Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una...

334
Algo de mí mismo Rudyard Kipling Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Transcript of Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una...

Page 1: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Algo de mí mismo

Rudyard Kipling

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Page 2: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

CAPÍTULO 1

UNA INFANCIA1865-1878

Dadme los seis primeros años de la vidade un niño y tendréis el resto

Al mirar atrás desde éstos mis setenta años,tengo la impresión de que, en mi vida de escri-tor, todas las cartas me han tocado de tal modoque no he tenido más remedio que jugarlascomo venían. Así pues, atribuyendo cualquierbuena fortuna a Alá, de quien todo viene, doycomienzo:

Mi primer recuerdo es el de un amanecer, suluz y su color y el dorado y rojo de unas frutasa la altura de mi hombro. Debe de ser la memo-ria de los paseos matutinos por el mercado defrutas de Bombay, con mi aya y después con mihermana en su cochecito, y de nuestros regre-

Page 4: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

sos con todas las compras apiladas en éste.Nuestra aya era portuguesa, católica romanaque le rezaba -conmigo al lado- a una Cruz delcamino. Meeta, el criado hindú, entraba a vecesen pequeños templos hindúes en los que a mí,que no tenía aún edad para entender de castas,me cogía de la mano mientras me quedaba mi-rando a los dioses amigos, entrevistos en lapenumbra.

A la caída de la tarde paseábamos junto almar a la sombra de unos palmerales que sellamaban, creo, los Bosques de Mhim. Cuandohacía viento, se caían los grandes cocos y co-rríamos -mi aya con el cochecito de mi hermanay yo- a la seguridad de lo despejado. Siemprehe sentido la amenaza de la oscuridad en losanocheceres tropicales, lo mismo que he amadoel rumor de los vientos nocturnos entre laspalmas o las hojas de los plátanos, y la canciónde las ranas de árbol.

Había barcos árabes que se iban muy lejospor las aguas color perla, y parsis ataviados

Page 5: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

alegremente, que desembarcaban a adorar lapuesta de sol. Nunca supe nada de sus creen-cias, ni que cerca de nuestra pequeña casa de laExplanada estaban las Torres del Silencio, don-de los muertos son expuestos a los buitres queesperan en los aleros de las torres; buitres queempezaban a andar y a desplegar las alas nadamás ver abajo a los portadores del muerto. Noentendí la pena de mi madre cuando encontró“una mano de niño” en el jardín de casa y medijo que no hiciera preguntas sobre aquello. Yoquería ver aquella mano de niño. Pero el ayame lo contó.

En el calor de las tardes, antes de la siesta, oella o Meeta nos contaban historias y cancionesinfantiles indias que nunca he olvidado, y nosmandaban al comedor una vez que nos habíanvestido con la advertencia de «Ahora, a papá ya mamá, en inglés». Así que uno hablaba «in-glés» traducido con titubeos del idioma ver-náculo en que uno pensaba y soñaba. Mi madrecantaba maravillosas canciones al piano, un

Page 6: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

piano negro, y después salía a Grandes Cenas.Una vez volvió muy pronto, estaba yo aún des-pierto, y me dijo que «al gran Lord Sahib» lohabían asesinado y ya esa noche no iba a haberGran Cena. Se trataba de Lord Mayo, asesinadopor un indígena. Meeta nos explicó despuésque le habían «clavado un cuchillo». Meeta mesalvaba, sin saberlo él, de cualquier temor noc-turno o del miedo a la oscuridad. El aya, poruna curiosa y servicial mezcla de cariño deverdad y estrategia burda, me había contadoque la cabeza disecada de leopardo que habíaen el cuarto de los niños estaba allí para asegu-rarse de que me iba a la cama. Pero Meeta lequitó importancia a aquella «cabeza de ani-mal», de la que yo me olvidé como fetiche,bueno o malo, porque no era más que un «ani-mal» sin especificar.

Fuera de la casa y de los espacios verdes quela rodeaban había un sitio estupendo, que olíamucho a pintura y óleo y con pegotes de barrocon los que jugar. Era el taller de la Escuela de

Page 7: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Arte de mi padre. Y un ayudante suyo, el señor«Terry Sahib», a quien mi hermana adoraba,era muy amigo nuestro. Una vez, al ir solohacia allá, pasé por el borde de un enorme ba-rranco de dos palmos, en donde me atacó unmonstruo alado igual de grande que yo, y echéa correr llorando. Mi padre me hizo un dibujode la tragedia, con unos versos debajo:

Un niño de Bombayhuyó de una gallina.Le dijeron mocoso.Y dijo: bueno, sí,pero es que no me gustan.

Me consolé con eso y, desde entonces, siem-pre me han caído bien las gallinas.

Después pasaron aquellos días de luz clara yde oscuridad, y hubo un tiempo en un barcocon grandes semicírculos que tapaban la vista alos dos lados. (Debió de ser el viejo vapor Ri-pon, de la P. & O.) Hubo un tren que atravesaba

Page 8: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un desierto (aún no se había abierto el Canal deSuez) y un alto en la travesía, y una niña pe-queña envuelta en un chal en el asiento frenteal mío, y cuya cara permanece. Hubo despuésun país oscuro y una habitación fría y más os-cura en uno de cuyos muros una mujer blancapreparaba un fuego y yo lloré de pánico. Nohabía visto nunca una chimenea.

Vino luego otra casa pequeña, que olía a se-quedad y a vacío, y el adiós de mi padre y demi madre al amanecer, cuando me dijeron quetenía que aprender pronto a leer y escribir paraque me pudieran enviar cartas y libros.

Pasé en aquella casa cerca de seis años. Era deuna mujer que hospedaba a niños cuyos padresestaban en la India. Su marido era un viejo ca-pitán de la Armada que había sidoguardiamarina en Navarino y después habíatenido un accidente con la cuerda del arpónmientras pescaba ballenas: se enredó y la cuer-da lo arrastró hasta que consiguió desprendersede puro milagro. Pero la cicatriz se le quedó en

Page 9: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

el tobillo para toda la vida: una cicatriz negra yseca, que yo solía mirar con tanto horror comointerés.

La casa estaba en los arrabales últimos deSouthsea, cerca de un Portsmouth que no habíacambiado mucho desde Trafalgar. Era elPortsmouth de junto al cenador de Celia de SirWalter Besant. Se amontonaba allí madera parauna Armada cuyos acorazados, como el Inflexi-ble, estaban todavía en fase experimental. Lospequeños bergantines-escuela pasaban por de-lante del castillo de Southsea, y el fuerte dePortsmouth era como siempre había sido.Aparte de todo esto estaba la desolación de laisla de Hayling, el fuerte de Lumps, y la aisladaaldea de Milton. Yo daba largos paseos con elcapitán, y una vez me llevó a ver un barco lla-mado Alert (o Discovery), a su vuelta de unasexploraciones árticas y con la cubierta llena deviejos trineos y troncos y con el timón de re-puesto cortado a trozos para que se los llevarande recuerdo. Un marinero me dio un trozo,

Page 10: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pero lo perdí. Después el viejo capitán murió yyo lo sentí mucho, porque era la única personade aquella casa que me dirigió, que yo recuer-de, alguna palabra amable.

Era una casa llevada con todo el vigor de laIglesia Evangélica revelada a aquella mujer. Yonunca había oído hablar del infierno, así queallí me adentraron en todos sus horrores; a mí ya cualquier pobre criada que hubiera en la casa,cuyo severo racionamiento la hubiera obligadoa robar comida. Vi una vez a la mujer pegarlede tal modo a una niña, que ésta estuvo a puntode defenderse con el atizador de la cocina enalto. Yo mismo me llevaba constantes palizas.La mujer tenía un solo hijo, de doce o trece añosy tan religioso como ella. Yo era una especie dejuguete para él, y cuando su madre me habíadado la paliza diaria, él (dormíamos en el mis-mo cuarto) me cogía por su cuenta y me daba elresto.

Si se le pregunta a un niño de siete u ochoaños lo que ha hecho durante el día (sobre todo

Page 11: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cuando está deseando irse a dormir), incurriráen bastantes contradicciones. Si cada contradic-ción se considera una mentira y se le afea en eldesayuno, la vida empieza a no ser fácil. Heconocido bastantes maneras de intimidar, peroaquello era tortura premeditada, tan religiosacomo científica. No obstante me sirvió paradarme cuenta de las mentiras que muy prontome vi obligado a decir: es, supongo, el origende una vocación literaria.

Me salvó mi ignorancia. Se me obligaba a leersin explicaciones bajo el frecuente miedo alcastigo. Y llegó un día en que recuerdo que la«lectura» aquélla ya no era «había un gatillo enun esterillo», sino el camino hacia algo quehabría de hacerme feliz. Así empecé a leer todolo que encontraba. Tan pronto como se supoque esto me daba placer, la privación de la lec-tura se añadió a los castigos. Fue entoncescuando empecé a leer a escondidas y en serio.

No había muchos libros en aquella casa, peromi padre y mi madre, nada más saber que

Page 12: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había aprendido a leer, empezaron a enviarmevolúmenes magníficos. Hay uno que todavíaconservo, un ejemplar encuadernado del AuntJudy's Magazine de principios de los años se-tenta, y que incluía el De los seis a los dieciséisaños de la señora Ewing. A ese cuento, en cues-tión de circunloquios, le debo muchísimo. Lle-gué a sabérmelo, y todavía me lo sé, casi dememoria. Se hablaba allí de personas y cosas deverdad. Era mejor que los Cuentos de la hora delté de Knatchbull-Hugessen; mejor incluso queEl viejo Shikarri, con sus grabados de jabalíesque embestían y de tigres furiosos. De otra ca-tegoría era una vieja revista donde venía el«Subí a la cumbre oscura del gran Helvellyn»de Scott. Nunca llegué a entenderlo, pero aque-llas palabras tenían emoción y me gustaban. Lomismo me pasaba con fragmentos de poemasde «A. Tennyson».

Un visitante, también, me regaló un pequeñolibro de cubierta granate y contenido de moralmuy severa titulado La esperanza de los Katze-

Page 13: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

kopfs, acerca de un niño malo que se volvíabueno, pero que contenía un poema que empe-zaba «Adiós, prodigios y recompensas» y ter-minaba con una invitación «A rezar por la “mo-llera” de William Churne de Staffordshire».Esto habría de dar fruto.

Y, no recuerdo cómo, di con un cuento sobreun cazador de leones en Sudáfrica, que acabóentre unos leones que eran todos de la masone-ría y con ellos formó una confederación contraunos monos perversos. Creo que también estose me quedó aletargado hasta que empezó asurgir El libro de la selva.

Aquí me viene a la cabeza la memoria de doslibros de versos sobre la vida en la infancia cu-yos títulos he intentado recordar en vano. Uno,grueso y azul, describía «nueve lobos blancos»que venían «de las dunas» y me conmovía en lomás hondo; y también ciertos salvajes que«pensaban que el nombre de Inglaterra era unacosa que no podía arder».

El otro libro -grueso y marrón- estaba lleno

Page 14: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de hermosas historias en métricas extrañas.Una niña se convertía en rata de agua «de mo-do natural»; un muchacho le curaba la gota aun viejo con una hoja fría de col y, no se sabíacómo, «cuarenta duendes malvados» se colabanen el argumento; y un «Encantamiento» salía delas tuberías de la casa con una escoba y tratabade barrer del cielo las estrellas. Debió de ser unlibro impropio de aquella edad, pero nunca hesido capaz de recordar su título, como tampocola canción que una niñera me cantaba en la pla-ya, en las puestas de sol de Littlehampton,cuando yo aún no había cumplido los seis años.Pero la impresión de maravilla, fascinación ymiedo y las franjas rojas del sol poniente per-manecen, más nítidos que nunca.

Uno de los criados de la Casa de la Desola-ción era de Cumnor, nombre que yo asociaba ala tristeza y a la soledad y a un cuervo que «agi-taba las alas». Años después identifiqué losversos: «Y tres veces el cuervo agitó el ala/ cer-ca de las torres de Cumnor». Pero me resulta

Page 15: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

imposible precisar cómo y cuándo oí por pri-mera vez los versos que dan esa sombra. A noser que el cerebro retenga todo lo que roza lossentidos y seamos nosotros los que no lo sabe-mos.

Cuando mi padre me envió un Robinson Cru-soe con ilustraciones, puse por mi cuenta unnegocio de trata de esclavos (los capítulos delnaufragio no me interesaron nunca mucho), yestablecí mi solitaria sede en un sótano húme-do. Mi utillaje era una cáscara de coco atadacon una cuerda roja, un cofre de lata y una cajade embalar que era la frontera con el resto delmundo. Así protegido, todo lo que quedabadentro de la cerca era verdadero, aunque semezclara con el olor de los aparadores moho-sos. Si alguna tabla se caía, tenía que reanudarla magia. Después he sabido, por niños quejuegan solos, que esta norma del constante vol-ver a empezar en este tipo de juego fantasiosono es infrecuente. Por lo visto la magia resideen el cerco o refugio que uno se construye.

Page 16: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Recuerdo que una vez me llevaron a una ciu-dad que se llamaba Oxford y a una calle que sellamaba Holywell, donde me llevaron a ver aun dios que, me dijeron, era el preboste deOriel; nunca lo entendí, pero supuse que erauna especie de ídolo. Y fuimos dos o tres veces,todos nosotros, a pasar un día entero de visita acasa de un señor mayor que vivía en el campocerca de Havant. Allí todo era maravilloso ymuy distinto de mi mundo, y él tenía una her-mana, también vieja, que era amable, y yo ju-gaba en el calor de los prados, que olían bien, ycomía cosas que nunca había probado.

Tras una de aquellas visitas, la señora y suhijo me sometieron al tercer grado preguntán-dome si yo había dicho al señor mayor que yoestaba más orgulloso de él que el hijo de ella.Debió ser el final de alguna que otra intrigasórdida, pues el señor mayor era pariente deaquella infeliz pareja. Pero me era imposiblecomprender aquello. Lo único que me habíapreocupado era un cariñoso poni que había

Page 17: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

visto en la finca. No sirvieron de nada mis con-fusos intentos de aclarar el malentendido, yuna vez más la alegría que me habían notadoquedó compensada con los castigos y la humi-llación, sobre todo humillación. Esa alternanciaera constante. No puedo sino admirar la labo-riosidad infernal de aquellas tramas. Exempligratia. Un día, al salir de misa, sonreí. El Mu-chacho Diabólico me preguntó por qué. Consinceridad de niño, le dije que no sabía. Él aña-dió que tenía que saberlo. La gente no se ríe pornada. Sabe Dios qué explicación improvisé,pero fue transmitida a la mujer como «menti-ra». Resultado: toda la tarde en el piso de arribaa aprenderme oraciones. Me aprendí así la ma-yoría de las oraciones y buena parte de la Bi-blia. El hijo, tres o cuatro años después, entró atrabajar en un banco y a la vuelta solía estardemasiado cansado para torturarme, salvocuando las cosas le habían ido mal. Empecé asaber qué iba a ocurrir por el ruido de sus pa-sos al entrar en la casa.

Page 18: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Pero todos los años, durante un mes, yo pose-ía un paraíso que sin duda fue lo que me salvó.Pasaba todos los diciembres con mi tía Georgie,hermana de mi madre que estaba casada conSir Edward Burne-Jones, en «The Grange», enNorth End Road. Las primeras veces debí de iracompañado, pero luego ya iba solo y, al llegara la casa, alcanzaba de puntillas la campana dehierro labrado de la maravillosa puerta quedaba a la felicidad. Cuando de mayor tuve casapropia y «The Grange» ya no era lo mismo,rogué y conseguí que me diesen para la puertaaquel llamador, que puse con la esperanza deque otros niños serían también felices al hacerlosonar.

En «The Grange» me daban todo el cariñoque el más exigente -y yo no era muy exigente-hubiera podido desear. Había un maravillosoolor a pintura y a trementina que venía delgran estudio del piso de arriba, donde mi tíopintaba. Yo disfrutaba de la compañía de misdos primos y había un árbol con moras, incli-

Page 19: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

nado, al que nos subíamos para tramar juntos.Había, en el cuarto de juegos, un caballo que sebalanceaba y una mesa que, inclinada sobre dossillas, se convertía en un magnífico tobogán.Había cuadros, terminados o a medio terminar,de colores preciosos y, en los cuartos, sillas yaparadores únicos en el mundo, porque Wi-lliam Morris -nuestro «Tío Topsy» adoptivo-empezaba a fabricarlos por aquel entonces.Había un constante ir y venir de jóvenes y ma-yores que siempre estaban dispuestos a jugarcon nosotros, excepto un anciano llamado«Browning», que inexplicablemente no presta-ba atención a las peleas que estaban ocurriendocuando entraba. Lo mejor de todo, sin com-paración, era cuando mi amada tía nos leía Elpirata o Las mil y una noches, en tardes en queuno se tumbaba en los grandes sofás, tomabatofis y llamaba a los primos «¡Eh, nene!» o «Hijade mi tío» o «Inocente».

Más de una tarde, el tío, que tenía una vozmagnífica, jugaba con nosotros, aunque en rea-

Page 20: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

lidad lo que hacía era dibujar en medio denuestro alboroto. Nunca estaba inactivo. Hici-mos que una silla del vestíbulo, cubierta conuna tela, le sirviera de asiento a «Norma lacambiante» y le hacíamos preguntas hasta queel tío se metió debajo de la tela y empezó a dar-nos respuestas que nos emocionaban y nos da-ban escalofrío, con la voz más grave del mun-do. Y una vez bajó en plena jornada con untubo de pintura «Mummy Brown» en la mano,y dijo haber descubierto que estaba hecha defaraones muertos y que, como tal, teníamos queenterrarla. Así que todos salimos y le ayuda-mos, según los ritos de Mizraim y Menfis, con-fío. Todavía hoy yo podría ir con una pala yerrar muy poco el punto exacto donde aquel tu-bo seguirá enterrado.

A la hora de acostarnos corríamos por los pa-sillos, donde infinidad de bocetos se apoyabanen las paredes. El tío solía pintar primero losojos y dejar el resto al carbón, lo que hacía unefecto impresionante. De ahí nuestra prisa en

Page 21: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

subir hasta el rellano de la escalera, desde don-de podíamos asomarnos y oír el ruido másagradable del mundo: la risotada grave y uná-nime de los hombres durante la cena.

Era una mezcla de delicias y emociones queculminaba cuando nos dejaban tocar el granórgano del estudio para la buena de mi tía,mientras el tío pintaba o «Tío Topsy» entrabacon mil pretextos sobre marcos de cuadros ovidrios de colores o acusaciones generales. Eraentonces difícil mantener bajo la raya de tiza lapequeña plomada, y si el órgano terminabadesafinando la tía lo lamentaba. Nunca se enfa-daba. Nunca.

Por lo general Morris no se enteraba de nadaque no tuviera en la cabeza en ese momento.Pero recuerdo una asombrosa excepción. Miprima Margaret y yo, que tendríamos entoncesocho años, estábamos en el cuarto de los niñoscomiendo pan negro con manteca de cerdo, quees un manjar de dioses, cuando oímos a «TíoTopsy» que llamaba en el vestíbulo, como solía,

Page 22: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

a «Ned» o a «Georgie». Eso quedaba fuera denuestro mundo. Por eso nos impresionó más elque, al no encontrar a los mayores, entrara ynos dijera que iba a contarnos un cuento. Nossentamos debajo de la mesa que solíamos usarde tobogán y, tan serio como siempre, se subióa nuestro gran caballo de juguete. Así, balan-ceándose lentamente mientras el pobre animalcrujía, nos contó una historia fascinante y terro-rífica, sobre un hombre que había sido conde-nado a tener pesadillas. Una de ellas era la deun rabo de vaca que se movía desde un montónde pescado seco. Después, el tío se fue tan derepente como había venido. Con los años,cuando crecí lo bastante para conocer las an-gustias del escritor, caí en la cuenta de queaquel día seguramente oímos la saga de Njal elQuemado, que entonces lo ocupaba. A falta deadultos, y con la necesidad de decir la historiaen voz alta para clarificarla, recurrió a nosotros.

Pero llegaba el día -uno intentaba no pensaren élen que el maravilloso sueño terminaba, y

Page 23: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había que volver a la Casa de la Desolación, yallí amanecer llorando los dos o tres días si-guientes. Con la consecuencia de más castigos einterrogatorios.

Muchas veces, con el tiempo, mi amada tíame preguntó por qué nunca le había contado anadie cómo me trataban. Los niños cuentan casitan poco como los animales, y es que aceptan loque les ocurre como algo eternamente estable-cido. También es que los niños maltratados sehacen una idea muy clara de lo que les puedeocurrir si revelan los secretos de una cárcel an-tes de salir de ella.

Para ser justos con aquella mujer, debo decirque me daban bien de comer. (Me acuerdo deun regalo que le hicieron, unas «frutas» rojasllamadas «tomates», que, después de muchopensarlo, hirvió con azúcar, y estaban asquero-sos. La carne en conserva de aquellos días eraternera australiana en una manteca que se cuar-teaba, y cordero asado, difícil de tragar.) Yaquella vida no era mala preparación para el

Page 24: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

futuro, en cuanto que requería constante caute-la, la costumbre de observar, el reparar en áni-mos y humores, y en la frontera entre las pala-bras y los hechos, una cierta reserva en la con-ducta, y la automática sospecha sobre los favo-res repentinos. Fra Lippo Lippi descubrió en supropia infancia, aún más dura,

por qué, tan aguzada el alma como eljuicio,

distingue la apariencia de las cosas,pero para aprender.

Lo mismo me pasaba a mí.Los problemas se me solucionaron a los pocos

años. Se me estropeó la vista y no podía leerbien. Razón por la cual tuve que leer más y conmenos luz. La consecuencia fue que se resintiómi trabajo en el pequeño y terrible colegio alque me habían enviado y las notas mensualesasí lo demostraban. La supresión de tiempo delectura fue el peor de mis castigos «para casa»

Page 25: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

por el mal rendimiento escolar. Una de las no-tas fue tan mala que la tiré y dije que no me lahabían llegado a dar. Pero este mundo es muycomplicado para el mentiroso aficionado y latrama de mis engaños fue rápidamente desve-lada -al hijo, después del trabajo en el banco, lequedaba aún tiempo para contribuir al auto defe- y me volvieron a pegar y me enviaron alcolegio por las calles de Southsea con un cartela la espalda que decía Mentiroso. A la larga,estas cosas y muchas otras parecidas, me anula-ron toda capacidad de verdadero odio personalpara el resto de mi vida. Así de cerca estáncualquier pasión, de las que llenan la vida, y lacontraria. «¿Cómo le va preocupar el vidrio aquien conoce el diamante?».

Debió de venir después algún tipo de crisisnerviosa, porque yo creía ver sombras y cosasque no había y que me preocupaban más queaquella mujer. Mi pobre tía debió de enterarse yvino un hombre a verme los ojos y concluyóque estaba medio ciego. Esto también cayó bajo

Page 26: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

sospecha de ser «mentira» y llegaron a sepa-rarme de mi hermana -otro castigo- como a unaespecie de leproso moral. Entonces -no recuer-do que hubiera aviso previovolvió mi madre dela India. Con el tiempo me contaría que la pri-mera vez que subió a mi cuarto a darme un be-so de buenas noches, yo levanté el brazo paradefenderme del bofetón al que me tenían acos-tumbrado.

Me sacaron enseguida de la Casa de la Deso-lación. Durante meses corrí a gusto por unapequeña granja junto al bosque de Epping,donde no había motivos para acordarme de mipasado culpable. Salvo con las gafas, que eranalgo infrecuente en aquella época, era allí com-pletamente feliz con mi madre y con la gentedel lugar, que incluía para mí a un gitano lla-mado Saville que me contaba historias sobrecómo vender caballos a los poco entendidos; lamujer del granjero; su sobrina Patty, que hacíala vista gorda en nuestras incursiones a la des-pensa; el cartero, y los mozos de la granja. Al

Page 27: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

granjero no le parecía bien que yo enseñara auna de sus vacas a quedarse quieta para que laordeñara en el campo. A mi madre no le gusta-ba que viniera a comer con las botas rojas dehaber visto la matanza del cerdo, o negras des-pués de explorar los atractivos montones deestiércol. Eran las únicas restricciones que re-cuerdo.

Un primo mío, que con el tiempo llegaría aser primer ministro, solía venir de visita. Elgranjero sostenía que la influencia mutua noera buena, pero lo peor que recuerdo fue unaguerra suicida, es decir, la esforzada guerra quemantuvimos contra un avispero, que estaba enla fangosa isleta de un lago todavía más fango-so. Nuestras únicas armas eran ramas de brezo,pero derrotamos al enemigo sin sufrir daños.En casa, lo único que les preocupaba era el pa-radero de un enorme pastel de grosella, enforma de rollo, un «brazo de gitano» de mediometro. Nos lo habíamos llevado para que nosmantuviese con fuerzas en la batalla, y acerca

Page 28: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de él se oyó más de un comentario de Pattyaquella noche.

Entonces nos fuimos a Londres y pasamosvarias semanas en una pequeña casa de hués-pedes del barrio semirrural de Brompton Road,casa que era cuidada por un ex-mayordomo decara macilenta y con patillas como de lord y supaciente esposa. Allí por primera vez sufrí in-somnio. Me levanté y estuve vagando alrede-dor de la casa hasta que amaneció y me metí enel pequeño jardín cercado y vi salir el sol. Todohabría salido bien de no haber sido por Pluto,un sapo que yo me había traído del bosque deEpping y que vivía en uno de mis bolsillos. Mepareció que igual tenía sed y entré al cuarto demi madre para darle agua de la jarra. Pero lajarra se me resbaló y se rompió, y se armó ungran revuelo. El ex-mayordomo no entendíapor qué me había pasado toda la noche despier-to. Yo no sabía entonces que un desvelo noc-turno como aquél marcaría el resto de mi vida,ni que la hora de dormirme sería el amanecer,

Page 29: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cuando sale el sol y empieza a soplar brisa delsuroeste.

Mi madre, muy preocupada, nos compró a mihermana y a mí unos abonos para el museoantiguo de South Kensington, que estaba nadamás cruzar la calle. (En aquella época no habíaque preocuparse del tráfico.) Muy pronto am-bos, de tanto visitarlo, porque ya habían em-pezado las lluvias, hicimos nuestro aquel sitio,y sobre todo a uno de los policías. Cuandoíbamos con los mayores, nos saludaba muysolemnemente. Recorríamos el museo a nues-tras anchas, desde el enorme Buda que teníauna pequeña puerta en la espalda, hasta losgrandes coches antiguos de oro viejo, y los ca-rros labrados que había en la oscuridad de lospasillos largos; incluso los lugares que estabanseñalados con el rótulo de Prohibido el paso,donde siempre estaban desempaquetando te-soros nuevos. Y nos repartíamos los tesoroscomo suelen hacer los niños. Había instrumen-tos musicales con incrustaciones de lapislázuli,

Page 30: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aguamarina y marfil; gloriosas espinetas y cla-vicordios con adornos de oro; el mecanismo deun gran reloj Glastonbury; muñecos mecánicos;pistolas con culata de plata y acero; dagas yarcabuces -los rótulos equivalían por sí solos aunos estudios-; y una colección de piedras pre-ciosas y anillos -nos peleábamos por ellos-, y unenorme libro azulado que era el manuscrito deuna de las novelas de Dickens. A mí me parecíaque aquel hombre era muy descuidado al escri-bir; se dejaba muchas cosas fuera y luego teníaque apretujarlas entre líneas.

Estas experiencias fueron una inmersión enlos colores y los diseños y, por encima de todo,el aroma del museo en sí; y me han acompaña-do siempre. Hacia el final de aquella larga va-cación llegué a saber que mi madre había escri-to versos, que mi padre también «escribía algo»y que los libros y la pintura se encontraban en-tre los mayores acontecimientos del mundo.Que podía leer todo lo que quisiera y preguntarel significado de las cosas a cualquiera que yo

Page 31: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

conociese. Había descubierto también que unopodía coger la pluma y poner por escrito lo queuno pensaba sin que nadie le acusara de «men-tir» por eso. Leí mucho: Sidonia la hechicera, lospoemas de Emerson, los cuentos de Bret Harte,y me aprendía todo tipo de poemas por el pla-cer de repetírmelos mentalmente antes de dor-mir.

CAPÍTULO 2

EL COLEGIO ANTES DE TIEMPO1878-1882

Llegó entonces el momento de ir al colegio,en la otra punta de Inglaterra. El director era unhombre flaco, lento al hablar, barbudo, con as-pecto de árabe y a quien enseguida reconocícomo uno de mis tíos adoptivos de «The Gran-ge»: Cormell Price, o «Tío Crom». Mi madre, asu vuelta a la India, nos dejó a mi hermana y a

Page 32: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mí bajo el cuidado de tres damas encantadoras,que vivían al final de Kensington High Street,cerca de Addison Road, en una casa llena delibros, paz, amabilidad, paciencia y lo que hoyllamaríamos «cultura». Pero que allí era la at-mósfera natural.

Una de las señoras escribía novelas, con elmanuscrito en las rodillas, junto al fuego, ysentada lo suficientemente al margen de laconversación, bajo dos pipas de porcelana ata-das con un lazo negro, en las que alguna vezhabía fumado Carlyle. Todas las personas a lasque nos llevaban a visitar, si no escribían pinta-ban cuadros o, como en el caso de un matrimo-nio llamado Morgan, azulejos. Me dejaban ju-gar con aquella extraña pintura resbaladiza. Enalguna parte, como en segundo plano, habíagente que se podía llamar Jean Ingelow o Chris-tina Rossetti, pero nunca tuve la suerte de visi-tar a aquellas sensibilidades especiales. En lasestanterías de libros, había de todo lo que a unole pudiera apetecer, desde el Firmilian a La pie-

Page 33: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

dra lunar y La dama de blanco y, no se sabía có-mo, los despachos de Wellington desde la In-dia, que me encantaban.

Fui descubriendo estos tesoros en aquellosprimeros años. Mientras tanto -primavera del78-, después de mi experiencia en Southsea, laidea de ir al colegio no me atraía mucho. ElUnited Services College era una especie de aso-ciación creada por funcionarios, oficiales mo-destos y así, para que la educación de sus hijosles resultase asequible. Estaba en WestwardHo!, cerca de Bideford. Era básicamente uncolegio de casta. Más del setenta por cientohabíamos nacido fuera de Inglaterra y la mayo-ría quería seguir la carrera de sus padres en elEjército. Cuando yo entré, no llevaba más decuatro o cinco años fundado. Se había inaugu-rado a instancias de Cormell Price, quien seinspiró en Haileybury, cuyo modelo seguía, yyo creo que con bastantes «casos difciles» pro-cedentes de otros colegios. La organización era,incluso para aquella época, bastante primitiva,

Page 34: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

y la comida hubiera provocado hoy un motínen Dartmoor. No recuerdo ni un solo momentoen que, una vez gastada la paga que nos dabanen casa, no comiéramos pan duro, si podíamosrobarlo de las bandejas que había en el sótano,antes de la merienda. Pese a todo, sólo huboque usar la enfermería para un accidente fortui-to y no recuerdo que muriera ningún niño. Sólohubo una epidemia, de varicela. Aquella vez eldirector nos reunió a todos y se condolió connosotros de tal modo que creíamos que se iba acerrar inmediatamente el colegio y que empe-zaríamos a vitorearle. Pero lo que dijo fue queseguramente lo mejor era no hacerle demasiadocaso al incidente y que «no apretarían mucho»durante el resto del curso. Así lo hicieron, y laepidemia se pasó enseguida.

Como en cualquier colegio, en el de West-ward Ho! reinaba la natural violencia; pero,aparte del repertorio de palabrotas que todoniño tiene la obligación de aprender para luegoolvidarlo hacia los diecisiete años, era un cole-

Page 35: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

gio más pulcro que todos los colegios de losque me han hablado luego. No recuerdo nin-gún caso de perversión, ni siquiera sospechada.Tengo la teoría de que, si los profesores no sos-pecharan tanto y no lo demostraran tanto, nohabría tanta maldad en otros colegios. Una vez,ya fuera del colegio, hablando con Cormell Pri-ce me confesó al respecto que su única profi-laxis contra ciertos microbios inmundos era«procurar que nos acostásemos muy cansados».De ahí la libertad que disfrutábamos y que élhiciese oídos sordos ante nuestras peleas cons-tantes y ante las batallas entre los distintos pa-bellones.

Al terminar el primer curso, que fue horroro-so, mis padres no pudieron venir de vacacionesa Inglaterra y tuve que pasarlas con unos chicosmayores que estudiaban para el ingreso en elEjército y con los demás niños que tenían lejos ala familia. Al principio me esperé lo peor, perocuando los supervientes nos quedamos allí, enlas aulas con eco, mientras los demás se iban a

Page 36: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

la estación en un coche que les habían puesto,la vida empezó de pronto a ser algo nuevo,gracias a Cormell Price.

Los mayores, que habían estado tan distantes,se convirtieron en tolerantes hermanos mayoresque dejaban que los alevines anduviésemos anuestras anchas. Compartían con nosotros lasgolosinas de su merienda e incluso se interesa-ban por nuestras aficiones. No había muchotrabajo que hacer y nos divertíamos mucho. Alempezar de nuevo el curso «se cortaron de gol-pe las sonrisas», como era lo lógico. A mí mecompensaron con unas vacaciones cuando mipadre vino a Inglaterra, y con él me fui a la Ex-posición de París del 78, en la que él dirigía elPabellón de la India. A mis doce años me dejótotal libertad para conocer aquella ciudadgrande y amable y para recorrer los espacios yedificios de la Exposición. Aquello equivalíapor sí solo a unos estudios y sentó la base de miamor a Francia para toda la vida. También, a mipadre le pareció que yo debía aprender francés,

Page 37: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aunque sólo fuese para distraerme, y me dio aJulio Verne para empezar. En los colegios deaquella época el aprendizaje del francés no es-taba muy bien visto y quien lo hablaba caía bajola sospecha de cierta tendencia a la in-moralidad. Por lo que a mí respecta,

Tengo por cierto lo que aquél cantóen melodía inédita:que quien de joven en París despiertaya cerca del verano, despierta al Pa-

raíso.

Para quienes puedan estar interesados en es-tas cosas, escribí sobre esta parte de mi vida enunos Recuerdos de Francia que tienen mucho quever con lo que viví en aquellos días.

Mi primer año y medio de colegio no fue muyagradable. El fanfarroneo más pesado no estanto el de los chicos mayores, que se limitan adar una patada y seguir en lo suyo, como el delos pequeños diablos de catorce años que se

Page 38: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ponen de acuerdo para arremeter contra unúnico objetivo. Por suerte para mí, yo era físi-camente grande para mi edad y gané ciertocrédito al nadar en el mar o tirarme al aguadesde el peñón de Pebble. Jugaba al rugby, pe-ro también en esto se me interpuso el problemade la vista. No llegué a jugar ni siquiera en elsegundo equipo.

Nadie se atrevió a meterse conmigo una vezque, a los catorce años, empecé de pronto aestar fuerte. Yo tampoco me metía con nadie,no sé si por mi indolencia natural o por las ex-periencias que había sufrido. Por aquel enton-ces ya tenía dos amigos con los que, medianteun sistema de ayuda mutua muy bien organi-zado, pasé dos años de colegio protegido porprincipios de cooperación. Nuestra unión, queestá en el origen de mis personajes Stalky,M'Turk y Beetle, no recuerdo cómo empezó;pero lo cierto es que nuestra triple alianza eraya muy sólida antes de que tuviéramos treceaños. Nos había fastidiado mucho un chico alto

Page 39: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

y fuerte que nos robaba lo que teníamos ennuestras pobres taquillas. Hasta que fuimos apor él, en una larga operación conjunta de aco-so y derribo casi de verdad. Al final ganamosnosotros. Lo habíamos rodeado y aplastadocomo las abejas bloquean a la reina, y no volvióa molestarnos nunca.

Turkey hacía gala de un perpetuo distancia-miento -mucho más allá de la mera insolencia-hacia todo el mundo, y de una lengua que,cuando se ponía a hablar, parecía haberla mo-jado de algún ácido irlandés. Por lo demás, serefería sinceramente a los profesores como«ujieres», lo cual no dejaba de tener cierta gra-cia. Su actitud en general era la que, por aquellaépoca, mantenía Irlanda hacia todo lo inglés.

En cuanto a nuestra capacidad de acción, a laorganización de ataques, represalias y retira-das, dependíamos de Stalky, nuestro coman-dante y jefe de su propio Estado Mayor. Veníade un hogar muy disciplinado y se entrenaba,supongo, en las vacaciones. Turkey nunca nos

Page 40: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

contó nada de sus orígenes. Distante, inescru-table, respondón, se incorporaba al curso gene-ralmente uno o dos días tarde, en el paquebotede Irlanda. Se encargó de la decoración denuestro cuarto, porque él rendía culto a un ex-traño dios llamado Ruskin. Discutíamos entrenosotros «metódica y fielmente como esposos»,pero cualquier deuda que tuviéramos conquien fuese era no menos fielmente pagada porlos tres.

Nuestra «socialización de las oportunidadeseducativas» nos permitió seguir a salvo en elcolegio, hasta que quien sirvió de base para mipersonaje Little Hartopp, haciéndome con de-masiada insistencia determinada pregunta,llegó a la conclusión de que yo no sabía lo queera un coseno y me comparó con las bestias. Leenseñé a Turkey lo poco de francés que llegó asaber y él a su vez nos enseñó a Stalky y a míalgo de latín. Mucho puede decirse en favor deeste sistema, si se quiere que un niño aprendaalgo: siempre recordará lo que le venga de un

Page 41: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

igual, mientras que las palabras del profesor sele olvidan. Del mismo modo, cuando Stalkycreyó conveniente que yo ingresara en el coro,me enseñó a canturrear «Conozco yo a unaguapa señorita» dándome golpes en los riñonesmientras dábamos vueltas por el campo decricket. (Pero algún pequeño problema relacio-nado con un trozo de mármol que cayó de lafaltriquera de una toga, escaleras del coro abajohasta el tejado de la nave lateral, acabó con laaventura.)

Creo que era su increíble frialdad lo que con-dicionaba nuestras guerras y nuestras paces.Era capaz no sólo de vernos a nosotros, sinotambién de verse a sí mismo desde fuera, y alcorrer los años y encontrármelo en la India o encualquier otro sitio, no había perdido esta capa-cidad. Al final, cuando con una escuadra dedudosos coches Ford y unas tropas muy hete-rogéneas se marcó un monumental farol contralos bolcheviques en algún lugar de Armenia (locuenta en sus Aventuras de Dunsterforce), casi lo

Page 42: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aniquilan, y escribió a las autoridades respon-sables. Le pregunté qué pasó luego. «Me dije-ron que ya no requerían mis servicios». Natu-ralmente le dije que lo sentía. «Tan equivocadocomo siempre», me añadió entonces el ex-jefedel aula quinta. «Si cualquier oficial a mis ór-denes llega a escribir lo que le escribí al Minis-terio de la Guerra, yo habría ordenado que lohicieran pedazos». Esta anécdota resume bienal hombre, y al niño que había sido nuestro jefe.Creo que hice bastante de amortiguador entresus impulsos, sus broncas verbales y las cam-pañas en que éramos una potencia, y el agrioTurkey demoledor que, como he escrito luego,«amaba destruir ilusiones y para ello vivía»aunque a pesar de todo se esforzaba por perse-guir la belleza. Me invadieron la mesa de lavocación literaria, irrumpieron en mis sueños,se burlaron de mis dioses; me robaron, arrasa-ron o vendieron las propiedades que yo teníadescuidadas o a la intemperie. Y no podía pasaruna semana sin ellos, ni ellos sin mí.

Page 43: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Pero me vengué de sobra. He dicho que yoera fisicamente precoz. Durante el último curso,en las clases desafié altivamente a C. Un díaestalló y me dijo que no podía soportar más lavisión y me mandó afeitarme. Me fui con estaorden al director de la Residencia y éste, que yahacía tiempo que me tenía por una ciénaga deiniquidad, barruntó la confirmación de su sos-pecha y me escribió una recomendación paraque un barbero de Bideford me diese navaja ytodo lo demás. Amablemente invité a mis ami-gos a venir a ayudarme y luego, por el camino,lamenté la pesadez que para mí suponía el afei-tado obligatorio. No hubo ripostes. No hubocomentarios de mal gusto. Pero no entiendocómo Stalky y Turkey no se cortaban la gargan-ta con aquella herramienta.

Volvamos a la vida salvaje en que lo comúnera ese tipo de sucesos prodigiosos.

Fumábamos, por supuesto: pero el castigo,cuando nos descubrían, era duro porque losprefectos, que eran todos de la clase militar y se

Page 44: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

estaban preparando para Sandhurst o para elacceso a Woolwich, sólo podían fumar en pipa,y con restricciones. Si uno del montón era sor-prendido fumando, debía comparecer ante losprefectos, no por razones morales, sino porhaber usurpado un privilegio de la casta domi-nante. La frase habitual era: «¿Se cree usted unprefecto, no? Muy bien. Haga el favor de pasar-se por mi clase a las seis». Esto parecía dar másresultado que las lecturas religiosas y que, in-cluso, las expulsiones con las que algunas insti-tuciones afrontaban este terrible pecado.

