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. Se trata de un interesante conjunto de ensayos, editados por Sue Scott y David Morgan, en un intento de ofrecer las potencialidades sobre las que la Sociología del Cuerpo y la pro- pia Teoría Sociológica se moverán en el futuro. Ambos autores, ligados al Departamento de Sociología de la Universidad de Manchester (Morgan desde 1964 y Scott desde 1986 hasta 1992, en que pasa —este último— a formar parte de la Universidad de Stirling), no pretenden la elaboración de un manual comprensivo, como podría esperarse de un área incipien- te, sino, por el contrario, mostrar cómo las diferentes subáreas recogidas en la obra pueden constituir una incorporación de gran interés para la Sociología en general. Bajo la perspectiva de la diversidad, los autores desarrollan dos aspectos que cada vez cobran mayor interés para las Ciencias Sociales: por una parte, la construcción social del cuer- po y las cuestiones que en torno a él son percibidas como naturales de forma convencional, y, por otra, el control social y la regulación indivi- dual de los cuerpos. Sin afirmarse sobre la especificidad del desarrollo de esta parcela del conocimiento como disciplina autó- noma, los autores, no obstante, coin- ciden en que el estudio del cuerpo no es una especialidad esotérica, sino que, por el contrario, puede ser dota- da de identidad para pasar a ser un tema ineludible dentro del pensa- miento social contemporáneo. De este modo, se abordan aspectos como: la terapia sexual, la prostitución, el cuerpo masculino, la alimentación en los niños, la danza contemporánea, la 68/94 pp. 237-258 SUE SCOTT yDAVID MORGAN Body Matters. Essays on the Sociology of the Body (London, The Falmer Press, 1993) CRITICA DE LIBROS

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Se trata de un interesante conjuntode ensayos, editados por Sue Scott yDavid Morgan, en un intento deofrecer las potencialidades sobre lasque la Sociología del Cuerpo y la pro-pia Teoría Sociológica se moverán enel futuro. Ambos autores, ligados alDepartamento de Sociología de laUniversidad de Manchester (Morgandesde 1964 y Scott desde 1986 hasta1992, en que pasa —este último— aformar parte de la Universidad deStirling), no pretenden la elaboraciónde un manual comprensivo, comopodría esperarse de un área incipien-te, sino, por el contrario, mostrarcómo las diferentes subáreas recogidasen la obra pueden constituir unaincorporación de gran interés para laSociología en general.

Bajo la perspectiva de la diversidad,los autores desarrollan dos aspectos

que cada vez cobran mayor interéspara las Ciencias Sociales: por unaparte, la construcción social del cuer-po y las cuestiones que en torno a élson percibidas como naturales deforma convencional, y, por otra, elcontrol social y la regulación indivi-dual de los cuerpos.

Sin afirmarse sobre la especificidaddel desarrollo de esta parcela delconocimiento como disciplina autó-noma, los autores, no obstante, coin-ciden en que el estudio del cuerpo noes una especialidad esotérica, sinoque, por el contrario, puede ser dota-da de identidad para pasar a ser untema ineludible dentro del pensa-miento social contemporáneo. Deeste modo, se abordan aspectos como:la terapia sexual, la prostitución, elcuerpo masculino, la alimentación enlos niños, la danza contemporánea, la

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SUE SCOTT y DAVID MORGAN

Body Matters.Essays on the Sociology of the Body(London, The Falmer Press, 1993)

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construcción del cuerpo e imágenesdel lesbianismo, etc. Subrayando lasdiferencias que acompañan dichastemáticas, se reseñan, además, lostemas comunes que los acompañancomo sexo y género, control y disci-plina, y creencia popular. El objetivofundamental de la obra en su conjun-to es el de realzar los tópicos repre-sentados sobre la corporeidad de losactores sociales, en relación con losproblemas de cada día y de la propiaTeoría Sociológica.

Con el primer artículo, «Cuerposdesde una perspectiva social» —ela-borado a modo de introducción porlos mismos editores—, se hace unesbozo de las principales influencias ynuevos intereses de la Sociología enmaterias relacionadas con el cuerpo,como la Biología, el Feminismo, laSalud y la Enfermedad; destacandolas posibilidades que la Sociologíapuede aportar en el acceso al cuerpodesde cualquier otra disciplina, ycómo todas ellas han puesto su énfa-sis en las diferencias convencionalesentre biología y cultura. A su vez, alhablar del feminismo se abre undebate —al que se recurrirá en eldesarrollo del libro— sobre las basessociales para la diferenciación entrecuerpo masculino y femenino, ysobre el control de los cuerpos de lasmujeres por parte de los varones.

El artículo de David Clark, «Conmi cuerpo yo te adoro», sobre laconstrucción social de los problemassexuales del matrimonio, destaca elpapel central del cuerpo en la institu-ción matrimonial, que de forma tra-dicional ha servido para legitimar elacceso sexual, la procreación, delimi-tar las relaciones sexuales pre o extra-

matrimoniales o atar los cuerpos en lasalud y la enfermedad. Es decir, elautor se detiene en los discursos par-ticulares sobre la sexualidad en elmatrimonio y cómo ésta ha sido pro-blematizada, en donde la idealizacióndel sexo marital y las creencias sobreel sexo y la pareja son dos procesoscontinuos. Destaca la influencia delos factores sociales en las disfuncio-nes sexuales, que ponen de manifiestootro tipo de relaciones como lasinterpersonales, y no sólo eso, sinoque, además, en este breve espacio,articula una serie de direcciones parasu terapia, con las respuestas dadas,entre otros, por Masters y Johnson yBancroft.

David Clark hace un reconoci-miento de la gran inf luencia deFoucault en todo el desarrollo ulte-rior de la Sociología del Cuerpo. Susintereses relacionados con el controlson, a su vez, el tema del artículo deSherlock: «Danza y cultura del cuer-po». La danza se revela en este tercerensayo como una forma particular dearte, que pone de manifiesto dimen-siones más profundas de los grupossociales, tanto por lo artificioso dellenguaje del cuerpo como por las per-cepciones que acompañan a los espec-tadores sobre las propiedades corpo-rales. Los bailarines son portadores devalores culturales, en donde los movi-mientos de los cuerpos y el cuerpomismo se hallan cargados de signifi-cados. Se abordan e interpretanaspectos como clase social e ideologíavisual y los valores étnicos y de géne-ro, buscando un marco explicativodesde una perspectiva cultural.

Mansfield y McCann, en «Mus-culación: el músculo y lo femenino»,

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tratan la presentación pública y repre-sentación en un contexto de cambiosocial, subrayando la importancia queadquiere la teoría cultural, así comolas ironías y paradojas en las quemuchos incurren al identificarla conla condición postmoderna. La muscu-lación, tradicionalmente consideradacomo un atributo masculino, se veamenazada como tal, al ser adoptadatambién por las mujeres, al mismotiempo que supone un desafío a laspreconcepciones de ambos géneros.Sin embargo, con la musculación lasmujeres ponen a prueba la capacidadde dirección de sus cuerpos de unmodo subversivo, por cuanto se diri-gen al reblandecimiento de las barre-ras en las diferencias de género.

Con el quinto ensayo, «Tú tambiénpuedes tener un cuerpo como elmío», el editor y compilador DavidMorgan reflexiona sobre cuerpo mas-culino y masculinidades. Proponediferentes lugares comunes en los quepuede parecer más apropiada la dis-cusión sobre género, cuerpos y poder,algunos más incorporados que otros ala vida cotidiana de los varones. Deeste modo pretende llamar la aten-ción sobre cómo se trabajan y combi-nan de diferentes formas la personifi-cación y la desenvoltura en hombres ymujeres, y el carácter cuestionable demuchas oposiciones convencionales,como naturaleza y cultura, cuerpo ymente, público y privado.

