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    26/3/2016 Revista Observaciones Filosficas - Instante y muerte: la experiencia de la transgresin en el pensamiento de Georges Bataille

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    Revista Observaciones Filosficas

    Instante y muerte: la

    experiencia de la transgresinen el pensamiento de GeorgesBataille

    Lic. Carlos Roa Hewstone - PontificiaUniversidad Catlica de Valparaso

    ResumenEn este escrito se subraya la importancia que tiene lamuerte en el pensamiento Georges Bataille,

    pretendiendo mostrar el modo en que la transgresinabre al ser a la experiencia de la muerte. Latransgresin fractura el lmite que traza la prohibicin ms all de toda prescripcinmetafsica. No conocemos lo que es la muerte y pensar en ello no nos ayuda a saber lo queesta es, por lo cual se convierte en lo imposible. Este imposible hace que todo el espacio de loposible entre en el mbito de la cada del lmite, apareciendo la figura del vaco como imagende la disolucin del lmite, que es finalmente el punto de concurrencia donde todo lo posible,todo lo que es posible saber, ingresa en el no-saber.

    AbstractIn this paper the importance is emphasized that has the death in the thought Georges Bataille,trying of showing the way in which the transgression abre to the being to the experience of thedeath. The transgression fractures the limit that draws up the prohibition beyond allMetaphysical prescription. We do not know what is the death and to think about it does nothelp us that is to say what this is, thus becomes the impossible thing. This impossible onedoes that all the space of the possible thing enters the scope of the fall of the limit, appearingthe figure of the emptiness like image of the dissolution of the limit, that is finally theconcurrence point where all the possible one, everything what is possible knowledge, enters innot-knowing.

    Palabras clavesTransgresin, Lmite, Soberana, No-saber, Vaco

    KeywordsTransgression, Limit, Sovereignty, Not-knowing, Empty

    Introduccin

    La existencia en el pensamiento de Georges Bataille nunca es reductible al

    lmite que delinean el trabajo, la utilidad y la conservacin de las energas

    destinadas a la produccin, por el contrario, sta aparece como despliegue de

    fuerza, derroche de energas, destruccin de excedentes vitales. La prohibicin y

    el tab no llegan jams a limitar del todo la violencia que va aparejada al gozo

    que implica la ruptura de las fronteras del mundo profano de la produccin servil

    que el discurso lgico-metafsico ha conseguido hegemonizar slo de modo

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    parcial la conservacin de energas como fundamento de todo el mbito cultural

    y es por ello que tanto la transgresin como la soberana aparecen en su

    pensamiento ligadas al gasto. Para Bataille el hombre no queda excluido del

    movimiento dilapidatorio de energas que mueve al universo, las energas que

    usa en producir siempre van dejando un excedente que lo insta al gasto

    improductivo de energas. El discurso delinea un espacio donde el trabajo

    instrumentalizado mediante la tcnica extiende el dominio productivo, instalandouna presencia dominante donde antes no la haba y, es en este sentido que la

    apropiacin de los espacios exige su crecimiento a expensas de otros, lo cual

    genera la lucha por el predominio demandando as ms gasto de energas por

    parte del animal humano. De este modo, la oposicin autnticamente

    subyacente a la cultura humana es la de la reserva de energas para la

    produccin en los espacios ya asegurados y el gasto improductivo. Sin embargo,

    con esta oposicin estamos al mismo tiempo presuponiendo que algo hace

    diverso al hombre de aquello que domina, esto es, que el hombre es un ser

    dotado de una cierta consciencia, la cual propicia que no siga ciegamente las

    ordenanzas de la naturaleza sino que traspone un lmite entre lo que su dominio

    niega, la naturaleza, y lo que l mismo es, o sea transformacin. A partir del

    momento en que es consciente de esta frontera una cierta continuidad del ser es

    rota, una cierta inmanencia propia de los animales que viven se quiebra. Lo que genera esta diferencia entre el hombre y el animal

    es que esta consciencia implica que sea, con todo, consciencia de latemporalidad y de la muerte, conciencia de que hay una experiencia final de

    desaparicin, un punto donde el tiempo para l se acaba, que afecta a hombres

    y animales por igual ya que el hombre no por guardar consciencia de los fines

    particulares que lo hacen participe del proceso de produccin deja de ser aquello

    mismo que niega. El animal no siente miedo a la muerte, pues no conoce ni el

    tiempo ni es consciente de su propia muerte, por lo cual se conserva en un

    perpetuo instante presente sin consideracin alguna por el final futuro que

    inevitablemente se le avecina, trazndose as su existencia continua que conocedel dolor slo de un modo relativo. El animal se entrega al instante de su muerte

    sin el pavor que regula la conducta humana nublndole la posibilidad de una

    vivencia soberana.

    I. Soberana, violencia, prohibicin y lmite.

    El lenguaje, las herramientas y las instituciones deben su existencia a la

    voluntad del hombre por preservarse en este ser discontinuo abocado al

    cumplimiento de su rol particular en el proceso productivo que cautela tanto susupervivencia como la supervivencia del colectivo a partir de conductas tiles

    que reducen y entran en conflicto con otras que destruyen los excedentes de

    energas mediante la violencia soberana. La soberana en Bataille se sustrae

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    para accionar fuera de las fronteras del mundo productivo y mostrar que la vida

    autntica es un exceso y lo es porque est recubierta de algo que nos impele

    siempre a excederla, paradojalmente, hasta la angustia y el horror de la muerte

    que presentan al cuerpo como campo de experimentacin. El hombre, en virtud

    de su pensamiento cae en la cuenta que ya no pertenece a esa unidad indivisa

    de la interioridad de lo dado y es el entendimiento lo que hace que

    verdaderamente haya muerte en el hombre, es lo que hace que el pensamientosea una accin monstruosa que se opone a la unidad originaria de la Naturaleza,

    aquello que produce en el hombre el espanto de la muerte y lo hace consiente

    de sta. As, si muere una mosca en verdad nada desaparece, las moscas

    permanecen iguales a s mismas como las olas del mar1, pero para el hombre

    todo es diametralmente diverso en el juego de vida y muerte.

    () en ese juego el animal humano encuentra la muerte: encuentra

    precisamente la muerte humana, la nica que espanta, que paraliza, pero noespanta ni paraliza ms que al hombre absorto en la conciencia de su

    desaparicin futura, en cuanto ser separado e irremplazable la nica

    verdadera muerte que supone la separacin y, por el discurso que separa, la

    conciencia de ser separado.2

    La vida humana est excedida por servir de cabeza y de razn al universo. En

    la medida en que se convierte en esa cabeza y esa razn, en la medida en que

    se vuelve necesaria para el universo, acepta una servidumbre3.

