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La colza transgénica como paradigma del desarrollo del sistema tecnocientífico aplicado a la agricultura Esther Marín González TRABAJO FINAL 2º ITINERARIO. POSGRADO C3SI. Biotecnologías: ingenie- ría genética y productos transgénicos Caso de estudio particular: la colza transgénica como paradigma del desa- rrollo del sistema tecnocientífico aplicado a la agricultura. Reconstrucción e interpretación de los impactos tecnocientíficos, crisis cul- turales y conflictos políticos derivados del uso de las biotecnologías basa- das en ingeniería genética, en la sociedad de la información y el conocimien- to. Propuesta personal de un modelo de valoración e intervención. ESTHER MARÍN GONZÁLEZ. C3SI • Febrero 2007 Índice 1. Introducción 2. Cuerpo de exposición de la investigación y de sus resultados 1) Innovaciones y estabilizaciones de nuevos sistemas tecnocientíficos 2) Impactos y sus consecuencias: crisis, conflictos y confrontaciones 3) De los impactos y sus consecuencias (crisis, conflictos y confrontaciones) a los modelos de valoración, intervención y desarrollo 4) Propuesta de un planteamiento particular de valoración e intervención para la resolución de crisis, conflictos y controversias en el caso estudiado 3. Conclusiones 4. Bibliografía 5. Notas bibliográficas

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La colza transgénica como paradigma del desarrollo del sistema tecnocientífico aplicado a la agricultura

Esther Marín González

TRABAJO FINAL 2º ITINERARIO. POSGRADO C3SI. Biotecnologías: ingenie-ría genética y productos transgénicos Caso de estudio particular: la colza transgénica como paradigma del desa-rrollo del sistema tecnocientífico aplicado a la agricultura. Reconstrucción e interpretación de los impactos tecnocientíficos, crisis cul-turales y conflictos políticos derivados del uso de las biotecnologías basa-das en ingeniería genética, en la sociedad de la información y el conocimien-to. Propuesta personal de un modelo de valoración e intervención. ESTHER MARÍN GONZÁLEZ. C3SI • Febrero 2007 Índice

1. Introducción

2. Cuerpo de exposición de la investigación y de sus resultados

1) Innovaciones y estabilizaciones de nuevos sistemas tecnocientíficos

2) Impactos y sus consecuencias: crisis, conflictos y confrontaciones

3) De los impactos y sus consecuencias (crisis, conflictos y confrontaciones) a los modelos de valoración, intervención y desarrollo

4) Propuesta de un planteamiento particular de valoración e intervención para la resolución de crisis, conflictos y controversias en el caso estudiado

3. Conclusiones

4. Bibliografía

5. Notas bibliográficas

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1. Introducción

El presente trabajo cierra el segundo itinerario del postgrado de Asesor Experto en

Conocimiento, Ciencia y Ciudadanía en la Sociedad de la Información, y pone punto y final

al curso.

Como tema de estudio se ha querido hacer una reconstrucción de los impactos y las

consecuencias del uso de la biotecnología, aplicada al caso concreto de los productos trans-

génicos. Para ejemplificar el estudio, se ha trabajado el caso de la colza transgénica en Ca-

nadá, y las transformaciones, conflictos y controversias que ha ocasionado su implantación

en ese sistema cultural en concreto, que son sin duda extrapolables en muchos términos a

otros países, por el efecto globalizador de la cultura, la economía y la política.

Este caso en particular nos sirve como modelo para identificar cómo las innovacio-

nes de los sistemas tecnocientíficos llegan a estabilizarse y causan una serie de impactos

que pueden derivar en la transformación de los sistemas culturales establecidos hasta el

momento. Una vez identificados los mecanismos por los cuales las innovaciones tecnocien-

tíficas se estabilizan en los sistemas culturales extracientíficos, se pueden analizar y valorar

los impactos y las consecuencias resultantes de dicha estabilización. Con este análisis glo-

bal del caso de estudio se llega al planteamiento final de un modelo resolutorio del conflic-

to. Y ésta es, sin duda, la parte más importante del proceso. La resolución está basada en un

modelo de valoración e intervención que ha de ser compatible con los intereses de todos los

agentes involucrados en el conflicto, de manera que se eviten o reduzcan las transformacio-

nes no deseadas de los sistemas culturales preexistentes.

Para tratar el caso de estudio, me basaré en la metodología trabajada durante el cur-

so exponiendo el modelo de análisis, valoración e intervención recogido en los trabajos del

Dr. Manuel Medina1.

En el caso de la biotecnología, referida en concreto a la modificación genética de

los organismos (OGM) mediante técnicas de ingeniería genética, los conflictos entre los

diferentes sistemas valorativos implicados aún se encuentran por resolver. Y es en este pun-

to, dónde cabe la actuación política. En el momento actual, diversas áreas de la tecnocien-

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cia se encuentran todavía en plena estabilización dentro de los sistemas culturales, por lo

que pueden redirigirse, a fin de evitar o reducir las posibles incompatibilidades con las

prácticas tradicionales preexistentes.

Este tipo de análisis de caso y la consiguiente propuesta de intervención son parte

de una metodología de investigación operativa que va más allá de la simple exposición del

problema. Mediante el análisis de las crisis provocadas por la confrontación de sistemas

tecnocientíficos incompatibles con las prácticas tradicionales preexistentes en un sistema

cultural, podemos plantear qué tipo de desestabilizaciones ocasionan las innovaciones de

dichos sistemas tecnocientíficos y decidir acerca de su aplicación, según los intereses de los

agentes implicados. Para el caso concreto de los alimentos transgénicos, aún no se ha esta-

bilizado su uso a nivel europeo por lo que es posible la intervención. Dar a conocer quién,

cómo y por qué se estabiliza una innovación tecnocientífica como los OGM, puede ayudar

a los colectivos implicados, que en definitiva somos todos los usuarios, a decidir si quere-

mos o no hacer uso de esa tecnología.

El debate está claramente abierto, y son variadas las voces que sobre él intervienen.

Podríamos considerar a groso modo, tres tipos de voces. La industria agroquímica y los de-

fensores del estudio, uso y aplicación de los OGM; el colectivo de afectados y detractores

de los OGM (agricultores y asociaciones ecologistas); y por último, los consumidores, que

pueden estar a favor, en contra o desinteresados acerca de estos productos.

Para acotar el trabajo, y poder llegar a proponer acciones y propuestas concretas de

actuación e intervención política, se analizará el caso concreto de la colza GT73 Roundup

Ready®, comercializada por la empresa agroquímica Monsanto, en Canadá. Entendiendo

que el conflicto alcanza una escala global y se extiende hacia Europa, donde también ha

encontrado resistencias entre algunos grupos de agricultores, así como defensores del uso

de dicha tecnología. Proponer un modelo compatible con los intereses todos ellos ha de ser

el resultado final de este proyecto.

De este modo, se pretende llegar a resultados significativos y relevantes, no sólo

para la poner de manifiesto la complejidad de los entramados de innovaciones, estabiliza-

ciones e impactos, sino también para la correspondiente valoración de los impactos y su

intervención en el contexto de sus consecuencias, de cara a la resolución efectiva de crisis,

conflictos y confrontaciones.

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2. Cuerpo de exposición

Parte I

2.1 Innovaciones y estabilizaciones de nuevos sistemas tecnocientíficos

Las nuevas tecnociencias

Durante las últimas décadas del siglo XX, el avance de la informática y su aplica-

ción en la investigación científica, junto con la transferencia de prácticas e instrumental de

laboratorio de áreas como la física o la química (promovidas por investigadores como

Schödinger o Pauling) hacia otros campos científicos, como la biología, han favorecido el

surgimiento de nuevas áreas de investigación. Estas nuevas disciplinas científicas se en-

cuentran caracterizadas por prácticas y entornos en los que intervienen e interactúan con-

juntamente un aparato conceptual y teórico, con la producción y el uso de sofisticados ar-

tefactos y procedimientos tecnológicos2. Este carácter híbrido de los sistemas científicos y

tecnológicos caracteriza a los sistemas actuales de investigación, los cuales han pasado a

denominarse sistemas tecnocientíficos o tecnociencias.

Este modelo tecnocientífico ha ido expandiéndose, en un proceso de tecnocientifi-

cación generalizada, a todos los campos de la investigación y la producción científica, sien-

do la biología uno de sus ámbitos más representativos. En ella, los nuevos tratamientos teó-

ricos y tecnológicos han dado lugar a nuevas tecnociencias, como la ingeniería genética o la

biología molecular, directamente relacionadas con las tecnologías de DNA recombinante,

las cuales han sentado las bases para el desarrollo de uno de los productos tecnocientíficos

objeto de nuestro estudio. Actualmente, son muchas las áreas de investigación que están

relacionadas con esta “nueva genética”, como la bioinformática (mediante la cual se ha po-

dido obtener el código genético de numerosas especies, entre ellas el humano) o la biome-

dicina (dentro de la cual se encuentran áreas de investigación relacionadas con el estudio de

enfermedades humanas con base genética, con la medicina regenerativa -células madre-,

etc.). Además de éstas, existen disciplinas relacionadas con microorganismos, donde tam-

bién se requiere de técnicas genéticas, como la genética molecular bacteriana, para obtener

una microbiologia aplicada, donde los microorganismos modificados genéticamente, me-

diante técnicas de ingeniería genética, producen proteínas u otras moléculas útiles, que de

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forma natural no producirían. Estas tecnologías de DNA recombinante están destinadas a

provocar y controlar procesos biotecnocientíficos y a generar nuevos organismos mediante

el reemplazo y recombinación de elementos genéticos3. A diferencia de los métodos tradi-

cionales de “mejora vegetal y animal”, basados en fecundación cruzada de individuos de

diferentes especies, las tecnologías de DNA recombinante están basadas en técnicas y pro-

cesos de intervención dura, caracterizadas por los mismos principios de control y reprodu-

cibilidad que el resto de procesos experimentales desarrollados en el laboratorio. De este

modo, ya no se necesitan cruzar individuos para obtener un híbrido con características in-

termedias; basta con modificar el genoma de una de las especies, por ejemplo, introducien-

do un gen de una especie en otra y controlar su expresión en forma de nueva proteína. Esta

experimentación ha de estar sometida a controles estrictos en laboratorio, y se puede limitar

a unas condiciones experimentales muy concretas. Mediante estas técnicas, los resultados

están más controlados y dirigidos hacia un resultado final concreto; al menos en condicio-

nes de laboratorio controladas. Lo discutible en este punto, es si esas condiciones son ex-

trapolables en los sistemas abiertos (campos de cultivos, por ejemplo, en el caso de semillas

transgénicas).

