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DIRECTOR FUNDADORMARIANO PICÓN SALASFundada en 1938

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SAEL IBÁÑEZ > Director

AÑO LXVIII JULIO-DICIEMBBRE DE 2006. Nº 334

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CONSEJO DIRECTIVO

Sael IbáñezDirector

Maritza JiménezJefe de redacción

Melbis GuzmánCoordinación editorial

Ligia GuerraSecretaria ejecutiva

Freddy CornejoDistribuidor

Javier LuquezAsistente

CONSEJO EDITORIAL

Maritza JiménezAntonio TrujilloGabriel Jiménez EmánWilliam OsunaCósimo Mandrillo

Hecho el depósito de leyDepósito legal N° P. P. 193802DF 102ISSN: 0035-0230

Fundación La Casa de BelloMercedes a Luneta. Parroquia Altagracia. CaracasTelefax: [email protected]

>EEDDIITTOORREESS

MINISTERIO DE LA CULTURACONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA-CONAC CASA NACIONAL DE LAS LETRAS ANDRÉS BELLO

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SSUUMMAARRIIOO

PRESENTACIÓN

ENSAYOS Y ARTÍCULOSJuan José Guerrero Pérez ~ LA CANCIÓN PROTESTA LATINOAMERICANA

Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 11Antonio Isea ~ AVENTURAS DEL LETRADO LATINOAMERICANO:

EN TORNO AL TRÁGICO MIRANDA DE DENZIL ROMERO15Reyna Rivas ~ JESÚS MORENO SANZ, POETA FILÓSOFO VERDADERO 25Marisa Vannini ~ EL TURPIAL QUE VIVIÓ PARA SIEMPRE 33Ivonne Rivas ~ RELACIONES CON LOS SERES Y LAS COSAS: SOBRE LA

ORALIDAD Y LA ESCRITURA 39Edgardo Malaspina ~ ELEMENTOS DE VERSOTERAPIA 51Tulio Monsalve ~ DESDE LA IGLESIA DE MIRAFLORES HASTA

NOTRE DAME 61Rodolfo Porras ~ EL ARTE DE LOS SENDEROS QUE SE BIFURCAN 69Natividad Barroso García ~ CONTRADICCIONES INSULARES Y LA

BÚSQUEDA DEL PARAÍSO EN DOS NOVELAS DE RENATO RODRÍGUEZ 77José Iraides Belandria ~ FÍSICA DEL CAOS, PINTURA Y LITERATURA 95Liduvina Carrera ~ OTROS VENDRÁN DESPUÉS DE MÍ 105

TESTIMONIOSAntonio Trujillo ~ ORALIDAD EN LA ESCRITURA DE JOSÉ LEÓN TAPIA 119

RELECTURAAlfonso Enrique Barrientos ~ NAT BROWN 135

NARRATIVANéstor Rojas Mavares ~ LA SANGRE DE AFRODITA 147Beatriz Calcaño ~ EL BULTO 161Ramón Anselmo Rengifo ~ CAMBIO 165Julieta Jiménez ~ DESDE MI VENTANA 169Blanca Rivero ~ PAÑITO DE MOCOS 173Alison Outerbridge ~ EL HOMBRE COLGADO 175Jesús Enrique Guédez ~ LEVE, SUTIL DELEITE 189

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POESÍAMiguel James ~ 13 POETISAS CARIBEÑAS 207François Migeot ~ LENTITUD DEL VINO 223Luis Alberto Crespo ~ SEIS POEMAS EN IDIOMA WARAO 226Antonio Urdaneta ~ LA DANZA DE LAS TURAS 233Edgar González Abreu ~ POEMAS 238Manuel Bolívar Graterol ~ PLEGARIA 246Christian Díaz Yepes ~ POEMAS 249Daniel Torres ~ POEMAS 266

RESEÑASLuis Alberto Crespo ~ TIEMPO Y DESTIEMPO DE LOS ESTUDIOS

GRECOLATINOS DE ELISIO JIMÉNEZ SIERRA 275Cósimo Mandrillo ~ EL PETRÓLEO COMO TEMA NARRABLE 279Sael Ibáñez ~ CUENTOS DE AMOR Y TERROR DE NELSON CORDIDO 283Alí E. Rondón ~ LA FIESTA DEL CHIVO DE MARIO VARGAS LLOSA 287Gabriel Jiménez Emán ~ EL DESBARRANCADERO DE FERNANDO

VALLEJO 291David Gutiérrez Caro ~ PAPELES PARA UN ADIÓS DE ELEAZAR LEÓN 297Alí E. Rondón ~ DE APURE, ACHAGUAS Y OTRAS ETIMOLOGÍAS 299

COLABORADORES 300

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Después de dos números, antológico y testimonial respectivamen-te, que revisaron el recorrido de la revista desde su fundación en1938 hasta el presente, volvemos a la actualidad y a su dinámicacultural. Vale decir, a propulsar nuestras expresiones artísticas yliterarias en diálogo con el mundo.

En este número reestablecemos ese contrapunto de vocesnacionales e internacionales que ha caracterizado el desempeño dela revista, al tiempo que hemos incorporado algunas novedadesque pretenden ampliar el carácter nacional y cultural de la publi-cación. De este modo creamos la sección Relectura y recogemos elfruto de esa experiencia llamada Taller Literario. Asimismo, pen-samos brindarle frecuentes testimonios a la oralidad, nos asoma-remos con persistencia hacia las literaturas caribeña, hispanoame-ricana y en definitiva universal. Mientras el rescate de nuestroacervo indígena tendrá permanente interés para nosotros.

Al igual que el anterior, nuestro número 334 también va acom-pañado del segundo tomo de las reseñas publicadas entre los años1947 y 1954.

P> PRESENTACIÓN

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Pedro León Castro • Viejos símbolos • 1966

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La segunda mitad del siglo XX estuvo signada por fenómenossociológicos de alto impacto internacional que marcaron paramuchos un nuevo ciclo histórico en la humanidad. Dos de ellos,sobrepasaron toda expectativa y trascendieron en la vertiente deltiempo: El I Encuentro Internacional de la Canción Protesta, cele-brado en La Casa de Las Américas, en Cuba, el año 1967, y elConcilio Vaticano II, de la Iglesia Católica, acaecido en Roma en1959 a 1965 y hecho ostensible al mundo, principalmente aAmérica Latina, entre 1967 y 1968. Estos hechos se anunciaronpoco tiempo después de realizados infundiendo sorpresa, confu-sión, temor y esperanza. Y así como Mijaíl Gorbachov no sospechóhasta dónde llegaría la perestroika y la glasnot, quienes organi-zaron y dirigieron dichos acontecimientos con tanto compro-miso, pasión y conocimiento, no vislumbraron completamentesus efectos en la historia, aunque indudablemente programaron

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Juan José Guerrero Pérez

LA CANCIÓN PROTESTALATINOAMERICANA

Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

ESTUDIO DE GÉNERO MUSICAL Y ANÁLISIS DE VÍNCULO SOCIOPOLÍTICO Y RELIGIOSO

(1968-2000)

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sus objetivos, fines y propósitos. Estas metas se alcanzaron parcial ototalmente provocando cambios que incluyeron substitución deestructuras socioeconómicas en mucho países latinoamericanos.

Entre los objetivos del I Encuentro Internacional de la CanciónProtesta se encontraban entre otros: Perfilar la ética y estética de lacanción y generalizar un nombre para el canto (Colectivo La Haine;2002), pero nunca quedó manifiesto o implícito en documentoalguno que la canción protesta incluyera mensajes religiosos oteológicos. Igualmente, las constituciones y decretos del Concilioque modificaron sustancialmente la liturgia y los cantos eclesiás-ticos, jamás mencionaron siquiera la canción protesta comorecurso litúrgico. Súbitamente a partir de 1968, comenzaron aescucharse en muchas canciones de protesta, principios y funda-mentos de una teología diferente a la acostumbrada, presentandoun homo viator en proceso de salvación pero delineando con cla-ridad sus derechos fundamentales en este mundo. Una teologíacuyo líder, un Cristo revolucionario, estaba identificado con lospobres, los desvalidos, los humildes, los sencillos y explotados. Ysiendo la filosofía el soporte de la teología para explicar las reali-dades últimas y fundamentales del hombre, muchos cantos tam-bién se saturaron de una filosofía donde predominaba el relati-vismo, algo sumamente extraño, porque el relativismo según laSagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo SantoOficio), presidido en el Vaticano por el, para la época, Cardenal yactual Papa Joseph Ratzinger —archienemigo del uso de laCanción Protesta en la liturgia— implica la negación de laCristología (Ratzinger, Joseph; 1998:15). Pero algo más aconte-ció. Iglesia adentro estos cantos empezaron a difundirse, y otrosde uso cotidiano que ya habían adoptado un talante contestatariopor influjo de los cambios del Concilio, se convirtieron en fran-cos cantos de protesta. En el año de 1968, la traducción teológi-ca de dicho concilio para América Latina, había provocado elnacimiento oficial de la teología de la liberación, cuyo sustrato eray es la realidad latinoamericana tratada en los contenidos y men-sajes de la canción protesta: pobreza, explotación del hombre por

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el hombre, marginación, falta de acceso a la educación escolar,exclusión social y rezago en la prestación de servicios básicos porparte de los estados, con el consecuente escaso o nulo desarrollohumano. Esta nueva corriente teológica adoptó con toda la inten-ción del caso por parte de sus fundadores y precursores, muchascanciones de protesta y también creó otras, las cuales se incluyeronen ritos litúrgicos y paralitúrgicos. Las estructuras eclesiásticastradicionales, los estados latinoamericanos y el mismo Vaticano,entraron entonces en una etapa de profunda conmoción, porquesi la canción protesta había creado sentimientos de solidaridad, lafusión de ambas —teología de la liberación y canción protesta—provocó la organización de un sentimiento colectivo popularcomo nunca antes lo había tenido América Latina. Unificó crite-rios, determinó conductas y estableció derroteros para que lospueblos retomaran su identidad y a la vez, alcanzaran dignidad,libertad y derechos. Condiciones estas que influyeron incluso, enlos resultados de las revoluciones y guerras internas de la segun-da mitad del siglo XX en países como Nicaragua y Guatemala.

Ningún género musical en el mundo, ni corrientes teológicaso filosóficas entre los años 1950 y 2000, han tenido tanta trascen-dencia en la vida social, política y religiosa de naciones y puebloscomo la canción protesta latinoamericana vinculada a la teologíade la liberación. ¿Cómo se produjo ese engranaje entre canciónprotesta latinoamericana y teología de la liberación?, ¿qué produ-jo?, ¿por qué se articularon? Y ¿para qué se acoplaron?... A estaspreguntas del cómo, el qué, por qué y para qué, se pretende res-ponder en este ensayo.

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Denzil Romero • Foto: Enrique Hernández D’Jesús

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Nuestro prisionero se consuela con los libros,pero de tiempo en tiempo la impaciencia

y el desaliento se apoderan de su espíritu.

(AVENTURA Y TRAGEDIA DE DON FRANCISCO DE MIRANDA.JOSÉ NUCETE SARDI)

La narrativa de Miranda o Miranda como narrativaEl proyecto narrativo de Denzil Romero sobre la vida deSebastián Francisco de Miranda (1750-1816) —La tragedia delgeneralísimo (1983), Grand Tour (1987) y Para seguir el vagavagar(1998)— aglutina en su tesitura una serie de inquietudes cultu-rales que todavía mantiene en jaque al pensamiento crítico lati-noamericano. Aquellas disquisiciones sobre la urdimbre de loidentitario en Nuestra América, que tanto preocuparon y seduje-ron al Oswald de Andrade del Manifiesto antropófago (1928), al

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Antonio Isea

AVENTURAS DEL LETRADOLATINOAMERICANO:

EN TORNOAL TRÁGICO MIRANDA

DE DENZIL ROMERO

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Gilberto Freyre de Casa Grande y Senzala (1933), así como alFernando Ortiz del Contrapunteo del tabaco y el azúcar (1940) y alMariano Picón Salas de De la conquista a la independencia (1944),adquieren una más que refinada reflexión en la escritura novelís-tica sobre Miranda que nos legara Denzil Romero.

Francisco de Miranda es una de las figuras más particulares deese gran libro de la historia latinoamericana que todavía está porescribirse. Productor de un archivo narrativo que va de la escrituradiarística a un plan de Estado-nación pan-hispanoamericano,Colombeia, y a un inagotable archivo epistolar, la figura del genera-lísimo también ha suscitado un gran aluvión de narraciones.Ejemplo de ello ha sido el trabajo de José Nucete Sardi, CaraccioloParra Pérez, Pedro Henríquez Ureña, Mariano Picón Salas y CarmenBohórquez (por sólo citar a los más citados).

En todo ese laberinto escriturario, la figura de Miranda posi-bilita una reflexión que va más allá del comentario patriotero opatriota para, de esa forma, investigar los fenómenos del cosmo-politismo y la ilustración del siglo XVIII en Hispanoamérica. Elprecursor de la independencia latinoamericana ha posibilitado,podría argüirse, la aparición de un discurso crítico sobre losriesgos y beneficios de lo que implica ser cosmopolita, ilustradoy letrado en esa zona del mundo que Martí llamara NuestraAmérica. El proyecto novelístico en torno a Sebastián Franciscode Miranda creado por Denzil Romero puede leerse como unagran contribución a esa larga tradición reflexiva que ha surgidode la narrativa de Miranda o de Miranda como narrativa.

Las cuitas del LetradoLa noción de Miranda como letrado encuentra un interesantecomentario en la obra de dos de los padres de los estudios cultu-rales latinoamericanos: Pedro Henríquez Ureña. En Las corrientesliterarias en la América hispánica, Henríquez Ureña articula unacuriosa definición de Miranda: Aunque era hombre de amplias lec-turas, carecía de ambiciones literarias; sin embargo el diario que llevó,extraordinario documento, lo coloca en una posición única dentro de

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la literatura hispanoamericana. Ese hombre de amplias lecturas,uso las palabras del maestro dominicano, también llama la aten-ción de Picón Salas cuando en su De la conquista a la independen-cia alude a Letrados de tanta significación como Pedro de Olavide yFrancisco de Miranda. Igual rótulo le otorga al generalísimo JoséNucete Sardi en Aventura y tragedia de Don Francisco de Miranda.En su estudio sobre Miranda, Nucete Sardi observa que Mirandava por los caminos del estudio; visita academias, observa arte… Asistea los teatros y las obras representadas merecen su crítica dejándonosver a cada paso su temperamento y preparación artísticos que lo capa-citan para hablarnos de buen gusto y de profundidades estéticas.

El generalísimo es, sin duda, una variedad de esos letrados queel pensandor uruguayo Angel Rama describiera de la siguientemanera: Una pléyade de profesionales, escritores y múltiples servi-dores intelectuales, todos esos que manejaban la pluma. Para Rama elletrado se caracteriza por la capacidad para manejar el instrumen-to lingüístico y por su poder casi mágico para ejercer la escritura ymediante ella componer un discurso ideológico justificativo.

Ahora bien, el letrado en Latinoamérica tiene una contingenciaque lo desafía y lo cuestiona ad infinitum. Me refiero a una vastaciudad real donde lo ágrafo y la oralidad se expresan a través de lamás potente y sofisticada ubicuidad. Dentro de esta otra ciudad,esa ciudad real que se contrapone a la ciudad letrada, encontra-mos al productor de las cuitas del letrado. Me refiero a esa entidadcultural que José Martí llamara hombre natural (el término loemplea Martí en su nunca bien ponderada Nuestra América). Esteser neo-rousseauniano, el hombre natural, también puede enten-derse bajo la rúbrica romántica de Volk o Pueblo y se ha caracteri-zado por demostrar una más que comprensible desconfianza paracon la figura del letrado. Se trata, nos dice Rama, de una descon-fianza respecto a su solidaridad y persistencia.

Martí no se equivoca al observar que, en Latinoamérica, al letra-do o al criollo exótico, lo vence, una y otra vez, el buen hombrenatural. El mismo Rama señala que el letrado se encuentra rodea-do en Latinoamérica por una población que le es lingüística

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y socialmente enemiga. Sin embargo, esa pugna entre ciudadletrada y ciudad real o entre letrado artificial y hombre natural, hasido una que ha encontrado escenario más allá del mal llamadoborde de occidente (Latinoamérica). La mayoría ágrafa siempreha existido en el teatro histórico de mundo de las naciones, parausar el término de Giambatista Vico, para poner en jaque al letra-do. Se trata de una pulsión democrática, o Long Revolution comola llamó Raymond Williams1, que desde el comienzo de la moder-nidad ha sido impostergable. Recordemos que de Max Weber aJunger Habermas, por ejemplo, lo que se hace es poner en primerplano el más que cuestionable poder de gestión de las élites letra-das en Occidente. De allí que lo que le pasó a Miranda, su desfasecon su realidad circundante, no es un rasgo particular de esos seresque han sido llamados, por falta de una terminología más pertinen-te, subdesarrollados. Se trata de un drama endémico a la humani-dad. O, como podríamos decir junto con Borges, se trata de que lahistoria universal es la diversa entonación de un par de metáforas.

Sin embargo, el proyecto novelístico de Denzil Romero sobreMiranda, texto que, en conjunto, podría titularse La tragedia delletradísimo, nos sugiere que el pathos de Miranda es, también,muy latinoamericano: Cúmplese así tu sino de gran perdedor; nadiecreía en ti; asustaba tu demasiado saber, tu exceso de cosmopolitismo,tu desarraigo de más de cuarenta años, tu soberbia, tu engreimiento, tuafrancesamiento, tu racionalista lógica cartesiana…tus manías euro-peizantes que te impedían comprender la realidad de estas naciones.

En Nuestra América, en Puerto Cabello, en Venezuela, Mirandachoca bruscamente con una sociedad que desconoce y lo desco-noce. El mundo colonial latinoamericano se levanta ante Mirandacomo un texto ilegible (algo así como lo real maravillo carpente-

1 Williams, el padre de los estudios culturales en Gran Bretaña, en su obra del mismo título (TheLong Revolution o La larga revolución) señala la presencia de una apuesta revolucionaria, eman-cipatoria y niveladora que se ha estado forjando, paradojalmente , como resultado de la empre-sa capitalista en occidente y en sus zonas de acción.

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riano). Esa pesadilla colonial que, todavía en el siglo XXI, nohemos sabido asumir (Leopoldo Zea dixit) abruma al generalísi-mo de Denzil. Novelas como La tragedia del generalísimo, partien-do de la figura de Miranda, proponen la articulación de un suige-neris discurso problematizante de nuestra dependencia culturallatinoamericana.

El texto de Romero, premio Casa de las Américas en 1983, llevaconsigo un proyecto de desbancamiento de lo que podríamos lla-mar la colonialidad del saber. Apuesta que en el plano ensayísti-co filosófico del siglo XX hispanoamericano ha tenido sus másfuertes ejemplos en La filosofía americana como filosofía sin más, deLeopoldo Zea, y en el Calibán de Roberto Fernández Retamar. Enel caso de esta obra de Denzil Romero sobre Miranda vemos, másque un ataque, una problematización del letrado tradicional comoun ser desconectado con su realidad. El letrado, el héroe-antihéroede Romero en La tragedia del generalísimo, podría, por último, leer-se como un avatar del otro, el mismo Francisco Laprida del Poemaconjectural de Jorge Luis Borges donde Vencen los bárbaros, los gau-chos vencen. Yo que estudié leyes y cánones…Yo que anhelé ser otro, serun hombre de libros… Al fin me encuentro con mi destino sudamerica-no. El Franscisco Laprida del poema de Borges y el Miranda deRomero encuentran su plenitud en la derrota de la ciudad letradade Ángel Rama y en la impostergable entrada en la ciudad real lati-noamericana. El destino de ese Miranda producto de la ciudadletrada encuentra su definición en la meseta del bochinche ybuchiplumeo nuestro americano.

2. Las otras, las mismas cuitas o ganancias del Mirandade DenzilEn El manifiesto antropófago (1928-1929), Oswald de Andradesentencia: Sólo me interesa lo que no es mío. El Miranda de Denzilparece, con sus posturas vitales, repetir el mismo enunciado de Elmanifiesto antropófago. Se trata de ese Miranda que pretende quelos llaneros de Apure desfilen con la moda de los ejércitos deFederico de Prusia. Sin embargo, a Miranda podría entendérsele

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2 Véase el ensayo Nuestra América en Martí, sus mejores páginas.3 Véase la carta a Manuel Mercan en ob.cit.

a la luz de lo que Néstor García Canclini, en Culturas híbridas(1989), comenta sobre la obra de Jorge Luis Borges:

Muchos críticos leyeron en esta erudicción cosmopolita la prueba delo que significa ser culto en una sociedad dependiente, y por eso fue unlugar común atacar a Borges como escritor europeo, irrepresentativode nuestra realidad. La acusación se cae cuando advertimos que noexiste ningún escritor europeo como Borges. Hay muchos escritoresfranceses, ingleses, irlandeses, alemanes, que Borges ha leído, citado,estudiado y traducido, pero ninguno de ellos conocería a todos los otrosporque pertenecen a tradiciones provincianas que se ignoran entre sí.Es propio de un escritor dependiente, formado en la convicción de quela gran literatura está en otros países, la ansiedad de conocer ademásde la suya tantas otras; solo un escritor que se cree que todo ya fueescrito consagra su obra a reflexionar sobre citas ajenas, sobre la lec-tura, la traducción y el plagio, crea personajes cuya vida se agota endescifrar textos lejanos que le revelen sus destinos.

La condición latinoamericana de Miranda es una que tiene,entonces, interesantes avatares. Otro de los descendientes del gene-ralísimo es el mismo José Martí. El Martí de Nuestra América llega,sin duda, a aducir que un decreto de Hamilton no detiene al potro lla-nero2. Mas, por otra parte, el apóstol de la libertad cubana, le decla-ró a su gran amigo mexicano, Manuel Mercado, que todo lo ataba aNueva York3. Sin duda que los quince años (1880-1895) que Martípasó en las entrañas del monstruo, Estados Unidos, lo afectaron talcomo sucedió con el generalísimo, Francisco de Miranda, en suvagavagar por Europa. La pulsión latinoamericanista en ellos, estarlejos de la patria para poder estar cerca, es una paradoja que pro-picia para ambos un trágico escenario final. La palabra tragedia,voz con que Romero le da título a su primera novela sobre la vidade Miranda (el texto se titula La tragedia del generalísimo) se torna,

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entonces, en un vocablo apropiado para titular lo que ha sido lahistoria cultural latinoamericana.

Resulta interesante apreciar que la tragedia, dice el Octavio Pazde Los hijos del limo, es la estación final del itinerario de todaempresa moderna. Allí, en las páginas de La tragedia del generalí-simo, encontramos lo trágico y paradojal por excelencia: el hechode que el padre de la libertad hispanoamericana nos narre suvida, momentos antes de su muerte, desde su celda en la Carraca(se habla de la libertad pero desde el encierro). De hecho, tal con-tradicción, paradoja o, acaso, ironía, es la que se convoca en elimaginario venezolano cada vez que pensamos en Miranda. Merefiero a que nunca pensamos en Miranda sino a través del céle-bre ejercicio pictórico de Arturo Michelena titulado Miranda en laCarraca (obra que se enfoca en ese episodio trágico de la prisiónde Miranda). El primer capítulo de La tragedia del generalísimonos ofrece la gran ironía pictórica que proclama ese cuadro deMichelena. Allí, Denzil retoma esa escena plástica para hacernosla primera descripción del generalísimo. La dicotomía del preso-libre o del libre-preso, se convierte en metáfora de la condicióncultural latinoamericana. Miranda, como Latinoamérica, es librede ser cosmopolita, afrancesado, anglófilo, pero a la vez está presoen ese mismo museo (laberinto) cultural occidental.

Epílogo de un vagavagar o lo que queda por hacer Historia re-escrita, ficcionada o novelada —para jugar con el tropode Francisco Herrera Luque— es lo que queda por hacerse enLatinoamérica. La apuesta novelística de Denzil Romero es unpaso significativo en lo que todavía está por hacerse en NuestraAmérica. En ese proyecto de narrativa histórica de Romero acce-demos a un texto de una modernidad abrumadora. Se trata de undiscurso contradictorio, lleno de incertidumbre, tal como debeser toda apuesta de lo moderno. Por momentos la narrativizaciónde la vida de Miranda parece ser una apología del letrado (delMiranda que es lector e interlocutor de Rousseau, Diderot, Voltaire,Locke, Hume y Berkeley). Mas es de recordar que el texto de

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Romero deja muy en claro que el gesto y gestión del letrado lati-noamericano termina en un malentendido, en una tragedia. Lasúltimas palabras en este ensayo son las de Denzil Romero en sudiálogo con el otro/ el mismo Miranda:

Sueña tu espíritu con una América libertada, con un fajo de repúbli-cas libres, ilustradas y prósperas… Pero, te sumes en un mar de dudasy esa es tu derrota; miras a tu alrededor, los muros azumados que teacogotan, los grillos que cuelgan de la pared, las alimañas que se des-prenden del techo, y esa es tu única miserable verdad.

BIBLIOGRAFÍA

DE ANDRADE, OSWALD. Obra escogida. Caracas. Biblioteca Ayacucho, 1981.

García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: Estrategias para entrar y salir de lamodernidad. México. Grijalbo, 1989.

HENRÍQUEZ UREÑA, PEDRO. Las corrientes literarias en la América hispánica.México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 2001.

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MAYZ VALLENILLA, ERNESTO. «El problema de América« en Antología de lafilosofía Americana contemporánea. Leopoldo Zea (Ed) México. Costa-AmicEditor, 1968.

NUCETE-SARDI, JOSÉ. Aventura y tragedia de Miranda. Barcelona. Plaza y JanésEditores, 1971.

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WILLIAMS, RAYMOND. The Long Revolution. New York. Harper and RowPublishers, 1961.

ZEA, LEOPOLDO. La filosofía americana como filosofía sin más. México, D.F,Siglo XXI editores, 2001.

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Ilustración Ivan Estrada

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SON CASI SIEMPRE excepciones los poetas filósofos y a la inversa, losfilósofos poetas. Esa conjunción es siempre vocacional, por naci-miento como solemos decir.

Por vocación y enraizamiento, Jesús Moreno Sanz, un pensadorespañol integral, es un filósofo poeta cabal. El es hoy nuestro obje-to sujeto, arquetípico, diría yo, pues sólo así se han dado, se dany tal vez se seguirán dando esos creadores del pensamiento, abra-zados a la razón poética, a la palabra poética, por nacimiento.

A Jesús Moreno Sanz y a su poemario Rahmaniel, el libro delHebrón van dedicadas estas líneas.

La biografía de este personaje arquetípico es ancha y profun-da. Todo lo que ha escrito y pensado Jesús Moreno Sanz lo hahecho en profundidad. Las superficies las ama, sí, para hacercamino en ellas; mas, las profundidades, aun corriendo el riesgodel abismo y de las sombras ínferas, es lo que más ama este poeta,sí, lo hondo, lo entrañado entrañable, lo arraigado, lo abismalabismado, las sombras aurorales o crepusculares, las sombras quedan luz, esas, las que los poetas conocen: las de la iridiscencia, lasde la caída del tiempo, las de las demoras y urgencias de la razónpoética, las de la palabra perdida, las del camino recibido, las dela palabra revelada.

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Reyna Rivas

JESÚS MORENO SANZ,POETA FILÓSOFO

VERDADERO

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Pensamiento puro, pensar siempre naciendo es el de JesúsMoreno Sanz. Su poesía quedó sembrada en los versos que inte-gran esa bellísima inflorescencia lírica a la cual él tituló Rahmaniel,el libro del Hebrón.

Libro pequeño en número de páginas, mas libro anchuroso, pro-fundo en poesía, en palabra recibida, en razón y raciocinio líricosnombrados en el modo más refulgente y transparente que imaginarpodamos. Igualmente en otros poemarios de Jesús Moreno Sanz:Recorrido de sombras, Región de arena, Imán, entre otros.

Jesús Moreno Sanz ha sido y es, no creo exagerar diciéndolo,el más fiel seguidor, discípulo e investigador de la obra y el pen-samiento de esa española excepcional, honra de la palabra espa-ñola: María Zambrano: transeúnte de siglos de pensamiento puro,creadora, sí, creadora de un pensar profundo, singular y único:el pensamiento, la filosofía de María Zambrano. Las obras queMoreno Sanz ha dedicado al pensar zambraniano son un regalo,un documento valioso para el conocimiento, la aproximacióncognoscitiva a una de las obras más significativas en el pensa-miento universal.

Encuentro sin fin, La razón en la sombra. Antología del pensamientode María Zambrano, Biografía de María Zambrano y María Zambranoy Nietzsche, (en preparación para próxima publicación estas dosúltimas), son todas y cada una de estas obras un trabajo profun-do, exhaustivo de Moreno Sanz para María Zambrano y para ellargo camino que ella recorrió desde su nacimiento en VélezMálaga en 1904 hasta 1991, fecha de su muerte en Madrid, fechade su partida a la eternidad, al siemprenunca como yo llamo lastemporalidades y atemporalidades allí , en la conjunción entraña-da de la vida y la muerte.

Rahmaniel, el poemario que estas líneas ocupa, está precedidode dos grandes frases hondas, verdaderas: A ciertas almas no se lesdescubrirá nunca a no ser que antes se las invente (Zaratustra aljoven junto al árbol de la montaña) y otra frase del Corán: El cora-zón no desmiente lo que ha visto.

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Feliz encuentro el de esas dos verdades a través de todos lospoemas de Rahmaniel. Verdades que son honradas, cantadas, tras-cendidas en la ingravidez que sólo la levitación del alma mantie-ne en vuelo con las alas en alto. Así dice Jesús Moreno Sanz:

Mi corazón despiertaun instante y sabeque soñó un sueñode donde partenadonde regresantodos los radiosde un único viaje

La estancia más amplia de estos versos es el sueño y los tiem-pos del soñar, allí en su inagotable infinitud verbal …

He soñado un paísque me ha horadadodejándome despierto

¿Es Rahmaniel el espejo más claro de Jesús Moreno Sanz? ¿Esél, él mismo, cuando se encuentra con su otro en el país crepuscu-lar adonde llegó y siempre estuvo en paz?

Y si digo que es el sueño el ámbito más amado por Rahmanieles porque al sueño le atribuyo otros ámbitos muy suyos: el silen-cio cuando se deja oír y el tiempo cuando se enmascara con elrostro y la voz de la paciencia, la voz del tiempo otro, el de serse,contraserse o soñarse. El de soñarnos a nosotros mismos en losespejismos o en las asombrosas sombras de los crepusculares y delos arenales, como dice Moreno Sanz:

Un silencio que sólo es alcanzabledesde extremadamente lejos

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Sí, es ese tiempo otro el de Rahmaniel, el de ese espejo dondeel que mira y lo mirado son la misma complacencia..

Igual, cuando el poeta, después de haber dicho que la patriadel sueño exige ser mirada nos aconseja: sé generoso con su cortesíay cédele una forma real: tú.

Al final de ese poema, en una de las líneas más profundas deeste florilegio lírico el poeta nos dice: a través de sus cuidados, viajépor llegar allí y ver el espejo.

Pensando y releyendo yo una poesía del poeta sufí Rumi, ama-dísimo de Jesús Moreno Sanz, agrego estos versos de Rumi: Através de la eternidad la belleza descubre su forma exquisita. En lasoledad de la nada coloca un espejo ante su rostro y contempla su pro-pia belleza.

Hacia la mitad del poemario, el paisaje, y la aridez toman el cen-tro lírico de Rahmaniel y allí las caravanas, las palmeras, el noma-dismo, los peregrinos, los caminantes, la libertad, la paz, losmensajeros, los que pasan, los que huellan los arenales. Es queha comenzado el libro del Hebrón, mejor dicho, el camino delHebrón. Así le canta el poeta:

Un país de palmeraslas caravanas del invierno al Surlas caravanas del verano al Norestelas antiguas rutas del inciensoy el oasis que surgió del sueño

… y nos sigue aconsejando el poeta así:

Excava la agradable claridadexcava el tesoro escondidoexcávalo porque él es tu herenciaNunca se agotará ni deja de proveerte de oro y de agua

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Conocedor del islamismo, Jesús Moreno Sanz comparte consus lectores ese conocimiento. Lo acreditan largos años estudian-do el pensamiento filosófico islámico, la poesía islámica, el sufis-mo y sus poetas y ha suscitado nuestra admiración por su traduc-ción al español de algunas obras de Louis Massignon, ese mago,pensador francés devoto de toda devoción del islamismo entodos sus aspectos. Hemos dado las gracias a Jesús Moreno Sanzpor la traducción de Ciencia de la compasión y de Parole donnée,pues así, en español nos ha procurado un acercamiento más pro-fundo, un amor más profundo para saborear palabreando el decirdiciente de Louis Massignon. Y hacemos este paréntesis pues esaslíneas meridianas del sufismo poético viven sembradas en la poe-sía de Moreno Sanz.

En Rahmaniel y su camino del Hebrón, la poesía es la poesíadice, la poesía canta. Es conmovedora esta estrofa :

Más grande es que el paraíso tu gozodonde extingo los pasoscon que entré quedándomeafuera pues sólo no siendoalcanzaré mi ser tuyo

Hondura de pensamiento, uso del ser y el no ser, uso del sersiendo, extinción del camino y del paso que le sembró sus hue-llas es lo más conmovedor en esa estrofa. Y es que desde hace yaun largo tiempo el ser, así, en infinitivo verbal sustantivado, dejóde ser pertenencia única y absoluta de la filosofía para ser tam-bién pertenencia entrañada y arraigada de la poesía, valga decirmejor, para entrar en la razón de ser de la poesía. Y de esas hon-duras, desde esa razón de ser, Moreno Sanz le canta al valle delHebrón y lo nombra: tierra intermedia donde cupo el vasto confín deun amor sin más fuego que el preciso del atardecer, y sigue, y nos-otros saltamos páginas, leemos frases de antes y de después paraver y oír la poesía intacta en cada palabra, en cada oración, en

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cada compás, en cada acento sin más puntuación que algunosdos puntos, algunas comas o algún punto y aparte cuando sonimpositivos. Por esa razón de ser continúa Jesús Moreno su versocon el que entró quedándose afuera y por eso mismo más adelantedice: asiduamente permanecí ante tu puerta.

Desiertos, grutas, ocultos calveros, extremas hondonadas y lasmás altas montañas, allí donde los insomnes velan acechando la apa-rición de las estrellas, allí donde recorren las praderas de oro las blan-cas camellas porteadoras del agua, allí, donde yerguen su altura laspalmeras verdes y las higueras brillantes.

Algunos poemas de este Rahmaniel del Hebrón parecen venirde algún libro sagrado: dulces mandatos para dulces obediencias:has de pasar junto al árbol has de reconocer su aroma: se estremecerá.Y yo agrego casi profanando: nos estremeceremos, poeta, por elaroma del árbol allí cantando, perfumando tu cadencioso decir, tudecir diciendo: aprieto y anchura temor y esperanza angustia y des-ahogo, sí, tú lo sabes, poeta, que tu palabra puede evocar una danzamuy pura, un canto bienaventurado como este:

Cómo es que en ti he adivinado mis entrañasmás oscuras cuando alcancé aquellas otras laderasque sólo en sueños me soñaron libre absueltoy mirándote escribir mi destino en la arena.

Ser de la arena, ser de arenales marinos o desérticos es JesúsMoreno Sanz, poeta filósofo, palabrero y palabreador, hechicerodel verbo. Gran señor de las letras y del pensamiento puro, granseñor de lo originario, de lo que siempre ha estado y estará nacien-do. Amador y amante de la verdad, de la transparencia y de la luz.Caminador incansable de un sendero que nos puede ofrecercuando menos lo esperemos, el camino recibido, el luminoso trán-sito irradiante.

Apasionado siempre, trabajador incansable, obrero y celadorde la palabra recibida, mago del tiempo pues, si tiene que trans-mutar o transverbar un instante en una eternidad o extasiar la

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eternidad en un instante, tal vez, él mismo no sabe cómo, perola verdad es que cabalmente lo hace.

Conocedor del milagro y del misterio, conocedor profundo dela ciencia y del arte de la música, oidor embelesado del ritmo uni-versal donde danzan en armonía las constelaciones y las órbitascelestiales. Habitante y habitado en y por la más pura y fulguranterazón de amor… meditativo y abstrayente, deshacedor de espaciosen leguas intransitables, dadivoso en palabras y de palabra… des-tinatario de una región de arena, bienaventurado tú, poeta, porencontrarte a Rahmaniel, sorprendido tú por la verdad de unsueño, de muchísimos sueños. Y es que Rahmaniel con tu mirarte mira y tú a Rahmaniel con su mirar le miras.

Gracias, poeta por la palabra inasible, gracias por tu palabradada, así en poesía pura.

Abril de 2006.

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Salvador Garmendia • Foto Enrique Hernández D’Jesús

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EL ORO CREPUSCULAR del cielo larense vio nacer a SalvadorGarmendia, en la luz de un día de 1928. Dicen que recién naci-do siguió con los ojos el rumbo de los pájaros, bien alto en el rojoy el violeta de la tarde lejana, a través de la ventana abierta de sucasa de Barquisimeto, olorosa a suero, a dulces campesinos y arecuerdos. Desde entonces se vio claro que iba a ser un niñoinquieto de inasibles vuelos, un espíritu intangible, pleno de esaaura luminosa que caracteriza a los grandes creadores, aquellosque en su elevación se acercan cada vez más a Dios.

Adolescente, se formó dentro de la amplia vorágine de influen-cias literarias que estaban en boga para entonces. Absorbió lomejor del realismo mágico y de la orfebrería barroca del lengua-je en escritores como Asturias, Carpentier, Rulfo, y sin embargosupo conservar una voz propia, inconfundible, que signa toda suobra y la hace intemporal.

Mientras emprendía los caminos del periodismo, el joven narra-dor larense comenzaba a construir sus historias, todas basadas enel tráfago urbano, en ese transcurrir febricitante de la gran ciudad,

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Marisa Vannini de Gerulewicz

EL TURPIAL QUE VIVIÓPARA SIEMPRE

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siempre a medio hacer, incompleta e inconexa, incomprensible,inaprensible, inconclusa y convulsa cada día con las angustias detodos sus habitantes. En ese espejismo colectivo, en esa gran ilu-sión de realidad que a todos nos produce la metrópoli, en ese tiem-po intemporal, deshumanizado, se gestan los primeros pasos deSalvador Garmendia dentro de la narrativa venezolana.

Entró de lleno en la escritura y en la bohemia al adherirse alconocido Techo de la Ballena, grupo intelectual surrealista. Allí senutre y redefine su escritura entre mil corrientes vanguardistasque confluían en el país para el momento, y al confrontar ideas yposturas con diferentes escritores y pensadores, comienza adecantar ese inmenso caudal creativo en obras como Los pequeñosseres (1958), su primera novela. En ella, con la visión penetrantedel periodista y el talento del narrador, traza un bosquejo de lamonótona y a la vez desesperante vida de quienes moran, sufreny se mueven como por una inercia interminable dentro de eseespacio gris y alienante de la gran urbe. En 1959 le fue otorgadoel Premio Municipal de Prosa por este libro, asombroso y aluci-nante, fiel retrato de la Caracas de mediados del siglo XX.

Se siente en la obra de Garmendia una fuerza telúrica prove-niente quizá del aliento visceral, que teje en la misma urdimbrede la sangre el origen provinciano, y con él, unido a cada palabraque escribe, el choque realista contra las miserias humanas, con-tra el hundimiento del hombre como ser integral, contra la deca-dencia de la grandeza del alma en una crónica desesperanza.

Con un lenguaje fino, deslumbrante y con la misma visión som-bría del fracaso colectivo de los hombres de ciudad, explora nue-vos ámbitos en novelas como Los habitantes (1961), Día de ceniza(1963), La mala vida (1968), Los pies de barro (1973) y Memoriasde Altagracia (1973).

El género fantástico lo seduce y atrae posteriormente, lleván-dolo a adentrarse, sin perder la crudeza y la diafanidad que locaracterizan, en narraciones sorprendentes, como sus relatosDoble fondo (1966), Difuntos, extraños y volátiles (1970), Los escon-

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dites (1972, Premio Nacional de Literatura), El único lugar posible(1981), La gata y la señora (1987) y Cuentos cómicos (1991).

En esta misma urgencia de plasmar lo que le inquieta y pertur-ba, la demencial existencia urbana, el devenir de los seres acosa-dos por el peso de los días grises, maneja con soltura y sutileza laironía, el vértigo del humor negro que se presenta en situacionesy personajes de otras obras suyas, como El inquieto Anacobero yotros cuentos (1976), El brujo hípico y otros relatos (1979), Hace maltiempo afuera (1986) y El capitán Kid (1989).

Al mismo tiempo que proseguía su obra literaria, el prolíficonarrador ejercía la docencia universitaria y sin cesar en sus labo-res dentro del periodismo escrito, se asomaba con acierto al campode la creación audiovisual. Realizó diversos programas de radio yguiones para televisión, entre los que destacan sus excelentes pro-ducciones en el área de la telenovela, que pretenden una inteligen-te renovación del género, como La señora de Cárdenas.

En 1989 Salvador Garmendia es distinguido con el Premio JuanRulfo por el cuento Tan desnuda como una piedra. Viaja hacia otrasfronteras y cruza otros cielos, recorre otros senderos, pero siemprefiel a su permanente ansiedad, preso tras los muros de esa inso-portable deshumanización de los grandes núcleos urbanos.

El milagro estaba por ocurrir. Los barrotes de la invisible prisiónse abrieron un día, y el niño que era Salvador Garmendia se libe-ró de su angustia existencial, dejó atrás toda la vacuidad del que-hacer urbano, y volvió por sus fueros. Desandó caminos y encon-tró en animales, piedras, y flores campesinas, la grandeza de laspequeñas cosas. En plena madurez, el autor descorrió el velo desu fantasía y nos llevó por las rutas del sol, del horizonte abierto,hacia el maravilloso paisaje de la infancia.

Dentro de su obra por hacer, dentro de sí, guardaba ese mara-villoso tesoro oculto por tanto tiempo. Galileo en su reino noscuenta las vicisitudes de un verdadero gato caraqueño, digno ymajestuoso como suelen ser todos ellos, que vive sueños de gran-deza. Un pingüino en Maracaibo refiere una historia real, muy

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conocida en la región zuliana, llena de picardía. Ambos relatosplasmados en ediciones muy cuidadas, están llenos de magia ysencillez, de ese hacer cotidiano de nuestros niños y también deese imaginar, de ese fabular tan propio de la niñez.

Donde realmente se revelan la hondura y alcances del creador,del demiurgo, con un lenguaje poético de incomparable diafani-dad y una historia trascendente dentro de su sencillez es en Elturpial que vivió dos veces. Digno de un estudio profundo y demayores reconocimientos, este libro, que no es sólo para niños,plantea en forma amena y comprensible la metáfora de la trans-migración del alma humana. El turpial herido, cansado de vivir,no desea cantar. El niño, su carcelero y su liberador, abre la puer-ta de la jaula, y el ave celebra su libertad definitiva regalando lamagia de sus trinos para elevarse luego al infinito, a vivir otravida, totalmente libre y plena, así como el hombre, turpial cauti-vo en la red de cotidianas artimañas, de fútiles rutinas, libera sualma un día, escapa a otros espacios, y comienza una verdaderaexistencia, en un estadio superior.

Mi familia de trapo es otro sueño de la infancia que Garmendianos propone como último saludo, en ese libro póstumo publi-cado por Playco Editores (1994), cuyas fascinantes ilustracionesrealizadas por Lilian Maa’ Dhoor y Teresa Mulet tienen el valor yla gracia de basarse en muñecos de trapo rebosantes de alegría ycolor, fabricados especialmente para esta ocasión, que intentancobrar vida en virtud del maravilloso lenguaje de Garmendia.

Soñar con una Venezuela serena y diáfana, es un privilegio quenadie podría arrebatarnos. Es nuestro derecho soñar con los díasde la tranquilidad en las calles, de la amabilidad en las esquinas,de las noches íntimas y seguras en las cuales la oscuridad noalbergaba peligro sino neblina, aromas de flores y si acaso, algu-no que otro fantasma trasnochado.

La obra nos introduce en un universo distinto donde escapamosdel tráfago cotidiano, de la Caracas urbana, del caos citadino, eingresamos a aquellas plácidas viviendas y antiguas calles de nues-tros primeros años, y también de los primeros años de Venezuela.

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La afable inocencia de estos seres de trapo se asemeja en efec-to a la inocencia de una Venezuela lejana, la Venezuela provincia-na, indudablemente más grata y más pura, ingenua y copada depoesía. Venezuela era esa familia, era ese mismo pueblo lumino-so y risueño que nos pinta Garmendia. Una familia llena de colo-res, encajes, botones y sedalinas para bordar, retazos y alfileteros,hilvanes de fantasía.

Venezuela era una familia de trapo, de bello trapo, donde el jefede la casa se dirigía a pie a su trabajo y al regresar, para el almuer-zo, pasaba por el mercado comprando aguacates o nísperos.Donde la señora bordaba y tejía, y en las tardes preparaba polvo-rosas y jaleas para el consumo familiar. Los niños improvisabansus juguetes, y en su juego tenía la observación un lugar prepon-derante. Se admiraba la inflorescencia de las plantas, el vuelo delas aves, los colores del mar. Y cada hogar apreciaba la invalora-ble compañía de domésticas gallinas, tímidos conejos, pacientesmorrocoyes y estridentes guacharacas.

Los sueños de trapo de Garmendia nos remiten a la mismainfancia campesina, a esa familia plasmada en el tiempo y el espa-cio, a esa casa luminosa de la niñez, morada de puertas despeja-das que a través de la niebla de los años aún esparcía su hálitoafectuoso y creador en el alma del autor, cuando urdía las aven-turas de estos personajes, larenses, venezolanos, universales.

El texto nos llega con su acento diáfano de siempre, con suprosa poética, con ese toque de humor lleno de gracia criolla ysutil armonía en el relato que Garmendia esparce generosamente,y con él respira entre líneas la misma presencia afectiva que sen-timos a pesar de su ausencia. La singular familia de trapo de estahistoria nos pone a soñar con volver a ese pueblo claro, habitadopor gente sencilla y sonriente, donde contemplamos el cielo y elrío, donde conversamos un día con los árboles y otro con lospájaros. Las piedras hablaban, la calle y el sol nos miraban y pare-cían también decirnos algo muy importante.

Salvador Garmendia, uno de los más grandes narradores venezo-lanos y de los más fecundos, ha llevado la autenticidad de su obra

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literaria más allá de las fronteras. El carácter universal de su narra-tiva de alta factura y profundidad lo distingue y lo proyecta en elámbito internacional, y su prosa incisiva y realista ha influido enmuchos escritores actuales. Poco antes de dejarnos, ha queridolegarnos la maravillosa espontaneidad y frescura de sus relatosinfantiles, siempre marcando rumbos elevados, trazos de infinitud.

En este entre siglo lo hemos visto partir, silencioso, en un adiósincierto, porque para muchos de nosotros él alienta para siempre,en un cielo de grandes tunales, donde vuelan turpiales inasibles.

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El sonido sólo existe cuando abandona su existencia.

WALTER J. ONG.

LAS SENSACIONES Y percepciones tienen lugar en el tiempo, pero lasque se vinculan al sonido guardan una relación especial con eltiempo, ya que el sonido existe en el momento en que deja de serlo.

Cuando lo percibimos es evanescente, no podemos detener elsonido en su instante de presente, contenerlo es una sensación enel tiempo, siempre lo registramos luego de ocurrir. El sonido seresiste a ser inmovilizado, siempre está en movimiento, no se daen forma fija como registra la visión, sólo existe cuando deja deser y en constante fluir.

Estas reflexiones partiendo del planteamiento de W. J. Ong, nosobligan a pensar en los vínculos, relaciones, que instauran loshombres con los seres y las cosas, conexiones que si se establecenpartiendo de la palabra hablada, oral —esencialmente sonido—van a ser de una forma y si se parte de la palabra escrita —emi-nentemente visual— van a ser otras. Por ello trataremos de

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Ivonne Rivas

RELACIONES CON LOSSERES Y LAS COSAS: SOBRE LA ORALIDAD

Y LA ESCRITURA

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revisar las particularidades de estas formas de relación, comuni-cación y conexión de la humanidad.

Todos los pueblos establecen muchos tipos de relaciones, deuniones, con los seres y las cosas. Entre ellas están las que se sus-tentan en la palabra, hablada o escrita, las cuales se logran median-te el lenguaje articulado o el escrito. Recordemos que el lenguajees el hecho cultural por excelencia, que está caracterizado por unasingularidad humana: la capacidad de simbolización.

La relación oral la realizan los hombres mediante códigosconstruidos y expresados por la palabra hablada, el habla, donnatural de todo homo sapiens, la otra es la relación escrita dondela existencia de una técnica creada por los hombres, código mate-rializado en escritura, pasa a ser intermediario de las sociedadescon todo lo creado y existente. Entre los múltiples soportes mate-riales en los que se registra este hallazgo técnico, la escritura,podemos mencionar los petroglifos, los libros, las computadorasy todos los dispositivos culturales creados por las sociedadesletradas para guardar el pensamiento en el tiempo utilizando lapalabra escrita, la grafía pictográfica o ideográfica.

