Sobre La Naturaleza Humana

22
Juan Luis Arsuaga, Jaume Bertranpetit, Camilo José Cela Conde, Ignacio Martínez, Jesús Mosterín, J. L. Oller-Ariño, Salvador Pániker, Francesc Torralba n e x u s Fundació Caixa Catalunya 2004 Revista semestral de cultura Artes plá st cas, letras, música, ciencia i Núm. 33 diciembre Sobre la naturaleza humana

Transcript of Sobre La Naturaleza Humana

Page 1: Sobre La Naturaleza Humana

Juan Luis Arsuaga, Jaume Bertranpetit, Camilo JoséCela Conde, Ignacio Martínez, Jesús Mosterín, J . L. Ol ler-Ariño, Salvador Pániker, Francesc Torralba

n e x u sFundacióCaixaCatalunya

2004

NEXU

S DESEM

BRE 2004 FUN

DA

CIÓ

CA

IXA C

ATALU

NYA

33

Revistasemestralde cultura

Artes plá st cas,letras, música,ciencia

i Núm. 33diciembre

Sobre la naturaleza humana

Page 2: Sobre La Naturaleza Humana

FUNDACIÓ CAIXA CATALUNYA:

PATRONATO

Presidente:ANTONI SERRA RAMONEDA

Vicepresidente:JOSEP M. LOZA XURIACH

Secretario:RAMON M. LLEVADOT ROIG

Vocales:IGNASI BARGALLÓ GUINJOANLLUÍS MARCELO CAPDEVILA SABATÉESTANIS FELIP MONSOLÍSCARME LLOBERA CARBONELLMIQUEL PERDIGUER ANDRÉSJOSEP QUEROL SEGURAPABLO ROS GARCÍAMATIES VIVES MARCH

Nexus:

Director de la Fundació Caixa Catalunya:ÀLEX SUSANNA

Consejo asesor:JOSEP MARIA AINAUD DE LASARTE,VICENÇ ALTAIÓ, ORIOL BOHIGAS,XAVIER BRU DE SALA, DANIEL GIRALT-MIRACLE, JOSEP GUINOVART, JOAQUIM MOLAS, JOSEP MARIA MONTSENY, ANTONI SERRA RAMONEDA, JOSEP RAMONEDA, IGNASI RIERA i XAVIER RUBERT DE VENTÓS

Director:MANUEL FORASTER

Director de Arte:JOSEP BAGÀ

Redacción:RAMON VILADOMATNÚRIA ESCUR

Documentación:SERGI PLANS

Han colaborado en este número:

© Textos

JUAN LUIS ARSUAGA, JAUME BERTRANPETIT,CAMILO JOSÉ CELA CONDE, IGNACIO MARTÍNEZ,JESÚS MOSTERÍN, J. L. OLLER-ARIÑO,SALVADOR PÁNIKER, FRANCESC TORRALBA

y el equipo de redacción de laFUNDACIÓ CAIXA CATALUNYA

© Traducciones:CARME GALA (al castellano del catalan: JaumeBertranpetit)

Producción: Manuel González-Palacio per aFUNDACIÓ CAIXA CATALUNYA

ISSN 1575-0876Dipósito Legal: B-48.887-03

Ningún texto de esta revista puede ser reproducidosin la autorización de su autor.

NexusProvença 261-265, entresòl08008 BarcelonaTel. 93 484 5900Fax 93 484 [email protected]

Información:Centre d’Informació de l’Obra Social Caixa Catalunya,la Pedrera. Provença 265, 08008 BarcelonaTel. 902 400 973

La FUNDACIÓ CAIXA CATALUNYAno necesáriamente comparte las opinionesdel sus colaboradores

Page 3: Sobre La Naturaleza Humana

3

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Versión española E l r e t o r n o d e l a n a t u r a , e l c o m i e n z ode l a a ven tu ra

Sigmund Freud reivindicaba para el psi-coanálisis el privilegio de haber infligido alamor propio humano su tercera gran humi-llación, después de Copérnico y de Darwin.Hoy nos encontramos en un momento derecapitulación de viejas y nuevas “humi-llaciones”. Sucede, por ejemplo, que des-de el punto de vista del número de genes,tampoco nos diferenciamos mucho de lasmoscas o de las ratas. Sucede que la astro-física nos ha hecho conscientes de la por-tentosa insignificancia de nuestro lugaren el universo. En fin, concluyó la era dela libertad humana sin límites, aquellasépocas en que el innatismo era de derechasy el culturalismo, de izquierdas. Hoy somosmucho más cautos. La naturaleza huma-na no puede variar indefinidamente, segúnsea el ambiente. Parece ser que a Marga-ret Mead, sus jóvenes informantes de Samoale tomaron el pelo.

El caso es que, desde una perspectivamás científica que humanista, filosofamosdespués de Darwin. Sabemos que descen-demos de aquellos primeros simios quecomenzaron a andar sobre dos patas. Sabe-mos que todos los seres vivos usamos el mis-mo código, nos basamos en el ADN. Cabeimaginar otras muchas formas de alma-cenar la información genética, pero la ver-dad es que los miles de millones de espe-cies vivas que hay sobre la Tierra lohacemos de la misma manera. Somos esen-cialmente animales. Animales parlantes,pero animales al fin. Concluyó la era de lascosmovisiones totalitarias. El postmoder-nismo, que Lyotard definió como “la des-creencia en los meta-relatos”, impregnanuestra época. El simio humano ha cons-truido herramientas, relatos, religiones.Nada de eso viene de la trascendencia, aun-que apunte hacia ella. Ahora bien, esa esuna visión que en cierto modo tranquili-za. Es una modestia ontológica que, en cier-to modo, nos inmuniza contra ancestralesansiedades. Los viejos mitos de inmortali-dad resultan menos necesarios. Podemosvivir sin protecciones absolutas. Cierta-mente, religiones y fundamentalismossiguen ahí, pero ello es, ante todo, un sín-toma de la complejidad del tránsito. Unsíntoma que, si hay suerte y sabiduría, estádestinado a desaparecer.

Así, retorna la naturaleza humana, y seajusta a sus modestos límites la libertad.Por otra parte, aumentan la complejidad yla incertidumbre; lo cual exigirá un plus decreatividad para la mera adaptación e,incluso, para la supervivencia. Se esfumanviejas preguntas teológicas, y se generan

nuevas cuestiones secularizadas. Por ejem-plo ¿cuál es el origen de la vida?, ¿de dón-de surgió la mente?, ¿cómo empezó el uni-verso? Bien entendido que el horizonteintelectual de nuestro tiempo lo marcan elempirismo y el método científico. Hemosasumido lo esencial del mensaje de Marx,a saber, que no es el mundo función de lasideas, sino las ideas función del mundo.(Lo cual no significa que el hombre sea sólohistoria, sino atender a la acción de lo infrasobre lo supra, generalmente descuidadapor los filósofos espiritualistas.) Por otraparte, con su aproximación cada vez másmisteriosa a la realidad, la ciencia, a dife-rencia de otras épocas, ya no contribuye a“desencantar” el mundo. La misma mate-ria ha dejado de ser “ese asunto aburrido”de que se quejaba Whitehead. Cabe pen-sar incluso que una nueva “metafísica”, másmodesta y más profunda, más respetuosacon la ciencia, está en sus albores.

En todo caso, la ciencia ha hecho cam-biar nuestro repertorio de metáforas filo-sóficas. Por ejemplo, Henri Bergson acu-ñó la expresión ingenuamente misteriosade élan vital; hoy hablaríamos de “la com-plejidad recursiva de los mecanismos dereproducción del ADN”, lo cual es muchomás científico y preciso, pero no menos mis-terioso y asombroso. Ni menos mítico. Enotro lugar he propuesto el llamado “mode-lo retroprogresivo” que concilia la secula-rización con la aproximación al origen, laracionalidad ilustrada con la místicaromántica. Quiere decirse que incluso elacto de filosofar no puede perder de vistasu origen animal, y que ahí, en esa sim-biosis, reside lo característico de la “natu-raleza humana”. La mente se inscribe enel cerebro, que es el más sofisticado órga-no animal. Ninguna construcción culturalpuede desconectarse de su raíz, y esta raízes tan “espiritual” como “material”, tancósmica como animal. Así, el origen de laética no lo encuentra uno tanto en el con-trato social de Hobbes cuanto en las ideasdel propio Darwin, precursor de los etólo-gos. El origen está en los “instintos socia-les” de los animales, no sólo en el temorracional del egoísmo (Hobbes). Lo tengoescrito en mi libro Cuaderno amarillo. Hayuna previa “simpatía” activa que diseñasoluciones compartidas. Las conductasmorales no sólo son producto de la histo-ria cultural, sino también de la selecciónnatural. Si cabe hablar de un “animal éti-co” es porque los comportamientos altruis-tas y corporativos poseen un valor de super-vivencia.

Darwin cita la regla de oro, la que yaformulara Confucio mucho antes que Cris-to: “No hagas a los demás lo que no quie-

Page 4: Sobre La Naturaleza Humana

ó

ó

ó

4

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

res que te hagan a ti.” Pero a veces es bue-no que te hagan lo que no quieres que tehagan. Darwin comprendió que lo que hacenecesaria la moralidad es el conflicto.¿Cómo resuelven los animales sus situa-ciones de conflicto? Algo tiene que decirla etología a todo esto. Un planteamiento“retroprogresivo” no puede limitarse a unaética abstracta y humanista que sólo con-cierne a la especie humana. “Ha llegadola hora de retirar la ética de las manos delos filósofos y biologizarla”, escribió E.O.Wilson en su famoso libro Sociobiología.Bien. Se puede seguir haciendo filosofíamoral desde la biología. Como dije antes,felizmente pasó a la historia la época enque lo innato era de derechas y lo adqui-rido de izquierdas. El modelo retroprogre-sivo atiende tanto a lo espiritual como alo animal. Resulta obvio, por ejemplo, queel altruismo no se limita a nuestra espe-cie. Los etólogos mencionan el fenómenollamado del “altruismo recíproco”: hoy teayudo yo, mañana me ayudas tú. Egoís-mo y altruismo vienen intrincados y lanaturaleza no sólo atiende a las razones del“gen egoísta” –o las atiende de un modomuy sutil–. Los animales conocen la empa-tía y la simpatía, y la llamada “ley de laselva” es más ordenada y racional de lo quese pensaba. Es, pues, ridículo teorizar sobrela moralidad humana sin un análisis pre-vio del comportamiento social de los ani-males, y en especial de los primates. Des-cendemos de animales que vivieron encomunidad durante millones de años. Elmítico “contrato social” estaba ya inven-tado mucho antes de que la especie huma-na apareciese sobre el planeta, y ningunareferencia a la “naturaleza humana” pue-de silenciar estas raíces.

Una nueva filosofía de la “naturalezahumana”, desde un enfoque “retroprogre-sivo”, no puede aceptar ni la etiqueta denaturalismo ni la de culturalismo, sino,en todo caso, ambas a la vez. El natura-lismo ético inaugurado por Darwin debeconciliarse con la tradición clásica e inclu-so historicista. Por ejemplo, ¿es el altruis-mo un comportamiento innato o adquiri-do? Obviamente, es ambas cosas. Lasestrategias del ya mencionado “gen egoís-ta” (Dawkins) no están reñidas con losplanteamientos digamos “espiritualistas”.Los conceptos de adaptación y de super-vivencia son muy amplios. Quizá altruis-mo biológico y altruismo moral sean cosasdiferentes, pero desde luego están conec-tadas. No se trata de reducir la ética a labiología sino de atender a sus conexionesrecíprocas.

En resolución, la reaparición actual dela “naturaleza humana” se inscribe dentro

de un amplio movimiento cultural que vacolocando al ser humano en un lugarmucho menos privilegiado de lo que se cre-ía. Se equivocaron los idealistas, y tambiénSartre y los conductistas, que de algúnmodo coincidían en creer que el animalhumano era antes libertad que naturale-za. Nuestra libertad es función de nuestrocerebro, el cual lo es de nuestro genoma, esdecir, de nuestro primer estatuto “natu-ral”. No es que el cerebro sea la causa dela mente, como pretende un ingenuo mate-rialismo mecánico; pero tampoco mente ycerebro son cosas separables. Desde unenfoque no-dual (que no es lo mismo quemonista) nos encontramos aquí con unasola realidad ontológica que exige ser abor-dada por la vía de una diversidad episte-mológica. Una cosa es el lenguaje neuro-lógico y otra el psicológico; pero ambostratan de lo mismo. Rechazar el dualismono conduce forzosamente a ser materia-lista o espiritualista. Negar “el espíritu enla máquina” (Ryle) no convierte al hom-bre en máquina. Y aunque de momento nodispongamos de ninguna teoría científicade la conciencia, no podemos negar quela conciencia existe.

Redescubrimiento de la “naturalezahumana”, recolocación del animal huma-no en el modesto lugar que le corresponde;ahora bien, todo ello viene enmarcado enuna situación de fluidez sin precedentes.Así sucede que estamos penetrando en unaedad nueva en la que habrá de ser posibleque la biotecnología pueda modificar lamisma “naturaleza” humana. Es la edaddel evolucionismo autodirigido. Los retosy los riesgos son ahí tan inéditos como for-midables. En contra del cliché de que nosencaminamos hacia un mundo cada vezmás fácil y trillado, lo cierto es, como ya seapuntó al principio de este artículo, queel futuro va a ser cada día más incierto ymás complejo, más interrelacionado (la eco-logía nos ha enseñado que “todo incidesobre todo”), y de ahí la exigencia de segre-gar un plus de creatividad –individual ycolectiva– que antes no era necesario. Lanaturaleza humana existe, vaya si existe;pero no es una naturaleza rígida y eterna-mente fija. Y ahí, precisamente, comienzala aventura.

Salvador Pániker

E l debate sobre la natura leza humana

En los ú l t imos años, la cuest ión de la natura le-za humana ha sa l tado de la d iscreta penumbrade la erud ic ión académica a los t i tu lares de losper iód icos. E l lo se ha debido tanto a var iaspubl icac iones de autores tan conoc idos comoWi lson, S loterd i jk , Fukuyama, Habermas y P in-ker , como a la imbr icac ión de l tema con lasd iscus iones e inqu ietudes susc i tadas por losrec ientes avances de la b iotecnolog ía . S inembargo, no hay que o lv idar que la ref lex iónsobre la natura leza humana t iene una larga tra-d ic ión en e l pensamiento occ identa l y en e lor ienta l .

En los últimos años, la cuestión de la natu-raleza humana ha saltado de la discretapenumbra de la erudición académica a lostitulares de los periódicos. Ello se ha debi-do tanto a varias publicaciones de autorestan conocidos como Wilson, Sloterdijk,Fukuyama, Habermas y Pinker, como ala imbricación del tema con las discusio-nes e inquietudes suscitadas por los recien-tes avances de la biotecnología. Sin embar-go, no hay que olvidar que la reflexión sobrela naturaleza humana tiene una larga tra-dición en el pensamiento occidental, quese manifiesta en el título mismo de obrasclásicas como A treatise of human nature,de David Hume.

Tampoco el pensamiento oriental ha sidoajeno a esta preocupación. Baste con recor-dar las posiciones contrapuestas defendi-das en China hace 23 siglos por los dosgrandes filósofos de la escuela de los letra-dos, Mengzi (“Mencius”) y Xunzi, parti-darios, respectivamente, de la bondad y dela maldad intrínseca de la naturalezahumana. Según Mengzi, los seres humanostendrían una tendencia congénita hacia labenevolencia (rén), basada en la compa-sión, y hacia la corrección o justicia (yì).Esta tendencia sería lo único que nos dife-renciaría de los otros animales. Si no se cul-tiva, se acaba perdiendo. Según Xunzi, porel contrario, los humanos seríamos congé-nitamente agresivos, egoístas y pendencie-ros, y sólo la educación y la cultura logra-rían superar esas tendencias naturales yllevarnos a la benevolencia y la rectitud.

¿Qué es la natura leza?La palabra ‘naturaleza’ se emplea en unapluralidad de sentidos que es preciso dis-tinguir. A veces hablamos de la naturale-za como la totalidad de la realidad o almenos de la realidad física. La misma pala-bra ‘física’ procede del vocablo griego phy-sis, que significa naturaleza, y las leyes dela física se denominan también leyes de lanaturaleza. Los primeros filósofos griegos,

Page 5: Sobre La Naturaleza Humana

los presocráticos, exponían sus teorías físi-co-metafísicas acerca de la realidad ente-ra bajo el título Perì physeos (Sobre la natu-raleza). En este amplísimo sentido, lanaturaleza lo abarca todo.

Otras veces usamos el sustantivo ‘natu-raleza’ y el adjetivo ‘natural’ para excluirla interferencia humana. Los sofistas grie-gos del siglo –V contraponían la physis(la realidad tal y como es de por sí, conindependencia de las convenciones huma-nas) al nómos (la convención, la costum-bre, la ley política). Así, la especie o el sexoserían naturales, mientras que el ser alcal-de o premio Nobel sería algo convencional.La pubertad es un cambio natural; lamayoría legal de edad, uno convencional.En el siglo –IV, Aristóteles contrapuso lonatural (como aquello que tiene en sí mis-mo el principio u origen de su cambio ymovimiento) a lo artificial, que sólo cam-bia o se mueve por la acción de un agenteexterno que lo mueve o cambia. El carro,artificial, no se mueve a sí mismo, sino quees movido por el caballo, semoviente natu-ral. La planta crece y se configura por símisma de un modo natural, mientras quela escultura adquiere su forma artificial-mente de manos del artista que la escul-pe. En la actual teoría de la cultura, laspautas de conducta de los animales se con-sideran naturales o culturales, según quela información que las codifica haya sidotransmitida genéticamente o por apren-dizaje social.

