Revista literaria Túnel de letras - Número 4

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Revista literaria número 4 www.tuneldeletras.com Diciembre 2014

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Revista digital de circulación semestral, dedicada a la literatura y el teatro.

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Editorial

Cronología Patrick Modiano

El Gran Gatsby

AutoresPatrick Modiano

Para leer

Por el túnel de letrasManuel José Rincón Domínguez

Como en el cine

Letra y música

Por el túnel del tiempo

En el arcén del teatroMuerte, fiesta, Catrina y mezcal.El hombre duplicado.El Coloso está de fiesta

Palabras, palabras, palabras

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En esta Edición

CuentosUna rana bajo el sombrero deWilliam BurroughsAccidentalmente premeditadoTúnel al osarioGris

PoesíaFrágilPoéticaFluido de paz

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Director y editorIsmael Iriarte Ramírez

Directora comercialOlga Lucía Iriarte

Coordinador editorial Daniel Casas

RedactoresMariela IriarteAna María PenagosDiana Méndez ParraLuisa Fernanda González Gómez

TraducciónClaudia Iriarte

Arte y diseñoAndrés Quijano

Producción y distribuciónTúnel de letras Editores

CorrecciónCecilia Lara

ISSN 2344-813XTúnel de letrasBogotá - Colombia, 2014

[email protected]://www.facebook.com/Tuneldeletrashttps://twitter.com/Tuneldeletras

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Editorial

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Pocas veces en mi vida he sido consciente de la incontes-table supremacía de una sensación o estado, como lo fui hace algunas semanas del estruendoso sonido del silen-cio que se cernía sobre mí. Un silencio autoritario, casi dic-tatorial, inmutable aún en medio de la ruidosa cotidianidad. Sí, un silencio placentero, condescendiente y protector, que tras ser impuesto por un orden superior, se convirtió primero en un hábito y poco después en una necesidad y me llevó con paciente gesto a descubrir la perfección literaria de los recuerdos.

Ni las musas de Homero y Hesíodo, ni la pureza de la más sagrada epifanía, ni mucho menos las conquistas de una indómita imaginación, pueden alcanzar los lugares insos-pechados a los que llega el impulso de los recuerdos, re-miniscencias inmemoriales en las que en lugar de echar de menos la precisión de la veracidad, se resanan con ficción las grietas que ha dejado el tiempo, trabajando a marchas forzadas para evitar la propia extinción.

Imágenes a veces tan nítidas y otras veces tan difusas en las que se hace imposible establecer los límites de la realidad, pero que van abriéndose paso en la mente y el espíritu, hasta convertirse en verdades certificadas, que justifican el camino recorrido, dan valor y sentido a nuestra existencia y hacen posible nuestro pasado y presente, pero sobre todas las cosas el futuro, cimenta-do en esas escenas rescatadas del naufragio que defi-nen nuestra identidad.

Puesto en la labor de restaurar las ruinas de mi propio imperio, me vi sin más recorriendo –ya no una calle– sino toda una villa de tiendas oscuras, por cuyos rincones, por

un simple principio de oposición, me colé como una si-lueta clara, para acudir a los Stioppa de turno, en busca de esos preciosos recuerdos que me brindaran un indicio de mi identidad. Y entonces reproduje cuidadosamente cada detalle de las historias que jamás protagonicé y sentí una indescriptible nostalgia por los momentos entrañables que nunca viví, esa misma sobre la que en 1978 escribió aquel entonces novel escritor francés, ahora Nobel.

Rehaciendo mis pasos deambulé por las calles, que a pesar de resultarme estremecedoramente familiares, se escurrían por las rendijas de la memoria como arena entre los dedos, sin que pudiera materializar el leitmotiv de las intrigas que allí se desarrollaron.

Decenas de malos recuerdos pasaron a mi lado como fantasmas al asecho, sin que pudieran hacerme daño, sin que lograra siquiera reconocerlos, porque en un mo-mento de lucidez que escapa a mi entendimiento decidí olvidarlos y así perder el peso suficiente para mantener la nave a flote, conservando únicamente el equipaje indis-pensable para sobrevivir.

Ladrillo a ladrillo reconstruí las torres olvidadas de mi pro-pia personalidad, asumiendo casi por vez primera aquellos detalles que en boca de un puñado testigos presenciales dolorosamente envejecidos, lucen cada vez más inverosí-miles y parecen poner una distancia infranqueable entre la persona que soy y la que fui, con la que ahora ape-nas comparto algunos rasgos reconocibles para el agudo observador. Es esa misma distancia que impone la trama insospechada y fascinante que revela cada día la vida, la que hace posible que al mirar atrás, el camino recorrido parezca más el resultado del trance de un solitario escri-tor, que el recuento de lo vivido.

Al término de este intenso y efímero viaje, tan real como puedo llegar a serlo yo mismo, pero que ahora parece ha-ber tenido lugar en el plano de lo onírico, no puedo evitar sentir la satisfacción del autor que ha encontrado el co-lofón perfecto para su historia. Y entonces los recuerdos que atesoro, a pesar de su dudoso contenido de realidad, dicen mucho más de mí que cualquier documento certifi-cado y aunque probablemente nunca narren los hechos de mi pasado con fidelidad, exhiben orgullosos la más cui-dada estructura literaria, describiendo palabra a palabra, capítulo a capítulo, una historia digna de ser contada, con personajes sorprendentes e indescifrables y puntos de giro dispuestos en el momento oportuno, para mantener la atención de los lectores y desde luego la incertidumbre de sus protagonistas.

Ismael Iriarte RamírezDirector

[email protected]

La villa de las tiendas oscuras

“Me gusta rodearme de recuerdos, de igual modo que no vendo mis trajes viejos. A veces subo a verlos al desván

donde los guardo y recuerdo los tiempos en que aún esta-ban nuevos y en todas las cosas que hice cuando

los llevaba”. Gustave Flaubert

“Cuando era más joven podía recordar todo, hubiera sucedido o no”.

Mark Twain

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Cuentos

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Poesía

Cuento

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FrágilA Alejandra Pizarnik.(La que supo gritar hasta el alba cuando la muerte se posó desnuda en su sombra)

Alejandra Pizarnik,la de sin manospara regalar mariposasa los niños muertos.

Qué tragedias abarcan tus letrasdulces como el eterno descansoamargas como aciagas despedidas.

Ni es mi silencio lo que muereni mi palabra la que vive.Es tu poesía que me riegasi las sombras me devuelvenla ausencia de tus días.

Y en mi retiro,olvido el tiempo en otro cuadernocomo arena que se lleva el vientovuela frágil, limitado, volátilcomo cuando emigran las cigüeñasen inusitados vuelos sin retornocomo cuando te fuiste Alejandravestida de otoño.

Una rana bajo el sombrero de William BurroughsHace tiempo que un batracio nómada campa a sus anchas por mi cráneo. Lo he llamado Gustavo. Ha hecho entre telarañas su hogar y ya no quiere mar-charse de él. Ahora es un batracio sedentario. Cada mañana me despierta y me dice; –hey, brother!–. Y me da mucho asco.

Yo esquivo sus reclamos parpadeando dos veces y escribo ensoñaciones en la cocina cuando ésta hue-le a café mañanero.

Poder parpadear no es un súper poder, más bien un lanzallamas fulminante como un izquierdo implacable de Muhammad Ali.

Tener un batracio sedentario como residente fijo de azotea me hace sentir frío, el calor huye de mí, pier-do por las manos mis calorías. Ahora que le he dado un puntapié al verano, hago las paces con Gustavo, bueno, lo consideraré una tregua-trampa para luego, entre la bagatela de su holgazanería, pillarlo de sor-presa y meter una jodida bala-chirimoya en mi cabeza.

Durante el tiempo que suspendo las hostilidades dejo de escribir historias de batracios, me dedico a fondo al estudio, madrugo para ir a la facultad, busco el tema Blues My Naughty Sweetie Gives to Me en un CD de Pee Wee Russell y Jimmy Giuffre. Arran-co el motor. El viento es más frío que ayer, el otoño aguarda al final de la carretera, tras las montañas. Ra-zón de más para no bajar la ventanilla del puto coche.

La universidad dispone de un aparcamiento muy grande, siempre está completo, aparco dos manza-nas por detrás y camino gélido, como mis pensamien-tos, embutido en la sudadera que pillé en un rastro de Lavapiés el año pasado. Escucho música en los au-riculares de un viejo MP3 y miro cabizbajo mis viejas zapatillas, cavilo, todavía me pueden durar un par de otoños más, muerto de frío envidio por primera vez al batracio sedentario que se aloja cálido en mi cabeza, pienso en la pistola que dispara chirimoyas y en los pocos –hey, brother!– que le quedan a este cabrón.

Siento las manos entumecidas por momentos, el frío aquí es mortal de necesidad. Accedo a la facultad por ese enorme portón acristalado y el contraste con el calor me dilata tan bruscamente que, hecho peda-citos, caigo al suelo fulminado.

Gustavo accede al aula saltito a saltito, croando. Aho-ra ocupará su lugar en el cráneo de otro imbécil.

CROAAAACK…

Manu LF

Blogger por afición y micólogo de los de cesta y bas-tón por accidente, que no tiene perro pero sí bicicle-ta, juega y aprende con sus hijos y su compañera y en algunos ratos de ocio armoniza lectura y música despojando del tiempo a los relojes para juntar letras. Ha publicado los títulos: Desgrapando situaciones, vivencias y supervivencias (2011); El Kaos, múltiplo de dos (2013) Compartido con Ángela B.; y El cero también cuenta (2014).

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El Gran GatsbyPor: Ismael Iriarte Ramírez

Todo el glamur, la fascinación y los destellos ce-gadores de grandeza de una generación pueden representarse a través de un solo nombre: Jay Gatsby, enigmático millonario originario de Dako-ta del Norte, cuya aparición casi fantasmagórica en Long Island, N.Y., lo convertirá en el centro de atención de una sociedad ávida de ídolos a los que venerar por las razones menos indicadas, que sin vacilar lo hará depositario de su admiración, gra-cias a sus proverbiales fiestas, su espléndida man-sión y su atractiva personalidad.

su autor, F. Scott Fitzgerald, para dar vida no solo a Gatsby, sino también a un puñado de personajes sin los que su existencia no sería posible, siempre en medio de una perniciosa banalidad, de la que ninguno de los involucrados será ajeno.

La primera impresión generada por Gatsby en un desacralizador Nick Carraway comienza la desmiti-ficación del personaje, que a pesar de su juventud, sus refinados modales y su aparente dominio de la situación, se muestra irremediablemente como un hombre ordinario, susceptible al miedo y la insegu-ridad, como cualquiera de los mortales que acuden por centenares a las celebraciones de la casa de West Egg, sin conocer del anfitrión, mucho más que su nombre y en muchas ocasiones ni siquiera haber estado en su presencia.

Más pronto que tarde el gran Jay muestra sus car-tas a través de Jordan Baker, con quien Carraway está a punto de iniciar una relación amorosa mo-vido más por la inercia que por la pasión y quien actúa como catalizador del trance revelador. Y en-tonces no solo se hace la luz, sino que se posa como un reflector sobre Daisy Buchanan, hermosa y adinerada prima del narrador, con la que Gatsby había sostenido un fugaz romance durante su ju-ventud y por quien, aún después del tiempo y de su matrimonio con otro miembro de la sociedad, seguía profesando una incontenible pasión, que llegó a convertirse en una obsesión.

El impacto inicial del reencuentro parece sacudir los cimientos de la perfecta y placentera existen-cia de Dasy, que accede sin mayor resistencia a una interacción que no puede llegar a conside-rarse como una nueva relación, pero que no pasa inadvertida para su esposo, Tom, arrogante y bru-tal, que tras un breve intercambio de impresiones con Gatsby comprende la situación, que considera inadmisible, a pesar de su constante infidelidad y en especial de su relación extramatrimonial con la señora Myrtle Wilson, con quien como un secreto a voces comparte ocasionalmente un apartamento en Nueva York.

El desenlace se precipita con ritmo frenético, cuan-do en un hotel de Nueva York los cinco personajes

Su gran fortuna obtenida por medios desconoci-dos y a tan corta edad -apenas superaba los treinta años- pero sobre todo su inescrutable pasado, ayu-daron a construir la leyenda alrededor de su figura y propiciaron las inverosímiles hipótesis acerca de su vida, que incluían varias historias de espionaje para distintas banderas y otras menos románticas que implicaban muertes violentas.