Biotecnología e ingeniería genética

Se conoce como biotecnología a aquella tecnología que aprovecha mecanismos o

reacciones de diferentes organismos vivos para la obtención y mejora de productos útiles,

como por ejemplo, diferentes tipos de alimentos o medicamentos4. De tal definición se po-

dría extraer la conclusión de que la biotecnología es una disciplina actual. Y no es cierto. La

biotecnología ha permitido, por ejemplo, la obtención de queso, cerveza, vino, y una larga

lista de productos que requieren de la fermentación para su elaboración. El uso de microor-

ganismos, como las levaduras, tiene una larga tradición en la historia de la alimentación

humana. Sin embargo, nunca hasta este momento de había hilado tan fino en la aplicación

biotecnológica. Mediante el uso de técnicas de ingeniería genética, donde se interviene en

el código genético de los organismos, se pueden obtener los mismos resultados que con la

biotecnología clásica, pero transferiendo únicamente unas determinadas características, co-

dificadas en los genes, de un organismo a otro con una precisión mucho mayor; incluso se

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pueden saltar ciertas barreras, como la del intercambio genético entre especies sin necesi-

dad de reproducción sexual.

La modificación del DNA de un organismo, para añadir, eliminar o alterar sus genes

da como resultado un organismo genéticamente modificado (OGM), ya sea un animal, un

planta o un microorganismo. Si la modificación tiene como objetivo insertar un gen de una

especie en otra, lo que se obtiene es un organismo transgénico. En resumen, se podría con-

siderar que la ingeniería genética es un camino para mejorar (y facilitar) la biotecnología5.

Y de este proceso de “mejora biotecnológica” surge nuestro objeto de estudio: la colza

transgénica.

La tecnociencia como sistema cultural

Una innovación biotecnocientífica como, en este caso, es la colza transgénica, y por

extensión el resto de productos transgénicos, no debe ser considerada responsable per se de

los impactos que pueda ocasionar. Es decir, una innovación material, producto de la tecno-

ciencia, no puede ser analizada de forma aislada, desvinculada de los agentes y entornos

que la generan y la acogen. Los sistemas tecnocientíficos ni son simples sistemas teóricos

ni simples generadores de nuevos productos técnicos, sino que se constituyen como verda-

deros sistemas culturales, lo que permite tratar de forma integrada los cambios y las trans-

formaciones que éstos generan en medios extracientíficos. Los sistemas culturales se carac-

terizan por tener cuatro dimensiones: material (procesos, procedimientos y artefactos mate-

riales), simbólica (discursos legitimadores), organizativa (institucionalización y consolida-

ción cultural) y biótica (ambiente) -EMSOB- relacionadas con unos entornos y agentes o

colectivos concretos.

El desarrollo o innovación de productos de la tecnociencia tiene lugar tanto en cen-

tros de investigación como en empresas (en general, centros de I+D), donde el colectivo de

agentes implicado es el de científicos o expertos, que desarrollan y perfeccionan prácticas,

artefactos y técnicas relacionadas con la genética y la microbiología. La estabilización de

las innovaciones tecnocientíficas se produce, en primer lugar, dentro de estas subculturas

tecnocientíficas, en el colectivo de expertos y sus instituciones. Pero, una vez constituidas

son susceptibles de ser exportadas y estabilizadas en medios culturales extracientíficos6.

Esta consolidación está favorecida por la legitimación de las subculturas científicas (de sus

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agentes, entornos y prácticas), por la acción de diferentes actores implicados (sector políti-

co, económico, científico, social, etc.). Esta creciente tecnocientificación del sistema cultu-

ral global, como resultado del imperativo tecnocientífico (el cual justifica la supuesta supe-

rioridad de los sistemas tecnocientíficos respecto al resto de sistemas culturales, y dicta

extender las formas de investigación, intervención y control tecnocientífico a todos los do-

minios que puedan ser objeto de ella) promueve una modificación de los entornos y tradi-

cionales preexistentes.

Colza GT73 Roundup Ready®, una planta con patente

Los agentes que han tomado parte en el desarrollo de la colza transgénica han sido,

en mayor medida, los investigadores de la empresa privada. Impulsada por la empresa

Monsanto (antes dedicada al negocio de los fertilizantes, ahora al de las semillas transgéni-

cas), la investigación y desarrollo de variedades de semillas transgénicas tomó forma en

1996 con la producción y comercialización de plantas de colza modificadas que toleran la

acción de un determinado herbicida que contiene glifosato. Nace así la colza GT73 Roun-

dup Ready® y su herbicida específico, el Roundup®, ambos de Monsanto.

Este herbicida específico se utiliza frente a las malas hierbas, una vez éstas han

emergido, bloqueando la producción de ciertos aminoácidos, lo que impide su crecimiento

y provoca la muerte de la planta. La colza modificada contiene unas proteínas, que se intro-

ducen en la planta mediante técnicas de ingeniería genética, que inihiben el efecto del her-

bicida, lo que asegura la ruta de síntesis de esos aminoácidos y permite el crecimiento de la

planta en presencia del herbicida, sin sufrir daño alguno. Esta resistencia al glifosato pro-

viene de la proteína EPSP aislada de la cepa bacteriana C4 de Agrobacterium tumefaciens,

una bacteria del suelo, que asegura la producción de aminoácidos, mientras que de otra bac-

teria, Ochrobactrum anthropi, se obtiene una proteína denominada GOX que degrada este

glifosato. Estas proteínas se introducen en la planta de colza mediante un sistema de trans-

formación con A. tumefaciens y las capacitan para tolerar el uso de herbicidas que conten-

gan glifosato o glufosinato7. Lo que se consigue con la colza Roundup es reducir el uso de

pesticidas sobre las cosechas, al utilizar uno solo mucho más específico.

Exportación y adopción de los productos de la IG: los transgénicos en los campos

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Los avances técnicos y teóricos en el campo de la ingeniería genética han sido ver-

tiginosos en estos últimos años; cada vez se cuenta con un mayor número de secuencias

génicas de organismos útiles para la agricultura o la ganadería. La estabilización de las

prácticas de ingeniería genética dentro de la subcultura científica ha sido muy rápida, como

también lo ha sido su salida hacia entornos extracientíficos. Si bien, la capacidad de trabajar

con estas técnicas es relativamente reciente. A principios de la década de los 80's se consi-

guen los primeros éxitos en laboratorio, pero la aplicación industrial de esta tecnología no

llegará hasta la década de los 90's. El 18 de mayo de 1994 la Agencia Alimentaria de EEUU

(FDA) autoriza la comercialización de un tomate que retrasa su maduración a través de la

aplicación de técnicas de modificación genética. Dos años antes, en China, se desarrolló

una planta de tabaco modificada resistente a ciertos virus. A estos primeros ejemplares le

siguieron, a partir de 1996, una larga lista de productos modificados genéticamente que fue-

ron desarrollados mayoritariamente en EEUU, Canadá y Japón.

La investigación privada se ha apresurado en proveer al mercado de nuevos produc-

tos genéticamente modificados, como en el caso de las semillas transgénicas8. De este mo-

do, se exporta el sistema tecnocientífico hacia medios extracientífico, saliendo en pocos

años, la investigación de los laboratorios experimentales y consolidándose en forma de

multinacionales (como Monsanto, empresa líder en la industria de semillas genéticamente

modificadas, DuPont o Aventis). Estas empresas apostaron por el nuevo mercado de las

semillas, con ayudas gubernamentales en algunos casos, como en EEUU o Canadá, dejando

así atrás un pasado dedicado a la química de fertilizantes y herbicidas, cada vez, menos ren-

table.

La empresa Monsanto se ha convertido en pionera en el uso y desarrollo de produc-

tos genéticamente modificados, y defiende su utilización por razones conservacionistas (so-

ciales y ambientales): “Los expertos aseguran que las innovaciones de la biotecnología van

a triplicar el rendimiento de las cosechas sin requerir tierras de cultivo adicionales, sal-

vando así los bosques naturales y el hábitat de los animales. Otras innovaciones pueden

reducir o eliminar la independencia en agroquímicos que pueden contribuir a la degración

del medio ambiente-otras preservarán el suelo y los recursos hídricos”; o apoyándose en la

bioseguridad alimentaria: “Los cultivos biotecnológicos hacen que los alimentos sean más

seguros al reducir la fumigación con pesticidas”9.

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Entre los científicos que defienden la investigación, desarrollo y uso de los produc-

tos genéticamente modificados, los argumentos están basados en mejoras para la salud de la

población, por razones de seguridad alimentaria, o en la reducción de pérdidas económicas

en las cosechas. Como ejemplo de legitimación en este sentido, el Dr. Kendlbacher afirma

que “la tecnología genética es una ayuda importante que acabaremos aplicando en las in-

dustrias de tamaño medio con el fin de obtener producciones más amplias, éstas permitirán

a los agricultores participar en mayor medida de los avances que se consigan en los culti-

vos de semillas. Y si nos preocupa el debate en torno a la transparencia en la actividad

agrícola, habrá que reconocer que la creación de productos altamente resistentes será algo

obligado porque la salud de todos así lo impone.”10

La estabilización de los productos de ingeniería genética se ha producido tanto en el

ámbito técnico -artefactos y técnicas-, como en el organizativo -económico, administrativo

y legislativo) y se manifiesta en forma de cultivos extensivos de plantas transgénicas pro-

cedente de semillas con modificación genética. La colza Roundup Ready® de Monsanto es

uno de los muchos ejemplos de esta estabilización y exportación hacia los campos de culti-

vo.