Género, poder y sexualidad sontambién los temas conductores delartículo de Susan S. M. Edwards:«Vendiendo el cuerpo, guardando elalma». Con el subtítulo de sexuali-dad, poder, teorías y realidades de laprostitución se censura la propensión

generalizada a analizar de forma ahis-tórica y basándose en supuestas einmutables características de la sexua-lidad del varón, y no en base a ladefensa del poder masculino, que esel gran involucrado. Mas dicho poderno puede ser siempre absoluto, yEdwards en su ensayo sobre las muje-res prostitutas soslaya cómo éstas pre-servan un sentido de la identidad per-sonal en un contexto en el que sehace más patente la enajenación y lasupremacía patriarcal. Las prostitutasguardan cierta autonomía, a través dediversas técnicas de distanciamiento(ocultar el nombre, retener una partedel juego o del cuerpo de la ofertasexual, llevar doble vida, etc.) quesimboliza la venta única del cuerpo,en donde es la venta del alma a losojos ajenos.

En «La mirada invertida», RuthWaterhouse cubre diferentes aspectosde la sexual idad y el género enreferencia al cuerpo de las lesbianas yde cómo éste ha sido social e históri-camente construido. Es un análisis deuna tradición invisible que es la dellesbianismo a través de sus cabezasvisibles, que constituyen una aporta-ción cultural, más allá de las alegacio-nes de prácticas antinaturales, que hadiferenciado a estas mujeres a lo largode la historia de las «mujeres reales».La autora considera que se ha produ-cido una identificación errónea entreidentidad sexual y deseo sexual, endonde las tradiciones, las historias ylos mitos se confunden, sin llegar adelimitar si es el deseo lésbico unaparte esencial de la naturaleza feme-nina o, por el contrario, es un fenó-meno socialmente construido y quesólo emerge frente a ciertos tipos de

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sociedades en momentos concretos dela historia.

Anne Murcott, en el último artícu-lo, ilustra otra faceta en torno a laconstrucción social del cuerpo, enrelación con la administración de loscuerpos de los niños y los diferentesaspectos que aparecen en la labor decrianza (el control de los esfínteres,de los alimentos y del cuerpo delinfante), entendidos como modos deintroducción de éstos en la vidasocial. Con el título «Pureza y corrup-ción: dirección del cuerpo y el espa-cio social de la infancia», la autorapone de manifiesto cómo del conoci-miento de la concepción que lamadre posea sobre la comida y susuministro en los hijos se derivará elpropio conocimiento del concepto decuerpo y persona que éstos llegarán aser.

Una Sociología del conocimientocomo propuso Durkheim y más tardeBerger y Luckmann, basada en lasinstituciones tradicionales: el trabajo,la familia, la religión, etc., no exclu-

ye, a un nivel si cabe inferior, el inte-rés por tratar las emociones, el tiem-po, el espacio y el cuerpo, y con esteúltimo, los caracteres de género, elcuerpo saludable, el control burocrá-tico (lo que es apropiado o no dentrode las grandes organizaciones), lasexualidad... , en donde podemosenmarcar la obra Body Matters. Laidea de su elaboración se gestó duran-te un congreso en septiembre de1988, pero dicho congreso sólo fueuna parte del proceso de creación delvolumen, que finalizó en mayo de1992. Como reconocen sus autores,uno de sus objetivos principales es elde recoger un reflejo de la vitalidad yla fluidez de toda la temática queacompaña a la Sociología del Cuerpo.No se oculta cierto grado de exci-tación al respecto, que desean com-partir y despertar del mismo modo enlos lectores al introducirse tanto enlos temas nuevos como en los viejoscon formas nuevas.

Angeles RUBIO GIL

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JUAN VICENTE ALIAGA y JOSÉ MIGUEL G. CORTÉS

De amor y rabia. Acerca del arte y el sida(Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 1993)

Podemos afirmar que el cuerpo sesitúa en una de las interseccionesposibles entre el arte y el sida. Larepresentación artística, entendidacomo la representación de (o a partirde) un contexto de realidad determi-nado, no puede ser ajena al sida,

sobre todo cuando los mismos artistasviven con el virus de inmunodeficien-cia humana y sus efectos, o inmersosen una pandemia cotidiana. Artedesde el sida, arte para el sida, artedel mismísimo sida pueden acabarsiendo otros tantos factores inte-

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grantes del elástico mundo de lasinquietudes plásticas de un fin demilenio un tanto apocalíptico.

El síndrome de inmunodeficienciahumana, desde que los primeros casossaltaron a los medios de comunica-ción, ostenta una dimensión corporaldemonizada; una dimensión que vamucho más allá de lo que los merosefectos de la debilidad inmunológicasobre el organismo permitiría supo-ner. En su dimensión carnal (tanto omás que en sus dimensiones sociales opolíticas), el sida ha demostrado sercapaz de inspirar a los artistas. Nuncahubo un arte que pudiera señalarsecomo característico de un ámbitoestrictamente médico-sanitario; nadieha hablado de un arte de la hiperten-sión, la diabetes, la hepatitis o el cán-cer. Sin embargo, el sida adquiere enla actualidad, efectivamente, dimen-siones más profundas que las estricta-mente derivadas de la crisis de salud.

En el mundo occidental, los efectosdel VIH tienen toda la fuerza simbó-lica de la representación ideológica-mente interesada de un cuerpo que seautodegrada, que se corrompe en suinteracción consigo mismo (unamujer sola con una jeringuilla ajena;un hombre solo con otro hombre; esdecir, con una réplica de sí mismo).Prensa y televisión inciden regular-mente en este esquema. El hecho deque las «haches» del sida estén aban-donadas a su suerte en unos contextossociales hostiles, atravesados por rece-los, miedos y odios, no puede sersilenciado por artistas que son cons-cientes del papel que desempeñan enel seno de sus comunidades. Bajo losoropeles y el glamour discreto quecaracterizan la vida social de Dorian

Gray, su verdadero yo (oculto porqueen esa sociedad no puede hacerse visi-ble) se pudre. Algunos artistas hanoptado por mostrar los efectos confrecuencia devastadores del sida aquienes pref ieren no ver, y pordenunciar los corrompedores pactosde miedo, silencio y discreción que,en última instancia, están en el origende la propia enfermedad.

Cuando ya cualquier asociación delucha contra el sida e incluso algunosámbitos institucionales parecen admi-tir como evidente la precariedad de lasrespuestas frente a esta pandemiadurante buena parte de la década delos ochenta; cuando, tras casi quinceaños, las iniciativas parecen proliferar,necesario es reconocer al libro de JuanVicente Aliaga y José Miguel Cortésdos cosas. De un lado, y de maneramuy general, su valiosa contribuciónal páramo en que se han desarrolladoen España las reflexiones frente a lapandemia. El sida no es abordadoaquí desde la óptica que caracteriza laenunciación de las normas básicas deprevención; es decir, no se abordadesde una prudencia que pasa de pun-tillas para no soliviantar las reticenciasque traería un reconocimiento públi-co-institucional de sexualidades peri-féricas o prácticas de evasión. Perotampoco se cae en la retórica bienin-tencionada, aunque poco fructífera,de los llamamientos a la solidaridadcon esa instancia siempre ajena queforman «las personas afectadas». Sólopor eso, la iniciativa ya es de agrade-cer. De otro lado, este libro entra enla reflexión más particular sobre elarte en una época de pandemia, anali-zándolo desde las mismas obras ydesde sus autores, y dando contenido

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a una serie de inquietudes hasta hacepoco dispersas y poco conocidas.

