San Agustín - 35 Escritos antipelagianos 03

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Obras completas de SAN AGUSTÍN XXXV Escritos antipelagianos (3.°) La perfección de la justicia del hombre. El matrimonio y la concupiscencia. Réplica a Juliano BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS

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Tomo XXXV de las Obras Completas de San Agustín de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC)

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Obras completas de

SAN AGUSTNXXXVEscritos antipelagianos (3.) La perfeccin de la justicia del hombre. El matrimonio y la concupiscencia. Rplica a Juliano

BIBLIOTECA

DE AUTORES

CRISTIANOS

ORDEN SISTEMTICO DE LA PRESENTE EDICIN

OBRAS COMPLETASDE

CARTAS:

T. VIII, Xla, Xlb.II.

CONFESIONES: T.

SAN AGUSTNXXXVEscritos antipelagianos (3)La perfeccin de la justicia del hombre. El matrimonio y la concupiscencia. Rplica a JulianoINTRODUCCIN GENERAL DE III.

ESCRITOS APOLOGTICOS: ESCRITOS BBLICOS:

T. IV, V, XVI, XVII.

T. XV, XVIII, XXVII, XXVIII,

XXIX.ESCRITOS FILOSFICOS: T. I, ESCRITOS HOMILTICOS: ESCRITOS MORALES: T.

T. VII, X, XIII, XIV, XIX, XX, XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXV, XXVI.XII.

ESCRITOS ANTIMANIQUEOS : ESCRITOS

T. XXX, XXXI. ANTIDONATISTAS: T. XXXII, XXXIII, T. VI, IX, XXXV, XXXVI, T. XXXVIII, XXXIX,

ARGIMIRO

TURRADO

XXXIV.ESCRITOS ANTIPELAGIANOS :

TRADUCCIN, INTRODUCCIONES Y NOTAS DE

XXXVII.ESCRITOS ANTIARRIANOS Y OTROS:

TEODORO LUIS

XL.ESCRITOS ATRIBUIDOS: T. XLI.

C. MADRID Y ARIAS ALVAREZ

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOSMADRID MCMLXXXIV

El texto latino del presente volumen est tomado, para las obras De perfectione Iustitiae hominis y De nuptiis et concupiscentia, del CSEL 42, anotadas las variantes de la PL (MIGNE) a pie de pgina, y para la obra Contra lulianum, de la PL 44.

NDICE

GENERAL

Pgs. Antropologa de San Agustn en la polmica antipelagiana, por Argimiro Turrado I. II. Panorama de contrastes entre las antropologas teolgicas del Vaticano I I y de San Agustn Hermenutica de las culturas y gneros literarios. Mentalidad tribal y patriarcal judo-cristiana. Situacin humana de pecado y su sentido hoy Gracia justificante. Utopa de la libertad verdadera. Presencia e inhabitacin de la Santsima Trinidad. Imagen trinitaria del hombre y su reforma por la caridad, la deleitacin, la suavidad y la fuerza del Espritu Santo. Predestinacin 3 6 15

III.

99 148 158

Conclusin Bibliografa LA PERFECCIN Introduccin Bibliografa particularCAPTULOS:

DE LA ]USTICIA

DEL

HOMBRE 165 173

1.

Presentacin del libro de Celestio. Plan de San Agustn en la respuesta

174175

PRIMERA PARTE: Las preguntas de Celestio

2. 3. 4. 5. 6. 7. Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Catlica, S. A. Madrid, 1984. Mateo Inurria, 15. . Depsito legal: M. 40.555-1984. ISBN: 84-220-1170-0. Impreso en Espaa. Printed in Spain.

La justicia perfecta es posible por la gracia de Jesucristo. El hombre, debe estar sin pecado? Por qu el hombre est en pecado: por la naturaleza o por el libre albedro? De cuntas formas existe el pecado? Cmo el hombre no puede estar sin pecado? Existe de hecho la justicia perfecta?

175 178 181 183 185 188 189 189 194 197 200

SEGUNDA PARTE: Textos de la Sagrada Escritura 8. 9. 10. 11. Cmo se consigue en esta vida la justicia con la oposicin de la carne Preceptos de la perseverancia Observaciones que hace San Agustn Discusin de los textos: la santidad de Job

x

ndice

general Pgs.

ndice general

xi Pgs.

12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21.

Est en el hombre la verdad? Es la humanidad originariamente mala? La bondad trascendente de Dios : La limpieza del hombre La justicia de Job La justicia de Zacaras e Isabel El hombre no est sin pecado en esta vida Textos que demuestran el libre albedro del hombre con la ayuda divina Responsabilidad del hombre y necesidad de la gracia de Dios Resumen de los bienes de la justicia EL MATRIMONIO Y LA CONCUPISCENCIA (En dos libros)

205 208 210 211 216 217 218 221 225 227

Introduccin Seleccin bibliogrfica Testimonio del mismo San Agustn Carta 200, a Valerio Carta 207, a Claudio obispo De la Rplica a Juliano (obra inacabada)LIBRO PRIMERO:CAPTULOS :

233 239 240 241 243 244245

20. Los prvulos y el pecado original 21. El pecado original y los bienes del matrimonio 22. Pecado y concupiscencia vergonzosa 23. Transmisin y herencia del pecado original 24. La concupiscencia como rebelda contra la razn 25. Tambin en el bautizado 26. El pecado y el reato del pecado 27. Las malas inclinaciones de la concupiscencia 28. Errores sobre Romanos 7,15-20 29. Exgesis 30. La gracia de la libertad 31. Explicacin del Apstol sobre la esclavitud de la concupiscencia 32. La culpa en los nios antes del bautismo 33. El bautismo, su necesidad, importancia y efecto 34. La perfecta justicia del hombre 35. Confirmacin del contenido de esta obra LIBRO SEGUNDO: Primera respuesta a Juliano de EclanaCAPTULOS :

276 277 278 279 282 283 284 285 287 287 289 291 293 295 296 297 301

1. 2.

Saludo y ocasin del libro Presentacin del escrito

301 302 303 308313

El matrimonio cristiano

PARTE PRIMERA: Omisiones del escrito y objeciones en general. 3. Objeciones calumniosas

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

Argumento del libro Dedicatoria al conde Valerio cristiano Tanto la castidad conyugal como la virginidad es don de Dios En los infieles En Adn y Eva La desobediencia de la carne, consecuencia de la desobediencia a Dios La concupiscencia y el bien del matrimonio El matrimonio cristiano en el apstol San Pablo La unidad del matrimonio La indisolubilidad del matrimonio El matrimonio virginal de Mara y Jos La unin conyugal y la concupiscencia de la carne El matrimonio antes y despus de Cristo Comprensin y tolerancia de San Pablo Degradacin pagana del matrimonio Matrimonio cristiano y virginidad Conclusin: los tres bienes del matrimonio cristiano

245 247 248 248 250 252 254 256 257 259 260 262 264 265 267 269 270 271272

PARTE SEGUNDA: Refutacin

PRIMERA PARTE: La santidad del matrimonio

SEGUNDA PARTE: Realidad de la concupiscencia

18. 19.

El bautismo de los prvulos de padres cristianos El acebuche y el olivo

272 274

Reflexin sobre el orden que va a seguir Omisin culpable El pecado, causa de la esclavitud El hombre es la obra de Dios, no su concupiscencia Interpretacin maliciosa de la Biblia La corrupcin del pecado, la bondad de la naturaleza y los bienes de Dios 10. Isaac, el hijo de la promesa 11. La circuncisin, sacramento de fe y figura del bautismo. 12. La fecundidad no evita el pecado original 13. Error sobre el modo de entender la concupiscencia en la generacin 14. Respuesta de San Agustn: La cita de San Pablo ha sido mutilada 15. El caso trado sobre Abimelec est fuera de lugar 16. Los pelagianos se olvidan de la Providencia en el problema del mal 17. Dios se sirve bien de los malos para mostrar las riquezas de su gloria 18. Gravedad de la hereja pelagiana 19. La objecin de Juliano contra el pecado original

4. 5. 6. 7. 8. 9.

313 317 321 322 325 327 330 331 333 334 337 341 342 344 345 346

XII

ndice

general Pgs.

ndice general

xm Pgs.

20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35.