La colza transgénica se empezó a cultivar en Canadá en 1996, y entró en el sistema

de producción agrícola tanto de forma voluntaria como forzada. En los campos canadien-

ses, la introducción de una parte de estas plantas de colza transgénica se produjo a través de

la compra de las semillas a la empresa Monsanto, mientras que otra fracción importante, se

introdujo en forma de “contaminación” de cultivos donde no se plantaron este tipo de semi-

llas. Se cree que la diseminación de las semillas desde los campos que las contenían hacía

otros libres de estas plantas, se produjo de forma accidental por una tormenta que cayó du-

rante la época de recolección de aquel año; lo que pudo dispersar la colza recién segada

hacia los campos adyacentes, provocando una transferencia de genes entre los distintos ti-

pos de colza plantada. Uno de los afectados por este hecho, el agricultor canadiense P.

Schmeiser, se ha convertido en un fuerte opositor de este tipo de cultivo genéticamente mo-

dificado, así como de la empresa Monsanto: “De pronto un día ocurrió algo que fue como

una bomba, una enorme conmoción; mis semillas se habían echado a perder por la polini-

zación debido a una sustancia, una semilla que yo no quería en mis tierras, y fue terrible

tener que admitir que había perdido algo en lo que había trabajado 50 años”.

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Desde ese año, el cultivo de colza transgénica ha ido en aumento. En términos glo-

bales, los cultivos transgénicos superan los 100 millones de hectáreas, y se espera que esta

cifra se duplique en el año 201511. Los principales productores de transgénicos son Esta-

dos Unidos, Argentina, Brasil y Canadá, básicamente concentrados en soja, maíz y algodón

resistentes a herbicidas e insectos. Las semillas de estos productos son casi enteramente

creadas y comercializadas por Monsanto, que han llegado a ser la mayor productora de se-

millas del mundo, con una producción que llega a las ¾ partes de todas las cosechas GM

del planeta.

Esta exportación y consolidación del uso de semillas transgénicas, encabezada por

las empresas semilleras, y seguida por una parte del colectivo de científicos y por organiza-

ciones como la OMS o la FAO, ha encontrado diferentes líneas de legitimación que pro-

mueven la bondad de su uso, o al menos, su no perjudicialidad. Algunos de sus argumentos

son:

Beneficios para la salud y el ambiente: alimentos GM que ofrecen niveles de nutrientes

adicionales (vitaminas, minerales, etc.) contra los déficits nutricionales, o alimentos que

funcionan como medicamentos12; reducción del uso de pesticidas, ahorro de combusti-

ble, menor erosión del suelo y mejora del hábitat, incremento de las especies beneficio-

sas en los campos que son menos fumigados.

Bioseguridad: “Los alimentos derivados de plantas GM que se están comercializando

son tan inocuos como sus contrapartes convencionales13”. Científicos europeos avalan

estos proyectos de investigación, y aseguran que no hay riesgos nuevos asociados a la

transferencia de genes; comer alimentos transgénicos es seguro, probablemente más,

debido al mayor control regulatorio al que están expuestos. “No es probable que pro-

duzcan más efectos involuntarios que la tecnología convencional; la mayor precisión y

la naturaleza más definida de los cambios introducidos pueden ser más seguros”14. La

modificación de las semillas está dirigida y controlada; con las prácticas tradicionales

de reprodución y selección también se modificada el DNA de los cultivos mediante cru-

ces interespecíficos.

Beneficios en la producción: reducción de las pérdidas económicas que ocasionan las

malezas, las plagas y los patógenos. Se obtiene una mayor producción y ganancia eco-

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nómica de cada cultivo. A este argumento se le añade el “ayudar a acabar con la escasez

de alimentos”, recogido en el Proyecto Milenium de las Naciones Unidas15.

A estos argumentos legitimadores del uso de productos transgénicos, ya sean semi-

llas o sus productos derivados (piensos, harinas, etc) se le contraponen una larga lista de

argumentos en contra de quienes piden restricciones sobre su comercialización. Entre los

opositores más fuertes se encuentra las ONG's Greenpeace y Amigos de la Tierra, los cuales

aseguran en un informe conjunto que “la utilización de OMG tiene grandes repercusiones

en campos tan diversos como la agricultura, la salud, la producción y distribución de ali-

mentos, la protección del medio ambiente y la seguridad alimentaria, entre otros.”16 En

dicho informe, exponen argumentos en contra de los OGM fundados en razones ambienta-

les, agrícolas, sanitarias y socio-económicas.

Debido a esta confrontación en los discursos de los distintos actores implicados, la es-

tabilización de esta tecnología no está asegurada, aunque sin duda, y por razones económi-

cas, está siendo fuertemente impulsada por gobiernos e industrias. Sin embargo, se ha de

tener en cuenta que los agentes estabilizadores no se limitan al colectivo de expertos, go-

bernantes o empresarios. Una vez los transgénicos salen del laboratorio, agricultores y con-

sumidores entran a formar parte del sistema, por lo que también tienen capacidad de inter-

vención. En este sentido, un estudio realizado por la OCU en España en 2002 constata que

“el uso de antibióticos en veterinaria no se percibe como un peligro inmediato, mientras

que el rechazo a los transgénicos es bastante generalizado, cuando el futuro de la alimen-

tación va a pasar en parte por ellos.”17. Entre las organizaciones de consumidores existe

una sensación de desinformación respecto a los productos que llegan al mercado, al no con-

tener en su etiquetado información acerca de si contienen en su composición alimentos pro-

cedentes de OGM18.

Este conflicto entre las diferentes partes implicadas puede ser beneficioso si se desarro-

lla en forma de diálogo entre las partes, evitando una imposición ideológica unilateral, sea

cual sea. El primer paso para ello, es entender las innovaciones tecnocientíficas como cons-

trucciones culturales multidimensionales, que pueden ser estabilizadas o desestabilizadas

según la implicación de los agentes del sistema social; lo que facilita la intervención y la

participación de todos ellos en el proceso de estabilización de las prácticas tecnocientíficas.

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2.2 Impactos y sus consecuencias: crisis, conflictos y confrontaciones

Sistemas culturales en conflicto

Los diferentes sistemas que conforman la cultura global entran, en ocasiones, en

conflicto al presentar características incompatibles entre sí, lo que suele conllevar a la des-

estabilización de uno de estos sistemas. En el caso de las innovaciones tecnocientíficas, su

introducción y estabilización puede generar relaciones de incompatibilidad con prácticas

tradicionales preexistentes, por lo que ambos sistemas entran en conflicto. Si el sistema tra-

dicional queda substituido por el sistema innovador tiene lugar una transformación cultural

que abre paso a nuevos colectivos y prácticas. Esta substitución de sistemas suele provocar

una serie de resistencia y conflictos entre el colectivo estabilizado y el desestabilizado.

La profunda tecnocientificación de los sistemas culturales actuales ha aportado al

sistema de ciencia y tecnología una ventaja legitimadora muy importante. La concepción

social del sistema tecnocientífico como fuente de progreso en todos los campos sociales

(salud, alimentación, nuevas tecnologías, etc), junto con una percepción del riesgo poco

entendida, constituyen una sólida base para la estabilización de estos sistemas, a pesar de

que puedan provocar la desestabilización de los preexistentes. La aceptación del sistema

tecnocientífico sin las corresponientes medidas de control, tanto científicas como sociales

(legislativas, organizativas, bióticas, etc) pueden provocar una serie de consecuencias, ries-

gos y crisis en todos los ámbitos sociales (ambientales, económicos, sociales, etc). A esta

situación social se la ha denominado “sociedad del riesgo” en clara referencia a las deno-

minadas “sociedad de la información” y “sociedad del conocimiento”. En palabras del so-

ciólogo Beck “la ciencia se ha convertido en (con) causa, instrumento de definición y fuen-

te de solución y riesgos de modo que así se abren nuevos mercados para la cientifica-

ción”19. Con tal afirmación se quiere destacar el papel de la ciencia como productora de

nuevos procedimientos y artefactos capaces de, por un lado, ofrecer ventajas sobre los ya

existentes, y por otro, capaces de provocar nuevos riesgos. Esta dualidad del desarrollo tec-

nocientífico queda, en ocasiones, enmascarada por los beneficios que comporta, de manera

que tienden a obviarse sus posibles consecuencias. Esta aceptación de los riesgos como par-

te inherente al desarrollo tecnocientífico comporta una aceptación al mismo tiempo, de no

intervención en el sistema, pues deja en manos del colectivo de expertos las decisiones so-

bre las consecuencias y riesgos que pueda provocar.

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Del mismo modo, la gestión de estos posibles riesgos, a menudo, se realiza median-

te la aplicación de más medios tecnocientíficos, por lo que se entra en una dinámica de “es-

piral del riesgo”. Es decir, añadir más tecnociencia a la ya existente para controlarla, solo

puede conducir a una tecnocientificación mayor de los entornos, lo que no deja de encerrar

la posibilidad de nuevas desestabilizaciones y riesgos.

Las transformaciones culturales, resultado de los procesos de estabilización-

desestabilización de sistemas técnicos y cognitivos, se han venido produciendo desde el

propio origen de los sistemas culturales. Sin embargo, nunca hasta este momento, tales

transformaciones habían ocasionado unos riesgos tan impredecibles, incontrolables y globa-

les como los relacionados con el sistema tecnocientífico.

El cultivo de transgénicos, ¿sistema desestabilizador?

En el caso del cultivo de productos transgénicos, se ha de valorar la incompatibili-

dad entre este tipo de agricultura con la tradicional y la ecológica. El sistema tecnocientífi-

co que legitima y promueve el uso de estas nuevas variedades de semillas, entra en confron-

tación con el sistema tradicional de cultivo de semillas no modificadas. Este conflicto ha

puesto en crisis a la agricultura tradicional y a la ecológica, y puede modificar, de forma

irreversible, el tipo de producción agrícola que conocíamos hasta hace unas décadas.

