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CRITICA DE LIBROS Sin pies ni cabeza Por JUAN SALCEDO 1. De nuevo, Bouthoul Un viejo dicho sobre el carácter na- cional acostumbra a señalar cómo el español es un ser que «desprecia cuan- to ignora». En los últimos años, sin embargo, este desprecio ignorante ha- bía sido sustituido, entre muchos in- telectuales, por el papanatismo igno- rante. Papanatismo caracterizado por la desmesurada adoración de algunas realizaciones foráneas, fundamental- mente de origen anglosajón, germáni- co o incluso francés. De Francia nos ha llegado hace po- co un ejemplo de cartesianismo vacuo, autoalabanza, malquehacer sociológi- co y peor divulgación. Y todo ello, de la mano de un autor alabado por unos y otros como ejemplo de paci- fistas y racionalizador de algunos as- pectos violentos de la vida social: Gastón Bouthoul x . Los no expertos en temas de socio- logía militar, entre los cuales me cuen- to, teníamos hasta hace poco una idea vaga, pero lejanamente favorable, del sociólogo Bouthoul, como uno de los 1 Gastón BOUTHOUL, Historia de la So- ciología, Barcelona: OIKOS-TAU, 1979 (1. a edición francesa de 1979). fundadores de la Polemología. Con esa palabra, Bouthoul quería concep- tualizar los estudios sociológicos so- bre temas militares, sobre la guerra, desde una perspectiva no-belicista, considerando la guerra como un he- cho social, en el sentido de Durk- heim, que podía ser objeto de un tra- tamiento científico (el método de «ob- jetividad decreciente»). Sin embargo, esa vaga y favorable imagen queda severamente dañada después de su reciente obra Historia de la Sociología, publicada al alimón en Francia y España dentro de la co- lección ¿Qué sé? Como es sabido, los libros de esa colección tienen una fun- ción divulgadora de temas de interés general entre un público formado por universitarios, profesionales, estudio- sos y curiosos de cultura media y su- perior. Precisamente por ello, la res- ponsabilidad del divulgador es gran- de, ya que no tratará de convencer de nada a su público, sino de formar e informar al lector acerca de cuál haya sido el desarrollo de nuestra dis- ciplina. Pues bien, que pierda toda esperanza el curioso buscón que caiga en la trampa de intentar descifrar la historia sociológica a través del libro 11/80 pp. 129-145

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CRITICA DE LIBROS

Sin pies ni cabeza

Por JUAN SALCEDO

1. De nuevo, Bouthoul

Un viejo dicho sobre el carácter na-cional acostumbra a señalar cómo elespañol es un ser que «desprecia cuan-to ignora». En los últimos años, sinembargo, este desprecio ignorante ha-bía sido sustituido, entre muchos in-telectuales, por el papanatismo igno-rante. Papanatismo caracterizado porla desmesurada adoración de algunasrealizaciones foráneas, fundamental-mente de origen anglosajón, germáni-co o incluso francés.

De Francia nos ha llegado hace po-co un ejemplo de cartesianismo vacuo,autoalabanza, malquehacer sociológi-co y peor divulgación. Y todo ello,de la mano de un autor alabado porunos y otros como ejemplo de paci-fistas y racionalizador de algunos as-pectos violentos de la vida social:Gastón Bouthoulx.

Los no expertos en temas de socio-logía militar, entre los cuales me cuen-to, teníamos hasta hace poco una ideavaga, pero lejanamente favorable, delsociólogo Bouthoul, como uno de los

1 Gastón BOUTHOUL, Historia de la So-ciología, Barcelona: OIKOS-TAU, 1979(1.a edición francesa de 1979).

fundadores de la Polemología. Conesa palabra, Bouthoul quería concep-tualizar los estudios sociológicos so-bre temas militares, sobre la guerra,desde una perspectiva no-belicista,considerando la guerra como un he-cho social, en el sentido de Durk-heim, que podía ser objeto de un tra-tamiento científico (el método de «ob-jetividad decreciente»).

Sin embargo, esa vaga y favorableimagen queda severamente dañadadespués de su reciente obra Historiade la Sociología, publicada al alimónen Francia y España dentro de la co-lección ¿Qué sé? Como es sabido, loslibros de esa colección tienen una fun-ción divulgadora de temas de interésgeneral entre un público formado poruniversitarios, profesionales, estudio-sos y curiosos de cultura media y su-perior. Precisamente por ello, la res-ponsabilidad del divulgador es gran-de, ya que no tratará de convencerde nada a su público, sino de formare informar al lector acerca de cuálhaya sido el desarrollo de nuestra dis-ciplina. Pues bien, que pierda todaesperanza el curioso buscón que caigaen la trampa de intentar descifrar lahistoria sociológica a través del libro

11/80 pp. 129-145

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que comento; más le valdría dedicar-se a otros menesteres más productivoso piadosos, porque desde luego la con-fusión será grande. Pero, vayamospor partes.

2. La apoteosis del«pansociologismo »

El primer grave error de Bouthoules el de asumir que todas las cons-trucciones sociales que la humanidadha hecho en su época literata son «so-ciologías». Con esa gratuita, equivo-cada y equivocadora idea, escribenuestro prohombre nada menos que64 páginas de un librillo de 143. Enesas páginas desfilan, en cronológicaprocesión, «sociólogos» tan destaca-dos como Herodoto, los Sofistas, Pla-tón, Aristóteles, Tucídides, Tácito,César, San Pablo, San Agustín, SantoTomás, Ibn Jaldún, Maquiavelo, Des-cartes, Vico, Locke, Tomás Moro,Campanella, Hobbes, Spinoza, AdamSmith, Condorcet, Kant, Rousseau yMontesquieu. Brillante comparsa deun no menos brillante cortejo forma-do por el resto de los pensadores queen el mundo han sido.

Paréceme lo anterior como una ma-nifestación sin precedentes del llama-do «mal francés», que no es sino laaplicación masiva de la máxima si-guiente: «si originales ser no pode-mos, desbarremos». Y desbarrar (lemal f raneáis) es lo que hace el buenode don Gastón. Y para ello utili-za una metodología basada en lo queél llama pomposamente la «sociolo-gía implícita» fundamentada (en dosrenglones ramplones) en la «ideologíaparasociológica», contenida en los tex-tos de los clásicos ya citados. Y esque la idea de las lecturas «symptó-males» de Althusser, ha hecho un fla-

co favor a la reinterpretación de losclásicos.

