Rose ¿!Qué más podemos pedir!?… ¡Somos ricos!. … · de miedos. —Nos han pasado ......

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Rose ¿!Qué más podemos pedir!?… ¡Somos ricos!. Gritó Jin con un glorioso triunfo, saltando en una pata y deslumbrándose con las riquezas que aquel Castillo les estrechaba. Jin esto es increíble… pero pienso que debemos reflexionar. ¿Reflexionar?. Interrumpió Jin con las manos llenas de oro y metales preciosos que también alumbraban los ojos de Rose, esta que retrocedía con algo de miedos. —Nos han pasado tantas cosas desde que empezamos este camino, no ha sido fácil y recuerda que alguien podría tendernos una trampa… ya casi perdemos la vida al menos unas tres veces… Rogó Rose apretando la mano del joven, quién agachaba su cabeza concibiendo toda razón de la intuitiva chica. Jin, con dolor y sin poder contra ella, soltó las bastas joyas que pensaba llevar. Hemos venido por el sueño de Francisca. Aseveró Rose. No podemos retorcer… Dijo Jin. Debemos vencer a Dulken y a sus seguras tentaciones. Determinó ella revisando el solitario y deplorable Castillo, Jin le seguía de cerca. Es verdad… debemos derrotar a Dulken. Concluyó Jin. —«DÍAS ANTES»— Y en aquella noche navideña, ambos jóvenes avanzaron por el grande y frondoso bosque, sus pasos habían abarcado gran camino, ese en el cuál conocieron nuevos pueblos en dónde compraron víveres para su largo viaje. Era asombroso constatar que nadie, más que ellos, podían ver las cuatros puntas por encima de las montañas. Las torres rojas, las más cercanas, deben ser del castillo de Dulken; las otras, las azules, deben ser del Reino de Ílios. Expresó Rose, Jin estaba totalmente de acuerdo. Estos seguían la pista cada día, cada vez se acercaban más. Empero, su camino no siempre era tranquilo. Pues; fue en una de esas noches cercanas, cuando la luna aún era azul y el cielo descubierto, que Rose temblaba no solo de frio, sino de miedo, ya que un escalofriante viento les asechaba amenazante, esta les donaba intensas pesadillas y un aroma extrañamente repelente. Jin intentaba no identificarse, no pensaría más ni le daría forma a su imaginación. Más, era imposible. ¿Cómo no hacerlo, si tu vida está en juego?. El camino es largo, nadie sabe a donde lleva… lo bueno es que no nos ha faltado comida. Comentó pretendiendo calmar a Rose, la cual ante tanto suspenso, pensaba constantemente en regresar a Geranio.

Transcript of Rose ¿!Qué más podemos pedir!?… ¡Somos ricos!. … · de miedos. —Nos han pasado ......

—Rose ¿!Qué más podemos pedir!?… ¡Somos ricos!. Gritó Jin con un

glorioso triunfo, saltando en una pata y deslumbrándose con las riquezas que

aquel Castillo les estrechaba.

—Jin esto es increíble… pero pienso que debemos reflexionar.

—¿Reflexionar?. Interrumpió Jin con las manos llenas de oro y metales

preciosos que también alumbraban los ojos de Rose, esta que retrocedía con algo

de miedos. —Nos han pasado tantas cosas desde que empezamos este camino, no

ha sido fácil y recuerda que alguien podría tendernos una trampa… ya casi

perdemos la vida al menos unas tres veces… Rogó Rose apretando la mano del

joven, quién agachaba su cabeza concibiendo toda razón de la intuitiva chica.

Jin, con dolor y sin poder contra ella, soltó las bastas joyas que pensaba llevar.

—Hemos venido por el sueño de Francisca. Aseveró Rose.

—No podemos retorcer… Dijo Jin.

—Debemos vencer a Dulken y a sus seguras tentaciones. Determinó

ella revisando el solitario y deplorable Castillo, Jin le seguía de cerca.

—Es verdad… debemos derrotar a Dulken. Concluyó Jin.

—«DÍAS ANTES»—

Y en aquella noche navideña, ambos jóvenes avanzaron por el grande y frondoso

bosque, sus pasos habían abarcado gran camino, ese en el cuál conocieron

nuevos pueblos en dónde compraron víveres para su largo viaje. Era asombroso

constatar que nadie, más que ellos, podían ver las cuatros puntas por encima de

las montañas.

—Las torres rojas, las más cercanas, deben ser del castillo de Dulken;

las otras, las azules, deben ser del Reino de Ílios. Expresó Rose, Jin estaba

totalmente de acuerdo. Estos seguían la pista cada día, cada vez se acercaban

más. Empero, su camino no siempre era tranquilo.

Pues; fue en una de esas noches cercanas, cuando la luna aún era azul y el cielo

descubierto, que Rose temblaba no solo de frio, sino de miedo, ya que un

escalofriante viento les asechaba amenazante, esta les donaba intensas pesadillas

y un aroma extrañamente repelente. Jin intentaba no identificarse, no pensaría

más ni le daría forma a su imaginación. Más, era imposible. ¿Cómo no hacerlo,

si tu vida está en juego?.

—El camino es largo, nadie sabe a donde lleva… lo bueno es que no

nos ha faltado comida. Comentó pretendiendo calmar a Rose, la cual ante tanto

suspenso, pensaba constantemente en regresar a Geranio.

—Pero pronto se acabará nuestra reserva, ya no hay pueblos en la ruta,

no que conozcamos, la gente es peligrosa… y los árboles frutales solo tienen

para nosotros, frutos podridos. Reclamó Rose abrazándose a sí misma, despistada

ante los recientes rayos que llenaban el cielo.

—Es verdad… y me parece muy raro. Habló Jin a la vez que arrancaba

con la hierba y se abría espacio para seguir. Más, la desgracia estaba a punto de

comenzar; pues, la luz que llevaba Rose fue arrebatada por una rama. La

linterna se le había caído y con ello, apagado. Entonces, sin perder tiempo, Rose

se agachó tocando por los alrededor, pero no había nada a sus cercanías.

La joven sabía la importancia de su farol y por ende, ayudando en algo, se

decidió a ir más allá por su linterna.

Empero, Rose no tenía idea de lo que tras la penumbra se ocultaba y sus pasos

llegaron hacia el vacío, hacia un hueco traicionero que la llevó a un abismo

desesperante.

Y Rose, ante el vértigo, gritó con todas sus fuerzas llamando la atención y el

terror de Jin, quién corrió hacia el ruido, percatándose de la terrible situación de

la joven. Pero a Jin, solo le quedaba intentar agarrarla; pues, conocía que Rose

no aguantaría estar enganchada de esa rama, ella era al límite de la angustia, no

podía ver hacía abajo, aun cuando se tentaba a hacerlo.

Rose saboreaba su posible muerte ya que presenciaba que los intentos de Jin

eran completamente inútiles.

—¡No quiero morir Jin!. Estrepitaba Rose.

