Superar La Envidia y El to

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-- OOBBJJEETTIIVVOOSS

Profundizar en los efectos nocivos de la envidia como actitud que distorsiona la realidad (el envidioso se entristece del bien ajeno y se alegra de sus desgracias), en la autoestima.

Considerar el resentimiento por el bien ajeno como una barrera para el propio

crecimiento personal y para la posibilidad de introducir cambios en la propia conducta.

Comprender la necesidad de no tener héroes ni ídolos, de mirar a los demás

como seres humanos, de no colocar a nadie sobre sí mismo en importancia y de no tener que derribarles para autoafirmarse a su costa.

-- DDEESSAARRRROOLLLLOO a) Lectura del siguiente texto

LA CARCOMA DE LA ENVIDIA Fue Cervantes quien llamó «carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males» a la envidia, ese vicio que es, entre los humanos, el que más trabajo me cuesta comprender. Aunque tenga que aceptar que está más metido en nuestra entraña de lo que creemos y más extendido de lo que quisiéramos, pues como dice el refrán, «si los envidiosos volaran, no nos daría nunca el sol». Y como es lógico no me refiero a esa admiración hacia algunas personas, a la que a veces llamamos envidia, pero que es muy distinta de ese vicio que los diccionarios definen como «tristeza o pesar del bien ajeno». Y es que si la emulación, el deseo de ser como otro, el sueño de que a nosotros nos toque la lotería que tocó al vecino son cosas lógicas y perfectamente comprensibles, lo que ya parece carecer de sentido es esa envidia que reconcome a muchos al ver las alegrías de los demás. Es un vicio en realidad bien estúpido. Empieza por ser rigurosamente estéril. Del orgullo, de la pasión, de la cólera pueden surgir hasta obras positivas. De la envidia no sale nada. Ni siquiera placer para el que la tiene. «Todos los vicios -decía también Cervantes- tienen un no se qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabia». Efectivamente es un vicio que destruye mucho más al envidioso que al envidiado, a quien, en definitiva, no suele hacer mayor mal si sabe no hacerle demasiado caso. Pero el envidioso no: si lo es a fondo, nunca será feliz, nunca podrá disfrutar de lo que tiene de puro soñar en lo que tienen otros. Es, efectivamente, una carcoma. Pero además, curiosamente, la envidia logra lo contrario de lo que pretende: no sacia al que la tiene y es un secreto homenaje a aquel a quien se dirige. El envidioso está proclamando las virtudes o la suerte del envidiado. La envidia sólo asesta sus tiros a las cosas más grandes.

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Pero lo más peligroso de la envidia es que es un defecto que podemos tener sin darnos cuenta. Si yo pregunto a mis lectores (o me pregunto a mí mismo) si son envidiosos, todos, unánimes me responderán que no. Y es que la envidia es un vicio «vergonzoso» que nadie quiere reconocer. Hay gente que presume de orgullosa, de violenta, de sensual. No conozco a nadie que presuma o confiese en público su envidia. De ahí que, con frecuencia, no nos lo confesamos ni a nosotros mismos. Aunque esté royéndonos el corazón. Hay que empezar por descubrir que en rigor no hay nada importante que envidiar. Nadie tiene nada que yo no tenga o no pueda tener, salvo minucias. Mi alma es mía, y yo no tengo por qué realizar el alma de nadie, sino la mía. Y como lo importante es lo que se es y no lo que se tiene, ¿quién es más que yo? Tal vez sea más rico, o más listo, o más guapo. Pero ninguna de esas cosas es mi yo profundo, ninguna de ellas me es imprescindible para ser feliz. En rigor, contra la envidia basta la sensatez, el realismo, el reconocimiento de que la felicidad consiste en el desarrollo máximo de las potencias de nuestro ser y de nuestra vida, no en la conquista del alma del vecino.

(J. L. Martín, 1993) b) Reflexión personal c) Comentario de texto

Pistas:

¿Cuál es la idea principal?

Define con pocas palabras la actitud de la envidia.

¿Cómo se genera la envidia?

Consecuencias para el envidioso y para el envidiado.

Aporta tres razones para no envidiar.

