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Nº47

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contenidos

02 Santoral03 Extracto de la Familiaris Con-sortio (9na Parte)06 El Mal y su Remedio08 Educar en la fuerza de voluntad10 El Sínodo aprobó su relación final y la presentó al Papa Francisco13 Conclusiones del Sínodo de la Familia en 7 puntos14 Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura del Sínodo de la Familia16 El Caso Figari20 Too Late Two20 Avisos Publicitarios

Revista Católica

Nº 47, Nov. de 2015, Año 6

rescatandoalafamilia.blogspot.com [email protected]

Directora:

Rosa María Valencia Z.

Editor:

Santino Bruguera

Colaboradores:

Oficina de Comunicaciones del Arzobispado

Ing. Edwin Heredia R.

SantoralLa vida de San Martín nos enseña a

servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a

los pobres y enfermos y lo hacía pron-tamente. Demos un buen servicio a los

que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por

amor a Dios y viendo a Dios en las de-más personas.

A ser humildes. San Martín fue una

persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que

por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía

en el último lugar.A llevar una vida de oración profun-da. La oración debe ser el cimiento de

nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de

la oración. Debemos tener una relación intima con Dios

A ser sencillos. San Martín vivió la

virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Viva-

mos la vida con espíritu sencillo.

A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y

cariñoso es muy importante en nues-tra vida. Los demás se lo merecen por

ser hijos amados por Dios.

AGENTES DE LA PASTO-RAL FAMILIAR

Además de la familia —obje-to y sobre todo sujeto de la pastoral familiar— hay que recordar también los otros agentes principales en este campo concreto.

Obispos y presbíteros

El primer responsable de la pastoral familiar en la dióce-sis es el obispo. Como Padre y Pastor debe prestar parti-cular solicitud a este sector, sin duda prioritario, de la pastoral. A él debe dedicar interés, atención, tiempo, personas, recursos; y sobre todo apoyo personal a las familias y a cuantos, en las diversas estructuras diocesa-nas, le ayudan en la pastoral de la familia. Procurará par-ticularmente que la propia diócesis sea cada vez más una verdadera «familia dio-cesana», modelo y fuente de esperanza para tantas fami-lias que a ella pertenecen. La creación del Pontificio Con-sejo para la Familia se ha de ver en este contexto; es un signo de la importancia que yo atribuyo a la pastoral de la familia en el mundo, para que al mismo tiempo sea un instrumento eficaz a fin de ayudar a promoverla a todos los niveles.

Los obispos se valen de modo particular de los presbíteros,

cuya tarea —como ha subra-yado expresamente el Sí-nodo— constituye una parte esencial del ministerio de la Iglesia hacia el matrimonio y la familia. Lo mismo se diga de aquellos diáconos a los que eventualmente se confíe el cuidado de este sector pas-toral.

Su responsabilidad se extien-de no sólo a los problemas morales y litúrgicos, sino también a los de carácter personal y social. Ellos deben sostener a la familia en sus dificultades y sufrimientos, acercándose a sus miembros, ayudándoles a ver su vida a la luz del Evangelio. No es

superfluo anotar que de esta misión, si se ejerce con el de-bido discernimiento y ver-dadero espíritu apostólico, el ministro de la Iglesia saca nuevos estímulos y energías espirituales aun para la pro-pia vocación y para el ejerci-cio mismo de su ministerio.

El sacerdote o el diácono preparados adecuada y seria-mente para este apostolado, deben comportarse constan-temente, con respecto a las familias, como padre, her-mano, pastor y maestro, ayu-dándolas con los recursos de la gracia e iluminándolas con la luz de la verdad. Por lo tanto, su enseñanza y sus

EXTRACTO DE LA FAMILIARIS CONSORTIO (9na parte)

Exhortación Apostólica de San Juan Pablo II

consejos deben estar siempre en plena consonancia con el Magisterio auténtico de la Iglesia de modo que ayude al pueblo de Dios a formar-se un recto sentido de la fe, que ha de aplicarse luego en la vida concreta. Esta fideli-dad al Magisterio permitirá también a los sacerdotes lo-grar una perfecta unidad de criterios con el fin de evitar ansiedades de conciencia en los fieles.

Pastores y laicado partici-pan dentro de la Iglesia en la misión profética de Cristo: los laicos, testimoniando la fe con las palabras y con la vida cristiana; los pastores, discerniendo en tal testimo-nio lo que es expresión de fe genuina y lo que no concuer-da con ella; la familia, como comunidad cristiana, con su

peculiar participación y tes-timonio de fe. Se abre así un diálogo entre los pastores y las familias. Los teólogos y los expertos en problemas fa-miliares pueden ser de gran ayuda en este diálogo, expli-cando exactamente el con-tenido del Magisterio de la Iglesia y el de la experiencia de la vida de familia. De esta manera se comprenden me-jor las enseñanzas del Magis-terio y se facilita el camino para su progresivo desarro-llo. No obstante, es bueno re-cordar que la norma próxima y obligatoria en doctrina de fe —incluso en los problemas de la familia— es competen-cia del Magisterio jerárqui-co. Relaciones claras entre los teólogos, los expertos en problemas familiares y el Magisterio ayudan no poco a la recta comprensión de la fe

y a promover —dentro de los límites de la misma— el legí-timo pluralismo.