Lo curioso es que nadie «esclavizaba» a na-die, aunque la palabra «esclavo» se usaba bas-tante, como término despectivo, como signo dela subordinación de los de secundaria. Si senecesitaba un lacayo para limpiar el cuarto opara que hiciera recados, era motivo suficientepara una negociación particular en la únicamoneda que teníamos: la comida. Algunas ve-ces, el servicio le otorgaba protección a quien loprestaba, por considerarse una insolencia que

Page 45: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

alguien molestase a un lacayo acreditado. Pormi poca capacidad de limpieza, nunca hice detal; pero nuestro cuarto contaba de vez encuando con alguno, al que explicábamos muybien nuestras obligaciones de amas de casa.Pero solía ser Turkey quien lo ordenaba todocomo la solterona con que siempre lo compará-bamos.

Los deportes eran obligatorios, a menos queuno se excusara por escrito ante la autoridadcompetente. El castigo por abandono volunta-rio era tres azotes con rama de fresno por partedel delegado de deportes. Una de las cosas másdifíciles de explicar a alguna gente es que unchico de diecisiete o dieciocho años pudierapegarle a otro apenas un año menor y que, trasel castigo, se fueran a pasear juntos sin que aninguno de los dos le quedara orgullo ni ren-cor.

En la guerra del 14 a algunos caballeros jóve-nes les costaba lo mismo entender que el ayu-dante que durante la revista los insultaba fuese

Page 46: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

amable con ellos durante el rancho y que estecambio de actitud no obedeciese a un deseo decompensar la dureza previa.

No recuerdo, salvo en un par de casos, haberrecibido sermones o regañinas de índole moral.No siempre es conveniente estimular el senti-miento religioso de los adolescentes: parececlaro que los distintos grupos de nervios secomunican entre sí, y quién sabe qué minaspuede hacer estallar un sermón. Pero el accesoa los dormitorios, en los que entraba el viento,no eran puertas que se pudieran cerrar con lla-ve, como tampoco las aulas tenían ningún tipode cerradura. Los profesores, con la excepciónde uno que vivía fuera, eran solteros. Los edifi-cios del colegio, que en su día habían sido casasde alquiler baratas, estaban en fila frente a unaladera, y en medio quedaba el espacio por elque se movían los muchachos. No habrían es-tado mejor vigilados los internos de una cárcel,aunque no nos dábamos cuenta. Por suerte,había conciencia de poco más que la inmediata

Page 47: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

obligación diaria y la necesidad de ingresar enel Ejército. Del mismo modo creo que, cuandotrabajábamos, trabajábamos más que en la ma-yoría de los colegios.

El director de mi residencia era extremada-mente consciente y cuidadoso con su deber. Nosé hasta dónde alcanzarían sus éxitos. Sus erro-res lo eran por pura bondad excesiva. Siempresospechaba oscuramente de mis compañeros yde mí, que lo sabíamos y que, pequeñas bestiasque éramos, lo hacíamos sudar a la menor pro-vocación.

Quien año tras año me fue interesando másfue C., mi profesor de lengua y humanidades,remero de físico portentoso, y erudito que vivíacon la secreta esperanza de traducir dignamen-te a Teócrito. Tenía mucho temperamento, locual no le impedía manejarse muy bien conmuchachos acostumbrados al lenguaje directo.Tenía el don de un «sarcasmo» profesoral quepara él sería un desahogo y a mí me parecíauna auténtica maravilla. Era también un buen

Page 48: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

director de residencia, de la que se sentía orgu-lloso. Con él aprendí, ya que me hizo el honorde hablar mucho conmigo, que las palabraspueden ser un arma. Nuestras discusiones declase, curso a curso, nos dieron mucho juego. Seaprende más de un erudito apasionado que deun montón de ganapanes de ardua brillantez. Yque en clase lo conviertan a uno en blanco delos propios compañeros, no es mala prepara-ción para experiencias posteriores. Tengo en-tendido que este método se desestima ahorapor miedo a herirles la sensibilidad a los jóve-nes, pero en el fondo no era más que el tintineode lata o la bengala con que se estimula a lospotros. No recuerdo haber sentido más quealegría o envidia cuando C. me lanzaba susagudas invectivas.

Intenté dar pálida cuenta de sus manerascuando se acaloraba, en un pasaje de uno de loscuentos sobre Stalkie, «Régulo», pero ya hubie-ra querido yo retratar exactamente el entusias-mo que ponía al leer la gran «Oda a Cleopatra»,

Page 49: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

la número 27 del libro tercero. Lo exasperó unavez mi pésima interpretación literal de los pri-meros versos. Después de aniquilarme, arrasómi cadáver al llevar a cabo una traducción, in-igualable en fuerza y comprensión, del resto dela «Oda». Dejó sin respiración hasta a la clasemilitar.

Debe de haber aún profesores tan sinceroscomo él, y la grabación en disco de personasasí, casi capaces de llegar a la blasfemia en sulucha con una forma latina, sería mucho másútil para la educación que montones de librospublicados. C. consiguió que me pasase dosaños odiando a Horacio, que luego lo tuvieseveinte años olvidado y que al final lo amarapara siempre y que me haya acompañado en nopocas noches de insomnio.

Fue después del segundo año de colegiocuando me entró la fiebre de escribir. En lasvacaciones, las tres señoras -y a mí me bastabaeso- me escuchaban cualquier cosa que tuvieraque decir. Me inspiraba en los libros de su bi-

Page 50: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

blioteca, desde La ciudad de la noche terrible,que me conmovió hasta lo más hondo de mistiernas entrañas, a las Parábolas de la Naturale-za de la señora Gatty, las cuales imitaba desdela convicción de ser original. Y muchos otroslibros. Pocas atrocidades de forma o de métricase me quedaron sin perpetrar, y con todas dis-frutaba.

Descubrí también las posibilidades que ofre-cían los pareados personales y satíricos sobremis compañeros. En colaboración con uno denariz colorada y temperamento voluble, explo-té la idea, no sin cierto revuelo. Después vinomi hallazgo de que con la métrica de Hiawathase ahorraba uno todas las complicaciones de larima. Y había existido un hombre llamado Dan-te, que vivía en un pueblecito italiano y siem-pre de pleito con sus vecinos, para muchos delos cuales inventó graves tormentos en un in-fierno de nueve círculos, donde los exhibió pa-ra la posteridad. Decía C.: «Debió de hacerseinfernalmente impopular». Yo alternaba mis

Page 51: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

influencias.Me compré un gran cuaderno de los de tipo

americano, forrado de tela, y empecé a escribirun Inferno en el que sometí a la tortura corres-pondiente a todos mis amigos y a la mayoría delos profesores. El trabajo me cundía al no tenermás que cantar la futura condena de víctimasque pasaban bajo la ventana del estudio de misdos compañeros y mío. Tennyson y AuroraLeigh aparecieron del modo más natural, du-rante unas vacaciones, y C., una vez, en clase,me tiró literalmente a la cabeza Hombres y mu-jeres. Ahí me encontré con «El obispo ordenahacer su tumba», «Amor entre las ruinas» y el«Fra Lippo Lippi» que es, me atrevo a pensar,antecendente no demasiado remoto del mío.

Debí de leer por primera vez los poemas deSwinburne en casa de la tía. No conmovieronespecialmente mi muy tierno espíritu hasta queleí Atalanta en Calydon y una estrofa escogida,que se adaptaba con exactitud al ritmo de minatación entre las grandes olas. Algo así:

Page 52: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Y quién te buscará y conseguirádevolverte tu día

(media ola)en el que la paloma hundió las alas ylos remos se abrieron su camino

(laotra media)

entre islas y estrechos blanqueados por laespuma

(avanzar con la ola)

Si se recita el último verso de modo que ter-mine en forma de gran ola que nos rompa en lacabeza, la cadencia es perfecta. Llegué a perdo-nar a Bret Harte, a quien debía mucho, el queadoptara en vano esta métrica en su Chinos pa-ganos. Pero nunca perdoné a C. por ponerme enconocimiento del hecho.

Sólo años después, al hablar un día con «TíoCrom», supe que injusticias así no se cometensin intención. «En aquella época había que ac-

Page 53: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tuar con mano dura», me decía despacio. «C. latuvo contigo». «Sí», dije yo, «y también H.», elprofesor casado al que todo el colegio temía.

«Me acuerdo», contestó Crom. «Sí, conmigotambién pasó.» Se refería a una redacción titu-lada «Un día de las vacaciones» o algo así. C.era quien había ordenado hacerla, pero teníaque corregirla H. La redacción me salió con unavariada pero absoluta mala calidad, supongoque forjada en la lectura, en vacaciones, de unperiódico llamado The Pink'Un. Ni yo mismohabía escrito nada peor. Lo normal hubiera sidoque H. le enviara sin comentario las notas a C.En esta ocasión, sin embargo (estaba yo en clasede latín), H. entró y pidió la palabra. C. se lacedió de mala gana, y fue entonces cuando H.,ante el regocijo de mis compañeros, me puso enevidencia con su mejor estilo, ácido y ofensivo.Concluyó con unas cuantas observaciones ge-nerales acerca del «acabar siendo un periodistavulgar». (Y ahora pienso que seguramente H.leía también el Pink'Un.) El tono, el argumento

Page 54: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

y la intención de su discurso fueron de unabrutalidad premeditada, como la del tirón delbocado que encabrita a un potro demasiadofogoso. C., a la salida de H., remató con un parde añadidos. (¿Pero quiso Alá castigar a H. alpasar los años? Me lo encontré en Nueva Ze-landa; dirigía un colegio mixto en el que dabaclases de latín a chicas. «Y cuando miden mallos versos, como usted solía hacer, me echanmiraditas.» Me acordé de las madrugadas fríasen que, de su implacable mano, yo estudiaba elNuevo Testamento en griego y la verdad es quelo compadecí hasta lo más profundo de mi al-ma.)

Sí, Crom y los suyos debían de «acunarme»mucho. Por eso, cuando me vio irremediable-mente destinado al tintero, ordenó que yo fueseel director del periódico del colegio y que tu-viera acceso a la biblioteca de su estudio. Su-pongo que también a eso se debió un permisosimilar de C., quien me lo daba y quitaba segúnlas fluctuaciones de nuestra guerra particular.

Page 55: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

También, la idea del director de que yo debíaaprender ruso con él (a lo más que llegué fue asaberme algunos números cardinales) y, mástarde, lo que él llamaba la escritura en estiloprécis. Consistía en la severa compresión delmaterial hasta su sequedad última, sin omitirningún hecho esencial. Todo quedaba suaviza-do por el recuerdo de personas que Crom habíaconocido de joven y, con su hablar lento y gra-ve y el humo de su invariable Vevey, aclarabael uso de las palabras. Que Dios me perdone,pero yo pensaba que aquellos privilegios sedebían a la trascendencia de mis méritos perso-nales.

Muchos queríamos al director por lo quehabía hecho por nosotros, pero yo le debía másque todos mis compañeros juntos, y creo que loquería más que ellos. Un día me dijo que, traslas vacaciones, me iba a ir a la India, a trabajaren un periódico de Lahore, donde mis padresvivían, y que ganaría nada menos que cien ru-pias de plata al mes. Al final del curso organi-

Page 56: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

zó, con evidente injusticia, un certamen poéticocon el tema obligado de «La Batalla de Assaye»y en el que, al no haber competidores, gané conun poema cuya métrica me venía del último«contagio»: Joaquin Miller. Y al entregarme ellibro que se dio de premio, Competition Wallah,de Trevelyan, Crom Price dijo que, si yo seguíaadelante, algún día se hablaría de mí.

Los últimos días antes de embarcar los pasécon mi querida tía, en la pequeña granja que losBurne-Jones habían comprado para pasar lasvacaciones en Rottingdean. Desde allí contem-plaba el prado de la aldea y el estanque de unacasa a la que daban nombre unos olmos y queestaba tras un muro de piedra; también la igle-sia que tenía enfrente y -de haberlo sabido en-tonces- «los restos de quienes estarán en lascasas de la Muerte y del Nacimiento».

CAPÍTULO 3

Page 57: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

SIETE AÑOS DIFÍCILES

Soy, con la venia, el pobre hermano Lippo.No me acerquéis al rostro las antorchas.Fra Lippo Lippi

Así pues, a los dieciséis años y nueve meses,aunque aparentaba cuatro o cinco años más, ycon unas patillas que mi madre, escandalizada,hizo desaparecer nada más verlas, me encon-traba en Bombay, donde había nacido. Volvía avisiones y olores que me arrancaban frases ver-náculas cuyo significado ignoraba. Otros mu-chachos nacidos en la India me han contadoque alguna vez les pasó igual.

Me quedaban aún tres o cuatro días de trenhasta Lahore, donde estaban los míos. Y esosdías iban a bastar para borrar mis años ingleses,que creo que nunca han vuelto del todo.

Fue un feliz regreso a casa y es que, imagi-naos, me reencontraba con un padre y una ma-dre a los que había visto muy poco desde los

Page 58: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

seis años. Podría haberme ocurrido que mi ma-dre no fuese «la clase de mujer que a uno legusta», como en un caso terrible que conozco, oque mi padre resultase inaguantable. Pero mimadre demostró ser más encantadora de lo queyo hubiera podido imaginar o recordar; y mipadre no sólo era una mina de sabiduría y devaliosa ayuda, sino también un compañero ex-perto, tolerante y lleno de buen humor. Medieron habitación propia en la casa. El criadode mi padre, con toda la solemnidad de un con-trato matrimonial, me cedió a su hijo para quefuese criado mío. Dispuse también de caballo,carruaje, mozo de cuadra, horario de oficina,responsabilidades directas y, oh felicidad, unmaletín propio, como el que mi padre llevabatodos los días al Museo de Lahore y a la Escue-la de Arte. No recuerdo la menor fricción enningún detalle de nuestras vidas. Disfrutába-mos más en familia que en compañía de losextraños y cuando, algo después, llegó mi her-mana, la felicidad fue total. No sólo éramos di-

Page 59: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

chosos, sino también conscientes de serlo.Pero el trabajo era difícil. Yo era el cincuenta

por ciento del «equipo editorial» del único dia-rio del Punjab, hermano pequeño del gran Pio-neer de Allahabad, que era del mismo propieta-rio. Y un diario sale todos los días aunque lamitad de su equipo esté con fiebre.

Mi jefe me llevó, como quien dice, de la manoy, durante tres años o así, lo odié. Tuvo queadiestrarme y yo no tenía idea de nada. No séhasta qué punto mi aprendizaje lo hizo sufrir,pero todo lo objetivo que llegara yo a ser, todoel hábito que adquiriese en verificar fuentes yen conseguir trabajar sin moverme del despa-cho, se lo debo a Stephen Wheeler.

Nunca trabajé menos de diez horas al día, yrara vez más de quince al día. Como nuestroperiódico era vespertino, sólo vi la luz del me-diodía los domingos. También tuve fiebres,frecuentes y tenaces, a las que se unió duranteun tiempo una disentería crónica. De todos mo-dos descubrí que un hombre puede trabajar con

Page 60: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cuarenta de fiebre, aunque al día siguiente ten-ga que preguntar quién escribió su propio artí-culo. El encargado indígena de la sección denoticias, Mian Rukn Din, caballero mahometa-no de buen corazón y de infinita paciencia, aquien nunca vi excedido por una situación, seconvirtió en amigo mío para siempre. Desdeuna perspectiva moderna, supongo que aquéllaera una vida perra; pero mi mundo estaba llenode muchachos que, con muy pocos años másque yo, vivían solos y morían de fiebre tifoideaa los veintipocos años. En nuestra casa, si al-guien tenía que morir, estábamos los cuatrojuntos. Y lo demás se iba en el trabajo cotidiano,y el amor lo atenuaba todo.

No había libros, cuadros, obras de teatro, nimás entretenimientos que los deportes quepermitía el invierno. El transporte se limitaba alos caballos y al ferrocarril que buenamentehabía. Esto significaba que el radio normal deviaje podía ser de unos diez kilómetros a laredonda, y que hubieran hecho falta otros diez

Page 61: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

para volver a encontrar gente de raza blanca.La muerte era siempre una compañera cercana.Una vez, en nuestra comunidad blanca de se-tenta personas, se dieron once casos de unaepidemia tifoidea. Como todavía no existían lasenfermeras profesionales, los hombres cuidarona los hombres, y las mujeres a las mujeres. Mu-rieron cuatro de nuestros pacientes y pensamosque habíamos hecho lo que teníamos que hacer.Por lo demás, los hombres y las mujeres caíanallí donde estuviesen, de lo que se derivaba lacostumbre de ir en busca de cualquiera que noacudiese a las reuniones diarias.

Nos acompañaban los difuntos de todos lostiempos, en el gran cementerio musulmánabandonado, que estaba cerca de la estación ydonde, cualquier mañana, el caballo podía pi-sar fácilmente un cadáver medio desenterrado.Los cráneos y huesos afloraban entre los murosde adobe del jardín. Las lluvias los volvían adesenterrar y había tumbas a cada paso. El lu-gar de las meriendas campestres, igual que al-

Page 62: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

gunas de las oficinas públicas, había servido demonumento a mujeres que en vida habían sidomuy deseadas, y Fort Lahore, donde descan-saban las viudas de Runjit Singh, era un mau-soleo de fantasmas.

Así era mi mundo. Y su centro, para mí -socioa los diecisiete años-, era el Club del Punjab,donde hombres en su mayoría solteros se re-unían para degustar comidas de escaso méritoentre hombres cuyos méritos eran bien conoci-dos. Mi jefe, que estaba casado, no iba casi nun-ca, por lo que me correspondía a mí escucharcada noche los defectos del periódico de aqueldía, afeados en el lenguaje más directo. Loscajistas, que eran indígenas, no tenían ni ideade inglés y transcribían palabra por palabra,con lo que salían erratas memorables y a vecesobscenas. Los correctores de pruebas, de losque llegamos a tener un par, bebían, como eraprevisible; pero su sistemático y prolongadodelirium tremens me obligaba a compartir conellos más trabajo de la cuenta. En el club, y en

Page 63: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

todas partes, no conocía más que a hombresmuy especializados en su trabajo -funcionariosciviles, militares, de la enseñanza, forestales,ingenieros, de aguas, de ferrocarriles, médicos,abogados-, ejemplares de cada ramo que habla-ban cada cual de su oficio. Fue así como la«demostración de conocimientos técnicos» queluego se me ha reprochado me vino dada allíhasta la saciedad.

Tan pronto como el periódico pudo confiarun poco en mí, que había hecho bien el trabajorutinario, me envió primero a hacer informa-ciones locales y, después, a las carreras de caba-llos, donde pasé tardes curiosas en el tenderetede las apuestas. Vi una de esas tiendas arderuna vez, cuando un propietario furioso le arro-jó una lámpara de petróleo a su rival, justo lanoche en que el propietario concurría a las elec-ciones del Club. Fue la primera y última oca-sión en que vi cómo se gastaban todas las bolasnegras disponibles y los socios pedían más.Después hice informaciones sobre la inaugura-

Page 64: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ción de grandes puentes, lo que suponía unanoche o dos con los ingenieros; o sobre inunda-ciones en las vías férreas, y ahí las noches loeran bajo la lluvia con los equipos de auxilio.Informé sobre fiestas de aldea, con las inevita-bles epidemias de cólera o viruela; sobre moti-nes populares a la sombra de la mezquita deWazir Khan, donde las pacientes tropas, tendi-das en los parques o en las callejuelas laterales,esperaban la orden de cargar contra la multitudy pegarle a la gente en los pies con la culata delfusil (en aquella época, la Administración civilconsideraba que matar equivalía a reconocer unfracaso). Y así la ciudad vociferante, enfervori-zada, ebria de sus propias convicciones, eradominada sin derramamiento de sangre o conla comparecencia de un Virrey que gesticulabamucho. Relaté también visitas de virreyes a lospríncipes vecinos, junto al gran desierto de laIndia, donde había que lavarse las manos y lacara con soda; revistas de ejércitos dispuestas ainvadir Rusia a la semana siguiente; recepcio-

Page 65: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

nes de algún potentado afgano con el que elGobierno indio quería estar a bien (éstas inclu-yeron un paseo hasta el Khyber, donde me al-canzó el disparo perdido de un bandido que noaprobaba la política exterior de su Gobierno);juicios por asesinato o divorcio y -tarea bastan-te desagradable- una investigación sobre elporcentaje de leprosos que había entre los car-niceros que surtían de vacuno y cordero a lacomunidad europea de Lahore. (Aquí aprendíque la verdad desnuda de los hechos no sueleestar bien vista por las autoridades responsa-bles.) Era el método de enseñanza de Squeer,pero ¿cómo me iba a proporcionar menos estí-mulo del que yo necesitaba? Me saturaba dematerial y, si me faltaba algún detalle, el Clubse ocupaba del resto.

Recibí el primer intento de soborno a la edadde diecinueve años, cuando me encontraba enun Estado indígena donde, naturalmente, unode los afanes de la administración era conseguirmás salvas de honor para el representante ofi-

Page 66: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cial en sus visitas a la India británica, propósitopara el que podía ser útil hasta la recomenda-ción de un corresponsal perdido. A esto se de-bió que, en la dali o cesta de frutas que dejabana diario en mi tienda, me encontrara una ma-ñana un billete de quinientas rupias y un chalde Cachemira. Como el remitente era de castaalta, le devolví el regalo mediante un barrende-ro, que era de una casta inferior. A partir deeste momento mi criado, que se hacía respon-sable de mi bienestar ante su padre y el mío,me dijo fríamente: «Hasta que lleguemos a ca-sa, come y bebe lo que yo te dé». Y así lo hice.

De vuelta al periódico, me encontré con queel director estaba enfermo y tenía que quedar-me al cargo. Entre la correspondencia editorial,había una carta del mismo Estado indígena, enla que se daba cuenta de la visita de «su repor-tero, un tal Kipling» que, al parecer, había vio-lado uno por uno los diez mandamientos desdeel rapto al robo. Les contesté que acusaba reci-bo de la queja en calidad de director interino,

Page 67: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pero que debían comprender en mí cierta par-cialidad ya que la persona de la que se queja-ban era yo mismo.

Volví a visitar alguna vez aquel Estado y na-da ensombreció ni por asomo nuestras relacio-nes. Yo tenía ya práctica en el insulto a la ma-nera oriental, que ellos entendían. Y me devol-vieron la pelota a la manera asiática, que yoentendía, y asunto concluido.

El segundo intento de soborno llegó cuandotrabajaba a las órdenes del sucesor de StephenWheeler, Kay Robinson, hermano del Phil Ro-binson autor de En mi jardín de la India. Con él,y gracias a como me había adiestrado su prede-cesor, la relación fue magnífica. Nos encontrá-bamos con el mismo problema de las salvas dehonor; y con la misma argucia de la cesta defrutas, los chales y el dinero para ambos. Peroesta vez cometieron el error de dejarlo impúdi-camente en la terraza de la redacción. Kay y yodedicamos media hora bastante divertida arayar con alfiler en los billetes la frase «Timeo

Page 68: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Danaos et dona ferentes», mientras lamentábamosno poder quedárnoslos, como tampoco los cha-les, y tener que hacer como si nada.

El tercer y más interesante intento de sobornofue cuando cubría un caso de divorcio en lasociedad eurasiática. Una negra enorme meacorraló y me ofreció darme, si omitía su nom-bre, los detalles más íntimos. Lo cual empezó ahacer en ese mismo instante. Antes de cerrar eltrato, le pregunté su nombre. «Ah, soy la de-mandada. Por eso se lo pido.» Es difícil infor-mar sobre algunos dramas si no hay Ofelia o sino hay Hamlet. Pero me compensó de la ira deaquella mujer el momento en que el tribunal lepreguntó si alguna vez había tenido ganas debailar sobre la tumba de su marido. Ella, quehasta entonces lo había negado todo, siseó unlargo «Sssí» y añadió: «Y muy a gusto y muybien que lo haría».

A un soldado al que yo conocía lo habíancondenado a cadena perpetua por un asesinatoque, según pruebas no aducidas en el juicio,

Page 69: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

parecía claro que había cometido. Lo vi des-pués en la cárcel de Lahore, y estaba haciendouna tarea muy complicada a base de plumas deescribir con tinta de distintos colores y clavadasen una especie de lona que, puesta sobre unpapel, decidía cómo había que rellenar los im-presos de la declaración de la renta. Aquelloparecía tremendamente monótono, pero el es-píritu humano es invencible. «Con un milí-metro que me equivocara al marcar estas líneas,echaría a perder todas las cuentas del Alto Pun-jab», decía.

En cuanto a los lectores del periódico, eran almenos tan educados como la mitad de nuestro«equipo de redacción»; y a fuerza de llevar lavida que llevaban, no se escandalizaban pornada ni nada les conmovía. No sabíamos lo queera un titular grande o unos tipos de letra espe-ciales, y me temo que la cantidad de espacio enblanco de los periódicos actuales nos habríaparecido una vulgar estafa. Sin embargo, lostemas que solíamos tratar les habrían propor-

Page 70: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cionado a los periódicos de hoy noticias sensa-cionales casi a diario.

Mi verdadero puesto en el periódico era el desubdirector, lo que significaba un eterno extrac-tar originales tediosos, como los discursos so-bre cuestiones abstrusas relacionadas con losimpuestos y la Hacienda Pública que enviabaun importante y docto ciudadano, cuya caligra-fía era la peor que nuestros cajistas habían vistoen su vida, o artículos literarios sobre Milton.(¿Y cómo iba yo a saber que el autor era parien-te de uno de los propietarios y que creía quenuestro periódico existía para dar salida a susteorías?) En esto las enseñanzas de Crom Pricesobre el estilo précis me ayudaron mucho a dis-tinguir el grano de la paja al leer aquellas pesa-deces. Manteníamos intercambio con otros pe-riódicos, desde Egipto a Hong Kong, a los quehabía que echar un vistazo casi todos los días y,una vez por semana, los periódicos ingleses delos que se echaba mano en caso de necesidad. Alos corresponsales nacionales, de pueblos apar-

Page 71: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tados, había que leerlos con cuidado por si lainocencia de sus alusiones disimulaba una di-famación. No faltaban cartas de broma de al-gún empleado, contra las que había que estarprevenido (yo piqué un par de veces); quedabaluego, por supuesto, la clasificación de ca-blegramas, en la que más valía no equivocarse:yo los apuntaba al teléfono, primitivo y miste-rioso poder cuyo operador indígena decía síla-ba a sílaba todas las palabras. Uno de nuestrosproblemas recurrentes era un maldito periódicomoscovita, el Novoie Vremya, escrito en francésy que estuvo mucho tiempo publicando, se-manalmente, los diarios de guerra de Alikha-noff, general ruso que por aquella época asola-ba los dominios de los kanes de la Rusia cen-tral. Daba el nombre de todos los campamentosque había asaltado, y contaba cómo sus tropasse calentaban con hogueras de sax-aul, que su-pongo que debía de ser artemisa. Una semanadespués de haber traducido la última entrega,no recordaba yo ni un solo detalle de la serie.

Page 72: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Diez o doce años después, caí enfermo enNueva York y tuve un largo delirio que, pordesgracia, recordaba luego, ya consciente: enuna de sus fases mandaba un batallón montadoen caballos rojos ensillados en cuero flamante, ala luz de una luna verde y por estepas tan vas-tas que permitían adivinar la mismísima curvadel planeta. Descansábamos en uno de loscampamentos nombrados por Alikhanoff en sudiario (yo veía el nombre escrito al límite de laTierra), donde nos calentábamos con hoguerasde sax-aul y donde, abrasado por un lado y he-lado por el otro, me quedaba sentado hasta quemis infernales escuadrones seguían rumbo alsiguiente alto previsto, y así toda la serie.

A principios de los años ochenta, llegó al po-der un gobierno liberal que actuaba de acuerdoa los «principios» liberales, los cuales, hastadonde yo he podido observar, no es raro queacaben en derramamiento de sangre. Era en-tonces cuestión de principio que jueces indí-genas juzgaran a las mujeres blancas. Indígena,

Page 73: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

en este caso, equivale directamente a hindú; yla idea que el hindú tiene de la mujer no esmuy elevada. Nadie había solicitado aquellamedida, y mucho menos la judicatura afectada.Pero los principios son los principios, caigaquien caiga. Se molestó mucho la comunidadeuropea, que llegó al extremo de la revuelta, esdecir, a que incluso los funcionarios públicos ysus esposas dejaran de asistir a las recepcionesdel entonces Virrey, hombre orondo y des-orientado, preso de tendencias religiosas. Paraapadrinar aquella ley se trajo a la India a unapacible caballero inglés llamado C. P. Ilbert.Me parece que también él estaba un poco des-orientado. Nuestro periódico, como la mayorparte de la prensa europea, empezó por des-aprobar enérgicamente la medida y publicómuchos comentarios e informaciones que hoyserían, supongo, tachados de «desleales».

Una tarde, mientras cerraba la edición, eché elhabitual vistazo al artículo de fondo. Era el tipode artículo desequilibrado, semijudicial, que se

Page 74: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había prodigado en los periódicos ingleses enlos años 1832 y 1834 con motivo del DocumentoBlanco de la India y, como todos ellos, exponíacon poco disimulo los mismos altos ideales delGobierno. Con el tiempo se aprendía a identi-ficar mejor aquel estilo, pero en aquel momentome desconcertaba. Le pregunté a mi jefe quésignificaba. Me contestó como yo lo hubierahecho en su lugar:

«¿Y a usted qué demonios le importa?» y,como estaba casado, se marchó a casa. Yo encambio acudí al Club, que, no se olvide, eratodo mi mundo exterior.

Nada más entrar al largo y destartalado co-medor, en el que todos compartíamos una solamesa grande, estalló una pitada unánime. Fuilo bastante ingenuo para preguntar: «¿A quéjuegan?, ¿a quién le silban?». «A usted», dijo elhombre de mi lado. «Su maldito periodicuchoha traicionado el proyecto de ley.»

No es agradable seguir tranquilamente sen-tado mientras a uno, a los veinte años, todo su

Page 75: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

universo le dedica una pitada. Entonces se le-vantó un capitán, nuestro ayudante de Volun-tarios, y dijo: «¡Basta ya! El muchacho se limitaa hacer aquello por lo que le pagan». Cesó lamanifestación, pero yo había empezado a verclaro. El capitán había dicho la pura verdad. Yoera un mercenario y me pagaban para lo queme pagaban. No me encantó la idea. Alguiendijo amablemente: «Jovenzuelo, ¿es usted tanburro que ignora que su periódico tiene la con-trata de prensa del Gobierno?» No lo ignoraba,pero hasta aquel momento no me había paradoa relacionar.

A los pocos meses, uno de los dos principalesaccionistas del periódico fue condecorado Ca-ballero. Mucho empezó a llamarme la atenciónla melosidad con que algunos funcionarios veí-an con buenos ojos la medida del Gobierno y,no se sabía por qué, de pronto cambiaban elcalor por el mejor clima del cantón de Simia.Gracias a astutos orientadores, a menudo indí-genas, seguí la trama sutil de maneras con que

Page 76: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un gobierno presiona solapadamente a sus em-pleados, en una tierra donde todas las circuns-tancias y relaciones de la vida de un hombreson de dominio público. Por eso, cuando laimportante e histórica Ley de la India se retomócincuenta años después, me sentí como quienvuelve a recorrer los tortuosos caminos de sujuventud. Uno reconocía las frases textuales, lasmismas garantías de los viejos tiempos todavíaen buen uso y uno se esperaba, como en sue-ños, las fórmulas con que se excusaban quienesabandonaban convicciones. Algo así: «Puedoservir de conciliador, ya sabe. En todo caso,evito que entre en juego otro más extremista».«Sería insensato oponerse a lo inevitable». Ytodos los demás camuflajes que el Diablo facili-ta al pecador que no quiere quedar mal connadie.

En el año 1885, me hice masón por dispensa(Logia Esperanza y Perseverancia 782 E.C.) sinhaber cumplido la edad preceptiva, porque laLogia quería un buen secretario. No lo tuvo,

Page 77: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pero ayudé y aconsejé al Maestro en la decora-ción de las paredes vacías con telas, según lanorma del templo salomónico. Allí conocí amusulmanes, hindúes, sijs, miembros del AyaSamaj y del Brahma Samaj y a un Gran Vigilan-te de la Logia que era sacerdote judío y carnice-ro en su pequeña comunidad ciudadana.

Aún se me abría, de este modo, otro mundoque necesitaba.

Mi madre y mi hermana pasaban la época decalor en la montaña, donde a su debido tiempose les unía mi padre. A mí me llegaban las va-caciones cuando el periódico podía prescindirde mí. Por eso me pasaba mucho tiempo soloen aquella casa tan grande, donde pedía a gus-to comida indígena, menos repugnante que losguisos de carne; incorporaba así el empacho amis posesiones más íntimas.

En aquellos meses -entre mediados de abril ymediados de octubre-, había que coger el catrey andar de cuarto en cuarto hasta encontrar elde menos calor; o dormir en la azotea y que el

Page 78: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aguador le echara a uno de vez en cuando me-dio odre de agua por el cuerpo abrasado. Así secogían fiebres, pero se evitaba el desmayo porel calor.

Muchas noches las pasaba tan en vela comolas de la casa de Brompton Road, y vagaba has-ta el amanecer por todo tipo de sitios curiosos:tabernas, garitos de juego y fumaderos de opio,que no son nada misteriosos; locales periféricosde diversión, de títeres o de danzas indígenas;o me metía por las estrechas galerías que haybajo la Mezquita de Wazir Khan por el purogusto de mirar. Alguna vez la policía se meacercaba, pero conocía a la mayoría de los ofi-ciales, y mucha gente de algunos barrios meconocía por ser hijo de mi padre, lo que enOriente es más útil que en ninguna otra parte.Por lo demás, bastaba con la palabra «periódi-co», aunque al mío no le facilité mucha reseñade aquellos merodeos. Al salir el sol, volvía unoa casa en algún carruaje noctámbulo de alqui-ler, que hedía a humo de narguile, a flores de

Page 79: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

jazmín y a madera de sándalo; y, si el conduc-tor tenía ganas de charla, le contaba a uno unmontón de cosas. En la India, buena parte de lavida se hace en las noches de calor. Es la razónde que la plantilla indígena de las oficinas noesté para mucho a la mañana siguiente. Todaslas oficinas indígenas cierran como mínimoentre mayo y septiembre. Los archivos y la co-rrespondencia, del modo más natural, se amon-tonan sin abrir en las esquinas para ser puestosal día o despachados cuando el tiempo refresca.Pero los ingleses que van a la metrópoli de va-caciones, después de haber impuesto a los hijosde sus hijos las horas fijas de una jornada nór-dica de trabajo, se sorprenden de que la Indiano trabaje como ellos. Es una de las razones porlas que sería interesante que la India fuese au-tónoma.

Y había también noches «húmedas», en elClub o en algún comedor militar, en las cualesuna mesa abarrotada de muchachos, medioenloquecidos por el calor, pero con la cordura

Page 80: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

necesaria para seguir con la cerveza y con unasentrañas que raramente les traicionaban, bus-caban diversión y la conseguían como fuese.Me acuerdo de una noche en que comimos hag-gis en lata, cuando había cólera en los cuarteles,«para ver qué pasaba»; y otra en que a un caba-llo semental asalvajado, con el arnés puesto, lepusieron delante toda una pierna de cordero,justo cuando iba a morder. En teoría es un pro-cedimiento para quitarles esa tendencia, pero loque hizo fue volverlo aún más caníbal.

Llegué a conocer a los soldados de aquellaépoca en mis visitas a Fort Lahore y, en menormedida, a los acantonamientos de Mian Mir. Miprimer y más querido batallón fue el Quinto deFusileros número 2, con quienes cené, en teme-roso silencio, a las pocas semanas de serles pre-sentado. Cuando se marcharon, seguí con sussucesores, el 30 de East Lancashire, otro regi-miento de la parte norte del país; y, finalmente,con el 31 de East Surrey, confederación recluta-da en Londres entre ladrones profesionales,

Page 81: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

algunos de los cuales se convirtieron en buenosy leales amigos míos. Había, también, cenasfantasmales con los alféreces encargados deldestacamento de Infantería de Fort Lahore,donde, entre estancias vacías, revestidas demármol, que habían pertenecido a reinas muer-tas, o bajo las cúpulas de viejos panteones, lascomidas empezaban con treinta gramos de qui-nina en el jerez, tal como ordenaba el reglamen-to, y terminaban... como Alá quería.

Soy, por cierto, uno de los pocos civiles quehan hecho guardia con las tropas de Su Majes-tad. Fue en una madrugada fría de invierno,hacia las dos, en el fuerte, y aunque supongoque me habían dicho la contraseña al irme delcomedor, la olvidé antes de llegar a la guardiaprincipal, y cuando me interpelaron me presen-té solemnemente como «visita de inspección».El revuelo de los hombres fue tal que le pre-gunté al sargento si había visto en su vida ungrupo de sinvergüenzas más noble que aquél.Esto me costó litros de cerveza, pero mereció la

Page 82: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pena.Libre de un puesto militar concreto, y llevado

por mi trabajo, podía andar a mis anchas por la«cuarta dimensión». Llegué a observar en todasu crudeza los horrores de la vida del soldadoraso, y los tormentos innecesarios que tenía quesoportar a cuenta de la doctrina cristiana, quesostiene que la muerte es el pago por el pecado.Se consideraba impío que las prostitutas delmercado pasaran control médico, o que loshombres tomaran las precauciones elementalesen su trato con ellas. Esta virtud oficial le costóa nuestro Ejército de la India el que cada añonueve mil soldados blancos, cuyo soste-nimiento era caro, tuvieran que guardar camapor enfermedades venéreas. Las visitas a loshospitales especializados en éstas me hicierondesear, tan sinceramente como lo deseo hoy,disponer de seiscientos sacerdotes -en especialobispos de la autoridad- y tratarlos durante seismeses tal y como trataban a los soldados de mijuventud.

Page 83: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Bien sabe Dios lo rápido que se moría de fie-bres tifoideas, que parecían debidas al agua,aunque no podíamos asegurarlo; o del cólera,que era claramente una maldición del Diablocapaz de matar a toda una sección del dormito-rio de tropa y dejar vivos a los demás; o de lasfiebres de temporada; o de lo que llamaban«intoxicación de la sangre».

Lord Roberts, en aquel tiempo comandanteen jefe de la India, que conocía a mi familia, seinteresó por los soldados y -yo había escrito poraquel entonces un par de relatos sobre ellos- elmayor orgullo de mi juventud fue ir a caballo asu lado hasta Simia Mall, él en su fogoso caba-llo árabe de siempre, mientras me preguntabaqué pensaban aquellos hombres de su situa-ción, sus lugares de recreo y detalles por el esti-lo. Se lo conté y me dio las gracias tan grave-mente como si yo hubiera sido todo un coronel.

Mi mes de vacaciones en Simia, o en cual-quier otro lugar de montaña al que fuese mifamilia, era diversión pura, sin desperdiciar ni

Page 84: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un instante. La vacación tenía un arranque in-cómodo y caluroso, en tren y por carretera.Cuando se llegaba, de noche ya hacía frío ycada cuarto tenía su chimenea de leña, y a lamañana siguiente -¡con otras treinta por delan-te!-, una primera taza de té, traída por mi ma-dre, y nuestras largas conversaciones, todosjuntos de nuevo. Había tiempo, también, paradedicarse a cualquier tarea que a uno se le ocu-rriera por gusto, y se nos ocurrían muchas.

Simia fue otro mundo nuevo para mí. Allí vi-vía la jerarquía y se veía y oía funcionar tal cualla maquinaria de la Administración. Estabanlos jefes del cuartel militar del Virrey, el estadomayor y sus ayudantes; y estaba, jugando a lascartas con los grandes, que le facilitaban no-ticias especiales, el corresponsal de nuestrohermano mayor en la prensa, el Pioneer, que eraentonces una institución en el país.

He olvidado las fechas, pero no las imágenes,de aquellas vacaciones. Hubo un momento enque nuestro mundo estuvo lleno de resonancias

Page 85: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de la teosofía que predicaba Madame Blavatskya sus seguidores. Mi padre conocía a aquelladama, con quien discutía de asuntos totalmenteprofanos y que le parecía uno de los impostoresmás interesantes y faltos de escrúpulos quehabía visto jamás. Esto, con las experiencias quehabía vivido mi padre, constituía un gran elo-gio. No tuve tanta suerte, si bien conocí a curio-sos ancianos, un poco idos, que vivían en unclima constante de «fenómenos» manifestadosen sus casas. Lo cierto es que el momento auro-ral de la teosofía arrasó en el Pioneer, cuyo di-rector se convirtió en un devoto creyente y usa-ba el periódico como vehículo de propagandahasta un punto que crispaba los nervios no sólode los lectores, sino también de un corrector depruebas que una vez, a última hora, aderezó unartículo muy exaltado sobre el asunto con lasiguiente frase entre corchetes: «¿Qué se apues-tan a que es una vulgar patraña?» El director seenfadó de un modo muy poco teosófico.

Durante uno de mis descansos en Simia -

Page 86: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había vuelto a tener disentería-, me mandaron arecuperarme al camino entre el Himalaya y elTíbet, con un funcionario enfermo y su mujer.Mi compañía estaba formada por mi criado -elque me había dado de comer en el Estado indí-gena del que ya he hablado-; Dorothea Dar-bishoff, alias Dolly Bobs, toda una yegua detemperamento; y cuatro porteadores a los quehabía que atender o sustituir en las paradas.Conocía las estribaciones de las grandes mon-tañas tanto desde Simia como desde Dalhousie,pero nunca me había adentrado por ellas. Fue-ron para mí una revelación de «todo el poder,la majestad, el dominio y la energía, de ahora yde siempre», tanto por el color como la forma yla naturaleza indescriptible. Algo de todo loque vi entonces habría de volver en Mm.

