RICOTI 15

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Revista divulgativa de la localidad hipano-romana de Valeria

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Sumario

Sumario

Editorial: pag 2A Valeria Condita 2009 pag 4Hace 200 años pag 11El viaje a Valeria de José Cornide pag 26La Gran Valeria pag 30Los recursos de la antigua Valeria pag 32Las estepas de Valeria: un paraíso para las aves esteparias pag 44Entre la media luna y la cruz pag 56De ayer y hoy pag 60Algunas setas comestibles de Valeria y su comarca pag 64Cocina: La abuela lo hacía sin receta pag 74

Ricoti

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Edita: Asociación Cultural “La Gruda”

Dirección: C/ Castrum Altum 2, 16131 VALERIA (Cuenca) www.granvaleria.com

Coordinadores: Julián Torrecillas Tedomiro Ibáñez

Colaboradores: Juan Ramón de LuzAbelardo MartinezRaúl Torres Teodomiro Ibáñez Julián Torrecillas Félix Mateo Antonio J.L.Contreras Miguel Romero María Calero- RiestraJesús García GonzálezFátima Calero Ignacio MartínezEdita y Carmen Beltrán

Maquetación: Fco Javier Bueno Cañada

Fotografías: Archivo A. C. “La Gruda” Julián Torrecillas Teodomiro Ibáñez Fco Javier Bueno CañadaZoom 3000María Calero- RiestraJesús García González

Imprime: Excma. Diputación Provincial de Cuenca

Depósito Legal:CU -

EDITORIAL“…Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora

campos de soledad, mustio colladofueron, un tiempo, Itálica famosa…”

Así empezaba su “Oda a las ruinas de Itálica” don Rodrigo Caro uno de entre tantos aquellos románticos anclados en la doliente teoría del pasado efímero sin posibilidad de vuelta atrás. Ocurre que nuestra historia, y nuestra literatura, están repletas de mitos en los que el maldito sino de un lugar lo va llevando, pese a sí mismo, por los tortuosos caminos que acaban en la fatalidad hecha ruina, eso sí, venerable: Egelasta, Ercávica, Segó-briga, y tantos otros sitios, que fueron tiempo concreto y luego dejaron de serlo para convertirse en bellos recuerdos funera-rios, son ese patético ejemplo del falaz argumento que torna al tiempo medida de todos los seres, incluso los humanos.Porque hay otros monumentos que continúan en la brecha de la historia regalando vida, pan y progreso con generosi-dad, o procurando hacerlo, al menos, en la medida de sus posibilidades, pese a que, a veces, la historia no fuera con ellas ni maestra ni madre: Astúrica o Emérita, Augustas ambas, Legio VII, Salmántica, Pompaelo, Tárraco - por no citar Híspalis, Gades o Carthago Nova - son ejemplos, entre otros muchos, de que, aunque los hados y los dioses son inconstantes y capri-chosos, la bendita cerrilidad de Prometeo es capaz de cam-biar manías divinas y caprichos inmortales.Ocurre que se trata de eso: No son los lugares, sino la concien-cia y la voluntad de los hombres libres que los habitan -libres en equivocarse, libres para ser egoístas, libres para renunciar a su historia concreta y al hilo de su gente, pero libres también para enmendar errores, para amar, para entender que uno a uno no son nada, que lo que interesa es la tribu pero la tribu humana- es, en definitiva, la conciencia y la voluntad de los hombres que eligen nacer, vivir y convivir en un predio con-creto, respetando su historia pasada y procurando hacerla más grande y más participada, las que deciden si esos sitios deben acabar como emotivos cenotafios, o continuar siendo el nido feliz del ave fénix de la prosperidad. Los lugares están, como el viejo Celvisio Tulo, ese ancia-no personaje de la delicada novela “Terra Levis” obra de nuestro paisano Abelardo M. Cruz, sólo para esperarnos;

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Editorial

los lugares no piden; son frugales, son senci-llos, callan: siguen creyendo, en su inapelable quietud, que, nosotros, los hombres queramos cumplir en ellos nuestros sueños; y sólo así se sobreponen a la desidia de la historia.Valeria no pide, es sencilla, calla; solo espera que las gentes que, por cualquier motivo, hemos decidido compartir con ella parte de nuestra historia personal y concreta, sigamos teniendo la generosidad de nuestros antepasados.La celebración de las Jornadas Romanas fue, es, una buena obra; como lo es la participación en la fiesta de nuestra patrona La Señora de la Sey o lo ha sido la cercana inauguración del Centro de Acogida de Visitantes.Pero esto es el principio: Valeria puede alber-gar cualquier proyecto útil para seguir estando viva: Lo mismo puede ser, cualquier día, un sencillo taller de cualquier oficio, que el marco perfecto para unas Jornadas de Teatro Clási-co Vecinal, por ejemplo, o, tan cercanos como

estamos a Cuenca, y a un AVE de Madrid, la existencia de una colonia de artistas y artesa-nos, también por ejemplo, con la vuelta a la ciudad, al foro, a su ninfeo, de los ruidos de los oficios, y los gritos de los niños jugando.Hay que seguir trabajando; hay que seguir cre-yendo en nuestra buena voluntad y en nuestros sueños. Hay que seguir teniendo fe en este lu-gar. Nos necesita tanto como lo necesitamos cada uno de nosotros, aunque no nos demos demasiada cuenta.No es difícil; no hay que tener buena suerte: Hay que empeñarse en ello.Alguien hace dos siglos soñó con una isla os-cura y pantanosa: Hoy Manhattan es el centro del mundo.Y ¿nos puede preocupar a nosotros confiar en un hogar con el que soñaron ni más ni menos que los Claudios?

Con Valeria, también podemos.

Vista aérea de Valeria. Zoom 3000

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Texto: Miguel Romero.Fotografías: Félix Mateo.

Llegados pues, a esta nueva edición de Jornadas Romanas, y son novenas primum, en la gran urbs de Valeria, nos cabe en cuestión poder ha-blar de todas sus peculiares virtudes como gran núcleo romano, ahora que hemos entrado en este siglo XXI después de Cristo, Era cristiana.

Nos, amante de la historia, recreo en el presente todo un rico pasado. “Porque en el presente es

donde está el secreto, pues si prestas atención al presente, podrás mejorarlo y si mejoras ese pre-sente, lo que sucederá también será mejor.”

Pero amigos, ¿hay presente sin pasado? No, no lo hay, pues Valeria, que aquí habita, tiene presente en sus gentes, en sus proyectos y en su generosa vida que transita con paso firme. Y ahí, ahí esté el saber valorar su historia por-que, “los sentimientos deben estar siempre en libertad y no se debe de juzgar el amor futuro por el sufrimiento pasado”.

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Valerienses a caballo

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¿Qué decir de su historia pasada? ¿Qué decir? Aquí las huestes de Valerio Flaco, en el siglo I a.C., tomaron a cuchillo su pedestal, esa posible Althea de los olcades, guerreros fuertes, hábiles con la honda y fieles guardianes de su esencia.

Aquí, en lugar firme, poderoso, elevado y se-ñero, hubo cruce de romanos con celtíberos, creciendo este lugar que llegase a ciudad y no colonia, por alcanzar status de municipio, dis-frutando del derecho latino viejo y bien pro-mocionada después como municipio gracias a las importantes reformas de Augusto empera-dor. No hay duda que aquel César vio en este lugar algo más que una vulgar civitates y ello le llevó a reformar su Ninfeo, su foro y el gran palacio del pretor.

Vosotros sois herederos de aquellos latinos, cultos, fuertes, valientes y onerosos. Orgullosos podéis sentiros valerienses.

Entre los ríos Gritos y Zahorra, aquella ciudad hispanorromana, a casi mil metros de altitud,

sobre el yacimiento del Hoyo, en los cerros de Santa Catalina y de la Horca, formó el mayor Ninfeo de toda la Meseta castellana.

Entre sus numerosos y ricos manantiales, en esa cuenca hidrográfica del Sucro o Júcar, en torno a una serie de cuencas menores que bien rodean este yacimiento, las aguas flotaron ha-cia el Olimpo, llevando entre sus olas a las nin-fas más bellas de toda la Hispania romana.

De aquellos manantiales ellas bebieron y de esos manantiales, siguen bebiendo nuestras mujeres. Por eso, ahora, sus herederas, ricas en edad y buena clase, Isidora, Potenciana y Adora, o tal vez sus seguidoras como la Dio-mitila, María, Amarfil, Hermelita, Flor o Pi-lar y muchas otras que no cito por no alargar mi testamento, nos den la esencia de su her-mosura para continuar en el grito de su río y seguir la estela de sus Ninfas más aladas. Su piel y la vuestra han recibido las aguas del río de San Martín, del arroyo Tórtola, del Al-baladejo, del Gritos, del arroyo de Piqueras,

Montse y Laura

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del río de la Vega y del Vallejo de las Cuatro Aguas, todas estas finas aguas, entre borbo-tones solemnes afloraron hacia la bendición de los dioses septizodios y divinidades plane-tarias. Ahora, las ninfas valerienses –herede-ras de aquellas augustas divinidades- también disfrutan de belleza y altivez, redondos torsos, rostros a-pomulados y buenas cinturas para atraer al bien-avenido patricio y, porque no, al plebeyo que ve en ellas, tesoro para adere-zar bajo su bien plantado tronco.

Ese siglo III d.C., su Ninfeo como orgullo, reci-be la riqueza de sus piedras, con ochenta y seis metros de eslora que le hacen ser en fachada el más grande conservado de todo el Imperio, con sus siete rectangulares y siete semicirculares ni-chos que la conforman, singularizan y simbio-tizan entre nichos, ventanales, trece tabernae, conductos subterráneos y estanques de baño.

Valerienses, llegados a estos años de crisis so-lemnes que acucian a nuestros pueblos, aquí

tenemos riqueza en nuestras piedras, poder en nuestros corazones y sentimientos entre los mu-ros de nuestra iglesia de la Sey, guardando en esa tumba del Ruiz de Alarcón toda la nobleza que atesora y que bien heredada nos diera.

Pero la Valeria que atesoramos era aquella que nunca dejó de brillar. Aquella que, ya en tiem-pos de Nerón, año de júbilo que hoy celebra-mos, también levantó su enseña de poder, de rico municipio, de brillante Ninfeo, donde jue-gos florales, ricas vestales y juegos gladiatorios pudieron celebrarse para honor de sus Dioses.

Tiempos de historia pasados y ricos en recuer-do y ahora, otros, herederos de sus estirpes, nos acogéis en vuestro hogar con el hospitium marcado por las leyes más antiguas.

Si desde las calles Norte, los Charcos, Valera de Arriba, Castrum Altum, del Val y la Gruda os acercáis al foro, a esta gran plaza de nom-bre Fernando Ruiz de Alarcón, para aderezar

Trabajando en el taller de orfebrería

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espíritu, regar estómagos y refrescar vuestras mentes, recordaréis como antaño, refrescá-bais vuestros cuerpos en el Barranco de las Indias, después de escuchar la ricas lecciones de D. Pascual, maestro de palo y costal, bue-no en lecciones y hábil en regleta, o las de D. Jesús y sobre todo, enaltecido por su docencia y saber, las de aquel Paco Suay, heredero de César Augusto en cuerpo y raza.

Pero las ninfas de ahora nos esperan, y lo ha-cen con ese deseo de enlazar nuestro espíri-tu pues nuestro cuerpo, mermado ya por el desgaste del tiempo, no puede seguir el ritmo lacónico de un erotismo desorbitado.

Quizás, amicus de aquesta hora, Jesús, Joselín, Teo, Javier, Juan Carlos, Santi, Tino, Julián, Luismi o Juampe, recuerden y sirvan a bien tomar ejemplo de hombres curtidos en la Va-leria contemporánea, tal cual Gustavo, el pin-tor Gaudencio o el bueno de José María, bien plantado con su corona de juegos florales.

No hay duda de que aquella Valeria, rica en arte y en bondades latinas, bien hilvanadas por el esfuerzo del hacedor del museo, el bueno de Paco, ha legado a todos, felicidad y raza.

Aquellos juegos en las ruinas de ahora, por en-tonces gran ciudad, llegando desde las calles Gran Valeria y Valerio Flaco, nos conducen a comitiva de honor con la legión de Lorenzus, jinetes llegados de Contrebium-Fierrus, para adornar tiempo al dios Baco con ofrenda y fas-tus, rememorados después, en recuerdo año-rado, los mismos que en aquellos cosos tauri-nos donde el Pollete alardeaba de minotauros, manta en ristre, al ritmo de Pepe con motoca-rro a pedir llaves de un coso taurino que en la Valeria de Flaco se entremezclaba con bailes florales al ritmo de acordeón y tambor con Celsus y Chatus o Valentinus.

El Ninfeo asienta su arte. Galerías llenas de his-toria profunda y al lado, las tabernae, donde el cuero, el estaño y la forja, han dado paso al

Trabajando en el taller de cerámica

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mimbre de Joaquín, a la arena para friegue de sartenes de Amador o los dulces traídos de la Iberia palatina por María la del kiosquillo.

Pues bien, amigos valerienses. Hoy me habéis dado la oportunidad de ser Pregonero oficial de vuestras novenas Jornadas Romanas y, en este año de 2009, dirigidas hacia el Año de Nerón. Orgulloso estoy de ser vuestro porta-dor y orgulloso de compartir estrado con el Questor Santiagus Viecus y el Pretor Juan Pe-trus porque ellos sí saben el valor que puede tener para la cultura de los pueblos abordar con rigurosidad y constancia el pasado de nuestro historia.

Los Talleres de escalada y tiro con arco, las exposiciones de fotografía y las Jornadas Uni-versitarias que a bien tiene nuestra Univer-sidad Regional de seguir apostando, dan ese realce cultural que debe de tener todo evento que así se precie.

Pero, el Teatro, la cena, los juegos de gladiado-res, el desfile de vestales, la arenga de Baco, la recreación en el campamento romano, el des-file con las legiones del centurión Lorenzus y su grupo Aelio y los numerosísimos talleres de las tabernae hacen de este evento uno de los más importantes de toda la geografía regional y, si cabe, nacional.

Digno es que debemos de divertirnos y dig-no es que debemos hacerlo con el respeto que ello supone, pero digno es saber que en cada fasto romano, el buen ambiente, las ba-canales regadas por el rojo caldo traído de cepas imperiales.

Así como el baile aderezado con salsa africa-na, la música celta de druidas, los sabrosos platos suculentos en especias de tierras galas con ese especial saber gastronómico que las dignas valerienses saben dar, han de revocar al cortejo de bacantes que envuelven a ese Baco de Valeria, un Dios especial para unas gentes especiales.

Amazona romana

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Pues bien, María, Julita, Aurora, Consuelo, Pilar, Petra, Araceli, Angustias, Puri, Anabel, Angelines, Flor y…no se cuántas más, disfru-tad de estas alegres días, convivir en armonía y jolgorio, ser buenas amantes y permitir que los varones, patricios y plebeyos de aquí, Manolo, Toni, Domingo, Angel, Vicente, Anastasio, Fer-mín, Amable, Darmin y otro muchos, sean ca-paces de haceros sentir como esas mujeres tan hermosas que soís, compartiendo entre todos al alegría que los días de fiesta deben de traer.

¡Qué los dioses del Olimpo y los dioses de la ciudad de Valeria os sean benévolos, os den sa-lud y complacencia para poder llevar esta crisis imperial con la dignidad que nuestra historia merece¡¡Qué así sea¡¡He dicho¡

Miguelus RomeralisOrator.MMIX

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En este año de 2010 se cumplen unos 200 años -parecen muchos, pero no son tantos-, en los que tuvieron lugar graves y dolorosos aconteci-mientos bélicos por tierras de España y de otras naciones, debidos a la conocida “invasión Napo-leónica”. Ninguna guerra arrastra nada bueno, todo lo contrario, y, al parecer, por lo que se re-fiere al caso de España y a esta guerra en concre-to, las consecuencias fueron muy nefastas. Quizá por esto, se cumpla lo señalado por el escritor José Pla cuando dice: “La memoria humana es de una limitación trágica”. Algún historiador califica esta contienda como la más sangrienta y dolorosa de la historia de nuestro país.

Centrándonos en Valeria y, ahora, en sus calles, hay una de ellas con el nombre -muy genera-lizado y extendido por otras muchas poblacio-nes- de: calle de la Amargura. Sobre la denomi-nación de esta calle, ya en ocasión u ocasiones anteriores, he manifestado el desconocimiento del por qué esta denominación, del por qué este nombre, y más, cuando, al parecer, no tiene un origen o derivación de índole religioso.

En otro apartado de conocimientos, o más bien de desconocimientos, me llevé la sorpresa al en-terarme que el río Gritos, el río de Valeria, el río que circunda la antigua Valeria, que riega –o mejor dicho: que regaba– las vegas sitas en su término y los huertos ubicados en la hoz de las Valeras; ese río, según consta en el Cuestionario de Tomás López (fechado el 9 de abril de 1789), concreta: “El río sin nombre”; de esto se des-prende que antes de la contienda el río Gritos era un río sin denominación conocida.

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Malas consecuencias, en todos los sentidos, es el conocer que desde 1660 a 1813 no existen ar-chivos Civiles que hagan referencia a Valera de Arriba; que falte, así mismo, el libro 5º de De-funciones de nuestro municipio, que compren-día desde el año 1762 al 1820; y, también, que los cinco primeros libros de Bautismos hayan desaparecido, y el primero que se encuentra es, en la actualidad, el libro 6º, que empieza en el año 1825 y termina en 1847.

Si a todo lo expresado anteriormente, suma-mos alguna noticia que nos llega de la vecina Olmeda del Rey (antes Olmeda de las Valeras), sobre incendios y graves sucesos ocasionados en su población durante los años de la guerra de la Independencia; si conocemos que Valera de Arriba se hallaba, al igual que otras poblaciones colindantes o cercanas, entre dos frentes bélicos (Madrid y Levante), y también, en uno de los itinerarios –más o menos importante– conocido como camino de guerra; y que la orografía que presenta el término de Valeria, tanto en lo que se refiere a lo cercano a su casco de población como a lugares concretos más alejados; lo lógi-co es pensar que en Valera de Arriba debieron tener mucha relevancia los acontecimientos su-cedidos durante estos años de la invasión fran-cesa, y que algunos de los quehaceres fuesen nefastos en la vida de nuestros paisanos, sem-brando, sin dudar, inquietudes, dolores y luto. Por esto, quizá, lo de: “En algunas ocasiones, más vale olvidar que recordar”.