Religiosos y religiosas

La ayuda que los religiosos, religiosas y almas consa-gradas en general, pueden dar al apostolado de la fa-milia encuentra su primera, fundamental y original ex-presión precisamente en su consagración a Dios: «De este modo evocan ellos ante todos los fieles aquel maravi-lloso connubio, fundado por Dios y que ha de revelarse plenamente en el siglo futu-ro, por el que la Iglesia tiene por esposo único a Cristo». Esa consagración los con-vierte en testigos de aquella caridad universal que, por medio de la castidad abraza-da por el Reino de los cielos,

les hace cada vez más dispo-nibles para dedicarse gene-rosamente al servicio divino y a las obras de apostolado.

De ahí deriva la posibilidad de que religiosos y religiosas, miembros de Institutos secu-lares y de otros Institutos de perfección, individualmente o asociados, desarrollen su servicio a las familias, con es-pecial dedicación a los niños, especialmente a los abando-nados, no deseados, huérfa-nos, pobres o minusválidos; visitando a las familias y pre-ocupándose de los enfermos; cultivando relaciones de res-peto y de caridad con fami-lias incompletas, en dificul-tad o separadas; ofreciendo su propia colaboración en la enseñanza y asesoramiento para la preparación de los jó-venes al matrimonio, y en la ayuda que hay que dar a las parejas para una procreación verdaderamente responsa-

ble; abriendo la propia casa a una hospitalidad sencilla y cordial, para que las fami-lias puedan encontrar el sen-tido de Dios, el gusto por la oración y el recogimiento, el ejemplo concreto de una vida vivida en caridad y alegría fraterna, como miembros de la gran familia de Dios.

Quisiera añadir una exhor-tación apremiante a los res-ponsables de los Institutos de vida consagrada, para que consideren —dentro del respeto sustancial al propio carisma original— el apos-tolado dirigido a las familias como una de las tareas prio-ritarias, requeridas más ur-gentemente por la situación actual.

Laicos especializados

No poca ayuda pueden pres-tar a las familias los laicos especializados (médicos, ju-

ristas, psicólogos, asisten-tes sociales, consejeros, etc.) que, tanto individualmente como por medio de diversas asociaciones e iniciativas, ofrecen su obra de ilumina-ción, de consejo, de orienta-ción y apoyo. A ellos pueden aplicarse las exhortaciones que dirigí a la Confederación de los Consultores familiares de inspiración cristiana: «El vuestro es un compromiso que bien merece la califica-ción de misión, por lo noble que son las finalidades que persigue, y determinantes para el bien de la sociedad y de la misma comunidad cris-tiana los resultados que de-rivan de ellas... Todo lo que consigáis hacer en apoyo de la familia está destinado a te-ner una eficacia que, sobre-pasando su ámbito, alcanza también otras personas e in-cide sobre la sociedad. El fu-turo del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia» n

El mal y su

remedio

Dios es infinitamen-te bueno y todas sus obras son buenas. Sin

embargo, nadie escapa a la ex-periencia del sufrimiento, de la enfermedad u otros males en la naturaleza y, sobre todo, del mal moral. En su libro Confesiones, san Agustín nos relata que pasó mucho tiempo buscando el origen del mal y no lo encontraba, hasta que se hizo cristiano y entonces com-prendió que el misterio del mal sólo se comprende a la luz del misterio de la piedad de Dios manifestado en Jesucris-to muerto y resucitado. Para comprender la cuestión del origen del mal hemos de exa-minarla a la luz de Jesucristo, que es su único vencedor y está dispuesto a hacernos par-tícipes de su victoria. Si proce-demos así, descubriremos que en el origen del mal está el pe-cado del hombre, presente a lo largo de la historia.

Lamentablemente, en nues-tros días son muchos los que niegan la existencia del peca-do en el hombre y pretenden explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, una debilidad psicológica, un error o una consecuencia de estructuras sociales inadecua-das, etc. Quienes piensan así, desconocen el vínculo pro-fundo del hombre con Dios y,

por tanto, no entienden que el pecado es un abuso de la li-bertad que Dios nos da a los seres humanos para que poda-mos amarle y amarnos mutua-mente. Así nos lo presenta el relato de la caída del hombre, presente en las primeras pági-nas de la Biblia a través de di-versas imágenes: Adán y Eva, el árbol de la ciencia del bien y del mal, la serpiente seduc-tora, etc.

Conforme a la tradición de la Iglesia, la famosa serpiente es la imagen de un ángel, Luzbel, que se rebeló contra Dios al conocer el designio de amor que Él tiene para con los hom-bres y que consiste en elevar-los a su propia vida divina. La rebelión de Luzbel y sus secuaces tiene en su origen la envidia contra el hombre y, como consecuencia de ella, se encamina a apartar al hombre de Dios para evitar de esa ma-nera que se cumpla ese desig-nio de amor. Por eso, dejó de llamarse Luzbel y se le llama Satanás o Diablo, que signifi-ca «el que divide», porque se ha autoimpuesto la tarea de dividir o separar al hombre de Dios. Esto es lo que hizo con nuestros primeros padres, Adán y Eva, y lo que pretende hacer con todos los hombres de todos los tiempos, para lo cual nos quiere hacer creer

que Dios no nos ama y que, por el contrario, nos quiere tener siempre sometidos y li-mitados para ejercer su poder sobre nosotros.

