Revista La Aventura de La Historia, Dossier 40 - Nostalgia Imperial de Napoleon III - Sonsoles...

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1 DOSSIER La nostalgia imperial de NAPOLEÓN III Efigie de Napoleón III, en un detalle de una obra de Victor Joseph Chavet. pág. 46 Una dictadura vestida de seda Sonsoles Cabeza Sánchez-Albornoz pág. 52 Peligrosas aventuras Rosario de la Torre pág. 58 Estética para un Imperio Ana María Arias de Cossío Desde su juventud en el destierro, Luis Napoleón asumió la jefatura de la familia Bonaparte y luchó por restablecer el poder internacional de Francia. El Segundo Imperio, que nació hace 150 años, impuso en París un régimen personal y autoritario. En el exterior, se lanzó a arriesgadas aventuras en África, América y Europa, que culminaron con la humillante capitulación del propio Emperador ante Bismarck

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DOSSIERLa nostalgia imperial de

NAPOLEÓN III

Efigie de Napoleón III,en un detalle de una obra de VictorJoseph Chavet.

pág. 46

Una dictaduravestida de sedaSonsoles CabezaSánchez-Albornoz

pág. 52

PeligrosasaventurasRosario de la Torre

pág. 58

Estética para unImperioAna María Arias deCossío

Desde su juventud en el destierro, Luis Napoleónasumió la jefatura de la familia Bonaparte y luchó porrestablecer el poder internacional de Francia. El Segundo Imperio, que nació hace 150 años, impusoen París un régimen personal y autoritario. En elexterior, se lanzó a arriesgadas aventuras en África,América y Europa, que culminaron con la humillantecapitulación del propio Emperador ante Bismarck

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Educado en el destierro en Sui-za y Baviera, ya que su familiafue proscrita en Francia tras lacaída de su tío Napoleón, Car-

los Luis Napoleón Bonaparte, hijo deLuis Bonaparte, rey de Holanda, y deHortensia de Beauharnais, nacido en Pa-rís en 1808, asumió la jefatura de la fa-milia Bonaparte al morir el hijo de Na-poleón en 1832. Su madre le había pre-parado para ello, al educarle en la glo-ria de la leyenda napoleónica, dirigien-do sus pasos para que restableciera elpoder de los Bonaparte.

En 1853 se casó con Eugenia María deMontijo y de Guzmán, condesa de Te-ba, nacida en Granada en 1826, peroeducada en París, y muy pronto inte-grada en la sociedad parisiense. Luis Na-poleón solía consultar con ella las cues-tiones importantes y ella actuaba comoregente durante sus ausencias. En 1856tuvieron un hijo, Napoleón Eugenio LuisJuan José, que murió en el sur de Áfricaen 1879.

Luis Napoleón no fue un gran militar,sino un político ambicioso de poder, queutilizó la palabra y la tribuna política pa-ra atraerse a la opinión pública. Con elmismo objeto y el deseo de exponer su

programa político, durante su juventudescribió ensayos y tratados, presentán-dose como un reformador social de ta-lante liberal y un promotor del desarro-llo agrícola e industrial. En su juventudhabía sido carbonario y participó en larevolución italiana de 1830. Organizó en1836 y 1840 insurrecciones contra la Mo-narquía de Julio que le había encarce-lado, pero fracasó, y fue condenado aprisión perpetua en la fortaleza de Ham,de donde se escapó en 1846, refugián-dose en Inglaterra.

En las jornadas de julio de 1848 re-gresó a Francia, aunque no intervino enellas, ni en su represión. Donde sí par-ticipó fue en las elecciones de aquel mis-mo año, convirtiéndose en presidentede la República francesa.

Su apellido y la leyenda napoleóni-ca, así como el hecho de que los dos ter-cios de diputados monárquicos, legiti-mistas y orleanistas, de la Asamblea Le-gislativa estaban enfrentados entre sí, fuelo que le dio la presidencia de la Repú-blica y, tres años después, se convirtióen emperador de los franceses con elnombre de Napoleón III.

Para atraerse a la opinión pública yglorificar el nombre napoleónico, esta-bleció una suntuosa corte en Las Tulle-rías que superó con creces a las fastuo-sas de San Petersburgo o Viena, y con-virtió París en una ciudad moderna, co-

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SONSOLES CABEZA SÁNCHEZ-ALBORNOZ

Profesora Titular de Historia ContemporáneaUniversidad Complutense, Madrid.

DOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

UnaDICTA DURAvestida de seda

El nuevo régimen francés, imperial, personalista yautoritario, encarnado en Napoleón III significó,según Sonsoles Cabeza Sánchez-Albornoz,el fracaso de la lucha por la libertad que habíaniniciado los franceses en 1789

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das por el Gobierno, al ser sus miem-bros de designación imperial, y la ter-cera, el Cuerpo Legislativo, se integra-ba por miembros elegidos por sufragiouniversal, pero éste en realidad no exis-tía, por el control que el Gobierno ejer-cía sobre las elecciones, ya que él erael único facultado para nombrar y des-tituir a sus miembros, por el recorte quehacía de las circunscripciones electo-rales, su reducido número y el sistemade candidatura oficial. Esto hizo que enla primera legislatura (1852) no existie-ra oposición, aunque con el transcur-so de los años y la liberalización del ré-gimen, la oposición fue ganando terre-no. Así por ejemplo, en las eleccionesde 1857, la oposición republicana con-tó con 5 diputados, en 1863, con 17 yen 1869, con 25.

En segundo lugar, el régimen era au-toritario por las restricciones que se ha-cía a las libertades. Los individuos es-taban bajo el estricto control de la ad-ministración, la cual estaba a su vez enmanos del Gobierno, debido a que losfuncionarios públicos –prefectos, sub-prefectos y alcaldes– eran nombradospor él. De todos estos funcionarios, elque jugaba un papel más importante enla administración era el prefecto, encar-gado de controlar a los votantes en laselecciones del Cuerpo Legislativo, y losalcaldes, en los pueblos de menos de3.000 vecinos.

Ausencia de libertadesTampoco existían libertades públicas,como la de asociación o reunión que,aunque teóricamente eran reconocidascomo de las fundamentales del Estado,en la práctica brillaban por su ausencia,ya que las asociaciones y reuniones eranvigiladas muy estrechamente. Ni habíalibertad de prensa, porque, sin existir lacensura, sí había un “sistema de adver-tencia”, según el cual un periódico o pu-blicación después de tres advertenciaspodía ser suspendido durante dos o tresmeses. Además, los periódicos debíansometerse a una serie de condicionesestablecidas en un decreto de 17 de fe-brero de 1852, como eran: tener auto-rización gubernamental para poder pu-blicar un periódico; pagar una fianza yabonar por cada número un derecho detimbre; no publicar los debates delCuerpo Legislativo; someterse a tribu-nales especiales si existían delitos de

prensa, etcétera. Esta concentración deautoridad y privación de libertades eracompensada por las dos fórmulas queLuis Napoleón impuso para demostrarque Francia cumplía los requisitos de lademocracia: plebiscitos y elecciones porsufragio universal.

La política autoritaria fue posible porel respaldo que Luis Napoleón tenía detres fuerzas sociales. El ejército, que ha-bía hecho posible el golpe de Estado en1851, en gran parte había dejado de serun cuerpo de oficiales con ideas libe-

rales, y la política exterior napoleónicaestaba devolviendo prestigio a los mi-litares, gracias a las importantes expe-diciones impulsadas por el Emperador.De ahí que éstos se identificaran con unrégimen autoritario. La Iglesia, que apo-yó el autoritarismo bonapartista por laayuda que en un principio le prestó elEmperador. Y la burguesía, que valoróen este régimen el orden establecidodespués de tantos años de disturbios,de movimientos callejeros y de amena-za a sus propiedades. Y fue posible ade-

mo consecuencia de las grandes obraspúblicas que impulsó.

