Rogelio Echavarria - canciones de un niño triste

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Canciones de un niño triste

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C861E187c Echavarría, Rogelio, 1926 – Canciones de un niño triste / Medellín; Biblioteca Pública Piloto, Alcaldía de Medellín, Secretaría de Cultura Ciudadana, Concejo de Medellín, 2005 Fondo Editorial BPP, vol. 122

132 p.ISBN: 958-9075-96-7

© 2005Alcaldía de Medellín-Secretaría de Cultura CiudadanaConcejo de MedellínBiblioteca Pública Pilotode Medellín para América Latina

Asesor del proyecto:Juan Diego Mejía,Secretario de Cultura Ciudadana

Coordinación editorial:Gloria Inés Palomino LondoñoDirectora General BPP

Diseño: José Gabriel BaenaJudith Arango Jaramillo

Preprensa e impresión:Servigráficas S.A.Envigado

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Rogelio Echavarría

Cancionesde un niño triste

Primeros poemas / 1936-1941

Cancionesde adolescencia

“Edad sin tiempo” / 1942-1946

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Secretaría de Cultura Ciudadana

La publicación de esta obra ha sido posible graciasal convenio número 4800000457 celebrado entreel Municipio de Medellín, la Secretaría de CulturaCiudadana de Medellín y la Biblioteca PúblicaPiloto de Medellín en cumplimiento al AcuerdoNo. 047 de 2003 del Concejo de Medellín. Sus750 ejemplares serán distribuidos de maneragratuita a bibliotecas públicas, casas de la culturae instituciones educativas

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Ángulo de la plaza principal de Santa Rosa de Osos en que aparecenla Catedral y, a la izquierda, con balcón, la casa donde nacióPedro Justo Berrío. A una cuadra, en la Calle de la Ronda,

nació Rogelio Echavarría, exactamente detrás de la Catedral.Fotografía fechada hacia 1910.

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Retrato del poeta impubescente

Palabras de Joe Broderick para Rogelio Echavarríaen la noche en que recibió el Premio Nacional

de Poesía “José Asunción Silva”, de la Casade Poesía Silva, 20 de noviembre de 2002.

Hace un par de años asistí, en la FundaciónSantillana, a la presentación de un libro editado por laUniversidad de Antioquia que recogía, con el criteriode su prologuista Juan Gustavo Cobo Borda, una seriede escritos –la gran mayoría muy elogiosos– sobre laobra poética de Rogelio Echavarría. La compilaciónno es excesivamente extensa. Sin embargo, el solonúmero de palabras que contiene supera con creces elvolumen total de poesía publicada por el maestroRogelio a lo largo de sus setenta y seis años. Y eso quecomenzó a escribir poemas, como ya veremos, cuandoapenas cumplía su primera década de vida.

Aunque me causa cierto rubor, debo confesar que,al final del acto en la Santillana, no adquirí el libro.Uno va a los lanzamientos en espera de un regalo de laeditorial. O se disculpa de no comprar con el pretextode haber salido de la casa sin la billetera. Cuando MaríaMercedes Carranza me propuso hace poco quepronunciara unas palabras esta noche –propuesta queme cogió de sorpresa, y que me honra de verdad–, lepedí a Rogelio un poco más de información. Mecorrespondió con un ejemplar justamente de aquel

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libro que yo no había tenido la decencia de compraren su momento. Lo hojeé rápidamente y decidí queno, que leerlo sólo sería una distracción, haciéndomecorrer el riesgo de repetir lo que han dicho personasautorizadas, tales como algunos de los poetas colegasde Rogelio –Fernando Charry Lara, por ejemplo, yDarío Jaramillo Agudelo y José Manuel Arango–.Suponía que Rogelio me había escogido, en parte almenos, por ser una persona un poco ausente de loscírculos literarios, una especie de rueda suelta quien,por eso mismo, podría echar una mirada nueva, quizás,distinta al menos, sobre la obra. Cerré el libro, pues,con el firme propósito de no repasar ninguno de losartículos, cuando me llamó Rogelio a decirme lomismo, que tal vez se había equivocado al entregarmeesos textos, que mejor no me dejara influenciar por loque habían dicho los demás.

Entonces, como a mí no me gusta obedecer, y comoa partir de esa sugerencia de Rogelio veía el libro yacomo una especie de fruta prohibida, ahí mismo meentraron las ganas de ver qué era precisamente lo quelos verdaderos expertos y conocedores habían escritoacerca de la vida y obra del maestro. Me picaba lacuriosidad. Y como resisto todo menos la tentación,no demoré en bajar el pequeño tomo del estante, y alabrirlo, en la portadilla descubrí algo que me habíapasado por alto cuando, en primera instancia, apenashabía hojeado el libro: llevaba una dedicatoria. En supequeña, fina, exacta letra Rogelio me había escrito losiguiente:

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… con mucho pudor comparto este homenaje,porque yo no soy el autor sino el “protagonista”.Pero al ilustrísimo y ex –reverendísimo “padre”1

le debe haber tocado perdonarpecados mayores que éste. Rogelio

Ahí está pintado nuestro amigo Rogelio: su buenhumor, su capacidad de burlarse de su propia vanidad,su modestia –que es real, ¡y de la que tiene el derecho deser muy orgulloso!– e incluso su espíritu religioso, o almenos su profundo respeto por todo lo relacionado conla tradición religiosa de su pueblo.

Y no hay pueblo más religioso que el en que nació y secrió el niño que más tarde sería el poeta RogelioEchavarría. Santa Rosa de Osos, en los años veinte delsiglo pasado, aislado en las montañas de Antioquia, vivíael catolicismo rancio y tradicional de una iglesia regentadapor el célebre Monseñor Miguel Ángel Builes, elocuentey furibundo orador cuyas prédicas condenatorias sedirigían contra todo lo que le olía a liberalismo y a masonería.Rogelio vio la luz literalmente a la sombra de esa iglesia,pues la casa de sus padres, en la Calle de La Ronda, estabasituada justo frente a la puerta que daba a la sacristía de lacatedral. Y antes de haber cumplido un año de vida, por esapuerta entraba, gateando, el pequeño Rogelio. En cuatropatas andaba maravillado ante la inmensidad del espacio,arrastrándose en pañales sobre el interminable piso de loza,

1 Rogelio sabía que Joe Broderick, en su juventud, había sido sacerdote católico.

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navegando inocente por la nave entre las altas columnas ybajo la imponente cúpula, envuelto en el olor de incienso yviendo, sin todavía saber qué cosa eran, los cirios encendidos,y los cálices de plata y el relicario de oro, y las bordadascasullas de damasco de variados colores con las que se vestíanlos curas para celebrar la misa y demás actos del culto católico.Desde la infancia fueron aquellas las imágenes que nutríanla fantasía de Rogelio.

Su padre, pese a ser un liberal impenitente en unpueblo godo, mantenía buenas relaciones con la mayoríade los clérigos. Es más: como artista y escultor, tallaba enmadera retablos para adornar los altares en un sinnúmerode capillas. Y algunos de sus santos y vírgenes presiden,tal vez hasta el día de hoy, las ceremonias religiosascelebradas en algún rincón de la diócesis de Santa Rosa.Pero la escultura no era el único oficio que practicaba.También manejaba sus fincas, y tenía en el pueblo unafuneraria de donde, con generosidad, mandaba a sustumbas, sin costo alguno, a aquellos que habían muertosin dejar dinero suficiente para pagar su propio entierro.Don Jesús María Echavarría Medina era un hombrebueno, y un finquero próspero. Pero llegó el día en quesus negocios sufrieron un grave revés, dejándolo en laruina. Para la misma época, su mujer –mucho más jovenque él– decidió abandonarlo. Así que, de un momento aotro se encontraba solo, sin plata, y con la obligación deresponder por tres hijos pequeños, entre ellos nuestroRogelio. Éste, el mayor, tenía apenas seis años. Y nosorprende que, a partir de allí, se haya convertido en unniño triste, muy dado a cultivar la soledad y la reflexión.

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Por fortuna, cultivaba también las letras. Tal vez comouna forma instintiva de contrarrestar esa profundamelancolía interior que lo iba a acompañar durante elresto de su vida. Y aquí –si me lo permiten– voy a cometeruna pequeña infidencia. Pues quiero citar algo de un libroinédito que Rogelio, ante mi insistencia, me ha prestado,un breve compendio de versos suyos escritos entre losdiez y los quince años, y que se llama Canciones de unniño triste. La portada luce una fotografía del autor, unmuchacho vestido de traje oscuro para su primeracomunión y con una expresión en los ojos de… no sécómo describirlo… de honda tristeza, ciertamente, perotambién de serena contemplación. Es el rostro de quieninterroga a la vida, desconfiado, pero sin negarse del todoal acto de fe. Es la cara de un muchacho que ha dejado lainocencia atrás, de un joven que será tentado muy prontopor el escepticismo. La foto me impresiona mucho. Lacontemplé durante un largo rato antes de abrir el libro.Finalmente, entré a leer el primer poema que allí aparece–escrito, repito, a los diez años– titulado Así sería mimadre. Es de un lenguaje asombrosamente rico yelaborado para ser de un niño. Se inicia de la siguientemanera:

Como la brisa que acaricia un lirio;como un clavel fragante;como arroyuelo que en su clara linfalleva con sus cantares un delirio;como una vaga ninfa;como un alma sangranteentre luz y martirio,Así sería mi madre…

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Habla a continuación de la madre como una “palomablanca que arrullos y desvelos deja en el nido de sus trespolluelos”, y termina con unas líneas desgarradoras:

Así sería mi madre: numen santode mágico sosiego;manantial y lucero, senda y cantoque orienten hacia el bien a un hijo ciegoque, pobre peregrino,maldice su destino.De estrellas me cubrieraal desplegar su manto.¡Así sería mi madre… si existiera!

Sin duda me faltaría pudor si fuera a seguir citando deesta recopilación inédita que Rogelio me ha dado elprivilegio de conocer. Esperemos más bien que seapublicada, pues sus textos, aparte de su belleza intrínseca,constituyen una inesperada e insólita puerta de entrada asu obra posterior. Contienen el germen de esa nostalgia,esa soledad, esa trashumancia que informan toda la poesíade su madurez. El solo título del segundo poema es muydiciente: se llama Errabundo, un eco premonitorio de ElTranseúnte, nombre que más tarde adoptaría el poeta paradescribir su obra, para definirse a sí mismo, y finalmentepara designar el libro en que recogería todo lo poquitoque iba a considerar digno de conservarse después de másde medio siglo de ardua y paciente labor. Sí,definitivamente el libro de sus poemas de niñez y primeraadolescencia –esa “edad sin tiempo”– tiene que ser

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editado, pues en ellos Rogelio Echavarría revela no sólolo que era entonces su mundo interior, sino también sumuy temprana e ineludible vocación; había descubiertolo que de allí en adelante iba a ser el eje de su existencia,la principal razón de ser, tal vez, de su vida: es decir, habíacomenzado a aprender esa peculiar ingeniería con la quese trabajan las palabras para producir el misterioso efectoque llamamos “la poesía”.

Obviamente estaba lejos aún de hallar la clave de aquelmisterio. Pero ya estaba en el camino. Se nota, porejemplo, en estos escritos, cómo se deleitaba el aprendizde poeta en la construcción de un soneto, con todas lasexigencias de la forma clásica, observando el estrictosistema métrico, inventando las rimas, y de algunamanera, aunque fuera a titubeos, celebrando la vida.Rogelio empieza a dejar de ser el niño triste de la foto. Seenamora de las chicas, y las enamora, tal vez con esossonetos. Es un joven inquieto en trance de descubrir queel mundo es mucho más amplio y variado de lo que lasfrías montañas de su tierra natal le habían hecho entender.De esto se da cuenta, en gran parte, gracias al cine. Elpadre Aurelio Velásquez se encarga de traer películas alpueblo y proyectarlas en el salón de la parroquia. Y Rogeliose convierte en su proyeccionista asistente. Muchos añosdespués lloraría de la emoción al ver la película CinemaParadiso. Ese niño italiano era él mismo. Hasta suspilatunas eran similares. Una vez, recuerda Rogelio, elobispo Builes prohibió la proyección de una películafrancesa llamada El Gran Vals sobre la vida de Strauss enla que las estrellas, Fernand Gravet y Militza Korjus, se

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besaban con un entusiasmo que a Monseñor le parecíanada menos que una ocasión de pecado. En desafío de laautoridad eclesiástica, un grupo selecto de parroquianosfue invitado anónimamente por Rogelio para ver la cintaa puerta cerrada. Y la sesión clandestina se hizo posiblegracias a los servicios del proyeccionista asistente, elmismo Rogelio, quien organizó el evento a escondidas ysin consultar con el reverendo padre Velásquez. Larebeldía se había iniciado. Ni siquiera en aquellos tiemposremotos era todo tan triste y recatado como uno podríaimaginarlo en Santa Rosa de Osos.