—¡No digas eso! Quiero que te quedes tranquila. Gritó Jin a la vez que

le alcanzaba otra rama para que se sujete.

Más, Rose tenía tanto miedo que era incapaz de tomar la ayuda del otro.

—No puedo quedarme tranquila ¡Tengo miedo Jin!.

—Yo también tengo miedo Rose… pero tú eres fuerte, saldremos de

esta, toma el tronco, no te dejaré caer... Expresó Jin al arquearse lo más que

podía, ahí este denotaba la inestabilidad de lo que era la pared de la loma, era

algo entre el lodo y la roca.

Por ello, casi sin pensar, Jin clavó fuertemente el tallo cerca de donde se

encontraba Rose. Así hizo con unos cinco más.

—Me caigo Jin. Gritaba ella al denotar como su soporte empezaba a

salirse de la tierra. El joven —con el corazón en la mano— idealiza un plan.

—Escucha… debes agarrarte del tallo más cercano y subir uno por uno,

rápido porque se pueden caer. Exclamó Jin, cuál había enganchado alrededor de

Rose una especie de soga, la que le ayudaría a soportar el peso.

La lluvia caía fuertemente sobre ellos, un impedimento para que las cosas

salgan bien. Pero, Rose, con su impulso de supervivencia, empezó a escalar hasta

poder tomar la mano de Jin, quién aliviado de recibirle, le dio un fuerte abrazo,

ella de igual manera y con un devastador llanto, le correspondió.

—No quiero más… tengo miedo —Lloraba Rose —Pero… no podemos

regresar, se lo prometí a Francisca… yo debo ir por ella… Gritó desconsolada,

Jin secaba sus lágrimas.

—Tranquila Rose, no va a pasar más de esto. Exclamó él.

Y ambos se mantuvieron en un lugar seguro y cayendo luego de unas horas, en

un profundo sueño, recibieron la mañana, aquella que golpeando sus ojos, le

llamaba a que continúen su camino.

Jin, el primero en despertar, se levantó y viendo hacía las montañas, se percató

que aunque débil estaba, aún se veía las puntas de los castillos. Por ello, avivó a

Rose y tomaron todas sus cosas.

A la luz de la mañana, todo lo tenebroso se descubrió en inofensivas ramas y en

animales comiendo o jugando, esto alegraba a Rose, cuál más calmada avanzaba

tras de Jin.

—Tenemos suerte de que las torres aún no hayan desaparecido.

—Espero que nuestra suerte dure hasta después de ver y vencer a

Dulken. Expresó Jin.

Y los pasos y el cansancio iban tomados de la mano, varias veces Rose caía y

hería sus rodillas, era quién sufría aun cuando Jin le protegía.

Ambos, habían cruzado el bosque y duraron cuatro días en el viaje, allí comían

sus provisiones y de los frutos que aún no estaban tan podridos.

—Mira Rose, es ahora que veo el final del bosque. Aclamó Jin y los ojos

de Rose asomaron por detrás, ambos veían el nacimiento de las montañas,

cuales al escalarlas, les encaminarían hacia las torres.

Sus sonrisas no podían dejar de adornar sus rostros, después de tantas

penitencias, habían logrado llegar al menos a la mitad de su destino.

Y fue así, que la tarde de lo que sería el sexto día, se apagaba. La noche les

tomaba y estos ya habían llegado a la cima del cerro. Cansados y sin aliento, se

disponían a descansar, Jin arreglaba el sitio y tiraba al piso algunas de sus ropas,

allí dormiría Rose.

—Quién creería... el cuento es ahora real... Murmuró al ver a Jin

montar guardia, él volvía a ella, asentía su comentario. —No hay que temer,

estamos prontos a llegar… Dijo Jin viendo de las estrellas.

Rose, desde su lecho, le acompañaba. Ambos no sabían que pasarían de ahora

en adelante.

—Debes dormir… Determinó Jin cerrándole los ojos. Más, esta no

olvidaba que debía contarle lo sucedido con su abuela y era lógico que ya fuera

momento de hacerlo.

—Jin… me pasó algo totalmente increíble, eso fue lo que me llevo a

aceptar el viaje y es mi impulso para no regresar a Geranio… —Suelta la chica y

Jin le ve —…Y es que llegó a mí, el alma de mi abuela y me dijo que aún

podíamos traerla a la vida, solo sí la liberamos de Dulken, a ella y a muchos

más… quizás, Ílios nos cumple el deseo… Rose miraba fijamente al sereno Jin,

quién con tal confesión, quedó por segundos en un completo silencio, este era

un chico muy amable y de sinceras palabras.

—Si tú me cuentas esto, es por qué es verdad. Haz soportado mucho y

yo también. Además, confieso que esa noche yo sentí que ella caminaba por la

casa y el bosque, la sentía a mi lado. Expresó Jin. Más, este prefirió que Rose no

se alarmé, le acarició el cabello y le pidió que durmiese, que descanse, porque

aún faltaba mucho.

Por lo tanto, ella accedió a Jin, cerró sus ojos hallándose en la oscuridad, su

mente callada, en poco tiempo empezó a reflejar con raros colores el futuro

sueño que se mezclaba con el deseo. Rose, daba lentos movimientos para

acomodarse, cubría su piel mientras cubría sus ideas, ella quedaba inconsciente,

totalmente presta a la construcción mental que rápido se daba forma y sonido.

—SUEÑO DE ROSE—

—Para llegar al Reino de Ílios hay que pasar por el Reino de Dulken...

¿Quiénes son ellos?... puede ser capaz tal horroroso demonio de dejarme seguir

sin pelea alguna.... puede ser que nos capture, nos maltrate y nos mate... ¿cómo

tratar a quién no tiene amor alguno?.... tengo temor... temor de él. Reclamó el

corazón de Rose, cuál hacia mil ecos frente a un oscuro pasillo, donde al final,

habían encendida quince velas sobre una elegante mesa.

Rose, dentro del sueño, sentía las cálidas paredes de textura rocosa, ella miraba

su alrededor, sus pasos examinaban la sala; sin embargo, tras su figura, se

adelantó una sombra masculina, esta que dejó paralizada a la chica que acudió

curiosa, hacia él. Esto la llevó hacía un lujoso trono de oro donde una hermosa

mujer que peinaba su cabello, estaba sentada, ella les miraba sonriente y

estiraba su mano.

—¿Quién eres?. Mencionó Rose acercándose a la mujer, más de nuevo,

la sombra se interpuso y ella, al querer toparle, traspasó como si fuese una

puerta, hacia dentro de él —hacia dentro de la sombra— allí, donde visualizó

unos profundos ojos celestes, estos que le recordaron a la profundidad de los

negros ojos de aquel enviado de Francisca.

Empero, Rose salió de inmediato de la sombra, volvía a la escena de la fémina,

esa que con aspecto de Reina, se sentaba en el trono. Aquella era adorada por la

silueta del joven sombrío, ese que se arrodillaba ante ella.

