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DIRECTOR FUNDADORMARIANO PICÓN SALASFundada en 1938

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SAEL IBÁÑEZ > Director

AÑO LXVIII ENERO-FEBRERO-MARZO DE 2006. NO. 332 TOMO I

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CONSEJO DIRECTIVO

Sael IbáñezDirector

Maritza JiménezJefe de redacción

Melbis GuzmánCoordinación editorial

Ligia GuerraSecretaria ejecutiva

Freddy CornejoDistribuidor

Edgar GonzálezAsistente

CONSEJO EDITORIAL

Maritza JiménezAntonio TrujilloGabriel Jiménez EmánWilliam Osuna

Hecho el depósito de ley N° P. P. 193802DF 102ISSN: 0035-0230

Fundación La Casa de BelloMercedes a Luneta. Parroquia Altagracia. CaracasTeléfono: 562.5584 Telefax: 562.7211

>EDITORES

MINISTERIO DE LA CULTURACONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA-CONACFUNDACIÓN LA CASA DE BELLO

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SUMARIO

PRESENTACIÓN 7

ENSAYOS Y ARTÍCULOS 9Mariano Picón Salas ~ EL PRIMER EDITORIAL 11Ramón Díaz Sánchez ~ PAPEL DE LA CULTURA Y MISIÓN DEL INTELECTUAL

EN EL MOMENTO VENEZOLANO 13Pedro Emilio Coll ~ UNA CARTA DE PEDRO EMILIO COLL 17Rafael Olivares Figueroa ~ UN POETA DE NUESTRO LLANO: ALBERTO

ARVELO TORREALBA 21Mariano Picón Salas ~ EL AMBIENTE LITERARIO DE CARACAS EN 1920 29Alberto Arvelo Torrealba ~ GLOSAS AL CANCIONERO VERNÁCULO 35J. G. ~ GUERRA 39Eduardo Carreño ~ ALGO SOBRE ROS DE OLANO 43E. Planchart ~ RAFAEL MONASTERIOS 49JUAN JOSÉ TABLADA ~ 51Santiago Key Ayala ~ NACIMIENTO Y BAUTIZO DE VUELTA A LA PATRIA 53RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ GANA EL PREMIO EN EL CONCURSO

DE CUENTOS DE EL NACIONAL 57José Bergamín ~ EL CANTO Y EL SANTO 61Amenodoro Urdaneta ~ CERVANTES Y LA CRÍTICA 67Luis Beltrán Prieto Figueroa ~ EL PUEBLO ES EL OBJETIVO FINAL

DE LA OBRA DEL ESCRITOR 77Rafael María Baralt ~ LA LIBERTAD DE IMPRENTA 81Antonio Reyes ~ LITURGIA HINDÚ EN LA VIOLENCIA DEL MAR CARIBE 87Rafael Angarita Arvelo ~ BLANCO-FOMBONA, JUSTICIA EN EL TIEMPO 93Juana de Ibarbouru ~ ANA ENRIQUETA TERÁN 97José Luis Salcedo Bastardo ~ EN EL DÍA DE LA POESÍA 99Arturo Uslar Pietri ~ MUNDOS VIEJOS Y NUEVO MUNDO 103Lucila Luciani de Pérez ~ MIRANDA, PRECURSOR DEL FEMINISMO 111Abel Sánchez Peláez ~ LA ASTILLA EN LA CARNE 117Juan David García Bacca ~ UNAS PALABRAS SOBRE EL ESPIRITUALISMO

DE ANDRÉS BELLO 125Luis Yépez ~ MARTÍ, ARQUETIPO MORAL 129

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José Cañizales Márquez ~ EL PAISAJE EN LA LITERATURA VENEZOLANA 133Alejandro Lasser ~ LA NATURALEZA, ARTISTA INCOMPRENDIDA 139Edoardo Crema ~ EL OTELO DE ORSON WELLES 145Eduardo Carreño ~ RETRATO DE DON SIMÓN RODRÍGUEZ 151Juan David García Bacca ~ VARGAS, TRADUCTOR DE COMENIUS 155Joaquín Gabaldón Márquez ~ RIMBAUD 159S/f ~ JOSÉ RAFAEL POCATERRA 163Guillermo Meneses ~ CARSON MC CULLERS 165Alicia Segal ~ LOS CUENTOS MARAVILLOSOS DE JULIO GARMENDIA 171Sonia Sanoja ~ LA DANZA Y SU TÉCNICA 177Ezra Pound ~ ULISES 183Francisco Herrera Luque ~ VENEZUELA ¿SOCIEDAD ENFERMA? 193Luis Beltrán Guerrero ~ EL DIABLO EN CARORA 201Juan Calzadilla ~ LA PASIÓN DE BÁRBARO RIVAS 205Francisco Pérez Perdomo ~ NERUDA, PREMIO NÓBEL DE LITERATURA 213Rafael Pineda ~ LOS HÉROES DE MARISOL 217Rafael José Muñoz ~ ALÍ LAMEDA EN UN OJO DEL LLANO 221Cesare Pavese ~ ROBERT LOUIS STEVENSON 227Aquiles Nazoa ~ LO MUJER DE LAS MUJERES 231Caupolicán Ovalles ~ LISANDRO ALVARADO EN LA GRAN PAPELERÍA

DEL MUNDO 235Manuel Bermúdez ~ DOÑA BÁRBARA, SOLEDAD Y TRANSPARENCIA 239Fernando Paz Castillo ~ ARMANDO REVERÓN 243Morita Carrillo ~ LA POESÍA Y LA MEMORIA SELECTIVA 247Santiago Mutis ~ FALSO DIARIO 253Boris Izaguirre ~ UNA NUEVA GENERACIÓN TRAS EL ÉXITO 257José A. Ramos Sucre ~ IDEAS DISPERSAS SOBRE FAUSTO 263Ennio Jiménez Emán ~ COMENTARIO A LAS MÍSTICAS DE IBN ARABI

Y SAN JUAN DE LA CRUZ 267Manuel Bermúdez ~ EL ORINOCO LITERARIO 273Luis Felipe Ramón y Rivera ~ UN CANTAR TRISTE Y UN CANTAR ALEGRE 279William Osuna ~ VIAJES A TRAVÉS DE VICENTE GERBASI 285Rafael Caldera ~ UNA NOVELÍSTICA DIFERENTE 287Álvaro J. Pérez ~ DE POE A QUIROGA UN CERCANO ABISMO 291María Elena D’Alessandro ~ LA CIUDAD Y LA MEMORIA 295Alfonso Ortega C. ~ GUILLERMO MORÓN: ENTRE GRIEGOS Y LATINOS 301Carlos Noguera ~ EL CHINO VALERA MORA Y LA PANDILLA

DE LAUTRÉAMONT 307

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P> PRESENTACIÓN

La importancia de la Revista Nacional de Cultura, en su género lamás antigua publicación activa en Latinoamérica, nos ha llevadoa realizar un alto en su camino al asumir la honrosa tarea de sudirección. Un alto en el cual hemos hecho que la revista se rindahomenaje a sí misma con un doble número antológico, que nosha embarcado en la ardua y exigente, pero hermosa, tarea de revi-sar cada una de sus páginas, desde ese año de 1938, cuandoMariano Picón Salas le diera impulso inicial, en medio del climade cambios que entonces respiraba el país.Cronológicamente se trata del número 332. El marco tempo-

ral dentro del cual ella se mueve ininterrumpidamente desde sufundación hasta el presente. De estos dos volúmenes, el primerolo hemos dedicado a una apretada selección de artículos y ensa-yos. En el segundo, criterios similares fueron aplicados a loscampos de la narrativa y la poesía. En ambos casos, recuperamoslas imágenes encargadas en su oportunidad a creadores plásticoshoy reconocidos.Obligados como estuvimos por simples razones de extensión,

tenemos que reconocer, forzosamente, algunas ausencias en ese

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panorama de altísima calidad. Pero la revisión de todo este mate-rial, tal cual la hemos hecho, no hace sino reafirmar que en esamultiplicidad de artículos, ensayos, relatos, poemas, crónicas,noticias oportunas y reseñas bibliográficas de distintas épocas, res-pira la forma como se ha venido gestando nuestra identidad espi-ritual y cultural. Verla resumidamente reflejada en el espejo de estenúmero especial de la revista resulta sencillamente apasionante.Siguiendo a Núñez Ponte diría que en la totalidad de la Revista

Nacional de Cultura se siente que en su existencia Venezuela hapasado a través de las más distintas corrientes, tendencias yescuelas artísticas y literarias, revelando así esa inquietud espiri-tual en que reside uno de los síntomas más certeros de la vitali-dad interior. Todo esto lo podemos sintetizar en una cálida idea:anhelo de identidad.Durante estos primeros 68 años de existencia de la revista se

ha dicho bastante. No todo, sin embargo, está dicho. Para el restode lo que falta por decir, la Revista Nacional de Cultura sigue sien-do una tribuna abierta a la palabra escrita animada de raciocinio,espiritualidad y entusiasmo, tal cual nuestros antepasadosrecientes lo predicaron en las páginas de esta sin duda inestima-ble publicación.

Sael Ibáñez

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Cuando en los primeros días de 1936 despertó la conciencia civilvenezolana hasta entonces agobiada bajo un pesado silencio polí-tico, surgió y se repitió una palabra en que los hombres deVenezuela afirmaron su amor a la tierra, su ansia de recuperar unapotente tradición histórica, de abonar y preparar el suelo nativopara una nueva empresa de Cultura y Justicia. Se habló y se dijoque era necesario redescubrir Venezuela ante la emoción activa yfecunda de muchos venezolanos que no la conocían bien. Desdela modesta y lejana escuela rural hasta el taller del artista o ellaboratorio universitario hay muchas gentes que ahora quierenenfrentarse con el misterio y la esperanza de su país. Y sólo deesta amorosa inmersión en lo venezolano saldrá la Patria nueva ypróspera, la patria preparada y pacificada para la concordia ybienestar de los hombres y la equidad de las instituciones. La tie-rra es grande y poderosamente virginal como para albergar lasmultitudes de mañana, los sembrados, los canales y las villas quetodavía no han nacido. En un mundo intoxicado de odios, lossuramericanos podemos ser aún generosos porque el porvenir senos presenta como espacio por colmar, como naturaleza joven. Ydesde estas montañas nuestras algunos grandes venezolanosansiosos, los que al través de los llanos y los Andes subieron hastael techo del Continente, hasta las cumbres del Alto Perú condu-

Mariano Picón Salas

EL PRIMER EDITORIAL

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ciendo la libertad de América, nos fijaron un derrotero moral, unespíritu de perduración en la Historia. Tempranamente combati-mos y padecimos por las ideas, por los grandes sentimientos uni-versales. Y fue acaso la fuerza de aquella tradición venezolana laque no nos hizo morir del todo cuando sobre el horizonte de lapatria pasaron y permanecieron tantos dolores y presagios.Cuando no podíamos convencer a los vivos, dialogábamos conlos muertos.El pasado –ahora lo sabemos– puede ser no sólo culto mortuo-

rio sino revisión y rectificación de la existencia colectiva; germencapaz de reverdecer en nuevas creaciones. Sentida como volun-tad y como conciencia, la Historia trata de fortalecer y recobrarsus valores positivos. Y aun hubo pueblos que perdidos y aletar-gados en el retroceso y la decadencia volvieron a encontrarse porel camino vivificante de su tradición. A la voz de los grandesmuertos se agrega entonces –en eslabón y continuidad histórica–la de los grandes vivientes; de los que quieren imprimir el signode su ideal, su esfuerzo, sus sueños, su voluntad realizadora, enel patrimonio moral colectivo.Aquí estamos, desde las páginas de esta revista en emocionada

contemplación y búsqueda de Venezuela. Vasta de Geografía,posible e inagotable de inéditos recursos, variada en el paisajenatural y humano, en ella también quieren germinar las fuerzasdel espíritu. Algunos hombres se han puesto ahora a mirar a supueblo. Quieren conversar con él y extraerle en lenguaje claro elmensaje y la inquietud presente; verlo y encontrarlo con amor enel alto regocijo y la diafanidad de quien ha comprendido. Porquees una labor que aspira al servicio común; porque trata de reunirlo que está disperso, porque pide ante el hombre, el tema, laexpresión venezolana el más atento y entusiasta examen, quisié-ramos cumplirla con virtud de modestia. Y se ofrece y acoge aquien supo ver y definir una realidad venezolana; a quien sintiósu tierra como llamado, mandato, fascinación.

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Noviembre 1938

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Se ha aludido reiteradamente entre nosotros a la responsabilidadde los intelectuales ante el desarrollo social de nuestro pueblo. Yse les ha acusado a muchos de ellos por la actitud indiferente queasumieron frente a los problemas inmediatos y de más bulto dela actualidad nacional. Yo creo que esa acusación está justificadasólo parcialmente, porque al hacerse en forma limitativa no sólorestringe el verdadero alcance del motivo que la provoca, redu-ciéndolo a un concepto cuantitativo, sino –lo que es realmentegrave– porque deforma prejuiciosamente las condiciones socialesen que el fenómeno se produce.Se ha aludido, claro está, a los intelectuales que, entregados de

lleno al cultivo de un arte literario más o menos puro, evaden oparecen evadir, la consideración formal y perentoria de las cues-tiones venezolanas urgentes. Y es en esta puntualización apresu-rada donde yo veo, precisamente, un peligro. Porque al lanzarsetal acusación se sitúa la cuestión en un plano tan estrecho, tanadjetivo y empírico, que deja en el más dramático abandonoaquello que más destacada atención merece: la cultura.En la Venezuela de los dos últimos años se ha repetido un fenó-

meno que sin ser nuevo entre nosotros tiene en estos momentos

Ramón Díaz Sánchez

PAPEL DE LA CULTURAY MISIÓN DEL INTELECTUAL

EN EL MOMENTOVENEZOLANO

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cruciales del mundo mucha mayor trascendencia que en el pasa-do: este fenómeno es el de la manifiesta tendencia a atribuir a lapugna política la máxima virtud para conducir y solucionar losproblemas sociales; la obstinada inclinación a considerar la polí-tica como la panacea universal. Error incalculable cuyas propor-ciones se destacan en toda su monstruosa entidad cuando se con-frontan, con sentido crítico, política y cultura. Mucha gente creeen Venezuela que la cultura es expresión de la política y se obsti-na en no admitir que la verdad es justamente lo contrario.Por fortuna, los constantes tropiezos sufridos parecen ir ope-

rando una rectificación de ese errado concepto. Y ante esta recti-ficación dolorosa creo llegado el momento de ensayar un examenreposado, penetrante y desapasionado de la cuestión, no conánimo de enrostrar a personas o grupos determinados una culpaque es de todos, sino para reclamar a todos la conducta racionalque puede guiarnos con seguridad y firmeza por entre el archi-piélago de las pasiones sin brida.No es que vayamos a defender la posición purista de algunos

intelectuales, y mucho menos el innegable indiferentismo en queno pocos se mantienen. Nada de eso. Lo que se precisa es hallarsus legítimas justificaciones a la actitud de aquellos que, aparen-temente alejados de las preocupaciones sociales y entregados porentero al cultivo de un arte y una literatura de contenido estéticoelevado, se ven incursos en la peyorativa definición de indiferen-tes. Yo creo honradamente que estos intelectuales cumplen, den-tro del radio de sus vocaciones y capacidades, una fecunda fun-ción social. Sólo que es una función de proyecciones distantes. Ypara creerlo así me coloco en un terreno más amplio y sin dudamás sólido que el de la política. Creo, en suma, que esos intelec-tuales, y esos artistas, trabajan también por aquello que más tra-bajo pide hoy Venezuela: la cultura. Y que si algo hay que recla-marles no será, de fijo, que se dediquen a criticar a los ministrosy a los jefes civiles, sino que pongan mayor devoción y más metó-dicos esfuerzos en su propia preparación cultural para que sutarea sea más eficiente.

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La cultura es la base de la vida social y el único aglutinanteespiritual capaz de mantener compactas las energías humanas dela nación. Las preocupaciones específicamente políticas (la polí-tica pura de que habló en alguna ocasión Arturo Uslar Pietri) son,pues, más peligrosas, desde el punto de vista nacional, que laspreocupaciones puramente estéticas. Los prejuicios inherentes ala política tienden a disgregar los valores humanos reduciéndolosa clanes dispersos siempre dispuestos a destruirse mutuamente.Esa dispersión coloca al conjunto en lamentable inermidad fren-te a las fuerzas, cada vez más poderosas y agresivas, que amena-zan la naciente civilización de América.Por razones que no son del caso analizar, acaso Venezuela sea

el país más urgido de una labor cultural trascendente, pura (esdecir: libre de complicaciones políticas) en todo el continenteamericano. Ya en otro momento crucial de nuestra historia loapuntó así con su palabra ponderada y aguda nuestro certeroCecilio Acosta. Es hora de que prestemos oído a esa voz que nosviene del pasado, transida de una experiencia dolorosa. No es lapolítica la que puede salvar los principios democráticos y la inde-pendencia de estos pueblos, sino la cultura.Mas, entiéndase el significado extensivo de esta afirmación. No

se propugna aquí un abandono imposible y absurdo de la políti-ca, sino todo lo contrario, una legitimación de ella basamentadapor un acervo indestructible e inmixtificable de cultura nacional.Este acervo es lo permanente, lo vital, es el aliento mismo de lospueblos y se forma de todo eso que mirado aisladamente sueleinspirar desdén a los filisteos y a los pseudo practicistas: la poe-sía, la música, la literatura, las artes plásticas.En un pueblo inculto y emotivo como el nuestro, expuesto

siempre a convertirse en juguete de la demagogia oportunista,sólo una intensa y profunda labor de cultura (de difusión y dedidascalia) puede crear una conciencia que sirva de base a unafutura política, sólida y honesta. Una conciencia que ponga a lasociedad al abrigo de los excesos característicos de nuestra polí-tica, entendiéndose por exceso no sólo las violentas manifestacio-

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nes de entusiasmo popular sino las hondas depresiones espiritua-les en que suele caer nuestro pueblo frecuentemente.Esto se conseguirá más fácilmente si los intelectuales, depo-

niendo todo prejuicio formal, todo sectarismo, concurren alesfuerzo de poner al alcance de las masas el fruto de su inspira-ción y de su estudio. Que el pueblo, habituado a verlos divididospor falsas fronteras ideológicas, los contemple unidos en esta cru-zada soberana, sin que ello implique, desde luego, sacrificio delas ideas que en lo político profese cada quien.

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Noviembre 1938

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Una carta de Pedro Emilio Coll

A propósito de un ensayo publicado en el primer número de laRevista Nacional de Cultura con el título de Trayectoria del pensa-miento venezolano, el eminente escritor y crítico Pedro Emilio Collha enviado al Director de esta Revista la interesante carta queinsertamos a continuación, en la que el autor de Palabras y de Elcastillo de Elsinor trata de definir con su fina sutileza el papel desu generación literaria (la generación de “Cosmópolis”) en lasletras y la vida cultural venezolana. Por considerarlo un docu-mento de señalada importancia, escrito con esa doble cualidad deagudeza y simpatía de toda la obra de Coll, nos parece conve-niente darla a conocer a nuestros lectores:

París, 10 de enero de 1939.Gracias, admirado amigo Picón-Salas, por la bondad con que

me distingue en el número 1º de la Revista Nacional de Cultura,que me ha sido grato recibir, al referirse a mi cooperación ennuestras letras y al lado de compañeros de mi edad, no todosrecordados por Ud. en el gran panorama histórico que titula

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Trayectoria del pensamiento venezolano, con no pocas severas críti-cas y con amplias perspectivas patrióticas.Por mi parte, bien que largamente oprimido mi espíritu por la

fatalidad de duras circunstancias, me considero afortunado por laindulgencia de los lectores que aceptaron mis inquietudes ycuriosidades juveniles, expresadas en páginas de tan escasa den-sidad material y mental, y de venta que ni siquiera cubrió los gas-tos de edición.Hoy, como Ud. hasta no hace mucho, temporalmente lejos, de

nuestra Venezuela, con la misma atención fraternal de antañoprocuro enterarme del movimiento de ideas y de los rumbos delas nuevas generaciones, que si pensaran exactamente como lasque les han precedido probarían de esa manera la inutilidad desu venida al mundo, según frase que alguna vez cité sobre el anti-guo y debatido conflicto entre los jóvenes y los viejos.Ahora permítame, que con el Yo, odioso a Pascal pero lo más

íntimo que poseemos, explique, un tanto, mis intentos literariosque fueron siempre los de sembrar semillas, en la tierra nuestra,para la cosecha futura. Si en el granero de Europa solía hallarlaseran como el brazo y cerebro del inmigrante que llamamos acompartir con nosotros las faenas de la civilización.En verdad, si hamlético y acompañado de libros y viajes ima-

ginarios, pretendí editar El Castillo de Elsinor, lo hacía en nuestrosuelo natal y con el oído puesto en el corazón palpitante de nues-tro pueblo. Si entonces miré hacia Tarascón fue porque creí queTartarín habría podido nacer en mi Caracas amada que, en esafecha, sonreía irónicamente bajo el ojo de los bárbaros, parahablar como el autor de El hombre libre y El jardín de Berenice.Quizás queden algunos reflejos del alma caraqueña de aquellos

días y de nuestra existencia, en mi Opoponax y en mis Viejas epís-tolas, y del ocaso de nuestros sueños en El fin de una oligarquía. Ydispense estas evocaciones como simples datos de nuestro pasa-do vivir y sin alarde de escritor. Si mis Palabras parecían a vecesvenir de otros cielos, en realidad las destinaba a nuestra luz y alaire que respirábamos.

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La revista Cosmópolis, de nombre stendhaliano a la sazón demoda, y en la que colaboré, incluía entre sus primordiales obje-tivos, además del contacto con literaturas extranjeras que creía-mos necesario para nuestra educación estética y social, el intensodeseo de revivir o despertar la observación inmediata y contem-poránea de nuestro contorno nacional. Nuestra Cosmópolis ideal,de corta duración, no aspiraba a ser ciudad distante y exótica sinohabitación fundada en casa propia, con vistas a la humanidad.Profesábamos con un nativismo fundamental un ingenuo inter-nacionalismo sentimental, y de ese modo lo expuse en la secciónque me correspondía.Fue el tiempo en que revistas y cartas multicolores establecían

casi olvidadas relaciones espirituales entre nuestras repúblicas,sin rumbosas delegaciones ni embajadas. Sin proponérselo enabsoluto, alto poeta representativo de las modalidades de unaépoca americana, ya superada, Rubén Darío, con voces musicalesy remotas, nos federaba, por decir así, de un extremo a otro delcontinente indo-español.El llamado modernismo, descartada la retórica que solía abru-

marlo y aún persistente en ulteriores manifestaciones intelectua-les, era a mi juicio, un medio de acercarnos a lo más próximo yfamiliar, según me empeñé en resumirlo en mis notas mal titula-das Decadentismo y Americanismo. A mi parecer, afinados la sen-sibilidad y el intelecto, con el estudio de nuestros maestros favo-ritos, los aplicaríamos más tarde y como ya generalmentecomienza a ocurrir a mejor conocimiento, percepción e intuicióndel ambiente en que vivimos, del paisaje y de los seres humanosque nos rodean. Éramos, como esa nuestra América de los años90 a 900 lapso en que Ud. sitúa la generación a que pertenezco,la América criolla, de colores abigarrados, de tan mudablesaspectos, al través de los tiempos y las influencias que recibe,sobre el fondo menos variable de su psicología colectiva y perma-nencia geográfica. Para terminar, he de añadir que poco tengoque rectificar todavía a mi Examen de conciencia de mis veinti-cinco años.

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Rogándole perdone el egotismo de esta epístola, le desea elmayor éxito en sus empresas de cultura nacional y le saluda cor-dialmente su viejo compañero y compatriota.

Pedro Emilio Coll

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Febrero 1939

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Pocos han sabido comprender el espíritu desnudo y amplio denuestra Llanura y recoger su inspiración, como el artífice deCantas. La sabana es, para él, un disco verde, que se repite y setransforma, y sabrá reservarle siempre un temor o un goce. Cortael pecho de su caballo, con presteza de quilla, la ola de hierba, y,al par, la copla, surge como flor:

En las cantas fugitivas

dicha y afán se me quedan:

las labro a punta de gozo,

las pulo a filo de pena.

(N° 23).

Esta teoría emocional, con filiación ibera y andaluza –quiendice cantares dice Andalucía. M. Machado–, pero de vigorosa ento-nación venezolana, es la clave de su poética. Arvelo Torrealbase refugia en eternas fuentes. Rehabilita nuestro folklore, lo afinay depura, y lo rinde, a fuerza de arte, como el llanero hace conel potro.

Rafael Olivares Figueroa

UN POETADE NUESTRO LLANO:

ALBERTO ARVELO TORREALBA

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Repasando Cantas, pronto se reconoce en el autor una discipli-na: un personal concepto que a fondo y forma se refiere. Con aso-nantado verso octosílabo, propio de la copla y el romance, cons-truye dos cuartetos, rematados por un terceto, en el que, a modode estribillo, se repite siempre el verso final de la primera estro-fa. Esto da a la composición el pronunciado carácter lírico de unaletra hecha para el canto. En general, la medida es pulcra; evítan-se las viciosas asonancias internas y externas, que tanto hieren eloído en nuestros despreocupados poetas jóvenes, y los finalesestridentes a que dan lugar dicciones aguadas; no hay tampocotecnicismos ni pedanterías –pese a la condición doctoral delautor de Cantas– que en ellas desvirtúen su sabor de pueblo.Deben hacerse notar, no obstante, ciertos defectos estructuralesque pudieron, con facilidad, ser evitados, como, entre otros, losinoportunos esdrújulos de los poemas 4, 15, 18 y 22, y sinalefascomo la del signado con el número 21. Tratándose de composi-ciones cortas, normales, dentro de la preceptiva del autor, decha-dos en su género, y acordes con la estética tradicional, son esos des-cuidos como piedrecitas arrojadas a los espejos de un agua pulcra.Por lo que toca a estilización, señalemos el impulso hacia la

alegoría, dentro del obligado realismo emocional del cante hondo,que se manifiesta imaginizando y moviendo afectos:

Tres veces nos despedimos:

por un espigal de adioses

me voy podando suspiros.

(N° 10).

¿Cómo es el Llano de las Cantas? En primer término, desola-ción, con brotes de garzas, morichales, pozos y caballos. Hayestrellas muy estimadas y obsesión lunar. Por eso la famosa luna,lunera, para nuestro autor debe trocarse en luna, llanera. La lunaes propiedad del Llano y si a veces, se alza para iluminar otrasregiones, es por compromiso. Es la luna la inseparable del silen-

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cio, la cobija de las tierras estiradas, cazadora de venados y decorazones:

Entre la luna y la novia,

la brisa silbó el nocturno

de su sombra larga y sola.

(N° 16).

Sobrecoge, sobre todo, la soledad: esa soledad del Llano, tande semilla y levadura. Soledad de tierra y de hombre: ancha parala evocación; para la pena y el mutismo; para el sentimiento y laternura, que enreda siempre como lazo y predispone a la cons-tancia:

Para una solita ausencia,

tres veces nos despedimos.

Me alcanzó la noche oscura

en los esteros de abajo,

y de puro oir tu nombre

lo aprendieron los yaguazos.

Afina el silencio el arpa del Llano, en su canta 35 dice el poeta,quintaesenciando los contenidos espirituales y provocando finasreacciones:

Sembré una palma de olvidos

y me retoñó recuerdos.

Como en toda poesía de ambiente folklórico, juegan el princi-pal papel los sentimientos elementales: amor, ausencia, desenga-ño, olvido, esperanza... tras los cristales de una tristeza diluida.Pero, si conducimos esta producción paralelamente a la de lanovela nacional o de la poesía española de esa tendencia, prontose ve que falta el acento lúgubre, pasional, de dolor y muerte, que

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tan bien se impone en García Lorca y acaso emerge de hondossedimentos raciales.

Las hipérboles, características de lo popular, se hallan a menu-do: arden las arenas (N° 33), dolor de cien caminos (N° 31), lapalma se hace talle (N° 26).

son afluentes del río

los ojos del canoero.

(El canoero del Caipe).

De tanto mirar el Llano

tus claros ojos verdean.

(N° 25).

Naturalmente, hay un predominio sentimental que, en cuantoa paisaje, recuerda, a veces, a Antonio Machado:

Espinito, puro espino,

sin hojas y medio seco,

cuando vengan las garúas

te retoñaran luceros.

Te retoñarán luceros,

para pagar con perfumes

la amarga burla del viento.

De Juan Ramón Jiménez, el lírico hereda el amor a las purasbestias familiares –véase Meneno– y también ciertas sutilezas:

De los cielos bebe el río,

yo, de tus ojos lejanos.

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Una canta, la 9, parece inspirada en los Quintero:

Mi madre bordó en cariños

su rosaleda fragante:

le pagaron poda y riego

con hondo amor los rosales.

Una vez cruzó mis sueños

silenciosa y de puntillas,

y se quedó toda alegre

porque me vio una sonrisa.

¡Con hondo amor los rosales!

¡Qué perfume el de tus rosas,

rosaleda de mi madre!

Por lo que se refiere a términos nativistas, sólo se encuentrancon profusión en Juan Parao, romance delicioso que, como el quetitula Ojos color de los pozos, es, en realidad, un corrío llanero.

Sorprenderá, seguramente, que en una obra como Cantas sehallen resabios vanguardistas, que se oponen a la espontaneidad,y han de achacarse al clima lírico en que debieron concebirse. Elviento es, en la canta 28, capitán de la candela y asnos los cerros,cargados con barriles de nubes, en la 37, culminando lo artifi-cioso en la N° 15, inferior, sin duda, a las demás que integranel volumen.

La sobriedad en el uso del adjetivo, acorde con la actitud fol-klórica, debe señalarse como un mérito. Hay epítetos como hatolunero, brisa coplera, muy originales. Los que consideran comoriqueza la superabundancia de modificadores, arguyen contra laelegancia; en el siglo de la arquitectura cubista, el barroco nopuede producir ya sino fastidio. Justifícase, tras la experiencianovecentista, la reacción presente contra el desbordamiento delas palabras ornamentales y contra todo abuso verbal.

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Muestra el autor cierta preferencia por las alusiones al juego debaraja: Juega el as del corazón, dice en la canta 32, y en la 2:

Oro de los arenales,

copas de las campanillas,

bastos del cardón doliente,

espadas de las espigas.

Hemos aludido a una obsesión lunar; pero el Llano no produceotras: la de la estrella o el lucero, que predomina en Barrios Cruz(Respuesta a las piedras); la del jagüey, que idealiza ArveloTorrealba –Ojos color de los pozos–, pero, sobre manera, la polito-nal obsesión del verde, que tan bien describe Massiani (Geografíaespiritual de Venezuela).

Maravilla cómo en esos documentos de una emoción conteni-da y púdica, puedan considerarse tantas facetas de la sabana; peroel secreto consiste, acaso, en que el autor construye con viven-cias, y éstas actúan dentro del círculo de una sensibilidad ágil yestricta. Nada se escapa al calidoscopio que su mano certeraenfila en las avanzadas del mirar, y de donde toma las intuicio-nes necesarias de su primoroso cantar amargo, todo para él anhe-lo y espinas:

Se toparon los baqueros,

muertos de sol los caballos:

—¡Hermano, ah tierra bien sola!

—¡Ah vida bien dura, hermano!

(Canta 44).

Alberto Arvelo, poeta popular, constituye uno de nuestros máspuros valores. Sus versos, como raíces, se hunden en el limo eter-no. El afortunado artista de Cantas hará muy mal, a nuestro jui-cio, en comentar líricamente su cancionero. Tras de sus leves flo-res de espino, poco nos dice un son de arena derramada, ni lo

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que, dentro de una poética de calidad, podría llamarse círculovicioso. Cuando Arvelo Torrealba compone sus Glosas al cancione-ro, inéditas aún en libro, falta a ese deber de poeta que PaulClaudel ha formulado: Oh poeta, no expliques nada!; la explicaciónes pura didáctica, y nada hay tan distante de la poesía como ladidáctica; lo que no excluye, en modo alguno, la interpretaciónque aun el mismo lírico puede brindarnos, como expectador desu propia obra, y fuera de ella, entendiendo que, como dice Valéry,no hay una sola o verdadera interpretación de un texto, ya que, tra-tándose de reacciones anexas a personalidad, tiempo y espacio,fuerza es que sean contingentes.

Pero a la poesía no corresponde ser más que una emocióncreadora: un enriquecimiento.

RNC Nº 6

Abril 1939

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Mariano Picón SalasPor: Oswaldo Guayasamín

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A propósito del reciente libro de poemas de Pedro Sotillo, Mariano

Picón-Salas ha dirigido al autor una carta literaria en que se evoca el

ambiente de los jóvenes poetas caraqueños hacia 1920, época en que

Sotillo con su adolescencia precoz y entusiasta, apareció rico de anéc-

dotas y de cordialidad, en los círculos artísticos de la capital.

Transcribiremos de El Universal el mencionado documento que contie-

ne más de una referencia biográfica e histórica sobre la vida caraqueña

en aquellos años:

Mi querido Pedro Sotillo:En 1920 ó 1921 cuando caíamos en Caracas por caminos

opuestos, tú de tu alto Guárico, bachiller ya en anécdotas, agude-za y lirismo llanero, poblado de tus historias de caudillos, duchode densa criolledad, de caballadas y corridos, de esteros y hori-zontes y yo de mi montaña donde a falta de rebaños pastoreé nie-blas, y soñaba, también, en cuentos y poemas que nunca hice yque no tenía talento para hacer, en 1920 los mozos que deseába-mos la fama literaria nos vestíamos de paltó-levita los domingos,y esperábamos emular a aquellos que antes de nosotros ganaron

EL AMBIENTE LITERARIODE CARACAS EN 1920

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un retrato y se definieron como recientes promesas desde laspáginas de las revistas ilustradas. Tú también –no lo olvides–tuviste un paltó-levita y un chaleco de fantasía verde con cuyoindumento, la palabra fácil y lo que el viejo Cervantes llamó tanamablemente la fuerza de la sangre te instalaste a esperar la gloria.A pesar de la tiranía, incrustada como un tornillo monstruoso enel corazón de la ciudad, de la tiranía que aparecía por cualquieresquina y cuando menos queríamos verías en la cara de los poli-zontes, de la Tiranía que se instalaba de pronto en nuestras reu-niones de estudiantes aun cuando le pusiéramos una pantalla defloreados e inofensivos versos, de la Tiranía que una vez nos con-dujo a esperar la excarcelación de Arvelo Larriva y vimos salir alCaribe Vidal arrastrando unas barbas que hubieran sido folleti-nescas si en ellas no se enredara y congelara toda la tragedia deVenezuela; a pesar de todo ello –y por la sola razón de que aúnno cumplíamos los veinte años– la Caracas de entonces teníaaspecto sumamente amable. La calle Candelaria se había especia-lizado en ventanas y ojos negros. Allí llenas de ardor callado o devoluptuosidad lánguida, comparecían aquellas últimas niñas quetuvieron álbum y novios ventaneros. Eran las mismas muchachasque asistían a los recitales del Capitol donde Andrés Eloy le saca-ba verónicas a los versos como el Gallo a los toros; donde LuisEnrique venía de un país nórdico, joven príncipe de Elsinor consu poesía de grandes símbolos, y Jacinto, Rodolfo Moleiro y acasotú, cantaban entre los más nuevos. Paz Castillo, doctorado dehumo y ausencia, con su puro de Cumaná era Fernando el taci-turno; y Enrique Planchart parecía un joven y tremendo Racine,amigo de los versos castigados de adivinar las palabras que siem-pre pesaron mucho en el trópico y de ciertos efectos de atmósfe-ra, de luz y color gasificado que él había aprendido de sus impre-sionistas franceses. Siendo aparentemente el más discreto eraacaso Enrique el más loco porque gustaba entonces de las ruletasde caballitos y de aquellas tertulias casi metafísicas donde el

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decorador ruso Ferdinandov que había decorado su taller comoel fondo del mar; con profundos azules abisales y en el momen-to en que según Ferdinandov comenzaban a nacer las perlas. ConEnrique y Vicente Fuentes aprendimos a ver algo del paisaje deCaracas; subíamos por el Monte de Piedad, explorábamos Catiaque era entonces un suburbio de diseminadas casas y como está-bamos leyendo a Baroja nos gustaba ver las carretas que veníande La Guaira y se detenían en cierta posada de corredores; hablá-bamos con los carreteros y obsesionados del famoso conspiradorEugenio de Avinareta sentíamos las quebradas y callejuelas enpendiente, aquel dédalo arquitectónico de las colinas de Caracascomo posible sitio de revuelta y conjura contra el tirano. Esto eraBaroja puro, y ciertas imágenes de ciudades españolas vistas consus barbacanas, sus fosos y sus torres, sus cargas de fusilería libe-ral o carlista en viejas estampas o novelas de subido color román-tico. Pero había otras tardes que más que a las intrigas barojianaslas dedicábamos a Antonio Machado o al imponderable donRamón que influyó con sus guerrilleros de refrán y contumelia,en algunos de tus primeros cuentos. En esa compañía y literatu-ra de fresca data, Ramos Sucre venía a poner a veces la dignidadde algunos hexámetros. Él había leído a Homero en Griego ysabía juntar en su propia escritura –como en algunos paisajes deChirico– Apolos y Minervas, desoladas Ifigenias, torsos y frisosdestruidos. Él mismo se llamaba el argonauta sin vellocino. Sutrágico romanticismo temperamental encontraba esta contenciónde la forma clásica y las pocas Humanidades de nuestra desam-parada generación, nos llegaron un poco a través de Ramos Sucre.Pero ¿por qué recuerdo esto, querido Pedro y convoco sombras

y tiempo pasado para hablarte de tu reciente libro de versos?Porque por un proceso subconsciente tu libro tiene para mí estavirtud de evocación e imagen. Con él rehago uno como caminode reconocimiento y retorno. No son sólo las Andanzas tuyassino un poco las de todos que te acompañamos a ver tejados y

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montes en aquellos días. Hay una patria íntima, menuda y sau-dosa –patria de nuestros años estudiantiles– que está metida enesos poemas. Con los objetos y los seres están también revolvién-dose los libros y las influencias de entonces; el LunarioSentimental de Lugones que nos enseñó a mezclar lo lírico y lohumorístico; los esperpentos de Valle-Inclán, la sencilla nobleza deAntonio Machado. Pero los aires literarios de aquella época, y elsurrealismo que llegó después y al que ofreciste dos o tres imáge-nes de tu libro, todo eso se venezolanizó y se hizo oriundo de laparroquia de Altagracia como ocurre en el encantador romancede El Santo, la Parroquia y el Héroe donde San José –el santo queno sabe latín– es un buen maestro cumplidor que pule sus listo-nes de cartón, sus tablas de cedro amargo y lo llamamos compa-dre como a tantos artesanos que tienen banco y cepillo y lenguasabrosa de cuentos, en muchos pueblos de la provincia venezola-na. Y tus poemas municipales inventaron un pueblo y una plazaparroquial con su busto heroico, un pueblo que no siendo ningu-no, se parece a todos los pueblos de Venezuela. Allí se enciendeel último farol; una mano de mujer descorre la última ventana deromanilla y hay el escándalo del borracho municipal que autén-ticamente nuestro sabe retazos de discursos patrióticos, conocióal Mocho Hernández y termina su noche de monólogo y de ronvivando al bravo pueblo.Déjame, por ello, celebrar el color y calor honrado de tierra

nuestra, que fijaste en tu Andanza. Hoy algunos poetas confun-den la profundidad con la pedantería. Mencionan la palabra tras-mundo y creen que han embotellado el misterio del Universo.Para no parecer románticos se sublevaron definitivamente contrala Luna, pero se fueron a Saturno. En su viaje estelar creen haberasido la cabellera de los cometas y jugado con el anillo ígneosobre el que giran los planetas nuevos. Desde allá en onda corta,interrumpido por las tormentas planetarias, mandan su entrecor-tado mensaje. Venezuela les quedó muy lejos. En ti, venturosa-

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mente, las palabras son limpias, caseras y gozan de buena salud.No te has puesto pálido ni vienes ensimismado como los querecibieron la tremenda revelación astral.

Tu afectísimo compañeroMARIANO PICÓN-SALAS

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Julio 1939

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Alberto Arvelo Torrealba

GLOSASAL CANCIONERO

VERNÁCULO

Para abandonos, el del folklore patrio. Por las tierras remotas–eco dormido sobre bancos solos, médanos desnudos y pajalesmarchitos; tonada de los vaqueros emigrantes que cuando el solde marzo retuesta las lagunas pican sus jadeantes madrinas haciasuelos de aguas generosas; rumor del Apure caimanoso y bongue-ro; suspiro de los boquerones; cencerro de los arreos errabundos;música de la palma atayalera, ama del horizonte; voz de pecherascorazonadas; arrullo de caminos; alma de aleros–, andan, con supena y su gloria, sin mayor estudio ni cariño, el corrío trochadorde lejuras y la copla realenga, bella y en desamparo.Sin hipérbole, suerte sola y dura la del poemario popular nati-

vo. En España, romances y coplas viven ha tiempo en albergueseguro su bizarra vejez, siempre en flor de mocedad, porque asíes lo bello cuando resuma del alma poblera. En las pampas delSur, múltiples esfuerzos y fecundas iniciativas han recogido lomás puro de la literatura gauchesca, y vemos así, con qué sabro-sa abundancia tropas de décimas, sextetas y cantares hinchan lospagos de los libros. Aquí, salvo la pequeña compilación de todosconocida –hatajo único que ya se anquilosa sin renuevos– andatodavía en su mayor parte cimarrona la hacienda.

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Lejos de querer yo restarle valores, por lo dicho, al cancionerode Machado, lo considero obra meritoria y venerable; mas sólorepresenta un rezago mínimo con relación al vasto acervo intactode la poesía popular autóctona. Porque hacia allá, lejos de la capi-tal ruidosa desde donde Machado realizó su bello esfuerzo, susu-rran en la brisa, tiemblan en el junco y la bora de los esteros,sollozan en el pescuezo moreno de los cuatros, ríen en las mara-cas carceleras de músicas, y acampan en la memoria de los viejosvaqueros, varias generaciones de coplas y corríos ignorados.Fluyen en el caney de los hatos o de la hacienda, de los chiribita-les del pueblo y del monte, del corral del ordeño, o del callejónpor cuya soledad serena se entreveran lo barroso, lo lebruno y lonegro de las novilladas. Fluyen y se riegan por todos los rumbosy horizontes, rocío que mana de la mente sin nombre de cual-quiera, y se va generoso, hacia los cuatro vientos de la amarguravenezolana

A veces de una copla se desliga un verso y vuela solo, como caeuna pluma de entre una banda de chusmitas:

Para abajo corre el río...

Cuando una copla mienta al río, arrastra un mundo de llaneríasen sus renglones. Supersticioso, destinista amargao debió ser elcoplero. Acaso de los que sólo ululan su tonada en la brega; o talvez de los que encobijan su dolor en jarana de contrapunteos.Quizás iría –centro de su mundo febril– con el retinto renco o elmoro atarrillado, metido el sol hasta en los tuétanos, por el terro-nal. Entonces, el espejismo impávido lo haría acordarse del agua,y de su suerte...

Para abajo...

Rumbo ciego, camino fatal. Aguas redomonas del Apure, cho-rreras potras del Guanare, panoramas taciturnos del Caipe, visio-

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nes del Paguey, estampas de la Portuguesa: curva el andarivel sumaroma de acero sobre el charco turbio, y hay que mirarlo conrecelo, porque los dos árboles que lo soportan de orilla a orilla,han quedado ya cerca del borde. El agua sucia empezará prontoa lamer sus raíces, y cuando la creciente pase derrumbadora demonte a monte, árboles y maroma se irán, con estruendo largo yprofundo.

Para abajo...

La vieja balsa –primitivo armatoste de tablas sobre tres cano-as– viene y va perezosa. Hacen cola los carros, algunos atolladosen el barro arenoso. Sobre la orilla, los angostos tablones quetiende el balsero se cimbran angustiosamente en cada embarque.Palanca y pecho dan el primer impulso. Chirría la polea su llorointermitente, corriendo sobre el cable. Y por un instante, la balsadivide en dos el río: el río arriba, sin historia, vacío de recuerdosamargos; el río abajo, preñado de oscuras tragedias. Remolinas,carameros, recodos –pregón de muertes– van dando el pie de losrelatos, con epílogos enlutados de zamuros.

Para abajo corre el río...

El de la llanura, sin puente, venero bravo y rico, camino entredos selvas, límite ocioso entre lo baldío y lo baldío, desampara-do, como la copla y el vaquero.

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Agosto 1939

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IlustraciónCristina Keller

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J.G.

GUERRA

La guerra que acaba de estallar en Europa nunca, como ahora, harespondido a una acción más premeditada y preparada. Las cir-cunstancias han sido dirigidas hasta en sus menores detalles; losacontecimientos dependieron de los estadistas. La guerra nopudo evitarse en el momento final. Hace años, una voluntad deci-dida pudo paralizar la actitud bélica, pero ella no existió; unapeligrosa ilusión detuvo el pensamiento previsor. Ahora nosafrontamos ante las consecuencias. La máquina de guerra estálista y crecida; toda ella infectada de un amargo sabor a tecnicis-mo mecánico. En 1914 en toda Europa explotó un ingenuo entu-siasmo; las masas tenían fe en algo; pero hoy un frío movimientomecanizado y ultra-preparado impide todo fervor real. La guerraya ni siquiera es heroica. La frase que estallara un día clamorosaen Italia: guerra, palabra santa, yo te saludo suena como el eco leja-no de un mundo en agonía.Son los comandos los que están en guerra; eso no lo olvidarán

los pueblos; ellos saben sobre qué hombros gravita toda la respon-sabilidad. Los comandos han tomado todos los hilos del control¿se cortarán? Ésta es la gran incógnita. Si la guerra se prolonga, lostimones escaparán a sus manos y el mundo conocerá las más

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horrendas horas de angustias y desorientación. Eso se sabe enRoma, Berlín, Londres y París. La conciencia de este hecho futuroes lo que ha detenido varias veces la debacle al borde del abismo.América debe prepararse y los gobiernos están en el deber de

preparar a los pueblos, para aquel momento en que suene esahora de angustia. La experiencia de 1917-22 es una seria adver-tencia. Si queremos evitar quebrantos irreparables, pongamostoda nuestra voluntad al servicio de una política nacional que ali-vie la vida de las clases bajas y medias, que les haga más llevade-ra la situación económica difícil que conocerá todo el mundo.En este sentido las palabras del Señor Presidente de la

República el 6 de setiembre son una garantía de que existirá ener-gía y discreción en el Gobierno Nacional; que las necesidadesvenezolanas serán satisfechas y que se tomarán en cuenta las aspi-raciones de la gran masa. Ha sonado la hora de la acción rápiday vigilante pero ordenada y creadora.De nada nos servirán nuestras riquezas minerales, o de muy

poco, si la producción mundial de alimentos toma otros caminos;si en el interior de nuestro país la vida sigue subiendo en formajamás vista en el mundo, si nuestros costos se asemejan a los pre-cios que se cobraban en los campamentos del oro en California oAustralia. El Señor Presidente habla de vuelta a la tierra. Nuestroscampos y llanos deben tornar a ser centros florecientes de agri-cultura y cría como lo fueron en otros tiempos. Cada día la tarease nos hace más difícil, y por eso cada día que transcurra, el pro-blema aparecerá más complicado y duro. Todo lo que elGobierno realice en esta actividad será acogido por la opiniónpública con entusiasmo y agradecimiento.Al mismo tiempo que se organiza una acción creadora de parte

de los Gobiernos, necesitamos que la opinión pública se estruc-ture. La fuerza formidable de los intereses en juego en esta gue-rra, tratará de orientar el criterio de las masas americanas en elsentido de aprovecharse de la coyuntura. Para ello tanto los beli-gerantes como las potencias neutrales usarán de todos los mediostécnicos. He ahí otro peligro serio que requiere previsión.

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¿Deberemos pagar las culpas de otros? No podemos ser taningenuos que aceptemos resignadamente las cosas, sin hacernada. Los países de América no son meros espectadores.Cualquiera que sea el victorioso en esta contienda, las consecuen-cias desagradables económicas y políticas, las sentiremos ennuestras costas. Sería criminal no sólo no hacer nada efectivo,sino hacer poco. La trabazón de la economía y de la política mun-dial es de tal naturaleza que los acontecimientos que ocurren encualquier parte del mundo afectan a nuestra vida nacional comosi de ellos fuéramos responsables directos. Éste es un hecho delque no podemos prescindir. Por tanto, si la fatalidad nos ha pues-to en la condición de sufrir las responsabilidades de la políticaeuropea, es natural y lógico que aprovechemos las circunstanciasen todo aquello que nos defienda. La creación de industrias quealivien la vida de nuestra gente de trabajo, que descongestionenel rubro elevado de nuestras importaciones y permitan ocupar enla hora de la post-guerra los brazos que podrían quedar desocu-pados, es una urgencia primordial.La atención del Gobierno no sólo debe dirigirse a controlar la

situación económica durante la guerra en Europa, sino tambiénde una manera especial a la que se producirá en el momento dela desmovilización, cuando las naciones empobrecidas y cansadasdisminuyan sus pedidos de materias primas y la agitación socialmalogre los mejores propósitos. Nunca sería más cierta la frasegobernar es prever; ni jamás una política resultó más oportuna.

RNC Nº 11-12

Septiembre, octubre 1939

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Nació Antonio Ros de Olano en Caracas, el año de 1802.Huérfano de padre y madre, quedó al cuidado del comandantedon Lorenzo Ros y de su esposa doña Manuela Olano, quienes loconsideraron como a hijo y quisieron darle su nombre.Don Arístides Rojas, en artículo intitulado Un lazareto ambu-

lante, alude a doña Manuela, dama de alcurnia y de bellezaseductora, que así a pie como a caballo sabía imponer su gentilprestancia. Contó entre sus admiradores al Capitán GeneralManuel de Guevara y Vasconcellos, y como éste visitase frecuen-temente la casa de la garrida caraqueña, dio pábulo a la murmu-ración y a que le diesen el sobrenombre de la Capitana, remoque-te que despreció con orgullo patricio. Entre los oficiales que teníaVasconcellos en la Gobernación, figuraba uno de toda su confian-za: don Lorenzo Ros, comandante del batallón de pardos, hom-bre de edad provecta y alejado del mundanal rebullicio.En esta ciudad recibió Ros de Olano instrucción primaria, y a

los once años lo enviaron sus progenitores a España, donde hizobrillantísima carrera en las armas, tanto como en las letras.Militar, se inició como alférez de la Guardia Real, y sirvió despuésen el ejército de Aragón y en el del Norte contra los carlistas, a las

Eduardo Carreño

ALGO SOBREROS DE OLANO

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órdenes del general Mina, de quien fue ayudante. Por su compor-tamiento, en aquella campaña mereció el ascenso a coronel. Amás andar, se le nombró Capitán General de las posesiones deÁfrica, donde reprimió una sublevación de los presidiarios deCeuta. Cuando estalló la guerra de Marruecos en 1859, se le con-fió el mando de un cuerpo de ejército. Asistió a todas las accio-nes importantes y distinguióse especialmente en las batallas deMonte Negrón y de Guad-el-Jelú. En esta última decidió el éxitopropicio a las armas españolas, por lo cual se le otorgó el títulode Marqués de Guad-el-Jelú, con nobleza.

Un escritor insigne, don Pedro Antonio de Alarcón, le dedi-có el Diario de un testigo de la guerra de África, en estos honro-sos términos:

Al Excmo. SeñorD. Antonio Ros de OlanoConde de la Almina, Teniente General de los Ejércitos Nacionales,

General de los Ejércitos Nacionales, General Comandante en Jefe delTercer Cuerpo de África y Esclarecido Poeta,

dedico este libroel Autor.

En un pasaje de la obra, antes citada, dice Alarcón lo siguiente:Entre mis amigos más respetables y más íntimos figuraba ya el

Teniente General D. Antonio Ros de Olano (quiero decir, el insignevate, camarada de Espronceda, a quien éste dedicó El Diablo Mundo,y que a su vez escribió el prólogo de tan aplaudido poema...); y comoa dicho General se confiase el mando en Jefe del Tercer Cuerpo delEjército de África, por una parte dimos de mano a los estudios litera-rios que solíamos hacer juntos, y por otra quedó convenido que yo iríacon él a la Guerra en calidad de aficionado, pudiendo contar con sualta protección para arrostrar los rigores de la campaña en todo aque-

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llo que no logran suplir los recursos particulares y pecuniarios de nin-gún individuo.Enfermó del cólera Ros de Olano; mas ya repuesto, no dio tre-

gua a su espada hasta el sojuzgamiento de los moros rebeldes.Intervino en muchas acciones de armas donde puso de relieve supericia y su denuedo. En la de Ciudad Rodrigo, al decir deAlarcón, las balas parecen apartarse para dejarle el paso libre.Valiente, como el que más, en el combate; magnánimo en eltriunfo, cual cumplía al soldado y al caballero.Orador parlamentario, su verbo suasorio y su gallarda apostu-

ra coadyuvaron a sustentar el prestigio suyo. El año de 1838 se leeligió diputado, con el carácter de independiente, lo cual hizoconstar en un discurso, en el que dijo que había ido a las Cortespara defender sus ideas de orden y de progreso. Reelegido en1838 y 1839, mantuvo su misma decorosa actitud; y en 1843contribuyó a la caída de Espartero. Fue entonces cuando aceptóel cargo de Gobernador de Murcia, sin que por ello se sumase aaquella fracción. Dimitió al poco tiempo, y continuó figurando enel Parlamento, donde consolidó su fama de orador fácil y convin-cente. Nombrado Senador vitalicio en 1849, su íntima amistadcon O'Donnell le indujo a tomar parte en la revolución de 1854,asistiendo a la batalla de Vicálvaro. El nuevo Gobierno lo eligióDiputado a las Constituyentes; y en los nuevos debates actuó demodo activo. En aquella época se le concedió el título de Condede Almina.Político, en 1847 fue Ministro de Comercio, de Obras Públicas

y de Instrucción, bajo la Presidencia de García Goyena. Su ges-tión en este último cargo fue tan breve como proficua: creó lasEscuelas Normales e imprimió estímulo poderoso a la instrucciónprimaria. Poco después se le nombró Ministro Plenipotenciariode España en Portugal. En la revolución de 1868 era CapitánGeneral de Castilla la Nueva; hubo de sumarse a aquel movi-miento, con los más de sus correligionarios de la Unión Nacional.