En un sentido más restringido hablamosde la naturaleza de las cosas de un ciertotipo o clase como aquello que en el fondoy permanentemente son. Así, aunque losanimales se desarrollan y cambian a lo lar-go de su vida, nunca ocurre que un perro,por ejemplo, se convierta en mosquito o encaballo, y ni siquiera en perra. Su especiey su sexo forman parte de su naturaleza.

¿Hay una natura leza humana?Entre los fantasmas que ha producido eldelirio de la razón destaca por su extrava-gancia y recurrencia la idea filosófica de laausencia de una naturaleza humana. Todaslas otras especies animales tendrían unanaturaleza, pero los seres humanos seríanla excepción. El Homo sapiens ni siquierasería un animal, sino una especie de ángelabstruso y etéreo, pura libertad y plastici-dad. La tesis de que los humanes carecende naturaleza definida aparece ya expre-sada en el humanista Pico della Mirando-la. Desde Pico hasta los conductistas, exis-tencialistas y constructivistas socialespostmodernos, pasando por los idealistasy marxistas, muchos han pensado que laespecie humana carece de naturaleza, que

somos pura libertad e indeterminación yque venimos al mundo como una hoja enblanco (tamquam tabula rasa).

Pico della Mirandola estaba convencidode la superioridad del hombre sobre lasdemás criaturas. “Por eso Dios escogió alhombre como obra de naturaleza indefi-nida, y una vez que lo hubo colocado enel centro del mundo, le habló así: –No tehe dado, oh Adán, ningún lugar determi-nado, ni una presentación propia ni nin-guna prerrogativa exclusiva tuya; sino queaquel lugar, aquella presentación, aquellasprerrogativas que tú desees, las obtendrásy conservarás según tus deseos [...]. Lanaturaleza limitada de los demás está con-tenida en las leyes escritas por mí. Pero túdeterminarás tu propia naturaleza sin nin-guna barrera, según tu arbitrio, y al pare-cer de tu arbitrio la entrego. [...] No te hehecho celeste ni terrestre, mortal ni inmor-tal, para que por ti mismo, como libre ysoberano artífice, te formes y te esculpasen la forma que hayas escogido.”

En el siglo XVII, John Locke sosteníaque todo conocimiento procede de la expe-riencia. Resumiendo el primer libro de suEssay, escribe: “En las meditaciones quellevé a cabo acerca del entendimiento, meesforcé en probar que la mente es, alcomienzo, una tabula rasa.” Al principiodel segundo libro leemos: “Supongamos,pues, según lo dicho, que la mente es comouna hoja de papel en blanco, vacía de cua-lesquiera letras y sin idea alguna. ¿Cómollega a estar dotada? [...] ¿De dónde le vie-nen todos los materiales de la razón y elconocimiento? A esto contesto en una pala-bra: de la experiencia.” Hablando de laeducación, insiste en que el niño “es sólopapel en blanco o cera, que habrá de sermoldeado y configurado como se desee”.La experiencia y sólo la experiencia nosconvierte en lo que somos. No hay instin-to innato alguno.

En el siglo XVIII, Étienne de Condillacy Claude Helvétius creían que todos losseres humanos nacemos con exactamentelas mismas capacidades, tendencias y talen-tos, y que los distintos influjos ambienta-les y educacionales bastan para explicar lasdiferencias observables de conducta. Con-dillac usó la metáfora de la estatua de már-mol para describir el proceso cognitivo.Helvétius pensaba que no sólo no hay ide-as innatas, sino tampoco capacidades inna-tas. Todo depende del ambiente, de la edu-cación: l’éducation peut tout.

Según el filósofo idealista alemán Fich-te, el yo se pone a sí mismo en un acto delibertad absoluta, independiente de todadeterminación natural. Según Karl Marx,el estado de las fuerzas productivas y las

relaciones de producción determinan lo quellamamos naturaleza humana. “Esta sumade fuerzas de producción, capitales y for-mas de intercambio social con que cadaindividuo y cada generación se encuentrancomo con algo dado es el fundamento realde lo que los filósofos se representan comola ‘sustancia’ y la ‘esencia del hombre’”.Marx pensaba que la naturaleza humanaes simplemente el resultado de las rela-ciones de producción, de tal modo que, alte-rando las relaciones de producción, podrí-amos transformar la naturaleza humanamisma. Los marxistas creían que, cam-biando las relaciones económicas, cam-biaría la naturaleza. Así de fácil. De ahí elmito del “hombre nuevo”, que surgiríacomo consecuencia de las sangrientas trans-formaciones sociales impuestas por las dic-taduras marxistas del siglo XX.

José Ortega y Gasset afirmó “que es fal-so hablar de la naturaleza humana, que elhombre no tiene naturaleza. [...] En suma,el hombre no tiene naturaleza, sino quetiene [...] historia. O, lo que es igual: lo quela naturaleza es a las cosas, es la historia–como res gestae– al hombre”. Los exis-tencialistas pensaban que el hombre care-ce de naturaleza, que en él la existencia yla libertad preceden a la esencia y a ladeterminación, y que es a partir de esa exis-tencia y libertad no naturales como cons-truimos libremente nuestra propia esen-cia. Según Jean-Paul Sartre, en loshombres la existencia como libertad pre-cede a la esencia como naturaleza: los sereshumanos son libres de elegir su propianaturaleza.

John Watson, el fundador del conduc-tismo, pretendía ser capaz de convertir acualquier niño, a través de una educaciónadecuada, en cualquier tipo de ser huma-no o de profesional, con independencia desu idiosincrasia genética: “Dadme unadocena de niños sanos [...] y garantizo quepuedo escoger uno cualquiera de ellos alazar y entrenarlo para convertirlo en cual-quier tipo de especialista que desee: médi-co, abogado, artista, gran empresario ytambién mendigo o ladrón, con indepen-dencia de sus talentos, inclinaciones, ten-dencias, habilidades, vocaciones y de laraza de sus ancestros.” Hoy sabemos queeso es imposible. Los psicólogos conduc-tistas ignoraban que nuestras reaccionesdependen de nuestro cerebro, que a su vezdepende de nuestro genoma. Pretendíanque el infante viene al mundo como unahoja en blanco o tabula rasa y que su pos-terior comportamiento depende exclusiva-mente de la educación y estímulos que hayarecibido. El antropólogo Ashley Montaguescribió que “el humano carece comple-

5

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 6: Sobre La Naturaleza Humana

tamente de instintos. [...] El hombre eshombre porque carece de instintos, porquetodo lo que es y lo que ha llegado a ser loha aprendido y adquirido de su cultura”.

Esta doctrina es tan obviamente falsapara cualquiera que haya observado elcomportamiento de los infantes, que no esde extrañar que haya desaparecido con lamisma rapidez con que originariamente sedifundió. Los avances de la genética, la eto-logía, la psicología evolutiva y la lingüís-tica han echado por tierra esta tesis con-ductista, lo cual no es óbice para que ciertaspautas de conducta hayan podido ser estu-diadas con éxito y rigor mediante méto-dos conductistas.

El avance imparable en la exploracióndel genoma humano hace insostenible cual-quier negación de nuestra naturaleza.Noam Chomsky ya había mostrado la inca-pacidad del conductismo para dar cuentadel desarrollo del lenguaje infantil. Ste-ven Pinker ha extendido el razonamientochomskiano a todas nuestras capacidadesen su libro de 2002, The blank slate (Latabla rasa), un ataque devastador contrala negación moderna de la naturalezahumana y contra las tesis “políticamentecorrectas” de la tabla rasa, el buen salva-je y el fantasma en la máquina (como Gil-bert Ryle denominaba al presunto espíri-tu inmaterial al mando de un cuerpomaterial, según la tradición cartesiana).Dejando de lado asuntos de detalle, es obvioque Pinker tiene razón. Su libro represen-ta una contribución muy sólida al actualdebate en torno a la naturaleza humana.

La concepc ión natura l ista de la natura le-za humanaPocas dudas caben de que la tesis de la ine-xistencia de una naturaleza humana o lade su carácter incorpóreo y cuasiespiritis-ta son falsas. Aunque en el pasado las con-cepciones tradicionales, de raíz religiosa osupersticiosa, han inspirado gran parte delas ideas filosóficas acerca de la naturale-za humana, su incompatibilidad con laciencia actual las hace irrelevantes. Pare-ce que lo que necesitamos es, valga laredundancia, una concepción naturalistade la naturaleza humana. Tal concepciónsólo ha resultado posible desde la revolu-ción llevada a cabo por Darwin y sus segui-dores en la biología. Aunque el naturalis-mo evolucionista ha triunfado en toda reglaen el pensamiento científico y en la filoso-fía cercana a la ciencia, todavía colea laresistencia a considerarnos como lo quesomos, como animales, y la predilecciónpor los mitos que nos identifican con ánge-les caídos, fantasmas incorporados, suje-tos trascendentales en un reino de espíri-

tus puros o meros productos culturalesimplantados en tablas rasas.

Cada especie es única, singular e irre-petible y, desde luego, la especie humanatambién. Sin embargo, cuando los anti-naturalistas proclaman con énfasis retóri-co la singularidad de la especie humana einsisten en ciertas características únicas denuestra especie, como el lenguaje, no selimitan a subrayar la trivialidad de quenuestra especie, como todas, es única y dis-tinta de las demás, sino que pretenden colo-carla en un plano distinto y superior; nosólo sería distinta, sino que iría por delan-te de las demás, representaría algo así comola culminación de la evolución. Tal plan-teamiento es incomplatible con la biolo-gía evolucionista. La evolución no es unproceso lineal, en el cual unos puedan irpor delante de otros, sino que tiene estruc-tura arbórea, ramificándose en todas lasdirecciones. Si nos dispersamos en direc-ciones distintas, ninguno va por delanteni por detrás de otro. Todas las especiesactuales son las yemas terminales del árbolde la vida. En cualquier caso, si lo que nosinteresa es el conocimiento de nuestra pro-pia naturaleza, más bien que soflamas auto-laudatorias, lo que necesitamos es avanzaren la exploración del genoma humano. Ysi queremos compararnos en serio con otrosanimales, como los chimpancés, lo quetenemos que hacer no es denigrarlos a ellos,sino más bien secuenciar su genoma, com-pararlo con el nuestro y descubrir los luga-res concretos en que reside la diferenciaentre ambos.

Polémica sobre la soc iob io log íaCuando en mayo de 1975 se publicó elimpresionante volumen Sociobiology: thenew synthesis, su aparición fue saludadaen primera página del New York Timescomo un acontecimiento. Las primerasrecensiones, tanto en la prensa científicacomo en la popular, fueron muy positi-vas. En realidad, y desde el punto de vis-ta de las reacciones que provocó, Socio-biology era como dos libros distintos: elprimero, que abarcaba el 94 por ciento delas páginas y 26 de sus 27 capítulos, erauna revisión de cuanto se sabía sobre losanimales sociales desde el punto de vistade la biología evolutiva, y no encontró opo-sición alguna. El segundo se limitaba alúltimo capítulo, el 27, en que los mismosprincipios y planteamientos se aplicaban alas sociedades humanas. A Edward Osbor-ne Wilson le parecía injustificable el excluira los humanos de su consideración. Es más,pensaba y decía que sólo en la biologíapodrían las ciencias sociales encontrar unfundamento sólido. En cualquier caso, esta

pretensión de un biólogo de medir la con-ducta social humana por el mismo raseroque la de cualquier otra especie chocó conuna violentísima oposición.Muchos sociólogos tradicionalistas reac-cionaron contra lo que percibían como unainvasión de su dominio particular por lasciencias naturales.

Al temor a lo desconocido se unía eltemor a descubrir que alguna parte de laconducta humana estuviese genéticamen-te determinada. Entre los intelectuales nor-teamericanos estaba muy extendida la cre-encia optimista e ingenua en la ilimitadamaleabilidad de la mente humana por laeducación. Todos naceríamos como tablasrasas e iguales, y cualesquiera diferenciasposteriores en carácter o conducta seríandebidas solamente a las diferencias enambiente y educación. Esta opinión esta-ba sostenida con alfileres y podía tamba-learse si los métodos típicos de la biologíase aplicasen también a la conducta huma-na. Por eso había que oponerse a ello. Espe-cialmente virulenta era la oposición de ungrupo de intelectuales marxistas del áreade Boston, entre los que se encontraban dosbiólogos y colegas de Wilson en Harvard,Richard Lewontin y Stephen Gould.

Aunque dos meses antes Wilson habíarecibido la medalla nacional de Ciencias demanos del presidente Carter, en enero de1978, en la reunión anual de la AsociaciónAmericana para el Progreso de la Ciencia,un grupo de fanáticos (ligados al grupoCiencia para el Pueblo) ocuparon el estra-do en que tenía que hablar Wilson, le vacia-ron un cubo de agua helada en la cabezay le cantaron “Wilson, te has meado”. Eraobvio para todos que la reacción ideológi-ca de los enemigos de la sociobiología habíallegado demasiado lejos, lo cual no impli-caba que la teoría sociobiológica de Wil-son careciera de puntos débiles. Lewontiny otros han criticado con razón la tenden-cia de Wilson a suponer que todos los ras-gos biológicos son adaptables al ambiente,como si la selección natural fuese la únicafuerza que actúa en la evolución, cuandode hecho también operan otras, como laderiva genética.

En el contexto de las controversias sus-citadas por su intento de aplicar la socio-biología a la especie humana, Wilson deci-dió contestar a sus críticos y defender susposiciones, elaborándolas en un nuevo libro,On human nature, publicado en 1978 yque enseguida obtuvo el premio Pulitzer almejor libro de no-ficción. El título mismode la obra presuponía ya de entrada la exis-tencia de una naturaleza humana. No esta-mos perdidos y desorientados en un espa-cio metafísico de vacío y libertad absolutas.

6

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 7: Sobre La Naturaleza Humana

Estamos al menos parcialmente orientadospor la brújula de nuestros genes. Por esolos seres humanos podemos entendernos ysentir empatía unos con otros, incluso porencima de las barreras culturales que nosseparan, porque a un nivel mucho más pro-fundo y fundamental compartimos las mis-mas necesidades, impulsos y deseos. Losanimales de cada especie vienen al mun-do programados para hacer ciertas cosasy no otras. En eso consiste su naturaleza.

En el tejido de nuestra conducta, la tra-ma hereditaria de los genes está inextrica-blemente entrelazada con la urdimbre cul-tural del aprendizaje. Por ejemplo, lacapacidad lingüística genérica está dada ennuestros genes, pero la lengua concreta quehablemos depende de las oraciones queoigamos en nuestra infancia. Asimismo,nuestra capacidad cultural en generaldepende de nuestro cerebro, un portento-so procesador de información heredadogenéticamente, pero que nos permite pro-cesar y ejecutar todo tipo de programas cul-turales asimilados de nuestro entorno.Separar lo heredado de lo adquirido, tra-zar la frontera entre nature y nurture (natu-raleza y crianza), en el intricado todo denuestra conducta y nuestra sociedad es unatarea que sobrepasa nuestras posibilidadescientíficas actuales, pero que estará a nues-tro alcance una vez que concluya la explo-ración y análisis del genoma humano.

Fukuyama y los ps icofármacosLa polémica sobre la naturaleza humana seha avivado recientemente por los avances dela biotecnología. Francis Fukuyama anun-ció hace ya más de una década el final de lahistoria y el triunfo definitivo del capitalis-mo. Según nos explica en su último libro, Ourposthuman future, el final de la historia noconsiste, desde luego, en la ausencia de con-flictos, que obviamente siguen presentes. Loque se ha acabado, según Fukuyama, es lacompetición entre sistemas político-econó-micos diferentes, pues es imposible un sis-tema mejor que el capitalista. La superiori-dad del capitalismo estriba en que “lasinstituciones capitalistas se basan en hipó-tesis sobre la naturaleza humana que sonmucho más realistas que las de sus compe-tidores”. En Our posthuman future, Fuku-yama considera que el único peligro serio queacecha al capitalismo procede de la biotec-nología. En efecto, el capitalismo es el siste-ma mejor adaptado a la naturaleza huma-na, pero la biotecnología amenaza concambiar la naturaleza humana misma, conlo que el capitalismo perdería su adapta-ción y la historia se pondría en marcha denuevo, perspectiva que alarma sobremane-ra a Fukuyama.

La naturaleza humana sería “el totalde las características típicas de la especiehumana debidas a factores genéticos másbien que ambientales”. Fukuyama señalaque “muchos de los atributos que habíansido anteriormente considerados comoexclusivos de los seres humanos – inclu-yendo el lenguaje, la cultura, la razón y laconciencia – son también característicos deuna gran variedad de animales no huma-nos”. En vez de limitarse a constatar quelos seres humanos somos animales, aunqueespecialmente inteligentes y exitosos, Fuku-yama se empeña en cavar un foso entrelos humanos y los demás animales median-te nociones bastante confusas. Mientrastodos los animales tienen naturaleza, sólolos humanos tendríamos “dignidad”. Esta“dignidad” nos conferiría un estatus moraldistinto al del resto de los animales e igualentre todos los humanos. Esta presunta dig-nidad estribaría en un misterioso “factorX”, que nos haría diferentes del resto dela naturaleza.

