrastación cercana. SISTEMA DE REGISTRO SISTEMA DE SECTORIZACIÓN DEL SITIO Y SISTEMA DE COORDENADAS En este reconocimiento no realizamos una sectorización de los sitios más que para efectos de recolección de materiales diagnósticos. Cuando hicimos algún tipo de sectorización, utilizamos puntos tomados con el GPS y un croquis de las áreas visibles o estructuras que acusaron una sectorización obvia del mismo sitio. Según las características visibles del sitio (muros, relieves que los sugieran, cavidades que planteen la existencia de plazas hundidas) se procedió a tomar varios puntos con el receptor de GPS que luego permitiesen la interpretación de los mismos y elaborar un croquis con dichos puntos (Amado 1999: 11-12). Sin embargo, como era de esperar los sitios en general no mostraron sectores muy diferenciados a menos que se tratasen de volúmenes monticulares, cabeceras de muros importantes o elevaciones producidas por ellas. Cuando fue posible realizamos croquis de dichos sectores o estructuras arquitectónicas, los mismos que se adjuntaron a las fichas de registro de cada sitio. SISTEMA DE NOMENCLATURA DE LOS ELEMENTOS ARQUEOLÓGICOS Los sitios localizados fueron registrados mediante una ficha de descripción234 con las siglas QT que significan Valle del Quilcamayo-Tintiri. A continuación, se le acompañó de un número correlativo (01, 02). Un ejemplo que puede ilustrar nuestro sistema de registro es el primer sitio ubicado en nuestra prospección y que fue denominado como QT-01. En los casos que los sitios tuvieron sectores diferenciados (espacial o temporalmente) que podrían representar otro sitio contemporáneo o anterior o posterior, se les adjuntó una letra en mayúscula (A, B, C). Cuando esto no fue así, o simplemente, no se tuvo la certeza, se le tomó como otro

234 Las fichas de descripción de sitio arqueológico que diseñamos para esta prospección integraron una serie de categorías que pudiesen brindarnos una descripción física del sitio que suponga mediciones y cantidades contrastables entre sitios, artefactos y otros objetos asociados. Asimismo, se introdujeron categorías que pudiesen explicar los sitios y artefactos desde una perspectiva lo menos subjetiva posible.

sitio y se le otorgó otro número correlativo. Como el equipo de trabajo funcionó como una unidad en el campo, no existieron nomenclaturas diferentes o que se repitieran. A medida que fuimos avanzando en la prospección, ubicamos preliminarmente los sitios en un mapa a escala realizado a partir de la carta nacional, lo que nos permitió una mejor orientación y desplazamiento en el campo con los sitios ya conocidos. Se realizaron también croquis de los sitios hallados y se tomaron puntos GPS para desarrollar un plano aproximado en base a estos puntos de geo-referencia. Además, se capturó información relevante y/o adicional en el mismo sitio mediante un cuaderno de notas y una grabadora de audio en formato MP3. De la misma manera, se diseñaron fichas de registro de lito-esculturas que sirvieron para recoger ubicaciones, medidas y características físicas de dichos artefactos. Estas fichas fueron añadidas a las fichas de sitio y servirán para realizar un análisis de dichos objetos. TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN Una vez definida el área del sitio arqueológico y/o área de dispersión de materiales arqueológicos realizamos una recolección superficial tratando de enfocarnos en los sectores centrales de los sitios o en sectores definidos por características intrínsecas como espacios delimitados por muros o terrazas. Para un mayor conocimiento de la variedad de materiales, volumen de artefactos (básicamente cerámica) y cronología relativa de los asentamientos se realizaron unidades de muestreo de 4 m. cuadrados235 en los sitios (ver Cuadros 10, 11 y 12). En el área definida hicimos recolección de todos los objetos arqueológicos, especialmente elementos cerámicos y líticos diagnósticos. Para dicha recolección se eligieron sectores de mayor concentración de materiales arqueológicos y se tomaron puntos GPS de referencia. Se tomaron fotos del estado inicial y final de la unidad de muestreo para graficar su localización y para efectos comparativos. Los materiales inventariados fueron fragmentos de cerámica, especialmente bordes y pedazos de cuerpo decorados. El material lítico que se recolectó fueron puntas y azadas o fragmentos de las mismas. El análisis de los mismos se realizó en la última semana del proyecto de investigación y supuso la confección de una base de datos con los materiales registrados en el campo y los llevados al laboratorio.

235 Asimismo, la recolección de este material supondrá que este podrá ser revisado en nuestras siguientes campañas o por otro equipo de investigación que así lo requieran, una cuestión que por ejemplo Plog y asociados plantean (1978: 405).

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5.8. METODOLOGÍA OPERATIVA EN EL GABINETE TIPOS DE ANÁLISIS REALIZADOS En el laboratorio de la ciudad de Puno brindado por el Programa Collasuyu adonde fueron transportados los materiales recolectados, se hizo un análisis preliminar de los objetos arqueológicos hallados en nuestras investigaciones. En primer lugar, se analizaron los artefactos diagnósticos y, en segundo lugar, nos ocupamos de los materiales recolectados en la unidades de muestreo superficial con el objetivo de reconocer, además de los estilos cerámicos presentes, índices236 que puedan ser comparables entre sitios para reconocer la diversidad, concentración y calidad de los materiales en superficie de los sitios y establecer una jerarquía de concentración y diversidad de objetos en los sitios del valle de Quilcamayo-Tintiri y que puedan ser comparables a mediano plazo con otras áreas cercanas. Con relación a la recolección del material de superficie, este fue realizado por la información básica que nos pudo comunicar la producción social y/o consumo de objetos realizada en estos sitios. Para ello, básicamente, se recogieron fragmentos de cerámica y fragmentos de artefactos líticos. Con los fragmentos cerámicos de bordes definimos las formas y los diámetros de las vasijas mediante mediciones básicas (utilizando diametradores, reglas, perfiladores, etc.). Este análisis fue muy importante para definir la existencia de tipos cerámicos y la representatividad de sus formas y capacidades. Mediante la representación de las formas cerámicas mediante dibujos en papel, se pudo realizar una comparación con los tipos de vasijas cerámicas conocidos para las sociedades del área circun-Titicaca y que se fundamentan en la tipología del sitio Camata (Steadman 1995) que está basada en excavaciones arqueológicas con ocupaciones arqueológicas fechadas con carbono 14. Para épocas tardías (1000 DNE-1533 DNE), relacionadas con las sociedades Colla e Inca, existen estudios que proveen representaciones gráficas de formas y decoraciones cerámicas como los de Marion Tschopik (1946) o los de Catherine Julien (1983) que nos sirvieron para identificar cerámicas similares halladas en nuestra investigación. Por cuestiones de tiempo y de presupuesto en esta campaña no realizamos otro tipo de análisis. 236 Un Índice es la síntesis o resultado de la conjugación de variables extraídas de un tipo de material (como por ejemplo, el “índice de dispersión de cerámica”, donde las variables a utilizar son número de fragmentos y área en la que se encontraron dispersos) expresadas matemáticamente y que pueden ser comparadas con otras unidades o sitios para cotejarlos y extraer jerarquías de volúmenes de presencia de artefactos. En esta investigación se realizó la formulación de índices y porcentajes contrastantes entre sitios, la cuantificación entre sitios y descomposición del sitio, índices generales adentro del sitio e Índices particulares adentro del sitio (según especificidades de materiales).

Con respecto a los artefactos líticos, se definieron las materias primas con las cuales se produjeron. Asimismo, mediante las tipologías de artefactos líticos desarrolladas para la cuenca norte del Titicaca (Aldenderfer y Klink 2005, Burger et al. 2000), pudimos reconocer, además, de sus formas y su función, una aproximación cronológica. 5.9. DESCRIPCIÓN DE LOS SITIOS Y OBJETOS ARQUEOLÓGICOS A continuación haremos una descripción de los sitios reconocidos en nuestra prospección (Figura 92) y que se basa en las fichas de registro que diseñamos específicamente para dicha campaña, las anotaciones de nuestro diario de campo, datos GPS y fotografías. Han sido añadidas revisiones a las mismas y se ha homologado la información que contenían. Para la definición de las ocupaciones arqueológicas (“cronología relativa” en las fichas de sitio) se han utilizado las cronologías más conocidas para esta área (ver capítulo anterior) basadas en estudios de Kidder (1943), Tschopik (1946) y síntesis recientes como las de Stanish (2003). De este modo, se utilizan las denominaciones: Arcaico, Formativo (que incluye, Qaluyu y Pukara), Señoríos Altiplánicos (Collao), Inca-local e Inca. Asimismo, acompañamos de estas descripciones, fotografías de los sitios, detalles y objetos asociados a ellos. De la misma manera, se adjuntan los dibujos de los objetos arqueológicos diagnósticos. Con esto, se espera presentar un panorama de los sitios y sus objetos asociados que revelen sus características materiales más relevantes. Más información sintetizada se puede encontrar en los cuadros 7, 8, 9, 10, 11 y 12 que se encuentran al final de este capítulo. Con respecto a las ilustraciones de la cerámica todas las vasijas están reducidas en un 70 % de su tamaño real. Cuando ésta no sea la escala utilizada se indicará. Asimismo, cada pieza tiene un código de procedencia donde se anota el sitio y un número correlativo. Por ejemplo: QT-01-01, significaría que el fragmento procede del sitio QT-01 y que su número dentro de las piezas cerámicas de ese sitio es el 01. Debajo de esto, se agrega el código de inventario (Cod.) de los objetos recolectados en nuestra prospección. Debajo de este se agrega las siglas de la persona que realizó el dibujo original en lápiz. Finalmente, en algunos casos, se ha anotado sí el fragmento es Tardío, es decir, si este pertenece a un estilo de la época de los “Señoríos Altiplánicos” o “Collao” (1100 DNE-1460 DNE) hacía adelante. También, se han incluido en la parte inferior de los dibujos algunas características físicas de los fragmentos que nos ayudasen a entender su producción. Como ya apuntamos antes, en esta fase de la investigación sólo hemos realizado un análisis básico y visual de la cerámica y, por ello, aparte de las formas obvias como tazones, platos u ollas, solo hemos incluido 4 variables de análisis y que aparecen debajo de la ilustración en este orden: 1. Color del exterior. Algunas veces aparece en las ilustraciones precedido de las siglas “Ext.”. Este color se

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ha definido mediante la comparación de la superficie del fragmento con la tabla de color de suelos Munsell. 2. Identificación de desgrasantes. Se han utilizado categorías generales como arena o piedra molida y cuando ha sido posible algunas más específicas como feldespato, pirita o mica. 3. Tipo de cocción. Se han definido dos básicas: oxidante y reductora. Sin embargo, en algunos fragmentos cuando se observaron paredes con diferentes grados de cocción se han apuntado como pared externa e interna y su porcentaje en el fragmento. Algunas veces también se ha anotado el color producto de la cocción.

4. Técnica de acabado. Se anotan técnicas como el alisado, pintura, incisión, etc. y si es pintura el color de esta según la tabla Munsell. Cuando en el dibujo no aparece alguna de estas variables es porque esta no se pudo definir con certeza. Finalmente, en las leyendas de las “Figuras”, se ha anotado el tipo y estilo al que correspondería la vasija. Como hemos observado en el capítulo anterior, algunas formas y decoraciones de vasijas son diagnosticas de un estilo. Sin embargo, cuando no ha sido posible definir el estilo de una vasija se ha anotado su pertenencia al formativo.

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Figura 92. Sitios arqueológicos del valle del Quilcamayo-Tintiri reconocidos en la prospección 2007.

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SITIO QT-01

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido. NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Quellahuilque. DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 200) 19 L 0372618 x UTM 8352038 EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 15000 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura cercana a río. FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Azángaro. RECURSOS NATURALES: Agua, pastizales. FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro. VIAS DE ACCESO: Río Azángaro.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: No definida. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Ninguna. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Ninguno observado. OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS ESTILOS CERÁMICOS: Collao. OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Lascas de cuarzo.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Río y cerros cercanos a la ciudad de Azángaro.

SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Ninguno. REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Temporal. FUNCIÓN: Doméstico. CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao- Inca. INTERPRETACIÓN: Gran dispersión de artefactos cerámicos y líticos sin una extensión o concentración precisa. Los trabajos agrícolas sobre este área han posibilitado el hallazgo de dichos materiales, sin embargo, también, parecen haber modificado el área original de la deposición de los mismos. Se podría plantear que dicha dispersión correspondería a la existencia de un lugar de residencia temporal relacionado con la cercanía del cauce del río Azángaro y los pastizales y/o tierras agrícolas cercanas. Sin embargo, el lugar no ofrece muchas ventajas para la construcción de un asentamiento permanente (aldea) dada su exposición a los factores climáticos más frecuentes.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3110-3113 02 Setiembre de 2007.

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Figura 93. Vista general desde el oeste del sitio arqueológico QT-01.

Figura 94. Vista del río Azángaro desde el extremo oeste del sitio QT-01.

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CERAMICA DEL SITIO QT-01

Figura 95. Bordes de platos de estilo Collao.

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CERAMICA DEL SITIO QT-01

Figura 96. Bordes de vasijas de estilo Collao.

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SITIO QT-02

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido. NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 209) 19 L 0374538 x UTM 8350662 EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 500 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura. FUENTES DE AGUA VECINAS: Río. RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas. FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: VÍAS DE ACCESO: Margen sur del Quilcamayo.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 20 m. x 25 m. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Recintos cuadrangulares. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Barro. Piedra en los cimientos. OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS ESTILOS CERÁMICOS: Collao y Colonial. OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ningún otro.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE:

SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales. REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo (posible casa derruida). FUNCIÓN: Doméstico. CRONOLOGÍA RELATIVA: Colonial (Histórica)

INTERPRETACIÓN: Acumulación de barro como producto del desmoronamiento de muros de barro por acción de la lluvia y el viento. Se trataría de los remanentes de una casa constituida por varios recintos que ha sido derruida y sobre la cual se han hecho campos de cultivo. Es posible que pertenezca a la tradición arquitectónica de casas del área que se inicia en época republicana y que todavía se sigue utilizando como vivienda asociada a campos de cultivo y áreas de pastoreo.

FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

Nº: 3181-3183. 03 de Setiembre de 2007

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Figura 97. Vista general desde el sur-oeste del sitio QT-02.

Figura 98. Detalle de los restos de una esquina en el sitio QT-02.

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CERÁMICA DEL SITIO QT-02

Figura 99. Fragmentos de platos con vidriado de época histórica. Al 60 % de su tamaño natural.

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Figura 100. Bordes de vasijas de época histórica. Al 60 % de su tamaño natural.

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SITIO QT-03

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido. NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Chullacachi DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 216) 19 L 0375601 x UTM 8350558. EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 600 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura cortada por un canal cercano a un espolón rocoso y al río. FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Quilcamayo (margen izquierda) y canal perpendicular al río. RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas, pastizales. FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Afloramiento rocoso. VÍAS DE ACCESO: Cauce del río y camino carrozable.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Aparte de los pequeños montículos, ninguna estructura visible. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Barro. OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS ESTILOS CERÁMICOS: Ninguno representativo. Solo se observaron dos fragmentos cerámicos en el sitio. OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Obsidiana (90 % del material recolectado) y cuarzo.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Montículo en la margen opuesta (derecha) del río Quilcamayo Sitio QT-09, que luego se verificó que se trataba de un sitio con cerámica Collao y una cantera de roca. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Canal moderno y en uso a 10 m. del sitio. REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículos. FUNCIÓN: Residencial temporal.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Por la cerámica, Collao. Por la obsidiana, formativo.

INTERPRETACIÓN: Montículo artificiales utilizados para habitación temporal. Se habrían utilizado como espacios para la producción de artefactos líticos. Los montículos han sido bastante disturbados, pues, se hallan cercanos a un camino carrozable actual. Es posible que el sitio continué al otro lado del camino, pues, se observan montículos ocupados por viviendas en uso actual.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3206-3212. 03 de Setiembre de 2007.

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Figura 101. Vista desde el norte del montículo mayor de QT-03.

Figura 102. Vista desde el sur del montículo mayor de QT-03

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Figura 103. Vista desde el este del montículo mayor de QT-03.

Figura 104. Detalle de dispersión de artefactos en la cima del montículo mayor de QT-03, donde destacan fragmentos de obsidiana.

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CERAMICA DEL SITIO QT-03

Figura 105. Base de vasija de estilo Collao.

PUNTAS DE OBSIDIANA DEL SITIO QT-03237

a

b

Figura 106: a y b

237 Todos los artefactos líticos están representados en tamaño real salvo cuando se indique.

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SITIO QT-04

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 223) 19 L 0375906 x UTM 8350557

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 100 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Quilcamayo (margen izquierda).

RECURSOS NATURALES: Tierra agrícola, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Piedra arenisca.

VIAS DE ACCESO: A 100 m. del camino carrozable.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Recinto cuadrangular (8 m. x 5 m.).

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES:

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Bloques de arenisca (apilamientos de piedras o pirca).

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: De Collao hacia adelante.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Ninguno relevante. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Doméstico

FUNCIÓN: Casa. Concentración de animales (actual).

CRONOLOGÍA RELATIVA: Inca local-Moderno INTERPRETACIÓN: Estructura rectangular de muros de piedra sin argamasa en estado de conservación regular. Posible re-ocupación moderna de un montículo prehispánico el cual fue reo-ocupado para ser utilizado como corral. Existe gran concentración de arenisca como producto de la construcción de los muros de la estructura moderna aunque no se encuentran afloramientos de esta roca cercanos. El acceso está orientado hacia el este y casi en el centro del espacio central del recinto hay un bloque de piedra que en la zona se utiliza como estaca para amarrar animales. No se halló cerámica temprana.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3216-3219. 03 de Setiembre de 2007

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

185

Figura 107. Vista del sitio QT-04 desde el sur-este.

Figura 108. Vista del sitio QT-04 desde el nor-este.

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186

CERÁMICA DEL SITIO QT-04

Figura 109. Borde y base de estilos tardíos.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

187

SITIO QT-05

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Frente al poblado de Primero Choquechambi (Fundo Pancañe).

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 233) 19 L 0377447 x UTM 8350061

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 8000 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura cercana a ladera de quebrada.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Quebrada Linquini (afluente del Quilcamayo) y muy cercano al río Quilcamayo.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Piedra arenisca y arcilla a 1/2 km aprox.

VIAS DE ACCESO: Camino carrozable.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Una alineación de lajas de piedra de 2 m. de largo por 1 m. de ancho. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Montículo además de dispersión de materiales en campos de cultivo actuales. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Bloques y lajas de arenisca. Barro. OTROS ELEMENTOS: Una huanca a unos 200 m. de distancia aproximadamente (esta se incluye en el sitio siguiente QT-06).

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu y Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Sitio de Pancañe (QT-06) y sitio QT-08 al otro lado de Quebrada Linquini. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS:

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Área domestica con varias ocupaciones humanas.

FUNCIÓN: Doméstico.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo/Collao. INTERPRETACIÓN: Se trata de montículos con una concentración importante de artefactos de cerámica y piedra (azadas, puntas). La mayor dispersión de cerámica, en el sector central del sitio, ha sido detectada por los trabajos agrícolas. Al parecer, serían montículos que constituirían los remanentes de una aldea asociada al sitio QT-06. En el sector norte, hacia el río, se pueden apreciar líneas de muros ras del suelo actual que plantean la existencia de estructuras arquitectónicas más allá de la ocupación domestica. Sin embargo, los materiales plantean un consumo de productos de carácter doméstico. Asimismo, el sitio fue re-ocupado posteriormente como se desprende de los fragmentos cerámicos de vasijas de estilo Collao.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3255-3266. 04 de septiembre de 2007.

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Figura 110. Vista desde el sur del sitio QT-05. Las viviendas que se ven re-ocupan parte sobre el sitio.

Figura 111. Vista desde el norte de la elevación natural donde se halla QT-05.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

189

Figura 112. Bases de muros en el sector norte del sitio QT-05

Figura 113. Área sometida a trabajos agrícolas que expusieron materiales arqueológicos en QT-05. En primer plano nuestra unidad de recolección.

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190

CERÁMICA DEL SITIO QT-05

Figura 114. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

191

Figura 115. Bordes de estilo Qaluyu.

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Figura 118. Bordes de cántaros de estilo Collao.

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Figura 119. Borde de plato de estilo Collao.

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SITIO QT-06

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Pancañe.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Pancañe.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 254) 19 L 0377232 x UTM 8350137.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 128, 100 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: 80 % en la llanura. 20% en ladera de cauce.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Tintiri y Quebrada Linquini.

RECURSOS NATURALES: Agua y pastizales (ganado ovino y camélidos).

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Cantera de arenisca (a 1 km aprox. En cerro). Arcilla.

VIAS DE ACCESO: Camino natural a la quebrada (a 35 m. aprox.).

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: N-S: 366 m. x E-W: 350 m. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Mínimo de 4 grandes montículos. 2 grandes recintos rectangulares como plazas. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Bloques de arenisca y barro.

OTROS ELEMENTOS: 2 huancas y bloques líticos tipo lapidas.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu, Pukara, Collao e Inca local.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Laja cuadrangular y bloque lítico formativo a 300 m. cruzando Quebrada Linquini. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Complejo de estructuras arquitectónicas con grandes espacios abiertos.

FUNCIÓN: Complejo económico político de elite.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Concentración de estructuras monticulares y espacios abiertos. Se podría plantear su existencia como un asentamiento local con artefactos Qaluyu y que luego se modifica y es utilizado como Centro administrativo que contienen artefactos Pukara. En el sitio, además, se reconocieron un gran recinto cuadrangular o “plaza hundida”, una estructura anexa a este y una estructura rectangular. El sitio ha sido bastante disturbado y las piedras de las estructuras han sido removidas para construir estructuras modernas. Una estela que se halló unos kilómetros al oeste pertenecería a este sitio arqueológico. Es relevante su ubicación cercana a la conjunción de la quebrada Linquini y el río Quilcamayo.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3275-3389 04 de septiembre de 2007.

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Figura 120. Vista del sitio QT-06 desde el Este y desde el otro lado de Quebrada Linquini. Las viviendas actuales

cubren la cima del montículo mayor del sitio.

Figura 121. Vista desde el norte del sitio QT-06. Destaca el montículo mayor re-ocupado por casas actuales.

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Figura 122. Vista desde el norte del sector central de QT-06. Se puede apreciar el recinto rectangular o “plaza hundida”.

Figura 123. Vista desde el sur del monticulo mayor de QT-06 con huanca en la parte central.

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Figura 124. Huanca principal en el montículo mayor de QT-06

Figura 125. Estela rectangular de arenisca en el montículo mayor de QT-06

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CERÁMICA DEL SITIO QT-06

Figura 126. Tazón de estilo Pukara.

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Figura 127. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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Figura 128. Bordes de tazones formativos. Al 60 % de su tamaño natural.

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Figura 129. Bases de tazones de estilo Qaluyu.

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Figura 130. Bases de tazones formativos.

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Figura 131. Bordes de cántaros.

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Figura 132. Bordes de cántaros.

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Figura 133. Bordes de cántaros formativos.

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Figura 134. Bordes de cántaros formativos.

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Figura 135

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Figura 136

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Figura 137. Bordes de cántaros y ollas formativos.

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Figura 138. Borde de cántaro formativo.

Figura 139a. Fragmento de banda en altorrelieve con incisiones diagonales de estilo Pukara

Figura 139b. Fragmento de cuerpo con decoración incisa ancha de estilo Qaluyu.

ESCALA 1/1

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CERÁMICA DE LA UNIDAD DE RECOLECCIÓN QT-06-U1

Figura 140

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Figura 141a. Borde de cántaro formativo.

Figura 141b. Borde de olla sin cuello de estilo Qaluyu.

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ARTEFACTOS LÍTICOS DEL SITIO QT-06

PUNTAS DE OBSIDIANA

Figura 142a. Punta de estilo Qaluyu.

Figura 142b. Punta de estilo Pukara (compárese con la figura 72).

AZADA

Figura 143. Parte basal de una azada. Al 70 % de su tamaño real.

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SITIO QT-07

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Localizado al Sur-Oeste del camino a Copacachi.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 263) 19 L 0377821 x UTM 8350025.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 500 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Quebrada Linquini.

RECURSOS NATURALES: Agua, tierras agrícolas, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro, piedras de cerro.

VIAS DE ACCESO: Quebrada Linquini.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 8 m. x 5 m. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Pequeñas elevaciones en el terreno y bases de muros de piedra. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedra arenisca.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Quebrada Linquini y cerro de Primero Choquechambi. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo abandonados.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Conjunto residencial.

FUNCIÓN: Doméstico.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao. INTERPRETACIÓN: Pequeño espacio utilizado para la construcción de recintos cuadrangulares que podrían ser viviendas temporales, asociadas a campos de cultivo y a la Quebrada Linquini. De las estructuras de piedra canteada solo han quedado los cimientos y es imposible reconstruir la forma de los recintos más allá de su rectangularidad. Es posiblemente una residencia temporal relacionada con campos de cultivo de la llanura o con pastoreo de camélidos. El lugar se halla en medio de una llanura y no ofrece ningún resguardo del viento o de la lluvia por ello se infiere su ocupación por temporadas. Incluso, la cantidad de material asociado y su concentración no indica una ocupación intensa.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3436-3439. 05 de septiembre de 2007.

