Revista del Instituto de Cultura

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REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOGIA ,.. .. HISTORIA ., LITERATURA ARTES PLÁSTICAS TEATRO ARQUITECTURA , . i' MOSICA ABR:IL-JUNIO, 1975 San Juan de Puerto Rico 67

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Primera serie número 67, abril - junio de 1975.

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REVISTAdel INSTITUTO de

CULTURA PUERTORRIQUEÑAANTROPOLOGIA ,.. ..

HISTORIA .,

LITERATURA

ARTES PLÁSTICAS

TEATRO

ARQUITECTURA

, .i'

MOSICA

ABR:IL-JUNIO, 1975

San Juan de Puerto Rico

67

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

EnriqueLaguerre,PTenaeme

Milton Rúa Carlos CondeCarlos Sanz Samuel R: QuiñonesAmelia G. de Paniagua Jesús María Sanromá

fh"rector Ejecutivo: Luis M. ltodríguez MoralesDirector de la Revista: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO XVIII 1975ABRIL· JUNIO

SUMARIO

Núm. 67

Tomás Blanco (1897-1975) 1

La obra literaria de Tomás Blancopor Margot Arce de Vázquez . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Serenata del Coquípor Tom4.s Blanco

La hiel de los Cainespor Tom4.s Blanco

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Los aguinaldos del Infantepor Tomás Blanco 19

Prontuario Histórico de Puerto Rico: Reflexiones fi­nales

por Tomás Blanco 25

Exhibición-homenaje a Rafael Tufiño con motivo dela tercera Bienal del Grabado Latinoamericano ... 26

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El río y el mar enJulia de Burgospor Francisco Matos Paoli 28

El territorio de los pájarospor Etnairis Rivera 33

Los Indios Caribes en la obra del Padre André Chevi­llard

por Manuel Cárdenas Ruiz 36

Francisco Rodón: Pintor de Puerto RicoporRajaelSquirru 43

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUEÑA

Director: Ricardo E. Alegría

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual................................................ $2.50Precio del ejemplar.. $0.75

[Application for second class mail privilege pending atSan Juan, P. R.]

DEPÓSITO LEGAL: B. 3343 - 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA

BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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ARCE DE VÁZQUEZ, MARGOT, ensayista ycrítica literaria, nació en Caguas, Puer­to Rico. Doctora en Filosofía y Letrasde la Universidad Central áe Madrid(1930) y desde esa fecha profesora delengua y literatura española en la Uni­versidad de Puerto Rico cuyo Departa­mento de Estudios Hispánicos dirigióhasta hace poco tiempo. Ha colaboradoen numerosas revistas y periódicos, pu­blicando artículos de análisis y críticaliteraria, principalmente sobre poesía.Es autora de la obra Garcilaso de laVega: una contribución al estudio dela lírica española del siglo XVI, (estudiopublicado en 1931 por la Revista deFilología española) y del libro Impre­siones (1950) que recoge diversos en­sayos sobre literatura puertorriqueña.El Instituto de Cultura Puertorriqueñapublicó su libro La obra literaria deJosé de Diego (1967). En el año 19 elInstituto de Cultura Puertorriqueña leconcedió el Premio Nacional por sucontribución a la defensa y el engran­decimiento de nuestra cultura.

FRANCISCO MATOS PAOLI nació en Laresen 1915. Estudió en la Universidad dePuerto Rico, y durante algunos añosfue en ella profesor de Humanidadesy de literatura puertorriqueña. Poste­riormente realizó estudios avanzados enla Sorbona de París. Entre sus obraspoéticas figuran Signario de lágrimas(1931), Cardo labriego (1937), Habitantede eco (1941), Teoría del olvido (1944),Canto a Puerto Rico, Luz de los héroes,Criatura del rocío, Canto de la locura,El viento y la paloma (1969 Cancionero(1970), La semilla encendida (1971), Lamarea sube, (1971), Cancionero 11(1972), Rostro en la estela (1973), Varia­ciones del mar (1973), La orilla sitiada(1974), Testigo de la esperanza (1974),Antologí~ Poética (1972) y Diario de unpoeta (prosa).

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ETNAIRIS RIVERA nació el 27 de febreroen Cataño. Estudió en la Escuela Su­perior La Merced de Hato Rey, en laUniversidad de Puerto Rico, Recintode Río Piedras, y en la Universidad deNueva York a nivel de Maestría.

Ha publicado sus poemas en las re­vistas Guajana, La nueva sangre, Mes­ter, Palestra, Revista del Instituto deEstudios Puertorriqueños y Versiones.En 1974 apareció su primer libro depoesía Wydondequiera. Recientementeel Instituto de Cultura Puertorriqueñapublicó su poemario Pachamamapa Ta­kin como parte de su nueva Serie Li­teratura Hoy.

MANUEL CÁRDENAS RUIZ nació en Espa­ña, profesor del Departamento de Cien­cias Políticas de la Facultad de Cien­cias Sociales de la Universidad de Puer­to Rico. Junto con Eugenio FernándezMéndez ha publicado diversos artículosde Crítica de arte en revistas y perió­dicos del país.

RAFAEL SQUIRRU, destacado crítico dearte argentino. Fue director del pro­grama de actividades culturales de laUnión Panamericana (OEA) y funda­dor del Museo de Arte Moderno deBuenos Aires, Argentina.

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In Memoriam

Tomás Blanco (1897 -1975)

EL 12 DE ABRIL DE 1975 FALLECIÓ EN SAN JUAN EL

doctor Tomás Blanco Géigel, ensayista, críticoliterario, novelista, cuentista y poeta.

Nacido en la misma ciudad en 1897. Tomás Blan­co fue figura descollante de la promoción intelec­tual que en nuestras letras se conoce por el nom­bre de "generación del 30". Su prestigio como es­critor se mantuvo con singular relieve en las cuatrodécadas discurridas entre el año 1934 -fecha desu primera aportación a nuestra literatura- hastael de su muerte.

Había estudiado la carrera de medicina, en laUniversidad de Georgetown, Washington, y realizadonumerosos viajes por Europa. En España vivió unalarga temporada (1930-1935), que determinó muchasde sus tendencias intelectuales e ideológicas.

Hombre de espíritu cosmopolita, vasta cultura,fino espíritu crítico y gran sensibilidad estética,dejó obra original y permanente en el variado ám.bita de la crítica 'literaria, la interpretación histó­rica, la novela, el cuento y la poesía. Fueron seña­lados en Tomás Blanco el empeño por dilucidar yfijar los rasgos y temas fundamentales de nuestracultura patria y su esmerado manejo del idioma.

Aparte de su producción dispersa en revistas yperiódicos, se le deben las siguientes obras: Elogiode la plena: variaciones puertorriqueñas (1934); Pron­tuario histórico de Puerto Rico (1935); El prejuicioracial en Puerto Rico (1942); Los vates: embelecofantdstico para niños mayores de edad (novela),1949; Sobre Palés Matos (1950); Los aguinaldos delInfante: glosa de Epifanía (1954); Los cinco sentidos

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(1955); La Dragontea: cuento de Semana Santa(1956); Miserere -a la memoria de Georges RouauIt­(1959); Cuentos sin ton ni son (1970), y el cuadernode poesíá titulado Letras para música (1964).

En reconocimiento de su labor intelectual el Ins­tituto de Cultura Puertorriqueña otorgó al doctorBlanco el Premio Nacional del Instituto (1970), y el

Ateneo Puertorriqueño le confirió, en 1974, su Pre­mio de Honor. También reconoció sus méritos elInstituto de Literatura Puertorriqueña, galardonan.do sus obras Prontuario Hist6rico de Puerto Rico.Los vates y Los cinco sentidos.

La muerte de Tomás Blanco constituye paraPuerto Rico una pérdida dolorosa e irreparable.

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La obra literaria de Tomás Blanco

Por MARGOr ARCE DE VÁZQUEZ

TOMÁS BLANco NACE EN SAN JUAN, EN 1897. SU MA·

dre pertenecía a una antigua familia criolla ysu padre era aspniano, establecido en la capitaldesde mediados de siglo. Se siente ligado al orbehispánico -peninsular y ultramarino- por la san­gre, la lengua, la tradición familiar, la formaciónespiritual y las costumbres. De niño pasa una largatemporada en Málaga y volverá a España en otrosviajes. Desde 1931 a 1935 residirá en Madrid y allíconcibe, redacta y publica su primer libro, el Pron­tuario Histórico de Puerto Rico.

La holgada situación económica de su familia lepermite recibir esmerada educación. Cursa la es­cuela primaria y la secundarla en Puerto Rico y lacarrera de medicina en Estados Unidos. No ejerceesta profesión regularmente; pero la formación cien­tífica y el gusto por la investigación y la lectura detrabajos profesionales dejan huella en las estructu­ras y hábitos de su pensamiento, en su lenguaje yestilo, y aún en el método de sus trabajos literarios.

Su amplia cultura y gustos le ayudan a concer·tar bien la labor intelectual con el ocio noble: lalectura, los viajes, la afición a la pintura, a la músicay al folklore. Por algunos años presta servicios "adhonoremn en la División de Publicaciones y Educa­ción Sanitaria del Departamento de Sanidad y enla Escuela de Medicina Tropical.

Posee un carácter firme e independiente, con unfondo de recatada ternura y breves momentos enque suelta riendas a una alegría juguetona o se su­me en melancólica reserva. Gusta de la buena con­versación, de asistir a conciertos y exposiciones deartes plásticas. Se mantiene bien enterado y al díade lo que pasa en el mundo de la política, las creen­cias, las artes y la literatura. aquí y fuera de aquí.Cultiva trato íntimo con un grupo de buenos amigosa quienes guarda admirable lealtad; y no ha desde­ñado la relación con las clases populares auténticascuyas virtudes elogia en sus escritos, así como ce-

noce y estima sus artesanías, su folklore musical ypoético.

Es difícil encasillarle dentro de una línea de pen­samiento, una creencia, una ideología; no está afilia­do a ningún partido. Podría llamársele, con algunasreservas, liberal y demócrata, y cristiano, sin ningu­na, si consideramos su concepción de Dios, del,hom­bre y el mundo y los principios éticos que ordenansu conducta.

Es un verdadero "hornme des lettres''', entregadopor entero al quehacer intelectual, a la reflexión yanálisis de las ideas, los hechos y las cosas, a la lec­tura y la creación literaria. Pero no se encastilla ensu torre de marfil, ni se aísla, aunque mantienecierta distancia, cierta reserva difíciles de salvar,que tal vez facilitan su toma de conciencia y de pers­pectiva y la necesaria "objetivación" de los materia­les literarios.

Ubicación.

La fecha de nacimiento de Tomás Blanco, pocoantes de la invasión de Puerto Rico por la marinay el ejército de los Estados Unidos durante la guerraHispanoamericana marca su destino de escritor, yel momento en que comienza a escribir, lo vinculacon la generación de 1930, generación posmodernis­ta, heredera del espíritu revisionista, innovador ycrítico de la generación española del '98 -de la cualtoma sus modelos espirituales y literarios-; coin·cidente también en preocupaciones, intenciones yformas de expresión con el grupo de ensayistas his­panoamericanos, sus coetáneos -Henríquez 1Jreña,Marinello, Mañach. Reyes, Mariátegui- que se plan·tearon la problemática socio-cultural de nuestrospueblos. Como ellos Blanco examinará reflexiva ycríticamente el medioambiente, la historia, el hom­bre y la cultura de su país y extraerá de ese examen

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advertencias y proyectos para el presente y el fu·turo.

La generación española del '98, sacudida por losdesastrosos resultados de la Restauración y la Gue·rra Hispanoamericana, se lanza a la revisión críticadel pasado histórico y de los valores de la culturaespañola; los hispanoamericanos y, entre ellos, lospuertorriqueños de la generación del '30, se con­frontan con los problemas de la posguerra de 1914-18y con las agresiones del expansionismo político­económico de Estados Unidos hacia el Caribe y elcontinente suramericano. La situación colonial dePuerto Rico agrava la confrontación. Se siente lanecesidad de conjurar el peligro cobrando concien­cia de la propia identidad, de la tradición viva y deaquellos valores que pueden fortalecerla y darlesentido. Dentro de este contexto escribe TomásBlanco su obra.

La obra.

Su vocación de escritor comienza a manifestarsetemprano, cuando era todavía "un muchacho queempezaba a gallear". Escribe versos pero, poco sa­tisfecho de los resultados, los destruye. Luego la­mentará haber quemado una colección de décimascultas que remataban cada una con una sentenciao dicho tomados de la sabiduría del pueblo. Redactaasimismo, pero en inglés, otra obra inédita ~uyafecha precisa desconocemos- que tal vez fuera es­crita cuando seguía estudios de medicina en los Es­tados Unidos. Se titula Lave and other extravagan­cíes (Tales below the belt) y es una trilogía de cuen­tos que comprende: The motives, Mendelian Tragedyy The solstice of a strange man, de los cuales sóloel primero se ha traducido al español y publicadoen 1970.

Desde 1928 en adelante comienza a colaborarregularmente en periódicos y revistas del país y, en1935, publica en Madrid el Prontuario histórico dePuerto Rico que recibe inmediata acogida y reso­nancia en nuestro ámbito nacional y ha alcanzadoya seis ediciones.

a) . Prontuario histórico de Puerto Rico. El Pronotuario es la obra capital de Tomás Blanco. Surgeen parte, como respuesta a Insularismo de AntonioS. Pedreira, publicado en 1934. Del Prontuario par­ten las ideas matrices o rectoras del pensamiento,preocupaciones e ideales de su autor, que irán rea­pareciendo en su obra literaria siguiente. Ello per­mite percibir la estrecha unidad de contenido queenlaza todas esas piezas incluso aquellas que podríapensarse que la rompen o se desvían de ella. Ade­más de una síntesis densa y documentada de lahistoria de Puerto Rico, el recorrido histórico des­taca cuidadosamente aquellos hechos que revelanla toma de conciencia nacional de nuestro pueblo

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y los casos en que, tomando la iniciativa, se ade·lanta a buscar soluciones propias a sus problemas.sin contar con la metrópoli. Las Reflexiones finalesdeben ser leídas y ponderadas por todo puertorri­queño de hoy a quien importe de veras que PuertoRico se libere del tutelaje foráneo, alcance la mayo­ría de edad y tome en sus manos la dirección de sudestino.

Después del Prontuario continúa publicando sininterrupción, hasta 1970, una abundante serie detrabajos que abarcan variedad de géneros: artículosperiodísticos, ensayos, novela, cuento, poesía, críticaliteraria y artística, algunas traducciones del inglésy del francés. Hace mucha falta completar la biblio­grafía clasificada de Tomás Blanco. (Se me ha in­formado que el profesor Antonio Gallego se ocupade hacerlo en estos momentos. Hace falta así mismouna cuidadosa edición crítica de sus obras comple.tas). La bibliografía existente comprende un cente­nar de títulos y registra los siguientes libros y cua­dernos ya publicados además del Prontuario: Elprejuicio racial en Puerto Rico, 1942; Los vates,1949; Sobre Palés (dos ensayos), 1950; Los aguinal­dos del Infante, 1954; Los cinco sentidos, 1955; Ladragontea, 1956; Tres estrofas de amor, 1958; Mise·rere, 1959; Letras para música, 1964 y Cuentos sinton ni son, 1970.

Numerosísimos artículos y ensayos se publicanen los principales diarios y revistas literarias delpaís y en varios del extranjero: Europa (Barcelo­na), Carteles (La Habana), Tierra Firme (Madrid).Bimestre Cubana, Universidad de La Habana, TheAmerican Mercury. Algunas veces aparecen firma·dos con seudónimos: bajo Yu-Sin-Lee publica losAforismos apócrifos; Juan Fernández autoriza la co­lumna Barlovento y Sotavento de la revista Isla;John Gilbert es el fingido autor del poema Antífonasin ilusiones a don Angel Valbuena,' muchas vecesfirma, significativamente, Juan de Puerto Rico.

Forman también parte del conjunto las cróni­cas tituladas Del film ibérico, comentarios sobre losacontecimientos políticos de España bajo el gobier­no de la Segunda República (1931-1939) de los cua­les fue testigo durante su estancia en Madrid desde1931 a 1935. Se ha hablado del hispanismo de To­más Blanco, y no sé si con la intención derogativaque parece estar ahora de moda. Sería innecesarioseñalar aquí la capital importancia que tienen en lacomposición étnica y en el desarrollo cultural denuestro pueblo, en su vida y sus costumbres loscomponentes hispánicos: sangre, lengua, religión, de­recho, instituciones... ¡Imposible desdeñarlos! por­que su proporción es muchísimo más elevada que lade los componentes indígenas y casi a la par -aun­que todavía mayor- que la de los africanos. El mis­mo ha dicho que "lo hispánico que siento es tanmío o más mío que de los españoles". Los Maná-

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logos en el batey y la serie En familia tratan temasdel patio, de diverso carácter.

Cabe clasificar estos artículos y ensayos en cincogrupos importantes por las materias que comentan:política y cultura de Puerto Rico; música, pintura,folklore, teatro, bailes de Puerto Rico; critica de lapoesía de Palés Matos; cuestiones lingüísticas rela·tivas al bilingüismo, e interferencias del inglés ennuestro español,· política española. Además escribereseñas de libros y de espectáculos, elogios y home­najes a escritores y artistas amigos, entrevistas, poe·slas sueltas y cuentos. Toda esta abundante laborperiodística se realiza desde 1929 a 1959, duranteunos treinta años más o menos.

Si examinamos la duración temporal, el ritmoy el volumen de su publicación, observamos que ladécada de 1950 a 1960 es la de más regular, frecuen·te y copiosa creación literaria. Plena actualidad yvigencia tienen todavía algunos de los artículos yen·sayos de esos años; por ejemplo, los que comentanlos efectos de la enseñanza bilingüe en el sistemaescolar público; las consecuencias del choque deculturas; el mito de la sobrepoblación; el falso eindigno designio de convertir a nuestro país en puen­te entre dos culturas; la explotación económica delpaís por el capitalismo norteamericano y hasta lapreocupación por la defensa de la ecología y elmedioambiente natural. Destaquemos los titulas si­guientes: En Familia: Variaciones Boricuas, "ElMundo", 21 de octubre de 1934; Monólogos en elBatey: El cuco de la superpoblación, "El Impar­cial", 11 de julio de 1937; Los aproches del puente,Rev. Asoc. de Mujeres Graduadas, 1941, HI, núme­ro 2, págs. 21·27; Elogio de la plena, Ateneo, 1935, 1,páginas 97-106; Monólogos en el Batey: El uvero,"El Mundo", 7 de enero de 1956.

El periodismo es para Blanco -según la tradi·ción de nuestro periodismo decimonónico- una mi­sión dirigida a difundir la verdad, a educar al lectory a formar una opinión pública bien y rectamenteinformada. Sus artículos periodísticos estuvieronsiempre al servicio de causas justas y nunca al dela propaganda engañosa, el sensacionalismo o la in·triga. Se cuidó mucho de mantener un tono elevadoy culto, el decoro literario de la expresión y la sen­satez y ponderación de sus juicios. Como toda suobra, estos escritos se asientan en principios éticosy valorativos que dan la primacía a la defensa delhombre y de lo humano.

Blanco ha contribuido a la historia del ensayopuertorriqueño con piezas tan valiosas como el Pron­tuario, El prejuicio racial, Sobre Patés, Los cincosentidos, El mito del jíbaro. Sin excesivo rigor sepodrían distinguir dos tipos de ensayos: los de ex­posición de ideas y los de creacián lírica o poética.El primer tipo admite desglose en artículos perio­dísticos, ensayos históricos, científicos y de inter­pretación de la cultura puertorriqueña.

Sus ensayos muestran la formación personal deBlanco en el campo de la medicina por el rigor conque plantea los problemas, el método lógico de ex·posición, el análisis crítico, la selección y el manejode las fuentes, la solidez de los argumentos y lasabundantes notas complementarias. Estas cualida·des le permiten intexpretar con inteligencia, a~dezay previsión los hechos históricos y culturales. Con­cibe la historia, al estilo de los humanistas, comociencia y como arte literario; la escribe con esmero;ve en el suceder temporal lecciones y advertenciaspara el porvenir, expresiones de la cultura espiritualy la estimativa del pueblo historiado que reflejan suconciencia moral en desarrollo y su modo peculiarde afrontar y resolver sus dificultades y, aunque eljuicio de Blanco sea objetivo -hasta donde sea po­sible serlo aún en el examen científico-, su cohe­rente y honrada intexpretación de los datos, por mo­mentos realista y hasta desalentadora, mantiene fir­me su esperanza en la voluntad del hombre y en lasvirtudes del pueblo. Las soluciones que propone sondifíciles, pero razonables y factibles.

Ciertas expresiones de la cultura espiritual dePuerto Rico le merecen reiterada atención, tales: lalibertad de iniciativa del pueblo, las buenas relacio­nes con el prójimo, la prudencia en la selección delos medios, la lengua, las artes y el folklore.

El género ensayo corresponde a las dotes inte­lectuales y literarias de este escritor: espíritu. re­flexivo y analítico, capacidad de síntesis, criteriopropio, amplia cultura, sensibilidad poética, buengusto. Cierta irónica sutileza y donaire de la expre·sión contrapesan y moderan las precisiones y dis­tingos del método científico. Es Blanco un ensayistatan importante para nosotros como Pedreira; perso­nalmente 10 consideramos más importante por másprofundo y más culto, por una concepción más co­herente y segura del hombre y del mundo y unaética personal firmemente apoyada en principiosclaros y exigentes.

El prejuicio racial en Puerto Rico.