Como caso paradigmático de dicha confrontación, se analizará la crisis provocada por la introducción de la colza transgénica en los cultivos tradicionales de Canadá, así co-mo ejemplos de otros sistemas que han entrado en conflicto también relacionados con la colza. En el caso de Canadá, hay dos nombres propios que han sido, y siguen siendo, los protagonistas de un conflicto que dura ya 10 años: el agricultor Percy Schmeiser y la em-presa Monsanto. En 1996, Canadá permite el cultivo de la variedad de colza genéticamente modifi-cada, Roundup Ready® creada por la empresa Monsanto. Un año después, el agricultor ca-nadiense Schmeiser observa en sus campos la presencia de este tipo de colza transgénica, sin que él previamente hubiera adquirido este tipo de semilla. En 1998, la empresa Monsan-to lo denuncia por “producir colza genéticamente modificada sin haber comprado las semi-llas patentadas a la compañía”. Schmeiser fue condenado. En esta breve descripción del caso ya se pueden apreciar algunas controversias e impactos que presentan los cultivos de variedades de semillas transgénicas respecto a los

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cultivos tradicionales. En primer lugar, una empresa privada es la impulsora de la innova-ción y de su estabilización, junto con el sistema legislativo canadiense. Esto podría antepo-ner los beneficios económicos a los riesgos, si no existe la suficiente información y control; 10 años después de la introducción de este tipo de semilla, siguen existiendo valoraciones opuestas respecto qué riesgos causa este tipo de cultivo. En segundo lugar, Monsanto se declara propietaria intelectual de “un nuevo tipo de semilla que genera un nuevo tipo de planta”, por lo que patenta el gen y la planta modificada, creando la marca Roundup Rea-dy®. Un tercer punto de riesgo lo encontramos en el hecho de que las semillas de colza modificada llegaron hasta el campo de Schmeiser y se establecieron, con lo que se pone en entredicho la argumentación de control exhaustivo sobre los productos resultantes de la IG. A Schmeiser, este hecho le costó un juicio, además de provocar la pérdida de las caracterís-ticas genéticas de la variedad que cultivaba, y que había estado mejorando, a través de mé-todos tradicionales, durante años (por ello, Schmeiser denuncia a su vez a Monsanto, por agravio ambiental y destrucción de semillas). Uno de los conflictos asociados al uso exten-sivo de semillas transgénicas es este hecho de modificación de las variedades no modifica-das por IG de forma irreversible, al no poder controlarse al 100% los sistemas de transpor-te, almacenamiento y distribución de las semillas, ni su diseminación en un ambiente abier-to. Al ser posible la mezcla de granos, se anula la elección del agricultor de cultivar un tipo u otro de semilla; este hecho es especialmente grave sobre la agricultura ecológica, donde se pueden perder las ayuda, y se devalúa el precio del cultivo, si se detecta que el grano no está libre de modificación genética. Para controlar “su” semilla, Monsanto realiza una explotación comercial a través de unos contratos de cultivo. En EEUU y Canadá, el agricultor compra las semillas y firma un “contrato tecnológico” que le obliga a comprar semilla nueva cada año, negándole su dere-cho a replantar, además de tener que pagar una “tasa tecnológica” para poder cultivarlas. A todo esto, hay que añadirle el uso del pesticida específico Roundup® para tratar las plantas. Monsanto controla todos los pasos de la producción, y a los agricultores, de forma exhaus-tiva. La dependencia hacia la industria semillera podría ser aún mayor si se permitiese la comercialización de semillas modificadas mediante tecnología “terminator”. Las plantas solo pueden germinar una vez, al contener un gen que destruye la germinación de la semilla del siguiente año; si se diseminara ese gen a través del polen podría causar importante da-ños sobre los cultivos tradicionales. Este tipo de tecnología existe, aunque no se permite su

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uso. Inicialmente se creó para evitar la propagación de las características de las semillas GM hacia las no transgénicas, y salvaguardar la “propiedad intelectual” de la marca.

Analizando del riesgo - buscando el beneficio

Para evitar el uso, y abuso, de innovaciones de este tipo, que pueden representar un gran riesgo para el ambiente (además de otros riesgos socio-económicos), hay grupos de expertos, como los pertenecientes a la Unión de Científicos Sensibilizados (UCS), que pi-den una investigación exhaustiva de los riesgos y los beneficios, antes de iniciar su expor-tación y estabilización hacia entornos extracientíficos, que no se regulan bajo los mismos parámetros de control experimental que los existentes en los laboratorios. Desafortunada-mente, los fondos para la investigación sobre evaluación del riesgo (ambiental) son muy limitados. El Departamento de Agricultura de EEUU invierte solamente un 1% de los fon-dos asignados a la investigación biotecnológica en la evaluación de riegos, alrededor de 1-2millones de dólares/año. Aunque dado el crecimiento esperado de hectáreas dedicadas a estos cultivos, tales recursos pueden resultar insuficientes20. Esta escasa inversión en mé-todos para la evaluación de los riesgos, unida a las presiones internacionales para ganar mercados, conlleva una liberación demasiado rápida de nuevas variedades de transgénicos sin la apropiada consideración de sus impactos a largo plazo sobre las personas o el ecosis-tema21. La industria alimentaria lleva años ofreciendo productos GM, sin saber si realmen-te son dañinos o no para la salud. En EEUU se comercializan desde 1996, y es complicado seguir su rastro y evaluar sus consecuencias al no estar etiquetados. Las valoraciones acerca de la inocuidad de estos productos, tanto para la salud como para el ambiente están polarizadas según la filiación de los agentes que las formulan. Aun-que en conjunto, una opinión bastante generalizada es que la ciencia no tiene una respuesta única para todos los casos. Es decir, cada cultivo GM presenta una serie de riesgos y bene-ficios potenciales que deben ser valorados caso por caso, transgénico por transgénico. En el caso de los cultivos resistentes a herbicidas, como la colza, algunos de los riesgos que se pueden presentar están compartidos por los sistemas tradicionales de cultivo:

resistencia a los herbicidas y a las plagas desplazamiento de las especies beneficiosas por uso de herbicidas monocultivos y uniformidad genética

y otros que le son propios:

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transferencia horizontal de genes a otras plantas o a las malas hierbas (creación de nue-vas o peores malas hierbas):

resistencia transgénica al glufosinato que puede ser pasada de la especie Brassica napus (o canola) a las poblaciones silvestres de Brassica napa (considerada una ma-la hierba)

posibilidad de transferencias de polen con genes de tolerancia a los herbicidas de las semillas de Brassica sp (colza o canola) a las especies Brassica nigra (mostaza ne-gra) y Sinapsis arvensis (mostaza silvestre).

El problema del monocultivo es uno de los más graves, pero no exclusivo del culti-vo con transgénicos. Sin embargo, sí que se favorece por los beneficios económicos que otorga la elevada productividad de un cultivo de este tipo. Cuanto menos se promueva la adopción de sistemas de cultivos diversificados que incluyan la rotación de cultivos, los cultivos múltiples, el control biológico de las plagas o el cultivo de variedades propias de la zona y de la época del año, más vulnerables serán éstos a las perturbaciones. Mediante las técnicas tradicionales de cultivo no extensivo, y de los cultivos ecológicos, se puede reducir la necesidad de herbicidas, mejorar la calidad del suelo y del agua, minimizar la necesidad de fertilizantes sintéticos nitrogenados o regular las plagas de insectos y las poblaciones de patógenos. Los beneficios de la “huerta biológica” son evidentes para el ambiente, sin em-bargo no es aplicable a gran escala según el modelo económico actual. En este caso, vemos como se hace evidente la integración de los diferentes componentes del sistema cultural: podemos desear un sistema respetuoso con el ambiente, pero hemos de encajarlo en el sis-tema económico actual. Hemos de valorar si queremos asumir los riesgos que nos plantea el sistema de cul-tivo transgénico, y ver de qué forma se modificarán los sistemas tradicionales de cultivo (así como los ecológicos), los sistemas de producción de alimentos, de control sobre los productos, y toda la cadena de cambios que la introducción de esta innovación pueda causar en el sistema cultural. Para los cultivos transgénicos, los organismos reguladores deben comprobar que éstos no empeoran los problemas agrícolas existentes ni crean unos nuevos. De igual modo, se han de valorar sus riesgos frente a los sistemas tradicionales (¡no exentos de riesgos e impactos!). Una vez analizados estos cambios, el siguiente paso es decidir si se quiere o no asumir esta transformación, o si hay otras alternativas que permitan la coexis-tencia de ambos sistemas sin la desestabilización forzosa de uno de ellos.

