Ruta la serena marzo 2006

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DE CÓMO DIMOS UN PASEITO POR LA SERENA

27 Y 28 DE MARZO DE 2006

Se presentó una mañana de niebla aunque no fría, habíamos quedado a las siete en la glorieta de Santa Justa y con bastante puntualidad allí estuvimos. Fuimos en dos coches Chema y su cuñado Fernando en su coche pues tenia unos porta bici parecidos a los del Meji y el Barba y yo en el fantástico Laguna.

A pesar de la incomodidad de la niebla fuimos rapidítos y paramos a desayunar en una venta llena de motoristas que venían del Gran Premio de Jerez y algunos tenían unas caras que daba miedo pensar que pudieran coger una de las grandes motos que tenían aparcadas a la entrada. Después de desayunar el Barba echó gasolina y seguimos el viaje sin novedad, la niebla levantó a la altura de la Carlota quedando un día despejado; solo la nostalgia al pasar por Cerro Muriano y acordarnos de los tiempos de la mili y de los buenos huevos fritos que nos comíamos en las cantinas del río, igual al pasar por el Vacar, también nos acordamos de los huevos fritos, que fijación, esta vez nos los comimos al acabar una buena ruta que hicimos por Ovejo y Villaharta. Antes de llegar a Espiel tiramos para el Puerto del Calatraveño, Hinojosa del Duque, sitios así mismo de gratísimos recuerdos y un poco más adelante llegamos a Belalcazar, destino elegido para dejar los coches e iniciar la Ruta.

En una gasolinera que nos salió al paso el Barba preguntó y le dijeron que sí, que podíamos dejar allí los coches, los metimos en unos jardincillos para que no estorbaran, nos cambiamos, preparamos las bicis, compramos agua y nos pusimos en marcha.

A la salida de Belalcazar nos encontramos con un gran castillo en un estado de conservación regular, pero que por su tamaño debió de ser importante, después de las fotos de rigor seguimos por la carretera hasta que llegamos a la desviación para la estación de Belalcazar. Una carretera local estrecha pero de buen firme, muy bonita con cantidad de flores en los campos y muchos pájaros, incluso presenciamos la caza por parte de una rapaz de una paloma.

Como íbamos paralelo al río Zújar vimos algunas tortugas dormitando en las piedras del cauce, también había una gran formación rocosa que parecía un gran dragón dormido, al otro lado podíamos contemplar un gran

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lanchal en la falda de la montaña. La carretera iba bajando e íbamos contemplando todo esto con auténtica deleitación y gozando de lo lindo.

Un poco más adelante vimos la confluencia del río Zújar con el Guadamatilla, que por aquí llaman la Junta de los Ríos, es un sitio precioso donde los dos ríos forman una laguna que en verano es aprovechada para los baños de los de la zona, esta rodeado de vegetación, con un monte en una de las orillas que en los días claros como el que hoy se ha quedado se refleja en el agua produciendo una bonita fotografía.

Llegamos a donde salía el camino que teníamos que tomar, a los pies del castillo de Madroñiz, muy bien conservado en lo alto de un monte y que parece que ahora lo tienen para hospedaje rural, pero tras proponer el Barba que siguiéramos hasta la estación seguimos bajando y contemplando una amplia zona de anidamiento de cigüeñas, no solo en los postes eléctricos sino en cualquier sitio que levantase un par de metros del suelo. La estación está en desuso y no paran los trenes, está en una hondonada vigilada por tres inmensos bloques de piedra, a lo lejos se veía el puente que cruza el embalse de la Serena, siguiendo la carretera se debe llegar al Puerto de la Nava y a la Sierra de Santa Eufémia que quedan pendiente para una nueva Ruta.