Blanco estima la convivencia de razas como unade las virtudes más valiosas de nuestro pueblo. Laencuentra documentada en la historia y en las ob­servaciones hechas por extranjeros que han dejadotestimonio de su visita a Puerto Rico. Por eso le in·teresan las formas en que se manifiesta entre noso­tros el prejuicio racial. No se le escapa la dificultaddel tema por tratarse de actitudes sicológicas siem·pre resistentes a medición y sistema. Trata solamen­te de aproximarse al tono general de ese prejuicioen la clase media puertorriqueña, porque le parece-y tiene razón- que los casos individuales extre­mos -que sin duda existen- no constituyen la norAma de nuestra conducta social.

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Para determinar si hay aquí auténtico prejuicioracial lo compara con sus manfestaciones en Esta­dos Unidos. A diferencia de lo que allí ocurre, lasdesignaciones despectivas del negro son en PuertoRico escasas y de uso reducido a muy pocas perso­nas; en cambio abundan las designaciones eufemís­ticas deferentes. No existen leyes que marquen dife­rencias entre blancos, mulatos y negros; tampocoexiste segregación y el linchamiento es descono­cido. Afirma que nuestro prejuicio es de tipo socialmás bien que racial y sus manifestaciones .. son másnecias y ridículas que violentas y crueles". Ademásla posición económica, cultural o política tiende acancelarlo. Pero advierte que hay "un número decriollos que por mimetismo mental y colonialismointelectual inconsciente tienden a exagerar su gradoy su cantidad". Quizá previó, ya desde 1942, el efec­to que tendrían las relaciones político-económicascada vez más estrechas con los Estados Unidos, enmodificar la atenuada modalidad del prejuicio puer­torriqueño. En efecto: vamos viendo con alarmacómo se ha recrudecido en años recientes y va adop­tando formas ajenas a nuestra tradición. que re·pugnan a nuestra sensibilidad. También hemos im­portado el racismo anti-blanco igualmente condena­ble, aunque explicable en Estados Unidos. El en·sayo nos invita al análisis de nuestras realidades so­ciales, nuestros errores e injusticias y a ponerlesremedio. Toca una situación vigente todavía, quepodría tomarse grave si no nos esforzamos por co­rregirla a tiempo con sentido humano y social.

Los vates.

Esta única novela de Blanco le da pleno derechoa llamarse novelista. En el momento de su publica­ción, en 1949, iniciaba aquí un nuevo estilo de no­velar, cambios interesantes en la estructura narra­tiva. La limitada edición se agotó rápidamente ypocos lectores jóvenes la conocen hoy. Y es lástima:porque no sólo es obra de gran calidad, sino porquelegítimamente puede considerarse precursora de al­gunos de los ensayos que se hacen hoy en la estruc­tura del género.

Los vates plantea problemas de la creación lite­raria y de las relaciones del escritor con su obra.Pero, como ocurre con toda obra de arte, que losea verdaderamente, sobrepasa esa significación yexamina la relación conflictiva del hombre y del ar­tista con su propia temporalidad y la de sus obras.

La novela conjuga dos planos de ficción organi­zados en tres partes: un prólogo, una jomada- únicadividida en los tres momentos temporales del día, yun epílogo. Javier Algora, dramaturgo que aspira ala perfección de su obra y a la integridad de su per­sona, ocupa el centro de interés del prólogo y delepílogo. Al final del prólogo, se queda dormido mien-

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tras escribe; y sueña. Los sucesos de Sergio Ledes­ma, protagonista de su sueño y su alter ego, pasana ocupar el primer plano narrativo. Ledesma se bañaen la playa de Cangrejos a la medianoche de la vís­pera de San Juan, y ve realizadas al día siguiente-según lo afirma la creencia- todas sus aspiracio­nes de hombre y de escritor. Este segundo relatoocupa la jornada única; al finalizar ésta e iniciarseel epílogo, despierta A1gora y lo ocurrido en el sue·ño determina el nuevo sentido de su vida. El enlacede las partes del argumento y la sustitución o fusiónde los dos personajes se logra mediante una técnicade superposición de imágenes tomada del cinema­tógrafo.

El autor de Los vates nos expone por medio delos símbolós de esta novela una concepción del hom·breo Considera que éste se define tanto por su tem­poralidad como por su aspiración a valores abso­lutos e intemporales. Esta contradicción da a suexistencia un sentido trágico porque la opción porcualquiera de los dos términos implicaría una muotilación: la renuncia a elementos esenciales y comoplementarios de su ser. A Sergio Ledesma la reali­zación perfecta de su ideal lo reduce a la inacción,a la ausencia total de estímulos, luchas y finalida­des; al comprobarlo descubre que lo realmente va­lioso es vivir, sufrir, tener recuerdos y esperanzas,en fin: aceptar la imperfección humana y la suje­ción a la temporalidad. Javier Algora, por su parte,descubre que renunciar a lo perfecto e ideal es unatraición a su sustancia personal más auténtica. unverdadero falseamiento de sí mismo. Acepta porello su ostracismo familiar y social y las falsas opioniones sobre su persona y su conducta para ser élmismo y conservar la integridad personal. Paraambos, la decisión es difícil y la sienten como unadolorosa desgarradura.

Sin embargo, la conclusión a que llega el autorno es negativa. En el ensayo sobre Lo falso y lo in­verosímil, inserto en la historia de Sergio Ledesmacomo obra suya y estrechamente ligado al plan na­rrativo y al tema -otra particularidad técnica dignade nota- se admite que hay fuerzas en el hombrecapaces de trasmutar la realidad; que dentro de laconcepción providencialista del mundo lo prodigio­so está previsto y lo inverosímil puede dejar de ser­lo; o dentro de la concepción científica actual, lacomplejidad infinita de la realidad abre un margende posibilidades insondables.

Los sucesos de la novela ocurren en San Juan, enla época contemporánea, sobre un trasfondo de pai­saje y costumbres puertorriqueños; pero su signi­ficado plantea un problema humano que se da encualquier parte.

Sobre Palés 1950. Entre los artículos y conferen­cias de Tomás Blanco figuran doce títulos sobre lapoesía de Luis Palés Matos, el primero de los cua·les se publicó en inglés, en la revista "The American

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Mercury", el año de 1930 y es la primera noticiasobre el poeta puertorriqueño aparecida en la pren­sa de los Estados Unidos. La bibliografía crítica dePalés empezó con el prólogo de Manuel A. MartínezDávila a Azaleas en 1915; le siguen unas notas dis­persas en un artículo de Tomás Carrión Maduro, enel periódico "Luz", de Guayama en 1917, otro deJoaquín Monteagudo sobre El Llavero de BarbaAzul, en 1919, el excelente prólogo de Eugenio Astola El Palacio en sombras, del mismo año; el artículode José Robles Pazos, Un poeta borinqueño, en LaGaceta Literaria de Madrid, 1927, primera referenciaa Palés en la prensa española, y un artículo del pro­fesor Angel Valbuena Prat, de visita en la Universi­dad de Puerto Rico, titulado Los poemas negros dePalés y publicado en la revista estudiantil Hostosel año de 1929. Pero, en realidad, es Tomás Blancoquien inicia el análisis formal y metódico de la poe­sía palesiana. Ese análisis crítico comienza con elartículo del American Mercury y continúa a inter­valos irregulares desde 1930 a 1958. En sólo la dé­cada de 1930 a 1941 escribe diez artículos diferentessobre diversos aspectos de la obra criticada. Deseodestacar los tres comentarios a sendos trabajos deMargot Arce, 1935, don Fernando Ortiz, 1936; y so­bre todo, al prólogo de Jaime Benítez, a la segundaedición del Tuntún en 1950, comentarios que de­muestran su gran interés en esclarecer puntos devista críticos aportando datos iluminadores e indis­pensables.

Unía a Blanco y a Palés una larga y fraternaamistad, gracias a la cual pudo estar mejor infor­mado que nadie en Puerto Rico ~on la excepciónde J. l. de Diego Padr6-- sobre la historia de la obrade su amigo. A ese conocimiento profundo, hay queañadir la actitud de franca y leal admiración quesentía por el poeta. La relación fraternal le permitióconocer íntimamente al hombre y en sus frecuen­tes conversaciones debieron comunicarse y discutirlos problemas de la creación literaria.

Los trabajos de Blanco sobre la poesía de Paléshan sid9 lectura necesaria para los críticos poste­riores, y fuente de información de primera mano yentero crédito. En lo fundamental ha señalado cuá­les son los valores estéticos de esta poesía y su sig­nificación dentro del conjunto de la literatura puer­torriqueña. El sostenido interés de Blanco por ellacorresponde a la destacada importancia que da ensu propia obra a la interpretación de la cultura denuestro pueblo. Sobre Palés sólo incluye dos en­sayos: Escorzos de un poeta antillfl"o, 1937 y Co­mentarios a una voz, 1938. Sería muy deseable quese publicaran de nuevo conjuntamente con los dieztrabajos restantes de los cuales: Reincidencia y rati­ficación, RICPR, 1958, 1, núm. 7, págs. 35-37; Peri­plo. Viaje alrededor del Tuntún de Palés, en la bús­queda infructuosa de un reportado pesimismo hipo-

tético, P. R. llust., 6 de enero de 1951, tienen par­ticular interés.

Los cuentos.

La mayor parte de los cuentos de Tomás Blancose han reunido en un tomo de la serie BibliotecaPopular del Instituto de Cultura Puertorriqueña,publicado en 1970. Son nueve cuentos: Los motivos,el más antiguo; Cultura: Tres pases y un encuen­tro, 1939; Naufragio, 1952; Eleuterio, el caqui, 1954;La dragontea, 1956; La hiel de los Caínes, 1956; Viday misterios de la Calle de la Tanca, 1963; El Arcdn­gel San Miguel se inventa un habeas corpus, 1965;La colaboración del tiempo, 1966. No se incluyeronLos aguinaldos del Infante, publicado aparte en1954; ni Mendelian Tragedy y The solstice of astrange man, que permanecen inéditos. La acciónde todos estos cuentos ocurre en la isla de PuertoRico, dentro del marco de su compleja circunstan­cia sociocultural. El punto de vista es ontológico.Hasta en las piezas que se ciñen a temas particu­lares puertorriqueños como Cultura: Tres pasos yun encuentro y Eleuterio, el caqui, el autor clamapor la conservación y fidelidad a valores que per­tenecen a la vida espiritual de todo hombre; peroen ambos cuentos se confronta el choque de nues­tra cultura nacional con la cultura de Estados Uni·dos y se previene del peligro de la imitación literalque falsea lo propio y lo deforma. Dan sentido a loscuentos: la denuncia de lo falso y de la destrucciónirresponsable de los valores propios; el señalamien­to del deber de fidelidad a la propia identidad y delsentido de solidaridad con el prójimo, la invitacióna la resistencia heroica contra el mal y a respetarla obligada moralidad de los medios. También inda­ga sobre los problemas que surgen del ejercicio dela vocación literaria. Casi todos los errores y debe­res señalados -salvo los que son resultado de lamentalidad colonizada- se dan en todas partes.Pero no se trata de exponer una tesis, o de lograruna finalidad didáctica, sino de iluminar una situa­ción o un acontecer psicológico y de suscitar la re­flexión del lector. Son un llamamiento a la inte·gridad de la conciencia y a la confrontación libre yhonrada con la verdad personal íntima.

Blanco maneja el género cuento con suelta des­treza y ensaya diversos tipos narrativos y técnicasnuevas. En el conjunto encontramos ejemplares delcuento infantil simbólico, de la fdbula de animales,la leyenda, la tradición al estilo de las tradicionesperuanas de Palma, el cuento sicológico y el de puroentretenimiento,' y hasta ima deliciosa caricatura deleyendas hagiogrdficas medievales punteada por alu­siones a la situación actual del mundo. En algunoscuentos aparece el tono irónico o juguetón, y lasnotas al calce, las referencias bibliográficas y las

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aclaraciones al texto revisten a éste de una erudi­ción ambigua que es parte del juego y humor narra·tivos.

No es la anécdota lo que importa en estos: cuen·tos, sino el acontecer sicológico, el análisis del ca­rácter o las reflexiones sobre problemas humanos.En algunos, lo narrativo pierde terreno para acer­carse a las formas del ensayo, y los limites entre unoy otro género se toman difusos. El autor se valecon mesura de varias innovaciones técnicas, peroevita que el énfasis en la estructura malogre el in-.terés del relato. Narra bien y con gracia, y retienela atención del lector.

Los cinco sentidos.

Los cinco sentidos, publicado en 1955, en esme­rada edición, lleva el subtítulo de Inventario decosas nuestras y contiene cinco ensayos descriptivosque corresponden a cada uno de los sentidos corpo­rales: Entraña de la guajana a la vista; Serenata delcoquí al oído; Esencia de la mañana y musaraña dela noche (el café) al olfato; Aventura de jugos ypulpas (las frutas) al gusto y Ditirambo decorativode las brisas, el tacto. El inventario quedaría com­pleto más adelante con tres ensayos adicionalesagrupados bajo el título de Las potencias del almaque Blanco proyectaba escribir. De este segundolibro sólo se ha publicado en 1959, en la revista delInstituto de Cultura, un fragmento de El mito deljíbaro y un apéndice a éste, titulado El sustantivo jí­baro, aparecido en la misma revista al año siguien­te. Sospecho que este ensayo correspondería a lapotencia que llamamos memoria.

El tema fundamental de Los. cinco sentidos vuel­ve a ser Puerto Rico: una interpretación reflexiva,hondamente poética y personal de cosas nuestras.En sus páginas late un entrañado y lúcido amor anuestra tierra y nuestra gente, ya como embelesosensorial, ya como inteligencia, o como sentimien­to. La visión de los seres de nuestro medio natural,visión idílica, añora la perfección de los orígenes.En cierto modo, Los cinco sentidos complementa lareflexión histórica del Prontuario, pero desde otropunto de vista. Por la lectura del aludido Mito del jí­baro, me parece adivinar que en Las potencias delalma la atención del escritor iba a dirigirse al hom­bre puertorriqueño y sus creaciones culturales; aun­que no puedo afirmarlo categóricamente. Los cincosentidos pertenece al grupo de las obras capitalesde Blanco.

En ocasión anterior he dicho que las intuicionespoéticas pueden llegar más lejos que la historia ypueden arrancar a la sustancia histórica su signifi­cado profundo y universal. La guajana, la nota delcoquí, el aroma del café, las sabrosas pulpas delas frutas tropicales, la frescura de las brisas, no

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solamente conforman nuestra sensibilidad, la des·piertan y refinan, sino que, al contemplarlas tras elcristal de la poesía, se nos presentan como micro­cosmos, espejos que nos devuelven reducida, peroreveladora, la imagen del macrocosmos. La actitudde Blanco ante los seres recuerda la del místico es­pañol Fray Luis de Granada.

En el estilo descriptivo de estos ensayos la máxi­ma precisión científica, realismo y objetividad sefunden con la máxima idealización e intuición poé­ticas. El punto de vista es lírico; un cántico apasio­nado de alabanza y deleite, que no impide la re­flexión incidental sobre nuestras realidades mora·les, nuestras tradiciones y costumbres, los cambiosque nos deforman. Hablando de las frutas importa­das y aclimatadas en nuestro suelo el autor afirmaque: "posiblemente la esencia misma de lo antillanoconsista en haber venido de ultramar y haber pac­tado con la tierra llegando al equilibrio armónicodel aplatanamiento en el mejor sentido" Tambiéncensura a "alguna enajenada buena gente de estaAntilla (que) no se cura de sus propias cosas (y)goza del fraude y la falsía, que pagan caros con talque sean urdidos en rascacielos de cuarenta pisos"."En lo íntimo -añade- estdn deseanciliadas consus propios tuétanos, pero no se dan cuenta."

Los cinco sentidos encierran también sus mora·lejas y doctrinas que podrían resumirse en el elogiode la vida sencilla y natural, libre de afectación yartificio, en la invitación a la conciliación íntima delhombre con su tierra, y a la prudencia en la conser­vación de sus buenas, sanas, sensatas costumbresdel pasado tanto como en la selectiva adopción delas novedades foráneas. Incita este hermoso libroal conocimiento y cultivo de lo propio como medioseguro de entrar en posesión de nosotros mismos.

Miserere y La Dragontea.

No creo que sea arbitrario reunir en uno solo elcomentario de estas dos obras, al parecer, tan dis­pares. La primera es una meditación teniendo a lavista el álbum de pinturas de Rouault, Miserere,' lasegunda, un "cuento de Semana Santa", según elautor; pero ambas se refieren a situaciones moralesde la vida contemporánea que afectan al hombrecomo tal. En ambas se manifiesta el humanismocristiano de Blanco y sus preocupaciones ético-reli­giosas. Tienen asimismo relación con el "cuento deNavidad", Los aguinaldos del Infante, 1954.

La dragontea denuncia, bajo la intención ejem­plar de la fábula, la gran tentación y disyuntiva delhombre contemporáneo ante el problema del mal,del mal no como pura abstracción, sino como encaronación peculiar a las circunstancias del presente. Elautor rechaza categóricamente la ley .del Talión ypropone, como ÚRica solución aceptable, el combate

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heroico, conocer y evitar por todos los medios éti­camente legítimos el peligroso contagio, preferir lamuerte a justificar los medios por el fin.

En Miserere medita sobre el dolor de vivir, sobrela desnudez y soledad del hombre; denuncia el de­lirio y brutalidad de la guerra, la liquidación de losenfermos incurables, los fallos hipócritas de Nu­remberg dictados con las armas en la mano; el lan­zamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima,bomba .. que parieron -jupiterinos- los genios ytécnicos de la civilización occidental". Es un gritode contrición que admite la responsabilidad perso­nal en toda culpa colectiva y clama misericordiapara todos. La contemplación estética del álbum deRouault se trasforma en experiencia religiosa de con­trición reforzada por las referencias al salmo 50 dela Vulgata.

Los aguinaldos del Infante, glosa intencionadadel capítulo segundo del Evangelio de San Mateo, seaplica al orden temporal para advertimos que enlos negocios y circunstancias modernas de la ciu­dad terrena, convendría para bien de todos, la ar­monía moral y espiritual que resulta del ejerciciode las virtudes teologales y de la superación y ven­cimiento de las pasiones egoístas y violentas.

La poesía.

En el año de 1964 se publica por los cuadernosde poesía del Ateneo Puertorriqueño, Letras paramúsica conjunto de todas las poesías que TomásBlanco ha querido dar a la estampa, pues ya hemosdicho que cultivó ese género desde muchacho, y eslógico presumir que siguió escribiendo versos hastala aparición de este cuaderno. Todos los poemasallí incluidos fueron concebidos como letras paracantar, o sugeridos por alguna obra musical gusta­da por el autor. Tres estrofas de amor para sopra­no lleva música de Pablo Casals; Tragedia arcaicase inspira en un divertimento de Bela Bartok; Can­cioncita silvestre y Cuatro sones en música de JackDelano; y Los espejos propone tres temas para or­questa...

La poesía nació, como sabemos, unida a la mú­sica y el canto, aunque luego haya cobrado vidapropia y aparte. Blanco le devuelve aquella unidadprimigenia posiblemente porque su tema poéticopreferido es el amor humano integral, "calificadoy sublimado -según dice- por su propia esencia";un amor, cuya representación verbal nos recuerdapasajes de La voz; a ti debida de Pedro Salinas ycobra mayor intensidad expresiva en la lírica pura.También describe con embeleso en una serie de va·riaciones que recogen su cambiante hermosura, elpaisaje de Puerto Rico, o lo convierte en fuente deplásticas imágenes del amor y la mujer. Por mo­mentos nos parece escuchar en los poemas ecos le-

janos de cantos populares hispánicos; pero los ver­sos son cultos y el ritmo tiene un aire muy moder·no, libre, recortado, disonante.

No podemos resistir la tentación de citar algunosque nos parecen de una extraordinaria precisióndescriptiva:

Toda la tarde se meció en honduras inesperadamente

Afuera: ventolerasdel equinoccio tropical e isleño.Un aguacero se desploma súbito;y, luego, la lloviznapersiste leve, lenta, interminable:larga y suave caricia.

"Cantata del amor·amor", pág. 32.

Isla de la palmera y la guajanacon cinto de bullentes arrecifesy corola de soles.Isla de amor y mar enamorado.Bajo el viento:los caballos azules con sus sueltas melenas;y con desnuda piel de ascuas doradas,el dorso de las dunas.

Isla de los coquís y los careyescon afrodisio cinturón de espumay diadema de estrellas.Isla de amor marino y mar embelesado.Bajo los plenilunios:húmedas brisas, mdgicas ensenadas, secretos mato­

[rrales ...y el unicornio en la manigua alzado,listo para la fuga, alerta y tenso.

"Unicornio en la Isla", págs. 63-64.

Este poema ha merecido un hermoso comentariográfico de Lorenzo Homar.

No sólo se conjugan en la obra poética de To­más Blanco la música y el verso. Como decía elmismo Homar muy acertadamente la plasticidad .delas imágenes nos permite ver la forma, el escorzo,el color de las cosas; tocar la calidad de su textura,oler sus aromas, gustar sus sabores. Tanto en laprosa como en el verso y por el mágico poder evoca­dor del verbo, Blanco -como los poetas, pintores ydramaturgos del barroco español- logra la fusiónde todas las artes.

También ha cultivado el muy difícil arte de latraducción. Domina la lengua inglesa y conoce bienlas letras angloamericanas. Frecuentes citas de poe­tas y ensayistas ingleses encabezan como lemas sus

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escritos; la dedicatoria y las notas de Por el hilvánde un cuento se redactaron en inglés, así como ]aaludida trilogía de cuentos Love and Other Extra·vagancies. Ha traducido en 1949, tres poemas deLangston Hughes y, del francés, un texto de AndréMalraux: Poesía y·-pintura.

