Rousseau Discurso Sobre El Origen de La Desigualdad

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  • Jean-Jacques Rousseau Discurso sobre elorigen de la desigualdad

  • DISCURSOSOBRE EL SIGUIENTE TEMA PROPUESTO

    POR LA ACADEMIA DE DIJONCUAL ES EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD

    ENTRE LOSHOMBRES?, ESTA ELLA AUTORIZADA POR LA

    LEY NATURAL?

    Non in depravatis, sed in his quaebene secundum naturam se habent,

    considerandum est quid sit naturale. ARISTOT, Politic. Lib. I, cap. II.

  • ADVERTENCIA SOBRE LAS NOTAS

    He aadido algunas notas a esta obra,segn mi costumbre perezosa de trabajar sinilacin. Dichas notas se alejan algunas veces bastante del objeto, para ser ledas conel texto. Las he, por esta razn, colocado al fin del Discurso, en el cual he procuradoseguir, haciendo todo lo posible, el camino ms recto. Los que se sientan con nimopara comenzar de nuevo, podrn divertirse una segunda vez batiendo los zarzales ytentando de recorrerlos. Poco se perder con que los otros no las lean en loabsoluto.

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    A LA REPUBLICA DE GINEBRA

    Honorables y soberanos seores:

    Convencido de que slo al ciudadano virtuoso corresponde rendir a su patriahonores que pueda conocer como suyos, hace treinta aos que trabajo por merecerpoder ofreceros un homenaje pblico, y en esta feliz ocasin que suple en parte loque mis esfuerzos no han podido hacer, he credo que me sera permitido consultarel celo que me anima ms que el derecho que debera autorizarme. Habiendo tenidola felicidad de nacer entre vosotros, cmo podra meditar sobre la igualdad que lanaturaleza ha establecido entre los hombres, sobre la desigualdad que ellos haninstituido, sin pensar en la profunda sabidura con que la una y la otra felizmentecombinadas en este Estado concurren, de la manera ms semejante a la ley naturaly la ms favorable a la sociedad, al mantenimiento del orden pblico y al bienestarde los particulares? Escudriando las mejores mximas que el buen sentido puedasugerir sobre la constitucin de un gobierno, he sido de tal manera sorprendido deverlas todas en prctica en el vuestro, que en el caso mismo de no haber nacidodentro de vuestros muros, me habra credo obligado a ofrecer este cuadro de lasociedad humana, a aquel que, de todos los pueblos me parece poseer las msgrandes ventajas y haber el mejor prevenido los abusosSi me hubiese sido dado escoger el lugar de mi nacimiento, habra escogido unasociedad de una magnitud limitada por la extensin de las facultades humanas, esdecir, por la posibilidad de ser bien gobernada, y en donde cada cual bastase a suempleo, en donde nadie fuese obligado a confiar a otros las funciones de queestuviese encargado; un Estado en donde todos los particulares, conocindoseentre s, ni las intrigas oscuras del vicio ni la modestia de la virtud, pudiesensustraerse a las miradas y a la sancin pblicas, y en donde ese agradable hbito deverse y de conocerse hace del amor de la patria el amor de los ciudadanos conpreferencia al de la tierraYo habra querido nacer en un pas en donde el soberano y el pueblo tuviesen unmismo y solo inters, a fin de que todos los movimientos de la mquina social notendiesen jams que hacia el bien comn, lo cual no puede hacerse a menos que el

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    pueblo y el soberano sean una misma persona. De esto se deduce que yo habraquerido nacer bajo el rgimen de un gobierno democrtico, sabiamente moderado.Yo habra querido vivir y morir libre, es decir, de tal suerte sumiso a las leyes, que niyo ni nadie hubiese podido sacudir el honorable yugo; ese yugo saludable y dulceque las cabezas ms soberbias soportan con tanta mayor docilidad cuanto menoshan sido hechas para soportar ninguno otro.Yo habra querido que nadie en el Estado pudiese considerarse como superior o porencima de la ley, ni que nadie que estuviese fuera de ella, pudiese imponer que elEstado reconociese, porque cualquiera que pueda ser la constitucin de ungobierno, si se encuentra en l un solo hombre que no sea sumiso a la ley, todos losdems quedan necesariamente a la discrecin de l1; y si hay un jefe nacional y otroextranjero, cualquiera que sea la divisin de autoridad que puedan hacer, esimposible que ambos sean bien obedecidos ni que el Estado sea bien gobernado.Yo no habra querido vivir en una repblica de instituciones nuevas, por buenas quefuesen las leyes que pudiese tener, por temor de que, constituido quizs el gobiernode manera diferente de la adecuada por el momento, no conviniendo a los nuevosciudadanos o los ciudadanos al nuevo gobierno, el Estado fuese sujeto a sersacudido y destruido desde su nacimiento; porque sucede con la libertad como conesos alimentos slidos y suculentos o con esos vinos generosos propios para nutriry fortificar los temperamentos robustos que estn acostumbrados, pero quedeprimen, arruinan y embriagan a los dbiles y delicados no hechos a ellos. Lospueblos, una vez acostumbrados a tener amos o seores, no pueden despus vivirsin ellos. Si intentan sacudir el yugo, lo que hacen es alejarse de la libertad, tantoms cuanto que, tomando por ella el libertinaje o el abuso desenfrenado que les esopuesto, sus revoluciones los llevan casi siempre a convertirse en sediciosos, nohaciendo otra cosa que remachar sus cadenas. El mismo pueblo romano, modelo detodos los pueblos libres, no estuvo en absoluto en condiciones de gobernarsecuando sacudi la opresin de los tarquinos. Envilecido por la esclavitud y lostrabajos ignominiosos que le haban impuesto, no fue al principio sino un estpidopopulacho que fue preciso conducir y gobernar con la ms grande sabidura, a finde que, acostumbrndose poco a poco a respirar el saludable aire de la libertad, esasalmas enervadas o mejor dicho embrutecidas por la tirana, adquirieran por gradosesa severidad de costumbres y esa grandeza de valor que hicieron de l al fin el msrespetable de todos los pueblos. Yo habra, pues, buscado por patria una feliz ytranquila repblica, cuya ancianidad se perdiese en cierto modo en la noche de lostiempos, que no hubiese experimentado otros contratiempos que aquellos quetienden a manifestar y a afirmar en sus habitantes el valor y el amor por la patria y endonde los ciudadanos, habituados desde mucho tiempo atrs a una sabiaindependencia, fuesen no solamente libres, sino dignos de serlo.Yo habra querido escoger una patria sustrada, por benfica impotencia, al amorferoz de las conquistas, y garantizada por una posicin ms dichosa an, del temor

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    de ser ella misma conquistada por otro Estado; un pas libre, colocado entre variospueblos que no tuviesen ningn inters en invadirlo y en donde cada uno tuvieseinters en impedir a los dems hacerlo; una repblica, en una palabra, que noinspirase la ambicin a sus vecinos y que pudiese razonablemente contar con elapoyo de ellos en caso de necesidad. De ello se deduce que, colocada en unaposicin tan feliz, no tendra nada que temer si no era de ella misma y que si susciudadanos se ejercitasen en las armas, fuese ms bien por conservar o sostenerentre ellos ese ardor guerrero y esa grandeza de valor que sienta tan bien a la libertady que sostiene su amor, que por la necesidad de proveer a su propia defensa.Yo habra buscado un pas en donde el derecho de legislacin fuese comn a todoslos ciudadanos, porque, quin puede saber mejor que ellos bajo qu condicionesles conviene vivir reunidos en una misma sociedad? Pero no habra, con todo,aprobado plebiscitos semejantes a los de los romanos, en donde los jefes del Estadoy los ms interesados en su conservacin, eran excluidos de las deliberaciones delas cuales dependan a menudo su felicidad y en donde, por una absurdainconsecuencia, los magistrados eran privados de los derechos de que gozaban lossimples ciudadanos.Por el contrario, yo habra deseado que, para impedir los proyectos interesados y malconcebidos y las innovaciones peligrosas que perdieron al fin a los atenienses, nadietuviese el poder de proponer a su fantasa nuevas leyes; que ese derechoperteneciese solamente a los magistrados, que usasen de l con tantacircunspeccin, que el pueblo por su parte fuese tan reservado a dar suconsentimiento a dichas leyes y que su promulgacin no pudiese hacerse sino contal solemnidad, que antes que la constitucin fuese alterada, hubiese el tiempo deconvencerse que es sobre todo la gran antigedad de las leyes lo que las hacesantas y venerables; que el pueblo desprecia pronto las que ve cambiar todos losdas y que acostumbrndose a desatender o descuidar los antiguos usos, con elpretexto de hacerlos mejor, introducen a menudo grandes males para corregirpequeos.Yo habra huido sobre todo, como necesariamente mal gobernada, de una repblicaen donde el pueblo, creyendo poder privarse de sus magistrados o no dejndolessino una autoridad precaria, guardase imprudentemente la administracin de losnegocios civiles y la ejecucin de sus propias leyes: tal debi ser la groseraconstitucin de los primeros gobiernos inmediatamente despus de haber salido delestado primitivo, y tal fue an uno de los vicios que perdieron la repblica deAtenas.Pero habra escogido una en donde los particulares, contentndose con sancionarlas leyes y con decidir en cuerpo y de acuerdo con los jefes los ms importantesnegocios pblicos, establecieran tribunales respetados, regularizando con esmerolos diversos departamentos, eligieran todos los aos los ms capaces y ms ntegrosde sus conciudadanos para administrar la justicia y gobernar el Estado y en donde

