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FUTURO DE LA DEMOCRACIA Y “UNIVERSALES PROCEDIMENTALES” * Ermanno VITALE SUMARIO: I. Democracia de los antiguos y democracia de los modernos. II. Las prome- sas no cumplidas. III. La democracia de los “universales procedimentales”. IV. Conclu- siones. I. DEMOCRACIA DE LOS ANTIGUOS Y DEMOCRACIA DE LOS MODERNOS Como ha subrayado Norberto Bobbio en diversas ocasiones, si es que hay un tema que constituye el hilo conductor de sus investigaciones, éste es el te- ma de la democracia. Para constatarlo basta con re- pasar rápidamente la bibliografía de sus obras y notaremos que destaca una notable cantidad de es- critos sobre la democracia. Evidentemente, muchos de esos trabajos están inspirados por su deseo ‘mi- 81 * Traducción de Pedro Salazar Ugarte.

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FUTURO DE LA DEMOCRACIAY “UNIVERSALES PROCEDIMENTALES”*

Ermanno VITALE

SUMARIO: I. Democracia de los antiguos y

democracia de los modernos. II. Las prome-

sas no cumplidas. III. La democracia de los

“universales procedimentales”. IV. Conclu-

siones.

I. DEMOCRACIA DE LOS ANTIGUOS

Y DEMOCRACIA DE LOS MODERNOS

Como ha subrayado Norberto Bobbio en diversasocasiones, si es que hay un tema que constituye elhilo conductor de sus investigaciones, éste es el te-ma de la democracia. Para constatarlo basta con re-pasar rápidamente la bibliografía de sus obras ynotaremos que destaca una notable cantidad de es-critos sobre la democracia. Evidentemente, muchosde esos trabajos están inspirados por su deseo ‘mi-

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* Traducción de Pedro Salazar Ugarte.

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litante’ de invitar a ‘amar’ a la democracia, a pesarde las objeciones de sus detractores y, por lo mis-mo, de velar por ella (éste es el tono, por ejemplo,del breve artículo “Instituciones y principios”, es-crito por Bobbio en 1958, con motivo del décimoaniversario de la Constitución italiana1).

Pero, incluso en sus escritos más militantes, enla obra de Bobbio siempre prevalece un sólidoplanteamiento antiretórico —una crítica atención alos límites, a los defectos y a la fragilidad de la for-ma de gobierno democrática—. Esto es así porque,quien verdaderamente ama a la democracia y pre-tende velar por ella, no debe limitarse a obsequiarlacon homenajes meramente formales; ésa es, preci-samente, la actitud de los peores enemigos de lademocracia —aquellos que la vacían desde su inte-rior, confundiéndola con formas populistas y ple-biscitarias—. En contra de este peligro interno devaciamiento e implosión de la democracia, que noes menos grave que el peligro externo representadocon su manifiesta antítesis, la dictadura, Bobbioofrece, durante los más de cincuenta años en los

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1 Sólo hasta hace poco regresaron esas páginas a mismanos. Gracias a la Bibliografia de los escritos de Norberto

Bobbio, editado por C. Violi, Roma-Bari, Laterza, 1995, mefue posible encontrar sus extremos: se trata de un artículo publi-cado en Risorgimento, VIII, 11, 1958 y posteriormente pu-blicado en Ateneo, IX, 2, 1959.

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que magistralmente ha combinado (conforme a supropio método) reflexión filosófica y análisis histó-rico, el antídoto teórico más convincente que yoconozca. Dicho antídoto, desde mi punto de vista,tiene su forma más completa en los que Bobbiollama “universales procedimentales” de la demo-cracia; es decir, los principios normativos pertene-cientes a los procedimientos de discusión colectiva,que todas las democracias deben tener en común,y que, por ello, definen a la propia democraciafrente a las demás formas de gobierno. Ahora qui-siera concentrar mi atención en la “fórmula” de es-te antídoto —ahora que resulta más necesario quenunca, tanto en Europa como en América (y no só-lo en América Latina)— ilustrando brevemente sugénesis y su razón de ser, tanto en el pensamientode Bobbio, como en la reconstrucción que él hace dela reflexión plurisecular sobre la democracia (acla-ro que en ambos casos me centraré en una recons-trucción teórica y no en una reconstrucción estric-tamente cronológica o historiográfica).

Si lo que queremos es formarnos un juicio críti-co y suficientemente fundado en torno al conceptode democracia (ya sea desde el punto de vista des-criptivo/factual como desde la perspectiva prescripti-vo/normativa), Bobbio nos propone que reconside-remos la historia de la idea de la democracia paraevitar desfiguraciones y prejuicios (tanto desfavo-

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rables como favorables). Recorriendo este camino,la primera distinción que encontraremos es entre lademocracia de los antiguos y la democracia de losmodernos. Dicha distinción no por nada sirve de tí-tulo a uno de los ensayos más importantes de Bob-bio sobre la democracia: “La democracia de losmodernos comparada con la democracia de los an-tiguos (y con la de los postreros)” publicado en1987 en la revista Teoria Politica y recientementemodificado y recopilado en la Teoria generale de-

lla politica. Bobbio inicia este ensayo, cuyo títuloparafrasea el célebre escrito de Constant sobre la li-bertad, subrayando que entre la democracia de losantiguos y la de los modernos es plausible identifi-car —como generalmente se hace— dos diferen-cias: la primera analítica (descriptiva) y la segundaaxiológica (referida a un juicio de valor).