Su esperada aparición en escena, discreta, ordina-ria, casi accidental, contrasta con el halo de mis-terio que lo precedía y evidencia en el comienzo mismo del relato, su asombrosa levedad y vulnera-bilidad, logrando incluso tomar por sorpresa a Nick Carraway, narrador de la historia, de quien se vale

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se ven envueltos en una discusión en la que con crueldad infantil Tom Buchanan y Gatsby, discu-ten por el amor de Daisy, quien se debate indecisa entre los dos. Mientras que en un segundo plano Nick y Jordan asisten como testigos de excepción, al contrataque fulminante del marido despechado, que le revela a los presentes la verdad sobre la historia de Jay, su origen humilde, su incursión en el contrabando de licor durante prohibición y su re-lación con el infame delincuente Meyer Wolfshiem.

A continuación la desgracia se hace presente y como resultado Myrtle Wilson muere atropellada por el flamante vehículo de Gatsby, que será se-ñalado por Tom como su amante y asesino lo que traerá consecuencias fatales, tras el desesperado intento del señor Wilson por vengar la muerte de su esposa.

Al retornar la calma solo queda el cuerpo inerte de Jay, que yace sobre la piscina de su mansión despojado de toda su grandeza, no solo por los mortales disparos de un marido burlado, sino por la imposibilidad de recuperar el amor de Daisy, principal aliciente para su determinación, sin la que solo era un hombre inseguro con una fortuna vacía e inútil.

Al tormentoso funeral, organizado por Nick Ca-rraway no asistió Daisy, ni su socio Meyer, como tampoco ninguno de los habituales huéspedes de la mansión, solo un orgulloso padre, demasiado deslumbrado por la herencia legada por su hijo, como para lamentarse por la joven existencia que se había apagado para siempre.

Acallado el sonido de la música de jazz que solía amenizar las veladas presididas por el gran Gatsby, solo queda la realidad, fría y dura, desprovista de encanto, como su propio nombre de pila: James Gatz, denominación que no dejará huella entre quienes estuvieron a su lado durante sus últimos días. Los Buchanan que seguirán adelante con su vida de ensueño, sin ser apenas conscientes de la estela de destrucción que han dejado a su paso, la esquiva Jordan Baker y por supuesto Nick Ca-rraway, el apático narrador, con ese aire de supe-rioridad que lo llevará a ser indiferente incluso con

el amor.Gatsby en el cine

Desde su publicación en 1925, la novela ha sido adaptada al cine en cuatro ocasiones, la primera de ellas en 1925. Luego, en 1949, Gatsby visitó nuevamente la pantalla gigante, interpretado por Allan Ladd. La tercera vez fue en 1974, cuando bajo la dirección de Jack Clayton, Robert Redford dio vida al entrañable personaje, sucumbiendo ante los encantos de una celestial Mia Farrow en el papel Daisy.

La más reciente adaptación cinematográfica de la historia fue en 2013, cuando Leonardo Di Caprio interpretó magistralmente a Jay Gatsby, junto a la actriz británica Carey Mulligan, como mistres Bu-chanan.

Adicionalmente en el año 2000 Toby Stephens protagonizó la película producida para televisión, en compañía de Mira Sorvino.

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Autores

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El recorrido de los relatos de la posguerraPor: Luisa Fernanda González Gómez

Es uno de los escritores de la generación de la posguerra más influyentes que ha tenido la literatu-ra hasta hoy, esto le ha valido numerosos recono-cimientos en el mundo académico y literario. A sus 69 años y 28 obras publicadas la Real Academia Sueca de Ciencias le otorgó el Premio Nobel de Literatura 2014 al francés Patrick Modiano.

La política, su pasado familiar con relación a la Se-gunda Guerra Mundial y la activa participación de Francia en la persecución de los judíos, la cercanía con la ocupación francesa en Argelia y la muerte de su hermano menor cuando eran apenas unos niños, han sido los acontecimientos que han pro-piciado los escenarios y personajes de la mayor parte de sus obras.

Desde su juventud tuvo que pasar prolongados periodos de tiempo en solitario estudiando en in-ternados debido a las múltiples ocupaciones de sus padres. Esto lo llevó a adentrarse en la lite-ratura de escritores como Kafka o Balzac, lo que le ayudó a entender diferentes perspectivas de la naturaleza humana.

Estudió en el Liceo Henri-IV de París donde cono-ció al escritor Raymond Queneau quien le dicta-ba clases de geometría y era cercano a la familia gracias a su fuerte amistad con su madre, Louisa Colpijn. Queneau ayudó a impulsar su carrera en las letras una vez que conoció el manuscrito de En el lugar de la estrella.

A sus 23 años publicó su primera novela El lugar de la estrella (1968), siendo esta la primera entrega de una trilogía dedicada a la Ocupación. A continua-ción presentó, La ronda de la noche (1969) y Los bulevares periféricos (1972), este último le valió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa.

El uso constante de personajes cuyas conductas sugieren lo superficial de la alta sociedad, nego-ciantes y artistas de dudosa moral, herederos de apellidos sin ninguna trascendencia real en sus respectivos grupos sociales, contrastan dramática-mente con la angustia de todos aquellos que en su desesperación intentan huir de la guerra, falsificar pasaportes y fabricar una vida desde cero.

Un pedigrí (2004) fue un catalizador conside-rado autobiográfico, en el que hace una puesta en escena de su vida familiar y su historia desde la perspectiva judía en tiempos de guerra. Cier-tamente hablar de ese tema de forma abierta y directa causó escozor en algunos sectores aca-démicos y políticos de su país, ya que no era habitual reconocer el apoyo político y social que Francia le dio al nazismo.

Una marcada obsesión por ambientar sus relatos en el barrio XVI de París, ha permitido la correlación entre sus obras y la ubicación permanente de sus impresiones sobre uno de los sectores más lujosos de la ciudad de las luces. Aunque este contraste hace que se generen cuestionamientos sobre la le-gitimidad de sus personajes y el contexto en que los plantea, ya que en este barrio es casi imposible ubicar las tórridas escenas de sus historias.

“Contrariamente a otros, no creo que la literatura haya termi-nado. Todavía me interesa descubrir autores. Entre la gente

más joven, tengo la impresión de que se sienten interpela-dos por una realidad más inmediata,

de que el presente les interesa”.Patrick Modiano 2009

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Pero su inspiración no solo proviene de su expe-riencias cercanas, Dora Bruder (1997) narra la his-toria de una familia que a comienzos de los años 40 busca por medio del periódico local a su hija de 15 años, desaparecida y posteriormente enviada a Auschwitz donde fue ejecutada. La intensa bús-queda de información solo le arrojó datos sobre el desenlace de la historia de Dora, sin embargo esta novela es el claro ejemplo del uso de detalles específicos que pueden corresponder a la realidad para hacer reflexiones acerca de la importancia de la memoria.

Otras obras destacadas son Calle de las Tiendas Oscuras (1978), Domingos de agosto (1986), Via-je de novios (1990), El rincón de los niños(1989), Villa triste (1991) y En el café de la juventud perdi-da (2007).

Sus novelas se caracterizan por ser cortas, sin la menor intención de mostrarse como historiador pero aprovechando hechos concretos para suplir sus relatos. Con sus historias pretende evocar el comportamiento constante de las personas a olvi-dar los hechos más dolorosos y desgarradores de nuestra propia historia, en el afán de vivir de una forma frenética.

La herencia religiosa de su padre fue el pilar del desarrollo literario de todas sus publicaciones aun cuando su relación no era buena y tras una déca-da de distanciamiento, Albert Modiano murió sin volver a tener contacto con su hijo. Sin embargo el legado de su madre le permitió abordar el mundo del arte y el cine activamente. Cuatro de sus obras han servido de inspiración para la producción de varias películas.

De la misma manera coescribió el guion de la pe-lícula Lacombe Lucien junto a Louis Malle (1974), largometraje que fue nominado al Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa y ganó el BAFTA al mejor film del año. También ha escrito los guiones de Les fils de Gascogne (1995) y Bon Voyage (2003).

La eterna búsqueda del aprendizaje personal en sus personajes y sus respectivas anécdotas, es sin duda alguna el fin de sus obras. De esta manera se asegura de crear una atmósfera de diálogo per-sonal con el lector y compartir sus puntos de vista de la manera más íntima. Es claro y descriptivo de

los objetos y las personas, aunque su narración en primera persona permite sentir un tono humano en sus percepciones y no el afán de tener que saberlo todo y controlarlo.

El 2014 cierra su larga lista de reconocimientos con la publicación de su última obra Para que no te pierdas en el barrio, en el que vuelve a hacer un recorrido de la década de los 50 en Francia y para el que confiesa que no concibe la rutina de los es-critores contemporáneos de dedicarle 8 horas dia-rias al ejercicio de la creación. Para este hombre, bastan dos horas al día, mucha lectura adicional y la suficiente sangre fría como para corregirse, eli-minar lo innecesario, evaluar el proceso y continuar sin afanes.

Modiano permite conocer a través de personajes y escenarios ficticios, la realidad de un sentimiento colectivo que se vivía en París en la década de los años 50 y eventos posteriores como la guerra en Argelia y los cambios sociales en Europa.

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Cuento

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Accidentalmente premeditado“Vamos… Un asesinato te va a hacer sentir mucho me-jor”, dijo él para intentar cambiar su humor. Ella le hizo una mueca, aunque esas palabras quedaron impregna-das en sus neuronas, filtrándose y anidando en su mate-ria gris. Sabía que tenía razón, siempre la tenía.

Miró la pared y suspiró; un asesinato le vendría realmente muy bien, ya que podría distraerse y salir de ese hastío en el que estaba sumergida últimamente. Entonces, con lápiz y papel en mano, comenzó a diseñarlo en sus deta-lles más importantes. Por supuesto, lo primero que debía hacer, era elegir a su víctima. Esa tarea, quizás, fuese la más complicada y para ello tenía dos opciones: selec-cionar a alguien completamente desconocido, un NN, o tal vez, elegir a alguien por quién tuviese cierta cuestión irresuelta. No deseaba un crimen perfecto. Aquello de la perfección siempre llevaba a un mal puerto y sobre todo a un anonimato tonto, sin mencionar los cientos o miles de detalles que debía cuidar. Porque, después de todo, siempre podrían decir que fue un acto de la naturaleza, la desgracia o alguna banda narcotraficante. No. Ella elegi-ría a un conocido, a quien despertase alguna cuestión en su ser. Por supuesto, no sería alguien que odiase profun-damente, no era tan tonta como para cometer semejante estupidez; pero si debía enfocarse en un ser particular.

Su cabeza empezó a seleccionar de entre sus “cono-cidos” alguna persona que le diera cierta repulsión, al-guien que le generase un cortocircuito, aunque no quién la expusiese; alguien que la irritase, aunque no fuese muy manifiesto. Y de repente su nombre, ese ser individual, particular y único surgió: María. Si, sonaba a común y hasta a un cliché, pero la mujer tenía cierta edad, cierto recorrido en este mundo (inútil, según su visión), y su muerte, además, sería un evento beneficio no sólo para ella, sino para la humanidad. Si, María era la indicada.

El siguiente paso tenía que ver con lograr un profun-do conocimiento acerca de las debilidades de aquella tremenda mujer, ya que, de alguna forma, debería usar esa particular información para eliminarla de la faz de la tierra. Recordaba más de un encuentro donde esa ca-pacidad de dar opinión ante situaciones que no le eran consultadas (como por ejemplo el nombre de sus hijos o cómo debía ser su guardarropa) aparecía, y esa cuestión le revolvía el estómago, inclusive la enfurecía. Recordó lejanas conversaciones donde aparecía la comparación rápida y fácil respecto de sus dotes culinarias, con frases como: “Un poquito de comino realzaría esta salsa que preparaste, querida” o quizás “Esa falda es algo corta para mujeres como vos” ¿Qué significaba mujeres como ella? ¿Qué era muy vieja? ¿Qué no estaba en forma? Trató de serenar su pensamiento, ya que si no lo hacía de inmediato, iría hasta su casa y la mataría con un cu-

chillo, clavándoselo en la yugular. Y problema resuelto. Pero, entendió que si hiciese aquello, no sería inteligente de su parte y lógicamente terminaría tras las rejas, priva-da de su libertad. Lo anotó en su papel, con letras gran-des: serenarse.

