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Sueños de industrialización. Orígenes y ocaso de una empresa textil duranguense. La fábrica de tejidos del Tunal César Navarro Gallegos * L a diligencia, mi amor, ya no circula ni el Doroteo aquel, un tal Arango, Ni aventureros ni vagos valedores; será por eso que nadie va a Durango. Aquí la mano de Dios, está relejos, será por ser tan ateos, dice un bato; se fue John Wayne y ya el pueblo es un fantasma, será por eso que nadie va a Durango. Nadie va a Durango, JAIME LÓPEZ 1 C iertamente, casi nadie va a Durango. Anclado en el norte y seme- jando un corazón solitario, su territorio persiste todavía como un enorme espacio aislado y lejano. No de balde alguna vez formó parte de lo que en otros tiempos se conoció como “Tierra Adentro”. La mayoría de los caminos pasan de largo o le dan la vuelta a Durango. No de un lugar de paso, ni una estación a mitad del camino, sino un paraje en donde terminan los senderos, un último destino de viaje. Pero si alguna vez llegan a Durango, habrán de toparse con las elevadas cordilleras y profundas quebradas de la Sierra Madre Occidental y las exten- sas “llanuras sin fin secas y ardientes” 2 que dividen el territorio y la geografía 89 * Instituto Mora 1 López, 1998. 2 Fragmento de un verso de la poesía “Estepa del Nazas” de Manuel José Othón.

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Sueños de industrialización.Orígenes y ocaso de una

empresa textil duranguense.La fábrica de tejidos del Tunal

César Navarro Gallegos*

La diligencia, mi amor, ya no circulani el Doroteo aquel, un tal Arango,Ni aventureros ni vagos valedores;

será por eso que nadie va a Durango.Aquí la mano de Dios, está relejos,

será por ser tan ateos, dice un bato; se fue John Wayne y ya el pueblo es un fantasma,

será por eso que nadie va a Durango.

Nadie va a Durango, JAIME LÓPEZ1

Ciertamente, casi nadie va a Durango. Anclado en el norte y seme-jando un corazón solitario, su territorio persiste todavía como unenorme espacio aislado y lejano. No de balde alguna vez formó

parte de lo que en otros tiempos se conoció como “Tierra Adentro”. Lamayoría de los caminos pasan de largo o le dan la vuelta a Durango. Node un lugar de paso, ni una estación a mitad del camino, sino un parajeen donde terminan los senderos, un último destino de viaje.

Pero si alguna vez llegan a Durango, habrán de toparse con las elevadascordilleras y profundas quebradas de la Sierra Madre Occidental y las exten-sas “llanuras sin fin secas y ardientes”2 que dividen el territorio y la geografía

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* Instituto Mora1 López, 1998. 2 Fragmento de un verso de la poesía “Estepa del Nazas” de Manuel José Othón.

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duranguenses en dos grandes regiones de enormes contrastes. Entre loslímites de ambas, al “sur del corazón” y al pie de un mítico cerro de plata queen realidad es de hierro y que día a día va desapareciendo por las dentelladasde la industria minero-siderúrgica, encontrarán también la que alguna vezfue la “gallarda y altiva ciudad colonial” de Durango y a la que aún sus habi-tantes con cierta nostalgia continúan nombrando La Perla del Guadiana.

La capital duranguense ya no es como aquella que aún pudo admirarVasconcelos al finalizar el siglo XIX y que a través de los recuerdos ymemorias sobre su infancia describiera como una ciudad pletórica de“casas de cantería dorada y grandes ventanas de reja”, con calles de “pie -dras pulimentadas, patios en arquería, torres valientes, parques dichosos,arboledas de rumores, cielos de cristal” y que le proporcionó, como muchosaños después reconocería, su primera lección sobre el magnífico y vastopatrimonio arquitectónico de nuestro país;3 no obstante, todavía podránentrever algunos de los vestigios y trazos de su antiguo perfil colonial.

Aun cuando irremediablemente la ciudad de Durango ha perdido unagran parte de su añejo entorno urbano a consecuencia de los afanes“moder nizadores”, la depredación y el lucro, así como el mal gusto de laselites propietarias y las sucesivas administraciones gubernamentales,todavía resisten y quedan en pie algunos saldos de aquel patrimoniomaterial que alguna vez dio realce y significación a esta lejana ciudad delnorte mexicano.

Asimismo, es muy probable que de ir a Durango se encuentren conalgún lugareño dispuesto a contarles acerca de las múltiples leyendas ehistorias de esa región o sobre las memorias y recuerdos de las luchas yacciones épicas de sus pobladores, así como en torno a los viejos y nuevosmitos que habitan y se recrean en la memoria colectiva y dan identidad alos duranguenses, entre otros, la indómita resistencia de los pueblos indí-genas ante la conquista hispana del septentrión; la insurreccióncampesina y de los más pobres al lado de Villa y el recuerdo amargo yperenne de su derrota; la ilusoria búsqueda de un gran número de suspobladores de un mejor futuro “al otro lado” ante la miseria e incertidum-bre cotidianas de “este lado”, aunque en realidad significa el largo ydefinitivo camino sin retorno para miles de hombres y mujeres que fra-casan en el empeño por regresar a su terruño, en tanto se convierten enextraños en una sociedad y una cultura que les son ajenas; hasta la fan-tasía generada por la esporádica presencia de la industria cinematográ -fica norteamericana, productora de películas de western y de cowboys,

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3 Vasconcelos, 1981, p. 575.

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que alentó la ilusión que el territorio duranguense habría de convertirseen una moderna y próspera movieland.

Es posible, también, si es que llegan a estar en Durango, que conozcanalgunas de las formas y costumbres a través de las cuales se expresa laactual cultura popular de esa gente del norte del país. Un lugar casiobligado de conocer y que no sin cierto dejo de orgullo habrá de mostrar-les algún habitante de su capital, será un singular centro de diversiónque congrega a cientos de asistentes cada noche que abre sus puertas yen el que además de escuchar y bailar al ritmo de la música tex-mex ycountry podrán presenciar un espectáculo de “rodeo” al más depuradoestilo “gabacho”. Ubicado a unos cuantos kilómetros de la capitalduranguense, La Estampida. Disco-Rodeo, así como un elegante res -taurant-bar anexo, se albergan dentro los muros de una antigua con-strucción edificada a mediados del siglo XIX.

Probablemente muchos de quienes ahora frecuentan ese lugar nopueden imaginar o suponer que en esas viejas edificaciones estuvo enotros tiempos asentada la más grande y moderna fábrica textil deDurango y del norte de México de esa época: la fábrica de tejidos delTunal. Tal vez desconozcan que esos altos y anchurosos muros fueronlevan tados mediante el enorme esfuerzo y empeño de quienes planificarony fundaron esa empresa textil, y quizá no sepan acerca de las muchas his-torias de los hombres y mujeres que a lo largo de más de una centuriavincu laron su trabajo y su existencia a esa fábrica hoy desaparecida.

Lo cierto es que la fábrica de tejidos del Tunal representó y encarnó,junto a un puñado de otras empresas fundadas en la misma época, elprimi genio proyecto de industrialización de la región duranguense, el cualalentó la ilusión de que Durango llegaría a convertirse en un próspero ypujante centro industrial del norte de México. Aunque también es ciertoque los sueños de industrialización y la quimera del desarrollo y la mod-ernización económica de la entidad poco a poco se fueron frustrando y esfu-mando. A diferencia de otras regiones y estados del norte del país, la enti-dad duranguense se fue rezagando en su industriali zación y el rumbo de suvida econó mica quedó atado fundamentalmente al sector primario de laproducción, ratificándose así como un área de extracción y de producción dematerias primas —agrícolas, ganaderas, forestales y mineras— para laexportación hacia otras zonas fabriles e industriales del país y del exterior.Derivando a partir de ello en una de las principales regiones “exporta -doras” de fuerza de trabajo hacia la frontera norte y los Estados Unidos.

La fábrica de tejidos del Tunal condensa y representa la historia delanhelado y hasta hoy fallido intento de industrialización de la entidadduranguense. Por ello mismo en el presente trabajo se abordan y entre-

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cruzan dos épocas en la historia de esta empresa fabril. Una correspondea sus orígenes, auge y significación dentro de la economía regionaldurante los primeros años de existencia, y la otra, referida a los años desu declive y extinción, ocurrida en la década de los setenta del siglo quetermina. Es decir, dos historias distantes en el tiempo pero cuya imagense ven reflejadas en un mismo espejo.

Historia primera. La asociación empresarial de un inversionista y comerciante extranjero con un abogado y político duranguense

Hacia el año de 1837 el comerciante de origen alemán German Stahlknecht yel abogado duranguense José Fernando Ramírez se aso ciaron para invertiren la instalación de una fábrica textil en el partido de Durango. Conforme alproyecto de los inversionistas, la empresa en ciernes se ubicaría en una delas márgenes del río del Tunal, a sólo dos leguas de distancia de la capital dela entidad, la cual aprovecharía el caudal de ese río como fuerza motriz parael funcionamiento de la maquinaria del nuevo centro fabril.