La primera diferencia, la analítica o descriptiva,entre la democracia de los antiguos y la de los mo-dernos se refiere a la forma en la que se ejerce elpoder del pueblo, es decir, el kratos del demos.Mientras la democracia de los antiguos es directa,la democracia de los modernos es representativa.La imagen ideal de la primera es la asamblea ple-naria de la polis, en la que todos los ciudadanoscuentan con la misma facultad de palabra y con elmismo peso político y discuten acerca de los asun-tos de interés público; al final de la deliberación, la

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decisión que deberá ser obedecida se adopta pormayoría (una cabeza, un voto). Las magistraturas—es decir, los cargos ejecutivo/administrativos ylas funciones judiciales— se otorgan principalmen-te por sorteo y no por elección, lo que confirma laigualdad sustancial de valor (moral o político) en-tre los ciudadanos. Agrego de paso que la objeciónrecurrente sobre el alto grado de exclusión de laciudadanía que caracterizaba a la democracia delos antiguos es totalmente fundada desde el puntode vista ontológico o antropológico, pero no cons-tituye una objeción estrictamente política. Ya quelos esclavos, las mujeres y los “extranjeros” sim-plemente no pertenecían a la polis.

Por el contrario, la democracia de los modernoses esencialmente representativa: la imagen queBobbio nos propone es la de una mesa electoral enla que los ciudadanos depositan su voto en la urnano para decidir votar algo sino para elegir quiéndeberá decidir en su lugar, como su representante,en aquellas asambleas mucho más pequeñas queson los parlamentos (o congresos, no importa elnombre). De esta forma, la democracia de los mo-dernos se encuentra contaminada, vinculada, con elprincipio aristocrático de la elección (obviamentede los mejores) y esto no se debe solamente al ta-maño de los Estados nacionales en comparacióncon las pequeñas polis griegas. Por medio de la re-

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presentación se proyecta una extensión tendencialy progresiva de la ciudadanía, superando poco apoco las barreras y los prejuicios antropológicospero, al mismo tiempo, se niega implícitamenteque el arte de la política sea distribuido igualmenteentre todos los seres humanos. No se envían al Par-lamento ciudadanos sorteados, ni se les vincula conun mandato preciso; se les escoge, al menos ideal-mente, en función del programa general del partidoal que pertenecen y en virtud de su valor personal.

Desde mi punto de vista, la segunda diferenciaque señala Bobbio, encuentra parcialmente su fun-damento en la primera, en la diferencia descrip-tiva-analítica. Durante el pensamiento antiguo ymedieval, nos dice Bobbio, si bien con algunas ex-cepciones, la democracia fue objeto de un juicio ra-dicalmente negativo: la democracia era el régimende la libertad sin freno de un pueblo ignorante e in-capaz, peligrosamente arrogante, que decidía in-sensatamente acerca de todo guiándose por el ca-pricho y el arbitrio. Por si no bastara, se trataba deuna masa dividida en diversas facciones encabeza-das por hábiles demagogos que no estaban preocu-pados por el bien común sino por vencer a sus ene-migos personales. La imagen generalizada es la delpueblo, de la masa, como una gran bestia feroz quedomarse y mantenerse alejada del poder político;de hecho, podemos agregar, esta imagen es casi

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idéntica a aquella netamente antidemocrática, quelos liberales conservadores en el siglo XIX ofre-cían a las masas populares. A pesar de ello, nos di-ce Bobbio, en la modernidad y especialmente en elsiglo XX el juicio acerca de la democracia se ha in-vertido; ésta se ha convertido en la forma de go-bierno que todos consideran como la mejor. A talgrado que algunas dictaduras, al menos en perspec-tiva, sostienen que reconocen el valor de la demo-cracia (es típica en este sentido la afirmación de losdictadores que dicen trabajar para restablecer lascondiciones con las que se podrá regresar a la de-mocracia).

¿Cómo explicamos esta inversión de sentido enel juicio acerca de la democracia? La primera hipó-tesis, la más inmediata, sería que no se trata de unjuicio sobre el mismo objeto; es decir, por las razo-nes que hemos visto —y por otras en las que no mehe podido detener— la democracia de los antiguosno es la democracia de los modernos. Según algu-nos teóricos contemporáneos, el único punto de pa-rentesco entre ambos regímenes es que compartenel mismo nombre: democracia. Por lo tanto, el re-chazo de la primera y la valoración positiva de lasegunda no constituyen una contradicción.