Para comienzos de los cuarenta Rogelio había salidodel pueblo; estudió primero en Medellín, luego enBogotá, donde se le abrían los horizontes aún más. Yes ésta la época en que escribe su primera elegía. Sufríaun amor imposible, pues el objeto de sus afectos era lahija de una familia adinerada, y el padre de la niñarechazaba las pretensiones del joven Rogelio, no tantopor su condición de pobre, sino por ser hijo de unliberal que proclamaba abiertamente el derecho aldivorcio y cuya vida, en opinión de muchosintransigentes católicos de la comarca, constituía todoun escándalo. Pero lo más triste de la historia, en esemomento, era el hecho incontestable de que su amada,de sólo quince años, padecía una enfermedad incurablee iba a morir.

Tu padre está a tu lado como queriendo reincorporarte,

escribió Rogelio,

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y yo aliento en el alma de tu olfato,que tantos jazmines hizo imaginarme.

Habla de

el remoto silencio de tus manos,imposible la única sortija.(Morirás sin el beso que nunca quise imaginarme).

Y termina:

Ahora comprendo por qué el aire me faltaba:porque el tuyo era el mío …

El poema no es quizás lo más memorable de su obra,pero, por insistencia de Aurelio Arturo, mereció un lugar enla edición definitiva de El Transeúnte, iniciando la primerasección de ese libro que incluye otras Elegías Prematuras. Enefecto, éstas resultaron prematuras de verdad, pues la niñano murió. Tengo entendido que vive aún, amiga siempredel poeta quien, siendo joven, lloró su muerte antes de tiempoen sentidos versos de adolescente.

* * *

Todo este largo preámbulo biográfico –y que me loperdone Rogelio– me devuelve a lo fundamental en estanoche de celebración: la poesía.

Alguien escribió una vez sobre Suenan Timbres de LuisVidales que siendo “un libro enorme de un gran poeta”

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del que “todo el mundo guardó la memoria”, sin embargo“nadie logró jamás repetir ningún verso. Y lo mismopodría decirse” insistió el citado autor, “de la casi totalidadde los libros de poesía que se han escrito y publicado enColombia, con las excepciones de siempre: Silva, Porfirio,De Greiff, Luis Carlos López, quizá Carranza, quizásAurelio Arturo”2 .

Creo que la observación (que es de Fernando Garavito)tiene mucho de cierto. Y creo, igualmente, que el caso dellibro El Transeúnte de Rogelio Echavarría va a ser incluido, eldía de mañana –si no lo está desde ya– entre “las excepcionesde siempre”. Podría estar incluido aún ahora en vida delpoeta, porque es un libro viejo, casi tan viejo como su autor.Han existido varios escritores que han producido una solagran obra, y es breve: Juan Rulfo es un caso evidente; otro esAurelio Arturo. Ambos publicaron su obra inmortal a lostreinta años de edad aproximadamente; y luego entraron enun largo e ininterrumpido silencio. Aurelio Arturo vivió comoanónimo funcionario público en Bogotá, y sólo se conoceun puñado de pequeños poemas suyos después del granMorada al Sur que lo inmortaliza. Rogelio –cercano amigode Arturo y de alguna manera su heredero– escogió seguirpor un sendero literario diferente. Escribió de a poquitos,poema tras poema, en el curso de la vida. Y cuando se lepresentaba la oportunidad, publicaba una nueva edición desu única obra, siempre ligeramente modificada. Incorporabaalgún verso nuevo, suprimía otro anterior que ya no legustaba, pulía aquí, podaba allá, retocaba y reescribía, hasta

2 Fernando Garavito en su prólogo a Mal de Amores de Patricia Iriarte, Bogotá, 1992.

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llegar al pequeño volumen publicado por Editorial Normaen 1998. Son setenta poemas en total, algunos no más quebrochazos comprimidos en dos o tres renglones. Ningunoes largo. Pero tomados en su conjunto, representan más decincuenta años de experiencia, de creación, de sufrimiento,de pensamiento. En una palabra son la vida entera del maestroRogelio Echavarría.

No puedo hablar de ellos largamente esta noche. Nohay tiempo ni espacio para hacerlo. Un paseo despacio,un meandro, por los poemas de Rogelio se reserva paraotra ocasión. Han sido analizados, en una primerainstancia, en el libro de la Universidad de Antioquia alque me refería al inicio de esta charla. Merecen –y sinduda recibirán– un tratamiento más detallado en elfuturo. Lo único que pretendo yo ahora, en esta ocasiónde reconocimiento y de júbilo, es compartir con ustedesdos o tres de los poemas que más me han gustado, quehan quedado conmigo en forma permanente e indelebledespués de repetidas lecturas de El Transeúnte. De todos,mi favorito es Tiempo Perdido.

¿Cómo te quejas de que pase el tiemposi vives sofocándolo, acosándolo,apremiando sus plazos, estrechandosu camisa, podando su almanaque?

Niño quieres ser joven y maduroya no aceptas ser viejo. ¿Quién entiende?Compras para pagar después y gimescuando te exigen saldo al vencimiento.

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Haces ayer el diario de mañana,no vives hoy amor sino recuerdo,en enero trabajas por diciembrey tienes mal del siglo… venidero.

Y cuando escribes luces un quevedoen lugar de los lentes de contacto.Miras más lejos de la tumba y sabesque el alma es miope y suele tropezarla.

¿Qué tiene ese poema para que me guste tanto? Sipuedo contestar a esa pregunta habré descifrado, tal vez,el secreto de la poesía de Rogelio Echavarría. Así que voya intentarlo. Pues el poema me habla, directamente, ycon intimidad. Me tutea. Y me cuestiona. Cuestiona misactitudes, mi comportamiento. Me muestra las paradojasde mi propia existencia. Me hace sonreír. Dice cosas queno son obvias, aunque deberían serlo. Y tiene esa cualidadesencial a la poesía cuando es de verdad: utiliza palabrascotidianas en un sentido no usual. ¿Cómo puedecompararse, por ejemplo, un “quevedo” con los lentes decontacto? ¿Por qué resulta posible, y hasta convincente?Nos hace caer en cuenta de que “quevedo” no se refiereúnicamente al poeta español, sino también a las gafasque usaba. Y la miopía, dice el poeta, puede ser del alma,y no sólo de los ojos. Esa yuxtaposición de verbos ysustantivos que normalmente no se acompañan (o queaparentemente se contradicen) es lo que produce lasorpresa de la poesía, lo que nos hace pensar. Y estos cuatrocuartetos contienen, además, una bella y sencilla

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musicalidad que nos entretiene el oído y nos obliga adejarnos regañar por el poeta, pues él está reclamandodel lector un cambio en su manera de ver la vida, deentender el tiempo. Exige una conversión. En suma, elpoema Tiempo Perdido tiene un sabor clásico, de unamúsica escuchada antes, en otra época, y que nos dice loque ha dicho siempre la buena poesía: un algo personal,interior, aplicable a todo ser humano en cualquier partedel mundo, pero nunca tan aplicable como a mí, ahora,en este momento de mi existencia.

Dado que todo lector trae a todo poema su propiobagaje de experiencias, tanto vitales como literarias, resultainevitable que las preferencias de uno no sean las de otro.Sólo puedo hablar de las mías. Hay otro para míinolvidable, que luce algunos versos de esos que, estoyconvencido, serán recordados, que serán citados cuandoen años venideros la gente hable de la poesía colombiana.Me refiero a El Sueño, cuya segunda estrofa dice así:

Cuando en las noches caen las altas torresy trabajan sonámbulos los lejanos correoscon sus manos que buscan el lugar del reposo,te encuentro en mí, trocados los cuerpos transparentesy plenos de nosotros mismos en carne y hueso,te encuentro en mí y tú en tu ser me hallas,me palpas y me acunas y me das alimentoy quiero que no mueras para no despertarme.

Nuevamente insisto: el tono íntimo de esas líneas, suconciencia del momento, su capacidad de situarnos en

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un instante irrepetible de la existencia humana, de lanuestra, son propiedades inconfundibles de la gran poesía.

No quiero repetir esta noche lo que han dicho otros,con sobrada razón, sobre lo innovadora que fue, en sumomento –y que en cierta forma sigue siendo– la poesíade Rogelio Echavarría. Menos aún quiero volver, comomuchos han hecho, sobre su largo y valioso aporte alperiodismo del siglo veinte, sus años en El Espectador yEl Tiempo y su contribución con la cultura a través de suscolumnas y de sus antologías. Todo eso es cierto, y biensabido. Pero es su don de poeta, su persistente vocación ysu fidelidad a la poesía, son ellos, digo, los atributos quenos han reunido aquí esta noche en la casa de Poesía Silvapara rendirle este homenaje.

Rogelio, me gustaría retomar cada uno de tus poemas,uno por uno, saborearlos contigo, y con el público quenos acompaña. Y lo haremos en algún momento. Seguroque sí. Pero ahora, sólo me limito a felicitarte por tuconstancia, agradecerle a la vida por habernos dado esedelicado talento tuyo, y felicitar a la Junta Directiva de laCasa Silva por haber mostrado tan admirablediscernimiento al otorgarte el Premio Nacional de Poesíaque ostentas, con tu habitual timidez, pero también conorgullo –no lo vayas a negar– en esta memorable nochede noviembre del 2002.

Muchas gracias.

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I

Primeros poemas

Cancionesde un niño triste (1)

1936-1941

*

* (Véanse las notas en la página 49)

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Yo mismo soy un niño en un viejo.Artur Lundkvist

El niño es padre del hombre;y yo desearía que una piedadnatural uniera entre sí todos

los días de mi vida.William Wordsworth

Quizá la palabra surgió del primergrito de llamada del infantecuando se ausentó su madre.

Clarita Gómez de Melo

Niño, escribía como un viejo.¡Ojalá, ahora viejo, escribiera

con la inocencia de aquel niño!.R.E

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Confesión de boca

¿Cómo es posible que, ya septuagenario, RogelioEchavarría haya resuelto publicar impúdicamente estelibro con sus primeros versos, escritos entre los diez y losquince años de su infancia? Trataré de balbucir una tímidaexcusa para tan temerario riesgo.

Con innegable buena fe, algunos queridos amigos (alotorgarme en 1999 en la Universidad de Antioquia el“Premio Nacional de Poesía por reconocimiento a la obrade una vida”) revelaron, poniéndome en una incómodapero emocionada evidencia, una muestra de aquellosprecoces escarceos líricos, aunque con leves errores ysutiles alteraciones que sólo pueden atribuirse al muchotiempo en que los conservaron y resguardaron, con tanfiel intención, en la memoria.

El autor de El Transeúnte, ya en la tercera edad, y máspor precaución que por vanidad, aceptó, halagado yagradecido, recoger algunos de aquellos pueriles atisbospoéticos, los primeros pasos de ese muchacho que ya ensu pueblo se sentía errabundo (título del poema queescribió a los trece años y que vendría a ser el lema detoda su errática y breve obra) y asumir estoicamente lapor demás sencilla tarea de pasar los manuscritos de uncuaderno de primaria a esta edición que por estar en letrasde imprenta no pierde su carácter confidencial. Deboadvertir que lo hago sin corregir ni añadir nada, pero,eso sí, con muchas y saludables podas.

Para atenuar este retrospectivo salto al vacío, me escudoen lo que dice Ungaretti al referirse a la más ingenua

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poesía de Leopardi: “En la experiencia íntimamentepersonal de cada uno de nosotros, nuestros actos infantilesmarcan, en el recuerdo, la línea más sincera y feliz denuestro obrar”. Aunque los recuerdos no sean tan felicesni lo sea la forma literaria en que los evocamos.

R.E.

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Así sería mi madre (2)

Como la brisa que acaricia un lirio;como un clavel fragante;como arroyuelo que en su clara linfalleva con sus cantares un delirio;como una vaga ninfa;como un alma sangranteentre luz y martirio.Así sería mi madre…

Cándida y frágil palomita blancaque arrullos y desvelosdeja en el nido de sus tres polluelos;espuma que en cristales se evapora;trino de ave canora;ruego y fervor que arrancadel enigma consuelos;espiga que se dora.Así sería mi madre…

Tendrían sus miradas los destellosde una glauca lagunay a la vez que sus brazos, sus cabellosformarían una cuna.De sus hijos los pasosretratarían las ondasdel mar de sus ojazos.Así sería mi madre…

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Caricia de ala angélica, perfumede brezos y jazmines;gota de fresca lluvia en sed de amores;corolas policromas de las flores;tibieza de candores;murmullo de cancionesen pálidos confines.Así sería mi madre…

Así sería mi madre: numen santode mágico sosiego;manantial y lucero, senda y cantoque orienten hacia el bien a un hijo ciegoque, pobre peregrino,maldice su destino.De estrellas me cubrieraal desplegar su manto.¡Así sería mi madre… si existiera!