El conocimiento de sociedades donde prevalece la oralidad, lascuales no consignan en el tiempo sus ideas, pensamientos y sue-ños con códigos visuales, plantea que esas sociedades y los uni-versos culturales creados por ellas, no necesitan de una memoriamaterial que preserve, detenga en el tiempo, el acontecer de suspueblos; para ellas tiene poca importancia la secuencia temporallineal de pasado-presente-futuro, viven un tiempo circular de mag-nificación del presente. Observamos unas formas de relación ycomunicación de estos pueblos con el medio ambiente, sus seme-jantes y toda la realidad circundante, inmediata, no mediatizadapor registros visuales.

Los pueblos orales crean culturas que corresponden a manerasde relación con todo y en todo donde prevalece la palabra habla-da. La ponderación del presente y lo factual es otro rasgo resal-tante en esas sociedades, las cuales desarrollan códigos de comu-nicación y relaciones donde predomina lo oral y lo auditivo. Estas

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sociedades tienen una visión de mundo particular, en la cual elpensamiento y la conciencia de la colectividad tiene mayor impor-tancia que los del individuo. No existe preocupación históricaen ellas.

Difieren notablemente estas culturas orales tradicionales de lasculturas caligráficas. La conciencia reflexiva e individual, eminen-temente histórica, de las culturas letradas establece vínculos dondelos códigos son los intermediarios en las relaciones con los seresy las cosas.

Otra distinción resaltante entre las culturas orales y las letradases la relación dialéctica continua con el entorno. Los pueblos sinletras tienen conciencia de que la palabra dicha es la vida. Lapalabra y su sonido expresado en forma oral, articulado, es elvehículo sin tregua para acercarse a la realidad y de inmediatorecrearla y entregarla. En las sociedades letradas o caligráficas, lapalabra escrita, representación visual del sonido, se distancia dela realidad, mediatiza y consigna en el tiempo.

Octavio Paz expresó (…) el lenguaje es una vasta metáfora de larealidad, cada palabra es metáfora de aquello que designa y esta-blece la distancia existente entre la palabra y el objeto. El ser cul-tural del hombre lo separa del ser natural y lo vuelve otro, distan-te a sí mismo.

Estas diferencias entre lo oral —sonido— y lo escrito —visual—como rasgo constitutivo de las culturas elaboradas por los hom-bres, ha creado a lo largo del ejercicio humano diversas dificulta-des para entenderse la humanidad. No significa valoración nisupremacía de unas sobre otras, sólo formas de relación, visionesde mundo y estadios vitales que han dificultado la comprensiónentre las culturas dialogantes.

Particularmente, tenemos que reflexionar sobre las culturasorales tradicionales y las culturas orales actuales, las diferenciasde ellas con las culturas letradas del pasado y las de ahora.

Observamos que cuando no hay la necesidad de la palabraescrita, nos ubicamos en un espacio y un tiempo donde el regis-tro del acontecer no es lineal, el espacio-tiempo (del presente al

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futuro, conciencia histórica) se desenvuelve en un tiempo mítico,circular, donde el pasado y el futuro se sincronizan en el presen-te. Lo real es tangible y accesible mediante la palabra oral; elhabla es un hecho, una acción como toda la vida. Podemos decirque la oralidad es fundadora e inmediata referencia de la realidad,recrea un tiempo no histórico y nombra, funda la realidad a cadainstante. Es el mito en constante fluir, donde nace y renace siem-pre el todo.

Las sociedades que desarrollan culturas letradas luego de dife-rentes estadios culturales crean la técnica escrituraria. La necesi-dad en determinado estadio humano y social de crear códigos yestructuras altamente refinadas para consignar en el tiempo supensamiento y memoria, surge en estos pueblos orientados porlas demandas de su momento; la palabra escrita se inicia e inter-viene, mediatiza en toda relación con lo existente e imaginado enesas sociedades.

Los grupos humanos crean y aportan a la naturaleza lo que leses necesario y mediante esos procesos de creación e inventiva, lahumanidad se desenvuelve entre lo cultural y lo natural que leses propio. Esta humanidad, al inventar la técnica de la escriturase sustenta en el análisis, la reflexión y los procesos individualesde interpretación. Acercarse, conocer y comprender los seres y lascosas a través de la palabra escrita es una necesidad determinadapor diferentes referentes culturales.

La palabra escrita y la invención de todos los códigos gráficoscreados por el hombre, se convierten en memoria artificial mate-rial y constituyen el soporte principal de las culturas alfabetiza-das; a su vez, se erigen en formas de apropiación de lo existentey en vehículo para aumentar lo creado. Esta magna capacidadhumana, sin embargo, lo distancia de lo que lo rodea y obstacu-liza su conjunción con la totalidad.

Por el contrario, las culturas orales establecen una relacióninmediata con la globalidad y esto les permite la comunión de loshombres con el todo y sus partes, la realidad está allí y formanparte de ella. Resaltemos que el ser bio-cultural del hombre lo

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lleva a elaborar códigos culturales muy refinados en su afán deapropiación y ampliación de la realidad, aun cuando estas estruc-turas culturales lo alejen de su ser natural. Lo cultural, a diferen-cia de lo natural, remite más a exterioridad que a interioridad, deallí que Claude Lévi-Strauss en 1968 exprese: la cultura (…) todoese universo artificial que es aquel en el cual vivimos como miembrosde una sociedad.

Esta perspectiva de lo cultural y el estudio de los vínculos delhombre con su entorno, nos conduce a ver la oralidad como unaforma de relación. El ejercicio natural del habla en las culturascon grafía o sin ella, establece diversas relaciones las cuales estándeterminadas por la oralidad. Esta oralidad difiere notablementeen las culturas tradicionales y las actuales. El habla es un bien queno es patrimonio exclusivo del pasado y la tradición. La actuali-dad nos demuestra cómo las sociedades se desenvuelven median-te las relaciones que establecen sus herencias de seres orales yletrados, aun cuando existen grupos humanos donde prevalecenlos vínculos de una u otra conexión con lo que los rodea.

La relación de los seres humanos con conciencia de la necesa-ria vinculación inmediata y armónica con la realidad, donde privalo directo e inmediato del presente creativo, es determinante enlos pueblos tradicionales; en cambio, la relación interrumpida,alienada y parcial con el entorno es característica de las socieda-des tecnológicas actuales.

Cuando trabajamos con culturas orales tradicionales, observa-mos que los procesos históricos, sociales y económicos en loscuales están inmersos los llevan mediante diferentes formas detransculturación, ya sea por intercambio o imposición para inter-actuar culturas diferentes, a la confusión y pérdida de sus estruc-turas tradicionales de relacionarse, haciéndolos extremadamentefrágiles y en peligro de desaparecer en forma material o espiritual.

Ante esa situación algunos rasgos esenciales culturales que seencuentran en el ámbito de lo espiritual-mental como sería la len-gua, la mitología, la historia, los valores culturales en general ytodo el acervo patrimonial que se conserva a través de la palabra

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hablada, oral, corre el riesgo de perderse, debido a que la memo-ria colectiva se menosprecia, no se practica y desaparece.

Esta situación, que ha sido la constante desde tiempos inmemo-riales, cuando interactuaron culturas orales y culturas letradas (locual obedece a que los procesos culturales están determinados pormuchos aspectos históricos, sociales, económicos y otros concer-nientes a cada sociedad, que creará lo que le es necesario en elmomento decidido) estuvieron signados por procesos de inter-cambios culturales desiguales de los grupos humanos con prácti-cas diferentes de relacionarse. Esos intercambios determinaron lafusión de los aportes culturales, convirtiendo en otras nuevas a lasmanifestaciones culturales de los viejos grupos humanos.

El mestizaje sabio, en conjunción con la vida, enriqueció lasposibilidades humanas. Recordemos las relaciones de los asiáti-cos orales del Gengis Kan con los letrados chinos. Los intercam-bios de los macedónicos letrados de Alejandro Magno con losletrados persas e hindúes. Los traumáticos vínculos de los euro-peos —letrados—, los africanos y los amerindios —orales— enAmérica, y muchos otros ejemplos de la confrontación culturaldonde las culturas letradas y las orales dialogaron con dificultady la vida continuó sus designios.

Ha sido lento el entenderse. Ejemplo de ello es el hecho de queen la mayoría de los casos las relaciones que se sustentan en lo oral,con su peculiar relación con el cosmos y el sentido de la existenciaque determina formas de actuar y ser, no es valor y se menosprecia.

Cuando nos inscribimos en culturas con escritura y reconoce-mos los beneficios de la oralidad, queremos transmitir a las socie-dades letradas los valores de las culturas orales y las creaciones desus espíritus. Vemos la necesidad del respeto absoluto al pensa-miento de esas culturas orales y la obligación responsable deestudiosos y creadores que nos relacionamos a través de la media-ción de la escritura con los seres y las cosas, de transmitir lo queellas son y crean sin desvirtuarlas.

Otra alternativa para el bien de la humanidad estará en apro-piarse y versionar textos y manifestaciones culturales de distintas

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facturas determinados por lo oral y, con el debido respeto y cono-cimiento de sus esencialidades, seleccionarlos y entregarlos encódigos gráficos para crear puentes necesarios a las sociedades,de forma tal que interactúen y se enriquezcan mutuamente.

Registrar y entregar las concepciones del cosmos, los universosde los pueblos orales, lleva a crear a las culturas letradas, creacio-nes, tejidos de palabras e íconos necesarios para el acercamiento,valoración y disfrute del patrimonio de los pueblos, tesoros quecorresponden a refinadas estructuras culturales creadas en relacióna los valores de las sociedades y los individuos que las integran.

Entre esas sofisticadas estructuras se encuentran los mitos, loscuales tienen la validez de todo corpus creado por los hombrespara entender el Cosmos y sus componentes. El mito reposa enel inconsciente individual y colectivo, da forma vital a nuestrosentido del yo y del mundo. El habla humana es instinto con mitos(…) la figura de dicción debe haber sido en el comienzo el personajeliteral de la construcción mitológica. Lenguaje y mito se desarrollanrecíprocamente (George Steiner, 1996).

Los relatos míticos tuvieron su nacimiento en momentos proto-históricos donde no surgió la necesidad de la escritura y fuerontransmitidos por vía oral hasta nuestros días, luego del surgimien-to de los alfabetos se consignaron mediante la palabra escrita y seconvirtieron en libros sus múltiples versiones, versiones porque laapropiación de esos bienes colectivos al hacerse individual posibi-litan miles de lecturas e interpretaciones para transmitirlas, man-teniéndose la historia en sus infinitas variantes formales.

Desde la óptica de nuestra cultura mestiza —herencia europea,indígena y africana— los clasificamos como literatura (literatura:del latín literae, letra del alfabeto, escritos), historia u otras simi-litudes que convengan a la hora de interpretarlos y consignarlosdentro de nuestras culturas letradas, no obstante, sin convenir ala esencia formal y funcional de esos relatos de base oral.

La forma de contarlos o decirlos en el momento de transmitir-los por la palabra escrita, los harán relatos de las culturas predomi-nantemente visuales y corresponden a su imaginario. La historia

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apropiada será la esencia del mito o relato cosmogónico o éticoy la forma individual de entregarlo, versión, corresponderá a losparticulares códigos culturales, medios estéticos y retóricos queutilice el autor que dispone de la tecnología de la escritura.

Los pueblos de nuestra contemporaneidad están sometidos auna amplia cultura audiovisual, que utiliza la palabra oral y laimagen para manipulación del individuo. El lenguaje audiovisualfortalece la individualidad y separa de la colectividad (se nutre delos beneficios de la oralidad —mundo de sonido— y de la escri-tura —mundo visual— para fines muy particulares: económicos,políticos, etc.). La forma en que se estructuran los lenguajesvisuales y auditivos se dirigen a fines ajenos en muchas ocasionesal bien común. Conservan el rasgo de exaltación del presentepara fines comerciales, muy distantes de satisfacer a los hombresen sus trayectos vitales; alienan, establecen una ruptura entre lasnecesidades del ser individual y los intereses de la colectividad.

Cuando nos proponemos abordar las pertinencias de los tér-minos Oralidad y Escritura en una cultura letrada occidental ymestiza como la nuestra, se nos plantean diversos asuntos encuanto a las relaciones que se establecen entre la forma natural decomunicación mediante la palabra hablada o a través de la escri-tura, tecnología altamente elaborada por la inventiva de los hom-bres. Platón (en su época eminentemente oral, cuando se iniciabael uso de la escritura) consideraba a la escritura como una tecno-logía externa y ajena. En la actualidad existe el mismo escepticis-mo por las computadoras.

Debemos resaltar las diferencias entre el habla natural, oral, yla escritura, que es completamente artificial, técnica. La escriturao grafía surge de la conciencia humana y sus transformaciones,mientras que el habla asciende a la conciencia desde las profun-didades del inconsciente (Walter J. Ong, 1993).

Estas manifestaciones humanas, oralidad y escritura, determi-nan algunas expresiones que se sirven de ellas, ejemplo el mito.Todas las culturas cuentan con un rico acervo de explicaciones de

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los estadios humanos y del surgimiento de los seres y las cosas,los cuales refieren, unos los orígenes del Cosmos y sus compo-nentes, otros explican sobre problemas de índole moral y éticoatinentes a la naturaleza humana y necesarios de entender para eldesenvolvimiento social y el conocimiento de sí mismo (incesto,lo común y lo individual, el bien y el mal, etc.) Esos conjuntos detextos son los mitos y surgen de la palabra hablada para luegopasar a la escrita. Estas creaciones en las culturas, en las socieda-des orales tradicionales utilizan distintos recursos para ser guar-dadas en la memoria, entre esos recursos o delicadas estructurasmnemotécnicas destacan: las reiteraciones, el desarrollo de tra-mas narrativas, patrones fonéticos, sintácticos, métricos, melódi-cos, rítmicos, utilización de lugares comunes con apoyo de len-guajes corporales y gestuales, todo ello para recordarlos y trans-mitirlos una y otra vez, ya que son las bases de la existencia delindividuo y la sociedad.

La historia del mito es su esencia y la transmisión, oral o escri-ta, modifica su expresión y estructura, pero nunca la finalidadestablecida en la historia de lo que se debe transmitir. Intérpretesde interpretaciones son los que acometen tan importante misión,por eso consideramos que (…) la sociedad oral concibe la palabracomo un evento, una acción y no como un registro de conocimientos omediadora entre el sujeto y el objeto (Carlos Pacheco, 1992).

Estas aproximaciones a los hechos del habla y de la grafía esta-blecen actualmente, en las sociedades letradas, correspondenciasentre ambos acontecimientos e intercambios de comunicacionesy de propuestas estéticas. El tránsito de lo ORAL a lo ESCRITOtrae como consecuencias múltiples posibilidades de relaciones yexpresiones. Los intérpretes de interpretaciones (Platón en el Iónal referirse a los rapsodas, los nombra intérpretes) aproximan alos mitos, mediante el estudio, registro grabado y transcripciónque luego recrean o versionan a través de la escritura, ofrecen elpatrimonio mitológico que pertenece a todos, sea en Venezuela,América o el mundo.

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Experiencia y conocimiento que lleva a entregar los mitos yotros relatos de esas culturas sin escritura en el formato visual detextos escritos que los convierten en otros, diferentes en forma yen finalidad a los registrados en grabación directa de las fuentesorales de donde surgen, aun cuando sean documentados en res-petuosa reverencia a la cultura que los creó. Se crea una versióno recrea el mito y se entrega. Intérpretes, traductores con la res-ponsabilidad de crear puentes y lazos para enriquecimiento de lahumanidad mediante la apropiación de lo que les pertenece.

Conocer la riqueza de los mitos y las tradiciones orales al serdichos y oídos en sus pueblos orales, alienta la posibilidad de queuna vez escritos, lleguen a ofrecer respuestas a nuestras culturasletradas, sin olvidar que en el tránsito de lo oral a lo escrito seconvierten en otras formas expresivas tramadas por la particularhistoria personal y social del autor, escritor. Actúan diferentecuando son libros en las sociedades y comarcas orales actuales. Aldecir de Ong (…) una imagen equivale a mil palabras. Las posibi-lidades orales son dinámicas e infinitas para plasmarlas en signosgráficos. Actos de apropiación, donde se establecen múltiplesrelaciones entre lo oral y lo escrito.

Escritores contemporáneos pertenecientes a la cultura letradautilizan dentro de sus obras recursos que son propios de la orali-dad, en el afán de restituirle a la palabra su comunión con el obje-to que designa. El anhelo es que la construcción literaria se corres-ponda con la realidad que recrea.

En consecuencia, existe en la actualidad preocupación portomar el alma de lo oral y construir catedrales del lenguaje escri-to, para fortalecer las posibilidades de relación.

Julio 2006. En Caracas

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BIBLIOGRAFÍA

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STEINER, GEORGE. Antígonas, Barcelona, Editorial Gedisa, S.A., 1996.

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Juan Calzadilla • Caligrafía, 1986

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LA MEDICINA A LO largo de los siglos ha experimentado cambiosque se corresponden con el acontecer científico y social. En sucampo la evolución y la revolución de diferentes teorías terapéu-ticas han tenido sus momentos estelares: unas mantienen suvigencia, otras han sido rechazadas, otras más han surgido yesperan la prueba del tiempo, y nuevamente las rechazadas hanretornado. Es el eterno batallar de las ideas, donde las nuevaspueden ser las mismas viejas pero olvidadas, según Engels. El jui-cio de la práctica humana, que no es más que el producto delensayo y del error, dicta su veredicto final. Algunos métodoscurativos de ayer, desechados al ser catalogados de no convencio-nales, hoy han resurgido como complementarios y alternativos,porque son sustitutos de prácticas aceptadas de manera másgeneral. La medicina complementaria y alternativa (MCA) puededefinirse como aquella que no emana de los laboratorios y de laexperiencia clínica. La MCA excluye los métodos científicamen-te estudiados y rechazados y comprende todas las estrategias alas cuales recurren los pueblos para alcanzar y mantener susalud.(Harrinson, edición número 16).

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Edgardo Malaspina

ELEMENTOSDE VERSOTERAPIA

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Entre las medicinas alternativas y complementarias estudiadas enel libro de Principios de Medicina Interna (Harrinson) se encuentranla acupuntura (aplicación de agujas en puntos energéticos de aca-nales o meridianos), la técnica de Alexander (empleo eficaz de losmúsculos para aplacar el dolor), la medicina antroposófica (siste-ma espiritual con aplicación de plantas, dietas y la euritmia), laaromaterapia (empleo de aceites para masajes, baños o inhalacio-nes), medicina ayurvédica (medicinal tradicional en la India), floresde Bach (uso de las flores para controlar las emociones), biorretro-alimentación (empleo de aparatos para interpretar fenómenos fisio-lógicos), terapia craneosacra (manipulación suave del cráneo y lacolumna vertebral), movimientos Feldenkrais (movimientos quedestacan la colocación precisa de la cabeza en una posición ade-cuada), imaginación guiada (empleo de la imaginación para produ-cir imágenes específicas para tratar de modificar la función fisioló-gica), hidroterapia (diferentes usos del agua para tratar enferme-dades), hipnosos, masajes, meditación, osteopatía (manipulación delsistema musculoesquelético), medicina natural, medicina nativaestadounidense o de cualquier otro pueblo, como la de los indíge-nas venezolanos, quiropráctica (ajuste de las vértebras de la colum-na), reflexología (estimulación manual de puntos en las manos ylos pies), Rolfing o integración estructural (manipulación de teji-dos profundos como las aponeurosis), acupresión (presión digitalen los puntos de los meridianos acupunturales), medicina tibetana,tai chi (danza china), imposición de manos, movimientos trager(masaje suave con movimientos pasivos suaves), yoga, medicinaunani (medicina persa).

Otros tipos de medicina alternativa y complementaria están aso-ciadas a las artes y la cultura en general, como la musicoterapia (lamúsica como antiestrés tiene tres variantes: sonoroterapia o poderfisiológico de la vibración; ritmoterapia o estimulación con el ritmoy la meloterapia o poder afectivo de la melodía), la danzaterapia oel baile como ejercicio físico, la arteroterapia (uso de las diferentesartes plásticas como expresión emocional), la cuentoterapia (narra-ción de historias), fototerapia (uso de fotos propias o ajenas), la tea-

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troterapia o dramaterapia, risoterapia y más de 120 modalidadesterapéuticas no convencionales descritas por Ann Hill en su libroGuia de las medicinas paralelas (Primer Congreso Internacional deAlternativas Terapéuticas, Caracas,1991).

Se sabe que escribir y leer tienen efecto terapéutico. La catarsisproducida por estas dos actividades puede ser provechosa para lasalud. En el presente trabajo nos centramos específicamente enuna de las formas literarias más antiguas como lo es la poesía, tra-tada en calidad de una de las tantas variantes de la medicina alter-nativa y complementaria. En efecto estamos hablando de un nuevoconcepto en el ámbito de las terapias alternativas: La versoterapia.

La versoterapia es el uso de la escritura y lectura de la poesía confines terapéuticos. Los especialistas clasifican las prácticas de laMAC en cinco grupos: 1.Basadas en principios biológicos (homeo-patía, dietas). 2.Manipulativas y fundadas en el cuerpo (masaje,quiropráctica). 3.Técnicas psicosomáticas (meditación, hipnosis).4. Medicina energética (acupuntura, uso de imanes). 5. Sistemasalternativos (combinación de todos los métodos anteriores).

De lo expuesto anteriormente se desprende que la versoterapiaestá ubicada en el terreno de las técnicas psicosomáticas, porquebusca el bienestar del cuerpo a través de la mente.

El uso de la poesía como terapia alternativa podemos funda-mentarlo en los siguientes aspectos que incluyen sus variantes,manifestaciones y mecanismos de acción:

1. Su empleo, complementario de la terapia convencionalprincipal, es absolutamente inocuo y, por el contrario, sólo puedeinducir cambios positivos en la evolución de la enfermedad.Aunque existen muchas teorías para explicar el mecanismo deacción de las terapias alternativas, no hay ninguna científica-mente comprobada (precisamente esa es una de las característi-cas de las MAC); no obstante, la siguiente leyenda de la medicinahindú es muy elocuente y nos ilustra sobre cómo puede benefi-ciar la poesía:

Un hombre fue herido por una flecha envenenada. Dime loque habría pasado si el hombre hubiera dicho: No permitiré que

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me limpien la herida sin conocer el nombre del hombre que me hirió,sin saber si es noble o brahmán, un vaisya o un sudra. No permitiréque me curen antes de que me digan a qué familia pertenece, si eragrande o pequeño o de talla mediana, ¿de qué madera estaba hecho elarco que disparó la flecha que me alcanzó? El hombre moriría de suherida. Buda dice: Ocurre lo mismo con la medicina que cura ¿Quéimporta lo que sea o de dónde provenga con tal que pueda curar?

Si el paciente acepta la poesía, la lee, la escribe y le ayuda a sobre-llevar y superar sus males, entonces su uso se justifica plenamente.

2. La acción positiva de la versoterapia puede ser explicada porel efecto placebo. El fenómeno anterior se define como la sensa-ción de mejoría que experimenta un paciente con un tratamientofalso. Su efecto es positivo sólo si el paciente supone su valor cura-tivo. Volvemos al punto número uno: Si el paciente acepta la poe-sía como lector o como hacedor de versos, y esas actividades sir-ven para paliar su enfermedad, entonces su uso es recomendable.

Placebo proviene del verbo latino placere, que significa com-placer. En la Edad Media la palabra se refería al lamento de lasplañideras profesionales en los funerales de alguna persona. En elsiglo XVIII ya significaba algo que simulaba un medicamento. LaHistoria de la Medicina es la historia de los placebos. En Chinade 2.000 medicamentos, sólo la efedrina fue comprobada comoefectiva contra la tos en 1920, y específicamente contra la delasma. La medicina de Mesopotamia usó 265 remedios. En elPapiro de Ebers se nombran 842 prescripciones y 700 remedios.En la India se emplearon 600 remedios. El Corpus Hipocráticomenciona 400 drogas. Galeno habla de 820. En la Antigüedad seusaron aproximadamente 4.785 drogas y 17.000 prescripciones,todas placebos, de cuyos efectos positivos no hay duda.

Esas fueron las armas terapéuticas de los médicos del pasado.Por otro lado, 30% de los norteamericanos recurre a las terapiasalternativas y el 90% de las mismas se fundamenta en el efectoplacebo. Si la enfermedad mejora con el placebo, entonces el sus-trato de la misma es el cerebro, el alma, el espíritu, y la poesía es

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nuestra única tarea espiritual, según Mallarmé. Para un mal espi-ritual, un remedio espiritual: la poesía.

Antes de recetar la versoterapia es necesario precisar la existen-cia del efecto nocebo: ocurre cuando un paciente niega las expec-tativas deseadas. No sólo la gente con alguna inclinación hacia lalectura o escritura de los versos puede obtener los efectos positi-vos de la lírica, sino también los pacientes que aceptan la autori-dad de quien la prescribe: Santa Hildegard curó a una mujer quesufría de flujo sanguíneo recomendándole colocar en su cuerpounos versos donde se instaba a la sangre a detenerse.

3. La psiconeuroendocrinoinmunología puede explicar losefectos benéficos de la poesía. El término fue acuñado en laUniversidad de Rochester en 1980 por Robert Adler, para descri-bir la interacción entre el cerebro, el sistema endocrino y el siste-ma inmunológico. Esta ciencia estudia la influencia que podemosejercer con nuestros pensamientos sobre el cuerpo en busca desalud. Las emociones actúan sobre nuestro organismo para bieno para mal. El aspecto psicológico está unido al físico. Una ideapuede crear cambios biológicos en el organismo. Las ideas posi-tivas fortalecen la capacidad de lucha contra las enfermedades,las negativas debilitan el sistema inmunológico. La tristeza y ladepresión disminuyen las células naturales killer (que luchancontra los virus y tumores), el optimismo produce efecto contra-rio (Gil Adí, 2001). Neruda repudió las tristezas en sus versos yelogió la alegría. Los poemas médicos de Alma Fuerte, verbigra-cia, pueden infundir ánimo en los pacientes.

4. La poesía es arte y éste es un factor que puede servir parahumanizar la relación médico-paciente. Para André Malraux elarte es un modo que tiene el hombre de rescatar su propia gran-deza oculta. Por lo que también forma parte del arsenal terapéu-tico del médico y en el consultorio puede ser recomendado a lospacientes. Por supuesto que el médico debe estar lo suficiente-mente preparado para sugerir un tratamiento de naturaleza cul-tural. Así vemos que el médico británico Simón Opher empezó a

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utilizar un innovador programa para tratar ciertas dolencias conpoesía, arte y cerámica. Estas dolencias van desde el estrés, pro-blemas de relaciones y el abuso de las drogas. La consulta médi-ca se redujo hasta en 75%. Opher dice: Pienso que mucha genteviene a ver a un doctor, pero sus problemas no son siempre médicos,algunas veces son sociales o espirituales. Ese tipo de consejos médi-cos incentiva a la gente para que cambien sus vidas y conozcan aotras personas. La cultura, como método terapéutico, relaja, daseguridad y aumenta la autoestima. La propia creatividad de lagente les ayuda para curarse más rápido.

5. La composición de versos tiene efectos terapéuticos porquees un diálogo, además de íntimo, con los demás. Como con todaescritura en general, al hacer poesía se hace terapia de relajación,de reflexión y de meditación. Hanif Kureishi, escritor británicoafirmó: Si queremos una cultura, si la cultura tiene algún sentido, tieneque actuar como una terapia: en el sentido de que esto es lo que somos;no somos especiales, somos como todos los demás. Cuando hice terapiatrataba de curarme, cuando escribo un libro trato de curar a otros.

Ernesto Cardenal (2006) realizó un taller de poesía para niñoscon leucemia en el Hospital La Mascota de Managua. El proyec-to se lo sugirió el célebre pediatra italiano Dr. Giuseppe Masera,diciéndole que con esta enfermedad los niños desarrollan una grancapacidad expresiva y que, además, esto podía ser de gran valor tera-péutico para ellos. Como resultado, los niños escribieron hermosospoemas que muestran el amor por lo que los rodea y sus ansiasde vivir. He aquí un ejemplo:

MI ENFERMEDAD

Tenía un tumor en el pechoo como dicen, en el tórax,y vine cuando tenía 5 años.En clase me daba sueñoy eso me daba risa.

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Cuando comenzó mi enfermedadtodo lo que comía lo vomitaba.Ya no gustaba comer.Mi mita Elvira me llevó a todos los hospitales.Mi papá vive en San Isidroy tenía en Estela una amiga doctoraque sólo me daba jarabe.Mi mamá Nubia me vio el pecho hinchado.Después me llevaron al hospital de Estelay de allí al Hospital La Mascota con un dreno.Soy paciente de Oncología 1, peroa veces me quedo en Oncología 2, perono me quedo en hematología porqueeso es un problema de sangre.Tengo una amiga que se llama Catherineque está en hematología.Dice mi doctor que ya estoy buenoy el anda de vacaciones fuera del país.(Tony José González, 6 años, Río Blanco, Matagalpa)

Nos preguntamos si ante enfermedades tan terribles piensanestos niños en la muerte. Probablemente no; a esa edad no setiene conciencia sobre el final de la existencia. La naturaleza sólose ha mostrado generosa para con aquellos a los que ha eximido de laposibilidad de pensar en la muerte. A los otros los ha entregado almiedo más antiguo y corrosivo sin ofrecerles ni sugerirles los mediospara superarlo (Cioran, 1993:123).

Por eso la naturaleza nos regaló una edad especial: la niñez. Noobstante, cabe la posibilidad de que ante tanto sufrimiento, estosniños desarrollen una madurez prematura y la idea de la muerteno les sea ajena, lo que facilita sus destrezas poéticas. La últimapalabra no la tendrá la muerte, sino su poesía.

6. Risoterapia. La poesía asociada al humor nos lleva necesa-riamente a la risoterapia o método para equilibrar la salud a travésde los pensamientos divertidos, la sonrisa, la risa y la carcajada.

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La risoterapia sirve para afrontar mejor la vida porque cambianuestra manera de pensar, de negativa a positiva. La percepciónde las cosas y las situaciones se hace a través del optimismo, laalegría y el humor. Los mecanismos de acción de la risa se efec-túan en los niveles bioquímicos, fisiológicos y psicológicos. El Dr.Rubistein dijo que la risa es un verdadero desintoxicante moralcapaz de curar o por lo menos atenuar la mayoría de nuestrosmales; y además, agrega, no hay ningún peligro si se supera ladosis. (www.ecojoven.com).

La risoterapia también se define como una puerta para lograrla relajación y abrir nuestra capacidad de sentir, de amar, de lle-gar al éxtasis y la creatividad. El buen humor libera las tensionesdel cuerpo, rejuvenece, elimina el estrés, la ansiedad, la depre-sión; sirve para adelgazar, elimina dolores, mejora la respiracióny nos da alegría, aceptación de la realidad, comprensión de losdemás; relaja los sentidos y cambia las pautas mentales. Cuandoreímos liberamos endorfinas, responsables de la sensación debienestar y reducimos los niveles de la hormona del estrés y elcortisol en la sangre. (www.alegríadevivir.com). En algunas cultu-ras ancestrales existía el doctor payaso o payaso sagrado, para curarcon la risa a los guerreros enfermos. En China y la India se cons-truyeron templos especiales para reír y poder mantener la salud.En los años treinta del siglo XX en EEUU se estudiaron los efectosdel humor sobre el cuerpo; y desde 1979 se empezó a difundir laidea de la risa como terapia.

El Dr. Norman Cousins, editor de un semanario, enfermó deespondilitis anquilosante, una forma de artritis muy dolorosa ylimitante. El pronóstico era muy negativo, pero decidió recurrir alhumor con películas de los hermanos Marx y Chaplin. En ochodías mejoró notablemente. Luego escribió sobre su experiencia enel libro Anatomía de una enfermedad. La risa libera las energíasnegativas, afirmó Freud. La ciencia confirma la suposición anterioral comprobarse que un segundo después de iniciada la risa el cór-tex cerebral libera impulsos eléctricos negativos. La risa elimina

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bloqueos emocionales, físicos, mentales y sexuales. Produce amor,ternura, alegría, energía, vitalidad; relaja la musculatura esqueléti-ca de brazos y piernas, aumenta la frecuencia cardiaca y libera lossentimientos negativos como la ira y la frustración. El Dr. PatchAdams, sobre quien se hizo una película muy famosa, recurrió alhumor para tratar las enfermedades con resultados positivos.

La risoterapia a través de la poesía nos lleva a versorisoterapia:poemas, versos o simplemente cuartetos que socavan la asperezade la realidad cotidiana para alegrar nuestro espíritu, lograr unasonrisa y hasta hacernos estremecer de una carcajada.

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Ilustración Iris Villamizar

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LOS PERSONAJES DE Vargas Llosa siempre sufren de amor o poramor. Varguitas —Tía Julia y el escribidor, Seix Barral, 1971— leconfiesa a su tutor Pedro Camacho: Tengo una pena de amor, amigoCamacho, —le confesé a boca de jarro, sorprendiéndome a mí mismopor la fórmula radio teatral; pero sentí que hablándole así, me distan-ciaba de mi propia historia y al mismo tiempo conseguía desahogar-me—. La mujer que quiero me engaña con otro hombre. PedroCamacho, analiza la situación y sesudamente considera sobre eltema varias opciones: El duelo, en estos países aplebeyados se pagacon cárcel... En cuanto al suicidio ya nadie aprecia el gesto… no gene-ra sentimientos sino burlas. Camacho prefería contra esa clase demujeres que se le escribiera una carta, dura, hiriente, lapidaria que lahaga sentirse una lagartija, sin entrañas, una hiena inmunda. ¿Porque él, habría de quedarse aletargado mientras le crecen los cuernos?,¿por qué permitirle a los adúlteros que se solacen fornicando? Hay queestropearles el amor, golpearlos donde les duele, llenarlos dedudas. Ilustrado consejo.

Varguitas tiene una forma especial de ver y sentir el amorsobre todo cuando para alejarse de sus muecas y patrañas acude al

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Tulio Monsalve

DESDE LA IGLESIADE MIRAFLORES

HASTA NOTRE DAME

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humor. Sabia decisión. Alejarse y hacer burla de los afectos. Estanovela refleja un momento muy específico de Vargas Llosa y escomo una expresión de su educación sentimental; aprendizajes devida y andanzas en ese período, en el cual buscaba su camino ymaneras como escritor. Ahora veamos, ¿qué puede haberle pasadoal escritor y su alter ego Varguitas, de La tía Julia y el escribidor, de1971, hasta llegar a Arturito de las Travesuras de la niña mala,2006? Este reencuentro, con sus aventuras amorosas nos decepcio-na, vuelve a sufrir de amores adúlteros. Torna a padecer de las mis-mas dolencias. Reitera y sufre. Sufre en su pasiva reiteración.¡Oh… amores infames!

La novela se inicia al ritmo de mambo, con el debut de PérezPrado en Perú y bajo el orden de una estructura lineal cuenta lavida de Arturito. Lo ubica en Lima desde el espacio de sus referen-cias juveniles en el plácido y aburguesado barrio de Miraflores.Recibe el título de abogado, el destino o su voluntad lo impul-san a París. Pero ya viaja como portador de ese padecimiento con-traído al rozarse con el infeccioso amor de su niña mala.

Es, ¿quién lo duda?, una novela de amor, ¿Pero qué tipo deamor? El de los sufridos, pues el padecimiento y placeres que con-creta al contacto con la niña mala lo marcan, lo atan hasta el finde la vida, en un tempo romanticón de siglo pasado. Creando esecomplicado morbo del amor, en el que están presentes de un ladola pasión, y del otro los atávicos principios que lo condenan a suorigen miraflorino. Cree en el amor puro.

En esencia es un sentimental que estima que los afectos lo pue-den todo. Inclusive, hasta cambiar, ¡oh iluso!, la ruta hacia elpoder y todo lo que otorga el dinero. Emblemático y único finque se ha trazado la niña mala.

Ella es una preclara muestra de lo que es un escalador social.Toda su corporeidad está dispuesta, diríamos bien dispuesta, paraacompañar su morbosidad y despropósitos para buscar el éxito.Ricardito, mas convencional, mas burgués gentilhombre, lo únicoque desea es vivir, con cierto y regular encanto, las bondades deParís, pas mal du tout (no está mal del todo). Dejar la buhardilla

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del Hotel du Senat, cerca de Saint Germain y ubicarse en otrolugar más charmant, más del 16. Al paso, lograr consolidar suimagen de éxito ante sus lejanos amigos de Lima.

Más nada o nada más. El plan vital hacia el éxito que se ha tra-zado la niña mala es claro. Indiscutible. Invariable. Los caminosque debe seguir serán infinitos, se inician con su llegada hastaCuba de la mano de los espíritus que a nombre de la revoluciónlatinoamericana llevaban mucha gente a La Habana. Para ella, erala única llave que el destino puso a mano para huir del Perú.Regreso exitoso, pero, hacia Paris, casada con diplomático francés.

Reencuentro feliz con Ricardito, alumno aventajado y fiel a lahora de cumplir sus mandatos carnales, amor y más amor, siem-pre hasta llegar al triángulo oscuro de su perdición (ruta del sexoque sigue por mandato preciso de la voz de la niña mala). En superegrinaje salta a Londres y a New Market, mundo sofisticadode los criadores de caballos. Nuevo y desfachatado desplante a suenamorado; revive en el Japón bajo la protección de un podero-so yacuza, traficante, entre otras cosas, de afrodisíacos. Huida ynuevo encuentro con Arturito. Quien aún no sabe realmente nisiquiera el verdadero nombre de la niña mala. Su ciclo se va acerrar en Francia, con drama y muerte incluida.

El amor que presenta la obra viene a consolidar la canónicatesis sobre el consorcio matrimonial como institución poco pro-picia para la pasión, según el canon literario tanto del S. XVIII, elXIX, actualizada en XX y quizás vigente para el XXI. Esta escaladapara ahorcar la pasión con el matrimonio tiene antecedentesfamosísimo. Una de ellos, Madame Bovary (1857), quien tiene enmente y como una tarea acabar con las sentimentales novelas deamor que leyera en su colegio de religiosas. Maltrata y cornea albueno de Charles Bovary, tal como lo hace la niña mala con supretendiente.

Luego aparece otro portento de los cuernos y la violenciasexual —siempre fuera del matrimonio— que es Ana Karenina,(1868, de León Tolstoi) que al encontrarse con Wronsky, resuel-ven unir sus fuerza sexuales, con tan terrible y telúrica tenacidad

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que la misma sociedad de San Petesburgo se afecta y termina porliquidarlo, este desborde lúbrico.

Imposible olvidar en este recuento de adúlteras célebres a Ifide Briest (1895) de Theodor Fontane, quien, no satisfecha con lapráctica y eficacia de su marido, Instetten, lo sustituye por elMayor Crampas. El marido conociendo el mal de los cuernos loreta a duelo, mata a Crampas y en castigo lapida a su mujer Ifi.Son todas mujeres que arrebatan, apasionan y castigan impúdica-mente a quien se pretenda su marido, es la misma negación queexpresa la niña mala, sobre la opción de hacer pareja (que lo digasu ex marido Monsieur Arnoux, a quien no solo engaña, sinobirla los ahorros de su honorable vida).

La niña mala, igual que algunas de estas mujeres, ve su vidapasional como un recurso para el ascenso social. Terminandocomo ellas: destruyendo su posible y utópica pareja y la conse-cuente idea del matrimonio. Otro personaje bien logrado de lanovela es París. Ricardito se mueve, desarrolla y cada vez que sufreun nuevo desprecio de la niña, termina su círculo de desgracias enlugares del Barrio Latino. Sus coordenadas topográficas se muevenentre la Petite Source, en el carrefour Odeon, Les Deux Magots,el Café Dantón, la Rhumerie en Saint Germain, La Closerie deLilas, la avenida del Observatoire hasta llegar a La Coupole, y otrossitios; muy singulares son las reseñas que hace de los lugares desu preferencia.

Estos espacios acomodan su personaje, le dan marco y parti-cularizan su carácter. Otros escritores latinos también han toma-do a París como plano para hacer vivir a sus protagonistas, porejemplo las señas que ilustran los caminos del Barrio Latino quedestaca Julio Cortazar en Rayuela, son bien diferentes. Así lecuenta a Rocamadour: este París: …vivimos en piezas oscuras quehuelen a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y despuésfríe huevos y pone discos de Vivaldi… todo lo que hacemos es el amor,parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorandocantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y esoempieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí…

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Notoriamente son dos formas de ver y sentir la ciudad, cada unarestringida por la sensibilidad, ánimo y origen de quien escribe.¿Cuál mejor? No es el punto, sencillamente son formas de perci-bir. Ricardo Somocurcio nunca logra descifrar a la siempre huidi-za niña mala. Nunca llega a conocer a la persona amada tan biencomo pretende. La relativa, intermitente e imprecisa intimidadentre Arturo y la niña se establece únicamente a través del con-tacto sexual. Lo cual solo deriva en más separación con el otro.Paradójicamente y en contra de las teorías de Erich Fromm, quesuponía que la unión física significa superar la indiferencia. Laniña mala no leyó a Fromm, y si lo leyó no le paró ninguna bola.No existe entre Ricardito y la niña ningún interés común frente almundo. No tienen nada que compartir. Solo profesan una atrac-ción pervertida en la cama o cuando dan rienda suelta a su odioy a su rabia recíprocos. (E. Fromm).

En esta pareja los deseos sexuales sólo se estimulan por la angus-tia de sus soledades del hoy o futuras. Se unen por la vanidad o elegoísmo. Por el deseo de herir y aun de destruir, como recurso parasobrevivir a sus individualidades. Son dos seres que casi se identi-fican el uno con el otro. Resuelven el problema de la separatidadconvirtiendo a cada individuo aislado en paradoja. No pueden verel amor como un acto de la voluntad y un compromiso. En esen-cia no importa demasiado quiénes son las dos personas.

Para él y para ella, el amor a sí mismos —narcisismo— termi-na volviendo la libido un factor de aislamiento.

Freud sostiene que el amor es una manifestación de la libido,y que ésta puede dirigirse hacia los demás o hacia uno mismo. EnRicardito el amor viene como cura a su soledad, vive en París,pero sueña con Lima. La niña odia al Perú, lo quiere erradicar desus antecedentes. No acepta la situación que se plantea con supretendiente; contradicción, ese pobretón peruano es la únicareferencia vital que posee. Por eso lo odia en el fondo.

Ninguno logra entender que el amor a los demás y el amor aellos mismos debe ser una realidad alternativa que los conecta encaminos que van, pero también tienen venida. No entienden que

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siendo capaces de amar a los demás se encontrarán una actitud deamor a sí mismos. El amor narrado en el personaje de RicarditoSomocurcio, se parece bastante al del personaje Vargas Llosa ciu-dadano del Perú. Ambos aman en forma narcisista. Uno y otrosufre el desprecio de esa niña mala que tanto anhelan. Uno a lamujer y el otro a la masa o pueblo. No hay que olvidar que la niñapor mucho que compre y vista Versache, siempre será hija de unaindia y un cholo medio brujo, encantador de mareas.

Porque la niña mala del Perú no le da el sí, no lo escoge. Lodesprecia, humilla y prefiere, oh colmo de colmos, a un japonés.En la novela la niña mala opta por un mister Fukuda, (desdeña aVargas). Este despreciable —mafioso— caballero, capaz de sodo-mizar y violentar a la niña mala de diversas terribles maneras, essu escogido.

¿Cómo superan ambos personajes su soledad (Vargas Llosa yRicardito)? En primer término, aceptando la estricta rutina deltrabajo burocratizado y mecánico, Ricardito como traductor en laUNESCO y Vargas de vuelta a la literatura. Tal como lo dice laniña mala al termino de la novela: siempre has querido ser escritory no te atrevías (…) aprovecha ahora que, con mis desprecios, te hedado motivos para una novela. Preferimos que siga sufriendo porsus amores no correspondidos. Así ganamos todos, tenemos unbuen escritor y no un mal candidato presidencial.

Referencia anecdótica: Ricardito Somocurcio, en uno de susarranques de desconsuelo, decide suicidarse, escoge para su actodramático el escenario del mil veces nombrado Pont Mirabeau.Desde allí ha de volar al infinito, en el camino decide recordar losprimeros versos del Poema de Apollinaire:

Sous le Pont MirabeauCoule le SeineFaut-il qu´il m´en souvienneDe nos amoursOu après la joieVenait toujors la peine.

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El personaje está organizando su manera de morir. Asunto pordemás serio. Por tal se explica que haya omitido (con el acuerdodel escritor y sus correctores) un verso del poema cuya letra ori-ginal es:

Sous le pont Mirabeau Coule la Seine?Et nos amours?Faut-il qu’il m’en souvienne?La joie venait toujours après la peine.

Imagino que en las circunstancias en que el personaje seencuentra (camino al suicidio) ha debido estar muy atareadocomo para ocuparse de Apollinaire y sus versos sobre el amor.

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Ilustración Ivan Estrada

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NOS INTERESA VISUALIZAR cómo se abren y se encuentran los cami-nos, a partir de la expresión escrita y la expresión de la puesta enescena. Tomando en cuenta que el teatro se formula a través degéneros y sub géneros, tales como la tragedia, la comedia, eldrama, la pantomima, etc., y que para cada uno de éstos se hanescrito miles de obras y que para cada obra ha habido por lomenos un montaje, pero casi siempre más. Tomando en cuenta,también, que hay dramaturgos, directores, actores, escenógrafos,músicos. Lo que significa que si miramos el conjunto estamossobre un laberinto infinito, que a su vez contiene en su seno otroslaberintos con ramales y aperturas a sistemas de universos, tam-bién infinitos. Esto sin olvidar que la dicotomía última, la rela-ción que le da sentido a todo, es la relación con lo que alguienllamó el monstruo de las mil cabezas. En donde cada individuode ese público es un universo complejo que establece su relaciónparticular con cada espectáculo.

El arte teatral, en el sentido que le estamos dando en este tra-bajo, manifiesta una primera bifurcación, dada su capacidad deexpresarse como literatura y como puesta en escena. Aunque ensus orígenes sólo existía lo escénico, la historia se encargó de

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Rodolfo Porras

EL ARTE DE LOS SENDEROSQUE SE BIFURCAN

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modificar esa realidad. Tanto que mucha gente confunde el tea-tro con la dramaturgia. Esta falsa percepción se profundiza cuan-do muchos libros de historia del arte, e incluso específicamentede historia del teatro, construyen su andamiaje a partir de laescritura. Dando la impresión de que el arte teatral es el arte deldramaturgo. Y aquí, para explicar esta percepción, surge otrabifurcación: lo efímero y lo permanente. La naturaleza del arteescénico es efímera, la historia recoge la visión del cronista, paradejar constancia de una puesta en escena. Sin embargo, la piezaescrita es, en sí misma. un documento histórico. Por ello y noporque sea más importante que la puesta en escena, es que segenera esa preponderancia histórica.

Desde el punto de vista del hacedor, los mecanismos para lapuesta en escena y para escribir la obra, son muy similares y se ali-mentan de las mismas fuentes, entre otras cosas, pero de manerafundamental, se nutren de la memoria y se convierten en alimen-to de ésta. Entendemos la memoria como un proceso distinto a lohistórico. La memoria es dinámica, no es ni pretende ser objetiva,más bien es selectiva y se sirve más del sentimiento y del signifi-cado de los hechos que del registro de los mismos, por ello todotexto teatral genuino, está pensado para la puesta en escena, paralo efímero. Quien pretenda hacer literatura con la estructura tea-tral, lo logra, pero no escribe teatro aunque sea un texto dialoga-do y dividido en escenas. Como ejemplo de esto, tenemos lasextraordinarias parodias de Aquiles Nazoa; La torta que puso Adány Los martirios de Colón que, aun siendo llevadas a escena innume-rables veces en escuelas y actos culturales, es evidente que no sontextos teatrales propiamente dichos. La intención del autor era lade divertir a partir de su lectura. De hecho estas obras se inscribenen un grupo de poemas que él llama Teatro para leer marcando ladiferencia con el texto teatral al servicio de la escenificación.

Cuando hablamos de literatura y de puesta en escena evoca-mos otra partición en el camino. Esta nueva bifurcación com-puesta por el dramaturgo y el director nos topa con dos creado-res con misiones muy similares pero, al mismo tiempo, con oficios

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muy distintos. Ambos tienen el cometido de encarar la historiacon una visión global de la misma, sin perder por ello ni el másmínimo detalle. Ambos son creadores en la medida que descubrenlos grandes y pequeños hilos que tejen la trama, el motor que haceavanzar la historia. Uno escribe sobre papel y el otro sobre el esce-nario. El dramaturgo interpreta una historia de su memoria, elotro interpreta la que el primero ha escrito. No importa para nadaque en un montaje determinado sean la misma persona. El queescribe actúa de una manera y el que pone en escena de otra.Siempre el escritor le pondrá escollos al que pone en escena, ysiempre el director traicionará en algo al dramaturgo.

Después de concebida una historia, después de maquetearunos personajes, el escritor tiene (seguimos con las bifurcaciones)dos caminos que para nada son excluyentes. Sigue el hilo que vadictando la realidad que está planteada en la historia. Y así lospersonajes aparecerán cada vez más vivos e independientes y almismo tiempo, esto que sucede va reflejando el mundo interior,muchas veces inexplorado de quien escribe. Escuchar ambas ins-tancias es internarse en un laberinto con sus consabidas trampas,sus consabidos callejones sin salidas. Y es por ello el ejercicio dereescritura, es por ello la necesidad de suprimir escenas que en símismas son brillantes pero no conducen a ninguna parte.

El escritor hila y desgrana su historia y el conflicto que la sos-tiene en personajes, acontecimientos y acciones. Estos elementosconforman un universo único, con leyes propias, con tiempo yespacio únicos. El director desteje para descubrir todo eso, e inter-preta y pone en escena lo que resultó de ese destejido. El drama-turgo trabaja con personajes muy vivos pero que no son de carne,ni tienen voz; el director le pone esa carne y esa voz a través de losactores. Le da una condición física a un espacio etéreo y le confie-re un valor concreto al tiempo inaprensible del texto literario.