Trayectoria.,

Este suscinto recorrido por la obra literaria deTomás Blanco nos permite observar y caracterizarsu trayectoria en el tiempo. Los primeros escritosde contenido histórico se refieren -tanto en elProntuario como en los artículos de periódico- a lavida material y espiritual de Puerto Rico; en unasegunda etapa, que se inicia con los cuentos y lanovela Los vates, eleva los sucesos y caracteres yJos transfigura medIante la ficción narrativa y en laetapa final, asciende al nivel aún más elevado dela lírica y la meditación ético-religiosa. Pero debe·mas aclarar que estos· momentos también coincidentemporalmente y, tal vez, sería más exacto decir,que se trata de tres niveles distintos de aproxima­ción a la realidad que marcan un alejamiento delo particu]ar-eoncreto hacia ]0 universal·humano. Almismo tiempo, la obra se va despojando de las téc­nicas del método científico y abandonándose a lalibertad imaginativa y poética; y la preocupaciónpolítica, predominante en los primeros escritos, cedeel paso a planteamientos ético-religiosos referidosal hombre como tal y a situaciones del mundo con­temporáneo. Los cinco sentidos señalaría el puntoen que ]a aproximación analítica al medio físicopuertorriqueño se transforma en efusión lírica ycontemplación poético-religiosa de los seres.

El subtítulo de estos ensayos, Inventario de co­sas nuestras, podría servir para definir el caráctergeneral de la obra literaria de Tomás B]anco, cui­dadoso asiento de todos los bienes materiales y es­pirituales de la comunidad puertorriqueña hechocon orden y calificada distinción. Hoy se suele pre­guntar si los escritores y artistas están compro­metidos con una ideología política y se les exige queden testimonio de ese compromiso por medio de laacción. Se olvida que las obras literarias son tam­bién acciones, y muy poderosas, puesto que libroshay y obras de arte que han trastornado y cambiadoel mundo. Por eso existe la censura de libros y sepersigue a los escritores en varios países. El com­promiso de Tomás Blanco con Puerto Rico, patenteen cada página de sus obras, responde a principioséticos y convicciones profundas. Pero además, y envarias ocasiones, ha determinado actuaciones suyasen defensa de la justicia, de los derechos civiles, dela lengua materna amenazada, la condena indignadade la masacre de Ponce y de la agresión fascista a

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la Segunda República Españo]a, en 1936. Fue fun­dador y primer presidente del comité puertorrique­ño de Derechos Civiles; figuró entre los que pique­tearon en señal de protesta a] Comité de Investiga­ción de actividades antiamericanas cuando estuvoen Puerto Rico con la intención de continuar aquísus pesquisas; se negó con otros puertorriqueños acomparecer ante la primera Comisión del Statusporque juzgaba que ]a libertad y el derecho a la so­beranía de un pueblo no se discuten, y menos anteun tribunal de extranjeros, representantes del podercolonial. Pero, sobre todo, ha querido ser fiel a símismo y responder al dictado de su conciencia. Y enesto se funda su dignidad de hombre, de escritor yde puertorriqueño.

El lenguaje.

La lectura de la obra de Tomás Blanco es para·digma y lección de buen uso del lenguaje. Pocos es­critores nuestros han alcanzado como él una con­ciencia lingüística tan lúcida y bien desarrollada.Posee en alto grado lo que llamamos "don natural"o "sentido de la lengua"; pero también sabe de fi·lología y de lingüística lo que le permite acercarseintelectualmente al problema del lenguaje.

Su preocupación por la situación peculiar del es­pañol en Puerto Rico y por evitar las deformacionesque han resultado del intento de americanizamosmediante la imposición del inglés como lengua deaprendizaje en los primeros cincuenta años del do­minio de Estados Unidos sobre nosotros y comolengua oficial investida del prestigio que le otorgaser la lengua del Imperio, de las transacciones co­merciales, las comunicaciones con el exterior y dela tecnología científica, profesional e industrial. So­bre la mentalidad del colonizado ese prestigio y lainevitable necesidad de usar de la lengua imperial,operan en forma enajenante llevando a la minusvaloración de la lengua materna, a olvidos delibe­rados y empobrecimiento del léxico, a deformacio­nel> semánticas y de sintaxis, a ausencia de maticesy a una general torpeza de expresión. Blanco afirmaque su lengua, el español, es más suya que de unvasco, un catalán o gallego. Y porque así lo siente,se ha cuidado de mantenerla libre de esos peligrosmediante la frecuentación de -los mejores escritoreshispánicos, de América y de España, y la atención yaprecio del habla del pueblo.

Podemos admirar en sus obras la riqueza y amoplitud del léxico, la precisión semántica, la matiza­da, irónica gracia del tono y el difícil acierto con queincrusta sobre la base de vocabulario culto, las ági·les y entrañables voces del habla popular y regional.Con frecuencia intercala en el discurso observacio-

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nes sobre el significado de ciertos vocablos en unesfuerzo por precisar la variedad de sus matices yusos en el habla común puertorriqueña. Maneja conigual destreza el español culto, los tecnicismos, lasvoces y modismos regionales y logra fundirlos enuna unidad tan apretada y ágil que el esmero artís­tico de la expresión cobra 'la apariencia de lo espon­táneo y viviente. Me parece peculiar y distintivo desu estilo haberse propuesto la trasposición poéticadel habla de nuestro pueblo hasta elevarla a rangoliterario y artístico. Y lo ha logrado gracias a subuen gusto, y a una atinada selección que excluyelo vulgar o grosero para que no disuene al incorpo­rarse a un contexto culto, sin que por ello desdeñe

aprovecharlo donde sea absolutamente necesario asu intención. Otro rasgo -de igual mérito- con·siste en acertar con la palabra precisa, el adjetivojusto, la imagen plástica y poderosamente evocado­ra. Cuando comprobamos con alarma la indiferenciageneral hacia la expresión descuidada, imprecisa,vulgar, chata, hija de la pereza y de la tendenciahacia lo uniforme e impersonal, la obra literaria deTomás Blanco, por su aspiración a dignificar y enri­quecer nuestra expresión verbal, merece ser leídacon atención. meditada y emulada como ejemplopara todos. Tomás Blanco es uno de los escritoresmás representativos de las letras puertorriqueñascontemporáneas y uno de nuestros clásicos.

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EN LA CAPITAL DE PUERTO RIco, EL oÍA SUELE SER

ruidoso hasta la fatiga y el agotamiento, al bor­de mismo de la neurosis; lleno de griterías, zumbi­dos y estridencias; atronado de aviones, sofocadode altoparlantes y fonógrafos, ensordecido de vello­neras, acuchillado de bocinazos; desgarrado por al·borotos de perros malcriados y chiquillos realengos,abacorado y hostigado por insistentes vociferacio­nes -mecanizadas y ambulatorias- de políticos,anunciantes, locutores, charlatanes y propagandis­tas...

Mucho de este ruido urbano, pero incivil, se des­borda a favor de las carreteras y las radios e inundabuena parte de la zona rural. y, como aun así nocabe todo él en las horas de sol, siempre resta unrezago que se agazapa y requeda en malicioso ace­cho para resurgir inesperadamente con broncos bor­botones o alaridos mecánicos, de rato en rato, du­rante la noche.

* * *

En campo abierto, la noche es sonora; pero deuna sonoridad sin exabruptos ni sobresaltos, másbien tranquilizadora y sedante para el que está fa­miliarizado con ella. Son sonidos elementales, natu­rales, casi amistosos; por lo común, en tono menor,comedidos, sin jactancias. Salvo las clarlnadas delgallo, que aquí es no sólo diana del alba y desperta­dor de la aurora, sino reloj de repetición, centinelade la noche que, hora por hora, pasa a su vecino-y éste a otro, y el otro a otro, hasta perderse enla distancia- su presumida voz de alerta. (Si noadvierto en son de reto que permanezco en vela

* Del libro Los cinco sentidos. Instituto de Cultura Puer­torriqueña, San Juan, 1968. -

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Serenata del Coqui*

Por TOMÁS BLANCO

-parece proclamar con su altanero u ¡Aquí-estoy­yo'''- pudiera ser que alguien se atreva a perturbarel orden de las cosas y ocurra una catástrofe.)

* .. ..

En su total conjunto, la sonoridad nocturna seexpande como en círculos concéntricos hasta las lon­tananzas; y, entonces, se dejan oír susurros y mur­mullos que, usualmente el bullicio diurno y el trajínciudadano sobrepujan y acallan; pero que, depura­dos, se filtran por las distancias de la quieta noche.Así, llegan a flor de oído el rumor de los juegos va­roniles del mar sobre la playa y los vaivenes delhaldeante frufrú que causan los retozos de las fron·das con el viento.

Acaso, a media lejanía, un ojisabio múcaro vierteel cántaro de su voz regañona sobre el ubicuo, uná­nime, monótono y asiduo coro de insectos y batra·cios. Y, por entre esta menuda y parpadeante mulotitud acústica, que a fuerza de invariable reiteraciónunísona resulta casi arrulladora, se distingue y des­taca la voz duende del coqui, nítida, clara, húmeda,líquida; que es el más típico y característico sonidode la noche puertorriqueña.

.. .. *

El coquí es la vanguardia de la orquesta noctur­na. El es el primero en despertar, -apenas puesto elsol, aún no apagadas las luces del crepúsculo. Desdelos montes y sabanas llega a las poblaciones; y, noes raro que se cuele invisible por entre la más tupi­da red de calles asfaltadas hasta el mismo corazónde las ciudades, con tal que encuentre allí un pal-

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mo de jardín o un poco de tierra humedecida yunos cuantos matojos. Sus ventrílocuas notas ad­quieren un curioso matiz de intimidad; y, estandofuera de las casas, a poco que se aproxime a ellas,se le escucha como si estuviera bajo techo, compar­tiendo con uno el aposento; incitándonos, oculto,desde los rincones, a que juguemos al escondercon él.

La onomatopeya de su propio nombre reprodu­ce satisfactoriamente el tema de su canto: inacaba­ble repetición rítmica de las dos sílabas, co-quí, laúltima más aguda y cristalina y algo más prolonga­da, ambas muy netas y precisas, seguidas de unapausa que dura doble tiempo del que toman las dosnotas juntas. El timbre es limpido, agradable, bas­tante semejante al del silbido humano, pero un pocoahuecado y un tanto xilofónico o acuático; sin granvolumen, pero muy resonante. El tono es más detenor que de barítono, como la llamada de un pá­jaro de mediano tamaño y excelente garganta. Tienela turbadora cualidad de engañar al oído en cuantoa la localización exacta de su procedencia. Y, sugiereun estado de obsesión, de soledad, de anhelo. A ve­ces, de tarde en tarde, marca una variación en breveserie de notas -cinco, por lo común- que son, qui.zás, levemente más rápidas y atenoradas, con elacento siempre recargado en la última: ¡co·qui-qui­qui-qul!

* * *

Difícil es que nadie pueda permanecer un parde noches en Puerto Rico sin oír la serenata del co­quío En cambio, muchos han nacido en la isla yvivido aquí toda la vida sin lograr verlo nunca. Porotro lado, a quien no lo conozca y le observe porprimera vez en pleno día, se le hará imposible ima­ginar que lo que mira es el pertinaz cantante no­charniego. Tanto así, que yo estoy por creer en laleyenda que contaba mi antigua niñera, Ma Antonia,cariñosa y magnífica negra, de las de pañuelo deMadrás en la cabeza, voluminosa y pierniflaca, ysiempre sonreída, limpia, almidonada. Según ella,el coquí debe ser una maravillosa avecita canora,linda como el colibrí, que ha sido encantada; un he­chizado pajarito, de carácter mimoso, juguetón ysociable, que -sabe Dios porque propia travesurao ajena envidia- ha sido condenado a pasarse lasnoches solo, completamente aislado en medio de la,vida, llamando y llamando y llamando en inútil em­peño de lograr compañía; profundamente desolado,pero sin desesperar jamás. Y, si alguien, por fin, trasmucha búsqueda, alcanza a verlo, en ese mismísimoinstante se transforma y desfigura de tal modo queno es posible reconocer en él al dueño de la vozque invitaba a buscarlo.

* * *

Pero los científicos sabios -que casi siempretienen gran parte de razón en lo que dicen, aunquecon frecuencia se equivocan como cualquier hijo devecino y, a veces, nada saben de las verdades últi­mas- afirman que no es así, que todo eso es purafantasía. Porque los naturalistas profesionales, enespecial los herpetólogos, alegan haber capturado,disecado, estudiado y catalogado al caqui. Y, ade­más, nos lo han fotografiado a punto de dar su can­to al aire con la garganta inflada como una gaitaenorme.

El coquí, dicen ellos, es un minúsculo animalejo,clasificado -quizás un poco arbitrariamente, digoyo, por lo que después se verá- entre los anfibios,de la familia de los sapos y las ranas, pero de génerozoológico diferente. El nombre y apellido científicode su especie 'es Eleutherddactylus portoricensis;que traducido literalmente al cristiano quiere decir"el puertorriqueño de los dedos libres".

Porque no se tome a mala parte eso de su liber­tad digital, debe aclararse que así se llama por noser palmípedo como una rana cualquiera, por notener ni residuo de membrana natatoria entre losdedos de los pies ni de las manos. Por lo tanto, noestá preparado para vivir en el agua. En compensa­ción, tiene una especie de disco adherente en la pun­ta de cada uno de sus dedos, y de ellos se sirve paratrepar matas arriba, donde acostumbra vivir. Poreso pienso yo que hay bastante arbitrariedad en cIa­clasificarlo como anfibio; pues ni siquiera en suinfancia o niñez fue renacuajo acuático. De hecho,el puertorriqueñísimo coquí resulta ser, en la litera­tura científica, "realmente famoso", según advierteKarl P. Schmidt:

"porque sus huevos y sus embriones fueronbase para el artículo de Peters en que se descri­bía su desarrollo directo. con supresión de laetapa de renacuajo. característica universal delgénero eleutberodactyl,' y. las ilustraciones dePeters figuran todavía en gran número de tex­tos."

Parece ser que es indígena de Puerto Rico y nose encuentra en ninguna otra isla ni tierra firme.Pero en nuestra antilla abunda casi por dondequie­ra. Se le halla de Mayagüez a Humacao, de Ponce aSanturce, en el Yunque, a dos mil pies de altura yenCataño, casi por debajo del nivel del mar. Le gustahabitar en el centro de las plantas bromelias y liliá­ceas o entre las hojas de las matas de plátano y gui­neo, pero en caso de necesidad se acoge a cualquieryerba o arbustillo.

Su tamaño es diminuto. Por lo regular, un adul­to mide -de proa a popa - treinta y. cinco o cua-

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renta milímetros, poco más o menos; y, la partemás ancha del cuerpo (alrededor de unos quince mi·]fmetros) es la cabeza. La coloración es notable porsus muchas variaciones. Lo más frecuente es que,por arriba, sea moreno, de diversos matices, entrepardo y ceniciento o melado oscuro, a veces rojizo,a veces casi negro: usualmente moteado y marcadode ]fneas o bandas. Por debajo es más claro, amba·rino, amarillento o verdoso pálido; y, la superficieventral o interior de los muslos es roja o de uncolor ferruginoso o rosado vivo.

Tal es el caqui verdadero y genuino, el portorri­cense, el que al cantar dice claramente co-qui. Por­que tiene un pariente de su mismo género aunquede diversa especie -Eleutherodactylus Antillensis­al que la gente también llama vulgarmente caqui.Pero es fácil distinguir entre uno y otro. Por la vis­ta, se les diferencia principalmente, porque el An·tillensis o antillano es más pequeño; y, muestraun dibujo reticulado y oscuro en la superficie ven·tral de los muslos. Por el oído, es igualmente fácildistinguirlos. El canto del Antillensis es menos can­to que el del verdadero caqui; es -por así decirlo­más multitudinario, menos individual; y, mucho me­nos deliberado. Su timbre es bastante más metálico.

En realidad, nunca dice co-qui. Emite una frecuentey relativamente larga serie de notas uniformes: ki-ki­ki·ki-ki·ki-ki... Como una campanita un poquitín cas­cada. Cuando de vez en vez da sólo dos notas, sue·na algo así como entre kri·í y tri·i o, quizás, entretro-i y to-i

* * *

Los datos de carácter científico que arriba heanotado, los aprendí yo cuando me picó la curiosi­dad de averiguar estas cosas, hace bastante tiempo.No sé si de entonces a acá haya cambiado el criteriocientífico sobre nuestro caqui. Todo podría ser; puesdicen que de sabios es variar de opinión. Y, a lo me·jor, a estas fechas, pudiera ser que los naturalistasmás documentados estuvieran de acuerdo con la hi­pótesis de Ma Antonia, mi antigua niñera; que elcoqui sea, en verdad, un noctám~ulo duende, unmisterioso y raro pajarito encantado, que se pasa lasnoches clamando por hacer compañía, sin que nadiepueda jamás encontrarlo en su ser natural. A mí nome extrañaría.

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L UCAS y MATEO ERAN DOS HOMBRETONES JÓVENES Y

en salud. Mateo tenía un oficio: era albañil.Lucas, con algunas más letras y más holgados re­cursos familiares, había sido aprendiz de varias co­sas; pero no era maestro sino en vivir "a lo quecayera" --como decía él- empleándose hoy en~chamba y mañana en otra. Con sobrada frecuencIase las arreglaba para no trabajar en cosa alguna,recostándose en el amparo del hogar paterno y lasbenevolencias de la madre. Una vez fue quincalleroambulante. Había temporada en que cuidaba gallosde pelea o revendía billetes de la lotería. De cuandoen cuando, se ocupaba también en algunos quehace­res menores del garage del pueblo, porque allí seatraía el ambiente de briba y de trajín que creabaen los alrededores la bulliciosa frecuentación deautomóviles de línea y guaguas trashumantes. Poralgún tiempo, hasta se metió a chófer, sin la licen­cia necesaria para ello. Según él, había sido, en esaocasión, chófer a la brava, por sus pantalones; pero,en verdad, 10 fue por condescendencia pública, pornegligencias de la Policía, y por complicidad del due­ño de la destartalada camioneta que guió. Hastaque sobrevino el tiaccidente" inevitable.

Aunque existían hondas diferencias de carácterentre Mateo y Lucas, se les veía mucho juntos; y,les tenían por amigos íntimos. En rigor, se tratabade una relación bastante circunstancial y precaria,porque Lucas era demasiado voluntarioso y egoístapara llevarse enteramente bien con nadie. Engañán­dose a sí mismo, no creía necesitar de afectos biencimentados ni del trato normal con los demás; perole importaba mucho suscitar en sus congéneres cier­to tipo de impensada y momentánea admiración ba­bieca, que nada tiene de común con el aprecio y laestima. Cuando ni ese fuego fatuo conseguía, se mal-

* Del libro Cuentos sin ton ni son. Instituto de CulturaPuertorriqueña.

La hiel de los Caines*

Por TOMAs BLANCO

conformaba llamando sobre sí la atención del pró­jimo por los medios absurdos y triviales que utili­zan los niños antes de alcanzar la edad de la razón.Nunca se sentía dispuesto a cultivar con algunaconstancia otra cosa que no fuera la arbitrariedadde sus caprichos; aunque así derrotara sus propiasambiciones, y, aún a veces, sus gustos. Ponía, entodo ello, añadiduras de petulante desfachatez, algoforzada. y, en el hondón oscuro de su ánimo, arras­traba un dudoso con~epto de sí mismo. Pero Mateo-a quien sobraban amigos cordiales donde quie­ra- procuraba llenar un poco el vacío total de amis­tades en que Lucas vivía. Movido por una especiede comprensión zahorí, y por sus inclinaciones ge­nerosas, Mateo le brindaba, espontáneo y sincero, sucompañerismo. Lucas sólo aceptaba la mera com­pañía.

Entre sus edades no mediaba gran desigualdad.Se conocieron en la niñez: en la escuela, en los jue­gos y en las travesuras. Luego fueron vecinos cer­canos, cuando Mateo, al quedar huérfano de madrey solo -ya muchacho espigado y formal- tuvo queir a vivir con su padrino. Además, les unía unvínculo secreto; porque, sin que ninguno de los doslo supiera, eran hermanos de padre: Lucas, hijo le­gítimo de una buena mujer, mujer muy buena. Ma·teo, único hijo del amor desprendido de una viuda,sana de corazón, hacendosa, simpática, bonita, viva­racha... sin más reparo que aquel hijo de sus en­trañas, en el buen nombre que todo el pueblo leotorgaba. Con rara unanimidad, hablaban bien deella lo mismo las señoronas más cuerdas y sesudas,que las más casquivanas y chismosas comadres.Hasta las beatas, por rígidas, gazmoñas y fisgonasque fueran, la tenían muy en mucho. Los hombres-¡ni se diga!- la ponían por las nubes.

El padre de ambos jóvenes era un pueblerinomaestro de obras, en pequeña escala. A ello se debíaque Mateo fuera albañil; y, que junto a él, Lucas

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hubiera sido, unos meses, aprendiz del oficio bajoel mismo maestro.

En general, las circunstancias, antes que entor­pecer, favorecían una recíproca y arraigada amistadentre los dos. Eso hubiera sido lo normal. Pero noera así. Aunque Lucas, en el fondo, a pesar suyo,sentía con frecuencia vaga sed de amistades; su va·nidosa malacrianza no le permitía mostrar la másleve transigencia o concesión cariñosa hacia un po­sible amigo. Ni perdonaba a nadie el desorbitadotributo que exigían sus falsos pundonores y quis­quillas. Actuar de otra manera equivalía, para él,a humillarse, a traicionarse: "cosa inaguantable ymal vista en un macho completo". Siempre le fuemás fácil apelar al desgaire, la faramalla y el em­buste. Y, sólo en virtud de ser Mateo comedido poreducación y noblote por naturaleza, no había surgidoa cada paso, entre ellos, una grave violencia ni untajante disgusto.