El día de regreso a Simia -mis compañerosseguían camino-, mi criado se enzarzó en unapelea con un nuevo cuarteto de porteadores yle hirió el ojo a uno de ellos. A muchísima dis-tancia estábamos del hombre blanco más cerca-

Page 87: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

no y no me apetecía nada que me llevaran antealgún pequeño Rajá de las montañas, sabiendocomo sabía que los porteadores jurarían todos auna que el ataque lo había ordenado yo. Asíque pagué aquella sangre y me retiré estratégi-camente; la mayor parte del camino, a pie, por-que a Dolly Bobs le mareaban todas las vistas ycasi todos los olores del paisaje. Tuve que dejarque los porteadores, que querían un puestomejor, como los políticos, fuesen delante de mípor el sendero de apenas metro y medio deancho. Y, como pasa siempre que uno está enapuros, empezó a llover. Mi principal objetivoera hacer el camino de tres días en uno, cosa deunos cuarenta kilómetros. Los porteadores que-rían escaparse a su pueblo para gastarse su malganada plata. Me tocó la desoladora tarea dedirigir una retirada. No creo que aquel día reco-rriésemos mucho menos de sesenta kilómetros,montes arriba y valles abajo. Pero me sentóbien y me permitió tomar varias botellas de lacerveza fuerte del Ejército al terminar el día en

Page 88: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

el refugio. El último día una tormenta quehabía estado tronando por debajo de nosotrosalcanzó la cumbre que estábamos atravesandoy nos cayó encima. Nos tiró a todos al suelo y,cuando pude volver a levantar la vista, observéque medio tronco de un pino grande, sajadolongitudinalmente como una cerilla con uncortaplumas, caía pendiente abajo por su pro-pio peso. Como el ruido de la tormenta lo in-vadía todo, la caída del tronco parecía un es-pectáculo de mimo. Y cuando empezó a dar sal-tos -tremendos saltos verticales- el efecto fue depuro delirium tremens. De todos modos, los por-teadores, a quienes sus antecesores les habíancontado mis delitos, matizaron que, si los dio-ses locales habían fallado el fácil blanco que yoles ofrecía, después de todo no debía conside-rarme desafortunado.

Fue en este viaje donde vi una familia feliz decuatro osos, que habían salido juntos de paseoy charlaban entre ellos a gritos. Y también mepasé un buen rato contemplando cómo un

Page 89: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aguila, unos metros por debajo de mí y con elbrillo del sol en las alas, se cernía sobre el valleen forma de mapa donde tenía el nido.

De vuelta a casa, entregué mi criado a su pa-dre, quien fielmente le regañó por haber puestoen peligro al hijo del mío. Lo que no le dije fueque mi criado, musulmán del Punjab, en unprimer momento de pánico, se había abrazadoa los pies del porteador montañero herido, queno era musulmán, y le pidió que se apiadase.Un criado, precisamente por serlo, tiene su izzat-su honor- o, como dicen los chinos, su «ros-tro». Si preserváis su honor, se os rendirá. Nun-ca se le debe reñir delante de otros criados, y sios sabe conscientes del significado de las pala-bras que le proferís, hay palabras o frases queno deben emplearse. Pero a un joven reciénllegado de Inglaterra, o a un viejo a cuyo servi-cio ha envejecido, se les permite todo. En elprimer caso puede que el criado diga: «Es muyjoven. Esas palabrotas las ha aprendido de sunovia». Y no perderá la calma, incluso aunque

Page 90: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

el amo use la peor jerga de las mujeres. En elsegundo caso, el anciano y consciente servidordirá: «No es nada. Pasamos la juventud juntos.¡Había que oírlo entonces!»

La recompensa de esta mínima consideraciónes un servicio de tal calibre que uno lo aceptabacomo la cosa más natural... hasta que lo perdía.Mi criado iba todos los meses al banco local arecoger mi sueldo, en monedas, y lo llevaba acasa oculto en el fajín, como todo el mercadosabía. Luego lo ponía en un viejo armario, dedonde yo lo sacaba para mis gastos, hasta quese agotaba.

Sin embargo, para su honor profesional eraimportante presentarme todos los meses la listade los gastos que había hecho a mi cuenta -petróleo para los faroles de la calesa, cordonesde zapatos, hilo para los calcetines, botones quehabía tenido que coser-, todo escrito en el inglésdel mercado por el escritor de cartas de la es-quina. El total coincidía, por supuesto, con misueldo, y de cada rupia de esta cuenta mi cria-

Page 91: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

do llevaba la comisión de Oriente: la decimo-sexta o la décima parte de cada rupia.

Por lo demás, nunca se me ocurría vestirmesolo ni cerrar una puerta interior de la casa -ibaa decir cerrar con llave, pero la verdad es queno había cerraduras-. Me tomaba, eso sí, la mo-lestia de meterme en la ropa que sostenían paramí después del baño, y de salir de ella cuandome ayudaban a desvestirme. Y -lujo con el quetodavía sueño- me afeitaban antes de que medespertase.

Todo esto hay que contraponerlo al sabor dela fiebre en la boca; el zumbido de la quinina enlos oídos; el estado de ánimo soliviantado porel calor hasta casi el límite, pero sólo hasta ahípara no volverse loco; la lenta llegada de lanoche en atardeceres insufribles; y, menos so-portables todavía, los amaneceres de un caloratroz y rancio, que eran así la mitad del año.

Cuando mi familia se iba a la montaña y mequedaba solo, el criado de mi padre se quedabaal mando de la casa. En los detalles cotidianos

Page 92: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

empezaba a notarse uno de los peligros de lavida solitaria. Conforme el número de asisten-tes al Club disminuía entre abril y mediados deseptiembre, los hombres se volvían cada vezmás descuidados, hasta que por fin a nuestrosecretario le remordía la conciencia y, culpableél mismo, nos llamaba al orden a empellones ynos prohibía cenar en camiseta y pantalón demontar o poco más.

La tentación era mayor en la propia casa,aunque uno sabía que, si rompía con el ritualde vestirse para la última comida del día, per-día su tabla de salvación. (Los caballeros jóve-nes de hoy, más tolerantes, consideran esto devestirse para la cena una afectación comparablea la «corbata del antiguo colegio». Daría misueldo de varios meses por el privilegio de des-engañarlos.) De esto se ocupaba el mayordomo.«Por el honor de la casa, debe darse una cena.Hace tiempo que el Sahib no invita a comer asus amigos.» Yo protestaba como un niño pe-noso. Y él replicaba: «Salvo de los nombres de

Page 93: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

los invitados del Sahib, de todo me encargoyo». Entonces uno, con desgana, rescataba delolvido a cuatro o cinco compañeros. Se poníanen la mesa lamentables caléndulas marchitas y,con todo un acompañamiento de cristalería,plata y mantelería, se celebraba el rito, y elhonor del mayordomo quedaba a salvo durantealgún tiempo.

En el Club se despertaban de repente, entreamigos, odios injustificados que enseguida sedisipaban como el humo; se recordaban viejosagravios y se repasaban en voz alta; el libro dereclamaciones se llenaba de acusaciones e in-venciones. Todo lo cual quedaba en nada cuan-do llegaban las primeras lluvias. Después deunos tres días de invasión de unas cosas que searrastraban por el suelo y trepaban por losmuebles, interrumpían la partida de billar ycasi apagaban las lámparas en que se que-maban, la vida resurgía con la llegada del ben-dito refrescar del tiempo.

Pero era una vida extraña. Un día, de pronto,

Page 94: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

en la sala de espera del Club, un hombre le pi-dió al que tenía al lado que le alcanzara el pe-riódico. «Cójalo usted mismo», fue la respuestapropia del calor. El hombre se levantó, pero, alir hacia la mesa, se cayó y empezó a retorcersedel primer ataque del cólera. Se lo llevaron acasa, llamaron al médico, y en tres días pasótodas las fases de la enfermedad, incluida latípica pérdida, primero, del color de las encíasy, luego, de las encías mismas. Luego se recu-peró y le contaba a todo el que se interesabapor él: «Sólo recuerdo que me levanté a por elperiódico, pero después le aseguro que no re-cuerdo nada hasta que Lawrie dijo que ya vol-vía en mí». Con el tiempo he oído que a vecesla vida nos concede ese olvido.

Aunque me libré de los peores horrores, gra-cias a la presión de mi trabajo, la disponibilidadpara leer, el placer de escribir todo lo que se meocurría, cada vez me derrotaba más el calor y,en cuanto aparecía, se me venía el alma a lospies.

Page 95: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Es el momento adecuado para contar una ex-periencia «clave» y colocarla al lado de la queme ocurrió en el Club con el ayudante de Vo-luntarios. Fue una noche de mucho calor, delaño 1886 o así, cuando creí que ya no podíamás. Entré en la casa vacía al anochecer y sentíque en mi interior no había más que el horrorde una gran oscuridad, contra la que segura-mente me había pasado varios días luchando;salí a salvo de aquella oscuridad, pero no sécómo. Muy avanzada la noche, cogí un libro deWalter Besant, que se titulaba Todos en un bellojardín y trataba de un joven que quería ser es-critor y descubría las posibilidades que habíaen las cosas normales que veía. Al final lograbasu objetivo. No sé el valor «literario» que desdeel punto de vista actual pueda tener el libro. Loque sé sin duda es que me salvó en un momen-to de acuciante necesidad personal. Y que, ensucesivas lecturas, se me convirtió en una re-velación, una esperanza y una fuente de ener-gía. Yo contaba, me decía a mí mismo, con los

Page 96: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mismos dones que el protagonista y, al fin y alcabo, no tenía que quedarme en la India parasiempre. Podía marcharme y medir mis propiasfuerzas contra los umbrales de Londres, tanpronto como tuviera algo de dinero. Decidí,pues, ahorrar, ya que me había dado cuenta deque, fuera de mí mismo, no había razones parano hacer lo que creía conveniente. De hecho, demodo esporádico pero sincero, intenté ahorrary fui perfilando, siempre con ayuda del libro, elsueño de un futuro que me animaba. Se lo deboúnica y exclusivamente a Walter Besant. Se loconté cuando nos conocimos. Se rió, se mecióen el sillón y pareció agradarle.

Durante el feliz reinado de Kay Robinson, elsegundo jefe que tuve, el periódico cambió deformato y de estilo. Esto nos llevó, durante unasemana o así, las veinticuatro horas del día y amí me costó una depresión debida a la falta desueño. Pero los dos quedamos orgullosos delresultado. Una sección nueva fue el «folletín»diario -parecido al del pequeño Globe rosa de la

Page 97: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

metrópoli-, de poco más de una columna. Na-turalmente, la «redacción» tenía que propor-cionarlos casi todos y otra vez me vi obligado a«escribir breve».

Todas las curiosidades del mundo exteriorpasaban tarde o temprano por nuestro lugar detrabajo: podía ser un capitán recién dado debaja por sus tremendas borracheras, que nos locontaba con cara de pena, como pidiendo ayu-da, y que luego desaparecía. O un hombre quepor la edad podía ser mi padre y al que se lesaltaban las lágrimas porque en los honores dela Gazette había bajado un puesto. O tres miem-bros del 9° Regimiento de Lanceros, uno de loscuales, compañero mío de colegio, había llega-do a general gracias a su campaña en ÁfricaOriental durante la Gran Guerra. Los otros dostambién eran caballeros de la reserva, de altagraduación. Los hombres que uno conocía allírecorrían, hacia arriba y hacia abajo, todos lospeldaños de la miseria y el éxito.

Una noche hubo un idiota que se encontró

Page 98: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

una víbora medio muerta y la trajo a la cena delClub en un tarro. Uno de los socios la puso enel mantel y se entretuvo con ella un rato hastaque alguien le advirtió que dejara de tocarla.Unas cuantas semanas después, algunos com-prendimos que habría sido mejor para aquelhombre seguir haciendo lo que aquella noche lepedía un ánimo premonitorio.

Pero el tiempo fresco lo compensaba todo. Lafamilia volvía a estar junta y, salvo el ucase porel que mi madre les prohibía a sus hombrescomer con tomos del Illustrated London Newsencuadernado -reminiscencia salvaje del calor-,todo era maravilloso. Por ejemplo, en la esta-ción buena del 85 hicimos entre los cuatro unanuario de Navidad titulado Quartette, del quequedamos muy contentos y que llamó bastantela atención.

(Después, mucho después, se convirtió en«pieza de coleccionista» en el mercado del librode los Estados Unidos, hasta tal punto embo-rronó los recuerdos felices de su nacimiento.)

Page 99: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

En el 85 empecé a escribir una serie de relatospara la Civil and Military Gazette, que se titula-ban Cuentos de las colinas. Los publicaban cadavez que había un hueco que rellenar. En el 86publiqué también una recopilación de poemasde periódico sobre la vida angloindia, tituladaCanciones coloniales que, como trataban de cosasque mucha gente conocía y sufría, fueron bienrecibidas. Me habían dado permiso, además,para que enviase colaboraciones, distintas delas que quería nuestro periódico, a otros defuera, como al Indigo Planters' Gazette de Calcu-ta. Así empecé a darme a conocer incluso enBengala.

Pero obsérvese la discreción con que iban sa-liendo las cosas. Hasta el 87, mi trabajó no pasóde la digna oscuridad del rincón de una pro-vincia remota, en una comunidad especializadaque no le interesaba a nadie, salvo a sí misma.Yo era como un caballo joven que llevaban acarreras de pueblos pequeños, para que meacostumbrara al ruido y a la gente y me cayera

Page 100: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

hasta aprender a correr y a no asustarme con elfragor de otros caballos tras de mí. Lo mejor erair al paso en mi trabajo de oficina, «demasiadobueno para andarse con preguntas», y cuyosentido -descubrir existencias humanas de todaclase y condición y hacer posible que otros lasdescubriesen- no me dejaba tiempo para «des-cubrirme» a mí mismo.

Ésa era la modesta idea que tenía de mi pro-pia posición, al cabo de mis cinco años de vi-rreinato en la pequeña Civil and Military Gazette.Yo seguía siendo el cincuenta por ciento delequipo editorial aunque por un momento lle-gué a tener a alguien a mis órdenes. Pero, ala-bados sean los dioses, ese lacayo era «literario»y se empeñaba en escribir artículos al estilo delos ensayos de Elia en vez de ceñirse a lo esti-pulado. Comprendí, para mi pesadumbre, quecualquier loco se cree escritor. A mí me tocabael trabajo de corregir lo que hacían y darle cier-ta forma. Cualquier otro loco podía hacer rese-ñas de libros (yo mismo, en caso de urgencia,

Page 101: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había reseñado las últimas obras de un escritorllamado Browning, y lo que mi padre opinó deaquello habría sido impublicable). La informa-ción en sí era una sección menor, aunque nuncalo reconocíamos. Yo mismo podía traer comoreportero una noticia un día y, al día siguiente,como subdirector, tirarla a la papelera sin re-mordimiento. Me parecía, así, que la diferenciaentre mi caso y el de la vulgar multitud que«escribe en los periódicos» era como el abismoque hay entre el cura beneficiado y las damas ycaballeros que contribuyen con calabazas ydalias a la fiesta de la cosecha. Decir que sobre-valoraba mi trabajo es quedarse corto, pero talvez esto me evitaba sobrevalorarme indecoro-samente a mí mismo.

En el 87 llegó la orden de trasladarme al Pio-neer, nuestro hermano mayor de Allahabad, amiles de kilómetros hacia el sur, donde yo iba atener como mínimo tres compañeros e iba a sercomo el niño que llega nuevo a un gran colegio.Pero las provincias del noroeste, tal como eran

Page 102: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

entonces, en su mayor parte hindúes, me resul-taban extrañas. Me había pasado la vida entremusulmanes y uno elige un camino u otro se-gún sus costumbres primeras. El Club, grandey bien decorado, donde el póquer acababa dedesbancar al whist y los hombres lo jugabanmuy serios, estaba lleno de funcionarios abu-rridos y de una respetabilidad que para mí erainsólita. El fuerte, donde las tropas se acuarte-laban, tenía su atractivo, pero uno de los bas-tiones se adentraba en un río muy sagrado y loscadáveres medio incinerados solían encallarjusto bajo los cuartos de los alféreces, hasta talpunto que tenían encargado un experto enapartarlos con una pértiga y empujarlos ríoabajo. En Fort Lahore, al menos, lo peor conque tratábamos era con fantasmas.

Además el Pioneer estaba siempre vigiladopor el propietario, que pasaba varios meses delaño en una casamata cercana. Cierto que yo ledebía una oportunidad vital, pero cuando unoha sido el segundo de a bordo, aunque sea de

Page 103: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un crucero de tercera clase, no le gusta a unotener al almirante permanentemente anclado apocos metros. Su amor por el periódico, que engran medida había creado él mismo con su ge-nio y habilidad, le llevaba a veces a «echar unamano a los muchachos». Entonces el día era demucho ajetreo (porque ponía y quitaba hasta elúltimo minuto) y respirábamos cuando el pe-riódico lograba alcanzar el correo del sur.

Pero tenía paciencia conmigo, igual que losotros, y gracias a él se me amplió el campo devisión de la «fuente de inspiración exterior». Seiba a hacer una edición semanal del Pioneerpara la metrópoli. ¿Quería yo dirigirla, apartede mi trabajo normal? Cómo no iba a querer.Habría narraciones, que la cadena de periódi-cos daba por entregas y había comprado a lasagencias de Inglaterra, cuyos nombres veníanal pie. Iban a ocupar toda una gran página. Pe-ro la «intuición del método para hacer mal lascosas» dio el resultado habitual: ¿por qué com-prar las entregas de Bret Harte, pregunté, si yo

Page 104: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

estaba dispuesto a proporcionar puntualmentelas de mi propia cosecha? Y así lo hice.

Puede que mi dirección del Weekly fuese unpoco superficial -al fin y al cabo, me limitaba arehacer y reorganizar noticias y artículos-. Te-nía la cabeza llena de ideas que me parecíanmucho más importantes. Así que llegué a adap-tar al espacio fijo no sólo cuentos sencillos demil doscientas palabras, sino también artículosde tres mil a cinco mil palabras una vez porsemana. Es lo que le pasó al joven Lippo Lippi,de quien yo era hijo, cuando miró las paredesvacías de su monasterio al recibir el encargo depintarlas. «Fue llegar y topar, y elige porquehay más.» Sólo que de verdad.

Supongo que el cambio de aires y de perspec-tivas precipitó mi vocación. Al principio tuveuna experiencia que, en mi ingenuidad, mepareció que se debía a señales de mi Daimon.Debí sobrellevar una carga excesiva con «Gyp»,porque se me apareció en escenas tan nítidascomo las de un estereoscopio un autour du ma-

Page 105: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

riage angloindio. La pluma empezó a correr yyo, muy sorprendido, la veía escribir para mí,hasta la madrugada. Bauticé el resultado con elnombre de «La historia de los Gadsbys», ycuando se publicó por vez primera en Inglate-rra me felicitaron por mi «conocimiento delmundo». Una vez que se supo de mi indecorosaexperiencia, ya no se habló tanto de ese don.Pero, como mi padre me dijo con lealtad: «Noestaba tan mal del todo, Ruddy».

-Sea como sea, seguí con el Weekly a la vezque con historias de soldados, cuentos indios ycuentos sobre el sexo opuesto. Hubo uno deéstos últimos que, por una duda, le pasé a mimadre, quien lo rompió y me escribió: «Novuelvas a hacerlo». Pero volví a hacerlo y melas arreglé para terminar no del todo mal uncuento titulado «Una comedia sin importan-cia», en el que trabajé mucho para conseguircierta «economía de incidencias» y creí haberlaconseguido en una frase de menos de doce pa-labras. Más de cuarenta años después, un fran-

Page 106: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cés que les estaba echando un vistazo a misprimeros libros citó esta frase como el quid delrelato y la clave de su método. Fue un tardíoelogio a la «cocina literaria» que agradecí. Deeste modo empecé a hacer mis propios experi-mentos sobre los pesos, los colores, el aroma ylos atributos de las palabras en su relación conotras palabras, con la lectura en voz alta hastaque sonaban bien, o disponiéndolas en la pági-na de tal modo que atrajesen la mirada. No hayuna sola línea de mi poesía o de mi prosa queno haya saboreado hasta suavizarla con la len-gua y hasta que la memoria, después de repe-tirlas mucho en voz alta, haya eliminado losuperfluo.

Estas cosas me tenían ocupado y contento,pero, aparte de eso, me di cuenta de que yo noterminaba de encajar en los planteamientos delPioneer y de que mis superiores opinaban lomismo. Mi trabajo al frente del Weekly no eraverdadero periodismo. Mi ligereza al mando delo que se me había confiado no era bien vista

Page 107: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

por el Gobierno ni por el oficialismo colonial,del que el Pioneer dependía directamente paralas noticias confidenciales o las primicias, queobtenía en Simla o en Calcuta nuestro corres-ponsal-jefe más importante. Supongo que lospropietarios consideraron que yo estaba más asalvo si me enviaban fuera que sentado en laredacción, por lo que me mandaron a ver lasminas, los molinos, las fábricas de los estadosindígenas. En esto creo que llevaban toda larazón. El propietario del periódico en Allaha-bad tenía que seguir el juego (que le había vali-do en su momento la condecoración de Ca-ballero) y, hasta cierto punto, mis caprichospodían ponerlo en un aprieto. De hecho, hubouno que lo puso. El Pioneer, en un editorial,aunque con cautela de perro que rastrea a unpuercoespín, había insinuado que rozaban elnepotismo algunos de los nombramientos mili-tares que por aquella época había hecho LordRoberts. Era una proclama apesadumbrada yserena. Mi comentario en verso, que no sé cómo

Page 108: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

el director llegó a publicar, decía exactamentelo mismo, pero en menos augusto. Sólo recuer-do que terminaba con dos versos descarados:

Y si está molesto el Pioneer,¡qué molesto estará el Lord!

No creo que le gustaran a Lord Roberts, perome consta que no le molestaron ni la mitad queal dueño del periódico.

Por mi parte, me encontraba en un buen mo-mento para cambiar de vida y, siempre graciasa Todos en un bello jardín, sabía en qué sentido.Haber estado tan metido en los relatos del Pio-neer Weekly, que quería dejar, me había pos-puesto los planes; pero cuando, a finales del 88,vi que acababa al fin aquella tremenda racha detrabajo, retomé mi proyecto. Necesitaba dinero.Hice el recuento de mis bienes. Eran: un librode poemas, ídem de prosa y-gracias al permisodel Pioneer- una serie de seis pequeños volú-menes en rústica, de librería de estación, que

Page 109: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

recopilaban la mayoría de los cuentos quehabía sacado en el Weekly, cuyos derechos bienpodría haber reclamado el Pioneer. El hombreque entonces dirigía las librerías del ferrocarrilde la India era de una raza imaginativa, acos-tumbrada a arriesgar. Le vendí los seis libros enrústica por doscientas libras y un pequeño tan-to por ciento de la venta. Los Cuentos de las coli-nas los vendí por cincuenta libras y no recuerdocuánto me dio el mismo editor por las Cancionescoloniales. (Fue la primera y última vez que tratédirectamente con editores.)

Con la seguridad que me daba esta riqueza, ycon seis meses de sueldo de indemnización pordespido, dejé la India y me fui a Inglaterra des-pués de pasar por el

Extremo Oriente y los Estados Unidos. Atrásquedaban seis años y medio de trabajo duro yuna razonable cantidad de padecimientos. Elencargado de desearme suerte fue el adminis-trador, un señor de gran instinto comercial quenunca había ocultado su certeza de que a mí me

Page 110: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pagaban demasiado y que, al hacerme las últi-mas liquidaciones, me dijo: «Créame, a nadie leva a parecer que usted valga más de cuatro-cientas rupias al mes». Por simple orgullo debodecir que en aquel momento cobraba setecien-tas.

Pero el ajuste de cuentas llegó sorprendente-mente rápido. Cuando la fama se me vino en-cima, les empezaron a pedir los originales, confirma o sin firma, que no había recogido enlibro; y hubo búsqueda general, en los cajonesde desperdicios, de cualquier papel que se pu-diera publicar o vender a particulares. Estofrustró mi esperanza de publicar mis libros deun modo responsable y digno, y produjo con-fusión. Pero luego me dijeron que el Pioneer,con este tráfico de borradores, había ganadotanto como lo que me pagó en sueldos desdeque llegué. (Lo que demuestra que es imposiblecompetir con señores de gran instinto co-mercial.)

Pero no tenemos más remedio que amar

Page 111: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aquello por lo que hemos trabajado y con loque hemos sufrido. Cuando al final el Pioneer,el periódico mayor y más prestigioso de la In-dia, que pagaba el veintisiete por ciento a losaccionistas, entró en una mala racha y fue apeor todavía como por embrujo, se procedió avenderlo a un sindicato y recibí una carta queempezaba «Suponemos que le interesará saberque», etc, curiosamente me sentí solo y desam-parado. En cambio mi primer y más sinceroamor, la pequeña Civil and Military Gazette,aguantó el temporal. Aunque sean míos, escierto lo que dicen estos versos:

Nadie, por más que quiera, se separade su primer amor.Si le dan a elegir, el marinerovive cerca del mar.

Pastor y feligreses y monarcas,lo sabéis como yo:virginidad sólo se pierde una

Page 112: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

y allí donde se pierde se queda el co-razón.

Y además, en la que fue mi oficina de Lahorehay, o había, una placa con la inscripción deque allí «trabajé». Y Alá sabe que también esoes verdad.

CAPÍTULO 4

EL INTERREGNO

El joven que se aleja cada díamás y más del Oriente...

Wordsworth

Y en el otoño del 98 entré en una especie desueño dorado al empezar a levantar, como sinada, los magníficos naipes que el destino que-ría repartirme. Los viejos referentes de mi ju-

Page 113: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ventud aún permanecían. Allí estaban mis que-ridos tíos, la casita de las tres viejas damas y, enun rincón, la figura que junto al fuego escribíatranquilamente su novela con el manuscrito enlas rodillas. Fue en una merienda muy sosega-da, en este círculo, donde me presentaron aMary Kingsley, la mujer más valiente que heconocido. Charlamos largo durante el té y des-pués, de camino a casa, seguimos la charla; ellame hablaba de los caníbales del oeste de Áfricay cosas así. Al final, olvidándome del mundo,le dije: «Suba a mi habitación y allí seguimoshablando.» Ella asintió, como lo habría hechoun hombre; y después, como si hubiera re-cordado algo de repente, dijo: «¡Huy! Se meolvidaba que soy una mujer, me temo que nodebo». Y me di cuenta de que yo iba a tener queredescubrir todo mi mundo.

Algunos -muy pocos- de los que pertenecíana él habían muerto, pero los demás estabandispuestos a vivir como mínimo veinte añosmás. Mujeres blancas se levantaban y le servían

Page 114: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

a uno. Todo era muy precipitado y difícil deentender.

Pero mi haber de libros era bastante conocidoen ciertos ámbitos, y era notable la demanda deoriginales míos. No recuerdo que moviera unsolo dedo para conseguir nada: todo me venía.Fui, a invitación suya, a ver a Mowbray Morris,editor del Macmillan's Magazine, quien me pre-guntó qué edad tenía y, cuando le dije que afinales de año iba a cumplir veinticuatro, no selo podía creer. Se quedó con un cuento indio ycon algunos poemas, que, con buen criterio,retocó un poco. Salió todo en el mismo númerodel Magazine, lo uno con mi nombre y lo otrocon el de «Yussuf». Todo esto me confirmó lasensación, que luego he tenido más veces a lolargo de mi vida, de que «No soy yo, es la mise-ricordia del Señor».

Después me pidieron más cuentos y el editorde la St. Jame's Gazette me pidió artículos suel-tos con y sin firma. Me resultaba más fácil gra-cias al entrenamiento de los folletines de la Civil

Page 115: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

and Military y, de un modo u otro, me sentíamejor con un periódico bajo el brazo.

En aquella época me hicieron una entrevistapara un semanario, y mientras me la hacíantenía la impresión de que no estaba en mi sitio:era yo el que debía estar entrevistando al entre-vistador. Poco después, ese mismo semanariome hizo una oferta que no vi oportuno aceptar,y entonces anunció que estaba «empezando acreérmelo». Pero dejando muy claro, eso sí, quelos primeros en darme motivos habían sidoellos. Como en ese momento estaba abrumado,por no decir aterrorizado, de la buena suerteque tenía, aquel apunte me dio confianza. Sieso era lo que el mundo exterior pensaba de mí,estupendo. Porque, naturalmente, yo creía queel mundo entero estaba pendiente sólo de mí,igual que cada soldado cree ser el centro de labatalla.

Mientras tanto, había encontrado alojamientoen calle Villiers, en el Strand, donde hace cua-renta y seis años las costumbres y las gentes

Page 116: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

eran primitivas y apasionadas. Mi apartamentoera pequeño y no demasiado limpio ni biencuidado, pero desde mi mesa se veía, por laventana, el teatro de variedades Gatti y, por elmontante de abanico de su entrada, casi hastael escenario. Desde un lado del edificio, los tre-nes de Charing Cross me atronaban los sueños.Desde el otro, el bullicio del Strand. Frente a laventana, el Padre Támesis, al pie de la TorreVieja, con su tráfico para arriba y para abajo.

Al principio andaba tan confundido y meadministré tan mal que, durante un tiempo, meencontré con que me debían dinero por encar-gos que había escrito, pero estaba sin fondos.Toda reclamación de dinero, por muy justifica-da que esté, deja mala impresión; mi queridatía, o alguna de las tres viejas damas, me lohabrían dado sin dudarlo, pero pedirlo era co-mo reconocer un fracaso nada más empezar. Elalquiler estaba pagado, tenía un traje que po-nerme y no tenía nada que empeñar salvo unacolección de camisas sin marca, compradas una

Page 117: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

en cada puerto, así que improvisé para arre-glármelas con el poco dinero que tenía en elbolsillo.

Mi apartamento estaba encima de un local deHarris el Rey de las Salchichas, que, por dospeniques, daba salchichas con puré de patatacomo para aguantar todo el día, siempre queuno cenara luego con gente amable que no vi-viera a base de salchichas. Por otros dos pe-niques se podía cenar de verdad. También pordos peniques se podía fumar el excelente taba-co de aquella época, si no se aficionaba uno al«Shag», que costaba tres peniques, o le dabapor el «Turkish», que costaba seis. Por cuatropeniques se entraba en el Gatti y el precio in-cluía una cerveza rubia o negra.

Fue allí donde, en compañía de una camarera,anciana pero muy derecha, que trabajaba en unpub cercano, escuché las canciones, incisivas eirresistibles, de los Lion y los Mammoth Comi-ques y las no menos «incisivas» estridencias delas Bessies & Bellas, a quienes oía discutir con

Page 118: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

los cocheros, debajo de mi ventana, cuandocorrían de un teatro a otro. Alguna vez, una delas cantantes nos deleitó con una versión deviva voz de «lo que acaba de pasarme ahí fuera,aunque ustedes no se lo crean», para despuésarrancarse con una de sus improvisaciones.¡Claro que podíamos creérnoslo! Lo más pro-bable era que muchos de los del público hubié-ramos sido testigos del jaleo que había habido ala entrada, al llegar ella.

No podía yo ni soñar con imitar esos monó-logos, pero el humo, el estruendo y la camara-dería relajada del Gatti me dieron la pauta decierto tipo de canción. Al Soldado Raso de laIndia me parecía conocerlo bastante bien. SuHermano Inglés (por lo general, de la Guardia)se sentaba y cantaba a mi lado cualquier nocheque yo decidiera ir, y el coro griego eran loscomentarios de mi camarera, profunda y des-apasionadamente versada en el conocimientode toda la maldad que veía desde detrás delzinc que se pasaba la vida limpiando. (Años

Page 119: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

después escribí un poema titulado «María, tenpiedad de las mujeres», basado en lo que mecontó de «una amiga mía que se equivocó dehombre».) En aquel momento lo que escribí fueel primero de unos poemas llamados «Baladasde cuartel» que le mostré a Henley, del Scots -loque luego fue el National Observer-, y me pidiómás. Y así pasé a ser, durante un tiempo, unode los afortunados que se reunían en un pe-queño restaurante cerca de Leicester Square aarreglar el mundo literario hasta las tantas de lamadrugada.

Admiraba mucho el verso y la prosa de Hen-ley. Si fuera posible un comercio así en unapróxima vida, de buena gana daría gran partede lo que he escrito por un solo pensamiento,glosa, evocación o como se le quiera llamar, delos que escribió acerca de Las mil y una nochesen un pequeño libro de ensayos y reseñas.

Por lo que respecta a su verso libre, una vez,con la ayuda de un poco de Chianti, saqué arelucir la vieja idea de que el verso libre era

Page 120: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

como pescar con anzuelos sin punta. La res-puesta fue inmediata: «Lo importante es la ca-dencia». Tenía razón; pero, para mí, sólo él ladominaba, como Maestro Artesano que sehabía pagado el aprendizaje.

Los defectos de Henley los sacaron a la luzamigos queridos suyos y, por supuesto, des-pués de morir él. Yo tuve la suerte de conocersólo al Henley amable, generoso, joya de editorcapaz de destacar lo mejor de su cuadra conpalabras que asombraban al más pintado. Mos-traba, además, un desprecio integral haciaGladstone y todo tipo de liberalismo. Un comi-té de investigación gubernamental examinabaen aquellos días un caso clarísimo de asesinatoentre miembros de la Liga Irlandesa y habíaexculpado a toda la cuadrilla. Escribí, sobre eso,un poema nada comedido que titulé «¡Inocen-tes!», que al principio el Times parecía dispues-to a publicar, pero después rechazó. Me reco-mendaron que lo llevara a una revista mensualde variedades editada por un tal Frank Harris,

Page 121: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que resultó ser el único ser humano con quienera imposible que me llevara bien. También élse espantó de los poemas. Se los mandé enton-ces a Henley, que como no tenía el más mínimosentido de la decencia política los publicó en suObserver. Tras un prudente intervalo, el Timeslos sacó completos. Esto me recordaba muchoalgunas de mis experiencias en la India y medio todavía más confianza.

Para mi orgullo resulté elegido miembro delclub Savile -«El pequeño Savile», que entoncesestaba en Picadilly- y el día de mi presentacióncené nada menos que con Hardy y con WalterBesant. Aquel día se acrecentó mi gratitud aBesant, y recordaréis que ya le debía bastante.Su opinión particular sobre los editores le esta-ba haciendo fundar, si no la había fundado ya,la Sociedad de Autores. Me aconsejó que tuvie-ra un agente literario y me mandó al suyo pro-pio: A. P Watt, que tenía un hijo de mi edad. Elpadre tomó las riendas de mis asuntos inme-diata y muy sabiamente y, al morir, su hijo lo

Page 122: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

sucedió. No recuerdo que en más de cuarentaaños tuviéramos ninguna diferencia que no sesolucionara con tres minutos de conversación.Esto también se lo debí a Besant.

Pero su bondad no acababa ahí. Con aquellabarba que era como de escarcha y aquellos an-teojos que centelleaban, se sentaba a hablarsabiamente de lo incomprensible que era elmundo nuevo. Había buena conversación en elSavile. Gran parte de ella era el desconsideradotoma y daca del taller cuando los modelos ya sehan ido y se despelleja a los maestros y se criti-can todas las tendencias menos la propia. PeroBesant veía más lejos y me recomendó «no an-dar a la greña». Me dijo que si me unía a ungrupo tendría que separarme del otro y que alfinal todo acaba como «en los colegios de niñas,que se sacan la lengua unas a otras al pasar»:también en eso tenía razón. Señores de unaedad muy respetable malbarataban su energíay su buen nombre en contar «intrigas» contraellos y en hablar de quienes les habían apuña-

Page 123: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

lado y de aquéllos a quienes ellos querían apu-ñalar. (Me recordaban un poco a los funciona-rios jubilados que, en mi antigua oficina, llora-ban por no haber recibido los honores que es-peraban.) Parecía que lo mejor era quedarse almargen. Por esta razón no he criticado nunca,ni directa ni indirectamente, la obra de ningúncompañero de oficio, ni animado a ningúnhombre o mujer a que lo hiciera, como tampocohe abordado a nadie que se pudiera ver en laobligación de comentar lo mío. Mi relación conlos contemporáneos ha sido, desde el principiohasta el final, muy limitada.

Del «pequeño Savile» recuerdo mucha amabi-lidad y tolerancia. Estaba, por supuesto, Gosse,con susceptibilidad felina para detectar el am-biente que había, pero muy valiente cuando setrataba de defender la buena literatura; elhumor grave y amargo de Hardy; AndrewLang, solitario en apariencia, pero -había queconocerlo en eso- más amable con uno cuandomás distanciado parecía; Eustace Balfour,

Page 124: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

grande y adorable, y uno de los contertuliosmás amenos, que murió demasiado pronto;Rider Haggard, a quien le tomé cariño ense-guida, porque era la clase de persona que desdeel primer momento despierta admiración en losniños y desde el primer momento inspira con-fianza a los mayores, y contaba chistes, la ma-yoría sobre sí mismo, con los que nos partíamosde risa; Saintsbury, un monumento a la sabi-duría y genialidad, a quien reverenciaré todami vida: un intelectual de verdad, que tambiéndominaba el arte de la buena vida. Recuerdo undesayuno en el Albany, con él y con WalterPollock, del Saturday Review, para el que trajouna exquisitez oriental especialmente endemo-niada que cocinamos al fuego de nuestra igno-rancia común. ¡Estaba estupenda! Nunca sabrépor qué aquellos dos hombres se tomaron lamolestia de reparar en mi existencia; sólo séque terminé fiándome del todo del juicio deSaintsbury cuando se trataba de las cuestionesmayores de técnica literaria. Hacia el final de su

Page 125: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

vida, me fue de gran ayuda en el ensayo «Laspruebas de la Sagrada Escritura», que habríasido en vano sin sus libros. Lo conocí en Bath,cuando preparaba, con erudición sólo compa-rable a su seriedad, la bodega de la Casa deMuñecas de la Reina. Sacó una botella de Tokayauténtico, que probé, y me lucí cuando dije queme sabía a vino medicinal. Cierto que se limitóa llamarme blasfemo, pero lo que pensó prefie-ro no imaginármelo.

Había cantidad de hombres buenos en el Sa-vile, pero la peculiaridad y el rostro de los quehe nombrado son los que más fácilmente mevienen a la memoria.

Mi vida en casa -había un abismo entre Pica-dilly y la calle Villiers- era diferente, en la sor-presa constante de aquellos primeros meses demi vuelta a Inglaterra. Ese período fue en sutotalidad, como ya he dicho, un sueño en el.que me sentía capaz de mover montañas, inva-dir fortalezas y andar sobre las aguas. Y sinembargo era tan ignorante que no sabía que,

Page 126: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cuando la niebla envolvía Londres, había trenesque podían llevarme a la luz y al sol de unoscuantos kilómetros a las afueras. Una vez, mepasé cinco días sin ver por la ventana nada másque mi cara en el espejo negro como el azaba-che del cristal. Cuando la niebla se disipó unpoco, me asomé y vi a un hombre de pie en-frente del pub donde trabajaba la camarera. Aaquel hombre, de pronto, se le puso el pecho deun rojo claro, como el de un petirrojo, y se cayóal suelo, porque se acababa de clavar un cuchi-llo en el cuello. En pocos minutos, más biensegundos, llegó una ambulancia y se llevó elcadáver. Un empleado de por allí echó un cubode agua hirviendo que hizo correr la sangrehacia la alcantarilla y los curiosos que se habíaagolpado se dispersaron.

Uno llegaba a familiarizarse con aquella am-bulancia (que venía de algún lugar a la espaldade St. Clement Danes) y con la policía de ladivisión Este, incluso en Picadilly Circus, don-de, en cualquier momento, después de las diez

Page 127: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

y media de la noche, podía verse a las fuerzasde orden público en litigio con las «señoras». Ypor entre todo el trajín y el griterío de las pros-titutas se abrían camino, de vuelta del teatro, elpío propietario inglés y su familia, con la mira-da fija al frente, como quien no ha visto nada.

En mi casa vivía también, entre otros, uno delos Lions Comiques del Gatti. Un artista conuna idea muy clara de lo que era el arte. Segúnél, «había que enganchar al público» (lo de«transmitir mensaje» vendría más tarde) «pero,aparte de eso, un hombre necesita tener dondeagarrarse y yo lo tendría, si no fuera por el mal-dito whisky, pero, si me lo quitan, la vida es unpajolero lío». Y la mía sin duda lo era; pero, enbuena medida, mi entrenamiento en la Indiame servía de escudo.