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El mismo día del alzamiento, al pasar por la Puerta del Sol lo acla-mó la muchedumbre, a la cual arengó en términos exaltados, alpropio tiempo que se arrancó del uniforme las insignias monár-quicas. Acató luego la Jefatura de Sagasta; y al ser proclamadoRey Amadeo de Saboya, se nombró a Ros de Olano Director deArtillería. Ulteriormente ejerció la Presidencia del Supremo deGuerra y Marina, pero dimitió al subir al trono Alfonso XII, si bienen 1875 reconoció al nuevo monarca, siguiendo así a su antiguoJefe Práxedes Sagasta. En 1855, como Director de Infanteríainventó e hizo adoptar el cubrecabezas a que dio su nombre.Literato, lo fue tan descollante como militar y como político.

Suyo es el imprescriptible canon estético de que en poesía se hade sentir hondo, pensar alto y hablar claro. Publicó las siguientesobras: Observaciones sobre el carácter militar y político de la guerradel Norte; El diabo las carga...; Leyendas de África; El doctor deLañuela; Galatea, traducción en verso del griego; La Gallomaquia;Poesías, con Prólogo de Alarcón y Estudios militares.No echó nunca Ros de Olano la Patria ausente en olvido; siem-

pre la recordó con hondo afecto y para ella escribió el sonetoemocionado que aquí se transcribe para ejemplo y memoria:

CARACAS

¡Oh límite del suelo en que la vida

Latió al ambiente del solar nativo,

Tras dilatada ausencia siento altivo

Amor filial hacia la Patria huida!

Si es madre al corazón en la advertida

Memoria, en dulce canto es incentivo

Su espléndida riqueza al fuego vivo

Del sol que esmalta la región querida.

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Nací español en la ciudad riente,

Rodó mi cuna entre perpetuas flores,

Besé las aves de plumaje ardiente.

Trajéronme de niño mis mayores:

Hoy, en mi Patria histórica, la mente

Las junta en un amor con dos amores.

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Enero, febrero 1943

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Barrio de DuacaRafael Monasterios(1956)

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Eduardo Planchart

RAFAEL MONASTERIOS

Las etapas de la evolución del artista se corresponden, más omenos visiblemente, con las del individuo. Comienza aquél porproceder como hijo de la naturaleza: ella le impone su voluntad,le revela parcialmente los misterios y las leyes de la vida, y losupedita y amaestra, como la madre a su criatura. Mas, al des-prenderse el artista de esta tutela, dueño ya de su propio vigor,deja la condición de hijo por la de amador; mezcla el suyo con elfuego de la que, de madre, se ha transformado en amante, y, oracante triunfos o llore desvíos, su acento no revelará sino supasión. Luego, una etapa de dichosa serenidad corona estos afa-nes: el amante de ayer ahora es padre; las formas, prolongaciónde su propia vida, nacen a su aliento, señoreadas, humildes; peroenvueltas en halos de seguro amor.No todos los hombres viven a plenitud estas etapas en su vida,

ni en todos los artistas se precisan claramente. Sin embargo, qui-zás no se pueda hablar con justicia del arte de un país, o de unnúcleo cultural, para diferenciarlo de otros, sino cuando en él sehan dado artistas que culminen felizmente en la última etapa.

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Tal es el caso de la Escuela de Caracas; uno de sus mejores com-ponentes, Rafael Monasterios, en la exposición llevada a cabodurante el mes de mayo, ha presentado treinta y cinco telas suyas,reveladoras todas de la más exquisita madurez del artista.Hay en los clásicos castellanos, en Garcilaso, en Fray Luis, por

ejemplo, algunas estrofas donde se exprime con el mayor refina-miento la serena y deleitosa contemplación de la naturaleza. Esuna pasión que se vuelve sobre sí misma, y, como si se filtrara através del sujeto, no exhala en ella sino la esencia, el perfumecasi, pero en vívidas e inolvidables palpitaciones. No es difícilencontrar cierta analogía entre la disimulada riqueza de aquellosversos fáciles y transparentes y las últimas pinturas deMonasterios. En los unos y en las otras hay tanta diafanidad deexpresión y tan adecuado orden y acomodo, que la materiaparece haber cedido, hasta el extremo de su maleabilidad, alpoder del concepto, mas éste, respetando la condición de aqué-lla no la rompe y se desnuda, sino se envuelve en ella como en supropia piel.

RNC Nº 50

Mayo, junio 1945

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JOSÉ JUAN TABLADA

A la edad de setenta y cuatro años, el 2 de agosto dejó de existirel gran poeta mexicano José Juan Tablada, uno de los espíritusmás inquietos que últimamente ha dado nuestro Hemisferio,temperamento de gran capacidad creadora, autor de hermosasobras, prosista de elegante estilo y hombre de vasta cultura.Su temperamento imaginativo y soñador lo llevó a casi todos

los países de Europa y América, así como a China y Japón, dedonde extrajo muchos de los elementos de su novedosa poesía.En 1918 José Juan Tablada vino a Venezuela como Secretario

de la Legación de su país. Coincidió su llegada con el fermentopoético que se estaba operando con la promoción del 18. Su casafue un centro de tertulia literaria, a la que asistían especialmentepoetas y pintores. En esos momentos José Juan Tablada estabasumamente impresionado por el arte japonés, de suerte que sulibro Un día, publicado en Caracas el año de 1919, es una colec-ción de hai-kais, quizás la primera que se publicó en español.Hombre de una gran liberalidad de criterio no trató de influir enlos poetas que lo escuchaban, sino que procuró acentuar la per-sonalidad de cada uno de ellos.

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En pintura dio a conocer principalmente a Orozco, el pintorque junto con Rivera, goza de mayor fama como maestro de laEscuela Mexicana.En Caracas mismo se inició una de las fases de la poesía de

Tablada, difícil de definir, pero la que, provisionalmente, pudie-ra llamarse odiernismo, por cuanto, despojándose de su técnicae inspiración orientalista, y prescindiendo, a la vez, de su pri-mera manera simbolista, volvía los ojos hacia lo cotidiano, rea-lizando una poesía de mucha intensidad subjetiva a base de ele-mentos reales.Tablada, hombre muy sensible fue sin duda uno de los poetas

que supo captar con mayor facilidad el fenómeno estético de lapost-guerra, expresándose, eso sí, en una forma muy personal.Su paso por Venezuela dejó huellas muy hondas no solamente

desde el punto de vista literario, sino afectivo, por cuanto sonmuchos los amigos que aún le recuerdan con simpatía y cariño.Con la muerte de José Juan Tablada, las letras americanas pier-

den uno de sus más altos valores.

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Santiago Key Ayala

NACIMIENTO Y BAUTIZODE VUELTA A LA PATRIA

I

Preocupaba a Luis Correa un problema oscuro en la biografía dePérez Bonalde. Cuando el gran poeta hizo el primer retorno aVenezuela después de la muerte de la madre, resucitada en susversos, no entró a la tierra nativa por el Puerto de La Guaira. Llegóa Puerto Cabello. ¿En cuál ocasión realizó Pérez Bonalde el viajepintado con tal emoción y verismo: saludo del Ávila, trayectoriadel coche-diligencia por la playa de Maiquetía, escalamiento delcerro, visión de Caracas y diálogo-monólogo del cementerio?Después de la muerte de Correa, el misterio ha sido para

mí revelado. Una vez más la realidad ha pugnado con la fantasía.Cuando hace unos meses publiqué un corto ensayo sobre la obraperdida de Pérez Bonalde, la señora Emma Sucre Pérez Bonaldede De la Rosa me invitó a conversar con ella. Detenida conversa-ción, cargada de recuerdos de la señora Sucre, para mí cuajada enfrutos de rico interés.Tema central, la simpática figura del poeta,y su vida atormentada.

A la memoria de Luis Correa

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Fue a bordo del barco en que Pérez Bonalde regresaba a la tie-rra nativa, rumbo a Puerto Cabello, donde nació la Vuelta a laPatria. Nació, vio la luz. ¿Cuánto tiempo había estado en el almadel hijo infeliz, moviéndose hacia la luz por una gestación desueño?

El poeta mismo responde a la pregunta:

Una línea indecisa

Entre brumas y ondas se divisa.

Va extendiéndose el cerro

Y unas formas extrañas va tomando,

Formas que he visto cuando

Soñaba con la dicha en mi destierro.

Días y meses, el desterrado estuvo haciendo el viaje de vueltaa la patria y se vió llegar con el pecho henchido por la emocióndel retorno, primero; después, henchidos los ojos por el resto desus lágrimas. Ahora viaja en realidad hacia la tierra amiga.Imagino la escena del alumbramiento: Pérez Bonalde está en elpuente del barco sentado ante una mesita con aquel donaireseñoril que los años acentuaron. Sobre la mesita, frente a él, unvaso y una botella de cerveza. Al lado, en una silla, un libro deversos o de viajes. A manera de marcador un haz de cuartillas yun lápiz. Pérez Bonalde da la espalda al Norte, donde el frío hielalos espacios y las almas. Mira hacia el Sur, adivinando, presintien-do la tierra amiga. En la monotonía del aislamiento, la fantasíatraspone la realidad circundante y navega por el mar de los sue-ños. El barco va hacia Puerto Cabello. El sueño, hacia La Guaira.Triunfa el sueño.Eran tan vivas las dotes de Pérez Bonalde para los versos, que

los improvisaba a menudo sin saberlo. Según el testimonio tanvaledero de Manuel Revenga, algunas de las poesías de PérezBonalde nacieron así. En los tristes días del ocaso del poeta, se

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citaban versos suyos nacidos por creación inconsciente durantelos paliques y las francachelas del Café del Comercio.Del modo más natural nació la Vuelta a la Patria. En el más

veloz de los barcos, el del anhelo, del dolor y del ensueño, el poetaavanza hacia La Guaira. Se ve llegar. De pronto ha tomado el hazde cuartillas. El lápiz, dócil copia lo que el sueño dicta:

Tierra! grita en la prora el navegante

Y, confusa y distante,

Una línea indecisa

Entre brumas y ondas se divisa...

El poeta y el verso marchan hacia el dolor. Nada detendrá alhijo en el camino del camposanto, al sueño en su carrera.Después, el viandante, desahogado ya su corazón, despierta

del delirio. Ha vuelto a la realidad. Se encuentra solo frente aluniverso que ignora el no escuchado lamentar de uno. Vuelve aencontrarse con la vida, que reclama valor y lucha. También,sobre el puente del barco, el poeta al estampar el último verso desu poema, ha vuelto a la realidad. Está solo ante una mesita y unabotella de cerveza. La Vuelta a la Patria ha nacido. Pérez Bonalderetocará después algún verso, agregará otros, eliminará un soni-do ingrato, reemplazará una palabra inerte con otra emotiva.Ahora, dobla las cuartillas sin leerlas, con aire de cansancio, lasguarda en el bolsillo, apura un vaso de cerveza y se absorbemirando con vaguedad el impasible horizonte.

II

Esperaban a Pérez Bonalde en Puerto Cabello familia y amigos.Se había dispuesto una comida para agasajarlo, y todos se esfor-zaban por hacerle más gratas las primeras horas del regreso. Paralos niños, entre los cuales estaba su sobrina Emma, se dispondríauna mesa aparte de la mesa de los grandes. Al enterarse Pérez

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Bonalde del proyecto, pidió del modo más resuelto, que los niñoscomieran en la misma mesa que él. Se honró la decisión del poetaque temprano aprendió según la frase tierna de Romero García,el culto de las flores y de los niños en la tierra de la libertad. Se reco-mendó a los niños la mayor compostura y silencio.Al final de la comida, Pérez Bonalde se puso de pie y dijo: Voy

a leer unos versos inéditos recién escritos. Pidió a todos que por nin-gún caso interrumpiesen la lectura. Y con grave continente laapostura gentil, la voz empapada de emoción, comenzó de nuevo:

Tierra! grita en la prora el navegante

Y, confusa y distante,

Una línea indecisa

Entre brumas y ondas se divisa...

Igual que el buque, se borraba para él la escena circundante.Cuando concluyó, permaneció unos instantes como ausente.Luego recorrió con mirada imprecisa la mesa. Los grandes esta-ban emocionados, los niños llorosos. Con un gesto algo brusco,el poeta detuvo cualquiera tentativa de aplauso:—No me digan nada. No me digan nada. Esto es lo que yo

quería. Esto es lo que yo deseaba...La Vuelta a la Patria, nacida de dolor y ensueño, se bautizaba

con emoción y con lágrimas. Tal ha sido su destino en las letrasvenezolanas.

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Enero, febrero 1946

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RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZGANA EL PREMIO

EN EL CONCURSODE CUENTOS

DE EL NACIONAL

El día tres de agosto, con motivo de cumplirse el tercer aniversa-rio de la fundación del gran diario capitalino El Nacional, fuedado a conocer el resultado del primer concurso de cuentos pro-movido en meses pasados por dicho periódico. Obtuvo el pre-mio único Ramón Díaz Sánchez, conocido escritor y periodistavenezolano. Díaz Sánchez ha publicado Mene, novela sobre lavida de los trabajadores del petróleo, y Cam, ensayo sobre elnegro venezolano. Tiene en preparación otra novela sobre cos-tumbres nacionales y una biografía de Antonio LeocadioGuzmán. El primer concurso de cuentos de El Nacional ha teni-do un éxito completo, como lo revela el Veredicto que a conti-nuación transcribimos:Nosotros, Alejandro García Maldonado, Antonio Arráiz y

Miguel Otero Silva, designados para integrar el jurado del primerconcurso de cuentos de El Nacional, año de 1946, después dehaber leído y examinado detenidamente los ciento sesenta y ocho(168) trabajos que fueron enviados a dicho concurso, de acuerdocon las condiciones y bases publicadas oportunamente, dictamosel siguiente veredicto.

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Consideramos digno del premio único de mil bolívares (Bs.1.000), el cuento titulado La Virgen no tiene cara, cuyo seudóni-mo correspondiente es Porfirogeneta. Abierto el sobre respectivoresultó ser autor el señor Ramón Díaz Sánchez. A proposición deMiguel Otero Silva se acordó mencionar en forma honorífica elcuento titulado Los Fugitivos, respaldado por el lema Cave Canem.Abierto el sobre resultó ser autor el señor Alejo Carpentier.

Juzgamos conveniente señalar los méritos sobresalientes de lossiguientes cuentos, que recomendamos a la empresa editorialpara su publicación.

Agonía al fondo, seudónimo Nuño Núñez, correspondiente aCarlos Eduardo Frías.

Soledad, seudónimo Marco Pardo, correspondiente a CamiloRiccio.

La cama de tierra, seudónimo Samuel Robinson, correspon-diente a Rafael Calderón.

Río Abajo, lema “Por el Agua hasta el fin”, correspondiente aLuis Alberto Paúl.

Una cruz en mi corazón, sin seudónimo, correspondiente aFraíz Grijalba.

Sangre, lema “De todas las tierras”, correspondiente aNapoleón Arráiz.

Insic, seudónimo Indígena, correspondiente a Rafael Delgado.

Medallón de Otoño, seudónimo Tanit, correspondiente aLourdes Morales.

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Además, consideramos dignos de publicación los siguientescuentos concurrentes:

Cuadra Negra (Jonse) de José Villalba; Trajes y zapatos y pala-bras raras (Aldra) de Juan Pablo Sojo; Caminos en la montaña(Ciudadano de las cumbres) de Ramón Hernández Cerrutti; Lucesen el Caribe (Cumanagoto) de Alberto Castillo Arráez; Tránsito(Matías Camino) de Juvenal López Ruiz; Un pueblo (Salonak) deA. Fernández Martínez; El Reino del Octavo Día (San Koledok)de Ramón Díaz Sánchez; Un ladrón detrás de la pared (JoséRodríguez Escolar) de Roger Hernández; La Cabrita Blanca(Jurahara) de Luis Peraza; Niebla en los trigales (Campesino) deArturo Croce; El doble dos (Venezolano) de Vitelio Reyes; La Casafrente al camino (de lo local a lo universal) de D. F. Maza Zavala;Así somos nosotros (Yaravara) de Eduardo Oxford López; Vendavalde Abajo(Labrador) de Gustavo Díaz Solís; La Obra Cumplida(Contrapunto) de Dinorah Ramos; El Capitán Silvano (PedroHarapos) de Julián Padrón; Chucho Balancín (Elías) de G. BrachoMontiel; La Inquietud Encadenada (Raúl Arena) de J. SalazarMeneses; El hombre, la mujer y el río (La rosa en el ojal de la noche)de Guillermo Fuentes.

(Fdo.) Alejandro García Maldonado, Antonio Arráiz, MiguelOtero Silva.

Caracas, 2 de agosto de 1946.

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José Bergamín

EL CANTO Y EL SANTO:MANUEL DE FALLA,

MAESTROEN LA MÚSICA Y EN LA FE

Con el enunciado que aquí escribo dediqué, hace tiempo, unode mis libros, Mangas y Capirotes, a Manuel de Falla; y él aceptóla ofrenda, no sin protestar modestamente de mi atribución poresa doble maestría. Hoy, la reciente muerte del Maestro, convier-te, a mis ojos, estos términos en el otro que les precede: el cantoy el santo. Canto y cuento es la poesía, afirmaba, el no menos que-rido e inolvidable maestro de poesía y sabiduría o cordura cris-tiano-estoica, Antonio Machado. ¿Y quién pone puertas alcampo de la música y la poesía, o al de la santidad? España, tie-rra de cantos y de santos, como dijimos, tiene en estas figurasexcelsas de Antonio Machado y Manuel de Falla, una vez más através de los tiempos que corren por su historia, este altísimosignificado de trascendencia universal, por la música y por lapoesía, por la moral y la religión: el del canto y el santo. Allá, enmi revista Cruz y Raya –este mi es también amoroso y musical yno propiamente posesorio– apareció, en Abril de 1935, un brevey admirable ensayo de Jacques Maritain, anticipación de su libroFronteras de la Poesía, al que, al traducirlo al español mi enton-ces muy querido amigo el joven poeta andaluz José A. MuñozRojas, tituló en castellano, por mi consejo y con la venia del tra-

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ducido, y hasta con su expresa complacencia: ¿Quién pone puer-tas al canto?. El original francés rezaba con su equivalente decirpopular: La clef des champs. Era, pues, esta llave franco-españo-la, la llave invisible de una puerta imposible: la llave de las puer-tas del canto y del santo, de la música y de la poesía. Recuerdoahora todo esto, acuciado por la presencia invisible de la muer-te reciente de Manuel de Falla, a quien abre, a mi parecer, lainmortalidad, una doble canonización obligada: la católica de suvirtud cristiana (la de, su, para mí, indudable santidad viva) y lade su universal glorificación como compositor de música: talotro Victoria español que hubiese sido, al mismo tiempo, SanJuan de la Cruz: que de ambos lados le ha llovido a nuestromagistral español tanta gracia.Pues de aquel admirable, si breve, ensayo crítico de Maritain,

que una oportuna casualidad ha traído ahora ante mis ojos, quie-ro recordar y transcribir algunas verdades, como éstas: La músicamoderna –escribía Maritain– caída en la inercia de un nuevo forma-lismo (parada en seco sobre otro camino –tras Debussy y Satie– por lagran experiencia stravinskiana, que arrasa todo aquello por donde hapasado), sacudida, en fin, por sorprendentes tentativas de galvaniza-ción, se encuentra, una vez más, en una fase crítica, que pudiera pare-cer sin salida. Y añadía Maritain: Desde su inquieto retiro de laAlhambra de Granada, un solitario, consumido de amor y de fe, ha,empero, enseñado el camino. Áspero y sabio como la pasión, discreto,secreto, preciso, y poco a poco trasfigurado en los desiertos de la ora-ción, el canto de Manuel de Falla hace brotar de la roca un agua eter-na. Inclinado al principio a la violencia un poco seca, no obstante quetiende a lo pintoresco, de la melodía popular, el Falla del Retablo deMaese Pedro amansa, como un asceta hablando a los pájaros, el uni-verso de la poesía. Músico demasiado excepcional para que el filósofo,tratando de señalar los saltos del espíritu de una época falsa, hagaestado de su ejemplo. Hoy no vamos nosotros a intentar lo mismoque rechazó el filósofo: hacer estado del ejemplo excepcionalísi-mo de Manuel de Falla. Pero, al evocarlo, sin tal pretensión filo-sófica, no podemos por menos de señalarle con aquella doble

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definición que le atribuimos en vida, con aquella estupenda ver-dad de sus dos vertientes espirituales: la de la santidad y la de lamúsica o poesía, pues, repitiendo al mismo Maritain, recordamosaquello de que es en la música donde la poesía encuentra siempre sumejor oportunidad: donde ha buscado con más sensibles antenas, ydonde ha tocado varias veces lo que apenas si se deja coger. Pues,¿qué huellas nos marcaron sus pasos leves por sus abiertos cam-pos? ¿Con qué llave invisible abriremos sus puertas imposibles?Escuchemos el canto profundo, cante hondo, de la música de

Manuel de Falla. Escuchemos, a través de ese canto, como a tra-vés del palabrero de San Juan de la Cruz, aquella otra voz, vozdivina, como la que nos llama entre las llamas simbólicas de lazarza ardiendo. Y démonos a ella, al canto, a la voz inaudita,como a su divino decidor, por el santo, por el poeta o músicosublime: démonos con un adsum humildísimo que es compren-sión y entrega. Que también la música, como la fe, según el após-tol, lo es por el oído; y lo es porque el oído sólo puede serlo porla palabra de Dios. El canto de Manuel de Falla hace brotar de laroca un agua eterna, como el milagro bíblico. ¿Y qué es lo que nosdice ese canto, esa voz de agua o sangre viva? ¿Lo dolce ber che mainon m'avría sazio, de Dante Alighieri? ¿Entendió nuestro tiempoel mensaje musical y santo de Manuel de Falla? ¿Empezará aentenderse este mensaje, ahora, o desde ahora, cuando llegue, alfin, a nuestros oídos, áspero y sabio como la pasión, discreto,secreto, preciso, y poco a poco trasfigurado en los desiertos de laoración, como en su Concerto, el canto inaudito de su Atlántida?No hagamos estado filosófico de su ejemplo: ni dogma, ni mito.Pero sí pongamos esta excepcionalidad de su figura –el santo y sucanto– ante los ojos de las juventudes humanas, que le escuchancon fervoroso anhelo desde la desorientación espiritual de nues-tro tiempo enajenado o desquiciado: como la figura de un solita-rio, consumido de amor y de fe, que abre, con su vida y su obra,un nuevo camino.Por uno de esos saltos del espíritu, en una época falsa, que decía

Maritain, encontró la muerte Manuel de Falla, lejos, muy lejos de

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su patria por la tierra, si cerca, muy cerca por el nombre; en laAlta Gracia de la ciudad argentina de Córdoba. Tampoco haremosestado de interpretación política de este ejemplo; pero sí de dolo-rosa coincidencia. El destierro material de su patria, no el espiri-tual, le llegó con la muerte al santo y al canto de Manuel de Falla,en su desierto de oración, con nostalgia, por la figuración del nom-bre, de la luminosa, y olorosa y cadenciosa serranía cordobesa;con verificación excelsa, también nominal, de Alta Gracia. Y estaúltima trasfiguración, por la música, por la santidad, nos le mues-tra, más allá de su muerte, definitivamente incorporado o rein-corporado a su suelo y cielo español, al que eternamente lecorresponde. Su España, que es también como la de Unamuno:su Españita –es la nuestra y no la de los que la gritan para no oir–no oir ni santidad ni música, ni canto ni palabra verdadera –comoel propio Don Miguel decía– llamándola grande, escribiéndolacomo subida en teatral tabladillo de Pretorio, ensangrentada eirrisoria, víctima muda, a la espectacular condenación internacio-nal o cosmopolita de sus enemigos de siempre. Su España popu-lar es la que canta –tierra de santos y poetas– por su voz viva: porsu música. Por eso, al escucharla hacemos nuestra esa Españaimperecedera, que encarna y verifica su mensaje, melódica yarmoniosamente; que temporaliza su poesía, al historiarla ennuestra propia y viva y dolorida conciencia española. Ése, sumensaje inmortal –después de Musorgski, Debussy, Satie...– nosdice, romance y no romanza sin palabras, añadiéndolo a aquellosotros, lo que ya señalaba en él nuestro querido Maritain, unnuevo camino; que, como el dantesco, es también alto y alpestreo silvestre: difícil y raro. Mas, ¿quién dirá la fuente que mana ycorre, por esa o en esa oscura noche de su música como sendaescondida? ¿quién dirá la suprema, altísima gracia, que derrama,como lluvia de sangre, ese trasverberado corazón de su poesía, desu música, de su santidad, corazón vacío y solitario? Los bienesinmensos de Dios –decía su San Juan de la Cruz, el suyo y el nues-tro– solamente pueden tener cabida en un corazón vacío y solitario.¿Y dónde encontraremos la llave y la puerta, invisibles, imposi-

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bles, de la santidad, de la música, de la poesía, si no es en elsecreto impenetrable de ese vacío y solitario corazón? Vacío ysolitario, como el que hace posible la voz, sacándola de las entra-ñas de aire, invisible corazón oscuro, cadencioso, de la guitarra yde su llanto: que ése nos parece, en cualquier instrumento suyo,el enigma sublime de la música: el desentrañado del vacío solita-rio de su máscara, tras la cual, como tras la máscara humana,zarza ardiendo, nos suena y nos resuena, llamándonos eterna-mente, una voz divina.

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Amenodoro Urdaneta

CERVANTES Y LA CRÍTICA.CAPÍTULO IX

FÁBULA DE CERVANTESLa fábula de Cervantes es ingeniosísima y original. Él se colocóen un terreno en que sólo un alto genio podía salvar los escollosde la verosimilitud y el interés. Si los gigantes, enanos y demásseres fantásticos de los libros caballerescos existieron únicamenteen la imaginación de sus autores, Cervantes, los hace existir en ladel Manchego. Esos descomunales entes se encontraban realmen-te en los caballeros fantásticos; y Cervantes, para cubrir de ridí-culo a tales escritores, y no pudiendo dar realidad efectiva a aque-llos seres, acudió al medio más ingenioso que concebirse puede.Si, según la razón y el gusto, darla a los gigantes y endriagos, por-que pudiera incurrir en el defecto que censuraba –allana el pri-mer punto con acudir a un loco, lo que da verosimilitud a la crea-ción; y allana el segundo, más difícil, con dar realidad a esos seresrepugnantes del maravilloso de los libros caballerescos, pero soloen la fantasía del Quijote, haciendo que su mente desacordadarevista de andantes formas a los molinos insensibles, a los pacífi-cos monjes, a los inofensivos carneros, etc.; y de este modo hace

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soltar la pluma a los autores y la carcajada a los lectores, cada vezmás enamorados del héroe de la Mancha.¿Quién se atreve a escribir más sobre Galaores y Kirieleisones,

después que Don Quijote los venció a todos en disparates y caba-llería? ¿Quién de Orianas y Milisendras, después que Dulcinea lasdejó atrás en castidad y formas señoriles; y más cuando en la fugadel meneo de la criba dio quince y falta a todas las doncellasandantes? ¿Quién, después de la batalla de los cueros de vinotinto, se atreve a hablar de gigantes; ni de dueñas, después dedoña Rodríguez y Maritornes? Ni quién de espantables y temero-sos ruidos, después de los batanes; ni de Fierabras el de los fuer-tes brazos, después de la alcuza que hizo vomitar los hígados aSancho? ¿Quién, de castillos almenados y encantados caballeros,después de las ventas y venteros con que Cervantes dio el golpede gracia a aquellas ridículas invenciones? Y finalmente, quiénhablará del poder de los caballeros andantes después queCervantes les asesta su picante ironía, al principiar la IIa. Parte,cuando don Quijote arbitra la mejor medida para contener el turco,aconsejando a S. M. que reúna dos o tres caballeros andantes, yque esto valdrá más que cuantas otras medidas se tomaren .Amadís, el mejor de los caballeros, no pudo dar cima y acabar

todas las empresas de su tiempo, porque sus fuerzas no alcanza-ban a tanto, ni lo permitía la encantadora Urganda: y por eso dejóa Esplandian las famosas hazañas que las historias cuentan. Perola fortuna de don Quijote lo hizo muy al revés; y a pesar de losrigores del hado; su fortaleza y bríos, dirigidos por el sabioencantador mortal que escribió sus hechos y preparó sus golpes,no permitieron nacer al nuevo Esplandian; porque ya no queda-ban péñolas, empresas ni gigantes, cuyos despojos sangrientosyacían a las plantas del ilustre caballero de la Mancha.Si es admirable la creación del héroe, no lo es menos la del

escudero, segundo personaje de la novela. Contraviniendo atodos los usos y leyes de su profesión, Sancho es hablador y mali-cioso y toma parte en los consejos del amo; y es este punto el que

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da margen al interés con que se le sigue por todas partes, y lo queda razón del tino y gusto exquisito del autor. Las censuras prác-ticas de acciones indecorosas y sucias, de palabras miserables,malignas, prevaricadoras del lenguaje, etc., que, siguiendo el plandel libro, se presentan exageradas para hacerlas más odiosas yrisibles, no podían estar bien en boca del principal protagonista,tipo de decencia, pureza y honestidad. Era, pues, necesario darcabida en la acción a esta censura moral y literaria de cosas y defrases que pululaban en los libros de caballería y aun en los mejo-res autores: de aquí la creación de Sancho, costal de chistes, pozode necedades y depósito de discreciones.Si el amo es el acusador de la sociedad, aun en mayor relación

con ella está el interesante escudero, por ser el espejo real de ellaen su camino de miserias, tribulaciones y falta de sentido común...Don Quijote es el hombre de lo ideal; Sancho el de la materia,que se cuidará únicamente de su interés y de tener el vientrelleno, verdadero tipo de las sociedades materialistas, a las cualessimbolizó Cervantes en este personaje. Jamás levantan el pensa-miento a más nobles ideas que al interés individual; y se dejanguiar siempre e incautamente por los charlatanes o malvados queespeculan a sus expensas, o por los cándidos que de buena fe secreen redentores de los pueblos: como si las creencias, preocupa-ciones y debilidades de éstos pudieran ceder repentinamente amedios naturales y sanas intenciones. Sancho, crédulo, interesa-do e incapaz de pensar ni conseguir nada por sí, cree ciegamen-te cuanto dice su amo, y le sigue, llevando por delante el gran-dioso espectáculo de una gobernación. Es la realidad histórica ycontinua de la humanidad: mientras menos méritos, más aspira-ciones; y para llegar a la deseada meta, nada importan las fatigas,las humillaciones y los desvelos. Sancho es vocinglero como lassociedades; y como ellas, y a pesar de su caudal de refranes –filo-sofía popular–, no entendía el que más concierne al caso, expli-cado en esta frase: el robo si es callado, por sesudo es reputado, conque se recomienda la prudencia en ocultar con el silencio la falta

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de capacidad. Si Sancho no podía comprender el sentido figura-do de esta sentencia, sí es seguro que comprendía el sentidorecto, como lo prueba el empeño que tenía en el asunto de lamaleta de Cardenio... Mas, su interés era santo, pues siempre ten-dia al bien de sus hijos y de su mujer, según sus palabras mismas(P. II C. XXI). Su único caudal eran los refranes; pero un caudal queempleaba sin discernimiento, lleno de confusiones y que no podíaaprovecharlo por falta de seso. Pero al menos tenía el mérito deconfesarse insuficiente y llamarse asno cuando su amo lo repren-día, confesión que jamás se deja salir de los labios de semejantesseres (la generalidad de los hombres).Si en don Quijote vemos la mezcla de la elevación y del ridícu-

lo, es porque de este defecto adolece el idealismo exagerado; y sien Sancho vemos alguna mezcla de suspicacia e ingenio, es por-que nunca el espíritu es dominado completamente por la mate-ria; de aquí sus ideas de legalidad, de respeto a las leyes, respetoque es más notable en los hombres bajos, en el vulgo, que en losque se creen exentos de contribuir a la armonía social, ya por sunacimiento, ya por su fortuna, o ya por los oropeles con que secubre a los grandes...—Tenemos, pues, en los dos principales personajes de la nove-

la el remedo de la sociedad en su aspiración incesante al mundoperfecto del sentimiento y en su abyección inmediata bajo lasumision de los sentidos y de innobles pasiones; tenemos allí lamateria y el espíritu, la poesía y la historia; tenemos, en fin, esalucha del presente y del porvenir, del estacionamiento y la per-fectibilidad de la sociedad como es y la sociedad como debe ser.Y es este el grandioso cuadro que sólo a Cervantes pudo ocurriry que sólo él debió llevar a cabo, valiéndose únicamente de dospersonajes, al parecer tan comunes, como son un loco y un necio,pero en realidad tan grandes por presentar cada uno lo sublimede su esfera.—Es preciso comprender bien el espíritu de la época y las nece-

sidades y miserias artísticas (no hablo de las artes plásticas) para

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conocer la exactitud que hay en el plan y en la acción del Quijote.El mismo desorden, escenas inesperadas, episodios que se juzganajenos de la obra etc.; todo es bien medido y mejor meditado.¿Quién no ve en aquello de trocar las cosas, de ver gigantes

donde molinos, ejércitos donde carneros, castillos y doncellasdonde ventas y mujeres del partido, quién no ve allí, a más delsentido recto, el de la imaginación, que, luego que se extravía sehace visionaria y extraña a la realidad de las cosas?. ¿Quién no veallí los engaños de la fantasía, engaños crueles, dolorosos, peroque no la curan ni la detienen en su camino de miserias? ¿Quiénno ve en los consuelos y esperanzas que aquel hombre honradoda a su simple y lloroso escudero en las calamidades, quién no velos reclamos de la conciencia, que nunca se turba mientras siga-mos por la senda de la rectitud? ¿Quién no descubre la fuerza dela fe en la fortaleza inalterable del caballero, que, siempre fijo enun fin, jamás se desvía de lo que a él conduzca, con tal que seaun medio honesto y equitativo? Y ¿quién no ve la santa fraterni-dad, la solidaridad verdadera, en aquella abnegación y en eseamor por los menesterosos y los débiles, de quienes se constitu-yó amparo y defensor, y en ese respeto y veneración por las cosasy personas venerables? –Y en aquel admirable fin de la acción,aquel sueño que lo despertó a la salud y a la razon, ¿quién no veel símbolo de la nada de nuestras locuras, la vanidad de la vidahumana y la pureza y el triunfo de la razon?Este sueño nos da una muestra más del conocimiento profun-

do que tenía Cervantes del corazón del hombre, y de su maestríaliteraria (a pesar de la opinion de algún comentador suyo). Lasgrandes catástrofes, las desgracias que excitan interés y compa-sión, no tienen cabida en la comedia, ni en la novela satírica quede ella nace; por lo cual una caída ridícula hace mejor efecto enellas que una lamentable y trágica. Si don Quijote hubiera muer-to estando loco, de cierto que su fin no formaría buen juego consu vida. Fue por esto, pues, que antes debió sanar y volver almundo racional, poniéndose frente a frente con el lector, bajo la

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desgracia natural e inherente a la condición nuestra; y tambiéneso era necesario para poder confirmar el propósito del autor ycondenar todas esas mentiras y extravagancias que le habíanseducido y vuelto el juicio. Este sueño es el más original e inge-nioso desenlace que se haya visto: el mismo héroe viene a conde-nar las locuras de su época y a sancionar lo que antes condena-ba. Vuelve a la razón y a confesar simbólicamente los sueños delmundo. Así como son sueños, al dolor, los generosos sentimien-tos del corazon recto, las aspiraciones del alma noble que delirael bien social, y las prácticas del hombre honrado... sueños parauna sociedad egoista y materializada.– Nadie, que yo sepa, ha con-cebido un fin más moral y de mejor gusto literario que este (apesar, vuelvo a decir, de varios eruditos, como veremos).

Reanudemos el discurso interrumpido.¿Quién no ríe sobre la sombra de sus vanos proyectos, de sus

ideas estrafalarias, como rió el Quijote sobre su locura? Los enga-ños de éste, sus esfuerzos; aquel tropezar siempre con desagrade-cimientos, con injusticias; aquella continua ansiedad, sin tocarjamás a la meta de sus deseos; ¿no son la imagen del corazón eneste valle de amarguras? Y aquel amor platónico; aquella Dulcineanunca tocada, invisible siempre, siempre en idea, ¿no es la ima-gen de nuestros sueños, siempre fugitivos, siempre engañadoresy jamás realizados? ¿No es ella la sombra de nuestras esperanzas,más bellas en cuanto más distantes, en cuanto menos se tocancon la realidad del mundo? Y, abarcando la humanidad en estaidea ¿no vemos en la Princesa de la hermosura, bella mentira, laverdad de la perfección humana, siempre suspirada y nuncaalcanzada, variando figura según las intrigas o candidez de loshombres? Si Dulcinea tomara formas, siquiera un momento; si sehiciera visible y palpable, dejaría de llenar el importante papelque representa: ella, que debió, empero, presentarse al caballero

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como una tosca labradora; porque algunas veces creemos tocar ladicha... y ahí! ¡sólo tocamos una sombra mentirosa!Bajo las consideraciones hechas, creo que en ningún libro han

hallado mejor intérprete que en éste las Escrituras y la filosofíauniversal, todo matizado con los risueños colores de la comediahumana. Los consejos y sentencias que frecuentemente salen delos labios de Don Quijote son el resumen de la sabiduría, salpi-cado de agudezas y atractivos. Allí tienen reglas y modelos elmagistrado, el juez, el caballero y demás gentes de la nomencla-tura social; lo mismo que las ciencias, las artes, la literatura y losoficios; todo impulsado por las eternas leyes de la justicia, de lacaridad y de la misericordia –espíritu de las leyes cristianas, quenadie con razón disputaría al héroe de esta incomparable novela.El filósofo había dicho: Nosce te ipsum, frase que a Juvenal pare-

ció bajada del cielo; pero, las máximas a secas son estériles, y paragrabarse en el corazón (en la imaginación es fácil) necesitan uncolorido, ya de lágrimas, ya de risa, que son las dos cosas queablandan la dureza de la filosofía. Don Quijote dice a Sancho:Procura conocerte... de conocerte saldrá el no hincharte, como la ranaque quiso igualarse con el buei: y si esto haces, vendrá á ser por piésde la rueda de tu locura la consideracion de haber guardado puercosen tu tierra. ¿A quién no le hinca y le entra esta máxima, y quiénno ríe, si la tiene presente, al llegar el caso, que sí llegará, habien-do tantos hombres-ranas en el mundo? Mas pudiera agregar,recordando el ingenioso modo de hinchar los perros (leído en elprólogo de la segunda parte), remedio que es la pura imagen deesos mentecatos a quienes otros tales hinchan a fuerza de falsasrazones y adulaciones serviles. Considerando esto venimos a verque el uso de este libro, como ya lo reconocieron algunos sabiosholandeses, ingleses y alemanes (entre otros Van-Efren), es demayor provecho que cuantos de moral y ciencia en lo humanoconocemos. Allí está la práctica al lado del consejo, lo que nohizo ningun filósofo antiguo ni moderno.

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Nada valen las máximas de una severa moral, ni los consejosde la filosofía, mientras vayan envueltas en la tosca corteza de laseriedad y el rigor: y es por esto que nada han enseñado almundo los filósofos, ni el mismo Homero con sus sabias leccio-nes. Sólo la sátira ha producido los mejores resultados; mas nouna sátira como quiera; sino la que ridiculiza sin bajeza y sinhumillar al criticado; una sátira sin odio, sin egoísmo, como sólopuede estar en los labios de Don Quijote, que no tiene pasionesbastardas, ni mezquindades, ni individualidad, como que es her-mano de todos los hombres y perseguidor de los vicios.Como símbolo de la igualdad humana, y con el objeto de com-

batir la preocupación de que para ciertos puestos nacen determi-nadas personas y de que es necesario el estudio y el saber paramandar a los pueblos, viene el más asno de los mortales a hacerver que para ellos bastan la buena intención y la honradez (cosaspreciosas, por raras). Bastáronle en efecto, sus sencillez y lossabios consejos del amo; y sobre todo, bastáronle, como él dijo alDuque, tener el Cristus en la memoria, y el recuerdo de la cristia-na máxima del Canónigo de Toledo de que, así suele Dios ayudaral buen deseo del simple, como desfavorecer al malo del discreto; bas-tóle eso para exaltarse de escudero cándido a ser el mejorGobernador nacido y por nacer. Su vuelta del Gobierno es la mejorapología de su mando y una amarga sátira del ajeno. Desnudoentré, desnudo salí y desnudo me hallo. Si él hubiera cohechado, sihubiera vendido la justicia, entraría a ser un ente vulgar, un serque se confundiría entre la multitud de los hombres.– ¿Y no se veaquí la mejor práctica de los consejos del Cristo en el asunto? Élpidió la perfección del hombre, la enseñó, presentando en sí elmodelo: mas, para ello no hizo necesario el saber ni el linaje; sí laconciencia, la honradez, la virtud! Él llamó para salvar el mundo,no a los sabios, ni a los retóricos, ni a los sofistas, ni a los jueceshumanos... llamó a ignorantes pescadores, llenos de sencillez enlos labios y de pureza en el corazon, y les dijo: al salir de una casa

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debéis sacudir el polvo de vuestras sandalias. ¿Quién, antes del libroque nos ocupa, ha realizado entre los hombres este mandato? Ynada menos que un Gobernador, que son los que más debieransacudir las sandalias al salir de su casa!

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Luis Beltrán Prieto Figueroa

EL PUEBLO ES EL OBJETIVOFINAL DE LA OBRA

DEL ESCRITOR

Señores:Este acto sencillo tiene un significado que trasciende del premioa la obra literaria y a la obra musical. Más que el premio es la oca-sión para exaltar los valores intelectuales y morales de la patriavenezolana y ligar definitivamente al escritor y al artista a la tareade transformación y de elevación de la conciencia popular vene-zolana. Más que la entrega de un pergamino y de una suma dedinero con que la Nación retribuye el esfuerzo de dos trabajado-res de la cultura nacional, aquí estamos conjugando la máximaromana que expresa en el derecho la fórmula compensatoria deuna justicia distributiva do ut des para cambiarle el sentido en laconvicción de que la República recibe más de lo que entrega yque el escritor y el músico por su obra, por las proyeccionessociales de ésta, por la labor pedagógica que ellos realizan, nopueden ser compensados en el premio que reciben sino en elagradecimiento de los lectores que gustan el pensamiento expre-sado en el libro y de los que oyen con regocijado arrobamientolos acordes expresados en la composición musical.Este acto tiene un doble objetivo: estímulo para los trabajado-

res intelectuales y señalamiento para éstos de una misión, algu-nas veces abandonada y otras veces incumplida pero siempre

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generosa, y de valor público. La entrega total de la obra que serealiza con amor. El escritor, el músico, los poetas, los pintorestienen una función pedagógica que cumplir; su arte no puede serya un arte encerrado dentro de las cuatro paredes de los museosni dentro de las vitrinas que apolillan y consumen el trabajo desiglos de la obra intelectual. Hoy se pide al artista y al escritorconsagración total para que el pueblo guste en sus obras la inter-pretación de sus propios sentimientos, de sus propias ambicio-nes, de su propio destino. Para el escritor en nuestro país estabareducida esta función porque eran muy pocos los que podían dis-frutar del privilegio de leer las obras escritas y muchas veces enlas gavetas del escritorio amarillecieron los originales que no lle-garon a ser leídos nunca o se apolillaron los tomos en un rincónoscuro por falta de lectores; y venía la queja a veces amarga, aveces dolorida de la indiferencia por la obra intelectual; llegó apensarse que no había entre nosotros aprecio por los escritores,pero nadie se ponía a pensar que tampoco había aprecio por loslectores y mientras no se formaron esos lectores la obra del escri-tor careció de sentido porque en un pueblo de analfabetas el librono alcanzó su expresión de instrumento de cultura. Era necesariohacer primero los lectores; por eso la preocupación del GobiernoNacional, al mismo tiempo que de estímulo a la obra de los inte-lectuales y de los artistas, es de formación de la conciencia nacio-nal; su obra se dirige a erradicar el analfabetismo para que el pue-blo pueda llegar hasta la biblioteca y hasta los creadores de sucultura. Nunca como ahora han estado más cerca el maestro deescuela, que difunde la enseñanza rudimentaria del alfabeto, y elescritor y el artista que crean las obras maravillosas de su geniopara recreo de los espíritus selectos.Esos lectores, esos oyentes complacidos de la buena música,

gustadores de las obras de arte son el premio mejor que ungobierno preocupado por la cultura de su pueblo puede ofrecera los trabajadores intelectuales, porque así su obra adquiere elsentido que no tuvo nunca y realiza la función que no fue dablecumplir en otro tiempo.

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Maestros de escuela, escritores y artistas, en línea paralela estánforjando al mismo tiempo el lector y la lectura y ésta es la obraarmoniosa que cumple el Ministerio de Educación Nacional aldifundir las escuelas y formar maestros y al dar acogida, desde laDirección de Cultura, a la publicación y difusión de las obras denuestros pensadores y de nuestros artistas. Sea este acto una invi-tación a la obra que crea; sea también un compromiso entre elintelectual y el pueblo porque ningún arte alcanza categoría de talsi no tiene su raíz en el sentimiento humano que emerge de lamasa ignorada del pueblo que sufre y que encuentra en la obradel artista compensación y alivio. Los premios de literaturanacional, de música y de pintura creados por el GobiernoRevolucionario de Venezuela expresan la preocupación de unrégimen de Gobierno por hacer popular la cultura y por dar a losque trabajan en la línea de fuego de crearle el sitio que les corres-ponde. Hemos escogido para la entrega de los premios un díaligado a la vida de Cecilio Acosta, aquel humilde maestro de lasletras venezolanas y, por humilde, orgullo del pensamiento nacio-nal, en su obra llena de fervor por Venezuela y centrado en la pre-ocupación por la elevación cultural de las masas venezolanas. ElMinisterio de Educación Nacional en este acto quiere honrar lamemoria de Cecilio Acosta, trabajador incansable y devoto de lacultura venezolana y exaltar en él la pasión del escritor y del artis-ta que se entrega en obras para que el pueblo las disfrute.Escritores y artistas, el camino lo señaló Cecilio Acosta; el puebloes el objetivo final de la obra del escritor y quien actúa y piensadesvinculado de él no puede hacer obra perdurable.

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Rafael María Baralt

LA LIBERTAD DE IMPRENTA

Habíamos previsto que el proyecto de ley sobre libertad de imprentasentaría mal a los progresistas. Cuando nuestros adversarios estén listos,

nos encontrarán, como siempre, preparados a rechazar sus ataquescon las armas de la lógica y del verdadero liberalismo.

(El Heraldo del jueves 10 de febrero de 1848).

Esas mismas armas serán las nuestras: la razón pública juzgarádel combate.Para luchar con El Heraldo en el terreno, asaz difícil, que como

valiente ha escogido, procederemos a la discusión del proyecto deley sobre libertad de imprenta, empleando alternativamente losdos métodos principales que usa la inteligencia en la indagacióny esclarecimiento de la verdad. Siguiéndolos paso a paso veremos(lo primero) qué es la imprenta en general; qué es entre nosotros;qué necesidades debe satisfacer para corresponder a su objeto;qué deberes tiene que cumplir para no desviarse de él; a qué regladebe estar sometida para producir el bien y para no hacer el mal;qué constitución debe tener para que sea, no el enemigo de losgobiernos, sino su mejor aliado: no, en fin, la bocina de los tras-

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tornos, sino el heraldo de las reformas sociales. Veremos en segui-da (lo segundo), y a la luz de los principios que sentemos, si elproyecto de ley presentado cumple con sus naturales condicio-nes, y en tal caso si es una obra de ciencia y de gobierno, dignade un sabio ministro, de un ministro bien intencionado: o si, porel contrario, deja subsistente y con creces los errores anteriores;si nada corrige; si nada perfecciona: en cuyo caso vendrá a ser unnuevo padrón de ignominia para el partido que, llamándose a símismo depositario de la civilización española, aspira a formarentre nosotros una casta de brahmanes.Enemigos decididos de los cargos genéricos y de la greguería

insubstancial; no menos enemigos de las censuras sistemáticas,antes nos cortaríamos la mano que escribir con ella, por preocu-paciones de partidos u odios personales, la reprobación de unaley útil o de un pensamiento fecundo. No haya, pues, miedo ElHeraldo: todo paso que demos en esta discusión para sentar losprincipios generales, debe ser por él aprobado; y lo será, si comoha prometido, se halla resuelto a manejar tan sólo las armas de lalógica y las del verdadero liberalismo. Y una vez establecidos, decomún acuerdo, los fundamentos del debate, fácil será poner a laopinión pública en disposición de juzgar si el edificio levantadosobre ellos tiene o no formas, proporciones y circunstancias ver-daderamente arquitectónicas.Entremos pues en materia; y quede sentado (para mayor clari-

dad) que en este momento no tenemos opinión ninguna decidi-da acerca del proyecto novísimo de ley sobre libertad de impren-ta. Esa opinión, ese juicio definitivo aparecerá formado, a untiempo para el público, y para nosotros, al escribir la última pala-bra de discusión. ¿Quiere más imparcialidad El Heraldo?¿Qué es la imprenta?Chateaubriand lo ha dicho antes que nosotros, y la autoridad

de esta inteligencia superior no puede ser sospechosa para ElHeraldo: la imprenta es por sí sola una Constitución, y la mejorde las Constituciones porque puede suplir por todas las demás.

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–La prensa, han dicho otros, es el cuarto poder del Estado en losgobiernos representativos.– Pero éstas no son definiciones.La prensa periódica (pues de ésta sólo tratamos) es el pensa-

miento del hombre libre, puesto, por medio de la estampa, alalcance de sus conciudadanos y al del mundo inteligente, en unmovimiento periódico y, por su naturaleza, perenne.De esta definición, que esperamos acepte El Heraldo, se dedu-

cen las principales circunstancias y propiedades de la imprentaperiódica.La prensa periódica lleva a todos los ángulos del país y recala

en él las doctrinas, los sistemas, las opiniones de un hombre, o deun partido, o de una escuela.La prensa periódica es el instrumento más propio para la pro-

paganda política: si ésta es legítima y santa, la opinión agrupadaa su alrededor se organiza, lucha en el campo de la inteligencia,da cuerpo, fuerza y vida a la verdad y es el auxiliar más podero-so de los gobiernos dignos de este nombre: si es ilegítima y avie-sa, se convierte en una arma de destrucción y de desorden: si esaduladora y esclava, envilece y engaña.La prensa periódica es esencial a los gobiernos representativos,

porque no pudiendo éstos vivir sin los elementos de polémica yde publicidad, aquella institución es la única que puede ponerlosa su alcance. La polémica es la discusión de los actos del gobier-no y de las doctrinas que la observación o la teoría suministran ala inteligencia: ésta es la polémica legítima que toma la razón porguía, y se propone por fin el bien público; la polémica ilegítimaes la que se propone hacer un sistema de la censura o del elogiorespecto de los gobiernos existentes, por intereses de bandería,con desprecio de la razón, y sin más fin que el triunfo de laspasiones de un partido. La publicidad es la vida de los gobiernosliberales; sus actos puestos a la vista del país que administra: esla responsabilidad impuesta por la opinión a los que ejercen fun-ciones públicas: es la historia contemporánea, día por día, horapor hora: es derrotero de la marcha del gobierno y del país: es

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para el país el espejo mágico donde ve todo lo que le convienever; es para el gobierno la realización de aquella casa de vidrioque deseaba un virtuoso romano para vivir a la vista de sus con-ciudadanos. Ésta es la publicidad verdadera; hay otra falsa.La prensa periódica es el complemento de la enseñanza públi-

ca, porque pone en conocimiento del pueblo lo que éste nopuede aprender en las escuelas.La prensa periódica es el suplemento del libro y su vehículo,

porque vulgariza las lecciones que contiene.La prensa periódica es el auxiliar de la industria y del comer-

cio, porque facilita las transacciones y el espíritu y movimientosde las asociaciones.La prensa periódica es el brazo y sanción de la moral, porque

publica y castiga.¿A qué cansarnos? La prensa periódica auxilia o embaraza al

gobierno: ilustra o perturba la opinión: publica la verdad o lamentira: eleva reputaciones o las derriba: sirve a la justicia o a lainjusticia: favorece la virtud o la perversidad: promueve los inte-reses de un país y los de la humanidad, o los hostiliza: es el bieno es el mal en sus formas más activas, más elevadas y comprensi-vas; y cuando se reflexiona que su poder es casi incontrastablepara lo uno y para lo otro, confúndese el entendimiento dudan-do si debe amarla como el presente más grande que ha hecho alos pueblos la inteligencia humana, o si, cual otra Babel futura,anuncia una nueva confusión de la ciencia, de las lenguas y de lacivilización.Reconocida así la importancia de la prensa periódica, y aun

también la utilidad al paso que la dificultad de organizarla de unamanera conveniente a sus altos fines, exigen de nosotros los pro-cedimientos lógicos del raciocinio que deduzcamos de lo dichoalgunas consecuencias generales que nos conduzcan a establecer,también en grueso (por ahora), sus esenciales condiciones; con-diciones que, como después veremos, son las únicas que puedenhacer de ellas una institución civilizadora, honra y orgullo delespíritu humano.

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La condición primera de la imprenta periódica es la libertad: lalibertad que permite al pensamiento ser espontáneo. De aquí esque la censura previa ha sido unánimemente reprobada por lospublicistas de todos los países. No nos detendremos en este punto.La segunda condición es la extensa e indefinida publicidad de

sus productos. Esta observación se desprende de lo que hemosdicho acerca de los fines que ella se propone. Si la prensa perió-dica como no puede racionalmente negarse, tiene por fines fun-damentales la polémica y la publicidad, claro es que todo emba-razo directo o indirecto puesto a la circulación de sus productostiende a privarla de medios para alcanzar su objeto, y equivalea destruirla.La tercera condición es la independencia; y entendemos por

ésta la que un periódico debe tener, en lo posible, del gobiernopor una parte, y de los partidos por otra. Un periódico puede ydebe tener opiniones políticas, ora ministeriales, ora de oposi-ción; pero en ningún caso (creemos que El Heraldo lo reconocerádel mismo modo que nosotros), en ningún caso debe dependerde uno o de los otros para existir en su calidad de empresa mer-cantil. Sobre este punto (por ser de mucha entidad) insistiremosdespacio en nuestro próximo número, contentándonos ahora consentar el principio de esa independencia vital, sin la que esimposible concebir imprenta periódica útil a los pueblos ni alos gobiernos.Por último, la cuarta condición esencial a la prensa periódica,

es la de someterla para el castigo de sus extravíos a tribunalesbien constituidos que juzguen y fallen respectivamente en losdiversos ramos de culpabilidad en que puede incurrir. La prensapuede hacerse culpable por la emisión de opiniones políticas máso menos controvertibles: delito de opinión, a la opinión toca juz-garlo. La prensa puede hacerse culpable de calumnia y de difa-mación: delitos comunes, corresponde su averiguación y castigoa los tribunales ordinarios. La prensa puede hacerse reo de deli-tos contra la religión y contra el Estado; sus tribunales, en talescasos, deben ser diferentes.