El director consigue, con repetidas lecturas de la pieza, con elaporte de los actores, con cada ensayo, imágenes y recursos conlos que va componiendo la puesta en escena. Aquí las divisionesdel sendero son múltiples, como múltiples las trampas. Una

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intervención espectacular de un actor, pero que no es un hallazgohacia la puesta en escena, un camino que se abre para seducir demanera facilona al público, un vínculo entre dos personajes queno sale, un acto vanidoso de la puesta que puede ensuciar de vir-tuosismo una escena, una acotación del autor, una frase dicha lim-piamente, un reto que se asume en equipo, descubrir cuánta ter-nura hay dentro de sí para sacar a relucir la ternura que demandaun pedazo del montaje, todos son caminos que se van haciendo,que nos ponen en riesgo, que provocan la alegría y la tristeza delacto creador. Es estar en el laberinto.

Quedamos, pues, parados sobre ese otro fraccionamiento quees el espacio dramático y el espacio escénico. Evidentemente soncosas muy distintas. Mientras uno está hecho de imágenes abs-tractas, que sostienen personajes incorpóreos y deja transcurrirun tiempo que más que sucesión de minutos, es ritmo y atmós-fera, el otro tiene propiedades físicas, sostiene a gente con peso ypaso sobre el escenario. El tiempo se sucede inclemente. Y sinembargo, el espacio escénico, sobre el espacio dramático, es elmás irreal. El castillo de Macbeth, en el papel es de piedra, el cas-tillo de Macbeth en el escenario es de cartón. La escenografía sehará real, sustentada en la proposición estética y en la capacidadde servir al actor. El espacio dramático se hará real en la medidaque albergue a sus personajes con naturalidad.

Nos tropezamos así con un elemento cardinal del hecho tea-tral, que es el personaje. El personaje es el alma colectiva quehabita a un individuo incorpóreo. A través del personaje el públi-co puede reírse o compadecerse de sí mismo y, paradójicamente,reírse o compadecerse al mismo tiempo de su prójimo. Es un enteterrible que comienza a reflejar la vida de su creador. Es el escri-tor quien primero se mira en ese espejo. De su memoria y de lamemoria a la que pertenece, el autor comenzará a descubrir unente que lo rebasa, que no siempre comparte sus opiniones y quea veces hasta le es antagónico.

El personaje se confronta con dos realidades. La del lector soli-tario, que lo valora, le tiende puentes de identidad, lo odia, lo

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ama o lo compadece. Este lector, sin embargo, se relaciona demanera incompleta, ya que el personaje demanda un cuerpo yuna voz concretos. Y se confronta con el artista que lleva a esce-na la obra. El director trabaja para descubrir al personaje, ponien-do su vida como parámetro, es decir, también el director es crea-dor y víctima de la implacable existencia del personaje.

Pero es sobre todo su alter ego quien le insufla la vida, quehasta ese momento expresa pero no contiene, es el actor quien leotorga la corporeidad imprescindible. Es el actor quien más losufrirá, más lo disfrutará y más tendrá que hurgar en sí mismopara encontrar dentro lo que le demanda el personaje. Esa duplaentrañable es de nuevo otra bifurcación. En algún momento, des-pués de ser uno, cada quien irá a su vera, uno a buscar un actorque le otorgue una nueva vida, totalmente diferente, y el otro, elactor, irá tras otro personaje, que le permita adentrarse en el labe-rinto de su propia vida para mostrarle al público la espesura desu personaje, y que el público a su vez se adentre en la suya.

Quien más se expone en un montaje teatral es el actor. Porqueademás de que sus recursos técnicos están en la picota, que suimagen puede cargar con las culpas de otros compañeros deactuación o las del director y quién sabe si hasta las del mismoescritor. Además de eso, el proceso de construcción de un perso-naje, bien sea según la proposición actoral de Stanislavski, deBrecht, de Grotowski, Barba, o de cualquier otro, requiere de unejercicio de introspección y de exposición de lo hallado, quecoloca al actor en una especie de desamparo que puede llegar aser doloroso. Si el actor no trabaja con imágenes, si no exploradentro de sí, en el escenario no pasa nada.

Ahora bien, hasta en un monólogo, el personaje nunca es unente unitario, siempre es en referencia a otro personaje, y cadapersonaje en el escenario, o en la lectura solitaria, reproduce elentramado de relaciones que hemos venido describiendo.

Todo personaje teatral va hacia algún lado. Cuando las fuerzascontrarias lo mueven en una dirección distinta a la que éste sepropone, lo que está pasando es que el camino hacia su objetivo

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se hace más largo o pedregoso, o es la señal para que éste descu-bra cuál es el resultado final de su esfuerzo voluntario, y cuál essu verdadero objetivo. La famosa imagen del Zen de lanzar unaflecha y luego marcar la diana en donde ésta cae, podría servirpara visualizar el teleos de los personajes teatrales. Edipo o Hamletson ejemplos perfectos de ello. Edipo nació con un destino que,sin saberlo, se empeñó en cumplir al pie de la letra. Hamlet dudapero ya su ruta está marcada y él hace lo necesario para que secumpla. En ambos es su carácter, su ethos, lo que los impulsa allegar hacia donde su propia voluntad lo había marcado. El des-tino, entonces, no es más que la consecuencia del choque devoluntades. Y el azar termina siendo el motor oculto que no per-mite escapatoria para este choque.

El personaje siempre tiene un opositor. El carácter de este opo-sitor contiene un mundo similar, lo que pasa es que va en uncamino contrario. Lo que se enfrenta son dos concepciones delmundo, dos fuerzas que luchan por un mismo objeto del deseo,dos voluntades que representan el bien y el mal. Es alguien quequiere cumplir con su camino y otro alguien que quiere impedír-selo. Este conflicto siempre encierra una proposición ética. Loque implica la apertura a nuevos caminos que a su vez se iránbifurcando, para poner al pie del personaje, del actor y del públi-co, un laberinto infinito, del que tenemos certezas y oscuridadesque nunca, a ninguna de las dos, vamos a poder ni siquiera rozar.El juego es vincularnos con algunas y vivificarnos en ellas. El retoqueda para otra oportunidad.

Esta otra oportunidad es para todos, para el autor, para eldirector, para el escenógrafo, el iluminador, el utilero, el actor ypor supuesto, el público. Sin embargo, esta otra oportunidad esposible si podemos desentrañar el laberinto. Cada quien en elpapel que juega en este tinglado. En principio, y a riesgo de pare-cer tautológicos, hay que afirmar que para poder salir del laberin-to es condición sine qua non, estar dentro. Dedicarse a escribiruna obra, leerla y llevarla a escena, aprenderse los parlamentos deun personaje, matizar con propiedad los diálogos, comprar una

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entrada, sentarse en una butaca, no significa estar dentro. Entrares mucho más rico, mucho más comprometedor, significa ponerparte de uno en ello y eso, aunque cuesta, le da sentido al hechode intentarlo. Por ello después que entras es tan difícil salir.

A diferencia de la sala de cine, en el teatro es un disparate comercotufas, refresco o cualquier otra chuchería. El teatro requiereotra actitud, otra atención. En el espectáculo teatral el público esparte del rito. Su silencio se siente y se valora. Su inamovilidadpuede significar compenetración, susto, alegría contenida, expec-tativa por lo que va a pasar o apatía, desencanto de la pieza, abu-rrimiento. El espectador puede ir a verse en un espejo del que nopuede escapar sino hasta después de los aplausos, es decir, dema-siado tarde. En el teatro las atmósferas son de vital importancia,y el mejor hacedor de atmósferas es el público. Siempre es unente activo, cómplice, que crea situaciones desde su asiento. Surisa o su aliento contenido son parte del discurso. Sólo así entraen la urdimbre, así como entraron en su momento el autor, eldirector y el actor.

¿Por qué comenzar a escribir una pieza o llevarla a escena?¿Cómo es que el personaje se va imbuyendo en el actor? ¿Para quécomprar una entrada? Son preguntas que aluden al inicio del labe-rinto y que enraman las respuestas para salir de él. No se trata deabandonar la relación con lo teatral. Se trata de llegar al centro. Esvincularse a otra experiencia. Y he allí el magín: Cuando voy alteatro en calidad de público o de hacedor estoy buscando algo.Eso que estoy buscando me va a modificar. Hay un miedo o unaculpa que ya no estará más, hay una identidad que voy a descu-brir, una alegría que tengo que celebrar… Si accedo a eso ya nosoy el mismo. Salir del laberinto es reconocerme en eso nuevo. Delo contrario es como si nunca hubiese estado allí.

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Pedro León Castro • Objetos sobre un paisaje • Óleo s/tela •1973

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Y es que poco después de haber vuelto, tras años de ausencia,a mi lar nativo, sentí unas fuertes ganas de irme de nuevo y nunca volver.

(ÍNSULAS, 1996:12)

…queriéndome ir hacia bien lejos, pero a ninguna parte;habiendo perdido mi paraíso, que yo había creído eterno,…

(AL SUR DEL EQUANIL, 1972:18)

LOS RESPECTIVOS PERSONAJES protagonistas de Al sur del Equanil y deÍnsulas nos atrapan con su frescura, naturalidad y humor desde elcomienzo de estas novelas. Nos identificamos con ellos y quisié-ramos acompañarlos y compartir las variadas peripecias de sueterno vagar por el planeta, especialmente al de Ínsulas, que seña-la hacia un final más positivo y esperanzado. Sin embargo, almismo tiempo, percibimos un tono profundo de búsqueda, depérdida, de soledad y de contradicción.

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Natividad Barroso García

CONTRADICCIONESINSULARES Y LA BÚSQUEDA

DEL PARAÍSOEN DOS NOVELAS

DE RENATO RODRÍGUEZ

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Es un discurso narrativo que brota desde la isla de Margarita yen el que encontramos la diversidad, complejidad y contradiccio-nes que caracterizan el Caribe insular y sus relaciones con las cos-tas de su cuenca o Tierra firme y con las metrópolis.

La presencia del mar y la correspondiente atracción por ir másallá del horizonte, estimulada por los barcos que atracaban regu-larmente a los puertos de la infancia de los narradores, y que tra-ían una gran cantidad de las cosas que usaban en la vida diaria yque, a la vez, llevaban a los nativos a lugares lejanos y traían apersonas y modos de diversas culturas, crean un eje de contradic-ciones características de la insularidad y que atraviesa las dosnovelas: entre un cosmopolitismo y un aislamiento producidopor diferentes estados de cultura, aun dentro de una mismanación, aunados a una ansia de permanencia en un lugar de rela-ción directa con la naturaleza. Todo relacionado con el aspecto delas facilidades de educación o de salud para lo cual sólo lospudientes podían desplazarse a los lejanos centros urbanos desdeesa periferia insular o costera; y, al mismo tiempo, con el deseoindividual de ir a conocer lugares lejanos imaginados y el de que-darse en el lugar paradisíaco en que se ha nacido.

Las dos novelas tienen como lugar de enunciación a París.Desde allí, un narrador en primera persona regresa, una y otravez, por medio de una memoria viva, a lugares y hechos que lohan marcado profundamente durante un deambular continuoque ha terminado por convertírsele en un modo de vida. Sinembargo, y paradójicamente, el lugar que ha originado esa erran-cia es un lar nativo al cual siempre se ha querido regresar y que-darse allí, en un recoveco tranquilo y solitario.

Ínsulas está dividido en seis capítulos titulados Pasar la mar,Guadeloupe, París, Nápoles, Regresar y Hamburgo. Todos estoscapítulos empiezan con el narrador en París y, desde todos y cadauno de ellos, viaja en forma retrospectiva a la isla de Margarita.Los viajes que realiza desde París serán solamente a Nápoles (conregreso a París) y a Hamburgo; lugares a los que fue (al igual que

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a París) porque así lo había deseado desde la propia isla deMargarita, estimulado por sensaciones o vivencias desde allí. Enlos últimos dos capítulos, se da plena cuenta de que ya ha ido atodos los lugares que había anhelado desde su lar nativo y, alplantearse volver allá, reconoce que ya desde cuando había hechosu primer regreso, la isla estaba tan cambiada que ya no se reco-nocía en ella. Por eso, el final queda abierto porque el narradorno sabe adónde dirigirse desde Hamburgo. No obstante, final-mente se decide por el rumbo al sur, en búsqueda de una islaluminosa, de aguas azul turquesa, parecida a las de su infancia yde su juventud:

Vivir en Paraguachoa no es ya posible para mí, me dije, tam-

poco en Los Testigos. Pero hay otras islas. Tal vez en alguna de

ellas la noche y la mar decidan devolverme mis propias sirenas.

Y tomé rumbo al Sur. (1996:154)

Al sur del Equanil está dividido en tres partes. La Primera parteestá subdividida en ocho capítulos identificados sólo con númerosromanos, excepto el VI que lleva además el subtítulo de un cuentoescrito por el narrador, en su búsqueda como escritor: El violín deTacho y el VIII que tiene un subtítulo repetido dos veces y corres-pondiente a otro ejercicio de escribir un cuento: La muerte de unvergante (o de un bergante). La Segunda parte tiene cinco capítulosidentificados con números romanos. La Tercera parte tiene diezcapítulos identificados igualmente con números romanos y el VIII

tiene otro cuento con el subtítulo de Sin título ninguno ¿para qué?.En esta novela, la primera parte comienza con el narrador quehabla desde París, la segunda con el narrador que habla desdeCaracas y la tercera que habla desde Chile. Sin embargo, no se hamovido de París, todos los viajes han sido en forma retrospecti-va, por medio de recuerdos desde la capital francesa. Al final, elnarrador se encuentra bastante destruido, evadido de la realidadcon ayudas artificiales, más al norte de lo que lo ha obsesionado

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siempre (la música de su padre con que intentaba dominarlo ensu primera infancia, pero a la vez exclama: ¡Qué ganas me dan aveces de que alguien tocara en la guitarra In a little Spanish town!),al norte de un montón de cosas, sin embargo y, a la vez, su posi-ción auténtica, después de haber escrito, está cada vez más, al Surdel Equanil; con la doble simbología de pérdida de su lugar de ori-gen (al Norte del Ecuador) y de toda posibilidad de alivio, consue-lo o recuperación.

El narrador de Al sur del Equanil claramente reconoce su pér-dida irreparable al decir:

…queriéndome ir hacia bien lejos, pero a ninguna parte;

habiendo perdido mi paraíso, que yo había creído eterno, como

debe ser todo paraíso que se respete, sin tener ya donde ir, por-

que siempre había creído que podría irme allá cuando tuviera

deseos de irme de todas partes y siempre había estado preparán-

dome para, alguna vez, irme allá definitivamente. (1972:18)

Ahora, no es asunto de ir a un lugar, sino irse de todos los luga-res, pero ya no tiene ese allá, ese lar nativo que creía le pertene-cería para siempre y donde podría refugiarse.

Tanto el narrador de Ínsulas como el de Al sur del Equanil sien-ten que han perdido la posibilidad de vivir en aquel lugar privi-legiado de su infancia, del cual fueron obligados a salir, por el ais-lamiento en que se encontraba dicho lugar, al ser una periferiainsular o costera respecto a unos centros ubicados en la Tierrafirme, en un determinado momento de sus vidas para buscar lacontinuidad de una educación formal que luego no culminarían,debido a su malestar, inconformidad y rebeldía por haber sidoarrastrados a un exilio sin sentido, en una edad crucial, sin haber-los consultado, Sin que nadie indagara mis deseos fui llevado lejos.Nadie me preguntó si quería irme ni a dónde habría querido ir. Noquería que me llevaran (1996:54). Sufrieron el desarraigo sinhaber tenido la posibilidad de desarrollar sus posibilidades crea-

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tivas o el propio conocerse a sí mismos y a su medio ambientenatural, abandonándolo a otros que lo transformarían a tal puntoque nunca volverían a sentirlo suyo. En el narrador de Ínsulascomprobamos dicho proceso:

Y es que poco después de haber vuelto, tras años de ausencia,

a mi lar nativo, sentí unas fuertes ganas de irme de nuevo y

nunca volver. Pero eso sí, a algún lugar que quizás me ofrecie-

ra algo permanente, donde el tiempo pareciera como estático,

una especie de Shangri-La que no pudiera ser destruido por cir-

cunstancias casuales o por lo fortuito del sentido en que el pro-

greso avanzara. (1996:12)

Finalmente, quedaría inmerso en un mundo de evasión, untanto absurdo, también a la deriva; pero, en este caso ha encon-trado en el trabajo (al final, inclusive físico, manual) y en el ali-mento recibido por innumerables lecturas hechas a lo largo detoda su vida, por las películas vistas, por el arte percibido y dis-frutado, por el tesoro de sus memorias de una infancia soleada,libre, transparente y, en especial, por las canciones y música quelo acompañan desde entonces (desde la Victrola Ortofónica de suabuela), una forma de evadir sus obsesiones y decepciones; y deaceptar, dentro de un tono y modo humorísticos —a veces iróni-co (pues llegó a umbrales de locura quijotesca, incluyendo hastala actuación de magos enemigos, las máquinas; y a experiencias yobsesivas visiones como las del suicidio extraordinario del amigomúsico que flota en el aire con su violín en la mano a punto de caerlentamente frente a un tren que llegaba y le destrozaría (1996:151),pero también más optimista, a aceptar su soledad y vagar en bús-queda de una isla luminosa, de aguas azul turquesa, parecida alas de su infancia caribeña.

En Ínsulas, el lar nativo queda claramente señalado como la islade Margarita, la Paraguachoa guaiquerí. En Al sur del Equanil no hayindicaciones precisas, pero el adverbio allá aparece continuamente

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en la primera parte, casi veinte veces, con la connotación clara deque es ese lar nativo tan añorado, del mar de su infancia, de plenarelación con la naturaleza y ya imposible para él:

…tenía ganas de marcharme, no se me ocurría hacia dónde

hacerlo, la única posibilidad permanente que había tenido, ya

no existía y entretanto seguía allí echado y ni siquiera era por

pereza ¿Allá? Imposible ¿A qué? Lo único que quedaba era la

playa, aquella sabrosa playa donde me bañaba desnudo y

donde, como era el único que iba, me sentía como un millona-

rio con playa particular y todo. (1972:22)

Hay una mención a que se había embarcado en Carúpano paraviajar hasta Le Havre:

…me voy, tomo mi barco, es el Colombie. Algunos de mis sue-

ños se van cumpliendo, cuando era niño lo veía llegar al puer-

to y me daban unos deseos inmensos de hacer un largo viaje por

mar en aquel barco hermoso, todo blanco y era el Colombie

justamente el que me llevaba a Francia. Aquello era en

Carúpano. (1972:43)

Barco que también había sido el sueño del narrador de Ínsulas,el gran anhelo de un largo viaje por mar en el vapor Colombie dela Compagnie Generale Trasatlantique Française que veía siempredesde el puerto de Porlamar y quien para hacer realidad esesueño había tenido que hacer un largo recorrido por Venezuela(Maracaibo, Mérida) hasta Cúcuta y Barranquilla en Colombia ydesde allí a la isla de Curazao, luego a la isla de Saint Martin/SanMarteen y finalmente hasta la isla de Guadeloupe, para lograrembarcar en el puerto de Pointe a Pitre, en el Colombie que hacíamucho que no pasaba por Venezuela y además porque ese sería suúltimo viaje antes de ser desmantelado por viejo (1996:95).

Observamos que esa primera contradicción trae como conse-cuencias, por un lado, el deseo de ir a lugares imaginados e ideali-

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zados, a una inquietud y a un vacío o necesidad de hacer algo; ypor otro lado, posteriormente, a un constante irse de lugares enlos cuales no se encuentra bien, a desengaños de personas, a unmalestar y crítica, a una errancia como modo de vida, a una rebel-día, a un salirse del sistema establecido, a la elección de un siste-ma paralelo que puede llegar hasta la ilegalidad, que luego seconvertirá en una evasión artificial en Al sur del Equanil y en unpermanente vagar desenfadado en Ínsulas.

El narrador de Ínsulas se refiere a un conocido margariteñocomo a:

…uno de esos seres de leyenda que habían logrado realizar ese

sueño acariciado por tantos insulares de «correr mundo», de

trasponer la barrera de la mar que es como una reja que, como

toda reja, desafía a ser traspuesta. (1996:30)

Y, en cierto modo, se crea un tipo de vacío difícil de llenar:

…algo me faltaba, ese no sé que aspiro a realizar sin saber lo

que es (…). Algo me faltaba, sentía un vacío y no sabía con qué

podía ser colmado. (1996:150).

Y el de Al sur del Equanil:

Y después de un rato, vuelta a comenzar otra vez la misma cosa

y entre cosa y cosa, aquel enorme vacío, que antes de mi viaje

allá había con que medio rellenar al menos (1972:23)

El malestar, la crítica al modo de vida del sistema central:

…a mí que me divertía más ordeñar las vacas y andar por los

montes en un buen caballo haciéndome la cuenta de que nunca

había estado en esa aplastante ciudad de Caracas, ni en esa

Universidad del coño, de aire opresivamente repleto de sexo y

política. (1972:26).

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Junto con la obsesión por lo opresivo del padre en Al sur delEquanil:

Un día, harto de que sobre mi cabeza estuviera colgando siem-

pre un violín, una guitarra o un piano o de estar expuesto a ser

aplastado por el enorme zapato de algún furibundo profesor,

por mi poco amor a las cloacas y a los tanque Imhoff, decidí

irme de esa loca ciudad de Caracas, pensando que lejos, en

Bogotá, estaría bien, donde no oyera el agudo chillido del violín

Der Kafkas Vater o donde no pudieran caerme sobre la cabeza,

ni el piano, ni la guitarra si se reventaba la cuerda de la cual

pendían. (1997:53).

Pero, al mismo tiempo, propicia la internalización de unamirada infantil, que siempre añorará y llevará dentro de sí aquelallá que se repetirá casi veinte veces en la primera parte de Al surdel Equanil y en aquella isla de mar azul turquesa transparenteque acompañará hasta el final al narrador de Ínsulas y que hará quetome conciencia de que su verdadera profesión es la de soñador(1996:87), porque:

…nos fuimos pero en mi memoria quedaron grabados para

siempre el color azul cobalto de la mar, su esmeralda y su tur-

quesa [de las islas de Los Testigos], que jamás he visto supe-

rados, y rara vez igualados… (1996:62).

Ese fundamental eje de contradicciones trae también muchoscambios y, especialmente el mayor: la llegada del turismo con unexcesivo progreso tecnológico. En Ínsulas, jocosamente, un per-sonaje popular contaba la historia de Colón como la del primerturista:

—El primer turista fue Cristóbal Colón cuando el 12 de octu-

bre de 1492 puso los pies en la isla de Guanahaní, bautizada

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por él San Salvador y hoy llamada Watling— decía Joche…

(1996:20) y por promover el turismo se envainaron ellos mismos [losindios de Guanahaní y Anacaona] (23)

El narrador de Al sur del Equanil transcurre toda la novela pre-guntándose cuáles son las causas de la cosa, de la gran cosa, micosa (17), mi maledetta cosa (23) que lo atormenta y se da un sin-fín de respuestas:

—el excesivo dominio de Mein Vater y de las canciones quetocaba para ello—el tío que golpea a Ismael—Teresa la loca por las calles (19)—la presencia de multitudes en las playas, la imposibilidad dela playa única del único (22)—el que su padre se hubiera fugado de su casa (17)—el regreso, después de diez años de un viaje (140), a dondetodo había cambiado tanto: la abuela medio muerta en vida, laindiferencia ante la muerte del loro, el desaliento, abandono ynegligencia de todos, ya no se arreglaba nada, como el agua-manil que no se reparó más nunca (18-21). …algo más se habíamuerto, como yo (…) un trasto sin vísceras, ni esqueleto (21) yque le hace darse cuenta de que la única posibilidad permanenteque había tenido ya no existía (22)—la imposibilidad del amor con Patricia, las cosas que yo pudehaberle dicho, hace tiempo (143)—cuando Eduardo le dijo que se pusiera a escribir porque eraun escritor (23)—el asunto de Cirilo (83); y algunas otras.

El narrador de Ínsulas igualmente se pasa toda la novela pre-guntándose cuáles son las causas, la necesidad de los cambios yqué trajeron consigo; y se da un sinfín de respuestas:

—la lectura de La isla de Robinson—la llegada del circo

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—cuando Ismael [el indio guarao traído de Los Caños delDelta Amacuro] dejó de estar alli (13)—por haber ido a ver los turistas (23) y por su presenciaMe sentía muy incómodo comprobar la presencia de un gruponumeroso de forasteros allí establecidos (…) mi mundo se des-moronaba sin remedio. (12)

Y los cambios subsiguientes como el cambio de cada botiquínpor una nueva Soda Fountain (19)—los nativos cambian, por ejemplo, las camisas por anteojosRay Ban, por la Kodak (19); los pantalones de guayacán ahorase llaman blue jeans (19)—la muerte de Pío Tequiche o la del loco Cirilo o la de la locaAntonia o la de Teodora la peorra (seres populares anteriormen-te aceptados solidariamente como parte de la comunidad) (25)—la llegada del avión—la subsiguiente mirada de los turistas que produce vergüenzade su ingenuidad o transparencia, que lo hace sentir desnudoreal y absolutamente desnudo por primera vez en mi vida (40), yle produce un posterior sentido de inferioridad y sensación deburla y falta de respeto por su modo de ser, por su cultura, ya que

Al estar cerca repararon en mi presencia; me miraron, unos con

sorpresa y otros, sin el menor pudor, echaron a reír y el que tal

vez fuera el más desvergonzado y de peores modales se atrevió

a señalarme con el dedo y a soltar ruidosas carcajadas de lo más

vulgares, haciendo gala de la peor educación, de una supina

ignorancia de las más elementales normas de urbanidad. (39)

—la llegada del teatro… esos cambios que tanto me herían (49)—la muerte de la maestra, del maestro y de Ismael; y algu-nas más.En las dos novelas hay una crítica o denuncia social indirecta

por medio de personajes que se encuentra, por ejemplo en Al surdel Equanil, en la referencia a los que habían maltratado a los

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indígenas (p5-96), el trabajo de los peones (74) o, en Insulas, lasituación de los indígenas guaraos (15), el genocidio y la esclavi-tud de los indígenas, de los 500 llevados para España (23), elexterminio de los braceros haitianos (23), el olvido y falta dereconocimiento de la generosidad propia de los pobres (65), de lasmuestras de un tan exarcebado racismo del gerente del hotel enSaint Martin, olvidando algunas glorias de Francia que habían teni-do en su cuerpo unos cuantos centilitros de sangre negra (77), lo rarodel gusto de Gómez y usos de castigos de su régimen despóticode una verga o miembro viril desecado de toro para azotar a los pri-sioneros políticos y precisamente en las nalgas desnudas (115) y delos empalamientos de Drácula y de Diego de Losada (115-116);de la recluta (118-119), de la prisión del Castillo de PuertoCabello (141-142).

Al olvido o desprecio hacia los provincianos o porque se esmargariteño se refiere varias veces el narrador de Ínsulas:

…por ser yo un triste margariteño más… (39). …se llegó al extremo de considerar ser de la isla algo así como un

delito (30)Relata lo sucedido con la idea de expulsar a los hijuerdiablos del

Zulia (31), por parte del gobernador (o Presidente de estado de laépoca), y que inspirado por la Chinita ante el apogeo de la Virgendel Diablo, finalmente expulsó a todos los que llevaran un mapirecolgando del hombro, por la imposibilidad de diferenciar entremargariteños, nativos del Zulia y los margaricuchos (margarite-ños nacidos allí) (31)

Da listas de algunos nombres que hicieron buenas e importantescosas en diversos campos de la cultura y de las ciencias y que se lesolvida por ser nativos del Estado Libre Asociado de Margarita (30)

La presencia de lo indígena es muy frecuente en Ínsulas:—Ismael, personaje fundamental en esta novela, es un indioguarao. Habla de Ismael y sus costumbres (52)—Se refiere a los guaraos y a su curiara en el Delta Amacuro,había podido ver en la región deltana a los indios, guaraos comoIsmael, en su hábitat natural… (116) e inclusive al posible

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endorracismo de Ismael producido por haberlo llevado aMargarita (18-19).—la India Teodora Castro (18)—Anacaona y sus tribeños compañeros, Anacaona y sus jíbaros (21)—la brujería de los piaches (22)—el merengue de los indígenas (22)—el genocidio (23)—la esclavitud (23)—a como lo consideraban los turistas: … a mí, a un nativo, unguaiquerí, un indio al fin, si bien no puro por estar mezclado conrazas inferiores. (39)—¡Los indios no se enfermaban… ni morían… los mataban! (53)—las razones de la codicia por las perlas del Guaiquerí (145)Igualmente, es muy abundante en esta novela la presencia de

los negros y la especial atracción que siente el protagonista por lasmujeres de esa raza y etnia:

—Beltrán, el Negro (38)—Ponciana, importante personaje, su primer amor: una negraalta, fuerte y hermosa (44)—aquella mujer negra de Haití (58)—una joven negra de graciosos movimientos (73)—la población [la de Saint Martin] en su inmensa mayoría perte-nece a la raza negra, no parece haber mucha mezcla aunque apa-rentemente la discriminación no es conocida (75)—El gerente del hotel de Saint Martin dice que en la isla enque nació, en San Bartolomé, «casi no hay negros» (77), le pre-ocupa que su hijo fuera a meterse con una negra (78) y excla-ma «Si no fuera por este sancocho de negros que hay aquí [enSaint Martin] no me importaría quedarme para siempre» (78) —Se quedó en …un hospedaje ocupado principalmente por gentenegra (79)—una hermosa negra, llena de encantos (79)—Todo el mundo era negro, pero negro de verdad, no como aque-llos negros, en su mayoría desteñidos por el mestizaje, que estaba

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acostumbrado a ver. Había negros retintos por todos lados cami-nando, casi bailando, al compás de la música que brotaba de losaltoparlantes… (80)También encontramos la presencia de los hebreos en Ínsulas por

la llegada a la Ínsula Margarita y a Cubagua de Simón Maharbal,ascendiente de los israelitas Rosenthal (el que trajo y donó la esta-tua de la Sirena a Porlamar) y Modiano, desde el siglo XVI, lospormenores de la evolución de los apellidos Mahar Bal y MaharAi a Marval que se remontan hasta los cartagineses y la historiade su posterior descendencia, hasta llegar a las Marval, de quie-nes se declara orgullosamente descendiente a través de su abueloy bisabuelos Apolinar y Salomé (144-151).

A pesar de las grandes diferencias entre los itinerarios y losfinales del destino de los narradores y de los viajes recordados(que completan la historia) o realizados en el transcurso narrado(el relato en sí), por Sur América en Al sur del Equanil y por lasislas del Caribe y Europa en Ínsulas, las dos novelas tienen muchoen común.

Además del lugar de la enunciación, hay tres personajes queaparecen en las dos: la abuela y el abuelo del narrador e Ismael.La importancia del abuelo es substituida por el personaje delpadre en Al sur del Equanil, por el Main Vater, con su imagen depadre dominante, Der Kafka´s Vater, porque, además de la obse-sión por la forma como su padre músico lo pretendió obligar adormir y a una determinada profesión, señala que nació en lamisma fecha que Kafka. El personaje Eduardo (que lo recibe enParís y que lo ha estimulado a escribir y a viajar a París y queluego lo decepciona terriblemente y a quien mata en los cuentoscomo escritor) de Al sur del Equanil, se desdobla en dos en Ínsu-las: en Jean Marc (a quien casi siempre encuentra en forma mági-ca al igual que al Eduardo de la otra novela y quien lo escucha,ayuda, aconseja racionalmente y que nunca lo decepciona) y enErnesto (que lo estimula en su trabajo creativo como fotógrafo,pero quien en realidad lo envidia y que procurará su mal). Hay

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otros personajes equivalentes en ambas novelas, como Antoine,el pintor de Ínsulas y Andrés, el pintor de Al sur del Equanil.Asimismo hay un uso común de lar nativo en ambas novelas.

La novela Al sur del Equanil es una narración en primera per-sona, a modo de diario, pero como al mismo tiempo va dando aconocer el proceso de alguien a quien le han dicho que es escri-tor, incluye los intentos por escribir de ese escritor e ilustra susejercicios de escritura por medio de relatos insertados (con fechade escritura, inclusive), en los cuales, en gran parte, aparece unaconfusión del yo y del él del personaje protagonista de sus rela-tos, inclusive en una oración o párrafo. Es una interesante mues-tra del proceso de transición del yo de un autor que intenta narrarexperiencias vividas pero en forma impersonal, poniendo distan-cia por medio del uso de la tercera persona. También hay granconfusión con el nombre que les da a los personajes y el nombredel propio narrador de toda la novela, lo cual demuestra la con-fusión psicológica de dicho personaje. Aparece Cirilo, una perso-nificación del yo narrador, pero en un momento dice entre parén-tesis: (No, él no sabe que soy Cirilo también detesto las autobiogra-fías). No obstante, cuando observamos el currículo del autor delas dos novelas reales en estudio, encontramos mucha similituden los itinerarios y peripecias del autor y de los narradores ydatos precisos que coinciden con los del autor, por ejemplo,cuando da la fecha de nacimiento en el día 3 de julio (1972:16)y que ratifica varias veces (118), diciendo inclusive que es lamisma de Kafka. ¿Serán los intentos de verosimilitud de la mayoríade los narradores?

En Ínsulas también encontramos cuentos o relatos dentro de lanovela pero, con la excepción del relato oral de Colón que apare-ce impreso con un tipo distinto de letra, aparecen intercaladosdentro de su narración global sin diferenciación en la impresióncomo, por ejemplo, los de Ismael, el guarao; los de Claude, elfrancés de Los Testigos; el de Carlos Gardel y un margariteño; losde los amigos o conocidos, como el italiano Sandro M. que cono-ció en la carretera hacia Barquisimeto; el de Noirette, la negra de

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Guadeloupe de quien se enamora; el trágico-cómico de unasmuchachas francesas y los suicidios; los de la bicicleta y motoci-cleta; el de Ponciana, su gran primer amor; el naufragio del barcodel abuelo y muerte de un tío; los del tío Manuel y los del primoGustav de Hamburgo; la del señor Salim Abu Hammad y la ideade llevar un grupo de insulares expertos en la recolección de per-las al Mar Rojo y la del descendiente de uno de ellos que terminacon una casa de comidas margariteñas en Hamburgo y las histo-rias de los Maharbal.

El relato de Al sur del Equanil empieza en París pero salta conti-nuamente en forma retrospectiva al lar nativo y a otros lugares,pero en la historia realmente no se mueve nunca de París. El rela-to de Ínsulas también empieza en París, salta de inmediato a la islay sigue allí toda una larga historia desde cuando era niño, su viajepor las islas del Caribe, camino a Le Havre que abarca tres capítu-los. En el cuarto capítulo es cuando empezará la continuación dela historia en sí, con los viajes a Nápoles y a Hamburgo.

Hamburgo es todo un capítulo en Ínsulas y aparece en Al surdel Equanil como una meta de la vida del narrador

…cuando todos en casa pensaban y yo también, que un día me

iría a Hamburgo a hacerme ingeniero naval y Hamburgo se

había convertido en una especie de meta de mi vida, de tanto

oírlo nombrar…(1972:65),

meta que parece realizar en forma parcial el narrador de Ínsulas.En las dos novelas se embarca en el Colombie.Encontré tres estilos en el discurso de estas novelas: Uno iróni-

co, humorístico (con alusiones cervantinas), otro normal o corrien-te y un tercero que podría llamar tierno y de sentido profundo,como el usado para describir la luminosa presencia de las islas y delcolor del mar Caribe, a las aves, los animales en general, las trave-suras y primeras experiencias eróticas ingenuas de los muchachosde la isla en su infancia como la fabricación de mujeres de arenafrente a la Sirena de Porlamar, o la manera de su descubrimiento

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infantil de los artistas de carne y hueso, de cómo viven y desvi-ven, de la miseria, de la falta de comprensión de su idiosincrasia,de la soledad y abandono que los llevan a la bebida y a las drogas.

La presencia deslumbrante, luminosa, inolvidable del mar(mayormente en forma femenina, la mar) y de sus tareas en Ínsu-las se constata por la innumerable cantidad de veces que lo nom-bra y la importancia que le da:

…tuve la certeza de que en tanto que en la ciudad consumía,

desperdiciaba, energías, manteniéndome frente a la mar, en sus

cercanías las adquiría. (…) …me veía obligado a admitir que

la mar para quien aprende a mirarla tiene mucho más interés

y variedad; ni uno solo de sus aspectos puede repetirse en exac-

tamente la misma forma. (90)…aquella atmósfera me hacía presentir la existencia de formas

diferentes de vida que ansié conocer algún día (94)

y en la gran variedad de denominaciones para los barcos de todoslos tipos que aparecen a lo largo de sus páginas: cayucos o curia-ras (18), buques de alto bordo, peñeros, balleneros (19), vaporesde bandera extranjera (20), aquel majestuoso barco blando de laCompagnie Generale Transatlantique Française (20), una triste yola(21), botecito, carabelas, navíos (21), frágiles embarcaciones,naves, barcos (25), goletas, trespuños, balandras a pura vela, lan-cha motora (39), trespuños llamados ‘bombotes’ (49), chalupa (62),chalana (117), carguero (142), y los nombres de todos los barcosde la Compañía Venezolana de Navegación.

Asimismo es evidente la presencia de las otras islas del Caribe almencionarlas el narrador de Ínsulas, describiéndolas con gran admi-ración y deslumbramiento. La que lo impactó más: Los Testigosque, comparará con la Guadeloupe del Eloges de Saint John-Perse,(así como el movimiento de los barcos en Porlamar le habíanrecordado los de sus Navires) (También menciona a otros auto-res caribeños como Aimé Cesaire (Soleil, Cou Coupe) (87 y 77),Franz Fanon (77)). Luego aparece una larga lista: Watling

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(Guanahaní=San Salvador) (20), Kiskeya (Hispaniola=SantoDomingo) (21), La Sola, La Blanquilla, Paraguachoa (61),Trinidad (Port of Spain) (116), Curazao (50), Haití (58), islaCaribe, islote Lobos, Chacopata, Los Frailes, Guayamuri (58),isla de La Tórtola (60), Cubagua, Las Granadinas, Martinique,Margarita (59), Saint Martin/Marteen, Curazao (71), la isla deSaba (que lo deslumbra por su misterio) (72) y el MartiniqueRhum (84 y muchas otras).

Asimismo, se refiere muchas veces a las continuas relacionesde comercio entre las islas, a los itinerarios de los barcos entreellas, a los traslados laborales, como a 42 margariteños que esta-ban en un hotel de Curazao porque habían ido a trabajar en larefinería. Se percibe y casi se vive el continuo contacto que hayestablecido entre las islas y costas del Caribe.

Cuando comparamos estas novelas con los relatos y poemas deotros autores caribeños y analizamos los trabajos escritos publi-cados por los estudiosos del Caribe, comprobamos que la isla deMargarita por su historia, por su ubicación geográfica y por elcontinuo intercambio comercial, social, cultural (en especial laoral) y, por encima de todo, por el intercambio más allá de lasfronteras físicas entre sus artistas y escritores, es verdaderamentepleno y verdadero CARIBE.

BIBLIOGRAFÍA

RODRÍGUEZ, RENATO. 1972. Al sur del Equanil. Caracas. Monte Ávila.

________________. 1996. Ínsulas. Caracas. Fundarte.

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Manuel Quintana Castillo • La noche de Heráclito • Mixta s/tela •1995

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LOS ANTECEDENTES DE la ciencia del caos se remontan a principiosdel siglo XX, cuando el matemático Henry Poincare advierte la pre-sencia del caos en la interacción dinámica de tres cuerpos celes-tes, insinuando la imposibilidad de predecir sus órbitas estelares.Posteriormente, a mediados del mismo siglo, Ilya Prigogine conti-núa la exploración de los sistemas caóticos centrando sus estudiosen las bifurcaciones de tales procesos y en la generación de ordendurante las transiciones irreversibles. Sus investigaciones conduje-ron a una nueva concepción termodinámica de la naturaleza y alestudio de eventos evolucionando fuera del reino del equilibrio.

Sin embargo, el auge de los estudios del caos y anticaos em -pieza en la década del sesenta, cuando un artículo de EdwardLorenz sobre el comportamiento del clima atrajo la atención deinvestigadores de diferentes campos del conocimiento. Su artículo,un modelo matemático del clima representado por tres ecuacio-nes diferenciales no lineales, sugería la imposibilidad de prede-cir el tiempo atmosférico como consecuencia del inexorable caosde la naturaleza.

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José Iraides Belandria

FÍSICA DEL CAOS,PINTURA Y LITERATURA

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En esa época empezó una avalancha de tratados sobre el caosque condujo a la llamada física del caos, la cual se dedicó a inves-tigar la dinámica de los procesos caóticos como el clima, los movi-mientos turbulentos de los fluidos, las olas del mar, los fenómenosestelares, reacciones oscilantes, los procesos biológicos, la evolu-ción y dinámica de las poblaciones, las mutaciones y alteracionesgenéticas, los huracanes y tormentas planetarias, los catalizadores,cristales, la mancha roja de Júpiter, las epidemias, el ritmo delcorazón y las ondas cerebrales, la esquizofrenia, la economía,sucesos históricos, revoluciones y crisis sociales, pestes, hambru-nas, el crecimiento de polímeros, el transporte urbano, circuitosneuronales, los sismos, extracción de petróleo, reacciones múlti-ples, y otros sistemas complejos.

Las evidencias resultantes de estas investigaciones revelan cómolos sistemas caóticos son extremadamente sensibles a la variaciónde las condiciones iniciales, de tal manera que pequeñas alteracio-nes pueden causar efectos tremendos al ocurrir el proceso, lo queconduce al llamado efecto mariposa, según el cual, un suave remo-lino de aire en un sitio puede generar un huracán en otro lugar.

También, durante el desarrollo de las interacciones de los pro-cesos caóticos ocurren puntos de bifurcación donde aparecennuevas rutas evolutivas, emergiendo la posibilidad de múltipleshistorias o caminos paralelos que engendran nuevas formasordenadas distintas al patrón original, indicando cómo los siste-mas caóticos esconden un orden diferente que se muestra duran-te su evolución.

Para detectar el orden escondido dentro del caos, los físicosinventaron una nueva geometría, la fractal, desarrollada por BenoitMandelbrot, en la década del setenta. Al penetrar en el interior delcaos, Mandelbrot encontró que existía un patrón dimensional,una pauta geométrica, que se reproduce exactamente a través delas escalas del proceso. De tal manera, que el caos podía describirsepor una estructura geométrica, un fractal, el cual podía generarsemediante un algoritmo iterativo, que repetía el patrón original enforma sucesiva, hasta abarcar todo el contorno dimensional del

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sistema. Su concepción estaba basada en el principio de la auto-semejanza, según la cual cada porción del fractal reproduce exac-tamente una porción más grande del mismo. Como analogía deun fractal, podemos imaginar a un árbol cualquiera y sus trozos,o la estructura interna de un cristal y sus fragmentos, o a la redde vasos sanguíneos y los capilares del cuerpo humano. Así, lageometría de una ramita de un pino es parecida a una rama másgrande, y ésta se parece a otra de mayor tamaño, y así, sucesiva-mente, a través de las escalas, cualquier trozo luce análogo alárbol de pino completo. Los fractales son invariantes respecto ala escala, presentando la misma configuración a medida que seaumentan o se reducen sus proporciones. Cada parte es una reve-lación del todo y viceversa. Es decir, su estructuración geométri-ca es independiente del tamaño, como el caso del árbol de pinomencionado, o un brócoli y sus trozos, o la imagen de una pirámi-de pequeña contenida dentro de una más grande, y ésta, conteni-da dentro de otra más grande, y ésta, dentro de otra más grande, yasí, progresivamente hasta el infinito.

Otra propiedad de los fractales es su dimensionalidad, la cualno está definida por 1, 2 ó 3 dimensiones como la euclidiana,sino que es intermedia entre estas posibilidades. En otras pala-bras, las dimensiones fractales no son enteras sino fraccionarias.Por ejemplo, la línea costera del mar, descrita fractalmente por lacurva de Koch, tiene una dimensión de aproximadamente 1.26,una descripción imposible e inconcebible desde el punto de vistaeuclidiano. Tal dimensionalidad pondera el grado de irregulari-dad del objeto.

Los fractales caracterizan las quebraduras, rupturas, lo resbala-dizo, vértigos, marañas, fisuras, irregularidades, los ruidos, lasinterconexiones, lo transitorio, las interrupciones, lo imprevistoy lo inconcluso de los procesos caóticos. En definitiva, los fracta-les revelan el orden escondido detrás del caos, muestran la diná-mica de la entropía y antientropía, describen las figuraciones delos atractores extraños e insinúan la inquietante geometría de loimprevisible, irregular, discontinuo, fragmentario y escabroso.

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Las imágenes fractales resultan de la manipulación de ecuacio-nes no lineales, las cuales al someterse a secuencias iterativas, par-tiendo de una cierta condición inicial, originan un conjunto depuntos cuyo trazado define la forma del fractal. La visualizacióndel fractal requiere un número considerable de iteraciones, nece-sitándose un computador para lograr una representación acepta-ble. Adicionalmente, con el auxilio de técnicas matemáticas, lasimágenes pueden trasladarse, rotarse, escalarse o visualizarse bajodiferentes enfoques.

En términos matemáticos, el comportamiento de un procesocaótico describe una curva infinitamente larga, la cual se pliegasobre sí misma, ocupando un área finita, sin cruzarse, ni repetir sutrayectoria. El área finita donde se ubica el conjunto de puntos delfractal constituye la llamada cuenca de atracción. La figura resul-tante es una imagen sugestiva llamada atractor extraño, la cualejerce cierta inquietud y fascinación. El atractor extraño represen-ta en su esencia, una versión del arte cibernético, lograda con téc-nicas matemáticas y el computador. Un atractor ampliamenteconocido es la mariposa de Lorenz, el cual, como su nombre loindica, parece una mariposa con las alas abiertas, desplegadas yextendidas sobre una curva infinita que se pliega sobre sí misma.

Hermosas representaciones pictóricas surgidas del mundofractal son el conjunto de Mandelbrot, el conjunto de Julia, lacurva de Koch, el polvo de Cantor y otras. Según David Ruelle,un físico del caos, Esos conjuntos de curvas y esas nubes de puntoshacen pensar, ya en fuegos de artificio o galaxias, ya en proliferacio-nes vegetales extrañas e inquietantes. Se esconden en ellos formas quedeben explorarse y armonías que esperan ser descubiertas.

Detrás del caos y el orden existe una dinámica oculta de pro-cesos creadores y destructores de entropía que desafían o sugie-ren una extensión de las leyes termodinámicas. Son transicionesque conducen a la simetría y antisimetría de la entropía, a lasupereficiencia termodinámica, y a la inversión de la flecha deltiempo. Los procesos creadores de entropía actúan como unafuerza homogenizante y los destructores como una fuerza hetero-

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genizante, cuyo antagonismo explica la vida y su multiplicidad, ylo efímero y eterno de este mundo impermanente y probabilístico.La creación y destrucción simultánea de entropía plantea la posi-bilidad de un cosmos en permanente compensación entrópica queno tiende necesariamente a la muerte térmica. Metafísicamente vis-lumbra la vida y la muerte, el caos y el anticaos, milagros, transfor-maciones alquímicas, transustanciación, resurrección, espíritus,dioses, demonios y la eternidad.

Sorpresivamente, la visión del caos fue presentida a nivel de laliteratura por Borges, quien se adelantó a los físicos al concebir laesencia del caos en los cuentos El jardín de senderos que se bifurcany Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, publicados en 1941. El jardín de sen-deros que se bifurcan trata del caos y de la bifurcación de la reali-dad en innumerables porvenires o historias, que a la vez se divi-den y proliferan hacia otras historias y dimensiones. Esta es unaconjetura de Borges que concuerda con las observaciones realiza-das por los físicos sobre la dinámica de los fenómenos caóticos.En particular, describe el caos, anticaos y las bifurcaciones en unnivel metafórico, similar al lenguaje de los científicos que hanobservado estos acontecimientos en los procesos de la naturalezacomo la ramificación temporal y espacial de los eventos irreversi-bles: Casi en el acto comprendí; el jardín de senderos que se bifurcanera la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugi-rió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio… Crea,así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y sebifurcan... En la obra de Ts’ ui Pên, todos los desenlaces ocurren. Cadauno es el punto de partida de otras bifurcaciones. Alguna vez, los sen-deros de ese laberinto convergen... El jardín de senderos que se bifur-can es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo...Creía en infinitas series de tiempos divergentes, convergentes y para-lelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan oque secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades... El tiem-po se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros... Hablandosobre el caos, el premio Nóbel de literatura Seamus Heaney pre-guntó a Borges en 1995: En Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, usted dijo

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que la eterna repetición del caos hace surgir o revela un patrón o unorden metafísico ¿qué tenía usted en mente? Borges respondió:.. creoque puede haber algo de verdad en la vieja idea de que, detrás del apa-rente desorden del universo y de las palabras que usamos para hablarde nuestro universo, podrá surgir un orden oculto... un orden de repe-tición o coincidencia. Esta respuesta coincide esencialmente conlas indagaciones observadas al explorar el caos, y encontrar quedetrás del aparente desorden, existe un orden oculto.