—¿Eres la mujer más hermosa pero desconocida?… ¿Podría ser que

seas la Reina pronunciada de esta historia?. Mencionó Rose con el fin de

interactuar —Empero— fue en ese rato, que tras un tropezón, despertó del

sueño.

—FIN DEL SUEÑO—

Y Rose abrió sus ojos a la realidad, levantándose con presura, mirando de todos

lado, se percata que era media noche, que el cielo nublado había ocultado las

estrellas y que Jin cansado, se había rendido al sueño y estaba acostado a su lado.

Rose nota que lo anterior, fue un sueño.

—Pobre Jin. Susurra la joven colocando una mano sobre la espalda de

su amigo. Ella ya no volvería a dormir, quizás estaría en vela hasta el día; pues

estaba intrigada ante sus visiones. Más, al dar la vuelta, concentrada en sus ideas,

quedó pensativa, la luz de unos faroles frontales alumbraban sus ojos, mismos

que se veían extrañados por tal fenómeno; pues, era lógico que no había nadie

más que ellos en tal desierto.

Por ello, Rose alzó su mirada y con asombró, observó un majestuoso y pequeño

Castillo que se levantaba de entre la arena. Rose no podía creerlo, no podría ser

que ellos estuviesen frente a uno de los Castillos —Ella estaba convencida que

aun faltase mucho camino— más, la mujer da un suspiro temerosa. —¿Podría

ser este el Castillo de Dulken?—

Rose, caminó hacia aquel, más con dudas y miedos, guardó su distancia y

regresó a llamar a Jin.

—¡No bromeo! —Y Rose sacude a Jin —¡Es en serio! Míralo con tus

propios ojos… ¡Frente a nosotros esta! Gritó Rose agarrando del mentón de Jin,

quién al quedar con su vista hacía esta estructura majestuosa, quedó paralizado.

Y Jin veía del Castillo, no estaba nada lejos de ellos, así, él tragaba saliva.

—¿Qué haremos Rose?. Mencionó sin aliento.

—Creo que debemos entrar... debemos seguir… Respondió abriéndose

paso, parándose en medio del desierto y tragando de la brisa fría que ahí corría.

—…¿Y Dulken?. Murmuró Jin sin ser escuchado.

Más, era un hecho que él la seguía —Ambos sin saber que pasaría— caminaban

por entre las arenas, acercaban sus pasos hacía el imperial Castillo, ese mismo

cuál teniendo sus grandes puertas abiertas, les permitió entrar.

Y dentro del lugar se desplegaba de una riqueza extraordinaria, lujosas figuras,

monedas de oros, cuadros preciosos adornaban las paredes y el piso.

Jin y Rose quedaban atónitos ante una mina de dinero.

—Somos ricos… —Susurra Jin cada vez más, alzando la voz. —¡Somos

ricos, Rose!. Gritaba echándose a la marea de monedas.

—Sin embargo— Rose le detiene, asustada, notaba que el lugar estaba solitario,

que nadie a pesar de sus tentaciones, estaba rodeando el lugar, así, que valía ser

cauteloso. Jin —con pesar— le ve la razón.

«FIN DEL RECUENTO.»

……………………………………………………………………………………………

—Momentos Actuales—

—Hemos venido por el sueño de Francisca. Aseveró Rose.

—No podemos retorcer… Dijo Jin.

—Debemos vencer a Dulken y a sus seguras tentaciones. Determinó

ella revisando el solitario y deplorable Castillo, Jin le seguía de cerca.

—Es verdad… debemos derrotar a Dulken. Concluyó Jin.

Así, Rose y Jin se dispusieron a investigar y de tal manera, descubrieron que en

verdad el lugar estaba solitario y además que el “Castillo” estaba hueco, pues sus

escaleras, puertas, pasadizos y pisos, no llevaban a ningún lugar, todo estaba

incompleto, no había camino, solo estaba la gran sala del recibidor.

—¿Este es el castillo que buscábamos?. Preguntó Jin con dudas.

—No debe ser… —Rose rasca su cabeza —Pero el sendero nos lleva a

esto… no había nada más adelante… Contestó Rose.

Entonces, Jin examina nuevamente los rincones, él se percataba que cercano a sí,

había una fuga de calor, una brisa cálida que cubría con sus pies, era natural que

cercano allí, habría un agujero. Lo que ambos no suponían es que este sería muy

grande y profundo. —Y que además, era su única alternativa— Así, Rose mira

del hueco, ahí entraría muy bien una persona, casi que caminando erguida.

—No pensarás que debemos… Susurraba Jin con temor.

Rose da un suspiro, pone sus manos entre las rocas y con cuidado, empieza a

entrar su cuerpo por el túnel. Jin pinta su rostro de amargura, debía seguirla.

—Creo que vamos por buen camino. Susurró Rose tras Jin.

—Claro, ¡Al infierno!. Mencionó Jin atemorizado.

Y Jin veía de la caverna, esta era larguísima, de muchos sonidos, húmeda pero a

la vez, muy cálida. —Jin y Rose caminaban— no encontraban final a sus pasos ni

tampoco a la cueva, esa que parecía haberles tragado en un camino sin salida.

Rose empieza a desesperar.

La cueva les traía sonidos de toda especie, más nada impacientaba tanto a la

pareja como el ruido de unas pisadas, unas que venían desde diferentes lugares

y que con rapidez, avanzaban a ellos. Esto era una agonía que les tenía al borde

de su del límite, tanto a sus cuerpos, nervios y mentes, cuales se hallaban hartas

de pensar e imaginar, sus corazones parecían explotar, el tiempo se escapaba de

entre sus manos. Ya no eran minutos, quizás ya eran horas tras horas dentro del

averno que los tragaba. Y los enemigos invisibles continuaban asechándolos.

—¡Que agobio! Si quieren matarnos…. ¡Mátennos ya!. Gritó Rose dando

frente a la realidad. Jin retrocedió, intentaba convencer a Rose de que no pierda

la cabeza; sin embargo, para sorpresa de ambos, los pasos ya no les seguían y

además, un rayo de aparente luz, les mostraba la salida de la circular cueva.

—Jin solo pudo llorar al denotar la finalidad de tal etapa.—

—Es una pesadilla y no diría que regresemos ya que hay que volver a

pasar por esa cueva... Murmuró la solloza Rose, esta que abriendo sus ojos

nuevamente hacia la luz, dio un fuerte suspiro, uno que acompañaba a un grito

liberador.

Jin seca sus lágrimas, se para junto a Rose, ambos miran las nuevas tierras

donde el túnel les había llevado. Así, a su frente se veía de enormes riscos secos,

de abismos y colinas asombrosas que casi que tocaban del cielo, ese que se

pintaba de atardecer. Y Jin miró hacia abajo, el lugar estaba rodeado de unas

corrientosas aguas rojas, esas que este le llamase “Río de fuego”.