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Figura 144. Vista desde el nor-este del sitio QT-07. El sitio se halla a unos metros a la izquierda del camino.

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CERÁMICA DEL SITIO QT-07

Figura 145.

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Figura 146. Fragmentos de vasijas de estilo Collao.

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SITIO QT-08

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 269) 19L 0377541 x UTM 8350134.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 100 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Quebrada Linquini.

RECURSOS NATURALES: Agua, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Piedra arenisca.

VIAS DE ACCESO: Quebrada.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 64 m. cuadrados aprox.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Plataforma y gran laja de piedra rectangular.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedra arenisca.

OTROS ELEMENTOS: Gran lapida de piedra.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: No hay fragmentos cerámicos asociados a las estructuras arquitectónicas

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno

INFORMACIÓN ADICIONAL VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Sitios QT-05 y QT-06. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Ninguno.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: No doméstico.

FUNCIÓN: Indefinida CRONOLOGÍA RELATIVA: El bloque cuadrangular probablemente pertenece a una estructura de plaza hundida Formativa (Pukara). La plataforma no contiene elementos para situarla dentro de una época concreta. INTERPRETACIÓN: Estructura arquitectónica similar a una plataforma que lamentablemente se halla tan erosionada que sólo conserva las piedras al nivel del suelo. Esto hace también pensar que no se trata de un recinto sino de una plataforma, pues solo hay tres lados de muros. El gran bloque cuadrangular cercano se halla en posición horizontal al mismo nivel que la superficie natural de la llanura. Aunque los dos elementos: el bloque y la plataforma, se hallan muy próximos no es posible plantear que pertenezcan a un mismo edificio o evento constructivo. Asimismo, tanto el bloque cuadrangular como el bloque ubicado a unos metros (Figura 150), parecen haber estado en proceso de transporte. Probablemente, estaban siendo transportados hacia el sitio de Pancañe donde se observan grandes trabajos arquitectónicos. La escasez de cerámica y de otros materiales en superficie y asociados a estos elementos impide otorgar una cronología relativa. Sin embargo, el bloque cuadrangular recuerda a los que enchapan las paredes de las plazas hundidas, como en el sitio de Pukara.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3444-3460/4793. 05 y 19 de septiembre de 2007.

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Figura 147. Vista desde el norte del bloque cuadrangular de arenisca del sitio QT-08

Figura 148. Vista desde el sur del bloque de arenisca del sitio QT-08. La escala tiene 1 metro de largo.

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Figura 149. Plataforma asociada al bloque lítico en el sitio QT-08

Figura 150. Bloque rectangular de arenisca a unos metros al sur-este de QT-08

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CERÁMICA DEL SITIO QT-08

Figura 151. Bordes de vasijas Tardías.

Figura 152. Bordes de vasijas Tardías.

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SITIO QT-09

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 270) 19L 0375451 x UTM 8350687.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 860 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Promontorio rocoso.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Quilcamayo.

RECURSOS NATURALES: Piedra arenisca y tierras agrícolas.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Piedra.

VIAS DE ACCESO: Río y márgenes.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: No hay evidencia de construcciones.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Ninguna

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Ninguno visible

OTROS ELEMENTOS: Ninguno

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao/Moderna.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Este sitio está ubicado en la margen opuesta del sitio QT-03. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos agrícolas modernos.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Temporal.

FUNCIÓN: Cantera de piedra.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Tardío/Contemporáneo. INTERPRETACIÓN: Este afloramiento rocoso domina por su elevación una gran parte de la visibilidad de esta área del valle. No se hallaron estructuras arquitectónicas definidas. Hay algunos muros que parecen bastante modernos. Los afloramientos rocosos están bastante modificados por acción humana y hay fragmentos líticos como resultado de la extracción de piedra del afloramiento. Su uso sería el de una cantera para la extracción de piedra donde se permaneció suficiente tiempo para desechar fragmentos de cerámica. No hay cerámica temprana.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3496-3500. 05 de septiembre de 2007.

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Figura 153. Vista desde el sur en la margen derecha del río Quilcamayo del sitio QT-09.

Figura 154. Vista del sitio QT-09 desde el sur.

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Figura 155. Detalle de afloramiento rocoso y fragmentos de piedra en QT-09.

Figura 156. Detalle de concentración de cerámica en QT-09.

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CERÁMICA DEL SITIO QT-09

a

b

Figura 157: a y b. Fragmentos con decoración en alto relieve de estilo Collao. Escala 1/1

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Figura 158. Fragmentos de vasijas de estilo Collao

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SITIO QT-10

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Copacachi (frente al cerro Chijurani).

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 281) 19L 0379638 x UTM 8352935.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 890 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen izquierda del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Arcilla.

VIAS DE ACCESO: Camino de trocha paralelo al río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Ninguna.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Solo es una dispersión de cerámica. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Ninguno. Piedras en viviendas actuales podrían haber sido desmontadas del sitio arqueológico original. OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Lítico (fragmento de cuenco de piedra).

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Cerro Chijurani (a 400 m. aprox.) donde está el asentamiento de altura Collao. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Aldea

FUNCIÓN: Doméstico.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao-Inca. INTERPRETACIÓN: La concentración de materiales arqueológicos plantea la existencia de un uso del área como espacio de habitación. Se trataría de una aldea tardía (Collao) destruida por actividades agrícolas contemporánea a los asentamientos de altura como el de Cerro Chijurani. Posiblemente, las piedras de sus estructuras arquitectónicas hayan sido extraídas para las construcciones modernas que se observan en la actualidad.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3573-3575. 06 de septiembre de 2007.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

229

Figura 159. Vista desde el sur-oeste del sitio QT-10

Figura 160. Vista desde el sur-oeste del sitio QT-10. Los trabajos agrícolas han revelado una concentración de cerámica prehispánica.

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230

CERÁMICA DEL SITIO QT-10

Figura 161. Bordes de platos de estilo Collao.

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231

Figura 162. Cántaros con asas de estilo Collao.

Piruro (fusayola) cerámico de estilo Collao

Figura 163. Escala 1/1

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232

SITIO QT-11

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Callacayani.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 284) 19L 0378828 x UTM 8351573

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 3900 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Conjunción del termino de la llanura e inicio de ladera de cauce fósil. FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen izquierda del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Agua, Barro, pastizales.

CAMINOS NATURALES:

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Una decena de cistas circulares semi-subterráneas (1 m. de diámetro aprox.) MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedras areniscas.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu/Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Obsidiana y un instrumento lítico.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: El sitio QT-12 (Callacayani) se halla a unos 40 m. al nor-oeste. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Necrópolis.

FUNCIÓN: Funerario.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao-Inca. INTERPRETACIÓN: Concentración de cistas funerarias individuales que han sido construidas sobre un promontorio natural. Generalmente, en este área las necrópolis se hallan en áreas que controlan espacios abiertos asociados al río y bofedales, alejados de áreas domesticas obvias en la actualidad. Muchas de las cistas han sido saqueadas y sus elementos líticos constitutivos dispersados. Se han hallado fragmentos de bases de tazones de estilo Qaluyu, cuestión que no sorprende por la cercanía con el sitio Callacayani que tiene artefactos de ese estilo.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3603-3613. 06 de septiembre de 2007.

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233

Figura 164. Vista desde el sur-oeste del sitio QT-11. Se aprecia el pequeño montículo donde se concentran algunas cistas funerarias.

Figura 165. Vista desde el sur-oeste de las cistas funerarias en QT-11

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Figura 166. Vista de cista funeraria disturbada en QT-11

Figura 167. Vista de planta de una cista funeraria disturbada en QT-11

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235

CERÁMICA DEL SITIO QT-11

Figura 168. Bordes de cántaros de estilo Collao.

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236

Figura 169. Bordes de cántaros de estilo Collao.

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237

Figura 170. Bases de tazones formativos.

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238

Figura 171. Base de vasija de estilo Collao. Escala 1/1

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ARTEFACTOS LITICOS DEL SITIO QT-11

Punta de Obsidiana

Figura 172

Artefacto cortante

Figura 173

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SITIO QT-12

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Callacayani. NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Callacayani. El sitio se halla dentro de los terrenos de Marcelino Calcina Vilcapaza. DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 304) 19L 0378678 x UTM 8351546.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 52500 m2.

ENTORNO NATURAL DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura y ladera de cauce de río Tintiri. El sitio se halla en una curva que hace el río y que hace que esta área se prolongue hacia el norte. FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Río, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: N-S: 250 m. aprox. x N-E: 210 m. aprox.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Montículos, plataformas, recintos cuadrangulares.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedra y barro.

OTROS ELEMENTOS: Estelas, huancas, monolito antropomorfo y bloques líticos grandes tallados.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu y Pukara.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos

INFORMACIÓN ADICIONAL VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: En la margen opuesta esta el sitio QT-17. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Complejo de montículos y estructuras de grandes espacios abiertos.

FUNCIÓN: Complejo económico político de elite.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo (Qaluyu-Pukara). INTERPRETACIÓN: Este es uno de los sitios más importantes del valle por su extensión y acumulación de materiales arqueológicos. Habría iniciado su utilización en época Qaluyu y, posteriormente, se habría constituido como Centro administrativo con un área domestica periférica. Los montículos se han formado por la acumulación de barro y materiales arqueológicos. Lo espacios abiertos ha sido emplazados en las partes más altas de los montículos con muros de piedra trabajada, siendo algunos grandes bloques líticos. Numerosas estelas y huancas de gran tamaño se hallan diseminadas por el sitio. Muchas de ellas han sido desplazadas de su ubicación original por el propietario de los terrenos. El río Tintiri ha erosionado la parte oeste del sitio dejando al descubierto acumulaciones de capas con material arqueológico y dentro de una de ellas se puede apreciar la inclusión de tumbas con características Qaluyu (similares a las que reporta Steadman 1995). Se halló un monolito antropomorfo.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3618-3619. 06 y 19 de septiembre de 2007.

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241

Figura 174. Vista desde el norte (margen derecha del Tintiri) del sitio arqueológico QT-12.

Figura 175 Vista de la parte superior del monticulo mayor del sitio QT-12. Destaca una estela hincada.

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242

Figura 176.Vista de la estela de arenisca de mayores dimensiones del sitio QT-12. Mide 4.42 m. de largo.

Figura 177. Estela de arenisca en la parte superior del montículo de QT-12. Nótese la base.

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243

Figura 178. Sector norte del sitio. Se observa el lugar donde se halló el monolito antropomorfo del sitio QT-12.

Figura 179. Monolito antropomorfo de arenisca en el sitio QT-12.

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244

Figura 180. Corte en el sector oeste del sitio donde se aprecian las acumulaciones de capas y las tumbas formativas.

Figura 181. Tazón de piedra recuperado por el propietario de los terrenos donde se halla el sitio QT-12

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CERÁMICA DE QT-12

Figura 182. Borde de tazón de estilo Qaluyu.

Figura 183. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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Figura 184. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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Figura 185. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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248

Figura 186. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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Figura 187. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

Figura 188. Base de tazón con decoracion pintada de estilo Qaluyu. Escala 1/1

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250

Figura 189. Bases de tazones de estilo Qaluyu. Al 60 % de su tamaño natural.

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Figura 190. Bases de tazones de estilo Qaluyu.

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Figura 191. Bordes de vasijas formativas.

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Figura 192. Bordes de vasijas formativas.

Figura 193.

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Figura 194. Borde de olla formativa.

Figura 195. Borde de olla formativa.

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CERÁMICA DE UNIDAD DE RECOLECCIÓN 1T-12-U1

Figura 196. Bases de tazones formativos.

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256

Figura 197. Fragmentos de cuerpo de vasija modificados. Escala 1/1

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Figura 198. Fragmento de vasija con decoración incisa de estilo Pukara. Escala 1/1

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CERÁMICA DE UNIDAD DE RECOLECCIÓN QT-12-U2

Figura 199. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

Figura 200. Bordes de vasijas formativas.

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Figura 201. Bases de tazones formativos.

Figura 202. Fragmento con incisiones finas. Escala 1/1

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260

Figura 203. Fragmentos con incisiones. Escala 1/1

Figura 204. Fragmento de trompeta formativa. En la parte interior se observan las marcas producidas por fibras vegetales. Escala 1/1

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ESCALA 1/1

Figura 205. Fragmentos cerámicos formativos modificados (alisadores).

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SITIO QT-13

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 317) 19L 0379305 x UTM 8353064.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 48 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Ladera de cauce fósil e inicio de llanura.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas, pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 6 m. Área alargada orientado a los 15 grados NE. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Cistas funerarias individuales y cistas de lajas (“Slab cist tombs” según Tschopik 1946). MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Bloques de arenisca y barro.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno más.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Frente al sitio QT-10 (en dirección 145 grados SE). SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Necrópolis.

FUNCIÓN: Funerario.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao- Inca. INTERPRETACIÓN: Concentración de cistas funerarias subterráneas y cistas de lajas (“slab cist tombs” según Tschopik 1946). Se hallan en un lugar predominante en el paisaje con una gran visibilidad del área y, sobre todo, de la margen opuesta del valle y del asentamiento fortificado de Chijurani. Se trataría de un cementerio de un grupo de parentesco extendido, pues, se observa un orden jerárquico en la disposición de las tumbas y el diámetro mayor de algunas en la parte central del sitio. Quizá este sitio funcionó con el sitio QT-10.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3747-3769 07 de septiembre de 2007.

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Figura 206. Vista del montículo donde se hallan las cistas funerarias del sitio QT-12

Figura 207. Parte superior del montículo del sitio QT-13 donde se observan las cistas funerarias.

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264

Figura 208. Cistas funerarias vistas desde el nor-este. Al fondo se aprecia el río Tintiri.

Figura 209. Vista oblicua de las cistas funerarias en QT-13.

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CERÁMICA DEL SITIO QT-13

Figura 210. Parte superior de cántaro con asas verticales de estilo Collao.

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Figura 211.Borde de Vasija y fragmento de cuerpo con aplicación de estilo Collao Escala 1/1

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Figura 212. Fragmentos de cuerpo con decoración pintada de estilo Collao e Inca local. Escala 1/1

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268

SITIO QT-14

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 320) 19L 0379078 x UTM 8352810.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 100 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Conjunción del fin de la llanura e inicio de ladera de cauce fósil.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas y pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Ninguna.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Ninguna.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Ninguno visible.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao, aunque es mínima la presencia de cerámica

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Lítico.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN

EL PAISAJE: Río Tintiri.

SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Residencial temporal.

FUNCIÓN: Doméstico.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao.

INTERPRETACIÓN: Se trata de una concentración de materiales arqueológicos bastante azarosa. No se registra ninguna estructura arquitectónica y los objetos se hallan desplazados. Es un área adonde fluyen escorrentías de agua durante las lluvias por lo que se puede plantear que dicha concentración de artefactos puede ser consecuencia del acarreo por lluvia. Sin embargo, también podría tratarse de un sitio temporal de caza o pastoreo que no dejara muchas estructuras arquitectónicas, pues se utiliza esporádicamente y no tan intensivamente, aunque deja materiales, como por ejemplo, cerámica. Asimismo, al encontrarse mayor cantidad de útiles líticos que se relacionan con la apropiación y/o gestión de camélidos la hipótesis se refuerza. En ambos casos, las lluvias han erosionado y disturbado el sitio arqueológico.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3786-3789. 07 de septiembre de 2007.

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Figura 213. Vista desde el sur-este del sitio QT-14. El sitio se extiende en el borde de la llanura.

Figura 214. Detalle de la concentración de materiales arqueológicos.

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CERÁMICA DEL SITIO QT-14

Figura 215. Escala 1/1.

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SITIO QT-15

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 322) 19L 0378949 x UTM 8352688.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 3400 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Ladera de cauce de río actual.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Por la llanura y por el cauce del río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Ninguna.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Ninguna.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Ninguno observable.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao-Inca local.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Ninguno significativo. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Concentración de artefactos.

FUNCIÓN: Procederían de sitio residencial.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao-Inca local. INTERPRETACIÓN: Se trata de una concentración de materiales arqueológicos bastante azarosa similar a la del sitio QT-14. Al no registrarse ninguna estructura arquitectónica y observar que los objetos se hallan desplazados, se evidencia que es un área adonde fluyen escorrentías de agua durante las lluvias. Se puede plantear que dicha concentración de artefactos sea consecuencia de acarreo por lluvia. Sin embargo, también podría tratarse de un sitio temporal de caza o pastoreo que no dejaría muchas estructuras arquitectónicas, se utiliza esporádicamente y no tan intensivamente, aunque deja materiales como cerámica. En ambos casos, las lluvias han erosionado y disturbado el sitio arqueológico.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3794-3802. 07 de septiembre de 2007.

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272

Figura 216. Vista desde el oeste del sitio QT-15.

Figura 217. Detalle de la concentración de materiales arqueológicos

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CERÁMICA DEL SITIO QT-15

Figura 218. Fragmento de plato de estilo Inca local. Escala 1/1

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Figura 219. Bordes de cántaros de estilo Collao. Al 60 % de su tamaño natural.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

275

Figura 220.Fragmento de cuerpo con decoración incisa de estilo Collao. Escala 1/1

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276

SITIO QT-16

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Dentro de las tierras de Felicia Condori.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 325) 19L 0378473 x UTM 8351773

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 15000 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Llanura.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas y pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Llanura.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 80 m2.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Cistas funerarias saqueadas y destruidas.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedras y bloques de arenisca semi-canteada.

OTROS ELEMENTOS: Montículos.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Lascas líticas.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Río y sitio QT-11. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículos.

FUNCIÓN: Funerario.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao. INTERPRETACIÓN: Montículos funerarios tardíos en cuyas partes altas se construyeron cistas funerarias individuales y colectivas. En el laboratorio se reconocieron fragmentos formativos, lo que plantea la posible reutilización de montículos formativos de índole residencial como cementerio. Hay croquis en la ficha de los montículos reconocidos.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

Sector a: 3814-3817. Sector c: 3831. Sector d: 3830. 07 de septiembre de 2007.

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277

Figura 221. Detalle de un montículo del sitio QT-16

Figura 222. Detalle de una cista colectiva del sitio QT-16

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278

CERÁMICA DEL SITIO QT-16

Figura 223. Bordes de cántaros de estilo Collao.

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279

Figura 224. Bordes de tazones de estilo Collao.

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280

Figura 225. Borde y base de cantaros de estilo Collao.

Figura 226. .Fragmento de cuerpo con decoración pintada de estilo Collao. Escala

1/1.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

281

ARTEFACTO LÍTICO DEL SITIO QT-16

Fragmento de obsidiana retocado

Figura 227.

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282

SITIO QT-17

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL:

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 327) 19L 0378480 x UTM 8351652.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 100 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Llanura en declive hacia el cauce del río (ladera de cauce).

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Llanura y río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Unos 9 m. cuadrados. ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Base una chullpa cuadrangular, orientada hacia el norte.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedra arenisca.

OTROS ELEMENTOS: Ningún otro visible.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao-Inca local.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Desechos de talla lítica.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Frente al sitio QT-12 (que está en la otra margen del río) y QT-16 al norte. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Necrópolis.

FUNCIÓN: Funerario.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Inca local. INTERPRETACIÓN: Se trataría de la base de una chullpa de base rectangular de época de la influencia Inca en la zona. Aunque bastante destruida, se pueden reconocer sus elementos básicos para reconocerla como tal: morfología, elementos líticos tallados, orientación de la planta y acceso al oeste. Asimismo, la cerámica asociada es Inca local. Sin embargo, formaría parte de los montículos del sitio anterior (QT-16) y algunos fragmentos formativos también se han recuperado en la zona lo que plantearía la superposición de estructuras tardías en montículos domésticos formativos.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3834-3838. 07 de septiembre de 2007.

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283

Figura 228. Vista desde el sur-este de la base de la estructura chullparia de QT-17. En el fondo la casa de Felicia Condori.

Figura 229. Vista oblicua desde el oeste de la base de la chullpa en QT-17

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284

CERÁMICA DEL SITIO QT-17

Figura 230. Borde de plato y fragmento de cuerpo con decoración plástica de estilo Collao.

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285

SITIO QT-18

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Tintiri.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Tintiri. Al oeste de la iglesia de Tintiri.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 335) 19L 0380209 x UTM 8355375.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 54000 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Ladera, pampa y ladera fósil de río.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen derecha del río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Agua, barro, bofedales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Camino moderno.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 60 % del sitio, concentrado en el sector sur.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Muros, terrazas, recintos.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Bloques de arenisca, barro.

OTROS ELEMENTOS: 1 estela y un bloque lítico.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos (obsidiana, cuarzo, etc.).

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Frente a Cancha Cancha-Asiruni que está en la otra margen a 1 km en línea recta al sur-este. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Canales, campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo.

FUNCIÓN: Sector Doméstico y sector no doméstico.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Asentamiento con sectores monumental y doméstico. Montículo que aprovechó la elevación de una ladera de cauce fósil. En él se ha construido un complejo de estructuras de espacios abiertos y sectores domésticos. En algunos sectores, como el sur, se puede comprobar la acumulación de artefactos que plantean el uso doméstico de ciertas áreas. Es posible que al asentamiento doméstico se le incluyeran espacios públicos que incorporaron estelas y estructuras abiertas y monumentales. El sitio ha sido disturbado por la utilización de las piedras del sitio en la construcción de una estructura moderna a espaldas de la iglesia de Tintiri donde se realiza una fiesta anual.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3962-4003. 10 de septiembre de 2007.

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286

Figura 231. Vista desde el sur-este del monticulo mayor de QT-18

Figura 232. Muros en el sector sur del montículo de QT-18

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287

Figura 233. Gran bloque litico en sector sur del sitio QT-18

Figura 234. Muros en sector sur de QT-18. Al fondo la iglesia de Tintiri.

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288

Figura 235. Estela rectangular de arenisca en el sector sur-este de QT-18

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289

CERÁMICA DEL SITIO QT-18

Figura 236. Borde de tazón con decoración incisa de estilo Qaluyu.

Figura 237. Bordes de tazones. El superior tiene decoración incisa ancha de estilo Qaluyu

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290

Figura 238. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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291

Figura 239. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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292

Figura 240. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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293

Figura 241. Ollas sin cuello de estilo Qaluyu.

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294

Figura 242. Ollas sin cuello de estilo Qaluyu.

Figura 243 Borde de olla formativa.

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295

Figura 244. Borde y base vasijas formativas.

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296

Figura 245. Bases de tazones de estilo Qaluyu.

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297

Figura 246. Bases de tazones formativos.

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298

Figura 247. Bases de cántaro y tazón.

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299

Figura 248. Fragmentos de cuerpo con decoraciones incisas. El superior tiene incisión ancha de estilo Qaluyu. Escala 1/1.

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300

Figura 249.Fragmenos de cuerpo con decoraciones pintadas. Escala 1/1

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

301

CERÁMICA DE LA UNIDAD DE RECOLECCIÓN QT-18-U1

Figura 250. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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302

SITIO QT-19

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Cancha Cancha -Asiruni.

DATOS GPS (núcleo del sitio): 19L 0381600 x UTM 8355416.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 10000 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Área de conjunción de terraza y cauce fósil.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Tierras agrícolas, Pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro y bloques de arenisca.

VÍAS DE ACCESO: Cauce del río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 100 m2.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Muros y posible plaza hundida.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Barro y piedras areniscas.

OTROS ELEMENTOS: Huanca

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu y Pukara.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Muy cercano a al sitio Cancha Cancha- Asiruni y al frente del QT-18 (Tintiri). SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo monumental.

FUNCIÓN: Doméstico/Público.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Posible Sector Este del complejo de Cancha Cancha-Asiruni. Incluiría una plaza hundida con estructuras alrededor. También se hallaron grandes cantidades de cerámica y líticos lo que implica su uso también con actividades de consumo. Se halló un fragmento decorado Pukara Polícromo con decoración de cabezas decapitadas (Figura 265 a y b). La Huanca, que ahora está desplazada, podría haber estado ubicada en la plaza hundida. Sin embargo, la morfología de la huanca plantea su producción en época Qaluyu.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4029-4055. 11 de Septiembre de 2007.

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303

Figura 251. Vista desde el nor-este del sitio QT-19.

Figura 252. Vista desde el nor-oeste de la posible plaza hundida de QT-19. En primer plano la huanca.

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304

Figura 253. Huanca en QT-19. La escala tiene 1 metro de largo.

CERÁMICA DEL SITIO QT-19

Figura 254. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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305

Figura 255. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

Figura 256. Borde de tazón con decoración incisa posiblemente del estilo Ramis. Escala 1/1

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306

Figura 257. Fotografía del fragmento anterior.

Figura 258. Bordes de vasijas formativas.

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307

Figura 259. Bordes de vasijas formativas.

Figura 260. Bordes de vasijas formativas.

