Revista El principe, Nº 4, 2010. Especial Bicentenario

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    El PríncipeN º 1 - A ñ o 4 Edición Bicentenario 1 8 1 0 - 2 0 1 0 

    Revista de Ciencia Política

    Asociación de Politólogos Bonaerense

    ISSN: 0328-2589

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    El 7 de junio de 1810 Mariano Moreno fundó La Gazeta de Buenos  Aires y es en reconocimiento a su figura que en esa fecha se celebra en nuestro país el Día del Periodista. La Primera Junta indicó por 

    decreto su fundación por ser necesario anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales. Sus primeros redactores 

     fueron Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.

    La Gazeta de Buenos Aires fue piedra fundamental del periodismo revolucionario de nuestra etapa independiente y además se trató del  

     primer medio de prensa con ideas patrióticas.

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    La Asociación de Politólogos Bonaerense, a través

    del Comité Editorial de la Revista de CienciaPolítica El Príncipe, desea agradecer especialmente

    a los anteriores integrantes de la redacción de dichapublicación, por ser una fuente de motivación e

    inspiración en nuestra tarea:

    Mario Edgardo RodríguezCecilia A. de Marteau 

    Hugo Bertín 

    Pablo Bruera 

    Juan Carlos Corbetta 

    Carlos G. Lazzarini 

    Raúl López RuffJosé María Marchionni 

    Héctor Marteau 

    N. Guillermo Molinelli

    María Monserrat Lapalma

    Enrique Sette 

     Ángel Pablo Tello

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    El Príncipe

    Diseñó 

    :

    Miguel Kiperszmid

    m i g u e l e @ s p e e d y . c o m . a r  

    Comité editorial:

    Agustina González Ceuninck

    Carolina Frachia

    Ezequiel ParmaGabriela Poiré Zoppi

    Gustavo Dopazo

    Jorge Ignacio Malpeli

    Nicolás Rodríguez

    ISSN: 0328-2589

    Registro de la Propiedad Intelectual en trámite

    © Asociación de Estudiantes y Licenciados en Ciencia

    Política y Relaciones Internacionales de la Provincia deBuenos Aires.

    Matrícula: 33310 - Legajo: 1/151969

    www.apb-politologos.com.ar 

    [email protected] 

    [email protected]

    Los artículos son responsabilidad de sus respectivos autores.

    www.apb-politologos.com.ar 

     Año: 4 - Nº 11 8 1 0 - 2 0 1 0

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    Nuestro Consejo Académico:

     Alejandro Esteban Rodríguez 

    Enrique Sette 

    Gerardo Ferradas 

    José María Marchionni

    María Monserrat Lapalma 

    Mario Edgardo Rodríguez 

    Raúl Leopoldo Tempesta 

    Wilfredo Carrozza 

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    13 Editorial  

    17 Sobre la Asociación de Politólogos Bonaerense 

    Textos y documentos:

    21 Marcha Patriótica 

    25 Impugnación contra la tesis que aparece en la proclama

    de Cisneros del 18 de Mayo de 1810.

    Mariano Moreno

    29 Cielito 

    Artículos:

    39 Obligados a insistir 

    Silvio Juan Maresca

    47 Lo que el Bicentenario prefiere olvidar Mariano Schlez

    73 Las relaciones exteriores de la junta provisional

     gubernativa de la capital de Buenos Aires con Inglaterra 

    a la luz del plan revolucionario de operaciones Fernando Klappenbach

    107 Malvinas y el segundo centenario de la nación: Una

    aproximación hacia la cuestión Malvinas desde lasociedad civil  Federico Martín Gómez

    135 El radicalismo entre 1912 y 1930. Partido, bases sociales 

     y fórmula políticaGabriel Obradovich

    153Introducción al pensamiento peronista, Orígenes delPeronismo: su política social y popular Bill de Caledonia

    Índice

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    Reportaje:

    161 El político y el científico 

    Entrevista a Juan Manuel Abal Medina

    Reseña Bibliográfica:

    175 La Argentina y el mundo frente al bicentenario de la

    Revolución de Mayo Por Agustina González Ceuninck

    181 Convocatoria para publicaciones 

    23 El Cabildo y otra revolución (1852) 

    Plaza de la Victoria (1867) 

    27 El ejercito en la Rivera del Rio Negro (1879) 

    Estación central (1887) 

    45 Posando para el Martin Fierro (1890) 

    Inmigrantes (1907) 

    71 La Protesta (1911) 

    Los Tranvías (1930) 

    133 En plena construcción (1936) “Las patas en la fuente” (1945) 

    151 Las primeras marchas (1977) En el balcón del Cabildo (1983) 

    171 El juicio a las juntas militares (1985) Tratado de Asunción (1991) 

    179 El cacerolazo (2001) Descuelgue de cuadros (2004) 

    Índice Fotográfico

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    El PríncipeEdición Bicentenario 

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    Bienvenidos a una nueva edición de El Príncipe, puntualmente a

    este número especial del Bicentenario, al cumplirse nada más y 

    nada menos que 200 años de la Revolución de Mayo. Hace dos centurias

    se materializaba el sentimiento de Patria, este término frecuentemente

    olvidado en el accionar de gran parte de los ciudadanos del inicio del

    siglo XXI y solo recordado en los actos de Asunción de funcionariospolíticos y judiciales, como algo lejano que nunca reclamará su deuda.

    Cuando releemos la historia de la Revolución de Mayo, del período

    prerrevolucionario y sus consecuencias, sentimos algo muy similar a

    cuando oímos un buen tango: por un lado la satisfacción y el orgullo de

    tan esplendida creación nacional y por el otro, la tristeza característica

    de sus letras. En el caso de Mayo de 1810, se presentan ante nuestros ojos

    deslumbrados héroes, próceres, verdaderos patriotas que forjaron lo

    mejor de nuestra identidad, y sin embargo, sobre todo a partir del aporte

    del revisionismo histórico, descubrimos la presencia de los traidores,cipayos y asesinos que en cierto modo también formaron parte de

    nuestra identidad.

    Con esta idea e indagando desde sus orígenes, pudimos encontrar rasgos

    fascinantes que hicieron y hacen a la historia de nuestro país y eso nos

    motivó a sumarle a esta edición una innovación: las imágenes

    fotográficas, porque creemos que en la historia de la Argentina no hay 

    una sola década que merezca quedar afuera de este número. De estamanera, a medida que vayan transitando El Príncipe, irán encontrando

    Editorial

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    Editorial  

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    retratos de momentos enigmáticos y fascinantes de la historia de nuestro

    país, desde símbolos tradicionales como el Martín Fierro hasta aquellas

    cicatrices que persisten hasta nuestros días y se reflejan en nuestrasemblemáticas abuelas y madres de Plaza de Mayo.

    Como dato de color, hemos sumado un apartado al que denominamos

    “Textos y Documentos” donde irán apareciendo trabajos que en su

    momento fueron escritos y producidos por personas que desarrollaron

    roles históricos. Inaugura este capítulo, en la presente edición, Mariano

    Moreno con una nota imperdible publicada allá por los años de nuestra

    revolución en su famosa Gazeta de Buenos Aires , cuya gráfica ademásinspiró la tapa con la que ha salido el presente número de El Príncipe,

    por tratarse de una pieza fundamental del periodismo patriótico en

    nuestra etapa independentista.

    Otra novedad que acompaña esta edición es la presentación de nuestro

    Consejo Académico, compuesto por prestigiosos profesionales de

    variadas disciplinas, a quienes les estamos eternamente agradecidos por

    su aporte y por compartir con nosotros sus experiencias y 

    conocimientos. Vale la pena aclarar que algunos de sus miembros han

    sido parte del Comité Editorial de El Príncipe en su edición original en la

    década de los ’90 y hoy, gratamente, volvemos a contar con su

    dedicación.

    Por otra parte, entre nuestros contenidos, como siempre están presentes

    los artículos. En esta edición contamos con un ensayo denominado

    “Obligados a insistir”  del reconocido filósofo Silvio Maresca; otro

    titulado “Lo que el bicentenario prefiere olvidar” , una mirada originaldel bicentenario de la Patria que nos regala Mariano Schlez; asimismo

    sumando a la edición un análisis de las relaciones exteriores durante el

    período, contamos con el aporte histórico del Dr. Fernando R.

    Klappenbach a través de su artículo “Las relaciones exteriores de la Junta 

    Provisional Gubernativa de la Capital de Buenos Aires con Inglaterra a la 

    luz del Plan Revolucionario de Operaciones” ; del mismo modo el Lic.

    Federico Gómez nos ofrece un raconto histórico del conflicto de

    Malvinas a través de su trabajo titulado “Malvinas y el Segundo Centenario de la Nación” ; y finalmente, creímos de especial importancia

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    sumar a esta edición dos trabajos que reflejen el origen de los dos

    partidos políticos nacionales de masas más importantes que durante

    tantos años ciñeron el sistema de partidos argentino, de esta manera,damos cuenta del origen de la Unión Cívica Radical a través del relato de

    Gabriel Obradovich con su trabajo “El Radicalismo entre 1912 y 1930” ,

    sobre el surgimiento del centenario partido y un artículo denominado

    “Introducción al pensamiento Peronista, los orígenes del peronismo y su 

     política social y popular”  cuyo autor se mantiene en el anonimato y 

    refleja los inicios del Partido Peronista. Vale la pena aclarar que todos los

    trabajos han sido seleccionados no solo por la excelencia académica de

    sus contenidos, sino por lo original de sus temáticas.

    La Reseña Bibliográfica, esta vez sobre “La Argentina y el Mundo frente 

    al Bicentenario de la Revolución de Mayo” , obra originada en el Centro

    de Reflexión en Política Internacional del Instituto de Relaciones

    Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, que tiene por

    objetivo realizar un abordaje analítico de las distintas etapas de inserción

    internacional de la República Argentina a lo largo de sus doscientos años

    de historia.