En su famosa novela de 1932, Brave newworld (Un mundo feliz), Aldous Huxleyse imaginaba la utopía paradójica de unmundo carente de espontaneidad y creati-vidad, en el que, sin embargo, todos serí-an felices por el consumo generalizado dela droga soma, un psicofármaco produci-do por el Estado para proporcionar a losciudadanos una satisfacción bobalicona.Fukuyama teme que esa utopía de 1932 sehaga realidad en nuestro tiempo, mercedal desarrollo de los psicofármacos comoProzac y Ritali. Según Fukuyama, todo elprogreso humano se debe al esfuerzo de lagente por lograr el reconocimiento ajeno yla propia autoestima. Eso es lo que nosmueve a crear y a esforzarnos en conseguirnuestras metas (aprobar el examen o agra-dar a la pareja o ganar el premio Nobel).El estatus hay que ganárselo. Todo estopuede venirse a bajo con los psicofármacosque nos hacen sentirnos bien y aumentannuestra autoestima sin necesidad de crearni producir nada. En efecto, la búsquedadel estatus mediante el esfuerzo está liga-da a los niveles de serotonina en el cuer-po. Pero más fácil que emprender esfor-zadas tareas es tomar un psicofármacocomo Prozac, que incrementa directamen-te el nivel de serotonina. Los fármacos comoProzac inquietan a Fukuyama, pues lerecuerdan el soma de Huxley. De ahí ahablar de un mundo posthumano y sinnaturaleza humana sólo hay un paso. Detodos modos, tampoco hay que exagerar.Aunque sustancias químicas adecuadaspueden cambiar considerablemente losestados de ánimo y la conducta, comomuestra el simple y tradicional caso de la

borrachera, y aunque los “paraísos artifi-ciales” nos distraigan de la vida real, difí-cilmente puede hablarse de un cambio denaturaleza. Los borrachos y los sobriossiguen pudiendo entrecruzarse y producirdescendencia fértil, como algunos com-prueban después de una noche de farra.

La naturaleza de una especie es fun-ción del genoma de esa especie. La selec-ción natural ha estado actuando sobre elgenoma desde el principio de la vida. Des-de el neolítico también ha estado actuan-do la selección artificial. Desde hace pocosaños hemos empezado a practicar la inge-niería genética, interfiriéndonos directa-mente en el genoma de algunas especies,como el arroz o la mosca Drosophila, cre-ando variabilidad genética previamente ine-xistente e introduciendo, por ejemplo, ungen de un organismo en el genoma de otroa fin de conferirle inmunidad frente a cier-to virus o enfermedad. Todo esto no es tandistinto a lo que siempre ha ocurrido en lanaturaleza. De hecho, los genomas de todaslas especies son mosaicos de genes y secuen-cias de todo tipo de organismos ancestra-les. El genoma humano contiene genes pro-cedentes de prosimios, de reptiles, de pecese incluso de bacterias.

La ingeniería genética permitirá a la lar-ga introducir en el genoma de nuestros des-cendientes genes que confieran inmunidadfrente a enfermedades temibles o desagra-dables e incluso genes que potencien pro-piedades deseables como el vigor, la agili-dad, la inteligencia o la memoria. Todavíasabemos demasiado poco como para queesta eugenesia (ingeniería genética apli-cada a la mejora del genoma) sea un pro-grama viable y razonable, pero el progre-so científico es rápido y en un momentoquizá no lejano podremos ponerla en mar-cha. La eugenesia totalitaria, definida ypracticada por el Estado, no resulta muyatractiva, pero la eugenesia liberal, en quelas decisiones sobre los hijos las toman lospropios padres, tiene muchos más parti-darios. Hasta ahora nadie ha propuesto unarazón convincente para prohibir a lospadres que hagan todo lo que puedan paralograr que sus hijos estén sanos, gocen dela plenitud de sus facultades físicas y men-tales y tengan un carácter equilibrado ysereno, y para evitar que padezcan gravesenfermedades, deficiencias lamentables oposean la tendencia a convertirse en cri-minales compulsivos. Sin embargo, algu-nos jerarcas religiosos y algunos intelec-tuales alarmistas han expresado suinquietud y oposición.

Fukuyama no sólo está preocupado porlos psicofármacos, sino todavía más si cabepor la ingeniería genética, que amenazaría

7

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 8: Sobre La Naturaleza Humana

la esencia de la naturaleza humana: “Laamenaza más importante que plantea labiotecnología contemporánea es la posi-bilidad de que altere la naturaleza huma-na y por tanto nos traslade a un estadioposthumano de la historia”. Fukuyamateme que esto traiga consigo el derrumbedel sistema político liberal. “Gran parte denuestro mundo político se basa en la exis-tencia de una esencia humana estable [...]o en nuestra creencia de que tal esenciaexiste. Podemos estar a punto de entraren un futuro post-humano, en el que la tec-nología nos dará la capacidad de alterargradualmente esa esencia a lo largo deltiempo. Muchos saludan este poder bajo elemblema de la libertad humana. Quierenmaximizar la libertad de los padres paraelegir el tipo de hijos que tengan, la liber-tad de los científicos para investigar y lalibertad de los empresarios de usar la tec-nología para crear riqueza. Pero esta liber-tad será diferente de todas las libertadesque hemos tenido previamente.” Fukuya-ma está en contra. “No tenemos que con-siderarnos esclavos del progreso tecnoló-gico inevitable cuando ese progreso no sirvea fines humanos. La verdadera libertades la libertad de las comunidades políti-cas para proteger sus valores predilectosy esa es la libertad que tenemos que ejer-cer con relación a la revolución tecnológi-ca actual.” Con perdón de Fukuyama, laverdadera libertad es la libertad de los indi-viduos, no la fantasmal “libertad de lacomunidad política”. Fukuyama cae aquíen el típico error categorial de los comu-nitaristas. Sólo los individuos tienen cere-bro y, por tanto, voluntad y, eventualmente,libertad. La comunidad es una mera resul-tante estadística. En cualquier caso, en estapolémica es Fukuyama el que está tratan-do de restringir la libertad de los demás (delos padres, de los científicos, de los empre-sarios), mientras que nadie trata de res-tringir la libertad de Fukuyama. Nadie pre-tende que Fukuyama se ponga a investigaro a elegir sus hijos, si él no lo desea.

Sloterdijk, Habermas y la ingeniería genéticaEn Alemania, los filósofos Peter Sloter-dijk y Jürgen Habermas han protagoniza-do recientemente una sonada polémica. Enjulio de 1999, en un simposio celebrado enel castillo bávaro de Elmau acerca de “Lafilosofía después de Heidegger”, Sloterdijkpronunció una conferencia titulada Regelnfür den Menschenpark (Reglas para el par-que humano), cuyo texto pronto se filtrópor todo el país y produjo cierta conmo-ción. Sloterdijk interpretaba el humanis-mo como un intento fallido de amansar ydomesticar las tendencias más bestiales y

destructivas de los humanos mediante lalectura compartida de los clásicos. Luegopasaba revista a las propuestas eugenési-cas de Platón en el diálogo El político, don-de se trata de seleccionar y criar una élitede políticos con la composición genéticaadecuada para dirigir óptimamente a losdemás, así como a las ideas de Nietzschesobre el empequeñecimiento de los hom-bres por domesticación y sobre la búsque-da del superhombre. Concluía que en nues-tro tiempo la tarea del humanismo pasapor la ingeniería genética, incluso en laperspectiva de una eugenesia totalitaria.Dado el carácter pacato y políticamenteultracorrecto de la discusión académicahabitual en Alemania, donde la ética apli-cada está prácticamente excluida, las refle-xiones de Sloterdijk crearon un gran escán-dalo. Su crítico más implacable fueHabermas.

En 2001 Habermas publicó Die Zukunftder menschlichen Natur. Auf dem Wege zurliberalen Eugenetik? (El futuro de la natu-raleza humana: ¿Hacia una eugenesia libe-ral?). Dando por sentado que la única euge-nesia que podría resultar aceptable sería lavoluntaria o liberal, Habermas arremetecontra ella, poniéndose del lado de los crí-ticos religiosos más conservadores, opues-tos a todos los progresos de la biotecnolo-gía, aunque él mismo adopta esa posturapor razones no religiosas, al menos a pri-mera vista. Según Habermas, el hecho deque la fecundación se produzca al azar yno pueda ser influida ni manipulada –“lafalta de disponibilidad del propio inicio”–es la base de nuestra autoconciencia comoindividuos morales, responsables e igua-les. La ingeniería genética eugenésica intro-duciría una asimetría entre los manipula-dores (los padres) y los manipulados (loshijos) e incluso emborronaría la distin-ción entre sujeto y objeto. Por tanto, Haber-mas recomienda prohibir la eugenesia, aun-que sea voluntaria y cautelosa, si queremosuna sociedad moral de iguales. Como varioscríticos han señalado, el argumento haber-masiano es sofístico. No hay razón algunapara pensar que el azar determina menosque la elección bienintencionada de lospadres. Y la asimetría entre padres e hijosexiste en cualquier caso, como ya muestrasu diferente e incluso opuesto papel en laeducación.

A lo sumo admite Habermas la euge-nesia negativa, pues puede suponerse queel futuro humano estaría de acuerdo en quese le prive de enfermedades hereditarias,pero en ningún caso la positiva. Esa dis-tinción no tiene pies ni cabeza. Con la mis-ma razón se puede suponer que el futurohumano estaría también de acuerdo en que

se le proporcione salud, vigor, belleza, inte-ligencia y memoria, por ejemplo. En unaentrevista en Die Zeit, Habermas, en surechazo de todo tipo de eugenesia positi-va, llega a decir cosas tan sorprendentescomo las siguientes: “Nadie puede prede-cir lo que en el contexto biográfico de otroresultará una bendición o una maldición,ni siquiera cuando se trata de bienes fun-damentales genéticos, como una buenamemoria o inteligencia. En algunos con-textos incluso un cierto impedimento cor-poral puede resultar ventajoso.”Tanto Fukuyama como Habermas temenque los avances de la biología y la biotec-nología puedan poner en peligro la moraly la sociedad liberal democrática. En efec-to, esos avances cuestionarían las tradi-cionales ideas de que los humanos somosmuy distintos de los otros animales, quetenemos un libre albedrío absoluto, queposeemos una dignidad igual y que nostomamos unos a otros como sujetos mora-les. Piensan que estas ideas no sólo cons-tituyen puntos centrales de la tradición reli-giosa occidental, sino también la baseideológica del liberalismo (y del capita-lismo, según Fukuyama). La conclusiónque sacan de estos dudosos razonamientoses que hay que frenar el progreso científi-co y prohibir los desarrollos tecnológicosque contribuyan a poner en manos de lospadres (en vez de las del azar) la selec-ción de ciertos rasgos genéticos de sus hijos.Fukuyama encuentra otra razón para elprohibicionismo en la posibilidad de quela eugenesia voluntaria aumente las dife-rencias sociales, al elegir los padres de laclase acomodada y culta los mejores genespara sus hijos, convirtiéndose así en unaauténtica aristocracia. Hay mucha exage-ración en todas estas alarmas. El día quesea posible inmunizar al hijo contra unaenfermedad introduciendo un nuevo seg-mento de ADN en los cromosomas delembrión, no estaremos haciendo algo muydistinto de lo que hacemos ahora vacu-nándolo. Desde luego, habrá que sopesarlas ventajas e inconvenientes del procedi-miento, pero no hay razón para rasgarselas vestiduras, ni para anunciar el fin de lademocracia o de la moralidad.

Jesús Mosterín

8

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 9: Sobre La Naturaleza Humana

¿Cómo e vo l u c i onó l a men te humana?

Supongamos que sabemos lo que es la mentede un ser humano, de cua lqu iera de nosotros .Semejante tarea, s i nos la p lanteamos en tér-minos de sent ido común, no es d i f íc i l . ¿A qu iénle ser ía impos ib le e l e jercer la introspecc iónpensando en su prop io yo? Pero cuando serec laman términos técn icos para la def in ic ión,la tarea se compl ica . Tanto como para queautores como Noam Chomsky ca l i f iquen depseudopreguntas las que se ref ieren a la natu-ra leza de nuestra mente. No hay respuestasaparte de las bana les .

Supongamos que sabemos lo que es la men-te de un ser humano, de cualquiera de noso-tros. Semejante tarea, si nos la planteamosen términos de sentido común, no es difí-cil. ¿A quién le sería imposible el ejercer laintrospección pensando en su propio yo?Pero cuando se reclaman términos técni-cos para la definición, la tarea se compli-ca. Tanto como para que autores comoNoam Chomsky califiquen de pseudopre-guntas las que se refieren a la naturalezade nuestra mente. No hay respuestas apar-te de las banales.

Pero intentemos ir más allá de la psi-cología popular. Desde Descartes al menos,el dualismo filosófico plantea que la men-te es una sustancia separada del cerebro.Si damos por bueno ese axioma, no cabedecir nada acerca de su evolución. Perosi, de la mano de la neurociencia cogniti-va, entendemos que la mente no es sino unasucesión de estados funcionales del cere-bro, ¿estaremos en mejores condiciones deinvestigar la manera como se produjo suevolución?

Depende del rigor que se reclame. Elobjetivo de establecer cómo tuvo lugar laaparición de la mente dentro de la filogé-nesis humana es, a la vez, desmesurado ymodesto. La desmesura procede de las difi-cultades que aparecen siempre que se inten-ta decir algo al respecto. La modestia sepresenta al afirmar, casi trivialmente, quenuestros procesos cognitivos son un pro-ducto de la evolución por selección natu-ral. En efecto, ¿cómo podría ser de otraforma? Los estados funcionales del cere-bro son tan deudores de la filogénesis comolo es la capacidad de oponer el pulgar a losdemás dedos de la mano permitiendo losagarres precisos para tallar una herra-mienta de piedra o manejar un bisturí.

Pero dar por buena una afirmación yexplicarla describiendo la manera como seprodujo su tránsito filogenético son pro-pósitos muy diferentes. No cuesta muchotrabajo aceptar que la vida comenzó en esteplaneta hace cerca de 3.500 millones de

años, pero de ahí tampoco se deduce quesea fácil indicar cómo aparecieron las pri-meras moléculas autorreplicantes. De unamanera parecida, no cuesta ningún tra-bajo aceptar que la mente humana inclu-ye la autoconsciencia. El mismo Descar-tes construyó su sistema filosófico a partirde esa afirmación axiomática que el filó-sofo francés consideraba evidente en sí mis-ma. Pero explicar cómo se produjo la evo-lución del conjunto mente/cerebro hastallegar a las capacidades humanas –con ellenguaje de doble articulación, la moralcompleja y la estética como rasgos pro-pios y distintivos de Homo sapiens– plan-tea dificultades ingentes. Sin embargo, elhecho de que sepamos muy poco de la evo-lución de la mente humana no implica enabsoluto que falten propuestas especulati-vas acerca de cómo tuvo lugar ese proce-so. Pues bien, vayamos con tales “eviden-cias” con el fin de saber qué terrenopisamos al hablar de la evolución de nues-tro pensamiento, nuestra consciencia onuestra mente.

Las pruebas que se aportan sobre la evo-lución de la mente humana correspondena tres tipos distintos de indicios: las extra-polaciones obtenidas mediante compara-ción con las conductas de otros animales,el registro arqueológico y el fósil. Comen-cemos por ese último. Los acontecimien-tos cerebrales que dan lugar a los proce-sos cognitivos no se fosilizan, y tampoco lohace el propio cerebro, así que las posibi-lidades de extraer de los ejemplares fósi-les alguna información acerca de la filo-génesis de la mente son muy limitadas.Mediante el estudio de las marcas endo-craneales del Niño de Taung (Australo-pithecus africanus), comparándolas conlas de los ejemplares de Homo habilis pro-cedentes de Tanzania y Kenia, PhillipTobias dio lugar a su conocida tesis de lasexpansiones tempranas del lóbulo frontalen la primera especie –hace unos 3,5 millo-nes de años– y del temporal en la segunda–1,8 m. a.–, cosa que implica nada menosque identificar los primeros pasos haciala evolución del lenguaje. Pero más alláde la comparación de las improntas endo-craneales, los indicios no abundan. Lasdemás evidencias que se han intentado rela-cionar de forma directa con el desarrollodel lenguaje humano, desde la forma delhueso hioides en la garganta a la línea delbasicráneo, cuentan con revisiones que des-califican esas supuestas “pruebas empíri-cas”. Hace poco se ha sugerido una nuevalínea de estudio: las pautas de maduraciónde los Homo erectus que vivieron desdehace más de 1,5 hasta menos de 0,5 millo-nes de años, pautas que serían más seme-

jantes a las de los simios superiores que alas de Homo sapiens. Pero son muy pocoslos ejemplares a los que puede aplicarse elestudio.

