Se llama Universidad Linda Vista

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Se Llama Universidad Linda Vista Las primeras palabras que escuché en un aula de la Universidad Linda Vista fueron: “Aquí está la generación que predicará el último fuerte pregón antes de la pronta venida de Cristo a esta tierra”. ¿Cómo sería esto posible? Simple. La Universidad Linda Vista nos preparó todo el tiempo para hacerlo. Nos preparó cada vez que hicimos fila en finanzas orando para que nos sellaran el ticket. Nos alegró salir de ahí con una sonrisa a presentar exámenes (aunque casi nunca nos gustaran los exámenes) y nos enseñó a creer en los milagros cada vez que el ticket salió sin sello. A eso se le llama esperanza. Nos preparó cada vez que nos reunimos entre clase y clase en El Carretón. Nos enseñó a alegrarnos en los pequeños detalles, cada vez que entre muchos cooperamos para comprarnos unos platanitos. Larga vida a los platanitos. A eso se le llama compañerismo. Nos preparó cada vez que tuvimos que regresar caminando hasta Pueblo Nuevo. Cualesquiera fueran las circunstancias, aprendimos el valor de 10 pesos, que con mucho esfuerzo cualquier cuesta se puede subir. Incluso la que está por la primaria. A eso se le llama perseverancia. Nos preparó cada vez que nos dieron la cena desde el sábado al medio día. Nos enseñó a ser prevenidos y a conservar las dos tortas para toda la noche. Nos dio mucho ingenio también, pues aprendimos a calentar tortas de la manera más sofisticada que hay: una plancha y dos hojas de libreta. A eso se le llama eficiencia. Nos preparó cada vez que hicimos un trabajo a última hora. Nos enseñó lecciones duras, como el alto valor del tiempo. Aprendimos a no dejar todo para el final, sino a empezar a trabajar desde el inicio del semestre. Eso se llama integridad. Nos preparó cuando tuvimos que enviar tareas por internet. Nos enseñó que la tecnología no es de fiar y tuvimos que esperar minutos que se hicieron eternos, a veces horas para enviar un PDF de 35 kb. A eso se le llama paciencia. Nos enseñó a mancharnos las manos cada vez que nos enviaron a plantel, hortalizas, ganadería o comedor. Aun entre quejas fuimos a trabajar en algo que no sabíamos hacer, pero lo hicimos porque era nuestro deber. A eso se le llama humildad. Nos preparó cada mañana, cuando nuestros preceptores y monitores nos hacían bajar a matutina. Incluso con los ojos entre abiertos y con la voz ronca, alabamos a Dios antes de que saliera el sol. Así empezaba nuestro día, y así terminaba. Eso se llama Relación con Dios.

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Se Llama Universidad Linda Vista

Las primeras palabras que escuché en un aula de la Universidad Linda Vista fueron: “Aquí está la generación que predicará el último fuerte pregón antes de la pronta venida de Cristo a esta tierra”. ¿Cómo sería esto posible? Simple. La Universidad Linda Vista nos preparó todo el tiempo para hacerlo.

Nos preparó cada vez que hicimos fila en finanzas orando para que nos sellaran el ticket. Nos alegró salir de ahí con una sonrisa a presentar exámenes (aunque casi nunca nos gustaran los exámenes) y nos enseñó a creer en los milagros cada vez que el ticket salió sin sello. A eso se le llama esperanza.

Nos preparó cada vez que nos reunimos entre clase y clase en El Carretón. Nos enseñó a alegrarnos en los pequeños detalles, cada vez que entre muchos cooperamos para comprarnos unos platanitos. Larga vida a los platanitos. A eso se le llama compañerismo.

Nos preparó cada vez que tuvimos que regresar caminando hasta Pueblo Nuevo. Cualesquiera fueran las circunstancias, aprendimos el valor de 10 pesos, que con mucho esfuerzo cualquier cuesta se puede subir. Incluso la que está por la primaria. A eso se le llama perseverancia.

Nos preparó cada vez que nos dieron la cena desde el sábado al medio día. Nos enseñó a ser prevenidos y a conservar las dos tortas para toda la noche. Nos dio mucho ingenio también, pues aprendimos a calentar tortas de la manera más sofisticada que hay: una plancha y dos hojas de libreta. A eso se le llama eficiencia.

Nos preparó cada vez que hicimos un trabajo a última hora. Nos enseñó lecciones duras, como el alto valor del tiempo. Aprendimos a no dejar todo para el final, sino a empezar a trabajar desde el inicio del semestre. Eso se llama integridad.

Nos preparó cuando tuvimos que enviar tareas por internet. Nos enseñó que la tecnología no es de fiar y tuvimos que esperar minutos que se hicieron eternos, a veces horas para enviar un PDF de 35 kb. A eso se le llama paciencia.

Nos enseñó a mancharnos las manos cada vez que nos enviaron a plantel, hortalizas, ganadería o comedor. Aun entre quejas fuimos a trabajar en algo que no sabíamos hacer, pero lo hicimos porque era nuestro deber. A eso se le llama humildad.

Nos preparó cada mañana, cuando nuestros preceptores y monitores nos hacían bajar a matutina. Incluso con los ojos entre abiertos y con la voz ronca, alabamos a Dios antes de que saliera el sol. Así empezaba nuestro día, y así terminaba. Eso se llama Relación con Dios.

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Nos enseñó que la vida no es fácil, cada vez que llegaba el verano y teníamos que estudiar siete materias en cuatro semanas, o buscar 50,000 pesos para poder regresar a cumplir nuestros sueños. No fue fácil ni sencillo, pero luchaste hasta el fin. Eso se llama compromiso.

Hoy, después de muchos esfuerzos y gracias al trabajo conjunto de Dios, tus padres y tú, lo has logrado. Es momento de partir de este hermoso lugar, donde conociste a esa persona especial que será el padre o madre de tus hijos; donde aprendiste a gozar de un clima agradable; conociste a los amigos que van a estar a tu lado toda la vida; donde tu vida cambió para siempre. Donde reíste, jugaste, amaste, lloraste, aprendiste; donde fuiste campeón de futbol o te quedaste en el intento; donde comiste supertortas, o te endeudaste por no devolver a tiempo un libro; pero sobre todo donde aprendiste a cumplir tu misión.

Es momento de que salgas al mundo real, con los pies en la tierra, pero la mirada fija en el Cielo. Saldrás a un mundo lleno de conflictos y oscuridad. Por eso es momento de que se levante un ejército de jóvenes dispuestos a anunciar la verdad de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su Luz Admirable.

Ese ejército somos tú y yo. Un ejército que va a cambiar el rumbo de la historia. Quizá no seamos grandes, pero sí seremos buenos, diferentes al resto: educadores, administradores, especialistas en salud, pastores e ingenieros; todos preparados para llevar Luz al mundo, todos seremos líderes para bien.

Estás listo para lograrlo, porque te preparaste en el mejor lugar del mundo. Ese lugar se llama Universidad Linda Vista.

Vicente Ángel Témich