El Imperio se mantuvo hasta 1870,cuando el ejército francés fue derrotadopor el prusiano en la Batalla de Sedán yel emperador, hecho prisionero en Ale-mania, lo que fue aprovechado por susenemigos políticos para derrocar su ré-gimen, el 4 de septiembre. Luis Napo-león consiguió huir y refugiarse en Chis-lehurst (Inglaterra), donde falleció el 9de junio de 1873.

De presidente a emperadorOficialmente, el II Imperio francés co-menzó el 2 de diciembre de 1852 al serproclamado Luis Napoleón Bonaparteemperador de Francia, fecha que sin em-bargo carece de interés para algunos his-toriadores franceses, como Pradaille yUhomme, para quienes el Imperio exis-tía desde hacía tiempo.

En los comicios del 10 de diciembrede 1848, era elegido por abrumadoramayoría presidente de la República. El2 de diciembre de 1851 dio un golpe deEstado que puso en sus manos el poderabsoluto. Se disolvieron la Asamblea Na-cional y el Consejo de Estado, se anulóla Constitución, se restableció el sufra-gio universal, se convocó al pueblo a lasurnas y se decretó el estado de sitio enla jurisdicción de la primera división mi-litar.

Pero lo que en realidad nos interesa,no es el nombramiento en sí del Empe-rador, sino la aparición de la dictadura,porque, ya una vez elegido Luis Napo-león presidente de la República, y a pe-sar de todas las garantías constituciona-les pensadas para perpetuarla, era evi-dente que un Bonaparte no se confor-maría con ocupar el cargo durante cua-

tro años, sino que trataría de mantener-se indefinidamente en el poder, ya queno se consideraba sólo un gobernante,sino el heredero de Napoleón I, que en-carnaba todo un concepto de Estado, deFrancia y del Imperio que estaba dis-puesto a resucitar. Fue el inminente fi-nal de su mandato, en abril de 1852, loque le llevó a hacerse con todo el poderunos meses antes.

En Francia, el pueblo, en general,aceptó el golpe de Estado, como se pu-so de manifiesto en el plebiscito cele-brado el 20 de diciembre de 1851. Sinembargo, hubo algunos diputados y al-gunas regiones, generalmente las másatrasadas, que se opusieron y organiza-

ron levantamientos de resistencia quefueron fácil y duramente reprimidos.

Europa acogió el golpe de Estado concierto recelo, por el temor que sentía an-te una posible política bélica como ladesarrollada por Napoleón I. Este mie-do llevó a las potencias a preparar enabril-mayo de 1852 una coalición anti-francesa y a Luis Napoleón a declarar enel discurso pronunciado en octubre de1852 en Burdeos: “El Imperio es la paz”.En él exponía su programa de acción,basado en la defensa de los valores re-ligiosos, de la paz social y del desarro-llo económico en el interior.

A partir de diciembre de 1851 y has-ta la proclamación del Imperio, se ex-tendería un período durante el cual ladictadura del presidente de la Repúbli-

ca se ejerció soberanamente, a lo quecontribuiría la promulgación, al año si-guiente, de una Constitución que otor-gaba al Jefe del Estado, reelegido cadadiez años, todos los poderes militares,diplomáticos, administrativos, políticosy legislativos, lo que lleva a Pradaille aafirmar que en esta Constitución esta-ba “el germen del Imperio”.

El autoritarismo bonapartista se afir-mó y consolidó entre 1852 y 1860. Fuea partir de este año cuando Napoleóninició unas tímidas reformas liberales,hecho que ha llevado a la historiogra-fía tradicional francesa (Seignoboss) aconsiderar dos etapas en el Imperio.

La primera, autoritaria y la segunda, li-

beral, a partir de 1860. Aunque esta di-visión ha sido rechazada por la histo-riografia actual, que no acepta que esafecha marque el fin de una etapa y el ini-cio de la otra. Basan su argumentaciónen el hecho de que, aunque la evolu-ción se iniciara a partir de los años se-senta, los caracteres esenciales del ré-gimen autoritario se mantuvieron hasta1868. De lo que no hay duda es de que,al estudiar la política interior del II Im-perio, encontramos grandes diferenciasentre los dos últimos años y los prece-dentes; de ahí que mantengamos la di-visión actual.

Los años de la mano duraEl régimen napoleónico fue autoritarioen su primera fase por el evidente de-sequilibrio de poder que existía entre losdistintos poderes de gobierno. Por unlado, el Emperador era la máxima au-toridad que detentaba todos los pode-res y acumulaba todas las atribucionesadministrativas, militares y diplomáticas.En una palabra, Napoleón III no era só-lo el jefe del Estado, sino el dueño delmismo. Y por otro, lo que Girard llamalos “instrumentos” de su gobierno, quedependían directa y exclusivamente delEmperador.

Como vemos, en el Imperio no exis-tía una verdadera libertad política. Losministros y dos de las tres Asambleas le-gislativas eran estrechamente controla-

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El Emperador era la máxima autoridad delEstado y acumulaba todos los poderesmilitares, administrativos y diplomáticos

UNA DICTADURA VESTIDA DE SEDADOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

La burguesía valoró en el régimen la restauración del orden. Escena de la alambicadavida cortesana, según un óleo de Hanri Baron, de 1867 (Museo de Compiègne).

Los ministros estaban excluidos de ladirección de la política, tanto interior

como exterior. Eran meros agentes ejecu-tores de las decisiones imperiales. No po-dían actuar libremente, ni en relación conlos ministros de otros ramos, debido a es-tar prohibida por la Constitución la soli-daridad ministerial.

El Consejo de Estado era de todos losinstrumentos de Gobierno el que tenía máspoder, por gozar de mayores atribucionesque las otras dos Asambleas, como eran laspropias de la justicia administrativa, po-lítica y legislativa, y era considerado unórgano intermediario entre el poder eje-cutivo y el legislativo.

El Cuerpo Legislativo tenía un papel se-cundario: estaba estrechamente subordi-nado al Emperador y sus poderes legislati-vos estaban muy limitados. Únicamentemantenía cierto control del gasto público,que podía ser alterado por el Emperadordada su potestad de transferir partidas deun capítulo del presupuesto a otro.

El Senado, constituido por miembros-por derecho propio y vitalicios elegidos porel propio Emperador, tenía como única mi-sión el examen de la constitucionalidad delas leyes, sus sesiones sólo duraban tres me-ses y la validez de sus decisiones depen-día del refrendo imperial.

LOS INSTRUMENTOSDEL GOBIERNO IMPERIAL

El II Imperio noreconoció lossindicatos, lo queno impidió suformación. Trabajospara perforar eltúnel ferroviario deMont-Cenis, segúnun grabado de1865 (París,BibliotecaNacional).

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duro y riguroso con los obreros, sobretodo al principio, manteniendo una es-trecha vigilancia policial y unas condi-ciones de trabajo muy severas, por loque, utilizando palabras de Duveau, “lamiseria obrera es más considerable yestá más extendida de lo que se ima-gina comúnmente”. Los salarios eranmuy bajos; las jornadas de trabajo demás de 12 horas; malas condiciones hi-giénicas en los talleres y en las vivien-das; explotación de mujeres y niños enlos centros industriales; corrupción, in-moralidad, prostitución y un largo et-cétera.

