SdE-T35: Friedenberg: La cuna de la libertad

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  • 8/3/2019 SdE-T35: Friedenberg: La cuna de la libertad

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    TEXTO 35LA CUNA DE LA LIBERTAD"

    por EOGAR Z. FRIEOENBERG

    AIWliza Friedellberg la orgallizacin de los aspectos de la vida escolar cotidimw que110 5011 las ensei'ianzas programadas propiamente dichas, tales como el sistema depases para salir de las aulas, la distribucil1 horaria, el acceso al comedor y a losretretes. La organizacin de estas mtllas en apariencia marginales resulta de graneficacia el! la socializacin de los jvenes precisamente por ello, porque no SOnpercibidas como de una especial releVa/lea. Se trata, el! particulm; de pequefiasimposiciones a las cuales, aparentemelzte, /10 merece la pella resistirse 11 opO/terse,por lo que sale!1 adelante con ms facilidad. El autor campara, asimismo, los om-bie/ltes de dos institutos, uno {tmdomel1lall1lente de clase media-alta y otro COH Ul1importante pblico de clase trabajadora.

    No lejos de Los ngeles, aunque ms prxima a Bastan, podra situarse laciudad de Milgrim, en la que el Instituto de Enseanza Secundaria de Milgrimes, sin duda, el edificio ms suntuoso e imponente. Milgrim no es un suburbio, aunque est a slo cincuenta millas de un a gran y desagradable ciudad yen su radio de influencia. Comparativamente, pocos ciudadanos de Milgrimse desplazan a la ciudad para trabaja!: Milgrim es un a poblacin agrcola a laque se le ha quedado pequeo su sistema nervioso; sus tradicionales pautas deintegracin social ni tan siquiera han empezado a relacionar a sus ms recien-tes habitantes entre s. Po r ello, aunque Milgrim no es un suburbio, tampocoes un a comunidad.

    El reciente y fulminante crecimiento de Milgrim se debe en gran parte aldesarrollo extremadamente rpido de la industria ligera en los suburbios m salejados, con el resultado de un a gran demanda de trabajadores cualificados.Pero los recientes cambios demogrficos en la zona han producido un a

    constante demanda de trabajadores no cualificados. En una zona que no sedistingue precisamente por su tolerancia racial o su liberalismo poltico, MiI-grim ha acogido, muy a su pesar, una considerable minora de negros y puertorriqueos. En los barrios marginales de las afueras, un cierto nmero detiendas de comestibles se etiquetan a s mismas como hispanoamericanas. Laclase de espaol avanzado en el Instituto de Milgrim forma un alegre bullicio,casi el nico que puede orse.Las estimaciones en Milgrim sobre la proporcin del conjunto de estudiantes que son, en el etnocntrico lenguaje de la demografia, no blancos,varan enormemente. Algunos estudiantes, que son claramente de clase mediay de un gris rosceo, hablan como si estuvieran sitiados. Pero los miembrosresponsables de la direccin los estiman entre un 12 y un 30 %. Las observa-

    * Ttulo original: "The Cradle of Libertyn, extrado de Edgar Z. Friedenberg, Comil1g o{ agein Al1lerica, Vintage, Nueva York, 1963, pp. 27w50 (cap. 2). Traduccin de Mala Beneyto.

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    552 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINciones que pueden hacerse en los pasillos y comedores indican que estn msprximos a la cifra ms baja. Tambin prueban que los no blancos son disciplinados y observan un a buena conducta, aunque de alguna manera son msvivaces, en sus movimientos y forma de hablar, que sus compaeros de tezm s blanca.Cmo es el Instituto de Milgrim? Es un edificio grande y caro en unosterrenos amplios pero ridos. Todas las puertas estn al final de un corredor;no existe zona de recepcin, ningn espacio comn en el que poder adaptarsea la transicin desde el mundo exterior. Entre clase y clase, los pasillos estntumultuosamente atestados, pero, mientras duran, permanecen vacos, puesestn siempre custodiados por profesores o grupos de estudiantes en rondasde vigilancia. Estas rondas no se ocupan, primordialmente, de vigilar, aunquelo tengan en cuenta, a los enjambres de estudiantes en movimiento, o enimpedir daos a la propiedad. Su funcin principal es la de controlar lospases. Entre clases, ningn estudiante puede andar por los pasillos sin unimpreso firmado por un maestro, indicando de dnde viene, adnde va y eltiempo, al minuto, en que el pase es vlido. Un estudiante pillado en el pasillosin el pase en cuestin es llevado a la oficina donde se le extiende un a nota decastigo y se le obliga a permanecer en la escuela dos o tres horas al finalizar elhorario escolar. Durante este tiempo puede hacer sus deberes, pero no puedeabandonar su asiento ni hablar.

    En Milgrim no hay libertad fisica de ningn tipo. Es decir, no hay nitiempo, ni lugar, en que los alumnos puedan simplemente ocuparse de su sasuntos. El aislarse est estrictamente prohibido. Excepto durante las pausasentre c1ases,los servicios se mantienen cerrados, de modo que un estudiante,no slo debe obtener un pase sino encontrar a un vigilante y convencerle paraque le abra. Mi madre, que tena un cierto sentido del humor sobre estosasuntos, inslitos en su generacin, contaba su chiste predilecto sobre unjugador de golf que, en un momento de extrema necesidad, pidi a su caddyque lo llevara al servicio ms cercano. El pobre muchacho, desgraciadamente,hablaba tartamudeando, y el desesperado jugador le intenumpi diciendo:No te preocupes ms, chico; ya lo he resuelto.) Ignoro cuantas veces ocurriesto en Milgrim, pero, cuando ocurra, la vctima era, sin duda, castigadadespus de clase.Las ms memorables instituciones del Instituto de Milgrim son sus pasesde pasillo y sus retretes; dominan la interaccin social. Buenos das, Sr.Smith, dir, en tono agradable, una atractiva muchacha, a uno de sus profesores en el pasillo. Linda, tienes un pase para estar en tu casillero despusde sonar el timbre?, es su saludo a modo de rplica. Hay ms tipos de lavabos de los que debe de haber habido en la Marina de la Confederacin. El corriente, slo rotulado con un Chicos y Chicas, est generalmente cerrado.Despus, hay algunos sealizados Profesores, Hombres, y Profesores, Mujeres, abiertos. Cerca del auditorio hay otros dos rotulados, simplemente,como Hombres y Mujeres, destinados sobre todo al pblico, cuando seus a el auditorio para algn acto. Durante los das lectivos se aade a esoslavabos una cartulina indicando Slo Adultos que se retira al final de lajornada escolar. Cindome a mi madurez, us estos lavabos durante mi es-

