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    Rosa Montero

    La ridcula ideade no volver a verte

    Seix Barral Biblioteca Breve

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    LA RIDCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE

    El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar delo que te acongoja ests de suerte: eso significa que noes tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre tisin paliativos, lo primero que te arranca es la #Palabra.Es probable que reconozcas lo que digo; quiz lo hayasexperimentado, porque el sufrimiento es algo muy co-mn en todas las vidas (igual que la alegra). Hablo de

    ese dolor que es tan grande que ni siquiera parece quete nace de dentro, sino que es como si hubieras sidosepultada por un alud. Y as ests. Tan enterrada bajoesas pedregosas toneladas de pena que no puedes ni ha-blar. Ests segura de que nadie va a orte.

    Ahora que lo pienso, en esto es muy parecido a lalocura. En mi adolescencia y primera juventud padecvarias crisis de angustia. Eran ataques de pnico repen-tinos, mareos, sensacin aguda de prdida de la reali-

    dad, terror a estar enloqueciendo. Estudi psicologa enla Universidad Complutense (abandon en cuarto cur-so) justamente por eso: porque pensaba que estaba loca.En realidad creo que sta es la razn por la que hacenpsicologa o psiquiatra el noventa y nueve por ciento de

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    los profesionales del ramo (el uno por ciento restanteson hijos de psiclogos o psiquiatras y sos estn anpeor). Y que conste que no me parece mal que sea as:acercarse al ejercicio teraputico habiendo conocido loque es el desequilibrio mental puede proporcionarte msentendimiento, ms empata. A m esas crisis angustiosasme agrandaron el conocimiento del mundo. Hoy me ale-gro de haberlas tenido: as supe lo que era el dolor ps-quico, que es devastador por lo inefable. Porque la carac-

    terstica esencial de lo que llamamos locura es la soledad,pero una soledad monumental. Una soledad tan grandeque no cabe dentro de la palabra soledad y que uno nopuede ni llegar a imaginar si no ha estado ah. Es sentirque te has desconectado del mundo, que no te van a po-der entender, que no tienes #Palabras para expresarte. Escomo hablar un lenguaje que nadie ms conoce. Es serun astronauta flotando a la deriva en la vastedad negra yvaca del espacio exterior. De ese tamao de soledad es-toy hablando. Y resulta que en el verdadero dolor, en el

    dolor-alud, sucede algo semejante. Aunque la sensacinde desconexin no sea tan extrema, tampoco puedescompartir ni explicar tu sufrimiento. Ya lo dice la sabi-dura popular: Fulanito se volvi loco de dolor. La penaaguda es una enajenacin. Te callas y te encierras.

    Eso es lo que hizo Marie Curie cuando le trajeron elcadver de Pierre: encerrarse en el mutismo, en el silencio,en una aparente, ptrea frialdad. Llevaban once aos casa-dos y tenan dos hijas, la menor de catorce meses. Pierre

    haba salido esa maana como siempre camino del traba-jo; tuvo una comida con colegas y, al volver al laboratorio,resbal y cay delante de un pesado carro de transportede mercancas. Los caballos lo sortearon, pero una ruedatrasera le revent el crneo. Falleci en el acto.

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    Entro en el saln. Me dicen: Ha muerto. Acasopuede una comprender tales palabras? Pierre ha muerto,l, a quien sin embargo haba visto marcharse por la ma-ana, l, a quien esperaba estrechar entre mis brazos esatarde, ya slo lo volver a ver muerto y se acab, parasiempre.

    Siempre, nunca, palabras absolutas que no podemoscomprender siendo como somos pequeas criaturasatrapadas en nuestro pequeo tiempo. No jugaste, en la

    niez, a intentar imaginar la eternidad? La infinituddesplegndose delante de ti como una cinta azul ma-reante e interminable? Eso es lo primero que te golpeaen un duelo: la incapacidad de pensarlo y de admitirlo.Simplemente la idea no te cabe en la cabeza. Pero cmoes posible que no est? Esa persona que tanto espacioocupaba en el mundo, dnde se ha metido? El cerebrono puede comprender que haya desaparecido para siem-pre. Y qu demonios es siempre? Es un concepto inhu-

    mano. Quiero decir que est fuera de nuestra posibili-dad de entendimiento. Pero cmo, no voy a verlo ms?Ni hoy, ni maana, ni pasado, ni dentro de un ao? Esuna realidad inconcebible que la mente rechaza: no ver-lo nunca ms es un mal chiste, una idea ridcula.

