Rosina Conde: Siete escenas infructuosas

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24 ROSINA CONDE SIETE ESCENAS INFRUCTUOSAS Una Imaginemos que el estudio se encuentra dividido en dos secciones por un biombo. A la izquierda, tenemos una cama matrimonial, un buró, una silla, un pequeño escritorio y un librero repleto de libros en dos hileras. Al fondo de la recámara, una puerta ancha de cristal, a través de la cual alcanzamos a distinguir la regadera del baño. A la derecha, una cocineta, un desayunador modesto y una pequeña estantería con vajilla mexicana para cuatro personas, vasos de cristal soplado, cubiertos, cafetera, juego de tazas y azucarera para el café. Sobre la mesa, un alebrije con los ojos enormemente abiertos y fauces amenazadoras. Si volteamos hacia la derecha, veremos la puerta principal del estudio; junto a ella, una ventana grande que da al exterior del edificio. Bajo la ventana, una mesita con el teléfono inalámbrico, una libreta de direcciones y un florero.

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Narradora, poeta performancera, académica, originaria de Mexicali, Baja California, 1954, nos conduce a su mundo imaginario con este relato.

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ROSINA CONDE

SIETE ESCENAS INFRUCTUOSAS

Una

Imaginemos que el estudio se encuentra dividido en dos secciones por

un biombo. A la izquierda, tenemos una cama matrimonial, un buró, una

silla, un pequeño escritorio y un librero repleto de libros en dos

hileras. Al fondo de la recámara, una puerta ancha de cristal, a través

de la cual alcanzamos a distinguir la regadera del baño. A la derecha,

una cocineta, un desayunador modesto y una pequeña estantería con vajilla

mexicana para cuatro personas, vasos de cristal soplado, cubiertos,

cafetera, juego de tazas y azucarera para el café. Sobre la mesa, un

alebrije con los ojos enormemente abiertos y fauces amenazadoras.

Si volteamos hacia la derecha, veremos la puerta principal del

estudio; junto a ella, una ventana grande que da al exterior del

edificio. Bajo la ventana, una mesita con el teléfono inalámbrico, una

libreta de direcciones y un florero.

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Pero regresemos a la recámara y veamos a Belinda y Federico, quienes

se encuentran desnudos en la cama apenas cubiertos con la sábana. Se ve

que acaban de terminar de hacer el amor. Él está fumando. Sobre la silla

hay un pareo jaguayano de colores brillantes. Desde la sección del

comedor hasta la cama, la ropa de ambos se encuentra desperdigada por el

piso.

Belinda es una chica de 25 años que trata de verse mayor, aunque es un

poco insegura. Federico tiene cinco años más que ella. Mira el cielo de

la recámara. Habla con tono grave.

−−Si me divorcio de Berta..., ¿te casarías conmigo?

Federico le da una bocanada a su cigarro y se queda en actitud de

espera. Belinda, sin voltear a verlo, le contesta con el mismo gesto.

−−No.

Luego se levanta muy seria y se cubre el cuerpo con el pareo. Federico

la mira intrigado.

−−¿No? −−dice sorprendido y voltea a verse la argolla de matrimonio en

su mano derecha.

−−No −−responde ella terminante.

Belinda entra al baño. Él se pone de pie indignado y la sigue desnudo.

Le habla a sus espaldas en tono de reclamo.

−−¿Cómo que no? ¿No te das cuenta de lo que significaría para mí dejar

a Berta?

Indiferente, Belinda le responde, abriendo el chorro de la regadera.

−−No tienes por qué dejarla... Por mí no te sacrifiques.

Indignado, Federico la toma bruscamente del brazo y la voltea hacia

él. Belinda se sorprende y contesta replicando y recuperando su miembro,

mismo que mete en el chorro del agua para verificar la temperatura.

−−¿Qué te pasa?

Federico la mira con coraje. Ella deja caer el pareo. Él lo atrapa y

lo mira, mientras reprocha con enojo.

−−Has estado jugando conmigo todo este tiempo.

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−−No seas cínico −−responde ella enfadada.

−−Belinda... −−dice Federico, tratando de corregir el tono de su voz.

La abraza. Pero ella lo hace a un lado y se mete en la regadera.

Federico se queda parado viendo la puerta de cristal sin correr aún. Ella

le pregunta asombrada.

−−¿No te vas a bañar? −−dice con un ademán, invitándolo a pasar−−.

Siempre tienes prisa.

Como ve que Federico no se mueve, jala la puerta. Él le contesta

desilusionado.

−−Antes preferías quedarte con mi olor.

−−Ya conservé demasiado −−responde ella en off con tono de sarcasmo.

−−¡Claro!, ahora, te doy asco −−chantajea él.

−−No seas imbécil.

−−¡Ahora piensas que soy un "imbécil"...! −−reclama Federico como un

niño, luego hace una pequeña pausa; la chantajea−−: por proponerte

matrimonio, seguramente.

Belinda guarda silencio. Luego empieza a cantar.

−−"Pasaste a mi lado... u-u-uhhh, con gran indiferencia..."

Federico empieza a caminar descontrolado por el baño mientras la

escucha. Habla sorprendido.

−−Creí que te daría gusto.

−−"...tus ojos ni siquiera, laralalá, voltearon hacia mí..."

Federico no aguanta; descorre abruptamente la puerta de cristal y le

grita enojado.