Así, esta compilación de artículosde diferente origen se abre con dosreflexiones teóricas sobre los límitesde la representación del sida (¿es ellenguaje suficiente?; ¿es el lenguaje ensí mismo un virus?) y sobre las formasde conceptualización de la muerte. Acontinuación, se nos presenta unpanorama de las manifestacionesartísticas que han tratado de respon-der al reto que el sida plantea a lasformas de representación. De estemodo, en una mesa redonda com-puesta por artistas y críticos, se anali-zan aspectos de la relación entre artey sida. Pero también se pasa revista alenguajes en la frontera del arte (lasiconografías y mensajes que utilizanasociaciones asistenciales o reivindica-

tivas) y discursos más allá de cual-quier inquietud artística (los que pro-ducen los medios de comunicaciónde masas). El arte contra el s idaalcanza su expresión más rotunda enla obra de un colectivo de NuevaYork, Gran Fury, colaborador delgrupo activista Act Up. Sus trabajos ylas obras de David Wojnarowicz sonparte esencial del panorama artísticoestadounidense. En este volumen seincluye, además, una selección deartículos aparecidos en la prensa, conla que los rasgos básicos que nos per-miten pensar el papel social o la res-ponsabilidad del artista y las relacio-nes entre la enfermedad y los regíme-nes de representación quedan esboza-dos con suficiente claridad.

Ricardo LLAMAS

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Las compilaciones de artículosconstituyen una propuesta frecuentey muy popular en el ámbito de lasciencias sociales en los EstadosUnidos. Esta fórmula editorial resultapart icularmente adecuada comomedio de abordar de forma sugerentey plural cuestiones que suscitan refle-xiones a la vez variadas y dispersas;aproximaciones deslabazadas que sólosi se realiza un esfuerzo de recopila-ción pueden adquirir cierta entidad.

Este es, sin duda, el caso de las quepodrían denominarse sexualidadesperiféricas, o formas de interaccióncorporales que tienen el placer comoobjetivo, y que escapan a las normasimpuestas por los regímenes queordenan la sexualidad en nuestroentorno.

De este modo, la iniciat iva deMark Thompson se enmarca, por unlado, en la tradición anglosajona dereunir en un solo volumen voces dis-

MARK THOMPSON (comp.)Leather-Folk, Radical Sex, People, Politics and Practice(Boston —Massachusetts—, Alyson Publications, 1991)

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tantes a partir de inquietudes diversasy que, no obstante, abordan cuestio-nes similares, para dar entidad a uncuerpo global que nos permita acce-der a una visión de conjunto sobre untema dado. Pero, por otro lado, y éstees quizás uno de los factores más inte-resantes de este libro, el tema que enél se trata (el sadomasoquismo y lassubculturas leather) constituye uncompendio de realidades relacionaleso fantasmáticas que parecen resistirsede modo contumaz al análisis; que seescapan obstinadamente a los princi-pios de reflexión y que se muestranesquivas, o resultan escurridizas,incluso, en el contexto de las relativa-mente menos esclerotizadas formas derepresentación artística (la literaturade Sade, el cine, como en Saló, lafotografía de Mapplathorpe...).

No se trata, evidentemente, de uncatálogo de todos los análisis que, a lolargo de decenios, han establecidouna precisa patologización de las quetodavía (en los ámbitos de la psicolo-gía y la psiquiatría) se denominanparafilias. Dicha compilación hipoté-tica tendría, qué duda cabe, un ciertointerés, por cuanto permitiría obser-var la insidiosa vocación clasificato-ria, reguladora y estigmatizadora queha caracterizado el análisis (que entérminos de discurso sólo puede lle-varse acabo desde fuera) de una reali-dad demonizada. En este caso esta-mos, por el contrario, ante una multi-tud de aproximaciones en primerapersona.

Estos análisis, además, revelan unimprevisto: el s/m y el mundo leather;la sexualidad radical no es ajena a lareflexión. Es más, resulta particular-mente propicia al desarrollo de la

conciencia de sí y del propio entorno;a fin de cuentas, la exploración de losdeseos propios y ajenos y de los lími-tes del placer y el dolor son una parteesencial de la práctica de la sexualidadradical. Como nos hace ver el compi-lador, la mayor parte de quienes par-ticipan en este volumen son personascomprometidas con procesos de cam-bio personal o social; espiritual opolítico. En este sentido, la finalidadbásica del libro es romper con la clan-destinidad de dichas reflexiones,sacarlas a la luz, proponerlas como víade enriquecimiento personal y abrirde este modo un espacio de libertadde expresión a quienes aún sientenculpabilidad o vergüenza por sus fan-tasías o sus placeres.

De entre los y las firmantes de losartículos recogidos en Leather-Folk,algunos nombres nos resultan fami-liares a quienes trabajamos temasrelacionados con las realidades gai ylésbica y los movimientos sociales deliberación sexual. Entre las autoras delos artículos encontramos a las prota-gonistas del enconado debate que seprodujo en el seno del movimientode lesbianas norteamericano a raíz delos postulados del carácter esencial-mente masculino y opresivo del s/m.Califia y Rubin están entre quienescombatieron aquella nueva moralidadlésbica. Pero, además, encontramoscontribuciones de estrel las de laliteratura s/m gay como John Preston,o de Troy Perry, el sacerdote que pusoen pie la primera asociación numéri-camente importante de lesbianas ygais en Los Angeles en 1968, asícomo escritos de activistas comoArnie Kantrowitz o Eric Rofes y deanalistas de la cultura gai norteameri-

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cana como Michael Bronski. El resul-tado final es tan atractivo en la rique-za de matices propuestos y sugestivoen los referentes que se presentan

como emocionante por sus posiblesimplicaciones teóricas y prácticas.

Ricardo LLAMAS

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Umberto Galimberti recoge en estelibro el desarrollo que, a lo largo de lahistoria, nuestra civilización occiden-tal ha hecho del cuerpo. Estudia elcuerpo como núcleo donde todo seintercambia. Nacimiento y muertecomo relación social.

Para nosotros, el cuerpo como enti-dad anatómica, como lugar dondesurge la singularidad de cada indivi-duo. Para los antiguos, el cuerpo seenfoca desde la óptica de cuerpocomunitario. El cuerpo traduce unorden simbólico en otro. El canibalis-mo para los primitivos es una señalde respeto, significa asumir y reabsor-ber en el seno de la sociedad a losmuertos.

Platón cree en la verdad, verdadque sólo el alma liberada del cuerpopuede alcanzar; de aquí surge la dis-tancia máxima entre cuerpo y liber-tad. Todo lo positivo está en el cielo,sede de la totalidad de los valores, ylo negativo está en la tierra, donde lamateria es impedimento para laadquisición de la verdad. El dios delcuerpo para el cristianismo es el dia-blo con cuernos. El cristianismo nohace otra cosa que recorrer el camino

trazado con anterioridad por Sócratesy Platón. Surge el alma y la dicotomíaentre cuerpo y alma. El cuerpo, porlo tanto, es una tumba, es la cárcel,pues nos impide llegar a la verdad.

A pesar de Aristóteles, Occidenteno dudará en seguir el camino traza-do por Platón, cuya antropología,profundamente hostil a los valores delcuerpo, no tardará en capturar aque-lla otra fuente del pensamiento occi-dental constituida por la tradiciónbíblica que, en toda su historia, habíasido siempre fiel a la visión unitariadel hombre, que no contempla ladivisión entre alma y cuerpo, por elsimple motivo que esta tradición nodisponía de un concepto de almacomo entidad autónoma y separable.

La tradición judeocristiana ignorael dualismo griego entre cuerpo yalma. Para el hombre del AntiguoTestamento, la carne es positiva onegativa según sea su fidelidad oinfidelidad a la alianza con Dios. Esésta la relación que decide el sentidode la carne. Esta ruptura de la alian-za es la esencia del pecado, y desdeeste planteamiento la idea de pecadoempieza a asociarse con la carne, no

UMBERTO GALIMBERTI

Il corpo(Milano, Universale Economica Feltrinelli, 1993)

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porque la carne sea mala, como sepensaba en el mundo griego, sinoporque la tradición del AntiguoTestamento había hecho de la carneel símbolo de la pretensión humanade autonomía e independencia conrespecto a Dios.