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El caso de los opositores europeos

En Europa, a diferencia de EEUU o Canadá, aún se está a tiempo de actuar. En co-ntra, existe la decisión de la Unión Europa de dar un impulso al desarrollo comercial de la industria biotecnológica, para reducir distancias con EEUU y Japón (abriendo el mercado a los transgénicos); y a favor, la implicación ciudadana en la toma de decisiones, los diferen-tes grupos de presión (ONG's como Greenpeace o Amigos de la Tierra, o los mismos con-sumidores, que se manifiestan a favor del etiquetado de los productos como primer paso hacia un nivel informativo mayor respecto a temas de modificación genética en los alimen-tos), así como una mayor conciencia sobre seguridad alimentaria y alimentación sana. Así mismo, dentro de la UE existen diferentes intereses en conflicto, algunos de ellos son:

Los privilegios de los agricultores y ganaderos versus la industria agroquímica. La industria agroquímica tradicional versus la industria agroquímica biotecnológica. La preocupación europea por la pérdida de competitividad y empleo frente al creciente

potencial de los Estados Unidos. Los diferentes intereses de los Estados miembros de la UE frente al interés común de la

UE. La situación social en Alemania respecto a la biotecnología frente a su propia evolución

histórica. Sobre este último punto, destacar la importante reacción en contra hacia los cultivos transgénicos que existe en Alemania, donde se ha abierto un conflicto entre los agricultores y los propietarios de los semilleros. En Bruselas, la industria agroquímica estableció un sis-tema de cuotas estatutarias para aquellos agricultores que quisieran replantar con las semi-llas tradicionales, a lo que los agricultores se negaron por vulnerar su derecho natural a la replantación. Para su control, se creó en Bohn el Organismo de Gestión del Grano (OGG) donde se lleva un registro de los agricultores, las cuotas y el tipo de grano que se cultiva y en qué cantidad. Este control provocó una reacción en contra de los agricultores que crea-ron diferentes grupos de presión contra el sistema de cuotas y contra la dependencia hacia la industria semillera. Muchos de esos agricultores que se negaron a cumplimentar los for-mularios de control del OGG (con información sobre la plantación de sus semillas) fueron denunciados y procesados. Aunque en algunos casos, los tribunales fallaron a favor de és-tos. Este conflicto entre los agricultores, el OGG, los propietarios de los semilleros y los representantes de las asociaciones de agricultores ha desembocado en la organización de grupos de presión en contra de las cuotas formados por más de 1000 agricultores. Para el

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OGG, la depuración de los granos que llevan a cabo los agricultores ha de estar controlada para asegurar su calidad. Pero los agricultores creen que estas cuotas de plantación, y sus controles, solo servirán para, en un futuro, crear más semillas genéticamente modificadas. La unión de los agricultores contrarios al cultivo de transgénicos y de los consumi-dores, junto con los grupos de presión ya mencionados, son una poderosa herramienta de freno hacia el libre comercio de productos procedentes de modificación genética. Si los consumidores no comprar esos productos, los precios bajan y se puede llegar a modificar el sector económico, principal fuente de impulso al desarrollo y estabilización de esta tecno-logía. En 2001 se votó el fin de su prohibición pero con el requerimiento de un etiquetado sobre los productos, claro y comprensible, para dejar la elección en manos de los consumi-dores.

Parte II

2.3 De los impactos y sus consecuencias (crisis, conflictos y confrontacio-

nes) a los modelos de valoración, intervención y desarrollo

Modelos interpretativos del desarrollo tecnocientífico Históricamente ha existido, y existe, una división teórica entre la ciencia y la tecno-logía por un lado, y la cultura y la sociedad por el otro. Cada una de las partes se legitima como motor del desarrollo social, pero lo hace a través de unas ideas deterministas que li-mitan la integración de ambas visiones en un solo modelo. Existen, por lo tanto, dos mode-los interpretativos contrapuestos: el determinismo tecnológico y el determinismo social. El determinismo tecnológico interpreta el desarrollo tecnocientífico como un proce-so autónomo, necesario e imparable que determina el desarrollo social, económico y cultu-ral de las sociedades. Según esta visión, la ciencia realiza el descubrimiento de las leyes naturales, y la tecnología se fundamenta en la aplicación técnica de dichos descubrimientos. Esta visión "cientista" promueve la legitimación del conocimiento científico como una forma superior y universal de conocimiento racional, donde los expertos son la máxima au-toridad competente. Bajo esta premisa, se plantea como única alternativa "adaptarse o la desaparecer" frente a las innovaciones tecnocientíficas. La cultura y los valores, dicen, han de adaptarse a los desarrollos científicos, superando los retrasos culturales y las tendencias irracionales anticientíficas. Como solución frente a los impactos que provoca el desarrollo

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tecnocientífico, proponen una mayor tecnocientificación de los ambientes, lo que se traduce en un mayor control tecnocientífico. Enfrentado a este modelo, encontramos el determinismo social que interpreta el de-sarrollo como una construcción social, determinada por expertos pertenecientes a colectivos y grupos de poder económico y político. Según esta visión, el curso del desarrollo está de-terminado por factores culturales, tales como valores y cosmovisiones. Para este modelo, la ciencia moderna y la tecnología se contraponen a las actividades y los valores humanos, y ponen en peligro la esencia misma del hombre y la naturaleza. Su visión del desarrollo es "moralista o humanista", sometiéndolo al primado de los valores y principios de la ética. Ninguno de estos modelos deterministas pueden servir de base para la evaluación y la resolución de los riesgos y las consecuencias derivados de las innovaciones tecnocientífi-cas. Se requiere un modelo interpretativo basado en la concepción de sistema tecnocientífi-co como sistema cultural, donde las innovaciones tecnocientíficas no se interpreten ni como productos que ponen en peligro la cultura, ni tampoco como una panacea que se ha de acep-tar sin mostrar oposición. Las innovaciones tecnocientíficas son realizaciones culturales humanas que resultan de unas práctica determinadas, y que realizan unos agentes en un en-torno dado. Por tanto, no están aisladas, ni son pasivas o neutras, causan un impacto al salir del entorno subcultural donde son creadas, por lo que no pueden de quedar fuera de las normas sociales que rigen el sistema cultural global. Una interpretación meramente inter-pretativa de estas innovaciones, y de sus impactos, no es suficiente para resolver las crisis y las consecuencias que la introducción de estas innovaciones pueden causar sobre un sistema cultural preexistente. Se ha de ir más allá, y promover un análisis aplicado de reconstruc-ción que sirva para comprender la estructura y la dinámica de los procesos de innovación y de estabilización, sus impactos y las consecuentes transformaciones culturales y, a partir de ahí, poder valorar e intervenir en la resolución de los eventuales riesgos, crisis y conflictos derivados del desarrollo tecnocientífico.

Modelizando el sistema Los modelos interpretativos que acabamos de ver, sirven de base para los modelos políticos de desarrollo que caracterizan los sistemas culturales actuales. Analizaremos dos de estos modelos, el de desarrollo sostenido y el de desarrollo sostenible, para después pro-ponen un tercer modelo alternativo, ya que como hemos visto ninguna de las líneas inter-pretativas de éstos permiten la intervención social.

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El modelo de desarrollo sostenido está basado en el modelo de “desarrollo econó-mico permanente” fundamentado en la teoría del liberalismo económico, que defiende un modelo de sistema de mercado libre de las intervenciones estatales. Según este modelo, el crecimiento posibilita un desarrollo general capaz de superar problemas sociales como el desempleo o la inestabilidad social y política, sin necesidad de intervención. Esta proclama no intervencionista del crecimiento constante no solo se aplica al terreno económico, si no también al resto de ámbitos sociales, y del mismo modo, sobre la idea de desarrollo tecno-científico, y en consecuencia, a los productos derivados de él. Conforme a estas premisas, las innovaciones tecnocientíficas se imponen por sí mismas de una forma imparable, por-que representan el progreso, la resolución de problemas o la satisfacción de necesidades y deseos. A su vez, el desarrollo tecnocientífico es, según este modelo, el motor que impulsa el desarrollo económico, social y político. Consecuentemente, toda innovación tecnocientí-fica es positiva; y la tecnociencia se considera, en este contexto, como la forma superior de conocimiento de la naturaleza y de la sociedad, con lo que de acuerdo con el modelo, los únicos agentes capacitados para decidir y llevar a cabo las intervenciones adecuadas son los expertos tecnocientíficos. En el caso de las semillas transgénicas, cuya agricultura está basada en monoculti-vos extensivos (producción a gran escala), cultivos no tradicionales y distribución mundial de productos, la economía mundial dicta qué plantar y cómo plantar. Con la “revolución verde” de los años 40's se impulsó un tipo de agricultura de alto rendimiento que ha servido de base para la actual. Con ella, se consiguió un importante aumento en la productividad de los campos en países como México, China o Índia, median-te la introducción de nuevas técnicas de cultivo, selección genética de las especies cultiva-das (variedades de alto rendimiento-VAR), uso de pesticidas y control sobre el agua. Este tipo de agricultura se pensó podría ser la solución a los problemas de hambre en los países en vías de desarrollo, al obtenerse un mayor rendimiento del suelo, minimizando el área cultivada. En palabras de uno de los impulsores de esta “revolución”, Norman Borlaug, “la biotecnología ayuda a los agricultores a producir más en menos tierra. Este es un beneficio ambiental muy favorable. Por ejemplo, la producción mundial de grano en el añoo de 1950 fue de 692 millones de toneladas. Cuarenta años después, los agricultores del mundo usa-ron más o menos la misma cantidad de tierra pero cosecharon 1.9 billones de toneladas, un aumento del 170%. Hubiéramos necesitado 1.8 billones de hectáreas de tierra adicionales, en vez de los 600 millones utilizados, si los métodos convencionales para el cultivo de ce-

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reales usados en 1950 hubieran prevalecido en 199922”. Sin embargo, no todo son benefi-cios; este tipo de agricultura también comporta algunas consecuencias no deseadas y los problemas ambientales que intenta minimizar no hacen más que aumentar: “la destrucción y salinización del suelo, la contaminación por plaguicidas y fertilizantes, la aparición de nuevas plagas, la deforestación o la pérdida de biodiversidad genética. Asimismo, la gran cantidad de combustibles fósiles que hay que emplear para mover la maquinaria agrícola, para construir presas, canales y sistemas de irrigación, para fabricar fertilizantes y pesti-cidas, o para transportar los productos por todo el mundo, constituye un gran problema de contaminación ambiental”23. Esta “revolución verde”, paradigma del tipo de agricultura que iba a acabar con el hambre en el mundo, está viviendo una segunda etapa en la actualidad a través de empresas como Monsanto, las cuales promueven el uso de semillas modificadas para aumentar el rendimiento de los cultivos, y producir así mayor cantidad de alimentos. Sin embargo, 60 años después de la introducción de este tipo de agricultura no se ha acabado con el hambre, y quizás no sea tampoco tarea de Monsanto, acabar con ella ahora. El uso de este tipo de agricultura extensiva, basado en semillas mejoradas y uso de pesticidas, no obedece a razones humanitarias sino económicas. Empresas como Monsanto, obligan a los agricultores que compran sus semillas a pagar unos “impuestos tecnológicos” para poder acceder a ellas y a los pesticidas asociados, impidiéndoles además que replanten con sus propias semillas. Los agricultores obtienen mayores beneficios económicos con el uso de estas semillas, pero pierden la libertad de replantar, están atados al uso de químicos (pesticidas y herbicidas), además de estar sometidos a los cambios del mercado, y a la plan-tación de las variedades proporcionadas por la empresa. Es decir, el agricultor queda en manos de la industria, pero a cambio obtiene beneficios. Canadá, “el granero del mundo”, se ha convertido en uno de los países exportadores de productos agrícolas más importantes del mundo, siendo la colza el tercer producto más exportado. Para el gobierno canadiense, “la industria agrícola y alimentaria de Canadá es un sector de alta tecnología, basado en el conocimiento y sumamente competitivo en mate-ria de costos”. Para mantener estas características “Canadá ha establecido un exhaustivo Marco Estratégico para la Agricultura, cuyo objetivo es convertir a Canadá en el líder mundial de la seguridad alimentaria, la innovación y la producción respetuosa del medio ambiente”. Según un estudio del Gobierno canadiense de mayo del 2006, los fondos que el gobierno destina al sector agrícola tienden a ser mayores a los que destina la empresa pri-

