Revista del Instituto de Cultura

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REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA LITERA. TURA. ARTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA A RQUITEcruRA OCTUBRE·DICIEMBRE,1973 San Juan de Puerto Rico

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Primera serie número 61, octubre - septiembre de 1973.

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REVISTAdel INSTITUTO de

CULTURA PUERTORRIQUEÑAANTROPOLOGIA

HISTORIA

LITERA.TURA.

ARTES PLÁSTICAS

TEATRO

MOSICA

A RQUITEcruRA

OCTUBRE·DICIEMBRE,1973

San Juan de Puerto Rico

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Carlos Conde, Presidente

Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Elías López Sobá

Arturo Santana - Esteban Padilla

Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E, Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO XVI 1973OCTUBRE-DICIEMBRE

SUMARIO

Núm. 61

El Centenario de la abolición de la Esclavitud enPuerto Rico. 1873-1973 1

Los orígenes de la esclavitud negra en Puerto Ricopor Ricardo E. A legrfa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

~.

La esclavitud negra en Puerto Rico hacia 1830por]orge Flinter ... ' .... , . . . . . .. . . .. .. .. . ... 8

Los barcos que transportaban los esclavos de Africadurante el siglo XVIII , ,...... 18

Notas para el estudio de la esclavitud en Puerto Ricopor Angel López Cantos. , , , , . .. . . .. . . . . .. .. .. 20

Homenaje del pueblo puertorriqueño a los abolicio-nistas ... ,.................................. 26

El Proyecto para la Abolición de la Esclavitud enPuerto Rico. por Segundo Roo Belvis. José JuliánAcosta y Francisco Mariano Quiñones

por Luis M. Díaz Soler ,......... 27

"El Abolicionista" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

El Centenario de la Abolición: Una visión históricapor Arturo Morales Carn'ón 37

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Bonos de indemnización a los poseedores de escla-vos 46

I

Documentos para la historia de la esclavitud en Puer­to Rico: Cartas entre Julio Vizcarrondo y VíctorHugo 48

La contratación de los libertos de Manati: 187~-1876por Benjamín Nistal Moret 51

Anuncios en los periódicos de Puerto Rico sobre laventa de esclavos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

La abolición de la esclavitud en Puerto Ricopor Luis M. Dfaz Soler. . .. . . . .. . . . . . . . . .. . .. . 61

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORIQUE&A

Director: Ricardo E. Alegría

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual................................. $2.50Precio del ejemplar $0.75

[Application for second class mail privilege pending atSan Juan, P: R.L

DEPÓSITO LEGAL: B. 334.3 -1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA

BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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LUIS M. DfAZ SOLER nació en San Juan,Puerto Rico, el 12 de noviembre de1916. Se recibió de Doctor en Filosofíacon especialidad en Historia en la Uni- .versidad de Luisiana en 1950.

Ha ocupado los siguientes cargos:Profesor de Historia en la Facultad deHumanidades de ·la Universidad dePuerto Rico, Río Piedras, Director delDepartamento de Historia donde se hadesempeñado como profesor Decano deesa Facultad.

Ha publicado las siguientes obras:Historia de la esclavitud negra en Puer­to Rico (premio del Instituto de Lite­ratura Puertorriqueña, 1953), Proyectopara la abolición de la esclavitud enPuerto Rico (Introducción y notas deLuis M. Díaz Soler, 1959), Rosendo Ma­tienzo Cintrón (1960). Entre sus artícu­los publicados se destacan los siguien­tes: Desarrollo de la esclavitud blancaen Puerto Rico (1517-1530), en: la revis­ta Historia n, número 1, abril, 1952;Relaciones angloespañolas durante laGuerra Hispanoamericana, 189S.~1898,

en: Historia IV, núm. 2, octubre, 1954.

MORALES CARRIÓN, ARTURO, historiadory educador. Obtuvo su Bachillerato enArtes en la Universidad de Puerto Rico,su Maestría en la de Tejas y su docto­rado en Filosofía en la de Columbia.Ha sido Director del Departamento deHistoria de la Universidad de PuertoRico; auxiliar de la División de Rela­ciones Culturales del Departamento deEstado en Washington; miembro de laComisión del Caribe; Subsecretario deEstado del Estado Libre Asociado yAsesor Especial del Presidente de laOEA, José Mora, cargo al cual renun·ció para reintegrarse a la enseñanzaen Puerto Rico. Ocupa el cargo de Pre­sidente de la Universidad de PuertoRico. Es autor de Puerto Rico and theNon-hispanic Caribbean (1952), La en­seiianza de la historia en Puerto Rico(1952), Ojeada al proceso histórico dePuerto Rico (1956), Orígenes del Capi­talismo en Puerto Rico.

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RICARDO E. ALEGRÍA nació en el vIeJoSan Juan. Antropólogo e historiador.Estudió en las Universidades de Chica­go y Harvard, como becario de la Fun­dación Guggenheim. Ha publicado di­versos artículos sobre arqueología, fol­klore y cultura puertorriqueña en re·vistas del país y del exterior. Es autorde los libros Historia de nuestros in­dios (1952), La fiesta de Santiago Após­tol en Loíza Aldea (1955), Los renega­dos (1965), Cuentos folklóricos de Puer­to Rico (1968), Descubrimiento, con­quista y colonización (1969), y El fuer­te de San Jerónimo del Boquerón (1969).Por varios años fue profesor de Prehis·toria en la Universidad de Puerto Rico,dirigió desde su fundación en 1955, has­ta el 1973, el Instituto de Cultura Puer·torriqueña. Desde 1973 ocupa el cargode Director de la Oficina de AsuntosCulturales del Estado Libre Asociadode Puerto Rico.

JORGE D. FLINTER, militar irlandés quesirvió a España. Vivió en Puerto Ricoy es autor de los libros: Examen delEstado actual de los Esclavos de la Islade Puerto Rico (1832) y An Account ofthe Present State of the Islan of Puer­to Rico (1834).

ANGEL LóPEZ CANTOS, historiador. Nacióen Churriana de la Vega (Granada), el10 de diciembre de 1935. Estudió el Ba­chillerato en Córdoba; Maestro nacio­nal en la escuela Normal de Granada;Graduado Social por la Facultad de De­recho de la misma dudad; Licenciadoen Filosofía y Letras, y Doctor en His·toria de América por la Universidad deSevilla. Tiene publicado Don Franciscode Saavedra, segundo intendente de Ca­racas, e Historia de Puerto Rico, 1650·1700, amén de varios artículos en diver.sas revistas.

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BENJAMíN NISTAL MORET, historiador.Graduado de la Universidad de PuertoRico. Ha sido profesor en dicha insti­tución. Trabajó en el Centro de Inves­tigaciones Históricas. Se ha distingui­do por sus estudios en el campo de laesclavitud negra.

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El Centenario de la Abolición de laEsclavitud en Puerto Rico

1873-1973

EN EL PRESENTE AÑO PUERTO RICO CONMEMORA EL

centenario de una de sus más gloriosas conquis­tas: la abolición de la esclavitud, la supresión deeste inhumano sistema social y económico habíasido propósito fundamental de todos nuestros pró­ceres a partir del año 1812.

Correspondieron las primeras gestiones para al­canzar tal objeto a nuestro primer representanteante las Cortes Españolas, el diputado don RamónPower y Giralt.

La corta duración de las Cortes de Cádiz, la pre­matura muerte de Power, y las vicisitudes políticaspor las que atravesó entonces España impidieronque se realizara el noble proyecto.

El movimiento abolicionista cobró nuevo ímpetuen la década del 60, gracias a la labor de RamónEmeterio Betances, Segundo Ruiz Belvis y otrosdistinguidos puertorriqueños, y habría de tener ga­llarda manifestación en el año 1867, en que los dele­gados puertorriqueños ante la Junta Informativa deUltramar, reunida en Madrid para conocer de lasreformas políticas, sociales y económicas demanda­das por los representantes de las Antillas españolas,presentaron ante dicho cuerpo el luminoso docu­mento titulado: Proyecto de Abolición de la Escla­vitud de Puerto Rico, en el que sus autores luego dehacer un magistral análisis de la situación en PuertoRico, demandan la abolición de la esclavitud "conindemnización o sin ella", a los propietarios de es­clavos.

El gesto de nuestros patricios, que ya habían ve­nido dando el ejemplo personal o fomentado la ma­numición de otros en la pila de bautismo, fue objetode un cálido elogio por el eminente tribuno donEmilio Castelar, que se dirigió al Congreso de losDiputados con las siguientes palabras:

"Los comisionados de Puerto Rico dieron undictamen que será su honra, su gloria, dictamen

Cartel conmemorativo

que el porvenir colocará junto a la declaración delos derechos del hombre en el 4 de agosto de 1789.Todos eran propietarios, y todos pedían la aboli­ción inmediata y simultánea, con organización deltrabajo o sin organización del trabajo, con indem­nización o sin indemnización. Yo me lamento deque d'espués de la revolución de septiembre nin­guno de aquellos varones se haya sentado en estosbancos, Yo no sé por qué no habrán venido aquítodos ellos, cuando tantos títulos tenían a la con­sideración de Puerto Rico y a la consideración -dela patria,

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"Vinieron, deCía, los comisionados de PuertoRico y presentaron un luminoso informe, en el cualno sabemos qué admirar más, si la copia de noti·cias o la abnegación sublime con que, siendo ensu mayoría propietarios de esclavos, demandabanla abolición simultánea, inmediata, con plazo o sinplazo con indemnización o sin ella...

"Permitidme, señores diputados. consa¡!:rarles aaquellos ilustres varones un elogio, al cual se aso­ciará sin excepción en sus elevados sentimientostoda la Cámara. Desde la renuncia de los señoresfeudales a sus privilegios en la Constituyente fran­cesa, no se ha vuelto a ver abnegación tan sublime.El patriarcado colonial no ofrece en ninguna otraparte ese ejemplo, ese gran ejemplo."

La abolición de la esclavitud en Puerto Rico fuedecretada por las Cortes de la República Española

el 22 de Marzo de 1873 y puesta inmediatamente envigor en el país. La ocasión dio lugar a impresionan­tes celebraciones que tuvieron lugar en todos lospueblos de la Isla.

Al cumplirse los cien años de la histórica jornaday recordar con gratitud los nombres de quienes lahicieron posible, nos enorgullece corno puertorri­queños. saber que la noble lucha de nuestros pro­hombres por la liberación de los esclavos, por con­tar, a través de todas sus vicisitudes, con el apoyomoral de nuestro pueblo, constituyó un triunfo co­lectivo de Puerto Rico.

R.E.A.

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Los orígenes de la esclavitud negraen Puerto Rico*

Por RICARDO E. ALEGRíA

L os PRIMEROS EUROPEOS QUE EXPLORARON LAS COSTAS

de Africa fueron los portugueses, quienes paramediados del siglo xv ya habían establecido en el li­toral occidental de este continente cinco factorías ocentros para el tráfico de mercaderías dedicadas alcomercio de esclavos, oro y marfil.

En la temprana Edad Media, gran parte de la. región occidental de Africa, particularmente la zona

del Sudán, situada al sur del desierto de Sahara, fueinvadida por grupos árabes que lograron convertira la fe musulmana a muchas de las tribus estable­cidas en el extenso territorio. Entre los siglos IV Y XV

de nuestra era surgieron y prosperaron en la regióntres grandes y poderosos imperios negros: el deGhana, el de Mali y el de Songhai. Debido a nuevasinvasiones de bereberes y otros grupos árabes delnorte del continente, para la llegada de los euro­peos a mediados del siglo xv ya el territorio estabafragmentado en pequeños reinos que continuamen­te se hacían la guerra entre sí.

Aunque de culturas y lenguas distintas, los pue­blos del Africa Occidental tenían muchos elementosen común, entre ellos el carácter predominantemen­te agrícola de su economía, el tipo de habitación-<asas de barro techadas de paja y agrupadas enaldeas- y la religión. Aunque la influencia mahome­tana era poderosa y los soberanos practicaban elislamismo, la generalidad de la gente se manteníafiel a la antigua religión pagana con su culto a losantecesores y a las fuerzas de la naturaleza y lapráctica muy difundida de la magia y la hechicería.En algunas ciudades muy populosas, como Benin,en la Guinea, llegaron a existir templos de conside­rables proporciones, en los que se rendía culto a losídolos representativos de los dioses tradicionales.

.. Tomado del libro Descubrimiento, Conquista y Coloni­zación de Puerto Rico. Cap. IX. Colección de Estudios Puer·torriqueño~, San Juan, Puerto Rico, 1969.

Los sacerdotes gozaban de grandes privilegios y ocu­paban un lugar muy alto en la jerarquía social.

Instituciones sociales características de estasculturas eran las organizaciones de guerreros y lassociedades secretas cuyo fin era preservar la reli­gión, la moral y las costumbres tradicionales. La po­ligamia se practicaba en casi todas las tribus, quereconocían la transmisión de bienes por herencia, aveces por la línea paterna y otras por la materna.

Estos pueblos del oeste de Africa sobresalían enlas artesanías del tejido, el trabajo en hierro, la ce­rámica y el tallado en madera. Usaban el broncepara hacer armas, adornos, utensilios y esculturas.En el reino de Benin los yorubas produjeron piezasescultóricas de bronce de gran valor artístico. Valio­sísimas obras de arte son también las pequeñas fi­guras de bronce, usadas para pesar oro, del reinoashanti. En toda la región se tallaban ídolos, más­caras y otros objetos de madera y marfil.

El alto mérito artístico de la escultura y el arteafricano en general vino a ser definitivamente reco­nocido hace algunas décadas. Desde entonces ha sidonotable la influencia que dichas expresiones artísti­cas ha tenido en la escultura, la pintura y otras ma­nifestaciones del arte moderno en Europa y Amé­rica.

La música constituía otro elemento de capital im­portancia artística y social en los pueblos de la re­gión. El baile y el canto eran expresiones vitales desu tradición social y religiosa, y llegaron a tenerorquestas compuestas por más de veinte músicos.Entre los instrumentos que usaban sobresalían lostambores de diferentes tamaños y formas, las flau­tas de madera y hueso, las marímbolas con teclasde madera o metal y algunos instrumentos de cueroda derivados de los pueblos árabes del norte.

Con excepción de los pueblos ubicados en el nor­te de la zona, directamente bajo la influencia árabe,los pueblos africanos de la región occidental no de-

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sarrollaron la escritura, aunque sí tuvieron una ricae imaginativa tradición oral.

Los pequeños reinos de la época inmediatamenteanterior a la llegada de los ,europeos estaban cons­tituidos por aldeas prácticamente independientes,cuyos jefes se limitaban a pagar al rey un tributo.Las guerras entre reinos y entre aldeas eran conti­nuas. Con frecuencia los habitantes de los pueblosderrotados eran sacrificados a los dioses o conver­tidos en esclavos, que a su vez eran vendidos a lostraficantes del exterior, entre los que se contaronprimeramente los árabes y más tarde los europeos.En algunas ocasiones se vendían como esclavos alos mismos reyes o jefes derrotados, con sus fami­lias. En esta forma pasaron a América muchos prín­cipes africanos.

Las diferencias culturales y religiosas y la inmen­sa variedad de lenguas habladas en la región -másde 400 idiomas y dialectos, pertenecientes a variasfamilias lingüísticas- hacían imposible la unifica­ción de estos pueblos, dificultad que sigue siendohoy uno de los grandes obstáculos a la unidad polí­tica de algunos de los nuevos países africanos.

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Como se dijo antes, los portugueses fueron losprimeros europeos que establecieron factorías en lacosta occidental de Africa. De sus reyes obtenían es­clavos, oro y marfil, a cambio de armas de fuego,pólvora, telas y otras mercancías. La esclavitud, tan­to de negros como de blancos y de otras razas, seaceptaba entonces como cosa natural en todo elmundo. En el siglo XVI llegaron a Africa, a dedicarseal mismo tráfico, los holandeses, que a su vez fue­ron seguidos por los ingleses y franceses. Durantealgún tiempo también los suecos, daneses y prusia­nos establecieron en el mismo litoral centros parael comercio de oro y esclavos. Los españoles nuncatuvieron participación de importancia en dicho trá­fico.

La zona en que se realizaba el comercio de escla­clavos comprendía desde el río Senegal, al noroeste,hasta el territorio de Angola, al sur del río Congo, ycomprendía, entre otras regiones, al Sudán, la Gui­nea -incluyendo Sierra Leona- y las llamadas Cos­ta de Oro, Costa de Marfil, Costa de los Granos yCosta de los Esclavos y los territorios del Congoy Angola. Esta vasta zona correspondía a las demar-

MAPA DE LA COSTAOESTE DE AFRICAINDICANDO LOS REINOSDE DONDE PROVEMANLOS ESCLAVOS NEGROS.

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caciones que ocupan actualmente las repúblicas deMauretania, MaIf, Guinea, Sierra Leona, Liberia, Cos·ta de Marfil, Ghana, Togo, Dabomey, Nigeria, Carne­rúo, Gabón, el Congo y la colonia portuguesa de An·gola. En todos estos territorios viven grupos cultu·rales emparentados con los esclavos que pasaron aAmérica.

Por motivos de natural rivalidad comercial y po­lítica los diferentes centros mercantiles europeostambién se hacían con frecuencia la guerra entresí y construían fuertes cuya posesión, según las even­tualidades de la lucha, pasaban de una potencia aotra. Estas guerras, y la facilidad con que los blan­cos contraían las enfermedades propias de la regiónselvática y tropical impidieron a los países europeosconquistar los reinos africanos, que permanecieronindependientes hasta mediados del siglo XIX, cuan·do Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, España yBélgica establecieron colonias permanentes en lazona y en otras partes de Mrica.

En España los primeros esclavos negros fueronintroducidos duranJe la dominación árabe de la pe­nínsula por mercaderes establecidos en el norte de

Poblado africano

Mrica, quienes mantenían un gran tráfico de escla­vos con los pueblos del sur del Sabara.

Para 1442 iniciaron los portugueses el mismotráfico, y como resultado de la gran cantidad de es­clavos importados en la península, ya para' antesdel descubrimiento de América existía en Sevilla unbarrio poblado por millares de negros. Muchos deellos habían obtenido su emancipación y vivían comohombres libres.

Los primeros esclavos negros en pasar a Américavinieron en el año 1502 con Frey Nicolás de Ovando,gobernador de las Indias con sede en La Española.Eran negros cristianos, nacidos en España, y servíancomo criados.

Muchos de los esclavos africanos que en los añossiguientes se trajeron a La Española huyeron a losmontes, y unidos a los indios rebeldes pelearon con­tra los españoles, razón por la cual Ovando pidió alrey que en adelante se prohibiera la entrada de es­clavos negros a América. Más tarde, sin embargo,debido a la rápida disminución de los indígenas y alas necesidades de la agricultura, el propio Ovandopidió que se autorizara de nuevo su introducción.

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Trapiche decafia de azúcar

El primer negro en llegar a Puerto Rico fue JuanGarrido, nacido en Angola, quien había vivido al·gunos años en Sevilla, donde se habia emancipado yhecho cristiano. Desde La Española vino con JuanPonce de León en el año 1509 y vivió varios años enla isla, participando activamente en su conquista.1unto a Ponce de León participó en el descubri­miento de Florida. Más tarde marchó a México conHemán Cortés, participando en la conquista de aque­llas tierras y destacándose por haber sido la pri­mera persona en sembrar trigo en México.

En 1510 se consignaron a don Diego Colón y asus oficiales más de cien esclavos negros adquiridos

'en Portugal. Pocos años después el rey impuso untributo por cada esclavo que se introdujera en lasIndias.

En el mismo año de 1510 el rey concedió al fun­didor flamenco Jerónimo de Bruselas permiso paraintroducir en la isla de San Juan dos esclavos neogros procedentes de España. Dos años después diopermiso a Ponce de León para pasar tres esclavosy tres esclavas cristianas que habrían de servir a suhijo don Luis. En 1514 Hemando de Peralta obtuvopermiso para introducir dos esclavas blancas, posi.blemente de origen árabe.

Al iniciar su campaña en favor de la libertad delos indios, fray Bartolomé de las Casas propuso laintroducci6n de esclavos negros para que sustituye­ran a aquéllos en sus trabajos. Algunos años mástarde, recapacitando sobre su extraña recomenda·

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ci6n, el propio Las Casas, arrepentido, habrla deconfesar que .... .la misma raz6n es la de ellos -losafricanos- que la de los indios".

En el año 1518 el emperador Carlos V dio licenciaa un noble flamenco para introducir ~n las Antillashasta cuatro mil esclavos. Desde este momento co­menz6 en estas islas, en gran escala, el inhumanotráfico, que habría de extenderse a otras partes deAmérica y de prolongarse por más de tres siglos.Durante este tiempo la iniciativa y gestión del co­mercio negrero estuvo casi siempre en manos deportugueses, flamencos e ingleses. Estos últimos,por razón de que les estaba prohibido comerciarcon las colonias españolas, vendían los esclavos decontrabando a sus habitantes. Fue para contrarres­tar este tráfico clandestino que se adoptó el uso delcarimbo, hierro candente con que se marcaba a losesclavos en la piel para identificar así a los que ha·bían entrado legalmente.

Las culturas africanas que con la importación deesclavos negros se proyectaron en el Nuevo Mundofueron en los primeros años las de los jelofes delSenegal y los mandingas del Sudán; y más tarde lasde los· mendé, de Sierra Leona; los yoruba, dabo­meyes, ashantis, ibas, fantes y baules, de la Guinea,y los congas de la zona del río Congo.

Desde el principio se estableció en América cier­ta preferencia en favor de los esclavos procedentesde los pueblos agrícolas de la Guinea, que eran de ca­rácter tranquilo y pacífico, sobre los oriundos de

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tribus guerreras y cazadoras. También se preferíanlos que profesaban la religión pagana a los fanáticoscreyentes del islamismo. Los jelofes del Senegal,guerreros convertidos al Islam, por ser violentos ydados a la sublevación no se adaptaban a la escla­vitud. Tampoco se adaptaban a ella los esclavos mes­tizos o criados entre moriscos.

Una real orden del año 1506 mandaba expulsarde La Española todos los esclavos berberiscos, yprohibía pasar a ella en adelante a kls que habíansido criados por moros. Motivó esta determinaciónel hecho de que muchos de los esclavos traídos deAfrica en los primeros años de la colonización eranmestizos de árabes y creyentes en la religión mu­sulmana.

En 1522 ocurrió un gran levantamiento de escla·vos en La Española y cinco años más tarde tuvoJugar otra rebelión en Puerto Rico. Se atribuyeronestas sublevaciones a los jelofes, que en Puerto Rico,como en La Española, se habían unido antes a losindios en sus guerrillas contra los colonizadores, ha­ciendo también causa común con los caribes de lasAntillas Menores.

En 1532 las autoridades de la Isla pidieron alrey que no se enviaran negros jelofes ni berberiscos,pues eran causa de levantamientos en las islas veci·nas. Accediendo a la petición, manifestaba el rey:" ...téngase mucho cuidado en la Casa de Contrata­ción de que no pasen a las Indias esclavos negrosllamados jelofes, ni los que se hayan traído de allíni otros ningunos criados entre moros, aunque seande casta de negros de Guinea".

Los esclavos negros hicieron posible el floreci­miento de la agricultura en las islas, y especialmenteel cultivo de la caña de azúcar. Fueron ellos tambiénlos que con su trabajo hicieron posible la construc­ción de las fortificaciones de San Juan y de otrosedificios y obras públicas.

Junto con los esclavos llegaron a la isla desde elAfrica. diversos frutos, legumbres y rafces tropica·les, entre ellos el guineo -en sus diferentes varieda·des- y el ñame, que tan importantes habrían de seren la alimentación de nuestro pueblo. El plátano,también de origen africano, fue introducido en LaEspañola en 1516 por el dominico fray Tomás deBerlanga y traído a Puerto Rico poco después.

Al contrario de otros países europeos que colo­nizaron América, los españoles desde el principioestimularon la integración de las razas, casándoseespañoles con negras africanas como antes 10 habíanhecho con las Indias. Así, muy pronto comenzaron]os negros africanos a mezclarse con los españoles ylos indios, y en forma gradual ]a población africanase fue incorporando a la sociedad colonial, enrique­ciéndola con su sangre y su cultura. La influenciacultural africana ha sido particularmente notable enla música y el folklore.

Ya en ]as primeras décadas del siglo XVI algunosnegros alcanzaron la libertad y se dedicaron a di·versos oficios. Con el transcurso de los años ]a po­blación negra y mestiza habría de formar parte im·portante de la sociedad puertorriqueña y de dar alpaís algunos de sus hijos más ilustres.

