Schroeder - Las relaciones internacionales
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Paul w. Schroeder
Política internacional, paz y guerra, 1815-1914
(BLANNING. El siglo XIX, cap. 5)
Este capitulo está dedicado a analizar el carácter y la estructura cambiantes de la política
internacional europea del siglo XIX: explicar la paz en vez de la guerra -La paz es más artificial
y exige más explicaciones, las guerras son hechos que sencillamente suceden; la paz siempre
tiene alguna causa-. Además, comprender por que el siglo XIX fue más pacifico que cualquier
otro siglo anterior en la historia europea contribuye a aclarar por que terminó con una guerra
mayor que cualquiera de las anteriores.
No hubo ninguna guerra general o sistémica (una guerra en la que estuvieran implicadas todas o
la mayoría de las grandes potencias) desde 1815 hasta 1914; en dos periodos extensos -1815-
1854 y 1871-1914, no hubo guerras entre las grandes potencias europeas-. Aunque a mediados
del siglo se produjeron entre varias grandes potencias cinco guerras, fueron limitadas. La
estabilidad de los actores es igualmente notable. Todas las grandes potencias de 1815
sobrevivieron como tales hasta 1914, salvo en el caso de los estados alemanes e italianos que
fueron absorbidos por la unificación.
Las instituciones y los procedimientos internacionales del siglo XIX se transformaron de manera
similar en una tendencia continua hacia la estabilidad. El sistema del siglo xix no sólo produjo
una paz duradera allí donde el conflicto había sido endémico (los Países Bajos, Suiza,
Escandinavia y el Báltico, y durante algún tiempo el Cercano Oriente), sino que consiguió a
veces promover cambios pacíficos (por ejemplo, con la creación de Bélgica) Absorbió y
sobrevivió a cambios contundentes producidos por guerras) y demostró ser capaz de integraren el
sistema a nuevos actores). Las alianzas, que en el siglo dieciocho habían sido sobre
todo instrumentos para conseguir poder, seguridad y ventajas concretas) se utilizaron durante
gran parte del siglo diecinueve en primer lugar para controlar y contener tanto a los oponentes
como a los aliados) y así prevenir su expansión territorial.
La que más llama la atención es que este sistema internacional perduró y sobrevivió a las
tensiones de un siglo de cambios rápidos y fundamentales dentro de la sociedad europea:
industrialización, modernización, revoluciones en las comunicaciones, la tecnología y la ciencia,
el ascenso del Estado fuerte, la politización de las masas, y el crecimiento del liberalismo, el
nacionalismo, el socialismo y la democracia.
El sistema de Viena
La explicación de este logro tan notable, y de su desastroso final, comienza con el sistema de
Viena, la red de tratados, instituciones y procedimientos establecidos en el periodo 1813-1815,
durante las últimas guerras napoleónicas y en el Congreso de Viena. Existe Acuerdo sobre las
razones que explican su inusual estabilidad: El sistema de Viena incluía un acuerdo territorial
moderado e inteligente que satisfizo las principales necesidades y aspiraciones de los vencedores
(Gran Bretaña, Rusia, Austria, Prusia, y sus aliados de menor categoría) sin despojar ni humillar
a Francia. zanjaban muchas disputas particulares surgidas de las guerras que tuvieron lugar entre
1787 y 1815. Estos acuerdos, combinados en una red de tratados de apoyo mutuo,
proporcionaron a todos los gobiernos una participación en un nuevo sistema de derechos y
obligaciones que. entrelazaban a unos con otros.
Como respaldo a todo ello, existía una alianza de seguridad entre las grandes potencias para
defender el pacto contra su posible violación y contra agresiones revolucionarias, especial-
mente las que podían provenir de Francia. Finalmente, se aplicó un principio diplomático,
antiguo pero poco utilizado, consistente en un Concierto Europeo por el cual las cinco grandes
potencias constituyeron un consejo de gobierno directorio, cuya función era arbitrar en
cuestiones internacionales graves, utilizando los procedimientos, previstos en el Concierto, tales
como conferencias diplomáticas - en lugar de negociaciones bilaterales o multilaterales - para
conseguir soluciones consensuadas.
Otra característica del acuerdo era igualmente vital, aunque menos obvia: la creación de una
Europa central independiente, confederada y orientada hacia la defensa. El Congreso de Viena
adoptó una serie de medidas para conseguir que esta zona crítica se convirtiera temporalmente en
una zona de paz.
El Congreso estableció una Confederación Germánica que unía a los Estados alemanes en una
liga defensiva
permanente bajo el mando conjunto austro-prusiano; dio a Austria el dominio) pero no el control
directo) de varios Estados italianos independientes: estableció y garantizó una Confederación
Helvética neutral; y mantuvo, aunque de una forma modificada) la partición de Polonia realizada
en el siglo dieciocho entre Rusia, Austria y Prusia. También los reinos de los Países Bajos y
Dinamarca quedaron vinculados indirectamente a esta Europa central independiente y defensiva
Para muchos el sistema funcionó porque el equilibrio de poder inhibió nuevas tentativas de
lograr la hegemonía y las monarquías cooperaron en contra: de la guerra, el liberalismo, el
nacionalismo y la revolución. La razón por la que la mayoría de los gobiernos apoyaron el
equilibrio territorial y de poder, de mantenimiento de posición, de obligaciones y de seguridad
alcanzado en 1815, no fue que tuvieran saciados sus anhelos de expansión, ni que estuvieran
exhaustos por la guerra y desearan la paz. Lo que sucedía era que realmente habían aprendido
que la guerra y la expansión no podían proporcionarles paz y seguridad. Aceptaron, a veces a
regañadientes, las delicadas y dolorosas condiciones del acuerdo con el fin de conseguir
seguridad en un sistema de derechos garantizados por las leyes.
En términos de poder, el sistema estaba caracterizado por una hegemonía doble: Gran Bretaña en
el oeste de Europa y Rusia en el este; una hegemonía que resultaba tolerable porque
habitualmente era latente, inactiva; y permitía la actividad de otras esferas de influencia menores.
AI menos en la política internacional, el sistema de Viena no era una restauración. Mantenía la
mayoría de los cambios territoriales, sociales y político-constitucionales que se habían efectuado
durante los periodos revolucionario y napoleónico, y fomentaba o permitía algunos nuevos. Sólo
más tarde, a partir de 1820, predominaron las políticas de represión de los disidentes y el simple
mantenimiento del statu quo en Rusia, Austria y Prusia. Y así el mantenimiento de la paz general
siguió siendo el objetivo supremo. Las rivalidades y los objetivos conflictivos persistieron a
pesar del sistema, pero los intereses y las reglas eran diferentes. Ahora la competencia era por
esferas de interés e influencia dominadora. El mantenimiento de la paz general siguió siendo el
objetivo supremo.
Esto hizo que las reglas y procedimientos del Concierto fueran efectivos durante las décadas
posteriores a 1815 en cuanto a manejar pacíficamente los problemas y las crisis internacionales
(a menudo mediante medidas represivas y nunca sin fricciones ni rivalidades) pero sin guerras ni
ampliaciones territoriales por parte de las grandes potencias. Aquí sólo podemos resumir unos
cuantos ejemplos.
Rebeliones en España, Nápoles y el Piamonte en 1820-1821 - Tres conferencias celebradas entre
1820 y 1822 dieron como resultado que Austria consiguiera reprimir las rebeliones en Italia y
que Francia hiciera lo mismo en España.
La rebelión griega en 1821-1825 - Esta profunda rebelión y guerra étnico-religiosa contra el
dominio turco amenazaba repetidamente con ocasionar una guerra entre Rusia y Turquía, pero
Rusia se controló a si misma y, por otra parte, la diplomacia de los tratados dirigida por Gran
Bretaña y Austria consiguió alejar el peligro.
Revoluciones en las colonias americanas de España y Portugal - Todas las colonias rebeldes
consiguieron su independencia sin que se produjera una intervención extranjera, en parte porque
Gran Bretaña con su flota de guerra la impidió, pero sobre todo porque las monarquías
continentales, a pesar de su simpatía por España y de su temor a una revolución republicana, no
hicieron serios esfuerzos por intervenir.
La crisis del Oriente en 1826-1829 - La intervención de Gran Bretaña, Rusia y Francia para
salvar a los griegos de ser aplastados por Egipto, vasallo del sultán otomano, acabó
convirtiéndose en una batalla naval en la que las potencias aliadas aniquilaron a las fuerzas
egipcias y turcas. Esto desembocó en una guerra entre Rusia y Turquía, con victoria rusa y el
peligro de que el Imperio Otomano se desintegrara. En vez de esto, Rusia firmó un tratado de paz
que aumentó su influencia en Constantinopla, pero preservó el trono del sultán; los tres aliados
negociaron la creación de un reino griego independiente.
Las revoluciones de 1830 - Estas revoluciones, que comenzaron en el mes de julio en Francia y
se extendieron a los Países Bajos, Suiza, Alemania, Italia y Polonia, produjeron una cierta
cantidad de violencia, cambios políticos y constitucionales considerables y algunas crisis
internacionales, haciendo más profunda la división ideológica entre el este y el oeste. Sin
embargo, en la política internacional las potencias demostraron moderación. Finalmente
estableció y garantizó conjuntamente un reino de Bélgica independiente, con lo que llevaron la
paz, hasta 1914, a una zona que había sido durante siglos el campo de batalla de Europa.
