SUCESOS DE AQUEL INEXTINGUIBLE DEL BEATERIO DE TOLUCA: EL...

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M. EN E.S. ELENA GONZÁLEZ VARGAS CRONISTA DE LA FACULTAD DE QUÍMICA “SUCESOS DE AQUEL INEXTINGUIBLE DEL BEATERIO DE TOLUCA: EL ÁRBOL DE LA MORA” UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO SECRETARIA DE RECTORÍA DIRECCIÓN DE IDENTIDAD UNIVERSITARIA COLEGIO DE CRONISTAS

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M. EN E.S. ELENA GONZÁLEZ VARGAS

CRONISTA DE LA FACULTAD DE QUÍMICA

“SUCESOS DE AQUEL INEXTINGUIBLE

DEL BEATERIO DE TOLUCA:

EL ÁRBOL DE LA MORA”

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

SECRETARIA DE RECTORÍA

DIRECCIÓN DE IDENTIDAD UNIVERSITARIA

COLEGIO DE CRONISTAS

“Sucesos de aquel inextinguible del Beaterio de Toluca:

el Árbol de la Mora”

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“Sucesos de aquel inextinguible

del Beaterio de Toluca:

el Árbol de la Mora”

M. en E.S. Elena González Vargas

Cronista de la Facultad de Química

Árbol de la Mora de la Universidad Autónoma del Estado de México, en

1833 ya formabas parte del patrimonio natural de la construcción llamada

Beaterio de la ciudad Toluca de 1736. Recibiste sonriente a la comunidad

del Instituto Literario de 1828, viste su anhelo de dar y recibir educación

integral en las ciencias, las artes y las humanidades. De ella supiste tu

nombre universal Morus nigra L, al saber la nomenclatura científica

botánica de Carlos Linneo, así como tu sitio de origen en la cultura persa.

Como ser biológico siempre te respetó la comunidad institutense. Nunca

hubo intención de desterrarte, sigues vivo aún en el siglo XXI. Entonces

en el amanecer diario te deleitabas el escuchar de su alumnado juvenil

interno, el himno y la oración del Instituto Literario de 1851. Más y más le

sonreíste al enterarte de que formaba parte del reglamento interno de su

primera Ley Orgánica. Y les llegaste a sacudir tus frutos, las moras, al

son del viento transportador del sonido gutural de los versos hímnicos:

I Ya que el sol por el

Oriente asoma el brillante disco

roguemos a Dios humildes

nos conceda hoy sus auxilios.

II Que nuestra lengua

modere los pecaminosos dichos

y nuestra vista se aparte

de cuanto ofrece peligro.

III Nuestros corazones

sean templados, rectos y

limpios y la abstinencia refrene los carnales apetitos.

IV Para que cuando la noche suceda al día en su giro testifique la conciencia

que a Dios no hemos ofendido

V La gloria sea a Dios Padre

con su unigénito Hijo como al Espíritu Santo

por los siglos de los siglos

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Tus sonrisas fueron risas de alegría al observar que tu agrado se

convertía en legado cultural de la comunidad institutense. Ahora, 1887,

éste se quedaba plasmado en el Estandarte del Instituto Científico y

Literario creado por ella misma. Todos los ojos de las hojas de tus ramas

ahora miraban la luz radiante de la estrella pitagórica hacia el panal con

sus abejas; asimismo escuchaban el lema: Patria, Ciencia y Trabajo,

pronunciado con sentimiento de pertenencia de la comunidad.

Pero tu espacio físico alrededor de tu tallo, también, acogía a aquel

alumno inspirado en crear versos, referencias de vivencias del propio

Instituto Científico y Literario. El catedrático ingeniero Rafael García

Moreno, lo hizo para su apreciado amigo ingeniero Silviano Enriquez

Correa, quien fenece el 22 de julio de 1900. Unos de sus versos dicen:

Oh maestro, de la cátedra sagrada tú fuiste el sacerdote esclarecido

rayo de sol que emerge la alborada y que despierta, esplendoroso el

nido.

Fuiste cóndor que dominó el espacio

sublime apóstol de virtud ejemplo Abeja que construye su espacio

para que alumbre en las crujías del templo.