Cabe referirse también al tamaño en sídel cerebro. Pese a que las cautelas acer-ca de la correlación existente entre volu-men cerebral y desarrollo de los procesoscognitivos son conocidas, la falta de mejo-res evidencias sobre cómo tuvo lugar la filo-génesis de la mente lleva a proponer comoindicio de una cierta evolución de las capa-cidades mentales el aumento del volumencraneal o, mejor dicho, el incremento delcoeficiente de encefalización (que mide eltamaño relativo del cerebro, descontandolo que no es sino resultado del aumentogeneral del cuerpo). Suelen considerarsetres episodios en los que el cráneo experi-menta un incremento así. El primerocorresponde al apuntado por Tobias, y nosólo en términos de volumen: el Homo habi-lis parece contar con un cerebro en pro-porción más grande que el de los austra-lopitecos y más próximo a la organizaciónneurológica de la humanidad actual. Elsegundo episodio que apunta hacia unaevolución de las capacidades mentales hacereferencia al Homo erectus, ya sea median-te un salto brusco o un proceso más largode incremento del volumen cerebral a lolargo del considerable periodo de tiempo,superior al millón y medio de años, en elque aparecen ejemplares de esa especie.Aunque no estaría de más recordar elhallazgo reciente del Homo floresiensis, undescendiente de Homo erectus de sólo18.000 años cuyo volumen cerebral esparecido al de los australopitecos de 3,5millones de años de antigüedad sin que esoafectase a la capacidad de la hembra dela isla de Flores para tallar herramientasmás complejas que las del Homo habilis.El tercer episodio de incremento cerebralsuperior al del cuerpo incluye a nuestraespecie y la de los neandertales.

¿Qué decir de la complejidad cognitiva,y no sólo el tamaño, en los cerebros de H.erectus y H. neanderthalensis? La difi-cultad de su estudio en el registro fósil lle-va a buscar otros indicios y, a tal respec-to, los artefactos culturales parecen idealespara expresar la posible evolución de lamente. Así, al atribuir la cultura oldu-vaiense al Homo habilis hemos abierto uncamino que conduce a relacionar los avan-ces culturales de la cultura achelense conHomo erectus y los de la cultura muste-riense con Homo neanderthalensis. Peroen ambos casos se imponen las matizacio-nes. Existen ejemplares de Homo erectusmucho antes de que aparezcan los típicosbifaces achelenses y, por añadidura, los

9

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 10: Sobre La Naturaleza Humana

erectus asiáticos –incluido el Homo flore-siensis– no disponen de ellos. ¿Perdieron,pues, una tradición que se conservó en Áfri-ca y Europa o no la tuvieron nunca? Gra-cias al yacimiento de Dmanisi (Georgia)sabemos que los primeros homínidos queabandonaron el continente africano lleva-ban con ellos unos útiles de piedra muyparecidos a los olduvaienses, así que es pro-bable que los bifaces de cuidadosa talla queindican unas capacidades cognitivas altassólo fueran tallados por los erectus africa-nos y europeos. Pero deducir de esa supo-sición que el Homo erectus asiático teníaun cerebro y una mente menos evolucio-nados es arriesgado. Tal vez fabricasensus herramientas con materiales más fáci-les de trabajar y perecederos como el bam-bú. Quizá sus necesidades eran otras. Enel estado actual de las técnicas de recu-peración de evidencias fósiles resultaimposible decidirlo.

Los bifaces achelenses que aparecen enyacimientos europeos de cerca de 300.000años de antigüedad son unas tallas exqui-sitas, con una simetría casi perfecta, bor-de muy afilado y belleza indudable. Hayautores que sugieren que no eran sóloherramientas para la caza sino, además,los primeros objetos fabricados con inten-ciones estéticas, con la finalidad de que fue-sen bellos. Que lo son para buena partede nosotros no cabe duda. ¿Dan, pues, tes-timonio de que el cerebro de quienes losfabricaron había cruzado ese umbral quelleva a la creación artística? No se sabe. Enrealidad, al considerar la belleza de un bifazno hacemos sino proyectar nuestras pro-pias capacidades contemplando la piedrabajo ese prisma. Hace falta más que esopara determinar que los Homo erectus talla-ban buscando armonía y equilibrio. Perono existe en los yacimientos con herra-mientas achelenses ningún indicio del usogeneralizado de objetos o pigmentos deco-rativos; sólo alguna que otra excepciónesporádica como el bifaz teñido de ocre rojode la Sima de los Huesos de Atapuerca.De los lugares de habitación o enterra-miento de los neandertales, abundantes enherramientas muy sofisticadas y precisasde la tradición musteriense, cabe decir lomismo, y de nuevo topamos con excepcio-nes como las conchas y huesos perforadosde la Grotte du Renne (Arcy-sur-Cure,Francia) que indican que al menos huboun grupo de neandertales capaces de ide-ar, imitar, robar o intercambiar esos obje-tos de indudable sentido decorativo. Pero¿qué podemos decir de sus mentes?

Los yacimientos musterienses ocultanotro enigma. Pese a que la cultura muste-riense se considera típica de los neander-

tales, hubo seres humanos de aspectomoderno en Oriente Próximo que utiliza-ron esa misma técnica de talla. Lo hicie-ron en una época en la que, en África, otrosseres de nuestra misma especie usaban yacon profusión pigmentos decorativos, per-foraban conchas y, en general, habíanincorporado la decoración –probablemen-te de sus cuerpos como objeto principal–a sus costumbres. Caben pocas dudas acer-ca de que no existen diferencias significa-tivas entre los Homo sapiens de los yaci-mientos de lo que es hoy Israel y Palestina,los africanos y nosotros mismos. Pero nosabemos por qué esas capacidades idénti-cas se dirigieron hacia logros culturales muydiversos, desde los instrumentos muste-rienses compartidos con los neandertaleshasta el despliegue artístico de las culturasauriñacense, magdaleniense o châtelpe-rroniense, anticipadas por los inicios afri-canos que tendemos a olvidar. Dicho de otromodo, las evidencias arqueológicas tampo-co nos aclaran con el suficiente detalle cómotuvo lugar la evolución de la mente.

La identificación de un alelo mutantedel gen FOXP2 relacionado con ciertos tras-tornos del lenguaje llevó, a finales del sigloXX, a plantear una nueva pista, la genéti-ca, que podía basarse en pruebas empíri-cas detectables en los humanos actuales.De tal manera se ha sugerido que la dis-tribución del alelo mutante del FOXP2apunta hacia unas transformaciones bas-tante recientes (de la época en que apare-cieron los humanos de aspecto moderno)en cuanto al logro del lenguaje actual.

Sin embargo, la aproximación genéticaa la evolución del lenguaje tampoco estáexenta de problemas. El más espinoso deellos es la falta de claridad con que se hadefinido el trastorno de la familia afecta-da por las mutaciones del FOXP2 y la varia-ción en el grado de importancia atribuidapor los diferentes autores a cada uno de lossíntomas. Los diagnósticos van desde undéficit en el uso de reglas gramaticales has-ta defectos en la secuenciación motriz dela musculatura orofacial. No existe una-nimidad tampoco sobre el aspecto lingüís-tico que se ve afectado por la mutación, siatañe a uno o varios o si, además, se venmodificadas otras capacidades no lingüís-ticas. En cualquier caso, lo que sí está cla-ro es que la mutación observada en el genFOXP2 no produce un trastorno completodel lenguaje.

¿Hemos terminado con las pruebas acer-ca de la evolución de la mente? No. Lasociobiología, en el último tercio del sigloXX, pretendió deducir del comportamien-to de las especies la determinación genéti-ca de algunos procesos cognitivos comple-

jos como el comportamiento altruista. Dadoque el altruismo biológico está presenteen numerosos animales, la comparaciónentre tales seres y los humanos podría arro-jar alguna luz sobre la evolución de nues-tra forma de uso de los valores morales.

Como se sabe, la selección natural maxi-miza la aptitud individual: entre dos genes,uno tendente a usar los recursos sólo enbeneficio propio y otro que permite la con-ducta altruista, la teoría darwiniana pre-dice que será el primero el seleccionado.Pero a pesar de esa convicción, algunosseres (entre los que podemos encontrarhormigas, roedores y humanos) llevan acabo cierto tipo de actos, denominados“altruistas”, que disminuyen de forma deci-siva la aptitud de quien actúa en favor, porlo general, de un pariente.

Con la intención de explicar esos actosparadójicos, William Hamilton acuñó enlos años 60 del siglo pasado el conceptode “aptitud inclusiva”, desarrollando alre-dedor de él, con notable éxito, la llamadateoría de selección de parentesco. Peroincluso si damos por supuesto que la selec-ción de parentesco (o cualquiera de las otrashipótesis alternativas) puede explicar razo-nablemente bien el comportamiento altruis-ta de las hormigas y las ratas, ¿nos será útiltambién para explicar el altruismo hu-mano? Dicho en otras palabras: ¿nos esta-mos refiriendo al mismo fenómeno cuan-do hablamos de altruismo, tanto en lashormigas como en los seres humanos?

Los humanos, por medio del compor-tamiento moral, disminuyen sus recursosal favorecer a otros individuos. El ”altruis-mo moral” es, por tanto, un tipo especialde “altruismo biológico”. Lo mismo podríadecirse del “altruismo social”, si denomi-namos así al de los insectos del ordenHymenoptera. La selección natural ha fija-do al menos cuatro veces comportamien-tos altruistas extremos: en los himenópte-ros (hormigas, avispas, abejas, termitas),las gambas parasitarias de las anémonasde los mares coralinos, las ratas-topo des-nudas y los primates (con los humanoscomo mejor ejemplo). La verdadera cues-tión que se plantea entonces es si esos casosespeciales de altruismo biológico permitenextrapolar las conclusiones obtenidas delexamen de uno de ellos a los demás.

En la medida en que no existe ningúnantecesor común de las especies con com-portamiento altruista extremo, cabe afir-mar que dicho carácter es, pues, una homo-plasia, un rasgo que coincide sólo porrazones de coincidencia casual en la adap-tación separada y no tiene ninguna signi-ficación de proximidad evolutiva. Por con-siguiente, el éxito científico que supuso el

10

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 11: Sobre La Naturaleza Humana

poder explicar cómo se produjo la evolu-ción del comportamiento social en abejasy hormigas no permite sacar demasiadasconclusiones respecto de los humanos. Algoque había advertido ya el psicólogo DonaldCampbell al referirse a las “dos distintasvías hacia la ultrasocialidad”. Pues bien,hoy sabemos que no hay sólo dos: al menoshay cuatro.

Otra cosa diferente es que la teoría de laselección de parentesco ofrezca un mode-lo matemático elegante y capaz de expli-car en qué forma un gen que promueve laconducta altruista puede ser heredado. Larespuesta es conocida de sobras: porqueel gen es compartido por parientes cerca-nos. El individuo que proporciona los recur-sos disminuye su aptitud biológica (enten-dida como la esperanza estadística detransmitir el alelo correspondiente a undeterminado locus). Pero, al mismo tiem-po, su ayuda incrementa la aptitud bioló-gica del pariente que tiene en su genomaese alelo. Dicho de otro modo, la selecciónde parentesco obliga a tomar en cuenta lasuma algebraica de las aptitudes, para lle-gar a la denominada “aptitud inclusiva”como resultado de los beneficios y las pér-didas a los que lleva la conducta altruista.

Las consideraciones especulativas acer-ca de si un alelo así, capaz de promover lasconductas cooperativas, es “altruista” o nolo es ponen muy bien de manifiesto los ries-gos que se corren cuando un concepto pura-mente biológico se toma en su sentido dellenguaje común. Un gen “altruista” o, comoapuntó Richard Dawkins, en realidad “ego-ísta”, no debería entenderse como el equi-valente de una persona con esos rasgos depersonalidad. Pero resulta difícil eludir lascargas semánticas del lenguaje y más aúnsi, de manera expresa, se quiere aprove-charlas para conseguir libros de grandestiradas.

Que los humanos mantenemos conduc-tas altruistas y egoístas está fuera de todaduda. Pero ¿contamos con altruismo bio-lógico como el que describe la teoría de laselección de parentesco? También parecebastante claro que los padres hacen sacri-ficios extremos por los hijos. Pero los des-víos culturales de esa conducta simple pue-den introducir complejidades de grancalibre. Elliot Sober y Robert S. Wilson hanmostrado de forma convincente cómo eluniverso de la ética humana se explicamejor a través de otro modelo, el de la“selección de grupo”, un tanto desacredi-tado dentro de la sociobiología a la hora deexplicar el altruismo biológico. La idea dela selección de grupo fue utilizada ya porDarwin cuando, incapaz de dar una expli-cación al comportamiento ultrasocial de los

himenópteros, habló de las ventajas adap-tativas que tendría un grupo de coopera-dores frente a otro de individuos egoístas.Esa idea de sentido común tropieza, no obs-tante, con los presupuestos del mecanismode la selección natural que, en el plantea-miento original darwiniano, atienden a laadaptación individual de cada organismo.Supongamos que es cierto que un grupo dealtruistas es capaz de adaptarse de mane-ra colectiva sacando ventajas de la explo-tación colectiva del medio como puedanser, por ejemplo, la ayuda a los que seencuentran enfermos o la protección mutuafrente a los predadores. Aplicando esque-mas procedentes de la teoría matemáticade juegos, John Maynard Smith demostróque la estrategia adaptativa de un grupoasí no es evolutivamente estable. La apa-rición –mediante mutaciones genéticas,recombinación, inmigración o de la for-ma que sea– de un individuo egoísta dotaa éste de grandes ventajas selectivas y, sihacemos descansar en un determinado ale-lo la conducta altruista o egoísta, los genes“egoístas” terminarán por diseminarse enel interior del grupo haciendo desapare-cer su carácter cooperador.

Un grupo de altruistas puede evitar losinconvenientes de la presencia de un nocooperante apuntados por Maynard Smithsi éste, el grupo cooperante, cuenta conmecanismos capaces de detectar y aislar atodo eventual egoísta que aparezca. Peropara eso los integrantes del grupo debendisponer de mecanismos cognitivos de cier-ta altura. Sober y Wilson pusieron de mani-fiesto la dificultad de dar por bueno cual-quier modelo de selección grupal entérminos lo bastante explicativos, salvo queseamos capaces de dilucidar el alcance y elcontenido de tales procesos psicológicos.Una tarea un tanto desesperada si tenemosque aplicarla, en busca de la filogénesisde la moral, a especies ya desaparecidas.

¿Qué nos queda, pues? Si desechamostanto los datos morfológicos (el incremen-to cerebral) como los arqueológicos (losobjetos culturales) porque no podemos pre-cisar en qué medida asignan a una u otraespecie una cierta capacidad cognitiva, ysi mantenemos bajo sospecha las extrapo-laciones de ciertas conductas animales pordemasiado groseras, parece que hablar dela filogénesis de los procesos mentales quecaracterizan a los humanos de hoy supo-ne una tarea sin esperanza. De hecho, esasí. Pero asoma cierta luz en el fondo deltúnel. Los datos más ilustrativos acerca dela evolución cerebral y mental humanapodrían obtenerse del análisis en los chim-pancés y otros primates de las mismas fun-ciones que buscamos en el cerebro huma-

no. A pesar de que los chimpancés no usanun lenguaje como el humano, ni cuentan–que se sepa– con códigos morales explí-citos, ni aprecian el arte (son capaces depintar con un vigor propio del expresio-nismo abstracto, pero pierden pronto elinterés por sus cuadros), es posible que suscerebros realicen procesos distintos perocomparables con los nuestros. El descu-brimiento de Sarah Brosnan y Frans deWaal de que los monos capuchinos tienensentido de la justicia, de tal suerte que, encondiciones experimentales, están dis-puestos a intercambiar fichas por comidapero sólo cuando el trato es similar al quese da a otros individuos del grupo, abre unabanico de posibilidades de estudio quepuede relacionarse a la perfección con lasideas de los etólogos y psicólogos (comoNicholas Humphrey) acerca del porqué dela aparición de los grandes cerebros de losprimates.

Pero a la hora de comparar es precisopartir de evidencias sólidas acerca de losprocesos cognitivos de nuestra propia espe-cie. Es posible que la estrategia de expli-cación relativa a la filogénesis de la men-te sea inadecuada, porque hemos invertidoel orden de las preguntas en busca de res-puesta. En realidad, es descorazonador lopoco que sabemos de nuestra mente, la delos humanos actuales. El punto de parti-da más seguro y firme, por tanto, parece elde desvelar los procesos cerebrales subya-centes a nuestras capacidades cognitivas y,mediante una perspectiva evolucionista,plantearnos después de qué forma llega-ron a ser como son.

En el estado actual de la técnica nosresulta imposible averiguar cómo se acti-vaba el cerebro de los erectus o los nean-dertales y es posible que nunca lo sepamos.Pero la capacidad de la ciencia para abrirnuevas puertas es inagotable. Las nuevasevidencias que puede proporcionar la psi-quiatría, la neurología y las técnicas de neu-roimagen están dando lugar a un retratomucho más nítido de lo que es el cerebrohumano. Falta, no obstante, que sepamosmirar esos brochazos del retrato con la pers-pectiva correcta. Localizar funciones cere-brales por el mero hecho de rehacer el cami-no de la frenología de hace dos siglos esabsurdo. Necesitamos una teoría de la men-te que integre los descubrimientos acercade cómo funciona el cerebro, busque lascoordenadas genéticas de su desarrollo y,de tal suerte, permita que nos entenda-mos mejor a nosotros mismos. Comparardespués nuestro entramado mental y cere-bral con el de nuestros parientes más pró-ximos, los simios africanos, puede ser lamejor vía para poder bucear en el camino

11

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 12: Sobre La Naturaleza Humana

evolutivo que dio lugar a la naturalezahumana.

