Sermones selectos de C.H. Spurgeon Vol. 2

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Este es el segundo volumen de una extensa serie que contiene más de cien sermones completos, ordenados temáticamente, complementados con un Índice Escritural–de los versículos claves a partir de los cuales se desarrollan los temas– y un Índice de Títulos, que sin duda facilitarán la búsqueda de los sermones a cualquier predicador.

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EDITORIAL CLIEC/ Ferrocarril, 8

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© 2010 Editorial CLIE

SERMONES SELECTOS DE C.H. SPURGEON, VOL.2ISBN: 978-84-8267-488-9

Clasifíquese: 328 - HOMILÉTICA: Sermones colecciones CTC: 01-04-0328-17 Referencia: 224612

Impreso en Colombia / Printed in Colombia

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• 5 •Dios Padre, Jesucristo, Espíritu Santo

Índice General

Prólogo ............................................................................................................................... 7

CAPÍTULO I. DOCTRINA DE DIOS1. Dios Padre .................................................................................................................. 152. Jesucristo .................................................................................................................... 573. Espíritu Santo ........................................................................................................... 159

CAPÍTULO II. DOCTRINA DEL HOMBRE1. Estado pecador ......................................................................................................... 1712. Libertad ...................................................................................................................... 206

CAPÍTULO III. SAGRADA ESCRITURA1. Estudio de la Biblia .................................................................................................. 2372. Parábolas ................................................................................................................... 2633. Personajes ................................................................................................................. 2784. Tipos y figuras .......................................................................................................... 331

CAPÍTULO IV. SOTERIOLOGÍA1. Expiación ................................................................................................................... 3772. Justificación ............................................................................................................... 4103. Gracia ........................................................................................................................ 4204. Arrepentimiento ......................................................................................................... 4545. Fe .............................................................................................................................. 4986. Salvación ................................................................................................................. 5157. Regeneración ............................................................................................................ 567

CAPÍTULO V. VIDA CRISTIANA1. Seguimiento ............................................................................................................... 5952. Discipulado ................................................................................................................ 6263. Oración ...................................................................................................................... 6524. Edificación ................................................................................................................. 7075. Pecados ..................................................................................................................... 7646. Educación familiar ..................................................................................................... 7977. Avivamiento ............................................................................................................. 8058. Santidad .................................................................................................................... 835

CAPÍTULO VI. ECLESIOLOGÍA1. Ministerio ................................................................................................................... 8692. Dones ........................................................................................................................ 9263. Predicación ................................................................................................................ 9344. Mayordomía ................................................................................................................ 9975. Evangelismo ............................................................................................................ 1010

CAPÍTULO VII. ESCATOLOGÍA1. Cielo ........................................................................................................................ 10872. Infierno ..................................................................................................................... 1093

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• 6 • SERMONES SELECTOS

Índice Escritural ........................................................................................................... 1105Índice de Títulos .......................................................................................................... 1107

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• 7 •Dios Padre, Jesucristo, Espíritu Santo

Prólogo

El secreto de Charles H. Spurgeon

El día 7 de octubre de 1857 una enorme multitud de personas, 23.654 paraser exactos, se congregó en el Palacio de Cristal de Londres con el solo propósitode escuchar un sermón a Charles H. Spurgeon (1834-1892). Fue quizás el au-ditorio más grande al que se dirigió un predicador evangélico hasta esa fecha.¿Dónde reside el secreto de Spurgeon para atraer tal cantidad de público, la clavede su éxito en una cuestión tan prosaica y, aparentemente, poco atractiva y nadaespectacular como escuchar pura y llanamente un sermón religioso sin apoyo derecursos musicales ni visuales?

La verdad es que no creo que se trate de ningún tipo de secreto ni de ningunaclave cuyo desciframiento abra las puertas del éxito en la actualidad. Primero,porque cada época tiene sus modos y preferencias, y la época victoriana que letocó en suerte a Spurgeon, se caracteriza por el gusto y la afición de la gentepor los temas evangélicos. Los temas de predicación dominical se convertían enobjeto de conversación en la peluquería o el mercado durante toda la semana,tal como hoy ocurre con los asuntos relacionados con el deporte o las estrellasdel cine o la televisión. La nuestra es una época secularizada que no respondea la invitación evangélica sino después de muchos esfuerzos.

Dicho sea de paso, Spurgeon tuvo el privilegio de vivir la época dorada delcristianismo evangélico: la iglesias crecían numéricamente, los candidatos alpastorado abundaban, la misiones se extendían por todo el planeta y parecíacercano el día del triunfo universal del Evangelio. En contraste con nuestros días,cuando el islam parece un amenaza creciente, entonces permanecía como unareligión sumida en el letargo y la decadencia: «Contemplad la religión de Mahoma–dice Spurgeon–. Durante más de cien años amenazó con subvertir los reinosy trastornar el mundo entero; mas, ¿dónde están las espadas que brillaron en-tonces?, ¿dónde están las manos que asolaron a sus enemigos? Su religión seha convertido en algo viejo y gastado; nadie se preocupa de ella, y el turco, sentadoen su diván con las piernas entrelazadas y fumando su pipa, es la mejor imagende la religión de Mahoma: vieja, estéril y enferma. Pero la religión cristianapermanece tan lozana como cuando comenzara en su cuna de Jerusalén» (Unpueblo voluntario y un guía inmutable, II, 1).1

En segundo lugar, lo que se llama secreto o clave no es, en lo que se refierea los temas cristianos, una cuestión oscura o inaccesible sólo disponible paraalgunos elegidos. Hay mucho de equívoco, y hasta de engaño, en la búsquedadel secreto de esto o de lo otro, que hace que algunos se encumbren con la fórmulaque todo resuelve. La religión siempre está tentada por la magia, que es una formasutil de idolatría. Hablando en términos espirituales, el secreto de la vida cristiana,de la paz, del gozo, del ministerio, es un secreto a voces. Consiste en algo tansencillo como ser cristiano. Simplemente eso, dejar que Dios sea Dios y elEvangelio sea el Evangelio, no imponerle fórmulas ni cargarlo con misterios que

1 Lo mismo constató, algunos años después, la intrépida viajera británica Freda M. Stark (1893-1993),en su libro Los Valles de los Asesinos. Ed. Península, Barcelona 2001, ed. org. 1936.

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bajo la excusa de la sana doctrina impiden que el mensaje de Jesucristo semanifieste, desde la sencillez, en la pluriforme riqueza de su contenido que «hacenuevas todas las cosas» (2 Co. 5:17; Ap. 21:5), haciendo que cualquier manifes-tación del Espíritu pase por el tamiz de la tradición de los ancianos.

Ahora bien, es del todo cierto, que es una época de gigantes del púlpitoevangélico, Spurgeon los rebasa a todos en el tiempo, conservando sus sermonesla frescura y el poder espiritual de antaño. Alexander Maclaren (1800-1910); HenryMelville (1800-1971), Josehp Parker (1830-1902); F.W. Robertson (1816-1853);F.B. Meyer (1847-1929); Phillips Brooks (1835-1889); A.T. Pierson (1837-1911);y muchos otros destacan en las páginas de la historia de la predicación cristianapor el contenido de sus mensajes y su poder de atracción. A su manera todosfueron grandes. Pero lo fueron en su día, mientras que Spurgeon sigue gozandode la estima de miles de creyentes en todas las partes del globo como si de uncontemporáneo se tratase. Y esto es así por una razón muy sencilla, sus mensajesexhalan lo mejor del mensaje evangélico de todos los tiempos.

Evangélico de evangélicosEn este punto reside no tanto el éxito como la perennidad del legado de

Spurgeon. Encarna con nadie el espíritu evangélico heredero del avivamientobritánico de Whitefield y Wesley, fuente y matriz del amplio y diversificado mundoevangélico moderno, que, pese a sus diferencias, y por encima de ellas, coincideen unos cuantos puntos básicos que identifican y distinguen el modo de serevangélico de cualquier otra expresión del cristianismo habido y por haber.

En principio el cristianismo evangélico va más allá de las fórmulas doctrinales,no importa lo correcta y ortodoxas que sean, para indagar en el estado del corazón,regenerado o irregenerado. Profesante de una fe o un credo, o «nacido de nuevo»,según la fraseología del Evangelio de Juan. Evangélico es, ante todo, quien enel umbral del cristianismo coloca el llamamiento a nacer de nuevo, necesidadprimera, sin la cual todo lo demás resulta vano y, al final, condenatorio. Estaenseñanza se halla primeramente en la Biblia misma, luego en Lutero,2 y despuésen George Whitefield, y así hasta nuestros días. De tal manera caló está necesidaden las iglesias de la Reforma, que desde entonces nada se considera másaborrecible que un ministro o pastor irregenerado, no importa lo instruido que estéen teología o la perfección con que efectúe los servicios sagrados.

En segundo lugar, y siguiendo esta línea de pensar y proceder, evangélico esquien busca la salvación de los demás por el mismo sistema que a él le ha hechosalvo: el nacimiento de nuevo. La doctrina en un paso segundo en relación alprimer paso de la experiencia de la conversión.

Por ello, y en tercer lugar, el celo evangelístico es característico del evangélico,por el que busca que, tanto cristianos nominales como personas ajenas al cris-tianismo, lleguen a experimentar el nuevo nacimiento, consistente en comprenderla gravedad del pecado en uno mismo, por un lado, y grandeza de la obra amorosade Dios en la muerte de Cristo en favor del pecador, por otro.

De tal modo que, en cuarto lugar, las llamadas doctrinas de la salvación ocupanel lugar central del mensaje evangélico, en especial las que tienen que ver conel arrepentimiento y la fe, por parte del hombre; y la muerte substitutoria de Cristoen la cruz, por parte de Dios, el cual es justo pero justifica al impío solamentepor la fe, no por las obras.

2 Véase Martín Lutero, «Evangelio de Juan, cap. 3», en Comentarios de Martín Lutero, vol. VIII. CLIE,Terrassa 2002.

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En quinto, y ultimo lugar, el estudio de la Biblia para refrendar su mensaje ycomo un medio para alimentar la nueva criatura nacida como resultado del en-cuentro personal con Cristo y la iluminación del Espíritu Santo, que incorpora acada nuevo creyente en una comunidad centrada en la predicación de la Palabra,la comunión unos con otros, el partimiento del pan y el testimonio personal.

En Spurgeon, como en todo grand predicador evangélico, pero superándolosa todos en profundidad, extensión y convicción, laten, surgen, se manifiestan,cobran vida una y otra vez estos grandes temas o puntos que hemos mencionado.Hable de lo que hable, de Dios o del hombre, de la oración o de la teología, delestado de la Iglesia o del mundo, de la piedad o de las misiones, de los creyenteso los pastores, Spurgeon dirigirá siempre la atención de sus oyentes a los suso-dichos puntos que son como la carta de naturaleza del cristianismo evangélicoy el mejor remedio de todos los males relativos a la hipocresía e inconsistenciade los cristianos. Pues solo cuando el corazón desconoce el «nacimiento de loalto», u «olvida su primer amor«, asaltan los conflictos a las congregaciones,enemista a los pastores entre sí, produce tristeza y malestar, pues al Reino deDios se entre y se vive por el nuevo nacimiento (Jn. 3:3).

El corazón del Evangelio, dice Spurgeon, es que Cristo ha muerto por lospecadores, pero esto no significa nada si el pecador no puede añadir su pronombrepersonal y decir «por mí» y al decirlo, sentir como de su espalda se desprendeel fardo del pecado y reconoce al instante que Jesús, y sólo Él es el único ysuficiente Salvador, a partir de cuyo momento vivo por Él y para Él (Gá. 2:20).Conoce por experiencia que la gracia, no sus obras, incapaces de alzarse conel mérito o el derecho de la salvación, le abre la puerta del cielo y le da la completaseguridad de que pertenece al número de los elegidos, que nada ni nadie puedesepararle de las manos del Padre. Todo esto, y poco más, es lo esencial el modode ser y de vivir del cristiano evangélico. Lo demás es como una añadidura. Lateología, las misiones, la asistencia social, el estudio, la iglesia, la ética, etc.,existen como manifestación de una experiencia de gracia que, de parte delhombre, se vive como nuevo nacimiento, el paso de la muerte a la vida, de laoscuridad a la luz, de la condenación a la salvación.