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Hasta aquí lo que el tiempo y el espacio nos permiten decir hoyacerca de esta importante cuestión de la libertad de imprenta;cuestión que hace cerca de medio siglo constituye en España unproblema no resuelto de política y de administración.¿Está de acuerdo El Heraldo con nosotros acerca de la exactitud

de los prolegómenos asentados? Tenemos derecho a exigir, y exi-gimos de nuestro ilustrado colega una respuesta categórica.

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Antonio Reyes

LITURGIA HINDÚEN LA VIOLENCIADEL MAR CARIBE

Por un instante, por unas horas cuando más por tres días el marCaribe remeda en el batir de sus olas y en el encaje de sus espu-mas al esotérico mar de Bengala. El Código del Manú, a pesar dela honda sabiduría que emana de sus alegóricos preceptos nopudo prever tan extraordinario y misterioso fenómeno. No pudoprever que uno o varios de los ritos de Siva o brahma, o cuandomenos la liturgia progresista de Visnú se prolongaría en futurostiempos a la América nueva. No pudo calcular en consecuenciaese referido dictado de Manú que el arabesco hechizante y evoca-dor (folklore hindú en su origen y tradición) se injertaría en elContinente descubierto por Colón, para tomar nacionalizacióninsular, en el corazón de una Antilla bañada por las profanas yrebeldes aguas donde navegó, en perdidas edades, la audaz pira-gua de los altivos y bronceados caribes. ¡Trinidad un punto arro-gante en el Océano. Un punto azul-verdoso en el Atlántico! Bellaen su condición simbólica de Virgen tropical. Avanzada o presun-ta y santificada dama para los fueros de la tierra firme. Evocadoraal transcribir uno de los hondos y sublimes misterios de laEncarnación del Hijo de Dios. Linda como un país de abanico.Suave en su grácil composición geográfica. Firme como el grani-

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to para advertir al navegante la proximidad de una costa ilímite.Y asimismo musa hospitalaria que aceptó el regalo de ébano quele hiciera el horno africano, junto al embrujo humano impulsadode la China de los mandarines y al sentimiento panteísta y con-templativo proveniente del árbol gigantesco del Indostán filosófi-co, soñador y monoteísta. Y en esa hibridez insular –tres expre-siones folklóricas en pugna– el spleen de la respetuosa y rubiaAlbión que sabe mirar con especial curiosidad el alma atormenta-da de tres razas afectadas por contradictorias coloraciones.El escenario resulta complicado. Sin embargo, el sentido y la

experiencia de ejemplares afanes coloniales cumplidos por laInglaterra dominadora de todos los mares de la tierra, permite ylogra el acercamiento territorial de las tres razas en contraposi-ción y el alejamiento temperamental y espiritual de las mismas.El tambor de la selva africana resuena a veces en el plenilunio,plateado y negro, de la Antilla protocolar. En ocasiones el versoamarillo que pregona a Confucio, forja el bambú, trabaja el mar-fil, pinta o borda en oro o graba en porcelana al dragón de losterribles designios, se dilata o diluye en la policromada amplituddel trinitario ambiente. Mas en ese desfile de antagónicas con-ciencias, en ese desfile de credos irreconciliables, surge, brillante,extraña, original y pintoresca, la voz indostánica que esculpe grá-ficamente cada año la tradición de muchos siglos. Diáfano, en esaocasión, surge el espíritu hindú, ahora no maquillado con losafeites de la civilización. Surge rutilante, tal como es, con sóloligeras variantes, hijas del nuevo ambiente en su acento, en suritmo, y en la composición de los valores. Y es que Visnú al nacio-nalizarse trinitario, no ha renunciado a su condición de íncolapuro. Aparece Siva, pero Siva en la tierra tropical se llama CulíJosé. Y como el mito indio evocado también ese Culí José resultaun guerrero invicto ante cuya pujanza y temeridad se rindierontanto los ejércitos de los hombres como las fuerzas vivas de lanaturaleza. El festejo mitológico comienza. Comienza justamentecuando el sol declina. La luna vence al sol: el hombre en una sin-

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gular aspiración de lograr el paralelismo entre luz y fuerza, creehaber vencido también la intransigencia del Cosmos.Ya viene la romería sin romeros. Ya comienza la fiesta de la luna

nueva. La luna nueva en el barrio de Saint James (San Jaime) luegola devota invasión se prolongará a San Juan y también a San Joséen una larga y constante persecución de los plateados rayos del másredondo y atrayente de los cuerpos siderales. El cortejo avanzacuando la media noche impone sus fueros en doce campanadas.Comienza la romería el 23 de Noviembre; comienza en conse-

cuencia el rito milenario transplantado de la India a la Trinidadque descubriera España y colonizara aquel espíritu que tuvoalientos para humanizar al secular Hamlet. Muchos afanes,muchas vigilias, muchas renunciaciones, muchos sudores se hanconsumido en aras de la magnificencia del rumboso homenaje.Un año de esperanzas y de fuerzas individuales y colectivas sehan conjugado para honrar la periódica visita de la luna.Las Pagodas trabajadas con amor y fe y representadas en visto-

sos altares multicolores en sus lentejuelas, en su pedrería, en lasuntuosidad del damasco o en la fragilidad del papel esmaltadoaceptan la contribución espontánea del bambú adornado congracia, y asimismo la contribución de la luz balbuceante y tem-blorosa de incontables lámparas o antorchas rojizas y serviciales.Y entre esas pagodas de atrayentes bambalinas se destacan dos,ornamentadas con especial afecto. Ambas representan lunas opu-lentas. Mas una es roja y la otra azul. Valor simbólico el de laslunas orientales, también Mahoma, en su viaje a la Meca, la utili-zó como lema o divisa. Sólo que el lema musulmán no permiteque la luna crezca y la admite únicamente cuando declina sufuerza o inicia su poderío. Más claro: cuando luce su formamedia: la de la cimitarra.La procesión brahmánica o devota marcha con lentitud. La

luna roja baila gracias a la habilidad de un nativo culí. La faltade destreza del indio no la permite el Índice Manú. Nadaimporta que la luna exceda en peso a las doscientas libras.

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Quien pierda el ritmo en una imprevista caída es castigado congolpes de bastón. Los indios se alternan en pasos al ritmo de ladanza. El compás obligado queda definido con minuciosa pre-cisión por tambores templados en el caluroso ambiente trinita-rio. Aumenta la contribución de ofrendas. Nuevas pagodas pro-cedentes de calles transversales engrosan el rico contingente. DeMaraval, todavía, sale otra luna azul con acompañamiento depagodas menores. Allí se realiza el encuentro con los portado-res de la luna roja. Y entonces las dos lunas acentúan el ritmode sus acompasados movimientos. Hay un momento en que unhálito de profunda nostalgia parece circundar los cantos de lasmujeres indias.Un canto triste que parece un lamento; que recuerda un sollo-

zo. Hay otro instante en que los cantos y las danzas adquieren sumáxima grandeza. Los altares se mueven por la fuerza del hom-bre; los adornos gravitan movidos por la brisa.Las lunas invitan al festejo; se le paga anualmente el tributo

obligado al heroico José. Las mujeres con ascendencias indias(ojos grandes, cabello negro, piel bronceada y tristeza infinita)ofrecen sus collares, pendientes y ajorcas en justo desagravio porfalta cometida. Y las lunas se enjoyan con esos atributos. ¡Sonmujeres también! La plegaria se entona con acentos dolientes. Elvelo, por su parte, cumple una obligación. Designar el estadocivil o religioso. A la izquierda, soltera. Casada si luce a la dere-cha. Niños de pocos meses forman en el conjunto. Tres días úni-camente duran las ceremonias. Recorren barrios pobres y aveni-das lujosas. Santa Clara (Saint Clair) igualmente conoce de laliturgia hindú. Al fin, cumplidos los preceptos dictados por Manúel esfuerzo de un año se diluye en el mar. Las pagodas, las lunas,los collares, las joyas, es ofrecido todo al hechizo marino. ¡Y elmar engulle todo sin sentir emoción!Mientras tanto, el indio vuelve a sus ocupaciones habituales.

Vuelve a elaborar nuevos altares en forma de Pagodas. Vuelve aconfeccionar lunas y bambalinas en espera constante de la fies-ta encarnada en los cuarenta días después de José. La ofrenda tiene

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siempre un hondo valor de legítima exégesis. Entre muchassentencias se exalta el símbolo que encierra un firme contenidode melancólica renunciación: ¡La existencia es efímera y todovuelve al mar!

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IustraciónCristina Keller

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Contados de entre mis contemporáneos poseen derechos tan par-ticulares como los míos para hacer públicos sus homenajes a esteclaro y extraño hombre de letras de Venezuela.Imaginamos los de mi generación del año 18 –en el alba– al

lirida violento, tierno y modernista; al ensayista de El conquista-dor español del siglo XVI; al polemizante personalista, caudalosobolivariano, agresivo e impávido como el indio y su flecha; alpolítico irreconciliable con la dictadura; al viajero de muchos lan-ces, muchas fábulas, muchos amores, muchas tragedias; al divul-gador venezolanista completo e integral; al varón de acción, tem-peramento, combate, sensibilidad e independencia, tal como unmito. Tal como el personaje de un cuento heroico románticojamás desprendido del ambiente que lo forma. Que forma suspasiones, sus poemas, sus libros, sus ambiciones.Promueven en nosotros su vida y su obra impresiones de luz y

sombra cual las de árboles en la noche. Aumenta su leyenda depoeta, de hombre y de escritor a la manera de esas nubes preci-pitadas por los vientos, veloces las unas tras las otras hasta com-pactarse en una sola nube poderosa. En una sola sombra sonora.Como en el canto de Silva.

Rafael Angarita Arvelo

BLANCO-FOMBONA,JUSTICIA EN EL TIEMPO

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Vive en Europa. Combate al General Gómez con acritud histó-rica. Combate enemigos con brío de raza. Combate algunas vecesfantasmas de pasiones. Combate sin cesar. Su literatura parececampo de batalla poblado de cantos de triunfo, de desafíos épi-cos, de cuerpo a cuerpo destemidos. Sobre toda ella vibra peren-nemente –esencia, substancia, eternidad– el culto por nuestroLibertador. Su Bolívar de mil tonos. De mil glorias insuperablesconvergentes sin desviación hacia el corazón de nuestra Venezuela.Escribe versos, novelas, ensayos, notas de historia y de viaje.

Venezuela por sus cuatro puntos cardinales. Mientras de ella máslo aleja el tiempo mayor entonces el orgullo por su grandeza.Nadie como este escritor asume fuera de la patria divulgación denuestras glorias y de nuestras letras tan noble como efectiva.Poeta siempre. Escritor siempre. Siempre violento e impulsivo,

tierno y altivo. Romántico de la acción. Hombre en el curso deesa acción como todos los legítimos románticos. Siempre elmismo. Rebelde, sensitivo a semejanza de las hojas silvestres queal rozarlas causan escozor. Tiene como el espacio días de niebla,días de cielo despejado, días de color de amapola, días de colorvioleta. No se concibe a poeta de tanta varonía que exclama:

Tengo ganas de beber leche,

de domar un potro,

de atravesar un río,

glosar luego con musical suavidad, con pausa de madrigal,con gala de ilimitada gracia, saudades de la mujer que amaneceen su primavera:

¡Ay, Dios mío, qué daño me ha hecho

la mujer de sonrisa de flor!

¡Cómo pudo prender en mi pecho

la semilla de un negro dolor!

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Me atrae tan varia, variable personalidad. Durante mi adolescen-cia literaria invento mis dioses mayores nacionales más o menos ala vista: Díaz Rodríguez, Blanco-Fombona, Pedro-Emilio Coll,Lazo Martí, Andrés Mata, el viejo sonriente Urbaneja Achelpohl.Señala Picón-Febres desde su Literatura venezolana en el siglo

XIX que en Pequeña ópera lírica hay dos poetas: el primitivo y elrevolucionario exagerado. Me quedo con el primitivo. Es el queperdura en nuestra poesía.Años más tarde lo encuentro en Caracas. Dios viejo nunca en

mengua o desaire. Es el 37. Voy para Berlín. Apenas pocas pala-bras y un consejo:—La mejor gramática para aprender el alemán es una mucha-

cha alemana.El 30 de diciembre del 38 termina en Leipzig la impresión de

mi Historia y Crítica de la Novela en Venezuela. En el libro un capí-tulo sobre Blanco-Fombona novelista. Sobre sus dos novelas paraaquella época conocidas entre nosotros: El hombre de hierro y Elhombre de oro. Antes de mi viaje aún no circulan aquí La bella y lafiera y La mitra en la mano, de la cual publica capítulos la prensaespañola. Mis opiniones no agradan al novelista.En Montevideo, con nuestra representación diplomática, el

novelista se hace hombre de ilustre actualidad. Gentes de prensalo interrogan sobre mi libro. Responde airado, casi rompiendo lamesa por el golpe de mano, que el autor de tal libro es un mon-tañés audaz e imbécil. Más o menos. La guerra corre. La prensade Caracas relata el incidente. Hay protestas que me favorecen.Sólo siete meses después conozco del asunto.Para el 43 me hallo en Lisboa. Desde esta hermosa ciudad lusi-

tana ruego a Pedro-Emilio Coll me envíe Dos años y medio deinquietud, prologado por el mismo Coll, impreso en Caracas, 1942.Blanco-Fombona es Académico de la Historia. Coll también al

propio tiempo que Bibliotecario de la Academia. Con aquella suincomparable bondad de maestro y de amigo, se apresura a com-placer mi pedido. El libro está sobre la mesa de trabajo para serremitido. Pedro-Emilio escribe dedicatoria cordial. Llega el grande

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hombre de letras, el autor de Pequeña ópera lírica, y escribe de supuño y letra, en primera página:

Dr. Angarita. He encontrado, mejor dicho, sorprendido a Pedro-Emilio enviándole este libro, que yo he debido enviarle a usted en prue-ba de reconocimiento por haberse usted ocupado en un libro de críticade dos novelas mías; y para desvirtuar la insensata calentura que meprodujo –no sé por qué– aquel juicio que he debido agradecer.Reconozco que usted ha sido mucho más discreto que yo acojiendo mimal humor con una indiferencia muy de gentleman. Yo también soy unpoco gentleman en no guardar rencores sino por cosas que valgan lapena; es decir, que afecten el honor o la vida. Debo confesarle que nosolamente me es grata su petición de este libro a Pedro-Emilio, sinoque me es gratísima; y en prueba de ello le mandaré dos libros más quehe publicado después de éste. Su compatriota y amigo, R. Blanco-Fombona. Caracas, 1943.Aquí aparecen el poeta y el hombre en su vertical comprensión

humana. En su justicia para consigo mismo y para con los demás.Conservo el original autógrafo con cuidados de reliquia. Medevuelve la fe en uno de mis dioses mayores de nuestra litera-tura, inventados por mí durante la adolescencia literaria. Apareceigualmente el derecho tan particular que poseo para hacerpúblicos mis homenajes a este claro y extraño hombre de letrasde Venezuela.

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Juana de Ibarbouru

ANA ENRIQUETA TERÁN

En la paz laxa de este verano arbóreo, sin cerúleas líneas de hori-zontes, la ola profunda de la vida me ha traído una maravilla pura:el alzado rumor vivo de un alma de mujer a quien le sirve comorica sortija exacta, aquella frase intensamente femenina de ladulce María Bashkirtseff: Amo la soledad delante de mi espejo.Ana Enriqueta Terán, representación y síntesis lírica de la joven

Venezuela intelectual, la nueva Venezuela remozada y pujante enla voz de unos cuantos artistas ya con el signo sagrado de la per-manencia, ha hecho que en su soledad vencida la entraña se le des-borde en hondas voces de canto.Un eco de Santa Teresa, una raíz de la ardiente mujer de Ávila,

están en su acento y sus raíces que se ahondan para nutrir conjugos temerarios, la flor de granado de su poesía.Esa furia lírica, ese augusto trance de creación que ella siente

como una vestal poseída por el culto del dios; ese frenesí delverso; esa veracidad sin orillas en que se sumerge entera con totalausencia del mundo cotidiano, todo es precioso y vivo materialde su obra. Por eso esta joven voz tiene tal esplendente emoción.Por eso posee tal acierto intuitivo, manejando el idioma comoquien lo inventa para sí, en combinaciones de palabras e imáge-nes que encantan y aterran. ¡Sibila misteriosa!

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¡Ay que anémonas hondas

Circundan su cintura florecida!

¡Ay, que tímidas rondas

En la entraña dan vida

A zumos llenos que la noche olvida!

Ciertos regustos de Góngora y su amado Garcilaso; ciertaestructuración de clásica almendra; cierto andar de fuegos en lapulida superficie de la estalactita, dan en la poesía de AnaEnriqueta, no sé qué audaces matices, qué deslumbrantes refle-jos, que entonan la perfecta espiral de su temible armonía.Se ha hablado mucho de la femineidad en la poética america-

na. Pocas, quizás ninguna mujer aparte de nuestra Delmira, tienecomo Ana Enriqueta ese místico y ciego arrebato que da al des-nudo de cuerpo y alma, tal divina pureza de antigua estatua. Lasoledad es su sino; un sino fecundo como el de la semilla aislada,palpitante entre el óvulo vegetal; como el de la perla entre la valvahermética; como el del ser que aún no ha nacido y crece hacia sudestino entre la sagrada y cálida oscuridad materna. Es sola y abs-traída porque ha de ser grande. En la joven mujer que sufre supoesía y la realiza entre llamas, ya parece advertirse una luz cur-vándose en torno de la frente. Tiene el ímpetu y el olvido de todo,que cercan a los que traen una misión.Para Ana Enriqueta, su verso es precisamente eso: una misión.Su voz se alza con el coraje y la gravedad de las revelaciones.

La poesía es su poderosa aventura.

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Enero, febrero 1949

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José Luis Salcedo Bastardo

EN EL DÍA DE LA POESÍA

En la Biblioteca Nacional, el 14 de marzo de 1949La hora que vivimos en esta noble residencia del pensamiento, eshora de plena y efectiva poesía. Es hora de justicia. Justicia queVenezuela rinde al bardo eximio cuyo natalicio se rememora hoy.Justicia a dos valores jóvenes en madurez promisoria de triunfos,en ascendente empresa de ennoblecimiento artístico. Justiciasobre todo a la historia nacional.Las más altas por nobles y heroicas etapas de la venezolanidad

están iluminadas por la poesía, sustentadas por ésta en su cálidaansia de nutrir un destino y definir un pueblo. Persiguiendo unamás viva dimensión del término, hablamos de la poesía no comoingeniosa y difícil modalidad estética, ni como aislado y concre-to género literario, sino como actitud vertical, como sublimacióny cristalización de un anhelo. De un anhelo por tocar la belleza,la belleza moral que ya es belleza heroica, por mirar y alcanzar lagenuina grandeza.Los mejores instantes nacionales están levantados sobre la roca

de oro de la poesía. ¿Qué, sino poesía, es la audacia de los descu-bridores, el tesón de los conquistadores, y la oposición franca,serenamente desigual y débil, de los aborígenes? Poesía es la

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mansa vida colonial, la amalgama contradictoria de tres razas, elempinarse de un pueblo para asistir a la maravilla de su propiodespertar. Poesía es la Independencia. Y son poetas bajo sus dor-manes severos y sus graves arreos, Bolívar y sus camaradas. Sucrecon su lealtad nos dio la estrofa culminante del canto venezola-no. Urdaneta con su integridad; y ambos con su ejemplar des-prendimiento dejaron constancia de una calidad espiritual simi-lar a la de los más responsables artífices de sentimientos, a la delos forjadores de emoción y ensueño, a la de aquellos que condedos de espuma saben jugar con corazones, y saben pulsar elsuyo propio para extraerle todas sus resonancias. En la contiendafederal, por sobre la orgiástica inundación de fuego, sobrevuelaun anhelo poético de redención proletaria. Y poetas son en todoslos tiempos los constructores de un mejor futuro, los intelectua-les que como Cecilio Acosta y Fermín Toro, y muchos otros, con-sagran al culto de lo venezolano lo más puro de su acendradacondición humana.Conscientemente ha sido escogido este día para la fiesta de la

poesía. El día de Lazo Martí es, por derecho de arte y de historia,día de bellas letras. Lazo Martí es con Pérez Bonalde la cifra cul-minante de la poesía nacional. Ellos son aurículas y ventrículosde un solo corazón apasionado por un mismo ideal. Son ellospiezas complementarias de un solo ente que representa en formainobjetable el alma de Venezuela. El primero es universal a fuer-za y en razón de ser venezolano, y el segundo resulta intensamen-te venezolano por obra y gracia de su universalidad. En esa dobledirección está un signo y un mandato supremo de venezolanidad,un mandato elocuente, sin palabras, pero que alcanza recto elnúcleo de nuestra esencia nacional. Ésa es la orden que los inte-lectuales jóvenes deben escuchar, ésa es la pauta que la inquietudde nuestros creadores ha de seguir. Ya un eminente contemporá-neo recordó a los poetas cuál es el sendero: Dejad de ser los saga-ces calígrafos de vuestras fantasías congeladas, los destiladores abste-mios de licores que no embriagan, los cazadores de cerebrales destellos,los encajeros del tedio. Volved a ser lo que Dios quiso y quiere que

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seáis: los liberadores de los ortigales y pedreras de lo cotidiano; los con-fidentes de los corazones silenciosos, los intérpretes de los misteriosmanifiestos, los profetas que sostienen al hombre en la ascensión a suverdadera patria.Carlos Augusto León y Ángel Sauce son los protagonistas seña-

lados para este retorno de Venezuela a su poesía. El elogio cum-plido corresponde a los críticos que en las obras de estos venezo-lanos se complacen en descubrir una sugerente sinfonía de exce-lencias. Habría que destacar en Ángel Sauce su vocación artística,su fina sensibilidad, su constancia en el camino y la faena de losdulces sonidos. En Carlos Augusto León su resuelta y risueña res-ponsabilidad literaria, su vigorosa juvenilidad poética, su aposto-lado de optimismo y esperanza, y toda esa inefable gama de vir-tudes que a edad temprana lo lleva a situación espectable en lasletras patrias.En ellos se honra a quien desde su sitio modesto y trascenden-

tal, desde su ajustada posición estética, labora y se empeña enacrecentar la riqueza espiritual de nuestro país. Sabe Venezuela, yasí lo comprende el Ministerio de Educación Nacional, que conestos premios no salda, ni corresponde siquiera medianamente ala obligación contraída con sus hombres de ideas. La intenciónno es por tanto de cancelación sino de reconocimiento, de alertay de recuerdo en la tarea de honrar a quien más que nadie mere-ce honor sin límites. La nación expresa en esta hora su gratitud ysu simpatía a los mantenedores de la unidad moral de la Patria. Yreclama de ellos perseverancia en el afán de tejer lazos de amor ycomprensión entre todos los hombres; y entre todos los pueblos,porque la pequeñez material del mundo obliga a pronunciarnosen términos de universalidad. Ninguna alegría, ningún humanodolor pueden sernos extraños. La humanidad está urgida delevangelio de la poesía, sus oídos están intoxicados por la prédicadel odio, la ira y la maldad. A las mentes ardidas les falta aquelbaño de música de que hablaba Rolland. Las galas livianas de lapoesía son el traje sublime de la perfección. Cuán trascendente esel papel del poeta en nuestro tiempo. El poeta con sus versos le

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construye al castigado corazón contemporáneo una segura escalapara alcanzar en realidad los cielos. Esperemos con fervor el rei-nado de la poesía; confiemos firmemente en la bondad de suéxito. La poesía no puede cantar sino con las notas del alma, nopuede hablar sino con las más finas palabras del espíritu. Y ése esel horizonte que a la humana acción ella le abre.Un voto jubiloso porque este acto de estimulante reconoci-

miento se proyecte y florezca en nuestra historia. Porque pervivacomo expresión sincera de que Venezuela no olvida ni desestimasus valores. Porque se perennice, en fin, como acto de justiciaque se realiza en un día exacto, en el día justo de la poesía.

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Marzo, abril 1949

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Arturo Uslar Pietri

MUNDOS VIEJOSY

NUEVO MUNDO

Hace ya siglos que el concepto de novedad está asociado al hechoamericano. Se empezó a decir un día, al día siguiente del descu-brimiento, que se había hallado un nuevo orbe. Lo dijeron aEuropa la carta de Colón, las elegantes Décadas de Pedro Mártirde Anglería, las deslumbrantes relaciones de Cortés. Era unmundo, en proporción y en contenido, distinto de todo lo cono-cido. Los españoles no tenían semejanza conocida con qué com-pararlo. Era el Nuevo Mundo. Y Nuevo Mundo ha seguido sien-do desde entonces.Y sin embargo era un mundo poblado de cosas viejas. De algu-

nas de las cosas más viejas del universo. Y no ha cesado en cier-tas horas y en ciertas circunstancias de parecer a algunos no sóloviejo sino hasta decrépito. No sólo es Colón que piensa que va aencontrar en la nueva ribera el Paraíso Terrenal, que era la fuen-te de toda antigüedad para el hombre occidental, sino que laarqueología bajo la genial investigación de Sahagún y de otrosfrailes va a ser la primera ciencia de investigación que florece enAmérica y que casi se crea en ella. Parece paradoja la de un orbenuevo que comienza por la arqueología.Muy vieja pareció América a los criollos del siglo XVIII. Para

un hombre como Olavide o como Miranda América era más del

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pasado que Europa. Iban a Europa a buscar la novedad, casi abuscar la vida, o, en todo caso la razón de vivir. El nombre deespañol americano sonaba como cosa más antigua que el simplenombre de español en las logias de los conspiradores liberales.Las ciudades parecían más viejas y tradicionales que las europe-

as. La delicia que los viajeros europeos hallaban en la América delsiglo XVIII era la delicia del dulce tiempo pasado. La lengua mismade los americanos parecía cosa más arcaica que la de los españoles.Cuando después de la Independencia surja la desesperación y

la furia romántica a los hombres que claman en versos llorosos oen discursos de Congreso América les parece vieja, agotada ycubierta de ruinas. Heredia comienza por cantar ante Teocali deCholula los restos de un pasado inmemorial. En 1858 FermínToro dice que los pueblos de Venezuela parecen milenarios.Nunca se habló más de vetusteces, de pasado, de Edad Media, defeudalismo, de necesidad de renacer que en el siglo XIX hispano-americano. Parecía que el pasado los atosigaba.Ese concepto de la vejez inactual de nuestra América y de la

necesidad de renacer a otras formas y a otros tiempos es el queestá en Sarmiento y en Alberdi. Es el que está en Rodó. Es el queha alentado en todos los más importantes movimientos espiritua-les y políticos de Hispano América en los últimos cincuenta años.Acaso hayan venido a ser más, con el tiempo, los que ven la

vejez en América que los que persisten en mirarla con la juven-tud de un Mundo Nuevo.Por eso, tal vez, no esté demás preguntarse ¿qué era y qué es

lo nuevo en nuestra América? Lo nuevo o lo diferente que la exis-tencia del hecho americano ha venido a añadir al panorama tanvariado de las provincias de la cultura occidental. Pregunta queno es tan baldía porque de su respuesta verdadera pueden abrir-se y cerrarse puertas para la fluencia futura de lo histórico.Pregunta que en lo más hondo está unida a la concepción de laposibilidad de una vida, de un estilo y hasta de una cultura ame-ricanos. De la América Hispánica. Que es la que está en trance deverdadera vejez o de verdadera juventud, es decir de diferencia

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con lo europeo, porque la otra, la América Inglesa de los EstadosUnidos y del Canadá, es menos diferente de Europa, su caminono ha sido el de crear diferencias, sino el de acentuar hasta elextremo algunos rasgos de la vida europea trasplantada.En el nacer de la América Hispana que poseemos lo que hay es

el contacto de dos mundos viejos. El contacto de dos viejas pie-dras del que ha podido salir una chispa nueva. Viejo era el indioy viejo era el europeo y ambos estaban adheridos estrechamentea dos viejos climas culturales, el de la más vieja Europa y el de lamás vieja América.Lo nuevo fue el contacto de ambos. Nuevos fueron los unos

para los otros. Enteramente desconocidos y sin precedentes. Laimpresión de deslumbramiento, de embriaguez de novedad fuemayor en los españoles porque fueron los que vinieron. Fue enellos tan grande como debió ser la de aquellos indios antillanosque Colón llevó a la Corte de Fernando y de Isabel.Esa impresión de novedad se conservó viva en el subconscien-

te de los españoles y de sus herederos americanos y peninsulares.Todavía en el siglo XVII, de vuelta de una larga permanencia enla pulida y españolizante ciudad de Lima, el frío jurista SolórzanoPereira, reflejaba y resumía la inmarchitable impresión de nove-dad en estos términos exactos: ésta que vulgarmente llamanAmérica... comenzaron... a llamarla Nuevo Orbe y Nuevo Emisferiocon mucha razón por la inmensa grandeza de sus Provincias, que aúncon faltar tantas por descubrir, sobrepujan las ya descubiertas a las delas otras tres partes juntas del Mundo: y por la diversidad de las cos-tumbres y ritos de sus habitadores, diferencias de los animales, árbolesy plantas que en ellas se hallaron tan poco parecidas a las de Europa.Para los españoles fue nueva la tierra: su extensión, sus dimen-

siones, eso que Solórzano llamaba la inmensa grandeza. Ríoscomo mares dulces, llanuras como océanos, selvas donde cabíanreinos enteros de Europa, cordilleras como nubes, calores deAbisinia y glaciares de Escandinavia, y ciudades de piedra másaltas que los más altos picos de nieve de su viejo mundo. Fueronnuevos los indios, su color, su traje, sus costumbres, sus lenguas,

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su religión, sus alimentos. Poco a poco fueron comprendiendo laslenguas, adoptando algunas palabras para nombrar algunas cosasnuevas. Tomate del náhuatl para nombrar aquel rojo fruto jugo-so que se recoge sobre la tierra. Huracán del taíno, para nombraraquel viento gigantesco para el que no tienen nombre.Es nuevo el maíz, es nueva la terrosa bebida que se hace del

cacao, es nuevo el tabaco, son nuevas las papas, la yuca, todoslos hondos y torcidos tubérculos que no conocían. Dirán queaprenden a comer raíces. Eran nuevos los dioses, los teúles y losgrandes cúes que asombran a Bernal Díaz. Era nueva la suavidady el complicado refinamiento del trato. A Cortés le detienen lamano con que va a abrazar a Moctezuma. No se lo explican.Como tampoco se explica Hernando de Soto que Atahualpa nopestañee cuando le detiene el veloz caballo desconocido casial tocarlo.Todo eso era viejo para el indio. A su modo se sentía tan viejo

como el español. Venía de sus remotas Romas, tenía antiguos ana-les de invasiones y guerras, sabía de imperios surgidos y de impe-rios muertos. Los mayas ya habían florecido milagrosamente ydecaído dos veces. Estaban en su segunda, esplendorosa y finaldecadencia cuando llegaron los conquistadores. Kukulkán erapara ellos más antiguo y consubstancial que Santiago Matamorospara los españoles. El símbolo de la serpiente emplumada eracomo su cruz. Las más viejas leyendas hablaban de tiemposinmemoriales. El Popol-Vuh y otros libros y otras leyendas igua-les que se han perdido eran la Biblia de su teogonía.Lo nuevo para el indio fue lo español. Las armas de acero y de

fuego. El caballo. La rueda. La religión de la cruz. La vaca. El acei-te. Las uvas. El vino. La lengua castellana. De la lengua castella-na toman palabras para designar las cosas nuevas que no conocí-an. Para designar la cruz, para designar a los hombres blancos,armados y barbudos, para designar las armas de fuego. Los indioskamaratas aislados en un valle de la Guayana venezolana, que nohablan español, llaman al arma de fuego: arcabuz. Con la viejapalabra de la novedad primera.

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Eran nuevos los unos para los otros, pero se sentían mutua-mente viejos. Viejos de un viejo mundo con profundas raíces.Cuauthémoc se siente viejo, viejo Atahualpa, tan viejos comoCortés que hablaba latín, o como Pizarro que firmaba con unacruz. Cantaban sus canciones tan viejas o más que aquéllas deDon Gaiferos que cantaba el conquistador. La novedad de laimpresión se fue apagando pronto en los que la experimentaron.El indio se hizo al caballo, el español al maíz. Pero la asimila-

ción de la novedad dejó huella imborrable en ellos. El indio queaprendió la Salve ya no se pareció a los otros indios, como elespañol que vivió en la nueva tierra ya se diferenció para siempredel español que no había venido. El indiano y el indio ladino sonlos seres alterados por el poder del contacto. La naturaleza deellos cambiaba en la misma proporción en que la novedad sehacía costumbre.Hasta que la novedad termina en el criollo. Y más aún en el

mestizo. Un hombre como el Inca Garcilaso llega a sentir comopropias toda la antigüedad del pasado español y toda la antigüe-dad del pasado indio. En él desembocan con natural afluenciaManco Capac y Fernán González. El criollo ya no tiene la sensa-ción de estar en presencia de una novedad. Tiene como el instin-to de que aún lo desconocido de América le pertenece y le es afín,como le es afín lo español, y lo latino, y lo hebreo y lo griego.Lo nuevo va a resultar su propia persona. Un alma donde la

presencia de lo mutuamente extraño se aproxima en combate oen fusión. En ellos la novedad de la mezcla que es la novedadesencial de América está viva y personificada.Atahualpa es tan viejo como América y el fraile Valverde tan

viejo como España. Cada uno puede estar lleno de impenetrablesy recelosas novedades para el otro, pero no para sí mismos nipara el mundo de donde provienen. En cambio un hombre comoel Inca Garcilaso es nuevo. Ya no pertenece ni al mundo de supadre el Capitán castellano, ni al mundo de su madre la ñusta. Latradición de los dos mundos confluyen en él para dar una nuevaforma. O para sentir la necesidad de darla.

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Eso es en verdad lo nuevo del Nuevo Mundo. Nacido delencuentro de dos mundos viejos. La novedad perdurable no fueel primer deslumbramiento de los mutuos desconocidos, sino elpermanente encuentro, la inagotable acomodación, la viva mez-cla de dos mundos ajenos unidos por un azar indestructible. Nohay mejor palabra para designar esa calidad que la de mestizaje.El mestizaje es la fuente de la novedad americana. Mestizaje de

sangre y sobre todo mestizaje cultural. Esa novedad es precisa-mente la de no poder ser por su propia condición ni la continui-dad de lo europeo, ni la continuidad de lo indígena.El maravilloso Santuario de Ocotlán en México es nuevo. Es de

una novedad que impresiona si lo ponemos junto a las iglesiasespañolas contemporáneas o junto a los templos indios. Es lachispa nueva que ha brotado del contacto de las dos viejas pie-dras. Es un prodigioso fruto del mestizaje. Como es nueva la pin-tura de Rivera en su tiempo, tan mestiza de cosas arcaicas yrecientes, de cosas europeas y americanas.No habría sino que trasladar el caso a la literatura para hallar

numerosos ejemplos. Todo lo original que ha creado la literaturahispanoamericana está marcado por el mestizaje. Es lo que pare-ce más propio de ella y lo que da una nota de mayor novedaddentro del cuadro universal de la literatura.Lo criollo es lo mezclado. No parece otro el sino de nuestra

América en el proceso de la cultura occidental, y ése es el senti-do de su novedad y la importancia de su misión.Ya no es Mundo Nuevo por estar lleno de cosas desconocidas

para Europa. Es Mundo Nuevo porque nace de la aproximaciónde mundos viejos distintos que en el contacto se modificanmutuamente y cambian.Esa sensación de confluencia es la más viva y creadora de los

grandes criollos. Es la esencia de lo criollo. Es lo que uno sientemanifestarse en angustia creadora en un Bolívar o en un Martí. Eslo que le da su inasimilable calidad frente a lo europeo a un poetaque quería estar tan cerca de lo europeo como Darío.

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Lo europeo puro y lo indio puro son en este sentido no sólomás viejos que lo criollo, sino ajenos a ello en la misma medidade su pureza. Lo mestizo es lo nuevo americano. Es esa aptitudpara recibir las viejas tradiciones y las viejas formas distantes paraaproximarlas dramáticamente en la creación de nuevas formas ynuevas tradiciones lo que hace que la América criolla siga siendomundo nuevo. Un mundo de creación de nuevas formas que yano son las heredadas y recibidas.Por esa causa sigue la América criolla siendo Mundo Nuevo

verdadero cuatrocientos años después del Descubrimiento. Y elnombre hecho para lo transitorio y marchitable significa perdu-rablemente lo esencial del destino de la cosa. Su misión creadoradentro del ámbito vetusto de la cultura occidental.

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Lucila Luciani de Pérez

MIRANDA, EL PRECURSORDEL FEMINISMO

Todo buen venezolano, quiero decir, todo venezolano amante delas glorias patrias, sabe o debe saber quién fue el General Miranday por qué se le ha apellidado el Precursor. La historia y la leyen-da nos han dicho y repetido una y mil veces su vida, sus desig-nios, sus empresas, sus glorias y sus desdichas.Sabemos de su vida que nació en Caracas en el año de 1750,

de la unión matrimonial de D. Sebastián Miranda, natural de lasIslas Canarias, y Doña Francisca Antonia Rodríguez Espinoza,criolla. Que comenzó su carrera en España, en aquella mismaEspaña cuyo formidable poderío se dedicó más tarde a combatirsin tregua ni descanso. Que hizo sus primeras armas en favor dela independencia de la América inglesa cuando aquellas coloniasse sublevaron contra la metrópolis. Que recorrió el continenteeuropeo en largos viajes durante los cuales adquirió una vastailustración que llegó a granjearle fama de insigne humanista. Quese radicó por mucho tiempo en Inglaterra entablando con el gabi-nete británico y otros gobiernos una serie de negociaciones queduraron 18 años y cuyo objeto era la emancipación de la Américaespañola. Que se alistó en los ejércitos de la Francia revoluciona-ria e hizo la campaña de Bélgica a las órdenes de Dumouriez. Que

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trajo a las costas venezolanas la expedición libertadora de 1806,expedición que fracasó primero en Ocumare y después en Coro.Que en su residencia de Grafton Street, en Londres, fundó unajunta central directiva, donde, asociado con todos los america-nos notables de la época, Zapiola y Caro, del Valle y Nariño,Vizcardo y Guzmán y Antepara, Medrano y Ortiz, Zea y San Martin,O'Higgins y Gual y Bolívar, se fraguaba la guerra a España. En fin,que llamado por los promotores de la Revolución de 1810, vinoa desempeñar su último, más importante y también más desgra-ciado papel; que fue de los legisladores del Primer Constituyentey Generalísimo y Dictador de la Primera República; que tuvo lagloria de firmar el Acta de la Independencia y la desdicha de fir-mar también la Capitulación de San Mateo; que aprehendido porsus propios tenientes, quienes pretendieron castigar en él supues-tos crímenes, cayó en manos de las autoridades españolas; y quefinalmente, en España, en un presidio en la Carraca de Cádiz,tristemente célebre desde entonces, exhaló el último suspiro,vencido en su lucha contra el coloso en cuyos dominios no seponía el sol y víctima de su nunca desmentido amor a la patria ya la libertad.Tal es a grandes rasgos, el resumen de aquella vida extraordi-

naria que a todos nos han contado, vida en la que hay de todo:honores y escarnios, triunfos y reveses, gloria y humillación,calumnias y apoteosis, luz y sombra, en una palabra. Numerososepisodios más o menos románticos que todos hemos leído, seintercalan en el curso de sus aventuras heroicas.Refiere D. Arístides Rojas cómo el edecán de Cagigal, en el des-

empeño de una importante misión diplomática que le confiara sujefe, se vio denunciado como introductor de contrabandos enCuba, y obligado a dejar subrepticiamente el servicio españolpara escapar al presidio, hasta que el Consejo de Indias, ante elcual se inició un interminable proceso, tuvo a bien devolverle,dieciocho años más tarde, su buena fama...Becerra y otros historiadores narran los variados y pintorescos

incidentes de su viaje continental, salpimentado por los lances de

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la persecución a que le sometían los agentes del gobierno espa-ñol: el ilustre viajero que recorre Europa, ora de incógnito, bajosupuesto nombre, ora ostentando el orgulloso título de Conde deMiranda, atraviesa Francia como un relámpago, prevenido porLafayette del riesgo que corre; el secretario de la Legación espa-ñola trabajaba como un negro por no dejarlo escapar y en Rusia,donde tiene un altercado con el Embajador español, quien bus-caba pretextos para apoderarse de su persona, obtiene la protec-ción de la Emperatriz quien le recomienda a sus ministros en lasdiversas Cortes europeas.Según los cronistas franceses la espada favorita de la Gironda,

empañada un momento en su brillo glorioso por una falsa acusa-ción que ante el Tribunal Revolucionario se le hace de traición encomplicidad con Dumouriez, recobra sus fulgores cuando losterribles jueces le absuelven de toda culpa y el pueblo que pedíaa gritos su cabeza, le conduce en triunfo a su domicilio.Los ilustrados biógrafos chilenos de Bello pintan una escena

emocionante: el sabio profesor que enseña matemáticas a suscompatriotas residentes en Londres, ve caer un día en sus brazosa un discípulo suyo, el futuro O'Higgins, que se hace llamar conel prestado nombre de Riquelme, conmovido hasta las lágrimaspor las palabras y exhortaciones del apóstol de la libertad ameri-cana y sale de aquel abrazo confortado con los Consejos que paraél escribe el mentor de los Libertadores.Un cronista y testigo de la Expedición de 1806 describe el

momento solemne en que a bordo de la nave libertadora ElLeander se iza el famoso tricolor convertido más tarde en bande-ra venezolana, saludado por las voces del cañón mientras los sol-dados extranjeros del Comandante en Jefe del Ejército deColombia, juran fidelidad a aquellos colores predestinados...Juan Vicente González, al hablar de los festejos patrióticos con

los que se celebró la proclamación de la independencia, el 14 dejulio de 1810, en Caracas, asienta que Miranda presidía la proce-sión cívica, compuesta de la juventud revolucionaria, que en laPlaza Mayor, entre vítores y aplausos, tremoló las banderas en el

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mismo sitio donde años antes el verdugo quemara la efigie y pro-clamas del Precursor.Gual, en sus recuerdos, conmemora las palabras que pronunció

el Dictador con desaliento cuando le anunciaron la noticia de lapérdida de Puerto Cabello: ¡Venezuela está herida en el corazón!.Y un testigo de los sucesos de la trágica noche del 31 de julio,

en La Guaira, que fue después un Prócer de la Independencia, elGeneral Carlos Soublette, recogió la amarga expresión que seescapó de los labios del Generalísimo, ante la violencia de sussubalternos: —¡Bochinche!... ¡Bochinche!...Todos estos dichos, todas estas actitudes, todas estas escenas y

fases de su vida son harto conocidas: contadas por los diversosbiógrafos, comentadas por los historiadores, pasan a la categoríade las tradiciones populares que andan de boca en boca...Tampoco se ignoran las persecuciones de que fue víctima

durante su agitada vida: seis veces sufrió la persecución: Francialo encerró en La Conciergerie y en la Force y le expulsó de suterritorio; España le declaró reo de Estado, lo persiguió hastaalcanzarlo y le envió de las fortalezas de La Guaira a las de PuertoCabello, de las de Puerto Cabello a las del Morro de Puerto Ricoy finalmente de éstas a la de la Carraca.Célebres se han hecho asimismo las apreciaciones y juicios que

acerca de él emitieron historiadores patrios y extranjeros. Hartose ha repetido el dicho de Michelet: ¡Había nacido desgraciado!cuya exactitud comprueba el sino adverso que le acompañó envida y que pesa hasta sobre su sepultura. Aún perduran contra sumemoria inveterados prejuicios, preocupaciones injustas, pre-vención infundada, en una palabra, una hostilidad que no desar-ma. Hay quienes le tildan de aventurero como lo han llamadoLamartine en otros tiempos y Robertson en el nuestro; hay quie-nes le inventan un favoritismo deshonroso por parte de CatalinaII; quienes le hayan tenido por agente más o menos mercenariode Inglaterra; quienes le imputan errores y faltas militares que nocometió; quienes le acusan de envidioso de ajenas glorias; quie-nes le censuren de debilidad, de ineptitud y hasta de cobardía,

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durante la campaña de 1812 y, por último, quienes se hayan atre-vido a escupir su venerable rostro con la vil acusación de haber-se dejado comprar por las onzas del Marqués de Casa-León...¡El reverso de esa injusticia y de esa ingratitud con que aún se

le juzga y se le aprecia, es su nombre grabado sobre la piedra delArco de la Estrella en París y el sublime mote de Precursor de laIndependencia Americana con el que le designa la posteridad!Todo ello, honores y afrentas, laureles y calumnias, apología y

censuras, todo ello es consecuencia natural de la gloria legítima quea algunos deslumbra, a otros ciega y a muchos molesta y mortifica!Y todo esto, repetimos como al principio, es sabido y conoci-

do. Sólo una faz del Precursor parece haber permanecido en lasombra; sólo un rasgo de su fisonomía general ha escapado hastaahora al ojo zahorí en los investigadores del pasado, tal vez debi-do a su misma puerilidad e insignificancia. Pero yo, por lo queme interesa, deseo hacerlo valer...Me refiero al párrafo de una carta que Miranda escribió a

Petión, miembro de la Convención Nacional, que dice así: —Pormi parte, os recomiendo una cosa, sabio legislador y son las mujeres...¿Por qué, en un gobierno democrático, la mitad de los individuos, lasmujeres, no están directa o indirectamente representadas, mientrasque sí están sujetas a la misma severidad de las leyes que los hombreshacen a su gusto? ¿Por qué, a lo menos, no se las consulta, respecto alas leyes que las conciernen más particularmente, como las del matri-monio, del divorcio, de la educación de los hijos, etc.? Yo os confiesoque todas estas cosas me parecen injusticias irritantes y muy dignas deser tomadas en consideración por nuestros sabios legisladores ameri-canos y europeos, los cuales aunque en mayoría reconocían la injusti-cia de ese estado de cosas, nunca pudieron explicarme su plausiblerazón de ser.Estos renglones no han menester comentarios: de ellos resulta

claramente que Miranda no sólo fue el ilustre Precursor de laIndependencia, que todos admiramos y veneramos; fue tambiénel Precursor de esa otra emancipación, la del sexo débil y oprimi-

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do, que por fin ha roto sus cadenas, el Precursor de ese granmovimiento revolucionario que se llama el Feminismo.¡Un laurel más para la corona de gloria del mártir de la Carraca

que viene a ser también el defensor de los derechos de la mujer!

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Enero, abril 1950

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Abel Sánchez Peláez

LA ASTILLA EN LA CARNE

El principio de que todo lo creado está ineluctablemente conde-nado a la destrucción, de que en la muerte se expía el nacimien-to, constituye el capítulo preliminar de las filosofías griegas y delExtremo Oriente.La fatalidad de ese principio, introducida en el pensamiento

occidental principalmente por Sócrates y por Aristóteles, noshabla de la verdad especulativa y de cuanto pretendieron descu-brir los filósofos merced al conocimiento.La verdad especulativa está integrada por un conjunto de fuer-

zas increadas, eternas y obligatorias, que, independientes de lavoluntad del Creador, y en relación estrecha con la Ética, vivenen el entendimiento divino y en el humano. Esas potestadesconstitutivas de la verdad especulativa limitan toda esperanza deinfinitud y reinan sobre la creación, a la cual preceden.A ellas aspira con avidez la inteligencia, en su afán de propor-

cionar al hombre la comprensión en desmedro de la vida.Contra la filosofía especulativa, que de esta manera anteponía

la esencia a la existencia, se levantó la filosofía existencial deKierkegaard, fundamentada en el anhelo de alcanzar lo imposiblea través de una actitud en que prevaleciera el concepto de lo vitalsobre lo puramente racional.

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Con trágica vehemencia, Kierkegaard se enfrenta al sistemahegeliano de la Filosofía del espíritu.Sören Kierkegaard nació el 5 de mayo de 1813 en Dinamarca,

y murió el 11 de noviembre de 1855. Su vida transcurrió en lapasión del ideal que sirvió de molde a su conducta de hombre. Ycomo quiera que su objetivo anímico era una original y revolu-cionaria concepción de Dios, de la religión y del hombre, losactos de su existencia, pese a las muchas vacilaciones y dudaspara realizarlos, se supeditaron siempre a ese ideal que dependíadirectamente de Dios.En búsqueda de su propio camino, Kierkegaard recorrió lo

estético, lo ético y lo religioso, desechando la felicidad terrenal yviviendo sólo al servicio de la idea.No es de extrañar que un individuo tan poseído por el encan-

to de su tremenda tarea, protagonizara hasta en los menores deta-lles el drama de su propio destino, y que aparezca, por la mismacausa, como un personaje contradictorio y paradójico en el quela determinación emprende el vuelo mediante la negación y elrechazo de todo lo presentado espontáneamente por la naturale-za. Lo que Kierkegaard desea poner en una cosa cualquiera es sucontrario a ella, desarrollando, en hostilidad con la vida, el ideala que ésta se debe apasionadamente.La estructuración de la personalidad de Kierkegaard se cum-

ple, según Charlotte Buhler, mediante la eliminación de lo dado.En carta escrita a los 22 años, dice Kierkegaard que debe sacar

en claro su determinación. Y más tarde añade: Importa encontraruna verdad que lo sea para mí; encontrar una idea por la que quierovivir y morir.Un poco antes de expirar manifestó al médico que lo atendía

en el Hospital, que su muerte era necesaria para ayudar al triun-fo de su idea. Contaba 42 años de edad.El pensamiento de Kierkegaard, iluminando la intrincada selva

de gigantes que para Thomas Mann fue el siglo XIX, insurgió con-tra el de Hegel, punto culminante en el devenir filosófico de lahumanidad.

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Creador de la Filosofía Existencial, fue Kierkegaard quienclamó, a través de una existencia plena de dolor, por ese Dios alcual el Cristianismo histórico parecía confundir con el Prometeoencadenado.Luterano, versado en Teología y en su juventud discípulo de

Hegel, vislumbró Kierkegaard, en las páginas de la Biblia, e inda-gando precisamente en el problema de la caída del hombre, quetodo cuanto sostenía la Filosofía especulativa se hallaba en pugnacontra la verdad revelada.El Cristianismo auténtico, apoyado en la fe y eludiendo la

razón, es en Kierkegaard, espíritu. Y el espíritu es interioridad, lainterioridad subjetividad, y la subjetividad esencialmente pasión.Hablándonos del yo subjetivo, Kierkegaard ejecuta un movi-

miento conmovedor con las fuerzas vivas del hombre, y deja muyvisible el sujeto-sujeto real y atormentado.Hegel, nos dice, es el hombre que conoce todos los problemas mejor

que tú; pero ignora uno: el tuyo.La sensibilidad de Kierkegaard lo empuja hacia el rescate metafí-

sico, del individuo, transformado en ente abstracto por los filósofosobjetivistas, para restituirlo a su prístina posición de ser concreto.A este hombre, angustiado y privado de su libertad, aguijonea-

do por la razón e impotente ante los insalvables impedimentos dela Ética, invoca Kierkegaard en medio de la terrible tempestad desu alma, atravesada por la desesperación y el ansia de lo infinito.Su voz es la de quien clama en el desierto. Vox clamantis in

deserto. Porque sólo así puede alcanzarse lo imposible. Sólo unaexistencia que sienta sus horrores y se abra paso por medio de lafe, puede aproximarse nuevamente al árbol de la vida y asegurar-nos la salvación.Comenta León Chestov: Kierkegaard –quien en su juventud

veneró a Hegel– comprendió repentinamente que la filosofía delmaestro ocultaba un embuste pérfido, una tentación peligrosa.Reconoció en ésta al eritis scientes de la serpiente bíblica; al llama-miento para substituir la fe en un creador viviente y libre –la fe que a

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nada teme– por la sumisión a las verdades inmutables que disponende un poder absoluto sobre todo, pero que a todo son diferentes.Abandonando al gran sabio, Kierkegaard se dirigió, o, mejor, se preci-pitó, hacia un pensador privado, hacia Job. Y de éste pasó a Abraham,el padre de la fe; rechazando a Aristóteles, maestro de los que saben.Por Abraham dejó también a Sócrates.Hegel acepta de la Biblia sólo aquello que logra justificarse ante

la conciencia racional. Despreciando la Escritura, afirma que esverdad revelada la que le revela su espíritu.Pero Kierkegaard ha visto que el saber, o sea la disposición

para aceptar como genuino lo que parece evidente, lo que perci-ben nuestros ojos, abiertos tras la Caída, conduce al ser humanoirremisiblemente a su pérdida.Por consiguiente, a la premisa hegeliana de todo lo real es racio-

nal, traducción de la fórmula espinoziana non ridere, no lugere,neque detestari, sed intelligere, se contrapone el abandono de larazón, que propugna Kierkegaard en ayuda de la fe.Pero renunciar a la razón y por ende jugarse el amparo de la

Ética, es el mayor horror humano.¿Y qué es esto de vivir sino debatirse desesperadamente en

medio de los horrores insuperables?La Filosofía Existencial arranca de la desesperación. Sólo el

horror que ha llegado hasta la desesperación, desarrolla en el hombresus más altas fuerzas.La Filosofía Existencial siente que los tormentos de la existencia

están vinculados al pecado; pero, ¿de dónde proviene el pecado?Kierkegaard acude a la narración de la Caída, y nos dice: El esta-

do de inocencia implica la paz y el reposo; pero a la vez otra cosa queno es discordia ni lucha, pues no hay nada contra qué combatir. ¿Dequé se trata? De la Nada. Pero, ¿qué efecto produce la Nada? La Nadaengendra la angustia. Si preguntamos cuál es el objeto de la angustia,no habrá más que una respuesta: La Nada. La Nada y la angustiamarchan siempre juntas; pero desde el momento en que se ha afirma-do la realidad de la libertad del espíritu, la angustia se desvanece.