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vada. Sin embargo, desde 1996, la agricultura ha recibido casi 500 milliones de dólares en inversiones de capital de empresas. Y de estos, unos 40 millones de dólares se recibieron en los tres primeros trimestres de 2003. La mayor parte de este capital financiado por la em-presa privada va destinado a la biotecnología (desarrollo de biopesticidas, organismos gené-ticamente modificados y productos farmacéuticos para humanos y animales24). Para éste y otros gobiernos, el desarrollo económico va ligado al desarrollo tecno-científico, y es una línea clara en la política gubernamental. Por su parte, la empresa priva-da tiene un enorme potencial tanto tecnológico como en capital para dirigir un sector eco-nómico como el agrícola. Canadá es un ejemplo claro del modelo de desarrollo sostenido, donde la investigación y el desarrollo de nuevos productos es la pieza clave para mantener un crecimiento económico constante, respaldado tanto por el gobierno, como por la empre-sa privada. En el lado opuesto al model de desarrollo sostenido, se define el modelo de desarro-llo sostenible, en el que se incluyen corrientes de pensamiento críticas con el planteamiento de desarrollo económico liberal actual. En este modelo se distinguen varias versiones, ba-sadas en valores humanistas o científicos. Las primeras recurren a la autoridad de la ética teórica o de la ética ambiental para avalar los sistemas en cuestión. Según esta versión, la solución a los problemas planteados por el desarrollo actual habría que buscarla en una re-gulación ética conforme a normas y principios de tipo filosófico con validez universal. Sin embargo, este modelo no tiene en cuenta los agentes materiales del desarrollo, ni los arte-factos técnicos ni los entornos materiales y ambientales. El modelo científico-sostenible recurre a la autoridad de la ciencia para avalar el sistema, se propugna una regulación cien-tífica del desarrollo que proviene de círculos académicos del campo de la economía y la ecología. Las críticas de ambas visiones al modelo de desarrollo actual insisten en que el de-sarrollo real que se produce conforme a las leyes del mercado va en contra de las leyes de la naturaleza y no es viable de forma indefinida, al existir determinados límites naturales. Sin embargo, igual que en el modelo de desarrollo sostenido, la autoridad que se presenta en estas dos versiones del modelo sostenible, es la de las teorías científicas dirigidas por el co-lectivo de los expertos (humanistas o ecócratas). Los representantes de este tipo de modelo son mayoritariamente ecologistas, grupos de presión naturalistas o científicos (ecólogos, en su mayoría) que abogan por una agricul-tura basada en técnicas tradicionales o “ecológicas”, con cultivos rotativos, de pequeña ex-

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tensión, sin químicos (usando abonos naturales) y donde se reduzcan la cantidad de energía (en forma de combustibles) y agua (con un regadío más eficiente). Para estos, las semillas transgénicas representan una agricultura ligada a los intereses empresariales de unas indus-trias más preocupados en su sistema de “paquetes tecnológicos” que en desarrollar unas condiciones de cultivo menos agresivas con el medio ambiente. Dentro de los partidarios de esta agricultura se encuentra una gran variedad de interpretaciones del concepto de “sos-tenibilidad”. Algunas de sus argumentaciones pueden resultar parcialistas (al tener en cuen-ta tan sólo el medio ambiente y no ver el conjunto del problema), mientras que otras inten-tan abarcar tantos frentes que resultan muy atractivas “socialmente” pero poco precisas (al basarse en un modelo social y económico que se opone frontalmente al actual). Una de las líneas centrales de reivindicación de este modelo es el medio ambiente, respaldada por informes científicos (botánicos, zoológicos o ecológicos), alertan sobre los riesgos sobre la biodiversidad o la toxicidad de los pesticidas, pero no es la única: la salud de los consumidores (con informes sobre alérgias alimentarias, o sobre las bondades de los alimentos cultivados bajo técnicas “tradicionales”), además de razones socio-económicas (desigualdad en la distribución de los alimentos y los recursos a nivel mundial) son otras de las líneas de acción que representan. Y aunque fundamentan sus afirmaciones en estudios científicos (como las referentes a biodiversidad), algunas de ellas parecen tener más que ver con “pseudociencias”. Afirmaciones como las que expone Greenpeace “¿sabías que se está experimentando con genes de vaca en plantas de soja, con genes de polilla en manzana e incluso con genes de rata en lechuga?” intentan fomentar la controversia y, en cierto modo, la desinformación, aunque los respalden por estudios científicos. Greenpeace (uno de los mayores opositores a los transgénicos, junto a Amigos de la Tierra-ambos representantes de este tipo de modelo), declara no oponerse a la biotecnología “siempre que se haga en ambientes confinados, controlados, sin interacción con el medio. A pesar del gran potencial que tiene la biología molecular para entender la naturaleza y desarrollar la investigación médica, esto no puede ser utilizado como justificación para convertir el medio ambiente en un gigantesco experimento con intereses comerciales.” Con esta afirmación se posicionan a favor del desarrollo tecnocientífico, pero aplicando el prin-cipio de precaución. Al recurrir a las teorías científicas, y dejar en manos de los expertos las decisiones sobre los impactos de las tecnociencias, ambos modelos (sostenido y sostenible) se rigen por la misma concepción de la ciencia y la tecnología, y de sus relaciones con la naturaleza

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y la sociedad, que no es otra que una visión determinista del desarrollo tecnocientífico, que además deja fuera a todo el resto de agentes sociales, no expertos, a los que no se les permi-te intervenir en el sistema. Según estos modelos, el desarrollo tecnocientífico es un proceso necesario e imparable, por lo que queda fuera del control social, únicamente regido por la propia dinámica de producción y exportación de los productos de la tecnociencia. En el otro extremo, al recurrir a modelos humanistas, las posiciones se sitúan en contra de este desa-rrollo, al verlo como peligro para la cultura humana; por lo que se deja fuera toda innova-ción que pudiera ser favorable para el desarrollo social. Otro punto en contra de los sis-temas que se fundamentan en el deteminismo tecnológico, lo encontramos en la homoge-niezación cultural que proponen. Se presentan, por lo general, como modelos universalistas de desarrollo, pretendiendo ser válidos para todos los países y culturas. Esta aspiración de globalidad del desarrollo, más o menos explícita, se basa en la presunta superioridad y vali-dez universal del conocimiento y las tecnologías científicas, y no tiene en cuanta la situa-ción particular de cada sistema cultural particular en el que entran a formar parte una vez son exportados y estabilizados. Con ello, las confrontaciones pueden resultar mayores, y las crisis y conflictos pueden derivar en la imposición del sistema más “fuerte”, que en muchos casos está relacionado con la vinculación hacia un sistema económico dominante. Si esto sucede, la desestabilización de los sistemas derivan en una transformación cultural que, como poco, puede conllevar la homogeneización de la cultura global. En definitiva, ambos modelos presentan fallos en la interpretación y la valoración de los riesgos, las confrontaciones y los impactos que la introducción y legitimación de los productos de la tecnociencia presentan sobre los sistemas en los que se intentan introducir de forma no consensuada. Nuestro sistema cultural está dirigido por el modelo actual de desarrollo sostenido, el cual no deja ninguna posibilidad para la actuación democrática so-bre aspectos tecnocientíficos. Por ello, desde hace algunas décadas, los estudios de ciencia, tecnología y sociedad (CTS) han ido poniendo de manifiesto las simplificaciones y limita-ciones de estos modelos, y han propuesto modelos alternativos que permiten la intervención por parte de todos los agentes del sistema cultural, sin necesidad de pertenecer al colectivo de expertos, y evitando cualquier visión determinista del desarrollo tecnocientífico. Uno de estos modelos interpretativos es el que se ha desarrollado a lo largo de este trabajo, basado en la concepción de la tecnociencia como un sistema cultural que entra a formar parte de la compleja red cultural de sistemas de la cultura global. A partir de este modelo interpretati-vo, que permite hacer una reconstrucción de agentes, prácticas, entornos e impactos deriva-

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dos, se propone un modelo de desarrollo alternativo, que intenta impulsar la capacitación e intervención en la toma de decisiones sobre los impactos, crisis y conflictos derivados de la confrontación entre sistemas culturales.