¿Cómo podemos cambiar esta actitud negativa? d) Conclusión La autoestima se fortalece y eleva desarrollando al máximo nuestras capacidades, todo el potencial dinámico de nuestra personalidad, sin necesidad de recurrir a compararnos con otras personas, y menos con actitud de envidia y resentimiento. ¿Estás de acuerdo con esta conclusión? ¿Por qué?

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LA CARCOMA DE LA ENVIDIA Fue Cervantes quien llamó «carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males» a la envidia, ese vicio que es, entre los humanos, el que más trabajo me cuesta comprender. Aunque tenga que aceptar que está más metido en nuestra entraña de lo que creemos y más extendido de lo que quisiéramos, pues como dice el refrán, «si los envidiosos volaran, no nos daría nunca el sol». Y como es lógico no me refiero a esa admiración hacia algunas personas, a la que a veces llamamos envidia, pero que es muy distinta de ese vicio que los diccionarios definen como «tristeza o pesar del bien ajeno». Y es que si la emulación, el deseo de ser como otro, el sueño de que a nosotros nos toque la lotería que tocó al vecino son cosas lógicas y perfectamente comprensibles, lo que ya parece carecer de sentido es esa envidia que reconcome a muchos al ver las alegrías de los demás. Es un vicio en realidad bien estúpido. Empieza por ser rigurosamente estéril. Del orgullo, de la pasión, de la cólera pueden surgir hasta obras positivas. De la envidia no sale nada. Ni siquiera placer para el que la tiene. «Todos los vicios -decía también Cervantes- tienen un no se qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabia». Efectivamente es un vicio que destruye mucho más al envidioso que al envidiado, a quien, en definitiva, no suele hacer mayor mal si sabe no hacerle demasiado caso. Pero el envidioso no: si lo es a fondo, nunca será feliz, nunca podrá disfrutar de lo que tiene de puro soñar en lo que tienen otros. Es, efectivamente, una carcoma. Pero además, curiosamente, la envidia logra lo contrario de lo que pretende: no sacia al que la tiene y es un secreto homenaje a aquel a quien se dirige. El envidioso está proclamando las virtudes o la suerte del envidiado. La envidia sólo asesta sus tiros a las cosas más grandes. Pero lo más peligroso de la envidia es que es un defecto que podemos tener sin darnos cuenta. Si yo pregunto a mis lectores (o me pregunto a mí mismo) si son envidiosos, todos, unánimes me responderán que no. Y es que la envidia es un vicio «vergonzoso» que nadie quiere reconocer. Hay gente que presume de orgullosa, de violenta, de sensual. No conozco a nadie que presuma o confiese en público su envidia. De ahí que, con frecuencia, no nos lo confesamos ni a nosotros mismos. Aunque esté royéndonos el corazón. Hay que empezar por descubrir que en rigor no hay nada importante que envidiar. Nadie tiene nada que yo no tenga o no pueda tener, salvo minucias. Mi alma es mía, y yo no tengo por qué realizar el alma de nadie, sino la mía. Y como lo importante es lo que se es y no lo que se tiene, ¿quién es más que yo? Tal vez sea más rico, o más listo, o más guapo. Pero ninguna de esas cosas es mi yo profundo, ninguna de ellas me es imprescindible para ser feliz. En rigor, contra la envidia basta la sensatez, el realismo, el reconocimiento de que la felicidad consiste en el desarrollo máximo de las potencias de nuestro ser y de nuestra vida, no en la conquista del alma del vecino.

(J. L. Martín, 1993)

Pistas:

¿Cuál es la idea principal?

Define con pocas palabras la actitud de la envidia.

¿Cómo se genera la envidia?

Consecuencias para el envidioso y para el envidiado.

Aporta tres razones para no envidiar.

¿Cómo podemos cambiar esta actitud negativa? Conclusión La autoestima se fortalece y eleva desarrollando al máximo nuestras capacidades, todo el potencial dinámico de nuestra personalidad, sin necesidad de recurrir a compararnos con otras personas, y menos con actitud de envidia y resentimiento. ¿Estás de acuerdo con esta conclusión? ¿Por qué?