Después de 200 años, quizás sea positivo el recoger parte (posiblemente muy poco) de lo acontecido y algo de lo hasta ahora conocido. Creo recordar, por documentación escrita que he alcanzado -siendo la mayoría de ésta de la parte nacional- que en tres o cuatro ocasiones se nombra o se considera a Valera de Arriba como población por la que transitaron tropas francesas o nacionales. También las “guerrillas” (donde participaban hombres, mujeres y hasta niños), debido al asunto ya nombrado de la oro-grafía de la zona, transitarían por este término y ocuparían, en varias ocasiones, el municipio.

Carlos IV

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La sierra, la serranía era el lugar y escondrijo para huir o esconderse de los otros, durante más o menos tiempo, según interesase en cada caso.

Comenzaremos por señalar algunos aconteci-mientos generales y algunos datos relacionados con la historia de España, con la provincia de Cuenca, y con Valeria, durante esos años que rodean o tienen una relación directa con el asunto que tratamos de la invasión Napoleóni-ca. Estos datos nos ayudarán a situarnos mejor en aquella época, no tan lejana en el tiempo, y a comprender algo mejor lo que posterior-mente se detalla.

Por lo que respecta a datos generales de Es-paña, destacaremos los siguientes: Por falleci-miento del rey Carlos III, le sucede Carlos IV en el trono de España, que reinó desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808. En 1789 se inicia la “Revolución france-sa”. Durante los últimos meses de 1807, el ejér-cito Napoleónico comienza su despliegue por la

península Ibérica. El 25 de julio de 1808, José Bonaparte es proclamado Rey de España. En el mes de diciembre de 1808, Napoleón entra en Madrid. Otros acontecimientos de carácter genérico los iremos señalando posteriormente.

Sobre algunos datos interesantes relacionados con Cuenca capital y su provincia concreto: En el año 1762 se construyó el actual Ayun-tamiento de Cuenca, que mucho tuvo qué ver en los años de esta contienda bélica. En el año 1808, el Hospital de Santiago en Cuenca se ha-bilitó como hospital militar durante la guerra de la Independencia. En aquellos años, Ma-drid se comunicaba con Cuenca -pasando por Tarancón-, por una carretera con muchas de-ficiencias, con un recorrido de 30 leguas (una legua equivale a 5572,07 metros), y en el que, haciendo el trayecto en diligencia, transcurrían unas 20 horas. La población de Tarancón, en aquellos años, ascendía a unos 1000 vecinos. El recorrido de la carretera de Tarancón a Cuen-ca –nos indican las relaciones escritas– era muy

Ayuntamiento de Cuenca

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accidentado y dificultoso; junto a la carretera y en algunos de sus tramos se hallaban masas de encinas y pinos. Cuenca capital alcanzaba los 10000 habitantes. Y por último, se concre-ta, sobre este apartado, que en el año 1810 la provincia tenía 294290 habitantes, recordando que, en aquel año, sus límites geográficos eran distintos a los actuales.

¿Qué indicar sobre Valera de Arriba (actual Va-leria) en aquellos tiempos del siglo XVIII y pri-meros del XIX? Destacaremos que desde antes de 1723 hasta el año 1834, los enterramientos se llevaron a cabo en el interior de la iglesia pa-rroquial, sita en la plaza Mayor, y que, junto al Consistorio, constituían el centro religioso y ci-vil de la población. Que en el año 1752 contaba con una población de 150 vecinos (la cifra ve-cinos es bastante variable de unos años a otros; posiblemente se deba esta variación a problemas sanitarios graves o a deficiencias, en algún caso, en cuanto a los datos ofrecidos). Cuando An-

tonio Ponz, en 1789, viaja de Cuenca a Valera de Arriba, escribe: “Continué mi camino a otro lugar, que también se llama Valera… Continué mi camino a Valera, dejando antes, a mano iz-quierda, el lugar de La Melgosa y, a la derecha, el de Tórtola. Parte del camino se pasa entre pinares, que no son muy buenos, pero más lejos se descubren a la izquierda algunos manchones de pinos que, según dicen, son mejores”. El 9 de abril de 1789, Valera de Arriba figura como villa con Justicia, Concejo y Regimiento; per-tenecía a la Casa del Duque de Granada (pues era señorío), contaba con 280 vecinos (destaca esta cifra, por su diferencia, con la ofrecida en el año 1752); y dista 5 leguas de Cuenca capital (distancia más corta que la actual carretera). Su población, en aquellos años, se dedicaba funda-mentalmente a la agricultura, a la ganadería, al transporte de mercancías y a oficios varios. Es curioso el resaltar que, durante los años en los que transcurre la contienda, la Cofradía de la Virgen de la Sey no suspende el nombramien-

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to de sus mayordomos; así, desde el período 1807/1808, en el que aparecen Ulpiano Con-treras y Julián Atienza Cuevas, al igual que du-rante los años siguientes, continúan aparecien-do los nombres de los diferentes mayordomos. En el año 1810 se cifran sus vecinos en 233. El 6 de agosto de 1811, las Cortes Generales del Reino, reunidas en Cádiz, decretaron el fin del régimen señorial; por este motivo, don Francis-co de Borja Idiáquez y Palafox fue el noveno y último Señor de Valera de Arriba; entendién-dose como Señorío jurisdiccional, aquel en el que el respectivo Señor tenía la facultad de administrar justicia y la de percibir impuestos sin poseer la propiedad de la tierra. Pasados los años de la guerra de la Independencia, ya en el año 1826, nos ofrecen unos datos sobre nues-tro municipio: el mismo se halla a una hora y media de camino militar hasta Valera de Aba-jo; se concretan este año: 308 vecinos y 1230

habitantes (cerca de 4 personas, de media, por vecino), con 30 a 40 casas “regulares”; produce: granos, vino, hortalizas, azafrán, cáñamo, etc.; sus habitantes se dedican a la agricultura y a la arriería; se encuentra situada en la calzada de Cuenca a Valencia por las Cabrillas, entre cerros y pinares, y a seis horas y tres cuartos de camino militar hasta Cuenca capital, y en cuyo tránsito no se halla pueblo alguno, y se pasa el pequeño río Moscas por su puente de piedra, y un arroyo de agua salada que se une al río a corta distancia; dista 6 leguas de la capital.

Ante estos datos generales y ante este pano-rama, junto con un croquis de la provincia de Cuenca, con algunas de las comunicaciones y con los límites geográficos en la segunda mitad del siglo XIX, –que algo puede ayudar a la in-terpretación de lo que a continuación se indi-cará–, vamos a iniciar el traslado de datos más concretos relacionados con los escabrosos años de la guerra. Como ya hemos indicado, la ma-yoría de las referencias escritas provienen de da-tos o relatos ofrecidos por la parte nacional, no francesa, por lo que, sus disertaciones son más o menos subjetivas e interesadas; pero es lo que he hallado, y no es mi caso el inventar más.

Más o menos, así nos lo han contado…

Aunque en un principio, la idea era que España se uniera a Francia para contrarrestar el poder inglés; lo cierto es que el final de la contienda contra las tropas napoleónicas fue gracias al ejército inglés, o, por lo menos, esta ayuda favo-reció a que la guerra finalizase antes.

Se cifran en 150000 los soldados franceses que combatieron en España, y en unos 100000 el total de los soldados españoles; pero estas son cifras difíciles de contrastar; lo cierto es que la mayoría de los españoles se inclinaron por su in-dependencia frente al mando francés, a excep-ción de algunas personas, generalmente bien situadas, que recibieron el nombre de “afrance-sados” y que tomaron una posición suave frente a la invasión, adecuándose a las circunstancias.

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Se citan hasta un total de 470 batallas; y esto, con un ejército español, en especial al inicio de la guerra, disperso y mal preparado.Cuando ya de una forma práctica, las tropas napoleónicas se han hecho con el poder y el gobierno de España, es cuando surgen los pri-meros movimientos de no aceptación y de dis-conformidad ante esta situación. Es la fecha del 2 de mayo de 1808, la que figura a modo de bandera, la que inicia esta sublevación y el descontento. Es también, en esta primavera, el momento en el que comienzan a destacarse fi-guras personales que, en poco tiempo, serán las cabecillas de las llamadas, en forma diminutiva, “guerrillas” o pequeñas guerras. Recordemos el caso –por su estrecha relación con nuestra pro-vincia– de Juan Martín Díez (el Empecinado), que, aunque nació en el pueblo de Castrillo de Duero (Burgos), desarrolló sus actividades con-tra los franceses, principalmente, por tierras de las sierras de Guadalajara y Cuenca, muy pro-picias, por su orografía, para su forma de ac-

tuar. El caso de Juan Martín, tiene sus inicios a continuación de haber sido saqueada su casa por las tropas francesas, él y su hermano inicia-ron su combate particular, al que, con el tiem-po, fueron sumándose miles de combatientes. El número de unidades de guerrillas por todo el te-rritorio nacional se cuenta, también, por miles.

Vamos ahora a recordar aquel paso por Vale-ra de Arriba de un gran contingente de tropas francesas. Las insurrecciones que destacaron en un principio, nacieron del pueblo; pero, tam-bién las tropas españolas, en algunos puntos de la península, del 24 al 31 de mayo, se subleva-ron e hicieron frente al ejército francés. Uno de estos casos, fue la sublevación que en dicho mes de 1808 surgió en el Levante español, en con-creto en Valencia. Por este motivo, parte de las tropas francesas asentadas en Madrid, a finales de mayo, iniciaron sus preparativos para reali-zar una marcha a través de Cuenca capital, con el propósito de llegar a Valencia. Al mando del

Calle de Tórtola

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ejército francés se hallaba el general Moncey. Infantería, caballería y artillería componían la expedición. Salió ésta de Madrid el 4 de junio. Sus 7750 infantes, 800 jinetes y 237 artilleros con 16 cañones, avanzaron lentamente por tierras de Madrid y de Cuenca, pasando por Tarancón. Al respecto, hay que referir que el camino, llamémosle “normal”, para trasladarse de Madrid a Valencia no fue el escogido por las tropas francesas. Esta elección se debió a una estrategia militar que, al final, no conseguiría los resultados deseados. La ruta elegida, pues, contaba con una mayor distancia y con más de-ficiencias en su recorrido. Por el puente de San Antón entró Moncey en la capital de Cuenca, el 11 de junio de 1808. Su comportamiento y el de sus tropas, en este caso, fueron adecuados, no interfiriendo en la vida y en las propiedades de los recelosos conquenses. Moncey se hospe-dó en la casa del Conde de Cervera, hasta el día 17 de junio por la tarde, momento en el que reinicia su marcha hacia Valencia por el paso de Contreras. El día 18 pasa por Tórtola, diri-giéndose él con todo su ejército hacia Valverde de Júcar, Buenache de Alarcón y Motilla del Palancar (municipio que alcanzan el día 19). Luego pasarán por Mingranilla… Paso obliga-

do de Tórtola a Valverde, debió ser por Valera de Arriba. Posiblemente, en este mes de junio, los desmanes, destrozos, tropelías, etc. no se ha-brían iniciado en nuestro municipio.

Pero no ocurrió lo mismo, al menos, en la capital de Cuenca. Como ya hemos indicado, las suble-vaciones de las tropas españolas y, en especial, las acciones guerrilleras iban incrementándose rápidamente. Así, durante los meses de junio y julio de 2008, se suceden en Cuenca entradas y salidas tanto de tropas guerrilleras (los Mo-yanos), como españolas y francesas. Es el 13 de julio cuando el general francés Calincourt, pro-cedente de Tarancón, llega a Cuenca. En este caso, las venganzas y los desmanes destrozan vi-das, propiedades y bienes de sus habitantes. No se trata de una guerra entre profesionales, pues la guerra recae también en la población civil, con todas sus desastrosas consecuencias. Había comenzado una guerra sin cuartel, en la que las “guerrillas” tuvieron, en un principio, una gran influencia. Durante toda la contienda bélica se cuentan unas 30 emigraciones de los habitantes de Cuenca capital, así como unos 11 saqueos, incluidos los incendios. Las venganzas, tanto de los unos como de los otros, eran, por desgracia,

Fuente de Tórtola

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norma. La situación para la ocupación francesa se hacía por momentos más difícil, de esto que, en este mes de julio el gobierno francés dictase un bando, en el que en su artículo V estable-cía: “Toda villa o aldea, donde sea asesinado un francés, será incendiada”.

Es muy importante el destacar los cambios de asentamiento o de poder que durante estos años de la invasión se producen en un determinad municipio, bien sea grande o pequeño. Así, se concreta que, hasta en 6 ocasiones, Madrid cambió de autoridad o poder; si esto ocurrió en dicha capital, más fácil sería que sucediese en capitales más pequeñas, como es el caso de Cuenca, y mucho más en los pueblos y las villas, en los que se asentaban o pasaban por períodos de tiempo más cortos, tanto unas tropas como otras, o bien guerrilleros.

Todo esto ocasionaba venganzas y destrozos hu-manos y materiales continuos.

Con el transcurso de los días, la población espa-ñola se va organizando con el fin de combatir a la invasión napoleónica de una manera más formal. Así, al igual que ocurriese en otras capi-tales, el 22 de agosto de 1808 se crea en Cuenca su Junta Suprema de Gobierno.

Ésta, en uno de sus decretos ordena el secuestro de todos los bienes pertenecientes a los france-ses; en otro, se dirige a la población masculina (de los 16 a los 40 años), animándole a alistarse en el ejército español. Como resultado de esta convocatoria, llega a formarse un escuadrón y un regimiento con el nombre de “Cuenca”. También la Junta se dirige a los alcaldes y a los párrocos de los municipios, solicitándoles toda clase de ayuda económica y material. Pero, al poco tiempo, dado ese llegar y volverse a ir re-petidamente tanto de las tropas francesas como de las españolas, en esta ocasión, la Junta se ve obligada a retirarse a la Serranía de Cuenca.

Camino de Cuenca a Murcia y Granada

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Dadas: la situación ocasionada por las insurreccio-nes, la marcha general de los acontecimientos y, también, por la actuación de las guerrillas; el pro-pio Napoleón llegó a Madrid el 4 de diciembre, con el fin de dirigir personalmente las acciones de la guerra. Continuaban las marchas y las contra-marchas de ambos ejércitos, y más en estas zonas intermedias y con una geografía accidentada. En otro apartado, pero muy relacionado con la con-flagración, hay que destacar que los comienzos del invierno que se avecinaba fueron muy duros y extremos en la provincia de Cuenca.

Del 10 al 13 de diciembre llegó a Cuenca el conde del Infantado al mando del ejército es-pañol. Componían la expedición unos 18000 hombres de todas las armas. En esos días, Ta-rancón estaba ocupado por unos 800 soldados franceses, que exigían a sus habitantes y a los de municipios cercanos la entrega de bienes ma-teriales. Creyéndose el Infantado con fuerzas más que suficientes para reducir en su totalidad

a las tropas francesas allí asentadas, ordenó al mariscal de campo Venegas –que se hallaba en Jábaga con una división de vanguardia– que se dirigiese hacia Tarancón para conseguir el ob-jetivo propuesto. Venegas, en la noche del 19 de diciembre, sale hacia Uclés con una fuerza de 7000 hombres. Alcanzan este municipio el día 22, y el 24 (feliz día de Nochebuena), con nieve y granizo, salen del mismo. Venegas pla-nifica la acción a seguir, y divide su ejército en dos columnas: una a las órdenes del brigadier Girón, que irá directamente hacia Tarancón; la otra, al mando del propio Venegas –se dirigirá por un itinerario más al sur–, hacia un punto situado a unos 4 kilómetros al norte de Santa Cruz de la Zarza, y ello con el fin de cortar la retirada a los franceses que huirían en dirección a Ocaña. Sin embargo, la estrategia planteada sólo se cumplió en su primera parte, ocupando las tropas españolas la población de Tarancón; mas no la segunda, pues soldados franceses pu-dieron escapar y llegar a Ocaña, debido a que

Pozo de San Miguel

Hace unos 200 años

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Ricoti

la columna dirigida por Venegas se retrasó y desbandó, dado la meteorología de esos días y lo accidentado que se presentó el terreno. No obstante, la estancia de las tropas españolas en Tarancón duró muy poco tiempo, y pronto la alegría de sus vecinos se transformaría en llan-to, desolación y huida; una huida que tiene mu-cho que ver con acontecimientos subsiguientes y con otra mención a Valera de Arriba, la cual comentaremos más adelante.

Después de estos acontecimientos, el mariscal francés Víctor, de la forma más rápida posible, reunió en Aranjuez un ejército de unos 14000 hombres y 3000 caballos. Su finalidad era con-traatacar cuanto antes a las tropas españolas asentadas en Tarancón. Ya el 8 de enero de 1809 se hallan las tropas francesas en Santa Cruz de la Zarza. Enterado de ello Benegas, solicita del duque del Infantado: o bien que se le sumen más fuerzas del duque, o retirarse él y unirse al resto de las fuerzas. Pero no recibe contestación alguna, y entonces decide el retirarse de Taran-cón y asentarse en Uclés. Sale de Tarancón el 11 de enero y alcanza Uclés en la madrugada del

día siguiente. A las tropas de Venegas se unen las del brigadier Serra –que no se había deci-dido a atacar a las tropas de Víctor, asentadas en Aranjuez–. En total, Benegas reúne a unos 8000 hombres y 1500 caballos. Deja unos 700 caballos y algunos infantes en Tribaldos, y él se sitúa en la fortaleza de Uclés con el resto de las tropas. Mas, las tropas francesas derrotan a las tropas asentadas en Tribaldos, e, igualmente, el 13 de enero de 1809 acaba con casi todo el ejér-cito asentado en Uclés. Sí, los franceses acaban con soldados, pero, también, con la población civil, ocasionando destrozos, incendios, sucesos indecibles y numerosas muertes.

De la contienda anterior, unos 3000 soldados españoles logran escapar, y marchan hacia Ca-rrascosa del Campo, donde se hallaba, en aque-llos momentos, el duque del Infantado con unos 8000 hombres. A continuación, se decide ir en retirada hacia Cuenca, por Horcajada de la To-rre y Cabrejas. Llegan a Cuenca el 14 de enero; al día siguiente, continúan la marcha. La arti-llería coge el camino por Tórtola y Valera, en dirección hacia Almodóvar del Pinar, pero en Tórtola se pierde casi toda la maquinaria. Mien-tras tanto, Víctor llega a Cuenca, y de esto: nue-vas huídas, saqueos, incendios y más destrozos.