—Creo… que después de todo, si estábamos por el camino correcto.

Dice Jin con leve sonrisa, Rose le abraza. Ambos estaban decididos a seguir y por

ello, Rose vuelve a soltar de un grito.

—¡Prepárate Dulken! Porque hemos venido a derrotarte… Grita ella y

su eco se expandía por los anchos cielos.

—Hemos venido a derrotarte… derrotarte… derrotarte… Dulken— La voz de

Rose volaba y está fue tan fuerte, que se adentraba en la mente ajena de una

desesperada, una que envuelta en oscuridad de sus íntimos sueños, empezaba a

moverse con miedo sobre su cama. —Dulken… ¡Dulken!. Gritaba ella.

—Quién sabe de qué lejanía— pero la mujer lograba levantarse, pasmada y

asustada, se sentaba sobre su lecho, con rostro pálido, sentía sus negras hebras

resbalar de sus hombros. Más, ella no estaba sola, cuatro misteriosas mujeres se

acercaban a ella, socorriéndola de su asombro.

—Es la segunda pesadilla dentro de una semana. Vociferó la seductora

rubia de ojos achinados, esta que limpiaba con el sudor de la pelinegra.

La pelinegra respira hondo, aún tenía las palabras de Rose en su cabeza, más no

era solo eso y las otras tres adultas de su lado, lo sabían bien.

—Es tal como predije… —Dice una de las mayores, una encapuchada

de rojo cabello, que levantaba el rostro de la soñadora. —Tienes que decirme

como es la mujer que se acerca, Cassidy… Le susurra.

—Cassidy— era el nombre de la pelinegra de impactantes ojos dorados, una

joven de piel blanca y pálidos labios. Ella, quién miraba a las demás, a esas que

poseían una igual apariencia excéntrica.

Y Cassidy da un suspiro, mira su oscura habitación.

—Ustedes no tienen permitido estar dentro de este Reino… el Rey se

disgustaría mucho sí las sintiese… Expresa la seca y apagada voz de Cassidy, una

chica de unos veinte años.

Las tres mayores sueltan de una ruidosa risa.

—¡No pierdas tiempo pensando en el Rey!... nosotras no tememos ni a

los Dioses… ¡Somos las Oráculos! Y nuestra ley y percepción está por encima de

todo, tu eres nuestra sucesora e igual que tu madre, debes de levantarte más

arriba que este reino. Reprendió Amatista, la de cabellos rojos, esa que enseñaba

sus verdes ojos hechizados. —A ella, le siguió otra adulta— Una de cabellera

morada y negros ojos. —¡Niñita, esto es importante! ¿Qué tiene que ver el Rey

en esto? Triste fue el día en que permitimos que ese tipo se llevase a tu madre, él

dijo que solo era un favor y el embustero ahora se cree dueña de hasta sus

generaciones… debimos llevarte una vez que Avegail muriese. Dijo la molesta y

seductora voz de, quién era la tercera de las Oráculos.

Y las adultas suspiraron y así, la primera de ellas, habló.

—Cassidy no es ninguna niñita, --, es nuestra Reina, la próxima

heredera del trono altísimo de las Oráculos. Expresa Tristhe, una de cabellos

verdes y ojos celestes. —Es importante mencionar— Que tal comentario,

moleste en gran manera a la rubia achinada, esa de unos cinco años mayor a la

callada Cassidy. —Esta no era Oráculo, era la prima de Cassidy—

—Esa mujer… esa mujer tiene algo que va a cambiar las Cruces. Y la

voz de Cassidy sale de sus temblorosos labios. Todas la ven, más Amatista, se

engancha de su mano. —¿Cómo las sentiste?... ¿Dónde está ella?...

Cassidy entrecierra sus dorados ojos.

—Ha cruzado nuestra dimensión… ella camina ahora por nuestras

tierras… algo le acompaña, es una energía que conozco… me da miedo. Suelta

la introvertida muchacha.

Tristhe ve a --- y ambas se agachan ante Cassidy.

—Las Oráculos fueron creadas para sostener a los mundos… nosotras

estamos a cargo de todas las Cruces, cuidamos de esta dimensión, nos debemos a

Brahma y no podemos permitir que nadie venga a destruirlo… Dice ---

—¿Quién es ella, Cassidy?. Pregunta Tristhe.

Cassidy clava sus ojos en un espacio vacío, intenta unirse a la esencia que Rose

le dejase en sus sueños. Cassidy tanto que podía ver la sonrisa tan brillante de la

peli-rosa, esa que le hacía abstraerse.

—Dinos Cassidy… ¿Quién es ella? ¿Está viva o está muerta?... ¿Quién la

manda?.... Pide Amatista. Más, Cassidy está dentro de sus recuerdos, uniendo su

conciencia con la de Rose, viendo con sus mágicos ojos de los eventos de aquella

decima navidad, de los cuentos y de la pena de Rose, esa que estaba frente a un

pelinegro hombre que le sonreía. —Cassidy soltó de su aliento, impresionada—

—La mujer es una humana viva… —Confiesa llamando la atención de

todos —Y ella… ella no está sola, vi a un hombre a su lado… él es Elías… el

sacerdote traidor que prometió revolucionar las Cruces… Dijo Cassidy.

Y la rubia achinada —Candy Lu— saltó impactada; pues, era la primera vez que

un mortal, un humano vivo, pasaba de los limites dispuestos y entraba al Reino

donde solo acudían almas. Además, de que mucho se hablaba de Elías, este era

un Sacerdote muy poderoso que exiliado de ambos Reinos —Obelix y Pandora—

juró derrocarlos.

—La llegada de esta mujer puede que sea plan de Elías… Dice Candy

Lu advirtiendo a las Oráculos de su peligrosidad, más valía que Rose muera lo

antes posible. Todas asintieron, Cassidy entrecerró sus ojos, recordaba de las

palabras de esta frente a Dulken, no había como dudarlo, la mujer quería

destruir con el nuevo balance que poseía las Cruces.

Y Cassidy asintió, más procuró estar calmada, la mañana le anunciaba de sus

debidas obligaciones, ella tenía que atender al Rey. Por ello, una vez vestida, se

levantó y aseguró a sus compañeras “Las Oráculos”, quienes eran más viejas que

ella, que todo estaría bien. Ella ya había planeado algo contra Rose.

Empero, las Oráculos no se veían contentas con la noticia.

—Somos las Oráculos, las que todo lo ven, quienes están detrás de cada

triunfo en las Cruces, eso incluye Obelix y Pandora… Somos quienes cuidan y

velan por Brahma, las que estamos lejos de sus leyes pero cerca de su poder… Y

por eso, nadie es nada sin nosotras… Clamaron las tres al unísono, ellas le daban

a Cassidy y a Candy Lu una amenazante mirada y ante ello, las dos jóvenes no

hicieron más que postrarse con respeto.

—Ustedes me han elegido como su sucesora y como su futura Reina,

yo no les quedaré mal. Habló Cassidy con su seca voz.

