Sine nobilitate intro 2
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Sine nobilitate.
Reflexiones en torno a la dimensión moral del mundo masificado.
Julián Hernández Castelano
El camino abierto por José Ortega y Gasset.
Nuestro principal guía en el recorrido que pretendemos hacer es el filósofo español
José Ortega y Gasset, quien hacia las primeras tres décadas del siglo XX hizo un diagnóstico
importante sobre la situación de su tiempo.1 Su diagnóstico —principalmente en La rebelión
de las masas— gira en torno a la toma del poder por parte de las masas, es decir, la rebelión
y posterior dominio de las mayorías, situación que considera problemática porque muchos
aspectos de la vida tienden a masificarse y en un ambiente masificado no se distinguen las
diferencias y no se aceptan seres distintos, superiores, notables y más selectos, lo cual
suprime y rechaza la posibilidad de que sean realmente los mejores los que dirijan a las
grandes masas. Seguramente esto puede suscitar debates pertinentes y reclamos legítimos
sobre las formas de gobierno y de vida de los pueblos. No es el caso ahora detenernos en ello,
pues nos interesa concentrarnos en el análisis de la ocasional propuesta de Ortega y su idea
acerca de lo que representa el hecho de que sean los mejores quienes rijan. Una obra como
La rebelión de las masas suscita siempre una serie de análisis cuyo enfoque suele ser de
índole política; se le estudia tratando de encontrar una propuesta o un programa de acción.
No hay tal. Hay, eso sí una preocupación por señalar lo que ocurre en la circunstancia europea
—y con ella, occidental, por cuanto tiene de vigente el problema de cara a los distintos
pueblos cuyas formas de vida se emparientan con el Occidente europeo—, concretamente la
1 El diagnóstico de su tiempo, así como la exposición de sus hipótesis para dar cuenta de cómo se llegó hasta
ese punto que identifica como problemático, lo expuso a lo largo de toda su obra; pero principalmente en obras
como La rebelión de las masas, España invertebrada, Meditaciones del Quijote, El espectador, La
deshumanización del arte, y algunos de los prólogos escritos para obras de otros autores.
española. Es, en su mayoría, una preocupación antropológica, por el nuevo tipo de hombre
que emerge, el hombre-masa y como consecuencia, la sociedad-masa, con deseos ilimitados,
sin rumbo real como pueblo, etc.
La rebelión de las masas también es la pérdida de autoridad que Europa padece ante
el resto del mundo; lo es también el proceso de desmoralización al que se llega desde hace
ya por lo menos dos siglos —o quizás antes todavía— (tomando en cuenta lo que había ya
transcurrido hasta el tiempo de Ortega); lo es también la posibilidad del fin de la Modernidad,
o al menos su transformación. Hay, por otra parte, según observa nuestro autor, una creencia
de que se ha llegado al culmen de los tiempos, es decir, que los tiempos actuales son los
tiempos mejores y todo tiempo pasado fue un proceso o un antecedente para llegar a la
pretendida plenitud del tiempo actual; y, por lo mismo, hay también una especie de
conciencia carente de tradición e historia, esto es, una especie de desdén por todo lo que
representa la tradición y el legado de los grandes hombres y las culturas de tiempos pasados,
así como un desconocimiento voluntario o involuntario de la historia; y, además, una actitud
de satisfacción ante aquello de lo que se hace uso sin considerar el esfuerzo realizado por
otros. Cabe sin embargo hacer notar que pudiera haber estudiosos y personas conscientes de
lo que representan los tiempos pasados y que, aún así, deriven de sus estudios una convicción
ajena a lo que podría considerarse como grandeza de otros tiempos. Evidentemente nos
referimos aquí a esos muchos otros que, voluntaria o involuntariamente se ven alejados de
todo reconocimiento por lo logrado en generaciones pasadas.