Asimismo, Joyce en la novela Ulises, aunque no de maneradirecta como Borges, anticipa, hacia 1922, ciertas relaciones queparecen coincidir con la filosofía del caos. Esto se advierte en lofragmentario, lo discontinuo, lo escabroso, lo fragoso y lo impre-visible del hilo narrativo de Ulises. Allí, las imágenes disímiles,transversales, espiraladas y repentinas nutren la dinámica de losmúltiples personajes y contextos que viven en la impredeciblerealidad de la entropía y antientropía. Es una novela multidimen-sional, ramificada, sin límites, como la geometría de un atractorextraño, que se mueve sin repetir jamás su trayectoria ni regresara su condición inicial. Describe vidas que pasan frente a nosotroscomo pedazos de historias, o fractales cortados, cuyos trozos soncomo una revelación del todo que surge de las paradojas del ordeny el desorden.

Otra connotación del caos puede apreciarse en la obra Cienaños de soledad de Gabriel García Márquez, donde es posible ima-ginar que la destrucción de Macondo por un huracán devastador,fue una consecuencia del impredecible efecto mariposa, genera-do por los ingenieros de la compañía bananera que alteraron elclima, los ciclos de las cosechas, desviaron los ríos y modificaronla ecología de la ciénaga y los alrededores de Macondo. En lasexpresiones de José Arcadio Segundo, García Márquez anticipaalgo de esta suposición, al comentar que los ingenieros con susprácticas depredadoras del ambiente habían provocado el diluvioy el pavoroso huracán que destruyó a Macondo acabando con lafamilia de los Buendía. Los científicos consideran que muchas

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catástrofes ambientales que se producen en la realidad en los sis-temas complejos y caóticos son consecuencia del efecto mariposa,según el cual, el aleteo de una mariposa en el Amazonas puedecausar una tormenta en Japón. Alegóricamente, esto coincide conlo ocurrido en el mítico Macondo.

En el contexto de la poesía, un poemario parecido estructural-mente a un fractal o a un antifractal de palabras fue escrito recien-temente por Luis Alberto Angulo, mereciendo el premio de labienal de poesía Lazo Martí 2003. El poemario cuyo nombre esFractal, revela un caos y un orden escondido con imágenes impre-vistas, irregulares y abruptas. Los poemas se conectan como unatractor extraño, como una curva infinita, a través de un flujo demúltiples historias, ramificaciones, y figuraciones inquietantes yoriginales que combinan los sentimientos e ideas del poeta. Unasecuencia de fragmentos de experiencias, de símbolos sin fin nicontorno, se extiende desde el principio al final, se bifurca desdelas aristas hacia el centro, yendo y viniendo, sin repetirse, atadospor una cuenca de atracción que confiere unidad y coherencia alazar y al orden. Desde la periferia se desvanece lo fractal, la his-toria se dispersa, y la realidad se diluye en la memoria, la vida yla muerte… / el aura en donde/ el zumo de la vida bebe de sí mismo/ es el primer círculo humano / centra allí el contacto con el mundo /que poco a poco se extiende……… / hasta regresar al módulo inicial/ el ciclo de la lluvia y el verano /………/ miras hacia atrás o haciadelante solo desde aquí / el pasado o el futuro puedes ver el presente/………/ la vacua prodigalidad del espacio / comprendió que no huborecorrido alguno / porque siempre estuvo allí / sin otro tiempo ni otrolugar /al que nuevamente le traía de vuelta / al mismo paraje que dejócuando partió / no obstante algo había cambiado sin cambiar en nada/ surgía el mismo fulgor pero ahora en todas partes /……../ detrás deti no existe nada distinto de lo que hay enfrente / una línea quizás /un instante apenas /……la mirada de adentro hacia fuera / y la deafuera hacia adentro se ha extinguido /……/ repitiendo infinita-mente/ el absoluto sin sentido /……/ el canto es el mismo / canto

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del principio / pero yo soy otro / sin querer lo /……luego de los fractalesla selección de las formas…... después del comienzo total a 360 gra-dos de ti /

Explorando nuevos caminos literarios, encontramos otros poe-tas construyendo poesía fractal con instrumentos cibernéticos yalgoritmos matemáticos, capaces de generar secuencias de pala-bras similares a las imágenes fractales. Uno de esos poetas esEduardo Kac, quien combina la holografía, los fractales y loscomputadores generando una poesía cibernética irrepetible,fugaz, discontinua e impredecible.

En relación a las artes plásticas, Escher ha creado representacio-nes pictóricas, Cielo e Infierno, Más y Más Pequeño, Tres Mundosy Serpientes, entre otras, que se acercan a la geometría fractal.Históricamente, Escher realizó estas pinturas un poco antes queMandelbrot publicara los fundamentos matemáticos de esta geo-metría. «Más y Más Pequeño», es un ejemplo donde se ve clara-mente la autosemejanza o el perfil del caos. Bajo una mirada glo-bal, la pintura tiene una apariencia caótica, pero cuando se analizadetenidamente empieza a revelarse un patrón ordenado, encubier-to detrás del aparente desorden. Allí, una figura parecida a un rep-til es reducida progresivamente, hasta lo más pequeño posible, ycada reptil, a diferentes escalas de tamaño, es semejante al patrónoriginal de mayor escala, como ocurre en la realidad de los siste-mas caóticos.

A propósito del arte, James Gleick se pregunta en su libro Caos,la creación de una ciencia —¿Por qué se declara bello un árbol desho-jado y enarcado por la tempestad contra el cielo invernal, y no la silue-ta correspondiente de un edificio universitario polivalente, a pesar delos esfuerzos ímprobos del arquitecto? En relación a este asunto,Gleick considera que la percepción de la belleza en los objetosnaturales, árboles, nubes, olas, playas, montañas, cristales o hele-chos, se debe a la armoniosa disposición del orden y desorden, ala carencia de una escala típica, a la distribución fractal, es decira la existencia de elementos de todas las escalas, a la presencia del

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caos y anticaos. En cierto modo, la geometría euclidiana repre-senta un mundo ideal de arquetipos y de formas, líneas, trián-gulos, cuadrados, rectángulos, polígonos, círculos, pirámides,cubos, esferas,… que no se presentan como tales en la naturaleza,salvo excepciones. Las cadenas de montañas, las gotas de agua,los rayos, las hojas, los ríos, el fuego, las nubes, las olas, las estre-llas, el mar, los tejidos biológicos, las grietas subterráneas,… notienen un aspecto geométrico definido y preciso, sino más bienson formas aproximadas, fragmentadas, cortadas, discontinuas,quebradas, picadas, cuya verdadera belleza es inasible bajo laperspectiva euclidiana. Sin embargo, la aproximación fractal seacerca más a las verdaderas proporciones de la naturaleza y porlo tanto a su verdadera hermosura. Bajo esta perspectiva, se puedeconfrontar la visión clásica, euclidiana, de Cézanne y la interpre-tación antieuclidiana sugerida por Mandelbrot, creador de la geo-metría fractal. Así, mientras Cézanne, pintor impresionista, argu-menta que Todo en la naturaleza puede ser visto en términos deconos, cilindros y esferas, Mandelbrot, en contraste opina que Lasnubes no son esferas, las montañas no son conos, las líneas costerasno son círculos, el pasto no es liso, ni la luz viaja en línea recta.

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Ilustración Luis Luksic 1983

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LA NOVELA OTROS vendrán después de mí de Ítalo Tedesco (2001)tiene como protagonista a Leonardo Infante, figura a la que se lededica más peso en el espacio narrativo y (...) proyecta la mayor cargasemántica (Bustillo, C. 1995: 28). Su construcción ficcional resul-ta interesante, puesto que a partir de los setenta (postboom), lanovela histórica latinoamericana ha tenido gran auge (Madrid, A.1991) y el autor elabora su ente ficcional sobre el telón de la gestaheroica que acompañó al Coronel Leonardo Infante, uno de losquince oficiales de más alto rango en el Ejército Libertador.

Es evidende la frecuencia con que los personajes históricos sonllevados a las novelas; por tal motivo, los rasgos prefijados suelenser parecidos a los de la persona real, sobre la cual el autor recreasu personaje. En todo caso, al decir de Carmen Bustillo (1995):el personaje de ficción no es un ser viviente sino una figura del discurso,y como tal debe tratársele (21). Muchos lectores suelen compararal personaje textual con la persona real, porque existe una eviden-te correspondencia con un marco de referencia (...) [y] (...) la imagenque recibimos de ellos está determinada en gran medida por el enfren-tamiento entre nuestro conocimiento previo y las esperanzas que éste

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Liduvina Carrera

OTROS VENDRÁN

DESPUÉS DE MÍ

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crea, por una parte, y la realización del personaje en la narración porla otra (Bal, M. 1998: 91). Sin embargo, los seres novelescos quepueblan los espacios ficcionales de las obras narrativas son cons-tructos sobre la realidad, son ejercicios de la palabra en su capaci-dad de mentir (Bustillo, C. 1995) y, por lo tanto, deben ser inter-pretados por la crítica como cultivos del lenguaje.

Ítalo Tedesco, en su novela Otros vendrán después de mí, utilizadiversos recursos ficcionales para dar vida a un personaje que seva construyendo en el curso del relato. El referente histórico se vadiluyendo con el manejo verbal del novelista y va surgiendo lafigura inventada y recreada por el autor: el Coronel LeonardoInfante. En las obras cuyos personajes tienen un referente histó-rico, probablemento no haya necesidad (...) de corregir la historia,de mostrar la verdad (Rodríguez, A. 1990. Enero, Junio: 83), por-que se trata de una verdad novelada, inventada con las herra-mientas literarias del autor, cuya finalidad es proporcionar placerestético con su creación.

El ser de papel de esta novela se encuentra enmarcado en ununiverso ficticio, y la elaboración de su figura textual se puedeabordar, según la propuesta de Mieke Bal (1998), con la ayuda derepeticiones, relación con otros personajes, acumulaciones y transfor-maciones. A sabiendas de que no es fácil, si siquiera posible, deter-minar qué material debería incluirse en la descripción (Bal, 1988:89), los elementos mencionados pueden ofrecer los rasgos distin-tivos que en conjunto crean el efecto de un personaje (Bal, 1988: 87);en este caso, de Leonardo Infante.

Cuando un personaje es presentado por su propio nombre,queda determinado por su sexo, su posición social, origen geográ-fico, y a veces más. (Bal, M. 1998:92). En la novela, se puede leer:Leonardo Infante, de nacionalidad venezolana por haber nacido enChaguaramal, cantón de Maturín, el 28 de junio de 1798, 26 años deedad, hijo de Juan de la Cruz Infante y de Sebastián Álvarez, de esta-do civil soltero, de profesión militar, con el rango de Coronel de

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1 Todas las notas de la novela se refieren a la edición 2001. Otros vendrán después de mí. Caracas:UCAB -AYOMAN Fondo Editorial.

Caballería (Tedesco, I. 2001: 157)1. El nombre garantiza la uni-dad de las referencias que, a lo largo del discurso, elaboran al per-sonaje y que lo sitúan como sujeto de acciones y de atributos; porlo tanto, el lector debe construir las diferentes unidades persona-jes por los signos de coherencia que el narrador va dando enforma discontinua (Bobes Naves, M del C. 1993:77).

Aunque los factores determinantes no son del todo seguros, elhecho de que se mencione la profesión, el sexo, algunos factoresexternos o peculiaridades de la personalidad crea una expectati-va, cuya respuesta puede encontrarse en la historia o quedarse sindesarrollo (Bal, M. 1998:92). En el caso del personaje de ÍtaloTedesco, la figura textual se va conformando durante el relato y,por la visión de diferentes voces textuales, se va consolidandouna imagen más completa.

Las repeticiones conforman un recurso de construcción, paracrear la imagen de Leonardo Infante en la obra. En este caso, sedebe acotar que cuando un personaje aparece por primera vezse desconoce todo acerca de su personalidad, porque las cualida-des que se implican en la primera presentación no son captadascompletamente por el lector. En el curso de la narración las carac-terísticas pertinentes se repiten con mucha frecuencia, pero dediferentes formas; este hecho va conformando la figura en susdiversos aspectos: física y espiritualmente. Desde las primeraspáginas, se ofrece una descripción física y, por medio de la repe-tición de ideas; se dan a conocer los primeros matices del colorde la piel: Dicen que al negro no lo ven de noche (161); Te veías comoun negrazo en la neblina (203). Al mismo tiempo que el lectorreconoce lo negro de su tez, también puede darse cuenta de otrosrasgos que lo caracterizan, sobre todo el coraje y la arroganciadelante de las personas que lo despreciaban: A un negro sin escuela,pero con cojones a prueba de rajaduras y revientes, tenían que que-brárselo a la primera oportunidad (21); Ya habrás visto la arrogancia

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con que se pasea ese negro delante de nosotras (23); Nadie mejor quetú para saber que no veían bien a un negro subirse al grado de Coronela fuerza de bola (231).

El Grado de Coronel es llevado con orgullo y el color de la pielno es problema, aunque algunos personajes lo ven con desagrado:Cuando el negro se tiraba por el centro de la calle, por las tardes, ves-tido de Coronel, en verde y oro, con sombrero galoneado, charreterasde plata y con el sable al cinto (51); constituía la envidia de muchosporque: en San Victorino decían que un Coronel negro que por las tar-des paseaba de uniforme era cosa del demonio (261). Las repeticio-nes insisten en presentar a un personaje lisiado por las accionesde la guerra, en varias oportunidades aparecen palabras como lassiguientes: Cuando no pudo más con las piernas porque a fuerza demetralla se las sacaron del estribo, cayó al suelo (...) Se curó de lasheridas del cuerpo. Pero quedó lisiado. Arrastraba una pierna al cami-nar (17). De este modo, se percibe la forma cómo fue herido degravedad en una pierna, hecho que lo dejó lisiado: Antes de lametralla hizo lo que le dio la gana con una de tus piernas. Te dejaroncojo (...) para la renquera (39); a los 23 años era un inválido de guerra(18). Este accidente lo marcará físicamente y se presenta como uncoronel a pie. Arrastrando una pierna, cayéndose de un lado (22). Araíz de este defecto, heredado de su heroicidad ante los aconteci-mientos bélicos, sufre incomodidades: la andadura le era difícil porlos dolores que lo martirizaban a la derecha, por la pierna herida(51); Leonardo Infante cojeaba lentamente en dirección a su casa(121); La cojera del Centauro lo llevaba a paso de morrocoy (143).

Con las siguientes reiteracionies, es posible apreciar su valen-tía en la guerra: Siempre arriba del caballo. Uno solo él y el animal.Como si éste adivinara lo que el jinete quería hacer (17); Tu alientode centauro olfateaba la dirección de la brisa (190). En la medidaque el lector organiza el entramado textual de Otros vendrándetrás de mí, el personaje se va delineando. Con el uso de repeti-ciones, es posible observar la correspondencia entre la cantidadde información que se da y el valor funcional del personaje. EnOtros vendrán después de mí, la insistencia en los hechos narrados

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conforma el entorno del protagonista; por lo tanto, se organizasu personalidad con los elementos aportados por el desarrollo dela narración.

En el mismo orden de ideas, los personajes complejos se defi-nen con dificultad en el proceso de su historia, porque, si bien laconducta es expresión del ser, no lo es en forma directa y por otraparte, las causas de la conducta suelen ser complejas (BovesNaves. 1993: 80). Por ese motivo, las relaciones con los demás per-sonajes determinan la imagen de Leonardo Infante en la obra. Laconexión del personaje consigo mismo, en una fase anterior, per-tenece también a esta categoría y son capaces de cambiar, segúnlos momentos y las transformaciones que se dan en la novela(Boves Naves, M. Del C. 1993: 78).

Desde el comienzo, el texto tedesquiano construye un persona-je signado por las cartas. Un adivino llamado Malfario ofrece lasclaves de lectura que proporcionan la configuración de LeonardoInfante: Morirás a causa de un pleito con un hombre visto como defen-sor de la justicia, que vive en el disfraz como si todo el año fuera car-naval. (...) La caída comenzará con la declaración de una mujer (...)Otra vieja ruin y deslenguada te hundirá en la desgracia. Recibirádinero de un militar que obedece órdenes de arriba (12). Las cartascontinúan su revelación. De nada le sirven los bríos al centauro, si locercan las espadas —dijo el Malfario, cuando leyó en las cartas la tra-gedia del Coronel Leonardo Infante (12). De igual manera, se adelan-tan otros acontecimientos como la gloria de sus andanzas heroicas:Serás el héroe de Pantano de Vargas y de Boyacá (13), y el matrimo-nio en la cárcel: Tendrás un matrimonio a destiempo (13). Inclusive,se van mezclando en la narración ciertas informaciones que pre-sentan al personaje por medio de sus acciones, y se pueden dedu-cir algunas calificaciones implícitas en ellas: Leonardo Infante, denacionalidad venezolana, nacido en Chaguaramal, de estado civilsoltero, de profesión militar con el rango de Coronel, de 26 años deedad (192).

Otro tipo de relación capaz de suministrar información acercade Leonardo infante, es la suministrada por los vecinos del barrio

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San Victorino, en Colombia. Por medio de repeticiones, bienlogradas en el texto, es posible conocer algo más del personajecomo su deseo de hacer amistades: En San Victorino quisiste haceramigos. Ni les interesó tu propuesta de paz (213). La repetición deestas frases se da en diferentes capítulos de la novela, y en cadauno de ellas, se añade mayor número de comentarios que identi-fican al ente principal de esta obra: El Coronel se residenció en SanVictorino. Los vecinos no lo recibieron con simpatía ni le mostraronagradecimiento (19); Lo crucificaron. A su paso se cerraban las puer-tas. Y se abría la murmuración de las señoras (22); San Victorino noestimaba al Coronel. Había mucha beata rezandera con añoranzascoloniales a quienes un negro vestido de militar les parecía cosa deldemonio (61); En San Victorino deseaban que el Coronel se fuera paraotro barrio (81); En San Victorino no estimaban a Leonardo Infante(...) Le molestaba la naturalidad con que paseaba con su uniforme demilitar victorioso y censuraban lo que creían arrogancia, cuando enverdad era su modo de ser (100); A los vecinos no les agradabaLeonardo Infante. En San Victorino le fingían respeto y lo saludabanentre dientes cuando lo veían pasar con su renquera (121); Al Coronelno lo soportaban en San Victorino (127).

La relación con Santander, otro ente ficcional de la novela,también es importante para conformar la figura de LeonardoInfante, porque por este personaje influyente se organiza todo unespectáculo que llevará al protagonista a la cárcel y al subsiguien-te ajusticiamiento. Santander se sintió burlado por la valentía yarrogancia de Infante, quien comenta: Le recordé sus cobardías. Ensu gobierno yo no era el Coronel. Era un veneco. Pobre además. Ynegro. Es lo que decían. Le hice chanzas (...) jamás me escondí (241)Por ese motivo, fue acusado; incluso después de su fusilamiento,el cruel enemigo acude a desprestigiarlo: Leonardo Infante eracadáver cuando Santander se presentó en la plaza (...) lo acusó de ale-vosía, premeditación, ventaja y nocturnidad, lo que nunca se pudoprobar en el proceso (326).

La conexión con algunos héroes de la Independencia arrojamás detalles de la configuración de Leonardo Infante. Cuando

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conoce al personaje Simón Bolívar: El Libertador. (...). el caraque-ñito los vio, se bajó del caballo (45), se da una relación afectiva quellega hasta la heroicidad. Leonarado Infante se muestra valiente alsalvarle la vida: El negro se acercó a El Libertador, lo conminó a mon-tar, y lo salvó del peligro (50), aunque luego se decepcione desdela prisión por el abandono que siente ante los comentarios: Tedijeron que Bolívar te calificó de sanguinario (211). Páez le recono-ce su valor en la mejor época de Infante, por lo tanto le confierereconocimientos: Leonardo Infante se encontró de nuevo con la glo-ria. Páez lo nombró Teniente Coronel, con conocimiento de cuatroaños de antigüedad (54).

Su encuentro con las mujeres es variado en la obra; sobre todo,y específicamente con una mujer que lo impacta, existe una aproxi -mación hermosamente dibujada en la obra: Es Dolores Caicedo.Tu esposa (46); para Infante fue un enriquecimiento personal: elencuentro con María Dolores Caicedo, la mártir condenada a serviuda sin tiempo suficiente para haber sido esposa (206). Con elamor de esta mujer: Se fortaleció en su ternura. Se alucinó con lasemanaciones de un cuerpo, un espíritu que le brindó la calidez y lemostró tanta belleza (89). De otra mujer, recibió lo negativo de lavida: Carmen Espejo, de quien se dice en la obra: Una mujer acusóal Coronel de no haberle pagado completo el precio que le pidió poruna noche con la hija (...). Carmen Espejo, la mujer que te acusó enel juicio (...) la buhonera de una sola mercancía: su propia hija (155).Esta relación es adversa al personaje porque lo coloca en una situa-ción peligrosa: Carmen Espejo me acusa por un acto de venganza(209), y por esa acción innoble, Infante es llevado a la cárcel, juz-gado falsamente y fusilado, luego, ante un paredón. Otras muje-res con las que tiene contacto Leonardo Infante, le proporcionanla oportundiad de demostrar su caballerosidad: En San Victorinono reconocían a Leonardo Infante. Pero en la Casa de las Muñecasdescubrió la solidaridad de las mujeres que los señorones despreciaban(184). Como el propio personaje se siente despreciado por elresto de los habitantes de su barrio, se une solidariamente con lasmujeres de vida fácil y las defiende de intrusos en el local: En San

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Victorino había un solo lugar donde añoraban a Leonardo Infante. Enla Casa de las Muñecas (...). Y se propuso limpiar el burdel de losvagabundos de San Victorino (195).

Si el personaje de la novela se ha presentado al principio comoun nombre vacío, se ha ido conformando su personalidad pormedio de los recursos de la repetición y relación con otros persona-jes. Ahora se acudirá a otro: el almacenamiento de datos que tam-bién cumple su función en la construcción de una imagen; la acu-mulación de características hace que los datos anteriores se unan ycomplementen, y formen así un todo: la imagen de un personaje (Bal,M. 1998: 93). La novela de Italo Tedesco abunda en el almacena-miento de datos, que conforman un cúmulo de nuevas caracterís-ticas o profundizan las ya conocidas: Con el cansancio multiplicadoen las arrugas prematuras de unos ojos que sólo saben de tragedia(20); Infante era uno de los guerreros de confianza (65), El CoronelLeonardo Infante, uno de los libertadores de Colombia (194).

La representación de los personajes de la novela no es posibleen simultaneidad, sino que, por el contrario, van apareciendosucesivamente y van anunciándose unos a otros, mirándose,interpretándose mutuamente, lo que permite al lector conocerlosen varias dimensiones, desde variada perspectivas (Boves Naves,M del C. 1993: 78). De modo que se dan los acontecimientosdesde distintas direcciones y se continúa la configuración deLeonardo Infante:

Se sentían superiores al venezolano, a quien veían como inva-

sor, lo trataban como extranjero, porque no los miraba con

sumisión, al contrario, caminaba, con el pecho al aire, firme la

mirada, orgulloso de su uniforme, y tratando de andar con paso

marcial, pese a que no lo abandonaban las laceraciones de su

pierna herida (61); Al año siguiente el Coronel recibió la terce-

ra condecoración. Era de oro (83); Viví entre cuarteles. O al

aire libre. En campamento de guerrilleros. El hogar para mí no

es ni siquiera una palabra (168).

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El último recurso mencionado por Mieke Bal (Bal, M. 1998:94),como constantes en la elaboración de personajes es la transforma-ción. Los entes ficcionales pueden cambiar, y estos cambios alte-ran, a veces, toda su configuración; de esto se desprende el hechode que, una vez seleccionados los rasgos más importantes de un per-sonaje, será más fácil seguirles el rastro a las transformaciones paradescribirlas con claridad (Barrera Linares, L. 1995). El personajesufre de angustia en la cárcel y lo expresa, porque se da cuenta deque en su vida ha habido cambios en el tiempo: Fuiste de los cen-tauros y poco te faltó para llegar al cielo. Te tumbaron de la cabalga-dura y empezaste otra andanza, la de a pie, que resultó más tormen-tosa (211). Él mismo está consciente de su transformación: Ayerqué maravilla fui, y ahora ni sombra soy (292).

Este principio de transformación se da a raíz del desarrollo deun conflicto, porque un personaje debe sufrir modificaciones quejustifiquen su participación en la historia narrada. Muy cercanoa su muerte, Leonardo Infante se queja: Aquí me veo, inocente yamericano y mi fecha de partida la pusieron los que ayudé a liberar.¡qué vaina tan arrecha, ésa! (224). Es el producto del desarrollo delos hechos que lo han llevado injustamente al borde de la muerte;como Infante experimenta cambios durante el desarrollo de lanarración, se corresponde con un ser complejo, de característicaseventualmente contradictorias, capaz siempre de sorprender allector de una manera convincente (Bustillo, C. 1995: 41).

Ahora bien, los cambios pueden ir desde el aspecto físico hastalos procesos relacionados con el mundo interior, con la psicología.En el caso de Leonardo Infante, evidentemente se menciona desdeque era joven hasta la plenitud de su juventud, cuando lo matan.Para los momentos en que se realiza el juicio, al final del relato,aparece casado con María Dolores Caicedo y así lo hace saber ensus declaraciones: Declaro que soy casado in faciae ecclesiae con laseñora María Dolores Caicedo, la que se halla encinta, (...) sin quehaya tenido otro hijo legítimo ni natural, porque mi vida la he emple-ado en los diferentes viajes de las campañas celebradas en beneficio deesta República (265). Pero la verdadera transformación se da en el

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aspecto espiritual y en el pensamiento del personaje. Ayer mara-villa fui. Ahora ni sombra soy. El negro de antes ya está en la otredad(...). Por el fusilamiento llegué al umbral de cruces con sauces y cipre-ses (331). En las reflexiones, a la víspera de su fusilamiento, sufrepor la nueva etapa de su vida/muerte: Sólo por Dolores y por mihijo me duele morirme. Si no fuera por ellos más bien me alegraría.Cambiaron los tiempos (170); Te asumes desafortunado (211). Latristeza y la decepción lo invaden ante la creencia de que Bolívarpudo haberlo ayudado y, sin embargo, lo abandonó en los mo-mentos culminantes de su vida: ¿De dónde habrá sacado eso ElLibertador? (...) Cuando gané en el juego para ayudarlo en sus gastostodo era fraternidad. (...) Moriré sin saber. Me iré con ese dolor(225). La transformación es evidente en el cambio sufrido desdeque era un héroe hasta el presente: Ya no era un centauro. Un sagi-tario sin arco (22).

Como se ha visto hasta ahora, la repetición, la acumulación, lasrelaciones con otros y las transformaciones son cuatro principios dis-tintos que operan conjuntamente para construir la imagen de un per-sonaje (Bal, M. 1998: 94); sin embargo, existen otros elementosque ayudan a conformar a los entes novelescos, cuyos cambiossuelen coincidir con ciertos acontecimientos en la fábula. EnOtros vendrán después de mí, el avance de la narración complemen-ta la tipología de Leonardo Infante, entre ellas las siguientes: suheroicidad en Pantano de Vargas y en Boyacá. Desde las Queserasconocían de su coraje. En Quilcasé aumentó la leyenda (17); Sialguien supo desde niño lo que era tener gobierno y trabajar fuiste tú,y de allí salió la musculatura y la entereza, a ti que aprendiste a can-tar en el ordeño (212).Los rasgos físicos continúan presentes a lolargo de la narración: Estás en un calabozo de dimensiones reduci-das, sólo a los torturadores se les pudo ocurrir que a un fortachóncomo tú lo encerraran en una celda donde apenas podías estirar laspiernas (281).

Ya para finalizar, no se debe dejar fuera de estos comentariosel hecho de que, en esta novela de Italo Tedesco, existe una varie-dad de voces narrativas presentadoras de un Leonardo Infante

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como tema principal; de manera que la vida de este personajeficcional se ve desarrollada por el uso de diferentes voces textua-les. El uso de la segunda persona presenta sus recuerdos: Teníasveintiún años. Te ascendieron a Coronel graduado. Uno de los quinceoficiales de mayor rango en el ejército (33); la tercera persona avan-za en la presentación del personaje: El lisiado perdió movilidadpor intentar que Colombia fuera grande (22); y la primera asumela descripción personal del héroe: Los recuerdos de mi juventud sonlas matanzas (224). Todo esto da cuenta de que la novela tedes-quiana posee coherencia interna y que su personaje principal,Leonardo Infante, ha sido cuidadosamente perfilado en cada unade sus páginas.

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Fotografías Aurismar Villamizar 2006

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YO CREO QUE la literatura que yo he escrito, todo lo que he escri-to hasta ahora, encaja perfectamente bien dentro de esa idea de laoralidad. Porque yo permanecí silencioso escuchando hombres ymujeres viejos de este pueblo, hasta que yo tenía más o menos 39ó 40 años. Cuando se muere una hija de 16 años en un acciden-te y quedo íngrimo y solo en la casa de la familia Pulido, la casade mi familia (donde está el Museo Arvelo Torrealba hoy día, enBarinas), durante un mes, porque la otra muchacha estaba enfer-ma, accidentada en Caracas y mi esposa estaba allá, y me quedé,porque tenía que trabajar, casi un mes solo. Y mientras, el dolorde la muerte de mi hija. Entonces, empecé a buscar de dóndeagarrarme. Y de allí en adelante empecé a recordar todo lo que yotenía por dentro guardado durante toda mi infancia; y aparte deeso, en aquella casa, rememorando, donde han sucedido los epi-sodios históricos más importantes de Barinas, parecía que meencontrara con los fantasmas de ellos. Exactamente en las nochescomo que me encontrara con todos ellos.

A esto agrégale tú que pertenezco a una familia, la familia Tapia,que tiene en Barinas no menos de cinco generaciones, en línearecta, porque sencillamente es una familia que no se ha ido de

Recopilación y transcripción de Antonio Trujillo

ORALIDADEN LA ESCRITURA

DE JOSÉ LEÓN TAPIA

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Barinas, como se fueron los Baldó, los Pulido, los Pumar, losVillafañe, que eran barineses y se fueron a Los Andes. Todas fami-lia mía, todos familia mía.

Los Tapia nos quedamos con la Independencia. Nos quedamoscon la Federación. Nos quedamos con la miseria del paludismo,la enfermedad. La miseria de Castro y de Gómez. Y todos los epi-sodios, y aislados del mundo por seis ríos imposibles de cruzar,que tú los cruzaste hoy en un rato, por la carretera, pero que esoera un mes, prácticamente, que tú gastabas de aquí a Caracas.Cuando yo tenía 12 años, 15 años, ibas de aquí a Guanare en elmes de junio en tres días. Tenías que abordar los ríos con chala-na para poder llegar al otro lado, y seguir carretera.

Bueno, entonces empecé a pensar en eso, en esa casa, y la pri-mera persona que me da información a mí, cuando yo tenía, comoel nieto mío, 12 ó 13 años, era mi tío Jesús Tapia Baldó. Ese eraun anciano que nació en 1841 y murió justamente en 1941. Cienaños completitos. Entonces, de una familia como la mía, que erauna familia, vamos a llamarla así, tradicional, y mantuana, vamosa llamarla así también, para utilizar los términos de aquella época.Y entonces, él era como una especie de…, el único que tenía ideasavanzadas, liberales, porque, sencillamente, en el año 1859, cuan-do pasó el general Zamora por aquí, se lo llevó como edecán. Y fueedecán a los 16 años, con Zamora, en la batalla de Santa Inés.Entonces, ese señor, ese anciano, que tenía los ojitos azules —meacuerdo tanto de él—, ahí en esa novela que te voy a regalar ahora,en El embrujo de los Palacio, hay mucho de eso. Él llegaba y nosenseñaba en el patio de la casa. Nos ponía a mostrarnos cómo erala batalla de Santa Inés: y aquí estaba éste y estaba…, y nos hacíaun plano en el piso… aquí estaba el general Zamora y aquí estabayo. Se llamaba Jesús Tapia Baldó.

Entonces, ahí empecé a tener idea de todo ese mundo delpasado, realmente, me impactó en una forma total.

Aparte de eso, tenía una abuela, Ester Encinoso de Tapia Baldó,la madre de él, ¡perdóname! cuñada de él, esposa de mi abueloMisael Tapia Baldó. Esa abuela, era una abuela autodidacta, que

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desde que yo era un niño yo la veía leyendo al Quijote, toda la lite-ratura francesa de aquel tiempo, y después de eso la literaturaespañola. Tenía una biblioteca y a mí ella me hacía leer, y me dabaun centavito para comprar una tableta por cada libro que yo leía,o me daba medio o una locha, y que lo comentara con ella. Y fueestableciéndome conmigo el hábito de la lectura.

Fui creciendo en esa forma hasta que me voy a estudiarMedicina; bachillerato primero en Barquisimeto, el colegio LaSalle y después en Caracas a estudiar Medicina. Por consiguien-te, las obligaciones de estudio me fueron alejando de esto. Pero,cada vez que yo venía a Barinas me encontraba todavía con esepasado y ese mundo. Sobre todo en esa casa mágica que es laCasa Pulideña, donde quedaban todavía los muebles, las cosasdel general Pulido, el escaparate donde guardaba su ropa, losrecuerdos, cómo era el general Pulido, cómo era la noche en quemurió. En lo que se abría la puerta, un grupo de palomas blan-cas que alimentaba todas las tardes, se posó sobre su féretro.Todas esas leyendas que están en mi libro, que nutren mis libros.El día que tú revises toda la obra —que ya la tiene Luis AlbertoCrespo y la tiene Edgar Colmenares del Valle—, entonces, ahíconsigues todo eso.

Cualquiera puede pensar que esas son cosas que yo inventé.¡No, no señor! Esas son cosas que fueron reales, y que yo, con mipoder creativo, fui transformando en literatura. Yo tenía quien mecontara cosas, permanentemente. Bueno, de esos recuerdos de mitío Jesús Tapia Baldó y de mi abuela —como te conté— salió Poraquí pasó Zamora, y te lo digo sinceramente, Por aquí pasó Zamorasalió sin estar buscando en bibliografía; prácticamente salió delrecuerdo, de la oralidad. Por eso es que el libro es tan extraño,que la gente no podía entender qué es esto. ¿Es novela? ¡Qué noseñor! Yo lo que hice fue contarle la historia de mi abuela; de miabuela y de mi tío-abuelo. Sencillamente, eso fue todo lo quepasó ahí. Las tenía en la mente, las tenía en la mente; y cuandome sentí solo en esa casa —como te conté— empecé a escribir yencontrarme con esos fantasmas del recuerdo.

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Bueno chico, ahí pasa un tiempo y el libro empieza a ocasio-nar impacto. Salieron varias ediciones y mucha publicidad en laprensa. Orlando Araujo, José Vicente Abreu, todos mis amigos,empezaron a animarme. Bueno chico, entonces mi papá, cuandotenía 15 años, había sido lo que llamaban antes dependiente de latienda de mí tía Ensinoso de Ripert, Rosaura Ensinoso de Ripert,en ciudad de Nutrias, en Puerto de Nutrias; y, cuando mi papáestaba de dependiente allí, junto con Don Pancho Betancourt Sosa—me acuerdo tanto de eso…—, ellos presenciaron en el año1914, cuando llegó el vapor Mazparro, forrado de… cubierto decueros secos, invadiendo la ciudad, y se desmontó de ese vapor,por una escalerilla —me recuerdo tanto que ellos me describie-ron eso; mi papá lo describía con una gran emoción— PedroPérez Delgado ¡Maisanta!

En la serie de peleas del año 14, 1914. Bueno, tan es así, quemi papá incluso tenía —él tocaba cuatro— un corrío que yonunca lo logré tararear, el corrío de Maisanta. No ése que hizofamoso este último…El corrío auténtico de Maisanta lo tenía mipapá, y la letra la tienes en la primera edición de Maisanta. Laletra del corrío de la pelea en Nutrias la conseguí yo con un can-tador que se llamaba Miguel Tomás Cala, que me la dictó, me lodictó, el corrío que le hicieron. Tú sabes que el llanero todo locelebra con un corrío; esa es la historia. Los trovadores, losromanceros, chico, los maestros de juglería.

Bueno, de ahí en adelante, empecé yo. Compré un jeep —recuer-do tánto…, y entonces dije yo, todavía con el impacto de la muer-te de mi hija, tú sabes que eso pasa por lo menos cinco años parauno poder llegar a una regularización espiritual, además que erala consentida mía. Yo me iba casi todos los sábados en ese jeeppor diferentes sitios de Barinas y de Apure, casi todos los sába-dos, por lo menos una vez o dos veces al mes, y me buscaba decompañero un anciano que se llamaba don Hilarión Larralde, quehabía sido oficial de Arévalo Cedeño. Y oficial, íntimo amigo dePérez Delgado. Con el compromiso de que fuéramos a los sitios

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de los compañeros de él que quedaban vivos —ya él tenía comoochenta años, pero muy duro— para que me contara la historia.

Entonces me iba con él, yo llevaba, y lo recuerdo tánto, unpoquito de cerveza y de vez en cuando nos echábamos la cerve-cita; y allá cuando íbamos a conseguir los amigos de él, que esta-ban tan ancianos como él, les dábamos su cervecita. En Arauca,en Colombia, en Guasdualito, en San Fernando, en Elorza, entodos esos pueblos donde él tenía su nostalgia —digo yo—, lle-gaba allá y conseguía. Cómo sería, que el sitio, un día que llega-mos a Guasdualito, allí llegó derecho, aquel día que, no sé, lo villorando. Me llevó a un sitio y me dijo: Aquí mataron a mi herma-no Cincinato.

Cincinato Larralde, Aquí lo mataron, en esta esquina, el día de latoma de Guasdualito, en el año 21 Bueno chico, de allí salió eselibro de Maisanta, y nació de la oralidad, porque en ese sí es ver-dad que no había bibliografía que buscar. Lo único que habíaeran los telegramas de Gómez anunciando, los telegramas de losjefes civiles anunciando que había pasado por allá Pérez Delgado,o que el general Pérez Delgado anoche asaltó un pueblo. Cosas deesos telegramas que le tenían que poner todos los días al generalGómez los jefes civiles.

Me hiciste recordar ahorita, con un mazo de casettes, oír en esoscassettes la voz de Larralde, de donde salió Maisanta, el que mellevó a esa historia. Y mi padre, Luis Alfonso Tapia Ensinoso, queme contaba con una emoción enorme. Mira, un muchacho con 15años, de estos pueblos, ve tomando un pueblo a un hombrevaliente, y se le queda para toda la vida. De ahí sale Maisanta.

El libro causa impacto. Y no solamente eso, sino que de unavez le hicieron ese trabajo que te digo, en la Revista Nacional deCultura; muy bueno, que lo hizo Pedro Francisco Lizardo.Vinieron a entrevistarme varias personas y salió el libro; se hicie-ron como cinco. De la primera edición, la hizo José Rivas Rivas ydespués se la pasé a ese gran editor que se llama José AgustínCatalá y entonces le pasé todo lo que yo había escrito. Porque el

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Zamora primero salió en una edición local, de aquí de Barinas,del Concejo Municipal.

Bueno, y entonces, empecé pues, a meterme en ese mundo delos personajes. Pero, tenía otro contador de historias que se lla-maba Avelino Moreno. Ese viejito vivía en Calderas de Barinas. YOrlando Araujo en íntimo un día me dijo que don Avelino eramejor novelista que nosotros dos. Nos íbamos allá, a Calderas,Orlando y yo. Cuando venía Orlando por ahí, en un jeep, cuan-do llegábamos allá, a la casa de don Avelino y empezábamos aecharnos tragos con don Avelino y él nos contaba historias.

Tenía un soberado en la casa, donde tenía libros y todo aquellolleno de cosas, pero de ahí sacaba sus libros. Esa era su biblioteca;más los de historias, historias de ríos que se enfurecían de golpe yarrasaban con todo, como castigo de un dios; casas que andabancorriendo por el río y que de golpe se detenían en otra parte. Eraun fantaseador extraordinario… Lagunas que truenan, que trona-ban, cuando en Venezuela iba a haber un golpe de Estado o uncambio de gobierno, y anunciaba; y él sabía qué iba a haber por-que lo anunciaba la laguna,…por las piedras. El camino por dondepasó Martí, el célebre obispo Mariano Martí. Todo eso lo recorría-mos nosotros, Orlando y yo lo hicimos varias veces con él. Bueno,hasta que un día, chico, al viejito se le mete en la cabeza que lo queyo había hecho con Larralde, con Maisanta y con el tío que me con-taba historias cuando era niño, que lo hiciera con él también.

Entonces me dice: Bueno, yo le puedo informar de un personajeque no es llanero, pero un gran personaje, porque mi papá fue oficialde él. Y me dice: Vamos a hacer lo siguiente, yo le voy a empezar acontar sobre ese personaje.

Y empieza a contarme y a contarme sobre el personaje… ¡se meva animando! Un día me saca un folleto, así chiquitico, que teníaen el soberado: Mire, esto lo escribió el doctor Fabricio Gabaldón, quefue compañero de Montilla en todas sus campañas. Esto le sirve a usted.

Yo me leí el folleto de Gabaldón y, efectivamente, el Gabaldónque cuenta grandes cosas, y don Avelino coincidía con él en una

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serie de cosas. Le dije: Bueno, don Avelino, vamos juntos para losAndes. Y nos metimos en el jeep y le echamos hacia Campo Elías, enTrujillo. De ahí cogimos una carretera difícil, así, hacia el cerro deLas Rosas. Llegamos entonces al pueblo de Guaitó, un caseríoque está sobre una sierra donde tú divisas hacia acá, Lara, y haciaabajo las llanuras de Portuguesa; y arriba está, como un nido deáguilas, el pueblecito de Guaitó.

Bueno chico, te estoy hablando… eso fue por ahí por los años70, por allí sería eso. Tú ves los libros y ahí tienes la fecha.

Don Avelino me fue presentando gente que eran amigos de supadre, y me consigo con una joya, ¡chico!, que es una ancianacontadora de historias, Débora Acevedo, que presenció, ¡chico!,el ataque al pueblo por el general Lago contra Montilla.

Lago, que era un general de Cipriano Castro, contra Montilla,que estaba alzado, Rafael Montilla, petaquero, que estaba alzado—tal como lo cuento en el libro— y me lleva para un cuarto de sucasa y me dice ella: Acá tengo el recuerdo, y me muestra en la paredun letrero escrito con sangre, donde decía: Aquí murió Rivas, unoficial barinés, Rafael Rivas: Aquí murió Rivas quiero que… y se letermina la cosa porque se murió, pues, no pudo seguir escribien-do, porque escribía con la sangre de la herida.

Total que me vengo muy impresionado. Entonces seguimos.Esa noche nos quedamos allá, y nos llegamos a un sitio dondevivía Antolino Hernández, que era el guitarrero de Montilla; ahi-jado de Montilla y era el guitarrista. Y es el que cantaba el célebrecorrío: ¡Ahí viene Montilla a dar la pelea!… me lo canta y yo lograbo y me lo traigo. Esto se lo entregué yo a Lilia Vera, una veza través de alguien, para que ella lo cantara. En Lara también exis-tía gente que conocía la letra, pero resulta que yo tenía la graba-ción del cantador de Montilla. ¡El propio! Bueno, chico, enton-ces me pongo y escribo el libro.

Sí, sí, don Avelino venía siempre por ahí, muy emocionado,emocionado, y entonces Orlando me decía: ¿Ese libro te lo dictó ati don Avelino?, le dije: ¡Claro que es así!. Ese libro, yo le puse la sal,

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pero resulta que quien lo cocinó fue don Avelino. Una historia que yoescuché y escribí con mucha pasión.

Don Avelino venía aquí con frecuencia y almorzaba con nos-otros y conversaba mucho, murió en Calderas. Me traía siemprediferentes cosas de El Limón, cacahuetes, cosas de los Andes; muycontento con ese libro. Y el día que bautizamos el libro, donAvelino participó también… El venía y me traía libros para que yose los dedicara a los amigos de él, campesinos de allá, de Guaitó.

Después me hizo hacer un viaje con él para repartirles libros atodos esos campesinos trujillanos, por ahí por Guaitó. Tuvimosque volver a Guaitó para repartir libros.

De allí en adelante me di cuenta que yo estaba escribiendosobre personajes que venían de la oralidad, venían del recuerdode amigos míos, de ancianos. Pero que yo tenía también un baga-je, un mundo por dentro, de recuerdos que tenía que darle sali-da. Y me quedé pensando, pensando en eso. Yo tenía mucho tra-bajo como cirujano, porque estuve 30 años creando la cirugíamoderna en Barinas, porque vine de un curso de postgrado decuatro años en Caracas; después estuve en Londres, y tenía quetransformar la cirugía y la medicina en Barinas Y así lo hice, conel apoyo del doctor José Ignacio Baldó, que tenía un viejo nexofamiliar con nosotros. Gran personaje, un señor, un hombre tanculto, fundador de El Algodonal, que acabó con la tuberculosisen Venezuela ¡Ese es un héroe nacional, chico! El y Gabaldón sondos héroes nacionales. Uno acabó con el paludismo, y este otroacabó con la tuberculosis, que mataba a la mitad de la poblaciónvenezolana.

Entonces, mi tía tenía el Hato Espinito —estábamos reciéncasados— yo me iba para aislarme cuando estaba libre del hospi-tal, porque allá tenía que operar casi todos los días; me iba 3 ó 4días para allá y cuando cogía vacaciones me pasaba todo el tiem-po en el campo, en la sabana. Entonces allá aprovechaba paraconcentrarme, recordando lo que yo tenía por dentro. Entoncesempecé a recordar todas las historias que me contaban unas vie-

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jas que vivían en mi casa, Polonia Palacios y Dionisia, que meiban contando cosas; lo que me contaba mi tío, lo que me conta-ba mi abuelo.

Bueno, entonces, empiezo a coger todas esas cosas. Mi padrefue una persona que nunca quiso tener tierras, él venía y tenía suganado en tierras ejidales, del Ejido, del municipio. Y me puse aescribir y escribir, a recordar las cosas del Marqués de Boconó. ElMarqués de Boconó tenía un nexo familiar con nosotros, porqueuna hija de él casó con un Pulido, y eran los Pulido-Pumar y elorgullo de la familia de que ese Marqués había tenido un nexofamiliar con nosotros. ¡Tú sabes cómo eran las cosas en esos tiem-pos! Y yo dije: No, yo voy a escribir algo, y me pongo a escribir,chico, y empieza a salirme cosas de adentro, recuerdos de cosasque me habían contado durante muchos años, desde que yo eraun niño. Y sale ese libro que tú tienes aquí, Tierra de marqueses.Como mi padre vivía también en Barinas, y lo vas a conseguir enese libro que te voy a regalar ahorita, y le hicieron un robo, por-que él era comerciante, y decidió meterse a llanero, a hacer unfundo aquí cerca, llamado Banco Alegre. Allá en Banco Alegrepasé yo gran parte de mi infancia, con cuentos de los caporales ycuentos de los peones y cuentos de estos sesentejos, Pablo Flores,Clemente Ruiz, gente, pues, que me contaba historias.

Entonces me pongo a escribir cuando mi padre muere, en pri-mera persona, como si estuviera hablando con él, ese libro quese llama La música de las Charnelas, que Orlando Araujo dijo que esuna obra maestra. Tú sabes cómo era Orlando de exagerado,escandaloso con sus afectos, con lo auténtico.

Barinas, 21 de enero de 2006

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CON LA PUBLICACIÓN de Nat Brown, del guatemalteco AlfonsoEnrique Barrientos, damos inicio en la RNC a una nueva sección,con la que pretendemos recuperar narraciones fundamentales ymaravillosas de todos los tiempos y de autores de cualquier país,quizás en ocasiones menos favorecidos por la crítica y la repercu-sión internacional. Lo central de la idea es volver a leer —paraalgunos de nuestros lectores se tratará seguramente de una pri-mera lectura— textos que nos han seducido para siempre debidoa su ocurrencia, ironía, sensibilidad, frescura creativa o cualquie-ra de esas cualidades que hacen extraordinaria a la literatura yfelices a los lectores.

Narrador, dramaturgo y crítico literario, Alfonso EnriqueBarrientos forma parte de la generación guatemalteca de 1940, yde él ninguna noticia nos reporta el Diccionario Enciclopédico delas Letras de Latinoamérica (DELAL). El relato que hoy nos honra-mos en presentar desprende una gran carga de ironía y muchagracia narrativa. A todas luces resulta ejemplar a la hora dehablarnos de burocracia y miseria social con dureza y esplendoren las palabras.

S.I.

INTRODUCCIÓN

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Ilustración Ivan Estrada

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Alfonso Enrique Barrientos

NAT BROWN

I

Su Majestad:

Me llamo Nathaniel Brown. Vivo en Orange Walk. Soy acaso elmás humilde siervo de la Corona. Pido perdón a Su Majestad porlos términos en que está escrita esta carta, pues es la primera y laúnica vez que me dirijo a una reina, y el solo hecho de que SuMajestad no me responda, me indicará que no tengo razón en loque pienso.