No paraban de asegurarme, tanto de viva vozcomo en recortes de prensa -que son una drogaque no recomiendo a los jóvenes-, que «desdeDickens no se había visto nada» comparable a«mi meteórica llegada a la fama», etc. (Pero

Page 128: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

estaba vacunado, si no inmune, contra lo másrotundos comentarios de prensa.) Y ahí estabami retrato, que se iba a pintar para la Real Aca-demia, en prueba de mi notoriedad. (Sólo queme opuse, como un mahometano, a que meretrataran, por temor al mal de ojo, y así conse-guí que el bombo no fuera excesivo.) Y ahí es-taban los montones de cartas con opiniones detodo tipo. (Si las hubiera contestado todashabría sido como volver a mi antigua mesa detrabajo.) Y allí estaban las proposiciones de«cierta gente importante», pesada y sin escrú-pulos como tratantes de caballos, que me decí-an que «tenía la pelota a los pies» y que sólo te-nía que darle la patada -que consistía en repetirla misma canción y en llevar por caminos im-posibles a personajes que ya había «creado»-para lograr todas clase de fines apetecibles.Pero en mi mundo anterior había visto malear-se y quedarse atrás a hombres, lo mismo que acaballos. Lo único que estaba claro en aquelembrollo era que estaba ganando dinero, mu-

Page 129: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cho más de cuatrocientas rupias al mes, ycuando mi cartilla me dijo que tenía ahorradasmil libras justas, no cabía de felicidad en elStrand. Había planeado un libro «para apro-vechar la coyuntura del mercado». Tuve elbuen sentido suficiente para desechar la idea.Lo que más necesitaba era que mi familia vinie-ra y viese lo que estaba siendo de su hijo. Lohicieron, en una visita relámpago, y mi «pajole-ro lío» tuvo algo de sentido.

Como siempre, parecían no aconsejar nada nimeterse en nada, pero allí estaban los dos, mipadre con la actitud sagaz y sabia de los deYorkshire y mi madre, celta por los cuatro cos-tados y llena de pasión. Ambos, tan in-mensamente comprensivos que, salvo cuandose trataba de asuntos menores, apenas si necesi-tábamos palabras.

Creo que puedo decir, en honor a la verdad,que ellos eran el único público por el que enaquel entonces sentía algún respeto. Y así fuehasta que murieron, cuando yo ya tenía cuaren-

Page 130: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ta y cinco años. Su visita facilitó las cosas y meconfirmó algo que llevaba tiempo barruntando:parecía bastante fácil «enganchar al público»,pero ¿qué se conseguía, aparte de acalorarse enel intento? (No caí en que mis dos abueloshabían sido ministros hasta que la familia me lorecordó.) Había estado trabajando en el borra-dor de un poema que más tarde se llamó «Labandera inglesa» y me había atascado en unverso que tenía que ser clave pero se empeñabaen quedar «flojo». Como era normal entre noso-tros, pregunté, como hablando conmigo mismo:¿qué es lo que quiero decir? Al instante, mi ma-dre -movía mucho las manos al hablardijo: «Loque intentas expresar es: “¿Qué saben de In-glaterra los que sólo conocen Inglaterra?”». Mipadre lo confirmó. El resto del poema me fuefácil: no eran más que imágenes vistas, como sidijéramos, desde la cubierta de un barco quecasi navegaba solo.

En las siguientes conversaciones les expusemi idea de intentar contarles a los ingleses algo

Page 131: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

sobre el mundo de fuera de Inglaterra, no direc-tamente, sino de una manera implícita.

Lo comprendieron, y sin dejarme acabar mimadre resumió: «Ya sé: “Les descubrió su nidode cisne entre los juncos.” Gracias por hacér-noslo saber, hijo.» La cuestión quedó así zanja-da, y cuando Lord Tennyson (a quien no tuve,ay, la suerte de conocer) expresó su aprobacióndel poema al publicarse, lo tomé como señal debuena suerte. A mucha gente que no tiene másremedio que hacer un trabajo en concreto, se ledesarrolla una facilidad técnica que le da venta-ja sobre otros compañeros menos preparados.Mi trabajo en las redacciones de los periódicosme había enseñado a concebir una idea al deta-lle, quedármela en la cabeza y trabajar en ella,fragmento a fragmento, en cualquier lugar. Laaglomeración y el traqueteo de los antiguosautobuses tirados por caballos habían acunadomuy bien ese tipo de cavilación. Poco a poco laidea original crecía hasta convertirse en un lar-go y vago esquema -o catálogo de almacén mi-

Page 132: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

litar, si se quiere- del alcance total y significadode las cosas y los esfuerzos y los orígenes a lolargo y ancho del Imperio. Concebía la idea,igual que hago con casi todas, bajo especie desemicírculo de edificios y templos destacadossobre un mar, pero de sueños. Fuese como fue-se, una vez que lo tenía todo en la cabeza, deja-ba de sentir la necesidad de «enganchar al pú-blico» en abstracto.

De la misma manera, en mis paseos más alláde la calle Villiers, había conocido a algunoshombres y a alguna que otra mujer por los queno sentía el más mínimo afecto. Hablaban de-masiado bajo o demasiado alto y se dedicaban aperniciosas variedades de sedición con tal dequedar siempre a salvo. La mayoría parecíasuministrar lujos a una aristocracia cuya des-trucción proclamaban a voz en grito desear. Semofaban de mis pobres dioses orientales y ase-guraban que los violentos ingleses de la Indiase pasaban la vida «oprimiendo» a los indíge-nas. (Esto lo decían en un país donde las niñas

Page 133: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

blancas de dieciséis años, por entre doce y ca-torce libras de salario anual, subían cuatroplantas con quince o veinte litros de agua parael baño, en un solo viaje.)

Hasta el más sutil de ellos tenía planes, queme contaban, de «quitarle a Inglaterra las ar-mas cuando no esté mirando -como un niñotravieso- para que cuando quiera pelear se décuenta de que no puede.» (Desde entonces seha llegado lejos por ese camino.) Por lo demássu objetivo era la penetración intelectual y pací-fica y la creación, en cuchitriles sin ventilación,de lo que hoy se llamarían «células». En colabo-ración con esa clase acomodada había multitudde liberales mitad largos de miras, mitad largosde lengua, que daban consejos trufados de es-lóganes muy nobles pero disgregadores, y sepreocupaban de vivir pero que muy bien. Lesseguían el juego varios periódicos, nada malescritos por cierto, que tenían una habilidadenvidiable para enturbiar o tergiversar todo loque no convenía a sus biliosas doctrinas. Tal y

Page 134: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

como yo la veía, la situación general prometíaun interesante «andar a la greña» en que notenía que tomar parte activa, porque, pasado elprimer momento de esplendor, mi trabajo habi-tual parecía tener el don de escarnecer per sejusto a la gente que menos me gustaba. Y ade-más tuve la suerte de que no se me tomara enserio durante algún tiempo. Se hablaba, razo-nablemente, de peleas y adhesiones; y aquelgenio, J. K. S., hermano de Herbert Stephen, seencargó de Rider Haggard y de mí en un epi-grama que habría dado cualquier cosa porhaber escrito yo mismo. En él se pedía que lle-garan días mejores en que

Se deje de admirarel talento de un Asnoy las pifias excéntricasque comete un muchacho.Y, juntos, pelma y jovencallen amordazados.No arrullará más Kipling

Page 135: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

y no hará el ridi Haggard.

Recorrió jocosamente los periódicos y todavíaqueda algún eco. Como le advertí a Haggard,puede que su aroma perdure cuando se hayaolvidado todo menos nuestros curiosos nom-bres.

Algunos críticos irreprochables también meecharon una mano con su teoría de que habíallegado a donde estaba sólo por una serie degolpes de suerte. Hubo uno muy amable que setomó, incluso, algunas molestias, incluida unabuena cena, para comprobar personalmente «loque yo había leído». No tuve más remedio queconfirmar sus peores sospechas, porque ya mehabían «pescado» de esa manera, una vez, en elClub del Punjab, hasta que mi examinador sedio cuenta de que le estaba tomando el pelo yme persiguió por todo el recinto. (A los jóveneshay que tenerles mucho respeto. Cuando seenfadan, tienen poco que perder.)

Pero con todo aquel jaleo de trabajo hecho o

Page 136: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

previsto, encargos, distracciones, emociones yconfusiones de todo tipo, mi salud se volvió aresentir. En la India había caído enfermo dosveces, como consecuencia directa del exceso detrabajo más las fiebres y la disentería, pero estavez la desidia y la depresión dieron lugar a unagripe auténtica, durante la cual todos mis mi-crobios indios se cogieron de las manos paracantar a coro durante un mes en la oscuridadde la calle Villiers.

Así que me embarqué para Italia, donde coin-cidí con Lord Dufferin, el embajador inglés, quehabía sido virrey de la India y había conocido ami familia. Yo, además, había escrito un poemallamado «La canción de las mujeres» sobre ladedicación de la señora Dufferin a la materni-dad de la mujer india, que les gustó a los dos.Él era la amabilidad personificada y me hospe-dó en su villa cerca de Nápoles, donde un día,al caer la tarde, habló -al principio dirigiéndosea mí y después como en sueños- de su trabajoen la India, Canadá y el mundo entero. Yo

Page 137: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había visto la maquinaria administrativa desdeabajo, tal cual, recalentada, pero era la primeravez que escuchaba a alguien que la había con-trolado desde arriba. Y al contrario que la ma-yoría de los virreyes, Lord Dufferin sabía. Detodas sus revelaciones y recuerdos, la frase quemás grabada se me ha quedado es: «Así que, yave usted, no hay lugar (¿o dijo autorización?)para las buenas intenciones en el trabajo deuno.»

Italia, sin embargo, no era suficiente. Lo queyo necesitaba era poner tierra por medio y re-ordenarme. En aquellos tiempos no se hacíancruceros, pero deposité mi confianza en Cook,porque el gran J. M. en persona -el de los labiosapretados y la ceja levantada- había sido hués-ped de mi padre en Lahore mientras negociabacon el gobierno de la India su deseo de encar-garse de la peregrinación anual a la Meca. Dehaberlo conseguido se habrían salvado muchasvidas y quizá se habrían evitado una o dos gue-rras. En sus oficinas estudiaron con amabilidad

Page 138: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mis planes y las conexiones entre los distintosvapores.

Primero navegué hasta Ciudad del Cabo enun gigantesco transatlántico de tres mil tonela-das llamado The Moor, sin saber que me llevabaallí el Destino. A bordo conocí a un capitán queiba tomar posesión en Simonstown y que enMadeira habría deseado pasar los dos años desu nombramiento hasta arriba de vino. Loacompañé durante un día muy movido y unanoche más movida todavía, que pusieron loscimientos de una amistad para siempre.

En 1891 Ciudad del Cabo era un lugar pe-queño, soñoliento y descuidado, en el que to-davía daban al pavimento las balaustradas dealgunas casas holandesas antiguas. Alguna queotra vaca se paseaba por las calles principales,que estaban llenas de negros como los que miaya me había enseñado que tenían el pelo riza-do y dormían en una postura tal que a los de-monios les resultaba fácil entrar en sus cuerpos.Pero también había muchos malayos que eran

Page 139: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

musulmanes peculiares, con sus propias mez-quitas y cuyas mujeres, vestidas de mil colores,vendían flores en los bordillos de las aceras y sededicaban a lavar.

El seco olor a especias de la tierra y la limpiabofetada del sol me fueron devolviendo la sa-lud. El capitán me presentó en la sociedad na-val de Simonstown, donde el viento del suroes-te sopla cinco días a la semana y el almirante dela estación de Ciudad del Cabo vivía es-pléndidamente con al menos un par de tortu-gas marinas vivas que ataba al final del peque-ño embarcadero de madera para que nadaranhasta estar listas para hacercon ellas sopa detortuga. Me fascinaba el club naval y las histo-rias que contaban los oficiales jóvenes. Fue allídonde presencié una de las mayores trifulcasque he visto en mi vida. Se armó por una ama-ble sugerencia hecha a un teniente de navíorecién ascendido: había que apartar un poco elmastelero de proa de una cañonera de jugueteque tenía. Y la discusión acabó con todos los

Page 140: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

muebles cambiados de sitio. (¿Quién iba a de-cirme que a los pocos años conocería Simons-town como la palma de mi mano y que le dedi-caría buena parte de mi vida y de mi amor a lagloriosa tierra que la rodea?)

Después de un almuerzo de despedida entreráfagas de arena blanca que tiraban al suelohasta a los indígenas, y donde un mono airadobajó de las rocas y al pararse se quedó metidohasta la cintura en un lecho de azucenas, micapitán y yo nos separamos. «Nos veremos»,me dijo el capitán, «y, si alguna vez quiere ir decrucero, no tiene más que decírmelo.»

Unos días antes de partir para Australia al-morcé, en un restaurante de la calle Adderley,al lado de tres hombres. Me dijeron que uno deellos era Cecil Rhodes, de quien, en el Moor, nose había parado de hablar en todo el viaje. Nose me ocurrió acercarme a charlar con él, y amenudo me he preguntado por qué.

El segundo barco se llamaba The Doric, ibamedio vacío y se pasó veinticuatro días segui-

Page 141: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

dos, con sus noches, casi consiguiendo llenar deagua sus barcazas en un balanceo y vaciarlas enel siguiente contra las escotillas del salón. Tantoel cielo como el mar aparecían grises y desola-dos en aquella difícil travesía a Melbourne.Poco después me encontraba en una tierra nue-va, con olores nuevos y entre gente que insistía,para mi gusto demasiado, en que ellos tambiéneran «nuevos». Nadie es nuevo en este mundotan viejo.

El periódico más importante me hizo el granhonor de enviarme a la Copa de Melbourne,pero yo ya había hecho antes información decarreras y sabía que no era lo mío. Me interesa-ba más la gente de mediana edad que habíadedicado su vida a fundar y administrar el pa-ís. Hablaban entre ellos sin rodeos y usabanuna jerga política que para mí era nueva. Seaprendía más, como suele suceder, de lo que sedecían unos a otros, o de lo que daban por su-puesto, que de cien preguntas que se le hu-bieran hecho. Una noche de calor, asistí a un

Page 142: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

congreso en que el partido laborista debatió silos botes salvavidas que tanto se necesitabandebían comprársele a Inglaterra o el pedidodebía posponerse hasta que los botes pudieranconstruirse en Australia siguiendo un criteriolaborista y a precios laboristas.

A partir de ese momento mis recuerdos deAustralia son una mezcla de trenes en que sepasaba, a horas intempestivas, de un ancho devía estatal demasiado exclusivo a otro; inmen-sos cielos y primitivas salas de recreo en las quebebía té caliente y comía carne de oveja mien-tras que de vez en cuando un aire cálido, pare-cido al loo del Punjab, era un fragor que irrum-pía desde el vacío. Me pareció un país difícil, alque hacían aún más difícil sus habitantes, quie-nes, quizá por el calor, siempre parecían tenerlos nervios a flor de piel.

Estuve también en Sidney, ciudad llena demultitudes ociosas en mangas de camisa y depicnic todo el día. Decían ser nuevos y jóvenes,pero que algún día harían cosas maravillosas, y

Page 143: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

vaya si cumplieron la promesa. Después fui aHobart, en Tasmania, a presentar mis respetosa Sir George Grey, que había sido gobernadorde Ciudad del Cabo en los días de la rebelión.Era muy viejo y sabio y previsor y tenía laamabilidad de los que, de un modo u otro, sonfuertes.

Me fui luego a Nueva Zelanda, en un vapor(se cruzaban siempre los grandes océanos enembarcaciones costeras, pequeñas e inseguras)y en Wellington vi, justo donde me avisaronque iba a aparecer, el delfín de manchas blancasque se había impuesto la obligación de escoltarlos barcos hasta el puerto. Estaba protegido porel Gobierno, que lo consideraba sagrado, peroaños después algún bestia lo hirió de un dispa-ro y no se le volvió a ver.

Wellington me reveló otro mundo de genteamable, gente que era, o me parecía, máshomogénea que los australianos. Eran altos, depestañas largas y extraordinariamente bienparecidos. Puede que no fuese objetivo, y es

Page 144: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que lo menos diez guapas muchachas me die-ron un paseo en gran canoa, a la luz de la luna,por las aguas quietas del puerto de Wellingtony en general todo el mundo se desvivía porayudarme, enseñarme, distraerme o para queme sintiera a gusto. De hecho, siempre ha sidoasí. Por eso no es mérito mío que en mi obrasalgan muchos detalles concretos. Un amigo meacusó, hace mucho tiempo, de haber disfrutadode «salario de príncipe y trato de embajador» yde no saber apreciarlo; me llegó a llamar, entreotras cosas, «perro ingrato». Pero, ¿qué podríahaber hecho -os pregunto- que no fuese conti-nuar mi obra e intentar que siguiera agradandoa quienes la encontraban agradable? No sepuede pagar lo impagable a base de sonrisas yapretones de mano.

Desde Wellington fui al norte en dirección aAuckland en un coche tirado por una pequeñayegua gris y con un conductor de lo más taci-turno. Se iba por el monte y acababa de haberlluvias. Cruzamos veintitrés veces en un día un

Page 145: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

río desbordado y salimos a las grandes llanurasdonde los caballos salvajes se nos quedaban mi-rando y se enredaban las patas en las largascrines y daban coces y relinchaban. En una delas paradas que hicimos me dieron de comer unpájaro asado con la piel crujiente como la delcerdo, y sin alas ni señal de haberlas tenido. Eraun kiwi, un áptero. Tendría que haber guarda-do su esqueleto, pues muy pocas personas sehan comido un áptero. Luego el cochero estalló-eso mismo lo había visto yo otras veces en lu-gares apartados- como a veces les pasa a lossolitarios: vimos un cráneo de caballo al bordedel camino y empezó a soltar blasfemias terri-bles pero sin pasión alguna; llevaba, decía, mu-cho tiempo viendo aquel cráneo al pasar a ca-ballo o en coche. Y en eso veía que estaba con-denado a que le ocurriera siempre lo mismo, ypor qué demonios venía yo a hablarle de tantoslugares extranjeros y lejanos como había visto.Pese a todo, me pidió que le siguiera contando.

Había acariciado la idea de ir desde Auckland

Page 146: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

a Samoa, a visitar a Robert Louis Stevenson,que me había hecho el honor de hablarme porcarta de mis cuentos. Es más, yo era Maestro dela Logia R. L. S. Aún hoy creo que pasaría am-pliamente la prueba oral o escrita sobre La cajaequivocada, que, como sabe cualquier miembro,es el libro de iniciación. La primera vez que loleí fue en un hotel pequeño de Boston, en el 89,donde un camarero negro estuvo a punto deecharme del comedor por farfullar sobre la co-mida.

Pero Auckland, tranquila y adorable al sol,parecía el final del viaje organizado, porque elcapitán del barco frutero que podía o no ir aSamoa según el momento estaba tan aplicada-mente borracho que decidí encaminarme haciael sur y volver a la India. Lo único que me llevéde la magia de Auckland fue el rostro y la vozde una mujer que me puso una cerveza en unpequeño hotel. Aquel rostro y aquella voz seme quedaron en algún rincón de la memoriahasta que a los diez años, en un tren de cer-

Page 147: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

canías de las afueras de Ciudad del Cabo, oí aun oficialillo de Simonstown hablarle a suacompañante acerca una mujer neozelandesaque «nunca tuvo reparos en ayudar a un des-protegido ni en pisar un escorpión». Fueronesas palabras -de la misma manera que al sacarun tronco de una pila se viene toda abajo- lasque me despertaron la clave de aquel rostro yaquella voz de Auckland, que me inspiraron uncuento llamado «La señora Bathurs», cuentoque salió fluido, suave y ordenado como lostroncos flotan río abajo.

En otro pequeño vapor, por mares más fríos yrevueltos, llegué a Isla Sur, habitada principal-mente por escoceses, su ganado y un viento demil demonios. Salimos de ella desde el Faro delFin del Mundo, Invercargill, una tarde oscura yde borrasca en que el general Booth, del Ejércitode Salvación, subió a bordo. Lo vi, al anochecer,dar vueltas por el embarcadero, que era bastan-te inestable, y con la capa vuelta hacia arriba,como un tulipán, sobre el pelo gris, mientras

Page 148: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tocaba un pandero ante la multitud que sehabía congregado para despedirlo con llantos,canciones y oraciones.

Zarpamos y enseguida estábamos en el Pací-fico Sur. Nos pasamos casi una semana dandobandazos de lado a lado del barco, se partió lapopa y el pequeño salón se llenó de un palmo odos de agua. No recuerdo que se comiese ahora fija. El camarote del general estaba cercadel mío y, en los intervalos entre los golpes dearriba y las cataratas de abajo, se le oía roncarcomo un elefante herido, y es que en todos lossentidos era un hombre grande.

No volví a verlo hasta que subí al P & O deColombo a Adelaida, que resultó estar tambiénbajo su mando. En éste todo el mundo desem-barcaba en botes de remos y en barcas peque-ñas, para acelerar la llegada a la India. Él dabaórdenes desde la cubierta de arriba y un gestosuyo con el brazo extendido -lo bajaba, autori-tario, una y otra vez- me llamó la atención, has-ta que vi que una mujer acurrucada en el tam-

Page 149: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

bor de ruedas del barco tenía las enaguas le-vantadas por encima de la rodilla. En aquellaépoca la mujer decente iba vestida del cuello alempeine. Enseguida se dio cuenta de qué era loque le molestaba al general, se ajustó la falda yaquí paz y después gloria. Hablé mucho con elgeneral Booth durante aquel viaje y, como eljoven imbécil que yo era, le hice saber lo queme había parecido su actuación en el muelle deInvercargill. «Jovencito», me respondió frun-ciendo el ceño, «si tuviera que andar con lasmanos y tocar el pandero con los pies para ga-narle al Señor un solo espíritu, aprendería ahacerlo».

Tenía todo el derecho del mundo («si delmodo que sea puedo salvar a algunos») y tuvela honradez de pedirle disculpas. Me habló delos comienzos de su misión y de cómo podíaterminar en la cárcel si sus cuentas eran some-tidas a algún tipo de inspección oficial; y decómo su trabajo tenía que ser el despotismounipersonal, supervisado sólo por el Señor.

Page 150: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

(Algo muy parecido dijo san Pablo y, sin duda,Mahoma.)

«Entonces -le pregunté- ¿por qué no impideque las chicas de su Ejército de Salvación sevayan a la India, a vivir solas entre los indíge-nas y al estilo de los indígenas?». Y le conté unpoco cómo se vive en los pueblos de la India.La defensa del déspota fue muy humana: «Pe-ro, ¿qué puedo hacer yo? -replicó-. Las chicas sevan a ir de todos modos, es imposible impedír-selo.»

Creo que esta llamarada inicial de entusiasmose racionalizó más tarde, pero no antes de quealgunas vidas se malograran. Le tuve gran res-peto y admiración a este hombre que tenía lacabeza de Isaías y el fuego de Mahoma, pero,como éste último, estaba bastante confundidocon respecto a las mujeres. La siguiente vez quenos vimos fue en Oxford, donde estaban entre-gando los títulos. Se dirigió a mí con su toga dedoctor, que le daba majestuosidad, y me dijo:«¿Qué tal va su alma, jovencito?»

Page 151: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Siempre he apreciado al Ejército de Salvación,cuyo trabajo fuera de Inglaterra he tenido oca-sión de ver en parte. Es, claro, el blanco de to-das las objeciones que puedan poner la cienciay las creencias tradicionales, pero me imaginoque cuando un espíritu se concibe como rena-cido debe soportar agonías nada científicas nitradicionales. Haggard, que había trabajado conél y para el Ejército en varias ocasiones, me dijoque no hay nada comparable a viajar bajo sucuidado, aunque sea por el simple lujo de suasistencia, amabilidad y buena voluntad.

Desde Colombo pasé al extremo sur de la In-dia, que no conocía, y estuve cuatro días consus noches en la panza de un tren donde noentendía ni una palabra de la lengua que sehablaba. Después vino el norte abierto y Laho-re, donde iba a pasar unos días visitando a mifamilia. Estaban a punto de volverse parasiempre a Inglaterra; así que era mi última visi-ta al único hogar de verdad que hasta entonceshabía tenido.

Page 152: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

CAPÍTULO 5

LA COMISIÓN DE PRESUPUESTOS

Después a Bombay, donde mi aya, tan viejapero tan poco cambiada, me recibió con lágri-mas y bendiciones; y después a Londres, a con-traer matrimonio en enero del 92, en medio deuna epidemia de gripe tan grande que los ente-rradores se había quedado sin caballos negros ylos muertos tenían que conformarse con caba-llos marrones. Los vivos estaban casi todos encama. (Todavía no sabíamos que aquella epi-demia era el primer aviso de que la peste, quellevaba generaciones olvidada, estaba saliendode la China.)

Todo esto me afectó como habría afectado acualquier joven: mi mayor preocupación erasalir del foco de la epidemia lo antes posible,porque ¿acaso no era yo una persona importan-

Page 153: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

te?, ¿es que no tenía varios miles -por lo menosdos- de libras puestas a plazo fijo?, ¿y no mehabía aconsejado el mismísimo director delbanco que invirtiera parte de mi «capital» enacciones? Pero yo preferí invertir, una vez más,en billetes de la Cook -ahora para dos- y hacerun viaje alrededor del mundo. Todo planeadohasta el último detalle.

Nos casamos en la iglesia con campanario enforma de lápiz de Langham Place, y los únicosinvitados fueron Goose, Henry James y miprimo Ambrose Poynter. Para escándalo delpertiguero, nada más salir de la iglesia mi mu-jer se fue a casa de su madre a darle las medi-cinas y yo a un desayuno de celebración de laboda, con Ambrose Poynter. Al volver a reco-gerla vi en la calle, bajo la lluvia, un encarte deperiódico que anunciaba, como era costumbreen aquellos tiempos felices, mi matrimonio, loque me hizo sentirme incómodo e indefenso.

Unos días después estábamos ya en la alfom-bra mágica que nos iba a llevar alrededor del

Page 154: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mundo, empezando por un Canadá totalmentenevado. Uno de los regalos de boda había sidoun generoso frasco lleno de whisky pero con unproblema de incontinencia: goteó en la maleta,entre las camisas de franela, y perfumó el va-gón entero antes de que descubriéramos la cau-sa. Todos los pasajeros estaban ya apiadándosede la pobre chiquilla que había unido su vida ala de aquel desvergonzado alcohólico. Y en eseambiente irreal, inocentes de nosotros, llega-mos a Vancouver, donde pensando en el futuroy como muestra de lo ricos que éramos compra-mos, o eso creíamos, ocho hectáreas de un pá-ramo llamado Vancouver Norte, hoy parte dela ciudad. Sólo años después vimos que habíagato encerrado y, después de pagar impuestospor el terreno durante tanto tiempo, nos ente-ramos de que pertenecía a otra persona. El úni-co consuelo que recibimos de los sonrienteshabitantes de Vancouver fue: «Se lo comprarona Steve, ¿no? Ja, ja. ¡A Steve! No tendrían quehaberle comprado nada a Steve, no, a Steve

Page 155: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

no.» Y así el bueno de Steve nos enseñó a noespecular con bienes inmuebles.

De allí a Yokohama, donde un hombre y suesposa nos trataron, porque sí y sin debernosnada, con toda la amabilidad del mundo. Noshicieron sentirnos más que bienvenidos en sucasa y se aseguraron de que viéramos el Japónen la época de las glicinias y las peonías. Nossorprendió allí un terremoto -que resultó serprofético- un día de calor, al amanecer. Salimoscorriendo al jardín y vimos que una alta cryp-tomeria movía la cabeza hacia adelante y haciaatrás como si dijera «ya lo decía yo», aunque laverdad es que no había dicho nada. Un pocodespués, una mañana de lluvia fui a la sucursalde mi banco en Yokohama a retirar un poco demi sólida fortuna. El director me dijo: «¿Por quéno saca usted más? Es igual de fácil.» Le dijeque era demasiado descuidado para llevar mu-cho dinero encima, pero que iba a mirar miscuentas y volvería por la tarde. Lo hice, pero enese corto intervalo el banco, según explicaba

Page 156: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

una nota en la puerta cerrada, había quebrado.(Sí, habría sido mejor invertir mi capital comosugirió el director de la sucursal de Londres.)

Volví con la noticia a la mujer con la que lle-vaba casado tres meses y al niño que esperaba.Exceptuando lo que había sacado por la maña-na -el director había sido todo lo explícito quela lealtad le había permitido-, los vales de laCook que quedaban y lo que había en los baú-les, no teníamos nada. Con carácter de urgenciase constituyó una Comisión de Presupuestosque nos hizo conocernos más que otros en unavida entera de matrimonio solvente. La conclu-sión fue que había que batirse en retirada -ohuir, si se prefiere-. ¿Qué nos devolvería la Co-ok por los vales, sin incluir el precio de los sue-ños perdidos? «Hasta la última libra que hapagado, por supuesto», me dijeron en la sucur-sal de Yokohama. «Ha sido mala suerte y... aquítiene su reembolso.»

De vuelta, pues, a través del Pacífico Norte,por Canadá, donde el deshielo nos pisaba los

Page 157: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

talones, hasta llegar a las afueras de una pe-queña ciudad de Nueva Inglaterra donde elabuelo paterno de mi mujer, francés, se habíainstalado en su día en una finca. El paisaje erade osatura montañosa, con bosques, y estabadividido en granjas de entre dos y ochocientashectáreas de tierra estéril. Las carreteras, abier-tas en el barro, conectaban casas de maderablanca donde los miembros mayores de las fa-milias estaban pluriempleados para pagar lahipoteca salvaje. Los más jóvenes se habían ido.También había muchas casas abandonadas,algunas en ruinas y otras ya reducidas a unachimenea de piedra o unos simples hoyos en lahierba rodeados de lilas invencibles. En unapequeña granja había una vivienda a la quellamaban «Bliss Cottage», casi siempre habitadapor un hombre que trabajaba para otros portemporadas. Tenía un piso y medio, cuatro me-tros de alto hasta el tejado y otros cuatro delargo e, incluyendo la cocina y la leñera, unoscinco de ancho en total. El agua le llegaba de

Page 158: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

una fuente vecinal y por una sola tubería de uncentímetro de ancho. Pero la casa estaba habi-table y tenía un sótano amplio, un poco húme-do. El alquiler era de diez dólares o dos libras almes.

La alquilamos y la amueblamos con una sim-plicidad precursora del sistema de venta a pla-zos por pago del alquiler. Compramos unaenorme estufa de aire caliente, de segunda otercera mano, que instalamos en el sótano;hicimos generosos agujeros en el poco gruesosuelo para los tubos de hojalata de veinte cen-tímetros de la estufa (todavía no comprendocómo es que no salimos ardiendo mientrasdormíamos cualquier noche de invierno) y nosquedamos muy contentos de nosotros mismos.

A medida que el verano de Nueva Inglaterradejaba paso al otoño, corté y apilé ramas deabeto alrededor del umbral de la cabaña y con-seguí hacer un pequeño parapeto para cuandohiciera falta. Cuando llegó el pleno invierno yse oían las campanillas de los trineos por aquel

Page 159: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

universo blanco que nos había engullido, nossentimos seguros. A veces teníamos criada.Otras, a la criada le parecía que aquella soledadera demasiado para ella y se iba sin avisar, unaincluso dejándose el baúl. No nos preo-cupábamos. Los platos no tienen más que doslados y limpiar sartenes y cacerolas tiene tanpoco misterio como hacer muy bien las camas.Cuando la cañería se helaba, nos poníamosnuestros abrigos de piel de coatí y la desconge-lábamos con el calor de una vela. En el cuartodel ático no había sitio para la cuna, así quedecidimos que la tapa del baúl haría las veces.No envidiábamos a nadie, ni siquiera cuandohabía mofetas en el sótano y, dado que sabía-mos cómo son, nos quedábamos quietos hastaque decidían marcharse.

Pero a nuestros vecinos no les hacía gracianuestra conducta. Tenían ahí a un extranjero deraza enemiga, que les habían dicho que era ca-paz de «sacar más de cien dólares de un tinterode diez centavos» y del que «hablaban los pe-

Page 160: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

riódicos» y que se había casado con «una Bales-tier». ¿Acaso su abuela no vivía aún en casa delos Balestier, donde «el viejo Balestier», en lu-gar de criar ganado, había construido una casagrande donde se cenaba tarde con ropa especialy con vino tinto como los franceses en lugar dewhisky como Dios manda? Pues resultaba queese inglés, con el pretexto de haber perdidodinero, había instalado a su esposa «precisa-mente en el pueblo de ella», en «Bliss Cottage».Olía a chamusquina, así que nos vigilaron ensecreto como sólo los campesinos ingleses o deNueva Inglaterra saben hacerlo, y si toleraban aaquel inglés era por «la chica de los Balestier».

Pero, con aquella primera crisis, nos había-mos llevado el primer chasco de nuestras cortasvidas y la Comisión de Presupuestos tomó ladecisión, nunca revocada, de que en lo sucesivohabía que ser dueños de lo poco o mucho quese tuviera.

Cuando empezó a entrar dinero de la ventade cuentos y libros, lo primero que hicimos fue

Page 161: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

recuperar las Baladas de cuartel, los Cuentos de lascolinas y los seis libros en rústica que habíavendido para poder abandonar la India en el89. No fue barato pero, al recobrarlos, en «BlissCottage» se respiraba mejor.

Tardamos bastante en darnos cuenta de loshorrores que la gente pensaba que hacíamos.Desde su punto de vista tenían razón, y ademáseran prácticos, como demuestra lo que voy acontar. Un día llegó a «Bliss Cottage» un des-conocido. La conversación empezó así:

-Usted es Kipling, ¿verdad?Reconocí que sí.-Y es escritor, ¿verdad?No podía negarlo. (Larga pausa.)-Entonces, vive para entretener a la gente.En realidad, era la pura verdad. Se puso muy

tieso en el pescante del coche y añadió:-O sea, que tiene que agradar para vivir, me

imagino.Era cierto. (Me acordé del ayudante de Vo-

luntarios de Lahore.)

Page 162: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

-Entonces -siguió-, hay que ponerse en el casode que un día usted no pudiera entretener a lagente. Enfermedad, accidente, cualquier cosa, yentonces, qué sería de ustedes... de los dos.

Empezaba a comprender y él a rebuscar en elbolsillo de su chaqueta.

-Por si llegara un caso así es importante unseguro. Bueno, represento a... bla, bla, bla.

Me gustó la manera de vender, la Compañíaera fiable, e hice efectivo mi primer seguro nor-teamericano. Leuconoë coincidía con Horacioen que no hay que confiar en el futuro.

No todas las visitas se andaban con tanto tac-to. Venían reporteros de periódicos de Boston,que me imagino que se creían civilizados, yexigían entrevistas. Yo les respondía que notenía nada que decir. «Si no tiene nada que de-cir, algo le atribuiremos.» Se iban y mentían encantidad, ya que traían órdenes de «conseguirla entrevista». En aquella época todavía meresultaba inaudito, y eso que la prensa no habíatomado aún el giro de estos últimos años.

Page 163: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Mi estudio en «Bliss Cottage» tenía cuatrometros cuadrados y entre diciembre y abril lanieve acumulada llegaba hasta el alféizar de laventana. Había escrito un cuento sobre la vidaen los bosques de la India en el que aparecía unmuchacho que había sido criado por lobos. Enla incierta calma del invierno del 92, el eco deese cuento se me mezcló con el vago recuerdode los leones de la Masonería de la revista demi infancia y con una frase de El lirio Nada deRider Haggard. Tras hacerme una idea del ar-gumento principal, la pluma hizo el resto y vicómo empezaba a escribir historias sobreMowgli y los animales, lo que luego sería Ellibro de la selva.

Una vez que me lancé, no parecía haber mo-tivo para parar, pero había aprendido a distin-guir entre los magistrales impulsos de mi Dai-mon y los de la electricidad casera que viene delo que podríamos llamar escritura «por fric-ción». Recuerdo que tiré dos cuentos y quedémás satisfecho con los demás. Y, lo que es más

Page 164: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

importante, a mi padre le pareció que estabanbien escritos.

Mi primer hijo -fue niña- nació en una nochede medio metro de nieve, el 29 de diciembre de1892. Como el cumpleaños de su madre era el30 y el mío el 31, la felicitamos por su sentidode la oportunidad y pasó sus primeros días enla tapa del baúl y tomaba el sol en la terraza demadera. Su nacimiento nos puso en contactocon el mejor amigo que tuve en Nueva Inglate-rra, el doctor Conland.

Parecía que «Bliss Cottage» se estaba que-dando un poco pequeña, así que, la siguienteprimavera, la Comisión de Presupuestos «con-sideró un terreno y lo compró» -nada menosque cuatro hectáreas- en una rocosa colina so-bre un valle hacia el Wantastiquet, la montañacon árboles que corre paralela al río Connecti-cut.

Aquel verano vino de Quebec Jean Pigeon,con siete paisanos suyos; en media hora monta-ron un tinglado para usar ellos mismos de vi-

Page 165: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

vienda y se pusieron a construirnos una casaque llamamos «Naulakha». Tenía más de veintemetros de largo por siete y medio de ancho,sobre unos cimientos de roca y elevados quenos daban un sótano ventilado y a prueba demofetas. El resto era de madera; el tejado y lasfachadas de tablas finas de un verde apagado ypartidas a mano; ventanas, muchas y amplias.También quedó amplio, sólo que demasiado, elático abierto, como noté cuando era demasiadotarde. Pigeon me preguntó si quería que la ter-minaran por dentro con madera de fresno o decerezo. Por ignorancia elegí la de fresno y meperdí la que quizá sea la madera de interiormás agradable que hay. Eran días de opulencia,no se escatimaba la madera y se podía conse-guir la mejor carpintería del mundo por pocodinero.

Después hicimos un camino hasta la carrete-ra. Hacía falta dinamita para suavizar los des-niveles y un fontanero de lo más apacible trajovarios cartuchos que sonaban bajo el asiento de

Page 166: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

su coche entre los barrenos. Nos metimos, co-mo pájaros carpinteros, en el agujero más pro-fundo y cercano y después, como necesitába-mos agua, pusimos una mecha de doce centí-metros a ocho metros de hondo bajo el granito,que en ninguna zona de Nueva Inglaterra tienemenos de ocho metros, aunque hay quien diceque más e incluso mucho más. Más arriba pu-simos un molino que nos daba bastante agua yque gruñía y crujía por las noches, así que lequitamos las bisagras de abajo, lo enganchamosa dos yuntas de bueyes y lo derribamos como sihubiera sido la columna de la Vendôme, lo quemoralmente valía por la mitad del costo de laconstrucción. Una bomba de poca presión, queyo tenía el repugnante deber de engrasar, fuesu sucesora. Estas experiencias despertaronnuestro interés, que perdura hasta hoy, por eltrabajo con madera, piedra, cemento y toda esamaravilla de materiales.

Los caballos formaban parte de nuestra vidaporque «Bliss Cottage» estaba a cinco kilóme-

Page 167: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tros del pueblo y a ochocientos metros de lacasa nueva. Nuestro ayudante fiel, llamadoMarco Aurelio, era negro y filosófico y nos es-peraba en el coche como los automóviles espe-ran hoy al dueño, y cuando se cansaba de estarde pie se echaba con cuidado y se ponía a dor-mir entre las varas. Cuando terminábamos conél le atábamos las riendas cortas y lo mandá-bamos tirando ya solo del coche carretera abajohasta la puerta del establo, donde terminaba deechar su cabezada hasta que alguien fuese adesvestirlo y acostarlo. Había una pandilla decaballos por la zona, incluido un semental viejoy manso con una pata permanentemente heridaque se pasó el crepúsculo de su vida tirando deuna máquina que cortaba madera para noso-tros.

Intenté plasmar algo de la diversión y el sa-bor de aquellos días en un cuento titulado «Undelegado a pie», donde todos los personajesson del mundo de los caballos.

Descubrí que a mi mujer le encantaban los

Page 168: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

caballos trotones. Dio la casualidad de que ennuestro primer invierno de «Naulakha» fue amirar la estufa que, con la garantía de seguri-dad recién sellada, le soltó una llamarada en lacara y le produjo quemaduras graves. Tardó enrecuperarse y el doctor Conland sugirió quenecesitaba estímulo. Había estado yo en nego-ciaciones para comprar una pareja de jóveneshermanos, macho y hembra, de la raza Morgan,marrones, buenos para un trote de cuatro ocinco kilómetros. Después del consejo de Con-land, cerré el trato. Cuando se lo dije a ella,pensó que probarlos la consolaría y, esa mismatarde, se dejó un ojo libre de vendas y los probósobre una nieve de más de medio metro y conpoca luz, mientras yo sufría montado a su lado.Pero Nip y Tuck eran todoterreno y el «estímu-lo» fue un éxito. Después de aquello ya nos lle-varon siempre por toda la zona.

No hace falta exagerar la soledad y el vacíode la vida en el campo. Se estaba quedando sinhabitantes y todavía no los habían sustituido

Page 169: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

los náufragos de la Europa del Este ni los ricosde ciudad que más tarde comprarían «fincas derecreo». Lo que podría haber dado tipos, singu-laridades y vitalidad se frustraba en aquelladesolación como el árbol con gangrena pone lasramas en jarras y en la corteza podrida le cre-cen como un musgo la crueldad y las creenciasraras nacidas de la soledad al borde de la locu-ra.

Una excursión de un día hasta las estribacio-nes del Wantastiquet, la montaña guardianaque bordea el río, nos llevó a una granja dondenos recibió la típica lugareña de ojos salvajes yfrente hundida. Al final de un paisaje vacío seveía nuestra «Naulakha» montada en su colinacomo un barquito encima de una ola, allá a lolejos. La mujer dijo con rudeza: «Ustedes sonlos de las luces nuevas que hay al otro lado delvalle, me imagino. No saben la tranquilidadque me han dado este invierno. No pondráncortinas, ¿verdad?». Así que, mientras vivimosallí, la gran fachada de «Naulakha» que daba a

Page 170: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ella siempre estuvo iluminada de noche, y sincortinas.