Respiró hondo y dirigió sus pensamientos a cómo lo-graría su objetivo. Se imaginó decenas de situaciones donde ella, casi como una heroína, liberaba al mundo de semejante arpía. Se vio a sí misma, bella y escultural, con el cabello negro al viento, espada en mano, ataviada con tan solo una túnica blanca y casi transparente, atrave-sando el corazón despiadado de aquella bestia. Imaginó la sangre pútrida de la mujer, derramada, tocando sus pies descalzos y tiñendo el piso de un rojo oscuro, desa-gradable. Sin embargo, lo descartó de plano. No era tan alta ni tan bella como la joven guerrera. Su cabello era más bien rojizo y rizado, casi enmarañado y rebelde. Sus pies no eran perfectos (además de que le daría bastante asco que esa sangre tocase “sus” pies) y no sabría cómo blandir una espada o donde conseguirla. No, no. Debía ser de otra manera.

Tal vez, podría llevar adelante el cometido en un calle-jón oscuro. La citaría y como, a pesar de todo, María le tenía cierto aprecio, se encontraría con ella sin chistarlo en aquel hipotético lugar. Allí mismo, en el instante en que apareciese la imagen oscura y a contraluz de aquella vieja mujer, rengueando por la artrosis y dudando de si ese era realmente el lugar, ella, rodeada de una espesa neblina, sacaría un arma calibre 22, le apuntaría a su ca-beza y le volaría los sesos. Sí. Ya se veía ataviada con un entallado traje tipo Armani, con un sobretodo negro y hasta con un sombrero, haciendo juego. Al verla, se qui-taría el sombrero revelando su identidad oculta, mientras que su pelo, recogido en un tenso rodete, brillaría con la luz de la luna; estaría, además, maquillada para la oca-sión y calzaría zapatos de punta rojo con tacos aguja… Pero aquello de volarle los sesos era cruento, en verdad. Debía atinarle a la distancia y no era tan buena tirado-ra, especialmente de noche. Y ella no estaba preparada para ver sustancia gris esparcida por ahí si llegaba a dar en el blanco. Ni hablar de dónde encontrar un arma cali-bre 22. Y ¿tacos aguja? Su espalda maltrecha, resultado de sus cuatro embarazos y sus correspondientes niños, no le dejaba usar nada más que un taco chino y solo de vez en cuando.

No, debía encontrar otra manera.

Ya estaba exhausta de tanto pensar. Miró el papel que tenía frente a ella pero la palabra no funcionó. Además, los niños estaban por salir de la escuela y llegarían en cualquier momento clamando por atención y alimento. Por lo que les preparó la merienda con cierta resignación en el corazón. Minutos después, mientras merendaban

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Luego del funeral, y mientras su esposo descansaba, revisó las gavetas de su cocina solo en caso de que algo, por error, se hubiese filtrado. Nada. Rememoró los ingredientes que había utilizado en la salsa. Si, la nuez moscada estaba allí, lejos… sintió un frio en la nuca, una sensación que erizó los vellos de su piel.

—El doctor llamó y dijo que murió de una reacción alérgi-ca masiva… es extraño porque mamá solo era alérgica a la nuez moscada ¿Te acordás? —dijo su esposo mientras ella, sobresaltada, lo observó en silencio.—Si cariño…jamás lo usé en las cenas con ella. Tal vez, con los años, desarrolló otro tipo de alergia… Viste que eso pasa.

Él suspiró mientras le hacía una media sonrisa. Ella acari-ció el rostro triste de su esposo y en ese momento supo. Supo en qué se había convertido y se sintió sublime.

Soledad FernándezSoy médica y madre, además de escritora. Tengo 38 años, nací en La Plata (ciudad ubicada en Buenos Aires, Argentina) y recientemente edité mi primer libro de cuen-tos llamado Misceláneas de la oscuridad.

juntos, su esposo llegó de trabajar y se percató de su rostro de desesperanza.

—¿No se te ocurrió nada aun?—Sí, pero no te va a gustar… Digo, ni siquiera a mí me gusta. —le contestó ella con duda en la voz.—Bueno, tranquila. Luego de la cena me contás y vemos en que te puedo ayudar. —Dale….—¡Ah! Recordá que hoy viene mamá a cenar…—Como cada viernes, cariño. —respondió entre dientes, mientras se disponía a pelar las papas para los ñoquis caseros.

Sin embargo, mientras revolvía distraída el tuco casero “como el que ella hacía”, supo cómo llevar adelante su cometido. Llegó casi como en una revelación y una sonri-sa se dibujó en aquel rostro avejentado y aburrido de una vida automatizada. Su esposo la miró y también sonrió.

—Encontraste a quien matar en tu cuento, ¿verdad?Y ella le guiñó el ojo.

La suegra llegó y la mesa se sirvió. Cenaron en familia con risas y anécdotas. Ella estaba distendida porque ha-bía resuelto el problema y cada vez que hacía eso se sentía bien, descansada. —¿Te sirvo más, María? —le preguntó a su suegra, con un brillo particular en la mirada.—Gracias, querida. Estoy que exploto… —la mujer le con-testó.Estaba feliz, con su problema resuelto. Observó todo: su esposo y sus hijos y ella. Por un instante dudó de su elección, pero sería un relato exitoso.

Terminaron de cenar y notó que su suegra estaba más colorada que lo habitual. Repentinamente, su rostro se había hinchado y respiraba con cierta dificultad. “¿Se siente bien, María?”, le preguntó, aunque ya era tarde. El ahogo y las convulsiones se hicieron presentes. Por fortuna, los niños ya estaban descansando, y no vieron la escena tremenda que se había desatado en el piso del comedor. Ella y su esposo intentaron ayudarla pero fue en vano. Nada pudo hacerse.

“Fui yo”, pensó y su corazón se aceleró. Sintió la adre-nalina recorriendo cada rincón de su cuerpo, como una corriente eléctrica veloz. Fue a la cocina y revisó cada paso; estaba segura de que toda aquella elucubración había estado confinada a sus pensamientos, a su futuro cuento. Pero la duda rondaba. ¿Y si se había equivoca-do? ¿Y si lo había agregado incluso de forma acciden-tal? No. No era posible. No en su casa, estaba segura de eso. Trató de relajarse mientras la emergencia se llevaba el cuerpo de allí.

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Para leer

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ÉLGabriel Montoya Montoya

La expresión Él, cuyo significado para el pueblo hebreo es “innombrable” y con la que hacen referencia a Dios, da título al libro del autor Gabriel Montoya Montoya: Él. Novela histórica sobre el origen judío de los antioqueños en Colombia.

La obra, que inicia en la segunda mitad del siglo XVII, nos presenta la historia de la emigración de personas de ori-gen judío, desde la Península Ibérica hacia América, mo-tivada por la persecución del Santo Oficio y la inminente amenaza inquisitorial a quienes no acreditaran debida-mente su limpieza de sangre, esto representado a través de los hermanos Montes de Oca, que hallarán refugio en el Nuevo Reino de Nueva Granada, más concretamente a la ciudad de Antioquia. Allí darán origen a una nueva forma de afrontar el catolicismo, mezclado con componentes de la fe judía, en una aparente muestra de conversión, que les permitirá mantenerse alejados de la hoguera.

Varias generaciones después, en 1915, sus descendien-tes Miguel María y Anabel, en medio de una historia de amor, se convertirán en la mejor prueba de la preservación en las montañas antioqueñas, del resultado de la fusión de estos dos tipos de fe.

El hombre que no fue jueves es un entretejido de tramas que mezclan la intención de la Iglesia Ca-tólica por canonizar al escritor inglés Gilbert Keith Chesterton, con escenarios, personajes y situacio-nes ficticias dentro del Vaticano desde Pio XI hasta Francisco I.

Entre intrigas, misterios y escándalos que involucran a la Santa Sede, se descubre que Benedicto XVI antes de dimitir como máximo pontífice, reabre un caso de canonización guardado entre documentos secretos que se develan a principios de siglo. La poca claridad en la información del servicio que al-guna vez le prestó G. K. Chesterton a Pio XI, deja vacíos que producen confrontaciones dentro de la iglesia. Es así como se develan los misterios del pro-ceso de canonización aun cuando el inglés conside-raba innecesario tener un santo por cada buena ac-ción, ya que eso era simplemente ser buen cristiano.La novela del payanés es una reconstrucción his-tórica aprovechando la novela más famosa de G.K Chesterton El hombre que fue jueves.

El hombre que no fue juevesJuan Esteban Constaín Literatura Ramdom House

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París, 1878. Una serie de tragedias inexplicables tienen en vilo a los empleados de la Ópera Garnier, que sostienen que el edificio está encantado. No se equivocan. El Fantasma de la Ópera es un tene-broso personaje que vive en los sótanos, hechiza-do por la bella Ingrid, una cantante que lo ha hecho enloquecer. Christophe Gaultier adapta magistral-mente la novela de Gaston Leroux en un cómic que combina romance, terror, misterio y tragedia, y que aparece por primera vez en un solo tomo tras la edición francesa de Gallimard.

Christophe Gaultier es considerado uno de los más importantes dibujantes franceses actuales. Nació en 1969 y se licenció en Comunicación Au-diovisual.

Felipe es un niño de 10 años aficionado a los cuen-tos de terror, especialmente los de Edgar Alan Poe. Sin embargo, se sugestiona tanto con las his-torias que lee, que no logra sacarlas de su cabeza y siempre está viendo situaciones extrañas, donde no las hay.

Su nueva vecina es una mujer inquietante: vive sola, no tiene amigos, las personas la evitan, siem-pre está muy seria y la rodea un ambiente fúnebre. Una serie de acontecimientos inexplicables acom-pañados de palabras desconocidas para él como duelo, pena, liquidación, desahucio y expiración, hacen que Felipe se convenza de que su vecina es la Muerte y todo parece indicar, que la siguiente víctima sería su adorado abuelo.

El Fantasma de la ÓperaChristophe GaultierImpedimenta

Ella es la muerteLuisa Noguera ArrietaPanamericana Editorial

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Por el túnel de letras

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Manuel José Rincón DomínguezEl turno para transitar por el túnel de letras en esta edición corresponde a Manuel José Rincón Domín-guez, escritor y periodista colombiano, que se ha desempeñado como corresponsal en Europa para reconocidos medios nacionales e internacionales. Fue ganador del Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá en el año 2006 y ahora acaba de publicar, con el sello Panamericana, Cuentos y pasiones del cielo, su libro más reciente que re-crea, a partir de la mitología griega, la historia de cómo ciertos personajes como Orión, Herácles (Hércules), Artemisa o Zeus se convierten o tienen que ver con el origen de las constelaciones del Zodiaco como Cáncer, Leo, Escorpión o Acuario, entre otras.

¿Cómo cambia la vida de un escritor después de alcanzar un reconocimiento como el del Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá?

Para ser franco, yo diría que no mucho. En mi caso debo reconocer que el premio fue un espaldara-zo importante, un apoyo al trajín literario que traía en ese momento y a la disciplina necesaria para combinar la vocación de escribir con otras activi-dades profesionales. Llevaba cinco o seis años escribiendo versiones preliminares de cuentos y había probado suerte en algunos concursos. Así que ganar el Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá representó, sobre todo, un gran res-paldo y confianza, un mensaje claro que me in-dicaba que iba por el camino correcto y que si se trabaja con perseverancia y determinación las puertas terminan por abrirse.

Sin embargo, afirmo que la vida no cambia tanto, porque uno no puede comerse el cuento, es decir, el premio es muy importante por el reconocimiento a tu trabajo, pero no se puede vivir eternamente de ese reconocimiento, que no deja de ser un hecho aleatorio, ya que a algunos jurados les gusta una literatura más clásica, mientras que otros prefieren estructuras más modernistas y osadas.

En mi caso, recuerdo haberle preguntado a unos de los jurados sobre su concepto. Me respondió que a diferencia de otros finalistas, mis cuentos te-nían un nivel muy parejo, que mantenía la atención,

lo que más tarde pude comprobar al sondear con algunos lectores, cuyas preferencias se repartían entre cuatro o cinco historias.

¿Cuál es la importancia de los talleres literarios?

Soy un defensor de los talleres, porque a mí el taller de cuento de la Universidad Central me cambió la vida. Me animó a escribir, a compartir mis escritos y a recibir las críticas de una manera provechosa para enriquecer mi trabajo.

Los talleres ayudan a descubrir si hay madera de escritor, pero sobre todo te enseñan que se requie-re mucho trabajo y constancia. También ayudan a desarrollar una estructura y ofrecen herramientas claves para la creación de ambientes y personajes, la conveniencia de la escogencia de determinado tiempo y punto de vista para la narración y algo muy útil: se adquieren elementos para una lectura crítica. En pocas palabras, te enseñan a trabajar en la dirección adecuada para que la inspiración te encuentre en el lugar indicado.