    EL CURRCULUM 553tancia en Milgrim. Normalmente estaba vaco; sin embargo, en un a ocasin,tan pronto como la puerta se cerr tras de m con un golpe seco, un profesorque estaba oculto en su cubculo empez a da r saltos espiando por encima dela mampara para verificar que era un adulto el que estaba all.No era un voyeur; estaba comprobando que no se fumaba. En la mayorade los institutos prohben fumar a los estudiantes y sta es la causa mscorriente de los roces con la autoridad. sta se concentra, de manera natural.en los baos, que son los nicos lugares a donde los estudiantes pueden ir y endonde se supone que no estarn los maestros. El ao pasado, Milgrim era msliberal qu e la mayora de los institutos; la direccin haba reservado un lugardetrs de la escuela, donde los mayores podian fumar durante su hora delalmuerzo. Ya que, como varios estudiantes me haban comentado durante lasentrevistas, algunos haban abusado de la prerrogativa encendiendo los cigarrillos antes de llegar a este lugar, se haba decidido rescindirla. Ningnestudiante, sin embargo, cuestion que fumar fuera m s una pren'ogativa queun derecho.El concepto de prerrogativa es importante en Milgrim. Los profesoresse ponen a la cabeza de la cola del almuerzo; siempre que yo intentabamantener discretamente mi posicin en la cola, el vigilante a cargo del comedor me reconvena. Probablemente tena razn. Con mi jactancia, estabaarruinando un completo e informal sistema social. Cuando finalizaban suturno de vigilancia, los estudiantes que patrullaban los pasillos tambin disfrutaban del privilegio de saltarse las colas; los chicos mayores tambinhacan lo mismo. Gran parte del comportamiento del que depende queMilgrim siga funcionando, es motivado po r la recompensa de obtener unsuplemento adicional de mantequilla de cacahuetes o un sandwich de atnsin necesidad de hacer cola.A lo largo de cuatro aos, el comedor es, en s mismo, una importanteexperiencia qu e deja una gran huella. Hay dos grandes cafeteras que se usancomo salas de estudio durante los perodos antes y despus del medioda; lostres o cuatro perodos en torno al medioda son los turnos de almuerzo. Lacomida, por lo general, resulta ms tentadora de lo que el men sugiere; sabemejor de lo que parece. La atmsfera ya no eS la de un a prisin, puesto que losestudiantes, bajo la ceuda mirada de los profesores qu e vigilan paseando po rla sala, pueden hablar quedamente durante su comida, ya que no est permi-tido hacerlo mientras estn en la cola, aunque esta regla slo se haga cumplirespordicamente. La espera en la cola del comedor consume alrededor de untercio de! horario destinado al almuerzo, y les deja cantidad de tiempo paraacabar lo que se les sirve. Cuando han terminado, los estudiantes no pueden,en ningn caso, abandonar el comedor, igual que no pueden irse en medio deuna clase. Cuando va a terminar la hora dedicada al almuerzo, una puertade acero bascula separando el ala que alberga las cafeteras, las oficinas dedireccin, la administracin y el auditorio del resto del edificio donde se encuentran la biblioteca y las aulas. Entonces suena el primer timbre, y los estu-diantes abandonan rpidamente e! comedor y se empujan, silenciosamente,hacia la puerta. Unos minutos despus suena un segundo aviso, la puerta seabre y los estudiantes desfilan hacia sus clases.

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    554 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINDurante la comida la atmsfera vara especialmente en el corredor, dondelos del prximo turno estn esperando en fila, segn los imprevistos y lapersonalidad del profesor encargado de la vigilancia. La norma es una nodesagradable charla, pero aproximadamente un o de cada cuatro profesores esun tirano amargado, glUn y quejica, que ordena continuamente a los estudiantes que permanezcan pegados a la pared y les amenaza con un castigo ouna expulsin temporal por su insolencia, real o imaginada. En otras ocasio-

    nes estallan altercados verbales en la cafetera o en la cola, entre los estudiantes y el estudiante de guardia En una de esas ocasiones presenci cmo elestudiante acusado, un joven bien parecido y de aspecto agresivo, se defendaco n el informal pero explcito lenguaje hostil de la clase trabajadora. Estosoliviant al profesor en turno de guardia, que se dirigi hacia el chico y,silenciosamente, pero con un feroz mirada de desprecio, le hizo seas desde lasala con un retorcido y oscilante dedo, conducindole a lo largo de! pasillohasta la oficina de administracin: el alto muchacho, rgido en su silenciosaprotesta; el profesor, calvo y escondindose debajo de su arrugado traje, arrastrando los pies por delante de l. Ms tarde, me enter de que el muchacho fueexpulsado po r un da. Durante algunos almuerzos, todo esto queda ahogadopo r los discos de msica pop estilo Mantovani, que se emiten por el sistema demegafona.Lo que lo s adultos generalmente no captan, creo, aun cuando realmentelo sepan, es qu e no hay ni refugio ni respiro para los estudiantes: ni undescanso para un caf, ni diez minutos para un cigarrillo, ninguna salacomo la de los profesores, aunque se a msera, donde los muchachos puedanlibrarse de los adultos. Los institutos no tienen sala de reuniones; slodisponen de gimnasio y sala de juegos. Un estudiante no puede ir a la biblioteca cuando necesita un libro; durante ciertos das, dispone de un espacio decuarenta y cinco minutos para ir a la biblioteca. No permitis que nadie sevaya temprano, instaba un orientador profesional durante una sesin degrupo en Hartsburgh, el instituto aparentemente ms permisivo en nuestromuestreo. No ha y ningn lugar adonde puedan ir. La mayora de nosotrossomos tan nerviosos a los cinco aos como lo seremos ya siempre y laadolescencia se suma a la tensin; pero si hay algo qu e aprende el estudianteen el instituto es que no debe esperar ayuda cuando la necesite da r riendasuelta a sus sentimientos, o volar po r su cuenta, o para recobrar la calmacuando est destrozado.Las pequefias cosas son las que ms sorprenden. Los alumnos de instituto-y no slo o en particular en el de Milgrim- tienen un sentido del tiempopropio de prisioneros. No saben qu hora es en el exterior. La investigacinque ocasion mi presencia en Milgrim, Hartsburg y el resto de los institutosque mi estudio requera me obligaba a entrevistar tres veces, en cada instituto,a uno de cada veinticinco a treinta alumnos. Justo antes de cada entrevista seentregaba al alumno, para que lo leyera como base para nuestra discusin,una larga descripcin sobre un episodio en un instituto ficticio y, mientrasestaban leyendo e! fragmento, yo me las arreglaba para entrevistar a su predecesor. Mi primera cita Can cada alumno la estableca el tutor; la siguiente, laconcertaba directamente con l y le expeda los pases que necesitaba para