Pero sobre lo redactado en los últimos párrafos, en relación con la derrota de las tropas españolas, de su huída y de su paso por Valera de Arriba, considero conveniente el transcribir las siguien-tes líneas, escritas por un testigo presencial. “Por ahora hemos andado estos días corriendo de una parte a otra, y dimanado que el viernes 13 per-dimos en Uclés la primera acción entre la mayor parte de la vanguardia, al mando del general Ve-negas, compuesta de unos 7000 hombres, de los que perdimos casi toda la infantería que excedía de 5000 hombres, que casi todos nos tomaron los franceses prisioneros. En la vanguardia te-níamos pocos hombres y lo mismo sucede en la retaguardia por los muchos enfermos que hay y había con motivo de los grandes hielos, nieves y agua que hemos experimentado. Los franceses eran 16000 hombres; de ellos, 3000 de caballe-

El Empecinado

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ría. De resultas de esta acción, nos retiramos el sábado 14 a Cuenca, y al siguiente día salimos de esta ciudad en dirección a Valera de arriba y baja. Pero fue tan cruel el día de agua muy fría, que, además del perverso camino, había tanto lodazal que no era posible sacar la artillería de él, y no poder andar. Los muchos infelices solda-dos, los cuales nos daban la mayor compasión, lo cierto es que más de la mitad de ellos queda-ron por los pinares, y también lo es que, aunque la artillería y carros de municiones la custodia-ban las mejores tropas, fue tal la furia con la que se echaron los franceses, que la hemos perdido, con bastantes equipajes…”.

También, y por lo que respecta a otros derro-teros menos oficiales, el número de las partidas guerrilleras se multiplican y continúan actuan-do. Es en 1809 cuando a Juan Martín le otorgan el título de capitán. Las dificultades que causan los guerrilleros al ejército y al gobierno francés son tantas que, el 8 de febrero de 1810, el gene-ral Kellerman ordena publicar, desde Vallado-lid, una circular en la que, entre otros asuntos, ordena: “ Considerando que es urgente el poner

un término a los excesos de las guerrillas…, he-mos prescrito… Artículo 1º: La justicia cuidará de colocar en el campanario de cada población una atalaya, que, inmediatamente que descubra una cuadrilla de forajidos o bergantes, tocará a rebato. 2º.- A esta señal se aunarán todos los ha-bitantes como puedan, para repeler las cuadri-llas de salteadores; todas las poblaciones circun-vecinas de una legua en contorno tendrán que acudir. 3º.- Se autoriza a los pueblos para que tengan armas de fuego a razón de una por cada cinco hombres. 4º.- El que no obedeciera será castigado a proporción de su culpa, con una multa aplicada al tesoro público… 8º.- Los pa-rientes en primero y segundo grado de los que andan en las cuadrillas o en el ejército enemigo, serán presos si para cierto tiempo no se presen-tan… 11º.- Previene que se fije esta orden en las puertas de la iglesia principal y de la casa del Concejo, y que se lea en el ofertorio de la misa mayor tres domingos consecutivos”.

Prosiguen las actividades de las guerrillas y de las tropas españolas. Así, el 17 de mayo de 1810, el, ahora, comandante D.- Juan Martín libera de los

Casa de Valeria

Hace unos 200 años

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Ricoti

franceses a D.- Juan Garrido, presbítero de Val-deolivas, a la vez que elogia al destacamento de Infantería de Cuenca, mandado por el teniente coronel D.- Francisco Mercado, y, también, a los pueblos del partido de Huete, que se han distin-guido por su celo y puntualidad con que acudie-ron a guarnecer los puestos avanzados…

El 24 de mayo de 1810, 400 infantes y 90 jine-tes franceses se dirigen de Alcázar de San Juan a Mota del Cuervo, con el fin de imponer y recabar entregas y contribuciones a los habitantes de este municipio. Estuvieron en el mismo durante el transcurso de un día, tiempo en el que se llevaron a cabo atropellos, robos, violaciones y muertes.

Las ocupaciones alternativas a los municipios si-guen sucediéndose. Así, el 28 de mayo de 1810, la división de Pedro Villacampa, con 2300 hom-bres y 5 piezas de artillería, entra en la ciudad de Cuenca, después de que hubiere burlado a las tropas francesas, que se habían adentrado en la sierra hasta el lugar de Valdemorillo (del partido de Cañete), con el fin de envolverle y derrotarle.

Otro nuevo ejemplo de invasión de Cuenca ca-pital ocurre el 17 de junio de 1810, cuando el general francés Lucote entra en la misma. Ocu-

rren nuevas huídas a los montes y las cuevas, y nuevos destrozos, saqueos, robos e incendios. En la plaza mayor queman tres casas y parte del Ayuntamiento; entran y destrozan la catedral, levantan cadáveres en busca de bienes, etc. Es-tas invasiones y salidas se fueron repitiendo.

El Empecinado se asienta fundamentalmente en las sierras de Cuenca y Guadalajara. El 23 de febrero de 1811 cuenta en Priego con 1400 infantes (voluntarios de Madrid y Guadalajara) y 60 caballos. En aquellos momentos, en Gas-cueña se hallan los franceses, que en este día deciden atacar al Empecinado, pero, al poco, tienen que retroceder por la defensa que in-terponen los guerrilleros. Al día siguiente los franceses asentados en Gascueña y Valdeolivas cuentan con un total de 3000 hombres y 700 caballos. Juan Martín envía 400 hombres y la caballería a Villar de Domingo García. Una pequeña columna francesa se dirige desde Gas-cueña a Villar de Domingo García, al tiempo que todo el resto del ejército francés se encami-na hacia Villaconejos de Trabaque. Vista la es-trategia francesa por el Empecinado, éste deci-de retirarse en dirección a Priego y, desde aquí, a Cañizares. Después de los combates, unos 200 heridos franceses son trasladados a Valdeolivas

La carga de los mamelucos. F. de Goya

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el 25 de febrero. Al día siguiente, las tropas fran-cesas salen de Priego, dirigiéndose a Gascueña por Villaconejos de Trabaque.

En el mes de marzo de 1811, los franceses han trazado a modo de una cadena de puestos que va desde Molina de Aragón hasta Tarancón, pasando por Jadraque, Brihuega, Guadalajara, Huete y Vellisca. Huete había sido saqueado en las últimas fechas.

El 2 de abril de 1811 las tropas del Empecina-do siguen a las nacionales de Villacampa con el fin de situarse ambos en los alrededores de Cuenca, dado que les han llegado noticias de que las tropas francesas de Tarancón piensan de nuevo alcanzar la capital.

El 8 de abril, tropas francesas acantonadas en Molina de Aragón, en número de 2000 hom-bres, llegan a Beteta, al parecer con el objetivo de partir hacia Cuenca; pero, las crónicas indi-can que, al día siguiente, continúan en Beteta.

El 11 de abril (día de Jueves Santo), los vecinos de Valdeolivas se hallan en la iglesia escuchan-do el sermón del mandato. En ese momento se vieron sorprendidos por una columna de caba-llería e infantería francesa, que aprehendió a 80 soldados –voluntarios de Madrid– dentro de la iglesia, y a otros 140 fuera de la misma. Hechos prisioneros fueron llevados a Tarancón, con su capitán Bustamante. Al tiempo, fueron saquea-das varias casas de Valdeolivas.

Las venganzas y los desmanes continúan por todos los lugares. Así, en la ciudad de Cuenca ocurre un nuevo saqueo cuando entra, el 22 de abril de 1811, el general francés Lahoussaie. Hasta los libros de las iglesias son utilizados para calentarse.

Son tantas las locuras y las atrocidades que se comenten, bien por los franceses como por los nacionales, que el 22 de julio de 1811, el Prefec-to de Cuenca (L. Saiz), desde Tarancón, dirige un oficio a algunos pueblos de esta provincia. En

el mismo, dice: “He mandado, repetidas veces a los pueblos, que me avisen inmediatamente que entre en ellos alguna partida o tropa española. Unos han obedecido mis órdenes, y otros no las han cumplido, a pesar de las penas que en gene-ral he impuesto a los que, olvidando sus deberes, contravienen a ellas. El Señor General Gober-nador se ha indignado al observar semejante conducta, y me ha mandado decir a los pueblos, por última vez, que si alguno, desgraciadamen-te, continúa en el criminal abandono de sus más sagrados deberes, será inmediatamente incen-diado, sus habitantes pasados a cuchillo, y todo reducido al horrible estado de la nada… Avíse-me Ud., con la mayor reserva, al acercarse a ese pueblo alguna partida o tropa española…”.

Con fecha 25 de julio, a los tres días del oficio anterior, D.- Antonio Pérez del Castillo, desde el Puente de Gigüela –entre Villamayor y Hor-cajo de Santiago–, responde a dicho oficio, en-tre otras frases, con las siguientes: “…Si en lo sucesivo vuelvo a encontrar otro que se atreva a conducir alguna de sus órdenes, inmediatamen-te se ejecutará la pena que le imponen todas nuestras leyes… El menor exceso que cometan sus tropas (las francesas) será recompensado, usando represalias con los infelices prisioneros que tenemos en nuestro poder…”.

El 4 de agosto, una columna móvil de Villanue-va de los Infantes, integrada por 350 hombres, 110 caballos, con un cañón y un obús, al man-do del barón Kruse, atraviesa municipios de La Mancha hasta llegar ese día a Villarrobledo. En éste exigen la entrega de 100 carros con 10 costales cada uno. Al día siguiente llegan a la villa de San Clemente, a las aldeas de ésta y a Minaya, imponiendo la entrega de más carros y grano. El día 6 regresan a Villarrobledo.

Mientras, todo tipo de ayuda es ofrecida por la ciudadanía para la causa de la guerra con-tra los franceses. Un ejemplo de esto es el caso de la Junta de Gobierno de la villa de Moya, que confecciona vestuario para 60 soldados del Regimiento de Caballería de Cuenca, pertene-

Hace unos 200 años

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Ricoti

ciente a la tercera división del Segundo Ejérci-to, y lo entrega el 15 de agosto de 1811.

Como ya hemos indicado, las marchas y contra-marchas continúan durante toda la contienda. En septiembre de 1811, el Empecinado cuenta con unos 3000 hombres, muchos de ellos natura-les de esta provincia. Desarrolla sus actividades, principalmente y en estos momentos, por tierras de la Serranía conquense. Al mismo tiempo, el Comandante General del Ejército Español Luis Bassecourt, al mando en aquellos momentos del Segundo Ejército, se dirige a Cuenca con el obje-tivo de reforzar sus plazas. Mas, a los pocos días, el 29 de septiembre, se establece en Cuenca el ge-neral francés D´Armagnag con el destacamento de Tarancón. El mismo estableció su gobierno en la capital, donde permaneció hasta agosto de 1812. Después se retiró de nuevo a Tarancón. A los dos meses, el 29 de noviembre de 1811 entró, una vez más, el ejército francés en Cuenca.

Es el 19 de marzo de 1812 cuando se promulga la primera Constitución Española.

El 9 de mayo de 1812 la división del Empecinado irrumpe de forma violenta en la capital de Cuen-ca, y obliga a la guarnición francesa a encerrarse en un fuerte. Parte de esta guarnición logra eva-dirse durante la noche; el resto, una compañía de zapadores es hecha prisionera. También, en una de las calles de la ciudad se acaba con la vida del barón Nardón, familiar del rey José. Al día siguiente, al enterarse el Empecinado de que llegan refuerzos bonapartistas, su división sale de la ciudad y se encamina hacia la Serranía, en dirección al municipio alcarreño de Cifuentes.El 26 de julio de 1812 sale de la capital el grueso de las tropas francesas, al tiempo que el ejército español comienza a asediar la ciudad.

El 12 de agosto de 1812, Wellington entra en Madrid.

A finales de este mismo mes de agosto, el Em-pecinado y el batallón de Cazadores de Cuen-ca entran en la capital y alcanzan los arcos del

Ayuntamiento, donde se encuentran parapeta-dos los soldados franceses.El 11 de septiembre se constituye en Cuenca el nuevo Ayuntamiento democrático.

El 21de septiembre, el ahora Comandante Ge-neral de Cuenca, D.- Juan Martín, desde esta capital, se dirige a sus compañeros de armas con las siguientes palabras: “La parte sana de la nación admira vuestro patriotismo, constancia y valor; nuestros fieles cuanto generosos aliados os dan pruebas de su amistad y gratitud; hasta la virtuosa reina de Portugal y del Brasil doña Carlota Joaquina de Borbón, Infanta de las Es-pañas, y hermana de nuestro adorado Rey Fer-nando, os colma de honores desde su corte de Río de Janeiro…”.

El 20 de octubre de 1812, los franceses llegan otra vez a Cuenca, en esta ocasión con José Bonaparte, que huye en dirección a Valencia. Por este motivo se ocasiona un nuevo saqueo. A los pocos días, el 26, abandonan la ciudad. En 1813 José Bonaparte retorna a Francia, para después huir a los Estados Unidos.

El 10 de febrero de 1813, desde Buenache de Alarcón, el general francés R. Dignon envía un oficio a la Alcaldía de Cuenca. Ésta recibe el oficio al día siguiente, y en el mismo se concreta que el día 12 sus tropas llegarán a la ciudad. Es muy seguro que, durante su recorrido, de nue-vo, los franceses pasasen por Valera de Arriba. La ocupación de Cuenca duró, esta vez, dos semanas, hasta el 26 de febrero. Ésta sería la última invasión francesa a la capital.

El Tribunal Eclesiástico y Obispado de Cuenca, a la primera noticia que tuvo, por la gaceta ex-traordinaria del 12 de mayo, del Real Decreto de S. M., que Dios guarde, el Sr. D.- Fernan-do VII, hecho en Valencia a 4 del mismo, y de hallarse colocado en el trono, por que tanto suspiraba la nación, se apresuró a dar gracias a Dios Todopoderoso por tan feliz y dichoso acontecimiento; y a este fin dispuso que, en la mañana del 17 de mayo de 1814, se celebrase

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una solemne misa, y cantase un Te Deum con el Señor Sacramentado en la iglesia del oratorio de S. Felipe Neri.

Después de que se recibiese en la capital la plausible noticia del tránsito de S.M. el Sr. D.- Fernando VII por algunos pueblos de esta pro-vincia, el Cabildo Catedral de esta Santa Iglesia diputó a cuatro de sus individuos capitulares, para que, tomando la representación, felici-tasen a S.M. Esta comisión, el 11 de junio de 1814, tuvo el honor de besar la mano de su Real Majestad en El Pedernoso.

En abril de 1814 abdica Napoleón. Y el 18 de junio de 1815, con la batalla de Waterloo (Bél-gica), se da fin al imperio Napoleónico.

Fernando VII reinó en España desde 1814 has-ta el 29 de septiembre de 1833 – día de su falle-cimiento–. Fue en la fecha –ya indicada– del 4 de mayo de 1814 cuando firma la abolición de la Constitución.

Consideraciones finales…

Después de todo lo relatado, después de todo lo conocido y desconocido relacionado con estos años de desmanes y de muertes, de un sin vivir

continuo; de encontrarse Valera de Arriba si-tuada en un paso militar frecuentado, de tener este municipio y su término una orografía pro-pensa a la lucha de guerrillas; no es difícil aven-turar una serie de desgracias, más bien graves, ocurridas durante estos años en la población de nuestros paisanos, bastante cercanos. Muchas preguntas quedan sin resolver, posible-mente todas. ¿Qué sucesos graves ocurrieron en nuestro municipio en estos años de la Guerra de la Independencia? ¿Qué pasó en concreto? ¿Cuán-tas pérdidas humanas de Valera sucedieron en el mismo pueblo y fuera de él? Son preguntas que quedan en el aire y también en la mente.

Posiblemente, nada más o poco más alcanzare-mos conocer sobre este apartado de la historia de Valera de Arriba. La memoria humana es, gene-ralmente, muy olvidadiza. La memoria seleccio-na y olvida, tiene esa capacidad, esa potencia.

Y todo ello, cuando sólo unos 200 años nos se-paran de aquellos otros aciagos años, cuando sólo unas seis generaciones han transcurrido desde entonces. Fueron los abuelos de nuestros abuelos, no lo olvidemos, aquellas personas que vieron, vivieron y sufrieron estos desagradables acontecimientos que la historia, de cuando en cuando y por desgracia, nos deja caer.

Hace unos 200 años

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Ricoti

José Cornide y Saavedra nació en La Coruña, el 25 de abril de 1734 y falleció en Madrid, el 22 de febrero de 1803. A los veintiún años in-gresó en la Real Academia de la Historia, y des-empeñó diversos cargos, algunos relacionados con su experiencia viajera, como el de Vocal de la Junta de Caminos del Reino. Tuvo excelentes relaciones con las más brillantes personalidades de la Ilustración española, como fueron el pa-dre Enrique Flórez, el geógrafo Tomás López, o Gregorio Mayans. Así pues, Cornide fue un destacado estudioso de la Antigüedad y un gran viajero, que dejó numerosas narraciones y dia-rios de los viajes que hizo y que en su mayor parte fueron donados a la Real Academia.

Buen observador, recogía simultáneamente los intereses del geógrafo y del historiador, siguien-do una tradición bien arraigada en su genera-ción, añadiendo a sus aficiones literarias el gé-nero de moda que eran los relatos de viajes. El viaje por la zona de Cuenca y Guadalajara se debe, según confiesa él mismo en una carta, a una obligación que le fue impuesta por la Aca-demia, en sesión del 25 de abril de 1794. En la misma, dice al ministro Francisco Saavedra: ‘…y a mí me tocó en suerte la Celtiberia, cuya región tuve que recorrer para desempeñar con el debido conocimien-to el encargo que me confió la Academia de levantar el plano y copiar las inscripciones y monumentos de Cabeza del Griego’.

El viaje a Valeria de José Cornide.

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El viaje a Valeria de José Cornide

En el verano de 1797 Cornide estaba prepara-do para uno de los viajes más largos de su ca-rrera. Lo planificó minuciosamente enviando cartas a algunas de las personas a las que quería visitar, acopiando numerosa documentación so-bre las antigüedades de los sitios a recorrer y de cuantiosas notas sobre la población, industria y agricultura de los lugares de paso.Redactó el diario a modo de cartas, que dirigió a su amigo y contertulio José López de la Torre Ayllón y Gallo, quién las recibió periódicamen-te desde las diferentes etapas del camino con in-dicación expresa de que las guardara. Con ello no sólo pretendía usar este género como forma de construir su diario, sino que quería que en Madrid se hablara de sus andanzas, y al mismo tiempo saber lo que acontecía en la Corte.El viaje que nos interesa comenzó en agosto de 1797, dirigiéndose desde Madrid por el Camino Real hacia Saelices. Allí se le incorporó un anti-guo guía que lo había acompañado en sus viajes por la Alcarria conquense, al respecto dice que

‘el anticuario moscón jornalero manchego que por todos bienes tiene una burra paridera, antigua socia de nues-tras expediciones celtibéricas’. El día 22 continúo por Montalbo, El Hito, Zafra de Záncara, Vi-llar de Cañas y Cervera, donde se apartó del ca-mino Real para dirigirse a las ruinas de Valeria por Olivares y Albaladejo. Los restos romanos de Valeria eran sobradamente conocidos por los escritos de Enrique Flórez, Andrés Marcos Burriel y el viaje de Antonio Ponz. En Valeria redactó el coruñés la etapa durante la noche del martes 22 de agosto de 1797 y en la mañana del 23 inspeccionó las ruinas y las antigüedades conservadas en la iglesia local; su informe, in-completo y pobre, estaba muy lejos de la exten-sa crónica de Ponz y aún más de los escritos de Burriel, por lo que su utilidad es muy relativa. A ese escaso valor contribuyó sin duda el que Cornide visitara las ruinas y la población actual entre las 5 y las 8:30 de la mañana del día 23, antes de continuar su viaje por Solera de Ga-baldón hacia Almodóvar del Pinar para llegar

José Cornide pasó junto a la fuente Navarro

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Ricoti

a Campillo de Altobuey. Para coger el Camino Real nuevamente y llegar a Utiel.