Esta especie de pansociologismo,del que ya nos creíamos liberados esel Pecado Capital, con mayúsculas,de la obra de Bouthoul. La apoteosisditirámbica de la sociología frente ala teología, la teosofía, la filosofía y,sobre todo, la filosofía social. ¿Quémás podría pedir Comte? El proble-ma, sin embargo, empieza ahora. Sitodo es sociología (si bien «implíci-ta»), hasta el siglo xvm, ¿cómo sis-tematizarla?, ¿cómo comprimir todoen 64 páginas? El resultado sería me-ramente pobre, de no ser por su ram-plonería, su fragilidad y su superficia-lidad. Y un sociólogo de la talla deBouthoul no debería nunca habersepermitido el desliz de «dilettare» enun campo que parece no ser el suyo:la sociología teórica. Después de losexcelentes textos que existen, comola vieja gloria de Sabine, no se pue-de publicar algo tan inferior; y me-nos aún desde esa perspectiva pan-sociologista que ya he denunciado.

3. La objetividad decreciente, losdiplodocus y el Sr. Bouthoul

El autor objeto de mis críticas pro-sigue luego con los dos siglos restan-tes (el xix y el xx). Sólo destacarque Timasheff lo hizo mejor. Perono me voy a meter con lo que dicede los sociólogos que cita —funda-mentalmente franceses— ( C o m t e ,Saint-Simón, Gobineau (!), Le Bras,Tarde, etc.) ni con lo que no dice delos sociólogos que no cita —funda-mentalmente del resto del mundo—(Max Weber no existe, según Bou-thoul; ni siquiera como sociólogo dela religión. Tampoco existen Parsons,ni Gurvich, ni los «francfúrdanos»,

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etcétera). Lo verdaderamente chocan-te es su definición del «método de laobjetividad decreciente» como el fun-damental en sociología empírica. Porsupuesto que cualquier posición es lí-cita, lo que pasa es que en este casosu toma de posición va incluida en uncontexto del que parece deducirse unaextrema confusión entre el método ylas técnicas de investigación. Me re-sisto a pensar que un sociólogo comoGastón Bouthoul caiga en ese confu-sionismo, pero esa confusión parecededucirse del texto aunque, sin duda,hay que pasar buena parte de culpa auna traducción no demasiado brillante.

En último término, Bouthoul ha-ce algunas someras referencias a laguerra como objeto de estudio de lapolemología. Quizá sea lo más váli-do de toda la obra, aunque el escaso

espacio dedicado a la misma, le res-te valor divulgador. Como broche fi-nal, nuestro autor hace una referenciadesdichada comparando a la especiehumana con un diplodocus; muchovolumen corporal y escaso cerebro.Lo peor del caso es que, a la vistadel libro en su conjunto, el argumen-to comparativo del dinosaurio parecevolverse contra quien lo utiliza.

Sólo unas palabras para terminaresta crítica, que no merece más aten-ción. El libro es malo sin paliativos.No cumple las funciones divulgadoraspara las que fue escrito. Induce a laconfusión del lector no versado, y aldesconcierto al profesional. Nos con-duce, en definitiva, a esa especie depansociologismo a la francesa carte-siano y démodé que creíamos extin-guido ya para siempre.

LUCIANO GALLINO

Conceptos y sociología. Dizionario di Sociología

(Turín, Italia: Unione Tipografico-Editrice Torinese, 1978, 820 pp.)

Cuando Alfred Vierkardt publicópor primera vez su «Handworterbuchder Soziologie», en 1931, el sucesofue percibido por muchos, como laseñal del advenimiento de la era dela disciplina, de su éxito final, comointento aceptado, efectivamente nece-sario y válido, dentro de la cienciasocial moderna. Actualmente, despuésde medio siglo, la proliferación dediccionarios, vocabularios, glosarios yenciclopedias de sociología es tal, quecualquier observador se ve obligadoa sospechar que existen más de losque se necesitan para acumular una

madurez que permita la codificación,sistematización y unas definicionesfirmemente aceptadas. Sin embargo,la abundancia de diccionarios socio-lógicos puede concebirse, como unsíndrome de lo contrario, como lamanifestación de una ansiedad gene-ralizada acerca de la naturaleza deuna disciplina que está demasiado di-vidida, y de una comunidad de eru-ditos demasiado fragmentada en es-cuelas y «perspectivas» incompatibles.Aunque, desde luego, ambas cosasson ciertas, la mayoría de nuestrosdiccionarios —grandes y pequeños—,

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están confeccionados de tal formaque obligan al lector a confirmar sutemor acerca de que se está entrandoen una casa dividida, consiguiéndose,por tanto, lo contrario de lo que susa u t o r e s pretendían originalmente.Transmitir las dificultades y deficien-cias de la sociología sin separarlo desus éxitos a menudo considerables;demostrar cómo el pluralismo meto-dológico y teórico es, en este campo,una condición necesaria para el avan-ce; probar que algunas polémicas sonfructíferas y que hacen perfectamen-te posible el avance de la más delicadade las ciencias sociales: son todas ta-reas difíciles. Sin embargo, ésta es latarea específica de los libros de inven-tario, tales como los diccionarios ylas historias de la sociología.

Sin embargo, algunos diccionarioshan evitado hábilmente los riesgos de-rivados de un ligero intento de ex-posición sustancial y del análisis delos temas y nociones en juego, pre-sentando definiciones simples, cortasy a menudo lacónicas, a la maneraestablecida por Fairchild en los años50 y continuada por Theordorsons afinales de los 60. Otros, a los queamablemente no citaremos aquí, hanelegido dar mucha más información,mientras escondían los problemas aque se enfrenta el progreso de la dis-ciplina bajo una gran exposición tipo-gráfica y una masa de ilustraciones,cuyos criterios de selección son par-ciales u oscuros, o ambas cosas a lavez. Sin embargo, ha aparecido unatercera categoría que ha logrado com-binar el rigor conceptual con una ex-posición clara de las materias, teoríasy aproximaciones, con cierto éxito.Este fue el caso de la «Soziologie» deRene Kónig, en 1958, editada direc-tamente como un libro de bolsillo,fue también el signo de la populari-

dad de la disciplina recientementecreada en Europa. Desde luego, éstetambién fue el caso del «Dictionary ofthe Social Sciences» de la UNESCO,de Kolb y Gould, en 1964, una obracuya puesta al día y reedición revi-sada todos agradeceríamos. Estos tra-bajos excepcionales alcanzaron su ca-lidad debido al criterio lúcido de suseditores y su habilidad para manejarcon firmeza a tantos autores disparesy sin duda idiosincráticos. Esta últimacaracterística es la que uno desearíaencontrar en el «Diccionario de lasciencias sociales» de la UNESCO enespañol, publicado por fin en 1975.La muerte prematura de su primereditor, Enrique Gómez Arboleya, de-mostró ser un contratiempo conside-rable para su elaboración. Contiene,sin embargo, un número importantede entradas muy buenas y originales.