    EL CURRCULUM 555poder mantenerla. El alumno no dispone de tiempo libre; debe elegir el perodo que puede perder y que le suponga el menor costo posible. Los alumnosmejor adaptados al instituto escogan, normalmente, las horas de estudio; lospeores o m s conflictivos, elegan las horas de los cursos que menos les gustaban; ambos procuraban evitar dejar de asistir a clases en las que e! profesorreaccionara vengativamente por su ausencia. La mayora de lo s alumnos,cuando se les preguntaba cundo les gustara venir a su siguiente entrevista,respondan: Puedo venir en cualquier momento.)) Cuando les sugera que,seguramente, debera haber algn momento que fuera ms conveniente queotro, solan contestar: Bueno, maana, en el cuarto perodo), o cualquierotro. Pero apenas ninguno saba cual sera la hora exacta. En los institutos seda mucha importancia a la puntualidad en el horario de clases, que comienza n a horas exactas pero raras, tales como las 10.43 o las 11.27, que, al se rrealmente difciles de recordar, los alumnos no saben cundo es e! momentode entrar a clase.Es esto una situacin tpica? Los elementos de la composicin - lospases, el horario apretado, la subordinacin a la amenaza del castigo o de laexpulsin, como medio de control social- son casi universales. La completausurpacin de cualquier posible espacio de iniciativa fsica o mental del estudiante es casi universal. Milgrim prohiba a los muchachos llevar pantalonesqu e acabaran a ms de seis pulgadas po r encima del suelo y dispona depersonal plenamente capaz de medirlos. Pero la mayora de los institutostienen algn tipo de reglas sobre la vestimenta; no s de ninguno que acepte yconfe en el gusto de los estudiantes. Existen, desde luego, importantes dife-rencias de matiz en estas cuestiones. stas repercuten en gran medida en elimpacto que causa el lugar sobre los estudiantes.Tomemos, como comparacin y contraste, a Hartsburgh. A menos dequince millas de Milgrim, es una comunidad completamente distinta. Es msgrande, el distrito escolar es ms compacto y ms suburbano, ms de un apieza. La primera impresin del instituto de Hartsburgh est destinada a se rfavorable. El edificio, como el de Milgrim, es nuevo y, a diferencia de ste,bonito. La mayora de los muros exteriores son de cristal, lo que le confiere unaspecto de ligereza, luminosidad y amplitud. Nada de la intrincada y evidenteagresividad que vicia la atmsfera de Milgrim. No hay estridentes timbrazosni campanas de ningn tipo. En su lugar, hay pequeas luces intermitentesdispuestas como la bandera italiana. La luz verde parpadea cuando la clase haterminado; la blanca cuando hay un aviso; cuando la parpadea en color rojo,es tiempo de entrar en clase. Las normas sobre el vestido existen, pero sonmenos rigurosas que las de Milgrim. Todos los mircoles, no obstante, hay queir bien trajeado; se espera que los chicos vistan chaqueta y corbata y, laschicas, vestidos, en lugar de una falda y un jersey. Los mircoles, la jornadaescolar termina co n una hora ms, necesaria para la asamblea, y los alumnosaclaran que, al asistir a menudo visitantes del exterior, se espera que muestrensu mejor aspecto.Los estudiantes en Hartsburgh parecen mucho ms relajados que los deMilgrim. Durante la hora del almuerzo, de vez en cuando se juega en el te-rreno fuera de la entrada principal. Durante diez minutos al medioda ob-

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    556 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINserv a tres chicos representando entre ellos un a comedia. Uno, que sloestaba sentado rindose, era la audiencia, otro era el agresor, y el tercero, unagradable y desmaado jugador de baloncesto del equipo universitario, sehaba autoproclamado como vctima. Los dos participantes estaban repre-sentado peleas a cmara lenta, a la manera del antiguo cine mudo. El chicoque no conoca pegaba lentamente a Pau!, que se dejaba caer retorcindoseentre muecas de angustia; luego. toda la secuencia se repeta con variacio-nes, aunque los dos muchachos nunca intercambiaban sus papeles. En misentrevistas con Pau!, nunca resolv los problemas que surgan del hecho deque slo er a elocuente con los movimientos de sus brazos y torso, lo que nopoda apreciarse en la grabadora, y era un verdadero placer observarle en supropio medio. ste era un placer que Milgrim nunca me hubiera permitido.Asimismo, en los corredores de Hartsburgh sola encontrar parejas cogidosde la mano y, en ocasiones, bastante ms, aunque me disgustaba que siem-pre, en cuanto me vean a m o a otro adulto, se separaran con aspectoculpable. Uno de mis sujetos, qu e haba terminado las lecturas preliminarespara su entrevista y estaba esperando fuera a que yo acabara con el sujetoanterior, estaba bailando, cuando me acerqu, un a giga, solo, en el pasillo.Esto resulta bastante tranquilizador.Tambin va en contra del reglamento. Existen unas normas en contra deque las parejas se cojan de la mano y son castigadas si son sorprendidas po rel gnero de profesor que odia la sexualidad en los jvenes. Sutilmente,tambin el espacio exterior resulta se r ilusorio si se intenta utilizarlo. Elinstituto de Harstburgh est construido alrededor de un patio ajardinadocon pequeos paseos y bancos. Comet el error de intentar realizar un a en-trevista en uno de esos bancos. Cuando termin, no podamos entrar en eledificio sin interrumpir las clases; las puertas a este incitante oasis slopueden abrirse desde el interior, de modo que nadie va all. Lo que no pro-porciona un a proteccin adicional frente a los intrusos, sino un refugioinformal para aislarse, ya que el patio est completamente rodeado po r losedificios del instituto. Las bellas cristaleras no se abren lo bastante comopara permitir el paso y, consecuentemente, no se abren lo suficiente como paraventilar las aulas, en las que no hay control individual de los mortalmenteeficaces radiadores. La temperatura de las habitaciones en Hartsburgh esun asunto de alta poltica.