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29Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Errabundo (3)

Cual avecillaque busca un nidoy cual barquillaque cruza el mar,busco una estrella,un ser querido,un alma bellaque sepa amar.

Porque en mi vidano tengo madrey en mi alma anidasólo el dolor…Soy caminante,viajo sin padrey estoy errantesin luz ni amor.

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Delirio por una estrella lejana (4)

A Mercedes Vélez Sánchez

En verdad, nunca creyeraque tan lindo se soñaraen la vida,si soñado yo no hubieraese canto de sirenaque embrujado me dejó.¡Vano empeñoel de pretender ser dueñode una estrella que el ensueñocon sus alas desplegó!Y tan lejos se vislumbra,recortada en la penumbra,mi adorada,que los gritos afiebradosde mi cándida llamadasólo tienen-cuando ya los vientos vienen–por respuesta el eco mismode mi voz.Y titilando,tan distante en el vacíoque los besos que le envíovan llorando,porque nunca llegarán,se columbra sobre el mundo.Y es tan bella que las floresque tapizan los jardines

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31Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

se marchitan ante ella.Por encimadel dosel de blanca luna,donde el aire es rica brumade azahares, y en la cima-si es que cima tiene el cielo-columpiada por los gnomosde los cuentos infantiles,en tan mágicos pensiles,ella tiene su morada.Y una orquídeaque arrancó el viajero vientode sus manosme engañó porque en sus pétalos,de sus besos dulces nidos,unas letras me escribió.¡Fue tan grande mi delirioque se convirtió en martirio!Fue tan lejos mi alegría,que creía que era míala que en noches estrelladasdesde el cielo me alumbraba.Y en las noches despertabamirando con vivo anhelohacia el cielo,donde estabaentre el velo de las nubes,que esas noches semejabantenues alasde querubes.

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Moro (5)

Este lebrel que está a mis pies tendidomirando en lontananza y que semeja,junto a la puerta del hogar querido,un león pensativo tras la reja,

tal vez piensa en un hueso que ha perdidoo en lo que pienso yo… Si en la callejaasoma mi alba novia, el muy bandidobate su rabo y mi alegría festeja.

Como nació sin nombre quedó “Moro”y en verdad que es moruna su belleza;es de la casa el máximo tesoro.

Sus ojos tiernos llenos de noblezame miran y comprendo que ni el orotiene el valor que acendra la tristeza.

El perro “Moro” de la familiade Esther Gonzálezen Santa Rosa.El niño es Amílcar TobónLanis, hijo del fotógrafodon Vicente Tobón,hermano a su vez del escultorMarco Tobón Mejía.

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33Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Colegiala A Maruja Mejía

Por el camino del colegio, amantesiempre pensaba en ti, como si fueraslumbre escondida que en mi vida hicieragerminar la noción del caminante.

Si estudiaba con fe, siempre anhelantede letras y de números, severastus miradas de azules primaverasdeslumbraban mi mundo principiante.

No lo supiste tú, mas tu miradaera tan inocente y lisonjeracomo si adivinara enamorada

la pasión que en mi pecho se escondía.Un buen día sonreíste la primera…y desde entonces dije que eras mía.

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34 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Tarde invernal

La tarde estaba fría y azulosa.Vagaba el pensamiento por las callescomo vaga en abril la mariposa,como la nube vaga por los valles.

Éramos novios. Nunca más hermosavimos, aun en sus mínimos detalles,la plazuela y la torre… Santa Rosaguarda toda mi infancia entre sus calles.

Al pensar todavía vagamenteen esa visión tímida y sonrienteque inspiró de mis versos la cadencia,

voy rociando mi espíritu murientey llorando en endechas la inclemenciade este primer invierno adolescente.

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35Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Silencio

Te quedaste, al llamarte, muy calladay me dijiste adiós cuando de nuevome despedí de ti con la mirada.

Nada dejas de mí, sólo me llevouna pena secreta que no deboo no puedo expresar porque es sagrada.

Ya se apaga mi voz, los surtidoresde mis lágrimas fluyen y las floresde mi amor prematuro se desmayan.

Todo fenece al fin. Hasta las vocesque de tanto llamarte reconocesen el silencio de la noche, callan.

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36 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Paz vesperal (6)

Dulcementeeucaliptos y palmaressusurraban sus cantares.

Suavementeel céfiro vespertinoondulaba en el camino.

Lentamentela tierra se oscurecíay la luna aparecía.

Y el crepúsculo sangrabaigual que mi corazónpues el sol ya se alejaba…y sólo en mi alma quedabala herida de una ilusión.

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37Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Campanitas (7)

Campanas de mi pueblo,por la mañanano espantéis los gorrionesde mi ventana.

Componed sonatinas para que puedancon sus pinceles de oro las ilusionespintar al suave embrujo de las canciones.

Por las ondas del aire remad, campanasinvisibles del alma, la caravanade las flautas aladas cantando diana.

En el alcázar regio de unos oídosque a distancia, entre sueños, mi voz ansían,modulad con un hilo de voz: María…

Y traed las violetas de sus miradaspara encerrarlas presto con alegríadonde sólo ha reinado melancolía.

Campanitas queridas,tan cristalinas,dejad que en paz se duermanlas golondrinas.

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38 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Crepuscular (8)

Yo veía el crepúsculo, y creíaque ese era el crepúsculo….

Barba-Jacob

¿Sabes para qué son los ojos?Para decir lo que a los labiosles está prohibido.Por eso prefieroel silencio de las estrellas.Por eso no te he preguntadosi me quieres,porque sé que los labiosmienten, los ojos no.He regresado de un viaje infinitoa tus ojos azules.No sé si estabas esperándomeo si te encontré en el pórticode tu corazón porque salíasa esperar otra visita.No sé si me abristeporque esperabas a otro huésped.A pesar de la incertidumbre,me siento feliz de haberte vistoporque “ver es poseer”aunque sea por un instante.

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39Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Desesperación

Guardo la umbrátil forma de una penadesde hace un siglo ya.Sufro en el corazón la dicha ajenacomo la envidia de mi adversidad.

Es porque en mí se vuelca, rencoroso,el cáliz deletéreo del dolor,quemando mis entrañas con venenosque nadie conoció.

Es como si la arena del desiertoescuchara impasible mi concentosiempre en silencio, siempre, como tú!

Es como si las rejas de un conventoretuvieran el ánima del vientosiempre tan móvil, siempre, como tú!

Busco en tu pensamiento algún refugioy me encuentro, cansado, ante tu efugiocomo el niño que espanta su gorrión.

Es tan triste querer sin ser queridocomo el saber que hay Dios y estar perdidopero la fe nos muestra florecidoun tallo de ilusión

y un instante sonríe nuestra vida…¡mas retorna tan pronto la escondida,cruel desesperación!

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40 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Como todas mis noches… (9)

Como todas mis noches, esta noche es de insomnio.Me hace falta el abrigode un calor inocente que me arrulle y me aduerma.

Como todas mis noches, esta noche es de invierno.Viene un viento tan frío que penetra en el almay se escurre en las venas.

Tiene el frío de noviembre, tiene el frío de las ánimas.

Esta noche no hay nadie que me diga: Descansa…

Esta noche es más negra porque está más distantede la noche en que vino la ilusión a buscarme,porque llora mi vida cuando pido que cante.

Esta noche es de insomniocomo el mes de noviembre para el alma de un muerto.

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41Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Poema de adiós y resignación (10)

Dulce ilusión que de mis lares belloste ausentas para siempre: en tu caminote seguirá mi sombra, es mi destino.

Y cruzando el desierto de las horaslas luces de mis lámparas consumosin descifrar mi enigma de amargura.

¿Por qué el influjo de tu voz me llamay me sostiene en un azul mirajeque desvanece luego la mañana?

Pero en la soledad algo restañaeste fluir con su frescura leve.El alma entenebridafulge y el yerto corazón se mueve.

Y pensando en tu sorda despediday en el largo camino del olvido,me quedo pensativocomo se queda un árbol cuando llueve.

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Soneto con ritornelo (11)

Guardaré mis secretos dentro del corazónpara que nadie pueda descifrar mi tristeza;para tener inédita mi profunda extrañezaguardaré mis secretos dentro del corazón.

Guardaré mis secretos dentro del corazónen un sobre lacrado que no consuma el fuego;para que nunca pueda convencerme algún ruegoguardaré mis secretos dentro del corazón.

Arderá cual rescoldo mi confidente brasa;viviré entre mis muros como una vieja casa,guardando mis secretos dentro del corazón.

Las cartas que me hicieron sollozar están rotas;hasta cuando tú puedas comprender mis derrotas,guardaré mis secretos entre mi corazón.

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43Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Al Nazareno

¡Oh Nazareno que transitas tiñendo el rudo pedregalcon sangre diva!

Los ababoles de las gotas que derramando vas, Señor,yo los reciba

para formar en cada tarde con el rosario de esas gotasun crepúsculo,

para gemir con tus gemidos, aunque yo soy un gusanillotan minúsculo.

Deja que ayude con mi fuerza al Cireneo en esta tarde¡aunque es tan poca

la fortaleza de dos hombres para llevar lo que llevara un mundo toca!

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Milagro de Navidad (13)

¡Fermín cieguecitono puede jugar!El muy pobrecitose tiene que estarmetido en su lecho,queriendo corrercon todos los chicosy queriendo verla nieve en el techodespacio caer.Pero es imposible:¡no puede salir!No puede extasiarsemirando a Pepíndanzar por el lagode plata en patíno bien ver las torresy el alto portóncubiertos de nievede blanco algodón.¡Fermín cieguecitono puede jugar!Saliendo a los pradosquisiera bailarcon todas las gentesde aqueste lugary oyendo a los niñosgritar ¡Navidad!

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45Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

el buen Fermincitose pone a llorar…

Al ver que los ojosdel chicuelo estáncon llanto de perlassin luz, con afánsu anciana abuelitale vuelve a contarleyendas de Orienteque lo hacen soñar.Y en mágicos vuelossus ojos ya venlas hadas del cuento,los encantos ciende los personajesque en dulce vaivénpor su mente pasanen risueño tren:Gulliver giganteen su Liliput;Caperuza Rojay el cruel Barba Azul;la Bella Durmientecon Alí Babá;al buen Aladinoy el rico Simbad…

Pero hoy tiene un sueñoque es mucho mejor,

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46 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

pues ve a un tierno infanteque es Dios y Señorde todas las hadas,de todo el primor.Los ángeles tocanceleste violín.Vuelan villancicospor todo confín.Las estrellas bajansu cuna a alumbrary tiene un espejo-la luna- en el tulque cubre la grutade blanco y azul.-Permite, Niñito,que yo pueda vermás cerca tus ojosal amanecer…-reza el cieguecitocon angustia y fe. …

Y cuenta abuelitaque cuando llególa luz matutina,el sol alumbródos tenues lucerosen la nívea fazdel chiquito muertoque no vio jamás…

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47Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Fabulilla de la oveja negra (14)

(para recitar a los niños)

volvamos niños a las fábulassin puntos comas ni mayúsculaspues nunca vemos las palabrasni los silencios cuando se habla

érase una vez una ovejanegra pero ella no lo supopues el agua sólo reflejanubes errantes siempre en grupo

como ninguna se parecea ella y nadie se lo dicecomo nadie es igual a ellano sabe que su lana es negra

y sin embargo en el rebañola ven con ojo desconfiadopensando que les hace dañocon sólo estar ahí a su lado

y aunque paciendo le dan guerray ella paciente lo soportaun día pensó la oveja negraque no era bueno sufrir sola

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48 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

y fue a buscar por los apriscosotras ovejas perseguidasy descubrió que eran los mismospastores los que distinguían

cuándo por el color del pelose podía tener blanca el almay entonces ella pidió al cieloque aunque era invierno la esquilaran

un zagal dulce y compasivocon sus vellones le dio asilodonde todas eran tan negrascomo hasta entonces su destino

pero no fue feliz tampocoporque entre todas se extraviabay regresó al redil tan prontocomo cesó la noche helada

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49Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Notas

Primera parte

1) Los primeros poemas de esta sección fueron escritos en Santa Rosay son inéditos en libro, excepto el último (véase nota 14).

2) Este fue el primer poema escrito por Rogelio Echavarría, a los 10años de edad, en mayo de 1936, cuando cursaba segundo año deprimaria en la escuela pública de Santa Rosa de Osos (Antioquia).Inédito absolutamente hasta hoy.

3) Escrito en 1941. Publicado en el diario El Pueblo, de Medellín, enenero de 1944.