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Sus relatos son sorprendentes, sugestivos e in-cluso inquietantes ¿En qué medida han servi-do para exorcizar sus propios fantasmas?

La verdad, no estoy exorcizando muchos de mis fantasmas. Más bien temas recurrentes que me in-quietan y que aparecen en varios de mis textos, como el del poder y los objetivos demasiado fijos, que hacen que la gente pierda la mirada general del mundo que lo rodea. Por ejemplo, en el libro Una daga en Alexanderplatz –que originalmente se llamaba El perro voyerista, la ambulancia y la ve-cina- la mayoría de los personajes han perdido su norte por perseguir sus anhelos, ya sea en el amor, o en cualquier otra búsqueda que se vuelve obse-siva y que puede llegar a causar daño.

Otro de los temas que persisten en mis historias es el del poder, que desbordado y mal administrado genera corrupción, despotismo y tiranía. Segura-mente en los cuentos se filtran vivencias del autor, porque se escribe mejor sobre lo que se ha vivido. Por ejemplo, cuando fui corresponsal de El Espec-tador en Europa visité varias de las ciudades que después fueron escenarios de mis cuentos, pero lo que realmente me interesa es el aspecto humano de los personajes. En mi caso las ciudades son un telón de fondo.

La mayoría de los cuentos han surgido de una idea o de una imagen específica. Particularmente el cuento Una daga en Alexanderplatz nace de un anuncio en el periódico en la sección de objetos de arte, que fue publicado tal y como se reproduce en el cuento: “Vendo Daga Nazi, en acero, con mango de hueso humano”. Entonces dije aquí hay una his-toria. “Vendo Daga Nazi, en acero,” hasta ahí todo era normal, pero “con mango de hueso humano”, fue una idea que se fijó en mi cabeza y no podía dejar de preguntarme sobre la víctima y el victimario. La idea era tan fuerte que no puede evitar empezar a escribirlo sin tener antes un final más o menos cla-ro. También llamé al vendedor y formulé las mismas preguntas que el personaje de la historia, pero era demasiado tarde, ya la habían vendido.

Entonces no podría considerarse como autobio-gráfico, simplemente tomo algunos elementos de mi experiencia personal, pero las historias nacen de una imagen o una historia que me ha impactado en un determinado momento y que me sirve para contar el mundo de una manera diferente.

¿Cómo fue el paso a escribir novela?

Fue en cierta forma natural. En términos literarios diría que la novela es más sencilla. El cuento es más complicado porque es una pieza única, un me-canismo demasiado complejo al que no le puede sobrar ni faltar nada, una pieza de relojería perfec-ta, que no puede atrasarse ni adelantarse.

La novela tiene también sus engranajes bien acei-tados, pero permite libertades que no concede el cuento, se puede tomar un personaje, dejarlo en algunos pasajes y luego retomarlo y hacer conexio-nes impensadas, ofrece más recursos en cuanto a la narración y los diálogos. Mi sensación general con la novela es de mayor libertad, porque el cuen-to requiere mayor precisión y por consiguiente un trabajo más exigente

En general no experimenté mayores dificultades al pasar del cuento a la novela. Sin embargo, lo que si representó todo un reto para mí, fue la transición del periodismo a la literatura, especialmente por-que la novela que trabajé en la maestría en El Paso, Texas se basa en un personaje histórico. No podía dejar de sentir la necesidad de precisión y vera-cidad que demanda el ejercicio periodístico, así que un determinado momento me dejé absorber

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por los datos, hasta que comprendí que la novela no se trataba de eso, entendí que era ficción, que se puede construir con muchas licencias, respe-tando ciertos elementos claves de la historia. Una vez asumido esto me pude soltar más. Así tomé el primer capítulo que había escrito y se me convirtió en el insumo para cinco capítulos de la novela.

¿Qué es lo más difícil de ser escritor?

En el oficio la falta de disciplina, porque la pasión existe, pero la falta de constancia hace que mu-chos talentos se pierdan. Hace poco leí un prólogo de Juan Esteban Constaín, que después fue rese-ñado por Heriberto Fiorillo en El Tiempo, sobre la relación de Gabriel García Márquez, con el grupo de “la Cueva”, reconocidos por su actividad noc-turna. García Márquez compartía con ellos, pero a la mañana siguiente estaba leyendo y trabajando a William Faulkner o escribinedo. No se puede negar el talento del Nobel, pero su disciplina era digna de admiración. La inspiración llega cuando uno está trabajando. Entonces eso es probable-mente lo más difícil del oficio, establecer hábi-tos y mantener el equilibrio con la diversión y las otras ocupaciones.

¿Qué es lo más fascinante de ser escritor?

Que exorciza, más que fantasmas personales, el mundo. A mí, por ejemplo, hay muchas cosas del mundo que no me gustan como son o están con-cebidas, entonces a través de lo que escribo me doy el lujo de ser crítico y plantear las cosas de otra manera. La posibilidad de crear un ambiente y unos personajes que van cobrando vida y en mu-chas ocasiones toman el control de la historia te llena de pasión y te obliga también a ser muy res-petuoso con el lector y contigo mismo.

De cierta manera escribir ofrece un respiro de la sobre estimulación de los medios de comunica-ción, de los titulares y las frases cortas que tratan de simplificar la realidad, nos devuelve la capaci-dad de leer con perspectiva y de poder lidiar de una forma más amena con aquellas cosas que no nos gustan.

¿Cómo describiría el momento actual de la creación literaria en Colombia?

Muy bueno. Hay muchos escritores talentosos que

están dejando muy en alto el nombre de Colombia. Y en esto tienen mucho que ver los programas de creación literaria que cada vez son más comunes en las universidades. También los concursos que ofrecen la oportunidad de que estas nuevas voces den a conocer su trabajo.

Más allá de los gustos es muy respetable el tra-bajo de los escritores con disciplina y criterio y es satisfactorio descubrir que cada día son más los autores que encuentran en la realidad de nuestro país –que en muchos casos supera la ficción- una fuente inagotable de inspiración.

¿Y el lector colombiano está preparado para estas nuevas propuestas de creación literaria?

Estamos ante una generación más compleja de frases cortas, con promedio bajo de lectura, pero también creo que el Gobierno está trabajando en los planes de lectura y eso es importante, porque este hábito permite ver el mundo de una manera dife-rente y confiere capacidad de análisis y percepción.

Preocupa un poco la inmediatez, la falta de pasión, porque las nuevas generaciones se aburren con mucha facilidad y se sumergen en mundos des-conocidos para muchos de los autores, como el

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lenguaje de las redes sociales. Sin embargo, hay que tratar de descubrir las oportunidades que se presenta en estas nuevas tendencias, sin alejarse de la profundidad y cierto sentido crítico.

Yo creo que el lector colombiano es capaz de leer de todo, lo que no le veo es esa consagración a ha-cerlo con más constancia. Muchas veces se deja deslumbrar por los destellos del bestseller, o por alguno de esos libros periodísticos de resonancias efímeras, con tirajes únicos de un par de miles de ejemplares, porque no demandan tanto esfuer-zos como los referentes de la literatura universal. Entonces ahí está el reto del escritor, explicar el mundo de otra manera desde la literatura y llegar al insondable gusto del lector.

¿Qué está leyendo en estos días?

Un par de novelas cortas. Releyendo Camino al matadero, del escritor Michael Ondaatje, el mismo de El paciente inglés, y El Viejo y el mar de Hemingway.

Cuéntenos sobre su nuevo libro Cuentos y pa-siones del cielo.

En realidad diría que este libro de Cuentos y pasio-nes del cielo, que acaba de publicar Panamericana son, en términos cronológicos, mis primeros cuentos. Tal vez el primero de estos cuentos nació hace diez o doce años. Además, tienen que ver con Astronomía, que es una pasión adicional que me ha acompaña-do toda la vida y que de cierta forma es transversal a mis escritos.

Estos nuevos relatos cuentan el origen de cada constelación del Zodiaco basado en los mitos grie-gos. Es un retorno a la ficción y a la mitología grie-ga. La mayoría de las personas consultan su horós-copo en el periódico, piensan que cada persona es de tal manera o está determinada por su signo, pero pocos conocen la historia de Acuario, Tauro, Géminis, o la de los otros signos del Zodiaco. Es-tos cuentos, desde la literatura, narran como cier-tos personajes mitológicos terminaron en el cielo en forma de constelación. Creo que cada uno, después de leer estos cuen-tos, no solo sabrá la historia de su signo, sino que vera el cielo con otros ojos, con más imaginación

y abrirá su mente a las estrellas para dejarse sor-prender por el cosmos y por lo infinitamente pe-queños que somos en el universo. Es un poco como dice el astrónomo Mohammed Abdelkader en la introducción del libro: “…en estas páginas encontrarás sueños y respuestas a cómo nacieron las constelaciones del Zodiaco y cómo los dioses de tu Olimpo construyeron en el pasado uno a uno los trazos que hoy banalizamos, trazos en el cie-lo testigos de nuestro humilde y fugas respiro de existencia”.

Y para teminar…

Un personajeEl Principito… que también tiene que ver con el cielo, su asteroide y lo que podemos pensar, lo verdaderamente importante cuando vemos las estrellas.

Un libroEl filo de la navaja de Somerset Maugham. Es un libro que me tocó mucho en mi búsqueda es-piritual. Es la aproximación y el aprendizaje de Oriente por un personaje típicamente americano al que le ha cambiado la vida después de estar como voluntario en la primera guerra mundial. El libro me llegó mucho por el contexto en el tiem-po que lo leí. Hay un capítulo en particular que aún releo con frecuencia y que reconforta mucho con la vida.

Un autorMarguerite Yourcenar. Me marcó mucho, inicial-mente con Memorias de Adriano y luego Opus Nigrum. También el cuento de Cómo se salvó Wang-Fo. Fue una escritora remarcable que se alejó de las corrientes de su época para abor-dar, desde la historia, las pasiones y las comple-jidades del ser humano. Las contradicciones, las dualidades y la fragilidad humana. Incluso ahora, en el libro mío de Cuentos y pasiones del cielo que acaba de salir, inicio con una cita tomada de las Memorias de Adriano.

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Cuento

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Túnel al osarioCaminando por la rambla de Montevideo, un viejo conocido me contó una historia que, al principio me pareció increíble. Esa tarde el sol brindaba su cali-dez y luz en su mayor esplendor, después de mucho tiempo de días nublados, típicos de invierno. Mi amigo Rodrigo -de setenta y pico de años- y yo caminábamos de espalda al sol, que bajaba lento detrás de la inasible línea al final del día. A nuestra izquierda la rambla y el movimiento de los autos no invitaban a mirar, en tanto, que a la derecha, el río-mar, las gaviotas revoloteando y los surfistas toman-do las pocas olas… Sí.

Con lento andar llegamos hasta una zona por don-de nunca antes habíamos pasado. Pero Rodrigo, a quien siempre me dirijo como “Don Rodrigo”, cosa que él corrige con tacto:

Pero Marcos, por favor, no me llames “Don”, si bien soy un veterano, el “Don” está de más. Mucho tiem-po hace que nos conocemos y… no da. Yo soy Ro-drigo, como tú Marcos. Y no se hable más. Ta.

Está bien… Rodrigo –contesté, pero rato después se coló el “Don” nuevamente, pero se perdió entre el ruido de las olas.

Esa tarde, mientras pasábamos frente a lo que pa-recía una alcantarillado, que venía de debajo de la calle, Rodrigo la señaló.

Ves esa entrada –dijo.

Esa salida… dirá –le contesté. Es una alcantarilla.

No. Te equivocas. Parece una alcantarilla, pero no lo es.

Si lo dice así… Rodrigo. Le creo.

No me creas. Te contaré qué es y… algún día, si te pinta, lo investigas. De hacerlo, quizás, pero solo quizás, serás recompensado. Un tesoro, dentro de un viejo maletín de cuero, encerrado en una caja de metal está oculto en la pared, detrás de unos ladri-llos puestos de canto, distinto a los otros, a la altura

del hombro izquierdo cuando ingresas por aquí, a los ciento tres pasos de esta entrada.

¿Investigar qué? –pregunté.

Bueno. Eso que ves no es una alcantarilla. Es un túnel que conecta con el cementerio.

¿Con el cementerio? –pregunté incrédulo.

Sí. Específicamente con el osario. Hay doscientos metros de túnel. Y según supe por un viejo cama-rada, de otros tiempos, de aquellos de militancia, de guerrilla, permanece intacto. Pero él… no sabe del tesoro.