−−¡Te estoy hablando!

Belinda interrumpe su canción y, como si no hubiera pasado nada, le

responde.

−−Te estoy escuchando −−y, casi sin interrupción, continúa cantando−−.

"Te vi, sin que me vieras..."

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Federico no soporta su actitud y la avienta contra la pared. Asustada,

Belinda calla. Tratando de controlar su nerviosismo, le responde con

supuesto coraje.

−−¡No vuelvas a tocarme en tu vida!

Federico la mira sin saber cómo reaccionar. Se da cuenta de su

exabrupto, pero tampoco se atreve a disculparse. Belinda sale del baño.

Empieza a vestirse mientras va recogiendo su ropa en el camino. Federico

se queda inmóvil unos instantes junto a la regadera antes de reaccionar.

El chorro del agua se ha quedado abierto. Cierra la llave enojado y, al

mismo tiempo, sorprendido de su conducta. Luego sale del baño y entra en

la recámara. Encuentra a Belinda vestida, enojada, y con la bolsa en la

mano, lista para partir.

Olvidando su coraje, Federico titubea.

−−¿Te vas? ¿Adónde...?

Belinda no contesta. Él se le acerca. Trata de ser cariñoso cuando le

dice:

−−Perdóname.

Trata de tomarla del brazo, pero ella lo rechaza. Le dice enojada,

aunque insegura, mientras avanza hacia la puerta.

−−Te dije que no volvieras a tocarme en tu vida...

Federico trata de cerrarle el paso. La mira preocupado.

−−¿Estás hablando en serio?

−−Claro que estoy hablando en serio.

−−No puedes hacerme esto...

Belinda le responde con una mueca y se abre paso hacia el desayunador.

−−¿Y qué... aquí me vas a dejar plantado?

−−Nadie te está plantando, Federico.

-¿Cómo que no? Te hice una pregunta.

Belinda trata de controlarse y recuperar la confianza.

−−Y yo la contesté.

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−−Esa no era una respuesta.

−−¿Qué esperabas... −−dice irónica−−, que me pusiera a brincar de

felicidad...?

Él le responde al mismo tiempo que ella habla.

−−No.

−−¿...a gritar...?

−−No.

−−¿...a llorar, acaso...?

−−No, no, ¡no! −−responde Federico subiendo el tono de voz.

Ella no le hace caso y sigue preguntando ad líbitum.

−−¿...que te lo agradeciera?

Federico grita, dando término a la relación de argumentos.

−−¡No!

Belinda le pregunta con desprecio:

−−¿Entonces...?

−−Pensé que te emocionarías al saber que estoy dispuesto a...

−−¿Por qué...? Eso no estaba en los planes.

Federico le corta el paso; la abraza, y le dice con tono de esperanza.

−−Pídeme lo que quieras, Belinda...

Ésta lo mira con rencor.

−−¿Y yo, a qué tengo que renunciar a cambio de ello?

Se hace a un lado; abre su bolsa y saca un cigarro. Lo enciende; luego

camina hacia la puerta. Federico le cierra nuevamente el paso. Su actitud

cambia de pronto.

−−¿Adónde vas? −−le pregunta irascible.

−−No seas enfadoso. Déjame pasar.

−−Tenemos que hablar.

−−¿Hablar...?

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Federico la mira ofuscado.

−−Si no te casas conmigo...

−−¡Qué!

Al ver que ya no logra controlarla, Federico la amaga.

−−Ni creas que vas a vivir con otro.

Belinda suelta la carcajada.

−−¡Eso ya pasó de moda, cabrón! −−y agrega arremedándolo−−. "Si no te

casas conmigo..." −−luego cambia de tono−−. ¡En qué telenovela

estamos...!

Federico trata de guardar la compostura. La mira fijamente a los ojos.

−−Lo digo en serio.

Ella ríe aún más: pero él no se inmuta. Le habla con tono de

advertencia.

−−No voy a volver a repetirlo.

Ella trata de esquivarlo para salir; pero Federico no la deja avanzar.

Se siente nerviosa, aunque trata de controlarse y sostenerle la mirada.

Federico suaviza el gesto, la toma por la muñeca y le dice con ternura.

−−Quedamos en que comeríamos juntos.

Dos

Belinda y Federico se encuentran sentados en el desayunador comiendo.

Federico le da el último sorbo a su café, y comenta resentido.

−−Dijiste que lo habías olvidado; pero todavía no me lo perdonas,

¿verdá?

Ella contesta resentida.

−−No sé de qué estás hablando −−y se pone de pie para ir por la

cafetera.

−−De eso...

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Belinda no responde.

−−¿Hasta cuándo me lo vas a reprochar?

−−No empieces, Federico... −−dice enfadada, mientras sirve más café.

−−¿Por qué te niegas a aceptarlo? Cuando me casé con Berta, yo no

sabía que iba a conocerte... −−hace una pausa, y trata de justificarse−−.

¿Cómo querías que supiera que iba a enamorarme de ti?

Como que todo se pone de acuerdo para callar y el sonido se suspende.

No se escuchan ni el tráfico ni la radio ni el aire que mueve las

cortinas. Federico le busca los ojos. Como ve que ella, con la cafetera

en la mano, evade su mirada, sigue buscándolos. Ella le da la espalda y

deja la cafetera en su sitio. Camina a la mesa y se sienta sin voltear a

verlo. Sigue comiendo como si nada. Federico le toma la barbilla con

delicadeza para alzarle la cara hacia él.