Perdida la esperanza de la resolu-ción pura y simple de la muerte a tra-vés de la subida inmediata al cielo. Elcristianismo colocó la eternidad dife-rida como base de su economía polí-tica de la salvación universal median-te la acumulación de obras y de biencon balance final y equivalencias.Pero precisamente aquí es donde seinterrumpe el intercambio simbólicoy se empieza el proceso de acumula-ción, la muerte de «gran enemiga» setransforma en la gran al iada del«Viviente» (Dios) pasa más allá de lamuerte y aparece como umbral deljuicio. Para Cartesio, el cuerpo no secorresponde esencialmente con laexistencia. Con esta af irmación,Cartesio no intentaba significar unaseparación entre mente y cuerpo, sinosólo la posibilidad conceptual de laseparación. También para Locke, ladivisión entre mente y cuerpo impidecualquier salida al mundo; esta situa-ción no cambia con Berkeley ni conHume. En la actualidad, para noso-tros, la ciencia equivale a lo real. Elmundo en sí constituido por la cien-cia a través de sus operaciones lógicas,sigue siendo siempre un mundo quela humanidad en un determinadomomento de la historia ha construidopara sí y, por lo tanto, en el para síhay que encontrar el sentido de todoslos posicionamientos teóricos, inclui-do el científico, que se pone, por sunaturaleza, como búsqueda del en sí.

La verdad del mundo de la vidaestá en la experiencia, que, a diferen-cia de la experiencia científica, es sólouna abstracción. La medicina garanti-za a cada uno el llegar al final de sucapital biológico. El «derecho» a unamuerte natural es también un«deber». La muerte es para la medici-na un hecho absoluto a partir del cualno existe ya ni vida ni enfermedad.No es ya un símbolo, sino la disyun-ción entre el t iempo patológico,nombre con el que la medicina deno-mina a la vida, y el tiempo cadavéricodonde no existe una vida amenazadapor la enfermedad. La economía polí-tica nació el día en el que comenzó aacumularse el excedente de produc-ción que los primitivos destruían enel plotác para conjurar lo que ellosconsideraban que era la parte maldi-ta, es decir, aquellos bienes que, sus-traídos al intercambio simbólico, per-dían su ambivalencia para acumularprogresivamente valor. Del intercam-bio simbólico se pasó al valor de cam-bio. De la destrucción de los bienes asu sustitución, que sólo era posiblesobreentendiendo la noción de «va-lor», sin la que habría sido imposiblecomparar dos bienes entre sí parapoder intercambiarlos «sin pérdida».

Ingenuus es palabra latina que sig-nifica «nativo», «original», «natural»,«libre». Lucrecio habla de ingenuusfontes para indicar las fuentes.Propecio habla de ingenuus color paradefinir el colorido natural. Liviodenomina ingenuuos a los nacidoslibres, los que pueden presumir detener padre. Ingenuus es para Cicerónel niño nacido de padres libres, mien-tras que para Plauto es ingenua lamujer libre, a diferencia de la liberta-

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da con el golpe ritual de la varita conla cual los esclavos eran libertados.

Si éste es el sentido de la palabra,pararse en la ingenuidad del cuerposignifica encontrarlo en su condiciónoriginaria, franqueado por la equiva-lencia en la que se expresa cualquiercódigo con el orden de sus inscripcio-nes; significa restituirlo a la forma«nativa», a aquellos trazos «naturales»que, como quiere la advertencia hus-serliana, no pertenecen a la naturalezaconocida por las ciencias, sino aaquella que se discutía a los ojos delos griegos antiguos; la realidad natu-ral en la dimensión del mundo-de-la-vida. Educados como estamos en lametafísica de la razón disyuntiva envez de la ambivalencia del mundo-de-la-vida, sabemos que tratar ingenua-mente al cuerpo lleva en sí el riesgode la ingenuidad, en el sentido habi-tual y menospreciado del término.Pero, en este caso, el deterioro de lapalabra es el síntoma de una pérdida,la pérdida de una inocencia primitivaque el desarrollo de la razón, girandoalrededor de s í misma en el máshiperbólico de los círculos viciosos,acaba con traicionar desenmascaran-do el vacío que la sostiene por haberolvidado el mundo de la vida que,antes de albergar fórmulas e ideas,alberga cuerpos y cosas, en aquel tipode relaciones naturales que sólo laabstracción del pensamiento puro, enla soledad de su aislamiento, puedeser y juzgar menos reales que susconstrucciones. Recorriendo el siste-ma de las equivalencias, al que ha lle-gado el desarrollo autónomo de larazón, no nos es posible encontrar elcuerpo como nosotros lo vivimos,sólo llegamos a una serie de definicio-

nes degradadas que recitan las ins-cripciones del código con el que se leobjetiviza. Como organismo al quehay que sanar, como fuerza-trabajo ausar, como carne que hay que redi-mir, como inconsciente al que liberar,como soporte de signos a transmitir,e l cuerpo, s iempre alejado de laimpronta de su vida, tiene que reco-rrer en cada ocasión los caminos tra-zados por la razón científica que, deacuerdo con la naturaleza de su méto-do, ha resuelto en objeto el mundo, ya imagen del mundo el cuerpo hu-mano deberá tratarse separado detodos los otros cuerpos; por estemotivo, en el seno de las ciencias noserá posible encontrar nunca al cuer-po como nosotros lo vivimos y elmundo como respuesta al ensancha-miento de nuestro cuerpo. Los méto-dos son inadecuados, porque el cuer-po que intentamos descubrir nopuede ser reconocido por una razónque es tal sólo por lo que es capaz deobjetivar, sin otro sentido que no seael que sus equivalencias han sidocapaces de establecer con anteriori-dad. Aquí sólo puede ayudarnos elmundo de la vida (Lebenswelt), dondenuestro cuerpo no es todavía unsoporte de inscripciones, sino un con-junto de «intencionalidad» en ningúncaso tematizada, que t iene en elmundo su correlación y su ambienteindispensable.

El análisis fenomenológico nos hademostrado que el cuerpo no está enel mundo de forma opaca como loestán las cosas que no se conocen a símismas y de lo que las circundan,sino como la apertura originaria en laque únicamente son posibles signos ysignificados. Llamamos a esta apertu-

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ra originaria que precede a cualquierdistinción entre sujeto y objeto, entreinterior y exterior, entre consciente einconsciente, presencia, entendiendocon este término el absoluto que notiene nada «detrás» de sí, porque loque es y lo que se manifiesta coinci-den. Esta presencia, esta apariciónoriginal es lo que hay que describir ypreguntar, porque la realidad huma-na, a diferencia de cualquier otro tipode realidad, realiza la coincidenciaabsoluta entre quien indaga y lo quese indaga, que no permite distanciarel objeto, ponerlo frente a un hecho,por la simple razón que nosotros mis-mos, y no otros, somos la realidadhumana, y comprender esta realidadno es otra cosa ni más ni menos quenuestro modo de existir; por lo tanto,mi ser y mi apariencia son una mismacosa, no se puede romper de ningunaforma esta identidad, como hacecualquier psicología que tiene lanecesidad de justificarse frente a laciencia, porque esto significa desnu-dar a cada humano de su significadoy, por lo tanto, de su relevancia psico-lógica que se recoge en dicho signifi-cado.

Desde siempre el cuerpo es superfi-cie de escritura, superficie adecuadapara recibir el texto visible de la leyque la sociedad dicta a los propiosmiembros, marcándolos. Cada una delas cicatrices es una marca imborra-ble, un obstáculo para el olvido, unsigno que hace del cuerpo unamemoria. Por este motivo las socieda-des arcaicas iniciaban a los adolescen-tes en la vida social con el rito de latortura: marcando el cuerpo, éstas lodesignaban como espacio único e idó-neo para llevar la señal del grupo, la

pista del paso que entrega el indivi-duo a la sociedad. Un hombre inicia-do es un hombre señalado, asignado ala vida del grupo; con la tortura, elgrupo le enseña su pertenencia socialque las cicatrices indelebles dejadaspor el fuego en el cuerpo, por la pie-dra, por el cuchillo, no permitiránque se olvide.