* * *

Cierta vez, Lucas se ausentó del pueblo variosdías, sin que por casi un mes nadie supiera de él.Cuando volvió, venía satisfecho y orondo, enigmáti·camente sonreído, un tanto más displicente y alta­nero que de costumbre; dándose aires de gallo cam·peador que retorna a la Jaula sumisa del propiogallinero tras haber asustado algún pollo realengode la vecindad.

En aquel pueblucho se estaba, él, desperdiciando.Su regreso no era para quedarse empantanado allí.Dentro de poco volvería a marcharse. Entonces, nopararía hasta la Capital. Luego, más tarde, ya saobrían" de él. Les pondría una tarjeta postal desdeMiami o desde Nueva York.

Era indudable que había sacado provecho mo­netario de su viaje. Lucía ropa nueva. Gastaba unpoco más que antes. Y, dejaba entrever, de rato enrato, un mediano fajo de billetes de a peso.

Pronto corrió el rumor de que aquellos dineroseran agradecidos regalos de galantes mujeres. Mu·jeres descubiertas y cultivadas por Lucas durantesu ausencia. Unos se referían crudamente a fácilesconquistas de mujerzuelas imbéciles. Otros aludían,con im.inuaciones misteriosas, a reales hembras "deplata" y de buen tono que, no obstante, supieronapreciar los quilates de Lucas. Entre los incrédulos,los aguzados y los cínicos, no faltaron, sin embargo,quienes alegaban que ambas alternativas eran sólouna y la misma cosa.

Dejando caer, aquí y allá, medias palabras, comoal descuido y sin querer hacerlo, fue el propio Lucasquien echó a rodar tal cuento. Sus contertulios delgarage, entre aspavientos, guiños y cuchufletas, seencargaron de propalar la historia, abultándola, in·

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ventando, de paso, fantásticas peripecias y grotes­cos detalles. Lucas se pavoneaba presumido, hala­gado por el aura garañona de los sementaleños al·quileres que se le achacaban, cual si fuera una en­noblecedora ejecutoria de hazañosa hidalguía, unhonor alto y claro, el cénit de la fama y de la gloria.

Al cabo de unos días, desteñida la novedad delrepetido y manoseado chisme, se agotaba -en aquelcaso- el deporte verbal de los charlatanes, fabula·dores y cuentistas. Al par que actualidad, el temaperdía méritos, posibilidades y atractivos. Los mis­mos que 10 habían divulgado con mayor lujo decomentarios y minucias, empezaron a ponerlo enridículo, a tomarlo a chacota, a no creer ni en laabundancia del dinero que habían visto gastar. Perohubo alguien que, cuando menos, del dinero gasta­do no dudó; y, comenzó a barruntar otras sospechasde su procedencia, de su origen: -¿Un timo, unhurto, un robo a mano armada, un atraco o asaltoen despoblado?- Cualquier cosa parecía posibletratándose de Lucas, dada su voluntariosa falta devoluntad y de carácter. Iba a surgir un nuevo ciclode siniestras conjeturas que avivara el interés porla ya casi moribunda historia. La versión revisadapodría tener funestas consecuencias.

• En este punto, Mateo creyó discreto intervenir.Hasta entonces había permanecido un poco retraí­do, sin mezclarse ni para bien ni para mal en losrumores que, sobre las supuestas aventuras de Lu­cas, andaban circulando de boca en boca. Pero, re­cientemente, por el azar de una casualidad se habíaenterado, con pruebas a la vista, de la verdaderafuente del dinero. Nadie más en el pueblo 10 sabía.Lucas lo había ocultado demasiado bien. Y, ahora,se le venía encima -se veía venir- un maliciosoescándalo y, posiblemente, hasta formal acusaciónde un crimen. El nuevo giro que iba tomanao lamaledicencia obligaba a temerlo todo.

Así las cosas, pues, Mateo juzgó prudente y opor­tuno intervenir. Como primera providencia, quisotener con Lucas una conversación sobre el asunto:y, fue a verle a su casa. Le encontró solo, en el baotey, encuclillado y atareado. Abría unos cocos secos,utilizando para ello un pequeño marrón de picarpiedra -una especie de escoda pesada- que siem­pre andaba rodando por allí. Con este martillo pe­drero en la mano derecha y un coco sin abrir en lazurda, Lucas se puso en pie, casi en guardia, al verllegar al otro.

Mateo fue derecho al grano; y, contra su cos­tumbre, afeó, severo, el proceder de Lucas: ¿Porqué se complacía en criar mala fama? ¿Por qué seregodeaba en tan viles mentiras? ¿No comprendíaque le empezaban a tildar de criminal? Si las mur­muraciones continuaban, la Detective se vería for­zada a tomar cartas en el asunto. Debía ponersecoto a todo eso. Pero, en seguida. Sin pérdida detiempo. Desgraciadamente, nadie sabía en toda la

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comarca -más que ellos dos- las circunstanciasverídicas del caso. Y era hora de que ambos, de co­n\ún acuerdo, desmintieran las falsedades y patra­ñas que corrían.

Lucas replicó seco y duro.-Y, eso a ti, ¿qué te importa? Además, yo no

entiendo ni pío. ¿Cuáles son esos secretos que túdices que sabes?

-Pues la santa verdad -le contestó Mateo-. Losé por una serie de coincidencias. Sin haberme que·rido meter en averiguaciones de ninguna clase. Pero,no sé sino lo que tú mismo sabes mucho mejor queyo: que los chavos que andabas gastando por ahí, telos ganastes a puro pulmón, honradamente, estiban·do sacos de azúcar en el puerto de Guánica. En lanómina de los trabajadores del muelle, sin embar­go, te enlistaste con un nombre falso. En vez de dartu nombre, diste el mío. Por ahí, por ese hilo, ca·sualmente, descubrí el enredo... ¿Para qué esos líos?¿Por qué haces esas cosas tan estúpidas?

Lucas, fuera de sí, le soltó un improperio feroz.Mateo volvió la espalda para irse y dejarlo en paz,sin decir más palabra, tratando de evitar una irre­parable ruptura, esperando convencerle más tarde,otro día, cuando se le pasase la rabieta. Lucas quedóun momento rígido. Pero, en seguida, furioso, ciegode ira, le lanzó, uno tras otro, casi a la vez y contodas sus fuerzas, los proyectiles que tenía en lasmanos: el coco y el martillo.

La reacción había sido impremeditada, casi ins­tantánea. Pero mucho más complejo de lo que pa­recía: -Aquel entremetido, aquel zángano que notenía calzones para nada, ese masurrón hipócrita deMateo, lo sabía todo. Y, quería publicarlo a voces;probarle la verdad al pueblo entero, dejando mal·parado el prestigio de Lucas, robándole su aureola.No le iba a quedar otra fama que la de farsantey mentiroso. Y, eso no podía ser. Mejor era que leacusaran de ladrón, que le arrestaran, antes de pasarpor la vergüenza de ver desmentida su leyenda, antesque afrontar las risotadas y las burlas sangrientasde los habituales contertulios del garage... A lo me­jor, el imbécil Mateo había ya comenzado a soltarprenda y a ponerle en ridículo... Tenía que pararleel caballo, a todo trance, ahora mismo.

Sin darse cuenta de sus actos, en el paroxismode su indignación, Lucas le tiró a Mateo lo que porcasualidad tenía en las manos. Fue un improvisado,un instintivo gesto de protesta y defensa contra laamenaza de humillación, de escarnio, que, en esosinstantes, Mateo representaba para él. Nada más.Si la cosa llegó a tener mayores consecuencias, fuepor accidente, comQ lo de la camioneta.

* * *

El coco, sin hacer blanco, se perdió inofensivo,entre unos matorrales. El martillote, con perversaexactitud, fue a dar sobre la nuca de Mateo; dislo­cándole las vértebras del cuello, fracturándole labase del cráneo. La autopsia indicó, luego, una muer­te instantánea.

Al ver convertirse un hombre entero y vivo -y,hasta amenazador- en el cuerpo roto y exánimeque yacía por tierra, sin que a sus ojos hubiera ha.bido causa suficiente para tamaña cosa, Lucas, ho­rrorizado, echó a correr sin rumbo y sin propósito.Tras una breve y ciega carrera hacia los montes,tropezó y cayó. Cuando ya más sereno, se ponía enpie dispuesto a regresar al pueblo, fue arrestado.Lucas se sintió víctima, no reo.

Unos cuantos vecinos, desde lejos, habían sidotestigos del crimen. Habían oído la estridencia aira.da, insultante, de la voz de Lucas. Habían notado elpacífico y manso proceder de Mateo. Y, sobre todo,habían visto el alevoso marronazo, descargado atraición, por la espalda. E inmediatamente, tamobién vieron la cobarde fuga.

El muerto era persona querida y estimada en lacomunidad. El matador tenía mala reputación, nomuy buenos antecedentes. Le acusaron de .. asesinatoen primer grado con circunstancias agravantes".Y comenzó el juicio.

Nunca hubo la más mínima esperanza de sacarloabsuelto. "El asesinato estaba de antemano proba­do. Sólo se podía luchar por rebajar el grado deculpabilidad". Así hablaban los entendidos. El abo­gado defensor, 'hombre ducho en forenses regateos.aconsejó -a Lucas- declararse culpable y solicitararrepentido la clemencia del tribunal. Probablemen.te, en tal caso, el fiscal acusador -por ahorrar tiem­po y dinero al Ministerio Público- acceaería a noinsistir sobre las circunstancias agravantes; y hasta,quizás admitiría alguna de las atenuantes alegadaspor la Defensa. Pero el consejo fue en vano. Lucasse negó rotundamente a seguirlo:

-¿Culpable él? El no había sido nunca jamásculpable de nada. ¡Al contrario! Cuando no eran losdemás los culpables, era la mala pata, la suerte pe­rra, quien tenía la culpa. Ahora le acusaban nadamenos que de asesino... ¿Cómo iba a declararseculpable? El no había asesinado a nadie, a nadie.¿Qué clase de abogado era aquel que empezaba porquitarle la razón a su ds:fendido? Ni era culpable,ni pedía clemencia ni perdón. Pediría justicia. ¡Leiban a oír!

Y, efectivamente, también contra el consejo desu defensor, le oyeron declarar en corte abierta.Todos le escucharon con asombro. Si hubiera habi·do dudas antes, ahora, con sus palabras violentas,iracundas, ilógicas, se condenaba él mismo irremisi­blemente.

El jurado deliberó quince minutos. El veredictofue de culpabilidad, según la acusación. El juez im-

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puso la pena máxima: cadena perpetua. No se hallócausa para apelación ni para solicitud de indulto.La suerte de aquel hombre dejaba indiferente a todoel mundo. Pero, al único amigo, compañero y herma­no que pudo haber tenido, le había dado la muerte.

Camino del presidio, Lucas iba renegando:-¡Condenado Mateo! ¡Malhaya sea su estampa!

Siempre echándoselas de santurrón, y siempre des­preciándome y maquinando contra mí. Por su culpame han metido en presidio. ¡Caí en la trampa! todosconfabulados en favor de él. ¡Como siempre! Y, yoque nunca quise hacerle daño. ¡Hijo de mala ma­dre! Me provocó con su·s pamplinas y sus amena·zas... Al fin Y al cabo se salió con la suya... Yo noquise matarlo. Ni mucho menos. El fue quien se em·peñó... ¡El muy bestia! Cuando vino a tentarme lapaciencia, le tiré los trastos que tenía en la mano,para sacudírmelo... Eso no era para matar a na-

die... Pero, el canalla, se descuajaringó como unpelele de alfeñique... Se dejó morir como un enclen·que, a propósito, sin causa ni razón, sólo por revenotarme... ¡Maldita sea su alma!

y sin embargo, en sus adentros últimos, le bullíainsobornable y pertinaz la certeza de no ser verda­dero aquello que pensaba y decía. En realidad, lascosas habían sucedido de otro modo. De un modomás desconcertante, menos admisible... y de unamanera en que los accidentes no eran accidentales:tenían sus causas desaforadas, sus inevitables desa­rrollos... Eso era lo cierto... Nada le valdrían lasargucias para tergiversarlo y olvidarlo: El lo sabía.Y, esta era la hiel cuya amargura y acritud no podíatolerar. Le producía una desesperación mayor quela idea aterradora de pasarse el resto de la vidacondenado a trabajos forzados. Y se ponía frené­tico, rabioso.

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ESTOS ERAN TRES HOMBRES DB LIMPIA VOLUNTAD QUE

vivieron en un lejano tiempo, hace ya muchossiglos.

Cada uno de ellos habitaba en distintos confinesde la Tierra. Y, cada uno, por su justicia y su sabi­duría y su benevolencia, era príncipe entre los prín­cipes de aquel rincón remoto del mundo en quevivía.

El uno era un anciano de perfilada y recia con·textura, alto y enjuto, con finos labios rojos, cutissonrosado y largas barbas ondulantes, tupidas ynevadas. Tenía los ojos de color de esmeralda, perocon los reflejos del acero pulido allá en lo hondo...Y, como su país caía hacia los rumbos por dondeel sol se hunde -tras de los horizontes del Oeste­todos le titulaban y llamaban Monarca de Occiden­te. Pero su nombre, de verdad, no era nada más queBaltasar -y nada menos.

El otro era un varón maduro, de estatura me.­diana, musculoso y fornido. Su piel tenía el meladomatiz de los claros tabacos de La Habana, de lacanela fina de Ceilán. Sus ojos eran vivos pocillos decafé, prietos, retintos. Las facciones las tenía abul·tadas; y, la barba color de hierro, escasa y crespa,nítidamente recogida en forma de perilla... Su cá­lido país estaba en medio de los soleados límites delSur. Y, por lo tanto, a él le daban el título sonorode Rey del Mediodía. No obstante, su verdaderonombre era Melchor, sencillamente.

El tercero era, en fin, una de esas personas deedad indefinible, al parecer bastante joven, peroprobablemente mayor de lo que parecía. Su tez teníael color del pergamino antiguo del marfil quemado;y, el de azuloso ébano, su pelo lacio y fuerte. Más

* En: Los aguinaldos del Infante, glosa de Epifanla, porTomás Blanco. The Child's gifts, a twelfth night tale, transla.ted by Harriet de Onís. San Juan, P. R., Pan American BookCompany, 1954, 31 p.

Los aguinaldos del Infante*

Por TOMÁS BLANCO

bien bajo que alto, un poco grueso; de oscuros ojosenigmáticos, oblicuos, almendrados; y de rostro lam­piño... Su país se extendía por las inmensas longi­tudes del Este. Y, así, por eso, se le nombraba Em­perador de Oriente. Así le conocían; aunque suspadres al nacer, le pusieron el solo nombre deGaspar.

Eranse que se eran, pues -los tres- reyes entrelos reyes de sus vastas tierras; y, además teníanfama de ser -todos tres- grandes y profundos ma­gos, doctos en números y versados en letras, intér·pretes de símbolos y signos, observadores nocturnosde los astros... Quizás, por ser tan sabios y mirartan hondo, eran -antes que nada- tres hombresgenerosos.

Tales sabidurías y generosidades eran los únicosvínculos de unión entre los tres. Y todo lo demáslos separaba. Porque, aunque a cada cual llegabande vez en cuando vagas noticias de los otros dos,no se habían visto nunca; ni esperaban verse ni ha­blarse ni entenderse jamás. Y, pues que todos. a la·par, eran reyes de poderosos y distintos pueblos,eso los distanciaba aún más que las distancias.

El pueblo que obedecía a Gaspar, era un pueblo,de mucha historia antigua. Pero ante todo. era unpueblo de inconmovible Fe. En su largo pasado,acumulando historia, no se pudo librar de acumular,al mismo tiempo, sufrimiento. Pero también acu·muió crueldad. Y esta helada pasión -su mayordaño- solía, con frecuencia, pervertir hasta su úni·ca fuerza salvadora, malogrando los dones y elfuturo del fruto firme de su propia Fe: Era como laescarcha sobre floridos limoneros que, con sus agu­jas y sus pinzas de hielo, coagula savias en los brotestiernos, seca y hace caer -inútiles- las flores.

La nación que gobernaba Baltasar, vivía de laEsperanza. Ella les daba la ilusión y la seguridad.Ella los sostenía en sus calamidades. De ella se nu·trían en trances de amargura. Por ella, sólo por ella,

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perduraban. Pero siempre propensos a olvidarlo, lesdominaba demasiadas veces la soberbia. Y esta pa­sión estéril desvirtuaba la gracia innata de su pro­pia Esperanza, inagotable manantial, primera y úl­tima fuente de vida para ellos: Era, entonces, comouna intensa sequía calcinadora que convirtiera enpaja y briznas los campos de cereales antes que segranaran las espigas.

Las gentes que seguían a Melchor como a su jefemáximo, era un buen pueblo. Gente siempre dispues­ta -predispuesta- a la dulzura, al mimo y al can­dor. El sostén de su espíritu era la Caridad; perfu·mada flor maravillosa, única, que nacía y renacíasobre el yermo desierto de un íntimo y antiguo de~

saliento. Pero, por estar desalentados que les roíael bravo corazón, doloridos del alma, carentes deEsperanza, horras de animadora Fe, solían caer enel terror y el pánico. Y así, a veces, eran sacudidospor voluble ira, con la frecuencia caprichosa de lacólera en los desanimados y frustrados. Esta pasiónvolátil y violenta les cegaba entonces. Como un san·griento rayo, les privaba de la luz mutua y clara desu fecunda Caridad: Era tal cual la ráfaga furiosadel huracán del Trópico, que pasa como un vértigoy arrasa los cultivos, tronchando las palmeras, tum­bando platanares enteros, arrancando de cuajo loscafetos, mutilando los troncos resistentes de los másduros árboles.

Tenían, pues, los tres pueblos, cada uno, una raray excelsa cualidad -distinta en cada cual- que loscorazonaba y manten1a; les hacía la existencia lle­vadera y fructífera... aun, a veces, magnífica. Era elconsuelo eterno de todos sus fracasos. Era la varamágica que hacía brotar las aguas de su vitalidad;la llave poderosa que, en la entraña animal, abría laíntima vena incalculable de la sencilla condición hu­mana. Pero tenía cada pueblo, también, un peculiardefecto capital; dominante pasión, que era su mayorvicio y su mayor perjuicio. Y esta falla, en ausenciatotal de ambas dos virtudes diferentes con que seadornaban y se distinguían las otras dos naciones,desnaturalizaba, pervertía y malograba -en cual·quier mal paso- la propia gran virtud de cada cual.y se desencadenaban entonces los horrores y lasestupideces y las brutalidades...

y aquellos famosos guías de sus pueblos, Mel­chor, Gaspar y Baltasar, aún sabios como eran, noalcanzaban a ver la causa de estas cosas ni encon­traban remedio a esas tribulaciones. Quizás en ellosmismos no sobraba lo que a sus compatriotas hacíafalta. Y no lo podían dar. Pero como los tres eranexcepcionalmente generosos, se desvivían por dar·lo: Amaban a sus pueblos y los querían más sanosy contentos, más altos y mejores. Esa preocupacióncontinua y nunca satisfecha les daba un aire tristey distraído.

Mas sucedió que un día -remotos y distantesunos de, otros- los tres se sonrieron a la par. Se

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sonreían sin saber por qué. Aquella noche, aparecióla Estrella por primera vez.

Era una nueva estrella inexplicable, inmóvil, amedia altura entre la línea del difuso horizonte y]a cúspide neta del cénit. La nueva Estrella brillabay refulgía con luz fascinadora, a ]a vez elocuente einefable.

Los tres magos reyes la notaron, y les asombró.En la noche serena, en medio del silencio, la Estre­lla hablaba, hablaba; y les llamaba sin ruido y sinpalabras, en el idioma mudo, suave, cándido, quesólo el corazón alcanza a comprender. Y los tresentendieron -eran hombres de buena voluntad.

Había ante todo, que prepararse para un largoviaje, siguiendo aquel arcano secreto de la luz. Alfin de la jornada se descubriría la plenitud de aquelmisterio.

La Estrella rebrilló la noche entera, fija, "insis­tente, con luz inusitada de reflejos azules y dorados.Los magos la observaban. Mientras más la miraban,más claro y más sencillo veían el atractivo egregio yportentoso que tenía. Y en la contemplación absortadel prodigio les sorprendió la aurora.

Por tres noches seguidas apareció la Estrella enel mismo lugar del firmamento, mostrando siemprela misma incitadora maravilla. Los tres magos pasa­ron las tres noches en vela; y en la cuarta, empren­dieron camino por la ruta que conducía al lugardesconocido de la Tierra que marcaba la Estrella,luciendo sobre él.

Iba cada rey mago completamente solo, sin sé·quitos ni escoltas, sin siquiera espoliques que cui·daran las bestias que montaban. Tampoco iban aromados. Y sólo por la calidad extraordinaria de lascabalgaduras, el ornato fastuoso de las vestimentasy la rica finura de jaeces y aderezos, se les conocíaque eran potentados. Si mostraban tal lujo, era por­que los tres sabían que salían en busca de un granPersonaje; y, así, de esa manera, querían honrarle,llegando donde El con máximos decoros exteriores,como insignias patentes del interno fervor que lesmovía -cosa que en su inocencia sabihonda creye­ron de rigor.

