Semillas Humanas Para El Florecer Espiritual

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¿Cuál es la mejor bienvenida al ser que deviene desde los planos sutiles para asentarse en esta tierra, en un acto de valentía suprema que lo compromete con su evolución y con el movimiento de todas las cosas? Por Alejandra Vallejo Buschmann* Un vientre tibio, dulces susurros, energías abrazadoras que sostienen la magia de esta transmutación y permiten el paso, sin mella, del espíritu hacia la carne. Ímpetus constitutivos de creencias amorosas y bases seguras, en las que esa semilla podrá florecer. Desde ese seno cálido, se forman en un ritmo uniforme todos los elementos que, en conjunto, le darán vida a la vida. El equipaje espiritual, como legado de las acciones pasadas, se ancla a esta obra suprema, exclusiva y tan inagotable. Se forman procesos evolutivos, dinámicas emocionales, aspectos materiales, detalles genéticos, herencias ancestrales, todos unificados abrazando información cósmica de trayectorias insospechadas. Infinita información para dar paso a una individualidad precisa, con precisas pautas creativas, que religan compromisos

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Reportaje

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¿Cuál es la mejor bienvenida al ser que deviene desde los planos

sutiles para asentarse en esta tierra, en un acto de valentía

suprema que lo compromete con su evolución y con el

movimiento de todas las cosas?

Por Alejandra Vallejo Buschmann*

Un vientre tibio, dulces susurros, energías abrazadoras que sostienen la magia de

esta transmutación y permiten el paso, sin mella, del espíritu hacia la carne. Ímpetus

constitutivos de creencias amorosas y bases seguras, en las que esa semilla podrá

florecer.

Desde ese seno cálido, se forman en un ritmo uniforme todos los elementos que, en

conjunto, le darán vida a la vida.

El equipaje espiritual, como legado de las acciones pasadas, se ancla a esta obra

suprema, exclusiva y tan inagotable.

Se forman procesos evolutivos, dinámicas emocionales, aspectos materiales, detalles

genéticos, herencias ancestrales, todos unificados abrazando información cósmica de

trayectorias insospechadas.

Infinita información para dar paso a una individualidad precisa, con precisas pautas

creativas, que religan compromisos progresivos en orden a retornar a la causa

generadora originaria.

Pasan días, meses y el ser va completando esta metamorfosis prodigiosa, dando

pasos certeros que enraízan y materializan su presencia.

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Cada día un nuevo descenso en un trayecto desconocido a pesar de lo reiterado. Un

descenso que confunde a esta mezcla de instancias, y que necesita aquella mano

protectora para asentarse y creer que es posible pisar esta tierra y ser amado.

El momento de la fusión alma, espíritu y cuerpo se acerca a pasos presurosos. Ya el

cuerpo está completo y adaptado para la esfera terrena.

El ser incubado escucha los sonidos del exterior, percibe todo como si fuese él

mismo, llenando de estímulos sus sentidos e imprimiéndole a su piel información

cifrada en códigos, de un relacionarse con otros. Emociones básicas le acompañan

aún sin poder traducir los acontecimientos periféricos.

Pero hay un sonido por sobre los demás que escucha sin cesar, y que es su faro en

medio de este todo desconocido. Como un tambor que resuena en las cavernas del

útero elegido, ese corazón que está unido al suyo por un cordón etéreo de mágicas

conexiones convenidas y sintonizadas, que lo conecta al sentir absoluto, late y le

arrulla cómo diciéndole: amor, amor, amor.

Ese sonido es todo en el vasto todo de las aguas que lo inundan. Preciada melodía

que domina miles de interpretaciones y mensajes subliminales, y él, como un mago

erudito, las descifra todas atesorándolas en su pecho.

El primer grito….

De pronto el día llega. El cosmos está al acecho, preparando el escenario perfecto

para la antigua danza de influencias planetarias que propician la concreción de sus

huellas humanas y que lo relacionan para siempre con el cielo y las estrellas. Una

fascinante manera de pedirle no olvide sus lazos divinos a pesar de la nueva

concurrencia tridimensional.

Todo dispuesto para celebrar la luz que acompaña a este nuevo forastero. Se hace la

fusión y sucede el primer grito a la vida.

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¿Dónde está ese sonido constante?, ¿dónde, que ya no siento esas aguas olorosas y

ese mecer que me abrazaba?

Ese es el momento trascendente en que el ser parido necesita todo el amparo y

esmeros, a fin de poder aferrarse a este suelo extranjero.

Una revolución hormonal y fuertes estímulos de toda índole le hacen sentirse más

frágil que nunca.

Olvidó su origen celeste, olvidó sus cordones de luz. Sólo le pueden conducir al

sosiego esos latidos que ya tampoco escucha.

Soledad, frío, hambre, dolor, miedo, rabia, se han instalado. Es preciso aplacar estas

intensidades sin demora, para que sus rastros no sean causa de futuras disforias.

Trascender este primer trauma exige cuidados entrañables, basados en el

entendimiento de toda la potencia oculta bajo un cuerpo tan vulnerable. No hay

excesos en los desvelos para proveer garantías y estabilidades, como la primera

piedra sobre la que se cimentará un ser capaz de tocar alturas impensadas. No hay

demasía a la hora de ofrecer asistencia a tan ilustre invitado.

La plegaria es:

– Amarle y no soltarle hasta que él mismo sienta que ya no necesita nuestro apoyo.

– Abrazarle mucho, para que grabe en sus células ese contacto íntimo, que generará

vínculos generosos e indisolubles.

– Atender sus llamados, pues no sabe de manipulaciones, no conoce el arte de los

engaños. Sólo sabe que necesita nuestra cercanía, para comprender que es

bienvenido. Y para entender que los dolores pasan, que el frío es un instante, que el

hambre lleva al goce de las satisfacciones y, de a poco, ir construyendo sus

certidumbres.

Construir un terreno emocional férreo donde el alma sepa que puede forjar todo lo

planificado es la primera necesidad de quien encarna.

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Confianza de bienestar

Más que lo material, es lo emocional lo que conquista y enraíza, y de lo material, son

las cercanías incondicionales y las voces tiernas lo que afianza la primera de las

confianzas, la del bienestar.

Para esto es necesario poder re-aprender y nunca olvidar nuestra fragilidad innata y

entender una hipersensibilidad que necesita una mano segura para ser transformada

en armonía emocional y en mentes capaces de instalar todo su esplendor, desde la

quietud que entrega la aceptación y la comprensión más allá de las intelectualidades.

Veremos cómo ese regalo de ocupación incesante de sus necesidades básicas se

multiplica en el futuro en serenidades, confianzas y posibilidades de balance

emocional no reñidas con los temores propios de quien se enfrenta a lo inédito.

Día a día alcanzará nuevos triunfos y nuestra presencia será cada vez menos

necesaria, pero habremos cultivado en un ser entero no sólo la tranquilidad de

saberse contemplado en la totalidad y sin condiciones, sino con un legado

inquebrantable de nociones acerca de lo que es ser apreciado.

El futuro que deviene de esas semillas prósperas es un hombre o una mujer

firmemente arraigado a la experiencia, haciendo aportes a la revelación de las metas

fraternales. Formando círculos de solidaridad y manadas de compasión, para dar

cabida a una nueva tierra, para una nueva humanidad.

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Estos, sin más ni más, son los alcances extraordinarios de una vida uterina protegida,

una primera infancia conquistando felicidades y seres significativos que acompañan

sin agobiar, pero en presencia constante e incondicional para una crianza consciente,

consecuente y benévola. 

 

*Alejandra Vallejo Buschmann. Terapeuta holística. Casa de Tara.