Risas de Un Día Cotidiano

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Risas de un día cotidiano. Vamos a escarbar... Son las 6:30 a.m., me pongo esa piel de cuello blanco que tanto agrada al jefe (ando con cuidado desde que lo vi pellizcando con cierta seriedad en la cintura a un chico menor de 20 en la oficina) y la corbata que me gusta tirar por encima del hombro -- Claro, todo esto luego de pasear a mi perro mientras rezo por cruzarme con ese bombón que también hace lo propio con el suyo, esfumarme cuando él empieza a defecar por segunda vez y solo traje una bolsa, percibir el refrescante aroma del jazmín que meto en mi nariz ( a veces me suele provocar cosquillas en las fosas nasales jijiji...) y que a cualquier paranoico le recordaría a un tipo aspirando coca, y no puedo dejar de mencionar a la chica que en su rutinaria salida refresca mi paseo con ese suave perfume... Créeme, pensaría verla con otros ojos más allá de simples vecinos pero es más alta que yo y simplemente, no va... Luego recuerdo las palabras de un amigo: “en la cama todos somos del mismo tamaño, mujeres y hombres”. Jajaja, todo lo que dicen los enanos --. Tiro la corbata y camino por el mismo sendero de siempre, aprecio los colores vivos y sedosos, así como a los que parece escapársele la vida, de esa vegetación que mi vecino cuida bien (me recuerda la diferencia de ánimo en la gente, los jóvenes y los rancios), llego al paradero y aprecio lo cotidiano, gente parando carros a inicios de cuadra y apenas a unos metros del cruce de dos avenidas... ¡Tienen el paradero a final de cuadra! ¡ Son solo menos de 10 metros de diferencia! Es un espectáculo para mí cuando el bus se detiene en el paradero, los miro astutamente y veo como desplazan sus perezosas humanidades, no puedo evitar recordar al hipopótamo de la película Madagascar. Repaso la estratagema que

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crónica de la vida de un peruano clase media

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Risas de un día cotidiano. Vamos a escarbar... Son las 6:30 a.m., me pongo esa piel de cuello blanco que tanto agrada al jefe (ando con cuidado desde que lo vi pellizcando con cierta seriedad en la cintura a un chico menor de 20 en la oficina) y la corbata que me gusta tirar por encima del hombro -- Claro, todo esto luego de pasear a mi perro mientras rezo por cruzarme con ese bombón que también hace lo propio con el suyo, esfumarme cuando él empieza a defecar por segunda vez y solo traje una bolsa, percibir el refrescante aroma del jazmín que meto en mi nariz ( a veces me suele provocar cosquillas en las fosas nasales jijiji...) y que a cualquier paranoico le recordaría a un tipo aspirando coca, y no puedo dejar de mencionar a la chica que en su rutinaria salida refresca mi paseo con ese suave perfume... Créeme, pensaría verla con otros ojos más allá de simples vecinos pero es más alta que yo y simplemente, no va... Luego recuerdo las palabras de un amigo: “en la cama todos somos del mismo tamaño, mujeres y hombres”. Jajaja, todo lo que dicen los enanos --. Tiro la corbata y camino por el mismo sendero de siempre, aprecio los colores vivos y sedosos, así como a los que parece escapársele la vida, de esa vegetación que mi vecino cuida bien (me recuerda la diferencia de ánimo en la gente, los jóvenes y los rancios), llego al paradero y aprecio lo cotidiano, gente parando carros a inicios de cuadra y apenas a unos metros del cruce de dos avenidas... ¡Tienen el paradero a final de cuadra! ¡ Son solo menos de 10 metros de diferencia! Es un espectáculo para mí cuando el bus se detiene en el paradero, los miro astutamente y veo como desplazan sus perezosas humanidades, no puedo evitar recordar al hipopótamo de la película Madagascar. Repaso la estratagema que habré de usar cuando el cobrador haga lo suyo. La estrategia para que no me cobren de más... En cierto tramo alisto los pulmones y me preparo para respirar profundo, sí, me gusta disfrutar de ese aroma acabando la calle del ejercito, cebada tostada. A veces hay mucha neblina que no puedo ver el final de un poste, suelo pensar que el cielo esta molesto y no desea que los hombres apreciemos el sol, quizá algo mal estemos haciendo... O quizás solo desea privacidad. Me encuentro llegando al callao y las cosas van cambiando, tengo la impresión de que la gente es distinta allá, tienden a ser más directos y sin esas barreras que la formalidad establece.

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Parecen más naturales, Me siento un poco más en la selva. Avanzando, pasando el mercado, esta mi personaje favorito en todo el trayecto de ida -- debo hacer una pausa para describirlo; ¿puedes imaginar a un tipo que en una mano sostiene un teléfono y en la otra tiene una cuerda de como 2 metros y se encuentra moviéndola en forma circular cual vaquero? Parece hablar con alguien muy atentamente mientras agita la mano con la cuerda, nadie parece notarlo y todos los ignoran como se suele ignorar a una gorda cincuentona que te cruzas caminando y que te mira libidinosamente; lo ignora hasta el conductor que apenas maniobra para no atropellarlo pues el tipo esta en pleno cruce de avenida y calle --. Llegando a la oficina, el mar esta menos de cuadras de la entrada, resulta agradable como la espuma y el vapor del mar refrescan mi rostro al llegar al edificio, ¡qué feliz soy! ¡Siempre quise saber lo que es vivir en Fondo de Bikini!