—Nosotras haremos respetar sus leyes… ninguna vida podrá entrar a

las Cruces, al menos que esté muerto. Susurró Candy Lu.

Y dicho esto, la reunión de la orden Oráculo dio su final; pues, las ancianas con

aspecto de adultas, se esfumaron y en la habitación quedaron las dos familiares.

Cassidy miraba a Candy, quién hallaba la desconfianza en esta, más, tenían que

aceptar que nunca se llevaron bien, Candy era envidiosa y arrogante.

—No te eligieron como Reina, Cassidy… si hubiese sido por decisión

personal… créeme que ni se les hubieses pasado por la mente. —Candy se para,

enseña su esbelto cuerpo alargado —¡Eres siempre tan ingenua! Eres Reina solo

por tu sangre, porque desde arriba, ha sido dicho así… Criticó la molesta Candy

Lu, su prima.

Cassidy no respondió sobre el tema, se levantó y arreglando de su largo vestido

—Anticuado para los ojos de Candy— se decidió a macharse; pues, ella era lo

que se conocía como “Íntimos del Rey”, es decir, sus más cercanos guardianes y

sirvientes.

—El Rey debe estar esperándome… Y Cassidy camina hacia la puerta,

más la repentina carcajada de Candy Lu, llamó su atención. Cassidy, clavaba sus

dorados ojos sobre ella —¿Qué pasaba, qué sabía esta?— Candy se acerca con su

habitual seducción, se agacha frente a su pequeña prima.

—¿Sabes que nuestro Rey ha salido misteriosamente a contemplar sus

tierras? —Le da un empujón —Y tú que habías hecho algo contra la viva… ¡Jah!

Quizás, el Rey ya la sintió… recuerda que él no es solo un Alma sabia como

nosotras, sino que es un Semi-Dios. Expresó Candy con malignas expresiones.

Cassidy quedó helada, oía que el Rey había salido junto a Graham, su ultimo y

primer Íntimo.

—Pero… el Rey no me dijo nada… ¡Graham no me dijo nada!. Decretó

Cassidy asombrada, Candy se retiraba. —¡Ups! Tal vez no debías enterarte, pero

agradéceme… yo creo que el Rey va por la viva y tú, por ocultarlo, estarás frita.

Y no hay nada que puedas hacer… Si el Rey y Graham no están, te toca a ti,

quedarte en su lugar… aunque, es como si no hubiese nadie. Bromeó la rubia de

ojos negros, esa que hacia poner furiosa a Cassidy.

—Y Candy salió victoriosa de causarle temor a la pelinegra— Candy odiaba

tanto a Cassidy que esta esperaba que algún día, el Rey la acabase.

No obstante, Cassidy también salió y esta, a la salida, se encontró con la gran

reverencia de todos los entes de horrendas apariencias que conformaban la corte

de los poderosos guardias, esos que se llamaban Titanes y Guerreros.

Cassidy respondiendo su reverencia, se fue junto con ellos.

—Candy no necesita decirme algo que es tan obvio… yo sé que mi Rey

ha encontrado a la viva… pero haré algo a pesar de que me reprenderá, lo haré

porqué ella lo lastimará… Susurró Cassidy sin dejar constantemente de pensar

en su Rey.

—Este mismo— que envuelto en su túnica real, aquella de un rojo comparado a

la sangre, se hallaba entre las entrañas de un risco gigante, ahí, junto a su siervo,

ese joven de cabellera negra, blanco como la nieve y ojos plomos, señalaba lo

que Cassidy más temía, señalaba a Rose.

Y una extraña sonrisa era la que brotaba en la blanca piel del Rey encubierto.

—Así que por ellos Cassidy actuaba más extraño de lo usual... yo me

pregunto qué será lo que llamó su atención. Expresó Graham ante la serena

presencia del otro, quién aun cuando estaba cubierto, adentraba de su mirar en

la cansada Rose, esa que ya tenía su piel quemada y sus labios secos, más,

tampoco dejaba de lado a Jin.

—¿A qué han venido?… nunca tenemos visitas que lleguen desde ese

lado… las almas siempre van a la rueda fantasmal de Cassidy, ahí ella teje sus

destinos, ¿Será que se les extravió?. Comentaba nuevamente Graham hacia su

quieto Rey, quién ya había analizado a los invitados.

—Graham… —Le llama con seriedad. —Ellos no se les han extraviado

a Cassidy… no tienen nada que ver con ella… estos seres son diferentes a los

que habitan nuestro Reino, no, son diferente a todos los seres de las Cruces…

ellos dos no están muertos. Determina la gruesa voz del Rey, esa que poseía una

gran lozanía pero también un gran poder.

Y tal noticia, causó admiración a Graham —Su Íntimo—quién de inmediato

esperó de sus órdenes. Más, el Rey le mandaba ser cauteloso, ninguno podía

pasar a su Reino, no vivos.

—Tráemelos. Aclamó el Rey.

En cambio, Rose veía entre el desierto su destino, allí entre esas colinas de arena,

Jin saltaba de alegría, habían llegado a las cercanías del límite del Reino. Rose,

se veía aliviada pero no por ello, despreocupada. La torre inmensa resplandecía

dentro de sus ojos.

—¿Qué Reino será? Tiene puntas rojas… creo que debe ser el Reino de

Pandora, el Reino del Príncipe Dulken… Exclamó Rose emocionada pero a le

vez, temerosa. Jin la oye, empero, de la nada se detiene.

Y Jin gira lentamente hacía la curiosa joven peli-rosa.

—Rose… —Le llama con seriedad —Siento unos ojos sobre nosotros.

Le avisa con preocupación, Rose salta y observa a todos lados.

Así, se iba cortando la alegría, Jin empezaba a sentir temor en su interior, este

que fue transmitido a Rose. Ambos, mantenían sus miradas en cualquier cosa

que presente un movimiento, apretaban sus puños y se decidían a defenderse de

cualquier ataque. No obstante, aquellos no podían ver al ágil Graham, ese que

con tacto extremo, se acercaba a ellos, él esperaba del ultimátum del Rey, cuál

no demoró mucho en presentarse.

Y el Rey asienta, señal para que Graham ataque y los tomase como prisioneros.

—¡Más, qué situación tal complicada!— Graham iba al hecho, empero Cassidy

ya había lanzado sus cartas y tal vez, eso era a lo que se refería Jin, quién al igual

que Rose, empezaban a sentir que la tierra temblaba, que muchos gritos de gran

euforia se acercaban, sí, eso era un ejército —El ejército de Cassidy.—

—Los guardias ya se han ido por órdenes mías… —Y del lado del gran

Reino desértico, asomaban los dorados ojos de Cassidy. —Yo les he mandado…

les he pedido que acaben con la vida de esa mujer que tan mal presentimiento

me trae… ¡Demonios! Espero que el Rey salga bien de estas… aunque confío en

su poder y su mítica inmortalidad. Susurra la molesta Cassidy, esta que dando

vueltas de lado a otro, con la presión sobre su cabeza, hundía sus uñas en sus

piernas. —Pues— A Cassidy no le quedaba más que resignarse y ver tras su bola

mágica —Artefacto de Oráculo—lo que se daba en aquel presente.