El silencio que el adolescente debemantener durante la tortura no espe-ra medir su capacidad de resistenciafísica o asegurar a la sociedad su cali-dad frente a los demás miembros,sino que quiere subrayar el carácterafirmativo y no dialógico de la ense-ñanza que el grupo pasa al individuo,de la tribu al iniciado. Irreversible-mente marcados, los jóvenes, precisa-mente en la indelebilidad de las cica-trices, aprenden y aprehenden elsecreto del grupo.

El secreto del grupo es el secretodel código que sustrae al cuerpo de laambivalencia de sus posibles signifi-cados, para entregarlo a aquéllos,identidad de grupo con la que debeasimilarse y uniformarse. En la simili-tud, en la uniformidad, como remo-ción de las diferencias, es la crueldaddel signo, más dolorosa que la inci-sión cruenta, porque separa del cuer-po cualquier posibilidad que no seaconforme al significado que el gruposocial quiere transmitir al individuo.

Encarnando un signo, cuya apari-ción anula toda ambivalencia delcuerpo, su disponibilidad para otrasindicaciones de sentido, el cuerpo nodice ya nada de sí mismo, sino delsignificante que le ha señalado y alque entrega su propia potencia de laque el significante toma su propiafuerza para utilizarla contra los cuer-

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pos, reproduciéndose en los cuerpos.Para quedarse con el poder es sufi-ciente con poner en funcionamientoel cuerpo según un determinado régi-men de signos, y hay que comprobarsi el registro de los signos difundidopor nuestras sociedades es menoscruel que las torturas de los primiti-vos. Dichas culturas por lo menosescribían la ley sobre el cuerpo, y conaquella marca conjuraba la ley separa-da, lejana, despótica, la ley que, arti-culándose en la relación orden-obe-diencia, conoce sólo el poder coerciti-vo, y no el separado por la violencia eindependiente de cualquier tipo dejerarquía.

De hecho, en la jerarquía los signosadquieren serenidad y los cuerpos sonsolamente el espacio de su escritura.El lenguaje deja de ser expresivo paratransformarse en indicativo. Un hom-bre vacío que no tiene necesidad desentido es más la imposibilidad deatribuirle uno, es la prueba de su tras-cendencia, de lo absoluto de su senti-do. Su forma de dominar no está enimponer un signo, como hacían losprimitivos con la marca, sino envaciar de sentido todos los símbolos alos que el cuerpo, en su ambivalenciaoriginal, podría dar sentido y expre-sión.

Estamos en el punto crucial en elque los cuerpos rechazan la inscrip-ción del código, que es al mismotiempo la del sentido y la de la razón,para abrirse a la ambivalencia delsímbolo que compone sentidos y enla distancia reclama proximidad. Deesta forma no hacemos del cuerpo elnuevo y glorioso referente que seenfrenta con su ya declarado antago-nista que es el poder. El cuerpo no se

opone a nada, vive como puede en unmundo que el poder codifica, pero acuyo código es posible sustraerse através de una lectura diferente de lascosas.

Pero la diferencia no es suficiente,porque es una variación en el interiorde la identidad; aquí es necesaria laambivalencia, que rompe la identi-dad, no para recomponerla, sinopara dejar de vivir en su interior estarelación tensional. A y no-A, que enun punto recoge la total idad.Proximidad de lo más distante, ésta esla ambivalencia; no sentido, sino con-senso, que no tiene nada que ver conel consenso de los cuerpos en su his-toria, han estado obligados a tributaral único sentido que el despotismodel significante ha atribuido a todaslas cosas cuando les ha sido asignadoun nombre.

De Nietzsche en adelante han sidomuchos los teóricos que han hecho elproceso al sentido, han denunciado elengaño, la mistificación, criticadoradicalmente la racionalidad y cual-quier forma de representación; noso-tros hemos pasado a través del senti-do, de su representación, de su histo-ria, de su ideología, pero recorriendolas pistas dejadas por la grabaciónsonámbula del cuerpo que el auriga, apesar de «la fusta y el estribo», sugeri-dos por Platón, no ha conseguidodomar. Ya no han sido la afirmacióno la negación que desde Platón hansido para Occidente los raíles de larazón, sino la conjunción, es decir, lacomposición de sentido que los pri-mitivos, antes que interviniese la lógi-ca para definirlo, veían en cada cosa.A su mirada corpórea, por no estarcomprometida con las distinciones de

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la razón, las cosas aparecían confusas:el sol que hacía madurar las cosechasera el mismo sol de la sequía, la lluviaque las regaba era la misma de lasinundaciones. No separando el biendel mal, lo verdadero de lo falso,cogían la verdad de las cosas, ningunade las cuales es únicamente positiva osólo negativa, porque todas son ambi-valentes.

La ambivalencia les permitía com-poner las cosas no según criterios deverdad, sino según imágenes de seme-janza, por lo cual para la fecundidadnormal había una estrecha relaciónentre la mujer y la tierra, por la segu-ridad que ofrecía había un parentescoentre la casa y el centro del mundo.No significados subterráneos, sinosímbolos que componían una cosa yotra y concedían a cada cosa el nom-brar en un punto a todas las demás.Con el mundo nuestro cuerpo tieneuna relación simbólica que las demar-caciones y las inscripciones de loscódigos no han destruido todavía, sies verdad que para vivir, por debajode las distinciones de la razón, nues-tro cuerpo está constantemente invi-tado por el mundo para que elaboreen todas las cosas aquellas relacionessubterráneas y siempre tácitas, perono por este motivo menos vivas, quepermiten en el mundo anónimo vivirsu mundo.

Mi mundo, el del cuerpo, dondeno se acumula sino que se dispersa elexceso que la razón en Occidente haintentado siempre unir y recoger convistas a un crecimiento que no tiene

principio ni fin. De este excedente,de esta «parte maldita» como la llamaBataille, los primitivos se defendíancon la destrucción en el potlác, con elintercambio simbólico del regalo y elcontrarregalo, con el gasto superfluo,con el sacrificio de las cosas y de lasvidas, con el fin de que nada se cons-tituyese como valor, sino que todo semantuviese en aquella ambivalenciadonde los signos se intercambianentre sí, no en función del provecho(valor de cambio) sino en aquéllapura, pérdida (intercambio simbóli-co) que, además de exorcizar la leytrascendente del valor y la apropia-ción privada del sujeto, devolvía a loshombres y a las cosas aquel excedentede sentido que el uso servil de losunos y de las otras, impuesto a laracionalidad del trabajo, les habíasustraído. Cuando las cosas se sus-traen al uso que ellas tienen, y loshombres a la función que en esta uti-lización desarrollan, entonces el cuer-po no tiene ya la necesidad de ence-rrarse en sus signos que se intercam-bian bajo el código de la equivalenciay de la reproducción del sujeto, sinoque puede abolirse en el intercambio,donde la ambivalencia de lo simbóli-co lo restituye a su libertad, que no esla liberación marcusiana del cuerpopor el trabajo, sino la libre circu-lación de los cuerpos en un mundode cosas no capturadas todavía porun significado, por una razón, por laverdad de un sentido único.

Marta J. MARTÍN GONZÁLEZ

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Es indudable que en las sociedadesmodernas occidentales el cuerpo esun referente de la individualidad eidentidad del ser humano. Sin embar-go, en la Sociología contemporáneaes reciente la consideración de éstecomo un hecho social y tardía la crea-ción de un área concreta para su aná-lisis y estudio.

En el ensayo de The Body andSocial Theory, se tratan las circunstan-cias que han motivado esta carencia yse exponen las que propician el surgi-miento de la teoría social del cuerpo.

