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Discurso de José Luis Arteche Sendarrubias Presentación de las Publicaciones de Septiembre 2008 Amigos de la Historia de Almodóvar del Campo 1 Supongo que todos los que tenéis más de 60 años sabréis quien soy e incluso recordaréis cosas mías que yo no recuerdo, puesto que mi infancia en Almodóvar del Campo fue intensa y emotiva. Y digo “del Campo”porque no sé si sabréis que hay tres Almodóvar: Del pinar en Cuenca, del Río en Córdoba y la nuestra, la mejor, del Campo. A los que no sois de mi quinta os diré, que no soy el más indicado para dirigirme a vosotros desde esta tribuna, puesto que, como ya he dicho en otra ocasión, yo quería ser gañán, honrrosísima profesión, pero poco ligada a la oratoria. A pesar de lo bruto, díscolo y desobediente que fui, Dios me dio también un corazón que se emociona con muy poco y sólo el hecho de pensar que iba a verme, en casa de “la marquesa”, dirigiéndome a mis paisanos (porque aunque halla nacido en Ciudad Real, siempre me he considerado de Almodóvar) me llenó de emoción, no me pude negar y aquí me tenéis. Además, el proyecto de Javier me ilusionó como todo lo que sea recordar y hablar de mi pueblo y de una época en la que fui muy feliz, pero sobre todo me conmovió al pensar que con esta publicación se recuerdan unos tiempos durante los que mi padre, Andrés Arteche era el alcalde de la localidad, recuerdos que, como fácilmente comprenderéis, me llenan de nostalgia y emoción. Y para que veáis hasta donde llega esa nostalgia, cuando Javier me invitó a este acto, me informó de que se celebraría en la casa de la cultura, antigua casa de la Marquesa que me recuerda a la que estaba colindante en dirección a las Eras, la casa de Miguel “El Delicao” el guarnicionero y su familia, formada por tías, tíos, hermanos, hermanas, hijos….. y yo que me pasaba allí las horas viendo coser las guarniciones y escuchando hablar a los agricultores de cosas del campo y de los animales, hasta tal extremo aprendí de mirarlo, que ahora me coso yo mis propias guarniciones. Mi infancia fue como la de todos los niños de mi edad: coger grillos por la noche, cazar cernícalos en la torre y echarnos pedreas en el arroyo de las Chorreras. Sí, recuerdo bien aquel Almodóvar con ese casino siempre lleno, por las mañanas los mayores leyendo el periódico, a medio día, copitas y tapas y por la tarde dominó y cartas. En aquellas tertulias se mezclaban todas las clases sociales de nuestro pueblo. En aquellas fechas, en Almodóvar, concurrían todo tipo de personas, ya que era Juzgado de 1ª instancia y lógicamente coincidían, de nuestro

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Discurso de José Luis Arteche Sendarrubias

Presentación de las Publicaciones de Septiembre 2008

Amigos de la Historia de Almodóvar del Campo 1

Supongo que todos los que tenéis más de 60 años sabréis quien soy e incluso recordaréis cosas mías que yo no recuerdo, puesto que mi infancia en Almodóvar del Campo fue intensa y emotiva. Y digo “del Campo”porque no sé si sabréis que hay tres Almodóvar: Del pinar en Cuenca, del Río en Córdoba y la nuestra, la mejor, del Campo. A los que no sois de mi quinta os diré, que no soy el más indicado para dirigirme a vosotros desde esta tribuna, puesto que, como ya he dicho en otra ocasión, yo quería ser gañán, honrrosísima profesión, pero poco ligada a la oratoria. A pesar de lo bruto, díscolo y desobediente que fui, Dios me dio también un corazón que se emociona con muy poco y sólo el hecho de pensar que iba a verme, en casa de “la marquesa”, dirigiéndome a mis paisanos (porque aunque halla nacido en Ciudad Real, siempre me he considerado de Almodóvar) me llenó de emoción, no me pude negar y aquí me tenéis. Además, el proyecto de Javier me ilusionó como todo lo que sea recordar y hablar de mi pueblo y de una época en la que fui muy feliz, pero sobre todo me conmovió al pensar que con esta publicación se recuerdan unos tiempos durante los que mi padre, Andrés Arteche era el alcalde de la localidad, recuerdos que, como fácilmente comprenderéis, me llenan de nostalgia y emoción.