La moral evangélica es ética de respuesta y gratitud. Se ama porque se hasido amado, sentido el amor inabarcable de Cristo Salvador; se perdona, porquese sabe perdona por Dios; se sirve a los demás porque ha sido servido por Diosmismo; se sacrifica porque alguien, el Hijo de Dios, se sacrificó primero. La doctrinacristiana, tal como es desarrollada en el mundo evangélico, crece y se desarrollaen torno a estos puntos, nunca alejándose demasiado de ellos.

El cristocentrismo de la graciaSpurgeon no fue, no es grande por el poder de su oratoria, por sus dotes

naturales de retórica y oportuna ilustración de sus puntos de vista; tampoco porla apariencia de su persona o la modulación de su voz. De hecho, su aparienciapersonal no era atractiva, hasta donde podemos colegir por los informes que noshan llegado, no tenía magnetismo personal que algunos oradores poseen. Su vozera clara y poderosa, y podía oírsele muy bien en salón grande, pero carecía dela graduación de expresión de la que se han servido con ventaja muchos oradores.Spurgeon predicaba de un modo natural, sin ninguna afectación, y así enseñabaa hacerlo. Véase su sermón al respecto: «El don de hablar espontáneamente».Lo que distinguía realmente es la capacidad de concentrarse en Cristo sin dejarseaparte por cuestiones secundarias, y desde ahí cubrir todas las necesidades delcorazón creyente y del pecador preocupado por su pecado.

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La gracia soberana era predicaba por muchos, en especial la versión hipercalvinista cuyas críticas hubo de enfrentar, particularmente en lo que se refierea la oferta indiscriminada de la salvación.3 «Algunos de nuestros hermanos –dice–que están muy ansiosos de llevar a cabo los decretos de Dios en vez de creerque Dios puede llevarlos a cabo por sí mismo, siempre están tratando de hacerdistinciones en su predicación. ¡Predican un Evangelio a un conjunto de pecadoresy otro a otra clase diferente! Son muy diferentes a los viejos sembradores que,cuando salían a sembrar, sembraban entre espinas y en los pedregales y juntoal camino. Estos hermanos, con profunda sabiduría, se esfuerzan por encontrarcuál es la buena tierra. Insisten mucho en que no se debe tirar ni siquiera un simplepuñado de invitaciones si no es en el terreno preparado. Son demasiado sabiospara predicar el Evangelio a los huesos secos que están en el valle, como Ezequiello hizo mientras todavía estaban muertos» (Grados de poder en el Evangelio, I).En Spurgeon el anuncio de la gracia salvífica brota espontáneamente no de unsistema de decretos o pactos, sino del costado de Cristo, cuya sangre derramadatestifica su amor por los pecadores. Estaba completamente seguro que la sangrede Cristo, es decir, su muerte sacrificial en la cruz, clamaba elocuente y suficien-temente a favor de la conciencia pecadora. Ahora bien, en este punto, él semantuvo fiel a los que creen que la sangre de Cristo sólo fue derramada poraquellos a quienes eligió para salvación.

«Ha sido siempre mi costumbre el dirigirme a vosotros con las verdadessencillas del Evangelio –dice en La redención limitada–, y raras veces he tratadode explorar en lo profundo de Dios», pero en aquello que Spurgeon considerasuficientemente revelado en la Escritura, no duda en defenderlo y mantenerlo,aunque sea una cuestión impopular, todo ello en un espíritu pastoral, que buscael bien de sus oyentes: «La única pregunta que debe preocuparos es: ¿MurióCristo por mí? Y la única respuesta que puedo daros: “Palabra fiel y digna de serrecibida de todos, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”.¿Podéis escribir vuestros nombres detrás de esta frase, entre los pecadores; noentre los pecadores de compromiso, sino entre los pecadores que se sienten comotales, entre los que lloran su culpa, entre los que la lamentan, entre los que buscanmisericordia para la misma? ¿Eres pecador? Si así lo sientes, si así lo reconoces,si así lo confiesas, estás invitado a creer que Cristo murió por ti, porque tú erespecador; y eres instado a caer sobre esta grande e inamovible roca, y a encontrarseguridad eterna en el Señor Jesucristo» (La redención limitada).

Un príncipe admirado, pero poco imitadoComo ha ocurrido con todos los grandes iniciadores de movimientos religiosos,

Spurgeon cuenta con más admiradores que con verdaderos seguidores de suejemplo, no es un sentido de mera repetición o mímica, sino de continuidadcreativa de sus principios, juicios y creencias. Unos se han quedado con el modelocalvinista del Spurgeon cuyo Evangelio está representado por las enseñanzas deCalvino y los puritanos al respecto. No hay duda que mucho de esto hay enSpurgeon: «Creo que Calvino –dice– sabia más del Evangelio que casi todos loshombres que han vivido, a excepción de los escritores inspirados» (La redenciónlimitada, V, 1). Pero Spurgeon es el hombre que a la teología calvinista ha sabidosumar la calidez evangélica del metodismo primitivo: «Si lográramos predicar la

3 Véase Iain H. Murray, Spurgeon v. Hyper-Calvinism. The Battlle for Gospel Preaching. The Bannerof Truth Trust, Edimburgo 1995.

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doctrina de los puritanos con el celo de los metodistas, veríamos un gran futuro.El fuego de Wesley y el combustible de Whitefield producirán un incendio queinflamará los bosques de error, y calentarán el alma misma de esa tierra fría»(Sermones, su importancia, IV, e).

Para otros, Spurgeon es un modelo de improvisación y espontaneidad en lapredicación, sin artificios de erudición o de teología. Cierto, pero sin olvidar queSpurgeon fue un apasionado de la lectura y un gran amante de los libros. Paraél, la improvisación y espontaneidad no están reñidas con lo preparación y elestudio, antes al contrario, «solo un ministerio instructivo puede retener a unacongregación; el mero hecho de emplear el tiempo en la oratoria, no bastará. Entodas partes los hombres nos exigen que les demos alimentos, alimentos verda-deros. Los religiosos modernos cuyo culto público consiste en la palabrería decualquier hermano que tenga a bien pararse y hablar, van ya disminuyendo, yacabarán por dejar de existir y esto, a pesar de los atractivos halagadores quepresentan a los ignorantes y locuaces, porque aun los hombres más violentos yextravagantes en sus opiniones, y cuya idea de la intención del Espíritu es quecada miembro del cuerpo debe ser una boca, se fastidian muy pronto de oír losdisparates de otros, por más que les guste mucho proferir los suyos. La mayoríade la gente buena se cansa pronto de una ignorancia tan insulsa, y vuelven alas iglesias de las cuales se separaron, o mejor dicho, volverían si pudieran hallaren ellas buena predicación» (El don de hablar espontáneamente, I). No hayexcusas para la falta de preparación, por razones más altas que se invoquen: «ElEspíritu Santo nunca ha prometido suministrar alimento espiritual a los santos pormedio de ministros que improvisan. El nunca hará por nosotros lo que podemoshacer por nuestras propias fuerzas. Si podemos estudiar y no lo hacemos; si laiglesia puede tener ministros estudiosos y no los tiene, no nos asiste el derechode esperar que un agente divino supla las faltas que dimanan de nuestra ociosidado extravagancia» (El don de hablar espontáneamente, I).

Por esta razón, si el pastor no puede disponer de libros por carecer de recursossuficientes para comprar el mayor número, la Iglesia deben esforzarse en ayu-darle. De hecho, Spurgeon emprendió una campaña para que se estableciesenbibliotecas para los ministros, como cosa de primera necesidad. «Si se pudieraasegurar a los ministros pobres una pequeña cantidad anual para ser empleadaen libros, sería esto una bendición de Dios así para ellos como para sus respec-tivas congregaciones. Las personas de buen juicio no esperan que un jardín lesproduzca buenas plantas de año en año, a menos que abonen el terreno; noesperan que una locomotora funcione sin combustible, ni que un buey o un asnotrabajen sin alimento; pues que tampoco esperen recibir sermones instructivos departe de hombres privados de adquirir buenos conocimientos por su imposibilidadde comprar libros» (Ministros con escasos recursos para trabajar, I,1).

«Sed bien instruidos en teología –dice en otro lugar–, y no hagáis caso deldesprecio de los que se burlan de ella porque la ignoran. Muchos predicadoresno son teólogos, y de ello proceden los errores que cometen. En nada puedeperjudicar al más dinámico evangelista el ser también un teólogo sano, y a menudopuede ser el medio que le salve de cometer enormes disparates. Actualmenteoímos a los hombres arrancar de su contexto una frase aislada de la Biblia yclamar: “¡Eureka! ¡Eureka!” como si hubieran hallado una nueva verdad, y, sinembargo, no han descubierto un diamante, sino tan solo un pedazo de vidrio roto»(¡Adelante!, I, 2).

Esperemos que la publicación de estos sermones atraiga la atención depastores y creyentes por igual, de tal manera que su lectura y meditación con-

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tribuya a reparar ese mal que consiste en dar culto de labios y no poner por obralo que se alaba. Imitando la fe de los buenos discípulos de Cristo (1 Co. 4:16;11:1; Ef. 5:1; Fil. 3:17; 1 Ts.1:6), estaremos mejor preparados para imitar el únicomodelo digno de toda imitación, a saber, Jesucristo, Salvador del mundo.

ALFONSO ROPERO

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• 13 •Dios Padre, Jesucristo, Espíritu Santo

Capítulo I

DOCTRINA DE DIOS

Dios Padre,Jesucristo,

Espíritu Santo

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• 15 •Dios Padre, Jesucristo, Espíritu Santo

1. Dios Padre

1. MISERICORDIA, OMNIPOTENCIA, Y JUSTICIA

«Jehová es tardo para la ira y grandeen poder, y no tendrá por inocente al cul-pable» (Nahum 1:3).

INTRODUCCIÓN: Luces y sombras en elcarácter del Altísimo.

I. TARDO PARA LA IRA1. Nunca castiga sin advertencia.

a) Muestra pacienciab) Instruyec) Amonesta

2. Lento en amenazas.3. Lento en sentenciar.

a) Le amonestab) Le da tiempo a arrepentirsec) Retarda la condenación

4. El estado de nuestras ciudades.5. Él es grandioso.

II. GRANDE EN PODER

III. JUSTICIERO1. Nada quedará sin castigo.

a) La escena del Calvario2. Las maravillas de su venganza.

a) El Edén arruinadob) El mundo ahogadoc) Sodomad) La tierra abriendosee) Las plagas de Egipto

4. Razones de su bondad

CONCLUSIÓN: No dormirse, sino clamarmisericordia.

MISERICORDIA, OMNIPOTENCIA,Y JUSTICIA

INTRODUCCIÓNSe requiere cierta educación para poder

apreciar las obras de arte en sus exquisitosdetalles. La persona que no ha sido aúninstruida al respecto, no puede percibir deforma instantánea las variadas excelencias

de la pintura de alguna mano maestra. Tam-poco imaginamos que las maravillas de lasarmonías del mejor cantante, capturen deun modo mágico a los oyentes ignorantes dela música. Debe de haber algo en el hombremismo, antes de que pueda entender lasexcelencias del arte o la naturaleza. Cierta-mente es una cuestión de carácter. Porcausa de las faltas y fracasos en nuestrapersonalidad y nuestra vida misma, no so-mos capaces de entender cada belleza enparticular y la perfección unida del carácterde Cristo, o de Dios el Padre. Nosotros mis-mos éramos puros como los ángeles delcielo. Nuestra raza en el jardín del Edén erainmaculada y perfecta. Deberíamos hacer-nos una idea mucho más acabada y nobledel carácter de Dios, la cual no poseemos,como consecuencia de nuestra naturalezacaída. Sin embargo, no podemos dejar dever que los hombres, debido a la alienaciónde su naturaleza, están malinterpretando decontinuo a Dios. Son completamente inca-paces de apreciar su perfección. ¿Os habéispreguntado alguna vez si Dios detuvo sumano antes de ejercer la ira? Mirad, hayquienes dicen que Dios ha cesado de juzgaral mundo, y adoptan una actitud apática eindiferente. ¿Castigó en otro tiempo Dios alos hombres por su pecado? Algunos dicenque es severo y cruel. Los hombres lo mal-interpretan porque son imperfectos en símismos, y no tienen la capacidad de admi-rar auténticamente el carácter de Dios.