O aquel alumno de Jilotepec, a quien recibiste a sus 12 años para realizar

los estudios integrales de preparatoria de 1880 a 1885. Un joven

estudiante muy pero muy lector de obras literarias clásicas, inquieto,

visionario y orador, Andrés Molina Enríquez. Quien en los primeros años

del siglo XX publica su obra Los grandes problemas nacionales, donde

residen los principios de la propiedad de la tierra y que quedaron en el

artículo 27 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos de 1917.

Árbol de la Mora, en el otoño de 1927 tus ramas expresaron regocijo al

identificar a aquel joven orador institutense y toluqueño de voz cimbrante.

Aún más se entusiasmaron cuando recordaron su triunfo de ganador del

himno “La Flor de Oro” de la efeméride Juegos Florales del Centenario

de la Consumación de la Independencia Nacional, y que su propuesta

fue escuchada por el general Obregón, se hizo el traslado de los restos

de los héroes insurgentes de la Catedral Metropolitana al Monumento de

la Independencia del Paseo de la Reforma de la ciudad de México.

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¡Uy! se dijeron tus ramas, se trata del gran maestro Horacio Zúñiga

Anaya. Ahora está inspirado y dedicado en realizar la composición del

Himno para el festejo conmemorativo del Centenario de la Proclamación

del Instituto Científico y Literario del Estado de México del próximo 3 de

marzo de 1928.

Tus ramas se miraron entre sí para decirse vamos a enviarle vientos

saludables que penetren hasta lo recóndito de sus células. Sorpresa

mostraron al mirarlo acompañado de un señor cuyas manos movía en el

aire armoniosamente.

Quasi se duermen despiertas cuando escuchan sus composiciones como

el vals Amor infinito, la mazurca Carmencita, el himno de los bomberos

de la Cervecería de Toluca.

Entonces se percataron tus ramas otoñales de que la composición

literaria del Himno del ahora gran maestro Horacio Zúñiga estaría

acompañada de la composición musical de aquel personaje. ¿Quién es?,

se cuestionaban.

Su pregunta tuvo respuesta hasta la celebración del festejo

conmemorativo de los 100 años del Instituto Científico y Literario del

Estado de México. Ese señor era don Felipe Mendoza López, originario

de Tenancingo, ganador del primer premio con la composición Victoria

de las fiestas patrias del Centenario de la Independencia Nacional.

En ese día 3 de marzo de 1928, tus ramas invernales se sintieron

galardonadas por la presencia de muchísima gente. Pero se intensificó

su ánimo en el instante en que percibieron los sonidos guturales e

instrumentales del Himno entonado por primera vez en el recinto

educativo. Sobre todo con la composición que dice:

¡Instituto perínclita cumbre

donde el alba es faisán de arrebol,

con tu enjambre de abejas de lumbre

liba el alma de auroras de sol!

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Árbol de la Mora te mostrabas atónito completamente. No sólo por la

celebración sino porque escuchaste los comentarios de tus institutenses

reconocedores de sus alumnos, que, ahora en 1928, son personajes

profesionales como el médico originario de Acambay, Maximiliano Ruiz

Castañeda.

Una de tus ramas cuestiona ¿qué ha hecho? Sencillo, su vocación de

investigador biomédica junto con la del suizo Hermán Mooser y el

norteamericano Hanz Zinsser, la llevó a salvar muchas vidas de México

y del mundo con la prevención de la enfermedad “Tifo mexicana” a través

de vacunas y sueros hiperinmunes, tras demostrar el agente causal, la

bacteria Rickettsia prowaseki.

Como subdirector del Instituto Nacional de Higiene y jefe del

departamento de investigaciones médicas del Hospital General de

México, creó el procedimiento inmunológico de reacciones antígeno-

anticuerpo llamado Fijación de Superficie. Ofrece resultados confiables y

de costo reducido. También es dueño de la técnica de cultivo de la

bacteria de la enfermedad Brucelosis, mundialmente conocida como

“Castañeda Medium”, y, en su pueblo natal mazahua, montó el

procedimiento “Autovacuna” a partir de la orina individual, aún vigente.

¡Que institutense y puma de México! Su amor a la Patria es irreprochable.

Vino tranquilidad. Sólo que año con año Árbol de la Mora mirabas a

nuevos jóvenes adolescentes y catedráticos. Escuchabas las pláticas de

aquellos visionarios, dignos de estudiar en tu recinto, como el catedrático

abogado Enrique González Vargas con los alumnos Adolfo López

Mateos y Remedios Albertina Ezeta. El tema de interés se refería al

contenido del artículo 3o de la Magna Constitución de 1917,

particularmente, su apartado VII relacionado a Universidades e

Instituciones de Educación Superior con respecto a la facultad y la

responsabilidad de gobernarse así mismas, la libertad de cátedra e

investigación.

