Semana 71 la filosofía como psicología y psicoterapia

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Semana 71 Psicotidianidades Agosto 14, 2014 Juan José Ricárdez López [email protected] Psicólogo clínico 044951-1009730 La Filosofía, el amor a la sabiduría, no es un ejercicio apto para todos. Los filósofos, aquellos seres que dedican su vida a la investigación de las verdades más profundas empleando como herramientas el raciocinio y el estudio de los otros filósofos, de los científicos y escritores, son muy importantes hoy, y han sido necesarios en cada época de la historia. Más allá de la manera en que los filósofos han explicado el mundo, quiero hablar un poco, en esta oportunidad, de la manera en que éstos han intentado modificarlo (atendiendo el famoso reclamo de Marx) desde el único punto en que la modificación del mundo es posible: desde el hombre; es decir, desde la faceta psicoterapéutica de la filosofía que, inicialmente apareció como insinuación, y hoy se muestra ya como una práctica consolidada. Para Epicuro, la filosofía tiene por fin proporcionar la felicidad al hombre librándolo de las preocupaciones. El que sirve a la filosofía alcanza la verdadera felicidad. Por ello, la función de la filosofía es esencialmente curativa: “así como no hay utilidad en la medicina si no logra liberar al cuerpo de la enfermedad, tampoco lo hay en la filosofía si no arroja la enfermedad del alma: vana es la palabra del filósofo que no sabe aliviar al hombre que sufre.” (Sanabria, 1994, p. 112) Si atendemos con atención la cita anterior, notamos que la filosofía, entonces, puede ser psicología y psicoterapia (o viceversa). Un exquisito ejemplo de esto es la novela de Yalom El día que Nietzche lloró (2010). En ella se relata el encuentro (ficticio) entre Joseph Breuer y Frederich Nietzche a propósito del malestar del último. La preocupación de una amiga del filósofo (en realidad la depositaria de todo el amor de Nietzche y la fuente de su sufrimiento) por la salud de éste, le hace escribir al prestigiado doctor Breuer para que lo acepte como paciente; pero este encuentro tendrá que parecer todo menos una consulta para Nietzche ya que él, evidentemente, no aceptaría. El encuentro entre los dos genios es tétrico y apasionado; y para no contar la historia y no despegarnos del tema de esta entrada, diremos que a través de estas charlas, y de lo que Breuer va entendiendo del malestar de Nietzche, el médico termina poniendo en juego sus propios conflictos, particularmente el que más fama le daría: sus sentimientos hacia Bertha Poppenheim (Anna O.). El Breuer de Yalom escribiría en su diario: Pienso cada vez más en mis charlas con Nietzche; en ocasiones, incluso interrumpen mis fantasías con Bertha. Estas sesiones ahora son el centro de mi vida. Atesoro mi tiempo con voracidad y a menudo estoy tan impaciente que apenas puedo esperar a que llegue el próximo encuentro. (Yalom, 2010, p. 286) Quien ha tenido oportunidad de hablar con un filósofo (no de título sino un verdadero enamorado e investigador del conocimiento) puede comprender lo que en la novela sucede con Breuer: la

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Semana 71 Psicotidianidades Agosto 14, 2014

Juan José Ricárdez López [email protected] Psicólogo clínico 044951-1009730

La Filosofía, el amor a la sabiduría, no es un ejercicio apto para todos. Los filósofos, aquellos seres

que dedican su vida a la investigación de las verdades más profundas empleando como

herramientas el raciocinio y el estudio de los otros filósofos, de los científicos y escritores, son muy

importantes hoy, y han sido necesarios en cada época de la historia.

Más allá de la manera en que los filósofos han explicado el mundo, quiero hablar un poco, en esta

oportunidad, de la manera en que éstos han intentado modificarlo (atendiendo el famoso reclamo

de Marx) desde el único punto en que la modificación del mundo es posible: desde el hombre; es

decir, desde la faceta psicoterapéutica de la filosofía que, inicialmente apareció como insinuación,

y hoy se muestra ya como una práctica consolidada.