El capital de inversión para la fábrica provino mayoritariamente delcomerciante extranjero Stahlkenecht, quien residía en la ciudad deDurango desde principios de los años treinta. Este empresario y nego-ciante formó parte de la oleada de inversionistas de origen alemán quearribaron durante esa década y que establecieron varias empresas ycasas comerciales en la capital duranguense. Entre las empresas y socie -dades mercantiles fundadas por los teutónicos sobresalían las deGermán Stahlknecht y Cía., Enrique Fugman y Cía., Storzel y Cía.,Juan Belden y Julio Hildebrand, las cuales mantenían estrechas ligaseconómicas y comerciales con otras empresas similares del puerto deMazatlán y la ciudad de Monterrey.4 Estas negociaciones, además decomerciar con mercancías de importación para el mercado regional,habían incursionado en actividades crediticias para la minería, así comoen la compra de metales, principalmente oro y plata, para suexportación. Hacia los años cuarenta, Stahlkenecht y otros negocian tesde procedencia alemana, junto a un pequeño grupo de comercian tesduranguenses, se habían convertido en los principales empresarioscomer ciales de la entidad.

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4 Representación que hace el Comercio de Durango al Ecsmo. Sr. Presidente de laRepública sobre las Leyes del 26 de noviembre y 27 de diciembre del año de 1839, que hangravado con el quince por ciento de derecho de consumo a los efectos extranjeros, Victoriade Durango, Imprenta del Gobierno, 1840; AHSDN, Exp. XI/481.3/2036 y; Cano, 1990.

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Por su parte, el otro socio de la proyectada empresa textil, el licenciadoJosé Fernando Ramírez, era ya para entonces reconocido como uno de lospersonajes políticos más destacados de la entidad. Éste provenía de unaacaudalada familia de mineros de Parral y se le conocía como un liberal yfederalista de tendencia moderada, poseedor de una gran cultura,además de gran jurisconsulto. El licenciado Ramírez había transitado porvarios cargos públicos en el gobierno local y participado como represen-tante por Durango en el Congreso de la Unión. En 1832 había sido desig-nado miembro del Supremo Tribunal de Justicia y a mediados de 1833electo diputado federal al V Congreso Constitucional que emprendió lareforma liberal; un año después había fungido como secretario del des -pacho del gobierno encabezado por el federalista José María del Regato.

Como es sabido, en etapas posteriores a la época que aquí nos referi-mos, el licenciado Ramírez desarrollaría una intensa y azarosa carrerapolítica que lo llevaría nuevamente en varias ocasiones al Congreso de laUnión y a ocupar distintos ministerios en el gobierno nacional, la cualcombinó con sus empeños para fundar diversas instituciones culturales,su actividad empresarial y su tarea como historiador.5 En torno a estaúltima actividad, merece señalarse que uno de sus textos históricos mássobresalientes: Noticias históricas y estadísticas de Durango, 1849-1850,editado en 1851, actualmente es reconocido como una obra precursora dela historiografía regional mexicana.

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5 Después de 1837 el licenciado José Fernando Ramírez presidiría en Durango elTribunal Mercantil (1841) y la Junta de Industria y Fomento (1844-1846). Sería partícipeen el Congreso Constituyente de 1842 y presidente de la comisión encargada de redactar unnuevo proyecto constitucional. Asimismo, se le elegiría dos veces senador por Durango:1845-1846 y 1847-1848. En dos ocasiones habría de fungir como Ministro de RelacionesExteriores e Interiores, en 1847 al lado de Gómez Farías y en 1851 durante el gobierno delGeneral Mariano Arista. Fue director y del Museo Nacional en 1852 y presidió la JuntaDirectiva de la Academia de Bellas Artes en 1856. Miembro de la Real Academia Españolade la Lengua y de su similar de Historia. Sin embargo, su trayectoria política culminaría enforma desafortunada, ya que se sumó al séquito de colaboradores del llamado SegundoImperio. Su paso por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Maximiliano lo condujo aldestierro político al triunfo de la fuerzas republicanas. Murió exiliado en Bonn, Alemaniaen 1871. Como hemos señalado, Fernando Ramírez destacó como empresario, comerciante,abogado, periodista, arqueólogo, académico, coleccionista de documentos y libros, fundadorde instituciones culturales e historiador. Además de la obra ya señalada, destacan entreotros textos históricas de su autoría: Notas y esclarecimientos a la Historia de la Conquistade México del sr. Prescott, (1845-1846); Proceso de residencia contra de Pedro de Alvarado(1847); Descripción de algunos objetos del Museo Nacional de Antigüedades de México,(1857); Noticias de la vida y escritos de Fray Toribio de Benavente o Motolinía, (1859); Viajea Yucatán, (1865) y México durante su guerra con los Estados Unidos,(1905).

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En la asociación entre el comerciante alemán y Ramírez para empren-der la construcción del nuevo centro fabril no sólo se conjugaba la unión desus capitales, la experiencia y visión empresarial de su principalaccionista, sino que además operaba en su beneficio la encumbrada posi-ción económica, social y política que cada uno de ellos había alcanzado den-tro del ámbito regional. Por otra parte, los lazos personales entre ambosinversionistas se habían estrechado hasta el nivel familiar, al contraermatrimonio Stahlknecht con una hermana de José Fernando Ramírez.

Es evidente, además, que la decisión para invertir en la construcciónde la empresa textil se vio alentada por un conjunto de hechos y circuns -tancias favorables para el crecimiento y desarrollo de esa rama industrialen el país. En primer término, la adopción por parte del gobierno centralen 1837 de una serie de medidas proteccionistas relativas al comercioexterior, entre ellas la prohibición de importar algodón en rama y semi-elaborado, así como ciertos tipos de textiles y tejidos, con el propósito deacrecentar la producción de algodón y contribuir al desenvolvimientode la industria textil nacional.6 En segundo lugar, el aumento de pro-ducción de algodón en el territorio de la entidad, lo cual significabadisponer de materia prima para la industria local a más bajos costos,puesto que se evitaban las cargas fiscales y gastos de traslado desdeotras regiones productoras (principalmente Veracruz y Puebla).

Además, la formación y expansión de nuevos mercados locales yregionales, tanto al interior de la entidad como en otros departamentosvecinos o cercanos y que, por ende, habían estimulado la emergencia denuevos circuitos comerciales. Durante esos años especialmente se habíanacrecentado las conexiones e intercambios mercantiles con el puerto deMazatlán y través de éste con Sinaloa y Sonora, hacia el norte conChihuahua, Parral y Monterrey, y con Zacatecas y el Bajío hacia laregión central del país. Y por supuesto, a raíz del ingreso de nuevos capi-tales en la economía regional, vía empresarios extranjeros como en elcaso de Stahlknecht que, asociados a varios terratenientes y comer-ciantes locales, propiciaron la inversión hacia la industria.

La siembra y producción de algodón se había iniciado en territorioduranguense desde las postrimerías de la época colonial. Luego de la inde-pendencia del país, entre la segunda y tercera década del siglo XIX, fueronabriéndose nuevas tierras para su cultivo y aumentando paulatinamenteel volumen de la producción; sin embargo, no es sino a partir de 1837cuando se registra un auge en la producción regional, estimulado por las

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6 Herrera, 1977, p. 41-42.

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políticas antes expuestas y el consiguiente incremento de la demanda ylos rendimientos de dicho cultivo. En estas condiciones un número cadavez mayor de terratenientes y propietarios medios decidieron ampliar oincursionar en la siembra del algodón, lo cual trajo consigo la introducciónde nueva maquinaria, la innovación en las técnicas de cultivo y la aper -tura de nuevas áreas agrícolas destinadas a la producción algodonera.

Uno de los principales productores y comerciantes de algodón era elhacendado Juan Nepomuceno Flores, fundador y jefe de una de las famil-ias de latifundistas más representativas de la entidad y cuyaspropiedades rústicas en conjunto superaban fácilmente un millón de hec-táreas; algunas de las cuales estaban parcialmente destinadas a la siem-bra de algodón, como era el caso de las haciendas de Santa Bárbara, SanAntonio, Avilés, San Juan de Casta, Guatimapé y Santa Rosa.

Las áreas de mayor producción algodonera estaban comprendidas den-tro de los partidos de Nazas, Cuencamé y Mapimí, especialmente las quese ubicaban en las riberas del río Nazas. Por cierto, siguiendo el curso deeste extraño río que no quiso desembocar en la vertiente del OcéanoPacífico como lo hacen todos los ríos que nacen en la Sierra Madre deDurango, sino que decidió cruzar de Oeste a Este el territorio de la entidadpara perderse en una laguna del desierto coahuilense: la de Mayrán ( quehoy sólo pervive en antiguos mapas); es como se fue extendiendo el cultivodel algodón para dar origen a lo que hoy es la región o Comarca Lagunera.