En el dibujo de nuestro cerebro que estáapareciendo se apuntan ya algunas clavesdignas de mención. En primer lugar, la con-firmación de la consciencia como una acti-vidad sincronizada de neuronas que seencuentran situadas en lugares distintos dela corteza cerebral, cosa que da carpetazoa algunas de las ideas más firmes del fun-cionalismo computacional: un procesadorcentral y un progreso “de abajo arriba”de la percepción hasta llegar a los procesossuperiores. En lo que llamamos conoci-miento intervienen secuencias de activa-ción complejas cuyas dimensiones espa-ciales y, sobre todo, temporales no hanpodido ser puestas de manifiesto hasta eldesarrollo de técnicas tan precisas comola de la magnetoencefalográfica, capaz dedetectar la activación neuronal en lapsosde milésimas de segundo. Estamos lejostodavía de contar con un mapa preciso delas activaciones espaciotemporales rela-cionadas con los procesos cognitivos, perovamos camino de hacerlo. Sabemos ya, porejemplo, que en la tarea de realización dejuicios morales es esencial la conexión fron-to-límbica. Sabemos que la percepción esté-tica implica la activación del córtex pre-frontal izquierdo. Sabemos cómo se realizael procesamiento del color a partir de loscentros visuales primarios de la cortezaoccipital. En términos generales va apare-ciendo un panorama en el que la cortezaprefrontal desempeña un papel de primerorden respecto de lo que son los procesoscognitivos, cosa que, por otra parte, habíasido ya sugerida, aunque fuese a título dehipótesis especulativa, por los paleoantro-pólogos. Convertir esa especulación en cer-teza es la tarea que se espera de la cienciaactual.

Camilo José Cela Conde

B a s e s b i o l ó g i c a s d e l a s i n g u l a r i d a dh u m a n a

Para entender la natura leza humana podemosaprender aspectos de cómo es la v ida, cómofunc ionan los mecanismos evo lut ivos o cómoson las bases mater ia les de permiten nuestrapropia ref lex ión. Una exp lorac ión de las basesb io lóg icas de la s ingu lar idad humana puede darmucho de s í , y más dará en e l futuro, cuandose vayan d ist ingu iendo más minuc iosamente lasbases molecu lares de l func ionamiento de lcerebro y cómo su func ión genera la mente.

Entender qué es un ser humano ha ocu-pado a generaciones de pensadores que hanusado sus aguzadas y entrenadas mentespara reflexionar sobre el motivo de nues-tra reflexión: las bases de nuestra singula-ridad, con alguna visita esporádica y teme-rosa al porqué, donde explicacionestrascendentes han sacado a flote muy amenudo el pensamiento encallado en lasbajezas humanas. La biología entró conmal pie en la reflexión, pues rebajó aún másel marco de la discusión: la naturalezahumana en el marco de la naturaleza ani-mal, en el marco de los procesos de la evo-lución biológica y en el marco del mundomaterial. Y pocas esperanzas con miras alas alturas y complacencias altivas: los piesen el suelo y contrastando las evidenciascon la realidad, como instrumentos paraadentrarnos en el conocimiento, sin tra-bas ni ataduras ni temores ni prejuicios. Laciencia tratando de explorar lo que es muysuyo y muy desconocido a la vez: la pro-pia naturaleza en el marco natural de obser-vación, los humanos en la naturaleza ycomo parte de ella, fruto de los mismos pro-cesos de evolución que forjan la diversidadde vida observable.

Para entender la naturaleza humanapodemos aprender aspectos de cómo es lavida, cómo funcionan los mecanismos evo-lutivos o cómo son las bases materiales depermiten nuestra propia reflexión. Unaexploración de las bases biológicas de lasingularidad humana puede dar mucho desí, y más dará en el futuro, cuando se vayandistinguiendo más minuciosamente lasbases moleculares del funcionamiento delcerebro y cómo su función genera la men-te. Entretanto tenemos ya mucho que decir,lo que puede ocupar un lugar (sin entraren si debe ser preeminente o secundario)en la formulación de nuestra propia con-cepción y comprensión.

El huevo y la ga l l ina para empezarEn nuestra reflexión, podemos partir de unpunto muy alejado de nuestro propósito,pero que está en la base de la compren-

sión de la falta de finalidad (y de finalis-mo) en la vida y que ayuda a relativizar elconcepto de individuo, una parte muy sin-gular del conjunto de la vida. Algo tan sim-ple como recurrir a la vieja pregunta “¿quéfue primero, el huevo o la gallina?”, paraplantear el significado, en el proceso de lavida, de la información genética y el papelde los individuos en su transmisión. La pre-gunta parte de un dilema que parece absur-do, usado normalmente para lo que no tie-ne ninguna solución lógica. Pero la tiene:en biología hace ya tiempo que sabemosque primero es el huevo. Eso es básico des-de una perspectiva evolutiva y nos pro-porciona una interesante perspectiva dela producción de innovación y mecanismosde perpetuidad que configuran la vida comopropiedad fundamental.

Hay que ver cómo se producen los dospasos, de la gallina al huevo y del huevo ala gallina, y cómo la información fluye y serenueva entre ellos. De la gallina al huevono existe un proceso único ni previsible:dada la información genética de una galli-na, no es predecible cuál será la informa-ción del huevo. Para hacer un huevo, unagallina introduce en él un conjunto de inno-vaciones que permanecen escritas en elgenoma. Dicho de otro modo, en el momen-to de crear las células sexuales se introdu-cirá la variación (según si entran cromo-somas de origen paterno o materno alhacerse los óvulos o los espermatozoides y,además, los cromosomas habrán recom-binado entre los homólogos paterno ymaterno, formando híbridos de ambos) yla mutación (cambios de nuevo, antes ine-xistentes, que afectarán a la secuencia delADN). Así, partiendo de un ser vivo deter-minado (puede ser una gallina o cualquie-ra de nosotros), que tiene una informacióngenética concreta en todas las células de sucuerpo, produce unos gametos (óvulos oespermatozoides) preparados para crear lasiguiente generación, en los que habrá inno-vaciones perdurables, unos cambios res-pecto a la información genética que lleva-ba el individuo. La descendencia será, apequeña escala, diferente de la generaciónanterior: habrá un “nuevo” ser vivo.

Del huevo a la gallina, en cambio, aun-que el proceso no sea sencillo (el procesode desarrollo es de una complejidad y pre-cisión maravillosas), no hay lugar paraintroducir innovaciones que puedan per-manecer en la especie. La informacióngenética del huevo, prácticamente inalte-rada, estará en cada una de las células dela gallina, de modo que podemos enten-der a la gallina como el resultado del pro-ceso que estaba escrito en el huevo. Un pro-ceso, hay que repetirlo, complejo, pero que

12

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 13: Sobre La Naturaleza Humana

inexorablemente hace que se acabe pro-duciendo un ser vivo que será un individuoconcreto de la especie concreta, tal y comoestá escrito en el programa del genoma.

Es por ello que el proceso de cambio,de innovación, se halla fundamentalmen-te entre la gallina y el huevo, y no al revés.Podemos considerar que, cuando existió laprimera gallina, la información ya venía enel huevo del que ella derivaba. A su vez,éste provenía de un antepasado algo dis-tinto que, es un decir, no encajaría del todoen lo que llamamos una gallina: sería unpre-gallina que habría puesto un huevo conla información, ya nueva y completa, dela gallina. Claro que normalmente no lopercibimos así, y la razón es simple: la can-tidad de cambio que se introduce en cadageneración es mínima, casi imperceptible.

Esta deducción ayuda a entender el afo-rismo que dice que la gallina es la formaque tiene un huevo para hacer a otro hue-vo. El huevo como portador y represen-tante de la información genética que se per-petuará, que perdurará en el tiempo, peroque deberá pasar por un estadio que es eldel individuo, quien tendrá el encargo derealizar complejas funciones biológicas paraproducir huevos nuevos, o sea, reprodu-cirse. De modo más dramático afirmaría-mos que nosotros, los individuos, no somosmás que la manera que tiene el ADN paraproducir más ADN. De hecho, podemos verla gran cadena de la vida, pero los prota-gonistas no son las partes, visibles paranosotros, que configuran a los seres vivos,sino la información genética (los genes, losgenomas) perpetuándose en el tiempo, conla flexibilidad necesaria para persistir enentornos cambiantes: es preciso cambiarpara poder seguir siendo.

Los genes, los ind iv iduos y la se lecc iónLos individuos que deben producir másADN, sin embargo, deben hacerlo bien, ypor ello existen finísimos mecanismos mole-culares para crear gametos correctamente.Además, los individuos que tienen quetransmitir los genes (que, finalmente, sonel fruto de su programa) deben poseer bue-nas características que les hagan muy exi-tosos en esa propagación de sus genes. Éstasserán de muchos tipos, tanto morfológi-cas (la forma que apreciamos en los seresvivos y la constitución interna) y fisiológi-cas (en las bases de su funcionamiento, des-de la primera acción de las moléculas has-ta las de los órganos y sistemas), como decomportamiento (en que el modo de viviry sobre todo de interaccionar con otros seresvivos condicionará el éxito reproductor).Así, la selección natural actuará sobre lascaracterísticas de los individuos, en cuya

formación ha tenido un papel primordialla información genética.

De modo que los genes van cambiandoen el curso de las generaciones, a medidaque van pasando por el filtro de la selec-ción natural, que elige lo que sobrevive yse reproduce más eficientemente, cosa quepodemos apreciar en cualquier especie, ennosotros mismos:

a) Debemos sobrevivir y hacerlo en bue-nas condiciones; ejemplo de ello es la com-plejidad bioquímica y fisiológica de lavida, ya captada actualmente por la bio-logía molecular y celular, que muestrancómo se ha llegado a una complejidadbarroca en los mecanismos básicos deobtención y transporte de energía, comu-nicación celular, funcionalidad de las dis-tintas estirpes celulares o integración enun organismo único.

b) Necesitamos mecanismos y compor-tamientos que permitan nuestra repro-ducción; es complicado fabricar correcta-mente células reproductoras y también loes que un individuo haya de encontrar aotro adecuado, que a él le parezca adecuadoy que estén dispuestos a compartir sus genesen la siguiente generación.

c) Necesitamos mecanismos cognitivospara asegurar que aquel/lla con quien com-partimos nuestros genes los tenga de cali-dad aceptable; discernir en otro individuola conveniencia de mezclar genomas (esdecir, tener hijos) puede ser una caracte-rística muy provechosa, muy favorecidapor la selección natural. Que estos meca-nismos existen está claro en nuestra espe-cie, cuando podemos reconocer con granprecisión la edad o el estado de salud deuna persona. Poseemos mecanismos paracaptar el estado de los otros (o quizás, ¿sucalidad?) con maravillosa exactitud.

Tenemos pues un proceso de elecciónentre la diversidad genética que, en el cur-so de las generaciones, va generando com-plejidad y diversidad sin que haya ningúntipo de finalidad ni de diseño: la contin-gencia, la historia evolutiva, las condicio-nes ambientales, están en la base del pro-ceso de producción de la vida tal y como laconocemos, desde las bacterias más sim-ples hasta el ser humano, cuyo cerebro muyprobablemente es la materia más comple-ja que existe en la Tierra.

La se lecc ión como e l iminac iónSobre los genes que informan de toda laserie de caracteres que podemos reconoceren los individuos (morfológicos, fisiológi-cos o de comportamiento), ¿cuáles se selec-cionarán y cómo lo harán? Entender el pro-ceso a veces es fácil y a veces, complicado.Para empezar, hay un caso muy conocido

de antiguo, que nos resulta familiar: lasanomalías genéticas, heredadas algunas demanera muy simple, siguiendo las leyesde Mendel, y que son productoras de unaamplísima gama de enfermedades. Es pre-ciso aclarar un concepto sencillo: no haygenes que produzcan enfermedades, ni haygenes que lleven como información el hechode producir enfermedades. Lo que sí hayson anomalías en los genes, que, debido asu anomalía, dejan de funcionar correcta-mente y entonces causan una enfermedad.Decir que existen genes para la enferme-dad sería como decir que los neumáticosde los coches están para reventarse y cla-ramente no es así: es la falta de funcióncorrecta, lo que produce el fenotipo anó-malo, la patología.

Pues bien, las variantes genéticas queproducen enfermedad no son más que lasvariantes que se han producido en el geno-ma sobre las que actúa la selección natu-ral, de modo que tiende a eliminarlas. Esla selección purificadora que limpia laspoblaciones de las variantes genéticas inde-seables, las que provocan una disminuciónde las probabilidades de sobrevivir y repro-ducirse en individuos portadores que, poresta razón, presentan el carácter que lesdesfavorece. Es poco probable que estosgenes pasen a la siguiente generación. Si lohacen, será en baja proporción, pues pue-den causar la muerte y limitan la repro-ducción. En realidad, cuando hay cambiosen el genoma que a su vez producen cam-bios en las proteínas, es muy probable quetengan un efecto negativo: las bases mole-culares de los organismos se han afinadodurante millones de generaciones para cre-ar una organización muy compleja, y si lamodificamos en algún aspecto, lo más pro-bable es que empeore el funcionamientodel conjunto. Usando un símil simplifica-do, sería muy difícil que, moviendo cone-xiones al azar en un ordenador, mejoráse-mos su funcionamiento.

Esta selección purificadora se puedemedir de un modo muy sencillo: viendo lacantidad de diferencias que se han acu-mulado en dos especies distintas (por ejem-plo, los humanos y los chimpancés, o loshumanos y los ratones) en las diferentespartes del genoma y en los diversos genes,hasta el punto de que podemos dar un valorrelativo de la selección purificadora a nues-tros genes. Valor que es un indicador direc-to de la importancia de aquel gen para lafunción final que el producto génico (nor-malmente, la proteína) tiene para el correc-to funcionamiento del individuo. Es un ins-trumento nuevo y poderoso de la genéticaactual, en que se puede calcular qué varia-ciones han sido permitidas en la naturale-

13

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 14: Sobre La Naturaleza Humana

za y cuáles han sido severamente castiga-das y, por tanto, han producido una granconservación.

Cuando en la prensa sale reflejado quehan secuenciado un nuevo genoma, laobservación siempre es la misma: ¡su gransimilitud con el genoma humano! La razónes muy simple: las bases moleculares dela vida son las mismas para organismosmuy distintos y se han conservado en elcurso de la evolución. Son muy comuneslos procesos básicos entre organismos muydiferenciados, cosa que ha sido producidapor la selección purificadora, actuandosobre sus bases genéticas, lo que se ha podi-do seguir simplemente a través de la com-paración de genes y genomas. Debe remar-carse: la selección se ve, y de mododiferencial, en cada fragmento de nuestrogenoma, y no es sólo una historia de zorroscomiéndose conejos. La selección naturalha modulado con finura nuestro (y cual-quier otro) genoma.

La se lecc ión como a l ternat ivaTambién se seleccionarán otros genes de unmodo muy diferente: favoreciendo las inno-vaciones que resulten beneficiosas; es laselección positiva. En realidad, se trata dela ocurrencia en que la selección elige lospocos casos que, a partir de mutación al azar,producen cambios favorables. Aunque laidea de la selección que elige variantes quedan ventajas ha existido desde Darwin, hacemuy poco tiempo que podemos reconocer-la claramente y que podemos identificar laactuación de la selección positiva en varian-tes concretas de genes concretos con fun-ciones concretas y en especies concretas:en el genoma podemos leer actualmente elrastro que la selección positiva ha dejado enlas generaciones anteriores. Selección queha favorecido una o unas variantes y, porlo tanto, ha hecho desaparecer las otras, pro-vocando una pérdida de diversidad genéti-ca en las regiones del genoma donde hayaactuado. Esta falta de diversidad genéticaentre los diversos individuos de una espe-cie es un método por el cual se puede com-probar que ha habido selección positiva.

No olvidemos que la selección positiva esalgo más que una curiosidad en la historiade la vida. No sólo se trata de una curiosi-dad intelectual o de la obsesión científica dereconstruir las fuerzas de la evolución. Es labase para entender las características con-cretas y únicas que poseen cada una de lasespecies, dado que esperamos que muchasde las características que han adquirido lasespecies que han tenido éxito (es decir, quesobreviven ahora, que es el momento en quepodemos estudiar su genoma) vengan deadaptaciones concretas y provechosas, de

modo que sobre ellas haya actuado la selec-ción positiva. De hecho, es lo que esperamosen el contexto tradicional de la teoría evo-lutiva. Pero en vez de observar sólo las carac-terísticas externas muy visibles que pue-den dar ventajas (correr, camuflarse, atacar),podemos verlo en las bases moleculares ínti-mas, en la actuación directa de la informa-ción que llevan los genes.

Una de las preguntas más interesantesplanteadas en la biología actual es: ¿quéhace humano a un humano? La respuestano es simple ni será nunca completa, perodisponemos de una manera de acercarnosa ello desde la biología: podemos pensarque podemos leer la unicidad biológicahumana en nuestro genoma, entendiendolas diferencias que existen con un genomacercano que no sea humano (el chimpan-cé, en este caso) y ver en cuáles de estasdiferencias ha habido selección positiva. Enrealidad, se trata de comparar el genomahumano con el no humano y, de todas lasdiferencias que haya entre los dos (está biencalculado entre humanos y chimpancés yes del orden del uno por ciento de la secuen-cia del ADN de los genomas), distinguircuáles son las que han sufrido la actua-ción de la selección positiva en nuestro lina-je. Será en estos genes donde hallaremos lasbases biológicas para la especificidad huma-na, para las innovaciones específicas denuestra especie. Así, esta aproximacióncomporta detectar los genes que han cam-biado y han permitido la postura erecta,el aumento del cerebro y la inteligencia, ellenguaje y tantos otros rasgos que consi-deramos específicamente humanos.