Pero… ¿un túnel para qué?, si se puede saber. Bueno… te diré. Hasta hoy, solo pocas personas conocieron de su existencia. Ni los militares que tie-nen hasta planos de los viejos túneles de la ciudad de los tiempos de la colonia saben de éste. Era una vía de escape. Aunque también sirvió para escon-derse en días difíciles, en los tiempos de la guerrilla urbana. Esos parecen los túneles de las ratas que ves en la ruta de los accesos a la ciudad. Salen por todas partes de agujeros pequeños y desaparecen en otros, igualmente pequeños.

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Entiendo… pero conecta con un osario ¿no? ¿Para?

Bueno, en esos tiempos unos muchachos trabaja-ban en el cementerio y descubrieron que era fac-tible construir un túnel. Pero llevaría tiempo hacer-lo. Por ende diseñaron una estrategia interesante. Unos trabajarían de día y otros de noche. Como dos lo hacían de día, uno de ellos se pasó a la noche, con el argumento de que el de la noche estaba solo y temía que un susto le provocara un infarto. Así que uno se pasó a la noche y trabajaron mejor, sin nadie que mirara.

¿Y el osario… qué fin cumplió?

Don Rodrigo estaba confiándome lo que, por mu-chos años, había guardado como un secreto de guerra. Mucha agua había pasado desde aquellos días revueltos, de guerrilla, de lucha armada. Exca-vaciones se estaban realizando en los cuarteles a fin de descubrir los restos de personas enterradas clandestinamente.

Este túnel conectado al osario era algo más que un escondite en tiempos de guerra, algo más que una salida de escape. Adquiría otra significación en es-tos tiempos. Algo que aún no vislumbraba, ni por asomo.

El osario –continuó Rodrigo- era un punto muerto, un sitio no frecuentado más que por un par de ente-rradores, que cada cierto tiempo echaban allí restos de los cajones muy antiguos, los olvidados por fami-liares o responsables, quizás ancianos que dejaban de pagar por el servicio.

Era una vía de escape o de escondite, me dijiste, ¿no? Rodrigo.

Sí, efectivamente. Nunca sospecharon de este lu-gar usado como escondite. Y tenía la posibilidad de salida por la playa, tanto como por el cementerio. Al-gunos camaradas desaparecieron en el cementerio una noche de lluvia o una oscura tarde de invierno, y aparecían aquí en la playa, horas o días después.

¿Sí?

Pues sí. Teníamos provisiones para permanecer es-condidos por días. Hay unas especies de catacum-bas que nadie visita, las que no osan visitar ni si-quiera los viejos funcionarios. Por eso fue perfecto, factible de utilizar como escondite.

Don Rodrigo, con la paciencia del hombre maduro, entrado en años, caminaba con andar seguro, firme, lento, mientras relataba viejas anécdotas relaciona-das con el túnel al osario. Algunas historias me re-sultaron hasta risueñas, pero quizás no lo sintieron así los personajes, los protagonistas, los hombres y mujeres que recorrieron aquél túnel en esos tiem-pos revueltos.

Había algo en la mirada de Rodrigo, no sé qué exac-tamente, mezcla de nostalgia y cierta insatisfacción, quizás otras cosas. Lo cierto es que parecía que Don Rodrigo necesitaba contarle a alguien su ver-sión de las cosas.

Seguimos caminando mientras con su mano iz-quierda peinaba sus blancos bigotes y fijaba la vista en un punto lejano del horizonte, en nuestro camino de vuelta. Quizás la misma playa se parecía a un túnel, pero al final se veía un tono rojizo sobre el agua, donde se adivinaba la partida del sol, más allá de la línea.

Walter Hugo Rotela González

Nací en Formosa, Argentina, en 1968. Resido en Montevideo, Uruguay. Cursé la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Publico en mi blog Huellas de Pedro Buda – el formoseño y en Edito-rial Bubok.

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Como en el cine

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El hombre duplicadoPor: Luisa Fernanda Gónzalez Gómez

La filosofía y otras corrientes del estudio humano han sido durante siglos las encargadas de encon-trar el sentido del hombre, develar su naturaleza y velar por explicar qué hace a cada ser único pero a su vez homogéneo en su coexistencia con otros. Los tratados ontológicos son un ejemplo de la búsqueda por las cosas trascendentales del ser humano, de esta manera Saramago en toda su literatura ha hecho una exposición de algunos as-pectos o situaciones que llevan a sus personajes por experiencias que prueban la capacidad natu-ral de demostrar lo esencial en sus necesidades y búsquedas personales.

El hombre duplicado es una película dirigida por el canadiense Denis Villeneuve y estrenada en el 2013 bajo el título Enemy. Esta adaptación con-fronta las nociones de Adam Bell, protagonizado por Jake Gyllenhall, acerca de la vida que lleva y de quién es realmente en el mundo, una vez que ve una película y se da cuenta que hay un actor idéntico a él.

Tras entender que existe en el mundo una perso-na con la que comparte sus mismas característi-cas físicas sin que sean gemelos, el sentimiento de una leve obsesión lo lleva a salirse de su tran-quila y plana vida, para aventurarse en la búsque-da de su igual aun cuando su relación con Mary, interpretada por Mélanie Laurent, que ya está en crisis, pueda agravarse debido a esta repentina empresa.

Villenueve plantea un entramado de situaciones para mostrar parecidos significativos entre la vida de los dos personajes, las rutinas, sus parejas, sus conductas y expresiones cotidianas. De esta manera el thriller permite lapsos de reflexión antes de hilar los nuevos hallazgos de Adam.

Su concepto de independencia se va difuminan-do cuando lo asaltan preguntas sobre su propia existencia y la necesidad de ser único mientras se siente como una réplica poco distante de su reali-dad, que se desarrolla a medida que las personas cercanas y su familia se ven envueltos en lo que para Adam termina siendo un complot.

El doppelgänger como recurso para contraponer los conceptos del bien y el mal en las personas, es usado por Saramago y Villenueve. Sin embargo, la necesidad de resolver gráficamente el discurso del portugués obliga a aumentar la intensidad de su protagonista, de manera que la obsesión se convierte en el motivo para vivir de Adam. De esta manera intercepta el teléfono de Anthony, entor-pece la relación con su esposa, interfiere en cada aspecto de su vida hasta que comienza a sentir que pierde el norte de su objetivo.

Las representaciones de la vida de los personajes en la novela y la película se ven antepuestas a la oportunidad de Adam de dejar salir sus instintos primitivos, de esta manera se aleja de su zona de confort de una vida tranquila y sin sobresaltos, cuya reputación académica se mantiene intacta. Este personaje ensimismado, cuya vida sentimen-

Si la Historia se repite… ¿por qué no puede repetirse uno mismo?

Si uno mismo se repite… ¿deja de existir un “original”?Si yo ya no soy el original, ¿en qué me convierto, en una

burda copia de otro que ya existió?¿Quién soy? ¿Qué, soy?

José Saramago

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tal es estable pero no representa nada significati-vo para su concepción se ve avocado a replantear la importancia de su compañera sentimental en relación a la búsqueda de Anthony y de sí mismo.Desenredando el entramado que sale de lo lineal en la historia, el director se aventura a dar saltos en el tiempo y contar algunas escenas en repeti-das ocasiones haciendo énfasis en la ansiedad que le produce a los iguales la exploración de sus vidas enfrentadas. Este apoyo narrativo obliga al espectador a armar un rompecabezas que termi-na de forma súbita y lo deja con muchos cuestio-namientos sobre el desenlace.

El alto nivel de detalle que describe los persona-jes y su psique, permite hacer una introspección rápida, más no superficial de las condiciones in-trínsecas en las que se desarrolla la búsqueda. A diferencia de la adaptación anterior de Saramago del Ensayo sobre la ceguera (2008), donde no se percibió la capacidad descriptiva y la intención de mostrar humanamente la angustia que acarreaba su argumento, en esta producción es fácil detec-tar la intención de transmitir miedo, que es final-mente la sensación con la que se puede describir el posmodernismo.

Javier Gullón como guionista hizo una adaptación contemporánea y generalizada para todo tipo de audiencia, de esta manera es posible observar que esa situación representada en Toronto, es fácilmente adaptable en cualquier parte del mun-do simplemente ajustando la atmósfera. Sin em-bargo, el uso de elementos metafóricos como la inclusión de una araña o una llave, llevan a otro plano las interpretaciones que libremente se pue-den presentar a lo largo del relato.

El guion de El hombre duplicado se basa en la ac-ción para generar suspenso, y en silencios, para mostrar la personalidad de Adam, teniendo muy pocos diálogos. Se apoya en una excelente foto-grafía, oscura, para crear el ambiente adecuado a lo insólito, a las preguntas de sus personajes y a la duda de los espectadores.

Intencionalmente diseñada para jugar con los ele-mentos de la intimidad de los deseos existencia-

les masculinos, la propuesta trasciende al lado emocional e intelectual de los espectadores, pro-poniendo el análisis de las limitaciones de cada ser humano y el interés por buscar lo que puede complementarlo o destruirlo.

Para narrar la historia, se hizo uso de música ins-trumental de viento y percusión tipo Hitchcock elaborada por Danny Bensi y Saunder Jurriaans. Este recurso se ha empleado con éxito en la na-rración de películas de este tipo, que casi podrían catalogarse como B. Su tono incidental revela el enigma que conlleva cada escena acompañado por la intensidad lúgubre de la fotografía en tonos opacos y grises y manejos de cámara y planos que generan claustrofobia, agregando intensidad a los momentos decisivos.

¿Cómo poder reconocerse en medio del caos? ¿Acaso Adam y Anthony son la misma persona cuya vida se halla en el vórtice de su crisis entre sus relaciones interpersonales y miedo al compro-miso? Saramago y Villeneuve resuelven de mane-ras diferentes, el conflicto planteado alrededor de la búsqueda personal.

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Letra y música

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Closing time – Tom WaitsEn marzo de 1973 el mundo musical conoció a Tom Waits, con el lanzamiento de su disco de-but: “Closing time”, grabado con la discográfica Asylum Records, en la que a pesar de su mode-rado éxito y de recibir críticas positivas, no pue-de ser considerada una aparición fulgurante, al estilo de otros artistas como Bob Dylan, Bruce Springsteen o Leonard Cohen que, como el mis-mo Waits, terminaron por convertirse en íconos de la cultura popular.

Una voz rocosa y dramática, pero en igual medida convincente, sumada a una docena de canciones con un profundo contenido literario, que en su ma-yoría pueden encasillarse dentro del género folk, con influencia del jazz, le garantizaron al artista cali-forniano, en un proceso lento pero seguro, un lugar en la mente y el corazón de un par de generaciones que desde la década de los setenta, que hoy pare-ce demasiado lejana, han asistido a las constantes y en algunos casos increíbles transformaciones de Waits, que han llevado su obra, alternada entre la música y la actuación, de la romántica melancolía de los primeros años, a la atmósfera sombría y fan-tasmagórica de nuestros días.

De vuelta al tema que nos ocupa, recordamos en “Closing time”, la marcada resonancia de la ge-neración beat y en especial de Jack Kerouac y su emblemática novela biográfica On the road, cuyo frenético recorrido por las carreteras estadouni-denses permeó la composición de canciones como Ol’ 55, único sencillo del álbum, a la que basta dar un simple vistazo, para advertir el gusto a gasolina que deja “el camino” y de la que como dato curio-so, la versión de The Eagles, grabada en 1974, no despertó la simpatía de Waits, que incluso llegó a considerarla como poco aséptica.

Time went so quickly, I went lickety-splitly

Out to my ol’ ‘55

Pulled away slowly, feelin’ so holy

God knows I was feelin’ alive

And now the sun’s comin’ up

I’m ridin’ with Lady Luck

Freeway cars and trucks

Fragmento de Ol’ 55. Autor: Tom Waits

Completan el reparto del álbum canciones al más puro estilo del jazz, como Virginia Avenue, Midnight Lullaby y Grapefruit Moon, tranquilas y apasiona-das, aderezadas con el impetuoso y entrañable re-sonar de la trompeta. Mientras que el vértigo viene por cuenta Ice cream man, una de las composicio-nes más movidas y recordadas del disco, así como una de las favoritas de quien escribe. Cabe resaltar la fuerza lírica de Martha y el sonido instrumental de Closing time, que sirve como inmejorable colo-fón al primero de los 13 discos de estudio publica-dos a la fecha por Waits.

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And those were the days of roses, poetry and prose

And Martha all I had was you and all you had was me.

There was no tomorrows, we’d packed away our sorrows

And we saved them for a rainy day.