Esto ocurre en lo que tiene que ver conciertas luces y sombras en el carácter delAltísimo, que Él ha combinado sabiamentey a la perfección junto con su naturaleza.Aunque no podamos ver el punto de contac-to donde se unen ambas características,somos impactados con la maravilla de laarmonía sagrada. Al leer las Escrituras, y enparticular la vida de Pablo, vemos que sedestacó por su celo hacia la obra de Dios.Pedro será recordado por su valor y osadía.Juan es admirado por su capacidad deamar. ¿Habéis notado que cuando leemosla historia de nuestro Maestro, el SeñorJesucristo, no solemos decir que fue notablepor alguna virtud en particular? ¿Por quéocurre esto? ¿Es acaso porque la intrepidez

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y la osadía de Pedro crecieron de tal modoque echaron sombra sobre las virtudes delos demás? Cuando un hombre es notableen algunas áreas de su vida, casi siempreno lo es en otros campos. La absoluta ycompleta perfección de Jesucristo, hace queno podamos resaltar uno u otro de los ras-gos de su carácter. No estamos acostumbra-dos a hablar de su celo, de su valor o de suamor. De Él decimos que tenía un carácterperfecto. Sin embargo, no somos capacesde percibir fácilmente donde se mezclabanlas luces y las sombras de su personalidad.¿En qué punto su mansedumbre se amal-gamaba con su valor, y su amor se fundíacon su resolución para denunciar el pecado?No podemos darnos cuenta de dónde con-vergían los distintos puntos de su carácter.

Lo mismo ocurre con Dios el Padre. Per-mitidme hacer las observaciones y comen-tarios que he hecho en mis apuntes, a causade dos cláusulas que parecen describir atri-butos contrarios. Notaréis que en mi textohay dos cosas distintas: Él es «tardo para laira», pero «no tendrá por inocente al culpa-ble». (Nah. 1:3). Nuestro carácter es tan im-perfecto que no podemos ver la congruenciade los dos atributos. Tal vez nos pregunta-mos y decimos: ¿cómo es que es «tardopara la ira», pero «no tendrá por inocente alculpable»? Es porque su carácter es perfec-to, pero nosotros no podemos ver estas doscaracterísticas unidas la una con la otra. Sujusticia es infalible, y la severidad que co-rresponde al dueño absoluto del universo,se combina con su amor y su encanto, supaciencia y sus tiernas misericordias. Laausencia de cualquiera de estos rasgos delcarácter de Dios lo habría hecho imperfecto.La presencia de todo ellos, sella el carácterde Dios con una perfección nunca vista.

Ahora trataré de analizar y presentarestos dos atributos de Dios, y el vínculo quelos conecta. El Señor es tardo para la ira ygrande en poder. Tendré que demostraroscomo la expresión «grande en poder» serefiere a la cláusula anterior y a la que sigue,como un vínculo entre ambas. Pasaremosentonces, a considerar el próximo atributo:«No tendrá por inocente al culpable»; unatributo de justicia.

I. TARDO PARA LA IRAPermitidme empezar con la primera

característica de Dios. Él es tardo para la ira.Dejadme que os explique este atributo yluego llegaremos hasta su mismo origen.Dios es «tardo para la ira». Cuando Miseri-cordia vino al mundo montaba en corcelesalados y los ejes de su carruajes se encen-dían a medida que iba adquiriendo veloci-dad. Sin embargo, cuando llegó IRA, caminócon un paso lento y arrastrado; no teníaprisa para matar, ni era rápido para conde-nar. La vara de la misericordia de Dios, estásiempre extendida en su mano. La espadade su justicia está guardada en su vaina.Puede sacarse con facilidad, pero hasta quellegue el momento, seguirá sujeta por sudueño, que tiene misericordia de los peca-dores, y desea perdonar sus transgresiones.En el cielo Dios tiene muchos oradores, yalgunos de ellos hablan con mucha rapidez.Cuando Gabriel descendió a la tierra paratraer las buenas nuevas, habló rápidamente.Cuando las huestes angélicas descendieronde la gloria, volaron con alas de relámpago,mientras proclamaban: «¡Gloria a Dios enlas alturas, y en la tierra paz, buena voluntadpara con los hombres!» (Lc. 2:14). Pero elÁngel de la Ira es un orador lento, que hablahaciendo muchas pausas. Cuando está apunto de languidecer, Piedad une sus lán-guidas notas, y continúa expresándose. A lamitad de su discurso, a menudo esconde surostro, dando lugar para que Perdón y Mi-sericordia continúen. El Señor de la ira sedirige a los hombres con el propósito de quesean llevados al arrepentimiento y reciban lapaz y el amor de Dios.

Hermanos, trataré ahora de enseñaroscómo Dios es «tardo para al ira».

1. En primer lugar, me propongo probarque Él realmente es «tardo para la ira»;porque nunca castiga sin antes advertir loque está mal. Los hombres que son coléri-cos y rápidos para enojarse dan una palabraseguida de un resoplido. A veces viene pri-mero el resoplido y luego la palabra. Losreyes, en algunas ocasiones en que sussiervos se rebelaban en contra de ellos,primero les castigaban y luego les hablaban.No hacían ninguna advertencia, ni daban

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tiempo para el arrepentimiento. Tampoco lespermitían permanecer dentro de la alianzadel reino. Eran echados fuera para siempre.No sucede así con Dios. Él no cortará alárbol enfermo hasta que cave la tierra a sualrededor, la abone y vuelva a recuperarlo.No borrará de la faz de la tierra a aquelhombre que tiene un carácter vil, hasta queno le haya enviado sus advertencias pormedio de los profetas. No ejecutará susjuicios hasta ver que no obedecen la palabrallevada por sus enviados, y les instruirá líneasobre línea y precepto sobre precepto. Diosno destruyó ninguna ciudad sin antes adver-tirles seriamente a sus habitantes, sobre lasconsecuencias de su condición de pecado ydesobediencia. Mientras Lot estuviera den-tro de Sodoma, la ciudad no perecería. Elmundo no fue inundado con el diluvio, hastaque ocho profetas estuvieron predicando yNoé, el octavo, profetizó sobre la venida delSeñor. Dios no destruyó a Nínive antes dehaber mandado a Jonás. No aplastó aBabilonia hasta que los profetas llevaron sumensaje por las calles. No destruye inme-diatamente al hombre, sino que primero lehace muchas advertencias. Dios adviertepor medio muchas vías; por su Palabra, poruna enfermedad, por métodos providencia-les y por medio de las consecuencias funes-tas del pecado. Él no hiere de golpe y de unaforma contundente, primero reprende yamonesta. En la gracia de Dios no sucedecomo en la naturaleza, que primero brillanlos relámpagos y después viene el trueno yel rayo. Dios manda primero el trueno de suley, seguido por el relámpago de la ejecu-ción. El ejecutor de la justicia divina, lleva suhacha atada a un manojo de leña, porque nocortará a los hombres de la faz de la tierra,sino hasta que los haya amonestado y éstospuedan arrepentirse. Dios es “tardo paraairarse”.

2. Además, nuestro Dios es tambiénmuy tardo en advertir. Si bien advierte antesde condenar, así y todo es lento en susadvertencias. Sus labios se mueven con li-gereza cuando promete pero despaciocuando advierte o amenaza. El trueno re-tumba tardío, lento suenan los tambores delcielo cuando tocan la marcha fúnebre de los

pecadores; pero la música que proclama lagracia, el amor y la misericordia, tiene notasdulces y ligeras. Dios es tardo para airarse.Él no envió a Jonás a Nínive hasta que laciudad se había convertido en un antro deinmundicia. No dijo a Sodoma que seríapasada por fuego, hasta que llegó a ser uncentro de corrupción, detestable para el cie-lo y la tierra. Dios no inundó el mundo conel diluvio, ni aún amenazó con hacerlo, has-ta el momento en que los pecadores hicieronalianzas prohibidas, llenaron la tierra depecado y violencia, y se apartaron de Él. ElSeñor ni siquiera amenaza al pecador pormedio de su conciencia, hasta que no hapecado reiteradamente. Le amonestará unay otra vez, apremiándole para que se arre-pienta, pero no hará que le salte a la vistael infierno con su increíble terror. Esperaráa que una multitud irrefrenable de pecadoshagan manifestar su ira. Él es lento aun paraadvertir o amenazar al pecador.

3. Pero, lo que es mejor aún, cuandoDios hace una advertencia, ¡qué lento es en

sentenciar al culpable! Una vez que le haamonestado, diciéndole que a menos que searrepienta recibirá el castigo, ¡cuánto tiem-po le da para que se vuelva a Él! «Porqueno aflige ni entristece voluntariamente a loshijos de los hombres» (Lm. 3:33). ¿Habéismeditado alguna vez en la escena del Jardíndel Edén cuando el hombre cayó? Dios yale había advertido a Adán que si pecaba,moriría. Adán pecó. ¿Se precipitó Dios encumplir la sentencia? Dice Génesis 3:8 queJehová «se paseaba en el huerto, al aire deldía». Tal vez la fruta fue tomada tempranoen la mañana, o al atardecer; pero Dios nose dio prisa en condenar. Esperó casi hastala puesta de sol, y llegó luego el fresco deldía. Se presentó ante Adán, en aquellos glo-riosos días en que Dios caminaba con elhombre. Le veo caminar entre los árbolesmuy lentamente, su pecho palpitante y conlágrimas en su rostro por tener que conde-nar al hombre. Por último oigo la dolientevoz: «¿Dónde estás tú?» (Gn. 3:9). ¿Dóndehas caído?, pobre Adán. Has caído de mifavor; te has arrojado a ti mismo a la des-nudez y al temor, pues estabas escondién-dote. Adán, ¿dónde estabas tú? Me das mu-

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cha pena. Te creíste ser Dios. Antes de con-denarte te daré una palabra de piedad.Adán, ¿dónde estás tú? Sí, el Señor fuelento en enojarse y en ejecutar la sentencia,aún cuando el mandamiento había sido que-brantado y la amenaza tuvo que ser pronun-ciada por necesidad. Algo similar sucediócon el diluvio. Amonestó a la tierra, pero noselló la sentencia hasta darle tiempo para elarrepentimiento. Durante ciento veinte años,Noé debía predicar la Palabra y testificar ala generación rebelde e impía. Noé teníaque construir el arca. Ésta sería como unsermón perpetuo. Debía de ponerse en loalto de un monte, esperando la inundaciónpara poder flotar, de manera que fuera vistaen lo alto y constituyera una advertenciabien clara para los impíos. ¡Oh cielos!, ¿porqué no abristeis al instante tus fuentes deagua? Dios había dicho: «He aquí yo traigoun diluvio de aguas sobre la tierra». ¿Porqué las aguas no subieron de inmediato?«Porque», les oigo decir con un sonido degorgoteo, «aunque Dios había hecho unaadvertencia, fue lento en ejecutarla, espe-rando que la gente se arrepintiera y sevolviera de sus pecados».

Lo mismo sucedió con Sodoma. Aúncuando la sentencia contra el pecador esfirmada y sellada por el sello celestial de lacondenación, Dios es lento en llevarla acabo. La condena de Sodoma está sellada;Jehová ha declarado que será quemada confuego. Pero Dios es lento en ejecutar eljuicio. Se detiene. Los ángeles desciendena Sodoma, y ven la iniquidad que corre porlas calles como un río. Sus habitantes, peo-res que las bestias, asechan detrás de laspuertas. ¿Ha levantado ya Dios sus manos,diciendo: «infiernos, lloved desde lo alto?».No, la gente sigue con su alboroto toda lanoche. Espera hasta el último momento, yentonces cuando el sol se está levantando,ordena que llueva fuego y azufre. Dios nose apresuró a ejecutar su condena. Una vezhecha la advertencia de que iba a desarrai-gar a los cananitas; declaró que las ciuda-des de los hijos de Amón serían juzgadascon fuego, y a Abraham le prometió que ledaría la tierra a su simiente para siempre.Sin embargo, Él hizo permanecer a los hijos

de Israel durante cuatrocientos años enEgipto, permitiendo a los cananitas vivir enlos días de los patriarcas. Aún después,cuando guió a su pueblo fuera de Egipto, lohizo peregrinar cuarenta años por el desier-to, demorando aún más el juicio sobre loscananitas. Sin embargo, «Les daré un espa-cio», dijo Él. «Aunque he sellado su conde-nación, a pesar de que su sentencia demuerte ha venido directamente del trono delRey y debe ser ejecutada, les daré un res-piro, hasta que la misericordia haya alcan-zado su límite». Él esperaría hasta que lascenizas de Jericó y la destrucción de Haiindicaran que la espada debía salir de suvaina. Entonces Dios despertaría como unhombre poderoso y fuerte, lleno de ira.Jehová es lento en ejecutar la sentencia,aún cuando ésta ya haya sido firmada.