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308

Figura 261. Bordes de vasijas formativas.

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309

Figura 262. Bordes de vasijas formativas.

Figura 263. Bases de tazones de estilo Qaluyu.

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310

Figura 264. Bases de vasijas formativas.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

311

Figura 265a. Fragmento de cuerpo de vasija Pukara Polícromo con diseño de cabezas decapitadas. Escala del dibujo 1/1

Figura 265b. Foto de fragmento Pukara Polícromo con diseño de cabezas decapitadas.

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312

CERÁMICA UNIDAD DE RECOLECCIÓN QT-19-U1

Figura 266. Borde de vasijas formativas.

Figura 267. Borde de vasijas formativas.

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313

ARTEFACTOS LÍTICOS DEL SITIO QT-19

Fragmento de obsidiana retocado

Figura 268.

Fragmento Basal de Azada

Figura 269. Al 70 % de su tamaño real

Artefacto cortante

Figura 270.

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314

SITIO QT-20

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Cancha Cancha- Asiruni. NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: En tierras de Estaban Choquemamani y hermanos Vilca. Pertenece a la comunidad campesina de Anacquía. DATOS GPS (núcleo del sitio): (Punto 377) 19L 0381538 x UTM 8355191.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 80000 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Terraza y ladera de cauce fósil.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Margen Izquierda del río Tintiri y canal.

RECURSOS NATURALES: Manantiales, quebrada de Anacquía con curso de agua y río Tintiri. FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Arcilla, pastizales, piedra arenisca en las bases de cerros cercanos (poblado actual de Anacquía). VIAS DE ACCESO: Quebrada de Anacquía y río Tintiri.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 70 % de la extensión del sitio referida arriba.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Recintos rectangulares, muros, terrazas.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedra arenisca y barro.

OTROS ELEMENTOS: Estelas y Huancas.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu, Pukara. Sin embargo, fue imposible hallar una concentración ideal para realizar unidades de muestreo. La recolección en el sitio anterior puede servir de muestra para este sitio. OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Sitio QT-18 (Tintiri) y QT-19. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Qochas y canales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Chávez y Mohr 1970, Stanish 2003, Stanish et al. 2005.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo monumental y doméstico.

FUNCIÓN: Doméstico y público.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Montículo que aprovechó la elevación de este área y que domina toda el cauce del río Tintiri y la quebrada de Anacquía. Sobre esta elevación se concentraron estructuras abiertas con piedras arenisca talladas y se incorporaron estelas y huancas. Se iniciaría como un asentamiento doméstico y, posteriormente, se constituiría en un Centro administrativo económico y político con área residencial importante en este valle. El sitio ha sido reo-ocupado hasta la actualidad y los bloques y estelas han sido removidas de sus lugares originales. La parcelación física actual del sitio no permite tener una idea más precisa de las estructuras formativas.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4159-4210 11 de Septiembre de 2007.

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315

Figura 271. Vista desde el nor-este del sector principal del sitio.

Figura 272. Vista de QT-20 desde el nor-oeste.

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316

Figura 273. Muros prehispánicos formativos en el sector central de QT-20

Figura 274. Estela 3 en el sector central de QT-20. Notese el altorrelieve de serpentiformes y circulo.

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317

Figura 275 Muros prehispánicos formativos en el sector central de QT-20

Figura 276. Estela 1 en el sector oeste de QT-20

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318

Figura 277. Estela Escalonada (Estela 1) en el sitio QT-20. La estela mide 4.40 m. de largo.

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319

Figura 278. Estela 2 en el sector oeste de QT-20. La escala tiene 1 metro de largo.

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320

Figura 279. Escultura de cabeza decapitada de estilo Pukara en el sitio Cancha-Cancha Asiruni. La escala tiene 10 cm.

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321

Figura 280. Bloque lítico decorado en estilo Pukara en el sector oeste de QT-20

Figura 281. Bloques líticos formativos en el sector oeste de QT-20

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322

CERÁMICA DEL SITIO QT-20

Figura 282. Borde de tazón de estilo Qaluyu.

Figura 283. Borde de vasijas formativas.

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323

Figura 284a. Base de vasija formativa. Escala 1/1

Figura 284b. Fragmento de cuerpo con decoración incisa formativa. Escala 1/1.

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324

SITIO QT-21

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Copacachi.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (PUNTO 407): 19L 0380634 x UTM 8352724.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 2800 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Llanura que arranca en la base de cerro Chijurani.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Humedales creados por canales.

RECURSOS NATURALES: Pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro y piedras del cerro.

VIAS DE ACCESO: Margen del río.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Ninguna visible. Solo se aprecia una dispersión de cerámica.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Ninguna.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Ninguno evidente.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao- Inca local.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Asentamiento Tardío en Cerro Chijurani. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Terrazas agrícolas.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo y dispersión de artefactos.

FUNCIÓN: Doméstico.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Intermedio Tardío-Inca local. INTERPRETACIÓN: Pequeños montículos y dispersiones de artefactos. Ocupan la parte baja del asentamiento que está en todo el cerro Chijurani (asentamiento de altura con muros defensivos). Se trataría de un área residencial asociada a tierras agrícolas y pastoreo.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4241-4249. 13 de Septiembre de 2007.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

325

Figura 285. Vista desde el nor-este del sitio QT-21. En el fondo se ven las terrazas del sitio de Chijurani.

Figura 286. Detalle de la dispersión de material arqueológico del sitio QT-21

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HENRY TANTALEÁN

326

CERÁMICA DEL SITIO QT-21

Figura 287. Platos con decoración pintada en el interior de estilo Collao.

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327

Figura 288. Borde de cántaro y fragmento de cuerpo con aplicación de estilo Collao.

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328

SITIO QT-22

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Callacoyo.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Callacoyo.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (Punto 425): 19L 0385692 x UTM 8358146.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 38500 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Conjunción de la pampa con una ladera.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Tintiri.

RECURSOS NATURALES: Pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Piedra arenisca, barro.

VIAS DE ACCESO: Río y quebrada lateral.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 300 m. x 100 m.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Montículos, muros.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedras arenisca y barro.

OTROS ELEMENTOS: Huanca en el sector Este.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu y Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos (puntas y azadas).

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Qochas

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo

FUNCIÓN: Asentamiento doméstico y centro económico-político.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Montículo que se produjo aprovechando la elevación natural del área y que le otorga una gran panorámica del área circundante y del río. Sobre dicha elevación, se han acumulado estructuras arquitectónicas y capas conteniendo material arqueológico. Se iniciaría como un asentamiento doméstico y luego se añadirían estructuras abiertas. El sitio se reutilizó en tiempos tardíos y en su sector oeste se han reconocido chullpas tardías Collao o Inca locales.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

3488-4529. 17 de Septiembre de 2007.

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329

Figura 289. Vista desde el oeste del sitio QT-22. El montículo oeste se eleva en la llanura.

Figura 290. Vista desde el oeste del sector central de QT-22

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HENRY TANTALEÁN

330

Figura 291. Huanca en el sector este de QT-22

Figura 292. Concentración de material en superficie. En la esquina inferior izquierda se puede apreciar una punta Arcaica.

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IDEOLOGÍA Y REALIDAD EN LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA, PERÚ

331

CERÁMICA DEL SITIO QT-22

Figura 293. Bordes de tazones con decoraciones pintadas de estilo Qaluyu.

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332

Figura 294. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

Figura 295. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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333

Figura 296. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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334

Figura 297. Bases de tazones de estilo Qaluyu.

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335

Figura 298. Fragmentos de trompetas de estilo Qaluyu. Escala 1/1

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336

Escala 1/1

Figura 299. Fragmentos de cuerpo con decoraciones pintadas e incisa de estilo Qaluyu.

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337

Escala 1/1

Figura 300. Fragmentos de cuerpo de vasijas de estilo Qaluyu.

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338

ARTEFACTOS LÍTICOS DEL SITIO QT-22

Punta Arcaica

Figura 301.

Punta Formativa

Figura 302.

Azada

Figura 303. Al 70 % de su tamaño real

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339

SITIO QT-23

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Larancahuane.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Larancahuane.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (Punto 454) 19L 0385141 x UTM 8359182.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos):13800 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Base y ladera de cerro.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Tintiri y humedales.

RECURSOS NATURALES: Pastizales y tierras agrícolas

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Cantera de arcilla a unos 50 m. aproximadamente y afloramiento rocoso.

VÍAS DE ACCESO: Margen del río

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 120 m. x 115 m.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Muros de contención (aterrazamientos).

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedras arenisca y barro.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu y Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Lítico. Puntas de obsidiana.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Frente al QT-22 que se encuentra en la margen opuesta. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Canales modernos.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Conjunto de terrazas

FUNCIÓN: Doméstico

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo con reocupación Tardía. INTERPRETACIÓN: Ladera de cerro acondicionada mediante terrazas. Se trataría de una aldea formativa relacionada con las áreas inundables por el río y de humedales orientadas, posiblemente, a la ganadería. Su ocupación humana se debería a su ubicación elevada con relación a las áreas inundables.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4571-4591. 18 de Septiembre de 2007.

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340

Figura 304. Vista desde el sur-oeste del sitio QT-23

Figura 305. Vista desde el N-E del sector central del sitio QT-23. Al fondo se ven las casas que se construyeron en parte del sitio QT-24.

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341

Figura 306. Vista desde el norte del sector central del sitio QT-23. Al fondo en la otra margen el sitio QT-22

Figura 307. Detalle de dispersión de materiales arqueológicos en QT-23

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342

CERÁMICA DEL SITIO QT-23

Figura 308. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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343

Figura 309. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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344

Figura 310. Bordes de vasijas de estilo Qaluyu.

Figura 311. Bordes de vasijas de estilo Qaluyu.

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345

CERÁMICA DE LA UNIDAD DE RECOLECCIÓN QT-23-U1

Figura 313. Bordes de vasijas formativas. Al 60 % de su tamaño natural.

Figura 312. Bases de vasijas de estilo Qaluyu.

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346

ARTEFACTO LÍTICO DEL SITIO QT-23

Punta de obsidiana

Figura 315.

Figura 314. Bordes de vasijas formativas.

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347

SITIO QT-24

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: San Antonio

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Larancahuane. Huayrapata según la carta nacional.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (Punto 456): 19L 0385119 x UTM 8358925.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 3600 m2.

ENTORNO NATURAL

DESCRIPCIÓN DEL SOPORTE DEL SITIO: Base y ladera de cerro.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Río Tintiri y humedales.

RECURSOS NATURALES: Cantera de piedras al oeste del sitio y barro.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Río y camino carrozable moderno.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 120 m. x 30 m.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Montículo, muros y ductos con paredes de piedra.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Piedra arenisca y barro.

OTROS ELEMENTOS: 1 estela (Figura 318) y un bloque lítico (Figura 319).

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Qaluyu.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Líticos.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Sitios QT-23 y QT-22. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Montículo con espacios públicos y residenciales.

FUNCIÓN: Doméstico y Centro público.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Montículo que aprovechó una elevación natural de la base de un cerro. En él se han concentrado capas de barro con materiales arqueológicos y estructuras arquitectónicas. Un corte en el montículo indica una gran acumulación de ocupaciones y una densidad de artefactos consumidos en el sitio. Sería un asentamiento doméstico con algunos espacios abiertos que incluyeron estelas. El corte hecho por la carretera y un asentamiento moderno han disturbado el sitio. El sitio QT-23 se encuentra a unos 200 m. al NE de este sitio. Es posible que formen un solo sitio.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4593-4619. 18 de Septiembre de 2007.

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348

Figura 316. Vista desde el sur del montículo de QT-24.

Figura 317. Vista desde el sur del corte en el monticulo de QT-24.

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349

Figura 318. Estela de arenisca fragmentada en la cima del montículo de QT-24

7Figura 319. Bloque de arenisca localizado a unos 20 metros al sur del sitio QT-24.

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350

CERÁMICA DEL SITIO QT-24

Figura 320. Fragmentos de tazones con decoración pintada de estilo Qaluyu.

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351

Figura 321. Tazones. El de la parte superior tiene decoración incisa de estilo Qaluyu.

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352

Figura 322. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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353

Figura 324. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

Figura 323. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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354

Figura 325. Bordes de tazones de estilo Qaluyu. Al 60 % de su tamaño natural

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355

Figura 326. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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356

Figura 327. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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357

Figura 328. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

Figura 329. Bordes de tazones de estilo Qaluyu.

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358

Figura 330. Bordes de vasijas de estilo Qaluyu.

Figura 331. Bordes de vasijas de estilo Qaluyu.

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359

Figura 333. Bordes de vasijas de estilo Qaluyu.

Figura 332. Bordes de vasijas de estilo Qaluyu. Al 60 % de

su tamaño natural

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360

Figura 334. Bases de Tazones. Uno de ellos de estilo Qaluyu con decoración de incisión ancha.

Figura 335. Base de vasija de estilo Qaluyu.

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361

Figura 336. Bases de tazones de estilo Qaluyu.

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362

Figura 337. Fragmentos de estilo Qaluyu con incisión ancha. Escala 1/1

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363

Figura 338. Fragmento cerámico formativo con decoración escultórica serpentiforme. Escala 1/1

CERÁMICA UNIDAD DE RECOLECCIÓN QT-24-U1

Figura 339.

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364

Figura 340. Bordes de vasijas formativas.

Figura 341. Bases de tazones formativos.

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365

Figura 342. Borde de cántaro con asas verticales formativo.

ARTEFACTO LÍTICO DEL SITIO QT-24

Figura 343. Punta de Obsidiana de estilo Qaluyu.

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366

SITIO QT-25

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Llinqui

DATOS GPS (núcleo del sitio): No definido.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 100 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Base de cerro.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Humedales y río de la quebrada Tocicuri.

RECURSOS NATURALES: Pastizales.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro.

VIAS DE ACCESO: Quebrada Tocicuri y río Tintiri.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Ninguna definida.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Ninguna.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Indefinidos.

OTROS ELEMENTOS: Bloques líticos y estelas.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Ninguno definido.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Quebrada Tocicuri. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Canales y campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Indefinido.

FUNCIÓN: Estructura pública.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Acumulación de bloques líticos que no se asocian con otras estructuras arquitectónicas claramente. Si existió un sitio arqueológico este debió estar muy cerca a estos bloques. Otra posibilidad es que hayan sido dejados antes de llegar a su paradero final como podría ser el sitio de Tintiri.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4676-4702 Setiembre de 2008

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367

Figura 344. Vista desde el oeste del sitio QT-25. Se observan los bloques líticos.

Figura 345. Estela en que primer plano y al fondo bloque litico.

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368

Figura 346. Bloque lítico en sitio QT-25

Figura 347. Bloque lítico en sitio QT-25

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369

OTROS SITIOS LOCALIZADOS EN EL AREA DE YACCHATA

SITIO: QT-26

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Cancha Cancha

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Yacchata.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (Punto 416) 19L 0383553 x UTM 8347549.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 10000 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Base del cerro Yacchata.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Manantiales.

RECURSOS NATURALES: Agua, pastizales, afloramientos rocosos.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro, piedras.

VIAS DE ACCESO: Quebrada.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: Indefinida.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: Pequeños montículos.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Barro y piedras.

OTROS ELEMENTOS: Bloques líticos, huancas y estelas.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: No se hallo cerámica.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: Cerro Yacchata y sitio QT-27. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Terrazas y canales. Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Aldea y centro público.

FUNCIÓN: Doméstico y público.

CRONOLOGÍA RELATIVA: Formativo. INTERPRETACIÓN: Concentración de espacios abiertos como si se tratase de plazas. El asentamiento prehispánico ha sido bastante alterado por la ocupación humana reciente. Es relevante la gran cantidad de bloques líticos tallados y los pozos excavados para acceder a las fuentes de agua subterráneas. Por la ausencia de cerámica es posible que este sitio sea anterior a su uso en la zona.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4353-4368. 14 de septiembre de 2007.

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370

Figura 348. Vista desde el sur de la base del Cerro Yacchata. En esa base se extiende el sitio QT-26

Figura 349. Vista desde el sur-oeste del sitio QT-26 ocupado por viviendas actuales.

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371

Figura 350. Estela de arenisca en QT-26. Al fondo, en el siguiente corral, se observa otra estela

Figura 351. Bloque lítico, posiblemente una huanca, en el sitio QT-27.

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Figura 352. Estela de arenisca en el sitio QT-26.

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SITIO: QT-27

DATOS BÁSICOS

NOMBRE DEL SITIO ARQUEOLÓGICO: Desconocido.

NOMBRE DE LA LOCALIDAD ACTUAL: Yacchata.

DATOS GPS (núcleo del sitio): (Punto 417) 19L 0383419 x UTM 8347456.

EXTENSIÓN DEL SITIO (arquitectura + dispersión de artefactos): 945 m2.

ENTORNO NATURAL

SOPORTE DEL SITIO: Llanura cercana a la base del cerro Yacchata.

FUENTES DE AGUA VECINAS: Manantiales a unos 5 m.

RECURSOS NATURALES: Agua, pastizales, afloramientos rocosos.

FUENTES DE MATERIAS PRIMAS: Barro, piedras.

VIAS DE ACCESO: Quebrada.

DESCRIPCIÓN FÍSICA DEL SITIO

ÁREA CONSTRUIDA VISIBLE: 27 m. x 35 m.

ESTRUCTURAS ARQUITECTÓNICAS VISIBLES: 24 cistas funerarias. Algunas saqueadas y disturbadas.

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN: Barro y piedras.

OTROS ELEMENTOS: Ninguno.

ARTEFACTOS ASOCIADOS

ESTILOS CERÁMICOS: Collao.

OTROS ARTEFACTOS EN SUPERFICIE: Ninguno.

INFORMACIÓN ADICIONAL

VISIBILIDAD DE OTROS SITIOS CERCANOS O ACCIDENTES GEOGRÁFICOS RELEVANTES EN EL PAISAJE: QT-26 y Cerro Yacchata. SISTEMAS AGRÍCOLAS ASOCIADOS: Terrazas y canales. Campos de cultivo actuales.

REFERENCIAS (BIBLIOGRÁFICAS) ANTERIORES: Ninguna.

APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

TIPO DE SITIO: Necrópolis

FUNCIÓN: Funerario

CRONOLOGÍA RELATIVA: Collao-Inca local. INTERPRETACIÓN: Concentración de cistas funerarias alineadas que forma una letra “L” con un brazo orientado hacia el norte y otro hacia el Este. Dicha ordenación de las cistas es bastante singular y no conocida en la literatura arqueológica de la zona. Cementerio como indicador de límite de territorios.

Nº FOTOGRAFÍA DIGITAL FECHA DE RECONOCIMIENTO

4371-4386. 14 de septiembre de 2007.

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Figura 353. Vista desde la esquina sur-oeste del alineamiento norte de cistas funerarias de QT-27

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Figura 329. Vista desde el sur del alineamiento este de cistas funerarias

Figura 354. Cista funeraria del sitio QT-27

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5.10. LA MATERIALIDAD SOCIAL TEMPRANA DEL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI El valle de Quilcamayo-Tintiri ha presentado una diversidad de asentamientos arqueológicos de diferentes épocas. Sin embargo, es relevante que la gran mayoría de sitios, su extensión y volumen pertenezcan a las primeras sociedades sedentarias (ver grafico 1). En este análisis solo incluiremos dichos sitios aunque la existencia de los otros da cuenta de una trayectoria histórica que es característica de la cuenca norte del Titicaca. FACTORES QUE HAN AFECTADO A LOS ASENTAMIENTOS Y ARTEFACTOS Como habíamos observado en el capítulo anterior, la materialidad social en el valle de Quilcamayo-Tintiri ha sufrido una serie de factores que han intervenido en su aspecto físico hasta nuestro encuentro con ella. Los factores meteorológicos y humanos son los que más han incido en su apariencia. La mayoría de sitios han estado expuestos a lluvias, viento, crecidas o modificaciones de los cauces de los ríos, básicamente, erosionando los sitios arqueológicos. Asimismo, creemos que si bien los montículos son las formas de asentamiento más conocidas y obvias en el paisaje es posible que dichos factores hayan cubierto o erosionado sitios no monticulares. Por el momento, esto será difícil de comprobar y sin las evidencias materiales exigidas. Asimismo, la intervención humana desde tiempos prehispánicos y, sobre todo, en la actualidad por ocupación de viviendas en los sitios arqueológicos ha afectado considerablemente la fisonomía de los mismos. Además, los habitantes de la zona durante mucho tiempo han utilizado los sitios arqueológicos prehispánicos como canteras barro y piedras para construir sus viviendas u otras edificaciones e, incluso las estelas o huancas han sido reutilizadas extrayéndolas de su lugar de origen. Asimismo, el vandalismo se ha seguido practicando en sitios tan relevantes como Cancha Cancha-Asiruni. Sin embargo, no redundaremos más en este asunto y pasaremos a analizar los asentamientos y artefactos que hemos reunido en nuestra investigación.

SINTESIS DE LOS SITIOS Y OBJETOS TEMPRANOS DEL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI QALUYU Asentamientos Los asentamientos asociados con artefactos de estilo Qaluyu representan un porcentaje elevado de la muestra de sitios reconocidos en nuestra prospección. Sin embargo, dada su historia de ocupaciones no es posible definir cuál fue su extensión propia en un momento histórico concreto (ver grafico 1 y cuadro 7 para medidas comparativas de extensión de sitios). Pese a ello, podemos apreciar que existieron al menos 7 sitios durante esa época en el valle, espaciados entre sí de 2 a 5 km. (Figura 355). Los asentamientos Qaluyu se ubican en las elevaciones de las partes superiores de los cauces fósiles y sobre ellas se extienden las estructuras de forma paralela al río. Por ello, tienen una gran visibilidad del entorno, sobre todo, del área relacionada con el cauce del río, a la vez que existe una visibilidad entre sitios de la misma época. Asociados a ellos se ha reconocido una gran cantidad de qochas pero no de campos hundidos. Un sitio típico y que, además, parece ser un asentamiento doméstico sin estructuras arquitectónicas monumentales es el sitio QT-23 cercano a la localidad de Larancahuane. En este sitio destaca la construcción de terrazas en una ladera de cerro y su vecindad a una extensa área de filtraciones de agua o humedales. Otro caso, es el sitio QT-22 ubicado cercano al anterior, pero en la margen opuesta y que es un sitio más extenso, posiblemente con estructuras no domesticas y/o reocupado que posee una Huanca de estilo Qaluyu. Por otro lado, si bien el sitio QT-19 podría formar parte del sitio QT-20 (Cancha Cancha- Asiruni) este posee una Huanca de estilo Qaluyu que, además, está asociada a una posible plaza hundida. Sin embargo, en el mismo sitio también aparecieron objetos Pukara.

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Figura 355. Sitios arqueológicos con objetos del estilo Qaluyu del valle del Quilcamayo-Tintiri reconocidos en la prospección 2007.

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Lito-escultura La litoescultura también es bastante frecuente en los sitios Qaluyu de esta época. A pesar que muchos de ellos han sido ocupados posteriormente, en tres sitios (QT-19, Pancañe y Callacoyo) hemos hallado huancas con las características Qaluyu, e incluso, uno de ellos asociados a una posible plaza hundida (QT-19) (ver grafico 2 y cuadro 8). Las huancas se hallan ubicadas en los sectores más relevantes de los asentamientos y específicamente en la parte superior de los montículos. Como ya habíamos visto en el capítulo anterior, las huancas tienen una forma alargada paralepípeda y no incluyen diseños en sus superficies. Asimismo, ninguna de las Huancas observadas en los sitios del Quilcamayo-Tintiri estuvieron hechas con arenisca. Cerámica La cerámica hallada en estos sitios es típica Qaluyu y entre los sitios no se halló mayor diferenciación morfológica, funcional o decorativa. Los fragmentos de cerámica se hallan en gran cantidad en los asentamientos a lo largo y ancho de las ocupaciones (ver cuadro 9). Las formas son todas domésticas y las decoraciones geométricas y, en el único caso identificado en un fragmento del sitio San Antonio (QT-24), este fue naturalista y representó una serpiente (Figura 338). La producción cerámica mantiene los mismos tipos de desgrasantes conocidos para esta época, es decir, desgrasantes minerales como mica y feldespato. Si seguimos la cronología y la secuencia de Camata (Steadman 1995) tenemos que en los sitios del valle de Quilcamayo-Tintiri la cerámica Qaluyu estaría apareciendo en la fase “Qaluyu Temprano”, básicamente, porque en varios de estos sitios se ha hallado fragmentos de ollas sin cuello. Asimismo, se han recuperado en dos sitios del Quilcamayo-Tintiri (QT-12 y QT-22),

fragmentos de trompetas de cerámica con la técnica y las decoraciones típicas Qaluyu (Figuras 204 y 298). Otros objetos Puntas Las puntas siguen la morfología descrita por Burger et al. 2000 para la cuenca norte del Titicaca. Asimismo, en un caso (Callacoyo) se ha hallado una punta que correspondería a la época Arcaica según su morfología y por el material empleado (según la tipología de Aldenderfer y Klink 2005), algo que no sorprende, pues, muchos sitios Qaluyu se asientan sobre ocupaciones sin cerámica, como vimos en el capítulo anterior. Azadas Las azadas aparecen en la mayoría de los sitios Qaluyu y poseen las mismas morfologías y se corresponden con las de otras de sitios contemporáneos de la cuenca norte del Titicaca. Es significativo que casi todos los sitios tempranos incluyen artefactos enteros o fragmentados lo que plantea tanto su producción in situ como la práctica agrícola en terreno cercano. Tumbas En uno de los perfiles del sitio Callacayani se observaron dos tumbas de morfología Qaluyu, semejantes a las observadas en Camata, es decir, tumbas incluidas en las capas arqueológicas pero que, en su momento, serían subterráneas construidas con lajas de piedra (cistas) con un individuo en posición fetal. Asimismo, se pudo apreciar que tenían la modificación craneana fronto-occipital. En ninguno de estos casos, observamos artefactos asociados al esqueleto o en el interior de las cistas.