Hace cuarenta años que fui traído de Jamaica, junto con otrosnoventa y ocho jamaiquinos, todos negros como yo. Cuando nostomaron prisioneros en la isla, antes de trasladarnos a Belice, nosprometieron algunas cosas que juzgamos superiores a las deJamaica. Entre esas cosas, que el trabajo no iba a ser forzoso; quecon el tiempo nos darían, a cada hombre que formara familia, unhuerto; que al morir tendríamos derecho a un palmo de tierradonde ser enterrados. Pero el tiempo pasó, Su Majestad, o mejordicho está pasando, han pasado ya ocho lustros, de los noventay nueve jóvenes negros de entonces, que sólo teníamos treintaaños de edad, murieron todos, menos uno, sólo yo quedé vivo enel distrito de Orange WaIk. Debo explicar a Su Majestad que encierto modo yo me fui haciendo responsable, si ya no de ellos

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mismos —pues su suerte no tenía remedio—, sí de sus descen-dientes, de sus ancianas mujeres, de sus hijos que ya son hom-bres de cuarenta años con hogar e hijos, los cuales no han here-dado ni un solo fruto de aquel ilusorio huerto, pues el huertonunca fue cedido a ninguno de los noventa y nueve, quiero decirque a mí tampoco se me ha regalado ese cumplimiento (tal vezdebería decir aquí: a mí tampoco se me ha cumplido ese regalo).Los descendientes de los jamaiquinos de que hablo no se hanliberado, como sus padres tampoco, del trabajo forzoso, ni se lesdio la gracia del palmo de tierra para ser enterrados, pues debeser conocido de Su Majestad que al morir, sus cadáveres son arro-jados al mar, si mueren en Belice, y al río, si en alguno de losotros distritos de este inmenso territorio.

Al exponer todo esto a Su Majestad, no es que proteste enmodo alguno, pues soy, como dije anteriormente, el más humil-de siervo de la Corona. Sólo me mueve el propósito de dar opor-tunidad a las autoridades que hicieron aquel mandato, de cum-plirlo siquiera en el único sobreviviente de los noventa y nuevejamaiquinos, o sea en mí mismo, para no dejar en entredicho lapalabra empeñada y no romper con un simple e intrascendentehecho, una norma que ha sido, desde la organización del impe-rio, profundamente inquebrantable. La norma británica de decirsiempre la verdad. Además, Su Majetad, cuando nos hicieron pri-sioneros en la isla, en nuestra lejana y añorada isla de Jamaica,nosotros sabíamos de antemano que tal vez no se iban a podercumplir dos de los ofrecimientos: el del trabajo libre y el delhuerto, pero no así el del palmo de tierra. Ello porque con todoy ser más, pero mucho más pequeña Jamaica que Belice, siempretuvimos en la isla un palmo dónde ser enterrados y a veces hastaun cementerio. Y Su Majestad sabe bien que la presencia cercanade nuestros muertos nos insufla vida y que vivimos mejor cuan-do tenemos la oportunidad de organizar un bodú (o bou-doo),confundiéndonos con el espíritu de los nuestros. Y ocurrió enBelice, Su Majestad, que el gobernador creyendo que ésta es unapráctica insana, evitó enterrarlos y ordenó el lanzamiento de los

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cadáveres al mar o al río, donde seguramente nadará el espíritu yya no se nos permite celebrar el rito.

En resumen, Su Majestad, no pido para mí, sino el cumpli-miento del último de los ofrecimientos que se nos hicieran allá,antes de traernos a Orange Walk, y no pido que se cumpla nadaen los descendientes de los otros noventa y ocho jamaiquinos,por no saber si es de ley que lo que no se cumplió con los padres,tampoco debe ser cumplido con los hijos o los nietos. Vuelvo apedir perdón, Su Majestad, por no ponerle fecha precisa a estacarta, pues la estoy escribiendo hace un año, desde el momentoen que se dio a conocer oficialmente en la población de OrangeWalk, la visita de Su Majestad a Belice. Beso los pies de SuMajestad, así como los pies del duque de Edimburgo, y los pie-cecitos del príncipe heredero y de las princesas.

Orange Walk, enero de 19...

Nathaniel Brown

II

Nat Brown cerró cuidadosamente el sobre que contenía sucarta y salió renqueando del interior del bohío. Era alto y flaco,tal vez excesivamente alto, también excesivamente flaco. Se cubríala arrugada piel del pecho con una camiseta obscura y por bastónusaba una labrada rama de guayacán. Desde luego que calzabazapatos, pero éstos tenían formas de alpargatas, sostenidos poruna gruesa hebilla de cobre. Hizo sonar levemente su calzado yel bastón al salir del edificio de la Gobernación de Orange Walk,en cuya estafeta postal depositó su carta, junto con un centenarde cartas de otros súbditos de la Corona británica, movidos por elinterés de solicitar algo.

Se le humedecieron los ojos al despedir el sobre y percibió enla oquedad del pecho, una lejana esperanza de que la reina IsabelII le escuchara. Había oído hablar de la bondad de la soberana, de

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su humanidad, del aire nuevo que había hecho penetrar al pala-cio de Buckingham. Estaba enterado, de oídas, de que era unareina buena, capaz de hacer felices a sus súbditos, aunque hicie-ra un sacrificio para ello. Y en su particular caso, no haría ningu-no. Sólo ordenar que se cumpliera con la promesa del ministro decolonias y ni siquiera en los tres puntos de su ofrecimiento, sinoen sólo uno, en el último, en la petición de ir a morir a Jamaica yser enterrado en un palmo de tierra, en vez de que lanzaran sucadáver a las olas del mar. Se secó con su pañuelo renegrido laslágrimas de alegría provocadas por el pensamiento de que, almenos, la Soberana leería su misiva...

Mas, quien la estaba leyendo en el momento de iniciarse estecuento, no era la reina Isabel II, ni le daba lectura ningún secre-tario privado en alguna silenciosa sala de la residencia invernal dela Reina. Tampoco era el primer ministro, ni siquiera el ministrode colonias, ni el gobernador de Belice, sino un sencillo emplea-do de la receptoría de correspondencia de Orange Walk. El queestaba encargado de darle el visto bueno a las cartas, antes de quepasaran a ser examinadas por el prefecto de policía o antes de quefueran enviadas al puerto de Belice. De ese modo la carta de NatBrown empezaba a caminar hacia las manos de S.M.B., aunqueno en la totalidad de sus conceptos, pues cada empleado y cadafuncionario tenía, con respecto a la correspondencia dirigida a laReina, una función específica, como era la de irla sintetizando,irla depurando de literatura hasta que quedara —en dos líneas—el extracto de la misiva, la petición concreta... Esto se compren-de, ya que S.M.B. en su corta visita de unas horas, en que apenasrecorrería la calle principal del puerto, para abordar luego el yatchen que viajaba, no tendría tiempo de leer cuanto hubiese escritola pluma de, por lo menos, dos mil súbditos que deseaban hacer-se oír y en quienes la idea de escribirle una carta había sido reci-bida con entusiasmo. Esa idea fue del ministro de colonias, nisiquiera de la propia reina Isabel II...

De ese modo, lo primero que subrayó el prefecto de policía deOrange Walk, en la carta, fueron los tres compromisos de las

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autoridades que habían organizado el cupo de nativos deJamaica, y le dio el pase para que la misiva pasara al estafeta realllegado de Londres, especialmente, y cuya oficina se instaló en lapropia gobernación del puerto de Belice. A estas alturas los plie-gos de Nat Brown, sólo decían lo siguiente:

Nathaniel Brown (Orange Walk).Representante 99 jamaiquinos,pide trabajo libre, un huerto ycementerio. Informa haber muerto98 y ser único sobreviviente y representante aquella isla.

Vº Bº (B. Policía). Vº Bº (Prefectura O.W). Vº Bº (Secretario G.Belice). (Abundaban los sellos y las firmas).

Pero he aquí que la carta no llegaría aún a manos de S.M.B.Tenía que pasar por el tamiz del gobernador de Belice y luego porel del estafeta real, llegado especialmente de Londres, quien sobresu escritorio tenía una montaña de cartas sintéticas, a las cualesdaba apresurada lectura, hacía una anotación marginal y las entre-gaba a dos de sus secretarios, también venidos de Londres paraayudarle en la agotadora tarea... Entre tanto, Nat Brown no comíani dormía, bajo la tensión nerviosa de la espera. Había enflaque-cido notablemente en aquel mes anterior a la visita de S.M.B. Alretornar diariamente de la plantación azucarera donde trabajaba,todavía como cortador, se metía en su bohío y permanecía allíhasta el día siguiente, masticando acaso un poco de papa cocida.Pero cuando recordaba la posibilidad de que la Reina leyese lacarta, la alegría, tornándose en lágrimas, le afloraba a los ojos y leaceleraba los latidos del corazón...

III

Llegó por fin el ansiado día de la visita. La población de Belicepresentaba un aspecto de feria aldeana. Los nativos habían llegado

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de todas partes del territorio. Las autoridades del puerto, en com-pañía del cuerpo consular acreditado, darían la bienvenida a laReina, saludándola con una profunda y prolongada reverencia,desde el puente de desembarque, al asomar ella a cubierta. Unbosque de banderas británicas ondeaba en todos los edificios demadera y en la lejanía se veía flamear, batida por el viento de lacosta, la bandera de los jesuitas, sobre la torre del edificio delColegio de San Juan. Estaban barridas las calles de tierra y rega-das con pino. Flecos de papel de china adornaban el frontispiciode las casas de madera y a lo largo de las paredes había listones ybandas de género pintadas con los colores azul y rojo de la ban-dera británica. Nat Brown estaba entre la apretada muchedum-bre, luchando por acercarse a la primera fila, a pesar de la resis-tencia de la policía colonial que a botonazos retiraba a los nativosy los reducía a la inmovilidad, cuando la masa amenazaba conromper el cordón de la autoridad.

Acaso por lo prolongado de los saludos que tuvieron oportu-nidad en el propio puente del barco, donde la reina Isabel II invi-tó a las autoridades coloniales a saborear una copa de whiskyescocés (estaba prohibido en las colonias saborear el champaña,para asegurar una corriente de mayor nacionalismo); acaso por loprolongado de la ceremonia total, S.M.B. ya no pudo descendera tierra y se limitó a salir sólo a la barandilla del yatch y saludarcon la mano en alto, haciendo la señal de la V, que WinstonChurchill inventó para indicar la esperanza de la victoria durantela Guerra Mundial II. Los nativos en aquel momento la vitorearon,la saludaron, la encomendaron a Dios, imaginariamente le besa-ron los pies. Hubo unos que daban saltos de alegría sin ser sal-timbanquis, otros echaban al aire un prolongado aullido. Otros ala par que gritaban, lanzaban hacia arriba una banderita británi-ca o una serpentina. Las comparsas y el desfile que las autorida-des habían preparado para aquel momento, se pusieron en movi-miento y en marcha, respectivamente, todo a la vez, como en unalocura colectiva.

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Acaso la prolongada emoción, los sentimientos reprimidos, laesperanza de ser escuchado por primera vez y ser atendido, sobretodo conseguir lo que por cuarenta años se habían propuesto suscompañeros y él, todo aquello sumado, produjo en Nat Brown undecaimiento físico que le obligó a retirarse un poco de la afanosamuchedumbre. Con ayuda de su bastón fue renqueando hastaapoyarse en uno de los postes de la administración de aduanas,que era un edificio construido sobre un terraplén alto.

Entre tanto, el ayudante del segundo secretario de Su Majestad,consultaba las prolongadas listas de correspondencia entregadaspor el estafeta real. Realizaba el trabajo en un silencioso compar-timiento del yatch de la Reina y a una velocidad vertiginosa, puesno contaba con el tiempo suficiente para detenerse ni siquiera enel resumen de cada misiva. Con todo, y con la premura que leimponía el trabajo, iba dando concisa respuesta a las cartas, ano-tando al margen la disposición de S.M.B., dada se comprende, porsu conducto y sin que la Reina se molestase en lo más mínimo,pues se trataba de ahorrarle trabajo. Generalmente el ayudante,estampaba un sello con esta leyenda: Enterada. (Punto). Y al mar-gen concisas disposiciones como éstas: Se estudiará el caso enLondres, o bien: Diríjase al Gobernador, o bien: Se le dará oportunarespuesta. Todas esas conclusiones eran estampadas mediante unsello, para ahorrar tiempo y esfuerzo. Pero había algunas que porsu mayor importancia o singularidad, eran objeto de otro trata-miento. A estas misivas se le colocaba otro sello en iniciales querezaba: P.O. de S.M.B. (Por orden de S.M.B) procédase así o asá.

En una de esas listas venía por fin el renglón que correspondíaa la quintaesencia, a la última síntesis de la carta de Nat Brown,en estos términos:

N. Brown (O.W.) dio muerte 98 .como gracia última pide se le entierre.

El segundo secretario que era londinense, se imaginó a Nat Browncomo a un monstruo que había dado muerte a 98 jamaiquinos y

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que después de haber sido sentenciado a la horca, pedía comoúltima gracia que en vez de ser arrojado su cadáver al mar, se lediera sepultura. El segundo secretario quedó un brevísimo ins-tante indeciso ante aquel horrendo crimen; pensó por un momen-to en no acceder, pero, luego recapacitó, ya que la presencia de lareina Isabel II, en Belice, debería ser recordada por todos, comouna de las oportunidades en que los nativos recibieran más derra-mada y abundante gracia. Puso apresuradamente el sello P.O. deS.M.B. y luego de su puño y letra con tinta, al margen de aquellaorden: Ahórquese y désele sepultura en tierra. Respiró el segundosecretario, percibiendo acaso la sensación del que hace un pro-fundo bien. Y él lo había hecho. Evitaría la agonía de la espera enaquel infeliz, que iba a ser ahorcado por haber dado muerte ¡dia-blo! a 98 jamaiquinos. Y todavía más, se le concedía la gracia deser enterrado y no lanzado a la furia de las olas como un ahorca-do común y corriente...

IV

Dos días más tarde de la visita de la reina Isabel II a Belice, losvecinos del distrito de Orange Walk, vieron pasar a Nat Brown,atado de las manos, a camino del puerto. Iba silencioso, ren-queando, ayudándose con su labrada rama de guayacán, vistien-do como siempre su camiseta obscura y renegrida. A pesar de suserenidad aparente y de ignorar la sentencia que se iba a cumpliren él, dándole muerte a garrote vil, algo se alteraba levemente ensu ánimo al comparar la bondad de los ojos azules de la Soberanacon el lujo de fuerza con que los policías de Belice ejecutaban susórdenes. Iba Nat Brown a depositar el abono de sus huesos enaquella tierra regada por el sudor de su frente hacía tantos años...

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LOS TALLERES LITERARIOS han sido una herramienta fundamentalen la formación de escritores en nuestro país. Actualmente sonnumerosos los que se desarrollan en la capital y el interior delpaís, en los cuales se familiarizan con el acto creativo tanto per-sonas adultas que en su madurez han descubierto la vocaciónliteraria, como entusiastas jóvenes que arriban tempranamente aluniverso de la escritura.

Hemos escogido textos de Néstor Rojas Mavares, integrante deltaller de narrativa del Centro Cultural Trasnocho, cuatro relatosbreves, de Beatriz Calcaño, Ramón Rengifo, Julieta Jiménez yBlanca Rivero, y un fragmento de novela de Alison Outerbridge,quienes formaran parte del primer taller de Escritura Creativa dela Fundación Celarg.

INTRODUCCIÓN

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José La Rosa • Variación Bouguero • acrílico/tela • 45x50 cm

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Néstor Rojas Mavares

LA SANGRE DE AFRODITA

EN MI PRIMERA agonía fantaseaba con un desastre aéreo del quesobrevivía. Mis alucinaciones alzaban vuelo soñando que iba allado de Nicole Kidman en la primera clase de un avión comercialque se estrellaba en una isla desierta del Pacífico y todos morían,excepto nosotros dos. Entonces, ahí me lucía en el arte de lasupervivencia en terreno hostil, buscando comida, defendiéndo-la de animales salvajes, mientras que sus ropas se iban deshacien-do por la inclemencia del tiempo y sus largas y firmes piernasquedaban al descubierto.

Eso fue hace muchos años. Algún tiempo después, el accidenteocurrió de verdad durante un viaje a Egipto en una labor de inves-tigación. Por supuesto, no estaba Nicole, pero sí fue el comienzode una historia perversa que me hundió hasta las mismas puertasdel infierno. Una divinidad me volvió a la vida, sólo para sufrir lasensación de una doble muerte.

Ahora, cuando estoy en mis últimas horas, maldigo la maldi-ción que lanzó sobre mí Afrodita, la diosa griega de la belleza y elamor. Terminé víctima de las mujeres por culpa de sus designiospavorosos. En este momento, ella estará en el Olimpo disfrutan-do de los favores de los dioses, jugando con el destino de otras

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almas, mientras yo espero ser conducido al mundo subterráneodonde apenas seré un ente solitario que desconocerá por los siglosla bendición del amor.

Mi destino en aquel desastroso vuelo era la biblioteca de laUniversidad de El Cairo. En ese viaje intentaría reanudar el tra-bajo inconcluso de mi tesis doctoral sobre la influencia helénicaen el Egipto en la era de Cleopatra. Mi beca estaba a punto deexpirar y mi tutor me presionaba para que finalizara la investiga-ción. Por esos días, yo estaba entregado a la bohemia, a la vidarelajada y a una novia con quien pasaba una época sensacional.Entonces, de mi tesis escribía una página por semana.

Desconecté los teléfonos y el timbre de mi puerta para evitarcontacto con mi fastidioso tutor. Me había otorgado unos mesessabáticos, en los cuales mi única preocupación era complacer aBárbara, mi novia, una adorable mujer a quien le gustaba recitarpasajes de El principito, visitar los centros comerciales de noche yescuchar música.

El brillo de sus ojos cada vez que le satisfacía sus pequeñosgustos era para mí una recompensa. Bárbara era una rubia conunos ojos café que cambiaban a aceituna con los reflejos del sol aciertas horas de la tarde. Era una mujer refinada, culta y tierna,pero con un carácter explosivo cuando las cosas no salían comoquería. Yo estaba enamorado y me gustaba complacerle sus capri-chos, hasta que el dinero comenzó a agotarse.

Un día en que salía del banco, luego de verificar el alarmanteestado de mi cuenta, me encontré frente a frente con mi tutor, unviejo profesor de metodología. Me detuvo y como saludo me lanzóuna amenaza:

—No vengas a pedirme ayuda cuando estés en problemas. Tehe dejado mensajes por todos lados y nada. Tienes un mes parapresentar tu trabajo o despídete de tu beca —dijo.

No quise responder su advertencia para evitar regaños innece-sarios o un distanciamiento abrupto con el profesor. Preferíhacerle una promesa ambigua:

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—Tranquilo profe. El marco metodológico está casi listo y deahí en adelante lo demás es coser y cantar. Estoy por hacer unviaje a Egipto para terminar la investigación —le respondí.

—Más te vale —replicó, mientras se marchaba con cara dedesaprobación.

Después de ese encuentro tuve que enfrentar la realidad. Regresépreocupado a mi apartamento y encontré a Bárbara haciendo café.Me ofreció una taza, pero yo no respondí con palabras: sólo veíasus ojos que experimentaban su metamorfosis cromática con elreflejo del sol agonizante. En ese instante eran color aceituna, untono que donde estábamos podía durar 15 minutos, el tiempo quetardaría el sol en ocultarse detrás del Ávila y apagar su luz.

En ese momento, con Bárbara observándome con sus ojostemporalmente verdes y una taza de café humeante en la mano,comprendí que tenía que poner fin a mi fantasía y aterrizar. Debíareanudar la investigación para conservar la beca, que entoncesera mi único sostén.

Programé rápidamente un viaje a Egipto, a fin de sumergirmeen la biblioteca de El Cairo. Allá debía permanecer al menos tressemanas para culminar mi estudio, cuyo principal problema enese punto era retomar el hilo de lo ya trabajado.

Mi especialidad era la mitología clásica. Estaba obsesionado porlos dioses griegos y la expansión de sus mitos en la cuenca del marEgeo, pero mi tesis doctoral me sacó del mundo helénico parahundirme en lo que pasó en el sentimiento popular de Egipto conlas deidades griegas y las egipcias en una zona de influencia de lasconquistas de Alejandro Magno. Cleopatra había impulsado unarebelión nacionalista que terminó en una derrota, al igual que suaventura con César, lo que dejó esclavizados a los egipcios por laslegiones romanas.

Mi tesis consistía en determinar si tras esa derrota los mitosromanos, apuntalados por las legiones, desplazaron definitiva-mente a los egipcios y griegos, que en esa época libraban unacompetencia en la aceptación popular en Egipto. Tenía que

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seguirle los pasos en el Nilo a Jano, un dios de dos caras origina-rio de Roma y uno de los pocos que no tiene equivalente entre lasdeidades griegas.

Mi debilidad por el mundo helénico distraía mi concentración.Hubiera preferido estudiar la cultura de la antigua Alejandría enla época de su famosa biblioteca, pero un pendejo antropólogo seme adelantó y propuso su tesis sobre lo que habría perdido lahumanidad con el incendio de aquella biblioteca.

Ese tema me parecía interesante, al igual que el Faro deAlejandría, una de las siete maravillas del mundo, que supuesta-mente se hundió en la costa egipcia. Ciertamente toda la mitolo-gía clásica le daba una patada a esas historias, pero mis otras pro-puestas sobre el Egeo fueron rechazadas, así que tuve que trasla-dar a El Cairo mi objeto de estudio.

Mil veces hubiera preferido trabajar la historia de Afrodita, laVenus romana. Estaba obsesionado con esa deidad por su capa-cidad para amar y destruir, con la sorprendente trampa de reno-var su virginidad bañándose en el mar de su santuario de Pafos,en Chipre.

Aunque mi tesis se refería a las influencias helénicas en Egipto,yo dedicaba mi tiempo sabático a leer sobre los mitos popularesrelacionados con Afrodita. Consideraba que era una mezcla únicade belleza y astucia, lo cual demostró en el famoso juicio de Paris,que provocó el rapto de Helena y la posterior guerra de Troya.

Adoraba especialmente un pasaje de la Ilíada en el que Homerohablaba de una herida que sufrió Afrodita durante una poderosaarremetida del aqueo Diomedes frente a los muros de Troya. Yo noterminaba de entender cómo era posible que una diosa fuera heri-da y sangrara, por más devastadora que fuera la acometida delguerrero mortal. Así lo relataba Homero en su obra:

...el hijo del magnánimo Tideo, calando la afilada pica, rasgu-

ñó la tierna mano de la diosa... brotó la sangre divina, o por

mejor decir icor, que tal es lo que tienen los bienaventurados

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dioses, pues no comen pan ni beben vino negro, y por eso care-

cen de sangre y son llamados inmortales.

Ese pasaje lo estudié mil veces, de pies a cabeza, cada palabra.Consulté expertos en lenguaje y semiología, pero nunca pudedesentrañarlo, despejar mis dudas. La Iliada no daba otras pistassobre la aparente vulnerabilidad de los dioses inmortales.

Ya me había arrepentido varias veces de haber presentado esatesis respecto a que el triunfo de los romanos sobre el ejército deCleopatra significó la desaparición de la influencia helénica enEgipto. Pero era la base de mi estudio y tenía que sacarlo adelan-te, así que necesitaba desenterrar de El Cairo elementos paradesarrollarlo.

Debía ponerme al día si quería ver la investigación terminada.Programé el viaje tan pronto como pude y compré un pasaje enclase turista, apurando las gestiones porque estaba por terminarla temporada baja en Europa y África.

Me dijeron que la conexión más próxima era a través de Italia.Un lunes de madrugada salí rumbo a Egipto, comenzando unviaje que sería una verdadera desgracia. En Europa hice el tras-bordo sin problemas y el avión de Alitalia prometía ser de lujocon la amabilidad sempiterna de los italianos.

Cuando el vuelo se acercaba a su destino por la costa, una tur-bulencia sacudió la aeronave y la desvió de su ruta. El piloto hizolo que pudo para aterrizar en medio de la desesperación del pasa-je, antes de que el jumbo jet se estrellara en un paraje selváticoen la frontera con Libia.

De los casi 100 ocupantes murió la mitad por el impacto.Además, la lentitud de las brigadas de rescate provocó que almenos 10 pasajeros llegaran sin vida a los centros de atención.

Yo fui uno de los afortunados que se salvaron. Por el desastretuve que soportar una serie de operaciones y un largo períodode recuperación; sin embargo, nunca volví a ser el mismo. Alcabo de un año y medio de dedicación de los médicos, había per-dido 28 kilos, tenía metales soldados en casi todo mi cuerpo y

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un tremendo impacto psicológico. Los meses que estuve en tera-pia intensiva los pasé solo, pensando en que nunca terminaría mitesis y en los ojos de Bárbara. Conté doctores en hospitales de ElCairo y Roma, antes de regresar a Caracas en avión-ambulancia.

La línea aérea aceptó costear los gastos hasta un monto, así quede tantas operaciones terminé en el Hospital Universitario.Cuando me internaron era una calavera apenas rellena de piel. Enla cama, pasaba las noches solo y adolorido hasta que finalmenteapareció Bárbara. Aquella vez estaba medio dormido y vi esa figu-ra conocida avanzando hacia mí. En la niebla provocada por lossedantes se fue formando el rostro de mi novia. Yo debía estarfeliz, pero en ese momento sentí una profunda decepción porquelos ojos de Bárbara, aunque era mi hora favorita para verlos, notenían aquel tono verdoso que derribaba mis defensas. Ella meveía con una profunda lástima, reteniendo las lágrimas.

No tuvo que decir una sola palabra. Entendí que no era elúnico que había cambiado y que sería la última vez que la veríaporque ella no quería dedicar su vida a un enfermo moribundo.Comprendí su decisión de alejarse de quien era prácticamente uncadáver ambulante.

—Entiendo tu decisión. Ya he perdido casi todo, que te pierdaa ti no es ninguna sorpresa. No te odio, al contrario, espero queseas feliz —le dije.

Ella se fue y poco después sufrí una recaída que me llevó direc-to a la sala de cuidados intensivos. Después de tanto tiempo tira-do en una cama, tratando de alcanzar una recuperación quenunca llegaba, me sentía tranquilo. Finalmente dejaría de sufrir.Terminarían las operaciones, las inyecciones, las terapias. Todo,incluido yo, se iría al diablo.

Una noche, hundido en mi agonía, la vi de reojo. Era Afrodita.Es decir, una Afrodita que aparentaba ser una mujer del siglo XXI.En ese momento no era la diosa de belleza irresistible, no llevabasu vestido de seda y sus sandalias doradas. Tenía puesto un uni-forme de repartidora de correo. Desde donde la veía podía apre-ciar sus formas, que me parecieron desabridas, sin curvas y sin

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maquillaje. Era increíble que en mi estado, casi despidiéndomede este mundo, notara esos detalles.

La visitante habló con el doctor en voz baja y yo apenas podíaseguirla con la mirada desde mi posición en la cama. La conver-sación fue corta. No guardaba esperanzas de que su aporte alivia-ra mi condición, pero muy pronto descubrí lo equivocado queestaba.

—Vengo por la donación de sangre. Me pidieron que hablara conusted —le dijo al doctor, quien le respondió algo en un susurro.

Le pidió que lo siguiera fuera de la sala. Al rato, el médico vol-vió con una bolsa de sangre que inyectó a los tubos que yo teníaconectados. Me dormí mientras veía el fluido rojo goteando yentrando a mi cuerpo. Antes de dormirme recordé el pasaje de laIliada y me imaginé que esa sangre era el icor de los dioses quederramó Afrodita en aquel choque con Diomedes. Soñé que conesa sangre fluyendo en mi cuerpo volvía a ser el mismo investiga-dor que derrochaba energía y lucidez tras los pasos de la culturagriega en el Egipto de Cleopatra.

Entonces ocurrió algo extraordinario: Afrodita entró a misueño. Tenía el uniforme de mensajera de correo. A medida quese acercaba a mi cama iba tomando el color radiante de las dei-dades del Olimpo. Traía en su mano una manzana de oro querepresentaba su amor. Me habló con una voz que era un susurroy que además competía en belleza con ella misma.

—Con mi sangre te salvarás, pero no serás inmortal. Vivirásmientras ames a las mujeres. Si el odio se adueña de tu corazónestarás perdido —dijo antes de desvanecerse.

Luego, una repentina neblina se esparció por el escenario demi sueño y lo cubrió de sombras. Un reposo profundo se adueñóde mis sentidos y cuando pasaron las horas descubrí que habíatenido una sensible recuperación. La transfusión había sacudidocomo un choque eléctrico hasta la última de mis células. Icor ono icor, me volvió a la vida.

Durante la noche recuperé parte de mis músculos y la talla ante-rior de mis pantalones. Por primera vez en mucho tiempo pude

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levantarme de la cama sin ningún tipo de ayuda. Me incorporé conuna vitalidad desconocida hasta entonces. La energía me impul-só a vestirme y, ante el asombro de los médicos, salir del hospitaldando pasos largos y resueltos.

Llevaba la energía de un gladiador. De pronto me sentí comoun horno que quemaba combustible. Pero ahí no terminó todo.Al verme en el espejo descubrí que había rejuvenecido, meencontré de nuevo en el punto en el que había tomado el aviónpara continuar mi investigación. Casi tenía la estampa de un diosgriego, que al principio me provocó temor, pero luego fui acos-tumbrándome a ella.

Estuve todo el día fuera del hospital redescubriendo la ciudady a mi regreso continué asombrando a los médicos. Mientras mesometían a nuevos exámenes, le pedí a las enfermeras que medieran los datos de la mujer que había donado sangre la nocheanterior. Tenía que verla para agradecerle lo que hizo por mí.Ellas hicieron lo posible por negarse, alegando que los datos eranconfidenciales. Sin embargo, yo me había convertido en un serirresistible, con un tono de voz tan convincente que mis pedidossuperaban toda resistencia.

Los doctores me enseñaron asombrados los resultados: todonormal. Sólo atribuían la veloz recuperación a un milagro. Loúnico fuera de lo común eran unos cuerpos extraños que detecta-ron en mi sangre, que en pequeñas cantidades no eran motivo depreocupación.

Mis enfermeras me dieron los datos de la donante y la sonrisaque les regalé como pago resultó más que suficiente para ellas. Salía buscar a mi salvadora, no sin antes pasar por una tienda paracomprar un traje digno de mi nueva presencia de dios griego.

La donante trabajaba en una franquicia de la firma de correoMRW ubicada en Chacao. Mientras caminaba rumbo a mi destinolas mujeres me miraban sorprendidas por el aura magnética quedesprendía mi cuerpo. Yo respondía con una sonrisa, siguiendo elconsejo de Afrodita de que las amara a todas.

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Llegué al lugar y pregunté por Flor, que así se llamaba la donan-te. Me dijeron que estaba haciendo una entrega y que regresaríapronto. Decidí esperarla en la oficina para no regresar a la calle.

Una hora después llegó Flor. Venía desesperada por el calor ycon un humor de mil demonios. Su gorra estaba empapada desudor. Cuando me presenté no me reconoció. No dio crédito a mirelato y pensó que la estaba engañando.

—Es verdad. Me hicieron una transfusión con tu sangre. Yo tevi anoche, llevabas ese uniforme y tu gorra. Fue un milagro, sólomírame. Vine a agradecerte que me salvaras —le dije, dando unavuelta en redondo.

La mujer estaba impactada, no podía creer lo que veía y seguíasin aceptar mi historia. Hizo un esfuerzo por recordar lo quehabía pasado.

—Una cosa es cierta. Anoche estuve en el hospital donandosangre, pero era para un viejo moribundo. No puedes ser tú,imposible —respondió.

Le tomé la mano y la coloqué en mi pecho. Le rogué que sin-tiera los latidos de mi corazón. Cuando lo hizo, casi se desmayade la emoción.

—Es la primera vez que ocurre. Mira, yo acostumbro donarsangre, a cambio de un pago. Sólo es una forma de ganar dineroextra, sobre todo después que los médicos descubrieron quetengo elementos antioxidantes en mis plaquetas. Obtengo buendinero con mi sangre. Hasta donde sé, no sirve para resucitar alos muertos, pero tu caso me pone a dudar —dijo.

Yo esperaba que Afrodita se desprendiera de su insignificantedisfraz y se revelara tal como es, con su irresistible belleza. Temíaque en cualquier momento apareciera una nube que transforma-ra a la repartidora de correo en esa deidad que deseaba amar parademostrarle mi gratitud. No ocurrió, Flor continuaba a mi ladomás desorientada que antes y sin poder hablar.

—Si no fue tu sangre, ¿qué me revivió? Tengo una energía deadolescente y no entiendo cómo pasó. Anoche era un moribundo.

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Decidí despedirme, no sin antes darle un beso a Flor. Le dijeque a ella le debía mi vida y que estaba dispuesto a hacer cual-quier cosa que me pidiera. Cualquiera, incluso amarla.

Después de tanto tiempo alejado de las calles, encontré que laciudad había cambiado, la moda era distinta, al igual que las tien-das. Caminaba, pero mis pensamientos estaban en Flor y enAfrodita. Algo raro había pasado. ¿Fue un milagro de la diosa o lasangre de Flor tiene propiedades curativas?

No quería esperar que el paso de los días me diera la respues-ta. Deseaba aprovechar hasta el límite esa nueva oportunidad quese me había otorgado. Además, tenía la orden de Afrodita de amara las mujeres.

En el curso de las horas conocí y amé a tres mujeres, una trasotra. Mi recién adquirida vitalidad seguía intacta. Estaba conver-tido en un verdadero portento, era como Zeus, que convertido entoro, raptó a Europa y se la llevó a Creta.

La vida volvió a ser hermosa para mí. Mis tragedias al fin reci-bieron una compensación. Aunque fuera algo temporal, mi felici-dad no tenía límites. Y mi único deber, trazado por mi diosa favo-rita, era amar.

Sin embargo, los problemas comenzaron al tercer día de miresurrección. Continuaba con una vitalidad sin límites, derro-chando energía y amor por todos lados, hasta que recordé queestaba sin dinero. Tenía que ir al banco para verificar mis fondos,los cuales prácticamente había abandonado por la imposibilidadde presentarme personalmente.

Me encontré con otra buena noticia, ya que la aseguradora deAlitalia había depositado una compensación para descartar cual-quier demanda civil de mi parte y cuyo compromiso había firma-do meses antes.

Con dinero, vitalidad y rejuvenecido, me sentía poco menosque un rey. A mis mujeres las complací en sus gustos y caprichos,las invité a cenar en sitios de categoría y a comprar en los centroscomerciales. Estaba en las nubes, pero temía que mi felicidadse esfumara.

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Y no me equivoqué.Casi había olvidado a Bárbara y sus irresistibles ojos. Era tan

acelerada mi nueva vida que apenas recordaba los tiempos a sulado. La catástrofe volvió a repetirse precisamente al reencontrar-me con ella. Ocurrió una noche en un restaurante de lujo dondecenaba con una de mis mujeres ocasionales.

Desde donde estaba, la vi sentada en una mesa parcialmenteoculta por una columna decorativa. Me dirigí al lugar para saludar-la en lo que esperaba fuera un feliz reencuentro de dos amantes.La emoción me desbordaba por ver de nuevo a mi anterior novia.

Avancé por entre las mesas esperando darle una gran sorpresa,pero llegué justo en el momento en que se besaba con su acom-pañante, a quien no había visto desde mi lugar debido a lacolumna.

Allí estaba yo parado frente a una pareja que se besaba cariño-samente. Intenté retirarme en el preciso instante en que Bárbara,percibiendo mi presencia, abrió los ojos y me vio. Al principio nome reconoció y me lanzó una pregunta, sin reflejar molestia porla interrupción.

—¿Deseaba algo? –preguntó seductoramente.Su aparente normalidad molestó mi ego, incluso más que el

hecho de que no me reconociera. De inmediato volvió a su tareacon su acompañante, ignorándome olímpicamente.

–¿No me reconoces, Bárbara? –dije a punto de estallar.Ella alzó de nuevo la mirada. Puso más atención y poco a poco

empezó a encontrar en mí rasgos familiares. La veía desorientada,luchando consigo misma, tratando de convencerse de lo que veía.

—No. No puede ser. Conocí a alguien parecido a ti, pero estáenfermo y tengo tiempo sin verlo –señaló no muy convencida.

—Ese enfermo soy yo. Sólo quería saludarte y agradecer tuatención –dije poniendo un tono sarcástico a cada palabra, mien-tras comenzaba a formarse en mí algo más que un enfado por loque veía, por su actitud.

Su sorpresa fue tremenda. No encontraba explicación de porqué yo estaba tan saludable, cuando la última vez que me vio era

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casi un cadáver. Se levantó de la silla e intentó abrazarme emo-cionada, pero yo la rechacé. Comenzaba a aborrecerla por haber-me dejado para ir a refugiarse en los brazos de otro.

—Caramba, ahora sé por qué no me visitaste más en el hospi-tal. Tú eras quien prometió amarme por siempre. Parece que teduró muy poco el amor –le dije, mientras sentía crecer una rabialoca. Luego lancé la palabrota que sería mi perdición:

—Te odio.Al pronunciar esa maldición sufrí un sacudimiento. De repen-

te sentí que las fuerzas me abandonaban, me faltaba el aire y esta-ba apunto de perder el sentido.

Tras el insulto, el acompañante de Bárbara salió en su defensa.Me dio un empujón que me vapuleó, aunque por alguna causame mantuve en pie. Intenté lanzarle un golpe, pero había perdi-do mis fuerzas. El golpe de derecha apenas acarició su cara y élaprovechó mi propio movimiento para lanzarme contra la pared.

Reboté y caí pesadamente en el piso, desde donde veía a lagente en cámara lenta tratando de socorrerme, preguntandocómo me sentía. Bárbara se mantenía a distancia, desconcertadapor lo que estaba ocurriendo.

En ese momento recordé las palabras de Afrodita en mi sueño:si el odio de apodera de tu corazón estarás perdido.

Sentí que mi cuerpo se desinflaba como una pelota que pierdeel aire por un hueco. Bárbara reaccionó y acudió en mi auxilio.Colocó mi cabeza en su regazo y me habló con una voz dulce ycomprensiva:

—¿Qué te está pasando? ¡No te mueras!Yo estaba nuevamente al borde del abismo. Vi que llegó una

ambulancia, en la que me introdujeron sin mucha dificultad pormi peso, que perdía de forma acelerada. El vehículo atravesó lascalles a toda velocidad haciendo un ruido endemoniado. Lleguéal hospital, donde mis médicos me recibieron con la misma incre-dulidad con la que me despidieron días antes. Pusieron manos ala obra. Me enviaron directo a la sala terapia intensiva y de inme-diato la neblina volvió a cegar mis ojos.

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No sé cuánto tiempo estuve en la oscuridad, hasta que la sen-sación del perfume favorito de Bárbara me devolvió la concien-cia. En un momento se dispersó la neblina y como por arte demagia regresé al momento de la transfusión. Descubrí que siem-pre estuve en cama, moribundo y que la sangre continuaba gote-ando a través de mis tubos.

Mientras me encomendaba a Dios, comprendí la profundidadde la maldición de la que fui objeto por creer en deidades paga-nas. Supe que sólo en sueños podía haber disfrutado una segun-da vida de lujos y excesos, en la cual yo era el amante perfecto ytenía las bendiciones de Afrodita.

Abril 2004

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Ilustración Olga López

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CUANDO SENTÍ EL bulto en mi seno izquierdo por primera vez, lasangre se me congeló. Creo que todo el mundo guarda el temoroculto de que le aparezca en su cuerpo alguna vez un visitanteinesperado. Al principio no se lo conté a nadie, de repente seapoderó de mí la extraña e infantil teoría de que el bicho, así tam-bién lo llamo, pudiera desaparecer por sí solo. A veces me para-ba a media noche sudando y temblando como si estuviera des-pertando de una pesadilla y trataba de recordar qué sueño habíatenido, sólo para darme cuenta de que lo que me angustiabaseguía allí. Luego, al ver que no se iba, la presión comenzó a serinsoportable y lloraba disimuladamente por los rincones delapartamento y de la oficina, hecho que todos atribuían a que esta-ba deprimida o tal vez quería un poquito de atención. Entoncesllegó la tercera etapa, la de enfrentar la verdad, la de compartir laexistencia de este visitante inesperado.

Le conté a mi esposo y nos fundimos en un abrazo que nos dolió.La cita era para las cinco de la tarde. Era una clínica, no tan

lejos de la casa, que había visto tiempos mejores. Llegamos tem-prano, le dije a Raúl que si no me gustaba el médico nos íbamosenseguida de allí.

Beatriz Calcaño

EL BULTO

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—Pero Gabriela, amor, ¿qué significa para ti que te guste unmédico o no?

—Significa que si es el tipo de médico que mientras tú le estáshablando está recibiendo como cinco llamadas o si ni siquieramantiene contacto visual conmigo, significa que nos vamos. ¿Teparece? –le respondí impacientemente.

—No te pongas así, tú sabes que yo te apoyo, tranquila.—Raúl, ¿y la plata?—Bueno Gaby, tenemos el seguro, no pienses en eso ahora,

vamos a esperar.La espera era horrible. Sólo podía ver los rostros impenetrables

de las otras mujeres. Siempre me inquietaron las esperas en lasconsultas médicas, a veces todos callan; otras, todos hablan.

Por fin entramos. Luego de la revisión pasamos a una oficinacómoda y acogedora, llena de libros, diplomas y una repisa confotos familiares. Quién diría que allí pudiesen darse veredictostan crueles. El doctor me miró fijamente, con humanidad perosin lástima, eso me gustó. Entonces me dijo:

—Gabriela, la cosa no se ve muy bien, tendrás que hacerte másexámenes, pero te adelanto que probablemente tendrás que ope-rarte y recibir quimioterapia y radiación.

Fue allí donde todo comenzó a darme vueltas... Así fue comoesta extraña y desigual guerra que yo nunca quise librar, comenzó;la mía contra el bulto, ya él me la había declarado a mí primero.

Comenzó el papeleo, las decisiones, hablar con la familia,decírselo a los niños, porque a mí me gustan las cosas de frente,la verdad siempre por delante, aunque a veces no sé para quésirve eso.

Realmente la vida no cambia cuando se tiene un bulto. La ruti-na es la misma. Tienes que hacer las mismas cosas, despertarte, ira trabajar, hablar, amar, comer. Lo que cambia es cómo uno sesiente, es una realidad paralela, estás allí pero no estás. Uno ve lascosas de una manera diferente. Consigues en las cosas caracterís-ticas inesperadas, incluso los olores son más intensos, los colorestienen matices nuevos. Si vas en el metro notas los brincos de los

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rieles de estación en estación, casi te los aprendes de memoria;puedes hasta descubrir los ingredientes secretos de una salsa quete dan a probar. El otro día, por ejemplo, me aprendí los nombresde todos los edificios que van desde la estación del metro hastami casa. Los voy recitando: San Jorge, El Olimpo, Venus, Neverí,La Hondonada, ¡tántos años pasando por ese mismo sitio y nuncame había fijado en eso!

Ahora parecía haberme convertido en una simple historiamédica en donde me preguntaban mis datos personales, edad,estado civil, antecedentes familiares, la razón de mi consultamédica, si tenía seguro, una breve descripción de mi problema yel posible tratamiento a seguir

Está bien, entiendo que hay que saber esas cosas, pero, ¿soysólo eso? ¿Un papel lleno con datos prácticamente impersonales?Palabras huecas, duras, sin verbos ni adverbios, interjecciones niexclamaciones. ¿No pudiera esa fría historia médica venir acom-pañada de mis verdades, de lo que soy?, ¿o es que acaso el cuerpoes una entidad separada de la mente? Soy más que esos caracte-res gráficos impresos en un informe. Podría decirles por ejemplo:

Me llamo Gabriela Cecilia Rodríguez, caraqueña de nacimien-to, a mucha honra. Estoy casada, soy la orgullosa mamá de doshijos: Simón y Natasha. Publicista de profesión. Mi signo es Libray por lo tanto regida por Venus, razón por lo cual odio la injusti-cia y defiendo hasta lo indefendible, incluso hasta al ruidoso lorodel apartamento 4-B. Fanática de Mafalda, los Picapiedra y lossandwichs de diablito. Un color: el verde, un poeta: Neruda. Unamanía: me como las uñas cuando estoy nerviosa. Un hábito: leerantes de acostarme. Amo la música de los Beatles y detesto lasrancheras. Me gustan los sábados, pero a veces me invade lamelancolía los domingos en la tarde.

No sé, pero deberían conocerme, más si están a punto deexplorar y mutilar mi cuerpo, pensé.

Ya empecé el tratamiento. No tenía idea que algo que se supo-ne te cure pueda actuar al mismo tiempo como un veneno.Cuando regreso a mi casa tan sólo me queda irme al baño y abrir

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la ventana, esa es la única parte desde donde se puede ver elAvila; me quedo viéndolo por un rato, viendo cómo cambia suscolores, sólo así puedo recuperar las fuerzas. O tal vez, si esasmismas fuerzas me acompañan, me voy a la placita cerca de lacasa y allí, en un banquito, disfruto al máximo observando a todapersona que pasa cerca de mí. Yo, la que tiene el bulto, soy la quedisfruto de verlos. Ellos llevan demasiada prisa. Pero la persona aquien más me gusta observar es a una linda niñita de enormesojos esmeralda, cuyo placer máximo consiste en pisar las hojassecas que suelta un enorme árbol de apamate que baña de som-bra al lugar. Allí va ella con su crash, crash, crash, me mira consus ojotes, sabe que la observo. Un día, estaba ella en lo suyo,pisa que pisa las hojitas, hasta que de pronto una muy, muy gran-de, cayó del árbol justo en frente de mí. Nos vimos, ella dudabasi pisarla o no. Podía sentir su indecisión. De pronto, saltó enci-ma de la hoja y fue un enorme crash, el más grande de todos.Fuimos cómplices las dos. Otros días nos vamos todos al Parquedel Este, nos ponemos a correr descalzos por la grama y abraza-mos los árboles. Más de uno pensará que estamos locos. Quécurioso, mientras más temes perder la vida, más la disfrutas.

Justo cuando Natasha cerraba el diario de su mamá, llegó elcamión de la mudanza. Natasha se puso a recoger lo que faltaba.Cuando el carro pasó por la placita, notó que muchas hojas caíandel apamate.

Enero 2004

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OBSERVO CON DETENIMIENTO el comportamiento patán del engreídoRubén. Primero grita a su mujer, la ofende, le manotea la caracacheteándola, y finalmente la empuja. La chica, ante la agresiónfísica y verbal, responde con gritos. Trata de devolver el empujóncon otro empujón, pero es manifiesta su inferioridad física.

El buen Rubén, el excelente prototipo del machismo, le propi-na un golpe de derecha en la cara, lo suficientemente fuerte paraque Andreína tambalée en un primer momento, y luego, caiga alpiso de rodillas.

El golpe fue tan fuerte que lo sentí en mi cara, y no me lohabían propinado a mí. Además, sentí en mí el crujir de sus hue-sos y dientes.

Noté en los ojos de Andreína, mujer de Rubén hasta esemomento, rabia, dolor y fundamentalmente terror, quizás algode impotencia.

De la otrora hermosa boca de Andreína, sale a borbotones unlíquido rojo mezclado con dientes; al principio abundante, yluego más lento el fluir, ya que el líquido se va poniendo espeso.

Ramón Anselmo Rengifo

CAMBIO

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Andreína, de rodillas, lleva las manos a su cara para tocar laparte afectada por el golpe, y consigue sangre y más sangre,acompañada de trozos de dientes.

Un grito lastimero e indescriptible surge de lo más profundode su ser. Un grito que toca la fibra sentimental de cualquierser humano.

Me solidarizo con Andreína, le grito que se levante y lo golpée,que no permita esa agresión. Mi grito no es escuchado, de esoestoy seguro, pero mi parte humana estalla del más puro senti-miento rechazando la agresión.

La incito a que no se deje, a que siga combatiendo, que sigaluchando. Pero Rubén continúa gritándole insultos acompañadosde puntapiés, y Andreína lo que hace es rodar por el piso.

Andreína difícilmente podrá levantarse sin ayuda; de su menu-da boca salen gritos y quejidos de dolor acompañados de sangre.

Golpes, patadas, risas de un energúmeno; llanto, dolor, terrorson las palabras descriptivas de este ambiente decorado conbuena cantidad de sangre, lágrimas, escupitajos y dientes rotos.

La puerta cerrada evita que llegue cualquier tipo de ayuda paranuestra Andreína. Se oyen golpes y patadas en la puerta, gritos delos vecinos exigiendo que deje tranquila a nuestra chica. Rubénobserva con desdén, y con una sonrisa maliciosa hacia la puerta,les dice en un tono de voz alto que se retiren, no es su problema.

La lluvia de improperios y puntapiés continúa. Andreína logradar la vuelta a su cuerpo, hace un gran esfuerzo apoyándose enlos brazos. Medio se levanta, y en ese momento el galán de Rubénle propina una patada en la región abdominal. Emite un grito quemás bien es un aullido, y vemos gestos lastimeros de dolor enmedio de convulsiones. Pierde el conocimiento, y nuevas convul-siones la sacuden fuertemente.

Patadas, gritos, terror, dolor, un grito de victoria, y las manosde Rubén en alto.

Quién detendrá este bochornoso espectáculo que tiene dospersonas, una, destrozada, humillada, y la otra, no sé dónde ubi-carla en el género humano.

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Los ojos medio abiertos de Andreína reflejan pánico, su rostroes ahora un guiñapo de moretones. Su graciosa movilidad se hatransformado en un cuerpo paralizado. Sus dedos se deforman.Las convulsiones son más seguidas y me hacen pensar que puedeocurrir lo peor. La sangre está por todos lados. Sus manos tiem-blan. Me parece que es de terror.

El verbo del ambiente es gemidos y lamentos bañados de san-gre, acompañados de la prepotencia del increíble y hermosoRubén.

La puerta principal resiste el acoso de los vecinos, que la gol-pean con todo tipo de objetos para tumbarla. Pero la puertaaguanta la embestida.