Una réplica a esta interpretación radicaría en cues-tionar hasta qué punto la democracia de los modernosy, sobre todo la de los contemporáneos, sigue siendo

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(y en qué sentido) democracia: poder ascendentefundado en la igualdad política y en el principio demayoría. Pero no adelantemos vísperas.

Bobbio sugiere otro camino —mucho más com-plicado— para explicar la inversión axiológica deljuicio sobre la democracia. Él la considera un efec-to de la “revolución copernicana” que la moderni-dad llevó también a la filosofía práctica; es decir,como el paso del holismo de los antiguos al indivi-dualismo de los modernos, de la visión de los sereshumanos como miembros intrínsecamente vincula-dos a una entidad cultural, étnica, política, etcétera—cuyo destino individual se confunde con ella— ala concepción de los mismos seres como indivi-duos, como personas (en su condición de sujetoscon una facultad autónoma de juicio, con unadignidad definida por un conjunto de derechos fun-damentales) que pueden reunirse y entrar en unaasociación voluntaria. Desde este punto de vista,“pueblo” o “masa” son simplemente nombres co-lectivos que indican una suma o una agregación depersonas y no un todo orgánico, compacto e ines-cindible:

La idea del demos como cuerpo colectivo —escri-be Bobbio— deriva de la imagen de la plaza o dela asamblea vistas desde arriba. Pero si nos acer-camos, nos damos cuenta de que la plaza o la

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asamblea están compuestas por individuos que,cuando ejercen su derecho, aprobando o desapro-bando las propuestas de los oradores, cuentan sin-gularmente uno por uno. Entonces la democracia,no diversamente de la monarquía o de la aristocra-cia, está integrada por individuos… El hecho deque en una democracia sean muchos los que deci-den no transforma a estos muchos en una masaque pueda considerarse globalmente, porque lamasa, en cuanto tal, no decide nada. El único casoen el que se puede hablar de una decisión de masaes en la aclamación que es exactamente el contra-rio de la decisión democrática.2

En el pensamiento de Bobbio regresa constante-mente la preocupación por distinguir la decisióndemocrática de la aclamación: eso significa, agregoyo, poner en duda la calidad democrática de lasformas decisionales que se parecen a esta última;todas aquellas en las que la respuesta obligada, pre-definida es, simplemente, un sí o un no. Dichasformas materializan la que podemos llamar, para-dójicamente, la “democracia del pulgar apuntandohacia arriba o hacia abajo”.

Ya que llegamos a este punto me parece oportunoenfrentar, tanto desde el punto de vista de la historia

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2 Bobbio, Norberto, Teoría generale della politica, Turín,Einaudi, 1999, pp. 329 y 330.

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de las ideas como desde la perspectiva teórica, el te-ma de la relación entre la democracia de los antiguosy la de los modernos —es decir, indagar si entre am-bas existe una continuidad sustancial o si las diferen-cias son tan grandes que se justifica la hipótesis de ladiferencia radical—. Ciertamente Bobbio parece su-gerir, al articular su posición a partir de dos diferen-cias tan radicales (democracia directa o representati-va, juicio negativo o positivo) que la respuesta másconvincente es la segunda; es decir, que no existeninguna continuidad entre la democracia de los anti-guos y la de los modernos. Es más, la forma ideal dela democracia representativa ha padecido en el tiem-po, al intentar realizarse, procesos de transformaciónque han traicionado sus promesas originarias, aleján-dola definitivamente del ideal igualitario del poderdistribuido entre los ciudadanos. Estos procesos detransformación deben comprenderse y aceptarse rea-listamente sin caer en formulaciones excesivamentereductivas o en tentaciones antidemocráticas. Por elcontrario, debemos tomar conciencia de los límites dela democracia; éste es el sentido del ensayo más co-nocido de Bobbio sobre el tema: El futuro della de-

mocrazia (1984).Sin embargo, si miramos con atención, en la

obra de Bobbio existe, de forma complementaria yno contradictoria, una segunda línea de pensamien-to sobre la democracia. Precisamente partiendo de

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la relación que ha delineado entre la autonomía in-dividual y la democracia, Bobbio se vuelve másexigente, y señala precondiciones ontológicas, éti-cas y metodológicas necesarias en cualquier época

para toda forma de gobierno democrático; es decir,nos indica cuál es el mínimo común denominadorde los procedimientos decisionales democráticosque son dignos de dicho nombre. Desde mi pers-pectiva, esta segunda línea expresa puntualmente elrecorrido ideal que une al ensayo sobre la demo-cracia de los antiguos y de los modernos, con eltexto de una conferencia que dictó en Bogotá y quefue titulada “Dall’ideologia democratica agli uni-versali procedurali” (1987).

En la segunda y en la tercera partes de esta po-nencia imaginaré algo parecido a una discusión deBobbio consigo mismo, en la cual quisiera hacerparticipar al menos a un invitado, Jürgen Haber-mas, cuya lectura de Il futuro della democrazia es,a mi juicio, reductiva y errada (demasiado inclina-da hacia la concepción schumpeteriana), y encuen-tra una convincente respuesta en el ensayo de Bob-bio dedicado a los universales procedimentales.3

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3 Sobre la interpretación habermasiana de Bobbio, cfr. tam-bién mi trabajo “Habermas y la teoría de la democracia”, Pa-

radigmi, XV, 43, 1997.