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    la virtud de los magistrados llevando como distintivo la sabidura del pueblo, losunos y los otros se honrasen mutuamente. De suerte que, si alguna vez malasinterpretaciones viniesen a turbar la concordia pblica, aun esos mismos tiempos deceguedad y de error, fuesen marcados por demostraciones de moderacin, deestimacin recproca y de un comn respeto por las leyes, presagio y garanta de unareconciliacin sincera y perpetua.Tales son, honorables y soberanos seores, las ventajas que yo habra buscado enla patria que hubiera escogido, y si la Providencia hubiese adems aadido unasituacin encantadora, un clima templado, un pas frtil y el aspecto ms deliciosoque se pueda concebir bajo el cielo, yo no habra deseado como colmo de mifelicidad, sino gozar de todos esos bienes en el seno de esa dichosa patria, viviendoapaciblemente y en agradable sociedad con mis conciudadanos, ejerciendo con ellosy a su ejemplo, la humanidad, la amistad y todas las virtudes, y dejando tras de mla honrosa memoria de un hombre de bien y de un honrado y virtuoso patriota.Si, menos dichoso o demasiado tarde juicioso, me hubiese visto reducido a terminaren otros climas una dbil y lnguida carrera, deplorando intilmente la tranquilidady la paz de las que una juventud imprudente me hubiese privado, habra al menosalimentado en mi alma esos mismos sentimientos de que no haba podido hacer usoen mi pas, y penetrado de una afeccin tierna y desinteresada por misconciudadanos distantes, les habra dirigido desde el fondo de mi corazn, ms omenos, este discurso: "Mis queridos conciudadanos o, mejor dicho, mis queridoshermanos: Puesto que los lazos de la sangre como los de las leyes nos unen casi atodos, grato me es no pensar en vosotros sin pensar al mismo tiempo en todos losbienes de que gozis y de los cuales nadie de vosotros tal vez conoce mejor el valorque yo, que los he perdido. Mientras ms reflexiono sobre vuestra situacin polticay civil, menos puedo imaginarme que la naturaleza de las cosas humanas puedapermitir una mejor. En todos los otros gobiernos, cuando se trata de asegurar elmayor bien del Estado, todo se limita siempre a proyectos y a simples posibilidades;para vosotros, vuestra felicidad est hecha; no tenis sino que gozar de ella, y notenis necesidad para ser perfectamente dichosos que saber contentaros con serlo.Vuestra soberana, adquirida o recobrada con la punta de la espada y conservadadurante dos siglos a fuerza de valor y de prudencia, est al fin plena yuniversalmente reconocida. Tratados honrosos fijan vuestros lmites, aseguranvuestros derechos y consolidan vuestro reposo. Vuestra Constitucin es excelente,dictada por la ms sublime razn y garantizada por potencias amigas y respetadas;vuestro Estado est tranquilo, no tenis ni guerras ni conquistadores a quienestemer; no tenis otros amos que las sabias leyes que vosotros mismos habis hecho,administradas por magistrados ntegros escogidos por vosotros; no sois nisuficientemente ricos para enervaros por la molicie y perder en vanas delicias elgusto por la verdadera felicidad y slidas virtudes, ni bastante pobres para tenernecesidad de otros recursos extranjeros que aquellos que os procura vuestra

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    industria; y esa libertad preciosa que no se sostiene en las grandes naciones sinoa costa de impuestos exorbitantes, no os cuesta a vosotros casi nada conservarla."Que dure por siempre, para la felicidad de sus ciudadanos y ejemplo de lospueblos, una repblica tan sabia y afortunadamente constituida! He all el solo votoque os resta hacer y el solo cuidado que debis tener. A vosotros slo toca enadelante hacer no vuestra felicidad, vuestros antecesores os han evitado el trabajo,sino hacerla duradera sirvindoos con sabidura de ella. De vuestra unin perpetua,de vuestra obediencia a las leyes, de vuestro respeto por sus ministros dependevuestra conservacin. Si existe entre vosotros el menor germen de agrura odesconfianza, apresuraos a destruirlo corno funesta levadura que ser causa, tardeo temprano, de vuestras desgracias y de la ruina del Estado. Os conjuro a todos aque os reconcentris en el fondo de vuestro corazn y que consultis la voz secretade la conciencia. Conoce alguien de vosotros en parte alguna del universo uncuerpo ms ntegro, ms esclarecido, ms respetable que el de vuestra magistratura?Todos sus miembros no os dan el ejemplo de la moderacin, de la simplicidad en lascostumbres, del respeto a las leyes y de la ms sincera reconciliacin? Dad, pues, sinreserva a tan sabios jefes esa saludable confianza que la razn debe a la virtud;pensad que son escogidos por vosotros y que los honores debidos a los que habisconstituido en dignidad recaen necesariamente sobre vosotros mismos.Ninguno de vosotros es tan poco instruido para ignorar que en donde cesa el vigorde las leyes y la autoridad de sus defensores, no puede haber ni seguridad ni libertadpara nadie. De qu se trata, pues, entre vosotros, sino es de hacer con gusto y conconfianza lo que de todos modos estis obligados a hacer por verdadero inters, pordeber y por razn? Que una culpable y funesta indiferencia por el sostenimiento dela constitucin no os haga jams descuidar o desatender en caso de necesidad losprudentes avisos de los ms ilustrados y de los ms celosos de entre vosotros; peroque la equidad, la moderacin y la ms respetuosa energa continen sirviendo denorma a todos vuestros actos y dad, a todo el universo, el ejemplo de un puebloufano y modesto, tan celoso de su gloria como de su libertad. Cuidaos sobre todo,y ste ser mi ltimo consejo, de no escuchar jams interpretaciones falsas ydiscursos envenenados cuyas causas secretas son a menudo ms dainas que lasacciones de que son objeto. Toda una casa se despierta, se alarma a los primerosgritos de un buen y fiel guardin que no ladra sino a la aproximacin de los ladrones,pero se aborrece la importunidad de esos animales alborotadores que turban sincesar el reposo pblico y cuyos avisos continuos e impertinentes no se hacenjustamente sentir en los momentos en que son necesarios. Y vosotros, honorables y soberanos seores, vosotros dignos y respetablesmagistrados de un pueblo libre, permitidme que os ofrezca particularmente mishomenajes. Si hay en el mundo un rango propio para ilustrar a los que lo ocupan, essin duda aquel que dan el talento y la virtud, se de que os habis echo dignos y acual vuestros conciudadanos os han elevado. Su propio mrito aada an al vuestro

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    un nuevo resplandor, pues escogidos por hombres capaces de gobernar a otros paraser ellos gobernados, os considero tan por encima de otros magistrados como porencima est el pueblo libre, y sobre todo el que vosotros tenis el honor de conducir,por sus luces y raciocinio, del populacho de los otros Estados.Same permitido citar un ejemplo del cual deberan haber quedado mejores huellasy que perdurar por siempre en mi memoria. Jams me acuerdo sin que sea con la msdulce emocin, de la memoria del virtuoso ciudadano que me dio el ser y que amenudo aliment mi infancia del respeto que os era debido. Yo lo veo todava,viviendo del sudor de su frente y nutriendo su alma con las verdades ms sublimes.Veo ante l a Tcito, a Plutarco y a Grotius, mezclados con los instrumentos de suoficio. Veo a su lado un hijo querido, recibiendo con muy poco fruto las tiernasinstrucciones del mejor de los padres. Pero si los extravos de una loca juventud mehicieron olvidar durante algn tiempo tan sabias lecciones, tengo al fin la dicha deexperimentar que, por inclinado que sea al vicio, es difcil que una educacin en lacual el corazn ha tomado parte permanezca perdida para siempre.Tales son, honorables y soberanos seores, los ciudadanos y aun los simpleshabitantes nacidos en el Estado que vosotros gobernis; tales son esos hombresinstruidos y sensatos de quienes, bajo el nombre de obreros y de pueblo, tienen enotras naciones tan bajas y tan falsas ideas. Mi padre, lo confieso con gozo, no eraun hombre distinguido entre sus conciudadanos, no era ms que lo que son todos,y tal cual l era, no hay pas donde su sociedad no haya sido solicitada y hastacultivada con provecho por los hombres ms honrados. No me pertenece a m, ygracias al cielo, no es necesario hablaros de los miramientos que pueden esperar devosotros hombres de ese temple, vuestros iguales tanto por educacin como porderecho natural y de nacimiento; vuestros inferiores por su propia voluntad, por lapreferencia que le deben a vuestros mritos, que ellos mismos os han acordado, ypor la cual vos les debis a vuestra vez una especie de reconocimiento. Veo con unaviva satisfaccin con cunta dulzura y condescendencia temperis con ellos lagravedad adecuada a los ministros de la ley; cmo les devolvis en atenciones yestimacin lo que ellos os deben en obediencia y respeto, conducta llena de justiciay de sabidura propia para alejar cada vez ms el recuerdo de sucesos desgraciadosque es preciso olvidar para no volverlos a ver jams; conducta tanto ms juiciosacuanto que este pueblo equitativo y generoso hace de su deber un placer, le gustapor naturaleza honraros y los ms ardientes sostenedores de sus derechos son losms dispuestos a respetar los vuestros.No es sorprendente que los jefes de una sociedad civil amen su gloria y su felicidad,pero lo es demasiado para el reposo de los hombres que aquellos que se miran comolos magistrados o, mejor dicho, como los dueos de una patria ms santa y mssublime testimonien algn amor por la patria terrestre que los sustenta. Cunplacentero me es poder hacer en favor nuestro una excepcin tan rara y colocar enel rango de nuestros mejores ciudadanos esos celosos depositarios de dogmas

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    sagrados autorizados por las leyes, esos venerables pastores de almas cuya viva ydulce elocuencia lleva tanto mejor a los corazones las mximas del Evangelio, cuantoque comienzan por practicarlas ellos mismos! Todo el mundo sabe con qu xito elgran arte de la predicacin es cultivado en Ginebra; pero demasiado acostumbradoa or decir una cosa y ver hacer otra, pocos son los que saben hasta qu punto elespritu cristiano, la santidad de las costumbres, la severidad consigo mismo y ladulzura con los dems, reinan en el nimo de nuestros ministros. Tal vez correspondenicamente a la ciudad de Ginebra presentar el ejemplo edificante de tan perfectaunin entre una sociedad de telogos y gentes de letras; confiado en gran parte ensu sabidura y en su moderacin reconocidas y en su celo por la prosperidad delEstado, es en lo que fundo la esperanza de su eterna tranquilidad, y observo con unplacer mezclado de asombro y de respeto, con cunto horror miran las espantosasmximas de esos hombres sagrados y brbaros de quienes la historia provee mas deun ejemplo, y quienes, por sostener los pretendidos derechos de Dios, es decir, suspropios intereses, eran tanto ms vidos de sangre humana, cuanto ms selisonjeaban de que la suya sera respetada.Podr yo olvidar esa preciosa mitad de la repblica que hace la felicidad de la otray cuya dulzura y sabidura sostienen la paz y las buenas costumbres? Amables yvirtuosas ciudadanas, el destino de vuestro sexo ser siempre el de gobernar elnuestro! Feliz, cuando vuestro casto poder, ejercido solamente por medio de launin conyugal, no se haga sentir ms que por la gloria del Estado y en pro delbienestar pblico! Es as como las mujeres gobernaban en Esparta y es as comovosotras merecis gobernar en Ginebra. Qu hombre brbaro podra resistir a la vozdel honor de la razn salida de la boca de una tierna esposa? Y quin nodespreciara un vano lujo viendo vuestra simple y modesta compostura, que por elesplendor que tiene de vosotras semeja ser la ms favorable a la belleza? Es avosotras a quienes corresponde mantener siempre con vuestro amable e inocenteimperio y por vuestro espritu insinuante, el amor a las leyes en el Estado y laconcordia entre los ciudadanos; reunir por medio de felices matrimonios las familiasdivididas, y sobre todo corregir con la persuasiva dulzura de vuestras lecciones ycon las modestas gracias de vuestras plticas, las extravagancias o caprichos quenuestra juventud va a adquirir en otros pases, de donde, en lugar de aprovechar detantas cosas tiles que existen, no traen sino, revestidos de un tono pueril y aireridculo, aprendidos entre mujeres perdidas, la admiracin de yo no s qupretendidas grandezas, frvolas compensaciones de la servidumbre, que no valdrjams lo que vale la augusta libertad.Sed, pues, siempre lo que sois, las castas guardianas de las costumbres y de losdulces lazos de la paz, y continuad haciendo valer en toda ocasin, los derechos delcorazn y de la naturaleza en beneficio del deber y de la virtud.Me lisonjeo de que no ser desmentido por los acontecimientos fundando sobretales garantas la esperanza de la felicidad comn de los ciudadanos y de la gloria de