Durante las tres noches consecutivas que vela·ron, observando la Estrella, llegaron a entender basotantes cosas; pero todas, no. Sabían que, por su bieny el de sus pueblos, debían acudir a la presencia decierto ignoto, eximio Personaje: Alguien que eradueño y maestro de armonías y señor de la paz;soberano de tres magníficos imperios invisibles: ElRey de la Concordia, la Convivencia y la Proji­midad.

Quisieron, antes de ponerse en marcha, buscarla más hermosa y la más rica joya de sus reinospara llevarla como simple aguinaldo en prenda dehomenaje.

Dos días completos gastaron, depicados a re·buscarla y escogerla entre sus múltiples tesoros.

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Nada les complació, nada les satisfizo; ni las telaspreciosas finamente labradas ni las más raras ge­mas ni la más delicada obra de orfebrería.

Entonces decidieron, en el día tercero, apelar asus pueblos. Proclamaron la necesidad y aprieto enque se encontraban; y, no tardó en venir, con ri­quezas sin cuento, multitud de magnates, mercadeores y artistas. Pero todo fue inútil.

Hasta que, al fin, cuando caía la tarde en el ter­cer día, llegó donde Melchor un miserable hombre,pobre, roto, descalzo. Era un mendigo, un pordio­sero. y dijo:

-Yo te daré la prenda más preciada. de este pue·blo. Dame un cuenco de corcho, con su tapa del mis­mo tosco material, sin adornos. Yo te lo llenaré conun polvo finísimo. Será polvo de oro, del oro incom­parable de la Caridad.

Así se hizo; y, el bueno de Melchor quedó con·tento con su buen oro fino.

Al mismo tiempo y en la misma vespertina hora,se presentó cansado ante Gaspar un viejo anacoreta,flaco y enfermo, casi ciego. Y de este modo habló:

-Yo sé cual es la joya más valiosa del país. Aquíla tengo y te la entregaré. Dame un pomo de barro,con su tapón, también de arcilla. Dentro del pomote pondré la joya. Lo que te ofrezco son perlas cris­talinas de un incienso purísimo, del incienso fra·gante de la Fe.

y tal como lo dijo, lo cumplió; sacando de suseno aquel regalo. Y Gaspar lo aceptó y quedó com­placido y satisfecho con incienso aromático.

En idéntica hora del crepúsculo se acercó a Bal·tasar, tímidamente, una pálida niña, huérfana des­valida, cuya edad apenas si llegaba a los más tier­nos años de la pubertad. Llena de confusión, susu­rró con dulzura:

-Si me quisieras dar una cajita de madera depino; yo la devolvería. La pondría de nuevo entre tusmanos repleta de riqueza; la riqueza más fina y apre­ciable que en nuestra patria existe. Porque te traigo,aquí, estos granos de mirra virgen y olorosa, sutil yestimulante; la balsámica mirra incorruptible de ladulce Esperanza.

Y, al punto, Baltasar vio que era verdad lo quedecía; y se lo agradeció. Y tomó aquella ofrenda.Y quedó alegre con su excelente mirra.

Los tres reyes rindieron, lo mejor que pudieron,gracias a los tres donantes. Y, en seguida, sin pér­dida de tiempo, hicieron ensillar y tener prestas suscabalgaduras. A prima noche, cuando de nuevo apa­recióseles la Estrella, montaron y se fueron, siguien­do cada uno su camino, en plena soledad, hacia loincógnito.

Montaba Baltasar un brioso caballo de azabachecon sorprendentes crines como fuego. Tenía bellafigura: gran alzada, los remos finos, el pecho ancho,la ·cabeza airada. Y su impaciencia sofrenada era,en los movimientos, elegancia.

Cabalgaba Gaspar un dromedario blanco con pe­zuñas de oro. Tenía seguras, altas, sarmentosas laspatas, cual andariego nómada; la cabeza espigada,levantada con ojos y pestañas de rubia damisela;y, un aire indagador y a la vez displicente. Y, en elritmo anhelante de su tendido trote, había una gra-cia exótica. .

Melchor, iba sentado sobre macizo y dócil ele·fante, de un raro color gris, entre azul y plateado.Este hermoso animal, noble de estampa y sangre,tenía inteligente la mirada, la trompa vocinglera, in­mensos los marfiles. Y era de una gran majestad suandar acompasado, deliberado, firme.

Así estuvieron caminando cada cual su camino,hasta que se encontraron los tres en una encruci­jada.

Las tres salutaciones se oyeron al unísono:-¡Señores, bienhalladosl-¡Salud, nobles viajeros I-¡Bienvenidos, hermanos!No se habían visto nunca. Pero pronto supieron,

todos tres, quienes eran los otros dos. Y supieron,del viaje que llevaban los tres; y, la idéntica causaque a los tres les movía. Y se regocijaron. Por eso,hicieron juntos el resto del camino, en pos de aqueolla Estrella, y en buena compañía.

Se sucedieron tardes y mañanas, horas de plenosol y horas de oscuridad. Hasta que en una friolen­ta madrugada, en las afueras de un pequeño pueblo,la Estrella se posó, por fin, sobre un establo rústico.Allí se dieron cuenta los tres sabios viajeros, quehabían llegado al término de su aventura peregrina.

En la luz indecisa del amanecer, Melchor, Gaspary Baltasar desmontaron. Con gran cortesanía pidie­ron a la puerta del establo licencia para entrar. Lesrecibió, solícito, un modesto artesano. Su personaesparcía un olor a resina de pino, de cedro, de ci·prés, de aceitillo. Bien a las claras se veía que eraun santo varón, un hombre justo. Pero de ningúnmodo era aquel el alto Personaje que buscaban. Unainterior certeza así lo aseguraba.

Quedaron titubeantes en la puerta, confusos, in­decisos; sin saber qué decir. Temían haberse equi­vocado.

De pronto, en la penumbra del establo, se lesmanifestó la presencia de un niño en un pesebre;nimbado por los leves azules y oros pálidos de laluz de la Estrella. Prestábanle calor con sus vahostibios una mula y un buey. Y una bella, dulce y jo­ven mujer le acariciaba.

Era un recién nacido, casi desnudo, frágil, débil.Y, sin embargo, ahora no hubo dudas. De perplejosque estaban, los tres reyes, se quedaron atónitos:Aquel recién nacido, ese sí, era el augusto Persona­je que venían buscando. No cabía error posible. Unainterior y clara certidumbre lo afirmaba. Entrarondecididos.

Con grandes reverencias y zalemas ofrendaron

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las dádivas que consigo traían. Pero los tres dijeronpocas e idénticas palabras:

-Te ofrezco aquí lo único digno de ti que habíaen mi tierra: la prenda más preciosa que teníamos.En nombre de mi pueblo te la ofrendo.

Junto al pesebre depositó Melchor el cuenco detosco corcho con su polen de oro; y Gaspar, su vasi­ja de arcilla con las perlas de incienso; y Baltasar,su caja de madera con los granos de mirra. .

Dormido entre la paja del pesebre, el niño son·reía, sonreía...

y tras nuevas zalemas y saludos, salieron del es­tablo los tres reyes magos. Se volvían contentos asus tierras.

Despuntaba ya el día. Unos pastores desde la Ion·tananza se acercaban cantando villancicos:

Llueven los jazminesy flores de azaharsobre la paridaniña de cristal.

¡Viva la canelay viva la miel;la blanca azucenay el rojo clavel!

Estaban ya, otra vez, de regreso, los tres magosreyes, en la encrucijada donde se dividían sus rutas.Ya se habían despedido y abrazado, con protestascordiales de amistad, con muestras verdaderas defraternal amor.

Cada cual puso cara hacia los rumbos de supropia tierra. Pero en seguida, todos se detuvie·ron. Por el camino del Oriente llegaba, casi ciego, unviejo anacoreta. Un mendigo raído por el del Sur.Y, por el del Oeste, una pálida niña adolescente.Eran los donantes del incienso, del oro, y de la mi·rra que llevaron .Jos reyes. Venían tras de sus prín­cipes movidos por vivas impaciencias y hondas cu·riosidades.

Querían salir de dudas. Saber si el regalo habríasido propicio, adecuado. Confirmar la eficacia, elacierto, de la ofrenda escogida. Conocer los detallesde cuanto había ocurrido.

Bajo el sol de la tarde aún ardoroso y reverbe­rante, unánimes llegaban la niña, el anacoreta y elmendigo.

Los reyes se apearon de sus cabalgaduras y fue·ron presurosos al encuentro. Se formó en medio dela encrucijada un animado grupo. Aquel cruce de

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apartados caminos se llenó de preguntas y de excla­maciones.

Los generosos magos quisieron, en seguida, daralgún refrigerio a los recién llegados; pero no hubomedio.

-Dadnos, antes que nada, la gracia y el favor dela palabra -dijo el anacoreta.

La niña y el mendigo asentían con el gesto. Elanacoreta prosiguió:

-Contestadnos siquiera estas preguntas: ¿Quétraéis con vosotros de regreso? ¿Qué fuisteis a bus­car? Y; ¿qué os dieron en cambio de westros pre­sentes?

A Baltasar, por su mayor edad, le tocó res­ponder:

-Está claro que nada salimos a buscar. Sóloqueriamos llegar a la presencia del Señor de la Paz.No fuimos a buscar cosa alguna. Al contrario, que­ríamos ofrecer-¡bien lo sabéis vosotros!-Io mejorque teníamos. Nada traemos, ahora, sino un júbilomanso. El insigne Jerarca que buscábamos, era unrecién nacido, que en sueños sonreía...

Hubo un silencio. Y todos se quedaron pensati.vos. Hasta el dromedario, el elefante y el caballo,parecían estar deliberando.

Tras una larga pausa, Melchor aprovechó el mo­mento prolongado para ir a sacar de sus banastaslas necesarias provisiones con que obsequiar a losrecién venidos. Gaspar, de la balumba de sus farodos, fue a sacar esteras, alfombras y almohadones,que sirvieran de asientos y manteles. Recordó Bal­tasar que también eran huéspedes suyos aquellostres cansados caminantes; y, acudió a sus alforjas...

Entonces ocurrió el milagro. A la vista de todos.Cada mago encontró, en su equipaje, el idéntico

don que en el establo había dejado. Además, todostres encontraron, también, una réplica exacta delaguinaldo de los otros dos. Cada cual tenía ahoraun cuenco lleno de aquel oro, una caja con aquellamirra y un pomo del incienso aquel.

Los tres reyes pensaron en sus pueblos y se lIe·naron de alegría. Se regocijaban por la multiplicadatriple gracia, que, al llegar, devolverían a las gentestodas. Acomodaron en las ancas del elefante. el dro­medario y el caballo, al mendigo, al anacoreta y ala niña. Y emprendieron, dándose mucha prisa, lawelta a sus países. El retomo se les iba haciendolargo, demasiado largo, Iarguísimo...

Pero en el aire hay voces cristalinas que en ladistancia cantan:

i Paz a los hombres1¡Salve, la buena voluntad!

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Prontuario Histórico de Puerto Rico:Reflexiones finales*

Por TOM,{S BLANCO

EN PUERTO RICO EXISTE UN PUEBLO CON PROBLEMAS

propios, caracteres regionales bien definidos, re­cursos modestos, pero suficientes si se administranen provecho de su población; vitalidad más que su­ficiente si se le dirige por cauces apropiados, y hasta,quizás, con alguna misión histórica que cumplir...Pero vive desorganizado por los males económicosy morales inherentes al colonialismo; mediatizadopor normas ajenas, muchas veces antagónicas a larealidad isleña; desorientado por falta de esperan­zas concretas, inmediatamente asequibles, en quepueda tener fe; incapacitado por sometimiento desu voluntad a un grupo de intereses extraños que nisiquiera representan los más altos intereses del pue­blo que le domina.

A menos que nos resignemos, como criaturas me·nares de edad, a soportar pasivamente, o con pue­riles rabietas o alborozos, lo que los vaivenes de lapolítica norteamericana nos depare: benevolenciashoy, limosnas mañana, diplomáticas concesiones undía, incomprensivos desplantes otro, según las admi­nistraciones que rijan la Gran República, los reme­dios tendrán que ser iniciados por nosotros mismos,y habrán de ser tan heroicos como grave es el mal.En ese aspecto, sólo en ese aspecto, tenía razón elex-presidente Hoover al conminamos a que nossalváramos por nuestro propio esfuerzo.

El remedio fundamental estriba en romper, conun programa concreto, de aspiraciones bien defi­nidas, el círculo vicioso en que nos debatimos. Paraponerlo en práctica, necesitaremos sacrificar tem­poralmente algunas ventajas adjetivas y encastillar­nos en una tenacidad sin límites. Fe, esperanza yvoluntad son virtudes imprescindibles en el empe­ño. Fe en nosotros mismos y en la razÓn que nos

... Ultimo Capitulo del libro Prontuario Histórico dePuerto Rico. Madrid, 1935. Hay una última edición delInstituto de Cultura Puertoriqueña, San Juan.

asiste. Esperanza basada en la realidad inmediata.Voluntad consciente y decidida.

El seguro instinto popular ha vislumbrado, emo­cionalmente, su redención en el self·government:real y efectivo gobierno propio y ha hecho de la es­trella solitaria su estrella polar. Por eso ningunode los partidos politicos se ha atrevido a renegarabiertamente de ella. Ese emocional vislumbre delas masas habrá de convertirse en propósito cons­ciente. Entonces podrá aquel símbolo-guía brillarcon esplendor betlemítico en todos los cuadrantesdel firmamento insular. Antes, no.

Mientras tanto, no reneguemos de nuestra his­toria patria. Al contrario, deduzcamos de ella laorientación de los caminos del porvenir. Sobre esabase se podrá intentar la enunciación de un pro­grama salvador.

Conquista del Trópico. Frontera de choque ocampo de interpenetración. Función de relacionescon el Nuevo y el Antiguo Continente. Tales hansido 'las determinantes que han subrayado nuestravida histórica. Busquémosles superación para lan­zarnos hacia el futuro sin que nos arrastren ciega­mente o nos estorben como peso muerto.

Ciertamente no es fácil señalar y aplicar reme­dios eficaces a todos los males de un país, y menosaún en el caso en que se encuentra Puerto Rico.Ante todo, cualquier remedio tiene que contar conla cooperación de buena parte del pueblo para serútil. En segundo término, no existe ninguna pana­cea capaz de curar por sí sola y como por arte demagia la totalidad de nuestros padecimientos. Perobuscándolas con honradez, se encontrarán normassuficientes o lo bastante seguras para servir de guíay marcar un rumbo constructivo. Aquí, pues, no seva a ofrecer un maravilloso cúralotodo instantáneo.Sólo se indicarán, como deducciones lógicas de todolo antedicho, las orientaciones que aparecen comoineludibles en el proceso de reconstrucción.

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Apliquemos al trópico todos los recursos técnicospara domesticarle por completo y ordeñarle en fa­vor de nuestro pueblo. Intentemos desterrar la ane·mia, la malaria, la tifoidea, las plagas que todavíapululan en la isla, carcomiendo las energías del jí­baro. Acomodemos nuestra vivienda y nuestra ali­mentación a las necesidades de salubridad local, deacuerdo con los propios recursos, no a las necesi­dades de la industria y la moda extranjeras y deacuerdo con extraños ritmos. Desarrollemos, inten­samente y utilicemos hasta el límite las fuentes deenergía y nutrición que nos ofrecen el sol, el mar,el clima, el suelo, para satisfacer las genuinas de·mandas de nuestro bienestar particular, no paraenriquecer corporaciones ausentes. Cuidemos nues­tra modalidad diferencial, influenciada por el tró­pico y la mezcla de sangres, que nos matiza dentrode la comunidad de los pueblos hispánicos. Erradi­quemos toda sombra de ajenos prejuicios racialesque repugnan a la convivencia y a la composiciónétnica de nuestro pueblo. Diversifiquemos nuestraproducción como base de una nueva economía. Capi­talicemos estéticamente la exuberancia tropical re­saltando sus galas, refrenando sus excesos, cultivan·do sus posibilidades, aprendiendo las lecciones dearmonía que espontáneamente nos brinda nuestroingenuo paisaje. Pongámonos, en fin, a tono con elmedio, usufructuándolo y sublimándolo.

Como campo de choque e interpenetración, de·bemos desechar por inexacto, confusionista y depri­mente, el mote de Puente entre dos Culturas conque se nos ha querido bautizar. Detrás de esa frase,y de algunas buenas voluntades que pudieron prohi­jarla, nos acecha el peligro de eternizamos en uncock-tail de mediocridades, en un mosaico de fósilesdesportillados y deslumbrantes baratijas ultramo­dernas, en una burundanga estridente. No renegue­mos de nada, y menos de las lecciones provechosasque nos haya podido dar el yanqui; pero procure­mos depurar los elementos dispares, inarmónicos,que conviven en la olla podrida de nuestro ambien­te. Sinteticemos y conjuguemos módulos y tenden­cias para fundir la diversidad heterogénea en algopropio y característico, con sentido y razón de seren nuestra tierra. Seleccionemos y coordinemos losmateriales de diverso abolengo para crear una origi­nalidad típica con raigambres en nuestras tradicio­nes y en nuestra idiosincrasia. Adaptemos de lacivilización universal todo lo que pueda servimospara nuestra madurez y nuestro progreso; pero as­piremos a vivir dentro de una modalidad culturalauténticamente acorde a nuestra isla y a nuestramanera de ser.

Aceptemos la relación funcional no sólo con elContinente -Sur, Centro y Norte- y con la madrepatria, sino con el mundo civilizado. Pero de unanueva manera: sin sometimientos esclavizadores,

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movidos por recíprocas simpatías o mutuas conve­niencias. El aislamiento isleño nos convida a buscarrelaciones cordiales en todas las tierras firmes. Za­fémonos, tanto comercial como culturalmente, delexclusivo monopolio de las influencias estadouni­denses. Brindemos gustosos relaciones de comercioy amistad al pueblo de los Estados Unidos; perosólo dignamente, dentro del plano de la equidad,donde es indudable que existen ventajas para ambaspartes. Pluralicemos, al mismo tiempo, dentro de loposible, los mercados de nuestros productos y lasfuentes extranjeras de nuestros abastecimientos. Porotro lado, estrechemos los lazos u del afecto y delinterés material, moral y etnológico" que nos unena los pueblos de habla hispánica, y acostumbrémo­nos a mirar las Grandes Antillas como una unidadfutura; que una vez dueña absoluta de sus destinosy segura de su integridad, podrá ofrecer a ambasAméricas, para conveniencia de todos, un útil y apro­piado tambo del tráfico mercantil, un centro de in·tercambio cultural, un núcleo irradiador de posibi­lidades de convivencia y amistad.

Pero para llevar a cabo siquiera una parte con·siderable de todo eso, necesitamos, antes que nada,tener las manos libres. Por ahí habrá forzosamenteque empezar: por emancipamos de dominios, inge­rencias, y mediatizaciones extrañas. Necesitamosplena independencia administrativa; personalidadinternacional para negociar tratados comerciales pornuestra propia cuenta; real y efectivo self-govern­ment que dignifique nuestra política, vigorice nues­tro carácter y ejercite el sentimiento de nuestra res­ponsabilidad de pueblo.

En Estados Unidos existen fuerzas poderosas queobstaculizan la consecución de tan justas aspira­ciones. Pero también en Estados Unidos hay fuerzascon las que podríamos contar como aliados. Tene­mos en nosotros mismos --como acertadamente hadicho Luis Muñoz Marín- la imponderable fuerzamoral de la razón. Y con una táctica clara, firme ydecidida; con el tesón y el empeño de nuestrosabolicionistas del siglo pasado, con la altura de mi·ras de un Hostos o de un Betances, la lucha no seríatan desigual como parece.

Las fuerzas que nos explotan se guardarían muybien de aniquilamos por otro procedimiento delque hasta ahora están utilizando, pues ello equi­valdría a matar la gallina de los huevos de oro. Noobstante, tropezaríamos, probablemente, con tribu­laciones difíciles de sortear y tendríamos que haceralgunos sacrificios para proseguir nuestro camino.Pero no es una bagatela lo que está en juego.

Poner en marcha un programa propio de recons­trucción nacional será todo lo arduo y aventuradoque se quiera; pero la realidad no parece ofrecerotra alternativa. Todas las probabilidades indicanque ningún cambio espontáneo de la política metro­politana puede paralizar, de una manera adecuada,

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eficaz y permanente, los intereses económicos quedesde Nueva York nos pauperizan. El dilema es,pues: o tomar en nuestras manos, con serenidad yfirmeza, nuestro destino. o someternos, como re·trasados mentales, a una lenta agonía, prolongada

por paliativos y aparatos ortopédicos, hasta llegar allímite de la miseria física y la postración moral,hasta la total y completa transformación del puebloisleño en peonaje de parias, en hato de cooUes. En­tonces sólo se salvarían los muertos.

ro RICO

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Exhibición-homenaje a Rafael Tufiñocon motivo de la Tercera Bienal

del Grabado Latinoamericano

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CON MOTIVO DE LA TERCERA BIENAL DEL GRABADO,

el Instituto de Cultura Puertorriqueña dedicóuna exhibición·homenaje a la obra gráfica del artis­ta puertorriqueño Rafael Tufiño. El Museo del Gra­bado Latinoamericano en San Juan fue la sede dedicha exhibición para la cual se seleccionaron obrasgráficas realizadas por el artista durante los últi­mos veinticinco años. La muestra reunida da testi­monio de la versatilidad técnica, madurez estilísticay riqueza temática de Tufiño. Bastaría para consa­grarle como grabador sus obras "Majestad Negra"hecha para ilustrar los poemas de Palés Matos; elportafolio dedicado al "Café", y la Serie "La Plena",realizada junto al conocido grabador Lorenzo Ho­mar. Tufiño en su obra evoca el ambiente puerto­rriqueño: las costumbres, los tipos humildes y tra­bajadores, la mujer de la vida, el arrabal. Los di·versos temas se desarrollan con gran realismo y si­guiendo las más disciplinadas pautas dentro de laplástica.