Andreína no tiene conocimiento de lo que pasa a su alrededor.Veo con estupor la risa que recorre la cara de ese animal; ya lo

ubiqué, es un animal y de la peor estirpe, y es llamado Rubén, elbuen Rubén, como lo llama su madre. Aunque no lo crea, loparió una mujer, por lo tanto tiene madre. Una mujer igual y conlos mismos derechos que la maltratada Andreína.

Rubén voltea hacia los lados buscando a los invisibles testigos.Solicita de ellos un abrazo para celebrar el triunfo sobre la gene-rosa y hermosa Andreína. Sus gritos de victoria, aunados a susimproperios, se hacen inaguantables. Mi ser siente latir su sangre,ante semejante atropello, al estar presenciando una injusticia, sinigual. Una canallada.

No tengo más alternativa. Me cansé del canal 12. Sintonizaré el 23.

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Ilustración Olga López

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ÉL ES UN BUEN CHICO, no como los otros. Él siempre ayuda a laseñora después del colegio, yo lo veo todos los días desde mi ven-tana, con su uniforme escolar desgastado.

Han pasado tántos por esa casa... Me acuerdo del gordito depelo negro que corría por todos lados persiguiendo cuanto ani-malito se atrevía a cruzar la calle. También estaba la pecosita, quese instalaba cada tarde en la puerta de la casa a jugar con la tie-rra, le echaba agua y construía enormes castillos con princesas ydragones.

Claro, en ese entonces la señora Olga era joven y fuerte, poreso la dejaban cuidar a varios al mismo tiempo. Cuando yo erapequeña envidiaba esa casa llena de niños y risas, tan diferente ala mía. Algunos me hacían señas para que bajara de mi cuarto aunirme a sus juegos ¡Me hubiera gustado tanto hacerlo..! Siempresalía la señora Olga y los regañaba, metiéndolos en la casa.

Nunca supe qué pasó con ellos. Mi mamá se limitaba a enco-ger los hombros al leer la pregunta en mis ojos. Después de algúntiempo ya no los volvía a ver. Pasaron tantas caritas por esas ven-tanas como arrugas se fueron formando en el rostro de la señoraOlga y de mi madre.

Julieta Jiménez

DESDE MI VENTANA

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Pero este chico es diferente, no molesta a los animales, ni pier-de su tiempo jugando en las tardes. Saca la basura, barre el patio,sacude las alfombras, va al mercado y regresa con sus bolsasrepletas de papas y granos. A veces se detiene en la puerta de sucasa y se me queda viendo por largo rato, con esa expresión decuriosidad como la que ponen los perros ladeando la cabeza,queriendo preguntar algo. De pronto despierta del trance y vuel-ve a lo que esta haciendo.

Hoy pasó algo extraño. Lo vi salir corriendo de su casa endirección a la mía, escuché como golpeaba la puerta con deses-peración y gritaba. Pero mi madre no estaba. En un instante vol-vió la calma y pensé que todo había terminado, hasta que descu-brí sus leves sollozos colándose hasta mi cuarto.

Me dolía el corazón, quería hacer algo por él pero no podía.Decidí ignorarlo. Concentré mi vista en cualquier cosa en elcamino y me perdí en mis sueños lejos de mi cuarto y de mi vida.

Debí haber dormido toda la noche. La luz de la mañana rega-ñó mis ojos obligándome a abrirlos. Entonces entendí que lo queme encandilaba no provenía del cielo, que era el chico de enfren-te que usaba un pequeño espejo para llamar mi atención. Al verque me había despertado empezó a hacerme señas y a decirmecosas, luego agarró unas piedritas del suelo y las lanzó hacia miventana. Tic, tic… una a una se fueron estrellando en el vidrio.

Volvió a gritar, pero yo seguía sin entenderlo. Me dio rabia conmi mamá por tardar tanto y dejar todo cerrado. Tenía mucha ham-bre y el calor sofocante convertía el habitual olor a orina y talco enalgo de verdad insoportable. Pero cuando mamá llegue, seguro medará un baño con ese jabón de jazmín que tanto me gusta.

El chico no parecía cansarse: gritaba, agitaba los brazos…¿Acaso yo era la única que podía verlo? Era desesperante su acti-tud, esto nunca había pasado antes.

Al fin salió la señora Olga, la vi regañarlo y señalar a mi ven-tana. Él también la señalaba con insistencia y apretaba sus puñoscon fuerza. Pero ella perdió la paciencia, lo agarró por una orejay lo llevó a tirones dentro de su casa.

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Tengo tanto sueño, cuando mi mamá llegue me dará un largobaño de burbujas y me cantará esa canción que tanto me gusta:Estrellas y burbujas explotan a mi alrededor….

* * *

—¡Pedro, deja la gritería! ¿Qué te pasa?—Es que la vecina no me hace caso.—¿No ves que está enferma, muchacho gafo? ¡No se puedemover!—Por eso quiero decirle lo del accidente de su mamá, elladebe estar esperándola…—¡Déjala tranquila! Ya alguien se ocupará.—¡Pero ya ha pasado un día y no ha venido nadie…!—¡Ese no es nuestro problema! ¡Ven conmigo!—¡Pero…!—¡Nada de peros…! ¡Entra de una vez…!

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Ilustración Olga López

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CUANDO ALGUIEN NO nos pertenece es necesario resguardarse deuno mismo. Más aún si se sospecha que los vacíos pueden empe-zar a llenarse de falsas ilusiones. La sensación de placer hoy hamutado, y siente que los deliciosos escalofríos de las caricias sonamargos recuerdos de la latente soledad. —¿Tú crees que me lle-gues a amar? —No lo sé, deja que el tiempo lo decida, por los momen-tos no me preocupa. —Eres insensible. —Para nada, sólo disfruto delaquí y el ahora, contesta ella. Las preguntas brotan de la bocacomo esperando la más dulce de las respuestas, sin embargodebajo y a la izquierda existe un corazón ocupado, recientemen-te lastimado, pero ocupado. Se niega a aprender a vivir solo; lomalo es que con su necesidad de compañía puede mal acostum-brar a un alma solitaria. —Yo sigo sintiendo que tú tienes el freno demano puesto. —¿Por qué te parece eso? —Te rehúsas a decirme lo quesientes, acota él.

La vacuidad de los comentarios se convierte en la excusa per-fecta para no abrir la caja de Pandora de un corazón que luchódurante mucho tiempo para reconocerse libre y que aprendióluego a vivir en soledad. Resulta peligroso que entre dos quecomienzan a acompañarse, el más preocupado por el sentimiento

Blanca Rivero

PAÑITO DE MOCOS

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futuro sea quien no ha tenido tiempo de vaciar su corazón, ybusca afanosamente llenar los espacios abandonados. Lo más difí-cil será fijar los límites en los que cada uno se involucre o se per-judique. La necesidad de espacio es muy importante. No abando-nar la libertad puede ser la razón perfecta, para escudarse ante laapabullante embestida de solicitudes de entrega. —¿Piensas enella? —Sí. —¿Y por qué no la llamas? —Porque nos haríamos másdaño. —¿O te parece que renunciar, es no darles la oportunidad de vol-ver a intentar?

Las relaciones suelen ser complejas y únicas. Evadir los senti-mientos, alejarnos de lo que queremos, excusados en que es unarelación que tiene problemas de fondo, no es una solución. La res-puesta no la posee nadie, es un asunto de dos, que debe resolver-se entre dos. Los terceros sobran. En los momentos de ausencia,abandono o renuncia, se padece de una dolencia física; el estóma-go parece achicarse y el corazón presenta arritmia; los recuerdosagobian nublando el entendimiento; cancelando los puede ser yobligándose a un no va a ser. —Deja que mi camino siga solo, nodeseo que yo te sienta compañía y tú me sientas consuelo, piensa ella.Llevar un luto con la cabeza en alto, superarlo luego de un mere-cido y largo duelo de amor, es una necesidad para comenzar nuevashistorias. Salió de la casa, dejándolo acompañado de sus recuer-dos, sus vacíos, de una casa repleta de objetos que no le pertene-cían y de una breve, pero concisa, carta de despedida.

Mis hombros estarán para apoyarte y mis oídos para escucharte,pero mi corazón y mi cuerpo no están aptos para sufrir decepciones deamor. No soy roca, fría y seca, soy un alma sola, pero viva, que siente,deseosa de calidad de compañía, en la búsqueda de eso que no sabe siexiste, pero que ha deseado. Algo cambió después de esa conversación,el confesarte pensante y extrañando nubló la primavera de mi corazóny apresuró un otoño cargado de melancolía. Siento cómo se me rasga elpecho. Falsamente ilusionada, sí, pero creo estar en el momento de com-prar curitas en la bodega y no de ir con un infarto al servicio de emer-gencia. Toma tu tiempo y dame el mío. Gracias por esos momentos decompañía y placenteras sesiones de piel. Muchos besos. M.

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ERA UN MARTES de abril de 1996, en ciudad de Panamá. El 23, paraser más precisos. Un día como cualquier otro para muchos, peropara mí el día en que vería la recompensa de un arduo trabajo.Era la noche de inauguración de Rotakolor y como GerenteComercial me había ocupado desde el inicio de operaciones devisitar a nuestros más importantes clientes potenciales —hoyinvitados de honor— y crear una estrategia para la comercializa-ción de servicios de la nueva empresa. Me sentía orgullosa del tra-bajo efectuado y, como quien espera el justo reconocimiento, mehabía preparado para ser una excelente anfitriona.

Los zapatos, blancos con azul de corte clásico, combinabana la perfección con el traje sastre de diseñador que llevaba.Asimismo, los accesorios cuidadosamente escogidos y el cabellocastaño al hombro, impecablemente peinado, reforzaban mi ima-gen ejecutiva. Llegué temprano a la empresa, para revisar quetodos los preparativos estuviesen en orden. Acogía a los primerosinvitados y representantes de los medios de comunicación, cuan-do Felipe, mi jefe, me pidió el favor.

Alison Outerbridge

EL HOMBRE COLGADO(Fragmento)

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—María Alejandra, ¿podrías hacerme el favor de pasar a reco-ger a mi novia? Acaba de llegar de Bogotá y no puedo salir, por-que debo resolver un problema en Producción.

—No te preocupes. Me tardo unos diez minutos. Felipe vivía muy cerca de la oficina y no debería de haber mucho

tráfico a esta hora, pensé. Además, estos eventos nunca comienzana tiempo.

Una vez en el apartamento, Adriana se midió tres vestidos dife-rentes, en busca de mi aprobación. No sabía cómo apresurarla ensu inseguridad y el tiempo transcurría rápidamente. Finalmenteoptó por un sencillo vestido negro y alcanzamos a llegar a tiem-po para el discurso de Felipe, quien, para mi desconcierto, mehabía omitido en su lista de agradecimientos a sus colaboradoresy de las fotografías oficiales.

Ya invisible y ausente de la celebración, subí las escaleras queconducían a la planta administrativa, y me dispuse a organizaralgunos documentos en mi escritorio, sin darle mayor importan-cia a lo ocurrido.

Minutos más tarde, escuché unos pasos que se avecinaban. Parami sorpresa, se trataba de Vittorio Duchéski, quien se acomodócon familiaridad en el puesto de visitantes, delante de mi escritorio.

—No debería decirte esto, como socio de la compañía, pero túserías una mamá muy hermosa.

Las marcas de nacimiento en el ojo izquierdo y la particularsuavidad de su voz, acentuaban su intriga al encontrarme sola.

—¿Tienes hijos?Continuaba fija la mirada, en lo que intuí era un intento de

penetrar en los códigos secretos de mi alma.—No. Todavía estoy joven, hay tiempo para eso. Mi semblante seguramente contrastaba con el mobiliario gris.

Mis dedos jugaban con el llamativo brillante de mi mano izquierda. Las voces provenientes de la planta baja perdían importancia

ante las anécdotas de mis logros profesionales, y una vez termi-nadas las formalidades, Ramón Pérez, pionero de la compañía, senos acercó.

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¡Vengan chinos, vamos a cenar! El tono autoritario del jefe bogo-tano no admitía posibilidad de contradicción y, después de saludara los pocos invitados que permanecían en la sala de producción,optamos por continuar la celebración en un restaurante japonés.

—Sé cómo te sientes, me susurró Vittorio al oído, una vez en elrestaurante, acariciando tímidamente mi brazo por debajo del man-tel, mientras el gerente brindaba por su triunfo. Ensimismado ensu ambición y egocentrismo, el joven bogotano de 25 años sehabía adjudicado todos los méritos.

Estaba molesta con la actitud de Felipe. ¡El mérito del trabajocomercial era mío! Además, si no fuese por mí, no estaría disfru-tando del éxito de esta noche. ¿Y Luis Eduardo? ¿Dónde está LuisEduardo? También hubiera preferido estar acompañada con quienhabía elegido compartir mi vida, pero en momentos como éstesiempre estaba sola.

Me mantuve un poco ausente y pensativa. Por más que inten-tase disfrazar mis verdaderos sentimientos, no podía escondermede Vittorio, quien intuía cada uno de mis pensamientos y quizásse hacía las mismas preguntas que yo. Además, el contraste de suondulado pelo castaño atado en una cola impecable, con su ves-tido gris de Armani, aumentaba mi atracción e intriga por conocermejor a este joven tres años menor que yo. Pronto compartíamosel sake, el sushi y el sashimi, pero, más que los exóticos alimentos,la soledad, acompañados.

Terminada la cena y las despedidas, Mercedes, mi colega en elárea administrativa, y yo, ofrecimos llevar a Vittorio y a otro delos invitados hasta el hotel. Una vez en el estacionamiento, el her-mano de Ramón Pérez, entre risas y jolgorio, me quitó sorpresi-vamente las llaves del carro.

—¡No pueden irse sin bailar una pieza conmigo! —De verdad, muchas gracias, pero es tarde y es hora de vol-

ver a casa. Me giré para mirar al hombre sentado a mi derecha,evitando el forcejeo.

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—Una pieza solamente… Su mano sujetando la mía sobre elvolante, al tiempo que Mercedes y yo cruzamos las miradas, enbusca de mutua aprobación.

—Bueno, está bien. Pero un ratito solamente, asintió, y acce-dimos a entrar a la discoteca del Caesar Park.

Pocas veces había visto bailar a una persona como Mercedes.Su sonrisa fucsia iluminaba su rostro, mientras las cuatro décadasde su figura se reducían a la mitad con el vaivén de sus caderas,en perfecta sincronía con el cortejo experimentado de su compa-ñero. El espectáculo era fascinante y nos deleitábamos, desdenuestra butaca, observando a la colorida pareja imponerse sobrela pista de baile, al ritmo sensual de la salsa. Sin embargo, paranosotros el diálogo era más importante que el baile.

—El verano pasado viajé a Alemania para conocer a mi padrenatural…

—¿Cómo así? –pregunté intrigada, girando el torso para mirar-lo directamente a los ojos.

—Esa es una historia un poco complicada. Mis padres se cono-cieron hace unos 30 años, en Barrancabermeja, y se enamoraron.Luego, ella viajó con él a Europa y, a pesar de ser hija de unimportante ejecutivo petrolero y de tener un apellido prestante,fue discriminada por la familia política. Al volver estaba embara-zada de mí y su primo, Antonio Duchéski, se casó con ella paraproteger su reputación.

—Debió estar muy enamorado de ella.—Sí, realmente hacen una muy linda pareja.—¿Y cómo te sentiste con tu verdadero padre?—Ah, ¡ésa es la pregunta importante!Hizo una pausa, para pensar su respuesta y sonreí.—Fue un poco difícil. No fue el reencuentro que uno ve en las

películas. El se casó con una mujer muy atractiva y tiene doshijos. Es curioso cuando me llaman uncle Víctor.

—Te entiendo. Mis padres son divorciados y en diciembreviajé a los Estados Unidos, para conocer a mi papá. Dejé de verloa los nueve años. A pesar de que siempre nos habíamos escrito

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para Navidad, Pascua y todas las fechas importantes, nunca nosvolvimos a comunicar de otra manera. Creo que tampoco lo hubie-ra hecho si no hubiese sido por la insistencia de mi esposo.

—¿Cómo fue ese encuentro? —preguntó Vittorio con sumointerés.

—Al principio fue como una cita con un desconocido. Luego,fuimos conversando y, después de unos días, me di cuenta de queera una persona muy agradable, pero muy distinta de mi madre. Elestá casado también, con una americana, pero no tuvo más hijos.

—Bueno, ya es hora de irnos –nos interrumpió Mercedes, conuna pícara sonrisa y asentí con un gesto afirmativo.

—Dejen que las acompañe —insistió Vittorio—, y salimoshacia el estacionamiento en compañía de ambos caballeros. A lolargo del camino, me despedí de Octavio, quien agradeció la vela-da y continuó caminando al lado de Mercedes.

Una vez en la puerta del carro, Vittorio y yo sostuvimos lamirada en silencio mientras la abría lentamente, y nos despedi-mos con un beso en la mejilla. Me acomodé en el asiento del con-ductor, y bajé la ventana, prolongando la inevitable partida,mientras ambos nos vigilaban al salir.

Pareciera que los destellos de colores que se entrelazaban sobrela pista de baile pocos minutos atrás, me hubiesen hipnotizado,nublando mi percepción del tiempo, pues podrían ser alrededorde las dos de la madrugada cuando regresé a casa. Apoyé suave-mente las llaves sobre la consola de la entrada, descalcé mis pies yde puntillas entré a la recámara en donde dormía plácidamente mimarido, levantando las cobijas con el cuidado de una adolescentepara que no descubran su hora de llegada. No lo entendería.

No pude dormir con tranquilidad. Reflexionaba sobre tantascosas que nos distanciaban, sobre todo lo que no podía compar-tir con Luis Eduardo. Él nunca entendería mi satisfacción por eléxito conseguido, pues todo lo había obtenido muy fácilmente enla vida. ¿Qué podría compartir con él, cuando acompañar a subote nuevo era más importante que acompañarme en la celebra-ción del logro de una meta? ¡Qué diferentes somos!, pensé.

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* * * * *

Amaneció, y los socios viajaron a Isla Contadora, para pasar eldía, por invitación de Ronderos, el socio mayoritario panameño,mientras yo cumplía con unos compromisos en la Zona Libre deColón. Conducía de regreso a ciudad de Panamá por la carreteraInteramericana, con Martín, el Jefe de Producción, mientras dis-cutíamos la propuesta que le había hecho al nuevo cliente.Muchas veces perdí el hilo de la conversación, pues mis pensa-mientos no me dejaban. El matrimonio está por encima de todoy jamás podría serle infiel a mi esposo. Nos habíamos distancia-do emocionalmente y debía ser capaz de crear con él la intimidadque había sentido con Vittorio. Seguida por estas reflexiones,pasé de sorpresa por el hangar, que estaba en la ruta, para cono-cer la nueva adquisición.

Era impresionante: de 25 pies, con una cabina interior. Abracéa Luis Eduardo y lo felicité. Era un sueño hecho realidad y que-ría compartirlo con él. Al poco tiempo me hizo saber que lo bau-tizaría con el nombre de su madre. Me molesté pues, como siem-pre, sentí que no era importante en su vida. Sin embargo, le ocul-té mis verdaderos sentimientos para no arruinar el momento.Subí tras él, para conocer el interior del barco, mientras Martínnos fotografiaba abrazados y sonrientes. Eran ya como las7:00pm, hora de continuar el camino de regreso, y me despedícon un beso, mientras él celebraba en compañía de sus amigos.

Una vez en la oficina para dejar a Martín, entré para verificarsi había algún mensaje para mí. El teléfono sonó.

—Hola.Tomé el teléfono en la recepción. El tono apacible de Vittorio

era inconfundible.—¿Vittorio? –confirmé mi intuición. —¿Maria Alejandra? Perdí el vuelo y no quería molestar a Felipe.—No te preocupes. Yo te recojo –le ofrecí sin titubear. No tenía

ánimos para estar sola en casa.—Si gustas, te invito a cenar.

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—Paso por ti enseguida, pero dejemos la cena para otra opor-tunidad.

Martín escuchó la conversación y se ofreció a acompañarme.Enseguida reconocí a Vittorio, sentado sobre el borde de la aceraal frente de la salida de los vuelos internacionales, morral enmano, vistiendo un pantalón dockers beige y franela con cuellopolo, de manga larga, color rojo bordeaux con rayas blancas. Elcabello, atado en una cola descuidada, con un ejemplar de La pro-fecía celestina en las manos. Al igual que Redfield, estoy conven-cida de que no existen casualidades sino coincidencias.

Conducía de vuelta a la ciudad, esquivando el tránsito, cuan-do me sorprendió el timbre de mi buscapersonas: ALEJANDRA YVITTORIO… ¿DÓNDE ESTAN…??? El mensaje de Felipe nodejaba de pasar y, una vez en la ciudad, nos acercamos a la ofici-na para devolverle la llamada. Después de su reclamo por nohaberle avisado que Vittorio había perdido el vuelo, insistió enencontrarlo en un restaurante, en donde se encontraba reunidocon Adriana y unos amigos.

Esta vez agradecí la invitación a Friday’s, pues eran alrededorde las 10 de la noche y no había cenado. Una vez allí, llamé acasa, pero Luis Eduardo aún no había vuelto y dejé el mensaje enel contestador.

Vittorio y yo encontramos espacio uno al lado del otro, mien-tras compartíamos una mesa redonda de ocho con Felipe y susamigos. Allí estábamos cerca, apartados del gentío e inmunes alvolumen de la música americana. Aunque las circunstanciasimposibilitaban cualquier tipo de relación, mi piel disfrutaba suscaricias del momento, esta vez no tan disimuladas. Luego de revi-sar la variada oferta de la carta, acordamos compartir una ordende nachos. Embebidos en nuestras miradas, parecía que la ener-gía que emanábamos podía sentirse en toda la mesa, mientrasque, para nosotros, alrededor todo dejaba de existir.

—Hola Maria Alejandra. ¿Dónde está mi hermano? ¿Sogandobote? Era inconfundible la voz de mi cuñada, quien se acercósorpresivamente.

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—Prefirió quedarse con el bote en lugar de estar conmigo,—le respondí, al tiempo que daba la vuelta para mirarla de fren-te, y presentarle a los demás integrantes de la mesa. Luego de unsaludo cortés con el grupo, la atractiva rubia se retiró indignada,de regreso a su mesa.

Durante la sobremesa, los mesoneros apagaban las luces y seorganizaban para cerrar el local. Mi carro estaba estacionado alfrente de la compañía y debía recogerlo. Hasta allí fuimos en unoalquilado, que ahora conducía Martín, mientras Vittorio hallabala manera de acariciar mi brazo a través del pequeño espacioentre el asiento delantero y la puerta.

Me estremecí al ver la inconfundible camioneta Toyota azul deLuis Eduardo aparcada frente a mi carro, en la entrada deRotakolor, aún con las luces encendidas. Presentí que debía estarfurioso y tuve miedo de enfrentarlo. Me acerqué primero a la ven-tana, para tratar de darle una explicación, pero no escuchaba.

—¡¿Qué estás haciendo en la calle a ésta hora?!!, me gritócuando me acerqué lo suficiente a la ventana de la camioneta.

—Te dejé un mensaje en la grabadora para que nos encontra-ras en Friday’s… —le expliqué.

—¡You and your colombianitos…! —interrumpió enfurecido-¡Mira la hora que es! Estaba preocupado por ti. Hubo un acciden-te debajo del edificio. Algo te hubiera podido pasar. Cambió elidioma y tono de su reclamo para disimular la ira, al ver queFelipe se avecinaba.

Afortunadamente para mí, Felipe nos había seguido en su autoy se aproximó para apoyarme, interrumpiendo los reclamos inco-herentes en inglés que hacía un marido enfurecido y cegado porlos celos.

—No debes preocuparte. Cuando Maria Alejandra sale connosotros, la acompañamos hasta la puerta de su casa. —Escuchéen silencio y me alejé unos pasos hacia atrás para darle paso aFelipe, mientras mi mano temblorosa buscaba apoyo en el hom-bro de Vittorio, a mi derecha.

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Minutos después, Felipe nos invitaba a tomar unos tragos ensu apartamento para menguar la tirantez de la situación, pero nome pareció conveniente.

Una vez calmados los ánimos, me acerqué a Martín, quien pre-firió mantenerse en el auto, para saludarlo y les di un fuerte abra-zo de despedida a Felipe y a Vittorio. Dejé mi carro en el estacio-namiento de Rotakolor y subí a la camioneta con Luis Eduardo,consciente de la discusión que nos esperaba camino a casa.

* * * * *

—¡La próxima vez que los socios de la compañía las inviten acenar, llamen a sus maridos! ¡Si no pueden acompañarlas, selevantan y se van!, ordenó Felipe el sábado por la mañana, firmey agresivo, mientras Mercedes y yo escuchábamos atónitas, sen-tadas delante de su escritorio.

—Maria Alejandra, ¿qué hubiera pasado si yo no los hubieseseguido?, continuaron los gritos furibundos, que podían escuchar-se en toda la oficina, a través de las frágiles divisiones de gypsum.

—¡Absolutamente nada! –grité de vuelta, enojada por su intro-misión, mientras Mercedes intentó retirarse.

—¡Se hubieran ido para un hotel! ¡Mercedes, quédese aquí,que también va con usted!

—¡Pues no me conoces, Felipe! Soy una mujer casada y jamás lehubiese sido infiel a mi marido. Fue sólo atracción. No pasó nada.

—No pasó nada y sí pasó mucho, aseveró en su enojo.¡Mierda! Yo soy amigo de Luis Eduardo. Yo quiero a Luis Eduardocomo a un hermano.

—Yo aprecio a Vittorio.—¡No sigas!, me interrumpió como un hombre cegado por

los celos.—Entre él y yo hay un cariño muy especial. Es un entendi-

miento como del alma. No es físico, traté de explicarle, pero noquiso entender.

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—¿Amigo de Luis Eduardo? ¿Desde cuándo? ¡Hipócrita! Guardémis pensamientos para mí, y me retiré de la oficina.

* * * * *

Qué fácil es decir te quiero cuando estamos solos,lo difícil es hacerlo cuando escuchan todos.

Si tú me miras, si tú me miraste enseñaré a decir te quiero sin hablarmientras tengamos un secreto que ocultar.

La locura de quererte como un fugitivome ha llevado a la distancia donde me he escondido.

Si tú me miras, si tú me mirascuanto más crezca la injusticia, ya verásque son más grandes nuestras ganas de luchar…

No había palabras más ciertas y profundas para mí que aque-llas de aquel tema de Alejandro Sanz, que aprendí a recitar alrevés y al derecho, como si cuanto más fuerte las pronunciase,más probabilidades hubiese de que se cumpliera mi deseo deestar con él. Felipe me había regalado la cinta hacía algunas sema-nas, pero nunca le había prestado tanta atención a la letra. Mimatrimonio se deterioraba cada vez más y, poco a poco, me ais-laba en las fantasías con el amante imaginario, mientras el temase convertía en mi himno. Nadie sospechaba la angustia quealbergaba en mi interior.

Enfoqué mis metas profesionales, olvidándome de la profundased de mi alma. Nada debía reemplazar el orgullo y la satisfacciónque generaban los logros alcanzados por mis propios esfuerzos.Intenté compartir mi sentir con nuestros amigos, mientras celebrá-

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bamos el cumpleaños de Mario, el sábado por la noche. Cuandonoté que Luís Eduardo permanecía silencioso y distante, intuíque algo le molestaba, así que dejé que los demás hablaran.

—¡Sólo sabes hablar de tu trabajo! —me reprochó al igual quetantas otras veces, cuando subimos a la camioneta para volver acasa. —¿Por qué no puedes ser como las demás? —refiriéndose alas esposas de sus amigos.

—¡Yo no soy como las demás! —¡Pues sólo te hace falta tener un pipi para ser hombre! —gol-

peó fuerte el timón.—¡Deja de ofenderme! —Mantuve silencio el resto del cami-

no, mientras continuaba con sus disparates.—¡Contéstame, que estoy hablando contigo! ¿Por qué siempre

te quedas callada cuando todo el mundo está hablando?—No tengo nada que decir… No tengo nada en común con

tus amigas. ¡Qué me importa si el Cartier de Estela tiene dos o tresbandas de oro! Tampoco me interesan los chismes sobre genteque ni siquiera conozco…

—¡Es que tú no eres sociable! —¡Pues a lo mejor debiste casarte con otra persona! —las

lagrimas bañaban mis mejillas, pero él no podía notarlas.Sin darme cuenta, mis cualidades se convirtieron en defectos:

la comida que preparaba era muy grasienta; no picaba las cebo-llas con el cuchillo correcto; me vestía mejor para ir al trabajo quepara salir. De repente, me volví muy complicada. ¿Por qué nopuedes ser más práctica?, —le escuché muchas veces, criticandomi manera de atender a nuestros invitados, cuando hacíamosreuniones en casa.

Mis amigas no eran de nuestro nivel social, —en su opinión-, yesto a él también le molestaba. ¿Qué haces con esa clase de gente?,—no vas a llegar a ninguna parte. Reclamaba con frecuencia.

En mi inseguridad, poco a poco dejé mi mundo y me perdí.

* * * * *

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Con seis meses de operaciones y treinta y seis colaboradores,Rotakolor adquirió una excelente reputación por su calidad enartes gráficas y servicio fiable. Las ventas despegaron y superamosconsiderablemente las metas presupuestadas, haciendo imperan-te el servicio 24 horas. Estaba orgullosa de mis logros y me sen-tía realizada profesionalmente.

No volví a ver a Vittorio desde que partió de regreso a Colombia,al día siguiente de nuestra despedida delante de Rotakolor, perojamás olvidé su sensibilidad. Encontraba consuelo al recordar suvoz serena y su mirada compasiva cada vez que discutía con LuisEduardo. Nos unía un invisible lazo espiritual y su admiraciónhacia mí me motivaba a ser mejor persona; me hacía crecer, aun-que no estuviera conmigo. Esperaba ansiosa sus felicitacionescuando superaba las metas de ventas.

—¿Cómo estás? —indudablemente era Vittorio quien llama-ba desde Medellín, para felicitarme por los resultados del pri-mer semestre.

—Muy bien. Estuve el fin de semana pasado en Bahía Piñas. Tehubiera encantado.

—¿Dónde queda?—En el Darién, cerca de la frontera con Colombia. Es un hot

spot de pesca, muy exclusivo y reconocido internacionalmentepor los récords mundiales de pez vela y merlín. Estoy segura deque te hubiera gustado. Anclamos, después de casi ocho horas deviaje, en un sitio espectacular, en medio de la nada, entre colinasy la densa vegetación de la selva virgen. Al final de la jornada,cuando todos los pescadores dormían, podía sentirse una energíamuy especial. El cielo estrellado, el aroma de sal, la bruma húme-da y la marea suave que nos mecía, se conjugaban, delante delintenso escenario verde, para evocar una gran paz.

—Suena muy paradisíaco…—¡Y eso que me quedo corta con la descripción! De verdad fue

un reto para mí estar cuatro días en alta mar y ver cómo se pescaun merlín. ¡Fue increíble! El nuestro pesó trescientos cincuenta y

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tres libras y todo el equipo tuvo que turnarse para pelearlo, hastaque finalmente, después de seis horas, pudieron subirlo al bote.La próxima vez que vengas, te enseño fotos.

—¡Me encantaría verlas!—Casi voy para Medellín la semana pasada, —cambié súbita-

mente de tema— se dañó la fotocomponedora y teníamos queentregar unas películas con urgencia, pero Felipe logró repararla.

—¡Ay… pero qué es este complot! —respondió efusivamentea mi coqueteo.

* * * * *

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Armando Reverón • India (Hija del sol) • Óleo s/coleto • s/f

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LA BOA DORMÍA estirada sobre la viga central del techo de dos aguasdel almacén. Se aprovechaban los murciélagos para colgarse enlas esquinas en penumbra. La humedad untuosa de la sal arruma-da en sacos se mezclaba con el olor dulzón de papelones envuel-tos en hojas secas apilados por el suelo. De horcón a horcón col-gaba la hamaca con el cuerpo de don Severio, a su lado el platode cobre lleno de arena manchada con escupitajos de chimó. Elsordo ronquido del sueño de mediodía apenas hacía temblar lascabuyeras. De vez en cuando porfiados moscardones azules ceba-dos en las carroñas de la sabana planeaban sobre la pierna ulce-rada cubierta con un paño blanco. Las manchas de sangre y pusatraían a las moscas; pero cuando se iban a posar sobre el paño,Melgar, que cuidaba soñoliento al enfermo, levantaba la vara conhojas de palma y abanicaba la pierna mientras don Severio sehundía en sus somnolencias, la boa se removía amoldando sucuerpo a las ondulaciones de la madera y los murciélagos colga-ban del techo como gotas negras.

En la casa de familia, diagonal al almacén, doña Sara, gordapero no rolliza, ágil en su camisón estampado caminaba firmebalanceando en sus orejas zarcillos acorazonados de diamantes.

Jesús Enrique Guédez

LEVE, SUTIL DELEITE

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Recogía su cabellera plateada en moño con peineta de marfilauténtico. Venía por el patio y antes de acercarse a la mesa delcomedor cercado de celosías y enredaderas, se detuvo a silbar alos canarios enjaulados. Cuando los pájaros le respondieron congorjeos sostenidos, caminó hacia la mesa sentándose a un lado einmediatamente lo hizo Rosaura al frente. Doña Sara batió lacampanilla de plata y entró la mujer de servicio con la comida.Los extremos de la mesa estaban vacíos, pero con los platos vol-teados. Un lugar era para don Severio, que no comía con la fami-lia desde el día de la contrariedad, y el otro para doña Sara.

Afuera se vivía otro mundo donde reinaba a sus anchas Gil consu cohorte de putas realengas. Las calles del confin del pueblo,más allá de las galerías de las casas de familia, eran las únicas per-mitidas a las mujeres execradas, que no se dejaban ver, perotodos sabían de ellas, conocidas por apodos de doble sentido y ensecreto regustaban las fábulaciones eróticas de Gil, celebrado porsu juventud espléndida y su soltería codiciada. Qué sería de estepueblo sin Gil, se preguntaban, donde ya se olvidaron las histo-rias de guerreros de hombría y mujeres esquivas conquistadas.Gil, ídolo viviente para las invocaciones de amores perdidos res-plandecía desde sus dientes orificados, aunque el marfil naturalera sólido, con su risa pretensiosa. Oro en la cadena y el reloj quehacían arcos relucientes con sus gesticulaciones de hablador, oroen la hebilla de la correa resaltando en la raya de la botonadurade carey de la blusa de lino, oro en los zapatos chispeando bra-sas en su caminar petulante, Muñeco de oro, así lo llamaban enlos burdeles, empolvado y oloroso a perfumes vaporosos. Entre elhalo áureo y los elixires de rosas, Gil era el hombre de oro enaquella población provinciana, de su leontina de oro que cruzabala cintura hasta el bolsillo de atrás del pantalón, pendía un cofre-cito de oro con broche de diamantes donde, decían, guardabapolvos embriagadores.

Esa tarde Gil se enteró que Rosaura había llegado del Colegiode Monjas de Barquisimeto, La Niña Rosaura, que cambiaba cadaaño el claustro del internado por el encierro en su propia casa,

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invisible para todos los del pueblo, sólo podían imaginársela ysabían de ella cuando preguntaban a doña Sara ¿cómo está LaNiña?, y ella respondía secamente Bien, muy bien. Después se vol-vía a saber de Rosaura cuando cruzaba la calle de su casa albarranco del río para tomar el vapor que la llevaría una vez másal colegio. Doña Sara y don Severio querían para su única hija,que veían crecer bella e inocente hacia su plenitud de mujer, unavida diferente a la que ellos sobrevivían. Aunque se encierre en unconvento y no la veamos más, decían, es mejor que este infiernoa fuego lento.

Don Severio no era de allí. Ahora que está viejo y llagado anadie le preocupa su origen. Antes arreó hatajos de mulas carga-das de mercancías secas desde el centro hasta los hatos de Apure,navegó por caños y ríos del llano surtiendo el comercio de lospuertos, compró y vendió ganado, nunca adquirió tierras porqueno estaba en su pensamiento abandonar sus negocios ambulan-tes. Hasta que se asentó en este lugar por culpa de una mujer,Sara, que hermoseaba las fiestas con su edad para el amor, y donSeverio dejó los viajes y se estableció en el antiguo local de losalmacenes para cumplir la palabra que le diera a Sara una nochede baile. Con el tiempo el pueblo dejó de desconfiar del forastero,no había venido huyendo, no era prófugo ni tenía crímenes enci-ma. Así como abrió las puertas de su tienda abrió su corazón.Sólo se le conocían doña Sara, Rosaura, su hija, y Melgar, unmuchacho pobre criado desde niño como doméstico de la fami-lia, y tres almacenes ruinosos de la época de esplendor comercial;el más alejado del pueblo lo dividió en cuartos para alquilárselosa las putas. Aquello de la llaga fue como una maldición, un male-ficio tatuado en la espinilla de la pierna izquierda, estigma puru-lento. Al principio aparecieron punticos rojos que se fueronuniendo hasta dibujar una mancha violácea, los vasos capilaresafloraron vivos debajo de la piel, se veía palpitar la presión de lasangre y de tanto empujar en los finos conductos, se tornabanreflejos encarnados. Después sobrevino la picazón que no se cal-maba con unguentos ni hojas; a veces tenía que arañarse hasta

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producir sangramientos cristalinos que le aliviaban por instantes.La alteración de esa zona de la pierna no volvió a ser normal. Lamolestia urticante que a ratos le provocaba distracción, se adue-ñó de la piel, de la carne, de las venas, hasta del hueso, decía donSeverio. Cuando ya no pudo cubrirla con el pantalón ni disimu-larla con los vendajes, aquella mancha sangrante se llamó en todoel pueblo La llaga de don Severio, y decían que era la viva maldi-ción de un pecado inconfesable. Un día que almorzaba en su casacon doña Sara y Rosaura, apenas con cinco años, la llaga le comen-zó a supurar y se regó sobre la mesa una exhalación pestilente.Rosaura corrió a vomitar y doña Sara deglutía la sopa resistiendoa duras penas las revulsiones estomacales; don Severio dobló laservilleta, cruzó el cubierto, se levantó de la mesa y nunca másvolvió a sentarse en el comedor, Perdón, dijo, y salió de la casapara siempre arrastrando solemne su pierna enferma. Ese mismodía se mudó para un rincón del almacén de mercancías que que-daba al voltear la esquina, frente al local del comercio al detal y auna cuadra del río.

El pasto se pica a las bestias a últimas horas de la tarde, cuan-do regresan fatigadas con sombras de sudor en los ijares y lomosdespellejados. En el pesebre los animales meten los hocicos en lacanoa, muerden y se les rebosan los belfos de espumarajos, susancas brillan opacas al contraluz del ocaso. La mula resabiada seamusga contra el que se acerque a sus yerbas, los caballos batenlas colas, se mueven inquietos y sacuden las crines, los burros seapretujan y estiran sus pescuezos para arrancar a Melgar la pajaantes de que pueda cortarla, el buey, solitaro, se aisla rumiandoapático. El pesebre oloroso a bosta y paja recién cortada está alfondo del patio, debajo de la mediagua de palma que a su vez estáa la sombra de un mamón frondoso y un apamate floreado queriega flores amarillas sobre el techo. El pesebrero Melgar, catorceaños, musculoso recorre la canoa cortando pasto a lo largo de laborda y silba retazos de tonadas entre gritos para aplacar la impa-ciencia de las bestias. Se abre la puerta de una sola hoja que

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comunica el jardín de la casa con el pesebre, Melgar oye el ruidolento y chirrión de madera seca, voltea y Rosaura llena el marcode la puerta con su espigada figura de niña de doce años, sonríe,se estira el trajecito ajustado y la tela sobre los senos nacientesresalta los pezones en retoño. Las bestias forrean y sacuden lospescuezos, el olor de paja tierna, a sudor de caballo, a bosta debuey se evapora a ratos en los golpes de viento ardiente que vienede la laguna. Melgar tira el machete con más fuerza, cortando elhaz de paja que sacude sobre la borda de la canoa. Rosaura cie-rra la puerta tras de sí lentamente sin dejar de ver a Melgar ycamina hacia el pesebre temblorosa.

Una leve mancha de sangre, apenas una gota rojiza desteñidaen la pantaleta de Rosaura. Fue la vieja lavandera quien descubrióla mancha cuando recogía la ropa de La Niña. La pieza íntima quese ajusta a la cintura con un cordón y se ciñe a media pierna conligueros, presentaba la mancha sutil muy cerca de la doble costu-ra que protege el asiento mullido del sexo. Pero no era solamen-te la mancha, sino que también la tela estaba desgarrada y presen-taba tallones verdes de paja tierna. Esto fue lo que hizo que lalavandera le mostrara la pantaleta a doña Sara, quien la recibió yexaminó la mancha restregando la tela entre sus dedos. Quisocreer y se lo dijo para vencer vacilaciones que Debe ser que miNiña se está haciendo mujer antes de tiempo, y con la tela sobre supecho, como si abrigara un pájaro herido, entró al cuarto y guar-dó la pantaleta en el fondo del arcón de la familia.

La creciente en las cabeceras arrastra tierra parda de los barran-cos. En esta época nadie va a pescar. El cielo oscuro, las aguasrevueltas y los truenos que amenazan lluvia ahuyenta los peces,por eso los pescadores se quedan en sus casas, pero Melgar des-colgó su anzuelo y se fue esa noche al río, llegó en su canoa alpaso de ganado donde están cebados los caribes y abundan pecesgrandes y se acomodó debajo de un árbol que sombrea el reman-so. Su cuerpo todavía olía a sudores de caballo y retoños de paja.Cuando terminó de alimentar a las bestias, se vino directamente

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al río. Sus pocas palabras no alcanzaban para explicarse lo suce-dido con La Niña Rosaura que Fue que se metió entre las bestiasdesafiando el peligro... no me hizo caso..., era lo más que alcanzaba aentender. Ella había saltado entre las patas de los caballos burlán-dose, Melgar le había hecho señas de que no se riera ni hablaraporque podía espantarlos, pero Rosaura saltaba acariciando loscaballos, por fin pudo agarrarla, y cuando quiso sacarla del pese-bre Rosaura se tiró en los haces de paja arrastrándolo consigo.Después los caballos se tranquilizaron. Sólo se oía el chasquidodel masticar de la paja tierna, Melgar no recuerda más, sintió ensus manos el tirón del cordel del anzuelo, quizás en el centro delrío le había agilado un pez grande, lejos brillaban en la corrienteparpadeantes luceros.

El sol de las cuatro trazaba las lineas de sombra del alero delalmacén. Ya refrescaba el rincón donde don Severio despabilabala siesta. Melgar abanicaba la pierna llagada. La boa deslizaba a florde piel la corriente que la infla; para salir del sueño don Severiocomenzó a silbar en susurro y la boa entreabrió la boca, sacó lalengua y la encogió violentamente, retractil, el viejo se restrególos ojos acuosos, sonó la hoja pesada del portón que da a la calle,abriéndose lentamente para cerrarse detrás de Rosaura, que apa-recía pequeña y tímida, se acercó a don Severio sin que la hubie-ra percibido y se le echó encima de golpe abrazándolo, la boainfló otra onda que se extendió en su piel, levantó la cabeza ylanzó tres vagidos roncos entre silbidos agudos. Rosaura se des-pegó de su padre, lo vio distante y triste y no se atrevió a despe-dirse, las moscas revoleteaban sobre la pierna enferma, Rosauradesvió la mirada hacia la boa que le sacaba la lengua; haciéndolemofa con el cuello estirado aprisonado en el rígido bordado, miróa Melgar conservando su cara burlona como para hacerle reír,pero Melgar rehuyó la mirada tímido o confundido.

Aparecieron al final de la tarde los frescores cálidos de las vís-peras del verano. Detrás del jardín y más allá del pesebre se abríala sabana pero entre la casa y la explanada del horizonte espejeabala laguna, agua que deja la creciente alfombrada de bora y lirios,

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espejo verdusco para el azul limpio del cielo, mundo privado depatos y gallitos de laguna que revoletean a ras de agua sobre suspichones sumergidos que apenas asoman el pico para respirar.

Doña Sara se abanicaba en la mecedora del salón de madera,desde donde veía plácida la calle sombreada de bambúes. Rosaurahojeaba grandes libros ilustrados acostada en el piso de tablas.Doña Sara dejó de abanicarse, llamó a la criada de adentro (laúnica que tenía acceso a las habitaciones) y le indicó que accio-nara la caja de música. La criada seleccionó el cilindro y comenzóa girar la manivela, el tintineo de arpegios invadió el silencio delsalón. Rosaura seguía sobre los libros sin sentir la música. Afuerael frescor se tranformó en brisa que arrastró las boras hacia elcentro de la laguna y trajo aroma de lirios. Doña Sara se echóhacia atrás en la mecedora, entrecerró los ojos rebosados de som-bras de bambú, impulsó el mueble con el pie y descansó el aba-nico entre las piernas. Oyó de muy lejos las notas salpicadas dela caja de música. Después se levantó y cruzó el salón lentamen-te al ritmo de un adagio de juguete. Se detuvo cerca de Rosaurapara recordarle que no olvidara sus libros porque mañana volvíaal colegio.

A don Severio le cortaron la pierna llagada por debajo de larodilla. Le quedó colgando un muñón que puede mover haciaadelante y hacia atrás en pendular mecánico. Ahora anda conmuletas, sin embargo el doctor le dijo que le dejó el muñón paraque cuando se haya fortalecido la piel pueda usar una pierna depalo. Ya se tomaron las medidas al muñón y el carpintero estábuscando en la montaña la rama de roble apropiada para comple-tarle la pierna. Un día tomó la decisión inaplazable, mandó lla-mar al doctor que jugaba a los dados en el patio del bar, no sepudo posponer la operación pese a que el doctor había estadobebiendo y jugando todo el día, porque don Severio insistía quedebía hacerse ese día y en ese mismo lugar del almacén. Silbó ala boa para que abriera los ojos como testigo atento y estiró lapierna sobre el banco para que se la cortaran, sin calmante, sola-mente con un baño de aguardiante claro sobre la llaga y unas

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inhalaciones de éter que a duras penas le impuso el doctor.Durante la amputación don Severio cayó en un sueño profundo,como si hubiera sido anestesiado. Sólo los ronquidos estremece-dores y el baño de sudor incontenible revelaban que estaba vivo.El doctor cogió la ponchera rebosada de sangre oscura y pus y laesparció en la tierra seca del patio. Melgar, único testigo, envol-vió la pierna amputada en un periódico viejo (don Severio reci-bía la prensa atrasada dos veces al año) y la metió dentro de unsaco que cargó al hombro, se fue para el barranco del río y echóla pierna a los caribes como le había ordenado don Severio.

De las tejas del alero caían hilos de agua que se escurrían entrelos ladrillos lavados del corredor. El débil sol de la tarde entre lassombras desvaídas del jardín se expandía sin reflejos, Rosauramiraba embelesada las flores lánguidas por el peso de la hume-dad cuando chirrió la puerta del pesebre. Melgar apareció borra-do en el contraluz penumbroso con el machete filoso con quecorta el pasto a las bestias y un cabo de soga enrollado cruzándo-le el pecho. Rosaura no lo reconoció en el primer momento, perocuando sintió que Melgar la veía asombrado escondiendo susojos en la cara curtida por la intemperie, recordó repentinamen-te la tarde que se atrevió a llegar hasta el pesebre, cuando jugue-teó entre los caballos y se tendió sobre la paja tierna y atrajo sobresí a ese pequeño hombre que camina descalzo por el barro delpatio huyendo de su mirada. Rosaura quiso llamarlo para definirlas imágenes del evasivo recuerdo, pero ya Melgar salía de prisapor el zaguán del servicio; además doña Sara venía de su habita-ción, pesada, abatida por las interminables oraciones en el altardel cuarto. Rosaura se apartó de sus recuerdos y continuó haciala sala de baño de mosaicos azules. Derramaba el agua en su cue-llo tenso con los ojos entrecerrados y la boca abierta que dejabaver su lengua resbalando el paladar. Desnuda se empinaba, comono podía hacerlo en el aseo corporal del colegio de monjas, y sen-tía en su cuerpo escurrir el agua. Sin secarse se envolvió en elpaño de algodón, caminaba a saltitos descalza, trémula, dejandohuellas mojadas en los ladrillos tibios; sintió el placer de la frota-

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ción de sus senos en el tejido áspero del paño. El cuerpo sin suje-ciones le hacía aparecer contra el fondo del jardín como bailari-na ingrávida, además, por un instante Rosaura vio imágenesrepentinas de Las mil y una noches que leyera a escondidas con suscompañeras de colegio. En su cuarto se tendió desnuda sobre lacama, por los altos postigos se filtraban dos rayos de luz tamiza-da por celosías que apenas dejaban ver desdibujadas ramas debambúes y destellos de torditos estridentes. Rosaura despertó deaquella breve ensoñación; tanteando buscó debajo de la almoha-da las cartas furtivas de Gil, veía absorta en el papel tantas vecesleído la realidad sensitiva de lo que fuera vuelos de su imaginación,quizás el amor... o el pecado de un sueño.

Un puente de tablas transversales de metro y medio une lagalería del antiguo almacén con la garita de la letrina suspendidasobre la orilla del río. Lugar para las necesidades naturales de lasputas que ocupan lo que fuera locales para el comercio. Estaba encuclillas La nevera, lechosa y gorda, que además tenía fama defría con los hombres, orinaba a la corriente del río y veía sus ori-nes que salpicaban el agua turbia. Entró La hojilla, delgada einquieta, siempre con un vestido rojo de seda ajustado a la cintu-ra de caderas alborotadas. Se nos va Muñeco, dijo La hojilla y Laneve le respondió secamente Como si fuera el primero. Pero paraLa hojilla no era uno más, y soltó de corrido El fue el primero queprobó mi miel, estaba en mi flor y me enseñó todo lo que sé, despuésencaró frente a frente a su amiga y habló con fervores de jura-mento viendo hacía el río turbio y apacible Por mi madre, Neve, aese pingo lo voy a poner a comer de mi materia, mansito, y le mostrósu mano empapada de orines y sangre menstrual.