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    la repblica. Confieso que con todas esas ventajas, ella no brillar con eseresplandor con que la mayora se deslumbra y cuyo pueril y funesto gusto es elenemigo ms mortal de la felicidad y de la libertad. Que una juventud disoluta vayaa buscar en el exterior placeres fciles y prolongados arrepentimientos; que laspretendidas gentes de gusto admiren en otros lugares la pompa de los espectculosy todos los refinamientos de la molicie y del lujo: en Ginebra no se encontrarn sinohombres, pero tal espectculo tiene, sin embargo, su valor, y los que lo busquenvaldrn bien por los admiradores de los otros.Dignaos, honorables y soberanos seores, recibir todos con la misma bondad, losrespetuosos testimonios del inters que me tomo por vuestra prosperidad comn.Si he sido bastante desdichado para ser culpable de ciertos transportes indiscretosen esta viva efusin de mi corazn, os suplico los perdonis en honor a la tiernaafeccin de un verdadero patriota y al celo ardiente y legtimo de un hombre que noaspira a otra felicidad mayor para s, que la de veros a todos dichosos.Soy con el ms profundo respeto, honorables y soberanos seores, vuestro muyhumilde, obediente servidor y conciudadano.

    J. J. ROUSSEAU

    En Chambery, 12 de junio de 1754.

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    PREFACIO

    El ms til y el menos avanzado de todos los conocimientos humanos, es en miconcepto, el relacionado con el hombre2; y me atrevo a decir que la sola inscripcindel templo de Delfos, contena un precepto ms importante y ms difcil que todoslos contenidos en los grandes volmenes de los moralistas. Asimismo considero queel objeto de este discurso es una de las cuestiones ms interesantes que la filosofapueda proponer, como tambin desgraciadamente para nosotros, una de las msespinosas para los filsofos resolver. Porque, cmo conocer la fuente de ladesigualdad entre los hombres, si antes no se les conoce a ellos? Y cmo llegar elhombre a contemplarse tal cual lo ha formado la naturaleza, a travs de todos loscambios que la sucesin del tiempo y de las cosas ha debido producir en sucomplexin original, y distinguir entre lo que forma su propia constitucin y lo quelas circunstancias y su progreso han aadido o cambiado a su estado primitivo?Semejante a la estatua de Glauco, que el tiempo, el mar y las tormentas haban de talsuerte desfigurado que pareca ms bien una bestia feroz que un dios, el almahumana, alterada en el seno de la sociedad por mil causas que se renuevan sin cesar,por la adquisicin de una multitud de conocimientos y de errores, por lasmodificaciones efectuadas en la constitucin de los cuerpos y por el choquecontinuo de las pasiones, ha, por decirlo as, cambiado de apariencia hasta tal punto,que es casi incognoscible, encontrndose, en vez del ser activo que obra siemprebajo principios ciertos e invariables, en vez de la celeste y majestuosa sencillez quesu autor habale impreso, el deforme contraste de la pasin que cree razonar y elentendimiento que delira.Y lo ms cruel an, es que todos los progresos llevados a cabo por la especiehumana, la alejan sin cesar de su estado primitivo. Mientras mayor es el nmero deconocimientos que acumulamos, ms difcil nos es adquirir los medios de llegar aposeer el ms importante de todos; y es que, a fuerza de estudiar el hombre, lo hemoscolocado fuera del estado conocible.Fcilmente se concibe que en estos cambios sucesivos de la constitucin humana,es donde hay que buscar al origen primero de las diferencias que distinguen a los

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    hombres, los cuales son, por ley natural, tan iguales entre s, como lo eran losanimales de cada especie antes que diversas causas fsicas hubiesen introducido enalgunas de ellas las variedades que hoy notamos. En efecto, no es concebible queesos primeros cambios, cualquiera que haya sido la manera como se han operado,hayan alterado de golpe de igual suerte todos los individuos de la especie, sino que,habindose perfeccionado o degenerado los unos y adquirido diversas cualidades,buenas o malas, que no eran en lo absoluto inherentes a su naturaleza, hayanpermanecido los otros por largo tiempo en su estado original. Tal fue entre loshombres la primera fuente de desigualdad, la cual es ms fcil de demostrar engeneral que de determinar con precisin sus verdaderas causas.No se imaginen mis lectores que yo me ufano de haber logrado ver lo que me parecetan difcil ver. He razonado, me he atrevido a hacer algunas conjeturas, pero ha sidoms con la intencin de esclarecer la cuestin, llevndola a su verdadero terreno, quecon la esperanza de solucionarla. Otros podrn fcilmente ir ms lejos en esta va,pero a nadie le ser dado con facilidad llegar a su verdadero fin, pues no es empresasencilla la de distinguir lo que hay de original y lo que hay de artificial en lanaturaleza actual del hombre, ni de conocer perfectamente un estado que ya noexiste, que tal vez no ha existido, que probablemente no existir jams y del cual esnecesario, sin embargo, tener nociones justas para poder juzgar bien de nuestroestado presente. Sera preciso que fuese ms filsofo que lo que puede ser el queemprendiese la tarea de determinar con exactitud las precauciones que deben tenerseen cuenta para hacer sobre esta materia slidas observaciones; y por esto juzgo queuna buena solucin del problema siguiente, no sera indigna de los Aristteles y delos Plinios de nuestro siglo: Qu experiencias seran necesarias para llegar aconocer el hombre primitivo y cules son los medios para llevar a cabo esasexperiencias en el seno de la sociedad? Lejos de emprender la solucin de esteproblema, creo haber meditado bastante sobre l para atreverme a decir de antemanoque los ms grandes filsofos no sern capaces de dirigir tales experiencias, ni losms poderosos soberanos de realizarlas; concurso ste que no sera razonableesperar que se llevase a efecto, sobre todo con la perseverancia, o mejor an, con elcontingente de luces y de buena voluntad necesarias de ambas partes para alcanzarel xito.Estas investigaciones tan difciles de ejecutar y en las cuales se ha pensado tan pocohasta ahora son, sin embargo, los nicos medios que nos quedan para vencer unamultitud de dificultades que nos impiden adquirir el conocimiento de las bases realessobre las cuales descansa la sociedad humana. Esta ignorancia de la naturaleza delhombre, es la que arroja tanta incertidumbre y oscuridad sobre la verdaderadefinicin del derecho natural; pues la idea del derecho, dice Burlamaqui, y sobretodo la del derecho natural, son evidentemente ideas relativas a la naturaleza delhombre. Es, pues, de esta misma naturaleza, contina el citado autor, de suconstitucin y de su estado de donde deben deducirse los principios de esta ciencia.

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    No sin sorpresa y sin escndalo se nota el desacuerdo que reina sobre tanimportante materia entre los diversos autores que la han tratado. Entre los ms seriosescritores, apenas si se encuentran dos que opinen de la misma manera. Sin tomaren cuenta los filsofos antiguos, que parecen haberse dado a la tarea decontradecirse mutuamente sobre los principios ms fundamentales, losjurisconsultos romanos sometan indiferentemente el hombre y todos los demsanimales a la misma ley natural, porque consideraban ms bien bajo este nombre laley que la naturaleza se impone a s misma, que la que ella prescribe, o mejor dicho,a causa de la acepcin particular que tales jurisconsultos daban a la palabra ley, laque parece no tomaban en esta ocasin ms que por la expresin de las relacionesgenerales establecidas por la naturaleza entre todos los seres animados por sucomn conservacin. Los modernos, no reconociendo bajo el nombre de ley ms queuna regla prescrita a un ser moral, es decir, a un ser inteligente, libre y consideradoen sus relaciones con otros seres, limitan al solo animal dotado de razn, es decir, alhombre, la competencia de la ley natural, pero definindola cada cual a su modo,bsanla sobre principios tan metafsicos, que hay, aun entre nosotros mismos, pocaspersonas que puedan comprenderlas y encontrarlas por s mismas. De suerte quetodas las definiciones de estos sabios, en perpetua contradiccin entre ellos mismos,slo estn de acuerdo en lo siguiente: que es imposible comprender la ley natural ypor consecuencia obedecerla, sin ser un gran razonador y un profundo metafsico;lo que significa precisamente que los hombres han debido emplear para elestablecimiento de la sociedad, luces y conocimientos que slo se desarrollan afuerza de trabajo yen muy reducido nmero de talentos en el seno de la sociedadmisma.Conociendo tan poco la naturaleza y estando tan en desacuerdo sobre el sentido dela palabra ley, sera muy difcil convenir en una buena definicin de la ley natural.As, pues, todas las que se encuentran en los libros, adems del defecto de no seruniformes, tienen el de ser deducciones de diversos conocimientos que los hombresno poseen naturalmente, y de ventajas cuya idea no pueden concebir sino despusde haber salido del estado natural. Se comienza por buscar las reglas, las cuales, paraque sean de utilidad comn, sera preciso que los hombres las acordasen entre s; yluego dan el nombre de ley natural a esa coleccin de reglas, sin otra razn que elbien que se cree resultara de su prctica universal.He all sin duda, una manera muy cmoda de componer definiciones y de explicar lanaturaleza de las cosas por medio de conveniencias casi arbitrarias.Pero, entre tanto no conozcamos el hombre primitivo, es intil que queramosdeterminar la ley que ha recibido o la que conviene ms a su constitucin. Todo loque podemos ver claramente con respecto a esta ley, es que para que lo sea, esnecesario no solamente que la voluntad de quien la cumple sea consultada, sino quees preciso an, para que sea natural, que hable directamente por boca de lanaturaleza.