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La esclavitud negra en Puerto Ricohacia 1830·

Por JORGE FL1NTER

EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS PUEDEN LOS ESCLAVOS

contar sobre seguro con obtener su libertad enpocos años mediante su buena conducta y laborio­sidad, y pueden hacerse miembros útiles á la socie­dad con su buen porte. Entre los esclavos de estaisla es cosa mui comun el acumular alguna propie­dad con sus ahorros, y libertarse á sí y á sus hijos.Cuando á fines del año pasado hizo el Capitan Gene­ral la visita de toda esta colonia con el fin de oirlas quejas de los habitantes, y de inspeccionar laadministraci6n de justicia, un negro de avanzadaedad se present6 á S. E.• quejándose de que una perosana le había comprado tres 6 cuatro cabezas deganado, las que no podia conseguir que le pagase;el Capitan General averigu6 el caso, halló que elcargo era justo, y mandó que se le satisficiese ladeuda inmediatamente al esclavo. Yo pregunté alviejo, cuantos años habia estado en la isla y si teniamas ganado; á lo cual me respondi6 que tenia va­rias vacas, compradas con los ahorros de su traba­jo, las que reservaba para libertar á sus dos hijos,y que él había sido vendido solo doce años haciapor un caballero de la Barbada; y me añadió queya habia comprado la libertad de su mujer y un hijo.

Aunque no reconocen las leyes de ninguna colo­nia europea el derecho de propiedad en el esclavo,sin embargo en las colonias españolas no solo setolera, sino que puedo decir que la costumbre loha hecho lei. Yo he conocido á muchos esclavos,poseyendo esclavos, casas y tierras. En la actuali­dad hai un esclavo en la Habana, á quien se le su­pone un c~udal de 100,000 pesos y no obstante nose quiere libertar. Yo he conocido en esta isla ámuchos esclavos que tienen dinero para comprar sulibertad, y prefieren permanecer esclavos. Hasta he

.. Fragmento de la obra Examen del Estado Actual delos Esclavos de la Isla de Puerto Rico, Nueva York, 1832.

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visto que se les han hecho á varios, ofertas de darlesla libertad y no las' han aceptado.

En las colonias francesas un negro esclavo nopuede poseer propiedad; y en las islas inglesas, aun­que tenga dinero para comprar su libertad, el amopuede negarse á ello, si 10 juzga conveniente, ó de·mandar la suma que su codicia ó capricho le su­jieran. Una lei colonial francesa de Marzo de 1685(artículo 28) dice así: "Declaramos por esta lei quetodo cuanto posee un esclavo pertenece á su señor,y todo cuanto adquiera con su industria 6 por la li·beralidad de los demas, 6 por cualquiera otro medioque sea, pertenece al amo. Los hijos de los esclavos,sus padres, madres, parientes y demas no pueden ha·cer reclamacion alguna á consecuencia de sucesion,ni por disposiciones ejecutadas en vida 6 en muerte,cuyas disposiciones ó testamentos desde luego losdeclaramos nulos y de ningun valor, como tambientodas las promesas y obligaciones que puedan habercontraido, como contraidas por personas incapacesde disponer 6 de contratar sobre lo ajeno." Los es·clavos en las colonias francesas en ninguna épocatuviéron un estimulo á la industria ni buena con­ducta con la esperanza de comprar algun dia sulibertad. Los desatentados reformadores de Europaque declaman contra la esclavitud, procurando in­troducir el descontento y la anarquía entre una clasede hombres comparativamente dichosos, debian ha·ber empezado sus operaciones, si intentaban haceralgun bien, por examinar las leyes de exclavitud detodas las colonias europeas, y las que han hecho lacostumbre y la tolerancia. Ent6nces podrian haberadoptado las leyes que hubieran encontrado útiles yhumanas, y abrogado las que fuesen cruelmente opre­sivas, y quitasen al esclavo la esperanza de adqui­rir su libertad con la aplicación al trabajo y buenaconducta. Ellos han obrado sobre un plan de es­traña inconsecuencia. Ellos intentan destruir ahora

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la memoria de las leyes crueles instituidas por susantepasados, sustituyendo en su lugar reglamentosde tal naturaleza que vengan á ser mas crueles porlos relajados y subversivos principios que inculcan.Si se hubiera adoptado un justo medio, los esclavosserian hoi dichosos, estadan contentos con su suer­te, y la humanidad hubiera evitado las escenas desangre y confusion, que amenazan la existencia delas colonias de las Indias Occidentales. El estadodel esclavo mas abyecto en las colonias es en miopinion mejor con mucho que el del desgraciadoaldeano irlandes. En Irlanda se presenta un cuadrode miseria, que no tiene igual en ningun otro paisdel universo. Irlanda es afamada por la feracidadde su suelo, compone una parte de una nacion gran­de é ilustrada, donde los filántropos forman socie­dades para emancipar los esclavos, y disipan el di­nero en predicadores y escritores para llevar ade­lante sus estrafalarios planes, miéntras millares decampesinos irlandeses que seguramente tienen algu­nos títulos á ]a simpatía y caridad, han estado esteinvierno reducidos á tan espantoso estado de mise­ria, que se han visto obligados á alimentarse de lasovas del mar. Millares de ellos están desnudos enmedio del crudo invierno del Norte, sin sustento,sin techo, y sin abrigo. Yo he recorrido todas lasAntillas, y jamas he visto ni oido que haya muertoningun esclavo de hambre ó miseria, ni tampocopadecen ninguna incomodidad aunque estén en lamayor desnudez á causa de la benignidad del clima.¡Con cuanto regocijo trocarla su suerte el campe­sino irlandes por la de los dichosos esclavos de estaisla! Digo dichosos, si puede un hombre creer quelo es, porque su trabajo es moderado, su alimentoy albergue buenos, sus cuidados ningunos, y suemancipacion cierta mediante la buena conducta ylaboriosidad. Si mañana se les hace á los esclavosde Puerto Rico la oferta de su libertad con condi­cion de emigrar á Mrica, abandonando sus huertos,sus chozas y sus animales, estoi seguro de que des­preciarán la propuesta: por otra parte, estoi moral­mente cierto, de que una gran porcion del paisanajede Irlanda emigraria al mas distante rincon delmundo, si se les pagara su pasage, y desembarcaríancon sus familias en las playas del mar sin dinero nirecomendacion alguna. Gran número de paisanajehai en Francia que no está en mucho mejor condi­cion que el de Irlanda. El amargor de la esclavitudse halla muí dulcificado por la humanidad de lasleyes españolas.

Cuando un esclavo es maltratado por su amo,tiene el derecho, si quiere, de buscar otro. No está ála discreción del dueño, el pedir el precio que se leantoje por el esclavo tratado así, porque está regu­lado por la lei y fijado en el minimum de su realvalor. Se toman en consideracion su edad y susachaques. y el maximum del valor de un esclavojóven, robusto y en perfecta salud está fijado en

tales casos por la lei en trescientos pesos. Ningunalei ni reglamento de esta clase existe en las islas in­glesas, francesas ni dinamarquesas. Segun las leyesespañolas un esclavo puede casarse conforme á suinclinacion. En las colonias holandesas el clérigoque oficiase en el casamiento de un esclavo, seriamultado en quinientos pesos y privado de su curatolEn las colonias españolas no se le puede negar lalibertad al esclavo que entrega la suma establecidapor la lei.

A los esclavos se les consiente también el quetengan propiedad, y con esta propiedad, a4quirídapor donacion ó con su industria, pueden comprarsu libertad, ó la de sus mujeres é hijos. En ningunaparte del mundo donde existe la esclavitud, es lamanumision de esclavos tan frecuente como en losdominios españoles. La prueba de esta asercion es,que hai mas pardos libres solo en Puerto Rico queen todas las islas inglesas y francesas juntas, aun·que en estas hai un número de esclavos mas de vein­te tantos mayor que los contenidos en la primera.La lejislacion española desde el tiempo mas remotoha favorecido la libertad del esclavo del modo masextraordinario. Hai tambien entre los españoles unsentimiento religioso que les hace infinito honor, yque induce á muchos amos á manumitir en sus tes­tamentos á los esclavos, como en recompensa de sufiel servicio. Esta es una circunstancia que ocurreá menudo, y que obra como un estímulo poderosoen la buena conducta por parte de los esclavos. Lasleyes francesas coloniales atraviesan toda clase deembarazos para impedir la libertad del esclavo. Unalei francesa colonial del 10 de Junio de 1705 dice:"Todos los esclavos, negros libres, sus hijos y des­cendientes quedan en lo sucesivo incapaces de reciobir de ninguna persona blanca donacion alguna,bajo cualquier denominacion ó pretesto que sea: ytales donaciones ó legados se declaran por esta leinulos y de ningun valor, y serán aplicados á bene­ficio del hospital mas cercano." En las colonias es­pañolas un esclavo puede recibir una donacion deuna persona blanca ó libre de color: y aunque elesclavo está declarado como menor de edad por lalei, y por consecuencia incapaz de poseer legalmentepropiedad excepto por tolerancia y costumbre, noobstante si el amo recibe la donacion de parte delesclavo, el importe se rebaja de su valor el dia quees vendido á otro amo, ó cuando tiene bastante dine­ro para comprar su propia libertad.

La humana y laudable costumbre que los espa­ñoles tienen de emplear á muchos esclavos en elservicio doméstico, y de tratarlos con la misma bon­dad y familiaridad que si fueran sus propios hijos,es la causa de aquel afecto reciproco que general­mente se observa entre el amo y el esclavo en lascolonias españolas. ¡Qué contraste no se advierteentre el humano y conciliatorio espíritu de las anti­guas leyes españolas relativas á la esclavitud, y las

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, ."... ,

Placas de cobreusadas por los esclavosen Puerto R¡ca(Colección Archivo Genera/)

bárbaras disposiciones que hallamos haber existidoen algunas de las antiguas leyes provinciales de lascolonias británicas! Aunque estas terribles leyes semiran con desprecio por los ingleses, todavía estánen toda su fuerza y vigor en las Antillas francesas.Las leyes de esclavitud de la Barbada establecidasen 1688, y las de las Bermudas de 1730, dicen: "Queel señor que mata á su esclavo por castigarle conexceso, no pueda ser perseguido, y que el que le

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mate maliciosamente, pagará ciiez libras esterlinaspara el Real Tesoro." ¡De este modo se pone precioá la vida de un hombrel Una lei de la isla de SanCristoval de 11 de Marzo de 1784 corre así: "Cual­quiera que mutile á su esclavo, cortándole un miem­bro, sacándole un ojo &c., será multado en 500 librasesterlinas y condenado á seis meses de prisión."Estas leyes que tanto degradan á la naturaleza hu­mana y son tan chocantes á la piedad, tengo el pla-

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cer de decir que hace mucho tiempo han sido abro­gadas, y reemplazadas por otras mas benignas. Sola­mente cito estos ejemplos para manifestar la dife­rencia que existia entre ellas y el antiguo códigoespañol, que respira blandura y humanidad. El pro­porciona proteccion al esclavo, y derrama en supecho el bálsamo de esperanza y consolacion. Lasleyes coloniales francesas respecto de los escla­vos son todavía estremamente bárbaras. Nos causaasombro y horror el leer la crueldad é injusticia delas leyes turcas, cuando condenan á muette ó destie·rro á toda una familia por alguna falta cometida porun miembro de ella; pero que una nacion europeacivilizada promulgue y ponga en ejecucion talesleyes, apénas puede creerse, si no se hace palpablela evidencia de los hechos. Esta evidencia, pues, seencontrará en el código de la Martinica, publicadode nuevo para el gobierno de los esclavos en la re­ciente época de 1807. La lei á que me refiero llevala fecha de 10 de Junio de 1705, y es en sustanciacomo sigue: "Su Majestad ha ordenado y ordenaque los negros libres que oculten en sus casas es­clavos prófugos, reciban lo que roben, ó sean cóm­plices en sus hurtos, sean privados de su libertad yvendidos juntamente con sus familias, y el dinerosea entregado en la c~misaría de marina."

Otra lei de fecha de 1.0 de Marzo de 1765 dice:"La gente libre de color convicta de haber dadoasilo á un negro prófugo será privada de su libertady vendida á beneficio del Rei, dando al delator latercera parte de su valor." Esta es una lei cruel quecastiga á un niño inocente por las faltas ó delitosdo su padre. Ademas de esto ¿cuantos malvados nose encontrarán dispuestos á implicar á un negro libreignorante, para luego hacerse delatores por el inte­res de la recompensa? Estas leyes son mil vecesmas crueles que las que autorizáron la importacionde esclavos africanos. Pero aun estas leyes son laesencia de la humanidad, comparadas con otras quecontiene aquel código y que se han llevado á efectohasta 1815. ¡Quien no se horrorizará, cuando se leasegure sobre incuestionable autoridad, que en elaño de 1815, seis desdichados jóvenes negros fuérondesjarretados en la isla de Martinica, meramenteporque habia sospechas de que intentaban fugarse?Con mucha düicultad hubiera yo dado crédito á estecruel acto, si no viniera de la respetable pluma delcélebre Baron de Humboldt. Al leer el código de laMartinica, encontré la lei que para ignominia de lahumanidad se puso en ejecucion. Esta sanguinarialei lleva la fecha de Marzo de 1685 (artículo 38), ydice: "El esclavo que se haya fugado por todo unmes, contado desde el día en que el amo hubieredado cuenta del caso al majistrado, se le cortaránlas orejas, y será marcado en un hombro con unaflor de lis. Si se huyere segunda vez por otro mes,será desjarretado y marcado con otra flor de lis enel otro hombro; y si se fugase por tercera vez, se leimpondrá pena de la vida." Las leyes de esta natura-

leza y estos hechos tan incompatibles con el pro­ceder que uno deberia esperar de naciones civiliza­das y cultas, nunca serian rejistradas por mi pluma,si no IHe tuviera disgustado el oír los continuos cla­mores contra las colonias españolas, repetidos porindividuos que se conoce no haberse tomado nuncael trabajo de averiguar el estado de la poblacionesclava en ellas. Bien se ve que no han comparadoimparcialmente la condicion de estos esclavos entodos sus aspectos, con el modo en que son tratadosen las colonias de otros potencias. Ellos han aven­turado erroneas opiniones sin reflexion ni mira­miento á los hechos ni á la experiencia. La isla dePuerto Rico nada tiene que temer de la emancipa­ción de los negros. Cuarenta mil esclavos son á 10mas los que forman esta clase de poblacion, repar­tidos sobre una superficie de mas de 333 leguas cua­dradas. El último censo formado en 1827 dió un re­sultado por el cálculo mas bajo de 162,311 blancospuros, 100,430 mulatos libres, 34,240 esclavos y 26,857negros libres.

Los mulatos en las colonias españolas tienen unamortal antipatía á los esclavos, y anhelando porelevarse á una esfera mas alta, se adhieren firme·mente á los blancos, con quienes siempre se unenpara la comun defensa contra los negros. Por estaojeada sobre la fuerza física debemos inferir, queaun cuando hubiera en ellos una disposición á rebe­larse, no podrian hacer una resistencia efectiva; por­que ademas de que la balanza de la fuerza físicacarga al lado de los blancos, hai un cuerpo discipli­nado de tropa de linea y de milicias de blancos, bienorganizado y armado que asciendé á doce mil hom·bres efectivos; sin contar las milicias rurales y vo­luntarios rejimentados, aunque sin armas, que segunlas listas oficiales pasan de 50,000 hombres. Fuerade esto estoi convencido de que aun cuando no hu­biera ni un soldado en la isla, no habria nada quetemer de los esclavos. Jamas se ha dado un ejemploen las colonias españolas miéntras han estado bajoel dominio del Rei, de que se hayan formado losnegros en un cuerpo con intento de sublevarse. Porel contrario, ellos se han adherido invariablementeal gobierno en la hora del peligro. Tratados con dul­zura por sus amos, mas como hijos que como es­clavos, les toman un cariño que solo se acaba con lavida. Casi en todas las familias españolas que poseenesclavos se encontrará un número de viejos libertosde ambos sexos, viviendo de la liberalidad de susantiguos amos, considerándose como de la familiay tomándose el mayor interes en su bienestar. Cuan­do pocos años hace recorrí las colonias francesas yholandesas, un esclavo era un esclavo en toda la ex·tension de la palabra. Tratando con dureza, no teniaconsuelos domésticos, ni le quebada esperanza deun porvenir mas lisonjero. La esclavitud, una no in­terrumpida perspectiva de continuo trabajo, á lamanera de un inmenso páramo se presentaba á suvista al rayar el alba de cada mañana; y por la

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noche, despues de un día de dolor, se acostaba sintener al rededor de sí á nadie que simpatizase conél en su destino, formando un ser solitario y mise·rabIe: así él veia á su amo como á un inexorabletirano, y al esclavo arreador como á un bárbaro ver­dugo. El parecia aborrecer. el color que le oprimia,y que menditaba venganza en lo mas recóndito de suadolorido corazón. He aquí la causa de las continuastentativas hácia la rebelion en las islas francesas.Continuamente nos estremecemos, aunque no nosmaravillamos, al recibir noticias de haciendas en·teras consumidas por el fuego, y de habitantes blan·cos degollados sin piedadl

No se puede presentar una prueba mas palmariapara manifestar el humano tratamiento, que dan losespañoles á sus esclavos, que una mirada sobre larevolución de la América Española. Durante la san­grienta lucha que hubo en aquel desdichado país,continuamente proclamaba el partido revolucionariola libertad de los esclavos, para excitarlos á tomarlas armas contra el gobierno del Rei; pero léjos deaprovecharse de esta oferta, todos ellos con pocasescepciones se mantuviéron en las haciendas, ocul·tándose en los bosques al acercars~ el enemigo; óbien siguiéron la suerte de sus amos en la emi~cion, ó participáron con ellos del peligro en el campode batalla. Es un hecho tan cierto como digno denotarse que los esclavos que pertenecian á un amorealista, se adherian invariablemente á sus princi­pios; miéntras por otra parte los esclavos de los in­surjentes se aferraban firmemente á ellos en todaslas vicisitudes de la fortuna revolucionaria. Cuandotoda la poblacion esclava de la isla de Santo Domin·go se levantó en masa, y destruyó todas cuantascosas y personas blancas pudieron haber á las ma­nos, es un hecho el mas singular, y que habla masá favor del tratamiento que dan los españoles á susesclavos, que lo que pudieran decir cien volúmenesde argumentos, que los negros españoles que e~ta­

ban pegados á los negros francese rebelados en lamisma isla, se mantuviéron perfectamente tranqui­los. Ellos continuáron en sus ocupaciones acostum·bradas; y no fué sino hasta que la constitucion ha­bia casi arruinado ya toda la monarquía de España,cuando la parte española de Santo Domingo fuépresa de la república de Haití. Pero aun entónces,cuando emigráron muchas familiac; blancas, los es­clavos que pudiéron burlar' la vijilancia de la leique les prohibia el emigrar, siguiéron á sus amos,prefiriendo la esclavitud y la miseria en una tierraextraña á la libertad é igualdad que les ofrecian.

Se ha asegurado con la mayor injusticia que losespañoles son demasiado desidiosos, para hacer tra­bajar á sus esclavos, y esta es la razon á que atri­buyen algunos escritores esa aparente humanidadpara con ellos. Este es un fútil y miserable argu­mento inventado para paliar el mal trato de losesclavos en las demas colonias, que trae el odjen

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de la avaricia ó crueldad. Examínense las leyes es­pañolas de la esclavitud; avedgüese rigurosamenteel trato de los esclavos en las colonias españolas; yse encontrará que ingleses y franceses emprendié­ron la reforma de los abusos en las leyes de la es.clavitud de sus colonias cerca de dos siglos despuesde su primer establecimiento. Las leyes españolasrespecto al trato de los esclavos se fundáron sobrelas mismas benignas bases en que se mantienen eldía de hoi, desde que principió la importacion deesclavos africanos. No se ha hecho mas alteracionen las antiguas leyes españolas de esclavos, quealgunos reglamentos locales' en justicia, en humani­dad, en dispensar proteccion, y en favorecer la li·bertad del africano, son exactamente las mismas.Los reglamentos locales establecidos en esta islapara el gobierno de la poblacion esclava están ci­mentados en las leyes jenerales de Indias que tratande la materia, yen el Real decreto promulgado parael gobierno y educacion de los esclavos en todas laspartes de los dominios españoles, que son monu­mentos de humanidad y sabiduría. Estas leyes yreglamentos están en estricta observancia, y se mi·ran con acatamiento, lo cual impide los abusos departe de los amos,.y los excesos de la de los es­clavos.

La relativa situacion y recíproca obligacion entreel señor y el esclavo están puestas' en un claro ydeterminado punto de vista, lo mismo que en Euro­pa entre un amo y un sirviente. Por las leyes es­pañolas el esclavo es protejido contra el indebidoejercicio de poder por un amo cruel. Ellas proveenen un grado eminente al bienestar temporal y á losconsuelos espirituales del esclavo. Ellas fijan exac­tamente el número de horas que los esclavos hande trabajar diariamente para su amo, la cantidad dealimento que deben recibir, y el limitado castigoque se les puede imponer. Se hallan lisa y llanamen­te marcados en ellas los casos, en que debe casti­garse legalmente un abuso de la autoridad ó unexceso cometido por el señor. Este código fonnadosobre las bases del Real decreto para el gobierno yeducacion de los esclavos de los dominios españo­les, y que no pierde de vista las leyes de Indias, esta·blece una justa y equitativa balanza entre el señory el siervo, liga sus respectivos intereses mas estre­chamente, y excita á ambos á ejercitarse en buenosoficios recíprocos. La enseñanza de los sagrados·principios de religion está muí encargada en estosreglamentos, como uno de los principales deberesdel señor para con sus esclavos, porque ella propen­de á suavizar sus costumbres salvajes, y les da áconocer las ventajas del órden y de la buena con·ducta, y aun hace mas todavía, y es que despiertalas esperanzas del negro hácia la remuneracion quele aguarda mas allá del mundo que habita, y le hacebueno y obediente por los motivos que impelen alcorazon humano mas poderosamente que los afectos

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Utensilios y cadenas que seusaban con los ese/avos

de espanto y temor del castigo corporal. Yo ruegorespetuosa y encarecidamente se me permita so­meter el espíritu de estos prudentes reglamentos ála detenida y desapasionada consideracion de aque­llos distinguidos personajes, de cuya decision de·pende el destino de las Islas Occidentales. Me espreciso recomendar con el mayor empeño su atentalectura á aquellos pocos que por motivos puramentede humanidad pugnan por la pronta abolicion de laesclavitud. Pero no por eso dejo de condenar el pro­ceder de aquellos individuos que por sórdidos mo­tivos quisieran perpetuar la esclavitud por los siglosde los siglos, al mismo tiempo que repruebo lassubversivas y antisociales medidas aconsejadas porla sociedad Africana de Inglaterra: medidas que nopueden ponerse en planta sin la destruccion positivade las colonias.

La racion diaria que se le da á cada esclavo enPuerto Rico es siete ú ocho plátanos, ó un equiva­lente en batatas ó ñames, ú otras raices nutritivas,seis onzas de pescado salado ó carne, y cuatro onzasde arroz ó frijoles. El señor está obligado tambiená dar á cada esclavo tres vestidos completos al año,constando cada uno de una camisa, un par de pan·talones de lienzo ordinario, un sombrero 6 gorra,

un pañuelo y un camison de lana 6 capisayo parael tiempo de aguas.

Se encarga ademas en las leyes, que se tenga elmayor cuidado de los niños durante su infancia, yque se les continúe la atencioD ñecesaria aun des·pues de este tierno periodo. Se prohibe tambien álas madres el trabajar durante la enfermedad desus hijos tiernos. Los esclavos solo están obligadosá trabajar para su amo nueve horas en las veinte ycuatro; pero en tiempo de la cosecha deben traba­jar trece horas. Las esclavas de todas edades y losesclavos que pasen de sesenta 6 de ménos de diezy siete años de edad, no pueden ser obligados á tra­bajar de ningun modo incompatible con su sexo,edad 6 fuerzas, ni las hembras deben estar por nin·gun motivo mezcladas con los varones.

Los esclavos que por su avanzada edad 6 enfer­medades no puedan trabajar, así como tambien losniños tiernos, deben ser alimentados y vestidos porsus amos, quienes no pueden darles la libertad conla mira de exonerarse de una carga inútil, á ménosque no asegure su manutencion á satisfaccion delprotector de esclavos. Otro artículo de este regla­mento en extremo benéfico es el que obliga á losdueños de esclavos á enseñarles los principios de

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la religion cristiana, para que puedan ser bautiza·dos dentro de un año despues de su importacion.Los amos están tambien obligados á mandar á misaá sus esclavos todos los Domingos y dias festivos,y no los pueden forzar á que trabajen en tales dias.Los que tratan con crueldad á sus esclavos, luegoque se eleva la queja á un majistrado, son compe­lidos á venderlos á cualquier otro amo que elijanlos esclavos, y al precio que fijen jueces árbitros, yno segun el capricho del dueño. Luego que un es·clavo adquiere legalmente dinero para comprar sulibertad, el amo no se la puede negar, pagándole lasuma de la tasacion hecha por los árbitros nombra­dos por él y por el protector de esclavos. El esclavoque descubra una conspiracion, bien entre los de suclase, ó bien entre los libres, ya sea con el objeto deatacar al gobierno, ó de matar á su amo ó familia,ademas de concederle su libertad, recibirá quinien·tos pesos, sacados de entre los propietarios de ha~

dendas. Pero si la acusacion resultase falsa, en·t6nces será el esclavo castigado con todo el rigorque previenen las leyes en semejantes casos.