Nuevas crisis en Oriente en el periodo 1832-1841 - Esta vez la amenaza al Imperio Otomano
vino de un ambicioso vasallo del sultán, el pacha de Egipto, y su régimen. Pero la crisis tenía en
realidad más que ver con las reglas y el liderazgo dentro del Concierto que con la política de las
potencias. Francia siempre estuvo a favor de un Concierto para defender al sultán, pero deseaba
dirigirlo en una alianza con Gran Bretaña contra Rusia que era la amenaza permanente para
Turquía. En cambio, Gran Bretaña, desconfiando de los objetivos de Francia, prefería trabajar
con Rusia, por lo que Francia reaccionó principalmente por su honor herido y su prestigio
perdido. Esta crisis pone de manifiesto tanto la estructura hegemónica doble anglo-rusa del
sistema, como la efectividad de la estrategia agrupadora del Concierto.
Otros conflictos de las décadas de 1830 y 1840 - Estos conflictos constituyen una ensalada mixta
en la que están incluidas las guerras civiles que se produjeron en España y Portugal entre los
absolutistas y los pesado-constitucionalistas, además del creciente descontento y las tensiones
cada vez más fuertes en Italia, especialmente en Roma y entre Cerdeña-Piamonte y Austria, así
como otra incipiente rebelión polaca aplastada por las potencias del este en 1840.
No obstante, decir que el sistema se mantuvo efectivo en cuanto a preservar la paz no es afirmar
que no se vio afectado o debilitado por las crisis y los cambios. La causa que habitualmente se
alega son las revoluciones de 1848 y la creciente distancia ideológica, política y económica de
los gobiernos absolutistas y los liberales constitucionales moderados (el autor mas adelante
sostiene que el conflicto ideológico no afecto la capacidad del sistema para intervenir en
problemas internacionales). Las décadas de 1830 y 1840 muestran claramente tensiones y
fricciones cada vez más serias entre las potencias. Hay que incluir como causa el modo en que
los regímenes absolutistas, cada vez más débiles y amenazados, intentaron neutralizar - más con
la represión que con reformas- las demandas de cambio político, social y económico y el ascenso
del nacionalismo.
A menudo, los historiadores equiparan el sistema de Viena (los tratados, leyes y procedimientos
para dirigir la política internacional) con el sistema de Metternich (los preceptos absolutistas para
el gobierno interno de los Estados). Esto es comprensible, ya que el canciller austríaco, el
príncipe Metternich, y sus aliados equipararon ambos sistemas, utilizando los tratados de Viena
para legitimar sus procedimientos represivos internos e internacionales. Sin embargo, no eran
ambos idénticos, ni inseparables. En general, el sistema de Viena tuvo éxito (la paz y los tratados
se mantuvieron), mientras que el sistema de Metternich finalmente salió perdedor (los intentos
conservadores de hacer retroceder el constitucionalismo, las ideas liberales, y el cambio
económico y social perdieron terreno durante las décadas de 1830 y 1840 en Francia, los Países
Bajos, Alemania, el norte de Italia, e incluso algunas partes de Austria).
Sin embargo, las políticas absolutistas acabaron socavando el sistema de Viena y la paz general,
tanto indirectamente, aumentando las presiones que fomentaban la revolución desacreditándola y
deslegitimándola en colaboración con la represión practicada por Metternich, como de manera
directa, atrofiando deliberadamente la capacidad del sistema de Viena de crecer y adaptarse a
nuevas condiciones. A partir de 1819 , Metternich y sus aliados dedicaron su atención a los
acuerdos de 1815relativos a la Confederación Germánica, Italia y Polonia y los redujeron a
meros instrumentos para mantener el status quo.
De esta manera, el propio éxito del sistema de Viena en cuanto a evitar la guerra y controlar las
crisis contribuyó a preparar el terreno para el asalto contra dicho sistema.
El sistema socavado y desbaratado, 1848-1861
A diferencia de algunas otras revoluciones, las que se extendieron en 1848 por el oeste y el
centro de Europa, desde Francia basta los Principados Rumanos, se produjeron en primer lugar
por descontentos y movimientos internos políticos sociales y económicos, no por conflictos
internacionales. Sin embargo, la política internacional desempeñó un cierto papel en sus orígenes
y uno aún mayor en su desarrollo y resultados. Un factor importante fue el NACIONALISMO,
que SE MANIFESTÓ DE DOS FORMAS DIFERENTES, buscando en ambos casos la
liberación, aunque de distintas ataduras o restricciones y con fines diferentes:
En su primera forma, el nacionalismo fue expresado por personas o lideres que afirmaban la
existencia de una identidad particular y que se indignaban por estar bajo un dominio extranjero,
reclama “derechos” nacionales (autonomía local, autogobierno, independencia total). Este tipo de
protesta nacionalista se dio en muchos lugares y situaciones diferentes: los daneses y los
alemanes en Schleswig-Holstein, los italianos en Lombardía-Venecia bajo el dominio de los
austriacos, los húngaros dentro de Austria, los checos en Bohemia-Moravia.
La otra forma de nacionalismo, expresada principalmente por una clase media comercial y
profesional que iba ascendiendo socialmente, a la que dirigían o se unían intelectuales libres y
nobles liberales, pedía la liberación con respecto a los obstáculos situados en el camino hacia la
libertad política de la nación y hacia su desarrollo social, económico y cultural, y también la
liberación con respecto al poder ejercido por gobiernos pequeños, débiles o no progresistas. Este
tipo de nacionalismo estaba presente en Francia, pero alcanzó el máximo de fuerza en Alemania
e Italia.
Los enemigos de estos dos nacionalismos eran distintos. “Liberación y unificación nacional”. La
primera amenazaba a los imperios multinacionales, en particular a Austria; la segunda apuntaba
a los pequeños Estados principescos. La primera tendía a la descentralización y la federación, la
segunda hacia la amalgamación. Por lo tanto, aunque a veces podían cooperar, lo más probable,
como corroboraron los acontecimientos, era que chocaran frontalmente. El resultado inevitable
de los movimientos de unidad nacionalista fue una desunión y un conflicto aún mayores.
Los movimientos nacionalistas afectaron la política internacional, proporcionando la
oportunidad y los medios para que los dirigentes y los gobiernos ambiciosos persiguieran
objetivos expansionistas, a menudo viejos objetivos estatistas y dinásticos, bajo nuevas
consignas revolucionarias. Tales programas “nacionalistas” y las respuestas de los gobiernos
atacados y amenazados por ellos fueron los responsables principales de las crisis y los conflictos
internacionales de 1848 y 1849. El gran peligro internacional estaba en la rivalidad Autro
prusiana y el movimiento de independencia húngaro constituyó el desafio contra Austria. El zar
Nicolas I con el objeto de mantener la hegemonía rusa en Europa Oriental hizo fracasar los
alzamiento rumanos y la revolución húngara lo que contribuyo a evitar la guerra entre Austria y
Prusia en 1848 49 por la supremacía de Alemania.
En política internacional prevaleció la política de las potencias sobre los movimientos
nacionales. Y, lo que es aún más sorprendente, la paz y el orden internacionales vencieron
temporalmente a la revolución, la ambición y la guerra. En 1850, después de numerosos
conflictos, crisis y amenazas de gran guerra, todos los tratados anteriores a 1848, las fronteras y
las instituciones internacionales quedaron intactas. Los acontecimientos de 1848 y 1849, a
diferencia de los de 1814 y 1815, trajeron una restauración del viejo orden. Lo que lo hizo
posible y explica ampliamente tanto la derrota de las revoluciones como el mantenimiento de la
paz es que todas las grandes potencias resistieron la tentación de la expansión hacia el exterior,
utilizando sus ejércitos para restablecer su autoridad en el interior. A la hora de explicar este
resultado hay que tener en cuenta, entre otras cosas, la supervivencia y el uso efectivo de algunos
elementos estructurales fundamentales del sistema de Viena para controlar las crisis, sobre todo
la cooperación hegemónica doble de Gran Bretaña y Rusia, así como la aplicación de los
métodos y principios del Concierto.