La atención de tus ramas se intensificó hacia ellos al escuchar el caso de

la autonomía de la Universidad Nacional de México de 1929. Aún más en

el instante de surgir las preguntas ¿el Instituto Científico y Literario del

Estado de México también puede ser autónomo? ¿es capaz de crear más

carreras profesionales y convertirse en Universidad Pública para la

sociedad?

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Tal fue el efecto de las charlas creativas institutenses que tus ramas

mismas aprendieron a hacerlo entre ellas. Pero las ideas con el

conocimiento, alimentados del estado anímico, no sólo quedó grabado

en la memoria de estos alumnos sino que se divulgó hacia generaciones

venideras con la participación de la sociedad de alumnos.

En esos últimos años treinta y primeros cuarenta, tus ramas escuchan un

bum detonante. Es la voz de la palabra de alumnos institutenses

destacados como Carlos Mercado Tovar, José Yurrieta Valdés y Felix

Vallejo Martínez. Su voz unida a la de sus profesores, los abogados

Enrique González Vargas y Juan Josafat Pichardo. También, observan

que su palabra la plasman en el proyecto de la autonomía del Instituto

Científico y Literario. Escuchan que van a presentarlo al gobernador

Isidro Fabela Alfaro. También observan su confianza en él al repetir su

gran desempeño de escritor, diplomático internacional del gobierno

federal desde Venustiano Carranza, 1914-1920, hasta Manuel Ávila

Camacho, 1940-1946, y un gran defensor de la soberanía de México.

¡Oh Árbol de la Mora! presenciaste la satisfacción imperecedera de tus

institutenses inquietos con el logro de la autonomía del Instituto.

Reunidos, uno de ellos dio lectura al decreto de la Gaceta de Gobierno

del sábado 15 de enero de 1944. Se trataba del decreto número 34 de la

XXXVI Legislatura Constitucional estatal correspondiente a la Ley

Orgánica del ahora Instituto Científico y Literario Autónomo del Estado

de México (ICLA).

Tal fue el impacto que te causó este hecho memorable que a tus moras

las soltaste para que las apeteciera tu comunidad institutense.

Sin embargo, el viento primaveral grato de ese año te hizo llegar la noticia

conmovedora, recibirías al nuevo Director del ICLA 1944-1946. Nada

más y nada menos se refería a aquel alumno institutense orador de

Atizapán de Zaragoza. Ahora, es el abogado Adolfo López Mateos.

Te percataste de su interés de colaborar cuando en tu sombra se

escuchaban más alumnos institutenses. Unos dedicados al estudio de la

Pedagogía Superior, más los de Jurisprudencia. Años después los de

Comercio y Administración, Enfermería, Medicina e Ingeniería.

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Te regocijabas Árbol de la Mora al mirarlos dedicados al estudio, a la

lectura de obras literarias, a expresar con libertad y soltura sus ideas,

pensamientos, conocimientos y sus sentimientos de fraternidad,

estéticos, musicales y otros.

Además, tu organismo vegetal total siempre les repetía el acto

irrelevante: El distintivo propio del ICLA, constituido de los elementos

simbólicos del estandarte de 1887 encerrados en la circunferencia

llamada con el término prehispánico “chimall” o “chimalli”. Nuevo símbolo

de pertenencia de la identidad institutense.

También, ¡Árbol de la Mora! en los primeros años cincuenta fuiste testigo

de la organización de un grupo de alumnos practicante de la oratoria, con

cargamento de consciencia de actos inclinados hacia la rebeldía con

causa. Se trataba del grupo del profesor abogado pumita Juan Josafat

Pichardo Cruz. Aunque años después viviste el disgusto de ver a

alumnos rebeldes sin causa, sin responsabilidad, de sublevación.

Rápidamente te aprendiste su pseudónimo “Los Vampiros”.

El acto rimbombante de este grupo para la comunidad institutense y la

sociedad toluqueña, fue la noticia de inadmisión de director del ICLA de

alguien desconocido, es decir, no institutense. Así se le expresó

fuertemente al licenciado Mario Colín Sánchez, en febrero de 1952. Árbol

de la Mora huías de ver la huelga. Supiste la consecuencia, el director

presenta su renuncia en junio.