Solamente los amos y mayorales tienen autori·dad de castigar á sus esclavos, y ningun castigo debeesceder de veinte y cinco azotes. Todo individuo,

libre ó esclavo que hiera ó mate á un esclavo, estásujeto á las mismas penas que si hiriese Ó matare áuna persona libre.

Se ordena y encarga tambien estrictamente laereccion de hospitales y aposentos cómodos paralos enfermos.

Para impedir los desórdenes que pueden oriji­narse siempre del promiscuo trato de ambos sexos,se manda promover y fomentar los matrimonios,permitiendo á los esclavos de un dueño casarse conlas esclavas de otro; siendo obligado el dueño delesclavo á comprar la esclava al precio fijado por losárbitros. Pero si el dueño del varan no quisiese ha­cer la compra, ent6nces se le obligará á vender suesclavo al dueño de la hembra bajo la misma con­dicion. El esclavo que sirve á su amo cincuenta añosfielmente, contados desde la edad de quince, es de~

clarado libre. Despues de treinta y cinco años deservicio trabaja una tercera parte ménos que losdemas esclavos, y despues de cuarenta años unamitad. El esclavo que despues de los cincuenta añosde servicio obtiene su libertad, debe ser mantenidopor su antiguo amo, y si este se halla incapaz demantenerle, se le debe entregar á un majistrado parael efecto.

Conduciendo esclavasal mercado

(Grabado del siglo XIX)

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Esta es la sustancia de estas humanas y benéfi·cas leyes que hacen honor á la cabeza y corazon dedonde emanáron, y reflejan su brillante resplandorsobre la nacion española. ¡Ojalá que se hubieranadoptado en todas las Indias Occidentales estas sa­bias y humanas ordenanzas y el antiguo código es­pañol para el gobierno de los esclavos, que les dantan amplia proteccion, en lugar de los terribles éimpolíticos reglamentos que se han decretado sinningun miramiento á la felicidad futura del esclavo,ni á la propiedad del hacend~do! Yo recomendariaá la Sociedad Africana que hiciese traducir al ingleslas leyes españolas sobre la esclavitud; yo le acon·sejaria que consultase el espíritu de estas leyes yla naturaleza y verdadero estado de los esclavos enlas colonias, ántes de aventurarse á dar pasos tanpeligrosos. Entónces encontraria que la reforma mo­derada y gradual era mas provechosa á los esclavosy mas honorífica á los lejisladores, que no esos re·glamentos que propenden á producir miseria, des­contento y efusion de sangre.

La situacion de los esclavos de esta isla es indu­dablemente mejor que la del jornalero libre de Euro­pa. Los jornaleros europeos muchas veces carecende trabajo y sus familias de sustento, de vestido yhasta del consuelo de una lumbre á que calentarselos ateridos miembros. Si caen en cama, su suertees verdaderamente deplorable; ó bien mueren de ne­cesidad, ó son socorridos por la fortuita interposi­cion de la caridad. Las chozas de los esclavos deaquí están como en las demas colonias, situadaspor comodidad cerca de las labores, á alguna distan­cia de la vivienda del amo, pero generalmente á lavista. Diferentes de las casas de negros de otrasislas, se levantan de la tierra sobre postes, el sueloesta entablado, ó hecho de caña brava ó palma cru­zada y estrechamente unida. Este método de cons­truir sus chozas es mui necesario á causa de la hu­medad del terreno, que seria perniciosa á la salud,si se alojasen á raíz del suelo. Estas cabañas, rodea­das de plátanos cargados de fruta y otros árboles dediferentes tamaños, forman una deliciosa sombracontra el calor del sol del mediodía. La sempiternaverdura de los campos, los claros y limpios arroyue­los que casi siempre corren por delante de las casas,serpenteando al rededor de los innumerables colla·dos, que cubren la faz del pais, siempre engalanadoscon los vivos tintes del follaje de los trópicos, todopresta un aire de belleza rural y de contento queen vano se buscará en tomo de la cabaña de uncampesino en ninguna parte de Europa. No se ha­llarán muebles de lujo ni costosos en la vivienda deun negro esclavo. Sus necesidades son pocas y secubren facilmente. Una hamaca hecha de las hebrasde la corteza del coco atraviesa la choza diagonal­mente, y sirve de asiento por el dia y de cama porla noche. Teniendo en consideracion la diferenciadel clima, el alojamiento del esclavo es un palacio,

comparado con la humosa y miserable choza delcampesino irlandes, que vive con sus hijos, con susvacas y sus cerdos, todos revueltos, y dichoso él Yrico, si ha logrado agregar estos adminículos á sufamilial

Las chozas de los negros varían en tamaño se­gun el número de personas que hai en la familia;generalmente son construidas de madera y techadasde palma, ó de una clase de yerba seca mui correo­sa, parecida al heno, y son impenetrables á las llu­vias mas copiosas de los trópicos. Algunos calabaci·nos ó jícaros y cocos de diferentes tamaños y he­chura que les sirven de cántaros, de platos, de fuen­tes, y los pequeños de cucharas; una pilita de aguabendita, un crucifijo y los vestidos del dia de fiestacolgados de estacas clavadas en las paredes; unoscuantos racimos de plátanos y panojas de maiz pen­dientes del techo, son los únicos adornos de sushumildes habitaciones. Casi todos los esclavos deesta isla tienen gallinas y cerdos, y muchos de ellosposeen vacas y caballos. En sus horas desocupadascultivan hortalizas y raices para vender en el merocado, y siendo laboriosos y frugales, en breve seencuentran en la capacidad de ahorrar dinero bas­tante para comprar su libertad, sin desfalcar á susamos. El trabajo diario de los esclavos en esta colo­nia es dirijido en gran manera lo mismo que el delobrero en Europa, con esta diferencia sin embargo,que el esclavo trabaja mucho ménos que aquel, ytiene ménos cuidados que le atormenten en las ho­ras de descanso. Ellos son despachados al campo,despues de salir el sol y generalmente toman caféántes de partir. Ellos están bajo el cuidado de unmayoral, quien por lo regular es un esclavo de buenporte, escojido para el caso. En Europa están losjornaleros libres bajo la alerta vijilancia del mayor­domo; de otro modo no harian la mitad de la laborque hacen. Los esclavos trabajan hasta las ocho ymedia ó nueve, entónces se juntan á almorzar, en locual gastan una hora; luego vuelven á su trabajoque dura hasta el mediodía, á cuyo tiempo son lla­mados á comer, que es una hora de desahogo y deconversación social. Antes de ponerse el sol dejanel trabajo y se retiran á sus casas. De este modotrabajan como nueve horas en las veinte y cuatro,pero no hacen la mitad de la labor que hace un jor­nalero libre en el mismo periodo. Es un error elcreer que á los esclavos se les violenta en el tra­bajo; ellos van en él con lentitud y comodidad. Notrabajan los Domingos ni dias de fiesta, sino entiempo de la cosecha, cuando es de absoluta nece­sidad hacer esfuerzos estraordinarios. Este tiempopuede compararse al de la siega en Europa, en quehombres, mujeres, y niños andan todos afanosospor asegurar su subsistencia. La única diferenciaque hai es que el negro, insensible.por naturaleza,no se le da nada de que se pierda ó no la cosecha.El esclavo tiene otra gran ventaja en las colonias

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españolas. En ellas hai mas dias festivos que en lasislas inglesas y holandesas, por consiguiente tienenlos esclavos mas dias de descanso ó desocupados,que los laboriosos aprovechan para cultivar sus pe­gujales. Es sumamente útil y deseable, el tener álos esclavos ocupados constantemente, ya sea enlas tierras de su amo, ó en las suyas propias, porquenaturalmente son afectos al vicio, á la holgazaneríay á la rapiña. Aun en Europa, ¿cuantos desórdenesno se observan de continuo entre la clase baja dela sociedad á causa de la ociosidad, de la cual soncompañeros inseparables la licencia y el crimen?Todos los esclavos de haciendas de esta isla tienentierras cedidas por sus amos, que cultivan para simismos. Esta es una disposicion la mas juiciosa,porque esto los hace apegarse al pais, los induce átomar un vivo interes por la conservacion de la pro­piedad de su amo, y forma entre ellos una dichosay útil mezcla de intereso Hasta con respecto á lastierras tienen los esclavos de esta isla una decididaventaja sobre los esclavos de las pequeñas islas fran­cesas, inglesas y danesas de barlovento, en queapénas hai terreno baldío; y si hai algun retacitoagregado á las haciendas, está tan cansado del con­tinuo cultivo, que escasamente produce cosa de pro­vecho. Ha sido observado por un juicioso escritor, yyo no titubeo en reproducir esa opinion que coin­cide tan perfectamente con lo que yu he visto yobservado, que es una lástima que los esclavos li­bren enteramente su subsistencia á los plátanos.maiz, y legumbres, cosas todas que están sujetas álos estragos de los huracanes. mucho mas que á lasraices como los ñames, patatas y otras varias.

La espantosa escasez que se sigue siempre á unhuracan y las enfermedades mortales que le acom­pañan, nacidas en gran manera de comer frutas yraices dañosas, pudieran mui bien evitarse con esto,y serian entónces ménos calamitosos á la humani­dad los efectos de ese terrible viento que en pocashoras destruye la obra de muchos años. Este es unasunto que merece una seria consideradon, y esdigno de llamar la atencion del gobierno colonial;mucho mal se escusaria, muchas vidas apreciablesse salvarian, y aquella destructora borrasca quenada perdona, y que en su furia arranca, y remoli­nea por el aire como aristas los mas robustos árbo­les de la floresta, y barre delante de sí casas y ha­ciendas, hombres y animales, precipitando mares deagua del cielo para inundar con ellos la tierra, arra­sando con la irresistible violencia de sus torrentestodo cuanto pudo escapar del tremendo choque delviento, podria hacerse ménos mortal en sus efectos.

Los esclavos, cuando están enfermos, son asistí­dos con cuidado en esta isla. Los que son emplea­dos en el servicio doméstico, en tal caso, son tra­tados como hijos de casa, lo cual he visto muchasveces. Las haciendas grandes tienen hospitales, enque no faltan conveniencias, pero se padece en elcampo mucha escasez de practicantes hábiles de

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cirujia y medicina; los que actúan como tales, léjC?sde contener el curso de la enfermedad con sus cono­cimientos, me temo que por su ignorancia é inexpe­riencia ayuden á aumentar la lista necrológica. Estoipersuadido, que si los hacendados empleasen profe­sores aprobados para curar sus esclavos, la mortan­dad seria mucho menor que lo es al presente. ElGobierno Español ha dejado vacantes en el Colegiode Medicina y Cirujía de Cádiz para dos hijos dePuerto Rico, donde deberán ser educados á expen­sas del Rei: Todavía ninguno se ha aprovechado dela ventaja de esta generosa y benéfica oferta, queproporciona un medio seguro de proveer á la islade profesores de carrera. Los empíricos que al pre­sente practican en el campo son un borran de laprofes ion de medicina, y en lugar de ser el alivio,son el azote de la humanidad doliente.

Sobre todo, tomando imparcialmente en conside­racion el estado de la esclavitud en esta isla, puedeasegurarse sin temor de contradiccion, que en sus­tento, alojamiento, y trato benigno, los esclavos lle­van muchísimas ventajas á los de las islas francesas,inglesas, holandesas y Dinamarquesas. Hasta meatrevo á asegurar, que lo pasan mucho mejor bajotodos conceptos, generalmente hablando, que el pai­sanaje de las mas civilizadas partes de Europa, yque se les puede considerar en estado de afluenciaal compararlos con el pobre campesino de Irlanda.En la Bretaña, provincia de Francia, no es raro elver morirse de hambre la gente pobre del campo.En las ciudades fabriles de Inglaterra continuamen·te se ven los operarios reducidos á la última mise­ria, y á los muchachos de doce á quince años á me­nudo se les hace trabajar en las fábricas diez y seisy diez y ocho horas de las veinte y cuatro en el mal·sano trabajo del telar, miéntras que al esclavo nose le obliga á trabajar hasta la edad de diez y ocho,y cuando ya es nombre, sobre estar provisto de unabuena ración, no tiene que atarearse mas que nuevehoras al dia. El Lapon, vestido de pieles y plagadode insectos é inmundicia se ve forzado á. encerrarsenueve meses al año con su familia en una chozahumosa con una miserable provision de pescado sa­lado y aceite rancio. En las fértiles provincias deAndalucía, donde el paisanaje vive con mas como­didad, y experimenta ménos necesidades de la natu­raleza del clima que la misma clase de gente enotras partes de Europa, he visto frecuentemente alos jornaleros estar por el invierno en las plazas delos pueblos, embozados en sus capas negras, sinencontrar trabajo. La miseria humana se minoracuando se compara con la suerte de otros mas des­graciados; el negro siempre cuenta con casa, ali­mento y un hospital cuando está enfermo; él nosufre el rigor del invierno, ni tampoco el calor abra­sador del clima en que nació, ni ménos las necesi­dades, miseria y cuidados que experimenta la gentepobre de todos los ángulos de Europa. Prescíndasede la preocupación del nombre de esclavitud, á que

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le da tanto valor la imajinacion de los hombres, ylos esclavos de las Indias Occidentales apareceráncomo los mas dichosos de todo el paisanaje del glo­bo habitado. No hai tampoco en esta isla la dismi­nucion gradual del número de esclavos por falleci­miento que en las colonias de las demas PotenciasEuropeas. En Jamaica se calcula haber una dimi­nucion de seis por ciento en la pobladon de escla­vos. En las islas de Guadalupe y Martinica la deocho por ciento. Segun los informes que he podidorecojer sobre este particular este decremento enlas colonias inglesas y francesas no proviene el diade hoi, ni de recargar de demasiado trabajo á losesclavos, ni de mal tratamiento, sino de causas ob­vias y naturales. No hai una isla en todas las Anti·llas, excepto Puerto Rico, que tenga un número deesclavas que guarde proporcion con el de los es·clavos. Esta desproporcion entre los sexos en lascolonias inglesas y francesas debe producir el efectonatural de que vivan muchos en el celibato, ó el deque una mujer lo sea de muchos hombres, 10 cualproduce casi la misma consecuencia de retardar lapropagacion de la especie, por consiguiente es com­parativamente menor el número de nacimientos, yescediendo con mucho el de las muertes debe haberun continuo decremento de esclavos, aun bajo el tra­tamiento mas benigno y mas humano.

Por el contrario en esta isla, hai con corta dife­rencia una igualdad entre hembras y varones, comopuede verse en la relacion estadística que yo he pu­blicado; lo cual asegurará siempre un incremento enel número. Lo mismo que en las colonias inglesas yfrancesas sucede en la Habana, que los varones es­ceden á las hembras en una gran mayoría. Aten­diendo por desgracia los hacendados de estas colo­nias no mas que al interes presente, no calculAronque tarde ó temprano habia de cesar el tráfico. Esedia ha llegado, y son bien obvias las consecuencias:los esclavos se disminuyen por esta causa y todoslos medios que puede sugerir el discurso humano,no son bastantes para poner remedio. No teniendoal principio los hacendados de Puerto Rico grandescapitales compráron por conveniencia bien enten­dida un número igual de esclavos que de esclavas,entre quienes han fomentado las leyes españolascuidadosamente los matrimonios. Se tiene tanto cuí-

dado de los hijitos de los esclavos que nacen en elservicio doméstico, como de los niños mismos de losamos. Comparando las listas de muertos con las delos nacidos y por un cómputo medio de muchosaños se evidencia, que estos esceden á aquellos endos y medio por ciento.

Al observar lo que tengo demostrado en mi obraal capitulo que trata de la población de esta isla, essumamente satisfactorio el hallar que el aumentode la población esclava de esta colonia no se debede ningún modo A la importacion de esclavos afri­canos, que ha sido bien limitada en todos tiemposAcausa de la escasez de capitales; ni tampoco puedeatribuirse á la introduccion de esclavos por colonosnuevos; porque aunque ambas causas hayan contri­buido en algun modo á su incremento, no han en·trado sin embargo en ninguno de mis cálculos sobrela materia. Los principales y siempre perennes ma­nantiales de renovacion se hallan en las sabias y sa­ludables leyes que rijen, y en el sobresaliente buentratamiento que reciben los negros en las coloniasespañolas, comparado con el modo en que eran tra­tados anteriormente en las colonias de otras nacio­nes. Estos son hechos positivos y los que intentasenoscurecerlos ó se atreviesen á negarlos, deben sercompadecidos por la locura de sus preocupaciones.

Los ingleses y franceses han mejorado conside­rablemente en estos últimos años la situacion de susesclavos, proporcionándoles todo género de alivioy protección compatibles con la seguridad de suscolonias; pero por causas y política que no es fácilcomprender, tanto los ingleses como los franceseshan establecido reglamentos para sus posesiones delas Indias Occidentales que pueden llamarse los an­típodas de sus antiguas leyes. Los códigos antiguosde ambas naciones eran severos é inhumanos. Lareforma reciente de 1832 propende á relajar todoprincipio de moral y á destruir para siempre el jus­to equilibrio, que hasta ahora habia dichosamenteexistido entre el señor y el esclavo en todas las co­lonias europeas.

Es una estraña anomalía en política el que aque­llas naciones que tienen la mayor certeza de arrui·nar sus colonias con la emancipacion de los escla­vos, insistan con mas porfía en tomar providenciasde tan espantosa tendencia.

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Reportaje gráfico

Los barcos que transportaban losesclavos de Africa durante el siglo XVIII

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eORRfA EL AÑO DE 1705, BN LOS PRIMEROS DíAS DEL

mes de agosto, cuando el esclavo mulato Pedro,propiedad del alférez Pedro Beltrán de los Reyes, na·tural de la villa de San Germán y vecino del pueblode Nuestra Señora de Guadalupe de Ponce, se pre·sentó ante su ama un tanto azorado. No era paramenos. Lo que tenía que comunicarle era bien desa­gradable. Dos meses antes, en junio, Pedro Beltrán,junto con dos esclavos mulatos y criollos, el ya co­nocido Pedro y otro que respondía por Luis, habíansalido a pescar a un lugar de la costa llamado Guaya­mo. Le dijo: "que los habían apresado un corsarioinglés y que a él lo habían enviado a buscar rescatepor el dicho su amo". No bien habían pasado ochodías, cuando llegó el segundo esclavo, Luis, y mani·festó, corroborando la historia de su compañero,"que también lo habían largado a él dichos inglesesy se habían llevado a su amo". En un principio Fran­cisca de Soto, que así se llamaba la esposa, se creyóla historia que sus servidores le habían narrado.Pero al poco tiempo empezó a sospechar que entodo aquello había algo que no encajaba. Ella mis·ma nos informa: "Fui adquiriendo noticias del esta­do de todo lo referido y porque he tenido diferentesindicios que dan a entender y presumir que los di·chos esclavos Luis y Pedro hayan cometido gravedelito en haber muerto al dicho mi marido y ente­rrado en el campo". Ante esta sospecha rogó al al­calde de la Santa Hermandad de San Germán, Juande Torres Figueroa, para que pasara a Ponce aaprender a sus esclavos y esclarecer los hechos,pues como era bien lógico estaba muy interesada enesclarecer la verdad y conocer lo que en realidadhabía sucedido.·

No se hizo esperar la acción de la justicia. En el

1. Petición de Francisca de Soto al alcalde de la SantaHermandad de San Germán, Juan de Torres Figueroa. Pon­ce, agosto de 170S. A. G. l. Escribanfa de Cámara, 127 A.

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Notas para el estudio de laesclavitud en Puerto Rico

Por ANGEL L6PEZ CANTOS

mismo mes, el 31, Juan de Torres se trasladó a Pon·ce y ordenaba, que los dos mulatos fueran hechosprisioneros y llevados a la cárcel del pueblo y dondeles pusieran grillos y los sujetaran en el cepo. Almismo tiempo mandaba que fuesen citados todasaquellas personas, que teniendo algunas noticias so­bre el particular, con sus declaraciones pudieranaportar alguna luz sobre lo que en realidad habíasucedido.2

El mismo día que se dictaron tales disposicionesempezaron los interrogatorios. Fueron cinco los quese prestaron a ser interrogados por el alcalde de laSanta Hermandad, que se constituyó en juez delcaso. y conforme iban exponiendo lo que se les in­terpelaba y sabían. el juez se iba haciendo una ideade lo que había sucedido.

El primero en testificar fue Domingo de León,que era natural de San Juan y vecino de Ponce. Ma­nifestó que serían sobre la medianoche del mes deagosto cuando "llegó a su casa Melchor de Aponte yllamando al testigo le dijo que si quería ir en sucompañía al sitio de Aguirres a buscar a dicho mu­lato Luis que tenía noticias que estaba en el parajey que aquella misma noche salieron y al día siguien­te llegaron a dicho sitio de Aguirres y no habiéndolehallado se volvieron a sus casas y habiendo sabidoque dicho mulato estaba en el sitio de Sabana Llanafueron a buscarlo el testigo y Mateo de Rivera yhallaron al dicho mulato Luis en casa de DomingoGarela y lo trajeron al sitio de Capitanejo y se loentregaron a Francisco de Santiago a que se lo lle­vara a Francisca de Soto, su sobrina y ama de dicho

2. Orden del alcalde de la Santa Hermandad de San Ger·mán. Ponce, 21 de agosto de 170S. lbidem.

Conocemos los nombres de las personas que tuvieron asu cargo la custodia de los esclavos. Fueron: Juan de Lu.nega. Bartolomé Rodrfguez, Nicolás de Soto. Domingo Fí­gueredo y Juan Garcja, siendo todos eUos ..vecinos de estepueblo...

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esclavo, y que viniendo por el camino y preguntadoel dicho mulato Luis por el dicho Pedro Beltrán, suamo, les respondió que estando en el paraje de Ba­rrancas, en la playa y la canoa varada en tierra, yen­do dicho su amo a darle un palo con que tiraban lacanoa a tierra, le agarró el palo y dicho su amo echómano al puñal, a cuyo tiempo le dió un golpe y lequebró el brazo derecho y el pescuezo".

El siguiente interpelado, Mateo de Rivera, apor­tó algo nlJevo a la declaración anterior. El juez yasabía donde se cometió el homicidio, pero ahora seespecifica el sitio exacto: "en el paraje que llamanBoca del Indio". Además tuvo conocimiento que loque había sucedido 10 había ejecutado solamenteLuis, mientras que el otro mulato había ido a bus·car agua y leña, estando por lo tanto libre de culpadirecta. También aporta el dato de que el alférezPedro Beltrán, no fue enterrado, sino arrojado almar.

El tercer testigo, el alférez Antonio Collazo, con­tribuyó con su declaración con algunos datos parael esclarecimiento de 10 que había ocurrido. Dijo losiguiente: "riñendo el amo con el dicho su esclavoLuis y apaciguándose un poco le había dicho su amoa Pedro que fuese a buscar un poco de agua y yendoun poco apartado donde quedaban, oyó voces y vol·vió a mirar y vida (sic.) que dicho su amo levantabaun palo para darle al dicho Luis, el cual reparó elgolpe y quitó, el referido palo a dicho su amo y ledio con él, de cuyo golpe cayó en tierra y entoncespatió para allá y 10 11a11ó muerto y que el dicho Luisamarró el cuerpo del difunto a la canoa y lo echó enel agua".

La nueva información de otro de los testigos, Mi­guel Rodríguez Colón, aportó algo nuevo. Por élsupo el juez que el cuerpo de la víctima fue arroja.do al agua "con una piedra al pescuezo".

El último de los interrogados fue el mulato escla­vo, llamado BIas, propiedad del sargento mayor Ma­nuel Cintrón. Dijo: ..que estando el testigo en elsitio de Guayama, en el paraje que llaman la Bocadel Indio, se encontró con dos mulatos, nombradosLuis y Pedro, esclavos del alférez Pedro Beltrán, loscuales sabe el testigo que había algunos días quehabían salido a pescar con dicho su amo, el cual nohabía vuelto a su casa y preguntándole que qué ha­cían allí le respondió el dicho Pedro que estabancortando mafagua para remendar el chinchorro".A continuación repite lo que ya el juez conocía yañade: .. que le dijo el dicho Luis que su compañerono tenía culpa alguna en la referida muerte, que élsolo lo había hecho".]