Con razón Jesucristo llama al diablo «mentiroso y padre de la mentira», porque la ver-dad es que Dios nos ama tan-to que nos ha creado para vi-vir en amistad con Él y para que, a partir de una relación de confianza, lo reconozcamos como nuestro creador y como quien mejor nos puede guiar en el uso de la libertad que Él mismo nos ha dado, de modo que usándola de modo ade-cuado alcancemos la felicidad para la que nos ha creado. Sin embargo, la maldad y la astu-cia del diablo son tan grandes que, desde los inicios de la his-toria se las ha ingeniado para hacernos caer en su mentira, hacernos desconfiar de Dios y llevarnos a desobedecerlo y a no dejarnos conducir por Él. Gracias a Dios, el poder del de-monio no es infinito. Si bien el diablo es un espíritu puro, y por tanto tiene más poder que el hombre, no deja de ser una criatura limitada y, por más mal que haga, jamás podrá im-pedir la edificación del Reino de Dios y el cumplimiento de su designio de amor sobre los hombres, para beneficiarnos de lo cual basta con que use-mos rectamente nuestra liber-tad, lo que es posible gracias a que Jesucristo ha muerto por nuestros pecados y ha resuci-tado para nuestra justificación.

den con mayor arraigo y naturali-dad. Si los alumnos se ven priva-dos de los esfuerzos, los retos y las exigencias, llegará la adolescen-cia, con su crisis de madurez y no estarán dotados de energía interior para superar las dificultades. Nos encontraremos con que o no se de-jan exigir, o - aunque entiendan lo que les decimos y deseasen actuar así - no tienen la fuerza y el entre-namiento necesario para conseguir las metas que se proponen.

Algunas veces, los padres preten-den evitar a sus hijos, con un ca-riño mal entendido, los esfuerzos y dificultades que ellos tuvieron que superar en su juventud: los protegen y sustituyen, llevándoles a una vida cómoda, donde no hay proporción entre el esfuerzo reali-zado y los bienes que se disfrutan. No se dan cuenta de que más que

con dignidad es llenarles de fuerza interior. La capacidad de esfuerzo está muy relacionada con la madu-rez y la responsabilidad.

Exigir también cuesta

La capacidad de exigencia ama-ble de los padres y profesores va a marcar, en buena medida, el desa-rrollo de la capacidad de trabajo y esfuerzo, y de sus virtudes relacio-nadas (constancia, perseverancia, paciencia, etc.). Exigir también cuesta esfuerzo. Parece que todo va a ser más rápido y menos con-flictivo si los educadores cargan con los esfuerzos, renuncias y sa-crificios; pero sin ese esfuerzo no va creciendo la persona.

Entre los siete y los doce años transcurre el período sensitivo de estas virtudes: es cuando se apren-

Una de las grandes caren-cias de la juventud de hoy es la fuerza de voluntad,

la energía interior para afrontar las dificultades, retos y esfuerzos que la vida plantea continuamente.

Desarrollar la capacidad de au-todominio de los alumnos se ha convertido en un objetivo de pri-mordial importancia, de modo que sean capaces de esforzarse para conseguir lo bueno, aunque cues-te y la recompensa no se alcance enseguida.

El desarrollo de la fortaleza apo-ya el de todas las demás virtudes: no hay virtud moral sin el esfuer-zo por adquirirla. En un ambien-te social como el actual, donde el influjo familiar es cada vez más reducido, el único modo para que los jóvenes sean capaces de vivir

Educar en la fuerza de voluntad

Escribe: José Antonio Alcazar

proteger a los hijos para que no sufran, se trata de acompañarles y ayudarles para que aprendan a su-perar el sufrimiento.

Autoconsciencia y voluntad

Para que un hábito bueno se con-vierta en virtud es necesario que haya autoconsciencia (entender qué y por qué se hace) y volunta-riedad (querer hacerlo). Por eso es tan importante en la educación de las virtudes humanas, ayudarles a entender el esfuerzo que van a rea-lizar como algo necesario y con-veniente, y motivar y estimular sus deseos de esforzarse.

Educar la fortaleza supone poner los medios para que los alumnos sean capaces de emprender accio-nes que lleven consigo un esfuerzo prolongado, para lo que hace falta tanto salud física como fuerza in-terior. Esta es la razón por la que la práctica deportiva frecuente es un medio muy adecuado para pro-mover la fortaleza en la práctica deportiva, han de superar la fatiga y el cansancio, llegar hasta el final con perseverancia, superar adver-sidades, etc.

Existen muchas oportunidades en la vida cotidiana de la familia y del aula para que los niños se ejer-citen en resistir un impulso, sopor-tar un dolor o molestia, superar un disgusto, dominar la fatiga o el cansancio, como - por ejemplo - acabar las tareas encomendadas en el colegio o cumplir el tiempo de estudio previsto antes de poner-se a jugar, cumplir su encargo con constancia, etc.

Hemos de valorar positivamente y reconocer su interés y sus esfuer-zos, como “aguantar la sed” en una excursión o viaje, comer de (casi) todo o no comer entre ho-

ras, terminar bien un trabajo, dejar la ropa preparada por la noche,... De este modo fomentamos la mo-tivación interna: la satisfacción de la obra bien hecha, la alegría del deber cumplido.