GRÁFICO 1

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PUKARA Asentamientos Los asentamientos Pukara, concretamente Cancha Cancha-Asiruni (QT-20), Callacayani (QT-11) y Pancañe (QT-06) tienen una base material Qaluyu. Han crecido adosados o sobre espacios monticulares con ocupación doméstica Qaluyu y a la que se le han añadido mayores volúmenes y espacios abiertos de grandes dimensiones. Aprovechan los mismos espacios que controlan un gran rango de visibilidad y están algunos kilómetros espaciados entre sí. Los sitios pueden dividirse fácilmente en sectores domésticos y sectores no domésticos. En estos últimos, se concentra mayor volumen de materiales (tierra y piedra) que le otorgan aspecto monticular y con recintos que se pueden apreciar en superficie. En el caso de Pancañe (QT-06) y Cancha Cancha-Asiruni (QT-20), es posible observar plazas hundidas y recintos rectangulares de grandes dimensiones. Asimismo, aparecen grandes bloques de piedra trabajados que formarían parte de estructuras arquitectónicas monumentales (Figura 281). Una gran laja cuadrangular de arenisca blanca se halló en el sitio QT-08 (Figura 147 y 148) y sería un ortostato de la pared de una plaza hundida cuya ubicación en la actualidad es desconocida aunque esta se encuentra vecina a un sitio con ocupación Pukara (Pancañe). Lito-escultura La litoescultura en esta época crece en volumen, variedad y calidad con respecto a la época anterior. El material preferido es de lejos la arenisca. Hace aparición la estela escalonada, la estela rectangular, el monolito antropomorfo y la cabeza decapitada. Estas variedades de litoesculturas se hallan concentradas en los sitios de Cancha Cancha-Asiruni, Callacayani y Pancañe (Cuadro 8). En menor cantidad, se pueden ver en Tintiri y San Antonio. Algunos sectores de los sitios más relevantes concentran una gran cantidad de lito-esculturas y existen jerarquías entre estos objetos. La arenisca es el material más aprovechado y las canteras se hallan en los cerros vecinos. Las decoraciones ahora describen seres serpentiformes de forma y técnica conocida en el estilo Pukara. Justamente, la estela escalonada más grande se halla en Cancha Cancha-Asiruni y representa a este ser serpentiforme con el circulo en alto relieve en la parte inferior de la escena (Figura 276 y 277). Tres litoesculturas también comparten dichas características (Figuras 274, 278 y 280). En Callacayani, se halló unas de las estelas más grandes del valle midiendo 4.42 m. aunque, en este caso, su superficie era llana (Figura 176). Asimismo, en el mismo sitio se halló un monolito que representó el cuerpo de un ser antropomorfo (Figura 178 y 179) que, aunque relacionado con la técnica y morfología de la escultura antropomorfa Pukara, presentó algunas características propias como la

posición sedente con las piernas cruzadas. Asimismo, la cabeza humana decapitada hallada en Cancha Cancha-Asiruni (Figura 279), es similar a la hallada por Mujica en Pukara (Figura 69) y que se hallaba en un nicho de la pared de un recinto cerrado y de acceso restringido en el seno de un edificio en Qalasaya que fue cubierto por la última gran fase de construcción. Por lo demás, en ningún sitio del valle se han observado ni tenido noticias de estelas u otras lito-esculturas con decoraciones geometrizantes o altamente estilizadas, como en el caso de la estela de Pukara (Figura 65) o de Arapa (Figura 58). Cerámica Las formas y decoraciones de la cerámica del estilo Pukara se encuentra presentes en algunos asentamientos del Quilcamayo-Tintiri (Cuadro 9). Sin embargo, la cerámica Pukara Polícroma se halla solamente en algunos sitios concretos (Cancha Cancha Asiruni, Pancañe y Callacayani) en algunos sectores correspondientes a las partes superiores de los montículos o estructuras arquitectónicas relevantes relacionadas a ellos. Por ejemplo, en el sitio QT-19 (en realidad, un sector del sitio Cancha Cancha-Asiruni o QT-20) solamente se halló un fragmento cerámico con la decoración de las cabezas decapitadas en la forma y técnica del estilo Pukara (Figuras 265 a y b) cercano a una plaza hundida. De la misma manera, en el sitio de Pancañe (QT-06) se documentó un gran fragmento de tazón Pukara (Figura 126) y otro de un vaso (Figura 139a) en un sector asociado con una posible plaza hundida o recinto abierto monumental. Otros objetos Puntas Las puntas de obsidiana siguen la morfología presentada por Burger et al. 2000 para esta época. De hecho, la obsidiana abunda en sitios con ocupación Pukara evidente como Pancañe. En comparación con las puntas de estilo Qaluyu, un ejemplo hallado en el sitio de Pancañe (QT-06) tuvo una morfología y un tamaño de estilo Pukara (Figura 142b). Azadas No se encuentra gran diferencia morfológica entre las azadas anteriores y de esta época. Sin embargo, aparece en mayor profusión el basalto olivino como material más empleado. Tumbas No se han detectado tumbas o restos humanos relacionados directamente con los sitios Pukara. Sin embargo, habría que ver si las plazas hundidas, al igual, que sus pares contemporáneos de Pukara, insertan algunos individuos en sus estructuras arquitectónicas.

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Figura 356. Sitios arqueológicos con objetos del estilo Pukara del valle del Quilcamayo-Tintiri reconocidos en la

prospección 2007.

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GRÁFICO 2.

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5.11. UNA REPRESENTACIÓN MATERIALISTA HISTÓRICA DE LAS SOCIEDADES SEDENTARIAS TEMPRANAS DEL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI Basados en la observación de la materialidad social reconocida por nosotros en el Quilcamayo Tintiri y tomando en cuenta los planteamientos surgidos y sugeridos por el conjunto de materialidad social de la cuenca norte del Titicaca visto en el capítulo anterior, planteamos en esta parte una representación de la sociedades sedentarias tempranas en este valle. Para realizar este objetivo, partimos de que es la base material pre-existente a toda práctica social, la que condiciona la producción de la vida social en cada situación histórica y al efectuarse, reactualiza y redimensiona la realidad, tanto objetiva como subjetivamente238. En ese sentido, nuestra representación está inspirada globalmente, en el materialismo histórico y, particularmente, en la teoría de la producción de la vida social (Castro et al. 1996), la teoría de la prácticas sociales (Castro et al. 1998) y la teoría del objeto (Lull 2007). Sin embargo, como hemos visto, nuestra asociación entre objetos arqueológicos no puede expresar tiempos cortos sino más bien grandes bloques temporales, sobre todo cuando se trabaja con materiales de superficie. Por ello, si bien existe un grave problema para reconocer cuándo los objetos arqueológicos fueron sincrónicos, asumimos que la existencia de los objetos en un yacimiento es el producto de prácticas sociales que se realizaron reiterativamente. De hecho, dos de los principales objetos tomados en consideración para nuestro estudio, asentamientos y litoescultura, debieron haber permanecido durante mucho más tiempo que otros objetos más pequeños (muebles) o con poca resistencia como la cerámica. Así pues, asumimos que existiría una correlación relativa entre los objetos que podemos observar en los sitios arqueológicos.

De esta manera, gracias a los sitios y artefactos arqueológicos documentados en la prospección del valle Quilcamayo-Tintiri que formaron parte de la vida social de los seres humanos en un tiempo y un espacio concreto, podemos plantear una representación arqueológica. Una “representación arqueológica”, es una jerarquización de conceptos y categorías (engarzadas en una teoría general que, en nuestro caso, es la materialista histórica y su dialéctica) expresadas coherentemente que reflejan la realidad social pasada, la misma que estuvo en constante movimiento de superación de sí misma. Es, pues, una epistemología con la cual poder expresar formalmente hechos sociales de la realidad pasada,

238 Sin embargo, mediante la arqueología es difícil reproducir directamente lo subjetivo de las sociedades que estudiamos a no ser que, como hemos visto, se apliquen ideologías, analogías antropológicas, la empatía, el sentido común, etc. a los objetos que hallamos en nuestras investigaciones.

mediante la observación del objeto de estudio en su contexto de producción: la materialidad social arqueológica. Como Lull expone: “Representar es confeccionar un modelo coherente en el cual no exista contradicción entre la base lógica que lo sustenta (esfera formal) y las leyes o pautas arqueológicas contrastadas en sus materiales (esfera fáctica) y legalizadas por la metodología.” (Lull 1988: 70-71). Por eso mismo desde un materialismo científico y, en contrapunto a la “lógica idealista” y, sobre todo a la hermenéutica post-procesualista:

“Representar no es simbolizar aleatoriamente, esbozar o reconstruir, representar es expresar un modelo sistemático de proposiciones deducidas de teorías preexistentes apoyadas empíricamente o de hipótesis de trabajo que superen las contradicciones entre teorías preexistentes y hechos articulados bajo nuevas y explícitas perspectivas de análisis. Dado que ningún proceso científico parte del desconocimiento total, el primer paso para lograr una representación fidedigna consistirá, en primer lugar, en enunciar las teorías que conforman el modelo de representación sistemático y, en segundo lugar, en plantear nuevas hipótesis de trabajo que pongan en cuestión las teorías caducas.” (Idem: 75). Esto es posible puesto que la materialidad social es producto de una serie de eventos sociales, que no le son ajenos a la actividad humana actual. Es más, todas las formas de producción pasadas estarían contenidas en el modo de producción actual (como dijo Marx “en el esqueleto del capitalismo se encuentra los anteriores modos de producción”), una cuestión que, para la arqueología, Childe (“Los orígenes de la civilización”) ya había percibido gracias a la influencia del marxismo. Asimismo, el mundo de la representación arqueológica no es una cuestión desvinculada de la actividad social tanto actual (la división del trabajo en manual e intelectual) como pretérita, puesto que hay que entender el mundo ideal desde su producción en la vida material. De hecho, la dialéctica sujeto-objeto contiene la expresión de dicha representación pues las representaciones son básicamente esa relación: el reconocimiento del objeto en tanto extensión del ser humano materializado mediante la producción:

“La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí, como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas

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y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología de los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina responde a su proceso de vida directamente físico.” (Marx y Engels 1972 [1845-1846]: 25-26). Así pues, si comprendemos que la realidad es parte de nuestra actividad dentro del mundo, la mediación necesaria para reconocerla será mediante nuestra práctica y, si se quiere, asumiendo que la realidad misma también puede ser cuantificada desde las ciencias físicas como soporte de nuestra actividad laboral, una cuestión que no se pone de manifiesto tanto como se debería, sobre todo, en las interpretaciones post-procesuales. Después de todo, como Lull (2005: 16), parafraseando a Marx, nos recuerda en torno a la realidad y su relación dialéctica con el ser humano y como este la debe entender: “Marx abraza la dialéctica porque la realidad es la dialéctica misma, y ejercitar la dialéctica es el único modo de conocerla. La realidad es dinámica y todas las categorías del pensamiento, en consecuencia, también. El pensar esta zurcido a la realidad y ambos se mueven dialécticamente. La realidad se autoreproduce en el ámbito social a partir de la producción de éste.” En ese sentido, el materialismo histórico no expresa categorías abstractas sobre las que discutir, como vimos en el capítulo 1. Lamentablemente, sobre todo, para los arqueólogos post-procesuales, las percepciones, intenciones, motivaciones, pensamientos o ideologías no pueden ser transmitidos por los objetos a los arqueólogos o arqueólogas. Por eso, la esperanza de una empatía o una revelación mediante los objetos arqueológicos de dichas subjetividades se desvanece ante la única presencia tangible de dichas sociedades: los objetos arqueológicos.

Para nosotros, las categorías, conceptos y/o representaciones emergen de la materia, por lo que, el único medio por el cual acercarse a la realidad de la vida social de sus productores es mediante sus objetos. Esto no quiere decir que solamente los objetos son parte de la realidad social sino que ellos en tanto materia fueron pre-existentes y soporte de los sujetos. Definir temporal y espacialmente las diferentes formas en que sujetos y objetos se relacionaron históricamente es tarea de una arqueología científica. Ahora veamos, cómo podemos empezar a representar nuestros materiales del valle del Quilcamayo Tintiri.

DE LOS 1400 ANE A LOS 400 ANE O LA SOCIEDAD COMUNITARIA EN EL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI En este valle se ha reconocido que los asentamientos se acomodan a una forma de producción relacionada con las áreas inundables del río pero específicamente en las áreas que controlan el paisaje relacionado con los humedales (“bofedales”) o filtraciones de agua de los ríos y manantiales.

En ese sentido, es posible plantear por el momento que dichos asentamientos se hallan concentrados en las terrazas que se elevan sobre el cauce del río, entre el encuentro de la pampa que desciende de los primeros cerros que cierran el valle y los cauces actuales o fósiles del río. Así pues, en tanto potencialidad y posibilidad, la forma de producción principal estaría orientada al pastoreo de camélidos, una actividad factible en y desde estas áreas de control. Asimismo, sistemas de qochas han sido reconocidos por nosotros asociados a dichos asentamientos y observados en las vistas satelitales (Figura 89) y serían la principal tecnología agrícola del valle en época formativa. Como se ha descrito en otros lugares (Flores Ochoa y Paz 1983), las qochas también pueden ser utilizadas para el pastoreo, una alternativa para su existencia en áreas alejadas del río y más bien cercanas a las partes altas de los asentamientos contemporáneos. Además, la inexistencia de campos elevados o camellones en esta área, también sugiere que la producción agrícola, aunque en distinta forma, fue realizada mediante la construcción de infraestructuras a través de labores colectivas. Las azadas halladas en los sitios plantearían esa relación entre los asentamientos y los sistemas de cultivo mencionados. La zona donde se halla la mayor concentración de qochas es en la desembocadura del Quilcamayo en el río Azángaro (Figura 89). Sin embargo, en esta área no hemos encontrado ningún asentamiento asociado con materiales Qaluyu o Pukara. Si estas fueron producidas y usadas en esta época es de esperar que hubiese algún sitio que no hemos localizado o no es obvio y, sobre todo, un sitio que procurase la distribución o intercambio de lo producido allí para los asentamientos del interior del valle. En los montículos Qaluyu se incluirían estructuras publicas donde se realizarían prácticas sociopolíticas relacionadas con ideologías corporativas (ver Stanish y Hayley 2004: 62, para un planteamiento parecido) y no solamente “espacios rituales” (por ejemplo, Hastorf 2003). Los montículos hallados en el Quilcamayo-Tintiri poseerían estos espacios y, como planteamos, la huanca apuntaría y señalaría, en tanto “objeto clave” (Lull 2007: 226)239, el lugar donde este se ubicaría. En cualquier caso,

239 “El objeto clave o primordial es aquel que alienta sentido en los demás objetos. Constituye un fósil-director de orquesta cuyas indicaciones se encuentran fuera del tipo, género o música de los objetos que respetan su dictado. Se trata de objetos que exigen a los otros cambios de propiedad o cualidad, objetos que ostentan cierto poder determinante en las relaciones en las que están inmersos. Constituyen la atmosfera

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como hemos observado en los sitios del valle, no existen evidencias materiales de espacios arquitectónicos que se diferencien o alejen de los espacios sociales comunes.

Por otro lado, los restos de los estilos cerámicos recogidos en estos asentamientos son muy semejantes a los definidos como Qaluyu, lo que plantea una relación bastante directa con otro/as productores/as y distribuidores/as cerámicos del valle del río Pukara u otros donde se ha comprobado su producción. Asimismo, como ruta natural entre el altiplano y otras áreas, los pobladores de este valle realizarían una uniformización en la producción cerámica mediante una producción local de cerámica y mediante la distribución e intercambio de la misma de forma inter-regional. Después de todo, las formas y decoraciones cerámicas suponen una producción que se puede realizar domésticamente, pues no plantea ningún problema tecnológico ni un control de las materias primas básicas. En consecuencia, la cerámica no incluye ningún valor adicional (o de cambio) en su producción, pues es fácil de hacer sin apropiarse de nada que la constituya y se puede realizar libremente con instrumentos simples. En general, se puede decir que en esta época el valle se hallaba ocupado por una serie de asentamientos similares en características que produjeron su materialidad social autónomamente o con poca intervención externa al valle. Asimismo, estaban orientados hacia actividades basadas en la producción básica, de mantenimiento y de artefactos. Si bien, no existe ningún indicio de división socioeconómica o sociopolítica, es posible plantear que existió algún tipo de división de tareas que hicieron posible la reproducción de la vida comunitaria, como la cerámica, la agricultura, la ganadería y el caravaneo240. Esta última actividad explicaría la distribución de materias primas, instrumentos, y productos en el valle y más allá de este. Asimismo, las huancas como indicador de espacios abiertos de reunión o inclusión social, en sí mismas no supusieron una actividad especializada y, en todo caso, que atrae a los demás objetos, la que decide su comportamiento, y hasta opera en ellos comportamientos insospechados. Desde el momento en que cualquier objeto responde al dictado de un objeto clave se carga de su sentido y conforma a la luz de aquel un eslabón sólido e inevitable que condiciona su relación con los otros. (…) Los objetos clave denotan tan directamente una actividad, que sin su presencia esta no sería posible. En algunos casos, pueden compartir responsabilidad con otros instrumentos, pero estos frente a ellos siempre adquieren un aire circunstancial. El objeto clave especializa el lugar que ocupa cuando desaloja a los otros fuera de su lugar y radio de acción. Sin embargo, en un contexto de reunión de actividades, los objetos clave, obligados a convivir, indican que las actividades que componen son compatibles o están secuenciadas. Por eso, en ciertos casos, el espacio que los contiene aparenta ser el objeto primordial.” (Lull 2007: 226). 240 Para ver la relación entre agricultura y pastoralismo (“agro-pastoralismo”) como una forma de producción importante en las sociedades sedentarias en los Andes prehispánicos, se puede ver Lane 2007.

esos espacios no fueron monumentales. Lo que se plantea aquí es que dichos espacios serían lugares de reunión donde se organizaría (objetiva y subjetivamente) la vida de la comunidad y que realmente fueron espacios comunes en tanto producción como uso. La sociedad de esta manera parece haber logrado una autosuficiencia y generó durante mucho tiempo una vida social en las que su satisfacción se hallaba colmada por sus actividades rutinarias. DE LOS 400 ANE A LOS 350 DNE O LA SOCIEDAD ESCINDIDA EN EL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI Lo novedoso en esta situación en los sitios de este valle, es la presencia de objetos que antes no se producían o no entraban en los asentamientos humanos. En primer lugar, estos aparecen en los mismos lugares donde la vida social había transcurrido sin mayores cambios observables en el registro arqueológico, por lo menos, desde la sedentarización de los habitantes del valle (unos mil años antes). Dichos objetos aparecen como parte de la construcción de arquitectura que se halla más allá de las necesidades básicas domésticas, es decir, espacios abiertos para la concentración de sujetos y objetos241. Así pues, los asentamientos en este valle se comienzan a construir asociados a las áreas, que antes eran principalmente domésticas, áreas con arquitectura monumental242. Esto, conllevará, el crecimiento 241 En ese sentido, se podría estar hablando de producciones que involucran la utilización de la fuerza de trabajo más allá de las necesidades básicas de la sociedad y, concretamente, del uso de esta fuerza por un grupo de personas. Como el mismo Bruce Trigger plantea en su clásico artículo acerca de la arquitectura monumental temprana (1990:125), con énfasis en este como parte de la concreción del paso a sociedades clasistas: “El consumo conspicuo es, así, una violación flagrante del principio del mínimo esfuerzo. El concepto básico que subyace en tal comportamiento es el que sigue: sí la economía del esfuerzo es el principio básico que gobierna la producción y la distribución de esos bienes que son necesarios para el sustento de la vida humana, la capacidad para gastar energía, especialmente en la forma de la fuerza de trabajo de otra gente, en formas no utilitarias es el más básico y universalmente entendido símbolo de poder. La arquitectura monumental y los bienes de lujo personal llegan a ser símbolos de poder porque son vistos como encarnación de grandes cantidades de energía humana y, por tanto, simbolizan la capacidad de aquellos para quienes estos fueron hechos para controlar dicha energía en un grado inusual. Además, al participar en la construcción de monumentos que glorifican el poder de las clases superiores, a los trabajadores se les hace reconocer su status subordinado y su propio sentido de inferioridad es reforzado.” 242 Es significativo que investigadore/as con diferentes aproximaciones teóricas como Moore (1996), Hastorf (2003) y Stanish y Haley (2004: 64) coinciden en que existe un proceso de exclusión social manifestado en la modificación de los espacios arquitectónicos que pasan de ser públicos (“abiertos”) a ser cada vez más restringidos y exclusionistas (“cerrados”), algo observado con más detalle por Elizabeth Klarich (2005) para el área central del sitio de Pukara.

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horizontal y vertical de los asentamientos, confiriéndoles un aspecto monticular y masivo mayor que en momentos previos y, consecuentemente, los asentamientos escinden sus actividades entre cotidianas y extra-cotidianas. Asimismo, asociada a esta arquitectura aparecen objetos con formas estandarizadas como las estelas de arenisca con hombro y la cerámica conocida en la literatura arqueológica como Pukara Polícromo. Si bien, la estela tendría un precedente en la huanca, aquella crece en volumen, diseño y, sobre todo, en sus implicaciones relacionales con espacios sociales públicos donde esta estaría inserta o asociada. De suerte que se habría dado una mutación243 del sentido original de dicho objeto: donde antes señalaba espacios comunes ahora señala espacios exclusivos. En ese sentido, la estela escalonada es el objeto clave en los sitios Pukara del Quilcamayo-Tintiri como se puede observar en el sitio Cancha Cancha-Asiruni (Figuras 276 y 277) donde es de lejos el objeto lítico más importante del asentamiento. Otro de los nuevos objetos significativos que llegan a los asentamientos son los realizados con obsidiana, que ahora aparece en gran profusión en los asentamientos y, sobre todo, adentro de las tipologías líticas desarrolladas desde el Arcaico en la zona de la cuenca norte del Titicaca (Aldenderfer y Klink 2005, Cipolla 2005, Burger et. al 2000) con morfologías, también, estandarizadas y que estarían asociadas con un práctica de caza menos extensiva (las puntas se reducen) que en el momento anterior o con prácticas creadas en ese momento. Como vimos, la producción lítica de artefactos de obsidiana también incluye cuchillos de gran tamaño y que se representan en la cerámica o litoescultura asociados con la decapitación. De este modo, se puede plantear a la luz de estos indicadores concretos que la forma de producción de los asentamientos en este valle, supone que la arquitectura monumental emergió de las fuerzas productivas existentes y disponibles en los mismos asentamientos del valle. Es decir, los ocupantes de las aldeas pre-existentes son los protagonistas del incremento y producción de espacios públicos, obviamente, como producto y consecuencia de nuevas prácticas sociales y que son demandadas por una economía y política supra-doméstica. Son los mismos ocupantes de los asentamientos previos, los que se encargan de la concentración de arquitectura cercana sus espacios domésticos.

En el mismo sentido, es interesante reconocer que la cerámica del estilo Pukara que nos sirve como límite para definir el inicio y el final de esta sociedad, aparece junta con la Qaluyu en los mismos asentamientos, un fenómeno que ya se ha observado en otras áreas de la cuenca norte del Titicaca, incluso mediante excavaciones.

243 “Una mutación acontece en el objeto cuando pierde totalmente su significado original y se abre a otro alejado de las formas y usos adecuados a sus cualidades. La mutación produce novedades formales y objetivas, y grandes cambios en los objetivos de la producción social” (Lull 2007: 204).

