Revista "La Ventana"

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edición no. 1 | agosto 2010 Precio: C$60

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Trabajo final de la case de Diseño Gráfico... Que debería de llamarse "Diseño Básico"...

Transcript of Revista "La Ventana"

edición no. 1 | agosto 2010

Precio: C$60

Contenido

La estaca en el corazón

Sergio Ramírez Pág. 1-2

Recuerdo de una juventud que se apaga

Anagilamara Vílchez Zeledón Pág. 3-4

Los dilemas de la democracia

Alejandro Serrano Caldera Pág. 5-6

Personaje del mes

León Tolstói Pág. 7-10

Segmento ecológicoLa Sociedad del desperdicio

Alejandra Rodríguez Serrano Pág. 11-12

Una mirada a la mitología

La historia de Psique y Eros Pág. 13

Sinopsis literariaMi viaje a Etiopía

Ilich Buitrago Aguilar Pág. 15-16

EDITORIAL

“La Ventana” es un proyecto que nace a partir de la idea de conjugar el arte, la historia, la literatura y el diseño en un solo trabajo, es así como re-visando en la memoria encontramos el poema de Alfonso Cortés , escritor nicaragüense famoso por su capacidad de ver más allá de lo aparente, por ello tomamos uno de sus más aclamados poemas y lo usamos como titulo de nuestra revista.

Para elegir la portada nos preguntamos qué personaje puede resumir con su trayectoria todos los elementos que deseamos conjugar en nuestra revis-ta, por eso elegimos unánimemente a Sergio Ramírez Mercado, periodista, historiador, político, poeta y muchas otras cosas más que lo hacen todo un camaleón en el ámbito las artes.

Al pensar en el contenido ideamos diversos temas que se refieren a los princi-pales conflictos que afectan a la sociedad actual, entre ellos la inestabilidad en la política, el olvido de la historia, la falta de lectura e imaginación y el mal uso de los recursos naturales.

En el uso de los colores nos concentramos en el blanco y el negro, principal-mente, por su seriedad y elegancia, ya que va muy acorde con el concepto y contenido de la revista.

Decidimos usar el color negro de fondo en algunas páginas para dar realce al color de las imágenes y el blanco para las fotos que tienen tonos grisáceos, alternando blanco y negro en todas las páginas de la revista.

Atentamente,

Alejandra Rodríguez SerranoAnagilmara Vílchez Zeledón

Ilich Buitrago Aguilar

Realizadores

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LA ESTACA EN EL CORAZÓNPor Sergio Ramírez

No recuerdo si me lo contó Jon Le Anderson, o lo he leído en alguna de sus crónicas, pero el caso es que alguna vez entrevistaba en Bucarest al dictador Nicolás Ceausescu y el diálogo llevaba

mala fortuna porque aquel hombre desconfiado regateaba las palabras, hasta que al entrevistador se le ocurrió hablarle del legendario príncipe Vlad, conocido como “el empalador”, cruel y feroz con sus semejantes, pero que en la historia de Rumanía pasa por un héroe de la resistencia contra los turcos.

Esta mención bastó para que a Ceausescu se le iluminara el rostro y empezara a extenderse sobre las hazañas patrióticas de Vlad, con lo que quedaba claro que hablaba de sí mismo. Ceausescu era Vlad, o se creía Vlad, quería encarnarlo.

El conde Drácula, el personaje sediento de sangre, dotado de vida eterna y afilados colmillos, creado en su novela de 1897 por Bram Stoker, es un sucedáneo del viejo príncipe Vlad, el mismo que tras empalar a sus víctimas recogía en un cuenco su sangre para remojar el pan que se comía, y que juzgaba la mejor de las salsas. Drácula, tampoco lo olvidemos, significa diablo. Un diablo sediento de sangre humana.

Drácula dejó hace tiempos las páginas de la novela de Stoker, y entró con sus pro-pias alas a volar en el mundo de los vampiros, siendo él el vampiro

por exce- lencia, un mundo multiplicado por el cine y que cobra hoy una vigencia postmoderna en la litera-tura de consumo masivo, dígalo sino el éxito de las n o v e - las en serie escritas por Stephenie Meyer, q u e comienzan con Crepúsculo , destinadas al

público juve- nil, y de las que se han vendido veinticin-co millones de ejemplares en treinta lenguas.

Los vampi- ros duermen en el día el sueño de los muer-tos y sa- len de sus sarcófagos al irse la luz del sol para

llevar adelante sus correrías, buscando clavar sus colmillos en el cuello de las doncellas y así

convertirlas, a su vez, en vampiresas. Es lo que hemos visto tantas veces en las películas que re-

crean las hazañas del conde Drácula, desde los tiempos de Béla Lugosi y Boris Kar-

loff, los vampiros más veteranos del cine.