    Contrariamente, todo lo soberano para Bataille, se alejar de aquello que

    subordina el pensamiento a la utilidad, para dar su favor a las experiencias del

    exceso, la alegra, la perversin, la fiesta y el placer llevado al lmite, cuya

    expresin se halla germinalmente en la risa y el dolor extremos4. Esta dualidad

    de servilismo y exceso nos presenta el problema por antonomasia de la

    soberana: buscar una salida a la dicotoma que marca nuestra relacin

    soberana con el discurso y la dialctica, hacer que aquello que generalmente no

    sucede, se muestre a la experiencia. Tenemos por un lado la afirmacin del aqu

    y el ahora, del instante inmediato de satisfaccin sin reserva ni mediacin y, por

    otro, la subordinacin del instante a un todava no lejano, perdido en la

    conservacin de la vida en vistas al porvenir que hace del presente un medio

    para la obtencin de un determinado fin5. El intento de Bataille ser mostrar que

    ambas vas son igualmente imprescindibles para el hombre, con la salvedad de

    que la primera incumbe ms directamente al sinsentido y la segunda

    corresponde a la conciencia trascendente que se confronta con la muerte demodo interior. Interior, por cuanto la muerte y la negacin de la animalidad en

    nosotros signo de la inmediatez- quedan comprendidas en un proceso que al

    tiempo que nos ofrece un ms all en el que tanto la vida como la muerte

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    adquieren un sentido, es ese mismo sentido que hace que ambas se inscriban

    en un cierto horizonte metafsico de comprensin. Indudablemente, pues la

    muerte adquiere sentido exclusivamente en el proceso de la lucha y la

    transformacin a travs de la historia, por lo cual queda exteriorizada en el

    devenir al mismo tiempo, es este mismo sentido el que nos muestra que somos

    animales con conciencia de la muerte, por lo cual la muerte llega a ser

    interiorizada en cada uno individualmente. Es as, que frente a la escritura del

    discurso que es la conformacin del tramado lgico y unificador que existe, en

    su desarrollo desplegndose como interiorizacin6, como dominacin de la

    mismidad en la trascendencia, Bataille instala un pensamiento que es

    transferencia continua de determinaciones: este pensamiento es siempre algo

    que delinea la frontera entre sentido (la conservacin de la vida) y sinsentido (el

    derroche soberano).

    La trampa que se descubre en la soberana es que la utilidad nos transforma enseres discontinuos encerrados en fronteras demasiados estrechas para que,

    actuando de modo discursivo, nos demos cuenta de que estamos solos unos

    respecto de otros y de que es la propia conciencia de la muerte que viene

    aparejada al sentido la que acab por convertir en nosotros lo continuo de

    nuestro ser en discontinuo, enajenando en cuerpo mediante el principio de

    conservacin. De modo tal que la disposicin del cuerpo a la servidumbre de la

    utilidad es meramente parcial, persistiendo as una nostalgia de la continuidad

    perdida siempre hay resabios de la continuidad perdida y eso es precisamentelo que se anuncia en la muerte y, por lo que finalmente la operacin soberana no

    se contenta con neutralizar en el discurso las oposiciones clsicas, sino que

    transgrede en la experiencia (entendida como mayor) la ley o las prohibiciones

    que forman el discurso, e incluso con el trabajo de neutralizacin7. Se trata de

    recuperar a travs del gasto, el instante continuo donde lo nico que haba era la

    nada ajena a la consciencia, anterior a toda palabra, temporalidad o discurso: el

    instante ilimitado de la destruccin que representa el gasto en el que la vida seafirma en toda su exhuberancia y voluptuosidad es la constatacin soberana de

    la continuidad a la que la visin exttica de la muerte inevitablemente nos arroja.

    Ese instante escapa a toda aprehensin, es lo inexplicable, aquello imposible

    que nunca permite que se le atribuya un sentido y, en la medida en que el

    hombre se abandona a ese instante de nada que le niega toda retribucin que

    no sea la nada, su existencia se convierte en soberana. El pensamiento de la

    soberana de Bataille realiza este cuestionamiento no para convertir a todo lo

    discursivo en la alteridad sin ms, sino para introducir en el discurso laimposibilidad, para decir que ya ha cado el sentido en sus pretensiones de

    absolutez presa del sinsentido y que siempre hay un instante que reniega de l,

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    donde ninguna trascendencia nos impide alcanzar la soberana. As, Bataille,

    hace del cuerpo un espacio de transaccin, lo transitorio que reconduce a la

    experiencia hacia la libertad de la demencia en lo inmediato8, hacia la parodia

    que precede a la fractura de la transgresin en la plena violencia, mostrando la

    angustia ante el gasto sin reservas del exceso9. El instante soberano en el cual

    nos liberamos del servilismo y de las determinaciones discursivas, escapa atodos los lmites de lo posible, no es la negatividad en la que se atarea el

    discurso, cansndose en la amortizacin del gasto absoluto10, a la que se ve

    obligado para rellenar y ocultar los abismos que va produciendo la generacin

    de sentido.

    () soberana designa el movimiento de violencia libre e interiormente

    desgarradora que anima la totalidad, se resuelve en lgrimas, en xtasis y

    en estallidos de risa y revela lo imposible en el xtasis, la risa o las lgrimas.

    Pero lo imposible as revelado no es ya una posicin deslizante, es la

    soberana conciencia de s que, precisamente, ya no se aparta de s11.

    Este instante del que habla Bataille cumple su fin en s mismo, en l se persigue

    el reencuentro con la nada y su resultado o toda consideracin posterior a l es

    nada, lo que supone un deslizamiento desde la razn hacia en sentimiento o

    como el francs lo denomina la experiencia interior que se traduce en la

    imposibilidad de saber, un no-saber continuo. La resolucin final del discurso se

    localiza en un punto donde ya no queda nada por decir, donde al final el que

    habla confiesa su impotencia12.

    Pero la soberana adeuda su intervencin a un movimiento que es

    su sitio constitutivo, el lugar donde sta acaba por desposeer al discurso servil

    del trabajo: tal es el movimiento de la transgresin. La puesta en juego de la

    soberana se sujeta estrechamente de la transgresin para experimentar su

    verdad positiva en el movimiento de su prdida13, ya que no quiere conservar

    nada sino la voluntad de tender solamente al vaco. En la medida que laexperiencia transgrede las fronteras del mundo calculado de la utilidad para

    entregarse al instante soberano transforma su propia experiencia en vaco, en el

    que la muerte extrae al ser de su permanencia en la vida fragmentada y lo arroja

    a la continuidad perdida. La soberana no conduce ni a la cobarda ni al sueo

    sino a la violencia14: en ella nos arrojamos al encuentro irrestricto con la

    violencia del instante que nos arrebata de toda subordinacin, llevndonos a un

    dominio que ya no es discursivo, porque es sobre todo signo de cada15

    . Todaoposicin discursiva cae, el sujeto es no-saber y todo el mbito objetivo se

    vuelve desconocido. As es que la violencia plena de la transgresin no delinea

    su territorio ni temporal ni espacialmente, es un movimiento de amplificacin de

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    los efectos del juego entre lo que es ella misma y el lmite que la soberana

    acusa, transformndose en un ms all que si bien est o es en el discurso, lo

    esto es,de hecho, en tanto que afuera, en el lmite de su multiplicarse16, como

    un movimiento ciego que debe darse por lo que es: extrao a la accin17. Este

    juego de amplificacin remite al ser a la experiencia de comunin entre su

    existencia limitada por las fronteras discursivas y lo ilimitado del instantesoberano, la experiencia del instante es experiencia propia de la totalidad del ser

    (el no-saber natural) y de lmite individual. Pero es al mismo tiempo un

    movimiento que no reconoce el lmite ms que como aquello que debe ser

    siempre atravesado y, si la soberana es exceso, lo es porque la transgresin es

    el juego que encarna ese exceso en su desbordar obstinadamente al lmite.