Respuesta de San Agustn: en cuanto al uso natural, segn San Pablo Respuesta en cuanto al pan y al vino de que habla Ezequiel Ms objeciones y respuestas La vieja tctica de los herejes: la acusacin, falsa Obstinacin y confusionismo Culpabilidad de los adlteros y alabanza de la fecundidad. Una objecin: el pecado original, hace mal el matrimonio? Sentido y alcance de la objecin Explicacin del texto del Apstol Conocimiento del Apstol sobre el pecado original La concupiscencia es consecuencia del pecado original ... Interpretacin maliciosa de los herejes Bondad del nico matrimonio instituido por Dios Interpretacin del pecado original en los prvulos Ultima objecin de Juliano Conclusin: Irona sobre la buena concupiscencia de Juliano

Libro I 348 349 351 352 353 354 355 360 366 368 373 375 377 378 382 385CAPTULOS:

507

1. Plan de este segundo libro 2. Combate Ambrosio el error pelagiano 3. Testimonios de Cipriano y Gregorio de Nacianzo 4. Retorno a San Ambrosio 5. Contina Ambrosio en el uso de la palabra 6. Testimonios de Ambrosio, Crisstomo y Cipriano 7. Destruye Ambrosio los cinco argumentos propuestos por Juliano 8. Puede la naturaleza humana progresar en virtud y santidad 9. Resumen de este segundo libro 10. Ley de pecado Libro IIICAPTULOS:

507 510 513 520 524 532 537 542 554 559 571

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

REPLICA A JULIANO (En seis libros) Introduccin Bibliografa Carta de Agustn al obispo Claudio Revisiones Libro ICAPTULOS :

391 432 438 440 442

c.62

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.

Plan de la obra Controversia entre Agustn y Juliano Testimonio de los Santos Padres en favor del pecado original Prosigue el mismo argumento Consenso de las Iglesias de Oriente y Occidente sobre el pecado original Interpretacin de un texto de San Juan Crisstomo En resumen, los Padres orientales condenan la novedad hertica de Juliano Cumple Agustn su promesa, y demuestra cmo Juliano, al negar la existencia del pecado original, presta ayuda valiosa a los maniqueos El pecado, incrustado en el don de Dios

443 445 447 453 459 469 482 494 502

21. 22. 23. 24. 25. 26.

En este tercer libro se propone Agustn refutar los argumentos de Juliano Respuesta de Agustn a la primera calumnia de Juliano. Respuesta de Agustn a la segunda calumnia de Juliano. Miserias y pecado original De dnde viene el mal? Es en los nios culpable la accin o la naturaleza? ... Apila Juliano calumnias contra Agustn Puede Dios ser autor de un ser malo? El ser y el haber en el hombre Dialctica y Escritura La concepcin de Isaac, a debate Naturaleza y vicio de origen Naturaleza y concupiscencia Matrimonio y concupiscencia Lujuria, castidad conyugal, continencia Bienes del matrimonio Abrahn y Sara, de nuevo en escena Para Juliano, el Obispo de Hipona es un adorador del diablo Explica Agustn textos de la Escritura citados por Juliano Posiciones encontradas de Agustn y Juliano sobre la concupiscencia En el corazn de la controversia La semilla y el mal El nio es inocente y culpable La rendija y la puerta Bienes del matrimonio Una herida en la naturaleza

571 579 580 584 585 587 589 592 593 595 596 600 602 604 606 607 608 612 615 617 619 631 632 635 638 640

xiv

ndice general Pgs.

ndice

general

xv Pgs.

Libro IVCAPTULOS :

649

Libro VICAPTULOS:

829

Recapitulacin de todo lo dicho en el libro I I I Para Juliano, la concupiscencia es un bien; para Agustn, un mal 3. Virtudes de los paganos 4. Refuta Agustn falsas acusaciones de Juliano 5. Pasin y razn 6. No existe contradiccin 7. Los hijos son fruto del buen uso de un mal 8. Gracia, voluntad salvfica y libre albedro 9. Pudor y pecado 10. No hay lgica en el razonar de Juliano 11. En el paraso, antes del pecado, pudo existir la unin del hombre y la mujer 12. Los filsofos paganos palparon la realidad, ignoraron la causa 13. Al defender Juliano la concupiscencia de la carne, la condena 14. Vivacidad, utilidad, necesidad y placer 15. Los filsofos paganos no son autoridad en la materia ... 16. Opina Juliano que el rubor que sentimos en ciertas partes de nuestro cuerpo es natural desde el principio de la creacin Libro VCAPTULOS :

1. 2.

649 653 662 689 690 691 692 695 707 709 710 711 716 720 732

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

738 745 745 749 754 764 773 778 780 789 792 799 801 804 807 809 811 817

Objetivos que se propone Agustn en este libro Significado de perizmata Pecado, castigo del pecado y causa de pecado Misterio insondable de predestinacin y reprobacin Acusa Juliano de contradiccin a San Agustn, y es l quien se contradice El paraso, figura de la Iglesia :.... Contina Agustn triturando afirmaciones de Juliano ... Un ejemplo da luz Precisiones. Pecado y pena del pecado Jams se puede hacer un mal para cosechar un bien Pena levsima a los nios que mueren sin el bautismo ... Matrimonio de Jos y Mara Un testimonio de Job Pueden cambiar de un cuerpo a otro las cualidades, sin emigrar de lugar La carne de Cristo, a semejanza de una carne de pecado. Puede, de una naturaleza libre de vicio, nacer el pecado?

Respuesta de Agustn a calumnias de Juliano El mundo, bajo el poder del Maligno Significado del bautismo en la muerte de Cristo Comentario al c.5,8-35 de la carta a los Romanos En verdades de fe hemos de ajustamos a lo que ensea la Iglesia universal, aunque la razn no las comprenda. El acebuche y el olivo Cesa la admiracin cuando la evidencia se impone Refuta Agustn otras calumnias de Juliano Voluntariedad en el pecado original? Pesado yugo sobre los hijos de Adn Condena Agustn el vicio, alaba la naturaleza Acusacin de Juliano contra el papa Zsimo El hombre exterior y el hombre interior Construccin del templo de Dios Hay pecados que se perdonan en el siglo futuro El bautizado queda libre de toda culpa, no de todos los males Guerra la concupiscencia! Es la concupiscencia una parte viciosa del alma? Renacimiento Buena es la criatura, obra de Dios; malo el vicio, obra del diablo La naturaleza, madre o madrasta? La serpiente, el diablo y la mujer Exgesis de Rom c.7 Comenta Juliano el c.5 de la carta a los Romanos Interpretacin de un pasaje de Ezequiel

829 832 836 838 846 852 854 861 863 868 873 876 878 881 887 893 897 900 907 916 920 923 925 931 940945

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16.

NOTAS COMPLEMENTARIAS NDICES:

Bblico Onomstico De notas complementarias De materias

975 981 983 985

OBRAS COMPLETAS DE SAN AGUSTN XXXVESCRITOS ANTIPELAGIANOS (3.)

LA ANTROPOLOGA DE SAN AGUSTN EN LA POLMICA ANTIPELAGIANA *SU LECTURA DESPUS DEL CONCILIO VATICANO IIPor ARGIMIRO TURRADO

I. Panorama de contrastes entre las antropologas teolgicas del Vaticano 11 y de San Agustn. 1. El Vaticano II.2. Lneas doctrinales de Agustn en la polmica pelagiana (Enchiridion). II. Hermenutica de las culturas y gneros literarios-Mentalidad tribal y patriarcal judo-cristiana. Situacin humana de pecado y su sentido hoy. 1. Hermenutica de las culturas y gneros literarios. 2. Mentalidad tribal y patriarcal judo-cristiana.3. El origen del mal. La situacin humana de pecado y su sentido hoy: a) Pecado original: Situacin humana de pecado y su sentido hoy. b) El mal entr en el mundo por la envidia de los ngeles cados, c) El mal entr en el mundo por el pecado de Adn, d) Polmica entre Agustn y los pelagianos sobre el pecado de Adn y sus consecuencias: La nocin pelagiana de naturaleza humana ntegra y de pecado como un acto insustancial, y por eso intransmisible a los dems sujetos (Aristotelismo). Doctrina de San Agustn sobre el pecado original y sus consecuencias. Pecado original, concupiscencia y matrimonio segn San Agustn: Positivismo bblico; antropologa dinmica y unitaria; matices neoplatnicos. La transmisin del pecado original: generacin con la concupiscencia; el bien del matrimonio; la concepcin virginal de Jess. La situacin de pecado en las antropologas actuales: No pecado personal, sino el hombre mismo, libre y temporal, an en camino (viator). III. Gracia justificante. Utopa de la libertad verdadera. Presencia e inhabitacin de la SS. Trinidad. Imagen trinitaria del hombre y su reforma por la caridad, la deleitacin, la suavidad y la fuerza del Espritu Santo. Predestinacin. 1. La gracia justificante y la utopa bblica de la vera libertas; Gracia y libre albedro antes y despus del pecado de Adn y la utopa de la verdadera libertad: Pelagio, pelagianos y Agustn. La utopa de la vera libertas.2. Gracia como dilogo deleitoso. Iniciativa de la SS. Trinidad presente en su imagen, que responde con el don de la caridad. La predestinacin o gratuidad de la gracia y la

* Slo citar la Patrologa latina de Migne (PL) en las pocas citas que no son de las obras antipelagianas.