−−¿Cuándo me vas a perdonar? Ya te dije que quiero casarme contigo.

−−Y dale con la cancioncita esa... −−responde ella enfadada; luego

corrige su actitud−−. Te prometí que lo olvidaría todo y he cumplido. Es

a ti al que no se le olvida.

Le sirve más café. Federico le reprocha.

−−Has cambiado mucho, Belinda.

−−Lo que cambió fueron los términos de la relación.

−−Pero ya no eres la misma.

Belinda lo mira irónica y le responde con un reproche.

−−¿Qué esperabas...?: ¿que siguiera enamorada de ti como al principio?

Si tú me hubieras propuesto una relación abierta desde que empezamos, las

cosas habrían tenido otro sentido, porque yo me habría protegido

emocionalmente...

−−¡¿Y yo qué?!: ¿me he protegido emocionalmente? −−hace una pausa−−.

Respóndeme, ¿me he protegido?

−−Tú ya sabías a lo que le tirabas cuando empezaste conmigo, y no lo

hiciste con la idea de enamorarte: tú sí lo hiciste con la intención de

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pasar el rato −−Belinda parodia−−: “Total, escuincla pendeja, la boto

cuando me harte o cuando me descubra mi mujer", ¿no?

−−¿Pero cómo crees que pude pensar eso?

−−Pues si no fue así, lo hiciste para encontrar alguien de quién

enamorarte antes de botarla.

−−No soy tan cínico.

−−¿Entonces...?

−−Te juro que me voy a divorciar de Berta.

Ella le contesta con un chasquido de lengua y se sienta a terminar de

comer.

−−Nadie te lo ha pedido ni te lo está pidiendo...

−−Lo digo en serio... −−dice él con ternura; le busca la cara−−.

Belinda...

Ella niega con la cabeza.

−−No sigas, Federico... Las cosas han cambiado... La relación ha

cambiado; tú has cambiado; y sí, tienes razón: yo he cambiado...

Le toma las manos con cariño y le corta las palabras con tono

romántico.

−−Te juro que todo volverá a ser como antes.

Ella retira sus manos.

−−Ya no soy la ingenua que conquistaste en la facultad... He crecido,

Federico. ¿No te has dado cuenta? −−y agrega sarcástica−−: ¡Y te lo debo

a ti, papacito! ¿Qué más quieres? Soy tu producto, mi amor. Dime: ¿qué

más quieres?

−−Que me sigas amando.

−−¡Pero si te sigo queriendo! −−le responde desesperada.

−−Pero no: amando.

−−¡Claro que no! ¿De qué manera querías que te quisiera después de

enterarme que eras casado...? Además, en ese entonces, tú dijiste que no

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te ibas a divorciar de Berta ni por mí ni por nadie. En fin... yo no te

he reclamado nada después de lo pactado.

−−Pero has cambiado.

−−¡Y dale con la cancioncita! −−lo mira enfadada−−. He madurado, que es

distinto.

Federico no la entiende; la mira con rencor.

−−¿Te estás viendo con otro?

Ella se siente insultada.

−−No tengo por qué responder esa pregunta.

−−O sea que sí te estás viendo con otro.

−−No me hagas caer en tu trampa, Federico. ¿Qué no te das cuenta de

que esa es una pregunta indigna? No tienes autoridad.

Fuera de control, Federico da un puñetazo en la mesa.

−−¡Claro que tengo autoridad! ¡Yo soy el que te mantiene!

Ella lo mira indignada.

−−¡Pero por supuesto que no! Yo pago mis gastos con mi beca.

−−Sí, una beca que no te alcanzaría ni para pagar la renta. Además, yo

puse el departamento.

Belinda se pone de pie, avienta la silla, y lo mira con cinismo. Le

habla despreciativa, con una mueca de burla.

−−Uy, sí, valiente departamento −−toma fuerza y lo encara−−. ¿Cuál es

el pedo, cabrón?: hoy mismo lo dejo.

Hecho una furia, se levanta también; la toma por los brazos. Belinda

lo ve asustada.

−−Sí, seguramente ya tienes otro lugar adónde irte.

−−¿Con qué cara me vienes a decir eso?

Federico la amenaza.

−−¡Tú te vas... y de mí te acuerdas, cabrona!

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La suelta y camina hacia la puerta del departamento. Toma la perilla

y, antes de abrirla, la mira retadoramente. Le habla con tono de

advertencia, mientras la señala con el dedo.

−−¡Ni se te ocurra, porque vas a saber quién soy...!

Tres

Alicia es nuestro nuevo personaje. Tiene 27 años. Es una mujer

autosuficiente que piensa que lo sabe todo. En este momento está sentada

con Belinda tomando café en el desayunador. En close up vemos que Belinda

tiene el entreseño fruncido; mira preocupada la taza entre sus manos.

Alicia la aconseja maternalmente.

−−Cálmate, mujer −−luego, la mira con sarcasmo−−. “Perro que ladra no

muerde”.

−−No, Alicia, lo dijo en serio. Yo sé que lo dijo en serio.

−−¿Pero qué te puede hacer?

−−No lo sé. Nunca lo había visto así.

−−Lo que pasa es que se siente impotente porque ya no sabe cómo

controlarte −−dice Alicia con tono explicativo−−. Cree que te le has

salido del huacal.