4. ¡Ah, mis amigos!, un pensamiento fu-nesto ha atravesado mi mente. Hay algunoshombres que todavía están vivos, y perma-necen ahora bajo sentencia. Creo que laEscritura me lleva a una temible reflexión ala que quiero hacer alusión. Hay algunoshombres que están condenados antes deser finalmente inculpados. Hay personascuyos pecados van a juicio primero que ellosy son entregados a una conciencia cauteri-zada, preocupando a aquellos de quienes sedice que el arrepentimiento y la salvaciónson imposibles. Algunos pocos individuos enel mundo, son como aquel personaje en lanovela de John Bunyan, que estaba dentrode una jaula de hierro y nunca pudo salir. Seasemejan a Esaú; no hallan lugar para elarrepentimiento, a pesar de que, contraria-mente a él, no lo buscan porque, si lo hicie-ran, lo encontrarían. Existen muchos quehan cometido el «pecado de muerte», porquienes no se puede orar, como vemos en1 Juan 5:16b: «Hay pecado de muerte, porel cual yo no digo que se pida». Pero ¿porqué, por qué no están ya en las llamas delinfierno? Si van a ser condenados, si la mi-sericordia ha cerrado los ojos para siempresobre ellos y nunca les extenderá su manode ayuda, ¿por qué no son barridos y cor-tados de la tierra de una vez? Porque Diosha establecido: «No tendré misericordia so-bre ellos, pero les dejaré vivir un poco más

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de tiempo, pues soy reacio a ejecutar lasentencia y los eximiré hasta que se cum-plan los años que un hombre debe vivir. Lespermitiré tener una larga vida aquí, puestendrán una eternidad llena de ira y maldi-ción para siempre». Sí, dejadles tener unpoco de placer aquí, pues su fin será terri-ble». Pero que tengan cuidado, porque aun-que Dios es lento para enojarse, cuandollega el momento lo hará. Si el Señor nofuera lento para la ira, ¿no habría ya fulmi-nado nuestras ciudades, rompiéndolas enmil pedazos y barriéndolas de la faz de latierra? Las iniquidades de estas ciudadesson tan grandes, que si Dios las desarraiga-ra y las tirara al mar, se lo merecerían. Porla noche, nuestras calles presentan un es-pectáculo de vicio que es difícil de igualar.Creo que no habrá sobre la tierra una naciónque tenga una capital tan corrompida e in-moral como es nuestra ciudad de Londres.Señoras y señores; permitís que os diganciertas cosas al oído, de las cuales vuestramodestia debería de avergonzarse. Hay es-pectáculos públicos vergonzosos. Ya es losuficientemente malo que en La Traviata seoigan cosas acerca del sexo y diversasobscenidades; pero que las mujeres de lasesferas de más alto refinamiento y mejorgusto, lo toleren y aprueben ya es intolera-ble. Caballeros de Inglaterra, dejáis que lospecados de los teatros de ambientes bajosde nuestro país escapen sin vuestra censu-ra. La más baja bestialidad infernal de unacasa de juegos y los teatros de la ópera,están casi al mismo nivel. Pensaba que conlas pretensiones de piedad que tiene estaciudad y las críticas que ha tenido de laprensa, (una prensa muy poco religiosa), noserían tan indulgentes con sus bajas pasio-nes. Pero, por haber dorado la píldora, yahabéis sorbido el veneno. ¡Vuestra conductaestá llena de concupiscencias, es engañosay abominable! Lleváis a vuestros hijos aescuchar lo que ni vosotros mismos debe-ríais haber escuchado. Os sentáis en mediode una compañía grande y alegre, a escu-char cosas de las cuales vuestra decenciadebería revolverse. Aunque la marea de laimpiedad os tenga por el momento engaña-dos y engullidos, aún albergo un rayo de

esperanza. ¡Ah! sólo Dios sabe de la maldadsecreta de esta gran ciudad. Se necesitaríauna voz fuerte como una trompeta; un pro-feta que grite a gran voz: «Haced sonar laalarma, hacerla sonar en esta ciudad, por-que el enemigo se ha agigantado sobrenosotros». El poder del maligno es enorme,y a menos que Dios ponga su mano y hagadar marcha atrás el torrente de perdiciónque baja por nuestras calles, vamos rápida-mente camino de la perdición. Pero Dios eslento para airarse, y todavía no ha desenvai-nado su espada. La ira ha dicho ayer:«¡desenváinate, espada!», y la espada se hasacudido en su vaina. Pero la misericordiapuso su mano sobre la vaina y dijo: «Qué-date quieta espada, ¡atrás! La ira ha dadoun golpe con el pie contra el suelo, diciendo:¡Despierta, despierta espada!». Cuandocasi había sacado a relucir su filo, Misericor-dia volvió a decirle: «¡atrás, atrás!», y laaseguró en su envoltura. Allí duerme toda-vía, pues el Señor es «… Lento para la ira,y grande en misericordia» (Sal. 145:8).

5. Ahora voy a explorar este atributo deDios hasta su origen, ¿por qué Él es lentopara la ira? Lo es porque Dios es infinita-mente bueno. Su nombre es bueno. Sunaturaleza también lo es, porque Él es lentopara la ira.

Repito, Dios es lento para la ira porque

Él es grandioso. En general, los seres pe-queños son rápidos para enojarse. El perritomalhumorado ladra a cada una de las per-sona que pasa frente a él. Pero el león y elbúfalo están acostados, tranquilos en lahierba y son lentos para mostrar su fiereza.El Señor es lento para la ira, porque esgrande en poder.

II. GRANDE EN PODERVeamos ahora la relación del vínculo del

que hablábamos anteriormente. Una pode-rosa razón por la cual Dios es lento paraairarse es porque es grande en poder. Éstees un vínculo que conecta esta parte deltema y la última, por lo que ruego vuestraatención. Insisto: esta expresión, grande enpoder, conecta la primera frase con la última,y lo hace de esta manera. El Señor es tardopara airarse, y lo es porque es grande en

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poder. «¿Cómo dice usted eso?», me diréis.Pues porque el que es grande en poder,tiene poder sobre sí mismo, y el que puedemantener su temperamento bajo control ysometer a su propia persona, es más grandeque el que gobierna una ciudad, o conquistauna nación. Ya hemos visto cómo Dios des-pliega su poder en el trueno que nos alarmay en el relámpago, cuya luz nos sobrecoge.Él abre las puertas del cielo y vemos su brillocegador; y luego las vuelve a cerrar en unmomento sobre la tierra polvorienta. Lo quenos parece tan impresionante no es sino unamuestra del enorme poder que Él tienesobre sí mismo. Cuando el poder de Dioshace que se restrinja a sí mismo, es verda-dero poder; porque es el poder que controlaal mismo poder, el poder que ata a la om-nipotencia. Es, sin duda, un poder excelen-te. Dios es grande en poder y por tanto,puede guardar el enojo. Un hombre con unamente fuerte puede soportar que lo insulteny cargar con varias ofensas, porque es fuer-te. La mente débil salta y se enoja a la menorprovocación. La mente fuerte lo sobrellevatodo como una roca; no se mueve aunquereciba mil golpes. Dios marca a sus enemi-gos y sin embargo no se mueve. Se quedaquieto y deja que le maldigan sin montar encólera. Si Dios fuera menos de lo que es ytuviera menos poder del que le conocemos,habría enviado todos sus rayos y truenossobre la tierra hasta vaciar los depósitos delos cielos. Las potentes minas de energía ycombustible que Él ha puesto dentro delsubsuelo terrestre, harían explotar el plane-ta en miles de estallidos. Todos nosotrosvolaríamos por los aires; seríamos consumi-dos y al final destruidos. Bendecimos a Diosque la grandeza de su poder es justamentenuestra protección; él es tardo en airarseporque es grande en poder.

Ahora no tendré dificultad en demos-traros cómo este vínculo se une a sí mismocon la próxima parte del texto. «Jehová estardo para la ira y grande en poder, y notendrá por inocente al culpable» (Nah. 1:3).Esto no necesita ser demostrado por mediode palabras, no tengo más que tocar lossentimientos, y lo veréis. La grandeza de supoder es una seguridad, y una seguridad de

que Él no tendrá por inocente al culpable.¿Quien de vosotros puede mirar una tor-menta como la que tuvimos el viernes pasa-do sin que los pensamientos sobre vuestrospecados se revolvieran en vuestro seno?Cuando brilla el sol y el tiempo está bueno,los hombres no piensan en Dios como elsancionador, o en Jehová como el vengador.Sin embargo, en días de gran tempestad,¿quién de nosotros no palidece de miedo?Sin embargo, ocurre que algunos creyentesmuchas veces se regocijan en estas tormen-tas y dicen: «mi alma está en paz en mediode este espectáculo de la tierra y el cielo. Yome regocijo en él. Es un gran día en la casade mi Padre, un día en que hay gran fiestaen los cielos».

«El Dios que reina en las alturas, y lanza los truenos cuando le place, que cabalga sobre los cielos tormentosos, y gobierna los mares, Este terrible Dios es nuestro, nuestro Padre y nuestro amor, Él hará descender sus poderes celestiales, para llevarnos a Él.Pero el hombre que no tiene una buena

conciencia estará alarmado hasta cuandolas maderas de su casa crujan. Los funda-mentos de la tierra parecen gemir. ¡Ah!,¿quién es el que no tiembla? Sus árbolesestán desgajados por el medio. Un rayo haabierto sus troncos y allí yacen malditospara siempre, una muestra de lo que Diospuede hacer. ¿Quién estuvo allí y los vio?¿Fue un blasfemo? ¿Blasfemó allí mismo?¿Era alguien que quebrantó el día de repo-so? ¿Era un arrogante? ¿Despreció a Dios?¡Oh, cómo se sacudía entonces y temblaba!¿No habéis visto sus pelos de punta? ¿Nose palidecieron al instante sus mejillas?¿No cerró sus ojos y caminó horrorizadohacia atrás al ver ese terrible espectáculo;temiendo que Dios hiciese lo mismo con él?Sí amigos, cuando se ve el poder de Diosen la tempestad, ya sea en la tierra o en elmar, en el terremoto y en el huracán, es unaprueba de que Él no dejará escapar a losmalvados. Yo no sé cómo explicar esta clasede sentimiento, pero sin embargo es la

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verdad. Los majestuosos despliegues de laomnipotencia, tienen un efecto convincenteaún en la mente más dura. Dios, que es tanpoderoso, «no tendrá por inocente al culpa-ble». Amigos, así os he tratado de explicary simplificar la función de este vínculo.

III. JUSTICIEROEl último atributo, y el más terrible, es

que «no tendrá por inocente al culpable»(Nah. 1:3). En primer lugar, permitidme quedesdoble estas palabras para daros unaexplicación más clara; y luego trataré ir a suorigen como hice con el primer atributo.

Dios «no tendrá por inocente al culpa-ble». ¿Cómo puedo probar ésto? Lo haré dela siguiente manera: El Señor nunca haperdonado un pecado que quedara sin cas-tigo. A través de todos los siglos de la his-toria, Dios nunca ha borrado un pecado sinque éste haya recibido primero su castigo.¿Qué? preguntaréis vosotros, ¿las perso-nas que están ya en el cielo no han sidoperdonadas? ¿O no hay muchos transgre-sores perdonados, que han escapado sincastigo? Él ha dicho: «Yo deshice como unanube tus rebeliones, y como niebla tus pe-cados» (Is. 44:22).

1. Sí, es muy cierto, y mi aseveracióntambién lo es; ni uno solo de esos pecadosque han sido perdonados quedaron sincastigo. ¿Me preguntáis cómo y por quéalgo así puede ser verdad? Os señalo a laatroz escena del Calvario. El castigo que nocayó sobre el pecado perdonado, cayó allí.La nube de justicia fue cargada con fierogranizo. El pecador lo merecía; descendiósobre él, pero, por todas estas cosas, cayóy consumió su furia; cayó allí, en la granreserva de miseria; y cayó en el corazón delSalvador. Las plagas, los azotes, que debe-rían caer sobre nuestra ingratitud, no caye-ron sobre nosotros, sino en algún otro lugar,y ¿quién fue el que las recibió? DimeGetsemaní; ¡Oh dime cumbre del Calvario!,¿quién fue azotado?. La doliente respuestallega; “Eli, Eli, ¿lama sabactani?” (Mat.27:46). “Dios mío, Dios mío, por qué me hasdesamparado?” Es Jesús, sufriendo todoslos castigos del pecado. La transgresión esperdonada, Aunque el pecador es liberado.

