Sobre arte, silencio y politica

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Sobre arte, silencio y política. A propósito de la obra de Rogelio López Cuenca, Javier Peñafiel, Elo Vega y José Luis Bongore Lynda Avendaño Santana En el actual contexto sociopolítico, nos encontramos frente a la incapacidad de los Estados de ser verdaderamente autocríticos respecto a la crisis económica actual; a pesar de ello, el 15-M mostró que la inestabilidad inherente a la realidad puede ser una oportunidad para buscar mecanismos para establecer las bases de unas prácticas adecuadas de transformación social. Así, el 15-M, al tener un alcance político y social, nos hizo volver al concepto de revolución, como búsqueda de la modificación del orden establecido, del Estado y de la sociedad 1 . En todo ello, vemos la comprensión de un grupo de gente común -de una multitud humana, que ha decidido compartir idénticas premisas, abandonando con ello prioritariamente su yo y su individualidad, su afán competitivo para alcanzar lugares privilegiados-, que comprende, como Marx y Engels sostenían, que en la actividad revolucionaria coinciden la transformación de uno mismo con la transformación de las circunstancias 2 . El 15-M y las revoluciones en el mundo árabe han infringido una profunda fisura en el código de la postmodernidad, en la fase de la sociedad de consumo cool o era del vacío 3 , dándose en el caso del 15-M una estratagema contra el individualismo, estadio propio de las sociedades democráticas avanzadas, por el propio surgimiento del movimiento y sus enunciados tal cual: “¡Democracia Real Ya!”. Instancia que se mueve a ritmo de la autogestión colectiva, de la capacidad de resistencia física de los acampados -en su mayoría personas anónimas- de su organización, y por tanto, de la capacidad de soñar juntos para oponerse a la resolución de la crisis económica que apela a fórmulas demasiado similares a 1 Max Stirner, El único y su propiedad Barcelona, Editorial Labor, 1974, p. 213. 2 Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, Buenos Aires, Ediciones Pueblos Unidos, 1985. 3 Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 1986.

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En el actual contexto sociopolítico, nos encontramos frente a la incapacidad de los Estados de ser verdaderamente autocríticos respecto a la crisis económica actual; a pesar de ello, el 15-M mostró que la inestabilidad inherente a la realidad puede ser una oportunidad para buscar mecanismos para establecer las bases de unas prácticas adecuadas de transformación social.

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Sobre arte, silencio y política. A propósito de la obra de Rogelio

López Cuenca, Javier Peñafiel, Elo Vega y José Luis Bongore

Lynda Avendaño Santana

En el actual contexto sociopolítico, nos encontramos frente a la incapacidad de los Estados

de ser verdaderamente autocríticos respecto a la crisis económica actual; a pesar de ello, el

15-M mostró que la inestabilidad inherente a la realidad puede ser una oportunidad para

buscar mecanismos para establecer las bases de unas prácticas adecuadas de transformación

social. Así, el 15-M, al tener un alcance político y social, nos hizo volver al concepto de

revolución, como búsqueda de la modificación del orden establecido, del Estado y de la

sociedad1. En todo ello, vemos la comprensión de un grupo de gente común -de una

multitud humana, que ha decidido compartir idénticas premisas, abandonando con ello

prioritariamente su yo y su individualidad, su afán competitivo para alcanzar lugares

privilegiados-, que comprende, como Marx y Engels sostenían, que en la actividad

revolucionaria coinciden la transformación de uno mismo con la transformación de las

circunstancias2.

El 15-M y las revoluciones en el mundo árabe han infringido una profunda fisura en el

código de la postmodernidad, en la fase de la sociedad de consumo cool o era del vacío3,

dándose en el caso del 15-M una estratagema contra el individualismo, estadio propio de

las sociedades democráticas avanzadas, por el propio surgimiento del movimiento y sus

enunciados tal cual: “¡Democracia Real Ya!”. Instancia que se mueve a ritmo de la

autogestión colectiva, de la capacidad de resistencia física de los acampados -en su mayoría

personas anónimas- de su organización, y por tanto, de la capacidad de soñar juntos para

oponerse a la resolución de la crisis económica que apela a fórmulas demasiado similares a 1 Max Stirner, El único y su propiedad Barcelona, Editorial Labor, 1974, p. 213. 2 Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, Buenos Aires, Ediciones Pueblos Unidos, 1985. 3 Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Barcelona, Anagrama, 1986.

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los preceptos que la han provocado. Por ello, han generado ideas alternativas para crear una

democracia sustentada en una sociedad más justa, en cuyo seno no se albergue la idea que

sustenta el liberalismo económico; esa idea que las sociedades tendrán la posibilidad crecer

de manera ilimitada, como ocurrió en el denominado Primer Mundo en la época del

colonialismo con la explotación desmedida del hombre por el hombre.