Pero regreso a Nicolás Ceausescu, que tanta inspiración sacaba del prín-cipe Vlad, alias el conde Drácula, por-que acaba de ser removido de su sar-cófago, junto con su esposa Elena, poco más de veinte años después de que ambos fueron fusilados tras un juicio sumario el 25 de diciembre de 1989, bajo cargos de genocidio,

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enriquecimiento ilícito, daños a la economía nacional y toda clase de abusos de poder.

No les cobraron en esa lista la me-galomanía, el desorbitado culto a la personalidad, ni los delirios de gran-deza, pues las efigies y las estatuas de ambos estaban por todo Bucarest y por todas las demás ciudades del país, y el Palacio del Pueblo, que se habían mandado construir en la capital, competía por ser el edificio más grande del mundo, sólo com-parable al Pentágono, y sino el más suntuoso, el de peor mal gusto.

En 1989 el matrimonio Ceausescu se hallaban en la cúspide de su poder, después de haber empezado desde muy abajo, él electricista y ella obrera textil, lo que no impidió que la universidad le obsequiara el título de doctora en Ciencias Químicas. Eran dueños del mando supremo sobre el ejército, sobre el aparato del Partido Comunista, sobre la burocracia gubernamental, sobre los servicios secretos, los tribunales de justicia, los sindicatos, las fuerzas de choque, las organizaciones juveniles, y en fin, sobre las masas que acudían a sus manifestaciones, y dueños del poder, claro está, de mandar a empalar a cualquiera que no estuviera de acuerdo con el credo de que Ceausescu era el Gran Conductor, armado de un cetro real que él mismo se había mandado hacer en oro puro. Ella, mientras tanto, se hacía llamar la Madre de la Nación. Pero es lo que pasa con todos los dictadores, que cuando creen hallarse en la cúspide, es cuando la polilla se les ha comido el piso sin que se den cuenta.

Esa Navidad de 1989, Nicolás y Elena convocaron una manifestación de apoyo a la que concurrieron miles, llevados igual que otras veces en autobuses desde todos los rincones de Rumania, y entre aquella masa vistosa en la que campeaban miles de retratos de la pareja, se hallaban como siempre los jóvenes aguerridos de las juventudes comunistas que, también como siempre, ocupaban las filas delanteras. Son los que comenzaron a abuchear a Nicolás y a Elena que no entendían lo que pasaba, y lo que pasaba es que prendía la rebelión que acabaría ese mismo día con su poder omnímodo.

Pueden verse esas imágenes en YouTube. Mientras pronuncia su discurso y escucha los abucheos ensordecedores, Ceausescu, trata se seguir, pero se interrumpe. No puede creerlo. La masa inmensa se agita en su contra. Ella, que era mujer de armas tomar, ordenó que abrieran fuego sobre los manifestan-tes. No le hicieron caso, y ambos huyeron en un helicóptero, ya el ejército también en rebelión, y luego de ser capturados siendo prófugos, es que fueron juzgados en juicio más que sumario, y sentenciados a muerte. Fueron puestos en el paredón de fusilamiento con los abrigos de invierno que andaban puestos. Me he acordado de lo que cuenta Jon Lee Anderson en relación al entusiasmo que la mención del prín-cipe Vlad, “el empalador”, despertó en Ceausescu cuando aquella entrevista en alguno de los aposentos del infinito Palacio del Pueblo en Bucarest, ahora que Nicolás y Elena han sido exhumados, no porque alguien fuera a clavarles la estaca en el corazón a fin de que nunca más vuelvan a despertar, sino porque sus parientes buscan comprobar si verdaderamente son ellos los que yacen en sus sarcófagos, ya que fueron enterrados en secreto ante el temor de que la gente enardecida profanara sus cadáveres. Es una exhumación que pasó bastante desapercibida, pues resonó más la que el presidente Chávez hizo de los huesos del Libertador Simón Bolívar, cuya calavera alcanzó a tener entre sus manos, y pudo interrogarla. Pero ésa es otra historia.

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w.escritoresnicaragua.com

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León, 51 años después de la tragedia

RECUERDO DE UNA JUVENTUD QUE SE APAGA

Por Anagilmara Vílchez Zeledón

La calle hoy está vacía, los lamentos que resonaban al compás de los disparos ahora se escuchan lejanos, el eco del llanto habita en las casas vacías que se visten de nuevo para olvidar el trágico episodio de aquel

funesto día.

Muchos pasan indiferentes ante la historia, trazo del tiempo del que hoy ya no queda nada más que el concreto vestido de un triste celeste, que carga en su pecho la gesta de cuatro muchachos que murieron en la plenitud de su vida y la sangre de otros que vivieron para inmortalizar la historia. “Oí los gritos, al escuchar los disparos toda la gente corría”, “ellos pasaron gritando, andaban de huevones queriendo pasar por el cuartel”, recuerda un moreno anciano que cubre sus ojos con gafas oscuras para evitar que en ellos entren los calientes rayos del sol que iluminaba la tarde ese día, él está sentado en un banquillo, mientras otro señor, con su cabello blanco y con una apariencia más cálida lustra sus zapatos y escucha atento lo que él me dice.