Así, los grandes ojos de Cassidy se enajenaban en Rose, casi que Jin desaparecía

de su lado, esta no podía evitar que su sangre hierva, conocía que Rose sería el

desmoronamiento de su actual Reino.

—Entonces—Graham se abalanzó por los aire, cuya corriente alertó nuevamente

a Jin, cuál agarrando la mano de Rose, volteó asustado. —Es una emboscada,

Rose… ¡Nos tienen rodeados!… Grita Jin antes de la gran desgracia. Pues, ante el

tembloroso momento, una pronta lluvia de filosas flechas se abalanzaban contra

los vivos.

Graham al denotar la situación, se prestó a resguardar la vida de ambos seres,

gracias a él, ninguna flecha les cayó ni les lastimó. Esto lo hacía debido a que el

Rey los quería vivos para interrogar sobre su objetivo.

Y Graham se alza por los cielos, con rapidez bárbara, tomaba las flechas con sus

propias manos y las lanzaba con fortaleza sobre aquel extraño ejército que

aunque estaba herido, volvía a levantarse, con furia contra Rose. Y Graham

queda sorprendido, abría de sus plomos ojos y notaba que se trataba de sus

propias filas.

—Pero… ¿Quién los mandó?... El Rey no ha dado orden. —Y Graham

alza sus grises ojos hacia el encapuchado Rey, ese que se mantenía inmóvil,

viendo de la desagradable situación. —Nadie puede mandar a que los Titanes y

los guerreros se unan a un batallón… hay muchos titanes de diferentes cráteres,

esto solo tiene un solo nombre… Cassidy. Determinó Graham poniéndose en

frente a todos los que llevaban un aspecto demoniaco y sangriento.

—Cada Cráter tiene guerreros y Titanes, estos son gobernados por los

Sacerdotes del Rey, quién tienen el poder de mandar a sus subordinados, pero

nadie más que los Íntimos podemos usar de todos ellos y crear amenazante

batallón. —Graham se pone frente a los desbocados, saca su larga espada de

brillante color —¿Por qué lo has hecho Cassidy?... lo primero, fue ocultárnoslos

y ahora… ahora sales con esto… ¿Quién es la chica, que a tanto te has

arriesgado?... que tonta. Y Graham empuja su pie, se lanza contra los suyos y con

ferocidad, empieza a hundir de su cuchilla sobre sus pieles. —No obstante, había

muchísimos— Graham se las veía complicada.

Y por ello, el Rey da un leve movimiento, este que es percibido por el alterado

Graham, quién temía siempre ante su ira.

—Señor… Susurra Graham, ante aquel hombre que lanzando sus capas

hacía atrás —Corto de paciencia— se lanzó del risco hacía los aires.

Entonces, viendo de esto, Graham abandonó al pelotón y corriendo por delante

de ellos, dio otro salto que lo reunió con su señor, mismo que desde esa altura,

observaba a los vivos, quienes no dejaban de correr hacía el puente, mismo que

anteriormente, habían pasado.

—Mi Rey… ¿Qué piensa hacer?. Y Graham se muestra inquieto.

—Graham… —Reprendió el firme Rey —¡Dame soluciones! ¡No seas

tan inútil! Debes ir por los extraños… despreocúpate del pelotón… esto será un

cambio de líder… —Y el Rey ve del ejército, cuál estaba pronto a alcanzar a los

vivos, esos que no encontraban salida —Yo detendré a los Titanes… Determinó

el Rey con valentía.

Así, Graham asintió —Aun cuando no quisiese— debía obedecer al Rey y dejarlo

para cumplir sus órdenes. Entonces, Graham, más rápido que el rayo, voló hacia

en medio de la situación. El Rey suspiraba, él había notado que los guerreros no

se habían detenido aun con los ataques de Graham, quién estaba por superior a

Cassidy y por ende, debían obedecer. Así, el Rey queda pensativo.

—Creo saber qué pasa... Murmuró el rojo encapuchado, viendo como

Graham se las arreglaba para proteger a Rose y Jin, quienes sin importarle la

vida de su “salvador” seguían corriendo. El Rey atestiguaba como los guerreros

carecían de juicio, estos solo tenían un objetivo, los vivos. —¿Qué has hecho…

Cassidy?. Gruñó el Rey sin tolerancia.

Y Graham corre hacía los vivos, ellos que de momento a otro se veían en medio

de los Titanes —hombres muy altos y muy fornidos— Jin y Rose estaban muy

asustados, más no podían evitar enojarse ante su propia debilidad y burla de los

despreciables.

—¡Por favor déjennos vivir! Nos iremos ¡No regresaremos!. Rogó Rose

entre el llanto y el espanto, viendo que Graham aún estaba lejano de ellos.

—Pero ¿esto servía?— Los guerreros se reían, causaban la ira de Jin, mismo que,

valiente, siempre velaba por Rose.

—¡Ustedes no son nadie para meterse en nuestro propósito! esto va más

allá de sus amenazas… ¡Ambos creemos en nuestro viaje y estamos protegidos!.

Grita el chico con fortaleza única que dio aliento a Rose, misma que volviéndose

a levantar intentaba encararles, tenía en su mente la imagen de su abuela, era

por ella y por su familia que si moría, lo haría con valor.

—¡Dulken no me asusta! He venido a vencerle. Exclamó Rose con un

fuerte grito, ese que llegó a oídos de todos, inclusive a oídos del Rey y también

de Graham, mismos que cautelosos se veían, no hacían falta las palabras.

Y el Rey asienta —Dando por fin— determinación a sus movimientos. Aquel,

dejándose caer de entre los altos cielos, asemejaba ser un meteorito; pues sus

rojas capas, se convertían en un fuego letal, uno que quemaba intensamente con

todos sus oponentes, esos que eran parte de su mismo Reino. Y Graham le mira,

era un hecho que el Rey era poderoso, aquel, con la sola inclinación de su dedo,

dejaba a muchos en el piso. Graham se sentía aliviado, más sabía que no por

ello, los vivos estarían a salvo.

Así, Rose denotaba el peligro, conocía que venían a matarle, empero, a la vez

denotaba que la venganza era solo para con ella, los guerreros dejaban de lado a

Jin, ellos iban por ella. Y esto le dejaba un vacío del cuál no podía salir; pues, sus

impulsos de sobrevivencia la llevaban a perder el ritmo y la concentración.

—Tú no eres bienvenida ¡Lárgate de aquí!. Gritaban todos los Titanes al

unísono, ellos lanzaban sus armas y Rose al ver que Jin era indefenso, corrió,

lejos donde no la puedan atrapar.