Los diccionarios que se incluyendentro de esta última categoría tien-den, sin embargo, a esforzarse colec-tivamente. Al igual que en filosofíason raros los buenos diccionarios, am-plios y consistentes, de autores aisla-dos, como el «Diccionario de filoso-fía», de Ferrater. Los autores queacometen la tarea en solitario pre-fieren seguir el ejemplo del conocido«Dictionnaire» filosófico de Lalande,por ejemplo, para concentrarse sobrelo conceptual y etimológico y obli-garse a establecer conjuntos de signi-ficados básicos, así como a exponerreferencias clave para aquellos lecto-res que lo solicitasen.

El modestamente titulado «Voca-bulaire des sciences sociales», de PaulFoulqués, publicado en 1978, es unode esos esfuerzos lexicográficos conéxito.

El «Dizionario di sociologia», deLuciano Gallino, también debe serencuadrado dentro del campo «con-

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ceptual». Su autor, uno de los soció-logos italianos contemporáneos másdistinguidos, anduvo el camino a tra-vés del (por ahora) gran «corpus»de conocimiento y producción socio-lógica, evitando sistemáticamente lasdescripciones «sustanciales» de datosy el análisis de trozos aislados de in-vestigación. Su diccionario, por tan-to, analiza conceptos y presenta suevolución y varios de sus significadosen sociología. Los sitúa (y las activi-dades de investigación, a menudo, lopresentan) dentro de la disciplina ydentro de la ciencia social en general,y los relaciona con otras áreas de lainvestigación. El precio a pagar poresto es muy alto, ya que ciertas re-gularidades difícilmente pueden enun-ciarse sin hacer referencia a los he-chos, especialmente en una disciplinahistórica como es la sociología. Cier-tamente, el autor no se lanzó nuncaa escribir lo que los alemanes llaman«Sachwórterbuch», es decir, un dic-cionario de hechos —o de datos—como lo interpretan los eruditos, sinoa presentar su aparato conceptual yel equipo teórico y analítico. Además,son los conceptos y las nociones —co-mo contrarios a las teorías y a las ex-plicaciones— los que reciben mayoratención. Por la misma razón, se pier-de mucho, una parte importante, delpoder aclaratorio de la sociología, desu habilidad para que tengan sentidopléyades de sucesos complejos e his-tóricamente duraderos. Por ejemplo,la entrada «Religión», se convierteen «Sociología de la Religión», y nose dan entradas específicas para «Igle-sia», «Secta», «Catolicismo», «Protes-tantismo», «Islam», a pesar de la im-portante labor acumulada sobre estosfenómenos, y mucho menos de su par-ticipación en el universo socio-religio-so de la humanidad. Para dar otro

ejemplo esto es aplicable también aun área de estudio tan importantecomo es el «Capitalismo». Gallinoincluye aquí varias entradas (como«capitalismo», «acumulación», «dine-ro», «mercado», «modo de produc-ción» y demás) y presenta gran rique-za de definiciones ordenadas y de ver-siones conceptuales, pero tiende a noreproducir con el detalle necesariolas importantes teorías explicativasque poseemos acerca del fenómeno,junto con las principales críticas nor-males de esas teorías. Sólo son men-cionadas indirectamente las importan-tes crisis económicas, y las principa-les tendencias en la acumulación na-cional e internacional. Entrada trasentrada, nos enfrentamos con estaconcentración sobre el tratamientoconceptual y de alguna forma desen-vuelto de lo explicativo, lo causal yde los datos empíricos. El argumentocontrario, acerca de que, como ya seha advertido, esto no es definitiva-mente un «Sachwórterbuch», puedeno ser aceptable del todo, porque loque hubiera hecho aún más útil estacontribución distinta e impresionantehubiera sido una base mayor acercade varias interpretaciones bien selec-cionadas sobre puntos cruciales, jun-to con una exposición del fenómenoabarcado como aparecen en sociología.

Luciano Gallino, en su trabajo an-terior dentro del campo de la sociolo-gía industrial y de la sociología deltrabajo, había demostrado ya una mar-cada inclinación hacia el eclecticismo.Su «Dizionario» aparece ahora comoun «tour de forcé» del eclecticismo,tanto que no me atrevería a descri-birlo con la corriente irónica o des-pectiva más ligera como «ecléctica».(Algunos de nosotros prefieren unaaproximación a la sociología «inte-gradora» a una meramente «eclécti-

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ca», incluso en los diccionarios, peroesto es otra cuestión. La integraciónde las teorías y los descubrimientosbajo determinados criterios de pers-pectiva y tratamiento preferente, evi-ta los peligros sincréticos que siem-pre rondan al eclecticismo, pero en-tonces el riesgo es parcial.) Los dic-cionarios son, desde luego, el lugaradecuado para el eclecticismo y, na-turalmente, Gallino se siente en casaen ese terreno, lo cual es una ventajapara el lector. Es por esto que lossignificados, los conceptos y las ten-dencias están expuestas con un minu-cioso detalle y con un sentido delequilibrio admirable. No se adviertesi el autor tiene preferencias o creeque algunas versiones son más convin-centes que otras. Se deja juzgar al lec-tor acerca de los méritos respectivosde cada noción.

Esto se extiende al alcance mismodel «Dizionario». Se recogen prácti-camente todas las nociones y materiasantiguas y bien establecidas dentrode la tradición sociológica, así comouna gran parte de las modernas. Al-gunas de las últimas deben ser bienrecibidas en un diccionario italiano, yespecialmente las entradas tales como«etnometodología», un desarrollo im-portante que apenas si encontró ecoen la Italia de la época en la queapareció el diccionario de Gallino. Siel artículo acerca de la etnometodolo-gía es quizá demasiado corto, puedeser atribuido a la época en la que elautor terminó el libro. Es casi inevita-ble el que algunos conjuntos de con-ceptos relacionados estuviesen descui-dados. Un ejemplo será suficiente:mientras que aparece «burocracia»,

ciertos conceptos estrechamente rela-cionados con dicho concepto de unaforma u otra —«corporativismo»,«sociedad corporativa»— no aparecen,mientras que otras, también relacio-nadas con el mismo, como el impor-tante concepto «oligarquía», aparecendebajo de otros conceptos mayores(en este caso bajo «democracia»). Nosiempre resulta claro por qué esto esasí. Por esta razón, resulta en vanoel tratar de buscar bajo «organizacio-nes formales» y bajo «organizacionescomplejas», por decir algo, el surgi-miento del corporativismo y del es-tado corporativo. Pero en conjuntoesto son faltas menores dentro de unaobra ambiciosa y satisfactoria.