El ejemplo

Como siempre, el ejemplo de los educadores es crucial: aprende-rán mucho observando la alegría en los sacrificios de sus padres y profesores. Quejarse del trabajo o de los esfuerzos que es preciso realizar contribuye a crear un am-biente familiar contrario a la forta-leza: hay que esforzarse porque no hay más remedio, porque la vida te obliga.

Es importante insistir a los padres en la importancia de la reciedum-bre, o capacidad de realizar es-fuerzos sin quejarse.

Sin miedo al fracaso

Junto a la reciedumbre, la valentía. Tener decisión y empuje, de modo que los “miedos” infundados no atenacen la personalidad y sean capaces de “dar la cara” cuando sea necesario sin acobardarse por el “que dirán” o por vergüenzas tontas.

Con audacia, sin miedo al fracaso - que para una persona fuerte no es más que una experiencia de la que puede aprender- ni a los ries-gos. No se trata de empujar a los alumnos a la temeridad, sino de ayudarles a no ser cobardes ni te-ner miedo al ridículo. Sólo así se-rán capaces de comprometerse en empresas valiosas.

Con serenidad y equilibrio inte-rior, de modo que no se desmo-ronen ante la contrariedad o los pequeños contratiempos e impre-

vistos. Con elegancia ante el éxito o el fracaso, sin perder la calma si las cosas salen mal. La paciencia tiene mucho que ver con la paz interior, con la serenidad, con la seguridad. Para educar en la pa-ciencia hace falta un ambiente de seguridad afectiva y una exigencia serena. Si la exigencia es capri-chosa, produce inseguridad. Ne-cesitan aprender a esperar, a dar a cada cosa su tiempo.

En definitiva, la fortaleza dota a la persona de señorío sobre sí mis-mo, de autodominio (vencerse a sí mismo es la batalla más importan-te de la vida).

Posibles planes de acción educa-tiva relacionados con la fortaleza:

- Enseñarle a no quejarse. o Hacer pequeños sacrificios para la buena marcha de la casa o de la clase. o Exigirle acabar lo que comienza. o Aguantar la sed en una excursión o el calor del verano,

- El cansancio, sin irlo pregonando cada dos minutos. o Superar, si aún perviven, los miedos infantiles de quedarse solo, o a oscuras, la ver-güenza para hablar, o para recono-cer la propia culpa, o el sentido del ridículo. o Tener paciencia cuando no le salen las cosas como él que-ría, o si sufre cualquier contratiem-po (por ejemplo, no quejarse y pa-talear si se pierde en un juego). o Adoptar posturas correctas en clase y en casa, no tumbarse. o Procu-rar comer todo y terminar toda la comida. o Hacer los deberes antes de ponerse a jugar. o Levantarse a una hora fija y cumplir un horario. o Hacer bien los trabajos y tareas. o Cumplir su encargo en el momento previsto para ello aunque no tenga ganas. o Participar en un equipo deportivo. o Marcarse pequeñas metas y cumplirlas. n

El Sínodo aprobó su relación final y la presentó al PapaEl Santo Padre deberá ahora decidir qué medidas tomar en cuanto sucesor del apóstol Pedro para el bien de la Iglesia

Fuente: Zenit

La Relación Final del Sínodo de los obispos, después de su votación

el 24 de octubre, ha sido pre-sentada al Papa Francisco, quien autorizó su inmediata publicación y que fue pre-sentada en la Sala de Prensa de la Santa Sede.

El sínodo mediático crea-rá seguramente confusión, entre sus títulos se lee: “La comunión a los divorciados pasa por un solo voto”, redu-ciendo una labor extraordi-naria realizada por el sínodo, profundizando el rol de la familia en los diversos países y culturas, a la visión de un comicio parlamentario que afecta principalmente a los llamados países desarrolla-dos.

Un documento de 94 puntos, contenido en 32 páginas ta-maño oficio, que incluyó el Instrumentum Laboris, es decir, el documento con las reflexiones del anterior Sí-nodo extraordinario sobre la familia de octubre de 2014, las respuestas que los fieles de todas las partes del mundo han aportado al cuestionario enviado desde el Vaticano a todas las Conferencias Epis-copales.

La Relación final además ha sido integrada con las apor-taciones del actual Sínodo, la XIV Asamblea general ordi-

naria que se ha celebrado en el Vaticano del 4 al 25 de oc-tubre del presente año, sobre el tema “La vocación y la mi-sión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporá-neo”.

El documento que aborda los problemas de la familia en el mundo de hoy a 360 grados, ha sido votado punto por punto y todos aprobados por amplia mayoría. Incluso los números 84, 85 y 86, defini-dos por los medios de comu-nicación como la ‘comunión a los divorciados y vueltos a casar’ y que eran los más es-pinosos han obtenido más de los 2/3 de las aprobaciones.

Se va de los que han obteni-do la absoluta mayoría, con 260 votos, a los que obtuvie-ron menos consenso, como los apenas dichos, respecti-vamente con 187, 178 y 190 votos a favor, y 72, 80 y 64 contrarios.