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II. LAS PROMESAS NO CUMPLIDAS

El ensayo El futuro de la democracia, aunquefue escrito antes de que los acontecimientos de1989 exigieran nuevas reflexiones sobre el posibledestino de la democracia, sigue siendo un intere-sante punto de referencia para un análisis sobre elestado de salud de las democracias contemporá-neas. Como es bien sabido, en ese trabajo Bobbiodiscute seis promesas no cumplidas por la demo-cracia, algunas de las cuales tienen como paráme-tro al ideal democrático del siglo XVIII; otras sinembargo (que son las que más nos interesan) orien-tadas desde una versión mínima de la democraciacomo democracia procedimental. Versión de la de-mocracia que Bobbio define como una forma degobierno “caracterizada por un conjunto de reglas(primarias y secundarias) que establecen quién estáautorizado a adoptar las decisiones colectivas y concuáles procedimientos”.4 Por lo que se refiere a lossujetos llamados a decidir, la democracia exige queéstos sean un “número muy alto” (son excluidoslos menores de edad y algunos otros individuos enespeciales condiciones). Por lo que se refiere al

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4 Bobbio, Norberto, Il Futuro de la democrazia, Turín, Ei-naudi, 1984, p. 4. La traducción al español (a cargo de JoséFernández Santillán) fue editada por el Fondo de Cultura Eco-nómica, México.

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procedimiento, la regla principal es la regla de lamayoría. Pero existe una tercera condición: que lossujetos llamados a decidir puedan optar entre al-ternativas reales y suficientemente conocidas. Paraque esto sea posible es necesario que se garanticenlo derechos de libertad (opinión, prensa, asocia-ción, reunión, etcétera). En resumen: “el Estado li-beral es un presupuesto —escribe Bobbio— no só-lo histórico sino jurídico del Estado democrático”que, a su vez, es la mejor garantía de las libertadesfundamentales.5 Liberalismo y democracia, en lamedida en la que uno implica a la otra y viceversa,parecen garantizarse recíprocamente.6 Quizá esoportuno agregar que para que los derechos civilesy políticos sean verdaderamente puestos a disposi-ción de los individuos y, por lo tanto, puedanejercerse, es necesario un mínimo de Welfare State.Me refiero evidentemente a la “tercera vía” libe-ral-socialista a la que Bobbio ha dedicado otra par-te importante de sus reflexiones y de su esfuerzocívico7 (y que no hay que confundir con la “tercera

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5 Ibidem, p. 6.6 Cfr. Bobbio, Norberto, Liberalismo e democrazia, Milán,

Angeli, 1988, pp. 30 y 31.7 Me limito a recordar la Introducción al congreso interna-

cional «Liberalismo: ossimoro o sintesi?» que tuvo lugar enAlghero en 1992. Los textos fueron recogidos en el volumende Bovero, M. et al. (eds.), I dilemmi del liberalsocialismo,

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vía” impulsada por algunos políticos de nuestrosdías).

Pero, al mismo tiempo, no es una casualidad quelos llamados “derechos sociales” sean uno de losmayores problemas de las democracias contempo-ráneas (cuáles deben ser, en qué medida deben ga-rantizarse, etcétera). En sociedades plurales, per-meadas por el asociacionismo de los ciudadanos,que se organizan en grupos de intereses y de pre-sión (más o menos numerosas, más o menos pode-rosas) la cuestión de la redistribución de los recur-sos entre grupos y actores sociales completamentediferentes en número y en peso específico introdu-ce una difusa y continua conflictividad estratégicaentre intereses, y no un conflicto entre ideologías ymodelos de vida que buscan representar el interésgeneral. Por el contrario, la doctrina democráticadel siglo dieciocho había imaginado, según Bob-bio, una sociedad sin cuerpos intermedios:

el modelo ideal de la sociedad democrática era elde una sociedad con un solo centro. La realidadque tenemos ante nuestros ojos es la de una socie-

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Roma, NIS, 1994. La introducción de Bobbio lleva por título“Tradizione ed eredità del liberalsocialismo”. Sobre los acon-tecimientos y los maestros del liberalsocialismo cfr. tambiénSbarberi, F., L’utopia della libertà eguale. Il liberalismo so-

ciale da Rosselli a Bobbio, Turín, Bollati Boringhieri, 1999.