Cada entrada está precedida poruna traducción del término italianoal francés, inglés, español y alemán,una característica nueva que debemosagradecer y que debería ser imitadapor las nuevas ediciones de los otrosdiccionarios. (Es una pena que algu-nas de las traducciones de términosespañolas, aunque no son inexactas,estén mal escritas.) Se acompañan lasentradas de una pequeña bibliografía,hasta ca. 1976, dándose la ediciónitaliana si está disponible. (Las refe-rencias de las publicaciones que apa-recen a mediados de los 70 parecenediciones de última hora en un textoya terminado.) Este diccionario pue-de convertirse en una herramienta im-portante para los sociólogos italianosy para los estudiantes de ciencias so-ciales, así como para aquellos quepuedan leer el italiano.

SALVADOR GINER

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IGNACIO FERNÁNDEZ DE CASTRO

Sistema de enseñanza y democracia

(Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1980, primera edición, 187 pp.)

Ignacio Fernández de Castro reco-noce en este trabajo la influencia de«dos líneas de reflexión» «asumidaslibremente»: el pensamiento marxista,con apoyatura crítica en la hipótesisde que «la fuerza de trabajo es unamercancía material producida por elmodo de producción capitalista», y lainfluencia de la lectura del libro deJesús Ibáñez, «Más allá de la Socio-logía».

A nuestro entender, en esta obrase pueden distinguir tres dimensio-nes:

a) La de un análisis crítico deciertas relaciones sociales en una so-ciedad democrática capitalista, en elcontexto de la hipótesis antes seña-lada.

Dos elementos centrarían este aná-lisis: el poder y el capital, este último«en su actividad productiva y en sudoble vertiente, de transformaciónmaterial del medio como ejercicio delpoder de ocupación o de apropiación,y de creación del valor como amplia-ción del poder y del capital cuandoesta actividad se realiza sobre el me-dio humano» (pág. 6).

b) La de un análisis crítico deuna de las instituciones del poder, elsistema de enseñanza, como parte in-tegrante, juntamente con la familia ylos medios de comunicación social, del«sistema educativo».

La preocupación es, en este caso,caracterizarlo como «un mecanismode producción de la reproducción so-cial» y como un órgano de poder.

c) La tercera dimensión que seaprecia sería la de una búsqueda, des-de la reflexión teórica, de un «res-quicio-punto de partida» para unapraxis que, saliendo de lo no apropia-do todavía por la esfera del poder, desu discurso y aun de su proceso deracionalización, fuera esperanza y po-sibilidad de cambio.

Son siete capítulos.Los dos primeros sugieren líneas de

análisis «no reformistas» —sobre loanteriormente señalado— del sistemademocrático capitalista de poder y desus instituciones (las relaciones socia-les globales y su trama).

El segundo aborda casi concreta-mente lo que será la vía de acceso alestudio del sistema de enseñanza: lasdos áreas de la actividad productivadel capital, el medio material humanoy el medio material no humano, susrelaciones, sus fronteras y la «produc-ción de la reproducción social» comouna de sus concretizaciones.

Obviamente, el sistema de enseñan-za cumple su función en ellas y estecapítulo sirve para encuadrarlo comomecanismo productivo, en relacióndirecta con la familia y los medios de

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comunicación social y en articulacióncon los otros elementos que confor-man el aparato del Estado.

Precisamente, sistema de enseñan-za, familia y medios de comunicaciónestructuran lo que Fernández de Cas-tro llama «sistema educativo», cuyasfunciones más importantes en la pro-ducción sobre el medio humano sonlas actividades de información, im-presión, programación e identifica-ción (todas ellas referidas al procesode ordenación y distribución del sa-ber y de los bienes materiales y de suconsumo). Funciones que apuntan aun doble proceso de integración y desocialización que incluye desde la in-teriorización del poder, la formacióndel ciudadano y del profesional, hastala formación de consumidores estrati-ficados.

En el capítulo III entra de llenoal tema del sistema de enseñanza ysu referencia es, concretamente, el ca-so español. Lo considera también co-mo un mecanismo que asegura la re-producción de clases, pero va más alláde este enfoque y lo aborda comoaparato y estructura de producciónampliada de fuerza de trabajo y desujetos de poder. O sea, como «me-canismo de producción de la repro-ducción» en el marco de una demo-cracia «delegada o formal» en una so-ciedad capitalista.

Este análisis se profundiza en loscapítulos siguientes con el estudio delo que él considera como los tres com-ponentes fundamentales de ese siste-ma de enseñanza: los alumnos —losniños, «la materia prima no virgen delaparato de producción»—, los ense-ñantes y la ciencia. Y al hacerlo, des-emboca en un análisis por cierto li-mitado del mismo.

Al tratar al primero de ellos nece-sita hacer referencia a cómo se ge-

nera esa «materia prima», que no lle-ga virgen al sistema de enseñanza, ydedica entonces atención preferente ala familia: elemento de cohesión y es-tabilidad social, institución dominan-te en la primera etapa de producción,órgano, asimismo, de poder y mecanis-mo de circulación (transmisión, per-petuación y ampliación) del valor.

«... El sistema de enseñanzarecibe a los niños, a una nuevageneración, no como una mate-ria prima virgen sobre la que tra-bajar, con diferencias personalesde tipo natural debidas a la evo-lución 'natural* de la especie, si-no como una materia prima ya'tratada' por el capital, ya ha-blada por el poder, convertida yaen significantes de valor, ocupa-da, apropiada, identificada, mani-pulada, impresa, estratificada. Ni-ños del estrato alto, niños del es-trato medio-alto, niños del estra-to medio-medio, niños del estratomedio-bajo, niños del estrato ba-jo. Niños con juguetes electró-nicos, niños de padres analfabe-tos. Niños reprimidos, niños re-presores. Niños con niveles deconsumo diferenciados, con cul-turas desiguales, con hábitats di-ferentes. Niños 'marcados' por elcapital, convertidos ya, c o m ocualquier materia prima, en unamercancía que tiene un valor yque con este valor entra en unanueva fase de producción, paraconvertirse al final del procesoen un producto apto para ser con-sumido por su comprador. Lamateria prima ha sido producidaen la etapa que podríamos lla-mar familiar, por ser ésta la ins-titución dominante de esta etapade producción, en contraposición

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a la etapa 'escolar* en la que esel sistema de enseñanza el quedomina la siguiente etapa de pro-ducción.» (Págs. 111 y 112.)

La cita, aunque extensa, es por de-más ilustrativa, tanto del modo enque el autor aborda el análisis deltema que da título a la obra, como delestilo y de la redacción que utiliza(que dificulta bastante la lectura).