En vez de volver por la carrretera lo hicimos por un camino que salía de la Estación, que discurría entre las vías y el río Zújar, también y relajados íbamos que Chema al mirar para atrás se olvidó que iba en bicicleta y fue a darse con una valla yéndose al suelo sin ninguna consecuencia, un poco más adelante y debajo del puente del ferrocarril que salva el río nos encontramos que un ovejero había construido su aprisco en el camino y lo tenía cerrado al paso, pero el hombre vino y nos abrió, no solo esta sino la de acceso a la carretera, que también la tenía cerrada. Había varias ovejas muertas le preguntamos que había pasado y nos contestó que habían muerto de parto…

Salimos a la carretera y llegamos al camino de Madroñiz, fuimos contemplando el castillo allá en lo alto y nos encontramos con un vado, teníamos que atravesar el río Zújar, como no iba muy crecido no sobrepasaba en más de dos centímetros de agua por lo que fue fácil y fotogénico el atravesarlo, creo que sirve de presa para que se forme la laguna de Junta de los Río, después del vado había dos caminos uno subía al castillo que una vez vista la altura fue rechazado y el otro nos llevaba a la Sierra Rinconada, que fue el que cogimos. Volvimos a pasar por Junta de los Río pero por la orilla contraria y subiendo, la vista espectacular. Cuando llegamos arriba a la sombra de unos alcornoques nos deleitamos con unos bocadillos que llevaba Chema, descansamos un poco.

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Reiniciamos la marcha y el paisaje cambió, era todo mucho más seco y más auténticamente de sierra, el camino estaba bien y avanzamos rápidamente hasta la carretera de Cabeza del Buey, pero como nos habían dicho que el camino continuaba hasta el mismo pueblo buscamos y encontramos al otro lado de la carretera la prolongación, por ella fuimos subiendo hasta que nos paró u destripaterrones que nos dijo que por allí no se podía pasar y que tampoco se iba al pueblo, después de algunas palabras más o menos acaloradas seguimos y llegamos a una plantación que tenía pinta de ser la causante de todo, porque se había comido el camino; encontramos una alternativa dando una vuelta por una veredita que nos llevó a un buen camino, después de saltarnos unos y abrir la puerta otros, una valla. En este trayecto a pie con la bici al lado, digno de la Peña, Chema dijo haber visto un melocillo grande, pero más pequeño que el destripaterrones, seguro.

Subimos por el camino y nos encontramos ante otra bifurcación, por intuición, que en esta Ruta a sustituido a los planos y al G.P.S. tiramos a la derecha y seguimos subiendo una buena pendiente, cuando llegamos arriba el panorama tampoco estaba muy claro pero seguimos, esta vez bajando, llegamos a una cancela que abrimos, cerramos y continuamos pedaleando, nuestra fe se vio recompensada cuando por la parte izquierda y bastante lejos apareció la silueta de un camión hormigonera, fuimos convergiendo hasta que nos encontramos y nos dijo que el camino que él llevaba iba a la carretera. Dejamos que se marchara para no tragar polvo y nos pusimos en marcha; había muchas huertas, sembrados y corrales con cerdos y ovejas con sus peculiares olores, a los doce kilómetros aproximadamente apareció el cartel indicador de Ceda el Paso, lo cual quería decir que habíamos llegado a la carretera.

Pero todavía tuvimos que subir un repechito que hacía la carretera y andar unos tres kilómetros para llegar al pueblo que nos recibió con un gran monumento de granito con la cabeza de un buey, sin embargo parece que esta denominación viene de la degeneración del árabe BUWAYD, que significa “puertecillo”, esta era una zona militarizada para la protección del Puerto de la Nava por el que discurría el carril de la Plata (Almadén-Córdoba), aproximadamente por donde hoy está la estación de Belalcazar, por lo que parece que el origen del pueblo esté en el asentamiento de una guarnición militar encargada de proteger dicha ruta; bueno esto desde luego no se me ocurrió en ese momento pues el hambre y las ganas de tomar una cerveza era bastante prioritario, nos habían dicho que buscáramos el Bar Toledano, cerca del Polideportivo y hacia allí nos dirigimos, antes paramos en la plaza para coger agua en una fuente que generosamente manaba por varios caños y una chica poco comunicativa nos dijo por donde se iba, cerca de la estación vimos otro bar pero dijeron que no tenían pan, seguimos hasta

