Sed de ser

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SED DE SER


JAVIER MELLONI

SED DE SER

Herder


Diseo de la cubierta: Collage Comunicaci

2013, Javier Melloni 2013, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN: 978-84-254-3209-5

La reproduccin total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright est prohibida al amparo de la legislacin vigente.

Imprenta: XXXXXXDepsito legal: B - XXXX - 2013Printed in Spain - Impreso en Espaa

Herderwww.herdereditorial.com


ndice

Presentacin ..................................................................... 11

i. Orgenes

1. El Ser y la sed ................................................................... 172. Pertenencias y partidas ................................................... 213. El cuerpo .......................................................................... 254. Las palabras ...................................................................... 305. Las cosas ........................................................................... 366. Las relaciones ................................................................... 417. Lugares y caminos ........................................................... 45

ii. Desplegamientos

1. Buscar ............................................................................... 532. Nombrar .......................................................................... 583. Besar ................................................................................. 634. Actuar ............................................................................... 685. Decidir .............................................................................. 726. Crear ................................................................................. 777. Engendrar......................................................................... 81

iii. Ocultamientos

1. Renuncias ......................................................................... 892. Prdidas y separaciones .................................................. 933. Fracasos y pasividades .................................................... 974. Alienaciones y extravos ................................................. 102


5. Resistencias ...................................................................... 1056. Noche ............................................................................... 1087. Rendicin y ofrenda ........................................................ 112

iv. Presenciacin

1. Silenciamiento .................................................................. 1212. Espaciarse ......................................................................... 1253. Orar .................................................................................. 1294. Contemplar ...................................................................... 1345. Entregarse ........................................................................ 1386. Vacuidad y plenitud ........................................................ 142

7. Ser que colma la sed ........................................................ 145


Con cada ola que mi Ocano barre la orilla en que te hallas, voy a tu encuentro y te llamo sin cejar nunca en mi empeo,

porque infi nita es mi paciencia e inexorable es mi determinacin.

Escuchas el rumor de mi voz, admiras el poder de mi corriente,

sientes que te acaricia la profundidad de mis vientos. Pero te percatas de la espuma?

En verdad, no soy mar, ni ola, ni rumor, ni viento. Soy la espuma que brota de la cresta de ola

y que desaparece de inmediato ante tus ojos. Bscame, pues, en la espuma.

Si eres de los valientes, zambllete en mi Ocano, aunque no esperes emerger de nuevo a la superfi cie,

porque perders completamente tu forma y te disolvers en m.

Sers entonces gota entre las gotas de mi ser. Luego te resucitar desde mis profundidades

y har que brotes cual espuma sobre la cresta de mi ola. Qu sera del mar sin las gotas?

No sera el mar. Y qu sera de las gotas sin el mar?

Se evaporaran al instante.

Ibn Arabi(El libro de las teofanas)


11

PRESENTACIN

Los libros tienen diferentes orgenes: unos brotan de una intui-cin o de un vislumbre; otros de un deseo o de una promesa; otros nacen por encargo o por ofi cio. Otros surgen por nece-sidad. Este ha nacido de ella.

Los libros tambin pueden ser rpidos, giles y ligeros, o lentos y densos. Este es un libro lento, gestado poco a poco, para ser ledo tambin pausadamente.

Por ello, muchas de sus frases y algunas de sus palabras son consideradas como un verso y as se presentan: como unidades de sentido que convocan su propio espacio. Pero no es un libro de poesa. En todo caso, de prosa poetizante o poetizada.

Sus pginas se han destilado sin prisa alguna, impelidas por la necesidad de expresar lo que el ttulo anuncia: el deseo de anegarse en el Ser que nos da el ser.

Esta sed de Ser es su impulso y su inspiracin, y he dejado que recorriera los diferentes mbitos de su bsqueda y de sus encuentros.

As han ido apareciendo las partes y los captulos de esta obra tal como se presenta, en la cual se propone identifi car algunos hitos del camino, algunas huellas y rastros que se han ido distinguiendo.

Las pginas estn distribuidas en una quaternitas, el nmero de la tierra, es decir, de nuestra existencia como vivientes, el mbito donde surge nuestra sed:

La primera parte presenta diversos puntos de partida en una sucesin de referentes en los que comienza nuestro ser ex-sistente.


12

La segunda parte contiene el desplegarse de esos sustantivos que se convierten en verbos, acciones que requieren nuestro consentimiento y que trazan el recorrido irrepetible por el que cada uno inicia el regreso al Mar que nos atrae a travs de nuestra sed.

La tercera parte recoge las interrupciones y cadas en la noche que aparecen sin ser llamadas y nos hacen madurar y crecer a pesar nuestro.

La cuarta contiene el fruto que propicia el paso por la os-curidad. El retorno al Mar queda enriquecido por todo lo que se ha vivido a lo largo del recorrido.

Cada etapa est difractada en siete aspectos, nmero de com-pletud. Pero nada est ms lejos de mi intencin que presentar un proceso acabado.

Todo est abierto. Comparto solo algunos de los sorbos que han calmado mi

sed y que tal vez puedan calmar tambin la sed de otros.

Bendita necesidad que el Ser ha despertado en forma de Sed.

Sed ardiente y pausada a la vez que extraamente se aquieta en un desierto de dunas

que se mecen como olas de Mar donde la sed se colma de claridad

cuando la Presencia se vislumbra.


IORGENES


Todas las cosas nos hacen guios para que las sintamos.En cada gesto nos dicen: No te olvides!

Un da en el que hemos pasado como extraosse acaba convirtiendo, cuando el tiempo pasa, en un regalo.

Quin puede calcular nuestra ganancia? Quin nos aleja de los aos antiguos, ya pasados?

Qu hemos aprendido desde que nacimos, sino que uno se reconoce en eso que ha vivido?

Quin pone calor en todo lo que era indiferente?Oh casa, oh pradera en declive, oh luz de tarde,

de repente apareces ante la mirada y ests ante nosotros, abrazando, abrazada.

A todo ser lo abarca un solo espacio: el espacio interior del mundo. Silenciosas, las aves vuelan

a travs de nosotros. Oh, quiero crecer, miro hacia fuera y est en m creciendo el rbol.

Me preocupo, y la casa est en m.Me protejo, y el cobijo est en m.

Yo que fui amado: en m reposa la imagen de la creacin y se deshace en llanto.

Rainer Maria Rilke(Poemas pstumos)


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1

EL SER Y LA SED

Amanecimos.Fuimos lanzados al oleaje de la existencia

como gotas grvidas de ser.Amanecimos y amanecemos sin cesarde la profundidad de donde proceden todas las posibilidades. De ah y de ningn otro lugar

Lugar que est en todos los lugares proviene la vida que se va haciendo en nosotros apertura y conciencia.

Contenidos en su insondable inmensidad, emergemos.

Lo hacemos como contornos separados, como fragmentos del Todo para que podamos reunifi carnos de nuevo mediante la ofrenda de la porcin que somos.

Recorremos la vida a partir de la irrepetibilidad que nos es confi ada y despus, vaciamos nuestro cuenco repleto de experiencia y de existencia en el Pleroma total que se enriquece con la aventura de cada individuacin.


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As, grvidos de ser, se nos desgaja de la Unidad primera

para que aprendamos a sery nos responsabilicemos de ser.

Existiendo, posibilitamos el darse del Mar en nosotros.

Al darnos regresamos a l.

Alcanzamos la razn de vivir cuando comprendemos que nuestro ser es el suyo vertido en nosotros para que lo vertamos

en l.

Cuanto ms ntegro este retorno, ms se revela la razn de todo cuanto es. Cada instante es una oportunidad

una brecha un pasaje que se va abriendo y nos va haciendo ceder

lo que somos en El que es.

As es la danza del Ser: movimiento incesante de salida y de retorno, xtasis y enstasis que en cada contorno toma la forma nica de lo que cada cual es.

Olas en el Mar, cada una lo expresa de un modo singular.


19

El Mar se expresa en una profusin inacabable de formas,

movimientos y procesos.

La sed de Ser es la paradoja del agua que tiene sed de acuidad. Ser acaso que somos agua congelada en algn glaciar remoto, procedente de nubes que vinieron del Ocano para que, tras el deshielo, podamos recorrer la distancia que separa las cumbres solitarias de las mansas playas de arena?

Tenemos sed del Ocano porque el agua que somos en estado de hielo tiene impreso el recuerdo de haber sido parte de su Azul fl uido e inmenso.

Se nos da el ser para que aprendamos a ser

y repletos de ser, entreguemos nuestro ser.

Por nosotros, en nosotros, sin nosotros, comprendi Marguerite Porete, audaz mujer del siglo xiii que ardi en llamas por ver lo que pocos son capaces de ver y de soportar ese ver.