Aborda Ortega también el hecho de las aglomeraciones. Hace una reflexión acerca
del crecimiento demográfico ya crítico en su época y en su continente. Aquello ocurrido en
Europa hace un siglo, en la “periferia” hoy lo padecemos nosotros y sería pertinente la
reflexión al respecto. El lleno en todas partes es una de las características de la rebelión y
ahora de la hegemonía de las masas. Las ciudades —nos comenta Ortega para ilustrar este
hecho— están llenas de gente. Las casas, llenas de inquilinos. Los hoteles, llenos de
huéspedes. Los trenes, llenos de viajeros. Los cafés, llenos de consumidores. Los paseos,
llenos de transeúntes. Las salas de los médicos famosos, llenas de enfermos. Los
espectáculos, como no sean muy extemporáneos, llenos de espectadores. Las playas, llenas
de bañistas. Lo que antes no solía ser problema empieza a serlo casi de continuo: encontrar
sitio.2 Hay un lleno en todas partes y las gentes se sirven de los utensilios y se alimentan de
los jugos de la civilización.3
La subida del nivel histórico y el crecimiento de la vida son también caracteres de la
rebelión de las masas. Desde el momento en que las grandes masas han tenido acceso a toda
clase de actividades o cosas de las que sólo podían gozar antaño las minorías, al hacerse más
fácil el acceso al confort o al acomodo de ciertas cosas, es como si el nivel histórico se
hubiese elevado, pues «el hombre medio —dice Ortega— representa el área sobre que se
mueve la historia de cada época; es en la historia lo que el nivel del mar en la geografía. Si,
pues, el nivel medio se halla hoy donde antes sólo tocaban las aristocracias, quiere decirse
lisa y llanamente que el nivel de la historia ha subido de pronto — tras de largas y
subterráneas preparaciones, pero en su manifestación, de pronto —, de un salto, en una
generación. La vida humana, en totalidad, ha ascendido.»4 Por su parte, el crecimiento de la
vida tiene que ver con un mayor ramillete de posibilidades para realizar tareas o actividades
ante la facilidad con la que se dan las cosas. En ese sentido los avances científicos y
tecnológicos, aunados a la producción masificada, al mercado, a la publicidad y la llamada
“cultura del consumo”, nutren hoy los voraces deseos de las grandes masas.
Otra de las causas que Ortega encuentra de la rebelión de las masas es la
inconveniencia de la adaptación que la educación pretende hacer para dominar las nuevas
técnicas en la modernización, pues considera que:
2 Ortega, op. cit. p. 144.
3 Concretamente en nuestra circunstancia periférica podríamos oponer la prueba clara de que no sufrimos del
espacio como en Europa, o como en España, que es lo que primeramente ve Ortega; sin embargo, tomemos en
cuenta la creciente migración y éxodo que se ha producido para abandonar las grandes extensiones de terreno
en el campo para concentrarse en las ciudades, para aglomerarse en los centros comerciales, para llenar con
automóviles los espacios y las vías, etc., emulando hasta cierto punto infantil o irracionalmente la vida europea,
como si no hubiese ese espacio al que antes nos referimos para vivir más desahogadamente. No es, pues, una
condición similar la nuestra a la europea de los años de Ortega, ¡pero nuestra circunstancia o nuestro tiempo, o
los hombres de nuestro tiempo pareciera que nos hemos esforzado porque así sea, o sufrimos de manera análoga,
si no idéntica, del mismo fenómeno demográfico-cultural!
4 Ortega. op. cit. La rebelión de las masas. p. 153.
En las escuelas, que tanto enorgullecían al pasado siglo, no ha podido hacerse otra cosa que enseñar
a las masas las técnicas de la vida moderna, pero no se ha logrado educarlas. Se les han dado
instrumentos para vivir intensamente, pero no sensibilidad para los grandes deberes históricos; se les
han inoculado atropelladamente el orgullo y el poder de los medios modernos, pero no el espíritu.
Por eso no quieren nada con el espíritu, y las nuevas generaciones se disponen a tomar el mando del
mundo como si el mundo fuese un paraíso sin huellas antiguas, sin problemas tradicionales y
complejos. Y rebosando toda posible sofisticación, nos encontramos con la experiencia de que al
someter la simiente humana al tratamiento de estos dos principios, democracia liberal y técnica, en
un solo siglo se triplica la especie europea.5
El dato estadístico queda ahí manifestado y refiere el problema educativo ante los
cambios suscitados dentro del crecimiento demográfico y de la vida.