    Finalmente, nuestra entrevista, en este caso a un politólogo de renombre

    de la talla de Juan Manuel Abal Medina, Doctor en Ciencia Política, cuya

    tesis de doctorado ha sido calificada de excelencia. Durante la entrevista,

    el Dr. Abal Medina abordó los muy diversos aspectos del análisis político

    pasando por nuestro sistema de partidos, el sistema electoral, el

    federalismo en la Argentina, la descentralización y los conflictos

    provenientes de la coparticipación federal, entre otros.

    Estos son, en síntesis, los contenidos de nuestra Revista. Esperamos que

    sea del agrado de todos ustedes y recuerden que siempre están invitados

    a escribir y a enviarnos sus artículos.  

    Cordiales saludos y VIVA LA PATRIA!!! 

    La guerra no es por Gaza 

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    La Asociación de Politólogos Bonaerense (APB) nace por voluntad de

    un conjunto de Licenciados y estudiantes con profunda vocación

    asociativa, y como consecuencia de una realidad profesional, académica

     y laboral que se manifiesta enigmática para la mayoría del los

    Licenciados en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. En este

    sentido, se presenta como una herramienta relevante para la inserción

    del politólogo en los distintos ámbitos de la vida social, política,

    económica y cultural, creando un ámbito propicio para el desarrollo de

    sus potencialidades, para contribuir incentivando a los jóvenes acerca de

    la necesidad de reforzar los vínculos entre la sociedad y el Estado,

    observando la ética profesional, el fomento de acciones conjuntas

    interprofesionales y la promoción del bienestar de sus integrantes.

    Con perfil humanístico y social, y sin ánimo de lucro, la APB tiene comoobjeto crear un espacio de debate, acompañado de fundamentos

    científicos y políticos que le brinden a los Licenciados y estudiantes de la

    carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Provincia

    de Buenos Aires, la oportunidad de enriquecer sus experiencias y les

    posibilite así mismo la continua formación a nivel profesional.

    Tanto su Estatuto como el perfil de sus integrantes, le permite desarrollar

    actividades orientadas al desarrollo de investigaciones, asesorías,

    Sobre la Asociación de

    Politólogos Bonaerense

    [email protected]

    [email protected] 

    Asociación de Politólogos Bonaerense

    www. apb-politologos.com.ar 

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    apb-politologos.com.ar

    Sobre la Asociación de Politólogos Bonaerense 

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    consultorías, procesos de formación en estudios políticos y sociales,

    acompañamiento de la gestión de entidades gubernamentales y no

     gubernamentales, organizaciones sociales y partidos políticos de losniveles local, regional, nacional e internacional, teniendo en cuenta

    siempre el fuerte compromiso asumido con las instituciones

    democráticas, el Estado de derecho y los Derechos Humanos,

    consagrados por la Constitución Nacional y la Constitución de la

    Provincia de Buenos Aires. Así mismo, la APB puede convocar, participar

     y gestionar la realización de eventos relacionados con temáticas afines al

    área política, la administración pública, los movimientos sociales y las

    relaciones internacionales.

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    (*) Bs.As, 21 de julio de 1812, sin firma. En “La Lira Argentina”, Edición Crítica, Estudio y Notas,

    por Pedro Luís Barga, Academia Argentina de Notas, Bs.As., 1982.

    MARCHA PATRIÓTICA VII (*)

    Que viva la patria

    libre de cadenas,

     y que vivan sus hijos

    para defenderla

    La América tiene

     ya echada su cuenta

    sobre si a la España

    debe estar sujeta

    Esta lo pretende,

    aquella lo niega

    porque dice que estan libre como ella

    Si somos hermanos

    como se confiesa,

    vivamos unidos

    mas sin dependencia

    A nada conduce

    la obediencia ciega

    que pretende España

    se le de por fuerza

    Es una injusticia

    semejante a aquella

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    Marcha patriótica VII 

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    de que España hasta ahora

    tanto se lamenta

    Si el corso es injusto,

    no lo es menos ella

    pues ambos usurpan

    posesión ajena

    Porque una ceguera

    o terquedad necia

    pierde los auxiliosque tanto desea

    Porque empleados todos

    en hacer la guerra

    lo que se ahorraría

    se vuelve contra ella

    No porque entre hermanos

    uno mayor sea

    tiene mas derecho

    a toda la herencia

     ¿Por qué pues España

    pretende grosera

    que el americano

    su parte le ceda?

    El quiere guardarla

    para aquél que sea

    su dueño, y si no

    quedarse con ella

    Pues para esto siempre

     juró la obediencia

    al rey, no a la España,como ella se piensa

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    El Cabildo y otra revolución (1852)

    En la imagen, batallones correntinos permanecen en la Plaza de la Victoria, frente al

    Cabildo y cerca de la Pirámide. El 11 de septiembre de 1852 la ciudad fue escenario de

    una revolución que produjo la secesión de Buenos Aires de la Confederación. Estasituación se extendió hasta 1859 cuando las tropas de la Confederación vencieron a las de

    Mitre en Cepeda.

    Plaza de la Victoria (1867)

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    Mariano Moreno (*) La Gazeta de Buenos Aires, 22- IX-1810 

    (*) Mariano Moreno al momento de publicación de el presente artículo era integrante (Secretario)de la Primera Junta de Gobierno surgida en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810.

    IMPUGNACIÓN CONTRA LA

    TESIS QUE APARECE EN LAPROCLAMA DE CISNEROS DEL

    18 DE MAYO DE 1810 1

    Apenas se recibieron en Lima las noticias de la instalación de esta

     Junta, publicó el virrey don José de Abascal un bando, en que (...)

    declara reunidas a aquel virreinato las Provincias de Buenos Aires (...).

    Sin raciocinio, sin convencimiento alguno, anuncia la agregación de las

    Provincias del Río de la Plata al virreinato de Lima, y una novedad tan

     grave se manifiesta justificada con el sólo hecho de haberlo así pedido el gobernador de Potosí y el presidente de Charcas, de suerte que los

    habitantes de nuestras provincias son unos rebaños, que se mercan,

    venden, cambian y trasladan a discreción del pasto que los gobierna.

    (…) Colonos de la España, hemos sufrido con paciencia y con fidelidad

    las privaciones consiguientes a nuestra dependencia. Trescientos años de

    pruebas continuadas han enseñado a nuestros monarcas que las

    Américas estaban más seguras en el voluntario vasallaje de sus hijos, queen la fuerza de sus dominadores. El español europeo que pisaba en ellas

    era noble desde su ingreso, rico a los pocos años de residencia, dueño de

    los empleos, y con todo el ascendiente que da sobre los que obedecen, la

    prepotencia de hombres que mandan lejos de sus hogares. El curso de las

    vicisitudes humanas reduce la España a la esclavitud, todos los pueblos

    libres de la monarquía recobran sus derechos primitivos y cuando los

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    Mariano Moreno 

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    naturales del país parecían destinados por la naturaleza misma de las

    cosas a subrogar el rango de sus dominadores, se ofenden estos de la

    moderada pretensión, con que aquellos se contentan de que todosseamos iguales, y aunque se reconocen sin patria, sin apoyo, sin

    parientes y enteramente sujetos al arbitrio de los que se complacen de ser

    sus hermanos, les gritan todavía con desprecio: americanos, alejáos de

    nosotros, resistimos vuestra igualdad, nos desgradaríamos con ella, pues

    la naturaleza os ha creado para vegetar en la oscuridad y el abatimiento.

    Aturde semejante atentado; y aturde mucho más que en la gran ciudad

    de Lima se haya fulminado este insulto públicamente.

    La naturaleza no crió a todos los hombres iguales: a unos dio fuerzas que

    negó a otros, aquellos, tienen salud de que carecen estos; pocos son

    adornados con talento, de que los más están privados. En esta

    desigualdad fundó Aristóteles aquella máxima tan criticada de que se

    daban hombres esclavos por naturaleza, porque parece que esta los

    destinó a servir a aquellos a quienes hizo superiores. Si nos reducimos a

    este orden natural, que prescinde de las convenciones de la sociedad, no

    sé en qué funde el señor don José que hemos nacido para vegetar en la

    oscuridad y abatimiento. Sin que sea vanagloria, podemos asegurar que

    de hombres a hombres les llevamos muchas ventajas y como es tan

    desgraciado en sus vaticinios, pues se convierten en demonio los que él

    caracteriza como ángeles tutelares, podemos afirmar que el gobierno

    antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y abatimiento;

    pero como la naturaleza nos había criado para grandes cosas, hemos

    empezado a obrarlas: limpiando el terreno de la broza en tanto mandón

    inerte e ignorante, que no brillaban sino por los galones con que “el

    ángel tutelar” había cubierto sus vicios y miserias. (...) Ya parece llegadoel caso de (...) que se conozca, que la moderación y dulzura de los

    americanos no es abatimiento; y que ya es tiempo de que salgan a la luz

    las virtudes que el despotismo ocultaba en la oscuridad, por no tener

    valor para soportar su presencia.

    1. Fuente:

    “El pensamiento vivo de Mariano Moreno” . Ricardo Levene, Buenos Aires, Losada, 1942.Disponible en http://www.encuentro.gov.ar/gallery/978.pdf 

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    El ejercito en la Rivera del Rio Negro (1879)

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    Estación central (1887)

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    (*) Sin firma. Atribuido a Bartolomé Hidalgo por la casi totalidad de los investigadores. El manifies-

    to real estaba dirigido a los americanos y apareció en Buenos Aires en 1820. En “La Lira Argentina”,

    Edición Crítica, Estudio y Notas, por Pedro Luís Barga, Academia Argentina de Notas, Bs.As., 1982.