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Antropologa de S, Agustn en la polmica antipelagiana pastoral de la confianza y de la oracin humilde. La gracia es caridad del Espritu Santo, suavidad, deleite, llamada y fuerza para cumplir por amor la voluntad de Dios. La predestinacin o gratuidad de la gracia y la pastoral de la confianza y de la oracin humilde. Llamada a la oracin humilde y confiada en el Mediador, Cristo. CONCLUSIN. BIBLIOGRAFA..

Antropologas teolgicas del Vaticano 11 y de S. Agustn

5

Creo que hoy da no es ya oportuno hacer una introduccin en exceso apologtica y, por lo tanto, anacrnica a los escritos antipelagianos de San Agustn, teniendo en cuenta los cambios profundos que ha experimentado la Iglesia, sobre todo despus del Vaticano II, en cuanto a su concepcin del hombre y del mundo y en su misma praxis pastoral, como puede observarse en su nueva normativa acerca del bautismo de los nios. El lector moderno preferir sin duda poder captar con claridad y con un juicio maduro, sin perder de vista la situacin actual, los entresijos de un captulo tan fundamental en la historia de la antropologa teolgica como es la polmica pelagiana del siglo v. Ya que, como escriba H. Rondet, refirindose a la antropologa teolgica de Agustn, que se concreta en su doctrina sobre la gracia de Dios en Cristo: En adelante, la historia de la teologa de la gracia en Occidente no ser ms que una historia de la interpretacin del agustinismo '. La antropologa teolgica del Vaticano I I y de las teologas posconciliares nos sita ante un panorama en gran parte nuevo y muy distinto del que haba en los siglos iv y v. La superacin del positivismo bblico a ultranza, debido a la nueva hermenutica de las culturas y de los gneros literarios, como nico mtodo vlido para la interpretacin de la Sagrada Escritura (Constitucin sobre la divina Revelacin n.12) y el influjo benfico de todas las ciencias humanas, es decir, de la razn que ayuda a profundizar ms y ms en los misterios de la fe y a purificarla de las gangas que se le han adherido a travs de los siglos, todo esto ha impulsado a los telogos cristianos a reinterpretar1 H. RONDET, La gracia de Cristo (Barcelona 1966) p.110. G. De Plinval la considera la polmica ms importante y dura hasta la Reforma (Plage. Ses crits, sa vie et sa reforme. Etude d'bistoire littraire et religieuse [Lausanne 1943] p.17).

el sentido de ciertos axiomas doctrinales, como el del pecado original y sus consecuencias, con una visin realmente universalista de la Mediacin de Cristo. La mentalidad tribal judocristiana, con sus excesivas exigencias para la salvacin del hombre, que aparecen de un modo extremado en todos los participantes en la polmica pelagiana (y no slo en Agustn! ), ha cedido el puesto a la visin universalista y bien matizada del Vaticano I I . Ser preciso repulir eslas ideas con insistencia, porque son el fundamento de la renovacin eclesial y teolgica posconciliar. Los contrastes evidentes no deben causar perplejidad a nadie, puesto que la fe cristiana no sufre quebranto alguno en su medula ms radical, concretada en el Credo o Charta Magna del cristianismo, llamado por Agustn, con razn, recopilacin de las Sagradas Escrituras para que todo hombre pueda decir y conservar lo que cree 2. Precisamente San Agustn se consider siempre en camino y en bsqueda de la verdad de Dios y del hombre, y estaba convencido de que nunca en esta vida lograremos alcanzarla plenamente: Non arbitror in hac vita in cuiusquam mente posse compleri3. Tal vez sea esta apertura al verdadero progreso en la bsqueda de la verdad una de las mejores lecciones de Agustn, quien, ya anciano, al iniciar sus Retractationes (a.426), dice que no se atribuye la perfeccin de no haberse equivocado, ni siquiera ahora que ya soy anciano; cunto menos cuando de joven comenc a escribir o a hablar ante la gente4. Agustn conserva esta postura abierta hasta el final de su vida, sobre todo cuando los pelagianos le acusan de haber cado en contradicciones muy serias, porque en su juventud, en el De libero arbitrio y en el De diversis quaestionibus ad Simplicianum, no hablaba como ahora del bautismo de los prvulos y del comienzo de la fe (initium fidei) como obra de la gracia. Agustn reconoce su evolucin, que l considera fidelidad a la doctrina del Apstol, y les insta a que sigan su ejemplo para que al final de la vida merezcan recibir la luz plena y no el castigo por sus errores mantenidos con pertinacia 5. Creo que esta apertura del Santo es muy aleccionadora a la hora de analizar y valorar sus elaboraciones teolgicas, para no2 De Sytnbolo, sermo ad catech. 1,1: PL 40,627; S. CIRILO DE JERUSAI-N, Catech. 5: De fide et Sytnbolo 12-13: PG 33,519-523. 3 In lo. tr.86,4: PL 35,1876. 4 Retract., Prlogo 2: PL 32,584. Ego proinde fateor me ex eorum numero esse conari qui proficiendo scribunt et scribendo proficiunt (Ep. 143,2: PL 35,585); De Trin. XV 28,51: PL 42,1098. 5 De dono persev. 21,55; 12,30; 24,68; De praedest. sanct. 3-4, 7-8.

6

Antropologa de S. Agustn en la polmica antipelagiana

Antropologas teolgicas del Vaticano II y de S. Agustn

7

caer en el error de principio de los jansenistas, que anteponan la autoridad de Agustn a la del magisterio de la Iglesia. I. PANORAMA DE CONTRASTES ENTRE LAS POLOGAS TEOLGICAS DEL VATICANO Y DE SAN AGUSTN1. E L VATICANO II

ANTROII

Esta visin panormica pretende nicamente ayudar al lector a situarse ante dos concepciones antropolgicas muy distintas, sin hacer apenas an juicios de valor, pero s advirtiendo de antemano que los contrastes tienen como punto de convergencia las grandes profesiones de fe del Credo: desde la creacin, la Mediacin de Cristo en un contexto trinitario de Amor a la humanidad y la resurreccin final. Al que lea atentamente el Vaticano II, en especial su Constitucin sobre la Iglesia en el mundo actual o Gaudium et spes (n.l2ss), se encontrar con una antropologa teolgica universalista, abierta a la salvacin de todos los hombres de buena voluntad, a pesar de que an conserva algunas expresiones tradicionales sobre la necesidad de la gracia (all mismo interpretadas de un modo nuevo tambin, por la voz de la conciencia o ley natural), y a pesar de que hace an alguna referencia al relato del Gnesis sobre Adn y Eva, hoy da considerado por la mayor parte de los biblistas y telogos, segn veremos luego, como una catequesis hebrea simblica para explicar de algn modo el origen del mal en el mundo por el orgullo y el egosmo del hombre y de la mujer. En realidad, el Vaticano II, sin disminuir la sublimidad del gran don de la fe cristiana, ha redescubierto el valor profundo de la rectitud de conciencia del hombre en orden a la salvacin. Rectitud de conciencia o buena voluntad, que implica el amor a Dios (si se le conoce y tal como se le conozca) y siempre el amor al prjimo, y que es la expresin por excelencia de que el hombre fue creado a imagen de Dios, es decir, dotado de libertad y capaz de amar. Por eso la rectitud de conciencia es el criterio ltimo de tica, de moral y, por lo mismo, tambin de salvacin (ib., 16-17). Queda, pues, superada la mentalidad tribal judo-cristiana, que, segn las pocas, consideraba como arca nica de salvacin al Pueblo elegido de Israel y, ms tarde, a la Iglesia de Cristo. El Vaticano II va ms all de la ignorancia invencible