Y para que veáis hasta donde llega esa nostalgia, cuando Javier me invitó a este acto, me informó de que se celebraría en la casa de la cultura, antigua casa de la Marquesa que me recuerda a la que estaba colindante en dirección a las Eras, la casa de Miguel “El Delicao” el guarnicionero y su familia, formada por tías, tíos, hermanos, hermanas, hijos….. y yo que me pasaba allí las horas viendo coser las guarniciones y escuchando hablar a los agricultores de cosas del campo y de los animales, hasta tal extremo aprendí de mirarlo, que ahora me coso yo mis propias guarniciones. Mi infancia fue como la de todos los niños de mi edad: coger grillos por la noche, cazar cernícalos en la torre y echarnos pedreas en el arroyo de las Chorreras. Sí, recuerdo bien aquel Almodóvar con ese casino siempre lleno, por las mañanas los mayores leyendo el periódico, a medio día, copitas y tapas y por la tarde dominó y cartas. En aquellas tertulias se mezclaban todas las clases sociales de nuestro pueblo.

En aquellas fechas, en Almodóvar, concurrían todo tipo de personas, ya que era Juzgado de 1ª instancia y lógicamente coincidían, de nuestro

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pueblo y de fuera, abogados, procuradores, registradores, notarios y todo el personal necesario en un juzgado.

Podéis imaginar lo que, en un pueblo de la España rural de aquella

época, suponía todo este “ajetreo judicial”. Este juzgado le daba a nuestro pueblo vida social, cultural, nombre y fama; tanto, que era envidiada, por nuestro vecino Puertollano. En una ocasión, siendo alcalde de Puertollano Emilio Caballero, muy amigo de mi padre, Andrés Arteche, que como ya he dicho, era alcalde de Almodóvar, solicitó, con razón, el traslado del Juzgado a Puertollano, ya que la mayoría de los casos eran de allí.

Recuerdo con satisfacción haber acompañado a mi padre a Madrid a

ver al Ministro de Justicia, para defender los derechos de Almodóvar (la salud de mi padre, que era muy precaria le impedía viajar solo) fue tan abrumadora la exposición que hizo de la historia de Almodóvar, tan amplia la descripción de todos los prohombres, santos, beatos, intelectuales, que le presentó al ministro, que a este no le quedó mas remido que prometerle que, mientras el ocupará el ministerio, el juzgado se quedaría en Almodóvar. Emilio Caballero al enterarse, comentó resignado: “ Ya se que mientras tú seas alcalde, Andrés, el Juzgado no se mueve de Almodóvar” y así fue.

Este pequeño o gran logro de mi padre, demuestra como se hacían

entonces las cosas, a base de esfuerzo y dedicación personal. Igualmente, recuerdo otra ocasión en que mi padre hospedó en

nuestra casa a los ingenieros que tenían que aprobar el proyecto de construcción del silo de nuestro pueblo. El Servicio Nacional del Trigo decidió montar silos en los pueblos más cerealistas de España y el nuestro fue uno de los elegidos con un proyecto de silos de 4 tubos. Con este motivo, y para ganar su mejor disposición, los llevó a la huerta Arteche (que aun creo que se llama así) y los homenajeo hasta el extremo de conseguir que en lugar de 4 tubos de silo, se hicieran seis.

Al contar estas anécdotas de mi padre, recuerdo también, cómo en aquella época, en que los alcaldes no tenían ningún sueldo y el presupuesto de los Ayuntamientos (al menos del nuestro) era de risa, él, con generosidad y por cariño a su pueblo, recibía en nuestra casa a todas las personalidades que venían a Almodóvar por distintos acontecimientos. Abría las puertas de nuestra casa poniéndola a disposición del ayuntamiento con la inestimable colaboración de mi madre.

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Era, también, mi padre un enamorado de la naturaleza, y en colaboración con la hermandad de labradores, sembraron árboles en todo el arroyo y camino del Terrero, emitiendo un bando municipal en el que advertía que serían fuertemente multados aquellos que rompieran algunos arbolitos. Y, mira por donde, el primer multado fui yo, y estuve expuesto durante un mes en la pizarra del ayuntamiento donde se anotaban las infracciones, previo pago de la multa, y con el consiguiente ridículo, para que quedara claro que no había favoritismos. He de decir en mi descargo que no fui yo el infractor, pero mi padre, con buen criterio, prefirió creer antes al guarda que a mí. Igualmente enamorado de las tradiciones de Almodóvar, le gustaba especialmente el carnaval, pero en aquella época estaba terminantemente prohibida su celebración. Como la responsabilidad era suya, para indicar al personal que empezaban las “prohibidísimas” fiestas, se ponía, una chistera, una capa, una nariz postiza y una flor en la solapa. Recuerdo perfectamente verlo pasear, sólo, por la plaza desde el balcón de mi casa y a las dos horas el pueblo se llenaba de mascaras y estudiantinas, celebrando el carnaval con bailes en el casino, en el almacén del trigo y en San Benito, donde mi amiga Piedad Soler, que en paz descanse, me enseño a bailar el pasodoble con la música de la raspa. No podía dejar de aprovechar esta ocasión que Javier me brindó para homenajear la memoria de mi padre con estas pequeñas anécdotas, pero no estamos aquí sólo para eso, sino para recordar como éramos nosotros y nuestro pueblo en aquellos años, como celebrábamos las fiestas, los toros, los encierros, los bailes……. Siendo pequeñajos, preferíamos la feria de marzo con sus cacharritos, sus quioscos de chucherías y de música, que el público podía solicitar al director de la banda que la dedicara a algún amigo o familiar. Las fiestas de septiembre, quitando los encierros, ofrecían pocos alicientes a los más pequeños. Pero el tiempo puso las cosas en su sitio y poco a poco empezamos a interesarnos por las niñas y los bailes.