Árbol de la Mora ahora acogías a alumnos con ideas visionarias de

progreso y a aquellos practicantes de la ociosidad. Tus miradas se iban

más hacia los primeros, más admitías a los otros. Te alegraste al saber

que tu nuevo director 1954-1956, el abogado Juan Josafat Pichardo, la

mencionaba como el estilo político del ICLA.

En los meses invernales de 1955 estiraste tus ramas hasta donde te fue

posible. Lo hiciste para escuchar a la comisión meritoria de representar

al ICLA ante el gobernador, el ingeniero agrónomo Salvador Sánchez

Colín. Supersonreíste al identificar a tu apreciado catedrático Enrique

González Vargas conversando con Juan Josafat Pichardo C. y el

ingeniero catedrático José Yurrieta Valdés.

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Tu curiosidad por saber la verdad de la comisión, te hizo saber que se

trataba del proyecto de la ley de convertir el ICLA en Universidad Pública

del Estado de México. Esto con la mira de preparar profesionales a

desempeñarse en ciudades de progreso. Nuevamente te mostraste

alegre de percatarte que tus ilustres institutenses mostraron templanza a

la comunidad y al gobierno de la entidad.

Otra vez tus moras de primavera de 1956 se lucieron ante tu comunidad,

principalmente, el 21 de marzo. Una fecha célebre para los institutenses

y la sociedad de la entidad. Refiere a la entrada en vigor de la Ley

Orgánica de la Universidad Autónoma del Estado de México del decreto

número 70, presentada por el gobernador Salvador Sánchez Colín a la

XXXIX Legislatura que da su aprobación el 16 de marzo.

¡Oh Árbol de la Mora! desde esa fecha aprendiste a pronunciar

gratamente términos como comunidad universitaria, consejo

universitario, rector, escuela, facultad, investigación científica y

tecnológica, posgrado, difusión cultural.

Más en los años cincuenta y los sesenta no te cansabas de observar la

multitud de jóvenes universitarios apoyándose en los pilares de tus 100

arcos de planta básica y alta. ¡Ah! expresaste al oír la palabra

descentralización asociada a facultad y a regiones pobladas y

productivas del Estado de México.

Así te impactaste de la tristeza de tus jóvenes universitarios de

preparatoria y de carrera de despedirse de ti y del edificio del ICLA. Su

residencia estaba en otros terrenos universitarios del municipio de

Toluca: Área de aviación o de Paseo Colón, Cerro de Coatepec, el

Cerrillo de Tlachaloya o campos de investigación de Santa Elena.

A la vez de momentos tristes hubo de contento con la noticia de que los

campus de la famosa UAEM, ofrecían a la juventud la carrera profesional

de Medicina, Odontología, Enfermería, Química, Ingeniería,

Jurisprudencia, Contaduría y Administración de Empresas, Ingeniero

Agrónomo, Medicina Veterinaria y Zootecnia, Filosofía y Letras, Historia,

Ciencias Políticas y Administración Pública. Además, varias de ellas

iniciaron los estudios de posgrado con estudios de especialidad y de

maestría.

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Árbol de la Mora, también, aprendiste que la comunidad universitaria no

sólo radicaba en la casona de los 100 arcos, sino que residía en otras

regiones de la entidad. Fue de tu conocimiento el saber que la Escuela

Preparatoria moraba tanto en la ciudad de Toluca como en el municipio

de Texcoco, de Tlalnepantla, de Amecameca, de Sultepec.

Así todo tu organismo vegetal comprendió la descentralización de la

educación universitaria en el Estado de México.

De pronto despertaste al oír voces, te dijiste qué pasa. Entonces te

percataste de la llegada y salida de personal académico y administrativo

del edificio anexo a la casona de 100 arcos, el de la avenida Valentín

Gómez Farías. Recordaste que en él moró la Escuela de Odontología de

1964 a 1976 y desde 1958 la primera Escuela Preparatoria.

Tu atención hacia esa gente te hizo saber que en dicho edificio anexo se

realizaban actividades administrativas de la UAEM. Y en la casona de los

100 arcos había personal de la secretaría académica, secretaría de

rectoría y coordinación de difusión cultural.