    CIELITO

    Ya que encerré la tropilla,

     y que recogí el rodeo,

    voy a templar la guitarra

    para explicar mi deseo.

    Cielito, cielo que sí,

    mi asunto es un poco largo;

    para algunos será alegre,

     y para otros será amargo.

    El otro día un amigo,

    hombre de letras por cierto,

    del rey Fernando a nosotros

    me leyó un gran manifiesto.

    Cielo, cielito que sí,

    este rey es medio sonso,

     y en lugar de don Fernando

    debiera llamarse Alonso.

    LXXIV Un gaucho de la guardia del monte 

    contesta al manifiesto de Fernando VII,

     y saluda al conde de Casa-Flores con el siguiente cielito, escrito en su idioma. (*) 

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    Ahora que él ha conocidoque tenemos disensiones,

    haciendo cuerpo de gato1,

    se viene por los rincones.

    Cielito, cielo que sí,

     guarde amigo el papelón,

     y por nuestra independencia

    ponga una iluminación.

    Dicen que él es nuestro padre

     y que lo reconozcamos,

    que nos mantendrá en su gracia

    siempre que nos sometamos.

    Cielito digo que sí,

     ya no largamos el mono,

    no digo a Fernando el VII,pero ni tampoco al nono.

    Después que por todas partes,

    lo sacamos apagando 2,

    ahora el rey, con mucho modo,

    de humilde la viene echando.

    Cielo, Cielito que sí, ya se le murió el potrillo 3,

     y sino que se lo digan

    Osorio, Marcó y Morillo.

    Quien anda en estos maquines 4

    es un conde Casa-Flores,

    a quien ya mis compatriotas

    le han escrito mil primores.

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    Cielito digo que no,siempre escoge don Fernando

    para esta clase de asuntos

    hombres que andan deletreando.

    El conde cree que ya es suyo

    nuestro Río de La Plata:

    ¡Cómo se conoce amigo

    que no sabe con quien trata!

    Allá va cielo, y más cielo,

    cielito de Casa-Flores,

    Dios nos librará de plata

    pero nunca de pintores.

    Allá va cielo, y más cielo,

    libertad, muera el tirano,

    o reconocernos libres,o adiosito y sable en mano.

     ¿Y qué esperanzas tendremos

    en un rey que es tan ingrato

    que tiene en el corazón

    uñas lo mismo que gato?

    Cielito, cielo que sí,el muchacho es tan clemente,

    que a sus mejores vasallos

    se los merendó en caliente5

    En política es el diablo

    vivo sin comparación,

     y el reino que le confiaron

    se lo largo a Napoleón.

    Ciel ito  

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    Cielito, dogo que sí,hoy se acostó con corona,

     y cuando se recordó,

    Se halló sin ella en Bayona.

    Par la guerra es terrible,

    balas nunca oyó sonar,

    ni sabe qué es entrevero,

    ni sangre vio colorear.

    Cielito, cielo que sí,

    cielito de la herradura,

    para candil semejante

    mejor es dormir a oscuras.

    Lo lindo es que al fin nos grita,

     y nos ronca con enojo;

    si fuese algún guapo…vaya:¡Pero que nos grite un flojo!

    Cielito, digo que sí,

    vengo a poner su contienda,

     y veré si se descuida

    donde va a tirar la rienda.

    Eso que los reyes sonimagen del Ser divino,

    es (con perdón de la gente)

    el más grande desatino.

    Cielito, cielo que sí,

    el evangelio yo escribo,

     y quien tenga desconfianza,

    venga, le daré recibo.

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    De estas imágenes unafue Nerón que mandó a Roma,

     y mejor que él es un toro

    cuando se para en la loma.

    Cielito, cielo que sí,

    no se necesitan reyes

    para gobernar los hombres

    sino benéficas leyes.

    Libre y muy libre ha de ser

    nuestro jefe, y no tirano;

    éste es el sagrado voto

    de todo buen ciudadano.

    Cielito, y otra vez cielo,

    bajo de esta inteligencia,

    reconozca, amigo rey,nuestra augusta independencia.

    Mire que grandes trabajos

    no apagan nuestros ardores,

    ni lumbres, muertes, miserias,

    ni aguas, fríos y calores.

    Cielito, cielo que sí,lo que te digo, Fernando,

    confiesa que somos libres,

     y no andés remoloneando.

    Dos cosas ha de tener

    el que viva entre nosotros,

    amargo, y mozo de garras 6

    para sentársele a un potro.

    Ciel ito  

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    Y digo cielo y más cielo,cielito del espinillo,

    es circunstancia que sea

    liberal para el cuchillo.7

    Mejor es andar delgado,8

    andar águila 9 y sin pena,

    que no llorar para siempre

    entre pesadas cadenas.

    Cielito, cielo que sí,

     guárdense su chocolate,

    aquí somos puros indios

     y solo tomamos mate.

    Y si no le agrada, venga

    con lúcida expedición,

    pero si sale matandono diga que fue traición.

    Cielito, los españoles

    son de laya10 tan fatal,

    que si ganan es milagro,

     y traición, si salen mal.

    Lo que el rey siente es la falta,de minas de plata y oro,

    para pasar este trago,

    cante conmigo este coro.

    Cielito, digo que no,

    cielito, digo que sí,

    reciba mi don Fernando,

    memorias del Potosí.

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    Ya se acabaron los tiempos

    en que seres racionales

    adentro de aquellas minasmorían como animales.

    Cielo, los reyes de España

    ¡la puta que son traviesos!

    nos cristianaban al grito 11

     y nos robaban los pesos.

    Y luego nos enseñabana rezar con grande esmero

    por la interesante vida

    de cualquiera tigre overo.

    Y digo cielo y más cielo,

    cielito con cascabel,

     ¿Rezaríamos con gusto

    Por un tal don Pedro el Cruel?

    En fin, cuide, amigo rey,

    de su vacilante trono,

     y de su tierra si puede,

    haga cesar el encono.

    Cielito, cielo que sí,

     ya los constitucionales

    andan por ver si lo metenen algunos pajonales.

    Y veremos si lo saca

    la señora Inquisición,

    a la que no tardan mucho

    en arrimarle latón. 12

    Cielito, cielo que sí,

     ya he cantado lo que siento,

    supliendo la voluntadla falta de entendimiento.

    Ciel ito  

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    Notas:

    1. Con sutileza.

    2. En fuga precipitada.

    3. Demuestra las ningunas ventajas que han conseguido los realistas.

    4. Intriga.

    5. Los liberales que ha sacrificado.

    6.  Valiente y fuerte sobre el caballo.

    7. Diestro en el cuchillo.

    8. Escaso en alimento.

    9. Pobre.

    10. Condición.

    11. Con prontitud.

    12. En destruirla.

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        A   r   t    í    c   u   l

        o    s

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    Silvio Juan Maresca (*) 

    (*) Silvio Juan Maresca es Lic. en Filosofía (UBA). Profesor en distintas Universidades privadas y 

    estatales. Entre sus libros se destacan, “Placer y bien en Platón, Aristóteles y Freíd ” (Biblos, 2006, en cola-boración); “ Nietzsche y la Ilustración ” (Alianza, 2004); “Verdad y Cultura. Las consideraciones intempestivas de F. Nietzsche ” (Alianza, 2001, en colaboración); “F.Nietzsche, Verdad y cultura ” (Alianza, 1997, en cola-boración); “ Ética y poder en el fin de la historia ” (Catálogos, 1992); y “ En la senda de Nietzsche ” (Catálogos,

    1991). Ha sido Director de la Biblioteca Nacional y de las bibliotecas de la Ciudad de Buenos Airesy del Fondo Nacional de las Artes.

    OBLIGADOS A INSISTIR

    Por qué plantear explícitamente un pensamiento nacional, más

    aún, una filosofía nacional -presunto oxímoron, debido a la

    vocación universalista de la filosofía-, cuando ninguno de los países,

    pueblos o sociedades que solemos tomar como modelo en el campo del

    pensamiento lo ha hecho así? ¿Por qué no nos limitamos a generar ideas,

    debatirlas, enriquecerlas y dejamos de lado el enojoso epíteto de lo

    “nacional”, que despierta además reminiscencias desagradables? ¿No es

    acaso el Bicentenario del movimiento de Mayo una oportunidad

    inmejorable para arrojar por la borda lastres entorpecedores?

    Comienzo con estas preguntas porque ellas encierran las objeciones

    La propuesta de un pensamiento y una filosofía nacionales,

    ininterrumpidamente renovada a partir de los planteos iniciales de 

     Juan Bautista Alberdi, ha sido siempre atacada con dureza por el 

     grueso de la intelectualidad argentina. Sin embargo, no sólo una 

    tradición histórica sino también motivos estructurales exigen insistir 

    en la necesidad de un pensamiento y una filosofía que se 

    autodenominen explícitamente “nacionales”. El marco del 

    Bicentenario del movimiento de Mayo brinda un horizonte oportuno 

     para considerar una vez más la cuestión.

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    típicas que acostumbran formularse ni bien se pronuncia la expresión

    “pensamiento nacional”. Por supuesto, la cosa no termina ahí. A renglón

    seguido proliferan las acusaciones de folclorismo, provincianismo,chauvinismo, cuando no las más rotundas de totalitarismo, fascismo,

    nazismo, fundamentalismo.

