Sin Corbata #2

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Political Science, University Newspaper

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�Marzo 2007

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2 Marzo 2007Marzo 2007

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DirectoraMaría del Mar Pizarro

SubdirectoraAlice Berggrun

EditorMateo Bonilla

Consejo EditorialClaudia Arbeláez

David Leonardo AlviraGabriela TorresNatalia Cortina

María Camila UribeDirectora Contempo

Claudia Arbeláez

Varios son los escándalos que han atormen-tado no sólo al país, sino al gobierno actual en los últimos meses. Los

congresistas y políticos relacionados con la mafia paramilitar, el apoyo que le dio el Presidente Uribe a la ex Canciller Araujo, las denuncias del Polo democrático sobre la participación de familiares del Presi-dente Uribe en el paramilitarismo, y la posterior reacción desmedida por parte del primer mandatario, y el escándalo por relacio-nes paramilitares del ex director del DAS Jorge Noguera, quien era apoyado por el doctor Uribe en su comienzo. Como si no fueran pocos los sucesos que preocupan la gobernabilidad del Presidente Uribe, se le suman las críticas del Senador Jorge Robledo, a lo que él llama el para-uribismo.

En relación con los escándalos es-pecíficamente relacionados con la para-política, el Presidente ha sido enérgico al apoyar a su Gabinete principal. Así mismo, ha sido enfático en defender las políticas de los miembros de su gobierno. Lo anterior, se ha materializado a través de afirmaciones hechas por el Ministro del Interior, Carlos Holguín Sardi, en las que se evidencia sin duda alguna la manera particular de opinar de algunos de los que conforman el gabinete del Presidente, más que mostrar un contundente rechazo a lo expuesto por la oposición.

Al hablar del apoyo y el sostenimiento que tanto el Presidente como la Primera dama le di-eron a la ex Canciller, se hace claro la manera en la que los asuntos domésticos del país son mane-jados. En este caso, el gobierno parece haber hecho una ponderación de costos y ganancias, en donde el resultado claramente demostró que el coste de la permanencia de la Conchi en el poder era tan alto tanto para ella misma como para el gobierno y las relaciones internaciona-les, que la renuncia parecía la mejor salida.

Al hablar de los riesgos que corría la Conchi como personaje de la vida pública como repre-sentante del Estado, evidencian que las vidas de las personalidades se vuelven públicas en muchos asuntos, y esto es un precio que debe pagar quien elige trabajar para el Estado. Así las cosas, el mes pasado se nombró al nuevo y recién posicionado Ministro Araujo, quien según el Vicepresidente de la República en entrevista dada a la revista Semana, aseguró “Es un caso tan dramático, y nos muestra una realidad tan cercana, tan macabra, que gen-era una discusión contextualizada del drama nacional”, ojalá el drama del que habla el Vicepresidente y nuevamente el repitente apellido Araujo en el ámbito internacional, no generen nuevas discusiones. En cuanto a las relaciones de familiares del primer mandatario con el paramilitarismo, se confía en una presunta

inocencia, dejando así aspectos tales como los viajes a lugares como Montería, “hechos” ya archivados.

Le mostraría a cualquier lector, si no las pruebas contundentes de los hechos, sí la opinión pública gen-

eralizada sobre lo que pasa en ese territorio. Por último, el caso del exdirector del DAS Jorge Noguera, de quien ya precluyó la investigación que se realizaba por la presunta participación electoral, pero a quien se le notificó por

concierto para delinquir agrava-do, y quien hasta último momento, tuvo el respaldo de Uribe.

Así las cosas, la cuestión prin-cipal, es la ruptura de coherencia

que ha permeado al gobierno del Presidente Uribe. Se po-

dría creer que anterior-mente la imagen de las in-

stituciones y del Presidente Uribe pudieron haberse visto

beneficiadas por el manejo correcto y el distanciamiento que por un tiempo

mostró el primer mandatario con los prin-cipales asuntos del país, dejándoles a los entes

competentes las investigaciones pertinentes. No obstante, lo que habrá que ver es si, después de un apoyo incondicional a Jorge Noguera, una reacción extralimitada contra la oposición, un constante apoyo a la exministra de relaciones, una supuesta relación entre los congresistas uribistas con el paramilitarismo como lo asegura el congresista Robledo y una mayor inter-vención entre escándalos y La Casa de Nariño aún per-miten que la imagen del Presidente, su gabinete y sus

instituciones se conserve en tan buena posición dentro de la opinión pública. Amanecerá y veremos.

Directora VoxGabriela TorresDirectora IlustradorNatalia CortinaDirector RetrovisorDavid Leonardo AlviraDirectora ComunidadAlice BreggrunDiagramaciónDaniel AbadíaIlustracionesRosi VulatDirector CreativoLuis Carlos Tovar

Las opiniones manifestadas por los columnistas nocomprometen la posición política de Sin Corbata

ISSN �909-6569

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Marzo 2007 �Marzo 2007

ContempoEl mito de la batalla final: la obsesión por capturar al Secretariado

Nicolás Urrutia Investigador Grupo de Estudios de Seguridad y Defensa (GESED)

Hace poco menos de un año un conocido me dijo, en tono vehemente, que no estaba dispuesto a pagar más impues-tos para financiar la Seguridad Democrática si el Gobierno

no capturaba a un miembro del Secretariado de las FARC. En ese momento no presté demasiada atención al asunto, pero con el paso del tiempo, he notado que dicha opinión tiene múltiples ecos en la opinión pública. Ecos que parecen destinados a crecer a medida que avance la discusión pública (y las evidentes controversias que la acom-pañan) sobre cómo distribuir los $8.6 billones de pesos que espera recaudar el gobierno para fortalecer y modernizar el sector defensa. Con el ánimo de enriquecer el debate, quisiera exponer las razones que alimentan mi escepticismo sobre esta aparente obsesión nacional por la captura de “Tirofijo” o del “Mono Jojoy”, no porque ello no represente un avance en la campaña, sino por la incierta proporción de costo-beneficio de una estrategia de este tipo.