El relato de Cornide dice así:

‘Entre Villaverde y Albaladejo me había depa-rado Dios otro ángel como a Tobías; el mío se llama el señor Bernabé Pérez, vecino de Valera, con quién después de haberme informado de esta circunstancia trabé conversación y supe que venía de consultar un derecho con un abogado que vive en La Hinojosa y que volvía muy desconsolado porque no le había hallado en casa, circunstan-cia de que yo me aproveché para darle algún pa-recer, mas no cual lo haría nuestro socio del Dr. González;, pero lo fue bastante para calzarme a mi coevo y determinarme a continuar en su com-pañía desde Albaladejo a Valera, que dista una buena legua, la que anduvimos de noche y por un pésimo camino que me ocupó hasta las 8 ½, que di fondo en la casa de un hijo del señor Bernabé, que ya estaba recogido como todo el pueblo por-

que en Valera, que conserva las loables costum-bres de los sobrios celtíberos, cuidan los alcaldes que todo el pueblo se recoja con las gallinas; no obstante, cuando yo estaba tratando de acomo-dar a mi hato, pasó una rondalla de mozallones por la calle, cantando y tocando un discandallo, porque a veces los jueces prudentes… no quieren tirar tanto la cuerda que quiebre.En fin, gracias a mi conductor y a una huera muy aseada y modesta que tiene, tuve cama y el avío necesario para tomar una jícara de chocola-te y, con este refuercillo, me dispuse a dormir y emprender por la mañana el reconocimiento del antiguo pueblo, que está contiguo al moderno, y aquí se queda la carta hasta el 23, que seguiré en Campillo de Alto Buey.Esta mañana a las cinco subimos el Bernabé, su hijo, mi currículo, que con el auxilio de Moscón va haciendo progresos en esto de antigüedades, y reconocí toda la forma de la antigua Valeria como la descubrió el Padre Flórez que, en el tomo de la iglesia de Cuenca, trae el plano de esta sede

Por este lugar atravesó Cornide el río Zahorra

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incorporada en aquélla creo en el siglo 12; bajé a la villa, reconocí sus calles y entré en su iglesia y aún hallé las inscripciones que copiaron aquel reverendísimo y otros y sólo dos o tres mutiladas de que saqué lo que pude leer. Vi varias basas y capitales de columnas corintias a las puertas de la casa del señor del pueblo, que es el Duque de Granada por la familia de Alarcón de quien des-ciende, y en otras puertas y muros y dos pedazos de troncos, el uno liso y el otro estriado, lo que me hizo juzgar hubo dos edificios distintos adornados con este rico orden.La iglesia no es antigua y tiene una hermosa portadita en la puerta del costado, creo de pi-lastras dóricas, con la fortaleza y la templanza en las enjutas de los arcos de medio cuerpo y en gran relieve, y en el tímpano un medallón de la Virgen dando de mamar al niño Dios, todo del estilo de Ber ruguete.Dentro sólo tienen al lado del altar mayor un sepulcro con un cuerpo armado y tendido, con manto capitular, que debe ser del Orden de San Juan porque don Juan de Alarcón, a quien repre-senta, dice el ´rotulo que está encima del nicho que fue hijo del señor Alarcón, comendador del Viso y bailaje de Lora, y que su madre fue Dª Juana de Nápoles, nieta de Don Juan el 2º, rey de Aragón, y que murió en 1582. El cuerpo es de buen mármol blanco; aunque no tiene mucho relieve, está bien acabado.En un poste de la iglesia hay otro rótulo de otro Don Juan Ruiz de Alarcón, señor de Valera, más antiguo.El altar mayor es de los tiempos de Felipe 2º, de varios cuerpos de pilastras sin mérito, y tiene va-rias pinturas que, como están llenas de polvo, no se conoce bien si gozan alguno; pero si me pareció que lo tenían los de dos capillas colaterales que parece pertenecen al señor del lugar, que las habrá mandado hacer por algún pintor de mérito.Concluidos estos reconocimientos, recogidas dos monedas de cobre que no son malejas, pues nadie quiso mostrarme las que sospecho tienen, despe-dido del señor Bernabé que me encargó mucho le enviase relación de las fiestas de Valencia, lo que haré, salí a las 81/2 de la mañana a comer a Almodóvar del Pinar; a las dos leguas se halla

Chumillas, pueblecito pequeño situado en una alturita redonda que domina unas buenas vegas; esta situación me hizo pensar si habría sido algún lugarito romano, pues está situado según el genio de aquella nación y sobre el camino que debía haber del reino de Valencia a Valeria; en Sumillas hay junto a la iglesia una torre cuadrada exenta, que pudo ser atalaya en tiempo de moros; Chumi-llas es, sin duda, corrupción de Sumillas, porque está en una altura como llevo dicho; el camino de Valeria a este pueblo, aunque en la primera media legua algo pedregoso, luego sigue llano y bueno; va por tierras de labor y, a derecha e izquierda en una distancia del camino, hay cerros cubiertos de pinos claros; estos árboles se presentan, más o menos, desde que se pasa el Júcar’.

Notas epígrafes

El viaje a Valeria de José Cornide

Ricoti

Raúl Torres (Cronista de Cuenca, de la Real Academia Conquense de Artes y Letras)La Gran Valeria: que así la llamó el cronista conquense de entonces: (ya se van a cumplir 50 años) Luis Martínez Kleiser, el enconquensado, y que fuera prologado por Don Ángel González Palen-cia, otro enamorado de nuestra ciudad y provincia.Y es que Valeria forma parte del destino de la Humanidad desde que fuera fundada y bien hadada y hallada por tantos contribuyentes a su historia natural y mágica.Esa Gran Valeria siempre recordada- quiero decir a lo largo de su eternidad.Por cierto asegura nuestro Kleiser que no está “aquí” el aliento de Hernando de Alarcón, sino el de su hijo que murió 42 años más tarde, y si se conservó la espada del Rey francés Francisco y así consta en el archivo parroquial, que dice textualmente:

“Cuatro espadas ricas, las dos anchas,

y la una del señorAlarcón y otra del Rey Francisco deFrancia cuando

Lo traxo presso”.

La Gran Valeria

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La Gran Valeria

Pero la historia pasa y permanece su huella. Aquellos romanos de entonces se han perpetuado y cada año visten las ropas de sus tatarabuelos y dicen palabras que resuenan más allá del Río Gritos.Al atardecer valeriense los montículos en los campos labrados brillan llamando la atención sobre el tesoro, el vestigio, el afloramiento de lo que tal vez fuera prerromano, romano, árabe…En la muralla, sus restos, ciclópea, entre los “barros saguntinos”- según Kleiser – los ladrillos ro-manos el verano pone la nota de color, de amor, de recuerdos impregnando la fiesta entre versos y platos de una rica gastronomía.

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La necesidad de mantener el Imperio está en el origen del proyecto augusteo de inserción de las provincias en la romanidad, potenciando la municipalización y usando a la oligarquía in-dígena para gestionar y activar la economía en beneficio de Roma. Para ello, los magistrados locales, correa de transmisión de los intereses imperiales, van a dirigir la explotación del te-rritorio desde la ciudad, el nuevo y potenciado centro político y administrativo.Por otra parte, el pueblo romano estaba acos-tumbrado, en palabras de Tácito, a vivir de la explotación de las provincias, generando así un importante movimiento comercial que alcanzó su máxima expresión en la annona. Al mismo tiempo, se instauró un nuevo sistema imposi-tivo que hizo necesaria la transformación del producto en dinero, obteniendo excedentes y concurriendo al mercado.Este sistema reforzará a la urbe como centro comercial, a la clase dominante que obtendrá ingentes beneficios, y al viario que esta elite

potenciará con el fin de poder obtener grandes recursos económicos. La red viaria ocupará así todo el mundo romanizado esforzándose todas las ciudades en comunicarse con una vía prin-cipal y las villae, vici, pagi etc. con sus respecti-vas ciudadesEsta clase, riquísima, interesada en el buen funcionamiento de un viario que les reporta grandes beneficios y prestigio social, ha dejado abundantes testimonios de sus intereses. Sabe-mos de la reparación de un tramo de vía entre Castulo y Sisapo, por parte de un procurador que la necesitaba para sus exportaciones pero que una inundación había deteriorado.Más cercano nos resulta el caso de “Peña Es-crita”, en la conquense Alcantud. Una inscrip-ción de época augustea nos informa de la re-paración o construcción de doce kilómetros de vía pública con 100.000 sestercios ganados a las rentas del dinero (ex redito pecuniae) donado por el ercavicense Iulius Celsus a su res pública. Según Alföldy, si contamos con un rédito anual

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del 5% que es lo aceptado como habitual, el legado de este ercavicense tuvo que sobrepasar el millón, es decir, una riqueza senatorial. Per-sonajes similares en nuestra zona conocemos varios, como el caso de los Octavii segobrigen-ses, o los Atalii ercavicenses.No sólo los productos objetos de comercio eran de gran rentabilidad, sino que el comercio en sí mismo era muy lucrativo. Prueba de ello es la renovación hecha por Augusto de la prohibi-ción de comerciar que establecía el plebiscito de Claudio del 218 a. de C. para los senadores.Pero, aparte del comercio a pequeña escala dentro de los territoria respectivos, ¿había pro-ductos para generar un comercio exterior que imbricara al viario valeriense en una estructu-ra más amplia?Para Criado de Val, “la Meseta es pobre, y con toda probabilidad lo ha sido siempre en mayor o me-nor grado… Lo que verdaderamente ha justificado y justifica todavía el evidente predominio regional de Castilla-La Nueva es su posición central, estratégica

en la Península, que la convierte en eje de todos sus caminos y paso obligado de sus invasores.”. Esta opinión es igualmente transmitida por las fuentes clásicas. “…así me parece que los que han contado más de mil ciudades en Iberia, lo han he-cho por haber dado el nombre de ciudades a aldeas grandes, pues la naturaleza del país no es apta para dar vida a un gran número de ciudades, siendo como es sumamente mísera, de una situación ex-céntrica y de un aspecto inculto…”. De esta situa-ción de miseria, excluye Estrabon a las ciudades costeras. Al hablar de la Turdetania dice que no todas las regiones de Iberia son a la vez tan fértiles y ricas, lo que nos deja la duda sobre la posibilidad de que, aún no llegando a la riqueza de otras zonas, si que hubiera un cierto aprove-chamiento minero.En lo que parece haber habido unanimidad es en el reconocimiento de la ganadería como la riqueza por antonomasia de la Meseta durante la antigüedad. Para Schulten, basándose en los textos clásicos, la principal riqueza fue la cría

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de ovejas. Al margen de las muy conocidas citas sobre los pagos a Roma con sagum y otras simi-lares, ya Avieno en su Ora Marítima refiere que “Ad qua recedit ab salo tellus procul, dumosa late terga regio porrigit. Berybraces illic, gens agrestis et ferox, pecorum frecuentis Inter. Errabant greges”. Diodoro también menciona la importancia de la carne en la alimentación de los pueblos del interior peninsular.Pérez Casas achaca la función de custodia del ganado a unos supuestos recintos colectivos de Fosos de Bayona (Villas Viejas), la antigua Con-trebia Carbica, si bien esta interpretación no está del todo clara. Varrón cita aspectos que nos sugieren la existencia de trashumancia, aun-que para otros sería transtermancia. Siendo para muchos este supuesto movimiento pen-dular de ida y venida de los pastos de invierno, acaecido en época imperial romana, el origen último de las cañadas ganaderas. Para Ibáñez González, la trashumancia dispuso de una red de caminos de miles de kilómetros, con complejas infraestructuras tanto para deli-mitación del propio viario como para la aten-ción necesaria a la cabaña. Esta ordenación sólo pudo ser debida, según él, a una estructura polí-tica compleja, con una amplia y desarrollada le-

gislación y todo ello dentro de un marco de fuer-te demanda de lana para hacer funcionar una industria textil muy desarrollada. Diodoro refe-ría como los indígenas del interior vestían con largos sayos de lana negra, referencia que refleja la admiración ante la calidad de la misma.Esta riqueza ganadera tiene su razón de ser en las características físicas del territorio, y ha sido constatada arqueológicamente por la gran abundancia no sólo de restos óseos, sino de pesas de telar, fusayolas y otros elementos que nos hablan de un gran volumen de trans-formación de la lana, aún teniendo en cuen-ta que estos útiles pudieron haber sido usados también para trabajar con fibras vegetales. En el cercano yacimiento de El Castillejo, en La Parra de las Vegas, y con una cronología de la Edad del Bronce, aparecen restos de ovicápri-dos, y ganado vacuno y porcino.Incluso debió existir un considerable volumen de excedente que posibilitó el comercio. A esto apunta, para época romana, un pecio apare-cido en la bahía gaditana, cargado con ánfo-ras de tipo “púnico” llenas de restos de óvidos. Recipientes parecidos han sido hallados en las costas sardas, lo que prácticamente confirma que la carne hispana en salazón era objeto de

Decoración arquitectónica de Valeria

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exportación, lo que no es de extrañar si tene-mos en cuenta que Voltumnio manifestaba, en época de Varrón, que se hacía llevar desde Lu-sitania carne de cerdo salada. La aparición en un poblado celtibérico del sur de Guadalajara de gran cantidad de huesos apilados en un orden que sugería el almace-namiento de piezas cárnicas, llevó a calcular en cinco mil los kilos de carne almacenada, sin contar que pudo haber embutidos, cecinas y otras formas carentes de huesos, y que por tan-to no han dejado rastro. Semejante cantidad de carne en un hábitat de escasos habitantes, sólo puede surgir de una especialización en la producción y con fines comerciales.Entre los productos del campo es tópico citar los cereales, que en nuestra zona se explotaron al menos desde el Bronce. Tenemos evidencia de esta actividad por los molinos de mano apa-recidos, o los dientes de hoz como los de La Hi-nojosa, con el característico lustre del cereal. Es el caso de los poblados de “El Recuenco” en Cervera del Llano, con restos de trigo común y cebada o de “El Castillejo” en La Parra de las Vegas donde ha quedado atestiguada la utiliza-ción tanto de cereales como de bellotas. Este cultivo también ha sido confirmado por los

estudios polínicos, que han aportado además la evidencia del uso de otras plantas, como es el caso del lino. En asentamientos del Hierro II, queda atestiguado el uso del trigo, por la abun-dancia de los molinos de mano, que aún pu-diendo haber sido usados para fabricar harina con otros productos como es la bellota, lo habi-tual debió ser el cereal. Las fuentes de la anti-güedad aluden continuamente a la importancia de la bellota en la dieta de los indígenas.También fue habitual el uso de cereales fer-mentados para la elaboración de bebidas. En lugares como la Fuente de la Mota (Barchín del Hoyo), han aparecido montones de trigo tos-tado posiblemente con esta finalidad. En este mismo lugar, los análisis polínicos han desvela-do el uso de Triticum Dicoccum (escanda), Triticum Aestivum / Compactum (trigo común / compacto), Vicia Ervilia (yero), y Lathyrus Sativus (almorta), productos todos ellos cultivados en la zona has-ta hace pocas décadas.En el Pico de la Muela, a tres kilómetros esca-sos de Valeria, se dan también el trigo común / compacto, la escanda, y el Hordeum Vulgare (cebada). Es de pensar que de estos productos también pudo haber un excedente, no a nivel zonal sino general, sólo así se puede entender

Molino de mano. Museo de Cuenca

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la imposición a los pueblos de la Meseta por parte de Graco, en el 171 a. de C., de un im-puesto que se apropiaba del 5 % de la cosecha de grano. Según Cubero, para el Hierro, un hombre con una yunta y labraba 0’2 hectáreas durante un día.Si es así en los años anteriores a la romaniza-ción, en época romana, con un trabajo más especializado y una mayor necesidad de pro-ducir excedentes, es de imaginar la existencia de un patriciado urbano formado por élites riquísimas, como el ercavicense Iulius Celsius, que presuponen la existencia de latifundios cerealistas y de amplios estratos inferiores de trabajadores. Y con todo ello, una producción más elevada de lo que imaginamos y un viario supeditado a ella.La constatación arqueológica de la explotación cerealista hispanorromana en el entorno vale-riense, la tenemos en la conocida como “Casa de Adobes”, de la propia ciudad de Valeria. Construida al Noroeste del foro, sobre estruc-turas altoimperiales, un incendio repentino y devastador a comienzos del siglo IV motivó su precipitado abandono, dejando en su interior todo cuanto contenía. Lo que fue una desgracia para sus habitantes es una suerte para la inves-tigación, pues muestra perfectamente el modus

vivendi de una familia media de la época. Entre cantidad de productos y utillaje, aparecieron los restos de un serón con trigo, carbonizado por los efectos del incendio. Sin embargo, ni la cli-matología ni la orografía favorecen este cultivo en el entorno más próximo a la ciudad, por lo que lo más probable es que por las vías radiales llegaran a Valeria cereales procedentes del Sur del territorio, para abastecerla y ser redistribui-dos al resto a través de la urbe.Esta situación, de escasez de cereal en el entor-no más próximo, aunque no en zonas más ale-jadas, se prolongará en el tiempo, por lo que en la Edad Media y Moderna el concejo con-quense, heredero de la curia valeriense, generó gran cantidad de documentación prohibiendo reiteradamente la salida de granos de la Tie-rra de Cuenca, ante el desabastecimiento de la zona por la carestía de este producto. No será hasta finales del siglo XVIII, y siempre que no haya problemas de tipo bélico, climatológico y epidemiológico, cuando comenzará a haber un ligero excedente. Así, según cita Larruga en sus “Memorias políticas y económicas”, en 1800 se recogían en Cuenca 1.600.000 fanegas de trigo, consu-miéndose 1.300.000. No obstante, hemos de tener en cuenta que entra aquí la parte de la

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producción de toda la Mancha conquense y el norte de toda la provincia de Albacete, zonas que disparan la producción pero que en época romana no estaban incluidas en su totalidad dentro del territorio valeriense. El cereal usa-ría por tanto las vías secundarias, no la princi-pal, pues su función sería el abastecimiento de Valeria, no la exportación.En la misma “Casa de Adobes” citada an-teriormente, aparecieron varias vasijas con miel. Diodoro destaca su uso y la abundante producción del interior peninsular. Esta sus-tancia, con un mayor valor añadido, y pa-rece ser que muy apreciada en Roma; sí era susceptible de ser exportada dado su menor coste de transporte, y de seguir por tanto las

vías de largo recorrido en dirección a la cos-ta, en concreto a Carthago Nova. Su utiliza-ción en época romana era muy superior a la actual, y no sólo como edulcorante, sino también como conservante, en la fabrica-ción de determinadas colas e, incluso, para embalsamar.Según Roldán Hervás “…la cerámica ibérica que aparece en Italia, sur de Galia y norte de Áfri-ca, más bien que salazones, por su tamaño deben contener miel”. En efecto, también las formas cerámicas apuntan en ese sentido. Todavía en el siglo XVIII hay conflictos de intereses entre los habitantes de la zona y los colmene-ros valencianos que la explotaban y aún hoy siguen explotándola.