Este continuo movimiento de asumir y desprendernos de lo-que-somos

en El-que-es


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lo reconocemos tanto en el interior como en el exterior de Diostal como se expresa en nuestra tradicin:

La Profundidad originaria (Padre-Madre) de las aguas dndose en el Hijo,

el Hijo-Cuenco recibindose desde el Fondo que lo engendra continuamente

para retornar a l por el fl ujo incesante del Viento-Espritu.

No estamos sino en este nico y mismo Fondo. Participamos de l

como oleaje experiencindose

en nosotros.

A travs de nuestra existencia retornamos a la Fuente

que se vierteen el Mar

de donde proviene.


21

2

PERTENENCIAS Y PARTIDAS

Exhalados por el Mar, experimentamos la separacin de los Orgenes.

El tero materno es la imagen y extensin biolgica del tero divino, vacuidad grvida de existencia que nos engendra

sin cesar.

Para ser gestados biolgicamente, necesitamos un tiempo y un espacio.Durante nueve meses habitamos ese lugar. Paraso de comunin donde todo nos es dado y donde todo est amortiguado en ese mbito acuoso y translcido en el que fl otamos.

Pertenecemos y nos pertenece ese estanque, ese jardn,

esa cueva, ese palacio.

En l se alumbra nuestra primera identidad, frgil silueta que no conoce todava distincin entre lo de dentro y lo de fuera,

entre lo propio y lo ajeno,


22

entre yo, el otro

y lo otro.

Progresivamente, esa espaciosidad empieza a estrecharse. Lo mismo que nos permita crecer comienza a ser obstculo.

Hay que partir,des-pertenecerse.

As se produce la primera ruptura, la angustia primigenia

y la primera libertad.

Para nacer hay que arriesgarsey

separarse.

El libro del Gnesis relata la Creacin como una sucesin de escisiones.

Sin alejamiento y diferenciacin no hay crecimiento, no puede proseguir el proceso de individuacin. Cuando comencemos a instalarnos

habr que partir. Ser siempre as.

Pero hay que hacerlo a su tiempo: si nos anticipamos

no permitimos la maduracin; si nos retrasamos

obstaculizamos la transformacin.


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Desamparados al nacer, arrojados a la intemperie, necesitamos imperiosamente sabernos parte

de alguien o de algo.

El primer gesto del recin nacido es el abrazo, el impulso de tomar y de ser tomado. Nos agarramos a cuanto se deja,como el beb coge los dedos que se le acercan.Necesitamos ese contacto. No podemos vivir al raso sin el calor de presencias cercanasque constituyen nuestro primer lazo. As sobrevivieron nuestros ancestros.

Entre el yo y la inmensidad est el calor de la tribu que ha visto cmo nacamos y dbamos los primeros pasos. Diversas pertenencias a lo largo de la vida

comunidad de sangrede lengua, de ideologa, de creencias o incluso una afi cin compartida

nos cobijan frente al cielo abierto,

frente al pramo inmenso, protegindonos del viento huracanado

que azota la indefensa membrana de nuestra piel.

Por el contacto experimentamos la unin y la separacin.


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Nos acercamos unos a otros para sentir ese roce y cerciorarnos de que no

estamossolos.

Al mismo tiempo, la piel que nos envuelve nos separa de todo

lo que ella no contiene.


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3

EL CUERPO

Qu podramos habitar ante todo sino nuestro propio cuerpo? Es nuestra casa primordial, nuestro hogar primero. Nos demoramos en descubrirlo,

en recorrerlo. Suave y elstico al principio,

terso y vigoroso ms tarde, curvado y arrugado despus,

a lo largo de una vida ofrece innumerables paisajes en donde perderse de dolor o de placer.

No es que tengamos cuerpo, sino que somos cuerpo. No solo ocupamos un espacio y transcurrimos en el tiempo,sino que somos espacio y tiempo a travs de l.

Tanteamos la inmensidad a partir del rincn en que nos hallamosy participamos de la eternidad a partir de cada instante que somos capaces de acoger.

Tal es la paradoja: ser tan diminutos y estar abiertos a tanto


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por medio de esa interioridad que el cuerpo alberga como cuenco de la totalidad que en nosotros se limita y se fragmenta.

Percibimos la presencia de las cosas a travs de los cinco sentidos que se han ido afi nando en nuestro recinto recubierto de piel.

Cinco oberturas, cinco pasajes,

cinco rocespor los que vamos alcanzando realidad a pequeos sorbos.

Breves pero hondas cuotas de ser van ganando en calidadcuanto ms transparente es la apertura.

Accedemos a la inmensidad desde nuestro recodo, perdidos en la periferia de una galaxia que gira sin cesar en torno a un centro profundo que somos incapaces de entrever.

El cuerpo nos da una mesura que vara. No tiene el mismo tamao una habitacin o un mueble para un adulto que para un beb. A los ojos de una criatura que gatea por el suelo

una mesa se le aparece como una meseta gigantesca, un bosque de columnas que se alza ms all de su mundo.

El adulto se sienta distradamente sobre el borde de ella. Su accesibilidad se le ha hecho rutinaria.

Se olvida del misterio que ocultaba aquella cimadesde abajo.


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Desconocemos otras proporciones:Cmo percibir una hormiga la frondosidad de nuestro cabelloo una montaa las casas que los humanos construimos

sobre sus laderas?Si vamos hacia lo inmenso,

ser el universo un gran organismodonde los planetas son sus tomos?

Y hacia lo nfi mo,sern nuestros rganos galaxias para nuestras clulasy nuestro cuerpo un universo para las nubes de electronesque giran en torno al ncleo de sus tomos?

En la mnima porcin se halla el Todo. No hay ms ser en el universo entero que en un grano de arena.

El ser es el mismo, aunque la cantidad de existencia difi era.

Para ver un mundo en un grano de arena y un cielo en una fl or silvestre, sostn el infi nito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora,

dijo el sabio y visionario William Blake.

En el cuerpo se inscribe cada experiencia que vivimos.En l quedan grabados los trazos de nuestra vida, incluso lo que nuestra memoria olvida.Las enfermedades proceden con frecuencia


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de esas marcas del pasado que el cuerpo no elimina. No permite que nada quede pendiente. Se queja de lo que ha quedado sin resolver.No cesa de emitir seales para que sea escuchado.Insiste para ser sanado.

La culminacin del cuerpo humano es el rostro,cima donde lo tangible roza lo intangible

y lo invisible que nos habita se deja entrever.

Recordamos a las personas por su rostro.Desde l vemos sin vernos y por l somos vistos.

Nos revela. Mediante la combinacin de diferencias sutiles, cada rostro custodia su singularidad. Persona, pro-sopon, lo que resuena tras la mscara, el misterio que recubre el contorno de la piel. A travs de l se percibe una existencia habitada

o desolada.Su relieve moldea lo ms sublime de cada viviente.

Lo ms sagrado.

Paisaje nico,el ms bello de los paisajes, segn Carl Theodor Dreyer, cineasta dans.En l quedan grabados los instantes vividos.El modo de expresarlos se manifi esta en los movimientos y surcos faciales que transmiten la vida invisible del alma. Pergamino viviente donde se va escribiendo

la caligrafa de cada ser.


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Relato, comedia,

himno, tragedia,

poema,todo a la vez.


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4

LAS PALABRAS

El origen del hablar proviene de un anhelo primordial, de un desahogo ancestral:

saber que somos

para alguien.

Hablando liberamos el instinto de darnos a conocer. Cada palabra repica en la puerta ajena para comunicar la noticia de nuestra presencia. Es urgente que nos abran.

Para ello nos expresamos. Emitimos el balbuceo,

grito o alarido, cntico o gemido

de que existimos.

Es maravilla cuando alguien oye y nos atiende

aunque no comprenda lo que tampoco nosotros somos capaces de dar a conocer.


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Nuestras palabras tambin nacen para liberarnos de pulsionesy sensaciones que nos abruman y desbordandesde el nacimiento. Expresndonos, aprendemos a identifi carlas.Hablando

tratamos de aclararnos ante esa maraa de emociones, pasiones e impresiones

que laten en nuestro ser capturado.Hablar nos esclarece porque cada palabra contieneuna pequea porcin del sentido que buscamos.

A travs del lenguaje se libera el impulso reprimido, ahogado o mutilado.

El mximo esfuerzo de la naturaleza culmina en el ser humanoy el mximo esfuerzo del ser humano culmina en la palabra,entendi Joan Maragall, orculo de su generacin.

Todo decir es importanteno por lo que dice, sino porque a travs de l los seres humanos comunicamos

que somos.

La existencia es una letra de la que nosotros somos el sentido, dej escrito Ibn Arabi.

Prodigio del lenguaje, que se articula en fonemas y morfemasy los organiza en gramticas complejasdonde los sonidos alcanzan signifi cado.