“Mi nombre no es importante, lo realmente vale es la historia” con ímpetu responde el testigo y fuente de este relato, él es un confidente anónimo de los hechos y a pesar de que no me dice su nombre me cuenta sobre

lo que en aquellos días era su profesión “estudiaba mecanografía en la esquina, mientras pasaba la tragedia”.

En cambio, un señor con rostro más amable me dice “los muchachos se recuerdan como héroes que cayeron por la patria”, Eliseo Esquivel es su nombre y en aquella época tenía 18 años, actualmente, a

sus 69 años quizás su piel no tiene la misma juventud, pero el recuerdo de ese día se mantiene intacto.

Hoy, existen dos versiones de la anécdota, una, heroica e imponente que cuenta con valentía de fiel salvador lo que ocurrió la tarde del 23 de ju-lio de 1959, para los autores de esta visión de los hechos “el joven de esa época corría peligro” y el salir a las calles gritando “libertad” era la mejor forma de tender un brazo hermano que recordara a los nica-ragüenses que aún existía la solida-ridad.

Pero, la otra versión de la historia es más complicada, ya que tiene el ímpetu y la indiferencia del recla-mo “los muchachos provocaron y la guardia respondió”, fue la res-puesta de nuestro testigo anónimo al preguntarle qué desencadenó la furia desmedida de aquel que la masacre ordenó.

Con los ojos apagados y su piel

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morena arrugada y encendida, Orlando Ruíz de 73 años recuerda “yo estaba en la esquina cuando Tacho Ortíz dio la orden”, para él lo ocurrido esa tarde calurosa no fue más que una “marcha cívica de los estudiantes que terminó en tragedia”, su juventud vio “los disparos de frente” y le hizo comprender que a partir de ese día Nicaragua sería diferente.

Es en esa misma y triste esquina, donde un edificio grande y con porte elegante fue el fiel testigo del suceso, su tez pálida y sus grandes ojos cafés no recuerdan con exactitud la historia, pues hoy, 51 años después el pa-norama es distinto, las casas se reconstruyen y de las antiguas paredes y su memoria ya no queda nada.

En su epidermis hay rastros de dolor causados por los disparos que se incrustaron en su cuerpo, él también salió herido en una batalla que no era suya y con su piel abrazó los fragmentos de la vida de “los valientes muchachos” , hoy es el único anciano que ha quedado en la calle y si no fuese porque cada año con una flor reviven la historia a sus pies él probablemente también la olvidaría, pues las puertas grandes de sus antiguos vecinos han sido desechadas y hoy por ellas ya no pasa ningún estudiante que lucha contra la dictadura y que huye con desesperación de los cascos verdes y los grandes fusiles.

En esa misma calle, en una casa a 200 metros del edificio grande e imponente, cuatro ataúdes grises en si-lencio guardan un breve espacio para el recuerdo de los caídos, cuyos cuerpos habitaron su interior hace 51 años. De repente un escalofrío sorprende mi piel sofocada por el calor insoportable de ese día de invierno, mi corazón se acelera y siente como el aire se hace cada vez más pesado con sólo pensar en el calibre 30.06 de los fusiles Garand, cuyas municiones perforaron el alma y el cuerpo de los estudiantes, arrebatándoles el aliento y la gallardía que en esa época por su edad poseían.

Para algunos lo que pasó ese día fue “un capricho”, para otros “cambió la historia” y quizás muchos pasen por desentendidos y jamás sean participes de los hechos que todavía hacen retumbar la memoria. Sin duda algunos lloran en silencio a quienes ese día se durmieron entre la angustia y el dolor (José Rubí, Mauricio Mar-tínez, Sergio Saldaña y Erick Ramírez) y es probable que más de uno reclame con rabia la indiferencia de aquella despiadada decisión.

Sin pronunciar palabras se escuchaba el eco de la pregunta, si los jóvenes fueron hechos para amar y vivir cómo es posible que se durmieran en la plenitud de su vida, entregando su espíritu por una causa que hoy ya no es inmortalizada y que si no fuese por la memoria de quienes ese día estaban, quizás la historia ya no sería recordada, pues la calle está vacía y hoy los disparos se escuchan lejanos…

Foto: Anagilm

ara Vílchez Z

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LOS DILEMAS DE LA DEMOCRACIA

Por Alejandro Serrano Caldera

La democracia ha sido y es uno de los temas principales de la práctica y de la filosofía po-

lítica. Desde hace medio siglo, aproximadamente, después de la relativa superación del trauma pro-fundo que dejara la Segunda Guerra Mundial y los horrores de la barbarie hitleriana, lo mismo que la política atroz del estalinismo soviético, surgió una nueva época marcada por la idolatría del mercado y la nueva teocracia de la especulación económi-ca y financiera, y junto a ella, los intentos de res-puesta desde la filosofía y la teoría sociológica, lo mismo que desde la práctica política.