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El esparto, muy usado hasta épocas muy re-cientes, procedía del entorno, no habiendo por tanto necesidad de importarlo. No es este el caso del vino o del aceite que, siendo la zona prácticamente nula en su producción, debió importarse de la Mancha el primero y de la Alcarria el segundo, ambos siguiendo la vía principal objeto de este trabajo. Otros productos de la zona que debieron justificar la existencia de nuestras vías de comunica-ción son los del monte, plantas medicinales, madera, resina y otros. Esta última, aunque poco citada en los textos era fundamental para fabricar, entre otras cosas, toneles. Y de todos estos productos había además exceden-tes teniendo además un alto valor añadido, exceptuando la madera.El mismo Larruga, en la obra citada anterior-mente, nos dice lo que se exportaba en 1780: Miel (el consumo interior sólo llegaba al 50%), cera, aguarrás, aceite de enebro, pez negra, pez griega, trementina, resina etc; lo cual nos indica las producciones en una economía tradicional. Pero en productos del monte es probable que fuese la madera uno de los principales produc-tos exportados, ya que esta era la materia por excelencia. El Tignum romano, la viga, es el obje-tivo fundamental del arquitecto, constituyendo los trabajadores de la madera, los fabri tignarii, una de las tres principales corporaciones de una ciudad, junto con los clendrophoroi, transportistas

de la madera, y los centonarii, los encargados de las telas embreadas que solían cubrir las mer-cancías o sofocar los incendios.La construcción era una voraz consumidora de madera, no en vano, para no colapsar el desarrollo urbano ni encarecerlo desmesura-damente, el deductor de una colonia nunca se olvidaba de dotarla de silvae, bosques. Aparte de la edificación, del mobiliario, aparejos etc. el consumo como combustible era enorme. Cayo Sempronio Semproniano, al donar unas instalaciones termales a su ciudad, no se olvi-dó de dotarlas, a su costa, de la conducción de agua y de 37’5 hectáreas de monte que asegu-raran su funcionamiento.La minería era otra gran consumidora, habien-do noticias de la gran deforestación del levante y sureste por esta actividad. Chic ha supuesto que el gasto en el entibado, aunque difícil de calcu-lar debió de ser grande, pero es en la fundición donde este debió se enorme. Sólo en Riotínto calcula 6 millones de toneladas de escorias en los dos primeros siglos de nuestra era, para lo que se supone que se consumieron un mínimo de 370.000 árboles al año. Nuestra zona debió de ser en la época un lugar boscoso a juzgar por todas las fuentes a lo largo de la historia. Por lo que es de imaginar que la madera sería aprove-chada en las zonas deforestadas.Es probable que el transporte de troncos apro-vechando los ríos fuera una aportación roma-

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na de esta época. Antes de la llegada de los romanos no parece que existiera un gran con-sumo de madera, a pesar de que la explotación minera del sur peninsular había sido continua. Con Roma llega la necesidad, y es probable que también el sistema. Vitrubio, en sus diez libros sobre arquitectura nos dice que se trans-porta la madera a Rávena por el Pó, al igual que nos habla más claramente de un tipo de madera que al ser muy pesada se hunde en el agua y “…ni puede ser transportado por ella, sino con barcas o almadías de abeto”, lo que sugiere que habitualmente se transportan flotando en el agua. También son muchos los textos alusi-vos al transporte de troncos por los ríos, a la existencia de puertos para su desembarco, en incluso han aparecido algunas piezas sumergi-das con sellos indicando que el árbol procedía de los praedia imperiales.También en época musulmana, aún no siendo tanta la necesidad de madera, se transportan con este sistema. Al-Idrisi nos dice refiriéndo-

se al transporte de troncos de la Serranía de Cuenca por el Cabriel que “…este último lugar (Quelaza-Iniesta) está fortificado y construido al otro lado de las montañas, donde crecen innumerables pi-nos. Se cortan los árboles y se les hace descender por el agua hasta Denia y Valencia. En efecto, estas ma-deras van por el río de Quelaza hasta Alcira y desde allí al fuerte de Cullera, desde donde descienden al mar; en seguida se les embarca para Denia, donde son empleadas en la construcción de navíos o bien, si son gruesos, para Valencia, donde sirven para la edificación.” Alfonso VIII continúa este tipo de comercio, siendo también una época que po-demos suponer de mínimo consumo, y percibe el diezmo sobre el transporte a Toledo de “omni maderia que ducitur per Tagum”.En la vista occidental de Cuenca ejecutada por Antón Van de Wyngaerde en 1565, vemos los troncos bajando por el Júcar y dispuestos en cambras en la orilla. Torres Mena por su parte, nos habla de los pinares de Cuenca que surten “…los mercados de Madrid y de Valencia, y cuya

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madera concurre en primera línea al de Cartagena”. Este transporte, debió realizarse también por tierra a cierta distancia a pesar de ser menos competitivo. En el siglo XIII conocemos en Yé-meda una “cañada de la madera”, por la que se lleva este producto a Levante, cabiendo incluso la posibilidad de que sea la antigua vía romana. Exceptuando Madrid, se nos está refiriendo po-siblemente los mismos mercados que hubo en época romana.Respecto a la minería, existen elementos que sugieren un comercio metalífero en la zona en época prerromana. Al menos eso parece sugerir la existencia de objetos de importación en asen-tamientos con orientación metalífera. Este inter-cambio parece ser que se realizó sobre todo des-de el levante aprovechando los valles de los ríos.En época romana estas explotaciones continua-ron y, al no tener el carácter de estacionalidad que sí tiene la actividad agraria, es de prever que su uso del viario sería muy superior, por continuo, a cualquier otro tipo de comercio o industria. Entre los siglos I a. de C. y II d. C. España fue el más importante proveedor del mundo antiguo, ya que como aseguraban Pli-nio y Strabon toda Hispania estaba llena de

minerales, abundando en yacimientos de plo-mo, oro, plata y cobre, aparte del espejuelo de la Citerior. Mateo López nos dice que Alonso Carrillo en el discurso sobre las antigüedades de las minas de España refiere que “los montes que quedan en Castilla, dice Estrabón que son metalosos, sin duda riquísimos por los extremos de la Celtiberia, que es Castilla la Vieja; princi-palmente las sierras de Cuenca”. Esta opinión sobre la riqueza minera de la Se-rranía de Cuenca, era generalizada entre los eruditos del siglo XIX. Muñoz y Soliva nos dice refiriéndose a las minas: “… y en el estado poco satisfactorio en verdad que hemos expuesto, es lo cierto que en los términos de Garaballa, Henarejos, Aliaguilla y Talayuelas, se encuentran labores an-tiguas en una escala sorprendente…/…no podrá menos de convenirse en que la importancia, como distrito minero, de esta parte de la provincia fue grandísimo y que en tiempo de las dominaciones romana y árabe debió alcanzar grande fama y pro-ducir inmensas riquezas”.En el entorno de Valeria la explotación meta-lúrgica es muy antigua. Fechados en la Edad del Bronce, aparecieron en el paraje de El Casti-llejo, en La Parra de las Vegas varios mazos de

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piedra para triturar metal, un molde de fundi-ción, y morteros en lo que debía ser una infra-estructura creada para tal fin, pues aparecieron al lado de un torrente llamado la Hoz del Caña-lizo, cortado a intervalos con presas de piedra y tierra. Del mismo pueblo son toberas y moldes bivalvos en piedra. También en el yacimiento próximo de la Fuente de la Mota han aparecido restos de la metalurgia del hierro, así como el lugar de extracción del metal y hornos.Las minas de hierro con tradición de haber sido explotadas desde la antigüedad son muchas: Bue-nache de la Sierra, Barchín del Hoyo, Talayuelas, Cotillas, el Real de Uña, Garaballa, Landete, Ar-guisuelas, Lagunaseca, Santa María del Val etc. También las minas de plata eran abundantes, hasta el punto de que en el Fuero de Cuenca son citadas junto con las de hierro. Algunas de estas minas, las de la zona de Priego-Albendea, abas-tecían la ceca musulmana de Cuenca, y precisa-mente en esta zona continúan apareciendo tortas de plata en contextos romanos. La más cercana a Valeria se encontraba a escasos kilómetros, en Paracuellos de la Vega. Manuel Osuna cita la te-sis de Nuria Tarradell para quien los abundantes depósitos monetales de plata aparecidos por la Serranía, no serían sino los destinados al pago de los trabajadores de las minas, no una ocultación por parte de orfebres como consecuencia de al-gún conflicto bélico.La sal era otro de los productos fundamenta-les en el mundo antiguo, tanto desde el punto de vista doméstico como desde el industrial, se

usaba en las industrias de salazón, para la con-servación de los alimentos, especialmente de la carne, para el ganado, la metalurgia, el curtido de pieles e incluso con fines medicinales. Las minas de sal y las salinas fueron abundantes y objeto de continuos cambios de propietarios de-bido a su alta rentabilidad. De las de Montea-gudo nos dice Torres Mena que pertenecen al Estado y se sacan de ellas 18000 fanegas, y que se han aprovechado de antiguo las de Requena y Enguídanos, localizándose 148 salobrales en el recorrido entre Tragacete y Villargordo. También son conocidas desde antiguo las de Belinchón, Salinas del Manzano, Tragacete, Santa Cruz de Moya, Víllora, Cañete, Min-glanilla y un largo etcétera. Estas últimas han sido consideradas tradicionalmente como las ci-tadas por Plinio como de Egelasta. Algunas de ellas serían explotadas desde Valeria, como sin lugar a dudas ocurre con las de Monteagudo, que dieron lugar a una de las vías secundarias. De cualquier modo, al ser posible su extracción únicamente en los meses de más calor, la ex-plotación de estas salinas debió complementar-se con la de alguna de las minas anteriormente citadas o de otras posibles, como la situada a 19 kilómetros al sur de Valeria, en la Hoz de Peñaquebrada, en Gascas, hoy bajo las aguas del embalse de Alarcón.Pero no sólo la comercialización de sus propias producciones justificaba la existencia de las vías. La abundancia de objetos suntuarios, y de im-portación en general que abundaban en las vi-

Resto de viga de la Casa de Adobe. Museo de Cuenca

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llae, y en la ciudad justificaban la existencia de unas vías lo más rápidas posible. La cerámica campaniense, la aretina, los bronces necesitan de una vía rápida que a través de la Mancha los traiga del Levante. La marmorata, la sudgálica o la hispánica, venida esta última en su mayor par-te de Tricio (Tritium Magallum) en la Rioja o de Bronchales (Teruel), necesitan también en mayor o menor medida la vía que es objeto de estudio.Sin embargo, el comercio de muchos de estos productos en esta zona entrañaba grandes di-ficultades, ya que los materiales voluminosos o pesados solo eran competitivos cerca del agua, de ríos o del mar. Es por esto que el viario tien-de a acercar los lugares de producción a los puntos de transporte por agua más próximos. Esta conveniencia de situar los lugares de explo-tación cerca de un río navegable es aconsejada por Catón o por Sidonio, quien al percibir la fa-cilidad de comunicación por estos medios, pre-viene contra los huéspedes a quien se encuentre situado cerca de una ciudad, un río o el mar. La poca eficiencia de los sistemas de tiro hacían costoso el transporte. El principal animal de trac-ción era el buey, seguido de la mula y el burro. Pero estos animales no eran herrados y, además, llevaban unos arreos poco eficaces y que tendían

Vaso de ofrendas. Valeria, siglo III a.C. Museo de Cuenca

a provocar su ahogamiento. Estos problemas no atañerían a los transportes más utilizados, que serían con angarillas y serones, pero este sistema sólo es practico en el transporte local. Datos me-dievales sugieren que un carro podía recorrer en Castilla como mucho veinticinco millas diarias, y un mulo, que sería más rápido, sólo podía trans-portar trescientas libras. Datos que tienen igual validez para la antigüedad.El peso era otro problema añadido y no el me-nor. Muchos de los productos eran voluminosos o muy pesados, otros no lo eran tanto pero el sistema de transporte los encarecía. Aunque se debieron usar toneles, odres y otros sistemas, gran parte de los líquidos y granos eran trans-portados en ánforas, dolia y otros envases. Con-tenedores cerámicos de gran peso en relación al volumen del producto transportado. Para trans-portar setenta kilos de aceite, era necesario el transporte de unos cien kilos de peso, ya que un ánfora pesa unos treinta kilos. Esta cantidad de peso encarecía notablemente el transporte por tierra que es donde el volumen transportado es menor y el medio más dificulto-so. Tanto es así que podemos considerar que el transporte por río era seis veces más barato que por tierra, y este treinta y nueve veces más caro que por mar. Forbes ha estimado que el precio del grano en el transporte terrestre se doblaba cada cien millas (147’2 kms).En este estado de cosas, es de imaginar que de los productos reseñados, los de mayor va-lor añadido serían los que recorrerían la vía de largo recorrido en dirección a Cartagena. Fin-ley, señala que no era prudente un consumo excesivo sobre el nivel de producción del hin-terland del asentamiento, a no ser que hubiera una conexión cercana por el agua. Por tanto, los productos más pesados utilizaron única-mente las vías radiales, para el autoconsumo de la zona más cercana a la ciudad, o para su transformación en moneda.

Julián Torrecillas Moya

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Subiendo por la verde hoz del río Gritos uno se queda fácilmente impresionado por las rui-nas de la “Valeria romana” que aparecen sobre la margen derecha del río. Sus restos perduran desde hace decenas de siglos en una situación estratégica justo al lado de la villa, permitiendo que numerosos visitantes animen con su pre-sencia la actual Valeria. Sin embargo, escasos son los visitantes al otro lado de la hoz. Poca cu-riosidad despierta una zona de yermos, llana y rocosa, sin restos aparentes de culturas pasadas. Aún así, su antigüedad es similar a la del lado “civilizado” y sin duda aquella parte de la hoz sirvió para procurar el sustento de las gentes ro-manas y de cuantas antes y después poblaron estos lugares. Es una zona repleta de vida, quizá albergó siempre más que su opuesta –la Vale-ria de las casas romanas- . La diferencia es que, mientras de esta parte del río ya sólo quedan las piedras para poder interpretar el pasado, de aquélla parte los habitantes han permanecido

desde tiempos de inmemoriales conviviendo en armonía unas veces, y entablando feroces bata-llas otras. No combaten con escudos y lanzas. Su lucha es por el territorio, por la pareja, por el alimento y contra los depredadores. Vamos a intentar que el lector empiece a apreciar de aquí en adelante la riqueza de “la otra parte de la hoz”, la de las construcciones efímeras y la lucha por la supervivencia desde hace mucho más de dos milenios.

El páramo de “Los Llanos”, situado justo en frente de Valeria, hace honor a su nombre. Es un terreno llano y de extensión discreta, de ahí el diminutivo en su apodo. Se sitúa a unos 1000 metros de altitud y está formado por suelos ca-lizos del mioceno (23 millones de años) sobre los que se asienta una vegetación dispersa de bajo porte, donde reinan las plantas aromáticas (romeros y tomillos), los cambrones, las aulagas, los lastonares y abundante vegetación herbá-

Las estepas de Valeria: unparaíso para las aves esteparias

Vista del páramo de Los Llanos

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cea, entre las que se intercalan algunos rodales de cereal en primavera y de girasol en fechas más veraniegas. La marcada continentalidad climática, caracterizada por una fuerte ampli-tud térmica entre verano e invierno, las escasas lluvias (menos de 600 mm anuales) y los fuertes vientos típicos de zonas elevadas y abiertas, no hacen sencillo que se desarrolle la vegetación de porte arbóreo muy variada. Es por esto que de forma natural sólo se dan allí sabinas, enebros y coscojas. Hay que añadir los pinares de repo-blación, que recientemente y de forma drástica han comenzado a cambiar el paisaje.

Un elemento fundamental sin el cual no se puede entender este tipo de paisaje es el pas-toreo ovino. La vocación ganadera de estas tie-rras desde hace cientos de años ha mantenido la estructura vegetal que caracteriza a la zona. Cualquiera que decida pasearse por aquella parte de la hoz del río Gritos se dará cuenta de inmediato de la importancia del pastoreo, y de que dicha actividad debió vivir tiempos indu-dablemente mejores. Puede apreciarse la gran cantidad de rediles y parideras para el ganado que han debido utilizarse hasta hace bien poco (la mayoría de ellas, desgraciadamente, hoy en ruinas), y que dan una idea del número de ovejas que debieron pastar en estos páramos. Esta actividad ha modelado el paisaje de forma continua desde hace mucho tiempo, abriendo el matorral y favoreciendo el desarrollo del pas-tizal y con ello, permitiendo la entrada de una rica comunidad de especies de aves que carac-terizan a estos enclaves.

Es precisamente este equilibrio entre la activi-dad humana y la naturaleza, mantenido a lo largo de los siglos, lo que otorga particularidad este entorno y a su fauna y flora. Entorno que desgraciadamente tiene los días contados, pues el abandono de los sistemas agro-ganaderos tradicionales permite de nuevo a la vegetación recuperar el espacio perdido. Las únicas ove-jas que siguen pastando en la zona ya no son suficientes para mantener la misma estructura de la vegetación que ha dominado estos luga-

res desde antaño. La inexorable evolución del paisaje va forzando a las especies más estrictas en cuanto a selección de hábitat a marcharse a otros lugares, a la par que especies eminen-temente forestales se van adueñando de estos paisajes. Aún así, las características actuales de este páramo convierten a la zona en un ecosistema estepario de alto interés natural, principalmente por la singularidad y valor de conservación de su avifauna en el contexto Europeo, aunque probablemente también lo sea para otros grupos de animales que no por menos estudiados son menos importantes. Un ejemplo pueden ser los insectos, y basta un pa-seo para poder observar la multitud de espe-cies de mariposas o escarabajos que habitan en esta discreta zona.