A largo plazo fue inevitable la ruptura del Concierto en la crisis del Cercano Oriente, dando
como resultado la primera guerra importante desde 1815. Sin embargo, los orígenes reales de la
GUERRA DE CRIMEA. La confrontación inicial entre Francia y Rusia tardó mucho tiempo en
desarrollarse (1851-1853) y la disputa se resolvió a favor de Rusia antes de que la crisis llegara a
adquirir gravedad. En cada una de las fases que escalaron a la guerra, se propusieron las
soluciones del Concierto Europeo, generalmente orquestadas por Austria. En este marco
Napoleón III se arriesgó a ganar prestigio y estableció una alianza con Gran Bretaña para
disfrutar de seguridad y liderazgo en Europa (No entiendo bien como?? Rompiendo la alianza
autro rusa???) y en Gran Bretaña el Gobierno dividido y debilitado, con presiones rusófobas del
Parlamento y la opinión publica. Los dos factores fundamentales se originaron por decisiones
políticas básicas adoptadas en Rusia y Gran Bretaña, basadas todas ellas en cálculos erróneos. La
crisis surgió porque Rusia intentó forzar al gobierno turco para que reconociera formalmente la
preeminencia rusa en Constantinopla, suponiendo que esto no produciría ninguna reacción fuerte
en Europa. El conflicto ruso-otomano evolucionó hasta convertirse en una guerra importante
porque el gobierno británico decidió en varios momentos después de julio de 1853 no permitir a
Rusia una retirada honorable cubriéndose con el Concierto, sabiendo que era esto lo que Rusia
intentaba. La guerra, cuyos combates se desarrollaron principalmente en la península de Crimea
porque Gran Bretaña y Francia no podían tocar a Rusia con efectividad en otro sitio, reveló la
debilidad e ineficiencia militar de todos los contendientes, especialmente de Rusia y Gran
Bretaña. Las bajas, aunque muy cuantiosas sobre todo para Rusia, fueron causadas por el clima,
la enfermedad y los problemas logísticos, más que por la batalla. El acuerdo alcanzado en el
Congreso de Paris en la primavera de 1856 reflejaba la limitada victoria de los aliados. No
obstante, salvo Francia, que ganó laureles militares y prestigio internacional, ninguno de los
protagonistas del conflicto se benefició de la guerra.
La crisis surgió porque Rusia intento forzar al gob. turco a que reconociera la preeminencia rusa
en Constantinopla y evolucionó porque Gran Bretaña no le permitió a GB una salida honorable y
cubrirse en el Concierto infringiéndole así una humillante derrota política debilitando así su
posición en Europa y Medio Oriente. Esto perseguía el objeto de frenar a Rusia y hacerla
retroceder. Esto demostró la debilidad militar de todos los contendientes, ya que GB y Francia no
podían tocar a Rusia con efectividad en otro sitio. Rusia, en el Acuerdo alcanzado en el
Congreso de París primavera de 1856, reflejaba limitada victoria de los aliados, Rusia renunció a
sus derechos especiales con respecto al Imperio Otomano, establecidos en un tratado y tuvo que
ceder una pequeña parte
del sur de Besarabia a Turquía y aceptar la neutralización del mar Negro,
un doble golpe a su prestigio, su soberanía y su seguridad.
Rusia se unía a Francia para fomentar los movimientos independentistas en los Balcanes. La
Guerra socavó el Concierto y fue una amenaza para Austria que tenia una línea de no beligencia.
Austria (monarquía de los Habsburgo) fracasó en el intento de reconstruir el Concierto ya que
en un Conferencia de Paz en Viena en el 1855 había querido ayudar a Francia a forzar a Rusia a
que reconociera la derrota y las condiciones humillantes producto de lo cual consiguió que Rusia
se convirtiera en su enemigo.
Pero el fracaso de Concierto estuvo dado porque sobre una base conservadora sin una idea clara
por parte de las potencias, al haber derrotado a la Rusia autocrática, oportunidad de dirigir a
Europa por la senda Liberal en lo relativo al comercio, las cuestiones nacionalistas, la reforma
constitucional. Paso el momento liberal 1853-1856, dejando el terreno libre a los practicantes de
la Realpolitik
Sin embargo, el principal impacto de la guerra, que constituyo un punto de inflexión en la
política internacional, lo recibió Europa central, especialmente afectada de una manera global.
Austria y el Concierto Europeo perdieron; Prusia y Cerdeña-Piamonte ganaron. La guerra, que
Austria había intentado evitar desesperadamente, socavó el Concierto y resulto una amenaza para
Austria, un imperio que dependía de una manera especial de las sanciones y el apoyo
internacionales. Los logros de la política austriaca durante la guerra resultaron aun peores. Todos
fueron castillos en el aire, por supuesto. La monarquía de los Habsburgo, neoabsolutista,
tambaleante desde el punto de vista de las finanzas, con una gran inestabilidad social en Hungría
y Lombardía-Venecia, y con problemas no resueltos en otros lugares, no tenia ni el poder, ni la
credibilidad necesarias para mantener una posición de liderazgo. El programa que proponía
ignoraba las presiones liberales y nacionales, así como la necesidad de cambios; subordinaba
todo a la necesidad que tenía Austria de tranquilidad en el exterior, y pasaba por alto lo
inadecuadas que eran Gran Bretaña y Francia para ser unos socios fiables de Austria.
Los británicos se concentraron en los negocios, el imperio, la política interna, y el mantenimiento
del equilibrio de poder en el continente, a partir de entonces principalmente en contra de Francia.
Las ideas de Napoleón III sobre la reconstrucción de Europa eran vagas y ligadas a sus
ambiciones dinásticas. De esta manera, el momento liberal pasó, dejando el terreno libre a los
practicantes de la Realpolitik.
Italia suponía una amenaza estratégica mayor en el sentido de la política de fuerzas. La derrota
de Austria en 1849 no había hecho más que exacerbar la rivalidad. Su nuevo rey Víctor Manuel
II y el destacado estadista conde de Cavour continuaron con la guerra fría contra Austria y se
prepararon para otra más caliente, utilizando la causa nacional italiana principalmente para sus
fines particulares -gloria militar y dinástica, expansión territorial, expulsión de Austria fuera de
Italia y, si era posible, su destrucción, y la victoria para las fuerzas constitucionales liberal-
conservadoras dirigidas por los piamonteses sobre las fuerzas revolucionarias democráticas y
republicanas en el Risorgimento italiano-. Los esfuerzos de Cavour por iniciar una guerra contra
Austria con apoyo británico y francés habían fracasado, pero en 1859 había conseguido llegar
lejos (Cerdeña territorio líder en le progreso comercial, fiscal y constitucional, además había
logrado absorber el movimiento nacionalista burgués) y lograba presentar a Austria como
potencia agresora. Tras incitar a Austria a romper relaciones, Cavour acordó secretamente con
Napoleón III en 1858 guerra contra Austria con el fin de expulsarla de Italia, lograr expansión de
Cerdeña y reconstruir Italia con criterio federal bajo la influencia francesa (Alianza defensiva
1858). Gran Bretaña y Francia se ofrecieron a mediar en la crisis italaina, Francia contraataco
consiguiendo que Rusia convocara a un congreso general con el objetivo de aislar a Austria.
Estos al darse cuenta exigieron que se desmovilizara Cerdeña, Napoleón III Temiendo el
aislamiento, decidió a mediados de abril manifestar su acuerdo y presionó a Cerdeña para que
aceptara esta humillación. Cavour, al borde de la desesperación, pensaba ya en rendirse y
descubrir el complot cuando, de repente, se vio salvado por un ultimátum austriaco que pedía la
inmediata desmovilización de Cerdeña. Cavour ignoró el ultimátum, Austria declaró la guerra,
Francia hizo honor a su compromiso dentro de la alianza, Gran Bretaña y Prusia condenaron a
Austria como agresora y se retiraron a la neutralidad. Y así Cavour tuvo su guerra. Los
acontecimientos de 1859-1860 no aportaron una solución definitiva para Italia. Austria seguía
poseyendo Venecia, el Papa y los Borbones todavía gobernaban en Roma y Nápoles, y tanto
Napoleón III como los austriacos albergaban secretas esperanzas de alterar el resultado de
distintas maneras. El calculo erróneo de Austria de consecuencias fatales por arrogancia moral se
debió a la convicción de que se vería apoyada por el orden europeo por considerar adecuados los
derechos legales de este contra los ataques revolucionarios.
Se necesitaba un tipo diferente de patriota italiano aventurero -Giuseppe Garibaldi, el más
grande de todos los luchadores por la libertad que hubo en el siglo XIX- para iniciar el siguiente
acto de la unificación italiana, un acto que Cavour asumiría, aprovecharía y terminaría. Su
objetivo era realmente ir a Roma, derrocar al Papa y fundar una Italia unida y democrática sobre
la que pudiera reinar Víctor Manuel. La oportunidad que se le presentaba así a Cavour, que había
intentado secretamente frenar a Garibaldi al tiempo que fingía apoyarle, tenía como
inconveniente el hecho de que era arriesgada y peligrosa.
Sin embargo, desde un punto: de vista internacional, estos sucesos hicieron menos por
reorganizar Europa sobre una nueva base nacional que por adelantar la destrucción del viejo
orden europeo sin establecer uno nuevo. Tres razones precipitaron esta situación. En primer
lugar, Italia estaba incompleta (faltaban Venecia y Roma), tendría todavía ambiciones
irredentistas, incluso después de satisfacer estas y, dado que era una ambiciosa gran potencia en
ciernes, seguiría siendo un factor desestabilizador incalculable dentro de la política europea. En
segundo lugar, Francia se encontraba en ese momento aislada y Napoleón III estaba
desacreditado como líder y gestor del sistema, mientras que las viejas rivalidades se habían
agravado en vez de suavizarse (Austria e Italia, Austria y Francia, Gran Bretaña y Francia,
Austria y Prusia). Finalmente, las iniciativas de Cavour para unir Italia, aunque estuvieran
justificadas por el peligro y la necesidad, eran tan carentes de escrúpulos como para socavar
cualquier código estable de conducta internacional y cualquier sistema de control mutuo, salvo
aquellos a los que se renunciara con convencimiento por el futuro que ni Cavour, que falleció a
mediados de 1861, ni sus sucesores harían o podrían hacer.