    A veces [tengo] la idea ridcula de que todo esto esuna ilusin y que vas a volver. No tuve ayer, al or ce-rrarse la puerta, la idea absurda de que eras t?

    Despus de la muerte de Pablo, yo tambin me des-cubr durante semanas pensando: A ver si deja ya dehacer el tonto y regresa de una vez, como si su ausenciafuera una broma que me estuviera gastando para fasti-diarme, como a veces haca. Entindeme: no era un pen-

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    samiento verdadero y del todo asumido, sino una deesas ideas a medio hacer que cabrillean en los bordes dela conciencia, como peces nerviosos y resbaladizos. Delmismo modo, de todos es sabido que muchas personascreen ver por la calle al ser querido que acaban de per-der (a m nunca me ha pasado). Lo cuenta muy bienUrsula K. Le Guin en un desnudo poema titulado OnHemlock Street (En la calle Cicuta):

    I see broad shoulders,a silver head,

    and I think: John!

    And I think: dead.

    (Veo una espalda ancha,una cabeza plateada,y pienso: John!Y pienso: muerto.)

    He tenido la inmensa suerte y el privilegio de desa-rrollar cierta amistad con Ursula K. Le Guin, que es unode los escritores cuyo magisterio sobre mi obra reconoz-co de manera consciente (el otro es Nabokov). Cuandole escrib hace unos meses contando que quera hacerun libro sobre Madame Curie, contest:

    Le una biografa de Marie Curie cuando tena quin-ce o diecisis aos. Inclua bastantes citas de su diario. Medej impresionada, admirada y aterrada. Quiz me est

    traicionando la memoria, pero lo que recuerdo es que,despus de que Pierre muriera en la calle, ella guard unpauelo con el que haba tratado de limpiarle la cara. Par-te de su sangre y de sus sesos se haban quedado en eltejido, y ella se lo guard, escondindolo de todo el mun-

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    do, hasta que tuvo que quemarlo. Esa imagen me ha per-seguido angustiosamente todos estos aos.

    Cspita, me dije, ese detalle no lo he visto en ningu-na de las biografas que he utilizado. Teniendo en cuen-ta la edad de Ursula (naci en 1929), pens que tal vezse tratara del libro que la segunda hija de Marie, ve,escribi sobre su madre en 1937. En el momento en querecib el email de Le Guin an no haba ledo esa obra,

    que est descatalogada y que tuve que rastrear por me-dio mundo hasta conseguir un ejemplar de segundamano en ingls. De modo que las palabras de Ursula mehicieron repasar con atencin el breve diario de Curie, ydescubr un prrafo que, a la luz de esta siniestra expli-cacin, tena un sentido muy revelador:

    Con mi hermana quemamos tu ropa del da de ladesgracia. En un fuego enorme arrojo los jirones de telarecortados con los grumos de sangre y los restos de se-

    sos. Horror y desdicha, beso lo que queda de ti a pesar detodo.

    En mi primera lectura, asum que haban quemadoel traje poco despus del accidente y tom lo de beso loque queda de ti como una metfora, pero ahora metema lo peor. Esper con impaciencia la llegada del li-bro de ve y, en efecto, me encontr con una escenabrutal. Casi dos meses despus de la muerte de Pierre, el

    da antes de que la hermana de Marie, Bronya, regresaraa Polonia, Madame Curie le pidi que la acompaara asu dormitorio y, tras cerrar cuidadosamente la puerta,sac del armario un gran bulto envuelto en papel imper-meable: era el gurruo de las ropas de Pierre, con co-