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Maravilla que permite transmitir tanto contenidoen tan poco trazo.

Profusin de lenguas, combinaciones dentro de un sistema de signos fuera del cual resultan indescifrables,

imposibles de resolver.Hay que entrar en los sutiles vnculos que se tejen entre s para abordarlos.

Cada palabra contiene un universo y cada lengua es una visin del mundo. Con las palabras y lenguas que desaparecen, perecen tambin sus mundos.

Las palabras son receptculos de sentido que permitenreferirnos a las cosas sin que estn. Pero tambin tienen el riesgo de retener a la mente. Nos privan del esfuerzo de encontrar nuevos trminos

que se acerquen a lo que tienden.

La crisis de las religiones es una crisis de lenguaje. Han hablado demasiado.Se han vuelto demasiado previsibles. Sus repeticiones delatan su tendencia a instalarse, su tentacin de reducir el Misterio a lo evidente. Es tiempo de callar para que, en reposo, recuperen las posibilidades originales que un da les confi aron

y puedan regresar con nuevas palabras,

vigorosas,nutrientes.


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El hablar pausado calma. La contencin en el decir atena el ansia de comunicarse sin invadir.

Da tiempo a quien escucha de componer sus propios signifi cados.

Hablando nos damos a conocer;al mismo tiempo, somos interpretados

por quien nos escucha a partir de su propio mundo,

de su propia sed.

Toda comunicacin es un intercambio. Solo deberamos pronunciar aquellas palabrasque pueden germinar en quien las escucha. De otro modo se echan a perder.

Dice Platn: Lo ms excelente es plantar y sembrar en otros palabras con fundamento, capaces de ayudarse a s mismas y a quienes las plantan; palabras que no sean estriles, sino portadoras de simientes de las que surgen otras palabras que, en otros caracteres, son canales por donde se transmite, permanentemente, la semilla inmortal.

No hay palabra sin escucha. Para qu y para quin se emitira si no hubieraquien la recogiera? Hablar implica atender si mi palabra

podr ser albergada en el otro, sondear si podr ser recibida en una hondurasemejante a la que ha brotado de m.


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Hablar tambin es saber or el origen de la palabra ajena,

remontarse hasta su fuente.

Cuanta ms calidad de escucha, ms probabilidad de que se produzca una fusin de horizontesy nuestras velas se encuentren.

Hay conversaciones que son teofanas:en ellas y por ellas se revela la Palabra de donde todas las demsproceden.

Tras una teofana adviene el silencio. As la reconocemos: cuando nada ms puede ser aadido a la comunin que con la comunicacin se ha establecido.

En palabras del Maestro Eckhart:

En medio del silencio me fue dicha una palabra. Dnde est este silencio y dnde el lugar en el que es pronunciada esta palabra? Es en su mayor pureza donde el alma la puede emitir, en su ms noble parte, en el Fondo, llamado tambin el Ser del alma.

La palabra es el xtasis del silencio.Se nutre de l.

Hablar en exceso no hace ms que aumentar el sinsentido, ruido sobre ruido

en el que sucumbimos con demasiada frecuencia sin saber salir de l.


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Por qu nos parecer ms amable el trinar de los pjaros que el hablar de los humanos

si ambos tienen el mismo origen: la necesidad de expresarse

y de saberse escuchados?

Ellos saben callar al fi nal del da, cuando el sol declina y todo rumor cesa para dejar paso al silente manto

de la noche.

Cmo podramos entendernos si no hubiera pausasentre las palabras? Todo sera algaraba y no podramos descifrar su signifi cadoentre tanto bullicio. Cada palabra es una unidad de sonido y de sentido. Es necesaria la suspensin entre ellas para asimilarlas

una tras

otra.

Sin ese intervalo, aturden y hastan.

Urge cualifi car nuestras palabras en una cultura como la nuestra

que no sabe callar.

Cuando les damos tiempo para que nazcan,engendran.


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5

LAS COSAS

Qu seramos sin los objetos que nos rodean?

Podemos quedar absortos ante el mar ondulando en azul o entre dunas de un desierto reverberando ocres sin fi n, o sobre una cima elevada y desnuda ante horizontes

inmensos e inasibles, y sentir cmo nuestras alas de guila se despliegany sobrevuelan paisajes sin contornos ni lmites. Pero luego necesitamos volver a las cosas, a los pequeos objetos de nuestra cotidianidadpor donde transcurre nuestra existencia acompaada

de presencias tangibles, de contornos accesibles,

asibles por nuestros dedos tanteantes, vidos de tacto.

Los objetos nos ensean a ser

por la humildad y el silencio con que sostienen su forma.

Su sola presencianos calma.


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Un mero bolgrafo, un lpiz, una goma, estn grvidos

de la calma de ser cosa.

En cada pequeo objeto que nos acompaa hay depositadas migajas de ser

que hacen ms amablenuestra sed de Ser.

Cada objeto nos regala el espacio que delimita con su silueta y nos entrega su don en el receptculo que es

a travs de su contorno, su textura, del material con que ha sido hecho y del tiempo que se ha depositado en l.

De ah el efecto pacifi cador de un cntaro, una jarra, una ventana, una puerta, una silla de paja, un libro abierto, una taza humeante de t.

Estas presencias habitan en la casa ms humildey son el secreto de un hogar.

Ante las cosas brota agradecimiento, porque continan

siendo


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ms all de nuestra presencia o ausencia, de nuestra exaltacin o de nuestro desnimo, de nuestra indolencia o ansiedad.

Vivir es aprender a tener entre las manoslos utensilios ms cotidianos y agradecer su compaa,tanto en los momentos amables como en los desolados.

Las cosas no se inmutan sino que permanecen silenciosas, fi eles a s mismas,

tan solo experimentando las lentas variaciones de color y otros desgastes que produce el paso del tiempo sobre ellas.

Nos traen todos los momentos en que han estado presentesy en que los seguirn estando

y llevan consigo la memoriade aquellos que un da las utilizaron. Dejarn tambin algn da de existir, como nosotros, para retornar al Ser inasible que late tras ellasy del que son manifestacin

si las sabemos recibir.

El sacramento de las cosas se ahogacuando nos saturamos de ellas. Se convierten en meros objetos de consumoque nos consumen sin calmarnos. No tenemos tiempo para acogerlos ni les damos tiempopara que se impregnen del olor de nuestra piel

y de las paredes que los albergan.


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Es sabio quien sabe

hacer reposar cada cosa

en su lugar.

A su vez, podemos posar nuestros sentidosen tantos objetos que nos rodean:

En la ropa que recubre nuestra piel y que con sus formas y colores

nos velan y revelan.

Las prendas con que nos cubrimos son prolongacin nuestra.

Nuestros trajes nos expresan, as como dan noticia de cada poca y cultura. Por ellos podemos identifi car un lugar del mundo

y un tiempo de la historia. Los pliegues de las vestiduras sagradas

y de los hbitos monsticos han sido inmortalizadospor pintores que supieron ver. Vestiduras de una sola pieza cuya verticalidad recubre de majestad al cuerpo humano.

En el momento de morir seremos revestidos por ltima vezantes de ser sepultados o incinerados mientras otra dimensin nuestra

partir hacia regiones en las que no se necesita ropa para cubrirse


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porque tnicas de luz tomarn el relevo.

Tras la ropa confundida con la pielconvivimos con muebles y paredes que se impregnan de vivencias y memorias que convierten

un lugar en hogar.

Ms all,calle arriba, calle abajo,

el buzn de correos, la papelera de la esquina, la fuente de la plaza, los rboles en sus parterres, los jardines cercanos, las colinas que se dibujan

tras la silueta de la ciudad Presencias que nos acompaan sin que nos demos cuentahasta que nos faltan,

sea porque nosotros nos mudamos o son ellas las que se van

por ordenanza municipal.

Si la noticia de su falta se torna agradecimiento, su existencia ha cumplido su misin: recordarnos que todo es metfora y smbolo de lo Invisible si sabemos ver con la mirada interior.

Mensajeras del Ser por el contorno con que se han dejado ver

llegan hasta nosotros como bendicionesque modula el Mar

con su ondulacin.


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6

LAS RELACIONES

El ser humano es un tejido de relaciones donde se gesta su identidad. Lenta es su costura y cuando se desgarra,

produce gran dolor, porque nuestros fi lamentos afectivos son prolongacin

de lo que creemos ser.Nos identifi camos con nuestros vnculos. Acostumbrados a ser mirados por otros ojos, acabamos siendo confi gurados por la imagenque esos ojos proyectan sobre nosotros.