Distinto era el pueblo donde comprábamos.Vermont era por tradición un estado «seco».Por eso había en casi todas las oficinas una bo-tella y un vaso de enjuagarse los dientes a lavista de todos, y en armarios disimulados o encajones la botella de whisky. Los negocios sehacían y cerraban con buches de alcohol puroseguidos de un brindis con agua fría. Despuésambas partes masticaban clavo, pero no sé siera para engañar a la ley, que a nadie le impor-taba, o para engañar a sus mujeres, a las quetenían mucho miedo; a las mujeres, hasta quetenían edad universitaria, las instruían las sol-teronas del lugar.

Hubo, sin embargo, que abandonar un suges-tivo proyecto de club de campo porque a másde un hombre que habría tenido derecho a per-tenecer a él no se le podía confiar una botella dewhisky. En las granjas, por supuesto, se bebíasidra, de varias graduaciones, y a veces se al-

Page 171: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

canzaban extremos de borrachera casi demen-ciales. Yo veía en todo esto un componentehipócrita y furtivo tan dañino como muchosotros aspectos de la vida norteamericana deaquellos tiempos.

Administrativamente existía una intermina-ble y meticulosa legalidad con un sinfín de ins-tituciones semijudiciales, pero ni rastro decumplimiento de la ley ni idea de para qué sehacen las leyes. En materia de negocios, tras-porte y organización, muy poco de lo que co-nocí era seguro, puntual u organizado, peroesto ellos no lo sabían y no lo habrían creídoaunque se lo hubiera dicho un santo. En cuantoa la población, a Estados Unidos llegaba alre-dedor de un millón de almas al año. Era manode obra barata, casi esclava, que de haber falta-do habría parado toda la maquinaria, y se lestrataba con una dureza que me horrorizaba.Los irlandeses habían dejado el comercio y semetían en «política», que iba mejor con sus ins-tintos de secretismo, pillaje y denuncias anóni-

Page 172: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mas. Los italianos todavía eran mano de obra,para hacer los tranvías, pero estaban ascen-diendo, con pequeñas tiendas y actividadescuriosas, a la posición dominante que ocupanhoy en una sociedad bien organizada. Los ale-manes, que habían precedido incluso a los ir-landeses, se consideraban americanos de puracepa y hablaban con desprecio gutural de loque ellos consideraban la «basura extranjera».Quedaba en segundo término, aunque él no losupiera, el «genuino» norteamericano que po-día seguir la pista de su linaje tres o cuatro ge-neraciones y que, aunque no controlaba nada yle importaba todavía menos, sostenía que lafalta de respeto por la ley en general no era«genuina» de su país, cuya moral, estética yliteratura defendía. Decía también, casi automá-ticamente, que todos los extranjeros podían ydebían «ser convertidos» pronto en «buenosnorteamericanos». Pero a ningún inmigrante leimportaba lo que el genuino decía o cómo lodecía. El inmigrante estaba ocupado en ganar o

Page 173: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

perder dinero.La política del país era tediosa. Para los pocos

que miraban más allá de sus fronteras, Inglate-rra seguía siendo el oscuro enemigo mortal alque temer y del que había que cuidarse. Se en-cargaban de eso los irlandeses, cuya segundareligión era el odio; los libros escolares de his-toria, los oradores, los distinguidos miembrosdel Senado y sobre todo la prensa. Resultó queuno de los pocos embajadores norteamericanosen Londres con capacidad autocrítica nacional,John Hay, tenía la casa de verano a pocas horasde tren de la nuestra. Alguna vez fuimos a ver-lo y hablé de todo esto con él. Me dio una ex-plicación convincente. Me dijo, y son palabrastextuales suyas que recuerdo, que lo que deverdad unía a los cuarenta y cuatro estados queformaban en aquella época la Unión era el odioa Inglaterra, único factor común posible a unapoblación tan enorme y variada. «Así que atodo el que llega en barco le decimos: “¿Ves allía lo lejos, hacia el Este, a esa gran abusona?

Page 174: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Pues es Inglaterra. Ódiala y serás un buen nor-teamericano.”»

Ese odio es razonable según el principio de«si no puedes continuar el idilio, empieza unadiscusión». Y en todo caso agravaba de vez encuando la vacuidad que asolaba la vida nacio-nal en relación con los imponderables exterio-res.

Pero no me di cuenta de lo exhaustivamenteque estaban explotando esta doctrina hasta quefuimos a Washington en el 95, donde conocí aTheodore Roosevelt, entonces secretario deEstado de Marina de los Estados Unidos (nuncase me quedó el nombre del ministro). Me gustódesde el primer momento y puse mucha fe enél. Venía al hotel dando gracias a Dios en vozalta por no tener una sola gota de sangre britá-nica, porque sus antepasados eran holandeses yde una secta calvinista doperiana o algo por elestilo. Naturalmente le conté historias preciosasde sus tíos y tías de Sudáfrica -sólo que yo losllamaba titos y titas-, que se creían los únicos

Page 175: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

holandeses legítimos del mundo y llamaban agente como Roosevelt «malditos hollanders».Entonces se ponía muy elocuente e íbamos jun-tos al zoo, donde él hablaba de los osos pardosque había visto. En ese momento le habían en-cargado que equipase a su país con una Marinaen condiciones. No servía para nada la colec-ción de piezas inconexas y de adquisicionesaisladas que tenían. Le pregunté cómo se las ibaa apañar, porque a los norteamericanos no lesgustan los impuestos. «Lo conseguiré de Ingla-terra», fue la desarmante respuesta. Y hastacierto punto así ocurrió. La bien instruida yobediente prensa explicó cómo Inglaterra -traidora y envidiosa como siempre- estaba ace-chando a la vuelta de la esquina para atacar lasdesprotegidas costas de la Libertad y cómo conese fin estaba preparando etc. etc. etc. (Esto enel 95, cuando Inglaterra no podía ni con lo su-yo.) Pero el truco funcionó y todos los oradoresy senadores empezaron a dar discursos, comoel Hannibal Chollops colectivo que eran. Re-

Page 176: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cuerdo que la mujer de un senador que, apartede su ideas políticas, era bastante civilizado, meinvitó a pasarme por el Senado y escuchar có-mo su marido «le tiraba de la cola al león». Mepareció una extraña forma de distraerse paraofrecerle a un visitante. No pude ir, pero leí sudiscurso. (Ahora -otoño del 35- también he leí-do con interés las disculpas del secretario deEstado norteamericano ante la Alemania nazipor los comentarios desfavorables que hizo unjuez del tribunal de orden público de NuevaYork.) Pero los días que pasamos en Washing-ton fueron magníficos, espaciosos y cordiales.A la ciudad, al margen de la política, no lahabía privado Alá del sentido del humor engeneral, y la comida era de ensueño.

A través de Roosevelt conocí al profesor Lan-gley, del Instituto Smithson. Era un ancianoque, cuando aún no se usaba la gasolina, habíaconstruido un modelo de avión que funcionabacon un motor minúsculo de caldera inmediata,una maravilla de delicada artesanía. Al probar-

Page 177: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

lo voló doscientos metros y se hundió en lasaguas del Potomac, lo que causó gran regocijo ysátiras en la prensa del país. Langley las aguan-tó con calma y me dijo que, aunque él ya noviviría para entonces, yo sí vería cómo el aviónterminaba siendo un medio normal de trans-porte.

El Instituto Smithson, sobre todo su faceta et-nológica, era interesante de visitar. Cualquierpaís, como cualquier persona, tiene un ladovanidoso, de otro modo no podría vivir consigomismo; pero nunca he comprendido cómo elpueblo moderno que de un modo más absolutoha arrebatado la tierra a los indígenas puedecreer ser de verdad una noble comunidad queda ejemplo al resto del mundo cruel. Cuando lecontaba esta perplejidad mía, Roosevelt mellevaba la contraria con unas voces que hacíantemblar las vitrinas llenas de restos indios.

Volví a verlo en Inglaterra, poco después deque su país se quedara con las Filipinas, y él,como una anciana con hijo único, siempre esta-

Page 178: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ba deseando aconsejar a Inglaterra en cuestio-nes coloniales. Y la verdad es que acertaba bas-tante: su especialidad era el momento que vivíaEgipto; y su máxima, «gobierna o vete». Con-sultó con varias personas hasta dónde podíaatreverse en los discursos. Yo le aseguré que losingleses recibirían bien todo lo que dijera, peroque eran genéticamente inmunes a los consejos.

Nunca volví a verlo, pero nos carteamos du-rante años en los tiempos en que, ya presidente,le quitó Panamá a un homólogo suyo al quellamaba «pitecántropo». Y también durante laGuerra, en un momento de la cual conocí a dosde sus hijos, que son todos encantadores. Miidea personal de él es que era un hombre mu-cho más importante de lo que su pueblo creyóo en aquel momento supo aprovechar, y quetanto a él como al país les habría ido muchomejor de haber nacido veinte años después.

Mientras tanto la vida seguía en «Bliss Cotta-ge» y, en cuanto se terminaron las obras, en«Naulakha». A la primera vino un día Sam

Page 179: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

McClure, en quien decían que se había inspira-do Stevenson para el personaje de Pinkerton deEl saqueador, pero que en persona era muchomás original. Había sido de todo, desde buho-nero hasta fotógrafo ambulante, y había man-tenido intacta su genialidad sin presunciones.Llegó con la idea de editar una revista que sellamara como él. Creo que nos pasamos docehoras hablando -igual fueron diecisiete- hastaque la idea terminó de perfilarse. McClure, co-mo Roosevelt, se adelantaba a su época: mirabacon rigor prácticas e imposturas inaceptablesque empezaban a ser bendecidas porque dabandinero. A la gente de entonces le parecía queeso era «remover el estiércol» y no sirvió demucho. Me caía bien McClure y lo admirabamucho, porque era de las pocas personas que,con tres palabras y media, son capaces de haceruna frase clara y directa como el agua de unafuente. Y no me disgustó nada su arriesgadaoferta de quedarse con todo lo que yo escribieraa partir de aquel momento, a un precio que me

Page 180: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

parecía tentador. Pero la Comisión de Presu-puestos decidió que no había que negociar conla obra aún no escrita. (En este sentido, enco-miendo seriamente a la atención de los jóvenesambiciosos una cita del capítulo 33 del Eclesias-tés que dice: «No te entregues a nadie mientrasestés vivo y te quede aliento».)

A «Naulakha» vino, un día de lluvia, unhombre joven y alto llamado Frank Doubleday,de la editorial neoyorquina Scribner, que pro-ponía, entre otras cosas, la edición de mis obrascompletas hasta entonces. Lo importante loacepta o lo rechaza uno con criterios personalese ilógicos. Nos gustó el joven desde el primermomento, y tanto él como su esposa empeza-ron a ser de nuestros mejores amigos. En sumomento, cuando estaba creando lo que seríala gran empresa Doubleday, Page & Co. y des-pués Doubleday, Doran & Co., decidí que fuesemi editar para toda Norteamérica, con lo queme evité muchas distracciones el resto de mivida. Gracias a no pocos resquicios intenciona-

Page 181: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

dos que tenía la ley de propiedad intelectualnorteamericana, había mucho campo para quelos listos no sólo robaran, lo que era natural,sino que hincharan, trufaran y embellecieran lorobado con cosas que el autor no había escrito.Al principio de pasarme esto, me quedaba muypreocupado; después ya me reía. Frank Dou-bleday cambatía a los piratas con ediciones ca-da vez más asequibles, con lo que el botín leslucía menos. La moralidad de aquellos caballe-ros era como la que, años después, tendrían sushermanos los contrabandistas. Como una vezme dijo uno de los altos cargos de la Sociedadde Autores -ni siquiera él le veía la gracia-cuando intenté hacerles ver un abuso más fla-grante de lo normal: «Pensamos que daría di-nero, así que lo hicimos.» Ésa era su religión.Puedo decir sin miedo a equivocarme que lospiratas norteamericanos han ganado, con miobra, la mitad de lo que a veces me acusan a míde haber ganado en el mercado legítimo delpaís.

Page 182: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Mi padre vino a ver cómo nos las arreglába-mos en aquel mundo tan raro y me di con éluna vuelta por Quebec, donde le sorprendióque, con una temperatura de 35 grados, todo elmundo fuese muy vestido, como era costumbreen aquella época. Después fuimos a Boston aver a Charles Eliot Norton, viejo amigo suyo deHarvard, a cuyas hijas había conocido yo deniño en «The Grange». Eran de clase alta y vi-vían muy bien, como brahmanes de Boston,pero Norton, lleno de premoniciones sobre elfuturo del espíritu de su país, sentía que elmundo tradicional se hundía, como los caballospresienten los temblores de tierra.

Nos contó una historia de su pasado en Nue-va Inglaterra. Otro profesor y él, que viajabanpor el país en coche de caballos discutiendotemas morales y elevados, pararon en la granjade un anciano al que conocían bien y que, conel mutismo típico de Nueva Inglaterra, fue adarle de beber al caballo con un cubo. Los doshombres siguieron hablando en el coche y en

Page 183: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

medio de la conversación uno de ellos dijo:«Bueno, pues según Montaigne» y una cita. Ydesde delante del caballo, donde el hombre lesostenía el cubo, se oyó: «No fue Montaigne.Fue Mon-tes-quieu.» Y llevaba razón.

Norton decía que eso había sido a mediados ofinales de los setenta. También nosotros dosanduvimos en coche de caballo por el otro ladode la Shady Hill y no nos pasó nada así. Y Nor-ton hablaba de Emerson y Wendell Holmes yLongfellow y los Alcott y otros escritores im-portantes de su juventud, mientras volvíamos asu biblioteca y ojeaba los libros y hacía comen-tarios de verdadero erudito.

Pero lo que más me chocaba, y a él le pasabaun poco igual, era de qué poco había servido,ante la invasión extranjera, todo el esfuerzoautóctono de la generación anterior. Fue enton-ces cuando empecé a preguntarme si AbrahamLincoln no habría matado en la Guerra Civil ademasiados norteamericanos en beneficio delos sustitutos continentales importados a toda

Page 184: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

prisa. Esto es una tremenda herejía, pero sé dehombres y mujeres que la han barruntado. Delos inmigrantes al viejo estilo, a los más débileslos mató o malogró el largo viaje en barco deaquella época. Pero cuando el vapor empezó aser lo normal, a finales de los sesenta o princi-pios de los setenta, el cargamento humano po-día llegar perjudicado o enfermo, pero llegaba apuerto en un par de semanas o así. Y mientras,moría un millón de norteamericanos que yaestaban más o menos aclimatados.

No sé cómo, entre 1892 y 1896 nos las inge-niamos para costearnos dos visitas relámpago aInglaterra, donde mi familia se había retirado avivir en Wiltshire. En aquellos viajes termina-mos por odiar del todo el frío del AtlánticoNorte. En uno de ellos el barco casi se sube en-cima de una ballena, que se sumergió justo atiempo para evitarnos y me miró a la cara conun ojo inolvidable, pequeño, del tamaño del deun buey. Los miembros de la Logia R. L. S. re-cordarán lo que William Dent Pitman encontró

Page 185: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de «soberbio e indefinible» en la maniquí decera de la peluquería. Cuando estaba ilustrandolos cuentos de Precisamente así, recordé y tratéde dibujar aquel ojo.

Una o dos veces estuvimos, en verano, enGloucester (Massachusetts), donde asistí a lamisa anual en memoria de los ahogados o des-aparecidos de la flota de goletas del bacalao,industria que por aquel entonces tenía su cen-tro en Gloucester.

Resultó que nuestro amigo el doctor Conlandhabía servido en esa flota cuando era joven, ycomo una cosa lleva siempre a otra, es lo quepasa, me puse a escribir un librito que se llamóCapitanes intrépidos. Yo me limité a eso, a escri-birlo, porque los detalles los ponía el doctor. Ellibro nos obligó a viajar -para regocijo suyo alescapar de la aburrida respetabilidad de nues-tro pueblo- a la costa, y a los viejos muelles enforma de T del puerto de Boston y a las comi-das raras de las cantinas para marineros, donderevivió su juventud entre antiguos compañeros

Page 186: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de barco o familiares de éstos. Fueron tan hos-pitalarios que a algún patrón le ayudamos a re-molcar por el puerto goletas de tres y cuatromástiles con carbón de Pocahontas. Nos subi-mos a todos los barcos que tenían aspecto depoder inspirarnos y lo pasamos de maravilla.Conseguimos cartas de navegación tanto viejascomo en uso, y útiles elementales como los quese usaban para pescar por los bancos de Terra-nova, y una brújula estropeada que todavíaguardo con cariño. (Además, por pura casuali-dad, tuve el asco de ver la primera arcada y elvómito de agua mezclada con polvillo de car-bón iridiscente de la bodega de un barco, uncascarón de hierro estropeado y medio hundi-do en el amarre.) Y Conland consiguió un granbacalao y los cuchillos que se usan para alma-cenarlos en la bodega y me hizo una demostra-ción anatómica y quirúrgica tal que no pudieraequivocarme al describirlo en el libro. Tambiénrecuperó viejas historias y listas de las goletasamadas que habían naufragado o se habían

Page 187: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

hundido. Yo le pedía más y más detalles, nosólo para la publicación, sino por el gusto deoírlos. Me hizo volver -Dios lo perdone- en unpesquero del abadejo, que es diez veces peorque cualquier pesquero del bacalao. Me moríadel mareo, incluso después de que intentaranrevivirme con un trozo de abadejo congelado.

Por si esto no era suficiente, cuando quise queal final del cuento unos personajes viajaran enel menor tiempo posible desde San Francisco aNueva York, le escribí a un alto cargo de laslíneas ferroviarias al que conocía, preguntándo-le qué haría él personalmente. El buen hombreme mandó un horario-itinerario completo conparadas para el agua, cambios de máquina,kilometraje, condiciones de las vías, climatolo-gía, que ni un muerto podía fallar con ese hora-rio. Mis personajes llegaron triunfantes, y en-tonces a ese alto cargo de la realidad le emocio-nó tanto la lectura del libro que convocó susmáquinas y a sus hombres, enganchó su propiovagón privado y se propuso mejorar mi tiempo

Page 188: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

en la misma ruta, y lo consiguió. Con lo cual ellibro dejaba de ser verídico. Me había propues-to reflejar algo de una atmósfera local nortea-mericana que se estaba empezando a perder.Gracias a Conland, casi lo consigo.

Un millón de años después -puede que sólocuarenta años después- un gran magnate de laindustria cinematográfica entró en tratos con-migo por los derechos del libro para una pelí-cula. Al final de la conversación mi Daimon meanimó a preguntar si se proponía introducirmucho sex appeal en la magna producción.«Pues claro», respondió. Me lo imaginé: unahembra de bacalao felizmente casada pone al-rededor de tres millones de huevos de una vez.Más o menos eso le dije. Y él a mí: «Ah ¿es quetrata de eso?» Y siguió hablando de «ideales».Conland llevaba muerto bastante tiempo, perorecé para que dondequiera que estuviesehubiera oído aquello.

Y así, con esta irrealidad dentro y fuera de ca-sa, pasaron cuatro años en los que había publi-

Page 189: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cado bastante poesía y bastante prosa. Más im-portante aún, había conocido un rincón de losEstados Unidos en calidad de propietario, quees la única manera de enterarse un poco decómo es un país. Los turistas pueden llevarseimpresiones, pero es la experiencia de las pe-queñas cosas y tareas de cada época del año(como poner rejillas para las moscas o tuberíaspara la estufa, comprar bizcochos y que los ve-cinos te den lecciones) la que impregna de ver-dad la memoria visual. Eran gente interesante,pero tras su trabajo frenético había siempre, ami juicio, un inmenso aburrimiento inconfesa-ble -el peso muerto de lo material convertidocon vehemencia en divinidad, que lo que hacíaera aburrir cada vez más, y con más saña, a losadoradores. La influencia intelectual de losemigrantes del Continente estaba por llegar. Enaquel momento estaban todavía ligados más omenos a la tradición y las escuelas inglesas, y laraza semita no había levantado todavía un Sióndemasiado confortable. Por lo que a mí respec-

Page 190: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ta, sentía que el ambiente me era un poco hos-til. Parecían tener la idea de que yo estaba«haciendo dinero» a costa de América -la prue-ba eran la casa nueva y los caballos- y no estabalo bastante agradecido por mis privilegios. Misvisitas a Inglaterra y lo que allí me decían meconvencieron de que en el panorama inglés po-dían estar gestándose unos cambios que valía lapena presenciar. En una reunión de la Comi-sión de Presupuestos se llegó a la conclusión deque «Naulakha», aunque apetecible, era sólo«una casa» y no «la casa» de nuestros sueños.Así que soltamos amarras y, con otra hija pe-queña, nacida con las nevadas del principio dela primavera y hermosa del solecito de la terra-za, nos embarcamos para Inglaterra, despuésde pagar todas las cuentas. Como escribióEmerson:

¿Quieres cerrarle al mal todas las puertas?Paga como si Dios tendiese las facturas.

Page 191: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

La primavera del 96 nos halló en Torquay,donde encontramos un alojamiento que parecíademasiado bueno para ser verdad. Era una casagrande y luminosa, con habitaciones ampliasen las que entraba el sol, y con un jardín deárboles frondosos y un camino hacia el sur queiba llevando al mar limpio de los acantilados deMarychurch. En los últimos treinta años habíanvivido en ella tres solteronas. La alquilamoscon ilusión. Fue entonces cuando hicimos dosnotables descubrimientos: todo el mundo esta-ba aprendiendo a montar en un cacharro lla-mado «bicicleta». En Torquay había un peque-ño circuito de ceniza donde, a ciertas horas, loshombres y mujeres daban vueltas y vueltassolemnemente en ellas. Los sastres ofrecíantrajes especiales para este deporte. Alguien -creo que fue Sam McClure desde Américanoshabía regalado un tándem que con su doblemanillar era constante motivo de discusiónfamiliar. Y nos ejercitábamos en ese potro detortura, creyendo cada uno que al otro le gus-

Page 192: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

taba. Llegamos a montar por calles vacías yaburridas en las que adelantábamos o nos cru-zábamos carruajes, sin caernos nunca. Pero undía de suerte la bicicleta derrapó y nos tiró enmitad de la carretera. Casi antes de levantarnosnos confesamos mutuamente lo poco que nosgustaba aquel trasto; a pie, empujamos aquellaaraña del demonio hasta casa y no volvimos ausarla.

La otra revelación fue por una depresión pro-gresiva que nos sumió a los dos en una pe-numbra espiritual y una pena en el corazón queambos achacábamos a aquel clima templado yque, sin decirle nada al otro, combatimos du-rante semanas. Era el feng shui -el espíritu de lacasa- que ensombrecía la luz del sol y se apode-raba de nosotros nada más entrar, hasta en laspalabras que no lográbamos decir.

La conversación sobre una cisterna dudosamotivó la confesión mutua. «Pues yo creía quete gustaba la casa.» «Yo, en cambio, hubierajurado que a quien le gustaba era a ti», ése fue

Page 193: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

el estribillo de la letanía. Con el pretexto de lacisterna, pagamos y huimos. Más de treintaaños después, de paseo en coche nos aventu-ramos por el carril que lleva a la casa y vimos aljardinero y a su mujer, que no habían cambiadocasi, al mismo sol del patio de la cuadra. Tam-poco había cambiado el aire general de des-ánimo profundo de las habitaciones abiertas alsol.

Pero fue en Torquay donde se me ocurrió laidea de empezar unos opúsculos o parábolasacerca de la educación de los jóvenes. Éstas,debo reconocer que no por voluntad mía, llega-ron a ser una serie de cuentos titulada Stalkey yCía. Mi queridísmo director del colegio, Cor-mell Price, que ya se había convertido en «TíoCrom» o simplemente en «Crommy», vino acasa por esa época y hablamos de temas escola-res en general. Me dijo, con aquella risa conte-nida que yo de sobra y con motivo me conocía,que tendría que pasar algún tiempo antes deque mis parábolas tuviesen aceptación. Por su

Page 194: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

apariencia, de hecho, se las juzgó ofensivas,desconectadas de la realidad y bastante «bruta-les». Esto me llevó a preguntarme, y no porprimera vez, en qué rincón del cuerpo guardanlas personas mayores sus recuerdos del colegio.

Al hablar del pasado con «Crommy» le ultrajépor lo malo y escaso de nuestra comida enWestward Ho! A lo que él replicó: «Bueno,bueno. Es que éramos más pobres que las ratas.¿Tú recuerdas que alguien llevara dinero enci-ma alguna vez? Yo no. Por otro lado, un mu-chacho que está siempre hambriento se pre-ocupa más de su estómago que de otras cosas.»(En la Guerra de los Bóers aprendí que la vir-tud de un batallón que vive de dos «galletas delejército» y media al día es intachable.) Habla-mos luego de enfermedades y epidemias, quenosotros no habíamos conocido, y dijo: «Meimagino que estabais tan sanos porque pasabaismás tiempo al aire libre que los ponis de Dart-moor.» Stalkey y Cía. se convirtió en antepasadoilegítimo de ciertas narraciones sobre la vida

Page 195: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

escolar cuyos protagonistas viven experienciasque por suerte yo no tuve. Todavía (año 1935)sigue siendo leído y me parece una serie deepisodios muy considerable.

Nuestra huida de Torquay terminó casi porinstinto en Rottingdean donde los queridos tíostenían una casa de verano y donde había pasa-do yo los últimos días antes de volver a la In-dia, hacía catorce años. En 1882 no había másque un autobús al día desde Brighton, que tar-daba cuarenta minutos, y cuando un forasterollegaba al llano del pueblo los niños le sacabanla lengua. Las lomas caían casi hasta la calleúnica que había y se extendían hacia el este sinparar hasta Russia Hill, sobre Newhaven. En el96 había cambiado poco. Mi primo, StanleyBaldwin, se había casado con la hija mayor delos Ridsdale, que vivían en «The Dene», la casagrande que flanqueaba uno de los lados delllano. La de mi tío, «North End House», domi-naba el otro lado; y una tercera casa, enfrentede la iglesia, seguía a la espera de que alguien

Page 196: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tomara posesión de ella según lo decretara eldestino. El matrimonio Baldwin nos permitiódisfrutar de la alegre y joven hermandad de«The Dene» y sus amistades.

La tía y el tío nos habían dicho que queríanque naciera en su casa el hijo que esperábamos.Y se fueron de ella hasta que mi hijo John llegóen una noche cálida de agosto del 97, bajo loque parecían signos propicios. Mientras tantohabíamos alquilado, por intervención directadel destino, esa tercera casa del llano, frente a laiglesia. Estaba en una especie de islote, rodeadade una tapia de pedernal, que en aquel momen-to nos pareció suficientemente alta, y de variosárboles de acebo, muy crecidos. Pequeña y nodemasiado bien hecha, era barata y no pe-díamos más, porque todavía nos acordábamosdel pequeño suceso de Yokohama. Enseguidafue feliz la relación entre las tres casas que teníaallí la familia: se podía arrojar una pelota decricket desde cualquiera de ellas a otra y, apartede tener que salir a las dos de la noche a ayudar

Page 197: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

a una cría de zorro bastante boba que se habíaquedado atrapada en el desagüe, no recuerdoninguna otra alarma o tener que salir si no erade excursión con el carro de faena lleno de ni-ños entremezclados, los de Stanley Baldwin ylos nuestros, y soltarlos en el corazón sano yseguro de la loma maternal y que merendaranmanchándose bien de mermelada. Aquellaslomas me inspiraron un poema titulado «Sus-sex». Hoy en día, la zona entre Rottingdean yNewhaven se ha convertido casi toda en unsuburbio horroroso.

Cuando los Burne-Jones volvieron a su«North End House» todo iba mejor que mejor.El mundo de mi tío naturalmente no era el mío,pero su corazón y su cerebro eran lo suficien-temente grandes como para albergar cualquieruniverso, y no dudaba un ápice que cada cualtenía que hacer lo suyo de la manera que lepareciese. Su risa fresca, su deleite en las pe-queñas cosas y la interminable guerra de bro-mas que nos traíamos, eran un buen entreteni-

Page 198: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

miento después del trabajo. Y cuando los pri-mos Phil, hijo suyo, Stephen Balwdin y yo íba-mos a la playa y volvíamos describiendo a losbañistas gordos, él los dibujaba con barrigascolgando y revolcándose en el rebalaje. Fue unaépoca magnífica, en la que era fácil trabajarmucho y bien.

Ya en «Bliss Cottage» había tenido una vagaidea sobre un niño irlandés, nacido en la Indiay mezclado con la vida indígena. Maduré laidea sólo hasta convertirlo en hijo de un solda-do raso de un batallón irlandés, y lo bauticéKim del Rishti, nombre corto, para ser irlandésquiero decir. Una vez hecho esto di por bueno,como el señor Micawber de David Copperfield,haber firmado para el futuro ese pagaré, y mepasé años sin empezar el cuento.

Mientras tanto mis padres habían dejado parasiempre la India y estaban bien instalados enuna pequeña casa de piedra cerca de Tisbury,en Wiltshire. La casa tenía un establo pequeñoy limpio, de paredes de piedra y uno o dos co-

Page 199: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

bertizos ideales para trabajar la arcilla y la es-cayola, que no son para dentro de la casa. Mástarde mi padre montó un tabernáculo de latónal que puso una techumbre y allí colocó suscarpetas de dibujos, sus librotes de arquitecturay fotografia; buriles, cinceles, espátulas, pintu-ras, secantes, barnices y cientos de otros artícu-los que estaba prohibido tocarle y que todotrabajador manual de buen sentido colecciona.(Lo detallo porque viene al caso.)

Cerca de la casa estaba «Fonthill», la mansiónde Alfred Morrison, el millonario coleccionistade todo tipo de objetos bellos mientras su espo-sa se contentaba con simples piedras preciosasy semipreciosas. Mi padre no dependía de teso-ros como aquéllos o los que había en casas co-mo «Clouds», donde vivía, a unos kilómetros,la familia Wyndham. Creo que tanto él comomi madre fueron felices en los años de Inglate-rra: sabían muy bien lo que no necesitaban,como sabía yo que al ir a verlos no tenía quecantar aquello de: «Detente y vuelve atrás,

Page 200: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tiempo que vuelas».En un otoño gris y de mucho viento, Kim in-

sistió en volver y me lo llevé para conversarsobre él con mi padre y que, entre el humomezclado de su tabaco y el mío, terminase desurgir como el genio de la lámpara. Cuanto másexplorábamos sus posibilidades, más riquezade detalles descubríamos. No sé qué propor-ción del iceberg es la que hay bajo el agua, peroKim, en la versión definitiva, es una décimaparte de lo que se planeó aquel día.

En cuanto a la forma, sólo tenía una posibili-dad el autor, que pensaba que lo que era buenopara Cervantes también lo era para él. Claroque su madre le dijo: «¡Conmigo no te parape-tes en Cervantes, que sabes que eres incapaz deinventarte un argumento!».

Así que volví a casa con mucha más fuerza yKim supo valerse por sí mismo. El único pro-blema era mantenerlo dentro de los límites.Nosotros ya le conocíamos todos los pasos,todo lo que veía y olía en sus andanzas y a qué

Page 201: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

gente conocía en ellas. Solamente una vez, queyo recuerde, tuve que molestar a la Secretaríade la India, que en la sede de Londres tienequince mil metros cuadrados de libros y docu-mentos en el sótano, y fue en relación a un ma-nual de magia india que sentí sinceramente nopoder robar. Son muy estrictos con los recibos.

En la casa de Rottingdean, el viento del su-roeste soplaba día y noche y las estúpidas ven-tanas se salían del marco. (Por lo que la Comi-sión juró que nunca compraría una casa conventanas de sube y baja. Cf. Charles Reade so-bre este tema.) Pero a mí no me preocupaba. Yotenía la luz del sol del este y si quería más po-día ir a «The Gables», en Tisbury. Finalmenteinformé de que Kim ya estaba terminado.«¿Quién ha parado; él, o tú?», me preguntó mipadre. Y cuando le dije que había sido él, medijo: «Entonces no estará mal del todo».

No se daba mi padre la menor importanciapor sus sugerencias, recuerdos o confirmacio-nes, ni siquiera por ese toque único de sol bajo

Page 202: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que hace que, en el crepúsculo, tengan luz to-dos los detalles de la escena de la carretera delGrand Trunk. El Himalaya lo pinté entero yosolo, como dicen los niños. Y también la evoca-ción del museo de Lahore, del que fui subdirec-tor durante seis semanas; sin sueldo, pero in-mensamente importante. Y el medio capítulodel Lama sentado en las sombras ver-diazuladas, al pie del glaciar, contándole a Kimhistorias de los Jatakas, que era verdaderamentehermoso pero, como hubiera dicho mi profesorde humanidades, «otiose», y tuve que suprimir-lo con gran dolor de mi alma.

Pero el colmo de la diversión fue cuando, en1902, se publicó una versión ilustrada de misobras y mi padre se encargó de Kim. Tenía laidea de hacer placas de bajorrelieves y fotogra-fiarlas después. Hubo que ir a convencer alfotógrafo local, que hasta el momento se espe-cializaba en marineros rasos de la línea de va-pores con el pelo también raso de gomina yuniforme ceñidísimo, y reconducirlo por el ar-

Page 203: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

duo camino de fotografiar cosas muertas y sa-carles un poco de vida. El hombre estaba unpoco desconcertado al principio, pero tenía allíal mejor maestro posible y lo llegó a compren-der. El estiércol accidental del patio se notababastante, aunque una leal doncella lo combatíaescobón y cubo en ristre, y por eso mi madrepermitió que soltáramos el lío de dibujos a me-dio hacer en las sillas y los sofás. Naturalmentecuando mi padre vio las pruebas finales semostró convencido de que «habría que repetir-lo todo desde el principio», más o menos lo queyo pensé del relato al verlo en letra impresa;pero, si es posible, tanto él como yo repetire-mos el trabajo en un mundo mejor, y hasta talpunto que impresionará hasta a los arcángeles.

Hay una imagen de él que recuerdo perfec-tamente: en el tabernáculo de latón buscabagrandes fotos de arquitectura india para algúndetalle sin importancia de la esquina de una delas placas. Cuando entré, levantó la vista y,acariciándose la barba absorto en sus pensa-

Page 204: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mientos, citó: «Sólo con la belleza que consigas,ya rondas lo mejor que Dios creó.» El mayorregalo de los muchos que la vida me ha hechoes el de saber apreciarlos en el momento, nocon remordimiento cuando ya es demasiadotarde. Supongo que por eso me impacienta unpoco el canibalismo sutil que se practica hoy.

Y con esto dejo de hablar de Kim, que ha dadola talla durante treinta y cinco años. Hay muchabelleza en él y no poca sabiduría, y lo mejor deambas se lo debo a mi padre.

Se me hizo un honor tan alto como aterradorcuando, a mis treinta y tres años -en 1897-, fuidesignado miembro del Athenaeum, conformeal segundo punto de su reglamento, que con-templa la admisión, sin votación previa, depersonas distinguidas. Le pedí consejo a Burne-Jones sobre qué hacer. «Yo no ceno allí a menu-do», me dijo. «Hasta a mí me da un poco demiedo, pero lo superaremos juntos.» Y la nocheindicada fuimos a la cena. Que yo recuerde,éramos las únicas personas que había en el

Page 205: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

enorme comedor. Porque en aquella época elAthenaeum, hasta que uno llegaba a conocerlo,era como una catedral entre misa y misa. Perofuera como fuese cené allí y colgué mi sombre-ro en la percha número 33 (luego lo fui cam-biando). No tardé mucho en darme cuenta deque si a uno le interesaba cualquier cosa, desdela forja de anclas hasta la falsificación de anti-güedades, encontraba allí al mayor experto delmundo en ese tema. Me las arreglé para caer enuna agradable mesa junto a la ventana y reser-vada para un viejo general que había empezadocomo guardiamarina en Crimea antes de for-mar parte de la Guardia. En sus últimos años sehabía convertido en intrépido regatista, entreotras cosas, y me comentó con exactitud loserrores técnicos de los cuentos míos que lehabían interesado. Llegué a apreciarlo mucho,como a otros cuatro o cinco de la misma mesa.

Recuerdo que una tarde Parsons, de Turbinia,me dijo si quería ver arder un diamante. Lademostración tuvo lugar en una habitación

Page 206: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

llena de cables y células eléctricas (no recuerdoel voltaje total) y todo fue bien por un rato. Lapunta del diamante burbujeó como una coliflorgratinada. Después hubo una llamarada y unruido y todos terminamos en el suelo y a oscu-ras. Pero Parsons dijo que no era culpa del di-amante.

Entre otras autoridades de la querida, vieja ysucia sala de billar de la planta de abajo, estabaHercules Read, de la sección de antigüedadesorientales del Museo Británico. Era muy ele-gante, pero malvivía con un sueldo inferiorincluso al de otros conservadores de museo; ymi padre lo había sido. (Nota: es verdad que losingleses tienen que desconfiar y menospreciartodas las artes y la mayoría de las ciencias, por-que su grandeza moral se basa en esa indife-rencia, pero el raquitismo de los presupuestosllega a ser excesivo.)

En estos momentos no almuerzo muy a me-nudo en el Athenaeum, donde tengo la sensa-ción de que la mayoría de los miembros son

Page 207: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

escandalosamente jóvenes, ya sean nombradosconforme al punto segundo o mediante vota-ción de los compañeros igualmente niños. Yademás no me gusta que me llamen «Sir Rud-yard».

La vida ha hecho que mi bienestar espiritualdependa absolutamente del Club como concep-to social. Tres ingleses, el Athenaeum, el Carl-ton y el Beefsteak se han ajustado a mis necesi-dades, pero el Beefsteak es el que más me haaportado. Allí las reuniones eran imprevisiblesy cada cual podía decir lo que quisiera en todomomento sin que nadie se lo tomara al pie de laletra. Podía uno coincidir a la mesa con gentede cinco profesiones distintas, desde magistra-dos a piratas del teatro. Otras veces eran trescolegas entre sí, que habían llegado a la ciudadcasi por casualidad y se incorporaban a una ter-tulia larga y amena en la que se hablaba demedio mundo. Al final se iban encantados de símismos y de la compañía. Una vez, cuando yame temía que iba a tener que cenar solo, entró

Page 208: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un socio al que nunca había visto ni he vuelto aver después. Era experto en aves protegidas.Cuando nos despedimos, lo que yo no sabía desantuarios de pájaros era porque no merecía lapena saberlo. Pero lo mejor era cuando algo oalguien, de repente, motivaba una guasa colec-tiva y teníamos que estar rápidos de ingeniopara defendernos.

No hay pueblo más dotado que el inglés paracolar en la conversación tonterías de verdad yque tengan gracia y vengan a cuento. Los nor-teamericanos tienden demasiado a la anécdotay los franceses son demasiado retóricos paraeste juego ligero. Ninguno de los dos paísestiene el don de conversar tan abiertamente enbroma como nosotros.

Cuando vivía en la calle Villiers me hice ami-go de la sección de caña de un selecto club depescadores que se reunía en la parte de atrás deuna tienda de tabaco. Eran casi todos pequeñoscomerciantes aficionados a la pesca del gobio,el albur y peces así, pero también tenían el don,

Page 209: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

como me imagino que lo tenían sus antepasa-dos de los tiempos de Addison.

El Doctor Johnson dijo una vez que «no se re-ciben cartas en la tumba». Seguro que, aunqueno lo dijo, también lamentó que ahí tampocohaya clubs.

CAPÍTULO 6

SUDÁFRICA

Pero andaba, en el fondo, preocupado por loque decían que estaba pasando fuera de Ingla-terra. (Los habitantes de ese país nunca hanmirado más allá del sitio al que se van de vaca-ciones.) Había también problemas en Sudáfricadespués del levantamiento de Jameson, quegarantizaba, según me escribían, más proble-mas. En general uno tenía la sensación del bí-blico «rumor de algo que sale de la morera»,como si la realidad tomase posiciones lo mismo

Page 210: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que las tropas. Y en esto llegaron las bodas dediamante de la Reina Victoria en el trono, y hu-bo cierto optimismo que me alarmó. El resulta-do, por mi parte, fue un poema titulado «Him-no al final de la celebración» que publicó elTimes en el 97, al final de los fastos del aniver-sario. Venía a ser un nuzzur-wattu o conjurocontra el mal de ojo y, dado el conservadurismode los ingleses, se usó en los coros y otros luga-res de canto, mucho después de que tanto nues-tro Ejército como nuestra Armada, en nombrede la «paz», se hubieran vuelto inofensivos. Loescribí justo antes de irme de maniobras con miamigo el capitán de la Armada E. H. Bayly. A lavuelta, me pareció que era el momento de pu-blicarlo, así que, después de hacer una o doscorrecciones, lo di al Times. Digo que lo di, por-que por ese tipo de trabajo no cobraba nada. Noes que importe mucho lo que la gente piense deuno después de muerto, pero no me gustaríaque personas cuya opinión tuve en estima pen-saran que cobré dinero por poemas sobre Jo-

Page 211: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

seph Chamberlain, Rhodes, Lord Milner, o porcualquiera de los poemas sudafricanos del Ti-mes.

Fue la preocupación que sentía la que nos lle-vó, en el invierno del 97, a Ciudad del Cabo,adonde nos acompañó mi padre. Allí vivimosen una casa de alquiler de Wynberg, regentadapor una irlandesa, que obedecía fielmente losinstintos de su raza y repartía miserias y mo-lestias a su alrededor a cambio de buenos dine-ros. Pero los niños crecían y el color, la luz y lascostumbres casi orientales de aquel país nosganaron el corazón para años venideros.