A ti ¡Árbol de la Mora! te fue fácil recordar que dicho edificio anexo fue

aposento administrativo hasta el año 2005, cuando el rector doctor en

química Rafael López Castañares dejó concluido el edificio de la avenida

I. López Rayón 510 Sur para los asuntos administrativos de la UAEM.

Y en este lugar, años subsecuentes empezaste a saborear el jardín

neoclásico y la plaza “Benito Juárez García”. Sólo que fue inevitable tu

melancolía al mirar el trabajo albañil de la construcción del cuarto torreón,

oriente-sur, de la casona de los 100 arcos, concluida en mayo de 2013.

A tus ramas les es imposible agrandarse para alimentarse del vergel

neoclásico.

Pero rápidamente te alegraste con el recuerdo de aquel joven

universitario inquieto, espontáneo, talentoso, dedicado a la poesía y al

teatro en atril de los años setenta. Es nada más y nada menos que Marco

Antonio Morales Gómez. Él vivió el escenario del teatro universitario de

cámara del universitario oriundo de Colorines, Esvón Gamaliel Calvillo

Pérez. Actor creativo del teatro que no miente sobre la realidad, sino que

la desnuda para descubrir la identidad del país y de la patria chica.

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Fue formidable y grandioso tu recuerdo inmediato de que Marco Antonio

Morales como secretario académico dio inicio al desarrollo de las

humanidades con el teatro, la música, la literatura, la oratoria, edición y

publicación de obras, el deporte y más. Aunque te cimbraste de emoción

al remembrar que él visualizó la importancia de la difusión de los

símbolos históricos de la UAEM.

Hubo momentos en que te miraba y se inspiraba para dejar plasmado las

actividades sustanciosas de la Difusión Cultural y Extensión en la nueva

Ley de la Universidad Autónoma del Estado de México del 27 de febrero

de 1992 que el Rectorado del maestro en ciencias Efrén Rojas Dávila

realizó. Quedó en el artículo 16, en síntesis dice que la difusión cultural y

extensión universitaria consistirá en la actividad de la Institución que

relaciona Universidad y sociedad, y pone a disposición de ésta el

resultado de su trabajo académico al ser creadora de cultura.

Tanto así fue el ímpetu sociocultural de él en la comunidad universitaria

que te solicita permiso a ti ¡Oh Árbol de la Mora! para ser el emblema de

su Rectorado 1993-1997 de la Máxima Casa de Estudios, la UAEM.

Fue maravilloso para ti ¡Oh Árbol de la Mora”, saber la inmediatez de

recibir atención a todas tus necesidades básicas y de crearse tus hijos

en laboratorio de cultivo de tejidos vegetales de la Facultad de Ciencias

Agrícolas, con la custodia del ingeniero agrónomo Francisco Escobedo

González. Cada uno de ellos formó parte del patrimonio natural y cultural

de cada espacio universitario de la UAEM.

Te cuestionabas qué voy a hacer con todos ellos. Sencillo voy a activar

la memoria genética de su ácido desoxirribonucléico (ADN) de todos los

símbolos históricos y recuerdos inolvidables del Beaterio Decimonónico,

llamado Casona de los 100 arcos o Edificio de Rectoría en siglo XX. Así

serán el patrimonio cultural y de identidad de los universitarios de los

espacios en la entidad mexiquense. Que formidable te dijiste al ver la

oportunidad de que te conocieran a igual que el árbol de encina, de laurel

y de olivo; sus ramas son elementos sustanciosos de la bandera de

México.

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Expresas júbilo al escuchar la lectura de la sección Identidad Institucional

del Plan General de Desarrollo de la UAEM 1993-1997. Dice “Se

constituirá y fortalecerá la identidad institucional como fuente de

postulados, valores y creencias que orienten y conduzcan la vida

institucional que se llevará a cabo con compromisos tales como promover

y rescatar los hechos históricos, las tradiciones y el anecdotario;

preservar, rescatar y divulgar tanto los valores universitarios, como la

filosofía y postulados de la Universidad Pública Mexicana”.

Después elevas tus ramas para escuchar la creación de la figura del

“Colegio de Cronistas UAEM” del rector ingeniero Uriel Galicia

Hernández, en 1998. Es conformado por el cronista de cada uno de los

espacios universitarios, un total de 45. Y es el órgano colegiado como

principal promotor de la identidad institucional universitaria que va a

coordinar el director de Identidad Universitaria, perteneciente a la

Secretaría de Rectoría.