2. Pero, diréis vosotros, esta no es unaprueba muy definitiva de que “no tendrá porinocente al culpable”. Yo sostengo que sí loes, y de una forma muy clara. Pero, ¿queréisuna prueba más convincente de que Dios notendrá por inocente al culpable? Entonces,necesito guiaros a través de una larga listade terribles maravillas que Dios ha escrito;las maravillas de su venganza. ¿Debomostraros el Edén arruinado? ¿Queréis queos permita ver a un mundo ahogado y losmonstruos marinos saltando en la inunda-ción y metiéndose en los palacios de losreyes? ¿O tal vez deberíais escuchar el gritofinal del último hombre que se está ahogan-do en el diluvio, después de haber sidobarrido por una enorme ola de un mar queno tiene orilla? ¿Queréis que os haga ver lamuerte montando sobre la cresta de una ola,triunfando porque ha conseguido llevar acabo su propósito. Todos los hombres hanmuerto, salvándose solamente aquellos queestán en el arca? ¿Necesito mostraros a laciudad de Sodoma, con sus habitantes ate-rrados, cuando el volcán de la poderosa iraderramó fuego y azufre sobre ella? ¿Que-réis que os enseñe la tierra abriendo su bocay tragando a Coré, Datán y Abirán? ¿Ne-cesito llevaros a las plagas de Egipto?¿Debo de repetir el grito de muerte delFaraón, y cómo se ahogaban todas sushuestes? Seguramente, no necesitáis queos mencione las ciudades que están enruinas o las naciones que han sido cortadasde la faz de la tierra en un día. Sabéis bienque Dios en su disgusto e ira, ha sacudidola tierra de un lado para el otro y ha derretidomontañas. No, tenemos suficientes pruebasen la historia y en la Escritura, de que “Diosno tendrá por inocente al culpable”. Sinembargo, si queréis la mejor de las pruebas,deberíais montar en las negras alas de unamiserable imaginación, y volar más allá delmundo, al oscuro terreno del caos; lejos,muy lejos, donde las batallas de fuego estáncentellando con una luz hórrida. Debéis ircon la seguridad del espíritu, volando hastaencontrar al gusano que nunca muere, elabismo que no tiene fin, para ver el fuegoque nunca se apaga y los gritos y gemidosde los hombres que se han alejado de Dios

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para siempre. Si os fuera posible oír losgruñidos, los chillidos y quejidos de las al-mas allí torturadas, y luego volver a estemundo, petrificados de horror, entonces di-ríais, ciertamente «Dios no tendrá por ino-cente al culpable». ¿Sabéis una cosa? Elinfierno es el argumento del texto. Quenunca tengáis necesidad de probar el textosintiendo en vosotros mismos el desdobla-miento de estas palabras: “Dios no tendrápor inocente al culpable”.

3. Ahora, llevaremos este terrible atribu-to a su origen. ¿Por qué lo hacemos? Repe-timos; Dios no tendrá por inocente al culpa-ble, porque Él sea bueno. ¿Qué? ¿Acaso labondad de Dios demanda que los pecadoressean castigados? Así es. El Juez, porqueama a su nación, debe condenar al criminal.«No puedo dejarle ir libre y no debo hacerlo,porque si lo hiciera, usted saldría a matar aotras personas que pertenecen a este país.No puedo ni debo dejarle en libertad, he dede condenarle desde la parte más sensiblede mi naturaleza». La bondad de un rey de-manda el castigo de aquellos que son cul-pables. En la legislatura no es maliciosohacer leyes severas contra los grandespecadores, se hacen por amor hacia el restode los hombres, pues el pecado debe serrefrenado. Las grandes compuertas, quecontienen el torrente del pecado, estánpintadas de negro, y parecen las horriblesparedes de un calabozo. Me hacen estreme-cer en mi espíritu. Pero, ¿son acaso pruebasde que Dios no es bueno? No señores, si sepudieran abrir de par en par esas compuer-tas y dejar que el diluvio del pecado noscubra, entonces los hombres gritarían: «¡OhDios, oh Dios!», cierra las puertas del cas-tigo con sus goznes. ¡Cierra esas puertaspara que este mundo no pueda ser nueva-mente destruido por personas que se hanconvertido en seres peores que las bestias.Por causa de la bondad, es necesario queel pecado sea castigado. Misericordia, consus ojos llorosos, (pues ella ha llorado porlos pecadores), cuando ve que no se van aarrepentir, parece más severa que la Justiciaen toda su majestad. Deja caer de su manola bandera blanca y dice: «No, yo les llaméy rehusaron venir. Extendí mi mano, y nadie

la consideró. Dejadles morir, dejadles mo-rir». Y esa terrible palabra que pronunciaMisericordia es un trueno más potente quela misma maldición de Justicia. ¡Oh, sí! labondad de Dios demanda que si pecan, loshombres deben morir eternamente.

Además, la justicia de Dios lo demanda.Dios es infinitamente justo, y su justiciademanda que los hombres sean castigados,a menos que se vuelvan a Él con todo elpropósito de su corazón. ¿Necesito pasarpor todos los a tributos de Dios para probar-lo? Creo que no será necesario. Todos nos-otros debemos creer que el Dios que estardo para la ira y grande en poder, estátambién seguro de que no considerará ino-cente al culpable. Y ahora un diálogo perso-nal contigo, querido amigo.¿Cuál es tu es-tado en esta mañana? Hombre o mujer queestás aquí; ¿cuál es tu estado? ¿Puedesmirar al cielo y decir: «Aunque he pecado engran manera, sé que Cristo ha sido castiga-do en mi lugar».

«Mi fe mira atrás y ve La carga que Él soportó Cuando colgando de aquella cruz, Mis pecados y mi culpa Él cargó».¿Puedes tú, con una fe humilde, mirar

a Jesús y decir: «mi sustituto, mi refugio, miescudo; tú eres mi roca, mi confianza, en tiyo confío?». Entonces amado, no tengo na-da que decirte, salvo esto: nunca tengasmiedo al ver el poder de Dios, pues ahoraestás perdonado y aceptado. Por medio dela fe has volado a Cristo como tu refugio. Elpoder de Dios no necesita aterrarte ya más,así como el escudo y la espada del guerrerono aterran a su mujer e hijo. «No, dice sumujer, ¿Es él fuerte? Lo es para mí. ¿En subrazo musculoso, y sus nervios rápidos yfuertes? Son rápidos y fuertes para mí.Mientras él viva, los extenderá sobre micabeza. Por cuanto su espada puede vencera los enemigos, también puede vencer a losque están contra mi, y rescatarme». Estadgozosos y no tengáis miedo de su poder.

CONCLUSIÓNPero, ¿has acudido alguna vez a Cristo

como refugio? ¿No crees en el Redentor?¿Le has confiado alguna vez tu alma en sus

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manos? Entonces, amigos míos, oídme, enel nombre de Dios, oídme solo un momento.Amigo mío, no estaría en tu posición siquie-ra por una hora. ¿Por qué mantienes esaposición? Has pecado, y Dios no te tendrápor inocente; por el contrario, te castigará.Ahora te está dejando vivir, pero estás reser-vado para la condenación. ¡Pobre de aquelque está reservado sin tener el perdón! Tureserva pronto se acabará; tu reloj de arenase está vaciando cada día. En algunos devosotros la muerte ya ha puesto su fríamano, y ha emblanquecido vuestros cabe-llos. Necesitas de un apoyo, de tu bastón,él es ahora la única barrera entre tú y latumba. Y todos vosotros, ancianos y jóve-nes, estáis en un estrecho trozo de tierra, elistmo de la vida, estrechándose cada vezmás; y tú, tú, y tú estáis sin perdonar. Hayuna ciudad que será saqueada, y tú te hallasdentro de ella. Los soldados se encuentrana las puertas, se da la voz de mando paraque cada hombre que está en la ciudad sesalve de la muerte dando la contraseña.«Dormid, dormid, hoy no será el ataque».«Pero será mañana, señor». «¡Ay!, dormid,dormid; no será sino hasta mañana; retra-sadlo, retrasadlo». «Puedo oír el tambor alas puertas de la ciudad. El ariete se estáacercando. Las puertas se están sacudien-do.» «Dormid, dormid, los soldados no hanllegado aún a las puertas; seguid durmien-do, todavía no pidáis misericordia.» «¡Ay!,pero oigo el sonido del clarín. ¡Qué horror!los gritos desesperados de los hombres ylas mujeres! Los están matando; caen, caenal suelo». «Duerme, duerme, todavía no es-tán a tu puerta; pero, ¡cielos!, están a laspuertas, con pasos lentos pero fuertes, oigoa los soldados marchar escaleras arriba».«No, puedes seguir durmiendo, aún no hanllegado a tu habitación». «¡Pero mirad, hanabierto la puerta de pronto. Es la puerta queos separa de ellos, y allí están!» «No, duer-me todavía, duerme; la espada no está aúnen tu cuello, duerme, duerme». Ahora sí,está en tu garganta, y la miras horrorizado.Duerme, duerme. ¡Pero te has ido! «Demo-nio, ¿por qué me dijiste que me quedaraquieto? Hubiera sido conveniente escaparde la ciudad cuando las puertas eran sacu-

didas por primera vez. ¿Por qué no pedí lapalabra de contraseña antes de que entra-ran las tropas? ¿Y por qué no salí corriendopor las calles, y grité la contraseña cuandolos soldados estaban allí? ¿Por qué me que-dé hasta que la espada estuvo en mi gar-ganta?» «Ay, demonio que eres, malditoseas; ¡pero yo estaré maldito junto contigopara siempre!». Sabéis la aplicación de estedrama. Es una parábola que todos vosotrospodéis exponer. No necesitáis que yo osdiga que la muerte os sigue los pasos, quela justicia quiere devoraros, y que Cristocrucificado es la única contraseña que ospuede salvar, pero que todavía no habéisaprendido. Para alguno de vosotros, lamuerte se está acercando, acercando cadavez más, y está cerca de todos vosotros. Nonecesito exponeros y explicaros que Sata-nás es el demonio. ¡Cómo le maldeciréis aél y a vosotros mismos en el infierno porhabernos retrasado! ¿Cómo, viendo queDios era tardo para la ira, habéis sido voso-tros tan tardos para el arrepentimiento?Dios es grande en poder, y Él no daba deinmediato salida a su ira. Por eso retrasas-teis vuestros pasos y no le buscasteis; y ¡heaquí que estáis donde estáis!

Espíritu de Dios, ¡bendice estas pala-bras y hazlas llegar a las almas para quepuedan ser salvas; que hoy mismo, algunospecadores sean traídos a los pies del Sal-vador, y supliquen su misericordia! Te lopedimos en el nombre de Jesús. Amén.

2. DIOS, QUIEN TODO LO VE

«El Seol y el Abadón están delante deJehová; ¡cuanto más los corazones de loshombres!» (Proverbios 15:11).

INTRODUCCIÓN: La omnisciencia divina.

I. UN GRAN HECHO DECLARADO1. Infierno o muerte.

a) Dios sabe donde yacen sus hijosb) Dios conoce el destino de cada cual

2. Destrucción o infierno.

II. EL GRAN HECHO INFERIDO1. ¿Por qué?

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a) Los corazones están abiertos ante Él2. ¿Cómo conoce Dios el corazón?

a) Dios pruebe y examina3. ¿Qué?

a) Dios ve el corazón del hombre4. ¿Cuándo?

a) En todo momento y lugar

CONCLUSIÓN: Dios lo ve todo.