4) Escrito en 1942, fue publicado por el suplemento literario de ElColombiano, de Medellín, el 16 de marzo de 1944.

5) Publicado por El Pueblo en 1944. Los tres sonetos siguientes fueronpublicados en ese mismo año en El Obrero Católico. 1944.

6) Publicado por El Pueblo en 1944.7) Publicado por El Pueblo en 1944.8) Fragmento de una prosa publicada en El Pueblo en 1944.9) Este poema, escrito en Medellín en 1942 para ser leído en un pro-

grama radial de poesía (“El palacio de cristal” del radioperiódico“Adelante” de Hemel Ramírez en la emisora Ecos de la Montaña)nunca se publicó.

10) Publicado en las páginas literarias de El Siglo, de Bogotá, el 23 defebrero de 1946.

11) Escrito en Bogotá y publicado por El Siglo en su suplemento litera-rio del 9 de marzo de 1946.

12) Escrito en 1941, cuando ingresó a un seminario de Bogotá, fue pu-blicado en El Pueblo, de Medellín, en abril de 1944.

13) Escrito y publicado por El Pueblo en diciembre de 1945 y reprodu-cido por La Razón, de Bogotá, el 24 de diciembre de 1946. Es laprimera vez que aparece en libro.

14) Escrito en 1946, fue publicado por primera vez en la sexta ediciónde El Transeúnte (Universidad de Antioquia, 1994).

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II

Edad sin tiempo

Cancionesde adolescencia (15)

1942-1946

* (Véanse las notas en la página 73)

*

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¡Oh juventud, y el corazón, y Ella!Barba-Jacob

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55Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Cuando te escribo

Cuando te escribo me desnudodel mundo y de la carney sólo pienso en tu menudocuerpo de niebla y aire.

Como en el puerto un vagabundo,como en el mar un barco,así he caído yo en el mundo:pasajero y soñando.

Cuando te escribo me desnudode todo lo terrenoy entonces, ya lejos del mundo,te poseo en silencio.

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56 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Confidencia

No preguntes, amigo,por qué vivo abismadoy como sin sentido.

Cuando yo estoy calladoalguien habla conmigodesde el pozo del llanto.

No preguntes, amigo,por qué soy un extrañopara con quienes vivo.

Girasol des-solado,mi silencio es el talloque me enlaza al pasado.

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57Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Presencia

Vengo desde la ausencia, donde todo es oscuro,y con tus luces buenas alumbrarme procuro.

Mis sandalias quedaron al umbral de tu puerta,límite a la penumbra donde aguardas despierta.

Como en las noches blancas de luna eres vecinadel corazón y pesas en peso de neblina.

En la estancia que supo de mi ardida palabrasólo habrá la ventana que el recuerdo entreabra.

El silencio es la música de las cosas divinas.Yo por eso en silencio digo lo que adivinas.

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58 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Parábola elemental (16)

A Gladys Rarmírez Chaparro

Has cumplido quince años… ¡toma, mira esta flor!Alba rosa en la mano de la núbil doncella,donde duerme el rocío riela escondida estrella,donde lucen tus ojos hay un claro temblor.

No le cuentes a nadie que sentiste doloral asir por el tallo la perfumada rosa:yo también he sangrado mi pasión presurosa,pues espina la rosa como espina el amor.

Si ya me has comprendido, no lo tomes a mal.Sólo quiero decirte que eres casi un rosal.

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59Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Por lo distantes (17)

A Mercedes Vélez Sánchez

¿Olvidaste la orquídea felizque me dio tu conocimientoy aquellos versos que te escribíen la dulce edad de los cuentos?

Esperar una carta tuyaes esperar sin esperanza,porque vives en el paísde la luna, que nunca habla.

Porque vives en el paísde la solemne, azul distancia,nocturnos lotos sin raízguardan inmersa su fragancia.

Por lo distantes no me amasya y por no verme me olvidaste,como si no fuera en la infanciacuando la sangre principiase

y como si tu corazón,dueño de la tierra que piso,desdeñara el desnudo amorque le da todo gesto mío.

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60 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Si otros ojos miras y veslo que viste en los tristes ojoscon que nací, con que te amé,significa que no estoy solo

y que la generosidadde los seres que nos rodeanpodría hacernos olvidareste amor, si pequeño fuera.

“Por lo distantes” son palabrasmás allá de tiempo y distanciaque si no las hubiera oídono las comprendería el alma.

Pero como llegan a míen la misma voz que amé antes,me condenaron a vivirde los recuerdos que olvidaste.

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61Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Todo es amor

Todo es amor: lo dicho y lo callado;el impulso del núbil sorprendido;la violeta escondida del olvidoy el odio, que es amor sacrificado.

La llama es un amor en sí abrasado;la ceniza un amor ya consumido,pero viviente amor semidormidoque esconde el germen húmedo al sembrado.

Todo es amor: la paz, la guerra, el día,la noche, el sí que paga al bienamadoy el no, que es la perfecta egolatría.

La alegría es amor manifestado;la nostalgia amorosa melodíay la muerte el amor eternizado.

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62 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Invitación a morir

Arráncate los ojos,que yo ciegos los tengo,para que nos miremososcuramente clarosy comprendamos luegoque la muerte es el oroy el pan de los avarosy de los dadivosos.

Desciende hasta la clavedel barro humanizadoy del humano barrosube a Dios, fragmentadoy uno –como dos alasque hacen tan sólo un ave–.Eterna, inmensa, el almade todos en Él cabe.

Escruta el infinitode mi espíritu puro,como enantes de un viajese prevé lo inseguro,y después, igualadosen esencia, vivamosla absoluta armoníade lo que deseamos.

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63Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Límite

El agua de mi llanto ya no horada tu piedraporque mi corazón sólo sangra hacia adentrodesde el día en que hilaste–por la telefonía–la respuesta: “Imposible”.

Sin ojos para verte,sin el apoyo blando de tu cuerpo presente,negada por ti misma en metal desplomado,seca sangre inclemente del semáforo estático,el camino hacia ti desde entonces vedado

va, simplemente, a donde no comprendesporque no existes. Bastauna palabra para que me amespero son incontables las que nunca entendiste.

Si no fuera quien soy –para ti diferente–me enorgullecería la modestiade amar tu amor recíproco.Pero nadie sabrá la piedad con que escribode verte sola, sin mí mismo explicándote, y saberteignorando lo que digo por haberte querido.

Ya ni mi voz te queda, caída en tierra estéril.La guitarra calló su loca serenata,desde lejos se ven sus silencios yacentes.

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64 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Nadie ha cambiado sino yo,mi modo de desearte.Tú puedes ser la mismaque logro imaginar y que en imagen tengo.

Yo, en cambio, descubrí todo lo que no habíamás allá de la luz que enhebran las pestañas.Lo que pudiste ser si conmigo engendradahubieras sido, humana.

Y lo que ya serás, distinta a lo que has sido:eterna en la verdadde no ser, nunca, mía.

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65Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Sensibilidad

Dolientes nervios que me están ciñendocon su cordaje de metales fríos–en el vacío de alto desaliento–al árbol móvil de mi cuerpo vivo.

Ruidos que tocan mi asustado tímpanoy manos yertas que mi pecho auscultan,sombras que ya sin párpados me miran,mordaza dura que mi voz sepulta.

Sangre que corre en presurosos golpesa través de mi cuerpo como ciegoviento en la noche que me excita y rompecon sus cascadas de interior silencio.

Tiembla en mis manos todo lo que piensoy vibra el corazón con lo que digo.¿No utiliza, por ver la vida, el ciegosu transparencia corporal de vidrio?

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66 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Edad sin tiempo

La edad del tiempo nadie la conocey sin embargo el tiempo su edad tiene.Cesa la eternidad en cada docegolpes de las campanas en las sienes.

Todas las cosas húndense a su roce,menos el corazón que Dios sostiene.La soledad avanza el alto gocede adivinar lo que en las horas viene.

Intemporal como una voz grabada;salina estatua que el recuerdo erigemirando a la ciudad abandonada,

el alma adolescente se dirigeal espejo sin luces de la nada,edad en que hasta el goce nos aflige.

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67Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

La estrella inútil (18)

La estrella inútil vivede Dios únicamente.

Tan pequeña y lejana,tan elevada y sola,parece que sufrieracomo un niño indefenso,

sobre los edificiosde la ciudad obrera,que pretenden guardarlabajo sus azoteas.

Yo la miro en la tardeque un sol blando apacienta:resignada y sumisa,en su destino quieta.

Nadie de los que pasanen los tranvías la inquiere.Viaja en todos los trenes,lazarillo cesante.

La estrella inútil sobrelos clubes y los bancos.La estrella inútil muerepor consunción de olvido.

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68 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Yo la miro y la veosobre tantas cabezasinútiles como ella,y la recojo en mi alma.

La estrella inútil nadasabe de mí. Tan sólomis ojos saben de ella,pero es fría y ajena.

En la tarde de azulintenso e infinito(¡qué paz crepuscularen el campo, en la aldea!)

la estrella inútil esluz de convalecencia.

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69Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Testimonio

Por los minutos de cansanciode los relojes atrasados.

Por las tres personas –yo, tú, él–que pueblan todo el universo.

Por la oscuridad, que no tuvogénesis ni tuvo creador.

Por la fresca oración que eleva-mano vegetal- una umbela.

Por las alas sin fin vacíasde las aves del firmamento.

Por el sol que se ve en el marpasar de noche bajo el agua.

Por el eco que duerme tácitoen la edad de las catedrales.

Por la rima del campanarioy las palomas de la aldea.

Por el domingo del poetay el sábado del labrador.

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70 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Por las venas de Adán y Evay por las de mi hijo menor.

Por lo que le hace falta a Venusde Milo para ser mujer

y por los brazos de mi madre,lo primero que vi al nacer.

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71Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Nostalgia de tu casa deshabitada (19)

He pasado junto a la ventana verde-cogollo de tu casa.Sus alas cerradas me han mirado con sus cristalestransparentes, como si estuvieras dentro contemplandola llovizna que barniza los tejados y las calles. La puertaestá dormida sobre sus goznes, unida por la espada potentedel cerrojo como para atenuar los ecos que en el zaguánquedan de tu niñez. La casa está sola, sola…La casa estátriste. La culebrilla del alero gotea con intermitencia…¡tucasa llora!

Me han dicho que te fuiste a otra calle, a una fachadacon ventanas metálicas, donde la reja llega hasta la cornisay desde donde se ven las estrellas como desde una jaula.Has dejado sin juventud mi viejo barrio y te has ido adonde los cinco metros del patio son embaldosados (sinel rosal silvestre) y el cielorraso azul lleno de geometrías.

Tu casa ha quedado sola, con una soledad muyhonda…

Esta noche paso de nuevo por la acera y me quedomirando la escalita de la puerta, donde tantas vecesestuviste conmigo. Recuerdo que mi cabeza sólo llegabahasta tus hombros. Y que una vez se nivelaron nuestrosrostros…

¿Vendrá a habitar tu casa alguna anciana solterona yhuraña o acaso una familia llena de chiquillos?

Sola está la noche, como tu alcoba encerrada en símisma.

En la esquina, el guarda con su encauchado negro ybrillante. En la calle –túnel de mis recuerdos– la niebla.

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72 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

La misma niebla que nos envolvía en un halo de blancuraen septiembre y con la que jugueteaban tus labios comose juega con el humo de un cigarrillo.

Estoy angustiado bajo esta noche de cenizas.Ya no me mirarás furtivamente por el disimulado

postigo de esa ventana tallada, ni tu hermanita me llamarácon su acampanillada vocecita.

Pongo el oído contra la pared, y oigo tus pasos…¡No,no son tus pasos: es mi corazón que viaja, como siempre,hacia tu recuerdo!

La noche está sola. Yo, recostado en el zócalo, miro lamortecina luz de la bombilla que nos vio muchas vecessin que nosotros hubiéramos percibido su presenciailuminada. Dos mariposas nocturnas revolotean en tornoa ella y se embriagan de luz ante sus estambres ígneos sinpoder penetrar en el pomo de cristal. Como yo, que nopuedo llegar hasta tu corazón.

Sola la noche.Y mi alma se ha quedado huérfana en la sombra,

porque la bombilla se cansó de alumbrar tu casa sola y seapagó con la nostalgia de tu mudanza.

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73Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Notas

Segunda parte

15) Todos los poemas de esta sección, excepto el último, aparecieron enel libro Edad sin tiempo (Ediciones Teoría, Bogotá, 1948) y en susotras tres ediciones, pero fueron escritos también todos antes de 1946.

16) Poema escrito en Bogotá en el cumpleaños de Gladys Ramírez Cha-parro (q.e.p.d.) y publicado en El Espectador en 1946.