Sin embargo, a partir de la década delos sesenta, el gobierno imperial cam-bió de política y adoptó una serie demedidas benéficas que favorecieron alos trabajadores, con el fin de atraér-selos y evitar que fueran captados porla oposición. Tales medidas fueron: lafundación de orfelinatos para niños; so-ciedades de caridad maternal para lasmujeres; inauguración de hospitalesobreros; seguro de vejez obligatorio,que no llegaría a establecerse a causade la guerra de 1870; amnistía a loscondenados por participar en las huel-gas; envío de obreros a la Exposiciónde Londres en 1862; Ley de 25 de ma-yo de 1864, reconociendo el derecho ala huelga y aboliendo del Código el de-

lito de asociación; participación obreraen la Exposición de París de 1867; to-lerancia de las asociaciones obreras apartir de 1868...

No obstante, ninguna de ellas pusoen peligro la supremacía burguesa, pe-ro sirvieron para hacer comprender alos trabajadores que el régimen les eraadverso y que la única forma de solu-cionar su precaria situación tenía quevenir de ellos mismos. De ahí la cons-titución de sindicatos, que no fueron re-conocidos, lo que no impidió su for-mación, por lo que a finales del II Im-perio la agitación obrera era grande yel espíritu de lucha de clase se desa-rrollaba cada vez más.

Sin embargo, en el medio campesinola fidelidad al Imperio fue la nota do-minante, a pesar de que sus condicio-nes de trabajo eran también muy duras,y sus condiciones de habitabilidad noeran mejores que las de los obreros. Es-ta fidelidad se debió a que su concien-cia de clase no había despertado aún,debido al analfabetismo existente en elcampo durante mucho tiempo, al ais-lamiento en que vivían los rurales y asus propias y rigurosas condiciones devida.

Si a estas razones le sumamos la pros-peridad agrícola experimentada bajo laépoca napoleónica, comprenderemos fá-cilmente cómo no era en los medios ru-rales donde podía tener más éxito laoposición al Imperio.

Para concluir y hacer un balance delII Imperio, podemos decir que Napole-ón fracasó en su política interior. Tan só-lo existe un terreno, el económico, don-de la obra napoleónica fue sólida y po-sitiva, ya que convirtió a Francia en unode los países más ricos del mundo, quees lo que le permitió pagar tan rápida-mente la indemnización de guerra im-puesta por Bismarck en 1870.

Signos visibles de la prosperidad deFrancia fueron la transformación in-dustrial y agrícola, el desarrollo del ca-pitalismo, la política librecambista, elnotable progreso de los transportes ycomunicaciones y el conjunto de gran-des obras públicas realizadas en las ma-yores ciudades como París, Marsella yLyon. n

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más la política autoritaria por las me-didas de fuerza empleadas por Napole-ón para mantener su autoridad. Entreellas, las prisiones, arrestos, cierre deperiódicos y la Ley de Seguridad Ge-neral de 1858, dictada como conse-cuencia de un atentado, el de Orsini,que sufrió Napoleón en enero de dichoaño y que sirvió para robustecer el au-toritarismo.

No obstante, en 1860 comenzó a sua-vizarse la política autoritaria y se inicióel camino hacía la liberalización del ré-gimen, debido a que el Emperador em-pezó a perder el apoyo de los católicosy de la burguesía industrial, lo que leobligaría a aproximarse a los liberales ya atraerse a la población obrera. Moti-vos de este cambio fueron dos hechosde política exterior: la guerra de Italia yel tratado de comercio con Inglaterra.Durante esta segunda etapa, hubo im-

portantes cambios en el equipo de go-bierno y en la Constitución. Cambiosque contribuyeron a un nuevo avancede la oposición, tanto de la republica-na, como de la socialista o de derechas,en las elecciones de 1869.

En el ámbito de personal, Rohuer, pri-mer ministro del Imperio autoritario, fuesustituido en julio de 1869 por el repu-blicano Emile Ollivier, quien formó unGobierno homogéneo capaz de hacernuevas reformas constitucionales, entreellas las que permitieron que el CuerpoLegislativo tuviera la iniciativa legisla-tiva y el Senado, la votación de las le-yes; que existiera la solidaridad minis-terial; la supresión de la responsabilidadde los ministros ante el Emperador; y laaceptación, por parte de Napoleón, dela opinión de la mayoría de los minis-tros en los Consejos.

La necesidad de reforzar el régimen yde conocer si su política reformista con-taba con el respaldo de la opinión pú-blica llevó al Emperador a celebrar unplebiscito el 8 de mayo de 1870. Laaprobación popular hizo al Imperio ade-más de liberal parlamentario, al tiem-po que lo consolidaba, pero por pocotiempo, porque a los cinco meses de ce-lebrado el referéndum tuvo lugar la Ba-talla de Sedán, la caída definitiva del IIImperio francés y la proclamación de laIII República.

Corte y burguesíaAl estudiar la sociedad del II Imperio,sorprende la persistencia de un pe-queño número de privilegiados que vi-vía y se desenvolvía en torno a la Cor-te imperial y la preeminencia de valo-res aristocráticos, lo que nos hace pen-sar en una restauración aristocrática,que en realidad no se produjo, ya quela nota dominante y esencial de esta so-ciedad era la afirmación de la supre-macía burguesa garantizada por el pro-pio régimen.

La gran burguesía fue el grupo socialque detentó los tres poderes: político,económico y social. Varias circunstan-cias aseguraban esta supremacía, entreellas, la ausencia de unión de sus po-sibles adversarios, clase media y prole-tariado, a pesar de haber despertado yaen ellos la conciencia de clase y de ha-berse producido su unión en 1848, conel fin de desplazarla del poder. Sin em-bargo, su fracaso en las jornadas de ju-

nio de aquel mismo año llevó a la cla-se media a aliarse con la gran burgue-sía, porque no se consideraba lo sufi-cientemente fuerte como para despla-zarla. También influyó la facilidad deadaptación del grupo dominante a loscambios políticos y económicos en elpaís, lo que le permitió conservar e in-crementar su poder económico, que se-ría otra de las circunstancias que cons-tituían la base de su supremacía. Hayque añadir la política napoleónica dereclutar su equipo dirigente entre las fi-las de la gran burguesía, con lo que unasola y la misma clase siguió contro-lando la situación, aunque no fueran lasmismas personalidades de épocas an-teriores. Y, por último, el compromisode recíproco apoyo contraído entre elEmperador y este sector social, aunquecomo hemos dicho hubo momentos enlos que la burguesía mostró su discon-formidad con la política librecambistao con las libertades públicas, por laamenaza que ello significaba para susintereses.

Pese a esta supremacía burguesa, exis-tían unas fuerzas que le eran adversas yque ponían verdaderamente en peligrosu poder político, económico y social.Tales fueron el proletariado, que apo-yó cuanto pudo a los candidatos con-trarios al Imperio, y la extensión del de-recho electoral a través del sufragio uni-versal, que la gran burguesía supo ob-viar mediante la candidatura oficial.

Si el Imperio contribuyó a afirmar lasupremacía burguesa, estaba clara la ac-titud que iba a adoptar con la clase tra-bajadora. El régimen imperial fue muy

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UNA DICTADURA VESTIDA DE SEDADOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

Las medidas liberalizadoras fueron: laconcesión de una amnistía a todos

aquellos franceses que habían sido con-denados por delitos y crímenes políticos oque habían sido hechos prisioneros en vir-tud de la aplicación de la Ley de Seguri-dad General, muchos exiliados regresaron,menos los irreductibles como Víctor Hu-go. Reformas legislativas que afectabanfundamentalmente al Cuerpo Legislativoy a la prensa. Al primero se le permitió re-dactar libremente la contestación al men-saje del Emperador, dándose así a susmiembros la oportunidad de juzgar los ac-tos del Gobierno, discutir los presupues-tos y fiscalizar los gastos de cada minis-terio. A la prensa se le autorizó a publi-car los debates de las Cámaras, de modoque la opinión pública pudiera seguir lamarcha de la vida parlamentaria. Refor-

mas educativas que permitirían que el mi-nistro de Instrucción pública apoyara laenseñanza primaria y creara una enseñan-za estatal para los jóvenes. Concesiones ala clase obrera, tales como el derecho dehuelga, abolición del delito de asociación,permiso para que los trabajadores pudie-sen redactar un manifiesto en el que ex-pusieran sus problemas y autorización pa-ra viajar a Londres y entrar en contacto conlos trabajadores de aquel país y partici-par en la Asociación Internacional de Tra-bajadores. Estas medidas hicieron que laopinión pública se interesara de nuevo porsus instituciones representativas y que lospartidos políticos se reconstituyeran. So-bre todo los dos grandes grupos que se ha-bían disputado el poder bajo la II Repú-blica: el Partido del Orden y el Republi-cano.