Fue allí donde por vez primera tuve ocasiónde hablar con Rhodes. Era más callado que uncolegial de quince años. Jameson y él, segúnnoté más tarde, se comunicaban por telepatía.Pero Jameson no estaba con él en aquel mo-mento. Rhodes solía hacer de pronto preguntasbruscas, tan desconcertantes como las de losniños, o las del emperador romano que en rea-lidad parecía. Sin venir a cuento me preguntó:

Page 212: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

«¿Cuál es su mayor sueño?» Le contesté que élformaba parte de ellos y creo que le dije quehabía bajado a ver cómo iban las cosas. Me en-señó algunas de sus nuevas plantaciones defruta de la península, antiguas casas holandesasmaravillosas, remansadas en una tranquilidadabsoluta. Se lamentó de lo difícil que era conse-guir madera resistente para las cajas, y de losdefectos de los trabajadores indígenas. Peroestaba decidido a convertir en realidad su de-seo de una industria frutera para la Colonia, ylos ayudantes que había elegido consiguieronmuy pronto que así fuese. La Colonia no le de-bió en esto nada a ningún Ministerio dutch. Lapeculiaridad racial de los dutch -se habían pues-to ese gentilicio y llamaban hollanders a loshabitantes de los Países Bajos- consistía en que-darse con el mayor número posible de explota-ciones de lo que se producía para ellos, ponertodo tipo de obstáculos al desarrollo y sacar deéste todo el dinero que podían. En lo cual noeran ni mejores ni peores que muchos de los de

Page 213: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

su religión. Iba contra su credo intentar comba-tir las enfermedades del ganado, bañar a lasovejas, luchar contra las plagas de langosta, loque, en un país fundamentalmente dedicado alpastoreo, tenía su inconveniente. Ciudad delCabo, como gran centro distribuidor, estabadominado en muchos aspectos por comercian-tes bastante nerviosos que querían quedar biencon los clientes del interior y que llegaban atener cargos públicos como el de alcalde. Y lasconsecuencias del levantamiento de Jamesontenían asustada a mucha gente.

Durante la guerra de Sudáfrica, mi puesto an-te los soldados llegó a ser oficiosamente supe-rior al de la mayoría de los generales. Hacíafalta dinero para que las tropas del frente tuvie-ran las comodidades mínimas, y con este fin elDaily Mail empezó lo que acaso fue un antece-dente de las actuales «campañas publicitarias».Se convino que yo debía pedir donativos. Elperiódico se encargaba de lo demás. Mi poema(“El mendigo distraído») contenía elementos de

Page 214: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

apelación directa, pero, tal como se señaló, lefaltaba «poesía». Sir Arthur Sullivan le pusouna música que no tenía nada que envidiar a lade los organillos de feria. Todo el mundo podíahacer lo que quisiera con él, recitarlo, cantarlo,salmodiarlo, con tal de que los donativos y be-neficios se ingresasen en la cuenta general -el«Fondo del Mendigo Distraído»-, que se cerrócon alrededor de un cuarto de millón de libras.Una parte se dedicó a tabaco. En aquella épocase fumaba más en pipa que cigarros, y la marcamás popular era una de picadura -aunque tam-bién podía mascarse- llamada Hignett's TrueAffection. Mi bono para el almacén de Ciudaddel Cabo incluía todo el tabaco que quisiera. Lodemás, por el estilo. Atareados sargentos deIngenieros, en almacenes abarrotados, dabanprioridad a mis telegramas. En el tren meguardaban el asiento los soldados británicos enmangas de camisa, y los del destacamento co-lonial, que no son precisamente dóciles, se pe-leaban por mi pequeño equipaje y me lo lleva-

Page 215: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ban servicialmente. Y era persona gratissima enun hospital de Wynberg donde las enfermerashabían descubierto que tenía facilidad paraconseguirles pijamas. Un día le llevé un lote depijamas a la enfermera que no era (me confundícon las capas rojas) y, como sabía que eran ur-gentes, le dije en voz alta: «Hermana, tengoaquí sus pijamas». Y aquella vez no hubo agra-decimiento ni amabilidad.

De mi atractiva situación se derivó cierta in-timidad superficial, agradable y a veces des-agradable, con todo tipo de gente; y sólo en unaocasión recibí un desaire. Iba a Bloemfontein,que acababa de caer, en un vagón incautado alos bóers, quienes habían llenado el suelo detripas de oveja y cebollas y en la pared habíanpuesto caricaturas de Chamberlain en la horca.Casi todo lo demás era madera. Detrás de noso-tros, en vagón descubierto, venían unos solda-dos ingleses a los que el gracioso de la compa-ñía estaba entreteniendo con la imitación decómo los oficiales les ordenaban clavar las

Page 216: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

herraduras. A la caída de la tarde, aquel mismosoldado me dio un par de bengalas de tres me-chas que, al menos, nos sirvieron de luz para lacena. Le pregunté cómo había conseguido obje-tos tan codiciados. Contestó: «Mire usted, Go-bernador, yo no le he preguntado de dóndesaca el tabaco que acaba de fumarse. Así quehaga el puñetero favor de dejarme en paz.»

En ese mismo tren fantasma, el asistente deun oficial indio -mahometano- tenía problemasde conciencia. «¿Será legítimo que un musul-mán coma la carne de ternera en lata que pro-porciona el Gobierno?» Le dije que, en caso deguerra contra los infieles, el Corán permite cier-ta flexibilidad en el cumplimiento, así que nodebía dudarlo. A la mañana siguiente, apareciójunto a mi litera con la taza de té que los indiostoman por la mañana. El agua caliente debió derobarla de la locomotora, porque no había niuna gota en toda la zona. Le pregunté cómohabía ocurrido el milagro y me contestó conuna sonrisa parecida a las de mi propio Kadir

Page 217: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Baksh: «Millar, Sahib.» Lo que significaba quela había encontrado o «creado».

Mi viaje a Bloemfontein fue por orden deLord Roberts, quien me enviaba allí para queinformase y siguiese indicaciones. Éstas me lasdieron en la estación dos desconocidos que yahabrían de ser amigos míos para siempre, H. A.Gwynne, que entonces era corresponsal-jefe dela agencia Reuter, y Perceval Landon, del Times.«Tiene que ayudarnos a dirigir un periódicopara las tropas», me dijeron, y enseguida mellevaron a la «redacción» recién incautada, yaque Bloemfontein acababa de caer a la manerade los bóers, como habría caído un colegio. Loscajistas y el resto del personal eran tambiénprisioneros nuestros, lo que los tenía bastantecontrariados, especialmente a la mujer del exdirector, una alemana de lengua viperina. Encuanto vimos a un cajista, le mandamos com-poner la proclama oficial de Lord Roberts almuy castigado enemigo. Tuve la satisfacción derecoger del suelo una información detallada de

Page 218: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cómo nuestra artillería había puesto en combatea la guarnición de Su Majestad; y las pruebasde un artículo verdaderamente duro contra mímismo.

Durante aquella tregua hubo mucho tráficode proclamas -y de paquetes de mantequilla amedia corona-. Utilizábamos todas las planchasde plomo de los anuncios de comestibles ago-tados hacía mucho, o de los de carbón o charcu-tería (los polvos de maquillaje eran el único lujoque les quedaba a las tiendas de Bloemfontein),y llenábamos las entrelíneas con nuestras pro-pias aportaciones, que se completaban con eltrabajo sin ganas de aquellos hombres que en-traban y nos daban un ejemplar muy bien im-preso, casi siempre difamatorio.

Julian Ralph, el mejor americano, codirigíaconmigo aquel periódico. Un día, a un hijo su-yo, ya mayor, le dio una fiebre con muy malapinta de tifoidea. Buscamos a un médico com-petente y detuvimos a uno alemán que -así se-ría el terror que le inspiraban nuestras armas

Page 219: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tras el «apresamiento»- preguntó con arrogan-cia: «¿Y quién me paga si voy?». Nadie parecíasaberlo, pero algunos sí le explicaron quién leiba a pagar si perdía tiempo por el camino. Lemiró el abdomen al muchacho y dijo alegre-mente: «Por supuesto que es tifus». Entonces seplanteó el problema de cómo llevarlo al hospi-tal, que estaba abarrotado de casos así al habercortado los bóers el suministro de agua. Loprimero que había que hacer era bajarle la fie-bre con fricciones de alcohol. Nos quedamosparados hasta que un genio -creo recordar queLandon- dijo: «Tengo entendido que, por aquí,la mujer de uno de los oficiales lleva flequillopostizo». No tuvo que dar más pistas para queuno de los hombres se fuese por las calles an-chas y polvorientas y la encontrara enseguida,con flequillo y todo. Era difícil imaginar cómodemonios había llegado hasta allí, pero era unaseñora de primerísima categoría. «Venga a mihabitación», dijo, y al entregar el impagablefrasco, se limitó a suspirar: «No lo gasten del

Page 220: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

todo, salvo que no haya más remedio». Conse-guimos que, de treinta y nueve y medio quetenía, la temperatura del muchacho bajase ge-nerosamente a treinta y siete y medio y lo lle-vamos al hospital, donde resultó que al final notenía tifus, sólo una mala fiebre típica de aquelcampo.

Creo que en Bloemfontein hubo, en total,ocho mil casos de fiebres tifoideas. Me enterabaa menudo de que las banderas nacionales «degala» estaban siendo «útiles» al mismo tiempo.Eran demasiados los muertos que se iban a latumba envueltos en mantas del Ejército.

Fue excesivo el número de muertes por en-fermedad, y buena parte de la responsabilidadfue nuestra, del descuido total, de la burocracia,de la ignorancia. Yo he visto a toda una unidadde caballería llegar al campamento a mediano-che, con una lluvia torrencial, y que un idiota,para quitarse problemas, los metiera en unhospital de tifus que acababa de ser evacuado.El resultado fue que, al mes, había treinta casos

Page 221: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

más. He visto a hombres beber agua sin depu-rar del río Modder, pocos metros más abajo dedonde se descomponían las mulas muertas; y laorganización y 'emplazamiento de las letrinasse consideraba «trabajo de los negros». El man-do médico más importante de cualquier bata-llón debería ser el de Comandante Superior deLetrinas.

Al tifus había que añadir la disentería, cuyoolor es aún más nauseabundo que el de la carnehumana en descomposición. Las tiendas de losenfermos de disentería se olían a kilómetros. Yno debe olvidarse que, hasta que llevamos allílas enfermedades, aquella tierra enorme, cocidade sol, era un lugar antiséptico y esterilizado.Tanto era así que, con frecuencia, las heridas demáuser en el abdomen, si estaban limpias, sóloobligaban a pasar un semana sin tomar nadasólido. De esto me enteré en un tren-hospital,donde tuve que apartar del rancho normal auna avalancha de «abdominales» de muy malhumor. Estábamos, en aquel momento, reco-

Page 222: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

giendo víctimas de un pequeño suceso llamadoPaardeberg, y la lista de muertos -que en reali-dad fue de unos dos mil- se rebajó cuidadosa-mente para evitarle el impacto a la ciudadaníainglesa. Una noche, mientras duraban las ta-reas, tropecé en la oscuridad, cerca del tren, ycaí de lleno sobre un hombre. Sólo me llené lasmanos de grava. Él me dijo serenamente quetenía «la cadera rota, señor. Espero que ustedno se haya hecho daño». Nunca llegué a sabercómo se llamaba aquel Philip Sidney anónimo.Eran gente magnífica, incluso a la hora de mo-rir, aquellos hombres y muchachos del reem-plazo que habían sido porteros de casas, o exmayordomos, o simples ciudadanos de veinteaños.

Pero volviendo a Bloemfontein. En un des-canso de las tareas editoriales, nada más salirde la ciudad me encontré con el «jinete solita-rio» de las novelas. Era conductor -sargento deIntendencia- y me contó que a «la flor y natadel Ejército británico» le acababan de tender

Page 223: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

una emboscada, con resultado desastroso. Sóloañadió que había sido en el puesto llamado deSanna y, notablemente impresionado, siguió delargo. Hasta entonces, yo había supuesto que laflor y nata de aquel ejército estaba en la reta-guardia, dedicada a leer nuestro periódico; pe-ro es que, muy poco después, vi a un oficial alque, en los tiempos de la India, llamaban «elSardina». Estaba tranquilo, pero con el unifor-me más bien deshilachado, raído, hecho jironespor las balas. Sí, en su puesto habían tenidoproblemas, pero de momento era más fuerte laadmiración profesional.

«¿Que qué ha pasado? Que nos han acorrala-do en un barranco, y como quien va al teatro,ya sabe usted: “Las butacas de patio, por laizquierda; las de primer piso, por la derecha.”Nada, que sin más hemos caído en la trampa yha sido “Infantería, por este lado; Artillería, porla derecha, si son tan amables.” ¡Un trabajomagnífico! ¿Que cuántas víctimas? Lo menosmil doscientas, calculo, y cuatro -tal vez seis-

Page 224: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

oficiales. Una operación lo que se dice profe-sional. Es lo que pasa cuando uno sigue al piede la letra la estrategia previa.» Y, con más elo-gios al enemigo, siguió también de largo.

A la vuelta a Bloemfontein, la gente asegura-ba que ochenta mil bóers iban a rodear prontola ciudad, y la oficina del Censor de Prensa(Lord Stanley, hoy Derby) se abarrotaba depersonas desesperadas por poner un telegramaa Ciudad del Cabo. Una de esas personas, queno era de los nuestros, mandó telegrafiar «eltiempo aquí variable», y Stanley, a quien lepreocupaba la suerte que algunos de sus pro-pios amigos podían correr en aquella embosca-da, reconvino al caballero.

“El Sardina» tenía razón cuando hablaba delas estrategias seguidas al pie de la letra. Sehabían destinado columnas móviles por todo elpaís para que los británicos demostraran loamables que querían ser con los mal encamina-dos bóers. Pero a los bóers del Transvaal, comono son pájaros de ciudad, les importaba poco la

Page 225: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

«caída» de la capital del Estado Libre y se des-perdigaban por el campo, con la jaca y el máu-ser.

Así que tuvo que haber batalla, que se llamóla Batalla de Kari Siding. Participó en ella todala plantilla del Bloemfontein Friend. A mí medestinaron a un carro que conducía un indígenay en el que llevábamos la mayoría de las bebi-das. Me acompañaba un famoso corresponsalde guerra. Aquel inmenso paisaje pálido setragó a siete mil soldados sin dejar rastro, a lolargo de un frente de once mil kilómetros. Porel camino vimos una fila de trincheras vacías,limpias, hondas, con el parapeto bien hecho ensentido contrario al de la metralla. Un jovenoficial de la Guardia, recién ascendido a mayorhonorario -y bastante dolido con el periódicoporque habíamos puesto «secundario»- las es-tudió con interés. Eran los primeros esbozos delos refugios subterráneos, pero tanto él comonosotros estuvimos un rato mirándolas. Losalemanes las habían diseñado secundum artero,

Page 226: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pero el bóer había preferido el campo abierto alalcance de su jaca. Al final llegamos a una casade campo, solitaria en mitad de un valle y en laque ondeaban, como mínimo, cinco banderasblancas. Detrás de la montaña se oían tiroteosy, de vez en cuando, un cañonazo. «Aquí», dijomi guía y protector, «nos bajamos y seguimos apie. El conductor nos esperará en la casa». Peroéste se negó, a gritos. «¡No, sañor. Ellos dispa-rar. Ellos disparar a mí!» «Pero si han puestobanderas blancas por todas partes», le dijimos.«¡Síí, sañor. Por eso mismo!», respondió, y pre-firió quedarse con sus mulas detrás de un ba-rranco discretamente alejado, y allí esperar aque volviéramos.

En la casa -y enseguida se verá por qué doytantos detalles- había dos hombres y creo quedos mujeres, que nos recibieron con indiferen-cia. Salimos luego a un desierto lleno de sol yde lejanías, donde de vez en cuando se oía undisparo aislado. Lo que menos me gustaba erala sensación de que tiraban a dar: de ser, como

Page 227: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de hecho éramos, el blanco de aquellas balas.«¿Por qué nos disparan?», le pregunté a miamigo. «Porque creen que somos la UnidadAlgo de Caballería Ligera. Que tendría queestar justo al pie de este monte. Recé por que laverdadera Unidad Algo se fuese a cualquierotra parte, como enseguida hizo, ya que lostiros a dar amainaron y un colono que andabapor allí, y que se moría de aburrimiento, se nosacercó con noticias de un frente lejano: «No, nopasa nada y no hay nadie a la vista». Entonceshubo más disparos y un acercamiento suma-mente cauteloso al borde de un gran hoyo don-de pastaban ovejas. Algunas de las cuales em-pezaron a caerse y a patalear patas arriba. «Esoes que los dos bandos están haciendo prácticasde tiro», dijo mi compañero. «¿Calcula usted aqué distancia?», le pregunté. «A unos doscien-tos metros el más cercano. Eso es demasiadocerca, hoy en día. Nunca verá usted un tiro amenos distancia. Es imposible, con los riflesmodernos. Nos quedaremos aquí hasta que se

Page 228: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

oiga algo mayor.» Los dos bandos hicieron unrazonable intervalo para comer, interrumpidode vez en cuando por tiros de fusil. Entonces seoyó lo que sin duda era una granada; ridículacomo el piar de un pollito en aquella inmensi-dad, pero que levantó mucha tierra. «¡Kruppdel calibre 4 ó 5 y a máxima distancia!», ex-clamó el experto. «Todavía creen que somos laCaballería Ligera. A partir de ahora las lanza-rán con cierta regularidad.» Y así fue, riguro-samente: cada veinte minutos o así, una grana-da se hundía en nuestra ladera. Seguimos espe-rando, sin ver nada en aquel vacío y oyendosólo un ligero rumor, como el del viento en lasllamas, que venía de distintos puntos de lasmontañas indiferentes.

Entonces empezaron los cañonazos. Desagra-dables proyectiles del 1, diez por serie (que seencasquillaban, por lo general, al sexto). En latierra blanda, se hundían con ruido sordo. Co-ntra las rocas, los proyectiles estallan y hacenun ruido como el chillido de los gatos cuando

Page 229: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

se pelean. Por primera vez, a mi amigo parecíainteresarle aquello. «Si estos son sus cañones,Pretoria es nuestra», diagnosticó. Miré detrásde mí -toda la extensión sudafricana hasta Ciu-dad del Cabo- y parecía muy lejos. Pensé queesa distancia la podría haber recorrido en cincominutos, en circunstancias normales. Pero nocon aquel fuego a conciencia detrás. Los caño-nes volvieron a disparar contra un escollo derocas, para mayor esplendor de las granadas.Pasó a toda prisa, en menos de dos minutos,una fila de jacas con la cola muy pegada y losjinetes muy agachados. Y desaparecieron haciael norte. «Nuestros cañones», dijo el correspon-sal. «Espero que sea Le Gallais. Ahora sí que notardaremos.» El absurdo Krupp se pasó todoeste tiempo rozándonos fielmente, a falta de laCaballería Ligera, y, si llega a tener un par dehoras más, nos pudo haber herido a alguno.Entonces a la izquierda, casi a nuestros pies, unpequeño bosque de la ladera se llenó de humode nuestra metralla, como se llena de humo el

Page 230: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

bigote de un fumador. Fue de lo más impresio-nante y duró más de veinte minutos. Despuéshubo un silencio. Y movimiento de hombres ycaballos que subían por nuestro lado de lamontaña. Y desde el cobertizo al que habíamosestado disparando, empezaron a venirles rá-fagas a ellos. Más jacas bóers pasaron por elhorizonte; por fin unos últimos cañonazos a laderecha y un pequeño friso de lejanas jacasasustadas, ya fuera del alcance de los disparos.

“Maffeesh», dijo el corresponsal y se puso aescribir apoyado en la rodilla. «Nos los hemosquitado de encima.»

Dejamos a nuestra infantería persiguiendohombres a jaca hacia el ecuador y volvimos a lacasa. Desde el barranco en que nos había espe-rado el conductor, alguien disparó con riflenada más subirnos al carro, y el conductorarreó a las mulas por las rocas, con riesgo paranuestras sagradas botellas.

Llegamos a Bloemfontein y nos abordóGwynne con el parte completo: ciento veinti-

Page 231: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cinco bajas y la opinión general de que «Frenchera una especie de carnicero», y la historia decómo el general de caballería se había negadoen redondo a destrozar los caballos haciéndolosgalopar por rocas peladas «sólo por unos mal-ditos bóers».

Meses después, me llegó el recorte de un pe-riódico norteamericano con una informaciónprocedente de Ginebra -que ya entonces era laapestada sede de la propaganda- y en la que seexplicaba cómo yo y algunos oficiales -connombres, fecha y lugar exacto- habíamos entra-do en una casa de campo donde había doshombres y tres mujeres. Habíamos sacado a lasmujeres de debajo de las camas, donde se habí-an escondido (puedo jurar que ninguna TantieSannie de aquella época cabía debajo de ningu-na cama) y, después de dejarles cien metros deventaja, les habíamos disparado mientras corrí-an.

Aun así, aquella barbaridad me sorprendiómás por cómica que por relevante. Pero, a esas

Page 232: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

alturas, tendría que haber aprendido que losalemanes creen que todos son de su mismacondición. Habían introducido el matiz aquélde los «cien metros de ventaja» en reconoci-miento a nuestro sentido nacional del juegolimpio.

Desde el punto de vista económico, la guerrafue ridícula. Corrimos con los gastos de cuida-do y mantenimiento de todo el que vivía enterritorio bóer, incluidos las mujeres y los ni-ños. Lo cual convirtieron en historias terriblesde atrocidades en campos de concentración.

Una de las acusaciones más explotadas fue lade nuestra crueldad deliberada al obligar a quelas tiendas y cuartos de los prisioneros se orien-taran al norte. Una señorita llamada Hobhouse,entre otros, protestó mucho por esto, perohabía que disculparla.

Un día estábamos presumiendo de nuestrapequeña casa, «Woolsack», recién construida,con una gran señora que iba de camino al inter-ior del país, donde le estaban haciendo la suya.

Page 233: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Mi mujer dijo que la despensa daba al sur. Tie-ne que ser el cuarto más fresco cuando uno viveal sur del ecuador. La gran señora sopesó unrato la herejía. Y, con el gesto de desprecio bri-tánico que zanja cualquier absurdo, farfulló:«No dejaré que eso me dé igual a mí».

Algunas de las comodidades de la vida mili-tar se introdujeron en los campos de prisione-ros y las mujeres volvieron a la vida civil sa-biendo lo que eran los corsés, las medias, losneceseres y otros accesorios que los maridos ylos sacerdotes veían con malos ojos. Como mu-jeres no eran muy guapas, pero hacían que sushombres lucharan, y sabían bien cómo batallaren su propio terreno.

En el toma y daca del combate, nuestros sol-dados aprendieron a ponderar el distinto méri-to de los generales a los que se enfrentaban. Talcomo recuerdo la clasificación, De Wet, condoscientos cincuenta hombres, era peligroso.Con el doble, era fácil que cayera por su propiopeso. Smuts, que había estudiado en Cambrid-

Page 234: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ge y que me aseguraban que en combate ibacon traje negro, los pantalones remangadoshasta las rodillas y con chistera, podía controlarquinientos hombres, pero, con más, se aturru-llaba. Y así sucesivamente. Tuve la suerte de co-nocer a Smuts, en el Ritz, cuando ya era generalbritánico durante la Primera Guerra Mundial.Meditando sobre las cosas vistas y sufridas, medijo que verse perseguido por el desierto, enuna jaca, obliga al hombre a pensar deprisa yque quizá el señor Balfour -no era todavía con-de- habría mejorado mucho con una expe-riencia así.

Cada mando tenía su propia reputación en elcampo de batalla y nos intimidaban más cuan-tas más canas peinaban. Había un veteranocontingente venido de Wakkerstroom con elque había que tener cuidado. Podía decirse quemataban para ganarse las habichuelas. Los jó-venes no eran tan buenos. Y había contingentesextranjeros que seguían luchando a la maneraeuropera. A éstos, los bóers tenían la inteligen-

Page 235: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cia de ponerlos en vanguardia, de la que ellosse apartaban. Hubo un ataque en el que losZarps -la policía del Transvaal- fueron muyvalientes y murieron casi todos. Pero lo senti-mos mucho, porque la mayoría eran suecos.

Alguna vez hicimos prisioneros extranjeros.De entre ellos recuerdo a un francés que iba devoluntario por puro odio lógico a los ingleses.Pero, al ser profesional, no podía evitar decir-nos cómo debíamos librar las batallas. No solíafallar, pero era un poco arisco.

La «guerra» se fue volviendo un sucio ester-colero de «consideraciones políticas», reformassociales y de vivienda, orfelinatos y absurdosdiversos. Es posible, aunque lo dudo, que des-de el principio hasta el final de la guerra matá-ramos a cuatro mil bóers. Nuestras propiasbajas, principalmente por enfermedades evita-bles, debieron de multiplicar por seis esa cifra.

Los oficiales jóvenes coincidían en que aque-lla experiencia debía ser un «ensayo general delujo para Armageddon». Pero se equivocaban

Page 236: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

en las conclusiones prácticas. El disparo indivi-dual y a larga distancia predominaría en el fu-turo: nunca se acercaría un bando al otro másde ochocientos metros. Y la caballería sería fun-damental. Fue por esto por lo que, al descubrirque la infantería no podría alcanzar a hombresque iban en jacas, creamos una caballería deochenta mil hombres, única hasta entonces enel mundo. Pero ésta no sirvió de nada en Euro-pa occidental. Los planes de reforma pasaronbastante por alto el preparar a la artillería parael combate con alambradas, porque no las habíaen Magersfontein. Este descuido de las alam-bradas en los planes de la reforma se debió aque son menos accesibles para llevar a caballomuniciones. Los cañones y la rápida artilleríaligera de Lord Dundonald agotaban su propiacarga de granadas en tres o cuatro minutos.

En el hotel de Bloemfontein, muy destruido,donde vivían los corresponsales y de vez encuando había oficiales, se oía discutir abierta yacaloradamente según el curso de los aconte-

Page 237: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cimientos. Pero, como nadie podía imaginarque el mundo estaba a punto de estallar y comoen aquellas tierras no funcionaban nuestrosaparatos de radio, todos dábamos palos de cie-go.

La «guerra» se fue acabando por derroterospolíticos. El Hermano Bóer -y todos los solda-dos lo llamaban así- estaba dispuesto a todomenos a morir. Nuestros hombres no com-prendían por qué razón tenían que desapareceren la persecución de comandos dispersos o mo-rirse de asco en los fortines, y a esto le siguióuna especie de en qué mano das desmoralizadorde rendiciones alternas, complicado con el in-tercambio de tabaco del Ejército por brandybóer. Nada de esto benefició a ninguno de losdos bandos.

Al final nos vimos teniendo que pedir perdóna un pueblo profundamente indignado, al cualhabíamos dado todo tipo de asistencia sanitariadurante un año o dos; y que ahora esperaba, yrecibía, colectas de toda clase y la dotación téc-

Page 238: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

nica y material para una agricultura que nuncahabía tenido. Los dejamos en situación de de-fender y expandir su afán primitivo de dominioracial y encima teníamos que dar gracias a Dios«por habernos librado de unos miserables».

En medio de tantos sucesos y cambios, bajá-bamos todos los años desde la paz de Inglaterraa la paz todavía mayor de «The Woolsack»,donde pasábamos seis meses: a la vida bajo losrobles cuyas ramas cubrían el patio y en las quelas ardillas enseñaban a trepar a sus crías; a latranquilidad de las tardes de calor en las que lacaída de una bellota era casi como un disparo.A un lado de la casa había un bosquecillo depinos y eucaliptos que mezclaban sus intensosolores; y en frente, el jardín, en el que cualquiercosa que plantáramos en mayo, ya había creci-do y florecido en diciembre. Al fondo se perdíauna estribación de la meseta y sus sotos deálamos plateados, al borde de barrancos escar-pados. Para llegar a la casa de Rhodes, «GrooteSchuur», había un sendero empinado y lleno de

Page 239: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

hortensias, que en otoño -la primavera inglesa-se adensaban en una especie de río sólido yazul. A este paraíso nos trasladábamos todoslos años, por diciembre, desde 1900 a 1907, contodo el equipo de aya, criadas y niños, de talmodo que éstos llegaron a conocer y por tanto,como tales niños, a adueñarse de los barcos dela Union Castle, camareros incluidos; y, si cam-biábamos de aya, aleccionaban al reemplazosobre el modo de disponer los camarotes paraun largo viaje y «dónde iba cada cosa». Porcierto que perdimos a dos ayas y a una cocineramuy querida, que se nos fueron casando. Aque-llos mares cálidos lo propiciaban.

Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta,la vida a bordo era una mera prolongación deSudáfrica y sus atractivos. Había muchos judíosde las montañas del Rand; colonizadores; comi-sionados indígenas que trataban con basutos ozulúes; gente que había participado en las Gue-rras Matabeles y en la fundación de Rhodesia;exploradores; políticos de todo signo, cada uno

Page 240: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

convencido de lo suyo; y también oficiales delEjército, uno de los cuales, inesperadamente,me contó una preciosa historia en la que luegobasé un cuento titulado «Los pequeños zorros»,tan minucioso de datos verídicos que hubo uninspector de policía de Port Sudan que me es-cribió, asombrado, preguntándome cómo habíaconseguido saber los nombres exactos de losperros de la jauría misma de la que él, de joven,había sido montero. Le contesté que me habíalimitado a charlar con el dueño.

También Jameson hizo el viaje a Inglaterracon nosotros una vez y se dignó sentarse anuestra mesa. El primer día, además, comíancon nosotros una señora muy inglesa y sus dosbellas hijas. La madre se quejó, con toda la ra-zón, de lo mala que era aquella comida y dijoque le parecía rancho de presidio. Jamesonpuntualizó: «No, señora; dada mi condición deex presidiario, le puedo asegurar que ésta esmucho peor». En la comida siguiente ya tuvi-mos toda la mesa para nosotros.

Page 241: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Pero el viaje de ida tenía el aliciente más di-vertido y era la coincidencia de la Navidad conel paso del ecuador, donde no cabía nostalgia:los camareros escribían con jabón estupendasfelicitaciones en los espejos y se hacía unamagnífica fiesta de disfraces. A partir de ahí,cuando ya se divisaba bien a proa la Cruz delSur, guardábamos la ropa de invierno, segurosde que no la íbamos a necesitar hasta mayo.Distinguíamos nuestra querida montaña y en-seguida estábamos en casa viendo lo que eljardín había cambiado en nuestra ausencia.Descalzos, hacíamos una breve visita a «Stru-benheim», la casa de nuestros vecinos los Stru-ben, que invariablemente tenían consentidos depuro cariño a nuestros hijos. Volvíamos a laamplia sonrisa de la lavandera malaya, y a lafacilidad de retomar un modo de vida.

Vida que era feliz, sobre todo la de los niños,que podían jugar con todos los animales de lafinca de Rhodes. En la colina estaban los leones,Alice y Jumbo, cuyos rugidos por la mañana

Page 242: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

eran la señal de que había que levantarse. Elcercado de las cebras, que lo compartían con elavestruz, estaba justo detrás de «The Wool-sack», una ladera de unas cuantas hectáreas.Las cebras siempre estaban jugando a pelearse,como los leones y los unicornios del escudoreal; el juego consistía en morderle la pata alotro, por debajo de la rodilla, si no la doblaba atiempo. Cuando querían cambiar de aires, nohabía valla que las retuviese. Jameson y yo vi-mos a una familia de tres, que volvían de unaexcursión. En el camino se encontraron con queles impedía el paso un cercado, de postes muyrecios y alambres bien tensados salvo en unpunto en que estaban más flojos, por encima deun canal. Ahí el papá se arrodilló, metió la ca-beza bajo el alambre hasta que le llegó a la cruz,lo levantó y así pudo pasar. La mamá y el pe-queño hicieron lo mismo. Al verlo, una jacavieja que estaba moliendo hierba pensó quetambién ella podría escaparse, pero a lo másque llegó fue a empujar el poste con la culata y

Page 243: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

volver la cabeza de vez en cuando, extrañadade que no cediese. Era, como dijo Jameson, laalegoría perfecta del bóer y el británico.

Cerca de la casa, había en una cuadra unallama que escupía, peculiaridad que nuestroshijos descubrieron enseguida. Pero no la cono-cían los otros niños que venían de visita. Asíque, si les decían que se acercaran a ella y legritaran, lo hacían... una vez. Porque os podéisimaginar lo que pasaba.

Pero el visitante que más nos llamaba la aten-ción era un antílope africano de más de tresmetros. Saltaba la verja, de casi dos de alto y semetía en el pequeño huerto de melocotones;como tenía los cuernos retorcidos, enganchabauna rama repleta, la arrancaba de un tirón y secomía los melocotones, dejando los huesos, ysaltaba otra vez la valla, ligero como un pájaro,camino de la montaña. Una noche, de vuelta acasa después de cenar, lo vimos al borde deljardín, gigantesco a la luz de la luna, y tuvimosque dar un rodeo de puntillas, descalzos por la

Page 244: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tierra caliente y roja; porque sabíamos que,hacía unos días, los vigilantes le habían llenadode perdigones uno de los cuartos traseros porperseguir al cocinero de un vecino.

El acompañante de los niños cuando iban depaseo era un bulldog -Jumbo- de aspecto terro-rífico y al que los bantúes le cedían siempre elpaso. Corría la leyenda de que había mordido aun indígena y que, cuando lo soltó, llevaba untrozo de indígena en la boca. Solía echarse encualquier sitio de la casa y, cuando alguien lopisaba, se excusaba con bastante desprecio. Losniños le daban pan de pasas y, cuando se acor-daban de que las pasas eran indigestas, se lassacaban una a una de detrás de los últimosdientes, mientras el perro tenía cuidado de de-jar bien abiertas las fauces llenas de baba.

También un cachorro de león fue como de lafamilia, un invierno. Se lo habían quitado conpalos de escoba a su madre, Alice, que habíaquerido devorarlo cuando nació. Lo llevaron a«Groote Schuur», donde, aunque lo cuidó de

Page 245: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

mala gana una perra madrastra (le vería al ca-chorro, como es lógico, las uñas de felino), sequedó demasiado flaco. Mi mujer insinuó quepodía recuperarse si se le cuidaba. «Estupen-do», dijo Rhodes, «lo enviaremos a “The Wool-sack” y así podrá intentarlo usted». Vino a casa,con jaula de hierro forjado, madre adoptiva ytodo. A ésta última la destituyó mi mujer, quesalió a comprar guantes resistentes y los bibe-rones más grandes que hubiera, y con ellos loalimentó. A él le parecía muy bien el procedi-miento y no paraba de chupar del biberón hastaque no quedaba ni una gota. Entonces se le da-ba unas palmaditas en la barriga, como si fuerauna sandía, para asegurarse de que estaba lle-na, y a dormir. Así sobrevivió y creció en elcuarto que le pusimos de leonera, al que nodejábamos que entraran los niños, para que nole hicieran daño con sus caricias.

Cuando era más o menos del tamaño de unconejo grande, le salieron dientecillos y empezóa dar unas toses mínimas que él estaba conven-

Page 246: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cido de que eran rugidos. Después tuvo raqui-tismo y me dijeron que fuera a ver a un especia-lista de Ciudad del Cabo, a ver si él lo curaba.«Demasiada leche», dijo el experto. «Denle cal-do de cordero hervido, pero de verdad, hechoen casa, no de lata.» Al principio ni lo probabaen el plato, pero mi mujer empezó a dárselocon el dedo y le despellejó el dedo. Le tiramosde las orejas y lo dejamos solo, con el plato,para que aprendiera los modales de la mesa. Sepasó la noche llorando y, al día siguiente, tragócomo un león y se recuperó de su enfermedad.Pasó tres meses a sus anchas con nosotros, sinparar de hablar consigo mismo mientras anda-ba de un lado para otro de la casa o del jardín,por donde perseguía a las mariposas. Se ador-milaba en el porche, de orientación norte-sur, yyo lo veía mirar fijamente a la extensión africa-na. Siempre un poco retraído, pero dócil con losniños, que en aquella época iban casi sin ropa.Al irnos a Inglaterra, lo devolvimos en perfec-tas condiciones y estaba casi tan grande como

Page 247: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un bullterrier, aunque un poco más bajo. TantoJameson como Rhodes estaban de viaje. Lo me-tieron en una jaula y le dieron de comer, comoa los otros de su familia, carnes mal desconge-ladas, que se llenaban de tierra de la jaula, y alpoco tiempo se murió de un cólico. Pero M'Sli-baan, que así tradujimos «Sullivan» al matabe-le, como correspondía a su ascendencia matabe-le, siempre recibió honores como uno de losmuchos espíritus amables que habitaban «TheWoolsack».

Los leones, como animales de compañía, sue-len ser peligrosos a partir de los seis meses devida; pero conozco una excepción. Un hombredel interior cuidó a una leona hasta que cum-plió el año y entonces, con gran pena de ambos,la llevó al zoo de Rhodes. Seis meses después,bajó a verla y, con una hija que no sabía lo queera el miedo, entró a la jaula y la leona empezóa hacerles fiestas, a tumbarse patas arriba y aronronear, casi llorando de alegría y de emo-ción. En teoría, por supuesto, tendría que haber

Page 248: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

matado tanto a él como a la niña, pero salieronde la jaula sin un rasguño.

En la guerra tuvimos la suerte de que a noso-tros no nos cortaran el agua, y nuestra bañeraera de ésas en las que uno se mete y se tumba atodo lo largo. De ahí que también la usaraGwynne, asqueroso después de meses en elcampo africano de batalla. Se tenía que mante-ner a distancia como un leproso. («Esto..., que-rría darme un baño. El uniforme lo he dejadoen el jardín. No, en el porche no. Se mueve yade los bichos que tiene.») Muchos otros hacíanigual. Como decían los niños: «A esta casa vie-ne mucha gente sucia».

Cuando Rhodes andaba perfilando su proyec-to de las becas para Oxford, solía venir a casa ydigamos que pensar en voz alta o hablar, sobretodo con mi mujer, del lado financiero de laidea. Fue ella quien le sugirió que con doscien-tas cincuenta libras un estudiante no podíamantenerse todo un curso de la universidad,con sus largos intervalos. Así que Rhodes las

Page 249: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

subió a trescientas libras. Yo le servía más quenada de suministrador de palabras, porque sequedaba casi mudo. Una vez que había expues-to la idea -había que conocer el código en que laexpresaba-, decía: «¿Sabe usted lo que quierodecir? Dígalo, dígalo usted». Yo lo decía y, si lafrase no se ajustaba del todo, él seguía dándolevueltas, cabizbajo, hasta que encontraba unasatisfactoria.

Su orden del día en «Groote Schuur» era máso menos así: el huésped de más edad asignabahabitación a las personas que deseaban «verlo».No iban si no era por una razón de peso y rela-cionada con el trabajo, y se quedaban allí hastaque Rhodes los «veía», lo que podía ocurrir alos dos o tres días. Los problemas de corazón loobligaban a pasar mucho tiempo tumbado enuna gran hamaca del mirador de mármol, quedaba a las montañas y a la plantación de casidos hectáreas de hortensias, que parecían in-crustaciones de lapislázuli en la hierba.

Decía: «Y bien, señor Tal. Ya le estoy viendo.

Page 250: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

¿De qué se trata?». Y le exponían el asunto.Un hombre que tendía la línea de telégrafo

entre Ciudad del Cabo y El Cairo se encontrócon que, en un tramo de doce kilómetros quebordeaba un lago, las mujeres del lugar preferí-an el cobre al oro y lo cogían de los postes paraadornarse. ¿Qué se podía hacer? Cuando huboterminado de exponer el problema, Rhodes segiró pesadamente en la hamaca y le dijo: «Hayallí una especie de lago, ¿no? Pues pase los ca-bles por debajo del agua. No me moleste contonterías». El problema quedó arreglado yaquel hombre volvería por allí a la menor oca-sión.

Se conocía a mucha gente interesante en lascomidas de «Groote Schuur», que a menudoterminaban con largas conversaciones sobre losdías de la fundación de Rhodesia.

Una vez, en plena guerra contra los matabe-les, Rhodes, en compañía de otros y de un guía,se aventuró a caballo más allá de lo seguro ytuvieron que esconderse en unas cuevas. El

Page 251: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

lugar era claramente arriesgado y, en vista deque unos airados matabeles los perseguían,tuvieron que salir. Pero el guía, nada más llegaral exterior, dijo alguna estupidez relacionadacon que había que cuidar la «valiosa vida» deRhodes. Entonces Rhodes se detuvo y le dijo:«Aclaremos esto antes de seguir. Fue ustedquien nos metió en este lío, ¿no?» «Sí, señor, sí;pero por favor no se detenga.» «No. Un momen-to. Por lo tanto, usted huye para salvar el pro-pio pellejo, ¿no?» «Sí, señor, igual que todosnosotros.» «De acuerdo. Sólo quería que que-dara claro. Ahora podemos seguir.» Y siguieron,pero se salvaron por los pelos. De esto me ente-ré a su mesa, igual que de la respuesta retarda-da que le dio a un joven oficial que quería saberqué opinión tenía de él y de su carrera. Rhodespospuso la respuesta hasta la cena y entonces,con aquella voz tan peculiar suya, dijo que porsupuesto aquel joven iba a tener mucho éxito,pero sólo hasta cierto punto, porque pensabamás en su carrera que en el trabajo en sí. Los

Page 252: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

treinta años siguientes corroboraron el veredic-to.