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encontrar el bar en cuestión y ahora si nos atendieron, pedimos unas cervezas y dos bocadillos de carne para los cuatro, nos pusieron unas aceitunas muy verdes aliñadas con ajos que estaban bastante buenas, la televisión por supuesto estaba puesta y gracias a la experta explicaciones del Barba nos enteramos cual de las señoras estupendas era la mala, en la telenovela que estaban poniendo, un café de postre y de nuevo a la carretera.

Serian sobre las cuatro cuando salimos del Bar el Toledano, el tiempo estaba bastante nublado, fuimos por la carretera hasta el cruce a Almorchón y desde allí ya por una carretera sin tráfico llegamos a este poblado que era de empleados de la Renfe que tenía aquí lo que llaman un nudo ferroviario importante y que actualmente se encuentra abandonado desde que en el año 1981 se suspendieron definitivamente las actividades; algunos empleados jubilados se han quedado con las casas y viven allí por temporadas. Cuando después de la charla con los vecinos íbamos a ponernos de nuevo en marcha, Chema se dio cuenta que había pinchado, rápidamente cambió la cámara repasando la cubierta y quitándole la espina de un rosal, nos pusimos en marcha, pero al poco tiempo se dio cuanta que había pinchado de nuevo, vuelta a empezar y curiosamente otra vez encontramos una espina de rosal. Una vez arreglada salimos a la carretera durante unos dos kilómetros y cogimos el camino de la Ermita de Belén, el Barba muy animado y algo preocupado por el horario, imprimió un ritmo vivo hasta que llegamos a la ermita, la estuvimos viendo por fuera, es grande y tiene una parte de piedra que debe ser la más antigua del S.XIII, fue un convento templario y otra más moderna S.XVI, la romería se celebra el 27 de septiembre y deriva de la ofrenda que los pastores hacían cuando volvían de pasar el verano en las tierras del norte, y rápidamente volvimos a ponernos en camino.

El castillo de Almorchón nos observaba desde lo alto de un risco, es un magnífico observatorio ornitológico, el camino, muy bueno discurría entre la sierra de Tiros a nuestra izquierda y las inmensas y melancólicas, a esta hora de la tarde, estepas de la serena. El camino que en principio era muy llano se fue ondulando llegando a ser un auténtico rompepiernas con algunas subidas considerables, el Barba pagó el esfuerzo hecho al principio y Chema iba con los pinchazos metidos en el coco de forma que a los dos les costó trabajillo llegar. Por fin después de subir un repecho apareció Castuera.

Sobre las siete serian cuando a Castuera llegamos, entramos por donde está el cementerio con una gran cruz de granito y una zona de jardines, esperamos a que llegaran y mientras preguntamos por un Hostal nos dijeron uno pero estaba a las afueras del pueblo, por lo que una vez reagrupados fuimos para el centro del pueblo y volvimos a preguntar a unas

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jóvenas castueranas que nos recomendaron el Hostal Paraíso muy cerca de donde estábamos, lo encontramos rápidamente y con amabilidad nos facilitaron una habitación doble y dos sencillas, porque el Barba dice que ronca mucho y hoy está especialmente cansado, las bicicletas nos la dejaron meter en una cochera-almacén que tienen en la parte de atrás. Las habitaciones están bien, la cama son dura y la ducha funciona muy bien.

Realmente ha sido una ruta bastante dura, hemos recorrido ochenta y dos kilómetros por camino casi todo, así que se impone una buena ducha y un buen homenaje.