    Lo primero es decir que no es del todo cierto que las naciones que

    tomamos como modelo jamás hayan postulado el carácter nacional de su

    pensamiento y de su filosofía. Empezando por los griegos, que sólo una

    larga tradición universalista y académica empalideció el rasgo nacional

    -en sentido lato- de su pensamiento. Es preciso no olvidar la rígidadistinción que establecían entre ellos y los otros, los griegos y los

    bárbaros. Pero casi todas las naciones europeas subrayaron en algunos

    momentos de su historia y todavía hoy la índole nacional de su

    pensamiento, de su arte e, incluso, de su ciencia. Baste recordar la

    célebre polémica entre Newton y Leibniz, respecto de la física, el cálculo

    infinitesimal, etcétera. En nuestros días, se habla con naturalidad y sin

    mayores objeciones de un pensamiento judío, de una filosofía judía. Para

    ni mencionar las naciones europeas periféricas, que reivindicaron con

    fuerza más de una vez explícitamente sus tradiciones nacionales, entre

    ellas su pensamiento y su filosofía, en particular en el siglo XIX, el

    llamado siglo de las nacionalidades.

    Nada hay que replicar al planteo que sostiene que sólo se trata de

     generar ideas, debatirlas y enriquecerlas, salvo que entre nosotros,

    argentinos, es una postura ideal. Ideal en el peor sentido, es decir, sin

    correlato en la realidad. Porque, de hecho, ni se generan ideas ni se

    debaten y, por ende, tampoco se enriquecen. Antes bien, lo que seobserva por doquier es que nuestros intelectuales se limitan a reproducir

    acríticamente pensamientos nacidos en otras latitudes, respuesta a otras

    necesidades, y esto no desde ayer o antes de ayer sino desde nuestros

    mismos orígenes históricos. De ahí los fenómenos de adhesión febril,

    discontinuidad e imperio de la moda, recurrentes en el medio intelectual

    argentino.

    Es esta actitud simiesca y estéril de nuestros intelectuales, promovida sindesmayo por los medios de difusión y tantas veces denunciada con escaso

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    éxito, lo que ha impulsado a una minoría de pensadores -casi siempre

    marginales- a proclamar la necesidad de construir un pensamiento y 

    una filosofía que se autodenominen explícitamente “nacionales”.

    Pero ¿a qué se debe el predominio del pensamiento mimético, de la

    cultura impostada -también, importada-, responsables no en último

    término de los tremendos y reiterados desaciertos políticos, que solemos

    pagar tan caros? Porque otra cosa que hay que decir es que el

    pensamiento -o la falta de él, de un pensamiento genuino, original-

    marchó siempre en la Argentina de la mano con la política, en una

    estrecha vecindad.

    Pues bien, la deformación del pensamiento argentino, su inadecuación y 

    falta de creatividad habituales, su reflejo imitativo, remiten en última

    instancia a nuestro origen colonial, nunca del todo superado. Desde los

    tiempos más remotos de configuración de lo que hoy es la República

    Argentina, la vida anduvo por un lado y el pensamiento por otro, en una

    enajenación peculiar que, ella sí, es patrimonio nuestro.

    El primero en advertir con lucidez extraordinaria este fenómeno fue el

     joven Juan Bautista Alberdi, el más grande pensador argentino hasta el

    presente. Por eso en 1837 afirma con vehemencia la necesidad de

    construir una filosofía nacional, que él concibe como una autognosis,

    condición previa imprescindible para edificar cabalmente las

    instituciones de la nueva nación. Para inscribirse en el decurso histórico

    es preciso saber quiénes somos, qué queremos, adónde queremos ir. Sin

    este autoexamen, sin esta determinación previa de nuestras auténticas

    necesidades y deseos, la revolución política iniciada en 1810 carece dedestino. De ahí, su oposición a los unitarios, primera versión completa

    del pensamiento mimético y de los desastres políticos, económicos,

    sociales y culturales a que lleva la aplicación mecánica de ese

    pensamiento. De ahí también su efímero apoyo a Rosas, quien de alguna

    manera expresa, a diferencia de los unitarios, el espíritu del pueblo.

    Falta, a juicio de Alberdi, el complemento intelectual de esa expresión

    instintiva. Su desengaño y posterior enfrentamiento con Rosas mucho se

    relaciona con el desprecio que éste manifestó hacia los intelectuales,incluido Alberdi y varios más que no lo miraban con tan malos ojos. De

    Obligados a insistir 

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    años tan tempranos data el divorcio trágico entre el partido popular,

    encarnación intuitiva de lo más genuino del país pero a menudo gigante

    sin cabeza, y los intelectuales consagrados, frecuentemente de espaldas ala realidad del país, a la que detestan por no acomodarse a sus esquemas

    teóricos (y utópicos), adquiridos al compás de la moda. No es ocioso

    recordar aquí que justamente éste, “La Moda”, fue el título de la revista

    creada por Esteban Echeverría ni bien llegado a estas costas después de

    su viaje a París, en el futuro rutina intelectual.

    El gesto inaugural de Alberdi hace que entre nosotros agregar el adjetivo

    “nacional”, cuando hablamos de pensamiento e incluso de filosofía,como él aventuró, responda a una tradición, además -claro está- de a

    una necesidad que proviene de la fuerza misma de los hechos, de

    nuestra deformación cultural. No se trata, pues, de una actitud

    arbitraria.

    La tradición del pensamiento nacional, inaugurada por Alberdi, no se

    interrumpió jamás en lo sucesivo, pero nunca llegó a predominar. No

    podemos hacer aquí una historia de este pensamiento, muy a menudo

    aunque no siempre ligado a la distancia con el partido popular, pero los

    nombres son muchos y las perspectivas variadas. Refiriéndonos al siglo

    XX baste mencionar a Leopoldo Lugones, Alejandro Korn, Ricardo Rojas,

    Manuel Gálvez, Nimio de Anquín, Saúl Taborda, Carlos Astrada,

    Ezssquiel Martínez Estrada, José María Rosa, Fermín Chávez, Leopoldo

    Marechal, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Raúl

    Scalabrini Ortíz, Julio Irazusta, Ernesto Palacio, Arturo Sampay, Rodolfo

    Kusch, Manuel Trías, Mario Casalla, Jorge Bolívar, Mario O’ Donnell,

    Norberto Galasso y tantísimos otros cuyo destino común -salvo contadasexcepciones- es el silencio oprobioso de la Argentina “bienpensante”

    alrededor de sus figuras y sus obras. Consúltense sino los suplementos

    literarios de los grandes diarios, las publicaciones de las editoriales

    “prestigiosas”, los éxitos de librería, etcétera.

    Ahora bien, un pensamiento nacional vaya y pase...pero, ¿una filosofía

    nacional? ¿La filosofía no es por definición universal? ¿No es lo suyo

    desenvolverse de antemano en un horizonte de universalidad? Ya hemosdicho que esto no es tan evidente como parece. Las Ideas de Platón

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    fueron pensadas exclusivamente desde y para el pueblo griego, cuando

    no, ateniense. Aunque juegan otros factores, la incondicionada

    universalidad de la filosofía es antes un producto de las universidadescoloniales que un punto de partida indiscutido del filosofar. Con mayor

    razón, después de la débâcle de la llamada metafísica tradicional, cuya

    crisis es actualmente un secreto a voces. Hoy, buena parte de los

    pensadores europeos y estadounidenses inscriben sus reflexiones en un

    horizonte de singularidad y diferencia. Personalmente, insistí con

    discreta resonancia en la década del 80 en que, justamente, la filosofía

    argentina y latinoamericana debía tomar distancia del horizonte de

    universalidad presupuesto y afirmarse en un horizonte alternativo desingularidad y diferencia, cuya traducción política consiste en el

    privilegio del interés nacional. Como cualquier mónada leibniziana

    percibimos el mundo todo, sí, pero desde un punto de vista. La

    universalidad absoluta, la perspectiva de todas las perspectivas, de ser

    factible, está reservada a Dios. Todo individuo, sociedad, pueblo, nación,

    esto es, todo ser finito, construye el mundo desde una perspectiva y está

    limitado a ella, por grande y generosa sea la apertura que practique

    hacia lo otro.

    Porque el problema no es tanto que pocos años atrás fuéramos

    neoliberales, hoy progresistas y en los 70 marxistas; el problema es cómo

    lo somos. No somos marxistas, neoliberales o progresistas desde nuestra

    perspectiva, desde una perspectiva; lo somos absoluta,

    incondicionalmente, más allá del tiempo y del espacio. Nuestros

    sucesivos dogmas de fe son huérfanos de situación, adolecen de validez

    universal y ahistórica. Así es como carecemos de ubicación y de historia.

    Se puede ser marxista, neoliberal o progresista desde un punto vistanacional o, al menos, desde alguna perspectiva determinada; nosotros lo

    somos con una entrega total, sin condiciones; fanáticamente, por tanto.

    Pero, por último, ¿la globalización en curso no implica la caducidad

    definitiva de los puntos de vista nacionales? ¿No pertenece acaso toda

    esta reflexión al pasado, ante un mundo cada vez más integrado, cada día

    más uno? ¿No es evidente la pérdida de poder y protagonismo de los

    Estados nacionales ante el predominio del mercado mundial, el avancevertiginoso de la tecnología y las comunicaciones, la concentración del

    Obligados a insistir 

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    capital, el desarrollo incontenible de las industrias culturales?

    Cuestiones de los 90 que no por haber casi desaparecido del lenguaje

    periodístico han dejado de existir. Cabría hacer numerosasconsideraciones sobre estas preguntas. Nos conformamos con recordar

    que el 1ero. de mayo de 1974 Juan Perón -como gusta llamarlo Antonio

    Cafiero, sin Domingo y sin general-, al inaugurar por última vez el

    período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación y advertido

    precursoramente de la evolución del mundo, instaba a desarrollar un

    profundo nacionalismo cultural, contrapartida imprescindible -“por

    paradójico que ello parezca”, decía textualmente-, de la no muy remota

    integración al planeta.