como apertura a la salvacin, de que habl Po IX, e incluso en esta Constitucin no se contenta ya con dejar abierto el camino de la salvacin a los fieles de buena voluntad de todas las religiones, sin excluir a los ateos (Const. sobre la Iglesia n.14-16). Como esa rectitud de conciencia implica siempre el amor social, segn vimos antes, y este amor se concreta en ir venciendo el egosmo y el orgullo y naciendo de continuo a una vida de amor y de justicia, el Concilio llega a afirmar que todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazn obra la gracia de un modo invisible, se asocian de hecho al misterio pascual de Cristo: Cristo muri por todos, y como la vocacin ltima de todo hombre es en realidad la misma, es decir, la divina, debemos creer que el Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo slo conocido por Dios, se asocien a este misterio pascual (G. et spes n.22) 6 . El Vaticano II no sigue, pues, hablando de una universalidad de salvacin en Cristo mutilada de hecho por la distincin forzada y poco misericordiosa de objetivamente universal, pero subjetivamente slo para los creyentes. En l aparece descrita la Iglesia como sacramento o signo e instrumento de la unin ntima con Dios y de la unidad de todo el gnero humano, as como germen segursimo de unidad, de esperanza y de salvacin para toda la humanidad (Lumen gentium n.l y 9). Es un don inestimable de Dios entrar a formar parte del Cuerpo de Cristo por el bautismo y por la consiguiente asimilacin a la persona de Cristo (ib., n.7), pero el no pertenecer a la Iglesia no es un impedimento para la salvacin de todos los hombres de buena voluntad. Por otra parte, salta a la vista la importancia teolgica que reviste el cambio en la praxis pastoral del bautismo de los nios. Las Conferencias episcopales y los obispos en particular, segn las situaciones concretas de sus dicesis, no han hecho ms que sacar las consecuencias prcticas de los principios pastorales del" C. A. TURRADO, Iglesia-ldeologas-Salvacin. Cuerpo de Cristo y salvacin en la doctrina de San Agustn y del Vaticano 11: Estudios Eclesisticos 48 (1973) 327-358; en itul., en Atti della Settimana Agostiniana Pavese 5 (Pava 1975) 19-44. Karl Rahner, en su interpretacin teolgica fundamental del Vaticano II, no duda en afirmar que este concilio es la primera auto-actualizacin oficial de la Iglesia como una Iglesia mundial: Por primera vez en su historia experiment, aunque de forma rudimentaria, la universalidad del Evangelio: la presencia de jerarquas indgenas no occidentales, el impulso de lo vernculo en la liturgia, la apertura al mundo expresada en la Gaudium et spes, la primera declaracin positiva sobre las religiones no cristianas y la declaracin sobre la libertad religiosa. Cf. K. RAHNER, Towards a Fundamental Theological Interpretation of Vatican 11: Theological Studies 40 (1979) 716-727. Por otra parte, G. Greshake advierte con mucha razn que el concilio no emplea en general los trminos abstractos naturaleza-gracia, naturalsobrenatural, y habla ms bien del hombre concreto, el que es llamado realmente a amar por gracia y, en ese amor, a participar de la vida de Dios (Geschenkte Vreiheit. Einfhrung in die Gnadenlehre [Freiburg-Basel-Wien 1977] 70),

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Antropologa de S. Agustn en la polmica antipelagiana Antropologas teolgicas del Vaticano II y de S. Agustn 9

Vaticano II. Este insiste en la doctrina tradicional de que por el bautismo somos incorporados a la Iglesia, configurados con Cristo, y nos hacemos participantes de su misterio pascual, de su vida y de sus funciones proftica, sacerdotal y regia. De ah que los nuevos ritos bautismales de los nios deban poner de manifiesto la participacin y las obligaciones de los padres y padrinos en cuanto a la educacin cristiana de los mismos, y la exigencia de que en el futuro Ritual se ponga claramente que el nio bautizado con el rito breve ha sido ya recibido en la Iglesia {Const. sobre la s. Liturgia n.67 y 69; cf. ib., 6-7); Constitucin sobre la Iglesia n. 7,10-11; Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia n.7, etc.). La Conferencia episcopal de Francia, seguida despus en lo fundamental por todas las dems, pone el acento en la incorporacin por el bautismo a Cristo y a su Iglesia, sin hablar ya de la necesidad del bautismo para la salvacin, punto crucial de la teologa durante tantos siglos y principio motor de la actividad misionera. Dicen as: Cuando se trata de adultos, la Iglesia no debe admitir al bautismo sino a aquellos que creen en Cristo. Cuando se trata de nios pequeos, no puede conferir el bautismo ms que si est moralmente segura de que stos recibirn una educacin cristiana. En efecto, la gracia del bautismo no hay que considerarla solamente como un tesoro recibido que no ha de ser dilapidado, sino tambin como una vida, una simiente que debe crecer 7. Doctrina aceptada por el nuevo Cdigo de Derecho cannico (c.868), si bien en el canon 849 sigue hablando al estilo tradicional de la necesidad del bautismo, recibido de hecho o slo con el deseo, para la salvacin (in re vel saltem in voto ad salutem necessarius). Doctrina que, sobre todo despus del Vaticano II y en la teologa actual, se reduce a esa rectitud de conciencia antes expuesta, y que debera ser ya expresada en ese lenguaje personal del Concilio y no en el institucional e irreal de la mentalidad helnica del hombre-especie. Este cambio profundo de perspectiva con respecto a la pastoral del bautismo de los nios no tiene otra explicacin que un cambio muy profundo en la antropologa teolgica, iniciado ya con claridad por el Vaticano II, por el que pasa al olvido el pecado original, debido a unas razones muy fundadas que recordaremos ms adelante.7 El documento episcopal en La Maison-Dieu 88 (1966) p.47. Cf. A. HAMMAN, El bautismo y la confirmacin (Barcelona 1970) p.243,

2.

LNEAS DOCTRINALES DE AGUSTN EN LA POLMICA PELAGIANA

Si ahora dirigimos la mirada al panorama que nos ofrece la antropologa teolgica durante la polmica pelagiana, sin excluir a ninguna de las partes por una u otra razn, no podremos menos de sentirnos sorprendidos ante el cambio e impulsados a buscar la raz ms honda del mismo, sin que el ncleo de la fe cristiana sufra menoscabo alguno. Y esto lleva consigo ante todo la aplicacin de la misma hermenutica de las culturas y de los gneros literarios, empleada para la interpretacin de la Biblia, a los documentos de los concilios de la Iglesia (en este caso, Cartago, Orange y Trento), a los rituales del bautismo y a los escritos de los Santos Padres y de los telogos posteriores. Se ha de advertir de antemano que tanto Jernimo y Agustn, por no mencionar ahora los documentos de los papas Zsimo e Inocencio, como los corifeos del pelagianismo, Pelagio, Celestio y Juliano de Eclana, estaban todos ellos inmersos en la mentalidad tribal al exigir a todos los hombres el bautismo y la fe explcita en Cristo para la salvacin despus de la venida de Jesucristo. Todos ellos tenan una concepcin lineal de la historia de salvacin, segn la cual los distintos perodos de la misma se sustituyen unos a otros abrogando a los anteriores: antes de la Ley de Moiss; durante la Ley y, por ltimo, despus de la venida de Cristo. Aunque Agustn no admite ms que dos perodos con respecto a la naturaleza de la gracia (antes y despus de la cada de Adn), sin embargo, en cuanto a la salvacin admite tambin a su modo esos tres perodos, al menos para proclamar que por el bautismo le son perdonados todos sus pecados al que lo recibe, sea cual fuere el perodo en que l viva personalmente (Enchiridion 118: PL 40,287). San Agustn escribi varios libros, cartas y sermones a raz de la polmica pelagiana, que dura desde el 412 hasta el fin de su vida. Los libros son siempre respuestas a escritos pelagianos, ms o menos expresamente citados, y a veces, como en los escritos contra el obispo pelagiano Juliano de Eclana, las citas ocupan la mitad de los mismos y son la fuente principal en que las obras pelagianas han llegado a nosotros. Por eso, los temas se repiten con una insistencia sin fin, aparecen sin cesar los mismos textos bblicos, en especial de las cartas de San Pablo y del Evangelio y cartas de San Juan, y la dureza de la polmica se va centrando ms y ms en dar razn del origen del mal en el

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Antropologa de S. Agustn en la polmica antipelagiana

Antropologas teolgicas del "Vaticano II y de S. Agustn nos, con una violencia racionalista inenarrable a los textos del Apstol, cuando les conviene. Creo que vale la pena ofrecer aqu esta visin general, antes de entrar en un anlisis ms detallado de los grandes temas de la polmica. Dios omnipotente, nico Creador, contra el maniquesmo (9-14: PL 40,235ss).Es la primera profesin de fe del Credo. Dios es el Creador nico de todas las cosas, visibles e invisibles, materiales y espirituales, y a todas las hizo buenas. En cuanto al modo de esa creacin, dice Agustn, no debemos preocuparnos de las sutilezas de esos sabios, llamados fsicos por los griegos. El mal no es ms que la privacin del bien (privatio boni, su argumento metafsico clsico de las obras antimaniqueas) y no procede, por tanto, de una sustancia eterna mala en eterna lucha contra el principio del bien, Dios, tal como defendan los maniqueos. Dios hizo buena a la naturaleza, pero de ella podra surgir una voluntad buena o mala. Y el pecado, tanto en los ngeles malos como en el hombre, procedi de la voluntad mala. Pecado de Adn como un suicidio moral Cristo, Mediador, Reconciliador Bautismo (23-48: PL 40,244ss).El gran pecado de Adn trajo consigo el castigo de la ignorancia y la debilidad o concupiscencia (infirmitas), por la que se transmite el pecado original, convirtiendo as a todo el gnero humano en una masa de perdicin (massa perditionis). Y de esa masa de perdicin el Dios justo y misericordioso salva a muchos, si bien nadie sabe su nmero. Por el pecado de Adn, el hombre perdi, no la voluntad, sino el uso de la libertad (libre albedro) para hacer el bien por s solo sin la gracia de Cristo; aunque s puede por s solo hacer el mal o pecar, quedando as como un siervo o esclavo del pecado (servus peccati: c.30; ib., 246-247). Agustn compara aqu el pecado de Adn con un suicidio, puesto que, segn l, al perder Adn por el pecado la posibilidad de no pecar si quera, muri espiritualmente, y es obvio que el hombre puede matarse, pero no resucitarse a s mismo (30: ib., 246-247; 106: ibdem, 282). Aqu expone Agustn su distincin clebre, y tan mal interpretada siglos despus por los jansenistas, del auxilium sine quo non y el auxilium quo recibido por Adn antes y despus del pecado, respectivamente. Ms adelante, siguiendo la mentalidad semita (y en cierto modo platnica) de la utopa evanglica de imitar la perfeccin suma del Padre celestial, de algn modo participada por los bie-