Hasta aquí el juez supo como se habían efectua­do los acontecimientos por los testigos, pero no de­bemos olvidar que sus declaraciones eran de tipoindirecto, ya que ninguno de ellos presenció 10 suce­dido, sino que cuentan lo que les habían dicho losesclavos implicados y sobre todo uno de ellos, Pedro.A partir de ahora lo que sucedió será narrado porlos dos protagonistas. En líneas generales pocosdatos nuevos aportaron a lo que ya se sabía, perono obstante sus testimonios son muy interesantesdesde el punto de vista subjetivo y humano.

El primero en ser llainado a que explicara cómose habían desarrollado los acontecimientos fue Pe­dro. Pero antes de llegar a esta situación el alcaldede la Santa Hermandad y juez al mismo tiempo, lenombró un curador --especie de los actuales abo­gados defensores-, y en su presencia, empezó di­ciendo que era criollo, natural de Ponce y que tenía"dieciocho años poco más o menos". Niega rotunodamente el cargo que se le hace de haber participa­do en la muerte de su amo, pues cuando sucedieron

3. Interrogatorio del alcalde de la Santa Hermandad deSan Germán a los testigos citados en la causa criminal. Pon·ce, 31 de agosto de 1705. Ibidem.

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los hechos "entre el dicho su amo y el esclavo esta­ba a cosa de cien pasos, buscando agua para bebery guisar y que vio esto a esa distancia, que no le diolugar para andar sino muy pocos pasos y que viendoa dicho su amo en tierra quedó suspenso y comodesmayado, por cuya razón no 10 pudo remediar".

Llegado que hubo al lugar del crimen, se sentóen el ranchito que allí habían hecho y vio a su due·ño tendido en el suelo, pero aún con un pequeñohálito de vida, pues aunque en el interrogatorio afir­mó que estaba muerto cuando regresó, afirmó a con­tinuación literalmente: ..que sólo los párpados delos ojos meneaba muy poco". Al tiempo que asusta­do contemplaba a su amo, Luis, el otro esclavo, com­pungido le decía: "Amigo de mi alma, sábete que hemuerto a mi amo, porque bien sabes que quedamosriñendo y que venía a darme con el palo y luegocon el puñal y que la defensa es natural". El homi·cida pidió luego a Pedro que le ayudase a atar ysubir el cuerpo sin vida, a lo que se negó, permane­ciendo sentado, mientras que Luis "cogió el cuerpodel difunto y 10 amarró a la canoa y dentro de lacual metió una piedra y echó el referido cuerpo alagua".

Lo narrado por el mulato redondeó con detallesprecisos las noticias que sobre lo sucedido había idoadquiriendo el juez, que pretendía esclarecer 10 me­jor y con el mayor número de notas posibles. Aúnfaltaba averiguar a quién se le había ocurrido laidéa de presentar todo aquello como un rapto, rea~

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lizado por unos piratas ingleses. Es el mismo Pedrc.quien nos 10 cuenta de la manera siguiente: "cogie­ron la ropa del dicho difunto y algún carey y fueronal puerto de Aguirre y de allí volvieron al dicho sitiode Barranca porque le dijo el dicho Luis, que que­ría ir a tomar parecer con BIas Cintrón, negro es­clavo del sargento mayor Manuel Cintrón, y habien­do llegado a donde estaba, le contó lo que habíapasado. Entre los dos dispusieron que el confesanteviniera a casa de dicho su amo y que dijese queel inglés los había cogido y que venía por el rescate,que no se acuerda la cantidad que le dijeron quehabía de pedir y que lo llevase al lugar donde loesperaban". Extrañado el juez de la complicidad dePedro y que éste se hubiese prestado a participaren la farsa que habían montado para eludir la jus­ticia y engañar a su ama, el declarante manifestó,que lo hizo "por miedo que le cobré y temiendo quehiciera conmigo 10 mismo que con mi amo".· Sinembargo el magistrado no se sorprendió lo más mí­nimo de la acusación de complicidad que acababade hacer Pedro contra el esclavo del sargento mayor,y que según ella, fue este negro el padre de la ideade presentar lo acontecido como un secuestro, y enel caso de producir el efecto apetecido, huir de Puer­to Rico con el importe del rescate. A lo largo detodo el proceso no se encuentra ninguna alusión másde BIas Cintrón, y por supuesto no fue llamado adeclarar y explicar la acusación que se había for­mulado contra él. Es probable que si sucedió asífue en razón de que este esclavo pertenecía al sar­gento mayor y de haber sido interrogado indudable­mente no hubiera escapado a la justicia. En buenalógica hay que pensar que su falta no fue tan gravecomo para ser ajusticiado, pe~o no es menos ciertoque le hubiese sido impuesta una pena consistenteen un castigo corporal. Mas no debemos olvidar quela mejor defensa para salvar la integridad corporalque tenía un esclavo radicaba en su propio valormaterial. Aquí puede estar la razón de que el juezno indagara la verdad sobre este particular, ya queno podemos olvidar que pertenecía al sargentomayor, persona principal en la isla, pues en defini­tiva era él el perjudicado económicamente.

Una vez que el esclavo Pedro testificó. el mismodía lo hizo el homicida Luis. Había nacido tambiénen Puerto Rico y tenía veinticinco años. Al ser pre­guntado los motivos que tuvo para ejecutar tal ac­ción, literalmente contestó: ti Que no le dio dicho suamo motivo alguno, que el demonio lo cegó y lo ma­tó". Si recordamos 10 que anteriormente declaró sucompañero en la esclavitud, como más arriba cons­tatamos, cuando decía al juez: .....que venia a dar­me con el palo y luego con el puñal y que la defensaes natural" no nos explicamos el por qué de no ha-

4. Declaración del mulato Pedro. Ponce. 2 de septiembrede 17OS. lbidem.

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ber aducido esta excusa lógica y apropiada y noaquella bastante descabellada y sin sentido. Es po­sible, y sólo a título de conjetura lo expresamos, queel acusado al tener conciencia de la gravedad de suhecho y por ende del castigo que se le avecinaba,quiso aducir una especie de enajenación mental, anotes que 'alegar un prinéipio de derecho natural. ¡Es­taban tan abandonados de este derecho los esclavos!Su misma situación jurídica era una negación atodo derecho natural. De esta forma el declarantepensó que era más racional, para escapar del verdu·go, presentar su caso como una ofuscación. El restode la declaración coincidía con la que ya había he·cho Pedro, si exceptuamos aquellas que de una ma­nera particular le afectaban. Y de esta forma vemosque Luis manifestó al juez, que efectivamente, lomató él solo, pero que varias veces antes de aquelmomento su compañero "estando en dicho sitio ydiferentes veces antes de aquel tiempo le había ani·mado su compañero al confesante que mataran adicho su amo", y asimismo confesó que era falsoque Pedro no le ayudara a cargar a su amo en labarca y que participó en su destrucción. quemán­dola y que entre los dos "la manteca y el carey lobotaron".5

A la vista de las declaraciones de uno y de otroy como en algunas cosas no coincidían, el juez en suafán de saber quién de los dos decía la verdad y co­nocer hasta qué punto era cómplice Pedro en el ho­micidio de su amo, siguió el proceso legal de la épo­ca. Pedro fue llevado a la vista del potro, para quecon la contemplación del instrumento de tortura lesirviera para recapacitar acerca de lo que había di­cho y si persistía en su postura, como así fue, se lediera tormento hasta que el dolor le hiciera cambiarde parecer o se mantenía en su primitiva declara·ción.6

Pedro no se amedró ante el potro y manifestóde nuevo que la verdad había sido dicha por él y nopor su compañero. Pasadas las veinticuatro ·horasreglamentarias que el procedimiento legal exigíapara aplicar el tormento físico y como persistieseen su a~titud, fue conducido a la sala de tormentosy montado en el potro. Le fue formulada la mismapregunta y contestó lo que ya sabía el juez: él erainocente. Entonces el magistrado ordenó "al minis­tro ejecutor diese una vuelta al cordel del brazoderecho y estando presente a todo el referido Fran­cisco Camboy, curador de dicho mulato Pedro,representó que el dicho mulato Pedro era menor deedad, como consta de su confesión y que era públicoy no~orio, por lo cual no se hallaba capaz para darleel referido tormento. En vista de lo cual debe ser

5. Declaración del mulato Luis. Ponce. 2 de septiembrede 1705. Ibidem.

6. Auto del alcalde de la Santa Hermandad y juez de lacausa seguida contra los esclavos Pedro y Luis. Ponce, 2de septiembre de 1705. Ibidem.

bajado del potro y reducirlo de nuevo a prisión". Eljuez atendiendo a lo solicitado por el curador así lohizo.'

Tres días después, el 7 de septiembre. se dicta·ba la sentencia. que no pudo ser firmada por el al­calde de la Santa Hermandad en funciones de juez,porque no sabía leer ni escribir; 10 ~o en su nom­bre Juan Santos. Luis fue condenado a morir públi.camente en la horca, teniendo que ser después deca­pitado y su cuerpo descuartizado en cuatro partes yclavadas cada una en sendas picotas para ser ex­puestas en los lugares má!! concurridos de Poncey su jurisdicción. Y a Pedro se le castigaba a ser elverdugo de su compañero y a ser desterrado depor vida de la Isla, previa venta y bajo pena demuerte si alguna vez volvía a ella.'

A las pocas horas les fue notificada la sentencia alos reos. Luis aceptó resignadamente la decisión deljuez,' permaneciendo en la cárcel hasta el momentode ser ejecutado. Pedro fue entregado a su ama,Francisca de Soto, para que fuese vendido en la

7. Confesión del mulato Pedro a la vista del potro. Pon·ce. 4 de septiembre de 1705. Ibidem.

8. Sentencia de la causa criminal contra los mulatosPedro y Luis. Ponce, 7 de septiembre de 1705. Ibidem.

Por razón de su interés transcribimos el .texto íntegrode la sentencia: .Fallo a que atendiendo al grave delito quecometió el dicho mulato Luis en la ejecución de la referidamuerte tanto en ofensa de Dios Nuestro Señor, como de suconciencia y menosprecio de la Real Justicia, lo debo con­denar y lo condeso a muerte pública de horca, y que sucuerpo sea dividido en cuatro cuartos, los cuales y su cabezase pongan clavadas en las partes más públicas de este pue·blo y su jurisdicción, para que sirva de ejemplo en lo veni·dero.

-y por la grave culpa que cometió el referido mulato Pe·dro, pues consta que de dicha confesión fue el que induciay aconsejó al referido Luis a que ejecutase dicha muerte,y atendiendo a la corta edad con que se halla y que me haconstado ser así, y que por dicha razón no se puede eje.cutar en su persona el castigo que le corresponde y mode­rándome con el rigor de la justicia, lo debo condenar y con·deno a que sea el susodicho el ministro ejecutor de la muer·te del dicho mulato Luis y que sea sacado a la vergüenzapúblicamente, y asimismo lo condeno a destierro perpetuode esta Isla. y le impongo la misma pena de muerte dehorca, si a ella volviere.

-y por esta mi sentencia definitivamente juzgado y ha­ciendo justicia asf lo pronuncio y mando. Y por lo que tocaa la satisfacción y pago de las personas que se han ocupadoen las guardias de dichos reos, papel y lo escrito respectode haber sido hechores del caso dicho esclavo (sic.), sesaque de los bienes de dicho difunto. Y respecto de no ha­ber en esta mi jurisdicción escribano público que notifiqueesta mi sentencia a los referidos mulatos, -mando al dichoAntonio de Guadalupe, ministro de justicia en esta causa,pase a hacer dicha notificación y diligencia al pie de ella-o

9. Notificación de la sentencia a los condenados. Ibidem.• EI dicho Luis dijo que estaba muy conforme con la vo­

luntad de Dios Nuestro Señor y que querfa pagar la muerteque tan a su cargo tenia-o Fue presidido este transcendentalmomento por el juez, Juan de Torres Figueroa, .pero porno saber leer fui a la cárcel -nos dice- de este pueblo encompañfa de Juan Santos de Acevedo. quien leyó la sen·tencia-.

Fueron testigos: Alfonso Delgado, Gregario de Sayas,Juan de Montenegro, Alonso de Rivera y José RodrfguezMorales.

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primera ocasión que se le presentase, bajo pena de500 pesos si así no lo hacia.lo

La oportunidad para deshacerse del esclavo notardó en llegar. No habían pasado tres días, cuandoellO de septiembre fue vendido al capitán de corso,vecino de Santo Domingo, Juan Angel Guia por lacantidad de 178 pesos.u En esta precipitada opera­ción la viuda del desafortunado alférez perdió casila mitad de lo que le había costado. Su marido pagópor él 300 pesos.u

La sentencia tenía que ser ejecutada al día si­guiente, pero ese mismo día Luis se fugó de la pri­sión y durante catorce días estuvo escondido porlos montes.u Al cabo de este tiempo fue encontradoy apresado y cinco días después ajusticiado. Era el26 de septiembre de 1705. El acto fue público yasistió todo el pueblo de Ponce.14

El fallo de la justicia sólo se realizó a medias, yaque el verdugo no fue su compañero; para esa fechaya estaba en Santo Domingo, sino el mulato libreJuan Rodríguez Tirado. Esto como es de suponerno pudo hacerle mucha gracia al accidental y obli­gado verdugo y en la primera ocasión que se le pre­sentó le puso una demanda al iletrado y fogoso juez.,Juan de Torres Figueroa. La oportunidad tardó cua­tro años en llegar, fue en 1709, pero cuando arribó,supo utilizarla. Tal coyuntura se la proporcionó lapesquisa secreta que por orden del gobernador dePuerto Rico, Francisco Daría Granados, realizó elteniente y capitán a guerra José Dávila. La querellacontra Torres Figueroa inteligentemente no la basaen que se le obligó a hacer las veces de verdugo,pues cualquier persona mayor de edad estaba obli­gada a realizar tan desagradable oficio, si para elloera requerida por la autoridad competente, sino por·que estando de servicio en Ponce fue sacado "vio­lentamente para verdugo". Y más adelante tuvo co­nocimiento el pesquisidor que "del cuerpo de guarodia se le sacó en ausencia del teniente y capitán aguerra oponiéndose dicho alcalde de la Santa Her­mandad con poco respeto del dicho cuerpo de guarodia que en nombre de S. M. le mantengo con la asis-

10. Diligencias. Ponce, 7 de septiembre de 1705. Ibídem.11. Tasación del esclavo Pedro. Ponce, 10 de septiembre

de 1705. Ibídem.El comprador fUe Juan Angel Guia, que era capitán de

la balandra de corso nombrada -Nuestra Señora de la Mer­ced, María Magdalena y San José-. Hizo las veces de escri.bano -por no haberlo en este pueblo- el capitán Juan Serra­no, y fueron testigos: Melchor Aponte, Juan Ortiz de Segu.ra, Miguel Aponte y Cristóbal de Figueroa, dodos vecinosde Ponce-.

12. Auto y declaración de Francisca de Soto. Ponce. 23de septiembre de 1709. Ibídem.

13. Respuestas a los cargos del juez pesquisidor, JoséDávila, a los miembros capitulares de Ponce. Puerto Rico, 12de septiembre de 1709. lbidem.

14. Auto de ejecución de la sentencia. Ponce, 26 de sep­tiembre de 1709. lbidem.

Fueron testigos oficiales: Juan Serrano, Francisco Cam·boy y Nicolás Díaz.

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tenda de sus vasallos vecinos y moradores de estedicho pueblo para las providencias del serviciode S. M.".15 A pesar, que en los descargos que hizoel acusado atacó violentamente al mulato RodríguezTirado, llegando a decir que era digno" de la mismapena que él ejecutó en el otro", fue multado poresa falta, considerada grave, a la cantidad de 150pesos)'- Pero las cosas se le complicaron aún más al ano

tiguo juez. También le acusó la viuda de Pedro Bel­trán por haberle obligado a vender con precipita­ción su esclavo, y no es que le doliera el habersedesprendido de él, del cómplice del homicidio de sumarido, sino que en la operación de venta habíaperdido casi la mitad de su valor y para colmo demales después de cuatro años no había percibido niun solo peso de su procedido.J7 Aunque el antiguoalcalde de la Santa Hermandad se justificó diciendo"que yo vendí dicho esclavo Pedro en el puerto dePonce y de su procedido me hice pago de las cosotas" no pareció satisfacer esto al gobernador y fuecastigado a restituir el importe de la venta a sudueña y a una multa de 150 pesos.J'

Fueron muchos los datos que en el ánimo delgobernador influyeron para tomar tal determina·ción. En primer lugar estaba la precipitación conque se efectuó la transición del esclavo. Sólo a tresdías de la sentencia ya era vendido, pero no porquela dueña lo deseara, sino por imposición del juez.Es posible que el capitán de corso Juan Angel Guiaestuviera ya en el puerto durante el proceso y decomún acuerdo con él, dictó la sentencia. La docu­mentación que hemos consultado nada nos dice alrespecto, pero en las diligencias de entrega del mu­lato a su ama se nos informa: .. Entregué a Francis·ca de Soto, viuda del alférez Pedro Beltrán, el mu­lato, su esclavo, nombrado Pedro, para que aten­diendo a su pobreza y a los muchos tributos conque se halla gravado lo venda fuera de esta Isla enla primera ocasión y se aproveche de la cantidaden que pudiera venderlo". Más adelante podemosleer: .. Y yo el dicho alcalde le impuse pena de 500pesos a la susodicha que en la primera ocasión quese ofrecía lo venda fuera de esta Isla".19 Al analizareste documento observamos claramente que se leimpele por medio de la coacción, multa de 500 pesos,a que se deshaga del mulato en la primera oportu·nidad, y esta ocasión ¡oh, casualidad!, surge ellO deseptiembre, el mismo día en que fue entregado elesclavo a su ama y además a prioris deja entrever,

15. Certificación del teniente y capitán a guerra Jacintode Rivera. Ponce, 23 de septiembre de 1709. lbidem.

16. Ut supra. nota 13.17. Ut supra, nota 12.18. Confirmación de la sentencia contra Juan de Torres

Figueroa. Puerto Rico, 28 de septiembre de 1709. Ibidem.19. Diligencias de entrega del mulato Pedro a su ama

Francisca de Soto. Ponce, 10 de septiem1}re de 1709. lbidem.

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que será malvendido: "y se aproveche de la canti­dad en que pudiere venderlo".

Por estas razones tomó tal determinación el pes­quisidor en función de las contradicciones que enla documentación del proceso se dan. Analizando las

declaraciones que el alcalde hizo al juez indagador,hemos podido comprobar varias contradicciones. Ob­servamos que afirma que accedió a la venta del cóm­plice en el crimen para "que se aproveche en la can·tidad que pueda ser vendido" la dueña. Más ade­lante afirma, y volvemos a repetir la cita "yo vendídicho esclavo Pedro en el puerto de Ponce y de suprocedido me hice pago de las costas". En qué que·damos: se aprovechó la dueña o el juez. Pero la si·tuación la embroya aún más al caer en otra nuevacontradicci~n, puesto que en otro lugar manifiestaliteralmente: "Y por lo que toca a la satisfaccióny pago de las personas q~e nos hemos ocupado enlas guardas de dichos reos, papel y lo escrito (sic.)se saque de los bienes de dicho difunto".211 No sabe­mos ahora a qué carta quedar. ¿Se pagaron lascostas con el valor del esclavo o con los bienes delajusticiado? Mas la cosa no termina aquí: Despuésde pronunciada la sentencia contra él por el gober­nador, alegó una nueva versión de los hechos, mani·festando que efectivamente había sido él quien ven­dió el esclavo Pedro, pero que su importe no fuecobrado por él.21 Ante cuatro versiones distintas ydiametralmente opuestas, hay que pensar que unatenía que ser la verdadera y las tres restantes falsas,sino lo eran todas. As( parece ser que lo entendió elgobernador, Francisco Daría Granados, reafirmán­dose en la sentencia que impuso al poco escrupu·loso juez.

20. Ut supra, nota 8.21. Súplica de Juan de Torres Figueroa al gobernador d~

Puerto Rico, Francisco Darlo Granados. Ponce, 15 de no­viembre de 1709. Ibidem.

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El Proyecto para la Abolición deEsclavitud en Puerto Rico, por Segundo

Ruiz Belvis, José Julián Acosta yFrancisco Mariano Quiñones*

Por LUIS M. DfAz SOLER

L A LIBERTAD DE LOS NEGROS ESCLAVOS DE AMWCA ENel siglo XIX significó un cambio de actitud en la

estimación general de la vida humana. No se trata­ba simplemente de extender al negro los derechosque se le habían negado durante siglos de esclavi­tud, sino más bien de reconocer que aquellos quehabían sido considerados seres inferiores eran acree­dores al respeto de su dignidad. Dos procesos, elrevolucionario y el evolutivo, prohijaron la emanci­pación de los esclavos de las tierras americanas. Lasguerras de independencia en Hispanoamérica y laguerra civil en los Estados Unidos sirvieron de mar­co a la solución del problema esclavista en la Amé­rica continental. En las Antillas españolas se mos·tró preferencia por el proceso evolutivo; ello con­tribuyó a la posposición del decreto de enlancípa­ción para el último tercio del pasado siglo. De lascolonias del Caribe, Puerto Rico ofrecía el ambientemás propicio para la asimilación de una legislaciónabolicionista. La pequeña Antilla, integrada mayor­mente por una sociedad de hombres libres, habíaresuelto los problemas fundamentales que se creanen tomo a la esclavitud y al trabajo. Precisamentela circunstancia de que se hallaba en gestación unademocracia social, habría de facilitar el firme arrai·go .de la idea abolicionista en la conciencia del pue·blo puertorriqueño.

A pesar de moverse los propulsores de la aboli­ción en un clima social favorable a sus ideas, su~abor se vio interrumpida por una serie de contra·tiempos propios de la política colonial. Entre losfactores que contribuyeron a retardar la acción so­bre el problema esclavista, se destacaba la ausenciade representación en las Cortes españolas. Aquelcuerpo legislativo, en sesión de 16 de abril de 1837,

* Introducción al libro Proyecto para la abolición de laEsclavitud en Puerto Rico: Segundo Ruiz. Belvis, José Julid-nAcosta y Francisco Mariano Quiñones, Instituto de CulturaPuertorriqueña.

consideró dos resoluciones que afectaron directa­mente a las colonias de Cuba y Puerto Rico. La pri.mera, aprobada por votación de 149 contra 2, deci­dió que las colonias españolas serían gobernadaspor leyes especiales; la segunda, que arrojó una vo­tación de 90 contra 45, negó asiento a los diputadosantillanos en el Congreso español. La esclavitud eraun problema nacionai, una institución sostenida porlas leyes de la metrópoli y, por tanto, la responsa­bilidad de su abolición caía dentro de la jurisdicciónlegislativa. La ausencia de representación privó a·las colonias del derecho de plantear sus problemasy de colaborar en la solución de los mismos.

Sin embargo, la cuestión social antillana no ha­bría de pasar inadvertida en los días en que aque­llas Cortes cometían tan grave injusticia. En sesión.de 5 de abril de 1837, el diputado español Sancho VI­cente expresó la idea de abolición de la esclavitudcon indemnización, pero su propuesta fue objetadapor una fuerte oposición.1 Básicamente, los oposito­res fundamentaron su objeción en el criterio de quetal acción requería una suma tan cuantiosa que qui­zá al Estado se ·Ie haría imposible cubrirla. Además,adujeron que un cambio tan repentino de las condi­ciones de trabajo produciría serias perturbacionesen lo económico; habría que tomar en consideraciónlas consecuencias de una súbita liberación de' unagran masa esclava en medio de una población quehabía sido dominadora, especialmente en aquellossitios donde esta última no era excesivamente supe­rior en nÚDlero.z El consenso de opinión favorecíala instauración de un proceso de inmigración blanca,"con exclusión de toda otra raza", aumentándose asíla población libre, a la vez que se proveía para el

1. Angel Acosta Quintero: Jos¿ Julidn Acosta y su tiempo(San Juan, Puerto Rico, 1899), 154.

2. Apuntes sobre la cuestión de la reformo politica y dela introducción de africanos en las islas de Cuba y PuertoRico (Madrid, 1866), 198. 223, 235-236.

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Segundo Ruiz Be/vis

gradual "blanqueamiento" de la sociedad colonial.El plan, esbozado con la ausencia total de diputadosamericanos, demuestra hasta qué punto había pro­gresado la idea abolicionista en la España de laépoca.