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    gulos de sangre y grumos de cerebro pegoteados. Habaguardado secretamente esa porquera junto a ella. Tie-nes que ayudarme a hacer esto, implor a Bronya. Ycomenz a cortar el tejido con unas tijeras y a arrojar lospedazos al fuego. Pero cuando lleg a los restos de sus-tancia orgnica no pudo seguir: se puso a besarlos y aacariciarlos ante el horror de la hermana, que le arranclas ropas de las manos y acab con la lgubre tarea. Nome extraa que la imagen se le quedara grabada a la

    Ursula nia. Ya digo que el sufrimiento agudo es comoun rapto de locura. Por fuera, Marie sorprendi por sucontencin emocional: Esa helada, calmada, enlutadamujer, la autmata en la que se haba convertido Ma-rie, dice su hija ve. Pero, por dentro, arda la demen-cia pura de la pena.

    Yo nunca llegu a eso, desde luego; al contrario,quise portarme bien en mi duelo y agarr el hacha: medeshice inmediatamente de toda su ropa, guard bajo lla-ve sus pertenencias, mand tapizar su silln preferido,

    aquel en el que siempre se sentaba. Me pas de tajante.Cuando lleg el tapicero para llevarse su silln, me senten l desesperada. Quera disfrutar del sudor adherido ala tela, de la antigua huella de su cuerpo. Me arrepent dehaber llamado al operario, pero no tuve el coraje o laconviccin suficiente para decirle que ya no quera ha-cerlo. Se llev el silln. Aqu lo tengo ahora, recubiertode un alegre y banal tejido a rayas. Jams he vuelto ausarlo.

    Portarse bien en el duelo. #HacerLoQueSeDebe.Vivimos tan enajenados de la muerte que no sabemoscmo actuar. Tenemos un lo enorme en la cabeza. A mme sucedi que tom mi duelo como una enfermedad dela que haba que curarse cuanto antes. Creo que es un

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    error bastante comn, porque en nuestra sociedad lamuerte es vista como una anomala y el duelo, como unapatologa: Hablamos constantemente de muertes evita-bles, como si la muerte pudiera prevenirse, en vez deposponerse, dice la doctora Iona Heath en su libroAyu-dar a morir.Y Thomas Lynch, ese curioso escritor nor-teamericano que lleva treinta aos siendo director de unafuneraria, explica en El enterrador: Siempre estamosmuriendo de fallas, anomalas, insuficiencias, disfuncio-

    nes, paros, accidentes. Son crnicos o agudos. El lengua-je de los certificados de defuncin el de Milo dicefallocardiopulmonar es como el lenguaje de la debilidad.De la misma manera, se dir que la seora Hornsby, ensu pena, est derrumbada, destrozada o hecha pedazos,como si hubiera algo estructuralmente incorrecto en ella.Es como si la muerte y el dolor no formaran parte delOrden de las Cosas, como si el fallo de Milo y el llanto desu viuda fueran, o debieran ser, fuente de vergenza.

    Y, en efecto, yo no quera sentirme avergonzada por

    mi dolor. Soy de ese tipo de personas que siempre inten-tan #HacerLoQueSeDebe, por eso saqu tantas matrcu-las de honor en el instituto. As que procur plegarme alo que crea que la sociedad esperaba de m tras la muer-te de Pablo. En los primeros das, la gente te dice: Llora,llora, es muy bueno, y es como si dijeran: Ese abscesohay que rajarlo y apretarlo para que salga el pus. Y pre-cisamente en los primeros momentos es cuando menosganas tienes de llorar, porque ests en el shock, extenua-

    da y fuera del mundo. Pero despus, enseguida, muypronto, justo cuando t ests empezando a encontrar elcaudal aparentemente inagotable de tu llanto, el entornose pone a reclamarte un esfuerzo de vitalidad y de opti-mismo, de esperanza hacia el futuro, de recuperacinde

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    tu pena. Porque se dice precisamente as: Fulano an nose ha recuperadode la muerte de Mengana. Como si setratara de una hepatitis (pero no te recuperas nunca, sees el error: uno no se recupera, uno se reinventa). No esmi intencin criticar a nadie al contar esto: Yo tambinhe actuado as, antes de saber! Yo tambin dije: Llora,llora. Y tres meses despus: Venga, ya est, levanta lacabeza, anmate. Con la mejor de las intenciones y elpeor de los resultados, seguramente.