Para Epicuro, la filosofía tiene por fin proporcionar la felicidad al hombre librándolo de las

preocupaciones. El que sirve a la filosofía alcanza la verdadera felicidad. Por ello, la

función de la filosofía es esencialmente curativa: “así como no hay utilidad en la medicina

si no logra liberar al cuerpo de la enfermedad, tampoco lo hay en la filosofía si no arroja la

enfermedad del alma: vana es la palabra del filósofo que no sabe aliviar al hombre que

sufre.” (Sanabria, 1994, p. 112)

Si atendemos con atención la cita anterior, notamos que la filosofía, entonces, puede ser

psicología y psicoterapia (o viceversa). Un exquisito ejemplo de esto es la novela de Yalom El día

que Nietzche lloró (2010). En ella se relata el encuentro (ficticio) entre Joseph Breuer y Frederich

Nietzche a propósito del malestar del último. La preocupación de una amiga del filósofo (en

realidad la depositaria de todo el amor de Nietzche y la fuente de su sufrimiento) por la salud de

éste, le hace escribir al prestigiado doctor Breuer para que lo acepte como paciente; pero este

encuentro tendrá que parecer todo menos una consulta para Nietzche ya que él, evidentemente,

no aceptaría. El encuentro entre los dos genios es tétrico y apasionado; y para no contar la historia

y no despegarnos del tema de esta entrada, diremos que a través de estas charlas, y de lo que

Breuer va entendiendo del malestar de Nietzche, el médico termina poniendo en juego sus

propios conflictos, particularmente el que más fama le daría: sus sentimientos hacia Bertha

Poppenheim (Anna O.).

El Breuer de Yalom escribiría en su diario:

Pienso cada vez más en mis charlas con Nietzche; en ocasiones, incluso interrumpen mis

fantasías con Bertha. Estas sesiones ahora son el centro de mi vida. Atesoro mi tiempo con

voracidad y a menudo estoy tan impaciente que apenas puedo esperar a que llegue el

próximo encuentro. (Yalom, 2010, p. 286)

Quien ha tenido oportunidad de hablar con un filósofo (no de título sino un verdadero enamorado

e investigador del conocimiento) puede comprender lo que en la novela sucede con Breuer: la

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visión de estos sabios suele cuestionar las certezas y aliviar las angustias; curar pues. Cuánto se

beneficiaría el mundo si, de vez en cuándo, se detuviera a escuchar a los filósofos; pero cuán loco

tendría que estar alguien para, en un mundo que va a toda prisa a ningún lado, escaparse del

ritmo de la vida y pensar en lo importante… Pues hay locos que lo están haciendo; y no al margen

del mundo y sus ritmos, sino desde él.

La “filosofía en consultoría” es una práctica que está llevándose a cabo en algunos lugares de

Europa. Quienes explican esta práctica la diferencian de las terapias como el psicoanálisis y la

terapia conductual, y del coaching. La principal diferencia entre coaching y la consultoría filosófica

radicaría en que, en el primero, el trabajo apuntaría a alcanzar objetivos deseados: el consultante,

tras el trabajo con un coach, estría más cerca a su “yo ideal”, mientras que el objetivo de la

segunda es

Que el consultante aprenda a pensar, haciéndose explorar de su yo, su pensamiento y el

sentido que le mueve a vivir. El filósofo, como experto en el pensamiento, lo acompaña en

la búsqueda de su pensamiento propio, siguiendo la técnica socrática de la mayéutica.

(Quesada, 2013, p. 38)

Según se comenta en el artículo Aprender a pensar de la revista Filosofía Hoy, la consultoría

filosófica está comenzando a ser una práctica implementada en las empresas. El filósofo puede

colaborar en el cuestionamiento de la organización y de cómo están haciéndose las cosas.

Es ésta una gran noticia que por lo pronto, en América, sólo podemos mirar de lejos; pero en

cambio podemos celebrar el pensamiento, celebrar que aún con todo, los filósofos siguen

estando, y sus textos jamás dejarán de ser útiles. Éste, en mi opinión, es un verdadero ejemplo de

vanguardia y revolución; todo lo que implica soslayar los laberintos del pensamiento contribuye al

deterioro del mundo; pensar en todo, y sobre todo en la dinámica misma del pensamiento, es una

aspiración verdaderamente honorable.

La filosofía y psicología comparten un camino complicado que no puede soslayarse, y estará claro

el rumbo mientras no olvidemos que, invariablemente, nuestra labor es producto de la

responsabilidad que se desprende de la intimidante frase que Sócrates tomó del templo de Apolo

en Delfos: “conócete a ti mismo”.

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Referencias

Quesada, M. A. (Octubre, 2013) Aprender a pensar. Filosofía Hoy. (23), p. 38.

Sanabria, J. R. (1994) Introducción a la filosofía. Distrito Federal: Porrúa.

Yalom, I. (2010) El día que Nietzche lloró. Buenos Aires: Emecé.