Para América Latina enfrentar esta situación ha presentado particulares dificultades, pues convie-ne recordar que en nuestros países, a lo largo de su historia, los cambios jurídicos y políticos se establecieron en las constituciones para ocultar la decisión de mantener y reafirmar la estructura económica y social con las mismas características de la sociedad colonial, por lo que los enunciados jurídicos modernos de los textos constitucionales no correspondieron, ni corresponden, al verdadero interés del poder ni a la mentalidad pre moderna de la sociedad en general. La intención fue mante-ner la colonia, después de la Independencia, bajo la forma de colonialismo interno. Así nacieron las repúblicas latinoamericanas y se organizaron nuestros estados naciones.

Por eso, los hechos no han sido la confirmación de las ideas, sino el esfuerzo de éstas para tratar de justificar los hechos. Esto ha desajustado el pensa-miento y la realidad y deformado la misma cons-trucción de las ideas políticas, estableciendo una práctica caracterizada por decir lo que no se hace para hacer lo que no se dice.

Debido a la política fundamentalista en América Latina, alguien ha dicho que los ideólogos políti-cos latinoamericanos, más que eso han sido teó-logos ateos, y las ideologías religiones laicas sin Dios pero con dogmas. Los ideólogos políticos de América Latina, ha dicho Octavio Paz, han sido neo tomistas tardíos.

No obstante, durante los años sesenta y setenta, surgieron esfuerzos significativos para enfrentar la situación de dominación e injusticia de esa épo-ca y para formular toda una teoría de la libertad y la justicia desde la realidad y visión de nuestros pueblos. Baste mencionar, aunque sea en forma enumerativa, la teoría de la dependencia, la teo-logía de la liberación, la filosofía de la liberación y la pedagogía de Pablo Freire, inspirada en los fundamentos filosóficos de la educación como práctica para la libertad y la pedagogía del opri-mido, así como en la dialéctica de la historia que proclama la liberación de opresores y oprimidos.

A partir de los años setenta se fue consolidando lo que se conoce como el capitalismo corpora-tivo transnacional, basado principalmente en la especulación financiera, en la privatización indis-criminada, la desregulación total, la falta de refe-rentes jurídicos, estatales y éticos para normar la actividad económica, medidas todas éstas cuyos resultados deplorables estamos contemplando hoy día.

Junto a esto la política, como actividad natural de la persona y la sociedad, pasó a un segundo plano y quedó completamente subordinada a los intereses del capital transnacional, al extremo de llegarse a afirmar que estamos viviendo la época de la post política y, consecuentemente, la época en que el derecho y las instituciones han dejado de ser mecanismos de regulación de la conviven-cia social, para transformarse en instrumentos de protección y reproducción de los intereses de la especulación financiera.

En este contexto se evidencia una instituciona-lidad que protege la injusticia y la desigualdad, y un mecanismo formal de elecciones en donde los electores eligen entre aquellos previamente designados para ser elegidos por el sistema y sus intereses.

Los efectos de la teocracia de mercado y de la globalización a partir de los intereses del capi-

tal financiero, han violentado los principios ele-mentales de la justicia, el derecho y la ética, por lo que se ha sentido la necesidad imperativa de cuestionar y cambiar el estado de cosas.

Algunos países de América Latina han preten-dido adjudicarse la creación de lo que impropia-mente han llamado socialismo del siglo XXI, y presentarse como la alternativa al sistema del ca-pitalismo financiero internacional, cuando en rea-lidad su sistema político no es otra cosa que un mecanismo diseñado y ejecutado para crear cau-dillos y autócratas que no tienen otra intención que perpetuarse en el poder y constituir desde ahí verdaderos emporios económicos a partir de los cuales establecer alianzas con el poder económi-co tradicional.

La autocracia, el populismo, el afán desmedido de acumular riquezas, la perpetuación en el po-der, la creación de dinastías bajo el nombre de nuevas democracias y el culto escandaloso a la personalidad, son los rasgos y la naturaleza de estas formas que pretenden presentarse como al-ternativa a las injusticias del neoliberalismo y la globalización.

Es evidente que ésta no puede ser la respues-ta. Lo malo del neoliberalismo no transforma en bueno estos populismos que en el fondo no son otra cosa que ambiciones de personas y grupos para perpetuarse en el poder político basado en un inmenso poder económico. Tampoco lo malo de estas prácticas transforma en bue-nas las prácticas del capitalismo fi-nanciero especulativo.