2.4 Propuesta de un planteamiento particular de valoración e interven-

ción para la resolución de crisis, conflictos y controversias en el caso

estudiado

Un modelo de desarrollo compatible

Después de analizar los dos principales modelos de desarrollo actuales que dirigen el “sistema de producción tecnocientífico”, el modelo de desarrollo sostenido y el modelo de desarrollo sostenible, se propone una tercera vía que analice el sistema tecnocientífico no como un sistema “productor” de constantes innovaciones, sino como un sistema cultural “completo”, formado por un complejo y amplio conjunto de agentes y entornos innovado-res, legitimadores y evaluadores. La visión “parcial” del sistema suele venir acompañada de un determinismo que no capacita para la intervención en la resolución de los conflictos y riesgos provocados por la confrontación entre el sistema tecnocientífico innovador y el sis-tema cultural preexistente. El modelo alternativo a los dos anteriores, es una propuesta que intenta promover la compatibilidad de las prácticas que entran en confrontación. Cuando una innovación llega a un sistema puede encontrar una práctica ya existente con la que puede entrar en conflicto. En el caso de las semillas transgénicas, las semillas de colza modificadas entran en los campos y compiten con las semillas tradicionales; al incluir un gen resistente a herbicidas presentan una ventaja sobre las otras, no solo ecológica sino también económica. De este modo, ambos tipos de semilla, y por extensión, ambos tipos de producción agraria, entran en conflicto. Una de estas prácticas puede llegar a desestabilizar a la otra, si es estabilizada por una parte importante de los diferentes colectivos implicados, claramente representados en este caso, por los expertos de la industria privada y pública, representantes políticos y economistas. De esta desestabilización se deriva una transformación cultural, ya que una práctica deja de existir (una práctica que va ligada a unos agentes y a unos entornos). Evi-tar, en la medida de lo posible esta transformación forzada y no deseada, es el objetivo del modelo propuesto. No se trata de evitar a toda costa cualquier cambio social o negar la introducción de innovaciones que puedan aportar beneficios sociales. Este modelo no debe entenderse como

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una propuesta antitecnológica, sino que se trata de evaluar, antes de que concluya la estabi-lización y se produzca la transformación, qué cambios y qué pérdidas (y qué ventajas, espe-radas) se van a producir con la introducción de una innovación dada sobre el sistema cultu-ral. Hay situaciones de riesgo que son difícilmente evaluables o predecibles, más aún cuando son el resultado de la producción tecnocientífica, pero aún así, no se puede dejar que se estabilicen antes de evaluar cómo van a afectar al sistema, tanto ambiental, como económico o social. En ocasiones, una vez introducidas, no hay reversibilidad en el proce-so. En el caso de las semillas modificadas, una vez en el ambiente no pueden controlarse. Y los riesgos que provocan, aún 10 años después de su introducción, siguen en discusión. Por ello, se propone un modelo cultural de desarrollo compatible capaz de estabili-zar compatiblemente la diversidad de formas de vida y sus desarrollos25. Con este modelo se quieren evitar las leyes deterministas de los modelos actuales (sostenido y sostenible), que intentan ser universales y homogeneizadores, y promover un modelo compatible con el mantenimiento de la diversidad de las tradiciones, un modelo relativista y de regionalización que conserve la autonomía cultural. Más aún, la compatibi-lidad, como propiedad central de la estabilización de innovaciones y de la transformación de tradiciones, ha de configurarse primariamente en relación con los sistemas culturales, las subculturas y las tradiciones que constituyen cada cultura en particular, o sea, con re-lación a sus propios agentes, prácticas, entornos y medios culturales y ambientales afecta-dos26. Bajo este tipo de modelo de desarrollo, se tendría que decidir si seguir con las prác-ticas tradicionales de cultivo, sin semillas modificadas, o bien adoptar las nuevas prácticas agrarias. Dentro de la dificultad de la elección, se esconden mayores intereses de los que se ven a simple vista. Las semillas modificadas conllevan unas prácticas de cultivo determina-das, así como unas prácticas económicas y empresariales sometidas al control de la indus-tria y de los gobiernos. Además de los posibles riesgos para el ambiente, la salud, etc. Ele-gir seguir con las prácticas agrarias tradicionales tampoco es fácil, la producción es menor, se produce transferencias horizontales de los genes, lo que supone la imposibilidad de man-tener una selección sobre las semillas, etc. La elección es complicada, pero al menos se de-bería consensuar entre todos los agentes implicados, y no dejarla en manos, exclusivamen-te, de colectivos de expertos o empresariales que tienen unos intereses económicos directos

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sobre ellos. Aún más, cuando este tipo de tecnología tiene una afectación a nivel global, y puede ocasionar cambios irreversibles. Una de las bases de este modelo es la de la participación social. Sin la implicación de todos los agentes de la cultura, expertos y no expertos, en la toma de decisiones, el mo-delo se quedaría en una propuesta intervencionista tecnócrata; por ser el colectivo de exper-tos con mayor fuerza legitimadora e institucionalizadora, al estar respaldados por el model de desarrollo económico actual. De esta forma, todos los agentes pertenecientes a los di-versos sistemas culturales afectados e implicados en los procesos de estabilización y deses-tabilización han de poder tomar parte directamente (con sus diferentes cosmovisiones, in-tereses y proyectos originarios) en la resolución de conflictos27. La siguiente cuestión es analizar cómo hacer partícipes a todos los agentes en la toma de decisiones, y cómo se ten-dría que dar validez a ésta.

Competencias ciudadanas en materia de transgénicos

Las crisis y las consecuencias resultantes de los productos tecnocientíficos, no pue-den restringirse a una evaluación de los argumentos tecnocientíficos, sino que debe incor-porar una consideración del impacto económico-social, ambiental y en la salud humana, así como el marco jurídico, ético y político en que se inscribe el problema28. Una visión integral como ésta resulta difícilmente asumible por cada uno de los colectivos implicados. Con lo cual, no se dispone de toda la necesaria, o bien, ésta al proceder de fuentes interesa-das, no es imparcial. Esta falta de información, motivada por las visiones parciales e interesadas de los colectivos afectados, junto con su falta de difusión a nivel social, imposibilitan en primer término la implicación social en temas tecnocientíficos. Si esa información llega, puede ser poco clara en cuanto a los intereses de los agentes que intervienen en la evaluación de los riesgos. Conocer quiénes están involucrados en el sistema -empresas transnacionales de biotecnología, agricultores, ONGs, comunidad científica, ciudadanos como sujetos políticos y como consumidores, y el propio Estado-, y qué intereses tienen sobre las innovaciones que intentan estabilizar o desestabilizar, constituye una compleja trama que no siempre re-sulta visible en los debates29. Sin embargo, los temas relacionados con el impacto de las tecnociencias en los sis-temas culturales están a la orden del día en las agendas políticas y en los medios de comu-nicación. Esto ha promovido el interés entre la ciudadanía de temas que parecían quedar

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exclusivamente en manos de los expertos. El problema es que para algunos casos, esto llega tarde. Sin embargo, aún se está a tiempo de actuar en materias donde no existe todavía una política pública definida. Por ejemplo en el caso de los transgénicos, la interveción en paí-ses como EEUU o Canadá es muy complicada, al llevar 10 años de estabilización tecnoló-gica y biótica, a parte de la legimitación institucional y económica que promueven Monsan-to y una mayor tasa de producción agrícola. En Europa sí existe la posibilidad de ejercer presión sobre las decisiones políticas que atañen a los productos genéticamente modifica-dos; hace pocos días, Greenpeace presentó 1millón de firmas para reclamar el etiquetado de todos los alimentos que contengan algún tipo de producto transgénico en su composi-ción.30 Frente a esta inquietud y mobilización ciudadana, se han de valorar qué espacios de debate le han de dar cabida, y cómo hay que fomentarlos, ya que la ausencia de debate, y resistencias, facilita la imposición de los sistemas que favorecen un mayor desarrollo eco-nómico, motor del desarrollo cultural actual, aún a pesar de los posibles riesgos que se cree pueden provocar. De este modo, superar los obstáculos que dificultan la participación pú-blica en política tecnológica es algo reconocido, cada vez con más fuerza, como una de las condiciones necesarias para una gestión social y ambientalmente adecuada del cambio tecnológico31. En el caso de los transgénicos, su cada vez más elevada tasa de producción a nivel mundial promueve un importante activismo social, ya que sus riesgos pueden afec-tar a todos los agentes del sistema cultural. Provocan un efecto parecido al síndrome de “sí, pero no en mi patio trasero”; y los ciudadanos tendemos a involucrarnos más activamente en controversias relacionadas con la tecnología o el medio ambiente cuando éstas nos afec-tan directa y significativamente. Como parte de este modelo de desarrollo compatible, se propone el fomento de la participación ciudadana en temas tecnocientíficos; que tendría que tener como paso previo, una alfabetización social en materia de sistemas tecnocientíficos, a través del sistema esco-lar, y posteriormente, a través de su comunicación y divulgación.

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3. Conclusiones

Ni la semilla es el problema, ni es la solución. Cuando se habla de productos trans-

génicos (semillas, harinas, piensos, alimentos, etc) se tiende a buscar una respuesta única y

directa, un sí o un no que nos sitúe a favor o en contra de un sistema que se presenta, a prio-

ri, menos complejo de lo que realmente es. Este tipo de interpretaciones y valoraciones re-

sulta poco útil para la resolución del un conflicto, más cuando se presentan claramente ses-

gadas por los intereses que esconden los agentes implicados.

A lo largo del trabajo, se ha recalcado la necesidad de interpretar este tipo de inno-

vación como un producto, un artefacto material, surgido de un sistema cultural determina-

do, no simplemente como un producto desvinculado de todo contexto social, entendiendo

esto último como el conjunto de entornos – EMSOB - que configuran cualquier sistema

cultural. Solo a partir de esta interpretación del sistema tecnocientífico como un sistema

cultural que forma parte del conjunto de sistemas que configuran la cultura global, solo así,

se hace posible la intervención política. Si vemos estos artefactos como productos que se

legitiman a sí mismos por las “supuestas ventajas” que nos ofrecen, estamos asumiendo

que, por un lado el progreso (el cambio, las innovaciones constantes, etc) es necesario e

irrefrenable, de manera que intervenir es inútil, e incluso puede resultar contraproducente.

Frente a este determinismo tecnológico, que va ligado al sistema de desarrollo económico

actual, se propone adoptar un modelo de interpretación e intervención de los sistemas tec-

nocientíficos basado en la compatibilidad entre sistemas.

Para evaluar qué cambios se pueden derivar de la introducción de una innovación

como las semillas transgénicas, no hay que empezar por el final. Es decir, el impacto, y las

crisis y conflictos asociados, son consecuencia de un complejo entramado de agentes y en-

tornos que actúan en el sistema, primero en la innovación, y posteriormente en su estabili-

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zación. Afirmar que el cultivo de semillas transgénicas puede acabar con toda la diversidad

genética del resto de semillas, no proporciona mayor información que afirmar que éstas

pueden acabar con el hambre en el mundo. Ninguna de estas afirmaciones pone fin al im-

pacto que éstas puedan causar, o estén causando ya, sobre el resto de sistemas culturales.