LA LIBERALIZACIÓN TRAS 1860

La emperatriz Eugenia de Montijo, unaaristócrata de origen español, por P. D.Guillemet (París, Museo del Louvre).

Inauguración de la Cité Napoleón en1851, la única urbanización para obrerosimportante de la época del II Imperio.

Napoleón III en 1860, dos años despuésdel atentado de Orsini, que robusteció suautoritarismo (óleo de Hippolyte Flandrin).

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bilidad del Imperio Otomano, buscabaextender su influencia por sus provin-cias cristianas ortodoxas y asegurarse asíla posesión de los estrechos Bósforo yDardanelos, cuyo paso le estaba prohi-bido desde 1841. Inglaterra, que se re-servaba el dominio del Mediterráneo, seoponía a este propósito y Napoleón III,que necesitaba la simpatía británica, leapoyaba. En 1853, tras la ocupación ru-sa de sus provincias danubianas, el Sul-tán le declaró la guerra. El 24 de mar-zo de 1854, Inglaterra y Francia acu-dieron en su ayuda. Pensaban destruirel potencial ruso y apoderarse del puer-to de Sebastopol, en Crimea. Pero lasoperaciones, tan lejos de sus bases, fue-ron difíciles. Necesitaron un año para

tomar la ciudad (septiembre 1854–sep-tiembre 1855).

El tratado de paz se negoció en elCongreso de París, de febrero de 1856.Las ambiciones rusas se rompían con laneutralización del mar Negro y la afir-mación de la integridad del ImperioOtomano. Las Bocas del Danubio seabrían a todos y se aplicaba por prime-ra vez el principio de las nacionalida-des. Napoleón III obtenía del Sultán laautonomía de las provincias rumanas de

Moldavia y Valaquia que pronto, ate-niéndose al mismo principio, realizarí-an su unidad. Francia no obtuvo nin-guna ventaja particular, pero había fa-vorecido la derrota de Rusia y había ga-nado un prestigio que podía ponen alservicio de objetivos más directos: unamodificación importante de los tratadosde 1815 que terminase por beneficiara Francia: eso lo podría encontrar fa-voreciendo la expulsión de Austria dela península italiana.

La liberación de ItaliaEn Plombières, en julio de 1858, las am-biciones de Napoleón III y del condeCavour, primer ministro de Víctor Ma-nuel de Saboya, rey del Piamonte, se ar-ticularon en un tratado de alianza ofen-siva por el que, a cambio de su ayudapara expulsar a Austria del Norte de Ita-lia, Piamonte entregaría a Francia Nizay Saboya. La guerra fue corta; los aus-triacos fueron vencidos en Magenta el4 de junio y en Solferino, el 24 del mis-mo mes. Lombardía había sido libera-da, y quedaba hacer lo mismo con el

Véneto. Pero en ese momento, Napo-león III, ante el furor de los italianos,cesó bruscamente las hostilidades y fir-mó con Austria el Armisticio de Zurich.Francia recibía la Lombardía, que po-ne inmediatamente en manos de Pia-monte, pero el Véneto siguió siendoaustriaco; la contrapartida de Niza y Sa-boya quedaba en suspenso. Las tropasfrancesas habían sido profundamentecastigadas en los campos de batalla, yel Emperador temía que el proceso se

DOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

Napoleón III yEugenia reciben alos embajadores deSiam enFontainebleau, enjunio de 1861,según un óleo deJean-Léon Gérôme(Museo nacional deVersalles).

La Guerra de Crimea permitió a Napoleónganar prestigio en Europa, dondelogró incorporar a Francia Niza y SaboyaEl Segundo Imperio francés se

caracteriza por una políticaexterior muy activa. Hasta1860, las victorias sobre Rusia

y Austria refuerzan al régimen; después,la expedición a México debilita al paísy la guerra con Prusia conduce al hun-dimiento del Imperio y a la pérdida deAlsacia y Lorena. El desastre francés de1870 se explica, en gran parte, por lascontradicciones de la política exteriorde Napoleón III, ligada a una políticarevisionista del orden europeo que sedecía defensora del principio de las na-cionalidades, pero que buscaba un

prestigio y un engrandecimiento deFrancia que sólo podía lograrse vio-lándolo; una política, en último extre-mo, aventurera, que nunca dispuso delos medios militares que necesitaba pa-ra triunfar.

Napoleón III aseguró el orden socialen Francia, pero fue visto con descon-fianza por los soberanos europeos queacababan de vivir las revoluciones de1848: todos guardaban penosos recuer-dos de Napoleón I, que si bien habíarestablecido el orden en su país, habíaextendido la revolución por toda Eu-ropa. ¿Podría el nuevo Napoleón reno-var la tradición y levantar a los puebloscontra los tratados de 1815? El acuer-do para mantener los tronos y asegu-

rar la paz seguía reposando en el con-cierto entre sus cuatro grandes vence-dores: Inglaterra, Rusia, Austria y Pru-sia, pero, a aquellas alturas, la pieza ma-estra era Rusia, que había permanecidolibre de las revoluciones del 48 y quehabía restablecido el orden en Hungría,salvando a Austria. Napoleón III no po-día constituir la Europa de las naciona-lidades sin disociar la Europa de 1815,sustituyendo, en el continente, la pre-ponderancia rusa por la francesa, con elapoyo diplomático de Inglaterra. LaGuerra de Crimea le permitiría lograr es-te objetivo.

La Guerra de Crimea enfrentó a In-glaterra y a Francia con Rusia. La granpotencia oriental, aprovechando la de-

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ROSARIO DE LA TORRE DEL RÍO es profesora deHistoria Contemporánea, U. Complutense.

El sueño de poder hizo creer a Napoleón III que podía crear una réplicacolonial de su Imperio en México, pero su emperador títere acabófusilado y, poco después, Francia sellaría en Sedán su derrota anteAlemania. ROSARIO DE LA TORRE disecciona los errores de laexpansionista política exterior del II Imperio

Peligrosas

AVENTURAS

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Roma y, finalmente, en septiembre de1864, Italia y Francia firmaron un acuer-do: Francia retiraría sus soldados e Ita-lia, que fijaba su capital en Florencia,se comprometía a respetar la indepen-dencia del Papa. Pero después de lapartida de los franceses, Garibaldi in-vadió el territorio papal sin que las au-toridades de Florencia hiciera nada porevitarlo. En aquellas circunstancias, Na-poleón III, que tenía que tener muy encuenta los sentimientos de sus súbditos

católicos, envió una división de su ejér-cito que dispersó a los garibaldinos enMentana y que se quedó en Roma ga-rantizando la soberanía papal. El Em-perador había impedido la realizacióndel sueño italiano y el Gobierno de Flo-rencia no podría hacer otra cosa queconfiar en que la debilidad de Franciapermitiese, más adelante, su cumpli-miento.