El pensamiento de una abolición gradual de laesclavitud fue también expresado por algunos desta­cados defensores de la institución, entre los quedescollaba la figura de Jorge Flinter. Este enviadode Su Majestad Católica, luego de estudiar las condi­ciones en que se desarrollaba la esclavitud negra enPuerto Rico allá para 1832, calculó que se necesi­taba medio siglo de preparación para asegurar quela proclamación de emancipación no habría de alte­rar el orden interno de la isla. Convencido de que lainstitución estaba en franca decadencia, sugirió lacreación de un fondo que debía utilizarse para com­prar esclavos recién nacidos. Las criaturas manu­mitidas serían colocadas bajo la tutela de personasaptas, quienes quedaban comprometidas a proveer­les de sus necesidades y a encauzarlas moralmente.E.se período de tutoría habría de convertir a aque­llos niños en útiles y responsables ciudadanos, ca­paces de comprender las ventajas del trabajo librey la necesidad de aplicarse a la industria. Con esteplan, al cabo de cincuenta años aquel conglomeradode esclavos que Flinter conoció en 1832, habría sidoreemplazado por una generación de hombres libres.J

3. George D. Flinter: E:tamen del estado actual de tosesclavos de la isla de Puerto Rico bajo el gobierno español(Nueva York, 1832), SS, 59.

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José Julián Acosta

Según él, una emancipación inmediata provocaríaserios desórdenes, haría víctima a los blancos de losexcesos de los negros y arruinaría a los hacendados,quienes se verlan repentinamente despojados de losbrazos trabajadores usados en el cultivo de las tie­rras. Como medida previsora, Flinter recomendó quese prohibiese la inmigración a las Antillas de negroslibres de los Estados Unidos, elemento portador delas ideas abolicionistas norteamericanas.·

La intensa campaña a favor de la emancipaciónque se desarrolla en los Estados Unidos, hizo ger·minar la idea, tanto én España como en sus colo­nias, de que -los Estados sureños veían con agradola conversión de Cuba y Puerto Rico en dos baluar­tes de la esclavitud negra en América.5 Estos temo­res de anexión se desvanecieron como resultado deldecreto del presidente Abraham LincoIn, efectivo el1 de enero de 1863, en que declaba libres a los ne­gros esclavos en los Estados Unidos.6 La liberaciónde los esclavos de la República del Norte tuvo susrepercusiones en las Antillas: los liberales cubanosy puertorriqueños, apoyados por sus congéneres dela metrópoli, responsabilizaban a la nación españolade pretender la conservación de la esclavitud de

4. ¡bid., 7~71. Para el 1 enero de 1831, William Uoyd Ga­rrison inició la publicación de El Libertador, dedicado a lapropaganda de ideas abolicionistas en el suelo norteameri.cano. .

5. Porfirio Valiente: Réformes dans les isles de Cuba etde Porto-Rico (Parls. 1869), 245.

6. lbid., 248.

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Francisco Mariano Quiilones

igual modo que habían ahogado toda legítima mani­festación política. El pensamiento progresista enten·día que ·la libertad del hombre es requisito indis­pensable para un buen régimen político.7

La clase esclava constituía en Puerto Rico unaminoría poblacional, hecho que se convertía en in­centivo adicional para su liberación. Aun cuandola masa de esclavos representaba una pequeña frac­ción del total poblacional, la esclavitud era una rea­lidad que encarnaba perniciosas consecuencias. Ade­más de las cifras favorables que arrojaba el censo,la isla estaba cultivada fundamentalmente por jor­naleros libres, y su estado moral, reflejado en la es­casa delincuencia informada en estadísticas de laReal Audiencia, era digno de cálidos elogios. Si aesas circunstancias se agrega el deseo de superacióncultural evidente en Puerto Rico, puede asegurarseque la situación interna de la isla para 1860 eraideal para emprender una etapa de reformas.

Las expresadas condiciones domésticas y la abo­lición de la esclavitud en territorio norteamericano,fueron factores que abonaron el terreno para la for­mación de una organización cuyo propósito era darla batalla a favor de la emancipación de los escla­vos antilianos. El 7 de diciembre de 1864, a instan­cias del puertorriquedo don Julio Vizcarrondo, sereunieron en su residencia de Madrid un grupo deciudadanos que pernoctaban en la capital española,entre los que se contaban los hermanos Asquerino,los economistas Bona, Figuerola, Gabriel Rodríguez,Joaquín María Sanromá, el cubano Francisco Orgaz

7. [bid., 248. 253.

y los señores Orihuela y Valenti. Al pensamiento ex­presado por Vizcarrondo de que se proponía crearuna sociedad para abogar por la liberación de losesclavos antillanos, se unieron los cubanos Andrésde Arango, Calixto Bernal, Tristán Medina, Federicode Arango y Antonio Angulo de Heredia, y los penin.sulares Fermín Caballero y Segismundo Moret yPrendergast. Luego de un cambio de impresiones,acordaron convocar la constituyente, la cual se efec­tuó el 2 de abril de 1865, en la Academia de Juris­prudencia. En dicha reunión quedó fundada la So­ciedad Abolicionista Española, cuyo propósito eraestudiar los medios para llevar a feliz realización laabolición de la esclavitud en las Antillas españolasa la mayor brevedad. Las actividades de propagandase iniciaron inmediatamente, fundándose el 15 dejulio de 1865 El Abolicionista Español, órgano de laSociedad. Surgía el periódico en momentos en quese debatía en España la conveniencia de abolir eltráfico negrero. Los abolicionistas de la Penínsulaaprovecharon la ocasión para orientar la opinión pu­blicando folletos, auspiciando concursos y apoyan.do peticiones y resoluciones condenando la trata denegros. En el recinto de las Cortes el grupo dejabasentir su influencia por voz del economista y sena­dor anti-esclavista don Luis María Pastor. Fuera deEspaña, los abolicionistas se granjearon las simpa­tías y colaboración de distinguidos defensores de losderechos humanos, como lo fueron Víctor Hugo,Agustín Cocbín y otros. No descuidaba la Sociedadel reclutamiento de las fuerzas liberales antillanas:en Puerto Rico, don José Julián Acosta se encargabade mantener vivo el entusiasmo, haciendo llegar atodos la literatura abolicionista y las noticias sobrelos más recientes acontecimientos europeos. Su per­severante campaña en algo habría de contribuir ala abolición de la trata en 1866.'

La fundación de la Sociedad Abolicionista Espa­ñola trajo como lógica secuela la unión de las fuer­zas de oposición, quienes acusaban a los reformistasde 1865 de "vanos· y pretenciosos, viéndo[los] abo­gar por la abolición, cuando ya la había abolido elCristianismo". Los abolicionistas buscaban apoyo enel derecho natural e inajenable del ser humano algoce de la libertad; esa fue la .doctrina que iluminóel pensamiento liberal e inspiró la fundación de laSociedad Abolicionista. La labor iniciada por el nue­vo organismo habría de dar sus primeros frutoscomo resultado de la Junta de Información de 1866­1867.9

8 Julio Vizcarrondo a Víctor Hugo, Madrid, 28 de juniode ill66' Víctor Hugo a Vizcarrondo, Hauteville, 23 de octu·bre de i866. Cayetano Coll y Toste: Boletin histórico de Puer­to Rico, 14 vols. (San Juan, 1914-1921), VI, 200-201. AcostaQuintero: Acosta y su tiempo, 486.

9. Para una discusión de las tesis cristiana y laica, veaa Joaquín Maria Sanromá: Mis Memorias. 2 vals. (Madrid,1894), 11, 347. Luis M. Díaz Soler: Historia de la esclavitudnegra en Puerro Rico, 1493-1890 (Madrid, 1953), 275-2n.

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El 25 de noviembre de 1865, bajo el ministerio deUnión Liberal del general Ramón María Narváez, yocupando la cartera de Ultramar don Antonio Cáno­vas del Castillo, se decretó la apertura de una Infor­mación, en Madrid, con el propósito de discutir lasbases en que debían descansar las llamadas leyesespeciales prometidas a Cuba y Puerto Rico desde1837. El decreto fue acogido con beneplácito por losantillanos aspirantes a reformas; entre los conserva­dores suscitó recelos y temores.

La proclamación del decreto fue seguida delanuncio de elecciones de Comisionados que habríande representar a las colonias en la Junta de Infor­mación. Por no existir partidos políticos en PuertoRico, las fuerzas quedaron agrupadas, de acuerdocon las tendencias de la época, en reformistas y an­tirreformistas. Las elecciones resultaron en un re­sonante triunfo para el grupo reformista. Por la ca­pital fue elegido don José Julián Acosta. Desde 1853,en que este ilustre varón regresó de España, habíamanifestado sus ideas abolicionistas, favoreciendoel trabajo libre en sustitución del trabajo esclavo.En Mayagüez las elecciones se decidieron a favor dedon Segundo Ruiz Belvis y en San Germán los vo­tantes respaldaron la candidatura de don FranciscoMariano Quiñones. Por el grupo conservador fueronelegidos don Manuel Valdés Linares, de San Juan,y don Manuel Zeno y Correa, de Arecibo. Al verseen minoría, los conservadores solicitaron del gober­nador Félix María de Messina la anulación de laselecciones, pero la petición fue denegada. Sólo elcomisionado por Arecibo, don Manuel Zeno y Co­rrea, asumió la responsabilidad de cumplir con elmandato de sus electores. Cuando todo parecía favo­recer los intereses de los aspirantes a reformas, cayóel gabinete de Unión Liberal, siendo sustituido porun ministerio moderado. El nuevo gobierno no mos­traba interés alguno por la Junta de Información;más bien deseaba su fracaso, pues ello equivaldríaa una derrota más para el ministerio anterior. Laparcialidad de los nuevos dirigentes de la políticaespañola quedó demostrada con la designación decomisionados conservadores por Decreto de 11 deagosto de 1866. Estos eran los tradicionales sostene­dores del statu·quo colonial, ávidos de llevar al fra­caso todo intento de reforma ultramarina.lo A suarribo a la metrópoli en 1866, los comisionados re­formistas se percataron de que el ambiente era des­favorable a sus ideas y descartaron la posibilidadde que sus proyectos recibieran la debida atenciónpor parte del ministerio en el poder.u

10. Por Real orden de 11 de agosto de 1866, S. M. exten­dió nombramiento de Comisionados a don Manuel ValdésLinares don José Ramón Femández y don Juan BautistaMachic¿te pero éstos no comparecieron a la Información.Acosta QU:intero: Acosta y su tiempo, 163.

11. El 3 de enero de 1866, Acosta había escrito a don Ma·nuel Alonso. Refiriéndose al problema de la esclavitud, ledecfa: cLejos de dejarme sorprender por los acontecirrjen·

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El 11 de agosto de 1866 se expidió el real decretode convocatoria, señalando el 30 de octubre de eseaño para la apertura de los trabajos de la Junta deInformación.u En una reunión celebrada el 27 deoctubre, una Comisión de Encuesta aprobó un In­terrogatorio, que debía regir las deliberaciones so­bre los problemas antillanos. El documento daba fedel escaso interés del gobierno en la solución delproblema social; no pensaba el ministerio oir lasopiniones que sobre el particular tuviesen los re­presentantes de las colonias ultramarinas. De losinterrogatorios presentados, el que más se acercabaal problema de la esclavitud era el que trataba "so­bre la manera de reglamentar el trabajo de la pobla­ción de color y asiática y los medios de facilitar lainmigración que sea más conveniente en las provin­cias de Cuba y Puerto Rico", El Utulo daba por sen·tada la existencia de la esclavitud y proveía para superpetuidad. En esa sección se llegaron a sugerirmedios para mejorar las condiciones de vida del es­clavo y se notaba el deseo de fomentar el matrimo­nio entre ellos, ofreciendo primas a los dueños queinformaran el mayor número de esclavos nacidosanualmente. Se tomarían medidas para prevenir laseparación de miembros de la familia esclava, parael mejoramiento del régimen alimenticio, y se traza­ba un programa de asistencia médica para los es­clavos. Se les pedía a los comisionados sus recomen­daciones sobre la instrumentación del proceso decoartación de esclavos que hubiesen alcanzado lossesenta años de edad.U Luego de un detenido estu­dio de los interrogatorios, los comisionados refor­mistas comenzaron a ingeniarse medios para presen­tar la tesis abolicionista a despecho de la oposicióngubernamental.

En la fecha fijada, la Juntll de Información de­claró abiertos sus trabajos, présidiendo el ministrode Ultramar don Alejandro Oliván. Mientras las An­tillas estaban representadas por 19 comisionados,España tenía a su favor los votos de 20 representan­tes, circunstancia que decidía a su favor cualquiervotación sobre aquellos puntos de especial interéspara los reformistas que, en forma alguna, contra·riaban los deseos del ministerio en el poder, Lostrabajos de la Información se celebraron en un sa-

tos, creo que debemos tratar de resolver pacíficamente elproblema, contando para ello con la cooperación y ayuda denuestros hermanos de la Península.- Ibid., 175.

12. El 17 de agosto se procedió a nombrar a las personasque habrían de integrar la Junta, quienes, a su vez, habrfande oír, detenninar los hechos y aclarar las cuestiones a dis­cutir. Por Cuba: don José Suárez Argudín, don Pedro de So­tolongo, don Nicolás Martinez Valdivieso, don Mamerto Pu·lido, don Francisco Acha. don Joaqufn González Stéfani y.don Miguel Antonio Herrera, todos propietarios. Por PuertoRico: Jos señores don José Ramón Femández y don JuanBautista Machicote, también propietarios. Información $obrl!!reformas en Cuba y Puerto Rico, 2 vols. (Nueva York, 1867),Ir 32.

13. Valiente: Rtforml!!s dans Cuba et Porto-Rico, 296-299.

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Ión del Ministerio de Ultramar, a puerta cerrada, ycon la prohibición expresa de no entrar en cuestio­nes referentes a la unidad nacional, religiosa y polí­tica.l• No hubo secretarios que tomaran actas de lasdiscusiones y debates; se prohibió a la prensa la im­presión y publicación de las deliberaciones. Comoapuntara don Enrique Piñeyro, aquella Junta era"un consejo áulico ,en una monarquía despótica".15

El4 de noviembre de 1866, los comisionados puer­torriqueños recibieron copia del primer interroga­torio, junto con la invitación para comparecer antela Junta. El documento causó verdadero disgusto ymarcada desilusión, pues se esperaba que la cuestiónadministrativa, alrededor de la cual habrían de gi­rar todos los demás problemas, sería el primer asun­to en la agenda. De acuerdo con el criterio susten­tado por los comisionados reformistas de Puerto Ri­co, el aplazamiento de la discusión sobre el proble­ma administrativo evitaba la coordinación de losinterrogatorios. Con ese nuevo escollo en el camino,los comisionados Acosta, Ruiz Belvis y Quiñones seadelantaron a toda discusión y crítica, afirmandocategóricamente en la primera oportunidad que seles dio para hablar ante la Junta de Información:

" ...al aceptar el carácter de comisionados conque en este momento hablan, fue en vista y bajo laspromesas que contiene el Real decreto de 2S de no­viembre de 1865, que expresa terminantemente serobjeto de la actual Información todo lo relativo a laorganización política, social y económica de las pro­vincias de América; y que aun cuando, por otra par­te, expresaban que los Interrogatorios referentes alos tres puntos se presentarían a los comisionadosreunidos y formando un todo armónico, o a lo me­nos con el mismo orden señalado en dicho Real de­creto, no tienen sin embargo inconveniente alguno,dada la importancia y trascendencia de la cuestiónsocial a que se contrae el presente Interrogatorio,especialmente en la sección primera,l6 y sin perjui­cio de pedir en su día en lo político toda la libertadque cabe en la ancha esfera del progreso y dentrode las tres unidades que sirven de límite a la Infor­mación, en exponer con la lealtad que es propia desus conviciones, del interés de la justicia y del biende la Monarquía y de sus comitentes de Puerto Rico,que partiendo el Interrogatorio presentado en lasección primera, como es evidente, de la existenciade la esclavitud y tendiendo a conservarla indefini­damente; idea esta última absolutamente opuesta,contraria a la felicidad de Puerto Rico y al buennombre de la nación española, se abstienen de ab­solver las preguntas en ningún sentido.

14. Ibid., 50-51. Información sobre reformas en Cuba yPuerto Rico, 1, 1·35. Acosta Quintero: Acosta y su tiempo,1~168.

15. Enrique Piñeyro: Morales Lemus y la revoluciónde Cuba (Nueva York, 1871), citado por Acosta y Quintero.op. cit., pág. 202.

16. Esta sección trataba sobre los -negros esclavos...

"Aspiran los que suscriben, y desde luego piden,la abolición en su provincia de la funesta instituciónde la esclavitud, la abolición con indemnización osin ella, si no fuese otra cosa posible; la aboliciónsin reglamentación del trabajo libre o con ella, si seestima de absoluta necesidad; y en uso dei derechode que se creen asistidos desarrollarán este voto enlas reuniones sucesivas y presentarán en su caso elplan completo de abolición".n

Entre los leales al régimen causó sorpresa quela idea abolic~onistaestuviese tan arraigada en Puer­to Rico como para mover a aquellos señores a soli­citar la emancipación de los esclavos en los términosque acababan de hacerlo. Correspondió a don Ma·nuel Zeno y Correa el primer turno en contra de laposición de sus compañeros refolJIlistas. Luego deoír las manifestaciones de los señores Acosta, RuizBelvis y Quiñones, hizo público que "disentía comopletamente de la opinión de los citados señores por­que partía de conservar 10 existente, aunque [esta­ba] dispuesto en su día a contribuir a que buscáse­mos un medio conciliador de resolver tan espinosoproblema".l' El 20 de noviembre Zeno suscribió un .extenso informe combatiendo con sinceridad y hon­radez la posición radical adoptada por sus cote~rá.neos. Comprendía el comisionado conservador quela civilización del siglo clamaba a gritos por la abo­lición de tan funesta institución, pero "impulsadopor el bien de mi patria, en el conociPliento quetengo de la raza negra..., me horroriza la idea deque si la solución no es muy pausada, muy medita­da, pueda causar en mi querido país una dislocacióneconómica y social cuyas consecuencias nos pon·drán al borde de un precipicio". Zeno estaba con­vencido de que la emancipación inevitablementeocasionaría trastornos, pero abrigaba la esperanzade que todos, con prudencia, con fría calma e im·parcialidad, habrían de contribuir al estudio de lacuestión, evitando los peligros de una liberación re­pentina. Veía en el negro, ahora más compenetradode las ventajas de la civilización, un elemento ambi­cioso y presuntuoso, ávido de reclamar derechosque, en su caso, requerían una preparación especial.Para Zeno y Correa, el día en que"cese esa costum·bre de respetar que la esclavitud impone al negro,y que se crea política y socialmente igual al blanco,sangrienta ha de ser la lucha de una raza frente ala otra... "; el espectáculo sería horrible para el por­venir de los tranquilos pueblos antillanos. CuandoZeno pasó a exponer las condiciones peculiares de

17. Documento firmado por Acosta, Ruiz Belvis y Quiño­nes en Madrid, el 8 de noviembre de 1866. Información sobrereformas en Cuba y Puerto Rico, 1, 47-48. Acosta Quintero:Acosta y su tiempo, 1ll().181.

18. Manifestación del señor Zena y Correa contra la in­mediata abolición de la esclavitud, dada en Madrid. el 20de noviembre de 1866. Información sobre reformas en Cubay Puerto Rico, 1,48-54.

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la esclavitud en Puerto Rico, tuvo que partir de lapremisa de que en esa isla .. sólo el nombre esclavoes lo que tiene de odiosa la institución". Mirandocon "objetividad" el panorama insular. aseguró queallí la esclavitud podría calificarse "de un verdade·ro protectorado", lo que implicaba estabilidad delorden público, bienestar general y desarrollo de lariqueza pública, adeJIlás de garantizar buen trato alos esclavos. El cuidado que ofrecía el amo a susdotaciones y la fiel aplicación de la legislación vi·gente. que defendía los derechos del negro en escla­vitud, fue grandemente exagerada por Zeno en suempeño de revelar un cuadro paradisiaco de la es­clavitud en su país. Acentuó el hecho de que la posi­ción de un jornalero libre era. a fin de cuentas, másdesgraciada que la del hombre esclavo. Zeno presa­giaba una época de libertinaje parecida a lo acaeci­do en las vecinas islas de Jamaica y Santo Domingoa raíz de proclamarse allí la liberación de los escla­vos. La libertad, según la veía el comisionado porArecibo. intensificaría los odios raciales, provocaríala desaparición de la riqueza y la propiedad, que·dando los amos arruinados con el despojo súbitode sus siervos. Para evitar el caos. Zeno y Correaaconsejaba una emancipación gradual. precedida deun período preparatorio durante el cual el negrodesarrollaría una más clara concepción de sus debe·res y derechos de ciudadano libre. Finalizaba Zenoextendiendo una invitación a los compañeros de in­formación para reunirse, con el propósito de estu­diar, conjuntamente con los hermanos de Cuba, elproblema "tan complicado como espinoso" que re­presentaba la emancipación.19

Luego del informe rendido por Zeno, hubo unaserie de manifestaciones vertidas por miembros pro­minentes del partido español en el poder, apoyadaspor los delegados esclavistas de Cuba. Don Joa·quín G. Stéfani. de aquella isla, protestó enérgica­mente de la propuesta de los reformistas puertorri­queños. solicitando que la Junta no la tomase enconsideración, "por creerla no tan sólo peligrosapara nuestros intereses en ambas Antillas y atenta·toria al sagrado derecho de propiedad.... sino alta­mente perturbadora del sosiego y tranquilidad deaquellas provincias". Le preocupaba al comisionadopor Cuba la resonancia que tendrían en la isla lasdeclaraciones de los comisionados liberales de Puer­to Rico.M Don Manuel de Armas también formuló un

19. Ibid.20. Manifestación de don Joaquín G. Sléfani relativa a la

petición de los Comisionados de Puerto Rico. dada en Ma·drid, elIde diciembre de 1866. Le apoyaban con sus firmasel conde de Vallellano. el marqués de Manzanedo, Manuelde Armas, J. Mumné, F. Jiménez, Ramón de la Sagra, J. M.Ruiz Nicolás Martínez Valdivieso, P. de Sotolongo. Ramónde Montalvo y Calvo, José Suárez Argudfn, Vicente V. Quei·po y el Comisionado Manuel Zeno y Correa. de Puerto Rico.Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico. 1.54-57.

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voto de protesta, argumentando sobre las mismasbases del anterior ponente.21

En vista de la reacción ocasionada por las mani·festaciones de los reformistas puertorriqueños, donlosé Julián Acosta consmnió un turno de refutaciónpara explicar el alcance de la tesis por ellos sos·tenida. Hizo claro que un decreto de emancipacióntendría que surgir de las Cortes españolas. y recalcóel hecho de que ellos preferían una abolición conindemnización. Ahora. si tal cosa era imposible porcualquier circunstancia. desde luego habría que sal­var el principio envuelto. Acosta huía de la ten·dencia conservadora de involucrar el caso de PuertoRico con el de Cuba. ya que el problema esclavistade la pequeña Antilla presentaba síntomas menosalarmantes y bien podría realizarse allí la emanci·pación por vía de ensayo.

Los comisionados cubanos no firmaron el do­cumento abolicionista redactado por Acosta, RuizBelvis y Quiñones. Tampoco fue aprobado por lamayoría de los vocales,de gracia. quienes protestaronabierta y francamente de las ideas sustentadas porlos refonnistas puertorriqueños. Por temor a ser malinterpretados los comisionados liberales de Cubaconsideraron su deber dejar constancia de "que hanoído con satisfacción a los señores Acosta, Ruiz Bel·vis y Quiñones.... y no pueden menos de aprobar lapretensión de dichos señores respecto de su provin­cia. a la vez que aplauden que aquella i§la hennanahaya logrado demostrar prácticamente las ventajasdel trabajo libre, la coexistencia y cooperación de lasrazas negra y blanca en las tareas agrícolas... MasCuba. menos afortunada bajo ese aspecto que Puer­to Rico, está de momento en muy diversas condicio­nes e imposibilitada de realizar la abolición inme·diata... "22 Los cubanos creían que sus gestiones r~

sultarían mucho más fructíferas si demostraban pa­sividad y previsión, evitando que se les tildase delocos y demagogos. como se decía de los puertorri­queños. Dedicáronse a apoyar toda medida que sua·vizara el rigor de la esclavitud y mejorara las condi­ciones de trabajo en los ingenios cubanos. Tanto loscomisionados de aquella Antilla. como don Manuel

21. Este documento fue firmado por los que respaldaronlas manifestaciones del señor Stéfani, sumándose además losseñores José Ignacio de Echevenia, Gerónimo lisera y A. X.de San Martín. Ibid., 57-65.