Los ciudadanos solemos pensar, guiados por un cierto escepticismo hacia la política

y la economía, que las decisiones ya han sido tomadas, y que no hay forma de modificarlas.

Además, suelen venir respaldadas por unos ideales de progreso, bondad económica y mejo-

ras sociales. Esta falta de acción e implicación en la toma de decisiones, es consecuencia

directa de la falta de espacios para el debate, y la participación activa en la toma de decisio-

nes.

Quizás un primer paso para cambiar el modelo de desarrollo actual, sea empezar por

creer que podemos cambiarlo. Asumir como inevitables las consecuencias derivadas de

unas innovaciones demasiado recientes, y poco evaluadas en términos de riesgos, nos deja

en manos de unos colectivos interesados, que deciden en función de sus intereses. Lo mis-

mo ocurre en el caso de las semillas de colza, propiedad de Monsanto, e introducidas en el

ambiente sin las menores precaciones o evaluaciones de riesgos (ni ambientales, ni socia-

les). Como empresa dedicada a obtener beneficios con la venta de sus productos agrícolas,

Monsanto y otras compañías, invierten importantes recursos económicos en “mejorar” sus

productos, y conseguir con ello incrementar sus ventas. Crear un tipo de semilla que requie-

ra un tipo de pesticida concreto, ambos de la marca, asegura la dependencia de los agricul-

tores hacia sus productos. Sin embargo, no se puede permitir que avance la estabiliza-

ción de una innovación únicamente a través de los discursos de los agentes de una de las

partes interesadas. Y aquí surge un nuevo problema, la parcialidad de las partes. Es difícil

encontrar estudios independientes de los cambios sufridos por la introducción de innova-

ciones, entendiendo aquí el concepto de cambio como una transformación cultural, donde

se desestabiliza una práctica, normalmente la preexistente, para estabilizar la innovadora.

Este concepto no tiene una connotación negativa, ya que de transformaciones culturales las

ha habido desde que los humanos adquiridos la capacidad de ejecutar una práctica determi-

nada, que quedaba substituida por otra, en principio, por reportar mayores ventajas al con-

junto de la sociedad.

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Con el modelo de desarrollo compatible propuesto, se quiere olvidar esta idea de ventaja en sentido “global”, para el conjunto de la sociedad, y acotarla a un sentido más “local”, para un determinado sistema cultural (si bien aquí, el sentido de escala es difícil-mente acotable). De esta manera, se fomenta la diversidad de tradiciones culturales, y se evita la homogeneización y globalización de unos sistemas que, muchas veces, al entrar a un determinado sistema acaban con el resto de sistemas preexistente, sin que sus integrantes hayan podido decidir sobre su estabilización. Como conclusión final, apuntar que para que una innovación llegue a estabilizarse en el sistema, ha de hacerlo en diferentes entornos (material, simbólico, organizativo y bi-ótico), y nosotros como consumidores, usuarios, sociedad, podemos intervenir en varios de ellos, y dirigir la estabilización de dicha innovación, según la previsión de impactos y trans-formaciones que se crea que ésta puede causar. Por lo que el siguiente paso es analizar có-mo se puede promover esta intervención y cómo se puede fomentar esta inquietud entre una ciudadanía que poco sabe de temas de tecnociencia, y entre el sector político, que poco quiere saber de la intervención social.

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4. Bibliografía Documentos

Altieri, M.A. y Rosset, P. "Diez razones que explican por qué la biotecnología no garantizará la se-guridad alimentaria, ni protegerá el ambiente ni reducirá la pobreza en el tercer mundo" en http://lead-es.virtualcentre.org/es/enl/keynote21.pdf Altieri, M.A. "Los impactos ecológicos de la biotecnología agrícola" en ActionBioscience.org

(02/2001) en www.actionbioscience.org/esp/biotech/altieri.htmlBeck, U. (1998) “¿Ciencia, más alláde la verdad y de la ilustración? Reflexividad y crítica del desa-rrollo científico-tecnológico”en La sociedad del riesgo, Barcelona: Paidós, cap.7. Bruce, M. et al. “La biotecnología de los cultivos y el futuro de los alimentos: una contribución científica” (QTA 2005-2 SPA Oct.2005)- en Council for Agricultural Science and Technology (CAST) Cerdas, M. "Alimentos transgénicos: promesa o peligro" en Medicina, Vida & Salud, Mayo 2005 Cevallos, D. “Se busca etiqueta para transgénicos”en

www.tierramerica.net/2006/0218/articulo.shtmlLópez Cerezo et al. “Participación pública en política tecnológica: problemas y perspectivas” Massarini, A. "Tecnociencia, naturaleza y sociedad: el caso de los cultivos transgénicos" Medina, M. “Ciencia, tecnología y cultura. Bases para un desarrollo compatible” Medina, M. “De la sociedad de la información y el conocimiento a la sociedad del riesgo: dilemas, impactos y retos de la cultura tecnocientífica” Medina, M. “Tecnografía y política del desarrollo tecnocientífico” Moran, C. "El maíz transgénico está acabando con los cultivos del ecológico" en EL PAÍS, 19/10/06 Muñoz, E. "Biotecnología y sociedad: una revisión crítica para el Simposio sobre Plantas y Anima-

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más controlados y seguros", en www.monsanto.es/noticias/abril2000/ecotimes18abril.html

Multimedia

Alimentos transgénicos El Futur dels Aliments La nueva era de servidumbre bajo el mandato de los gigantes de la genética

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Enlaces

www.arp-sapc.org

www.ecoportal.netwww.greenpeace.org/www.isaaa.orgwww.monsanto.es

www.tierra.org 1 Manuel Medina, profesor titular del Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona. 2 Medina, M. Tecnografía y política del desarrollo tecnocientífico. 3 íbid 4 Definición de biotecnología elaborada según las definiciones de la RAE (Real Academia Española) y de la ARP-Sociedad para el Avance del pensamiento crítico en “Apuntes transgénicos”, en http://www.arpsapc.org/alojadas/transgenicos.html, visto el 30 de noviembre de 2006. 5 ARP-Sociedad para el avance del pensamiento crítico, “Apuntes transgénicos” , ibid. 6 Medina, M. 7 Monsanto Europa S.A Resumen de datos Colza GT73 Roundup Ready ® Junio 2004 www.monsanto.es, visto en ene078 La lucha global por participación en los mercados está llevando a las compañías a desplegar masi-vamente cultivos transgénicos en todo el mundo, sin el adecuado avance en la experimentación de impactos a corto o largo plazo en la salud humana y en los ecosistemas. En los EEUU, la presión del sector privado ha llevado a la Casa Blanca a decretar "sin diferencia sustancial" la comparación entre las semillas alteradas y las normales. (Altieri y Rosset) 9 Monsanto www.monsanto.es/biotecnologia/mitos/10 Vídeo: “La nueva bioesclavitud” (“Gene giants mandate new serf age”) 11 Servicio Internacional de Adquisiciones de Aplicaciones Agro-biotecnológicas (ISAAA) 12 Cerdas, M. "Alimentos transgénicos: promesa o peligro" en Medicina, Vida & Salud, Mayo 2005 13 Organización Mundial de la Salud (OMS), 2005. 14 Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (NAS), 2004. 15

En el proyecto Milenium (ONU), se considera que este problema no se debe a la escasez de alimen-tos o a su mala distribución, sino a las desfavorables condiciones de cultivo en algunas áreas, donde la pro-ducción fracasa por culpa de las plagas o por falta de nutrientes, agua, etc. Por lo que considera que cualquier estrategia o tecnología que permita producir mayor cantidad de alimentos ayudará a promover el desarrollo económico rural y la productividad, y reducir la dependencia de los sistemas de distribución de alimentos. 16 Informe “Transgénicos: una amenaza para el planeta” de Amigos de la Tierra y Greenpeace. Junio de 2005, en http://www.greenpeace.org/raw/content/espana/reports/transgenicos-una-amenaza-para.pdf

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17 Consumer. www.consumer.es/web/es/alimentacion/2002/10/25/53449.php18 La política de hechos consumados que ha inspirado la introducción en el mercado de los primeros alimentos que incluían plantas transgénicas en su composición ha resultado nefasta, sobre todo en Europa, pues ha minado la confianza de los consumidores. Ahora más que nunca, los consumidores quieren saber có-mo se han elaborado sus alimentos. Además, cada vez dan más importancia a los aspectos éticos y medio am-bientales al hacer sus compras. (Organizaciones de consumidores Conseur, sobre OGM, de Bélgica, España, Italia, Portugal y Francia, en http://www.gmo-ogm.org19 Beck, U. “¿Ciencia, más allá de la verdad y de la ilustración? Reflexividad y crítica del desarrollo cientifico-tecnológico” en “La sociedad del riesgo”, pág. 203. 20 Altieri, M.A. "Diez razones que explican por qué la biotecnología no garantizará la seguridad ali-

mentaria, ni protegerá el ambiente ni reducirá la pobreza en el tercer mundo" 21 íbid 22 Entrevista a Norman Borlaug en http://www.actionbioscience.org/esp/biotech/borlaug.html23 “Revolución verde” en http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/energia_y_ciencia/2006/04/07/150805.php24 Gobierno de Canadá, informe de agricultura en http://www.agr.gc.ca/pol/pub/sys/pdf/sys_2006_e.pdf25 Medina, M. “Ciencia, tecnología y cultura. Bases para un desarrollo compatible” 26 íbid 27 Medina, op cit. 28 Medina, op cit. 29 Massarini, A. "Tecnociencia, naturaleza y sociedad: el caso de los cultivos transgénicos" 30 Greenpeace, www.greenpeace.org/espana/news/un-mill-n-de-europeos-piden-qu , vis-to en feb.200731 López Cerezo et al. “Participación pública en política tecnológica: problemas y perspectivas”