La creación de Prusia-Alemania, 1862 -1871
El Segundo Reich alemán no se unificó desde abajo, sino que Prusia lo creó desde arriba
mediante guerras que apartaron a Austria de los territorios alemanes, destruyeron la
Confederación Germánica, e incorporaron sus territorios no austriacos a un imperio dominado
por Prusia.
El hecho de que el arquitecto de la unificación alemana, el conde Bismarck, fuera nombrado
Primer Ministro de Prusia en 1862 durante una crisis constitucional que enfrentaba al rey, el
ejército y el ministerio con la mayoría liberal en la cámara baja prusiana demuestra que existía
en este proceso una estrecha conexión entre la política exterior y la interior. Los motivos de
Bismarck para buscar y utilizar el poder fueron sobre todo internacionales. Durante años había
abogado por ampliar el territorio y el poder de Prusia para satisfacer las grandes necesidades y el
protagonismo de su país como gran potencia. Era casi seguro que este programa revolucionario
requería una guerra, como el mismo Bismarck reconoció. Sin embargo, no se puede decir
simplemente, “Bismarck inició tres guerras para unificar Alemania”. Siempre intentó, primero, y
durante el mayor tiempo posible, otros procedimientos. Técnicamente Prusia no fue el país
agresor en ninguna de las guerras. Además, su objetivo principal fue siempre fortalecer a Prusia
y nunca unificar toda Alemania. La razón por la que se cuenta la historia tomándole a el como
centro no es que controlara los acontecimientos, sino que demostró una extraordinaria habilidad
para aprovecharlos con éxito.
Schleswig-Holstein 1863: Su primera gran oportunidad surgió de un choque que se
produjo en 1863 entre Dinamarca y la Confederación Germánica a propósito de Schleswig-
Holstein. Debido a que el gobierno danés violó el Protocolo de Londres firmado por las cinco
potencias en 1852, se desencadenó este conflicto, que condujo a una confrontación armada.
Aunque era complicada, se trataba de una disputa del tipo de las que el Concierto Europeo ya
había resuelto con anterioridad, por lo que se acordó celebrar otra conferencia de Londres para
resolverlo. Pero Gran Bretaña y Rusia, las principales protectoras de Dinamarca, eran rivales en
aquel momento y estaban distraídas con otros problemas. Gran Bretaña principalmente con
Norteamérica y Rusia con otra rebelión polaca. El oportunismo de Napoleón III y la negativa
danesa a restablecer el statu quo ante legal obstruyeron la aplicación de una solución
diplomática. A Bismarck no le importaba en absoluto la disputa legal, ni la causa nacional
alemana (de hecho, consideraba que la solución en este contexto era una amenaza para los
intereses prusianos), pero vio una oportunidad de conseguir algo para Prusia, de frustrar el
intento de los nacionalistas liberales alemanes de convertir Schleswig-Holstein en un nuevo
Estado alemán del norte, de comprometer y cazar en una trampa a Austria, y también de
apuntalar su propia posición en el cargo, que estaba amenazada. Persuadió a Austria para que se
uniera a Prusia en una intervención para zanjar el problema desde su posición de grandes
potencias europeas. Ambas potencias exigieron que Dinamarca restableciera el statu quo legal y,
ante su negativa, enviaron un ejército combinado para apartar del conflicto a las tropas federales
alemanas, primero ocupando los dos ducados y luego invadiendo Dinamarca. Austria y Prusia
consiguieron la victoria. Consiguiendo mediante el tratado de paz la posesión de los territorios en
común.
La cuestión de la posesión de Schleswig-Holstein se convirtió en el medio utilizado por
Bismarck para resolver un tema más importante, la cuestión alemana, engañando, arrastrando o
forzando a Austria a abandonar Alemania en su totalidad o en su mayor parte, o, si era necesario,
a luchar para decidir quien era el amo. Los acontecimientos que se produjeron durante los dos
años siguientes, en los que la ultima alternativa se hizo realidad.
Otra complicación añadida fue que el objetivo de Bismarck no era como el de Cavour,
relativamente sencillo –conseguir aliados, iniciar una guerra, hacerla tan generalizada como
fuera posible, y confiar en obtener un resultado favorable-, sino que consistía en ir a la guerra
sólo si era necesario, mantenerla limitada, evitar intervenciones exteriores y controlar el
resultado. La Confederación Germánica no pudo actuar de manera efectiva porque los estado
menores estaban desunidos. Su éxito, aunque demostrara siempre habilidad, paciencia y talento
para desempeñar el papel de la parte ofendida, dependía en última instancia de que las
circunstancias fueran favorables. Napoleón III, a pesar de ser anti austriaco y estar preocupado
por el tema de Italia, tenía confianza en que Francia se beneficiaria de una guerra austro-
prusiana. Rusia, también anti austriaca y preocupada por la advertencia de Bismarck de que si él
caía tornaría el poder un ministro liberal anti-ruso permaneció neutral. Italia se uniría a cualquier
guerra contra Austria para conseguir territorios, aunque temía caer en la trampa de verse
luchando sola. Los británicos preferían la paz, pero tenían otras preocupaciones en ultramar y les
preocupaba sobre todo la expansión francesa. Austria, después de fracasar en su intento de
obtener ayuda prusiana para recuperar Lombarda a cambio de Schleswig-Holstein, volvió a caer
en una política de defensa y pasiva, intentando sin éxito reunir los apoyos alemán y europeo en
contra de la revolución blanca de Bismarck. Por lo tanto, los obstáculos más serios a los que
Bismarck se enfrentó en el camino hacia la confrontación fueron internos: superar los escrúpulos
del rey y de otros con respecto a una “guerra civil en Alemania”, y los problemas fiscales por la
lucha en el parlamento sobre el presupuesto.
Estos hechos influyeron para que Bismarck acordara una tregua con Austria en agosto de 1865.
En febrero de 1866, el rey estaba convencido de la necesidad de una guerra y en abril Prusia
llegó a un acuerdo: de ofensiva a corto plazo con Italia, amenazando así a Austria con una guerra
en dos frentes y asegurándose de que, al menos al principio, Francia no intervendría. En seguida
se demostró que la guerra resultaba un desastre para Austria y sus aliados alemanes. La
superioridad de Prusia en cuanto a movilización, adiestramiento, tácticas y estrategia, y algunas
armas pesaron mucho más que la superioridad de Austria en cuanto a artillería y caballería. En
Sadowa (Koniggratz) a principios de julio el ejército prusiano aplastó a la parte más importante
del ejército austríaco. Bismarck acordó rápidamente un tregua, haciendo la paz con Austria con
condiciones asombrosamente moderadas, Austria no sufrió perdidas territoriales, pero tuvo que
aceptar la disolución de la Confederación, incluidas las anexiones prusianas en el norte de
Alemania, y una Confederación Germánica del Norte dirigida por Prusia. De este acuerdo se ha
dicho a menudo que ponía fin a la guerra por la supremacía en Alemania; que fue un golpe de
suerte para Austria, ya que le ofrecía un nuevo plaza de vida cuando parecía que le estaba
llegando su ultima hora; que se podría considerar como un paso provisional en el camino hacia la
unificación de Alemania; y que fue el preludio de la siguiente guerra probable o inevitable con
Francia.
La guerra de 1866 convirtió a Prusia en la dueña de Alemania y en una gran potencia con
liderazgo en Europa. En cuanto al segundo veredicto, la forma en que Bismarck trató a Austria
fue realista, pero muy poco generosa. Tomó todo lo que quiso, siendo consciente de que
apoderarse de algo más habría sido poner en peligro sus verdaderos objetivos. Ciertamente
deseaba que Austria sobreviviera , sin embargo, no como un futuro aliado (eso es un mito), sino
como un Estado extranjero derrotado y vulnerable al que se podría utilizar para tener sujeto el
sudeste de Europa y para mantener a nueve millones de católicos austro-alemanes fuera de una
Alemania predominantemente protestante y controlada por Prusia. Además, Bismarck siempre
reconoció el hecho obvio de que la disolución de Austria tendría consecuencias revolucionarias
para Alemania y Europa, haciendo que la posición de Prusia entre Francia y Rusia fuera aun más
peligrosa y que la idea de una Alemania mayor fuera un mal sueño no prusiano. La
Confederación Germánica del Norte se mantuvo deliberadamente provisional de tal forma que
los Estados alemanes del sur pudieran entrar en ella con facilidad. Habiendo desaparecido la
razón de su existencia (Italia y Alemania) las razones para su existencia eran de política de
seguridad. Austria se convirtió en una doble monarquía Austro Húngara proporcionando alivio a
la cuestión húngara el otro peligroso problema eran los autro alemanes que miraban Berlín.