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    Dejando, pues, a un lado todos los libros cientficos que slo nos ensean a ver loshombres tales como ellos se han hecho, y meditando sobre las primeras y mssimples manifestaciones del alma humana, creo percibir dos principios anteriores ala razn, de los cuales el uno interesa profundamente a nuestro bienestar y a nuestrapropia conservacin, y el otro nos inspira una repugnancia natural a la muerte o alsufrimiento de todo ser sensible y principalmente de nuestros semejantes. Delconcurso y de la combinacin que nuestro espritu est en estado de hacer de estosdos principios, sin que sea necesario el de la sociabilidad, es de donde me pareceque dimanan todas las reglas del derecho natural, reglas que la razn se ve obligadaen seguida a restablecer sobre otras bases, cuando, a causa de sus sucesivosdesarrollos llega hasta el punto de ahogar la naturaleza.De esta suerte no se est obligado a hacer del ser humano un filsofo antes que unhombre; sus deberes para con los dems no le son dictados nicamente por lastardas lecciones de la sabidura, Y mientras no haga resistencia al impulso interiorde la conmiseracin, jams har mal a otro hombre ni a ser sensible alguno, exceptoen el caso legtimo en que su vida se encuentre en peligro y vase forzado adefenderla. Por este medio se terminan tambin las antiguas controversias sobre laparticipacin que corresponde a los animales en la ley natural; pues es claro que,desprovistos de inteligencia y de libertad, no pueden reconocer esta ley; peroteniendo algo de nuestra naturaleza por la sensibilidad de que estn dotados, sejuzgar justo que tambin participen del derecho natural y que el hombre se veaforzado hacia ellos a ciertos deberes.Parece, en efecto, que si yo estoy obligado a no hacer mal ninguno a mis semejantes,es menos por el hecho de que sea un ser razonable que porque es un ser sensible,cualidad que, siendo comn a la bestia y al hombre, debe al menos darle el derechoa la primera de no ser maltratada intilmente por el segundo.Este mismo estudio del hombre primitivo, de sus verdaderas necesidades y de losprincipios fundamentales de sus deberes, es el nico buen medio que puedeemplearse para vencer las mil dificultades que se presentan sobre el origen de ladesigualdad moral, sobre los verdaderos fundamentos del cuerpo poltico sobre losderechos recprocos de sus miembros y sobre multitud de otras cuestionessemejantes, tan importantes como mal aclaradas.Considerando la sociedad humana con mirada tranquila y desinteresada, me pareceque no se descubre en ella otra cosa que la violencia de los poderosos y la opresinde los dbiles. El espritu se rebela contra la dureza de los unos o deplora la ceguerade los otros, y como nada es menos estable entre los hombres que estas relacionesexteriores que el azar produce ms a menudo que la sabidura y que se llamandebilidad o poder, riqueza o pobreza, las sociedades humanas parecen, al primergolpe de vista, fundadas sobre montones de arena movediza. Slo despus dehaberlas examinado de cerca, despus de haber separado el polvo y la arena querodean al edificio, es cuando se descubre la base inamovible sobre la cual descansa,

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    y cuando se aprende a respetar sus fundamentos. Ahora, sin el estudio serio delhombre, de sus facultades naturales y de sus desarrollos sucesivos, no se llegarjams a hacer estas distinciones, ni a descartar, en la actual constitucin de lascosas, lo que es obra de la voluntad divina de lo que el arte humano ha pretendidohacer. Las investigaciones polticas y morales a que se presta el importante tema queexamino son, pues, tiles de todas maneras, ya que la historia hipottica de losgobiernos es para el hombre una leccin instructiva a todas luces. Considerando loque seramos, abandonados a nosotros mismos, debemos aprender a bendecir lamano bienhechora que, corrigiendo nuestras instituciones y dndoles una baseduradera, ha prevenido los desrdenes que podran resultar de ellas y hecho surgirnuestra felicidad de los medios mismos que parecan destinados a colmar nuestramiseria.

    Quem te Deus esseJussit, et humana qua parte locatus es in re Disce. PERS., Sat. III, v. 71

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    DISCURSO

    Tengo que hablar del hombre, y el tema que examino me dice que voy a hablarles ahombres, pues no se proponen cuestiones semejantes cuando se teme honrar laverdad. Defender, pues, con confianza la causa de la humanidad ante los sabios quea ello me invitan y me considerar satisfecho de m mismo si me hago digno del temay de mis jueces.Concibo en la especie humana dos clases de desigualdades: la una que consideronatural o fsica, porque es establecida por la naturaleza y que consiste en ladiferencia de edades, de salud, de fuerzas corporales y de las cualidades del esprituo del alma, y la otra que puede llamarse desigualdad moral o poltica, porque dependede una especie de convencin y porque est establecida, o al menos autorizada, porel consentimiento de los hombres. sta consiste en los diferentes privilegios de quegozan unos en perjuicio de otros, como el de ser ms ricos, ms respetados, mspoderosos o de hacerse obedecer.No puede preguntarse cul es el origen de la desigualdad natural, porque larespuesta se encontrara enunciada en la simple definicin de la palabra. Menos anbuscar si existe alguna relacin esencial entre las dos desigualdades, pues elloequivaldra a preguntar en otros trminos si los que mandan valen necesariamentems que los que obedecen, y si la fuerza corporal o del espritu, la sabidura o lavirtud, residen siempre en los mismos individuos en proporcin igual a su poderoo riqueza, cuestin tal vez a propsito para ser debatida entre esclavos y amos, perono digna entre hombres libres, que razonan y que buscan la verdad.De qu se trata, pues, precisamente en este discurso? De fijar en el progreso de lascosas el momento en que, sucediendo el derecho a la violencia, la naturaleza fuesometida a la ley; de explicar por medio de qu encadenamiento prodigioso el fuertepudo resolverse a servir al dbil y el pueblo a aceptar una tranquilidad ideal encambio de una felicidad real.Los filsofos que han examinado los fundamentos de la sociedad, han sentido todosla necesidad de remontarse hasta el estado natural, pero ninguno de ellos ha tenidoxito. Los unos no han vacilado en suponer al hombre en este estado con la nocin

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    de lo justo, y de lo injusto, sin cuidarse de demostrar que debi tener tal nocin, niaun que debi serle til. Otros han hablado del derecho natural que cada cual tienede conservar lo que le pertenece, sin explicar lo que ellos entienden por pertenecer.Algunos, concediendo al ms fuerte la autoridad sobre el ms dbil, se hanapresurado a fundar el gobierno sin pensar en el tiempo que ha debido transcurrirantes que el sentido de las palabras autoridad y gobierno, pudiese existir entre loshombres.En fin, todos, hablando sin cesar de necesidad, de codicia, de opresin, de deseosy de orgullo, han transportado al estado natural del hombre las ideas que habanadquirido en la sociedad: todos han hablado del hombre salvaje a la vez queretrataban el hombre civilizado.Ni siquiera ha cruzado por la mente de la mayora de nuestros contemporneos laduda de que el estado natural haya existido, entre tanto que es evidente, de acuerdocon los libros sagrados, que el primer hombre, habiendo recibido inmediatamente deDios la luz de la inteligencia y el conocimiento de sus preceptos, no se encontrjams en tal estado, y si a ello aadimos la fe que en los escritos de Moiss debetener todo filsofo cristiano, es preciso negar que, aun antes del Diluvio, loshombres jams se encontraron en el estado netamente natural, a menos que hubiesencado en l a consecuencia de algn suceso extraordinario, paradoja demasiadoembrollada para defender y de todo punto imposible de probar.Principiemos, pues, por descartar todos los hechos que no afectan la cuestin. Noes preciso considerar las investigaciones que pueden servirnos para el desarrollo deeste tema como verdades histricas, sino simplemente como razonamientoshipotticos y condicionales, ms propios a esclarecer la naturaleza de las cosas quea demostrar su verdadero origen, semejantes a los que hacen todos los das nuestrosfsicos con respecto a la formacin del mundo. La religin nos manda creer que Diosmismo, antes de haber sacado a los hombres del estado natural inmediatamentedespus de haber sido creados, fueron desiguales porque as l lo quiso; pero nonos prohibe hacer conjeturas basadas en la misma naturaleza del hombre y de losseres que lo rodean, sobre lo que sera el gnero humano si hubiese sidoabandonado a sus propios esfuerzos. He aqu lo que se me pide y lo que yo mepropongo examinar en este discurso. Interesando el tema a todos los hombres engeneral, procurar usar un lenguaje que convenga a todas las naciones; o mejordicho, olvidando tiempos y lugares para no pensar sino en los hombres a quienesme dirijo, me imaginar estar en el Liceo de Atenas, repitiendo las lecciones de mismaestros teniendo a los Plutones y a los Jencrates por jueces y al gnero humanopor auditorio.Oh, hombres! Cualquiera que sea tu patria, cualesquiera que sean tus opiniones,escucha: He aqu tu historia, tal cual he credo leerla, no en los libros de tussemejantes, que son unos farsantes, sino en la naturaleza que no miente jams. Todolo que provenga de ella ser cierto; slo dejar de serlo lo que yo haya mezclado de

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    mi pertenencia, aunque sin voluntad. Los tiempos de que voy a hablarte son muyremotos. Cunto has cambiado de lo que eras! Es, por decirlo as, la vida de tuespecie la que voy a describir de acuerdo con las cualidades que has recibido y quetu educacin y tus costumbres han podido depravar, pero que no han podidodestruir. Hay, lo siento, una edad en la cual el hombre individual quisiera detenerse:t buscars la edad en la cual desearas que tu especie se detuviese. Descontentode tu estado actual por razones que pronostican a tu malhadada posteridaddisgustos mayores an, querrs tal vez poder retroceder, siendo este sentimiento elelogio de tus antepasados, la crtica de tus contemporneos y el espanto de quetengan la desgracia de vivir despus de ti.

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    PARTE PRIMERA

    Por importante que sea, para juzgar bien el estado natural del hombre, paraconsiderarlo desde su origen y examinarlo, por decir as, en el primer embrin de laespecie no seguir su organizacin a travs de sus sucesivos cambios; no medetendr a investigar en el sistema animal lo que pudo ser en un principio para llegara ser lo que es en la actualidad. No examinar si sus uas de hoy, fueron en otrotiempo, como piensa Aristteles, garras encorvadas; si era velludo como un oso ysi andando en cuatro pies 3 dirigiendo sus miradas hacia la tierra en un limitadohorizonte de algunos pasos, no indicaba a la vez que su carcter, lo estrecho de susideas. Yo no podra hacer a este respecto sino conjeturas vagas y casi imaginarias.La anatoma comparada ha hecho todava pocos progresos, las observaciones de losnaturalistas son an demasiado inciertas para que se pueda establecer sobrefundamentos semejantes la base de un razonamiento slido. As, pues, sin recurrira los conocimientos sobrenaturales que tenemos al respecto y sin tornar en cuentalos cambios que han debido sobrevenir en la conformacin tanto interior comoexterior del hombre, a medida que aplicaba sus miembros a nuevos ejercicios y quese nutra con otros alimentos, lo supondr conformado en todo tiempo tal cual lo veohoy, caminando en dos pies, sirvindose de sus dos manos como hacemos nosotroscon las nuestras, dirigiendo sus miradas sobre la naturaleza entera y midiendo conella la vasta extensin del cielo.Despojando este ser as constituido de todos los dones sobrenaturales que hayapodido recibir y de todas las facultades artificiales que no ha podido adquirir sinomediante largos progresos; considerndolo, en una palabra, tal cual ha debido salirde las manos de la naturaleza, veo en l un animal menos fuerte que unos y menosgil que otros, pero en conjunto mejor organizado que todos; lo veo saciar suhambre bajo una encina, su sed en el arroyo ms cercano, durmiendo bajo el rbolmismo que le proporcion su sustento, y de esta suerte satisfacer todas susnecesidades.La tierra abandonada a su fertilidad natural4 y cubierta de inmensos bosques que elhacha no mutil jams, ofrece a cada paso alimento y refugio a los animales de toda