DIOS, QUIEN TODO LO VE

INTRODUCCIÓNA menudo os habéis reído ante la igno-

rancia de los paganos que se inclinan delan-te de los dioses de madera y piedra. Tal vezcitasteis las palabras de la Escritura: “Quetiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye”(Jer. 5:21). Por lo tanto, habéis testificadoque no pueden ser dioses en absoluto,porque no ven ni oyen, ni hay en ellos unapizca de vida. No os imaginabais cómo esoshombres podían degradar su entendimientohaciendo de esas cosas objetos de adora-ción. ¿Puedo haceros solamente una pre-gunta? Vuestro Dios puede ver y oír, ¿seríavuestra conducta diferente en algún aspectosi tuvierais un Dios como los que adoran lospaganos? Suponed por un minuto queJehová, pudiera ser (aunque es casi blasfe-mo suponerlo) herido con ceguera, de modoque no viera las obras de los hombres niconociera sus pensamientos. ¿No os volve-ríais más descuidados en vuestra conducta,de lo que sois ahora? En nueve de cada diezcasos, y tal vez en una más grande y lamen-table proporción, la doctrina de laOmnisciencia Divina, si bien es recibida ycreída, no tiene efectos prácticos en nues-tras vidas. La mayoría de la humanidad seolvida de Dios; hay naciones enteras queconocen su existencia y creen que Dios lesve, y sin embargo viven como si no lo tuvie-ran. Mercaderes, granjeros, dueños de tien-das, de campos, esposos con sus familias,esposas y amas de casa, viven como si Diosno existiera; como si no hubiera ningún ojoobservándoles, ningún oído que oyera la vozde sus labios y ninguna mente eterna queatesorara la recolección de sus actos. ¡Ah,

somos ateos prácticos, pero aquellos denosotros que nacimos de nuevo y hemospasado de muerte a vida, no deberíamosserlo. Multitudes de hombres no serán nun-ca afectados por este cambio, seguiríanviviendo de la misma manera que ahora consus vidas tan vacías de Dios en sus cami-nos, que su ausencia no les afectará enningún aspecto. Permitidme entonces, enesta mañana, con la ayuda de Dios, desper-tar vuestros corazones y que Él me asegureque mis palabras puedan quitar algún ateís-mo práctico de entre vosotros. Trataré depresentaros a Dios como el que todo lo ve,y grabar en vuestras mentes el tremendohecho de que siempre estamos siendo ob-servados por el Todopoderoso.

En nuestro texto tenemos, primero detodo, un gran hecho declarado “El Seol y elAbadón están delante de Jehová” (Pr.15:11). En segundo lugar, tenemos un granhecho inferido «¡Cuánto más los corazonesde los hombres!»

I. UN GRAN HECHO DECLARADOComenzaremos con el gran hecho de-

clarado un hecho que nos provee con laspremisas de donde deducimos la conclusiónpráctica de la segunda frase «¡Cuánto máslos corazones de los hombres!» La mejorinterpretación que le podéis dar a esas dospalabras infierno y destrucción, creo queestá comprendida en una frase como esta:«La muerte y el infierno están delante delSeñor». El estado separado de los espíritusque han partido, y la destrucción, Abadón,como lo dice en hebreo, el lugar de tormen-to, son ambos solemnemente misteriosospara nosotros, pero suficientemente mani-fiestos para Dios.

1. Primero pues, la palabra que aquí setraduce como infierno puede ser también sertraducida como muerte, o el estado de losespíritus que han partido. Ahora bien, lamuerte, con todas sus solemnes conse-cuencias, es visible ate el Señor. Entrenosotros y el más allá de los espíritus quehan partido, hay una gran nube negra. Aquíy allá, el Espíritu Santo ha hecho como sifueran grietas en la pared de separación, pormedio de la cual podemos ver por la fe, que

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Él nos ha revelado por medio del Espíritu,“cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y queestán fuera del alcance del intelecto huma-no”. Sí, lo que sabemos es muy poco. Cuan-do los hombres mueren, su estado más alládel área de nuestro entendimiento; peroDios entiende todos los secretos de lamuerte. Vamos a dividir este tema en variospuntos y a numerarlos.

a) Dios sabe donde están enterrados lossuyos. Él conoce también el lugar de reposodel hombre que es enterrado sin una tumba,como el que se levanta sobre él un enormemausoleo. Él sabe del viajero que cayómuerto en el desierto, cuyo cuerpo es presade los buitres, y cuyos huesos son blan-queados por el sol. También conoce al ma-rinero que naufragó lejos en el mar, y sobrecuyo cuerpo no se entonado ningún cánticofúnebre, excepto el ulular de los vientos y elmurmullo de las olas. Los miles que hanmuerto en batallas, los que han muerto solosen medio de espesos bosques, de mareshelados y tormentas de nieve; todos éstosy los lugares de sus sepulcros son conoci-dos por Dios. Esa gruta silenciosa dentro delmar donde las perlas yacen en su lechoprofundo, y donde duerme el casco del bar-co hundido, está marcado por Dios como ellugar de reposo de uno de sus redimidos.Aquel sitio al costado de la montaña, undesfiladero profundo, en el cual el escaladorcayó y fue sepultado por una tormenta denieve, está marcado en la mente de Dioscomo la tumba de un integrante de la razahumana. Ningún cuerpo, ya sea que hayasido enterrado o no, está fuera del conoci-miento de Dios. Bendito sea su nombre, simuero y caigo donde duermen los rudosantepasados de la aldea, en algún rincónoculto del cementerio de la Iglesia, seréreconocido por mi glorioso Padre. Para Él eslo mismo que si fuera enterrado en la cate-dral, donde los bosques de pilares góticosestán erectos, y donde las alabanzas salu-dan perpetuamente a los cielos. Dios cono-cerá mi lugar como si hubiera sido enterradocon música sacra y sobria solemnidad. Diosno se olvida de los lugares donde yacenenterrados sus hijos. Moisés descansa enun lugar que ningún ojo humano ha visto.

Dios despidió su alma y le enterró Él mismodonde Israel nunca pudiera encontrarle.Pero Él sabe donde duerme Moisés, y sabetambién donde están escondidos todos sushijos. Vosotros no me podéis decir dóndeestá la tumba de Adán, ni tampoco el lugardonde reposa el cuerpo de Abel. ¿Hay algúnhombre capaz de descubrir dónde está latumba de Matusalén y esos longevos mo-radores de antes del diluvio? ¿Quién puededecirnos dónde reposa el cuerpo de José?¿Puede alguno de vosotros descubrir lastumbas de los reyes o marcar el lugar exactodonde descansan en su solitaria grandezaDavid y Salomón? No, esas cosas estánmás allá del conocimiento humano. No sa-bemos donde está enterrado el personajemás grande y poderoso del pasado; peroDios sí lo sabe, pues la muerte y el hadesestán abiertos ante Él.

b) Más aún; no solo Él sabe dónde estánsus hijos enterrados, sino que conoce eldestino y la historia de ellos después de lamuerte o la sepultura. A menudo los infieleshacen esta pregunta: «¿Cómo puede serrestaurado el cuerpo de un ser humanocuando quizás haya sido comido por uncaníbal o devorado por las bestias salva-jes?» Nuestra sencilla respuesta es que siDios quiere, puede hacer volver cada átomoa su lugar. No pensamos que para que hayaresurrección es necesario que se produzcatal cosa, pero si Él quisiera, podría traer losátomos correspondientes a cada cuerpo queha muerto, aunque hayan pasado por la máscomplicada maquinaria de la naturaleza yhayan experimentado cualquier clase detransformación. Aún así, Dios tiene el nivelde conocimiento más que suficiente parasaber dónde está cada átomo, y dentro delpoder de su omnipotencia le correspondellamar a cada uno de ellos dónde estén yrestaurarlos a su propia esfera, reconstru-yendo el cuerpo del cual formaban parte.Nosotros no podemos seguir la trayectoriade aquello que se ha desintegrado. Enterra-do con sumo cuidado, preservado con lamás escrupulosa reverencia, los años hanpasado y el cuerpo del monarca, que hadormido bien guardado y protegido, es al-canzado al fin por el deterioro del tiempo. El

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féretro se ha echado a perder y el metal seha estropeado; sólo se descubrió un puñadode polvo, las últimas reliquias de alguien quefue gobernante de muchas naciones. Elpolvo fue tirado por las manos sacrílegasfuera de la Iglesia o en su cementerio, ybarrido por los vientos en todas direcciones.Fue imposible preservarlo, pues el cuidadomás esmerado no sirvió de nada. El monar-ca descendió a la tumba al mismo nivel juntocon su esclavo, «igual para el ignorante quepara el ignorado». Pero Dios sabe donde haido cada partícula del polvo. Él ha registradoen su libro el movimiento de cada uno de susátomos. La muerte está tan abierta ante susojos, que puede traer los huesos y vestirloscon carne haciéndolos vivir otra vez. Lamuerte está abierta delante del Señor.

Como el cuerpo, también el alma cuan-do se separa de él está abierta ante elSeñor. Miramos el rostro de nuestro amigoque se está muriendo, y un rápido y miste-rioso cambio se opera en su semblante. «Sualma ha volado», decimos. Pero, ¿tenemosidea de dónde está su alma? ¿Podemoshacernos aunque sea una conjetura de cuálserá el vuelo de esa alma, y ante quiéntendrá que comparecer una vez desatada desu morada terrenal? ¿Es posible para noso-tros adivinar cuál es ese estado donde losespíritus sin cuerpo, perpetuamente bende-cidos, se presentan ante Dios? ¿Podemostener idea de la ubicación del cielo, dondelos cuerpos y las almas reunidos, disfrutaránante el trono de Dios de la mayor felicidad?

Creo que nuestras concepciones, mien-tras estamos en el cuerpo, son tan crasasque es casi –si no imposible– para cualquie-ra de nosotros, formarnos una idea sobre laposición de las almas sin cuerpo, en el tiem-po que va entre la hora de la muerte y suresurrección.

«Esto es todo lo que sabemos, son sumamente benditos, han terminado con el pecado, los cuidados y los pesares, y descansan para siempre con su Salvador.»El mejor de los santos no puede decir-

nos más que esto. Son benditos, y estánreinando en el paraíso con su Señor. Her-

manos, estas cosas son conocidas paraDios. El estado separado de los muertos, elcielo poblado de espíritus liberados de loscuerpos, todo está dentro de la mirada delAltísimo. Él conoce la condición de cadahombre muerto ya sea que haya ascendidoa morar por siempre en la luz del semblantede su Maestro, o haya sido sumergido en elinfierno, arrastrado hacia abajo por cadenasde hierro para esperar el resultado del terri-ble juicio donde se oirá la frase: «Apartaosde mí, malditos». Dios sabe la sentencia decada espíritu humano previa al día del juicioante el gran tribunal antes de que la últimafrase haya sido pronunciada, la muerte estáabierta ante el Señor.

2. La próxima palabra, destrucción, sig-nifica infierno, o el lugar de los condenados,el cual también está abierto delante delSeñor. Dónde está el infierno, y cuáles sonsus miserias, no lo sabemos, pues estamosmirando como a través de un cristal oscuro.Nunca hemos visto las cosas invisibles delhorror. Esa tierra de terror es para nosotrosdesconocida. Tenemos muchas razonespara agradecerle a Dios que la haya puestotan lejos de los lugares habitables por losmortales vivos; para que los dolores, losgemidos, los gritos y los lamentos no seoigan desde aquí. De otro modo, la mismatierra se convertiría en un infierno, el solem-ne preludio del sumo tormento. En algúnlugar desconocido, Dios ha puesto un terri-ble lago, que arde con fuego y azufre, dentrodel cual son arrojados los ángeles rebeldesque llevan un infierno en su seno, y sonatados con cadenas. Estos están reserva-dos en la oscuridad para siempre. Son losque no mantuvieron su primer estado, sinoque levantaron su brazo de rebelión contraDios. No nos atrevemos mirar en ese lugar.Quizás no sería posible para cualquier hom-bre tener la más remota idea de los tormen-tos de los perdidos, sin volverse loco. Larazón se aturdiría ante tal visión de horror.Un solo momento de escuchar los agudoschillidos de los espíritus atormentados, pue-de llevarnos para siempre a las profundida-des de la desesperación y nos volveríamos,sin duda, lunáticos y locos perdidos. Peromientras Dios en su misericordia encubre

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estas cosas de nuestra vista, son todasconocidas por Él. Precisamente es su mira-da lo que hace que el infierno sea lo que es.De sus ojos, llenos de furia, salen los rayosque fulminan a sus enemigos. Sus labiosproducen los truenos que ahora asustan alos malvados. ¡Oh, si pudieran escapar delojo vigilante de Dios! Si pudieran eliminar laterrible visión del rostro de la incandescenteMajestad de los cielos, entonces el infiernopodría ser apagado, las ruedas de Ixionestarían quietas, y el condenado Tántaloapagaría su sed y comería hasta hartarse.Pero allí, mientras yacen aprisionados ensus cadenas, miran hacia arriba, y siempreven la temible visión del Altísimo. Sus manosaprisionan los rayos, y sus labios hablan contruenos, los ojos avivan las llamas que que-man sus almas. Los horrores son más pro-fundos que la misma desesperación. Sí, elinfierno, horrible como es, velado por mu-chas nubes, y cubierto por la oscuridad, estádesnudo ante la mirada del Altísimo.

He aquí la declaración del hecho princi-pal «El Seol y el Abadón están delante deJehová». Después de estas palabras, la in-ferencia parece ser fácil ¡Cuánto más loscorazones de los hombres!