El capítulo V lo dedica al docente(enseñante, modelo y experto), aun-que la referencia a «enseñante» com-prende a un grupo más amplio e in-cluye a otro personal involucrado enel proceso de enseñanza-aprendizaje.

El enseñante es «la forma o con-tinente del único sujeto de la ense-ñanza, el poder» y su función es, se-gún el autor, trabajar sobre el alumnoen tanto que materia prima, para sutransformación en una mercancía cu-yo valor pueda realizar el capital. Suposición es, pues, la misma que la«de los asalariados que trabajan en laproducción de mercancías en el siste-ma capitalista, con las diferencias úni-cas derivadas de la división del tra-bajo que acompaña al desarrollo dela producción».

Desde esta misma perspectiva, uti-liza una serie de categorías de la teo-ría económica para caracterizar al sis-tema de enseñanza como una estruc-tura de producción: «parte de un tra-bajo continuado en cadena», «compo-sición orgánica del capital en el sis-tema de enseñanza», «mecanizaciónde la producción en el sistema de en-señanza», «alumno como materia pri-ma», etc.

A nuestro entender, realiza un aná-lisis teórico parcial del complejo en-granaje y del funcionamiento del sis-tema, que sólo en parte se torna su-gestivo cuando, por ejemplo, aborda

el problema del significado —valor—del que la institución es significante.Por lo demás, omite casi toda refe-rencia «temporal» o «diacrónica», conlo cual «se escapan» los condicionan-tes históricos que permitirían anali-zar a la educación formal como unproceso acumulativo de larga data,en la cual influyen tanto el pasadocomo el presente. El lector «despre-venido» puede verla, entonces, sólocomo un «fenómeno» (mecanismo«cuasi-perfecto» de producción de lareproducción), sin tomar concienciade los cambios producidos en el pro-pio desarrollo del tipo de sociedadque Fernández de Castro considera yde los no-cambios producidos en lossistemas educativos generados con laconsolidación de las sociedades nacio-nales en el siglo anterior.

El capítulo VI lo dedica al análisisde la ciencia.

A partir de una crítica de las teo-rías que caracterizaron al sistema edu-cativo como aparato ideológico cuyafunción consiste en transmitir la ideo-logía dominante, vuelve a replantearel tema desde su propio hipótesis detrabajo: el sistema de enseñanza comoun «mecanismo productor de la repro-ducción».

Desde el punto de vista producti-vo, la ideología aparece como una re-sultante de la aplicación de las cien-cias sociales sobre el medio humanopara conseguir su ocupación y paraque éste se comporte conforme a losproyectos de poder. Siguiendo estalínea de reflexión, distingue tres «ti-pos» de ciencia: la ciencia que inves-tiga, actividad del poder dirigida a laocupación del medio material todavíano ocupado. La ciencia que se aplica,conjunto de contenidos de enseñanzaque convierte a los alumnos en pro-fesionales. Y la ciencia que explica;

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esta última, en tanto que «explicaciónque el poder da de sí mismo, del mun-do sobre el que se asienta y de cadauno de los miembros de la formaciónsocial que organiza y ordena», se po-dría identificar con la ideología. Suobjetivo es afirmar e imprimir esque-mas básicos de comportamiento quese ajusten al orden o al discurso delpoder y que se conviertan en su ex-presión.

Finalmente, cierra el libro el capí-tulo VIL

Retomando los elementos que ana-lizara en los capítulos anteriores, Fer-nández de Castro caracteriza al siste-ma de enseñanza como una estructurade producción donde se combinan lostres elementos —alumnos, enseñan-tes y ciencia— y como órgano de po-der del Estado, que en una sociedad

capitalista es un poder «privado»(«opuesto al no-poder o a lo públi-co»).

La organización del mismo, susfunciones y objetivos específicos y lasrealidades complementarias de la es-cuela pública y la privada son consi-deradas en el contexto del cambio po-lítico español, incluidas las referenciasa los procesos autonómicos y a lo queel autor llama «la era Suárez».

Por último, el libro se cierra conuna breve y rápida alusión a esa «ter-cera dimensión» que se puede adver-tir en la obra de Fernández de Cas-tro: la identificación y la búsquedade elementos que sean portadores deesperanza de cambios y aún más, deposibilidades de transformación.

VICTORIA GALVANI

CLAUDE LEFORT

Eléments d'une critique de la bureaucratie

(Ed. Gallimard, París, 1979, 377 pp.)

Continuando la mejor tradición re-visionaria de la intelectualidad france-sa, los ensayos de Lefort recogidos ba-jo el título de «Elementos» nos pro-porcionan una de las más apretadasautocríticas que en el área políticahayan podido darse.

Comprende este volumen los tra-bajos escritos desde el año 1948 yapublicados en castellano por RuedoIbérico (1970), más otros inicial-mente conocidos en «Les Temps Mo-dernes», «Socialisme ou Barbarie», et-cétera. Entre estos últimos destacan

por su originalidad y concisión losdenominados «Kravchenko y el pro-blema de la URSS» y «La Degrada-ción Ideológica del Marxismo» (1948y 1963).

A partir de algunas primeras pos-turas que podrían ser de algún modoconsideradas como «neo-trotskystas»,en cuanto orientado genéricamente enuna vía anti-burocrática, Lefort yaapunta en uno de sus primeros ar-tículos hacia el mismo significado yrelevancia de Trotsky, desmontandola aparente consistencia política de

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éste en su oposición al estalinismo,en base a dos críticas: la posición deapego reverencial hacia el Partido du-rante toda la etapa en que Stalin vadestruyendo sus zonas marginales depoder, y la defensa que como exiliadohará sobre el carácter socialista de laRusia existente en razón a su partici-pación en aquél por la política colec-tivizadora y el uso de métodos de pla-nificación central. Interesando sobretodo la primera, dado el carácter pa-radójico que implica respecto al pe-ríodo revolucionario (ya descrito porI. Deutscher).

Posteriormente, y con motivo dela «resurrección» del espíritu trotskis-ta en mayo del 68, se dedican unaslíneas a valorar el papel de tal perso-naje en la historia soviética, valora-ción por la que resulta perfectamen-te encuadrado en el contexto de laformación de un nuevo equilibrio delpoder soviético en los veinte; y dondequeda apuntado, siquiera someramen-te, lo eterno de unas opciones «polí-ticas» producidas por la concienciadesdichada de un movimiento estruc-turado dogmáticamente, concienciaque necesita idealizar sus orígenes his-tóricos ante la proclamada traición delos principios, y que no es sino el pa-rapeto donde se ha de escudar la hui-da de la realidad y la inacción.