El texto ha sido entregado al santo padre Francisco, quien deberá decidir si hacer una exhortación apostólica o un documento magisterial, y su palabra como sucesor del apóstol Pedro será la que de-finirá cómo la Iglesia deberá proceder.

A continuación indicamos la parte principal de los puntos 84, 85 y 86, de un documento

que en sus 94 puntos contie-ne una gran amplitud de te-mas.

En el punto 84, se indica que los divorciados y vueltos a casar civlilmente “tienen que ser más integrados en las comunidades cristianas” en-tretanto evitando “ocasiones de escándalo”. Recuerda que “son bautizados, hermanos y hermanas, y su participación puede expresarse en diversos servicios en la Iglesia, y por lo tanto “es necesario discer-nir cuales diversas formas de exclusión actualmente prac-ticadas en ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institu-cional puedan ser superadas”.

El punto 85, cita la exhor-tación apostólica ‘Familiari Consortium’, escrita en 1981 por san Juan Pablo II, quien ofreció un criterio generali-zado que queda como la base para la evaluación de estas situaciones. ‘Sabemos los pastores que por amor de la verdad están obligados a dis-cernir bien cada situación. Existe de hecho diferencia entre quienes se han esfor-zado por salvar el primer matrimonio y han sido aban-donados de manera entera-mente injusta, de quienes por grave culpa han destrui-do un matrimonio canónica-mente válido. Están también quienes han contraído una segunda unión en vista de

la educación de los hijos, y aveces están subjetivamen-te seguros en su conciencia que el anterior matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido’. (FC, 84).

Por ello la actual relación final indica que “es tarea de los presbíteros acompañar a las personas afectadas en el camino del discernimiento de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia y las orientacio-nes del obispo”.

Añade también que en este proceso los divorciados y vueltos a casar deben hacer un examen de conciencia, con momentos de reflexión y de arrepentimiento, pregun-tándose cómo se han com-portado hacia los propios hijos cuando el matrimonio entró en crisis; si hubo in-tentos de reconciliación; la situación del partner aban-

donado; las consecuencias de la relación en el resto de la familia y la comunidad de fieles; del ejemplo que esto significa para los jóvenes que se preparan al matrimonio.

El texto indica que además “no se puede negar que en al-gunas circunstancias ‘la im-putabilidad y responsabili-dad de una acción puede ser disminuida o anulada’ (CCC, 1735) debido a diversos con-dicionamientos”.

La relación final concluye: “el discernimiento pastoral, mismo tomando en cuen-ta la conciencia rectamente formada de las personas tie-ne que hacerse cargo de es-tas situaciones. También las consecuencias de los actos realizados no son necesaria-mente las mismas en todos los casos”.

El punto 86 indica en su par-

te principal que “el recorrido de acompañamiento y dis-cernimiento oriente a estos fieles a que tomen concien-cia de su situación delante de Dios”. Habla también de los coloquios con el sacerdote, de los obstáculos y pasos que puede favorecer la participa-ción en la vida de la Iglesia.

Entretanto, precisa que el discernimiento no puede prescindir de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuestas por la Iglesia.

La Relación Final está ar-ticulada en tres partes. La primera se refiere a la Igle-sia que escucha la familia; la siguiente es sobre la familia en el plan de Dios; la parte final se refiere a la misión de la familia.

El documento concluye con una oración a la Sagrada Familia. n

ALCANCES DEL SÍNODO

El resultado del Sínodo de la Familia es este documento de

94 puntos en el que hay decenas de propuestas. No hay condenas sino un mensaje de esperanza para quienes se deciden a for-mar una familia, y quienes están afrontando los obstáculos de ese camino.

MIRAR DE OTRO MODO

El documento presenta las dificulta-des de las familias. Lo hace sin mie-do y las ve como una oportunidad. Por eso, los obispos piden a los cris-tianos que cultiven una mirada de comprensión y de esperanza ante realidades tan dolorosas, como la soledad o el fracaso matrimonial. Para el sínodo, ayudar a estas per-sonas no significa decir que todo está bien. Significa tener el cora-je de escuchar su dolor, acogerlas con ternura y buscar maneras de curar sus heridas. PREPARACIÓN AL MATRIMONIO

Una de las ideas recurrentes del Documento es que se mejore la preparación al matrimonio. Hay acuerdo en que no es eficaz dar sólo cinco o seis clases antes de la boda. Aquí deben involucrarse mucho más las familias veteranas porque, si actúan con discreción y cariño, pueden ayudar a resol-ver los problemas normales de los primeros años de matrimonio. El Documento propone que las familias se impliquen más en la ayuda de otras familias, y no sólo en situaciones especiales sino también por ejemplo en el cuida-do de los hijos, en su educación o en la atención de enfermos.

APERTURA A LA VIDA Y EDU-CACIÓN SEXUAL

Los obispos proponen que los pa-dres se impliquen realmente en la educación sexual de sus hijos. Esa educación es vital para sus vi-das: una afectividad estable es la clave de la felicidad y de la dura-ción de un futuro matrimonio. Además, enseñar a entregarse y a amar es imprescindible para enten-der que cada hijo es fruto del amor.