Tufiño hace su aparición como grabador a fi·nales de la década del 40. Para esa fecha regresa deMéjico, lugar en donde trabaja junto a los nota­bles grabadores Chávez Morado, Alfredo Zalce yLeopoldo Méndez. En 1950 entra a formar parte delTaller de Artes Gráficas de la División de Educacióna la Comunidad; ese mismo año colabora en la or­ganización del Centro de Arte Puertorriqueño, punotal en la historia de nuestra gráfica.

Años más tarde se incorpora al Taller de Gráficadel Instituto de Cultura fundado en 1957 y dirigidohasta 1973 por Lorenzo Homar.

La actividad desplegada por Tufino en el campodel grabado ha sido intensa y consecuente; condi·ción que le sitúa en prestigioso lugar en el artepuertorriqueño. Por tal motivo, hoy se hacen reali­dad las palabras del maestro grabador mejicanoAlfredo Zalce quien sobre Tufiño dijo en una oca­sión: " ... tendrán ustedes en él, a un excelente gra­bador."

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El co$lumbrismoen la obra deRafael Tufiño

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DBSDE EL SOSTI'!N INICIAL DE SANTIAGO VIDARTB yFrancisco Alvarez nuestro romanticismo se ceno

tró en cierta resonancia mórbida. Mas luego, JoséGautier Benítez, con su visión edulcorante de la pa~

tria. atemperó, en parte. la virulencia de lo senti·mental e inscribió su obra poética en el reino de lamelancolía. Este matiz suasorio y mitigante persistehasta que nos topamos con el primer trágico puer­torriqueño. José P. H. Hernández. Es verdad quela fiesta musical del eneasílabo logra efectos deflexión aternurada en Peache. Pero ya en él esta·mas en la vibración de la angustia, en la solidariavirtud de todo destino patético. En la vanguardia.Julia de Burgos representa nuestra segunda trági­ca. La conmoción de su espíritu posee visos tremen·dos. alardes de pasión descentrada, efusiones caóti­cas que transportan a la más evidente desespera­ción.

Julia de Burgos. en su hacer creador. puede ins­cribirse denodadamente en esta tradición román­tica. La crítica de los convencionalismos sociales. laprotesta viva contra la injusticia de los hombres.la intimidad lacerante. y hasta cierto punto, despia­dada, la presencia rondante de la nada existencia­lista, la utilización de símbolos que imprimen hon­dura a su estro. el ataque patente a la tradiciónde sus mayores que la filia en el adanismo históri­co. la dramaticidad vigorosa proyectada en el tedio,la frustración del eje primordial del amor comojustificación de la existencia. el desplante erótico,hacen de ella una romántica per se. Lo que la di·ferencia de sus demás congéneres románticos es laimpronta vanguardista. es decir, la huella. que sepuede rastrear, de poetas como Luis Llorens' Torres.Federico Garcta Larca y Pablo Neruda.

En estas breves líneas me concretaré a ofrecer elsignificado del río y el mar en la poesía de Julia deBurgos. Tema seccional pero que, al mismo tiempo.fija la trayectoria abarcadora de toda su lírica.

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El rio y el mar enJulia de Burgos

Por FRANCISCO MATOS PAOLI

En el poema Río Grande de Loíza la poetisa de­saparecida formula una invocación de las aguas ru­rales como bello origen del ser. La infancia se asociaal rumor hialino. Por un lado. aparece la candidezvirtual del mundo en que ella se acoge como graciasobrenatural. Por otro lado, irrumpe el desboca·miento transparente de las aguas como símbolo depureza acrisolada. En la fruitiva sensación del ríopalpita una reverberación de sus orígenes campe·sinos y una especie de idealidad prometedora debien fundante. Todo fluye en una secretividad apa·sionante. En el contacto con la naturaleza virgense da la visión idílica de los seres y las cosas: lafamilia, los riscos. los cerros, la niñez encantada, laadolescencia abierta a presiones desconocidas. Elrío está ahí como un encanto experimental que fina­liza en afirmación de las esencias. Hay también unafusión de carácter panteísta. Se vislumbra el mo­mento en que se hace difícil distinguir entre el or­den del nivel consciente y la realidad fluyente quetodo lo enwelve. A pesar de esta inocencia conno­tativa. el mundo acecha con su falsedad. El ríotranscurre en una zona de tersura interior en queel temperamento del artista adquiere potenciacióncontra lo inauténtico. Así debe ser la poesía delagua: un asombro múltiple, un misterio de diafani­dad. El río-existencia debe convertirse en la mástajante subjetividad, en fantasía. en ensueño. Esuna resolución del ser en lo más escondido· de lossentimientos que aún no se han abierto totalmente.La pristinidad del agua toma un vuelo iridiscenteen la evocación de los primeros sueños. La niña, lle­na de virtud admirativa, se identifica con el fenó­meno del devenir que es el río lleno de júbilo y fe­licidad. El río también significa el despertar de lanubilidad, el agarre cónsono de la carne casta. elcomienzo del drama sexual. Esta apertura hacia elvivir exclamante, hacia las virginidades más esoté­ricas, se presta al éxtasis erótico, cifra de la poesía

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Julia de Burgos

en Julia de Burgos. El río, como emanación de latierra, sirve como ensanchamiento de los horizontesvitales. Predomina en su cauce el conocimiento uni­versal, la raigambre en otras tierras menos gratasal desenvolvimiento de la personalidad humana.Ante el fervor coloreado de las cascadas, el río, nosolamente es espectáculo de recia y tupida urdim·breo Se proyecta en la transverberación del cielo ín·timo y puro, cual una certidumbre que todavía nose ha analizado en todas sus manifestaciones crucia­les. Existe una leve mención a la esclavitud de lapatria, pasión que avizoró Julia como llanto y cons­ternación y soledad.

Si fuéramos a calibrar la poesía de Julia deBurgos, tan desigual, no la cifraríamos en la excelsapureza de dicción. Ella pertenece a la raza de lospoetas desorbitados. Y lo que la define casi siempre

pertenece a los efluvios más auténticos. En ella exis­te la lucha de la palabra. El contenido se imponepor encima de la potenciación formal del verso. Deahí su romanticismo, su impureza. En el poemaAgua, vida y tierra se percibe una fuerza telúricadevelada por el río salvaje. Un temperamento ague.rrido, vibrante, connotador de energía psíquica, sedesborda como himno triunfal donde predominauna exultante salud. El canto, de índole inmanen­lista, avanza entre afirmaciones cordiales. Y el ríoes la maravilla de 10 primigenio, de lo incontami·nado. Todo arde en impetuosidades, en caricia pri­maveral de numen erótico. Dentro del encerramien­to cósmico del agua la criatura se deslumbra en pIe.nitud acabada. Se vislumbra una avidez de fusiónconnatural y egregia, un sentido de orientación ha~

cía las más excelsas y amables rebeldías. Lo poético

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se entraña en un culto a las formas vitales. (Lasformas, que tanto atrayeron la sensibilidad de Julia,las formas vacadas de fervor). Y el instinto tambiénse explaya en gestiones cantarinas como queriendoprobar que el río es determinación del entusiasmocreador.

El rival de mi río apunta hacia una identificaciónentre el amado y la corriente de agua. El Río Gran­de de Loíza, personificado y recreado en el hombreque aparece como invitando al amor, no pierde elaspecto positivo de su cosmicidad. Al revés, el ríoadivina la pasión en sus más gallardas actitudes devuelo inspiracional. El pájaro, símbolo de libertad,corona el agua y la engrandece de visiones corpo­rales. Aquí se suscita el anhelo de transfiguración:que el río se eleve en su semejanza develadora hastala identidad del hombre. Y que el amado armonice,como debe ser la dicha sugerente, con la fierezamasculina del agua hecha canción. Lo que prueba, ami juicio, cómo Julia adscribió pureza al sentimien­to erótico de la naturaleza, cómo ella quiso unir eldechado de la pasión amoro~a al encuentro del mis­terio divino. Esta hipóstasis de la comunión amorosahabría de brindar una fugaz ternura a Julia, masluego decapitada en el destierro insultante. Pareceque ella se extravía en su ingenuidad. No adivinaque el río fue ponderado y fiel en sus días alció­neos. Mientras que el amado se transformaría enceniza espectral. Así sucede casI siempre en el dra­ma de todo romántico. Primero, la festividad eróticaen todo su deslumbramiento. Mas luego, la seque­dad que obliga a la ascesis dolorosa debido a lafrustración de toda carne en el mundo. Lo únicoque le resta a Julia es la infancia, la promesa vivi·ficadora que conduce al ensueño y que se ciernemás allá del dolor. El amor, fundado en la primiciadel azar, desaparece. No resiste la prueba del tiem·po en sus inextricables vicisitudes.

Del encuentro del hombre con el río surge lasorpresa incierta de una muerte de alma. De mo­mento, lo erótico se enfatiza en optimismos difícilesde presentir. La cantora cree que se ha operado unasimbiosis entre el agua y el amor que la ensalma.La cantora se plenifica, se exalta desmedidamente,se abstrae de la realidad dudante que pasa sobreella. Acude a la pristinidad del río en busca de ceroteza amorosa. El ensueño la reconcentra en si mis­ma, pierde el sentido de proporción existencial. Talvez la emoción a flor de piel sea la culpable de estedesliz que la transportará más luego a la decepciónmás tumultuosa. Pero, en este instante de gozo,Julia recurre a la candorosidad del río para que lesirva de escudo contra todos los imposibles eró­ticos.

La novia del río persigue una especie de conso­lación en sus despliegues rurales. Se percata que laluz viene de lo alto del risco florecido en bienan­danzas. Pero no puede concretarse la armonía. Julia

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aspira a la fusión del hombre y la naturaleza. Su"poema" no se realiza como ella quisiera. El hom­bre está turbado por la culpa y la incomprensiónde su pobreza espiritual. El río pertenece al ordendel éxtasis. Por lo tanto, la ilusión de la caricia eró­tica se multiplica en desazón. La realidad hialina seestatuye como una trascendencia, como una piedaden medio de la lágrima provocada por el dolor delsexo.

En la elegía de la madre que se fue en busca delos astros más ardidos del corazón, Julia encuentrapor primera vez la palpitación del más allá. Es claroque el fervor religioso no se apodera del estro dela hija de Carolina. Ella sustancíó serias dudas, sevio obstaculizada por un panteísmo desleído. Perola pagana y la ingenua que había en ella quiso mu­chas veces romper las barreras del tedio de la caroneo Y así asoció la madre con el río en un acerca­miento que rompe todo límite existencial. Ahora elRío Grande de Loíza se espiritualiza. Ya no es loprimigenio caótico que deslumbra la visión aniñadade Julia sino el rumbo de la certidumbre más plenaen la muerte de la madre. La apertura hacia Diosse inicia dentro de un ámbito de perdón. Y las exa­cerbaciones de la carne se mitigan hasta alcanzarel vuelo definitivo de lo puro y de 10 virginal. Seacuerda la cantora de su casto florecimiento en elagua. Y la madre reaparece en su papel de euritmiaque no está signada por el desengaño. La madre,santo espejismo, prolifera esencias inolvidables entoda cristiana. Para Julia la muerte siempre fue elsigno de la liberación en la piedad de la vida, el desa­tamiento de las formas.

Julia de Burgos oscila entre el microcosmos (río)y el macrocosmos (mar). La espacialidad es eviden­te, sobre todo, cuando la nimba un amor mortal consus arrullos. La ruralía espiritual se ensancha en elmar, adquiere una cosmovisi6n metafísica que sesorprende en el desfallecimiento del instinto y enla aceleración de las alas hacia la nada.

El descubrimiento de un sino doloroso se re·tuerce en las olas. Estamos ante la moira griega.y la tragedia tomará mayor acendramiento, por lomismo que se trata de la realización de un espírituen el naufragio más total. La contradicción flagran­te entre el sí y el no, la incerteza de la dicha queal fin no se abre como gratificación, el sentimientopolar que siempre suscita el tiempo y la eternidadjuntos, se explayan ahora en el infinito cósmico delas olas. A medida que van avanzando los misteriosdel dolor, la poetisa, frustrada ya por tanto desen­lace fatal, recurre al anonadamiento de concienciaindividual.

Indudablemente, es el agujero que se abre a lamortalidad. Puede existir la claridad de lo eróticotodavía. Julia, inmarcesible como hembra, no aban­dona la esperanza. Pero, en la ultimidad de la horacrucial que vive, el hastío y la negación se apode-

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rarán de Julia de Burgos para hacerla víctima de undestino falaz.

La incognoscibilidad de los elementos marinosobran como un adentramiento afincado en la con·ciencia sufriente. Ya no se trata de la candidez deantes, del mundo de la maravilla percibida en elRío Grande de Loíza. Estamos ante un proceso decontinua ascesis que deja atrás el candor lúcido delas islas.

Dice Julia que el extravío de lo espacial la haceaparecer "como un ala sin ave". Es decir, se suici­dan las aves en sus dedos. No hay duda: ha perodido súbitamente el recuerdo paradisíaco que lateen el río. La energía campesina se disuelve en unaire extraño, en una cortina extraviada de negati.vidad.

La postración anímica resulta en espasmos re­flexivos de hondo temblor metafísico. Dicho sea depasada, la poesía de Julia de Burgos inaugura unciclo analítico en nuestro romanticismo. A pesarde la desnuda emotividad, no podemos negarle im­pronta de ideología. Más tarde, el poeta que hablahará del juego entre el mundo y el trasmundo suleit motiv principal. Julia me precede en esta conca­tenación mental de ensanchar el intimismo criollohacia la trascendencia. La emoción ahora va haciael desconocimiento sin orillas. como el mar mismoque le sirve de irradiación espiritual.

Es patente que las peripecias del amor eróticoestablecen una dialéctica entre la afirmación y lanegación. Julia de Burgos no solamente se agota enel desplazamiento del sentimiento amoroso. Por se·gunda vez (antes 10 corroboramos en el modernismode Peache) la muerte se une al sexo y hace de ésteuna vía hacia lo sobrenatural. A veces la poetisa seilumina en el alba eviterna 'del placer que le pro­duce la existencia erótica. Otras veces, debido a laironía y a la incongruencia, se somete a los astrosmaduros de significación abismal. El mar es elultramar donde se genera la desesperación comosolución significativa. No hay duda: se trata de laagonía romántica, de un temperamento que utilizala poesía como terapia y catarsis para hacerle frentea la desposesión amorosa.

Como el no que quiere ser libre y no puede evi­tar el naufragio, así determina Julia hundirse en elcrepúsculo del mar y atentar contra la vida que laerigió en profeta. La identidad trágica la esperacomo un enigma acuciante.

¿Es todo amor una víctima azorada del no ser?Vicente Aleixandre habla de la destrucción y elamor. Lo mismo Julia. Julia eretende convalidarese orgullo del no ser. Pero la aurora del río todavíaengendra en ella luces fantásticas. Un sentimientooceánico la oprime, como en el caso de Pablo Neru·da. Mientras exista mayor infinitud, mayor desme­sura del mar, más ávida se proyectará la angustiaen el desconocimiento espiritual.

Jamás se había dado en nuestra isla una voz tandescuajada, tan despierta de sí, tan arrolladora con·tra lo estático. Primero surtió del río la locura delabrazo cósmico. Después en las aguas del mar eldinamismo de las estrellas consternadas de ausen·cia la selló para ¿siempre? en la muerte de lamuerte.

En el río de tono primaveral se insinúa la inma­nencia dichosa en el verdor y fulgor de los campos.Todo en el río es órbita, desplazamiento hacia elquerer en consonancia con su patria esclava. Ahoraen el mar el ensimismamiento se intensifica, la poe·sía parte desde la entraña misma del no ser, la sub­jetividad se apodera de los fenómenos sutiles dela naturaleza. Julia nunca fue poeta descriptiva. Laobjetividad sangraba en ella. Julia se transforma enalma marina y el río ¿se extingue? en la desapari­ción súbita de sus aguas. No puede evitar la poetisael llamamiento de la nada. Es "el desequilibrio dan­zante de los astros".

En la batalla entre el amor y la muerte triunfa,por sequedad agria de espíritu, la nada. Julia. detanto desgarramiento compadecido en el amado,llega a proclamar la inercia como el último manodato de su corazón angustiado.

La intemperie denodada del mar, el destierro sinojos del campo original, la obligan a abandonar todaunción. La ola se vacía de sí misma en un autodes­precio consabido. No se contemplan playas ni puer­tos. Sólo la lentitud corrosiva de la muerte va peroforándola en niebla abismática. La vida confluyeen un desistimiento de 10 que antes brillaba comoamor. Triunfa la pesantez. Se ahuyenta la gracia yse convierte en inmovilidad.

"¡Debe ser tan profunda la lealtad de" la muer·te! ", exclama Julia. Y la desmundanización, porausencia del estro amoroso, por inutilidad de laprotesta social contra el tirano, se impone.en estepoderoso pleamar sin riberas donde la angustia des­quiciante es cifra primordial. El espectáculo marinose llena de algas muertas. Todo deseo se apaga.y la vibración cósmica del amor es sustituii:la por eltedio invisible de unas olas en cruz.

Sin embargo, a Julia la enternece el don de lá·grimas. Por más existencialista que sea su angustiaabocada a la nada, no puede olvidar la certjdumbrecon que creyó en el amor. Queda permanentementela ofrenda de su ingenuidad en lucha abierta contraun mundo desgastado e imperfecto. La poesía, alfin y al cabo, es una victoria del espíritu. Y asípuede atajar el rielo de toda fatalidad. Por encimadel suicidio, fulge su desnudez apasionada, su des­precio de la vestimenta social, su loor de amanteinmortal. Es verdad que el mar aparece como unsepulcro. Pero en la uItimidad de la lira no sepuede matar la expresión de esta capacidad espiri­tual de verter versos. Julia descubre el yo román­tico más allá de todo posible narcisismo, en la ges-

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tión de un pueblo por salvar. Permanece el RíoGrande de Loíza junto a Julia de Burgos. Ella reco­rre esa montaña idílica de su niñez aprisionada enastros.

Finalicemos esta breve paráfrasis del río y delmar con un arrullo mío a la desaparecida. Arrullo"total y solitario":

EVOCACION DE JULIA DE BURGOS

Cómo jugaste con la espuma unidadel pleamar en muerte.El río oculto de la angustia vierteun idilio, una paz amanecida.

Novia que en el altar no se acompañade los nimbos secretos.En los vibrantes, planetarios retoste alejaste, sin ley, de la montaña.

y ahora vuelves al barrosideral y silenteen busca de otra fuenteque separe del véspero el desgarroy de la nieve la tenaz poesía.

Ya apenas reverdece la agoníade los nombres oscuros.Porque el alba revela los conjurosjunto al río que trepa en luz bravía.

-,

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El territorio de los pájaros*

Por ETNAIRIS RIVERA

Hoy he recibido visitael canto y aleteo

del reino y territorio de los pdjaroslargo seria mi andar sin el augurioy presencia libre

sonoragitana

de los pájarosno serd nunca la misma la lluvia de ayer

mañana

incesantela que no teme

lame la lluvia en la piel de la hojapiel hoja soy

y me extiendo desnuda sobre la tierray reposo en su matriz

de mi travesia piratalargo serial mi andar bucanero en los mares del EspaciClsin tu vientre Pachamama

sin tu dejarme estar un rato para enamorarmevoy haciéndome guerrera

lloverd distintosi es que llueve

llueve la lluvia sin nombre ni apellido llueve no mdsvuela no mds er pdjaro

y se juntay multiplica su especieincontenible soy

sobre los seres hoja lluevosobre el cuerpo telúrico de mi enamoradala que me vio supo de mis dedos de aguala que se internó en mis selvas

y se colgó de mis juncosy llevó a su mundo por su boca la frutilla que la hi,o cantarde la palma de mis manos

llueve el trecho tropical de la selvaviaja mi amada en la otra ala del pájaro

cg,ntaora de la noche

• Canto a la Pachamama (Madre Tierra)

,33

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huésped como el pájaro del árboltanto ama el pájaro al árbol

huéspedcomo la lluvia de la noche

y de los días lluviososcomo los que tocaron a mi puerta en el jaracány entraron a la selva

a escamparsey bebieron de mi pecho

y durmieron un ratomientras también dormía un rato su guitarrael que me vio

digoel que realmente con su prisma

me viosupo de mi cuerpo de lluviano será nunca la misma la lluvia de ayer

ni su cantoni su color según su penalloverá distinta la canciónel cuerpo de pájaro de la lluviapara buscarme -que le challen a Tlalochay una puerta en el vientre de mi Madreun pasadizo secreto al dominio de la lluviaun aroma de contraseña para los seres que habitan la lluviano reconoce al amo

no se conoce el látigo del orgullO'ni el más elegante ni el más instruido ni el más oligarcani la supremacfa del robot en el ministerio

ni la del yankkkien el dominio de la lluviavoy haciéndome guerrerabien que sabe inglés el robot en el ministeriobien que recibe órdenes y nos ejecuta...tanto ama el pájaro la justicia y el albergue de los árbolesbien que me enseñó El Jichi el canto y lamento y vuelode las palomas heridasa ver el dolor de mi madre convertido en nubea leer mi sendro en la cocaeres la luz la raíz

campesino del albala marea clandestina que se desborda fiera

como la lluviasobre las víboras venenosas del hambresi somos nube

es por la tierra que llovemossi mas lunabien que sabe la luna proteger la cosechalevantar la marealargo seria mi andar

fatigante el combate contra los densosangosto el trecho tropical de la selvasin el canto ateteo y visita del territorio de los pájarossi me extiendo

es porque desnuda abrió su cuerpo su piel terrosami madre

para que brotarasemilla soy

vengo de los seres que habitan la lluviay poblarán la tierra mañanacristalinos hermanos nuevospayadores del amor y la justicia y el albergue de los árbolessoy la que se multiplica con la miradala transmutada pantera de la selvaa la que le crecen alas al atardecer

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cuando el Sol pen

etrasu Luz

en el vientre de la Marsoy la noche en que llueve

y el rito constantevengo del territorio de los pdjaros...