    Con esto no quiero decir que los deudos tengan quepasarse dos aos vestidos de luto, encerrados en sus ca-sas y sollozando de la maana a la noche, como antaose haca. Oh, no, el duelo y la vida no tienen nada quever con eso. De hecho, la vida es tan tenaz, tan bella, tanpoderosa, que incluso desde los primeros momentos dela pena te permite gozar de instantes de alegra: el deleitede una tarde hermosa, una risa, una msica, la complici-dad con un amigo. Se abre paso la vida con la mismaterquedad con la que una plantita minscula es capaz de

    rajar el suelo de hormign para sacar la cabeza. Pero, almismo tiempo, la pena tambin sigue su curso. Y eso eslo que nuestra sociedad no maneja bien: enseguida es-condemos o prohibimos tcitamente el sufrimiento.

    Maana del 11 de mayo de 1906

    Pierre mo, me levanto despus de haber dormidobien, relativamente tranquila, apenas hace un cuarto de

    hora de todo eso y, fjate, otra vez tengo ganas de aullarcomo un animal salvaje.

    Estas cosas deca Marie en su diario.

    El escalofro de la impudicia.

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    Probablemente Marie Curie se salv de la aniquila-cin gracias a redactar estas pginas. Que son de unasinceridad, de un desgarro y de una desnudez impactan-tes. Es un diario ntimo; no estaba pensado para ser pu-blicado. Pero, por otra parte, no lo destruy. Lo conser-v. Claro que era una carta personal dirigida a Pierre.Un ltimo nexo de #Palabras. Una especie de postrercordn umbilical con su muerto. No me extraa queMarie fuera incapaz de desprenderse de estas anotacio-

    nes desconsoladas.Confieso que, durante muchos aos, consider que

    era una indecencia hacer un uso artstico del propio do-lor. Deplor que Eric Clapton compusiera Tears in Heaven(Lgrimas en el Cielo), la cancin dedicada a su hijo Co-nor, fallecido a los cuatro aos de edad al caer de unpiso 53 en Nueva York; y me incomod que Isabel Allen-de publicara Paula, la novela autobiogrfica sobre lamuerte de su hija. Para m era como si estuvieran dealgn modo traficando con esos dolores que hubieran

    debido ser tan puros. Pero luego, con el tiempo, he idocambiando de opinin; de hecho, he llegado a la conclu-sin de que en realidad es algo que hacemos todos: aun-que en mis novelas yo huya con especial ahnco de loautobiogrfico, simblicamente siempre me estoy la-miendo mis ms profundas heridas. En el origen de lacreatividad est el sufrimiento, el propio y el ajeno. Elverdadero dolor es inefable, nos deja sordos y mudos,est ms all de toda descripcin y todo consuelo. El

    verdadero dolor es una ballena demasiado grande parapoder ser arponeada. Y sin embargo, y a pesar de ello,los escritores nos empeamos en poner #Palabras en lanada. Arrojamos #Palabras como quien arroja piedreci-tas a un pozo radiactivo hasta cegarlo.

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    Yo ahora s que escribo para intentar otorgarle alMal y al Dolor un sentido que en realidad s que notienen. Clapton y Allende utilizaron el nico recursoque conocan para poder sobrellevar lo sucedido.

    El arte es una herida hecha luz, deca Georges Bra-que. Necesitamos esa luz, no slo los que escribimos opintamos o componemos msica, sino tambin los queleemos y vemos cuadros y escuchamos un concierto.Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea

    soportable. Lo expres muy bien Fernando Pessoa: Laliteratura, como el arte en general, es la demostracin deque la vida no basta. No basta, no. Por eso estoy redac-tando este libro. Por eso lo ests leyendo.