Cabe comenzar por aclarar que entiendo los argumentos de quienes abogan por la creación de bloques de búsqueda dedicados a localizar y capturar al “Negro Acacio” y compañía. En un régimen democrático, los ciudadanos tienen no sólo el derecho sino el deber de exigirle al Estado que muestre resultados concretos en su gestión, particularmente en cuanto se refiere al empleo de recursos del erario público. Ello está estrechamente relacionado con el concepto de gestión pública por resultados o, para ir más allá, con la idea de re-formar el estatuto orgánico de presupuesto para asignar los recursos con base en el cumplimiento de ciertos objetivos de política pública (iniciativa, valga decir, impulsada por el mismo Ejecutivo en años recientes). Por lo tanto, no resulta extraño que esta renovada fasci-nación por los resultados concretos de la gestión pública se vea tradu-cida en el deseo de incluir la “captura de peces gordos” como nuevo indicador para evaluar al sector defensa y seguridad. Desde otra óptica, me atrevo a pensar que más de un sociólogo u antropólogo argumentarían que esa fijación pública con la captura de “Tirofijo” también es sintomática de nuestra cultura política, particularmente esa tendencia nacional a concentrar los odios (y amores) en determi-nadas personalidades. Tal lectura sería una extensión del análisis que se ha hecho sobre los caudillos, aquellos personajes providenciales alrededor de los cuales se desarrollan fantásticos mitos y a quienes se atribuyen facultades supra-humanas. Reitero, por lo tanto, que com-prendo varias de las motivaciones que alimentan esa obsesión. Pero, por los motivos que expongo a continuación, no comparto la fijación de quienes la promueven como una suerte de “solución definitiva al problema de las FARC”. En este orden de ideas, resulta útil recoger algunos principios generales de la guerra para analizar la estrategia contrainsurgente del Estado, de los cuales resaltaré tres: entender al enemigo, entenderse a sí mismo y entender la guerra que se está librando.

Comenzando por entender al enemigo, existe una amplia bre-cha entre el concepto generalizado que se tiene sobre las FARC y el conocimiento empírico que se tiene sobre ellas como producto de múltiples décadas de investigación académica. No es infrecuente oír comentarios netamente peyorativos sobre el grupo, usualmente cali-ficado como “una caterva de bandidos”, “narcoterroristas” ó, en su versión más benigna, “delincuentes que perdieron toda ideología”. Más allá de las fuertes emociones que impulsan tales calificativos, no obstante, es necesario mirar a las FARC con mayor rigor analítico

para entender a qué se enfrenta la sociedad colombiana. Así, lejos de ser una mera organización criminal, se trata de un ejército revolu-cionario disciplinado, bien financiado y con cierta sofisticación orga-nizacional. Ello implica reconocer que las FARC tienen una agenda política (tomarse el poder), una capacidad militar (unos ��.000 hom-bres) y una doctrina estratégica que permite articular sus esfuerzos en el marco de una campaña de largo plazo (una adaptación vietnamita de la Guerra Popular Prolongada). Lo anterior también quiere decir que las FARC no padecen del mismo culto a sus líderes que otros movimientos insurgentes, por lo cual capturar a un miembro del Sec-retariado no tendría el impacto estratégico que tuvo, por ejemplo, el apresamiento de Abimael Guzmán para Sendero Luminoso.

Respecto al asunto de entenderse a sí mismo, no deja de ser algo sorprendente el desconocimiento público sobre las capacidades y lim-itaciones de la Fuerza Pública colombiana, particularmente cuando se tiene en cuenta el transcurso de una década y media de participación civil en el sector defensa y seguridad. Pero más allá de tal debate, es un hecho indiscutible que las fuerzas de seguridad colombianas, a pesar de su evidente crecimiento numérico a lo largo de los últimos años, padecen de grandes limitaciones ante la magnitud de las misio-nes que deben cumplir. En este sentido, es cierto que el pie de fuerza ha aumentado hasta convertir al Ejército Nacional en una fuerza mili-tar imponente, que la profesionalización de la tropa ha redundado en una mejora cualitativa de la fuerza, que las FFMM han recuperado su ímpetu ofensivo (en buena medida gracias a la reforma militar de finales de los 90’s) y que el incremento de recursos presupuestales y técnicos (producto de un renovado esfuerzo fiscal y de la cooperación de los EEUU) nos han llevado a un panorama mucho más optimista hoy que hace unos años. Pero es igualmente cierto que persisten limi-taciones operacionales que no son fácilmente superables en el futuro cercano, y que inciden en la viabilidad de operaciones de captura de jefes guerrilleros. Por evidente que parezca, el territorio colombiano no es precisamente propicio para realizar operaciones de este tipo. Las grandes distancias, la inaccesibilidad del terreno y la existencia de fronteras porosas no son precisamente un punto de partida favorable. Pero más allá de ello, es preciso entender algo de operaciones milita-res para dilucidar la magnitud del reto. Una operación de búsqueda y captura requiere, antes de ser lanzada, contar con buena inteligen-cia sobre el objetivo, y ello no implica solamente saber dónde está el “pez gordo” en un momento dado, sino poder seguirlo de manera permanente (para desplegar las tropas en el tiempo y lugar preciso) y tener un buena idea de su estructura de seguridad (para enviar una fuerza que sea suficientemente pequeña como para aproximarse sin ser detectada y suficientemente robusta como para no ser masacrada en el intento). Un segundo asunto es la necesidad de dedicar un volu-men elevado de recursos a un solo objetivo durante un largo periodo de tiempo, limitando la capacidad de respuesta de la Fuerza Pública a contingencias imprevistas (un avión dedicado a perseguir un objetivo no puede ser desviado a otra zona y volver sin perder la ubicación del objetivo inicial). Por estas razones, una operación de búsqueda y cap-tura no es solamente muy exigente en el volumen de recursos reque-ridos, sino en los prolongados períodos de tiempo durante los cuales dichos recursos no pueden ser aprovechados en otras misiones. Pa-rece difícil concebir un escenario en el cual el país estuviese dispuesto a sacrificar una población bajo ataque para capturar a “Marulanda”.

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ContempoGracias a la Popular Globalización

Federico RamírezEstudiante de Ciencia Política y Economía.

Gracias a la renombrada globalización, de la que todos nos quejamos de vez en cuando, se ha vuelto popular atravesar el mundo y conocer Asia. El sudeste asiático deslumbra a los más

conformistas; a decir verdad transmite una sensación de un futuro en ruinas. Un poco más al norte, en la península coreana, los visitantes desprevenidos hablan de una cultura organizada, disciplinada y traba-jadora (claro, es costumbre que cada quien hable desde su condición -de latino- pues nos falta un poquito de eso) pero no nos damos cuenta de lo importante que resultan las diferencias culturales, forjadas lenta y dolorosamente a través de las comunes y tristes vidas.