En este contexto, la marea del nacionalismo alemán hacia irreversible el proceso de unificación
Alemana por lo que el status quo de 1966 parecía insostenible. Gran Bretaña, Rusia y Austria
deseaban mantener el status quo y Alemania evitar mas guerras
La crisis que condujo a la guerra franco- alemana se produjo en julio de 1870, siendo de reseñar
especialmente la campaña de Bismarck para colocar a un príncipe Hohenzollern en el trono
vacante de España, asunto que parece muy artificioso si se compara con su política habitual. Su
plan en este caso implicaba numerosos riesgos incontrolables y prácticamente estaba abocado a
explotarle en la cara, como al final sucedió. Aunque sus motivos exactos no pueden determinarse
con certeza, una hipótesis inteligente es que, al igual que Cavour en 1860, Bismarck se estaba
arriesgando no tanto por ganar un premio, la unificación con el sur de Alemania, sino más bien
por alejar la posibilidad de una pérdida, la posible deserción de Baviera al bando austro-francés,
lo cual habría pospuesto indefinidamente la unificación, le habría supuesto una grave derrota
política. El fracaso de su maniobra en España, seguida de la denuncia de dicha maniobra por
parte de Francia, generó una crisis europea y Bismarck se vio amenazado por la humillación
pública y una posible expulsión de su cargo. Se libró utilizando la respuesta absurdamente
agresiva de Francia para inflamar el orgullo nacional francés y el honor nacional alemán,
consiguiendo que ambos sentimientos se enfrentaran entre si. Cuando Francia agravó su
imprudencia siendo la primera en declarar la guerra, los indecisos gobiernos del sur de Alemania
se vieron arrastrados a la guerra por la marea nacionalista.
Esta guerra, aunque más sangrienta, fue inicialmente tan unilateral como la de 1866. La falta de
preparación y la confusión estratégica del ejército francés. Como resultado a principios de
septiembre la derrota, captura o inmovilización de los tres principales ejércitos franceses. Esto no
consiguió terminar la guerra porque Napoleón III, capturado con uno de los ejércitos en Sedan,
fue derrocado por una revolución que se llevó a cabo en Paris; se estableció una República
Provisional, se reclutaron nuevas tropas y se utilizaron tácticas guerrilleras para liberar el suelo
francés. Bismarck negoció con los Estados del sur de Alemania, especialmente con Baviera, la
constitución de un nuevo Reich alemán federal que posibilitaría a Guillermo II ser proclamado
emperador de Alemania en Versalles, a mediados de enero de 1871. Una tregua franco-alemana
a finales de enero permitió que el gobierno provisional francés aplastara un levantamiento de la
Comuna de Paris; el tratado final de paz se firmó en mayo. Para lo que se estilaba en el siglo 19
fue una paz con condiciones duras, que imponía a Francia el pago de una fuerte indemnización y
la pérdida de Alsacia y parte de Lorena, antiguos territorios del Reich alemán adquiridos durante
los siglos 17 y 18. Frecuentemente se considera que la guerra de 1870-1871 tuvo como
consecuencia que la hegemonía de Alemania sustituyera a la de Francia en Europa y que se
creara una duradera enemistad a causa de la anexión de Alsacia y Lorena.
Algunas aclaraciones son que posiblemente, salvo un breve periodo, entre 1856 y 1859, Francia
no había sido una potencia hegemónica en Europa desde 1812, y Alemania tuvo, como mucho,
una insegura media hegemonía después de 1870. En cuanto a Alsacia y Lorena, aunque siguió
siendo una herida abierta (sin embargo, para 1914 ya se estaba cerrando lentamente) y
obstaculizaba cualquier, cercamiento real entre Francia y Alemania, este problema nunca
constituyó el principal motivo del alejamiento entre ambos países.
El autentico problema, creado en 1870 y que duraría hasta la década de 1950, fue la inseguridad
de Francia frente a Alemania. Ni siquiera la devolución de Alsacia y Lorena, como se
demostraría durante el periodo 1919-1939, podría resolver esta cuestión. Así pues, la
desaparición de los estados independientes del sur de Alemania fue uno de los cambios más
importantes que se produjeron en 1870-1871 dentro del sistema europeo.
Alemania necesitaba una frontera defensiva mejor, 1870-1871 creó un clásico dilema de
seguridad. Alsacia y Lorena eran meros símbolos de la inseguridad y la acentuaron aún más.
Teóricamente el dilema de la seguridad se podría haber resuelto de tres maneras diferentes. ( 1-
Francia, al igual que Austria, después de 1871 podía haber renunciado a intentar conseguir
seguridad frente a Alemania, y haberse apoyado en Alemania buscando protección. 2- Francia y
Alemania se podían haber integrado económica y políticamente pero las condiciones políticas y
económicas para hacerlo no surgirían hasta la década de 1950. 3- la amenaza militar mutua
podría haberse mantenido controlable estableciendo de forma duradera una paridad aproximada
entre las capacidades militares de ambas potencias, limitándolas a una estrecha frontera común y
preservando una gran zona como parachoques)
Así pues, la desaparición de los estados independientes del sur de Alemania fue uno de los
cambios más importantes que se produjeron en 1870-1871 dentro del sistema europeo.
La victoria de 1871, por el contrario, dio a Alemania un poder mayor que el que sus vecinos
podían soportar cómodamente y ninguna misión europea para que estuviera claro que pudiera
utilizarlo. Esto condujo a los demás a temer ese poder y a intentar apropiárselo para sus propios
objetivos, creando así precisamente las complicadas marañas que Bismarck había intentado
evitar. El propio Bismarck se burlaba de la idea de una misión europea, pero más tarde llegó a
lamentar la anexión de Alsacia y Lorena, y a abrigar dudas sobre la solidez interna del Reich que
el mismo había creado. Cuando se convenció, sobre todo por las dificultades para hacer la paz en
1871, de que Alemania había ido todo lo lejos que podía atreverse a ir, dio un viraje a los
intereses de Alemania en el sentido de dedicarse meramente a hacer que el nuevo sistema
funcionara.
El sistema de Bismarck en funcionamiento, 1871-1890
El primer recurso de Bismarck para mantener a Francia aislada y a Alemania y Europa en paz
fue resucitar el espíritu de la solidaridad monárquica conservadora, fomentando una entente entre
Austria, Hungría y Rusia, y luego uniéndose a ella para formarla Liga de los Tres Emperadores
(1872- 1873). Pero esta liga resultó ser tan débil como un hilo de araña. Entre 1875 y 1878 se
produjo una crisis más grave en Europa, la “Crisis Oriental”, que destruiría la Liga de los Tres
Emperadores, obligando a Bismarck a adoptar una nueva estrategia: apartar de Alemania las
rivalidades europeas desplazándolas hacia la periferia, asumiendo Alemania el papel de
controlarlas y resolverlas.
Esta vez la rebelión comenzó en Bosnia-Herzegovina en 1875. Después de más fracasos en los
intentos de lograr una solución para el Concierto Europeo, a principios de 1877 Rusia elaboró un
tratado más amplio en el que Austria daba su consentimiento para una guerra de Rusia contra
Turquía cuya finalidad seria liberar los Balcanes orientales, siempre y cuando la propia Rusia no
se anexionara ningún territorio importante, no establecería ningún Estado satélite, y entregara
Bosnia a Austria como compensación. Las condiciones y concesiones casi hacían que el negocio
no valiera la pena, pero la frustración acumulada empujó a Rusia a declarar la guerra en abril de
1877. Sin embargo, se produjo una crisis mucho peor en marzo cuando Rusia firmó un tratado de
paz con el Sultán en San Stefano que: violaba flagrantemente sus acuerdos con Austria-Hungría.
Por primera vez, Austria-Hungría se unió con Gran Bretaña para enfrentarse a Rusia·; dado que
se encontraba exhausta militar y financieramente, Rusia se enfrentó a una guerra que
probablemente no podía ganar.
Rusia, que necesitaba retirarse, se aferró a la oferta de Bismarck para contribuir a que se revisara
el tratado en un Congreso Europeo. Ante la insistencia de Bismarck, Rusia y Gran Bretaña
establecieron un acuerdo preliminar para asegurarse el éxito. Sobre esta base, el Congreso de
Berlín - el más esplendido desde el de Viena- se reunió entre junio y julio. Después de duras
negociaciones, se llegó a acuerdos sobre las cuestiones cruciales. El Tratado del Congreso de
Berlín resultaba práctico precisamente porque consistía en una serie de pasos intermedios y
compromisos que satisfacían a pocos por completo, pero que dejaban la puerta abierta a
modificaciones posteriores.
De esta crisis y el posterior acuerdo surgen dos lecciones prácticas: el sistema europeo requería
un gestor - es imposible decir como se podría haber evitado la guerra sin dicho gestor. El
hundimiento de la Liga de los Tres Emperadores durante esta crisis, y las tensas relaciones con
Rusia que surgieron a partir de estos hechos, impulsaron a Bismarck a subir un escalón más en
su búsqueda de credenciales de gestor, desde la solidaridad monárquica de 1871-1875 y la
mediación honesta de 1875-1878, hasta el control de las alianzas. Después de exacerbar
deliberadamente la disputa con Rusia para convencer al káiser Guillermo de que era necesaria
una alianza con Austria-Hungría, Bismarck concertó en 1879 la alianza defensiva que el
gobierno austriaco había buscado durante largo tiempo. Sin embargo, no tardó en utilizarla para
obligar a Austria a establecer de nuevo un pacto no deseado con Rusia y Alemania a través de la
Alianza de los Tres Emperadores de 1881. Entretanto, Bismarck se aprovecho de la rivalidad
anglo-francesa en África para mejorar sus relaciones con Francia, y mantuvo unas relaciones
razonablemente buenas con Gran Bretaña, a pesar de una caustica disputa surgida a raíz de la
entrada de Alemania en la carrera colonial africana en 1884. Este sistema de alianzas restrictivas
limitadas dio a Alemania aparentemente un gran control de la política europea con escaso peligro
y pocos compromisos. Sin embargo, era un sistema complicado, enmarañado y frágil, como
demostraría la siguiente crisis por la cuestión de Bulgaria en 1884-1887.