En el segundo artículo, «El Pro-letariado y su Dirección», viene, porel contrario, a repetir algunas tesisclásicas de la cosmogonía marxiana,como la del carácter objetivamente re-volucionario del proletariado, o la dela clara separación entre clase y orga-nizaciones pretendiendo detentar sulegitimidad, apoyándose, de todos mo-dos, en la tendencia más evolutiva res-pecto a la ductilidad y autonomía delos aspectos organizativos y culturales,y pasando por encima de aquélla en

el instante en que atribuye consecuen-cias determinantes al universo técni-co-burocrático de la industria moder-na, si bien en su análisis específicono entra; en cualquier caso, ello po-dría haberle conducido a replantearseciertos plantamientos político-filosó-ficos absolutamente fuera del circuitode posibles demostraciones empíricas,cual es la fe en la inevitable lucha porla liquidación de las relaciones eco-nómicas de explotación, en su sentidomarxiano. Esta es la perspectiva enla cual Lefort demuestra una mayorregularidad en la mayoría de sus ar-tículos, continuidad que despeja demodo satisfactorio el camino seguidoen la evolución de la casi totalidaddel resto de sus ideas.

La no-desaparición de las relacionesde «expropiación forzosa» en que seinserta el binomio Capital-Trabajo, ysu agravamiento por medio de la rí-gida jerarquización salarial de tiemposde Stalin, es, en efecto, el criterioclave utilizado para negar todo posi-ble carácter socialista a la experienciasoviética, que será calificada como «ca-pitalismo de Estado»; por lo que rom-pe con la tópica identificación de pro-piedad-de-Estado / propiedad-del-Pue-blo, a la vez que ataca la burda jus-tificación «a posteriori» de que elinmenso desarrollo de las fuerzas pro-ductivas precisaba e implicaba el usogeneralizado de métodos represivos yla consolidación de una estructura depoder dictatorial. La burocratizacióndel Régimen, la prepotencia de la po-licía, las purgas constantes en el apa-rato político y administrativo, no sonsino resultados de esa estructura queacabarán por hacerse consustancialesa ella.

Sin llegarse a plantear el problemaen términos de nacimiento de un sis-tema político básicamente original

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—en relación a los conocidos—, Le-fort tantea la caracterización del mis-mo a partir de una hipótesis central:el uso del terror como instrumentode desintegración de la sociedad tra-dicional y elemento posibilitador delsurgimiento de una nueva clase social,la burocracia. Terror asumido en tresfases consecutivas, la que se dirigecontra las formas organizativas de lospocos grupos con alguna conciencia,la que destruye a los propietarios delcampo y desvertebra todas las capa-cidades de autonomía de las clasesproletarias y, por fin, la que conmo-ciona sucesivamente el mismo estratoburocrático. Ello habría producido unorden social radicalmetne ajeno a losórdenes burocráticos de la antigüe-dad. Por otra parte, esta hipótesis,expuesta en «El Totalitarismo sin Sta-lin», ya había sido esbozada en su ar-tículo anterior «El Testimonio deA. Ciliga», y podría tener algún pun-to de contacto con los trabajos deH. Lefebvre sobre el nuevo «Modo deProducción Estatal».

Si están medianamente claros losrasgos económicos y sociales no for-males que harían legítimo nombrara la capa privilegiada como nueva«clase social dominante», no ocurrelo mismo, sin embargo, con la impres-cindible señalización de las causas queaseguran una casi perfecta estabilidadal sistema. Aquí el autor toma posicio-nes concordantes con la teoría de losregímenes totalitarios, pero se exce-

de en la importancia concedida encuanto instrumentos a las organiza-ciones de masas, sobre todo en el casode los sindicatos. Pues si el partidopolítico es efectivamente el vínculogeneral y último punto de referencia,el que realiza una simbiosis sui gene-ris entre la sociedad y el Estado, nodeja de ser, por otra parte, un grancuerpo con muchos de sus miembrosadormecidos o funcionando intermi-tentemente y en una sola dirección.Y la no definición del papel regula-dor implica negativamente el minus-valorar las posiciones centrales queocupan instituciones del Estado comoel Ejército y la Policía o capas socio-profesionales —técnicos y burócratasde alto rango, etc.—.

Otro defecto achacable a esta vi-sión restringida del totalitarismo es elpráctico total abandono en el que re-sulta el componente ideológico y suirradiación a través de un vasto sis-tema humano y técnico que permiteun adoctrinamiento con escasísimasfisuras objetivas; en definitiva, sufuerza reside en la fuerza de hacercreer...

Es tal vez aquí donde se echen enfalta el rigor y, en especial, una cier-ta manera de no traspasar ciertos lí-mites en torno a los fundamentos deopinión, morales y valorativos quehacen posibles las reconversiones to-tales de los proyectos primitivos.

Luis ARRILLAGA ALDAMA

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ROSA MARÍA CAPEL MARTÍNEZ

La mujer española en el mundo del trabajo, 1900-1930

(Fundación Juan March, Serie Universitaria)

En el breve espacio de apenas cin-cuenta páginas Rosa María Capel tra-ta de proporcionar una visión generalde la situación de la mujer españolaen el primer tercio del siglo xx cen-trando el problema en el acceso porparte del sexo femenino al trabajo ex-tradoméstico.

El estudio parte del concepto quede la mujer se tenía en el siglo xixcomo sujeto no productivo y dentrode los baremos masculinos considera-da inferior, y como a partir de la se-gunda mitad del siglo xix el concep-to comienza a cambiar en base a fac-tores de tipo demográfico: el descen-so de la nupcialidad y el incrementode la población femenina; a factoresde tipo económico como el desarrolloindustrial y necesidad de mano deobra barata y educativos que sitúana la madre como educadora haciendonecesario que aumente el nivel de ins-trucción de las mujeres. Otros facto-res de tipo ideológico ayudarán tam-bién a que el concepto de la mujercomience a cambiar.

En España el fenómeno de incor-poración de la mujer a la vida laboralse retrasará fundamentalmente debidoal subdesarrollo industrial y a la in-fluencia de la Iglesia católica. Va aser el reinado de Alfonso XIII el quemarca el inicio de la incorporación dela mujer española al mundo laboral,y a la sociedad de su tiempo con todo

el problema de tipo sociológico quesupone el sacar a la mujer de su casapara llevarla a participar en la pro-ducción de la riqueza de la comuni-dad. Los factores que van a posibili-tarlo serán en primer lugar de tipodemográfico: descenso de la nup-cialidad y se eleva la edad de ma-trimonio. Todo esto dificulta el quela mujer se case y solucione así sufuturo económico; es por esto que lamujer busca nuevos caminos que lepermitan bastarse a sí misma.