Los visitantes desprevenidos no se dan cuenta del muro invisible que nos separa con más fuerza incluso que los ��,957 kilómetros (según Google Earth). La barrera cultural, que a través de generaciones nos ha enseñado valores que creemos universales e irrevocables.

Entender lo que pasa en la península coreana no puede entonces ser solo el desarrollo de armas nucleares como un instrumento, pero es casi la particularidad de una cultura lejana. El entendimiento del indi-viduo como ladrillo formador de la sociedad no es compartido por los coreanos, o por lo menos no por los del norte.

Entender entonces la carrera armamentista entre las Coreas desde la perspectiva occidental en la que hemos sido criados no puede dar cuenta de la realidad que se vive en ese país ni en esa parte del mundo.

Desde la separación de las dos coreas con la finalización de la guer-ra, los dos países han tomado rumbos completamente diferentes. Una manera para entender como se comportan las culturas políticas de lo que en algún momento fue una sola nación, puede ser a través de la rel-ación más intensa que han tenido las dos Coreas a través de su historia; la carrera armamentista.

Mientras que Corea del Sur ha permanecido como un espectador permanente, reaccionando militarmente ante las amenazas que Corea del Norte se ha preocupado por mantener vivas, es evidente que las pri-oridades de seguridad que cada país han reflejado en su gasto de man-tenimiento militar las prioridades de sus gobernantes. Este artículo no está lejos de ser una oda a la democracia participativa, pues las motiva-ciones de las elites de los dos países (desde una perspectiva occidental y sesgada –pues me queda difícil hablar con propiedad de las ventajas de una autocracia como la norcoreana) han logrado su cometido. Mien-tras el de uno (adivinen cual) ha logrado vincularse a la economía mun-dial, con tasas de crecimiento, de salud y seguridad social envidiables, el otro no cuenta ni siquiera con antibióticos; la única estación de radio está controlada por el gobierno y su gobernante se preocupa por ser el consumidor más importante de coñac francés.

En lo que respecta a los países asiáticos, que hoy significan un nue-vo reto para la política de seguridad de todos los países del mundo, no me resta decir mucho más; sólo que en lo referente al debate mundial de armas nucleares ya casi todo está dicho, aún cuando no sobra recal-car que el mundo se encuentra en una situación completamente nueva; un loco, de tacones y que tiene miedo de montar en avión, cuenta por primera vez con armas de destrucción masiva, y los sistemas de control para su utilización se reducen a su buen juicio y su estado de ánimo.

Por último, la capacidad del Estado y de la sociedad colombiana para vencer a las FARC depende en muy buena medida de su capacidad de entender el tipo de guerra en la cual se encuentra inmerso el país. Es un dicho común entre los estrategas que la primera y más difícil decisión que debe tomar todo comandante es definir qué guerra se está librando. En Colombia, curiosamente, no parece existir un gran consenso sobre tan esencial asunto, siendo más comunes las visiones agresivas y alta-mente ideologizadas del conflicto que las apreciaciones científicas del mismo. En este sentido, hay que tener claro que la actual confrontación es una guerra insurreccional y que las FARC, antes que narcotrafican-tes ó bandidos, son un ejército insurgente que ha demostrado ser pa-ciente, disciplinado, adaptable, determinado y muy bien financiado. Por ello, la desarticulación de dicho grupo guerrillero a través de un golpe contundente a sus estructuras de liderazgo no parece posible: la organización tiene amplios recursos humanos, financieros y doctri-narios para reemplazar sus pérdidas. La contrainsurgencia exitosa, al fin de cuentas, es esencialmente un proceso de insurgencia a la inversa, con lo cual el esfuerzo estatal y social debe estar enfocado en la gradual pero continua erosión de la capacidad de acción insurgente, y ello re-quiere un grado igual o mayor de paciencia, disciplina, adaptación y determinación que la del enemigo. Parece poco realista, por ende, pre-tender que un grupo insurgente cuidadosamente forjado a lo largo de las últimas � décadas colapse a causa de un esfuerzo estatal diseñado para obtener grandes victorias en � años. Se pueden lograr avances, sin duda, pero parece errado cimentar la estrategia sobre la premisa de un ‘último esfuerzo’ capaz de aniquilar a las FARC mediante una sorte de gran batalla final. La confianza de la sociedad estaría mejor depositada en un esfuerzo sostenido para volverlas irrelevantes.

El mito de la batalla final: la obsesión por capturar al Secretariado

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VoxParte I: Demócratas, líderes de la mayoría, Nancy Pelosi y el 2008…

Alice BerggrunEstudiante de Ciencia Política y Derecho.Vicepresidenta del Concejo Estudiantil Uniandino

A MODO DE INTRODUCCIÓN…POLÍTICA ELECTORAL!

Los últimos meses la política estadounidense se ha visto envuelta en un torbellino de emociones y proezas en el mundo político. Todo por la carrera de los partidos tradicionales y unos pocos in-

dependientes… (o más bien uno) por la contienda electoral legislativa que conformará el congreso número ��0 en la historia de Estados Uni-dos; 2 Cámaras en disputa, un no tan claro ganador. El sistema político estadounidense se ha caracterizado por la polarización existente entre bandos tradicionales.

La contienda no fue sino el principio de delimitación en el cual los estadounidenses definieron preferencias no solo en cuanto a política doméstica sino también a la política exterior de los Estados Unidos. Mas allá de las constantes formulas de cambio en política doméstica que proponían ambos lados, en temas como la reforma a la seguridad social y leyes migratorias entre otras, la definición del voto se remitió en gran parte a la guerra contra el terrorismo mundial que abandera USA.

Dentro de las motivaciones de loa americanos para ir a las urnas, consideraría yo, son las implicaciones económicas. Mucho hemos oído hablar del voto de elección racional y creo que en el caso americano ocurre un fenómeno generalizado. A mayor beneficio económico del individuo hay una mayor tendencia a la preservación del statu quo ac-tual. Por lo tanto, las clases de altas y medias en los Estados Unidos, tienden a realizar su voto según las posibilidades que vean de maximi-zar su beneficio propio.