Así pues, por el momento, se puede plantear que la cerámica Qaluyu no cesa de producirse y, aunque aparece una nueva cerámica como la Pukara policroma, esta es bastante exigua en los asentamientos que incorporan otros elementos relacionados con esta “cultura” (ver cuadro 11), una cuestión que nos habla de su valor de producción en tanto materias de difícil obtención (no producidas localmente), de una mejor tecnología y que adicionalmente se consume en espacios públicos en prácticas no cotidianas. Por el momento, nos parece posible plantear que el estilo cerámico Qaluyu convive con un estilo y función paralela a la Pukara Polícroma. De este modo, la mano de obra que se utilizaba en la forma de producción básica, sigue ocupándose de tareas previas, pero una parte de ella se re-orienta a la producción de espacios y objetos que no son consumidos ni utilizados por sus propios productores y que sirven en tanto medio y fin para la reproducción de prácticas sociales relacionadas con una nueva política o “religión”244 dirigida por sujetos que disponen de tiempo y medios suficientes para elaborar un discurso que reproduzca dichas prácticas, la mayoría de ellas basadas en objetos estandarizados que describen prácticas violentas como el sacrificio humano245. Los objetos que materializarían y son consecuencias de dichas prácticas son la arquitectura monumental, la litoescultura, la cerámica Pukara policroma (sea producida o no, localmente) y la producción de artefactos en soportes no existentes en la misma región (obsidiana, basalto olivino). En ese sentido, dicha orientación también se puede observar en que el valle del Quilcamayo-Tintiri en tanto corredor natural, en este momento, está claramente articulado con el valle de Pukara. Esto se patenta en los asentamientos del Quilcamayo-Tintiri que ofrecen concentraciones de espacios abiertos y espaciados entre sí que concentran el movimiento de objetos semejantes a los hallados en el valle y el sitio de Pukara. Así pues, sería interesante reconocer que si bien, en este momento, la población local tuvo una historia bastante relacionada con los pobladores del valle de Pukara desde la co-participación en el estilo cerámico Qaluyu, será con la aparición de artefactos estandarizados (que incluyen un

244 La mayoría de los investigadores /as (Chávez 1992, Stanish 2003, Hastorf 2003 y para una crítica de este planteamiento en los Andes centrales ver Siveroni 2007) asumen tácitamente que los sitios que reúnen plazas hundidas, cámaras funerarias, estelas y cerámica altamente decorada son solamente “templos” o “espacios rituales”. Sin desmerecer esta apreciación creemos que también son, ante todo, espacios donde se dirimen ubicaciones sociales mediante el ejercicio de prácticas políticas. En este caso, también habría habido una mutación, como en el caso de las estelas, de la plaza hundida primigenia (incluyendo o no enterramientos en su interior (siguiendo a Hastorf (2003) los “ancestros”) que aun teniendo características formales básicas similares fueron espacios apropiados y gestionados por un grupo de individuos con el objetivo de re-crear relaciones asimétricas objetiva y subjetivamente. 245 Ver Swenson (2003) para un planteamiento de los asentamientos prehispánicos en los Andes como “ciudades de violencia”.

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discurso religioso-coercitivo, un ritual político y también estandarizado246) cuando ambas áreas se hallen inscritas dentro de un movimiento sociopolítico que no pertenece a una sola localidad y que supone la existencia de un grupo de personas que hacen uso de este para reproducirse socioeconómica y sociopolíticamente. Se podría proponer que habría existido una invasión o migración de sujetos o influencia de las ideas desde Pukara hacia el valle de Quilcamayo-Tintiri. Sin embargo, también es factible establecer objetivamente que las bases sociales de este valle posibilitaron este proceso sociopolítico en su seno, en tanto la especialización de la producción de artefactos ya suponía la existencia de un grupo de personas que se hallaba distanciado de la producción de subsistencia. De hecho, un precedente como la existencia de rutas de caravanas entre el altiplano y las zonas altas a través del Quilcamayo-Tintiri supondría la participación indirecta de las gentes de este valle adentro de la circulación de artefactos con un valor de cambio producido en las áreas de producción principal de lo Pukara.

Así pues, los grupos sociales potenciales locales serían los encargados de establecer directamente su relación con un proceso regional (principalmente, con el valle de Pukara) que les supuso un espacio de distribución gestionado por ellos mismos dentro de su espacio de vida, una ideología que justificaba y reproducía prácticas sociales políticas (religiosas) en espacios que antes eran comunales, pero ahora se hacen privados y excluyentes. Sin embargo, la alta concentración y normalización de artefactos de estilo Pukara en el sitio de Cancha Cancha-Asiruni también podría plantearse como una ocupación directa de individuos (artesanos y dirigentes) desde Pukara, el sitio más cercano247 y de lejos el más grande de toda la cuenca norte del Titicaca durante esta época (ver cuadro 2).

246 Con respecto a las estelas, como Denis Ogburn (2004: 234) señala, en relación a las estrategias de propaganda de las sociedades estatales: “la propaganda fue escrita o esculpida, incluyendo imágenes representativas o sistemas de escritura o ambos. Frecuentemente, el medio empleado fue la escultura en piedra, la que estaba limitada en movilidad tanto como la arquitectura monumental y, el impacto de las esculturas como propaganda estuvo, de esta manera, limitado a los que las verían físicamente. Asimismo, la propaganda creada sobre papel o pergamino usando lenguaje escrito estuvo limitada en impacto a quienes fueron privilegiados lo suficiente tanto para ver documentos como para saber cómo leerlos. La palabra de la boca fue necesaria para ampliar la información a una audiencia más extensa. En el Imperio Inca, la escultura de piedra fue relativamente rara y no parece haber sido claramente empleada como propaganda”. Sin embargo, en el caso de las sociedades sedentarias de la cuenca norte del Titicaca y, sobre todo, a partir del siglo III ANE este fue el medio más importante y que ha sobrevivido para reproducir mensajes entre las personas que asistían a los sitios que las albergaban. 247 Ubicado a una distancia de 43 kilómetros siguiendo las rutas naturales y aun utilizadas por los habitantes de la zona.

En cualquiera de los dos casos planteados anteriormente, estructuras arquitectónicas y artefactos que antes no existían en el valle aparecen porque existen prácticas sociales que las requieren (producen, utilizan y/o consumen). Al ser estas prácticas realizadas en una secuencia y reiteración formalizada se hacen necesarios mantenerlos o crear nuevos espacios arquitectónicos y artefactos consumibles para ejecutar los “rituales”, como generalmente se les denomina en la literatura arqueológica andina. Así, el circuito producción, distribución y consumo se concentra en dichos espacios y crea una necesidad que se satisface con productos originados ya no en las comunidades (aunque las suelen acompañar) si no en lugares específicos producidos y sancionados mediante la política.

Asimismo, cualquiera que haya sido la forma que se originaron los sitios Pukara más importantes de esta época (Pancañe, Callacayani y Cancha Cancha-Asiruni), estos se hallan en la misma margen del río (Figura 92) y podrían haber crecido en extensión y volumen a consecuencia del desplazamiento (rutas) y uso continuo de dichos espacios para las prácticas socioeconómicas y sociopolíticas relacionadas con los objetos Pukara en una suerte de “centros administrativos”248. En este sentido, es significativo que tanto Cancha Cancha-Asiruni como Pancañe, dos sitios conteniendo estelas y cerámica de estilo Pukara, que se distinguen por su volumen y extensión, también se hallen en la conjunción de quebradas laterales con el río Quilcamayo-Tintiri que, además de poseer una fuente adicional de agua también son caminos naturales que conectan otras localidades del área, incluso, intervalles. De hecho, Pancañe que es el sitio de mayor extensión (más grande que Cancha Cancha-Asiruni) se encuentra en la desembocadura de una importante quebrada donde también hemos hallado sitios tempranos como QT-26. Adicionalmente, en una vista satelital de la zona (Figura 89) se puede observar que en el área de Cancha Cancha-Asiruni existe una importante concentración de qochas que, de ser pre-existentes a lo Pukara, habrían sido controladas desde este sitio o habrían sido construidas y/o extendidas durante esta época249.

248 Aquí utilizó la categoría “Centro Administrativo”, pues, es la fórmula más ampliamente conocida en la literatura arqueológica andina para describir la existencia de un sitio con características formales, económicas y políticas inserto en una red de asentamientos relacionados físicamente (incluso mediante caminos) con un gran centro económico y político del cual dependen directamente. 249 En arqueología uno de los elementos clave para hablar de la reproducción de las sociedades y del paso de un tipo de sociedad a otro ha sido la producción agrícola. Desde los modelos de Karl Wittfogel y Julian Steward las obras hidráulicas han tenido un papel significativo en la definición, homologación y causa principal de lo que serían las “grandes civilizaciones” o las sociedades estatales. Así ha pasado, por ejemplo, con Tiwanaku donde principalmente Alan Kolata ha defendido ese modelo (para una última versión ver Janusek y Kolata 2004 y para una reciente critica ver Bandy 2005). Sin embargo, hay que resaltar que en el registro arqueológico, en

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ABANDONO DE LOS ESPACIOS PUKARA Y DESAPARICIÓN DE LOS ARTEFACTOS DE ESTE ESTILO ¿QUE SUCEDIÓ?. Según los fechados radiocarbónicos, alrededor de los 350 DNE, los asentamientos Pukara en la cuenca norte del Titicaca se abandonan y los artefactos de ese estilo dejan de producirse y consumirse. En el valle de Quilcamayo-Tintiri, se observa algo similar también, los sitios monumentales ya no cobijaran en su seno otra forma de hacer objetos ni se halla algo diferente a lo precedente que se les superponga. Definitivamente, algo tuvo que complicarse en las relaciones sociales y no es difícil apreciar que las prácticas sociales instituidas en Pukara ya no se siguieron realizando en sus sitios ni en otros. El abandono de estos sitios y el uso/consumo de artefactos de este estilo nos sugiere que esas relaciones no fueron satisfactorias sin un elemento que las justificase y, obviamente, no fueron indispensables para la vida social de las poblaciones locales como para seguir manteniéndolas. Es interesante anotar que en la prehistoria de este valle y en la mayoría de la cuenca norte del Titicaca nunca se volvió a producir y utilizar artefactos que describiesen personajes y/o escenas complejas de forma estandarizada. Sin embargo, en nuestra investigación no existieron, aparentemente, otros sitios y otra forma de hacer cerámica. Se podría plantear que los sectores y sitios domésticos siguieron siendo habitados por sus pobladores con cerámicas no distinguibles entre los objetos conocidos en la cuenca norte del Titicaca o que fueron similares a lo conocido como Qaluyu que bien pudo haber sido la vajilla que siempre fue el objeto común durante la existencia de lo Pukara: ¿Será por esto que no somos capaces de distinguirlos en el tiempo?.

primer lugar, las estrategias agrícolas y su incremento no necesariamente (aunque aparentemente) significan alta productividad y, sobre todo, distribución asimétrica (también ver crítica de Erickson (1996, 2006). De hecho, la principal tecnología hidráulica del altiplano que son los campos elevados ya había sido fechada por Erickson (1988: 12) tan temprano como en 1000 ANE, es decir, asociados a lo conocido como Qaluyu, una sociedad sin características estatales. Así pues, faltaban por lo menos otros 800 años para que esta tecnología fuese aprovechada en la zona de forma particular por un segmento de la sociedad para su provecho. Así pues, el incremento de asentamientos y sistemas agrícolas en sociedades sin clases sociales en una región es una decisión social que tiene como base la autosuficiencia productiva y la distribución simétrica. Existen medios que procuran que no se dé la explotación y, evidentemente, sin excedentes no hay nada que enajenar. El incremento de asentamientos y de sistemas agrícolas en sociedades de clases está regido por las decisiones políticas del grupo dominante y está basado en la explotación (producción de excedente). Así pues, siguiendo estas formas de incremento de la producción, el incremento de la cantidad y calidad de los campos elevados y qochas, estaría basado, sobre todo, en la re-organización social de la producción que tuvo como objetivo principal el cambio del flujo de la producción en forma excedentaria hacia espacios privados como los nuevos asentamientos de Pukara y Tiwanaku.

Sea como fuere, los sitios asociados con artefactos Pukara u otros contemporáneos no ofrecen evidencias de otra ocupación diferente a la establecida por los materiales conocidos por el momento hasta épocas prehispánicas muy tardías (1000 DNE), es decir, con la ocupación de su superficie por estructuras funerarias de estilo Collao y que solamente las reocupan como espacio de enterramientos. Asimismo, los sitios Collao que hemos observado en el Quilcamayo-Tintiri se caracterizan por asentamientos de altura (como el que ocupa el cerro Yacchata) que supone una producción primaria basada en el pastoreo de camélidos y agricultura de terrazas. De la misma manera, cuando encontramos sitios cercanos al río (QT-07, QT-08, QT-09 y QT-10, por ejemplo) estos fueron pequeños y no concentraban estructuras habitacionales o artefactos. Si existe una gran diferencia entre este grupo social y los anteriores, esta se debería explicar en la búsqueda de la satisfacción y reproducción de su vida social en espacios naturales que les brindasen condiciones materiales básicas para ello. Así pues, la diferencia entre estos grupos y los anteriores en tanto ubicación de sus asentamientos podría también deberse a la disminución de fuentes de agua en la zonas del fondo del valle como se venía realizando desde la primeras sociedades sedentarias, un cambio que se dió en el tiempo y que habría modificado su forma de producción y la consecuente forma de organizarse económica y políticamente y que nos los presentan tan diferentes a lo previo. 5.12. SINTESIS En este capítulo hemos descrito nuestra investigación en un área concreta de la cuenca norte del Titicaca. Aplicando una metodología adecuada y por el momento suficiente para la materialidad social de la zona, hemos podido registrar una serie de elementos objetivos de los sitios arqueológicos. En particular, nuestra investigación se ha centrado en los asentamientos sedentarios más tempranos del valle del Quilcamayo-Tintiri que afortunadamente nos brindaron una gran cantidad y calidad de sitios y artefactos arqueológicos. Dicha materialidad social ha sido organizada y sintetizada de modo que nos permitiera plantear una serie de regularidades y un panorama de las diferentes producciones sociales allí ocurridas. Este procedimiento ha permitido cotejar dicha materialidad con planteamientos surgidos en el análisis previo de los sitios y artefactos de la cuenca norte del Titicaca relacionados concretamente a dos estilos bien definidos allí: Qaluyu y Pukara. Finalmente, y gracias al análisis de la materialidad social, ha sido posible realizar una representación de la trayectoria histórica temprana de una sociedad sedentaria relacionada con objetos del estilo Qaluyu que se hallaba en condiciones de satisfacer sus necesidades de manera autónoma y se mantuvo de esta forma por lo menos durante unos 1000 años. Hacia los 400 ANE aparece un nuevo conjunto de arquitecturas y objetos conocidos como Pukara en la cuenca norte del Titicaca. El valle del Quilcamayo-Tintiri también es testigo de su aparición y

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posibilita su existencia al participar en prácticas económicas y políticas que producen y reproducen asimetrías sociales objetivadas en los sitios arqueológicos y dentro de ellos en espacios exclusivos. En un momento dado de la prehistoria del valle se dejan de producir y consumir objetos Pukara y se dejan de realizar prácticas sociales relacionadas con estos. Esto se daría alrededor de los 350 DNE, si seguimos los fechados obtenidos en Pukara y otros sitios contemporáneos. Si bien los sitios señalados por objetos Pukara son abandonados se mantendría la producción de objetos de estilo Qaluyu y los asentamientos relacionados con dichos objetos mantendrían su población. A partir de los 1000 DNE aparecen nuevos tipos de sitios y objetos relacionados con los denominados “Señoríos altiplánicos”, en este caso, con el denominado como Collao. Sus estructuras re-ocuparan algunos sitios Qaluyu

y Pukara pero solamente para utilizarlos como lugares de enterramiento. En esa época, las grandes concentraciones de estructuras habitacionales y terrazas agrícolas se realizaran en las partes altas de los cerros y las áreas cercanas a los ríos serán utilizadas temporalmente lo que se evidencia en los sitios hallados en nuestra prospección. Como hemos visto en este capítulo, nuestra previa forma de organizar la materialidad social Qaluyu y Pukara nos ha servido para el mismo propósito en nuestra investigación del valle del Quilcamayo-Tintiri. Sin embargo, en nuestra investigación hemos dejado que los propios asentamientos y objetos nos guíen para realizar una representación de las sociedades que los produjeron. Aunque existen muchas semejanzas con otras áreas de la cuenca norte del Titicaca todavía es necesaria mayor investigación para definir temporal y espacialmente la dinámica de las sociedades en este valle. En la síntesis final de este trabajo veremos cuáles son las líneas de investigación que deberemos desarrollar en el futuro para conseguir este objetivo.

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SÍNTESIS FINAL Y LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN EN EL FUTURO

SINTESIS FINAL En este texto hemos desarrollado un posicionamiento crítico con relación a la forma ideológica de realizar arqueología y una propuesta para subvertir esta situación mediante una metodología basada en los objetos arqueológicos. En el primer capítulo hemos planteado y desarrollado una crítica hacia las formas de hacer arqueología relacionadas con la filosofía post-moderna y su postura subjetivista de interpretar a los objetos arqueológicos. Fundamentalmente, nos hemos enfocado en los principales autores/as que se enmarcan dentro de la denominada arqueología post-procesual y que también tienen sus epígonos en otros países fuera del mundo anglosajón e, incluso han comenzado a influir en el pensamiento arqueológico iberoamericano. Para lograr este objetivo y síntesis de los principales planteamientos post-procesuales nos hemos remitido a sus publicaciones originales para comprender desde su propia fuente su ontología, epistemología y metodología. El tema principal que nos interesaba discutir era como estos investigadore/as habían definido una agenda en la que el desencuentro con la realidad objetiva era el tema más común de sus exposiciones. Por ello, aunque dicha crítica “radical” post-procesualista plantea superar las dicotomías establecidas por la academia oficial o por los racionalismos modernistas ha terminado reproduciendo otro tipo de ideologías relacionadas con enunciados idealistas y escépticos en relación al conocimiento de la realidad social. De la misma manera, se hacía evidente que más allá de una postura filosófica había un planteamiento político subyacente que encaja muy bien dentro de la ideología post-moderna que, además, no escapa a las agendas políticas de los estados hegemónicos y/o sus órganos de educación más representativos e influyentes. Por ello, detrás de dicha discusión se puede observar que dichos posicionamientos están convenientemente suscritos dentro de una posición política que se asocia con principios neoliberales y seudo-democráticos resultando tan perjudicial para el desarrollo de la práctica arqueológica como los que ellos mismos critican y pretenden superar. Se observa, pues, que la arqueología ha conformado esa “arena” académica y política donde, como los mismos arqueólogo/as post-procesuales plantean, se ha desarrollado una lucha de posicionamientos. Así pues, dicho debate, en el mundo anglosajón y con proyección al castellano hablante, ha promovido una

dialéctica idealista en la que el lenguaje, los símbolos, la percepción y la política se atienden en ese mismo nivel alejándose de los objetos de estudio o tomándolos sólo como excusa para justificar esos mismos discursos. De esa manera, nunca se ha desarrollado una metodología acorde con la realidad material y social de dichos objetos resultando una apropiación de métodos y datos precedentes reunidos en una hermenéutica que deja la explicación de la existencia de los mismos en un punto muerto. En el segundo capítulo vimos como la ideología política también ha sido fecunda desde los comienzos de siglo en la arqueología peruana, es decir, casi desde su inicio como disciplina científica. En ese sentido, se pudo apreciar que la construcción de la historia y prehistoria del Perú se benefició de la existencia de una arqueología oficial que estuvo de acuerdo con la política de gobierno en diferentes situaciones históricas. Para hacer patente aquello nos remitimos a la comprensión de las situaciones históricas que ha atravesado el Estado peruano. Dichas situaciones históricas han sido consecuencia de procesos sociales internos como externos los que han sido sintetizados y concretados en agendas políticas en sintonía con ciertos grupos de poder económico y político. De esa manera, se hizo evidente mediante nuestro análisis que las agendas políticas de cada gobierno tuvieron ciertas ideologías que justificaban sus prácticas gubernamentales. De todas ellas, vimos que en el siglo XX la ideología nacionalista ha sido una constante que ha tenido diferentes encarnaciones y matices pero que conservó varios elementos medulares que sirvieron muy bien para captar los sentimientos colectivos del grupo de la población dentro del Estado peruano. De esta manera, esas ideologías inundaron el quehacer de diferentes instituciones o colectivos y la arqueología, en tanto práctica que se originó como parte de un proyecto de construcción de la historia oficial peruana, ha mantenido una relación dialéctica con el Estado peruano, en la que éste condicionó la existencia e influencia de un tipo de arqueología y marginó otras interpretaciones del pasado. Gracias este análisis, vimos como los principales representantes de la arqueología nacional convivieron y reprodujeron los discursos nacionalistas y, a su vez, asumieron una posición pre-dominante en los discursos nacionalistas y la forma de ver la historia del Perú. En el tercer capítulo observamos como esa arqueología oficial y/o dominante influyó notablemente en la investigación de las sociedades prehistóricas de la cuenca norte del Titicaca, en tanto se generaba y reproducía desde los espacios académicos relacionados con

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instituciones estatales o colectivos que tenían cierta preponderancia en este. Para encaminar nuestra investigación nos enfocamos en esta relación y cómo se dieron las diferentes formas de estudiar las sociedades altiplánicas de la cuenca norte del Titicaca y, sobre todo, las sociedades sedentarias tempranas (1400 ANE-350 DNE). De esta manera, en la segunda década del siglo XX hasta estos últimos años, la historia de la arqueología de esa zona ha estado influenciada desde los centros de poder económico, político e ideológico conformando una amalgama de datos que bien pueden ser reutilizados sin previa reflexión para componer nuevas versiones de la prehistoria de la cuenca norte del Titicaca. Aunque se ha hecho patente en este análisis que hay diferentes alternativas de explicación de la realidad pasada está claro que algunas han sido más influyentes que otras durante ciertos espacios de tiempo y dicho éxito ha sido posible adentro de las situaciones históricas analizadas en el capitulo anterior y en este. En ese sentido, la producción de la arqueología de la cuenca norte del Titicaca es buen ejemplo del paso de las diferentes tendencias teóricas en un área concreta de estudio donde pudimos apreciar el impacto de la arqueología histórico-cultural, el procesualismo, el marxismo y los recientes avances post-procesuales. Sin embargo, independientemente de dichas tendencias teóricas lo que se ha reconocido es que las arqueologías que se han desarrollado en esta zona han asumido, mediante la generalización, una serie de enunciados y principios que son deslizados en la explicación prehistórica con metodologías desarrolladas independientemente de los objetos a estudiar, tratándose más bien de estudios que plantean una servidumbre de los objetos a poderosos marcos teóricos que les devuelven la vida. En el cuarto capítulo, iniciamos una forma de ver los objetos arqueológicos de la cuenca norte del Titicaca en la que ellos tienen el protagonismo en su propia historia. Para ello, se ha acumulado la mayoría de la información existente y disponible sobre los asentamientos y objetos en un espacio y tiempo concreto para poder organizarlos según sus condiciones materiales. Con el objetivo de desarrollar nuestra investigación, el espacio que se ha seleccionado ha sido el de los asentamientos y objetos que se hallan dentro de la cuenca norte del Titicaca. Con relación a la escala temporal hemos seleccionado a los objetos que se relacionen con lo denominado por los investigadore/as como Formativo Medio (1400 ANE-400 ANE) y Formativo Superior (400 ANE-350 DNE) y que se corresponderían relativamente con dos grandes conjuntos de objetos relacionados con un estilo (definido en este trabajo como forma de hacer) conocidos como Qaluyu y Pukara. En ese sentido, los mismos datos contextuales han planteado que son dos estilos que han convivido en algunos momentos. Con ese objetivo, hemos asumido que dichos asentamientos y objetos llegaron a nosotros/as en diferentes condiciones materiales y, por ello mismo, hemos atendido a los diferentes fenómenos naturales o sociales que les afectan y condicionan su investigación en el presente. Al realizar

dicha organización de la materialidad social arriba descrita hemos podido re-unirlos en su lugar de producción y/o uso lo que nos ha mostrado que solamente en dicha reunión pueden plantearnos una panorámica de los restos de la vida social desarrollada en los asentamientos y en su espacio circundante. De esta forma, hemos podido reconocer ciertas regularidades y ocurrencias materiales que nos permitieron desarrollar planteamientos ante una nueva zona de investigación no alejada de dichos fenómenos sociales pasados. En el quinto capítulo vimos el desarrollo de nuestra fase inicial de investigaciones en un valle de la cuenca norte del Titicaca: el valle del Quilcamayo-Tintiri en la provincia de Azángaro, Puno. Allí pudimos contrastar todos los conocimientos obtenidos durante nuestra experiencia en el campo y de nuestros predecesores en zonas cercanas, para re-conocer los asentamientos y objetos arqueológicos in situ como parte de una realidad desconocida, pero que acusaba una serie de elementos materiales similares en áreas cercanas. Para ello, desarrollamos una metodología de campo correspondiente con la cantidad y calidad de los objetos arqueológicos y que, sintetizados, nos permitieron realizar una representación materialista histórica de la trayectoria histórica de las primeras sociedades sedentarias en este valle. De esta manera pudimos reconocer que lo denominado como Qaluyu (1400 ANE-400 DNE) se presentó en este valle como un conjunto de materiales que en su cantidad, calidad y ubicación no plantearon su acumulación por un grupo de la sociedad y, más bien, su homogeneidad y no exclusividad sugirieron que se produjeron, circularon y fueron consumidos de manera abierta y colectiva, incluso, después de la muerte de sus usuarios. De hecho, los asentamientos y los objetos arqueológicos pueden ser producidos sin ningún problema técnico por cualquier grupo de personas organizadas y sin mantener una uniformización patente en los mismos objetos más allá de algunas semejanzas generales. Incluso, cuando se reconoció en este capítulo y en el anterior, la existencia de objetos singulares como la Huanca, esta no guardó características formales estandarizadas y se relacionó con espacios no monumentales y abiertos que se explican como espacios de reunión social. Dicha situación se prolongó por un tiempo extenso lo que se hizo patente en su producción material (asentamientos y objetos), lo que plantea que la sociedad alcanzó y mantuvo la satisfacción de sus necesidades vitales sin complicar sus relaciones sociales. Por el contrario, durante lo conocido como Pukara (400 ANE-350 DNE), hacen su aparición nuevas formas de edificios y artefactos arqueológicos que no se relacionan con prácticas comunes. Dichos objetos arqueológicos se expresaron como productos exclusivos y existentes en lugares que compartían una misma exclusividad y una atención desmedida con relación a su propia concreción. De esta manera, se puede plantear que los objetos del estilo Pukara formaron parte de prácticas sociales de ciertos asentamientos y/o sectores de los mismos, que se

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desvinculaban de las prácticas sociales parentales y/comunes, y que tenían una faceta económica y política que no residía en su materia prima sino en la forma de su producción y en su consumo exclusivo. Todo ello a pesar que, dicho edificios y estelas, solo podrían haber sido producidos por sujetos que habitaban en el mismo sector del valle. Asimismo, en los objetos son patentes las representaciones relacionadas con prácticas coercitivas que solo se verían en esta época en el valle y que fueron instauradas en tanto objetos y luego como prácticas en el valle. En anteriores trabajos (Tantaleán 2002, 2005b) planteábamos que la sociedad Pukara tendría características estatales. Sin necesidad de recurrir a esta categorización sociopolítica que nos conduce a una discusión ontológica, lo que sí queda claro a la luz de lo observado en el valle del Quilcamayo-Tintiri, es que existieron, por lo menos, dos grupos dentro de la misma sociedad, uno de los cuales acumuló y consumió un mayor volumen y variedad de objetos arqueológicos. Esta situación parece que se prolongó durante unos siglos y según los fechados radiocarbónicos disponibles llegaría a su fin alrededor del 350 DNE. A partir de ese momento, se observa la desaparición de estos objetos lo que supone también la desaparecieron de las prácticas sociales en los que estaban involucrados lo que, además, se hace evidente en el abandono de los principales asentamientos Pukara en el valle. Así pues, proponemos que la sociedad que propició materialmente dichos asentamientos y objetos, retomó las prácticas productivas que ya habían sido formadas autónomamente en sus mismos asentamientos y con sus producciones materiales originales. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN EN EL FUTURO Hay dos aspectos fundamentales que tendremos que trabajar en el futuro junto a otro/as colegas y que están relacionados con el tiempo y el espacio en el que fueron producidos los sitios y objetos arqueológicos pertenecientes a las sociedades sedentarias tempranas de la cuenca norte del Titicaca. Con relación al Tiempo, como hemos visto en este estudio, la historia de las sociedades de esta época se presenta como dos grandes bloques: Qaluyu y Pukara. Independientemente, de la ontología o la epistemología que cada uno de lo/as investigadore/as plantea para observar la escala temporal y la dinámica en la que se produjeron esas sociedades, deberemos extender el muestreo de contextos arqueológicos con fechados radiocarbónicos para poder afinar la lectura de los eventos sociales que se dieron en los sitios arqueológicos. Eso mismo también podrá ser ajustado mediante las excavaciones que aporten el reconocimiento de eventos sociales asociados con objetos que puedan informarnos más objetivamente de los estilos artefactuales que ya hemos discutido.