II. EL GRAN HECHO INFERIDOAl entrar brevemente aquí, trataremos el

siguiente tema. En nuestro versículo notáisuna reflexión «¡Cuánto más los corazonesde los hombres!» Por lo tanto comenzarépor preguntar ¿por qué l o que sigue diceque los corazones de los hombres estánabiertos a la vista de Dios? Por qué, cómo,qué, cuando. Serán cuatro preguntas entrelas cuales dividiremos lo que tenemos ahorapara decir.

1. ¿Por qué está tan claro que si «ElSeol y el Abadón están delante de Jehová»,los corazones de los hombres deben estarabiertos ante Él?

Respondemos a esto, diciendo que loscorazones de los hombres no son tan exten-sos como los reinos de la muerte y el tor-mento. ¿Qué es lo que hay en el corazón delhombre? ¿Qué hay dentro del «yo» del hom-bre? ¿No le compara la Escritura con unalangosta? Dios toma las islas en sus manos

islas completas llenas de hombres comouna cosa muy pequeña, y las nacionesdelante de Él son como una gota de aguaen un cubo. El ojo de Dios que todo lo ve,capta en una sola mirada las vastas regio-nes de la tierra. Dios puede ver a través dela muerte y del infierno, con todas sus pro-fundidades abismales y todo su contenidode miserias. Por lo tanto, es también capazde contemplar todas las acciones del cora-zón del hombre. Suponed que hay un hom-bre tan sabio como para saber todas lasnecesidades de una nación y recordar lossentimientos de miríadas de hombres. Noserá, por tanto, difícil para él conocer lasacciones de su propia familia y entender lasemociones de los de su casa. Si el hombrees capaz de extender su brazo sobre unagran área y decir: «Soy el monarca de todoesto», seguramente podrá controlar lo quees menos. Él, que en su sabiduría puedecaminar a través de los siglos, no será ig-norante de la historia de un año. Dios puedeexcavar dentro de las profundidades de laciencia, y entender la historia de todo elmundo desde su creación. Él no se va a veralarmado por algún enigma que sucede ensu misma puerta. No, el Dios que ve a travésde la muerte y el infierno, ve también nues-tros corazones. La muerte es un monarcaantiguo, es el único rey cuya dinastía perma-nece inamovible. Desde los días de Adán,nunca ha sido sucedida por otro, ni nuncaha tenido una interrupción en su Reino. Sucetro de ébano negro ha barrido generacióntras generación. Su guadaña ha arrasadocien veces los campos de esta tierra, y estan afilada como para segarnos a nosotrostambién. Cuando nos suceda una próximageneración, estará listo para devorar lasmultitudes y barrer limpiamente la tierra otravez. Las regiones de la muerte son dominiosmuy antiguos. La muerte ha hecho su presasobre la tierra mucho antes de la apariciónde Adán. Esas poderosas criaturas han re-vuelto la tierra con su pisoteo esos antiguoshijos de la naturaleza, que vivieron aquímucho antes de que Adán caminara en elEdén. Como un poderoso cazador, la muertehizo de ellos su presa, y ahora excavamosen la tumba de piedra y nos quedamos

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mirando asombrados. Él es nuestro ancianomonarca, pero anciano como es, todo sureinado está en los registros de Dios, y hastaque la muerte en sí esté acabada y sorbidaen victoria, estará abierta delante del Señor.¡Qué antiguo que es también el infierno!; tanviejo como el primer pecado. El infierno fuehecho aquel día en que Satanás tentó a losángeles, y arrastró a la tercera parte de lasestrellas del cielo. Entonces el abismo sinfondo fue cavado, para que permanezcacomo un maravilloso registro de lo que la irade Dios puede hacer. El fuego del infiernono es la leña de ayer; son llamas antiguasque están ardiendo mucho antes de que elVesubio lanzara sus coloridas llamas. Antesde que las primeras cenizas chamuscadascayeran sobre los valles, provenientes delos volcanes rojos de la tierra, las llamas delinfierno ya estaban ardiendo, pues «Tophetestá preparado desde la antigüedad, la pilaes de madera y mucho humo; el aliento delSeñor como un torrente de fuego y azufre».Si la muerte y el infierno han sido observa-dos por Dios, y toda su historia es conocidapor Él, ¡cuánto más la historia de esos seresefímeros a los que llamamos hombres! Hoyestáis aquí, y mañana habéis desaparecido;habéis nacido ayer y a la siguiente horaveréis preparada vuestra tumba. Al siguienteminuto oiréis, «las cenizas vuelven a lascenizas y el polvo al polvo», y la oscura nubecae sobre la tapa del ataúd. Somos lascriaturas de un día, y no sabemos más. Pa-samos brevemente por aquí, somos seresvivientes esperando la muerte. Apenas tene-mos tiempo de narrar la historia, y ya llegaa su fin. Seguramente, entonces, Dios pue-de entender fácilmente la historia de lasmonarquías de la muerte y el infierno.

Este es el porqué. No necesito darosmás argumentos, si bien hay abundanciadeducible de nuestro texto. «¡Cuánto máslos corazones de los hombres!».

2. Pero ahora, ¿cómo conoce Dios elcorazón? Quiero decir, ¿hasta qué grado yalcance Él entiende y conoce lo que estádentro del hombre? He aquí la respuesta. Endiversos lugares, las Sagradas Escriturasnos dan una más precisa información. Diosconoce tan bien el corazón del hombre, que

se dice que puede explorarlo. Todos enten-demos la figura de una exploración. Se or-ganiza una búsqueda contra algún hombreque se supone que encubre a un traidor ensu casa. El oficial va a las habitaciones demás abajo, abre la puerta de cada armario,mira en cada ropero, penetra dentro de cadagrieta, toma las llaves, desciende hasta elsótano, da vuelta los carbones y mueve lamadera, para que no haya nadie escondidoallí. Se dirige hacia arriba; allí hay un viejocuarto que no ha sido abierto durante añosy ahora se abre. Se ve un enorme escritorio;la cerradura está forzada y rota. Se ha ins-peccionado la parte alta de la casa, paraevitar que alguien se esconda bajo el techode pizarra Por último, cuando la búsquedaha sido completa, el oficial dice: «Es impo-sible que pueda haber alguien aquí, puesdesde las tejas hasta los cimientos, he re-visado toda la estructura de la casa; conoz-co hasta las mismas arañas, pues he vistola casa de principio a fin». Esta es la formaen que Dios conoce nuestros corazones. Élbusca en cada rincón, escondrijo, grieta ylugar secreto, y su figura se proyecta aúnmás lejos. La luz del Señor ilumina los lu-gares más recónditos. Si lo que buscamoses alguna pequeña moneda que se nosperdió, encendemos una luz y barremos lacasa hasta que la encontramos. Así tambiénsucede con Dios. Busca y saca cada cosaa la luz del sol. No es una búsqueda parcial,como la de Labán, cuando fue a la tienda deRaquel a buscar los ídolos. Raquel los pusoen la montura del camello y se sentó sobreellos, pero Dios busca también en la mon-tura del camello y en todo otro lugar. ¿Puedealguien esconderse del Señor, de modo queÉl no le vea? Sus ojos buscan en el corazón,en cada parte de él.

a) Lo que el Señor hace es más quebuscar, Él prueba y examina. Cuando elobrero que trabaja el metal toma en susmanos el oro, lo mira y lo examina cuidado-samente, pero antes de trabajar con él, tieneque probarlo. Entonces lo pone al fuego,donde se funde, hasta ver cuánto hay deescoria y cuánto de verdadero oro. Diossabe los quilates de oro que hay en nosotrosy también la escoria o desecho. Es imposi-

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ble engañar al Señor. Él ha puesto nuestroscorazones en el horno de la omnisciencia.El horno de su conocimiento nos pruebacomo el metalúrgico que trabaja con el oro.Ve cuánto hay de hipocresía, cuánto de ver-dad, cuánto de falso y cuánto de verdadero,cuánto de ignorancia y cuánto de conoci-miento, cuánto de cuidado y cuánto de des-cuido. Dios conoce los ingredientes delcorazón, Él reduce el alma a sus metalesprístinos, la divide en pedazos y analizacada uno de ellos. Las Sagradas Escriturasnos dicen que Dios considera los corazones.La palabra latina que se usa para el verboconsiderar, significa pesar. El Señor pesanuestro corazón. Existe un antiguo cuadroen el que aparece una balanza, y en uno desus platos hay un corazón. En el otro estála ley, la Biblia, para pesarlo. Esto es lo quehace Dios con los corazones de los hom-bres. A menudo son grandes, inflados, apunto de reventar, y la gente dice: «¡Quégran corazón tiene este hombre!» Pero Diosno juzga por las apariencias el gran corazónde los hombres, Él los pesa. En un plato dela balanza pone el corazón y en el otro suPalabra. Él conoce su peso exacto; sabe sihay en él gracia, o simplemente apariencia.Él escudriña el corazón de toda manera po-sible, lo pone en el fuego y lo pesa en labalanza. ¡Que nunca pueda decir de noso-tros que ha examinado nuestro corazón y loha encontrado lleno de vanidad! Dios puedeconcluir su veredicto diciendo: «Mene,mene, tekel Contó Dios tu Reino, y le hapuesto fin. Pesado has sido en la balanza,y fuiste hallado falto». Ésta es, pues la res-puesta a la pregunta ¿cómo?

3. La siguiente pregunta es ¿qué? ¿Quées lo que Dios ve en el corazón del hombre?Ciertamente ve mucho más de lo que pode-mos imaginar. Dios ve la concupiscencia, lablasfemia, el crimen, el adulterio, la malicia,la ira y la falta de caridad. El corazón nuncapuede pintarse demasiado negro, a menosque imaginemos algo más negro que eldiablo. Tú nunca has cometido un crimen,pero quizás sí ha sucedido en tu corazón.¿Has imaginado alguna vez algo malo?¿Nunca se ha regocijado tu alma en algunacosa que no quisiste permitir, pero que por

un momento lo dejaste entrar en tu mentecon algo de complacencia y deleite? ¿No hapintado la imaginación, aún al monje solita-rio en su celda, grandes vicios que los hom-bres en su vida pública nunca han soñado?Y algunos de nosotros, ¿no somos cons-cientes de que las blasfemias, crímenes, yconcupiscencias de las más viles hallan sitioaun en un corazón que ha sido dedicado aDios? ¡Oh, amados!, es una visión que nin-gún ojo humano podría soportar: la visión deun corazón desnudo ante la inspección deDios. Él ve el corazón en toda su sensua-lidad bestial, en todos sus desvaríos y rebe-liones, en todo su orgullo y su pecado. Diosnos ha examinado y lo sabe todo.

Dios ve todas las imaginaciones delcorazón, y no queramos saber cuáles son.¡Oh, hijos de Dios!, éstas os han hechogemir y llorar muchas veces, y aunque elmundo no llora sobre ellas, vosotros sí lohabéis hecho.

a) Dios también ve los engaños delcorazón. Tal vez tú, pecador, maldices aDios. No es que lo hayas hecho, pero lo hasintentado. Él conoce tus engaños puedeleerlos. Tal vez no se te permitirá correr enel exceso de desenfreno en el cual te pro-pusiste ir, pero tu propósito es ahora exami-nado por el Altísimo. Nunca un deseo seforja en los fuegos del corazón, sin antes sergolpeado en el yunque de la resolución.Nadie puede verlo ni conocerlo; sólo Jehovánuestro Dios.

Él conoce los propósitos del corazón. Élsabe, oh pecador, cuántas veces has deci-dido arrepentirte, pero has seguido siendo elmismo. Él también sabe que has estadoenfermo, que has decidido buscar a Dios,pero una vez que la buena salud te hapuesto más allá del peligro temporal, hasdespreciado tu propia resolución. Tus propó-sitos han sido catalogados en el cielo, yjunto con tus promesas rotas y tus votosanulados, serán traídos en su orden comoveloces testigos para tu condenación. Todasestas cosas son conocidas por Dios. Inclusoen el ministerio, hemos tenido pruebas muyclaras de la sabiduría de Dios referente a loque hay en el corazón del hombre. Hacealgunos meses, mientras estaba aquí predi-

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cando, deliberadamente señalé a un hom-bre en medio de la congregación, y dije esto:«Hay un hombre sentado allí que es zapa-tero. Tiene su tienda abierta el domingo. Enese día hizo un negocio por nueve peniquesy le sobraron cuatro, o sea, que vendió sualma a Satanás por cuatro peniques. Unmisionero urbano fue a cierta parte del pue-blo y se encontró con un pobre hombre, aquien le hizo esta pregunta:

–¿Conoce usted al Sr. Spurgeon?Le encontró leyendo un sermón.–Si –le respondió–, tengo toda la razón

para conocerle, pues le he oído y bajo lagracia de Dios me he convertido en hombrenuevo. Pero –prosiguió– le diré cómo ocu-rrió. Fui al Music Hall y me senté en la partemedia del auditorio. El hombre me mirócomo si me conociera de antes, y delibera-damente dijo a la congregación que yo eraun zapatero y que vendía zapatos el domin-go, y era cierto. Señor, eso no me hubieraimportado, pero es que dijo que el domingoanterior, había hecho una venta por nuevepeniques y me sobraron cuatro. Yo no lohabía dicho a nadie, así que no entiendocómo pudo saberlo. Sentí una sacudida,como si Dios hubiera hablado a mi alma através de él. Entonces el domingo pasadocerré mi tienda. Tuve miedo de abrirla, nofuera que él volviera a referirse a mí y acer-tara otra vez.