También se encuentran las divisiones raciales y étnicas que hacen los políticos norteamericanos del mapa electoral, como también las mi-norías raciales y la mujer. El partido demócrata sin duda alguna le va a querer apostar a esto. Las minorías que en últimas pueden representar diferencias en el mapa electoral, son también batalla constante entre los partidos.

La Visión Demo-crítica Los últimos tres periodos, los republicanos habían tenido el con-

trol de la cámara de representantes, este año es de los demócratas. La lucha ahora es por la casa blanca. Lo interesante es ver los recientes anuncios de lanzamiento de candidaturas para la consulta interna del partido demócrata. Es interesante ver a personajes como John Murtha y Stey Hover (fuertes líderes demócratas) fuera de la contienda para dar paso a nuevas caras. Así mismo se podría inferir que esto no es sino parte de la gran campaña del partido demócrata por atraer nuevos vo-tantes rejuveneciendo el partido y las posiciones de poder dentro del mismo.

El signo mas claro es Nancy Pelosi, al ser escogida como la primera mujer speaker de la cámara de representantes en la historia de USA. Pelosi, aunque proviene de una familia con larga trascendencia política no se dedicó a esta profesión hasta hace unos pocos años cuando de-cidió lanzarse a la cámara por San Francisco.

Pelosi tiene 2 compromisos fundamentales con el cargo a los cuales se ha comprometido y parte de los cuales ayudaron a su elección; prim-ero el tema de la guerra en Irak en el cual prometió tomar “rápida ac-

ción” en la devolución de las tropas a casa y segundo y mas grande, unir tres corrientes demócratas que poco simpatizan ahora; los demócratas liberales, los demócratas de centro y los demócratas conservadores. En otras palabras a la nueva “líder” le corresponde el papel de tomar las riendas del partido en un periodo de renovación interna y de esa manera tener continuidad en el poder.

Probablemente la única que podría hacer contrapeso a este fenóme-no emergente es Hillary Clinton, una de las probables nominadas para ser candidata demócrata a la presidencia; Clinton tiene una ventaja ar-rasadora y es que puede movilizar todas las maquinarias demócratas que le deban su posición-directa o indirectamente- al Sr. Clinton. Otra de las ventajas de la ex primera dama, es la capacidad de conseguir fon-dos, lo cual sobrepasa a cualquier otro candidato demócrata. Así mis-mo, representa un sector poblacional muy alto que son las mujeres y al mismo tiempo los famosos WAPS, (white ameritas protestants) que a su vez ven en ella un personaje de tono conservador en temas sensibles de la actualidad americana.

Entonces su única piedra en el camino habrá sido y será la toma de posiciones que asume sin ningún tipo de explicación y la forma como cambia esta en tiempos electorales. Por ejemplo en el tema del matri-monio homosexual es una de las cuestiones en las que la senadora ha dicho no estar de acuerdo, vota en contra y sin embargo se abstiene de argumentar las razones por la cual lo hace. Así mismo, en época elec-toral dijo estar “considerando” el tema por que en sus palabras “había tenido algún tipo de evolución su forma de pensar”, nos resta ver en que otros temas la mente de la senadora “evoluciona” durante la cam-paña a la presidencia, sobre todo tratando de atraer a sus votantes con-servadores y progresistas por igual.

Por otro lado el nuevo juguete del partido demócrata es Barak Obama: es sin duda la adquisición más importante del partido en los úl-timos años. En su haber, un libro best seller que curiosamente no habla de nada, aparece en televisión todos los días hablando de cualquier cosa excepto política y es perteneciente a una de las minorías raciales mas influyentes electoralmente de Estados Unidos. Sin embargo en estos momentos esta lejos de ser considerado un candidato serio o impor-tante en la contienda electoral, más bien es la imagen que refleja lo que lo vende como persona accesible al público. Esta cualidad de Obama va a ser por obvios motivos tenidos en cuanta, una vez la consulta interna de los demócratas sea ganada, pues este, seguramente seria una per-fecta opción para la figura de vicepresidente: decorativo, representante de una minoría importante e ideológicamente indescifrable.

Luego del retiro de Mark Warner, Gobernador de Virginia y po-sible alternativa, la sorpresa será Evan Bahy. Joven exgobernador de Indiana y quien se ha distinguido por ser un candidato que vende la imagen de renovación a la perfección. Bahy tiene dos ventajas que po-drían desbancar a Hillary Clinton; la primera es que su novatez no le ha permitido ganar tantos enemigos internos de la política y sobre todo dentro del partido demócrata.

La segunda es que como gobernador fue un ejemplo a seguir en términos de una política de centro, justo para aquellos demócratas y

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estadounidenses en general conservadores. En el senado se ha man-tenido como un personaje de centro progresista que se ha mantenido en la misma línea en todo su periodo.

Los otros candidatos demócratas no tienen ninguna opción en el panorama político. Kerry ya se ha pronunciado respecto a la “segunda oportunidad que merece” pero que nadie ve sucediendo, John Edwards y su escándalo de Wal-Mart (al cual los medios titularon, It’s the play station�, UMMMM, Principles that matters, the senator was wondering if Wal-Mart could provide a PS� as a personal favour…). Pero sobre todo estos personajes no representan la novedad en la cual el partido y sus integrantes quieren mostrar durante las elecciones del 2008.

Así, se vislumbra el futuro para los demócratas en Estados Unidos, las legislativas y el control parcial de mayorías, es una muestra clara de cómo las riendas del partido cogen un nuevo rumbo y una nueva dinámica electoral que tiene mayor funcionalidad…de pronto fue la “mano mágica” de Pelosi con su “singular carisma” o la coyuntura de la guerra en Irak y la forma en que se maneja la política exterior ameri-cana. Los cierto es que los demócratas vuelven a ser mayoría después de �2 años.

Tanto las Fuerzas Armadas como la CG se preparan para una confrontación. Por ahora, lo político ha cedido su espacio a lo militar. ¿Qué llevó a esta situación?