Quedamos a las nueve en el bar del hotel y nos tomamos una cervecita que nos supo a gloria, con una tapita de oreja, preguntamos por un restaurante y nos dijeron que La Piscina o La Parrilla que estaban los dos a la salida del pueblo; salimos a una plaza muy amplia y fuimos bajando por una calle de reciente urbanización y de construcciones modernas pero en la que no habían encontrado para instalar unos bancos de hierro forjado, sino la zona de protección de los aparcamientos, lo cual quedaba un poco ridículo. Seguimos bajando hasta llegar a una rotonda con un avión militar en el medio que no supimos que pintaba allí, pero como allí mismo estaban los restaurantes no le dimos más importancia, elegimos La Parrilla que tenía mejor aspecto y en él entramos, pedimos una cerveza en la barra pero inmediatamente pasamos al comedor, después de leer detenidamente la carta acabamos pidiendo todos lo mismo, ración de queso de Castuera para picar y gazpacho extremeño y solomillo de cerdo al queso de Castuera para todos, para beber una botella de tinto de la Ribera del Guadiana, de postre sorbete de limón. La tertulia muy agradable aunque no dejaban fumar y nos tuvimos que fumar el purito cuando salimos.

Yendo para el hotel comenzaron a caer unas gotitas pero no llegó a más la cosa, en estos pueblos grandes no se tiene la sensación de perturbar la paz cuando es un poco tarde como en los pequeños, aquí una moto pasó a toda pastilla como en cualquier gran ciudad civilizada. . Llegamos pronto al Hotel y cada uno se fue a su nido hasta mañana que hemos quedado en el bar a las ocho y media.

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SEGUNDA JORNADA Con bastante puntualidad fuimos apareciendo en el bar y pidiendo el

correspondiente café con tostada, habíamos dormido bastante bien, pero el Barba dice que no había descansado, pedimos la cuenta y le pedimos que nos abriera la cochera, muy amablemente lo hizo, montamos las alforjas y preparamos las bicis para la nueva jornada. Con un poco de lío, pues no sabíamos por donde salir y dimos alguna vuelta de más, esto de no tener plano es una temeridad, por fin atravesamos la parte más antigua del pueblo viendo la iglesia de Santa María Magdalena del S.XVIII muy original, saliendo a la carretera de Puerto Hurraco por la que fuimos por un buen arcén aunque como es una gran recta los coches pasan a una velocidad endiablada, al fondo se veía la sierra del Oro y la carretera estaba bordeada de huertas. A la entrada del pueblo paramos un coche para preguntar por un camino que nos habían dicho nos llevaba directamente a Monterrubio de la Serena, pero nos lo habíamos pasado, hubiéramos debido coger desde Castuera a Benquerencia y desde allí a Monterrubio. No subimos a ver Puerto Hurraco, una aldea pequeña en la falda de la Sierra perteneciente a Benquerencia de la Serena, donde por lo visto lo único importante que ha pasado fueron los crímenes de 1990, así que seguimos por la carretera, otro pedazo de recta, hasta llegar a Monterrubio de la Serena. Entramos por la parte baja del pueblo, donde existen unas naves industriales, efectivamente a la izquierda salía una carretera señalizada como camino rural y que llevaba a Benquerencia, Fernando y Chema que habían llegado un poco antes habían preguntado por el camino que teníamos que coger para ir a Belalcazar y le dijeron que estaba muy mal y que era mejor ir por la carretera, sin echarle mucho caso fuimos subiendo pasando por varias almazaras de aceite que trajeron recuerdos al Barba de otros tiempos y por un adoquinado de los antiguos llegamos a la plaza del pueblo donde se encuentran la Casa Consistorial, la Iglesia de la Consolación del S.XVI y una casa muy característica con un falso arco conopial sobre la puerta, también los pretiles de las azoteas estaban decorados con una especie de dibujos art-decó, que son típicos de los pueblos de la zona. Barba y Chema entraron en la oficina de información para preguntar por el camino que tenemos que coger al salir del pueblo y se lo explicaron bastante bien, pero antes de salir buscamos un supermercado, dimos con la Cooperativa de