Así, en unos cuantos años, Durango, se llegó a colocar como el segundodepartamento/estado productor de algodón en la república, superado sólopero con mucho por Veracruz. De acuerdo a estimaciones realizadas porla dirección general de Agricultura e Industria del gobierno central, acuyo frente se encontraba Lucas Alamán, así como las contenidas en var-ios informes del gobierno local, se calcula que el volumen del algodóncosechado en Durango para el año de 1838 era de 25 000 arrobas; en1842 había ascendido a 35 000, y que entre los años de 1845 a 1850 laproducción anual promedio fue superior a las 50 000 arrobas.7

En cuanto al estado de la “industria” regional en el periodo en que lossocios y cuñados Stahlknecht y Ramírez emprendieron el proyecto de la

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7 Memoria sobre el estado de la agricultura e industria de la República en el año de 1844que la Dirección General de estos ramos presenta al Gobierno Supremo, en cumplimiento deal artículo 26 del decreto orgánico de 2 de diciembre de 1842, México, José María Lara,1845, anexos 3 y 4. Y, Memoria en que el Gobierno del Estado de Durango da cuenta al H.Congreso de la marcha de la administración pública en el año de 1849; presentada el día 4de marzo de 1850, Victoria de Durango, Imprenta del Gobierno a cargo de ManuelGonzález, 1850, p. 15.

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fábrica del Tunal, éste se reducía a la existencia de varias decenas depequeños talleres artesanales de muy distintos giros y unos cuantos cen-tros de manufactura diseminados por la entidad. Entre estos últimosdestacaban la Casa de Moneda y la fábrica de cigarros, ambas ubicadasen la ciudad capital. La casa para la amonedación estaba bajo adminis-tración del gobierno local y la fábrica de cigarros dependía de laAdministración Principal del Tabaco, estanco del gobierno central; éstaconstituyó a lo largo de toda la primera mitad del siglo XIX el centro pro-ductivo con mayor número de operarios; regularmente empleaba cerca de500 personas, mayoritariamente mujeres.8 Es decir, hasta entonces eraninexistentes en la entidad los centros fabriles con operación mecanizada.

Sin embargo, durante el lapso comprendido entre el inicio de la con-strucción y la puesta en marcha de la fábrica de tejidos del Tunal seinstalaron cuatro fábricas textiles mecanizadas, así como una nuevaferrería para la producción de fierro fundido y algunas herramientas.Aun cuando algunos de estos establecimientos eran de proporciones ycapacidad productiva muy modestas, ello significaba la presencia deuna nueva y más avanzada forma de producción dentro de la industriay la economía duranguenses. La primera empresa textil arrancó sustrabajos en 1837 en Mapimí y era propiedad de la familiaUrruticochea, la que, al poco tiempo sería comprada por el comercianteMelchor Prince. Otra más, la del arroyo del Tagarete, se construyó enel partido de Santiago Papasquiaro y fue fundada por la compañía queconstituyó otro comerciante: Toribio Rodríguez, y en la que tambiénparticipaba como socio Stahlkenecht. Las dos restantes fueron pro -ducto de la inversión e iniciativa del hacendado y comerciante Juan N.Flores; ambas se establecieron entre 1840 y 1841 en el distrito dePeñón Blanco del partido de Cuencamé. La primera de ellas, la fábricade Ojo de Agua, implicó una inversión superior a los doscientos cin-cuenta mil pesos y su capacidad instalada era de 250 telares paramanta y más de 2 500 husos para algodón, dando empleo a 200 traba-jadores. En tanto que la fábrica del Molino de Guadalupe, que inicial-mente arrancó sus actividades con una capacidad de producción menora la primera a causa de las pérdidas de maquinaria sufridas durantesu traslado desde la aduana de Matamoros, al poco tiempo habría dedisponer de más de 1 000 husos para algodón y cerca de 40 telarespara manta, así como 260 husos y 16 telares para tejidos de lana. Enesta se elaboraban: mantas de algodón, hilazas, sarapes, jergas y telas

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8 Escudero, 1849, p. 63.

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de lana. Las dos fábricas se abastecían de algodón y lana de laspropias haciendas de Juan N. Flores.9

Por su parte, la ferrería beneficiaba el mineral de hierro extraído delrico yacimiento del cerro de Mercado y era sucedánea de un pionero eimportante proyecto que unos años antes (1829) había emprendido laCompañía Unida de Minas Mexicanas para erigir la primera empresasiderúrgica con alto horno en el país, pero que ante el fracaso en el diseñoy construcción del mismo, la incierta posibilidad de hacer funcionar elestablecimiento fabril, la elevada inversión sin resultado alguno y elriego de un desastre económico todavía mayor, había optado por aban-donar ese proyecto, el cual, de salir avante, seguramente hubiera repre-sentado un gran empuje para el desarrollo industrial y la economíaregional.10

Luego de este primer intento, en 1840 un grupo de inversionistasextranjeros radicados también en Durango, entre los que se encontrabanDiego Randall, Manuel Bras de Fer y Julio A. Lehmann, decidieron aso-ciarse para retomar la construcción de la ferrería. La renovada acereríase levantó en el mismo sitio en donde los ingleses lo habían intentadoanteriormente. Empero, esta era una empresa de menor envergaduraque la proyectada por los británicos, no sólo por el monto de la inversióndestinada para su construción —calculada en cerca de 70 000 pesos— y elvolumen de la producción proyectada, sino por el tipo de procedimientos,tecnologías e instrumentos de producción adoptados. De acuerdo con susposibilidades tecnológicas y financieras determinaron utilizar el llamadométodo “vizcaíno” para la obtención y fundición del mineral de hierro. Seestima que la producción anualmente alcanzada por la fábrica durantesus primeros años de operación era cercana a los 3600 quintales de fierrofundido, a partir del cual se elaboraban platinas, almadanetas y barras

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9 Memoria en que el Gobierno del Estado de Durango da cuenta al H. Congreso de lamarcha de la administración pública en el año de 1847; presentada el 1º de marzo de 1848,Victoria de Durango, Imprenta de Gobierno a cargo de Manuel González, 1848, p. 34 y 80; yMemoria sobre el estado de la agricultura e industria de la República en el año de 1845, quela Dirección General de estos ramos presenta al Gobierno Supremo en el actual de 1846, encumplimiento del artículo 26 del decreto orgánico de 1842, México, Imprenta de J. M. Lara,1846, anexo 3.

10 Esta compañía fundada en 1822 se había conformado mediante la asociación de inver-sionistas ingleses con algunos prominentes y acudadalados empresarios mexicanos, entreellos, Lucas Alamán, el Marqués de Rayas y las familias Fagoaga y Vivanco. Memoria sobreel estado de la agricultura y la industria de la república que el director general de estosramos presenta al Supremo Gobierno en cumplimiento del artículo 26 del decreto orgánicode 2 de diciembre de 1842, México, Imprenta de J.M. Lara, 1843, p. 32.

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mineras; ejes y ruedas para carretas, azadones, entre otros productos yherramientas; empleando regularmente a más de 150 obreros.11

Así pues, en el marco de estas condiciones del entorno productivo y laeconomía regional, Stahlknecht y Ramírez emprendieron los trabajospara la construcción de su proyectada empresa fabril. Muy lejos estabande imaginar los escollos y vicisitudes que habrían de enfrentar a lo largode casi cuatro años hasta ver coronado su esfuerzo. El conjunto de suce-sos, contratiempos y azares de la naturaleza y la vida social que se entre-cruzaron durante el tiempo de su edificación, hacen que su historia sesemeje más a la de una aventura que a la de un proyecto empresarial.

Historia primera: aventuras y desafíos de un proyecto fabril. Los años de edificación

Una vez formalizada la asociación para invertir en la creación del men-cionado establecimiento fabril, mediante una inversión inicial de capitalsuperior a los trescientos mil pesos y delineado el proyecto en cuanto altipo de productos que en éste habrían de elaborarse, las característicasde la maquinaria que se requería para tal efecto y las instalaciones queera necesario edificar para albergar a la empresa textil, los socios delTunal se dispusieron a emprender las tareas y trabajos relativos a su edi-ficación en el año de 1837, bajo la firme convicción y el optimismo de quemuy pronto verían funcionando su proyecto empresarial.

Para aprovechar y optimar sus comunes esfuerzos acordaron planificary asignar las tereas que cada uno de los socios debería llevar a cabodurante la etapa de construcción. A partir de esta “división del trabajo”,al licenciado José Fernando Ramírez le correspondió hacerse cargo ysupervisar la construcción del edificio y las obras hidráulicas que eranindispensables realizar para el funcionamiento de la planta fabril. Entanto que el “centro delantero” del equipo empresarial, Stahlknecht, sehizo responsable de la adquisición de la maquinaria, la supervisión de sutraslado y lo relacionado con su futura instalación y puesta en marcha.