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    especie. Los hombres, diseminados entre ellos, observan, imitan su industria y seinstruyen as hasta posesionarse del instinto de las bestias, con la ventaja de quecada especie no tiene sino el suyo propio y de que el hombre, no teniendo tal vezninguno que le pertenezca, se los apropia todos, como se nutre igualmente con lamayor parte de los diversos alimentos5 que los otros animales se dividen,encontrando por consiguiente su subsistencia con ms facilidad que ellos.Habituados desde la infancia a las intemperies del aire y al rigor de las estaciones;ejercitados en la fatiga y obligados a defender, desnudos y sin armas, sus vidas ysus presas contra las otras bestias feroces, o a escaparse mediante la fuga, loshombres adquieren un temperamento robusto y casi inalterable. Los nios, quevienen al mundo con la misma excelente constitucin de sus padres y que lafortifican por medio de los mismos ejercicios, adquieren as todo el vigor de que escapaz la especie humana. La naturaleza obra precisamente con ellos como la ley deEsparta con los hijos de los ciudadanos: hace fuertes y robustos aquellos que estnbien constituidos y suprime los dems, diferente en esto de nuestras sociedades, endonde el Estado, haciendo los hijos onerosos a sus padres los mata indistintamenteantes de haber nacido.Siendo el cuerpo del hombre salvaje el solo instrumento que conoce, lo emplea endiversos usos, para los cuales, por falta de ejercicio, los nuestros son incapaces,pues nuestra industria nos quita la fuerza y la agilidad que la necesidad le obliga al a adquirir. En efecto, si hubiera tenido un hacha, habra roto con el brazo lasgruesas ramas de los rboles? Si hubiera dispuesto de una honda, habra lanzadocon la mano una piedra con tanta violencia? Si hubiera tenido una escala, habrasubido a un rbol con tanta ligereza? Si hubiera posedo un caballo, habra sido tanveloz en la carrera? Si dais al hombre civilizado el tiempo de reunir todos estosauxiliares a su alrededor, no puede dudarse que aventajar fcilmente al hombresalvaje; pero si queris ver un combate ms desigual an, colocadlos a ambosdesnudos, el uno frente al otro, y reconoceris muy pronto la ventaja de tenerconstantemente todas sus fuerzas a su servicio, de estar siempre dispuesto paracualquier evento y de llevar siempre, por decirlo as, todo consigo6.Hobbes pretende que el hombre es naturalmente intrpido y que nicamente deseaatacar y combatir. Un filsofo ilustre piensa lo contrario, y Cumberland y Puffendorfaseguran tambin que no hay nada ms tmido que el hombre primitivo, que siempreest temblando y dispuesto a huir al menor ruido que escucha o al ms pequeomovimiento que percibe. Puede ser tal vez as, pero, con respecto a aquellos objetosque no conozca y no dudo en lo absoluto que le aterrorice todo espectculo nuevoque se ofrezca a su vista, siempre que no pueda distinguir el bien y el mal fsico quedebe esperar, ni haya comparado sus fuerzas con los peligros que tenga que correr,circunstancias raras en el estado natural en el cual todas las cosas marchan demanera tan uniforme y en el que la superficie de la tierra no est sujeta a esoscambios bruscos y continuos que causan las pasiones y la inconstancia de los

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    pueblos reunidos en sociedad. Pero viviendo el hombre salvaje dispersado entre losanimales y encontrndose desde temprana edad en el caso de medir sus fuerzas conellos, establece pronto la comparacin y sintiendo que los sobrepuja en habilidadms de lo que ellos le exceden en fuerza, se acostumbra a no temerles. Poned un osoo un lobo en contienda con un salvaje robusto, gil, valeroso, como lo son todos,armado de piedras y un buen palo y veris que el peligro ser ms o menos recprocoy que despus de varias experiencias semejantes, las bestias feroces que no lesgusta atacarse mutuamente, dejarn tranquilo al hombre a quien habrn encontradotan feroz como ellas.Con respecto a los animales que tienen ms fuerza que el hombre destreza, hllaseste en caso anlogo al de otras especies ms dbiles que l y que no por eso dejande subsistir, con la ventaja para el hombre que, no menos dispuesto que ellos paracorrer, y encontrando en los rboles un refugio casi seguro, tiene a su arbitrioaceptar o rehuir la contienda. Aadamos el hecho de que, segn parece, ningnanimal hace la guerra por instinto al hombre, salvo en el caso de defensa propia o deextremada hambre, ni tampoco manifiesta contra l esas violentas antipatas queparecen anunciar que una especie est destinada por la naturaleza a servir de pastoa otra.He aqu, sin duda, las razones por las cuales los negros y los salvajes se preocupantan poco de las bestias feroces que puedan encontrar en los bosques. Los caribesde Venezuela, entre otros, viven, por lo tocante a esto, en la mayor seguridad y sinel menor inconveniente.Aunque estn casi desnudos, dice Francisco Correal, no dejan de exponerseatrevidamente por entre los bosques, armados nicamente con la flecha y el arco, sinque se haya odo decir jams que ninguno ha sido devorado por las fieras.Otros enemigos ms temibles y contra los cuales el hombre no tiene los mismosmedios de defensa, son las enfermedades naturales, la infancia, la vejez y lasdolencias de toda clase, tristes seales de nuestra debilidad, de los cuales los dosprimeros son comunes a todos los animales y el ltimo, con preferencia, al hombreque vive en sociedad.Observo adems, con relacin a la infancia, que la madre, llevando consigo por todaspartes su hijo, tiene mayores facilidades para alimentarlo que las hembras de muchosanimales, forzadas a ir y venir sin cesar, con sobra de fatiga, ya en busca del alimentopara ellas, ya para amamantar o nutrir sus pequeuelos. Es cierto que si la madrellega a perecer, el hijo corre mucho riesgo de perecer con ella; mas este peligro escomn a cien otras especies cuyos pequeuelos no estn por largo tiempo en estadode procurarse por s mismos su alimento, y si la infancia es ms larga entre nosotros,la vida lo es tambin, de donde resulta que todo es ms o menos igual en estepunto7, aunque haya con respecto al nmero de hijos8, otras reglas que no incumbena mi objeto. Entre los viejos que se agitan y transpiran poco, la necesidad dealimentacin disminuye en relacin directa de sus fuerzas, y como la vida salvaje

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    aleja de ellos la gota y el reumatismo, y la vejez es de todos los males el que menospueden aliviar los recursos humanos, extnguense al fin, sin que los dems seperciban de que han dejado de existir y casi sin darse cuenta ellos mismos.Respecto a las enfermedades, no repetir las vanas y falsas declamaciones quehacen contra la medicina la mayora de las gentes que gozan de salud; pero spreguntara si existe alguna observacin slida de la cual pueda deducirse que, enlos pases en donde este arte est ms descuidado, por trmino medio, la vida en elhombre sea ms corta que en los que es cultivado con la ms grande atencin. Ycmo podra ser as, si nosotros mismos nos procuramos mayor nmero de malesque remedios puede proporcionarnos la medicina? La extrema desigualdad en lamanera de vivir, el exceso de ociosidad en unos, el exceso de trabajo en otros; lafacilidad de irritar y de satisfacer nuestros apetitos y nuestra sensualidad; losalimentos demasiado escogidos de los ricos, cargados de jugos enardecientes quelos hacen sucumbir de indigestiones; la mala nutricin de los pobres, de la cualcarecen a menudo y cuya falta los lleva a llenar demasiado sus estmagos cuandola ocasin se presenta; las vigilias, los excesos de toda especie, los transportesinrnoderados de todas las pasiones, las fatigas y decaimiento del espritu, lospesares y tristezas sin nmero que se experimentan en todas las clases y que roenperpetuamente las almas, he ah las funestas pruebas de que la mayor parte denuestros males son nuestra propia obra y de que los habramos evitado casi todosconservando la manera de vivir sencilla, uniforme y solitaria que nos estaba prescritapor la naturaleza. Si sta nos ha destinado a vivir sanos, me atrevo casi a asegurarque el estado de reflexin es un estado contra natura y que el hombre que medita esun animal depravado. Cuando se piensa en la buena constitucin de los salvajes, almenos la de aquellos que no hemos perdido con nuestros fuertes licores; cuando sesabe que no conocen casi otras enfermedades que las heridas y la vejez, crese quees tarea fcil la de hacer la historia de las enfermedades humanas siguiendo la de lassociedades civiles.Esta es, por lo menos, la opinin de Platn, quien juzga, por ciertos remediosempleados o aprobados por Podalirio y Macan durante el sitio de Troya, quediversas enfermedades que los dichos remedios deban excitar no eran todavaconocidas entonces entre los hombres, y Celso refiere que la dieta, hoy tannecesaria, no fue inventada sino por Hipcrates.Con tan pocas fuentes verdaderas de males, el hombre en su estado natural apenassi tiene necesidad de remedios y menos todava de medicinas. La especie humana noes a este respecto de peor condicin que las otras, y es fcil saber por los cazadoressi en sus excursiones encuentran muchos animales enfermos. Muchos hallan, enefecto, algunos de ellos con heridas considerables perfectamente cicatrizadas, quehan tenido huesos y aun miembros rotos y que se han curado sin otro cirujano queel tiempo, sin otro rgimen que su vida ordinaria y que no estn menos bien por nohaber sido atormentados con incisiones, envenenados con drogas ni extenuados por