Estamos, a fines del año 2004, en unmomento en que ya hay resultados de estetipo y muchas investigaciones en curso paraconseguir otros nuevos y delimitar los cam-bios concretos en el genoma con sus efectosmuy precisos, no sólo en las bases molecu-lares, sino en la configuración de las carac-terísticas y aptitudes específicas que infor-man. Ya podemos empezar a hablar de genesconcretos que podemos relacionar con acti-vidades cerebrales (MAOA, por ejemplo) ocon el lenguaje (FOXP2, por ejemplo), y estavía de investigación dará muchos nuevosresultados en un periodo muy breve, nosuperior a los cinco años. Finalmente, lo quesignifica ser humano podrá ser leído en elgenoma en términos de genes concretos quenos dan propiedades y diferencias concre-tas, y podremos distinguir su adquisición ennuestra historia evolutiva. Es el camino queseguimos ahora para empezar no a leer, sinoa entender nuestro genoma.

Jaume Bertranpetit

¿Y queremos saber rea lmente qu iénessomos?

Los enfoques de las c ienc ias cogn i t ivas y laps ico log ía evo luc ion ista tardarán mucho t iempoen imponerse. En lo que conc ierne a l conoc i -miento c ient í f ico de lo humano, la lucha contrala superst ic ión y e l pre ju ic io no ha hecho másque empezar . La “reducc ión” de lo humano a sub io log ía susc i ta temores profundos: en losesp í r i tus re l ig iosos, la negac ión de la t rascen-denc ia ; en los democrát icos , e l temor a la d is-cr iminac ión de personas y menoscabo de susderechos; y en los mora l istas , a que lo natura lsea e levado i r responsablemente a la categor íade mora l .

E l caso de Jud i th R. Harr isRecientemente, en 1995, una escritora nor-teamericana sin especiales credenciales aca-démicas publicó un revolucionario artícu-lo en la Psycological Review que removiólos cimientos de la psicología académica ylas convicciones más arraigadas y exten-didas entre el público. Versaba sobre cómolos humanos desarrollamos el carácter yla personalidad desde la infancia. Sosteníaque en el proceso de formación, lo que nose debe a los genes, tampoco se debe alesfuerzo educativo de los padres, sino alproceso de socialización vivido con com-pañeros y congéneres. ¿Cabe imaginarmayor provocación en una cultura en laque los padres se sienten responsables dela conformación del carácter de sus hijos?Afirmó sin ambigüedades: “Los padres notienen efecto importante a largo plazo sobreel desarrollo de la personalidad de sushijos.” Su tesis se basaba en una muy rigu-rosa consideración crítica de multitud deestudios empíricos sobre el desarrollo de lapersonalidad. Se armó tal escándalo quesu trabajo saltó a las páginas del populare influyente semanario Newsweek, dondeexpertos consultados por la revista le pro-pinaron inmisericordes descalificacionesy denuestos. Una profunda irritación inva-dió tanto a líderes de opinión de izquier-da como a conservadores. Para los prime-ros, la tesis de Harris negaba el esencialprincipio de maleabilidad del niño, es decir,del hombre y, en consecuencia, las posibi-lidades del constructivismo social. Para laderecha, era éste un nuevo asalto a la ins-titución de la familia, que venía a negarla eficacia de la disciplina y de la trans-misión de valores a los hijos. Pocos semolestaron en leer su texto y considerar conrigor los argumentos y evidencias aporta-dos por Harris. A muchos interesó mássubrayar su falta de credenciales acadé-micas en investigación y enseñanza.1 Aúnasí, dos años después el artículo recibió

14

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 15: Sobre La Naturaleza Humana

un premio a la excelencia de la AsociaciónAmericana de Psicología.

Este breve capítulo de la historia de lainvestigación sobre el desarrollo de la per-sonalidad humana ilustra hasta qué pun-to las resistencias a alterar la visión pre-valeciente sobre el hombre no son cosa delpasado; siguen vigentes e irreductibles,incluso en la que ingenuamente hemos lla-mado “sociedad del conocimiento” y pre-cisamente en la comunidad tecnológica-mente más avanzada del planeta.

La tesis de Judith Harris no se refiere aqué factores explican el desarrollo de ras-gos caracterológicos en el hombre actual,sino a los factores que explican la varia-ción de rasgos mensurables respecto a susvalores medios. Una distinción crucial. Por-que el viejísimo debate sobre si el hombrenace o se hace, sobre si en él prevalece laherencia biológica o la influencia del entor-no cultural, resulta irresoluble en estos tér-minos. Precisa una reformulación que lapráctica de la psicología académica vieneutilizando con un éxito que la justifica. Con-siste en separar conceptualmente los ras-gos de las conductas humanas que son pro-pios y comunes a todos los miembros dela especie, y por tanto, observables en todaslas culturas, de las desviaciones respectode valores medios de rasgos cuya presen-cia es susceptible de cuantificación. Unacosa es tratar de explicar qué papel res-pectivo tienen la genética y el entorno enla inteligencia de la especie, lo que no se haconseguido todavía y, otra distinta, tratarde explicar en qué medida influyen en lasdesviaciones de la inteligencia de miem-bros de un grupo respecto a la inteligen-cia media apreciada en el mismo; lo quesí ha permitido avances sólidos y signifi-cativos. Ello es así porque el análisis delas desviaciones de un atributo de la per-sonalidad respecto a un valor medio pue-de llevarse a cabo sin necesidad de expli-car la naturaleza o el origen de este mismovalor medio. A título meramente ilustrati-vo puede compararse la desviación de lainteligencia respecto a la media de geme-los univitelinos que tienen exactamente lamisma dotación genética criados enambientes distintos. La observación demultiplicidad de casos de este tipo permi-te formular hipótesis sobre la influenciarespectiva de la dotación genética y delambiente, puesto que la variación de unode los factores entre parejas de gemelos esconocida e igual a cero: los gemelos univi-telinos tienen idéntica dotación genética.En razón de los estudios empíricos reali-zados bajo este esquema conceptual, la opi-nión científica más extendida es que lasvariaciones observables en los caracteres

humanos se explican aproximadamente enpartes iguales por la variación genética yla variación del entorno. La tesis de Harrisfue revolucionaria simplemente porqueapuntó que el entorno significativo paraexplicar la parte no heredada del carácterson los congéneres y compañeros y no lafamilia.

La po lémica sobre la soc iob io log íaSi la tesis de Harris produjo tan vivas polé-micas y descalificaciones, no deberá sor-prendernos que las disciplinas que tratandel origen evolutivo de las característicasde la especie (es decir, de sus valores abso-lutos, no de sus desviaciones respecto a unamedia) generen desencuentros apocalípti-cos que se asemejan más a las disputas teo-lógicas del medioevo que al debate cientí-fico. El desacuerdo que ha dado lugar a lasmás enconadas batallas en las últimas déca-das quizá sea el que surgió a propósito delintento de Edward O. Wilson de desarro-llar una nueva rama del saber que deno-minó “sociobiología”. La sociobiología seproponía establecer las bases biológicas delcomportamiento social en animales yhumanos. El gran naturalista produjo unaobra monumental en 1975 en la que pri-mero revisó sistemáticamente un atributotras otro, las propiedades de los mecanis-mos sociales en el reino animal, como sonlos mecanismos de comunicación y su géne-sis y desarrollo, los comportamientos agre-sivos, los mecanismos de dominación, loscomportamientos territoriales, los roles ylas castas y los comportamientos sexualesy parentales. Tras este estudio sistemáticorevisó las características de las sociedadesanimales desde los corales hasta los pri-mates. Tras esta ingente tarea abordó elcapítulo veintiséis de su obra titulado: “Elhombre: de la sociobiología a la sociología”con esta frase: “Consideremos ahora alhombre con el libre espíritu de la historianatural, como si fuéramos zoólogos de otroplaneta completando un catálogo de lasespecies sociales sobre la tierra. Desde estaperspectiva macroscópica, las humanida-des y las ciencias sociales se reducen aramas especializadas de la biología; la his-toria, la biografía y la ficción son los pro-tocolos de la etología humana; y la antro-pología y la sociología constituyen lasociobiología de una sola especie de pri-mates.” Se tomó como una provocación.En noviembre de 1975, pocos meses des-pués de la publicación de su obra Socio-biología, un colectivo de profesores, estu-diantes e investigadores denominado Grupode Estudio de la Sociobiología lanzó un ata-que a Wilson en la revista New York Reviewof Books. Entre los firmantes del ataque

figuraban colegas de Wilson en Harvardcomo Stephen J. Gould y Richard C.Lewontin. La inclusión de la especie huma-na en la nueva disciplina la asociaron a unaconcepción de determinismo biológico alta-mente peligrosa, tal como se había puestode manifiesto, en su opinión, a propósitode las leyes de esterilización y restriccióna la inmigración vigentes en Estados Uni-dos entre 1910 y 1930. Asimismo, la aso-ciaron a la eugenesia practicada en la Ale-mania nazi, que condujo a las cámaras degas. Wilson fue presentado como un ideó-logo, defensor de un statu quo inevitable,consecuencia de la naturaleza humana. Fuecriticado por no advertir al lector inocen-te de lo que eran hechos y lo que era meraespeculación, y por desdeñar la falta de evi-dencia directa de bases genéticas explica-tivas de los comportamientos humanos.Acusaron a Wilson de que su supuesta nue-va ciencia carecía de bases científicas yescondía concepciones políticas. Finalmente,los críticos establecieron su propia posiciónrespecto a la cuestión: “No negamos quehaya componentes genéticos del compor-tamiento humano, pero sospechamos quelos rasgos universales de la biología huma-na se encuentran más en las generalidadesdel comer, excretar y dormir que en com-portamientos tan específicos y variablescomo la guerra, la explotación sexual de lasmujeres o el uso del dinero como un mediode cambio.” Wilson contestó que habíandistorsionado su argumentación, que lohabían citado fuera de contexto para ter-giversar el sentido de sus afirmaciones, einvitaba a sus lectores a verificar por sí mis-mos lo que afirmaba. La polémica siguiócon réplicas y contrarréplicas hasta saltara la portada de la revista Time.

El punto de vista de los críticos fue gene-ralmente admitido como argumento deautoridad y sin verificación alguna. Wil-son quedó marcado por una conexión conel racismo y el genocidio. Pocos salieron ensu defensa y la controversia se asemejó auna caza de brujas.2 En 1995, Wilson rela-tó su vivencia en su autobiografía.3 A cual-quiera interesado por la historia de la cien-cia le resultarán páginas excepcionales. “Elataque me había pillado desprevenido.Había esperado alguna descarga frontalpor parte de los científicos sociales, basa-da principalmente en interpretación dedatos, y en su lugar recibía un ataque polí-tico por el flanco”, dijo, añadiendo que”acabé por darme cuenta de que la con-troversia de la sociobiología iba más alládel discurso académico normal. Los fir-mantes de la ‘Carta de la ciencia para elpueblo’ habían abordado el tema con unosesquemas distintos de los míos. No consi-

15

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 16: Sobre La Naturaleza Humana

deraban la ciencia como un conocimientoobjetivo por sí solo, sino como parte de lacultura, un proceso social entremezcladocon la historia política y la lucha de clases.”

Los argumentos lanzados contra Wilsonse siguen utilizando hasta hoy y la socio-biología no tiene, como consecuencia, niseguidores ni audiencia. También en estecaso, la crítica se movió impulsada pormotivos políticos e ideológicos es decir,extracientíficos. Faltaron revisiones de suobra en las revistas especializadas. Los cien-tíficos contrarios faltaron a las reglas pro-pias de su profesión.

Este episodio ilustra como pocos las múl-tiples resistencias a someter al hombrecomo especie a los cánones del conoci-miento científico. En una época que no secansa de enaltecer la ciencia y la tecnolo-gía, se olvida con facilidad que el conoci-miento científico, siempre y en todo lugar,se enfrenta a un conocimiento anterior, ydebe imponerse a él en un penoso y a veceslarguísimo esfuerzo. Ocurre tanto en lasciencias de la naturaleza, como en las cien-cias sociales. No es sólo que el conocimientocientífico tenga que vencer la resistencia devarios estratos de ideas religiosas, mitos ysupersticiones. Las ideas científicas másimportantes acostumbran a ser las más con-trarias a la intuición y a los datos aporta-dos por los sentidos. ¿Acaso no costó siglosprobar que la Tierra gira en torno al Sol yno al revés, como nos invita irresistible-mente a pensar nuestra experiencia inme-diata, renovada cada día? ¿No muestranlos museos de ciencias cómo la atracciónque ejerce la gravedad sobre una pluma ysobre un plomo son iguales y mueve ambosobjetos a igual velocidad en el vacío, con-tra toda intuición previa? El caso de la plu-ma y el plomo no tiene consecuencias sobrelas relaciones sociales y la dinámica depoderes. El conocimiento sobre el hombresí las tiene: es un elemento determinantede los mecanismos de control social, des-de la política a la educación, pasando porla familia. Por ello no deben sorprenderresistencias activas, beligerantes y persis-tentes a ideas sobre la naturaleza humanaque, real o supuestamente, puedan alte-rar las relaciones sociales y de poder, vigen-tes en cada momento. Pero los espíritusinquisitivos no se detienen ante estos siem-pre renovados obstáculos. Una forma desortearlos ha consistido en las últimas déca-das en hablar menos del hombre como obje-to de análisis científico, y más del cerebrohumano. Las ciencias de la cognición engeneral y particularmente la psicología evo-lutiva han tomado el estandarte del estu-dio naturalista del hombre. Lo han hechomostrando por múltiples caminos e innu-

merables estudios empíricos la insosteni-bilidad del dualismo clásico entre alma ycuerpo, entre mente y cerebro. La mentey la conciencia se muestran empíricamen-te como manifestaciones del funciona-miento cerebral. A partir de aquí, sólo erapreciso añadir, como ha hecho la psicolo-gía evolutiva, que el cerebro es un órganoproducto también de la evolución natu-ral, por lo que ésta resulta indispensablepara explicar sus funciones y cualidades.Con este enfoque, la polémica herencia-entorno se sitúa en un nuevo plano, si noes que se disuelve: la evolución del cere-bro también es el resultado de un procesode interacción entre el medio y el órgano,que ha ido adaptándose a lo largo de suproceso evolutivo, tanto a su medio natu-ral como a su medio social. Porque el cere-bro es producto de su evolución, hay cosasque hace muy bien, otras que hace con difi-cultad y otras que no puede hacer en abso-luto. Lo que lleva directamente a resaltarlas limitaciones del cerebro. No todo es pen-sable, el cerebro no es un procesador depropósito general, sino un conjunto de pro-cesadores de información especializadosque se originaron en momentos distintos,en respuesta a necesidades adaptativastambién distintas. Los diversos módulosprocesadores de información se coordinanentre sí, sin una dirección central. No hay“un hombrecillo interior” correlato empí-rico de nuestro sentido del yo. Y contra loque piensa una parte importante de la cien-cia social estándar, el cerebro no es unatabula rasa. Estas son algunas de las hipó-tesis de partida de la psicología evolutiva.Sería un error suponer que son general-mente admitidas. Incluso la teoría de laevolución en sus formulaciones más moder-nas tiene todavía hoy encarnizados ene-migos entre los científicos. El último ata-que en toda regla proveniente de un biólogodistinguido, Rémy Chauvin, es del año1997.4

La investigación sobre las bases fisio-lógicas del pensamiento tiene consecuen-cias de largo alcance. El lingüista Lakoffy el filósofo Mark Johnson han resumidoasí las principales hipótesis de las nuevasciencias cognitivas: a) la mente está inhe-rentemente corporeizada, es cuerpo; b) elpensamiento es mayoritariamente incons-ciente, y c) los conceptos abstractos sonmayoritariamente metafóricos. En sumonumental obra Philosophy in the flesh(1999) muestran el efecto de adoptar estastres premisas en el pensamiento de Occi-dente sobre el hombre y su razón. Su obratodavía debe estar siendo digerida.

Los enfoques de las ciencias cognitivasy la psicología evolucionista tardarán

mucho tiempo en imponerse. En lo que con-cierne al conocimiento científico de lohumano, la lucha contra la superstición yel prejuicio no ha hecho más que empe-zar. La “reducción” de lo humano a su bio-logía suscita temores profundos: en los espí-ritus religiosos, la negación de latrascendencia; en los democráticos, el temora la discriminación de personas y menos-cabo de sus derechos; y en los moralistas,a que lo natural sea elevado irresponsa-blemente a la categoría de moral. Perocomo dice con agudeza el gran físicoMurray-Gellman, la ciencia tiene la ven-taja de ser un proceso en permanente adap-tación a la realidad. Ciertamente tiene peli-gros y es susceptible de usos perversos. Peroo avanzamos en el conocimiento efectivode las bases biológicas de la agresión, laxenofobia, el racismo y el odio intraespe-cífico, o corremos el riesgo de no poderhacerlo nunca.

J. L. Oller-Ariño

Notas1. Steven Pinker ha relatado el caso y sus

pormenores en The blank slate, Viking,2002, capítulo 19.

2. La historia completa de este episodiopuede verse en Defenders of the truth,de Ullica Segerstrale, Oxford UniversityPress, 2000.