Las aves consideradas como esteparias, típicas de estos lugares, son un grupo muy heterogé-neo de especies que engloba desde la ganga ortega (aves parecidas a las palomas, de 600 gramos de peso) a las terreras (pequeños pase-riformes de tan sólo 15 gramos de peso). Todas ellas se caracterizan por vivir en lugares llanos y abiertos, con matorral escaso y de bajo porte entre los que destacan algunos pies aislados de arbolado. Estas aves desarrollan la mayor par-te de su actividad principalmente en el suelo o entre los matorrales, ocultándose por lo gene-ral a la vista del observador. Suelen poseer un plumaje críptico, de tonos ocres, terrosos, que les camufla perfectamente en el entorno para evitar ser detectados por los depredadores. Estas características les confieren su carácter

Las estepas de Valeria: un paraíso para las aves esteparias

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Vistas del covachón y el bandolero. Zoom 3000

de discretas, difíciles de observar e incluso de identificar, poco vistosas a nivel de plumaje y, por lo tanto, poco atractivas para los observa-dores de aves y para la sociedad en general. No obstante, son un grupo extremadamente interesante y variado que engloba algunas de las especies más amenazadas de nuestra fauna. Cada especie y cada población es única en can-to, morfología y hábitos, y una de las mejores maneras de apreciarlas es conociéndolas me-jor. Por ello, nuestra intención es presentarles a ustedes, habitantes del páramo de Valeria, a sus vecinos alados del otro lado de la hoz con la esperanza de que sepan valorarlos aún más si cabe. Pero también desde la responsabilidad que nos atañe al tratarse de especies amena-zadas en el resto de Europa. Entre todos de-beríamos velar por su supervivencia y por la conservación de su hábitat, pues los páramos son también suyos por derecho; se lo han ga-nado por antigüedad.

Depende de la época del año en que visitemos el páramo de “Los Llanos” podremos encon-trar unas u otras especies de aves, en función de las peculiaridades de cada una de ellas. En general, el páramo es utilizado en mayor medida durante la época de reproducción que durante el invierno por casi todas las especies. Solamente aquellas denominadas residentes (“residen” en la zona todo el año) son capaces de soportar el rudo invierno, pese a alguna que otra escapada durante los periodos de nevadas persistentes en los que no hay bocado que lle-varse a la boca o el alimento no está accesible bajo el manto de nieve. La alondra ricotí, la ganga ortega, las perdices y alguna cogujada son las únicas capaces de mantenerse durante estos periodos realmente adversos en el pára-mo. Sin embargo, a partir de finales de marzo o principios de abril el páramo se llena de vida con la llegada de las aves que regresan a Valeria para criar: alondras comunes, terreras comu-

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nes, collalbas rubias y grises, alcaudón común y bisbitas campestres. Todos ellos vienen de pasar el invierno a cientos o miles de kilómetros de distancia en África, y antes de comenzar la re-producción necesitan recuperarse del desgaste provocado por la migración. A partir de enton-ces, ya están listos para hacerse con un lugar adecuado que les permita conseguir una buena pareja y recursos suficientes para sacar adelante a su prole. En muchas especies, son los machos los que se encargan de agenciarse un buen te-rritorio donde hacer alarde de sus encantos en forma de cantos elaborados, unas veces desde posadero y otras veces en vuelo, o mediante ex-hibiciones rituales más o menos elaboradas. El propósito es intentar convencer a las hembras de sus cualidades como reproductores y señalar a machos rivales que aquella zona ya tiene due-ño. Las peleas entre machos en estos momentos son intensas, no sólo por defender su territorio, sino también para evitar que la hembra sucum-

ba a los encantos de otros machos. Cada especie tiene una fenología y una estrategia reproducto-ra distinta, pero casi todas las aves de páramo tienen en común la característica de colocar sus nidos en el suelo o a escasa altura en la vegeta-ción, lo cual hace que sean muy fácilmente de-tectados por depredadores como aves rapaces, zorros, roedores e incluso reptiles. Para tratar de evitar la alta tasa de depredación de nidos a la que se ven sometidas todas estas especies han ido desarrollado diversas estrategias, como la posibilidad de realizar varias puestas en una misma temporada de cría o la capacidad de camuflaje de los nidos, huevos e incuso de las hembras cuando incuban. También el modo en el que esconden sus nidos es distinto entre especies. La mayoría lo construyen en la base de algún matorral que les proporcione sombra en verano y camuflaje frente a depredadores, pero también lo esconden algunas en agujeros entre las piedras como las collalbas, o lo elevan

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un poco dentro del matorral como las currucas. La mayoría de los nidos que se construyen en el suelo están primero escarbados en la tierra y cubiertos luego de material aislante como hier-bas secas, pequeñas ramitas y lana de oveja.

Vamos a conocer un poco más en detalle a las distintas especies de aves del páramo de Valeria.

El grupo de las alondras Las alondras son un grupo de aves pequeñas (pa-seriformes) que muestran un patrón y colorido de plumaje muy semejante entre ellas, por lo que en ocasiones resulta difícil establecer caracteres con-cretos que permitan su diferenciación; en su parte superior presentan una tonalidad parda, de tonos terrosos, críptica con el suelo y sin presencia de colores llamativos. Esta coloración haría que pa-saran prácticamente inadvertidos ante el observa-dor de no ser porque durante la reproducción son incansables cantarinas. Tal es así, que es mucho más sencillo diferenciarlas por el canto que por la vista, pues el canto de las aves sí es un carácter diagnóstico certero. Con algo más de paciencia y unos prismáticos podríamos observar que la parte inferior de estas aves, de color general blanqueci-no crema, suele estar moteado o barreado de os-curo en algunas especies y ser uniforme en otras, o apreciar las variaciones entre especies en la mor-fología y dimensiones del pico.

En primer lugar nos podemos encontrar en el páramo con la alondra de Dupont, reciente-mente renombrada como alondra ricotí (1). A nivel morfológico se caracteriza por un largo y decurvado pico, rasgo único entre las alon-dras ibéricas. Es probablemente la estrella del páramo (tiene hasta una revista con su nom-bre!) y pasa por ser la especie más popular y más buscada por los ornitólogos debido precisa-mente a su rareza. En Castilla-La Mancha está catalogada como “en peligro” por la escasez de ejemplares. Esto es achacable en gran me-dida a su alta sensibilidad ante las alteraciones del hábitat en que vive durante todo el año, y a que estos páramos están sufriendo grandes

transformaciones a lo largo de las últimas déca-das (como el abandono del pastoreo tradicional, la reforestación, o la utilización del suelo para instalar parques eólicos y solares). Es una espe-cie extremadamente discreta, hasta el punto de que son pocos los que han conseguido verla, ya que prefiere corretear escondida entre matorra-les que volar o posarse de forma visible. Lo que sí resulta fácil es oír su peculiar canto al alba y al anochecer, canto que parece decir su propio nombre (riiiiicotiiiiii). Es precisamente gracias a su canto como se censa este pájaro tan esquivo, y en Valeria se ha estimado mediante este mé-todo la presencia de entre 36 y 39 machos. Esto convierte a esta población en la segunda mayor de la provincia, con un 20 % de los individuos totales de la misma.

La especie que le sigue en cuanto a escasez en esta zona quizá sea la alondra común (2). Esta especie es sin duda la alondra mas estudiada en Europa, pues es bastante común en el norte y se va haciendo más escasa hacia el sur de su distribución. Es fácil de observar en vuelo, cantando incansablemente con notas gorjean-

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tes y de ritmo rápido mientras se cierne sobre nosotros cuando nos acercamos a su territorio. Al igual que sucede con muchas de estas aves de páramo, esta especie mantiene una preocu-pante disminución de sus poblaciones en toda Europa durante las últimas décadas debida a profundos cambios de origen humano en sus hábitat y a una notable disminución del ali-mento (insectos).

Las cogujadas (3), son de las especies más abundantes del páramo y gustan de usar mu-cho los bordes de caminos y las construccio-nes (parideras) para buscar alimento, cantar e incluso instalar sus nidos. Podemos observar-las fácilmente posadas en una roca o mato-rral mientras cantan. Son fáciles de diferen-ciar por su gran cresta, pico largo y pecho moteado. Existen dos especies distintas que habitan en estos páramos y que comparten parcialmente su hábitat, la cogujada común y la cogujada montesina, si bien son difíciles de diferenciar a simple vista por su aspecto incluso para los expertos.

Las especies de alondras restantes tienen pa-tas más cortas y picos más cortos y gruesos que las anteriores, denotando un carácter marcadamente más granívoro pese a que to-das estas especies depredan en mayor o me-nor medida sobre los insectos para su propia alimentación o para la alimentación de los pollos durante la reproducción. Las dos espe-cies son bastante cantarinas en vuelo, y pocas veces se posan sobre matorrales o arboles. La

terrera común (4) es la alondra de menor ta-maño y patas más cortas. Es bastante confiada, con el pecho limpio de motas pero con pequeñas manchas negra a am-bos lados del cuello y podemos observarla co-rriendo con rapidez por caminos y veredas. En comparación con otras especies prefiere zonas algo más abiertas de pastizal y matorral bajo, como los tomillares, entre los que esconde su nido bien forrado con la lana de las ovejas que por allí pastan y que encuentran enredada en las aulagas. Su nido queda perfectamente ca-muflado con las flores blancas de los tomillos y los tonos ocres del suelo. La calandria (5), sin embargo, es la más grande y robusta de las alondras, siempre asociada a zonas de cultivo de cereal de secano y a las zonas más abiertas del páramo en el que la abundancia de gramíneas sea suficiente para asegurarles una buena canti-dad de alimento. Esta especie se caracteriza por tener un potente pico preparado para manejar semillas de gran tamaño. Posee además visibles manchas negras a los lados del cuello y unas grandes alas que muestran tonalidades negras en la parte inferior.

Otras aves del páramo

Además de las alondras existen otras especies menos abundantes en esta zona, como el mo-chuelo, la perdiz roja, la codorniz, algunos es-cribanos montesinos, pardillos y algunas aves rapaces que rastrean el páramo en busca de sus-tento, como el águila culebrera o la perdicera. O las currucas, pequeñas, rápidas y muy rui-dosas; siempre escondidas en las aulagas y ro-meros, donde construyen sus nidos bien ancla-dos entre las ramas.

Dos especies son las dominantes en la zona, la curruca tomillera (6) y la curruca rabilarga.

Por otro lado, también podemos encontrarnos con la collalba gris y la collalba rubia, más fá-ciles éstas de diferenciar debido al dorso gris de la primera y al dorso ocre casi blanco de la segunda. Ambas tienen además un antifaz

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oscuro en la cara muy característico, así como un gracioso balanceo de la cola hacia arriba y hacia abajo. Al contrario de las alondras, en las que ambos sexos muestran plumajes simila-res, los machos de las collalbas son más colori-dos que las hembras debido a que la selección sexual basada en la coloración es más intensa en este grupo que en el de las alondras. Sue-len verse posadas sobre un arbusto o una roca desde la que se lanzan a capturar insectos me-diante picados rápidos y ágiles.

Los alcaudones, por su parte, tienen la pecu-liaridad de poseer un pico ganchudo como las rapaces, aunque carecen de las garras típicas de éstas. Cazan fundamentalmente insectos, así como pequeñas lagartijas, ratones, musarañas, e incluso otras aves, que son atraídas mediante la imitación de sus cantos por parte del alcau-dón. Acostumbran a “empalar” a sus víctimas en las espinas de algunos arbustos como majue-los o espinos, creando auténticas -y dantescas- despensas de alimento. En Valeria podemos en-contrar dos especies: el alcaudón real, de gran tamaño y coloración general gris y negra, y el alcaudón común, más pequeño y con la cabeza rojo-pizarra. La primera come más proporción de aves y ratones, mientras que la segunda es fundamentalmente insectívora. Otra especie bastante más escasa, que suele ser fácil de oír mientras vuela es la ganga ortega, ave del ta-maño de una paloma que tiene un reclamo si-milar a “churr.. chur-ur-urrr”. Son aves típicas de zonas llanas y abiertas sonde se alimentan de insectos y, sobre todo, materia vegetal. Usan

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habitualmente los labrados de los campos de cereal, tanto para alimentarse como para ins-talar sus nidos. Se agrupan en bandos durante el invierno, y pueden verse en parejas durante la cría. Cada año ponen sus huevos (2 o 3) ha-cía finales de junio o principios de julio directa-mente sobre el suelo, sin protección alguna. Los huevos han de ser incubados durante el día por la hembra y durante la noche por el macho casi durante un mes. Los pollitos son similares a los de perdiz, capaces de andar tras los padres nada más nacer. Poseen una característica única, que consiste en tener unas plumas de diseño espe-cial en el pecho que les sirven para transportar el agua que cogen de los bebederos, situados en ocasiones hasta varias decenas de kilómetros de distancia, y dársela a los pollos cuando el sol aprieta en el páramo.

El bisbita campestre

Nosotros, “los de los pájaros” llevamos tres años estudiando una de estas especies del páramo, el bisbita campestre. Es una de las especies propias de estos paisajes menos estudiada y más desco-nocida para la ciencia, no sólo en España sino también en el resto de su rango de distribución

en Europa y Asia. Es un pequeño pájaro que suele pasar más desapercibido si cabe que las alondras debido a su coloración criptica y a un canto poco llamativo. Algunos vecinos en esta zona las conocen como “Chasas”, o al menos así nos lo han hecho saber. Este pájaro se carac-terizan por tener el pecho de color crema- ama-rillento, una marcada ceja clara sobre el ojo, y unas plumas externas de la cola de color blanco que sólo son visibles cuando la abre completa-mente. La tonalidad superior es pardo-oliva sin marcas aparentes, lo que la hace perfectamente mimética con el entorno. Los bisbitas de Vale-ria pesan alrededor de 25 gramos (algo menor que una cogujada), y tiene una longitud de ala de 92 centímetros (algo menor que la alondra ricotí). Los machos y las hembras no pueden di-ferenciarse a simple vista, si bien las hembras en la mano son algo menores que los machos. Cada año llegan a los páramos de Valeria so-bre la segunda semana de abril provenientes de África; primero lo hacen los machos, que se preocupan por buscarse un buen territorio para cuando días más tarde aparezcan las hembras. Por los datos de que disponemos hasta el mo-mento, un gran porcentaje de las aves que se han reproducido con anterioridad o que han

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nacido en Valeria vuelven a la misma zona en años siguientes para volver a criar muy cerca de donde nacieron. Otro dato interesante es que una parte de las parejas ya formadas son fieles y repiten noviazgo cada año, algo bastante in-usual en este tipo de aves migradoras.

Esta especie está ampliamente distribuida por Europa, Asia y el norte de África, y globalmen-te no está amenazada, aunque las principales poblaciones europeas están en severa disminu-ción desde los años 80 y muchas de ellas se han extinguido en los últimos años. En España se encuentra la mayor población europea, con unos 895000 individuos de los cuales el 7,6% crían en Castilla-La Mancha, principalmente en los páramos de Guadalajara. Tanto a nivel nacional como regional está catalogada como

especie “de interés especial”. En la provincia de Cuenca no se conoce demasiado bien su distribución ni abundancia, aunque podemos encontrar pequeñas poblaciones de bisbita campestre en el vecino pueblo de Chumillas, donde lucha por convivir con los parques eóli-cos, o en Uclés, Moya o Carboneras.

A lo largo de nuestro trabajo desde el año 2008 hemos capturado y anillado machos y hembras de esta especie, y llevamos a cabo su seguimien-to todos los años desde abril a julio para poder obtener datos de comportamiento y reproduc-ción. Gracias a la tranquilidad de Valeria y a la generosidad de sus gentes (que dan de beber al sediento, de comer al hambriento, y ofrecen su tractor para sacar de apuro al biólogo en cual-quier momento) ya tenemos 116 aves adultas y

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más de 200 pollos capturados y marcados. A to-dos ellos se les pesa, se les mide y se les saca una gota de sangre para poder conocer su estado de salud. También se les fotografía para estudiar las diferencias individuales en su coloración, así como la posible relación entre la coloración y el estado de salud o la calidad de los individuos. Antes de liberarlas se las marca mediante una combinación de anillas de colores única para cada individuo, lo que nos permite su posterior seguimiento e identificación. De esta forma, es-tamos abordando los primeros estudios sobre el porcentaje de aves que retornan a la zona de cría, la mortalidad, la fidelidad de las parejas y otros aspectos de su ecología.

Estas aves ocultan sus nidos en la base de ma-torrales de tomillo, romero y cambrón. Las hembras ponen hasta 5 huevos moteados entre mediados de mayo y mediados de junio, huevos que necesitan ser incubados por un periodo de 14 días. La incubación la realiza enteramente la hembra, que sólo abandona la puesta duran-te cortos periodos de tiempo para alimentarse.

Aún así, el desgaste físico que ocasiona esta ta-rea es notable, y se pueden encontrar hembras bastante famélicas al final de la reproducción. Los pollos nacen ciegos e inválidos como en casi todas estas especies, y necesitan ser alimentados durante 10-11 días hasta que abandonan el nido. Durante este periodo es también la hembra (al-gunos machos parece que ayudan un poco al final de la crianza de los pollos) la que les pro-porciona de forma incesante la mayor parte del alimento, que en el caso de esta especie está bá-sicamente constituido de arañas y saltamontes. Se les puede observar cazando otros insectos, como larvas de mariposas, pequeños escaraba-jos y típulas. Hay días que hemos registrado más de 80 cebas por parte de una misma hembra a sus pollos, lo que da una idea de la inversión realizada por estos pájaros durante la reproduc-ción y pone de manifiesto lo que significa para ellas la pérdida del nido por depredación. Al igual que en otras muchas especies esteparias, y pese al ingente esfuerzo de los padres, sólo 40 de cada 100 pollos consiguen sobrevivir a esta fase, puesto que las tasas de depredación de huevos y

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pollos son bastante elevadas en estos ambientes. Una vez que los pollos abandonan el nido si-guen siendo presas fáciles para todo tipo de de-predadores, y hasta bien pasado un mes siguen dependiendo en mayor o menor medida de los padres. Es entonces cuando se despiden del pá-ramo y se preparan para volar al sur, huyendo del frío y de la ausencia de insectos durante el invierno conquense. Habrán de volar más allá del Sáhara hasta sus zonas habituales de inver-nada en África. Es entonces cuando aprovecha-mos nosotros para volvernos también a Ciudad Real, al Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) que es un centro de inves-tigación del CSIC y la Universidad de Castilla-La Mancha donde pasamos el otoño e invier-no analizando los datos recogidos en Valeria. Nuestro objetivo es estudiar la ecología básica de esta especie para tratar de evitar que, al igual que está sucediendo en el resto de Europa, des-aparezcan de nuestras parameras. Lo principal para nosotros es aumentar el conocimiento so-bre estas aves y sobre el hábitat en el que viven, entender mejor cómo funcionan y cuáles son los aspectos claves de sus ciclos biológicos. Sin estos conocimientos estamos indefensos para preve-nir su posible disminución poblacional ya que no podremos desarrollar estrategias apropiadas para su conservación.