−−¡Pues claro que me le he salido del huacal! −−responde Belinda

irónica−− ¿Qué esperaba?

−−Seguramente, que lo siguieras amando y atendiendo con la misma

docilidad.

−−¡Está loco! Quiere jugar al conquistador, como si todavía

estuviéramos en el siglo diecinueve.

Alicia sonríe con burla y alza las cejas.

−−Los hombres... están en el siglo diecinueve −−la mira irónica−−. Son

liberales, pero juaristas −−y suelta la carcajada.

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Belinda no ríe, por el contrario, se preocupa más.

−−Con mayor razón, Alicia... ¿Y ahora... cómo me deshago de él?

Alicia no se percata de la angustia de su amiga y hace un ademán de

indiferencia.

−−¡Bah!

Belinda la ve extrañada.

−−¿¡Cómo que “bah”!?

−−Demándalo.

−−¿Estás loca? Yo sería incapaz de algo así. ¿De qué me ha servido

estudiar tanto para terminar como una mujer común y corriente, que, para

poder vivir, tiene que demandar al marido? Ni que fuéramos salvajes.

Además, ni mi marido es...

−−¡Y a él de qué le ha servido estudiar: él bien que se atreve a

amenazarte!

Belinda duda.

−−No lo sé. Tú misma acabas de decirme que "perro que ladra no

muerde".

−−¿Quién te entiende, Belinda? Te digo que no te preocupes y me lo

reclamas; te digo que lo demandes y te indignas.

−−¿Pero... de qué lo voy a demandar si no me ha hecho nada?

−−¿No estás diciendo que te amenazó?

Belinda avienta la mano en expresión de que nadie le va a dar

importancia a su asunto.

−−Bueno, sí, pero no de muerte... Además, quién me va a hacer caso...

−−se queda muy seria viendo su taza de café y explica−−: cree que estoy

saliendo con otro...

−−Pues no estaría mal.

−−¿Qué te pasa?

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−−¡Uy, sí, muy digno el señor...! −−ríe−−. Y tú tan abnegada −−luego la

ve despreciativa−−. ¡Cómo si él te fuera tan fiel!

−−Según él, a mí me es fiel... a quien le es infiel es a su esposa...

−−No seas imbécil, Belinda, igual es un infiel −−y agrega sardónica−−:

¿Ya le preguntaste si su esposa tiene otro?

−−Eso lo tiene sin cuidado −−responde con desprecio, luego cambia su

tono−−. Ayúdame, Alicia, yo sólo sé que no hallo cómo quitármelo de

encima: ayer me propuso matrimonio...

−−¿Qué...?

−−Sí. Me dijo que estaba dispuesto a divorciarse de Berta, si me

casaba con él.

−−¡Claro: el señor tiene que asegurarse de que vas a casarte con él

para poderse divorciar!

−−A mí no me interesa casarme; mucho menos con él.

Alicia ríe con burla.

−−¿No decías que lo amabas "más que a tu vida"?

−−Eso ya pasó, Alicia. Cuando me enteré que era casado se me vino el

mundo abajo. Tuvimos un pleito terrible. Fue cuando me dijo que me era

fiel: que ya no tenía relaciones con su esposa.

−−¡Seguramente! No seas estúpida. ¿Y por qué no la dejó entonces?

−−Porque estaba enferma y no podía dejarla abajo...

−−¡Pobre mártir!, ja... ¿Enferma, y de qué?

−−De osteoporosis.

Alicia suelta la carcajada.

−−¡No mames, esa es una enfermedad de menopáusicas...!

−−Berta ya está grande.

−−¿Pues qué edad tiene?

−−No sé... como cuarenta.

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Alicia la mira sorprendida.

−−¿Pues cuántos años le lleva?

−−Cuatro, diez..., ¡quince! ¡No sé ni me importa! Lo único que sé es

que quiero largarme de aquí. Ya no lo soporto.

Alicia, sin hacerle caso, pregunta con cara de asco.

−−¿Y cómo pudo casarse con una mujer tan grande? ¿Pues a qué edad se

casó con ella? ¡Tendrá mucho dinero!

−−No seas ridícula, Alicia. ¿Quién dice que para ser atractiva ante

los jóvenes hay que tener dinero? ¡Tú andas con un hombre más joven y no

tienes ni en qué caerte muerta! ¿Qué te hace especial o diferente de

ella?

Alicia responde contundente.

−−Yo no tengo osteoporosis.

−−Ella tampoco tenía cuando lo conoció −−hace una pausa y cambia de

tema fastiada−−. ¡Estoy harta de la clandestinidad!

−−No sé en qué te molesta −−responde Alicia con sarcasmo−−. Lo tienes

todo...

−−Me limita... no tengo libertad... no puedo moverme... ¿Te das

cuenta?: no puedo actuar con soltura.

Alicia le da un sorbo a su café y se queda viendo su taza pensativa.

−−Ya quisiera yo conseguirme un galán como Federico... −−luego la mira

curiosa−−. Bueno, ¿y por qué no lo terminaste antes?

−−¿Tú crees que no lo he intentado?

−−¿Quieres decir que ya te había amenazado antes?

Belinda baja la cabeza y guarda silencio dando a entender que sí. Las

dos se quedan pensativas otro rato.