3. El naturalista, de Edward O. Wilson,El Debate, 1995, capítulo 17.

4. Darwinismo: el fin de un mito, de RémyChauvin, Espasa Calpe, 2000.

BibliografíaJUDITH R. HARRIS. El mito de la educa-

ción, Grijalbo Mondadori, 1999.GEORGE LAKOHH y MARK JOHNSON.

Philosophy in the flesh, Basic Books,Nueva York, 1999.

EDWARD O. WILSON. Sociobiology, TheBelknap Press, Harvard University Press,1975.

– El naturalista, El Debate, 1995.RÉMY CHAUVIN. Darwinismo: el fin de

un mito, Espasa Calpe, 2000.ULLICA SEGERSTRALE. Defenders of

the truth, Oxford University Press, 2000.STEVEN PINKER. The blanck slate,

Viking, 2002.– How the mind works, Norton Paperback,

1997.STEPHAN L. CHOROVER. Del génesis al

genocidio, Orbis, 1985.ÁLVARO FISHER. Nuevos paradigmas a

comienzos del tercer milenio, AguilarChilena de Ediciones, 2004.

16

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 17: Sobre La Naturaleza Humana

“Querr ía conocer e l o r i gen de l a men-te humana”*

En e l decurso de una larga conversac ión, JuanLu is Arsuaga nos exp l icó las l íneas fundamen-ta les de traba jo de l centro para e l estud io dela evo luc ión y e l comportamiento humanos quedir ige : e l estud io de la evo luc ión humana, e lestud io de l ADN y e l estud io de las basesb io lóg icas de los procesos cogn i t ivos .Por otro lado, Ignac io Mart ínez nos exp l icó laaportac ión de los pa leontó logos en estas inves-t igac iones y en e l debate sobre e l or igen de llengua je

Juan Lu is Arsuaga: e l or igen de la menteCuando decidimos crear este centro, tuvi-mos que ponernos de acuerdo sobre quécuestiones íbamos a investigar. Entoncesdecidimos que la línea fundamental de tra-bajo, que engloba y define a todas, debíaser el estudiar “la naturaleza humana. Cla-ro que la naturaleza humana se puede abor-dar desde múltiples perspectivas: tambiénla estudiaba Shakespeare... y muy bien,además. Pero aquí nos planteamos el estu-diarla desde un punto de vista biológico.Dibujamos entonces tres líneas de investi-gación.

La primera, el estudio de la evoluciónhumana. Desde que Darwin lo transformótodo, al demostrar que tenemos antece-dentes animales y que somos producto dela historia natural, no es posible estudiaral ser humano sin conocer su historia evo-lutiva. La segunda línea de investigaciónse dedica a estudiar el ADN y la tercera estáenfocada al estudio de las bases biológi-cas de los procesos cognitivos, desde cómose procesan los signos, a la gramática o lasintaxis. Genética, evolución y cognición,pues, serían nuestras tres líneas básicas.Esa ha sido nuestra apuesta investigadora.

Antes de Darwin siempre existió la polé-mica entre los que pensaban que el serhumano era el producto único de la cultu-ra y quienes opinaban que las personasposeemos una “naturaleza” previa a la edu-cación, que condiciona nuestro comporta-miento. Así, mientras muchos pensadoressostenían que el ser humano nace con lamente cual tabula rasa, es decir, como unpapel en blanco, otros mantenían que veni-mos al mundo con la mente ya prefigura-da. Entre estos últimos se encuentra Kant,quien creía que nuestro conocimiento estácondicionado por nuestra forma de perci-bir, de la que tiempo y espacio son cate-gorías a priori.

Después supimos que nuestro desarro-llo obedece a programaciones genéticas. Yactualmente ya nadie se extraña cuando sedice que un señor tiene los ojos azules o per-

tenece a un sexo porque sus genes le hanprogramado así. Todos estamos de acuer-do en que el ser humano tiene una natu-raleza morfológica, que está determinadapor sus genes. Eso está admitido. Pero ¿quéocurre con el comportamiento? ¿tambiéntiene una base genética? Y si es así ¿cuán-to de nuestra conducta se explica por esaprogramación? Antes de seguir, es impor-tante destacar que hoy sabemos que todaslas características de un organismo (mor-fológicas o conductuales) son el productode la interacción entre unos genes y el medioambiente. Distinguimos entre genotipo yfenotipo. Y ahí es donde se inicia la fron-tera de la diferencia.

Desde Darwin y desde Konrad Lorenz,uno de los padres de la etología, sabemosque los animales tienen unas pautas pre-determinadas de comportamiento. Pero apartir de ellas los animales, además, apren-den, desarrollan sus capacidades, compa-ran, cambian. Un lobo siempre es un lobo,pero puede comportarse de distintos modos.Las plantas, en cambio, tienen hábitos, peroesa ya es otra categoría. El conocimientodel comportamiento animal es básico parainterpretar nuestra vida. Un chimpancé,por ejemplo, cuya madre tenga una posi-ción jerárquicamente elevada presentamucha más seguridad en sus actuacionesque otro chimpancé de otra condición.

Y así llegamos al ser humano. ¿Qué ocu-rre con la naturaleza humana? Desde quesabemos que procedemos de unos antepa-sados parecidos a los chimpancés, podría-mos pensar que en nuestra conducta hayun comportamiento de base biológica. Por-que bien que lo admitimos para los chim-pancés… y nosotros seguimos siendo pri-mates. A mi juicio, aún no se ha prestadosuficiente atención a la base científica a lahora de discutir sobre la naturaleza huma-na. Es decir, no podemos hablar ahora igualdel ser humano que antes de Darwin. Nopodemos mirarnos a nosotros mismos comolo hacíamos antes; hoy nos miramos y nosvemos primates. Claro que se podría igno-rar el hecho de que Darwin formuló la teo-ría de la evolución y afirmar que el serhumano ha llegado a una situación en laque todo su comportamiento es cultural.Para simplificar podríamos decir que hayquien parece pensar que la biología estámuy bien, sirve de mucho, pero sólo parasaber el número de dedos, por poner unejemplo, para la morfología, pero no parair más allá. El resto es materia reservada…Parece que haya quien piense que los cien-tíficos sólo pueden estudiar el cuerpo, mien-tras que el alma, o la mente si se prefiere,pertenece a otro ámbito.

¡He cruzado e l Paran info!Ese es en realidad el reparto. Sin ir máslejos, en la Complutense pervive un buenejemplo de esta situación. Existe un jardín,el Paraninfo, que es el símbolo, la fronte-ra entre letras y ciencias. A un lado delParaninfo se ubican los de biología, física,química, medicina, farmacia… A este ladotenemos “el cuerpo”, como en una sala dedisección, para que estudiemos su natura-leza orgánica. Y no estudiamos nada deaquello que “corresponde” a los humanis-tas. Cualquiera diría que somos materia-listas, que no nos interesa nada más. Notenemos ni una sola asignatura de las queimparten “los otros”, los que viven al otrolado del jardín, ni siquiera historia. Porsu parte, al otro lado del Paraninfo, estánlos de filosofía, los de historia… y, eviden-temente, tampoco “ellos” tienen ningunaasignatura sobre la evolución biológica.Bueno, ahora yo imparto una genérica al“otro lado”. La doy físicamente allí… esemocionante ¡He cruzado el Paraninfo!

Pero pensemos seriamente en las con-secuencias de esa división entre saberes.Ocurre como en las librerías, que te encuen-tras con la sección de letras y la sección deciencias, siempre separadas. El mejor ejem-plo para ilustrar esta situación sería la fra-se de Ortega y Gasset que yo utilizo a menu-do: “El ser humano no tiene naturaleza,sólo somos historia.”

Actualmente, pues, existe la pretensiónde tratar al ser humano por partes. Y esoes algo que ya se remonta a Descartes, esadivisión entre el cuerpo y el alma, esa fuesu particular ocurrencia. Pero es que antesde Descartes no eran dualistas, ni siquieralo era la Iglesia. Los primeros cristianos noconcebían la existencia del alma como unaentidad independiente, autónoma, separa-da del cuerpo. Hasta el punto de que lo quese prometía era la resurrección física de loscuerpos; o sea, que la gente se va a levan-tar de la tumba. Sin embargo, la visión dua-lista separa la existencia del alma de la delcuerpo, que pasa a ser una servidumbre,una cárcel, una prisión... La explicacióndualista es la que acabó imponiéndose, qui-zá porque da respuestas a cuestiones obviascomo, por ejemplo, que el cuerpo se pudre,cosa que la gente puede ver.

En esta línea, el gran sociobiólogoEdward O. Wilson argumenta que la divi-sión entre ciencias naturales y cienciassociales es algo posterior a la Ilustración.Los naturalistas anteriores eran, de hecho,humanistas. Newton, sin ir más lejos, quees del periodo barroco, se define como “filó-sofo natural”, no existe para él la palabra‘ciencia’ todavía, ni la palabra ‘científico’como hoy la entendemos. Galileo no pen-

17

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 18: Sobre La Naturaleza Humana

saba tampoco que fuera un “científico”,él creía que era un “filósofo natural”.

¿Por qué esa dicotomía entre humani-dades y ciencia? ¿Por qué esa tendencia decierta intelectualidad a ignorar la ciencia?Parece que ya es un hábito educacional.Pero también en el mundo de la cienciaha sucedido que al científico “típico” noparece interesarle nada que esté fuera desu ámbito. Y a veces ni siquiera quieresaberlo. Yo conozco científicos, premiosNobel incluso, a quienes no interesa nadadel resto del mundo. Y en mi época de estu-diante conocí científicos que tenían a galaque hacía meses, años, que no iban al cine.No les interesaba para nada.

He conocido a muchos, muchos, de eseestilo. Puedo aventurarme e ir más lejos:creo que esa actitud es un producto, sobretodo, de una percepción “mercantilista” dela actividad científica, que está muy exten-dida en el mundo anglosajón. ¿Por qué?Muy fácil, porque favorece la productivi-dad. Cuantas más horas en el laboratorio,cuanto más encerrado esté el científico,cuanto más individual sea, más resultadosconcretos obtiene, más artículos publica; osea, más producción. La ciencia que se haceahora es muy especializada. Parece como sino nos interesara el debate intelectual, quenos hubiéramos retirado del mundo ilus-trado. Y lo peor de esa situación es que esoocurre porque muchos científicos ya noquieren ni siquiera entrar en ese terreno.

Sin embargo, no siempre ha sido así ennuestro país. En perspectiva histórica, sinos trasladamos un poco más atrás en lahistoria de España hasta justo antes de laguerra civil, o en algunos otros momentosimportantes, nos encontramos institucio-nes como la Residencia de Estudiantes, porejemplo. Por allí pasaron desde SeveroOchoa a Buñuel, de Lorca a Dalí, de Negrína Einstein, gente de distintas disciplinas;Ramón y Cajal o Marañón, que eran exce-lentes escritores... además de grandes cien-tíficos ¿Hacen falta más ejemplos?

Pero volvamos a lo esencial. Nosotroscreemos firmemente que la naturalezahumana tiene un componente biológico yun componente cultural. No se trata de quelos científicos tengamos que hacer poesíaporque somos cultos, porque nos adorna,porque somos capaces, porque somos sen-sibles –que también–, sino que, sobre todoestamos convencidos de que no se puedeentender al ser humano si no se conocen suscomponentes biológicos y culturales y la for-ma en la que interactúan. Así de simple.

Lo que habría que hacer ahora es recons-truirnos, volver atrás y crear un nuevo pro-totipo de científico. No sólo porque estébien que un científico sepa expresarse, lea,

llegue a la gente, utilice metáforas, que tam-bién, sino porque hay que ampliar miras.Y teniendo en cuenta todo eso, desde elenfoque biológico de investigación pode-mos decir que se han abierto caminos, quehemos llegado a descubrir cosas intere-santes. Por ejemplo, hemos descubierto quelos seres humanos, todos, somos absolu-tamente semejantes, que tenemos un ori-gen común muy cercano en el tiempo. ¡Queno es poco! Porque se creía que las distin-tas razas humanas llevábamos evolucio-nando por separado millones de años y que,por lo tanto, era concebible y hasta pro-bable que hubiéramos alcanzado distin-tos grados de la capacidad de saber. Y esoha dado pie a doctrinas racistas, que fue-ron una de las bases del imperialismo. Véa-se Kipling cuando explica en qué consiste“la pesada carga del hombre blanco”. Y nopensemos que estas tentaciones son cosasdel remoto pasado. Basta con mirar al mun-do de hoy día para constatar que hay quienaún sigue pensando que hay personas, oculturas, que son absolutamente superio-res a otras.

O, todavía mucho peor, aún no ha sidodefinitivamente desterrada de la mente dealgunos una pregunta recurrente: si deja-mos que se reproduzcan todos esos secto-res, pobres, negros, marginados... ¿no esta-remos echando a perder a la especie?Todavía hay a quien se le ocurren esascosas. Un fenómeno que se relaciona conuna teoría llamada eugenesia y que abogapor la selección de seres humanos en arasdel beneficio, del mejoramiento de la espe-cie.

Refutar, desacreditar esas aberraciones,es una de las tareas de los científicos y paraello es imprescindible que se profundice enel conocimiento de la naturaleza biológicadel ser humano.

Históricamente, la ciencia comenzó pordescribir y estudiar los fenómenos más sim-ples de manera aislada. Así se avanzó en elconocimiento de las unidades elementalesde las cosas, cuerpos celestes, moléculas,células, o animales y plantas, pero no tan-to su interrelación, su complejidad. Aho-ra, la ciencia se enfrenta al desafío de estu-diar los sistemas complejos, los que resultande la interrelación de los elementos senci-llos, que ya conocemos bien. Esa es la fron-tera para la ciencia del siglo XXI... y segu-ramente para todo el próximo milenio.

Muchos científicos creen que el gran mis-terio, el más complejo, es el cerebro huma-no; yo creo que es la evolución humana.Una deuda pendiente de millones de años.Es apasionante porque al estudiar la evo-lución uno estudia algo en permanente inte-racción. Como decía Borges, supongamos

que es posible explicar el comportamientodel cerebro humano en un libro de 300páginas. Si hacemos todas las combina-ciones posibles de letras y construimos todoslos posibles libros de 300 páginas, seguroque en uno de ellos está la explicación delcerebro humano. ¡Es un delirio pero, siresultase, valdría la pena hacer todos loslibros posibles!

Todavía quedan más interrogantes quenos inquietan: ¿por qué la ciencia no hasido capaz de mejorar la vida del ser huma-no, de impedir fenómenos como el holo-causto, por ejemplo? Nosotros creemos quees porque la humanidad no se lo ha pro-puesto. Por eso hemos fracasado, porquelo que hemos hecho es dividirnos. Ya eshora de que la ciencia se proponga estu-diar al ser humano en su totalidad. Aun-que, internamente, ¿saben qué es lo quequisiera descubrir yo, de verdad? Quisie-ra conocer el origen de la mente humana.

En ocasiones nos preguntan a IgnacioMartínez y a mí, después de veinte añostrabajando juntos, en qué estamos en desa-cuerdo. De lo científico, en nada. ¿Para quévamos a discutir, si después podemos com-probar quién estaba equivocado? Esa es lagrandeza de la ciencia, que uno puededemostrarse luego si llevaba o no razón.Y entonces no hace falta discutir más. Seresuelven los conflictos y punto. Pero cla-ro, lo que es irreductible es la ideología decada persona, ahí no se debe entrar. Ennuestro mundo no hay nunca batallas cam-pales, basta con esperar para ver quiéntenía razón. A diferencia de lo que ocurreen otras parcelas de la vida, son discusio-nes que progresan. Así nunca te ofendes.

Ignac io Mart ínez : e l or igen de l lengua jePor lo que se refiere a la importancia delestudio de la evolución humana para enten-dernos a nosotros mismos, podríamos usarel símil de intentar estudiar un barco quese encuentra en alta mar. Antes de Darwin,se pensaba que la naturaleza humana eracomo un barco parado. Y se estudiaban susmecanismos por separado. Se creía que bas-taba con conocer cómo eran sus partes, susmáquinas, su eslora, su manga, su timón,y que eso sería suficiente para comprenderla situación del buque y determinar haciadónde iría el barco. Pues no, porque paraello, es imprescindible conocer la trayec-toria que llevaba la nave hasta esemomento. De igual forma, si no conocesla evolución, la trayectoria histórica delos sistemas que quieres estudiar, nuncaentenderás nada, nunca sabrás hacia dón-de va “el barco”.

Con los estudios sobre el origen del len-guaje ha ocurrido algo curioso. Durante

18

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 19: Sobre La Naturaleza Humana

décadas, se pensó que los paleontólogoseran los únicos que podían opinar sobreello, pues disponían del testimonio, los fósi-les, de los humanos del pasado. Se pensa-ba entonces que la solución al problemaderivaría directamente de los estudios sobrelos fósiles. Hace pocos años se llegó a laconclusión de que esto no era así, que enlos fósiles no estaba la solución al proble-ma. Hasta el punto de que para muchoscolegas no paleontólogos, interesados en elorigen del lenguaje, la paleontología notenía nada que aportar al debate, pues noera capaz de determinar si una especiehumana fósil fue, o no, capaz de hablar.De hecho, se había abandonado, por impo-sible, la cuestión del origen del lenguaje enlas especies fósiles. Ahora hay muchosinvestigadores que sólo contemplan estu-dios comparados de las especies vivas, noso-tros y los otros primates, a partir de datosgenéticos, etológicos, anatómicos o lin-güísticos. Pero para las cuestiones de cómo,cuándo y dónde apareció el lenguaje huma-no no hay solución sin recurrir al registrofósil. Con los datos de las especies actua-les se proponen tantas hipótesis posiblesque algunos especialistas están ya hartosde una discusión que no tiene vías de solu-ción. Algunos paleontólogos, sin embar-go, no nos hemos resignado a no partici-par en el debate y pensamos que tenemosmucho que aportar... desde una perspecti-va nueva.