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mundo (ante las acusaciones furiosas de maniquesmo que le hacan) y en comprender el sentido de la Mediacin de Cristo y de su liberacin, sin menoscabo de la omnipotencia de Dios y de la gratuidad de su Amor. Algo tan serio y fundamental para la vida y la fe cristianas se debata en aquella polmica, siempre presente y viva en el cristianismo a travs de los siglos, si bien algunos elementos de la antropologa teolgica deben ser sometidos hoy da a una renovacin muy profunda. San Agustn, gran corifeo en esa lucha por parte catlica (Juliano de Eclana tratar de conservar para s el ttulo de catlico! ), escribi hacia el ao 421 un Enchiridion de la fe, la esperanza y la caridad, para responder al seglar Laurentus quien, entre otras cosas, le peda una exposicin breve y clara de las verdades de la fe cristiana para poder llevarla siempre consigo. Agustn le enva una exposicin amplia del Smbolo de la fe o Credo y una breve reflexin sobre el Padrenuestro, refutando, aunque sin citarlas expresamente, varias herejas trinitario-cristolgicas y, sobre todo, enfrentndose muy a fondo con el pelagianismo. El que conozca bien sus escritos antipelagianos encontrar en este Enchiridion el resumen ms objetivo de la antropologa teolgica definitiva del Santo. Para captar mejor los contrastes de esa antropologa con la anterior del Vaticano II y de la teologa actual, har aqu un compendio de los principales puntos debatidos en la polmica antipelagiana, citando los captulos de ese Enchiridion. A este respecto aparecen en l los temas fundamentales de la polmica: 1) El origen del mal en el mundo, ya que los pelagianos le acusaban sin cesar, sobre todo Juliano de Eclana, de ser maniqueo por su doctrina del pecado original transmitido por generacin por obra de la concupiscencia o vicio, infligida a la naturaleza humana por el pecado de Adn. 2) La solidaridad fsico-moral de todos con Adn {raz apstata, dir), en el marco de la biologa patriarcal juda, que, al desconocer la ovulacin de la mujer durante tantos siglos, atribua el germen de los hijos nicamente al hombre (solus homo seminat, dir con insistencia a Juliano de Eclana); rechazando la idea pelagiana de atribuir los pecados del mundo al mal ejemplo de Adn. 3) La gratitud de la gracia de Dios en Cristo como tema central, con diversos matices muy importantes antes y despus del pecado de Adn. Todo ello elaborado por ambas partes con un positivismo bblico a ultranza, y, en el caso de los pelagia-

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Antropologa de S. Agustn en la polmica antipelagiana

Antropologas teolgicas del Vaticano II y de S. Agustn truos, los justos y los condenados; preguntas que el pueblo le haca), saca la consecuencia lgica de su doctrina sobre la necesidad del bautismo para el perdn del pecado original en los prvulos: los que mueran slo con ese pecado original, recibirn la pena ms suave que darse pueda (mitissima poena: 93: ibdem, 275). Omnipotencia y justicia de Dios-Predestinacin y graciaOracin.En el marco de su antropologa teolgica, Agustn plantea con toda claridad y hasta con crudeza los dos polos del misterio de salvacin: la omnipotencia de Dios y su justicia, y la libertad y el pecado del hombre. Citando el salmo 113,11: Dios hace cuanto quiere en el cielo y en la tierra, Agustn concluye que todas las cosas dependen de la voluntad divina, bien porque las permite o porque ella misma las hace (95-96: ib., 276). Segn esto, como de hecho unos se salvan y otros no, Agustn nos dice que la voluntad salvjica universal de Dios (1 Tim 2,4) slo debe entenderse bajo la perspectiva del pecado original: Poniendo la mirada en el mismo Dios, ve que l hace un justo juicio cuando condena a algunos de la masa de perdicin, y misericordia y gracia cuando salva a otros. Y aqu se enfrenta con la tesis fundamental del pelagianismo: Dios, segn stos, otorgara su gracia (la naturaleza libre, el conocimiento de la Ley y, despus, el Evangelio) solamente a aquellos cuyos mritos futuros l conoce con su presciencia eterna. Agustn les arguye con el Apstol que, en ese caso, la gracia ya no es gracia, sino deuda, y la salvacin, pura obra del hombre. La salvacin es pura gracia de Dios, tal como aparece en la eleccin de Jacob y en el rechazo de Esa ya antes de nacer (Rom 9); y esto porque todos somos hijos de la ira (VA 2,3) debido a la condenacin originaria en Adn (originalitcr ex Ada/// vinculo damnationis obslricti). Para Agustn, ste es el panorama o la faz de las Sagradas Escrituras (facies, vultus sanctarum Scripturarum), de tal modo que el que se glore, se glore en el Seor (1 Cor 1,31) (98: ib., 277-278). Al que le diga que eso no puede compaginarse con la justicia de Dios, como hacan de continuo los pelagianos, fundados en la razn, la piedad para con los prvulos y la nocin de justicia, Agustn les responde como siempre con las palabras del Apstol, que l considera como una llamada al orden y al respeto al misterio de Dios: Oh hombre!, quin eres t para salir respondn a Dios? (Rom 9,11-21) (99: ib., 278). Si pone su mirada en Dios mismo, omnipotente y justo, todo lo que l hace tiene.que estar bien hecho. As que, volviendo a

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naventurados, nos dir Agustn que la nica verdadera libertad consiste en no poder pecar: Multo quippe liberius erit arbitrium, quod omnino non poterit servir peccato (105: ib., 281). Esta utopa evanglica nunca la podrn comprender los pelagianos con su definicin estoica de la libertad como, copiando a Cicern, la posibilidad de elegir el bien o el mal, el bien o el pecado; ni los telogos escolsticos que conservaron esta misma definicin. De ah la necesidad del Mediador y Reconciliador entre Dios y los hombres, Jesucristo, Dios y hombre, nacido sin pecado original y, por lo mismo, nacido de una Virgen sin obra de la concupiscencia. Virgen, que es figura de la Iglesia, madre de los regenerados en Cristo (33-34,41). Segn su idea predilecta en esta polmica, Agustn insiste en que la gracia de Dios se nos manifiesta en la Encarnacin, en la que la naturaleza humana fue elevada en Cristo a la dignidad de Hijo de Dios sin mritos precedentes; as como tambin por el hecho de haber nacido del Espritu Santo y de la Virgen Mara: del Espritu Santo no como padre, de la Virgen Mara s como madre (36-38: ib., 250-252). En el gran sacramento del bautismo todos morimos, segn dice el Apstol, con Cristo al pecado: los prvulos, al pecado original; y los mayores, a todos los pecados (42-43: ib., 253). Despus de analizar la gravedad del pecado de origen, en el que hay otros muchos pecados (soberbia, sacrilegio, homicidio, fornicacin espiritual, o infidelidad, hurto, avaricia), llega a afirmar con el clsico positivismo bblico de la poca y citando textos del Antiguo Testamento, que los pecados de los padres pasan en su culpabilidad (reatu) a los hijos (45-48: ib., 254-258). Textos que le servirn para defender de raz su doctrina del pecado original contra los ataques de Juliano de Eclana. Despus de exponer la virtud del Padrenuestro y de la limosna para recibir el perdn de los pecados leves, vuelve a insistir en que las causas de todos los pecados son la ignorancia y la debilidad, castigo del pecado de origen. Y aqu cita Agustn uno de los aspectos ms ricos y profundos de su teologa de la gracia, que deber ser analizada con esmero ms adelante, concibiendo la ayuda de Dios para hacer el bien como un deleite en la justicia o voluntad de Dios (delectatio iustitiae: 81: ibdem, 271). El castigo ms suave para los prvulos que mueren sin el bautismo.Al hablar de la resurreccin de la carne (sin escatimar lucubraciones muy peregrinas acerca de los fetos, los mons-

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Antropologa de S. Agustn en la polmica antiplagiana

Hermenutica de las culturas y gneros literarios cuando surgi, no exista an la hiptesis cientfica del evolucionismo, ni la hermenutica actual, ni el personalismo equilibrado de las ciencias humanas modernas, con su influjo inevitable en la nocin relativa de la libertad humana y en la tica o moral de actitudes y de la opcin fundamental.