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dad centrífuga, que no tiene un solo centro de po-der (la voluntad general de Rousseau), sino mu-chos y merece el nombre, compartido por losestudiosos de la política, de sociedad policéntricao poliárquica (una expresión más fuerte pero nototalmente equivocada sería policrática). El mode-lo del Estado democrático fundado en la soberaníapopular que fue ideado a imagen y semejanza dela soberanía del príncipe era un modelo de socie-dad monística. La sociedad real, que está a la basede los gobiernos democráticos, es pluralista.8

Del pluralismo social deriva, precisamente, la“revancha de los intereses” particulares contra elinterés general que se ha quedado sin bandera. Re-vancha que se traduce en una violación sistemáticay comúnmente aceptada de la prohibición del man-dato imperativo: los parlamentarios no representana la nación, sino a su partido, respetan la llamadadisciplina de partido (sino es que de lobbies aúnmenos transparentes). Muchas decisiones se trans-forman de esta manera en acuerdos neocorporati-vos entre grandes organizaciones que el gobiernogarantiza y el parlamento habitualmente ratifica. Siesto es verdad, no es difícil entender “la persisten-cia de las oligarquías” como tercera promesa nocumplida, ni posible de cumplir, de la democracia

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8 Bobbio, Norberto, op. cit., nota 4, p. 10.

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contemporánea. En muchos aspectos de la vida so-cial y productiva las decisiones son adoptadas por“técnicos” que tienden, cada vez más, a ocupar ro-les políticos, debilitando también la cuarta promesa—la extensión del proceso de democratización des-de la faceta del individuo como ciudadano haciaotras (estudiante, trabajador, soldado, consumidor,enfermo, etcétera)—.

De todas estas observaciones se desprende laquinta promesa no cumplida, la de la trasparenciaen el ejercicio del poder: los “poderes invisibles”,los arcana imperii, la razón de Estado (y de parti-do) siguen vigentes tanto en la arena internacionalcomo en la política interior, siempre que la demo-cracia siga siendo una competencia por el poderentre diferentes oligarquías.

La última promesa no cumplida es la educacióndel ciudadano: la convicción de Mill (o de De-wey) de que la democracia tenía en sí misma unafunción educativa —que casi “obligaba” a las per-sonas a informarse y a razonar para escogeradecuadamente a favor de su propio interés— ha de-jado su lugar al fenómeno de la llamada apatía polí-tica, ya identificada por Hobbes y por Tocqueville, opeor aún, a elecciones irracionales o emocionalesque son magistralmente orientadas por las técnicaspublicitarias utilizadas por la propaganda política.

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Bobbio considera que todas estas promesas nofueron honradas por la democracia: la complejidadde los problemas exige expertos para que decidan,así como la multiplicidad de las prestaciones que seexigen al Estado democrático produce un aparatoburocrático desmedido y estructurado jerárquica-mente, desde el vértice hasta la base, que es exacta-mente lo opuesto al principio de la democracia co-mo poder desde abajo. No sólo eso: este aparato seplantea como un poder político invisible, que dictacon frecuencia (no siempre por verdaderas dificul-tades técnicas) los tiempos de aplicación de las de-cisiones legislativas y, algunas veces, las convierteen medidas banales o las distorsiona. Frente a ello,el sistema democrático puede ser fácilmente acusa-do de tener un “bajo rendimiento”, de deficiencia eingobernabilidad, de lentitud en los procedimientosdecisionales ante la rapidez con la que la sociedadcambia y produce nuevas expectativas.

El comentario habermasiano a estas observacio-nes sobre las promesas de la democracia fue catalo-gar a Bobbio entre los autores que han producido“teorías sociológicas de la democracia”: abarcandocon esta etiqueta a las teorías del pluralismo de laselites y de los centros de poder. Las teorías del plu-ralismo han sido, según Habermas, el puente “entrelos modelos normativos de democracia y las apro-

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ximaciones llamadas realistas (o sea la teoría eco-nómica de un lado y la teoría sistémica del otro)”.9

Siguiendo este razonamiento, Bobbio simplementehabría recorrido con cuarenta años de retraso el ca-mino teórico que siguió Schumpeter en Capitalis-

mo, socialismo y democracia en el que, según Ha-bermas, Schumpeter considera a la democraciacomo “una teoría de las elites” y reduce el “papeldel procedimiento democrático a la elección plebis-citaria entre leadership alternativas, por lo tanto, ala elección de jefes”.10 Siendo ecuánimes, tenemosque reconocer que en Facticidad y validez Haber-mas articula y suaviza esta reducción teórica deBobbio a Schumpeter, pero también es cierto quesus conclusiones no cambian en lo sustantivo: Se-gún Habermas, “[Bobbio] no atrapa la sustanciagenuinamente procedimental de la democracia” ne-gándose a aceptar que su esencia no consiste tantoen ‘reglas del juego’ entendidas en sentido técnico,como en el otorgar una dimensión institucional a“discursos y negociaciones, utilizando aquellas for-mas de comunicación que pueden fundar una pre-sunción de racionalidad de todos los resultados que

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9 Habermas, J., Fatti e norme, contributi ad una teoria dis-

corsiva del diritto e della democrazia, Milán, Guerini, 1996(ed. original 1992), p. 391.