La combinación que Bismarck ideó en 1887 fue la más elaborada y artificial de todas. Fomentó
un acuerdo anglo-italiano para el mantenimiento del statu quo en el Mediterráneo oriental, al que
Austria se sumó posteriormente. Esto sirvió para atraer a Gran Bretaña, dar confianza a Austria e
Italia, y frenar a Francia. La renovación de la Triple Alianza sirvió para los mismos fines. Un
acuerdo entre las mismas tres potencias para trabajar por el statu quo en el Cercano Oriente
sirvió para que Gran Bretaña se acercara a Austria tanto como podría hacerlo mediante un
compromiso para resistir a un avance ruso en los Balcanes. Pero, anteriormente, Bismarck había
concertado un tratado secreto de seguridad con Rusia, prometiéndole la neutralidad alemana si
Austria la atacaba, y apoyo alemán a los intereses y objetivos rusos en Bulgaria y en los
Estrechos.
Esto era un sistema de antagonismos equilibrados- considerando que estos eran la esencia de la
política internacional- no estaba equilibrando antagonismos existentes sino que promovía
políticas antagónicas con el fin de equilibrarlas y conseguir que Alemania continuara siendo el
arbitro.
Aunque el tratado de seguridad no violaba técnicamente los compromisos adquiridos por
Alemania en la Doble Alianza, si que dejaba una cierta incertidumbre en ambas partes con
respecto a que lado apoyaría Alemania si estallaba una guerra. Lo que esta claro es que este
acuerdo, hecho con habilidad de malabarista, preservó la paz. No se pudo evitar un posterior
debilitamiento de la paz en 1888-1889 y un acercamiento gradual entre Rusia y Francia.
Contribuyeron a esto la intensa competencia económica en las últimas etapas de la llamada Gran
Depresión (1873-1896)y una guerra de aranceles entre Rusia y Alemania. La caída de Bismarck
en marzo de 1890 en una lucha de poderes con el nuevo y voluble emperador de Alemania
Guillermo II, la mayor parte del espacio destinado a maniobrar en asuntos de política extranjera,
así como el apoyo interno, habían desaparecido.
Imperialismo y política mundial, 1890-1907:
Los resultados iniciales después de la caída de Bismarck y de la «Nueva Vía» de Napoleón III,
aunque fueron dramáticos, no parecían peligrosos. La abrupta decisión de Alemania de no
renovar el tratado de seguridad con Rusia condujo en 1891-1894 a una alianza defensiva franco-
rusa contra Alemania y Austria - un punto de inflexión importante dentro del sistema. Pero
también un aparente retorno a la normalidad que restauraba el equilibrio de poder en Europa-.
Además, la alianza ejerció al principio más presión sobre Gran Bretaña, principal rival imperial
de Rusia y Francia, que sobre las potencias germánicas, ya que la novedad más importante de la
década de 1890 fue que el escenario central de la política internacional se desplazó a un
escenario mundial más amplio y a un camino más difícil que ya se estaba trazando sobre dicho
escenario mundial: el "nuevo imperialismo".
En primer lugar hay que decir que el "nuevo imperialismo” no era nuevo, sino una aceleración,
después de un periodo más lento desde 1815 hasta aproximadamente 1870, de una pauta de
penetración occidental y de dominio o conquista parcial de diferentes zonas del mundo no
europeo que había comenzado en el siglo quince. El "nuevo imperialismo” aceleró el proceso,
absorbió nuevas áreas (la mayor parte de África, zonas del este y el sudeste de Asia, y el suroeste
del Pacifico), introdujo nuevos actores (Alemania, Italia, Estados Unidos, Japón, el rey Leopoldo
II de Bélgica) y dio nuevas energías a otros más antiguos (Gran Bretaña, Francia, Rusia, España,
Portugal, y los Países Bajos).
En cuanto a: ¿Por qué? Porque en aquella época decayeron o desaparecieron ciertas barreras
políticas, económicas, comerciales y, sobre todo, científicas, técnicas, medicas y militares) que
restringían la penetración y la expansión europeas. En lo relativo a las causas, todas las
explicaciones positivas (estrategia militar y política, competencia entre las grandes potencias
europeas, el arrastre de la periferia, el hundimiento de los regímenes y de las sociedades
tradicionales, el empuje de los imperialismos locales, los hombres destinados a lugares
concretos, las fronteras turbulentas, el peso y el destino evidente del hombre blanco, el racismo,
la lucha par los mercados, las pautas de desarrollo económico y de la competencia en Europa, el
imperialismo como pararrayos para las energías europeas, y otras son ciertas) se refieren a
distintos aspectos; ninguna respuesta es la única o la principal.
Aquí hemos de centrarnos en lo que el imperialismo hizo dentro del sistema internacional y
como influyó en dicho sistema. En primer lugar y por encima de todo, al menos durante dos o
tres décadas, actuó como una válvula de seguridad. Así como la emigración en masa desde
Europa, principalmente al Nuevo Mundo, ayudó a prevenir la revolución social y política en el
siglo 19, también el “nuevo imperialismo” contribuyó a que el sistema bismarckiano y el post-
bismarckiano siguieran funcionando sin guerras generalizadas. El segundo impacto, y en
definitiva el más importante, fue que contribuyó a que el sistema fuera imposible de controlar y
a hacer que la guerra generalizada fuera probable, cuando no inevitable. Esto se explica
analizando las dos fases del imperialismo y por que afectaron a la política internacional del modo
en que la afectaron (crisis particulares y cambios en los alineamientos europeos), El
imperialismo sirvió inicialmente de válvula de seguridad porque desde el principio de la década
de 1870 hasta la mitad de la década de 1890, o más tarde, no supuso tanto una lucha entre
diferentes Estados por conseguir territorios críticos y posiciones de poder decisivas, como una
caza de trofeos. Las razones del impacto destructivo final del imperialismo son numerosas y
complejas.
1. La competencia entre los Estados aumentaba inevitablemente a medida que el valor de los
trofeos disminuía.
2. Incluso los acuerdos originalmente amistosos y los arreglos compartidos solían
romperse y provocaban crisis y confrontaciones.
3. A medida que se expandía la actividad imperialista, incluso la actividad comercial o
política ordinaria de un Estado en una zona no reclamada se convertía para otra
potencia en una amenaza contra sus derechos, intereses y seguridad.
4. Lo más importante, el «nuevo imperialismo» se combinaba con otras tendencias de
finales del siglo XIX en la economía, la ciencia y la tecnología, las comunicaciones, y el
arte de la guerra, para hacer que la política a nivel mundial fuera la ideología y la
estrategia dominantes en la política internacional. Se pensaba que la supervivencia, la
seguridad y la prosperidad de los Estados en el siglo XX dependían de asegurarse una
posición en el contexto mundial,
La política mundial (Weltpolitik), de la que a menudo se habla como si concerniera sólo o
especialmente a Alemania, era en realidad casi universal. El enorme crecimiento territorial del
Imperio Británico antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial reflejaba su política
mundial - la expansión del imperio formal con el fin de mantener su antigua supremacía informal
que en aquel momento sufría el desafío de Rusia, Estados Unidos, Francia, Alemania, e incluso
Japón-. Asi pues, el "nuevo imperialismo", que comenzó como una pelea relativamente segura
(para Europa) por conseguir trofeos fuera de Europa, se convirtió en una lucha mortal por el
poder mundial y por una posición central en la política europea. La política mundial de Alemania
llegó a ser la más importante, no porque actuara de un modo especialmente desconsiderado o
agresivo (al menos hasta 1914 fue más cautelosa que la mayoría de las otras) sino porque su
intento de competir con Gran Bretaña, Estados Unidos y Rusia por una posición mundial estaba
condenado al fracaso.
Para comprender sus resultados es necesario examinar brevemente tres crisis del imperialismo y
como afectaron estas a las alineaciones europeas:
La primera, y la menos importante, fue el incidente de Fachoda, una confrontación anglo-
francesa a propósito de Sudan en 1898. Los británicos llegaron a Fachoda, en el sur del Sudan,
como continuación de una conquista militar de Sudán desde Egipto, ocupado en 1882; los
franceses lo habían ocupado primero desde el oeste de Sudan y África Occidental. El resultado,
una humillante retirada de los franceses, tuvo principalmente dos efectos en la política europea.
No consiguió, como se ha dicho a menudo, preparar el camino para una entente colonial y
políticamente los británicos y los franceses (de hecho, la retraso), pero obligó a los franceses a
reconocer finalmente que, si deseaban el entendimiento con Gran Bretaña, tendría que ser
acatando las condiciones de los británicos. Al mismo tiempo, la amenaza directa de guerra
europea entre las grandes potencias por una cuestión colonial hizo subir la temperatura y el
interés por entrar en una competición colonial y mundial.