And I feel so much older now, and you’re much older too,

How’s your husband? and how’s the kids? you know that

I got married too?

Luck that you found someone to make you feel secure,

‘Cause we were all so young and foolish, now we are mature.

Fragmento de Martha. Autor: Tom Waits

Sin embargo, nada define mejor la sensación de estar a bordo de “Closing time” como el poema Tom Waits y las cosas, de la autora costarricense radicada en España Silvia Castro Méndez, incluido en su libro Agua, publicado por el sello Ediciones Torremozas en 2010 y que a continuación compar-timos con nuestros lectores.

Tom Waits y las cosas

Escucho Closing Time mientras los ojos.

Miro las siluetas empapadas de voz.

Esa bruma de esperapenetrando

el tapiz de la silla,la memoria que acecha entre las cajas.

Esponjas nocturnas.

Marzos en tránsito de hojas.

Detrás de las persianas hay un olor a oídosy Martha se mece en los faroles.

En la plaza unos perros se agitan.

Al fin de sus correas,otros caminan sordos de distancia.

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Cuento

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GrisSoy Bruno, a secas. Desconozco mi edad o fecha de nacimiento. Sé mi nombre porque he oído a otros pronunciarlo. Desde que tengo memoria soy un poco ciego y sordo e incapaz de comunicarme como no sea levantado una de mis cejas, lo cual, lejos de ser un gesto suplicante, más parece dis-plicente. Tal vez por eso la gente huye de mí. Esta apariencia desgarbada, el olor a humedad antigua y la constante rasquiña en el cuerpo, les debe pa-recer repulsiva.

Muchos se preguntaran al pasar por la esquina que habito por qué sigo aquí en medio de los escom-bros, aún después del accidente que consumió la casa y con ella, sus años incalculables. ¿Saben? No fue accidental. Lo de la veladora alumbrando la paz inalterada del santo de yeso que cayó de la cómoda luego de ser embestida por el vendaval y que se tiene por versión oficial de los hechos, no es cierto. Pero eso a nadie le importa. Que toda una familia mísera de un barrio mísero muera a cau-sa del humo o de las heridas provocadas por el fuego o bajo el peso recalcitrante de montones de escombros, a nadie le importa ya.

Recuerdo que esa noche arrastré a Marcos y sus ocho años de peso escalera abajo, mientras mis pulmones se llenaban de humo, pero no desper-taba. Lo dejé en mitad de la calle y regresé por Susana. Parecía una escultura al terror. La empujé,

la zarandeé, le indiqué una posible salida, me paré frente a ella con toda la rabia de que era capaz, pero en vano. No reaccionó ni siquiera ante la viga de madera chamuscada que le quebró las piernas con la facilidad con que se quiebra un cristal. Aún veo en mis noches sus ojos enrojecidos, clavados en un punto donde los límites que impone mi ce-guera parcial no me había permitido llegar: el des-valijado camastro, más inerme aún bajo el peso del techo y el polvo, y coronado de telarañas antiquísi-mas, donde sus otras dos criaturas ya eran cadá-veres en trance de sueño, ajenos a todo.

A Rufino lo encontraron después residentes del lugar a quienes el humo dio aviso. Dicen que se-guramente estaba ebrio o drogado, o ambas co-sas. Dicen que seguro no sintió nada. Dicen que de haber estado en sus cabales habría salvado a la familia. Dicen que había discutido fuertemente con Susana y luego de eso le había prendido “candela al rancho”. Dicen que era un buen tipo. Otros, que era un malandrín de poca monta. Yo solo digo que fue quien me recogió de una calle más miserable que esta y la primera persona en llamarme por un nombre: Bruno.

En cuanto a Princesa, estaba seguro que aún vivía, que solo estaba extraviada entre la multitud y la pri-sa. Entonces recorría las calles día tras día miran-do fijamente todos los ojos, con la esperanza de encontrar por fin sus ojos grises, a sabiendas de la molestia que implicaba para los demás sentirse observados así, tan descaradamente.

El día en que la traje conmigo, Rufino me miró con un gesto de pícara aprobación y dijo en voz alta: “Já, Bruno anda de amores. Donde come uno, co-men dos: bienvenida, Princesa”. Y se quedó. Y co-nocí algo de lo que siempre había escuchado ha-blar en abstracto: felicidad. Felicidad materializada en largos paseos, uno junto al otro, sin hablar, ya sea porque conocía mis limitaciones o quizá por-que ella misma era incapaz de hacerlo, pero siem-pre comunicados por medio de la mirada, del olor, de las huellas que iba dejando uno en pos del otro. ¡Princesaaa! Traté de gritar aquella noche nefas-ta, mientras buscaba su rastro en los escombros. Inútiles pulmones. Inútil garganta que no produce

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voz, sino apenas aullidos deformes. No pude ha-llarla y desde entonces por más vueltas que dé, me es imposible dormir tranquilamente.

La primera vez que la vi fue en la plaza de merca-do. Buscaba, igual que yo, algo para comer. De un negocio cercano sacaron un par de frutas des-compuestas, mezcladas con trozos de pan seco. Un verdadero botín que cedí para ella. El ham-bre me laceraba el estómago, pero verla saciar su apetito agradecida, calmó todas mis hambres anteriores y futuras.

Es obvio por qué continuaba allí: la esperaba. Ella siempre tuvo más facilidad para ubicarse en la no-che y evadir los peligros de la otra ciudad, la que vigilia con codicia el paso del transeúnte despre-venido. Hace un par de noches, sin embargo, la inquietud me impulsó a salir a buscarla, así, casi a ciegas, mojado de sudor y lluvia.

Deambulé inciertamente durante horas. Cuando sentía desfallecer, me tendía en el andén más próxi-mo. De vez en vez, me colaba en algún estableci-miento buscando algo qué beber, algo qué comer. De vez en vez, alguien me miraba con recelo y de-jaba para mí unas sobras en la calle. Recobraba fuerzas. Continuaba. Avanzaba. Me desplomaba. Hasta entonces, no había caído en cuenta de lo viejo que seguramente soy. Como decía Rufino: “ya no estoy para esos trotes”.

Un grupo de personas, de esas que reclaman para sí el dominio de una ciudad que en el día los ex-cluye, se había agolpado en una vía cercana, tal vez por la novedad efímera de un accidente. Los vi alejarse con gesto frustrado. Nada de valor qué rescatar, pensé.

Cuando todos se hubieron marchado quise acer-carme, por curiosidad nada más. Entonces, vi un caminito rojo mezclado con agua de lluvia, que iba a perderse en la alcantarilla y sentí un olor dema-siado conocido para mí… y sentí náuseas… y vi que la lluvia conmovida había lavado las heridas de ese pequeño cuerpo y hacía resplandecer su pelo, entre negro y cano. Y vi los ojos grises tanto tiem-po buscados, perderse en un punto del firmamen-

to. Y sentí algo de lo que siempre había escuchado hablar en abstracto: impotencia.

“¡Princesaaa!”, ladré entonces a la luna, “a la luna pálida”, y escuché por fin mi voz esquiva estrellarse contra el viento para luego perderse en su vacío gris.

Soledad Cadena

Bogotá. 1977. Autodidacta. Independiente. Ha participado en los colectivos Los Impresentables Literatura Emergente y Taller Virtual de Escritores. Sus relatos han sido publicados en portales litera-rios tales como Diversidad Literaria, Túnel de Le-tras y Universo de Libros.

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Para leer

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Publicada originalmente en 1971, dos años des-pués de la muerte de su autor, Poemas dispersos hace parte de la destacada obra poética de Jack Keruouac, uno de los autores estadounidenses más representativos del siglo XX, miembro de la denominada Generación beat y considerado como precursor del pensamiento que lideró los movi-mientos sociales de la década de los sesenta.

Este poemario incluye títulos como Mi amada que no quiere amarme…, Sentado bajo el árbol número dos, o Cuatro poemas de «San Francisco Blues», en los que pueden apreciarse las características propias de la corriente denominada poesía jazz y los rasgos distintivos de la obra de Kerouac, como la exaltación de la pasión carnal o su posición fren-te a determinados asuntos sociales. Además de hacer claras referencias al devenir literario y a la frenética vida del autor.

Poemas dispersosJack KerouacVisor libros

Aprender a pensar la danza desde su concepción ar-tística hasta el impacto cultural, es el ejercicio que minuciosamente se desglosa por los diez capítulos en los que se destacan los mayores exponentes de cada etapa de la danza contemporánea.

Entendiendo las reglas del arte coreográfico, Colomé se aventura a clasificar con suma rigidez el estilo y disciplina que encarnan figuras como Birgit Cullberg, Merce Cunningham y Carolyn Carlson. Sin embargo entiende que el arte no se puede someter a reglas inamovibles y que sólo el pensar y sentir de quien lo interpreta, es lo que le da la fuerza y relevancia.

A través de sus reflexiones sobre las opiniones en car-tas de Roger Garaud, permite acercar al conocedor y al lector general que reconoce en esta exposición la importancia de la reflexión de las expresiones corpo-rales, ya sean grupales, individuales y el contexto en el que se generan.

El indiscreto encanto de la danzaDelfín ColoméTurner

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La obra de ciencia ficción del autor inglés Brian Al-diss puede enmarcarse en dos líneas recurrentes, la de la historias distópicas, consideradas por algunos como anticipatorias; y la de los relatos futuristas o de interacción de la humanidad con los alienígenas, en esta última encontramos La Bóveda del tiempo, obra de culto para los amantes del género, en la que a través de una trama sencilla se nos plantea la po-sibilidad de expansión del mundo que conocemos, más allá de los límites de nuestra galaxia, e incluso de nuestra imaginación.

Esta obra es considerada como un memorable ejer-cicio de proyección del desarrollo de la humanidad a través de los siglos, preocupación presente entre los hombres, desde el inicio de los tiempos y que ha llevado a diversos autores a proyectar el futuro, con mayor o menor a acierto.

Esta novela da inicio a la célebre saga policiaca del detective sueco Kurt Wallander, que debe re-solver el brutal asesinato de una pareja de ancia-nos al tiempo que debe detener una persecución racial que se ha desatado a raíz de una filtración de información a los medios. Wallander deberá lidiar también con sus problemas personales, que incluyen un proceso de separación, la difícil rela-ción con su hija y la delicada condición de salud de su padre.

Los casos de Kurt Wallander han alcanzado una notoriedad comparable con la de personajes em-blemáticos como Maigret, de Georges Simenon, siendo llevados a la televisión, primero en su ver-sión sueca y posteriormente por la BBC, en la se-rie protagonizada por Kenneth Branagh.

De igual forma la obra de Henning Mankell ha in-fluenciado el desarrollo de jóvenes autores del género policíaco sueco, como Camilla Läckberg, Mari Jungstedt o Jo Nesbø.

La bóveda del tiempo Brian Aldiss

Asesinos sin rostro Henning MankellTusquets

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Poesía

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PoéticaYa no se quien dijo, hablando dela posible definición de la poesía,

que la poesía es eso que se queda fueracuando hemos terminado de definir la poesía.

Julio Cortázar

Tuvo que ser desterradoel antiguo deseo de silenciotuvo que recorrer sololos caminos de la edad.Conocer fracaso y decepción-más algún placer del cuerpo-hasta que llegara el momentooportuno, crítico, apelativoen que la palabra empujaracontra la pulsión encubierta,y al fin se reunieran.Corriente de aguaque lleva el río a la mar,mar que devuelveespuma con el oleaje.

Tuvo que ser tabla de salvaciónaparecida en la niebla del naufragio,inesperada balsa llegadael instante anterior al desistimientode todo maniobra de supervivencia.

Tuvo el neurótico que exponerse,ser encauzado hacia el ritmodel aliento, hacia la pausaentre cada respiraciónpara encontrar en ese intervalola calma que inspirarael flujo de unos versospreparados para el papel,para ser ensartadoscon el alfiler que clavauna mariposa por sus alas.

Tuvo que ser abandonadoel yo biográficopara ir al encuentrodel yo poético, distintoa fuerza de ser idéntico.Con los dientes apretadosdesde la vivencia del gritodel hombre abatidopor la fuerza del mundo.Para ser grito de socorro,del dolor y de la pena,excavación bajo la piel,esencia del suspiro materialen las esquinas del vivir.

Tuvo que ocurrir el encuentro,la conquista de la pasióndel camino propio,del propósito vital.Aparición del tiempo, el tempo,

no el de la expresiónsino el de la creación de una vozque se arrastra por el papelcon la pisada suave de la tortuga,caparazón habituadoa los temporales del océano.Decisión de retirar los sentidosdel mundo, si fuera preciso,para que la voz surgiera,se construyera en cada verso,se rehiciera en cada dudase cuestionara con la plumapreparada, inquieta, a la espera del vocablo preciso.