Por ello resultamos ser diferentes en funcin del vnculoque establecemos con los dems:

somos hijos de nuestros padres y padres de nuestros hijos; terapeutas de nuestros pacientes

y pacientes de nuestros terapeutas;jefes de nuestros sbitos y sbditos de nuestros jefes; maestros de nuestros discpulos

y discpulos de nuestros maestros; ancianos para los nios y nios para los que son

ms ancianos que nosotros;admirables para unos y detestables para otros;insignifi cantes para unos e imprescindibles para otros.


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En cada nexo vamos descubriendo algo de nosotros mismos. Nos vigorizan las relaciones en las que somos reconocidos en nuestra singularidad. Nos debilitan aquellas en las que somos confundidos

por las proyecciones del otro que lo hacen incapaz de vernos.

Somos en la medida que nos relacionamos. Algo que no estaba en nosotros se genera a travs de los lazosque establecemos y solo en ellos se manifi esta. Cuando deja de existir el vnculo, tambin desaparece lo que se haba creado. Perder una relacin es perder algo de nosotros mismos.

Sin relacin no existimos ni habramos venido a la existencia.

Somos el resultado del xtasis y del xito de un encuentro. Brotando de fuentes blancas y ardientes que se adentraron en entraas clidas y oscuras,

germinamos como el ms valioso de sus frutos.Somos emanacin de esa unin. Ese nexo existir para siempre, prolongando las fi guras paterna y materna

en otros hombres y mujeres. Sucesin compleja de arquetipos, roles y funcionesque oscilan entre la regresin y la creacin.

En la regresin, quedamos retenidos en unos patrones en los que nuestra primera identidad aprendi a sobrevivir. Lo que fue necesario entonces no puede ser repetido indefi nidamente.


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En la creacin, lo paterno y lo materno se desplazan hacia delante

para posibilitar nuevas formas de generar y fecundar.

Somos padres y madres de nuestra propia existencia y tambin de vidas ajenas. Como padres,

suscitamos proyectos, fi jamos pautas de comportamiento, proponemos metas y retos.

Como madres, damos cobijo,acogemos las cadasy abrazamos con amor incondicional.

Esta alternancia nutre la semilla que custodiamos, permite que se convierta en rbol

y entregue sus mejores frutos.

Somos hermanos unos de otros en la reciprocidad de sabernos igualmente mendigos requeridos de ayuda en nuestra comn orfandad.

Somos hijos unos de otros

reconociendo que necesitamos arroparnosy recibirnos de los dems.

Somos amigos cuando gratuitamente nos encontramos y celebramos el don de la afi nidad. La amistad, siendo gratuita, debe cultivarse.


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Si no se transita se convierte en un camino donde brotan malezas y acaba por desaparecer.

Somos amantes cuando nos anhelamos ardientemente con un amor excesivo que no es posible aplazar.

Tenemos adversarios que ponen a prueba nuestras capacidades y nos retan hasta el lmite de nuestra resistencia.

Y enemigos dispuestos a invadirnos y a destruirnos si estuviramos a su alcance.

Difciles maestros pero efi caces para adiestrarnos en el combate y en el arte de superar las adversidades.

A travs de todos estos vnculos vamos conocindonos a nosotros mismos.En cada relacin se manifi esta un aspecto que estamos llamados a modular.

Entre todos formamos

el Ser Humano

total.


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7

LUGARES Y CAMINOS

Nuestro nacimiento es ya una partiday comenzamos a caminar desde de ese punto,

aquel por el que hemos venido a la vida.

Nacemos en un paisaje y un clima que quedarn grabados en nuestra memoria ms primitiva.

Nuestros pasos son impulsados por los primeros rostros que hemos visto y nos han visto y que, al nombrarnos por primera vez, dejaron para siempre ese nombre impreso en nosotros.

Hacemos nuestros los primeros sonidos humanosque se convierten en la lengua que hablamos y que nos harn percibir extraos otros hablares.

Asimilamos unos hbitos, unos valores, unas creencias que ponen orden y lmite a nuestras pulsiones y dan primeras respuestas, pautas que creemos universales hasta que damos con otrasque nos harn cuestionar las que habamos recibido.


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Saber que pertenecemos a un linaje y a un camino trazado por nuestros ancestros permite ponernos en ruta.

De otro modo no partiramos.Nos tranquiliza saber que ha sido transitado por ellos.

Del camino sabemos el punto de partida y confi amos que nos llevar a trmino. Tambin nos fi amos de las posadas que nos ofrecer a lo largo del recorrido. Esperamos encontrar seales. En ellas estn recogidos el conocimiento y la destrezade los que nos preceden.

Aparecern campanarios, estupas,

minaretes, o sencillos mojones de piedras

para indicar la direccin adecuada en las diferentes bifurcacionesque con frecuencia conseguirn confundirnos.

Nos da seguridad el camino y sus seales, pero tambin sentimos el impulso de abandonarlo y arriesgar nuestra propia aventura.

Cada cual es camino de s mismo.

Recorrindolo, nos recorremos

a nosotros mismos.


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Caminos que aparecen y desaparecen

con cada existencia.

Las seales sirven para comenzar. Despus cada uno ha de trazar su propia ruta,que se revela a medida que se transita. No existen mapas que la anticipen.Nada ni nadie puede sustituir el trayecto que se despeja

con cada paso que damos.El mapa y el territorio aparecen a la vez. No es posible distinguirlos.

Se abren frondosidades vrgenes, tan atractivas como amenazantes,

tan prometedoras como inciertas.

Hollar lo que nadie ha hallado y hallar lo que nadie ha hollado

porque nadie ha sido nosotros antes que nosotros

ni nadie lo ser jams.

Para ello hemos venido a la existencia: para abrir nuestro camino hacia el Mar.

Al mismo tiempo que transitamostambin existen lugares donde repostar.Pero hemos de aprender a distinguirlos:

unos nos debilitan y adormecen, mientras que otros nos vigorizan y esclarecen.


48

Lugares de poder los llamaban los indios toltecas. En ellos reponen las fuerzas el guerrero,

el cazador y el vidente.

En ellos se reciben los signos y visiones que recuerdan de dnde procedemos,

a dnde hemos de retornar y por dnde hay que atravesar.

Lugares no solo geogrfi cos. Tambin son lugar personas, libros y recuerdos. Recurrir a ellos reorienta e inspira nuestro andar.Presencias vertebradoras que nos hacen participar de lo que a ellas las nutri.Son marco y horizonte

al partir de los cuales avanzar.


II

DESPLEGAMIENTOS


Impulsados por el amor, los fragmentos del mundo se buscan mutuamente, de manera que el mundo puede llegar a ser.

[]La tierra puede tomarme entre sus brazos gigantes;

puede llenarme de su vida o volverme a recoger dentro de su polvo. Puede adornarse ante mis ojos con todo su poder de encanto, con todos sus horrores y todos sus misterios. Puede embriagarme con su perfume de tangibilidad y de unidad. Puede hacerme caer de rodillas por la esperanza que est madurando en su seno. Pero su embrujo ya no puede hacerme ningn dao desde que ella es para m, ms all de s misma, el cuerpo de Aquel que es y de Aquel que viene.

Pierre Teilhard de Chardin (El corazn de la materia)


53

1

BUSCAR

La sensacin de carencia es constitutiva del ser humano.

Andamos siempre en pos de algo. Partimos en bsqueda sin descanso,

aunque no sepamos bien qu buscamos.

Nuestras hambres nos ponen en camino. Ellas mismas son el camino.

Segn sea acuciante el anhelo, profundo es su surco

y amplio el horizonte que se abre impelindonos

a no detenernos.

A travs de las cosas que buscamos, nos buscamos.

Buscamos llenar el vaco de dentro que hacia afuera se vierte. Encontramos retazos del alma

que vamos reconociendo por la quietud que deja en nosotros lo que hallamos.


54

Tras las cosas buscamos el Fondo

que subyace.

A ese Fondo no accedemos sino a travs de las cosas mismas

y de nosotros que buscamos.

Por ello es tan confusa nuestra bsqueda: porque no solo depende de la cualidad de los objetos que ocultan aquello mismo que manifi estan sino de la calidad de nuestros deseos. Si son vidos y cortos,tropiezan con lo mismo que encuentran y el impulso

se desvanece.

Mantener viva la bsqueda es tener el alma despierta,dejar abierta la brecha que est en el origen

de nuestra exploracin.

Indagar est inscrito en nuestros genes. Bajaron nuestros primeros antepasados de las ramas de un rbol y desde entonces,

puestos en pie, no dejaron de caminar.

No hay valle, no hay cima,

no hay isla, no hay rincn sobre la tierra

que no haya interesado a nuestra especie.


55

No hay tampoco rea de conocimiento que no hayamos sondeado: Hemos alzado la vista y hemos puesto nombre a las estrellas y hemos querido y seguimos queriendo

ir tras ellas. Nos ha fascinado nuestro entorno y lo hemos escrutado,clasifi cando familias, gneros y especies de plantas y animales segn sus ms sutiles diferencias.