De esta manera, al tiempo que Ramírez asumía las tareas de inge-niería civil y daba inicio a la construcción de la fábrica, su socio y cuñado—en compañía de su esposa— debió partir a los Estados Unidos paracomprar e importar la maquinaria. A partir de este momento, como vere-mos, arrancan las aventuras y desventuras que debieron sortear yenfrentar para erigir su establecimiento fabril y que ejemplifican las

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11 Ramírez, 1843, p.121-128; Zuribia, 1944, p. 7-10.

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enormes dificultades y obstáculos que se interponían para el desarrollode la industria regional a causa de las condiciones que imperaban en elpaís durante la primera mitad del siglo XIX.

En cierto modo, la tarea menos complicada pero no menos laboriosale correspondió al abogado duranguense. En primer término éste tuvoque emprender la construcción de una represa en el río Tunal y de surespectiva compuerta, así como de un canal mediante el que se alimen-taría de agua al establecimiento, puesto que se había planificado uti-lizar la energía hidráulica como fuerza motriz para el funcionamientodel centro fabril. A través de este canal de poco más de un kilómetro delongitud se llevaría directamente el agua hasta el lugar en donde seinstalarían las ruedas hidráulicas que a su vez movilizarían lasmáquinas. Luego, paulatinamente se fueron levantando los dos edificiosprincipales y de mayores dimensiones del establecimiento, uno de ellosde tres pisos y el segundo de dos niveles, dentro de los cuales se ensam-blarían las ruedas hidráulicas, los telares y demás instrumentos fabri -les. Siguiendo los planes trazados, más adelante se levantaron variasedificaciones destinadas al almacenamiento de las materias primas ylos productos terminados, la instalación de los talleres anexos y lasofici nas administrativas.

Esta primera etapa constructiva comprendió la edificación de doscuadras de viviendas que habitarían los operarios principales de lamaquinaria, las instalaciones sanitarias, los muros externos y la siembrade una ancha alameda que ornamentaría la entrada principal de la fábrica.Como señala el propio Ramírez, todas las construcciones fueron hechas acal y canto, es decir, utilizando como principal material de construcciónbloques de cantera y piedra. Levantar y construir la planta física de lanueva empresa le llevó a su encargado más de un año y medio de cotidianoesfuerzo y trabajo.

Mientras tanto, como se ha señalado, Stahlknecht había emprendido sumarcha hacia el puerto de Matamoros para trasladarse desde ese lugar alos Estados Unidos. Para su mala fortuna, el barco que abordó en esepuerto en compañía de su esposa naufragó poco después de zarpar, a con-secuencia de un fuerte huracán. El matrimonio Stahlkeneht y otros sobre-vivientes del naufragio fueron rescatados por otro navío que los condujo auna playa casi desierta en la que solamente existía un antiguo fortín delejército mexicano. En este lugar debieron refugiarse durante varios díasen condiciones totalmente adversas a causa del deplorable estado en quese encontraba el viejo fortín y del mal tiempo, corriendo nuevamente elpeligro de perderse en las aguas del golfo debido a las enormes marejadasque amenazaban con inundar y arrasar el miserable refugio.

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Luego de ser rescatados, debieron regresar nuevamente a Matamorospara intentar embarcarse otra vez hacia la ciudad de Boston, lugar en elque se había pensado adquirir la maquinaria para la fábricaduranguense. Antes de lograr partir nuevamente, Stahlkenecht, comopresagio de las desventuras que más adelante habría de enfrentar supropio proyecto fabril, pudo darse cuenta de la tragedia ocurrida alempresario duranguense Juan N. Flores, quien como ya hemos dicho,también por esa misma época se proponía instalar una fábrica de tejidosen la entidad. A causa del temporal y el desbordamiento del mar sehabía destruido el almacén de la aduana situado en la barra del puertoen donde Flores guardaba la maquinaria que recientemente habíaadquirido y transportado desde los Estados Unidos para montar suempresa. Las cajas que contenían los instrumentos fabriles fueronarrastradas por las marejadas y una buena parte de éstas se perdieron,otras más fueron robadas y una parte de la piezas recuperadas quedaroninutilizadas a causa de la oxidación sufrida. Como es de suponer, ellorepresentó una gran pérdida económica para el empresarioduranguense, el cual tuvo que hacer una nueva inversión para reponerla maquinaria perdida y retrasar por más de un año la puesta en mar-cha de su empresa textil.

Luego de la experiencia de su propio naufragio y del “naufragio en tie-rra firme” sufrido por Juan N. Flores, el empresario alemán y su esposalograron arribar a la ciudad de Boston a principios de 1838. Durante eltiempo de su estancia en esta ciudad, cerca de seis meses, Stahlkenechtfirmó el contrato respectivo con la empresa encargada de fabricar lamaquinaria e hizo la contratación de una buena parte del personal quevendría a Durango a instalarla y a ponerla en funcionamiento, así comode las trabajadoras y trabajadores estadounidenses que capacitarían alos obreros de la fábrica duranguense en las técnicas que se utilizaríanen la elaboración de los efectos textiles que se tenía proyectado fabricar.Igualmente contrató al futuro director del establecimiento fabril, al cualtambién designó representante legal de la empresa del Tunal y encar -gado de supervisar la fabricación y embarque de la maquinaria, así comodel personal contratado.

Una vez realizadas estas tareas, el empresario alemán retornó aDurango para auxiliar a su socio en los trabajos de construcción de lafábrica. En tanto transcurrían los meses y el anhelado arribo de lamaqui naria se retrasaba cada vez más, su representante en Boston lesinformaba del agotamiento de los fondos económicos depositados en supoder y les urgía para el envío de nuevas sumas de dinero para amorti-zar los aumentos registrados en los costos de fabricación de la

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maquinaria encargada y en los montos de las fianzas y seguros contrata-dos, así como para el pago de los adeudos salariales de los técnicos yobreros. Pese a las nuevas sumas de capital que con grandes esfuerzoslograron reunir los socios del Tunal y que hicieron llegar a sus represen-tantes en Boston, según los informes de éstos, la deudas de la compañíaduranguense iban en aumento. Frente a esta situación y con el objeto deno seguir acrecentando gastos y deudas, Stahlknecht y Ramírez deter-minaron hacer acopio de todo su capital disponible para garantizar elpronto envío de la maquinaria y el traslado de los operarios norteameri-canos. Resueltos los problemas financieros y cuando al parecer todoestaba listo para que finalmente maquinaria y personal se embarcaranrumbo a territorio mexicano, el surgimiento de una nueva “fatalidad” seinterpuso a sus propósitos. Dejemos que sea el propio Ramírez quienexponga lo sucedido:

El fatalismo es un sistema que reprueba la razón, no hay duda; pero nadie deja de estarmás o menos sometido a su influjo. La desgracia universal... ha presidido entre nosotrosa las empresas industriales...; más escedía [sic] a toda probabilidad el que una guerraestrangera [sic] nos asaltara de improviso, el que se nos hiciera violando todos los princi-pios de derechos de gentes, y tales violaciones ocurrieran en días precisos, pues tanto asífue necesario para que aquellos desgraciados empresarios [Ramírez se refiere a sí mismoy a Stahlkenecht] recibieran un golpe que los puso a dos dedos de la ruina; en efecto, conun bloqueo de papel y con hostilidades sin declaración de guerra, nuestros puertosquedaron cerrados al comercio.12

En efecto, a consecuencia del conflicto surgido entre nuestro país y lanación francesa por los reclamos que ésta hiciera en favor del pago deindemnizaciones para algunos de sus súbditos residentes en México y laexigencia del otorgamiento de una serie de concesiones y privilegios paralos comerciantes galos que operaban en territorio mexicano, Franciadeterminó emprender un conflicto bélico en contra de la república mexi-cana, por lo cual bloqueó con su armada todos los puertos mexicanos apartir de abril 1838 hasta principios de 1839.13 De tal suerte que estaacción de los franceses impidió por cerca de medio año la transportacióndel personal, enseres, herramientas y maquinaria para la empresaduranguense.

Así, la maquinaria que se ya se encontraba embarcada en el navíoque debía trasladarla de Boston hasta el puerto de Matamoros tuvo que

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12 Ramírez, 1843, p. 122. 13 Sordo, 1993, p. 275.

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ser llevada nuevamente a tierra y almacenada en espera de la aperturade los puertos mexicanos. Esta situación representó de entrada cre-cientes e inesperados gastos para los socios del Tunal: pago de salarios yde almacenaje, indemnización a la compañía naviera y la compra denuevos seguros y fianzas; a lo cual se adicionó la modificación en el tipode cambio de la moneda mexicana respecto de la estadounidense por ladevalua ción que la primera registró en los mercados financieros interna-cionales a raíz del conflicto con Francia. Este súbito golpe derivó ennuevos problemas financieros para los empresarios norteños, nuevosendeudamientos y el tener que enfrentar muchos otros contratiempo,que incluso los llevó a pensar que su proyecto fabril estaba a punto delfracaso.