22. Suscrito por José Morales Lemus, Agustín Canejo,José Antonio Echeverria, Manuel de Ortega, Tomás Terry, elconde de Pozos Dulces, Antonio Rodríguez Ojea y NicolásAzcárate. el 26 de noviembre de 1866. Información sobre re·formas en Cuba y Puerto Rico, 1, 73-74. Acostn Quintero:ACDsta JI su tiempo, 187. Los comisionados esclavistas citarona los reformistas cubanos para. una conferencia privada, enla cual Olivares, Sotolongo, Armas, J. M. Ruiz y Zeno y Co­rrea exigieron a Morales Lemus, Pozos Dulces, Echeverria yAzcárate que se abstuvieran de apoyar las manifestacionesde los comisionados reformistas de Puerto Rico. Se les instóa que retiraran sus reservas respecto de la abolición en Cuba,pero los representantes cubanos se negnron a seguir ambassugestiones.

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Zeno y Correa, se opusieron a ]a abolición de los cas­tigos corporales, fundándose en el supuesto estadode excitación en que estarían los negras como resul­tado de la propaganda abolicionista.2J En parte, lasituación esclavista de Cuba justificaba esa actitud.Los hermanos de ]a Grande Antilla favorecían unaabolición gradual para realizarse dentro de un tér­mino de siete años; ellos ponían la reforma políticapor sobre la cuestión social. El esclavista cubanodon Manuel de Armas declaró que el apoyo de lasideas boricuas hubiese constituido una traición a loselectores cubanos, quienes habían instruido a susrepresentantes a abstenerse de votar "toda medidaviolenta en el sentido de emancipación", si ésta lle·gaba a ser objeto de discusión en la Junta de Infor­mación. Este comisionado, en su voto explicativo de2 de diciembre de 1866, hizo claro que no deseaba]a prolongación indefinida del sistema esclavista,pero aspiraba "a que el medio de extinguirla no seael que en mala hora escojitaron los federales deAmérica... " Elogió la actitud del gobierno español,que "propende... a despojar la esclavitud, en cuantosea posible, de sus caracteres más odiosos''.24 Comose ha podido observar, la vigorosa campaña escla­vista hacía cada vez más irrealizables los propositospuertorriqueños. Las discusiones sobre el problemade ]a abolición se veían constantemente interrumpi­das por infinidad de mociones que combatían ]a fór­mula Acosta, Ruiz Belvis, Quiñones. La presión ejer­cida por los esclavistas llegó al punto de negarles alos tres comisionados por Puerto Rico e] derechode emitir conceptos sobre el problema de la aboli­ción. Ese fue el propósito al limitarlos exclusiva­mente al interrogatorio preparado por el Gobierno,declarando sin lugar toda moción que se apartarade] cuestionario.

Había una cuestión sobre la cual estaban de com­pleto acuerdo la mayoría de los representantes es­pañoles y antillanos: la necesidad de dar e] golpe demuerte a ]a trata africana. Este negocio, condenadopor los Tratados Anglo-Españoles de 1817, 1835 Y1845, había degenerado en un vergonzoso tráfico decontrabando, especialmente alarmante en el casode Cuba. En Puerto Rico, donde ]a esclavitud iba endecadencia progresiva, la abolición de la trata nohabría de constituir motivo de nuevas preocupacio­nes. S. M. Isabel 11 había estampado su firma a laLey sobre la represión y castigo del tráfico negreroel 29 de septiembre de 1866, decretándose dos mesesmás tarde su vigencia en Puerto Rico. En esa oca·sión, se ordenó la preparación de] reglamento exigi­do por la nueva legislación para su instrumentaciónen ]a isla.2S Circunstancias tan favorables para un

23. Acosta Quintero: Acosra y Sil tiempo, 183.24. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico,

1, 57-65.25. Sobre el contenido de la ley, vea a Díez Soler: Hisrc;

pronunciamiento radical sobre e] nefasto comerciode carne humana, llevó a don José Miguel AngulaHeredia, comisionado por Mantanzas, provincia deCuba, a proponer a la Junta de Información la cons­titución de una comisión que considerase una pre­puesta declarando piratería ]a trata de negros. Lamoción de Angula Heredia tuvo una calurosa acogi­da, procediéndose a constituir el comité, que quedóintegrado por los señores marqués de Almendares,Mora]es Lemus, marqués de Manzanedo, José JuliánAcosta, Díaz Argüelles, Castellanos y Angula Here­dia. El organ.ismo no tardó en recomendar a S. M.Isabel 11 que fueran "considerados piratas, y comotales excluidos de la nacionalidad española los quese ocupen en el contrabando de esclavos". Se enten­día que armadores y consignatarios. de tales expedi­ciones incurrirían en igual delito; los compradoresde bozales deberían considerarse y tratarse comocómplices. Finalmente, recomendaban que se le die­ra apoyo a la Asociación contra la trata, "cuyo ca.rácter pacífico e inofensivo y tendencias moraliza­doras no es posible poner en duda". Acosta, RuizBelvis y Quiñones se adhirieron al informe emitidopor la comisión, estampando sus finnas.26 Aunquelos antirre~onnistas protestaron del dictamen, fun­dándose en que la Junta de Información no feníacompetencia suficiente para tratar asunto tan deli­cado, el laudo favoreció a los que repudiaban la tra­ta negrera.

Fuera del planteamiento con referencia a la abo­lición de la esclavitud y del apoyo ofrecido a la ideade declarar piratería el comercio de negros, los co­misionados reformistas de Puerto Rico se abstuvie­ron de participar en los debates sobre los demásasuntos contenidos en la agenda. Los meses inicialesdel año 1867 transcurrieron sin que se mencionaseel asunto de la extinción de la esclavitud. En la se·sión del 1 de marzo, el economista y diputado abo­licionista, don Luis María Pastor, elevó al Ministeriode Ultramar una moción en el sentido de que se pro­cediera a designar una comisión del seno de la Juntade Información para que estudiase y propusiera"los medios de llevar a cabo la extinción de la escla­vitud, sin lastimar o lastimando lo menos posiblelos intereses existentes". Viendo acercarse la fechaen que debían concluir los trabajos de la Informa­ción, los tres comisionados reformistas de PuertoRico desearon dejar consignado por escrito su posi.ción. Rebatiendo los argumentos esgrimidos por sucompatriota conservador Zeno y Correa, presenta·ron su extenso y bien meditado Proyecto sobre laabolición de la esclavitud en Puerto Rico. Rompíancon aquel documento el silencio guardado por al~

ria de la esclavitud negra. en Puerto Rica, 134-136. El 18 dejunio de 1867 quedó terminado el reglamento.

26. Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico,1, 93-120. El marqués de Manzanedo y Dfaz Argüelles no sus·cribieron el dictamen de la Comisión, emitido el 29 de enerode 1867.

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gunos meses; la responsabilidad de tomar acción d~finitiva sobre el pavoroso problema, quedó descan·sando en la metrópoli. Sin lugar a dudas, se lasti·marían algunos intereses al decretar la emancipaciónde los esclavos, pero serían aquéllos que señala laley del progreso. Diecisiete días después, la Juntade Información declaraba concluidos sus trabajos.Comentando sobre la actitud de los defensores puer·torriqueños de la abolición, José Julián Acosta ase-

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guraba que, "de haber cedido en nuestras ideas ab~licionistas, hubiéramos tenido y se nos hubiera con·cedido mucho en lo político..... Declaró el eruditocomisionado que en aquella Información, tanto parael Gobierno como para los reaccionarios, el proble­ma por resolver era el de la esclavitud. La fe en elporvenir quedó sintetizada en su frase: "Nosotrosno hicimos más que clavarle el arpón a la ballena,seguros de que iría a morir a la orilla... "

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Reportaje gráfico

"El Abolicionista"

... ...MADRID

----••~...!"!'----

EL ABOLICIONISTAEn el año 1872, se comen·

zó a publicar en Madrid, .. ElAbolicionista", periódico dela Sociedad Abolicionista Es­pañola que había ayudado afundar don Julio Vizcarron­do y a la cual pertenecíandistinguidas figuras de la vi­da política española.

"El Abolicionista" contri­buyó a informar al puebloespañol de la necesidad deconceder la abolición de laesclavitud.

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J. RoI.lu"'" <k 1& .,.,¡ilol .4Wict••/lt•.-n. Jala nlrodl......m. .t. -4,..a~ "U-Iaw.ta.-v. C.""a... laralldlldu-VI• .vn t... ü la J",.... Il\ft!OIlft.-VU.....\.oolIeJo "" .ü.aoliria.-Vtn. Meotlu ..........úll._IX. 1'N_... tItt .""t.lu -\:; A·I.. Dw...1o....XI. lI.dolaIllePUla-..lari.••-XII. lA _·.~laolCll~1tI<o.-XI11. tI. ';"1I.~1o .lportIM ,••lIsl.-XIV.K' ~l!t .....1'Iuua-.-XV.•:IIlQLle... ""1"W.I._",.¡,..,.I.......lll..n'ltlIoCII..n••-S\'I.I.........'Artk.,....f!l. Di.......... [r.lHrM./.l. Jl~••~ '1'-' 1'1/1114~l._ l'"aH+

Porlada del número /.impreso en Madrid en

el año /872.

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Otras páginasdel mismo número.

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El Centenario de la Abolición:Una visión histórica*

Por ARTURO MORALES CARRIdN

SEAN MIS PRIMERAS PALABRAS DE HONDA GRAmTUD Ala Asamblea Legislativa de Puerto Rico que me

ha pedido que les hable en esta solemne sesión queconmemora el Primer Centenario de la Abolición dela Esclavitud Africana en nuestra tierra. Represen.tan ustedes las diversas corrientes ideológicas quechocan con calor y brío en el país, así como el poderconstitucional más entroncado directamente con lasaspiraciones del pueblo, y esa representación y eseentronque les confiere colectivamente la majestadde la voluntad popular. Así les contemplo al compa·recer ante ustedes en mi calidad de simple ciudada·no. Saludo en ustedes la manifestación de nuestraconciencia democrática y los saludo con un títuloaún más valioso que el de senadores o representan­tes. Los saludo como compatriotas y como puerto­rriqueños.

Permítanme que al evocar el hecho que nosreúne esta noche, recuerde también otra fecha queno debe pasar inadvertida. Hace 75 años, ell.o demarzo de 1898 se convocó a las elecciones para elprimer parlamento autonómico puertorriqueño. Enla existencia de un parlamento tal, con los amplísi·mas poderes que posefa, se cifraron muchas de lasesperanzas de hombres que aquf batallaron a lolargo del siglo XIX, porque ésta fuera tierra de deco­ro y libertad. A aquel parlamento le negó la historiasu hora esencial, su momento de pasión y de acción.Queda hoy tan sólo el difuso esbozo de lo que pudohaber sido y no fue. Pero los hechos fallidos en lahistoria no son meras funtasmagorfas cuando llevandentro de sí un principio vital. Aquel Parlamento,disuelto en el fragor de una guerra, marcaba el ca·mino hacia una democracia funcional puertorrique·ña, hacia la intervención real del pueblo en su des·

* Discurso pronunciado ante la Asamblea Legislativa dePuerto Rico, en la sesión solemne celebrada el 29 de marzode 1973 a las ocho de la noche.

tino, y ustedes hoy, en otros tiempos y circunstan­cias, recogen la herencia de aquel momento y tienenla responsabilidad de asegurar que en cada hora, encada minuto, estén aquí, siempre presentes, las vo­ces plurales de 10 que es comienzo y fin de nuestrademocracia: el pueblo puertorriqueño.

Valor de la Conciencia Histórica

Hacen ustedes un alto en sus tareas para recor­dar un suceso histórico que no es un hecho contem­poráneo, sino centenario. Bien sabemos todos losmil problemas del presente que acosan a esta Asam·blea Legislativa. No vivimos en tiempos de sosiego,sino de grito y protesta. La enorme carga de deman·das y contrademanuas, de conflictos de grupos depresión, la multitud de problemas_ nuevos son tanvisibles que cabria preguntarse -como se pregun­tan algunos- ¿por qué mirar al pasado cuando haytanto que atender en el presente? Nada más fácilque entregarnos totalmente a lo que tenemos de in·mediato, por delante. Nada también más ingenuocuando no más peligroso, sobre todo si de la tramasocial se trata.

Nos -ha indicado sagazmente el filósofo JorgeSantayana que el que "no recuerde la historia delpasado está condenado a repetirlan. y el profundohistoriador francés, Mare Bloch, nos ha señaladocon razón que "la incomprensión del presente es laconsecuencia inevitable del desconocimiento del pa·sado". Los apóstoles del presentismo que dan la es­palda al pasado, fascinados por los retos del acele·rado cambio social y de la revolución tecnológica,harían bien en recordar que las transformaciones dehoy surgieron de ideas, fuerzas y procesos que tu·vieron gestación histórica, que responden a comple.jfsimos movimientos que no los inventó la contem­poraneidad. Usufructuamos en este siglo en polfticacomo en ciencia, en la expresión cultural como en

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la filosofía social, lo que fue fruto de largo esfuerzo.de pensamiento batallador, creador y angustioso, deproceso social lento, difuso; a veces imperceptible.El que quiera mirar lejos hacia adelante, que apren·da a mirar lejos hacia atrás. Pueblo con carácter ypersonalidad es pueblo que conoce el nexo vitalentre el pasado y el presente, y así entiende mejorlos rumbos del futuro. ¡Y así queremos que seasiempre el pueblo de Puerto Ricol

El Marco Español

Desde este punto de mira, ofrezco unas brevesreflexiones, sobre el centenario que celebramos. Ha­ce cien años, el día 22 de marzo de 1873, ocurrió undrama en la Asamb]ea Nacional de la Primera Re·pública Españo]a, zarandeada en esos momentos pormil apremios y menesteres. La República era un he­cho, pero un hecho precario desde el 12 de febrerode 1873. Había sido un ideal más cargado de espe­ranza utopista que de eficacia práctica. Abrazabacon el federalismo una tesis moderna, grata a gran.des corrientes revolucionarias del siglo XIX. No setrataba tan sólo de una postura doctrinaria. Eratambién en gran medida la protesta histórica de loque modernos historiadores españoles llaman conaguda frase gráfica: "la periferia", esto es, el arco-encabezado por Cataluña- de provincias y pue·blos sometidos en tarea secular al predominio polí­tico de Castilla y al centralismo de Madrid. Pero la"periferia" no era sólo la circunferencia peninsular.Había -si se me permite acuñar el concepto- una"periferia trasatlántica", ultramarina, colonial--Cu­ba, Puerto Rico, Filipinas-, restos del más impo­nente imperio que Occidente había conocido desdela caída de Roma. La "periferia trasatlántica" habíalevantado también su voz de protesta y ya en Cubaesa voz era voz de ruptura y voz de sangre en la ma­nigua.

Frente a la República, estaban sus enemigos: larancia aristocracia española tan orgullosa de linajecomo horra de talento político; el ejército, minadode rencillas, y el cual había perdido, a manos deasesinos a su figura más popular, el General JuanPrim, Conde Reus. Contra la República estaban elrico estanciero andaluz, el nuevo industrial de Ca·taluña.y el cerealista de Castilla. Y contra la Repú­blica estaban ese grupo, esa altanera oligarquía depoder, que en las Islas -y sobre todo en Cuba­era casi como estado aparte, disfrazado con su espa­ñolismo a ultranza: los puros, los integristas, losincondicionales, los dueños de los diarios influyen­tes como El Diatio de la Marina y El Boletín Mer­cantil, para quienes era fácil la entrada a Palacio, elacceso a la camarilla de tumo, la palabra al oídodel general transitorio poco dado a los usos tropi·cales y convertido en amo y señor del pueblo por las

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leyes omnímodas. La República podía querer decirla negación de todo esto y contra la República esta­ban. porque ellos eran dueños y señores -aún másque los pulidos políticos de Madrid- de la-"perife­ria trasatlántica" y usufructuaban el poder militar,civil y, sobre todo, presupuestario.

La República tenía sus defensores y sus amigos.Un grupo ilustre de españoles, que hubieran honra­do cualquier p'ar]amento o gobierno de su época,querían la regeneración de España por la vía repu­blicana, y practicaban un liberalismo influido porlas ideas francesas. o norteamericanas o inglesas.Eran hombres de pluma y de palabra, más que bu­rócratas de oficio o gente de eficaz mando. NicolásSalmerón, Francisco Pi y MargaU, Rafael María deLabra, Manuel Ruiz Zorril1a y el de mayor registrosonoro -Emilio Castelar- dejarian una estela enla oratoria o las letras junto a tantos otros hombresde voz y talento. Sus nombres quedarían vinculadosen diversos momentos a ]a lucha por la aboliciónde la esclavitud en Puerto Rico. No pudieron, sinembargo, logt,:ar la regeneración de España. No lo­graron impon~rse ni sobre el tradicionalismo ni so­bre el cantonalismo. La hora de su triunfo fue brevey efímera, pero fue suficiente para que se aprobarala abolición de la esclavitud en Puerto Rico. con unaley imperfecta y fruio de componendas de últimahora, pero una ley al fin, que decretó ]a muerte ju.rídica de la institución y que honró con sello inde]e­ble a la Primera República Española.

Ralees de Abolicionismo

El drama ocurrido en la Asamblea Nacional fuesólo parte de un complejísimo proceso que respec·to de Puerto Rico logró aprovechar una corta y felizcoyuntura. Ahondemos un poco en el marco histó­rico. El abolicionismo constituyó uno de los grandesmovimientos del siglo XIX que tuvo tres continentescomo escenarios: Europa, América y Africa. Se cen­tró en dos grandes etapas: 1) la supresión de latrata negrera; 2) la abolición de la esclavitud comoinstrumento social y sistema de trabajo. Hubo aboli­cionistas de todas las gamas y matices. Entre ellos,había filósofos racionalistas como el Barón' de Mon­tesquieu, quien no sólo afirmó que "la esclavitudestá contra el Derecho Natural, por el que todoslos hombres nacen libres e independientes", sino queaventuró la predicción: "En vano las leyes civilescrean cadenas; la J ~y Natural las romperá siem­pre"; o como Voltaire que ayudó a popularizar laidea en su Cdndido o El Optimista, de que el azúcarestaba manchada con la sangre y las lágrimas de losesclavos; o como Condorcet, el filósofo de] progreso,quien al señalar que el esclavo había sido reducidoa bestia de carga, agregaría: "¡y nos llamamos ra­zonables y pretendemos ser cristianos!"

Junto a estos hombres racionalistas, exaltados

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Embarque de esclavos,

defensores del Derecho Natural como base de la li­bertad humana, conviene colocar a los cuáqueros, ala famosa Society o/ Friends, que hacia mediadodel siglo XVIII, tendría un renacimiento religioso enInglaterra. No alzarían su voz con la prosa acadé­mica de Montesquieu o la fina sátira de Voltaire,sino más bien con acentos que recuerdan los ardien­tes profetas bíblicos. En 1736, por ejemplo, para elcuáquero inglés Benjamín Lay, el sentimiento an­tiesclavista es la prueba decisiva de la pureza reli­giosa. El traficante en esclavos, el odiado negrero,era hijo del mismísimo demonio, y la esclavitud "elmayor pecado del mundo, hecho de la propia natu­raleza infernal, el mismísimo vientre del infierno".

Al pensamiento abolicionista, enderezado prime­ro a la supresión de la trata, no le bastaría esgrimirargumentos racionalistas o humanitarios. Estaríana su lado pensadores como David Hume, AdamSmith, y el mismo Benjamín Franklin, interesadostambién en asuntos demográficos y económicos,quienes habían hecho cuentas para demostrar queel trabajo esclavo resultaba a la postre más costosoque el trabajo libre. A la indignación humanitaria,al fuego religioso, se añadiría también el cálculofrío de los que barajando libras esterlinas y cheli­nes, también eran capaces de atacar al sistema.

El Pensamiento Esclavista

Esta panoplia de ideas entra con vigor inusitadoen el siglo XIX, alentada por dos revoluciones de dis­tinta expresión: la Revolución Francesa y la Revo­lución Industrial. Pero tendrá muy poderosos ene­migos. El pensamiento esclavista, tanto en el Caribecomo en el sur de los Estados Unidos y en el Brasil,se apoya en un becho evidente: el esclavo es en mu­chos sitios la mano de obra que hace posible el flo­recimiento del tabaco en Virginia, del algodón en elSur, y del azúcar en las Antillas y el Brasil. Ese penosamiento es maestro en racionalizaciones para de­fender el hecho económico y la institución social.Alegará que el africano era un salvaje, que la escla­vitud tenía sus aspectos negativos, pero que brinda­ba al esclavo la oportunidad de una vida más lleva­dera. El negro -dirá- estaba más preparado queel blanco para ciertos climas y trabajos. La Provi·dencia -según algunos- babía señalado a ciertasregiones como Georgia como las más propias paralos esclavos, e igual se afirmará de las islas soleadasdel Caribe. A los racionalistas, se les recordará laesclavitud sancionada nada menos que por el filó-

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sofo Platón y por Tomás Moro. A los cuáqueros, seles citará la Biblia. y a los utilitarios se les enmen­darán las cuentas. Había, para la defensa de la es·clavitud filósofos, religiosos y economistas a la ma~

no, y había mucha bolsa llena y muchos amigos enposición de poder y de mando.

El Marco Puertorriqueño

Esta batalla llenará todo un siglo, pero a noso­tros nos compete contraer nuestra mirada a PuertoRico. Mientras arrecia la tormenta entre abolicio­nistas y antiabolicionistas, crece el pueblo de PuertoRico. Y crece en una forma peculiar. No es ésta enel XVIII una Antilla de inmensos y florecientes ca­ñaverales, con hacendados llevando vida fácil y dis­pendiosa en Londres como los de Barbados y Ja­maica, o convertidos en grandes señores, en .. grandsblancs", como en el Saint Domingue francés. No seescapó la Isla de la esclavitud; aquí prendió, aquítuvo su momento, y fue tarea dura y valerosa extir­parla. Pero la abolición hay que verla a la luz delproceso social característico nuestro.

No es mi propósito relatar aquí hechos que estánen los eruditos libros de mis colegas y amigos, LuisManuel Díaz Soler y Lidio Cruz Monclova. con quie­nes estamos en deuda. En los últimos dos años, unequipo universitario bajo mi dirección ha logradoacumular nuevas fuentes para el estudio de la in~~

Hacinados en el barco

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titución esclavista en sus últimos años y del procesoabolicionista y sus consecuencias. Confiamos en quepara fines de 1973, gracias a la colaboración delInstituto de Cultura Puertorriqueña, salgan a la luzdos tomos de documentos. Estos documentos pro­ceden de los archivos de España, Inglaterra y Esta·dos Unidos, pero más aún de nuestro propio ArchivoGeneral y de los papeles que manos estudiantilesrescataron metódica y pacientemente de nuestrosarchivos pueblerinos. En estos momentos, en queestá de moda' denigrar a la Universidad, yo evocoante ustedes con emoción y respeto el grupo juveniluniversitario que trabajó horas largas y silenciosassalvando de la polilla, del comején y del olvido pú­blico, documentos que ayudarán a afirmar nuestraconciencia histórica, sin la cual no seremos un pue­blo con voluntad de ser sino una muchedumbre ato·londrada por la transformación contemporánea.

Creo que muchos de los que en una u otra foroma hemos estado vinculados al proyecto, hemos sen­tido la vivencia histórica del proceso abolicionista,visto no tanto desde los pasillos elegantes de lasCortes Españolas, sino en los hechos diarios, de lahistoria menuda de Puerto Rico, de esa infra·histo­tia que va fraguando a los pueblos conjuntamentecon aquella macro-historia: la de las ideas dominan­tes, las fuerzas profundas, las corrientes univer­sales.

La Generación Abolicionista

Se espera aquí esta noche que hagamos el elogiode las grandes figuras abolicionistas de Puerto Rico,y ciertamente pecaríamos de ingratos si no les diéra­mos el relieve que merecen. Segundo Ruiz Belvis,José Julián Acosta, Francisco Mariano Quiñones, Ra­món Emeterio Betances, Román Baldorioty de Cas­tro, Eugenio María de Hostos, Julio Vizcarrondo,Luis Padial, José. Facundo Cintrón y tantos otrosque deberíamos nombrar, constituyen una genera·ción que honra por su pensamiento, su dedicacióntenaz, su espíritu de justicia, su pasión de libertad,no sólo a Puerto Rico sino a la América toda. Ha ha­bido, en tiempos recientes, la tendencia deplorablede ver a algunos de ellos como santone~ de ciertascapillas políticas. Yo prefiero evocarlos como hom­bres de carne y hueso, como hombres que vivieronapasionadamente, con intensa energía vital, las ideasde su tiempo. Tuvieron sus diferencias ideológicas,se fueron luego por distintas rutas geográficas perola abolición de la esclavitud fue la pasión dominan­te, la obra común, a la que todos aportaron, en for­ma y medios distintos, un ingente esfuerzo. Sin laabolición de la esclavitud, no entendían ningunaotra forma de libertad en Puerto Rico.