    En vísperas del Bicentenario de la independencia de las colonias

    hispanoamericanas, la fuerza de las cosas ha puesto de nuevo en primer

    plano el viejo sueño de la integración de América Latina, única forma de

    encarar con ciertas posibilidades de éxito el proceso histórico en que

    estamos insertos. No será fácil, el camino está plagado de dificultades,

    pero ensayos como la Unión de Naciones Suramericanas permiten

    alentar esperanzas razonables.

    Ahora bien, ¿es posible integrarse sin una perspectiva propia, sin un

    punto de vista nacional que nos integre hacia adentro, entre nosotros,

    argentinos? ¿Alcanza con un progresismo pedestre y -para colmo de

    males- confrontativo para, sin otro patrimonio espiritual, realizar la

    ansiada unidad económica, política y cultural con los hermanos del

    continente?

    Las preguntas se acumulan; la respuesta es obvia: de nuevo, como tantas

    otras veces en el pasado, es urgente desarrollar un vigoroso pensamientonacional, con base en una filosofía nacional, que contribuya -entre otras

    cosas- a fortalecer la tambaleante identidad cultural de los argentinos.

    Sin embargo, mi conclusión es pesimista: en el Bicentenario que

    transitamos se hablará de muchas cosas, la mayoría de las cuales sonarán

    a hueco, se escribirán también seguramente un sinnúmero de textos

    alusivos, de mayor o menor interés, pero difícilmente el desarrollo de

    pensamiento que reclamamos será promovido y tendrá lugar. En

    consecuencia, la Argentina seguirá a los tumbos, lamentando sudesdicha, que no comprende.

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    Inmigrantes (1907)

    Posando para el Martin Fierro (1890)

    Esta típica escena fue tomada en la estancia de San Juan, actual Parque Pereira Iraola

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    Mariano Schlez (*) 

    (*) Mariano Schlez es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia, Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Lic. en Historia (UBA). Doctorando en Historia (UBA). UBA-UNLP-CONICET

    LO QUE EL BICENTENARIO

    PREFIERE OLVIDARLa aniquilación de los opositores a la revolucióndel 25 de Mayo de 1810

    El bicentenario de las revoluciones de independencia de principiosdel siglo XIX dio inicio a una serie de actividades en torno a su

    conmemoración, a lo largo de toda Latinoamérica. Los diferentes gobiernos, intelectuales y medios de prensa aprovechan la efeméridepara celebrar los hechos que fundaron a las sociedades contemporáneas.

    Al hacerlo, traen al presente una serie de procesos y personajeshistóricos que han sido parte de la “construcción” de los Estadosmodernos. Ideales políticos, grandes batallas militares, sociedadessecretas revolucionarias e historias de familias notables son algunos delos tópicos planteados en las evocaciones.Sin embargo, las festividades no se limitan al pasado sino que, por elcontrario, constituyen una manera bastante efectiva de celebrar (y preservar) las sociedades del presente. Característica que determina queciertos temas se encuentran vedados, debido a la naturaleza misma del

    evento. Los bicentenarios, hasta el momento, han dejado de lado a unsujeto constitutivo de los enfrentamientos de aquellos años: a quienes seopusieron a las revoluciones. No nos estamos refiriendo, únicamente, alos ejércitos realistas enviados desde España, sino a los propios vecinosde Buenos Aires (y de las principales ciudades americanas) que, por susintereses, defendieron a sangre y fuego el orden colonial. De allí que unacelebración que tiene por objetivo, entre otros, celebrar la unidad

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    nacional, requiera del olvido de los enfrentamientos e interesesantagónicos que recorrieron a las sociedades de aquel entonces. El hecho

    de que los “hijos de un mismo Rey” se hayan enfrentado a muerte resultauna imagen poco útil para quienes, hoy, intentan aprovechar losbicentenarios para consolidar el orden vigente.De este modo, los avatares de la lucha política actual determinan elolvido de la fuerza social contrarrevolucionaria. Su lucha, al igual quesus ideas políticas, como la de muchos “vencidos” a lo largo de lahistoria, es dejada de lado en los grandes relatos construidos a posteriori.Proponemos al lector sumergirnos en los días de Mayo a través de las

    ideas y la acción política de uno de los principales sectores dirigentes dela contrarrevolución: los comerciantes monopolistas.

    Un mundo en guerra (revolucionaria)

    Los procesos revolucionarios latinoamericanos no pueden explicarse sinatender, primero, a la coyuntura mundial, que les imponía su dinámica.Las guerras europeas fueron las primeras grandes enemigas de los

    comerciantes monopolistas rioplatenses, que se veían perjudicados porla agudización de los conflictos. Hacia 1778, Pedro Andrés de Azagra,Superintendente de Azogue del Reino de Chile, se mostraba confiado enque la llegada del Virrey Vértiz, al Río de la Plata, redundaría en unfomento del comercio colonial. Sin embargo, lanzaba una advertenciacasi profética: “la guerra entre franceses e ingleses no nos seráperjudicial como no nos mezclemos en ella. Dios así lo permita”.1 DonPedro no era el único comerciante preocupado por el rumbo de susnegocios. Al año siguiente, el comerciante del Reino de Chile, SalvadorTrucios, se quejaba de las molestias que las guerras europeas causabanal tráfico. Le urgía enviar a la Península las remesas en dinero que suconsignatario (su propio yerno) le exigía, y por eso solicitaba a su socioen Buenos Aires, Diego de Agüero, que despache los doblones “en elprimer correo marítimo que salga para La Coruña, que me parece laconducta mas segura en caso de no haber guerra declarada contranuestra España”.2 Sus temores se convertirían en realidad tan sólo unaño después, cuando la pérdida de dos buques españoles, el Buen

    Consejo  y el Perla , le hicieron perder “6.500 pesos de cobres”.3 Al

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    menos, la experiencia le sirvió de aprendizaje, e inmediatamente ordenóa Agüero que retenga los caudales y el cobre hasta nuevo aviso, “pues no

    quiero hacer riesgo ninguno en tiempo de guerra”.4 Treinta años antesde 1810, los comerciantes monopolistas comenzaban a inquietarse: larevolución estaba golpeando a su puerta.El origen de las preocupaciones de los mercaderes rioplatenses, entonces,debemos buscarlo en el enfrentamiento entre las burguesías inglesa y francesa. Esta lucha provocó el bloqueo de los puertos destinados altráfico americano, resquebrajando la relación entre el Imperio español y sus colonias. La burguesía francesa hizo su revolución contra su Rey y 

    contra la totalidad del sistema feudal. Pero no se detuvo en su frontera.Era perfectamente conciente que, para garantizar la victoria, debía ir enbusca de su principal oponente. Mientras tanto, la nobleza española, queintentaba sobrevivir aliándose a una y otra burguesía según el rumbo dela coyuntura política, era conciente de la gravedad de la crisis.5 En 1792,desde Málaga, otro de los consignatarios de Diego de Agüero le transmiteestas noticias a Buenos Aires:

    “los franceses están de peor ánimo que al principio, mas rebeldes que al principio. Aguardamos una gran guerra contra ella, pues 

    los imperiales y prusianos le han declarado la guerra y creo 

    seguirán todos. Según veo antes de todo esto se matarán todos los 

    franceses, unos a otros. Me parece que sucederá con París peor 

    que con Jerusalén, que no quedará piedra sobre piedra. Dios los 

     ponga en paz, y se aquieten que, según veo, tendrá que hacer”. 6

    Del mismo modo, Miguel Fernández de Agüero le escribe desde Cádiz,

    informándole de la detención de varios barcos ingleses. En superspectiva, también Francia era el factor disruptivo del orden mundial:“Esta serenidad de resolución nos hace pensar que ni uno ni otro

     gabinete [España e Inglaterra] quieren la guerra y que si se rompe seapara mucha gente a impulso de las insinuaciones o exigencias delDirectorio Francés, que para todas partes hace valer sus pretensiones”.7

    Al igual que el resto de los comerciantes monopolistas, comprende elpeligro de enviar mercancías a ultramar en tiempos de guerra: “Si por

    casualidad al recibo de esta no ha verificado usted embarque de midinero, que debe haber estado en su poder, no lo haga, deteniéndolo

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    hasta las resultas de esta borrasca”.8

    Las sospechas de la clase monopolista, en realidad, esconden un temor

    más profundo: la invasión de las mercancías inglesas. Problema que nosremite a la naturaleza de la ganancia de estos comerciantes. Elmonopolio es una prerrogativa política, otorgada por el Estado feudalespañol, que les permite a los comerciantes vender los efectos porencima de su valor. De esa punción a la circulación, que tiene forma derenta, viven estos monopolistas. La llegada de comerciantes inglesesrepresenta una avanzada de mercancías producidas bajo relacionessociales capitalistas, más baratas y, por ende, competitivas. Hecho que

    empieza a agitar los ánimos de la clase dominante colonial.Los consignatarios americanos temblaban “por el recelo de la venida deingleses”. Uno de los principales comerciantes ligados a Cádiz, Gaspar deSanta Coloma, manifestaba en su correspondencia una situacióncompleja: “muchas quiebras, muchos atrasos y por último todo el girotrastornado. Sólo los efectos de nuestras fábricas podrán expenderseporque estos no los traen los ingleses”.9 Hacia febrero de 1810 elescenario se complicaba debido a que “el comercio libre con los inglesesha puesto esta Capital en un estado deplorable para el comercio, porquetodas sus manufacturas están en sumo grado baratos los géneros, y nonos ha de quedar aquí un peso ni plata labrada”.10 La llegada demercancías inglesas, entonces, repercutía en una profunda depreciaciónde los productos llegados a través de la ruta de Cádiz.Como vemos, la expansión de las revoluciones burguesas europeastrastocó al conjunto del “Antiguo Régimen”, repercutiendo en el lejanoRío de la Plata. Los comerciantes monopolistas rioplatenses eranplenamente concientes de que el fracaso de España, en sus intentos por

    mantener el monopolio comercial, redundaría en la entrada masiva demás y mejores productos. El terror a la imposición de la ley del valortrabajo, que llegaría de la mano de la introducción de mercancíasinglesas, explican, no sólo el resquemor de los monopolistas hacia larevolución francesa y las guerras que provocó, sino el origen de suorganización gremial, política y militar para resistir a su avance.