10 Ibidem, p. 394.

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fueron alcanzados mediante el procedimiento de-mocrático”.11

En una primera reacción podríamos responder aHabermas que Bobbio no está hablando, en estaocasión, de la democracia como debería ser, sino dela democracia como efectivamente es. Sigue siendointeresante la implicación que se desprende de lacrítica habermasiana: las “promesas no cumplidas”identificadas en el Futuro de la democracia eviden-cian contradicciones de tal magnitud que sacudenlos fundamentos de la democracia, o bien, que ha-cen que parezca inadecuada o insuficiente la defini-ción de la democracia que propone Bobbio. Al re-nunciar a sus promesas originales parece quetermina por desnaturalizarse, o al menos, por renun-ciar a una de sus dimensiones esenciales, intrínsecasy constitutivas. Me refiero a la falta de formacióndel ciudadano en la dimensión propiamente delibe-

rativa de la democracia. Dimensión sin la cual el su-fragio universal resulta ser sólo un momento del en-frentamiento entre los oligarcas. No creo que seacasual que otros estudiosos, quizá dudando que elcírculo virtuoso propuesto por Habermas entre opi-nión pública y sistema político pueda realizarse,propongan con decisión los temas del constituciona-lismo, con la finalidad de proteger los principios

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11 Ibidem, p. 359.

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fundamentales de un Estado democrático de dere-cho moderno12 frente a los propios procedimientosdemocráticos y a sus posibles distorsiones —porejemplo, la omnipotencia de las mayorías y el cor-tocircuito entre “voluntad popular” y Ejecutivo—.

El peligro de declinar la democracia procedimen-tal en términos schumpeterianos es el de convertirlaen algo parecido, en el ámbito interno, a lo que, ensentido lato, se define como la paz internacional; obien, como una condición de precario equilibrio en-tre actores de muy distinta consistencia territorial,económica, estratégica, etcétera, en la que prevalecela voluntad, en el mediano y largo plazos, de enfriarlos conflictos entre intereses nacionales a través deacuerdos ampliamente reconocidos y generalmenterespetados. De forma (parcialmente) análoga, la su-perioridad de los sistemas políticos democráticossólo debería consistir en hacer tendencialmente pa-cífico el enfrentamiento entre fuerzas económicas ysociales, absorbiendo y conteniendo los impulsossubversivos y, sobre todo, permitiendo el recambiopacífico de las clases dirigentes, según las enseñan-zas de Popper (retomadas por Bobbio en el ensayode 1984); en un régimen democrático “los ciuda-

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12 Cfr., por ejemplo, Ferrajoli, L., Diritti fondamentali. Un

dibattito teorico, editado por E. Vitale, Roma-Bari, Laterza,2001; Bovero, M., Contro il governo dei peggiori. Una gram-

matica della democrazia, Roma-Bari, Laterza, 2000.

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danos pueden deshacerse de sus gobernantes sinderramamientos de sangre”.13 Evitar los derrama-mientos de sangre en los conflictos políticos y so-ciales —lo que implica escoger, en el amplio catá-logo de los regímenes democráticos existentes yposibles,14 las formas institucionales idóneas paraenfriarlos— parece ser un pobre resultado respectoa las expectativas que la propia democracia evocaba.Pero si volteamos nuestra mirada hacia la debilidadinstitucional de importantes regímenes democráti-cos y, aún más, si la orientamos hacia la situacióninternacional, este resultado podría ser un logro nodespreciable para los hombres y mujeres del sigloXXI. Sin embargo, como he señalado con anterio-ridad, el pensamiento de Bobbio en su conjunto esseguramente más exigente.

III. LA DEMOCRACIA DE LOS “UNIVERSALES

PROCEDIMENTALES”

En primera instancia, parece que entre el ensayosobre el futuro de la democracia y los dos ensayos

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13 Bobbio, Norberto, op. cit., nota 4, p. 27.14 Un amplio panorama, descriptivamente claro (aunque sea

dirigido a mostrar las bondades de la forma que, desde mi pun-to de vista, es menos apta para enfriar los conflictos: el presi-dencialismo) lo ofrece Sartori, G., Ingeneria costituzionale

comparata, Bolonia, Il Mulino, 1995.

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de 1987 no hay fracturas sustantivas. La elección decontinuidad en el núcleo de la democracia procedi-mental y formal es clara y no ha sido nunca puestaa discusión. Aun así, como intentaré demostrar, nose trata de un cambio de acento, de subrayados dis-tintos, de variaciones sobre un mismo tema, pro-pias de un teórico como Bobbio que analiza unmismo asunto desde distintos puntos de vista segúnlas ocasiones. Me parece que los dos ensayos queahora se encuentran en la Teoría general, compara-dos con el Futuro de la democracia, y aunque nohayan sido escritos con mucha diferencia de tiem-po,15 contienen en su conjunto elementos interesan-tes que aclaran y profundizan teóricamente el estu-dio sobre la democracia. Esto se logra a través de lareflexión sobre la historia de la democracia, de re-pensarla en clave diacrónica amplia; mientras queel ensayo de 1984 parece discutir indicaciones ypropuestas críticas que provenían de la ciencia po-lítica americana (Schumpeter y Dahl en particular;quizá esto es lo que confundió a Habermas al mo-mento de emitir su juicio sobre Bobbio).