La expedición a México fue sin du-da la gran idea del reinado. Para neu-

tralizar el creciente poderío de los Es-tados Unidos, Napoleón III pensó cons-tituir, en América del Norte, un espaciocultural y económico latino y católico,ligado a Europa de manera general, ya Francia de manera muy particular. Elcamino para lograrlo era revalorizar Mé-xico con un gobierno eficaz y moder-no que asegurase la paz interior y quebrillaba por su ausencia. En 1861, apro-vechando la facilidad que proporcio-naba el estallido de la guerra civil nor-

DOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

CAVOUR

(1810-1861)Simpatizante de la revoluciónfrancesa de 1830, fundó en1847 el periódico Il Risorgi-mento, donde defendía lamonarquía constitucional y launidad italiana a favor de lacasa de Saboya. Presidentede Gobierno de Víctor Ma-nuel II en 1852, se alió conFrancia en la Guerra de Cri-mea para contar con el apo-yo de Napoleón III contraAustria. París recibió Saboyay Niza, a cambio del plan deCavour de crear un reino quellegara del Norte de Italia alAdriático.

PÍO IX(1792-1878)Comenzó el Pontifcado confama de liberal, pero fue reti-cente a la unificación italianay se negó a renunciar a susoberanía sobre Roma.Cuando los ejércitos del Nor-te entraron en los EstadosPontificios en 1870, se con-sideró prisionero en el Vati-cano. Intervino con fuerza enla Iglesia francesa, donde nodisimuló su hostilidad hacialos católicos liberales. Fueimpulsor intelectual del dog-ma de la Inmaculada Con-cepción (1854) y de la Infali-bilidad del Papa (1870).

El atentado delanarquista Orsinicontra NapoleónIII en enero de1858 fue uncoletazo de laintervenciónfrancesa en Italia(óleo de H. Vittori,París, MuseoCarnavalet).

le fuera de las manos y que la revolu-ción terminase encendiendo toda la Ita-lia central; además, Austria había lla-mado en su ayuda a la ConfederaciónGermánica y la guerra podía compli-carse. Finalmente, la situación pareciódecantarse en beneficio de los dos alia-dos. Desde el principio de la guerra, losducados austriacos y los territorios pon-tificios del Norte se habían rebelado, ha-bían expulsado a sus soberanos y re-clamado su unión al Piamonte. Napo-

león III autorizó esas anexiones a cam-bio de Niza y Saboya. Una serie de ple-biscitos de dudosa transparencia, con-firmaría de forma sospechosamente ma-siva los cambios de soberanía.

Tenía razón Napoleón III al temerque una oleada revolucionaria trasto-case toda Italia. En el contexto de loscambios provocados, Garibaldi, célebreaventurero y ferviente patriota mazzi-niano, reunió un gran número de vo-luntarios y desembarcó, el 11 de ma-

yo de 1860 en Sicilia, conquistó Paler-mo y franqueó el estrecho de Mesina,poniendo el fuga a los Borbones. Ca-vour temió que el Reino de las Dos Si-cilias se transformase en una repúbli-ca peligrosa para la Italia monárquica.De acuerdo con Napoleón, las tropaspiamontesas atravesaron los Estados delPapa, barriendo su resistencia armada,y entraron en Nápoles, donde Garibal-di se inclinó ante el rey Víctor Manuel.La unión al Piamonte de Las Marcas yde Umbría, de los territorios pontificios,y más tarde, del Reino de las Dos Sici-lias, fueron confirmadas por plebisci-tos, de nuevo sospechosamente masi-vos. El 14 de marzo de 1861, Víctor Ma-nuel fue proclamado rey de una Italiaa la que faltaba el Véneto y la regiónde Roma. Cavour había realizado unaobra inmensa con la ayuda efectiva deNapoleón III y en Emperador veía conagrado cómo las fronteras de 1815 seempezaban a transformar.

El Reino de Italia deseaba, por enci-ma de todo, hacer de Roma su capital;a pesar de las censuras del mismo Na-poleón III, el papa Pío XI se negó a re-nunciar a su poder temporal. Garibaldiintentó, sin éxito, lanzar una nueva ex-pedición de voluntarios, ahora sobre

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Desfile triunfal del Ejército francés por lascalles de París al regreso de la Guerra deCrimea, en diciembre de 1855 (por E.Massé, París, Museo Carnavalet).

OTTO VON BISMARCK

(1815-1898)En 1862 comenzó su fulgu-rante carrera al servicio delkáiser Guillermo I. Reforzó laautoridad y el Ejército del Es-tado prusiano, aunque suconservadurismo le hizo im-popular entre los liberales.Entre 1864 y 1871 realizó launidad alemana en dos tiem-pos: logró crear una Confe-deración Germánica del Nor-te de Alemania en torno aPrusia y entró en guerra conFrancia, lo que le permitió in-corporar a Alemania los Esta-dos del sur del Main y Alsa-cia-Lorena.

VICTORIA I (1819-1901)Sucedió a Guillermo IV en1837 y se casó con Albertode Sajonia-Coburgo, desa-rrollando tendencias autori-tarias, aunque siempre res-petó el régimen parlamenta-rio. Obligó al dimitir al jefede Gobierno, Russell, cuan-do éste aprobó el golpe deEstado de Napoleón III enFrancia, en 1851, sin con-sultarla. La muerte de su es-poso, en 1861, la distancióde los asuntos de gobierno.Disraelí la convirtió en elsímbolo del imperialismo bri-tánico.

LOS PROTAGONISTAS DEL SIGLO

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en el origen de una guerra austro-pru-siana (1866) que se resolvió con la vic-toria de Prusia, la destrucción de laConfederación Germánica y la forma-ción de la Confederación de la Alema-nia del Norte alrededor de Berlín. Bis-marck era así el responsable de otra

gran modificación de los tratados de1815 que, de manera muy particular, al-teraba radicalmente el viejo equilibrio,favoreciendo la reclamación francesade la revisión al alza de sus fronteras.

A esas alturas, los proyectos napole-ónicos tenían dos dimensiones. Por unaparte, el Emperador pensaba en la for-mación de una Confederación de laAlemania del Sur, católica, amiga deFrancia y capaz de neutralizar la nuevaformación política liderada por Prusia;sin embargo, los Estados alemanes delSur temían a la poderosa Prusia y des-confiaban del poder y de la determi-nación de Austria y Francia, sus even-tuales aliados, por lo que se sintieronobligados a firmar una alianza defen-siva con el Gobierno de Berlín. Por otraparte, el Emperador confiaba en recibircompensaciones en el Rin, y el Sarre,el Palatinado renano, Luxemburgo yBélgica serían reclamados sucesiva-mente, sin tener en cuenta la voluntadde sus habitantes y contraviniendo elprincipio de las nacionalidades. Estas

reclamaciones, que Bismarck se encar-gó de hacer públicas, indignaron a losalemanes y chocaron con la opinión in-ternacional. Nacionalismo y solidaridadalemana entrarían en juego en unas cir-cunstancias dominadas por un Bis-marck decidido a incorporar a los Es-

tados alemanes del sur a su proyectoa través del cemento de la guerra conFrancia, el enemigo histórico de los ale-manes. El incidente Hohenzollern pro-piciaría la ocasión y la guerra, decla-rada por Francia el 17 de julio de 1870,colmaría los deseos de estadista pru-siano.