    No podemos captar, representarnos la violencia, pero tampoco podemos nunca

    excluir de nuestra experiencia del mundo a nuestra parte maldita: la violencia

    nos anexa las ms de las veces a lo que de animal queda en nosotros. Pensar laviolencia es ir hasta los lmites de lo humano y el discurso, hacia un punto donde

    nuestros intentos por limitarla, por prohibirla, ms all del lmite del discurso, se

    vuelven impotentes. Rehuimos la violencia porque sabemos que de ella proviene

    la destruccin, empero ignoramos que ah estriba tambin el real valor de la

    prohibicin, la cual no es, con todo, la expresin racional del orden discursivo.

    En absoluto, pues el origen de la prohibicin es igualmente irracional que el

    espacio del cual emerge la violencia plena de la transgresin. Prohibimos, no en

    funcin de un imperativo racional, sino en funcin de la angustia que nos

    provoca la aniquilacin que viene aparejada a la violencia. Es decir que todo lo

    prohibido encuentra su asidero ms bien en la sensibilidad que en cualquier

    funcin de razonamiento ulterior. El terror que experimentamos ante la

    destruccin desencadenada permanece recordndonos que la negacin de la

    muerte que la transgresin de lo prohibido trae a este mundo del orden lgico ha

    estado desde siempre de un modo u otro emparentada con la violencia. El

    origen comn del tab de la muerte denuncia la baja estofa de la genealoga dela prohibicin, he ah su incapacidad para limitar a la transgresin. En efecto,

    como la transgresin no puede definirse ni limitarse por s misma18, su dominio

    es sin lmites, o sus lmites son arbitrarios por lo cual las rupturas mediante las

    cuales se accede a l son infinitas19.

    Ir al lmite humano presupone al mismo tiempo la negacin de lo posible, para

    as llegar a alcanzar el instante soberano, el punto donde el lmite entre lo

    prohibido y la transgresin se disuelve. La vida como se nos muestra en la

    soberana es una trampa, pues en la medida que es negacin de la muerte, le es

    tambin tributaria. Esta trampa queda al descubierto en el movimiento

    fundacional de la prohibicin, es as que aparentemente los momentos

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    soberanos del derroche estaran marcados por una relacin de alternancia con

    aquellos en que se prohbe su manifestacin con el fin de cautelar la reserva de

    energas para los periodos de produccin y acumulacin. Pero sucede que esta

    regularidad y alternancia no es tal, es ms bien la negacin de la irracionalidad

    tanto de lo prohibido como de la violencia de la muerte lo que hace que parezca

    que es as: ambos se deben entre s la densidad de su ser: inexistencia de un

    lmite que no se podra saltar en absoluto vanidad a cambio de una transgresin

    que slo saltara por encima de un lmite de ilusin o de sombra20. La

    prohibicin y la transgresin son en la medida que su superacin determina la

    intensidad de su prdida, sin por eso llegar a definirla, ya que tanto la una como

    la otra se hayan reidas con la lgica discursiva21. Este es el sentido del placer

    irracional que entraa transgredir, pues transgredimos slo si guardamos la

    oculta conciencia de que violando la prohibicin nos aproximamos cada vez ms

    a aquello que nos conduce a la desaparicin, arrojndonos a eso mismo que nosfascina pero que sin embargo estimamos capaz de aniquilarnos. La muerte es la

    supresin de toda expectativa, la declinacin definitiva de la subordinacin del

    instante presente al prximo, se convierte en el instante soberano de su

    ocurrencia en la cara ms inmediata de la experiencia interior. Es por ello que en

    la medida que transgredimos adquirimos la conciencia clara de que algn lmite

    se borra y se pierde, al mundo civilizado siempre le subyace un excedente de

    violencia al que ningn lmite que le es necesario pues:

    hacia qu se desencadena la transgresin sino hacia lo que la encadena,

    hacia el lmite y lo que se encuentra cerrado en l? Contra que dirige su

    fractura y a qu vaco le debe la libre plenitud de su ser sino a eso mismo

    que ella atraviesa con su gesto violento y que se aplica a anular en el trazo

    que borra?22.

    Siempre hay un excedente de energas que se debe consumir as, transgredir se

    convierte, a partir del momento en que tomamos conciencia de la prohibicin, en

    algo seductor que afianza el placer de su ocurrencia al hecho de que permaneceanclada a lo que la limita. Como ejercicio de la violencia, no puede ser nunca un

    medio para un fin determinado, an cuando, para Bataille, decide sobre el fin y

    los medios porque en ella sencillamente colisionan los intentos por limitarla23. Es

    el juego que hay entre la ruptura de la prohibicin y aquello que ocasiona esa

    fractura lo que otorga su importancia a ambas en la constitucin del mbito

    humano, pues si no tuvisemos absoluta claridad de que al ser ejecutada por un

    ser discursivo y que no es nunca un retorno total a la animalidad, jams

    comprenderamos que es donde el mundo discursivo encuentra su fundamento.

    As, la transgresin, no obstante estar perdida en un momento inmemorial,

    constitutivo del espacio humano, siempre se renueva, dejando en su acontecer

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    las figuras de la ausencia de lmite, o mejor dicho, las figuras del desgarro en la

    ausencia de lmite, ya que se sujeta a la prohibicin slo de modo tardo. Es, de

    hecho, las ms de las veces un movimiento que se manifiesta libremente y, por

    ello, permanece recordando mediante el pavor ante su desencadenamiento

    colectivo que es capaz de eliminar todo lo que la razn ha pretendido fundar.

    El mecanismo de la transgresin aparece en este desencadenamiento de la

    violencia. El hombre quiso, y crey, poder apremiar a la naturaleza

    oponindole el rechazo de lo prohibido. Limitando en s mismo el impulso de

    la violencia, pens limitarlo al mismo tiempo en el orden real. Pero, cuando

    se daba cuenta de lo ineficaz que es la barrera que impona a la violencia,

    los lmites que haba entendido observar l mismo perdan sentido sus

    impulsos contenidos se desencadenaban, a partir de ese momento mataba

    libremente, dejaba de moderar su exhuberancia sexual y no tema hacer en

    pblico y de manera desenfrenada lo que hasta ese momento slo hacadiscretamente24.