Jin al notarle, no pudo detenerla y ambos tomaron caminos contrarios, estaban

solos y cada uno se sentía más débil. Empero, Jin no dejaría a su amiga y con

toda la fuerza que le quedaba, se abalanzó contra todos, inclusive contra el Rey,

a quién —Claro— no pudo tocar, pero sí ofender.

—¡Asquerosos demonios sedientos de sangre! —Señala Jin —¡Vuelvan

con su Rey, el descontrolado diablo! …ese que por miedo a nuestra luz, está

escondido en sus mediocres sombras. Estrepita Jin con furor, provocando la ira

de los demás y creciendo de su fortaleza.

—Todos oyeron su decreto— y el Rey, de igual manera.

Así, el hombre de rojo, gira su rostro en busca de Graham, más él ya había ido

por Rose. El Rey estaba irritado y la incoherencia del desconocido era el colmo.

—¿!Quién te crees que eres!?. Furioso, el Rey se abstiene de luchar, mira

al joven humano, nota como este —usando de otra espada— hace el intento de

defenderse. El Rey respira hondo y siendo él, parte interna y externa de su Reino

e integrantes, como cosa etérica, toma posesión de uno de sus siervos, haciendo

que sus palabras, las diga aquel. —Eres un simple humano y piensas ¡Matar a un

hijo de Dioses! ¡Qué te crees para hablar así de un Rey!. Exclama el Rey por

labios de sus guerreros, mismos que encaraban a Jin y su espada robada.

Y Jin toma aire, la muerte le jugaba con él, más él alza su quijada presentando a

todos, de su indomable carácter.

—Yo soy quién ha puesto el destino —Jin hace puños —He venido con

Rose… la mujer que tomará la cabeza de Dulken y que la presentará a los cielos,

cuales ya están hartos de sus injusticias. Respondió el adusto Jin, ante un Rey

que no dejaría que su Reino sea arrebatado.

Así, el Rey clavó sus fuertes y pesados pasos sobre la tierra, uno tras otro, le

dirijan en silencio hacía Jin, nadie de sus guerreros siquiera se le atravesaban en

su camino, no; pues, solo su necrófaga vibra ahuyentaba con todo ser. El Rey

apretaba de sus manos temblorosas de odio, él las hacia puño. Y así, pasaba por

encima de la guerra, por encima de los bastos insultos y de la sangre negra que

se elevaba por los alrededores. El Rey caminaba lento sobre la batalla —Parecía

una escena dantesca— este hombre iría, debido a la insolencia, por la vida de Jin.

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No obstante, cerca de ellos, Graham logró sujetar de la mano de Rose, luego de

librarse de todos sus obstáculos, aquel hablaba con ella y su serena y protectora

voz, hizo que esta confíe en él, aun cuando no le conocía. Graham mencionaba

que ellos le cuidarían y que el Rey deseaba saber de sus objetivos.

Rose estaba asustada, pero Graham le regalaba de una leve sonrisa, este estaba

acompañado de un aura apacigüe.

—Me rindo, iré contigo… solo porque has dicho que tu Rey no nos hará

daño, más debo ver a Jin primero. Expresó ella y su deseo fue correspondido.

—Así, Graham llevaba a Rose hacía la colina, cerca del campo de batalla, dónde,

para el asombro de Graham, ya ninguno de los diablos estaba en pie.—

Ahí en medio de la árida batalla, estaba el valeroso Jin, ese que sujetando de su

espada, cansado, miraba del horizonte. Rose lo observa con ojos alucinados, ella

empezaba a sentir una inmensa alegría, al igual que Graham, quién ya no

denotaba peligro alguno. —Sin embargo— Ante ambos pasos, los grises ojos del

Íntimo se clavaron en lo que se movía, esa era la cercana silueta de su Rey,

mismo que con una furia indescriptible se acerca al joven.

Graham intuía inmediato de sus intenciones y a él, nadie le podía detener.

—Entonces, las acciones tomaron milésimas de segundos, instantes en que todo

se terminó, en que los sueños de Rose se hicieron nuevamente pedazos, ahí

donde Graham mintió sin querer, donde todo se detuvo y era una eternidad.—

—Yo… —Sonaba como eco destructor, la voz de aquel majestuoso Rey

—Yo… ¡Soy aquel diablo! que nombraste, soy aquel que se oculta por el temor…

yo soy el ¡Rey de estas tierras!… soy el del nombre a los que muchos respetan y

temen… yo soy el Rey de Pandora, soy a quién repudias… ¡Dímelo en mi cara,

ahora!… ¡Yo soy Dulken!. —Estrepita el Rey congelando a todos, inclusive a Jin,

quién lentamente, ante la densa atmosfera, clavaba sus aturdidos ojos verdes en

la gigantesca aura maléfica que empezaba a tragarlo.

Y Jin denota como su corazón comenzaba a apagarse con solo el hecho de oír de

su nombre —Dulken— el Príncipe de sus historias, el maligno que solo tenía

comparación con el señor de los infiernos.

—Dulken… Susurraban los secos labios del estupefacto.

—¡Eres un niño insolente!. Gritaba el Rey, el Rey Dulken.

Jin, no tenía explicación que exprese el miedo tan terrible que sentía. Él no tuvo

tiempo para alejarse, solo observaba al resentido, adolorido y enfurecido Dulken.

—Tal vez hubiese sido mejor que Jin nunca haya existido.—

Y el amargo Dulken mostró de su inefable presencia e inmenso poder. Dulken

—Frente a los impactados ojos de Rose— levantó de su pierna y con una gran

patada lo elevó al cielo, mucho más allá del límite de la tierra. Jin era volcado

hacia el abismo, sin misericordia alguna, Dulken lanzaba a Jin, mismo que caía

en la inmensidad de la nada. —Nadie podría ayudarlo, nadie podría salvarlo.—

—Momentos de pasmo y angustia—

Rose clavaba sus absortos ojos en lo que quedaba de Jin —es decir, en su nada—

pues de este no quedaba ni la sombra y ni sus gritos, de momento a otro, toda la

existencia de Jin, se había eliminado.

—Jin… Soltaba levemente los labios de la enajenada.

—Su corazón se había parado por segundos, segundos en los que duró el aliento

de su amigo y la euforia descontrolada del Rey.—

—Jin… —Rose empezaba a regresar en sí, ella, poco a poco, empezaba

a sentir el dolor —Uno semejante al de una filuda flecha— Rose veía el despedir

de su compañero… su mente gritaba que jamás se hallaría sin él, ella se sentía

impotente y destrozada, para Rose, ya no había más que perder. —Jin… mi Jin…

te has ido. Tartamudeó perdida.

Y así, con las ideas que rebosaban su cabeza, con su pecho adolorido y su alma

agonizante, Rose miraba del encapuchado, ese que caía firme sobre la tierra y

que miraba del abismo.

—La joven se cegó— Ella no quería vivir de aquella manera, tenía en su interior

mucho miedo y sin Jin, más aun.