CAPÍTULO 7

LA CASA PROPIA DE VERDAD

¿Cómo voy a apartarme de la lumbrede hogar alguno,si sé con qué ilusión y con qué ganas se hizo el

mío?Los fuegos

En todo aquel tiempo tan atareado, la Comi-sión de Presupuestos no dejó de albergar laesperanza de tener una casa que pudiera llamarpropia -un hogar de verdad en el que quedarse-y, para buscarla, hubo que coger muchos trenesy muchos carruajes de la época. No nos faltaron

Page 253: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

aventuras, alguna de ellas desagradable, comocuando una «buena guardería» resultó ser unoscuro manicomio que estaba discretamente alfinal de un callejón. Estuvimos dos o tres añosbuscando, hasta que, un día de verano, un ami-go vino a vernos y nos dijo: «Harmsworth haaparecido con uno de esos cacharros de motor.¡Hay que probarlo!»

Fue un viaje de veinte minutos. Volvimosblancos de polvo y mareados del ruido. Pero senos quedó el gusanillo. Y una empresa muyaudaz de Brighton terminó alquilándonos unembrión de automóvil que llevaba la capotaplegable de las victorias, amortiguadores decoche de caballos, freno de coche de caballos,un solo cilindro, correa de transmisión y arran-que con manivela y que podía ponerse a trecekilómetros por hora. El alquiler, incluido elconductor, era de tres guineas y media por se-mana. Mi querida tía, que no le tenía miedo aningún invento, dijo enseguida que ella tam-bién quería. Y allí íbamos los tres, en busca de

Page 254: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

casa, jugándonos la vida de un modo que des-pués, sólo de acordarme, me ha dado es-calofríos. Lo cierto es que llegamos a ir a Arun-del y vuelta en el día, noventa y seis kilómetrosen total, en diez horas nada más. Igual queotros pioneros temerarios, fuimos objeto delescándalo inicial de una opinión pública con-traria. Los aristócratas, cuando adelantábamossus calesines de tracción a látigo, se ponían depie y nos maldecían. Los carros de los gitanos,los cochecitos de las niñeras, las vagonetas de lacerveza, todo el mundo, menos los pobres caba-llos llenos de paciencia -y de indiferencia anuestro paso si hubieran estado sueltos- se uní-an a la retahila de la malaventura, y el Timessacaba artículos sobre el automóvil que eranpaleolíticos.

Entonces me compré un coche de vapor, unLocomobile, cuyas características conté fiel-mente en un relato titulado «Estrategia a va-por». Con ese coche, de tanto ir a Sussex y vol-ver, lo normal era que estuviéramos siempre al

Page 255: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

borde de la extenuación o de la histeria. Des-pués vino el primer modelo de Lanchester, cu-yo arranque, ya en aquella época, era perfecto.Pero no había técnico, fabricante, propietario nichófer que entendiera una palabra de automó-viles. Los directivos de la Lanchester, despuésde enviarles telegramas cada vez más agresi-vos, terminaron por venir a casa como amigos -todos lo éramos en aquellos comienzos- y sesentaron con nosotros junto al fuego a conjetu-rar por qué le pasaba al coche lo que le pasaba.Una vez, el fabricante se empeñó en llevarme,con orgullo -era su criatura más reciente-, nadamenos que a Worthing, donde el coche dijobasta delante de un solar en obras en el que nohabía nadie. El solar lo pavimentamos de pie-zas en las que creíamos que podía estar la ave-ría. Después de dos horas de trabajo, recons-truimos el coche. Nos empezó a escupir en laspiernas agua hirviendo, pero tapamos con untrapo el géiser y volvimos a casa de un tirón.

Fue, sin embargo, el torturador Locomobile el

Page 256: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que nos llevó a la casa llamada «Bateman». Lahabíamos visto anunciada y llegamos hasta allípor una carretera que era un camino de cabras.Nada más ver la casa, la Comisión de Presu-puestos dijo: «Ésta es. Ésta es la casa que nece-sitamos. Tenemos que quedárnosla». Entramosy notamos que el espíritu, el feng shui de la casa,era positivo. Fuimos recorriendo los cuartos yno había sombra de penas ni ecos de miserias oangustias contenidas, y eso que la parte «nue-va» tenía trescientos años. Para nuestra decep-ción, el dueño nos dijo que acaba de alquilarla.Por un año. Nos fuimos, y por el camino nosíbamos repitiendo el uno al otro que, en reali-dad, a ninguna persona sensata se le podía ocu-rrir irse a vivir a aquel vallecillo de mala muer-te. Con esa mentira nos estuvimos consolandomientras hacíamos como que buscábamos otracasa hasta que, al año, la volvimos a ver anun-ciada y la compramos.

Cuando todo estuvo firmado y pagado, elvendedor nos dijo: «Ahora ya puedo pregun-

Page 257: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

társelo a ustedes. ¿Cómo se las van a apañarpara ir y venir con lo lejos que está la estación?Hay lo menos seis kilómetros, y hasta aquíarriba he llegado con los cuatro caballos agota-dos». «Pienso usar esta especie de trasto», lerespondí desde el asiento del Jane Cakebread,que era como tenía el escaso honor de llamarsemi segundo Lanchester. «¡Ah! Este invento nova a durar mucho», replicó. Años después melo volví a encontrar y me confesó que, si llega asaber lo que yo sabía, hubiera subido al doble elprecio de la casa. A los tres años de comprarla,ya no había que ir en tren. A los siete, a unavisita que vino en una lata de sardinas de me-nos potencia oí que le decía nuestro chófer:

-¿Montañas? De Londres aquí ya no haymontañas.

La casa no era para enseñarla al servicio conlámpara de gas o con vela, por lo que le pusi-mos corriente eléctrica, lo que en 1902 era todoun acontecimiento. Tuvimos la suerte de cono-cer, en visita de fin de semana, a Sir William

Page 258: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Willcocks, el ingeniero de la presa de Asuán;unas obrillas de nada, hechas en el Nilo. Paraque no nos presumiera mucho, le contamosnuestro proyecto de desatascar un molino deagua antiguo que había en la parte alta del jar-dín y de usar su canalillo microscópico paraque funcionara una turbina. No hizo falta más.«¿Una presa?», preguntó. «¡Qué sabe usted depresas ni de turbinas! Tendré yo que ir a ver. Ellunes por la mañana se vino con nosotros, estu-vo viendo el arroyo y el canal del molino y cal-culó la cantidad exacta de energía que podíadar la turbina. «Cuatro caballos y medio, ni unomás.» Pero empezó a soltarme insultos egipciospor el estado del arroyo, el cual, hasta aquelmomento, me había parecido pintoresco. «Estáobstaculizado por los árboles y los arbustos.Córtelos y déles a las riberas una pendiente deltreinta por ciento. «Présteme un par de trabaja-dores egipcios y empiezo mañana mismo», lecontesté.

Dijo también que los cables de la luz no los

Page 259: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pusiéramos con postes, sino bajo tierra. Conse-guimos un cable de alta mar que no había supe-rado la prueba de los doce mil voltios -nuestrovoltaje era de ciento diez- y lo enterramos a lolargo de una trinchera que iba del molino a lacasa, doscientos metros en total, y allí se pasóun cuarto de siglo funcionando. Al final de esosaños se encontraba un poco fatigado y los coji-netes de la turbina se habían desgastado dosmilímetros. Así que tanto al cable como a laturbina decidimos darles una jubilación digna,y nunca hemos vuelto a tener nada tan infali-ble.

Del villorrio que había en lo alto de la monta-ña, sólo sabíamos, por las guías, que los habi-tantes procedían de unas familias de contra-bandistas o ladrones de ganado y que se habíanido civilizando en las últimas tres generaciones.Los que trabajaban para nosotros, a los que hoysupongo que llamaríamos «obreros», se pusie-ron en huelga para exigir más paga de la acor-dada, y lo hicieron justo cuando empezaba el

Page 260: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

trabajo de verdad. El maestro de obras, contra-tista de todos ellos, de su misma raza y quemuy pronto se haría amigo nuestro, me dijo:«Creen que le tienen seguro y que no pierdennada por intentarlo». Y era cierto. Tuve la cal-ma suficiente para tener en cuenta que eranbuenos trabajadores y artistas, tanto de la pie-dra como de la madera o de la tala de árboles, odel alcantarillado, o -y eso ya es un don- delmodelado estético del barro; gente mañosa,capaz de hacer magia con cualquier material.Una vez puesta en marcha nuestra campaña deelectrificación, un contratista vino de Londres ameter un tubo de desagüe en la presa, inocenteen apariencia, del molino. Su equipo humanode importación se encontró con que la médulade aquella obra de ladrillo estaba muy dura yvenía a ser tan atravesable como la obsidiana.Desistieron, no sin antes haber dicho palabrasmuy fuertes. Pero uno cualquiera de «nuestroshombres» había intuido exactamente qué eraaquella médula y por dónde iba y, después de

Page 261: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

debilitarla lo suficiente con el Lunnon, «hicie-ron magia» para meter tranquilamente el tuboentre lo que quedaba.

Lo único que les impresionó fue cuando so-cavamos un poco los cimientos del molino parainstalar la turbina y vieron que estaba edificadosobre un escaso estribo de troncos de olmo. Eltrozo que sacamos salió aparentemente tan in-tacto como cuando lo habían puesto bajo elagua. Pero en menos de una hora aquella vigagrande, expuesta al aire, se volvió polvo blan-quecino. Los hombres miraban en corro asom-brados. Había uno de ellos, que andaría ya porlos cincuenta años cuando nos conocimos, queera furtivo por linaje y por instinto, un caballe-ro que, cuando su necesidad de beber le apre-miaba, lo que no ocurría muy a menudo, seapartaba y la saciaba a solas; estaba más «fun-dido con la Naturaleza» que muchos salonesllenos de poetas. Se convirtió en nuestro espe-cial apoyo y consejero. Una vez quisimos tras-plantar un tilo y un olmo escocés al jardín co-

Page 262: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

rrespondiente. No dijo una palabra hasta queempezamos a hablar de llamar a un especialistade Londres. «Haga lo que le parezca convenien-te, pero yo de usted no lo haría», fue lo únicoque dijo. Entendimos que él se haría cargo encuanto la conjunción de los astros fuera favo-rable. Reunió enseguida a cuatro parientes su-yos -también artistas- y nos quitó de enmedio.Los árboles se dejaron arrancar dócilmente. Lostransplantó y nos indicó las debidas precaucio-nes para que crecieran durante las dos o tresgeneraciones siguientes. Sujetó el tronco y lacopa con palos y cuerdas y nos pidió que losdejáramos así cuatro años. Todo ocurrió tal ycomo él lo había previsto. Los árboles tienenahora casi doce metros de altura y nunca handecaído. De la misma manera se subió a unolmo escocés bastante crecido que necesitabaun poco de disciplina y lo podó, y todavía hoytiene la forma redondeada que le dio él. En susúltimos años -llegaría a vivir hasta los ochentay cinco- escribió, tal como yo estoy escribiendo

Page 263: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ahora, su pasado, en el que había anécdotassuficientes para muchos volúmenes impublica-bles. Hablaba de viejos amores, peleas, adulte-rios, denuncias anónimas de «esa gente quesabía escribir» y venganzas tramadas con mi-nuciosidad oriental. De la pesca y caza furtivashablaba ampliamente, desde la compra de coc-culus indicus para envenenar a los peces de losestanques, hasta el arte de fabricar redes deseda para las truchas de los arroyos, el mío en-tre ellos; redes de las que me dio un ejemplar.Hablaba también de batallas -sin armas- conrudos guardas dé la época de los viejos bosquesde Lord Ashburnham, en los que se podía cazarciervos leonados. Sus epopeyas estaban ilustra-das con dibujos de la naturaleza tal como él,desde luego, la conocía a fondo. Contaba noc-turnos y amaneceres, regresos sigilosos y cómopensaba coartadas una vez desnudo junto alfuego, mientras se le secaban las ropas. Y cómosería el siguiente crepúsculo, a cuyo amparo sevolvía a escabullir para seguir con su pasión.

Page 264: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Su mujer, después de diez años de trato connosotros, evocaba también un pasado en el quese aceptaba la magia, la hechicería y los filtrosamorosos, que estuvieron muy solicitados hastamediados los años sesenta.

Nos contó ella un ritual nocturno en la casade la hechicera local, donde se mató un gallonegro con ritos y conjuros muy curiosos y «to-do el tiempo estaba allí, como si dijéramos, algoque intentaba llegar a nosotros desde la oscuri-dad. Hoy no creo mucho en esas cosas, pero desoltera sí que creía». Vivió noventa años y hastael final mantuvo la discreción, el estilo y labuena presencia, a pesar de lo pequeña que era,de una duquesa de las de antes. También con-tamos con la ayuda de gente bastante interesan-te que trabajaba por libre. Uno de ellos era unalbañil cualificado, que me acuerdo que llevabaun montón de monedas de oro en el bolsillo yque tuvo la amabilidad de construirnos un mu-ro, pero que tardó tanto que casi llegó a formarparte del equipo. Cuando quisimos cavar un

Page 265: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pozo frente a unas dependencias, dijo que erazahorí, y soy testigo de que cuando cogió unode los mangos de la horquilla de avellano, y yoel otro, aquello empezó a moverse a pesar delesfuerzo que yo hacía por sujetarlo, y marcó ellugar dónde había un manantial inagotable.

Después, de los bosques que lo saben todo yno cuentan nada nos llegaron dos primitivosmisteriosos y de piel morena. Se habían entera-do. Cavarían ese pozo porque tenían el don.Las herramientas que traían eran una enormeartesa de madera, una polea portátil con los asi-deros curvos y suaves como cuernos de buey yuna azada de mango corto. Hicieron un círculode ladrillos en la tierra y, al principio con lasmanos, cavaron dentro del círculo. Conforme elcírculo se fue ahondando, poco a poco fueronsacando tierra con la azada hasta que el agu-jero, perfectamente delimitado, como el interiorde un cañón, estuvo lo suficientemente hondopara utilizar la mayor artesa, que un hermanodesde abajo llenaba y el otro sacaba con la po-

Page 266: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

lea mágica. Al detenernos, a los siete metros dehondo, habíamos sacado una pipa de fumar detiempos de Jacobo I, una cuchara de latón bas-tante gastada, de tiempos de Cromwell, y alfinal de todo la mordaza de bronce de un boca-do de caballo.

En la limpieza de un viejo estanque que debíade haber sido una antigua marguera o boca demina, nos encontramos dos botellas isabelinasde cinco litros de las que le gustaban a Cristop-her Sly, nacaradas por la pátina de los siglos.De lo más profundo del barro salió una cabezade hacha neolítica perfectamente pulimentada,que sólo tenía una mella en la hoja todavíaagresiva.

Detallo todo esto para dar una idea de porqué, cuando mi primo Ambrose Poynter medijo que escribiera un cuento sobre los tiemposde la ocupación romana, me pareció bien laidea. «Escribe», me dijo, «acerca de un viejocenturión que cuenta sus experiencias a sus ni-ños». «,Cómo se llama?», le pregunté, porque

Page 267: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

siempre escribo mejor si es a partir de una refe-rencia concreta. «Parnesio», contestó mi primo;y el nombre se me quedó en la cabeza. Estabamás ocupado en aquel momento con la Comi-sión de Presupuestos -que se había ampliado aObras Públicas y Comunicaciones-, pero, a sudebido tiempo, el nombre me volvió, en com-pañía de otros siete demonios incipientes. Mesalí un poco del Comité y empecé a «maqui-nar», estado en el cual me convertía en «her-mano de los dragones y compañero de los bú-hos». Justo al otro lado de nuestra linde, en unpequeño valle que se perdía entre parajes de-siertos, estaba el escorial, bastante grande ylleno de matojos, de una fragua muy antigua,que se suponía que había funcionado en tiempode los fenicios y de los romanos y, desde enton-ces, sin parar hasta mediados de siglo. Entre losjuncos y los helechos había todavía arrabios dehierro perdidos y, si se escarbaba un poco en lahierba rasurada por los conejos, se podían verlas estrechas calzadas para las caballerías,

Page 268: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

hechas en tiempo isabelino con las escorias dela fundición, que tenían irisaciones azul pavo-rreal. De este antiguo redondel de arena arran-caba lo que había sido una calzada, que llegabahasta nuestro campo y que era conocido como«el camino del cañón», y que la gente re-lacionaba con la época de la Armada Invenci-ble. Cada rincón de aquel lugar estaba lleno defantasmas y de sombras. A nuestros hijos lesgustaba representar para nosotros, al aire libre,los trozos que recordaban de El sueño de unanoche de verano. Y un amigo les regaló una ver-dadera canoa de corteza de abedul, que calabalo menos ocho centímetros, en la que se iban deaventura por el río. Cerca de la casa, en un pas-to de regadío había un invariable círculo dehierba oscura que parecía haber estado siempreallí.

Ya véis con qué paciencia me iban siendo fa-vorables las cartas. Las antigüedades de nues-tro valles aparecían en cualquier trabajo quehiciéramos en el campo o el jardín. Terminé por

Page 269: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

admitir que la tierra, el agua, el aire y la gentese habían confabulado para darme diez vecesmás de lo que yo podía asimilar, aun cuandoescribiera toda una historia de Inglaterra enrelación con nuestro valle.

Empecé a escribir deprisa, no sobre Parnesio,sino sobre una historia que confusamente mehabían contado acerca de un pequeño piratadel Báltico que había ido con su galera hastaPevensey y, frente a Beachy Head -donde en laguerra, decían, se habían hundido barcos mer-cantes ingleses-, se cruzó con la flota romanaque abandonaba Britania a su suerte. Esta his-toria pudo haberme servido de espoleta, perolos árboles impedían ver el bosque, así que lodejé.

Me fui con esta historia a la casita de Wilts-hire, donde se habían instalado mi padre y mimadre y conversé mucho con mi padre sobreella. Me dijo, y no por primera vez: «La mayo-ría de las cosas de este mundo terminan salien-do si uno sabe dejar prudentemente que salgan

Page 270: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

solas». Jugábamos a las cartas -él me había mo-delado un lama perfecto y un pequeño Kimpara sujetar los naipes- mientras mi madre tra-bajaba a nuestro lado o nos quedábamos todos,cada uno con un libro, en el silencio de la totalcomprensión mutua. Una noche, sin venir acuento, me dijo mi padre: «Y tendrás que cote-jar tus fuentes un poco más, ¿no?» No me habíacaracterizado por eso precisamente, en lostiempos de la Civil and Military Gazette.

Esto me puso en otra pista falsa. Escribí uncuento que contaba Daniel Defoe en una fábricade ladrillos; teníamos una de verdad, en aque-lla época, y hacíamos ladrillos para casas decampo, del color exacto que queríamos. Elcuento trataba de cómo lo habían enviado aabordar al rey Jaime II, fondeado en la desem-bocadura del Támesis, harto de una Inglaterraen la que ninguna facción estaba con él. Mesalieron unas páginas bastante trabajadas y decierto mérito, cargadas de referencias verídicas,pero con el sentimiento que podría tener una

Page 271: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

garrota. Así que también dejé esta historia, porotra que el Doctor Johnson les contaba a losniños sobre cómo se había escapado de Escociaa toda prisa, para sorpresa de un tal Boswell.Estaba claro que mi Daimon no servía cuandose trataba de fábricas de ladrillos ni de colegios.

Así que, como Alicia en el País de la Maravi-llas, me desentendí de todo y pasé al otro lado.Sólo así la cosa empezó a hilvanarse y funcio-nar. Acometí primero un relato sobre norman-dos y sajones. Después vendría Parnesio, salidode un bosquecillo cercano a la fragua fenicia. Yel resto de los cuentos de Puck salieron sucesi-vamente. Un día en que mi padre vino a casa, leleí el de «Hal el del dibujo» y nada más termi-nar se acercó con la pluma, me levantó de lamesa y empezó a hacer el dibujo del propioHal. Le gustó aquel cuento y su compañero «Loque no era», de Prodigios y recompensas, que alfinal embelleció notablemnete, sobre todo en lotocante a un pintor italiano cuyos frescos «nun-ca traspasaban el yeso». Lo de «saber dejar que

Page 272: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

las cosas salieran solas» me dijo que no valíapara los artistas plásticos.

Sobre «La mudanza de Dymchurch», cuentodel que no me avergonzaba sentirme orgulloso,me preguntó de dónde había sacado aquellailuminación. Había llegado sola. Como obra ensí, aquel cuento y dos nocturnos de «Hierrofrío» (Prodigios y recompensas) son lo mejor quehe escrito en ese estilo. Pero en cambio, no sépor qué, «El tesoro y la ley», de Puck, siempreme ha parecido un poco salido de madre.

El caso es que aquel cuento me supuso unpequeño triunfo que para mí fue muy valioso.Había imaginado un pozo dentro del castillo dePevensey, hacia el año 1100, porque me conve-nía para el relato. Arqueológicamente, ese pozono ha existido hasta este año de 1935 en que lasexcavaciones lo han sacado a la luz. Claro quesostengo que el truco había sido bastante razo-nable: los castillos con suministro propio tienenque tener agua también propia. Un poco másme arriesgué cuando, en los cuentos romanos,

Page 273: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

acuartelé a la Cohorte Séptima de la LegiónXXX (Ulpia Victrix) dentro del castillo y decidíque desde allí los romanos tiraban con arcocontra los pictos. Lo primero se basaba en hon-rada «investigación». Lo segundo era legítimadeducción. Años después de publicado el cuen-to, se hicieron excavaciones arqueológicas de-ntro del castillo y me enviaron unas puntas deflecha de cuatro lados y destinadas claramentea matar, que habían encontrado in situ y, lo másincreíble de todo, una copia de la lápida con-memorativa ¡de la Séptima Cohorte de la Le-gión xxx! Como me habían educado en un co-legio suspicaz, sospeché que se trataba de unabroma; pero me aseguraron que la copia eraauténtica.

Me embarqué en Prodigios y recompensas sinuna idea muy clara. Historias que contar teníamuchas, pero ¿cuántas iban a ser verídicas ycuántas «deducciones»? Estaba ahí, además, lavieja norma: en cuanto veas que sabes haceralgo, haz algo que no sepas.

Page 274: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Se me aclararon las dudas al terminar el pri-mer cuento, «Hierro frío», que me dio la clave:¿qué otra cosa podía haber hecho?, que es elquid de toda creación. Pero, dado que las histo-rias las iban a leer niños antes de que se supieseque eran para mayores, y dado que tenían queser una especie de compensación a la vez que elcierre de algunos aspectos de mi vieja vena«imperialista», dispuse el material en tres ocuatro tintas y texturas superpuestas que pu-dieran revelarse o no a la distinta luz de laedad, sexo o experiencia del lector. Era comotrabajar con laca y nácar, una combinación na-tural, de la misma manera que el mosaico y eltrampantojo, y procurar que no se notaran lasjunturas.

Así, pues, llené el libro de alegorías y referen-cias concretas y verifiqué los datos hasta unpunto que le habría encantado a mi antiguojefe. Intercalé tres o cuatro tramos en verso queno estaban nada mal y el esqueleto de una no-vela histórica, para que la terminase quien qui-

Page 275: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

siera. Incluso camuflé un criptograma cuyaclave me temo que he olvidado del todo. Me lopasé muy bien y el libro debía de ser o muybueno o muy malo, porque me fue saliendo conla misma facilidad con que había salido Kim.

Entre los poemas de Recompensas había unotitulado «Si ... » que se salió del libro y que sepasó tiempo recorriendo el mundo. Estaba ba-sado en la figura de Jameson y contenía conse-jos de perfección muy fáciles de dar. Una vezdados, la mecánica de la época los hizo rodarcomo bola de nieve hasta un extremo que measustó. Los colegios y otros centros de ense-ñanza adoptaron el poema para la pobre juven-tud, lo cual no me hizo ningún bien con losjóvenes, al conocerlos luego («¿Por qué escribióusted aquello? Me castigaron a copiarlo dos ve-ces») Con «Si...» se hicieron tarjetas para colgaren las oficinas y los dormitorios, lo ilustraron yantologaron hasta la saciedad, veintisiete paísesdel mundo lo tradujeron a sus veintisiete idio-mas y lo imprimieron de todas las maneras

Page 276: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

posibles.Unos años después de la guerra, un señor

muy amable me insinuó que mis dos inocenteslibritos podían haber contribuido a un cierto«canibalismo sutil». Entendí que se refería a laexhumación de celebridades cuyo cadáver es-taba aún caliente, mujeres indefensas en es-pecial y a las que se ataviaba con deduccionesrotundas y conclusiones sexuales para aprove-char la tendencia del mercado. Fue una acusa-ción terrrible y, en todo caso, pensé que eranotros los que se habían cualificado como fune-rarios de aquel negocio.

El descanso, la recuperación y las muy queri-das experiencias y anhelos, durante los seismeses o así que pasábamos al año en Inglaterra,nos los daban la casa y el campo y, de vez encuando, el arroyo del fondo del jardín, cuyacorriente era arrolladora. Como era el que hacíafuncionar la turbina y como la pequeña presaque lo conducía al canalillo era una antigüedadfrágil, no era raro que hubiera que acudir a

Page 277: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

atenderlo sin demora y siempre en el momentomás inoportuno. Algunos bobos nos pregunta-ban: «zY en el campo hay algo que hacer?»Siempre respondíamos: «En el campo hay detodo menos tiempo para hacerlo».

Empezamos teniendo arrendatarios, dos otres pequeños granjeros en aquel poco espacio,que nos pudieron hacer creer que el trabajo delcampo era una mezcla de farsa, fraude y fondoperdido que le quitaba a uno la afición. Des-pués de bastantes experiencias, algunas de ellascómicas, nos replegamos y optamos por tenernuestro ganado en nuestro propio terreno, lasgrandes vacas tintas de la raza de Sussex, decarne y no de leche. Al menos nuestras inver-siones servirían para algo, aunque sólo fuerapara el gusto de verlas, y las vacas no nos con-taban mentiras. Rider Haggard venía a vernosalgunas veces con su gran sabiduría sobre elcampo, y me acuerdo de que planté unos man-zanos en un viejo huerto que entonces teníamosarrendado a un irlandés, quien enseguida me-

Page 278: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tió allí una cabra tan ágil como hambrienta.Haggard, de repente, descubrió la combinaciónuna mañana, y con el don de la palabra quetenía, nos dijo que meter cabras en un huertoera como meter allí al demonio. No recuerdoqué dijo, aunque me parece que influí, acercade nuestros arrendatarios. Las visitas de Hag-gard eran siempre una alegría para nosotros ypara los niños, que iban detrás de él como pe-rros de caza para que les contara «más historiasde Sudáfrica». Nunca ha habido un mejor na-rrador oral, y para mi gusto nadie con una in-ventiva más seductora. Casualmente nos dimoscuenta de que podíamos trabajar a gusto encompañía del otro, y él me visitaba y yo lo visi-taba a él con lo que estuviéramos escribiendo yentre los dos podíamos imaginar historias amedias, la más rotunda prueba de com-penetración.

Me honró con su amistad, hasta que murió, elcoronel Wemyss Feilden, que por la mismaépoca en que llegamos nosotros a «Bateman» se

Page 279: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

vino al pueblo al heredar una preciosa casa definales del dieciocho. Era todo un coronel New-come de espíritu; y más tímido y reservado queuna solterona de Cranford; y hasta sus ochenta ydos años me agotaba cuando dábamos camina-tas juntos, y mataba faisanes en pleno vuelo. Sucarrera militar había empezado en la GuardiaNegra, en la cual, a las afueras de Delhi, duran-te la rebelión, escuchó una mañana, mientras seestaba afeitando, que un joven llamado Robertshabía apresado, él sólo, un pabellón rebelde yque venía con la bandera por el campo. «Todossalimos a verlo. El muchacho venía a caballo ymuy contento de sí mismo, y un soldado deordenanza que venía tras él en otro caballo traíala bandera. Lo vitoreamos con las caras llenasde espuma de afeitar.»

Después de la rebelión el coronel se sintiócansado y, como tenía negocios en Natal, sepasó un tiempo en Sudáfrica. Después luchócon los confederados en la guerra civil de losEstados Unidos, y se casó con una sudista en

Page 280: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Richmond y el anillo lo hicieron de una mone-da de oro inglesa, «porque en Richmond nohabía oro en aquel momento». La señora Feil-den, a sus setenta y cinco años, era la viva ex-plicación de todos los pasos que aquel hombrehabía dado -y dejado de dar-. El coronel llegó aser ayuda de campo de Lee y me contó cómo enuna noche de tormenta, al llegar a caballo conciertos despachos, Lee le ordenó quitarse lacapa mojada y dejarla junto al fuego; al desper-tarse de un sueño profundo, vio al general derodillas junto al fuego secando la capa. «Estofue justo antes de la rendición», me dijo. «Ha-bíamos dejado de saltear tumbas y empezába-mos a saltear cunas. Aquellos tres meses últi-mos tuve a mis órdenes a quince mil mucha-chos de menos de diecisiete años y no recuerdohaber visto sonreír a ninguno.»

Poco a poco fui sabiendo que había sido via-jero y explorador ártico y que estaba condeco-rado con la banda blanca del Polo y que habíasido botánico y naturalista de prestigio y, por

Page 281: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

encima de todo, él mismo.Al enterarse, Rider Haggard no paró hasta

que consiguó conocer al coronel. Hicieron bue-nas migas nada más empezar a hablar; teníanen común los albores de Sudáfrica. Una tardeHaggard nos contó que su hijo había nacido allímite del territorio creo que zulú y era el pri-mer niño blanco que nacía en aquella zona.«Sí», dijo el coronel tranquilamente desde suesquina, «y yo y -dio el nombre de dos milita-res- cabalgamos cuarenta y cinco kilómetrospara verlo. Hacía mucho que no veíamos unniño blanco». Haggard se acordó entonces de lavisita de aquellos desconocidos.

Y una vez vino a vernos, con su hija casada, laviuda de un oficial de la caballería confederada.Ambas eran lo que se podía llamar «rebeldesirredentas». No recuerdo por qué, la viudamencionó un camino y una iglesia junto a unrío que había en Georgia. «¿Sigue allí?», dijo elcoronel llamando aquella iglesia por su nom-bre. «¿Por qué me lo pregunta?», replicó ella

Page 282: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

enseguida. «Porque si mira usted en el bancotal y tal, verá allí mis iniciales. Las grabé unanoche en que la caballería de X metió allí loscaballos.» Hubo una pausa. «Por Dios, entonces¿quién es usted?», le preguntó perpleja la seño-ra. Él se lo dijo.

«¿Conoció a mi marido?» «Estuve a sus órde-nes. Era el único militar de carrera de nuestroregimiento.» Ella no paró de hacerle preguntasy de nombrar muertos de aquella época. «Ven-ga conmigo», me dijo en voz baja la hija, «nonos necesitan». Y se pasaron sin necesitarnosuna hora larga.

Tarde o temprano recalaban por nuestra casatodo tipo de gentes. De la India, por supuesto.De Ciudad del Cabo también, y más despuésde la Guerra de los Bóers y nuestras estanciasde seis meses al año allí. También gente deRodhesia, en los tiempos de la fundación de laprovincia. Y de Australia, gracias a planes deemigración que se sabía que el partido laboristanunca aprobaría en sus legislaturas. Y de Ca-

Page 283: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

nadá, donde la prioridad imperial empezaba adestacar y Jameson, después de una amargaexperiencia, maldijo a aquel maestro de baile -Laurier- «que prostituyó todo el espectáculo».Y de muchas islas y colonias importantes. Gen-tes de todas las procedencias, cada uno con suhistoria, su dolor, su idea, su ideal o su aviso.

Vino un ex gobernador de las Filipinas que sehabía dedicado en cuerpo y alma, durante años,a dar sentido a su cargo; y en un giro de lastornas políticas de Washington lo habían desti-tuido tan sin aviso como él no se hubiera atre-vido a hacer con uno de sus ayudantes in-dígenas. Recordé a no pocos hombres cuyotrabajo y esperanzas les habían sido arrebata-dos de la noche a la mañana y le comprendímuy de veras. Era especialmente divertido loque solía contarnos de los líderes políticos fili-pinos que se pasaban el día escribiendo y gri-tando por la independencia y que luego, alanochecer, iban a verlo para asegurarse de queera improbable que aquel espantoso favor les

Page 284: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

fuera concedido, «porque entonces lo más se-guro es que nos maten a casi todos».

Lo difícil era separar mentalmente estas his-torias, pero el esfuerzo de adaptar el espíritu anuevas perspectivas era bueno para la inspira-ción. Además de estas historias de viva voz,había otras que me llegaban por escrito, trescuartas partes de las cuales no servían paranada, pero había que echarles un vistazo por laposibilidad de que tuvieran algún valor, máxi-me durante los tres años previos a la guerra,años en que las advertencias fueron cada vezmayores y más frecuentes y los sabios a quienesyo se las trasmitía me decían «pero qué exage-rado es usted».

Con mi trabajo se alternaban ráfagas de des-medida publicidad. A finales de verano de1906, por ejemplo, nos embarcamos para Cana-dá, a donde yo llevaba muchos años sin ir y queme habían dicho que empezaba a liberarse desu dependencia material y espiritual de los Es-tados Unidos. Nuestro barco era de las líneas

Page 285: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Allan y de los primeros en llevar turbinas ytelegrafía sin hilos. En el camarote del telégrafo,cuando cruzábamos como a tientas el estrechode Belle Isle, un barco de la misma compañía, asesenta millas, nos dijo en morse que la nieblaera aún más espesa donde ellos estaban. Uningeniero joven dijo desde la puerta: «¿Conquién hablas? Pregúntale si ha puesto ya a se-car los calcetines». Y la vieja broma entre cole-gas atravesó la densa niebla. Fue mi primeraexperiencia práctica con la telegrafía sin hilos.

En Quebec conocimos a Sir William VanHorne, presidente de las líneas de ferrocarrildel Canadá, pero que cuando nuestro viaje denovios, quince años antes, no era más que di-rector del departamento que le había perdidoun baúl a mi mujer y había puesto patas arribaa su división para buscarlo. Su tardía pero muyconsiderable compensación consistió en poner-nos todo un vagón Pullman, con mozo de colorincluido, para que recorriéramos el país engan-chados a los trenes que quisiéramos y con el

Page 286: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

destino que nos apeteciera y todo el tiempo quenos viniera en gana. Aceptamos e hicimos todoeso hasta Vancouver y vuelta. Cuando quería-mos dormir tranquilos, el vagón se quedabasecretamente en vías muertas y sin ruido hastapor la mañana. A la hora de comer, los cocine-ros de los grandes trenes correos, para los queera un honor llevar nuestro vagón, nos pregun-taban qué nos apetecía. (Era la época del patosilvestre con arándanos.) Bastaba que parecié-ramos querer algo para que ese algo nos estu-viera esperando a unos cuantos kilómetros derecorrido. De este modo, y con estas comodi-dades, seguimos viajando, cada vez mejor, y elproceso y el progreso eran un disfrute paraWilliam, el mozo de color, que nos hacía decamarero, niñero, ayuda de cámara, mayordo-mo y maestro de ceremonias. (Para colmo, mimujer entendía su manera de hablar y esto hizoque él terminara por encontrarse a gusto.) Mu-cha gente venía a vernos en las estaciones, yhabía que preparar y dar toda clase de discur-

Page 287: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

sos en los pueblos. En el caso de las visitas, Wi-lliam, medio oculto tras un enorme ramo deflores, me decía: «Otra comitiva, jefe, y másregalitos para la señora». Si había que dar dis-curso, me decía: «Hay que dar un discurso enX. Siga con lo que está escribiendo, jefe, sólotiene que sacar los pies de la mesa y yo le lim-pio los zapatos mientras». Y así, con los zapatosadecuados y bien limpios, el inmortal Williamme sacaba a escena.

En ciertos aspectos era un trabajo en públicoque resultaba un poco fastidioso, pero en gene-ral merecía la pena. Me habían nombrado doc-tor honoris causa, y era mi primer título, por laUniversidad de Montreal. Me recibieron coninterés y, después del discurso que di, de ele-vado contenido moral, los estudiantes me me-tieron en un coche de caballos un tanto ende-ble, en el que se lanzaron por las calles. Un mu-chachito encantador que iba en el pescante medijo: «Nos ha dado usted un discurso que ma-taba de aburrimiento. Nos podría contar ahora

Page 288: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

algo más entretenido». Lo único que supe con-tarles es el miedo que tenía por la inseguridaddel carruaje, que se caía a pedazos.

A algunos de aquellos muchachos los volví aver, en el año 1915, cuando cavaban trincherasen Francia.

No tengo palabras para dar una idea de laamabilidad y las buenas intenciones que nosbrindaban a cada paso de aquel viaje. Lo inten-té, sin éxito, en unas páginas que escribí sobreél (Cartas a la familia). Y lo más impresionanteera, siempre, algo que los canadienses parecíanno notar: que de un lado de la frontera imagi-naria estaban la Seguridad, el Honor y la Obe-diencia, y del otro quedaba la brutal falta decivilización. Y que, a pesar de todo, Canadáadmirase todo lo que llegara de los EstadosUnidos. También sobre esto traté de dar algúnapunte en mis Cartas.

Antes de separarnos, William nos contó lahistoria de un amigo suyo, que estaba desean-do ser mozo de un Pullman «porque me había

Page 289: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

visto trabajar a mí y se creía que él tambiénpodía, sólo con verme». (Ésa era la cantilena delrelato, como una campana de locomotora.) An-te la insistencia del amigo no tuvo más remedioque agenciarle el ansiado puesto «en el vagónsiguiente al mío... y tuve que acostar pronto ami gente, porque me pareció que no iba a tar-dar en necesitarme, pero él creía que podía,sólo porque me había visto, y entonces todoslos de su vagón quisieron irse a dormir a lamisma hora, como pasa siempre, y él intentó,vaya si lo intentó, acomodarlos a todos a la vezy no podía. No podía. No sabía hacerlo, y habíacreído que sabía sólo porque me había visto amí», etc., etc. «Y entonces se largó, se largó sinmás.» William hizo aquí una pausa larga.

«,Se tiró por la ventana?», le preguntamos.«No, no. Nada de tirarse por la ventana aque-

lla noche. Se metió en el cuarto de las escobas,que allí fue donde di con él, y estaba llorando, ytoda la gente aporreándole la puerta y maldi-ciéndolo, porque querían irse a la cama, y él no

Page 290: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

sabía, no sabía acomodarlos. Se había creído...»,etc., etc. «,Que qué pasó entonces? Pues quetuve que ir corriendo a acostarlos yo a todos yles conté que su pobre negro estaba llorando amoco tendido, y todos se rieron. A carcajadasse reían... Pero él se había creído que podía,sólo porque me había visto a mí.»

Unas semanas antes de volver de aquel viajemaravilloso, me notificaron que me había sidoconcedido el Premio Nobel de Literatura deaquel año. Fue un gran honor, que yo no meesperaba en absoluto.

Hubo que ir a Estocolmo. Cuando ya estába-mos en alta mar, el viejo rey de Suecia se murió.Llegamos a la ciudad, blanca de nieve al sol, ynos encontramos a todo el mundo en traje deetiqueta, que es el luto oficial de allí, y que cu-riosamente impresiona. La tarde siguiente, a lospremiados nos llevaron para presentarnos anteel nuevo rey. En aquellas latitudes oscurece eninvierno a las tres, y estaba nevando. La mitadde las grandes dependencias del palacio esta-

Page 291: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ban a oscuras, porque era donde estaba el reyde cuerpo presente. Nos condujeron por pasi-llos interminables que daban a patios oscurosen los que la nieve blanqueaba las capas de loscentinelas, la recámara de unos cañones anti-guos y las balas amontonadas al lado. Ensegui-da llegamos a una zona más viva, ya con lospasillos y las salas encendidos, pero siemprecon el silencio de aquella corte, un silencio úni-co en el mundo. En un gran salón iluminado, elnuevo rey, con ojeras y la cara cansada, dedicóa cada uno las palabras propias de la ocasión.Después la reina, que llevaba un magnífico ves-tido de luto a lo María Estuardo, dijo tambiénunas palabras. Y salimos precedidos por unosoficiales de la Corte que andaban sin hacer rui-do, entre el silencio de las estancias, un silenciotan rotundo que a los oficiales se les oía el tinti-neo de las condecoraciones del uniforme. Nosdijeron que las últimas palabras del viejo reyhabían sido «Que no se cierren los teatros pormí», así que Estocolmo aquella noche disfrutó

Page 292: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

con moderación de sus placeres, muy callada laciudad bajo la nieve.

No amanecía hasta a las diez, y uno se que-daba en la cama mientras afuera seguía oscuroy se escuchaba el brusco rechinar de los tranví-as que llevaban corriendo a la gente a la jorna-da de trabajo. Pero el modo de vida de aquelpaís me pareció razonable, bien pensado y muycómodo para todas las clases sociales en lo querespecta a la alimentación, la vivienda y otrosaspectos menos vitales, pero no menos desea-bles, como es el caso de la atención prestada alas artes. Yo sólo había conocido a los suecoscomo emigrantes de primera clase en distintaspartes del mundo. Al verlos en su tierra pudeintuir de dónde les venía la energía y la fran-queza. La nieve y el frío no son malos educado-res.