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ws Indios Caribes en laobra del Padre André Chevillard

Por MANUEL C.(RDENAS RUIZ

EN 1658 SR PUBLICA EN RENNES LA OBRA DEL PADRBAndré Chevillard Les Desseins de son Eminence

De Richelieu Pour L'Amerique: Ce Qui S' y Est Passéde Plus remarquable depuis l'Etablissement des Ca­Zonies Et Un ample Traité du Naturel, Religion etMoeurs des Indiens Insulaires et de la Terre Fer·me. La misma está dividida en tres partes, tituladala primera, Des Desseins de son Eminence de Ri·chelieu pour Z'Amerique. Le sigue a continuaciónDes Missions des F. F. Prescheurs es Isles de l'Ame·rique oú is est traité des derniers sentiments deLuther, de Calvin et leurs disciples, pour la Religionpretendú Réformée. Y la última parte trata Du Na­turel, Religion, Moeurs et Funerailles des SauvagesCaraibes, Galibis, Aloagues et Ouarabiches.

La personalidad del Padre Chevillard es poco co­nocida. Sólo sabemos que nació en Redon y murióen Las Antillas en el año de 1682. Su obra, de la queahora publicamos la traducción de la tercera parte,no tiene gran interés. La escribió en su conventode Rennes a la vuelta de un viaje a Las Antillas, uti­lizando para ello obras que sobre el tema habíansido ya publicadas, principalmente las obras del Pa·dre Dutertre y del Padre Pelleprat.

Más que una verdadera crónica histórica, el Pa­dre Chevillard escribe una obra literaria en dondela ingenuidad y la exageración quedan patentescomo se puede apreciar en el texto que sigue a con·tinuación. "

TERCERA PARTE

Del Natural, Religión, Costumbres y Funeralesde los Salvajes, Caribes, Galibis, Aluages y Oiara·biches.

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Capítulo 1

Los Salvajes, de los cuales está casi llena toda laTierra Firme y las Islas Americanas toman el nomobre de los desiertos, de las tierras, de las monta·ñas y de los lugares en que han nacido, en dondeestas Naciones viven sin Fe, sin Ley, sin vida civi·lizada; y al dejar pasar así sus años en las sombrasmortales de la Infidelidad y en los grandes caminosdel Ubertinaje no nos dan esperanza alguna de susalvación, tal como dice la Doctrina del Gran Após­tol, quien resume en dos palabras esta verdad: losque hubieren pecado por la Ley, perecerán por laLey como hijos de la ira; y los que hubieren persis·tido en la ignorancia de la Ley, serán arrojados alos abismos del infierno como cálices indignos deser colocados en el Palacio del Rey del Cielo, al nohaber amado, servido y adorado al Autor del Uni­verso de quien obras admirables les daban conoci·miento suficiente de su grandeza.

En la actualidad, como se les predica más de loordinario debido a los establecimientos levantadosen el interior de estas tierras, la mayor parte deellos están más espiritualizados y se les insta a quese aferren a las prédicas, y a que las mediten bienpara que puedan ser bautizados e ir al final conDios.

Ellos ,nos dicen frecuentemente: Baba iropontycatu nicherix, Inucatiti Mabohia oiaoone, es gecir,Padre tenemos que confesar que el Dios de los cris­tianos es mejor que el nuestro, el Diablo no es bienmalo y nos maltrata duramente. Manalehemptihaoone baIanglé oiaoiry, los Cristianos no son mal­tratados como nosotros.

Por lo demás, la aprensión que estos Idólatrastienen a los suplicios y a las extrañas crueldadesde Mabohia, de las que se espantan y frecuentemen­te se afligen, los lleva a ponerse bajo su tiránicodominio. El Dios de los Cristianos (dicen ellos) es

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bueno, no hace mal; pero tenemos que calmar aMabohia para evitar los golpes de su furia.

Nacimiento de los Hiche.s de los Salvajes(Hiche en lengua India quiere decir, comúnmente,

niño)

Capítulo II

La ociosidad, al ser la madre de todos los vicios,es el alimento de la impiedad, el cebo y mecha dela brutalidad, el alimento de todo libertinaje, comola experiencia lo hace ver, para nuestro gran pesar,en el Cristianismo, como entre los Idólatras; no hayque asombrarse si las tierras donde habitan los Sal­vajes son los lugares donde se refugian todos losvicios y son la guarida de todas las impurezas, a lascuaJes ellos se dedican; así la poligamia es allí tancomún, que un hombre tiene varias mujeres, y losmatrimonios del padre con la hija, y de los primoshermanos con sus parientes cercanos son de lo másfrecuente, y un hermano, además de sus otras mu­jeres, toma siempre el -lugar de su hermano falle­cido, uniéndose a su cuñada si bien le parece. Dedonde podemos conjeturar que estos paganos pro­ceden de la dispersión de los Judíos.

Estos Indios acostumbran tener mujeres para sudiversión, o para que los acompañen cuando van ala guerra o a la caza; hay que señalar que estas mu-

jeres se tienen un odio mortal entre sí, y no se ha­blan jamás, siendo los celos la causa de este desor­den.

Cuando ocurre que la mujer de la choza dondereside el marido da a luz, ella va y se levanta, llevaa su hijo al mar y después lo baña en agua dulce; devuelta a la choza, el marido se acuesta en una camade algodón y aIli se queja, se presiona el vientre conunos viejos arapos medio quemados, grita, se la­menta, se frota el cuerpo, y hace mil muecas y tan­tas posturas como una mujer joven en el momentode dar a luz; y entonces todos los vecinos del carbetllegan, le compadecen, le dicen 10 mucho que hasufrido para traer a este bello niño al mundo e ins­tan todos a su mujer a que lo cuide, y así, despuésde cuatro o cinco días de esta locura, sigue una die­ta más que suficiente para un enfermo de Napoli­tana; y después de una Luna de abstinencia, se lecorta y se le desgarra tan fuertemente con dientesde aguty, que sangra por todas partes y esto (dicenellos) es para que el niño recién nacido sea sano.

Por su natural, nuestros Salvajes, y los otrosIndios de las tierras firmes, son bastante afables;pero por otro lado no hay que ofenderlos ni contra­decir sus opiniones, sino ir dulcemente para ganar­los, ya que siendo contrarios a todos los sentimien­tos del Evangelio, no saben perdonar jamás cuandouna vez han sido ofendidos, y menos aún reconci­liarse, tal como la Ley natural y la Justicia Divinalo exigen. .

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De la Educación de los Salvajes, de sus Matrimonios

Capítulo III

La educación de los hijos de los Salvajes es tandeplorable que valdría mejor no hablar de ella quedecir una sola palabra, y únicamente para podersatisfacer la curiosidad y obligarnos a dar graciasal Autor de la naturaleza por habernos hecho naceren el cristianismo, diré, solamente, que las madresIndias no tienen otra inquietud que por sus hijos,estando siempre preocupadas a este respecto, y ape­nas los pueden perder de vista, teniéndolos constan­temente con ellas, sea en sus asambleas de grandesvins, o en la guerra; se utiliza una especie de echar­pe de algodón en el cual el niño es comúnmente lle­vado por su madre.

Sin embargo, conforme este crece en edad, tam­bién se convierte en más estúpido, grosero y bestia,ya que no es instruido en nada, y su malicia echaraíces más fuertes con los años debido a que lospadres y las madres no los castigan jamás y lesdejan hacer todo lo que bien les parece, y si ellostienen alguna tarea es la de hacer arcos, flechas ymazas o bastones y las mujeres unas hamacas dealgodón para dormir, no teniendo nunca hora espe­cífica para un trabajo, sino, únicamente, su caprichoo fantasía.

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Cuando estos niños han llegado a la edad de die­cisiete o dieciocho años el padre hace un gran uicú,donde varios Paganos se reúnen, y allí el muchachose para delante de un Anciano quien le arenga asu modo y le exhorta a no perdonar jamás a ningúnenemigo de su nación; y después rompiéndole en lacabeza un buitre, o un Manfenit, vivo, se le desgarraen diversas partes de su cuerpo con los dientes deaguty, y a continuación hace un ayuno riguroso deuna Luna, y así se le considera valiente, aún cuandomuchas veces es el más cobarde de todos los hom­bres.

En cuanto al Matrimonio

Todas estas Naciones Idólatras son Mártires delDiablo; así a las hijas prometidas por un padre aun muchacho, se las hace ayunar rigurosamente unaLuna, y después, públicamente, en su gran uicú, selas desgarra por todo el cuerpo con los dientes deaguty; pasados estos sufrimientos, la muchacha esdada al muchacho por el padre, con estas palabras:Axc baiobuca taboiita cube, es decir, ahí tienes atu mujer, tómala y vete con ella.

Sin embargo, hay que señalar, que el padre consu hija, el hermano con su hermana, el sobrino consu tía, se casan, no conociéndose ningún grado pro­hibido entre ellos.

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La tarea de ]a joven casada es hacer el pan decasabe, el mabi y el rucú; es decir, todas las maña­nas al levantarse el Sol pinta a su marido con aceitede palmita diluido con el rucú, desde ]a cabeza alos pies, por todas las partes del cuerpo, y estoes para que, como están desnudos, los mosquitosy los cinifes de] país no se les acerquen a picarlos oincomodarlos; esta pomada les protege contra estaspequeñas bestias de estos lugares.

Del gran vin o de los jolgorios de uicú de losSalvajes y de lo que allí pasa

Capítulo IV

San Pablo hablando de] mundo. declara a losmalos cristianos enemigos de ]a Cruz de Jesucristo,ya que en lugar de adorarlo y glorificar su Nombre,y de reconocer en Dios a] Autor y conservador desus Seres, los Libertinos adoran un Dios imaginarioy hacen una Divinidad de su vientre, lleno de vian­da y comida. Es esta ]a más indecente y la más abo­minab]e Ido]atría del mundo; como ha dicho e]Apósto], los malignos ofrecen a su vientre, en abun­dancia, todo ]0 que ellos encuentran de más delica­do, siendo las Tabernas sus Templos, las mesas susAltares y los bufones sus Coadjutores; en resumen,San Pablo deplora su maldad con estas palabras,ambulant quoi sape dicebam vobis, nunc autem etflens dico inimicos cruci cristi, quorum Deus venterest, et gloria in confusione ipsorum.

De donde veo que hay que comparar a los Bár­baros con estos miserables, porque unos pecan pormalicia y los otros por la desgracia de su nacimien­to en la Gentilidad; pues todos estos pueblos Sarra­cenos no consideran jamás falta alguna el emborra­charse, y los Salvajes 10 hacen tanto más porque ellicor les parece dulce y agradable, aún cuando ésteno sea más que agua hervida con su casabe o pa­tatas.

Estos jolgorios de uicú, que otros llaman Asam­bleas, o Grandes vins de los Salvajes, se hacen confrecuencia. En primer lugar cuando les cortan porvez primera los cabellos a sus hijos en mitad de laasamblea, en donde cada familia efectúa esta cere­monia; cuando se casan con una mujer que viviráen el bohío ordinario de su marido; cuando decla­ran a alguno capaz de ir a la guerra; cuando abatenárboles para levantar una nueva casa; cuando secelebra el caramemo, o se consulta a Mabohia y a losRioches, por medio de los Boyez, acerca de la gue­rra, o de ]a enfermedad de algunos compatriotas.Esta asamblea se hace de esta manera.

Doscientos o trescientos Salvajes, hombres, mu-

jeres y mnos, se reúnen en el carbet donde se vahacer el vin después de haber sido invitados poréste que quiere obsequiar a sus amigos, a quieneslos Salvajes de su familia han llevado un casabe acada bohío con una calabaza de uicú; hecho esto,los invitados llegan cargados de pescados ahumadosy de vasijas llenas de licor, y todos sentados, cadauno haciendo su pimentada a su gusto, se ceban yllenan de comida de tal manera que tienen que (les­cargarse varias veces; comienza esta bella ceremo­nia al inicio de ]a mañana y no la terminan másque después de transcurridos tres o cuatro días consus noches.

Es en estas debacles, a] igual que los malos Cris­tianos en las tabernas, que se golpean, se matan,cometen cantidad de desórdenes, y donde el furory la rabia estalla contra sus enemigos, y donde ]alocura impera; los viejos, y los jóvenes, todos jun­tos haciendo mil posturas indecentes, y cometiendotodos los ~rímenes más enormes, se dejan llevarhasta confundirse los unos y los otros, para despuésvolver a comenzar su diabólica solemnidad. Es enestos grandes vins que los ancianos renuevan siem­pre sus quejas y animan a los jóvenes a recordarsede las inhumanidades, no solamente de los Españo­les contra los Salvajes de Perú, sino también de losFranceses que en forma parecida han ve.nido a to­mar sus tierras, y han matado a sus padres, y hanmasacrado a sus amigos; estos viejos y estas viejasSalvajes atizan de tal manera el fuego de ]a cóleray e] odio en el corazón de los jóvenes Bárbaros, querechinando los dientes, llorando de rabia y de furiaal pensar en estas cuentas, toman crueles reso]u­ciones, en señal de las cuales, y en presencia de estamultitud de infieles, estallan en un grito espantoso:Nitoiarmeen homan nirabin apranaheli xcirssenhiquise hocucily homan noossé toueaxcoia nhanha­tiva loiary ucaira, es decir, recordemos, mis hijos,que los Cristianos han matado a nuestros amigos,que su crueldad nos ha privado de nuestros padres,que .nos han echado de nuestras tierras, es a voso­tros a quienes pertenece la venganza y debéis mos­trar]es vuestros resentimientos y vuestros pesares.

Entonces estos jóvenes Indios tomando en ]a ma­no el arco y las flechas, y golpeando con el pie, dis­oarando al aire. se entre~tan a plena boca: Sihomy auman balanaglé C:lboñé coatigu ocera ua!!U,matemos entonces a los Franceses que han ocupa·do nuestras tierras. En resumen, es en estos gran­des vins que toman los acuerdos decisivos de guerracontra los Cristianos, y en donde uno de los ancia­nos del grupo arenga por demás a esta brutal com­pañía de paganos reunidos con tal fin.

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De la vida política de los Salvajes y de sus guerras

Capitulo V

A decir verdad, me asombro por querer escribiracerca de la vida política de los Salvajes, ya quelas familias más numerosas y pobladas no temen

.nada, no reconocen ni Monarca, ni Soberano, ni Ma­gistrado, ni Ley alguna, ni dependencia de unos conrespecto a otros; viven según su inclinación naturaly tal como ella les incita. Ahora bien, nuestros sal­vajes, así como los de la tierra firme, que sobre­pasan en número de personas a todas las más gran­des Mon.arquias del Mundo, no combaten jamás acampo abierto, ni en tierra ni en mar, sino única·mente por sorpresa, a hora inopinada, poniendo enmarcha poco antes del amanecer, o bien al claro deLuna; aún cuando hacen así, no dejan sin embargode matar a sus enemigos y de quemar sus chozascon el favor de sus flechas, en el extremo de lascuales ponen algodón ardiendo, disparándolas hacialo alto y al caer sobre las ramas que cubren lachoza el fuego prende inmediatamente en el inte­rior. Si, no obstante, se ven sorprendidos, aún cuan­do hubieren hecho doscientas leguas de camino, danla espalda y ponen la piragua a la vela si el tiempolo permite, o corren al bosque. Sólo los Ingleses dela Nueva Inglaterra y de las Islas donde ellos habi­tan sucumben, por su cobardía natural, a las cruel·dades de nuestros Caribes, ya que es suficientepara hacer huir a treinta Ingleses decirles que diezsalvajes arco en mano les siguen los pasos.

Si no temiese todavía ser prolijo acerca de estamateria de las costumbres de los Indios, trataría enextenso lo referente a su Caramemo, que es unaconsulta que hacen al Diablo Mabohia sobre el re­sultado de sus guerras o de sus enfermedaqes. Ha·cen este Caramemo después de un gran vin, en unachoza limpia de inmundicias, en la cual (en mitadde la noche) catorce o quince de los más viejos dela familia y siete u ocho viejas Hechiceras Salvajesse dan cita con un Bohie, quien es un hombre, o unamujer, consagrado a Mabohia mediante una granefusión de sangre, y un ayuno riguroso de una Lunaentera. Entonces el más viejo Bohie habiendo hechoapartar todo tipo de fuego de alrededor de la chozadonde no se puede ver en manera alguna rastro deluz, invoca al Demonio y, temblando la choza y latierra del lugar, se oye una voz enronquecida queinquiere acerca de su intención, y una vez que estosmiserables han hecho la pregunta, este Príncipe delas tinieblas, sin dejarse ver, hace oír sus resolu­ciones, prometiéndoles toda ventaja sobre sus ene­migos y especialmente sobre los Cristianos, ya queno permiten la entrada en sus tierras a los predica­dores del Bautismo y de la Ley de Jesucristo. Algu-

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nas veces este Demonio se hace oír por la boca delos Rioches, que no son otra cosa que una especiede marionetas de Francia o muñecos de algodón.No obstante, si ocurre que después de una consultasobre la enfermedad de un Salvaje, Mabohia les ase­gura una muerte rápida, abandonan todos al enfer­mo y le dejan morir mil veces de miseria antes delúltimo golpe de la muerte; es así que el Diablotiene a estos pobres miserables en sus garras.

Diré, antes de acabar este Capitulo, que (contrael sentimiento de Mabohia que disuadía a los padresamenazándoles con una pronta muerte) nuestrosPadres bautizaron varios infantes moribundos, yaquél maltrató a los padres y madres de éstos; sinembargo a los bautizados y verdaderamente con·vertidos no les hace ningún agravio, siendo la Graciaun fuerte inaccesible y una muralla que hace diquea sus tiranías.

Del comercio de los Salvajes

En cuanto al tráfico de los Salvajes y su negocio,se debe llamar mejor una vida languidecente queuna actividad o prácticas razonables, visto que supasatiempo es beber, comer, dormir, bañarse y mi·rarse los unos a los otros mientras se les hace elcasabe, comida ordinaria de todas las mañanas parala subsistencia del cuerpo, o cortarse la barba conlas hojas cortantes, o hacer algunas mazas, arcos yflechas.

Es verdad que en el presente trafican con losNavegantes y Mercaderes hamacas de algodón, ca­mas de tienda, carey, llamado en Francia concha detortuga, cuerdas de pita, estopa del país, periquitosy de estos bellos y grandes pájaros como el anás yel canivet. Las mujeres, no obstante, están más su­jetas a la casa, pues tienen a su cargo la choza ylos niños, y sus maridos no se meten en nada de loque respecta al cumplimiento de estas tareas.

De la muerte y última ceremonia de los Salvajes

Capitulo VI

Aún cuando nuestros Salvajes sean de una cons­titución fuerte y en sus enfermedades no busquenmás remedio que el jugo de algunas hierbas, o apli­cación de algún compuesto considerado bueno porexperiencia, sin embargo, contra la muerte no hayallí ningún remedio. Pues aunque una cualidad ten­ga ventaja y predomine excesivamente, el cuerpotiene que sucumbir, siendo verdad el decir del doctoSalema, que no hay jardín de simples que tenga

Page 48: Revista del Instituto de Cultura

una hierba cuya virtud conserve eternamente lavida. Contra vim mortum non est medicamen inhortu; el Decreto del Cielo ha determinado que elhombre dejará esta vida para pasar a una otra. Des·graciado, deplorable y funesto si ha pasado susdías en el libertinaje, si ha vivido en las tinieblasdel pecado y muerto fuera de la gracia de Dios. Vidadeliciosa y gloriosa si se ha servido de los mediospara salvar su alma en la eternidad.

Estos pobres desafortunados cuando están enfer·mas, consultan al Mabohia por medio de un Boyé(como hemos indicado anteriormente) y él da lasentencia de vida o muerte, no pareciendo que elDiablo haya perdido su s~bidurfa para las cienciasnaturales. Ahora bien, la enfermedad más comúnde este país se llama Aia, epian, o para decirlo cia·ramente, la Enfermedad Venerea, llamada en la Me­dicina, el Mal constante, en su grado más maligno;los hijos de los indios la traen frecuentemente delvientre de sus madres, y es de estas tierras que pro­cede la viruela gruesa. Primeramente con los espa·ñoles que volvieron del primer viaje de Cristóbal

Colón, y la han sufrido mucho; y después los Napo­litanos por su libertinaje criminal la han contraídoy llevado por toda la tierra; es verdad que se curansuperficialmente por espacio de varios años median­te sus remedios reiterados; sin embargo la sangrese pudre y el cuerpo se infecta; la malignidad deesta asquerosa enfermedad es la causa ~xtrema deldaño que produce, la cual tiene como recompensa,la pérdida de la vida.