    Los profesores no se esconden en los lavabos de Hartsburgh, pero eldirector envi a todos los estudiantes un a nota po r escrito, advirtindoles quecualquier estudiante que fuera sorprendido en los alrededores del Institutoco n productos derivados del tabaco en su poder, se expondra a un a expulsin temporal; se ordenaba a los estudiantes que entregaran una carta, queluego devolveran a la escuela, para que sus padres la firmaran reconociendopo r escrito que tenan conocimiento de esta norma. Al personal docente,desde luego, le estaba permitido fumar.Un antiguo maestro, ascendido a adjunto de direccin, dedica todo sutiempo a mantener la disciplina, aunque los estudiantes no son arrastradoshasta su oficina po r furiosos maestros como ocurre a veces en Milgrim. En sulugar, durante la primera hora de clase, dos alumnos pertenecientes al Citi-

    EL CURRCULUM 557zenship Corps' del instituto, van tranquilamente de clase en clase repartiendocitaciones con una lista. El ambiente en Hartsburgh es menos hostil e irasci-ble que en Milgrim, y parece que hay ms maestros a los que les gustan laenseanza y los chicos. Pero, aun as, la pauta fundamental es la del control,la de la desconfianza y el castigo.Las diferencias que pueden observarse, y son sorprendentes, son el resul-tado, creo que casi por entero, de factores estructurales y demogrficos yaparecen a pesar de designios administrativos muy parecidos. El director norespetaba en absoluto a los adolescentes ni tampoco demasiado al personaldocente. Ambos estaban muy preocupados por unas buenas relaciones pbli-cas, tal como ellos las entendan. Ambos eran inflexibles. Pero sus situacioneseran diferentes.En Milgrim hay un inspector de distrito, slido e imaginativo, que com-prende los problemas de la educacin. Le gusta tener proyectos en marchaque coloquen al distrito en el centro de atencin naciona!, especialmente eninvestigacin y en orientacin escolar. Los funcionari os de orientacin esco-lar, le informan directamente a travs de su representante y no al directordel instituto, y el cuerpo de funcionarios de orientacin es competente,severo y completamente profesional. Cuando hay alguna discusin relacio-nada con el bienestar de un alumno, es probable que sea pblica y con eldirector del instituto y el de Orientacin como antagonistas; de se r posible,ambos tratan de evitar tales encuentros en los que ninguno puede contarco n el apoyo de la oficina del distrito; pero cuando un a elemento e x t e r i o l ~ como un padre indignado, desencadena un conflicto, pelean hasta el final.En Hartsburgh, el inspector de distrito est fundamentalmente interesadoen mantener firmemente el rumbo sin problemas. Con este fin, respalda laautoridad del director siempre que sta se pone en cuestin. La oficina deorientacin escolar es muy rudimentaria y se preocupa sobre todo po r elnivel del colegio respecto a otros y de las relaciones pblicas, en el sentidode inducir a los estudiantes a comportarse de forma socialmente aceptabley co n el mnimo de escndalo.En estos contextos tan distintos, las diferencias demogrficas en los cuer-pos de estudiantes tienen consecuencias decisivas. En Milgrim, los alumnosde clase trabajadora no son dominantes, no ha n adquirido ni la suficienteconfianza en s mismos ni la suficiente soltura social, pero estn 10 bastantecerca de ella como para representar un a amenaza real para esos simpticosjvenes, destinados a la universidad, que acostumbraban a fijar las pautas ensu antigua escuela elemental o secundaria y pretenden seguir dominandoen el instituto. La afluencia de la clase trabajadora ha hecho sentirse a mu-chos estudiantes de clase media engullidos por la creciente ola de estudiantesde baja extraccin social; mientras tanto, los estudiantes de baja extraccinsocial, muchos de ellos recin inmigrados o procedentes de institutos de laciudad, pueden recordar escuelas en los que se sentan ms en casa.El resultado es la escisin y polarizacin del sentimiento del alumnohacia su instituto, su administracin y otros estudiantes. A nadie le gusta el

    1. Cuerpo Escolar de Ciudadanos. (N. de la t.)

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    558 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINinstituto de Milgrim. Pero los alumnos de clase media sienten que los que lohan estropeado son los estudiantes de clase baja y que el ambiente coactivocon el que se dirige el instituto es necesario para tenerlos controlados. Enalgunos casos, estos alumnos de clase media rozan la paranoia; as, un a chica,al comentar el mtico instituto descrito en la lectura utilizada para la investigacin dijo: Bueno, aqu dice que la mayora de los estudiantes so n negrosalrededor de un tercio! (El informe real es de alrededor de un quinto.)