En aquella época, en los baños públicos habíamujeres muy formales contratadas para lavarcon espuma de jabón magnífica y con grandesmanojos de virutas de pino -si se piensa, la

Page 293: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

verdad es que la esponja es tan sucia como elcepillo dental permanente de los europeos a losseñores que quisieran el baño más lujoso quepueda conocer la civilización. Pero los extranje-ros no siempre comprendían aquella costum-bre. De ahí la anécdota que en una estación deesquí me contó, con voz profunda y suave decontralto del norte, una señora sueca que habíaaprendido y pronunciaba un inglés un tantobíblico. El principio de la historia es fácil deimaginar. El final era: «Y entonces la vieja seallegó... llegó, a lavar a aquel hombre, pero él seairó... se enfadó, se metió hasta el cuello en elagua y le dijo que se fuera, y ella le decía, perosi he venido a lavarle, señor, y se disponía a ha-cerlo, pero él se dio la vuelta y con los pies fue-ra le decía váyase, maldita sea. Ella fue a decirleal director que había allí un loco que no se de-jaba bañar. Pero el director le contestó que noera un loco, sino que era inglés, y que preferiríasolo, que se lavaría él solo».

Page 294: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

CAPÍTULO 8

LAS HERRAMIENTAS DE TRABAJO

Ei trabajo personal debe atenerse a normaspersonales, pero pobre del artista que, en laespecialidad que sea, no sepa cómo se hace laobra del compañero o cómo ésta podría mejo-rar. Entre trabajadores del mismo oficio, daigual que cavaran, que construyeran, que cor-taran árboles, me he pasado la vida oyendotantas críticas sobre cómo el otro usaba la pala,el palustre o el hacha que darían para llenar unperiódico dominical entero. Los más puntillo-sos de todos son los arrieros y los pastores, cu-ya tarea depende de distintas intemperies queinfluyen no sólo en la tarea, sino también en elcarácter de la persona. Una vez tuvimos em-pleados en el campo a dos hermanos, de diez ydoce años, y el más pequeño tenía tanta mano

Page 295: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

con una yegua terca, empeñada siempre ensalirse con el carro del camino, que jamás du-dábamos que esa yegua tenía que llevarla él. Encuanto al mayor, a los once ya era capaz dehacer cualquier trabajo que sus fuerzas de niñole permitieran, y no digamos con el punzón y lamadera, habilidad aprendida de sus mayores.El progreso moderno los ha convertido en dosmeritorios criados.

Uno de nuestros vaqueros tenía un hijo que, alos ocho años, distinguía las vacas que estabanal cargo de su padre, se sabía las cualidades y eltemperamento de cada una y daba miedo ver lanaturalidad con que se acercaba al toro y ledaba en el hocico para hacerlo andar con garbocuando había visitas. A los dieciocho hubierapodido ganar un buen sueldo en cualquier fin-ca de la zona. Pero «servía para estudiar» yahora es empleado de una pequeña tienda decomestibles. Eso sí, tiene un traje oscuro paralos domingos. Lo cual es una maravilla.

He contado ya en qué ambientes empecé a es-

Page 296: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cribir y cómo me dieron materia para convertir-los en literatura. También he contado hasta quépunto los límites del periodismo me enseñarona centrarme y a pensar en el lector, es decir, ahacer algo que más o menos tuviera plan-teamiento, nudo y desenlace. Lo mismo mesirvió mi trabajo normal de redactor que el dearticulista, y la verdad es que el aprendizaje fuelento y un poco desesperante. Para colmo, casitodas las noches, en el Club, tenía que asumirlas consecuencias y someterme a la crítica dire-cta, caprichosamente cruel en ocasiones. A ellosles daban igual mis sueños. Querían precisión yamenidad. Pero sobre todo, precisión.

A esa edad no paraba de ver y pensar cosasnuevas y, para que fueran literatura, había queencontrar palabras que no sólo las dijeran, sinoque en sí mismas funcionaran; palabras conpeso, sabor y, si hacía falta, olor. Mi padre meayudó impagablemente con el consejo aquel del«dejar prudentemente que las cosas salieransolas». Me aconsejaba también que hiciese mis

Page 297: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

propios experimentos. «Es la única manera Po-co favor te haría si intentara ayudarte.» Así quehice mis experimentos propios que, por su-puesto, cuanto peores eran, mejores me parecí-an.

Misericordiosamente, el mero hecho de escri-bir ha sido para mí, y lo sigue siendo, un placerfísico. Esto me ha facilitado siempre el desecharlo que no valía y hacer algo así como escalas.Primero fue la poesía, naturalmente, y ahí síque intervenía mi madre, que de vez en cuandome hacía comentarios cáusticos que me irrita-ban. Y es que, como ella misma decía: «Hijo, enpoesía no hay madre que valga». Fue ella ynadie más que ella quien reunió e imprimiópara los amigos los poemas que escribí en elcolegio y hasta los dieciséis años, poemas queyo le confiaba por correo desde la casa de aque-llas tres buenas señoras. Después, cuando llególa fama, «llegaron personajes importantes» yaquella broma inocente salió al mercado y huboabogados de Filadelfia -una raza aparte- que

Page 298: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

habían pagado mucho por un viejo ejemplar yquerían saber lo que yo recordaba de su origen.Los había escrito en un cuaderno de tapas du-ras y jaspeadas en cuya cubierta mi padre habíadibujado una acuarela en sepia bastante delato-ra, en la que Tennyson y Browning iban en pro-cesión y un colegial con lentes les cubría lamarcha. Cuando acabé el colegio se lo di a unamujer que muchos años después me lo devol-vió -se ganó el cielo por eso, más aún de lo queya lo tenía ganado por bondad natural- y yo loquemé, no fuese a caer en manos de «descasta-dos al margen de la ley (de Propiedad Intelec-tual)».

No recuerdo de quién fue la idea de que yoescribiera una serie de cuentos angloindios,pero sí la asamblea que hicimos para decidir eltítulo. En un principio eran mucho más largosque luego al publicarse. Los abrevié, primero,por gusto al releerlos detenidamente y, des-pués, por razones de espacio editorial. Y asíaprendí que en un relato quitar líneas es como

Page 299: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

avivar un fuego. No se nota la operación, perotodo el mundo nota el resultado. Claro que lospárrafos suprimidos tienen que haber sido es-critos honradamente, para algo, con voluntadde permanencia. Me di cuenta de esto cuando,por ahorrar tiempo, «escribía breve» desde elprincipio y veía que el relato perdía encanto.Esto confirma la teoría de que la Quimera, des-pués de echar fuego y desaparecer, puede seguirejerciendo su influencia en el vacío.

Todo esto nos lleva al Arte de Escribir. Prepa-rad la cantidad necesaria de buena tinta india yun pincel de pelo de camello, lo suficientemen-te fino como para escribir entre líneas. En unmomento que os sea propicio, leed el manuscri-to y examinad con atención cada párrafo, cadafrase, cada palabra y tachad lo que haya quetachar. Dejadlo secar el mayor tiempo posible.Después releedlo y veréis que no le vendría malpulirlo un poco más. Finalmente leedlo en vozalta, a solas, despacio. Puede que todavía seinsinúe y hasta se imponga la necesidad de un

Page 300: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

leve retoque. En caso contrario, dad gracias aAlá, trabajo terminado y a lo hecho pecho.Cuanto más corto sea el relato, mayor tendráque ser el retoque y lo normal es que menor eltiempo de reposo. Y viceversa.

A más largo el relato, menos retoque, peromás reposo. He dejado sin publicar tres años, yhasta cinco, relatos que se iban puliendo soloscasi anualmente. El secreto está en la Tinta y elPincel. Porque la Pluma, al escribir, lo que hacees arañar un poco; y el tintero no puede com-pararse con las barritas de tinta china. Lo digopor experiencia.

Consideremos ahora el Daimon personal deAristóteles y otros, sobre los cuales se han escri-to con razón, aunque no publicado, estos ver-sos:

Es sino del creador: vive en su plumael Daimon.

Será un hombre normal si se le ausen-ta o duerme.

Page 301: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Pero cuando aparece, si no reniega deél,

le dicta, serio o leve, palabras durade-ras.

La mayoría de la gente, y alguna del modomás inverosímil, lo tiene oculto bajo un aliasque varía según sus logros literarios o científi-cos. El mío me acompaña desde muy joven,cuando aún no lo conocía y me dijo: «Haz estoy no te precupes de nada». Obedecí y la re-compensa fue un cuento que escribí para larevista Quartette, hecha con mis padres y mihermana una Navidad. El cuento se titulaba«La litera fantástica». Tenía algún momentoflojo y bastantes malos y exagerados; pero erami primer intento de pensar como si yo fueseotra persona.

Después de aquello aprendí a apoyarme enmi Daimon y saber cuándo daba señales devida. En algún momento de indiferencia, duda-ba de él y, como Ananías, me empeñaba en

Page 302: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

dejar intacto lo que había hecho solo -aunquetuviera que tirarlo luego-. Pagaba por ello alperderme lo que ya entonces sabía que le faltabaal cuento. Por ejemplo, muchos años despuésescribí acerca de un artista medieval, un mo-nasterio y el descubrimiento anticipado delmicroscopio (“El ojo de Alá»). Una y otra vez elrelato se me resistía sin saber por qué. Lo dejé yesperé. Entonces, mientras pensaba en otra co-sa, mi Daimon me dijo: «Hazlo como si fueraun manuscrito miniado». Me había empeñadoen dibujar a lápiz en vez de pulirlo hasta dejar-lo suave como el marfil y colorearlo mucho ydorarlo. En otra ocasión un cuento titulado «Elcautivo», que escribí en Sudáfrica después de laGuerra de los Bóers, se inspiró en la frase «en-sayo general de lujo para Armageddon» y nodaba yo con el tono justo del monólogo. El fon-do destacaba demasiado. Hasta que el Daimonme dijo: «Pinta primero el fondo de una vez,chillón como el rótulo de un pub, y déjalo». Asílo hice y de lo demás se encargó la manera nor-

Page 303: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

teamericana de hablar y de pensar que tenía elnarrador.

Mi Daimon me acompañó al escribir El librode la selva, Kim y los dos libros de Puck, y pusemucho cuidado en ir de puntillas para no es-pantarlo. Seguro que no lo espanté: una vezterminados, estos libros lo confirmaban por sísolos, más o menos con la rotundidad con quese cierra un grifo. Una de las cláusulas del con-trato era que yo nunca persiguiese «un éxito»,ya que este pecado fue el que acabó con Napo-león y otros. Nota: mientras el Daimon esté alcargo, no intentéis pensar racionalmente. De-jaos llevar, esperad y obedeced.

No me afectaban mucho las críticas, pero enLondres, al principio, me fue mal. Al conocerlos círculos literarios y su lado crítico, me sor-prendió la poca preparación de algunos escrito-res. No podía entender cómo escribían con unconocimiento tan escaso de la literatura france-sa y, según se veía, de muchos clásicos inglesesque a mí me parecían imprescindibles. Parecían

Page 304: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

salir del paso con unas cuantas generalidadesque amparaban en el pretexto del mercado. Mehubiera gustado equivocarme en esto, pero laverdad es que, cuando hacía mis propias com-probaciones (la clave me la dio el tipo que meinvitó a cenar para averiguar cuánto había leí-do), hacía preguntas ingenuas, tergiversabacitas o las atribuía al autor que no era y hasta,una o dos veces, llegué a inventarme a un es-critor. El resultado no aumentó mi respeto poraquellos críticos. Si hubieran tenido la urgenciadel periodista, lo habría comprendido; pero melos presentaban como pontífices. Y la mayoríaparecía venir de otras profesiones -bancarios,oficinistas- mientras que yo había nacido libre.Era puro esnobismo por mi parte, pero me pre-servaba, que es para lo que sirve el esnobismo.

A ningún escritor le recomendaría hoy que sepreocupe demasiado de las críticas. Londres esuna aldea y la prensa de provincias se ha sindi-cado, se ha estandarizado y ha perdido todovuelo individual. Existe todavía, sin embargo,

Page 305: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

un pequeño oasis, un periódico de Manchesterque se llamaba el Manchester Guardian.

Aparte de las recuas de mulas, no he vistonunca nada que diera tantas coces y tantas vo-ces, de un modo tan constante y general. De mísospecharon desde el primer momento y cuan-do, a partir de la Guerra de los Bóers, quedaronde manifiesto mis iniquidades «imperialistas»,empezaron a aprovechar cada nuevo libro míopara repasar con énfasis la lista de mis pecadosanteriores (era el mismo método de trabajo quetenía C.) y supongo que se lo pasaban muy biencon eso. A cambio, yo recortaba y guardabapara uso personal sus artículos más ácidos,pero excepcionalmente bien escritos. Muchosaños después escribí un cuento («La casa deldeseo») sobre lo que entonces se llamaba unamujer de temperamento, que estaba enamoradade un hombre y que tenía un cáncer en la pier-na. Di todo tipo de detalles. La reseña me llegóanotada al margen por un buen amigo: «¡Estavez te han pescado!» El crítico decía que yo

Page 306: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

había resucitado a la mujer de Bath de los Cuen-tos de Canterbury hasta en el detalle de la «úlce-ra en la espinilla». Y la verdad es que lo pare-cía. Como no había réplica posible, rompí micostumbre de no tener trato con ningún perió-dico y escribí al Manchester Guardian dándole larazón. El que me contestó parecía claramenteun ser humano -yo había llegado a creer que losartículos los escribían solas unas linotipias alrojo vivo- y que estaba encantado de mi home-naje a sus conocimientos sobre la obra deChaucer.

En cambio, en materias técnicas, me libré demilagro de que me criticaran algunos errores delos que todavía me avergüenzo. Suerte que losmarinos y los maquinistas de barco no escribencartas a los periódicos, con lo cual nadie se bur-ló de mi mayor patinazo.

De otro que podía haber sido aún peor mesalvé gracias a mi Daimon. Estaba yo en aquelmomento en Canadá, donde un joven inglés mecontó como experiencia personal la historia del

Page 307: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

secuestro de un cadáver, bajo una nieve inten-sa, en un pueblo perdido de las praderas. Elfinal era de terror puro. Para poder olvidaraquella historia la escribí minuciosamente y mequedó un poco demasiado bien, demasiadoequilibrada, demasiado pulida. Tuve el relatoguardado un tiempo, no porque me disgustaraen especial, sino porque quería estar seguro. Alos pocos meses, tuve que sacarme una muelaen un dentista del pueblecito estadounidenseque hay cerca de «Naulakha». Me hizo estar unrato en la sala de espera, donde había unos to-mos del Harper's Magazine de los años cincuen-ta, encuadernado a unas seiscientas páginas portomo. Abrí uno y estuve leyendo con la concen-tración que la muela me permitía. Y allí estabami cuento, idéntico hasta el mínimo detalle: latierra nevada; el cadáver helado y vestido depieles, en la calesa; el ventero que le ofrecíaalgo de beber, y así hasta el terrible final. Sillego a publicar aquello, no me habría libradonadie de la acusación de plagio consciente.

Page 308: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Conclusión: en este oficio, a caballo regaladohay que mirarle hasta los ,pensamientos, no seaque nos tire.

Pero, en relación a todo esto, hay un caso cu-rioso. En pleno verano creo que del 13, me invi-taron a unas maniobras cerca de FrenshamPonds, en Aldershot. Los soldados eran de ladivisión octava de reemplazo y pertenecían a laGuardia, la Guardia Negra, etcétera, hasta losde ametralladoras a caballo, dos por regimien-to. Muchos de los oficiales habían hecho dejóvenes la Guerra de los Bóers y a algunos losconocía Gwynne, que también estaba invitado,y a otros los conocía yo. En medio del simula-cro el día se nubló, se puso cielo de tormenta yempezó a hacer un calor asfixiante, como el deldesierto del Gran Karroo, mientras nos disper-sábamos por el terreno entre el ruido frenéticoy metálico de la mosquetería. Se me ocurrió quecon aquel clima se podía avecinar cualquiercosa, cañonazos, por ejemplo, oídos a lo lejospor un lado, o los reflejos de un heliógrafo a

Page 309: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

través de una nube de paso. De pronto noté lapresencia de nuestros muertos de la Guerra delos Bóers, que desaparecían y volvían a apare-cer en el horizonte que vibraba del calor; el ga-lope de un caballo solo y una voz de antes querecorría con una canción chusca un batallónvencedor. («Pero Winnie es de los caídos, pobremío» decía esa canción, si alguien se acuerda deella, o del cantante, hacia 1900 o 1901.) En undescanso, tumbados en la hierba, le conté aGwynne lo que me había pasado. También loescucharon algunos oficiales. El resultado fueque las maniobras se dieron por terminadas ylos comandantes, asustados, gritaron un rápidoalto el fuego. Hasta los soldados sudaban demiedo sin saber por qué.

Gwynne siguió con la idea y le añadió deta-lles del combate con los bóers que yo no cono-cía. Recuerdo que también mostró interés unjoven duque de Northumberland, que luego hamuerto. La idea me llegó a obsesionar tanto queescribí el principio enseguida. Pero así, en frío,

Page 310: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

empezó a parecerme cada vez más fantasiosa yabsurda, innecesaria e histérica. Con todo laretomé tres o cuatro veces para abandonarlaotras tantas. Después de la guerra tiré el ma-nuscrito. No le hubiera hecho bien a nadie ypodría haber abierto el camino, y mi correo, adiscusiones vanas. Porque hay un tipo de espí-ritu que siempre anda en busca de lo que llama«experiencias parapsicológicas». Y yo no soyun médium. Para alguien que, como yo, ha to-cado distintos aspectos de la realidad, lo nor-mal es que se llegue a alguna conclusión afor-tunada o que suene alguna tecla. Pero no haypor qué apelar a la «clarividencia» y toda esajerga moderna. He visto demasiados males ypenas y naufragios de personas excelentes porel camino de Endor, como para dar un solopaso más por esa senda peligrosa. Sólo una veztuve la certeza de haber «transgredido la ley».Fue en un sueño. Soñé que estaba de pie con mimejor traje, que por lo general no me pongo, enuna línea de hombres vestidos más o menos

Page 311: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

igual en un salón grande con las losas del suelomal encajadas. Frente a mí, al otro extremo delsalón, había otra línea de personas y lo que pa-recía una muchedumbre tras ellos. A mi iz-quierda se celebraba una ceremonia que yoquería ver, pero no podía a no ser que me salie-ra de la fila, porque la gran barriga de mi veci-no me tapaba la vista. Al terminar la ceremonia,las dos hileras de espectadores rompían yavanzaban para encontrarse y el espacio enor-me se llenaba de gente. Entonces se me acerca-ba un hombre por detrás, me cogía del brazo yme decía: «Quiero hablar un momento con us-ted.» De lo demás no me acuerdo, pero esto eraperfectamente nítido y se me quedó en la me-moria. A las seis semanas o así, estuve, comomiembro de la Comisión de Enterramientos deGuerra, en la Abadía de Westminster, donde elPríncipe de Gales iba a descubrir una lápida enhonor del millón de muertos de la Gran Guerra.Los de la comisión nos alineamos en un extre-mo de la nave de la Abadía, frente a otros

Page 312: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

miembros del ministerio y un cierto públicoque tenían detrás, todos de negro. No veía nadade la ceremonia porque la barriga del que teníaa la izquierda me lo impedía. Me fijé en lasgrietas del suelo y me dije «aquí ya he estadoyo». Al terminar el protocolo las dos filas nosacercamos y la nave se llenó de gente, de entrela cual un hombre se me acercó, me puso lamano en el brazo y me dijo que quería hablarun momento conmigo. Se trataba de algo abso-lutamente trivial que he olvidado.

¿Pero cómo y por qué vi un rollo sin estrenarde la película de mi vida? Si no hice uso de laexperiencia, fue por el bien de los «hermanosmás débiles»... y de las hermanas.

En lo de verificar las propias referencias, quees algo en lo que uno puede ayudar a su Dai-mon, es curioso cómo nos resistimos a hacer enla vida lo mismo que en la obra. Una vez, el díadespués de Navidad -resbalaba el suelo helado-mi amigo Sir John Bland-Sutton, presidente delColegio de Cirujanos, vino a «Bateman» muy

Page 313: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

absorto en una conferencia que tenía que darsobre la molleja de las aves. Después de almor-zar nos sentamos junto al fuego y me informóde que Fulano de Tal había dicho que si uno seacercaba una gallina a la oreja, podía oír el cru-jido de las piedrecillas que les ayudan a hacerla digestión. «Qué interesante», le dije; «es unaautoridad en la materia». «Sí, sí, pero...» -sequedó callado unos segundos«¿tiene usted ga-llinas por aquí, Kipling?» Reconocí que sí, queunos doscientos metros camino abajo. «¿Perono nos basta que lo diga Fulano de Tal?» «A míno. Yo tengo que comprobarlo.» Implacable-mente me hizo que lo llevara hasta donde esta-ban las gallinas, un establo abierto frente a lacasa del jardinero. Mientras patinábamos por elsuelo lleno de huevo, vi un ojo en la esquina delpostigo cerrado por el frío del 26 de diciembre.Y tuve plena consciencia de que mi fama detranquilo se iba a ir al garete allí mismo, en lagranja, antes de anochecer. Conseguimos atra-par una gallina, acorralándola. John la tranqui-

Page 314: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

lizó un poco -me dijo que estaba a ciento veinti-seis pulsacionesy se la puso en el oído. «Crujeperfectamente», anunció. «Escuche.» Así lo hicey vi que había chasquido suficiente para unaconferencia. «Ahora volvamos a la casa», su-pliqué. «Un momento. Vamos a coger aquelgallo. Seguro que cruje mejor.» Conseguimoscogerlo después de un rato de persecución y dealboroto. Chasqueaba como la baraja de unsolitario. Volví a casa con la oreja llena de pará-sitos y tan indignado que no le veía la gracia. Yes que no era yo quien tenía que verificar.

Pero John estaba en lo cierto. No hay que darpor supuesto nada que pueda comprobarse.Aunque parezca que es una pérdida de tiempoy que no tiene nada que ver con lo esencial,ayuda mucho al Daimon. Siempre hay genteque por su trabajo o por afición conoce el dato oel hecho que uno improvisa. Y como haya elmínimo error, pueden argumentar: «Si mienteen esto, miente en todo». Lo sé porque lo hesufrido. Lo mismo os digo que nunca os reba-

Page 315: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

jéis para complacer a vuestro público, no por-que no haya lectores que no lo merezcan, sinoporque es malo para el estilo. Todo el materialviene de la vida. Así que recordad lo que hizoDavid con el agua que le trajeron en mitad de labatalla.

Y, mientras podáis, tomaos con calma a losimitadores. Mi Libro de la selva dio lugar a au-ténticos zoos derivados de él. Pero el genio másgenio de todos fue uno que escribió una serietitulada Tarzán de los monos. La leí, aunque la-mento no haberla visto en el cine, donde sí quees el último grito. Se puso a hacer improvisa-ciones de jazz sobre el tema de El libro de la selvay espero que se lo pasara muy bien. Dicen quedeclaró que quería averiguar cómo hacer unlibro malo, el peor que pudiera, y sacarle todoel provecho posible, una aspiración legítima.

Caso aparte son los poemas que se prestan aser recitados. Un taxista de Edinburgo, en laguerra, me habló de uno que estaba muy enboga en las trincheras y añadió que era un

Page 316: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

honor haber conocido al autor. Después supeque iba mezclado con «Gunga Din» en las zo-nas de recreo militar y en las bodegas de losbarcos y que el conjunto se atribuía a mi inspi-rada mano. Se titulaba «El ojo verde del peque-ño dios amarillo» y hablaba de un coronel in-glés y de su hija que estaban en un cuartel deKatmandú, Nepal, y de la amante del padrellamada «La loca Carew» que venía bien para larima. El estribillo era más o menos «Y el ídolode ojos verdes miró desde lo alto». La canciónera dulzona y pegadiza, con un toque, creo yo,de la escuela de peluquería de barrio aus-piciada por el difunto señor Oscar Wilde. Sinembargo, y aquí estaba para mí el problema, almenos a un lector le recordaba peligrosamentealgo del «por la gracia de Dios ahí va RichardBaxter». (Nueva referencia al modelo peluque-ro que tanto le emocionaba a Dent Pitman.) Nosé si al autor se le ocurrió solo o si hizo unaparodia afortunada de las posibilidades laten-tes en la obra de un colega, pero me pareció

Page 317: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

admirable.De vez en cuando se podía someter a prueba

a un plagiario. Una vez tuve que inventarmeun árbol y un nombre que le fuese bien, todopor un tipo que en aquella época me estabarobando bastante. En cosa de año y medio -eltiempo que tarda un diamante falso en volver ala mesa de muestras de Kimberley, después detirarlo en un campo con palomas- mi árbol salíaen sus «estudios de naturaleza», con el nombreexacto que yo le había dado y con las mismascaracterísticas. Como en nuestra profesión so-mos todos más o menos culpables, cuando lopesqué me arrepentí, pero no demasiado.

Y os recomendaría, por el bien de vuestra co-rrespondencia diaria, que no lancéis nunca unageneralidad brillante, lo que los escritores ma-yores que yo llamaban «tupperismos». Hacetiempo sentencié que «Oriente era una cosa yOccidente otra, y nunca se encontrarían». Pare-cía cierto porque lo había comprobado en elmapa, pero me tomé la molestia de señalar cir-

Page 318: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cunstancias que trascendían los puntos cardina-les. Cuarenta años después, puedo decir queme he pasado la mitad recibiendo cartas degente distinguida y elevada de todos los países,a propósito de cualquier nuevo disparate uni-versalista cometido en la India, en Egipto, enCeilán. El comentario dei remitente era siempreel mismo: que Oriente y Occidente se habíanencontrado, como supongo que de hecho ocu-rría en su confusa imaginación. Dado que soycalvinista en política, nunca he podido discutircon esos condenados. Pero las cartas había queabrirlas y archivarlas.

Otro ejemplo. Escribí una canción llamada«Mandalay», la cual, al ponérsele una músicacon swing, dio lugar a uno de los valses deaquella época remota. Un soldado raso recuer-da sus amores y, en el ritornelo, su vivencia dela guerra contra Birmania. Una de las damasvive en Moulmein, que no es precisamente unpoblacho perdido, y describe la aventura amo-rosa con bastante detalle, pero siempre se entre-

Page 319: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

tiene en el estribillo «Por el camino de Manda-lay», la senda de su idilio maravilloso. Los es-tadounidenses, a quienes he debido no pocasmolestias, «panamizaron» la canción -era antesde que existieran los derechos de autor-, le pu-sieron sus propias músicas y la cantaron consus voces típicas. No contentos con esto, se afi-cionaron a los cruceros de placer y descubrie-ron que, desde Moulmein, no había ningunavista de ninguna salida de sol por la bahía deBengala. Debieron de andar también por la flo-tilla de vapores Irrawaddy, porque uno de loscapitanes me pidió en SOS una explicación quedar «a estos turistas que se creen alguien». Norecuerdo qué explicación le di, pero ojalá lesirviera.

De haber iniciado el estribillo de la cancióncon un «Oh» en lugar de un «Por» el camino,etc., se habría comprendido mejor que la can-ción es una especie de mezcla general de losrecuerdos orientales del personaje, que tienencomo fondo la bahía de Bengala vista al amane-

Page 320: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

cer desde el barco militar que lo llevó allí. Pero«Por» en este caso era más fácil de cantar que«Oh». Valga para aclararlo esta simple explica-ción.

Por último -y esto sí que me molestó porqueafectaba a algo importante-, después de la Gue-rra de los Bóers, parecía haber una remota po-sibilidad de que se instituyera en Inglaterra elservicio militar obligatorio. Escribí un poematitulado «Los insulares» que, tras unos cuantosdías de cartas al director del periódico, fue ta-chado de violento, inoportuno y de no decir laverdad. En el poema insinuaba yo que era unainsensatez «regatear un año de servicio / a lavida más noble de este mundo». En los versossiguientes aclaraba qué vida era ésa a la que seregateaba el año de servicio.

Una vida antigua, fácil, clara -un cicloy otro-

tan largamente en paz que quien lahereda olvida

Page 321: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que no se hizo igual que el mar y lasmontañas.

No la crearon dioses, sino hombres. Yhombres deben cuidarla.

Enseguida se me atribuyó haber dicho que «laprestación militar obligatoria» sería «fácil, cla-ra» etc. etc, con el añadido de que yo no sabíade qué hablaba. Esta manipulación fue aún másmanipulada por un hombre que tendría quehaber estado mejor informado; y supongo queyo mismo tendría que haber sabido que eraparte del camino «fácil, claro» hacia Armagge-don. Preguntaréis por qué os vengo con batalli-tas de mi Edad Media. Pues porque no hayedades ni en la vida ni en la literatura, su únicoreflejo perdurable. Los hombres y las cosas sonsiempre cíclicos, eternos como las estaciones.

Pero, hasta donde podais aguantar, lo mismosi atacáis que si os atacan, no deis explicacionesante ninguna provocación. Lo que hayáis dichopodrá ser justificado por los hechos o por otra

Page 322: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

persona, pero nunca entréis en una «greña» delas que suelen empezar «Me sorprende el hechode que», etc.

Sólo estuve a punto de violar esta ley con elPunch, institución que siempre he respetadopor su continuidad y por su carácter profun-damente inglés, de cuyos tomos saqué los datospara mi obra ambientada en la historia reciente.Durante la Guerra de los Bóers escribí un poe-ma basado en críticas oficiosas hechas por unoscuantos oficiales tan jóvenes como serios. (Di-cho sea de paso, ese poema contenía la perla deun verso que empezaba «Lo cual después po-dría transpirar», pequeña constelación de pala-bras que llevaba mucho tiempo deseando situaren el firmamento literario.) El poema no le gus-tó a nadie y la verdad es que no era muy conci-liador, pero el Punch se lo tomó demasiado apecho. Una pena, ya que el Punch podía haberayudado mucho en aquella coyuntura. No co-nocía a nadie de la redacción, pero me informéy supe que los del Punch, en este caso concreto,

Page 323: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

eran antibritánicos «y además judíos alema-nes». Es verdad que los hijos de Israel son el«pueblo de la Biblia» y en el segundo sura delCorán se le hace decir a Alá: «Te he puesto muypor encima del resto de la humanidad». Perotambién es cierto que, más adelante, en el quin-to sura, se lee: «Cada vez que enciendan unaalmenara en son de guerra, Dios la apagará. Ysu deseo es promover el desorden en la tierra,pero Dios no ama a los que promueven el des-orden». Y lo que es más importante aún, miporteador allá en Lahore nunca anunciaba albueno de nuestro pequeño Tyler, que era judío,sino que se limitaba a escupir ostentosamenteen el mirador. Yo, en cambio, mi saliva me latragaba enseguida. La de Israel es una raza conla que no hay que meterse. Promueve el desor-den.

Muchos años después, en plena guerra, al Ti-mes -con el que llevaba sin trato unos doce años-le «colaron» un poema supuestamente mío titu-lado «El viejo voluntario». Les había llegado

Page 324: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

por correo dominical, con matasellos falso y sinninguna carta explicatoria. Llevaba el sello decaucho de la estafeta del pueblo, lo habían es-crito con un margen perfecto en el papel, de locual yo soy absolutamente incapaz, y la caligra-fía no era europea. (Nunca, desde que se inven-taron las máquinas de escribir, he enviado unoriginal a mano.) A mí me parece que aquellacolaboración no tendría que haber engañado nial botones. Para colmo el poema era absoluta-mente ininteligible.

La especie humana es como es y el Times semolestó mucho más conmigo que con nadie,aunque bien sabe Dios -era el año 1917- que nolos molesté con esto más allá de apuntar que lacausa del lío había sido la típica dejadez inglesade fin de semana, cuando no hay nadie al cui-dado. Llevaron el caso con la solemnidad de lainstitución pública que eran y sometieron elmanuscrito a expertos. Éstos demostraron quedebía ser obra de uno que había estado a puntode reírse del Times con unos fragmentos de

Page 325: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Keats. Resultó ser un viejo amigo mío, al quecuando le hablé de su letra exagerada y «ca-racterística» y su inclinación delatora -le habléen concreto de sus ces, úes y tes-, se puso hechouna furia y se pasó un rato jurando que si él noera capaz de hacer con los ojos cerrados unaparodia mejor de mis «tonterías», dejaba la lite-ratura. Lo creí, porque a raíz de mi modestaaclaración, no muy destacada por el Times, re-cibí una carta en tono de burla sobre «El viejovoluntario» de un antibritánico que nunca mequiso mucho; y la letra, unida al detalle dehaber elegido el fin de semana -como los hunoshabían elegido las vacaciones de agosto del 14-,más la frivolidad y la irresponsabilidad orienta-les de andarse con esos juegos en plena guerraa vida o muerte, me hizo sospechar bastante deél. Ya está en el seno de Abraham, así que nun-ca sabremos. Pero el Times pareció disfrutarmucho con aquella caligrafía exagerada y con lamedición de cada letra, cuando lo cierto es quehabía una guerra de verdad que me ocupaba

Page 326: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

los días y las noches. El Times llegó a enviarmeun detective a casa. No entendía yo la razón,pero naturalmente me pareció bien. Era un de-tective de novela hasta en cómo le chirriabanlos botines. (En lo humano, durante el almuer-zo, demostró saber mucho de muebles de se-gunda mano.) Oficialmente se comportaba co-mo todos los detectives de la literatura de aque-lla época. Al final se sentó a contraluz frente ami mesa y me contó un cuento muy largo sobreun hombre que molestaba a la policía con la de-nuncia de unas cartas anónimas que le envia-ban desde sitios desconocidos, cartas que, gra-cias a la astucia de la policía, resultaron escritaspor él mismo para llamar la atención. Como enel caso del joven que conocí en el tren de Cana-dá, la historia parecía sacada de una revistailustrada de los años sesenta, y me tenía tanatento a la complicada trama que casi hasta elfinal no caí en el mensaje. Entonces me puse apensar en la psicología del detective y en laalegre vida de argumentos de novela que lleva-

Page 327: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

ría; y en la psicología del Times al verse en unaprieto, que es una situación en la que nadiesale con su mejor cara; y en cómo Moberly Bell,con quien tuve cierta amistad en los viejostiempos, habría zanjado el asunto; y en lo queBuckle, a quien yo apreciaba por su sinceridady caballerosidad, habría pensado de todo aque-llo. Total que se me olvidó defenderme de las«injurias a mi honor». La cosa había pasado delo razonable al terreno de la mayor histeria.¿Qué podía hacer sino ofrecerle al detective unpoco más de jerez y darle las gracias por elamable interrogatorio?

Si me he extendido en esto es porque las insti-tuciones de orientación idealista esperan a ve-ces a que la persona haya muerto, para darellos su versión. Si esto ocurriera podéis creer-me que en plena guerra no me iba a salir defilas para ponerme a jugar con el Times, Prin-ting House Square, Londres, EC.

De vez en cuando, en las conversaciones enfamilia, se hablaba de si yo sería capaz de escri-

Page 328: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

bir «lo que se dice una novela». Mi padre opi-naba que tanto por mi modo de vida como detrabajo me iba a resultar difícil. El tiempo le diola razón.

Una curiosidad. En la Exposición de París de1878 vi un cuadro que nunca he olvidado, de lamuerte de Manon Lescaut, sobre el que le hicemuchas preguntas a mi padre. A los dieciochoo así leí el impresionante libro único del AbatePrévost, lectura que alternaba con trozos delRoman Comique de Scarron, y entonces me acor-dé del cuadro. Mi teoría es que se me quedó engermen hasta que, al irme a Londres y cambiarde vida -aunque aquello no fuese París-, se meavivó el recuerdo y en La luz que se apaga hiceuna especie de recreación o fantasmagoría delManon, sólo que al revés. Esta idea se me con-firmó al ver que los franceses se entusiasmabancon aquel cuento que, de hecho, siempre hepensado que queda mejor en la traducción queen el original. Pero era eso, un cuento, no unlibro.

Page 329: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

Kim fue, desde luego, una cosa puramente pi-caresca y sin argumento, impuesta desde fuera.

Y a pesar de todo me pasé muchos años conganas de hacer un verdadero barco de tres cu-biertas, de la mejor madera puesta a secar mu-cho tiempo -teca, corazón verde de la India yroble de diez años-; un barco en cuyo cuerpocada costilla de madera se fundiese suavementecon la otra para que el mar no encontrara en élni resistencia ni debilidad; la idea misma delmovimiento aun cuando tuviera el gran vela-men aferrado momentáneamente, en el puertoque hiciera falta. Una nave grávida de lingotesde sabiduría e investigación; espaciosa, concajoneras de taracea; bien pintada y con detallesde oro y con guirnaldas a lo largo de su magní-fica eslora, desde el brillo de las barandas depopa con troncos de palmera de bronce a cadalado, hasta el audaz mascarón de proa: un indiooriental digno de El claustro y el hogar.

Al saber que esta ambición no estaba a mi al-cance, la dejé, en un esfuerzo de lucidez. Igual

Page 330: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

que un ciego hubiera dejado la caza o el golf.El caso es que tampoco viví para ver la nove-

dad de esos barcos de tres cubiertas, el día enque destacaran en el horizonte, estremecidos desu propia potencia, llenos de bares, salones debaile y tuberías cromadas enfáticamente; conun jaleo infernal desde la cubierta de los de-portes hasta la barbería, pero sirviendo a sugeneración como los viejos barcos sirvieron a lasuya. Los jóvenes ya estaban dibujando los pla-nos, totalmente convencidos de que las viejasleyes del diseño y la construcción quedabanderogadas para ellos.

Y con qué herramientas trabajé en mi modes-to taller. Fui siempre cuidadoso, por no decircoqueto, en este sentido. En Lahore, los Cuentosde las colinas los escribí con un portaplumas deágata muy fino, de cuerpo octogonal, cuya pun-ta era un plumín Waberley. Había sido un rega-lo y cuando en mala hora se rompió lo sentímucho. Después vino un desfile de mercenariosimpersonales, siempre con plumín Waverley, y

Page 331: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

después un portaplumas de plata, curvado enforma de pluma de ave, que prometía mucho,pero nada. En Villiers Street conseguí un grantintero de oficina, de estaño, que iba marcandocon los títulos de los cuentos y libros que saca-ba de él. Pero las criadas de la vida de casadofueron frotando esas palabras hasta que sequedaron más desvaídas que las de un palimp-sesto.

Dejé luego las Waverley de tintero -siempreusé esa marca- y durante unos años me dio porla pluma de punta de alfiler y su sucesora laestilográfica, llamada «de fuente» y que paramí era más bien de géiser. En los últimos añosme aficioné a una maravilla fina, suave y negra,Jael de nombre artístico, que compré en Jerusa-lén. Traté de usar las de succión, de vidrio pordentro, pero eran de «pérfidas entrañas».

En cuanto a la tinta, encargué siempre la másnegra y, si hubiera seguido en la casa de mipadre, habría tenido un muchacho tintador queme moliera tinta india. A mi Daimon siempre le

Page 332: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

pareció horrible la negra azulada y no encontrénunca un bermellón adecuado para poner en-cabezamientos mientras llegaba la inspiración.

Los cuadernos me los hacían de un modeloinvariable de hojas grandes de color celeste,casi blanco, que derrochaba. Ninguna de estasmanías de solterona me impidió que, en losviajes, comprase y usase los cuadernos y todolo demás, en el país que fuese.

Dejé de expresarme a lápiz, seguramenteporque tuve que escribir a lápiz en mis tiemposde periodista. He tomado muy pocas notas queno hayan sido de nombres, fechas y lugares. Loque no se queda en la memoria, me justificaba,no merece la pena escribirlo. Pero cada cualtiene su método. Yo dibujaba toscamente lo quequería recordar.

Como la mayoría de la gente que se pasatiempo trabajando en el mismo sitio, siempretuve objetos en la mesa, que era de dos metrosy medio de norte a sur y siempre estaba abarro-tada. Uno era una escribanía de esmalte, gran-

Page 333: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

de y en forma de canoa, llena de pinceles y deestilográficas que ya no usaba; en una caja demadera tenía clips y cintas; en una de lata, alfi-leres; en un cubilete, todo tipo de útiles inútiles,desde papel de lija hasta pequeños destornilla-dores. Había también un pisapapeles, que decí-an que había sido de Warren Hastings. Otrospapeles tenían encima un oso marino pequeño,pero que pesaba, y un cocodrilo de cuero. Teníauna regla manchada de tinta y un enorme trapode secar plumas que una criada a la que que-ríamos mucho me regalaba todos los años. Éstaera la guardia principal de mis pequeños feti-ches.

Mi manera de tratar los libros, a los que con-sideraba herramientas de trabajo, era popular-mente tenida por bárbara. Pero me ahorrabamis muchos cortaplumas y el dedo índice nome dolía. Algunos libros los respeté porqueestaban en estanterías con llave. El resto, repar-tidos por toda la casa, se la jugaban.

A izquierda y a derecha de la mesa había dos

Page 334: Rudyard Kipling - Algo de mí mismo - Algo de mí mismo¡sicos en Español/Rudyard... · “una mano de niño” en el jardín de casa y me ... Era el Portsmouth dejunto al cenador

globos terráqueos, en uno de los cuales un granaviador había trazado una vez, con pinturablanca, las rutas aéreas al Oriente y a Australia,que ya eran más que normales antes de mimuerte.