    No es un umbral que vislumbre el pasado, no es el paso hacia atrs tampoco

    es la luminosidad del futuro esplendoroso, sino el enfrentamiento con el umbral

    de la lateralidad, es el des-bordamiento, la superacin del caudal del ro del

    orden25. En los casos en que el desencadenamiento de la violencia es absoluto

    ocurre que el fondo violento que sirve de fundamento a la prohibicin deja de

    estar contenido por sta y la existencia de un lmite se pierde en el vaco delsinsentido. En este vaco las posibilidades de la prdida son infinitas26, porque si

    bien la transgresin se abre a un mundo centelleante y siempre afirmado, un

    mundo sin sombra, sin crepsculo27, nunca le est permitido aferrarse a metas

    encerradas en esos lmites de la normalidad lgico-discursiva, ya que estara

    28 . En esa nada que es el instante soberano de

    su ocurrencia29 por el que, el ser en la tentacin se encuentra, si puedo

    atreverme a decirlo as, triturado por la doble tenaza de la nada30 la plenaviolencia de la transgresin no tiene la cualidad de ser un anverso y tampoco un

    reverso, pues su relacin con el discurso es esencialmente la de la fractura del

    lmite. La soberana lleva al discurso al lmite, pero la transgresin es aquella

    violencia que desgarra la frontera del mbito discursivo de lo posible y se pierde

    en ese espacio que afirma con su soberana y se calla al fin habindole dado un

    nombre a lo oscuro31. Pero para Bataille sta afirmacin no es nada positivo ya

    que no est obligada a nada ni tico, ni poltico y, mucho menos, se encuentra

    ligada algo de ndole metafsico. La transgresin al hacer entrar al discurso en

    su abismo nos muestra que la totalidad de su espacio de ocurrencia es el

    instante violento en que se desata32, y que ste es todo su espacio. Este

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    espacio de impugnacin33 se da, no en la negacin de ningn valor, sino en el

    vaco a que el discurso se asoma, cuando alcanza el lmite que define el mbito

    de su ser. Ninguna prohibicin tiene sentido para la transgresin, por

    consiguiente, es necesario hacer que se desprenda de todo tipo de exterioridad

    hasta que no quede de ella nada ms que la pura violencia de una cada en el

    vaco

    34

    . El vaco libera las ataduras: ya no hay parada en el vaco

    35

    .Efectivamente, puesto que no es dialctica, no es en absoluto algo negativo

    causa por la que el pensamiento prctico no puede oponer reglas vlidas36 a

    su movimiento de fractura. Es una nada y se dirige hacia el vaco que es otra

    nada, por eso es que la violencia que se multiplica en su juego con el lmite, es

    slo la multiplicacin de aquella nada que desposee al discurso y lo lleva,

    obsesivamente, a su disolucin. La fiesta, la embriaguez y el desenfreno sexual

    dan libre curso a la transgresin, sta se sacraliza y demanda la muerte que

    criba en el sacrificio la sed de sangre de lo ilimitado. El objeto de prohibicin setorna sagrado y el hombre se arroja a afirmar lo ilimitado hacindolo aparecer en

    la existencia del ser soberano como objeto de adoracin.

    II. El instante y su relacin con el no-saber: formas de la parodia.

    La divinidad en la que se encarna lo ilimitado provoca en los hombres una

    mezcla de fascinacin y terror, aterroriza al ser servil, pues le muestra que

    podra ser causa de su desaparicin, al mismo tiempo que lo obnubila al

    representar aquello que los desborda. Es de esta forma como, irracionalmente,lo prohibido llega a ser objeto de fascinacin, mixturndose con aquello que

    prohbe. Mientras que durante el tiempo servil de la produccin, lo ilimitado nos

    permanece velado tras el hierro de la prohibicin, en la fiesta y el xtasis de la

    embriaguez se nos abre en la transgresin para ser afirmado. Fuera de todas las

    determinaciones que el saber dispuso al mundo del orden lgico, encontramos la

    seduccin y el instante soberano que nos muestra eso desconocido, que

    anticipado en la risa voluptuosa del no-saber, nos trastorna porque es mezcla de

    desenfreno fatal y de adoracin. Porque como de todo lo violento no hay saber

    sino de manera exterior, es como nace todo lo indiferenciado: por una parte con

    la muerte del lmite de lo posible, del discurso, y por otro, con el comienzo del

    no-saber en el movimiento soberano de la violencia plena. Esta violencia no le

    es leal a nada, es contraria a la lealtad hacia el otro que conforman la lgica, la

    ley y el principio del lenguaje37, y a causa de esto la negacin racional de la

    violencia, considerada como intil y peligrosa, no puede suprimir lo que neg, no

    ms de lo que no puede negar la negacin irracional de la muerte.

    El instante donde ocurre la transgresin es para el discurso, slo ceguera38,

    pero del mismo modo, slo poniendo de una vez por todas, todo en juego. Slo

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    26/3/2016 Revista Observaciones Filosficas - Instante y muerte: la experiencia de la transgresin en el pensamiento de Georges Bataille

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    la violencia puede ponerlo todo en juego. Slo la violencia y la desavenencia

    sin nombre que est vinculada a ella!39. Esta desavenencia innombrable que

    acompaa a la violencia es para Bataille el no-saber. Solamente aniquilando, al

    menos neutralizando en nosotros mismos toda operacin de conocimiento,

    estamos en el instante sin rehuirlo40

    . Slo hay la desavenencia, el no-saber que

    viene aparejado a la transgresin en la exclusin de la conciencia. Esto debidoprimordialmente a que ste ultimo es vehiculado en el exceso y, como el exceso

    es esencialmente lo que queda fuera de la razn41, incumbe al lmite de sta

    considerada como saber. Pero ya sin laAufhebungno hay modo de saber nada

    acerca de esta oposicin, porque el no-saber comunica el xtasis pero

    solamente si la posibilidad (el movimiento) del xtasis perteneca ya en algn

    grado, a quien se desnuda del saber42.

    El despilfarro de la transgresin, sin embargo, es deudor de la acumulacin quese lleva a efecto en los momentos en que debemos producir y no gastar.

    Durante este periodo, la prohibicin, designa a la transgresin con el lxico de la

    exterioridad, hace como si no existiera en el mundo del orden lgico y, esto es

    por sobre todas la cosas, lo que la constituye en cuanto tal: el que la

    transgresin incumbe a la experiencia interior43. Pero este acallamiento de la

    violencia es, no obstante transitorio. Mientras producimos, seala Bataille, la

    violencia es silenciosa, y fue esta parcialidad del lenguaje la que ayud a

    hacer como si sta, continua el autor, fuera exterior, ajena no slo a lacivilizacin sino al propio hombre (puesto que el hombre es lo mismo que el