Se trata entonces de encontrar una opción compatible con el derecho, la ética y la justicia social, de construir un sistema en el que se respeten los derechos y garantías individuales y sociales, en el que la ley y las insti-tuciones den seguridad jurídica a la población y en el que los funciona-rios públicos, sobre todo del poder judicial, tengan credibilidad y den garantías a la ciudadanía y no actúen como instrumentos en manos del poder, sin otra misión que tratar de

legalizar los abusos y actuaciones de facto con medidas carentes por completo de legalidad y de legitimidad.

Se trata, claro está, de un sistema en el cual la justicia social sea la prioridad, en el que las medi-das económicas respondan a las necesidades más sentidas de la sociedad, de una política que se ocupe primordialmente de la salud, la educación, la alimentación y de las principales necesidades materiales de la población, pero que sobre todo sea salvaguarda de la dignidad y la libertad de las personas y la colectividad.

Es imperativo luchar por el establecimiento de un sistema cuyo eje principal sea la ciudadanía, el respeto a la ley y a las instituciones, la demo-cratización de los partidos políticos, la intercul-turalidad interna que reconozca y dé garantías suficientes a todos los grupos étnicos, religiosos, culturales económicos y sociales de la nación. Un sistema que garantice la democracia repre-sentativa y la democracia participativa, mediante el respeto al voto y a la ley y la promoción de la participación local, municipal, departamental, regional y nacional. Solo integrando la democra-cia representativa y la democracia participativa en una unidad, solo reconociendo la complemen-tación inseparable entre justicia y libertad, po-dremos, mediante un contrato social sobre estas ideas, salir del círculo vicioso en que nos encon-tramos y abrir las puertas del futuro a un horizon-te de dignidad y esperanza.

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Sensibilidad exacerbada

BIOGRAFÍA DE LEÓN TOLSTÓI

(Liev Nikoláievich Tolstói; Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910)

Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói vi-

viría siempre escindido entre esos dos espacios simbó-licos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literarios.

El muchacho quedó precozmente huérfano, porque su madre falleció a los dos años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero el hecho de que después pasara a vivir con dos tías suyas no influyó en su educa-ción, que estuvo durante todo este tiempo al cuidado de varios preceptores masculinos no demasiado exigentes con el joven aristócrata.

En 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que aban-donó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendi-mientos académicos y probablemente no hubiera coro-nado nunca con éxito su instrucción de no haber atendi-do sus examinadores al alto rango de su familia. Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adoles-

cencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Peters-burgo. Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las po-

pulosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una pro-funda sacudida ante el espectáculo del dolor y la mi-

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seria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artillería. El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble conse-

cuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje im-presionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo. Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir. Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta,

la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucina-dos. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.

Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácti-cos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento. Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la

censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafer-nalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.

Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.

A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año si-guiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías.

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Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experi-mentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conocie-se al detalle sus anteriores locuras y le entre-gó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo.

Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio,

Tolstoi gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de pre-sentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar.

La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa poste-

rior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia.

Si Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimo-nio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885).

Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la po-breza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre.

Por último, concibió la idea de terminar sus días en un reti-ro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticia-mente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una

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carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.

Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso tur-bar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que sus últimas palabras habían sido: “Amo a muchos.”

En cierto modo, la biografía de León Tolstoi constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella.

Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamente como anarquista cristiano, provo-cando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revoluciona-rios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano.

Fuente: www.vidasybiografías.com

Frases célebres

“Mi silencio les estorba. Yo era como botella al revés cuya agua no puede salir porque la botella está demasiado llena”.

“El que ha conocido sólo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil”.

“Los estados necesitan ejércitos para protegerse de sus súbditos esclavizados y oprimidos”.

“Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego”.

“El dinero es una nueva forma de esclavitud que sólo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal; no existe una relación humana entre amo y esclavo”.

“La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón”.

“Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse así mismo”.

“Decir que uno puede amar a una persona por toda una vida es como declarar que una vela puede man-tenerse prendida mientras dure su existencia”.

“A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa”.

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“El residuo es ante todo un hecho social, diferente según sociedades y épocas, que representa un valor cultural y social para los individuos que forman o han formado dichas sociedades, por lo que la problemá-tica de los residuos no es exclusivamente técnica sino que es fundamentalmente social”, Mercedes Pardo.

Desde años atrás, el ser humano ha ido actuan-do de forma incorrecta e inconsciente con la

naturaleza. Debido a estos actos, el medio ambiente está en constante deterioro, y peligro, y esto es una amenaza para todos los seres vivos de este planeta.

A partir de estos frecuentes cambios de la natura-leza, varios sociólogos han expresado sus perspecti-vas, opiniones, teorías acerca de la crisis ambiental.

A continuación, abordaré sobre la “Sociedad del Desperdicio”.