El hundimientoAunque el Emperador, Ollivier, su jefede Gobierno, y Thiers, el jefe de la opo-sición, fueran conscientes de la debili-dad militar de Francia, por razones dis-tintas, unos para fortalecer el Régimen,y el otro para hundirlo, ninguno seopone a un Cuerpo Legislativo que vo-ta, con entusiasmo, los créditos de gue-rra. Napoleón parte al frente de sus tro-pas y comprende pronto la situacióndesesperada en la que se ha metido.París recibe con estupefacción e indig-nación las noticias acerca de la suce-sión de derrotas que culmina en el ase-dio a Metz. El Emperador, muy enfer-mo, utiliza lo mejor del ejército que le

queda en intentar liberar la ciudad, pe-ro es cercado y debe refugiarse en Se-dán donde, ametrallado por los alema-nes, capitula sin condiciones y es he-cho prisionero a comienzos de sep-tiembre. Mientras la revolución socialse extendía por París, los republicanosreclamaban el final del régimen napo-leónico, al que atribuyen todas las des-gracias del país. Excitados por ellos, losmanifestantes invaden el Palacio Bor-bón el 4 de septiembre y expulsan a losdiputados. Se constituye de inmediatoun Gobierno provisional con los dipu-tados republicanos por París. La Em-peratriz huye a Inglaterra y el CuerpoLegislativo es disuelto. El Segundo Im-perio francés se hundió así en un de-sastre sin paliativos. El 10 de mayo de1871, la Asamblea Nacional elegida enfebrero se vio en la penosa necesidadde firmar el Tratado de Francfurt: Fran-cia perdió toda Alsacia y una buenaparte de Lorena y se comprometió a pa-gar a los alemanes cinco mil millonesde francos. n

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DOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

En 1854, Napoleón III nombró go-bernador de San Luis al capitán Faid-

herbe que, en diez años, aseguró el controldel valle de Senegal hasta el Níger; exce-lente administrador, alentó el cultivo delcacahuete, fundó Dakar e hizo de San Luisuna verdadera ciudad.

En Egipto, gracias a la ayuda prestadapor Napoleón III a los capitales propor-cionados por pequeños inversores france-ses pudo Fernando de Lesseps, a pesar dela oposición británica, abrir el Canal deSuez, que se inauguró en 1869. El Medi-

terráneo, donde Francia era dueña de Ar-gelia desde 1857, cobraba así una crecienteimportancia.

En el Extremo Oriente, Francia inter-vino en estos años contra China (1858-1860) y contra el emperador de Annam,que le cedió Cochinchina. Para asegurar-se el control del río Mekong, vía del co-mercio chino, impuso su protectorado alrey de Camboya. Finalmente, las explora-ciones de Garnier abrieron una nueva víade acceso al sur de China, a través de Ton-kín y del río Son-Kai.

UN PIE EN ÁFRICA Y OTRO EN ASIA

Napoleón III quiso construir en Méxicoun espacio cultural y político ligado aFrancia. Estados Unidos no lo consintió

Arco de triunfo erigido en Suez, en honorde la emperatriz Eugenia, en un grabadode la época.

teamericana (1861-1865), Francia, In-glaterra y España decidieron interve-nir militarmente contra el Gobierno deJuárez, que perseguía al clero católi-co, inquietaba a los extranjeros y no pa-gaba sus deudas internacionales. Lastropas inglesas y españolas se retiraronpronto y, entonces, Napoleón III pu-do realizar su programa: fundar un rei-no bajo la dirección de Maximiliano deHabsburgo, hermano del emperadorFrancisco José de Austria. La empresaresultaría muy difícil; las tropas fran-cesas, impotentes ante los constantesataques de la guerrilla juarista, no al-canzarían Ciudad de México hasta julio

de 1863. La situación, que los francesesnunca llegaron a controlar del todo, sefue decantando hacia Juárez cuando Es-tados Unidos, terminada su guerra ci-vil, recordó a Francia, con una notamuy amenazadora, la Doctrina Monroe:el principio de la política exterior es-tadounidense que rechaza rotunda-mente la presencia de los Estados eu-ropeos en el espacio americano. Na-poleón III, atacado por los diputadosde la oposición e inquieto por el pro-greso de Prusia, comprendió que habíaperdido la partida y repatrió su tropaabandonando a su suerte a Maximilia-no, que fue hecho prisionero y fusila-

do en 1867, en Querétaro. La aventu-ra había resultado desastrosa y el pres-tigio de Francia y de su Emperador que-daban deshechos.

Prisionero en SedánEl proyecto bismarckiano de una pe-queña Alemania alrededor de Prusia te-nía un enemigo declarado en Austria,cabeza de la Confederación Germánicade 1815. La guerra de los ducados da-neses (1864) dio a Bismarck la posibi-lidad de comprometer a Austria en unacuestión susceptible de constituirse enmanzana de la discordia y el posteriory difícil reparto de los ducados estaría

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La derrota francesa en Sedán puso fin al régimen imperial de Napoleón III, que en estacromolitografía de finales del siglo XIX se rinde ante Bismarck.

Tras la revolución española de sep-tiembre de 1868, que expulsa del

trono a Isabel II, el gobierno provisio-nal español, presidido por el generalPrim, ofrece la candidatura al trono aCharles-Antoine de Hohenzollern pa-ra su hijo Leopoldo. Bismarck empu-ja al príncipe alemán a aceptar. EnFrancia las emociones se desencadenan;el ministro de Asuntos Exteriores ha-bla de la reconstrucción del Imperio deCarlos V y declara que Francia no acep-tará nunca esa candidatura. El emba-jador de Francia en Prusia sostiene unaentrevista en Ems con el rey Guiller-mo I, que acepta aconsejar a su primoque retire la candidatura: Francia ha al-canzado su objetivo. Sin embargo, unabuena parte de Gobierno francés con-sidera que el asunto puede permitirlanzar una andanada al orgullo prusia-no. El embajador francés es obligado abuscar una segunda entrevista con elrey de Prusia para exigirle garantías es-critas de la renuncia. Guillermo I lasniega cortésmente e informa a Bis-marck de lo sucedido a través de un te-legrama. Bismarck modifica el tele-grama de Ems para aparentar una ac-titud real despreciativa hacia Francia ylo entrega a la prensa, que lo publica.Francia se considera insultada y decla-ra la guerra a Prusia.

UN EXPLOSIVOTELEGRAMA

DE BISMARCK

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Fachada de un inmueble haussmaniano de 1861, un tipo devivienda para la burguesía que se ha convertido en parteinseparable del paisaje urbano de París.

El Boulevard Malesherbes de París, en 1864, tras laremodelación del barrio por Haussmann, que trazó grandesavenidas reglamentando alturas y anchos de calle.

Vista del Louvre tras la remodelación de Napoleón III, por Victor Joseph Chavet (París, Museo del Louvre).

Aunque el término eclécticono sea exclusivo del arte quese desarrolla en la segundamitad del siglo XIX, es ade-

cuado aplicarlo al que se produce entre1850 y 1880, pues las opciones de los ar-tistas –arquitectos, pintores o escritores–se manifiestan de una manera menos ro-tunda, casi velada.

En arquitectura, hay que pensar en elgótico victoriano, en un Neorrenaci-miento o en un Neoclasicismo román-tico. En literatura, podremos optar porel lirismo de Las flores del mal de Bau-delaire (1857) o por el realismo de Flau-bert. En cuanto a las opciones pictóri-cas, encontraremos desde el clasicismode Winterhalter al realismo de Courbetpasando por la nueva consideración delpaisaje. Múltiples posibilidades que seofrecen en una época histórica dilata-da y prometedora, que va desde el finalde la Segunda República hasta el apo-geo de la Tercera, con el paréntesis delII Imperio.

Los protagonistas de este último sonNapoleón III y nuestra inefable Eugeniade Montijo, condesa de Teba, una mu-jer de esmerada educación y que al de-cir de las coplas populares “salió de Es-paña para ser reina...” Un reinado que,en líneas generales, fue bastante afortu-

nado. De hecho, la Exposición de 1867trasmitía la impresión de una Franciapróspera. Esa fue desde el primer mo-mento la intención del nuevo empera-dor, que se interesó por la arquitecturay el urbanismo para hacer de la remo-delación de París el espejo de su acer-

tada política y el símbolo visible de laprosperidad del país. Por todo ello, elnombre del Emperador va unido irre-misiblemente al de Haussmann, que fuequien llevó a cabo la reforma de la ciu-dad, y al de los arquitectos que definie-ron el estilo de los edificios represen-tativos de la época. El resultado fue queParís se convirtió en la capital indiscu-tible de la Europa continental y en el pa-radigma de las reformas que empren-dieron otras ciudades, no sólo francesassino europeas, entre las cuales la de Vie-na ocupa, por su espectacularidad, el se-gundo lugar.