PAREJAS QUE CONVIVEN

El texto se fija también en los jó-venes que no están casados pero conviven establemente. Afirma que muchos de ellos vi-ven la fidelidad y la apertura a la vida, que son elementos propios del matrimonio. Por eso propo-nen una atención específica para ellos, para que se encaminen ha-cia la boda. Así aprenderán cómo la gracia del sacramento les puede ayudar a afrontar los desafíos de ese proyecto juntos.

FORMAR LA CONCIENCIA

El Papa dijo en el discurso de clau-sura del Sínodo: “El primer deber de la Iglesia no es distribuir con-denas o anatemas sino proclamar la misericordia de Dios, llamar a la conversión y conducir a todos los hombres a la salvación del Señor”.En el caso de las personas divorcia-das que se han vuelto a casar civil-mente y que quieren volver a recibir los sacramentos, el sínodo propone que un sacerdote les ayude a formar la conciencia y a descubrir en qué si-tuación están ante Dios. En concreto dice que “la conversa-ción con un sacerdote, en el foro interno, contribuye a la formación de un juicio correcto sobre lo que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena a la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pue-den favorecerla y hacerla crecer”.El documento del Sínodo recuerda

que Juan Pablo II dijo que no es lo mismo una persona que ha sido abandonada injustamente, o quien ha destruido un matrimonio.

PERSONAS HOMOSEXUALES

En cuanto a las personas homo-sexuales, el Sínodo recuerda que Cristo “amó y murió por cada per-sona, sin excepciones”, por lo que “cada persona, independientemen-te de su tendencia sexual, debe ser respetada en su dignidad, y acogi-da con respeto, evitando ‘cualquier marca de injusta discriminación’”.

También dice que “no se pueden establecer analogías entre las uniones entre personas homo-sexuales y el proyecto de Dios so-bre matrimonio y familia”.

FAMILIAS EMIGRANTES

El sSínodo no cierra los ojos al drama de quienes escapan de la guerra o la pobreza y habla de estas personas que se han visto forzadas a dejar su país para em-pezar una nueva vida.Los obispos piden que las dióce-sis y parroquias trabajen para que se respete la dignidad de estas las personas.Piden ayudarlas y atenderlas te-niendo en cuenta su cultura, sus creencias y sus tradiciones.

En definitiva, los 94 puntos del rico documento tienen propues-tas muy optimistas y sobre mu-chos otros temas. Por ejemplo, pide que se cuente con las muje-res en los procesos decisionales de la Iglesia; que los padres de familia no renuncien a proteger a su familia; que se cuente más con los abuelos y que las asociaciones trabajen para que se armonice el tiempo dedicado al trabajo y el que se dedica a la familia. n

Las tres lecturas de este do-mingo nos presentan la

compasión de Dios, su pater-nidad, que se revela definitiva-mente en Jesús.

El profeta Jeremías, en pleno desastre nacional, mientras el pueblo estaba deportado por los enemigos, anuncia que «el Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel» (31, 7). Y ¿por qué lo hizo? Por-que él es Padre (cf. v. 9); y como el Padre cuida de sus hijos, los acompaña en el camino, sos-tiene a los «ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas» (31, 8). Su paternidad les abre una vía accesible, una forma de consolación después de tantas lágrimas y tantas amarguras. Si el pueblo permanece fiel, si persevera en buscar a Dios in-cluso en una tierra extranjera, Dios cambiará su cautiverio en libertad, su soledad en co-munión: lo que hoy siembra el pueblo con lágrimas, mañana lo cosechará con la alegría (cf.

Sal 125,6).Con el Salmo, también noso-tros hemos expresado la ale-gría, que es fruto de la salva-ción del Señor: «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares» (v. 2). El creyente es una persona que ha expe-rimentado la acción salvífica de Dios en la propia vida. Y nosotros, los pastores, hemos experimentado lo que significa sembrar con fatiga, a veces llo-rando, alegrarnos por la gracia de una cosecha que siempre va más allá de nuestras fuerzas y de nuestras capacidades.

El pasaje de la Carta a los He-breos nos ha presentado la compasión de Jesús. También él «está envuelto en debilida-des» (5, 2), para sentir compa-sión por quienes yacen en la ignorancia y en el error. Jesús es el Sumo Sacerdote grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo es el Sumo Sacerdote que ha compartido nuestras debilidades y ha sido puesto a

prueba en todo como nosotros, menos en el pecado (cf. 4, 15). Por eso es el mediador de la nueva y definitiva alianza que nos da la salvación.

El Evangelio de hoy se conec-ta directamente con la primera Lectura: así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, también Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús que aca-baba de salir de Jericó. A pesar de que apenas había emprendi-do el camino más importante, el que va hacia Jerusalén, se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se conten-ta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personal-mente. No le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pre-gunta: «¿Qué quieres que haga por ti»? (Mc 10, 51). Podría pa-recer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta

Homilía del Papa Francisco en la

Misa de clausura del Sínodo de la

Familia

pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quie-re un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no ex-cluya nada ante Dios. Después de la curación, el Señor dice a aquel hombre: «Tu fe te ha sal-vado» (v. 52). Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros, más de lo que creemos en nosotros mismos.