En el caso de la revolución egipcia -como en general de la primavera árabe- se ha

producido un “efecto sorpresa”, un shock en aquel Occidente que, en tanto imperio, ha

justificado sus intereses económicos en Oriente a través de una voluntad de dominio

mundial; que ha querido imponer modos de vida “civilizados” a pueblos considerados

inferiores, aplicando un intervencionismo sustentado en posturas reduccionistas, en

estereotipos despectivos mediante los cuales ha pretendido justificar un sentido civilizatorio

marcado por la imposición de un determinado orden, materializado en escalas de valores,

rangos y jerarquías en todo los ámbitos posibles, siendo su sello la promoción de una cifra

cultural -la occidental- que se muestra como senda a seguir, como verdad que debe ser

profesada. El afianzamiento de tal cifra ha promovido, como sabemos, un tipo de sistema

de libre mercado que no respeta los códigos locales, y que muestra a los pueblos de Oriente

como zafios, los cuales deben ser educados -y castigados cuando corresponda-, sin ver

jamás la riqueza ni las complejidades socioculturales que los hacen ser fuertes.

La revolución egipcia se ha constituido en factor sorpresa para un Occidente que, como

plantea la obra de Rogelio López Cuenca -hablaremos con detalle de ésta más adelante-, es

temeroso del otro, y por ello ve con extrañeza que esos pueblos puedan defender su propia

visión de lo que son y de lo que quieren ser. Un Occidente que aplaude los cambios, pero

que velará a toda costa para que las consecuencias no afecten sus intereses, en esa extensa

área que fue tanto tiempo colonia de Europa.

En los acontecimientos citados, los cambios de paradigma han ido de la mano de Internet -

que EE.UU y la UE intentan controlar4 con fines económicos y políticos y militares- al ser

utilizado como “herramienta” política por los internautas y por las redes sociales; de esta

manera se ha convertido en un factor determinante en la organización de las multitudes, las

4 Revísense los postulados de las directrices sobre derecho de autor emitidos por la Comisión Europea de Derechos de Autor y las leyes nacionales europeas que se rigen por tales normas.

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cuales, en cierta manera, se han “reconquistado” a sí mismas adquiriendo la experiencia

sensible de un cuerpo, de un espacio propio, disponiéndose en una magnitud capaz de

confluir y actuar, de ser escuchadas hasta en el silencio, transformando con ello sus inertes

rutinas en intensidades revolucionarias no unívocas. Se puede decir que Internet, por

primera vez ha sido utilizado masivamente para transmitir discursos ajenos al poder formal,

resquebrajándose con ello uno de los patrones propios de la sociedad del espectáculo,

donde los mecanismos tecnológicos son filtros deformatorios que únicamente ofrecen

diversión a las audiencias masivas.

Así pues, lo sucedido en la Puerta de Sol, en la plaza de Cataluña de Barcelona, en plaza

del Ayuntamiento de Valencia, y en otros tantos lugares -casi todos ellos plazas públicas5-,

ha tenido consecuencias inmediatas que retoman la senda de instancias positivas como la de

la Comuna de Paris -donde el proletariado supo cumplir con las tareas democráticas que la

burguesía en ese entonces sólo podía proclamar6-, al poner en escena la importancia del

tiempo subjetivo, rescatando desde la cultura popular las prácticas solidarias78para liberar a

la equidad del sino de la muerte8, y con ello a la democracia que había sido reducida a un

constructo monolítico cuya existencia sólo es posible desde procesos regulados, elecciones,

parlamentos, Estados, que habían olvidado escuchar a los ciudadanos que reclaman que

abandone su condición de estructura sucedánea para ser, sobretodo, pluralidad fuera del

alcance de cualquier mirada totalizadora, como la del poder mediático o el poder

convencional, que como Narciso, vive subyugado por sí mismo en su cápsula de cristal9.

En este nuevo contexto de cambios, que también trae aparejado el acceso al poder de

políticas conservadoras en casi toda Europa, cabe preguntarse: ¿qué papel está cumpliendo

el arte actual?