Invito a poner atención sobre dos elementos. Elprimero: de la lectura conjunta de estos ensayos re-

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15 Es más, el ensayo que corresponde al segundo apartadodel capitulo octavo es anterior (1981).

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sulta con gran claridad que la democracia represen-tativa y procedimental es, en una perspectiva histó-rica, una forma de gobierno muy joven por lo quese refiere a su vida práctica y que, como sea, sólodesde hace relativamente muy poco tiempo ha sidoconfrontada por un tipo de crítica radicalmentedestructiva (por ejemplo, como ya lo he señalado,de parte de los liberales conservadores), una críticaque la consideraba, no menos que a la democraciadirecta y/o sustancial, como gobierno de la licenciao como el gobierno de una multitud naturalmenteinepta, ignorante, facciosa y sediciosa, incapaz pa-ra gobernar la cosa pública. Casi como una antecá-mara para el gobierno tiránico.

Kantianamente, la historia de la democracia noparece a los ojos de Bobbio como linealmente pro-gresiva, pero tampoco como regresiva:

Un ideal-límite es, en sí mismo, por definición,inalcanzable. Pueden existir históricamente mayo-res o menores aproximaciones a este ideal. Peroningún ideal es de este mundo. Lo que nosotroshoy llamamos democracia, en contraposición conlos gobiernos autoritarios, con las dictaduras,con los Estados totalitarios, no es una meta, sinouna ruta... Una ruta de la que ni siquiera conoce-mos el final, como no conocemos el final de lahistoria humana en su conjunto, pero que, al me-

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nos como ruta, parece más transitable que otras oquizá sólo menos desesperada.16

Por otro lado, la democracia es —a diferencia deotras formas de gobierno que se refieren a (o se mol-dean a partir de) modelos jerárquicos naturales— unproducto eminentemente artificial, que siempre co-rre el riesgo de derrumbarse porque entre sus con-diciones se encuentra un ideal humano altamenteexigente: un individuo o persona que sea capaz deconjugar el calculo racional con la pasión civil. Enel ensayo sobre la democracia de los antiguos y lademocracia de los modernos queda claro que Bob-bio no quiere renunciar a este fundamento antropo-lógico:

Actualmente el individualismo está en la base delestudio de las decisiones colectivas: la actuación

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16 Ibidem, pp. 379 y 380. Pero el esnsayo de 1965, Fascismo

e antifascismo, que ahora está publicado en Bobbio, Dal fas-

cismo alla democrazia, editado por M. Bovero, Milán, Baldini& Castoldi, 1997, concluía con esta reflexión: “Cuando sucede—y sucede frecuentemente— que no estamos satisfechos conla democracia, recordemos que la tarea a realizar era enorme.La democracia, precisamente porque es el regímen de los pue-blos civiles, exige tiempo y paciencia... Los problemas de lavida asociada en una sociedad moderna son terriblemente in-trincados: son un nudo abirragado. El fascismo creyó que po-día cortarlo. En cambio nosotros tenemos que aprender a desa-marrarlo” (pp. 118 y 119).

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de este o aquel grupo se analiza a partir de loscomportamientos individuales […pero] Hay variasformas de individualismo. Uno proveniente de latradición liberal libertaria y otro de la tradición de-mocrática. El primero aisla al individuo del cuerpoorgánico de la sociedad y lo lleva a vivir fuera delseno materno, imbuyéndolo en el mundo descono-cido y plagado de peligros en la lucha por la su-pervivencia [...mientras] el segundo agrega al in-dividuo con otros individuos iguales a él, a los queconsidera como similares, para que la sociedad serecomponga a partir de su unión ya no como eltodo orgánico del que ha salido sino como asocia-ción de individuos libres. El primer individualis-mo reivindica la libertad del individuo de la socie-dad. El segundo lo reconcilia con ella y hace de lasociedad un acuerdo libre entre individuos inteli-gentes. El primero hace del individuo el protago-nista de una sociedad nueva que surge de las ceni-zas de la sociedad antigua, en la que las decisionescolectivas son adoptadas por los mismos indivi-duos o por sus representantes.17

Me parece, dicho sea de paso, que la reducciónschumpeteriana que hace Habermas de Bobbioqueda sensiblemente debilitada de la lectura de unacita como ésta.

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17 Bobbio, Norberto, op. cit., nota 2, pp. 333 y 334.