Gil mandó a fundir dos morocotas para los anillos relucientesde oro imperial que ahora tenía en sus manos doña Sara, mirán-dolos consternada mientras podaba rosas, malabares y azucenaspara distraerse y ahuyentar los recuerdos de la vieja contrariedadde la mancha de sangre en la pantaleta de Rosaura. La tarde esta-ba cálida, con nubes pesadas y lentas que deslizaban sombraspasajeras. Los gritos de los arrieros que se iban del negocio de la

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esquina para sus vegas, después de haberle vendido la carga adon Severio, se oían lejanos. Un bonguero voceaba desde la proasu arribo al atracadero del samán. Más allá retumbaban golpes dehacha. Doña Sara espantaba las preocupaciones podando las flo-res, pero la contrariedad volvía insistente, ahora cuando creía quetodo estaba resuelto porque Rosaura iba a ser monja. Pero seinterpuso el ciego amor cuando menos se lo esperaba el día acia-go que llegó Gil y le dijo que quería casarse con su hija, justa-mente en las visperas del retiro espiritual de Rosaura. Doña Saracomprendió desilusionada hilvanando presagios que no habíanada que hacer, y se dispuso a afrontar con resignación la volun-tad de Dios, como ella decía para consolarse.

Las tías de Gil, Rome y Tere, no se daban abasto con el ajetreodel matrimonio; iban de un lado a otro con las camisas blancasarmadas con almidón, sacaban de los escaparates los casimires yla ropa interior para liberar los olores de naftalina, caminabanpresurosas, hormiguitas diligentes, equipando el baúl de Gil. Elhombre de la casa se iba de viaje por primera vez. Mientras tantoGil dormía a pierna suelta en la gran cama que fuera de suspadres, en el muelle colchón de plumas donde nació se abando-naba a sus profundos sueños vacíos, pues nunca tuvo preocupa-ciones que turbaran aquella placidez. El padre murió en un lancede dados y dejó a su madre embarazada. Ella rindió su vida lanoche del alumbramiento. Pero el signo adverso de Gil sería sufelicidad. Lo acogieron en brazos dos tías solteronas y ricas quese entregaron a colmar su soledad criando al hombre a que habíanrenunciado. Gil creció sin conocer envidias ni desengaños, puessus deseos se cumplían apenas los pensaba, además era el princi-pe soñado por las jovencitas casaderas, moreno limpio agraciadopara ornarse con prendas de oro.

Afuera se asomaba tímidamente el sol de la mañana y la tíaRome entró de puntillas al cuarto de Gil a entrejuntar el postigode la ventana para que no lo despertara la claridad, salía cuandovio que Tere se asomaba a la puerta a curiosear. Rome se llevó lasmanos a la boca, siseó ordenando silencio y arrastró consigo a

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Tere. Cada una se fue por su lado a continuar el arreglo del equi-paje, cruzaban el corredor con los trajes sobre los brazos exten-didos caminando mudas y compungidas hacia el baúl de viajes.

Don Severio venía por el corredor del almacén; caminaba concierta rigidez apoyándose en la pierna de palo, pero seguro, conporte noble y altivo. El desprendimiento de la pierna llagosa lehabía devuelto su semblante de hombre de viajes y negocios porllanuras y ríos. Quien lo viera ahora podría suponer que estabaesperando que cargaran los bongos o el hatajo de mulas para vol-ver a sus trabajos del comercio ambulante. Fue hasta la hamaca,llamó a Melgar. Miró hacia las vigas del techo y vio a la boa quelo miraba inflándose con vagidos lastimero. Llegó Melgar con unajaula de alambre llena de pollos pichones. Don Severio silbó a laboa que abrió desorbitados sus ojos, a la vez que sacaba y metíasu fina lengua como si se relamiera, comenzó a descender por elhorcón y al llegar al suelo se acercó a la hamaca de don Severio,levantó la cabeza y parte del cuerpo, parecía una persona sumisaque implora alimentos.

La boa se movía golosa ante el pichón que don Severio le mos-traba colgándolo por las patas; se enfurecía y descubría sus agu-dos dientes. Cuando don Severio sintió que ya la había molesta-do bastante soltó el pichón al suelo y la boa se distendió mansa,se le nublaron los ojos de deseo y un hilo azulenco de vaho mor-tecino salió de su boca en dirección al pichón que con las prime-ras inhalaciones le temblaron las patas y cayó con convulsionessin fuerza. La boa se fue acercando ciega por el deseo detrás delhilo de humo que sorbia con fruición como fakir a la espada, aca-rició al pichón lamiéndolo, lo mordió por la cabeza y comenzó aovillarse sobre sí misma en masa circular, se contrajo impercepti-ble ahogando a intervalos cada inspiración del pichón, hasta quese quedó sin aire y exhaló un quejido espichado. Después donSeverio fue sacando pichones y los tiraba a distintos lugares delcorredor, en ese momento entró Rosaura y se le paró a un lado dela hamaca, iba a hablar pero don Severio la contuvo y entoncesRosaura se le echó encima, levantó en sus manos la cabeza de su

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padre, le vio asomos de lágrimas en sus ojos y lo cubrió de besosrápidos y sonoros. Rosaura sintió por primera vez en su vida unleve signo de felicidad en el rostro siempre adusto de su padre.

Aquella noche todo fue para el matrimonio de Gil, mejorconocido por las inquilinas del almacen de putas como Muñecode oro, con Rosaura, a la que en chismorreos de burdel ya llama-ban La monjita. Don Severio entró a la casa por el zaguán princi-pal como cualquier invitado, los golpes rotundos de la pata depalo y los deslizados de su pie calzado, marcaban su caminar porel piso de tablas lustrosas. En el patio comenzó la música de unaorquesta de trompeta, violín y cuatro. Los invitados subieron la voza tono con los brindis y don Severio desapareció entre el bulliciohacia el patio, se sentó apartado a ver de lejos el espectáculo. A losventanales con cortinas de encajes se asomaban agolpados mur-murando los pobres y las putas del almacén. Durante el festejo enningún momento estuvieron juntos don Severio y doña Sara; sólocuando él ya se iba por la oscuridad buscando la puerta del pese-bre, sin voltear a verla y sin detenerse, le dijo Cuando termine todoesto que cierren bien la casa, cruzó la puerta, pasó entre las bestiasinquietas y salió por el corredor que da a la calle de atrás paradirigirse a su habitación en el almacén.

Amaneció y nadie había dormido en el pueblo. Todos estabanen la boda. Antes del alba, cuando todavía no había reflejos en elrío, se oyó un trote alegre y se detuvo frente a la casa de doña Sarala carroza de los novios. Un caballo blanco, la mejor monta deGil, cabeceaba retozón estremeciendo la carroza adornada de flo-res. Aparecieron los novios, Rosaura esplendorosa en su traje devirgen y Gil encandilando con sus dientes orificados. Detrás lesseguían los invitados y la orquesta que no cesaba de tocar.Subieron a la carroza. Rosaura se ocultó en la parte cubiertamientras Gil se quitaba el paltó, lo tiraba hacia atrás y se abría lacamisa ostentando su medallón de oro, subió al pescante y resta-lló las riendas sobre las ancas de su caballo preferido que saltó alpasitrote. Los invitados y los mirones corrieron vitoreando detrásde la carroza, pero a poco trecho se quedaron envueltos en la pol-

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vareda. La orquesta siguió tocando para los pobladores que bai-laban en plena calle. Alguien miró hacia la casa de doña Sara quese borraba en la penumbra porque ya estaban apagando las lucesde carburo y vio cómo dos peones cargaban un pesado arcón diri-giéndose al vapor atracado en el embarcadero del río.

Melgar recogió los anzuelos, el machete, las boyas y se fue apescar. Enrumbó su canoa aguas abajo hacia los caños distantesdonde están cebadas las palometas. Amanececía y nadie bogabaen el río. Melgar dejó la orilla para navegar por el centro del caucedesbordado, soltó las boyas y dejó que la canoa bajara con lasaguas lentas de la creciente, de ninguna de las orillas podía distin-guirse; además se contrajo en la proa orientando la canoa detrásde las boyas y apenas era un bulto indefinido en el descampadodel río, revolvió el saco de las carnadas y anzuelos, palpó el cuer-po liso de una botella de ron, tomó un trago mirando las últimasestrellas del amanecer; después silbó una tonada que le trajorecuerdos confusos, buscó las boyas que se le perdían en la brumade la corriente y comenzó a impulsar la conoa para acercársele.Entonces, Melgar, por primera vez, sintió que despertaba de unsueño impreciso como un recuerdo de infancia. Se había dormi-do sin dormir porque iba en la canoa, pero se vio en el pesebre,La Niña Rosaura, los caballos molestos, el jugueteo entre la paja...por eso se iba a pescar bien lejos.

Esa otra noche todos se preparaban para acostarse sin temoresde las inundaciones del invierno, una brisa de agua, suave comoanuncio de lluvia, batía los postigos de las ventanas. En la galeríadel almacén de las putas apagaron las lámparas. Pero inesperada-mente el silencio se interrumpió, porque de la entrada del pueblovenía el escándalo de una carreta desbocada. La gente salió de suscasas y llenó las galerías. La carreta que se acercaba saliendo de laoscuridad era la carroza nupcial de Gil y Rosaura, que se dirigiódirectamente a la casa de doña Sara. Gil bajó de un salto de lacarroza y con la empuñadura de oro de las riendas golpeó furio-so la puerta. Nadie salía a abrirle. Los pobladores veían desdelejos lo que sucedía. Gil se volteó a verlos, pero no se atrevían a

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acercársele, Gil amarró las riendas a la ventana, vio hacia la carro-za, después a la casa cerrada y gritó para que lo oyeran todosAquí les dejo su puta y se fue sacudiéndose el polvo de su trajede casimir.

La noche sin luna es una extensión sin fronteras en las aguas ylos barrancos del río. Melgar remontaba esquivando las corrien-tes. El esfuerzo para impulsar la canoa a pura palanca lo hacíacimbrarse en la proa; cuando se acercaba al pueblo vio que todaslas casas estaban iluminadas, pasó de largo frente al atracaderoenrumbándose al almacén de las putas. No se atrevió a preguntarnada enmudecido por un presentimiento nebuloso, siguió para elpesebre donde colgaba su hamaca cerca de los caballos, pero violuces y oyó música en el botiquín El hijo de la noche y sintió quenecesitaba tomarse un trago antes de dormir. Un grupo cercaba aGil que borracho gesticulaba y gritaba mientras los demás le oíancallados, algo se le entendió como que Estamos rodeados de putas,pero nadie le respondía. Melgar pidió un ron y se colocó retiradodel grupo, puso el machete y los anzuelos a un lado. Gil en susaspavientos vio a Melgar, a quien no le hacían ninguna gracia susgritos, se abrió paso a empujones entre el grupo que lo rodeabay Gil se acercó amanazante a Melgar que no participaba en elalboroto. Por qué ese arrebato contra Melgar, todavía se pregun-tan en el pueblo… Quizás porque era el único que quedaba pró-ximo a la imagen enigmática de Rosaura, dedujo muchos añosdespués un poeta sentimental, por supuesto. Gil le tiró un golpe,Melgar lo miraba fijo a los ojos mientras buscaba a tientas el cen-telleo apagado del machete filoso. En ese momento entrabancorriendo La Neve y La hojilla que venían a avisarle a Gil queRosaura había tomado las riendas del caballo y salía del puebloespantada como una loca, Por más que le rogamos no quiso que-darse, qué lastima, estaba bella pero muy triste, como una virgen,comentaron La Neve y La hojilla. Los músicos cobijados por lastenues sombras de luna de un frondoso samán, subieron el tonode la melodía para acompañar el frenesí de la escena, La Nevese interpuso abrazada a Gil y La Hojilla se colgó de los hombres

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de Melgar, Gil envistió furioso y en el forcejeo Melgar sostuvofirme el machete que penetró su punta filosa en los testiculos deMuñeco de oro.

Las tías no habían dormido toda la noche. Dos parpadeos deluz de velas se fundían en las puertas de madera de los dormito-rios con la opacidad de la luna y el sol que se anunciaba. Tereamaneció rezando y en su entrega devota oyó muy lejos como ensueño, desapercibida en la música y los gritos del botiquín, la lle-gada de una carroza. Rome, en su cuarto al extremo del corredordespabilaba postrada en su somnolencia la vela escurrida en unpozo de esperma, abrigadas las dos hermanas inseparables por laatmósfera pesada de los sofocos del incendio de la sabana y losregresos intermitentes de la brisa fresca del río. De repente emer-gió la música del botiquín mezclandose con voces y gritos distan-tes. En una estación del rezo a Tere le pareció oir la voz de Gildesubicada como zumbidos molestos que la cubría de tembloresnerviosos, elevó la salmodia para ahuyentar los malos presenti-mientos, tanto alzó la voz sostenida que parecía un gemido yRome vino del otro cuarto a ver qué le pasaba y la llamó con vozbaja para que no se despertara asustada. Tere se volteó y la mirósin verla aferrada a las cuentas del rosario y con el mismo tono deangustia volvió a cerrar los ojos. Resignada, presintiendo una des-gracia como las que siempre se anuncia en noches de insomniocomo ésta, Rome cruzó los brazos sobre sus pechos extenuados yse alejó por el corredor todavía nublado por el crepúsculo delamanecer y el tamiz de las sombras de las trinitrias del alero. Elcanto de los gallos, los primeros aleteos ruidosos de los pájarossacudiéndose el rocío, la brisa cálida de los incendios de la saba-na refrescada por los vapores del río, el sol inmenso de oro opacoy la luna de plata radiante extendieron sobre el pueblo la atmós-fera transparente, intangible, de un nuevo día.

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Ilustración Olga López

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CÁNTICO A LA MADRE TIERRA

Al morar en tu rostro,Vieja Madre Tierra, mi alma debe cruzarun desierto vastoy desoladosola.

Ni siquiera osocalmar mi heridaen el confortde un sueñoo una promesaen el viento.

Selección y traducción del inglés por Miguel James

13 POETISAS CARIBEÑAS

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Y con todobajo mi cabeza cansadapara besartu fatigado úteroporque yo soy una madre, también.

Si en este actode reverenciatú detectassobre mi rostrouna lágrima errante,sabes que es para Ti,Amada Madre Tierra,mi ofrendade gratitudporque hoymi hijo ha entonadouna canción para Mí.

Nydia Ecury

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2

LA GITANA A SU HIJA

Para Phina

Oh flor de mi carne,Cuya eclosiónMe trajo salvaje dolor y aún más salvaje alegríaInmortal delicia cosa niñaMenos que un ángel, más grande que un juguete:Fuera de la oscuridad de mi cuerpo rudamente desgarradoPara navegar el océano del mundoPara que los hombres puedan presumir —otro bebé ha nacido,Otra bandera desafiante es desplegada!¿Cómo andarás, adónde, quién puede saberlo?Todo lo que te doy es una herenciaDe osada aventura y hermosura,De contento y sabiduría iluminada;Todas estas pocas armas en tus manos delicadasY sal adelante para encontrar un sino agachadoBendice con tu dulce presencia muchas tierras:Bendice con tu amor la verdad íntima de tu corazón.

Phyllis Allfrey

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3

CANCIÓN DE ALABANZA A MI MADRE

Tú fuisteagua para míhonda y audaz y abismalTú fuisteel ojo de la luna para míjalón y veta y manto

Tú fuistesalida del sol para mísubida y calor y arroyo

Tú fuistelas agallas rojas del pescado para míla sombra del árbol de fuego para míla pierna del cangrejo/ el olor del plátano frito

enriqueciendo enriquecidoAnda a tus vastos futuros, tú dijiste.

Grace Nichols

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4

ELLA ES

Ella es…Ella es…

Una cobija —que ahoga y arropa— una cobija cuyaseguridadYo amo y odio —una cobija que me abriga demasiado-muy cálida.

Ella es...Ella es…

Un tornado haciendo pedazos mis fundamentosy estrellándome en minúsculos átomos de vergüenza…pero después del tornado llega la lluvia de sus lágrimas, mis lágrimas…mezclándose hasta queolvidamos nuestro llanto y reímosotra vez.

Ella es…Ella es…

un gato. Una pantera negra, pulida y hermosaUna tigresa…aguardando su presa…

Una cachorra jugando con una pelota de lana…Una leona, majestuosa y solitaria.

Ella es…una guardiana, una amiga, una confidenteuna enemiga, una amada con un amor tan fuerte comosu propio albedrío.Ella es buena y también mala… negra y blanca…alegrepero triste…un caleidoscopio de emociones y maneras.

Ella es…Mi madre.

Leone Ross

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NIÑA-INFANTA, INFANTA-AMOR

¿Crees tú porque fuiste hecha fácilmenteque yo no te amo?¿Crees tú porque tu padre y yo caímoslánguidamente una en brazos del otro ese domingo lluviosocuando Nat King Cole cantaba y la gata insolentePollyana sentada en la ventana revoloteando su colay mirando a través de ojos orientales de pretendidadesaprobación y velada curiosidad, crees tú que te aborrecemos?Mejor entiéndeme muchacha que yo sí te amoy no permitiré que tú te pierdas túharías mejor en escucharme muchacha que yo sí te amo,fieramente te amo.

Audrey Ingram-Roberts

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6

AMANTES

Llora, por la muerte en algo de nosotrosDigamos que la inocencia,Cuando nos amamos sin conocimientoEl uno del otro. Çuando uno al otroNos mostramosLas partes escondidas de nuestros seres,Ambos nos echamos hacia atrásEn horror e incredulidad.

Mailing Jin

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7

POEMA II

mi amor hacia ties como un fuego de aceiteque una vez en llamassigue ardiendosometido a una irresistibleseveridad por el vientoy la lluviapequeño pero aún ardiendo

Arnoldine M. BurgosIs

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POEMA

tú te bañabasjunto al pozonuestros ojos

el olordel establocerradoel golpear de los cascos

estrellas que se escurríanpor los huecosde las planchas de zinc

entoncestu jadeocuando túterminasteconmigo.

Asha Radjkoemar

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NEGADA

Este amor fue hechopara horadar el cielono para ser pisoteadoy destinado a morir

Fue hecho para rodearel firme arco detu bocay almacenar su néctaren tus brazosno para ser ofrecido al pasadocomo limosna

Y aún se levantasolitariamente hambriento es verdadpero floreciendosólo para ti

Lavado divinamente en tusojos inocentesno puede morir

Y yo

Yo no lloraré.

Peggy Carr

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10

CODA

Pobre mujer, la verdad del hombrees una vasija vacía para tiEn vano tratas de llenarlacon un turbulento, movedizolíquido que te pertenece.

Dónde podemos encontrarnos mi hermano,mi amante, mi amigopara hacer algo nuevo juntos

Yo te encontraré en el caminoya que he dejado de esperar.Yo te ayudaré con tu cargay apreciaré tu saludo.Yo te encontraré en el caminoya que he diseñado mi viaje.

Christine Craig

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INVITACION AL VIAJE

Para Anja

VenCierra mis ojosDéjate ir suavementeSigue mi dirección en este boteun cuerpo a la deriva

VenDame tu manoDéjate ir suavementeDéjate llevarPor los rudos maresde mis brazos

VenSíguemeDéjate ir suavementeDéjate acunarPor las vueltasde los muchos pliegues de mi falda

VenVenDéjate ir suavementeDéjate envolverPor el arcoirisde mis ojos

Yo te llevaréSobre los mástiles

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Caña de azúcarDulce ebriedad

O te diré Las historias de nuestrosmatadores de castaDe los sicariosAmazona-guerreraY la reina Iguanaechada en el sol

Yo revelarélos secretos de nuestros peinadoslos rumores de mi Tierrasu acogedor corazón

Yo desvelaréun océano de turquesala esmeralda del trópicouna plenitud de ser

Cierra tus ojosDame tu manoSíguemeSuavemente, suavementeVenVen…

Anielli J. Camrhal

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NOSOTROS NEGROS DEL NUEVO MUNDO

El timbreen nuestras vocesnos delatano importa cuán lejoshemos estado

sin importar la lenguaque hablemosel viejo fantasmase reafirmaen ecos vespertinoscomo trazasde madera a la deriva

y a pesar de nosotros mismosconocemos el caminoque lleva a la piedra del río

el espírituligeramente decadentedel cordón umbilicalocultándose en nuestro jardín

Grace Nichols

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1 Adéwoulé es un nombre africano que significa la corona ha vuelto a esta casa.

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PUENTE

Restáurame, Adéwoulé 1

Llévame a brebajes mezcladoscon susurros que apenas recuerdo.Llévame a ríos cuyos nombresme cuesta pronunciarRecuérdame rituales cuya magiayace sepultada en 300 añosde olvido prudentey funerales forzados,e impuestas mitologías.Tú no sabesTú no sabes lo que es la separaciónTú que conquistas el océano en aviones jety compras tus propios boletos.El costo para nosotros fue duro.Ahora devuélveme a ríos y montañasY reinos e historia.Restáurame antiguas humanidades.Fortifica memorias ancestrales para cuidarme de este futuro.

Margaret D. Gill

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DESEE EL EXILIO

Yo no vivoen la ciudad.

Ciudades y urbesson sólo prisiones

Donde esperomi liberación,

Donde esperohasta que soy libre de nuevo

Para viviren el monteen mi florestaen mi selva.

Amado CreadorNatura-Madre,

Yo canto alabanzasagradecida!

Tan salvaje y dulcetú me recibes

Nuevamente en tu corazón,siempre.

Algún día me quedaré.

Ushanda Elima

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A Judithlento relámpago

Oh viñedo, en vano red tenue lanzada alpresente Sobre el tallo cosechado no queda delverano ni una palabra Tras el grito de la luz elcielo borra lentamente las sombras Los días tanlargos los colores usados hasta la trama todo elaire respirado todo el calor

De pronto un día no se sabe cuándo cierra lapuerta gris del invierno al umbral del horizonteEl día ayuna mañana y noche La colina pierdela cabeza en las nieblas Sólo la ladera quedaenclavada al texto desierto de los viñedos

La sangre demora al final de las manos Lasombra anudada a la noche retardada el paisajeen el andén esperando la partida

Françoise Migeot

LENTITUD DEL VINO

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Cepas suspendidas el silencio el frío inútil orarLos últimos disparos dispersaron los bosquesSólo la ladera queda enclavada al texto desiertode los viñedos

El día cae en pleno vuelo con anchas rayas decuervos Amordazados por las nubes los pájarospierden su grito De rodillas en el polvo sólo laladera queda enclavada al texto desierto de losviñedos

Ni una palabra ya más entre los labios del día yde la noche Nadie entra nadie sale los caminosvacilan suspendidos a la sordina casi inmóvilesen la frase que arrastran la tierra les lleva cadavez menos hacia la salida ausente

La luz trepa en las paredes no tiene más asiderodeja el entorno abandona las plazas a la neblinasin gestos entonces el lugar se agarra a lascocinas a la llama del gas a las bombillasdesnudas que velan en las ventanas

El frío sella las puertas El estrave de los techosmojados a la cumbre del aguacero Sólo laladera queda enclavada al texto desierto de losviñedos

La calle perdió la voz ella quema sus últimospasos el cielo la toca con su ojo blanco que giraen torno a los campanarios vacíos La tierra estásorda la campana inútil nadie cuida elhorizonte Sólo la ladera queda enclavada altexto desierto de los viñedos

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Uno avanza a tientas uno gasta su cuerpo en lasaceras Es vano atar las palabras a nuestra caídaY por qué escribir su alma si el cielo no lee

Pero el ojo pasa sin cuencas Sólo la ladera quedaenclavada al texto desierto de los viñedosenclavada a la pausa de las cepas donde el soplose detiene a los nudos del silencio dondecomienza el lento rayo de los vinos

Sólo queda la madera de los toneles al final denuestras cenizas La oración de los tonelessobrevive a la carne deshecha Y el tiempo sealeja al extremo de los miembros al final de lamirada en los pliegues de la tierra él pasa lamano a la salida de las líneas de nuestro pedazode tiempo

Hay que dejar los viñedos al infinitivo delmomento dejar a otros conjugar la primaveraDesprenderse y dejar al vino pensar más allá denuestros cuerpos El vino el vino que sólo sabeenvejecer

Traducción Judith Migeot-Alvarado

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Esteban Emilio Mosonyi (Selección, presentación y traducción)

SEIS POEMASDE LUIS ALBERTO CRESPOEN IDIOMA WARAO

PRESENTACIONNuestro idioma, el warao, es excelente para cantar poesía. Elsabio criollo Luis Alberto Crespo escribe en su propio idiomaexcelentes poemas, que yo he querido verter al warao. De estamanera redacté este librito para presentar estas hermosas obrasen un idioma warao depurado para que también lo disfrutemosnosotros los indígenas

EMIKOINA TANEKa ribu, warao a ribu, yakerawitu dokotu warakitane. Tai jotaraonaminatu, a wai Luis Alberto Crespo, wite a ribuya, jotarao a ribu aisiaa rokotu yakeraja waraya. Ine seke warao a ribuya abakitane obonoae.Taitane tamaja barata sanuka ine nonae tai jotarao a ributume sibororiemikitane, wraowitu a ribuya rakate jotarao a rokotutuma oko waraonokomiaroi.

(Luis Alberto Crespoa Rokotu Mojomatana Jisaka Warao a Ribuya)

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1

POR la hojarasca—la muda de los árbolespero sin ningún ramaje

Por el eco—la plena conciencia de ser otropero sin uno

Por el aire—la lámpara encendida con tu último respiropero sin la llama

DAUTUMA a rokoina—a namoniha jajadan a jara omi tiaja

Dibu a jebudaisa jakitane a obonorokoa ribuju isia, ka obonona omi tiaja

Ajakaya abeje erokuyanineJi fajina awajukatu isiaJekuni a buara omi tiaja

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2

YO VIVÍAcon una casa de calal dormirmela encendíapara seguir iluminado

entonces era más que serera su blancuravivía profundo.

JOBOTO Joao a janoko autuyaubayaja nine

ubyakoretai erokunaimemuramurakitiame

tai seke jakitane kuarikajokowitu jakitane taubuaeunida ubayaja nine

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3

VEN PRONTOHe visto en mis ojos pocas hojas

el viento no cesaApúrate

Unos pájaros pelean por una ramadetrás de mis párpados

Ya se vanNo tardes

DUBUJIDA NAOma mu isia dau a rokosanuka mibuya

ajaka taeraákuarika jakanu

Domutuma orikubaya dau a jaraya bajemiaroMa mu a joro nokabuka

Narubuae diaáWaka omi dubujida tau.

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4

LA VI en el reflejo del pozoy me dejaba

Revolví el aguatomó un rumbo que la oscurecíaiba con un brillo de follaje negro

El pozo se calmó de nuevoEres tú que regresasle dije

Era otra vez la misma hojala misma pérdida

JOIBI ma teribu a sita sinajaraemikore ma iabanae

Ine jo ebiaeImana tai narune simaraeDan a roko anera muramurae

Joibi atae daitanaeIji yaroya kotaidibunae ine

Takore dau a rokowitu jatanaeji omi dijanae.

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5

ME EXTRAÑA que la carretera se alargueen mi pensamientosin detenersesin ponerse a saberpor dónde voy

Me extraña que no se adentretodavía

BITU KUARE narunoko kotai kawajarajima obonobu eku

dutakana tanenaminaturu tane anakasaba ine narutera

Ma mianare narunoko kotaiMate yarune nabakanaja.

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6

REENCUENTROlo que nunca conoceré

Me quedoquietocuando avanzo

Estoy calmoen medio de lo estremecido

Piso tierra firmeen la fisura

No sé de qué hablartecallarme es mi súplica

Cómo grita.

INE NARUBUYAnaminaná takitiajasabasabaya

Ine muarerajawanera kawanayasibisibiarone

Bitu isi jisiko dijibute naminanaineInaré takitane ajeraá

Kuana dokojotaya

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Para Gilberto Antolinez

A las cosas no entramospor cuenta propia,

sin un acuerdo.

Siempre florece la teurgia

en el camino,

y nos tienden la manoslos misterios.

Hay antesalas,

vísperas

y en esta danza alrededor de un árbol

en donde corretea

Antonio Urdaneta

LA DANZA DE LAS TURAS

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el venado filósofo,

se presienten envueltos

en un solo manto,

mujeres y hombres,pájaros y églogas,

días y trasnoches,

muertos y principios.

Así lo fue una noche,

antes de llegar a Moroturo,

una alta parrilla de arcilla incandescente,

labrada, en sueño, con relieves,

sobre el campo,

y una voz despertándonos en la estera,

diciéndonos sin razón conocida

de cúbito dorsal,

al amanecer.

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II

Debíamos saborearlo incomprensible,

Despertar un día, por lo menos,

admirados de soñar.

Ya todo no es igualy pasajero,

danza hay en todo,hay Turas.

III

He aquí el Reino

y la Reina.

Una puerta por donde salir

del mundo olvidadizo,

y otra para entrar bailando

al firmamento.

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IV

Choto es el capitán

del patio cósmico,

y como poco sucedeen este juego,

su hermana es la Gran Madre,

la Luna, la Tierra,

Anastasia,

Reina de las Turas

Capitana de los cazadores

en el misterio.

V

La campánula azul

enredando por todo el continente americano

se dirige a lo alto

y entrelaza

a la rama de caraotas

floreadas de violeta

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y va a lo bajo,

mundo y trasmundo

en la corona de Anastasia.

VI

Mazorcas en persogo

cuelgan de la Reina.

Trae hasta el árbol

la totuma territorial,

marítima, celeste, lunar,

colmada de la santa chicha fuerte,

sobrenadándola

la canoa más pequeña

para el brindis sideral

si entramos al Reinode la Vida.

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MI ABUELO

Mi Abuelo no comió cotufas en el cine,

se hizo

la eternidad a los atardeceres,

estuvo limando piedras

sacándole lágrimas a los gallos

cavilando sobre mi Bisabuela.

no lo conocieron las nacientes calles,

esta mano y la suya

esquivaron las sombras

con estas manos hicimos lluvia de maíz.

Edgar González Abreu

POEMAS

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Mi Abuelo tenía guerreros en el solar

el viento le sembraba la melancolíaen el sombrero.

Éramos la mancha de agosto

el inclemente refugio del recuerdo.

A él le nacían ríos y palabras

estuvimos rodeándonos de noche

en una crónica de resplandores

Sorteándonos en la constelación de la pobreza

Mi abuelo nació de un puñal

de una quebrada nocturna

Nosotros nos hicimos un sitio en la muerte,

sobre un patio difuso

abierto por la garganta de un canaguey

y violado por una remota carretera Andina

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ESTOY

La esfera,

El acertijo de mapas,

el truco, y el agua,

toda una tierra,

espesa, en granos,

mil rocas, y más mares

un collar de horizontes,

la espuma, los soles

la carne en juego,

mármol, cuadros

una ciudad, una calle,

y este rincón intrínseco,

y este punto secreto,

intentando la soledad,

intentando sostener

algún final,

y no veo espacio,

y me toca el tiempo.

Caracas, Venezuela, marzo 29

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PERMISO A SU VOLUNTAD

Tejer en cada centímetro un rostro, una fuga,Rociar el saturado atardecerEl blanco de cielo, de quietud.Capturar en su insuperable vuelola secuencia de momentos,retener en su libertad tu esencia renovadora,tocar una parte íntima y sin forma,resolver el misterio de las hojas pasajeras,observar el camino del ocaso.Sucumbir en la llanura que esta frase me crea,ir a la otra vida, llena de secretos, de mapas,sentir la mancha de la línea,volver al mundo sobre un grano de arena,todo esto, el vacío recluso,el círculo inexistente,las palabras que faltan,las que no han de nacer,todo se remueve,está bajo mi poder ahora,desde que la máquina entretejehasta aquí,donde el poema muere

27 de febrero de 2006

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FUERA DE VIENTRE

Vivirte no era

sortear la estación negra

ni verte de ala

y vapor

sin sembrar cadenas

desde tus mejillas,

no era decirte: (Detén el horizonte, olvídalo).

intuía erguirte de rojo,

hacerte de monte

como la luciérnaga rebelde,

o cruz de fuego.

Entiende, más carne austral

más espina del Sur,

vivirte no era verte ciega

goteando marcas

y frases en otro idioma.

Era hacernos un camino de tierra

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morirnos

con el grito y la bandera

Vivirte no era verlo todo

con estos ojos que se nos van.

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TEMPRANAS VISPERAS

Pequeño himno,

lleno de tierra oscura,

traspasada en gotas

incalculable culto

desnudante de nuestra errancia,

celeste se desdibuja, cada colmena

los seguimos,

se inyectan venas furtivas,

lento se yergue el himno,

dilapida el vaivén del mundo,

fusila cada apariencia plástica,

cada hueso lujoso,

paso a paso

me salva de la banalidad.

Me da las costas, los oídos,

el rito y la sanación,

en un cuerpo el himno conquista carne

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se hace pulso,

se hace corazón

desteje el artificio,

va tomando sustancias lejanas,

va soñando un niño, se hace y no sé de dónde,

el himno va palpando, delineando silencios,

no hace falta el estruendo, el grito,

sólo la cercanía

de un coro sembrando

su rostro,

sólo la nota ida,

hecha sangre, hecha voz,

fluyendo desde lo perdurable.

Basta el ombligo de una palabra

Expuesta al devenir y a la tentación.

Caracas, día 25 de 2006

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Estas manos me cuestan más que una vida y un amor perdido,entregado a mi selva de palabras,donde te escondo para salvarte del mundo,abandonado en mis torres de papelrefugio de tu virginidad ancestralque cantaban los gallos a cuestas

Mi bohío se incendió en tu memoria,entre espejos alucinadosque marcaban ilusiones en la sombra.Nadie vio tus algas–trozos de pan y melaza–que juntabas para un mapa de gaviotas.

A mí tu marea no me dejó sin alientoy esa tristeza nocturnaancestral como tus pañuelosarrastró mis playas imaginarias

Manuel Bolívar Graterol

PLEGARIA

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cuando jugábamos a la lunaen un país desierto de cotufas y besos,

Vine a importunar tu cielo de almendras y calabazas,con mi ejército de duendes y serpientes,que leían libros de Shakespearepara detener la plaga de los cultivoscontando hojas de tabacoque calentábamos en la fogata del río

Los árboles envejecieron más que nuestros sueñosen medio de los huevos revueltosy la lupa del abuelo,que sacaba los años de las puertas,y que cargaron en viejas carretasescapando de un sol misericordioso,–tierno y angustiado–como un cuaderno de anotaciones,donde crecen las cigarras,

Estas calles guardan tu aroma,rastro de tus blusas almidonadas y tus zapatos de princesaque rozaban el aire complaciente,no hubo más lágrimas en tu aposentopara madurar limones tristesa la orilla de tu almohada,

Mil sueños corren en tu corazón,como esperando señales de la tierraque se acumulaba en tus cabellosy mordías el grano,grabado con metáforas del cieloescritas en un dialecto remoto

–como mis besos olvidados–

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ajustados en la piedrarasgada por la mano inocente,de borrachos y desahuciadosque no ofrecían resistencia a la muerte

Un día vendrás con ellospara realizar la autopsia a mis libros de poemas,y sólo encontrarás mis manos,sudorosas y gastadas,palpitando como los primeros versos de los poetas,que solo cansan las estrellas,cuando duermen y el grillo reclama su alcurnia vegetal

Vendrás con ellos,para mirar las cenizasde hojas y tinta,de un adiós seco en primavera,esperaré,a que muestres tus senos arrogantesy tus labios calienten las palabras,y así estar juntos,el uno al otro,como un destino sin dueño,las llaves de tu reino serán devueltas por las aguas del tiempo

13 marzo de 2006

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De cauces perdidos y hambre sobre esta lluviauna cercana frontera en la piel casi cava

Una voz que es espanto y suena a poesía

Lluvia que me vas a matarLluvia que la huida calla y arropaSol que tiembla y enumera

A veces / la verdad de a veces y a veces es que por años suele nollovery esta persistencia se llama coraje y sudor de tiempo

y se llama quedarse solo con los brazos extendidos

Christian Díaz Yepes

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Camino entre tus caídassoy traspasando tu cuerpo de piel que me bañasé por fin que el agua hundida es casi espejonuestra sed no se calma pero el juego es de agua y la tomamoslluvia que no fue hecha para los hombres ni pecessino para los ojoslluvia que comienzas a hablar sólo mojando

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Arte Poética

Que no se abra en rosasino cual surco en la tierra

Canta himnos de naciones sin cercosni mapasexhorta la viday también la muertepues el dios lo cubre todo

Si es espejo guárdalosi es muro de vidrio usa tus manos aunque giman con sangrepues lo que buscas no está en cárceles relucientesni en papeles ensalivados

Cava en la tierra hasta el fondocomo una minalimpiando siempre los escombrosAl final el tesoro es pocoy nunca brilla por sí solo

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De aves

Como una verdad desnuda en el claro de la nochela realidad que se cierna sobre su propia luzy no sea día sino certezaQue corra como el aguaque sea de aves y de espantos como las viejas noches de cineQue sea la realidad una lámparaQue se abra entre la sombra como fuego

La realidad no es del hombrees de los árbolespor eso se alza contra los vientosy no tiene edady alberga personas y recuerdos en su sombray extiende sus ramasy se aferra al tiempo en raícesy es verde

La realidad no es eternaes un ave

por eso aletea y vuelvey cae en picada sobre las olasPor eso es el vuelo y el aire

y no saca cuentasy abofetea

La realidad es un ríodonde te bañas dos y hasta cien vecesEs un libro gastadoun cúmulo de franquezascomo los sueñospor eso se cierne sobre su propia luz

como una verdad desnuda en el fondo de lo oscuro

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Has entrado en el sol

El naufragio calla toda agitaciónya no intentas salvar tu vida

Pierdes la barca, no buscas pesca algunanadie espera por ti en la orilla

Soloentras en lo profundo

Atrás quedaron las ansias de amanecerno pones rumbo al viento

En torno a ti se enciende la nochelas olas borran los pasos caminados

No trates de entender lo que ocurre

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No es preciso encender antorchas

Cada detalle en la noche es océano que brilla

Tomas las piedras, el sudor del camino,y a tu paso se iluminan

A ti se acercan los pequeños solescon sus horas y calores medidos

No te detienes en ellosy avanzas sobre cada uno

Hasta llegar al único centro que ardeno dejas de cavar

Vamos adentro, en lo profundo

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Noche cargada de sol es la que abrazas

Estás frente al tiempo, las formas, los nombresque apenas son tiempo, formas, nombres

Los dejas dormir bajo tus manosque han soltado cada red del navegar

Sobre tu silencio vibra cada piezatu callar apaga su voz

Los soles girancada ola se acerca a la orilla

Pronto se hará la luz y no la esperasAbsorto en tu propio calor, enciendes

Vives entre dos fuegos

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Y ahora que vemos lo que me dejé arrancar sin poner peroslas moradas que invadieron sin que opusiera resistencia ni pidiera ayuda a nadieAhora que encuentro tu vozy mi vozen el hondo desnudo

No queremos dejarnos así

Porque la noche de amor es fecunda en caricias de vidaPorque la luz del fondo debe brillar en los arenalesno queremos dejarnos así ni olvidarnos del cielo y las lluvias sobre el arenal y los ojos caídosde a quienes todo le han invadido

Me devuelves a tierra con tu rumor entre párpadoscon el cuerpo desnudoy la sed que ha encontrado el torrente

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Y es así cómono hallo otra senda para el encuentroque no pase por el naufragio en que gritas

Sólo al oír la voz de lo profundoque se abre pecho sobre el pechohasta un solo pecho

Amo la voz que pierde su fuerza para amar mi lamento

Puesto en pie como nunca abrazo tu cuerpo extendidoy mi grito hecho tuyo es todo Diosy es un canto que asciende en cada pescaen cada viaje de redes y velasque han dado vida al mary amanecer en la nueva orilla

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El sol ama la tierra desde dentroy le marca el pasoCada cosa está llena de su luzy por eso se encuentran

Sin borde entre ellassin manos son todas una sola pulsión

Amas esta certeza y ella te lanzaa hacer tuyo el mar y la pesca de cada navegante

Las aves bajan a la orillay te dicen que el día levanta

Tú llegas al puerto esperadocon una multitud de barcas hechas uno

Del libro Una Barca, 1999

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Se trata de no ver el universo con los propios ojos.Esta mirada fue hecha para encenderse,como se encienden las velas en el viento,la expectante semilla.

Como se enciende la tarde cuando se inicia el silencio.

Se trata del silencio. Haz silencio tu mirar, no dejes nada.No ver con tus ojos, de eso se trata.Déjalos perderse como se pierde de vista un ave en la llanura.Sobre las cumbres deja tus ojos volar.En lo profundo de las cosas entren en su soplo.En lo hondo del silencio escuchenel canto original.Perciban tus ojos de silencio cada cosa enamorada de la otra, entrega.Salude reverente tu miradael primordial destello.Suenes también túdentro del himno universal, canto de gloria y de fuego,de la vida palpitante, la creación enamorada,torrentes armoniosos latentes en secreto.

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Plenitudse hizo el humillarte.Fecundala tierra en brotes sorpresivos.A tus hijosel torrente baña desde dentro y el pana tu mesa es algazara.Gananciase hizo la entrega.Encuentro, la espera El cantotoma el puesto del silencio,el abrazocubre la otrora distancia

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El sol se hizo semilla,llameacomo antorcha en la tierra.Lámparas son sus pasos,cuerdas sonoras,anuncian la mañana.

¿Dónde un surco abierto para esparcir el sol?

Vigilantese lanza el sembrador a puños llenos.Su palabra, como nave,se adentra sin temoren la secreta hondonada.En el cristal destella el renuevo,semilla de sol, piedra de mar.

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El vuelo de la alondra va tan alto, tan altoes su anhelo por tocarel rumor de las lámparas del cenit. Los abismos dejan de ser sombra, aletean más que el horizonte.¿Qué encuentra la alondra en este vuelo? ¿Hasta dóndela conduce el viento como aliento?¿Se alzará más allá del valle si aquel soplola levanta más adentro?Un trinar hace vuelo y se sumergecon placer de océano hasta las costas lejanas.Descubreun surco abierto por el río que apacientasu correr hasta el mar eterno, mar adentro.Como jugo de granada para amarel caudal trae piedras, hojasy trae la semilla como carbón para la hoguera.El fruto de plata y fuego y oro para brillar,cristal para mostrary para morder marfil.Fruto insospechado,anhelado,inesperable fruto hijo del viento soly de la tierra expectante, virgen y madre,como la amapola que del verde estalla en escarlata para el vino y exultaborbotea el fruto contenidoen los ramos que se abrazany se pierden en el negro, verde, escarlata y alondraa lo alto, arriba sopla el viento.

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Ir a la semilla.Aparente simplicidad alberga ciudades.Desplegar como una lanzaesa pulsión escondiday encontrarte, reino que te gestas.La luz se abre paso, llamea el misterio y nos vamoshasta adentro, a la semilla

Despiertas la aurora con tu canto. De promesase hace el sol y sus caballosle arrastran sigilosos hasta dondese dilata la mirada como cenit.Amanecen las aves, de coloresse puebla la tierra, generosa corre la mañana y prometea la semilla ser portento cuando el solcorone con su canto. Nos bañamosen lo hondo misterioso de la tierra.

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Sembrador esparcidotú mismobuscas germinar.Tierra abiertaanhelascomo el sol incesante entre el viento.Inabarcable se hace el mundopara las raíces que aún no tienes.Entras hasta el fondo,te hacescomo la tierra que penetras,la vuelvesarcilla de promesa, renuevasel memorial.El verbo se ha hecho barro,el barro se ha hecho sol.

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Distancia hecha palabra al oídola noche se hace luz, el mar se acerca.Tú vienes lámpara, centelleatu fragor entre las rocas. La llanura se hace ave, gira el vientohasta la cima. Como el pez se va a lo hondoconfía este mundo misterioso, se entrega resplandor, se abre hoguera.Verbo que te has dicho, sol que aquí amaneces,te haces encontrar. Los rebaños de costumbre se recogen sin preguntas,antorchas a encenderse, quizá una noche más.Pero dentro de las olas una palabra se dice,el sol ha henchido las grietas,las fosas reciben el soplar. Se levantael canto en el silencio ¿lo escuchamos?Vuelve el sol, los rebaños alzan vuelo, las espinasse abren en raíces, tallos se elevan. La mañana ya es perpetua ¿la sentimos? Aquí el sol y es un cordero,camina,como hijo en el rebaño.Se dice,él mismo es su palabra,su mesa, el navegar.Ventura se hace el río, mar se vuelve¿Quién escucha el corderito? ¿quién su canto? Renueva la llama a quien se abrase, ama el soldesde dentro cada cosa y el rebañono le entiende, ¿se va? costumbre, casi se pierde.Se va el sol, se va, se va muy alto,no le vemos, ¿dónde está?El cordero qué se hizo,

Del libro Canto de gloria, 2006

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A dónde

Te lo veo en la caraQuieres correrantes que te caiga la ciudad encima

Crees apurar el pasopero eres tú

quién se ata a la plazate enredas el cerro en las trenzas

y sabes que te faltan fuerzaspara cargar con todo estofuera de casa.¿A dónde crees que vas a volver?¿En dónde crees que te esperan?Rechazarse no es irse

y viceversa¿Cuánto te cabe de la ciudad en los bolsillos?

Sólo se sale de la ciudad atravesándola

y tanto transitar te nubló

Daniel Torres

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las ganas…Ahora vuelves

lentoabatido

y ciertamente te agotas

Sentadodonde siempre

te haces la pregunta:¿A dónde crees que has regresado?

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Aquí todos cruzany se pierden

La miradasólo puede seguirnos

hasta donde rompe la calleQueda el trazo de una vida que pasa caminando

el calor de una pisadaque aparta la calle

de su rumboMas todo se pierde al doblar.

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Ciertamente me afecta el vacío

La imagen de unacalle sedienta

dejó en mí una laderade difícil acceso

Cuelga en mis manos el garfio de una interrogaciónque nos alcanzay censura.

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La partida del barco fantasma

A Elí Galindo.

Entre el otoño y el inviernoson pocos los días:El último ganso eleva el vuelo.

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Tempestad

Levantarse con una nube en la cabezaes un mal presagio

No debes salirmientras la nieblate ocultay vicia tu entrada

Ampara la esperanza de que no llueva adentro

difícil es ponersecon las entrañas al sol

cuero seco somosy cómo nos arruina el moho

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DE AQUELLA ALDEA hirsuta de Atarigua, que morara entre secasserranías y tunales, no queda, a la vera de la carretera Lara-Zulia,sino el nombre garabateado en un cartel de fortuna. Las aguas deun bebedero municipal ahogaron hace no pocos años el pobladodel aledaño caroreño. Antes de que la represa anulara la iglesia,la plaza y las casas, cierta autoridad consintió que sus nativos de-senterraran los huesos de sus familiares, arriaran sus animales ycargaran con sus enseres.

Otra Atarigua surgiría unas leguas más allá, hecha de bloquesde cemento y casas viposa, en nada semejante a la que había per-durado varios siglos sostenida por los horcones de vera y curarí,el bahareque, el adobe y las techumbres de teja y jacho. Pero elturpial y la chuchuba siguen siendo los mismos; y el cují y elyabo, ese fantasma vegetal parado en medio del gran yermo.

Un poeta tuvo. Fue, como sus granujas montaraces, cazadorde tórtolas y nadador de los charcos y los pozos que inventabanlas mezquinas lluvias. Se llamó Elisio Jiménez Sierra. Aprendió aleer y a escribir entre silbos de turpiales y balidos de chivos. EnCarora ennoblecería esa enseñanza de intemperie. Más tarde, enBarquisimeto, sufriría el bachillerato. Después, la vida se encargó

Luis Alberto Crespo

TIEMPO Y DESTIEMPODE LOS ESTUDIOS

GRECOLATINOSDE ELISIO JIMÉNEZ SIERRA

Caracas: Ediciones Imaginaria, 2005

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de graduarlo de autodidacta, bohemio, servidor público y dedoctorarlo en sabiduría literaria.

Mi padre me habló de su ilimitado saber. Era —me pareceoírlo— una biblioteca viva. Leía hasta más allá de la sensatez,escribía como si escarbara la tierra con las uñas y endulzaba susdesamores pulsando una bandolina que siempre le juró fidelidad,aun en su vejez y hasta el último aliento.

Caminó por Caracas, por la orilla de Caraballeda; finalmentese detuvo en San Felipe donde fundó su familia y reunió su vas-tísima biblioteca. Se dio a escribir y a leer con más ahínco: cono-ció a los latinos en su lengua, tradujo a los poetas italianos delRenacimiento y a los contemporáneos de su estima, los del dolcestil novo. Recorrió minuciosamente las culturas griegas y romanas;consultó a los parnasianos, los simbolistas, los románticos france-ses, los prerrafaelistas ingleses, los viejos poetas niños de la Chinay acercó su corazón a Quevedo y Garcilaso, a Verlaine y a Darío,a Hugo y a Heredia. De éste último haría una versión en españolcuyas excelencias celebrara Octavio Paz.