Nos han hechizado los minerales y hemos horadado la tierra abriendo galeras para extraer sus tesoros.

Hemos mirado tras nuestra piel, hemos investigado nuestros rganosy hemos inventado el microscopio para saber de qu estbamos hechos

y de qu estaba compuesta la materia.

Hemos medido distancias y hemos diseado vehculos para acortarlas. Hemos aumentado la capacidad de nuestros sentidospor medio de utensilios y artefactos que han multiplicado nuestras posibilidades perceptivas y los mbitos de nuestra exploracin.

Hemos amado a nuestros seres cercanos y, cuando han muerto, no solo los hemos llorado, sino que nos hemos preguntado por el sentido de la muerte

y de la vida, y si mereca la pena vivir cuando tan devastadores son los efectos de la partida.


56

Nos hemos preguntado qu hay tras ella y hemos indagado qu se esconde tras su velo.

Cada tradicin transmite en sus relatos atisbos de lo que han visto sus videntes.

A quien busca la verdad, el error no le daa, dijo un hombre sabio.

Hay que seguir indagando, hasta que hallemos

que el buscador es

lo buscado.

As nos lo dicen las tradiciones ms despiertas:somos la nube que oculta su propio sol.

Corra una criatura tras su sombra con el deseo de tocarle la cabeza, pero cuanto ms corra, ms se alejaba de ella. Hasta que descubri que palpndola en su cuerpo la alcanzaba tambin en la sombra que proyectaba.

Cuando, en lugar de lanzarnos hacia delante, regresamos,

descubrimos que somos lo que buscamosy alcanzamos la quietud

y el gozo plenos.


57

El Mar est en la acuidad de la gota

que somos.

An no lo sabemos.


58

2

NOMBRAR

Nos acercamos a las cosas por el nombre que les damos. Nombrando,

afi namos esa proximidad, adecuamos su reconocimiento, desvelamos su unicidad.

Dar nombres es nuestra manera de conocer y dar a conocer

el encuentro con un ser.

Todo nombre es una anticipacin, porque con l precedemos a la presencia que designamos.Tambin es una prolongacin, porque el nombre contiene el aura del ser que ha dejado en nosotros al pasar.

En l est contenida la presencia que hace ms sostenible su ausencia.

Gracias a l, perdura en nosotros

y permanece a nuestro lado.

Si bien el nombre contiene algo de lo que designa,


59

tambin sucede lo inverso: cuando damos con el nombre verdadero, reinterpretamos las cosas,

las fecundamos.

Al nombrar conferimos identidad a lo que no la tiene. Esculpimos la fi gura que est latente en la masa amorfa que otea balbuciente.

Las cosas estn en sus nombres y los nombres en las cosas. El despertar del conocimiento es el desvelarsede los nombres desde su adentro.

Los nombres emanan de las cosas a la vez que ellas son encarnaciones de sus nombres.

Hay que escuchar mucho antes de nombrar.

Entonces el mundo se desvela.

Cuando nos precipitamos, los nombres ahogan lo que nombran.

Rilke les advierte:

Quiero avisaros y oponerme: estaos lejos.Me gusta cmo cantan las cosas.Si las tocis vosotros, quedan quietas y mudas.Vosotros me matis todas las cosas.

Cuando el nombre y la forma coinciden,


60

se produce una revelacin,una epifana.

Los poetas revelan nombrando. Maestros del verbo,

encuentran la palabra precisacon la que dar a luz lo que vislumbran.

La palabra potica surge donde el decir es imposible,dej escrito Jos ngel Valente, l mismo poeta.

Y Juan Ramn Jimnez:

Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas!Que mi palabra sea la misma cosa,creada por mi alma nuevamente.Que por m vayan todoslos que no conocen, a las cosas.

Tambin son maestros de la palabra los orculos, los chamanes y los profetas.

Desvelan el destino de las personas y de los pueblos, y se anticipan al fi nal de los acontecimientosporque se sienten atravesados por ellos. Al dar con la palabra justa, permiten que emerja a la conciencia lo que para los dems

es ciego.


61

Solo entonces puede ser asumido o rechazadouna vez que se ha esclarecido lo que est en juego.

Los nombres de todos los seres proceden del Mar que contiene todos los sonidos de las olas y todas las grafas de sus formas.

El pueblo de Israel no nombra a Dios.Ningn nombre puede abarcarlo.

Su No-Nombre abraza todo cuanto puede ser pronunciado,pensado,sentido o imaginado.

Los Nombres divinos forman parte de los arcanos de las religiones, misterios que se revelan a medida quese da la capacidad para acogerlos.

No es misterio lo indescifrable, sino lo inagotable.

Tambin nosotros somos misterio para nosotros mismos,receptores de mucho ms que nuestro pasado y capaces de mucho ms de lo que anhelamos recibir.

Al fi nal de nuestra vida, dice el Libro del Apocalipsis, se nos entregar una piedra blanca con un nombre inscritoque solo conocer quien la recibe (Ap 2,20).


62

Nuestra existencia es nuestra propia revelacin.

Tambin las cosas son secretos recubiertos de s mismas esperando a ser desveladas por aquellos que han dejado de tener el corazn

encubierto.


63

3

BESAR

El beso es el roce ms tierno de un cuerpo con otro, el umbral entreabierto entre dos lmites, la ms suave caricia sobre el velo que nos cubre.

Con el beso se celebra la epifana de quien apareceen esa cercana.

Arco y puente de la interioridad, sello de ese santuario sublime,

tan susceptible de ser profanado.

Los labios se aproximan a la piel del otro, la membrana que separa y une a la vez dos interioridades a travs de sus recubrimientos.

Ya lo entrevi Paul Valry:Lo ms profundo es la piel.

El misterio inaccesible de la alteridad se hace ms cercano

a travs de ese toque, ya sea en la relacin entre padres e hijos,

entre amantes o amigos.


64

El beso se da espontneamente entre los lazos familiaresporque existe un vnculo de sangre que hace posible

ese contacto.El beso de los bebs a las madres,

de las madres a sus bebs es y no es el mismo beso que se darn cuando el hijo sea adulto y anciana la madre.

Otro es el beso entre los amigos, signo de una afi nidadque se comparte.

Entre amantes se intensifi ca el roce. Se les dio esa atraccin para hacerse unoy prolongar la vida en un tercero, perpetuando as ese amor con el que dos se aman y otro tome el relevo de ese anhelo.

Los besos de los ancianos atraviesan generaciones, maravillados y agradecidos de ver cmo su deseo de ser se extiende hasta nietos y bisnietos y cmo a travs suyo llegar hasta vidas que no conocern pero que estn contenidas en ellos.

Los besos son expresin de acercamientos diferentes.

El beso puede darse en la mano,

en la frente, en la mejilla,

en los labios, o todava en lugares ms ardientes

para infl amarlos


65

o en lugares dolientes para aliviarlos.

Umbrales, instantes de unin

que expresan el deseo

de adentrarse en otro ser

para extender la porcin que es contenida

en el propio cuenco desbordado.

Cuando el acercamiento tiene en cuenta al otro, aparece ms ser entre los dos.

Cuando se hace desde la avidez, el ser decrece.

Los labios que besan son los mismos que beben. Besar es tambin dar de beber para calmar recprocamente la sed.

El Ser se extiende cuando el beso

no absorbe sino

da.

El beso que da, cualquiera que sea el lugar besado, aumenta tanto el ser del otro como el propio.


66

El beso vido, en cambio, deshace al otro antes de que llegue a los labios. Como el agua bebida precipitadamente, cae entre las comisuras sin saciar.

Besar es beber del otro, no sorberlo,

sino recibirse conjuntamente

en el Ser que se da

en el beso.

Besar es desarmarse. Quedamos vulnerados ante quien besamos.

El beso mismo es una herida, una brecha por donde la vida del otro entrarasgando nuestro umbral.

Cuando se besa a un desconocido, al instante se torna familiar. Este acto inicitico abre un camino hacia el otro y se adentra en su tabernculo.

San Francisco se aproxim al leproso y lo bes.

Por este gesto qued vinculado a l. Sell en su piel la marca de hermandad.

Los objetos y los animales tambin son depositariosde nuestros besos.


67

As quedan incorporados en nuestra rea de amor. Al besarlos se produce la comunin entre las especies:

ellos quedan humanizados y nosotros, impregnados de su bondad.

El amor se esparce por todas las formas de vida que comparten con nosotros el mismo anhelo de volver al Origen de donde hemos brotado.

Por el camino quedamos vinculados por los besos que nos damos

a la espera de ser besados por los Labios de los que procedemos.