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¿Qué es la Nada en la angustia del Paganismo? Es el Destino. ElDestino es la Nada de la angustia.La Biblia reveló a Kierkegaard que el origen del mal, del vicio

y del pecado, ocupa el momento en que el Tentador mostró laNada al primer hombre.Adán y Eva, y el mundo, eran perfectos. Pero llenos de terror

ante las verdades eternas, pretendieron saber: con el fin de colo-carse en el mismo plano de Dios respecto a esas verdades.A continuación del pecado original –la caída– se apoderó del

hombre la concupiscencia invencible, encubierta por la codiciade la razón, exaltada por Kant, y que justifica a cada instante lalocura de hallar explicación a la estructura del Universo. En men-gua de la omnitud y de la subjetividad.La Filosofía especulativa, extasiada ante el Génesis, es incapaz

de librarnos de la Nada. Por el contrario, la llama y la une indi-solublemente al ser; gracias al pensamiento racional y a la moralque lo protege, los cuales han acorralado al hombre hasta redu-cirlo a la terrible ley de la impotencia.La desesperación de esta ley permitió a Kierkegaard elevarse

por sobre el plano del pensamiento habitual. Entonces –comentaChestov– le fue revelado que su impotencia era también ilusoria; eray no era; se manifestaba a él como angustia frente a lo que no existe,frente a lo increado; frente a la Nada. La Nada que no existe se haintroducido en la vida como consecuencia del pecado, y con ello hasubyugado al hombre.

Muy pocos han hablado con tanta exactitud acerca del pecado comoimpotencia de la voluntad.Bajo el dominio de la Nada, la cual ha impuesto la angustia a

la vida, tememos a todo, aun a Dios, y no nos atrevemos a con-fiar en Él sin asegurarnos previamente que ningún peligro nosamenaza.Los argumentos racionales no pueden disipar esta angustia:

ellos la exacerban.

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Aquí nace lo Absurdo, que reveló a Kierkegaard la fe como lacontraria del pecado. Lo contrario del pecado no es la virtudsino la libertad, la liberación de todas las angustias, el términode la coacción.Esta observación es la más difícil de penetrar cuando se estu-

dia la dialéctica de Kierkegaard, y subraya el por qué este pensa-dor definió a la filosofía existencial como la insensata lucha de lafe contra la razón en torno de lo posible. O más exactamente –añadeChestov– en torno de lo imposible.La idea fundamental en la obra de Kierkegaard está constitui-

da por la angustia de la Nada como causa principal del pecadooriginal. Pero es necesario recordar su advertencia: la angustia delprimer hombre debe diferenciarse del miedo, del temor y de otros esta-dos similares del alma, los cuales son engendrados siempre por unmotivo preciso. Esta angustia es la realidad de la libertad como posi-bilidad ante imposibilidad. Y al expresar que la angustia es el vér-tigo de la libertad, describe el síncope de la voluntad que escu-driña la verdad no por la fe sino mediante la razón.El concepto de esta angustia metafísica constituye también en el

filósofo Heidegger el punto central de su temática. Tanto enKierkegaard como en Heidegger se cita la prueba de la angustiacomo vehículo para ir de la inautenticidad a la autenticidad.Porque la angustia, arguye este último, es la que opera el derrum-be de la banalidad cotidiana y nos abre paso a nuestras posibili-dades auténticas. Para Kierkegaard, ella constituye el desenvolvi-miento de una posibilidad inaudita, la de poder decidir nuestravida entre lo estético y lo ético, entre el pecado y la virtud. Laangustia nos aísla e individualiza; es una posibilidad que, ejercida, meconstituye a mí mismo.Kierkegaard y Heidegger, así como todos los metafísicos y los

psicólogos, han tenido serias dificultades al definir la angustia. Ycon el propósito de explicitar más su concepto procuran distin-guirla del miedo. Así, Heidegger dice que la angustia se distinguede éste, en que nada determinado la provoca; en tanto el psiquia-

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tra López Ybor aclara: lo que diferencia la angustia vital de la ansie-dad es su aparición inmotivada.Afirmaba Kierkegaard que la Filosofía existencial, por conocer

una tercera dimensión del pensamiento, la fe, rebasa el planobidimensional en que vive la Filosofía especulativa.Hegel ve en la fe únicamente el saber imperfecto que sólo

adquirirá valor cuando obtenga el reconocimiento de la razón.Y Kierkegaard escribía: los hombres se han hecho demasiado obje-

tivos para la consecución de la bienaventuranza eterna, pues ésta con-siste justamente en un interés personal infinitamente apasionado. Y eseinterés infinito es la fe.

Sólo una fe que nada sepa ni quiera saber, constituye la fuente delas verdades creadas por Dios. Ella no interroga ni vuelve la espaldapara mirar hacia atrás. La fe se contenta con clamar ante Aquél porcuya voluntad existe todo.La Filosofía existencial vence, por intermedio de la fe, a todas

las necesidades. Porque aparta de sí las evidencias y lo dado.Escribe Kierkegaard: Abraham obedeció con fe el mandamiento

que le ordenaba dirigirse al país que debía recibir en patrimonio, ypartió sin saber adónde iba. La tierra prometida no existe para elhombre que sabe. Ella se encuentra donde ha llegado el que posee lafe. Es tierra prometida porque se ha llegado allí.Y refiriéndose al sacrificio del bíblico personaje, añade: Si poseo

la fe no renuncio a nada. Por el contrario, por la fe lo consigo todo.Se necesita un valor puramente humano para renunciar a lo tempo-

ral en favor de lo eterno; pero se requiere un valor paradójico y humil-de para tomar en virtud de lo absurdo cuanto sea temporal. Es el valorde la fe. Abraham no perdió a Isaac por la fe. Por ella lo obtuvo.

El caballero de la fe es un ser verdaderamente dichoso que poseetodo lo finito.La fe de Kierkegaard no es ese sentimiento históricamente

aceptado que nos obliga a la inclinación sumisa ante verdadesinvisibles descubiertas por la razón. Tampoco entraña la confian-za en las obras y ejemplo de los santos.

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La fe de Kierkegaard es una insensata paradoja que resultainaprensible para el pensamiento, pues comienza en el puntomismo en que éste termina. Subsiste más allá del martirologio, másallá de las pruebas, más allá de la muerte. Cuando terminan parael pensamiento todas las posibilidades, dice la filosofía existen-cial, se revelan para la fe posibilidades nuevas. Para poseerla esineludible el rechazo de la razón. La fe significa perder la razónpara conquistar a Dios, para quien todo es posible, para quien loimposible no existe.Esa fe ardiente, sentada sobre lo absurdo y nutrida de impre-

caciones, confiere la suprema audacia para luchar contra el mal yconseguir su exterminio.Los filósofos especulativos explican el mal, pero lo dejan intacto...Sólo a través del penoso mundo vivencial de la angustia, puede

el pensamiento dar cabida a la pasión que Kierkegaard le supone:descubrir algo que siquiera se puede pensar. Y esto es la fe.Encarnada y sangrienta en las palabras de Unamuno, el solita-

rio salmantino cuya misión consistió en: quebrantar la fe de unosy de otros y de los terceros, la fe en la afirmación, la fe en la negacióny la fe en la abstención, y esto por fe en la fe misma.

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Juan David García Bacca

UNAS PALABRAS SOBREEL ESPIRITUALISMODE ANDRÉS BELLO

Es un hecho innegable que la personalidad filosófica de AndrésBello ha quedado en la penumbra frente a la esplendorosa y uni-versalmente reconocida personalidad suya en los dominios gra-maticales. La Filosofía del Entendimiento de Andrés Bello dista deser tan conocida y apreciada como su Gramática. Y con todo, sufilosofía está haciendo de fondo, transfondo, base y fundamentode sus teorías gramaticales. En carta a un amigo suyo, escrita enLondres, le dice que la teoría filosófica de la Gramática que tieneentre manos llamará la atención de toda Europa cuando la dé a lapublicidad. Desgraciadamente lo que sobre ella pudo haber tra-bajado, se ha perdido. Pero nos ha dejado los dos cabos: laGramática y la Filosofía del Entendimiento. ¿Cómo soldarlos?Filosofías del Lenguaje se han escrito posteriormente a Bello

por montones. Bello nos ofrece el caso singular de un especialis-ta en Gramática, y en Lenguaje, que es a la vez especialista enFilosofía y que, con conciencia del problema, se propone soldarfilosóficamente ambos dominios.Y lo grave del problema consiste en que la filosofía de Bello se

caracteriza por una concepción de la Lógica y del Espíritu, muy

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distante, y aun opuesta, a primera vista, a la filosofía que hubie-ra necesitado Bello para hacer Filosofía del Lenguaje.Entre otros ejemplos de tal problema que ante sus ojos tenía

Bello recordemos a Condillac, y su teoría calculatoria delLenguaje. Desde aquellos tiempos, para no remontarnos másatrás, ha sido siempre faena preferida de las filosofías empiristas,sensualistas y positivistas el estudio de la estructura del lenguaje.Así desde Condillac hasta la escuela positivista vienesa, de unCarnap, Morris, o los autores de la moderna Enciclopedia de laCiencia unificada.La peculiar dificultad que en Bello presenta una Filosofía del

lenguaje proviene de que la filosofía suya no es de ninguno deesos estilos, sino radicalmente espiritualista, casi estilo Berkeley.Es lástima que las circunstancias históricas no hayan permiti-

do a Bello desarrollar plenamente tal filosofía espiritualista delLenguaje. Pero ¿en qué consiste este matiz característico del filo-sofar de Bello?El espíritu, dice Bello, es un ser que tiene conciencia de sus

actos e inconsciencia de su cuerpo. Fuera esclavitud espantable elque el espíritu no solamente tuviera conciencia de sus actos, sinoque además tuviera que tenerla de todo el mecanismo tinglado,complicación física, química, anatómica, fisiológica... sobre losque todos nuestros actos –de pensamiento, de voluntad, senti-mientos, placeres y dolores, actos de sentidos internos o exter-nos– se asientan. Esta soberana, y magníficamente displicenteignorancia del espíritu frente al llamado su cuerpo, es el índice desu dignidad, de su estilo de ser, de su originalidad. El espíritu seda el lujo de ignorar su cuerpo, y sólo el espíritu se puede dartales lujos.De ahí que para Bello sólo tengamos conocimiento directo,

inmediato, propio de lo que en la conciencia pasa; y conocimien-to indirecto, simbólico, metafórico, del cuerpo y sus constitutivos.Bien lejos pues, de todo materialismo, sensualismo y positivismo.Bello desarrollará a lo largo de toda su obra filosófica esta con-

cepción de la autonomía del Espíritu, y practicará largamente el

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menosprecio del cuerpo, esclavo al que no hay que atender, sinoque, sin distraernos, nos atienda.El espíritu tal como nos es dado, pues Bello no hará jamás teo-

ría a priori del espíritu, se caracteriza, por una lógica original, dis-tinta de la que se emplea en las ciencias, físicas o matemáticas. Enel espíritu, dice Bello, son perfectamente compatibles identidad ydiferencia, identidad de todo con el alma, y diferencia de estadosentre sí. Cosas idénticas a una tercera, no son, por eso solo, en elespíritu y precisamente en él, idénticas entre sí. Por el contrario,el espíritu puede identificarlas todas consigo mismo, sin que, apesar de ello, queden identificadas, niveladas, entre sí. Manera,de alta estirpe teológica, para defender la unidad, simplicidad,identidad del espíritu, y a la vez su riqueza interior, su pluriface-tismo real, sin tener que acudir a ninguna teoría de partes delalma, de potencias del alma, menos aún a ningún tipo de atomis-mo o asociacionismo anímico, bien en uso en los tiempos en queBello escribía. La lógica clásica se caracteriza, al contrario, porbasarse en el principio de identidad transitiva o igualatoria: cosasiguales, o idénticas, con una tercera, son idénticas o iguales entresí. La igualdad, el uniformismo, la identidad neutralizan las dife-rencias, la riqueza de matices, la diversidad de la realidad. Bello,con clarísima y experimental conciencia, tanto de la unidad delespíritu, como de su riqueza interior, cae en cuenta de que sehalla colocado no sólo en otro orden de ser, sino en otro orden delogos, de lógica, no clásica. El logicismo y el panlogismo queda-ban, pues, radicalmente, originalmente, superados al señalar parael espíritu otro tipo de lógica, tradicionalmente reservada a Dios,extendida ahora a lo que de divino tenemos que es el espíritu,aun el humilde nuestro humano.Pero el descubrimiento de la originalidad de espíritu en lógica

le condujo, por contragolpe y contraposición, a descubrir laestructura íntima de la lógica de las cosas no espirituales, seannúmeros, figuras, o cuerpos. Y hallamos en Bello los primerosintentos de lógica matemática, tratamiento algebraico de proble-mas lógicos, leyes generales de construcción de lógicas no aristo-

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télicas, predominio de la teoría de las relaciones, conciencia de laposición original del modus ponens, de los límites de la lógica aris-totélica, y otros puntos que no caben buenamente en estos pocosmomentos.Desde las alturas de la lógica original del espíritu pudo Bello

columbrar los perfiles característicos de la lógica propia de lono espiritual.Empero esta misma preeminencia del espíritu condujo a Bello

a lo que con término solemne, y un poco pedante, se ha denomi-nado su acosmismo, la tesis de la insustancialidad de la materia.La tesis de que la materia y lo material ocupan la escala ínfima enel orden de los seres tiene como patrocinadores nada menos, yahí es nada, a Platón, Plotino, Santo Tomás, Leibniz, Descartes; yen tiempos casi anteriores a Bello, a Berkeley, el famoso obispoprotestante de Cloyne.Lo sensible, decía Berkeley, no es sino misteriosos signos que

nos hace el Espíritu absoluto, lenguaje en que nos habla. Ni elcolor es color, ni el sonido es sonido, ni el peso es peso, ni lamateria es materia, todo ello no pasa de ser signos, letras, de unabecedario divino por el que nos habla el Espíritu a los espíritus.Nada de hacer caso a Galileo, el pagano, para quien el mundoestaba escrito en caracteres matemáticos y nos daba una lecciónde geometría y álgebra.El espiritualista Bello, el gramático y literato Bello, no podía

dejar de sentirse tocado en sus más delicadas y resonadoras fibraspor esta teoría de Berkeley. Todo lo sensible no pasa de ser ele-mentos de una gramática divina, cuyo texto y oficio es hablarnosno de sí, sino de Dios y hablar a los humildes dioses que, si que-remos, podemos llegar a ser los hombres.Todo lo que no es espíritu es simple símbolo del Espíritu para

los espíritus. Tal es Bello; y eso terminó diciéndose y diciéndonos.

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Marzo, abril 1951

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Luis Yépez

MARTÍ, ARQUETIPO MORAL

No es bueno lo que no es honesto. Esta frase de Cicerón que sirvede rubro a uno de los capítulos de Las Paradojas, parece habersido la base de la vida espiritual y heroica de José Martí. Estemagno hijo de América amó en todo momento la virtud que escorona de modestia y cruz de paciencia y probidad. Amó el deberque requiere pujanza y demanda consagración. Amó la rectitudporque sin ésta no puede haber lealtad ni para sí mismo ni paralos otros. Amó la belleza porque sin el encanto divino de estaDeidad, el hombre no puede engrandecerse. Por eso tuvo Martísu destello anímico que le iluminó los caminos y le puso en elcorazón, como en trono o en ara, la majestad de los ideales quebuscaban libertad, emancipación y justicia.Y para él la libertad era dignidad del hombre; la emancipación

plenitud del derecho; la justicia, amparo y redención. En estehombre sin epopeya de guerrero, el fuego de la virtud crepitósiempre en su corazón. Ese fuego sagrado lo condujo hacia todaslas torres del fervor. Allí calcinó impurezas y purificó excelencias,es decir, su pensamiento se hizo fuente de grandeza y lanzó vale-rosamente su corazón hacia el futuro, hacia el destino. Y su pen-

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samiento era honesto, ínclito y armonioso, como una banderaque ondea en la victoria o en el dolor.No es bueno lo que no es honesto; y Martí vive la intensidad

profunda de la frase de Cicerón que fue llamado justamentePadre de la Patria por haber vencido los oscuros designios deCatilina. Podría decirse que Martí hizo escudo moral del precep-to ciceroniano, pues, a través de toda su existencia de apóstol, demaestro, de pensador, de poeta, de revolucionario, de tribuno, nohubo para él nada que fuera bueno si no era honesto.Y fue precisamente la gravedad moral de su pensamiento y la

horizontalidad de su virtud, lo que lo condujo con alegría demártir que sufre por la fe, hacia la órbita deslumbrante de Bolívar.Nunca se ha detenido con veneración ante ningún arcángel exter-minador para pedirle rutas o consejos, porque él no admira alsojuzgador de pueblos; porque su mente no está hecha para laopresión del hombre, ni comprende ni ambiciona la gloria quetiene clámide tatuada de lágrimas y sangre. Él busca en la órbitade Bolívar la inspiración del héroe; la lección del genio; un res-plandor del espíritu superior; un sonido de la palabra mágica enenseñanzas de sacrificios y de epopeyas. Una vez ante Bolívar élnace a la realidad de su destino y los fulgores que lo deslumbran,lo exaltan y le comunican el ánimo que se requiere para el bata-llar sin cese; para el caminar con esperanza; para no desmayar enel trabajo de encontrar las voluntades proceras que quieran coo-perar a liberar su pueblo de las cadenas del oprobio. Bolívar leotorga, como el padre al hijo, con el pensamiento y la palabra,con el ejemplo y la integridad, con el dolor y la energía, el signodel sacrificio y la victoria.Martí se detuvo también ante Washington y San Martín.

Admira el brillante destino y la obra cumplida por estos adalidesde la libertad; sabe que entre laureles han traspuesto la fronterade la inmortalidad y los aclama como varones estupendos de laespada, y de la justicia.Consumado ese deber, Martí continúa en su camino de probi-

dad espiritual y de amor a la modestia irreductible, activa y

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fecunda, y se dirige a Caracas para respirar el aire que respiró elLibertador. Y aquí eleva la plegaria marcial y aquí sueña los sue-ños de Sigfrido cuando en el bosque forjaba la espada maravillo-sa para vencer al monstruo. Luego va hacia Cecilio Acosta, esearquetipo de la fe suprema, del corazón encendido en llamas dealientos superiores, el del pensamiento siempre dirigido hacia losespacios siderales. Dialoga con Cecilio Acosta en intimidad degrandeza y toma de su fuego interior brasas que han de darlecaluroso entusiasmo. Martí se sorprende ante este venezolanoque es bueno porque es honesto y que es luminoso por la grandezamoral y radiante por la inteligencia máxima. Más tarde, cuandoAcosta reclina la cabeza, arca de luz, sobre el frígido cabezal delsilencio, Martí, exclama:¡Y cuando alzó el vuelo tenía limpias las alas!La estatura ética de Martí era inconmensurable. De esa dimen-

sión venía siempre con su ínclita lámpara de energías; con máspureza en el relámpago de su pensamiento; con más elevación deelocuencia para difundir su evangelio de liberación; con más for-taleza para persistir en su senda y con más sabiduría en la pala-bra para convencer a los hombres de pluma y a los hombres dearmas para que hicieran suya la causa de la independencia deCuba. Probo y adusto, sencillo y sincero, en Martí no hay estra-tos de vulgaridad, ni de pequeñez, ni de incuria: esplende saludmoral en todas sus actitudes; en sus movimientos vibran ondasde candor; y el candor en los elegidos es raíz de heroísmo. En lapoesía de Martí la serenidad es de cristal: fina y clara. Su emociónno tiene evidencia de deseos, sino belleza inocente. Como lalibertad de su pueblo es principio y fin de su existencia, él no estájamás entre cadenas cuando piensa o cuando sueña. Canta y echasu canto al viento del mundo y el canto va dejando en las almasel polen de la rosa de su corazón.Lo siniestro no existe para él. Su mano no está hecha para el

puñal. Su boca no conoce la mentira. Ignora los bajos mundos dela intriga y los barrios oscuros del engaño. Piensa en alta voz. Noafiló cuchillos ni aguzó lanzas. Fue puro, altivo, honrado y jamás

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tuvo torcidos palabreos con la calumnia. Su mundo moral, elorbe interior de su persona profunda, lo pobló él con excelenciasindómitas.Insisto deliberadamente en poner de relieve el caudal de virtud

de José Martí. Juzgo que su personalidad ejemplar no debe per-manecer velada por la niebla de la indiferencia. Todos los pueblosde nuestro Continente deben meditar en lo más alto de Martí: ensu espíritu de extraordinaria fortaleza para el bien, para el honor,para la bondad, para dar de sí mismo cuanto tenía en el corazóny en el mundo de su frente. Nuestra América tan sonreída y tanverde, tan rica y tan pobre, de amar a este hombre tan excelso enel sacrificio y tan perínclito por las fuerzas avasallantes de la lim-pieza espiritual.Evangelista de la liberación de su tierra; maestro de escuela en

las aulas ásperas del carácter; señor sin mácula en la casa de ladignidad, sin recovecos; excelencia de tribuno y no palurdodemagogo, sus concepciones habladas o escritas van del llano alotero, de la montaña a la altura, de altura al ápice. Esta insisten-cia de elevación muestra el tamaño esotérico del hombre.Raciocinio vertical y consistencia de bosque americano ante elulular del viento en torbellino. Así veo y así siento al paladín y alpoeta, al maestro y al héroe caído en Dos Ríos en donde desencar-nó gloriosamente para ascender a la inmortalidad con las alas sinmancha, como él dijo de Cecilio Acosta.Sea la América, pues, cofre para esta vida inmaculada. Sea su

grandeza de espíritu estrella de ideario. Amemos en Martí su aus-teridad. Y pensemos como dije en cierta ocasión, valiéndome delmito griego, que si Minerva nació de la cabeza de Júpiter, padrede los dioses, Martí nació de la cabeza de Bolívar, padre de laslibertades indo-americanas.

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Enero, febrero 1953

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El paisaje, se puede afirmar, ha sido el gran protagonista de laliteratura venezolana. Pero ¿es que acaso el hombre que vive ennuestra espaciosa geografía, no está aún en función de laNaturaleza? La inmensidad territorial, junto con el Sol del Trópico,extravierten el espíritu de nuestro habitante. Cuando abandona-mos los pequeños centros urbanos, ¿no caemos en el misterioabismático de grandes montañas, llanuras infinitas o ríos gigan-tescos? El ruido que produce el automóvil alborota los pájarosen medio del camino o desorbita los ojos del ganado. Más alláde lo que el hombre ha podido dominar, queda el cuerpo virgendel paisaje imponiendo su presencia, como gran señor de bellezaespontánea.Las corrientes literarias más modernas, no sólo de Venezuela,

sino de toda Hispano-América, tienden a liberarse del paisajecomo elemento factótum de la ficción criolla. Se habla insistente-mente de hacer una literatura de ciudad, donde el hombre, éseque importuna nuestros diarios sueños o aguza la horizontalhabilidad convivencial, sea el que predomine, en oposición alpaisaje que lo delimita, que lo envuelve. Se dice, y con justarazón, que ya tenemos núcleos humanos, que imponen se les

José Cañizales Márquez

EL PAISAJE EN LA LITERATURAVENEZOLANA

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mire directamente. Allá está Buenos Aires, al lado Montevideo yRío de Janeiro, al Norte México o por acá Caracas, y muchos cen-tros más, en donde existen problemas peculiares a estos crecidosconjuntos de individuos. ¿Puede –se dicen– la literatura descono-cer esta realidad? ¿No inauguran esas vastas aglomeraciones otrotratamiento en la temática literaria? Nosotros diríamos: sí y no.Por un lado, el deber fundamental del hombre es velar por elhombre mismo. Ahora bien, el paisaje también se incorporacomo elemento humano al hombre. Entonces, el problema no essólo de eliminar el paisaje o de restringirlo casi hasta su extirpa-ción; sino, que, es más bien, el de traducirlo literariamente enfunción del Ser mismo, como una combinación binomial, queengendra el gran drama y la estupenda realidad de cuanto somospor ahora. Mañana, cuando nuestros 912.050 kilómetros cuadra-dos, en vez de estar ocupados por 5 millones de personas, cuen-ten con una cantidad 10 veces más, para esa época, sí nacerá elpaisaje en función del hombre, y no como ahora sucede, que elhombre vive en función del paisaje. Lo de aspirar es que en laactualidad se logren combinar ambos elementos reales y presen-tes, para obtener una síntesis, donde ni uno ni otro perezcan, auncuando el hombre, como debe ser lo creador, domine.Es esto, precisamente, lo que ya se descubre un poco en las

obras de ficción que han publicado y tienen por publicar algunosescritores de las más recientes promociones. A tal fin, ya cuentancon las anteriores experiencias y con su nuevo afán de buscarleuna peculiaridad más definida a la obra literaria. Hay una nuevaconcepción en el desarrollo y realización de la novela y el cuen-to, y hasta de la misma historia. El escritor joven ya no goza sola-mente recreando el ámbito y lo concerniente al hombre que viveen minorías, sino que busca relatar y delatar lo que ve y oye entrelos grupos mayoritarios. Sin que esta nueva actitud obedezca aplanes preconcebidos de comprometimiento, sino a que los pro-blemas y circunstancias del hombre de hoy, son distintos a los deayer. Hasta la fisonomía del mismo país ha cambiado, si recono-

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cemos que de un país agrícola y ganadero –bucólico en literatu-ra–, Venezuela se ha convertido de la noche al día, en un paísminero. Las consecuencias de este cambio de fisonomía en nues-tra realidad territorial y demográfica, trae aparejado un cambioen el panorama geopolítico, porque se transforma la economíadel país, que es el origen de la transformación –de acuerdo a laconcepción económica moderna– de todos los otros estradossociales, políticos o culturales.Metido en esta realidad se halla el escritor joven, y no le cabe

hacer otra cosa que responder a esas exigencias latentes que lorodean. Quienes hicieron literatura hace 20 ó 30 años, tenían porqué hablar de otras circunstancias, porque eran otras, también,las necesidades dominantes. El criollismo nació, entre nosotros,más que de una corriente o moda literaria, por una causa delmedio geográfico. Los montes, los ríos y animales se paseabanhasta ayer no más por las calles de las más de nuestras ciudadesy pueblos, como unos comunes transeúntes. En diversos casoshabía que cederle el paso a la vaca o al burro, que discurría comonosotros por calles y aceras. Con esos elementos frente a la vidano cabía más que retratarlos, transformándolos en personajes deficción. El criollismo cumplió una etapa, no sólo literaria –comoque la literatura también es historia–, sino específicamente histó-rica del país. Hoy, habiendo cambiado el panorama, se impone lanecesidad de buscarle otra definición al arte narrativo, que res-ponda más cabalmente a las exigencias que nacen del medio y dela época.Como creemos que la literatura es una de las expresiones capi-

tales de un pueblo, y esto queda comprobado a través de las épo-cas, nadie como ella está en la obligación de interpretar la reali-dad que rodea a un determinado período histórico. Más aún, cre-emos que la literatura es historia viva, por las emociones y sensi-bilidades que se les escapan a quienes la entienden, como unasecuela de lo puramente documental o dogmático. Dados los des-cubrimientos que se han hecho en el campo del conocimiento

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íntimo del hombre, mediante el psicoanálisis, la literatura cuentacon recursos inestimables, para fijar las causas reales y aparencia-les de un determinado vivir colectivo. Las experiencias habidaspor estos medios, han contribuído a ampliar la comprensión delente social y a fijar más concienzudamente su conducta. Estariqueza de interpretación la tiene en sus manos el escritor joven,riqueza, que casi constituye el redescubrimiento del hombre,recursos éstos que no le fueron dados ampliamente a quienesdefinieron el criollismo en la literatura venezolana. Ahora sepuede decir que es hasta más fácil ser inteligente, por los adelan-tos que en el terreno de la psicología se hacen cada día más cla-ros y profundos. Con estos auxilios, el cuentista o novelistaactual, puede penetrar con su natural agudeza, más adentro decuanto se le presenta ante sus ojos, para escudriñar y relatar inti-midades, que pese a la prodigiosa intuición con que cuenta todocreador y toda auténtica sensibilidad se escapan a quienes notuvieron en sus manos elementos que se han venido a revelar enlas últimas décadas, en el estrado del psicologismo.Los avances alcanzados en el terreno del psicoanálisis han con-

tribuido a modificar el paisaje. Ya hoy se puede hablar de un pai-saje interior más definido y transparente. Por un rasgo cualquie-ra: tips, complejo o defecto, se puede explicar la manera de serde un hombre y su influencia en el medio donde vive, casi de unamanera científica, objetivizada. El nuevo escritor, tiene así laspuertas del alma o psiquis más abiertas, por donde puede vermejor el corazón y las intenciones de sus semejantes. Casi se pue-den palpar los más profundos sentimientos del Ser, en base a lasexpresiones exteriores de emoción o querencia.Aquellos que se adentren por el camino de la narrativa, tienen

que tomar en cuenta los factores de que hemos hablado en estaoportunidad, para ayudarse en la interpretación de la nueva rea-lidad venezolana. Por supuesto, que lo anterior no va, ni muchomenos, en tono de consejo, sino que es producto del clima, quela moderna literatura, tanto venezolana como hispanoamericana,

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está viviendo. Si en algo hemos de contribuir a esclarecer estosaspectos que ofrece la narrativa en los actuales momentos, connuestros puntos de vista, quedaremos satisfechos de haber pen-sado un poco, sobre un tema, que como el paisaje, tiene unainfluencia decisiva en el espíritu y proyección de nuestras letras.

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Marzo, abril 1953

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IlustraciónCristina Keller

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Alejandro Lasser

LA NATURALEZA,ARTISTA INCOMPRENDIDA

La Naturaleza es la más incomprendida de las artistas. Que no sequejen los hombres del menosprecio o de la indiferencia con queson acogidas sus obras, muy pobres ciertamente al lado de lasotras, de las que debemos a la Naturaleza. El arte de ésta, comoel de los humanos, puede o bien conquistarnos desde el primermomento, o bien permanecer cerrado mucho tiempo o toda lavida a nuestra inteligencia. Al hablar sobre hermetismo en el arte,la Naturaleza sería la más hermética de las artistas. El arte hermé-tico, el arte de difícil acceso a nuestro entendimiento, no es pri-vativo del hombre, del espíritu. Quizás suframos una ilusióncuando erigimos a la Naturaleza como modelo del arte claro yespontáneo en contraposición del que exige de nosotros grandesesfuerzos para gozarlo. Se opone erróneamente el arte concebidosegún la naturaleza al otro, al elaborado sabiamente por el inte-lecto, al cargado de misterios y de símbolos, y se dice: He ahí unartista natural, un artista claro; he ahí, en cambio, otro difícil queanda muy alejado de la Naturaleza. Lo que ocurre es que pocasveces se repara en esta belleza difícil, en esta belleza hermética dela naturaleza porque nuestra atención se deja atraer por las otrasobras de aquélla, por las de belleza fácilmente asequible. Y difie-re el hermetismo de las obras humanas del de la Naturaleza enque el de las primeras deja de serlo al cabo de algún tiempo por-

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que los investigadores y estudiosos se encargan de explicarla yaclararla, en tanto que el de la segunda es inexplicable y no sepresta, por su esencia misma, a largos y pacientes estudios. Lasobras de la Naturaleza, los seres vivos, tienen una existencia máso menos efímera que no permite contemplarlos mucho tiempo entanto que las creaciones del hombre permanecen fijadas en latela, en el papel o en la piedra, lo que facilita su examen y su dis-frute a generaciones enteras. El arte del hombre fija lo mudable;recoge en una sola imagen imperecedera las mil transitoriedadesque encontró a su paso, pero una criatura de la Naturaleza, unamujer, una flor o una aurora, encierran una belleza fugaz y cam-biante que escapa sin cesar a nuestras miradas.Así, la belleza de algunas mujeres, como la de ciertas obras

maestras del arte, pasa inadvertida a los profanos. ¿Quién no havivido la experiencia alguna vez? ¿Quién no ha conocido una deesas mujeres a la que no se prestó atención al principio, a la queno hallamos entonces gracia física o espiritual ninguna, graciaque empezó a revelársenos poco a poco, a medida que la tratába-mos? Fue necesario que el tiempo y una visión continua nospusieran en el camino de la verdad, en el camino de comprenderuna belleza humana que había sabido ocultarse tenazmente anuestros ojos. Empezamos entonces a hacer descubrimientos enaquel rostro y en aquella figura, a reparar en la originalidad deunas facciones, en el ritmo de unos movimientos, en la finura deun gesto o de una expresión. Y no es sólo la nobleza y la origina-lidad de las facciones lo que insensiblemente nos va seduciendosino también una luz singular que las ilumina, una gracia en queparecen siempre bañarse. Podríamos decir que el rasgo máscaracterístico de la belleza de estas mujeres es la originalidad queellas expían con la incomprensión. Su fisonomía no es la fisono-mía de las bellezas corrientes y un algo hondo y entrañable lasdistingue al punto de las otras. Como esas músicas de algunosgrandes maestros, cuya primera audición nos dejó indiferentes oaburridos, pero que al ser escuchada varias veces empezó a apo-derarse de nosotros, llegando en ocasiones a conmovernos a tal

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extremo que ya no podíamos apartarla de nuestra mente, así tam-bién la belleza de algunas mujeres o paisajes, a cuyo lado pasa-mos impasibles un día, acaba con el tiempo por subyugarnos.Se dirá que lo que estoy diciendo no es otra cosa que enamo-

ramiento, al menos en lo que se refiere a las mujeres; que en elpárrafo que antecede lo que hice fue describir algunas de lasmanifestaciones propias de la pasión amorosa pues que el amordescubre belleza donde no la hay, pero semejante apreciación esapresurada y hasta frívola porque se puede descubrir la belleza deuna mujer sin estar enamorado de ella. Como en el anterior ejem-plo de la música o como en el de un cuadro mejor, fue precisoque nuestros ojos se educaran para recibir la belleza que se escon-día en aquella mujer o en aquel paisaje. A las más hondas verda-des y a las más altas bellezas sólo llegamos por una especie de ini-ciación. Si se nos permitiera hacer clasificaciones en esta materia,con arreglo al grado de percepción de lo bello, diríamos que haydos tipos de belleza femenina: uno común que todos captan yque correspondería al arte popular; y otro sutil que se revela auna minoría y que correspondería al arte culto o de élite. Las muje-res y los paisajes de belleza original son fácilmente desplazados porlos de belleza común, por la que entiende y gusta todo el mundo.También hemos hecho la experiencia contraria, la de la obra de

arte, mujer o paisaje que nos cautivaron en un principio porquecreímos ver en ellos una belleza que en realidad no existía o queno era como nos la figurábamos, belleza o pseudo belleza que sefue desvaneciendo poco a poco, a medida que teníamos un tratomás frecuente con ella mediante el cual nos fue posible descubrirdefectos y debilidades hasta entonces ocultos.Lo que hemos dicho a propósito de las mujeres, es también

aplicable a los paisajes y a los animales. Un rincón oculto del bos-que, un sendero rústico, la pálida luz de un amanecer lluvioso,ante los que pasa indiferente multitud de personas, pueden asir-nos con más fuerza que la luminosa y concurrida avenida busca-da por todos. Consideraciones parecidas podrían hacerse respec-to a los animales.

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La naturaleza, a diferencia de los seres humanos, ni se preocu-pa ni sufre por la incomprensión de que se la rodee. Tan indife-rente es al aplauso como a la censura, a la admiración como a laindiferencia. Le da lo mismo producir una obra perfecta en undesierto o en una montaña virgen donde nunca ojos humanospodrán contemplarla, que en medio de la sociedad más culta yrefinada. Ella ignora la vanidad. Crea solamente por el placer decrear, para gozarse en sus propias creaciones. Poseída por unaeterna fiebre de creación, crea hasta la infinitud seres cada vezmás bellos y perfectos, y destruye también hasta la infinitud loque ya no sirve, lo débil, lo pesado y lo torpe, o lo que ya cum-plió su misión o su fin. He ahí su más grande trabajo. Oleada trasoleada brotan de sus entrañas nuevas criaturas y por oleadasvuelven a su seno para eternamente renacer transformadas, mejo-radas, purificadas. De ese gran laboratorio, de ese complejo tallerde la Naturaleza, no salen perfectas las obras por la primera vez.Sería un error suponer que todo cuanto produce la naturaleza,por el solo hecho de venir de ella, es irreprochable y acabado. Laactual perfección de los organismos se habría logrado gracias aincesantes rectificaciones de la forma primitiva. Ese rehacer yensayar las cosas durante centenares de miles de años acabaronpor fin en esas perfecciones que ahora admiramos. Pacientes einfinitos ensayos ha debido de hacer la naturaleza con cada formaviva, con cada criatura que respira para que se realizara armonio-samente, para que fuera al fin perfecta. Esa obra maestra que esel hombre, esa corona del mundo viviente, sería el resultado deexperiencias, de tanteos, de búsquedas innumerables hechas porla naturaleza a través de milenios. Era necesario crear un ser –elhombre– que aunara la máxima ligereza con la máxima resisten-cia, capaz de adaptarse a todas las situaciones, capaz de los másaltos vuelos y de las más profundas inmersiones, pero para cons-truir semejante criatura había que aprovechar y recordar las expe-riencias pasadas y vividas con otras especies. Todo lo que no res-ponde al fin de la naturaleza, a ese ideal de resistencia y de lige-reza, de flexibilidad y de fuerza, es destruido sin piedad. Todo lo

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torpe y lo pesado debe morir, tal parece ser una de las leyesimplacables de la existencia. Por ser demasiado pesados y horri-bles, por su incapacidad para adaptarse a medios diversos y cam-biantes, por su rigidez, desaparecieron las especies antediluvia-nas , un ensayo infortunado de la naturaleza. Del mismo modoque un artista elabora su obra a base principalmente de destruc-ción de lo que va haciendo, de supresión de lo superfluo y de lodébil, sometiendo la obra a un proceso de filtraciones sucesivashasta obtener el producto puro que busca, la belleza pura, asítambién la Naturaleza ha suprimido muchas especies que nohacían falta ya o que no respondían al más hondo designio deella, reteniendo lo mejor que había en esas formas condenadaspara reproducirlo más adelante en una nueva especie. Por eso elhombre es una síntesis del mundo viviente. Y no puede uno dejarde preguntarse si el designio de la Naturaleza es que su obra con-cluya en el hombre, detenerse aquí, o si es su propósito superar-lo, seguir avanzando hacia un tipo superior que aparecería encuanto las circunstancias fueran más propicias. Se pregunta unosi esa artista eternamente insatisfecha que es la Naturaleza estarácontenta con el hombre como producto estético y biológico,incluso ético, y si no estará ya preparando su destrucción o sureemplazo por un ser más bello y equilibrado, más digno de lavida que se le dio. El hombre actual corre ciegamente a su des-trucción de la que sólo un tremendo esfuerzo sería capaz de sal-varlo. Y si la lección que sacamos de las especies primitivas, delos animales antediluvianos, es que se extinguieron por su inca-pacidad de adaptación, entonces el hombre contemporáneocorrería un riesgo parecido porque cada día parece que se adap-ta menos a las condiciones que él mismo ha creado. Pero ya esta-mos entrando en otro tema del que nos ocuparemos algún día.

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Julio, agosto 1953

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Edoardo Crema

EL OTELODE ORSON WELLES

Uno de los errores más frecuentes en el campo de la crítica cine-matográfica, y sobre todo entre los espectadores sin pretensionescríticas, consiste en juzgar las películas inspiradas en algunanovela u obra teatral, tomando en consideración la mayor omenor fidelidad de la trama cinematográfica respecto a la tramade la obra en que se ha inspirado. También yo, hace tiempo, caíen este error: y precisamente a propósito del Hamlet inspirado enel drama de Shakespeare, y realizada cinematográficamente porOlivier. Pero ahora, después de haber meditado acerca de lo quedebería caracterizar el Cine, y distinguirlo de las demás Artes, meparece haber intuido que la mayor fidelidad a la trama literariaestá en razón inversa al valor de la película. La fidelidad absolu-ta, es la que podríamos definir como una copia fotográfico-sono-ra de la representación teatral, o –como diría Croce– una traduc-ción en película de la obra literaria: mientras la que permite crearuna obra con valores realmente cinematográficos, es una inter-pretación libre del tema sacado de la obra literaria.En el fondo, se trata de una aplicación al Cine de un criterio

crítico ya adoptada en la valoración de las obras poéticas y musi-

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cales, pictóricas y escultóricas. A nadie, por ejemplo, se le ocurri-ría juzgar negativamente, o restarle valor, al Fausto de Goethe,por el hecho de que tiene elementos dramáticos y líricos distin-tos a los del drama de Marlowe: antes bien, el juicio sobre elFausto de Goethe es más positivo, exactamente, en donde se refie-re a los elementos nuevos, o renovados. También la Pastoral deBeethoven vale por la originalidad de sus creaciones, y no por lassemejanzas que tiene, respecto a sus divisiones, con el Retratomusical de Knecht; y el valor del Cenáculo de Leonardo es grande,sólo porque el genial artista ha sabido desentrañar del manosea-do tema milenario, elementos psicológicos y fisio-psicológicos, ycreaciones plásticas y cromáticas en absoluto distintos a los queaparecían en las anteriores Cenas. Sería injusto, por lo tanto, juz-gar una obra cinematográfica con un criterio crítico opuesto alque tiene vigencia en las demás Artes: y más injusto todavía, encuanto se trataría, no del desarrollo de un mismo tema en elámbito de un mismo Arte, sino del desarrollo de un mismo temaen el ámbito de artes distintas. Juzgar, por ejemplo, el Otelo deVerdi o el Mefistófeles de Boito, comparando sus respectivas tra-mas a creaciones musicales con las tramas y las creaciones poéti-cas del Otelo de Shakespeare y del Fausto de Goethe, sería, nosólo injusto, sino también, y sobre todo, erróneo, en cuanto Verdiy Boito han creado acordes y contrastes entre imágenes musica-les, y Shakespeare y Goethe con imágenes poéticas. Asimismo,debemos, al juzgar una obra cinematográfica inspirada en unaobra literaria, tomar en consideración no el grado de fidelidadque ella tiene con la obra literaria, sino las creaciones exclusiva-mente propias de su Arte, que es la cinematografía.Al aplicar este criterio, teórica y prácticamente justo, al Hamlet

de Olivier, no hay dudas de que aparecería como una obra maes-tra, a pesar de diferenciarse en ciertos puntos del Hamlet deShakespeare, en cuanto ha desarrollado el tema shakespeariano através de una serie de creaciones netamente cinematográficas: ytambién es indudable que, desde el punto de vista estrictamentecinematográfico, también es una obra maestra el Otelo de Orson

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Welles, a pesar de que difiera profundamente de la tragediainspiradora.El haber dado, en la trama cinematográfica, el predominio casi

absoluto a los aspectos tumultuorios de Otelo, pasando a segun-do término los aspectos de su felicidad amorosa, es sin duda unerror respecto al drama de Shakespeare, pero no respecto a lapelícula en sí misma. Es precisamente este predominio, lo que haquerido crear Orson Welles: el cual, en el fondo, permanece elmismo individualista desenfrenado y arbitrario de El Ciudadano,o, como lo llama Sadoul Jorges, el meteoro: y es esta prepotentepersonalidad suya, la que lo ha llevado a confinar al margen deldrama, no sólo la personalidad de Desdémona, resultante de unaúnica cuerda, una ternura confiada y ciega, sino también la per-sonalidad de otros personajes, como Rodrigo y Casio, que en lapelícula aparecen como secundarios, o sin más, nulos. Sólo Yagoactúa en el mismo plano del protagonista: y se comprende porqué. La personalidad tumultuosa de Otelo, sólo va revelándose yactuando por la obra de Yago: son las palabras y los gestos, lasmiradas y las frases dejadas en suspenso por Yago, lo que desen-traña del Otelo feliz el Otelo suspicaz y celoso, violento, impulsi-vo y ciego. Otelo no podría ser lo que es, sin Yago. Uno vive porel otro: y de aquí, esta especie de equilibrio psicológico entre losdos personajes, que va a encarnarse en un equilibrio estético. Omejor: más que de equilibrio, se debería hablar de líneas que con-vergen en un punto, para luego alejarse de nuevo una de otra, osin más, de una inversión de los valores psicológicos. Y esteaspecto psicológico sugiere a su vez, y crea, uno valiosamenteestético, y de un puro valor cinematográfico y no literario, en laescena en la cual Yago logra desatar en toda su violencia la suspi-cacia y los celos de Otelo. En los comienzos de la escena, Otelodomina en primer término, en una actitud poderosa que parecellenar toda la pantalla, mientras Yago aparece más allá, en últimotérmino, relativamente pequeño; a medida que las palabras deYago despiertan en Otelo la personalidad impulsiva, ciega, trági-ca, aumenta en la pantalla la figura de Yago, y disminuye la de

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Otelo; y cuando, finalmente, Yago ha logrado su fin, y en Otelose ha desatado la tempestad de los celos, es la figura de Yago laque domina la pantalla, mientras la de Otelo pasa a proporcionesrelativamente menores. Magnífica escena, de un valor neta yexclusivamente cinematográfico, aunque tiene un precedenteartístico en el recurso por el cual, en todas las obras de civiliza-ciones primitivas, se asignaba un tamaño relativamente más gran-de al personaje, Faraón o Cristo, que dominaba espiritualmente;y es de carácter exclusivamente cinematográfico, exactamenteporque el acorde por semejanza entre el tamaño material y eltamaño espiritual no se queda estático, como en las pinturas y enlos mosaicos, sino que se realiza de una manera dinámica.Pero, si la intención de Orson Welles ha sido en realidad, y no

hay dudas, la de predominar en la trama –como actor–, se com-prende por qué hubo de empequeñecer el papel de todos losdemás personajes: pero también se comprende cómo esta infide-lidad al drama de Shakespeare no constituye un error respecto aldrama en sí, sino crea, por el contrario, otro valor. EnShakespeare, el equilibrio entre los aspectos felices y los aspectostumultuarios es semejante al equilibrio plástico y cromático, porejemplo, de un cuadro o fresco de Rafael: téngase presente laEscuela de Atenas, con los dos filósofos al centro, y las dos masasde filósofos ulteriores, equilibradamente distribuídos delante deun edificio arquitectónicamente simétrico; en Orson Welles, porel contrario, el desequilibrio en favor de los aspectos tumultua-rios de Otelo equivale al desequilibrio cromático de un cuadro deRembrandt o del Caravaggio: ha eliminado la luz, ha aumentadola sombra. Antes bien, la misma exigüidad de la luz sirve, estéti-camente, para aumentar la impresión dominante, que es la dela sombra.Un acierto de gran valor estético, y también de un valor neta-

mente cinematográfico, reside en la elección de las formas arqui-tectónicas en que está ubicado y se desarrolla el drama. Sin dudaalguna, a la mayor parte de los espectadores aparecerá rara, o,quizás extravagante, la forma del dormitorio de los dos esposos:

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aquella alcoba perdida en una selva de columnas, que recuerdamás bien el interior de una catedral gótica. Y puede ser quealguien tratara de justificar esta rareza, con la hipótesis de unareconstrucción histórica del ambiente: pero yo creo que, porencima de todo realismo histórico, esa alcoba perdida en unaselva de columnas constituya una original creación por semejan-za, un formidable acorde plástico y –por el juego de las luces yde las sombras– cromático, entre el amor de Otelo, y sus celossiempre en acecho hasta la tragedia final. Se trata de un breveamor, de brevísimos relámpagos de felicidad, perdidos en unlaberinto de sospechas, de dudas, de insinuaciones, que cruzanentre sí sus sombras largas y temibles; para llegar a aquella alco-ba y a aquel amor, hay que sobrepasar columnas y sombras, sos-pechas y amarguras. La imagen del dormitorio, una alcoba arrin-conada en un sótano lleno de obstáculos, es la precisa imagen deun estado anímico contradictorio, entre feliz y trágico: y comotal, siendo original, adquiere valores estéticos de obra maestra.Cinematográficamente acertado es también, aunque pueda

parecer una reminiscencia del Otelo de Verdi, el acorde entre elestado anímico del protagonista, y la imagen sonora del viento.La descripción de la tempestad estaba ya en el original, pero ais-lada, concluida en sí misma. Es Verdi, quien sintió la poderosafuerza creadora, y al mismo tiempo expresiva, de la tempestad: y,alternándola con la descripción de la serenidad que le sucede, enla escena del Preludio, en el mar, en el cielo y en la tierra, prepa-ró los dos elementos musicales, la tempestad y la quietud, que alo largo de su ópera debía a cada paso armonizarse con los esta-dos anímicos de Otelo, y darles una expresión musical. En elOtelo de Orson Welles, el tema de la tempestad ha sido substitui-do, a lo largo de todo el drama, con el del viento: en los momen-tos tranquilos y felices de Otelo, el viento es como una brisa queapenas se oye, y apenas mueve, visiblemente, las cortinas y lasbanderas; a medida que Otelo se agita, la brisa se vuelve vientoque silba con un poderoso vaivén de ráfagas; en los momentosmás violentos de dolor de Otelo, el viento silba y ruge con una

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tonalidad persistente y destructora. Y bastaría meditar un soloinstante, sobre el porqué de la substitución de la tempestad porel viento, para comprender hasta cuál punto Orson Welles es uncreador cinematográfico, a pesar de que él niegue enfáticamenteque el Cinema es un Arte: en la ópera musical el tema de la tem-pestad y de la quietud, imagen sonora de los estados anímicos deOtelo, podía reaparecer a lo largo de todo el drama en sucesivasrealizaciones de la orquesta, y no en la realidad, como aparece enel Preludio; pero en el drama cinematográfico, el tema de la tem-pestad y de la quietud, con su carga estética y expresiva, no podíareaparecer en la realidad, por evidentes razones; tampoco podíareaparecer en la música, porque habría constituido una copia dela ópera musical: y a la fuerza debía transformarse en el tema delviento, que bien podía desarrollarse en varias partes de la pelícu-la de una manera más que natural, y al mismo tiempo era untema netamente original.Pero la creación estética de mayor valor, desde el punto de

vista cinematográfico, y seguramente lo que encumbra la labor deOrson Welles regista, es la que se refiere a la sacudida que pare-ce hacer tambalear los edificios y, sobre todo, una torre, en el ins-tante en que la acción de Yago ha logrado su fin, y el espíritu deOtelo es sacudido desde los cimientos. Es como si, con la pérdi-da de su confianza en Desdémona, el espíritu de Otelo sintieraque se le desmoronan los cimientos de su tranquilidad, y quetodo en torno suyo tambalea para caer: y es este estado anímico,el que se armoniza en un perfecto acorde con la torre que semueve y oscila: maravillosa creación de puro carácter cinemato-gráfico –en cuanto la impresión del movimiento de la torre es unacreación de la cámara fotográfica–; y en ella, hasta el tamaño dela torre es sugestivo, en cuanto se armoniza, sin duda alguna, conel tamaño espiritual del protagonista que vacila.

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Septiembre, octubre 1953

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Eduardo Carreño

RETRATO DEDON SIMÓN RODRÍGUEZ

Cúmplese el veintiocho de febrero de este año un centenario dela muerte de Simón Rodríguez, ocurrida en Amotape (Perú) des-pués de una accidentada y longeva existencia, entregada en suparte más fecunda y dolorosa al servicio de las nacientes repúbli-cas hispanoamericanas. Venezuela ha hecho suya esta fecha yconsiderado propicia la ocasión para rescatar la obra de su ilustrehijo, dispersa y casi desconocida hasta ahora cuando el Gobiernode la República reedita sus escritos conocidos, y el ConcejoMunicipal del Distrito Federal reúne en grueso volumen los másimportantes juicios del pensamiento americano en torno a tandesconcertante figura.Su conducta, a veces extraña y original, engendró numerosas

anécdotas, muchas de ellas atribuidas sin fundamento histórico.Como una tupida enredadera, aquellas anécdotas circundan aRodríguez desde su nacimiento; se nutren en sus peregrinacionesy vicisitudes; le cierran el camino a sus ideas; lo obligan a empe-zar una y otra vez su trabajo; y cuando el cadáver del Maestro sequeda bajo la tierra peruana, la tenaz proliferación extiende susramazones hacia la posteridad y de tal modo se aferra a su nom-bre, que lo más urgente hoy es destruirla, si queremos descubrir

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cuanto de trascendente hay más allá, en la entraña misma de supensamiento desfigurado por ese inexplicable empeño de ver enRodríguez a un pintoresco desequilibrado mental.Nació Simón Rodríguez en Caracas, en 1771. Fue hijo legítimo

de Cayetano Carreño y Rosalía Rodríguez. Una desavenenciafamiliar lo indujo a llamarse Simón Rodríguez. Al comienzo desus viajes se denominó Samuel Robinson. Un tío paterno que eracanónigo, le impartió las primeras enseñanzas. A los veintitrésaños (1791) contrajo matrimonio con doña María Ronco. Un mesantes acababa de ser nombrado maestro de escuela. En 1794 pre-sentó al Ayuntamiento de Caracas un proyecto de educación bajoel título de Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de pri-meras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevoestablecimiento. Por el contenido de este informe pareció a lasautoridades que las ideas y actividades de Rodríguez eran subver-sivas y contrarias al régimen colonial español. Rumoróse asimis-mo que el preceptor estaba comprometido con el intento eman-cipador de Gual y España. Ambos acontecimientos provocaron susalida del país. Embárcase en La Guaira el 15 de noviembre de1795 con destino a Kingston, donde aprendió el inglés en unaescuela primaria. De allí pasó a los Estados Unidos. En Baltimoretrabajó como cajista de una imprenta durante tres años, al cabode los cuales pasó a Europa. En aquel continente dedícase alaprendizaje de diversos idiomas y fue maestro de escuelas, tra-ductor, químico industrial, viajero incansable por más de veinteaños. Asistió a juntas secretas de carácter socialista. Oyó de cercaal Padre Enfantin, a Olindo Rodríguez y Pedro Leroux. Anduvo apie junto a Simón Bolívar. Alternó en ocasiones con Alejandro deHumboldt y Gay-Lussac. Estudió literatura. Observó con cuida-dosa atención los sistemas europeos de enseñanza. En 1823 deci-dió regresar a América con el objeto de poner sus conocimientosal servicio de las nuevas naciones. Protegido por Bolívar fundó lasprimeras escuelas en las que pensaba poner en práctica sus inno-vaciones pedagógicas. El fracaso lo acompañó en estas empresasy en las que inició por sus propios medios. Deambuló por Bolivia,

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Perú, Chile, Colombia y Ecuador por más de treinta años. Lapobreza, y muchas veces la miseria, fueron sus compañeras deviaje. Frustrados sus planes, pensó por lo menos, salvar sus ideaseditándolas. Pero tampoco encontró todo el apoyo que precisaba.Varios timbres de gloria blasonan la memoria de Rodríguez.