El París de HaussmannLa reforma de Haussmann se basa en eltrazado de amplísimas avenidas y bule-vares cuyos puntos focales estén mar-cadas por monumentos representativos,aunque Haussmann no considere quedichos monumentos tengan que con-densar valores estéticos y simbólicos, si-no que ser más bien un complementovisualmente eficaz para “la monumen-talidad difusa” de un paisaje urbano, cu-yo conjunto todos estamos de acuerdoen calificar de grandioso. Tres de esoscomplementos visuales son los monu-mentos más representativos de la épo-ca: el Arco de Ariunfo, en la plaza de laEstrella, el Nuevo Louvre y la Ópera. Pa-ra llevar a cabo este plan urbanístico,fue necesario demoler barrios enteros

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ANA MARÍA ARIAS DE COSSÍO es profesora deHistoria del Arte en la U. Complutense.

Eclecticismo recargado para la Corte de nuevo cuño de Napoleón III,realismo social en una literatura que denunciaba las lacras de laindustrialización y, sobre todo, la remodelación de París para hacer de ellala capital intelectual de Europa, son los factores de la vida cultural del IIImperio que destaca Ana María Arias de Cossío

para un ImperioEstética

Grupo escultórico de La danza, deJean-Baptiste Carpaux, 1869 (París,Museo de Orsay).

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tista del viejo Louvre. Ambos apostaronpor la decoración escultórica de los nue-vos, cuya ampulosidad hace que casipodamos decir que se trata de un nue-vo barroquismo.

Provocación moralEl edificio de la Ópera, obra de Garnier,establece con el espacio de la plaza don-de está situada un enorme contraste. Esuna construcción suntuosa que revela elespíritu triunfalista de la burguesía fran-cesa de la época. Sucesión de volúme-nes cuyo efecto externo e interno son deun ampuloso barroquismo, pero con ele-mentos del Alto Renacimiento, más ita-liano que francés. De entre los gruposescultóricos que lo adornan, La danza

parece muy revelador de la mentalidadde la época: se trata de una obra queprocede del Barroco pero cuyo autor,Carpeaux, no utiliza los recursos visua-les al servicio de un mensaje grandilo-cuente o propagandista, sino al de unaidea frívola que tiene fines meramentedecorativos, de manera que a la tensiónde un Bernini sucede la de un movi-miento casi orgiástico, en el que las fi-guras tienen un realismo individualiza-do. Aunque el grupo revela una com-posición académica, hay una inestabili-dad que sugiere el frenesí de una dan-za báquica. Al principio causó un granescándalo, quizás porque la exaltacióndel placer resultaba turbadora para la so-ciedad de ese momento.

La pintura y la literatura más propiciasa la creación íntima expresaron a la per-fección la complejidad de la época. Enel círculo de la Corte imperial, la pin-tura de F. X. Winterhalter señala el pa-rámetro de la pintura oficial, que se apo-ya en el lenguaje del clasicismo. En1855, éste pinta su obra maestra, La Em-peratriz Eugenia rodeada de sus damasde honor. En un paisaje de bosque cua-jado de flores, sobre todo lilas –la floremblemática de la Emperatriz– las nue-ve mujeres han interrumpido sus ocu-paciones para posar en armonioso cír-culo. Sus vestidos se despliegan en ma-tices sutilmente contrastados, formandoríos de seda, encajes y muselinas, quesugieren toda la belleza de la silueta fe-menina.

La escena es luminosa y brillante, vi-sión de un mundo de sereno clasicismotransformado en fiesta campestre, querecuerda las mejores representacionesdel humanismo veneciano, como si fue-ra un cuadro viviente de Diana con susninfas, una alegoría de las Musas o unacelebración de la primavera y la fecun-didad –la Emperatriz está ya encinta–. Elcuadro entusiasmó en la Corte y fuemostrado en la Exposición de 1855, don-de su autor obtuvo primera medalla deun jurado que rechazó otro retrato co-lectivo de G. Courbet. Éste, en un alar-de de independencia, lo colgó en un pa-bellón propio, bajo la sencilla etiquetade Realista. Se trata de El taller del pin-tor, actualmente en el Museo de Orsayen París.

El tema es tradicional desde tiempoinmemorial, pero Courbet renueva y am-plía el concepto, en una superficie demás de veinte metros cuadrados con

DOSSIER: LA NOSTALGIA IMPERIAL DE NAPOLEÓN III

GUSTAVE FLAUBERT

(Ruán, 1821-Croisset, 1880)Con vocación litera-ria desde niño, eraun escritor concien-zudo y gran viajero.Su obra literariamás conocida es

Madame Bovary. Su Viaje a Oriente(1849 a 1851) reflejó e influyó en unavisión decimonónica del Oriente de tópi-cos persistentes.

PAUL VERLAINE

(Metz, 1844-París,1896)Influido por Baudelai-re, su poesía acusó re-cibo de su pasión porRimbaud, por quienabandonó a su mujerenferma y al que dis-paró cuando éste lo abandonó. Con re-caídas en el alcoholismo y temporadasen la cárcel, Verlaine anticipó elemen-tos clave de la lírica contemporánea.

ARTHUR RIMBAUD

(Charleville, 1854-Mar-sella, 1891)Muy precoz, comenzóa escribir a los 16. In-vitado por Verlaine aParís, entablaron unaturbulenta relaciónamorosa hasta 1873.

Una temporada en el infierno, de eseaño, y Las Iluminaciones, que Verlaineeditó en 1886, fueron, con sólo 19años, su despedida literaria.

La recargada estética de la corte se refleja en el óleo La emperatariz Eugenia de Montijocon sus damas de honor, pintado en 1855 por F. X. Winterhalter (Castillo de Compiégne).

de callejuelas angostas, que albergabantambién testimonios históricos de untiempo ya irremediablemente perdido,sobre los que afloraba la ciudad de unaburguesía orgullosa, que había despla-zado a la ciudad preindustrial. En eseescenario, asombroso por su amplitudy armonía plástica, vagaba un fantasmade nostalgia. Era la expresión urbana deuna situación histórica que se vivía des-de la convulsión revolucionaria de 1848.

El movimiento republicano levanta aItalia, Alemania y Austria, donde se de-rrumba definitivamente el antiguo or-den en la figura del canciller Metternich.En Francia, por un breve periodo detiempo, el socialismo tomó el poder einstauró el sufragio universal. Justa-mente después de esta breve II Repú-blica llegó el II Imperio. Sin duda, laprosperidad de la que puede hacer ga-la su época era fruto de la transforma-ción de la vida que ya había comenza-do a notarse unos años antes con laaparición de una industria dotada de unutillaje revolucionario, que alteraba pro-fundamente las condiciones de la vidaeconómica y social. En pocos años, es-taba tomando impulso una civilizaciónnueva con sus convulsiones y sus es-peranzas, que se tradujo en el terrenode las ideas: el culto a la naturaleza y lafe en la ciencia desembocaron en la ge-neralización del método experimental yen el sistema positivista.