De su lectura no resulta, única-mente, una aproximación al lugar yámbito científico del cuerpo en laSociología, sino también la compren-sión del cambio teórico y metodoló-gico que propicia la conversión deaquél en un objeto específico de estu-dio sociológico. Esto es posible por laexposición conjunta de teorías y enfo-ques al lado de los contextos y las cir-cunstancias sociales que las motivan.

Por otro lado, la estructura dellibro en capítulos con líneas argu-mentales independientes nos permiteacercarnos individualmente a cadauno de ellos y sacar conclusiones cla-ras respecto a teorías y enfoques par-ticulares.

Después de un capítulo introduc-torio, la autora analiza el status queocupa el cuerpo en las teorías socioló-gicas clásicas. Los padres fundadores,en sus respectivos estudios sobre laexplotación (Karl Marx), la racionali-zación (Max Weber) y la anomía(Emile Durkheim), mantienen única-

mente la importancia material y rela-cional del cuerpo con el individuo.En ninguno de estos planteamientosse establece un ámbito especial deestudio para el cuerpo, configurándo-se como un agente pasivo y portadorde la acción y circunstancias del suje-to en sociedad.

Habrá que esperar a la década delos ochenta para que el cuerpo tengaun campo propio de estudio en laSociología. Como apunta la autora, elsurgir de la Sociología del cuerpotiene mucho que ver con una serie defactores y movimientos sociales queaparecen durante estos años. Algunosde los más importantes son el movi-miento feminista, el fuerte cambiodemográfico que supone el envejeci-miento de las sociedades occidentales,la exaltación de la cultura consumistay la transformación de la concepcióndel cuerpo en las sociedades moder-nas. Durante esta década destacan,entre otras obras teóricas y empíricasde la Sociología del cuerpo, los ensa-yos de Bryan Turner (1984), O’Neill(1985) y Freund (1988).

En los capítulos III y IV se expo-nen los dos enfoques teóricos y meto-dológicos que han marcado los avata-res de la Sociología del cuerpo: elnaturalista y el de la construcciónsocial. Ambos tienen su origen en lacontraposición originaria planteadaentre las ciencias naturales y las socia-les, entre lo natural y lo cultural,entre lo biológico y lo social.

La teoría naturalista concibe elcuerpo como un producto de la evo-

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CHRIS SHILLING

The Body and Social Theory(London, Sage, 1993)

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lución de las especies, de ahí que sóloforme parte de la realidad natural.Como es un objeto dado por la «natu-raleza» y no por la sociedad, su forma,su estructura... se escapa del controlsocial y justifica, por tanto, las dife-rencias y desigualdades sociales.

La segunda teoría, contrapuesta ala naturalista, considera al cuerpocomo un producto social, como unaconstrucción de la sociedad. Dentrode ésta se encuentran las perspectivasde Mary Douglas, Michael Foucault,Erving Goffman, Bryan Turner yArthur Frank. Sus aportaciones másimportantes a los avances de la teoríasocial del cuerpo, se centran en laconcepción del cuerpo como partefundamental de la «presentación» delindividuo en sociedad y en atribuirleun símbolo y valor social. Sin embar-go, en estas teorías, el cuerpo siguesiendo la «vestimenta» de las relacio-nes sociales, sin pasar a adoptar elpapel que tiene, sin duda, en la crea-ción y mantenimiento de dichas rela-ciones.

Destacando la importancia de lasperspectivas de Michael Foucault yErving Goffman, la autora resalta lainfluencia de éstas en la obra deBryan Turner. La perspectiva meto-dológica de Turner se escoge comouno de los puntos de partida para lareflexión sobre los límites de la duali-dad de las visiones naturalistas y de laconstrucción social.

La profundización en el análisis dedichos límites es fundamental para eldesarrollo de la teoría social del cuer-po. En el capítulo V, Chris Shilling secentra en este problema epistemoló-gico.

Son dos, según la autora, las ten-

dencias que diluyen la dualidad de losenfoques naturalistas y de la cons-trucción social . Por un lado, laimportancia del tratamiento socioló-gico de la contraposición entre cono-cimiento y cuerpo. Por otro, los estu-dios de la sociología del género deBob Connell y de la sociología de lossentimientos de Peter Freund. Ambasayudan a plantear la división entrenaturaleza y cultura como una difi-cultad para explicar la relación entreel conocimiento y el cuerpo y algunosaspectos de las relaciones sociales delgénero.

Las teorías y metodologías que cla-ramente superan las divisiones entreconocimiento y cuerpo y entre natu-raleza y cultura, son las de PierreBourdieu y Norbert Elias. Sus estu-dios, como apunta la autora en loscapítulos VI y VII, son los queactualmente constituyen la teoríasocial del cuerpo propiamente dicha.

Los enfoques de Bourdieu y Eliastienen en común la relación que esta-blecen entre la posición social y elcuerpo del individuo, de tal maneraque este último se objetiva en unarepresentación social del status y dis-tinción individual. En cambio, susperspectivas difieren en que el prime-ro analiza el valor del cuerpo de unaforma transversal en la sociedad con-temporánea, mientras que el segundolo hace de una forma longitudinal enel proceso histórico. De esta últimalínea de análisis resulta una de lasconceptualizaciones más importantesen el armazón teórico de la sociologíadel cuerpo: la de la «civilización delcuerpo».

En el últ imo capítulo, ChrisShilling nos introduce en los estudios

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que relacionan al cuerpo con la iden-tidad del individuo y con la muerteen el contexto de la postmodernidad.En este sentido, se describen los tra-bajos de Peter Berger (1967) y deAnthony Giddens (1991) y se reto-man los de Bourdieu y Elias.

El argumento de Peter Berger par-te de que la humanidad inviste asus acciones de significados, significa-dos que provienen de un sistema decreencias. En el caso de las sociedadesmodernas se carece de un sistema decreencias que haya cubierto elabandonado por la religión, hechoéste que genera el problema de laconceptualización de la muerte en lamodernidad.

Anthony Giddens también consi-dera que las relaciones entre el indivi-duo y la muerte son especialmenteproblemáticas en las sociedades post-modernas. Y esto porque opina, deigual forma que Berger, que existe un

sistema de creencias informador yexplicativo de la acción humana.

En cambio, los estudios de PierreBourdieu y Norbert Elias destacansobre todo que la asociación entreidentidad individual y cuerpo es frutode un tipo muy concreto de sociedad:la de la modernidad. En este sentido,la muerte es un problema existencialdel individuo moderno, no un pro-blema universal de la humanidad,como apuntan Berger y Giddens.

En líneas generales, este ensayoexpone nítidamente la trayectoriateórica y metodológica de la Socio-logía del cuerpo, a la vez que aportanuevas e inexploradas líneas de inves-tigación. De la lectura del libro TheBody and Social Theory, el sociólogopuede obtener, sobre todo, nuevasformas de reflexionar sobre y en lassociedades de la modernidad.

Rosario ALVAREZ

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La sociología política estudia laestrecha relación existente entre lapolítica (y sus actores) y las institu-ciones sociales. Intenta dar un senti-do universal a la existencia del ordensocial y político y a la correlaciónentre ambos.

Fue en el siglo XIX, como productode las profundas transformacionesque tuvieron lugar en Europa occi-

dental, cuando las diversas corrientesdel pensamiento social evocaron porvez primera un mundo dividido entresociedad y Estado en el que se pudie-ran establecer conexiones entre lasacciones del gobierno y las de losdiversos grupos sociales. Esta ideaoriginaria, fruto de la destrucción delrégimen antiguo que dio paso al sur-gimiento de la sociedad moderna y

ANTHONY M. ORUM

Introduction to Political Sociology: The Social Anatomy of the Body Politic(Englewood Cliffs —New Jersey—, Prentice Hall, 1989)

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con ella a la idea simbólica de nacióncomo base legitimadora del discursopolítico, conserva su valor esencial enel pensamiento sociopolítico contem-poráneo, pero su interés es más evi-dente en la actualidad como resultadode la gran influencia de las accionespolíticas y las instituciones del Estadoen el desarrollo social y, a la vez, porel peso que ejercen las institucionessociales sobre la acción política. Enefecto, desde los primeros trabajos deReinhard Bendix y Seymour MartinLipset, escritos a principios de ladécada de 1960, el estudio de las cir-cunstancias sociales de la política seha convertido en un campo amplia-mente abonado por politólogos ysociólogos, hasta el punto de queresulta imposible hoy en día hacer unanálisis coherente de la política si nose toma en cuenta su naturalezasocial.