Amó sobremanera a Petrarca, a Giovanni Pascoli, a Leopardi.Celebró la poesía de la ebriedad en Lao Tsé y en Francois Villon. Latierra real le sería insuficiente y buscó el camino estelar de los librosde Lovecraft y la insólita naturaleza del surrealista Max Ernst cuyosdesiertos acaso le recordaron a los de su paisaje nativo.

Durante sus errancias de empedernido bibliófilo escribió incon-tables libros de poesía, de ensayos y traducciones. La poesía con-temporánea le debe la alta voz de los Puertos de mi última bohemiay del Archipiélago doliente y el ensayo los ineludibles De la horca ala taberna y Exploración de la selva oscura, entre los escasos títulosque diera a conocer en vida, mientras ocultaba una multitud demanuscritos que hoy comienzan a ser conocidos y festejados.

Después de emprender sus viajes de lector indesmayable, comoaquel que lo condujera hasta su amado siglo XIII —al que conside-rara el más dulce, el más profundo, el de los juglares y trovado-res— o aquel otro que lo acercara al Renacimiento —al que llamó

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tiempo de refinadadas normas, inobservadas por el hombre con-temporáneo— volvíase a su aldea sumergida y a su bohemia caro-reña, donde lo esperaba el recuerdo del poeta baudeleriano MarcoAurelio Rojas, ebrio de cocuy y serenata nocturna.

Sí, era una biblioteca viva, como lo motejara mi padre. Loprueba esta apretada colección de crónicas, estudios, traduccionesy notas que nutren las páginas de Estudios grecolatinos y otros ensa-yos literarios, editados por Ediciones Imaginaria y la FundaciónElisio Jiménez Sierra, los cuales integran las obras completas delescritor de Atarigua y del mundo.

Con justeza señala en el prólogo su hijo, el escritor GabrielJiménez Emán, que Elisio Jiménez Sierra vivió la pasión por laletra, por el idioma y por las lenguas, la literatura y el pensamiento.Es que supo humanizar esa pasión, esto es, particularizarla y darleuna intimidad desusada, como de utilidad doméstica, didáctica aGrecia y a sus dioses, a Roma y a los poetas latinos, a los trova-dores y a los juglares, a los adoradores de la belleza marmórea y dela belleza humana, a los sentimentales y a los reflexivos (Nerval yMallarmé), a los antiguos y a los modernos, al color renacentistay al color regional, al país de los chubascos y al país de los oto-ños, a la noche del cuervo y a la noche del murciélago, al albatrosbaudeleriano y a la torcaza caroreña, al grillo del romanticismo ya la cigarra del clasicismo, al satanás de Milton y de Homero, alardimiento dantesco y el del trópico, a las cabras de Atarigua y lascabras de Séneca, a los argonautas de Ulises y los de Colón, a lavida maldita de Villon y de Vargas Vila, a los campos de Virgilioy de Lazo Martí, al Jesucristo de Renán y de Cecilio ZubillagaPerera, a las hierbas entumecidas de Atarigua y las del inviernode Mallarmé, a la patria ruda según Pascoli y según Rufino BlancoFombona, las alondras en D’Annunzio y las aves en la poesíavenezolana, a la noche en Nerval y en Roberto Montesinos, a la floramarilla de Pérez Bonalde y al ciprés gris de Hugo, a la mujer comoelíxir y acíbar en Petrarca y en los poetas etílicos venezolanos.Y a la nostalgia de nuevo y una vez más, como la que lastimara a

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Andrés Bello, desde el frío y remoto Chile, al dirigir su última mira-da a Caracas —nos invita a recordar Jiménez Sierra— desde elcamino de La Guaira, sin presentir que sería la del más nunca.

Pero no se agota esta frondosa y deliciosa lectura de adentra-dos saberes literarios humanísticos a la vuelta de sus 467 páginas:Su goce es múltiple, el que depara su prosa y su hondura, su eru-dita sencillez y su disfrute sensual, amoroso de la literatura, comoque todo amor —le oímos decir a Leonardo da Vinci en las pos-trimerías del libro— es hijo de un gran conocimiento.

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DEBEMOS AL PERSEVERANTE interés de Miguel Ángel Campos en lanarrativa de tema petrolero la aparición de tres textos que vienensin duda a completar la visión que hasta ahora teníamos sobre elasunto. Dos de ellos son novelas desconocidas casi de maneraabsoluta hasta hoy; se trata de Mancha de aceite del colombianoCésar Uribe Piedrahita y El señor Rasvel de Miguel Toro Ramírez.El Tercer texto corresponde a la reedición de La novela del petró-leo de Gustavo Luís Carrera, libro que da inicio a la revisión crí-tica del tema y su reflejo en la literatura nacional.

El señor Rasvel es una novela de extraordinario interés rescatadade la sección de libros raros de la Biblioteca Nacional gracias alempeño de Sael Ibáñez y el propio Miguel Ángel Campos. Tiene laparticularidad, en cuanto novela del petróleo, de no ubicar suacción en un campo petrolero, escenario que parecía natural parala mayoría, si no todos, los intentos narrativos sobre el tema.Además, y esto es lo más interesante, El señor Rasvel escapa de latendencia, comprensible y natural de otro lado, de demonizar a

Cósimo Mandrillo

EL PETRÓLEOCOMO TEMA NARRABLE

Toro Ramírez, Miguel. El señor Rasvel. Anzoátegui: Fondo editorial del Caribe, 2005

Uribe Piedrahita, César. Mancha de aceite. Maracaibo: Universidad del Zulia-Universidad

Cecilio Acosta, Col. Ediciones del Rectorado, 2006.Cabrera, Gustavo Luis. La novela del petróleo.

Universidad de Los Andes, 2005.

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los representantes extranjeros de la compañías petroleras, con-centrándose en cambio en personajes que encarnan la viveza y lacorrupción nacional.

Aunque no es fácil congraciarse con la figura de un represen-tante de esas compañías caracterizado por una bonhomía rayanaen la ingenuidad y el infantilismo, el personaje le sirve al autorpara desarrollar paralelamente la figura de un gerente venezola-no, el señor Rasvel, capaz de los más sorprendentes gestos deinteligencia y astucia; eso sí, encaminados todos ellos a las másdeshonestas triquiñuelas para su beneficio económico y el de lasociedad de cómplices constituida por un buen número de otrostrabajadores autóctonos. El señor Rasvel es un texto de una curio-sa fluidez narrativa que la hace amena y de fácil lectura, con elañadido de que sus tipos humanos, a pesar de la rapidez con laque el narrador pasa sobre ellos, son perfectamente creíbles.

Por su parte Mancha de aceite, del colombiano César UribePiedrahita, describe las peripecias de un médico que al tiempoque trabaja con las compañías petroleras, alimenta una concien-cia política adversa a las mismas. Esta conciencia se radicaliza alo largo de la novela y como resultado el personaje es asesinadopor los esbirros de la empresa que intentan impedir cualquierforma de organización de sus trabajadores. El personaje de Uribese constituye en un testigo de excepción no sólo de la vida en loscampos petroleros sino de todo el país, regido por la mano férreade Juan Vicente Gómez.

Si bien Mancha de aceite es fundamentalmente una novela quedenuncia la vida miserable de los campos petroleros, la degrada-ción del trabajador nacional, la connivencia entre el poder de lasempresas extranjeras y el poder político local, no deja por eso deocuparse de describir una cierta vida íntima del personaje princi-pal, ligada, como era previsible, a la infidelidad entusiasta de laesposa de uno de los jerarcas extranjeros. Mancha de aceite poseeel encanto de lo testimonial, de una realidad vivida directamentepor el autor quien se proyecta, al menos en parte, en este doctorEtchegorri que protagoniza la novela. Caracterizada por una cier-

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ta fragmentariedad y por el deseo del escritor de trasmitir unagran panorámica de la vida asociada a la explotación petrolera,lejos de perder coherencia, la novela gana en agilidad con lainclusión de lo que parecen ser anexos —documentos, procla-mas, cartas— dotados de un halo de autenticidad y verosimilitud.La reedición de esta novela patrocinada conjuntamente por laUniversidad del Zulia y la Universidad Católica Cecilio Acosta,pone en las manos de los lectores la que ha sido catalogada enpuridad como la primera novela del petróleo en Venezuela, porcuanto tema, ubicación geográfica, personajes y peripecias corres-ponden en su totalidad a la primera fase del desarrollo en nuestropaís de la industria extractora del oro negro. Se subsana así unalarga omisión de las editoriales nacionales con un texto funda-mental que había sido dejado de lado a causa, aparentemente, dela nacionalidad de su autor, hecho que dio pie a que no se le con-siderara una novela venezolana.

Por su parte, La novela del petróleo de Gustavo Luís Carrera,llegó a ser un libro casi mítico entre los estudiantes de letras einvestigadores de la literatura en general. Fue, durante largotiempo, un texto al que muchos hacían referencia aunque muypocos lo hubiesen leído, dada la casi absoluta imposibilidad delocalizar algún ejemplar de la edición original de 1972. La noveladel petróleo sigue siendo el único intento que se ha hecho enVenezuela por estudiar orgánicamente, y en un solo libro, la narra-tiva nacional asociada con nuestra principal riqueza minera. Hayque reconocer en este trabajo antes que nada el valor documen-tal que significa la ubicación no sólo de obras en las cuales semuestra desde la cubierta el tema con el que se asocia su conte-nido, sino de otras en las que hay apenas referencias al petróleoo se le aborda tangencialmente.

Más allá de eso, el libro intenta establecer y analizar los temascentrales en los cuales se apoya la narrativa de tema petrolero, conel propósito posterior de mostrar al lector cómo se estructura elrelato alrededor de esos grandes temas. Con agudeza, La noveladel petróleo abrió hace ya más de treinta años un camino que no

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hemos terminado de transitar hacia la divulgación y el análisis detextos que, al asociarse al fenómeno social, histórico y económi-co más importante de nuestra modernidad, se constituyen enverdaderos escritos fundacionales de nuestra esencia como nación.La reedición de estos tres libros insoslayables para la revisión denuestra historia reciente sigue, a no dudarlo, esa ruta abierta haceya luengos años.

BIBLIOGRAFÍA

TORO RAMÍREZ, MIGUEL. El señor Rasvel, Anzoátegui, Fondo Editorial

del Caribe, 2005.

URIBE PIEDRAHITA, CÉSAR. Mancha de aceite, Maracaibo, Universidad del Zulia-Universidad Cecilio Acosta, Col. Ediciones del Rectorado, 2006.

CARRERA, GUSTAVO LUIS. La novela del petróleo, Universidad de Los Andes, 2005.

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A MI ENTENDER, en este país un número grande de escritores quehan logrado notoriedad y renombre han pasado por talleres lite-rarios. Sin embargo, hay que tener claro que los talleres literariosno hacen escritores. Permiten, eso sí, que personas con vocación deescritor vean aflorar esa vocación allí en esos espacios de creación.

Nelson Cordido frecuenta uno de los talleres literarios que sedictan en el Centro Cultural Trasnocho. Pero también sé muy bienque cuando Nelson llegó al taller ya había escrito varios cuentos,ya estaba familiarizado con la escritura, y el taller donde participasólo le ha permitido reafirmar su vocación de escritor y afinar supulso literario.

Ahora Nelson publica su primer libro de relatos, titulado Cuentosde amor y terror, lo cual lleva a pensar un poco en Horacio Quiroga;una buena referencia que hablaría, en todo caso, a favor de Nelsonpor cobijarse con esta esplendente sombra.

De entrada puedo decir que se trata de un libro proteico, híbri-do tanto formal como temáticamente. Vale decir, se impone enél un tipo de escritura ganada por la amplitud, lo variado, que eloficio irá convirtiendo en estilo, el estilo propio de Nelson.

Sael Ibáñez

CUENTOSDE AMOR Y TERROR

Cordido, Nelson. Caracas: Comala, 2006.

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También debemos decir que el ambiente de estos relatos estádeslastrado de color local: su acción puede ocurrir en cualquierparte. Esta consideración habla de alguien que escribe con lamente abierta, con conocimiento de mundo, diría yo.

Nelson narra historias redondas, bien contadas, donde priva lafuerza de la anécdota. Sus descripciones son vívidas y usa un len-guaje comedido, sobrio, con frecuencia de frases cortas, lo cuallogra el efecto de fijar la atención del lector que vendrá.

En gran medida la eficacia de la escritura de Nelson radica pre-cisamente en ese saber contar historias cortas, redondas e impac-tantes. Aquellos que durante años hemos vivido en medio demodas literarias experimentales, de experimentalismos verbales yformales, sabemos que una buena historia bien contada siemprese agradece.

En uno de sus relatos Nelson (o el narrador, que también esNelson) deja caer una confesión personal en relación con suforma de escribir. Dice textualmente: Escribo narraciones cortas detodo tipo. En este libro si bien tiene peso el tema amoroso y sobretodo el tema terrorífico, tal cual está anunciado en su título,podría decirse igualmente que en él, en el libro, hay historias detodo tipo.

Terror, muerte, suspenso, miedo, ironía, abyección, enajena-miento, amor cruel y amor inocente, misterio, realismo revulsi-vo, soledad, humor negro: todos estos temas recorren el librode Nelson.

Me gustaría pasearme, de forma resumida, por las anécdotasde los relatos de este libro para que tenga usted, amigo lector, unaidea aproximada de una de sus virtudes fundamentales, cual es laelección de un buen tema narrativo. En esta revisión, empezarépor nombrar el título de cada cuento aparecido en el libro:

En Cruel soledad una mujer sola nunca se siente sola, hasta queel rostro de un amor no correspondido la hace sentir el ser mássolo de este mundo.

Juego fatal es un relato donde una broma se convierte enbroma asesina.

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Letrina y Orgasmo habla de una mujer que llega a tener un soloorgasmo durante su larga existencia, pero se trata de un orgasmofundamental en su vida.

La invitación recoge un relato donde un viajero, huésped de unlujoso hotel citadino, comienza a ver todo con terror... hasta elpunto de que su corazón es paralizado por ese terror más imagi-nario que real.

Funeral riesgoso nos muestra a alguien que escapa de una cár-cel especialmente inhóspita, pero no sabe que hacia donde estáhuyendo es hacia la muerte.

Sacrificio habla de un sacerdote tratando de convencer a unajoven prostituta para que se entregue sexualmente a un grupo dealevosos asaltantes, en vista de que así tanto él como otro grupode personas moralistas pueden evitar la muerte.

Un encuentro en el Metro nos ofrece la historia de una chicahabitada por una profunda tristeza que despierta la ternura en loshombres, ternura y tristeza que mezcladas conducen con frecuen-cia al acto sexual... sólo que la tristeza profunda de la muchachase debe a que tiene sida y a veces sus tiernos condolientes nousan condón.

No pierdas la pensión habla de una madre regañona que acabade morir. El hijo, guiado por el absurdo, para no perder la pen-sión embalsama y coloca a su madre dentro de una nevera. El hijole habla al cadáver como si estuviera vivo, hasta descubrir algoaltamente nuevo: por primera vez comienza a llevarse bien consu madre.

Amor instantáneo desarrolla la historia de un encuentro acciden-tado y casual de un hombre y una mujer, quienes apenas en horassucumben a una intimidad total. Se deciden, también en horas,a abandonar a sus respectivas parejas matrimoniales, y dedicarse aforjar un amor sin barreras. Era como decir que la pareja seencontraba en el cielo, pero igualmente en horas algo falló y depronto se encontraron en el infierno.

Una noche con Néstor nos informa sobre un hombre sensible,un escritor aislado del mundo en una cabaña montañosa. Todo

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en el ambiente propicia que puedan visitarlo fuerzas de ultratum-ba. Y eso no deja de suceder.

En El tío Andrés un ex presidiario se acostumbró tanto a la vidade prisión que cuando volvió a la libertad y a la normalidad secomportaba como si aún permaneciera en prisión.

Reflexiones en el ascensor muestra a cualquier ascensor, solitario olleno de gente, como un escenario teatral, como una obra de teatro.

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EN TRES PLANOS narrativos, temporalmente distintos, el autor rela-ta el ocaso de la llamada Era de Trujillo, Padre de la Patria Nueva,que durante treinta y un años de opresión redujo a la RepúblicaDominicana a una vida de oprobio y vergüenza. En dicha histo-ria está comprometido el pasado dictatorial de gran parte del con-tinente (Perón, Rojas Pinilla, Pérez Jiménez, Fidel Castro) en superiplo sangriento hacia la democracia.

La historia de Urania Cabral, con la cual inicia el autor la revi-sión del régimen, constituye la ira de un recuerdo devastador quedeambula por la isla treinta y cinco años después, en busca de lapaz perdida. Dicho recuerdo marcó cada minuto de su existenciaacabando para siempre con la inocencia, el amor y el perdón. Unllanto contenido la ha acompañado durante toda su vida exitosaen el exilio, transitando entre Michigan, Harvard y Manhattan,donde se destacó por su inteligencia, profesionalismo y frialdad.

Urania vuelve a su tierra natal acudiendo a una cita pendien-te con el resentimiento, en un intento por librarse de él, de lavarsu alma. Sus pasos la llevan a la casa paterna, donde la fluidez desus palabras, descarnadas de piedad, golpean al anciano Agustín

Alí E. Rondón

LA FIESTA DEL CHIVOVargas Llosa, Mario. Bogotá: Alfaguara, 2000. 518 pp.

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Cabral, ya un desecho humano, removiéndole las penas e inmun-dicias de su pasado glorioso como Presidente del Senado, a quien,luego de treinta años de lealtad perruna al Jefe, le fueron cancela-dos sus servicios con la humillación de ser retirado del cargo sinexplicación alguna, siendo vejado, castigado y vencido por laindiferencia caprichosa del Dictador.

La segunda trama encierra el último día en la vida de RafaelLeonidas Trujillo Molina. La figura del mítico dictador de miradapenetrante y voz chillona, impecable e implacable, que no suda,salta de las páginas del libro torva, con la crueldad del victimarioque degusta el aniquilamiento de su presa, siendo el responsabledirecto e indirecto del destino de tres millones de personas en ladiminuta isla caribeña. Dicha figura se asemeja a la de aquellostitanes que Zeus confinara alguna vez al inframundo. A su lado,quienes conforman el séquito de colaboradores del gobierno, semueven como títeres manipulados por la voluntad de hierro deesa personalidad avasalladora, obsecada y delirante con el poder.

Es así como personalidades del mundo político y militar,Balaguer, Abbes García, Henry Chirinos, Agustín Cabral, ManuelAlfonso y demás, alimenta a la Bestia con sus adulaciones y sumi-sión incondicional, resolviendo asuntos de Estado, Seguridad yAdministración de los bienes propios (mayores que los de laNación), más allá de los límites que tolera la dignidad. De ellossólo Balaguer, el poeta estadista, y Abbes García, el asesino, mere-cen su consideración y casi respeto. Los conflictos internaciona-les con la OEA, USA, Haití, Venezuela, y los internos con laIglesia y los movimientos subversivos, son resueltos fundamen-talmente por las ágiles mentes y manos de ambos.

Paralelamente a estas historias se desarrolla el atentado contra elChivo. En un carro Chevrolet estacionado frente al malecón, cua-tro hombres urgan en su memoria los motivos personales que tie-nen para matar al dictador. Se mantienen en ansiosa espera delautomóvil azul mientras sus pensamientos divagan teñidos deamargura, vergüenza, desesperanza y dolor. Llegado el momento,

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muy en el estilo de un coro griego, las voces disonantes de losconspiradores recrean para nosotros el dramatismo del momento.

Indudablemente una obra magistral del autor, que entretejecon gran habilidad el ayer con el ahora, develando los vericuetosde la historia a través del monólogo interior de los personajes yde situaciones donde describe y narra cuidadosamente la natura-leza humana y acontecimientos que ahí se juegan. Sus imágenesson conmovedoras y brutales, generando, por la intensidad desus contenidos, un interés y asombro cada vez mayor a medidaque se pasan las páginas del libro. En su prosa arden a fuego lentolas artimañas del poder y el odio, hasta quedar finalmente purga-das en el recuerdo de Urania Cabral, que parte hacia un encuen-tro diferente consigo misma.

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CONFIESO QUE ÚLTIMAMENTE he dejado al azar mis encuentros conobras recientes. La publicidad o las recomendaciones poco mesirven en el momento de elegir algún libro o autor, tan dispar yvariada es la oferta de libros en el mercado, aun aceptando que talespecie exista cuando hablamos de arte literario. Las presenciaspersonales no se miden por el tamaño de las campañas; simple-mente existen las obras y un azar que las congrega en nuestrasmanos, acaso cuando estamos menos despabilados, cuando noandamos en busca de una sorpresa o de uno de esos autores tanabombados por las promociones que de entrada nos parecen sos-pechosos. Aun así, el azar sorprende de cuando en cuando nuestrasensibilidad y nos depara, por vías del asombro, una que otra obra.

Por esta vía cae en mis manos la novela El desbarrancadero deFernando Vallejo, un escritor de quien nunca había oído hablar.Se nos informa en la solapa de esta edición que es autor de cinconovelas autobiográficas, escritas todas en México, donde reside,reunidas bajo el título de El río del tiempo, y es, además, cineastay biólogo.

De entrada, la novela en sus detalles, en demasiadas anécdo-tas, es un tropel de información en crudo, apabullante, como si

Gabriel Jiménez Emán

FERNANDO VALLEJO Y SUSTRATOS CON LA MUERTE

El desbarrancadero. Bogotá: Alfaguara, 2001.Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2004

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tuviésemos que penetrar en un mundo preestablecido sin ningúnpreámbulo y aceptarlo sin más ni más. Se le admite o no, se sigueen su sintonía o se le abandona: esa es su apuesta y su riesgo. Enun primer momento no me atrapó, pero en el segundo lo abrí yme dejé llevar por sus leyes narrativas, nada suaves, nada recon-fortantes. Por lo contrario, se trata de un mundo sórdido, domi-nado por el humor cruel, por la escatología, las enfermedades, lasdrogas, el odio o la locura, pero también poblado de una peculiarsinceridad, expresada a través de un lenguaje cáustico, despelle-jado, que va entrando en el ámbito de una casa colombiana deMedellín, la familia Rendón, y va como buscando en los intersti-cios de ésta las claves de una serie de taras sentimentales, socialesy culturales para exponerlas en una red de situaciones fuertes quevan urdiendo la trama del libro, sin ambages, de modo implaca-ble, sin retóricas ni dobleces.

Vallejo narra de modo frontal, descarga las anécdotas desdeel principio con toda la bilis del caso. El personaje narrador,Fernando Rendón, está ya muerto, pero igual habita en esa caso-na de Medellín donde acaba de morir de sida su hermano Darío(que vive como un incendio), y se vale del recuerdo de ese queridohermano, vividor, fumador de marihuana, homosexual como él.Son víctimas directas de su madre, a quien Fernando llama LaLoca, y del odio de otro de sus hermanos, a quien llama el GranGuevón, para ir presentándolos en un cuadro bastante corrosivodonde la crueldad cotidiana, los vicios y la desidia, van recompo-niendo el universo de la novela.

No tiene empacho Vallejo en ir describiéndonos la mandone-ría de la Loca, de su obsesión de entregarse a las enfermedades ylos médicos, y en describirnos su hijoeputez y la de otros, esto es,la maldad de un demonio que sólo existe en Colombia, puesto que sóloen Colombia hemos sido capaces de nombrarlo. También nos descri-be sus raptos de psicosis y su vocación de caos, traducción de unmatriarcado ejercido en medio de un enjambre de existenciasatribuladas, que sería difícil calificar siquiera de familia. El com-ponente básico de todos ellos es la desilusión, ese fatum de la des-

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preocupación y la desesperanza que les lanza por el desbarranca-dero: de la droga, de la evasión, los placeres fáciles y los paraísosartificiales. Todo esto ha permitido presentar a esta novela comouna metáfora de la muerte, pero también en una experiencia deso-lada y conmovedora.

Es obvio que Vallejo ha explorado buena parte de la riquezasentimental y humana de estos personajes, nos ha brindado unfresco bastante rico de situaciones y de estados de ánimo que soncomo pesadillas íntimas: todo ello inyectado de un humor impla-cable, herramienta que usa para sacar a flote todo tipo de detallesescabrosos, mezclando los afectos dulces a los amargos, la ternu-ra juvenil a los estados depresivos, y a conjugar y complejizar loscontextos políticos a los tejidos sociales.

La nota editorial nos dice que Vallejo rompe aquí con el puntode vista tradicional del narrador omnisciente, del que todo lo vey sabe, y asume en cambio su voz propia, su Yo con todo lo queéste implica. Se nos habla de su carácter autobiográfico, no obs-tante, si hemos de tomar a esta novela como una crónica dondeapenas varían algunos nombres y algunas situaciones, estaríamoscorriendo el peligro de identificar la prosa artística con la prosatestimonial o periodística, o acaso con algún viso cinematográficocon ciertas chaturas y obviedades del cine realista. Pero no, habríaque admitir que Vallejo logra encantarnos con este fresco del mal,aun en medio de un lenguaje prolijo, donde algunas anécdotaslucen demás y ciertas situaciones son prescindibles o prosaicas.

La muerte de Darío, principal acicate de la narración, va abrien-do vías en la historia y develando en medio de la agonía de éste lasseñas de un destino trágico, o mejor dicho, de los destinos fatídi-cos que suelen moverse en tierra colombiana, merced a los diver-sos registros de la vida interiorana, poblada de presencias atávicasy de tratos cotidianos con espectros, donde los fantasmas de la psi-que acechan a cada personaje y lo lanzan al ruedo de una azarosaexistencia, aunque casi siempre tales existencias se hallen bienmetidas en sus moldes primitivos, y desde esa misma elementa-lidad vayan construyendo sus mundos mágicos y reveladores,

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gracias a su humor, a sus aspectos cómicos e hilarantes, sin los cua-les la lectura de esta obra resultaría poco menos que una pesadilla.

La primera acción novelesca la marcan las enfermedades, el sidade Darío, la sífilis, la adicción a la marihuana, al alcohol, al bazu-co, o al paraíso de la comida. Apenas se nos habla de Silvio, elhermano suicida, o de Carlos, que atenúa la temperatura mórbi-da del ambiente. Hay un fragmento genial, donde cielo e infier-no están descritos desde una óptica de placer degustativo: El cielome lo imagino como unos chicharrones de manteca de cerdo, fritos ensí mismos, crepitando de rabia y cargados de colesterol que me formeun trombo que me obstruya las arterias y me paralice el corazón.

Del mismo modo, se puede mostrar la mecánica del poderpolítico en Colombia, que podría resumirse en estas palabras:Masturba al pueblo, adula a los poderosos, llora con los damnificados,y a todos promételes, promételes, y una vez elegido proclama a los cua-tro vientos tu amor a tu país, pero si te lo compran véndelo, y si no hipo-técalo que las generaciones venideras pagan: el futuro es de los jóvenes.

Son apenas dos ejemplos al azar de páginas donde se respira laanti hipocresía y el estallido de las convenciones: el sacrilegio tra-ducido en la constante burla al Papa, a los curas católicos, a Dios,o la mofa hecha de la institución médica, o la práctica del racis-mo con los negros o la crítica de la fe. Se abunda en escatologíasy se hace énfasis en la fatalidad de los seres y en la pérdida de ilu-siones y esperanzas. Por contraparte, se impone la existenciali-dad, el vivir por el vivir, el goce del instante mientras se pueda.Lo demás es una visión apocalíptica del existir, del propio país,del destino. Tanto así que Fernando Rendón, el narrador, ya estámuerto cuando inicia la historia, y no hace sino reconstruir, desdesu propia muerte, el absurdo de la vigilia. Sin más, nos dice elnarrador que el hombre nace malo y la sociedad lo empeora. Poramor a la naturaleza, por equilibrio ecológico, para salvar los vastosmares hay que acabar con esa plaga.

Lentamente se va acercando al momento de explicar el defini-tivo declive familiar. Un crescendo trágico empieza desde la pági-na 164 y ya es imposible detenerlo; como un remolino, la muer-

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te se va tragando todo. El hombre no es allí sino una mísera tramade recuerdos. Así se dice que es en la lobreguez viscosa del útero ciegodonde se registran todas las desdichas humanas, pugnando por salir, ose nos habla de la pobre vida, que es nuestra forma optimista de lla-mar a la muerte.

Tenemos, pues, a un libro que no está hecho para paladares sua-ves o delicados. Es una obra que hay que leer con el estómago bienpuesto y con la mueca de cierto ánimo risueño como exorcismo, sino queremos sucumbir al desánimo o la depresión. La novela notiene capítulos ni acápites, ni separaciones espaciadas. Sería unanovela-río de no ser por los párrafos dictados por los puntos yaparte. Hay en ella un diestro manejo de los diálogos y los regis-tros orales y de localismos colombianos, bien insertos en el discur-so central. Pese a su cercanía con la crónica y con ciertos giros cha-tos del periodismo, la novela alcanza buenos momentos expresi-vos. Hasta se da el lujo Vallejo de usar la jerga farmacológica ymédica y hasta ciertos giros en latín, para lograr efectos ridículos,para burlarse de la novela intelectual y de ciertas formas bellas denarrar. Sería interesante asistir a la visión de Vallejo sobre NuevaYork o México, cotejadas con su escenario colombiano.

De haber sido una novela más extensa, quizás habría sido as -fixiante para el lector, con su abalorio de dramas escatológicos ytragedias a la orden del día. Salió en cambio una obra breve, queno alcanza las doscientas páginas. Ello le pareció suficiente aVallejo para llevar a cabo esta terrible relación de hechos, sucesoso historia —las cuales preferimos ficcionadas que comproba-das— de una familia colombiana de Medellín, en el ocaso aciagodel segundo milenio.

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ESTOS CINCUENTA Y TRES poemas en prosa del escritor Eleazar Leónintroducen al lector en un viaje al interior de sí mismo, sin límitesy sin fin, al universo de una experiencia viva, de una aventuraexistencial expresada, irónica y desesperadamente, en prosaexpresionista, barroca americana. Poemas de multiplicidad psí-quica donde se avanza reflexivamente escudriñando en el finotejido de la existencia. Donde el imperativo del azar, el silencio yel grito modelan la materia viva, la materia poética. Mi acto con-siste (dice el poeta) en un salto profundo (…) Daré un salto mortal,el triple salto que me conduce a ninguna parte y en dirección de nadie.

Multiplicidad temática, porque abarca en su periplo, en suviaje de desconocimiento, la experiencia y los sentimientos másprofundos del transitar humano. Ya yo estaré tendido, en paz conmis contiendas, victorioso de no querer triunfar contra nada.

Éxtasis y agonía acompañan su saga, su búsqueda, en un legíti-mo esfuerzo para no perder nada de la complejidad de una emoción quese esfuerza por crear un lenguaje exclusivamente poético, en el que cadapalabra, cargada del máximo sentido, revele sus valores escondidos, delmismo modo que, bajo determinadas luces, se revelan las fosforescen-cias de las piedras. Y con esta cita creo resumir con amplitud el

David Gutiérrez Caro

PAPELES PARA UN ADIÓSEleazar León. Caracas: Monte Ávila Editores, 2005.

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esfuerzo creador que destilan las páginas de esta obra singulardonde el poeta habla de sí mismo, siempre perdido en esa fina telade la existencia. Te dispones entonces para el grito (…) ensanchas lascostillas, abres la boja, dejas huir el aire y no pasa nada.

La poesía de Eleazar León se construye lenta y densamente apartir de una particular herencia de recuerdos que conformanfinalmente una escritura sinfónica de compleja instrumentación,a veces allegro ma non tropo y siempre maestrosa. Su resonanciaconduce de lo austero a lo profuso, de una amplia base hacia elpunto de fuga, como en una lucha de pirámides enfrentadas enel vórtice nace la imagen-metáfora, siempre empujándonos haciala reflexión, que en ninguna medida asfixia la escritura. Las pala-bras fluyen y debe el lector detenerse, como un iniciado, y respe-tar las pausas que nos imponen una idea o concepto en particu-lar que no termina por expresarse, que se contiene a sí mismo.Tensiones sustentadas en silencios deliberadamente oportunos,propios de un creador que conoce y maneja su materia plástica.

Nada más tendría que aportar a la lectura de este libro que nosea una recomendación extrema, una invitación a penetrar en elmundo de un poeta singular. Una poesía llena de imágenes que,como las cosas, no se dejan aprisionar por las palabras, vida flu-yendo ante los ojos del asombro. Una poesía de resonancias queviaja en el brillo de estrellas furtivas. Y no queda otra cosa quepedir un deseo: Muerde la luna, bébete las aguas, posee lo imposible./Igual el arcoiris nacerá de tus manos./ Las piedras te dirán su secre-to./ Los árboles silbarán músicas ignoradas de la más honda tierra./Cabalga, cabalga, cabalga./ Los cielos todavía no terminan.

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En alguna oportunidad leí de José Ingenieros que no todos se exta-sían… ante un crepúsculo, no sueñan frente a una aurora o se cim-bran en una tempestad; ni gustan de pasear con Dante, reír conMoliere, temblar con Shakespeare, crujir con Wagner; ni enmudecerante el David, La última cena o El partenón. Es de pocos esa inquie-tud de perseguir ávidamente alguna quimera, venerando a filósofos,artistas y pensadores que fundieron en síntesis supremas sus visionesdel ser y la eternidad.

Afortunadamente Edgar Colmenares del Valle sí pertenece aese clan de iluminados. Lo demuestra en una sencilla reflexiónsuya elaborada con goce estético titulada De Apure, Achaguas yotras etimologías (2002). En ella, el profesor Colmenares define supropia emoción partiendo de un argumento semiótico que noslleva a los lectores de su admirable rastreo bibliográfico (JuanErnesto Montenegro, Adolfo Salazar Quijada, Argenis MéndezEchenique, Renato Agagliste y Bartolomé Tavera Acosta) a la eti-mología misma de las voces indígenas Apure –olivo silvestre, brazodel río y región sin cerros- y Achaguas –la tierra más lejos que más

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Alí E. Rondón

DE APURE, ACHAGUAS

Y OTRAS ETIMOLOGÍASColmenares del V., Edgar. Caracas: Casa Nacional de las

Letras Andrés Bello, 2002.

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nunca. Y, como acota el académico Manuel Bermúdez al comienzo:Todo ese mundo icónico e indicial sobre el río, la región y sus gentes,desemboca en el símbolo lingüístico. (p. 15).

El tema del libro es de importancia para Colmenares como lla-nero, pero además se nota en la jerga del filólogo y lingüista unaclara voluntad de estilo strictu sensu. Nótese, por ejemplo, ladepurada forma sintáctica de las palabras en la que largos perío-dos de exposición no oscurecen las conclusiones.

Como ciencia, la etimología es única y reiteradamente comple-

ja. Una complejidad que, en casos como el de la América hispa-

na, se acentúa cuando el etimólogo contemporáneo se enfrenta,

en primera instancia, al estudio y reconstrucción de voces pro-

cedentes de comunidades ágrafas cuyas lenguas y dialectos fue-

ron castellanizados, como ya señalamos, mediante un proceso

de interpretación fonética por parte de individuos portadores, a

su vez, de diferentes matices dialectales fundamentalmente ibé-

ricos y, en segunda instancia, se enfrente al proceso de decultu-

ración y de forjamiento imperativo de una nueva identidad que

se dio en las comunidades indígenas a partir de 1492 (p. 48).

Al final, Colmenares argue que Apure y Achaguas son testimo-nios de la nueva teogonía, de la nueva cosmología, de la nuevacosmovisión… de las nuevas relaciones de poder entre la Coronaespañola y las naciones indígenas (p. 82); ambas voces procedende étimos indígenas y más que el enigma de un origen específicoportan la historia transcurrida entre el paleoindio venezolano y elpresente. Todo está en ellas: Dios y Hombre. Individuo y Sociedad.Mito y Verdad. Memoria y Olvido.

Por todas estas razones, y por lo documentada de su investiga-ción, nos pareció digna la tarea de reseñar hoy el libro De Apure,Achaguas y otras etimologías como diminuta enciclopedia de ideas,un discurso científico de contundente carga poética, donde lamemoria de encendidos atardeceres o aguaceros de semanas

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enteras, acaban enlutando la llanura venezolana y ponen a suspi-rar a cualquiera. A un Juan Primito que tal vez repita de memo-ria aquel fragmento de la Silva criolla:

Y, náufrago en la noche sin ribera,

mi espíritu me abstrae

pensando que de un mar desconocido

el llano es una ola, que no ha caído,

el cielo es una ola, que no cae.

¡Quién sabe si hasta traiga aires de nostalgia a Florentino…elque cantó con el diablo!

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ALFONSO ENRIQUE BARRIENTOSEscritor, dramaturgo y crítico literario guatemalteco (1921) perte-neciente a la generación literaria de 1940. Autor de una extensaobra literaria, no siempre con la merecida difusión. Entre otros,ha publicado Cuento de amor y de mentiras, El negro (1952); Elseñor embajador (primer premio en los Jueglos Florales deQuetzaltenango, 1967); El molino de gracia (Teatro, segundo pre-mio en los Jueglos Florales Centroamericanos, 1968); Cuentos deBelice, La huella del maniquí (narrativa), Poesía guatemalteca, Ancoraen la arena (novela) (1972); Enrique Gómez Carrillo (1973); El tepeu(primer premio de los Juegos Florales de Coatepeque, cuento,1985); Máscara II (Novela, 1986); Rafael Aréalo Martínez y AndrésBello (Biografías mínimas, 1986 y 1989); El desertor y Justo RufinoBarrios, el reformador de Guatemala (Primer premio en los JuegosFlorales de Cobán, 1984. Ha recibido el Jaguar de Oro, LaDemocracia, Escuintla (1985); el Premio Miguel Ángel Asturias(1995 y Medalla Estrella Bolivariana (1996).

MANUEL BOLIVAR GRATEROLPoeta, guionista y productor de radio falconiano (1959), ha publi-cado los poemarios Examen del alma, Poemas taurinos (2000) yDestinatario (2003).

BEATRIZ CALCAÑOTraductora y psicopedagoga caraqueña, cursó estudios en EstadosUnidos. Ha participado en diversos talleres de creación literariaen el Celarg, entre ellos narrativa, periodismo literario y escrituracreativa. A veces me atrapa la ficción –dice–, otras la realidad.

LIDUVINA CARRERADoctora en Letras; Magister en Letras: Mención LiteraturaVenezolana (UCV, 1999) y en Literatura Latinoamericana (UPEL,

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1991). Se desempeña como investigadora en el Centro deInvestigaciones Lingüísticas y Literarias de la Escuela de Letras, dela Universidad Católica Andrés Bello. Entre sus publicaciones seencuentran: Reflexiones de lozanía (1999), Literatura de mujer(1995), De narradores y poetas (2000), Latín: gramática y ejercicios(dos ediciones: 1998-2000), Técnicas de Redacción e InvestigaciónDocumental (Co-autoría, 1999), La narrativa de Gustavo LuisCarrera en cinco panoramas (2000) y La obra poética de RufinoBlanco-Fombona (2002).

LUIS ALBERTO CRESPODestacado poeta caroreño (1941), ha compartido su obra litera-ria con el ejercicio del periodismo, la crítica, la crónica y el guión.Autor de una poesía de profundo acento telúrico en la que des-tacan títulos como Resolana, Si el verano es dilatado, Costumbre desequía o Entreabierto. Fue director del Papel Literario del diario ElNacional. Actual presidente de la Casa Nacional de las LetrasAndrés Bello, ha recibido el Premio Municipal de Literatura,Nacional de Periodismo Cultural y el I Premio Miosotis, enNápoles, Italia, por su más reciente libro, Tórtola de más arriba.

CHRISTIAN DÍAZ YEPESPoeta caraqueño, nacido en 1980. Ganó los concursos Nacionalesde Poesía Juvenil de la Casa de la Poesía y el Ateneo de Caracasen 1996 y del Concurso de Autores Inéditos de Monte ÁvilaEditores con el libro Las ruedas, en 1999. Bajo el sello editorialCasa Nacional de las Letras Andrés Bello publicó el poemarioUna barca (2004). En 1999 ingresó al Seminario Arquidiocesanode Caracas, en donde acaba de culminar su preparación para elsacerdocio.

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EDGAR GONZÁLEZ ABREUJoven poeta y pintor trujillano (1987), cursa estudios en el LiceoCristóbal Rojas y forma parte del Circuito Liceísta de las Letras,del Ministerio de la Cultura. Ha participado en recitales regionalesen Maracaibo, Portuguesa y Táchira; en el I Encuentro Nacionalde Poetas Liceístas y en el III Festival Mundial de poesía. Formaparte de la primera antología liceísta Nuevas voces en la miradadel mañana.

JUAN JOSÉ GUERRERO PÉREZMédico urólogo guatemalteco (1954), cursó estudios en laUniversidad de San Carlos de Guatemala y en la PontificiaUniversidad Católica de Río de Janeiro, Brasil. Al ejercicio de laMedicina, la docencia y la investigación científica, suma unaintensa actividad literaria, en la que destacan títulos como Lafenomenología religiosa en la obra El Señor Presidente de MiguelÁngel Asturias; Qué es ser latinoamericano. Una aproximación a tra-vés de la conciencia social de los pueblos; Los tentáculos de SantaGertrudis (novela histórica); Pócimas y Sacramentos. Cosas decuras, médicos y otros cuentos y Poemas de Teología que son tambiénde protesta, entre otros, que le han merecido el reconocimientonacional e internacional, entre ellos el Premio Internacional deEnsayo Mariano Picón Salas, otorgado a su libro La CanciónProtesta Latinoamericana y la Teología de la Liberación. Estudio degénero musical y análisis de vínculo sociopolítico y religioso, del cualofrecemos aquí un fragmento.

ANTONIO ISEAEnsayista y crítico literario, nació en Maracaibo en 1964. TieneMaestría y Doctorado en la Florida State University (Tallase, USA).En la actualidad es profesor de Literatura Latinoamericana en laWestern Michigan University.

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MIGUEL JAMESPoeta, narrador y artista plástico nacido en Trinidad en 1953,reside en Venezuela desde los seis años. Ha publicado, entreotros, los poemarios Mi novia Itala come flores (1988), Albanela,Tuttiffruti, Blanca y las otras (1990), La casa caramelo de la bruja(1993); Nena, quiero ser tu hombre y otras confesiones (1996), Paraella es mi canción (2000); Oda a Naomi (2003) y Kentakes (2003).Recibió mención en el premio de poesía Rafael Bolívar Coronadode la Bienal de la Casa de la Cultura de Maracay en 1994.

JULIETA JIMÉNEZPsicopedagoga y narradora nacida Caracas en 1975, ha participa-do en talleres literarios del Icrea, Monte Ávila Editores y FundaciónCelarg.

FRANÇOIS MIGEOTPoeta y traductor francés, actualmente ejerce como docenteinvestigador en la Universidad de Franche-Comté, después dehaber ocupado un puesto similar por varios años en Japón.Especializado en didáctica de la literatura y análisis del texto lite-rario, su obra ha obtenido los premios Ilarie Voronca (ville deRodez, 1993) y Grand Prix universitaire de la Nouvelle (Academiade Bourgogne 2000). Traductor de poesía, sobre todo latinoame-ricana, fue cofundador del Correo del Orinoco, asociación para elestudio de los horizontes culturales y las disciplinas artísticas.

EDGARDO MALASPINADoctorado en Medicina en Moscú, nació en Las Mercedes del Llano(Edo. Guárico) en 1948. Crítico de arte, poeta y articulista, hapublicado estudios, monografías y ensayos entre los que destacanDel socialismo a la Perestroika (1992), Retazos breves: semblanzas de

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Las Mercedes del Llano (1995), Literatura y Medicina (1998), La éticaen el arte y otros ensayos (1998) y La estética en el arte (1999).

TULIO MONSALVEConsultor gerencial, profesor e investigador. Cursó estudios dePsicología Industrial en la UCV, en Harvard University y laSorbona de París. Ha ejercido cargos gerenciales en diversas ins-tituciones nacionales e internacionales. Actualmente es DirectorGeneral de la Fundación Centro de Estudios LatinoamericanosRómulo Gallegos.

ESTEBAN EMILIO MOSONYIEnsayista, Antropólogo venezolano nacido en Hungría, Budapest,en 1939. Master en Lingüística, Doctor en Ciencias Sociales, pro-fesor titular de la UCV, Asesor de la Coordinación Interculturalde Salud con Pueblos Indígenas (Cispi) del Ministerio de Saludy Desarrollo Social. Entre sus numerosos libros publicados, figu-ran Morfología del verbo yaruro (1966); El habla de Caracas(1971); El indígena venezolano en pos de su liberación definitiva(1975); Identidad nacional y culturas populares (1982); Poblaciónindígena actual de Venezuela (1986) y Nuestros idiomas merecen vivir(1997). Miembro fundador del Grupo Barbados de Lucha contrael Genocidio y Etnocidio, ha recibido el Premio Nacional deHumanidades Conac (2000) y la Orden Andrés Bello en suPrimera Clase (2001).

ALISON OUTERBRIDGEPeriodista nacida en Estados Unidos en 1967 y formada enPanamá. En 1990 produce El Panameñito, el único periódico deniños para niños. En 2002 contrae matrimonio con Cesare ArnoFascio y se radica en Venezuela, donde nacen sus dos hijos.

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Forma parte del taller de Escritura Creativa del Celarg 2005-2006. Actualmente está radicada en República Dominicana,donde finaliza su primera novela El hombre colgado.

RAMON ANSELMO RENGIFO AVENDAÑOEspecialista en Sistemas de Información en el área bancaria. Harealizado actividades como fotógrafo y colaborador en periódicosy radios comunitarias. En el Taller de Escritura Creativa delCelarg exploró otras regiones del suspenso narrativo mediante laincorporación de referentes y técnicas extratextuales.

IVONNE RIVASInvestigadora, docente y gerente cultural en el campo de la lite-ratura, tradición oral, artes visuales, animación socio-cultural.Realizó estudios de postgrado en Literatura Latinoamericana yespecialización en Tradición Oral y Gerencia Cultural. Durantecuatro años registró in situ, investigó e interpretó diversas expre-siones de las culturas orales amerindias del territorio venezolano.Resultado de ese trabajo son las publicaciones El dueño de la luz,(versión mito warao, Ed. Ekaré, Caracas, 1997) y Cómo surgióel día y la noche versión mito Yukpa (Alfadil Ediciones yComala.Com, Caracas, 2005), entre otros. Dirigió en 1997, laCátedra de Estudios Latinoamericanos Andrés Bello en TheUniversity of West Indies, Barbados.

REYNA RIVAS Poeta y cuentista nacida en Falcón en 1922. Egresada delInstituto Pedagógico de Caracas, cursó además estudios deMúsica en la Escuela Superior de Caracas, Filosofía e Idiomas enla Universidad de la Sorbona y Arte Moderno en la Escuela delLouvre, en París. Autora de una extensa obra poética y narrativa,

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en la que destacan títulos como Huéspedes de la memoria, A la ori-lla del tiempo e Infinitos verbales (2002). Es reconocida estudiosa dela obra de la filósofa y poeta española María Zambrano.

NÉSTOR ROJAS MAVARESPeriodista y narrador, ha ejercido como corresponsal en la AgenciaAlemana de Prensa (DPA) y United Press International (UPI).Recibió el Premio de Autores Inéditos de Monte Avila Editores2006, en la mención Narrativa.

DANIEL TORRESEgresado en Letras en la UCV, nació en Caracas en 1981. Ha par-ticipado en diversos talleres literarios. Trabaja en el Servicio deAtención al Público de la Biblioteca Isaac J. Pardo del Celarg.

ANTONIO TRUJILLO Artesano y poeta, cronista de San Antonio de los Altos, estadoMiranda, donde nació en 1954. Director de la revista literariaTrapos y Helechos, ha publicado los poemarios De cuando vivían lospájaros, Vientre de árboles, Taller de cedro, Alto de las yeguas(Premio Municipal de Literatura Mención Poesía. AlcaldíaLibertador 2002), Blanco de orilla y Unos árboles después (PremioBienal de Poesía Ramón Palomares y 2º premio concursoCentenario de Emeterio Gutiérrez Arvelo en Tenerife, IslasCanarias, 2005). También es autor de un cuaderno de Historiaregional, publicado por la Dirección de Cultura del EstadoMiranda (1992) y de Testimonios de la niebla, voces de los altosmirandinos (Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2000).

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ANTONIO URDANETAPoeta, ensayista, crítico literario, nació en Barquisimeto, estadoLara, 1947, donde fue cofundador de la revista Job y formó partedel grupo Tonel. Ha sido colaborador permanente del PapelLiterario de El Nacional e investigador del Museo de Barquisimetoy la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello de Caracas.

MARISA VANNININació en Florencia, Italia, en 1928 y reside en Venezuela desde1948. Doctora en Filología Moderna por la Universidad deBologna (1963), ensayista, poeta, crítico literario y traductora. Esautora de una extensa obra en la que destacan títulos como LaIfigenia de Teresa de la Parra y la influencia francesa (1963), Italia ylos italianos en la historia y la cultura de Venezuela (1966, 1980),Poesía venezolana en italiano (1965), Castillos de arena (novelapara adolescentes) (1979) y El mundo mágico de los yukpa (2001),entre otros. Ha recibido los premios Municipal de Literatura men-ción Investigación Social (1983) y Nacional de Literatura InfantilMiguel Vicente Pata Caliente.

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Diseño gráfico Clementina CortésPortadaJohn MooreDiagramación Ana Beatriz MartínezImpresiónEdiciones Anauco

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Esta revista se terminó de imprimiren el mes de diciembre de 2006

en los talleres de Ediciones Anauco,Caracas, Venezuela. En su diseño se utilizaron

las familias tipográficas Futura y Berkeley.En su impresión se usó papel Saima Ivore de 60 gramos.

La edición consta de 5.000 ejemplares.

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