Así sin pensarlo, Rose se lanzó a correr, se lanzó junto a sus estrepitosos gritos

que le otorgaban fortaleza en medio de la ilusoria batalla, de la cual ninguno

sabría cómo terminaría.

—¡Eres un despreciable asesino! —Grita la mujer bajando con rapidez

de la arenosa colina —¡No vales nada! tú eres peor que los demonios que moran

tu estéril tierra. Aludía la despechada Rose mientras que se acercaba al inmóvil

Rey, este que ya había intuido sus pasos antes de que siquiera se moviese.

Y Graham alza su vista —Todo había pasado muy rápido— Y así como él, los

dorados ojos de Cassidy se abrían en gran manera, ella, viendo desde su bola de

cristal, rogaba por que el pelinegro pueda salvar a su Rey. Más, aun cuando

Graham se lanzase casi que sobre Rose, ella con la semejanza de un ave rebelde,

se esfumaba ante los brazos de Graham, quién le veía como continuaba con su

inquebrantable camino. —Cassidy estiraba su rostro, gritaba igual que Graham

por la atención de su Rey.

—¡Señor Dulken!. Llamaban ambos a viva voz.

Más Dulken, apenas giró su rostro, una molestia se presentaba en aquel. Ya eran

muchos insultos por parte de extraños que no le conocían.

—¿Y ahora quién eres tú?... Preguntó el Rey sin mover siquiera la boca.

Empero, Rose ni lo notó como tampoco le respondió, ella se abalanzaba a tomar

una espada ajena para con ello, matarle. Esto no asombró a Dulken, aun cuando

vio en ella la bravura, el honor y la intrepidez de un guerrero.

—¡Muere Demonio!. Gritaba Rose acercándole la punta afilada de su

espada, Graham y Cassidy tapaban sus labios.

Empero, Dulken no le respondió, este, con sus fríos cálculos, hizo solo de un

movimiento, él tiró su cabeza hacía atrás y así, la afilada espada pasó cerca de su

cuello, solo con ello y después de ello, Dulken se alejó de la mujer.

Y así, Graham llegaba hacia Rose, sujetándola fuerte de su torso, tirando de su

espada al piso y apartándola de la encapuchada majestad.

—¡Suéltame! Debo vengar a Jin. Respondió Rose bruscamente una y

otra vez, su obstinada personalidad acaparaba con la atención del Rey, ese que se

encontraba frente a ella.

Y Rose en un intento por herirlo, agarró de su roja capa, aquella sedosa que se

introdujo en medio de sus dedos.

—Hubiese sido mejor que Rose nunca haya existido.—

Pues; en esos segundos, cuando la piel de Rose tocó de las rojas sedas, los ojos

abiertos de Rose fueron más abiertos aún, sus sentidos se agudizaron y Rose

vivía del instante y por eso, sentía la atmosfera infernal, un ciclo tallado de mil

demonios que cortaban con su aire y quemaban con su cuerpo. Rose, observó de

horrendas caras ensangrentadas que reposaban bajo los pies del Rey Dulken, ese

que era conocido como el demonio de las muchas cabezas.

Y Rose quedaba sin aliento, ella caía al piso con sus músculos entumecidos.

—¿!Qué eres tú!?. Gritaba Rose enajenada y llorando.

—Yo soy Dulken, Señor de Pandora, tierra que han deshonrado.

Y Rose soltó de la capa del Rey y con ello, desaparecieron sus pesadillas y cayó

al piso, ahí de dónde Graham la recogió.

—Debe acompañarnos señorita. Dijo la voz suave y cordial de Graham,

esa que cautivó los oídos de Rose, misma que sin fuerzas, se dejaba llevar por el

alto pelinegro de ojos grises.

Entonces, el Rey habló.

—Graham, llévate a la viva al calabozo de mi Castillo, no deis nada de

información a nadie, ¡Enciérrala hasta que yo disponga que hacer!... en cuanto a

Cassidy, quiero que la traigas a mí, apenas llegue a Pandora…. Y dicho esto,

Graham, sin perder tiempo, asintió. Él la cargaba camino al desconocido Reino

de Pandora, ese que estaba tras un largo desierto.

Y Rose se sentía sobre los brazos de Graham, no obstante, no quitaba sus ojos

morados del lugar árido y más que nada, de aquel barranco donde Jin murió, ese

que le arrancaba de su corazón, pedazo por pedazo —Más, ella no lloraría frente

a los hombres— no, lo haría por su inmenso orgullo.

—No puedo pelear… no puedo dejarme matar ahora… —Pensaba Rose

sollozando y llorando amargamente en su interior —Discúlpame Jin… pero yo

te juro que te vengaré cuando pueda verme más segura… Menciona para sí a

momento que clavaba su resentido mirar sobre el oculto y encapuchado hombre

de rojo, Dulken, ese diablo de sus historias, el hijo malo y obstinado, aquel con

sus manos llenas de sangre, sangre que le pertenecía a sus propios fieles.

—Y así, Rose se alejaba de Dulken, de ese hombre que observaba el desierto—

Dulken, veía de su ahora muerto ejercito —Era un desperdicio— empero, él no

podía dejar de lado el hecho de que hubo una falta grande de respeto ante su

superior, ante Graham— No obstante, Dulken daba un suspiro hondo.

—Eso es todo sabrán… pero lo que ambos sabemos es que…—Dulken

saca sus manos de entre sus rojas capas, las ve llena de sangre —¿Cómo pudiste,

Cassidy? Yo sé que los has hechizado para que te obedezcan. Y el Rey gruñe,

suelta de un retumbante grito. —Aquel que era visto y oído por la temerosa

Cassidy— quién lanzando de su bola de cristal, con muchos nervios y miedo, se

encogía entre las tinieblas. Dulken estaba muy molesto y seguramente, un gran

castigo —Como nunca— le daría a su Íntima.

Más, el grito de Dulken, también fue escuchado por la apenada Rose, ella que

entre los brazos de Graham, observaba como el Castillo se hacía más grande

ante su acercamiento, como se iba notando el impresionante Reino de Pandora.

Rose entrecerraba sus ojos, sentía la resequedad de su piel, esa que le recordaba

a Jin, quién seguramente ahora, estaría lavando sus heridas. Rose muerde sus

labios —¡Como le dolía!— pero esto la haría más fuerte.

—Ahora estoy segura de lo que puedo hacer… —Piensa Rose —Debes

temerme Dulken… porque una mujer es muy inteligente y yo te voy a hundir,

te enredaré en tus propias artimañas y morirás en mis manos, esas que te

levantaran frente a la gloria de Ílios. Y Rose suelta un suspiro.

Graham le miraba, más él pensaba en Cassidy, en ella y su desconocido futuro

ante sus escondidos movimientos.

—Ojala que Ílios se apiádese de todos, ojala que Ílios abrace el alma de Jin y

cuidase de la Cassidy y Rose.—