68

4

ACTUAR

Por la accin somos co-creadores de la vida. El universo prolonga en nosotros su latido. En nuestra actuacin conspiran todas las fuerzas del cosmos. Actuar es movimiento hecho conciencia,

impulso para vencer inercias, afrontar resistencias,

sostener los msculos del cuerpo y del alma y avanzar permaneciendo en la intencin

y la direccin propuestas.

Toda accin es dolor, oa repetir con frecuencia

a un hermano de comunidad.

Dolorosa es la accin porque implica partir, ponerse en marcha y, de algn modo, violentar la realidad.

Al tiempo que dolor es accin, vida en despliegue que vence obstculos,

quiebra obstinaciones, desbroza claridades entre espesuras antes intransitables para adentrarse en nuevos territorios y vislumbrar nuevos paisajes.


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La materia es densa y tenaz. A causa de esta densidad

surge el dolor, expresin de la rasgadura ante lo que se afronta,

resultado de la resistencia de lo antiguo ante lo que adviene.

El goce brota cuando esa resistencia

cede y permite proseguir el impulso que va haciendo sus transformaciones. Gozo que proviene de la satisfaccin que experimentamos

cuando consentimos crecer.

El universo es movimiento y todo se sostiene por complejasleyes de interrelacin. La vida avanza o retrocede a travs nuestro.

Dice el Bhagavad Gita:

Haz tu tarea en la vida, porque la accin es superior a la no-accin. Ni siquiera el cuerpo podra subsistir si no hubiese actividad vital en l.

La accin consciente se abre a la energa que contiene y fl uye en el gran Todo.

El mundo se confa a nuestros actos para mejorarse a s mismo. Es el paso del kaos al kosmos narrado por los textos sagrados.

Algunos, los ms osados,


70

dicen que nuestros actos permiten el nacimiento de Dios como mundo. La cosmogona se convierte en teogona.

Formamos parte de un despliegue inmenso y solidario que cuenta con nuestra participacin.Se difracta en tres direcciones:

hacia delante, hacia arriba

y hacia adentro.

Hacia delante contiene el impulso primero, la lnea de avance que proviene de la vidaabrindose camino hacia ms vida.

Hacia arriba inicia una etapa ms madura, en que las fuerzas instintivas dejan paso a aspiracionesms altas y ms amplias. Todo lo que se eleva, converge, comprendi Teilhard de Chardin.

Hacia adentro es la culminacin del proceso. No se desatiende a lo de fuera sino que se ha llegado a la raz de donde brota lo que hacemos.

Pero no toda dinamizacin pasa por la accin. Tambin intervienen las pasividades. Actividad y pasividad son dos estados complementariosde lo viviente.

As lo expresa el Bhagavad Gita:


71

Quien ve en el acto el no-acto y en el no-acto el acto, este es un sabio entre los hombres, est en estado de unin y hace posible la totalidad de los actos.

En el taosmo se conoce como wu-wei, no-accin, mejor, accin en el vaco. La actuacin se da,

pero de un modo silencioso,pacfi co.

No hay un yo que decida una meta ni determine un objetivointerfi riendo el suceder de los acontecimientospara conseguirlo. La accin es resultado de la escucha que fl uye con-sintiendo.

Este hacer dejndose hacer es el secreto del wu-wei,

la transformacin por el no-hacer.

Oriente y Occidente estn llamados a conjuntar sus modos de proceder:

empuje y serenidad, conocimiento y sabidura,determinacin y fl uidez,clculo y espontaneidad

para ir transformando el mundo y a nosotros con l.


72

5

DECIDIR

No podemos llegar a desarrollar la porcin de Ser que se nos ha confi ado sin elegir,

decidiry decidirse.

Decidir comporta scindere, recortar cortarlimitarse.

Hemos de optar entre las infi nitas posibilidades de lo real para dar a luz aquello para lo que hemos venido

a la existencia. Nadie puede sustituir lo que cada uno est llamado

a devenir. Lo vamos realizando a travs de las decisiones

que tomamos.

Somos todo lo que fuimos y todo lo que seremos, hijos de nuestro pasado y padres de nuestro futuro.

Entre ambos, el presente, la calidad irrepetible de cada instante


73

en el que se hacen las elecciones que van abriendo

el surco por el que debemos transcurrir.

En cada decisin se va gestando la forma que espera en nosotros encontrar su realizacin, la expresin de sus rasgos ms precisos, la manifestacin de sus trazos ms puros.

Delicada artesana, exquisita orfebrera.

Cada cual contiene en germen la semilla de lo que ser. Lo seremos si,

abrindonos, le permitimos crecer.

Lo que ha de manifestarse en nosotros puja desde lo ms hondo de nuestro fondo.

Cada criatura alberga su logos, decan los estoicos.Spinoza lo llam conatus, el impulso primordial de cada existente.Para los sufes cada criatura es portadorade un Nombre de Dios por el que se manifi esta un atributo del Invisible.

A travs de lo que somos, lo Inmanifestado se hace tangible.

Somos l tomando forma

en nosotros.


74

Es tarea sagrada atender a la llamada que se gestaen cada uno.

Para ello, hemos de separar, distinguir nuestra porcin de lo que nos lo impide.

El relato de los Orgenes concibe la Creacincomo una sucesin de particiones:En el da primero,

se separ la luz de las tinieblas, lo posible de lo que todava era imposible.

En el da segundo, se escindi la sustancia acuosa,la simiente primordialde la que estn hechas todas las cosas;una parte se alz y otra permaneci debajo para distinguir los procesos ascendentes

de los descendentes. En el da tercero,

los continentes se apartaron de los mares;as se diversifi c lo slido de lo lquido, lo fl uido de lo espeso, y aparecieron las formas de vida de uno y otro medio: unos giles y sutiles, otros grvidos y lentos.

En el da cuarto se formaron los astros,condensaciones de energa y de cualidades csmicas,para que se distinguiera el da de la nochey aparecieran las constelaciones celestes, cuyas posiciones,segn los sabios antiguos, infl uyen sobre los vivientes.


75

En el da quinto se gestaron las especies, dando expresin a las pulsiones latentes de la vida y donde los arquetipos pueden manifestarseen forma de plantas, rboles y animales.

Y en el da sexto apareci el ser humano, culminacin de lo que precede. Fue diferenciado entre varn y mujer para que no se considerase autosufi ciente y buscase con quien complementarse.

Al fi nal de cada jornada el texto va repitiendo: Y vio Dios que era bueno, como si de un mantra se tratase.

Buena y necesaria es la diferenciacin para que la obra fi nal,

la Gran Obra de la reunifi cacin, introduzca en el origen

la conciencia y la experienciade la individualidad.

Oriente concibe las cosas de otro modo.No hay proceso ni evolucin, sino un eterno presente radiante de plenitud. La conciencia del yo separado es un errordel que hay que salir cuanto antes. De mltiples maneras dicen sus sabios que elegir es dislate

porque refuerza las apetencias del ego y la dualidad de la mente.

Toda eleccin mutila la realidad. Pero no niegan el proceso de discriminacin.


76

Consideran que la meditacin es imprescindible para distinguir

lo real de lo irreal.

A un artesano se le haba encargado un yugo de campana. Antes de realizar su tarea se entreg varios das a la meditacin y cuando hubo silenciado sus deseos y pensamientos, se encamin al bosque y se puso a la escucha de los troncos de los rboles hasta que encontr aquel que contena en sus vetas el yugo de campana que haba de cincelar.

Tal es la accin de la no-accin: la que no imprime violencia sobre las cosas.Brota de su contemplacin y permite que emerja

lo que ya est en ellas.No hay decisin ni eleccin alguna que fuerce su curso.Solo hay reconocimiento,

desvelamiento de lo que contienen. El yugo ya est en el rbol. El artesano nicamente lo hace aparecer.

As ha de suceder con todo lo que acontece.

Decidir es decidirse a dejar que germine la semilla de nuestra existencia

en el fondo de nuestro ser. Decidir es decidirse a que en cada instante

fl uya en nosotros el Ser que a travs nuestrobusca desplegarse.

Cuanto ms adecuadas y afi nadas nuestras actuaciones, ms difano su aparecer.


77

6

CREAR

Procedentes del Mar, somos receptculosque necesitamos expresar la interpretacinque nos ha confi ado al contenerlo.Nos apremia exteriorizar lo que se agita en nuestro interior,

concretar en la materialo que nos estremece.

Lo nuevo busca plasmarse a travs nuestro y no cesa de pujar hasta que encuentra su cauce.

Creando, damos forma a lo intangible,damos a luz a lo que todava no existe.

Aparece por primera vez a travs de nuestra modulacin.As se distingue la creacin de la produccin:

producir es repetir, crear es dejar que aparezca lo singular, lo diferente.