La insuficiencia de liquidez para remontar a la mayor brevedad losproblemas financieros que dicha situación ocasionó, más las dificultadesen la comunicación que impedían enviar a tiempo nuevas remesas decapital a sus representantes en Boston para afrontar los gastos yaseñala dos, originaron que se fueran retrasando algunos pagos, entre elloslos salarios del cerca de medio centenar de empleados que desde hacíavarios meses se habían contratado y que reclamaban cada vez más aira-dos el cumplimiento del pago de los sueldos estipulados. Ello se tradujofinalmente en la presentación de una demanda judicial por parte de lostrabajadores estadounidenses ante un tribunal de la ciudad de Boston, elcual resolvió el embargo de la maquinaria para asegurar el pago de lossalarios de los demandantes. Puesto que los empresarios mexicanos nopudieron saldar su adeudo en el plazo fijado por el tribunal, éste resolvióponer en subasta pública los bienes embargados. Casi a punto de perdertodo cuanto habían invertido, y faltando sólo tres o cuatro días para elremate, milagrosa y felizmente los empresarios del Tunal evitaron eldesastre, ya que afortunadamente, como relata José Fernando Ramírez,se recibió en Boston

uno de los varios envíos que se hicieron de letras y éste restableció el crédito de laempresa: la maquinaria se desembargó aunque con el gravamen de pagar todos los gas-tos que acompañan a esta especie de calamidades.14

Tras resolver los problemas laborales y financieros, hecha la contratade una nueva embarcación y liberados los puertos mexicanos del ase-dio de los franceses, arribaron a Matamoros hacia finales de 1839 el

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14 Ramírez, 1843, p. 123.

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cargamento y la “colonia” industrial para la fábrica del Tunal. Desdeel puerto tamaulipeco se emprendió el largo viaje a Durango. En unalenta caravana de carretas tiradas por bueyes, mujeres, hombres ymaquinaria recorrieron varios cientos de kilómetros a través de pési-mos caminos, cruzando arroyos y ríos, soportando las inclemencias delas áridas regiones del norte y sorteando el peligro que entrañabatransitar por lugares asolados y bajo el acecho de las incursiones delas llamadas “tribus bárbaras”. Para llegar al valle en el que se levan -taba la nueva fábrica, debieron cruzar el territorio de Tamaulipas,pasar por Monterrey, encaminarse luego rumbo a Saltillo y desde ahíadentrase en las extensas llanuras de Coahuila y de Durango, no sinantes haber enfrentado el ataque de un grupo de apaches, en las cer-canías de Parras, que intentaban apoderarse de los bienes y lasmujeres que iban en la cara vana....15 Un largo y peligroso recorridoque se hizo a lo largo de dos meses.

Todo un año más de arduos esfuerzos se requirieron para acondi-cionar las instalaciones y montar la maquinaria. Al tiempo que lostécnicos norteamericanos hacían las primeros ensayos y pruebassobre el funcionamiento de las máquinas, husos y telares, y las tra-bajadoras “gringas” enseñaban a las obreras y obreros duranguensesel oficio de la labor textil; decenas de peones y albañiles trabajabanen la terminación de las edificaciones para el establecimiento fabril.Incluso, durante ese mismo lapso se debió reconstruir una buenaparte del muro de la presa, el cual fue derribado por la gran crecienteque regis tró el río del Tunal a consecuencia de las intensas lluviasocurridas en el verano del año 40. En este estado de avance de lafábrica y con el propósito de acelerar su terminación y poner en mar-cha la producción, los empresarios del Tunal decidieron recurrir alfinanciamiento del Banco de Avío, al que solicitaron un crédito portreinta mil pesos y a cuya solicitud acompañaron de un informe sobrela situación financiera de la fábrica y en el que además relatarontodos los problemas y contratiempos por los que habían pasado parasacar avante su proyecto industrial. Sin embargo y de acuerdo con laversión de los socios, no recibieron de esa institución ni el clásico do-cumento de “enterado”. No obstante, con base en algunos créditosconseguidos localmente y con más acopio de los recursos propios, lainstalación fabril pudo concluirse al poco tiempo.

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15 Idem.

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Historia primera. Husos, telares y malacates en marcha. Los años de cre -cimiento y desarrollo de la fábrica textil

El moderno proyecto fabril del Tunal entró en funcionamiento con unacapacidad de producción inferior a la que inicialmente se habían pro -puesto instalar sus propietarios. La disminución de la magnitud delestablecimiento fabril estuvo determinada por lo insuficiente que resultóla inversión del capital que en principio se había calculado. Como segura-mente se ha podido advertir, ni con mucho los empresarios duranguensesestuvieron en capacidad de imaginar o de prever lo aventurado, azaroso ydifícil que resultaría embarcarse en la construcción de su centro fabril.No obstante, la instalación del Tunal significó en su momento el proyectoempresarial e industrial más relevante de todos los que hasta entonces sehabían pretendido desarrollar en la región duranguense a lo largo de laprimera mitad del siglo XIX. Representaba, además, la presencia de unade las primeras fábricas industriales mecanizadas y, por tanto, la emer-gencia de nuevas formas de producción y de sus correspondientes formasde relación social, distintas a las tradicionales formas de producción arte-sanal hasta entonces imperantes. Ciertamente, como ya hemos señaladoen otros trabajos, no se trataba en modo alguno del “estallido de la revo -lución industrial en Durango, sino de un proceso inédito e incipiente deformas de producción capitalista más modernas y avanzadas”.16

Sin haber logrado construirla en forma completa y sin el total de lamaquinaria prevista, los socios del Tunal decidieron echarla a andar encuanto ello fue posible:

Los telares y malacates rompieron al fin su marcha regular en enero de 1841, despuésde cuatro años de fatigas y congojas, aunque envueltos todavía entre los escombros ymateriales de reparaciones y construcciones.17

Al comenzar sus operaciones, la fábrica del Tunal disponía de un total de1 269 husos y 30 telares. La maquinaria complementaria para el fun-cionamiento de los husos y telares y de la fábrica en su conjunto se inte-graba, entre otros componentes, por dos grandes ruedas hidráulicas quemovilizaban la maquinaria con dimensiones de 20 pies de diámetro por 6pies de ancho; dos máquinas despepitadoras; dos máquinas vareadoras“Picker”; tres máquinas paviladoras; doce cardas; dos máquinas estirado-

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16 Navarro, 1993, p. 391. 17 Ramírez, 1843, p. 123.

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ras; seis máquinas urdidoras y una más para el torcimiento de hilo.18

Durante los tres primeros años de funcionamiento su producción men -sual promediaba las siguientes cantidades: 16 990 libras de hilaza y unpoco más de 1 300 piezas de manta. En tanto que su consumo anualpromedio de algodón ascendía a un poco más de 30 000 arrobas.19

El número de trabajadores que regularmente laboraban en la fábricadurante estos primeros años era cercano a los doscientos; de éstos 150eran mujeres y niños. La mayoría provenían o eran vecinos de las pobla-ciones rurales aledañas al establecimiento textil. La conducción de lasactividades productivas y el mantenimiento de la maquinaria corrían acargo de un grupo de técnicos estadounidenses que formaron parte delcontingente que fue contratado para instalar la fábrica y que en su mayoríahabían retornado a los Estados Unidos al concluir su tarea. Igualmente,durante este periodo permanecieron cerca de una docena de jóvenes obrerasde esa nacionalidad a cuyo cargo estaban las áreas de los hilados y tejidos.En la organización y funcionamiento del moderno centro fabril resultó degran utilidad la experiencia industrial y empresarial aportada por el inver-sionista alemán, así como por los empleados y técnicos estadounidenses. Enla fábrica duranguense se adoptaron métodos de administración y para laorganización de la producción y del trabajo, similares a los utilizadosentonces en centros fabriles de países con mayor desarrollo industrial. Lajornada productiva constaba de un turno diurno y uno nocturno. El primerotenía una duración de doce horas y empezaba a las seis de la mañana paraconcluir a las seis de la tarde; durante la jornada los trabajadores disponíande dos descansos para ingerir sus alimentos y reposar brevemente. En elsegundo turno sólo se laboraba en los telares, iniciándose a las seis de latarde y finalizando a la media noche.

La organización y disciplina laboral de los trabajadores, acorde con losmétodos establecidos en la fábrica del Tunal, implicó la adopción de unaserie de medidas a las que en un primer momento se resistieron aquellosnoveles trabajadores asalariados. Se establecieron normas de aseo ehigiene para el personal al presentarse a laborar, puntualidad, prohibi-ción para ingerir bebidas alcohólicas durante el horario de trabajo y lacelebración de “bailes y otras diversiones semejantes” dentro delestableci miento fabril, entre otras. En especial, las obreras rechazaron laorden dictada por los directivos de la empresa que impedía el uso delrebozo durante la jornada de trabajo para evitar accidentes. A punto

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18 Yen, 1991, p. 23.19 Navarro, 1997, p. 162.