−−Pues no precisamente “amenazado”, pero no me dejó ir, argumentando

que no iba a ser tan fácil que lo dejara. Que no me iba a soltar así como

así.

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−−Pues debiste haberlo dejado en ese momento.

−−Entonces era muy pendeja, Alicia.

−−¿Ya no? −−pregunta Alicia con una sonrisa de burla.

−−¡Bah...!

Ambas se quedan calladas. Belinda voltea hacia la ventana y comenta

con nostalgia.

−−Anoche me volví a quedar dormida en la sala esperando la llamada.

¿De quién? No lo sé, pero esperaba que me hablara alguien. Luego desperté

como a las tres de la madrugada sin saber dónde estaba. Como me dio güeva

levantarme y caminar hasta la cama, me quedé ahí, y me soñé en una casa

muy rara −−y voltea a verla−−. ¿Has tenido sueños recurrentes? −−hace una

pausa; al ver que Alicia no responde, se responde a sí misma−−: Yo sí...

Hay varias casas en las que me sueño desde niña, y todas me son

familiares −−y, luego, dice con desolación−−: sin embargo, esta vez me

soñé en una casa que no había visto nunca, una casa totalmente

desconocida para mí... Ora sí que: ¡ni en sueños, hija! El caso es que

estaba con un tipo bien raro, al que tampoco había visto en mi vida, a

quien le daba miedo salir al jardín. Era un jardín lleno de hojas secas y

árboles pelones. Y nos quedábamos encerrados con veinte mil candados. Lo

peor es que, a pesar de todo, entraban dos chavas desnudamente rojas, con

el cabello rojo, las uñas rojas, la cara roja, y no hallábamos cómo

sacarlas.

Belinda se queda callada. Alicia sale de su ensimismamiento y voltea a

verla intrigada.

−−¿Y...?

−−¿"Y", qué?

−−¿Qué pasó? ¿Qué onda con las chavas “desnudamente rojas” y con el

tipo?

−−Nada.

Alicia se desespera; golpea sobre la mesa con las palmas abiertas.

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−−¿Cómo que nada, Belinda? ¿Qué caso tiene que me cuentes el sueño,

entonces?

−−¿Cómo que “qué caso tiene”? ¿No te das cuenta de que me dejó un

sabor de desolación; que no pude aclarar nada; que todo quedó en

suspenso, en el vacío? −−y la mira con sarcasmo−−. ¿Qué, nunca has

interpretado tus sueños?

−−Ay, sí, Tuy: psicóloga...

−−No te burles, no se necesita serlo para poder interpretar un sueño.

¿No te das cuenta?: ¡me soñé en una casa que no había visto nunca, y

siempre me sueño en las mismas casas! Además, el tipo ese, y las chavas

que entraban con todo y los veinte mil candados...

−−¡Putas madres, qué enigmático! Si hasta parece novelón de la Edad

Media.

Belinda hace una mueca de hastío. Alicia se pone de pie enfadada.

−−Bueno, pues, qué vamos a hacer...

−−No lo sé... Quiero largarme, pero no se adónde.

−−Vente a mi casa.

−−No puedo.

−−¿Cómo que no puedes?

−−¿Cómo crees...? Es el primer lugar al que va a ir a buscarme.

−−¿¡Pero qué te puede hacer, Belinda!? No seas ridícula. Todo es

cuestión de que agarres tus cosas y punto.

−−No sé, pero por tal de...

Alicia truena los dedos.

−−Claro: ¡su esposa!

Belinda ríe sarcástica.

−−¡Uta, qué clarividente!

−−¿Por qué no, Belinda?

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−−Porque no soy del tipo de mujeres que se rebajan a hablarle a la

esposa del amante.

−−¡Pero si no le vas a hablar para amenazarla ni para que te deje su

lugar ni nada, sino para dejárselo a ella!

−−¡Estás loca!

−−¿Pues no que quieres librarte de él? Ella, por tal de conservarlo,

será capaz de todo.

−−Ya me viera haciendo escenitas.

−−¿No que querías “actuar”, mujer? Es lo que ella menos va a querer.

¿Tienes su teléfono?

Belinda duda.

−−¿De veras lo crees?

−−No seas necia, Belinda. A ver, dame su teléfono.

Alicia toma el inalámbrico. Belinda coge una libreta de la mesita,

abre una página y le muestra un número. La mira intrigada.

Alicia marca. Espera que le contesten.

−−¿Bueno...? Con la señora López, por favor... De la amante de su

marido.

Belinda la mira horrorizada. Alicia le pasa el teléfono; la invita a

llamar con tono de reto.

−−¿No que quieres deshacerte de él?

−−¿Qué le digo? −−pregunta indecisa Belinda, al agarrar el teléfono.

−−Me sorprendes, Belinda. Tú, tan fuerte emocionalmente, tan segura de

ti misma.

−−Sabes bien que es un camuflage...

−−Pues, sólo dile que quieres verla y hablar con ella.

−−No me parece justo, Alicia, recuerda que está enferma.

−−Con mayor razón: le haces un favor.

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Cuatro

Berta, de cuarenta años, aspecto jovial y optimista, viste traje

sastre de mezclilla, con minifalda y botines. Ahora se encuentra frente

al librero de Belinda, observando los libros.

Belinda está sentada en el pequeño comedor con una taza de café sin

saber qué hacer. Frente a ella está la taza de Berta. En el centro de la

mesa, en lugar del alebrije, un pastel.