Para ser original hay que ir al origen, deca Antoni Gaud.

El origen posibilita lo nuevo, lo indito,

lo adveniente.


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El impulso creador aparece primero como una rfaga, un vislumbre.

Tan importante es ese empuje inicial como encontrar el vehculo y el material que logren expresar la fuerza que contiene.

Luego viene el combate, el xtasis y la agona,

la lucha con la materia y con el instrumento para que sean dciles a lo que busca salir a la luz.

Acabada la obra, llega el reposo.

En ella descansa la fuerza primigenia que ha encontradoel modo y la forma de plasmarse. Las piezas maestras son resultado de tenaces e inimaginables combates,

cuerpo a cuerpo, del artista con su obra.

Los campos de la creatividad son inabarcables, como innumerables son las posibilidadesde las que est hecha la materia. Cada creacin es la aparicin de un mundo.

En la pintura se muestra a travs de trazos y colores, conjugando luces y sombras en Rembrandt, Ribera o Caravaggio, con pinceladas vigorosas en Czanne o Van Gogh, con dulzura


79

y ternura en Modigliani o Marc Chagall, abstractamente, en Kandinsky, Mondrian o Paul Klee.

La escultura recrea el volumen y las formas con diversos materiales. Ha quedado inmortalizado el emerger de la fi gura humana en las piezas inacabadas de Miguel ngel, donde brotan esclavos y prisioneros que pugnan por desprenderse de la piedra amorfa. El cuerpo humano tambin cobra vida en las esculturas de Rodin, donde se escucha palpitar al bronce. En otros escultores, como Chillida, se buscan volmenes capaces de envolver y abrir vacos que evoquen lo infi nito atravesando la pesantez de la materia.

La arquitectura trabaja con el espacio y permite dar cauce a la frondosidad visionaria de Gaud o al esencialismo de Mies van der Rohe.

La msica modula las ondas sonoras, suaves y pausadas en Johann Sebastian Bach, indomables en Beethoven, desconcertantes en Schnberg.

Los poetas logran contener el mundo en sus versos mediante el verbo exuberante de los escritores latinoamericanos o con la sobriedad extrema de Emily Dickinson o Paul Celan.

Los narradores tejen relatos con personajes y mitos intemporales que ofrecen marcos de sentido a cada generacin. Es don de


80

los cineastas plasmarlos en la pantalla y lograr que cobren vida, superando nuestra imaginacin.

El acto creador est aguardando no solo en los mbitos explcitos del arte sino que acecha por doquier:

en el taller, inspira al mecnico y al carpintero;en el laboratorio, al investigador;en casa, a quien cocina entre los pucheros;en la calle, al jardinero; incluso al barrenderole estn aguardando la escoba, las hojas del otoo,los papeles y las colillas para ser recogidas con arte en el contenedor.

Desde la perspectiva del wu-wei taosta, no hay creacin humana alguna.Solo transparentacin.El artista mira y escucha el ritmo de las cosas y deja pasar a travs suyolo que oye y ve. Su arte consiste en no interferir.

El Mar busca expresarse con su imprevisible oleaje. Por medio de nuestro instinto creador se abre paso para dar a luz las formas que en l laten.El impulso creador busca plasmar lo que se alberga en cada uno. Cuanto ms centrados estamos en el ser que somos

ms capaces somos de crear, de alumbrar aspectos inditos de realidad.


81

7

ENGENDRAR

Los vivientes tenemos el instinto de perdurar,

de expandirnos, de perpetuarnos.

Somos portadores de la vida que la Vida

nos ha confi ado para que la podamos transmitir.

Somos una simiente que contiene otras semillas, una sucesin ininterrumpida de fecundaciones

que originan.

La reparticin biolgica ha confi ado a lo masculino el germen activo y a lo femenino el germen receptivo.

Ambos participan de la Semilla primigenia que exista antes del Big Bang.

Ella contena todas las formas que iban a brotar.Cada uno de nosotros reproduce a su escala

esa Simiente primera.


82

Somos pequeos Big Bangs Little Bangs que con nuestras explosiones alumbramos nuevas formas de existencia.

Todo ser humano, toda criatura est llamada a alumbrar algo en el mundo.

Ser la impronta que dejar a su paso por l. Ser portadora de alguno de sus rasgos y, a la vez, su diferencia substancial.

Cuando se engendra algo nuevo hay que respetar su singularidad, nutrirla para que alcance la plenitud de lo que est llamada a ser.Es irrepetiblemente ella y no podemos confundirla con nosotros. Tal confusin arrastra la vida hacia atrs

en lugar de impulsarla hacia su madurez.

No se engendra sin dolor. Lo saben las madres. La criatura emergente desgarra el teroque lo ha cobijado durante nueve meses. As de generosa es toda gestacin, as de radical:

se deja abrir para que a travs de ese desgarramiento brotelo que busca aparecer.

La paternidad y la maternidad no solo son biolgicas. Hay muchas maneras de transmitir vida.


83

Solo el modo de mirar ya es capaz de engendrar, de descubrir en el otro

lo que el otro, desde s mismo, es incapaz.

Pertenecer a un linaje espiritualhace partcipe de la bendicin de quien la derram con la mirada de su inocencia primera. Cuando se abre una va,

todos aquellos que caminan por ellacomparten esa fecundidady nacen al Espritu gracias a ella.

La fecundidad es un atributo de nuestro existir, un rasgo de semejanza con Quien es permanentebrotar de S mismo.

El tero divino, las aguas del Mar, prolonga en nosotros

la capacidad de gestar. Engendramos con la cualidad de nuestra vida

al Ser que

nos engendra.

En cada acto verdadero damos luz a Aqul que nos ha dado luz

para que lo manifestemos.


84

Somos la oportunidad de transparentar su Azul.

El Mar se expresa en sus olas. Las olas hacen visible el Mar.

Al dejar salir lo ms genuino de nosotros,dejamos al Mar

ser ola en nosotros.


III

OCULTAMIENTOS


El ser humano hace lo que quiere y lo comienza como quiere. Pero no alcanza la verdadera paz mientras su ser no sea la imagen del hombre celeste, lo cual no es antes de los cuarenta aos. Hasta entonces est ocupado con muchas cosas. La naturaleza le lleva de aqu para all y muchas veces le domina, aunque l se cree el mismo Dios. Pero no puede alcanzar la verdadera y plena paz ni el ser celeste completo antes de dicha edad. [] Permanece solo contigo mismo y no corras a lo exterior, sfrete y no busques nada ms. Algunas personas van tras otras cosas cuando estn en esta pobreza interior y buscan siempre algo distinto para evitar as la apretura. Tambin se quejan y preguntan a maestros. Y cada vez quedan ms confusos. Prate sin dudar ms.

Johannes Tauler(Instituciones: temas de oracin)


89

1

RENUNCIAS

Hay un tiempo para recibir y un tiempo para dar, un tiempo para exigir y un tiempo para renunciar, un tiempo para adquirir y un tiempo para soltar.

Si consiguiramos todo lo que deseamos, quedaramos detenidos all donde alcanzan nuestros deseos.Engaosa suerte es la saciedad.

La renuncia no quita, la renuncia da, comprendi Heidegger.

Da,porque al no saciar el deseo

la sedno se detiene,

no se distrae. Avanza hacia su destino ltimo,

el Mar.

Nuestra sociedad no sabe renunciar.No nos ha adiestrado para ello.

Por eso perece.Pero su perecer es la ocasin

de su despertar,


90

la oportunidad que se nos da para retomar el primer impulso y ser rescatados de nuestro extravo.

Para poder renunciar debe existir una motivacin mayor. La privacin pone a prueba nuestra avidez de inmediatez. Introduce una pausa,

una distensin, una distancia

entre el deseo y su gratifi cacin.

Para llegar al Mar hay que ser capaces de desprenderse de lo que se interpone a lo largo del recorrido,

de todo aquello que, autocomplacindonos,

nos adormece.Urge identifi car los obstculos y superar las trabas de la va de regreso al Mar.

Todas las tradiciones conocen prcticas de contencinpara ejercitarse en el difcil arte de la renuncia.Este espacio de esforzado silenciamiento es indispensable para alcanzar libertad

y despejar lucidez. La luz que de all brota no es fcil de adquirir.Comporta ausencia y privaciny ambas generan ansiedad.La experiencia de la carencia despierta la angustia de vacos antiguos no elegidos,

heridas que horadaron el alma

y la hicieron sangrar.


91

Renunciar con calma, renunciar con esperanza,

fortalece.

Adiestra para los tiempos de caresta.Quien se ha entrenado, puede llegar libre y desnudo al Mar habiendo vestido a los dems.

No es rico quien tiene todo lo que deseasino quien no desea ms que lo que tiene.Sabe detenerse y gozar con lo que dispone en lugar de correr tras afanes que se suceden sin trmino.