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estuvieron las trabajadoras de lanzarse a un paro laboral; sin embargo, afuerza de reiterar dicha orden y no permitir el acceso de ninguna “embo -zada”, poco a poco, las airadas mujeres del proletariado duranguensefueron aceptando los dictados de la moderna disciplina fabril.

Por otra parte, debe decirse que los empresarios del Tunal se pro-pusieron establecer un ambiente laboral exento de arbitrariedades y maltrato hacia los trabajadores, así como evitar su sobreexplotación. Alrespecto criticaban el abuso en el trabajo y el trato imperativo, despóticoy ofensivo que daba la mayoría de los patrones y dueños de haciendas asus empleados y servidores. Por su parte, estimaban que era más bené -fico para la empresa mantener una relación cordial con sus obreros ypagar un poco más de salario, ya que finalmente su disposición para eltrabajo y el rendimiento productivo serían mayores. En torno a sus méto-dos y formas de relacionarse con sus trabajadores, apuntaban que:

Los empresarios del Tunal han adoptado ciertas máximas de gobierno y administraciónque les han producido felices resultados: pagan con puntualidad y en moneda; y hanpuesto una pequeña tienda surtida de los más necesarios comestibles y alguna ropa,arreglando su expendio a los mismos precios de la ciudad que sólo dista dos leguasescasas; éste no es negocio de especulación, se ha emprendido por la comodidad de lostrabajadores y más especialmente para evitar el comercio clandestino que suele hacersede licores embriagantes a la sombra del de comestibles: la prohibición de aquel artículoes severísima, el dependiente que la infringe pierde su plaza; y el contrabandista es des-pedido sin vasija y sin licor.20

Señalaban, igualmente, que a partir de estas normas y disposicionesadoptadas se había logrado evitar el ausentismo laboral, el descuido y laindisciplina en el trabajo, así como la proliferación del robo dentro delestablecimiento fabril. La justicia laboral, decían, era muy simple: el tra-bajador que descuidaba su trabajo, faltaba al respeto a un superior oincurría en algún exceso o falta grave, no se le reprendía o castigaba, sinoque en el acto se le despedía y se le liquidaba con el monto del salario quese le adeudaba. Por lo que se ufanaban en afirmar que en esa “coloniaindustrial” imperaban los valores de laboriosidad, aseo, orden y paz, perosobre todo, de moralidad.

En el transcurso de los años siguientes, la producción de la fábrica delTunal se fue acrecentando y su situación financiara se fue tornando másestable. Ello permitió recuperar el capital invertido y realizar nuevasinversiones a partir del excedente obtenido, lo cual posibilitó la adquisi-

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20 Ramírez, 1843, p. 125.

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ción de nueva maquinaria, la ampliación de la capacidad productiva y ladiversificación en la producción de los textiles. Para finales de los añoscuarenta la empresa ya disponía de 2048 husos y 65 telares para algo-dón, más 195 husos y 15 telares para hilaza de lana. Asimismo, la fábricacontaba con un laboratorio químico y una tintorería para la elaboraciónde manta blanca y lienzos estampados; artículos que hasta entonces seproducían en muy pocas fábricas textiles del país; además de un tallerpropio para la reparación de la maquinaria y una fundición para la fabri-cación de partes y repuestos, lo cual evitaba su importación desde losEstados Unidos.

En su obra histórica y estadística sobre Durango, Fernando Ramírezinforma que los efectos fabricados en dicho establecimiento para el añode 1848 alcanzaron las siguientes cantidades: manta trigueña: 710 157varas; estampados, 57 588 varas; alfombras, 3 990 varas; jergas, 5 245varas; sarapes de labor y corrientes: 46 y 21 610 respectivamente, y 2 343libras de cordoncillo par la elaboración de frazadas y sarapes. El consumopromedio anual del centro fabril era superior a las 30 000 arrobas dealgodón y más de 3 000 de lana, en tanto que la población empleadahabía ascendido a cerca de 300 trabajadores, mayoritariamentemujeres.21 Una porción muy importante de los artículos textiles elabora-dos en la fábrica del Tunal se comercializaba en otras entidades cer-canas, principalmente en Jalisco, Zacatecas y Chihuahua. En especial,tenían gran demanda los estampados y las mantas, considerados de grancalidad entre los de producción nacional.

Hemos afirmado en líneas anteriores que la política de protecciónhacia la industria textil y de restricción para la importación de materiaprima tuvo efectos saludables para el desarrollo de esta rama. Empero,no estuvo exenta de generar una serie de conflictos y contradiccionesentre los empresarios fabriles y los productores agrícolas.Frecuentemente la producción de algodón en Durango, al igual que enotras entidades del país, resultaba insuficiente para alimentar las fábri -cas de la entidad. En varias ocasiones durante estos años la fábrica delTunal se vio en la necesidad de disminuir su producción debido a lacarencia de algodón. Por otra parte, el acaparamiento y especulación dela materia prima, así como la premeditada disminución de la siembra dealgodón por parte de algunos productores con el propósito de encarecer suprecio, provocaba una alza considerable en los costos de producción de lasfábricas de la entidad. Además, la creciente introducción ilegal de textiles

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21 Ramírez, 1851, p. 104.

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de importación, cuyos precios por lo general eran inferiores a los efectosde la industria local, representaba una desigual competencia para losindustriales duranguenses.

Pese a todas estas circunstancias, durante estos años surgieron variasfábricas textiles en la entidad y ésta llegó destacar en el plano nacionaltanto por el monto de su producción agropecuaria en algodón y lanacomo por el número de plantas textiles instaladas. Conforme al censo defábri cas textiles establecidas en el país al finalizar la década de loscuarenta del siglo XIX, la entidad duranguense se ubicaba en el cuartositio nacional; en tanto que por el número de husos instalados ocupabael quinto lugar.22 El número de husos de la industria duranguense erasuperior a los seis mil y de éstos más de una tercera parte correspondíana la fábrica del Tunal, representando en su conjunto un poco más delseis por ciento nacional.23 Se estima que entre los años de 1845 a 1850 laproducción anual de la industria regional ascendía a más de un millónde varas de manta y un poco más de 22 000 libras de hilaza, cordoncilloy pabilo, y que en sus fábricas se empleaban a más de 800 traba-jadores.24 Eran los años de crecimiento y consolidación de la fábrica delTunal como una empresa textil entre las más modernas e importantesdel país.

Historia segunda. Un conflicto laboral en el ocaso de la antigua fábricadel río del Tunal

Hacia los años setenta del siglo XX, muchos años y mucha agua habíancorrido por las antiguas ruedas hidráulicas de la antigua fábrica de teji-dos del Tunal. Asimismo, muchos cambios habían ocurrido en esa deci-monónica empresa textil a lo largo de todo ese tiempo. Las propiasruedas hidráulicas que alguna vez dieron movimiento a la primeramaquinaria de la naciente empresa habían dejado de funcionar y sóloconstituían un recuerdo lejano y borroso de épocas que quedaron atrás,luego del advenimiento de la electricidad y la introducción de turbinaseléctricas como fuentes de energía para el funcionamiento del estable -cimiento fabril. Los nombres de sus socios fundadores sólo eran parte una

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22 Veracruz, Puebla y México eran las entidades con mayor número de fábricas en larama textil; en tanto que Jalisco pese a contar con menos establecimientos disponía de unacantidad superior de husos.

23 Potash, 1959, p. 222.24 Escudero, 1849, p. 63.

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larga lista de sucesivos propietarios que habían mantenido en pie y enoperación este antiguo centro textil. Tantos cambios se habían sucedidoque hasta de nombre había mudado: por el de fábrica de hilados y textilesde Nueva Vizcaya, S.A.