17) Escrito en Santa Rosa en 1942, fue publicado por El Colombiano deMedellín en 1948.

18) Escrito en Medellín en 1944.19) Prosa escrita en Santa Rosa y publicada en El Espectador. Posterior-

mente fue agregada al libro Edad sin Tiempo en su edición de 1988.

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III

Edad sin tiempo

Las elegíasprematuras (20)

1947

* (Véanse las notas en la página 85)

*

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¡Amiga, no te mueras!Neruda

A Maruja Mejía,para el cristal

de su memoria

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79Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Agonía

Ahora comprendo por qué el aire me faltaba.Subía, subía la sangre su azucena incansabley no encontraba el corazónque la contuviera y viviera.

Y era verde el fríoque bajaba de la luna sombría.Agua sólida ahogadaen cavernas sin eco.

Y sed en tierras duras subconscientes,y sed en toda cosa y toda vida,¡y sed…!

Ahora comprendo por qué algo más si no aire me faltabapara estar en tu ambiente afiebrado.

Tu padre está a tu lado como queriendo reincorporarte,respirando por las mismas ventanas de tu olfatoque tantos jazmines hizo imaginarme.

Pero tu consunción no es culpa míani del libro que te regalé cuando en la infanciaun imposible amor…¿o el mío quizás…?

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80 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Ahora comprendo todo el misterio de tus ojos aislados,en verde-azul translúcidos,tu mirada admirable, honda como las lágrimasy tan profunda que me traspasabacomo si yo fuera un cristal…

Y el dejo de tu voz, que llegaba cansadacomo si no quisiera pasar de los quince añosni desatar las trenzas, ni ver frutas maduras,ni decir prematuras e infinitas palabras.

Y el remoto silencio de tus manos,imposible la única sortija.(Morirás sin el beso que nunca quise imaginarme).

Ahora comprendo por qué el aire me faltaba:¡porque el tuyo era el mío!

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81Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Seguro de su sombra

Desde mi oscuridad veo todo tu cuerpoy tú, que estás iluminada, no ves mis ojos,ni siquiera mis ojos, ensombrecidos de luz tuya.

No sé cómo duermes o recuerdas o ignoras o mueresporque nunca tus ojos han muertode muerte, sombra, olvido o sueño.

En el agua del sol que humedece la primavera,en el agua del agua que llueve,en el agua desesperada de la sedy en la definitiva marea que te invade,no sabe el agua infinita de tus ojos su cauce,desvelado en la noche y el díalentamente esperando.

Como el papel seco en su aceite flota en la linfa pura,el que contiene todas las verdades del mundose ha quedado sobre tus ojos sin entrada,y como el puente que protege al ríode los pasos humanos, la poesíaen tu cansancio único.

Todas las cosas simultáneamentemorirán cuando cierres los ojosy nada crecerá cuando todo lo ignores.

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82 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Y el corazón –su tacto, su oído desperfecto,su almendra perfumada y su beso cuajado–estará para siempre seguro de su sombraen sus cuatro paredes sin huésped.

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83Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Donde todo te espera

Con tu sonrisa de moneda nueva–frágil como un recuerdo–desprevenida, pasarás la puertadel último misterio

y entrarás al recinto donde todo te espera.Sobre tu soledad el dedo del silencioy la seguridad de que nada te llevas.

La llave de tu cuerpoen el fondo del mar sin fondo yacey seguirá dormido –sin ver la luz– tu sexo.

Tus manos ni tus pies para mí vacilantesfueran si regresaras con vida de la muerte,porque sólo yo sé la escala de tu viajede nunca a siempre.

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Muerte

Si todo vano esfuerzo acumularsepudiera y no volara la cenizacon el viento del tiempo, ni la brisamisma se fatigara en congelarse;

si es un reloj de limpia y tibia arenala luna y si su sangre–clorofilano alcanza a penetrar en la pupila-yema de la materia– su alta vena,

la muerte es un espectro que el sol hacey un día estará clara entre su arode miradas concéntricas. ¡Que paseel día sobre el mundo como un pájaro!

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Notas

Tercera parte

20) Las cuatro Elegías prematuras a Maruja Mejía fueron escritas en Bo-gotá en 1947 y aparecen en todas las ediciones de Edad sin tiempo yde El transeúnte desde 1948. La dedicatoria se explica porque laselegías se incluyeron a última hora, cuando el libro estaba en prensa,y el autor pensaba que cuando apareciera ya ella habría fallecido.Todos los poemas de amor, fuera de los dedicados a Mercedes Vélezy a Gladys Ramírez, fueron escritos para ella.

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Epílogo 1

Homenaje a Esther

In memoriam

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Esther González

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“Mamá Carmelita” (Carmelita Betancourt, madre de Esther González),con el primogénito de Rogelio, Juan Fernando Echavarría, de seis meses,

en Santa Rosa de Osos

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Esther González (derecha) con la familia de Rogelio Echavarría: Su esposaBeatriz Rojas y sus hijos Santiago, María Claudia y Juan Fernando (q.e.p.d.)

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Fachada de la casa número 30-12 de la Calle del Boquerón con la Calle delMedio, a la cual se refiere el texto “Nostalgia de tu casa deshabitada”. Sereproduce del almanaque para el año 2003 que publicó la alcaldesa de SantaRosa de Osos, Blanca Cecilia Rojas Álvarez, con muestras de la arquitecturade la población. Curiosamente, en esta misma casa vivieron sucesivamente lasdos niñas mencionadas: Mercedes Vélez y Maruja Mejía. Rogelio, unos pasosmás a la izquierda, en la casa de Esther.

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Carta de Navidad (1)

Querida Esther:

Si tú no fueras la que eres, amiga comprensiva, hermanadulce por la sangre de la amistad, que es la más pura, note escribiera en esta navidad bulliciosa de la capital, dondela barahúnda iconoclasta ha acabado con el sentido místicoque nosotros, en el lejano pueblo de la Montaña,conocimos y aún reconocemos. Pero hace falta que seasla misma que has sido, pegada a las mismas tradicionesfamiliares de hidalguía y decoro, de piedad y recato, paraque en esta Navidad de 1946, que para mí es solamentela orgía pagana que me envuelve y me zarandea entre tantasgentes sin ilusiones y sin ideales, pueda mi pensamientoevocar con la limpidez de lo que se conoce, la casasolariega, la tibieza de la lumbre familiar, el corazónabemolado de la infancia.

Y es que la Nochebuena, cuando no somos niños,pertenece al recuerdo. De madrugada, un olor a musgose esparcía por todos los rincones de la casa y muchoscaminitos de arena llevaban al sitio donde la primeranoción del pesebre alzaba su arquitectura vegetal, pobladode muñecos de celuloide y de animalitos de barro. Desdeel 16 de diciembre en la capilla parroquial iniciaba el padreMejía las “jornaditas”, y todos íbamos a ver el pesebre tangrande de la iglesia y a enterarnos del modo como habíacolocado “Chucho Meque” el paso de la Virgen, San Joséy el borrico. Cuando el toque del Angelus ponía su violetasonora sobre los tejados y sobre los corazones, nos

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recogíamos con los vecinitos de La Ronda a rezar la novena–por segunda vez el mismo día– y a cantar al son de unpandero y de un acordeón que, como las imagencitas ylos cachivaches del pesebre, estaban todo el año guardadosen un baúl olvidado. El caminito iluminado de loschorrillos y las luces de bengala, la pueril alegría con elruido que hacían las papeletas de pólvora, elencantamiento de los globos que surcaban el aire despuésde una labor febril de petróleo, candileja y chispa. Todoesto, más el silencioso recogimiento de las diez de la nochepara imaginarnos un establo de nieve, un buey dechocolate, los ángeles de melodía, la estrella –que era unavelita asomada a unas pestañas absurdas de cartón–, lospastorcillos en humildad de primera comunión, losblancos rebaños de ovejitas en patas de fósforos con unvaho imaginario que ponía tanto calor como la dulzurade la mirada maternal. Soldados de plomo queenfilábamos en escuadras de heroísmo y que más tarde,con la danza de los años, se convertirían en los tiranosdel mundo, en los que crucifican la verdad y asesinancorderos. Quién pudiera esparcir hoy el mismo rocío defrescor inocente sobre la fronda exuberante en la quealternaban la orquídea, colgada en el pajizo techo, y lamata de malvavisco cargada de diminutos panes pascuales.El “rocío” lo traíamos en almudes desde la herrería dedon Eugenio (tu padre, el viejo alcalde) y el podermilagroso de la fantasía infantil convertía aquel metalespolvoreado en plateado aljófar.

Los pequeños (no sé si solo en aquel tiempo o enaquella región) no podíamos tomar ningún licor. El

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alcohol es para los que, habiendo perdido el dominio dela felicidad desnuda, necesitan conseguirla artificialmente.La cena se componía de la natilla (maíz, leche ybendición), los buñuelos y la miel. Pero hasta esa plenituddel refrigerio anual se ha perdido en la edad azarosa quevivimos, y esta noche –según he leído en la noticia deMedellín– no hubo con qué hacer la vianda generosa.

La misa de gallo para los mayores, los únicos que sabíanque con la llegada de los años un gallo sería el clarín de lanegación de Pedro.

Y una frazada de estrellas para nosotros, que poníamosel universo celestial en la esperanza de la almohada deblancas plumas que incubarían una caricia cuando el NiñoDios, en la alta noche, colocara su “traído” de gloria bajolos párpados cerrados aún estando abiertos y bajo elcorazón iluminado de aleluyas.

Me acuerdo, buena Esther, de la revelación del “traído”del Niño… Papá yacía enfermo desde el mes denoviembre y un hogar como el mío, donde se habíaadentrado la orfandad tan de lleno, no tenía ningunaotra mano que cumpliera el menester del dulce engaño.Por eso la mañana de flautas del 25 de diciembre iluminóel vacío de mi cama sin sorpresas… No podía otra cosaque correr a llorar a tu casa, vecina en ese entonces perotan amorosa como más tarde, cuando también fue mialero. Y tú, solícita y conmovida, me explicaste que elNiño a veces tardaba en llegar –¡pues tenía que visitartantas casas!– y me pediste que regresara contigo areanudar la búsqueda anhelante. Cuando levantaste laalmohada, ¡allí estaba el regalo! (que habías escondido

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como una prestidigitadora en tu mano hasta el momentode mostrarlo). Pero comprendí que me habías “engañado”,y esa convicción me llevó a reflexionar que el Niño Dios,como decía mi padre, no bajaba personalmente al mundopero tiene sus angelitos que lo representan…

Ese era el gozo nuestro, Esther, gozo sencillo y noble.Hoy aquí, donde puedo estar esta tarde, no se ha pensadoen la Navidad sino como un motivo de holgorio, comopretexto para bailar incansables, como disculpa para lasdesviaciones. La música tiene no se qué de sacrílego, quemancilla mis recuerdos, pero todavía un caramillo lejano,una argentina voz canta en mi corazón, ya que mis oídosestán falseados:

“Esta noche es Nochebuenay mañana Navidad…”

Saludos a todos y un abrazo para mamá Carmelita.Rogelio

Bogotá, diciembre 24 de 1946.Para Esther González Betancourt en Santa Rosa de Osos, Antioquia.

Esta carta fue escrita el mismo día para la columna “DeRogelio” que apareció en la fecha señalada en el diarioEl Espectador de Bogotá que en esa época era el granvespertino capitalino. Un jurado compuesto por don LuisCano, el director; don Eduardo Zalamea, el columnista“Ulises”, y don José Salgar, el jefe de redacción, leotorgó un premio en efectivo “como mejor nota del mesen la página editorial” que había sido instituido paraestimular a sus colaboradores.

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Historias 2

Esther lo cuenta así(aquí se trata de un aire enrarecidoque bordaba en la casa aromas de un jazmín eternoy un aterido furor de desterrada)Usted se enamoróUsted se enamoróy hasta aquí puede ser una cursi historia de amorel mechón de pelos y la amarillenta fotoque hoy miramos lejana y soñolientala lánguida añoranzade pasillos jurando amor eterno etcéteray las furtivas boleticasque comenzaban amada dulce amor mío(almíbar mariposa azucena corazón)Sucede que a Usted todo se le volvió distanciay su eterno silencio entre los librosy su adustez de icono que espantó a los niños

Usted desde el no de su padreno quiso hablar con nadiey ahora yo pienso que treinta años es muchocomo para quedarse así calladacomo para quedarse sin nada qué decirSin haberla visto la recuerdo

Usted se sentó a no mirar a sus hermanos(aquí Esther enumera cuatro o cincola casada con

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la viuda deel doctor tal y así)pero Usted no sabía que eran los hermanosUsted vivía en un mundo sin ventanasUsted no salió nunca más a las callesno importaban para el caso los ásperosolores del mercado la retreta y el altar de san Isidro

Usted abandona la mantilla en el último entrepañolleno de bolitas de naftay deja que las canas aparezcan nimbadas por la soledadhabía descubierto que el aire de la casa se helaba ante

Ustedy lee no importa qué durante treinta añosahí sentada frente al patio sin luz(a veces el aliento de la noche la hacía caminar con la

memoriapor el camellón que conduce al cementerio)

Su piel ya no es la suya es la cenizala cal de la desesperanza la tenaz alade la ruina el patio de ladrillosque aún pregunta por Usted

Ahora que Usted está sepultada al lado de mi abueloAlfredo miraba su tumba como queriendoadivinar su soledad de desterrada de isla de moluscosabiendo su saboreado silencio su furorAlfredo miraba su tumba

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y mientras las palabras de Esther relataban el final de lahistoria

un intenso olor a jazmines fue regándose por todos losrincones

de la cripta

Darío Jaramillo Agudelo

En el libro Tratado de retórica(Instituto de Cultura y Bellas Artes de Cúcuta, 1977).