    Se ejerce una gran presin sobre los estudiantes de clase trabajadora,pero a pesar de estar presionados son, con frecuencia, bastante realistas acer-ca de su posicin. Si el Citizenship Corps, que funciona ta n fluidamente enHartsburgh cumpliera sus obligaciones con la petulancia con que lo haceen Milgrim, delatando a la gente y metindola en problemas, con seguridadrecibira al salir de clase cierta instruccin sobre el modo en que las clasessociales difieren en sus valores y en su propensin a la expresin no-verbal. EnMilglim, los chicos de clase trabajadora saben cul es su lugar y permanecenen l. Po r ejemplo, resultan excepcionalmente fciles de entrevistar ya, quecon ellos no es necesario seguir obligatoriamente las directrices. Una vezcomprenden que se les respeta, responden con entusiasmo y gran amabilidad,pero no modifican su actitud para dar al entrevistador lo que ellos creen quequiere ni se muestran especialmente inquietos al discrepar. Son muy concre-tos al manejar sus experiencias y nada proclives a la generalizacin. A lamayora de ellos parece haberles gustado su escuela elemental y comparten eltpico respeto americano por la educacin hasta el ltimo clich, aadiendo,como si se les ocurriera entonces y sin tratar de se r despectivos: desde luego,no se puede respetar esta escuela. Lidian con las situaciones que se les pre-sentan reconducindolas al terreno de lo concreto. Por ejemplo, el ao pasa-do, ambos institutos tenan tribunales formados po r estudiantes; Hartsburghtodavia lo tiene, aunque pocos alumnos que no pertenezcan al Citizen Corpsle prestan mucha atencin. Encargados del trfico estudiantiles entregantickets po r las infracciones cometidas en los pasillos, y los culpables sonllevados ante un juez elegido entre los alumnos junto a un funcionario admi-nistrativo, perteneciente al Instituto, presente como asesor. Pero, el a o pasa-do, Milgrim tuvo un tribunal estudiantil que rpidamente se hizo famoso. Elgrupo de los bravucones se hizo con el control y ya que la mayora de losacusados eran sus compaeros, fueron o absueltos o liberados con el argu-mento de enajenacin mental. El tribunal fue disuelto. Tal como podemosobservar, la lucha en Milgrim es bastante abierta, aunque ninguno de losprotagonistas la considera como una lucha po r la libertad o puede definirlacomo una cuestin de principios. Que los alumnos de ms alta posicin socialestn sencillamente de acuerdo con el modo en que se dirige el instituto, deigual modo que los sureos blancos de clase media aceptan lo que la oficinadel sheriffhace, mientras que los estudiantes de estatus ms bajo vayan o seanempujados de un embrollo a otro sin ni siquiera darse cuenta de lo que les estocurriendo, forma parte de una pauta social general. En Hartsburgh no haymuchos alumnos de origen humilde y, aquellos que lo son, pueden ser fcilmente rechazados po r sus camaradas de clase media, que marcan la pauta,po r pertenecer al grupo de los bravucones. No son bastantes ni son lo sufi-

    EL CURRCULUM 559cientemente agresivos como para amenazar a los jvenes de clase media y suscostumbres, pero, po r la misma razn, no fuerzan a los jvenes de clase mediaa hacer causa comn con la administracin. La administracin, al igual quelas fuerzas de la ley o el orden en Estados Unidos, se acepta, generalmente, sinrespeto, como una parte de cmo funcionan las cosas. En Amrica no seespera que la autoridad sea inteligente u honrada; defiende sus propios intere-ses lo mejor que puede. Los reformistas y alborotadores slo pueden ponerlosnerviosos y empeorar las cosas; lo mejor es sacar ventaja de ello cuando teayuda y, en otras ocasiones, seguir viviendo tu propia vida y tratar de con-trolarte.Esto es lo que ordinariamente hacen los alumnos de Hartsburgh y, engeneral, los resultados son favorables. Los jvenes, que pertenecen de ciertaforma a la Ivy,2 no recuerdan constantemente a sus profesores, como hacenlos estudiantes de Milgrim, que sus empleos no tienen relacin con el saberacadmico. Muchos de los profesores, por su parte, parecen y actan comoprofesores universitarios, realizan un trabajo competente y estn satisfechoscon el mismo. Todo funciona con fluidez. Tanto el Instituto de Milgrim comoel de Hartsburgh son ejemplos vlidos, aunque en muy distintos aspectos, dela democracia americana en accin. Y en ninguno de ellos podra un estudian-te aprender tanto sobre libertades civiles como lo que sabe una mula deMissouri al nacer.

    Lo que se aprende en el instituto, o en realidad en cualquier otra parte,depende mucho menos de lo que se ensea que de lo que realmente se experimenta. La calidad de la enseanza en el instituto vara desde la simple sandezhasta la docencia imaginativa y altamente cualificada; sin embargo, el conte-nido de las clases tiene, a menudo, un nivel apreciable y no es por s mismoorigen de muchos problemas. Hablando en general, tanto en Milgrim como enHartsburgh, po r ejemplo, los estudiantes consideraban que estaban recibien-do una instruccin adecuada y sa era la tarea que la escuela trataba seria-mente de conseguir. A lo largo de nuestro muestreo en nueve escuelas, aunqueno necesariamente en cada un a de ellas, ms de cuatro quintos de nuestromuestreo preliminar, que sumaba casi mil estudiantes, estuvieron de acuerdoen qu e las siguientes afirmaciones podan aplicarse a sus escuelas:

    Ha y profesores que, cuando te dicen que tu trabajo est bien hecho,sabes que es bueno.Muchos profesores saben mucho sobre asuntos que no correspondena su asignatura.Algunos profesores te sorprenden al interesarte po r asuntos en los querealmente no habas pensado antes.

    Pero au n siendo importante observar que, en general, los estudiantesreconocen la calidad acadmica de las escuelas y particularmente la aporta-cin de profesores excepcionales, permanecen algunas cuestiones serias en loque se refiere a cmo la escuela afecta al concepto de los estudiantes sobre los

    2. Ivy League: Grupo de las ocho universidades ms prestigiosas de Estados Unidos. (N. de la t.)

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    560 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINconocimientos acadmicos o sobre s mismos. Ms del 80 % estaban tambinde acuerdo en lo siguiente:

    Debes preocuparte po r tu s notas; es decir, si quieres a llegar a algnsitio y se r alguien.La escuela no espera de los alumnos que vistan ropa cara, pero debenestar aseados y limpios. Las prendas demasiado deportivas o provocativas estn fuera de lugar.El peridico de la escuela se preocupa po r no publicar todo aquellosusceptible de crear problemas a la escuela con otras personas.Mantener a todo el mundo tranquilo cuando est en la biblioteca es elhabitual motivo de conflicto con los bibliotecarios.Una chica que vaya demasiado lejos y se meta en problemas deberase r expulsada temporal o definitivamente.