Los orígenes de la segunda crisis, la segunda Guerra Anglo-Bóer de 1899-1902, se
remontan a épocas muy anteriores, a la conquista de la colonia holandesa de El Cabo
durante las guerras napoleónicas', y al enfrentamiento político y cultural anglo-bóer que
se desarrolló a continuación. De todas formas, independientemente de cómo se
expliquen'. los orígenes inmediatos de la guerra de 1896-1899, la causa principal fue
suficientemente clara: la decisión de las Repúblicas Bóer de mantener su independencia
(eran prácticamente independientes) contra la decisión de Gran Bretaña de mantener su
supremacía exclusiva en Sudáfrica. La presión política y militar británica indujo a los
Boers a iniciar la lucha, pero no hicieron más que anticiparse a los británicos. La guerra,
aunque tuvo elevados costes para Gran Bretaña tanto militar como políticamente (era mal
vista x la opinión publica), terminó con la victoria británica y el mantenimiento de su
supremacía - durante cierto tiempo -. Paradójicamente, cuando se formó la Unión
Sudafricana en 1910, se produjo la autentica dominación bóer de toda Sudáfrica,
precisamente lo que se suponía que la guerra iba a evitar, con consecuencias que han
llegado hasta los tiempos actuales.
La última crisis, la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905, tuvo efectos importantes, que
nos resulta imposible discutir aquí, en la historia de Rusia, Japón, China y Corea, en el
surgimiento de movimientos anti-occidentales en Asia y otros lugares, en el desarrollo de
la guerra moderna por tierra y por mar, y en otras muchas cosas. Su impacto fue también
profunda, sobre el sistema internacional. Bajo el impacto de la penetración europea y de
las guerras civiles y contra potencias extranjeras, el imperio chino sufrió una decadencia
a partir de mediados del siglo 19, mientras que Japón se adaptaba rápidamente a la
penetración occidental y se modernizaba. En la guerra Chino-Japonesa de 1894-1895, los
japoneses infligieron una derrota total a China, ocasionándole una enorme cantidad de
bajas. Rusia, organizó una intervención junto con Alemania y Francia, obligando a Japón
a entregar territorios ganados que le hubieran dado una influencia dominante en Pekín.
La victoria de Rusia y la humillación de Japón arrojaron a China en los brazos de Rusia,
la cual obtuvo una serie de ventajas políticas, financieras y militares en China en 1896-
1897 que resultaron inquietantes para las otras potencias europeas, especialmente para
Gran Bretaña. La lucha por ganar influencia tuvo una escalada que culminó en 1898 en
una pugna por conseguir concesiones concretas a expensas de China. Mientras tanto, de
1898 a 1900 se difundió esporádicamente por toda China la llamada Rebelión de los
Boxer, una amplia y variada revuelta contra los extranjeros, los misioneros y en parte
contra el propio gobierno chino. Sofocado por tropas extranjeras, especialmente las
japonesas, este movimiento sólo sirvió para acelerar, tanto la pugna imperialista, como la
decadencia del gobierno chino, siendo de nuevo Rusia la que obtuvo los mayores
beneficios. En febrero de 1904 Japón declaró la guerra y atacó la base naval rusa de
Port Arthur en Manchuria. La guerra sorprendió al mundo y desconcertó a Rusia ya que
se produjeron una serie de victorias japonesas, con duras y sangrientas lucha.
A mediados de 1905, ambos bandos necesitaban la paz, ya que Rusia se encontraba frente a
una bancarrota y; una revolución en su propio territorio, y Japón a punto de que se le
agotaran sus escasos recursos. El tratado de paz, en el que medió Estados Unidos, no
satisfacía a ninguna de las dos partes, pero beneficiaba a ambas. Japón obtuvo las
concesiones de los rusos en el sur de Manchuria y la posibilidad de actuar libremente en
Corea, país que se anexionó y colonizó en 1910, mientras que Rusia se escapó de la guerra
sin compensaciones, pero justo a tiempo para enfrentarse con una bancarrota inminente y
los peores estallidos de la revolución en la Rusia europea. Los auténticos perdedores
fueron Corea, que pronto iba a ser una colonia japonesa, China, que ahora se enfrentaba
sola a la amenaza japonesa
Este último acontecimiento marcó la culminación del impacto del "nuevo imperialismo" en la
política internacional de Europa: la transformación de las alianzas y los alineamientos entre 1890
y 1907 comenzó con la alianza franco-rusa -anticipada por la deserción parcial de Italia de la
Triple Alianza dirigiéndose hacia Francia en 1899-1902-, desarrollada posteriormente, en 1904
en el acuerdo colonial anglo-francés sobre Egipto y Marruecos, conocido como la Entente
Cordiale, y que terminó con la Convención anglo-rusa. Alemania, que en 1890 era aun el centro
de las alianzas europeas y cuya única oponente clara era una Francia aislada, se vio ella misma
también aislada en 1907 con sólo una aliada segura, la debilitada y vulnerable Austria-Hungría,
mientras Francia y Rusia eran sus claras oponentes, y Gran Bretaña se inclinaba hacia el lado de
estas últimas. Frustrada en la política mundial, Alemania se enfrentaba a la amenaza de quedar
cercada en Europa. El punto de vista clásico es que Alemania se buscó ella misma esta situación
por el peligroso crecimiento de su poder, sus políticas impacientes e imprevisibles, y
especialmente sus intentos de obtener beneficios mediante presiones y amenazas. Dos ejemplos
importantes de esto último son, supuestamente, en primer lugar, su intimidación a Francia,
durante la Primera Crisis de Marruecos de 1904-1906, en un intento de romper la Entente
Cordial que estaba naciendo entre Gran Bretaña y Francia, y en segundo lugar, la construcción a
partir de 1898 de una flota de alta mar que desafió a la flota armada británica en las próximas
aguas jurisdiccionales de Gran Bretaña.
Resumiendo, la explicación fundamental de la transformación de las alianzas y los alineamientos
es estructural. Una vez que el Gran Juego pasó del equilibrio europeo a la política imperialista
mundial, Alemania quedó abocada a perder en relación con las demás potencias,
independientemente del modo en que jugara el juego. El hecho de que Rusia y Francia fueran
serias rivales coloniales de Gran Bretaña trabajaba en perjuicio de Alemania, al contrario de lo
que esta pensaba. Obligaba a Gran Bretaña a negociar seriamente con Francia y Rusia,
especialmente después de que estas se aliaran en 1894, y a pagar algo por su cooperación o por
limitar su hostilidad, mientras que Alemania no tenía nada que vender. Los alemanes estaban
intentando constantemente obtener por la fuerza el pago de unos servicios que los británicos ni
necesitaban, ni deseaban, mientras Gran Bretaña quería que Alemania se quedara fuera de la
política mundial y confinada en Europa, que era a donde pertenecía. Además de la falta de
utilidad que tenia Alemania para Gran Bretaña como socio en la política mundial, hay que pensar
también en su desafío económico, su rápido crecimiento en la industria, el comercio y la
tecnología que hizo de Alemania una competidora de éxito en numerosos mercados dominados
por los británicos.
Resumiendo, la pauta de competición-cooperación de la política mundial imperialista favorecía
de manera natural una colaboración entre los rivales de Alemania, lo cual suponía una desventaja
para esta. De esto dan testimonio los acuerdos formales e informales y las acciones emprendidas
en cooperación mutua en distintas zonas del mundo entre 1890 y 1907 con el fin de excluir o
limitar a Alemania: acuerdos y cooperaciones como los anglo-portugueses en Sudáfrica, los
anglo-americanos en América Latina y en los Mares del Sur, el funcionamiento real de la alianza
anglo-japonesa en China, negociaciones anglo-franco-rusas sobre el Imperio Otomano y la línea
de ferrocarril Berlín-Bagdad. Alemania perdió en el juego de la política mundial sobre todo
porque otros jugadores importantes compartían el interés por hacer que Alemania perdiera, un
proceso que refleja la naturaleza normal de la competencia no regulada en el mercado
imperialista.
El hundimiento progresivo en la vorágine, 1908-1914.
La crisis de Bosnia de 1908-1909, que fue el comienzo del resbalón fatal, surgió a partir de un
hecho, la anexión de Bosnia-Herzegovina por parte de Austria-Hungría, un hecho que nunca
debió causar absolutamente ningún problema internacional. El objetivo de esta anexión era
subsanar una anomalía que había existido desde 1878 – la ocupación y el gobierno de facto de
esos territorios por parte de Austria, estando dichos territorios bajo soberanía otomana nominal
pero carente de contenido- y así consolidar el statu quo y eliminar una situación explosiva dentro
de los Balcanes. Lo más importante es que la anexión fue el resultado de un acuerdo negociado
entre los ministros de Asuntos Exteriores ruso y austro-húngaro para ayudar a Rusia a recobrar la
seguridad y el prestigio que había perdido en 1904-1906 a causa de la derrota y la revolución.
