Ronald Gamarra - Casa de Muñecas

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Casa de Muñecas ¿Qué puede decirnos de novedoso, sobre la cuestión de los derechos y la situación social de la mujer, un drama estrenado hace más de 130 años, después de lo mucho que se ha reflexionado, investigado y escrito sobre estos temas en el curso de tantas décadas, sobre todo después de la segunda guerra mundial? Esto es algo que uno se puede preguntar, legítimamente desconfiado, cuando ve el anuncio de Casa de Muñecas, la obra teatral de Henryk Ibsen, que se presenta en estas semanas en el teatro La Plaza. La respuesta solo puede obtenerse acudiendo a ver la puesta en escena, y no puede ser más alentadora, pues el texto de Ibsen conserva toda su primigenia fuerza visionaria, su elegante sutileza, su contundente sobriedad; y sobre él, el director y el elenco de estupendos actrices y actores, construyen entre las tres paredes del escenario una realidad que nos persuade de inmediato y nos involucra hasta conmovernos profundamente. Se ha calificado a Casa de Muñecas como la primera obra feminista de la historia, aunque otros lo niegan de muy diversos modos. Algunos van más allá y sostienen que la obra es una metáfora sobre la independencia de Noruega, la patria del escritor, entonces sometida a la soberanía de Suecia, y aluden como prueba la relación entre el nombre de la protagonista, Nora, y el del país sojuzgado, Noruega. La búsqueda de independencia de Nora representaría en el fondo la del país. Si bien es cierto que la obra de un autor reflexivo y profundo, preocupado por los problemas de su tiempo, como era el autor de Casa de Muñecas, es capaz de muchos ecos y significados, no puede negarse que Ibsen tenía las cosas muy claras con respecto a esta obra. Consta en unas notas que se han conservado, los criterios que le guiaron en la escritura de la obra, y allí, entre muchas otras cosas, dice: “Hay dos clases de leyes espirituales, dos clases de conciencias; una, en los hombres y otra muy diferente, en las mujeres. No se

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Comentario de la obra emblemática de Henryk Ibsen.

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Casa de Muecas

Qu puede decirnos de novedoso, sobre la cuestin de los derechos y la situacin social de la mujer, un drama estrenado hace ms de 130 aos, despus de lo mucho que se ha reflexionado, investigado y escrito sobre estos temas en el curso de tantas dcadas, sobre todo despus de la segunda guerra mundial? Esto es algo que uno se puede preguntar, legtimamente desconfiado, cuando ve el anuncio de Casa de Muecas, la obra teatral de Henryk Ibsen, que se presenta en estas semanas en el teatro La Plaza.La respuesta solo puede obtenerse acudiendo a ver la puesta en escena, y no puede ser ms alentadora, pues el texto de Ibsen conserva toda su primigenia fuerza visionaria, su elegante sutileza, su contundente sobriedad; y sobre l, el director y el elenco de estupendos actrices y actores, construyen entre las tres paredes del escenario una realidad que nos persuade de inmediato y nos involucra hasta conmovernos profundamente.Se ha calificado a Casa de Muecas como la primera obra feminista de la historia, aunque otros lo niegan de muy diversos modos. Algunos van ms all y sostienen que la obra es una metfora sobre la independencia de Noruega, la patria del escritor, entonces sometida a la soberana de Suecia, y aluden como prueba la relacin entre el nombre de la protagonista, Nora, y el del pas sojuzgado, Noruega. La bsqueda de independencia de Nora representara en el fondo la del pas.Si bien es cierto que la obra de un autor reflexivo y profundo, preocupado por los problemas de su tiempo, como era el autor de Casa de Muecas, es capaz de muchos ecos y significados, no puede negarse que Ibsen tena las cosas muy claras con respecto a esta obra.

Consta en unas notas que se han conservado, los criterios que le guiaron en la escritura de la obra, y all, entre muchas otras cosas, dice: Hay dos clases de leyes espirituales, dos clases de conciencias; una, en los hombres y otra muy diferente, en las mujeres. No se entienden los unos a los otros; pero, en la vida cotidiana, la mujer es juzgada segn la ley del hombre, como si ella no fuera una mujer, sino un hombre.

A continuacin, concluye sin dudar: Una mujer no puede ser ella misma en la sociedad de hoy en da, una sociedad que es exclusivamente masculina, con leyes escritas por los hombres, y con fiscales y jueces que juzgan la conducta femenina desde el punto de vista masculino.

No cabe duda sobre la claridad precursora de Ibsen al abordar el tema de Casa de Muecas. No obstante, su modestia le movi a rechazar toda consideracin de prcer. Por lo dems, Ibsen consideraba que la opresin de la mujer entraaba simultneamente una barrera pesada para la realizacin humana del propio hombre.

Por eso, en un homenaje que quiso rendirle la Liga para los Derechos de las Mujeres de Noruega, Ibsen expres su modestia personal y al mismo tiempo su afn ecumnico: Declino el honor de ser considerado un autor que trabaj a favor de los derechos de la mujer. Todava no estoy seguro de qu son los derechos de la mujer. Para m, esta ha sido una cuestin de derechos humanos.

Vayan a ver esta obra cuanto antes! Jimena Lindo encarna a Nora Helmer con encanto y sutileza, transitando el duro camino de mueca a mujer y exhibiendo en ello una vitalidad que no admite pausa durante toda la obra; Paul Vega, Norma Martnez, Carlos Victoria, Miguel Iza y los dems actores estn estupendos; y el director Jorge Villanueva aade una nueva gema a las que ya nos entreg con el grupo palo.Ronald Gamarra