Uno de los más honrosos es su condición de Maestro delLibertador, al cual forjó según las doctrinas roussonianas, y enmuchos aspectos preparó la personalidad y la resistencia física desu discípulo para la misión que le reservaba el destino. Comoeducador, Rodríguez ideó sistemas pedagógicos para facilitar laenseñanza, propuso la reforma del alfabeto castellano, y su máxi-mo ideal consistió en forjar generaciones capaces de transformarel medio físico de América y de aprovechar sus cuantiosas rique-zas naturales. Como sociólogo proyectó la organización político-social de los países recién libertados. Su mensaje, muy avanzadopara su tiempo, fue víctima de la incomprensión y el escarnio.Murió en Amotape (Perú). Sus restos, por largos años ausentes,serán recibidos en estos mismos días por su Patria y colocados ensitio de honor en el Panteón de los Próceres de Venezuela.Sospéchase que la mayor parte de sus manuscritos desapare-

cieron en el incendio de Guayaquil, en 1896. Su obra recogidaestá formada, entre otros, por los títulos siguientes: Reflexionessobre los defectos que vician la escuela de primeras letras de Caracas,y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento (Caracas,1794); Sociedades Americanas en 1828 (Arequipa, 1828 y Lima,1842); El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros dearmas defendidos por un amigo de la causa social (Arequipa, 1830);Luces y virtudes sociales (Concepción, 1884); Crítica de las provi-dencias del Gobierno (Lima, 1843).

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Enero, febrero 1954

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Juan David García Bacca

PARA LA HISTORIA DE LAS IDEAS EN VENEZUELA

VARGAS,TRADUCTOR DE COMENIUS

(1592-1670)

Se cuenta a Amos Comenius (Komenski) entre los fundadores de lafilosofía de la Pedagogía. Pedagogo teórico y práctico. Reformadorde la enseñanza en Moravia, Polonia, Suecia, Inglaterra, Holanda.Su Opera didáctica omnia salieron en Amsterdam, 1657. Datosconocidos de todos. Si los recuerdo, es para traer a la memoriaotro menos sabido, a pesar de su proximidad espacial y temporal.En 1840 Vargas, junto con el Dr. J. J. Díaz, recibieron del

Gobierno el encargo de reformar la Instrucción pública.Encargados por la ley de la Dirección general de Instrucción públi-

ca debíamos comenzar para desempeñar nuestros deberes en cuantonuestras débiles fuerzas nos lo permitiesen, contrayendo nuestra aten-ción en primer lugar a la primera enseñanza. Después de proponer alGobierno, y por su conducto al Congreso, los medios que en sentir dela dirección convendría adoptar a fin de promover la educación prima-ria de un modo eficaz, y sin perjuicio de los demás establecimientosque en la actualidad existen para la educación media de los colegiosestablecidos en la mayor parte de las provincias, y para la científica delas universidades, y llenos de esperanzas en el porvenir, en cuanto aque dichos medios serán proporcionados a su objeto, hemos debidotambién escogitar entre tanto los libros elementales que debiesen ser

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preferidos. Y habiendo llegado a nuestras manos por favor del Sr. A. deHumboldt el Orbis pictus del célebre Comenius nos ha parecido untesoro que poseen los Alemanes y del cual deberíamos aprovecharnos.(Prólogo, pg. V).Vargas y Díaz verterán la obra del latín al castellano, sirvién-

dose de las traducciones alemanas existentes. D. FedericoBrandt les será de preciosa ayuda. Y hacen constar su sinceroagradecimiento (pg. XI).El Orbis pictus es toda una enciclopedia elemental. Todos los

temas desfilan por ella, como por nuestros Enciclopédicos de pri-mera enseñanza. Pero Komenski, formado en Vives, enCampanella, en F. Bacon, no podrá ocultar su contextura filosófi-ca en cualquier obra pedagógica, aunque se trate de unos elemen-tos para primera enseñanza, que así se titula la obra Primae indo-lis elementa de natura aeque ac hominum industria. O en la traduc-ción de Vargas: Nociones elementales de naturaleza y de la industriahumana (Dos volúmenes, 1,321 pg.; 2, 235 pg.).La edición cara-queña es a doble texto: latino y castellano. La imprenta deValentín Espinal corrió con las dificultades, ¿iguales, en cuanto altexto latino, entonces y ahora? Pero ¿por qué motivos se compli-có la vida, y la complicó a la imprenta, Vargas con el texto latino?En el Prólogo, Vargas y Díaz seleccionaron ciertos pasajes de

las ediciones alemanas, y por la selección conjeturaremos sus opi-niones en este y otros puntos: Se pone a la juventud en conocimien-to de la naturaleza, de las artes y ciencias, y de todo cuanto se ofrecediariamente a su vista; se le suministra un excelente auxilio para per-feccionarse en el idioma latino, el cual, aunque no fuese más que porla utilidad de sus formas, merecerla siempre una decidida preferencia(Prólogo, VIII).

No ignoro la opinión de algunos que están por la supresión deltexto latino, para que se pusiese en su lugar el de otra lengua viva;mas mi predilección por la lengua latina, como medio esencial parauna instrucción sólida, no me ha permitido condescender a ella(Prólogo, pg. X).

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Creía, pues, Vargas que el latín es medio esencial para una for-mación sólida. Lo creía, y lo practicaba; y en la medida de susfuerzas y poderes hacía que los demás lo practicaran. Por eso setomó el trabajo de traducir esta obra. Traducirla, gustando élmismo del sabor clásico del texto latino: Por lo que hace al textolatino, aunque no nos creamos jueces competentes, nos parece puro ybello (Prólogo, pg. XII).Y convencido de su utilidad educativa: Este libro nos ha pareci-

do muy calculado para hacer grata a la juventud la enseñanza de losdos idiomas (Ibid).Todavía tienen que enseñarse entre nosotros. ¿No servirá esta

obra, tal cual la ofreció Vargas a la juventud venezolana en 1840,para hacer en 1954 a nuestros estudiantes grato el estudio dellatín? Hacer de la necesidad, virtud; y mejor aún, placer.Komenski, por su formación filosófica, no dejó en forma de

simple enciclopedia su Orbis pictus. Un hilo sutil ideológico pasapor toda ella, sin pedantería filosófica inútil y extemporánea. Laobra comienza por el estudio del Mundo y del Cielo, y terminacon Muerte y Entierro. A lo largo de ella desfilan, con elementaldiscreción en cuanto a ideas y extensión, todos los temas: artes,oficios, reinos del mundo, filosofía, moral, religión...Vargas y Díaz pudieron lucir sus conocimientos en los dominios

más dispares. Y a la vez fijar una terminología severa y justa paralos futuros estudios. Severa, justa; y, añadamos, rica. Nada de inglésbásico, ni de castellano básico; y básico, no es sino otra forma, dis-creta, de decir pobre y empobrecedor, del lenguaje y de las ideas.La excelsitud de la figura de Vargas, tema de tantos otros estu-

dios en este su centenario, hará, por contraste, resaltar tanto más,y más edificantemente, este humilde trabajo que él emprendiódeseoso de contribuir a la educación pública (Prólogo, pg. XI).

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Julio, agosto 1954

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No se explica uno, no comprende bien, uno, a veces, la cólera,verdadero furor, a menudo, que suele acometer al poeta, al escri-tor, frente al error o errata que le infieren, inesperada e injusta-mente, el cajista o el linotipista.Un error de imprenta puede tener, sin embargo, consecuencias

trascendentales, duraderas, desde el punto de vista del arte y aundesde el punto de vista de la exactitud del pensamiento. ¡Cuántasdeformaciones de la belleza, cuántas obscuridades de la idea,cuántas falsas doctrinas, y aun –¡más raro el caso!– cuántas genia-lidades, no habrán nacido del cambio de una palabra, de unaletra, y hasta de un signo de puntuación trastrocado!Yo suelo tropezar con frecuencia, en mis lecturas, con palabras

que me parece como que no están en su sitio, o que deberían serotras las que estuviesen allí. Consulto entonces varias ediciones,de diversas épocas, y encuentro generalmente en todas el mismotropezón. ¿Con qué autoridad podría yo cambiar aquello? ¡Y sinembargo, un error de imprenta puede estar en el dorso de unverso, en el corazón de una estrofa, durante siglos, como una

Joaquín Gabaldón Márquez

RIMBAUD(EL POETA Y EL ERROR DE IMPRENTA)

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espina clavada, sin que nadie se atreva a arrancarla de la carne dela belleza o de la substancia del pensamiento, martirizadas, oenvenenadas por aquella saeta!Ahora mismo, cuando estoy repasando a Rimbaud, en edicio-

nes autorizadas, y aun con la traducción en otro idioma al frente;ahora mismo, me he encontrado, en pocas páginas, dos palabrasque me han llevado a pensar si no hubo allí agresión del cajista,ya tal vez irremediable.Veamos esos dos ejemplos.El primero está en el primer poema en prosa de Las

Iluminaciones. Dice así Rimbaud:Le sang coula, chez Barbe–Bleue –aux abattoirs, dans les cirques,

ou le Sceau de Dieu blêmit les fenêtres. Le sang et le lait coulèrent.La sangre corrió en casa de Barba Azul –en los mataderos, en los

circos, donde el sello de Dios blanquea las ventanas. La sangre y laleche corrieron. Pero, ¿qué es ese Sello de Dios, que blanquea lasventanas? ¿Cuándo estuvo Dios blanqueando las ventanas, o losmuros del mundo, precisamente, con un sello?Dios es justamente el gran arquitecto, o más bien –en este

caso– el gran albañil, o el gran pintor, de la gran casa del mundo.Y sucede que en francés hay dos palabras que son casi unamisma, por la escritura, y que significan dos cosas totalmentediferentes. Tales son: Sceau, que significa Sello, y que es la pala-bra que figura ahora en el poema de Rimbaud; y Seau, con solouna c de menos, en el interior de la palabra, y que significa: vasocilíndrico de madera o de metal, o de otra cualquier substanciaapropiada, y que se utiliza, entre otras muchas cosas, por los pin-tores o albañiles, para pintar, llevando allí mezclados sus colores,las paredes y ventanas de las casas.¿Y no sería, en vez del sello que le ponen a Dios, Sceau, que no

parece tener sentido; no sería más bien un tobo, balde, o como sequiera traducir al español la palabra Seau, lo que llevaba Dioscuando el poeta, en su pálida visión, le miraba blanqueando lasventanas, con aquella mezcla horrible de leche y sangre, tan pro-

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pia de las visiones del autor de Una estación en el infierno? ¿Y más,cuando se piensa cómo el blêmir con que pintaba Dios las venta-nas, no era un blanquear cualquiera, sino una lechada trágica? ¿Yno es una de las más comunes figuras literarias aquella en que senombra el continente por el contenido? El seau, en el caso, en vezde aquella horrible pintura!La presunción de que Rimbaud hubo de usar Seau, balde o

lechada, y no Sceau, Sello, se hace más vehemente cuando vemosla traducción inglesa de la frase, que dice:

Blood flowed at Blue– Beard's,– through Slaughter houses, in circu-ses, where windows are blunched by God's seal. Blood and milk flowed.¿Qué es eso, en efecto, de ventanas blanqueadas por el sello de

Dios? Windows blanched by God's seal...Sin embargo, queda la duda, porque nadie puede adivinar el

pensamiento genuino de los poetas, y mucho menos si el poetaha sido, como Rimbaud, uno de los que más extraños caminosrecorrieron. Y ante la duda, el poema seguirá llevando, quiénpodría decir con cuánto dolor, esa espina clavada en el dorso.El segundo ejemplo es el siguiente.Dice Rimbaud: A qui me louer? Quelle bête faut– il adorer?

Quelle sainte image attaque– on? Quels coeurs briserai– je? Dans quelsang marcher?.Aquí, en la última interrogación, existe la posibilidad, acaso

mucho menos vehemente, de que hubiese habido otro cambio depalabras. Dans quel sang marcher? –quiere decir sobre cuál sangremarchar, pero, ¿no suena también, con apenas la diferencia delimperceptible silbar de una s, que es muchas veces muda, nosuena también, como ésta, otra frase de sentido bien distinto:Dans quel sens, en qué sentido, marchar, que es tan lógica, o más,aunque no tan rimbaudiana, como la primera? ¿O es que había,o hay, allí, un juego fonético de palabras, hecho expresamentepor el poeta?

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Tengo otros ejemplos, pero no es esta materia con la cual sepueda abusar del lector en una sola sentada. El de FrançoisVillon nos dará algo más qué decir sobre los poetas y los erroresde imprenta.

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JOSÉ RAFAEL POCATERRA

Unánime motivo de duelo ha sido para la intelectualidad venezo-lana la muerte del notable escritor José Rafael Pocaterra, ocurridaen Montreal, Canadá, el 18 de abril de este año.Figura cimera y señera de las letras nacionales, había nacido en

Valencia el 18 de diciembre de 1888. En su nativa ciudad se ini-ció, a los veinte años, en el periodismo, actividad que ejerciódurante once años consecutivos.Habiendo sido, como fue, uno de los más aguerridos adversa-

rios de la dictadura gomecista, pasó la mitad de su vida en la cár-cel y el destierro.Muerto Gómez, regresó a la patria y tuvo una actuación sobre-

saliente en la Administración Pública. Fue Senador por el EstadoCarabobo, Agente Comercial de Venezuela en el Canadá,Presidente del Estado Carabobo, Presidente del CongresoNacional, Ministro del Trabajo y Comunicaciones, Embajador deVenezuela en Londres, Moscú, Río de Janeiro y Washington.Su labor literaria está recogida en los siguientes libros: El doc-

tor Bebé (novela), Valencia, 1912; Vidas oscuras (novela),Maracaibo, 1913; Tierra del sol amada (novela), Caracas, 1917;Cuentos grotescos, Caracas, 1922; Memorias de un venezolano de la

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decadencia (dos volúmenes), Caracas, 1936; Integración venezola-na (discursos), Caracas, 1939; La casa de los Abila (novela),Caracas, 1947.Entre los libros que dejó inéditos recordamos: Gloria al bravo

pueblo, novela de la cual publicó una parte esta misma Revista,hace algunos años; los volúmenes tercero y cuarto de Memoriasde un venezolano de la decadencia; la segunda serie de Cuentosgrotescos; y un volumen de versiones de poetas ingleses, francesese italianos.El ilustre escritor vivió los últimos años en su residencia del

Canadá. Poco antes de morir vino a Venezuela, con motivo de lacelebración del Cuatricentenario de Valencia. Durante esa brevetemporada, firmó contrato con la Editorial Edime para publicaren la Colección de Clásicos y Modernos Hispanoamericanos susObras Selectas, las cuales aparecerán el año próximo.

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Marzo, abril 1955

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Guillermo Meneses

CARSON MC CULLERS

CARSON Mc Cullers nació en Columbus, estado de Georgia, en1917. Su primera novela, El corazón es un cazador solitario, apare-ció en 1940. En 1941 publicó Reflejos sobre un ojo de oro. Algunosaños más tarde fue el turno de su tercera novela –The member ofthe wedding– traducida al francés con el título de Frankie Adams.La versión teatral de Frankie Adams, realizada también porCarson Mc Cullers, ha sido considerada como la mejor obra deteatro de 1950 en los Estados Unidos.No teníamos noticia de la obra de Carson Mc Cullers hasta

encontrar en el Panorama de la litterature contemporaine aux EtatsUnis –del excelente crítico americano John L. Brown– una larganota en la cual éste llega a afirmar que la aparición de El corazónes un cazador solitario marca una fecha en la historia de la novelaamericana.Después de haber leído las tres novelas de Carson Mc Cullers

en traducción francesa nos parece indiscutible que la actividad deesta escritora representa un cambio esencial en los métodos nove-lísticos americanos. Podría decirse que su concepción del géneroes distinta a todo lo que se venía haciendo anteriormente y que, siCarson Mc Cullers ha tenido guías para su trabajo literario –todo

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escritor los tiene– ellos no son, en ningún caso, los que le ofrecíacomo cercanos ejemplos el admirable movimiento novelísticoactual de su patria. No podríamos hablar de un parentesco conHemingway ni con William Faulkner ni, menos aún, con SinclairLewis y los gigantes de hace veinte años, aunque acaso aceptarí-amos cierta cercanía con escritores coetáneos –Truman Capote,Tenessee Williams– y ello más en el sentido de la actitud ante laobra, en la comprensión de la novela como obra de arte y no enel material utilizado, más en una semejanza producida por laépoca que una influencia absurda.De los relatos de Carson Mc Cullers se eleva siempre una espe-

cie de honda poesía dentro de lo cual se plantean las más profun-das, admirables preguntas. La angustia de sus personajes estáplanteada dentro de ambientes rigurosamente dibujados y laacción de la novela está a su vez trazada como un elegante dise-ño impecable. Eso que llaman los críticos hacer vivir carece desentido cuando se trata de una novela como Reflejos sobre un ojode oro. Lo que se ha dado en llamar estados espirituales –reflexio-nes psicológicas, datos de actividad íntima– no existen allí, sino,acaso, a través de una traslación poemática.Vamos a comenzar este pequeño examen de la novelística de

Carson Mc Cullers por Reflejos sobre un ojo de oro, porque estaobra de la escritora aparece como un paréntesis entre sus dosotras novelas y nos hace pensar que, tal vez, fue escrita antes dela que la precedió en fecha de publicación: El corazón es un caza-dor solitario.Los comentadores de esta novela se refieren frecuentemente a

una supuesta influencia de David Herbert Lawrence. Hay en elladescrito, entre otras cosas el caso de la relación entre el hombrey el animal –entre el hombre y el caballo, más exactamente– y lapresencia del caballo parece cargada de significado simbólico,como si representase una ansiedad humana que no tiene nombrepreciso. En El oficial prusiano, de Lawrence –cuya primera edi-ción castellana nos ofreció, hace ya muchos años la Revista de

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Occidente– aparece también este caballo fantasmal y significativo,que hace dramática la relación entre un oficial y un soldado,pero, a más del caballo, el soldado y el oficial hay en el libro deCarson Mc Cullers otras variadas acciones que rozan el misteriodel caballo, del oficial y del soldado y hay, en lo que al trabajo dela escritora americana se refiere, la precisa expresión del movi-miento, la afirmación de lo visual, ajena en absoluto a la obra deLawrence. Podríamos decir que, en la obra de la Mc Cullers –y enReflejos sobre un ojo de oro en especial– el movimiento de los per-sonajes adquiere categoría de ballet.La novela Reflejos sobre un ojo de oro comienza diciéndonos lo

que en ella va a suceder: Hay un fuerte, en el Sur, donde, hace algu-nos años, fue cometido un asesinato. Fueron actores de este drama dosoficiales, un soldado, dos mujeres, un filipino y un caballo. Las últi-mas páginas describen la escena del crimen y cómo el capitánasesino mira el cuerpo del soldado y cómo sus manos, mancha-das de sol se apoyaban sobre el tapiz, como si durmiera.Todos los actos realizados por los personajes de Reflejos sobre

un ojo de oro son, apenas, gestos de una admirable belleza dentrode una atmósfera en la cual la pasión existe sólo como una inde-finible tensión misteriosa. La relación entre los personajes estácolocada en un plano ajena a lo que se llama verdad literaria; entorno al caballo, como en torno al criado filipino Anacleto, losgestos de la pasión y las palabras de los diálogos se cruzan y enre-dan como si formaran el croquis ideológico de un ballet, el planode una coreografía. Podría decirse que la acción sería expresadaen toda su plenitud por el arte de un bailarín. Esa calidad plásti-ca y armoniosa –hecha, como el ballet, de música y movimiento–es la que da a la obra de Carson Mc Cullers su originalidad y suexcepcional importancia dentro de la novelística actual de losEstados Unidos.La experiencia literaria de esta extraordinaria escritora, comen-

zada por El corazón es un cazador solitario repite ciertos elementosde su primera novela en el trabajo novelístico titulado por sus tra-

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ductores franceses Frankie Adams. Enlaza una y otra obra el per-sonaje de la adolescente que busca en el mundo una experienciaimposible y, sin embargo, absolutamente verídica ya que es la quele marcan como camino ineludible sus propios sueños.Los personajes de Carson Mc Cullers son, esencialmente, gen-

tes que están en la imposibilidad de expresarse normalmente.Ese su mundo de sordomudos, adolescentes, analfabetos, neuró-ticos, extranjeros hace inevitable una transposición poética delconocimiento de la realidad y su experiencia, ajena a la quemiran los seres normales, es una especie de soliloquio admira-blemente puro.Desde el punto de vista artístico la realidad literaria está truca-

da por una serie de efectos estrictamente pensados en función dela obra literaria, como contraposición de delicadas mentiras quela novelista trabaja con fina precisión.Vamos a poner un ejemplo, escogido al azar en El corazón es un

cazador solitario. Una conversación de adolescentes:—Me pregunto si Harry conserva su moneda de oro.—¿Qué moneda de oro?—Cuando un judío nace sus padres meten en el Banco una mone-

da de oro para él.—¡Qué tontería! Tú enredas todo. Tú quieres hablar de los católi-

cos. Los católicos compran un revólver para su hijo en cuanto éstenace. Los católicos tienen la intención de comenzar una guerra encualquier momento y de matar a todos los que no piensen como ellos.

—Las monjas me impresionan. Me da miedo cuando veo a algunaen la calle.Me parece que difícilmente puede verse alguno de los más

terribles problemas actuales con una tan trágica gracia y difícil-mente puede hacerse obra artística tan pulcra al describir elabsurdo inquietante y apasionado de los prejuicios que, en deter-minado momento producen en verdad terribles choques entre losdiversos grupos humanos.Carson Mc Cullers hace que la peripecia novelesca adquiera

valor artístico porque expresa posibilidades milagrosas no tanto

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por sí mismas cuanto por cómo el personaje llega a entenderlas,por cómo se le escapan y se le presentan de nuevo a cada perso-naje bajo los más diversos aspectos.Carson Mc Cullers es una escritora del Sur. Nada de asombro-

so tiene que en su obra aparezca frecuentemente un personaje denegra, cercana a los niños y a la casa. Este personaje parece ser undique de realismo opuesto a las divagaciones de los inquietosseres que buscan crear un mundo a la medida de sus sueños.Porcia en El corazón es un cazador solitario, Berenice en Frankie

Adams, oponen su propia concepción de las cosas, su conoci-miento de la realidad, su cercanía a los acontecimientos que for-man la base de lo cotidiano a todas esas formas imaginativas quele presentan los adolescentes líricos, los ansiosos seres extraños,los hombres que lucharon por un ideal, por fabricar una realidada la medida de sus deseos.El personaje de la negra sirvienta –Berenice o Porcia– parece

estar presente para contrarrestar con su sentido práctico las abe-rraciones del exaltado lirismo. Pero –y he allí uno de los más her-mosos trucos del arte novelístico de Carson Mc Cullers– el per-sonaje realista se enreda frecuentemente en sospechosas elucu-braciones surgidas de la más evidente realidad.Así Carson Mc Cullers, ajena a la ruda naturalidad de los escri-

tores americanos llamados la generación perdida, lejos a un tiem-po mismo de la elocuencia de Hemingway y de la poderosapasión que fabrica Faulkner, trata la obra novelística como unartífice exacto y preciso y logra estas obras perfectas que no porcumplir una función estética se quedan en lo inhumano.Cuando el crítico John Brown afirma que El corazón es un

cazador solitario marca una fecha en la historia de la novela ame-ricana dice la simple verdad de la importancia de la obra de estamujer, Carson Mc Cullers, la que en sus tres novelas excelentesha abierto espacios magníficos al ya extraordinario mundo nove-lístico americano. Si la influencia de Faulkner parecía limitar lasposibilidades, esta mujer ha marcado nuevos caminos. Otroscompañeros de generación –Capote, Williams– dicen junto con

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ella las palabras que corresponden al grupo que pronto serámaduro presente y que hace ya oír su personal concepción de lasgentes, de las cosas y del arte, dentro de la actividad literariaamericana.

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Mayo, junio 1955

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Alicia Segal

LOS CUENTOSMARAVILLOSOS Y

FANTÁSTICOSDE JULIO GARMENDIA

Hasta el momento don Julio Garmendia ha publicado estos dosdistanciados volúmenes. Son dieciséis inusitados cuentos –siem-pre anacrónicos, siempre modernos– que permiten evaluarlocomo un clásico del cuento fantástico y como el indiscutible puntode partida de una nueva manera en nuestra historia de contar.A partir de la publicación de su primer libro, todas las genera-

ciones de escritores, críticos y el lector común lo perfilan respe-tuosa y admirativamente. Y siempre a la espera de otras de susfábulas-duendes, encantadas ficciones.Nunca antes ni después de estos relatos –en la literatura vene-

zolana– la fantasía creadora ha sido cuestionada, puesta al res-guardo y activada de modo tan firme y original. La fantasía mismaes el móvil, el personaje esencial, la aventura-dilema y el defini-tivo encuentro de estas historias. Pero además, lo fantástico, loincreíble contado sin pórticos ni explicaciones, forma ángulo conlo maravilloso y el humor.Estos cuentos son maravillosos si aplicamos el criterio que

discierne Roger Caillois, porque lo mágico se mantiene uniforme,erecto, fluido, sin rupturas sorpresivas frente a la dimensión real.Y son fantásticos, en la acepción sustantiva, porque su nivel

“…acorralar lo fantástico en lo real, realizarlo”.Julio Cortázar

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sobrenatural acerca al nuestro, un mundo insólito, comúnmenteaterrador o inadmisible. Hay en ellos una atmósfera ambigua enla cual se posibilita lo que la realidad prohibe o estrecha. Y unhumor solemne y risueño a la vez. Un difícil, silente y límpidohumor envuelve estos mínimos ámbitos. Es éste el extraño inge-nio que encuadra los catálogos, furtivamente irónicos, en las des-colocadas jerarquías sociales y morales de La tienda de los muñe-cos. Además, son cuentos maravillosos y fantásticos en el sentidoadjetivo de estas palabras.Esa fantasía poética –marginada o siempre en el umbral de lle-

gada de nuestras letras– se defiende con solitaria valentía y son-riente precisión desde El cuento ficticio y plantea al lector repenti-nas incertidumbres, entre ellas, la autenticidad de lo fantástico yla relativa veracidad de lo inmediato circundante. El narradorpromueve un revés en el que lo irreal y falso son el equilibrio y lamateria sensorial, mientras que el absurdo segmentado, la imagi-nación libre y distorsionante, son verosímiles y hasta realidadesmuy ciertas. Este cuento es la Poética del autor porque allí se hacememoria de la prehistoricidad y vida inmortal de las míticasnarraciones fantásticas que fusionan el mundo concreto con lafascinación extra-objetiva. Cuento Ilusorio, Imposible, Azul,Inverosímil, Irreal, Extraordinario. Son los nombres paradójicospara la que es quizá la más antigua, vertebral y auténtica manerade contar; la de la fabuladora, irresistible y sacrosanta fantasía decada quien.Con el miniaturismo y la velada transparencia léxica, descrip-

tiva y tonal (misteriosa y aparente contradicción) que identificatodo lo que don Julio Garmendia escribe, la fantasía es dramati-zada como una fuerza ardiente e indetenible en Narración de lasnubes; es ella quien promueve guerras, azares, variaciones perpe-tuas, brumosas y de ilusoria consistencia. El protagonista viajeroavisa con agónica sorna que regresar a la tierra consiste en lalocura de vivir dentro de los moldes de la razón porque la reali-dad circundante fija sólo una parcela muy fragmentaria de la vida

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y que a él –poeta– le sirve sólo de pisapapeles para las hojas de unnuevo cuento inverosímil.Una alógica –compacta y muy persuasiva– emerge de todos

estos cuentos, como reflexión o como figura actuante. El cuartode los duendes y sus frágiles e inasibles apariciones forma unaronda que ciñe al narrador en forma tal que la irrealidad en cir-culo movible y en danza agitada corporiza a la retenida, inquieta yenvolvente fantasía.En las lúdicas y profundas meditaciones, en los agudos ade-

manes de estos cuentos, se pasa revista o se alude –entre héroes–a la literatura de buenos sentimientos, magníficas intenciones, excelen-tes ideas…, la que pretende reformar o promover sentimentalis-mos y horrores; la que no es convincente ni válida como arte, laque determina una involuntaria evasión del alter ego en El difun-to yo quien huye saturado del excesivo apresamiento de lo real-natural y, desde y para siempre fija un universo distinto, elusivo,incorpóreo: el mundo maravilloso de los sucesos improbables.Pero todo esto se realiza presentativamente en un cuento

magistral titulado El alma. Aquí el hombre dual debe hacer laselección entre los dos mundos, y para eso acecha a Satán –estavez un genio angélico– y lo somete a un pacto de camaradas inse-parables. En este caso lo fantástico no es sorprendente, truculentoo súbito. Es más bien lo inusual perfectamente coherente, armo-nioso y creíble. Se significa así que la conexión de la realidad conlo inexplicable es total y aunque la vida onírica sea leve o nuladurante el sueño profundo, la imaginación fantástica es la diariay verdadera sobrevivencia e inmortalidad del ser humano.Durante el proceso de este convenio –la compra de un almanueva– el clima de ficción natural y de maravilloso humor no seescinde ni por un instante. Ese pequeño don que permite al hom-bre otra alma y otro cielo, es la imperecedera y frenética fantasía,el prodigio más cierto, un nuevo realismo.

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En los cuentos de Julio Garmendia las metamorfosis, los espec-tros y el trasmundo dejan de ser insinuaciones y viven su drama-tización directa e inmediata. Es cierto que algunos de ellos sededican más bien a postular filosóficamente el poder de lo fantás-tico como estrato independiente, como abertura creadora, comorebelión frente a la cotidianidad. Pero en la mayoría de ellos seactiva cinéticamente esta interpenetración entre objetos materia-les y maravillas abstractas. La fantasía se pone a vivir como aní-mica cosa o persona y no se la desplaza para la pura contempla-ción y la mirada pensativa. La fantasía es un objeto plástico, dúc-til, re-creador. Más aún, Julio Garmendia la dirige con tantamaestría y dominio que en un cuento como Manzanita se intro-duce lo fantástico en doble plano; la muerte vivida, consciente,desdoblada y reversible de la protagonista dentro de un sucesoya de por sí sobrenatural –la sensibilización dinámica y afectivade los cuerpos vegetales–. Algo semejante ocurre en El médicode los muertos cuando los espectros difuntos sienten el ansia devivir la realidad como el peor de los daños o la más terrible yabsurda fantasía.En narraciones como La Tuna de Oro, lo maravilloso vive en la

mente del lector, porque en un relato donde nada extraño suce-de, el espectador se pregunta tenso y consternado si no son, élmismo y el propio relator, los afantasmados protagonistas.Y finalmente, cuentos como Las dos Chelitas, Eladia, La peque-

ña Inmaculada, Tres mujeres y Guachirongo, reviven de variadamanera, misteriosas relaciones místicas –divinas, demoníacas yhumanas– en repliegue, difusas y secretas.Al reconciliar la fantasía y lo maravilloso en su sencilla y cui-

dada escritura, atisba entre líneas el compasivo y atenuantehumor. No es el humor del simulacro o el de la posibilidad deagresión. Es el humor inherente, sostenido y piadoso.A la hora de una historia de la metáfora –la que desde hace años

sugiere Jorge Luis Borges–, sagas como El médico de los muertos yEl alma ingresan en el recinto de una fantasía especial, distinta.

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No la postiza, desbordada y superpuesta. No. Esta es la fantasíacompensadora, sin sorpresas ni desplazamientos. La de JulioGarmendia. La paciente, continua y afectuosamente espectral.Metáfora legítima, ceñida, sólida. La de las magias bíblicas, la delas mil noches y una más, la de los cien años solitarios, la del paísde las maravillas.

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Enero, febrero, marzo 1969

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Sonia SanojaFoto: Bárbara Brändli

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Sonia Sanoja

LA DANZAY SU TÉCNICA

La danza pasa íntegramente a través del cuerpo. El cuerpo es elsoporte material de la danza. Esta sencilla evidencia nos explicapor qué el conocimiento de una técnica y la formación corporalmediante su aplicación es requerimiento indispensable –aunqueno suficiente– para que un danzarín sea un danzarín. En danza,la formación técnica es el punto de partida sobre el que siempredebemos insistir. Porque, naturalmente, en estado bruto, el cuer-po no es danzante ni la danza, en nuestro tiempo y en nuestracivilización, es una actitud natural del hombre. Hay, sí, un impul-so natural, humano, espontáneo, a expresarse dentro de la danza,a ser en ella. Pero es preciso asumir ese impulso, desarrollarlo,disciplinarlo, para que la danza sea, para que sea algo más queuna desordenada efusión. Para recobrar el impulso original de ladanza o, lo que viene a ser lo mismo, la danza en la fuerza de susorígenes, es necesario, mediante la técnica, conquistar una liber-tad elevada a la segunda potencia.Y, aparentemente, la técnica debe desaparecer, reabsorberse

en esa libertad. Cuando un danzarín está en escena, la técnicano debe estar en primer plano, no debe aparecer directamenteante los ojos del espectador. Cuando la danza está siendo, la

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técnica debe estar presente tan sólo como secreto apoyo de esalibertad organizada, de esa espontaneidad concertada que es ladanza misma.La dedicación a la técnica, ese trabajo cotidiano e imprescindi-

ble, no es, en rigor, un trabajo creador ni tiene su finalidad en símismo. La técnica es un medio. Ese trabajo severo de cada día esel que nos permite, en la medida de lo posible, ser libres antenuestro propio cuerpo, el que hace que nuestro cuerpo no seauna traba, que la danza no sea un esfuerzo penoso y que losmovimientos más insólitos adquieran una apariencia de naturali-dad para los ojos del espectador. La danza no es un estado natu-ral del hombre, pero puede llegar a ser una segunda naturaleza.Al reconocer el valor fundamental que la técnica tiene para la

danza, es conveniente señalar, al mismo tiempo, que los conoci-mientos técnicos son, a fin de cuentas, los únicos directamentetransferibles, los únicos prácticamente enseñables. La técnicadetermina la formación armoniosa y total de un danzarín en elplano corporal, pero no hace de él, automáticamente un creador.Hoy, con la proliferación de escuelas y de técnicas, se hace másque nunca oportuno disipar un equívoco: la confusión entre elaspecto técnico y formativo y el aspecto específicamente creador.En el deslinde de estas dos zonas veo hoy la única vía a seguirpara salvaguardar la danza contra el automatismo y la esquema-tización. En danza, técnica y creación están llamadas a enrique-cerse mutuamente. Pero ese enriquecimiento es posible sólocuando no se confunden ambos planos.La estructuración de una técnica, sea cual fuere, no debe supo-

ner la aplicación de una fórmula útil para fabricar coreografías ala manera de éste o aquel creador; no debe significar la elabora-ción de un alfabeto de movimientos o de pasos que, combinados,puedan componer una coreografía. Justamente, para no traicio-nar la libertad conquistada, hay que insistir en la necesidad de noconfundir el entrenamiento técnico, de todos los días, con lainvención coreográfica que, como toda invención artística, siem-pre aspira a ser insólita.

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La técnica, indispensable para la formación y el mantenimien-to corporal del danzarín, puede conducir a la creación, debe pro-piciarla, pero jamás debe confundirse con ella. Dentro de esemismo plano de relación dinámica entre creación y técnica –rela-ción que es, a la vez, conveniente distancia– puede darse tambiénel caso de un coreógrafo quien, después de haberse nutrido endiversas disciplinas técnicas y de haberlas encontrado insuficien-tes para sus exigencias expresivas, llegue a una técnica original apartir de un cuidadoso estudio de su propio lenguaje coreográfi-co. Hay, pues, entre creación y técnica, múltiples caminos que lasrelacionan, pero ninguno que borre sus distancias.Nadie puede enseñar a otro a crear, nadie puede convertir a

otro en un creador. Es posible, sí, despertar el amor por ladanza, un amor constantemente iniciático en la medida en queexige una fidelísima reiteración; es posible tratar, mediante elcultivo de la técnica, mediante ese proceso como de alquimia,de que el cuerpo se transforme en un cuerpo danzante, un cuer-po pensante, consciente de su espacio intrínseco y de sus rela-ciones con el espacio de afuera, un cuerpo, hasta donde seaposible, libre y construido.Me he atrevido a usar la palabra alquimia en referencia a la

danza porque considero que hay mucho de transmutación en eselento y sutil proceso que se cumple a lo largo del entrenamientotécnico. Uno entrena su cuerpo con gran fidelidad, día a día, paraque durante unos momentos, en los ojos del espectador, deje depertenecernos y se transforme en danza. Sin embargo, para queesa transformación se produzca y la danza aparezca, la agilidadcorporal no basta. Los acróbatas son seres extraordinariamenteágiles y son admirables. Pero no son danzarines. Para que ladanza se produzca, es necesario algo más que un cuerpo ágil. Yese algo más que no es el gesto teatral o patético sino la decanta-ción de una naturaleza interior y elemental que se hace patenteante el público, tiene que ir descubriéndose cada día con elpaciente trabajo de hacerse un cuerpo danzante y un ser quehabite ese cuerpo. Para que la danza se produzca, es preciso ir

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conquistando, día tras día, una segunda naturaleza, una libertadelevada a la segunda potencia.Sí, es cierto que insistimos en la necesidad de tener siempre

presente la separación que han de guardar la creación y la técni-ca dentro de la creación coreográfica. Igualmente hemos señala-do que esa separación es, al mismo tiempo, relación. Siendo latécnica un medio imprescindible para la creación, pues median-te su ejercicio se moldea y se afina la materia de la danza, es decir,el cuerpo del danzarín, la técnica misma precisa tener un sentidoy estar unida a una concepción de la danza. Por eso rechazamosla aplicación de una técnica desprovista de sentido totalizador,mecánica, automática, que no esté bien fundamentada en unaconcepción orgánica.Si aceptamos que, lejos de reducirse a su condición de simple

espectáculo, la danza tiene una dimensión existencial, podemospreguntarnos, ¿en qué medida, mediante la técnica, nos transfor-ma la danza interiormente? O, dicho de otra forma, y quizá mássimplemente, ¿cómo se transforma el cuerpo en cuerpo danzante?Es preciso hacer salir el cuerpo de su pasividad habitual. La

danza implica una violencia. Una violencia a los movimientosnaturales. No solamente a las actitudes cotidianas: caminar, correr,levantar un peso, hacer resistencia a un objeto (acciones todaséstas que implican una dinámica hacia, una ruptura del reposo,pero que, sin embargo, son movimientos donde la conciencia estádirigida a una meta a alcanzar inmediatamente, donde no hayinteriorización del movimiento ni tampoco verdadera concienciamuscular. Por ejemplo: yo corro para alcanzar un autobús. Unavez que estoy sobre la plataforma, casi sin aliento, mi cuerpopierde tensión y la mente también. Sé que llegué, pero no sécómo. No sé cómo corrí, por dónde pasé. Desgasté una energía,pero mi cuerpo, en verdad, estaba pasivo, no intervenía plena-mente en el movimiento).La técnica de la danza organiza una violencia deliberada, un

hacer salir al cuerpo de su pasividad habitual de cosa para con-vertirlo en el sitio donde se produce en presente el estar-siendo

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consciente. La danza, según esto, es el estar-siendo-conscientemáximo; y su más alta misión tal vez sea mostrar que el cuerpohumano no es un volumen desalentador que nos separa de lomás constructivo y noble que tiene el espíritu sino que, en nues-tra condición de seres visibles y macizos, de seres que ocupamosun espacio, la conciencia puede manifestarse también suprema-mente en ese bloque que es nuestro cuerpo. La danza es un estar-aquí total.Más allá de su condición de espectáculo, el cultivo de la danza

puede conducir a una meditación acerca del cuerpo. La danzatambién puede ser algo así como un recordatorio de la existenciadel cuerpo. Pues, a menudo, el cuerpo es olvidado. El está ahí, ysólo es recordado cuando molesta. Por exceso de olvido, se tornaparalelo y antagónico. En alguna ocasión, si mal no recuerdo,Samuel Beckett ha dicho que el cuerpo humano es cómico, ridí-culo. Tal vez la danza pueda ayudarnos a comprender que elcuerpo, esa sustancia enfermiza y perecedera, es una moradaamistosa que a veces llegamos a habitar plenamente y a unificar-nos con ella.

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Enero, febrero 1970

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Todos los mortales deberían unirse para honrar a Ulises; los queasí no lo hicieren, que se contenten con ocupar un rango inferioren las órdenes intelectuales. No quiero significar que todo elmundo ha de honrarlo con un criterio uniforme; pero todos loscultores de las letras que se precien de responsables, se dediquena la crítica literaria o no, tendrán que hacerle la apología por supropia conveniencia. Para comenzar con asuntos que están másallá de toda controversia, yo diría que Joyce ha retomado el artede escribir en el punto en que lo dejó Flaubert. Ni con Dublineses,ni con El retrato ha superado ni Troia Contes ni L`Education; perocon Ulises ha proseguido un proceso que se inició con Bouvard etPécuchet, llevándolo hasta un grado de mayor eficiencia, demayor compactibilidad; ha sobrepasado hasta tal punto laTentation de St. Antoine, que la obra entera puede parangonarsecon un solo episodio de Ulises. Ulises está mejor estructurado quecualquier novela de Flaubert. Cervantes había parodiado a suspredecesores y pudo ser admitido como punto de referencia paracotejar otra de las características de Joyce: su concisión. Peromientras Cervantes satiriza una particular forma de insania y ungénero de expresión, rimbombante y pomposo, Joyce satiriza por

Ezra Pound

ULISES

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lo menos setenta, y de paso incluye una reseña completa sobreprosa inglesa.Los señores Bouvard y Pécuchet constituyen los pilares de la

democracia; Bloom también representa la base de la democracia:es el hombre de la calle, el vecino, el público –no nuestro públi-co sino el público de Wells. Para Wells es el público de Hocking,es el homme moyen sensuel; y es también Shakespeare, y Ulises, yEl judío errante, y el lector del Daily Mail, el ingenuo que creeen todo lo que se publica en los periódicos, Everyman, y el licen-cioso... πολλα... παθειν... κατα θυµον.Una vez que hubo estudiado las costumbres provincianas en

Bovary y las costumbres urbanas en L`Education, Flaubert se dis-puso a completar su crónica sobre la vida del Siglo XIX presen-tando una serie de cosas en las que el hombre corriente podíaestar pensando. Joyce ha descubierto un sistema más expeditivopara compendiar y analizar. Una vez que Bouvard y su amigo sehubieron retirado al campo, el relato inconcluso de Flaubertdecae, se arrastra. En Ulises puede ocurrir cualquier cosa de lamanera más imprevisible: Bloom sufre de Kata thumon y es polu-metis y un receptor de todas las cosas.Los personajes de Joyce no sólo hablan su propio idioma, sino

que piensan en su propio idioma: Dignam se detuvo a contemplarel anuncio: Dos diablillos en cueros, mostrando sus accesorios…

Va a ser un match sensacional, Myler Keogh, el individuo ese conla faja verde mostrando los puños. Las entradas, dos chelines; los sol-dados, medio. Será fácil escaparme sin que mamá me vea. ¿Cuándoes? El veintidós de mayo. Sí, ese asunto ya se acabó.

Sí, el Padre Conmee está fenómeno. Y los chicos, ¿qué tal les va porBelvedere? ¿Ah, sí? El padre Conmee se alegra mucho de saberlo. ¿Y elseñor Sheehy? ¿Todavía en Londres? Ah, claro. La Cámara está sesio-nando. ¡Qué lindo tiempo estamos teniendo! ¿no? ¡Lindo, ya lo creo! Sí,casi seguro que el Padre Bernard Vaughn va a volver a predicar. Oh,sí, todo un éxito. ¡Extraordinario!Más adelante el Padre Conmee se puso a reflexionar sobre la

Divina Providencia, que puso la turba en lugares pantanosos para que

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se pudiera cavarla y transportarla a la aldea y al caserío para encen-der el fuego en los hogares necesitados.No todos los dialectos son locales. En la página 406 relata:Elías llega, lavado en la sangre del cordero. ¡Adelante, efervescentes

de vino, quemados por la ginebra, borrachines alcoholizados! ¡Vamos,arruinados, pescuezos de buey, hocicos de cerdo, cabezas de chorlito,zopencos de ojos de comadreja, falsas alarmas y excesos equipaje!¡Adelante, extracto triple de la infamia! Alexander J. Christ Dowie,que fue palanqueado a la gloria por la mitad del planeta, desde laplaya de San Francisco hasta Vladivostok. La Diosa no vale un cobre.Ya le dije que es un tipo de buena fe. Un negocio de primera, ¡algogrande! No lo olvides. Pide tu salvación a gritos al Rey Jesús. Tendrásque levantarte temprano si quieres jugarle sucio al Todopoderoso. Nimedio. Lleva un brebaje para la tos mezclado con un poquito de pon-che en el bolsillo trasero del pantalón. ¿Por qué no lo pruebas?Esa diversificación de dialectos permite a Joyce presentar el

asunto y las características mentales rápidamente. No es mássucinto que el exhaustivo relato de Flaubert sobre Emma y susuegra, o de la descripción del Padre Rouault, sintetizado en suúltima epístola a Emma, pero es más ágil que la reseña de lasideas de segunda mano de Bouvard y Pécuchet.Presumo que Ulises es tan irrepetible como Tristán Shandy, con

lo que quiero significar que no es posible hacerle un duplicado;no se puede tomarlo como modelo como podría hacerse conMadame Bovary; pero continúa algo iniciado por Bouvard, per-feccionándolo, y se anexa de manera definitiva al acervo interna-cional de tecnología literaria.Las novelas usuales, convencionales, por excelentes que sean,

parecen interminables y sobrecargadas después de ver cómoJoyce se las arregla para sacar hasta la última gota de una situa-ción, de una ciencia, de un estado de ánimo, ocupando para ellomedia página en pregunta va, respuesta viene tipo catequismo, enuna diatriba à la Rabelais.Rabelais está firmemente asentado, perdura, es demasiado

sólido para que ningún detractor consiga disminuirlo. Era un

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peñasco que se alzaba contra las extravagancias de su era, con-tra la teología eclesiástica, y, más enfáticamente aún, contra laciega idolatría hacia los clásicos que se estaba poniendo demoda. Rechazó todo, completamente todo, dando muestras deuna altura que Joyce no ha podido alcanzar aún; pero no acudea mi memoria nombre de otro prosista cuyo status proporcionalen la panliteratura no haya sido afectado con el advenimientode Ulises.James (H.) habla con su propia y sonora voz aun cuando a

veces sus personajes tendrían que estar usando las suyas. Si bienel idioma que Joyce emplea no es precisamente el de los hombresy el de los ángeles, al menos es el lenguaje múltiple y políglota delos chiquillos, de los predicadores callejeros, de los amables, delos groseros, de borrachines y empresarios de pompas fúnebres,de Gertie McDowell y del señor Deasy.Leemos a Proust y lo consideramos muy culto; leemos a H. J.

y tenemos la certeza de que lo es. Al comenzar la lectura de Ulisesse piensa, con justa razón, tal vez, que Joyce no es tan cultivado,que se muestra menos delicado. Pero, ¡con qué maestría tanto élcomo Proust saben transmitir el ambiente que los rodea! Y sinembargo el episodio Gerty-Nausikaa con los ecos del oficio divi-no de vísperas se transmite con una pericia y una propiedad queni James ni Proust han superado jamás.Y en el trecho final, cuando el autor experimenta el alivio de

irse liberando del peso del libro que carga sobre sus espaldas nosencontramos, no diríamos con toques acabados y sutiles, pero sícon tantos giros y volteretas y pruebas de acrobacia, verdaderosalardes de técnica, que sería injusto reducirse a dogmatizar acer-ca de sus limitaciones. Todo él –por otra parte– su personalidadentera se halla fuera del compás y de la órbita de H. J., y fuera delcircuito y de la órbita de Proust.Si se le hiciera el cargo que conoce ese provincialismo que está

siempre trayendo a colación, con alusiones rebuscadas sobre algúnlibro o costumbres lugareñas, debería reconocerse, asimismo, queningún otro autor puede ser más lúcido o más explícito al presen-

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tar las cosas de tal modo que el chino imaginario o el ciudadanodel siglo cuarenta y uno que carecieran de elementos de consul-ta, podrían formarse una buena idea del escenario y de las cos-tumbres que allí se describen.Poynton y los rebusques que le trae su cargo público forma

una imagen menos vívida que la casa de dos pisos y dependen-cias de Bloom, tan largamente anhelada. Las reminiscencias de InOld Madrid no tienen nada de pedantes; la alusión al coche conla capota baja, puede ser local, pero las alusiones locales, ensuma, para nada interfieren con la captación global. Los detalleslugareños existen en todas partes; los entendemos mutatis mutan-dis y su ausencia incidiría quizás en perjuicio de la descripción.Debemos equilibrar oscuridad y brevedad. Hasta lo más escuetoresulta oscuro para el infradotado.En esta supernovela el autor ha incursionado en la epopeya, y

por primera vez desde 1321, ha resucitado las figuras infernales:sus Furias no son meros personajes de la escena. Por un simpleproceso de reversión, Joyce ha recapturado las Furias –las flage-lantes damas del castillo. Telémaco, Circe y el resto de la compa-ñía odiseana, la bullanguera caverna de Aello, todos van paulati-namente tomando lugar en la mente del lector, con mayor omenor presteza, según sea el alcance de sus conocimientos sobrela producción homérica. Esas reciprocidades forman parte delmedievalismo de Joyce y es algo de su pertenencia: constituyenun andamiaje, un medio de construcción que queda justificadocon el resultado, y sólo por ello es justificable. Y el resultado es eltriunfo de la forma, del equilibrio, del esquema principal, conincesantes arabescos y enlazamientos.La mejor crítica que se le puede formular a una obra de arte –a

mi juicio la única que tiene un valor permanente o por lo menosmoderadamente duradero– deriva del escritor o del artista crea-dor en su trabajo subsiguiente. Nunca, jamás, de las mentalida-des jóvenes que comentan acerca de las generalidades del autor.Salomé, de Laforgue, es un auténtico juicio crítico de Salambó;Joyce, y tal vez también Henry James, son los críticos de Flaubert.

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A mi juicio –el juicio de un poeta– las Tentations tienen jettatura,son la consecuencia de la época de Flaubert, que recae sobre él.Quiero significar que hay ciertas cosas que suscitaban su interésque ya han perdido su vigencia y han sido superadas, porque suvida transcurrió en un período determinado. Por fortuna, tuvo lahabilidad de reunir ese material en uno o dos volúmenes, sininmiscuirlos en su producción sobre temas más actuales. Lo dejode lado, como se deja de lado el tratado de Dante De Aqua etTerra, como un tópico de interés para el arqueólogo. Trabajandoen el mismo ambiente que Flaubert, Joyce hace esta aguda obser-vación: Podríamos darle crédito si Flaubert nos hubiera mostrado pri-mero a San Antonio en Alejandría, contemplando a las mujeres y a lasvidrieras de las joyerías.Ulises consta de 732 páginas de doble tamaño, lo que vendría

a ser unas cuatro novelas de tamaño corriente. La enumeraciónde los puntos de mayor interés excedería de seguro el espacio queme ha sido asignado. En el episodio de Cíclopes tenemos la medi-da de la disparidad entre la realidad tal como es, y la realidadcomo se representa en los medios de expresión de alto vuelo: lasátira a los diversos modismos que han caído en desuso culminaen la escena de la ejecución; sangre y azúcar convertidos en luga-res comunes y pura retórica. Eso es lo que el público merece, yeso es lo que recibe cada mañana con el desayuno, en el DailyMail y en el periodismo retórico-sentimental. Dicha sátira es talvez la más brutal que jamás hayamos tenido desde el día en queSwift sugirió el sistema para salvar del hambre a Irlanda. HenryJames se quejaba de Baudelaire: Le Mal, se hace usted demasiadohonor… Sería lo mismo si en lugar de Flores del Bien nos obsequia-ran una rapsodia sobre la tarta de ciruelas, o con agua de colonia.Joyce se dispuso a crear un infierno, y lo ha logrado.Nos ha mostrado a Irlanda bajo la dominación británica, en un

cuadro tan fidedigno, que un cobarde de ínfima categoría comoShaw (George B.) no podrá atreverse a mirarlo de frente. Porañadidura, ha presentado a todo Occidente bajo el dominio delcapitalismo. Los detalles del plano de las calles son locales; pero

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Leopold Bloom (né Virag) es ubicuo. Su esposa Gea Tellus –sím-bolo de la tierra– representa el suelo donde el intelecto pugna porsurgir y bajo el cual se desploma in saeculum saeculorum. Al igualque Molly, es una mujerzuela ordinaria, no una ramera pero síuna adúltera, il y en a. Sus reflexiones íntimas se salvaron de lacensura (agradezcámoslo al psicoanálisis). El censor en el sentidofreudiano ha desaparecido: los sueños de Molly, que difieren delos que Young versificó en su poema ubicuo, son revelados; diceque su cuerpo es una flor. Su última palabra es afirmativa. Losbuenos modales de la afable sociedad en cuyo seno habita, nohan logrado infiltrarse bajo su caparazón. Tanto puede existir enla Patagonia como en la ciudad de Jersey o en Camden.Y este libro fue proscripto en los Estados Unidos, donde un

chiquillo de siete años tiene amplia oportunidad de enterarsehasta del más íntimo detalle del caso Arbuckle o de dos centena-res de otros escandalosos affairs por intermedio de los270.000.000 de ejemplares de los 300.000 periódicos que nosilustran. Y recordamos la pregunta de Goncourt: ¿Es que hemos depermanecer bajo un edicto literario? ¿Es que existen clases tanbajas, infortunios tan sórdidos, dramas tan escabrosos, catástro-fes, horrores tan radicalmente desprovistos de nobleza? En estosmomentos en que la producción de la novela está tomando incre-mento, en estos momentos en que se la distingue como el géne-ro literario por excelencia, como a una encuesta social, como unmedio para la investigación y el análisis psicológicos, exigiendo asu creador estudios específicos, los deberes de la ciencia… lainvestigación de hechos… ¿no es acaso lógico que el novelistapueda dar curso a su expresión con la misma fidelidad y por endecon la misma libertad que el sabio, el historiador o el físico?¿Por qué motivo la única clase social norteamericana que se

esfuerza por pensar ha de verse obstaculizada por unos cuantosmaniáticos que no pueden, o no se atreven, a poner reparo a losespectáculos bataclanescos de Brodway? ¿Acaso el lector, a causade dos o tres palabras que cualquier chicuelo ha visto escritas enlas paredes de los retretes tiene que estar obligado a vadear dos-

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cientas páginas sobre la consubstanciación o los conflictos deconducta de Hamlet? ¿Y acaso es posible desvirtuar una crónicaque hace época –crónica que analiza el nivel de la mentalidadhumana en el Siglo XX (el primero de la nueva era)– con la omi-sión de esa media docena de términos o por el simulacro de igno-rancia de actos de sencillez extrema? La época de Bloom no estácensurada. Perfecto. El análisis fecal del hospital de la vuelta tam-poco está censurado. Nadie, salvo un presbiteriano, se pondrá arebatir el hecho de que el citado análisis puede ser útil y prove-choso. Una gran obra de arte se realiza para mentalidades tan eleva-das como las que se consagran a la ciencia de la medicina. Tanto elantropólogo como el sociólogo tienen derecho a la misma docu-mentación, a idénticos comentarios y a generalizaciones sucintas,que rara vez consiguen, teniendo en consideración la compleji-dad del tema de estudio y la insensatez de los prejuicios corrien-tes. El resultado de los análisis de una marca determinada deleche reporta a un legislador menos beneficios que la lectura deL`Education Sentimentale, o de Bovary.Se supone que un legislador tiene que arreglar asuntos huma-

nos, tiene que preocuparse de todo lo referente al bienestar de lasangloamericanas humanas. Le beau monde gouverne –o alguna vezlo hizo– porque era dueño de un caudal condensado de conoci-mientos; la Edad Media no estaba gobernada por analfabetos, y laaristocracia leía el tratado de Macchiavelli antes que sus siervos.En la época actual es privilegio de una plutocracia muy limitadaenterarse de las últimas noticias, de las cuales sólo una parte –nosea que perjudique al mercado– se publica en los diarios.Jefferson ha sido tal vez el último funcionario americano que hatenido el sentido de la civilización. Molly Bloom juzga irónica-mente a Griffith por la sinceridad de sus pantalones, y la edición pari-sina de Tribune nos cuenta que el congreso de sastres ha proclama-do al Presidente Harding el Primer Magistrado más elegante.No es mi intención subestimar las ventajas de tener un presi-

dente que pueda cotejarse a nivel pantalonero con parangonessartorios tales como Balfour y Lord (antes Señor) Lee de Fareham;

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pero que sea ecuánime de mi parte desacreditar la utilidad públi-ca de un lenguaje apropiado que sólo puede adquirirse por inter-medio de la literatura y al cual el sucinto Julio Cesar o el brillan-te Macchiavelli, o el autor del Código Napoleón, o Tomás Jefferson–para citar un ejemplo local– de ninguna manera hubieranmenospreciado. Naturalmente que es demasiado prematuro pre-tender enterarse si a nuestro gobernante actual le interesan estostemas; sabemos que no le interesaban al seudo-intelectualWilson, ni tampoco al ostentoso Teddy, ni a Taft, ni a McKinley,ni a Cleveland. Tan remotamente como nuestra memoria puedatransportarnos, ni un solo presidente americano ha expresadouna sola palabra que sugiera el más mínimo interés, o la concien-cia de la necesidad de una actividad intelectual o literaria enNorteamérica. El mot just es un servicio público. No puedo reme-diarlo. No formulo este aserto para granjearme la simpatía de losestetas que sostienen que todos los autores son inútiles. Las pala-bras nos gobiernan; las leyes están promulgadas con palabras, yla literatura constituye el único vehículo por medio del cual seconservan vivas y pertinentes. El especimen a que me he referidoen mi carta de Febrero comprueba qué es lo que acontece cuan-do el idioma cae en manos de especialistas analfabetos.