Luego comienza Ortega a realizar lo que él mismo llama la disección del hombre-
masa, cuyo diagrama consiste en la libre expansión de sus deseos vitales y la ingratitud hacia
cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia, como si fuese un niño mimado. Es por
ello que «la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos
órdenes de la vida, es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como
organización, sino como naturaleza».6 Sobre el cómo es esto posible y sobre la delimitación
definitiva de estos dos grupos mencionados, se procurará tratar en este trabajo.
Ante todo ello, la hipótesis de Ortega es que la ausencia de la auténtica nobleza ha
sido el efecto de la descomposición derivada de la masificación, pues no sólo considera a
ésta última como el aglutinamiento desmedido, sino también como el poder en manos de las
mayorías carentes de nobleza, de esfuerzo, de exigencia por ser y hacer más de lo que se
puede ser y hacer. Y es preciso hacer notar que no se habla solamente de la masificación
cuantitativamente, sino también cualitativamente. Este análisis de Ortega puede
emparentarse solamente en algunos aspectos con el fenómeno de la globalización que
estamos padeciendo en nuestros días, en otras palabras, podemos decir que hay una
coincidencia entre ciertas situaciones que él señalaba a propósito de la masificación con
determinadas características dentro de lo que puede entenderse como globalización; sin
embargo, es preciso deslindar y delimitar qué características de nuestros tiempos de
5 op. cit. p. 173.
6 op. cit. p. 138.
globalización son las que coinciden con su análisis, pues no todas ellas son comunes a lo
señalado por Ortega y, por otra parte, es preciso adelantar que en gran parte es un equívoco
tomar por cierto todo lo que supuestamente trae consigo la globalización, pues no es válido,
decisivo, ni aplicable a todo lo que hay en nuestro entorno lo que de ella se pregona. Por ello,
una caracterización sobre algunos aspectos de la globalización aclarará hasta qué punto ésta
es la continuación de la rebelión de las masas.
Si consideramos que la rebelión de las masas ha inundado hasta abarcar en nuestros
días los múltiples aspectos de la vida de la sociedad, habremos de analizar cómo es que se ha
llegado a un punto en el que hasta las propias disciplinas o ciencias padecen este desorden.
Es así como reconoceremos hasta qué punto la filosofía se ve envuelta en esta problemática
situación. Así pues, un diagnóstico acerca de la globalización, de la rebelión de las masas y
de cómo la filosofía padece y participa de todo esto, habrá de aclarar los límites y las
actualizaciones pertinentes del discurso y el análisis de Ortega.
Puede identificarse, entonces, que en la obra de Ortega es la falta de nobleza, como
él la entiende y como pretendemos explicarla, el efecto de la rebelión de las masas. La falta
de nobleza también cunde en nuestros tiempos, por ello retomamos el problema para aplicar
el diagnóstico a nuestra circunstancia. Si aceptamos que en nuestros tiempos hay esa misma
rebelión de las masas y, de una forma exagerada, el mismo fenómeno convertido en algunas
características de la globalización, y que la actitud de nobleza se ha ausentado ante la
indiferencia o hasta el desconocimiento por parte de las masas actuales, lo que cabría
preguntarnos y es el punto central del problema, es lo siguiente: ¿Cómo es que se ha llegado
en la actualidad a un punto así, de falta de nobleza, de rebelión exagerada o hegemonía de
las masas? ¿Por qué se han dado las condiciones para que florezcan las ideas propias y la
formas de vida de los hombres-masa? Y aún más concretamente: ¿Hay esta actitud propia
del hombre-masa dentro del ejercicio intelectual? Y si así fuere: ¿Cómo es que se ha pasado
del intelectual noble al intelectual masa?
El itinerario.