    lenguaje)44

    . Encontramos as la razn fundamental por la que la transgresin

    aparece cuando lo objetivo se desplaza: mientras acumulamos para el

    desperdicio, el discurso se encarga de mostrar que lo que s ocurre es la

    prohibicin y, por ende, lo que existe es lenguaje, no violencia45. Si Bataille

    dijera que no hay razn posible ya de alguna manera estara retornando al

    mbito del saber. Si alguna vez lo escrib, supe que menta, pero fui la primera

    vctima de esa mentira46. Es ms, por cuanto en el pensamiento del francs

    todo est conectado en funcin de relaciones de permanencia-destruccin, la

    situacin de co-pertenencia de cada una de las figuras que en este punto de

    nuestra exposicin se pone en juego, delinea casi proporcionalmente el modo en

    que cada una se manifiesta respecto de la otra: sin razn, no hay soberana ni

    tampoco transgresin sin destruccin del lmite entre sentido y sinsentido, no

    hay transgresin y no habiendo transgresin, hay soberana slo de modo servil,

    debido a que esta contribuye a la realizacin de la soberana. La destruccin

    corroe profundamente, y as purifica la soberana misma47. Cada figura en el

    pensamiento del francs, junto con el modo en que cada una se territorializa

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    respecto de la otra, muestra que se trata de una reflexin que toma partido

    siempre por lo inacabado, que se renueva en cada movimiento de negacin,

    experimentando su desvanecimiento en la medida que se afirma como

    descentramiento de las perspectivas. Bataille opta decididamente por la parodia,

    en el que ninguna figura es permanente ya que nada quiere permanecer sino

    slo desplazarse y desvanecerse en un juego incansable de apariencias. La

    historia no es trabajo, no es dominacin, es un juego, alternancia de momentosde acumulacin y momentos de despilfarro. El devenir histrico es alternancia de

    esos periodos donde dejamos de ser aquello que nos es esencial, la violencia,

    para poder acumular y as otorgarnos aquellos instantes soberanos en que nos

    fusionamos con lo ilimitado en el gozo y el despilfarro. Por ello, le es inevitable

    preguntarse a nuestro autor: Me reira sin la razn? Me reira de Dios sin la

    razn que se crey soberana? Pero el dominio de la risa se abri ante la muerte,

    y Dios lo asedia. No obstante, su clave est en la Razn sin la cual no nos

    reiramos (aun cuando la risa se burle de la razn)48.

    La historia no tiene ninguna finalidad, es slo la espera del ser humano para

    entregarse al exceso que le abre al xtasis de la aniquilacin divina de energas.

    El xtasis que deja entrever la prdida de solemnidad de las experiencias, de su

    Ideal, es precisamente lo que provoca que el instante soberano en el cual

    acontece sea aquello que degrada. En efecto, si la risa degrada al hombre, la

    soberana o lo sagrado lo degradan tambin. Adems esto tiene un sentido

    sobrecogedor: Una vulva de mujer es soberana, es sagrada, pero tambin es

    risible, y la que permite que se la vean se degrada49. La degradacin que va

    aparejada a la soberana, despierta la manifestacin del horror, y pareciera sin

    embargo como si esta incompatibilidad fuera una sea de la fractura que la

    transgresin efecta en los abismos de lo posible discursivo. Pero esto apareca

    furtivamente, en la noche que resulta de la incompatibilidad entre la violencia,

    ciega, y la lucidez de la conciencia. El frenes se aleja de la conciencia. Por su

    lado, la conciencia, en su condenacin angustiada, negaba e ignoraba el sentidodel frenes50.

    III. La cada del lmite como apertura al vaco.

    El pavor que supone la aniquilacin del ser encuentra su solucin en la violencia

    ciega que experimenta antes del advenimiento silencioso de su consumacin en

    lo ilimitado. El xtasis, el frenes, nos ciegan, en ellos abandonamos todo intento

    por decir cualquier cosa con sentido, lo nico que importa es el placer de la

    transgresin. Se trata de un silencio que slo remite a s mismo, y que en esteremitirse a s mismo se abre a la prdida muda y sin fin de la plena violencia,

    gastndose soberanamente en un infinito idealmente brillante y vaco, caos

    hasta el punto de revelar la ausencia de caos, se abre la prdida ansiosa de la

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    vida, aunque la vida slo se pierde -en el lmite del ltimo soplo- por ese vaco

    infinito51. Es as que la transgresin ocurre en la soledad, no por

    desconocimiento o repugnancia: es porque a ese silencio inaccesible tiene que

    llegar rehusndose, all, donde el discurso se abisma, como adivinando un

    enigma imposible de resolver: la superacin del horror ante lo que lo desborda

    haciendo que el desenfreno se transfigure en exceso para as fundirse con lo

    ilimitado. Es en medio de esta prdida de lmite donde la transgresin no

    encuentra a la conciencia, u otras figuras categoriales sino a la soberana

    rodeada de extravos y sin recursos discursivos no queda otra alternativa que el

    silencio y es aqu donde ejerce con mucha ms fuerza su poder de fractura, que

    divide la vida humana en dos, una servil, dialctica, metafsica, la otra soberana,

    ajena completamente al dominio y la hegemona de la no-violencia y el

    ordenamiento lgico del mundo:

    De modo que la vida humana est hecha de dos partes heterogneas quejams se unen. La primera, sensata, cuyo sentido proporcionan los fines

    tiles y por ende subordinados: esta parte es la que se manifiesta a la

    conciencia. La otra es soberana: si llega la ocasin, se constituye

    aprovechando un desorden de la primera, y es oscura o, mejor dicho, si es

    clara, lo es cegndonos as se oculta, de todos modos, a la conciencia. En

    consecuencia, el problema es doble. La conciencia quiere extender su

    dominio a la violencia (quiere que deje de escarprsele una parte tan

    considerable del hombre). Por su lado, la violencia, ms all de s misma,busca la conciencia (con el fin de que el goce que alcanza se refleje en ella,

    y sea as ms intenso, ms decisivo, ms profundo). Pero, al ser violentos,

    nos alejamos de la conciencia y, asimismo, esforzndonos por entender

    distintamente el sentido de nuestros movimientos de violencia, nos alejamos

    de los extravos y de los arrobamientos soberanos que produce52.

    Si seguimos la interpretacin de Jaques Derrida, Bataille en ningn momento se

    ha separado de Hegel, sino que ms bien, es el propio ideario del alemn el quese pone en juego, en todo el pensamiento de Bataille para ser subvertido53. La

    transgresin no se encarga de solucionar ninguna contradiccin, como s lo

    hara laAufhebung, su juego es profundizarla an ms hasta la disolucin total.

    Tanto as, que la contradiccin es el suelo desde el cual emerge su afirmacin

    de nada54, en el vaco que destruye al pensamiento, en el momento en que el

    crculo se cierra, el saber entra en la noche donde el deseo de saber provoca

    que me hunda55

    . Por numerosos accesos de violencia que profundizan sucontradiccin, el movimiento de fractura de la transgresin torna inexistente su

    lmite con lo imposible56. En este movimiento violento no hay ninguna posibilidad

    de engao, posibilidad que s exista cuando el pensamiento dorma el sueo de

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    la razn57del que habla Derrida y caa en la cuenta de que siempre existe una

    salida al discurso, aunque se deba buscar en su afuera. Si bien ste sigue

    detentando todas las categoras del saber, aparentemente absolutas, la

    transgresin se constituye eminentemente como un movimiento que aproxima

    todo lmite discursivo a la disolucin58.