Poesía que, a lo sumo,pregunta por la luzque se cuela entre las grietas.

Enrique Arias Beaskoetxea

Nací un día de septiembre en una ciudad “adusta y oxidada”.Mi niñez transcurre en una ciudad africana,Parte de mi infancia en una latinoamericana.Mi adolescencia en un pueblo gris, lánguido.Con la juventud tomo la carretera y la mochila. Recorro varios países sin rumbo determinado.Sobrevivo, cambiando de ciudad, de empleos.Termino en una oficina, una mesa con papeles y una luz.Después de muchos años abandono esa vida.El cuerpo roto, la mente arrasada, el espíritu derrotado.Amé y fui amado por tres veces. Vivo retirado en un pueblo frente al mar.Enfermo y recluido en una pequeña casa.Retomo la escritura como única ocupación.

Fluido de paz

El río está inerte, pero no lo sientes.Escupe palabras ahogadasllenas de brisas frescas.Y cuando llora,arrulla hasta tu miradainconsolable.El río ama hasta que quiebraen primavera.Él siempre respira tus gritos ytus silencios burbujeantesen la profundidad.Su fría sangre abordatu calcina piely tus pies tocansu terroso cuerpo,siempre quieto.

Raúl Flores

Soy un estudiante de 21 años, estudio Economía en la Universi-dad Nacional Autónoma de México e Ingeniería en Matemáticas en el Instituto Politécnico Nacional. La poesía es la única forma en cómo puedo lidiar con la vida. Ella es mi principal desahogo.

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Por el túnel del tiempo

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10 de diciembre de 1990.El poeta y escritor mexicano Octavio Paz, recibe el Premio Nobel de Literatura.

13 de diciembre de 1797. Nace el poeta alemán Heinrich Heine, autor de obras como Libro de canciones, El salón y Romancero.

16 de diciembre de 1917. Nace el escritor inglés Arthur C. Clarke, autor de obras como 2001: Una odisea del espacio, El centinela y Cita con Rama.

23 de diciembre de 1881. Nace el poeta español Juan Ramón Jiménez. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956, autor de obras como Almas de violeta, Pla-tero y yo, Diario de un poeta recién casado y Sonetos espirituales.

1 de enero de 1818. La dramaturga británica Mary Shelley, publica su novela Frankestein, o el Prometeo moderno.

3 de enero de 1892. Nace el escritor y poeta sudafricano-británico

J. R. R. Tolkien, autor de obras como El Hobbit y El Señor de los anillos.

22 de enero de 1788. Nace el poeta inglés George Gordon Byron, mejor conocido como Lord Byron. Autor de obras como Don Juan, Horas ocio-sas, El corsario, Caín y Prometeo.

25 de enero de 1882. Nace la novelista ingle-sa Virginia Woolf, autora de obras como La señora Dalloway, Al faro, Las olas y Una habitación propia.

29 de enero de 1595. Se estrena en Londres la tragedia Romeo y Julieta de William Shakespeare.

2 de febrero de 1882. Nace el escritor irlan-dés James Joyce, autor de obras como Ulises, Exiliados y Retrato del artista.

16 de febrero de 1947. Se estrena Las criadas de Jean Genet, autor de obras como Las criadas, Santa Ma-ría de las flores, Los

negros, Los biombos y El condenado a muerte.

24 de febrero de 1786. Nace el escritor y lingüista alemán Wil-helm Grimm, autor junto a su hermano Jacob de obras como Hansel y Gretel, Blan-canieves y los siete enanitos, Rizitos de oro y los tres osos, El flautista de Hame-lin, La Cenicienta, La bella durmiente, El sastrecillo valiente y Rapunzel.

27 de febrero de 1902.Nace el escritor es-tadounidense John Steinbeck, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1962. Au-tor de obras como De ratones y hombres, Las uvas de la ira y Al este del paraíso.

2 de marzo de 1904. Nace el escritor esta-dounidense Theodor Seuss Geisel, cono-cido como Dr. Seus, autor de obras como El Grinch robó la navi-dad y Huevos verdes con jamón.

11 de marzo de 1846. Nace el escritor y nove-

lista italiano Edmundo de Amicis, autor de obras como Corazón, Los amigos, Cons-tantinopla y La vida militar.

26 de marzo de 1911. Nace el dramaturgo estadounidense Thomas Lanier Williams III, más conocido por el seu-dónimo Tennessee Williams. Ganador del Premio Pulitzer de Teatro en 1948 y 1955. Autor de obras como Un tranvía lla-mado deseo, La gata sobre el tejado de zinc, El zoo de cristal, La noche de la iguana y La rosa tatuada.

4 de abril de 1914. Nace la novelista, guionista y directora de cine francesa Mar-guerite Donnadieu, mejor conocida por su seudónimo Margue-rite Duras. Autora de obras como La vida tranquila, El marinero de Gibraltar, El dolor, La amante inglesa y La vida material.

6 de abril de 1943. Se publica El principi-to, del escritor y avia-dor francés Antoine de Saint-Exupéry.

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En el arcén del teatro

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Muerte, fiesta, Catrina y mezcalPor: Daniel Casas Vargas

Más allá de la vida está la muerte, más allá de la muerte otro camino por recorrer en un próximo des-tino, del que poco se conoce como cierto, la puerta giratoria por donde se entra para salir convertido en esencia y que el inframundo devuelve a la atmósfe-ra terrenal de cuando en vez. Se deja de ser carne para ir y volver en alma con la misma identidad, en un viaje por las varias estaciones de una ruta que no acaba con la muerte y que parece ser mucho más larga y ancha que la vida, peligros que amenazan el descanso eterno para los cuales se debe ir prepara-do, como una batalla que se libra para morir en paz o por lo menos a la luz de la plenitud, y las reglas de la muerte que diseñaron los dioses para que los mortales aprendieran de la leyes de ese reino al que todos llegaremos.

Mictlán, el reino de la muerte, al que los ancestros de los indígenas mexicanos dieron ese nombre, es el lugar donde tienen su última morada todos los que se han ido, excavación de tierra que termina en el inframundo, donde todo vuelve al principio de la creación, porque de la tierra brota la vida y de la vida la muerte, y la muerte se lleva esta al hoyo, luego de un agotador viaje que no termina hasta cuando la propia muerte, dueña y señora de sus designios decide que las almas están listas para dormir en la eternidad y despertar cuando las reclamen sus pa-rientes en un homenaje que estos les ofrecen de bienvenida a la que siempre fue su casa en vida. No hay asunto más serio que la muerte, con toda la solemnidad y el misticismo que encierra, al tiempo

Vivir es ir muriendo y nacer es empezar a morir, dijo alguien en cierta ocasión, cuando descubrió que en vivir solo el tiempo es la distancia entre un acto y otro, la vida y la muerte, ambas se conocen, una ad-vierte la existencia de la otra sin conocerla, sin espe-rarla sabe que va a llegar para arrancarla de su due-ño. La otra aguarda para reclamar la que es suya, le pertenece y la lleva a su reino, de donde nada saben los humanos más que irrumpe y está al acecho. La vida le teme a la muerte, no quiere saber de ella, solo pretende conducirse con intensidad: respirar, sentir, palpitar; el aire, el mundo, el cuerpo… Todos la quieren y creen que merece la pena luchar una, mil y todas la veces que sea necesario con tal de te-nerla. La muerte es indeseable, los vivos la resisten, no terminan por entender sus designios, produce el dolor de propios y extraños, aunque cuando llega ya no se es, porque el alma se ha ido y no existe el sufrimiento del cuerpo que padeció, más que el de los dolientes de quien finó.

Viaje sin regreso, porque solo se vive y se perece una vez, desfiladero del tiempo, precipicio hacia otra dimensión, túnel por donde el alma sale del cuerpo para ser de otra manera: es esa la muerte, la parca, la sombra, la oscura presencia que apaga los sue-ños de la vida que fue, del último aliento que se ha ido, del humano que ya no será más. Extinguir la vida es su obra, pero también lo es avisar a sus deudos, que más allá de la nada y el vertiginoso descenso a sus inefables profundidades existe todo aquello de lo que no se sabe, donde el cuerpo no es más que el vehículo que usó el espíritu para habitar la tierra, y que ahora es puesto en el lugar al que pertenece, para luego ascender a otras coordenadas sin tiem-po ni espacio, pero sí de un modo que trasciende en la eternidad, como está en la arraigada convicción de quienes celebran la muerte y la visita de quienes se fueron, cada día 2 de noviembre en México, des-de la lejanía de los días prehispánicos.

“La muerte decía Posada,- es democrática,- ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre toda la gente, acaba

siendo calavera”.

Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (mural) – Diego Rivera

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que un motivo de no poca menos alegría con la que vive México, la fiesta de sus muertos, esos a los que honran con fiesta en una tradición cuyo fervor no escatima en viandas, bebidas y bailes en su honor, a los que con incomparable euforia se llevan en la piel y el corazón como a la patria.

Abrazar la muerte y compartir la esquiva memoria que otros tienen por ella, es el tributo que desde siempre han rendido en México y lo que era antes de serlo, a los suyos que ya no están, cómo vínculo estrecho entre vivos y muertos, cuya comunicación no pierden solo porque unos se quedan y otros se van. Con el dulce aroma del reencuentro familiar, se edifican altares en honor los huéspedes de turno, a los que espera una hospitalidad que sobrepasa el tamaño del entendimiento y la comprensión de los mortales, una íntima comunión que ni siquiera los conquistadores pudieron arrancar de la convicción de un pueblo heroico que ha defendido sus tradi-ciones y una herencia a generaciones enteras que no renuncian a la fiesta con la que la Iglesia y sus santos terminaron emparentándose.

Principio y fin de la vida, comienzo de la muerte y regreso de ella, intermitencia entre un estado y otro; vida y muerte, muerte y vida, que por un día coexis-ten para disfrutar de su mutua presencia. Enlazados por la tierra, el fuego, el aire y el agua. La fiesta don-de la tierra está en lo efímero de las flores, el sabor de las frutas y el alimento del pan; donde el fuego prende las velas que guían los pasos del muerto que vuelve; el aire viaja a través de los mantos y velos como símbolo de la ascensión del alma; y el agua purifica el espíritu que está de regreso.

Teatro donde la vida se viste de muerte y cada ho-gar devoto le dibuja la senda a sus invitados que partieron al más allá, para que disfruten de los ban-quetes llenos de sazón y color que los alimentaban en vida, de los dulces y todas las bebidas que les embriagaban de alegría durante su paso por donde fueron. Calaveras de azúcar que sonríen, cirios que iluminan las fotos que retratan a los dueños de los altares, incienso que enseña el camino a la celebra-ción y papelitos picados que engalanan la vuelta: son parte de la escena que los actores de reparto preparan al protagonista.

El día de los muertos, aquél donde está permitido bailar con la muerte, donde la vida se pone en sus zapatos y ambas se vuelven cómplices, para po-nerse de acuerdo sobre la importancia que tienen, donde la muerte cede por una vez a los encantos de la vida y le devuelve a la vida una sonrisa, disfra-zándose con sus atuendos para coquetearle en for-ma de Catrina. El esqueleto de mujer, de sombrero aristócrata, que inmortalizó José Guadalupe Posada para ironizar en principio sobre la crisis de identidad de ciertos mexicanos de raza indígena, y que luego Diego Rivera la convirtiera en el vivo homenaje a la muerte, al sentir de una nación por sus muertos, y uno de los símbolos más grandes de la mexicanidad. Espectáculo en vida de bienvenida a la muerte, a la Catrina que se disfraza de ambas, para ser la em-bajadora de su reino en la tierra y cuya comitiva de almas se despiden, brindando por ellas con mezcal en el panteón.

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Lo que empieza con la intuición de satisfacer una necesidad comunicativa en circunstancias acciden-tales, ya no lo será, cuando fluya una vocación por desarrollar toda una inclinación artística que deriva en manifestaciones tan complejas como el teatro, y que se nutren de componentes como la actuación, el drama y la escenografía; siendo el Teatro de mu-ñecos o Teatrino, un arte tan antiguo como el gran “Teatro de los humanos”, donde se pone en relieve el protagonismo de personajes de madera con el rostro bien pintado, de movimientos debidamente articulados en armonía con sus gestos y voces, para interpretar las partituras que ejecutan coreográfica-mente, fieles al papel por el que cobran vida.