Por todo ello, el itinerario a seguir en el presente trabajo será el de lograr describir,
primeramente, la rebelión de las masas, tomando como base la obra de Ortega, ayudándonos
de su diagnóstico, para comenzar a hacer el diagnóstico de nuestros propios días. Para ello
habremos de analizar algunas propiedades de la masificación en el tiempo actual, a la luz de
estudios contemporáneos, procurando mediante esbozos dar cuenta de dichas propiedades y
su relación con el problema que nos ocupa, tales como el proceso demográfico para formarse
una situación de masificación, el paralelismo y el mimetismo de los problemas globales con
los regionales —o viceversa, según sea el caso—, el proceso de homogeneización que
estamos viviendo, es decir, la creciente uniformidad que trae consigo la forma de ser de la
masificación, la influencia de los medios masivos de comunicación sobre las masas, el
problema de la identidad, la moralidad —o inmoralidad— de la sociedad masificada, el
problema de la mutación de valores en nuestros días, la problemática que implica la
democracia contemporánea, el problema de la autoridad y la indocilidad en la sociedad
contemporánea, la caracterización del mundo globalizado con sus limitaciones y equívocos,
etc., todo ello para dar cuenta del cambio sociológico que se ha operado hasta llegar al estado
de cosas principalmente desde el ámbito moral. El acercamiento al problema que nos ocupa
será entonces en la primera parte desde el punto de vista sociológico.
En la siguiente parte —tratando de seguir un esquema deductivo, es decir, de lo
general o externo, hasta lo particular o personal— nos acercaremos al mismo problema, pero
ahora desde el análisis antropológico del mismo, pues tomaremos en cuenta aspectos o
actitudes anómalas, propias de la nueva forma de ser del mundo masificado, tales como: la
mediocridad imperante en muchas de las tareas que ejerce el hombre actual; la indiferencia
con la que se conduce de cara a las situaciones que se le presentan, dejando con ello una
estela de problemas y anomalías para su propia vida y para la de los demás, impidiendo la
mínima convivencia; la ignorancia característica del hombre contemporáneo, lejos de todo
rigor racional elemental; la actitud pueril asumida hasta el punto de restarle seriedad a los
asuntos que lo merecen y trivializando la formalidad hasta caricaturizarlo todo; la exigencia
de derechos sin aportar la corresponsabilidad de sus deberes; la nueva postura que el hombre
tipo de la masificación guarda ante las instituciones otrora rectoras y hoy rechazadas u
olvidadas como la familia, el poder civil, la tradición y la religión, entre otras; todo ello para
tratar de contraponerlo con la vocación esencial del noble, para hacer notar la diferencia y la
necesidad de observar cómo es que, precisamente, la pérdida de nobleza y la ausencia del
sentido humano para las consideraciones morales, es decir, de la auto observancia de sus
actitudes y su conducta y sobre todo, el anhelo por lograr la excelencia, han cambiado el
orden antropológico y social de nuestro mundo, de nuestros tiempos, en un proceso de
declive, precisamente moral, tal como trataremos de explicarlo.
Y la última parte del trabajo será la de aplicar el problema moral de la pérdida de la
nobleza en el ámbito de la labor intelectual, para tratar de responder a las preguntas antes
planteadas, es decir, si el hombre de la masificación puede ser educado, entendiendo que la
educación como tal exige el esfuerzo para lograr la excelencia, que para ser este tipo de
hombre no se requiere la educación, sino el acomodo y que el esfuerzo y la excelencia en la
educación forman al noble. También, si dicho hombre puede llegar a ser un auténtico
intelectual, puesto que podríamos identificar ciertas virtudes similares y compañeras de la
nobleza en los grandes pensadores conocidos. Nos acercaremos al problema de cómo se ha
perdido la nobleza en la labor intelectual. Asimismo, se intentará responder a la pregunta de
qué tipo de filosofía o de labor intelectual puede hacer este hombre tipo de la masificación,
para identificar brevemente la situación de la práctica intelectual actual en nuestro ámbito y
emitir algunas notas acerca del porvenir de la misma. Será importante tener en cuenta cómo
es que el equívoco de la palabra “cultura” ha hecho degenerar la labor intelectiva de nuestros
días, entre otras cosas que históricamente —desde el punto de vista del pensamiento, de las
ideas, y de la propia historia “política”, “social” o “civil”— han contribuido al cambio de
esquemas conceptuales para suplantar e implantar el enfoque nuevo sobre muchas cuestiones
actuales, provocando una especie de miopía intelectual —sino es que una paralización— del
mismo ámbito. Se ofrecerá como contrapunto la otrora función de los clérigos —a los que
debiera considerárseles como los verdaderos intelectuales— para establecer los retos de
quienes pudiesen pretender convertirse en verdaderos intelectuales o clérigos y, desde luego,
para deducir retos de la labor intelectual.