Hay un detalle interesante. Je-sús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. Ellos se dirigen al ciego con dos expresiones, que sólo Jesús uti-liza en el resto del Evangelio. Primero le dicen: «¡Ánimo!», una palabra que literalmente significa «ten confianza, aní-mate». En efecto, sólo el en-cuentro con Jesús da al hom-bre la fuerza para afrontar las situaciones más graves. La se-gunda expresión es «¡levánta-te!», como Jesús había dicho a tantos enfermos, llevándolos de la mano y curándolos. Los suyos no hacen más que re-petir las palabras de aliento y liberación de Jesús, guiando hacia él directamente, sin ser-mones. Los discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a po-ner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. Cuando el grito de la hu-manidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su corazón.

Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios oca-siones de misericordia. Hoy es tiempo de misericordia.

Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se para, como hace Jesús. Si-guen caminando, van adelante como si nada hubiera sucedido. Si Bartimeo era ciego, ellos son sordos: aquel problema no es problema suyo. Este puede ser nuestro riesgo: ante continuos apuros, es mejor seguir adelan-te, sin preocuparse. De esta ma-nera, estamos con Jesús como aquellos discípulos, pero no pensamos como Jesús. Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierde la maravilla, la gratitud y el en-tusiasmo, y se corre el peligro de convertirse en «habituales de la gracia». Podemos hablar de él y trabajar para él, pero vi-vir lejos de su corazón, que está orientado a quien está herido. Esta es la tentación: una «espi-ritualidad del espejismo»: po-demos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente es, sino lo que a nosotros nos gustaría ver; somos capaces de cons-truir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permane-ce árida y, en lugar oasis, crea otros desiertos.

Hay una segunda tentación, la de caer en una «fe de mapa». Podemos caminar con el pue-

blo de Dios, pero tenemos nuestra hoja de ruta, donde entra todo: sabemos dónde ir y cuánto tiempo se tarda; todos deben respetar nuestro ritmo y cualquier inconveniente nos molesta. Corremos el riesgo de hacernos como aquellos «mu-chos» del Evangelio, que pier-den la paciencia y reprochan a Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los niños (cf. 10, 13), ahora al mendigo ciego: quien molesta o no tiene cate-goría, ha de ser excluido. Jesús, por el contrario, quiere incluir, especialmente a quien está re-legado al margen y le grita. Ellos, como Bartimeo, tienen fe, porque saberse necesitados de salvación es el mejor modo para encontrar a Cristo.

Y, al final, Bartimeo se puso a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). No sólo recupera la vista, sino que se une a la comunidad de los que caminan con Jesús. Queridos hermanos sinodales, hemos caminado juntos. Les doy las gracias por el camino que hemos compartido con la mirada puesta en el Señor y en los hermanos, en busca de las sendas que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anun-ciar el misterio de amor de la familia. Sigamos por el camino que el Señor desea. Pidámosle a él una mirada sana y salva-da, que sabe difundir luz por-que recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el pesimis-mo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios que resplandece en el hombre vi-viente. Así sea. n

CASO FIGARI: ¿ENCUBRI-MIENTO EN LA IGLESIA?

Los actos de violencia física, psicológica y se-xual en agravio de ado-

lescentes, de los que se acusa a Luis Fernando Figari, fun-dador del Sodalicio de Vida Cristiana, merecen el rechazo total de la ciudadanía, nuestra solidaridad con las víctimas y ameritan una investigación exhaustiva sobre los hechos y las circunstancias que los hayan podido permitir, de modo que se realice las debi-das reparaciones, se aplique las sanciones correspondien-tes y se tome las medidas ne-cesarias para que en el futuro no suceda nada similar. Como dijo san Juan Pablo II: “no hay sitio en el sacerdocio o en la vida religiosa para los que da-ñan a los jóvenes” (Discurso a los cardenales americanos, 23.04.2002).

Según lo denunciado, las vio-laciones sexuales ocurrieron hace alrededor de treinta años o más. La demora en denunciarlos se explica por lo difícil y duro que es proce-sar el daño sufrido y tomar la decisión de hacerlo público, debido fundamentalmente a causas psicológicas. Damos gracias a Dios que finalmen-te se hicieron las denuncias, las cuales fueron presenta-das ante el Tribunal Interdio-

cesano de Lima. Algunos han acusado a este Tribunal y al Sodalicio de Vida Cristiana de no haber dado trámite a esas denuncias y, por tanto, de proteger a Figari. Tam-bién los han acusado de no informar al Ministerio Públi-co, para supuestamente en-cubrir al culpable y obstacu-lizar la acción de la justicia.

El portavoz del Tribunal Ecle-siástico de Lima, sin embargo, ha hecho de conocimiento público que, conforme a las normas de la Iglesia, ese Tri-bunal no está facultado para juzgar a Figari, debido a que éste es miembro del Sodalicio de Vida Cristiana, que es una institución eclesiástica de Derecho Pontificio, es decir dependiente de la Santa Sede para esos efectos. Ha infor-mado también que, por esa razón, el Tribunal de Lima trasladó las denuncias al or-ganismo correspondiente de Roma. La Santa Sede, por su parte, en abril de este año encargó a Monseñor Fortu-nato Pablo Urcey, Obispo de Chota y Secretario General de la Conferencia Episcopal Peruana, que verifique la au-tenticidad de las acusaciones efectuadas contra Figari, pre-sente un informe pormenori-zado de lo sucedido y sugiera