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    La Revolución de Mayo: un conflicto con historia

    El núcleo de la fuerza social contrarrevolucionaria de Buenos Airesestaba formado por los comerciantes monopolistas. Entre los másimportantes se encontraban José Martínez de Hoz, Jayme Alsina y Verjés,Martín de Álzaga, Diego de Agüero y Miguel Fernández de Agüero. Suacción corporativa y política no se circunscribe al períodorevolucionario, sino que antecede, en más de treinta años, a 1810. Desdela década de 1770, los comerciantes porteños establecieron un frentepolítico con dos objetivos fundamentales: obtener un Consulado en

    Buenos Aires y combatir la omnipotencia del comercio de Lima. Sinembargo, dejaremos de lado sus coincidencias programáticas, paraconcentrarnos en los conflictos que comienzan a delinearse en su seno,que se profundizarán con el transcurso de los años, forjando dos gruposrivales cada vez más antagónicos.Hacia octubre de 1789, con motivo de renovar a los apoderados delcomercio porteño, dos bandos combatieron por sus respectivoscandidatos: uno que defendía el triunfo de Cristóbal de Aguirre y Miguel

    de Azcuénaga y otro que buscaba anular la elección por fraude,encabezado por Casimiro Francisco de Necochea y Francisco Lezica.Unos meses antes, dos grupos similares habían debatido sobre cómofinanciar los festejos por el traspaso del trono: uno, liderado por Miguelde Azcuénaga, el otro, por Diego de Agüero.11

    Por aquel entonces, el comercio de Cádiz vivía su etapa más gloriosa, conun aumento notable del volumen traficado. Sin embargo, esto repercutíaen una profundización de la competencia entre los comerciantes,llevando a la quiebra a muchos de ellos, limitando el ingreso de nuevos

    mercaderes y destruyendo numerosos vínculos establecidos. Situaciónque, según Agüero, es el fruto de “las grandes locuras que durante esteaño han hecho todos en esa [Cádiz] pues los efectos que han llegado y seaguardan aquí exceden su valor de los que puede producir todo esteReino, entre frutos y plata, en términos de tres años”. Balance no esmenos sombrío que el juicio que de él se desprende: “con un arreglo tandesordenado, fácil es divisar las resultas: (…) la perdición del comerciode toda esta América”.12 Sin ningún tipo de velo, Agüero afirma que “en

    todo este tiempo haya logrado ninguno adelantamientos, no siendo sobrelas ruinas de otros”.13 Más allá de su mayor o menor habilidad para

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    hacer negocios, el conjunto de los comerciantes parece navegar haciauna catástrofe conjunta:

    “No es fácil a todos esta clase de negocios, ni encontrar la cuenta 

    adonde muchos la buscan, comprando por 4 y vendiendo por 3, a 

    vista y paciencia de sus acreedores que están unos embaucados 

    con que por otra parte resarcen las pérdidas que están viendo, y 

    otros con el sobresalto del día en que su deudor dará punto, hasta 

    que viendo que ha hecho una nueva negociación, y que sigue la 

    trampa que lo sostiene, apura y el último mono se ahoga: ésta es,

     paisano, la constitución en que de mucho tiempo a esta parte se halla esta Plaza”. 14

    A su vez, Agüero es conciente que el origen de la crisis es el sistema quele da origen a su ganancia, el monopolio, y que la única solución quepodría dar una salida de conjunto acabaría con sus negocios:

    “según el método presente siempre se experimentarán de estos 

    excesivos desarreglos y falta de proporción en las expediciones y cargamentos de ropas con las producciones de esta América que 

    van en retorno, cuyo cálculo no sería muy difícil, pero entonces se 

    tropezaría con el inconveniente de la libertad de comercio”. 15

    Poco tiempo después, los comerciantes rioplatenses se enfrentaron a loshacendados en un combate por mayores tajadas en la venta de cuerosque, ante la crisis del giro monopolista y las crecientes guerras europeas,crecían como posible “retorno”, ante la prohibición de cargar caudales.16

    El conflicto llegó a tales niveles de enfrentamiento que, en septiembre de1791, respondiendo a una representación del comercio de Buenos Aires,Antonio Obligado, hacendado y comerciante, aseguró que “los sumisosargumentos” de los comerciantes “solo tienen por objeto el particularinterés de unos pocos que produce la destrucción y exterminio de lashaciendas”, denunciando que a los comerciantes había que tratarlos“como a enemigos” que pretenden saquear la provincia. Para Obligado,el comercio “compra y abriga en sus depósitos todos los cueros que

    roban a los hacendados”.17 Paso seguido señaló que la función social de

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    los comerciantes era completamente prescindible, a diferencia de la delos hacendados, motor de la prosperidad de la provincia, concluyendo

    que “los hacendados y el público gimen hoy bajo la dura opresión de laambición de los comerciantes de cueros”. Los comerciantesrespondieron por boca de sus representantes electos, Martín de Sarratea,Martín de Álzaga y Casimiro Francisco de Necochea, acusando alapoderado de los hacendados, Jiménez de Paz, de corrupción y culpandoa Obligado por sus “malas imputaciones con que por espíritu de Partido”atacó al comercio porteño.18

    Este conflicto continuó a raíz del permiso otorgado por la Corona para

    importar esclavos al Río de la Plata y para llevar frutos (cueros,principalmente) a los puertos extranjeros. La Junta de comercio delegóen Diego de Agüero, Martín de Álzaga, Casimiro Francisco de Necochea,Miguel de Azcuénaga y en los apoderados la tarea de anular dichadisposición.19 Sin embargo, diferencias que no se ven reflejadas en loslegajos produjeron la salida de Azcuénaga como representante de losintereses del comercio, quedando a cargo el resto de los apoderados. El17 de marzo de 1794, Diego de Agüero, Martín de Álzaga y JoséMartínez de Hoz encabezaron un llamado a Junta de Comercio con elobjeto de “tratar en ella sobre los gravísimos perjuicios y atrasos queresultarán al mismo Cuerpo y a la Real Hacienda del efecto de la Real

     gracia obtenida por Tomás Antonio Romero, para extraer desde aquí enderechura a dominios extranjeros el importe de 250.000 pesos en frutosdel país”. Combate que siguió el 4 de junio, en la segunda sesión delflamante Consulado de Buenos Aires, cuando los apoderados Diego deAgüero, José Martínez de Hoz y Jaime Alsina y Verjes plantearon “lasuspensión de la Real Concesión dispensada a favor de las que han hecho

    el comercio de negros extranjeros, exponiendo, que no debiesenconsiderar como frutos, los cueros” .20 En su ataque, el argumento centralfue que este tráfico beneficiaba a ciertos particulares, en detrimento delos intereses de la Corona española. 21

    Los dos bandos rivales de comerciantes quedaron totalmente divididoscon motivo de la Real Orden derogatoria del comercio con neutrales, de1799.22 Álzaga, Agüero y los monopolistas defendieron la orden del Rey de detener el comercio con naciones neutrales y extranjeras. Por el

    contrario, se impuso la posición que proponía continuar con este tráfico,desobedeciendo las intenciones de la Corte. La continuación del

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    comercio con naciones neutrales significó el fin de la mayoríamonopolista en el Consulado, además de un avance notable de los

    comerciantes aliados a los hacendados, que impulsaban el comerciolibre para poder llevar sus productos allí donde más les convenga. Diezaños después, en las vísperas de la Revolución, el debate en torno al librecomercio y la exportación de cueros volvió al primer plano de la escenapolítica, cuando se enfrentaron Mariano Moreno, y su famosaRepresentación de los Hacendados , y Miguel Fernández de Agüero que,en su Representación del Real Consulado Universidad de Cargadores a Indias de Cádiz , defendió las prerrogativas precapitalistas que

     garantizaban la reproducción social de los monopolistas.23

    Luego de treinta años de lucha, la Revolución de Mayo fue el momentoen que los hacendados y sus aliados le arrebataron el poder del Estado ala clase dominante colonial.24 Sin embargo, luego de 1810, lejos deacabar el conflicto entre ambas clases sociales, Buenos Aires será testigode sus horas más sangrientas.