A pesar que hay algunas contradicciones en la forma de expresar esos dos grandes bloques estilísticos de Qaluyu y Pukara, existe una comunidad de características que pueden ayudarnos a mejorar nuestra comprensión de las formas de producirlos. Sin embargo, dichas formas de producir también tendrán que verse dinámicamente como producciones de grupos sociales que mantienen sus formas de hacer independientemente de fenómenos sociopolíticos que hemos aceptado como homogeneizantes. En este aspecto, en el Programa de Investigaciones Arqueológicas Asiruni (PIARA) hemos planteado una próxima campaña de investigación en un par de sitios arqueológicos del Quilcamayo-Tintiri y que tendrá como objetivo principal realizar excavaciones que nos ofrezcan secuencias arqueológicas para obtener fechados radiocarbónicos. Asimismo, esperamos que dichos contextos nos ofrezcan materiales para plantear una existencia de artefactos que puedan caracterizar dichas ocupaciones sociales. Esperamos que en el futuro, además, de la secuencia de Steadman (1995) podamos contar, cada vez más, con contextos temporales más finos apoyados con fechados radiocarbónicos y análisis artefactuales de los materiales Qaluyu y Pukara. Con respecto al Espacio, como ha mostrado la historia de la arqueología realizada en la cuenca norte del Titicaca, tenemos un conocimiento bastante superficial (nunca mejor dicho) de los restos de su materialidad social. Asimismo, como ha demostrado nuestra investigación en el valle del Quilcamayo-Tintiri, donde anteriormente solo se conocía un sitio arqueológico hemos descubierto más de 20, algunos de ellos incluso más extensos que los conocidos en la literatura arqueológica. Hemos reconocido en este estudio, la dificultad para la observación de los objetos arqueológicos de esta área y, por ello, es importante el desarrollo de metodologías adecuadas como las que esperamos desarrollar más adelante. De la misma manera, esperamos el mantenimiento de otros programas de investigación en la cuenca norte del Titicaca que han comenzado a llenar los espacios “vacios” con nuevos sitios y objetos arqueológicos (por ejemplo, Plourde 2006). Asimismo, hemos observado que aunque nuestro enfoque se halle en la búsqueda de cierto tipo de asentamientos y artefactos, la realidad nos ha planteado la existencia de otros diferentes a los esperados. Por ello, en nuestros siguientes proyectos seremos testigos de la diversificación y complejización de nuestro conocimiento de la arqueología de esta zona. En nuestro programa de investigación, por ejemplo, por diferentes cuestiones hemos tenido que centrarnos en los sitios tempranos y esto, de alguna manera, ha condicionado nuestro encuentro con otros sitios y artefactos. Asimismo, nos hemos enfocado en las áreas cercanas a las orillas del río y en el futuro deberemos reconocer áreas más elevadas que las recorridas que

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complementen a los sitios descubiertos. Esto solo podrá ser realizado con reconocimientos más intensivos en el área investigada en 2007 para entender de mejor manera este valle y la dinámica de formación de los asentamientos y su relación con áreas de producción de subsistencia local y extra-local. Asimismo, dentro de los mismos sitios, habrá que desarrollar estrategias para cuantificar de una manera más fidedigna las concentraciones artefactuales. En esta primera campaña hemos iniciado este desarrollo metodológico, pero todavía necesitamos intensificar nuestras estrategias y, sobre todo, sectorizar de manera más precisa los asentamientos hallados. Un ejemplo de este tipo de estrategias a desarrollar sería la de Plourde (2006) en el sitio de Cachichupa en el valle del Huancané-Putina y que ayuda a comprender mejor el potencial superficial de un sitio arqueológico. Como hemos visto, los sitios arqueológicos sedentarios tempranos poseen volúmenes y muros que nos pueden ayudar a comprender los espacios superficialmente. Sin embargo, en esta y otras investigaciones la tarea se ha tornado ardua. Un avance en esa dirección para superar estos problemas fue el realizado por Klarich (2005a)

mediante el uso de radares electromagnéticos. Sin embargo, la potencia de las ocupaciones y la falta de logística, todavía suponen un inconveniente para definir volúmenes y morfologías de sitios arqueológicos tempranos. La mensuración mediante estaciones totales y las excavaciones todavía seguirán siendo por algún tiempo las mejores formas de definir de la arquitectura de estas sociedades. Como este estudio parece haber demostrado, la cuenca norte del lago Titicaca posee un potencial importante para reconocer las prácticas sociales pasadas y en ella, a pesar de todos los inconvenientes, podemos encontrar sitios y objetos arqueológicos que nos comunican su forma de producción, su distribución y su uso/consumo lo que supone su importancia en la vida de las personas a las que estaban sujetos. El horizonte de investigación que tenemos por delante es bastante amplio, como la amplitud que uno puede apreciar en la puna altiplánica que se extiende a lo lejos o mirando el lago Titicaca una tarde al finalizar el trabajo de campo. Sin embargo, antes de perdernos en ese horizonte, quizá debamos fijarnos en lo inmediato: lo concreto de la realidad que nos rodea...

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CUADROS DEL CAPITULO 4

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Henry TanTaleán

414

CUADRO 1

FECHADOS RADIOCARBONICOS DE LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA

CODIGO DE

MUESTRA DEL

LABORA TORIO

MATERIA FECHADA CONTEXTO SITIO ARQUEOLOGICO/

SECTOR

FECHADO EN AÑOS RADIO CARBONICOS

B.P.

CALIBRADO 1 SIGMA (BC/AD)

CALIBRADO 2 SIGMAS (BC/AD)

FECHADO CALIBRADO (AJUSTADO)

REFERENCIA ESTILO

CERAMICO ASOCIADO

AA51135 Carbón vegetal

(730) Terraza K-1,

Perfil 6Cachichupa 2152 ±43 360 BC-110

BC360 BC - 50

BC _ Plourde 2006: 297

Qaluyu (“fechado

muy tardio”)

AA45496 Carbón vegetal

(130) Area A, Unidad 1,

Nivel 8Cachichupa 3115 ± 45 1440 BC-

1310 BC1500 BC-1260 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA45497 Carbón vegetal

(224) Area A, Unidad 1,

Nivel 13Cachichupa 2984 ± 45 1300 BC-

1120 BC1380 BC-1040 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA45498 Carbón vegetal

(555) Area A, Unidad 1,

Nivel 28Cachichupa 3057 ± 30 1400 BC-

1260 BC1430 BC-1130 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA45499 Carbón vegetal

(389) Area A, Unidad 4,

Nivel 18Cachichupa 3066 ± 45 1400 BC-

1260 BC1430 BC-1130 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA45500 Carbón vegetal

(471) Area A, Unidad 4,

Nivel 22Cachichupa 3041 ± 53 1390 BC-

1210 BC1410 BC-1120 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA51133 Carbón vegetal

(729) Terraza K-1,

Perfil 6Cachichupa 2835 ± 49 1050 BC-

900 BC1130 BC-830 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA51134 Carbón vegetal

(731) Terraza K-1,

Perfil 6Cachichupa 2790 ± 43 1000 BC-

860 BC1050 BC-820 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA51136 Carbón vegetal

(548) Area A, Unidad 1,

Nivel 27Cachichupa 3045 ± 46 1390 BC-

1210 BC1420 BC-1120 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA51137 Carbón vegetal

(161) Area A, Unidad 4,

Nivel 10Cachichupa 3021 ± 61 1380 BC-

1130 BC1420 BC-1050 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA51138 Carbón vegetal

(320) Area A, Unidad 4,

Nivel 16Cachichupa 2791 ± 45 1300 BC-

1110 BC1380 BC-1040 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA51139 Carbón vegetal

(446) Area A, Unidad 4,

Nivel 20Cachichupa 3016 ± 50 1380 BC-

1130 BC1410 BC-1110 BC _ Plourde

2006: 297 Qaluyu

AA45501 Carbón vegetal

(202) Area B, Unidad

2, Rasgo 1, Lote 10

Cachichupa 1962 ± 46 40 BC-90 AD

60 BC-140 AD _ Plourde

2006: 297 Pukara

AA45502 Carbón vegetal

(253) Area B, Unidad

2, Rasgo, 1, Lote 15

Cachichupa 1968 ± 50 50 BC-90 AD

100 BC - 140 AD _ Plourde

2006: 297 Pukara

AA51140 Carbón vegetal

(83) Area B, Unidad 3, rasgo 1,

Locus 3

Cachichupa 2035 ± 60 150 BC-90 AD

200 BC - 90 AD _ Plourde

2006: 297 Pukara

AA45503 Carbón vegetal

(749) Area C, Unidad

1, Rasgo 5, Lote 2.

Cachichupa 2131 ± 46 350 BC-60 BC

360 BC-40 BC _ Plourde

2006: 297No se

menciona

AA45504 Carbón vegetal

(795) Area C, Unidad

1, Rasgo 5, Lote 5

Cachichupa 2250 ± 36 390 BC-210 BC

400 BC-200 BC _ Plourde

2006: 297No se

menciona

AA51141 Carbón vegetal

(748) Area C, Unidad

1, Rasgo 5, Lot 2

Cachichupa 2163 ± 39 360 BC-110 BC

360 BC-90 BC _ Plourde

2006: 297No se

menciona

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

415

9388 Carbón vegetal

Unidad 2, Nivel 30 Camata 2660 ± 50 _

900 BC- 768 BC

(834 ± 66 BC)

925 BC - 761 BC (843 ± 82

BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Temprano

2

9450 Carbón vegetal

Unidad 2, Nivel 29 Camata 2880 ± 60 _

1255 BC - 836 BC

(1046 ± 210 BC)

1130 BC- 840 BC

(985 ± 145 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Temprano

2

9389 Carbón vegetal

Unidad 2, Nivel 35 Camata 2930 ± 60 _

1368 BC-912 BC

(1130 ± 228 BC)

1260 BC -970 BC

(1115 ± 145 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Temprano

1

9390 Carbón vegetal

Unidad 2, Nivel 39 Camata 2910 ± 60 _

1292 BC - 902 BC

(1097 ± 195 BC)

1260 BC- 970 BC

(1115 ± 145 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Temprano

1

9391 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 29 Camata 2400 ± 70 _

768 BC - 258 BC

(513 ± 188 BC)

770 BC- 360 BC

(585 ± 205 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Tardío 2

9446 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 26 Camata 2450 ± 50 _

771 BC- 395 BC

(583 ± 188 BC)

762 BC- 404 BC

(583 ± 179 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Tardío 2

9448 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 23 Camata 2580 ± 60 _

827 BC- 429 BC

(628 ± 199 BC)

830 BC- 520 BC

(675 ± 155 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Tardío 2

9384 Carbón vegetal

Unidad 2, Nivel 24 Camata 2660 ± 60 _

967 BC- 765 BC

(866 ± 101 BC)

940 BC - 760 B C

(850 ± 90 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Tardío 1

9447 Carbón vegetal

Unidad 2, Nivel 26 Camata 2550 ± 50 _

806 BC- 413 BC

(609 ± 196 BC)

804 BC- 516 BC

(660 ± 144 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Qaluyu Tardío 1

9381Restos de alimentos

carbonizados

Unidad 4, Nivel 5 Camata 1920 ± 40 _

3 AD - 227 AD (115 ± 112 AD)

18 AD- 182 AD (100

± 82 AD)

Steadman 1995: 541-

542

Pucara Tardío

9383Restos de alimentos

carbonizados

Unidad 4, Nivel 4 Camata 1760 ± 60 _

129 AD- 422 AD

(276 ±146 AD)

130 AD - 420 AD

(275 ± 145 AD)

Steadman 1995: 541-

542

Pucara Tardío

9385Restos de alimentos

carbonizados

Unidad 4, Nivel 22 Camata 2800 ± 60 _

1186 BC - 810 BC

(998 ± 188 BC)

1050 BC- 810 BC

(930 ± 120 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Pucara Inicial

9449Restos de alimentos

carbonizados

Unidad 2, Nivel 9 Camata 2210 ± 60 _

393 BC- 55 BC (224 ±

169 BC)

390 BC- 110 BC

(250 ± 140 BC)

Steadman 1995: 541-

542

Pucara Inicial

9392 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 12 Camata 2020 ± 60 _

170 BC-127 AD (21

±148 BC)

170 BC - 90 AD (40 ± 130 BC)

Steadman 1995: 541-

542 Pucara 2

9394 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 10 Camata 2070 ± 60 _

346 BC - 66 AD (140 ± 206 BC)

210 BC - 70 AD (70 ± 140 BC)

Steadman 1995: 541-

542 Pucara 2

9387 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 19, Camata 2160 ± 70 _

387 BC - 2 AD (193 ± 195 BC)

380 BC - 40 BC (210 ± 170 BC)

Steadman 1995: 541-

542 Pucara 1

9393 Carbón vegetal

Unidad 4, Nivel 20 Camata 2190 ± 50 _

386 BC- 55 BC (220 ±

165 BC)

379 BC - 107 BC

(243 ± 136 BC)

Steadman 1995: 541-

542 Pucara 1

P-152 Carbón vegetal

Basural Pukara Clásico.

Pukara/Huayapata 2101 ±108 _ 400 BC - 150 AD _

Kidder 1955 en Ralph 1959: 57.

Calibrado en Klarich

Pukara

P-153 Carbón vegetal

Basural Pukara Clásico.

Pukara/Huayapata 2041 ± 107 _ 400 BC - 250 AD _

Kidder 1955 en Ralph 1979: 57.

Calibrado en Klarich

Pukara

P-154 Carbón vegetal

Basural Pukara Clásico.

Pukara/Huayapata 1847 ± 106 _ 100 BC - 450 AD _

Kidder 1955 en Ralph 1979: 57.

Calibrado en Klarich

Pukara

P-170 Carbón vegetal

Basural Pukara Clásico.

Pukara/Huayapata 2032 ± 106 _ 400 BC - 250 BC _

Kidder 1955 en Ralph 1979: 57.

Calibrado en Klarich

Pukara

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Henry TanTaleán

416

P-172 Carbón vegetal

Basural Pukara Clasico.

Pukara/Huayapata 2040 ±109 _ 400 BC - 250 AD _

Kidder 1955 en Ralph 1979 :57. Calibrado por Klarich

Pukara

P-217 Carbón vegetal

Basural Pukara Clásico.

Pukara/Huayapata 1960 ± 90 _ 200 BC - 350 AD _

Kidder 1955 en Ralph 1979: 57.

Calibrado en Klarich

Pukara

AA51767 Carbón vegetal

(B11). Rasgo 21; fogón. Pukara/Pampa 2016 ± 33 _ 110 BC - 80

AD _ Klarich 2005: 293 Pukara

AA51768 Carbón vegetal

(B12). Rasgo 29;

fogón.Pukara/Pampa 2101 ± 73 _

260 BC - 60 AD (81.1%) Y 360 BC-

270 BC (13.6%)

_ Klarich 2005: 293 Pukara

AA51769 Wood Charcoal

(B12). Rasgo 6;

fogón.Pukara/Pampa 1889 ± 40 _ 20 AD- 240

AD _ Klarich 2005: 293 Pukara

AA51770 Carbón vegetal

(B12). Superficie de ocupación 1.

Pukara/Pampa 1917 ± 33 _

AD- 180 AD (92.5%) Y 190 AD - 220 AD (2.9%)

_ Klarich 2005: 293 Pukara

AA51771 Carbón vegetal

(B13). Rasgo 10; clay patch

Pukara/Pampa 2120 ± 38 _

240 BC-40 BC (87.2) Y 360 BC-300 BC (8.2%)

_ Klarich 2005: 293 Pukara

AA51772 Carbón vegetal

(B11). Rasgo 27: basural Pukara/Pampa 2001 ± 37 _ 100 BC - 90

AD _ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57008 Carbón vegetal

(B11). Relleno;

entre contextos

Pukara/Pampa 2042 ± 34 _

170 BC- 30 AD (93.4%) Y 40 AD -

60 AD (2%)

_ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57009 Carbón vegetal

(B11). Rasgo 16: basural Pukara/Pampa 2049 ± 42 _ 180 BC - 70

AD _ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57010 Carbón vegetal

(B13). Rasgo 5;

hoyo.Pukara/Pampa 2024 ± 34 _ 120 BC - 70

AD _ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57011 Carbón vegetal

(B11). Construcción de muro. El mismo nivel del Rasgo

21.

Pukara/Pampa 2012 ± 31 _ 100 BC - 80 AD _ Klarich

2005: 293 Pukara

AA57012 Carbón vegetal

(B13). Rasgo 15: basural.

Pukara/Pampa 2016 ± 34 _ 110 BC - 80 AD _ Klarich

2005: 293 Pukara

AA57013 Carbón vegetal

(B13) Rasgo 11: pozo de trozos de

arcilla.

Pukara/Pampa 1976 ± 31 _

50 BC - 90 AD (92.9%) Y 100 AD - 120 AD (2.5%)

_ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57014 Carbón vegetal

(B12). Basural SW:

zona de ocupación 2

Pukara/Pampa 1981 ± 35 _

50 BC- 90 AD (92.4%) Y 100 AD -120 AD

(3%)

_ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57015 Carbón vegetal

(B12). Zona de

ocupación 1.Pukara/Pampa 2072 ± 33 _ 180 BC - 10

AD _ Klarich 2005: 293 Pukara

AA57016 Carbón vegetal

(B13). Rasgo 4; Relleno en tazón

de entierro Colla.

Pukara/Pampa 2010 ± 33 _ 120 BC - 70 AD _ Klarich

2005: 293 Pukara

Beta 3430 Desconocido

Fechados de Pukara

tardío.Pukara/Qalasaya 1570 ± 100 _ 400 BC -

250 BC _

Mujica 1985: 123. Calibrado por Klarich

Pukara

Beta 3428 Desconocido

Fechados de Pukara

tardío.Pukara/Qalasaya 1790 ± 90 _ 20 AD - 430

AD _

Mujica 1985: 123. Calibrado por Klarich

Pukara

P-1583 Carbón vegetal

Pozo de sondeo Qaluyu 2945 ± 61 _ 1320 BC -

970 BC _

Mohr 1977. Calibrado

por Steadman

Qaluyu

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

417

P-1582 Carbón vegetal

Pozo de sondeo Qaluyu 2925 ± 61 _ 1260 BC -

970 BC _Mohr 1977.

Calibrado po Steadman

Qaluyu

P-156 Carbón vegetal

Pozo de sondeo.

Nivel 6 y 7 (1.25 a 1.75

m.)

Qaluyu 2962 ± 120 _ 1410 BC - 900 BC _

Kidder 1955, Burger et. al 2000.

Calibrado por

Steadman

Qaluyu

P-155 Carbón vegetal

Pozo de sondeo.

Entre 1.00 a 1.75 m.

Qaluyu 2522 ± 114 _ 840 BC- 380 BC _

Kidder 1955, Burger et. al 2000.

Calibrado por

Steadman

Qaluyu

P-1581 Carbón vegetal

Ocupación Pukara en

QaluyuQaluyu 1942 ± 52 _ 50 BC - 220

AD _

Mohr 1977: 1144.

Calibrado por Klarich

Pukara

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Henry TanTaleán

418

CUADRO 2

ASENTAMIENTOS TEMPRANOS (1400 ANE-350 DNE) DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA

ASENTAMIENTO LOCALIDAD EXTENSIÓN (HECTÁREAS) DESCRIPCIÓN OCUPACIÓN

ARQUEOLOGICA REFERENCIAS

Altarane Hatuncolla DesconocidaMonolito antropomorfo ubicado en el cerro Altarane

Pukara Paredes 1984

ArapaArapa, Provincia de Azángaro

Desconocida

Se hallaron monolitos. La estela procedería de Islapuncu, un área al sur-oeste del pueblo, cercano a la isla del lago Arapa

Pukara Kidder 1943, Chávez 1975, Burger et al 2000: 317

Ayrampuni Hacienda Huito, Azangaro Desconocida

Lugar de procedencia de un monolito de estilo Pukara.

Pukara Kidder 1943

Balsaspata (Pueblo Libre) Ayaviri 1

Montículo y terrazas en base de cerro cercanos a rio

Qaluyu/Pukara Arizaca 1998, Tantaleán 2005, Stanish 2003

Cachichupa (HU-014)

Valle de Putina, Huancané 5

Pendiente aterrazada, Recintos, posibles plazas hundidas y monticulos.

Qaluyu/PukaraPlourde 1999, 2006, Stanish y Plourde 2000, Stanish 2003: 114 y 149

Camata

6 km al sur-oeste de la ciudad de Chucuito

3.5Monticulo, cerro aterrazado. Cerca a la orilla del lago Titicaca.

Qaluyu/Pukara Steadman 1995

Caminaqa A 8 km al sur-oeste de Huatta 3.5

Monticulo habitacional asociado a Camellones. Cercano a orilla del lago Titicaca

Qaluyu/Pukara Erickson 1996: 91, 253

Caminaca Pueblo Caminaca, Prov. de Azángaro Desconocida

Estela rectangular Pukara en plaza central del pueblo. Posiblemente ubicada originalmente en cerro Miscolla.