Ulises suministra material para un simposio, más que para unamera carta, un ensayo o una reseña.

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IlustraciónCristina Keller

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Cuando en Psicología de la Personalidad, la relación de sentidoentre el hombre y su mundo, deja de ser revivible en nuestra expe-riencia interna y en la tradición recibida, tanto en sus causas comoen sus manifestaciones, comenzamos a hablar de anormalidad.Cuando tenemos que recurrir a la explicación fisiológica o psi-

coanalítica para entender lo que ha de ser comprensible de primeraintención y por propio derecho, es que ha hecho su aparición laenfermedad mental. Se ha roto en este momento –como afirmaBiswanger– el lazo existencial que nos ata al semejante; ya no esposible un conocimiento psicológico fundamentado en el convi-vir del que habla Heiddeger porque a partir de ese instante el pró-jimo deja de sentirse como tú para captarse como ello.Sobre esta imposibilidad de comprender el acontecer psíquico

del semejante, radica la piedra angular de la psicopatología feno-menológica en lo concerniente al concepto de anormalidad.La realidad venezolana es incomprensible a la mentalidad de

los pueblos europeos y anglosajones del Nuevo Continente. Susreacciones son imprevisibles. Sus movimientos estereotipados yabsurdos. Su miseria e inestabilidad política, extrañas, incluso ala variante europea que más se nos asemeja, como es la española.

Francisco Herrera Luque

VENEZUELA¿UNA SOCIEDAD ENFERMA?

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Yo considero al Nuevo Mundo –escribe Bolívar–, como un medioglobo que se ha vuelto loco y cuyos habitantes se hallasen de frenesí yque, para contener este frotamiento de delirios y de atentados, se colo-ca en el medio de un loquero con sus libros en la mano para que lehaga comprender su deber. Crea Ud. que la alegoría no es superior alobjeto comparado.No podemos decir siquiera que pertenecemos a un grupo cul-

tural diferente, como podría sucederles a los europeos en relacióncon los hindúes o los árabes. Nuestras normas de relación inter-humana, nuestras instituciones, formas de gobierno, religión yética, son o aspiran a ser copia fiel de las vigentes en Europa.Nuestro sistema jurídico y social se equipara al europeo, y lo

supera incluso en grados de evolución. Políticamente nos deci-mos republicanos y democráticos. El voto es universal y extensi-ble a las mujeres y a los analfabetos.Nuestra Constitución está inspirada o copiada fielmente de la

suiza. Existen sindicatos, partidos políticos, universidades, insti-tutos de estudios superiores. Nuestro régimen laboral es el másavanzado del mundo. Nuestro Código Penal el más indulgente.Defendemos la institución matrimonial, procedemos, pensa-

mos y actuamos como si estuviésemos en Londres o en París.Somos, en síntesis, una prolongación de la cultura europea. Eslícito, por consiguiente, parangonar nuestro país con el ViejoContinente, de la misma forma que el joven al llegar a cierta edades igualmente responsable al entrar en posesión de ciertos dere-chos. A igualdad de derechos igualdad de deberes.Si nuestro pueblo jurídicamente es calca fiel de los pueblos

europeos en cuanto a derechos humanos se refiere, tiene que seren lo que respecta a obligaciones sociales similar a la entidad queimita so riesgo de hacerse incoherente su dinamia.Si transgredimos los límites tolerados por toda la comunidad

para las variantes familiares e individuales hasta hacérsenos inin-teligibles de primera intención y propio derecho, es que se haroto el convivir o el lazo que nos ataba al semejante, en este casola comunidad de Occidente.

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¿Puede hablarse en este caso de sociedad enferma?Varias veces a lo largo de la historia de la Sociología se ha

hecho esta misma pregunta y se ha respondido de las más opues-tas formas. Desde Freud con su teoría de la neurosis social comoconsecuencia del malestar de la cultura hasta el relativismo socio-lógico de la mayor parte de los sociólogos científicos que impug-na Fromn cuando afirma que una sociedad no puede enfermar,desde el momento que funciona.

La sociedad es una totalidad tan significativa como el individuo. Ytan comprensible como él –escribe Dilthey– . Los fenómenos socialesno son inteligibles interiormente; podemos revivirlos en nosotros mis-mos sobre las bases de nuestro odio, de la simpatía o del juego generalde nuestros afectos. Yo mismo que me conozco interiormente, soy unaparte de la sociedad, semejante a las otras partes.Para Benedict, cada cultura es una fórmula única tomada del aba-

nico de posibilidades que ofrece la naturaleza humana, pudiendoexpresar de esta forma en los mismos términos que se utilizaría parauna psicología de personalidad.Linton habla de cultura como configuración. Kluckhohn de

totalidad orgánica. Malinowski de realidad funcional. Por esopodemos comprender el todo social en la misma extensión y sen-tido que tiene para el individuo: o sea, observar en nosostros laposibilidad de vivir el acto ajeno, de sentirlo como experienciainterna, análogo a lo que acontece en el otro ser.

Si el hombre no fuese transparente al hombre de primera intencióny por propio derecho, ninguna ciencia sobre el hombre sería posible.Escribe Fromn: Una sociedad sana es la que corresponde a las

necesidades del hombre. La sociedad contemporánea no satisfaceese requisito. ¿Es, pues, una sociedad neurótica? El autor termi-na de responderse afirmativamente en esa obra, tan inquietantepregunta, aunque no transgreda lo que él considera todavía unaaventura: No diría yo que ese intento de aplicar el psicoanálisis a lasociedad civilizada sea fantástico o esté condenado a ser infructuoso.Pero debemos ser muy cautos, no olvidar que después de todo trata-mos con analogías, y que es muy peligroso no sólo para los hombres,

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sino para las ideas, sacarlos de las regiones en que nacieron y madu-raron. Además el diagnóstico de neurosis colectiva tropezará con unadificultad especial.

En la neurosis del individuo podemos tomar como punto de partidael contraste que se nos ofrece entre el paciente y su medio ambiente,que suponemos es normal. No dispondríamos de ningún fondo análo-go para una sociedad afectada similarmente y habría que suprimirlede alguna otra manera.En nuestro criterio esta última autolimitación que se impone

Fromn no es del todo cierta, de atenderse a ciertos sectorescomunes a todas las sociedades humanas y que él mismo ejem-plifica cuando señala la felicidad como el objetivo primordial detoda cultura. Es cierto que los pueblos como los hombres varíanen las modulaciones y contenidos de sus respectivas culturas,siendo inoperante el establecer analogías para comprender laanormalidad o insania de un individuo a partir de determinadasnormas culturales. La apatía y desinterés de los indios pueblascomo señala Karen Horney, no puede tomarse como expresión deanormalidad, por el simple hecho de discrepar de la escala devalores del mundo occidental. De la misma forma que no pode-mos aplicar libremente el criterio de una época para juzgar a otra.Esta limitación para equiparar una cultura con otra es muy

relativa e injustificada, de tomarse en cuenta ciertos hechos. Sibien es cierto que hay extraordinarias variantes de un pueblo y deuna época a otro pueblo y a otra entidad histórica, también escierto que tanto los seres humanos como las sociedades conser-van una serie de rasgos en común en todas las latitudes, como esel afán por lograr la felicidad y el equilibrio, tanto por parte delindividuo, como por parte del grupo que lo contiene. De lamisma forma que la infelicidad injustificada de un individuo es lamejor señal para singularizar su caso con el diagnóstico de ano-malía; del mismo modo puede pensarse respecto a una cultura;especialmente si al desequilibrio e infelicidad, se añade un fraca-so en el desarrollo de los propios objetivos culturales.

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Toda cultura tiene una misión que lograr, el bienestar que pro-duzca a los miembros de su comunidad, independiente de suprogreso, es una medida de salud. Si los hábitos de vida de unpueblo, por primitivos que éstos sean, les aseguran a sus miem-bros el sosiego y la dicha, es que esa cultura ha logrado su obje-to. Si por el contrario, fracasa en ese propósito, aunque prodiguelos mayores beneficios materiales, es porque ha perdido su senti-do. Se ha alienado de su objeto, como diría Fromn.Si el desarrollo de la segunda puede influir favorablemente

sobre la primera, no es condición obligada de ella; así como tam-poco su nivel de desarrollo dentro de términos señalados es causaobligatoria del progreso técnico.España, por ejemplo, un pueblo retrasado en confort material

es sin embargo el país que en nuestra opinión ha recibido mayo-res beneficios de su cultura. La cultura es a un pueblo lo que elcarácter al individuo. Las diferencias educacionales cronológicasy sociales que se observan en los seres humanos, no son causaobligada de mejores o peores actitudes frente a su circunstancia.Hay personas ayunas de toda riqueza material e intelectual, conuna feliz educación caracterológica; en tanto que hay gigantesintelectuales que jamás han conocido la dicha. La acertada o des-graciada conformación de un carácter, es, pues, independiente desu caudal o contenido; de la misma forma que la felicidad queprodiga una cultura no depende de su riqueza material. La madu-rez de un sujeto, sea cual fuese la circunstancia, se mide por sucapacidad de mantener su sosiego ante los embates de la existen-cia y de poner en juego los mecanismos que se lo hagan recupe-rar, cuando lo ha perdido.Todos los pueblos tienen en común la represión de la crimina-

lidad, el respeto por los ancianos y sobre todo, la regulación de lasexualidad. Esto es común a la cultura Zuñi, a la inglesa de nues-tros días. Cuando un pueblo presenta alteraciones en ese sentido,sea tahitiano o noruego, es obvio hablar de trastornos o enferme-dad. Las guerras civiles, por ejemplo, son a los pueblos lo que lostrastornos afectivos al individuo. Todo pueblo tiene antecedentes

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de enfermedad. Es inevitable que el curso vital de una colectivi-dad pague su tributo a ella cada cierto tiempo. Lo que sí no esfácilmente comprensible es que un pueblo, como un sujeto, vivacontinuamente en crisis –como es el caso de Venezuela y deLatinoamérica–. Ante tal circunstancia la posibilidad de enferme-dad aumenta. Especialmente si su conducta y sintomatología dis-crepan estrepitosamente de las de sus parientes más cercanos,bajo cuyas pautas y tutelas nació y ha crecido. Especialmentecuando el tiempo histórico trascurrido es más que suficiente paraequipararse con las naciones evolucionadas.Algo, sin embargo, puede explicarnos el trastorno cultural de

Venezuela: su accidentado devenir histórico. En efecto, si algúnpueblo ha tenido la desdicha como signo fatal de su destino, hasido esta pobre patria nuestra: guerras, dictaduras, anarquías, malosgobiernos, son sus síntomas más constantes desde que se abriópaso en la historia. ¿Justifica tal cúmulo de hechos nuestro rezagocultural? ¿Se excluye de esta forma el diagnóstico de enfermedad?Lamentablemente tenemos que afirmar que cualquier explica-

ción no es suficiente para evadir el referido diagnóstico. Un epi-léptico y un neurótico son explicables a partir de una teoría fisio-lógica o psicoanalítica. No son, sin embargo, normales ya que elprincipio de normalidad de una actitud se fundamenta no en quesea explicable sino en que sea comprensible. Es la incompren-sión, la imposibilidad de entender de primera intención y porderecho propio lo que acontece al otro, la piedra angular deldiagnóstico de anormalidad o perturbación.Si la sociedad venezolana, además de ser incomprensible a la

mentalidad occidental donde está adscrita, es una totalidad cró-nicamente sufriente; si al beneficio se responde con la inquietud,y al malestar y la privación con extraña agudización de su angus-tia, es lícito mantener el parangón entre sociedad e individuo, laidea de sociedad enferma.Si no hay explicación cronológica suficiente, y el malestar antes

de aminorarse con la historia se exacerba, la hipótesis del trabajoanterior se robustece.

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Toda neurosis supone un trastorno de la personalidad. Endicho trastorno es donde radica el mal fundamental, no en su cir-cunstancia.Los pueblos tienen personalidad. Es lo que el vulgo denomina

el genio o el carácter nacional y Kardiner la personalidad básica.¿Presenta anomalías de personalidad el venezolano?Hagámonos otra pregunta: ¿Tiene algún valor operacional para

la sociedad venezolana establecer si el referido hecho de enferme-dad social es o no cierto para nuestro país?Por desgracia tenemos que afirmar en sentido positivo que sí

es fundamental para el destino de Venezuela determinar si se tratade una totalidad perturbada, porque de serlo, los planes de recu-peración, tal como se plantea desde una lógica común, han defracasar en sus propósitos, como fracasan en la neurosis individuallas acciones terapéuticas fundamentales en el simple homologaractitudes y reacciones maduras con personalidades inmaduras.La víctima de una neurosis es un ser que estando llamado a

una vida plena y luminosa, se deja aprisionar por el pasado.Pudiendo ser libre y creador de su circunstancia, se vuelve rígidofrente a ella, sin que atine a saber la razón de su fracaso.Ni el enriquecimiento ni la instrucción ni el saneamiento, ni el

progreso, en los derechos humanos, han sido capaces de sacar anuestros pueblos del marasmo en que están sumidos, percibién-dose, por el contrario, una exacerbación de sus males tradiciona-les en los últimos tiempos, con lo que se demuestra una vez másla incomprensibilidad de su destino y de su acontecer social.Cuando un pueblo como un individuo se encuentran en estasituación, otro ha de ser el sentido que le comunique a su esfuer-zo por alcanzar la dicha. Deberá comenzar por reconocer la natu-raleza de sus males, la labor aniquiladora y el círculo viciosoimpuesto por la enfermedad. Luego podrá comenzar la acciónrehabilitadora. Antes, será condenarlo al torbellino trágico que loenvuelve desde sus tiempos más remotos. Venezuela ha dejado deser la expresión comprensiva y ajustada de sus circunstanciaseconómico-sociales, para tamizar su vivencia en extraños y dolo-

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rosos ecos, que la alejan de la comunidad occidental, hasta hacer-la ininteligible a ella.Por eso es indispensable mantener este parangón entre socie-

dad e individuo y determinar hasta donde nos sea posible, hastaqué punto son válidos estos conceptos de la psicopatología, al sertrasladados al campo de los fenómenos sociales.Debemos abocarnos entonces al estudio del venezolano, pues si

Venezuela está enferma, también ha de estarlo su hombre básico.

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Doña Inés de Hinojosa no es una hija del Diablo, porque es doc-trina que el Diablo es espíritu y no puede engendrar; es, cierta-mente, el Diablo mismo. Cuando la ciudad era apenas una ran-chería, en el primer lustro de su existencia, Jorge Voto, maestrode danza, se vino aquí a dar clases de su arte. Diólas a una sobri-na de doña Inés, y ésta se enamoró del maestro, y le propusomatara a su esposo Pedro de Avila, con fama de jugador y políga-mo. Con estratagemas varias, Voto mató a don Pedro, y un añodespués, se unió en Pamplona con la viuda adrede en nuevomatrimonio. Pero no se satisface doña Inés en amores ni críme-nes. Váse a Tunja, donde su nuevo amante es don Pedro Bravo deRivera, a quien pide asesinar a Voto. Ahora no le valdrán llantosni bellaquerías, pues cae en poder de la justicia y tanto la BellaBarba Azul, como su cómplice, son colgados de un árbol en lacalle del tal. Este suceso, que nos lo refiere Rodríguez Fresle en ElCarnero, al saberse en Carora, en conversaciones de arrieros,levanta las imaginaciones y hace nacer posiblemente por primeravez la leyenda del Diablo de Carora.Luis Alberto Sucre en Gobernadores y Capitanes Generales de

Venezuela cuenta que los caroreños mal avenidos con el alcalde,

Luis Beltrán Guerrero

EL DIABLO EN CARORA

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capitán Agustín Riera, se sublevaron, mataron a Riera y se apode-raron del gobierno. Esto obligó al capitán general Fernando deVillegas a salir con gran comitiva para Carora, en 1671, dejandoel gobierno de Caracas a los alcaldes Martínez de Villegas yHurtado. Una vez Villegas en Carora, fácil le fue restablecer elorden. Los cabecillas pagaron con la horca; prisión para unos yotras penas a los menos comprometidos. El gobernador Villegasorganizó nuevo gobierno y regresó a Caracas. Este acontecimien-to dio origen, según don Luis Alberto, al refrán: En Carora andael Diablo suelto; pero nunca se ha sabido, agrega, si el tal refrán serefiere a los tumultuosos o al Gobernador. Parra Pérez habla de laRevolución de Carora de 1671 como hecho importante, juntocon los sucesos de Nirgua, en 1628, antes de la revuelta de JuanFrancisco de León.El Diablo anda suelto en Carora cada vez que sucede un hecho

extraordinario, perturbador de la paz pública. Cuando nadasucede, el Diablo está amarrado. Don Agustín Oropeza señalacomo origen de la leyenda el que don Buenaventura HernándezPavón, cabo de guerra y juez de comisos, dos de sus hermanos yotros compañeros aprehendieron a dos o tres contrabandistas yreclamaron a otro como reo de su jurisdicción, que tenían losalcaldes en la Cárcel Pública. Como los alcaldes no lo quisieronentregar, los Hernández asaltaron la Cárcel, dando muerte a unode sus guardianes, se apoderaron del reo en litigio y dieron liber-tad a los reos de la justicia ordinaria. Entonces los alcaldes, ayu-dados por las milicias, atacaron a los Hernández y los redujerona prisión en el convento de San Francisco en donde se habían asi-lado. Los tres hermanos Hernández y tres de sus compañeros fue-ron fusilados en la plaza pública. Después la justicia española nose hizo esperar, y los alcaldes fueron condenados a destierro y aotras penas sus cómplices. Esto acaeció en 1736.Pero diez años antes había sucedido en Carora otro aconteci-

miento trágico y singular, del que nos informa el segundo tomodel Historial Genealógico novísimo. Esta vez los alcaldes no fueronvictimarios, sino que volvieron a ser víctimas. El gobernador y

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capitán general de la Provincia de Venezuela, don Diego Portalesy Meneses nombró teniente suyo en Carora a don Manuel deSalinas, sin el requisito de que este nombramiento fuese aproba-do antes por la Real Audiencia de Santo Domingo. Anteriormenteel gobernador había obrado de modo similar, pero agotada lapaciencia, se juntaron en el ayuntamiento los regidores y alcaldesordinarios para conferenciar sobre el caso, después de habersenotificado a salinas de su falta. Cuando se hallaban reunidos regi-dores y alcaldes en la sala consistorial, irrumpe Salinas acompa-ñado de gente armada, da muerte a los alcaldes y se hace dueñode la ciudad, de lo que resultó pérdida de sus vecinos, fugitivosunos y otros destruidos sus bienes. La defensa de la autonomíadel Cabildo fue rubricada con sangre. El castigo de los culpablestampoco se hizo esperar por parte de la Real Cédula, de 23 deseptiembre de 1728.Cuando en las guerras civiles, la pasión banderiza ha exacerba-

do a los guardianes de cárcel hasta destrozar los miembros de lospresos implorantes detrás de los barrotes, también se ha dichoque el Diablo andaba suelto en nuestra ciudad. Bueno es recor-dar que el Diablo existe en época de tan peligroso escepticismo,pues si lo creemos difunto, más pronto nos vencerá. Dios yDiablo, Mal y Bien, es el dualismo eterno de la historia. Derrotara Satanás, cualquiera sea su sexo, disfraz o apariencia, he ahí elfin de la batalla humana, el renacimiento del Paraíso en la tierrao en el cielo. La lucha de la Luz y las Tinieblas la protagonizaronen Carora el maestro Beltrán y don Andrés Crespo, cuandoambos, enarboladas las cruces que portaron en su calvario de ora-tes, sostenían en las calles el diálogo trascendente, nada menosque sobre la verdad de ultratumba.—¡Luz, luz de mi fe!, exclamaba el uno; y el otro respondía:—¡Sombra, sombra y nada más! Ormuz y Ahrimán de la reli-

gión mazdea; Bien y Mal; Dios y Diablo.

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Bárbaro RivasFoto: Juan Calzadilla

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Esta serie de fotografías tiene un profundo valor documental. Sise me permite emplear un término periodístico, yo diría queconstituye, hasta por un sentido secuencial, un reportaje. Data de1966, año en que volví a encontrar a Bárbaro Rivas: le faltabapoco tiempo para morir, y se hallaba prácticamente inválido. Adespecho de que sus cuadros se vendían a buen precio en el mer-cado y su pintura empezaba a gozar de gran demanda, Bárbarovivía en la misma miseria (si no mayor) en que le conocí en 1956.Durante algunos años yo había dejado de visitarle, aproximada-mente desde 1960. Cuando se incendió su casa del Calvario,situada en la vertiente Este de la meseta sobre la cual se asienta elviejo casco de Petare, el Concejo Municipal le hizo construir, enel mismo sitio, esta vivienda de bloques, techo de asbesto y sani-tarios modernos que nunca llegaron a funcionar. Bárbaro vivía ala deriva, en el mayor abandono, casi como un mendigo en quienla alegría contagiosa de un rato compensaba la humillación con-tinua de los días. Sólo en sus cuadros se imponía el orden, quenacía del caos interior, manifestándose como una visión sobera-na, cuya elaboración terminaba en el cuadro, pues una vez pinta-do éste, Bárbaro lo regalaba a la suerte, arrojándolo entre la

Juan Calzadilla

LA PASIÓNDE BÁRBARO RIVAS

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mugre y los trastos viejos. Alrededor de la vida de Bárbaro pare-cía derrumbarse todo: los trajes, las sillas destartaladas, la alegría,los perros que pululaban por los rincones, junto con los allega-dos de una noche, los borrachos y los vagos que dormían sobretrapos en el piso de cemento. El polvo y el hollín se iban apode-rando de las cosas a tiempo que Bárbaro sólo encontraba placeren pintar sentado en la cama de alambre, con gran esfuerzo, uti-lizando una silla como caballete, en la cual había también velasencendidas a cualquier hora y oraciones impresas en postales configuras de santos. La factura del cuadro asumía últimamente elcolor negro de los trajes raídos o quizás del único traje que lequedaba a Bárbaro, y que se iba consumiendo con su piel negra.Ultima época, agónica y angustiosa, donde el trazo se volvió máslibre y la pincelada más violenta en su intento de dar forma a lafigura con una mano cuyo pulso tembloroso le llevó a emplearmoldes de cartón, descubrimiento que Bárbaro hizo al final de sucarrera. En las paredes había cosas inútiles colgadas de clavos, unsombrero viejo, una armadura de silla de lona, un almanaque sinactualidad, con hermosas y mosqueadas vistas de Italia, en dondese veían desglosados palacios que Bárbaro confundía con las anti-guas arcas de Petare, que últimamente se empeñaba en pintarrellenando los vanos con un negro intenso como una fosa abier-ta. Por este mismo tiempo, Jesús Enrique Guédez filmaba unapelícula sobre Bárbaro y Nelly Baptista agenciaba diligentementela presentación de lo que sería su última exposición, celebradaluego en la galería 22, a mediados de 1967, con un catálogo estu-pendamente diagramado por Godofredo Romero y fotografíasmías. Bárbaro ya no podía prescindir del alcohol. En cierto modo,al suprimírselo, cuando ingresó al Hospital Pérez de León dePetare, su falta contribuyó a precipitar su muerte. El delirium yase había apoderado del cerebro del pintor. Era evidente que lapresencia de ciertos animales y extrañas configuraciones en suscuadros, era producto de sus visiones, que le hacían vislumbraren el cuartucho donde vivía horribles apariencias de bichos. Aunasí, en los momentos más lúcidos, Bárbaro no perdió ni pizca de

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su sentido del humor y su locuacidad incontestable, primordial,inseparable de esa risa impresionante y de esos gestos con loscuales se defendía manteniendo como los niños tímidos un dedoen los labios mientras hablaba. Su conversación podía llevarlehoras enteras, siempre que encontrara oyentes, y le molestabaque lo interrumpieran, al punto de que se enfadaba y prorrum-pía en insolencias, si alguien lo hacía. Había que oírlo, no sólopor no molestarlo, sino porque sabía hacerse agradable, conquis-taba al auditorio y siempre estaba diciendo cosas interesantes, deuna poesía que se hubiera podido comparar con la de sus cua-dros. Nada más parecido a la pintura de Bárbaro que su conver-sación, puesto que ésta consistía a menudo en ingenuas y fantás-ticas explicaciones de los temas de los cuadros, según un ordenen el que se confundían absurdo, magia y fantasía. Bárbaro inter-pretaba las cosas con una mentalidad mágica, que podía ser lamisma que hacía creer a los imagineros que las tallas que éstosejecutaban tenían el poder de hacer milagros, desde el momentomismo en que las hacían. Pero para Bárbaro un cuadro era infe-rior al modelo de donde lo copiaba, cuando no inventaba o evo-caba el motivo o acontecimiento. De una reproducción de revis-ta ilustrada, de un vulgar cromo como los que colgaban de lasparedes sucias y que él consideraba mejores que cualquiera desus cuadros, extraía los motivos en los cuales el efecto maravillo-so había quedado modificado, transformado. Que estos cuadrosprodujeran admiración era cosa que Bárbaro no se explicaba sinopor la misma razón que le hacía creer que una mano lo guiabadurante el sueño dictándole a su mente el tema que a la mañanasiguiente realizaba rápidamente, de memoria, con su pinceladanerviosa y esos gestos vivaces que le traían a uno el recuerdo dela imagen de Reverón pintando.Nunca como en el período en que le hice esta serie de fotogra-

fías pintó con mayor rapidez. Pintó por lo menos 100 cuadros en1966. Más de cincuenta de ellos figuraron en la exposición de laGalería 22 y, como se ha dicho, provocaron hondo impacto en elpúblico. Ello se debió al dramatismo del conjunto, en donde el

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misticismo se manifestaba con acentos exasperantes, como resul-tado del sentimiento de impotencia que experimentaba el pintor,no sólo en los actos más cotidianos, sino en la acción de pintar.En parte, también, el éxito se debió a que Bárbaro estuvo presen-te el día de la inauguración de la muestra. Se le hizo sentar en unasilla en la planta baja del local y desde allí se convirtió, como erasu costumbre, en el personaje central, con su inabordable locua-cidad y su sentido del humor. Fue su última salida (estoy tenta-do de decir su última presentación en público, dado que Bárbaro eracomo un niño actor). Poco tiempo después su estado empeoró.Continuó pintando, es cierto, a merced de los ladrones; todavíapintó algunos cuadros más, tal vez docenas, pero las obras de laexposición en la 22 parecían poner fin a todo, y él lo sabía; notuvo en adelante entusiasmo ni fuerzas y, como él mismo decía,se le iba el pulso. ¿Hacia dónde? Quizás se lo llevaban los ángelesde cartón que arrastraban a su magra figura con los moldes queel viento hacía volar barranco abajo, hasta ese detritus de aspec-to miserable al que Bárbaro había dado expresión sublimada. Heaquí cómo unos cartones depositados por las cloacas de Caracasen las playas de perros sarnosos podían convertirse, como pormagia, en esos cuadros recubiertos con las visiones y los coloresde la gloria. Bárbaro era un místico en estado primitivo. Bastabaver sus últimos cuadros, en donde toda la serenidad había desa-parecido, confundida con una materia vertiginosa, incapaz detolerar el brillo de los colores puros de antes, ennegrecida poruna fe aún más atormentada y solitaria al verse desasistida por lamano que antes la guiaba, y gritando en la pintura. Se trata aquíde un orden mucho más expresionista, revelado a través de unaserie de obras privadas de calma, como sucede en los autorretra-tos que resultan tema reiterado, una y otra vez, al lado de esascrucifixiones que llevan el último rostro de Bárbaro, el más tristede todos. Vemos una sensibilidad prodigiosamente volcada sobresí misma, que hace de su vida miserable el gran tema de su pin-tura. Se puede comprender por qué impresionaron aquellas obrasfinales, mucho más improvisadas y sintéticas, pero más profun-

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das y espirituales, si bien menos cromáticas. El espacio quedaresumido en dos o tres planos, tratados dentro de una maneramás gráfica y en una composición en donde las figuras se hanreducido al mínimo, resultando de ello obras sin anécdota; esefacetamiento dinámico de formas angulares y ondulantes quedaba a su pintura un carácter peculiar, a tono con el escalona-miento de los planos de color para producir la impresión de unagran tensión interior, llegó casi a desaparecer, y en su lugarencontramos pinturas resueltas en uno, dos o tres grandes planosgenerales, sobre los que destaca una atormentada figura.Apreciamos una composición más escueta, más torpemente rea-lizada, un colorido que intenta representar más el conflicto inte-rior que las visiones y sueños coloreados del pintor. Para la épocade las fotografías, Bárbaro tenía problemas con la circulación.Durante las breves crisis que le ocasionaban fuertes dolores yconvulsiones musculares en las piernas, pedía que le trajeran unmédico, y recuerdo que se llenaba de miedo como un niño. Lascrisis pasaban y entonces retornaba el buen humor a su espíritu,siempre que estuviera acompañado por personas venidas deCaracas, en cuyo caso había la garantía de que se le escuchase conatención, puesto que detestaba a la gente del barrio que se insta-laba en su casa, día y noche, con ánimo de robarle las bebidas,los víveres o el dinero. Episodios humillantes que, como en lanovela picaresca, se repetían a diario. Pero, por otra parte,Bárbaro se negaba a salir de su casa para ingresar a una clínica oun asilo, tal como queríamos los amigos que habíamos podidoreunirle, con el producto de la exposición de la galería 22, unabonita suma de dinero. Esta hubiera sido suficiente para queviviera sin problemas el resto de su vida. Bárbaro, por otra parte,detestaba la casa que le construyó el Concejo Municipal y dondehabía pasado los últimos nueve años, pues echaba de menos elcorredor de su vieja vivienda de bahareque y teja, desde dondepodía asomarse al duro paisaje que se recorta contra el cerro deEl Llanito, por sobre los polvorientos bambúes del río. Desde allípudo apreciar, entre las columnas de polvo, el lento rastreo de los

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tractores que aplanaban con sus infinitas idas y venidas y sumonótono matraqueo, la ladera del cerro; nadie podía quitarle dela mente a Bárbaro la idea de que durante la noche el cerro vol-vía a crecer tanto como le habían quitado los tractores durante eldía. Su nueva casa no le brindaba más que una pared vertical,cortada a tajo sobre el camino que bordea al río, y debajo de lacual se levantaba, por toda posesión vegetal, un viejo taparo; losfrutos de éste colgaban enjutos todo el año hasta que rodaban, alpudrirse el tallo y caer, hacia el cercano patio de bolas que seabría sobre el marco de la ventana de Bárbaro como un infiernoinmediato de blasfemias e improperios. Bárbaro soñaba con teneruna terraza sobre el techo de la casa, para lo cual sólo faltabaconstruir una escalera, puesto que el techo era de platabanda. Obien prolongar la alta escalinata de cemento que conducía desdeel camino hasta su casa, esa escalera un poco traviesa y que, comotoda la topografía de Petare, también disponía de una curva enángulo recto. En aquella especie de torre, que no estaba de nin-gún modo protegida de las incursiones de los rateros, Bárbarosupo que la muerte se le venía encima. Poco antes de la exposi-ción fui a verle; le encontré sentado en su silla preferida, un brazoapoyado en el espaldar, mirando señorialmente, frente a la puer-ta por donde entraba esa luz espesa que es característica de lasmañanas lluviosas en el valle de Caracas. De buen humor,Bárbaro estaba inspirado; inmediatamente accedió a que le toma-ra las fotografías, pero sin renunciar a su verba continua, que élsolía acompañar con grandes risotadas, de timbre agudo. Bárbarose sentía actor, disfrutaba cuando lo visitaba alguien que llevarauna cámara, y aunque nunca posaba, como hace la mayoría depersonas cuando le van a tomar una fotografía, se sabía observa-do y comprendía que si se le fotografiaba era porque su vida teníaimportancia. Recuérdese la naturalidad con que posó paraGarrido en el reportaje expuesto con ocasión de la muestra de1956, en el Museo de Bellas Artes. ¡Cómo había cambiado en losúltimos diez años, y no sólo físicamente, ya que Bárbaro se con-sumía rápidamente, sino también espiritualmente! En las fotos de

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1966 hay un hombre de mirada sabia y resignada, de ojos afie-brados de pájaro, de ojos relampagueantes que han tenido visio-nes horribles, pero que también, un poco más adelante, hanentrevisto la gloria, parajes con muchos ángeles. Uno observa enesas fotografías el interior de un hombre más que el aspecto deruina externa, y comprende las miserias de esta tierra de la queBárbaro supo elevarse por medio de la mirada, hacia una alturaque como hombres normales nos está negada. Y vi la ira del hom-bre desposeído en aquel ambiente sórdido y agresivo donde lamugre despedía astringentes olores; vi en su mirada esa dignidadsoberana de que es posible dar testimonio con el rostro, más alláde la miseria de los trajes, y comprobé esa contradicción queparecía resumirse en la última apariencia nerviosa de Bárbaro,contradicción de la que él estaba consciente y se sentía portador,gracias a la cual pudo comprobar, antes de morir, que en el hom-bre moran el cielo y el infierno.

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Julio, agosto 1970

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Francisco Pérez Perdomo

NERUDA,PREMIO NOBELDE LITERATURA

La obra poética de Pablo Neruda, en cierto modo, ha sido vícti-ma de su compromiso político. En muchos casos ha faltado laecuanimidad necesaria para enfrentarla. A Neruda se le ha elogia-do hasta la desmesura o se le ha negado hasta la degradación. Yde allí que su imagen poética se presente a menudo deformadapor los extremos que se asumen. Pero Pablo Neruda es, en ver-dad, al lado de Rubén Darío, Vicente Huidobro y César Vallejo,uno de los mayores poetas de Hispanoamérica. Hasta en su poe-sía más evidentemente atada por las circunstancias, su gran podercreador ha sabido, con frecuencia, elevarse por encima de ellas,sacudir y liberar su asombrosa capacidad fabuladora y alcanzarpoemas de fascinante plenitud. Tal vez ese crecimiento desorbita-do de su obra, que los críticos han tratado de explicar como sim-ple actitud narcisista o ineludible mandato natural, en algunamedida haya afectado aspectos cualitativos de la misma y es pro-bable que, por esta razón, Neruda no goce entre algunos escrito-res de las nuevas promociones, que le exigen un mayor rigor for-mal y una mayor densidad en su visión del mundo, de la audien-cia extraordinaria que jóvenes de otros tiempos dispensaron a supoesía. Pero desde hace muchos años, como pocos escritores de

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nuestro tiempo, Neruda había acumulado méritos de sobra paraobtener el premio Nobel de Literatura, que ahora, este año y a los67 años de su edad justamente recibe. Para nuestro gusto, haylibros suyos imprescindibles. Recordamos, en este momento,Tentativa del hombre infinito (1926), El hondero entusiasta (1933),Residencia en la tierra (1925-1935), Tercera residencia (1935-1945), Canto general (1950), Odas elementales (1954), Nuevasodas elementales (1956), Tercer libro de las odas (1957). Son elloslibros que fundan un universo pleno, total, sin brechas. Libros deuna suprema intensidad que, en su atormentada y estremecidaexpresión y cosmovisión, el lector no puede dejar de leer sinexperimentar un perturbador sacudimiento del espíritu. Hay enestos libros una singular resonancia interior que marca profunda-mente, flagela y desgarra. Con ellos, ya Neruda había alcanzadoun puesto inobjetable y de primerísima línea en la poesía denuestro tiempo.De una poesía que escruta y revela las profundidades del ser y

de la realidad, onírica, centelleante y luminosa en su oscuridad,compleja en su concepción, una poesía signada por una visiónsombría, caótica y melancólica del universo y en la que los ele-mentos llevan en sí los implacables gérmenes de su propia y ver-tiginosa desintegración. Neruda, desde el Canto general y loslibros de las Odas, busca una poesía de expresión más directa,sensorial, más a tono con las cosas terrestres, sencillas y elemen-tales que ahora quiere revelar. Es una nueva experiencia y sugenio creador logra, en Canto general y en tres libros de sus Odas,momentos culminantes de su creación que no están, en ningúncaso, por debajo de su ciclo anterior. Neruda trasciende sus temasa través de su vigoroso poder transmutante y su espontánea einigualable riqueza metafórica. Tal vez, en libros posteriores,Neruda, víctima de su propia prolijidad, de su desmesura, de sucreación en serie, comience a perder pie. Es su debilidad. Pero noobstante ello, siempre hay atisbos o hallazgos brillantes en suabrumadora producción de los últimos años. Por eso es imposi-ble dejar de leerlo definitivamente. No hay que olvidar tampoco

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que algunos de sus libros, iniciales a esta altura de su copiosaproducción, fueron producto de un largo y macerado proceso.Por ejemplo, los libros que integran su monumental Residenciafueron vividos, padecidos, meditados y escritos en un largo yarduo lapso de veinte años. De allí esa increíble y abismal profun-didad que emana de ellos, esa sobrecogedora tensión. Son librosperdurables, alzados por encima de todas las vicisitudes del tiem-po. Invulnerables.El periplo existencial del poeta, de una riqueza deslumbrante,

es de vital importancia para abordar con mayor exactitud y segu-ridad su poesía. En este sentido hay un libro de Emir RodríguezMonegal, El viajero inmóvil que es bastante serio y esclarecedor. Siel análisis estético de Rodríguez Monegal no registra su habitualprofundidad y novedad y se limita en su parte central a comen-tar –celebrándolo e impugnando al mismo tiempo su método ypremisas– el conocido libro de Amado Alonso, Poesía y estilo dePablo Neruda, el libro de Rodríguez Monegal, repetimos, tiene elgran valor de haber recogido una inmensa documentación, inédi-ta o dispersa, haberla ordenado y haber establecido, a través deella, la inseparable relación entre la aventura existencial del poetay el resultado de su obra creadora.No hay duda, este último Premio Nobel de Literatura ha sido

un verdadero acierto.

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Septiembre, octubre 1971

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Rafael Pineda

LOS HÉROES DE MARISOL

Marisol no ha sido vulnerada por el fetichismo de otros artistasde la sociedad del consumo que se expresan a través de la con-versación de los objetos. Este hecho individualiza a la escultoraen la tendencia más ostensible del pop-art: la de reducir la expe-riencia a los esquemas de la producción tecnológica serializadosigualmente por los medios de comunicación masiva; la identificacon los ambientes de George Segal donde fantasmagóricos perso-najes vaciados en yeso adquieren por contraste la elocuencia rea-lista que en proporción semejante disminuyen en las cosas quelos rodean; y definitivamente la diferencia de Claes Oldenburg,replicador de tortas, hamburguesas, perros calientes y helados,cuando no se trata de accesorios y utensilios, en materiales plás-ticos y escala gigantesca, y cuyas funciones limitadas a ilustrar elAmerican way of life, la sociedad opulenta de Estados Unidos,carecen de la causticidad localizada por el surrealismo en losobjets trouvés, y por el dadaísmo, en el ready-made.Entre estos tres escultores del pop-art le corresponde a Marisol

quizás la zona más precaria, la de la representación humana, a lacual comienza por geometrizar y abstraer de detalles, a menos

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que se trate de una característica en la que radica precisamente ladistinción física o moral del personaje retratado.Cada vez este proceso evidencia más la habilidad artesanal y

técnica de Marisol en la manipulación de variados materiales yrecursos, desde la adaptación de un barril a una cabalgata heroi-ca, por ejemplo, hasta la talla en madera y el vaciado en yeso obronce, todo lo cual remata con el dibujo en superficie o el usode los colores primarios planos. Tal dedicación es parte principa-lísima del estilo de la artista.Entre 1961-62 Marisol, si bien prefirió el título más anónimo

de Los Generales para una galería que incluye líderes de la políti-ca, las finanzas, el jet-set y algunas testas coronadas, figuró aBolívar a horcajadas con Washington sobre un barril equinodoblemente nobilizado por su carga y por la misma volumetríaque de los etruscos los romanos trasladaron a la plástica. En doscaras del bloque de madera Marisol repitió la de un Bolívar quetiene reminiscencia del retrato limeño de José Gil de Castro, y enla tercera, la venezolana, mezcló sus propias facciones a las delLibertador porque la fantasía, cuando realmente actúa, estirahasta allá y más todavía.El altorrelieve de Bolívar y Bello, inaugurado recientemente en

el Instituto Nacional de Investigaciones Científicas, en los alrede-dores de Caracas, boscosa reserva que Marisol tuvo que estudiarpara ambientar su obra, comienza donde termina exactamente lalista de compras del pop-art, en la humanización del sujeto vistoa la luz de la función pedagógica.El asunto participa de un clima idílico que subrayan las nocio-

nes naturales bien calculadas: los arabescos de un árbol que paramí alude a la sombra amable del samán bellista; los colibríes zum-badores; la fugacidad epigramática de la salamandra; esa cayenaque despunta a manera de hebilla en la zapatilla de raso; y, fide-lidad de los monumentos góticos y renacentistas, dos perros queen su turno sirven para cerrar el balance compositvo.En el fondo parece oírse la misma actividad geórgica que del

valle de Caracas Bello transmitió a la cátedra de su verso neoclá-

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sico. Y sin embargo, como ocurre en algunos frescos monocro-mos de Miguel Ángel, pronto el drama se insinúa, se adivina, seanticipa en la expresión absorta del estudiante y del maestro quedesconocen igualmente su destino, por más presentimientos quetengan del mismo.Al joven predestinado y a su ductor en humanidades no tenía

la artista por qué sobreponerles la fuerza histórica que posterior-mente desarrollarían los sueños de cada uno. Se trataba de for-mular una metáfora que en este caso se apoya en la bondad de lanaturaleza de dos futuras instituciones que ahora aparecen com-prometidas exclusivamente en la tarea de enseñar y aprender. Poreso la icasticidad de ambos compete al símbolo de la escena ynada más, aparte de que la escasa documentación relativa a estaépoca de los dos caraqueños es otra razón más que autoriza igual-mente a suplantar la iconografía por la conjetura. Lo otro, empe-ñarse en reconstruirla, hubiera sido academia, oportunismo.Para programar esta obra Marisol hizo seguramente acopio de

cultura, empezando por la simplificación derivada del por-artque en el otro extremo se alza con el hieratismo del arte egipcio,fórmula universalizadora de la iconografía faraónica, aunquetambién se atribuye a limitaciones arcaicas para proyectar la ima-gen en las tres dimensiones. La corriente popular de USA queculmina en el óleo Gótico americano de Grant Wood, el pintor queinvitaba a rehacer la vía de las tradiciones; y el arte ingenuo, tam-bién tienen resonancia en el altorrelieve. Otro aporte simplifica-dor: la admiración por la cultura precolombina, sobre todo en susmanifestaciones sintéticas de México.Pero el resultado final es enteramente de Marisol.Ella plasmó a los héroes en fragmentos de bronce que al reu-

nirse idealmente sobre ambos lados en la superficie de granito defondo unido, enuncian un nuevo concepto celebrativo. Es decir,la artista supera las dulzuras de la comodidad oleográfica, se de-sentiende de prejuicios, de esos códigos de grandilocuencia queimperan en casi todas nuestras plazas, propone en fin una nuevalectura del monumento que escapa a la instrumentación crítica

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de José D. Benavides (Imagen Nº 24). El le aplica a la obra deMarisol un calificativo caprichoso, cursi, aunque ahora no se diceasí tampoco, sino Kitsch, lo cual es un indicio de la inactualidadde nuestro gran amigo en esta materia, quien tendría que empe-zar por comprender que en el altorrelieve de Bolívar y Bello suautora ha soslayado sensiblemente toda referencia al repertoriodel pop-art, a la alienación del objeto industrializado, su marcadistintiva, para acogerse a la originalidad de un diseño que ledictó lo que para ella no podía ser otra cosa que la misma inde-pendencia del tema.El trabajo de Marisol revela en realidad posibilidades descono-

cidas de una extraordinaria escultora que por finezas de sensibi-lidad se rehusó a la patriotería, al código manoseado, a los con-vencionalismos con una punta de humor a las imposiciones for-males que no fueran las propias, como era de esperarse por otraparte de a quien el IVIC le brindó la feliz oportunidad de mani-festar su condición venezolana.

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No hablemos de una historia ya olvidada: la del Alí Lamedasumergido en una cárcel de Corea del Norte; la del Alí Lamedataciturno, hecho de recuerdos de lluvia, de montes solitarios, denubes y garzas que configuraron un corazón sombrío sólo para lahistoria de una mente forjada en rigurosas disciplinas.No hablemos del Alí Lameda que hundió su corazón en el

barro y encontró un manantial rico en fulgores, en destellos queiluminaron su alma y dieron, definitivamente, una psicología a supersonalidad, que nosotros nos atreveríamos a calificar de heroi-ca. Hablemos del Alí Lameda que, luego de un largo y vergonzo-so cautiverio, supo salvar lo mejor de su espíritu para perdurarcomo hombre, como artista, como poeta, que es fundamental-mente lo que es.De Alí Lameda no conocemos al comunista, no recordamos

sino a un personaje que le encantaba cantar bajo la lluvia, oír ellatido extraño del viento como recordando nocturnos corredores.Yo lo conocí en la casa de un excelso poeta. Allí supe de la profun-didad de sus sentimientos. Y de su capacidad para darse en elhombre, un hombre que todavía no presentía que lo era. Me refie-ro a aquellos tiempos –tardes anudadas con la noche– que pasá-

Rafael José Muñoz

ALÍ LAMEDAEN UN OJO DEL LLANO

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bamos en el apartamento de Vicente Gerbasi, leyendo poesía uoyendo las músicas tristes de Sibelius, embriagándonos con el pai-saje de Dvorak o asimilando la lección épica del genial e inolvida-ble autor de sinfonías que hoy forman parte imperecedera denuestro ser. Hablemos de ese Alí Lameda, como lo hace PedroBeroes en magníficas palabras que sirven de prólogo a Galerón yVidalita, la obra. Escribir este libro no es para cualquiera, hay quedespojarse de prejuicios y tener la valentía de desafiar esa nuevaola que han encrespado entre nosotros, quizás sin propósito deli-berado, Vargas Llosa, García Márquez, Benedetti, Lezama Lima oCarlos Fuentes. Son ellos los que pudieron ser acusados de ungran sacrilegio: el de despersonalizar a muchos artistas america-nos, víctimas de una influencia nefasta, de una influencia que hacorroído la esencia de una generación que sólo se contenta conimitar, aunque la imitación sea también un sacrilegio. Hablemosdel Alí Lameda que escribe los juncos resplandecidos y que, despuésde demostrar que domina la métrica, que conoce a cabalidad lapreceptiva literaria, se sume en el cultivo de una versología detono menor para entregarnos en voz genuina, su personalidad depoeta sin miedo ni concesiones. Hablemos de ese Alí Lameda y desu nuevo libro: Galerón y Vidalita.Y recojamos fragmentos del trabajo que Pedro Beroes, a mane-

ra de prefacio, publica al principio de esta obra:Los venezolanos, –dice– más los de ahora que los de antes, tenemos

la propensión a descastarnos, a disminuirnos en nuestro ser original,como si padeciéramos algún extraño complejo de inferioridad. ¿No esese gusto tan venezolano por la novelería la máscara de quien quiereocultar algo que le escuece o le avergüenza? Porque aquí, para nosalirnos del campo estrictamente literario, no se lee lo que llega delexterior para satisfacer la natural curiosidad de la inteligencia, ymenos para asimilar lo asimilable y mezclarlo con lo original y propio,para lograr una síntesis perfecta como la que produjo la alianza delcriollismo y el arte del modernismo en escritores tan hondamentevenezolanos como Pedro Emilio Coll, Santiago Key Ayala, Luis

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Manuel Urbaneja Achelpohl, Rómulo Gallegos y muchos otros hoypreteridos u olvidados…Y es esa la virtud de Alí Lameda. El no se coloniza, ni niega la

reciedumbre creadora de artistas como los antes mencionados. Esmás, se va a las fuentes puras de nuestro alumbramiento poéticopara entregarnos una visión cierta y positiva del quehacer poéti-co o literario venezolanos. Para Alí Lameda la figura de LazoMartí o la huella de Arvelo Torrealba resultan imprescindibles ala hora de otorgar a nuestro hilar poético la jerarquía y conse-cuencia que reclama. Alí Lameda escribe juncos resplandecidos ynos recuerda un lejano esplendor, el de letras sin ambición devanguardia para ocupar el sitial de honor entre las que sí tienenlo esencial en la historia de nuestros vates, valga la palabra parano caer en redundancias. Si para Lazo Martí, Arvelo Torrealba oArvelo Larriva, el llano lo es todo, la prístina nota de nuestrocante jondo, para Alí Lameda resulta lo mismo. Sólo que recoge deestos escritores lo que más sirve para reafirmar una personalidadque nunca podrá ser acusada de plagiaria, mejor de voz indepen-diente entre tanta algarabía que sólo disimula una capacidad paracaracterizarnos. Eso lo revela Lameda, con verso lúcido, lleno depaisaje y soledad, en su último libro: Galerón y Vidalita. El loexplica con palabras simples, ausentes de toda erudición y detendencia a lo rimbombante mediocre:

El canto de flecha y rosas

que aquí te doy, compañero,

trae de un vasto sendero,

de muchas leguas lluviosas

y praderas arcillosas

lo que a pleno mediodía

dieron a su fantasía,

bajo una sola envoltura

sin fin de espacio y verdura,

llano atroz y pampa fría.

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La glosa es envidiable, y revela la madurez. Es, sin duda algu-na, el punto de partida para que el escritor pueda lograr su plenalucidez, su conocimiento de un verso que no se solaza en símismo, por más que tenga la dulce armonía de una flauta eólica.Lameda merece querer decirnos: Todo acto o voz genial viene delpueblo. Como el poeta de TRILCE, se ajusta el cinturón de losresortes más difíciles para sublimar un lenguaje que es entrega deamor a la tierra, veneración por el paisaje, arrobo y ensoñaciónante la extraordinaria maravilla con que la naturaleza nos adornala tierra para deslumbrarnos con rosa y destellos, que son a nues-tros ojos las verdades eternas a las cuales hace el espíritu su mejorcompañía: Generosidad de la madre procreadora, pampa abierta,dadora de jardines trémulos, de brisas ardientes, de olas apagadas.Se nos acaba la emoción al constatar que es verdad lo que nosinsinúa el poeta, que no ha sido pura ilusión, ni siquiera vaporesde fantasía proclive al incondicionalismo, reclamadora de sumi-siones que tronchan la voz del más combatiente de los aedas:

Pampa de ardiente y dadora

campánula estremecida,

llano siempre de partida,

mi corazón rememora

su mañana embrujadora,

su tronel de fino cuellos

y entre aromas y destellos

lo que al fin tuve y no tuve

cuando en mi sueño yo anduve

de travesía por ellos.

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Es esta una poesía de límpida inocencia. Se atreve a desafiar lacrítica más sagaz e interesada. Mas vaya, el poeta saluda al sufri-miento armado:

La pampa que yo imagino

y el llano que tú supones

ya tengan dos corazones

se tornan uno en el sino

girante de su destino,

y entre el ardor y la esencia

de su enigma y su insurgencia

prodigan aquí entre tanto

los dos, como por encanto,

luna, paisaje y querencia.

He aquí el alma de un poeta fiel a su inspiración. Ya otras rimasy otras ansias servirán para afirmar una voz que no es lamentosino consagración de convicciones que honran y elevan. Esto esAlí Lameda: Un ojo en el corazón del llano.

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Cesare Pavese

ROBERT LOUIS STEVENSON

Un pensamiento no significa nada de nadasi no se piensa con todo el cuerpo.