En su trabajo de Introducción a laSociología Polí t ica, Anthony M.Orum estudia la anatomía social delcuerpo político, en la que el podercomo fundamento de la política seanaliza en base a tres elementos cla-ves: la naturaleza y distribución delpoder en la sociedad, los partidos y laparticipación política, y el cambio polí-tico. Siguiendo a Marx, Weber yParsons, Orum define el poder como«la capacidad social de tomar decisio-nes obligadas de amplio alcance enuna sociedad (o comunidad) dada».Pasa revista a una gran parte de losestudios teóricos clásicos y contempo-ráneos más conocidos, y dedica elexamen empírico a la naturaleza y lainfluencia del poder en los EstadosUnidos.

El libro Introduction to Sociology

(tercera edición) está dividido en cua-tro partes.

En la primera parte: «The Vision ofSociety and Politics» (capítulos 2, 3 y4), el autor hace un recorrido ordena-do a través de los conceptos teóricosde Karl Marx, Max Weber y TalcottParsons sobre sociedad y política, enlos que destaca sus respectivas ideasacerca del orden social, el orden políti-co, la obediencia y el cambio, las com-para y evalúa brevemente su propaga-ción.

La segunda parte: «Varieties ofPower and Power Structures» (capítu-los 5, 6 y 7), está dedicada al estudiode los distintos modelos y estructurasde poder (la polis griega, democraciay totalitarismo), su influencia en elactual sistema capitalista, con especialreferencia al caso de los EstadosUnidos, y sus efectos en la organiza-ción local norteamericana a partir dela controversia entre elitistas (FloydHunter) y pluralistas (Robert Dahl).

La tercera parte: «Political Parties,Participation, and Thought» (capítulos8, 9 y 10), comprende un breve análisisdel origen y la naturaleza de los parti-dos modernos, los modelos y tenden-cias de la militancia partidista en losEstados Unidos, la participación de losciudadanos norteamericanos en la polí-tica (siguiendo las reflexiones de Alexisde Tocqueville, Emile Durkheim yWilliam Kornhauser) y la naturalezadel pensamiento político a partir de loslineamientos estructuralistas (Marx, Par-sons, Sigmond Freud, David Easton yJack Dennis) e individualistas (JeanPiaget).

La cuarta parte (capítulos 11 y 12):«Political Development and Change»,está dedicada al estudio del cambio

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político, tomando como punto departida el origen y los principales ras-gos del Estado-nación moderno y dela construcción nacional (desarrolloeconómico, crecimiento y expansióndel nacionalismo, la inestabilidadpolítica, el papel de los grupos socia-les). Una vez analizadas las principa-les corrientes teóricas (i.e., Samuel P.Huntington, Mark Kesselman,Lucian W. Pye, James D. Cockcroft,etc.) acerca del triunfo (orden políti-co o estabilidad, democracia) o el fra-caso (inestabilidad y violencia) dealgunas sociedades en la construcciónde un moderno Estado-nación, Orumhace un recuento de las reformas yrevoluciones más importantes quehan tenido lugar en el presente siglo ylas condiciones que impulsaron sunacimiento, según las distintas escue-las teóricas del estructural ismo

(Theda Sckocpol, Barrington Moore,Jr.; Neil Smelser, Richard Hofstadter,S. M. Lipset, Joseph Gusfield), losdefensores de la teoría organizativa deLenin (Wil l iam Gamson, JohnMcCarthy y Mayer Zald, AnthonyOberschall, Charles Tilly) y los teóri-cos de la psicología social (James A.Geschwender, James C. Davies ,Denton Morrison y A. D. Steeves,Ted Robert Gurr, etc.).

Si bien la primera edición de estelibro data de 1978, su lectura siguesiendo una herramienta bastante útilde aproximación a la sociología polí-tica, en cuya tercera edición se evi-dencia el notable esfuerzo del autorpor incorporar los análisis temáticosmás recientes a los estudios teóricosclásicos.

Jacqueline JIMÉNEZ POLANCO

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Libro muy conocido, al parecer, enEstados Unidos y Gran Bretaña, no loes tanto en España. Su autora resultatambién desconocida aquí, y los datosque suministra la cubierta de estaobra la presentan como una jovenfeminista norteamericana (SanFrancisco, 1962). Esta tarjeta de pre-sentación puede persuadir a algu-nos/as lectores/as a emprender coninterés su lectura, mientras queotros/as lo harán con cierta cautela.

Uno de los motivos originales porlos que esta obra se incluye aquí espor la escasez de literatura en lenguacastellana sobre la teoría del cuerpo.Como se puede constatar, por ejem-plo, por el conjunto de obras quecontiene el apartado de crítica delibros de este monográfico sobre lasperspectivas en Sociología del cuerpo,la mayoría son anglosajonas, como loes también El mito de la belleza (TheBeauty Myth), traducida al castellano

NAOMI WOLF

El mito de la belleza(Barcelona, Emecé Editores, 1991)

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por Lucrecia Moreno y revisada porAndreu Navarro.

A lo largo de ocho capítulos, seanaliza la importancia de la belleza yel modo de manifestarse en diversosámbitos. Se trata principalmente de lasociedad anglosajona, por lo que losejemplos que se utilizan para ilumi-nar algunos argumentos se refieren aEstados Unidos y Gran Bretaña. Lalectura puede resultar poco ágil, pre-cisamente, por la profusión de ejem-plos que se utilizan, especialmente dejuicios y sentencias concretas llevadasa cabo en los EE.UU. Se mencionanhechos, estudios e investigaciones, sinla norma adoptada en la investigacióncientífica que consiste en relacionarexhaustivamente las fuentes utiliza-das. No se señala ni la fecha ni cual-quier otro dato que pueda ayudar aidentificar los artículos o investiga-ciones, ni existe al final del libro lalista de referencias bibliográficas.

Simplificando, Naomi Wolf muestrasu disconformidad con la importanciaatribuida durante los últimos veinteaños al aspecto externo de las cosas ylas personas, con la estética comoparadigma de la posmodernidad. Lasmujeres han ido conquistando muchosderechos que han hecho posible irtransformando su papel social. Hanconseguido tener acceso a la educa-ción, en igual medida que el hombre;al control de la natalidad, al trabajoextradoméstico, etc. Toda esta serie delogros corre paralela con la importan-cia social de la belleza femenina.«Durante la última década, las mujereshan irrumpido en la estructura delpoder; al mismo tiempo, los trastornosen la alimentación han ido aumentan-do en progresión geométrica y la ciru-

gía plástica se ha convertido en la es-pecialidad médica de más rápido desa-rrollo (...), 33.000 mujeres norteame-ricanas manifestaron en las encuestasque preferían rebajar de cinco a sietekilos de peso antes de alcanzar cual-quier otra meta. (...) Estamos en me-dio de una violenta reacción contra elfeminismo, que utiliza imágenes debelleza femenina como arma políticapara frenar el progreso de la mujer: esel mito de la belleza» (p. 14).

Las mujeres deben aspirar a perso-nificar la belleza universal y objetiva,y los hombres deben aspirar a poseera mujeres que la personifiquen, afir-ma Wolf, quien recurre con frecuen-cia a diferentes disciplinas para inten-tar demostrar que no hay justifica-ción histórica ni biológica para elmito de la belleza. Este mito no tienenada que ver con las mujeres, sinocon los hombres y con el poder. Elmito de la belleza funciona como unobstáculo en la promoción profesio-nal de las mujeres.