Sólo en forma fragmentada conocemos algunos trozos de la historia deeste centro fabril con posterioridad a los años de su fundación. Al mediarel siglo XIX, José Fernando Ramírez se había desligado de sus tareasempresariales en dicho centro fabril, puesto que a partir de entonces susactividades políticas, periodísticas y de historiador constituyeron el ejede sus empeños personales y de su actuación dentro de la vida social ypolítica del país. La empresa continuó algunos años más bajo lapropiedad y dirección de German Stahlknecht y fue durante esta épocacuando la fábrica textil alcanzó su consolidación y mayor desarrollo, sise le compara —a partir de su capacidad instalada, instrumentos fabri -les y volumen de producción— con el resto de fábricas instaladas en elpaís. A la muerte del comerciante alemán y fundador de la fábrica, éstapasó a manos de su hijo Pablo Emilio Stahlknecht en 1875. Bajo ladirección del heredero el establecimiento textil se manejó bajo la firmaempresarial “German Stahlknecht y sucesores”. A lo largo de los sigu-ientes años Pablo Emilio hizo partícipes como socios en la firma empre-sarial a varios inversionistas, principalmente de origen alemán, con elobjeto de inyectar nuevo capital, ya que la fábrica enfrentaba gravesproblemas financieros. Así, en forma sucesiva se asoció con su cuñadoCristóbal Albers en 1876; con Maximiliano Schlüter en 1879, quienaporta cincuenta mil pesos de capital para la sociedad empre sarial; en1897 logra formar una nueva asociación, al unirse con el inversionistaJorge Weber; y finalmente, hacia 1900, bajo la misma razón social de“German Stahlknecht y sucesores”, se une a un nuevo socio capitalista,Enrique Biekofsky.25 Sin embargo, para entonces, el principal interésempresarial de Pablo Emilio se había enfilado hacia la inversión en laminería, por lo que ante las crecientes deudas e hipotecas de la fábricade tejidos del Tunal decidirá venderla en 1905. Con el cambio de propi-etarios, ente los cuales participará la firma empresarial GarzaHermanos y Cía., el antiguo centro textil adoptará en adelante el nom-bre de “Fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón y Lana laProvidencia”26, denominación que habrá de mantener durante los sigu-

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25 Yen, 1991, p. 24-25.26 Figueroa, 1895, p. 149; Herrera, 1934, p. 25.

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ientes años hasta que cambió por el de “Nueva Vizcaya”, alrededor de losaños sesenta del siglo XX.

Así, para principios de 1970 la fábrica de Nueva Vizcaya —tambiénconocida como del Pueblito, en razón del nombre de la poblaciónaledaña— había derivado en un pequeño y modesto centro fabril desti -nado fundamentalmente a la producción de pabilo e hilos de algodón quetras su procesamiento industrial en otros centros textiles se utilizaban enla fabricación de trapeadores, telas de “cambaya” y lonas, entre otrosartículos. De tal suerte que las “bobinas” con los distintos hilos fabricadosen Durango servían de insumo para otras fábricas textiles del centro delpaís.

Es decir, la fábrica había dejado de elaborar mantas, telas y otros tex-tiles para convertirse en un especie de establecimiento maquilador parala industria textil. Por ende, habían desaparecido los husos y telares y laantigua maquinaria que se requería para aquellas labores de producción.El grueso de los implementos fabriles estaba compuesto por máquinascardadoras para “desgreñar” el algodón contenido en las “pacas” queprovenían de la zona productora de esa materia prima: la regiónLagunera, así como por varias decenas de maquinas para hilar y embobi-nar los hilos de algodón. En términos generales, la maquinaria utilizadaera vieja, atrasada y ruidosa, puesto que había sido construida a princi -pios de siglo; la cual, a su vez, era movilizada por una antigua y potenteplanta de diesel que generaba la propia electricidad que requería elestablecimiento.27

La fábrica de Nueva Vizcaya era entonces propiedad del grupo empre -sarial Duffor Soddy, el cual poseía otras fábricas textiles en distintos sitiosdel país, principalmente en el estado de Puebla y en la ciudad de México.Dicho grupo de empresarios estaba integrado por varios hermanos y socios,entre los que destacaban Javier y Ricardo Duffor Soddy; este último tenía elcargo de director general de la empresa de Durango.28 Los trabajadoresempleados eran un poco más de ciento veinte, en igual proporción de hom-bres y mujeres, casi todos originarios o vecinos de las poblaciones de ElTunal, El Pueblito y El Durazno; localidades de las que regularmentehabían provenido los trabajadores para la fábrica y a los que se adicionabanalgunos obreros procedentes de la ciudad de Durango. La actividad fabril sedesplegaba a lo largo de tres turnos diarios con duración de ocho horas cadauno, empezando el primero a las siete de la mañana.

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27 Navarro, 2000. 28 El Sol de Durango, 12 de marzo de 1972.

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Al parecer, según los datos y testimonios recogidos, las condicioneslaborales y salariales no eran satisfactorias para la planta de obreros yempleados que laboraban en la fábrica duranguense. En primer lugarseñalaban que los sueldos pagados por los patrones apenas correspondíanal “salario mínimo”, lo cual significaba una percepción salarial por debajode lo estipulado por la legislación laboral para los trabajadores textilesdel país. Asimismo, advertían sobre lo extenuante que resultaba la jor -nada laboral debido a la ausencia de “descansos” para tomar alimentos,atender sus necesidades fisiológicas y reposar un poco. Reclamaban,igualmente, la falta de ropa, botas, tapabocas y equipo adecuado para eldesempeño de sus actividades laborales, ya que ello generaba frecuentesenfermedades y accidentes de trabajo entre los obreros de la fábrica.También estaba presente la exigencia del pago de horas “extras” de tra-bajo, la inscripción de los trabajadores en el Seguro Social —ya que hastaentonces la empresa incumplía con ese derecho laboral—, la capacitacióndel personal de nuevo ingreso, la formación de una bolsa de trabajo y lacreación de una escuela primaria para los hijos de los trabajadores, entreotras demandas.

Aun cuando tales demandas en un principio habían sido planteadasen forma individual y aislada, no hubo respuesta favorable algunapara los trabajadores por parte de la patronal de la Nueva Vizcaya.Frente a esa situación y puesto que carecían de una organizacióngremial en su centro de trabajo, varios obreros empezaron a vislum-brar la posibilidad de organizar y constituir un sindicato para queasumiera la defensa colectiva de sus derechos y demandara sucumplimiento ante los propietarios de la empresa. Entre los propul-sores de esa incitativa estaba un joven obrero, Cayetano Durán, quehacía un par de años había sido contratado por la propia empresa através de la Escuela de Pintura y Artesanías de la Universidad Juárezde Durango —institución en la que había aprendido el oficio del teñidode textiles— y que se desempañaba como trabajador y el responsabledel teñido de los hilados elaborados en la fábrica. Él y unos cuantosobreros que se fueron sumando a tal iniciativa se dieron a la tarea —alo largo de varios meses del año del setenta y uno— de organizar unaserie de reuniones con distintos grupos de trabajadoras y trabajadorespara proponerles y hacerlos partícipes en la organización del futurosindicato. A través del cotidiano esfuerzo desarrollado al término de lajornada laboral y bajo la mayor discreción posible para evitar antici-padas represalias de la empresa, paso a paso, fueron convenciendo a lamayoría de los trabajadores para incorporarse al movimiento por laconstitución de su sindicato.

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Uno de los participantes en ese movimiento nos relata que en esa fase dela organización del sindicato, los trabajadores “del Pueblito” contaron conla orientación y el apoyo de algunas organizaciones sociales y gruposestudiantiles de la ciudad de Durango, entre otros, de la Federación deObreros y Campesinos de Durango (FOCED), organización campesinaindependiente que en esos años aglutinaba a miles de campesinos en lalucha por la tierra, que había llevado a cabo la ocupación de múltipleslatifundios y logrado el reparto agrario de decenas de miles de hectáreasentre un amplio contingente de campesinos sin tierra, y en cuyo local dela ciudad de Durango sesionaban los obreros de la Nueva Vizcaya. Hubotambién varios estudiantes preparatorianos que los auxiliaban en tareasde formación y capacitación sobre temas sindicales y políticos. Por otraparte, afirma que el movimiento de los trabajadores textiles de Durangocontó con el aliento, el ejemplo y las experiencias de un gran número deluchas sindicales y movimientos de trabajadores que surgieron en distin-tos lugares del país al empezar la década de los años setenta, bajo lasconsignas de libertad, democracia e independencia sindical.29

Al formalizarse la existencia de la agrupación sindical de los trabajadoresde la fábrica de la Nueva Vizcaya por decisión de sus propios agremiados(enero de 1972), eligieron a los miembros de su comité sindical, nominando aCayetano Durán, secretario general; Jesús San Juan Frayre, secretario detrabajo y conflictos; y Salvador Verdía Atlas, secretario de organización ypropaganda, entre otros. Casi de manera inme diata, los repre sentantessindicales se presentaron ante el dueño y director de la empresa para infor-marle de la constitución del sindicato y solicitarle que atendiera las deman-das y prestaciones que los obreros de la fábrica le planteaban por su conduc-to. En esencia, lo solicitado en el pliego que le fue entregado al empresarioRicardo Duffor por los dirigentes del sindicato, no eran sino las demandas yexigencias anotadas en líneas anteriores, algunas de las cuales eran deobservancia obligatoria por parte de la empresa, como era el caso del pago desalarios de acuerdo con lo sancionado para los trabajadores textiles y elderecho a su afiliación al Seguro Social. Sin embargo, la respuesta que obtu-vieron del dueño de la Nueva Vizcaya fue la de su tajante negativa parareconocer al sindicato como legítimo representante de los trabajadores y, porende, para discutir y tratar los asuntos labora les que éste la había planteado.

De manera simultánea los trabajadores habían presentado la solicitudde su registro sindical ante la junta local de Conciliación y Arbitraje, lacual les respondió en unos cuantos días que era improcedente su registro

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29 Navarro, 2000.