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    el ayuno. En fin, por til que pueda ser entre nosotros la medicina bien administradano deja de ser siempre cierto que si el salvaje enfermo, abandonado a sus propiosauxilios, no tiene nada que esperar si no es de la naturaleza, en cambio no tiene quetemer ms que a su mal, lo cual hace a menudo su situacin preferible a la nuestra.Guardmonos, pues, de confundir al hombre salvaje con los que tenemos antenuestros ojos. La naturaleza trata a todos los animales abandonados a sus cuidadoscon una predileccin que parece demostrar cun celosa es de su derecho. El caballo,el gato, el toro, el asno mismo, tienen la mayor parte una talla ms alta, todos unaconstitucin ms robusta, ms vigor, ms fuerza y ms valor cuando estn en laselva que cuando estn en nuestras casas: al ser domesticados pierden la mitad deestas cualidades. Dirase que todos nuestros cuidados, tratando y alimentando bienestos animales, slo logran degenerarlos.Lo mismo pasa con el hombre: hacindose sociales y esclavos, trnase dbil, tmidoy servil, y su manera de vivir delicada y afeminada termina por enervar a la vez sufuerza y su valor. Aadamos que entre las condiciones de salvaje y civilizado, ladiferencia de hombre a hombre debe ser ms grande an que la de bestia a bestia,pues habiendo sido el animal y el hombre tratados igualmente por la naturaleza,todas las comodidades que ste se proporciona ms que los animales que domina,son otras tantas causas particulares que le hacen degenerar ms sensiblemente.No es, pues, una gran desgracia, para los hombres primitivos, ni sobre todo un granobstculo para su conservacin la desnudez, la falta de habitacin y la privacin detodas esas frivolidades que nosotros creemos necesarias. Si no tienen la piel velluda,ninguna falta les hace en los pases clidos, y en los pases fros saben bienaprovecharse de las de los animales que han vencido. Si no tienen ms que dos piespara correr, tienen dos brazos para proveer a su defensa y a sus necesidades. Sushijos empiezan a caminar tal vez tarde y penosamente, pero las madres los conducencon facilidad, ventaja de que carecen las otras especies, en las que la madre, siendoperseguida, se ve constreida a abandonar sus pequeuelos o a arreglar su paso alde ellos. En fin, a menos que se acepte el concurso de circunstancias singulares yfortuitas de las cuales hablar ms adelante y que podran no ocurrir jams, esevidente, que el primero que se hizo un vestido o se construy una habitacin, seproporcion cosas poco necesarias, puesto que se haba pasado hasta entonces sinellas, y no se explica por qu no podra soportar, ya hombre, un gnero de vida queha soportado desde su infancia.Solo, ocioso y siempre rodeado de peligros, el hombre salvaje debe gustarle dormiry tener el sueo ligero, como los animales que pensando poco, duermen, por decirloas, todo el tiempo que no piensan.Constituyendo su propia conservacin casi su nico cuidado, debe ser causa de quesus facultades ms ejercitadas sean aquellas que tienen por objeto principal elataque y la defensa, ya sea con el fin de subyugar su presa, ya sea para evitar serlal de algn otro animal, resultando lo contrario con los rganos que no se

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    perfeccionan sino por medio de la molicie y de la sensualidad, que deben permaneceren un estado de rudeza que excluye toda delicadeza. Encontrndose, enconsecuencia, sus sentidos divididos en este punto, tendr el tacto y el gusto deuna tosquedad extrema y la vista, el odo y el olfato de la ms grande sutilidad. Tales el estado animal en general y tal es tambin, segn los relatos de los viajeros, lade la mayor parte de los pueblos salvajes. As, no se debe extraar que loshotentotes del cabo de Buena Esperanza, descubran a la simple vista los navos enalta mar, a la misma distancia que los holandeses con los anteojos; ni que lossalvajes de Amrica descubriesen a los espaoles por el rastro como habran podidohacerlo los mejores perros, ni que todas esas naciones brbaras soporten sin penasu desnudez, refinen su gusto a fuerza de pimienta y beban los licores europeoscorno agua.He considerado hasta aqu el hombre fsico; tratemos de observarlo ahora por el ladometafsico y moral.No veo en todo animal ms que una mquina ingeniosa, a la cual la naturaleza hadotado de sentidos para que se remonte por s misma y para que pueda garantirse,hasta cierto punto, contra todo lo que tienda a destruirla o a descomponerla. Perciboprecisamente las mismas cosas en la mquina humana, con la diferencia de que lanaturaleza por s sola ejecuta todo en las operaciones de la bestia, en tanto que elhombre concurre l mismo en las suyas como agente libre. La una escoge o rechazapor instinto y el otro por un acto de libertad, lo que hace que la bestia no puedasepararse de la regla que le est prescrita, aun cuando le fuese ventajoso hacerlo,mientras que el hombre se separa a menudo en perjuicio propio. As se explica el queun pichn muera de hambre al pie de una fuente llena de las mejores viandas y ungato sobre un montn de frutas o de granos, no obstante de que uno y otro podranmuy bien alimentarse con lo que desdean, si les fuese dado ensayar, y as se explicatambin el que los hombres disolutos se entreguen a excesos que les originan lafiebre y la muerte, porque el espritu pervierte los sentidos y la voluntad continahablando aun despus que la naturaleza ha callado.Todo animal tiene ideas, puesto que tiene sentidos y aun las coordina hasta ciertopunto. El hombre no difiere a este respecto de la bestia ms que por la cantidad,habiendo llegado algunos filsofos hasta a afirmar que la diferencia que existe esmayor de hombre a hombre que de hombre a bestia. No es, pues, tanto elentendimiento lo que establece entre los animales y el hombre la distincinespecfica, sin su calidad de agente libre. La naturaleza ordena a todos los animalesy la bestia obedece. El hombre experimenta la misma impresin, pero se reconocelibre de ceder o de resistir, siendo especialmente en la conciencia de esa libertad quese manifiesta la espiritualidad de su alma, pues la fsica explica en parte el mecanismode los sentidos y la formacin de las ideas, pero dentro de la facultad de querer omejor dicho de escoger, no encontrndose en el sentimiento de esta facultad sinoactos puramente espirituales que estn fuera de las leyes de la mecnica.

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    Pero, aun cuando las dificultades que rodean todas estas cuestiones permitiesendiscutir sobre la diferencia entre el hombre y el animal, hay otra cualidad muyespecial que los distingue y que es incontestable: la facultad de perfeccionarse,facultad que, ayudada por las circunstancias, desarrolla sucesivamente todas lasotras y que reside tanto en la especie como en el individuo; en tanto que un animales al cabo de algunos meses, lo mismo que ser toda su vida, y su especie serdespus de mil aos la que era el primero. Por qu nicamente el hombre est sujetoa degenerar en imbcil? No es que vuelve as a su estado primitivo y que, mientrasque la bestia que nada ha adquirido y que por consiguiente nada tiene que perder,permanece siempre con su instinto; el hombre perdiendo a causa de la vejez o deotros accidentes todo lo que su perfectibilidad le haba hecho alcanzar, cae denuevo ms bajo aun que la bestia misma. Sera triste para vosotros estar obligadosa reconocer que esta facultad distintiva y casi ilimitada es el origen de todas lasdesgracias del hombre, que es ella la que le aleja a fuerza de tiempo de ese estadoprimitivo en el cual deslizbanse sus das tranquilo e inocente; que es ella la que,haciendo brotar con el transcurso de los siglos sus luces y sus errores, sus viciosy sus virtudes, lo convierte a la larga en tirano de s mismo y de la naturaleza9. Seraespantoso tener que ensalzar como un ser bienhechor al primero que sugiri la ideaal habitante de las orillas del Orinoco del uso de esas planchas que aplicaba sobrelas sienes de sus hijos, asegurndoles una imbecilidad, al menos parcial, y por lotanto su felicidad original.Entregado por la naturaleza el hombre salvaje al solo instinto, o ms bienindemnizado del que le falta, tal vez por facultades capaces de suplirle al principio yde elevarlo despus mucho ms, comenzar, pues, por las funciones puramenteanimales10. Percibir y sentir ser su primer estado, que ser comn a todos losanimales; querer y no querer, desear y tener, sern las primeras y casi las nicasfunciones de su alma hasta que nuevas circunstancias originen en ella nuevasmanifestaciones.A pesar de cuanto digan los naturalistas, el entendimiento humano debe mucho a laspasiones, las cuales dbenle a su vez tambin mucho. Mediante su actividad nuestrocorazn se perfecciona, pues ansiamos conocer porque deseamos gozar, siendoimposible concebir que aquel que no tenga ni deseos ni temores, se d la pena derazonar.Las pasiones son el fruto de nuestras necesidades y sus progresos el de nuestrosconocimientos porque no se puede desear ni tener las cosas sino por las ideas quede ellas pueda tenerse, o bien simple impulsin de la naturaleza; y el hombre salvaje,privado de toda luz, no siente otras pasiones que las de esta ltima especie, es decir:las naturales.Sus deseos se reducen a la satisfaccin de sus necesidades fsicas 11; los solos gocesque conoce en el mundo son: la comida, la mujer y el reposo; los solos males queteme, el dolor y el hambre. He dicho el dolor y no la muerte, porque el animal no

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    sabr jams lo que es morir. El conocimiento o la idea de lo que es la muerte y susterrores ha sido una de las primeras adquisiciones que el hombre ha hecho al alejarsede la condicin animal. Serame fcil, si me fuese necesario, apoyar lo expuesto con hechos y hacer ver queen todas las naciones del mundo los progresos del espritu han sido absolutamenteproporcionales a las necesidades naturales o a las que las circunstancias las hayasujetado, y por consiguiente a las pasiones que las arrastrara a la satisfaccin detales necesidades. Podra demostrar cmo en Egipto las artes nacen y se extiendencon el desbordamiento del Nilo; podra seguir sus progresos entre los griegos, endonde se las vio germinar, crecer y elevarse hasta los cielos entre las arenas y lasrocas del tica; sin lograr echar races en las frtiles orillas del Eurotas; hara notar,en fin, que en general los pueblos del Norte son ms industriosos que los delMedioda, porque pueden menos dejar de serlo, como si la naturaleza quisiera asigualar las cosas dando a los espritus la fertilidad que niega a la tierra.Pero, sin recurrir a los inciertos testimonios de la historia, quin no ve que todoparece alejar del hombre salvaje la tentacin y los medios de dejar de serlo? Suimaginacin no le pinta nada; su corazn nada le pide. Sus escasas necesidadespuede satisfacerlas tan fcilmente, y tan lejos est de poseer el grado deconocimientos necesarios para desear adquirir otros mayores, que no puede haberen l ni previsin ni curiosidad. El espectculo de la naturaleza termina por serleindiferente a fuerza de serle familiar, pues impera en ella siempre el mismo orden yefectanse siempre idnticas revoluciones. Ningn asombro causan a su espritu lasms grandes maravillas y no es en l en donde hay que buscar la filosofa quenecesita el hombre para saber observar una vez lo que ha visto todos los das. Sualma, que nada conmueve, se entrega al solo sentimiento de su existencia actual sinninguna idea del porvenir, por prximo que pueda estar, y sus proyectos, limitadoscomo sus conocimientos, extindense apenas hasta el fin de la jornada. Tal estodava hoy el grado de previsin del caribe, que vende por la maana su lecho dealgodn y viene llorando por la tarde a comprarlo nuevamente, por no haber previstoque tendra necesidad de l la prxima noche.Cuanto ms se medita sobre este asunto, ms crece a nuestra vista la distancia quemedia entre las sensaciones puras y los simples conocimientos, siendo imposibleconcebir cmo un hombre habra podido por sus propios esfuerzos, sin el auxilio dela comunicacin y sin el aguijn de la necesidad, franquear tan grande intervalo.Cuntos siglos han tal vez transcurrido antes que los hombres hayan estado encapacidad de ver otro fuego que el del cielo! Cuntos azares diferentes no habranexperimentado antes de aprender los usos ms comunes de este elemento! Cuntasveces no lo habrn dejado extinguirse antes de haber adquirido el arte dereproducirlo! Y cuntas veces tal vez cada uno de estos secretos habr muerto conel que lo haba descubierto! Qu diremos de la agricultura, arte que exige tantotrabajo y tanta previsin, que depende de tantas otras artes, que evidentemente no