Pukara Chávez y Mohr 1970: 36

Canchacancha-Asiruni

Noreste de Azángaro, a pocos km. de la casa hacieda Tintiri

12 Montículos, recintos, plazas hundidos. Qaluyu/Pukara

Rowe 1963:7, Chávez y Mohr 1970, Stanish 2003, Stanish et al. 2005: 295

Caxani Valle bajo de Azangaro Desconocida Desconocidas Qaluyu/Pukara Burger et al. 2000: Fig. 309,

312

Cerro Chincheros Cerca a la ciudad de Puno 15 Cerros aterrazados, Plaza

Hundida (20 m x 30 m) Qaluyu/Pukara Stanish et al. 2005: 299

Cerro Cupe Camino a Hatuncolla 2

Arquitectura pública, Terrazas domesticas y debris

Pukara/Tiwanaku Stanish 2003: 145, Stanish et al. 2005: 300

Cerro Huacsapata

En la misma Ciudad de Puno Desconocida

Sitio destruido por expansión urbana de Puno

Patterson 1967: 143

Checapupuja Desconocida Asentamiento Qaluyu Mujica 1978: 298

Chimpajara Rio Ayabaca, area de Juliaca 1 Montículo Pukara Stanish et al. 2005: 301

Cotos

Norte de la peninsula de Capachica cerca del pueblo de Cotos

2 Terrazas domesticas en los 3 lados de una colina Tiwanaku Stanish 2003: 145, Stanish et

al. 2005

Cueva Qelloqaqa

Provincia de Lampa, al oeste de Qaluyu. Ver Burger et al. 2000: Fig. 7

Desconocida Cueva con ocupaciones humanas Qaluyu/Pukara Burger et al. 2000: 296

Esquinapata Provincia de Azángaro Desconocida Desconocidas Pukara Burger et al. 2000: 315-317

Hatuncolla Hatuncolla Desconocida

2 Estelas. No hay sitio formativo reportado. Posiblmente traidas del area de Sillustani

Pukara Kidder 1943

Huancahuichinka (HU-003)

Valle Huancane-Putina 4

Cima de un pequeño cerro y terrazas. Plaza Hundida en la parte superior del cerro con estelas en el interior

Qaluyu/Pukara Plourde 2006

HU-018 Valle Huancane-Putina 3 Terrazas sobre pequeña

elevación cerca al rio Qaluyu/Pukara Plourde 2006

HU-205 Valle Huancane-Putina 4 Base de cerro. Terrazas Qaluyu/Pukara Plourde 2006

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

419

HU-276 Valle Huancane-Putina 4 Base de cerro. Plaza

Hundida Qaluyu Plourde 2006

HU-316 Valle Huancane-Putina 1

Plaza Hundida construido sobre un pequeño cerro que emerge en la pampa cerca al rio. Monolito en el interior de la plaza

Pukara Plourde 2006

HU-381 Valle Huancane-Putina 2

Concentracion de estructuras y material en pampa

Qaluyu/Pukara Plourde 2006

HU-432 Valle Huancane-Putina 6 Cima de un cerro. Posible

plaza hundida. Terrazas Incierta Plourde 2006

HU-532 Valle Huancane-Putina 1.5 Cima de una pequeño

cerro. Plaza Hundida Qaluyu/Pukara Plourde 2006

HU-95 Valle Huancane-Putina 2 Plaza hundida en la

pampa cerca al rio Pukara Plourde 2006

HuajjeBahia de Puno en frente a la Isla Estevez.

5

Extraño montículo en forma de U (450 x 75 mts.). La construccion corporativa más grande en la bahía de Puno

“Fomativo Medio”. Relacionado a la

ocupación Tiwanaku de Isla Estevez

Stanish 2003: 120, Stanish et al. 2005: 302

Huancasayapata Ayaviri 1 Monticulo Qaluyu Arizaca 1998, Tantaleán 2005

Huatacoa Valle de Pucara, Lampa Desconocida Monticulo conteniendo

“casas” de tapia Qaluyu Cohen 2003a en Plourde 2006: 98

Huayna Roque Juliaca 5 Cerro aterrazado con material en superficie

“Fomativo Medio y Superior”, Tiwanaku

Rowe 196?, Stanish et al. 2005: 302

Ichu-IncatunuhuiriEntre Puno y Chucuito, Valle de Ichu

10

Cerro con terrazas. En la cima del cerro un plaza hundida (14 m x 14 m) y un monolito

Qaluyu/PukaraKidder 1943, Patterson 1967:144, Stanish 2003: 145 y 149

Isla Soto

Isla Soto, Norte del lago Titicaca. Cerca a Conima, Prov. Moho

DesconocidaMonticulo, terrazas y 2 plazas hundidas (11 m. x 11 m.), plazas

Pukara Myres y Paredes 2005

Ituntata

A 7.5 km al noreste del pueblo de Livitaca, Prov. Chumbivilcas, Depto Cusco

DesconocidoFragmentos de estelas sin sitio de procedencia localizado

Pukara Chávez S. 1988: Fig.: 8

Japisi Villa Betanzos, Arapa Desconocida Monolito antropomorfo

(Personaje Mítico) Pukara Chávez 1981: 79

Laliuyu

A 3 km al sur del pueblo de Conima, cerca a la frontera con Bolivia

1 Monticulo con dos monolitos antropomorfos Pukara Kidder 1943

MallaccasiNoroeste de Pucara, Prov. De Lampa

Desconocida Monolito antropomorfo en cerro Formativo Medio Kidder 1943, Chávez y Mohr

1970: 37

MaravillasAl norte de la ciudad de Juliaca

5 Monticulo, Terrazas, campos elevados

“Formativo Medio y Superior”, Tiwanaku

Stanish 2003: 144-145, Stanish et al. 2005: 303

Moho Moho DesconocidaLaja con decoración de estilo Pukara procedente de este area

Pukara Kidder 1943, Chávez 1981

Pachatata Amantani

Isla de Amantaní 1 Plaza Hundida (14 m x

14 m) Tiwanaku Kidder 1941; Niles 1988

Pancha Huatta Desconocida Monticulo asociado a camellones Qaluyu/Pukara Erickson 1996: 253

Paucarcolla-Santa Bárbara

Paucarcolla. A 26 km al norte de la ciudad de Puno

15

Cerro aterrazado, plazas hundidas sobre terrazas. Asociado a un gran complejo de campos elevados

Qaluyu/Pukara/TiwanakuSteadman 1995: 428, Stanish 2003.119, Stanish et al. 2005, Johnson e.p.

Puente Caminaca

Adyacente al Rio Ramis, Distrito de Caminaca, Prov. Azángaro

3 Montículos y terrazas domésticas Qaluyu/Pukara Stanish et al. 2005: 306

Pukara Valle de Pucara, Lampa 200

Monticulos, plazas hundidos, areas resdenciales, basurales domésticos

Qaluyu/PukaraKidder 1943, Mujica 1979, Stanish 2003: 142, Klarich 2005

Punanave Bahia de Puno. 12Terrazas con estructuras arquitectonicas domésticas

“Formativo Medio y Superior” y Tiwanaku

Stanish 2003: 149, Stanish et al. 2005: 307

Puno PunoCerca a la orilla del lago. Prov. de Moho

4

Terrazas en cerro y campos elevados. Posible Plaza hundida en cima de cerro.

Pukara Stanish et al. 2005: 308

Page 431: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

420

Putina Pueblo (HU-030)

Valle de Putina, Huancané 8 Debajo actual pueblo de

Putina Qaluyu/PukaraPlourde 1999, 2006, Stanish y Plourde 2000, Stanish 2003: 114 y 129

Qaluyu Qaluyu 7

Montículo, terrazas domesticas, qocha. 5 o mas plazas hundidas construidos con bloques de piedra. “fue uno de los sitios del periodo formativo medio en el valle de Pucara aunque más pequeño que Canchacancha-Asiruni”

Qaluyu/PukaraChávez Ballón 1950, Rowe 1958, Burger et al. 2000: 298, Stanish 2003: 114-115

Qaqachupa

Cerca a la orilla del rio Ayaviri, distrito de Ayaviri

1

Montículo cercano a Balsaspata. Ha sido destruido por construcciones modernas

QaluyuRowe 1956: 144, Arizaca 1997, Steadman 1995: 418 (sitio “Camal”)

Saman Pueblo Pueblo de Saman, Taraco 1

Se hallaron esculturas y bloques esculpidos en la plaza del pueblo

Kidder 1943

Saman Sur Cercano al rio ramis. Taraco 1 Terrazas habitacionales Tiwanaku Stanish et al 2005: 308

Santa María Rio Viluyu Desconocido“Medio centenar de monticulos” de 5 a 15 m. de diametro.

Qaluyu Rowe 1963, Mohr 1969; 48, Mujica1978: 298

Sawa sawa

Hacienda Sawa sawa a 2 horas en caballo al noroeste de hacienda Ituntata, Rio Livitaca

Desconocida

Bloque litico decorado en antigua Iglesia. Procederia de del cerro Saita a unos 6 km al noreste de su ubicación registrada

Pukara Chávez S. 1988: Fig. 12 y pag. 36

SillustaniLago Umayo, Cerca a Hatuncolla

5 Meseta con ocupaciones tempranas Pukara/Tiwanaku Ayca 1995, Stanish et al.

2005:309

Taraco Taraco 5 Qaluyu/Pukara Patterson 1967: 144, Stanish 2003: 149

TariachiHda Tariachi. Al sur de la ciudad de Juliaca

8 Cerro aterrazado Pukara/Tiwanaku Stanish et al. 2005

Tunuphara Península de Capachica 4 Ladera de cerro con

terrazas domesticas.Formativo Superior/

Tiwanaku Stanish et al. 2005: 311

UnocollaAdyacente al rio Ayabaca. Area de Juliaca

5 Ladera de cerro aterrazado Qaluyu/Pukara Stanish et al. 2005: 312

Viscachuni (Mirador o Huacaparki).

Entre Isla Estevez y Paucarcolla

1 Montículo cercano a base de cerros.

Formativo Medio y Superior Stanish et al. 2005: 312

WaninaA 2.5 km del poblado de Huatta

12

Ladera de cerro aterrazado. Denso basural doméstico sobre dos colinas.

Pukara Erickson 1996: 257, Stanish et al. 2005: 312

Waraq´oyoq Q´asa

Rio Apurimac, Provincia de Chumbivilcas, Departamento de Cusco

Desconocida Paso de altura en cadena montañosa Pukara Nuñez del Prado 1972,

Chávez S. 1988: Fig. 1

Wiraqocha Orqo

A 1 km al Sureste del pueblo de Velille, Rio Chaychapampa. Prov. Chumbivilcas, Dpto Cusco.

Desconocida Cerro con terrazas Pukara Chávez S. 1988: Fig. 5 a, b, c, 6 a y b; Burger et al 2000: 317

Yapura Península de Capachica Desconocida No se ha hallado el sitio

que albergó la estela Pukara Hoyt 1975, Stanish 2003: 145

Page 432: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

421

CUADRO 3

ASENTAMIENTOS TEMPRANOS (1400 ANE-350 DNE) Y LITOESCULTURA EN LA CUENCA NORTE DEL TITICACAASENTAMIENTO HUANCA ESTELAS

ESCALONADASESTELAS

RECTANGULARESMONOLITOS

ANTROPOMORFOSBLOQUES

DECORADOS OTROS REFERENCIAS COMENTARIOS

Altarane 0 0 0 1 0 0 Paredes 1984

Persona mítico antropomorfo Pukara. Se asociaria con las estelas de Hatuncolla de donde tambien proviene.

Arapa 0 1 0 2 2 0

Kidder 1943, Chávez 1975, Burger et al 2000: 317

Laja con personaje antropomorfo sosteniendo cabeza decapitada

Ayrampuni 0 0 0 1 0 0 Kidder 1943 Persona de estilo Pukara

Balsaspata (Pueblo Libre) 0 0 0 1 0 0

Arizaca 1998, Tantaleán 2005, Stanish 2003

Persona mítico de estilo Pukara

Cachichupa (HU-014) 0 0 1 0 0 Bloques

constructivos

Plourde 1999, 2006:249, Stanish y Plourde 2000, Stanish 2003: 114

Monolito sin decoración asociado a Estructura rectangular

Camata 0 0 0 0 0 0 Steadman 1995

Caminaca 0 0 1 0 0 0 Erickson 1996

Caminaca Pueblo 0 0 1 0 0 0

Chávez y Mohr 1970: 36

Decoración de serpentiformes con circulos de estilo Pukara

Canchacancha-Asiruni 1 2 1 0 1 3 Bloques

constructivos

Chávez y Chávez 1970, Stanish 2003, Stanish et al. 2005

1 litoescultura de cabeza decapitada

Caxani 0 0 0 0 0 0Burger et al. 2000: Fig. 309, 312

Cerro Chincheros 0 0 0 0 0 Bloques

constructivosStanish et al. 2005: 299

Cerro Cupe 0 0 0 0 0 Bloques constructivos

Stanish 2003: 145, Stanish et al. 2005

Cerro Huacsapata 0 0 0 0 0 0 Patterson

1967: 143

Checapupuja 0 0 0 0 0 0

Rowe 1963, Mohr 1969; 48, Mujica1978. 298

Chimpajara 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Cotos 0 0 0 0 0 1 Stanish et al. 2005 “Laja Formativo superior”

Cueva Qelloqaqa 0 0 0 0 0 0 Burger et al. 2000: 296

Esquinapata 0 0 0 0 0 0 Burger et al. 2000: 309

Hatuncolla 0 0 2 0 0 0 Kidder 1943

HU-018 0 0 0 0 0 Bloques constructivos Plourde 2006

HU-205 0 0 0 0 0 0 Plourde 2006

HU-276 0 0 0 0 0 0 Plourde 2006

HU-316 0 1 0 0 0 Bloques constructivos Plourde 2006 Posible estela

escalonada

HU-381 0 0 0 0 0 0 Plourde 2006

Page 433: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

422

HU-432 0 0 2 0 0 Bloques constructivos Plourde 2006

Posibles estelas rectangulares en el centro de una plaza hundida

HU-532 1 0 0 0 0 Bloques constructivos Plourde 2006 Monolito por definir

HU-95 0 0 0 0 0 Bloques constructivos Plourde 2006

Huajje 0 0 0 0 0 Bloques constructivos

Staanish 2003: 120, Stanish et al. 2005

Huancahuichinka (HU-003) 0 0 2 0 0 0 Plourde 2006

Según Plourde son estelas de estilo Yaya mama. Sin embargo, los circulos en altorrelieve son similares a los del estilo Pukara

Huancasayapata 1 0 0 0 0 0 Arizaca 1998

Huatacoa 0 0 0 0 0 0Cohen 2003a en Plourde 2006: 98

Huayna Roque 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Ichu-Incatunuhuiri 1 2 1 3 1 Bloques

constructivos

Kidder 1943, Patterson 1967:144, Stanish 2003: 145

Ser mítico antropomorfo Pukara.

Isla Soto 00

0 1 0 Bloques constructivos

Myres y Paredes 2005

Fragmento basal de monolito antropomorfo asociado a plaza hundida

Ituntata 0 2 0 0 0 0 Chávez S. 1988: Fig.: 8

Pukara. Ser mítico serpentiforme lengua bífida

Japisi 0 0 0 1 0 0 Chávez 1981 Ser mítico antropomorfo Pukara.

Laliuyu 0 0 0 2 0 Bloques constructivos Kidder 1943 Personajes miticos de

estilo Pukara

Mallaccasi 0 0 0 1 0 0Chávez y Mohr 1970: 37

Personaje con estilo alejado de los conocidos

Maravillas 0 0 0 0 0 0

Stanish 2003: 144-145, Stanish et al. 2005

Moho 0 0 0 0 1 Bloques constructivos

Kidder 1943, Chávez 1981

Laja con personaje antropomorfo en alto relieve

Pachatata Amantani 0 0 0 0 0 Bloques

constructivos

Niles 1988, Stanish et al 2005

Pancha 0 0 0 0 0 0 Erickson 1996

Paucarcolla-Santa Barbara 0 0 1 0 0 Bloques

constructivos

Steadman 1995: 428, Stanish 2003.119, Stanish et al. 2005

Puente Caminaca 0 0 0 0 0 0 Stanish et al.

2005

Pukara 0 5 3 16 2 Bloques constructivos

Valcárcel 1935, Kidder 1943, Franco Inojosa 1939, Mujica 1981, Bustinza y Klarich 2007

6 sacrificadores o personajes míticos Pukara. Aquí se consignan las litoesculturas in situ y las depositadas en el museo litico procedentes del sitio de Pukara.

Punanave 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Puno Puno 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

423

Putina Pueblo (HU-030) 0 0 0 0 0 Bloques

constructivos

Plourde 1999, 2006; Stanish y Plourde 2000, Stanish 2003: 114

Qaluyu 0 2 3 1 0 Bloques constructivos

Valcárcel 1935, Chávez Ballón 1950 , Rowe 1958, Burger et al. 2000: 298, Stanish 2003: 114-115

Estelas y monolitos recuperados por Valcárcel (1935) y Kidder (ver Rowe 1958) y transportados al pueblo de Pucara.

Qaqachupa 0 0 0 0 0 0

Rowe 1956: 144, Arizaca 1997, Steadman 1995: 418 (sitio “Camal”)

Saman Pueblo 0 0 1 1 0 Bloques constructivos Kidder 1943

Estela rectangular con personaje serpentiforme y cabeza de monolito de estilo Pukara

Saman Sur 0 0 0 0 0 0 Stanish et al 2005: 308

Santa María 0 0 0 0 0 0

Rowe 1963, Mohr 1969; 48, Mujica 1978. 298

Sawa sawa 0 0 0 0 1 0Chávez 1988: Fig. 12 y pag. 36

Decoracion de camélidos de estilo Pukara

Sillustani 0 0 0 0 0 0Ayca 1995, Stanish et al. 2005:309

Posiblemente las esculturas de Hatuncolla proceden de este area.

Taraco 0 4 5 3 1 Bloques constructivos

Kidder 1943, Patterson 1967: 144, Chávez y Mohr 1970

Se han incluido en estelas rectangulares a la estela Yaya-mama

Tariachi 1 0 1 1 0 0 Stanish et al. 2005: 310

Una escultura de cabeza antropomorfa

Tunuphara 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Unocolla 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Viscachuni (Mirador o Huacaparki)

0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Wanina 0 0 0 0 0 0 Stanish et al. 2005

Waraq´oyoq Q´asa 0 0 0 3 0 0

Nuñez del Prado 1972, Chávez S. 1988: Fig. 1; Burger et al. 2000: 317

Dos representaciones del ser mítico antropomorfo Pukara

Wiraqocha Orqo 0 1 0 0 1 0Chávez S. 1988: Fig. 5 a, b, c, 6 a y b

1. Dos fragmentos de una misma estela Pukara. Diseños similares a otra depositada en el Museo de Pukara. 2. Laja decorada con felino de perfil

Yapura 0 0 1 0 0 0Hoyt 1975, Stanish 2003: 145

Dos Bloques de una misma Estela con Motivos Pukara, emparentados con la estela de Arapa.

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Henry TanTaleán

424

CUADRO 4

ASENTAMIENTOS TEMPRANOS (1400 ANE-350 DNE) DE LA CUENCA NORTE DEL TITICACA Y ESTILOS CERÁMICOS TEMPRANOS

ASENTAMIENTO QALUYU PUKARA OTROS REFERENCIA

Altarane NO NO NO Paredes 1984

Arapa NO NO NO Kidder 1943, Chávez 1975, Burger et al. 2000: 317

Ayrampuni NO SI NO Kidder 1943: 23

Balsaspata (Pueblo Libre) SI SI NO Arizaca 1998, Tantaleán 2005, Stanish 2003

Cachichupa (HU-014) SI SI NO Plourde 1999, 2006, Stanish y Plourde 2000, Stanish 2003: 114

Camata SI SI TIW Steadman 1995

Caminaqa SI SI NO Erickson 1996: 257

Caminaca Pueblo NO NO NO Chávez y Mohr 1970: 36

Canchacancha-Asiruni SI SI NO Chávez y Mohr 1970, Stanish 2003, Stanish et al. 2005

Caxani SI SI NO Burger et al. 2000: Fig. 309, 312

Cerro Chincheros SI SI TIW Stanish et al. 2005: 298

Cerro Cupe Formativo Medio SI TIW Stanish 2003: 145, Stanish et al. 2005: 300

Cerro Huacsapata NO SI NO Patterson 1967: 143

Checapupuja SI SI NO Rowe 1963, Mohr 1969; 48, Mujica 1978: 298

Chimpajara NO SI NO Stanish et al. 2005: 301

Cotos NO NO TIW Stanish 2003: 145, Stanish et al. 2005: 301

Cueva Qelloqaqa SI SI NO Burger et al. 2000: 296

Esquinapata NO SI NO Burger et al. 2000: 309

Hatuncolla NO NO NO Kidder 1943

Huancahuichinka (HU-003) SI SI NO Plourde 2006

HU-018 SI SI NO Plourde 2006

HU-205 SI SI TIW Plourde 2006

HU-276 SI NO NO Plourde 2006

HU-316 NO SI NO Plourde 2006

HU-381 SI SI NO Plourde 2006

HU-432 NO NO NO Plourde 2006

HU-532 SI SI NO Plourde 2006

HU-95 NO SI NO Plourde 2006

Huajje Formativo Medio Formativo Superior TIW Stanish 2003: 120, Stanish et al. 2005: 302

Huancasayapata Formativo Medio Formativo Superior NO Arizaca 1998, Tantaleán 2005

Huatacoa SI NO NO Cohen 2003a en Plourde 2006: 98

Huayna Roque Formativo Medio Formativo Superior TIW Stanish et al. 2005: 302

Ichu-Incatunuhuiri SI SI TIW Kidder 1943, Patterson 1967:144, Stanish 2003: 145

Isla Soto NO NO NO Myres y Paredes 2005

Ituntata NO NO NO Chávez 1988

Japisi NO NO NO Chávez 1981: 79

Laliuyu NO NO NO Kidder 1943

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

425

Mallaccasi NO NO NO Kidder 1943, Chávez y Mohr 1970: 37

Maravillas Formativo Medio Formativo Superior TIW Stanish 2003: 144-145, Stanish et al. 2005: 303

Moho NO NO NO Kidder 1943

Pachatata Amantani Formativo Medio Formativo Superior TIW Kidder 1943, Niles 1988

Pancha SI SI NO Erickson 1996:153, 257

Paucarcolla-Santa Barbara SI SI TIW Steadman 1995: 428, Stanish 2003.119, Stanish et al. 2005, Johnson e.p.

Puente Caminaca SI SI NO Stanish et al. 2005: 306

Pukara SI SI NO Kidder 1943, Mujica 1979, Klarich 2006

Punanave Formativo Medio Formativo Superior TIW Stanish et al. 2005: 307

Puno Puno SI SI NO Stanish et al. 2005: 308

Putina Pueblo (HU-030) SI Formativo Superior NO Plourde 1999, 2006; Stanish y Plourde 2000, Stanish 2003: 114

Qaluyu SI SI NO Chávez Ballón 1950, Rowe 1958, Burger et al.2000:298, Stanish 2003:114

Qaqachupa SI SI NO Rowe 1956: 144, Arizaca 1997, Steadman 1995: 418 (sitio “Camal”)

Saman Pueblo NO NO NO Kidder 1943: 18

Saman Sur NO Formativo Superior TIW Stanish et al 2005: 308

Santa María SI NO NO Rowe 1963, Mohr 1969: 48, Mujica 1978. 298

Sawa sawa NO NO NO Chávez 1988: 36

Sillustani SI SI TIW Ayca 1995, Stanish et al. 2005:309

Taraco SI SI TIW Patterson 1967: 144, Stanish et al. 2005: 310

Tariachi Formativo Medio SI TIW Stanish et al. 2005: 311

Tunuphara Formativo Medio Formativo Superior NO Stanish et al. 2005: 312

Unocolla SI SI TIW Stanish et al. 2005: 312

Viscachuni (Mirador o Huacaparki) Formativo Medio Formativo

Superior NO Stanish et al. 2005: 312

Wanina Formativo Medio SI NO Stanish et al. 2005: 312

Waraq´oyoq Q´asa NO SI NO Nuñez del Prado 1972, Chávez S. 1988

Wiraqocha Orqo NO SI NO Chávez S. 1988, Burger et al 2000: 317

Yapura NO NO NO Hoyt 1975

Page 437: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

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11/1

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5

Page 439: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

428

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Page 440: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

429

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5

Page 441: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

430

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Page 442: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

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Page 443: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

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Page 444: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

433

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Page 445: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

434

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Page 446: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

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7

Page 447: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

436

124

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Page 448: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

CUADROS DEL CAPITULO 5

Page 449: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

438

CUADRO 6

RECONOCIMIENTO DE SITIOS ARQUEOLÓGICOS TEMPRANOS EN LA CUENCA NORTE DEL TITICACA OCTUBRE 2006

N. PUNTO

GPSSITIO LOCALIDAD PUNTO GPS DESCRIPCIÓN DE PUNTO GPS FOTOS COMENTARIOS REFERENCIAS

ANTERIORES

13 Balsaspata Ayaviri 19 L 0328560 UTM 8352803 Límite Oeste Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

14 Balsaspata Ayaviri 19L0328551 UTM 8352784 Ladera de cerro. Limite Oeste Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

15 Balsaspata Ayaviri 19 L 0328551 UTM 8352815

Perfil descubierto al Oeste de la carretera Puno-Cusco Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

16 Balsaspata Ayaviri 19L 0328567 UTM 8352840

Punto al Este de carretera en el mismo sitio Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

17 Balsaspata Ayaviri 19L 0328584 UTM 8352831

Esquina Sur Oeste del mismo sitio de Balsaspata Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

18 Balsaspata Ayaviri 19L 0328612 UTM 8352892

Esquina Sur Este. Límite del sitio cercano a la confluencia de la trocha cercana al rio.