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su voluntad salvfica universal (1 Tim 2,4), el hecho mismo de que unos se salven y otros se condenen indica que Dios no quiere de hecho que todos se salven, sino que ninguno se salvar si Dios no lo quiere. Pero esto es inseparable del plano pastoral, es decir, poniendo la mirada en la vida normal del cristiano y no en la eternidad inmutable de Dios, hemos de orar para que Dios quiera nuestra salvacin, porque necesariamente suceder tal como l lo quiera: et ideo sit rogandus ut velit, quia necesse est fieri si voluerit (103: ib., 280). Porque la oracin de los humildes puede salvar a los fuertes. Lo importante es dejar siempre a salvo la omnipotencia de Dios (103: ib., 280-281). Dios saba eternamente que Adn iba a pecar, a hacer mal uso de su libre albedro, y prepar su divina voluntad buena para hacer bien del que haca mal. Adn perdi as la posibilidad de no pecar si quera, y necesita de la ayuda especial de la gracia para obrar el bien. Por eso, la vida eterna, aun siendo una merced de Dios por las buenas obras del justo, es siempre gracia, ya que los mritos del hombre son dones de Dios: ipsa hominis bona merita esse Dei muera, por haberlo sacado graciosamente de la masa de perdicin (104-106: ib., 281-282). Despus de volver al Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo (1 Tim 2,5), que lo es por ser Dios y hombre, hace un cntico sublime a la caridad, difundida por el Espritu Santo en nuestros corazones (Rom 5,5), vida de todas las dems virtudes y expresin sin igual de la gratuidad de la gracia de Dios en Cristo Jess (117: ib., 286). Hoy da no puede menos de llamar la atencin esa insistencia de Agustn en el pecado original y en sus consecuencias precisamente al exponer el Smbolo de la fe, en el que esa causa del mal en el mundo no se menciona para nada. El Smbolo profesa que Jesucristo, por nosotros los hombres y por nuestra salvacin, baj del cielo, y que creemos en un solo bautismo para el perdn de los pecados. Es cierto que Agustn ha proclamado sin cesar en sus escritos antpelagianos y, de un modo especial, en este Enchiridion la Mediacin de Jesucristo, reconciliador y liberador del hombre cado, al mismo tiempo que describe con caracteres y analogas trgicos (como esa del suicidio) el pecado de Adn y sus consecuencias. Sin embargo, esa antropologa teolgica que Agustn no hizo ms que ampliar y llevar a sus ltimas consecuencias, tiene sus races ms hondas en las teologas bblicas del Gnesis (del Yahvista) y, en el Nuevo Tetamento, slo en San Pablo. De ah que hoy da est sometida a un anlisis crtico muy matizado, teniendo en cuenta que,

II. HERMENUTICA DE LAS CULTURAS Y GNEROS LITERARIOS. MENTALIDAD TRIBAL Y PATRIARCAL JUDIO-CRISTIANA. SITUACIN HUMANA DE PECADO Y SU SENTIDO HOY Hay que analizar con esmero estos puntos fundamentales si se quiere llegar realmente a la raz de esa antropologa teolgica y a una valoracin justa de la misma en sus luces y sombras, aprendiendo a discernir lo que es fundamental en la fe cristiana y lo que proviene ya de las culturas humanas, sin las cuales no es posible ciertamente exponer esa fe. Pero hay que ser conscientes de que esa fe no depende de ninguna cultura humana en particular. Como ensea el Decreto de ecumenismo (n.6), el modo de exponer la doctrina de la fe debe ser distinguido con esmero del depsito mismo de la fe. Y en un captulo teolgico de la envergadura de ste sobre la gracia y el pecado original, hay que plantearse los problemas muy en serio.

1.

HERMENUTICA DE LAS CULTURAS Y GNEROS LITERARIOS

Pongo expresamente en primer lugar las culturas como elemento fundamental para interpretar con objetividad los textos escritos, el lenguaje en general y las obras de arte de todo tipo, porque los gneros literarios no son ms que diversas modalidades de expresar las culturas segn los autores, los lugares y las pocas. La pura filologa es una ayuda de primer orden para la hermenutica, pero a veces, si no se conoce a fondo la cultura, puede ser incluso un impedimento, como en el caso del Nuevo Testamento, que est escrito en griego, pero su cultura es la semita o hebrea, muy distinta de la helnica. No voy a entrar aqu en las mltiples discusiones acerca de una recta definicin de la cultura, que, segn algn autor, pasan

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Hermenutica de las culturas y gneros literarios

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ya de trescientas 8 . Podemos decir que la cultura equivale al modo de vida de un pueblo particular, a su concepcin del hombre, del cosmos, de las divinidades, tal como se concretan en sus expresiones sociales, artsticas, religiosas e institucionales. Tal vez lo ms importante para la cuestin que aqu analizamos sea la distincin neta y evidente entre: el nombre (noma; trmino, significante) en cualquier idioma; su significado universal e inmediato (hombre, mujer, dioses: semntica); y aquellas caractersticas propias o matices de sentido que ese significado tiene en un grupo tnico determinado (cultura): por ejemplo, y esto es evidente en nuestras sociedades, la nocin de hombre no tiene el mismo sentido en una sociedad patriarcal como la judo-cristiana que el que pueda tener en una sociedad matriarcal como la de algunas islas de Oceana; y en Espaa, en la sociedad vasca, hasta su cristianizacin. Y este ltimo aspecto (el de la cultura) es realmente el que ms interesa a la hora de interpretar el lenguaje y dems smbolos de la mentalidad de un pueblo o de una persona concreta. Hoy da la antropologa cultural no admite ya un proceso de cambio cultural puro, como si fuese cambiar una cultura por otra nueva, sin ms. Lo que sucede es una especie de simbiosis o asimilacin mutua de elementos, llamada interculturacin o transculturacin. Y si en ese proceso de asimilacin, sobre todo en el campo religioso, no hay una vigilancia muy consciente y responsable, puede darse el fenmeno lamentable de una prdida de valores inestimables de la tradicin originaria, o tambin una falta de discernimiento entre los valores originales de la revelacin y los elementos culturales de pura cosecha humana convertidos en ideologa. Este problema complejo e inevitable en toda teologa de la misin o evangelizacin est ya muy presente en la misma Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento 9. Pero esta hermenutica de las culturas y de los gneros literarios puede ser un arma de dos filos al aplicarla a la interpretacin de los textos bblicos, como lo ha demostrado con creces el uso que hicieron de la misma los protestantes liberales y los modernistas. Si se parte de una epistemologa o presupuestos filosfico-teolgicos de interpretacin que reducen ya de an8 Cf: P. AGUIREEBALZATEGUI, Configuracin eclesial de las culturas (Bilbao 1976) p.27-82; A. A. ROEST CROLLIUS, Inculturation and tbe Meaning o) Culture: Gregorianum 61 (1980) 253-274. Desde el punto de vista antropolgico y sociolgico, cf. P. SOROKIN, Sociedad. Cultura y Personalidad. Su estructura y su dinmica (Madrid 21962). 9 Fede e cultura alia luce della Bibbia. Atti della Sessione Plenaria 1979 della Pontificia Commissione Bblica (Torino 1981); estudios de J.-D. BARTHLEMY, H. CA-

ZELLES, B.

WAMBACQ, J.

ALONSO DAZ, A.

MORENO, A.

DEISSLER, J.