Como el deseo ltimo no es de cosas sino de Ser,las cosas nunca podrn saciar ni calmar esa sed.

En palabra de un hombre sabio:Tener menos

para tenerse ms.

Este giro, origen de claridades, no se adquiere de repente.

Nuestra debilidad procede de haber basado nuestro bienestar en la satisfaccin inaplazable

de nuestras apetencias.

Una civilizacin que no se ha ejercitado en la renuncia sucumbe porque cuando llegan tiempos de caresta,

no sabe soportar la carenciay enloquece.


92

Adiestrarse en la sobriedad es hacerse fuerte.Supone tambin capacitarse para la solidaridadporque, reorientado el deseo,

se abre espacio para atender el hambre de los dems.

Ardua pero fecundaes la escuela de la privacin.

Cuando ha sido libremente elegidao, si ha llegado forzada, cuando ha sido aceptada y consentidase convierte en fuente de sabidura y de compasinporque despeja la mirada para lo Esencial.


93

2

PRDIDAS Y SEPARACIONES

La prdida, a diferencia de la renuncia libremente escogida,

llega como ladrn en la noche,sin aviso y sin consultar.

Arranca de cuajo la tierra que pisbamosy sacude nuestro caminar.

La cada es indetenible y se acelera cuanto ms vamos cayendo.

La precipitacin de nuestro tiempoes signo de un ciclo que termina,acabamiento de una era

para dar paso a otra que ha de llegar.

Lo que pareca slido y se construa lineal y lentamente experimenta de pronto una interrupcin. Somos embestidos con brusquedad.

El paisaje ya no es reconocible.

No hay casa, ni rboles, ni jardn, ni un camino que lo atraviese.

El columpio ya no se mueve y nadie volver a mecerse en l.


94

Todo se desvanece.

Lejana sin

fi n.

Han arrancado al alma el amparo que la protega y la han dejado a la intemperie.

No hay estacin del ao donde ubicar tal derrumbe. No hay da sealado en el calendario

para tanto fro, para tanta devastacin.

Con esta sustraccin algo muere en nosotros, algo muy nuestro perece.

Por ello las corrientes de Oriente ensean a no desear, a no delegar nada a los dems o a las cosas cuya ausencia pueda resultar tan daina. No-desear evita transponer al exterior lo que tiene que ser nutrido desde el interior.

Convivimos con las personas y con las cosas. No podemos vivir sin compaa. Pero debemos aprender a vincularnos de un modoque no nos reemplacen.Nos confundimos con lo que tenemos. Cuando llega la prdida, sentimos que tambin nosotros somos menos

y nos perdemos.


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Toda prdida deja una herida,una oquedad.

Pero tambin una oportunidad: conocernos ms,descubrir que nos podemos colmar

de nuevas formas de vida, de nuevas relaciones y comprensiones de lo humano y de la hondura del Mar.

Perder nos permite crecer con mayor solturasi no nos dejamos arrastrar por la cada. Soltando, podemos abrirnos a nuevos dones y ser receptculosde nuevos contenidos.

En palabras de Taulero:

Cuando se est en pleno invierno, en un abandono rido y oscuro, oprimido por una oscuridad creciente, eso es superior a todo gozo que se pueda concebir, siempre que se permanezca en l con constante ecuanimidad []. Si una criatura te quita la apretura, sea la criatura que sea, arruina por completo el nacimiento de Dios en ti.

La apretura deja paso a la apertura. Tambin lo dijeron Ibn Arabi y Rumi, maestros de procesos.

Del primero nos llega: La expansin no se produce sino despus de la estrechez. Del segundo: El sufrimiento es lo que en cada ocasin conduce al logro.


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Se refera Rumi al ascenso por la escala de los seres,en una sucesin ininterrumpida de nacimientos

desde el mundo mineral hasta el humano y desde el humano hasta el celeste.

Como en la sucesin de peldaos de una escalera, la fatiga de cada paso es signo de que se asciende.

La prdida nos fuerza a no apoyar el ser en el tener, a no confundirnos con aquello que, si bien nos nutre, no nos puede suplantar.

Descubrir nuestras falsas identifi caciones es tarea de toda una vida.

As se va desprendiendo la corteza que oculta nuestra imagen seminal.

A pesar de estar contenida en nosotros como promesa,

nos es desconocida. Va emergiendo poco a poco.

Lento es el proceso. Avanzamos dejando retazos.

Lo que es necesario en las primeras etapas es obstculo para seguir alcanzando nuevas revelaciones.

Cada prdida es un golpe de cincel,una sustraccin que hace emerger

rasgos del nico en la materia prima

de nuestro existir.


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FRACASOS Y PASIVIDADES

No solo tenemos que aprender a asumir las prdidas externas. Tambin hemos de afrontar la quiebra de proyectos en los que nos proyectamoso el derrumbamiento de la imagen que nos hemos forjadode nosotros mismos.

Fracaso signifi ca precisamente quebrantar, romper,

cascar.

Toda la energa invertida, las expectativas generadas,

las esperanzas sostenidas, el deseo anticipado,

se desfondan. La lnea de avance que pareca invulnerable y certera se desmorona. La interrupcin abrupta,

la nada no elegida dejan sabor a polvo,junto con el aturdimiento

de la

cada.


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Abandono y dolor inconsolables ante lo quese derrumba.

Pero qu se derriba? Las fantasas no colmadas y nuestra imagen herida. Aparecen la confusin, la vergenza, la desconfi anza ante nosotros mismos convertidos de pronto en desconocidos.

Es la ocasin de detenernos y de revisar el camino.

Qu es el xito? Embriaguez.

Espuma.

Una a una, las burbujas estallan. Bajo el hervor que disminuye se va colmando la copa de la verdadera sustancia

ya no henchida de nada.

Nos habamos detenido en una falsa identifi cacin. Cuesta rehacer el rumbo. Es fatigoso volver a palpar el propio contorno sin los referentes que nos sostenan. La silueta se ha desdibujado y nuestros puntosde apoyo han cedido.Cmo volver a confi ar en otro soporte si tambinpuede perecer? Cmo ser sin tantos teneres que en cualquier momentose pueden perder?Crecer es ir ganando en libertadrespecto de los soportes que pensbamos imprescindiblesy que acaban hacindonos adictos.


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En palabras de Marcel Lgaut:

Los fracasos tienen poder de revelacin: ser uno lo que es y nada ms que lo que es.

Al fi nal, aparece la verdadera mesurade lo que debemos contener.Traspasamos las nociones de xito y fracaso,todava referidos a un yo que tiene necesidadde autoafi rmarse y que se resiste a retroceder.

Ms libres de nosotros mismos,avanzamos hacia lo que somos,desembarazados de lo que pensbamos que ramos,de la meta donde nos habramos detenido. En esas imgenes parcialesnos confundamos con nuestras necesidadesy en ellas habramos quedado prendidos.

En el fracaso de la bsquedase revela lo que nos encuentra:

lo que pide ser acogidoen el vaco de lo que nos fue arrancado,

escribe Hugo Mujica, poeta y pensador argentino.

No acaban aqu los aprendizajes.Hemos de asumir dentro de nosotros otras pasividades que nos disminuyeny que nos hacen ir por donde no quisiramos. Continuamente experimentamos


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zonasque

declinan.Estas cadas nos asustan.

Perderemos las fuerzas antes de llegar al Mar?Disminuiremos de tal modo que no lo podremos alcanzar?La enfermedad y la vejez nos intimidanporque nos mutilan y nos privan de seguir siendo como ramos.Sin embargo, otros las han atravesado y no solo no han perecido, sino que al pasar por ellas

han crecido frutos de bondad

de empata de sabidura

que antes no haban cultivado.

El decrecimiento forma parte de nuestro recorridohacia el Ocano.

No podemos llegar a l como conquistadores ni altivos.

Todos hemos de atravesar disminuciones y experimentar la paradjica bendicin del decrecer.

Lo hemos de aprender colectivamente.Siguiendo la ms genuina tradicin de Israelcontina habiendo profetas que adviertenque nuestra opulencia es letal de diversos modos:

para la madre tierra, porque le estamos usurpando sus ltimos tesoros; para muchos habitantes del planeta,


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porque vivimos a costa de su saqueo y expolio;y para nosotros mismos, porque estamos enfermos de abundanciay nos desesperamos cuando escaseaporque nos hemos hecho adictos a ella.

Hoy, como ayer, es difcil escuchar a los profetas.An as, los orculos no dejan de ver.Har falta tocar fondo hasta dejar un planeta inhabitablea nuestros descendientes?Tendr nuestra generacin sufi ciente madurezpara acoger tal lucidez?


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ALIENACIONES Y EXTRAVOS

Sed de ser

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