    Hemos dicho que luego que los lmites caen lo que aparece ah es lodesconocido, el no-saber del instante soberano que se muestra bajo la forma de

    la nada. Mostrar lo desconocido es, por ejemplo, una de las funciones ms

    autnticas de la risa en Bataille. Pero el lmite cae slo de modo transitorio,

    nunca los lmites desparecen del todo. Efectivamente, debido a que el mundo en

    que el hombre trabaja y combate para crear negando la naturaleza, desaparece

    y muere cuando se produce el estallido de la risa, esta angustia con la que el

    discurso nos marca hace que saliendo de los lmites, o muriendo nos

    esforcemos por escapar del pavor que la muerte nos produce59. La risa se filia

    con la muerte porque, al igual que sta, nos lleva ms all de lo conocido,

    arrojndonos fuera de todo lo que podemos saber, aunque sin aniquilarnos del

    todo como cuando morimos. As, este salir de los lmites siempre est a medio

    camino entre el discurso y lo que podramos llamar el no-discurso, est como

    Bataille dira, en el lmite, donde las ms de las veces queremos acceder al ms

    all sin tomar una decisin, mantenindonos prudentemente ms ac60. Es su

    imposibilidad, aquello desconocido en la risa61, lo que nos aleja del discurso, porcuanto el discurso es aquello estable y fijo que acontece cuando no hay risa, y la

    risa hace lo propio cuando hay discurso. El saber discursivo y el sentido que

    este saber otorga a nuestra vida, lo producimos, como ya dijimos, al accionar

    sobre el mundo de lo meramente dado e, incluso ese mundo que creamos

    requiere de nuestro saber, por lo cual la risa es un sinsentido que se asla de

    toda representacin que podamos realizar de ella: irrumpe sin anuncio previo,

    estalla imprevisiblemente y se implica gestualmente como simulacin que

    concierne al vaco que nos conduce, al ser precisamente la imagen de aquello

    que carece de utilidad y, mayormente, donde torna imposible ejecutar accin

    alguna, ya que slo se remite a entregar sinsentido. Este vaco no es nada62,

    qu hacer en el vaco? 63. En el vaco de la risa no es posible hacer nada,

    porque de l nada podemos saber64 y tampoco comunicar, ya que la risa se

    vuelve completamente indiferente al sentido: no es ms que la manifestacin de

    su no-manifestacin autntica, por cuanto nos muestra aquello desconocido que

    se encuentra tras la seguridad que nos otorga el saber. Rer nos aleja del mbitodel saber para llevarnos al instante de desposesin de toda categora. En la risa

    nos es imposible encontrar algo, ya que slo posee su puesta en juego, la cual

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    tambin es esencialmente desposesin de la posibilidad de que haya sentido y,

    ms importante aun, hace que vislumbremos el caos que pervive detrs de todo

    nuestro saber.

    Lo desconocido se muestra bajo las ms diversas formas: el llanto, el xtasis

    sexual y, ms continuamente para Bataille, en la risa, la cual da paso a toda una

    serie de retornos que conforman, no slo su espacio de ocurrencia, sino tambin

    una serie compleja de eventualidades de entrecruce y disolucin del lmite entre

    saber y no-saber. Tanto es as que la existencia pareciera ser una alternancia de

    saber, de discurso y de aquellas experiencias que representan la apertura a lo

    desconocido, a aquello carente de sentido. Por esto es cierto que podemos

    afirmar, pese a ello, que existe en la relacin entre la risa y lo desconocido, un

    elemento relativamente mesurable. () Es indudable que cuanto ms

    desconocido es lo que sobreviene, cuanto ms imprevisible sea, remos con ms

    fuerza 65. En esa alternancia de movimientos de xtasis y saber en la que nosencontramos jugados, la risa nos presenta algo que nos atrae irremediablemente

    en su filiacin con la muerte pues muestra, paradojalmente, esos instantes en

    que nos remos hasta el punto en que nos parecemos a los animales en sus

    estertores durante los tiempos de celo o nos emocionamos hasta las lgrimas.

    La risa nos coloca de este modo en una experiencia donde nos alejamos de la

    existencia llana del discurso, transformando la imposibilidad de la evocacin de

    su vaco66y, simultneamente, la imposibilidad de su no-acontecer en aspectos

    decisivos de su puesta en juego. La experiencia en la que nos posiciona la risa

    supone ausencia de angustia y el hecho de que no tenga existencia para el

    discurso reviste su abismo con el carcter de lo necesario es as tambin como

    el instante se convierte en todo su espesor67, donde arranca a Dios su pueril

    mscara y as la opresin se derrumba en el fragor del tiempo68.

    Este vaco mostrado cotidianamente por la risa es el lugar hacia el que la

    transgresin incansablemente va arrastrando, en su hundimiento, al lmite. El

    vaco del que los lmites se hurtan, donde palabra alguna penetra y al que slo

    podra ingresar hace posible la impugnacin de todas

    las cosas69en el exceso, sin dejar nunca de ir cada vez ms lejos exigiendo el

    completo agotamiento del ser70. Este vaco est precisamente ah para

    efectuar la disolucin e involucra una cierta aceptacin de la muerte del discurso

    en el lmite del sentido. Bataille lo expresa mediante un extraa ecuacin:

    Sentido=no-sentido/ sentido+no-sentido=sentido ms profundo/ sentido

    demasiado profundo=odio de todo sentido, /rebelda incesante sentido estrechoirrecusable= aceptacin /de una equivalencia de la muerte71. Esto ltimo,

    explica cmo en el vaco, en tanto que complejo de eventualidades de

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    disolucin, el no-saber vehicula los efectos que se desglosan del movimiento de

    la plena violencia que es la transgresin, ms all de todo lo posible:

    1) Ir en el mundo de lo posible hasta el punto en que falta el consentimiento

    posible. Remitirse a lo posible y, porque lo imposible est ah, decirse que

    una vez que cesa lo posible, es como si no existiera.

    2) Ms all de todo lo posible, existe lo que no nos engaa como lo posibleevidentemente nos engaa, ya que cesa. Ms all de lo posible puedo erigir

    lo que no tendr el lmite de lo posible. Pero lo erijo proyectado en lo

    imposible una falsa respuesta a mi necesidad de un imposible posible. No

    obstante si me las he arreglado para engaarme, puedo decirme que sucede

    lo mismo con lo que no me engaa que con lo que me engaa.

    3) En los lmites, el saber es contradictorio por numerosos y complejos

    movimientos72.