Adiós a Esther

Seguramente no hay persona en Santa Rosa de Osos–o que haya vivido un tiempo allí– que no conozca aEsther González, una mujer de tan excepcionalescondiciones personales que de no haber dedicado sudiscreta y sacrificada vida al trabajo por el bien de lossuyos y al consuelo de los dolientes, se hubiera destacadoen círculos más amplios que los domésticos, ya que suinteligencia despierta y cultivada –hasta donde los límitesde la cultura parroquial lo permiten– y la cristiana alegríade su trato hacían de ella uno de esos seres que muy devez en cuando pone Dios en medio de una comunidadcomo demostración de que los valores espirituales son lamayor riqueza, de que la resignación sigue siendo elheroísmo de los pobres.

Quien escribe estas breves palabras –que sólo tienenel sentido de comunicar a los numerosos amigos de Estheren Medellín, Bogotá y en Cali la triste noticia de su

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muerte– tuvo el privilegio de contar desde niño con sucalor de madre y de hermana, y a su estímulo debe elimpulso vital que, desde cuando ella manejaba las cajastipográficas de “El Adalid” de la diócesis de MonseñorBuiles, lo llevó a ser un aficionado de las letras y unperiodista profesional.

¿Cómo describir, así, un dolor tan hondo, y sobre todo,tan íntimo? Renuncio a ello, no sólo porque “las penastienen su pudor” sino porque, lo confieso a mis amigos,que sí lo comprenden, desde cuando escribí en micolumna de “El Espectador” aquella “Carta de Navidad”en 1946 hasta ahora – en 32 años de continuo ejercicioperiodístico– nunca me había visto tan impotente paraexpresar lo que significa una ausencia. Pero no meperdonaría que el ser a quien tanto debo se fuera parasiempre sin el adiós de quien hasta ahora tuvo la puerilcerteza de que ella era la única lectora incondicional eindulgente de todas mis palabras.

Este es, pues, el primer papel con mi firma que ella noguardará nunca y que yo, para que no me ahogue en elpecho, lanzo al aire anónimo de una página social. Suslabios, que sabían más de oraciones que de alimentos,me enseñaron a rezar. Hoy, Dios escucha las silenciosasplegarias de quienes agradecemos al cielo el don de haberlatenido entre nosotros.

R.E.

Nota publicada por El Tiempo de Bogotá y porEl Colombiano de Medellín en 1979, con motivo delfallecimiento de Esther González en Santa Rosa de Osos.Rogelio quiere agregar ahora –pues entonces no le

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parecía pertinente pero aquí sí lo es– que Esther fue laprimera persona que leyó su primer poema (que apareceen este libro por primera vez) escrito a mano, en uncuaderno de escuela, el día de la madre en mayo de 1936.También fue la primera vez que Rogelio vio a una personaderramar una furtiva lágrima al leer un poema suyo.

Del mejor compañero

Querido Rogelio:

Un amargo día fue para mí este martes 13. Porque tunota del periódico me trajo la mala noticia de la muertede Esther. Cómo he sufrido por ti, mi buen Rogelio, yqué tan exactamente mido el alcance de tu dolor. Estoyseguro de que entre tus amigos del montón, nadie comoyo interpreta tan a cabalidad el sentimiento contenidode tu nota de hoy. Bien sabes que yo aprendí a entendery a admirar al niño huérfano, de alma grande forjada enadversidades valerosa y maravillosamente superadas, conla lectura de tu Carta de Navidad del 46, texto para míborroneado a momentos por las lágrimas. ¿Recuerdas?Hace ya tantos años… Y si lo recuerdas, fácilmenteadivinarás que también las lágrimas, ahora, enturbian loque en estas líneas trato de decirte.

Así como al través de la Carta de Navidad aprendí aadmirarte, en la misma oportunidad intuí a Esther ycomprendí todos los valores que para ti ella representaba.Descubrí en ti un afecto filial, un vínculo con el pasado,un amor a lo que tiene de inefable importancia la propia

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niñez. Pero ya sabemos que esto que tan firmemente nosliga a la vida, inexorablemente un día se va. Comoadolorida e inevitablemente, se fue.

Desde la Navidad del 46, Esther fue para mí unmito, representativo de todo lo bueno y todo lo grandeen que todavía podemos creer. Y como la vida no estan mala como se dice, porque de cuando en cuandonos depara amables momentos, alguna vez, en tu casade Bogotá, conocí a Esther, dialogué con ella y esaocasión afortunada me llevó a la gratísima conclusiónde que la persona real era superior al mito, a la imagenque yo arbitrariamente había identificado y guardadocon el mismo cariño con que acojo y conservo cuantode ti viene. Menos tu admirada y gloriosa poesía,porque de sobra sabes que yo soy desastrosamenteprosaico. Y en esta prosa descarnada y que ya no puedosuperar, ahora sólo he querido llegar a ti para decirteque comprendo más que muchos la realidad de undolor que comparto en la proporción que tú, dentrodel justo egoísmo de tu inmensa pena, quierasconcederme. Te abraza más estrechamente que nunca,

Felipe

Esta fue una nota privada que Felipe González Toledo,compañero de redacción en El Tiempo, escribió en unacuartilla y discreta y silenciosamente la pasó al escritoriode Rogelio. Inédita, desde luego, hasta hoy.

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Del hermano de Esther

Recordado Rogelio:

Nuestro afectuoso saludo para todos y que Dios losconserve sin novedad. En primer lugar en nombre deAmparo, de los niños y el mío propio, te agradecemosinfinito la nota cariñosa sobre la inolvidable Esther; esanota salió reproducida en El Colombiano, y así todos losamigos se dieron cuenta de la muerte de ella; que Dios tepague esta fineza tan a tiempo, tan oportuna y afectuosa.

Te diré que el novenario de rosarios estuvo muyconcurrido y todos los días no faltaron las visitas. Hayque destacar la presencia a todas horas de Teresita Restrepoy Lucila Balbín y de Nelli Agudelo, vecinas inmejorables,que no hay con qué pagarles. La última noche delnovenario hubo misa solemne en la casa y el padreRestrepo hizo un elogio de las virtudes de Esther: su buentrato, ameno y charlatán; su resignación en la enfermedad,su constante trabajo para la ayuda del hogar, y pidió quetodos estuviéramos preparados, pues el Evangelio del díaera sobre la muerte.

Esta casa quedó vacía, desolada, triste. El buen Diosnos la llevó, pero su recuerdo queda grabado en el almay su imagen preside los actos del hogar. Aun no creoque esté muerta, pero la realidad así lo dice; la fe megrita que Esther desde el cielo nos protege. Cómo sealegraría desde la eternidad al verse retratada y recorrerel mundo en una nota social escrita por un hermanoque tanto la amaba. Todos tus papeles que Esther

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conserva con afecto entrañable los guardaremos con amory todo lo que nos envíes lo guardaremos como si Estherestuviera viva aún.

Para Betty, la inmejorable, que Dios le pague la venida,su cariño para Esther y todos nosotros y que ese cariñode ustedes no se extinga nunca, pues hoy más que nuncanos hace falta.

Alfonso

Carta privada, y por lo tanto inédita, escrita por el únicohermano entonces sobreviviente, pero hoy fallecido, deEsther González. Escrita el 19 de noviembre de 1979 enSanta Rosa de Osos.

“Celebremos a Rogelio”

… Si él, (Rogelio Echavarría) accediera, sería también elmomento de hacerle la celebración pública de sus cuarentaaños de edad sin tiempo (1). Sería el momento de llevarloal Paraninfo de la Universidad de Antioquia, su almamater, y que él leyera sus versos y que se le hiciera allímismo un homenaje a esa obra poética suya –breve, sólida,perdurable, perfecta, como las miniaturas de TobónMejía– y que Belisario Betancur dijera sus palabras,seguramente evocando los cuarentas, cuando ambos eranperiodistas en Medellín

(Entonces, Rogelio, si esto sucede, mientras el Señor

(1) Título de su primer libro.

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Presidente hable, yo, atrás, en la última fila, estarérecordando el día que fuimos juntos a Santa Rosa, y en lacasa de Alfonso González esculcamos una caja con losrecortes de tus primeros poemas publicados; y estarérecordando lo que decías entonces, hablando de Merino,de Eddy Torres –tu primer anónimo crítico–. Y estarérecordando a Esther González, deseando que resucite,ella que fue importante en mi vida y esencial en la tuya,para que te vea allí, celebrado por todos).

Entre tanto, mientras llega el día del Paraninfo, esehomenaje que valdría un millón de veces más si Estherviviera, todos podemos celebrar a Rogelio, leyendo susversos en la intimidad.

Darío Jaramillo Agudelo.

Fragmento de la nota que con el mismo título fuepublicada por el suplemento literario del Diario delCaribe de Barranquilla el 26 de junio de 1983 y en el deEl Mundo de Medellín el 30 de julio del mismo año.

… Y después, en el Homenaje

No quiero terminar sin invocar la memoria de dos seresque se fueron de este mundo antes de esta noche, pero decuya presencia aquí tengo absoluta certeza. Los nombraréporque yo también los conocí y los quise, y ahora, estanoche, más que nunca, desearía poder verlos. El primeroes Aurelio Arturo, uno de los grandes poetas de nuestraColombia; Aurelio Arturo reconoció siempre la fina

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belleza de los poemas de Rogelio, fue su amigo entrañable,y su alma gemela en discreción y recato. La otra personaque nos acompaña esta noche sin que la podamos ver, esEsther González. Yo sé que Esther fue esencial en laadolescencia de Rogelio y su recuerdo es una llama deamor puro que ilumina a Rogelio y que a mí también mealumbra. Ellos, Aurelio y Esther, están esta noche aquí.Rogelio: bajo la presencia tutelar de Esther y de Aurelio,el recinto máximo de la Universidad que hoy reconocetu obra, te agradezco, y conmigo todos los que se hanacompañado con El Transeúnte, los momentos de asombroy poesía que nos has regalado.

Darío Jaramillo Agudelo

Fragmento final de las palabras de Darío en el homenajeque, atendiendo a su petición, ofreció a Rogelio laUniversidad de Antioquia, en sus “martes del Paraninfo”en noviembre de 1983. Allí fue leído este mensaje:“Señorita Luz Elena Zabala, directora de ExtensiónCultural, Universidad de Antioquia. Su amable invitaciónen nombre de la Universidad de Antioquia para rendirhomenaje al maestro Rogelio Echavarría en el cálidorecinto de su Paraninfo, presidido por la magistralpintura de Cano, es algo doblemente honroso. Pormotivos ajenos a mi voluntad, me es imposibleacompañarlos aunque bien saben que espiritualmenteestoy presente con ustedes. Con mi nota deagradecimiento reciba un cordial saludo extensivo almaestro Echavarría. Belisario Betancur, Presidente.”

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Pero… ¿quién era Esther?

Pregunta José Luis Garcés: –En la presentación que DaríoJaramillo Agudelo hace de la edición de El Transeúnte delFondo Cultural Cafetero invoca él la presencia de unpersonaje que para mí se convirtió en una especie deincógnita y que no hallé en ninguno de sus poemas. Hablade Esther González. ¿Quién es o quién fue? ¿Qué papelrepresenta en la vida de Rogelio?

Rogelio Echavarría: –Esther González no figura,realmente, en ninguno de mis poemas pero está en mivida, es decir, está en todos. Ella fue una especie dehermana mayor para mí, desde mi infancia. Amiga demi madre, seguramente me tuvo en sus brazos reciénnacido…

Cuando mi hogar (el de mis padres) se desintegró,estando yo de unos seis años, mi padre se fue a vivir aotra ciudad, a Yarumal. Yo me quedé solo en Santa Rosa,pues allí nací y allí estudiaba, y entonces me dejó alojadoen un hotel. Un día entré a mi cuarto y encontré que sehabían llevado mis cosas. Pregunté qué pasaba y medijeron: –Esther González se llevó todo para su casa, ¡dijoque cómo iba a vivir usted en un hotel!