Un halo de misterio se cierne alrededor de la crea-ción de estos seres emparentados con los títeres, pero con un diseño más sofisticado, que se extien-de de su cabeza hacía las extremidades, para lograr un movimiento más parecido al de quien los accio-na, con hilos desde un triángulo. Historias las hay muchas, pasando por China, India, Egipto y Grecia; donde se encontraron muchos de estos muñecos dotados con un sistema de alambre y cuerdas, por debajo de sus cuerpos vestidos, que indicaban su capacidad para ser maniobrados, como ocurrió en una antigua ciudad del Nilo, con el hallazgo de pe-queñas figuras articuladas contenidas en una cabi-na, como una escena de un acto teatral en miniatura.Marioneta, palabra cuya raíz se deriva del diminu-tivo en francés de María, que es Marion, y que un autor también galo asoció, en lo que tenía que ver

Cuenta la leyenda que en tiempos remotos, cuando el hombre tenía en las cavernas su refugio y en el fuego su guía, cómo en las noches de penumbra descubre entre las sombras el movimiento extraño de su propia figura, proyectado en los murales de roca, para terminar creando escenas cuyo reflejo de luz configuraba con viva animación el primer teatro de la vida. Así mismo se daba cuenta de todas las imágenes captadas por el fenómeno a su paso, lo que motivó su ingenio para que las dibujara en la piedra como recuerdo de la memoria y representa-ción del entorno que vivía, donde los animales te-nían un lugar importante y simbolizaban aspectos de divinidad y de culto. Era como si en una cadena de revelaciones el hombre descubriera el arte por ins-tinto, al recibir del mundo todo lo que le inquietaba para luego manifestarse frente a él, la vida grabada y la vida en movimiento, dos dimensiones que ele-varán la creación humana y su producción artística, como ocurrirá en un planeta de pequeños habitan-tes gobernados por los hilos de la genialidad: las marionetas, suspendidas desde un tiempo tan leja-no como el hombre y sus misterios.

En principio fueron las máscaras de personajes, héroes y divinidades cuyas identidades iban sus creadores atribuyendo en un plano de vinculación espiritual entre la naturaleza y las creencias de cada sociedad, las que engalanaban rituales mágicos, que sugerían escenas teatrales, si bien para ese momento el teatro que se desplegaba respondía a matices ceremoniales, buscando el arraigo y trans-misión de valores, que explicaban la cosmovisión desde la mirada de una cultura. La fijación por los objetos y su significado daban cuenta de los valores ocultos y compartidos por las distintas civilizacio-nes, la imagen y su representación material se to-maba el imaginario social, al tiempo que se imponía como el método más lúdico para fundar la religión y hacer comprender sus alcances, a partir de piezas de todos los tamaños que personificaban a los dio-ses, mitad humanos, mitad animales, algunos; otros moldeados a semejanza de los hombres de su tiem-po, y cuidadosamente caracterizados.

Teatro de sombras al de hilosPor: Daniel Casas Vargas

Fotógrafo: hugenot /http://www.freeimages.com

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con María y la Biblia, debido a una referencia en la historia, que aproxima este espectáculo a la repre-sentación de los pasajes bíblicos a cargo de dicha técnica donde se utilizaban muñecos con estas características. No obstante las marionetas fueron, deslindándose de ese plano ceremonial, que las en-cerraba en el misticismo religioso, para incursionar en la amplitud del arte teatral y todas sus posibilida-des, tanto así que hicieron una carrera como géne-ro, conduciéndose con vida propia hasta lograr que la dramaturgia se adaptara a su lenguaje y las obras tuvieran motivo en aquellos seres que ganaron un espacio en la cultura popular, luego que solo tuvie-ran lugar exclusivo en los recintos palaciegos de los reyes y nobles.

El ingenio de la técnica y la belleza del montaje cautivaron a un público que iba en aumento, pues se trataba de toda una composición escénica, que revestía de un entramado cuyo efecto de entrete-ner era inevitable dejar de producir. Las obras de marionetas y títeres alimentaban incluso la literatura de los grandes clásicos como Goethe y Cervantes, quienes recibieron los insumos de estas piezas para construir sus novelas; en tanto que la ópera ponía sus letras al servicio de aquellos muñecos, que con-taban y actuaban historias que hablaban al alma de los espectadores adultos que volvían a ser niños, y a los niños que las digerían como grandes.

No se hizo esperar que los grandes clásicos de li-teratura universal fueran adaptados y reafirmados a través de sus versiones en marionetas, cuyo éxito sería arrollador dentro de la población infantil, como un instrumento que se convirtió en pedagógico para enseñar los títulos originales. Cuentos como Blanca nieves y los siete enanitos, La bella durmiente, Pe-ter pan, El gato con botas, Caperucita roja, La ceni-cienta, Cascanueces y Juanito y los fríjoles mágicos hacen parte de la selecta galería de obras, inmorta-lizadas por este fantástico mundo de hilos mágicos, y que se hicieron célebres por su amplia difusión en el escenario de los teatrinos y su milenaria historia.Tradición, cultura y universalidad son los rasgos que mejor definen el arte que transmiten las marionetas, conducidas con destreza mental y manual, para ha-cer volar la imaginación del público que las recla-ma. Juego dramático que acerca a niños y adultos,

en una experiencia lúdica que ha visitado el mundo desde siempre, y que en el caso colombiano llegaría en 1798, a la ciudad de Cali, con un titiritero espa-ñol que puso al descubierto el arte de un oficio que vino para quedarse.

Muñecos a los que se pone el corazón, a los que hombres como Jaime Manzur Londoño, deja que sean las estrellas, los invitados especiales a los que hay que conocer y que tienen mucho para contar en cada función.

Sede Fundación Jaime Manzur. Foto: Túnel de letras

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Filarmónica de Israel, bajo la dirección del maestro Zubin Mehta; como también las de la Orquesta Sin-fónica Simón Bolívar, a cargo de su director Gusta-vo Dudamel; las del pianista András Schiff; y las del Philarmonia Berlin Quartet.

Como hecho de gran importancia musical y con-memorativa de estos 5 años, fiel a una tradición que hace 2 años fundara, el Festival Internacional de música de Bogotá, con el lanzamiento del ho-menaje a Ludwing Van Beethoven, y una serie de conciertos, que dieron tributo a la prolífica obra del genial músico alemán; en su segunda edición, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, vuelve con la celebración de la producción de otro grande, Wolfang Amadeus Mozart, donde serán interpreta-das las notas del músico austriaco, en no menos de 63 conciertos y 18 escenarios, en un tiempo record entre el 1 y 4 de abril de 2015. Como parte de un ciclo temático que se ha propuesto para festejar a compositores, géneros y movimientos musicales.

En lo que será el menú de piezas teatrales, luego de presentar con éxito obras de gran formato con invitados nacionales, como La Gata Cirko de Co-lombia; e internacionales del tamaño del actor esta-dounidense John Malkovich y el Teatro de Arte de Moscú con una aclamada versión de Crimen y Cas-tigo. El nuevo año pretende ahondar en la búsqueda de obras clásicas del repertorio universal, como en las nuevas creaciones de las más importantes com-pañías de Colombia y el mundo, como sucederá cuando se presenten a su turno: Banquete Antropo-fágico, del Teatro Varasanta, de Brasil, que explora la visión de un movimiento de ese país, del mismo nombre del título de la obra, surgido en los años 20; En la Sombra del Amazonas, de la Compañía Horizontal-Vertical, cuyo proyecto franco-colombia-no, disecciona visual, sonora y olfativamente, parte de los testimonios de los secuestrados de las Farc, desde Ingrid Betancourt, Luis Eladio Pérez, John Pinchao, y el periodista francés Romeo Langlois; y La Vida Crónica del Odin Teatret, de Dinamarca, uno de los referentes mundiales del teatro contem-poráneo, que regresa con su más reciente creación, luego de su paso por 63 países, con más de 76 espectáculos originales.

Así mismo, en un recorrido que ha seguido los rítmi-cos pasos de los mejores exponentes de la danza contemporánea, el ballet, la zarzuela, el flamenco, y la danza folclórica colombiana; han concurrido para

Próximo a celebrar su primer lustro, luego de alcan-zar un importante lugar en la escena teatral no solo de la capital, sino también del país, el continente y el mundo, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo sigue avanzando en la carrera de un sueño vertigi-noso que nació el 26 de mayo de 2010, para ins-talarse en los tablados y el corazón de un público, que sin duda se dejó conquistar por la propuesta encantadora, de imponente estética y escenarios inquietantes que se encomendó como misión. Para lo que será una quinta entrega de espectáculos que amplían el teatro y sus posibilidades, como ha sido la marca registrada de su iniciativa y que no ha esca-timado en esfuerzos por consolidar el modelo cultu-ral de una joven empresa artística, 2015 será el año para reafirmar los valores creativos y de diálogo con otros tanto países y lenguas, en una fiesta donde los grandes ejes de sus presentaciones: teatro, danza, música y familia, contarán con el habitual despliegue de calidad y las sorpresas de lo inédito de tan ambi-ciosos montajes, que tienen por costumbre llevar a los espectadores.

Con el propósito de satisfacer todos los gustos, como ha sido característico en su programación, al componer todo un recetario musical, que incluye en su temporada: sinfónica y lírica, grandes solis-tas, voces del mundo, jazz y Colombia es música. Es para destacar en los grandes pasos del Teatro, en tan corto tiempo, las presentaciones de la Orquesta

El Coloso está de fiestaPor: Daniel Casas Vargas

Ballet Grand Jeté - http://www.everystockphoto.com/

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bailar en esta historia, el Ballet de Leipzig, el grupo Corpo de Brasil, el Bejart Ballet Lausanne, la com-pañía Netherlands Dans Theater, el Ballet Nacional de Holanda, y El Colegio del Cuerpo de Cartagena. Ahora el turno será para la Triknia Dance Company de Colombia, con su obra, La esquina desplazada, como propuesta coreográfica de danza contempo-ránea, que explora el drama del desplazamiento, la soledad y el abandono; la compañía española de danza flamenca, María Pagés, con su pieza emble-mática del género, titulada, Autorretrato; el Ballet Nacional Sodre de Uruguay, con motivo de sus 79 años de vida, presentando, El Mesías, obra homó-nima del oratorio compuesto por Georg Friederich Haendel, bajo la dirección del reconocido coreógra-fo Julio Bocca; y el esperado e impactante estreno de, La Cenicienta, montaje a cargo de la compañía Malandain Ballet Biarritz de Francia, cuya versión del coreógrafo Thierry Malandain promete una vi-sión única y personal de este clásico del ballet, con la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.

Hacer del teatro, un lugar común donde la familia estrecha sus lazos y complicidad en torno a las manifestaciones de la cultura, ha sido uno de los motores de una aventura que no se detiene, en la creación y formación de nuevos públicos. Es así como la programación infantil ha ido creciendo, con espectáculos de música, danza y teatro, como su-cedió en 2013 con el XI Encuentro de la Canción Latinoamericana y Caribeña. Para una nueva tem-porada que se avecina, se preparan, por Colombia, el Teatro Tierra, con La isla del tesoro, basada en la novela de Robert Louis Stevenson, un clásico de aventura que ningún niño puede dejar de conocer; y Canticuénticos de Argentina, una muestra de rit-mos propios del folclor argentino, que con humor y creatividad, invitan al público de todas las edades, a imaginar pensar y preguntar.

Hemos hecho un viaje entonces, por lo que ha pasa-do y nos espera, para celebrar los primeros 5 años de un coloso del teatro, en una historia que apenas comienza ¡El coloso está de fiesta!

Max Raabe 1/ Fotógrafo: Teufert

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Palabras, palabras, palabras

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“Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.

Albert Camus

“De todas las cosas sin importancia, el fútbol es, de largo, la más importante”.

Juan Pablo II

“Nada hay más admirable y heroico, que sacar va-lor del seno mismo de las desgracias, y revivir con cada golpe que debiera darnos muerte”.

Louis-Antoine Caraccioli

“Escribo por la misma razón que respiro... porque si no lo hiciera, moriría”.

Isaac Asimov

“La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”.

Voltaire

“Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras”.

Truman Capote

“No te pongas en el lado malo de un argumento simplemente porque tu oponente se ha puesto en el lado correcto”.

Baltasar Gracián

“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”.

Julio Cortázar

“Para la mayoría de nosotros la verdadera vida es la que no llevamos”.

Oscar Wilde

“Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escri-ben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror inherente a la condición humana”.

Graham Greene

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