La Crisis Interna De La CgsbEn el seno de las FARC y de la UC-ELN coexisten dos matices

definidos con respecto al papel de las negociaciones con el Estado. Por una parte, los sectores mayoritarios pero sin una suficiente repre-sentación política en la cúpula dirigente, quienes consideran la salida negociada como una variante posible a la confrontación armada si se dan condiciones favorables. Y, por otra parte , facciones minoritarias pero con un control mayoritario en la dirección de ambas organizacio-nes, quienes definitivamente no han abandonado su proyecto militar para acceder al poder. Para estos últimos sectores las negociaciones sólo constituyen un espacio para alcanzar visibilidad política.

Pero, a pesar de la existencia de estas dos corrientes, tanto para aquella que absolutiza el papel de lo militar, como para aquella que lo relativiza, ambas coinciden en que este no es el momento más ap-ropiado para las negociaciones. Para los dos sectores, tanto para los militaristas a ultranza(por ejemplo, el Frente Domingo Lain de la UC-ELN), como para los segmentos moderados (encabezados por Alfonso Cano de las FARC), es el momento de pulso en el terreno militar. En otras palabras, existe una coincidencia táctica en ambas corrientes, a pesar de la diferencia estratégica con respecto al papel de lo military. En primer término, su lectura de El Salvador los lleva a buscar un equi-librio con las Fuerzas Militares, para negociar en un futuro en condi-ciones de fuerza. En segundo término, la apertura económica, con sus altos costos sociales, al menos en el corto plazo, los lleva a pensar que la legitimidad del Gobierno tendera a debilitarse en beneficio de la CGSB.

Además de esta diferenciación con respecto al papel de lo militar, es indispensable distinguir los tres componentes de la CGSB. La minúscula fracción disidente del EPL, que tras la reincorporación del noventa por ciento de sus antiguos miembros, está compuesta por dos tipos de frentes: los menos, que conservan un discurso político, pero que han derivado ante su total ausencia de las bases de apoyo social, en simples máquinas de guerra. Y, los más, que han sufrido una total degradación delincuencial. Poco cabe esperar de una organización que ha perdido su norte político, que sólo ha constituido un estorbo, un peso muerto, en el proceso de negociación.

En cuanto al UC-ELN, la situación es muy compleja debido a la cre-ciente subordinación de los sectores moderados a las corrientes mili-taristas. Esta situación condujo a la expulsión de la llamada Corriente de Renovación Socialista de sus filas, debido a su insistencia en dejar de inmediato una salida negociada al conflicto. Hoy por hoy, la UC-ELN tiende a la homogeneidad en trono a los sectores más atrasados ideológicamente, más intolerantes y más incapaces de comprender la dinámica política. Finalmente, en relación con las FARC la situación es plena de ambigüedades. Continúa siendo, sin duda, entre los tres componentes de la CGSB la organización más sensible a la política. Y, por tanto, más preocupada de mantener un mínimo de legitimidad ciudadana.

Parte I: Demócratas, líderes de la mayoría, Nancy Pelosi y el 2008…

Retrovisor¿Hacia una etapa de confrontación militar?

Eduardo Pizarro Leongómez

Domingo 21 de Junio de 1992Sección 4b- Colombia

Especial para EDICION DOMINICALEL TIEMPO

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Marzo 2007 7Marzo 2007

Su problema más agudo es la profunda crisis de identidad que afecta a la familia comunista. ¿Qué proyecto agencia tras el derrumbe del campo socialista? A esta crisis ideológica, se añade la ausencia de un real liderazgo interno. Ni Manuel Marulanda ni Alfonso Cano han logrado una real unanimidad interna. El papel aglutinador de Jacobo Arenas no ha sido llenado. Estos hechos condujeron a las FARC a un estado de subordinación a la UC-ELN, que debido a su mayor coher-encia le definió el rumbo a la CGSB durante mucho tiempo. Sin em-bargo, el agravamiento del sabotaje económico, así como el creciente terrorismo urbano de las ‘milicias populares’ de la UC-ELN, va, sin duda, a distanciar a las FARC del ELN. Para las primeras, más sen-sibles a los costos sociales de los actos terroristas, no son aceptables estas accione que los aíslan aun más de la población. Para los segun-dos, que reivindican tener la razón histórica, es indiferente la sen-sibilidad de la opinión publica. En pocas palabras, es no considerar a la CGSB ni a sus componentes individuales entes homogéneos lo que permite pensar que , al menos a mediano plazo, no es descartable volver a intentar una solución negociada con sectores importantes de estas organizaciones.

Gaviria: El Sol En Las EspaldasPero, ¿qué ocurre con el otro componente de la negociación? En

cuanto hace al Estado, hoy su margen de negociación es muy redu-cido. Por varios motivos. Por una parte, su capacidad reformista se ha ido menguando paulatinamente. La reforma política , al menos en sus normas generales, ya está plasmada en la nueva Constitución Política de �99�. Y, eventuales reformas económicas, tales como una agraria o urbana encuentran a un Estado exhausto en el terreno financiero y con débiles recursos de poder para convocar un consenso nacional. Difícilmente el gobierno actual, cuyo sol en las espaldas le llegó an-tes de lo previsto, cuenta con los suficientes arrestos para movilizar grandes reformas, generando un acuerdo nacional.

Si los grupos guerrilleros desmovilizados (el M-�9, el Quintín Lame, el PRT y el EPL) encontraron en la Constituyente un espacio para plasmar algunos de sus viejos idearios, los grupos actuales de la Coordinadora no cuentan con un espacio similar. El cuarto de hora del reformismo ya paso. No existe ningún proyecto de consenso nacional en el horizonte que pueda propiciar un acuerdo Gobierno-guerrilla. Por otra parte, el inminente retiro de Horacio Serpa Uribe como Consejero Presidencial para la Paz deja al Gobierno ante un difícil dilema, dada la talla del dimitente. El Gobierno se jugo una carta muy lata y su fracaso es demasiado costoso.Si decide nombrar como nuevo Consejero a un personaje de menor importancia, esta decisión puede ser tomada como una disminución del interés gubernamental por esta Consejería. Pero, a su vez, ¿cómo mantener el mismo perfil en la Con-sejería, cuando es evidente el deterioro del proceso de paz?

El Impacto De La ConfrontaciónEn esta etapa es indispensable cambiar el orden de las prioridades.