Berta habla mientras repara en un libro viejo, pero en buenas

condiciones. Le pregunta intrigada.

−−¿En dónde conseguiste este libro? −−dice al momento en que lo toma y

lo hojea.

Belinda, desilusionada, la mira fijamente.

−−No lo sé. Era de mi padre.

−−Pues tienes una joya −−dice Berta volteando hacia ella−−. Este autor

no se consigue. Y menos en esta edición que tiene fotografías de Lola

Álvarez Bravo −−la mira amigable−−. ¿Ya lo leíste?

−−No.

−−Francisco Tario es uno de los escritores mexicanos menos conocidos

actualmente. Sólo los bibliómanos...

Belinda habla forzada, tratando de sostenerle la plática.

−−¿Y usted cómo es que lo conoce?

−−También por mi padre...

Berta se acerca a la mesa y le da un trago a su café. No se sienta.

Regresa al librero. Belinda le habla sin quitarle la vista de encima.

−−¿No tiene curiosidad?

Berta le responde sin malicia.

−−Por algo te pregunté dónde lo conseguiste...

Belinda titubea.

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−−Me refiero... a Federico y...

Berta hace un gesto con la mano de “¡para nada!”. Deja el libro de

Tario. Coge otro y lo observa detenidamente. Belinda se pone de pie y se

asoma con discreción por la ventana. Regresa a su lugar. Dice con tono de

reproche.

−−Federico me dijo que usted tenía osteoporosis.

−−¿Yo? −−dice ella senalándose con el dedo, luego ríe encogiéndose de

hombros. Deja el libro en su anaquel−−. ¡Si supieras la cantidad de cosas

que les dice Federico a las mujeres sobre mí!

Belinda la mira sorprendida.

−−¿A las mujeres...?

−−¿A quién más? −−responde Berta con naturalidad.

Belinda no comprende.

−−Pero...

−−Federico es mitómano, Belinda... −−le explica Berta.

−−¿Y usted...?

−−Háblame de “tú”... Está bien que sea mayor; pero, finalmente,

compartimos el servicio.

Belinda no aguanta su cinismo y le responde indignada, frunciendo los

ojos y la frente.

−−¿El “servicio”?

−−Pues, sí, ¿no dices que eres la amante de mi esposo?

−−¿Pero cómo puede hablar de “servicio”?

−−Te dije que me hables de “tú”.

Belinda siente coraje de repente.

−−¡Pues no me da la gana!

Berta se sienta a tomar café.

−−Pues, entonces, no sé para qué querías verme.

−−Pues si para usted es un servicio...

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Berta no se inmuta.

−−¿Sabes cuál es la diferencia entre un vibrador y un hombre? −−y ante

la mirada horrorizada de Belinda, Berta responde con menosprecio−−: que

al hombre lo puedes mandar a que saque la basura −−y suelta la carcajada,

mientras corta un pedazo de pastel.

−−Ahora entiendo...

−−Ahora entiendes ¿qué?

−−¡Por qué le pone los cuernos!

−−No hay hombre que no “ponga los cuernos”, Belinda. Me extraña que,

después de andar con mi marido como dices, todavía creas en la fidelidad.

−−Claro que hay quienes son fieles.

Berta la mira sarcástica. Llevándose un trozo de pastel a la boca, le

dice irónica.

−−Pues eso lo serás tú, porque ya viste que mi marido no lo es.

−−¿Y cómo lo puede decir tan tranquila?

−−Con la misma tranquilidad con la que tú me llamaste para decirme que

me ponías los cuernos con mi marido.

−−¿Yo?

−−Claro que tú, Belinda: esa es muy poca solidaridad femenina.

Belinda la mira con cara de disparate.

−−Bueno, pues, ¡a lo que te truje, Chencha!

−−Realmente no te entiendo −−dice Berta sin cambiar el tono.

−−No: la que no entiende soy yo.

−−Te quedó bueno el pastel.

Belinda la mira exasperada.

−−Yo no lo hice.

−−Perdón... supuse que si Federico se había fijado en ti era porque...

Belinda la corta en seco.

Page 20: Rosina Conde: Siete escenas infructuosas

43

−−Pues no suponga nada.

−−No entiendo por qué me agredes...

−−Porque ahora resulta que usted ya lo sabía todo.

−−¿”Todo” qué?

−−Que Federico andaba conmigo.

−−Pues no sabía con quién, pero me lo imaginaba. Y me da gusto

conocerte.

−−¡Uta!, ¡qué alivianada!

−−No, no es aliviane, es sentido común.

Belinda, enojada, se acerca a la ventana y se asoma sin reparos. Hace

una seña obscena con la mano.

−−¡Qué miran, cabrones!

−−¿Qué te pasa?

−−¡Que estoy harta!

−−¿Y los transeúntes qué culpa tienen? ¿O te da coraje ver que no

tengo osteoporosis?

Belinda no responde. Berta agrega.

−−¿O ver que no soy la bruja que te describió Federico?

Belinda la mira intrigada.

−−¿Pero... como es posible que no se indigne por lo que dice Federico

de usted?

Berta exclama con enfado.

−−Ay, muchachita, yo no sé qué diga Federico de mí; pero si tiene una

amante, con algo la tiene que entretener... ¿o no? −−y luego agrega

autoritaria−−. Tú debes saberlo mejor que nadie.