Muchos son los posibles peligros a los que se enfrentan las aves de nuestros páramos, como las altas tasas de depredación que sufren sus puestas, o los cambios en la estructura del há-bitat provocados por la actividad humana. Las zonas esteparias en general, y los páramos en particular, han sido los tipos de paisajes quizá más olvidados en cuestiones de conservación. Actualmente, hay una esperanzadora tenden-cia a la conservación de estos entornos que nos llega desde Europa, y nuestra responsabilidad es máxima en este asunto pues tenemos la me-jor representación de fauna asociada a las es-tepas y los páramos naturales que queda en la UE. Durante los últimos años, estos paisajes sin apenas valor monetario han sido aprovechados en gran parte de nuestro territorio para refores-

taciones, roturaciones para ganarle terreno al cultivo, o para la instalación de estructuras eó-licas o solares. No se ha tenido miramiento con las especies que habitan desde siempre en estos paisajes, y pensamos que todas estas actividades deben incrementar el rigor de las evaluaciones ambientales que las amparan. Otros riesgos re-cientes para la comunidad de aves del páramo son los cambios en las prácticas agrarias de es-tas zonas, cambios hacia un mayor uso de pes-ticidas y herbicidas en los cultivos que acaban rápidamente con los insectos de los campos de cereal pero también de las zonas aledañas, em-pobreciéndose notablemente estos paisajes y quedándose sin suficiente sustento las especies que allí viven. Por ello, el páramo de Valeria junto con la hoz fueron nombrados como ZEPA (Zona Especias de Protección de las Aves) en 2003, bajo el programa Europeo de Red Natu-ra 2000 (Dir. 92/43 CEE), figura de protección que tiene la finalidad de proteger no sólo la hoz sino también el páramo, abarcando un total de 1733.83 ha. para conservar la biodiversidad de la zona. Es una de las 8 ZEPAS existentes en la provincia de Cuenca, en la que tenemos la enorme suerte de poder estudiar todavía pobla-ciones saludables de especies esteparias típicas de nuestros páramos. Nos brinda esta ZEPA la oportunidad, asimismo, de presentarles a us-tedes las especies que estamos estudiando. Sin duda, la excelente labor de conservación que de forma consciente o inconsciente se ha venido realizando en este páramo por parte de sus ha-bitantes ha propiciado que todavía queden en Cuenca poblaciones de estas aves. Es importan-te que se siga en esta línea, combinando los usos agrarios tradicionales y otros aprovechamientos de la zona, como la miel o el pastoreo, con la conservación de nuestras especies animales y vegetales. El desarrollo de nuestros pueblos no tiene porqué estar reñido con la conservación del medio natural, y es seguro que la demanda de lugares “de calidad paisajística” debe ir en aumento en nuestro país. Páramos de enorme belleza y diversidad florística y faunística como el de Valeria son bienes a conservar. La respon-sabilidad es de todos.

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Mi obra ‘Entre la Media Luna y la Cruz’ se ambienta en los territorios fronterizos con los dominios de los mahometanos en la época de la ba-talla de las Navas de Tolosa.

‘Entre la Media Luna y la Cruz’ ganadora del certamen literario de novela histórica que organiza la lo-calidad conquense de Valeria, trata de los años de las batallas de Alarcos y de las Navas de Tolosa. “Una obra ágil, según el jurado del certamen, de vocabulario rico, rigor histórico y buena documentación”, que narra por tierras de la frontera con al-An-dalus, de Morella y Cuenca (Alar-cón, Carboneras de Guadazaón y la ruta entre Mira y Narboneta hasta alcanzar la propia Valeria por Pa-racuellos, Almodóvar y Chumillas), entre otros muchos lugares, los ava-tares del Caballero del Antifaz, como homenaje al Guerrero del Antifaz de Manuel Gago, además de personajes históricos como Alfonso VIII, Leo-nor de Plantagenet o Rodrigo Xime-nez de Rada. La Orden de Santiago, los templarios aparecen igualmente en esta novela.

Hace ya muchos años, cayeron en mis manos los primeros números de los te-beos del Guerrero del Antifaz. Desde el primer momento, me llamó mucho la atención las dos primeras páginas del primer tomo. No por lo que se refleja-ba en las viñetas, si no, justamente, por

‘Entre la Media Luna y la Cruz’ gana el ‘VI Premio Ciudad de Valeria’ de novela histórica

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‘Entre la Media Luna y la Cruz’

lo que no figuraba. Empecé a desentrañar la historia no dibujaba. ¿Cómo podía ser que este personaje enmascarado, en un recuadro, fuese un musulmán luchando por la Media Luna y en la siguiente un héroe cristiano matando mo-ros a diestro y siniestro por España? Me pareció más interesante contar su transformación y la lucha interior que se debatía bajo su máscara, criado como hijo de un caudillo mahometano hasta convertirse en un caballero cristiano. Des-cubrir si, precisamente, la ambigüedad de este soldado medieval, a caballo entre dos mundos, dos culturas, dos religiones, dos creencias, era lo que le daba fuerza.

Sólo quedaba reubicar al Guerrero del Antifaz en la Historia, ya que en los tebeos se produce un grave anacronismo, perdonable en aquella épo-ca, pero poco asumible hoy en día. Y es que no concuerdan sus vestimentas, propias de los siglos XII-XIII, con las de un caballero de los Reyes Católicos, época de la que trata el comic.A partir de aquí, la novela parece que haya ca-minado con identidad propia, llevando la obra

al autor, en lugar de ser al revés. La simple elec-ción casual de algunos personajes para que sus nombres recordasen a los del tebeo original, El Conde de la Roca y el Conde de Torres, padres de los protagonistas, de Zayyan, nieto del Rey Lobo, o de Guillem de Montrodón, ha supuesto después, según avanzaban las tramas, que cua-drarán muchas cosas que, de haberlo hecho con intención previa, hubiese sido muy complicado compaginarlas. El reflejo de algunos personajes de la novela en la Historia creo que ha contribui-do, de forma decisiva, a aumentar la sensación de combinación entre realidad y ficción, de en-trelazado de lo real e histórico con lo novelado.

Quedaban dos elecciones por hacer:

La forma de los diálogos de los personajes y la puesta en escena literaria, desde un primer mo-mento, tomé la decisión de intentar ceñirme, todo lo posible, a la época que refleja la novela, no empleando términos actuales como taqui-cardia o respetando el calendario y las horas, así como los pesos y medidas, utilizados a finales del

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siglo XII y principios del XIII, fecha en la que está ambientada la novela ‘Entre la Media Luna y la Cruz’. Para, de este modo, envolver al lector y que se zambullese, directamente y de lleno, en aquel mundo y en aquel momento histórico.

La idea original sobre los diálogos, similar a lo que hace Mel Gibson en sus películas, las cua-les reproducen fielmente el arameo de Cristo, el latín de los soldados romanos o la lengua de los indígenas de las selvas de Centroamérica, era que hubiesen sido en verdadero castellano anti-guo de aquel tiempo pero, de haberse hecho así, tal vez la novela hubiese perdido en agilidad de lectura y comprensión de la misma. Por lo que decidí quedarme en un término medio, una

aproximación a las formas del castellano anti-guo, pero entendible para el gran público.Desde el primer momento, la historia que narra la novela, dada mi formación académica y pro-fesional, fue pensada y diseñada para convertirse en una gran película de aventura histórica, con gran calidad de imagen y de puesta en escena, como “El Reino de los Cielos”; ”Gladiator” o ”Robin Hood” de Ridley Scott, “Robin Hood” de Kevin Reynolds; ”El Rey Arturo” de An-toine Fuqua; “Elisabeth”de Shekhar Kapur o “Las Hermanas Bolena” de Justin Chadwick… Quien sabe si algún día este relato podrá ser lle-vado a la gran pantalla.

Juan Ramón de Luz

Castillo de Paracuellos de la Vega

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De ayer y hoyA Ernesto, que busca referencias.

Algo indefinido me llama algunas tardes cuando deseo acudir, de vez en cuando, a Valeria. Busco yo también referencias, con el deseo de descu-brir la causa que me atrae hasta aquí. Pero cada vez que vengo a pasar unas horas imprecisas, torno insatisfecho. Estas visitas son una frustra-ción. Supongo que algo se me oculta. Me gusta-ría descifrar ese enigma fascinante que ejerce el lugar. Siempre he sospechado que estos pueblos mínimos, intimistas, guardan un secreto que los hace sugerentes tanto a sus moradores como a quienes los visitan. En apariencia, no tienen nada, porque velan la incógnita de su atractivo.

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En ocasiones presto oídos a quienes hablan por si acaso en su decir espontáneo puedo desvelar algo que me interese. Sus rela-tos nombran personajes singulares como si éstos, a pesar de su ausencia definitiva, todavía siguieran marcando el ritmo del tiempo: Rodolfo, Emiliano, Isidoro, Juan, Vivencio, Amós, Torres… Son referencias de una época. También yo tengo las mías. Todos conservan un perfil singular. Ocu-paron el pueblo, aunque esto es memoria, ya lo sé. Compruebo que las cosas duran más que los hombres, pero permanecen para que asociemos un personaje a cada rincón, a una esquina determinada, la plaza, la Gruda, el Val… Todos llenaron espacios que ahora no dejan de transitar Lucía, Isidora, Marili, Jesús, Joselín…; espacios, los mismos espacios que hoy si-guen viendo Gustavo, Domitila, Herme-lita, Amable, Edita, Ángel…; los espacios que ahora vigilan desde la esquina Dar-mín, Emilia y, de vez en cuando, Jesús, el Chato, con quienes puedo encontrarme y dialogar. ¿Son los espacios y el tiempo de la memoria, la de cada cual, la esencia de esta aldea posada como arca de la histo-ria sobre una loma? Veo hoy venir a Jesús, a Claudio -¡quintos!- a José Mª, asceta, al Parreño, tranquilo, duro como el tronco de un olmo. En Valeria combinan memoria y percepción, recuerdo y convivencia, in-compatible diálogo con los muertos y son-risa amable de los vivos, rostros ausentes y semblantes cercanos, en confusa amalga-ma imposible de separar. El mundo es una afluencia de rostros. Más relevantes que los horizontes, las convicciones, el habla o los utensilios que usaron los antepasados son los rostros que denotan personajes. Pero esos rostros se ausentaron o quedan pocos ya. Muchos fueron y algunos permanecen todavía para recordarlos. Una sutil línea los separa, sí, aunque no sepa precisarla. ¿Qué hay de unos a otros, mientras sigo pensando en ellos? ¿Es la esencia de este pueblo? ¿Quién lo habita?

De ayer y hoy

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Durante las tardes de otoño el ambiente es tibio y el último sol permanece prendido en las fachadas. Me gusta acudir hasta aquí. Vengo a pasear hasta que oscurece y el gris de la anochecida anula los trazos luminosos del día. Siento el poder del vacío. Me llega la soledad. En invierno es duro perma-necer aquí. Venimos y tan sólo las campanas del domingo son las únicas notas animosas. La grisu-ra tiñe el pueblo. En cada puerta cerrada, en cada ventana, asoma el abandono de quienes aparecie-ron por ellas algún día.

Acudo a la intuición. En la intuición se revela la verdad, brevemente, de golpe y toda.

Me llega de los fondos poéticos de Cernuda: Don-de habite el olvido… o, quizá, donde mora la au-sencia… Sigo insatisfecho y me alejo, percibiendo el momento de la belleza, ángel terrible.

Abelardo Martínez Cruz

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“Algunas setas comestibles de Valeria y su comarca”

1. Introducción.

¿Qué es una seta?. Lo que nosotros conocemos como seta es en realidad, el cuerpo fructífero (la parte fértil) de un organismo que crece bajo tierra. Comparado con las plantas, la seta sería el fruto, y las ramas y el tronco de la planta correspondería a la parte de la seta que crece bajo tierra (micelio).Las setas pueden desarrollarse sobre materia en descomposición (saprófito s), sobre otras plan-tas o incluso hongos, parasitándolas, llegando incluso a matarlas, o sobre las raíces de otras plantas estableciendo una simbiosis beneficiosa para la planta y para la seta (micorrizas).

2. ¿Dónde buscar las setas?

Cada hongo fructifica en un determinado há-bitat y con unas condiciones atmosféricas con-cretas. La diversidad y abundancia de setas que aparecen en una zona determinada depende de muchos factores, entre los que destacan el cli-ma, el tipo de suelo, la vegetación, la situación orográfica y la gestión forestal que se realice.La temporada se adelanta o se atrasa en fun-ción de las condiciones meteorológicas de las últimas semanas y días, y del microclima de cada rincón del monte.El término municipal de Valeria, y en general su comarca, está dominado por suelos básicos o calizos sobre los que se desarrollan dos tipos de formaciones vegetales fundamentalmente, bosques de coníferas, que son los pinares de pino negral (Pinus nigra subsp salzmanii) locali-zados en los parajes de Las Majaillas, El Ce-rro, Navarredonda y el Noguerón, y bosques

de frondosas, en los que podemos encontrar encinas (Quercus rotundifolia) que aparecen en los parajes de La Pedriza y La Lastra, o que-jigos (Quercus faginea) en los parajes de El Va-llejo del Lobo y La Casa Vieja del Noguerón. Además, es muy frecuente encontrar también en medio de estos bosques praderas o pasti-zales.En términos municipales vecinos como Solera de Gabaldón, Almodóvar del Pinar, Piqueras del Castillo, Barchín del Hoyo, etc., también encontramos otro tipo de suelo, en este caso, suelos silíceos o ácidos, fáciles de reconocer por-que son suelos muy arenosos sobre los que cre-ce el pino rodeno (Pinus pinaster), brezos (Erica sp.) y jaras (Cistus sp.), y en los que de todos es sabido que crecen los nízcalos de manera muy abundante.Como decimos, en función del tipo de suelo y de la vegetación que se desarrolle en él, podre-mos encontrar unas especies de setas u otras.

3. ¿Cómo recoger las setas?. Consejos básicos.

Las setas son seres vivos, que como hemos visto antes, cumplen una función en la naturaleza, por lo que el primer consejo y más importante es no pisar las setas que no se conocen o que no vamos a recoger para comer o para estudiar.

A parte de este consejo, convendría recordar los siguientes:

- Si no conoces la seta, no la comas.- Utiliza una cesta para recolec-

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tar las setas en vez de bolsas de plástico.- No utilizar rastrillos para buscar las setas, ya que destruyen el hábi-tat donde viven.- No recolectar más setas de las que tengamos previsto consumir.- Si hemos comido una seta y em-pezamos a sentirnos mal, acudir inmediatamente al médico y no es-perar al día siguiente.

4. Especies comestibles más fre-cuentes.

Suillus luteus (Boleto anillado, boleto viscoso anillado, bojín, paisanos, hongo de vaca)Sombrero: Muy viscoso, de color pardo oscuro o pardo rojizo, cubierto por mucus gris-viole-ta. Cutícula separable con facilidad. Presenta un diámetro de 4 a 14 cm, convexo, a veces mamelonado, después extendido, margen en-rollado, presentando en los ejemplares jóvenes restos del velo parcial. Himenio (poros): Tubos de adnados a decu-rrentes, largos de color amarillo pálido y con el tiempo amarillo oliva. Poros pequeños, angu-losos, de color amarillo pálido o amarillo oliva. No cambian de color al tacto. Cubiertos por una cortina membranosa muy característica. Esporada amarillo parduzca.Pie: Cilíndrico, a veces más grueso en la base, macizo, con un anillo viscoso y membranoso muy evidente, blanco al principio y luego ma-rrón violeta, desapareciendo en tiempo seco o en ejemplares adultos. El color del pie es blanco por encima del anillo con una granulación poco marcada, y más oscuro y escamoso en la parte inferior, con tintes violáceos.Carne: Blanda, blanco amarillenta. Olor afru-tado y sabor dulzón.Hábitat: Bajo pinos de cualquier especie, con los que se micorriza. Tanto en suelos silíceos como básicos. Típico de otoño.

Comestibilidad: Sólo los ejemplares jóvenes, quitándoles la cutícula previamente. Conside-rado el mejor comestible del género Suillus.Observaciones: Fácil de identificar por la cutí-cula muy viscosa con tonos violáceos, y sobre todo, por presentar un anillo membranoso y viscoso. Se puede confundir con Suillus grevi-llei, también con anillo, pero éste vive bajo alar-ces. Suillus granulatus y Suillus collinitus tienen un aspecto parecido pero carecen de anillo.

Lactarius deliciosus (níscalo, nízcalo, guíscano, rebollón, mizclo, robellón, hongo)Sombrero: Robusto, grande, hasta de 15 - 20 cm de diámetro, plano convexo, al final depri-mido, muy variable de aspecto. Margen enrollado de joven. Cutícula separa-ble hasta la mitad, un poco viscosa, zonada (con bandas concéntricas teñidas de anaran-jado sobre fondo más claro), con fositas, prui-nosa, de color anaranjado que verdea en las zonas dañadas. Himenio (láminas): Láminas apretadas, ar-queadas, bifurcadas, con lamélulas, adnadas o algo decurrentes, de color anaranjado vivo, que verdean en las zonas dañadas. Esporada rosa carne.Pie: Hasta 6 -9x3 cm, cilíndrico, duro, pronto hueco, con algunas fositas (escrobiculado), prui-noso, de color anaranjado como el sombrero.Carne: Frágil, granulosa, compacta, blancuzca al corte, virando instantáneamente a naranja, y al cabo de unas horas toma coloraciones verdo-sas, con olor peculiar, agradable, de sabor dul-ce, después un poco amargo. Látex abundante de color anaranjado vivo, vira ligeramente al verde después de 1 – 2 horas cuando se oxida.Hábitat: Bajo pinos y la vegetación de ma-torral circundante (jaras, romeros, etc.), indi-ferente edáfica, con preferencia hacia suelos neutros o calcáreos. Fructifica en otoño y co-mienzos del invierno.Comestibilidad: Buen comestible. Muy popular. Observaciones: Recogidos en este grupo varios con los que se puede confundir. L. sanguifluus, menor porte, tiene látex de color rojo – vinoso

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y el sombrero con tonos púrpura – rojizos y es-fumaciones verdosas, su carne se vuelve color rojo – vinoso al corte casi instantáneamente. L. semisanguifluus, de mayor tamaño, tiene látex anaranjado pero cambia en contacto con el aire a rojo oscuro al igual que su carne. Crece bajo coníferas pero en sustrato básico. Su carne vira primero a color anaranjado, y de 5 a 10 mi-nutos después a anaranjado - vinoso. L. vinosus, de menor tamaño, presenta un látex rojo “vi-noso” muy oscuro. L. quieticolor, exuda un látex anaranjado que vira al verde inmediatamente. Todas ellas son comestibles.Puede confundirse con otros Lactarius con lá-minas más claras y látex blanco o amarillo, como por ejemplo L. chrysorrheus, L. zonarius, L. tesquorum, etc.Después de consumida, la orina se torna de co-lor rojizo por la eliminación de sustancias colo-readas pero sin causar problemas fisiológicos.Algunos ejemplares son parasitados por un hongo inferior, Peckiella lateritia, que provoca la desaparición de las láminas y el endurecimien-to de la carne, a pesar de lo cual sigue siendo comestible.