Entonces ¡Oh Árbol de la Mora con tus hijos! te repites el pensamiento

escuchado de tu alumno institutense decimonónico, 1887, Margarito

González: Institutenses soldados de Minerva, hoy recibís, a semejanza

de nuestros libertadores, la nueva sacrosanta insignia, que significando

la Patria, la Ciencia y el Trabajo, será el pendón bajo cuya equidad

combatiréis con tesón los innumerables obstáculos que suelen

presentarse en la investigación de la verdad.

Ahora sí a cultivar el principio de las pertenencias socioculturales y

políticas de la UAEM, dices Árbol de la Mora con tus hijos al Colegio de

Cronistas. Inicia con participar en el Reglamento del Escudo, Lema,

Himno, Símbolos e Imagen Institucional de la UAEM. Así recibe la

aprobación del H. Consejo Universitario con el decreto de su sesión

extraordinaria del 30 de mayo de 2006 y es publicada en el órgano oficial

Gaceta Universitaria.

¡Oh Árbol de la Mora con tus hijos! Continuamente refrescas tu memoria

para grabar los innumerables hechos relevantes e históricos de todas tus

casas de estudio, plasmados como crónicas de obras editadas en

imprenta, digital y en la página web principal de la UAEM. También, la

sesión ordinaria mensual o extraordinaria del Colegio de Cronistas

llevada a cabo en alguno de tus espacios universitarios, son 192 sesiones

de 1998 a agosto de 2014.

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Pero tus raíces y las de tus hijos se engrandecen al escuchar cimbrarse

año con año tu sala “Ignacio Manuel Altamirano” y tu Aula Magna “Adolfo

López Mateos” con la palabra de tus concursantes universitarios de

oratoria. Asimismo con los concursos del conocimiento de símbolos y

valores, conferencias, mesas redondas, realizados en los planteles de tu

Escuela Preparatoria, Organismos Académicos, Centros Universitarios,

Unidades Académicas Profesionales, Centros Académicos, Centros de

Investigación e Institutos.

En siglo XXI aprendiste Árbol de la Mora con tus hijos mucho de la

Identidad Universitaria transmitida con los medios de comunicación

modernos, tales como grabaciones audio de cronistas para radio

Universidad 99.7 y entrevistas digitales, conferencias y eventos del

Colegio de Cronistas a larga distancia.

Tu memoria grandiosa no se olvida del año 2005 porque el doctor en

administración pública José Martínez Vilchis, Rector UAEM, recibe la

invitación del presidente de la Asociación Mexiquense de Cronistas

Municipales, A.C. (AMECRON) y de la Asociación Nacional de Crónicas

de Ciudades Mexicanas, A.C. (ANACCIM), el abogado Justino Antonio

Mondragón, para participar el Colegio de Cronistas en el XXVIII Congreso

de la ANACCIM, del 27 al 30 de julio, en varias ciudades municipales del

Estado de México.

A partir de ese año siempre participa la UAEMex en los Congresos de la

ANACCIM a través de las crónicas de integrantes del Colegio de

Cronistas. Tal es tu conmoción, Árbol de la Mora con tus hijos, al

enterarte que la UAEMex recibe premios anualmente de esta asociación

civil mexicana.

A igual que todo árbol ícono, tú Árbol de la Mora y tus hijos en el siglo

XXI tu comunidad universitaria los reconoce. Sabe que sus raíces son

percepción del hondo sentido de la Tierra, o sea, el Alma Mater de tu

UAEM. Pensamiento de un seguidor de Federico Nietzche escuchado en

tu Aula Magna.

El persa Zaratustra dijo “¡Yo os muestro al superhombre! El superhombre

es el sentido de la Tierra. Que vuestra voluntad ordene, ¡que el

superhombre sea el sentido de la Tierra!. Surgimos de la Tierra,

regresamos a ella y le pertenecemos.

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Un superhombre institutense dijo “Esta Universidad va a vivir mucho.

Hagamos votos porque sea vigorosa y fuerte, que no la manche la

torpeza, que sea blanca y cándida y que todos sus hijos expresemos

Salve, Madre, eres Nuestra. Fue tu Director del ICLA 1944-1946, don

Adolfo López Mateos.

“Sucesos de aquel inextinguible del Beaterio de Toluca:

el Árbol de la Mora”

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“2014, 70 Aniversario de la Autonomía ICLA-UAEM”