Arizaca 1998, Tantaleán 2005

19 Balsaspata Ayaviri 19L 0328563 UTM 8352892

Punto en el perfil Este del sitio al frente de rio Ayaviri. Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

20 Balsaspata Ayaviri 19L 0328539 UTM 8352885

Punto en lado Este, paralelo a la trocha frente al río. Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

21 Balsaspata Ayaviri 19L 0328497 UTM 8352855 Cruce de trocha con autopista. Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

22 Balsaspata Ayaviri 19L 0328524 UTM 8352845

Punto en el lado Oeste del sitio (lado Este de la autopista). Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

23 Balsaspata Ayaviri 19L 0351291 UTM 8339361 Punto S del sitio en la carretera. Arizaca 1998,

Tantaleán 2005

24 19L 0351281 UTM 8339338

25 19L 0351202 UTM 8339447

26 Qaluyu Qaluyu 19L 0351156 UTM 8339458

Cerca al patio Hundido de estilo Pukara.

Qaluyu esta en el Km 1247 de la autopista Cusco-Puno y en la carretera se pueden medir

unos 250mts. De largo (deN a S) del sitio

Stanish 2003

27 Qaluyu Qaluyu 19L 0351102 UTM 8339477 Stanish 2003

28 Qaluyu Qaluyu 19L 0351122 UTM 8339486 Stanish 2003

29 Qaluyu Qaluyu 19L 0351111 UTM 8339502 Esquina NE de muro. Stanish 2003

30 Qaluyu Qaluyu 19L 0351108 UTM 8339519 Esquina NW de muro. Stanish 2003

31 Qaluyu Qaluyu 19L 0351127 UTM 8339543

Límite N del sitio con lado E de carretera. Stanish 2003

32 Qaluyu Qaluyu 19L 0351173 UTM 8339480

Piedras talladas de estructura monumental (foto). Stanish 2003

33 Qaluyu Qaluyu 19L 0351201 UTM 8339506

Ducto de piedra que se ve en el perfil de la carretera. el ducto debe tener unos 40cm

x 40 cm Stanish 2003

34 Qaluyu Qaluyu 19L 0351256 UTM 8339363

Punto en lado este de carretera en el extremo sur del montículo de Qaluyu.

los muros de piedra semi-canteada en la cima del

monticulo están orientados hacia el norte según mi brújula

Stanish 2003

35 Qaluyu Qaluyu 19L 0351188 UTM 8339550

Punto en el lado Este del montículo (al este de la carretera). Es un punto en el lado norte del montículo.

Stanish 2003

36 Qaluyu Qaluyu 19L 0351271 UTM 8339547

Estructura rectangular de piedra semi-canteadas. Stanish 2003

37 Qaluyu Qaluyu 19L 0351349 UTM 8339516 Stanish 2003

38 Qaluyu Qaluyu 19L 0351312 UTM 8339445 Stanish 2003

39 Qaluyu Qaluyu 19L 0351315 UTM 8339394 Stanish 2003

40 Qaluyu Qaluyu 19L 0351299 UTM 8339361

Punto final tomado en Qaluyu. Limite del montículo en el extremo sur que se une con el lado este de la carretera.

Stanish 2003

41 Montículo al sur de Qaluyu Pucara 19L 0352600

UTM 8338490

Montículo el nor-este de Pukara. Está ubicado en la pampa al Este de la carretera.

Ninguna

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

439

42 Montículo al sur de Qaluyu Pucara 19L 0352596

UTM 8338481 Esquina N-W de patio hundido. Ninguna

43 Montículo al sur de Qaluyu Pucara 19L 0352606

UTM 8338467 Esquina S-W. Ninguna

44 Montículo al sur de Qaluyu Pucara 19L 0352624

UTM 8338483 Esquina S-E. El patio tiene 25x25 m. aprox. Ninguna

45

Montículo al sur del anterior. Ahora hay un muro perimétrico del nuevo cementerio del pueblo moderno de

Pukara.

Pucara 19L 0352672 UTM 8338388 Estela de estilo Pukara. Escala en foto 30cm. Ninguna

46 Pukara Pucara 19L 0352537 UTM 8336130 Inicio de escalinata de Qalasaya. Kidder 1943

47 Pukara Pucara 19L 0352456 UTM 8336183

Esquina S-E del patio Hundido de Qalasaya Kidder 1943

48 Tintiri Tintiri, Azángaro 19L 0380215 UTM 8355323 Estela en la ladera norte del Montículo

Montículo monumental atrás de iglesia de la Comunidad

de TintiriNinguna

49 Tintiri Tintiri, Azángaro 19L 0380203 UTM 8355293

Bloque de arenisca. Parte superior en ladera norte del montículo. Ninguna

50 Tintiri Tintiri, Azángaro 19L 0380179 UTM 8355250 Límite SW.

Se trazó un eje SW-NE para aproximarse al ancho del

montículo Ninguna

51 Tintiri Tintiri, Azángaro 19 L 0380263 UTM 8355327 Límite NE. Ninguna

52 19L 0381341 UTM 8355161

61 Cancha Cancha-Asiruni Azángaro 19L 0381398 UTM 8355171 Estela 1. Chávez y Mohr

1970

62 Cancha Cancha-Asiruni Azángaro 19L 0381398 UTM 8355171 Estela 2. Chávez y Mohr

1970

63 Cancha Cancha-Asiruni Azángaro 19L 0381398 UTM 8355171 Estela 3, serpiente. Chávez y Mohr

1970

64 Cancha Cancha-Asiruni Azángaro 19L 0379526 UTM 8355260 Centro de la Qocha. Chávez y Mohr

1970

65 Capallani Mataro Chico, Azángaro

19L 0371994 UTM 8331870 Inicio del sitio. Sitio Tardío (IT-HT) Ninguna

66 19L 0371958 UTM 8331959 Cima del montículo del Norte.

67 19L 0371708 UTM 8332195 Chullpas.

68 Campuco Orco Mataro Chico, Azángaro

19L 0373211 UTM 8332786 Chullpas en Campu Orco. lado sur de campo orco Ninguna

69 Maravillas Juliaca 19L 0377382 UTM 8293740

Inicio de campos hundidos cerca de autopista. Stanish 2003

70 Maravillas Juliaca 19L 0376985 UTM 8294041

Dispersión de cerámica Formativa y, posiblemente, Tiwanaku. Stanish 2003

71 Maravillas Juliaca 19L 0376990 UTM 8294094

Sector denominado Pucarapi, según dueño Pio Soncco. Stanish 2003

72 Plaza de pueblo Moderno de Taraco Taraco 19L 0394969

UTM 8308518 Kidder 1943, Chávez

73 Jachagani Taraco 19L 0395341 UTM 8309272 Ninguna

74 Jachagani Taraco 19L 0395345 UTM 8309283 Ninguna

75 Jachagani Taraco 19L 0395350 UTM 8309294 Ninguna

76 Jachagani Taraco 19L 0395350 UTM 8309294 Ninguna

77 Jachagani Taraco 19L 0395358 UTM 8309368 Ninguna

78 Jachagani Taraco 19L 0395360 UTM 8309408 Ninguna

79 Jachagani Taraco 19L 0395362 UTM 8309406 Ninguna

80 Jachagani Taraco 19L 0395358 UTM 8309454 Laja de piedra perforada. Ninguna

Page 451: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

440

81 Wanina Huatta 19L 0397362 UTM 8271653

Al lado de trocha que sale de Huatta (inicio del sitio) en la pampa al este de la base del Cerro Wanina.

Stanish et al 2005

82 Wanina Huatta 19L 0397349 UTM 8271624 Cima de primer montículo. Stanish et al 2005

83 Wanina Huatta 19L 0397232 UTM 8271571 Dispersión de cerámica Tiwanaku. fotos 5216-

5218 Stanish et al 2005

84 Wanina Huatta 19L 0397267 UTM 8271512

Fragmentos Pukara Clásico. Muro de contención de la 2da plataforma de Cerro Wanina.

Stanish et al 2005

85 Wanina Huatta 19L 0397233 UTM 8271497

Dispersión de cerámica Pukara. Parte plana de 2da plataforma. Hay alisadores de cerámica y piruros

Stanish et al 2005

86 Wanina Huatta 19L 0397240 UTM 8271478 3ra plataforma. Stanish et al 2005

87 Wanina Huatta 19L 0397214 UTM 8271413 4ta terraza. Stanish et al 2005

88 Wanina Huatta 19L 0397216 UTM 8271410 5ta terraza. Stanish et al 2005

89 Wanina Huatta 19L 0397201 UTM 8271358

Capilla moderna en la cima de cerro Wanina. Stanish et al 2005

90 Wanina Huatta 19L 0397405 UTM 8271481

Límite de dispersión cercana a trocha que va hacia Huatta. Stanish et al 2005

91 Wanina Huatta 19L 0397448 UTM 8271616 Stanish et al 2005

92 Wanina Huatta 19L 0397371 UTM 8271691

Punto final de dispersión en base de Wanina y cerca de trocha que va hacia Huatta.

Stanish et al 2005

93 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387102

UTM 8259126

Campos de cultivo actuales en la parte superior de cerro vecino al este de la carretera cerámica Inca.

Stanish 2003

94 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387235

UTM 8259127

Base del cerro Santa Bárbara Inicio de dispersión cerámica. Hay alisadores de cerámica y azadas.

Stanish 2003

95 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387262

UTM 8259186 Stanish 2003

96 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387296

UTM 8259154Ladera de cerro Santa Bárbara (fotos de fragmentos 5278-5288). Stanish 2003

97 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387337

UTM 8259144 Stanish 2003

98 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387357

UTM 8259178 Stanish 2003

99 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387402

UTM 8259232 Stanish 2003

100 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387414

UTM 8259205

Cerca de cima de Santa Bárbara. Foto de cerámica 5297-5304. Terraza con muro cercano a cima.

Stanish 2003

101 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387445

UTM 8259194 Terrazas. Stanish 2003

102 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387587

UTM 82593235Terraza al norte de cima (a unos 10 m. de la misma). Stanish 2003

103 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387629

UTM 8259240Dispersión menos densa de cerámica al norte de cima. Stanish 2003

104 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387634

UTM 8259182 Stanish 2003

105 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387625

UTM 8259158 Stanish 2003

106 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387603

UTM 8259117

Límite de dispersión al E de la cima (a unos 200m.). Fragmento de trompeta formativa.

Stanish 2003

107 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387593

UTM 8259089 Stanish 2003

Page 452: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

441

108 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387584

UTM 8259067 Stanish 2003

109 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387522

UTM 8259039

Al sur de Capilla de la cima (a unos 200 m.) punto sobre muro que corre N-S.

Stanish 2003

110 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387529

UTM 8259099Cima. Puerta de capilla moderna de cerro Santa Bárbara Stanish 2003

111 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387575

UTM 8258912 Límite de dispersión al sur de cima. Stanish 2003

112 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387503

UTM 8258876

113 Paucarcolla-Santa Bárbara Paucarcolla 19L 0387453

UTM 8258951Punto final de dispersión al NW de cima.

114 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 040061 UTM 8243496

Base de cerro Incatunuhuiri 1er muro de contención. Kidder 1943

115 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400159 UTM 8243362

Cerámica con desgaste vegetal. Ladera de cerro Incatunuhuiri y Huanca (foto). Cerámica con engobe rojo Pukara.

Kidder 1943

116 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400146 UTM 8243293 Alta densidad de cerámica formativa. Kidder 1943

117 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400209 UTM 8243285 Olla sin cuello. Kidder 1943

118 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400292 UTM 8243220

Gran bloque de arenisca. Foto escala 50cm. Kidder 1943

119 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400259 UTM 8243198 Fragmento Pukara Policromo. Kidder 1943

120 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400263 UTM 8243188 Fragmento de azada. Kidder 1943

121 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400294 UTM 8243126 Esquina de patio hundido en cima. Kidder 1943

122 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400304 UTM 8243117 Esquina de patio hundido en cima. Kidder 1943

123 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400290 UTM 8243106 Esquina de patio hundido en cima. Kidder 1943

124 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400283 UTM 8243117 Esquina de patio hundido en cima. Kidder 1943

125 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400262 UTM 8243091

Estela Pukara y Estela Pukara con decoración erosionada. Kidder 1943

126 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400232 UTM 8243074 Monolito Antropomorfo. Kidder 1943

127 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400210 UTM 8243124 Monolito sin decoración. Kidder 1943

128 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400206 UTM 8243076 Monolito sin decoración. Kidder 1943

129 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400176 UTM 8243122 Monolito. Kidder 1943

130 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400119 UTM 8243151

Dispersión intensa de cerámica en ladera W de cerro Incatunuhuiri. Kidder 1943

131 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400035 UTM 8243120

Bloque lítico con decoración zoomorfa erosionado. Kidder 1943

132 Ichu-Incatunuhuiri Chucuito 19L 0400034 UTM 8243118 Base del cerro. Kidder 1943

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Henry TanTaleán

442

CUADRO 7

SITIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI

CÓDIGO DE

SITIO

NOMBRE DE SITIO LOCALIDAD DATOS GPS EXTENSIÓN (M2) ESTRUCTURAS

ARQUEOLÓGICASOCUPACIONES

ARQUEOLÓGICAS

QT-01 Quellahuilque 19 L 0372618 UTM 8352038 15, 000 Ninguna visible Collao/Inca local

QT-02 19 L 0374538 UTM 8350662 500 Recintos Cuadrángulares Colonial o Republicano

QT-03 Chullacachi 19 L 0375601 UTM 8350558 600 Pequeños montículos Formativo Inferior/

Qaluyu

QT-04 19 L 0375906 UTM 8350557 100 Recinto sobre plataforma Inca local/Colonial

QT-05 Frente a Primero

Choquechambi (Ex Fundo Pancañe)

19 L 0377447 UTM 8350061 8, 000

Montículo y dispersión de materiales en chacra

modernaQaluyu/Collao

QT-06 PancañeFrente a Primero

Choquechambi (Ex Fundo Pancañe)

19 L 0377232 UTM 8350137 128, 100

Mínimo de 4 montículos. 1 gran recinto rectangular

(patio hundido) y una estructura anexa. Muros

largos

Qaluyu/Pukara

QT-07 19 L 0377821 UTM 8350025 506

Pequeñas elevaciones en el terreno y bases de muro de

piedraCollao

QT-08 19 L 0377541 UTM 8350134 100 Plataforma y gran laja de

piedra rectangular Qaluyu/Pukara

QT-09 19 L 0375451 UTM 8350687 868 Ninguna visible Collao

QT-10 Copacachi (frente al Cerro Chijurani)

19L 0379638 UTM 8352935 896 Dispersión de cerámica Collao

QT-11 19L 0378828 UTM 8351573 3, 900 Una docena de cistas

circulares semi subterráneas Collao/Inca local

QT-12 CallacayaniTerrenos de

Marcelino Calcina Vilcapaza

19L 0378678 UTM 8351546 52, 500 Montículos, plataformas,

recintos cuadrangulares Qaluyu/Pukara

QT-13 19L 0379305 UTM 8353064 48 Cistas funerarias

individuales y cistas de lajas Collao/Inca local

QT-14 19L 0379078 UTM 8352810 100 Ninguna visible Collao

QT-15 19L 0378949 UTM 8352688 3400 Ninguna visible Collao

QT-16 19L 0378473 UTM 8351773 15, 000

4 montículos con cistas funerarias, algunas

saqueadas y destruidasCollao/Inca local

QT-17 19L 0378480 UTM 8351652 100

Montículo con base una chullpa cuadrangular,

orientada hacia los puntos cardinales

Inca local

QT-18 Tintiri Detrás de la Iglesia de Tintiri

19L 0380209 UTM 8355375 54, 000 Muros, terrazas, recintos Qaluyu

QT-19 19L 0381600 x UTM 8355416. 10, 000 Muros de recintos y posible

patio hundido Qaluyu/Pukara

QT-20 Cancha Cancha- Asiruni

Comunidad de Anacquia

19L 0381538 x UTM 8355191 80, 000 Montículos y grandes

recintos rectángulares Qaluyu/Pukara

QT-21 Copacachi 19L 0380634 X UTM 8352724 2, 800 Ninguna visible Collao

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

443

QT-22 Callacoyo 19L 0385692 X UTM 8358146 38, 500 Montículos y grandes

Recintos CuadrángularesFormativo Inferior/

Qaluyu

QT-23 Larancahuane 19L 0385141 X UTM 8359182 13, 800 Muros de contención

(aterrazamientos) Qaluyu

QT-24 San AntonioLarancahuane.

Huayrapata según la carta nacional

19L 0385119 X UTM 8358925 3, 600 Montículo y recintos

cuadrángulares Qaluyu

QT-25 Llinqui _ 100 Ninguna visible Qaluyu

QT-26 Cancha Cancha Yacchata 19L 0383553 X UTM 8347549 10, 000 Pequeños montículos Formativo Inferior/

Qaluyu

QT-27 Yacchata 19L 0383419 X UTM 8347456 945 Cistas funerarias completas

y disturbadas Collao/Inca local

Page 455: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

444

CUADRO 8

ASENTAMIENTOS Y LITOESCULTURA EN EL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI

CÓDIGO DE

SITIO

NOMBRE DE SITIO

LITOESCULTURAS INSTRUMENTOS LITICOS

OCUPACIONES ARQUEOLOGICAS

HUANCA ESTELA ESCALONADA

ESTELA RECTANGULAR

MONOLITOS ANTRO

POMORFOS

BLOQUES DECORADOS

GRANDES BLOQUES

TRABAJADOS

PUNTAS OBSIDIANA AZADAS OTROS

QT-01 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao/Inca local

QT-02 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Colonial/Republicano

QT-03 0 0 0 0 0 0 2 0 0 Formativo Inferior/Qaluyu

QT-04 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Inca local/Colonial

QT-05 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Qaluyu/Collao

QT-06 PANCAÑE 2 0 2 0 0 5 2 1 2 Qaluyu/Pukara

QT-07 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao

QT-08 0 0 1 0 0 1 0 0 0 Qaluyu/Pukara

QT-09 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao

QT-10 0 0 0 0 0 0 0 0 1 Collao

QT-11 0 0 0 0 0 0 1 0 1 Collao/Inca local

QT-12 CALLA CAYANI 1 1 4 1 0 2 0 0 1 Qaluyu/Pukara

QT-13 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao/Inca local

QT-14 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao

QT-15 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao

QT-16 0 0 0 0 0 0 1 0 0 Collao/Inca local

QT-17 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Inca local

QT-18 TINTIRI 0 0 2 0 0 0 0 0 0 Qaluyu

QT-19 1 0 0 0 0 0 1 1 1 Qaluyu/Pukara

QT-20CANCHA CANCHA ASIRUNI

1 1 5 1 1 6 0 0 0 Qaluyu/Pukara

QT-21 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao

QT-22 CALLACOYO 1 0 0 0 0 3 1 1 1 Formativo Inferior/Qaluyu

QT-23 LARANCA HUANE 0 0 0 0 0 0 1 0 0 Qaluyu

QT-24 SAN ANTONIO 1 0 1 0 0 0 1 0 0 Qaluyu

QT-25 0 0 1 0 0 2 0 0 0 Qaluyu

QT-26 CANCHA CANCHA 2 0 2 0 0 5 0 0 0 Formativo Inferior/

Qaluyu

QT-27 0 0 0 0 0 0 0 0 0 Collao

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

445

CUADRO 9

ASENTAMIENTOS Y ESTILOS CERÁMICOS EN EL VALLE DEL QUILCAMAYO-TINTIRI

CÓDIGO DE SITIO NOMBRE DEL SITIO

ESTILOS CERÁMICOS

QALUYU PUKARA COLLAO INCA COLONIAL OTROS

QT-01 NO NO SI NO NO NO

QT-02 NO NO SI NO SI NO

QT-03 NO NO NO NO NO NO

QT-04 NO NO NO NO SI NO

QT-05 SI NO SI NO NO NO

QT-06 PANCAÑE SI SI SI NO NO NO

QT-07 NO NO SI NO NO NO

QT-08 SI NO SI NO NO NO

QT-09 NO NO SI NO SI NO

QT-10 NO NO SI NO NO NO

QT-11 SI NO SI NO NO NO

QT-12 CALLACAYANI SI SI NO NO NO NO

QT-13 NO NO SI NO NO NO

QT-14 NO NO SI NO NO NO

QT-15 NO NO SI NO NO NO

QT-16 NO NO SI NO NO NO

QT-17 NO NO SI NO NO NO

QT-18 TINTIRI SI NO NO NO NO NO

QT-19 SI SI NO NO NO NO

QT-20 CANCHA CANCHA ASIRUNI SI SI NO NO NO SI

QT-21 NO NO SI NO NO NO

QT-22 CALLACOYO SI NO SI NO NO NO

QT-23 LARANCAHUANE SI NO NO NO NO NO

QT-24 SAN ANTONIO SI NO NO NO NO NO

QT-25 NO NO NO NO NO NO

QT-26 CANCHA CANCHA NO NO NO NO NO NO

QT-27 NO NO SI NO NO NO

Page 457: Tantalean 2010. Ideologia y Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias de la Cuenca Norte del Titicaca, Peru

Henry TanTaleán

446

CUADRO 10

ANALISIS DE DIVERSIDAD DE MATERIALES ARQUEOLOGICOS (UNIDADES DE 2 X 2m.)

SITIO UNIDAD N° TOTAL DE ITEMS

PESO TOTAL

MATERIALES

Cerámica Lítico Óseo Otros

N° Peso % N° Obsidiana Peso % N° Peso % N° Peso %

QT-03 U1 10 11,8 - - - 10 8 11,8 100 - - - - - -

QT-05 U1 38 126,8 22 101,4 57,89 1 - 1,5 2,64 15 23,9 39,7 - - -

QT-06 U1 182 357,3 174 339,5 95.60 7 4 16,8 3,84 - - - 1 1 0,56

QT-06 U2 88 235,9 75 220,8 85,22 12 11 14,1 13,63 1 1 1,15 - - -

QT-12 U1 103 320,3 53 210,7 51,45 6 1 59,9 5,84 44 49,7 42,71 - - -

QT-12 U2 297 518,4 270 483,5 90.90 19 6 28,7 6,39 8 6,2 2,71 - - -

QT-18 U1 104 255,1 42 139,5 40.38 31 7 72,9 29,81 31 42,7 29,81 - - -

QT-19 U1 160 473,3 154 466,1 96.25 6 2 7,2 3,75 - - - - - -

QT-19 U2 59 162,9 54 156,1 91.52 5 0 6,8 8,48 - - - - - -

QT-22 U1 115 243,9 86 224,8 74.78 8 0 11 6,96 21 8,1 18,26 - - -

QT-23 U1 113 389,8 109 388,8 96.46 4 4 1,8 3,54 - - - - - -

QT-24 U1 64 296,2 62 240,1 96.87 2 1 56,1 3,13 - - - - - -

CUADRO 11ANÁLISIS DE DENSIDAD Y VOLUMEN DE MATERIAL CERAMICO (UNIDADES DE 2 X 2m.)

PARTE 1

SITIO UNIDAD N° TOTAL DE FRAG PESO TOTAL

ESTILOS CERAMICOS

QALUYU PUKARA COLLAO OTROSN° Peso % N° Peso % N° Peso % N° Peso %

QT-03 U1 - - - - - - - - - - - - - -

QT-05 U1 22 101,4 6 36,5 27,28 - - - 16 64,8 72,72 - - -

QT-06 U1 174 339,5 166 321,3 95,4 - - - 8 18 4,6 - - -

QT-06 U2 75 221,3 66 190,7 88 - - - 9 30,1 12 - - -

QT-12 U1 53 210,7 50 192,3 94,33 1 1,43 1,9 2 12,4 3,77 - - -

QT-12 U2 270 483,5 227 437,3 84,07 - - - 33 44,2 15,93 - - -

QT-18 U1 42 139,5 26 97,2 61,9 - - - 16 42,2 38,1 - - -

QT-19 U1 154 466,1 68 223,8 44,16 - - - 86 241 35,84 - - -

QT-19 U2 54 156,1 25 84,9 46,3 - - - 29 71,1 53,7 - - -

QT-22 U1 86 224,8 77 206,9 89,53 - - - 9 17,8 10,47 - - -

QT-23 U1 109 388,8 98 341,6 89,9 - - - 10 35,7 9,17 1 11,6 0,93

QT-24 U1 62 240,1 62 239,8 100 - - - - - - - - -

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Ideología y realIdad en las prImeras socIedades sedenTarIas de la cuenca norTe del TITIcaca, perú

447

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448

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