Con toda la gran obra de la generación abolicio­nista, hay que reconocer que frente a poderosos ene-

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migas, tuvo también fuerzas históricas a su favor.Como hemos expresado antes, experimentamos no­sotros una evolución social, de caracteristicas pro­pias. La gran batalla a que aludimos se dio aquídentro de un marco de dimensiones singulares. Laesclavitud tuvo sus defensores: el reformismo bar­bón, con el Mariscal O'Rei1ly a la cabeza creyó en1765 que el desarrollo de la isla necesitaba repetirel ejemplo de productivas islas esclavistas comoSanta Cruz. En 1789, se determinó el comercio librede esclavos. A los emprendedores irlandeses y fran­ceses que aquí recalaron se les facilitaron esclavospara que desarrollasen un capitalismo agrario derico rendimiento azucarero. La famosa Cédula deGracias de 1815 dio generosos incentivos al que .tra­jera esclavos. El General Don Miguel de la Torre,quien dominó la vida puertorriqueña desde 1823hasta 1837, otorgó licencias a granel para la impor­tación de esclavos y no tuvo reparo en incurrir enla ira británica, empeñada esta última en la supre­sión de la trata.

Hubo una mentalidad esclavista que proclamó lainferioridad supuesta del esclavo, que quiso mante­ner en los cabildos, sede de la incipiente oligarquíacriolla, los requisitos de la supuesta "limpieza" desangre. Se pretendió afirmar una jerarquización so­cial, que anhelaba establecer distancias entre el blan·co y el negro y el mulato. Se vio la esclavitud comoun mal dispuesto por la Divina Providencia que re­quería la sumisa aceptación del esclavo. Hubo, pues,una dura costra proescIavista en la cultura socialque generó diversas clases de acendrados prejui­cios, no del todo desaparecidos en nuestra tierra.

El Proceso Social

Pero no llegó aquí a los extremos de otras par·tes. Se enfrentó a enemigos que la fueron minando,debilitando, vulnerando. Antes de que surgieran loshombres que sabrían esgrimir con vigor las ideas aque he hecho referencia, un oscuro, cotidiano pro­ceso social creó la erosión del odioso sistema. Unode sus primeros enemigos en el siglo XVIII fue elcorso boricua, actividad que iniciada aquí por losvizcaínos, hacia fines del siglo XVII, constituyó entreotras cosas, una fuerza de movilidad social, de esca­la ascendente, en la que entraron mulatos y negros;y un mulato Miguel Hen~quez, fue de los más ricose influyentes puertorriqueños en la primera mitaddel siglo XVIII. Los orgullosos poseedores de títulosde limpieza de sangre tuvieron que aceptar que unmulato zapatero, por su intrepidez de corsario, lle­gara a ser por orden de Su Majestad, nada menosque Capitán de Mar y Tierra, y. Armador de los Cor­sos de Puerto Rico. Mulatos, cuarterones y negrosvivieron del corso en las luchas del XVIII, y cuandoel corso se volvió en piratería franca, junto a Ro-

berto Cofresí, su figura más legendaria y popular,figuraron ex esclavos.

Otro factor fue la lenidad hacia el esclavo fugi­tivo, que aquí nos llegó, vía Culebra y Vieques, y aquien se le dio tierras en Cangrejos y se le concedíala manumisión al año si abrazaba la fe católica. Estacolonia constituyó un experimento vivo de cómo elex esclavo podía vivir morigeradamente, y no sólopertenecer a un grupo social productivo y pacifico,sino convertirse en hombre valiente en la guerracuando se trataba de defender, como en el 1797, sutierra frente a la invasión británica.

Pero acaso el factor más importante, el enemigobiológico más firme y constante de la esclavitud,fue la mezcla étnica que aquí se produjo en el pue­blo. "Los blancos -afirmará O'Reilly en 1765- nin­guna repugnancia hallan en estar mezclados con lospardos". Y Ledru observaría algunos años después:"Las razas están tan cruzadas que lo que más abun­dan son los rostros atezados". Estos rostros ateza­dos negaban el rígido distanciamiento jerárquico, yhabrían de ir creando una· lenta, imperceptible pro­pensión hacia una cohesión social, enemiga por an~

tonomasia de la posición esclavista. Las leyes de ma­numisión brindaban también un camino, una salidahacia la incorporación del esclavo en las filas dellibertó; las de coartación, la compra de su libertad.Había también los que, sin abandonar los prejuiciosde casta, comenzaron a temer que un fuerte sistemaesclavista repitiera la existencia de un Haití revo­lucionario, con la asolación de propiedades y el ex­terminio del blanco. Preferirían "blanquear" el país-verbo de moda en la primera mitad del XIX­antes de que prosiguiera la trata negrera.

Contrario a Cuba, al Saínt Domingue francés, aBarbados y Jamaica -los imperios antillanos delazúcar- Puerto Rico, en su rápido crecimiento po­blacional, mantuvo a la esclavitud como una institu·ción muy minoritaria en el perfil demográfico. En1765, de una población de cerca de 45,000 almas,habría tan sólo 5,000 esclavos; en 1860 llegaríamos a583,000 y los esclavos no llegarían a 42,000. La expe­riencia social demostró que el blanco, el mulato y elnegro podían convivir sin verse como enemigos amuerte.

La generación abolicionista tuvo el ejemplo delpensamiento inglés y francés. Del Norte les llegó eleco de la tremenda batalla de un abolicionismo querecogiendo las tendencias del siglo, echó a un ladotodo gradualismo e insistió en la tesis radical: lainmediata abolición del odiado sistema.

Todo esto influye en sus escritos. Dispararon elarsenal de ideas contra el común adversario que lesripostó acusándoles de anti-españoles y filibusteros.Pero les ayudó la experiencia social, profunda y co­tidiana. Si el sistema degradante permitía que a unesclavo se le trocara por un caballo, ofrecía en cam­bio, la oportunidad de que el esclavo lograra la li·

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bertad y tuviese como descendiente a un Henríquez.bravo entre los corsarios, o a un Campeche, creadordel primer arte pictórico puertorriqueño, o un Maes­tro Rafael Cordero, educador de blancos cuando secreía que solo el blanco .sabía educar. En PuertoRico, la esclavitud la debilitó Henríquez. la vulneróCampeche. le mostró su falacia el Maestro Cordero.no con teorías académicas sino en el vivo ejemplode hombres que no aceptaron una condición de in­ferioridad y supieron honrar la tradición de unapatria.

La tesis esclavista estaría frente a una brillantegeneración; pero estaría además, frente a un difusohecho social. más que centenario. Si había quien.quien usara las leyes para mantener la afrenta delsistema, habría quien les buscaría la vuelta parafavorecer al esclavo. Son muchos los testimoniosque hemos encontrado de esa ambivalencia, en laqt:te pugnaba por afirmarse una conciencia de justi­cia y tolerancia humana frente a hechos de crueldady opresión. Acaso trabajaba en la subconciencia co­lectiva aquel hondo sentido hispánico, de remotaraíz cristiana, que desde las Siete Partidas de Al­fonso el Sabio afirmaba como fundamental princi­pio: "Servidumbre es -postura et establescimientoque ficieron antiguamente las gentes. por la cual loshomes, que eran naturalmiente libres se facien sier­vos et se sometien á señorío de otri contra razónde natura".

Los Aliados Externos

Otros aliados tendría la generación abolicionista:la presión inglesa y norteamericana; temprana y fir­me la primera, tardía pero insistente la segunda.después de la Guerra Civil. Inglaterra. que habíasido la primera potencia negrera en el siglo XVIII seconvirtió. en el XIX, en la abanderada de la supre-sión de la trata. Obligó a España a firmar un trata­do en 1817. justamente cuando la política españolaen las islas, y sobre todo en Cuba, contemplaba elrápido incremento de la población africana. Se en­tró entonces en un duelo con la Gran Bretaña; lavoluntad de burlar el tratado chocaba con las dosarmas que empleó Inglaterra en la batalla: su Ma­rina Real y su diplomacia. El gran centro de la luchafue Cuba; nosotros fuimos un escenario secundario.pero aql;Ú también ocurrieron hechos graves que lle·varon a enconadas disputas diplomáticas.

Para 1840, la presión inglesa hizo precario el ré­gimen de licencias que era fuerte estímulo de latrata en Puerto Rico. Años más tarde, en 1844 llegóel pri'mer cónsul británico, John Lindegren, con ins­trucciones de mantener ojo avizor al contrabandode esclavos. Las autoridades cubanas buscaron milmaneras para burlar la vigilancia que allí establecióInglaterra. Persistió el contrabando negrero en Cu-

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ba como un escándalo internacional. pero en PuertoRico sufrió considerable merma. Las autoridadesrecurrieron entonces, para asegurar la mano deobra en las haciendas, a imponer el sistema de li­bretas a la gran masa de la población libre: a unaforma de trabajo compulsorio que mantenía la liber­tad formal del jornalero pero creaba un peonajeen servidumbre contra el cual se alzaría la voz delliberalismo criollo.

La emancipación de los esclavos por la SegundaRepública Francesa en 1848. así como el intenso de­sarrollo del abolicionismo norteamericano. con susfiguras sobresalientes como Wendell Phillips y Wi.lliam Lloyd Garrison. orientados ambos movimien­tos hacia el abolicionismo inmediato, radical. in­fluyeron sin duda en el pensamiento abolicionistapuertorriqueño. Valiéndose de las disposiciones delas leyes de manumisión. Betances, quien vio decerca el drama del '48 en Francia y habría de tradu­cir más tarde a Wendell Phillips, organiza la socie­dad que ha de allegar fondos para liberar a losrecién nacidos negros en la pila bautismal, hecho deejemplar humanitarismo.

La emancipación de los esclavos por AbrahamLincoln en 1863 provoca una clarinada de entusias­mo. Al morir asesinado el Presidente, expresan desdeEspaña su pesar en mensaje oficial al PresidenteAndrew Johnson, el 31 de mayo de 1865, un grupode puertorriqueños y cubanos en Madrid. entre losque hallamos a Eugenio María de Hostos, Tulio La­rrinaga y Julio Vizcarrondo. "Hombres,· lloramos aLincolnH -escribirán- "la alevosía que le ha priva­do de la existencia terrenal repugna al corazón delhombre. Enemigos de esa infamia social que, con elnombre de esclavitud, manchaba la tierra de liber­tad como mancha el suelo querido en que nacimos,experimentábamos con Lincoln la santa emociónque él sintió al ver terminada su inmensa tarea. Cu·banos y puertorriqueños caminando por destino pro­videncial hacia el porvenir de América nos hemosestremecido con la l:tltima convulsión del grandehombre... '!.

En 1865, se convoca a la Junta Informativa queha de deliberar con comisionados antillanos y de lapenínsula sobre las reformas de Ultramar. prometi­das por tanto tiempo. Aún antes de que se reúnanlos Comisionados. ya Julio Vizcarrondo ha logradoconstituir la Sociedad Abolicionista Española, cuyoprimerísimo objetivo abraza la tesis radical del in­mediatismo. La Sociedad tiene por objeto "propagarel principio de la Abolición Inmediata (así conmayúsculas) de los negros".

Para que caIibremos bien lo que ha de suceder,deseo recordar que el abolicionismo en las Antillasinglesas, vino de Londres, no de las islas; que el abo­licionismo en las islas francesas en el 1848, fue frutode la tenacidad y habilidad del gran abolicionistaVíctor Schoelcher, pero la batalla que hacia 1865 co-

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mienza en España, y que tenía sus precursores anti­llanos en el Padre Félix Varela y en el historiadorJosé Antonio Saco, la provocan en gran medida lospuertorriqueños. Cuando llegan los comisionados, laCorona espera cautelosos discursos, soslayando lallamada "cuestión social" de la esclavitud. Ruiz Bel­vis y Acosta seguidos de Quiñones, plantean en cam­bio no ya el abolicionismo gradual, sino el abolicio­nismo en su fase más tajante y radical, el abolicio­nismo inmediatista, "con indemnización o sin ella".La irritación del esclavismo español es general; sebusca alianza entre los cubanos, hombres más cono­cidos e influyentes en los medios madrileños quelos puertorriqueños. Se les sabe partidarios, a losumo, de un cuidadoso gradualismo. Pero gracias aJosé Morales 1..emus, jefe de la delegación haba­nera, no se logra la alianza y los cubanos, sin acom­pañar enteramente a los puertorriqueños, respetan

Marcando un esclavo(Grabado de la época)

-,

..-,."~

el inmediatismo radical de Ruiz Belvis, Acosta yQuiñones.

La Junta Informativa como sabemos no rindiófrutos directos. Se disolvió en las postrimerías delreinado de Isabel Ir. Dentro de nuestra perspectivahistórica, la vemos hoy, sin embargo como un he­cho portentoso. Con justeza escribiría Acosta: "No­sotros no hicimos más que clavarle el arpón a laballena, seguros de que iría a morir a la orilla... ".Pero fue, señores, un tremendo arponazo. La Socie­dad Abolicionista Española recogería la tesis parasu incansable labor tras la llamada Revolución Glo­riosa de 1868 que destronó al régimen isabelino. En­tretanto, bajo la influencia betancista, el primer de­creto de la Revolución de Lares afirmaría el 23 deseptiembre de 1868: "Todo esclavo que tomare lasarmas será libre por este hecho y también lo serántodos los que estén imposibilitados". Al día siguien-

".

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te, se condenaría por igual el odiado régimen de li­bretas. La guerra abierta contra la institución entra.ba en su fase decisiva tanto en España como enPuerto Rico.

Otras fuerzas, de naturaleza externa, comenza­rían a coaligar esfuerzos. El gobierno de los Esta'dos Unidos el 23 de mayo de 1866, señalaría porprimera vez a España la conveniencia de la aboli­ción. Y el Gobierno británico mantendría una ges­tión intensa, persistente, en igual sentido, urgidopor los cuáqueros y los abolicionistas ingleses. So­bre las Cortes españolas, convergía, pues, este con­glomerado de fuerzas y surgirían en ellas las vocesque librarían una aguda batalla de cinco años.

La Cuestión Cubana

Esta batalla tuvo un gran y fundamental escollo:la cuestión cubana. Para el negrero peninsular o cu­bano, la esclavitud era la base del sistema económi­co. Cuando en la revolución cubana Céspedes pro­clama en diciembre de 1868 en la región orienta! laabolición de la esclavitud, se harán urgentes esfuer­zos para que el Gabinete de Madrid no adopte me­didas reformistas. Los conservadores esclavistaspuertorriqueños tenían sus amigos, pero su influjoy poder no eran comparables al del sector cubano.A medida que nos acercamos al '73 se hace evidentela hostilidad del esclavismo a toda medida que fa­vorezca la abolición en Puerto Rico. La guerra en lamanigua se esgrimió como excusa fundamental paraparalizar la voluntad del liberalismo español respec­to de la Antilla Menor.

Detrás del hecho del 23 de marzo, hay una exten·sa contienda entre poderosas fuerzas, que rebasanel marco insular. Después de la Guerra Civil, con eltriunfo de la Unión, varios hacendados en PuertoRico comenzaron a ver la escritura en la pared.Si la cuestión hubiese sido solamente isleña, proba­blemente hubiera encontrado solución más tempra­na. En 1873, habrá menos de 30,000 esclavos afecta­dos por la ley. Pero en Cuba había 400,000; habíagrandes intereses mercantiles con poderosas rami­ficaciones en España. El abolicionismo era paraellos el laborantismo; y el laborantismo equivalía a!fin de una orgullosa casta, españolista a ultranza ydominada por los tristemente célebres Voluntarios.Su conclusión era tajante. Mientras hubiere insu­rrección en Cuba, no habría refonnas en PuertoRico.

La ballena era poderosa, pero llevaba ya en ellomo más de un agudo arpón. En las eleccionesa Cortes de 1869, irán al parlamento tres puertorri­queños notables: Luis Padial, Juan A. Hemández Ar­bizu Y José de Escoriaza. La tesis abolicionista pa­sará entonces de la opinión pública, donde la habíasembrado el infatigable Vizcarrondo; de los gabine-

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tes ministeriales, donde la había afirmado la impe­tuosa idealidad de Ruiz Belvis y la erudición deAcosta; al corazón mismo de las Cortes, en la inter­pelación de Padial del 13 de noviembre del 1889. Alurgir la "abolición inmediata y simultánea de la es.clavitud y la indemnización a los dueños de esclavospor pura equidad y conveniencia del momento... ",Padial dará la fórmula política que cuatro años mástarde encontrará su día. En 1870, el grupo liberalreformista adquiere mayor fuerza en la Isla y estavez estará en las Cortes Baldorioty de Castro, y suverbo será d\lI"o e incandescente. "Los que nieganla libertad al esclavo -afirmará airadamente-, losque se complacen en remachar sus cadenas, podrántener una piel muy blanca; pero sus conciencias, se­ñores, diputados, son más negras que la piel deletíope a quien se niegan a redimir". EllO de mayode 1870, en unión de Padial, de Castelar y otrosabolicionistas, presentará un proyecto declarandoabolida la esclavitud en Puerto Rico, con indemni­zación para los dueños.

Pero hay algo más que este fogoso verbo antilla­no que crea preocupación en el gobierno español.La vieja presión inglesa se hace más exigente cadadía en la persona del ministro inglés, Austen Layard,consumado diplomático de la era victoriana. Y comosi esto no fuera poco, Daniel Sickles, el nuevo mi­nistro norteamericano en Madrid, es incansable par­tidario del abolicionismo. Con mucha reserva y sus­picacia se ven Wáshington y Londres. Son rivalespor la preponderancia del Caribe. Pero hay unameta común que perseguirán en incontables con­versaciones y notas diplomáticas: la abolición dela esclavitud en Puerto Rico como primer paso parahallar solución al caso cubano. La presión extran­jera irritará al esclavismo reaccionario y la denun·ciará, pero los Gabinetes que la sufren no puedenesquivarla.

La Ley Moret de 1870 pretende detener la co­rriente: una componenda, como reconocerá el pro­pio Moret, entre los dos bandos. Todos los esclavosnacidos después de la Revolución Gloriosa seránlibres y se eliminarán lOS castigos corporales; todoslos que hayan cumplido 60 años también lograránla libertad, y los dueños de esclavos serán indem­nizados. Para la Sociedad Abolicionista es un medioastuto de impedir la abolición definitiva. Pero másserios para el Gabinete español son los resultadosexternos. La Ley Moret es mal vista en Wáshingtony Londres y en Cuba hay definitiva resistencia a im­plantarla.

En 1872, ya era evidente que ni la situación inter­nacional podrían evitar un intento mayor del aboli­cionismo puertorriqueño e hispánico. España teníauna efímera dinastía: la de Amadeo de Saboya. Enel verano, logró el poder el dirigente progresista,Manuel Ruiz Zorrilla. Poseía un compromiso con losingleses y norteamericanos de traer a las cortes el

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proyecto de abolición definitiva en Puerto Rico.Hombre de ideas avanzadas, Ruiz Zorrilla, decidiójugarse una arriesgada carta. El 19 de noviembre,el diputado puertorriqueño, Joaquín María Sanro­má, había presentado un proyecto con indemniza­ción para los dueños. Ruiz Zorrilla, con el consenti­miento del Rey Amadeo, realizó el proyecto del Go­bierno el 23 de diciembre de 1872. Las ideas centra­les eran: la abolición casi inmediata y la indemniza·ción. El proyecto dividió al gobierno y sirvió paramovilizar aún más a las fuerzas conservadoras. Fueen tan complejos momentos, un factor importanteentre otros, el de la caída de Amadeo de Saboya.El Rey abdicó el 11 de febrero de 1873. Al día si­guiente, se proclamó la república y un día más tar­de, en un gesto dramático, el ministro norteamerica­no Sickles le extendió el reconocimiento de los Es­tados Unidos.

El compromiso de aprobar la ley fue atacado porlos viejos enemigos. De Cuba habían agentes conbolsas abiertas para comprar periódicos y dipu­tados. La oligarquía mercantil había movilizado susaliados en varias regiones de España, a través de laLiga Ultramarina. Se trató de demorar la cuestión.Se acusó a los diputados puertorriqueños de anties­pañoles y hasta de anticristianos. En respuesta, ter­ciaron Labra, Padial, José Facundo Cintrón yel di­putado José Antonio Alvarez Peralta. Mientras sedebatía en las Cortes, creció la presión internacio­nal. La larga lucha tocaba a su fin, por lo menos enla fase jurídica. Sanromá y otros abolicionistas, anteel temor de que las Cortes decidieran recesar, lle·garon a una transacción: la esclavitud sería abolidapara siempre; los libertos sin embargo, quedabanobligados a celebrar contratos con sus actuales po­seedores, con otras personas o con el Estado porunos tres años. Fue una concesión al gradualismo,mas la causa se había ganado. La votación en laAsamblea General de la República resultó unánime.Esta vez el ministro británico se sentiría satisfecho.SickIes por su parte solicitaría una entrevista delPresidente de la República, Estanislao Figueras, parapresentarle una Resolución del senado de los Esta­dos Unidoli, aprobada el 25 de marzo, felicitando alpueblo de España por haber dado "una nueva segu­ridad al mundo de que el establecer las institucionesrepublicanas ha procedido por un amor de libertady por un respeto sincero a los derechos naturales detodos los hombres... " La ballena había al fin llegadoa morir en la orilla; y muchos eran los arponazosrecibidos, pero el más firme y hondo de sus arponesera el arpón puertorriqueño.

Señores Senadores y Representantes: El 22 de

de marzo de 1873, se decretó la muerte jurídica dela esclavitud. El proceso abolicionista no terminóahí; comenzó, en verdad la etapa dificil de borrarla afrentosa herencia de la institución y de extirparsu carga multisecular de prejuicios. Sería abusar dela benevolencia de ustedes, el describir los subter­fugios que se usaron para prolongar una servidum­bre disfrazada de "trabajo libre" o todas las especu­laciones, algunas de turbia raíz, que motivó la in·demnización. Señores compatriotas; parte de la vie­ja lucha siguió en pie por los cauces pacíficos, entrelos que quisieron aquí una jerarquización social, ba­sada en el pigmento de la piel, y aquella antigua co­rriente que venía derrumbando vallas y abriendonuevas. rutas de entendimiento entre los grupos ét·nicos.

Hacia fines del siglo, tendreIJ1')s el gran talentomusical de un Morell Campos y ta hecho notable deque un partido de oligarquía blanca acepte COinouno de sus jefes máximos a un hombre de color:José Celso Barbosa. Con la esclavitud se fue la li·breta, formas extremas ambas del peonaje, pero éstebajo otras formas, había de reaparecer y subsistirhasta el propio siglo xx. La abolición, amigos míos,nació de una pasión encendida de igualdad, de raízcristiana, y de un profundo pensamiento raciona­lista que no creyó en superioridades de castas. Sumisión no ha terminado mientras haya derechos hu­manos que afirmar y nadie tiene mayor responsa­bilidad respecto de ella que ustedes que tan gentil­mente me han invitado a hablarles.

Por esta Asamblea Legislativa, han pasado mu­chos hombres que entendieron esa misión y la hon­raron. Yo voy a evocar a uno solo que la vivió cora­ZÓn adentro como pasión propia, y la sirvió con surazón y su razón y su oratoria incomparable. Fueun hombre que dejó su preocupación en leyes dehondo contenido social y que poco antes de morir,en una alocución a jóvenes universitarios, dijo estaspalabras:

"Sabemos de dónde venimos y sabemos quiénessomos. Pero ¿a dónde vamos? Para saber a dóndese va hay que tener primero la voluntad y la deter­minación de seguir siendo quien se es. De otromodo el que llega es otro, si es que llega alguien.Ouien deja de ser no llega".

Ese hombre que fue quien fue: un gran puerto­rriqueño capaz de dar a tantos como me dio a mí lafina flor de su amistad, se 1Jamó Ernesto Ramos An­tonini y a su memoria como arquetipo de legisladorpuertorriqueño dedico yo esta noche mis modestase insuficientes palabras. Muchas gracias.

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Reportaje gráfico

Bonos de indemnizacióna los poseedores de esclavos

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APE...""{DICE TERCEna .AJ.. NÚM. 31.

DIAItlO DE SESIONESDE LA

ASAMBLEA NACIONAL~.,

Ley, decretada y sancionada por la Asmnblea, abolieJldo la esclavitud en la islade Pucwto-Rico.

La 4samblea Nll~lonal. en uso de su I;obcranin, de­cretn y !!ancfona la ,;ióuientc ley:

Articulo l.· Qneda ai)oUda para siempre In escla­Titad en la isla de Puerto-Rico.