Pero, este acuerdo potencialmente valido se rompió, originando una crisis que prefiguró la de
1914 y precipitó la carrera de armamento -Y una competición de alianzas que condujeron a la
guerra en 1914. La negociación falló en parte por las actuaciones de uno de los protagonistas, y
también por las de aquellos que no eran parte del acuerdo. Cuando Austria anunció la anexión en
octubre de 1908, el príncipe Fernando de Bulgaria aprovechó la ocasión para declarar la
independencia final de su país, que se interpretó equivocadamente como una prueba de la
connivencia entre Austria y Bulgaria. Éste acuerdo potencialmente útil desencadenó una grave
crisis y se convirtió en una prueba de poder y fuerza de voluntad entre sistemas de alianzas
opuestos. Alemania intervino, terminando con la crisis pero dejando a los rusos decididos a no
sufrir nunca más una humillación tal de las potencias germánicas, sentimientos que los británicos
y los franceses fomentaron.
La crisis Bosnia tuvo profundos efectos. Envenenó de manera irreparable las relaciones austro-
rusas, exacerbó aun más las austro-serbias, influyó en que Austria-Hungría llegara a tener una
dependencia todavía mayor de Alemania, y estableció una pauta por la cual las crisis se
convertían en ocasiones en algo destinado a someter a prueba los sistemas de alianzas de los
oponentes. Lo peor de todo fue que desencadenó una carrera de armamentos terrestres, donde
Rusia dio el ímpetu inicial. Alemania puso en marcha una ampliación importante en 1913, como
hicieron también los franceses introduciendo el servicio militar de tres años. Incluso Gran
Bretaña y Bélgica entraron en la competición relativa a las armas, a la instrucción de las tropas, y
a las estrategias ofensivas y los planes de guerra, así como a la cantidad de efectivos. Austria-
Hungría, que intentaba competir, pero no podía debido a sus problemas fiscales y políticos,
sentía que estaba cayéndose de las filas de las grandes potencias. Italia nunca alcanzó realmente
esa categoría.
Con la carrera de armamentos se produjo una militarización de la diplomacia; todas las crisis
subsiguientes se vieron prolongadas y marcadas por niveles crecientes de tensión y antagonismo.
La Segunda Crisis de Marruecos (o el "incidente de Agadir") de 1911 es un ejemplo de esto. A la
provocación inicial francesa una toma de posesión directa en Marruecos con violación de los
tratados recientes- respondió la diplomacia alemana para respaldar la demanda de
compensaciones para Alemania. Una ostentosa advertencia británica a los dos bandos, pero más
directamente a Alemania, para que no excluyeran a Gran Bretaña de ningún acuerdo aumentó la
tensión y los intereses aun más.
Desde el punto de vista occidental, especialmente británico, la diplomacia del Concierto Europeo
en 1912 y 1913 fue un éxito, además de una receta para controlar crisis futuras. Gran Bretaña
había frenado a Rusia, Alemania había contenido a Austria, se había alejado el peligro de una
guerra generalizada, y se mantenía el equilibrio global de poder.
El panorama que configura todo esto, en el que en 1914 la cuestión no era si estallaría una guerra
generalizada o no, sino cuando y cómo, parece demasiado determinista, y el hecho de llevar
implícito que Austria y Alemania actuaron por desesperación y por agotamiento de las
alternativas posibles suena como una vieja disculpa poco creíble. Ninguno de estos argumentos
se puede utilizar con respecto a los orígenes inmediatos de la guerra, que se sitúan en la llamada
Crisis de Julio, desencadenada con el asesinato del archiduque Francisco Fernando a manos de
los terroristas serbios de Bosnia. Esto es aplicable a la decisión del gobierno austriaco de
cambiar su plan inicial de actuación, descartando uno consistente en forzar a Rumania a volver
explícitamente a la alianza, y asumiendo otro de eliminar a Serbia como factor político en los
Balcanes; decidiendo también Austria una petición de ayuda alemana, con el resultado de un
cheque en blanco dado por Alemania; asimismo un ultimátum austriaco a Serbia y la decisión de
Serbia de rechazarlo en parte; incluso la recomendación y el consentimiento de Rusia para que
Serbia tomara esta decisión; la declaración por parte de Austria de la guerra a Serbia; la
movilización parcial de Rusia contra Austria, seguida de la movilización general contra
Alemania; la declaración de guerra a Rusia por parte de Alemania; la puesta en practica del Plan
Schlieffen mediante la invasión de Francia y Bélgica; y finalmente la declaración de guerra a
Alemania por parte de Gran Bretaña.
Cada fase de sucesos se derivaba de otros; cada una llevaba implícitas decisiones
gubernamentales que podían haber sido de otra manera. A lo largo de este proceso, las potencias
principales llevaron la iniciativa, mientras que otras reaccionaban ante dicha iniciativa; las
potencias principales iniciaron la guerra.
Que fue lo que causó la guerra? Existen tres respuestas amplias:
La primera es que Austria y Alemania ocasionaron la guerra por jugar mediante una guerra local
a resarcirse de sus perdidas y obtener o recuperar la hegemonía en Europa (se ha dicho a menudo
que detrás de este juego imprudente hay un deseo de salvar, mediante victorias políticas en el
exterior, sus estructuras internas no reformadas).
La segunda respuesta es que Europa se precipitó en la guerra por una acumulación de conflictos
no resueltos, rivalidades, propósitos irreconciliables y ambiciones, odios, presiones, y
compromisos enmarañados que con anterioridad habían amenazado repetidamente con la guerra
y finalmente escaparon a todo control.
La tercera respuesta esta más cerca de ser una respuesta satisfactoria, pero aun así sigue siendo
inadecuada: la guerra llegó porque las reglas, las normas y las prácticas de los políticos europeos
se habían vuelto tan despiadadamente competitivas que los mismos recursos utilizados para
evitar la guerra acabaron contribuyendo realmente a ocasionarla. La guerra tuvo como causa un
fallo general a largo plazo en el intento de los gobiernos europeos de hacer ciertas cosas
especificas necesarias para que la paz siguiera siendo viable, mientras hayan al mismo tiempo y
repetidamente casas que provocaban que la guerra fuese probable, de tal modo que los recursos
para la paz finalmente se agotaron. Por otra parte, todas las potencias establecían el mismo
requisito para la «paz»: que sus rivales aceptaran su victoria.
La respuesta que sugiere el autor es que la guerra tuvo como causa un fallo generalizado a
largo plazo en el intento de los gobiernos europeos de hacer ciertas cosas especificas
necesarias para que la paz siguiera siendo viable, mientras hacían al mismo tiempo y
repetidamente cosas para que la guerra fuera probable, de modo tal que los recursos para
la paz finalmente se agotaron.
Se confirma la tercera explicación: la guerra llegó porque el imperialismo, las políticas de
masas, el nacionalismo ferviente, la competencia económica implacable, las carreras
armamentistas desenfrenadas, y el darwinismo social habían hecho que las relaciones
internacionales, fueran demasiado despiadadas para que pudieran darse el compromiso y
la coexistencia en paz. Ciertamente esta respuesta encaja mejor. Sin embargo, las pruebas demuestran que estas
condiciones habían surgido mucho antes de 1914, y que los gobiernos, incluso en 1914, no eran
unos instrumentos impotentes movidos por ellas.
La Primera Guerra Mundial se explica a menudo como el resultado del crecimiento del poder de
Alemania y de una puja por la hegemonía, de tal forma que si se hubiera hecho más hincapié en
disuadir a Alemania (por ejemplo, una clara insinuación de Gran Bretaña advirtiendo que
permanecería aliado de Francia), esta disuasión podría haber preservado la paz. Pero Alemania y
Austria-Hungría pensaron en que, en vez de ganar, estaban perdiendo la competición por el
poder; especialmente Alemania vio esto como la última oportunidad para evitar la derrota en un
futuro próximo. Además, los alemanes previeron y supusieron que Gran Bretaña entraría en la
guerra antes o después.
Y lo más importante es que la disuasión, que sin duda había contribuido a detener a Europa al
borde de la guerra en ocasiones anteriores, se intentó en 1914 y fracasó. El problema fatal era la
ausencia, no de disuasión, sino de garantías.
En general, Europa había permanecido en paz a lo largo del siglo XIX no por el funcionamiento
natural del equilibrio de poder, sino por las limitaciones impuestas a este - un sistema de reglas,
normas que capacitaban a los actores, especialmente a las grandes potencias para actuar
suponiendo que la rivalidad y la competencia entre ellos, aun siendo inevitable, no los destruiría-
. El sistema de garantías inicial, sistema de Viena, se había derrumbado y había sido;
abandonado, pero habían surgido y sobrevivido nuevas versiones del binomio disuasión/garantía
que aportaban la confianza suficiente para mantener el sistema en funcionamiento. En 1914 esta
creencia había desaparecido, siendo reemplazada por la convicción de que la siguiente e
inevitable guerra no se llevaría a cabo dentro de los límites establecidos por los gobiernos, sino
que seria una guerra a muerte que implicaría a pueblos enteros - una creencia que contribuyó a
posponer la guerra hasta 1914 y que acabaría por provocarla entonces-. El fondo de garantías y
limitaciones mutuas se había agotado; la esperanza de paz de cualquier país se basaba en hacer
que otros aceptaran lo inaceptable. El mes de julio de 1914 no marca simplemente el estallido de
la guerra, sino el agotamiento de la paz.