Una vez que un Salvaje ha expirado los vecinosentran en su choza y perfuman y engalanan su cuer­po, o bien le hacen prontamente una otra choza deun largo mayor que los palomares de Francia; allíestas mujeres le amortajan en una hamaca o camade algodón toda nueva, y una vez hecha la fosa, losotros Bárbaros de los carbets. que han sido avisa­dos, no faltan jamás de darse cita en la sepulturade su compatriota; donde llegados, los más ancianosentran en esta choza y los otros la rodean; sin em­bargo, las viejas Salvajes entran, toman el cuerpo,lo colocan en su sitio en la fosa sentado sobre lostalones y los dos codos en las palmas de las manos,

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y la banqueta sobre la que se sentó durante su vidase la ponen sobre la cabeza.

Pero si es una mujer, se le pone una marmita debarro en señal de ama de casa. Mientras ocurre estaceremonia varias mujeres echadas alrededor de lafosa, gritan, aullan, suspiran, se lamentan, y vueltoslos ojos al cielo echan cantidad de lágrimas y dicentodas a una voz estas palabras: Aoierherlan oiaurycatajuaba libapuhnemensirelebobien vibaratur ihbuaegei.

y los maridos manifestando su duelo con lágri­mas frotan la espalda de sus mujeres y, sin proferirpalabra alguna, les hacen señal con la mano de quese consuelen.

Aplacados estos lamentos, se cubre la fosa contablas elevadas dos pies por encima del cuerpo, yhabiendo arrojado mucha tierra sobre estas tablas,ponen allí todos los muebles del difunto, como ar­cos, flechas, bastón, pequeños cestos, hibichets yotras labores de los Caribes, y matan a sus esclavossi tenia alguno. No faltan jamás a esta ceremonia,en cualquier parte que se encuentren para mostrar

su gran dolor por la muerte de sus compatriotas.Los hijos, a ]a muerte de sus padres, se cortan

los cabellos y ayunan una luna a pan yagua, teme­rosos de que una de las almas del padre muerto noles traiga desgracia; pues creen tener dos almas, laprimera de ellas va al cielo con un Dios bueno paraallí ser obsequiada para siempre, y la otra se con­vierte en un Mabohia o Demonio, que causa todasuerte de funestos hechos en sus empresas. Por úl­timo se mantiene el fuego día y noche sobre la fosadurante un año entero, y al final de ese tiempo, unode los parientes del difunto convoca e invita, fre­cuentemente, hasta trescientos o cuatrocientos in­dios para hacer las últimas ceremonias, lanzar losúltimos suspiros por el muerto, y divertirse en unvin que ellos hacen a su memoria y en donde seenvilecen, se matan y cometen sus ordinarias bru­talidades como en ocasiones parecidas. De donde sepuede conjeturar los cuidados y el trabajo que hayque hacer para ]a conversión de estos pobres gen­tiles.

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ES ARTISTA PINTOR AQUltL QUE LLEGA A METERSE ADEN­

tro de su tela. y se hace crítica de arte cuandose logra, a través del medio escrito, meterse adentrode los significados profundos de ese resultado.

Meterse adentro de una tela es inevitablementeun proceso largo y doloroso. Por ello nunca haygrandes artistas que lleguen a verlo de muy jóvenes.El ojo tiene demasiadas ramificaciones en el cerebroy crece con él.

Para meterse dentro, hay que tener un dentrodesde el cual meterse y si la obra plástica es comocreemos un diálogo entre el pintor y su tela, llevatiempo lineal, cósmico o nuevo para que ese diálogose haga significativo. La demora es, pues, cargosa,pero inevitable prerrequisito del genio.

En épocas como la nuestra, enfermas de inme­diatez y del afán de inmediatizar, es precio del in­teligente plástico (damos a la inteligencia su acep­ción más alta de sabiduría y juicio) ver pasar lasliebres sin renegar a su destino de tortuga.

Durante el proceso de esta maduración e insis­tencia obsesiva con la problemática del propio es­tilo y las exigencias de la materia, se forja el carác­ter de los llamados a perdurar.

¿Perdurar para qué?, preguntará el que se re­husa a abandonar el plano de la cotidianeidad, sos­teniendo que "el arte" de nuestros días encuentrasu más legitima expresión en los avisos comercialesde la televisión.

Tomás Moro, hombre de infinita bondad que nopudo eludir los altares de una posteridad con inco­rregible afán de endiosamiento, sólo excluyó de sucomunidad utópica a los que no creían en la inmor­talidad.

Hoy debemos protegernos de actitudes inversas.y porque el arte es por su misma esencia testi-

.. América, vol. 26, núm. S.

Francisco Rodón:Pintor de Puerto Rico *

Por RAFAEL SQUIRRU

monio vivo de esa dimensión de nuestro ser, la queno quiere morir, ni dejar morir, corre hoy el peli­gro de ser perseguido, no ya por irascibles empera­dores, ni estrechas inquisiciones, sino por la frivo­lidad de la comunicación masiva, instancia renovadadel más grave de los pecados, el que va contra el

"Desnudo con paraguas"

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Page 51: Revista del Instituto de Cultura

"Ruidos vegeta/es"

espíritu santo, o más sencillamente contra el es­píritu, ya que toda espiritualidad por el hecho deserlo es metafísicamente santa.

Quede así reivindicado para las épocas que co­rren Luzbel, Judas, la Papesa Juana y todos los quede algún modo o de otro se movieron en el plano dela percepción anímica, cualquiera las atrocidadeséticas, sobre las que nos advierte el mayor de losjustos, no debemos juzgar.

A las reflexiones expuestas, añadamos la frase deBuffon: Le style c'est l'homme, y estaremos equi­pados para trazar cuando más no sea un esbozo,sin pretensiones de retrato, de la obra del artistapuertorriqueño Francisco Rodón.

* * *

El análisis estilístico de la obra de Rqdón pre­senta características particularmente retadoras. Aun­que a la distancia, he seguido la evolución de suestilo durante más de una década. Aclaremos queaquí evolución estilística no implica progreso. Elarte no progresa, y cada obra contemplada desdeel punto de vista individual o de la escuela a la quepertenece, es un en sí, definitivo e inapelable, que

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responde a las intransferibles exigencias tempo es­paciales en que se produce. Sí puede, en cambio,establecerse la progresión de una obra descubrien­do sus antecedentes formales, y en los casos delartista con influencias en su medio, incluso susconsecuentes.

En el caso de Rodón, así como el de la granmayoría de los artistas que trabajan hoy en PuertoRico, aparece de modo incontestable su conexióncon la gráfica en la técnica particular de la serigra­fía. No se precisa ser demasiado sagaz para ubicara este centro de influencia estilística en el taller deLorenzo Homar, desde donde se ha ido irradiandoesa visión de acento planimétrico y valoración delos grandes planos de color.

A ello debemos añadir la génesis de esta visiónque emparenta de modo especial al art nouveau, queencontrase cuna afín en el arte de los catalanes.Movimiento de un barroco muy particular, quegusta del arabesco y de la curva en contrapartidaal ángulo recto que alcanzó en las obsesivas genia-lidades de Mondrian. .

Este concepto visual de la sinuosidad curvilíneaestá presente como una constante también obsesivaen el arte de Rodón.

De la catedral del medioevo y del románico, másaún, se entrelaza con los portales, y del primero de

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ambos, con las gárgolas, en contraste con la severarecta de la columna griega o de la predominanciarenacentista que quiere volver a ella en son de res­cate.

Por ello cabe ubicar sin titubeos a Rodón en lacorriente romántica, predominio de la forma fe­menina sobre la masculina, más rica en curvas lamujer que el hombre, donde el ángulo se hace más

. presente.No debe pues extrañarnos la preferencia del ar­

tista puertorriqueño por expresarse a través delretrato de las hembras.

En esta opción formal se involucran montonesde conceptos, tan solo que nosotros, en tanto crí­ticos de arte, debemos rastrearlos a través de loformal más que de las opiniones o referencias lite­rarias del artista.

Forma dat esse rei. la forma da el ser a la cosa,como querían los escolásticos, y es a través de estaforma barroca y romántica que irán apareciendolas implicancias del estilo.

Sabido es que el romanticismo fue en buena me­dida un retorno a la Edad Media, y con ella al cultode la dama como la mantiene Quijote a Dulcineaen la tozudez del alma española que se prolongahasta Unamuno, primo espiritual de Rodón.

El culto de la curva y de la mujer tiene ademássus implicancias cósmicas, en todos los órdenes.En el del tiempo, opta por el retorno, al estilo delas estaciones, en contrapartida del tiempo lineal,histórico, de un pasado que muere y de un presentefugaz dirigido a un futuro sin virar a los costados.El tiempo histórico es una linea recta, así como elcósmico describe un círculo, que se hará espiral enel punto en que Rodón horada el presente por laintensidad de su sentimiento destinado a la búsque.da de la perduración eterna de esa actualidad. .

En esto Rodón se integra con naturalidad en elritmo de su propia cultura, hispana y americana,que se resiste a ver la muerte como catástrofe irre­parable y que por ello debe ser ignorada. Sus niñas(otra vez el "eterno" femenino) reaparecen aún des­pués de muertas, renovada la abuela en la infanciade las nietas y éstas a su vez reencarnando en esteconcepto cíclico una niñez pretérita que el artistano dejará morir.

En el orden del espacio, también Rodón huye delas perspectivas matemáticas o lineales en el len­guaje más ortodoxo de la crítica, enfoque intelec­tual del clasicismo, para moverse en espacio visualde rica tradición entre los orientales. Baste recordarla estampa japonesa, tan presente en los postimpre.sionistas que son los padres del art nouveau, comoGauguin, o en la obra decorativa de Whistler, comoacontece en su famoso Peacock room, hoy preserva·do en la Freer Gallery de Washington.

El espacio así entendido no se somete a las leyes

de la óptica desde un punto focal, se toma por elcontrario en dimensión simbólica a lo Jung. El ar­tista ordena y distribuye las formas ajeno tambiéna las perspectivas aéreas o vibracionales que sevuelven a la luz como factor determinante. No setrata tampoco de una luz supeditada a la forma,como ocurre en ese movimiento clásico modernoque se llamó el cubismo; el espacio de toma, en vez,en factor determinante, supeditando el resto a suspropias exigencias. El pintor ordena sus formasintegrándolas a su espacio, sin temerle a las impli­cancias decorativas, que serán añadido valor de laresultante compositiva. Importa mucho la distribu­ción de espacios en la obra de Rodón, y en esto, sinproponérselo, desde el ángulo simbólico, su obra setransforma en rica fuente de deleite para la sensi­bilidad arquitectónica.

Tan sólo que fiel a su sensibilidad pictóricacomo en el caso de los simbolistas franceses (vol­vemos a Gauguin y a la definición de Denis: uncuadro es una distribución de líneas y colores enun espacio bidimensional) su espacio se desarrollaen el muro, sin necesidad de invadir las dimensionesparticulares de la escultura y de la construcción.

Esta sensibilidad particular que retoma aquí tam­bién a fuentes románicas y bizantinas, destacará demodo inevitable y jubiloso la importancia del color.

No es tampoco casual que la estampa japone­sa, a diferencia del aguafuerte incomparablementemanejado por los campeones del claroscuro a loRembrandt, apele invariablemente al color comoingrediente decisivo de su instrumental, presenciarescatada a través del simbolismo por ese granmaestro de la pintura que es Henri Matisse.

Tampoco sería impertinente recordar aquí elexpresionismo nórdico y a Eduard Munch, bientraído a colación en su ensayo basado en la obrade Rodón que escribe Marta Traba.

En el análisis estilistico de un artista es impo­sible particularizar sin este esfuerzo de ubicaciónparal~la, puesto que los estilos nunca son creacio­nes ex nihilo, sino que por el contrario surgen araíz de opciones a través de las cuales el artista vadefiniendo su personalidad.

Al insertarse Rodón en el espacio cósmico, caenen su sitio los restantes elementos de su repertorioformal con las variantes lógicas que les imprimesu peculiar talento. Así, por ejemplo, conserva arti­culación de planos, pero más que al servicio demetas intelectuales como las que señala Cezanne,como una instancia más de definición espacial.

Esta articulación por otra parte en ningún mo­mento explicitada. sino apenas insinuada, se pre­serva para algunas zonas de la composición, subra·yando delicadamente la importancia de los rostroso de algunos objetos.

El color, empastado en las primeras etapas, se

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va haciendo más acuoso a medida que Rodón des­cubre su propia claridad y se contagia cada vez másde los aires marinos que lo rodean.

Es ésta una bella característica de la pintura an­tillana, llevada a resonancias elevadas por WilfredoLam.

En la última etapa de Rodón el tratamiento casiteñido de la tela no le impide, cuando así lo exigesu temperamento, alternar algún chorreado del azarcontrolado con cierta pincelada gestual, como laque rodea la cabeza del retrato de Marta Traba.

En su distribución de temas visuales Rodón equi­libra con eficacia las zonas polifónicas con las zonasde silencio.

Ya Mozart anotó la importancia de los silenciosen la composición musical; Rodón tiene certero ins·tinto para valorizar los segmentos atormentadoscon las áreas del silencio que permiten respiracióna la tela.

Con criterio barroco la atención visual se vuelcadesde el discurso de Rodón hacia el espacio en queel pintor escucha, estableciendo el imprescindiblediálogo entre el creador y su obra.

* * *

Consignados estos apuntes que no pretenden nicon mucho agotar la rica gama de característicasformales de Rodón, vayamos a cierto tipo de refle­xiones que desde un ángulo diverso quizá puedanañadir elementos de riqueza a esa confrontación vi­sual insustituible del contemplador con la obra dearte.

Toda la pintura de Rodón posee un eco teatral,casi me atrevería a decir operístico; ni es casual queal artista lo acompañe la música en sus horas detarea o que encuentre particular deleite en las vocesde Ponselle o la Callas.

Esta teatralidad es característica del alma baorroca desde su despunte miguelangelesco, pasandopor el Bernini hasta el expresionismo de nuestrosdías bien ejemplificado en la obra del español Ca­nogar_

El teatro busca no sólo la situación sino el efecto.El mismo Shakespeare es zorro y calculador, en

muchos casos, más del efecto que de la situaciónmisma. Así, en la escena de los mimos que repre­sentan el asesinato del viejo Hamlet, la represen­tación altera al asesino en su segunda instancia ha·blada dejando a los analistas perplejos del por quéno se altera durante la primera, perplejidad que ja­más siente el espectador, que está sometido a laslejes del efecto teatral y no a las de la lógica racio·nal tardía.

A Rodón no lo cohíbe lo folletinesco, ni se le

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puede confundir con autor de dramas de capa y es­pada.

Tiene además esa consideración para con su púoblico, que consiste en no aburrir, y que va más alládel talento específico del creador, esa condición quepone en ventaja las óperas de Rossini sobre las deBeethoven. Rodón pinta para la platea y tambiénpara el paraíso o gallinero, como prefiera lIamár·selo.

Hasta cuando muestra su obra le gusta prepararla mise en scene para cabal deleite del observador.

Pero más allá de la concesión que esto suponea una ley sutil de buenos modales, esto configuraun respeto particular y subrayante de aquello quese hace, de la misión del artista; revela toda unafilosofía estética y vital. En esta preocupación porla mayor accesibilidad a su obra, el artista revelaun particular amor por los menos iniciados, queson la mayoría del pueblo; es preocupación paracon los sectores más humildes de la sociedad.

No es ocioso aquí reflexionar que los clásicos delarte terminan por serlo con ese añadido voto anó·nimo que paga con amor y respeto el amor y res­peto que se volcó por parte de quienes no los olvi·daron.

Así entre nosotros, argentinos, Martín Fierro esel libro clásico por antonomasia consagrado comolo quiso Hernández, por el corazón que tienen, quie·nes con gusto lo escuchan.

Tan sólo que esta preocupación, para ser vale·dera, debe ser sincera, fruto de una compenetraciónprevia entre el artista y su pueblo, raíz potente yvital de la más auténtica cultura.

Y aquí corresponde volcar atención a la temá­tica de Rodón.

En la naturaleza muerta estará presente el hon­go, actor estelar del drama, y también los terron·citos desmigajados de su tierra, que por escasa élsabe valorizar.

En sus mujeres asomará la condición fundamen·tal de lo femenino, pero también cobrarán impulsolas personalidades facetadas por la arcilla de PuertoRico hecha soplo poético en las OIgas Condes, lasRosaritos y el desfile de mujeres antillanas de pre­sencia intransferible en sus aportes a la personali­dad de la especie.

En esta galería no está ausente, en su desnudez,la negra apoyándose sobre un paraguas, captada entoda su importancia en líneas que le dedica Ruizde la Mata. Presencia simbólica del Afeica en lacultura antillana, inconcebible sin trasfondo de tam­bores y de ritos mágicos.

La muchacha africana domina desde una paredcentral una de las amplias salas del Museo de Ponce.Desde la Olympia de Manet a quien recuerda en másde un sentido, no recuerdo haber visto tanto des­parpajo en una figura sin ropa. Si no fuese por el

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"Inés II/"

contraste del paraguas, no nos daríamos cuenta quela chica está desnuda y, lo que es quizá lo másnotable de este cuadro en la dimensión meta-arUs­tica de su significado, es que también queda releogada su condición de africana totalmente absorbidapor la presencia humana del personaje. Ningún pan­fleto defendiendo la igual dignidad de todas lasrazas podría, bajo este aspecto, resultar más eficazque este cuadro de Rodón.

Frente a los desnudos poéticos de Velázquez olos sensuales de Modigliani, sólo cabe llamar des­nudo-desnudo a éste de Rodón, en que la personali­dad de su retratada triunfa por encima de lo queal fin y al cabo es anécdota circunstancial, el .. estar"(que no ser) con o sin ropa.

Los cuadros de las Ineses quedaron aludidos desoslayo durante nuestro análisis del estilo; por sufactura la Inés muerta pertenece a la calidad de losHongos, mientras las otras dos marcan junto con elMangle un tríptico de plenitud fonnal donde Rodónse hace definitivo.

La Inés muerta que recuerda la madre niña juntoa su muñeca, está cargada de la nostalgia del artis­ta y como bañada por una luz espectral que recuer­da a la música de Debussy, a ciertas telas de Gaya.Tan sólo que estas imágenes son plásticamente más

densas, menos aéreas, como si el artista quisieseriarle realidad maciza a su sueño.

Las otras Ineses, niñas también y representandoa una de sus sobrinas, están sometidas al procesoinverso de una realidad próxima sometida a la dis·tancia que el artista interpone con la. realidad efí·mera para darle el sello de lo perdurable, estampasvigilantes del amor en sus felices equivalencias li­terarias.

El mangle es para mí una de las obras maestrasde Rodón. Aquí parece haber resumido su madurezformal volcando en ella plenamente todo un mundode vivencias metafísicas e insulares.

En la vorágine torturada de estas raíces carní­voras parecen entrecruzarse todos los destinos dela isla, individuales y colectivos. Puso allí Rodón endramática metamorfosis sus luchas internas y elbatallar que lo rodea y del que es parte a la vezque fiel cronista.

Este trabajo está más cerca de la acción de Dela·croix con la patria avanzando con el estandarte enalto, que de cualquier paisaje o naturaleza muertaque yo recuerde.

Hasta la jungla de Lam parece tímida frente aesta madeja de fuerzas que llevan al espectador

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como de la oreja para sumergirlo en medio de labrega. Para no dejar de recordarlo al Martín Fierro,se diría que como el gaucho austral aquí Rodón ex­clama: "¡No les pido, les mando que me escuchen!"

Este cuadro ilustra bien el testimonio y el comopromiso de Rodón con su propio destino, indisolu­blemente ligado al de lo suyo y de los suyos, y nosentera que para arrancarlo a este arte de su medio,habría que arrancar la isla entera..

Lo encontramos hoy trabajando en plena mediotación sobre la muerte, urgido por vivencias íntimasque lo han volcado a las telas: la agonía y la muer­te del poeta, inspiradas en una fotografía de Daríoagonizante. Se trata de un momento solemne comoel de los músicos cuando escriben su misa.

La agonía se mantiene como un dibujo giganteal pincel dentro del blanco y negro del sufrimiento.Aquí Rodón da rienda suelta al sentimiento fra­terno.

Imposible no compartir esta agonía que a todosnos afecta, dramatizada más aun a través de unsímbolo de excelsitud, encadenado como cualquierade los mortales a las vicisitudes de nuestra humanaflaqueza que parece decirnos Rodón es tambiénnuestra gloria.

El Darío muerto alcanza la paz en sus leves tin­tas rodeadas de blanco; la cabeza flotante como la

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de un Bautista que ya entró en comunicación conmás altos quehaceres.

El Darío muerto es una huella con la estampade que lo que por allí pasó, de mejor, lejos gedesaparecer deja una estela de luz; es Darío con­vertido ya como Quetzalcoatl en estrella que brillaen la noche serena.

No podría cerrar estas líneas sin una referenciaal cuadro de las guineas, más que por sus aciertosformales que casi llegan a la abstracción, por 10que encierran en cuento captación del mundo ani·mal por parte del artista. Recorrí la isla hasta susdeslumbrantes alturas para mantener mi cita conla guinea que luego de visitarme se alejó de mícomo una reina, y en el camino de retorno, casinoche ya, vi la gran bandada posada, dibujandosiluetas desde un techo de zinc.

Me era necesario experimentar esa presencia yasí lo presentía para penetrar el último secreto cus·todiado por Rodón. Penetrar en este caso quieretan sólo decir compartir un misterio.

Amor, sí, por el poeta muriente, pasión por elmundo vegetal de lo vernáculo, peor por encima detodo y como con mayor evidencia, compasión porel mundo inerme de los animales. Como el príncipehindú, Rodón nos reitera que sin la compañía deese mundo, a él no le interesa entrar en el paraíso.

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