    El saber se transforma en nada en el vaco a que es llevado el lmite de lo

    posible, ah no hay posibilidad alguna de engao porque sencillamente no hay

    ninguna posibilidad: ah todo es puramente imposible, es como si el saber no

    existiera73. Y si en el vaco sucede lo mismo con lo que me engaa que con lo

    que no me engaa, quiere decir en primer lugar que para ste todo transcurre

    indiferenciadamente. En el instante donde la fractura de lo imposible no cesa de

    multiplicarse, su ocurrencia es violenta, es ciega, es una risa, un sollozo, un

    silencio que nada tiene, que espera y que nada retiene, es una pobreza de la

    que no paran de rer aquellos que enriquecen su insensata generosidad74. En el

    vaco ocurre que todo se desvanece en nosotros y da igual si todo es verdadero

    o todo es falso, lo que llama la atencin es ese desvanecimiento: Todo lo que

    sabemos es verdadero, pero a condicin de que se desvanezca en

    nosotros75.

    La transgresin se filia con la soberana a partir de su puesta en juego, es lo que

    pone en tensin al discurso para mostrarle cmo su lmite se disuelve ante elabismo que es su imposible. En su arrastrar ese lmite a la prdida, exhibe que,

    en tanto que fractura, se nutre de la tensin que abre a la soberana para poner

    en dispersin complejos de desvanecimiento y desposesin al interior del

    discurso, por eso es que la escritura soberana pone en dispersin, a su vez,

    conceptos que no dicen nada. Se trata de una obstinacin soberana de la

    disolucin de la que es mscara y esto es lo que finalmente hace posible la

    fractura de la transgresin. Este pensamiento, sin embargo, implica para Bataille

    tomar siempre un riesgo. Riesgo, al producir sentido, de dar razn. A la razn, a

    la filosofa. A Hegel, que siempre tiene la razn desde el momento que se abre

    la boca para articular el sentido. Para correr ese riesgo en el lenguaje, para

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    salvar eso que no quiere ser salvado la posibilidad del juego y del riesgo

    absolutos- hay que redoblar el lenguaje, recurrir a las estratagemas, a los

    simulacros. A las mscaras () 76. Hay que correr el riesgo, eso es definitivo,

    pero no podemos ignorar que la transgresin se generaliza, no hay espacios que

    queden inmunes a ella. La diferencia discursiva tambin se ve expuesta a la

    fractura la nica salida es el imposible

    77

    . Hay en este punto, incluso unanecesidad de lo imposible: decir en el lenguaje del servilismo- lo que no es

    servil78. Porque pese a todo, la transgresin excede sin destruirlo, al mundo del

    saber, pero como no pertenece a ese mundo parcelado del discurso y tampoco

    triunfa sobre el lmite cuando ste se borra, en su desposesin toma en el lmite

    la medida sin medida de la distancia que se abre en ste y dibuja el trazo

    fulgurante que lo hace ser79.

    Carlos Roa HewstoneLicenciado en Filosofa Pontificia Universidad Catlica de Valparaso. Estudios depre-grado en el InstituT detudes politiques de Rennes.

    BIBLIOGRAFA GEORGES BATAILLE

    - BATAILLE G. Lascaux ou la naissance delart, Skira, Genve (Suisse), 1955.

    Documentos: ensayos, Monte vila Editores, Caracas, 1969.

    Sobre Nietzsche. Voluntad de suerte, Taurus, Madrid, 1972.

    El aleluya y otros textos, Alianza, Madrid, 1888.

    Lo imposible, Premi, Mxico, 1989, Pg. 174.

    Lo que entiendo por soberana, Paidos, Barcelona, 1996.

    El erotismo, Tusquets, Barcelona, 1997.

    El ojo pineal precedido de El ano solar y Sacrificios, Pre-textos, Valencia, 1997.

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    Teora de la Religin, Taurus, Madrid, 1998.

    La felicidad, el Erotismo y la Literatura, Adriana Hidalgo, Bs. Aires, 2001.

    La oscuridad no miente, Taurus, Madrid, 2002.

    La conjuracin sagrada, Adriana Hidalgo, Bs. Aires, 2003.

    OTROS AUTORES CITADOS

    - DERRIDA Jaques, De la economa restringida a la economa general, un

    hegelianismo sin reservas, en La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona,

    1989.

    - FOUCAULT Michel, Prefacio a la trasgresin, en Obras esenciales, Entre

    lenguaje y literatura, Paidos, Barcelona, 1996.

    WEB BIBLIOGRAFA

    - CEBALLOS Galo, El umbral. Bataille y la experiencia del lmite, [en lnea],

    Iconos, agosto 1998, N 5,

    Fecha de recepcin: 10 de julio 2009

    Fecha de aceptacin: 1 de agosto 2009

    1BATAILLE G., La felicidad, el Erotismo y la Literatura,Adriana Hidalgo, Bs. Aires, 2001,Pg. 291. (En adelante LEL)2d.3La conjuracin sagrada, en BATAILLE Georges, La conjuracin sagrada, Adriana Hidalgo,Bs. Aires, 2003, Pg. 229. (En adelante CS).4El aprendiz de brujo, en CS, Pg. 247.5Cfr. Introduccin, en BATAILLE G., en Lo que entiendo por soberana, Paidos, Barcelona,1996, Pgs. 9-41. (En adelante LES)6El lenguaje de las flores, en CS, Pg. 21.7DERRIDA Jaques, De la economa restringida a la economa general, un hegelianismo sinreservas, en La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona, 1989, Pg. 377. (En adelanteERGH)

    8Pero el instante! Siempre es el delirio infinito. El no-saber, en LEL, Pg. 254.9Cfr. La nocin de gasto, en CS, Pg. 119.10ERGH., Pg. 352.11BATAILLE G., Teora de la Religin, Taurus, Madrid, 1998, Pg. 112.12BATAILE G., El erotismo,Tusquets, Barcelona, 1997, Pg. 280. (En adelante E)13Ibd., Pg. 129.

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    http://www.observacionesfilosoficas.net/instanteymuerte.htm 18/20

    14El juego lgubre, en BATAILLE G., Documentos: ensayos, Monte vila Editores,Caracas, 1969, Pg. 73.15E, Pg. 145.16La multiplicidad como nica referencia al ser, para nosotros se contrapone al principio delindividuo aislado como valor soberano. Op. Cit. Pg. 24.17La experiencia interior, en BATAILLE G., El aleluya y otros textos, Alianza, Madrid, 1888,Pg. 45. (En adelante AOT)18La pura Felicidad,enLEL, Pg. 401.19Ibd., Pg. 396.