La paz pasa a ser un objetivo máximo y la disminución de la inten-sidad del conflicto se convierte en un objetivo intermedio y el único posible en este período. Para ello, es indispensable estudiar algunas herramientas que permitan disminuir los costos de una confrontación

militar inevitable. Primero. Es necesario darle juego, al lado de los in-terlocutores estratégicos (guerrilla - Estado), a otros actores y a otras instancias complementarias de negociación y convivencia. Ha sido un costoso error la sobre-institucionalización del proceso de paz, redu-cido a un escenario único (Venezuela, México), con actores limitados. Su fracaso deja un proceso vital para el país en el vacío total. Y, ante todo, reduce un ideario nacional que debería movilizar las energías del país, a la capacidad de muñequeo de unos pocos negociadores. La comisión de Convivencia Democrática en las negociaciones con el M-�9, así como las fructíferas Comisiones de Reconciliación Nacional que jugaron un palee crucial en Centroamérica, deben repensarse en Colombia. Segundo, aun cuando el Gobierno tiene toda la razón en el rechazo a los llamados diálogos regionales con la guerrilla, dada la limitada capacidad negociadora de los gobernadores, si es indispens-able promover foros regionales. Estos foros, cuya eficacia en el pasado y en múltiples experiencias regionales es indiscutible, han tenido tres ventajes: han servido de mecanismo de integración de las fuerzas vivas regionales al proceso de paz; han servido como mecanismo de presión y protesta frente a las acciones de la guerrilla, y han logrado imponerle a la guerrilla acuerdos implícitos de distensión regional. Desactivar agudos conflictos en zonas estratégicas seria un mecanismo clave para disminuir la intensidad de la confrontación en esta etapa. Tercero, fr-ente a los limites y al agotamiento que presenta hoy en día la Conse-jería de Paz, ¿no sería conveniente explorar las posibilidades de una mediación internacional? No se trata de internacionalizar el conflicto, sino de internacionalizar la solución del conflicto.

¿Quién duda de la enorme eficacia que tuvo el papel de Naciones Unidas en el caso salvadoreño? Cuarto, es indispensable comenzar a diferencia claramente, tanto en el plano de las políticas públicas como frente a la opinión, el proceso de paz de las negociaciones con la guerrilla. La primera abarca un espectro más amplio de acciones: la consolidación de la modernización política, la reducción de los cos-tos sociales de la apertura económica, la reinserción adecuada de los guerrilleros del M-�9, EPL, PRT y Quintín Lame, el fortalecimiento de la rama jurisdiccional, etc. La segunda es frágil y su fracaso no debe servir de argumento para cancelar unas políticas indispensables para continuar profundizado la democracia política y económica en Colombia. En otras palabras, cancelar las negociaciones con unos grupos guerrilleros no significa dar por terminada la política de paz. Ante todo, si en los próximos meses se ahonda la diferenciación en el seno de la CGSB y se reabren los caminos para una solución negociada con otro segmento de la guerrilla. La paz parcelada y por etapas va a continuar siendo, a diferencia de otras experiencias internacionales, el modelo de resolución de conflicto colombiano.

Retrovisor¿Hacia una etapa de confrontación militar?

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8 Marzo 2007Marzo 2007

IlustradorÉlites y Nación en Colombia

Luis Javier Orjuela E. Ph. D. en ciencia política; profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

Al revisar los recientes estudios sobre el concepto de nación y su aplicación al caso colombiano, encontré que algunos de ellos se concentran, principalmente, en los aspectos étnicos, simbóli-

cos y culturales, en desmedro de los políticos y económicos (Bolívar, Ferro y Dávila, 2002). Por ejemplo, Bolívar intenta derivar la idea de nación colombiana del reinado nacional de Belleza, al cual considera un espacio de generación y diferenciación de elites regionales y nacio-nales, a partir del surgimiento y refinamiento de formas de distinción social. En esta afirmación, la autora no sólo privilegia lo cultural en la producción de lo nacional, sino que se basa de un concepto de nación que, paradójicamente, antes que unificar produce diferencia. Si bien es cierto que en la actualidad el concepto de nación se ve confrontado por el concepto de diversidad, la idea de lo nacional siempre se car-acterizó por la afirmación de una comunidad mayor que intentaba su-pera las diferenciaciones regionales y sociales. Por su parte, Ferro, rechaza el concepto de nación entendido en términos del proyecto de una elite, para considerarlo como perteneciente a la cultura. Se trata de una práctica de auto percepción, reconocimiento e inclusión de los miembros de una comunidad. Dicha praxis identitaria se constituye a través de símbolos e imágenes, especialmente religiosas, como el Divino Niño del barrio Veinte de Julio.

Por el contrario, el argumento que me propongo desarrollar es que los elementos culturales, por si solos, no constituyen lo nacional, sino que éstos están en relación con la existencia de un proyecto hegemóni-co de las elites y de la conformación de un territorio y un mercado nacionales. En la primera parte, me propongo esbozar un concepto de nación que integre las diversas dimensiones mencionadas; y en la segunda, intento aplicar dicho concepto al caso colombiano.

El concepto de naciónTeóricos contemporáneos de la nación y el nacionalismo, como

Gellner y Hobsbawn, entre otros, nos advierten que nación y nacio-nalismo son conceptos muy recientes, inexistentes e inconcebibles en el mundo antiguo o en la Edad Media. Nacionalismo y nación son té-rminos de la modernidad. Sin embargo, la idea de nación tiene raíces premodernas. La palabra nación proviene del verbo latino nasci, que significa nacer. En su concepción tradicional, las naciones eran co-munidades de nacimiento. Por lo tanto, el concepto premoderno de nación se equiparaba al de etnia, es decir, a una comunidad primordi-al, cuya cohesión e identidad se producía a partir de vínculos natales, culturales y lingüísticos comunes. Por ello, la necesidad de identidad colectiva se expresó, en las sociedades premodernas, en estructuras sociales basadas en lazos de parentesco o en vínculos afectivos y de creencia tales como la familia, la tribu o la religión. El grupo étnico no formaba parte, al menos inicialmente, de una comunidad política mayor. Pero la nación moderna es más compleja; es el resultado de la articulación de elementos étnicos, culturales, políticos y económicos. La nación moderna no sólo incluye lo étnico sino que lo amplía. La fuerza del concepto moderno de nación depende de su capacidad para construir un sentimiento de identidad entre personas, al margen, o por encima de otras lealtades colectivas tradicionales. De ahí se sigue que la nación en la época moderna no es algo natural, o al menos no lo

es, en parte. Si bien los lazos comunes pueden existir, es la ideología nacionalista la que se encarga de unificarlos y convertirlos en un nuevo modelo de racionalidad política, de justificación del poder político.