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    es practicable sino en una sociedad por lo menos comenzada, y que no nos sirvetanto para recoger de la tierra los alimentos que suministrara bien sin ellos, comopara hacerla producir con preferencia aquellos que son ms de nuestro gusto? Perosupongamos que los hombres se hubiesen multiplicado de tal manera que lasproducciones naturales no bastasen a nutrirlos, suposicin que, dicho sea de paso,demostrara una gran ventaja para la especie humana en esta manera de vivir;supongamos que sin forjas ni talleres, los instrumentos de labor cayesen del cieloen manos de los salvajes; que stos hubiesen aprendido a prever de lejos susnecesidades; que hubiesen adivinado la forma cmo se cultiva la tierra, cmo sesiembran los granos y se plantan los rboles; que hubiesen descubierto el arte demoler el trigo y hacer fermentar la uva, cosas todas que ha sido preciso que lesfuesen enseadas por los dioses, pues no se concibe cmo las hubieran podidoaprender por s mismos; quin sera, despus de todo eso, bastante insensato paraatormentarse cultivando un campo del cual sera despojado por el primer llegado,hombre o bestia indiferentemente, al que la cosecha le agradase o conviniese? Ycmo se resolvera ninguno a pasar su vida en un trabajo penoso, del cual estseguro que no recibira la recompensa necesaria? En una palabra: cmo situacinsemejante podra llevar a los hombres a cultivar la tierra antes de que fuese repartidaentre ellos, es decir, mientras que el estado natural no hubiese dejado de subsistir?Aun cuando quisiramos suponer un hombre salvaje tan hbil en arte de pensarcomo nos lo pintan nuestros filsofos; aun cuando hicisemos de l, a ejemplo deellos, un filsofo tambin, descubriendo por s solo las ms sublimes verdades,dictndonos, por efecto de sus razonamientos muy abstractos, mximas de justiciay de razn sacadas del amor por el orden en general o de la voluntad conocida de sucreador; aun cuando lo supiramos, en fin, con tanta inteligencia y conocimientoscomo los que debe tener, en vez de la torpeza y estupidez que en realidad posee,qu utilidad sacara la especie de toda esta metafsica, que no podra trasmitirse aotros individuos y que por consiguiente perecera con el que la hubiese inventado?Qu progreso podra proporcionar al gnero humano esparcido en los bosques yentre los animales? Y hasta qu punto podran perfeccionarse e ilustrarsemutuamente los hombres que, no teniendo ni domicilio fijo ni ninguna necesidad eluno del otro, se encontraran quiz dos veces en su vida, sin conocerse y sinhablarse? Pinsese la multitud de ideas de que somos deudores al uso de la palabra;cunto la gramtica adiestra y facilita las operaciones del espritu, y pinsese en laspenas inconcebibles y en el largusimo tiempo que ha debido costar la primerainvencin de las lenguas; adanse estas reflexiones a las precedentes, y se juzgarentonces cuntos millares de siglos habrn sido precisos para desarrollarsucesivamente en el espritu humano las operaciones de que era susceptible o capaz.Same permitido examinar por un instante las dudas sobre el origen de las lenguas.Podra contentarme con citar o repetir aqu las investigaciones que el abate deCondillac ha hecho sobre esta materia, las cuales confirman plenamente mi opinin

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    y han sido tal vez las que me han hecho concebir las primeras ideas al respecto; perola manera como este filsofo resuelve las dificultades que l mismo se plantea sobreel origen de los signos instituidos, demostrando que ha supuesto lo mismo que yotraigo al debate, es decir, una especie de sociedad ya establecida entre losinventores del lenguaje, creo, remitindome a sus reflexiones, deber aadir a lassuyas las mas para exponer las mismas dificultades con la claridad que conviene ami objeto. La primera que se presenta es la de imaginar cmo han podido llegar a sernecesarias, toda vez que los hombres no tenan correspondencia alguna ni necesidadtampoco de tenerla, lo cual no permite concebir ni la invencin, ni su posibilidad, nosiendo, como no lo era, indispensable. Yo podra decir, como tantos otros que laslenguas han nacido de las relaciones domsticas entre padres, madres e hijos; peroadems de que tal aseveracin no resolvera el punto sera cometer la misma falta delos que, razonando acerca del estado natural, trasladan a l las ideas adquiridas enla sociedad, contemplan la familia reunida siempre en una misma habitacin,guardando sus miembros entre s una unin tan ntima y tan permanente como la queexiste hoy entre nosotros, en donde tantos intereses comunes los une, muy diferenteal estado primitivo, en el cual no teniendo ni casas, ni cabaas, ni propiedades deninguna especie, cada uno se alojaba al azar y a menudo por una sola noche; losmachos y las hembras se unan fortuitamente, segn se encontraban y segn laocasin y el deseo, sin que la palabra fuese un intrprete muy necesario para lascosas que tenan que decirse. As tambin se separaban con la misma facilidad12. Lamadre amamantaba sus hijos primero, por propia necesidad y luego, a fuerza decostumbre, por amor; pero tan pronto como stos estaban en disposicin de buscarpor s mismos su alimento, no tardaban en separarse de la madre, y como no habacasi otro medio de volverse a encontrar si se perdan de vista, en breve terminabanpor no reconocerse los unos a los otros. Ntese adems que teniendo el hijo queexplicar todas sus necesidades y estando por consiguiente obligado a decir mscosas a la madre que sta a l, debe corresponderle la mayor parte en la invencin,y ser el lenguaje por l empleado casi obra exclusiva suya, lo cual ha multiplicadotanto las lenguas como individuos hay que las hablen, contribuyendo a ello la mismavida errante y vagabunda que no permita a ningn idioma el tiempo de adquirirconsistencia, pues decir que la madre ensea al hijo las palabras de que deberservirse para pedirle tal o cual cosa, demuestra bien cmo se ensean los idiomas yaformados, pero no la manera cmo se forman.Supongamos esta primera dificultad vencida; franqueemos por un momento elinmenso espacio de tiempo que ha debido transcurrir entre el estado natural y en elque se impuso la necesidad13 de las lenguas e investiguemos cmo pudieroncomenzar a establecerse. Nueva dificultad peor an que la precedente, porque si loshombres han tenido necesidad de la palabra, y aun cuando se comprendiese cmolos sonidos de la voz han sido tomados corno intrpretes de las ideas, quedarasiempre por saber quines han podido ser los intrpretes de esta ingeniosa

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    convencin que, no teniendo un objeto perceptible, no podan indicarse ni por elgesto ni por la voz; de suerte que apenas si podemos formarnos aceptablesconjeturas sobre el origen de este arte de trasmitir el pensamiento y de establecer uncomercio entre los espritus; arte sublime que est ya muy distante de su origen, peroque el filsofo ve todava a tan prodigiosa distancia de su perfeccin, que no hayhombre bastante audaz que pueda asegurar que la alcanzar jams, aun cuando lasresoluciones naturales que con el transcurso del tiempo se efectan fueseninterrumpidas o suspendidas en su favor, aun cuando todos los prejuicios alrespecto fuesen obra de las academias o stas permaneciesen en silencio ante ellosy aun cuando pudiesen ocuparse de tan espinosa tarea durante siglos enteros sininterrupcin.El primer lenguaje del hombre, el lenguaje ms universal, el ms enrgico y el nicodel cual tuvo necesidad antes de que viviera en sociedad, fue el grito de lanaturaleza. Como este grito no era arrancado ms que por una especie de instinto enlas ocasiones apremiantes, para implorar auxilio en los grandes peligros o alivio enlos males violentos, no era de mucho uso en el curso ordinario de la vida en la quereinan sentimientos ms moderados. Cuando las ideas de los hombres comenzarona extenderse y a multiplicarse y se estableci entre ellos una comunicacin msestrecha, buscaron signos ms numerosos y un lenguaje ms extenso; multiplicaronlas inflexiones de la voz aadindole gestos que, por su naturaleza, son msexpresivos y cuya significacin depende menos de una determinacin anterior.Expresaban, pues, los objetos visibles y mviles por gestos y los que heran el odopor sonidos imitativos; pero como el gesto no puede indicar ms que los objetospresentes o fciles de describir y las acciones visibles, que no son de uso universal,puesto que la oscuridad o la interposicin de un cuerpo las inutiliza, y puesto queexige ms atencin que la que excita, descubrieron al fin la manera de substituirlo pormedio de las articulaciones de la voz, las cuales sin tener la misma relacin conciertas ideas, son ms propias para representarlas todas como signos instituidos;substitucin que no puede hacerse sino de comn acuerdo y de manera bastantedifcil de practicar por hombres cuyos groseros rganos no tenan todava ejercicioalguno, y ms difcil an de concebir en s misma, puesto que este acuerdo unnimedebi tener alguna causa y la palabra debi ser muy necesaria para establecer suuso.Cabe suponer que las primeras palabras de que hicieron uso los hombres tuvieronen sus espritus una significacin mucho ms extensa que las que se emplean en laslenguas ya formadas, y que ignorando la divisin de la oracin en sus partesconstitutivas, dieron a cada palabra el valor de una proposicin entera. Cuandocomenzaron a distinguir el sujeto del atributo y el verbo del nombre, lo cual no dejde ser un mediocre esfuerzo de genio, los sustantivos no fueron ms que otrostantos nombres propios y el presente del infinitivo el nico tiempo de los verbos. Encuanto a los adjetivos, la nocin de ellos debi desarrollarse muy difcilmente,