La incorporación de la mujer almundo laboral va a tener una seriede connotaciones específicas ya queentra a competir de una forma des-ventajosa con el varón, siendo consi-derada, junto con el niño, mano deobra barata, estas connotaciones sonlas siguientes: a) se la considera co-mo elemento laboral sustitutivo, nocompetitivo; b) el peso de los rolessexuales, la excluye de los sectoresmás desarrollados; c) su falta de ins-trucción la limita a puestos auxiliares,esto se ve reforzado por la propia mu-jer que considera el trabajo como al-go transitorio en espera del matrimo-no, en la mayoría de los casos.

El principal problema con el que seencuentra la mujer es la desigualdadretributiva respecto al hombre, tantoen la media de salario nacional comoen puestos iguales; a la mujer por elhecho de serlo se la pagará menos.

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La presencia de la mujer en el mun-do del trabajo se convierte en un fe-nómeno irreversible y seguirá dos di-rectrices fundamentales: la primeraes un continuo incremento de la po-blación activa femenina por razoneshistóricas y demográficas; la segundaun trasvase de efectivos al sector ter-ciario debido a que el sector secunda-rio tiene un techo y a una mayor ins-trucción femenina que la capacitarápara ocupar los nuevos puestos detrabajo que el sector terciario vacreando.

El peso de la población activa fe-menina durante el reinado de Alfon-so XIII va a ser muy reducido: un18,3 por 100 para 1900 y un 12 por100 para 1930 debido a la pérdida detrabajadoras agrícolas. La distribu-ción cualitativa del contingente feme-nino va a venir determinado funda-mentalmente por aquello consideradosocialmente como propio de la mu-jer. Su comportamiento a la hora deentrar en el mundo laboral vendrá,pues, determinado por las normas so-ciales, así la entrada se realiza a eda-des muy tempranas (14 y 15 años),para abandonar el trabajo masivamen-te a la edad del matrimonio. Es poresto que son las solteras las que ma-yor peso cuantitativo tienen respectoa la población activa femenina total.

Respecto a la distribución por sec-tores, será el sector terciario el quemayor número de mujeres detente de-bido al peso del servicio doméstico,aunque será la industria comprendidadesde el punto de vista de las ramasque la componen el más importante,quedando las restantes ramas produc-tivas, a excepción de la agricultura,reducidas a un pequeño número demujeres.

La autora realizará un análisis anivel provincial buscando tres provin-

cias que sean más representativas decada sector económico, las tres pro-vincias son:

a) Barcelona, como provincia in-dustrializada, va a ser la provinciacon mayor población activa femenina(26 por 100 en 1930), siendo el sec-tor secundario el que mayor porcen-taje recoge (65,23 por 100) y un pe-so muy reducido de las obreras agrí-colas.

b) Madrid. Como modelo de pro-vincia afectada por el peso de la ca-pital. Madrid detenta un alto porcen-taje de población activa femenina,auque no tan alto como Barcelona,con un claro predominio del sectorterciario reforzado básicamente por elservicio doméstico.

c) Granada. Como provincia ca-racterística de una forma de vida tra-dicional, cuya base económica es laagricultura. La población activa fe-menina es muy reducida, con gran pe-so del servicio doméstico y el porcen-taje más elevado de trabajadoras delcampo.

Un aspecto fundamental a la horadel estudio de la incorporación de lamujer al mundo laboral es la legisla-ción, la situación de la mujer frentea la ley. El Estado va a adoptar unaactitud intervencionista frente a lamujer y al niño en el terreno laboral.Los primeros intentos se inician en1873 y en 1877, pero sólo en 1900se promulgará una ley que regule eltrabajo femenino e infantil y lo haráen tres aspectos fundamentales: enprimer lugar, marcando una edad mí-nima para entrar a trabajar; en segun-do lugar, determinando una serie deempleos prohibidos a los menores de16 años; en tercer lugar, regulandola jornada laboral a los menores de

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14 años, y en cuarto lugar, protegien-do a la trabajadora madre.

La legislación en los siguientestreinta años seguirá las siguientes di-rectrices: a) limitación y determina-ción de los trabajos a los que puedeacceder la mujer; b) jornada laboral;c) leyes protectoras de la maternidad.Esto en cuanto a mejoras materiales,en lo que respecta a mejoras opcio-nales, dos son los decretos funda-mentales, el de 1910 del Ministeriode Industria publica que admite a lamujer en todas las profesiones rela-cionadas con él, y el de 1918 queabre el camino a la mujer a los pues-tos auxiliares de la Administración.La regulación del salario por ley sehará esperar hasta la segunda décadadel siglo, debido al bajo nivel de sin-dicación y falta de organizaciones pro-fesionales.

La importancia de esta legislaciónse verá aminorada desde el momentoque las trabajadoras agrícolas quedanexcluidas, así como el servicio domés-tico, por la realidad del país econó-mica y cultural que limitan el cum-plimiento de lo legislado y por la fal-ta de recursos, para que se cumplanlas normas, de la que adolece el Es-tado.

Dentro de las capas inferiores dela sociedad el trabajo de la mujer—al margen de patrones sociales—se hace necesario. Las característicasde este trabajo dependerán del sectoreconómico en que se realice. De cadasector la autora examina las ramasmás representativas.

En el sector primario la autora di-ferencia a la agricultura de la traba-jadora agrícola, diferenciándose estasegunda de la primera por la percep-ción de un salario, aunque ambas secaracterizan por el carácter sustitutivode su trabajo ocupando el escalafón

más bajo del peonaje agrícola. El sa-lario percibido será un tercio del per-cibido por el hombre, esto provocarála migración de las jóvenes a la ciu-dad en demanda de mayores salariosy condiciones de vida.

El sector secundario, industrial, se-rá donde la obrera industrial inicie lalucha por un puesto propio en el mun-do extrahogareño. Además el dete-rioro del nivel de vida obrero con-vierte la presencia de la mujer detransitoria en permanente. Dentro delsector secundario el 99 por 100 va apertenecer a la rama industrial espe-cialmente, a la industria de transfor-mación y dentro de éstas a las más«genuinas»: textil, vestido y tocado,alimentación, tabaco, absorbiendo lastres primeras el 89,94 por 100 de lapoblación activa femenina. La mayorconcentración, el 41,6 por 100, selocalizará en Cataluña y Levante. Elsalario, notablemente inferior al mas-culino, vendrá determinado por dosfactores: el primero la poca capaci-dad retributiva de nuestra economíay el segundo de tipo ideológico, elargumento de la «debilidad femenina»y su menor rendimiento. La evolucióndel salario vendrá dada por dos direc-trices: a) un mayor incremento a tra-vés de los años, dado su bajo puntode partida, y b) esta preeminenciadesaparece al contar la cuantía totaldel aumento, así en 1930 el salariofemenino sigue siendo un 53 por 100inferior al masculino.