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Consumo Ntra. Sra. Consolación donde compramos un par de chorizos, una rosca, plátanos y agua, como siempre dándonos preferencia sobre algunas clientas que había en el establecimiento, repartida la carga salimos del pueblo buscando la desviación que nos habían dicho, nos equivocamos y cogimos la del cementerio pero unas personas que se encontraban a las puertas de un taller nos dijeron que era un poco más abajo. Efectivamente un poco más adelante salía una carretera estrechita y por ella cogimos, era una delicia después de haber tenido que soportar la carretera, ir por aquí tranquilitos y solo pendiente de disfrutar cada olor, cada color, del pájaro que canta o las flores que crecen en los arcenes; un poco más adelante la carretera se vuelve camino y seguimos bajando hacia el río Zújar, pasamos un paso a nivel y a lo lejos vemos el puente del ferrocarril que atraviesa el río, todo el campo está cubierto de margaritas amarillas, seguimos hasta llegar al río y allí dos grandes bloques de granito nos permitieron vadearlo sin mojarnos los pinrreles, una vez vadeado se nos apareció un prado ideal para dar buena cuenta de los chorizos que habíamos comprado. Sentados sobre una alfombra de hierba dimos buena cuenta de ello bajo un sol que empezaba a calentar pero no molestaba y después hubo hasta un cuartito de hora de relax.

Un poco somnolientos iniciamos de nuevo la marcha esta vez íbamos para arriba y nos sorprendió una cosa curiosa; el Zújar marca la frontera entre Extremadura y Andalucía, al mismo tiempo que entre las comarcas de Los Pedroches (Córdoba) y La Serena (Badajoz), bien pues al iniciar la marcha entrando en Córdoba vimos que aparecían las grandes masas de granito como bultos de la tierra, que no habíamos visto en La Serena, documentándome he averiguado que esto corresponde a lo que se llama el Batolito de los Pedroches, que constituye uno de los principales cuerpos ígneos - que son rocas que se originan en el interior de la corteza terrestre a elevada temperatura - de la península, extendiéndose desde Bailén hasta Don Benito, unos 200 kilómetros de longitud por 15 kilómetros de anchura.

Seguimos por una dehesa con alcornoques dispersos y nos encontramos con un rebaño de ovejas custodiadas por un par de mastines con cara de pocos amigos que inmediatamente comenzaron a ladrar, con un poco de tranquilidad dejamos pasar a las ovejas que entraban en un cercado y después pasamos nosotros sin mayor problema, a lo lejos vimos pasar un coche por lo que intuimos que estábamos llegando a la carretera y así fue, creíamos que íbamos a salir más cerca del pueblo pero tuvimos que ir un buen trecho por la carretera si bien los últimos dos o tres kilómetros fueron por una recta cuesta a bajo, llegamos al pueblo y tras callejear un poco dimos con la gasolinera.

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Nos recibió el empleado de la gasolinera que estaba ayer, justo haciendo el cambio de turno, le agradecimos que nos hubiera dejado aparcar los coches y se marchó, nosotros poco a poco fuimos cambiándonos y metiendo las bicis en el coche. Una vez todo recogido y como nos cogía de paso, nos acercamos al Monasterio de Santa Clara, a la salida del pueblo para intentar comprar unos dulces que tienen fama en la comarca, pero estaba cerrado pues eran las dos y media y no abrían hasta las cuatro y media, en vista de lo cual pusimos rumbo a Hinojosa del Duque y allí en el Bar Restaurante La Finojosa, donde cenamos cuando estuvimos de ruta por los Pedroches, paramos a tomar unas cervezas y un flamenquín para los cuatro que nos sentó estupendamente. Después la carretera a una velocidad y ruido a los que no habíamos echado de menos en este día largo de ruta, paramos a la salida de Ecija a tomar un café y nos despedimos, pues a la entrada en Sevilla cada uno tiramos para un lado. Hemos completado la Ruta, estamos cansados y quemados, el sol nos ha dado bien, creo que hemos disfrutado bastante y desde ya empezamos a pensar en la próxima.