La doctrina del progreso se habíapuesto en marcha y la sociedad veíaabrirse la reacción en cadena de los in-ventos, que fundados en la observacióny la nueva organización de la sociedadla hacía proyectarse irremisiblementehacia el futuro, que en un mundo in-

cesantemente reelaborado y acondicio-nado a las exigencias de un hombrenuevo, que ya no tiene necesidad de re-fugiarse en la imaginación y en los sue-ños para mejorar la visión de su vida si-no que, deliberadamente, encaraba larealidad y la convertía en una ambicióny esperanza inseparables de una preo-cupación paralela: todo avance de laciencia y del progreso era en realidaduna amenaza real para una clase socialcuya importancia y número crecían pa-radójicamente. Eran los proletarios, queahora empezaban a sustituir a los arte-sanos a quienes el progreso sepultaba.

Esta dualidad de orgullo por el pro-greso y preocupación por el futuro queese progreso dibujaba en el horizonte

provocó una cierta nostalgia por lo quela ciudad preindustrial significaba, enun tiempo que ya era pasado y estabasepultado bajo las avenidas, plazas y bu-levares del París de Haussmann... A esadualidad se debe el eclecticismo del ar-te de este momento, en el que los ar-tistas pueden escoger el vocabularioque consideren oportuno para su cre-ación. Visconti y luego Lefuel, los ar-quitectos encargados de los monumen-tos situados en los puntos claves delnuevo paisaje como el Nuevo Louvre, omás exactamente la unión del Louvrecon Las Tullerías, ofrecen el modelomás acabado de la arquitectura del IIImperio, que aunque cuenta en todomomento con la arquitectura renacen-

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VICTOR HUGO

(Besançon, 1802-París, 1885)Vivió las campañas na-poleónicas en España eItalia de pequeño ypronto decidió consa-

grarse a la literatura. Liberal, se separópara unirse para siempre a su amanteJuliette Drouet y en 1830 comenzó suactividad con Hernani y Nuestra Señorade París. Se opuso decididamente al gol-pe de Estado de Luis Napoleón y no vol-vió a París hasta la caída del Imperio.

HONORÉ

DE BALZAC

(Tours, 1799-París, 1850)Tras una seriede fracasos ini-ciales con la lite-

ratura, se lanzó a una caudalosa pro-ducción a partir de 1830. Su gran fres-co literario, La comedia humana, un pa-norama de la sociedad francesa de laprimera mitad del siglo XIX, que debíaconstar de 137 novelas, quedó inacaba-da a su muerte.

ÉMILE ZOLA

(París, 1840-1902)Amigo de Cézanne,admirador de Bal-zac y Flaubert, qui-so hacer una obracíclica sobre el mo-delo de La comediahumana, llamada

Los Rougon-Maquart, historia natural ysocial de una familia bajo el SegundoImperio. A partir de Germinal (1885), seinclinó hacia el socialismo. En 1898 de-fendió a Dreyfus con su Yo acuso.

TESTIGOS LITERARIOS

Esta aguatinta de Daumier, llamada igual que su famoso óleo El vagón de tercera, se fijaen las duras condiciones de vida de los trabajadores franceses bajo el II Imperio.

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más de treinta figuras a tamaño naturalque pinta directamente. El centro de lacomposición es la paleta del pintor que,en pose espléndida, se retrata pintan-do de memoria, según su costumbre, elpaisaje que le es familiar. El placer quele proporciona esa representación se ex-tiende a dos figuras que le rodean: el ni-ño de espaldas al espectador, que miramaravillado, y la mujer que detrás delpintor le contempla. De esta última ema-na un cierto placer al mirar el caballe-te, como si fuera un altar, un símbolo de

esa religión moderna que es el culto ala naturaleza. El paisaje dentro del cua-dro separa física y moralmente a los dosgrupos de personas que están a los la-dos. A la derecha, según las palabras delpropio Courbet en carta a Champfleury,el gran crítico del realismo, “Las gentesque me sirven me apoyan en mi idea yparticipan en mi acción...” Ante el va-no de la ventana están el mismo Champ-fleury, Bouchon, Baudelaire y otros. Pe-ro, en este grupo, llaman la atención dosparejas contrapuestas: al fondo, una pa-reja en actitud de despreciar los con-vencionalismos sociales, y delante, la pa-reja de aficionados mundanos, ella ves-tida en tonos oscuros y con espléndi-do mantón de Indias multicolor mira ha-

cia el lienzo, mientras que la del fon-do, vestida en tonos claros brillantes, mi-ra hacia el lado contrario. El grupo de laizquierda son “Las gentes que viven dela muerte...” El artista las representa fue-ra de la esfera artística, hundidas en laspasiones y las necesidades materiales.Con todos ellos, Courbet crea un es-pléndido juego compositivo de corres-pondencias, lo que no quiere decir quehaya establecido un sistema jerárquicoen la composición, sino que cada ele-mento tiene valor de símbolo en este

magnífico retrato de la sociedad de laépoca. El pintor, con la mano extendi-da, se dispone a colocar la pincelada se-parándose de las personas que le rode-an, para glorificar el acto de la creacióncomo verdadero fundamento de la rea-lidad.

Crítica socialPodríamos citar a otros pintores, porejemplo H. Daumier, que supo mante-ner la línea de crítica política y social enuna especie de romanticismo de ten-dencia humanitaria y social. Pensemosen el El vagón de tercera, que podríaconsiderarse como un paralelo pictóri-co de la obra Los miserables, de VictorHugo, que prolongó esa tendencia en la

literatura de esos años. Desde el fraca-so de la Revolución de 1848, se favore-ció la reacción contra el Romanticismo.La nueva generación estuvo muy influi-da por el Positivismo, que al apropiar-se de la literatura y de la pintura tomóel nombre de Realismo, reforzado muypronto con el de Naturalismo. La mate-ria es el hecho que el escritor tiene an-te sí: la vida de su tiempo. Ya no tienepor qué alejarse hacia mundos exóticospara escribir relatos fantásticos. En Lacomedia humana de Balzac, el lectorpuede revivir toda la sociedad francesade su época y precisamente la grande-za de su síntesis novelesca es haber po-dido conjuntar su gran arte de narradorcon su extraordinaria hondura en el aná-lisis de los registros psicológicos y lasnotas sociales de sus personajes.

La lucidez de BalzacInmerso en el ambiente de la Monarquíade Julio, Balzac la convierte en una lú-cida imagen de las contradicciones de lasociedad que le rodea. Esos procedi-mientos realistas se precisan en Champ-fleury y logran su perfección en Flaubert;1857 es el año en que el proceso y la ab-solución de Madame de Bovary son elsímbolo de su lucha y su victoria. Flau-bert se convierte en el jefe de la escuelaa la que enseguida se vinculan los her-manos Goncourt, Feydeau y Zola. Mien-tras tanto, Rimbaud y Verlaine llevan has-ta límites mucho más extremos el pro-ceso de libertad de inspiración y técni-ca poética, iniciando la era del Simbo-lismo. Otros poetas, como Laconte de Lis-le, Heredia o Bauville, definieron lo quese llamó Parnasianismo, en el logro deuna poesía que, derivada de Baudelai-re, fuera culta e impersonal a la vez quebuscaba la armonía plástica y la facturaimpecable. En los años del II Imperio seremodeló París para que fuera el espejode una Francia próspera y acogiera todaslas posibilidades estéticas de una épocade esperanzas y temores que desde allíproyectaron al mundo las claves de lacontemporaneidad. n

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La vida en sí misma se convierte enmateria prima de la literatura, que seafana en describir a la sociedad francesa

El estudio del pintor, de Gustave Courbet, 1855, es un manifiesto personal del universodel pintor y un homenaje al acto de la creación artística (París, Museo de Orsay).

GEORGES PRADALIÉ, Le Second Empire, Paris,PUF, 1957.

PIERRE RENOUVIN, Historia de las relacionesinternacionales, siglos XIX y XX, Madrid, Akal, 1982.WILLIAM H. C. SMITH, Napoleon III. The Pursuit ofPrestige, London, Collins & Brown, 1991.

PARA SABER MÁS