El Estado-nación articula políticamente la etnia y la ciudadanía., pues, en la sociedad nacional “siempre se plantea un problema de in-tegración social que en último análisis aparece como la posibilidad plena de participación política, de implicación en los asuntos de la comunidad. La solidaridad nacional implica un mínimo de identidad y esto sólo se logra con la democracia. Las luchas nacionales contu-vieron una reivindicación política que no se agota en la igualdad en abstracto de todas la nacionalidades, sino en la integración de todos, como ciudadanos, en el marco de instituciones políticas comunes” (Torres Rivas, �98�: 97). Así que la nación y el Estado han sido los fac-tores de cohesión “en última instancia” de las sociedades modernas.

La nación moderna fundamenta su unidad, no sólo en la solidaridad social básica, sino también en la función integradora de un mercado in-terior. El comercio y la industria integran, en una misma base territo-rial, grupos culturales diversos y dispersos, mediante la generalización del intercambio mercantil y la relación salarial, la uniformización de la producción y el consumo, y el uso de un idioma hegemónico común. A ello hay que agregar la existencia de una clase dirigente que se ve en la necesidad de organizar su papel preponderante en el plano general de la sociedad, es decir, ésta tiene que dar a su dominación una forma nacional, lo cual implica negociar sus intereses con los sectores socia-les subordinados y construir una “semiótica” de la integración social, mediante el liderazgo moral e intelectual de la elite en la construcción de un “proyecto nacional”.

Las elites y su papel en formación de naciónEn el siglo XX, la colonización del territorio colombiano ha sido

más el producto de la espontaneidad de poblaciones desarraigadas de sus regiones, por razones políticas o económicas, que un producto deliberado de una política desarrollo territorial y socioeconómico del estado y de la clase dirigente. Este papel de las elites en la creación de nación ha estado ausente en Colombia, salvo escasas excepciones, de las cuales se reseñan, a continuación, dos ejemplos.

El primer lugar, en los años treinta, el intento de López Pumarejo, quien basó su gobierno en la necesidad de desarrollar un proyecto na-cional que incluía la industrialización, la formación de una clase ob-rera, la expansión del mercado y la relación salarial, el fortalecimiento de la capacidad intervencionista del estado, la redistribución del in-greso y la riqueza, la secularización de la sociedad y la integración de los sectores sociales subordinados. A este respecto, decía López al aceptar su candidatura en noviembre de �9��: “Los principales yerros y vicios de nuestra democracia surgen, en mi sentir, de una falla fun-damental en las relaciones de las clases directoras del país y las masas populares. La facilidad y la costumbre de constituir gobiernos de casta ha venido desligando a las primeras de las segundas. No encuentro en la historia nacional el ejemplo de un período de gobierno que no se haya constituido como una oligarquía, más o menos disimulada, o que no haya derivado hacia esa forma de mando, olvidando sus ob-ligaciones con los electores” (citado por Tirado Mejía, �989: �05). Y

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al responder, ya como presidente, a una petición de los terratenien-tes para que interviniera, represivamente, contra los campesinos en un conflicto de tierras, reconocía que sesos conflictos se debía a las injustas condiciones laborales en que los primeros mantenían a los segundos, y se quejaba de que no contar con mecanismos para obli-gar a terratenientes e industriales a tratar los conflictos laborales con un criterio más humano y moderno que evitara injusticias y superara formas feudales de relación social (ibídem: �09). Precisamente, esta circunstancia, unida a la falta de una reforma agraria, que en Colombia se ha venido aplazando desde �9�6, por falta de voluntad política de las elites, generó en Colombia una situación que ha sido caldo de cultivo para la violencia armada.

El fracaso de la política de integración nacional de López Pumare-jo, contrasta con procesos exitosos de integración territorial y cohe-sión social que se desarrollaron en la segunda del siglo XIX y comien-zos del XX, como producto de una visión de la elite. Me refiero a la colonización antioqueña, fundamental en la constitución de la región, la cultura y la economía del café, que durante muchos años, y hasta hace muy poco, fue el motor de la economía colombiana, ya que per-mitió la acumulación de capital necesaria para la industrialización del país. A mediados del siglo XIX, la actual zona cafetera era una región selvática y baldía al sur occidente del país. Aunque su colonización no estuvo exenta de violencia y espontaneidad, el impulso decidido de la elite comercial y política del departamento de Antioquia, hizo po-sible un desarrollo agrícola, comercial y poblacional significativo de la región cafetera. En la segunda mitad del siglo XIX, los comerciantes de Medellín adquirieron grandes extensiones de tierra al sur occiden-te del departamento, fomentaron la inmigración y donaron terrenos a quienes estuvieran dispuestos a trabajar en la construcción de caminos que comunicaran esta zona con la capital del departamento, trabajaran en la agricultura y la minería, o quisieran fundar poblaciones.

La conducción de la elite y la importancia que adquirió el café como producto de exportación, hicieron de esta región una de las más inte-gradas del país desde el punto de vista económico, político y social. Esta integración se expresó en una serie de organizaciones e institu-ciones de cohesión social, tales como los Comités de Cafeteros, que articularon los niveles local, departamental y nacional de la actividad cafetera, a cuya cabeza se encontraba la poderosa Federación Nacio-nal de Cafeteros. Esta integración dio lugar al surgimiento de nexos de solidaridad, símbolos y modos de vida que conformaron la “cultura cafetera”, la cual ha tenido mucho que ver en la formación de la nacio-nalidad colombiana: el orgullo nacional asociado a la idea de que Co-lombia produce el mejor café del mundo, y la proyección internacional de la imagen del campesino colombiano como “Juan Valdés”.