el modo en que se debe pro-ceder. Monseñor Pablo ha de-clarado que debe terminar su tarea dentro de pocos meses. El Superior General del Soda-licio, a su vez, ha informado que, como su institución no ha recibido ninguna denun-cia y el proceso está siendo llevado por la Santa Sede, no puede iniciar un proceso pa-ralelo sino colaborar con las autoridades eclesiásticas o ci-viles que así se lo requieran. Ha declarado también que, mientras tanto, ha dispuesto que el acusado no partici-pe en la vida del Sodalicio y se retire a una pequeña co-munidad de su institución, en oración y penitencia, a la espera de lo que dispongan las autoridades competentes, que pueden incluso expul-sarlo del Sodalicio.En cuanto a que la Iglesia no ha comu-nicado al Ministerio Público las denuncias recibidas, se debe tener en cuenta que si bien los hechos se cometie-ron contra adolescentes, ellos ahora deben tener alrededor de 40 años de edad o más. Cabe entonces preguntarse, si las mismas víctimas no han presentado su denuncia ante las autoridades del Estado ni le han pedido a la Iglesia que lo haga, ¿tiene la Iglesia derecho o deber de hacerlo e involucrarlos en un proceso penal que ellos, siendo ahora adultos, no han decidido ini-ciar? n

China acaba de corre-gir -en parte- la inhu-mana y degradante

política de control de nata-lidad que impuso en 1980, y que estuvo en vigencia hada hace pocos días. A fines de octubre, el gobierno chino derogó la política del hijo único. Desde ya, permitirá a los matrimonios que tengan hasta dos hijos. Es muy tris-

te, y hasta escalofriante, co-locarse en el lugar de los chi-nos. Además de la supresión de libertades básicas, propia de un régimen dictatorial, ser tratados como animales reproductores sujetos a re-gulación, es indigno del ser humano y humillante. Por décadas, esto se ha prestado a innumerables abusos. Mi-llones de abortos, de esteri-

lizaciones forzadas, arrestos, multas, “tasas” altísimas para poder tener el segundo hijo, etc.

Se podría pensar que el go-bierno ha dado un paso ade-lante en los derechos hu-manos fundamentales. No parece. Corrigen la norma para tratar de mantener el crecimiento económico ac-tual. También para asegurar el futuro de una población cada vez más vieja, que no tiene quien sostenga sus úl-timos años de vida. Les urge incrementar la tasa de fecun-

Too Late Two

didad, que es una de las más bajas del mundo (se pien-sa que es inferior a 1.5). No pensemos entonces que, a partir de ahora, habrá más respeto por las personas, su libertad, la vida, la familia, etc. Lamentablemente, el fin seguirá justificando los me-dios.

Recordemos que en 1978, la pobreza de China y su estan-camiento económico eran considerables. El Partido Co-munista anunció la terrible medida, justificándola por la necesidad de “aliviar los pro-blemas sociales, económicos y ambientales”. Como la po-blación crecía rápidamen-te, les entró el temor de que este factor agravaría esas dificultades y hasta la esta-bilidad del gobierno. Luego de casi 40 arios, se ve que la controvertida política no solo fue perjudicial sino que también puede haber sido in-necesaria (cfr. Frida Ghitis, CNN). Despiadada ironía. En 2010, según investigadores de Brookings Institution y la Universidad de Carolina del Norte, esta política solo ace-leró la disminución de la fer-tilidad, que ya era una reali-dad y que hubiese ocurrido en cualquier caso.

¿Será suficiente esta medida “correctiva” para lograr los fines del Partido Comunista Chino? Aunque sigan piso-

teando la dignidad humana -o quizá por ello- muchos auguran que no. Too late two (juego de palabras alusivas a que es demasiado tarde para dos). La política del hijo úni-co ha invertido los números de la naturaleza, por la tra-dicional preferencia de los hijos varones en la cultura china. Normalmente -para preservar la especie huma-na- el porcentaje de mujeres es algo mayoral de hombres. En China, según cifras ofi-ciales, el número de hombres supera en 34 millones al de mujeres. Hasta 2013, habían sido abortados 336 millones de bebés, más niñas que ni-ños (en este caso, a las abor-tistas occidentales no les im-porta nada ser mayoría en la masacre). Se calcula que, actualmente, hay 13 millones de abortos por año en China, para el cual hay gran facili-dad.

De otro lado, aunque la rela-jación de esta política -desde enero de 2014- fue bien re-

cibida, en estos dos años no se ha producido la explosión de la natalidad que se pre-veía. Vencer la inercia en las costumbres cuesta mucho, y más cuando impera una cul-tura anti vida. Le temen al segundo bebé, por los gastos adicionales y la complica-ción que supone en la vida de los padres. Tiene lógica: ellos fueron hijos únicos.

Reconocemos el notable crecimiento económico de China, que sea la segun-da economía del mundo y haber sacado a cientos de millones de personas de la pobreza. Pero el precio ha sido y seguirá siendo gran-dísimamente inmoral. Y, si en el futuro, para mantener el crecimiento económico y la vigencia del partido úni-co, fuese necesario hacer lo contrario (por ejemplo, que la maternidad sea obligato-ria, natural o artificialmen-te) no dudamos que lo haría. Lamentablemente, China ve números, no personas. n