El centenario del nacimiento de Robert L. Stevenson, que caeráeste año el 13 de noviembre, no cambiará demasiado la ambiguaconsideración de la que goza el autor de La isla del tesoro. La crí-tica hasta ahora no ha salido de la dificultad de conciliar la admi-ración por la nítida y maravillosa vivacidad de sus páginas –aque-lla cualidad que rinde R. L. S. querido y aceptado aun por los lec-tores infantiles– con la falta de la así llamada profundidad, de laproblemática seria, de cualquier aparente interés social y huma-no. No es por caso –se dice– que siempre los personajes de susnovelas, de sus relatos, de sus fábulas, tienen el aire de moverseen una atmósfera enrarecida, pintoresca, de mera fantasía unidi-mensional, como de pronto sucede, o parece suceder, en los rela-tos árabes. Y en efecto –se recuerda– que R. L. S. vivió siempreenfermo, preocupándose exclusivamente de problemas de estiloy de bellas invenciones, terminó su vida en la ermitaña Samoa,lejos del tumulto y de los problemas de la patria y de la sociedad.Se podría recordar aquí que el caso de R. L .S. no fue aislado y

que prácticamente toda la cultura occidental de su tiempo (finesdel 800 y comienzos del 900) atravesó esta crisis de disgusto porel ambiente y de otro modo, aun cuando no viajó físicamente al

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fin del mundo se buscó un paraíso y una justificación. Fue unmodo como otro de polemizar, es decir de vivir, con su mismasociedad. Pero nosotros queremos simplemente –pasando poralto aquello que R. L. S. no soñó en darse– descubrir y utilizaraquel tanto –poco o mucho– que se dio, en otras palabras valori-zar la importancia y la marca dejada en la cultura europea delnuevo siglo.La narrativa que R. L. S. encontró operante en su tierra y fuera

de ella cuando, alrededor de 1870, él comenzaba a florecer, seestaba sobre todo ejercitando alrededor de los problemas y lasdificultades del verismo, dicho de otro modo naturalismo –esdecir en el deber de describir y evocar objetivamente la sociedaden sus aspectos más cotidianos, olvidados y brutales. Por extrañoque parezca, este verismo no era más que un aspecto del inci-piente esteticismo, es decir la tendencia a buscar en el arte, y enla vida, las sensaciones fuertes, las sensaciones extrañas y vitales,en las que complacerse y aislarse. La herencia de los narradoresolímpicos florecidos alrededor de la mitad del siglo –Stendhal,Balzac, Thackeray, Dickens, los grandes rusos– fermentaba ypululaba ya en búsquedas y descubrimientos que hoy tienen paranosotros los nombres de Thomas Hardy y Oscar Wilde, Flaubert,Maupassant y Zola, Verga y D`Annunzio. Entonces, la posición desingularísima que tocó a R. L. S. es según nosotros ésta: él no fueni un verista ni un estetizante –o, si se prefiere, estuvo entreambas cosas, y tanto fue sin quererlo, sin proponérselo, y por ins-tinto, anduvo derecho, hacia aquello de vivo, de genuino, de eter-no, que era en el fondo las exigencias de las dos escuelas.Sin dudas, sus maestros inmediatos fueron Flaubert y

Maupassant y Merimée. Esto quiere decir que R. L. S. entra en laprosa narrativa inglesa, asumiéndola con fascinante estoicismo, lalección de estilo de los naturalistas franceses, la selección de lapalabra exacta, insustituible, el sentido del color, del sonido, dela esfumatura esencial, de lo particular exactamente observado –yjunto a la aversión de cualquier intemperancia romántica y senti-mental–, el gusto de una sobriedad y de un control de sí casi

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estoico. Esto, según nosotros, dicho sea de paso, queda como elfruto más auténtico y operante del esteticismo verista, y esta dis-ciplina de una escritura nítida, artesanal, sobria y funcional tienemucho más valor que las farragosas encuestas seudo-científicasde un Zola o del exaltado místico-heroico de D`Annunzio ysocios. En este sentido, que fue un artesano de la palabra y de lapágina, R. L. S. es deudor de los franceses. Pero él fue también unnarrador de fábulas, las que son ahora ajenas a cualquier crónicay escándalo complaciente en la objetividad burguesa, uno quereserva la exactitud y la verdad de la frase, de las sensaciones, delgesto, a hacer las nostalgias palpables y familiares, la osadía, lafidelidad y el heroísmo de la eterna aventura del muchacho queentra en el mundo. Este disociar el estilo verístico de su tiempo deprogramación seudo-científica encuesta social que le era congéni-to, ni aun por el gusto decadente de las sensaciones intenta asímismo, aplicarlo en cambio a narrar, narrar precipitadamente,fue un gesto revolucionario y rico en el devenir.Qué se puede decir de quien (pero no sólo de quien, bien inten-

cionado) comienza la escritura más válida de nuestro siglo –elrechazo de buscar la poesía en el documento brutalmente huma-no de una parte, y la condena de cualquier esteticismo que tientaescaparse de los hechos de otra parte. Norteamericanos, rusos,ingleses, franceses e italianos, todos le debemos algo a este ejem-plo de un oficio ejercitado con la estoica ingenuidad de un mucha-cho que cree naturalmente en la vida y en la fantasía.

Nota: Fechado en el manuscrito el 14 de junio de 1950. Publicado el 27 de

junio de 1950 en el diario L`Unità de Roma.

(Versión de Oscar F. Milli.)

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Agosto, septiembre, octubre 1972

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(Poco antes de morir trágicamente en un accidente de tránsito,el poeta y humorista Aquiles Nazoa, nos envió este trabajo

que se relaciona con el Año de la Mujer.)

No solamente a mí, a todo el que con propiedad pueda llamar-se hombre, de la mujer lo que más nos atrae es precisamente elhecho de que lo sea. La condición femenina es por sí sola unatractivo ante el cual todos los demás que puedan acompañarlo,resultan secundarios.Yo he visto en una cárcel quedarse de pronto sumidos en un

conmovedor silencio a más de sesenta hombres, para escucharuna voz de mujer que cantaba a lo lejos. Aquella voz más queoírse se sugería tenuemente en la distancia; así y todo tuvo la vir-tud de cambiarnos, para muchas horas después, la horrible atmós-fera carcelaria por otra dulcemente iluminada de belleza y deamor, de afecto cálido, de ternura a la vez maternal y conyugal,de todo aquello que uno asocia a la palabra más emocionante delidioma, a la palabra Mujer. Ninguna palabra es más rica en signi-ficados nobles que ésa, ninguna tiene resonancias tan profundasen nosotros, se halla tan pronta a florecer en nuestra garganta, lo

Aquiles Nazoa

LO MUJER DE LAS MUJERES

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mismo en los instantes luminosos de nuestra alegría, que en losdías nublados de nuestra tristeza. Es la palabra única, la granpalabra a que traduce nuestra sangre las cosas mágicas que en eldesamparo inmenso de la noche, nos dicen las estrellas; es la quedescifran nuestros instintos del lenguaje cifrado en que nos hablala Naturaleza, cuando cruzamos un río, cuando miramos uncaballo, cuando nos bebemos con cielo y todo la magnificenciadel mar. Y cuando estamos muy solos y nos sentimos muy desdi-chados o sufrimos, entonces nos llega de la lejanía un hilo demúsica, o se enciende en el cielo un cocuyo, o pasa un vago per-fume por el aire, y uno se siente revivir, porque esas cosas tienenla facultad de despertarnos aquello que en nosotros es materiainmortal, o sea a los recuerdos gratos y esperanzadores, a recuer-dos los más bellos que habitan la memoria del hombre, que sonlos que le llegan transfigurados en presencia femenina.Tal vez lo más poético, y por tanto lo más atractivo que tenga

para uno la figura de una mujer, es la posibilidad de recordarladespués que ella no existe ya o que ya uno ha muerto para ella.En la mujer que nos acompaña un instante, reconocemos a todaslas que antes de llegar ella hubiéramos querido tener cerca denosotros, o que de hecho las tuvimos, ya en la vida, ya en la poe-sía, ya en el arte. La amaríamos por sí misma, desde luego, por-que el solo hecho de ser mujer le basta para sostenerse ella solaen nuestro amor; pero la amamos además porque en cada mujerque aparece en el mundo hallamos magníficamente reunida unasuma de lo más puro y armonioso que fueron todas las anterio-res desde la fábula de Eva hasta ella, y un anuncio de lo muchomás fina, más espiritual, más bella, más mujer, más digna demorir por ella, que será la que después de ella nos espera en elporvenir.¿Cree usted que la mujer ha cambiado sensiblemente en los

últimos treinta años?, me preguntaron en una encuesta. Sí, dije.Considero que la mujer ha cambiado, no sólo en los últimostreinta años, sino también en los últimos treinta días, en los últi-mos treinta minutos y en los últimos treinta segundos. Una mujer

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nunca es la misma. Ser una cosa distinta en cada instante de supersonalidad; que cada hora de su vida anterior sea como la cam-biante sucesión de imágenes que componen un solo movimientoen una cinta cinematográfica maravillosa, ese es el encanto másfascinante de la condición femenina.Debería inventarse, para examinar el mundo interior de ciertas

mujeres, un aparato capaz de realizar radiografías en tecnicolor.Por ese sistema se descubriría que algunas en vez de víscerasestán llenas por dentro de suntuosas rosas de Francia; y que porel cauce secreto de sus venas lo que corre no es sangre, sino saviade árboles nobles y profundos perfumes; así es la actriz venezo-lana Manola García Maldonado. Hay otras cuya imagen asociauno a la de esas damas de porte estatuario, ojos de aguamarina,perfil de diosas y melodiosísima voz, que pasan por los cuentosde Andersen como fantasmas de antiguas reinas muertas, unavarita de cristal entre los dedos, ceñida la frente con un cintillode diamantes: así debió ser Teresa de la Parra. Hay otras que enatardecer de algunos domingos van a sentarse solas en un parque,y allí sentadas en su banco de otoño, se sacan el corazón delpecho para repartírselo en miguitas a los pájaros: así es mi amigaElizabeth Schön. Hay otras que en su fragilidad, en su tristeza yen lejana e íntima poesía que nos envuelve, nos parecen comoesas flores secas que a veces nos encontramos entre los libros deotro tiempo: así era Carmen Josefina Calcaño. Hay mujeres cuyaatmósfera es la hora del crepúsculo entre las ruinas de una ciu-dad abandonada; mujeres de grandes ojos que miran en silencio-sa angustia el horizonte del moribundo día y sobre cuyos hom-bros cae el silencio como un manto impalpable: así es la actrizvenezolana María García.Yo conocía en remotos tiempos a una mujer que había hecho

de la inmensa soledad de su vida, una serena casa que sólo habi-taban ella y el resto de sus sueños; ella y sus hermosas palabrasque nadie había querido oírle, ella y sus últimas lágrimas, queguardaba dentro de su pecho como las joyas depreciadas quequedaron después de la gran subasta. Pero su memoria tenía un

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teléfono secreto que a veces la llamaba desde un lejanísimo rin-cón, en el fondo del tiempo. Ella abría entonces un misteriosobaúl donde había logrado esconder el cadáver del jardín, dejabasus recuerdos cuidándole la casa como grandes perros, y por elperfume de la albahaca se fugaba hacia sus diez y siete años,donde la estaba esperando su primer amor, para pasar las vaca-ciones. Esa mujer no existe en sí misma: existe en todas las muje-res que he conocido.

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Abril, mayo 1973

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Hemos venido persiguiendo en La Gran Papelería del Mundo, elespíritu o el fantasma proteico de aquel hombre maravilloso quellevó por todos los caminos de Venezuela el nombre de LisandroAlvarado.Antes de que apareciera en letra de imprenta, ya en la conver-

sación diaria de mi abuelo el doctor Víctor Manuel Ovalles, él eraun personaje preferido. Se conocían desde el final del siglo, en laCaracas martiana, luego por la vía epistolar, y en los últimos añosen el mismo sitio de trabajo, en la Cancillería, juntos gozaban deun mismo agónico deleite: el destino de nuestro país. Pero porotra fuente, por otra vía, por la de mis familiares tocuyanos: pormis viejos y tíos y tías y parientes, que le habían heredado las his-torias del doctor Alvarado, hice el frugal y estupendo conoci-miento del sabio que ellos con ingenua admiración continuabanviviendo en El Tocuyo. En la bella ciudad colonial de El Tocuyo,Ciudad Madre de Ciudades.Después de ocurrido el terremoto del año 50 y disuelta la ima-

gen de tierra y piedra de la ciudad, huidos sus olores y sabores

Caupolicán Ovalles

LISANDRO ALVARADOEN LA GRAN PAPELERÍA

DEL MUNDO

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cotidianos, dispersos sus tesoros, sus cuadros, sus joyas y desdeluego el alma del pueblo vagando por sobre las ruinas, necesariose hizo rescatar la vieja ciudad perdida. Era necesario reconstruirno sólo La Iglesia de la Concepción, el Convento, alguna que otraplaza. Era necesario ver y sentir también esos garfios de piedra yargamasa que se elevaban hacia el cielo. Era necesario rescatarlotodo. Y recuerdo en mi piel de muchacho de bachillerato cómose inició la reconstrucción del tiempo ido, del tiempo que depronto parecía sin horizonte. Trémulas manos, trémulos espíritusy voces, al principio, luego fuerte el amor por sobre el desastre:aparecieron las primeras sombras, las de los conquistadores, lasleyendas del fundador Carvajal, el sitio donde fue colgado. Aquíestuvo el colegio La Concordia. Más allá vivía Pío Tamayo. Aquí,en esta cuadra nació Lisandro Alvarado. Entre las ruinas un poetaseñala los aparecidos y las figuras entre las neblinas, y las nochesvan tomando su sitio y así de esta forma se va organizando la ciu-dad de los espíritus de la Pura y Limpia Concepción del Tocuyo. Poraquí un día apareció de mozalbete Lisandro Alvarado. Y apare-ció José Gil Fortoul. Y la terrible figura de su padre el Dr. Gil. ElPelón Gil, apareció. Y las monjas iban y venían del rezo. Y elpoeta Roberto Montesinos seguía señalando y marcando som-bras. Del fondo de esas sombras surgió un río y sus barcos y susindicios y sus frutos y un valle largo y sentado como un dios anti-guo precolombino de ojos verdes, dientes verdes y brazos y pier-nas verdes, que bien podría ser el dios del maíz y, luego, de lacaña. Y de allá viene en caballo el doctor Lisandro Alvarado.Recuerdo que de muchacho me decían: En El Tocuyo, valen más

los derechos de aguas de las haciendas, que la tierra. Así digo yo: sóloen la noche, en El Tocuyo, es posible encontrar a la vuelta de unamanzana, o a la vera de un rancho o bajo un ramalazo de luna, alviejo tañedor perdido que es su propia leyenda o su vida mítica.Pero desde lejos, al entrar al Valle, éste toma su viejo cuerpo deesmeralda. Las nubes antiguas salen también de los pequeños tra-piches azucareros. Por eso usted lo ve en lo alto.

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Lo de arriba es para comunicar lo que para mí traduce la figu-ra de Lisandro Alvarado. Era necesario traerlo de nuevo a ElTocuyo. Buscarlo en este Tocuyo reconstruido a nivel del alma.Así como se han buscado en las ruinas un cuadro, una joya, o elaliento de la palabra escrita de quienes vivieron y tocaron la cin-tura de su río.Y esta es la alegre presencia que he buscado en los papeles de

mi abuelo. Y en las palabras de mis familiares y parientes laren-ses, ya desaparecidos.La figura de Lisandro Alvarado, su pasión por la cultura, por el

país y por el verdadero y total país: el hombre, su lengua, su pai-saje. Y el Simón Rodríguez contemporáneo, como bien lo descri-be Santiago Key Ayala.En estos caminos empolvados o lluviosos, con Vía Láctea y flo-

res que Don Lisandro conoce como los dioses antiguos, él estápresente en el agua, en las piedras, en los árboles, en el cielo, enlas aves y en las nubes.Yo saludo en Lisandro Alvarado un Dios de los Caminos.

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Julio, diciembre 1979

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Comenzando el otoño de 1979, la editorial Gallimard presentóuna nueva edición de Doña Bárbara en francés. Aunque el librono traía ninguna referencia a los cincuenta años de su publica-ción, el hecho no deja de tener cierta importancia, ya que del otrolado de los Pirineos y del Atlántico no aparecen obras literarias deautores venezolanos en las vidrieras y estantes de las librerías.Para esa fecha, mientras los árboles de la capital francesa empe-zaban a teñirse de oro viejo, la mujerona del Arauca se paseabasolitaria y cincuentona en pleno corazón de Saint-Germain. ¿Quépensarían los intelectuales que la vieron separada del contextonovelesco de Don Segundo Sombra, La vorágine, Los de abajo y Elmundo es ajeno y ancho? ¿O confundida con las hijas de Cortázar,Vargas Llosa y García Márquez? Porque, hay que admitirlo, la crí-tica francesa ya no es la misma de hace un cuarto de siglo, cuan-do Gaston Diehl daba a conocer a los pintores venezolanos;Roberto Ganzó traducía a los poetas; y René L.F. Durand cumplíala doble función de traductor y crítico de las novelas de Gallegos,durante el apogeo de Doña Bárbara. Ahora el imperio de la críti-ca está regido por los sumos pontífices del estructuralismo, la

Manuel Bermúdez

DOÑA BÁRBARASOLEDAD

Y TRANSPARENCIA

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semiología y el psicoanálisis, cuyos puntos de vista enfocan máshacia las técnicas del bricolage poético y narrativo o hacia lasestructuras profundas del lenguaje patológico, que hacia los dise-ños lógicos del Siglo de las Luces, hilvanados con una sintaxiscervantina, de largos períodos oracionales. Vale decir, que hancorrido ríos de letras debajo de los puentes del Sena.Sin embargo, Doña Bárbara, como una nueva Greta Garbo,

desnuda sus páginas de soledad a los nuevos lectores franceses.Porque después de todo lo que han dicho los críticos y lo quedijeron los especialistas en el reciente XIX Congreso de LiteraturaIberoamericana, realizado en Caracas bajo la presidencia deOscar de Jesús Sambrano-Urdaneta, Doña Bárbara ha sido, es yserá siempre la novela de la soledad. Parece que Gallegos se hubie-ra puesto como Esquilo a coleccionar los dramas de solitariosanónimos de la llanura venezolana, y los hubiera puesto a litigaren el Cajón del Arauca. De allí el tono de grandiosidad que tienela descripción del paisaje y el aire de fatalismo que emerge de losactores y personajes.La soledad de la protagonista está marcada por un fatum. La

imagen en flash-back que se da en Barbarita, la presenta comouna niña sin padres, que anda a la deriva y a la voluntad de unapandilla de asesinos. Cuando se encuentra la compañía deAsdrúbal, la codicia y la lujuria de los acompañantes disuelven laposibilidad del vínculo. Lo que viene después es el espectro de lasoledad, porque los años que pasa con Lorenzo Barquero son omi-tidos casi de exprofeso por el autor. El oponente de Doña Bárbara,Santos Luzardo, es un solitario a quien la madre tiene que sepa-rarlo del teatro en que se destruyen sus propios familiares paraque sea menos penoso el invierno de afecto que lo espera. Comocompensación se mete a maestro de Marisela y sus peones.La soledad de Lorenzo Barquero es inversamente proporcional

a la de Luzardo. El profesor Argenis Pérez Huggins, del InstitutoPedagógico de Caracas, en una ponencia para el citado Congresode Literatura en honor a Doña Bárbara, lo considera un persona-je mítico. No conocemos el contenido de la misma, pero es míti-

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ca la soledad de un hombre que, en su discurso más coherente,habla del relincho de los centauros. Mister Danger es un solitarioque tiene como única y familiar compañía a un cunaguaro.Brujeador es un hombre solo, cuya familia nadie menciona.Carmelito queda íngrimo y solo cuando el Coronel Pernalete lemata a los padres y le roba los bienes. A pesar de que tiene padrey madre, la vida de Marisela es la de una huérfana. Y nadie mássolo que Juan Primito que, para conservar su soledad, espantahasta los rebullones que lo persiguen desde la cloaca de su alma.El único ser de quien Gallegos dice que tiene familiares es elbachiller Mujiquita, pero en ninguna secuencia aparecen. Todosestos personajes, unidos a Pajarote, Pernalete y el Socio, formanuna galería de individualidades que convierten a la soledad enuna y múltiple, y urden un tapiz novelesco, cuyo diseño corres-ponde al siglo XIX, y el mensaje al siglo XVIII, si damos por váli-da la opinión del escritor Carlos Fuentes que llamó a Gallegos elCondorcet de la llanura.Sin embargo, hay en la textualidad de Doña Bárbara una

semántica especial que se enseñorea sobre todas las soledades. Esla soledad de la llanura que con huracán de espejismos envuelvea seres, animales y objetos y los convierte en transparencias depalabras. Allí está el secreto de la perseverancia del texto que másque novela es un film realista de sonidos que emiten los persona-jes en sus discursos; y en el que el primer locutor es el propioGallegos que se deja llevar por la elocuencia y deja a sus criatu-ras en medio de la soledad y el desamparo.

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Enero, marzo 1980

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18 de enero de 1920. En esta exposición lo que más atrae la mira-da del espectador es un cuadro disparatado que el artista llamaCapricho de color... ¿Qué es?, se preguntan todos, y, no obstanteesta pregunta, todos encuentran belleza en él.Belleza inesperada que comienza por turbar los sentidos, con

algo vertiginoso que al principio produce confusión, y que luegoal acostumbrarse la pupila, se va precisando en masas; se sientedistancia entre uno y otro plano, y al fin se concluye por notarcierta orientación, como si se sorprendieran, entre todo el labe-rinto, figuras que se encaminan.Son flores, sospecha la mayoría... Claro está, si alguien piensa

que lo son es porque algo de ellas debe tener el lienzo. Y he aquí,a mi entender, conseguida una de las tendencias, más hondas, delarte moderno: dar la impresión de una cosa cualquiera sin des-cribir, sin pintar, la misma cosa.Cada rosa tiene colorido característico; en ninguna otra cosa se

halla su color, su frescura; ni aun en la que floreció junto a ellaen la misma rama. Por eso, el artista que fije ese tono, y esa fres-cura peculiares, dará siempre la impresión de la flor, ya los ponga

Fernando Paz Castillo

ARMANDO REVERÓN

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en carnes de mujer o en la muselina de un traje: de aquí, creo,nace la coincidencia de que la mayor parte del público piense queson flores y no otra cosa.Sin la pueril preocupación del asunto, que tanto agrada, logra

el artista darnos un cuadro que para unos, ya lo he dicho, son flo-res; y para otros, ésta es la opinión de los entendidos, es una agra-dable armonía de colores, ello me parece tan justo de hacer, comoel desafío entre dos amantes o el paisaje con los árboles bien defi-nidos, el buey arrastrando el arado y la choza pajiza con el humoascendiendo, pesadamente, bajo un cielo ya descolorido de ocaso.El arte, se ha dicho mucho, es la representación de la natura-

leza; y acogiéndonos a ello se justifica esta clase de pintura, pues-to que no todo en la naturaleza tiene forma definida. Veces hayen que sólo se perciben masas de color. En un huerto, por ejem-plo, a cierta distancia, no se puede precisar, si lo que vemos yencanta nuestra pupila, es una rosa y lo que a su lado está unahoja o una anémona; no se distingue más que una confusión dematices envueltos en el aire que los armoniza. Y, he aquí, quehemos llegado a una, quizá la más interesante, de las característi-cas sobre el arte de Reverón:

Es el aire, envolviendo las cosas, quien marca sus relaciones y les daforma y color.Para Reverón todo es color. Sus cuadros son armonía de colo-

res, las acentúa más, rompiéndolas con un tono violento. Susimpresiones pictóricas y no literarias, carecen por completo deasunto. El abanico en manos de la mujer, no expresa en ella lanerviosidad de la espera, ni la sofocación del cansancio; ningu-na de las cosas que un pintor psicólogo habría buscado, sino,únicamente, una agrupación de colores, un blanco brusco, quesurge inesperado entre los rojos del cuadro. En la parte superiordel abanico hay unos tonos azules que parecen estar más en elaire que en él y que por hacerlo vaporoso le dan la impresiónde un ligero movimiento. Las manos y los pies de la figura noestán concluidos, detalle que deja ver, más claro, que el artista

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no se preocupa por la forma; que está reemplazada por laimpresión de color.La tendencia a buscar el aire que circunda las cosas se acentúa

aún mucho más en los paisajes; los árboles del Bosque de laManquita están todos bañados por una atmósfera apacible y lumi-nosa; la áspera calidad de las cortezas, conseguida con una ejecu-ción de pequeñas pinceladas de tonos diversos. En el camino la luzamarilla del sol, descompuesta por el aire azul y vaporoso de fron-da y los tonos oscuros de la leña, deja presentir en el mismoamarillo, matices verdes, rosados, casi un violeta muy tenue.En Claro en el bosque los tonos son fríos; y, es de notar, la can-

tidad de luz que envuelve los ramajes; y es de notar, digo, porquetoda esa luminosidad está conseguida con tonos claros sin valer-se de sombras violetas, ni de contrastes exagerados.También se advierte en sus cuadros la tendencia al dinamismo:

las ramas de sus árboles tienen cierto movimiento, como si unabrisa ligera los estuviera meciendo.En Juanita se nota la misma tendencia. Este cuadro es quizá, el

más completo de los que exhibe Reverón. Sobre una manta, en laque parece se deleitó buscando, en cada pedazo, un aspecto dife-rente, desnuda de medio cuerpo arriba está una mujer; el resto locubre falda negra, en la mano tiene un ramo de flores rojas en lasque se encuentra, pero ya más definida, la impresión del lienzoCapricho de Color. Comparando el rojo encendido de las florescon los rojos descoloridos de la manta, se alcanza, bien a las cla-ras, su tendencia, o mejor, su norma estética, de no ver las cosasen sí, sino los diferentes aspectos que las circunstancias les dan.Ya he dicho que éste es un pintor esencialmente pintor, que para

él las emociones son puramente de color, sin reminiscencias litera-rias; pero no quiero con esto afirmar que sea únicamente objetivo,o lo que es lo mismo una máquina fotográfica. Resumiendo: lasideas nacen en él no de conceptos filosóficos, ni de emocioneslibrescas, sino de la plástica que adueñándose de su espíritu, creasentimientos y concepciones de carácter imaginativo.

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Reverón es un pintor que no se acoge, como otros, especie deparásitos, a la fácil imitación de una tendencia que triunfó gra-cias al talento y condiciones personales de un artista. Lasinfluencias no son en él serviles imitaciones; de los maestrostoma lo que le conviene a su arte. Bien se ve quiénes ejercenascendiente en él: Mützner, Ferdinandov, Boggie y los españolesque vio en su viaje a Europa.

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Enero, marzo 1980

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LAS DISPOSICIONES NATURALES,BELLAS DURMIENTESLos niños al nacer son seres que traen al mundo todo lo nece-

sario para su futuro desarrollo. Nos referimos específicamente alas potencialidades congénitas, esas facultades innatas, soterradas,envueltas en las nebulosas del inconsciente. Cabe decir, que lasformaciones elementales son una red que engloba sin ningunasecuencia sus propios valores fragmentarios. Allí subyacen apenasen latencia, sin inventario, las disposiciones naturales, en espera delllamado exterior que vendrá a despertarlas, leo otras palabras,aguardan el toque de los estímulos que llegarán para sacarlas de susueño de bellas durmientes. Interpeladas por los estímulos, per-cibirán las cosas que se esconden bajo las palabras, no iguales alo que son en la vida real, sino como reflejos de ilusión captadosa través de un lente mágico. Al referirse a las estructuras elemen-tales dice Henri Wallon, que libradas a sí mismas, no serán nuncaotra cosa que una serie amorfa de momentos psíquicos que se reempla-zan unos a otros o se aglutinan, sin un verdadero principio de unidad.

Morita Carrillo

LA POESÍAY LA MEMORIA

SELECTIVA

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VAMOS HACIA LA MEMORIA DE LA ESPECIEComo punto de partida hacia el tema propuesto, una cita de

Juan Manuel González, quien dice bellamente que el niño tieneuna concepción plástica y musical del mundo. Estas palabras avivanlo que hemos llamado antes la Herencia primigenia, o lo que es lomismo que la memoria de la especie. Esa masa informe, o materiaprima, guarda el germen para el desenvolvimiento por venir,bloqueado aún por la voluntad atávica. El contenido amorfo de laheredad congénita, sin reviviscencias ni fuerzas conexivas, sin estí-mulos que lo inclinen al metamorfismo, continuará siendo el esla-bón perdido.Por otra parte, si no se considera perentoria la necesidad de

cultivar las facultades innatas a través de la belleza, ese sustratodormido, ese subsuelo inmaterial, podrá ser anegado por corrientesturbias, representadas, para expresarlo más concretamente, porlas malezas indeseables de lo burdo, de lo chabacano, por demásnocivas y deformantes: es la aventura de lo inevitable asimiladapor el niño a lo largo de los azares del vivir. Con razón se hadicho que no se nace mediocre, se llega a serlo. No es cuestión deatajar lo que ya logró infiltrarse; se trata de contrarrestar los efec-tos dañinos con emociones saludables, colocando en el otro pla-tillo la ración de belleza necesaria para inclinar la balanza. Estoes reconocer de una vez por todas, que la materia estética gravi-ta en forma decisiva y en cierto modo mágica sobre la mentali-dad del niño; y si vamos a buscar el efecto posterior de tal con-tacto, encontraremos su comunicación con lo inmerso, con laremota heredad o memoria de la especie.

LAS DOS ALTERNATIVASLos valores inéditos de lo elemental como adherencias del

nuevo ser, están pues latentes y así podrían permanecer enclava-dos dentro de un límite entre lo visible y lo invisible (para lamisma interioridad), si no llega la circunstancia favorable con laorientación que alumbre su poder oculto y despierte sus posibi-lidades de acción espontánea. Surgen dos alternativas: aportar

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estímulos que los inciten a ejercitarse o dejarlos en abandonoíntimo, lo que equivale a inhabilitarlos, a detener las aguas sub-jetivas de sus primeros esquemas que podrían ser el curso per-manente hacia la autorrealización del individuo. Esta irresponsa-ble anulación de las potencialidades congénitas niega egoístamenteal niño su derecho a participar de la belleza; a la par, coarta elvuelo creativo, apto para colorear las áreas del instinto del juego.Por otra parte, no hay que olvidar que el niño tiene apetencia,sin poderlo precisar él mismo, de que se le asista en sus necesi-dades interiores, de que se favorezca su crecimiento armónico.Si se dejan a la deriva sus aptitudes innatas, si se ignora que élno puede abastecerse por sí mismo, de tal niño inasistido crecerála copia mecánica de un adulto limitado por la inmediatez; o enel menos grave de los casos, quedará hasta muy tarde aplazadosu desenvolvimiento imaginario y su poder creacional porque nohubo, a buen tiempo, indicios que le señalaran el rumbo. Pecadode la indolencia, de la ignorancia… o del aluvión de tecnicismoque obliga, que predetermina la dirección a seguir en las socie-dades modernas.

CREAR LAS CONDICIONES PROPICIASLas condiciones propicias para el cultivo del niño en sus hon-

tanares recónditos, no son un producto de la casualidad; hay quecrearlas por medio de los estímulos, los cuales intervendrán, enforma muy directa, en el papel de interconectar lo innato con loadquirido dentro del juego de transferencias que conducendichos estímulos. Al integrarse ambas cosas lo congénito y lo quese adquiere, se crea una relación de símbolos que afirma sus lazosde parentesco sobre las representaciones abstractas dibujadas enla imaginación. Es como poner al niño en el inicio de su propiodescubrimiento, a pensar su universo interior a través del univer-so que se le otorga. Más todavía: es hacer un contador abierto desubconsciencia que resuma en una visión global todo aquello quepasará luego al reservorio donde se abastezca más adelante lamemoria selectiva.

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LA POESÍA COMO RECURSO ESTETICONo cabe duda de que la Poesía entre las Artes es la que tiene

un parentesco más cercano con las almas infantiles; lleva al niñoa encontrarse con sí mismo y a hacer uso de sus recursos totalesde calidad soterrada; por otra parte, lo acerca en una forma dife-rente de percibir –para decirlo con palabras de Frida Schultz– asu ímpetu original, a su naturaleza primigenia hecha de pura inocen-cia y olvido. O sea, que la Poesía despierta y enriquece lo quetransmigra desde el origen del hombre, de una a otra generación;está dotada de todo lo necesario para guiar la progresión de lointuitivo; es la belleza de la Poesía, en su mejor esencia, la queavanza con donaire para decidir el futuro comportamiento estéti-co del niño. Por tales razones, en el momento crucial de la acciónpara salvaguardar los intereses espirituales, la responsabilidadprotectora en lo que respecta a la formación del niño, acude a lapoesía como el recurso más idóneo, el más apto y de cualidadesmás significantes para el contacto saludable con las raicillas de lainfancia. La infancia como categoría de la vida humana –de nuevouna cita de Frida Schultz– quien ubica con justeza esta etapa dela existencia en el lugar que le corresponde; en otras palabras, lereconoce su verdadera jerarquía.

HACIA LA MEMORIA SELECTIVAAhora pensemos en el niño dentro de una dimensión que va

mucho más allá de lo que puede abarcar el cariño que lo vigila,la responsabilidad que lo protege (...) y veámosle con toda sucapacidad receptiva, junto a la ordinariez y la crudeza indesea-bles. Está pintado, él mismo, en la escenografía del mundo ycomo atado a su papel de testigo indefenso. Sus sentidos absor-ben tanto lo negativo como lo positivo; y bien sabemos cuánto denocivo y desagradable puede añadir a sus íntimas experienciaspersonales, la consecuencia del vivir, el transcurrir cotidiano. Sehace necesario repetir lo antes dicho, referente a la Poesía comoportadora de bellas imágenes, como procreadora de saludablesemociones, como el único medio de renovación continua para el

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subconsciente debido a su poder evocador… Y la tendremos de-sempeñando, primero, la función de contrabalancear, mejor aún,de inclinar la balanza hacia lo hermoso y deseable; luego, en eltrabajo simultáneo de contagiar su quehacer evocador y de echara los sustratos del inconsciente material esencial para que, en esosreservorios, en el momento necesario, pueda más tarde abastecer-se la MEMORIA SELECTIVA.

RNC Nº 247Abril, diciembre 1981

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No entiendo ni una palabra de lo que dice Lezama de Balthus. Uncuadro, Le pasage du Comerce Saint André (él también lo cita enfrancés), que podría entreabrir la puerta prohibida. Al pensar ensu magnífica pintura contengo la respiración. Dentro de mí hayotro ser, y agoniza. Balthus me ahoga. Lezama dice que algunosde estos niños (de Le passage) miran al pintor y sonríen. No sé silo miran; no sé tampoco si sonríen. Ellos conocen al pintor.Saben que está ahí, al otro lado de la tela (que ahora es un espa-cio invisible, y en cambio ellos, que eran invisibles, perduran.¡Tal vez ahora sí miran al pintor, y sonríen!). Es obvio que todosellos saben algo; una savia oculta les habla en sueños; la suavidadde una flor arrancada a la oscuridad y descubierta en el corredorde aquel edificio pobre en donde jugamos nos hace cómplices; yel relámpago de sangre que acaba con el sueño nos saca a la vigi-lia, a la calle, a la infancia, a la fealdad de un mundo en dondetodo puede ser placentero, como el horror, y la espina en la blan-cura de aquella flor que no se ve en el cuadro, caída en el corre-dor negro de la derecha. Sombrío. La anciana del fondo no puedeocuparse de otra cosa que de sus pensamientos. Tal vez en ese

Santiago Mutis Durán

FALSO DIARIO

Se dice que la locura es un sueño fuera de sí,y que el inconsciente es el murmullo de la multitud.

“… es posible que fuese a Dresde solamente para verlo.Ese cuadro fue lo que vi en mi sueño, pero no como tal cuadro,

sino como realidad”. Los endemoniados, F. Dostoyevski.

“Es la hora atónita donde los astros se levantan/ Recubiertos sus largos cuerpos del nácar de los sueños”. M. Y.

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mismo punto en donde ahora piensa llevando su bastón y unacartera (también Lezama nombra estos objetos que equilibran elpaso de la anciana, fea y con un sombrero pequeño sujetadoseguramente con un largo y mortal alfiler embellecido), tal vez,decía, esa vieja fue niña en esa misma esquina en donde su madrela regañó limpiándole el vestido con dureza (y ahora ella reclamaaquel reclamo). Un hombre avanza, dándonos la espalda, en lacalle cerrada. Podría ser joven, pero una vida sin esperanza lohace tranquilo y lo lleva a caminar con serenidad hacia el fondo,en donde asoman los ojos negros de las ventanas. Quedan, ade-más del perro (que Lezama asegura lame el asfalto) y del pobrehombre sentado en la acera y encerrado en algún pensamiento (ya quien Lezama llama enano oligofrénico), quedan, decía, losniños. Sólo los niños. Sigo sin entender nada del texto deLezama, hermético como las ventanas selladas de esta calle deBalthus. ¡Y Lezama titula su nota Pintura Preferida! La gente deese cuadro se teme a sí misma, a su naturaleza, por eso está reu-nida, y no se habla, pero piensan en lo mismo. Mi pintura prefe-rida, piensa Lezama, y habla del oligofrénico, a quien no leimporta Balthus, pues lo tiene todo, todo el pavor necesario paraestar vivo, recorriendo el vértigo de luz que es el tiempo y esteamasijo insólito en donde se siente pasar. Dentro de los aparta-mentos, está todo: las mesas redondas del comedor, los mueblesde madera que estorban el paso; el sofá –pequeño y casi sin uso–posiblemente heredado o comprado a una pariente que abando-nó la ciudad para regresar a alguna parte; las cortinas –blancas,tejidas–; la oscuridad y sus lámparas indefensas; las cocinas lim-pias, estrechas… Sin embargo Balthus nos contempla en la calle;alumbrado en medio de la brutal palidez de las paredes de losedificios, de la ciudad inmóvil. Un enano oligofrénico, un animal,una niña pequeña y una vieja; tres niñas vivísimas, un hombre deespaldas, un rincón oscuro de la Ciudad Luz y una niña que pien-sa, en mitad de la calle, silenciosa, a donde muy pocas veces lle-gan los transparentes tallos del sol. Hoy el pintor puede estarcomo aquella anciana del fondo, pero pintó probablemente una

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calle de infancia, con su vida y sus sombras (que entrecortan larespiración, como el deseo). ¿En esto pensará la niña de la dere-cha? (aunque su pensamiento está en todo el cuadro, así comonuestra mirada está en el centro, clavada como luz en la nuca delhombre que se aleja). Todo es bello y al mismo tiempo monstruo-so. Todo tiene la incandescente alegría de ser verdad, y el estre-mecimiento de serlo. La espiral del tiempo es transparente, inmo-dificable y misteriosa. Qué compleja tela de araña ha tejidoBalthus: a cada lado de la tela los muros de los edificios nos cie-rran el camino y nos conducen contra la pared igualmente opacade otro edificio que no deja ver el cielo –la hora del día es inde-finible– y que está al otro lado de una brevísima calle que ascien-de hacia la derecha (a pesar de la flecha que hay bajo la llave-anuncio del fondo). El cuadro avanza hacia adentro de sí mismo,como el hombre que camina hundiéndose en el ritmo de la pers-pectiva del cuadro, y que se topará con la fría pared (como nos-otros si no encontráramos su llamativa espalda en donde apoyarnuestro impulso: en su pensamiento). La rigidez de los edificiosy de la calle hace que cualquier movimiento brille de intensidad,de ensimismamiento. El plano del fondo está después de cruzarla calle que lleva hacia lo desconocido de una ciudad, posible-mente interminable, y hacia la que camina (el punto de fuga) elhombre que se aleja y del que nos separa la mirada del oligofré-nico, pues la tiende como un hilo de luz hasta la niña que estásentada al otro lado de la calle, justo enfrente suyo. Pasando estaseda invisible (que divide los planos) se hace otro espacio (en lacalle sin salida, y es el de la niña que piensa, de pie, con unamano en la cintura y la otra en el mentón, en el momentánea-mente resuelto enigma de un punto de irradiaciones (como cele-bra Lezama): ¿o estará pensando en el mismo cuadro que vemosnosotros?, que es, como también dice Lezama, una invitación a sumisterio y yo diría como una indetenible galería de paseos meta-físicos. Creo que Lezama encuentra su propia guía penetrando elmisterio del cuadro hasta perderse en él, para habitarlo. Por esosu texto no esclarece, tan sólo quiere conducirnos al lugar en

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donde se teje la tela invisible, y dejarnos en su palpitante centro.Pero yo creo que esa niña piensa en lo que vemos: el terrible, sim-ple y prodigioso misterio de perder y recuperar la vida, a cadainstante. Pero ella no se extravía en lo abismal de su descubri-miento, sino que se enfrenta a lo rescatado.Una cercanía, una sombra perturbadora en la infancia, una

caricia –labios, piel– cruzarán laberintos ascendentes, y aqueldeseo, ido ya el tiempo, dejará su flor extraña e invisible en lasmanos del presente: llama inaprehensible que un ángel oscurosembró en nuestro pecho, ¡hace muchos años!

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Julio, agosto, septiembre 1988

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Nuestra gran fortuna y nuestra gran dama es el país. Como inte-lectuales, se convierte en el punto de partida de cada una de nues-tras reflexiones. Como venezolanos, es a veces simplemente el ecode una gran amargura o de lo que podría llamarse un amor malcanalizado. Como políticos, es la excusa eterna del sitio, el lugarque se halla en perenne explicación de sí mismo. Como artista,deviene en ese centro equinoccial donde lo absurdo se convierteen cliché, donde lo extraordinario es hábito, donde por más quese intente escapar de ello, se vuelve imposible dejar de serinusual, atípico, colorido y extravagantemente subdesarrollado.Descubrir y promover una nueva generación de pintores vene-

zolanos, con miras de hacer de Nueva York un mercado posible,es una tarea si no difícil, al menos sí increíble. Fuera de alcance,una quimera que muchos podrían considerar innecesaria.Se requiere de tanto esfuerzo, de establecer una infraestructu-

ra, de decidir qué es lo que se desea explotar, ¿cuál pedazo denuestra conciencia intelectual? ¿cuál artista de nuestra visión plás-tica? Y después explicar por qué se habla de una nueva genera-ción cuando quizás nadie conoce que haya existido una anterior.Pero, existe. Puede colocarse sobre papel y después colgarse de

paredes y demostrar que está allí, más allá del cinetismo que Sotoy Otero han institucionalizado en el país y en su explotación

Boris Izaguirre

UNA NUEVA GENERACIÓNTRAS EL ÉXITO

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artística. Más allá de Borges que mantiene el avance de esa explo-tación en una búsqueda y visión muy particulares. Sí existe ungrupo de artistas plásticos nacidos en los últimos cuarenta años,artistas plásticos del baby boom, optimistas y cínicos, desprejui-ciados y religiosos, buscando el límite entre lo hermoso y elamplio aspecto de lo terrible. Artistas que no necesariamente per-tenecen al trópico, sino a cotidianidades más intensas aún, másreales. O, por el contrario, artistas que dibujan un trópico holly-wodense con el firme propósito de resaltar la banalidad detrás deestos conceptos.Estos son los escogidos por Phyllis Tuchman después de un

arduo trabajo de selección entre cincuenta artistas plásticos vene-zolanos que incluyó visitas a sus talleres, exposiciones y hastaapreciaciones en varias de las colecciones privadas del país.Amundarain, Arria, Benaim, Lazo, León, Perdomo, Pizzani y Sosaconfirman esta nueva generación curada por Phyllis Tuchman enbase a su guía conceptual que estipulaba: La calidad debe ser apa-rente. Después, una visión única debe ser expresada y nada debe versecomo si fuera hecho por un artista que vive en otra parte. (El caso dematerial de un pintor que vive en Australia y otro en Irlanda, que seasemejan entre sí). Y, deben existir elementos que se asocien conVenezuela, el encanto de su naturaleza, su profusión como los exten-sos colores de su flora y fauna e inclusive sus tonos de tierra, el espíri-tu generoso, amplio; y ese único carácter cosmopolita. Este criterio,descubrí, estaba frecuentemente combinado con un diálogo entre laabstracción y la representación.Tuchman encontró estas claves para hacer fácil su avance entre

esa flora y fauna, a través de la espesura de colores y tonos tierra.Pero, cómo llegó ella hasta aquí. ¿Cuándo empezó el deseo deestablecer una Nueva Generación de pintores venezolanos quepodrían ser expuestos en ciudades importantes del mercado plás-tico estadounidense?Caresse Lansberg de Alcántara tiene la explicación a todos

esos por qué desde su puesto como Vicepresidenta de FAMBA

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(Fundación Amigos Museo de Bellas Artes), ella tomó la coordi-nación de un proyecto que nació después de la primera visita decríticos de arte norteamericanos a Venezuela organizada por estaFundación. La idea de estas visitas era, precisamente, el estableceruna infraestructura para la producción del arte venezolano en merca-dos como Nueva York, además de la imperiosa necesidad de encon-trarle una nueva visión al trabajo de un grupo creciente de artistasplásticos que necesitan ser reconocidos más allá de sus países.Caresse explica que después de la primera visita, noté cómo exis-

tía un enorme interés, aparte de una sorpresa, por la cantidad de tra-bajo y su calidad. De esos críticos, la más entusiasta fue PhyllisTuchman y allí surgió la idea de hacer una selección de artistasplásticos venezolanos. Bélgica Rodríguez había elaborado el pro-grama para esas visitas. Tuchman regresó en el año 88 invitada porCaresse quien ya la habría propuesto ser la Curadora de una expo-sición que se llamaría Venezuela la próxima generación. Así se hizoevidente que no era solamente venir a ver lo que estaba aquí, sinosacar lo de aquí para mostrarlo fuera. Tuchman se dedicó a cono-cer cincuenta artistas, nacidos durante la post-guerra y que perte-necían a la Nueva Abstracción. La cantidad de trabajo revisado fueenorme, indiscutiblemente. Y de magnífica calidad y no fue fácil darcon los nueve invitados.Mucho menos fácil fue descubrir que Venezuela no es precisa-

mente un país y mucho menos una cultura clasificable en losparámetros que rigen el resto de Latinoamérica. Como afirmaCaresse Venezuela no ha tenido un arte que se pueda ubicar enLatinoamérica. Tiene un lenguaje muy particular, que a veces estáinmerso en el continente y su idiosincrasia; y otras veces busca ponerun punto, un puente entre el caos y el orden. Su propio caos y su pro-pio orden. Es un arte mucho más sublime, que va con nuestro siglo, queestá al día, que descubre para sí nuestro color, la importancia de nues-tra luz y se afirma en sus íconos personales. Sin tener una referenciaestrictamente latinoamericana, el establecimiento de una infraes-tructura para la exhibición de este arte en Nueva York, la ciudad

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norteamericana incluida en la gira, se volvía más estratégica.Queríamos una galería netamente americana y que no tuviera cone-xión política-diplomática.Hacerlo en una galería americana le daba a la exposición un

realce, la volvía una muestra que podía abrir puertas en un mer-cado como el de Nueva York. Allí vino el apoyo de otras institu-ciones, como la de Christie´s a través de Alain Jathiere, represen-tante en Venezuela de esa firma, aceptaron patrocinar un catálo-go a color y de primera calidad. Esto no lo hacen muy a menudoy me siento muy agradecida por el interés que la Casa Christie's,pone cada vez más en los artistas venezolanos que participan enla muestra. Lo que sí es definitivo es que más importante que lamisma exposición es la infraestructura que debe realizarse antes.El fruto de esa infraestructura bien trabajada es la exposición

que abre el ocho de noviembre de 1990 en la galería BaruchCollege en Nueva York.La galería Baruch College es una galería institucional de gran

prestigio y caracterizada por ser muy picky cuando escoge lo quese va a exhibir. En marzo de este año presentaron a los Catalanesde la Segunda Vanguardia, exposición que marcó pauta en NuevaYork. Tuvo gran éxito. Venezuela la Próxima Generación es lasegunda exposición latinoamericana que realizan este año.La trilogía de Curadora Americana, Galería Americana y patro-

cinante internacional constituye un aval importante para esteproyecto que queda respaldado desde un principio por tres ele-mentos que el público norteamericano respeta.Luego de que Baruch College aceptó el proyecto, la American

Society se interesó por el simposio que se celebrará en los audi-torios de esta institución y del American Society, respectivamen-te. Se llamará Venezuela la Próxima Generación. Y es la primera vezque se realiza un acto de este tipo en Estados Unidos.Este simposio incluye una charla de la curadora Phyllis

Tuchman, un panel moderado por ella, una visita guiada de laexposición en español por los artistas, dirigido a los estudiantes

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de arte de diferentes escuelas de Nueva York y una charla dicta-da por la crítica y fotógrafa Anne Horton.¿Cómo es la mujer que desde sus oficinas de Caracas coordinó

todo esto, se decidió a trabajar duro junto a Phyllis Tuchman des-pués de conocerla en aquellas visitas de críticos extranjeros ylogró costear el proyecto en base a una ardua recolección defondos? Los patrocinantes de Venezuela la Próxima Generación,son Banco Mercantil, Christie's International, Ministerio deRelaciones Exteriores, F.A.M.B.A. (Fundación Amigos Museode Bellas Artes), Cavelva, S.A., The Venezuelan AmericanEndowment for the Arts, Ministerio de Relaciones ExterioresDirección de Cultura y Morris Elías Curiel Baiz. Tú sabes que soyuna artista frustrada, toda mi niñez la pasé dibujando y luego reci-biendo clases de pintura por cinco años con Francisco Narváez. Suesposa Lobelia era mi profesora en 4°, 5° y 6° grado. A los pocos mesesde casada con Rafael Alcántara comenzamos a comprar pinturas yesculturas de pintores latinoamericanos y así poco a poco nos hemoscircunscrito a los venezolanos. Me he ido involucrando más y más, ysobre todo con los artistas de mi generación y me siento ahora máspromotora que coleccionista (aunque en realidad soy las dos cosas).Nada fácil. Se trata de ver el orgullo que sientes ante algo tuyo tradu-cido en un enfrentamiento público. Deja de ser privado y es de verdadun aporte. Se convierte en el placer de ver esos artistas crecer en otropaís, aparte del orgullo de ver a tu país... florecer en otro. Con esteproyecto me he dado cuenta de que no hay el más mínimo interés pornuestro país en otras partes. No saben ni cómo ubicarlo en el mapa. Ypor eso nos plegamos tanto al concepto, concepto de que había quedefinir muy bien lo que queríamos mostrar, para alejarnos de unaidea, un concepto primitivo, de colores chillones, de latinoamericanis-mo. Yo diría que logramos algo que no es talento primitivo, sino talen-to bien ubicado.Sentada en su oficina de la Torre La Previsora, Caresse observa

el deambular de la ciudad metros y metros debajo suyo. Es comouna maqueta desde aquí, ...comenta. Pero mira los colores, obsérvalos

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cómo se repiten y aun así no son iguales. Eso es vital en nosotros, esparte de nuestro espíritu. Es algo que era vital demostrarlo en estaexposición. Es algo que nos define, nos ubica y nos hace ser alguien.Era una de las cosas que más pensaba mientras coordinaba este pro-yecto; buscar algo que dijera Venezuela y que no fuera un cliché fol-klórico, porque sería absurdo y pensaba en aquella frase conocida:¡Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde! Después de estacuraduría de Tuchman y de haber visto toda esta cantidad de trabajo,pienso que la frase es otra: ¡Nunca sabes lo que tienes... hasta que telo confirman!.

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Julio, agosto, septiembre 1990

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¿Dónde nació su leyenda? Nadie podrá decirlo con precisión. EnAlemania hay varios Faustos populares distintos del de Göethe.Existe el de Marlowe en Inglaterra, el Mágico Prodigioso enEspaña; y por último, las almas cándidas y fieras de la Edad Media,se divertían con narraciones cuyo protagonista era el hoy anacró-nico diablo, burlado ingeniosamente por un individuo que con élhabía hecho un tratado. Lo mejor sería responder a la anteriorpregunta: Supuesto que la humanidad es esencialmente unamisma en todas partes, la leyenda nació en cualquier lugar dondehubiera hombres que sintiesen sed de sabiduría, ansia de place-res, nostalgia de juventud.Debido a esta uniformidad de sentimientos en la raza humana

sucede que el genio no crea el asunto de la obra maestra que loinmortaliza y cuyos personajes son tipos permanentes y cosmo-politas. Más de un libro podría escribirse sobre los precursores deDante, el argumento del Paraíso perdido es el de una comedia ita-liana a cuya representación asistió Milton, algunos dramas deShakespeare fueron inspirados por narraciones novelescas o trá-gicas difundidas en su época. Esta falta de originalidad muy lejos

José Antonio Ramos Sucre

IDEAS DISPERSASSOBRE FAUSTO

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de disminuir la gloria del genio la aumenta haciendo notar la dis-tancia que lo separa de la multitud. Además, el estilo de esosseres superiores es oscuro generalmente; circunda sus pensa-mientos una nube como a los dioses paganos.La mayor parte de las obras maestras lo son de oscuridad y su

lectura ordinariamente no aumenta la noción que de oídas habí-amos adquirido acerca de ellas. Es natural que las enseñanzas delos genios sean enigmas, a nadie extraña que el caudal de aguacaído desde muy alto sobre la tierra, la hiera profundamente y seenvuelva en nieblas evanescentes. Con razón ha dicho alguienque lo claro es generalmente vulgar o que lo bello se presenta ata-viado de una oscuridad y misterio que a unos causa inquietud, aotros respeto.Este diferente resultado de lo desconocido depende del tempe-

ramento de cada cual. Una filosofía comenzaba sentando quepara el hombre el misterio es un tormento; y Bacon al contrariopensaba que ante lo desconocido el hombre se rendía de buengrado disminuyendo la audacia de sus investigaciones.Esta diferencia en el sentir se debe imputar a que los escritores

atribuyen a la humanidad sus opiniones, porque casi nunca seatreven a hablar de sí mismos y emplean en lugar del yo franco yodioso el se vago e impersonal.En literatura la oscuridad del estilo contribuye a aumentar el

número de los admiradores inconscientes que repiten y consa-gran con furor la opinión de unos pocos escogidos dotados decriterio o de audacia. Entre los hombres de escaso talento cuen-tan los autores célebres sus más decididos partidarios. Es sabidoque cuando enfermó de aquella divina fiebre de antigüedad elespíritu humano, los retóricos que interpretaban a los autoresantiguos atribuíanles en su entusiasmo de ignorantes ideas quenunca habían tenido y bellezas que nunca habían pensado.Todas estas reflexiones sugieren la lectura de la obra maestra de

Göethe, reflexiones de aplicación general y variable. Alusiones nocomprendidas, escenas indescifrables comunícanle el misterioque prestigia los templos famosos, las religiones, las filosofías

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antiguas. En el libro me hallaba perdido como en un laberintolleno de voces discretas, sombras temerosas, pasos quedos, cuan-do sirvióme de guía el poeta francés de Nerval a quien enfurecióla locura sagrada de las pitonisas y malogró el mismo destino deLucrecio. El oro de mucha belleza pasó por mi espíritu, oro fugazel que se convertía en una de las escenas del libro en mariposas yfuegos fatuos cuando era cogido por los espectadores que rodea-ban el carro de Pluto que pasaba derramando falaces riquezas.