En la casa de Esther era donde yo leía los periódicosde Medellín (El Colombiano y La Defensa) y de Bogotá,más tarde, El Siglo –ya se ve que, como casi todos enSanta Rosa, eran conservadores– y el fabuloso suplementoen colores, con las inolvidables tiras cómicas de La Prensade Barranquilla. Mamá Carmelita, la madre de Esther,coleccionaba toda clase de recortes de prensa y de

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suplementos que eran un gran estímulo para mi futuraprofesión periodística. Precisamente en un libro que estoypreparando reproduzco mi Carta a Esther escrita en laNavidad de 1946 y la nota que escribí para El Tiempocuando ella murió. Es una simple nota social, perocomplementa tristemente aquella carta…

–¿Cuál es la imagen física que Rogelio Echavarríaguarda de Esther González? Sus primeros recuerdos deella…

–Era alta y delgada, con esa figura magra que caracterizaa la mujer soltera antioqueña (ella siempre fue soltera)… yprecisamente entre mis primeros recuerdos está ellarecibiendo la visita de su novio en su casa. Su primer amor,que fue el único. En los pueblos antioqueños, las mujerestenían casi siempre un solo amor en su vida, y si no se casabancon él se quedaban solteras para siempre. Especialmentecuando el hombre era rechazado por sus padres. Ella se quedó,pues, como decían antes, “para vestir santos”… pero el quevino a vestir santos fui yo, que entré a trabajar con ellos en ElTiempo.

Los parientes de Esther

Cuando murieron los padres de Esther, ella se dedicótotalmente a sus hermanos, yo incluido. Heroína anónimade la pobreza, como lo dije en su nota necrológica. Era laúnica persona que guardaba todos los recortes de lo queyo escribía en Medellín y en Bogotá. Cuando falleció dijemás o menos en una nota: esta es la primera que no va aguardar…

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109Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

–¿Cómo reaccionó el poeta ante la muerte de Esther?–No, no escribí ningún poema… no pude, me sentía

totalmente abandonado e impotente. No pude, a pesarde que su muerte fue, como su vida, heroica. Yo siempreque podía iba a visitarla a Santa Rosa y, siempre sana yanimosa, también ella venía a veces a Bogotá. De prontono volvió…

Cuando llegó el grado de mi hija le mandé los pasajespero no apareció. Me fui a ver qué le había sucedido,pero me tranquilizó: había estado sólo “un poco mal”. Yosospeché mucho más, pues un día que la llevé a dar unpaseo se iba desmayando. Ya de regreso a Bogotá meavisaron que realmente estaba muy enferma, y cuandoarreglaba para irme a verla me anunciaron su muerte.¡Tenía un cáncer en el pecho hacía años y no le habíacontado ni a su médico! Ella fue, sí, una santa. Pero lasantidad es, a veces, una bobada que después tenemosque llorar…

Fragmento de la entrevista que el escritor cordobés JoséLuis Garcés González le hizo a Rogelio, y publicó en surevista El Túnel, órgano del grupo literario de tal nombreen Montería, en 1988.

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Epílogo 2

- Estímulos iniciales -

(Fragmentos)

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113Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste

Rogelio, boy scout lírico

Rogelio Echavarría es casi un niño. Tal vez tenga 16 años.Y ha resuelto echarse a la calle con el morral a la espaldade su equipo de boy–scout lírico… (Pero sufra usted,querido Rogelio, las consecuencias de esta aventura enque se cuela y en que deja comprometido el resto de suvida…)

Rogelio ha publicado algunos versos. Por lo tanto, yaestá fichado, catalogado y clasificado por susconciudadanos. Es un caso juzgado y un hombre al aguaen este revuelto mar del brutal materialismo de los díaspresentes. Ya no existe para él tabla de salvación. Muchoes lo que tiene que nadar si desea salvarse y lograr, en elremoto horizonte, una playa desolada en donde asilar unglorioso naufragio de fama y de renombre.

Este muchacho, sin tiempo ni oportunidades, haencontrado su forma de expresión poética, que acusa untemperamento altamente sensitivo y que sabecomplementar con el milagro de la intuicióndesconcertante el vacío de lo que le falta…

… En los registros olímpicos y por propia voluntady mano propia, queda inscrito un nuevo nombre deaspirante a mirtos y laureles y sí que también a miseriasy desengaños glorificadores. Rogelio Echavarría espromesa y, seguramente, una de aquellas promesas quese cumplen.

Alberto Mosquera (en el suplemento literario de ElColombiano de Medellín el 26 de marzo de 1944).

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Una temprana experiencia

Rogelio Echavarría es apenas un niño, un niño emotivo,con ambiciones frente a la vida del espíritu, con las alasabiertas en trance de cruzar el espacio de todas las emocionesvitales; cada una de sus tristes experiencias va teniendo ecoen la inspiración que revela el discurso afectivo de suvida…Sus Poemas del amor imposible (inéditos hasta ahora)denotan una altísima capacidad lírica en el autor y revelansu trayectoria emocional… Este joven caballero andante dela poesía ha tenido, necesariamente, inmensos vacíos y lavida está en mora de un pago que con los días acrecerá másla angustia de su autor. Y el vacío, la decepción, la íntimanoción de la pena, el dolor, la incomprensión, la soledadinterior, han ido labrando en el alma de este adolescente unprofundo sentido de la vida, le han dado una tempranaexperiencia de lo que el tiempo avaro no ofrece a muchosmimados de la suerte y la fortuna… La orfandad ha sido uncáliz amargo de la vida de este novel poeta… él ha sentido elvacío de un amor incomparable… Podemos afirmar queeste primer folleto de Echavarría lo revela como unconsagrado del ritmo; que en él hay inspiración y tiene sentidode la forma nueva… Como es demasiado joven, bien puedecaptar con el andar de los días mejores motivos de inspiraciónque la vida le ofrezca y encontrar fuerzas aún mayores que lolleven a terminar una obra lírica de verdadera eficacia y deinmenso valor.

Carlos Betancur Arias (en el suplemento literariode El Colombiano el 2 de septiembre de 1944).

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Ediciones frustradas

Corría el año de 1942 y era el que estas líneas escribeadministrador del diario El Pueblo (de Medellín). Un díase presentó a la oficina el doctor Hernando CuartasMarulanda a intrigar para que le diera algún oficio a unjovencito venido de Santa Rosa de Osos, tímido él, conmirada un tanto triste y de color cetrino… No habíavacante pero ante la insistencia y ruegos del abogado, elsuscrito que suscribe le “abrió un campito”, como sueledecirse, y el muchacho empezó a trabajar en la secciónde despachos de correo. En esta misma pobre oficina ysobre arrumes de periódicos viejos, dormía; la comidabuscaba por ahí en el café vecino de don Emiliano o encualquier otra parte.

De pocas palabras el muchacho y como con una hondatristeza que se le salía por los ojos, como un buentrabajador se ganó mis simpatías.

Cierto día, tímidamente, me mostró un cuaderno deversos de su cosecha. Sin ser yo un Neruda ni un Borges,los encontré bonitos, bien medidos y emotivos. Lepropuse que los publicáramos y él aceptó. Pero como noteníamos dinero para hacer la edición, yo resolví conseguiralgunos avisos para la financiación. Encargué lapublicación a la Tipografía Marden, el muchacho corrigiósus versos y yo los avisos. Pero cuando ya íbamos a sacara la venta los libros, el jovencito poeta, con un orgulloplausible, me rogó que desistiéramos de dar a luz su primerlibro de versos. ¿La causa? Le parecía denigrante y feoque una cosa salida tan del alma, fuera a manos de los

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lectores con avisos de Robustina, Confortativo Salomóny Ratil. Él era pobre pero tenía su orgullo.

Me conmovieron sus argumentos, me solidaricé conél, retiramos la edición y la destruimos sin dejar siquierapara nosotros un solo ejemplar.

Bernardo Jaramillo Correa (en su columna“Humoradas” que con la firma de Berjaco publicó enel diario El Mundo de Medellín el 12 de noviembre de1979.

Aclaraciones de Rogelio a la nota de “Berjaco”:

1º No estuve nunca en despacho de correos, pues yo yaera periodista profesional, había trabajado como reporteroen el radioperiódico “Adelante”, de Hemel Ramírez, y ental carácter entré al diario que dirigía Manuel MosqueraGarcés, quien escribió precisamente el prólogo para mifrustrado libro. La confusión de mi querido amigo,explicable por los años transcurridos, tal vez consiste enque yo también era corrector de pruebas y las mesas paraeste oficio quedaban al lado del despacho de correos. Loque sí es cierto es que algunas noches dormí sobre arrumesde periódico, en un cuarto de archivo, pero no porqueno tuviera donde dormir (vivía a dos cuadras, en el HotelInternacional de la calle Boyacá con Carabobo) sinoporque estaba herido de un pié y no me podía calzar, yademás mi trabajo era hasta la madrugada…

2º Ese primer folleto con los versos de infancia y algunosde pubertad se iba a llamar “Primer invierno adolescente”.

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Muchos de estos son los que constituyen el primer libro quepublicó, ya en Bogotá, el doctor Abel Naranjo Villegas,director de las Ediciones Teoría y copropietario, con suhermano Rafael, de la Librería Siglo XX, donde toda laedición se quemó el 9 de abril de 1948. Los pocos ejemplaresque se salvaron fueron los que el editor le había enviado –nomás de diez– al autor, y que fueron tan bien recibidos por losamigos como puede verse por los fragmentos de algunas desus notas que se ven enseguida.

Una anécdota

En el libro 150 caricaturas del dibujante y periodista bogotanoHernando Córdoba Plazas aparece esta anécdota:“Fue en 1945 cuando conocí a Rogelio Echavarría, pocosdías después de que llegara a Bogotá procedente deAntioquia, su tierra natal, y por suerte fui fiel testigo delinstante en que recibía un premonitorio bautizo comopoeta y periodista. Esta escena tuvo lugar en El Siglo, queen esa época era el gran periódico conservador, dirigidopersonalmente por el famoso político y orador, jefe deese partido y futuro presidente Laureano Gómez. Estehecho inolvidable ocurrió cuando me encontraba con mihermano Gonzalo en la oficina de corrección de pruebas,de la cual era titular con Rafael Barreto Álvarez.De repente irrumpió allí Alvaro Gómez Hurtado, quienera el editor del diario, llevando del brazo a un jovencito,y dijo: “–Les presento a Rogelio Echavarría, quien desdehoy colaborará con ustedes como corrector. Rogelio es

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redactor y comentarista en la sección de Alusiones” (enla cual se comentaban los hechos culturales másimportantes del día). Y después de una breve pausaañadió: “–Además, tiene otra cualidad excepcional: queeste niño nació poeta.” H.C.P.

Nota de Rogelio: Todos los poemas míos que aparecenen este libro como publicados en El Siglo, lo fueron porel doctor Gómez Hurtado, quien no sólo me mostró enello su generosidad sino que se los dio a conocer a suilustre padre, el doctor Laureano, quien me criticó algunosversos “por modernos” y por el uso de palabras “nopoéticas”, pero también gocé de su valioso estímulo.

Un auténtico poeta

Rogelio Echavarría es un joven poeta que apenas si hapublicado dos o tres poemas, pero estas pocasproducciones lo colocan entre las voces de una generacióndesvinculada en su totalidad de la revoluciónpiedracielista. Su voz, poseedora de un vocabulariopoético muy personal, es la expresión de un lirismohondamente acendrado y de una visión de la existenciaque suavemente sumerge en un territorio de nostalgiarevelándonos los matices de un espíritu disconforme,atento a las más claras emociones de su corazón. Su tonoelegíaco, dueño de una leve violencia, tiene unapenumbrosa sencillez que parece que no quisiera revelarse

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del todo. El llanto surge como un elemento sustancial enmuchos de sus versos, demostrándose una vez más aquelaxioma poético de que la poesía se puede poner a llorar encualquier parte. Lo imposible, lo inalcanzable, lo que huyeinexorablemente de nuestras manos conmueve las fibrasmás íntimas de su poesía. Del claro fondo de sus poemasvemos surgir, rodeados por una niebla de tristeza, rostrosde mujeres cuyos perfiles románticos son inconfundiblespor la dolorosa expresión de su belleza abolida. Su canciónes la voz de una limpia adolescencia sobre la cual se hanabierto ya muchas interrogaciones.