−−¡Ah!, ¿ahora resulta que yo...?

−−¡Claro, tú eres la que está jugando al esquirol!

Belinda la mira pidiendo auxilio.

Page 21: Rosina Conde: Siete escenas infructuosas

44

−−Bueno, ¡me va a ayudar o no!

Berta encoge las cejas y sonríe sarcástica.

−−¿De qué estás hablando?

Belinda se exaspera, no entiende a Berta, quien sigue sonriendo

burlonamente.

−−¡Ya no quiero a Federico!

Berta ríe obscenamente.

−−¿Y yo qué tengo qué ver en eso?

−−¿Está loca, o qué?

−−Un momento, yo no vine a que me insultaras... Tú me llamaste. Y

después de que quieres que te ayude, a no sé qué...

Belinda, exasperada, la interrumpe en seco.

−−¿Cómo que no sabe a qué?: a librarme de él.

−−¡A librarte de él! Pero qué cinismo.

−−¡Es que no se da cuenta de que no me deja! ¿Por qué cree que le

hablé, entonces?

−−¿Y qué quieres que yo haga?

−−¿Cómo que qué? ¿Qué hace una esposa cuando se entera que su marido

tiene una amante?

−−No lo sé −−responde Berta encogiéndose de hombros.

Belinda la ve entre sorprendida y horrorizada.

−−¿Qué no siente celos?

−−¡Ay, Dios mío de mi vida! Ahora resulta −−Berta habla para sí−−. Bien

decía mi madre que “¡la que con niños se acuesta...!” −−se pone de pie;

cambia de actitud−−. Me tengo que ir.

Belinda la detiene angustiada.

−−¿Cómo que se tiene que ir?

Berta mira su reloj. Habla con naturalidad.

−−Sí, Federico no tarda en llegar a cenar.

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−−¿Y lo dice con esa tranquilidad?

−−Mira, muchachita...

−−¡A mí no me diga “muchachita”!

Berta la encara.

−−¡Yo te digo como me dé la gana, escuincla babosa! Ahora resulta que

después de que vienes a quitarme el marido, tengo que ayudarte a

deshacerte de él −−la mira a los ojos y le habla con tono terminante−−.

Tú eres la amante, y ahora sales como entraste.

−−¿Qué no se da cuenta que Federico la va a botar? −−responde Belinda

con desprecio.

−−¿”Botar”...? Federico no está encadenado, reina, él se puede ir

cuando le dé la gana.

−−¿Entonces, por qué...?

−−¿No te das cuenta de que los hombres viven de las escenas?

Belinda enfurece.

−−¡Y, por lo visto, usted las conoce muy bien!

−−Dicen que “más sabe el Diablo por viejo que por Diablo” −−dice Berta

con tono aleccionador; agarra su bolsa, y camina hacia la puerta; luego,

se disculpa−−. Perdona, pero me tengo que ir: Federico ya no tarda en

llegar a la casa.

−−¡Es usted una descarada! Ahora veo que me ha estado utilizando.

−−¿Yo...?

−−Sí, usted. Por tal de retener a Federico, le consecuenta todo...

−−Yo no retengo nada, Belinda −−dice Berta con tono cortante−−: la

gente está donde quiere estar y con quien quiere estar.

−−¡Usted es capaz de cualquier cosa por tal de retener a su marido!

Berta la mira con agrado.

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−−¿Y qué mujer no hace... cómo dijiste?, ah, sí: “cualquier cosa” −−y

la mira con asco−−, ¿por tal de “retener a su marido”?

−−¡Cínica! ¡Es usted una cínica!

Cinco

Ahora vemos que Belinda está dando vueltas en el estudio como león

enjaulado. Suena el timbre.

−−¿¡Quién!?

−−Soy yo: Alicia.

Belinda corre a la puerta; pero se queda dudando unos instantes antes

de abrir. Luego abre con coraje y la mira furiosa.

−−¿Qué quieres?

Alicia entra exaltada.

−−¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste; qué te dijo?

Belinda la mira con cara de genio.

−−¡Puta, qué pinchi idea la tuya tan brillante!

−−¿Por qué, no vino?

−−¡Claro que vino la muy desvergonzada!

−−¿Se pelearon?

−−No. La cabrona nomás quería conocerme.

−−¿Pues qué te dijo?

Belinda se sienta.

−−Que ya sabía que Federico tenía una amante.

Alicia responde obviando lo obvio.

−−Bueno, todas sabemos que tienen una amante.

Belinda golpea sobre la mesa. La mira horrorizada.

−−¿Pero cómo que “todas sabemos”, Alicia?

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−−Claro, ella no es pendeja. ¿O tú no sabías que Federico tenía una

esposa? −−y la mira sorprendida−−. ¿Acaso creíste que eras la única mujer

en su vida?

Vemos cómo Belinda esconde la cara entre sus manos y se suelta

llorando. Alicia se le acerca y le pone la mano sobre la cabeza para

consolarla. Le habla maternalmente.

−−Pero si eso es ancestral, Belinda.

Ésta le avienta la mano con la cabeza sin descubrir la cara.

−−¿Cómo puedes hablar así?

Alicia es cruel. Se burla:

−−¿Nunca te lo dijo tu mamá?

−−¡No seas cabrona, Alicia!

−−El burro hablando de orejas. Bueno, ¿me vas a decir qué pasó, sí o

no?

−−Nada, no pasó nada.