5 La plaza ha sido el lugar consagrado históricamente para las reuniones sociales y las juntas de carácter político; la plaza -hasta el 15-M- había perdido esta segunda característica. Actualmente el movimiento 15 M ha despoblado las plazas y la protesta ha comenzado a filtrarse hacia comunidades y barrios y no sólo de España sino en los distinto lugares del mundo entero donde viven Españoles. Asimismo su accionar se ha replicado en diversos países donde muchas personas han visto la posibilidad de replicar lo realizado por este grupo. 6 Karl Marx, Friedrich Engels, y Vladimir I. Lenin, La Comuna de París, Madrid, Akal, 2010, p. 99. 7 Michel de Certeau, Luce Giard y Pierre Mayol, La invención de lo cotidiano 2. Habitar, cocinar, México, Universidad Iberoamericana, 1999, p. 44. 8 Michel Serres, Atlas, Madrid, Cátedra, 1995, p. 36. 9 Gilles Lipovestsky, Op. cit., p. 33.

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Ante la sobreabundancia visual de Occidente, a primera vista pareciera que el lenguaje del

arte sigue encadenado al mundo soft que promueve el mercado; sin embargo, bajo esa

apariencia muchos artistas visuales han sido capaces de crear un lenguaje instituyente y

militante, en la medida en que ellos no han obviado el paisaje político contingente, y han

ido más allá de la eventualidad misma a través de miradas comprometidas, de formas

lúcidas e imaginativas de hacer y encarar lo real mediante vías no habituales, configurando

prácticas que convocan discursos, las cuales, en su estructura más íntima rebasan y se

escapan a las concepciones usuales de entender lo político. Esto ocurre en las propuestas

artísticas de Rogelio López Cuenca, Javier Peñafiel, Elo Vega y José Luis Bongore.

Así lo vemos en el caso de Rogelio López Cuenca (Nerja, Málaga, 1959), con obras como

Canto VI, video monocanal, 6 minutos, 2005, donde el artista divide el espacio visual en

dos cuadros que se unen inicialmente con la frase publicitaria: a feel the element of life

again; constructo escritural que en su gozosa invitación, en su aparente inocencia, delata en

el transcurrir de las imágenes la cara y la cruz de las relaciones entre el mundo árabe y

Occidente.

En Canto VI, al son de una típica música árabe que incesantemente sonará a lo largo del

video hasta adherirse a nuestros tímpanos, el artista, por una parte, muestra imágenes

extraídas de la publicidad dirigida a occidentales europeos blancos que desean conocer el

mundo oriental, dando cuenta de parajes paradisiacos, al tiempo que incluye imágenes en

las que aparecen chicos y chicas guapas, tanto árabes como occidentales, disfrutando de las

aguas (marítimas y de perfumes alusivos a la sensación refrescante y libre del mar) de un

África que en la publicidad omite sin ningún resquemor la mirada explícita a la tragedia de

aquellos que buscan por todos los medios acceder a mejores condiciones de vida en Europa

-que usurpa sus bienes locales, a través de un mercado capitalista, que no retribuye el valor

de los productos que se extraen de él-, y para ello se arriesgan a cruzar la frontera marítima

que separa dicho continente del africano, aún a costa de sus propias vidas, como nos

muestran los cuerpos inertes que yacen en la arena y en las aguas transfronterizas que se

ven en el video.

Así, las lisas y bellas imágenes que nos enseña el artista en el recuadro izquierdo, las que

no poseen pliegue alguno, sólo nos hablan de un Oriente exótico -el de Gustave Flaubert y

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otros autores franceses de fines del XIX-, ocultando con ello el drama que impone la

realidad contemporánea, donde el sistema de mercado, unido a políticas gubernamentales

como las europeas y la estadounidense, imponen en el ámbito de las migraciones el cierre

de las fronteras, sobre todo a partir del 11-S. y el 11-M. Véase también lo que ha pasado

hace un tiempo en el Estado de Arizona, donde se ha producido un endurecimiento de las

leyes migratorias a través de la ley SB1070 de marcado tono racista, o la reforma que

piensa implementar la UE al tratado Schengen, el cual busca limitar la libre circulación de

personas por Europa si un país no puede controlar sus fronteras en razón del “exceso de

inmigrantes”, como ocurrió en Lampedusa después de las crisis políticas en Libia y Túnez.

Rogelio López Cuenca, al final de su video incluye una frase del Canto VI de la Odisea:

For the strangers and beggars are under Zeus protection; frase que leemos con decepción

al darnos cuenta de que el enunciado es sólo una ficción como Zeus mismo, quien al

parecer sólo protege a un tipo de extranjero: el occidental que se toma unas vacaciones

paradisíacas en Oriente. Para el africano pobre, subyugado por el desalmado capitalismo

impuesto en complicidad con los Estados locales, el agua, el mar, el Estrecho de Gibraltar

pueden ser su muerte; y si logra traspasar dicho límite deberá zafarse de las patrullas y

superar las rejas ubicadas en la frontera -que se nos muestran en la toma final- para obtener

una precaria salvación, un amparo, a costa de sacrificios indescriptibles. Ante ello, nos

asalta la pregunta sobre los alcances éticos que poseen las leyes migratorias y su

implicación en los derechos humanos; en este sentido, podemos decir que el respeto de esos

mismos derechos siempre se ve mediatizado por dichas leyes migratorias, las cuales

plantean una resistencia a un otro, que siempre seguirá siendo otro, no pudiendo ser de

distinta manera; pues es en ello donde radica el potencial de ese otro como persona; es aquí

donde radica su valía humana, como lo indica Derrida1.