“Nosotros pensamos que nuestro papelen esta discusión no debe ser el de deter-minar qué ocurrió a partir de los fósiles,algo que se ha demostrado imposible, sinoel de intentar contrastar en el registro fósillas hipótesis de nuestros colegas primató-logos, neurocientíficos, lingüistas... Algoasí como: “siéntese usted, explíqueme suteoría y luego veamos juntos qué predic-ciones de su teoría pueden ser contrasta-das en el registro fósil”. Cualquier hipóte-sis sobre el origen del lenguaje implicapredicciones sobre capacidades anatómi-cas de las especies del pasado, sobre suscomportamientos, sus ritmos de evolución,o sobre su momento de aparición en la his-toria de la vida... y todo ello puede ser estu-diado en el registro fósil. ¡Así es como pode-mos trabajar juntos!

Juan Luis Arsuagae Ignacio Martínez

*Este texto es un extracto de una larga con-versación con Juan Luis Arsuaga e Igna-cio Martínez.

J ü r g e n H a b e r m a s v e r s u s P e t e rS l o t e r d i j k

L a p o l è m i c a “ S l o t e r d i j k - H a b e r m a s ”e s t a l l ó e l a ñ o 1 9 9 9 a p a r t i r d e l a c o n f e -r e n c i a “ R e g l a s p a r a e l p a r q u e h u m a n o ” ,d o n d e S l o t e r d i j k c u e s t i o n a l o s a r g u m e n -t o s a f a v o r d e l h u m a n i s m o y s u g i e r e l ap o s i b i l i d a d d e l a m a n i p u l a c i ó n g e n é t i c ap a r a h a c e r s e r e s h u m a n o s m á s c i v i l i z a -d o s . H a b e r m a s s e a d e n t r a e n l a c u e s -t i ó n y, f u n d a m e n t a d o e n l a i d e a d e l ac o m u n i d a d d e d i á l o g o , a f i r m a q u e t o d av i d a h u m a n a , t a n t o l a e m e r g e n t e c o m ol a g r a v e m e n t e d a ñ a d a o e r o s i o n a d a , e sd i g n a d e r e s p e t o , m e r e c e d o r a d e d i g n i -d a d .

Introducc iónUno de los filósofos actuales que más haahondado en el concepto de dignidad esel conocido Jürgen Habermas,1 autor dela Teoría de la acción comunicativa (1981).No es pertinente, en este espacio, recorrerla extensa obra de este filósofo alemán, perosí, cuando menos, resaltar algunos de suspensamientos más significativos en tornoa la dignidad humana.

El planteamiento de Habermas puedecalificarse de racional, pragmático y pro-cedimental. Rehúye el pensamiento meta-físico y se ubica en el plano de la razón dia-lógica. Su modo de entender la dignidad sealeja de posturas teológico-religiosas y seaproxima a la noción de autonomía tal ycomo la manifiesta Immanuel Kant.

Habermas parte de la idea de que es lacomunidad de diálogo la que debe discer-nir el valor o la dignidad que tienen los sereshumanos, los animales y las plantas. Noparte de una visión de la dignidad como unatributo intrínseco u ontológico, como algoque se diga del ser, sino como un valor quese atribuye a una determinada vida pordeterminadas razones. Admite que la dis-cusión en torno a la dignidad humana esuna discusión abierta, donde no hay con-senso explícito, pero, desde su punto de vis-ta, toda vida humana, tanto la emergentecomo la gravemente dañada o erosiona-da, es merecedora de respeto, es acreedo-ra de dignidad.

En su libro El futuro de la naturalezahumana, el filósofo alemán se adentra enla cuestión de la manipulación genética yde los retos que puede conllevar esta posi-bilidad tecnológica en un futuro inmedia-to y lejano. Desde una perspectiva origi-nariamente kantiana, pero fundada en laidea de la comunidad de diálogo, Haber-mas se manifiesta muy crítico respecto dela tesis del filósofo alemán Peter Sloterdijk.

La po lémicaLa que se conoce como la polémica “Slo-terdijk-Habermas” estalló en 1999.2 El día15 de junio de 1997, Sloterdijk pronunció,por primera vez, su conferencia “Normaspara el parque humano”, dentro de unasjornadas sobre el humanismo en las quehabían hablado muchos profesores. En juliode 1999, repitió la conferencia en las Jor-nadas de Elmau sobre Heidegger y Levi-nas, en presencia de teólogos y filósofosde varios países, sin que hubiera objeciónalguna. Unos periodistas presentes en lascitadas jornadas redactaron un informe“denunciatorio”. A raíz de este informe, sefraguó el escándalo. Algunos interrogantesque Sloterdijk sugería en torno a la euge-nesia y a la manipulación genética de lasgeneraciones futuras se convirtieron en“prescripciones”. Su conferencia fue publi-cada también en francés y su referenciaen la red telemática fue visitada sesenta milveces en quince días.

Según Sloterdijk, el escándalo no fue unacasualidad, sino que, a su juicio, hubo unacampaña desatada por el entorno de Haber-mas, con la complicidad de cierta prensa.

El autor de las “Normas” cuestiona losargumentos a favor del humanismo. La feen la posibilidad de “domesticar” la natu-raleza humana a través de la cultura y loslibros ha entrado, a su juicio, en una pro-funda crisis. Sloterdijk sostiene que lasmasas humanas están cada vez más embru-tecidas por los efectos de los medios decomunicación de masas y que, como con-secuencia de ello, la civilización está ame-nazada. A su juicio, la batalla entre domes-ticadores y embrutecedores anuncia unclaro fracaso, pues, según su interpreta-ción, asistimos ya a “una ola de desenfre-no sin igual”. Del mismo modo que en elmundo antiguo el libro perdió la batallaante el teatro, Sloterdijk considera que laescuela de hoy la está perdiendo “ante lospoderes educativos indirectos como la tele-visión, las películas violentas y otros mediosde desinhibición”.3

El pensador alemán sugiere, a modo dehipótesis, la posibilidad de la manipula-ción genética para realizar seres humanosmás civilizados, capaces de vivir en con-cordia. Cuestiones sobre “la reforma gené-tica de las propiedades del género”, laantropotecnia para planificar caracterís-ticas humanas o el paso del fatalismo natala la selección prenatal son preguntas ennuestro horizonte evolutivo, aún nebulosoe inseguro, que no podemos dejar de plan-tearnos. Según el autor de la Crítica de larazón cínica, el fracaso de los grandesmaestros, de los libros, de la cultura huma-nista, de la educación del civismo, abre la

19

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 20: Sobre La Naturaleza Humana

posibilidad a otro tipo de intervención sobrela naturaleza humana.

Al lector que conoce los “liceos huma-nistas” y la “eugenesia fascista” y la “erade la biotecnología”, “le es imposible igno-rar el potencial explosivo de estos razona-mientos”.4 Sloterdijk cita el proyecto polí-tico de Platón expresado en La república.Según el filósofo griego, la polis ha de serdirigida por reyes y sabios capaces de entre-tejer las cualidades humanas, nobles yvoluntarias, en bien del interés público,de modo que la fortaleza guerrera y la pru-dencia filosófica humana beneficien a lasociedad con verdaderos ciudadanos enér-gicos y ecuánimes, unidos por la concordiay la amistad.

A juicio de Sloterdijk, la situación hacambiado radicalmente en el presente, puesademás del embrutecimiento de las masas,faltan sabios. Tenemos aún sus escritos,pero sin motivos para leerlos. Sus libros son“objetos archivados”. Los mismos archi-veros ya los ven poco, aunque a veces seencuentran con ciertos destellos, con algúnclaro del bosque que todavía recuerda latarea del humanista.

Pasado el verano de 1999, en cuyo mesde julio Sloterdijk dictó, por segunda vez,su conferencia de 1997 sobre las normasdel parque humano, Thomas Assheuerpublicó un artículo contra Sloterdijk acu-sándole de eugenista y defensor de unaantropotecnia antidemocrática e indiscri-minada.5 Igualmente le acusó de dejar elproyecto en manos de unos sabios cientí-ficos sin escrúpulos morales, que produci-rían una humanidad “de hombres inteli-gentes y generosos”.6

La crítica de Assheuer fue interpretadacomo injusta e inadecuada por parte de Slo-terdijk. De hecho, el pensador alemán nose identifica con las tesis eugenésicas pla-tónicas de La república. Sugiere la nece-sidad de reconsiderar una antropotecniaaplicada a las futuras generaciones, perono al modo platónico, porque, a su juicio,ya no quedan sabios. Los sabios “se hanretirado” y nos han dejado “a solas connuestra escasa sabiduría y nuestros cono-cimientos a medias”.7 Aunque tenemos susescritos, ya no tenemos fe en ellos y acasoni los leemos.

También el filósofo moral E. Tugend-hat reaccionó contra Sloterdijk en su artí-culo No hay genes para la moral.8 En esteescrito se acusa al autor de “Normas” dededucir la moral del proceso de “crian-za”. Tugendhat afirma honestamente que“no ha comprendido cuál es el propósitodel autor”.9

La contundente respuesta de Sloterdijkno se hizo esperar. A la semana siguiente

de publicarse el artículo de Assheuer, Slo-terdijk respondió con una carta a Assheuery al propio Jürgen Habermas.10 La críticaa Habermas merece nuestra atención.Según Sloterdijk, Habermas es el instiga-dor que ha susurrado a los críticos contrael “neoconservador”. Por haber sido su pro-fesor, y por respeto a sus escritos, Sloter-dijk se adelanta a Habermas para inten-tar volver a formas de entendimientomutuo, “dialógicas y no difamatorias”.

Dice Sloterdijk que Habermas ha habla-do de él “con mucha gente, nunca conmi-go. En este oficio nuestro, basado en laargumentación, eso es ya sospechoso; enun teórico del diálogo democrático resultaincomprensible”.11 Le critica su falta de cohe-rencia y la actitud despótica en torno a sufigura. Ironiza en torno a la tan cacarea-da “coerción no coercitiva del mejor argu-mento” que defiende Habermas. “Queusted –dice Sloterdijk–, el gran comuni-cador, el gran ético del discurso en Ale-mania, imbuido de su propio no-fascismo(está demostrado que su lema es: los fas-cistas son siempre los otros), emplee losmedios del modo que se puede ver en estecaso, me da la ocasión de hacer notar cómosu máscara liberal cae cuando se produceel conflicto”.12

Hasta aquí esbozada, a grandes trazos,la polémica Habermas-Sloterdijk. Más alláde la anécdota, el hecho es que ambos pen-sadores defienden ideas de dignidad huma-na distintas. Para Sloterdijk, la dignidadhumana está amenazada por los medios decomunicación social que embrutecen alhombre y por la incapacidad de domesti-car que padecen los maestros, los sabios,los educadores.

El futuro de la natura leza humanaHabermas plantea la cuestión desde otraperspectiva. Se muestra muy cauto y pru-dente respecto al valor que se debe otorgara toda vida humana y, contrariamente a lastesis del autor de Esferas, Habermas defien-de la necesidad de considerar esa vida comoya dotada de dignidad, aunque reconoce que,en sentido estrictamente filosófico, resultasumamente arduo sostener que esa vidahumana emergente deba ser considerada delmismo modo como la vida de un interlocu-tor en la comunidad de diálogo.

“La vida humana –afirma Habermas–goza de ‘dignidad’ y exige ‘honoración’también en sus formas anónimas. La expre-sión ‘dignidad’ se impone porque cubre unespectro semánticamente amplio y con-tiene un eco del concepto de ‘dignidadhumana’ más específico. Las connotacio-nes que lleva implícitas el concepto de‘honor’ surgen todavía más claramente de

la historia de los usos premodernos de éstey también han dejado huellas en la semán-tica de ‘dignidad’, a saber, la connotaciónde un ethos dependiente del estatus social.La dignidad del rey se encarnaba en unestilo de pensar y actuar diferente al de lamujer casada, el soltero, el artesano y el car-nicero. De estas acepciones concretas de unadignidad determinada en cada caso se abs-trae la ‘dignidad humana’ universalizadaque corresponde a la persona como tal”.13

Contrariamente a los autores que ten-dremos ocasión de estudiar en el presentelibro, Jürgen Habermas es partidario deextender el concepto de dignidad tambiéna la vida embrionaria. “La aplicación res-trictiva del concepto de dignidad humana–dice Habermas– deja la protección delembrión, que éste necesita y de la que esdigno, en manos de una ponderación debienes que abre una ancha rendija a la ins-trumentalización de la vida humana y ala socavación del sentido categórico de laexigencias morales”.14 Admite, sin embar-go, que “desde un punto de vista filosófi-co, no es obligado en absoluto hacer exten-sivo el argumento de la dignidad humanaa la vida humana ‘desde el comienzo’”.15

Esta adscripción de dignidad a la vidaembrionaria se argumenta a posteriori, apartir de las consecuencias que puede con-llevar el perder de vista esta dignidad. Aun-que esa vida emergente no puede ser con-siderada como un “interlocutor válido” enla comunidad de diálogo que constituyela sociedad abierta y democrática, se debeguardar respeto hacia esa forma de vida.Habermas admite que esta tesis es difícilde sostener filosóficamente, pues de hechono está nada claro que la vida humanaemergente pueda ser tratada, a su juicio,como un sujeto de derechos: “El derechode los padres a determinar las caracterís-ticas genéticas –dice Habermas– sólo podríacolidir con el derecho fundamental de otro,si el embrión in vitro ya fuera ‘otro’ al quecorrespondieran derechos fundamentalesabsolutamente válidos”.16

Habermas se pregunta en el últimopárrafo de su libro: “El primer ser huma-no que fije a su gusto el ser así de otro serhumano, ¿no tendrá también que destruiraquellas libertades que, siendo las mis-mas para todos los iguales, aseguran ladiversidad de éstos?”17 Habermas teme quela aplicación indiscriminada de las técni-cas de manipulación genética tenga comoconsecuencia una vulneración de la digni-dad de la vida humana emergente y de sulibertad potencial.

En este punto, Habermas coincide conla perspectiva ética de Hans Jonas, aunquedesde otro paradigma de análisis. Desde la

20

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 21: Sobre La Naturaleza Humana

idea de responsabilidad que esboza el filó-sofo judío, se debe velar por los interesesde las generaciones venideras y ello signi-fica que se tiene que respetar la naturale-za humana y tratarla siempre como un finy jamás únicamente como un instrumen-to.18 Por todo ello, la postura prudente yresponsable de Jürgen Habermas nos pare-ce mucho más enjuiciada que la perspec-tiva de Sloterdijk, que, a pesar de la recep-ción mediática que ha tenido, nos da laimpresión de que es sumamente temeraria.

Francesc Torralba Roselló

Notas1. Véanse las siguientes obras: Teoría de

la acción comunicativa, Taurus, Madrid,1987; La constelación posnacional, Pai-dós, Barcelona, 2000; Textos y contex-tos, Ariel, Barcelona, 1996; La cienciay la tecnología como ideología, Alianza,Madrid, 1980.

2. Para una buena síntesis de la citada polé-mica, ver: D. NATAL, Sloterdijk versusHabermas. Humanismo, patria y meta-física, en Estudio Agustiniano XXXVI/2(2001), pp. 347-375.

3. P. SLOTERDIJK, Normas para el par-que humano, Siruela, Madrid, 2000, p.72, nota 18.

4. Normas para el parque humano, p. 83.5. T. ASSHEUER, El proyecto Zaratus-

tra. El filósofo Peter Sloterdijk reclamauna revisión genético-técnica de lahumanidad, en Revista de Occidente228 (2000), pp. 80-81.

6. El proyecto Zaratustra, p. 85.7. Normas para el parque humano, p. 4.8. E. TUGENDHAT, No hay genes para

la moral, en Revista de Occidente 288(2000), pp. 101-107.

9. No hay genes para la moral, p. 107.10. P. SLOTERDIJK, La teoría crítica

ha muerto, en Revista de Occidente 288(2000), pp. 90-110.

11. La teoría crítica ha muerto, p. 94.12. Ibidem, p. 98.13. J. HABERMAS, El futuro de la natu-

raleza humana, Paidós, Barcelona,2002, pp. 55-56.

14. El futuro de la naturaleza humana, p.56.

15. Ibidem, p. 103.16. Ibidem, p. 101.17. Ibidem, p. 146.18. Cf. H. JONAS, El principio de respon-

sabilidad, Herder, Barcelona, 1995.

21

VE

RS

IÓN

ES

PA

ÑO

LA

Page 22: Sobre La Naturaleza Humana

Sobre la naturalesa humana Juan Luis Arsuaga, Jaume Bertranpetit, Camilo JoséCela Conde, Ignacio Martínez, Jesús Mosterín, J . L. Ol ler-Ariño, Salvador Pániker, Francesc Torralba

n e x u sFundacióCaixaCatalunya

Revistasemestralde cultura

Arts plàstiques,lletres, música,ciència

Núm. 33desembre2004

33

NEXU

S DESEM

BRE 2004 FUN

DA

CIÓ

CA

IXA C

ATALU

NYA

33