La enorme producción de residuos, y las consiguientes dificultades para su elimina-

ción, es un problema central de las sociedades mo-dernas económicamente desarrolladas. Es central por estar incrustado en la propia naturaleza del siste-ma económico de produc-ción y consumo de masas, que genera una ingente cantidad de residuos y en continuo aumento, con el consiguiente riesgo para la salud de las personas, los animales y vegetales, y el medioambiente en general.

Durante siglos, las socie-dades agrarias han produ-cido básicamente alimen-tos de fácil asimilación y descomposición, y bienes duraderos basándose en materias primas naturales (madera, cuero, algodón, lana, etc.) o escasamente transformadas (hierro, ce-

rámica, yeso, cal, etc.), y han utilizado la energía en cantidades reducidas. El residuo así generado era es-caso y fácilmente reciclable: restos de comida que se daban como alimentación al ganado, restos agrícolas o excrementos para abonar la tierra, etc. En esas so-ciedades, el concepto de residuo carecía de sentido. Eran sociedades con escasez de recursos y con un sis-tema de funcionamiento de aprovechamiento máxi-mo de éstos. La base de la no-producción de residuos estaba principalmente en la escasez de producción y de consumo de bienes en general. Pero además se da otra característica importante: el residuo, cuando se produce, se deposita en el mismo lugar, in situ, y desaparece, se recicla rápidamente.

Las sociedades urbanas han producido gran canti-dad de residuos difíciles de reciclar o de recuperar, no tanto por su composición sino por su cantidad.Las sociedades industrializadas y post-industriales

actuales no garantizan la “reproducción” de sus pro-ductos industriales, aún sabiendo del previsible ago-tamiento de algunos de los recursos naturales. Las materias primas son consideradas como algo inagota-

LA SOCIEDAD DEL DESPERDICIOPor Alejandra Rodríguez Serrano

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ble, lo que, junto a la intensificación de la producción y el consumo, lleva como consecuencia que el volu-men de residuos generados está creciendo a un 5% de crecimiento anual, mucho mayor que la producción de bienes.

Resulta incoherente, que la sociedad industrial y económicamente desarrollada haya sido caracteri-zada básicamente como la productora de bienes de uso y de consumo por antonomasia. Es la sociedad de consumo de masas.

Por ejemplo: Estados Unidos, una sociedad que re-presenta el paradigma del desarrollo económico in-dican con un 99% de las materias primas utilizadas en la producción de bienes en la que se convierte en residuo a las seis semanas de su venta, y el 80% de los productos se tiran después de un sólo uso. A ello hay que añadir los residuos de la energía, del agua y del aire que se utilizan en los procesos de producción de esos bienes, más los residuos que resultan de la extracción y transporte de las materias primas. Esta producción masiva de residuos, trae conlleva los de-rivados del desarrollo de la industria química sinté-tica.

El crecimiento económico en estas sociedades está muy relacionado con consumos cada vez mayores. De esa manera, la “renovación” de la mayoría de los bienes adquiridos se convierte en el valor social más

prestigioso, y la velocidad de esa renovación se con-vierte en la identificación por excelencia del estatus social de cada individuo-consumidor.

Es entonces cuando el residuo comienza a ser pro-ducido como algo “necesario” para el buen funciona-miento del nuevo y voraz sistema económico, hasta el punto de ser considerado como uno de los indica-dores de desarrollo económico y, alargando el argu-mento, de bienestar social.

En definitiva el aumento de los sistemas de produc-ción generadores de residuos, del consumo en gene-ral de materias primas algunas de ellas finitas, de la menor durabilidad de los productos, del rápido creci-miento demográfico en muchas partes del mundo y de la tendencia a la concentración de la población en núcleos urbanos, de la producción y consumo gene-ralizados de envases sin retorno, fabricados con ma-terias no biodegradables, de los cambios de estilos de vida como por ejemplo el usar y tirar (servilletas, platos, vasos y cubiertos de plástico...), todo ello son causas relevantes de la problemática de los residuos.

De esa manera, los residuos se hacen presentes en las sociedades modernas según aumenta el nivel de vida de la población. Existe una co-rrelación positiva entre nivel económico y cantidad de residuos que se producen: a ma-yor nivel económico, más residuos.

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La historia de Psique y ErosPsique es el nombre del alma. También es el de la heroína de una leyenda

que nos ha sido transmitida por Apuleyo en sus Metamorfosis. Psique, hija de un rey, tenía dos hermanas. Las tres eran hermosísimas, pero la be-lleza de Psique era sobrehumana; de todas partes acudían a admirarla. Sin embargo, mientras sus hermanas se habían casado, a Psique nadie la quería por esposa, pues su misma belleza asustaba a los pretendientes.

Desesperando de poder casarla, su padre consultó al oráculo, el cual le aconsejó que ataviase a su hija como para una boda y la abandonase en una roca, donde un monstruo horrible iría a posesionarse de ella.