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Este ideal de individuo democrático así comolas referencias a una ruta iniciada hace muchos si-glos —y éste es el segundo y definitivo elementode diferencia respecto al ensayo de 1984— nos lle-van a considerar los nexos que existen entre la lla-mada democracia de los antiguos (atenienses) y lademocracia de los modernos. En resumen, lasdistinciones señaladas por Bobbio entre la demo-cracia de los antiguos y la de los modernos, en elensayo dedicado específicamente a este tema, de-muestran ser mucho menos relevantes respecto dela coincidencia entre ambas. Esto no significa quedichas distinciones se queden en la nada, ya que,en todo caso, sigue siendo necesario no confundirla democracia directa con la representativa. Peropor encima de las diferencias, Bobbio identifica enla célebre apología de la democracia hecha por Pe-ricles, las raíces de los mismos “universales proce-dimentales” que rigen también a la democracia delos modernos:

si comparamos [la definición moderna de la demo-cracia como método] con la oración de Periclesnos damos cuenta de que las dos definiciones noson tan diferentes y que pueden empalmarse launa con la otra. Aunque es cierto que el jefe ate-niense se había limitado a decantar algunos prin-cipios, el de la separación de la vida privada y la

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vida pública, el de la participación activa de losciudadanos a la vida pública, el de la deliberaciónpor medio de la discusión libre, que son todos ‘u-niversales procedimentales’ como son llamadospor los juristas.18

Vale la pena retomar estos universales, así comoBobbio los articula en seis puntos:

1) todos los ciudadanos que hayan alcanzado lamayoría de edad sin distinciones de raza, de reli-gión, de condición económica, de sexo, deben go-zar de derechos políticos…; 2) el voto de todos losciudadanos debe tener el mismo peso; 3) todoslos titulares de derechos políticos deben ser librespara votar según su propia opinión formada lomás libremente posible, es decir, en una compe-tencia libre entre grupos organizados; 4) debentambién ser libres en el sentido de que deben estaren condiciones de elegir entre opciones diferentes,

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18 Ibidem, p. 381. Esta atención a los ‘principios’ nos lleva aescritos de Bobbio sobre la democracia que son todavía másantiguos. En el artículo publicado en el Ateneo él escribe:“Una democracia necesita, ciertamente, de instituciones ade-cuadas, pero no vive si dichas instituciones no son alimentadascon principios adecuados. Cuando los principios que han ins-pirado a las instituciones pierden vigor en los ánimos, tambiénlas instituciones decaen, se transforman, primero, en esquele-tos vacíos y, posteriormente, corren el riesgo de convertirse enpolvo” (p. 10).

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es decir entre partidos que tengan programas di-versos y alternativos; 5) tanto para las elecciones,como para las decisiones colectivas debe valer laregla de la mayoría numérica…; 6) ninguna deci-sión adoptada por mayoría debe limitar los dere-chos de la minoría, particularmente el derecho aconvertirse en su momento también en una mayo-ría en igualdad de condiciones.19

Ciertamente Bobbio insiste que se trata de for-mas, relativas al quién decide y al cómo decide, node contenidos, relativos al qué cosa se decide. Sinembargo, me parece que están implícitas algunascuestiones de contenido ya que dichos “universalesprocedimentales” permiten sostener que no todaslas versiones históricas de (presunta) democraciaformal tienen procedimientos que sean igualmentecongruentes con el significado de democracia co-mo distribución igual del poder político entre laspersonas sometidas a dicho poder. Significado quedebería caracterizar la democracia per se, desdeSolón y Pericles hasta nuestros días.

IV. CONCLUSIONES

Dejo al lector el ejercicio de verificar en quémedida los “universales procedimentales” identifi-

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19 Bobbio, Norberto, op. cit., nota 2, p. 381.

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cados (y promovidos) por Bobbio siempre caracte-rizan, para todos los efectos, a los regímenes quehoy consideramos democráticos. Lo que me parecepuedo sugerir, obviamente a manera de conclusiónprovisional, es lo siguiente: hay muchos países —di-ría que la mayoría de los Estados en el mundo— enlos cuales las condiciones que Bobbio define como“universales procedimentales” son, por el momento,una meta ambiciosa.

Las razones preponderantes de esta situación meparece que pueden ser reconducidas, en forma pa-radójica, precisamente al enorme poder económicoy político, en la arena internacional, de los que lla-mamos normalmente “democracias avanzadas”.Éstas rechazan, en los hechos, favorecer, o al me-nos no obstaculizar, la extensión de aquella formade gobierno de la que se benefician, y a la que ala-ban, hipócritamente, en los foros internacionales.Pero también las así llamadas “democracias avan-zadas” parece que no gozan de buena salud. Ahí endonde existe, bien que mal, el edificio de la demo-cracia constitucional, del Estado democrático dederecho, es vaciado de sentido, desde su interior,día con día, sobre todo a través del cierre progresi-vo de los espacios del disenso público —entiendoese disenso profundo y radical—, justamente ahíen donde resulta más importante expresarlo, es de-cir, en los grandes medios de comunicación. La po-

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sibilidad de expresar en público el disenso —pu-diendo ser escuchado idealmente por todos losciudadanos— es, en todo momento, la razón de serde la democracia.

Si me preguntaran qué me ha enseñado en primerlugar Norberto Bobbio, respondería sin dudar: amantener siempre despierto el espíritu crítico. Di-cho de manera más coloquial, a no dejarme con-vencer fácilmente nunca, ni siquiera por el propioBobbio. A no confiar nunca de manera ciega en na-die. Vigilar la democracia significa también, o so-bre todo, precisamente eso.

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