DUPONT,

etc.

temano el mensaje bblico a una simple expresin de experiencias humanas colectivas sin ms, entonces es evidente que esa hermenutica cierra ya de raz el paso a todo don de revelacin por parte de Dios, con la consiguiente destruccin radical de la fe cristiana que todos profesamos en el Credo. Baste recordar aqu que los protestantes liberales de la escuela de Tubinga y sus seguidores desde Christian Baur hasta los ms recientes, y con diversos matices A. von Harnack, E. Bultmann, P. Tillich, as como los llamados telogos radicacales o de la muerte de Dios, y, por otra parte, los modernistas, procedentes del campo catlico, tienen todos ellos la misma matriz epistemolgica, que desemboca en una interpretacin global de cristianismo como fruto de la evolucin de la conciencia colectiva de los seguidores de Jess de Nazaret. Si nuestro conocimiento est esencialmente limitado por las fronteras de lo sensible y lo experimentable, tanto en el campo de la historia como en el de la propia conciencia (agnosticismo, interpretando a Kant a su antojo), es evidente que no podemos conocer nada que supere esas fronteras, y, por lo mismo, no podemos recibir una revelacin de Dios ni podemos hablar de la divinidad de Jesucristo y de una historia de salvacin trinitario-cristolgica, tal como est compendiada en el Smbolo de la fe. Por otra parte, el fenmeno religioso, y entre ellos el fenmeno cristiano, no tiene para ellos otra explicacin que la que nos ofrece el inmanentismo o la fenomenologa del espritu humano ante lo desconocido, lo absoluto, lo sacro: al llegar a las fronteras de nuestro conocimiento (de los fenmenos), sobre todo en los momentos fuertes de la vida, el hombre experimenta un sentimiento de inferioridad y de indigencia ante eso Desconocido, y este es para ellos el origen de todo fenmeno religioso (sensus religiosus). De este modo todo tiene una explicacin intrahumana, y el cristianismo est formado por los seguidores de Jess de Nazaret, el cual vivi esa relacin o sentimiento religioso con lo Absoluto como una filiacin. Todo lo dems, la organizacin de la Iglesia, el canon de las Escrituras, los dogmas, no son ms que una elaboracin de la conciencia evolutiva de las comunidades cristianas a travs de los siglos. Fue una verdadera pena que la condenacin de estos movimientos doctrinales agnsticos por San Po X en su encclica Pascendi (a.1907) llevara a la exgesis y teologa catlicas a un rechazo total del mtodo que usaban los liberales y modernistas, es decir, el mtodo histrico-crtico como hermenutica inseparable de las culturas y de los gneros literarios, ahora adop-

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Hermenutica de las culturas y gneros literarios grada Escritura desde s misma (sola Scriptura) frente al principio de la tradicin de la Iglesia romana 10. La aceptacin de esta hermenutica ontolgica por exegetas luteranos, como G. Ebeling y P. Stuhlmacher, ha puesto de relieve que esa duda de la autenticidad de la tradicin recibida obliga de nuevo a analizar su contenido originario, o sea, obliga a volver al principio de la sola Scriptura de la Reforma como norma normans de la fe cristiana, sin las mediaciones del magisterio eclesistico. Pero, por otra parte, los telogos catlicos insisten en que no se puede prescindir de esa mediacin, precisamente porque la Iglesia misma fue la que instituy el canon de las SS. Escrituras, base de toda la teologa, desechando los libros apcrifos que pululaban en los dos primeros siglos del cristianismo. De este modo, la hermenutica ontolgica ha pasado a constituir hoy da un verdadero problema ecumnico, segn la expresin de G. H. Stobbe, sobre todo al ser aceptada tambin por algunos catlicos con las consecuencias inevitables de confusin doctrinal y pastoral 11 . Lo ms grave de esa conciencia hermenutica est en que la duda que la produce sobre la autenticidad originaria de! mensaje de una tradicin puede extenderse, como as ha sucedido, a las verdades fundamentales de la fe: el misterio trinitario, o la intercomunin personal divina, y la divinidad de Jesucristo. Y esto debido precisamente a un olvido total de las culturas semita y griega, con sus diferencias esenciales en cuanto al modo de expresar las realidades de la vida, cuando sa debera ser la base de toda hermenutica bblica y conciliar realmente seria y objetiva. Pero no es ste el lugar para detenernos a analizar esta cuestin gravsima en el cristianismo actual, reflejo fiel de las tesis del protestantismo liberal y del modernismo, y que, al destruir la divinidad de Jesucristo, bien en aras de su humanidad (error tantas veces repetido ya en la historia), o en aras de un falso irenismo en el ecumenismo con judos y musulmanes, deja al cristianismo sin corazn, como deca ya el gran telogo Karl Adam a los liberales de su tiempo ' 2 .,0 Cf. H. G. GADAMER, Verdad y mtodo. Fundamentos de una hermenutica filosfica (Salamanca 1977) p.16; E. CORETH, Cuestiones fundamentales de hermenutica (Barcelona 1972); H. ZIMMERMANN, LOS mtodos histricos-crticos en el Nuevo Testamento (Madrid 1969); historia de las diversas hermenuticas en la exgesis del Nuevo Testamento por el luterano y seguidor de Gadamer, P. Stuhlmacher (Vom Verstehen des Neuen Testaments. Eine Hermeneutik, Gottngen 1979). 11 H. G. STOBBE, Hermeneutik, ein okumenisches Prohlem. Eine Kritik der katholischen Gadamer-Reaeption (Zrich-Koln-Gtersloh 1981); amplia bibliografa (263274); J. GARCA ROCA, Ontologia hermenutica y teologa de la palabra: Anales Valentinos 5 (1979) 179-225. 12 Cf. A. TURRADO, Gran leccin de la catcquesis cristolgico-trinitaria de San Agustn a algunas cristologas actuales?: Revista Agustiniana de Espiritualidad 18 (1977) 265-340; y en Estudios Trinitarios 12 (1978) 87-139; ID., Anotacin acerca

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tado por el Vaticano II como el nico vlido, con tal que se mantenga dentro de los lmites que exige la fe fundamental de la Iglesia y el magisterio eclesistico como custodio de la misma. La historia de la hermenutica es bastante compleja, incluso en la poca ms moderna, sobre todo porque es un problema de raigambre profundamente filosfica, y, por ello, las distintas filosofas del lenguaje van dejando en ella su impronta y su influjo, a veces muy difcil de compaginar con las exigencias de la fe cristiana. Pero no olvidemos que los presupuestos epistemolgicos de la fe cristiana (y no la pura Vor-Verstndnis, de R. Bultmann, cuya comprensin de la palabra fe no pasa de la existencia humana, sin ms) tienen que ser uno de los elementos integrantes de la hermenutica en cuestin aplicada a los textos bblicos. Es preciso mencionar aqu, al menos, el problema que plantea hoy da la llamada hermenutica ontolgica, en la lnea de M. Heidegger, y que ha sido desarrollada sobre todo por H. G. Gadamer desde el punto de vista filosfico, pero con unas consecuencias muy serias para la teologa bblica, al ser aplicado a la exgesis sobre todo por algunos telogos luteranos. Segn ellos, todas las tradiciones expresadas en el lenguaje, en el arte y en la historia contienen en s un sentido real u objetivo (ontolgico) que manifiesta la existencia humana con sus anhelos, inquietudes y problemas; sentido o mensaje que habla o interpela al aqu y ahora. Es lo que llaman el crculo hermenutica cerrado, por comparacin con otras hermenuticas, y que se puede formular de este modo: la persona (el sujeto) busca el mensaje o contenido del texto, obra de arte o tradicin (objeto); y este contenido o mensaje (objeto) habla o interpela a su vez al sujeto o intrprete en cuanto tal aqu y ahora. Pero lo ms importante en esta hermenutica consiste precisamente en la razn de su origen, o en la conciencia hermenutica que nace de la duda acerca de la autenticidad originaria del mensaje de tal texto, tradicin u obra de arte. Por eso esa hermenutica slo puede darse bajo unas determinadas condiciones, y, desde luego, teniendo en cuenta el historicismo o evolucin progresiva de las culturas y del lenguaje que las expresa, es decir, de la vida. Si se absolutiza una tradicin, ya no es posible la hermenutica. Por eso dice el mismo Gadamer que en San Agustn es posible apreciar una conciencia de este gnero frente al Antiguo Testamento, y en la Reforma se desarrolla una hermenutica protestante a partir del intento de comprender la Sa-

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Hermenutica de las culturas y gneros literarios y sin error la verdad que Dios nos quiso ensear para nuestra salvacin (n.ll). Contiene, pues, las verdades de la historia de salvacin, cuyo suceso central es Jesucristo, hacia el cual se ordenaba como una penumbra todo el Antiguo Testamento y en quien se nos manifest el misterio escondido por los siglos y las generaciones y ahora manifestado a sus santos (Col 1,26; Rom 16,25-26). Jesucristo es, pues, la revelacin definitiva del Padre, de s mismo en cuanto Hijo eterno del Padre encarnado, y del Espritu Santo con sus obras y palabras, y complet su obra con la muerte, resurreccin y gloriosa ascensin y con la misin del Espritu Santo. Dio su Buena Nueva o Evangelio a sus santos apstoles y profetas en el Espritu Santo para que lo predicaran, suscitaran la fe en Jess, Cristo y Seor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino (ib., n.17; cf. Lumen gentium n.2-4). No es ste el lugar para exponer con amplitud la relacin entre la Escritura y la tradicin, como fuentes de esa revelacin divina, y que el Vaticano II no aclar del todo, porque se plantean a este respecto problemas histricos y teolgicos bastante complejos que no vienen ahora al caso, como el de los dogmas virtualmente revelados en otras verdades abiertamente reveladas, etc. (ib., n.7-10). Sobre la inspiracin del Espritu Santo a los hagigrafos, despus de afirmar que todos los libros de la Sagrada Escritura tienen a Dios como autor, y que como tales han sido confiados a la Iglesia, nos ensea que Dios se vali de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos, y de ese modo Dios nos manifest por su medio todo y slo lo que l quera, que es la verdad de nuestra salvacin (ib., n . l l ) . La teologa actual de la inspiracin, apartndose de la psicologa racional aristotlica en este caso y de la consiguiente nocin fisicista del concurso divino, atiende ms bien al modo cmo suele actuar el apstol en un contacto filial con Dios y mirando a la utilidad de la Iglesia y de los fieles, que de algn modo lo solicitaban. Segn esto, la inspiracin divina podra ser descrita como la urgencia que sentan los hagigrafos de poner por escrito la predicacin apostlica (ya directamente, como Mateo y Juan, o indirectamente como Lucas y Marcos, Pablo, etctera) para utilidad de las Iglesias; siendo sus escritos aceptados por los apstoles y comunidades cristianas como fieles a la predicacin apostlica. Esta fenomenologa de la inspiracin