Sus padres quedaron desolados; sin embargo, vistieron a la joven, y, en medio de un fúnebre cortejo, al condujeron a la cima de la montaña indica-da por el oráculo. Luego la dejaron sola y se retiraron a su palacio. Psique, abandonada, era presa de desesperación. Y he aquí que de pronto se sintió arrastrada por el viento y levantada por los aires. El viento la sostuvo suave-mente y la depositó en un profundo valle, sobre un lecho de verde césped. Psique, extenuada por tantas emociones, se quedó profundamente dormida y, al despertar, encontróse en el jardín de un magnífico palacio, todo él de oro y mármol.

Penetró en las habitaciones, cuyas puertas se abrían a su paso, y fue acogida por unas voces que la guiaron y le revelaron que eran otras tantas esclavas a su servicio. Así transcurrió el día, de sorpresa en sorpresa y de maravilla en

maravilla. Al atardecer, Psique sintió una presencia a su lado: era el esposo de quién había hablado el oráculo; ella no lo vio, pero no le pareció tan monstruoso como temía. Su marido no le dijo quién era, y le advirtió que era imposible que ella le viera si no quería perderlo para siempre. Esta existencia continuó por espacio de varias semanas. Durante el día, Psique estaba sola en su palacio, lleno de voces; por la noche su esposo se reunía con

ella, y Psique se sentía muy feliz.

Pero un día sintió añoranza de su familia y se puso a compadecer a su padre y a su madre, que sin duda la creían muerta, y pidió a su esposo permiso para volverse por un tiempo a su lado. Tras muchas súplicas, y a pesar de que se le hicieron ver los peligros que esta ausencia significaba, Psique acabó saliéndose con la suya. De nuevo el viento la transportó a la cumbre de la peña donde la habían abandonado, y dese ella le fue muy fácil regresar a su casa. La recibieron con gran alegría, y sus hermanas que residían por su matrimonio lejos de allí, fueron a visitarla.

Cuando vieron a su hermana tan feliz y recibieron los regalos que les había traído, se apoderó de ellas una gran envidia, y extremaron su ingenio para hacer surgir la duda en su alma y hacerle confesar que jamás había visto a su marido. Fi-nalmente, la convencieron de que ocultase una lámpara durante la noche, y, a su luz, mientras él durmiese, contemplase la figura de aquél a quien amaba.

Volvió Psique a su morada, llevó a cabo lo que se le había aconsejado, y descubrió, dormido a su lado, a un hermoso adolescente. Emocionada por el descubrimiento, le tembló la mano que sostenía la lámpara y dejó caer sobre él una gota de aceite hirviendo. Al sentirse quemado, Amor (Eros)– pues tal era el monstruo cruel a quien se había referido el oráculo – despertó y, cumpliendo la amenaza que había dirigido a Psique, huyó en el acto para no volver jamás.

.Al faltarle la protección de Amor, la pobre Psique se lanzó a errar por el mundo; la perseguía la cólera de Afrodita,

indignada de su belleza. Ninguna divinidad quería acogerla. Finalmente, cayó en manos de la diosa, que la encerró en su palacio, la atormentó de mil maneras y le impuso varias obligaciones: seleccionar semillas, recoger lana de corderos salvajes, y, finalmente, descender a los Infiernos. Allí debía pedir a Perséfone un frasco de agua de Juvenancia. Le esta-ba prohibido abrirlo, mas, por desgracia, Psique desobedeció cuando regresaba y quedó sumida en un profundo sueño.

Mientras tanto, Eros estaba desesperado; no podía olvidar a Psique. Al verla sumida en su sueño mágico, voló hacia ella y la despertó de un flechazo; luego subió al Olimpo y suplicó a Zeus que le permitiese casarse con esta mortal. Zeus le otorgó lo que pedía convirtiéndola en inmortal, y Psique se reconcilió con Afrodita.

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Ryszard Kapuscinski. Varsovia, 1978. “El Emperador”. Editorial Anagrama. Novena edi-ción. Barcelona, 2007. 202 páginas. Título original: Cesarz Czytelnik.

MI VIAJE A ETIOPIAPor Ilich Buitrago

El periodista polaco Ryszard Kapuscinski tiene como principal característica en sus trabajos, hacer un periodismo interesado abordar al pueblo, la gente común y la naturaleza humana. Yendo más

allá de los informes oficiales y de los datos numéricos. Este comunicador cumplía la tarea de informar con la verdad haciéndolo por medio de una perfecta y sencilla escritura de sus historias.

El acta del jurado, en la ocasión del Premio Príncipe de Asturias que obtuvo en el año 2003, decía que Kapuscinski era un “ejemplo de ética personal y profesional, en un mundo en que la información libre y no manipulada se hace más necesaria que nunca”. Es ahí que se observa la esencia en los trabajos de este periodista, es decir, intervenir en lo mínimo para no tergiversar la esencia de lo que se quiere relatar.