La anterior situación contrasta con la actual clase dirigente, la cual ha fallado en la construcción del Estado-nación en Colombia, debido a su falta de visión de largo plazo y su incapacidad para integrar la socie-dad y el territorio, pues el sur-oriente del país está hoy huérfano de una clase dirigente que conciba e impulse su desarrollo socioeconómico y su integración social. La fragmentación regional, política y social de la clase dirigente, ha impedido la estructuración de un sistema efec-

tivo de poder, y ha sido una de las causas de que su centralización sea débil. Pero, especialmente, esta fragmentación ha incidido en la falta de liderazgo y de capacidad de las elites para imaginar y lograr una sociedad, un territorio, y una economía integrados, es decir, para construir un estado-nación. Esta situación se manifiesta, entre otras cosas, en la incapacidad de la elite para elaborar una política de am-pliación del mercado interno, mediante procesos de colonización que integren territorios y poblaciones marginales que, por desgracia, son casi más de la mitad del país.

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Los pasados �8,�9 y 20 de Octubre un grupo de �0 estudiantes de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes, acudimos al séptimo encuentro y primer Congreso Nacional de Ciencia

Política y carreras afines que se llevó a cabo en la Universidad Javeriana de la Ciudad de Cali. En este espacio tuvimos la oportunidad de com-partir inquietudes y puntos de vista con otros jóvenes de todo el país interesados en encontrar herramientas que permitieran un mejor de-sarrollo para nuestra disciplina; de igual forma, resultó enriquecedor contar con las ponencias de varios estudiantes, que pusieron sobre la mesa sus inquietudes como futuros científicos sociales en un país como Colombia, y que permitieron así mismo generar debates y discusiones sobre lo que significa ser politólogo, y sobre los retos que debemos enfrentar en un futuro para fortalecernos académica y colectivamente.

Hacía un tiempo ya, que un grupo relativamente grande de nuestra Universidad, no asistía a un encuentro de esta categoría. Sin embargo, y a pesar del gran paso que esto significa en materia de nuestra vin-culación activa con otras Universidades, también es cierto que como departamento quedan muchas cosas por hacer, ya que nos aventajan otras universidades Bogotanas: 80 estudiantes de la Nacional, �20 de la Javeriana y 80 del Externado, son apenas un ejemplo de la forma óp-tima como cada una de estas instituciones respondió a la convocatoria de este encuentro académico.

Siendo los Andes la universidad fundadora de esta disciplina en Co-lombia, es necesario hacer un llamado a asumir un rol más protagónico en este tipo de actividades, esperando que se trate del comienzo de un activismo mayor en la participación de los politólogos uniandinos en esta clase de eventos.

Por otro lado, la gran participación de estudiantes de la capital (más de �00) no fue fortuita. Desde Julio pasado, líderes de Ciencia Política y carreras afines nos hemos venido reuniendo para concretar la con-vocatoria a este primer Congreso, pero más importante aun, para la creación de la Asociación Bogotana de Estudiantes y Profesionales en Estudios Políticos. En la capital vallecaucana buscábamos varios obje-tivos, entre los cuales el más importante era la difusión sobre una asoci-ación que apenas se comienza a forjar entre los estudiantes bogotanos; también se buscó exponer la iniciativa a estudiantes de otras regiones para que realizaran esfuerzos similares; y finalmente, se planteó la idea de que el próximo Congreso Nacional de Ciencia Política tuviera como sede Bogotá, con una organización rotativa entre varias universidades. Lamentablemente, fue la ciudad de Barranquilla la ganadora de la sede, como resultado de una votación cerrada.

De esta experiencia, entonces, se rescatan varios logros significa-tivos en materia organizacional ya que, por ejemplo, se hizo visible la necesidad del reconocimiento por un procedimiento claro y transpar-ente que no se realizaba antes, marcando de esta forma un precedente para la postulación de sedes cada vez que se quiera realizar este tipo de encuentros. Por último, quisimos animar a formar una Federación Na-cional de Asociaciones de Estudiantes, que partiera de las autonomías regionales y de ninguna manera de una imposición desde la capital. Entre las actividades para el próximo semestre se vislumbran encuentros uni-versitarios, la consolidación Bogotana y el Primer Congreso Distrital.

ComunidadReflexiones sobre la Ciencia Política en Colombia a partir del Congreso en CaliLázaro RamírezEx representante Estudiantil de ciencia Política y Colaborador relaciones interuniversitariasClaudia ArbeláezEstudiante Ciencia Política y Antropología

Es importante, entonces, que como estudiantes de Ciencia Política nos apropiemos de estos espacios que apenas se están gestando, to-mando parte en su creación y diligencia, para crecer como departa-mento y revalidar nuestra posición como pioneros de esta disciplina en Colombia.

Si quiere participar activamente de esta iniciativa escriba a [email protected]

Club de DebateEste semestre se retomaron las actividades del club de debate a la

cabeza de Maria del Mar Pizarro y Daniel Gonzáles. Hay varias actividades planeadas

y temas tan interesantes como la protesta en América Latina, las mi-norías sexuales y la polarización ideológica en el contexto nacional. En este momento esta abierta la convocatoria, para los que quieran unirse al grupo.

Tinto con su Representante “Su representante le hace tinto”; espacio en el cual sus represent-

antes estudiantiles están disponibles para que comenten lo que deseen del departamento, se va a realizar pronto y esperamos contar con la par-ticipación de todos. Así mismo el otro espacio de información y opin-ión que se abrió el semestre pasado, el blog de estudiantes de ciencia política, sigue vigente, para que puedan participar y discutir acerca del departamento o la facultad. http://estcipol.blogspot.com/

CEUEstán bienvenidos igualmente en los proyectos que adelanta la

universidad a través del Consejo Estudiantil; la radio universitaria, la videoteca, la campaña contra el sida y otros de magna importancia. Fiesta de Ciencia Política con el Grupo Po

Los invitamos a que se unan a la planeación y realización de la fiesta de ciencia política, con el grupo Po, a llevarse a cabo el �0 de mayo en Café y Libro del centro.

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Marzo 2007 ��Marzo 2007

pg � ContempoEl mito de la batalla final: la obsesión por capturar al Secretariado

Gracias a la Popular Globalización

pg 5 VoxParte I: Demócratas, líderes de la mayoría, Nancy Pelosi y el 2008…

pg 6 Retrovisor¿Hacia una etapa de confrontación militar?

pg 8 IlustradorÉlites y Nación en Colombia

pg �0 ComunidadReflexiones sobre la Ciencia Política en Colombia a partir del Congreso

en CaliHumor Político

“Estreñimiento Académico en el Departamento de Arte”

Índice

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