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    porque todo adjetivo es una palabra abstracta y las abstracciones son operacionespenosas y poco naturales. Cada objeto recibi al principio un nombre particular, sin poner atencin a losgneros y a las especies, que esos primeros institutores no estaban en estado dedistinguir, presentndose todos los individuos aisladamente en sus espritus comolo estn en el cuadro de la naturaleza. Si un roble se llamaba A, otro se llamaba B,pues la primera idea que se saca de dos cosas es que no son las mismas, siendopreciso a menudo mucho tiempo para poder observar lo que tienen de comn; desuerte que, mientras ms limitados eran los conocimientos ms extenso era eldiccionario. El obstculo de toda esta nomenclatura no pudo ser vencido fcilmente,pues para ordenar los seres bajo denominaciones comunes y genricas, era precisoconocer las propiedades y las diferencias, hacer observaciones y definiciones, esdecir, conocer la historia natural y la metafsica, cosas muy superiores a las que loshombres de aquel tiempo podan realizar.Por otra parte, las ideas generales no pueden introducirse en el espritu ms que conayuda de las palabras, abarcndolas el entendimiento slo por proposiciones. Essta una de las razones por las cuales los animales no pueden formarse tales ideasni adquirir la perfectibilidad que de ellas depende. Cuando un mono va sin vacilar deuna nuez a otra, puede pensarse que tenga la idea general de esta clase de fruta yque establecer pueda el arquetipo de las dos? No, sin duda, pero la vista de una delas dos nueces, trae a su memoria las sensaciones que ha recibido de la otra y susojos, transformados hasta cierto punto, anuncian a su paladar la diferencia que vaa experimentar al saborear el nuevo fruto. Toda idea general es puramente intelectual,y por poco que la imaginacin intervenga, convirtese enseguida en particular.Ensayad trazaros la imagen de un rbol en general, y jams lo alcanzaris, pues apesar vuestro lo veris pequeo o grande, escaso de hojas o frondoso, claro uoscuro, y si dependiese de vosotros ver solamente en l lo que tiene todo rbol, talimagen no sera la verdadera encarnacin de l. Igual cosa sucede con los serespuramente abstractos, que slo se conciben por medio del discernimiento. Ladefinicin del tringulo os dar de ello una exacta idea: tan pronto como concibisuno en vuestro cerebro, ser aquel y no otro, sin que podis evitar formroslo ya conlas lneas sensibles, ya con el plano brillante.Es preciso, pues, enunciar proposiciones, es necesario hablar para tener ideasgenerales, toda vez que tan pronto como la imaginacin se detiene, el espritu seinmoviliza. Si los primeros inventores no han podido por lo tanto dar nombre msque a las ideas ya concebidas, dedcese que los primeros sustantivos no fueronjams sino nombres propios.Mas cuando, por medios que no logro concebir, nuestros nuevos gramticoscomenzaron a extender sus ideas y a generalizar sus palabras, la ignorancia de losinventores debi sujetar este mtodo a lmites muy estrechos, y como habanmultiplicado demasiado los nombres de los individuos por falta de conocimientos

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    acerca de los gneros y de las especies, hicieron despus pocas de stas y deaqullas a causa de no haber considerado los seres en todas sus diferencias. Parahaber hecho las divisiones debidamente, habrales sido preciso experiencia y lucesque no podan tener, ms investigaciones y un trabajo que no queran darse. Si hoymismo se descubren diariamente nuevas especies que hasta el presente habanseescapado a nuestras observaciones, calclese, cuntas han debido sustraerse a lapenetracin de hombres que slo juzgaban de las cosas por su primer aspecto! Encuanto a las clases primitivas y a las nociones generales, es superfluo aadir que handebido tambin pasrseles inadvertidas. Cmo habran podido, por ejemplo,imaginar o comprender las palabras materia, espritu, substancia, moda, figura,movimiento, si nuestros filsofos que se sirven de ellas hace tanto tiempo apenassi alcanzan a comprenderlas ellos mismos, y si las ideas que se les agrega, siendopuramente metafsicas, no podan encontrarles ningn modelo en la naturaleza? Medetengo en estas primeras consideraciones y suplico a mis jueces que suspendansu lectura, para considerar, respecto a la invencin tan slo de los sustantivosfsicos, es decir de la parte de la lengua ms fcil de encontrar, el camino que anqueda por recorrer para explicar todos los pensamientos de los hombres, paraadquirir una forma constante, para poder ser hablada en pblico e influir en lasociedad: suplcoles que reflexionen acerca del tiempo y de los conocimientos quehan sido necesarios para encontrar los nmeros14, las palabras abstractas, losaoristos y todos los tiempos de los verbos, las partculas, la sintaxis, ligar lasproposiciones, los razonamientos y formar toda la lgica del discurso. En cuanto am, espantado ante las dificultades que se multiplican, y convencido de laimposibilidad casi demostrada de que las lenguas hayan podido nacer y establecersepor medios puramente humanos, dejo a quien quiera emprenderla, la discusin de tandifcil problema, el cual ha sido el ms necesario de la sociedad ya ligada a lainstitucin de las lenguas o de las lenguas inventadas al establecimiento de lasociedad.Cualesquiera que hayan sido los orgenes, se ve, por lo menos, el poco cuidado quese ha tomado la naturaleza para unir a los hombres por medio de las necesidadesmutuas ni para facilitarles el uso de la palabra; cun poco ha preparado susociabilidad y cun poco ha puesto de su parte en todo lo que ellos han hecho paraestablecer estos lazos.En efecto, es imposible imaginarse por qu un hombre, en estado primitivo, pudieratener ms necesidad de otro hombre que un mono o un lobo de su semejante, ni aunaceptada esta necesidad, qu motivo podra obligar al otro a satisfacerla, ni tampocoen este ltimo caso, cmo podran convenir en las condiciones.S que se nos repite sin cesar que no hubo nada tan miserable como el hombre enese estado; pero si es cierto, como creo haberlo probado, que no pudo sino despusde muchos siglos haber tenido el deseo y la ocasin de salir de l, debe hacerseresponsable a la naturaleza y no a quien as lo haba constituido. Pero, si comprendo

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    bien este trmino de miserable, no es otra cosa que una palabra sin sentido o queno significa ms que una dolorosa privacin y el sufrimiento del cuerpo y del alma.Ahora bien, yo quisiera que se me explicara cul puede ser el gnero de miseria deun ser libre cuyo corazn disfruta de paz y tranquilidad y cuyo cuerpo goza de salud.Yo preguntara cul de las dos, la vida civilizada o la natural, est ms sujeta ahacerse insoportable a los que gozan de ella. No vemos casi a nuestro alrededor msque gentes que se lamentan de su existencia, y aun muchas que se privan de ellatanto cuanto de ellas depende, siendo apenas suficiente la reunin de las leyesdivinas y humanas para contrarrestar este desorden. Pregunto si jams se ha ododecir que un salvaje en libertad haya pensado siquiera en quejarse de la vida y endarse la muerte.Jzguese, pues, con menos orgullo, de qu lado est la verdadera miseria. Nada, porel contrario, hubiese sido tan miserable como el hombre salvaje deslumbrado por lasluces de la inteligencia, atormentado por las pasiones y razonando sobre un estadodiferente del suyo. Por esto, debido a una muy sabia providencia, las facultades deque estaba dotado deban desarrollarse nicamente al ponerlas en ejercicio, a fin deque no le fuesen ni superfluas ni onerosas antes de tiempo. Tena con el soloinstinto todo lo que le bastaba para vivir en el estado natural, como tiene con unarazn cultivada lo suficiente para vivir en sociedad.Es de suponerse que los hombres en ese estado, no teniendo entre ellos ningunaespecie de relacin moral ni de deberes conocidos, no podan ser ni buenos ni malos,ni tener vicios ni virtudes, a menos que, tomando estas palabras en un sentidomaterial, se llame vicio en un individuo a las cualidades que puedan ser perjudicialesa su propia conservacin y virtudes a las que puedan contribuir a ella, en cuyo casoel ms virtuoso sera aquel que resistiese menos los simples impulsos de lanaturaleza. Mas, sin alejarnos de su verdadero sentido, es conveniente suspenderel juicio que podramos hacer sobre tal situacin y desconfiar de nuestros prejuicioshasta tanto que, balanza en mano, hyase examinado si hay ms virtudes que viciosentre los hombres civilizados, o si sus virtudes son ms ventajosas que funestos sonsus vicios; si el progreso de sus conocimientos constituye una indemnizacinsuficiente a los males que mutuamente se hacen a medida que se instruyen en el bienque deberan hacerse, o si no se encontraran, en todo caso, en una situacin msdichosa no teniendo ni mal que temer ni bien que esperar de nadie, que estandosometidos a una dependencia universal y obligados a recibirlo todo de los que nose comprometen a dar nada.No concluyamos sobre todo con Hobbes, que dice, que por no tener ninguna ideade la bondad, es el hombre naturalmente malo; que es vicioso porque desconoce lavirtud; que rehsa siempre a sus semejantes los servicios que no se cree en el deberde prestarles, ni que en virtud del derecho que se atribuye con razn sobre las cosasde que tiene necesidad, imagnase locamente ser el nico propietario de todo eluniverso. Hobbes ha visto perfectamente el defecto de todas las definiciones

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    modernas del derecho natural, pero las consecuencias que saca de la suyademuestran que no es sta menos falsa. De acuerdo con los principios por lestablecidos, este autor ha debido decir que, siendo el estado natural el en que elcuidado de nuestra conservacin es menos perjudicial a la de otros, era porconsiguiente el ms propio para la paz y el ms conveniente al gnero humano. Perol dice precisamente lo contrario a causa de haber comprendido, intempestivamente,en el cuidado de la conservacin del hombre salvaje, la necesidad de satisfacer unamultitud de pasiones que son obra de la sociedad y que han hecho necesarias lasleyes. El hombre malo, dice, es un nio robusto. Falta saber si el salvaje lo estambin.Y aun cuando as se admitiese, qu conclusin se sacara? Que si cuando esrobusto es tan dependiente de los otros como cuando es dbil, no habra excesos alos cuales no se entregase; pegara a su madre cuando tardara demasiado en darlede mamar; estrangulara a algunos de sus hermanos menores cuando loincomodasen; mordera la pierna a otro al ser contrariado. Pero ser robusto y a la vezdepender de otro son dos suposiciones contradictorias. El hombre es dbil cuandodepende de otro y se emancipa antes de convertirse en un ser fuerte.Hobbes no ha visto que la misma causa que impide a los salvajes usar de su razn,como lo pretenden nuestros jurisconsultos, les impide asimismo abusar de susfacultades, segn lo pretende l mismo; de suerte que podra decirse que los salvajesno son malos precisamente porque no saben lo que es ser buenos, pues no es ni eldesarrollo de sus facultades ni el freno de la ley, sino la calma de las pasiones y laignorancia del vicio lo que les impide hacer mal. Tanto plus in illis proficit vitiorumignorantia quam in his cognitio virtutis. Hay, adems, otro principio del cualHobbes no se ha percatado, y que habiendo sido dado al hombre para dulcificar endeterminadas circunstancias la ferocidad de su amor propio o el deseo deconservacin antes del nacimiento de ste15, modera o disminuye el ardor que sientepor su bienestar a causa de la repugnancia innata que experimenta ante el sufrimientode sus semejantes. No creo caer en ninguna contradiccin al conceder al hombre lanica virtud natural que ha estado obligado a reconocerle hasta el ms exageradodetractor de las virtudes humanas. Hablo de la piedad, disposicin propia a seres tandbiles y sujetos a tantos males como lo somos nosotros, virtud tanto ms universaly til al hombre, cuanto que precede a toda reflexin, y tan natural que aun lasmismas best