−−¡Por favor! ¿Entonces, por qué estás así de...?

Belinda se pone de pie furiosa.

−−¡Lárgate!

Se asoma por la ventana y vuelve a hacer una seña obscena con los

dedos.

−−¡Métansela, cabrones!

También nosotros nos asomamos por la ventana. Vemos que, abajo, dos

hombres están parados afuera de un coche y ven a Belinda con cara de

interrogación. Responden la seña con el mismo gesto.

−−Belinda −−dice Alicia preocupada−−, qué haces.

−−Esos güeyes me tienen harta. No dejan de mirar hacia acá.

−−¿Cuáles güeyes? Abajo no hay nadie.

−−De seguro los envió Federico. ¡No te das cuenta que estoy atrapada!

−−Sí, pero en el mundito ese que tú misma has creado.

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−−¿Qué voy a hacer, Alicia? Nada me resulta. Federico no me deja en

paz. Anoche vino y me hizo otra escena.

−−¿Y esto que es?

−−¿Qué cosa?

−−Lo que tú haces. ¿No es una escena también?

−−No mames, Alicia. Tú sabes cómo están las cosas. ¡Ya me dijo que no

me va a dejar: que me caso con él o con nadie!

−−Y yo te sugerí que lo demandaras; pero no quieres.

−−¡Cómo se te ocurre!

−−¿Sabes qué?: ahi nos vemos, Belinda. Quédate en tu teatrito.

Alicia se pone de pie, y se dirige a la puerta. Belinda le reprocha.

−−¡No hagas mutis así nomás como así!

Alicia sale.

Seis

Belinda corre a la ventana. Toma el florero que está en la mesita y

vemos que lo lanza por la ventana en dirección a los tipos que vimos en

la escena anterior.

−−¡Ni crean que me asustan, cabrones, y díganle a Federico que se la

meta por donde le quepa!

Corre hacia la recámara y se mete en la cama. Se tapa por completo y

se hace bolita adentro de las cobijas. Minutos después, entra Federico

furioso.

−−¡¿Se puede saber qué te pasa?!

Llega hasta la cama y empieza a zarandear a Belinda sin destaparla.

Ésta no responde. Más enojado aún, Federico jala las cobijas. Belinda lo

mira asustada.

−−¡No, Federico, no, no me pegues!

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Federico le hace un ademán de desprecio con los brazos.

−−¿Yo cuándo te he pegado, mujer?

−−Voy a dejarte.

Federico empieza a cantar.

−−”No me digas que te vas... No me digas que te vas...”

Belinda niega con la cabeza.

−−No...

Él la mira retadoramente.

−−”¿De qué sirven tus palabras?: son mentiras nada más.”

−−Cállate, te estoy diciendo que voy a dejarte. No me importan los

tipos de afuera.

Federico no le hace caso. Le habla autoritariamente.

−−¿Se puede saber por qué le hablaste?

Ella finge demencia.

−−¿A quién...?

−−¿Cómo que “a quién”?

−−¿Yo...?

−−Ahora, menos va a darme el divorcio.

No lo puede creer.

−−Pero si ella dijo...

−−¿No te das cuenta de que lo has echado todo a perder?

Belinda lo mira sonriente.

−−¿Yo...?

−−Sí: tú. Ya me amenazó con quitármelo todo si no te dejo.

Belinda se sienta de un salto en la cama. No puede creer lo que

escucha.

−−¿Lo dices en serio?

Él responde enojado.

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−−¡Claro que lo digo en serio. Ya me dijo que no me va a dejar!

¡Nunca!, ¿lo oyes? ¡Nunca!

Belinda brinca en la cama emocionada.

−−¡No es posible! Ella dijo que no haría nada por mí.

−−¿Te das cuenta de lo que has hecho?: Ya no vamos a poder casarnos...

−−Claro que me doy cuenta, mi amor.

Responde feliz, y lo abraza.

Siete

Vemos que Belinda y Federico están haciendo el amor. Belinda se mueve

sobre el pubis de Federico con una felicidad incontenible. Él la mira

extasiado tomándola por la cintura y sin poderlo soportar más: está a

punto del orgasmo.

Pero no seamos indiscretos y giremos nuestros ojos hacia la sala; que

nuestra vista llegue hasta la ventana y se asome por ella. Observemos a

los dos tipos del carro. Internemos la vista un poco más, y reparemos en

que hay un jardín lleno de hojas secas y árboles pelones. Atrás una

puerta cerrada con veinte mil candados.

Se hace el silencio.

El aire se suspende.

Los candados se abren misteriosamente.

La puerta también se abre, y unas chavas desnudamente rojas, con el

cabello teñido de rojo y las uñas marcadamente rojas, salen. Detrás de

ellas vienen Federico y Belinda, quienes se detienen al ver que las

chavas son recibidas por los tipos del carro.

−−¡Ahora entiendo! −−le dice Belinda feliz a Federico; luego voltea

hacia los tipos y les dice con una sonrisa conciliadora−−: juro que ya no

voy a hacerles señas obscenas.

Ellos asienten halagados.

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Las chavas soplan un beso desde la palma de sus manos hacia Federico y

Belinda, y suben alegres en el carro. Los tipos suben también. Arrancan.

Federico y Belinda gritan:

−−¡Adiós!

Indiscretamente, vemos que se besan.

Aparece el “Fin” en la pantalla.