Y ese otro tiene rostro, un rostro alejado del que nos muestran las artificiosas imágenes de

la publicidad; y ese rostro, nos dice Lévinas, según la tradición judaica significa respeto2:

por eso es la ética -tal como nos recuerda Derrida- el factor que debe eliminar todo tipo de

1 Entrevista de Darío Yancán a Jaques Derrida, “El principio de la hospitalidad”, en línea: http://reconstruyendoelpensamiento.blogspot.com/2007/09/el-principio-de-hospitalidad 2 Emmanuel Lévinas, “Morir por…” en: Entre Nosotros. Ensayos para pensar en otro, Valencia, Pre-Textos, 2001, p. 239.

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violencia que consista en reprimir el rostro, en ignorarlo, o en reducir el respeto hacia él3.

Además de ello, en Canto VI se nos propone cuestiones como el hecho de que en la

actualidad circulan con mayor libertad las divisas que las personas. Y precisamente eso nos

lleva a preguntarnos: ¿qué lleva a que la propiedad y la mercancía tengan más valor que un

ser humano que necesita acceder a “un mundo mejor” cruzando un paso fronterizo?, ¿por

qué mantenemos mecanismos que anulan tan cruelmente al otro, que lo niegan una y otra

vez? En cierta manera, la propuesta de López Cuenca hace visible aquello que por estar tan

cerca, tan en la superficie, no logramos ver: sus obras nos ponen en jaque y apelan a un

silencio crítico, poniendo en crisis nuestra pasividad frente a las contradicciones del mundo

actual.

Javier Peñafiel (Zaragoza, 1964), en videos como Mosquito de ensayo, Agenda de

caducidad de los tiempos drásticos, y Monólogo jardín, plaza polifonía, explora los

procesos artísticos desde una visión que se desvincula de los modos convencionales de

afrontar la creación artística contemporánea, para proponer un tipo de práctica que incluye

discursos provenientes del mundo del teatro, de la música experimental y contemporánea, e

incorpora reflexiones conceptuales sobre la acusmática; es decir: “voces de las que no

sabemos mucho de su origen y poco de su procedencia”. Todo ello, como forma de

oponerse a una cultura visual que destierra en gran medida, su propia capacidad como

lenguaje capaz de hablar de los aspectos sensibles y de “silencios otros”, por la aceptación

de un sistema que nos reduce a vivir en espacios rutinarios y consabidos.

La obra de Peñafiel se encuadra en un tipo de expresión artístico-política que rescata

aspectos de la esfera privada, las relaciones con uno mismo, las vinculaciones

interpersonales, y las sujeciones sociales que nos vinculan al mundo. Poniendo en escena la

manera en que somos afectados -y muchas veces destruidos- por el discurso que nos

formatea procedente de un régimen sociopolítico que se ha alejado de los preceptos

democráticos al tener como único centro el mercado.

3 Entrevista de Darío Yancán a Jaques Derrida, op.cit.

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En Agenda de caducidad de los tiempos drásticos, la agenda interpela “al melodrama

sentimental que se genera a partir de la época del capricho institucional”. Aquí el autor

explora una nueva realidad por medio de un acto lúdico que consiste en vincular

sentimientos a tipos de días que el propio artista define, por ejemplo, como “días

impropios”, “días similares”, etc., potenciando con ello el tiempo más allá de su mera

función económica y generando una dimensión espacio-temporal otra que contiene por esa

misma razón características disímiles a las que normalmente vivimos. Así, Peñafiel nos

dice: “en los días impropios, la responsabilidad y la culpa se hacen cargo de todo, quien no

comprende cada proximidad envejece pronto, perfeccionando la muerte”. A partir de ahí, se

puede decir que la agenda crea un contexto nuevo para vivir, un paisaje marcado por la

ironía, y por la invitación a tomarnos menos en serio, y por eso estar más comprometidos

imaginativamente.