Entre los encierros, los toros, y pedir las llaves en las corridas, las ferias de Septiembre de mi pueblo fueron para mi acontecimientos inolvidables e irrepetibles de los que siempre me he enorgullecido. Ya lo dije en la introducción del programa de festejos: yo tuve el honor de ser uno de los últimos en correr los toros a caballo por la Corredera hasta la plaza, después de haber dormido con los toros en los Ardales; ¡bueno!, dormir es un decir, porque entre los cencerros de los

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cabestros y los nervios, no pegábamos ojo. En estas lides “vaqueras” mi consejero, Eduardín Cervera, me recomendaba entrar arreando fuerte en la Corredera, tanto a la ida como a la vuelta, para servir de aviso del peligro de la llegada de los toros y que los espectadores y corredores se apartaran con el ruido de los cascos del caballo. A continuación, y después de encerrar los toros, había que ir corriendo a arreglar el caballo para pedir la llave en la corrida. En mi caso concreto (y en el de mis hermanos) empezábamos a participar en las corridas, mucho antes de que llegaran los espectadores y se iniciara la misma. Como las ventanas de mi casa daban a los toriles, hacíamos lo posible por pincharles a los toros banderitas con alfileres que lanzábamos con canutillos. Los toros apenas si se daban cuenta y salían a la plaza con las banderitas para gran satisfacción nuestra.

Uno de los recuerdos mas emocionantes de mi juventud era ese

paseíllo en la plaza y el orgullo al oír el aplauso de mis paisanos al recoger con mi sombrero, las llaves que, desde el balcón del Ayuntamiento, arrojaba el alcalde. Orgullo que se convertía en bochorno por la consiguiente pitada del público cuando se me caían al no acertar en su recogida.

Ya os he contado que yo era un mal estudiante, y me padre me

castigaba llevando el caballo a la huerta para que no lo pudiera utilizar en la plaza; en estas ocasiones, sólo los buenos oficios de Miguel “El Delicao” lograban que yo pudiera salir a coger las llaves con el argumento de que un jinete daría más prestancia a nuestras novilladas.

Lo malo era que al frustrarse el castigo del caballo, y considerando

mi padre que algo tenía que hacer para convencerme de que ser “gañan” no era una profesión con futuro, al llegar las notas (que a mi me mandaban semanalmente mientras que a los demás se las mandaban al mes) mi padre me mandaba al Ayuntamiento a pedirle, de su parte, la porra al municipal de guardia, que sabía perfectamente para que quería mi padre la porra. Tras utilizarla (eso sí, procurando causar más miedo que dolor) me hacía devolverla al mismo guardia y dar las gracias, y eso si que dolía en el amor propio. Pero ni aún así consiguió alterar mi decidida vocación, mi amor al campo y a los animales y mi odio a la “letra redondilla” ganaron todas las batallas.

Fue precisamente este amor al campo, a los animales, a los trabajos

agrícolas, el que ha mantenido vivo en mí, muchos recuerdos del

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Almodóvar de entonces, como el enganche de 4 mulas a la larga de mi amigo Marcelino Mindo que tomaba las esquinas sin rozar un sardinel.

Me montaba en el carro de mi casa cuando iba de faena agrícola, le

pedía al gañan las ramaleras, y una vez en mi mano me imaginaba en la feria de Sevilla o de Jerez con un enganche de magníficos caballos como había visto en el NODO. Igual pasaba en la romería de San Antón, donde iba con mi caballo o con el burro que me prestaba Félix “El Sastre” y me engalanaba Miguel “El Delicao”, me trasportaba al San Antón madrileño entre magníficos caballos y atalajes.