En “El emperador” Kapuscinski no deja duda de ser un maestro del reportaje. Acumula los testimo-nios de varios etíopes que estuvieron cerca del emperador Haile Selassie, durante su reinado desde el año 1930 hasta el golpe de estado por los revolucionarios el 12 de septiembre de 1974,

y, posteriormente, su fallecimiento en 1975. Al leer el libro se puede admirar el valor periodístico de éste, dado que Kapuscinski se mete, literalmente, en el

palacio del emperador.

Se puede apreciar en la narración que Ka-puscinski no solamente tuvo la oportunidad de compartir cena y desayuno con la corte im-perial, sino que, una vez muerto Selassie, em-prende un proceso exhaustivo de documenta-ción por medio de la entrevista a los etíopes que servían en palacio y vivieron en primera persona el desarrollo del gobierno de Selassie en sus distintas etapas.

En el anecdotario se muestra el disfrutar en algunos de la vida en Palacio, los que formaron parte en el gobierno hasta una vista hacia las excentricidades, locuras y arbitrariedades de un hombre que se creía superior a los demás. Bajo el título de descendiente del Rey Salomón, Se-lassie ocupó un trono que, además, aprovecha-ba para vivir en medio de lujos mientras explo-taba a su pueblo que se moría de hambre y toda su corte sobrevivía en régimen de terror.

Foto: tiojuan.files.wordpress.com

La obra de Ryszard Kapuscinski está intencionalmente partida en tres acápites, momentos o segmentos que dis-tribuyen en un contexto específico su narración. La pri-mera, “El trono”, se sitúa en palacio donde da a conocer la rutina en la vida del gobernador, así como los persona-jes principales en su entorno. Es como un tur para ubicar al lector y trasladarlo a la Etiopia de Haile Selassie I.

La segunda partición es “Ya llega, ya llega” donde el centro es el primer golpe de estado que sufre el empera-dor durante un viaje a Brasil. Uno de sus colaboradores, Germame Neway, encabezó el compló, acompañado por su hermano, el general Mengistu Neway, jefe de la guar-dia imperial, el general Tsigüe Dibou y el sub coronel Workneh Gebayehu. Sin embargo, no prosperó; al poco tiempo el ejército etíope expulsó a los rebeldes, quienes más tarde fueron fusilados o ahorcados, mientras Haile Selassie retornaba triunfante a su país.

Finalmente está “El desmoronamiento” que como su tí-tulo lo señala es el inicio de la decadencia del gobierno de Selassie ahogado por el descontento de los etíopes que de murmuraciones en las calles pasaron a protestas en contra de emperador; impulsados por una campaña de los militares que utilizaron con gran sutileza los medios masivos de comunica-ción para degradar al gobernante.

En la obra, Kapuscinski sólo pone las iniciales de sus informantes, no habla de ninguno de ellos, los deja hablar y contar las inverosímiles historias de una corte imperial en un país hambriento, descalzo, ignorante y miserable. Por medio de la lectura de este libro se puede entender el grado de pobreza, subdesarrollo y analfabetismo en Etiopía durante el gobierno de Selassie.

Según refleja Kapuscinski, la situación es fruto del nepotismo, egoísmo y politiquería de los gober-nantes de ese país, que se pusieron una venda para no ver, mientras se aprovecharon de las comodida-des de la vida en palacio, mientras gozaban del favoritismo del emperador. Favoritismo que era frágil y los mantenía en vilo porque podían perderlo por cualquier capricho y el temor era permanente, por la posibilidad de caer en desgracia, pero que los hizo cómplices de crueldades e injusticias.

Si se observa el modo en que está escrito “El emperador”, se verá que el reportaje está estructurado en declaraciones de los entrevistados y en breves conclusiones del autor que va completando el relato. Apenas se percibe la presencia del entrevistador a menos que los entrevistados hablen directamente al periodista refiriéndose a él como “míster Kapuscinski” o, en otros casos, “míster Richard”.

Cuando se nota la presencia del autor es precisamente cuando habla él en primera persona. Esas inter-venciones aparecen en cursivas, como si él estuviera realmente al margen de lo que investiga. Ryszard hace lo que debe consumar un profesional de la comunicación, hablar lo mínimo y dejar que sean los afectados o interesados los que hablen, los que muestren la realidad que se intenta reflejar.

En definitiva, es un documento interesante por el punto de trasladarse a una realidad del pasado por medio de una lectura sencilla con descripciones y testimonios recopilados. Todo el documento está armado a modo de piezas de un rompecabezas que sólo se logra con un profesionalismo y esmero como el del maestro Kapuscinski.

Foto: upload.wikim

edia.org

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