Lactarius semisanguifluus (Níscalo, níz-calo, rebollón, rovellón)Sombrero: Tamaño mediano, de 3 – 10 cm de diámetro, convexo, después extendido, un poco deprimido, en forma de embudo, carnoso. Mar-gen fuertemente enrollado al principio y regu-lar, luego más o menos aplanado. Cutícula sólo ligeramente canosa, zonada, de color naranja verdoso al principio, luego con manchas cada vez más verdosas y oscuras, para finalmente, decolorarse al amarillo-verdoso, quedando el borde más blancuzco y zonado.Himenio (láminas): Láminas arqueadas y algo decurrente, apretadas, con numerosas lamélulas cerca del pie, de color naranja pálido, con tintes vinosos donde han sido dañados, finalmente ver-dosas. Se mancha de verde al tocarlas. El fondo de las láminas es color rojo carne y la arista es más oscura y tiene tendencia a verdear.Pie: Hasta 3-6 x 1-2 cm, cilíndrico, atenuado en la base, a veces ligeramente curvado, lleno

en los ejemplares jóvenes, hueco en los adultos, más pálido que el sobrero, y tiende a mancharse también de verde, poco o nada escrobiculado. Carne: Espesa, blanquecina en el interior y na-ranja en el exterior por el látex, después ana-ranjada - vinosa y finalmente (al día siguiente) azul - verdosa. Anaranjada en el córtex del pie virando al violáceo en pocos minutos al con-tacto con el aire, pasando finalmente a tonos verdosos. Olor afrutado y sabor un poco acre (amargo). Látex escaso, al principio de color naranja, cambiando a violáceo (vinoso) después de unos 8 – 9 minutos, de sabor dulce al princi-pio y luego ligeramente acre. Hábitat: En general, gregarios. Fructifica bajo pinos (Pinus), en zonas húmedas. Prefiere terre-no calcáreo. Verano – otoño. Frecuente.Comestibilidad: Buen comestible. Observaciones: Se caracteriza por el cambio de color del látex y de la carne del pie, de anaranja-do a rojo – vinoso al cabo de varios minutos de rascarla con la uña, por la tendencia que tiene a verdear todo el carpóforo (sombrero, láminas y pie) y por vivir bajo pinos. Se puede confundir con Lactarius deliciosus, que tiene el látex rojo – zanahoria inmutable y el carpóforo no tan ver-doso, con Lactarius sanguifluus que tiene el látex rojo – vinoso directamente y es más termófilo.

Tricholoma terreum (Negrilla, ratón, fredolic)Sombrero: De 3 a 8 cm de diámetro, acam-panado o cónico, después aplanado y con un amplio mamelón central, margen del mismo color, entero a crenulado. Cutícula seca, for-mada por numerosas fibrillas radiales, estria-da, separable, de color gris oscuro casi negro hasta gris pálido, cubierta por escamas sedosas dispuestas de forma radial. Himenio (láminas): Escotadas, gruesas, frágiles, de color blanco o de color gris ceniza, y borde denticulado. Esporada blanca.Pie: Muy fibroso, frágil, al principio lleno y después hueco, cilíndrico, de color blanco o blanco grisáceo, a veces provisto de joven de una cortina gris, furfuráceo en el ápice y fibro-so longitudinalmente.

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Carne: Muy delgada, se rompe con facilidad, blanco grisácea. Olor suave y sabor fúngico. Hábitat: En otoño, bajo pinos (generalmente pi-nares jóvenes a los que micorriza), donde fruc-tifica generalmente en grandes grupos. Muy resistente al frio, por lo que aparece también a principios de invierno. Comestibilidad: Buen comestible. Pero es muy frá-gil y se estropea pronto, por lo que hay que consu-mirla o conservarla al poco tiempo de recogerla.Observaciones: Se trata de una especie común y abundante, difícil de confundir con especies venenosas. Se recolectan, posiblemente confun-didas, especies como T. scalturatum, T. gausapa-tum, T. squarrulosum, T. atrosquamosum, etc. pero todas ellas comestibles.

Hygrophorus latitabundus (Llanegagris, babosa)Sombrero: De 10 a 15 cm de diámetro, de hemisférico a plano convexo, con mamelón obtuso, margen incurvado. Cutícula lisa, muy viscosa (babosa, gelatinosa), fácilmente sepa-rable, de color pardo gris con tintes oliváceos y el centro más oscuro. Himenio (láminas): De adnadas a subdecurren-tes, separadas, blancas. Esporada blanca.Pie: Cilíndrico, robusto, fusiforme, subradican-te, viscoso, blanco y adornado con un punteado de escamas, algo pruinoso en la parte superior. Carne: Blanca, abundante, compacta, olor aro-mático y sabor agradable. Hábitat: Fructifica en bosques de coníferas. Pre-fiere suelos calizos. Otoño.Comestibilidad: Es un buen comestible, previa retirada de la cutícula. Observaciones: Similar a otras especies de Hygrophorus como Hygrophorus persoonii, de me-nor tamaño y fructifica bajo planifolios. Hy-grophorus hypothejus, con zona anular en el pie, pero el carpóforo tiene coloraciones marrón rojizas y láminas amarillo anaranjadas. Hy-grophorus agathosmus, menos viscoso y con olor a almendras amargas.

Lepista nuda (Pie azul)Sombrero: De 5 a 12 cm de diámetro, carnoso,

convexo, luego aplanado y anchamente umbo-nado, con el borde incurvado. Cutícula lisa, vis-cosa en tiempo húmedo, de color azul violáceo de joven a marrón crema en la madurez.Himenio (láminas): Adnadas, de color violá-ceo, apretadas y fácilmente separables. Espo-rada rosa pálido.Pie: Algo más corto que el diámetro del som-brero. Cilíndrico, con la base bulbosa, flocono-so, violáceo, concoloro con las láminas. Carne: Gruesa, blanquecina o ligeramente lila, compacta. Olor aromático, a frutas, y sa-bor dulce.Hábitat: Fructifica en bosques (pinos y encinas), praderas y jardines, formando “corros de bru-jas”. Otoño – invierno, soporta muy bien el frio, por lo que se prolonga su fructificación hasta el mes de enero. También aparece en primavera. Muy frecuente.Comestibilidad: Buen comestible, en crudo puede provocar trastornos digestivos.Observaciones: Fácilmente reconocible por su color, aunque puede confundirse con otras especies del género Lepista, como L. personata, que sólo tiene violáceo el pie; L. sordida menos carnosa, más esbelta, higrófana y de color me-nos fuerte. También puede confundirse con es-pecies violáceas del género Cortinarius (setas con cortina y esporada pardo ferruginosa), que sí pueden ser peligrosas.

Pleurotus eryngii (Seta de cardo)Sombrero: De 5 a 10 cm de diámetro, convexo a plano convexo, deprimido en el centro, mar-gen incurvado y ondulado. Cutícula mate, lisa en la madurez, brilla al sol, de color variable, pasando de tonos pardos a marrones o cremas, hasta casi negras. Himenio (láminas): Muy decurrentes, apreta-das, arqueadas, de blanquecinas a ocráceas en la madurez. Esporada blanca. Pie: De excéntrico a lateral, corto, grueso, de color blanco sucio, de carne firme y consisten-te. A menudo presente adheridos en su base restos de las raíces muertas del cardo.Carne: Espesa, blanca. Olor agradable y sabor dulce.

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Hábitat: Crece en las raíces muertas del cardo corredor (Eryngium campestre) que fructifica en tierras abandonadas y praderas, sobre todo en la región mediterránea. Primavera y otoño.Comestibilidad: Excelente comestible. Es una de las especies más apreciadas en España.Observaciones: El carpóforo marronáceo, lá-minas decurrentes y fructificar ligado a raíces de cardo corredor hacen difícil su confusión. Se puede confundir con algunas especies del género Melanoleuca, pero estas tienen láminas no decu-rrentes y el pie central. También se puede con-fundir con Hohembuehelia geogenia, pero ésta tiene el sombrero atrompetado y abierto por un lado.

Pleurotus ostreatus (Seta de chopo, seta de concha)Sombrero: De 5 a 20 cm de diámetro, de con-vexo a plano convexo, en forma de ostra. Mar-gen incurvado. Cutícula lisa, glabra, separable, de marrón grisácea a marrón negruzca. Himenio (láminas): Láminas muy decurren-tes, anastomosadas en la base, apretadas, blanquecinas o cremosas. Esporada blanca que se observa sobre la cutícula de los ejem-plares sobre los que crece formando pisos.Pie: Lateral, muy corto, tenaz, blanquecino. Carne: Tenaz, compacta, gruesa en el cen-tro, blanquecina. Sabor dulce y olor agra-dable. Hábitat: Fructifica de forma gregaria sobre tocones (saprófito) y troncos vivos (sim-bionte) de planifolios (chopos, sauces, saucos, etc.), muy raro en coníferas. Otoño. Comestibilidad: Buen comestible de joven. Cuando envejece es demasiado dura. Observaciones: Esta especie se cultiva a gran escala en numerosas localidades de La Man-chuela (Cuenca y Albacete) sobre troncos de chopo o en compost de paja. Se puede con-fundir con Pleurotus pulmonarius, de color más claro y sabor ácido.

Agrocybe aegerita (Seta de chopo)Sombrero: De 4 a 12 cm de diámetro, al prin-cipio hemisférico, después plano convexo, margen excedente. Cutícula adherente, glabra, con pequeñas arrugas y rizos radiales cerca del

borde, de crema a gris marrón con pequeño reborde blanquecino, lisa o arrugada que se cuartea a menudo. Himenio (láminas): Adnadas y decurrentes por un diente, apretadas, desiguales, pasan de blan-co a ocre cuando son viejas. Arista finamente irregular. Esporada pardo tabaco. Pie: Firme, fibroso, atenuado en su parte inferior, blanco. Anillo persistente, membranoso, amplio. Carne: Compacta, gruesa, dura, blanquecina. Olor y sabor agradables. Hábitat: Fructifica generalmente en grandes grupos sobre tocones y troncos viejos de Populus (chopos), Salix (sauces) y Ulmus (olmos), en zonas termófilas. Primavera – Otoño.Comestibilidad: Muy buen comestible. Se acon-seja desechar los ejemplares viejos. Observaciones: Se parece a Agrocybe praecox, que vive en el suelo (parques, jardines), lo que la di-ferencia. Es frecuente verlo en las ciudades so-bre troncos de diversos árboles o en sus tocones (plátanos, acacias, sauces, arces, etc.) en perio-dos húmedos o lluviosos.

Coprinus comatus (Barbuda, sombre-rillo)Sombrero: De 5 a 10 cm de altura, de cilíndrico ovoide a campanulado, margen delicuescente. Cutícula blanca, tomentoso lanosa, con esca-mas pardo amarillentas y el ápice ocráceo. Himenio (láminas): Láminas libres, apretadas primero blanquecinas, pasando luego a rosa-das y finalmente negras y delicuescentes (que se convierten en tinta). Esporada negra.Pie: Bulboso en la base, hueco con la edad, fi-brilloso, blanco, delicuescente. Con un anillo delgado bien formado y desplazable a lo largo del pie, pero que suele perder pronto. Se des-prende del sombrero con una leve torsión.Carne: Poco consistente, delgada, blanca o blanco rosada antes de delicuescer (convertirse en tinta). Olor y sabor no destacables. Hábitat: En grupos, en los prados de pastoreo, al borde de los caminos por donde pasa el gana-do, lugares estercolados, etc. Descomponedora en cualquier terreno rico en materia orgánica. Desde la primavera al otoño.

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Comestibilidad: Comestible cuando es joven, mientras las láminas permanecen blancas. Observaciones: Fácil de identificar por su gran tamaño, sombrero de cilíndrico a campanulado cubierto de escamas, borde delicuescente y pie con anillo. No se debe confundir con Coprinus atramentarius (tóxico) que tiene el sombrero casi globoso de joven y pie sin anillo.

Macrolepiota procera (Parasol, para-guas, cocorra)Sombrero: De 8 a 30 cm de diámetro, primero globoso (se parece a una maza de tambor), des-pués extendido hasta alcanzar la forma de un gran parasol, con un mamelón protuberante y obtuso. Margen con apéndices colgantes. Cutí-cula con grandes escamas pardas concéntricas formadas al cuartearse la cutícula, sobre fondo blanco o crema, cada vez más apretadas hacia el mamelón de color pardo oscuro.Himenio (láminas): Blancas primero, luego enrojecen en el borde con la edad. Libres. Es-porada blanca. Pie: Delgado, hueco, fibroso, engrosado en la base, claramente zonado, atigrado, de color marrón uniforme que se va rompiendo longi-tudinalmente en zig-zag de forma irregular, de-jando ver la carne blanca. Anillo membranoso, móvil, doble, de color blanco en la parte supe-rior y oscuro en la inferior y con la superficie moteada de escamas. Carne: Blanda y tierna en el sombrero y fibrosa en el pie, de color blanco inmutable. Sabor a avellana y olor agradable. Hábitat: Fructifica en zonas herbosas, bajo ma-torrales y brezales, claros de bosque o bajo pla-nifolios y coníferas. Otoño. Saprófita.Comestibilidad: Excelente comestible des-echando el pie por su dureza. Observaciones: Se caracteriza principalmente por su gran talla, sombrero mamelonado cu-bierto de grandes escamas concéntricas, pie claramente zonado en zig-zag y carne blanca inmutable. Hay otras especies parecidas como Macrolepiota rhacodes que tiene la carne enroje-ciendo al corte y pie no zonado. M. rickenii es de menor talla y pie sólo ligeramente zonado. M.

mastoidea y M. affinis tienen el pie liso, sin esca-mas y sombrero claramente mamelonado. Hay que tener en cuenta la posible confusión con es-pecies del género Lepiota, muy tóxicas e incluso mortales. Los ejemplares de Lepiota tienen som-breros menores de 12 cm y el anillo es efímero y no móvil. Se aconseja no recoger ejemplares de diámetro < 12 cm para el consumo, si no se conoce bien la especie.

Agaricus campestris (Champiñón, hon-go blanco)Sombrero: De 4 a 10 cm de diámetro, primero globoso hemisférico, después convexo, margen ornamentado con restos de velo. Cutícula sedo-sa, fibrillosa, blanca, teñida de ocre con la edad, a veces con escamas concéntricas. Himenio (láminas): Libres, apretadas, blancas al principio cuando está cerrado, después de color rosa vivo y finalmente marrón oscuro, casi negro, arista concolora. Esporada marrón oscuro.Pie: Lleno, tenaz, ahusado o atenuado, blanco, algo amarillo en la base y fácilmente separable del sombrero. Anillo blanco, ascendente, algo-donoso a membranoso, simple, efímero. Carne: Abundante, compacta, blanca que se colorea al corte de un rosa muy débil, sobre todo en la parte superior del pie, con olor y sabor agradables. Hábitat: En prados y pastizales donde ha pasta-do el ganado, por tratarse de una especie nitró-fila y necesitar el estiércol para su crecimiento. Comestibilidad: Muy buen comestible. Observaciones: Se caracteriza porque su carne no enrojece ni amarillea, no tiene olor a anís ni a yodo y tiene el anillo fugar. Al igual que todas las especies del género Agaricus se puede con-fundir cuando es joven con Amanita phalloides, pues entonces posee láminas blancas, pero ca-rece de volva. También se puede confundir con Agaricus xanthodermus (tóxico), cuya carne amarillea fuertemente y tiene olor a yodo.

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Suillus luteus

Lactarius deliciosus

Lactarius semisanguifluus

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Tricholoma terreum

Hygrophorus latitabundus

Lepista nuda

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Pleurotus eryngii

Pleurotus ostreatus

Agrocybe aegerita

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Coprinus comatus Macrolepiota procera

Agaricus campestris

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La abuela lo hacía sin recetaEdita y Carmen Beltrán

Tercer año consecutivo de la publicación de recetas para elaborar esos platos de siempre. De to-dos es sabido que antiguamente todas las familias criaban el cerdo en sus casas y que en invierno, generalmente, tenía lugar la matazón del mismo.Ese día se invitaba a familiares y amigos y se comían unos platos cocinados con carne de cerdo.

En este número de Ricotí hemos querido proponeros dos de esos platos: el ajo de matazón y las gachas.

AJO DE MATAZÓN

INGREDIENTES

• 1Kg. de hígado de cerdo • ½ cucharadas sopera rasa de orégano • ½ cucharada sopera rasa de canela • 1 pellizco de alcaravea • 2 cucharadas soperas rasas de pimentón • Sal • Costilla, panceta, forro de cabeza • 1 pan redondo en rebanadas finas y pequeñas

Se cuece el hígado y se machaca con el mortero. En una sartén con aceite se fríe la costilla, la pan-ceta y el forro. Cuando esta todo frito se aparta en una cazuela las tajadas. En ese mismo aceite se pone el hígado y se sofríe un poco, se le echa el pimentón y se le da unas vueltas, más tarde se le echa agua y que hierva. Cuando empieza a hervir se le añaden las especias y el pan y se deja un rato para que se esponje. Cuando ha esponjado se deja que cueza bien y que se quede sin agua y le salga el aceite por encima.

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La abuela lo hacía sin receta

GACHAS

INGREDIENTES

• 1Kg. de hígado de cerdo • ½ cucharadas sopera rasa de orégano • ½ cucharada sopera rasa de canela • 1 pellizco de alcaravea(si se quiere) • 2 cucharadas soperas rasas de pimentón • Sal • Panceta • Ajos (al gusto) • Harina de gachas o almortas. Una cucharada sopera por persona.

Se cuece el hígado y se reserva el agua.Se fríe la panceta en abundante aceite y se retira poniendo los ajos en el mismo aceite, para re-tirárlos también una vez fritos. A continuación se sofríe la harina a fuego muy lento, sin dejar de mover y se le añade el pimentón.Se incorpora el agua del hígado y el hígado machacado o triturado, los ajos, la sal y las especias y se le va añadiendo agua según se necesite.Se van cociendo poco a poco hasta que el aceite salga por encima.

Puri, Paqui, Esperanza y Teo haciendo gachas

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