    La reacción monárquica

    La toma del Estado, el 25 de Mayo de 1810, por parte de losrevolucionarios, puso en marcha la reacción contrarrevolucionaria aescala mundial. Los partidarios del Rey hicieron conciente que estabanfrente a un proceso que, de no ser abortado, acabaría con lasprerrogativas que constituían su hegemonía. Atendamos, primero, a lasacciones que buscaron recuperar las colonias americanas dirigidasdesde la Península, para pasar, luego, a la resistencia local a laRevolución.En 1810, la nobleza española se enfrentaba ante un panorama pocoalentador. Luego del crecimiento del siglo XVIII, se le planteaba lanecesidad de profundizar su transición al capitalismo o morirdefendiendo un sistema que, a todas luces, resultaba ya “inviable”.25

    Económicamente, España profundizaba su atraso, en relación aldesarrollo capitalista de sus vecinos, Inglaterra y Francia, que laexpropiaban de una mayor masa de valor.26 Políticamente, la guerraterminó por trastocar su situación: la invasión francesa provocó

    levantamientos armados en la Península y en América.27 La alianza con

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    Inglaterra, para enfrentar a Napoleón, no hizo más que sancionar sudebilidad y sentenciar su derrota. La isla “amiga” y el vecino invasor

    fomentaron, por todos los medios, los procesos revolucionariosamericanos, de acuerdo a las necesidades de sus clases dominantes,sedientas de mercados y materias primas para sus industrias 28 A pesarde este atolladero, la nobleza española afrontó una decidida batallacontra las fuerzas que tendían a su eliminación.Los primeros llamados de atención a la Península llegaron a través defuncionarios americanos. Hacia 1795, el gobierno de Buenos Airescomenzaba a resguardarse contra las ideas “extranjerizantes”, al

    ordenar la “pena de vida” a quien introdujera o difundiese “libros,cartas u otros escritos sediciosos o impíos, y apoye, directa oindirectamente, de palabra o por escrito, las ideas de los franceses” 29 Asu vez, el capellán de la Real Armada porteña, Juan Manuel Fernándezde Agüero y Echave, con el objetivo de abortar cualquier hecho similar alos de la Francia revolucionaria, escribía sus Discursos varios dirigidos a conservar la autoridad de los soberanos y la fidelidad debida a sus 

    sagradas personas . 30 Por aquel entonces, Nicolás de Arredondoinformaba al nuevo Virrey, Melo de Portugal, cómo batallar contra la“nueva y halagüeña filosofía”, unificando fuerzas con eclesiásticos y magistrados, asegurándole que “desde que acá se tuvieron noticias de lasconspiraciones que en Europa se tramaban por la nación seductora y susprosélitos, he vivido siempre como un centinela, observando con recatotodo género de pasos y movimientos”.En Nueva España, uno de los primeros en alertar sobre la gestación deun movimiento revolucionario fue un obispo, Manuel Abad Queipo. Susescritos instaban a la Corte a profundizar el proceso reformista para

    detener una posible rebelión. Una vez desatada, las reformas dejaronlugar a un plan más radical: dotar al virreinato de 30.000 soldados,designar un nuevo Virrey y suspender el decreto de libertad de imprenta,debido a que exacerbaba los ánimos y permitía la circulación de libelosinfames.31 En Montevideo, fue un militar, el Comandante José MaríaSalazar, el que producía oficios regularmente donde describía losincidentes porteños y solicitaba medidas urgentes para pacificar a losrebeldes. Sus informes proponían desde formar una nueva Corte que

    rodee al Virrey y lo aleje de los influyentes funcionarios locales, hasta elenvío de una imprenta, indispensable para ganar la opinión pública y 

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    contrarrestar los efectos de la eficaz propaganda revolucionaria. Claroque no despreciaba la importancia de la cuestión militar y recomendaba

    la llegada de un Estado Mayor y un Gobernador Militar, que debíanrecomponer la hegemonía debilitada.32

    Pero el primer programa contrarrevolucionario no lo presentó en Cádizni un militar ni un sacerdote. En 1810, José Fernández de Castro,Diputado del Consulado y Comercio de Buenos Aires y representante delos monopolistas porteños, entregó al Consejo de Regencia unarepresentación con el primer plan de pacificación del Río de la Platapropuesto a la Corona. En un primer momento, Fernández caracterizó

    que la Junta porteña no tenía intenciones revolucionarias, y que elverdadero peligro era una posible invasión lusitana. Para detenerlaproponía profundizar la reforma del sistema de gobierno peninsular y enviar un ejército de 3.000 hombres, costeados por el comercio deCádiz, principal interesado en la concreción de la campaña.33 Pocosmeses le bastaron a Fernández para reconocer su error: en septiembre de1810, planteaba a la Corte que el ejército del Rey debía lanzarse contralos miembros de la Junta. “Si se omite, dilata o disminuye el expresadoremedio, Buenos Aires, y a su ejemplo toda la América Meridional, sepierden indefectiblemente para la Madre Patria”, aseguraba.34 A fines de1810 y principios de 1811, se sumaron a los pedidos de represión elCabildo de Montevideo, los oidores de Buenos Aires -expulsados delterritorio rioplatense por la Revolución- y los comerciantes de Lima, queplantearon al Rey que sólo una ayuda de 2.000 hombres al generalGoyeneche mantendría el Virreinato del Perú y sus metales potosinos enmanos de la Península.35

    En septiembre de 1810, Fernando VII, convencido que los

    levantamientos se debían a un desconocimiento de la situación en laPenínsula, envió una proclama a los americanos, en la que los informabade tal coyuntura y caracterizaba la insurgencia de Caracas y BuenosAires como una provocación alentada por Bonaparte.36 La debilidadespañola determinó que, en un principio, la Corona se concentre en unasalida diplomática. Por eso la proclama apeló a la lealtad popular y a losintelectuales orgánicos del Régimen, los obispos, para que recurrieran ala Fe y mantuvieran a los súbditos en el debido orden. Esta salida fue

    fomentada, desde las Cortes de Cádiz, por los diputados americanos: suprincipal objetivo era detener cualquier intento de represión,

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    convenciendo al gobierno de que los cabildos eran leales a Fernando VII.Pero obtuvieron un éxito a medias: en octubre de 1810, las Cortes

    ordenaron “que no se proceda por el Gobierno a usar de rigor contra lospueblos de América, donde se han manifestado turbulencias odisgustos”.37 Sin embargo, los burócratas peninsulares no se fiarontotalmente de los diputados, por lo que también decretaron “que lasCortes se informen de lo que el Gobierno sepa en este punto y de lasmedidas que haya tomado”.38 La Corona ya visualizaba a sus principalesenemigos: en la sesión secreta del 13 de noviembre se solicitó un informesobre las pretensiones de los hacendados de Buenos Aires y de su

    relación con el comercio inglés.39

    En 1811, la Secretaría del Consejo de Indias elevó a la Regencia unexpediente que incluía varios planes de pacificación.40 Ante la evidenciade que ni la diplomacia ni la mediación británica detenían a losrevoltosos, los comerciantes gaditanos lograron imponer una salidamilitar, obligando al Consejo de Regencia a crear la Comisión deArbitrios y Reemplazos, con sede en Cádiz, formada por los mismosintegrantes del Tribunal más nueve comerciantes. El Consulado de Cádizquedaba a cargo de la preparación y financiamiento de las expedicionesarmadas a América, por lo que propuso crear un fondo de ocho millonesde reales para vestuarios, raciones y premios a los dueños de buquesmercantes que transportaran tropas. Los fondos se obtendrían con unviejo método monopolista: préstamos, amortizados con recargos a lasmercaderías del tráfico americano y a los metales preciososamericanos.41 La mayor parte de los fondos debían ser provistos por losConsulados americanos, lo que destaca la importancia de que losrevolucionarios porteños hayan logrado imponer su hegemonía en el

    Consulado de Buenos Aires, que no estaría dispuesto a colaborar en talempresa.42 En siete días el proyecto estaba aprobado y, entre 1811 y 1812, siete expediciones militares, de 6.882 soldados, partieron haciaAmérica con el objetivo de recuperar el continente para el Rey.Ataque que se profundizó en 1814, cuando la Restauración llevónuevamente al trono español a Fernando VII. El monarca Borbón declarónula la Constitución y todos los decretos de las Cortes. Luego deasesorarse de la coyuntura americana, relanzó el combate contra las

    revoluciones americanas a través de cuatro expediciones a Caracas,Portobelo, Montevideo y Lima.

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    de mandármelas abiertas (…) y por lo mismo nada extraño que hayanabierto las de usted”.43 El triunfo de la Revolución significó una derrota

    sin atenuantes para los comerciantes monopolistas. La Junta impuso unadictadura despiadada contra todo aquel que osara enfrentar susdesignios. José María Salazar, en carta del 4 de julio, planteaba que “seasegura que un gran número de los primeros comerciantes españolesestán puestos en la lista para expatriarlos, pues la Junta va adoptando elsistema del terror”.44

    A fines de 1810, el gobierno prohíbe el acceso de españoles a cargospúblicos 45  y destierra a algunos de los principales dirigentes

    monopolistas, aludiendo “prevenir [cualquier] insulto que pudieraperpetrar el pueblo (…) entendido que la opinión pública se ha decididocontra la persona de usted”.46 Es así como salen de Buenos Aires Martínde Álzaga, Esteban Villanueva, Juan Antonio de Santa Coloma, OlaguerReynals y Francisco de Neira y Arellano.47 Luego de la Revolución deMayo, entonces, el panorama se oscurecía para los monopolistas. Enseptiembre, uno de los socios de Diego de Agüero se lamentaba“sintiendo los disgustos que hay en ese país con la variación depareceres”, deseando “que las cosas se compongan como apetecemos, acuyo fin se están acelerando las Cortes; Dios les dé acierto y pongan todocomo en general se apetece para confundir a nuestros enemigos”.48 Losataques del gobierno a los comerciantes se profundizan el 13 de enerode 1812, con un bando de confiscación de bienes que ordenaba que

    “Todo negociante, almacenero, tendero, pulpero, consignatario, o 

    comisionista (…) tuviere en su poder, o en poder de otro, aquí o 

    en otro paraje, dineros, o especie de todo género, pertenecientes a 

    sujetos de la España, Montevideo y territorios de la obediencia de su gobierno, o del Virreinato de Lima y pueblos subyugados por 

    las fuerzas del ejército de Goyeneche, o residentes en dichos 

    territorios, deberán precisamente manifestarlos a este Superior 

    Gobierno dentro del perentorio término de cuarenta y ocho horas,

     y si no lo verificasen y se les descubriere alguna pertenencia no 

    manifestada, se le confiscará irremisiblemente la mitad de sus 

    bienes propios, e incurrirá en la pena de expatriación y privación

    de todos los derechos de ciudadano, patria potestad y demás que dispensa el suelo y la protección del Gobierno del país”. 49