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Y esto nos enfrenta de lleno con el gran problema de la hermenutica, es decir: la salvaguarda del objeto fundamental de la fe, de ese contenido ltimo que se expresa mediante el lenguaje de invocacin, y que, segn dije antes, est de algn modo contenido en el Smbolo de la fe, y el anlisis cuidadoso de las culturas en continua evolucin (historicismo), de las cuales, en una simbiosis mutua y siempre viva, procede el lenguaje y las analogas o comparaciones que nos sirven para las reflexiones sobre Jess y su mensaje (teologas: lenguaje de exposicin o explicacin). Solamente comprendiendo esos dos aspectos de todas las formulaciones de la fe, es decir, el contenido inmutable (DiosTrinidad, Cristo Dios-hombre...) y las analogas, sobre todo antropolgicas, en que las expresan la Sagrada Escritura y los concilios (Padre - Hijo - Espritu, naturaleza, persona, encarnacin, mediacin), tomadas de las culturas, solamente de ese modo podr captarse el carcter dialctico, o de afirmacin y de negacin a la vez, de todo el lenguaje religioso: Dios es Amor, pero no como yo lo conozco o experimento; de ah la preferencia de los SS. Padres por la teologa negativa y apoftica, que expresa la suprema perfeccin de Dios mediante trminos en s negativos: inefable, inmenso, infinito, absoluto. Debido, pues, a ese contenido inmutable de la fe en las formulaciones de invocacin, y al historicismo relativo o evolucin de las culturas y del lenguaje de exposicin, se habla con razn de la filosofa y teologa de la verdad y de la imperfeccin o el error en todas las formulaciones de la fe 13. El Vaticano II y la nocin actualmente ms comn de la inspiracin divina nos aclaran an ms este panorama, del todo imprescindible para enfrentarnos con el problema de la antropologa teolgica de San Agustn y de los concilios de la Iglesia. Y ante todo hay que distinguir con cuidado lo que significa revelacin divina y las caractersticas de la inspiracin de la Biblia. El Concilio nos dice en su Constitucin sobre la divina Revelacin lo que implica la idea de revelacin, o manifestacin de Dios a los hombres, y que bien puede identificarse con la historia de salvacin tal como la profesamos en el Credo. Pues la Sagrada Escritura contiene o ensea con firmeza, con fidelidadde Cristo y los cristianos de E. Schillebeeckx: Revista Espaola de Teologa 38 (1978) 173-183, y en Rev. Agustn, de Espiritualidad 20 (1979) 203-216; ID., Reflexiones en torno al caso Hans Kng y a sus consecuencias: Rev. Esp. de Teologa 39/40 (1979/80) 391-420; y en Rev. Agustn, de Espiritualidad 20 (1979) 291-330. 13 Cuestin expuesta con cierta amplitud en mi art. Reflexiones en torno al caso H. Kng y a sus consecuencias (cit. en la nt.12). Cf. GEFFR, C , El cristianismo ante el riesgo de la interpretacin. Ensayos de hermenutica teolgica (Madrid 1984).

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Hermenutica de las culturas y gneros literarios quiera del mal en el mundo; proftico, que con frecuencia no expresa ms que los deseos an incumplidos; potico, parablico, y si hay algn otro posible). Y -lo que nunca se repetir lo bastante el mandato y el ministerio de Dios a la Iglesia de conservar y de interpretar la Sagrada Escritura no puede ni debe extenderse ms que a la verdad de nuestra salvacin, bajo sus aspectos inseparables de fe y tica, verdad y compromiso (la tica del amor), pero nunca debiera atribuirse una asistencia especial del Espritu Santo para imponer, como, por desgracia, ha sucedido varias veces, ninguno de esos elementos culturales de la Biblia como si se tratara de verdades reveladas. Aqu conviene dejar un amplio horizonte entre dos luces para que el lector apercibido piense en la conversin y bautismo forzados por algunos emperadores y reyes cristianos, en la excesiva aceptacin de los esquemas imperiales romanos y de sus potestades desde la poca del constantinismo, en la Inquisicin para salvaguardar a toda costa la unidad de la fe (como en Roma, cuyo principio fundamental era: salus patriae suprema lex), en el tristemente clebre caso Galileo Galilei en astronoma por el dichoso libro de los Jueces (y el sol se par para que Josu pudiera acabar del todo con sus enemigos! ), en la justificacin de la pena de muerte con algunos textos del Antiguo Testamento en los que el Dios tribal hebreo sirve de justificante a todos los atropellos de Israel, por no mencionar los ms recientes conflictos del liberalismo, comunismo, propiedad privada y sus lmites, etc. Ya me he referido antes a la importancia de la mentalidad patriarcal hebrea, debido en gran parte a la biologa, al desconocer la ovulacin de la mujer y atribuir al hombre el origen de toda descendencia, con las consecuencias que esto ha trado para la organizacin de la misma sociedad juda y cristiana, de la Sinagoga y de la Iglesia, y con el influjo que esto va a tener en todo lo que se refiere a la antropologa del pecado de Adn. Y esto nos enfrenta ya de lleno con un problema puramente cultural de una importancia decisiva para toda la antropologa teolgica, que es lo que realmente nos interesa: la mentalidad tribal y patriarcal judo-cristiana y sus consecuencias para la teologa del pecado y de la gracia. Porque San Agustn no absolutiz ciertas tradiciones del Antiguo Testamento, como la descripcin que hace el Gnesis de los das de la creacin, y por eso las someti a una hermenutica no literalista, desmitificndolas y enriquecindolas con su intuicin clebre de las razones seminales, como virtualidades

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divina es ms inteligible que la aristotlico-tomista del concurso sobrenatural de Dios como iluminando el entendimiento y moviendo la voluntad del hagigrafo a escribir, tal como la propuso sobre todo Len XIII en la encclica Providentissimus Deus (1893), y es resumida por el Vaticano II con estas palabras genricas: De este modo, obrando Dios en ellos y mediante ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y slo lo que Dios quera (ib., n . l l ) . El modo de explicar la fenomenologa de la inspiracin, al igual que suceder con la fenomenologa de la conversin o de la gracia, depende en gran parte de la antropologa filosfica (y de la psicologa racional), que le sirven de base 14. Por lo tanto, si la Sagrada Escritura contiene como revelacin de Dios la verdad para nuestra salvacin (ib., n . l l ) , el hecho mismo de que esa revelacin nos haya sido comunicada por medio de hombres y al modo humano exige que el intrprete conozca los gneros literarios y las culturas, para captar lo que el autor sagrado dice o intenta decir, segn su tiempo y cultura, por medio de los gneros literarios propios de la poca, teniendo en cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar que se usaba en tiempos del escritor y tambin el uso ms frecuente de los mismos en aquella poca en la vida ordinaria (ibdem, n.12). Obviamente, segn indicamos antes, el Concilio vuelve a insistir en que todo lo referente a la interpretacin de la Sagrada Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibi de Dios el mandato y el ministerio de conservar y de interpretar la palabra de Dios (ib., n.12). Todo esto nos plantea la cuestin fundamental de toda renovacin de la Iglesia y de la teologa, es decir: que todo lo que no diga relacin directa con esa historia de salvacin, cuyo suceso central es Jesucristo, y que proceda ya de las culturas y gneros literarios de los hagigrafos y sus pocas y lugares correspondientes, no debe ser tenido como revelacin de Dios, sino como fruto de las culturas y ropaje humano de dicha revelacin. Por eso, Dios no ha revelado a la humanidad una mentalidad patriarcal o matriarcal, dinmica o esttica, ni una biologa o cosmogona, ni costumbres de este u otro tipo, ni organizacin poltica y econmica, ni, por supuesto, ningn gnero literario (histrico; tipo saga o historia familiar novelada; etiolgico, para expresar de algn modo la causa de un fenmeno, ni si14 Cf. A. M. ARTOLA, D