Podría contaros cerca de una docena deauténticas historias de casos que han pasa-do en el Music Hall, donde deliberadamenteseñalé a una persona sin conocerla y acertéen lo que dije. La descripción ha sido tanvívida, que las personas que lo presenciaronbien podían haber dicho: «Venid, y ved a unhombre que me dijo lo que yo había hecho.Más allá de toda duda, fue enviado a mialma por Dios, o de otra manera no hubierapodido pintar mi caso tan claramente».

Además, hemos conocido casos en loscuales los pensamientos del hombre hansido revelados desde el púlpito. A veces hevisto personas dándose un codazo al haberoído algo que les toca de cerca, y al salir leshe escuchado cómo decían:

–Eso es lo que te estaba diciendo cuan-do entramos.

–Ah –le ha contestado su compañero–,y yo estaba pensando en lo que dijo; paramí fue una verdadera reprensión.

Ahora, si Dios prueba su omniscienciaayudando a su pobre e ignorante siervo,podemos afirmar que Él conoce todo lo queestá en secreto, porque vemos que lo dicea los hombres, y capacita a éstos para quese lo digan a otros. ¡Oh, podéis tratar contodo vuestro ingenio de ocultar a Dios vues-tras faltas, pero Él os descubrirá! Hoy mismoÉl puede descubriros. Su Palabra disciernelos pensamientos e intentos del corazón, ypenetra hasta las coyunturas y la médula.En el último día, cuando sea abierto el libro,y Él dicte su sentencia a cada hombre,entonces se verá cuán exacto y precioso esel conocimiento de Dios del corazón de cadauno de los hombres que Él ha hecho.

4. Llegamos ahora a la última pregunta:¿Cuándo? ¿Cuándo nos ve Dios? La res-puesta es, en todo momento y en todo lugar.¡Oh, hombre tonto, que piensas que puedesesconderte del Altísimo! Es de noche, nin-gún ojo humano puede ver, la cortina estábajada, y tú estás escondido, pero sus ojoste están examinando a través de la oscuri-dad. Supón que estas lejos, en un país des-conocido, donde nadie te conoce y no tienesamigos ni parientes. Allí tu Padre está cercade ti, y te está viendo ahora mismo. Eres unafigura solitaria. Nadie puede decir si hashecho algo malo o no. Pero hay una lenguaen el cielo que te lo dirá. Aún las piedras delcampo se levantarán para testificar en tucontra. ¿Puedes esconderte en algún lugardonde Dios no pueda encontrarte? El mundopara Él es como una colmena de cristaldonde podemos ver a todas las abejas ¿Yacaso no puede ver Dios todos nuestrosmovimientos cuando pensamos que esta-mos ocultos?

¡Oh, nuestro escondite es de vidrio! Diosmira desde el cielo, y puede ver a través deparedes de piedra. Su ojo penetra la oscu-ridad, y en las más densas tinieblas Élobserva nuestros movimientos.

a) Venid, pues, y hagamos una aplica-ción personal del tema, y me considerarésatisfecho. Si esto es verdad, ¡qué tontoeres! ¡Oh, hombre, si Dios puede leer en tu

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corazón, qué lamentable resulta tu intentode engaño! ¡Ah, qué cambios vendrán sobrealgunos de vosotros! Este mundo es uncarnaval, y muchos de vosotros usáis lamáscara de la religión. Andáis todo el díaligeramente en vuestras frivolidades, y loshombres piensan que sois los santos deDios. ¡Qué cambio experimentaréis cuandoa las puertas de la eternidad tengáis quequitaros vuestros disfraces y todo el mundopueda ver el teatro en el que habéis estadoviviendo! Vuestras mejillas se enrojeceráncuando la pintura superficial desaparezcacuando estéis delante de Dios desnudospara vuestra propia vergüenza. Entonces sedesvanecerán toda la hipocresía, suciedady enfermedad cubierta con una simuladaformalidad religiosa. Hay muchos hombresque tienen un cáncer espiritual, que sólo deverlo lo pone a uno enfermo. ¡Oh, cómolucirán los hipócritas cuando sus corazonescancerosos sean desnudados! ¡Diácono!,¡cómo temblarás cuando tu viejo corazónsea abierto y tus viles fingimientos quedenal descubierto! ¡Ministro de Dios!, ¡qué ne-gro parecerás cuando tu abrigo te sea qui-tada y tus grandes pretensiones sean echa-das a los perros! ¡Cómo temblarás enton-ces! En aquel tiempo no podrás sermoneara nadie, sino que los sermones serán parati y el texto clave: «Apartaos de mí, malditos,al fuego eterno preparado para el diablo ysus ángeles» (Mt. 25:41). ¡Oh hermanos,sobre todas las cosas huid de la hipocresía!Si aceptáis ser malditos, adaptad vuestramente a ello; y sed malditos como hombreshonestos, pero no pretendáis ir al cielo cuan-do durante todo el tiempo estáis caminandohacia el infierno. Si deseáis fijar vuestraresidencia en los tormentos eternos, enton-ces servid al diablo no os avergoncéis deello. Permanece firme y deja que el mundosepa lo que eres, ¡pero nunca te pongas eldisfraz de la religión! No agreguéis a vuestramiseria eterna, actuar como un lobo vestidode cordero. Muestra el pie peludo y no loescondas. Si quieres ir al infierno, dilo. «SiDios es Dios, sírvele. Si Baal es Dios, sír-vele», pero no pretendas servir a Baal ysimular que sirves a Dios.

CONCLUSIÓNUna conclusión práctica para el final. Si

Dios lo ve y lo sabe todo, ¡cómo debería estohacernos temblar! ¡Tú que has vivido enpecado durante tantos años! He conocido aun hombre que no llevó a cabo el acto depecado que estaba a punto de cometer, porhaber un gato en la habitación en que seencontraba. No pudo soportar que los ojosde esa pobre criatura le miraran. ¡Oh!, ¿lle-varás contigo la memoria de aquellos ojosque están siempre sobre ti? ¡Blasfemo, la-drón, borracho, prostituta!, ¿cómo podéispersistir en vuestros pecados cuando veisesos ojos sobre vosotros? ¡Oh, que ellospudieran sobresaltarte y hacerte reaccionarantes de que puedas rebelarte ante Dios encontra de su ley. Hay una historia acerca dela Guerra de Secesión en América, que diceque uno de los prisioneros tomado por losamericanos estaba sujeto a una tortura decarácter muy refinado. Así lo cuenta él:

–Fui puesto en un estrecho calabozo yse me proveyó de todo aquello que necesi-taba, pero había un hueco redondo en lapared y tras él, día y noche, estaba un sol-dado mirándome. No podía descansar, nopodía comer ni beber ni hacer nada, porquesiempre tenía encima ese ojo que nunca seapartaba y nunca se cerraba; siempre si-guiéndome por toda la pequeña celda. Nadani nadie podía ocultarse de él.

Llevaos esa figura a casa. Recordadcuál es vuestra posición. Estáis encerradosentre las estrechas paredes del tiempo.Cuando coméis, o bebéis; cuando os levan-táis y cuando os acostáis sobre vuestrascamas; cuando camináis por las calles ocuando estáis sentados en vuestra casa,ese ojo está siempre fijo sobre vosotros. Siahora os atrevéis, id a casa y pecad contraDios, ¡quebrantad sus leyes en su mismorostro, despreciadle y reducidle a cero! ¿Osdaréis prisa en vuestra propia destrucción,arrojándoos contra su espada? No, antes«volveos, volveos de vuestros malos cami-nos, ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?».Volveos, los que habéis seguido los caminosdel pecado, volved a Cristo y viviréis, yentonces la misma omnisciencia que esahora vuestro horror, será vuestro placer.

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¡Pecador!, si ahora te pones a orar, Él te ve;y si te pones a llorar, también. “Y cuando aúnestaba lejos, lo vio su padre, y fue movidoa misericordia, y corrió, y se echó sobre sucuello, y le besó” (Lc. 15:20). Así sucederácontigo, si ahora te vuelves a Dios y creesen su Hijo Jesucristo.

3. LA PATERNIDAD DE DIOS

«Vosotros pues, oraréis así: Padrenuestro que estás en los cielos, santificadosea tu nombre» (Mateo 6:9).

INTRODUCCIÓN: Carácter de la paternidadde Dios y el modelo del Padrenuestro.

I. LA DOBLE RELACIÓN1. Relación de hijo.2. Relación creatural y adoptiva.3. Relación de amor.4. Amor en reciprocidad.5. El gran amor del Padre.6. Todos los hijos son iguales.7. Innumerables privilegios.

III. LA HERMANDAD CREADA POR LAPATERNIDAD DIVINA

1. Espíritu de adopción.2. Adopción por medio de Cristo.

III. UN DOBLE ARGUMENTO1. Acceso confiado al Padre.2. Seguridad de ser oído.

CONCLUSIÓN: Volver a la casa del Padre.

LA PATERNIDAD DE DIOS

INTRODUCCIÓNCuando pensamos si el Salvador quiso

que la oración de la cual forma parte nuestrotexto, fuera usada en la forma que lo esentre los que profesan ser cristianos, piensoque hay lugar para que se levanten unascuantas dudas. La costumbre de muchaspersonas es repetir esta oración como suoración para empezar el día, y piensan quecuando han repetido estas palabras sagra-das, ya han hecho lo suficiente. Personal-

mente, creo que esta oración no fue ense-ñada para que tuviese un uso universal. ElSeñor Jesucristo no la enseñó a todos loshombres, sino a sus discípulos, y es unaoración adaptada solamente a aquellos queson poseedores de la gracia y que verdade-ramente están convertidos. En los labios deun hombre impío está totalmente fuera delugar. La Escritura dice: «Vosotros sois devuestro padre el diablo, y los deseos devuestro padre queréis hacer» (Jn. 8:44).¿Por qué entonces, os burláis de Dios di-ciendo: «Padre nuestro que estás en loscielos»? Pues, ¿cómo puede Él ser vuestroPadre? ¿Es que acaso tenéis dos Padres?Y si Él fuera vuestro Padre, ¿dónde estaríansu honor, y su amor? Vosotros no honráis niamáis a Dios, y aún así presuntuosamenteos acercáis a Él con blasfemias y decís«Padre nuestro», cuando vuestro corazónestá aún adherido al pecado y vuestra vidaopuesta a su ley. Así no hacéis más queprobar que sois hijos de ira y no herederosde la gracia. ¡Oh, os ruego que dejéis deusar estas palabras de manera sacrílegahasta que podáis decir sinceramente, «Pa-dre nuestro que estás en los cielos», y envuestras vidas busquéis honrar su santonombre. No ofrezcáis a Dios el lenguaje delos hipócritas, pues le es abominación.

También me pregunto si el Padrenuestrofue hecho para ser usado por los propiosdiscípulos de Cristo como una forma cons-tante de oración. Me parece que que elSeñor Jesucristo la dio como un modelo,basados en el cual hemos de hacer todasnuestras oraciones. Creo que podemosusarla para la edificación, y con gran fervory sinceridad, en ciertas épocas y ciertasocasiones. Cierta vez vi a un arquitecto darforma a un modelo de edificio en yeso, peroese modelo no fue hecho para que alguienviviera dentro. También he visto a un artistadibujar en un papel de plano, un diseño quemás adelante proyectaría de una forma máselegante, pero el diseño en sí no era elproyecto acabado. Esta oración de Cristo escomo un mapa, pero no puedo cruzar el maren un mapa. Además, el hombre no seconvierte en un viajero porque ponga susdedos sobre él. De igual manera, un hombre