Con el tiempo, y llevando a mi pueblo por bandera, he cumplido

estos sueños, he ido a la feria de Sevilla en mi tronco de caballos, ¡qué curioso! recordando cuando llevaba las ramaleras en el carro de faena, y a la romería de los animales de San Antón en Madrid, también con mi coche de caballos, recordando con nostalgia el burro de Félix. ¡Lo que hace la pasión por un pueblo!, para mi es lo mismo una feria de Sevilla o Jerez, y una romería en el San Antón de Madrid con mi tronco de caballos que pasear las calles de mi pueblo llevando las ramaleras en el carro de faena o festejar a San Antón montado en el burro de Félix “el sastre”

Añoro también a los artesanos de Almodóvar, ya lo he nombrado

varias veces pero no puedo dejar de recordarlo por lo que supuso en mi vida. Era Miguel un excelente profesional y una bellísima persona que se relacionaba en plano de igualdad con absolutamente todo el mundo. En una ocasión pasó por Almodóvar un Raid a caballo de Madrid a jerez, en el que participaba Ángel Peralta, que llegó a la etapa de Almodóvar con un caballo herido en el dorso. Miguel, al verlo, se dio cuenta de cual era la causa, pidió a Peralta que le llevara la montura a su casa donde la reparó con tanto éxito que el caballo llegó completamente curado al final del Raid. Ángel Peralta le mando a Miguel un telegrama con el agradecimiento más efusivo que podáis imaginar.

Recuerdo con nostalgia a los artesanos que fabricaban carros con los

aros al rojo vivo para que encajaran en las molduras de las maderas y, con especial cariño, la herrería de Miguel Valero, que fue el que creó el trillo antes de que llegaran las trilladoras y cosechadoras a nuestro pueblo. Fue precisamente la difusión y uso del trillo mecánico de Miguel en nuestra comarca, lo que dio paso y favoreció la introducción de maquinarias más sofisticadas, como la trilladora y la cosechadora.

La vida acabó llevándome a otros lugares; Primero nos mudamos a

Ciudad Real, con gran disgusto por parte de mis hermanos y mía, hasta el

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punto que, al enterarme, estando yo en Madrid , no me bajé del tren en Ciudad Real , sino que continué hasta aquí. Me fue imposible entrar en la casa cerrada y Abelina me dio alojamiento gratuito en su fonda, cuando le conté mi triste situación

Actualmente vivo en Córdoba, donde estoy perfectamente integrado

en su vida y sus costumbres. Y ahora comprendo cuando Pepe Tello y Antonio Almodóvar comentaban, siendo yo muy niño, que para divertirse se iban a Córdoba y no a Madrid. La afinidad entre Córdoba y Almodóvar, me resulta ahora evidente, los caracteres, las costumbres, las afición a las copitas…

Siempre que paseo por Córdoba en mi coche de caballos con mis

amigos, tengo la honra de pasar por la Plaza de los padres de Gracia, donde está el convento de los Trinitarios, que guarda los restos embalsamados de San Juan Bautista de la Concepción, reformador de esa orden y paisano nuestro. Y bien alto, para que lo oigan todos, aprovecho la ocasión para dar un pequeño discurso de exaltación de los prohombres nacidos en Almodóvar:

“Aquí está enterrado San Juan Bautista de la Concepción, reformador de los trinitarios y natural de Almodóvar del Campo, la perla del Valle de Alcudia.

Igualmente en Montilla (Córdoba) está enterrado San Juan de Ávila, reformador del clero secular y natural, también, de Almodóvar del Campo.

Por Córdoba, también pasó Ramón Díaz Castellano, el mejor ginecólogo que ha tenido España y que fue el director de este área en el Hospital Reina Sofía para su mayor prestigio, nacido en Almodóvar del Campo y fallecido, para tristeza de todos, en esta tierra cordobesa.

Y para terminar, éste que está ante ustedes, humildemente, tiene el honor de ser el primer cordobés, natural de Almodóvar, que ha ido desde Córdoba al Rocío y desde Córdoba a Santiago de Compostela a caballo. Un recorrido hasta el Rocío que para homenajear especialmente a mi pueblo y en compañía de mi inolvidable amigo Jesús Verá iniciamos, no en Córdoba, sino en Almodóvar, llenándome al pasar por estos campos de tantos y tantos recuerdos entrañables.”

Y antes de concluir, agradezco a mi esposa, su paciencia y apoyo, a

mis hermanos, el interés que han mostrado prestándome sus recuerdos, a mis hijas su ayuda y a Javier su invitación.

Para terminar estos recuerdos, unas palabras a los jóvenes de

Almodóvar: la nostalgia de nuestra juventud, en ocasiones, nos hace pensar que, como dice el refranero: “cualquier tiempo pasado fue mejor”, creemos

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que en nuestra época se vivía con más valores, con más alegría, en definitiva, con mas intensidad, pero en vosotros está demostrar que nos equivocamos, haciendo con vuestro esfuerzo y vuestro trabajo de nuestro pueblo, un lugar grande.

Felices Fiestas Paisanos.