Su poesía es de una gran calidad estética, (por lo cual) esfácil comprender que nos encontramos ante un magníficotemperamento poético, ante una admirable sensibilidad capazde entregarnos una obra definitiva y perdurable, porque lospoemas que hasta ahora conocemos son clarísimos signos deun verdadero y auténtico poeta.

Fernando Arbeláez (en el suplemento literario deldiario El Liberal de Bogotá, el 29 de febrero de 1948).

Seguro de sí mismo

Rogelio Echavarría trabaja en El Espectador. Aquí hapodido respirar esta atmósfera en que combatenincesantemente, cediendo posiciones para recobrarlasenseguida, el escepticismo y la esperanza, la amargura yla alegría; y ha seguido haciendo versos, lentamente, sinmucha prisa, midiendo las palabras y procurando

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colmarlas de emociones y pasiones. Así ha podido darnossu primera obra –un breve librito editado por Espiral–,en la que reúne quince poemas, de diferente calidad perode igual intensidad y calor. Algunos me llegan con supuro mensaje y eso me basta. Prefiero, desde luego, losúltimos, más francamente humanos, más libres ydespojados de preocupaciones formales. Edad sin tiempoes el comienzo de la obra de un poeta, y de un poeta quepuede estar seguro de sí mismo. ¿Para qué anotarpredilecciones impuestas por la fuerza de la admiracióny para qué señalar influencias inevitables y no siemprenocivas? Rogelio seguirá haciendo poemas, seguiráelaborando versos, un poco aislado todavía del mundode los demás, un poco demasiado perteneciente al de sussueños, pero siempre podrá mirar sin rubor y antes consencilla y espontánea satisfacción su primera obra, quesaludo con la más amistosa cordialidad.

Eduardo Zalamea Borda (en su columna “La Ciudady el Mundo” de El Espectador en abril de 1948)

Una poesía elemental

Aquí, en el ambiente de estos poemas iniciales de Edadsin tiempo está vivo y palpitante el clima germinal de lapoesía. Una poderosa corriente de lucidez y de misteriova bañando, como una luz inefable, el ámbito en dondediscurre y esparce sus prodigios esenciales la expresión,entre trémula e intimista, de este nuevo poeta… Su labor

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poética recoge con fidelidad todos aquellos ingredientesesenciales que, en su manifestación primitiva, lecomunican al poema su misterioso carácter de hechoelemental, su categoría de valor perdurable eimperecedero. La elementalidad en la poesía es sin dudaalguna uno de sus sellos de pureza que mejor la definen,por cuanto la presentan en su más alto grado original, defuerza germinal y magnificencia creadora. Y esprecisamente en esta virtud de tan subida calidad endonde, con mayor fundamento, radica la significaciónde la expresión poética de Rogelio Echavarría.

El poeta, siempre fiel y obediente a su destino, haido recogiendo en palabras trémulas de ternura y defina desolación, las imágenes que en su espíritu y ensu alma han dejado los primeros contactos con el eternoproblema (sentimental). Una corriente de dulcemelancolía, de sosegada nostalgia que casi se identificacon el silencio que es enigma y misterio, cruza en todaslas direcciones el territorio de estos poemas. La órbitadentro de la cual se mueven es el ámbito de lasensibilidad sacudida por las ráfagas hechizantes delamor, del primer amor acaso.

Edad sin tiempo sitúa ya al autor, a su corta edadcronológica, entre los más logrados líricos de la últimageneración poética de Colombia.

José Constante Bolaño (en el suplemento literario de El Tiempo, 1948)

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A pesar del tiempo

Cuando Rogelio Echavarría publicó por primera vez Edadsin tiempo, en 1948, contaba con 22 años y una miradanueva para hacer de la palabra un ademán amoroso, ungesto silencioso. Ya en este libro inicial se adivinaba loque iba a ser una constante en toda su posterior poesía: eltono asordinado, la ausencia de cualquier énfasis, laelaboración poética de un mundo cotidiano.

Uno se asoma a esta obra germinal de RogelioEchavarría y luego de leerla corrobora su título. Se tratade una edad sin tiempo, pues no tiene una temporalidaddemarcada la buena poesía. A este libro no lo han corroídolas aguas del tiempo, ese silencioso crítico que barrenaaquello que no logra transgredir la cronología.

Poemas como Nostalgia de tu casa deshabitadapertenecen a una vertiente de la poesía colombiana quedesde una sencilla andadura del lenguaje, desde unamanera de encarar la poesía con palabras del uso corriente(pienso en Aurelio Arturo) logran crear una atmósferamágica, evocadora.

Los poemas de amor incluidos en Edad sin tiempo,como el citado poema que establece una conversación conla amada a través de su casa deshabitada, están entre los másbellos que se hayan escrito en la poesía colombiana.

Edad sin tiempo es un libro que inauguró, en la poesíade Echavarría, una vereda para cruzar El transeúnte.

Juan Manuel Roca(en el Magazín Dominical de El Espectador en 1990)

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Educación sentimental

El transeúnte es un texto clásico en la poesíalatinoamericana de la llamada Generación del MedioSiglo. Rogelio Echavarría, su autor, es uno de los sietepoetas que conformaron el célebre grupo Mito, nucleadoen torno a la revista homónima, y de quien puedeafirmarse que su discreción es sólo comparable a laprofundidad de su obra. Poeta de produccióndeliberadamente escasa –como Silva, como AurelioArturo, como Charry Lara– ha sabido neutralizar lapomposidad retórica de muchos de sus contemporáneosy de ahí que la aparición de un libro suyo sea motivo deregocijo entre sus lectores.

Es lo que ocurre con Edad sin tiempo, esperada reediciónde los poemas que anteceden a la fiesta que produjo lapublicación de El transeúnte en 1964 y que reúne textosescritos entre 1941 y 1947. El amor, la mitigada preguntaexistencial, las dudas del adolescente, son algunos de los topoique configuran la prehistoria poética de Echavarría y que,del expresivo título de Edad sin tiempo, saltan al mundo másdefinido y literariamente adulto de El transeúnte. Es como sise entronizara al adolescente en una cronología sin límites,atemporal en sus sueños y apetencias, obnubilado por una“edad en que hasta el gozo nos aflige”.

A Edad sin tiempo, pues, cabe considerarla como laeducación sentimental del futuro tránsfuga, del hombreerrante de nuestras ciudades.

R.H. Moreno Durán (en la revista Quimeralatinoamericana Nº 9, Bogotá, marzo/abril de 1991).

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Y al final, el comienzo

– ... ¿Y conociste en la redacción de El Tiempo a RogelioEchavarría?– me preguntó Alonso Aristizábal.

–¿Y cómo es él?– Un señor de unos cincuenta años, que usa gafas y

gabardina. Su escritorio es el primero que uno seencuentra cuando entra a la redacción de El Tiempo.

Yo quedé desconcertado. Entonces, de inmediato,busqué el télex y como pude, conmovido, apenado, casitemblando, redacté un mensaje donde entre otras cosasle decía a Rogelio que no tenía palabras, que no meperdonaba el hecho de haber estado junto a él tantos díassin saber que él era el autor de El Transeúnte. Mejor dicho,sin siquiera darme cuenta que había tenido ante mis ojosdurante esos días sin saberlo a uno de los mayores poetasvivos de Colombia.

Después pasó el tiempo y entre nosotros se fue tejiendopoco a poco una de las amistades más bellas que la vidahaya podido depararme. La misma que me ha permitidoaprender muchas cosas, si es que esas cosas puedenaprenderse. Me ha permitido, por ejemplo, aprender dela vida, de sus vueltas, de sus revueltas. Aprender del mejorperiodismo, ese que la premura de hoy ya no dejapracticar. Me ha permitido aprender de la poesía. Poetasolvidados que ya casi nadie lee y poetas nuevos que él,como el mejor antólogo de poesía colombiana que es,me ha ido mostrando. Me ha permitido darme cuenta deque “el fin del mundo ocurre siempre y cada día, si loadviertes”. Comprender que al fin y al cabo, como dice

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el mismo Rogelio, todos los poetas son el mismo poeta.Al mismo tiempo, esa amistad me ha dejado asomar a

él, e ir poco a poco conociendo casi toda su obra, hasta laque él ya tenía olvidada…

También me ha permitido esta amistad ir conociendonoche a noche, pedazo a pedazo, muchas cosas de su vida:las casas de sus novias ya casi olvidadas, con algunaexcepción. Los viejos compañeros de oficio… y de farra.El niño abandonado en un hotel de Santa Rosa y despuésal cuidado maternal de Esther González. O antes, cuandocon su padre, Rogelio se vio obligado a abandonar supueblo natal para irse a Yarumal, donde aprendió a tocarel trombón para poder sobrevivir. Tal vez por eso GabrielGarcía Márquez le dedicó su libro Cien años de soledadcon estas palabras: “Para Rogelio, en memoria del viejotrombón…”. Las entrañables cartas de Esther, sobre todoen diciembre, cuando en la fría navidad bogotana no habíaregalos, ni pesebres, ni alumbrados. Los fríos hotelesbaratos de Bogotá. Las pensiones de Medellín. MercedesVélez y Maruja Luna. Y ese viejo hermoso y valiente que ledio la vida –

al que todos llamaban Jesús Humilde–, que supo enfrentarcon la mayor de las enterezas el hecho de ser pobre y liberaly carpintero en un pueblo de godos y de ricos y ademáslogró rehacer su vida y la de su hijo, abandonado en mediode las peores humillaciones y penurias, como el másvaliente y callado de los hombres.

Todo eso lo fui sabiendo poco a poco, y sin quererlome fue convirtiendo en una especie de hermano menor,de biógrafo particular suyo, y mi orgullo mayor sería serlo,

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pero ya no puedo, porque sé que conozco demasiadascosas…y aquí habría que decir como el viejo DonQuijote: es mejor no meneallo…

Finalmente supe la historia definitiva… En su mástemprana juventud, Rogelio amó locamente a unamujer…Y como en casi todos los amores de esta clase, enpueblos católicos y atrasados como el Santa Rosa de esaépoca, todo se volvió la historia de un amor imposible.Imposible por muchas cosas, es cierto, aunque tambiény al fin correspondido. Pero los amantes fueron separadosde un modo despiadado. Rogelio, tratando de olvidar, sefue a estudiar a Medellín y luego a Bogotá. Allá, mientrasse dedicaba al duro y mal pagado oficio del periodismo,se enteró de que ella estaba muriendo. Padecía de unaenfermedad incurable para la época y según las noticiasllegadas del pueblo no tenía salvación posible. EntoncesRogelio escribió sus Elegías Prematuras. Toda escritura esun duelo y el amor lo convirtió a él también en escritor…

Rogelio: alguien dijo que en nuestro comienzo seencuentra nuestro final. Voy a arrebatarte por unmomento tus palabras de aquella noche de lluvia y detangos en que recordabas tu infancia, para decirte a vos ya los amigos que esta noche hayan venido a verte, quecuando escribiste esos poemas errabundos ya eras untranseúnte.

Juan José Hoyos. Fragmento del texto pronunciado enla presentación del libro El Transeúnte paso a paso quela Universidad de Antioquia publicó para celebrar laentrega de su premio nacional de poesía “porreconocimiento a la obra de una vida” en el Paraninfode San Ignacio, en Medellín, a Rogelio Echavarría.

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Planicie de Santa Rosa de Osos.

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Contenido

Retrato del poeta impubescente 7

I Primeros poemasCanciones de un niño triste

1936-1941 21Confesión de boca 25Así sería mi madre 27

Errabundo 29Delirio por una estrella lejana 30

Moro 32Colegiala 33

Tarde invernal 34Silencio 35

Paz vesperal 36Campanitas 37Crepuscular 38

Desesperación 39Como todas mis noches… 40

Poema de adiós y resignación 41Soneto con ritornelo 42

Al Nazareno 43Milagro de Navidad 44

Fabulilla de la oveja negra 47

II Edad sin tiempoCanciones de adolescencia

1942-1946 51Cuando te escribo 55

Confidencia 56Presencia 57

Parábola elemental 58Por lo distantes 59

Todo es amor 61Invitación a morir 62

Límite 63Sensibilidad 65

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Edad sin tiempo 66La estrella inútil 67

Testimonio 69Nostalgia de tu casa deshabitada 71

III Edad sin tiempoLas elegías prematuras

1947 75Agonía 79

Seguro de su sombra 81Donde todo te espera 83

Muerte 84

Epílogo 1Homenaje a Esther 87

Carta de Navidad 93Historias 2 97

Adiós a Esther 99Del mejor compañero 101

Del hermano de Esther 103“Celebremos a Rogelio” 104

… Y después, en el Homenaje 105Pero… ¿quién era Esther? 107

Epílogo 2- Estímulos iniciales - 111

Rogelio, boy scout lírico 113Una temprana experiencia 114

Ediciones frustradas

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