Por otra parte, la obra Monólogo jardín, plaza polifonía se inicia partiendo del encuentro

con dos actores -Xavier Lastra y Rita Só- y propone un compendio de sus reacciones tras

diversas lecturas. En el caso de Xavier, se trata de sus dramatizadas reacciones frente a la

escucha de un número exagerado de textos escritos por Peñafiel; y en el caso de Rita, de la

apurada lectura de las notas fuera de contexto de Bioy Casares, Borges y Madame Butterfly.

En todas estas obras opera el lenguaje y la visualidad en la misma medida; encontrándonos

ante una visión crítica, que desconcertada ante los discursos convencionales genera un

alocución que matiza la realidad, dando cabida al sentimiento de sorpresa, a lo precipitado,

a lo inesperado, interrumpiendo así todo pensamiento lineal y continuo, introduciéndose de

manera polémica y juguetona en el tiempo de la subjetividad y la posibilidad de

independencia, y creando señas desde las cuales se niega a aceptar que la acción humana

pueda conformarse con ser tan sólo una variante de la economía de libre mercado.

Por lo que respecta al video Paso Hormiga de Elo Vega (Huelva, 1967) y José Luis

Bongore (Málaga, 1979), la obra se define a partir de las propuestas que de manera

individual han ido desarrollando los artistas. Elo Vega cuestiona clichés y tópicos que se

refieren al universo de la comunidad gitana, como en Gitanos de Papel -proyecto realizado

en conjunto con Rogelio López Cuenca-, o desmantela las visiones sesgadas sobre las

mujeres, deconstruyendo los arquetipos sobre lo femenino impuestos por el mercado. En el

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caso de José Luis Bongore, su exploración se centra en el diálogo sin paternalismos con

culturas diversas -como la de Senegal, Japón, U.S.A., México, o Egipto- para dar cuenta de

las diferencias culturales, sin emitir juicios sobre ellas. En Paso Hormiga, se realiza una

operación frágil en la frontera mexicana entre Tijuana y San Isidro al ser liberadas

hormigas sobre la línea que demarca la diferencia política y cultural entre dos mundos; la

línea este caso, en cuanto trazado absorbe en sí su condición separadora, incorporando un

carácter simbólico concreto, en tanto icono reconocible del límite de fronteras. Y justo ahí,

desde un recipiente plástico -una especie de burbuja, similar a como son nuestros países-

son libertadas un grupo de hormigas las cuales cruzan la frontera en busca de un nuevo

destino. Las hormigas son una especie que al igual que la humana es trabajadora y es capaz

de desarrollar un constructo social complejo, en el que proveer y proporcionar bienestar a la

comunidad resulta vital. El símil entre hormigas y personas se nos presenta

inmediatamente; un símil que trae aparejado toda la realidad que implica las migraciones, y

por extensión los “ilegales”; así, en un gesto sutil, el drama social contemporáneo se nos

aparece. O lo que es lo mismo: en un acto tan aparentemente simple podemos ver un

mundo que está ahí olvidado entre miles de noticias, un mundo que nos reclama tomar

posición ética ante él, pues en él se conjuga la posibilidad de la vida, la muerte, de

concretar o no los sueños que poseen cientos de personas.

Hemos de decir que las obras referidas nos muestran que en la opulencia visual de

Occidente, el lenguaje instituido, convencional, habla por nosotros en tanto sentido

cristalizado de la historia, que imbuido del multitudinario ruido que generan los medios de

comunicación opera aniquilando la “magia del encuentro”, el necesario estar con el otro y

con lo otro; esa realidad que nos toca sensiblemente y que sólo es posible cuando se da una

correspondencia entre el silencio y la expresión. De darse, y por su propia dialéctica, este

encuentro proporciona a toda habla reflexiva -como la que proponen los artistas, los

literatos, y los poetas- la posibilidad de instituirse como poder de diferenciación, como

diálogo entre nosotros y el mundo. Y obviamente, quien articula dicha habla tiene la

posibilidad de plantearse igualmente el silencio como un vacío que es preciso dejar

aparecer para que se produzca la comunicación.

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En este sentido, diremos para concluir que el arte en tanto campo discursivo se ha

habilitado a sí mismo para realizar esa operación otra vinculada a la capacidad de dar lugar

al diálogo en todas sus dimensiones, dejando que surja ese silencio que es vital en el

proceso creativo propio de las prácticas artísticas. Por eso mismo, el silencio también se

presenta en el arte como instancia que des-vela y descubre la insuficiencia de los lenguajes

-comprendidos éstos como reproductores del pensamiento lógico discursivo- y como lo que

se enfrenta con lo absolutamente diferente, siendo preparación para una inflexión dispuesta

más allá del pensamiento tradicional y de los usos habituales, de nuestra manera de

concebir el mundo.

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