La autora realiza, a continuación,un estudio de las principales ramasdel sector, observando cómo la in-dustria textil, que acoge a gran nú-mero de mujeres, detenta unos sala-rios por debajo de la media nacional,fundamentalmente por la femeniza-ción del sector. Como caso anómalose estudia el caso de la industria del

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tabaco acaparada casi exclusivamentepor mujeres que son consideradas co-mo la élite del proletariado femeni-no, que frente a la pasividad que ca-racteriza al proletariado femenino lastabaqueras poseen una fuerte organi-zación sindical que fue posible alexistir una mayor solidaridad entrelas obreras y al tener numerosos pro-blemas y objetivos comunes.

La diferencia entre las obreras tex-tiles y las tabaqueras va a ser másde actitud que de mentalidad, ya quesiguen considerando la fábrica comouna actividad transitoria.

Otra rama de la actividad indus-trial la constituye la trabajadora adomicilio, considerado el más con-veniente para la mujer fundamental-mente, porque no ha de moverse decasa. Ahora bien, su jornada laborales menor y el salario muy reducido,exacerbado por una competencia muygrande entre ellas. Junto con el ser-vicio doméstico y la agricultura con-siste el trabajo femenino por excelen-cia.

El sector terciario ofrece a la mu-jer sus ocupaciones tradicionales: ser-vicio doméstico, primeros niveles deenseñanza, auxiliares de los médicos;mientras que en los niveles superio-res el acceso de la mujer estaba prác-ticamente vetado. Este problema seagudiza por la indolencia de la mujerburguesa que no hace nada por supe-rarlo. No obstante el sector terciarioen expansión crea nuevos puestos detrabajo destinados a la mujer con uncierto nivel de instrucción: correos,telégrafos, teléfonos y transportes sonejemplo de esto. A pesar de esto lalentitud de acceso a los puestos fuerade su esfera tradicional por parte dela mujer amortiguarán sus repercusio-nes en el cuerpo social.

Por último, dentro del problema la-

boral femenino, la autora estudia elcomportamiento pasivo de la mujerfrente a las actividades de tipo rei-vindicativo. En un primer momento,el obrero rechaza la entrada de lamujer en la vida laboral, tanto losmarxistas como los católicos, pero unavez asumido lo irrevocable del paso,tanto unos como otros buscarán elapoyo de la trabajadora, buscando lasmejoras materiales de ésta y evitan-do así la competencia con el varón.Los católicos neutralizarán a la tra-bajadora a domicilio, mientras quemarxistas y anarquistas ocuparán elsector fabril.

El asociacionismo femenino repro-duce al del hombre matizado por lascircunstancias concretas de la mujerque hace que entre con notable retra-so y además no supere los umbralesmínimos. Realmente el arranque seproduce en el decenio de 1920-30 enque el activismo obrero se halla enauge y esto afecta también a la sindi-cación femenina.

La agricultura y el sector terciarioquedan olvidados de la mano de lossindicatos centrados fundamentalmen-te en el sector secundario, con lo quegran parte de mujeres carecen de or-ganizaciones donde canalizar sus rei-vindicaciones. La mujer sindicada ac-túa activamente, aunque no toma par-te en las tareas de programación.

La autora concluye en la importan-cia de este primer tercio del siglo xxcomo inicio del acceso de la mujer almundo del trabajo.

Todo lo que se escriba sobre lamujer y el mundo del trabajo es untema que despierta interés, pero quesimultáneamente ofrece numerososriesgos al investigador. Interés des-pierta en cuanto que es un tema deplena vigencia y que suscita numero-sas polémicas, el riesgo consiste fun-

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damentalmente en el peligro de am-pararse en ideologías —bien tradicio-nalistas o feministas radicales— quedeformen el estudio encaras de la jus-tificación de determinados principios.A mi juicio el estudio que sobre eltema realiza Rosa María Capel sorteacon buena fortuna estos escollos detipo ideológico, el lector se encuen-tra sorprendido al encontrarse con unestudio sobre la mujer, realizado poruna mujer que se abstiene de conclu-siones feministas y panfletarias, asi-mismo omite postulados de tipo pa-ternalista y asume con notable acier-to la mentalidad de las mujeres de laépoca estudiada, de forma que el tópi-co de «marginación social» que, sindejar de ser cierto no es la única cau-sa que caracteriza la entrada de la mu-jer en la vida laboral, se ve comple-mentado por la propia resistencia dela mujer a abandonar su status tradi-cional y a buscar nuevos roles al mar-gen de los que configuran la visiónconservadora de las funciones y mi-siones de la mujer.

Si alguna crítica hay que hacer aeste breve estudio ha de ser a nivelmetodológico, en el sentido de pocaespecificación de algunos conceptosque podrían ser claves a la hora de lacomprensión del problema planteado.Me refiero concretamente al uso delconcepto «clero» como rama de acti-vidad que no se especifica en absolutoa qué nivel se interpreta como activo.De la misma manera existen dos te-sis implícitas que se contradicen, laprimera es la necesidad de las clasesbajas del trabajo femenino y la se-

gunda es el escaso porcentaje de po-blación activa femenina. Si la autoraconsidera la razón fundamental de laentrada de la mujer en la vida labo-ral el bajo nivel económico, cómo ex-plicar esas tasas tan bajas de ocupa-ción femenina en unos años en losque la sociedad española estaba bá-sicamente compuesta por clases eco-nómicamente débiles, agrava el plan-teamiento el número creciente de sol-teras durante el primer tercio del si-glo xx, ¿dónde se meten este núme-ro creciente de mujeres sin recursosy solteras? A mi juicio deja demasia-do en el aire ese elevado porcentajede mujeres abarcadas en el clero ycreo que las pequeñas contradiccionesde tipo metodológico, inevitables porotro lado en un trabajo tan breve,quizá se viesen aclaradas en el estudiode este sector que la autora no tratapara nada.

También se echa de menos un tra-tamiento más profundo del problemade la sindicación de la mujer y lascausas que en el estudio se alegancomo explicativas de este fenómenoquizá debiesen ser estudiadas con másdetenimiento y profundidad.

En resumen, un estudio breve quese lee con facilidad y proporciona unaidea general sobre el inicio, por partede la mujer, al mundo laboral, aun-que, y vuelvo a repetirlo a riesgo deser reiterativa, la cortedad del estu-dio no puede evitar el defecto de in-currir en alguna que otra generaliza-ción discutible.

TERESA GUTIÉRREZ DEL ÁLAMO G.

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