    A mi juicio, el tipo de tutela y categora que los institutos asignan a losestudiantes afecta a su s vidas y posterior desarrollo mucho m s crucialmentequ e el contenido y calidad de la instruccin formal. Lo que se aprende m s afondo, asistiendo a Milgrim o Hartsburgh, so n ciertos supuestos fundamentales que gobiernan las condiciones de vida de la mayora de los adolescentes deeste pas y les preparan para actuar como adultos, si no maduros, americanos.Es primero de stos es el supuesto de que el Estado tiene el derecho de obligara los adolescentes a estar seis o siete horas al da, cinco das a la semana, unastreinta y seis semanas al ao, en un lugar especfico a cargo de un grupo depersonas en cuya seleccin ellos no tienen voz ni voto, realizando tareas queno pueden elegir, sin ninguna remuneracin y sujetos a unas normas y sancio-ne s especializadas que no so n aplicables a nadie m s en la comunidad ni ta nsiquiera, excepto en este lugar, a ellos. Estamos ta n acostumbrados a asumirqu e la educacin es un se/vicio para los jvenes que esta afirmacin puedeparecer flagrantemente parcial. Pero es un a simple afirmacin sobre lo qu e laley establece. Si esta disposicin es un servicio o un a carga para el joven, yverdaderamente es ambas cosas en distintos grados, es otra cuestin. La asistencia obligatoria a la escuela funciona como un decreto de proscripcincontra un grupo social co n una edad especfica, de modo que lo primero quelos jvenes aprenden en la escuela es que hay ciertas sanciones y restriccionesqu e slo se aplican a ellos, que no participan plenamente en la s libertades dela s que el estado es garante, y que, por lo tanto, estas libertades no pm1icipal1realmente del carcter de derechos inalienables.Cuando van a suministrarse unos servicios a un individuo a quien la leyrespeta, como tambin lo hace el organismo que suministra estos servicios, elinstrumento legal corriente es, desde luego, un contrato que define los derechos y obligaciones de ambas partes y proporciona a cada un a de ellas losrecursos legales necesarios contra su incumplimiento.

    La asistencia obligatoria a la escuela, sin embargo, est estipulada po r un aley que reconoce que la escuela no est obligada a cumplir lo que los estudiantes puedan exigir. No pueden solicitar retirarse si la escuela es de inferiorcalidad, no mantiene ciertas normas o si se les trata con brutalidad. Ciertamen-

    EL CURRCULUM 561te hay otras leyes, que establecen normas para la construccin y mantenimiento de escuelas, titulacin de los profesores, de los tcnicos de disciplina, etc.; yprocedimientos a los que puede apelar si la escuela no se gua po r ellas. Perostas no disminuyen la obligacin del estudiante de asistir a la escuela y aceptar sus servicios. Su posicin es estrictamente la de un recluta que est protegido po r ciertos reglamentos, pero que en ningn caso se le permite utilizar suincumplimiento como causa para poner trmino a su obligacin.

    Claro qu e no. La escuela, como todas ellas continuamente recalcan, actain loco parentis; y los nios no pueden irse de casa porque sus padres no lesgusten. Lo que he sealado no es ms que un a consecuencia singular derivadadel hecho de que los estudiantes son menores de edad, y los menores nocomparten, realmente, todos los derechos y privilegios, y responsabilidades,de los ciudadanos. De acuerdo. Sin embargo, se opine lo qu e se opine, todavaseguimos discutiendo sobre el mismo asunto. Es en el instituto, pues, donderealmente uno se entera de lo que significa ser un menor.

    Pero un instituto no es un padre. Los padres pueden amar a sus hijos,odiarlos, o, como la mayora de los padres, hacer ambas cosas a la vez en un amezcla compleja. Pero, no obstante, deben permitir un a cierta intimidad yresponder a sus hijos como personas. Los hogares no se dirigen mediantereglamentos, aunque los padres pueden pensar que s, sino por un proceso deuna continua y casi totalmente inconsciente homeoestasis emocional, en elcual cada miembro influye y se acomoda a las necesidades, sentimientos,fantasas y carcter de los dems. Esto puede ser, y co n frecuencia lo es, unproceso terriblemente destructivo; no pretendo defender la familia como institucin social. Los salmones, en realidad, son mucho ms agradables qu e la spersonas: m s fieles, m s enrgicos, no se acobardan fcilmente por la luchacontra la corriente y son menos mojigatos y reticentes en relacin con susfunciones reproductivas, aunque estn predispuestos a tener bastante sangrefra. Pero los nios crecen en hogares o en restos de hogares, dependen en lofisieo de sus padres y estn demasiado ntimamente unidos a ellos como parapoder definir con precisin su espacio de libertad. Esto no es porque notengan derechos o tengan menos derechos que los adultos, sino porque lafamiliaridad condiciona su libertad y desarrollo de forma demasiado sutil yconstante para ser definida como un a exageracin.

    Las sociedades libres dependen de que sus miembros aprendan, pronto ya conciencia, que la autoridad pblica /10 es como la de la familia; que nopuede esperarse o confiar en que responda con sensibilidad y percepcinntima a las necesidades de los individuos sino que debe confiarse bsicamente, aunque tan humanamente como sea posible, en la aplicacin imparcial dela frmula general. Esto significa que debe mantenerse funcional, especializada, y limitada a los asuntos de poltica general; los entresijos de la ley sondemasiado toscos para convivir co n ellos. Especialmente en un a sociedadabierta, donde personas de muy distinta procedencia y sistemas de valores,deben convivir, parecera obvio que cada un a comprendiera que no puedeexigir a la s dems m s de lo que requiere su tarea en comn o imponerles unmodo de vida que sienten como ajeno.