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    Al mismo tiempo, fueron obligados a manifestar el dinero que tuviesen,propio y de terceros, como también a exhibir toda su correspondencia

    mercantil, apuntes y libros. Es así como, entre otros, el Triunviratoporteño expropió a Diego de Agüero, 7.075 pesos; a Miguel Fernándezde Agüero, 7.461; a Jayme Alsina, 7.924; a Matías de la Cámara, 5.529;a Francisco de Tellechea, 1.525; a José Martínez de Hoz, 38.617; aMartín de Sarratea, 26.706; a Antonio de las Cagigas, 29.418; y a Martínde Álzaga 50.797.50 Hasta viejos partidarios del libre comercio cayeronbajo el rigor de la Revolución, como Antonio de las Cagigas, que selamentaba por el “desgraciado día del domingo 12 de enero de 1812”.51

    El dinero de Diego de Agüero, por ejemplo, correspondía al rubro“deudas a favor de individuos residentes en jurisdicción ajena”, nohabiéndosele encontrado (aún) pertenencias en efectivo ni enmercaderías, lo que también habla del profundo estancamiento de su

     giro comercial. En el caso de Miguel, se le expropiaron mercancías de“pertenencias extrañas”, las que luego eran subastadas para beneficio elEstado, que utilizaba el dinero para costear las guerras contra losejércitos realistas del Alto Perú. Entre el 6 y el 30 de marzo, el gobierno

     ya había recaudado 191.784 pesos. El responsable de allanar la viviendade Miguel Fernández de Agüero comentaba cómo el propio ManuelBelgrano participaba del proceso:

    “Habiendo sido destinado a la operación de liquidación en casa de 

    don Miguel Fernández de Agüero recibía para el efecto del 

    coronel don Manuel Belgrano la llave del baúl en que se hallaban

    encerrados los libros, cuadernos, y correspondencia y abierto por 

    mí, resultaron en él dos libros mayores: dos cuadernos borradores 

    de cartas, un paquete grande de legajos de cartas de España y uno de Montevideo. Seguidamente reconocí los dos libros mayores 

    titulados el uno cuentas corrientes y el otro de facturas acopiadas 

     y recibidas y cuentas producidas”. 52

    La resistencia de Álzaga a entregar el dinero expropiado fue la excusaperfecta para que el gobierno pudiera encarcelarlo. Enviado a prisión,fue encerrado con una barra de grillos y torturado.53 Para ser liberado,

    se exigió una fianza de 12.000 pesos en efectivo, 3.000 pesos en dosacciones, otros 10.000 a los quince días, y el resto a dos meses, además

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    de exigirle cinco fiadores “con cargo de asegurar el cumplimiento”. El20 de mayo de 1812, Diego de Agüero, Jaime Alsina y Verjés, Francisco

    Castañón, José Rodríguez Pita y Francisco Neyra y Arellano posibilitaronla libertad de Álzaga. Pocas salidas le quedaban a quienes buscabanrestaurar sus viejos privilegios coloniales.Mientras Álzaga estaba preso, los monopolistas pusieron en marcha un

     golpe de Estado que buscaba terminar con la Revolución de 1810. El“Partido de la Causa Justa”, como se llamaban, comenzó suconspiración, probablemente, luego de la declaración de guerra delGobernador de Montevideo, a mediados de enero de 1812.54 El

    levantamiento se organizó en reuniones secretas, forjando un programaradicalmente contrarrevolucionario, que planteaba que

    “Conseguida la victoria serán arrestados, fusilados y colgados 

    inmediatamente, los individuos de gobierno, los primeros 

    magistrados, los ciudadanos americanos de mérito y patriotismo y 

    los españoles más adictos al sistema (…) No se dejará nada en pie; 

    no se perdonará a nadie. En pocas horas no quedará el menor 

    recuerdo de aquella mañana de mayo”. 55

    La conjuración estaba preparada por “los europeos”, y dirigida porMartín de Álzaga 56, quien aseguraba que “había tanta gente ya que lamitad sobraba”.57 Pedro Agrelo también consideraba que “[Álzaga]contaba (…), y no se engañaba, con todos los españoles existentes en laciudad y sus suburbios”.58

    Pero el gobierno se enteró del plan y desbarató el complot, destacándosela acción de Hipólito Vieytes, Bernardo Monteagudo y Pedro José Agrelo.

    El mismo Agrelo relata cómo el gobierno buscaba un castigoejemplificador, que desaliente al resto, por lo que “fueron condenados ala misma pena de muerte don Martín Álzaga, en rebeldía, para serejecutado luego de que se aprehendiese; don Matías de la Cámara, su

     yerno, y un tal don Pedro de la Torre, comerciantes”.59

    La mañana del 6 de julio de 1812, algunos grupos de estudiantes fueronllevados “de excursión” a la Plaza del Piquete, actual 25 de Mayo. Unacuriosa muchedumbre se agolpaba expectante, a la espera del histórico

    acontecimiento que les daba cita. La escena ya estaba cuidadosamentepreparada, como en los mejores actos escolares. Las tropas militares

    Lo que el Bicentenario prefiere olvidar 

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    Mariano Schlez 

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    formaban una calle desde el Arco del Triunfo de la Recova hasta elextremo de la plaza. Allí se encontraba un pequeño banquito,

    firmemente depositado al borde del foso del puerto de Buenos Aires. Apocos metros del arco se había levantado una imponente horca, dedonde colgaba desde hacía dos días el cuerpo sin vida de Matías de laCámara. A las 10 de la mañana, se dio inicio al evento patriótico: laspuertas del Cabildo se abrieron y la multitud fue testigo del cortocalvario que Martín de Álzaga emprendió hacia el patíbulo. Caminólentamente, pero con paso firme, sosteniendo entre sus manos uncrucifijo de color negro. Al llegar al arco se arrodilló a los pies de un

    sacerdote. Al instante reinició su marcha, con los ojos clavados en elsuelo. Al redoblar de los tambores, Álzaga rechazó una venda sobre susojos, solicitando a sus verdugos no le disparen en la cara. Antes desentarse, limpió con un pañuelo el banquito que lo esperaba. “¡Cumplanahora con su deber!”, gritó a los soldados que le apuntaban. La descargade los fusiles se mezcló con el Credo que entonaba un coro de religiosos,mientras las palomas de la plaza alzaban vuelo violentamente,completando el cuadro. Los tres verdugos suspendieron el cadáver en lahorca, donde quedaría expuesto como señal de hasta dónde estabadispuesto a llegar el gobierno revolucionario.A su vez, mucho españoles fueron presos durante el proceso, como JoséMartínez de Hoz y Bernardo Gregorio de las Heras. Ambos fueronamenazados de muerte por Pedro Agrelo, de no confesar el paradero deÁlzaga, pero no pudo probársele su vinculación con la conspiración.60

    También fue implicado en la causa el comerciante Juan Antonia deZelaya, quien al llegar a Buenos Aires se había hospedado en la casa deDiego de Agüero, compartiendo el mismo cuarto de Miguel Fernández de

    Agüero, el rival de Moreno, en 1809.61 El 5 de julio, un Teniente delregimiento de Voluntarios de Montevideo aseguró que hacía unos ochomeses “en conversación con el declarante (…) Zelaya quería comoexplicarse más contra los hijos de esta Patria [y] empezó a manifestarsecontra ellos, y entonces le dijo, si es un buen servidor a Fernando lo hade pasar bien y agarrándole del brazo, se expresó diciéndole, no se aflijausted mi amigo que tenemos cinco mil fusiles para arrollar esta canalla.62

    El mismo día del ajusticiamiento de Álzaga, el gobierno, por mano de

    Miguel de Azcuénaga, requisó todas las “armas de chispa o blancas (…)bajo la pena de horca” a los españoles.63 Entre los perjudicados se

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    encontraban José Martínez de Hoz, Juan Antonio de Santa Coloma,Manuel Ortiz de Basualdo, Esteban Villanueva, Francisco Beláustegui,

    Tomás Antonio Romero, Antonio de las Cagigas y Anselmo SáenzValiente. El desarme de los españoles acompañaba a las ejecuciones delos enemigos declarados “de nuestro sistema”, sobresaliendo losajusticiamientos del monopolista Francisco de Tellechea, de FranciscoAntonio Valdepares y del viejo socio de Álzaga, Felipe de Sentenach. A lospocos días, ya sumaban treinta y ocho los contrarrevolucionarioscolgados.64

    De hecho, no se trataba de una persecución por parte de un gobierno

    violento y desgajado de las masas, sino que eran éstas mismas las queimpulsaban semejante severidad para con el enemigo. Así lo expresabael Intendente de Policía de Buenos Aires, que aseguraba que “todohombre se erigió en autoridad e hizo prisioneros como le dictaban laspasiones. Creí un deber ceder a las circunstancias y dejar esedesahogo…cuando no llegaba a la terminación de la vida de losespañoles”.65 Tan certera había sido la consigna de que los españoleseuropeos eran el principal enemigo de la revolución que el propio

     gobierno se vio obligado a detener los ataques espontáneos a losespañoles por medio de un bando que rogaba, más que ordenaba:“Ciudadanos -¡basta de sangre!-: perecieron ya los principales autoresde la conjuración y es necesario que la clemencia sustituya a la

     justicia”.66

    Lo cierto es que la derrota del “Partido de la Justa Causa” acabó con lacontrarrevolución porteña, dejando en el horizonte del gobiernorevolucionario el enfrentamiento con los ejércitos realistas. Pedro Agreloreflexionaba sobre el problema, luego de los hechos, dando cuenta de los

    niveles inéditos de violencia a los que había llevado la Revolución:

    “Tal