En el capítulo dedicado al ámbitodel trabajo, la autora sostiene que«hacia la década de los ochenta, labelleza había llegado a representarpara las mujeres, en su búsqueda deun estatus, el mismo papel que eldinero entre los hombres» (p. 39).Por otra parte, cuando las mujeresempezaron a incorporarse al ámbitopúblico, proliferaron en EstadosUnidos las leyes sobre el aspecto físi-co en el trabajo. «Desde 1971, la leyha aceptado que pueda existir en unpuesto de trabajo un estándar de per-fección del cuerpo de una mujer, yque si una empleada no lo alcanza, esposible despedirla. Nunca se ha esta-blecido legalmente un estándar de

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perfección semejante para el cuerpomasculino» (p. 42).

Con el ánimo de que las mujerespudieran competir profesionalmenteen pie de igualdad con el hombre,éstas adoptaron también el uniformede trabajo. El traje con falda es, alparecer, «el traje del éxito» y se reco-mienda su adopción (p. 56). Algunasinvestigaciones realizadas en Españase han referido, también, a este fenó-meno. La profesora de sociologíaMaría Antonia García de León, en suartículo sobre «El quid de las estrate-gias femeninas»1, mantiene que algu-nas pistas de la androginización forza-da de la mujer como nueva forma deaceptación de la dominación masculi-na se pueden encontrar en el uso sis-temático, por parte de las mujeresprofesionales, de trajes oscuros, ame-ricana sobria, la eliminación radicalde lo que podríamos llamar estilofemenino. Para ilustrar este síntomaexterno de la aculturación internahacia el modelo masculino que hanexperimentado muchas mujeres polí-ticas y profesionales españolas engeneral, García de León remite a laabundante documentación de heme-roteca en la que se podrá observar «ala ex ministra Rosa Conde vestidasiempre al modo descrito, imitaciónclara del aspecto masculino. Ese“siempre” es lo sospechoso. Tal vez setrate de un traje de camuflaje (mascu-lino). Todo un síntoma de la insegu-ridad y sentido de ilegitimidad con elque algunas mujeres ocupan los altoscargos políticos» (p. 62)2.

Wolf, por otra parte, afirma que seha demostrado que «vestir para lograrel éxito en el trabajo y vestir para sersexualmente atractiva son mutuamen-te excluyentes casi siempre, porque lasexualidad visible en la mujer puede“oscurecer” todas sus demás caracte-rísticas» (p. 57). Además, se destaca lacantidad de dinero necesario queinvierten las mujeres profesionales ensu belleza física: «Las mujeres profe-sionales del medio urbano destinanhasta un tercio de sus ingresos al“mantenimiento de su belleza”, y loconsideran una inversión necesaria»(p. 68).

El capítulo denominado culturadedica su mayor parte al desarrollo yevolución histórica de las revistasfemeninas. «Las revistas femeninashan acompañado todo el progreso delas mujeres y también la evoluciónsimultánea del mito de la belleza. (...)Las revistas, como lo han demostradootros autores, reflejan los cambios enla condición de la mujer» (p. 80).

En el marco del capítulo dedicadoa la religión, Wolf describe los ritos dela belleza como «una embriagadoracombinación de diversos cultos y reli-giones» (p. 113), y hace referencia alas transformaciones que han sufridolas estructuras de las diversas religio-nes, haciendo hincapié en lo queafecta a la autonomía femenina. Lasmujeres han participado de maneraescasa en la autoridad religiosa, perotienen una larga trayectoria de some-timiento a ella. Es muy reciente laposibilidad que tienen las mujerespara acceder al sacerdocio, y sólo enalgunas religiones.

La autora afirma que el aspecto deuna mujer se considera importante

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1 Claves, núm. 50, marzo 1995, pp. 60-66.2 García de León remite aquí a ver, por

ejemplo, «Rosa Conde, el look del Gobierno»,Futuro, núm. 67, abril 1992.

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porque lo que dice no lo es, y se refie-re a un estudio que ha demostradoque «en una conversación los hom-bres cortan la de las mujeres en un 80por 100 de las interrupciones. Otrosestudios indican que los hombresprestan a la palabra de la mujer unaatención sólo esporádica» (p. 137).

Aunque más adelante, en el capítu-lo denominado hambre, Wolf seextenderá en algunos problemas desalud como son la bulimia y la anore-xia, aquí define a los anoréxicos,como una extensión de la renuncia alalimento, renuncian a casi todos losplaceres terrenales, películas, chuche-rías, chistes, etc. (p. 158).

En cuanto a la sexualidad, la fuerzasocial de la pornografía y el sadoma-soquismo ha supuesto, según Wolf,una nueva represión para las mujeres,cuando ya habían conseguido liberar-se por la divulgación de los métodosanticonceptivos, el aborto legalizadoy la desaparición de la doble morali-dad sexual. Con la pornografía y elsadomasoquismo se restablece el sen-timiento de culpa, la vergüenza y eldolor en la experiencia sexual de lasmujeres (p. 170). Se considera que,conforme aumentaba la libertad delas mujeres, también crecía la porno-grafía, y se ofrecen algunas fechasclave para corroborar ese argumento.

La relación que establece la autoraentre la belleza y la sexualidad puedesintetizarse a través de los siguientespárrafos: «En contraste con la sexuali-dad femenina, innata en todas lasmujeres, la “belleza” implica un granesfuerzo: pocas mujeres nacen conella y no es gratuita» (pp. 194-195);«La mujer bella queda excluida parasiempre de las recompensas y respon-

sabilidades de un amor humano espe-cial, porque no puede esperar queningún hombre la ame “sólo por ellamisma”» (p. 222); y «Hoy la bellezaes lo que antes era el orgasmo femeni-no, algo dado por los hombres a lasmujeres, siempre que se sometiesen asu papel femenino y tuviesen suerte»(p. 224).

En el capítulo que la autora hadenominado hambre se dedica unabuena parte a la bulimia y la anore-xia, como enfermedades propiamentefemeninas. Cita de manera sucintaalgunas de las teorías que explicanambas enfermedades y el adelgaza-miento actual de las mujeres (p.243), para afirmar que «la gama deconductas patéticas y repulsivas des-plegadas por las mujeres con trastor-nos de alimentación se consideracomo la quintaesencia de la femini-dad...» (p. 250).

A pesar del sugerente título de estaobra —El mito de la belleza— y delintento de analizar su repercusión entodos los ámbitos posibles de la vidahumana, su contenido podría serconsiderado de escasa relevancia parala teoría social sobre el cuerpo. No setrata de una investigación científica;carece de sus tres niveles básicos: des-cripción, clasificación y explicación.Están ausentes, asimismo, las doscualidades consideradas por Selltizet al. como básicas de un buen traba-jo científico: la exactitud y la clari-dad. Más allá de su valor científico, elinterés de este l ibro radica en ladenuncia (de ciertas actitudes queafectan a la salud y a las relaciones dela mujer), tan necesaria socialmentecomo lo pueda ser la investigacióncientífica. Así, Naomi Wolf finaliza

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Page 22: CRÍTICA DE LIBROS. (REIS Nº 68. CRÍTICA DE …ih-vm-cisreis.c.mad.interhost.com/REIS/PDF/REIS_068_14.pdf · las ironías y paradojas en las que muchos incurren al identificarla

con un interrogante que a algunos/aslectores/as les llevará a la reflexión:«la próxima fase de nuestra marchacomo individuos y como conjunto, ycomo habitantes de nuestro cuerpo y

de este planeta, dependerá de lo quedecidamos ver al mirarnos al espejo.¿Qué veremos?» (p. 379).

Pepa CRUZ CANTERO

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