    20FOUCAULT Michel, Prefacio a la trasgresin, en Obras esenciales, Entre lenguaje yliteratura, Paidos, Barcelona, 1996, Pg. 127. (En adelante PT)21BATAILLE G., Sobre Nietzsche. Voluntad de suerte, Taurus, Madrid, 1972, Pg. 173. (Enadelante NVS)22PT, Pg. 128.23El territorio de la violencia no tiene lmites, o sus lmites son arbitrarios. BATAILLE G., Laoscuridad no miente, Taurus, Madrid, 2002, Pg. 24. (En adelante LONM)24E, Pg. 71.25Op. Cit., CEBALLOS Galo, El umbral. Bataille y la experiencia del lmite, [en lnea], Iconos,agosto 1998, N 5, en http://www.flacso.org.ec/html/pub1.php?p_number=LB_000000926No entramos en el discurso sino perdindonos en l, sin embargo nunca nos hemos

    encontrado en habitando discursivamente sino a condicin de habernos dado la impresin deque no era posible perderse. Aqu, Bataille vuelve nuevamente sobre los pasos de Hegel: Talvez lo que dije no est lejos del pensamiento del autor [Hegel] y podra ser la introduccinhacia ese pensamiento, pero ese pensamiento no se dejaposeer: ms bien desposeea quienlo aborda [La experiencia interior, en AOT, Pg. 38.]. El pensamiento del lmite y el instante,-de la ocurrencia de la transgresin en el instante-, cuyo planteamiento no slo para Bataille,sino para cualquiera que lo aborde, representa una deuda cara al hegelianismo esesencialmente el pensamiento de la desposesin. Pues si hay una similitud entre Hegel yBataille es la siguiente: que la transgresin es desposesin en el lmite y el lmite surge desdediscurso y enel discurso: al mismo tiempo que la transgresin acontece, el lmite pierdesentido respecto de la transgresin desencadenada, descubre un punto ciego delentendimiento y se absorbe en l todo entero [Ibd. Pg. 89.]. Pero lo mismo ocurre con la

    transgresin que no deja de formarse a partir de la disolucin del lmite al que pareciera nodejar jams de pertenecer y en cuya relacin no cesa de constituirse, es el punto, y es elnudo, en el cual fracasa y se quiebra el movimiento del conocimiento, que siempre tiene porobjeto elementos perceptibles en la duracin. [d]. Es definitivamente donde lo posible seencuentra ms de cerca con la prdida en lo imposible. Cuando muere la razn es seal quemuere el lmite del discurso, pero su muerte se da solamente en el instante de la fractura,esta muerte es la muerte de la razn, una muerte en la que la razn pierde el sentido,transformndose en sinsentido.27PT, Pg. 130.28La experiencia interior, en AOT, Pg. 31.29NVS, Pg. 52.

    30Ibd., Pg. 53.31PT, Pg. 128.32LES, Pg. 85.33La palabra francesa contestationes lo que aqu se traduce como impugnacin. Su sentidoes amplio, significando , , , e. Se prefiere traducir, respetando el sentido preciso y tcnico que tantoFoucault como Bataille y Blanchot le otorgan se traduce , pues impugnartiene el sentido de una pugna interior (in-pugnare) que es el sentido que aqu interesaobservar. La afirmacin no positiva que es como se designa al movimiento que ejerce latransgresin en su juego con el lmite, es un relato de lo que ocurre en este encuentro entre loque prohbe y lo prohibido. Esta afirmacin no positiva de la experiencia que acontece en losmeandros del juego entre transgresin y lmite es lo que se ha designado con el trmino

    impugnacin. En el nuevo sentido que Bataille intenta dar a lo religioso es una afirmacin queno afirma nada y por la cual se establece una extraa solidaridad entre la muerte del discursoy el gesto que lo mata, a causa de que es la ruptura de la transitividad, en la transitividad queabre a lo ilimitado carente de toda determinacin discursiva. Cfr. PT, Pg. 129., N de T. 5.34Ibd., Pg. 259.35NVS, Pg. 84.

    http://www.flacso.org.ec/html/pub1.php?p_number=LB_0000009
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    26/3/2016 Revista Observaciones Filosficas - Instante y muerte: la experiencia de la transgresin en el pensamiento de Georges Bataille

    http://www.observacionesfilosoficas.net/instanteymuerte.htm 19/20

    36La experiencia interior, en AOT, Pg. 45.37Sade y el hombre normal,en E, Pg. 195.38La voluntad de lo imposible, en Op. Cit., Pgs. 24-5.39E, Pg. 21.40LES, Pg. 70.41Sade y el hombre normal, enE, Pg. 197.42La experiencia interior, en AOT, Pg. 40.43La experiencia conduce a la transgresin acabada, a la transgresin lograda que,manteniendo lo prohibido como tal, lo mantienepara gozar de l. La experiencia interior ()requiere de quien la realiza una sensibilidad no menor a la angustia que funda lo prohibido,que al deseo a infringir la prohibicin. NVS, Pg. 43.44E, Pg. 192.45L interdit et la transgretion, en BATAILLE G., Lascaux ou la naissance delart, Skira,Genve (Suisse), 1955. Pg. 37.46BATAILLE G., Lo imposible, Premi, Mxico, 1989, Pg. 174. (En adelante I)47BATAILLE G., El ojo pineal precedido de El ano solar y Sacrificios, Pre-textos, Valencia,1997, Pg. 36.48La pura felicidad,enLEL, Pg. 398.49LONM, Pg. 78.50Sade, en LM, Pg. 91.

    51Ibd., Pg. 33.52E, Pg. 199.53Precisamente la transgresin no cesa de empezar, retrocediendo hacia el horizonte de loinfranqueable, es un eterno retorno que nos atrapa como un imn en el borde mismo de laNADA, en la que la negacin de lo prohibido en forma dialctica lo reafirma. He aqu laconjuncin Nietzsche y Hegel: el eterno retorno y elAufheben, al borde de la nada. Op. Cit.CEBALLOS Galo, El umbral. Bataille y la experiencia del lmite.54La pura felicidad, en LEL, Pg. 395.55Aforismos sobre el no-saber, [Caja 16, C: 180-188], en LONM, Pg. 183.56Este desfallecimiento no ha cesado de descomponernos: nos abandona al acontecimientodel que estamos enfermos en lo ms secreto de nuestro corazn. Intentamos escapar de estehorror fundamental, pero mantiene en la sombra y en el silencio de muerte el movimiento

    imprevisible e incomprensible de todo lo que no hemos podido reducir al orden tranquilizadory al que sabemos, ms tarde, sucumbiremos. Temblamos, palidecemos cuando esto surge.LES, Pg. 81.57ERGH, Pg. 355.58Aunque la situacin parezca clara, todo ocurre como si los lmites estuvieran ah para sertransgredidos. Ibd. Pg. 84.59Cfr. El no-saber, en LEL60Ibd., Pg.147.61Lo risible podra ser simplemente lo incognoscible. Ibdem., Pg. 115.62El mundo en que morimos, en LEL, Pg. 371.63NVS, Pg. 133.64Lo desconocido de que hablo es aquello en lo que el conocimiento no puede tenerinfluencia. El no-saber,enLEL, Pg. 153.65No-saber, risa y lgrimas, en LONM, Pg. 117.66E, Pg. 17.67d.68Sacrificios, en OPS, Pg. 36.69I, Pg. 166.70NVS, Pg. 164.71Notas y aforismos sobre el no- saber, [Caja 18, A: 231-240], enLONM, Pg. 78.72d., Pg. 78.73d.74Ibd., Pg. 75.

    75Op. Cit. Pg. 186.76ERGH, Pg. 361.77NVS, Pg. 173.78ERGH, Pg. 360.79PT, Pg. 135.

    Revista Observaciones Filosficas - N 9 / 2009

    http://www.observacionesfilosoficas.net/n9rof2009.html
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