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ante esa instancia, dado que las cuestiones laborales relativas a la indus-tria textil estaban bajo jurisdicción de las juntas federales de conciliación ysólo a éstas correspondía otorgar en su caso el registro a su organizaciónsindical, señalándoles que su trámite de registro debía ser presentado antela Junta federal de la ciudad de Mazatlán. De esta manera las autoridadeslocales en forma expedita se “desentendían” del asunto de los trabajadoresduranguenses, sin ofrecer apoyo alguno para la gestión de su trámite laboralante las instancias pertinentes y dejando que éstos enfrentaran por supropia cuenta el sinuoso y burocrático camino del regis tro sindical.

Este imprevisto golpe jurídico recibido por los noveles y en ciertomodo inexpertos luchadores sindicales complicó la situación legal de suorganización gremial. Por los trámites y requisitos exigidos por lasautoridades federales del puerto mazatleco, prácticamente resultabainviable su regis tro. Difícilmente podrían desplazarse hasta ese lugartodos los trabajadores para demostrar mediante su presencia que efec-tivamente formaban parte del sindicato y autenticar su firma conte nidaen la solicitud de registro, condiciones que según los representantessindicales les había impuesto la junta federal de Mazatlán. No obstanteeste tropiezo no desanimó a los trabajadores para continuar recono -ciendo la legitimidad de su sindicato y exigiendo por la vía de loshechos que los patrones se desistieran de seguir violando sus derechoslaborales, ni para seguir luchando por el aumento de sus salarios y elmejora miento de sus condiciones de trabajo.

Sin embargo, el sólo hecho de que este pequeño grupo de trabajadores sehubiese propuesto hacer efectivos los derechos que las propias leyes laboralesles concedían, desencadenó una tormenta política en el seno del empre -sariado y los grupos patronales de la entidad, en los círculos gubernamen-tales y, por supuesto, entre las cúpulas de las organizaciones obrerasoficialis tas, especialmente en la Federación de Trabajadores del estado deDurango, perteneciente a la CTM. La acción emprendida por los trabajadorestextiles fue percibida por el sector empresarial como un atentado en contrade sus empeños y esfuerzos, y como un riesgo para sus bienes e inversionesante la posibilidad de que se propagara la formación de sindicatos haciaotros centros de trabajo de la manera como lo habían hecho los traba jadoresde la Nueva Vizcaya.30 Mientras que para las autoridades gubernamen-tales y la federación cetemista representaba un nocivo ejemplo políticopara los trabajadores de la entidad, puesto que, en la medida que

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30 Declaraciónes del presidente de la Cámara Nacional de la Industria de laTransformación en nombre de los agremiados de esa organización empresarial. El Sol deDurango, 25 de febrero de 1972.

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pudiera prosperar, abría la posibilidad para que emergieran otrosmovimientos independientes en la entidad, tal como ocurría con crecientefuerza en otros lugares del país.

Sin imaginar las “fuerzas del mal” que habían conjurado al organi-zarse gremialmente en forma democrática y autónoma, el sindicato y lostrabajadores de la fábrica textil resolvieron emplazar a la empresa paraque en forma conjunta discutieran sobre la solución a las demandas yproblemas laborales que se habían planteado, señalando que de no acce -der los patrones a la negociación y firma del correspondiente contratocolectivo estallaría una huelga a partir del primero de marzo de 1972.31

Puesto que los patrones de la empresa mantuvieron su negativapara negociar con el sindicato, los trabajadores continuaron losprepara tivos para el estallido de la huelga en la fecha anunciada. Sinembargo, faltando sólo un día para que ésta se iniciara, en forma con-junta los dueños de la empresa y los dirigentes de la CM de Durangoanunciaron que la huelga se había conjurado mediante los acuerdosque se habían pactado entre los representantes de la fábrica de hiladosy tejidos de Nueva Vizcaya, los dirigentes del Sindicato deTrabajadores de la Industria Textil y Similares de la RepúblicaMexicana (perteneciente a la CTM) y los señores Antonio Ramírez yJosé Ramírez Gamero, líderes de la CTM de Durango, los cuales sehabían celebrado el 28 de febrero en la ciudad de México. Estos acuer-dos eran relativamente simples y condensaban en toda su magnitud lacom plicidad existente entre las autoridades laborales, los patrones y laco rrom pida dirigencia de las organizaciones obreras oficialistas: lostrabajadores de la fábrica disponían ya de un nuevo sindicato legal-mente reconocido y en su calidad de representantes legales del nuevosindicato los dirigentes cetemistas se habían desistido del emplaza-miento a huelga. Además se anunciaba que en forma inmediata ven-dría a Durango un representante del sindicato nacional para levantaren forma conjunta con los líderes de la CTM de la entidad, el censo deafilia dos del flamante sindicato local y proceder a la “elección” de susnuevos dirigentes.32 Evidentemente los dirigentes sindicales cetemis-tas habían recurrido a una de sus prácticas más conocidas y rentables:la venta de un “contrato de protección”. Mediante este recurso le evita-ban la huelga a la empresa y de paso eliminaban al sindicato formadopor los trabajadores.

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31 El Sol de Durango, 26 de febrero de 1972.32 El Sol de Durango, 1º de marzo de 1972.

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En los hechos, tales acuerdos evitaron que la huelga de los traba-jadores pudiera estallar. A partir del primero de marzo la empresaimpidió la entrada de los trabajadores a la fábrica, para lo cual contó conel apoyo de la fuerza pública facilitada por las autoridades gubernamen-tales. Al mismo tiempo se hicieron presentes varios “representantes” dela CTM, dispuestos para auxiliar a los patrones de la fábrica. Asimismo,una partida del ejército federal se apostó en las cercanía de las instala-ciones fabriles, bajo el pretexto de impedir posibles actos de violencia yrealizar una campaña de “despistolización” en las poblaciones de dondevivían la mayoría de los trabajadores.

Desde el mismo día primero de marzo se iniciaron las represalias encontra de los principales dirigentes del sindicato. La empresa, con laanuen cia de los líderes de la CTM, despidió al secretario general, al secre -tario de trabajo y conflictos y al secretario de organización y propaganda.A la vez que advirtió que sólo serían recontratados aquellos trabajadoresque previamente se afiliaran al sindicato legalmente reconocido. Dos díasdespués hizo su aparición en la fábrica el enviado del sindicato nacionalde la CTM, Juan Rosales Coronado, quien anunció la formación de la sec-ción 183 que en adelante representaría a la los trabajadores de la NuevaVizcaya. Ante el llamado que hicieran el enviado nacional y líder local dela CTM, Antonio Ramírez, para que los obreros abandonaran el sindicatoindependiente y se afiliaran al “oficial” como condición para recuperar elempleo, solamente cuarenta y dos decidieron aceptar las condicionantesimpuestas.33 A partir de este grupo de trabajadores la empresa decidióreiniciar sus labores; sin embargo, sólo se podía laborar durante unturno.

La mayoría de los trabajadores, setenta y ocho en total, decidieron noretornar a sus labores hasta que fueran reinstalados sus compañeros des-pedidos. A lo largo de los dos meses siguientes, marzo y abril, este contin-gente integrado por hombres y mujeres —los cuales para entonces todoseran despedidos puesto que no habían regresado a trabajar en la fechalímite señalada por el “nuevo sindicato” y la empresa— desplegaron unatenaz y desigual lucha de resistencia, cuyo objetivo fue la reinstalación deabsolutamente todos sus compañeros trabajadores. A lo largo de esa jor-nada realizaron más de una decena de plantones y marchas por la ciudadde Durango en las que fueron acompañados por los trabajadores elec-tricistas de la sección 37, ferrocarrileros, estudiantes universitarios,algunos contingentes de colonos y organizaciones y partidos políticos de

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33 El Sol de Durango, 11 de marzo de 1972.

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la izquierda, a los cuales se sumaba gente no organizada pero que suposer solidaria con la lucha de ese pequeño puñado de trabajadores.

La necesidad de sobrevivir y los apremios cotidianos de quienes nodisponían de otro patrimonio que no fuera su trabajo terminaron por ero-sionar su resistencia. La empresa y los líderes sindicales cetemistas noestuvieron dispuestos a regresarles su trabajo, pero una gran parte de lostrabajadores tampoco cedió. Decidieron buscar otros horizontes. Así con-cluyeron el empeño y el movimiento de unos cuantos trabajadores queintentaron reclamar unos cuantos de sus derechos. La vieja fábrica textil,poco a poco, fue retornando a la normalidad. Sin embargo, no lograríasobrevivir por mucho tiempo. La crisis del algodón y sus altos costos, loobsoleto de sus planta productiva, el predominio de los textiles sintéticos,entre otras posibles causas, abonarían para su crisis última y ocaso.Antes de finalizar esa década pararía de manera definitiva.

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