    Despus de la familia, la escuela es la plimera institucin social co n la

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    562 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINque debe tratar un individuo, el lugar en el cual aprende a desenvolverse entreextraos. La escuela establece la pauta de sus subsiguientes presuncionessobre qu relaciones entre individuo y sociedad son apropiadas y cules cons-tituyen invasiones de la intimidad y coacciones a su espritu, lo que los brit-nicos llaman con exquisita p recisi n ({sustraer una libertadll. Pero la ensean-za pblica ameticana se desarroll como un crisol de razas bajo la presuncinde que no tena simplemente el derecho, sino el deber, de imponer una normacomn de buenas costumbres a un cuerpo polglota de nios inmigrantes yasegurar, de esta forma, su asimilacin a una mejor vida dentro del sueoamericano. Tambin acept la tcita presuncin de que las buenas costum-bres llegaban a cualquier parte. Si bien Amrica ha sido, generalmente, domi-nada po r la impaciencia real del hombre con los derechos de otros individuos,tambin ha aceptado el respeto real del hombre po r la propiedad y la determi-nacin de protegerla de los ataques de los funcionarios. Con su menospreciopor la intimidad personal y la autonoma individual, la escuela ana, en unaconsiderable medida, lo que Galbraith llama miseria pblica". El edificiopuede ser costoso, para eso es patrimonio pblico, pero nada se da amable,generosa, simplemente, con afabilidad, ni a los estudiantes ni a los profesores,aunque las oficinas de administracin ya han empezado a tener un aspectoejecutivo. En las escuelas, las salas de profesores estn invariablemente llenasde un mobiliario cochambroso y de mquinas tragaperras. Los profesores notienen oficinas con personal administrativo asignado ni equipos qu e se consi-deraran aceptables, es un decir, en una agencia de seguros de poca monta deuna pequea ciudad. En sus despachos tienen escritorios sin telfonos.

    Para justificar este descuido se da por sentado que es un medio de econo-mizar y una costumbre establecida; el nivel de apoyo y las condiciones detrabajo que se suministran definen simplemente el estatus de la ocupacin yel valor que, en realidad, la comunidad le atribuye. Una importante conse-cuencia, creo, es que ayuda a mantener a los profesores en un estado medrosoy pasivo recordndoles, en contraste con la opulencia de la empresa privada,su relativa inutilidad, po r lo que desvan contra los alumnos su hostilidad yexigencias de estatus. Tanto profesores como alumnos, cada uno en su respec-tivo nivel, aprenden a considerar las normales ventajas y libertades de la clasemedia, como privilegios. Pero el profesor disfruta de algunos ms. No tiene untelfono, pero puede hacer llamadas desde el qu e est en las oficinas deadministracin, mientras que, en algunas escuelas, el telfono pblico delvestbulo tiene un a candado y el estudiante debe conseguir la llave en laoficina para poder hacer su llamada. Mientras un hotel o motel, po r ejemplo,incluye en su presupuesto el desgaste y un nivel razonable de robo de sbanasy toallas, que cubre tranquilamente con su seguro, la escuela, aunque enrealidad puede hacer lo mismo, adoctrina pomposamente a sus estudiantes enel respeto por la propiedad pblica, los buenos hbitos de higiene, etc.,antes de dejarles aproximarse a la piscina. En una gran ciudad, la piscina serborrada de los planos del arquitecto antes de comenzar siquiera las obras, enbase a que sera injusto que los estudiantes de una escuela m s nueva tuvie-ran una costosa instalacin de la que no disponen alumnos de colegios m santiguos.

    EL CURRCULUM 563Si la primera cosa que el estudiante aprende es que l, como menor, estsujeto a restricciones singulares, lo segundo es que estas restricciones son

    generales, y no estn limitadas a las funciones manifiestas o especficas de laeducacin. Los administradores de los institutos no son educadores profesio-nales en el sentido en que son profesionales un mdico, un abogado, o unasesor fiscal. No son practicantes de un oficio especializado en la instruccincuya autoridad proceda de sus mritos. So n especialistas en impedir que unaempresa esencialmente poltica sea estrangulada po r las conflictivas actitudesy presiones de la comunidad. Son personas orientadas a resolver problemas, ylos sentimientos y necesidades de crecimiento de su clientela, cautiva y priva-da de derechos, son el menor de sus problemas; el estatus del adolescente enla comunidad es tan bajo que, incluso si se rebela, no se culpa a la escuela po rlas razones po r las que se est rebelando. Simplemente hace novillos o es undelincuente juvenil; en el peor de los casos, la escuela ha fracasado en suintegracin. En lo que, finalmente, el personal del instituto se hace especia-lista es en el control de grandes grupos de estudiantes, aunque sea al catastr-fico coste de su oportunidad de aprender. En general, estos controles no seejercen para facilitar la enseanza y, en particular, no estn limitados, enningn modo, a asuntos que guarden relacin con la educacin. En varioscolegios de nuestro muestreo, el director adjunto, po r ejemplo, haba ordena-do a los chicos que se afeitaran la barba, algunas veces debido a las quejas delos profesores. A uno de esos chicos, que haba jugado al ftbol con el colegiodurante toda la temporada, se le dijo que ya que la escuela no tena autoridadlegal para exigrselo, se le prohibira asistir al banquete de homenaje a suequipo a menos que acatara esta demanda. Las reglas acerca del vestido sonpunto y aparte.