Tomado de El Cojo Ilustrado de fecha 15 de abril de 1912

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Octubre, noviembre, diciembre 1990

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Para acercarse a la doctrina mística de Ibn Arabi y de San Juan dela Cruz, hay que tener en cuenta que para los cristianos una reli-gión es una iglesia sacramental con un dogma sagrado que actúasobre un mundo profano, mientras que para los musulmanes esun cuerpo universal y una comunidad religiosa vinculada a él. Elislamismo sostiene que el mundo debe ser reordenado sobre labase de la palabra divina de acuerdo con el mensaje universaltransmitido por Mahoma. La misma palabra Corán, significa lalectura o el libro, lo cual implica una doctrina de la inspiraciónverbal con la que el adepto, en este caso un sufí como Arabi,debe identificarse. Para un musulmán y aún más para un místicoy teósofo irano-islámico, no tiene sentido todo lo que va unido alsufriente amor de Cristo: la encarnación, la crucifixión y expia-ción. Así, podemos ver cuán diferente viene a ser la naturaleza delproceso espiritual, de la comunidad religiosa y del ser divino enun místico cristiano y en uno musulmán. Sin embargo, por enci-ma de ello, la obra de estos dos religiosos se inscribe en un refi-nado sensualismo –que no debe ser confundido con una turbiarepresentación de los deseos carnales– y que busca comprenderla Divinidad en su totalidad. En otras palabras: tratar de percibirel significado del Nombre, La Unidad de lo Divino a partir de la

Ennio Jiménez Emán

COMENTARIO A LASMÍSTICAS DE

IBN ARABIY SAN JUAN DE LA CRUZ

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Unidad del Ser y tratando de trascender el Yo particular e identi-ficarse con el Yo y el Ser Universal y Divino, trascendiendo igual-mente el lenguaje y abriéndose hacia un mundo de silencios.La poesía de San Juan de la Cruz (Avila, 1542-Jaén, 1591),

como la de Ibn Arabi (Murcia, 1164-Damasco, 1240), nace direc-tamente de su experiencia mística, la cual es nombrada a travésde imágenes del amor profano y que luego serán divinizadas. SanJuan, y quizás también Arabi, modelo místico del primero paramuchos estudiosos, toman como ejemplo al máximo y más oscu-ro poema de amor divino escrito: El cantar de los cantares, y tra-tan de encontrar un proceso de divinización donde el Sujeto y elObjeto místico (Dios-Alma Creyente) se funden en una sólidaunidad amorosa. Ambos utilizan la alegoría simbólica para supe-rar la barrera constituida por la inefabilidad del sistema religioso,sólo que el instrumental poético del místico cristiano está máslleno de artificios retóricos, como lo demuestra su obra lírica eincluso sus tratados religiosos. Sus recursos expresivos son utili-zados con gran cuidado y toman de la tradición culta del Siglo deOro Español (Garcilaso, Boscán, Fray Luis, etc.) tanto como de latradición de la poesía popular, de los cancioneros y romancerosdel siglo XV:

Del agua de la vida

mi alma tuvo sed insaciable;

desea la salida

del cuerpo miserable

para beber de esta agua perdurable.

Aunque ambos conciben la unión de Dios a través del amor, enambos ese amor a la divinidad se da a través de una ascesis dife-rente: en San Juan el hombre sólo puede llegar al final de su largaNoche oscura del alma, si comprende que debe caminar por el sen-dero de la desposesión y como todo buen cristiano, expone que

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sólo de las honduras del sufrimiento se puede extraer la alegría,elemento inseparable de la comunicación y de la fe y aceptandola gracia redentora como único medio capaz de transformar lasfuentes de vida interiores. Su poesía, sentimos, oscila entre laangustia y el éxtasis y lo hace reencontrarse con la esencia máspura del Cristianismo. Así lo plantea en sus tratados místicos lle-nos de intensa poesía, Subida al Monte Carmelo, Noche oscura delalma, Llama de amor viva y Cántico espiritual.La doctrina de Arabi, en cambio, nos parece más compleja, y

su praxis más gozosa de principio a fin, así como más libre.Tomando como base la síntesis metafísico-teológica de Avicena yAverroes, entre otros, Arabi eximio representante de la espiritua-lidad mística del Islam, elabora su propio y abstruso sistema quetambién reúne el esoterismo de los sufíes, el panteísmo, el escep-ticismo místico, la metafísica de la tríada alejandrina, el neopla-tonismo y la teoría plotiniana de la emanación. Sus metáforas seinspiran en la terminología de los gnósticos, maniqueos y zoroas-tas. Esto es palpable en libros suyos como Fragmentos de las sabi-durías y Regla. Asigna además a las letras arábigas un valor arbi-trario al combinar la astrología con la cábala y el neopitagorismoalejandrino. Con esto obtiene un caudal de significados esotéri-cos y virtudes místicas, aprovechando igualmente los recursossupersticiosos del ocultismo oriental y occidental: astrología, adi-vinación por agüeros, etc., dándole a sus textos, la más de lasveces, un carácter de sentencia filosófica antes que poética; filo-sofía visionaria en fin de cuentas, producto de lo que HenryCorbin llama la Imaginación Creativa:

Bien sea llamado pastor

de las gacelas del desierto

o monje cristiano

o zoroastriano

El Bienamado es Tres, es decir Uno:

Tal como ellos tres son en realidad uno.

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Ibn Arabi, el hombre que una noche en sueños, contrae matrimo-nio místico con todas las estrellas del cielo y con todas las letras delalfabeto, establece a través de la lujuria verbal un diálogo amoro-so con su Nombre-Esencia Divina, diálogo de simpatía y compe-netración mediante el cual creatura y creador realizan su ser ydonde la oración no es, como en otras místicas y religiones, unademanda, pregunta o petición sino un acercamiento silencioso,vivido y compartido con Lo Que Se Nombra. La presencia puedeser tratada de igual a igual, aunque con mucho respeto y admira-ción. Es decir, el adepto puede leerlo, aunque esta lectura no sig-nifica inspección teórica. Como afirma Jean Biès, se trata de repe-tir un Nombre divino para apropiarse de su esencia ontológica,de su santidad, convertirse en el nombre. Quien habla y quien escu-cha es el mismo, dice Arabi.El aprendizaje místico de Arabi supone, pues, la realización del

ser total del que ora: un pacto teofánico donde cada uno es sobe-rano y vasallo del otro, correspondiéndose íntimamente. Decimossupone, porque ningún ser particular puede epifanizar lo divinoen su totalidad, al conjunto de los Nombres o Señores. Se trata deun Señor particular para cada ser. La Totalidad de la Divinidadencarnada en un Nombre es este Nombre como Señor más el ser-vidor de ese Nombre, que en fin de cuentas es incognoscible enlo profundo de su misterio –absconditumi–, y sólo puede serentrevista de lejos por medio de una teología negativa, cosa bas-tante diferente del rígido monoteísmo que erige un solo Nombrecomo Divinidad.El planteamiento, la ascesis mística de San Juan de la Cruz,

aun cuando más ortodoxa, nos parece estremecedora, terrible-mente bella y sincera y su trabajo poético mejor logrado que el deArabi. Después de la Subida, el alma sale a la Noche Oscura ycomienza el camino de purificación que va del dolor al amorcalentados por la Llama que hiere y a la vez alumbra. Después dela amarga y terrible Noche Pasiva del Sentido, viene la Noche Activadel Espíritu, horrenda y espantable, donde el alma atraviesa tor-mentosas dificultades para educarse en perfección del amor. Este

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sufre sin fatigarse y trata de asir a Dios con vehemencia hasta quelogra apretar sin soltar, llega a arder con suavidad y por fin se asi-mila a Dios. Podríamos decir que la mística de San Juan, pareci-da a la de Arabi, y a la vez tan diferente, es una oración poéticapersonal y comunitaria (el orante místico nunca está solo, sino encompañía de todos los que oran con él) que demanda la perfec-ción, la liberación y el amor en las criaturas al tiempo que exaltajubilosamente al mundo:

¡Si de mi baja suerte

las llamas del amor tan fuertes fuesen

que absorbiesen la muerte,

y tanto más creciesen

que las aguas del mar también ardiesen!

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Octubre, noviembre, diciembre 1991

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Fundamentación: La palabra río, lingüísticamente tiene una pro-yección que inunda de significados los campos geográfico, litera-rio e histórico. Antiguos programas de Historia Universal debachillerato hablaban del río como unificador de los hombres y lospueblos; y luego se referían a la proyección de los ríos Nilo,Eufrates y Tigris, dentro del contexto de las civilizaciones anti-guas del Cercano Oriente.La frase de Pascal referente a los ríos como caminos que andan,

no sólo entraña una pragmática del comercio y el transporte, sinotoda una metáfora de la cultura. Y la expresión de William Jamessobre el río de la conciencia va a servir de fundamento al pragma-tismo filosófico norteamericano y al mismo tiempo para generarlos mecanismos teóricos y prácticos del monólogo interior y decasi toda la literatura moderna, que arranca de Henry James. Sepodría decir, entonces, que la palabra río está íntimamente liga-da a la Historia y a la Literatura. Y nada de extraño tiene el hechode que la sintaxis fluvial de los grandes ríos europeos, por ejem-plo, corra en forma paralela con el curso de las grandes corrien-tes literarias, nacionales, de ese Continente. Además, si en el len-

Manuel Bermúdez

EL ORINOCO LITERARIO

(Propuesta para una visión diferente de la literatura venezolana)

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guaje cotidiano se habla de río de la historia, por analogía, sepodría hablar de un río de la literatura.A medida que reflexionamos sobre esto, se nos ocurre la idea

de la escritura de una Historia de la Literatura Venezolana, dife-rente de los modelos tradicionales europeos y americanos que, afuerza de repetitivos y didascálicos, resultan gastados en la orga-nización de sus temas y materias, redundantes en la interpreta-ción de los mensajes, y carentes de motivación en lo que respec-ta a llamar la atención del lector; lo cual equivale, desde el puntode vista de las modernas teorías de la Comunicación, a que pade-cen fallas en la sintaxis, en la semántica y en la pragmática de losmensajes verbales y no verbales.Por eso creemos necesario ensayar una búsqueda que, ligada a

la reflexión inicial, aborde la Historia de la Literatura Venezolanacomo el transcurrir de un río, cuyo nacimiento, cauce y desarro-llo habrá de desembocar en un mar de signos que es la Historia dela Cultura. Metafóricamente, ese río es el río de la ficción y de lalengua hablada y escrita en Venezuela, cuyo caudal sonoro ha idoformando un cauce literario propio, tan diferente a la literatura delas otras naciones hispanoamericanas, como lo es el Orinoco a losríos de cada uno de esos países. De allí que, con propiedad, sepueda hablar de un Orinoco literario de Venezuela, para referirse alo que tradicionalmente se ha venido llamando Historia de laLiteratura Venezolana.Y también se puede establecer una relación de semejanzas y

diferencias que son detectables en la funcionalidad de los ríos y delas historias de la literatura. Por ejemplo, los grandes ríos de lasnaciones europeas están canalizados y tratados racionalmentepara cumplir unos objetivos y unas funciones estratégicamentedelimitadas. Así mismo, las historias de las literaturas nacionaleseuropeas están distribuidas de tal manera, en su significación ytemporalidad, que el caudal de las mismas se desliza por un cauceracionalmente organizado. La Historia de la literatura francesa deG. Lanson y P. Tufrau está concebida en ocho partes, de las cualeslas dos primeras están dedicadas a la gestación y nacimiento

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del producto literario en la Edad Media; las partes siguientes,hasta la séptima, están distribuidas por siglos: XVI, XVII, XVIII,XIX y XX; y la parte octava y final, corresponde a la literaturacontemporánea. De esta distribución se desprende que las partesiniciales y la última pertenecen a búsquedas, donde el productono está suficientemente elaborado; en cambio las partes interme-dias, que comprenden una literatura bien definida en la forma yen el fondo, está distribuida por Siglos que resumen perfecta-mente a géneros, corrientes y modas literarias lógicamente encau-zadas en el río del tiempo.Por el contrario, los ríos de los países hispanoamericanos

corren sin freno por sus cauces, peligrosos irrumpen por riscos ydespeñaderos, pasan sosegados y tranquilos por pampas y llanu-ras, y misteriosos y ocultos por las selvas, sin gobierno de la cien-cia o de la técnica, igual que la historia de los países hispanoha-blantes, en cuyas páginas se amalgama un mestizaje que llevasangre del periodismo, el ensayo, el cuadro de costumbre, el nati-vismo, la historia y la leyenda, y aún sigue mezclando lo culto ylo popular, lo europeo y lo americano, lo antiguo y lo moderno,lo original y lo paródico.La idea de El Orinoco literario de Venezuela se fundamenta en

esta reflexión, de que la historia de la literatura venezolana seavista, siguiendo la trayectoria del río. Con sus fuentes iniciales,provenientes de:

• la crónica histórica y la leyenda oral

• la enseñanza culta y la tradición popular

• las manifestaciones subversivas, de protesta y emancipación

• la escritura de imitación a modelos consagrados, de escuelas y autores

• las manifestaciones pseudo-literarias, procedentes del periodismo

Todo este caudal de riachuelos va a converger en un caucemayor que comprendería los grandes géneros propiamente litera-rios: la poesía, la narrativa (novela y cuento), el teatro y el ensa-yo, los cuales serían analizados siguiendo un orden diacrónico y

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dos niveles o riberas, por parejas, que opondrían: lo culto y lopopular, lo denotativo y lo connotativo, lo universal y lo aldeano,lo original y lo paródico, lo espontáneo y lo elaborado, lo esen-cial y lo existencial; así como la propiedad y la corrección en elmanejo de la lengua. Las obras y los autores que respondan a estesistema de análisis constituirían la zona focal de la literatura vene-zolana en su devenir histórico. Pero a ésta hay que agregar laszonas marginales y afluentes de ese gran río literario, como hansido los almanaques, folletones, chistes y canciones de tradiciónoral, etc.; y modernamente: las memorias, radionovelas, teleno-velas, literatura carcelaria y guiones cinematográficos que puedanconstituir una literatura de masas.Como eje diacrónico de la poesía venezolana proponemos,

como muestra, la antología hecha por Guillermo Sucre para elFestival del Libro venezolano, en 1958, con la inclusión de algu-nos autores de las nuevas generaciones.Como muestra de la Narrativa novelesca, creemos convenien-

te establecer un deslinde que comprenda:a) La narración histórica con el siguiente eje diacrónico: el José

Felix Ribas de Juan Vicente González; las leyendas de ArístidesRojas; Zárate y Venezuela Heroica de Eduardo Blanco; EpisodiosVenezolanos de Francisco Tosta García; Miranda y Los días deCipriano Castro de Mariano Picón Salas; Las lanzas coloradas y Laisla de Robinson de Arturo Úslar Pietri; El hombre de la levita gris deEnrique Bernardo Núñez, Guzmán, elipse de una ambición de poderde Ramón Díaz Sánchez; Tirano Aguirre, príncipe de la libertad deMiguel Otero Silva; Boves, el Urogallo y Los amos del Valle deFrancisco Herrera Luque, La tragedia del Generalísimo de DenzilRomero, y El gran dispensador de Manuel Trujillo.b) La narrativa de ficción tendría el siguiente eje diacrónico:

Peonía de M.V. Romerogarcía, Peregrina y otras de Manuel DíazRodríguez, En este país de M.Urbaneja Alchepohl, La casa de losAbila de José Rafael Pocaterra, Ifigenia de Teresa de la Parra, DoñaBárbara y otras de Rómulo Gallegos, Casas muertas y Oficina N° 1de Miguel Otero Silva, Mene y Cumboto de Ramón Díaz Sánchez,

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Cubagua y La galera de Tiberio de E.B.N.; El falso cuaderno deNarciso Espejo y otras de Guillermo Meneses; La mala vida y otrasde Salvador Garmendia, País portátil de Adriano González León,D. de José Balza y Abrapalabra de Luis Britto García.Para el cuento regirá un orden similar, igualmente para los

géneros restantes. En cambio para las zonas marginales se aplica-rá un juicio valorativo y crítico semejante, pero más esquemáticoy resumido. Como modelo de análisis y escritura proponemos elsistema de tópicos que utiliza Ernest Robert Curtius en su obraLiteratura europea y Edad Media latina; o el de Campo literario deGerard Genette.Finalmente, para situar y orientar al lector en el tiempo y en las

obras, es conveniente complementar el discurso referencial litera-rio con fragmentos ilustrativos de las obras y los autores, asícomo también con imágenes y diagramas que agilicen la com-prensión y la lectura.

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Julio, agosto, septiembre 1992

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Un cantar triste puede ocupar la vida de cualquier persona,hacerla dialogar con el infinito si sueña en el blanqui-cielo azul,si ve partir un barco.La tristeza no escoge pechos ni figuras, no está al borde de nin-

gún precipicio ni al comienzo de una ambición. Creemos que ellaes patrimonio de todos y por eso el cantar popular la expresa conversos, músicas, ternuras que duelen tanto, a veces…En el sur del continente hemos escuchado a un cieguito que can-

taba acompañándose con su guitarra esta impresionante paradoja:

¿Para qué quiero la vida,

si no la logro?

Si me muero hago falta.

Si vivo estorbo.

Luis Felipe Ramón y Rivera

UN CANTAR TRISTEY UN CANTAR ALEGRE

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Y otro cantor, como en glosa de aquel enterrador hispano quevenía de enterrar a su hija, cantaba esta otra perla de sufrimiento:

Mariquita se ha muerto,

no hay quién la doble..

Mi corazón llorando

sube a la torre.

Estos versos de seguidillas, con los que los cantores del Río dela Plata adornan, sostienen músicas diversas, son pura fibra popu-lar que contrasta con su origen que está en el teatro de laTonadilla. Es curioso que ello sea así, aunque el hecho demuestraque el cantar popular va lo mismo con la alegría que con el dolor.Coplas como estas otras (también del sur) lo certifican, pues

van con enjundia de gracia y buen humor:

El gatito de casa

es diferente:

debajo de la cola, ñatita

lleva los dientes

(Recordemos de paso, que en el Río de la Plata hay un bailepopular que se llama gato). Son secretos bien guardados del sen-tir popular, esto es, de su folclore.Uno puede apasionarse por el folklore o por cualquiera otra

cosa. A mí me tocó lo primero, y hoy me hallo curtido de pue-blos, leyendas, poesía, música de América toda. A veces pienso

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que en lo profundo de la emoción poética sentida hay como unmisterio… Algo como si uno preguntara ¿por qué duelen estosversos, o, por qué me entristecen estas melodías?Hablemos de lo nuestro, de nuestros llaneros. A uno de ellos le

escuchamos cantar así una vez:

Señores, yo soy el muerto,

aunque los muertos no hablan;

a mí me enterraron vivo

al pie de una verde palma.

Sin duda, hay intenso dolor de amor en esta copla, el dolor, talvez, de un amante traicionado, o de un enamorado que compro-bó lo que causó su muerte espiritual al pie de una verde palma.En otra fase de este indagar por entre las fibras populares está

la nostalgia. ¡Cómo avivan el recuerdo ciertas melodías, o perfu-mes, cómo nos hieren con cortinas de alegrías y tristezas, y elrecordar más lúgubre revolotea en el cuervo de Poe, o tiembla enla mano de su excelso traductor cuando trae para su madre muer-ta una flor amarilla del camino!La muerte, cantada líricamente tantas veces, es ya algo más

duro que la sencilla y piadosa nostalgia. Tengo guardados entrelos recortes poéticos que me han impresionado sobre la muerte,uno que deseo obsequiar a quienes lean estas líneas. Es unromance aparecido hace unos cuantos años en La Nación deBuenos Aires (14-10-84) y pertenece al poeta Eduardo GonzálezLanuza (fallecido el mismo año). Su impecable prosa y versifica-ción, pero ante todo su impresionante juego con los tiempos vita-les del verbo, juego con la muerte, dice así:

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Nací lo mismo que tú

sin vocación para ello

lloré sin saber llorar,

después conseguí aprenderlo

en el duro aprendizaje

del viril llanto secreto

con la sonrisa en el rostro

y las lágrimas por dentro.

Gocé, claro que gocé,

pero también sin saberlo,

al advertir que era gozo

ya no era más que recuerdo.

Peregriné tras mí mismo

Y

Llamé y sólo respondían

las vanas voces del eco;

me perdí en un laberinto

de entreverados espejos;

sus imágenes de imágenes

superpoblaban mis sueños,

y entre su hostil multitud

yo era el único extranjero,

ni un ademán me aludía,

ni eran los míos sus gestos.

A tientas me aventuré

por lúcidos vericuetos;

sus callejones de azogue

se equivocaban sin término.

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Puerta tras puerta llamé

y en ninguna respondieron,

y cuando entreabrí la última

me estaban velando dentro.

Comencé a saber quién soy

al empezar a no serlo.

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Noviembre, diciembre 1992

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Abro la puerta de la Gran Ciudad, salto sobre los baldíos, apartocubos de basura. Dejo atrás una geografía de supermercados ymuros de piedra que complican al verdor del Ávila o el desoladosalón de un palacio: el faraón cubre los espejos con pedazos degasa y es aquí cuando arrojo a un lado lo que me obsede. Me dis-pongo a atravesar la complicidad de un sueño.Lentamente voy entrando a la luz de conejos, al trono de su

infancia: sitio de orfandad, temores y juegos donde la mirada deun niño registra los colores de una aldea. Avanzo y me encuentroen los límites que conducen al mundo subjetivo del hombre:angustia, soledad, vigilia, sueño y la noche junto a la figura delpadre se fusionan en él para trascender con un sentido místico dela vida y el paisaje.

Comenzó mi soledad bajo unos árboles de follaje negro

donde se escondía el crepúsculo con siete gatos blancos.

Alrededor ascendían los girasoles

y detrás de los árboles rojos anidaban las serpientes.

¿Había una cigarra cantando la penumbra de mis ojos?

William Osuna

VIAJES A TRAVÉS DEVICENTE GERBASI

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Los ramajes de la tarde caían sobre los caballos

y una llanura tendía una luz amarilla para las casas de palma.

Había una comarca de nubes donde dormían los tigres.

Me aproximo. Las vinculaciones personales aparecen comosiluetas de extrañas barajas, retazos de conversaciones, imágenes:Vicente en la Habana, amigo de Juan Marinello, de NicolásGuillén y de Hemingway. Animoso, platica en Chile, entre vinosy metáforas, con Pablo Neruda. Y en Caracas, reunido conHumberto Díaz Casanueva, junto al Grupo Viernes. Defensor deideales políticos, distanciamientos, cercanías: en síntesis, un país.Estamos en 1992, diciembre. Más allá o más acá de las modas y

las preferencias, su obra encarna un sentimiento colectivo de sin-gular importancia en la literatura venezolana. Esto es apuntaladopor títulos como: Vigilia de un naúfrago, Mi padre, el inmigrante, Losespacios cálidos y Retumba como un sótano del cielo.Sin embargo, todo queda atrás. Como dice el maestro Eliot:

Entre la concepción

y la creación

entre la emoción

y la respuesta

cae la sombra.

El tiempo engendrador de vida, engendrador de muerte me indi-ca zonas concluyentes. La luz (su luz de conejos) ha desapareci-do y él se aleja hacia la noche.

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Noviembre, diciembre 1992

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He sentido sincera complacencia en el acto de cumplir el encar-go de entregar al joven novelista español Javier Marías, el PremioRómulo Gallegos. El nombre de Marías, ya de por sí evoca paramí recuerdos humanos de simpatía. Admiré mucho a ese granfilósofo y escritor español que fue Julián Marías y tuve a privile-gio de compartir con él la ceremonia en la cual se nos otorgó undoctorado honorario en la Universidad de Deusto en Bilbao. Lacompañía del filósofo de tanta resonancia y tan merecidos reco-nocimientos en todo el mundo constituyó para mí una satisfac-ción doble en el momento de recibir aquella distinción.Este Premio Rómulo Gallegos atraviesa ahora, como lo dijo Elías

Pino en sus elocuentes palabras, como en un puente el océanopara volver a España. Rómulo Gallegos salió en grande al hori-zonte de la literatura, al campo de la novelística latinoamericanacon la primera edición de Doña Bárbara en la Editorial Araluce enBarcelona. Ahora vuelve, y este Premio que ha compartido losmovimientos de las distintas y resonantes etapas de la novelísticalatinoamericana de los últimos años, introduce ahora su presen-cia y su recuerdo en el mundo cambiante, como todo lo que estáocurriendo en el universo de la literatura y especialmente de lanovelística española.

Rafael Caldera

UNA NOVELÍSTICADIFERENTE

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Allá por los años 30 era una matriz de opinión la de que lastres novelas latinoamericanas más importantes eran Don SegundoSombra de Ricardo Güiraldes, La Vorágine de José Eustasio Riveray Doña Bárbara de Rómulo Gallegos.Podría decirle, amigo Marías que, ese premio que usted ha

ganado gallardamente en esta ocasión, recuerda no sólo a ungran venezolano, a un gran latinoamericano, a un hombre quedejó una huella imborrable en la historia de nuestro país y denuestro hemisferio sino también de un gran novelista, de un granescritor de aquellos tiempos de la novela que tanto, tanto conmo-vieron, que tanta impresión hicieron en todos los lectores dehabla española. Y en esta ocasión empieza a gestarse una nove-lística diferente y quiero confesar que tuve el atrevimiento dequerer leer su libro antes de venir a entregarle el diploma que hepuesto en sus manos y la medalla que he puesto sobre su pecho.Sin pretensiones, que no puedo ejercer de crítico, lo leí con inte-rés en los ratos libres, o mejor dicho, en los ratos liberados deque pude disponer arrancando un espacio a una agenda total-mente congestionada. Admiro su dominio ostensible del idiomacastellano, una capacidad descriptiva que hace que los más míni-mos detalles tomen personalidad e influencia en el ánimo del lec-tor; una narrativa interesante que mantiene el suspenso, no espe-rando desenlaces trágicos, pero manteniendo hasta última horala curiosidad del lector que se sorprende finalmente con el des-enlace. Pero lo que más me interesa, ya no con pretensiones decrítico literario sino con las viejas incursiones en el campo de lasociología, es el ambiente, la atmósfera, el medio que retrata laestupenda novela que acaba de ser premiada con el nombre deRómulo Gallegos. Qué diferencia, por cierto, el entorno deRómulo Gallegos, el escenario de sus grandes novelas fue la lla-nura, todo horizontes como la esperanza, toda caminos como la volun-ta. El entorno, el escenario de su novela es la vida de la ciudad,en la urbe metropolitana congestionada. Una clase media que engran parte tiene parámetros morales muy diluidos aunque algu-na vez asoma quizás el apunte de alguna preocupación, de algu-

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na especie de remordimiento. Es una realidad distinta en la cual,como lo apunta indudable su novela, no aparece por ningunaparte la posibilidad de un ideal. A mucha gente le está pasandoeso en muchas de las mayores ciudades del mundo y aunque lanovela, como usted lo ha dicho, es ficción, es porque el argu-mento es ficticio, pero el medio dentro del cual se desarrolla lanovela, el ambiente que transmiten las ideas que allí aparecen esun documento social de una gran importancia. El Llano deRómulo Gallegos representaba un documento sociológico deindispensable consideración en el futuro de nuestros pueblos, sunovela presenta una realidad, un escenario que los tiempos hanplanteado en una forma diametralmente opuesta a lo que aque-llo significaba. Pero yo siento que hay en todo este movimientoun aliento de renovación que nos sentimos complacidos en esti-mular y como venezolano, en representación del pueblo deVenezuela, me complace que el gobierno, interpretando la volun-tad de todos los sectores, haya mantenido este Premio que hasido señal de honor para muchos notables escritores, estímulo ensu desarrollo y en su aliento y, al mismo tiempo, vínculo perma-nente de contacto y de intercambio entre los países latinoameri-canos y ahora definitivamente, con la península que tanto repre-senta en nuestra existencia, en nuestro presente y, por qué notambién, en nuestro porvenir.Yo lo felicito a usted por este brillante triunfo, su juventud

garantiza que éste será uno de muchos importantes laureles queseguirá conquistando en su tarea de escritor. Estoy seguro de quetiene todas las condiciones, todas las capacidades y la formaciónbásica para llegar lejos en el campo, no sólo de la literatura sinodel pensamiento y de la orientación de la vida de su noble país yde los países que de allí recibieron su existencia cultural funda-mental. Reciba pues, una sincera y cálida felicitación y los votosque formulo para que este momento interesante dentro de suvida sea un factor de estímulo, un factor permanente para queesta superación, para que esta vocación que usted está traducien-do en sus libros se desarrolle a plenitud y contribuya en alto

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grado al proceso, a la afirmación, a la ascendencia cada vez másalta de las actividades culturales de esta comunidad de nacionescada vez más necesitada de intercambio y de solidaridad.

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Llamado quizás por la curiosidad, simple razón para abordar aunlos temas más complejos, o tocado por aquellos mismos fantasmasde la tradición que rondan las mustias y oscuras paredes de la casade Usher, pretendo aquí no hacer un estudio psicológico e imper-sonal sobre las circunstancias que rodearon la vida de un hombrellamado Edgard Allan Poe, sino más bien entender la visión quesobre el mundo nos legó en incontables narraciones y relatos.Padre de una corriente en la literatura universal, su nombre

toca quizás la ventanas como el aleteo del cuervo negro en lassolitarias y lluviosas noches de creación; es su impulso genial queaflora en la pluma de otros (apodados con orgullo sus discípulos)el merecido homenaje todavía silencioso que prodiga la civiliza-ción occidental cien años después de su muerte, víctima de supropia revolución interior que lo condujo a entender y luego avivir la fatalidad.Preocupado en la comprensión de las reacciones humanas ante

las circunstancias, los escenarios donde sitúa los personajes seconvierten en reflejos de sus propios temores, explora pues en lamás íntima corteza de aquel prototipo de hombre pensante, fruto

Álvaro J. Pérez C.

DE POE A QUIROGAUN CERCANO ABISMO

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de su talento, buscando su fortaleza y debilidades. Percibimos asía través de la sutileza de su pluma cómo las naturales y cotidia-nas visiones de la realidad son capaces de impresionar el ánimocomo el primer golpe de vista sobre La casa de Usher o el repetidoestribillo del ave ante la pérdida inevitable: Nunca más, nunca más.La fatalidad implica ausencia, lejanía insalvable entre las partes

que buscan cercanía; es sin embargo como idea algo que nos tocade lado. Me pregunto si la sola descripción de su presencia seríacapaz de convertirnos en sus víctimas; la historia nos demuestraque existen ciertos temas cuya sola mención conduce al repudioinmediato y es tal vez la propia vida y sus manifestaciones quiennos habla de ellos todo el tiempo.Pienso en las noches, donde el tiempo transcurre con inflexi-

bilidad dejando ver la lámpara encendida sobre el pálido papeltapizado de letras. Allí el hijo adoptivo del fracaso sólo mental quele impedía visualizar su grandeza futura se encorvaba hacia atrás,adelante, a los lados, teniendo esa misma sensación que acompa-ñaba a todo hombre de letras, ese haber escrito tanto…, y asimis-mo la necesidad de no colocar nunca la palabra final en el últimoescrito. Fue sin embargo su última sinfonía la más grande, cuan-do yació víctima del delirium tremens a las puertas de aquellataberna, escenario escogido de la fatalidad en la historia de aquelexpulsado de West Point.Más adelante esa misma fatalidad expresada en motivos distin-

tos constituye un puente de influencia, yo diría más bien de iden-tificación, y paradójicamente luego de ser protagonista del aisla-miento de un hombre con su espacio temporal, crea sin saberlouna corriente de absoluta inmediatez entre hombres de épocasdistintas, pues las almas que no pueden reír juntas la alegría, sehan acercado a llorar la tristeza.Sospecha entonces el lector la cuerda que amenaza con ser

rota, es decir, lo negativo en su deseo de proyectarse ha creadoun proceso casual que revierte a lo positivo. Tal es el caso deHoracio Quiroga.

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El contacto casi cotidiano con la muerte, hace por supuestoabordarla como principal temática en la obra del escritor, pues altratar de entenderla, busca explicar con ello su propia existencia.Me atrae el hecho de que Quiroga en el Decálogo del buen cuentis-ta, señala su afinidad con Poe otorgándole el calificativo deMaestro. Por otro lado, el encauzar la obra sobre un riel predeter-minado y predecible condenaría (así como los dioses del Olimporecrean el destino de los hombres) a los personajes víctimas delos fracasos que el escritor haya ideado antes de titularlo. Conello, ni aun el curso de las ideas, semejante al devenir de lasacciones en la propia vida, puede ser corregido por la voluntad.Vemos así que no hay un abismo que separe las cimas consti-

tuidas por el trabajo de estos dos grandes creadores, esa distan-cia los une en la fatalidad o la suerte de ser partícipes de lamisma herencia.

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La literatura latinoamericana de esta última década se ha acerca-do a una modalidad narrativa la cual busca rescatar la memoriade la identidad, individual y colectiva, contra el olvido y así eri-girla para conjurar el paso inexorable del tiempo, salvando paralas generaciones futuras el pasado que nos determina como socie-dad. Es significativa esta necesidad de recuperar la memoria,hacer ficción a partir de ella, pues plantea la necesidad de encon-trarse. Esa necesidad está en estrecho contacto con la ciudad. Ellaes la destructora de la memoria, pues acelera cambios en laestructura arquitectónica, plantea la disgregación, el alejamientodel otro y disuelve el sentido de comunidad. La ciudad es la pro-motora del olvido. Es por ello que reencontrarse a sí mismo y alpasado individual y social comienza a ser una necesidad que elescritor latinoamericano de finales de siglo plantea en sus obras.El acercamiento del fin de siglo está generando una reflexión entorno a lo que hemos sido. Se teoriza sobre la modernidad y lapostmodernidad mientras la obra literaria establece una reflexiónsobre el pasado individual y familiar en un entorno social, perocon el acento en esa memoria personal que trasciende a lo colec-tivo en una preocupación de que no desaparezca.A finales de la década de los ochenta y en esta primera mitad

de los noventa, estamos asistiendo al despunte narrativo de un

María Elena D’Alessandro

LA CIUDAD Y LA MEMORIA

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tema tan viejo como el hombre mismo. La necesidad de recupe-rar el pasado no es un tema nuevo, ya Marcel Proust, En busca deltiempo perdido, lo plantea cuando el protagonista al mojar unamagdalena en un café recuerda y comienza la narración. Si nosplanteásemos una investigación sobre esto, posiblemente descu-briríamos que esta necesidad se remonta a siglos atrás cuando lafunción del aedo en la sociedad griega era mantener el pasado dela comunidad a través de su memoria personal y hacerla presen-te a través de sus versos, siendo Homero el representante másfamoso de esta modalidad. Si bien se ha tomado el tema, la acti-tud ha cambiado de signo. La novedad es que cobra relevancia lanecesidad de recuperar la memoria que establecerá la identidadde nuestra sociedad urbana y latinoamericana. El lector se reco-noce en la narración, pues al relatarle el pasado de su ciudad, leestán contando su propia historia.Las obras que nos han llevado a esta reflexión sobre el tema

son Exilio en el tiempo de Ana Teresa Torres, obra que en tres añosva por la tercera edición y cuyo amplio público lector rebasa cual-quier clasificación; Doña Inés contra el olvido de la misma autora;Santo Oficio de la Memoria de Mempo Giardinelli, obra ganadoradel Rómulo Gallegos 1993; un relato La invención de la memoriade Ilán Stavans; Como agua para chocolate novela que convirtió aLaura Esquivel en millonaria y Memoria de una antigua primaverade Milagros Mata Gil, obra ganadora del premio Planeta 1989.Del mismo modo reconocemos que esta propuesta no es exclusi-va de la literatura latinoamericana. La preocupación por rescatarla memoria es materia de cineastas como Akira Kurosawa enRapsodia en agosto, en el cual la abuela es la que le cuenta a susnietos, quienes no vivieron la explosión de la bomba atómica deNagasaki, cómo fue, cómo se sintió y las consecuencias que trajopara la sociedad actual.La vieja mantiene vivo el pasado para que no se olvide, como

una reminiscencia a los antiguos viejos de la sociedad griega,cuyo único instrumento narrativo era el relato oral.

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Veamos ahora en cada una de las obras mencionadas en quémedida se acercan a la modalidad que venimos exponiendo.

Exilio en el tiempo ha rescatado a través de la ficción la historiacotidiana de los venezolanos, especialmente la de los caraqueñosy el abrupto cambio social que ha sufrido la Caracas metropolita-na en cincuenta años.Esta obra echa por tierra la socorrida frase de que somos un

pueblo sin memoria, no sólo porque la plasma en una obra litera-ria sino porque demuestra que el cambio social fue tan rápido,violento y devastador que se nos perdió el hilo lógico con el pro-ceso evolutivo. La memoria está resguardada en la casa, en la vozde las mujeres. Las diferentes voces narrativas se conjuran parano dejar morir esa otra forma de vida, que fue nuestra y hoy noes extraña a las nuevas generaciones. El narrador se vale del anti-guo arte de echar el cuento, de la reproducción de la oralidad, parare-crear la vida familiar y la evolución social de los caraqueñosdurante el presente siglo, recogiendo así la manera cómo nuestrasmadres y abuelas nos narraban el pasado familiar. Con este estiloquedó plasmada la cotidianidad que se escapa de los académicosestudios sociológicos e históricos.

Doña Inés contra el olvido es una obra de una extraordinaria ytrabajada factura estética la cual narra la historia de las diversasgeneraciones de una misma familia desde la época de la coloniahasta nuestros días. Una conciencia narrativa vigila la casa y lageneración representada por la figura de la madre, detentadora dela memoria familiar, va contando paralelamente con el narradorlas diferentes historias de los personajes a lo largo de los cuatrosiglos y así elabora la saga familiar. La casa y la madre son las sus-tentadoras de la memoria familiar con la propuesta de no olvidarel principio, lo que somos y de dónde venimos.

Santo oficio de la memoria es una novela ambiciosa en la querecuperar la memoria como proposición ideológica del texto es lalabor efectuada por todos los personajes de una familia. LosDomeniconelle son los hijos de una pareja de inmigrantes italia-nos en el Buenos Aires de finales del siglo XIX. Es la visión del

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inmigrante en América, su cultura transculturada a estos laresque se debate entre conservar la propia y asimilarse a la nueva.Veinticuatro voces narrativas componen el texto aplicando la téc-nica del espejo dentro de un contexto familiar, pues unos se refle-jan en los otros y en ese contrafuego se van definiendo, recono-ciéndose, manteniéndose vivos en la memoria de la familia.

Invención de la memoria es un relato corto que trata un casoespecífico de memoria personal. Un checo, Zdeneck, emigra a laciudad de origen de su madre, México, D.F., para recuperar lamemoria. El oficio del personaje es ser un nemotécnico debido aque la naturaleza lo dotó de una memoria especial, pues puederecordar todo con exactitud y en el mismo orden utilizando elmétodo de la asociación de imágenes. La crisis personal llega alperder la exactitud del recuerdo, la memoria nemotécnica falla y,por ende, hace crisis la identidad. Este es un relato donde el temade la memoria es manejado desde la perspectiva de la parodia.

Memoria de una antigua primavera retoma como tema la crea-ción de un pueblo petrolero desde la perspectiva de la recupera-ción de su historia con motivo de celebrarse sus cincuenta añosde fundado. La memoria del pueblo se reestablece desde el pre-sente al pasado a través de su gente, los fundadores, las fotos dearchivo, es decir, a través de la historia de la cotidianidad de sushabitantes alejada de la historia oficial. Esta novela renueva eltema de la novela del petróleo, de larga tradición en la literaturavenezolana del presente siglo.

Como agua para chocolate la narración parte de la recuperaciónde la historia familiar a través de la memoria de la última descen-diente de la familia y desde la cotidianidad de las recetas de coci-na narra una historia de amor. Lejos de ser un relato confesional,lo lúdico hace su aparición en el texto en la propuesta de amor,recetas y comidas que provocan lo fantástico. Del mismo modo,la recuperación de la vida cotidiana de la familia está imbricadacon historia del México contemporáneo. Con esta novela sucedióalgo muy urbano, pero totalmente inusitado en nuestra realidadlatinoamericana. La obra fue llevada al cine y el público leía la

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obra e iba a ver la película o viceversa. La obra se escribió desdeuna perspectiva urbana en la cual la memoria del pasado defineel presente bajo la propuesta de reencontrarnos en lo que somosa través de la memoria personal y la necesidad de recuperar esepasado perdido en la disgregación de la vida urbana.Esta reflexión que parte de una selección de novelas que si

bien no son las únicas que abordan las propuestas que hemoshecho, constituyen una muestra significativa de una actitud dis-tinta y una vertiente singular que ha emprendido la narrativaurbana de los 80 y 90.

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Cléobulos, presocrático, hijo de Evágoras, de la ciudad de Lindos,seguramente en una pared, o tal vez en una tablilla,

o quizás sólo en la plaza del mercado a viva voz,dejó estas palabras, fragmento número 8 de los guardados

por la memoria colectiva desde el siglo VI a.C.:Odia la injusticia, observa la piedad.

En esta ciudad de Salamanca, tan humanista, luisiana y unamu-niana, donde vivió largos años hablando de griegos y latinos enlas aulas universitarias, no acierto recordar si alguna vez sentíemoción mayor y tamaña responsabilidad al prologar la obra deun sabio y de un amigo. En el caso presente se trata de un recien-te amigo, de aquellos que, si bien proporcionados por no sé quédesignios de la providencia, producen, al parecer, la asombrosaimpresión de pertenecer, desde tiempo no recordable, a un exten-so pasado de admiración inextinguible.Mi encuentro con Guillermo Morón, con su persona y obra en

1994, podría asemejarse a los que el joven Goethe comparabacon decisivos conocimientos primeros, como fue su inicial con-tacto en años mozos con los poemas de Píndaro en la ciudad de

Alfonso Ortega Carmona

GUILLERMO MORÓN:ENTRE GRIEGOS

Y LATINOS

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Estrasburgo. Este encuentro personal y con el precioso libro avivóen mí los ya bien asentados amores a dichos escritores, acaso yatrocados en rutineros trajín y Sobre griegos y latinos dormida cos-tumbre, mientras los alumnos esperan a las nueve de la mañanaprofesionales elogios a los autores clásicos, inventores de casitodo cuanto es vida del espíritu en nuestra común cultura deoccidente. De modo inmejorable y en creciente anáfora lo haexpresado Guillermo Morón: Nosotros vivimos sobre las creacionesde los griegos. La república es creación griega. La ciudadanía es crea-ción griega. La ciencia es creación griega.A los cuatro años de la primera aparición de esta obra en

Caracas, Salamanca vuelve a dar nuevo a estampa –impulso cor-dial de su esposa Doña Mary, alentador ahora del proyecto acari-ciado en la Cátedra de Poética Fray Luis de León–, este magníficoOratorio del pensar helénico y latino. Y tócame en agraciada suer-te adelantar, a los múltiples tonos y voces de este Oratorio de cul-tura profunda, el obligado preludio. En la tradición librera sedesignan las introducciones previas, al menos desde el comedió-grafo Aristófanes (Ranas, 1119), con el hermoso vocablo de pró-logo, adelantada cuenta, racional y sumaria, aunque se refiera,según la precisión rigurosa de Aristóteles (Retórica, 3,14), alcomienzo de un poema, mientras el filósofo y crítico literarioreserva proemio para la obertura de conciertos musicales y exor-dio para el principio del discurso. Todos ellos deben sugerir, pre-parar y disponer al conjunto de todo cuanto sigue: en la oratoria,en la música y en la poesía. A través de una preparatoria narraciónmonológica ha de ofrecerse el conveniente auxilio, a fin de queexpectadores, lectores y oidores comprendan la trama dramática olírica, la unidad sinfónica, la intención definitiva del hablante.No es esta labor ardua en el presente volumen. El historiador

y humanista nos lleva seguros de su mano. La prehistoria de sugénesis, lugar y punto de acontecer preciso, así como la meta pre-tendida, y parlamentaria conquistada, proyectan luminosa guíacon sólo abrir el libro. Se trata del más brillante cartulario delespíritu acuñador de la Antigüedad Clásica, en el cual podemos

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captar la esencia, concreta y varia, de una gran cultura cuyossecretos revelan en cada personaje y tema su archivero mayor,aquí y ahora el historiador Guillermo Morón. En él se convocan,por feliz esfuerzo y sabio empeño, el humanista y el avisador deaquella conciencia solidaria, que otorga unidad y sinfónico con-curso, mas no recurrencia monocorde, a gran parte de los pue-blos de Europa y América. No parece sino que esta singular y ori-ginalísima obra, en su género única, hubiese nacido como espon-táneo impulso, plasmado una y otra vez en aislados relieves, quebrotan entre los años 1968 y 1988.Durante dos fecundas décadas, en las que nacen importantísi-

mas obras del historiador que, al decir de Herodoto, investiga ynarra para que las acciones del hombre no queden sin gloria enel tiempo, Guillermo Morón va acotando en páginas pregnantes,en las que nada falta ni es ocioso, las últimas sustancias de dosculturas. Desde La república de los atenienses y Homero, el poetapor antonomasia, como le llamó Aristóteles (Sobre el mundo,6,397 b 26), hasta Mujeres de aquellos parajes reaparece en susmanos y la nota imprescindible y distinta de la extensa galeríaintelectual, literaria y humana, de cuanto comprende el espíri-tu helénico.Asimismo, en una parte segunda, que se inicia con Lugares

comunes de Roma el mundo latino, provocado por Lucio LivioAndrónico al ritmo de la inteligencia y de la imaginación creado-ra en su traducción de La Odisea, con la que se pone en movi-miento toda una literatura romana, hasta sus señeras viñetas his-tóricas de las Agripinas, se nos descubre aquí el auténtico rostrode Lacio, en el que se reconoce nuestro Estado de Derecho.Asombro causa la comprobación de la exacta delimitación devalores, de la inconfundible personalidad individual de filósofos,políticos, historiadores y poetas, del marco orientador de la nove-lística griega y latina, del genial diálogo (fragmentos de una malo-grada conversación con Sócrates), con Sócrates, Platón y Aristóteles,en los que a través de una soberana ironía se nos revela cómo lascosas humanas no son dignas de ser tomadas en serio y, sin

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embargo, deben hacerse con seriedad absoluta. ¿Se puede alcan-zar mayor y más cumplida síntesis, receptora de sustancias virgi-lianas, que la magistralmente vertida en Fragmentos apresuradossobre Virgilio? Única semblanza sin fecha consignada, ¿será estaausencia signo de intemporal amor a Virgilio?Guillermo Morón no ha pasado por Grecia y Roma. Roma y

Grecia pasaron por él y en él quedaron para siempre, en su acen-to y lengua, en la fuente purísima y directa, que no en las infielestuberías de la versión esclava o aceptable. Con esta obra nos harepuesto el insigne venezolano en la triple perspectiva delHumanismo clásico. Consiste la primera de ellas en la originalcontribución de la tradición y formación humanística, porque esescuela de la inteligencia, entrenada en el aprendizaje de las len-guas griega y latina. El vigor verbal y la exacta formulación for-mal de la lengua latina, que exige contacto profundo con el pen-sar lógico, constituye el mayor instrumento para avivar las ener-gías de la inteligencia pensante. A la matemática, que activa elgermen del contar y catalogar, con creciente elasticidad del espí-ritu, como estimó Platón, la lengua latina añade la condición deser lenguaje, canal por el que avivan las voces que abren vías nue-vas al pensamiento.Este entrenamiento de la inteligencia por la lengua latina, unido

a sus contenidos históricos y humanos, se alza a una dimensiónnueva a través de la lengua griega. En ésta resplandece el espíri-tu humano por la plenitud de sus formas del pensar, más diná-micas y sugerentes. Lengua madre de toda poesía en Occidente,de la prosa artística, como la de Morón, y del pensar filosófico,sin el cual no sería nuestra cultura común, rebelde y contempla-dora, plural y una.Principal rendimiento intelectual de la cultura griega y latina,

en esta obra reflejada, es haber establecido marcos modélicos entorno al mundo, a la sociedad y al hombre. Cierto es que estosmodelos no quieren ser esclavamente imitados. Son modelos ins-tructivos, lo que vale tanto como decir que nuestro estudio acer-ca de sus teorías fundamentales sobre la naturaleza, la historia, la

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ética, el derecho y la política, encienden hoy la discusión sobre silo que ellos pensaron no puede trocarse en revisión crítica denuestro propio pensamiento. Quien todavía lea el Diálogo de losMelios en Tucídides, experimentará cómo el problema del inva-sor contra el más débil es también problema de nuestro tiempo.En una tercera perspectiva es la formación humanística, basa-

da en la lengua griega y latina, eje fundamental para la propiaorientación histórica. Nuestra cultura occidental se parece a uninmenso tapiz, en el que dos continentes, al menos vienen tejien-do desde hace treinta siglos. Tres piezas fundamentales compo-nen este vario y magnífico tejido: Grecia, Roma y el Cristianismo,no sin aceptar influencias de otras culturas distintas. Ninguna deestas piezas son tradición muerta, sino que afirman el subsuelode una cultura común, como venas y raíces vivíficas. No somosnudillos pasivos del secular tapiz. Tenemos derecho y obligaciónhistórica de preguntarnos por la trama de sus hilos conductores,que entretejen nuestra propia existencia.A descubrimiento y comprensión del vivo tapiz nos convoca la

obra de Morón, gran seguidor de sus hilos. Sin ellos tampocohabría sido posible su personalidad histórica, ni su obra, unaposesión para siempre, como dijo Tucídides, su colega griego enla búsqueda de la verdad histórica. A Guillermo Morón debemosla renovación y alargamiento de las perspectivas culturales indica-das. El Homenaje Internacional a él tributado, al historiador,escritor y maestro en profundos saberes humanos, el 26 y 27 demayo de 1994 en Salamanca, recogido en el tomo Cumbres deHumanismo, se reaviva en esta segunda edición de Sobre griegos ylatinos en esta ciudad tan unamuniana, lusiana y humanista.

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Carlos Noguera

EL CHINO VALERA MORAY LA PANDILLA

DE LAUTRÉAMONT

Acaso el mundo, entonces, careciera de edad.Cuando rememoro aquellos días remotos la sensación que expe-rimento es la de adentrarme en la espesura de un jardín evanes-cente y sin tiempo. Sabana Grande, la comarca bohemia, se nosofrecía como una vestal todavía tímida, seductora como unaamante dormida, reclinada con abandono sobre las madrugadasdel valle.Eramos, por el contrario, nosotros, los poetas, los delirantes,

los artistas, los revolucionarios por decreto propio quienes alterá-bamos su respiración con la estridencia, la furia y la dicha petu-lantes a las que sólo se condesciende en la temprana juventud.El universo en entero, escribí alguna vez, no era más que una

prodigiosa armazón cuyo sentido indescifrable los tercos y fuga-ces días de la vida intentarían, acaso fallidamente, descifrar en susopacos pormenores, la noche, el espacio donde ese universo cobra-ría los rasgos asombrosos –imaginarios– de lo real.Los templos de aquella liturgia pagana eran tan diversos como

sus oficiantes, y sus nombres evocaban la lejanísima caminata desus dueños: el Haláslo Macska (El Gato pescador y danubiano),

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El Nerone, El Viñedo, el centroeuropeo Chicken Bar. Alberguescaídos. Refugios hoy muertos. El Gato Pescador, por ejemplo,con su terraza ajardinada, aérea, elevada sobre la cruz de la GranAvenida, donde su dueño, Carlos el alucinado, nos sometía sintregua a sus chistes siniestros y a sus destemplanzas.A cualquiera de ellos, no obstante, podíamos acudir a la caída

de la tarde, impulsados por el vano propósito de despojarnos dela rutina solar. Debió ser en El Viñedo donde conocí al Chino,pero cuando me doy a la tarea de recordarlos, son otras dos lasguaridas que evoco. El divertido La Bajada, hoy convertido pordesgracia en una cueva infame evadida por los poetas. Y, sobretodo, el Chicken Bar (también conocido como Bar B.Q), un café-restaurante con pretensiones de pastelería y salón de té donde, seme antoja ahora, tanto el Chino como el resto de la peña debía-mos lucir un poco fuera de paso.En ese escenario nació y tensó su arco de vida el grupo, al que

en algún momento del año 69 bautizamos con el ambicioso nom-bre de Pandilla Lautréamont .Los pandilleros materializábamos una manada diversa, cohesio-

nada, pienso, por la lealtad sin preguntas que provenía de lapasión del arte, las utopías compartidas, y la amistad. Víctor ValeraMora, Mario Abreu, Caupolicán Ovalles, José (Pepe) Barroeta,Angel Eduardo Acevedo, Ramiro Najul, Luis Camilo Guevara yquien les escribe, integrábamos el núcleo fundador y, en ciertamanera, permanente. Pero a actores, magos, parias y alucinados,profetas, brujas y sacerdotisas de todo pelo y encaje que compar-tían el afecto y la absoluta admiración que, como poeta y serhumano vallejiano, el Chino, a contra-corriente de las buenas con-ciencias de la época, suscitaba en todos.Releo lo anotado y dudo de mí y de la vida. ¿Quiénes éramos,

en verdad? ¿Cómo nos nombrábamos? ¿A qué credo utópicoentregamos tanto pulso de justicia, de vida acaso imposible, debelleza? ¿En qué noche, bajo qué cielo deslunado se fracturónuestro corazón?

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Me interrogo y vacilo. Cualquiera sea la pregunta, me digo,sin embargo, siempre habrá un eco de poema, de grito, de pala-bra que desde los días y las noches del pasado, desde la voz sinboca del boxeador más dulce de Ámerica Latina, como lo llama-ra alguna vez alguna muchacha enamorada, nos alcanzará y nosdejará nunca para no dejarnos siempre.

Sabana Grande, 14 de julio de 1999

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Agradecemos al CELARGhabernos cedido 190 números digitalizadosde la Revista Nacional de Cultura

PortadaLuis González / 3:47 pm de la serie América, 1989Diseño gráficoClementina CortésDiagramaciónAna Beatriz MartínezImpresiónEdiciones Anauco

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Esta revista se terminó de imprimiren el mes de mayo de 2006

en los talleres de Ediciones AnaucoCaracas, Venezuela. En su diseño se utilizaronlas familias tipográficas Futura y Berkeley.

En su impresión se usó papel Saima Ivore de 60 grs.La edición consta de 5000 ejemplares.

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