    Desde luego se trata de restricciones irrelevantes, qu e se hacen cumplirpor medio de sanciones irrelevantes. Los institutos americanos no son cam-pos de concentracin; y no me quejo de su severidad, sino de lo que enseana los estudiantes sobre lo que es un a relacin adecuada del individuo con lasociedad. El hecho de que las prohibiciones y multas sean irrelevantes y sinimportancia en s mismas empeora las cosas de alguna forma. Las seriasviolaciones a la intimidad son sencillamente reconocidas como lo que son; alas prohibiciones irrelevantes slo se oponen los alborotadores. Lo que final-mente importa, sin embargo, es que la escuela no se toma lo suficientementeen serio, ni le importa, su tarea de educar.Los efectos sobre los estudiantes de esta difusa pretensin de la escuela deinterferir en los asuntos de todo el mundo, excepto en los propios, son mlti-ples. Los conceptos de dignidad e intimidad, notablemente deficientes en lascostumbres de los americanos adultos, no se cultivan. El instituto no es, po rsupuesto, la causa material de esta deficiencia que est profundamente enrai-zada en nuestras instituciones y valores. Pero el instituto hace algo m s quetransmitir estos valores; los utiliza para controlar a los estudiantes e inculcaren ellos actitudes que les hacen aptos para la comunidad que los sostiene.Un corolario de la pretensin de la escuela de controlar a los estudianteses qu e el poder y la autoridad se convierten en indistinguibles. Si la autoridadde la escuela no se limita a los asuntos relativos a la educacin, entonces no

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    564 SOCIOLOGA DE LA EDUCACINpuede derivar nicamente de sus responsabilidades educativas. Es un hecho,desnudo y emprico, a aceptar o rechazar segn el momento en que se presen-te. En este mundo el poder cuenta ms que la legitimidad; si no tienes poder,resulta ingenuo pensar que tienes derechos que deban ser respetados. Espabila. Los estudiantes de los institutos viven las normas como control, no comoproteccin; saben, po r ejemplo, que el director apoyar generalmente al profesor en cualquier conflicto que tenga con un estudiante, independientementedel fondo de la cuestin. Traducido al lenguaje del instituto, suaviter in modo,fortiter in re, que se convierte en: Si te pillan, ests listo.

    S que a los estudiantes no les importa; sa es la tragedia. Cualquierdebilidad tiende a la cormpcin, y la impotencia con-ompe completamente. Alidentificarse, como hacen los dbiles, con la m s poderosa y frustrante de lasfuerzas que inciden en ellos, estn aceptando que la escuela es como es la viday cierran sus mentes a la inquietud de buscar otras alternativas. A muchosestudiantes les gusta el instituto, otros lo detestan y lo temen. Pero au n stos,en principio, no se oponen a l; la escuela impide el aprendizaje de los principios sobre los qu e podra basarse esta oposicin; aunque estos principiosestn, y nos enorgullecemos de ello, entre los que nos distinguen de las sociedades totalitarias.

    Sin embargo, y po r ltimo, la consecuencia de exponer todo el perodode la adolescencia a un a difusa autoridad que no procede de tareas abarcables, como generalmente lo hacen las recetas de un mdico O la s normas deentrenamiento de un monitor de atletismo, es ms seria que la incompetencia poltica o la debilidad de carcter. En general. se detiene el proceso dedesan-ollo. Una parte esencial del crecimiento es aprender que, aunque lasdiferencias de poder entre los hombres conducen a consecuencias bmtales,todos los hombres son iguales; nadie es omnipotente, nadie extrae su poderde la magia sino slo de su capacidad y funcin especficas. El policarepresenta la majestad del estado, pero esto no significa que pueda encerrarte en la crcel; significa, precisamente, que no puede, al menos no po rmucho tiempo. Cualquier persona u organismo responsable de manejar nu-tridos grupos de jvenes, especialmente si no le gustan o les tiene miedo,est tentado de apelar a una pretendida autoridad y atrapar a los m s jvenes rastreando los vestigios de la emocin de la infancia, que siempre permanecen, para ponerles una zancadilla. Se permite a las escuelas infantilizar la adolescencia y controlar a los alumnos, reinvocando las sensacionesasociadas al castigo infantil, efectivo porque, inconscientemente, estaba diseado, con gran malicia, para subrayar la debilidad de los nios ante laautoridad. De hecho, se les anima vigorosamente a actuar de esta forma po rla actitud agresiva de los adolescentes y el desasosiego, ta n extendido ennuestra sociedad, que su conducta provoca.

    En este proceso, la escuela influye en la sociedad en dos formas complementarias. Cambia a los individuos: sus valores, el sentido de su vala personal, sus pautas de inquietud y su habilidad y soltura para desenvolverse en elmundo, de los que depende todo aquello que pensamos que es nuestro destino. Pero tambin realiza una funcin darwiniana. La escuela respalda y apoyalos valores y pautas de comportamiento de ciertos segmentos de la poblacin,

    EL CURRCULUM 565proveyendo a sus miembros de las referencias y contraseas que necesitarnen las prximas etapas de su viaje, mientras inculca en otros un complejo deinferioridad y previene al resto de la sociedad contra ellos, como problemticos e indignos de confianza. De este modo, la escuela contribuye simultneamente a la movilidad y a la estratificacin social. Esto nos ayuda a entenderque la cIase de personas qu e prosperan son las qu e apoyan al sistema social que representan, mientras que aquellas que podran intentar subvertirlo,deliberada o simplemente por su forma de ser, se quedan rezagadas como unasaludable leccin moral.Esto nos conduce inmediatamente a dos cuestiones: qu modelo de valores se desarrollan y ratifican a travs de la experiencia de la enseanza pblicaobligatoria, y qu clase de personas y gmpos sociales obtienen mejores resultados y encuentran ms apoyo? El tema de la discriminacin en las escuela esun asunto antiguo y familiar; pero no puede afirmarse que sea un a simpletendencia de la escuela de favorecer a los econmicamente aventajadossobre los culturalmente excluidos. El sesgo de la escuela es m s y, a la vez,menos diverso de lo que esta afirmacin sugiere. Con mucha frecuencia -e nrealidad, tradicionalmente- la escuela apoya al pobre contra la an-oganciade! privilegiado; su animosidad se dirige contra los muchachos que poseenciertos rasgos comunes con independencia de la variedad de su estatus ycondicin econmica. En el prximo captulo presentar alguna evidenciaderivada de nuestra investigacin que se basa en la primera de estas preguntas: qu valores transmite y apoya la escuela? En los captulos 4 y S, extrayendo parte de fuentes publicadas y parte de mis propias observaciones, examinar la segunda cuestin: cmo es la gente a la que le va bien en la escuela encontraste con aquellos a los que les va mal, qu gmpos sociales y qu costumbres son, po r lo tanto, favorecidas?, y cmo influye e! resultante enfoqueeducativo en la estmctura de la sociedad?