Artículo 2.0 Los libertos quedan obligados i r.ele­brar conti'at,)s CO:1 sus acll1tl.1es poset'dorcs. con otraspersonas ó con ~I Esbdo por Uil tiempo que no bajaráde tres afias.

En estos contratos iDtor\"\!l:drAn, con el carácter docuradores de l(.s libertos, tres fuuelonar;:)! especialesnombrados por el gobierno superior, con 31 nombre ticprotectores de los libertos.

Arl 3: Los poseedore:; de esclavos sarán lnd:!mlli­mdos 11e Sil valor eu el término de s~is meses. dcspuesde pnblicada cst~ ley en la Gaetia tIe J[tldr¡4.

Los poseedores con quienes no quisieran celebrarcontratos sus antiguos esclavos, obtendrán un benefi­cio de 25 por 100 sobre la indemnizllclon que bublerudo corresponderles en otro caso.

A.rt. 4.· Esta indemulzacion se fija ('In la cantldndde 35 millones de péset:ls, que se har~ en efectivo, me­diante un cmpr~tilo que realizará el Gobierno sobre InexcJusin garantta dI! lm¡ rcnt:lS de In i:lla de (luerto­Rico. comprr-ndlcndo en los prCSupll~tos de In. ml!!mnla cnntldad de 3.500.000 pcsctat anuales para Intere­ses y amor1i7.~cl(m de dicho empréstito.. Art 5.· La distribucioD so hará por UUll. Jun~.

compuesta del S'obcl'oador superior civil de la fsll\tpresidente; del jefe económico, del ft;;co.l do In .\.udlell­cla, do treo dillub1dts provlccia!cs, ell.'gldoll por In ])j­putacion: del sindico del A;}'ltntamlcuto de 1<\ r.npit:ll;de dos propietario! elt!;;,ldo3 por lo!! 5() posseuol'os (lelmayor número de esclavos, y de otros dos clegitios porlos 50 poscedort::; del menor número.

Los ncuerdos de cstacomislon serán toml\floiO po:' mil"

Jo·orla ete votoP.Art. 6.· Si el Cobierno no c~loeaso el emprésti ..

too cl.Icrcgará los titulos á los llc~uale8 poseedores tiaesclllvos.

Art. 7: Los Iibcr~s edl'ariit& 0:1 el p)ono goce do.los dt!~echo¡¡ po\if il:09 lÍ loa cinco oI.ü03 do publtcnd:l laley en la· Gacetl1 de M'a,l,.itl.

Art. 8.· Ei Gobierno dicta rÚo las di~poslciones nc­ce;;nrlas para la ejecucioll do esta ley y ateuller :í lasnc('cs~dndos de beneficencia y de tro.b3jO que b. mismahicierA precl¡¡ns.

Lo tendrá ontel1tIltto el Poder ejecutivo para Bl\ Im­pr~~i¿n, publlr.nl:iou ';; cu~pUmionto.

Pllto.cio do In A..!;amlllell. Kllclounl 22 de Marzo do1873. =Frnucisco Slllmcrou y A.lonso, Presidente.=­Ony" Ll)pcl', RC(lfCsontal1tc Soerutnrio.=Edunrdo Denot.lteprr.senLante Sccrclnrio.=Fcderico Balo.rt. RC[l.cl!t:!n~

tnoto Secretorio.

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Páginas de nuestra historia

Documentos para la historia de la esclavituden Puerto Rico: Cartas entre Julio

Vizcarrondo y Victor Bugo

Carta de Don Julio Vizcarrondo a Víctor Hugo.

Madrid, junio, 28 de 1866

1

SRo VíCTOR HUGo.Respetable Sor:Los periódicos de Europa y América habrán in­

formado a Ud. de la creación en esta Corte de unaSociedad Abolicionista.

Tenemos en Cuba y Puerto Rico seiscientos milesclavos: seiscientos mil seres sin patria, sin hogar,sin familia.

Madre sin hijos, hijos sin padres, esposos divor­ciados, corazones desgarrados, lazos benditos porDios y hechos pedazos por la mano odiosa de la es­clavitud.

Nuestra joven Sociedad se ha levantado entre losaplausos de las buenas almas y de los corazonesgenerosos, así en España, como en Francia, Inglate­rra, Holanda y los Estados Unidos.

- Todos nos animan y apoyan.La Sociedad vuelve hoy sus ojos hacia el ilustre

proscrito, pidiéndole su valiosa protección, y su his·toria envidiable, nos responde que nos protejerá.

En. la Isla de Puerto Rico se ha cometido un cri­men horroroso.

Dos esclavos, íntimos amigos, cansados de sufrirlos tormentos de su situación, conciertan que el unofuese asesinado por el otro y que el matador se ofre­ciese a la justicia para ser, a su vez, asesinado porel v~rdugo.

El crimen se realiza y la ley hace subir al cadalsoal desgraciado esclavo.

En vano el abogado defensor, con elocuente pala-

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bra prueba que los Tribunales se harían cómplicesde un doble suicidio, si se prestasen a los proyectosde los esclavos; en vano explica que la sentencia delTribunal, sería el arma elegida por el suicida paraarrebatarse la vida. Todo fue inútil. El verdugo cum-plió su sangrienta misión. .

La Sociedad ha recibido los adjuntos apuntes y,al buscar la pluma digna de dar a conocer al munado ese horrible atentado, ha vuelto unánimementesus ojos hacia el campeón infatigable de la aboliciónde la pena de muerte y de la libertad del hombre.

En representación de la Sociedad AbolicionistaEspañola, suplico a Ud. que acoja esa triste histo­ria. Ud. solo es digno de contarla alarbe y su pode·rosa pluma, contribuirá en gran manera a romperlos últimos eslabones de esa vergonzosa cadena queaún aflige a la humanidad.

La Sociedad se 10 pide como una limosna enfavor de seiscientos mil desgraciados esclavos. Ud.no les cerrará su generosa mano. Ese folleto, suscri­to por el cantor de las desgracias del pueblo, seráuna nueva flor para su corona de gloria.

Ruego a Ud. una contestación y me honro suscri·biéndome su entusiasta admirador s. s.

Q.B.S.M.

Julio Viz.carrondo,

Secretario de la Asociación

* El caso aludido ocurrió en la Hacienda «Quebrada­palmas» propiedad de don Calixto Anduce, en la jurisdiccióndel pueblo de Naguabo. -Los esclavos eran Jos~ Cabrera yVíctor-. Est~ último con una azada de labrar dio fuertesgolpes a Cabrera que le produjeron la muerte.

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Julio Vizcarrondo

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Contestación de Víctor Hugo a Julio Vizcarrondo

España. - Vía London

Sr. D. Julio Vizcarrondo,

Secretario de la Sociedad Abolicionista Española

Soldado 4. - Madrid.

Hauveville, 23 Octobre 1866.

Monsieur: Vous aurez lu, j' espére, dans quelquejoumal, mon absence de Guernsey pendant quatremois et mon silence vous aura été expliqué. Jetrouve en arrivant votre honorable lettre et le dou­loureux document qui l'accompagne. L' appel queme fait la Sociéte abolitioniste espagnole me va aucoeur; je la prie seulement de me laisser maitre dechoisir le meilleur moment pour élever la voix, lefait étant a cette heure malheureusement irrépara­ble. Je prépare sur les questions sociales pendantes:esclavage, peine de mort, guerre, prostitution, para·sitisme, enseignement gratuit et obligatoire, etc., unnouveau travail et le fait monstrueux que vous me

Victor Hugo

transmettez y aura place utilement; pas de lutteplus térrible et plus poignante. .

Veuillez, Monsieur, je vous prie, transmettre ála Société l' expression de ma reconnaissance pourla haute marque d' estime et de confiance qu'elleme donne; elle peut compter, et tous les hommesdévoués au progrés peuvent compter, sur moL Jesuis peu de chose, mais le peu que je suis et que jevaux, appartient á mes fréres les hommes.

Votre lettre éloquente, Monsieur, m'a vivementtouché et je vous prie de croire á ma profonde corodialité.

Victor Hugo.

(Traducción)

Hauveville, 23 Octubre 1866.

Señor: Usted habrá leído, espero, en algún pe­riódico, mi ausencia de Guernesey durante cuatromeses y mi silencio le habrá sido explicado. Encuen·tro al llegar su honorable carta y el doloroso do­cumento que la acompaña. La petición que me hacela Sociedad abolicionista española me llega al cora·zón. Le ruego solamente que me deje dueño de es­coger el mejor momento para elevar la voz, puesto

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que desgraciadamente el hecho es a esta hora irre­parable. Preparo sobre las cuestiones sociales pen­dientes: esclavitud, pena de muerte, guerra, prosti­tución, parasitismo, enseñanza gratuita y obligato­ria, etc., un nuevo trabajo y el hecho monstruosoque V. me trasmite, tendrá en él sitio útilmente; nin­guna lucha más terrible y más punzante.

Sírvase, Señor, se lo ruego, trasmitir a la Sacie·dad la expresión de mi reconocimiento por la altamarca de estima y de confianza que me da. Ella pue-

de contar y todos los hombres consagrados, al pro·greso, pueden también contar conmigo. Soy pocacosa, pero la poca cosa que soy y que valgo, perte·nece a mis hermanos los hombres.

Su carta elocuente, Señor, me ha conmovido vi·vamente y le ruego que crea en mi profunda cordia·lidad.

Víctor Hugo.

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La contratación de los libertosde Manati: 1873-1876*

Por BENJAM1N NI5TAL MORET

SE FUNDó EN EL 1738, CUARENTA AÑOS ANTES QUE ARE-cibo. Y ciento treinta y cinco años más tarde, en

el 1873, el Pueblo medía dos leguas de Norte a Sury tres y media de Este a Oeste, con 1,842 almas porlegua cuadrada.

Nació y creció pegado a la tierra, y de ella viviópor muchos años. Década tras década sembraron ycosecharon en la feracidad de sus extensas y ricasvegas. Así, sus primeras deudas las contrajeron conel Río: con él regaron sus siembras, por él transpor·taron sus productos, por él navegaron y en él echa·ron sus redes -porque sus aguas eran deliciosas ysaludables-. En un cerro nacía otra que llamaronla Cimarrona. Sin embargo, sus aguas eran pesadasy calcáreas; pero en ella brebaron su ganado. Lasaguas frías de la Cimarrona se escurrían a la somo

* Conferencia dictada por el autor en el Ateneo de Puer­to Rico en marzo de 1974.

En realidad es el primer bosquejo de trabajo de su tesisdoctoral. Por lo cual, el autor desea aclarar que algunos delos planteamientos vertidos en aquella fecha, han quedadomodificados por investigaciones posteriores. No quiere decirque queden totalmente sin vigencia o el autor no asuma laresponsabilidad debida.

Por ahora, solamente se pretende problematizar lo quees un lugar común en el País: que el esclavo negro puerto­rriqueño fue declarado y hecho libre por la Ley de Aboliciónde 1873. Y en segundo lugar, levantar una legítima cuestión:¿por qué se libertaron los negros esclavos?

En otras palabras, si la Abolición fue resultado de la bajarentabilidad de la institución esclavista; o es posible quese hubiesen dado otras circunstancias y razones, todavíadesconocidas. Por ejemplo, ignoramos la naturaleza de loselementos que componían la gran clase esclavista y el papelque jugaban en la política al momento de la Abolición. Des­conocemos, también, la función de los grandes y pequeñoscomerciantes y los propietarios menores de esclavos en lapolémica abolicionista.

El autor consultó en su investigación los documentos per­tenecientes al Ayuntamiento de Manatí -Registros de Li­bertos, Libros de Contratos, Censos de Esclavos, Correspon­dencia, Censos poblacionales y de Riqueza- y los ProtocolosNotariales, del perlado 1868·1880. Además ha consideradola reducida literatura secundaria existente sobre el par­ticular.

bra de los cedrOS, capás, ausubos y tabonucos delos montes; la superficie la tenía cubierta de berrosy sus riberas de menta silvestre.

Tenía dos lagunas en el Tortuguero, que de acon·dicionarse debidamente podría construirse un segu·ro, magnifico y extenso puerto. Puerto, que hacíamuchos años, había sido el camino de extensas im­portaciones y exportaciones con las Antillas. Por élentraron los tejidos, las manufacturas, las harinas,los aceites, las salazones, los vinos, las especies, lamaquinaria de las haciendas; y había salido el taobaca, las maderas de cedro y ausubo, el arroz, elplátano, los cueros, el maíz, las mieles, el ron y elazúcar.

Del puerto del Tortuguero, solamente quedabanahora, los recuerdos de un entonces: las ruinas delos extensos almacenes que hicieron construir suscomerciantes. Las memorias de unas transaccionesmercantiles que hicieron florecer la agricultura yobligaron la circulación del dinero.

Había existido otro puerto en el barrio de PalmasAltas; pero el poderoso Señor Marqués 10 cerró ysolamente lo usaba él para transportar los bocoyesde miel y azúcar que producía su hacienda.

Los caminos eran malos y la carretera estaba enpica, a excepción de la entrada y salida del Puebloque era en afirmado. Las otras veredas, desapare­cían bajo las aguas en la época de las lluvias. Y nohabía sido una sola vez, que al desbordarse los ríosy las quebradas arrastraron las valijas del correojunto a sus conductor, el cartero.

La carnicería estaba sucia y los utensilios en malestado. Y el matadero, tuvo que ser sacado del Pue­blo por las epidemias del tifus y viruelas que lo azo­taron en el 1870.

El cementerio no estaba lejos de la población yde vez en cuando los vecinos se quejaban porque,al soplar los vientos de aquella parte, las noches seimpregnaban de la hediondez del sagrado recinto.

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La Casa del Rey era alquilada; y la plaza estabaen el mismo estado en que la naturaleZa la dejó, so­lamente que ahora tenía aseo.

Las gentes del lugar emprendieron la tarea dereconstruir la Iglesia por medio de inscripcionespersonales: los propietarios dando su capital y 1010desposeídos su trabajo. Y de aquella empresa me;dieval, resultó un airoso edificio con piso de már­mol, cuerpo de mampostería, aunque el atrio noestuviera acabado.

Aquel Pueblo 10 componían 4,699 varones y 3,222mujeres blancos libres. De color libres eran 2,157y 1,375. Los negros libres eran 485 y 391 Y los escla­vos negros 312 y 251. De todos ellos, 12,751 eranpuertorriqueños, 129 españoles y 12 extranjeros.

Su riqueza descansaba en la agricultura, el co­mercio y la ganadería. Tenía 8 haciendas de vapor,3 con trapiches de bueyes; 424 fincas de frutos me·nares; 99 casas dedicadas al comercio y a los vento­rrillos y 91 personas trabajaban en alguna empresade elaboración.

El Pueblo estaba compuesto de 10 casas con pisode material: 4 tenían dos pisos -los altos de ma­dera y los bajos de mamposteda-; 590 casas cons­truidas con maderas del país de un solo piso y 90 dedos pisos; y el resto 10 componían 1,100 bohíos. -

17 personas eran empleados públicos; 2 eclesiás­ticos; 1,584 trabajaban en la agricultura, 117 en elcomercio y 53 en la ganadería; 1,295 se empleabanen servicios personales y 7,271 en el servicio de suscasas.

Los antecesores de aquellas gentes sostuvieronun importante comercio con las Antillas; ahora, sinembargo, el mismo comercio no era del Pueblo. Te­nían que acudir a la Capital o Arecibo: ciudades queconsumían sus existencias mercantiles en detrimen­to de la agricultura y de la circulación del dinero.Los productores, por falta de buenos caminos y deseguras carreteras que aumentaban las pérdidas enlas cosechas y los costos del acarreo, estaban obliga­dos a realizar transacciones mercantiles en perjui­cio de sus intereses. Eran los especuladores de laCapital y sus intermediarios, y los comerciantes delPueblo los que obtenían el trabajo de los agriculto­res y ganaderos de Manatí, en el 1873.

El dinero escaso y en manos de pocos, el créditorestringido y el interés alto, las deudas acumula­das... el Pueblo batallaba por su existencia.

En aquel mundo, protegido por Nuestra Señorade la Candelaria y el Apóstol San Martín, de Manatí,se decretó la Abolición de la Esclavitud hace unsiglo.

* * *

La Ley de Abolición tenía ocho artículos. De losocho, uno decretaba la Abolición propiamente; otro

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mencionaba la contratación; cinco se referían a laindemnización; uno advertía que los libertos "en·trarán en el pleno goce de los derechos políticos"en 1878, y finalmente, uno anunciaba que el Gober­nador Colonial dictaría las disposiciones para ejecu­tar la Ley; es decir, el Reglamento de Contratación.

La Leyes tan parca y económica en sus térmi­nos, que no tiene límites; en su más última conse­cuencia, no se sabe dónde comienza, dónde va nicómo concluye.

Es sorprendente que un solo artículo tenga quever con la contratación, mientras que cinco versansobre las indemnizaciones. Es, digamos, sospechosaesta parquedad, por un lado; y desproporción por elotro. ¿Por qué la Ley no especificó, por ejemplo: larazón de la Ley como tal; el propósito de la contra­tación; los derechos del liberto, etc.? ¿Por qué ]aLeyes tan específica en lo referente a la indemni­zación y no lo es en cuanto a la contratación? ¿Fuedeliberada esa desproporción? ¿Pretendía la Ley apa­ciguar, y por lo tanto, garantizar, los derechos y pri­vilegios de los grandes propietarios de esclavos através de una indemnización asegurada y una con­tratación ambigua; a la vez que, al no ser específi­ca, se deja al libre albedrío del Gobierno Colonialreglamentar la Ley en la cuestión de los contratos asabiendas de los grandes intereses que en aquel Go­bierno tenían los grandes propietarios?

Los Reglamentos de Contratación de 1873 y 1874amplían estas cuestiones.

El primero de éstos, tenía treinta y siete artícu­los. En el preámbulo, del Gobernador Colonial Pri­mo de Rivera, se decía -sin mayor elaboración-,que éste encerraba "el espíritu y la mente de la Ley"y que el Reglamento se formaba tomando como baselas "circunstancias especiales" de Puerto Rico.

Tanto en la Ley como en el Reglamento, decíaPrimo de Rivera, "Una condición se impone alliber­to, que es el trabajo por contratación durante tresaños, como preparación para su vida futura de hom­bre libre, y como medida de transición entre el tra­bajo forzado y el voluntario". La Autoridad se en·cargaría "por todos los medios coercitivos" de hacervaler aquella obligación, recurriendo a la "vigilanciaindispensable" para que el liberto se contrate.

Esta contratación sería con su ex dueño o conotro individuo; y si el liberto no lo deseaba, seríaforzosamente contratado con el Estado.

Con el fin de proteger y vigilar el ·proceso decontratación, se crearon tres cargos de "Protectoresde Libertos" que radicarían en tres cabeceras de De·partamento: Capital, Mayagüez y Ponce. Tenían laencomienda específica de "procurar que no se cohí·ba por ningún medio la voluntad de sus protegí.dos,de ampararlos y de defenderles en cuanto a la con­tratación se refiera". Estas facultades se hicieronextensivas a los representantes de los Protectoresen los Ayuntamientos, los Síndicos, porque éstos ha-

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bían estado facultados por norma para la represen­tación y defensa de los intereses de los esclavos.

Esta última determinación, acondicionada porlas anteriores, catapulta el primero y más básicode los problemas: ¿cómo los Síndicos de Esclavos-muchos de los cuales habían, o eran, propietariosde esclavos- podían proteger a los libertos en lacontratación sin afectar los intereses de ellos mis­mos como contratantes; o peor, como ocurrió enel 1872. cuando dos esclavos demandaron a su pro­pietario, Baldomero Santana, por usurpación de losderechos de coartación y de libertad por sexagena·rios, y resultó que el demandado había sido SíndicoProtector de Esclavos?

Ahora bien, los Síndicos y los Protectores teníanla facultad de mediar en las contrataciones única­mente, no podrían intervenir en ningún otro aspectode la vida del liberto, porque éste "goza de los mis­mos derechos de los demás hombres libres; y portanto, si gestionase esos derechos, deberá hacerloen la forma y modo que establecen las leyes comu­nes". La "mente" de la Ley, según el Gobernador Co­lonial, era que se considerase al liberto ..como hom-

bre libre en todo" aquello que no fuese la contra­tación.

Esta conclusión -tanto de hecho como de dere­cho-, genera un grave problema. En primer lugar,no era posible ser libre en todo aquello que no fuerala contratación, cuando se limitaba en sus más am­plias implicaciones la capacidad de vender el tra­bajo de un individuo. Trabajo, que venía a ser lafuente de toda la actividad, y a la vez, medio de vii:lamás elemental de un grupo de seres humanos. Porotro lado, la Ley dice que los libertos entrarían agozar los derechos políticos de los ciudadanos librescinco años después de su publicación. O sea, enel 1878. Es decir, el liberto, por Ley, no tenía ningúntipo de derecho político. ¿Cómo entonces el Regla­mento puede aseverar categóricamente lo contrario?Finalmente, ¿por qué no se dispuso en la Ley lo quese afirmaba en el Reglamento; o es que el Regla­mento, por razones que más tarde se analizarán, seatribuyó capacidades a las cuales no tenía derecho?Supóngase por un momento que el liberto, por de·terminada situación, suscitaba un pleito con su con­tratante por cuestiones que no fueran relativas a la

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contratación. Y, haciendo uso de las leyes comunescomo hombre libre, recurría al Ayuntamiento a ce­lebrar juicio de paz, de conciliación o levantar que­rella, y resultaba que el Alcalde era un contratantede libertos. Porque éste es el caso de Manatí enel 1873: donde más o meDOS tres cuartas partes ~e

todos los individuos en cargos concejiles habíansido propietarios de esclavos y ahora eran contra­tantes de libertos.

Por otro lado, la aseveración que el liberto, enasuntos no tocantes con la contratación "goza delos mismos derechos que los demás hombres libres",¿implicaba que le era reconocido, por ejemplo, elderecho de libertad de movimientos dentro del Mu­nicipio? Porque en los contratos se especifica queserían 12 las horas de trabajo -"de sol a sol"-. Demodo que el liberto solamente podría circular libre­mente de noche, de lo contrario, rompería el con­trato.

¡Triste la situación del liberto, que para ser li­bre, tenía que ser murciélago!

Más aun, ¿podría entrar el liberto en la celebra­ción de contratos de compra-venta, alquiler, hipote­ca, etc., dentro y considerando lo limitado de sushaberes? La evidencia que se tiene a mano, tomadade los Protocolos Notariales de Manatí para el perío­do 1868-1880, indica que no más de cuatro libertosllegaron a ser propietarios.

La Contratación se celebraría ante la .. Autoridadde este Superior Gobierno... en la Capital; y en losmunicipios, ante las autoridades locales". Los con­tratos estarían x:egistrados en libros impresos, sella­dos, foliados, precisando las cláusulas, etc. De nue­vo, se presenta otro problema, ¿por qué se recurrióa las autoridades locales para celebrar los contratossobre una materia tan espinosa, cuando el uso y lacostumbre, sancionados por las leyes comunes, ha­bían determinado que los contratos de importancia-excluyendo los extra legales- eran suscritos antelos Notarios? Si el Gobierno Colonial había "busca­do la mayor solemnidad y justificación plena de laverdad" en la formulación de los contratos, ¿por quéno se notariaron ante la persona más idónea para elcaso? ¿Por qué, si el Protector en la Cabecera delDepartamento se le remitirían dos copias de los con­tratos individuales, y él a su vez enviaría una deellas a la Capital con el fin de garantizar la contra­tación, no se formalizó ese proceso ante el Notariodel Pueblo? A fin de cuentas, el contrato del liberto,no fue nada más que un contrato muy especial decampra~venta: el contrato de compra-venta del tra­bajo que producirían 30,000 individuos, de los cualesunos 600 eran de Manatí.

y ciertamente eso mismo fue, un contrato muyespecial: al liberto "se le impone el deber de tra­bajar 3 años contratado, no por eso se ciñe ese de­ber al precisp término de esos tres años con un solocontratante, ni se limita su voluntad en lo más mí-

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Dimo respecto al precio y condiciones de su trabajo.El liberto en esa parte debe equipararse al hombrelibre; ha de contratarse, pero por el tiempo que leconvenga y con los pactos lícitos que le plazcan.Otra cosa sería continuar en su estado de servi­dumbre hasta extinguir el plazo trienal del contra­to". Por lo tanto al liberto se le reconoce el derechoa la rescisión en concurrencia con la voluntad delcontratante; y por infracción de los términos esti·pulados, ambos estaban sujetos a una multa.

Se insiste en que fue un contrato muy especial,por que no está clara, a pesar de todo, la capacidadcontractual del liberto: 1) cómo se acordaría el sala­rio y qué podía ocurrir si liberto y contratante noacordaban el jornal; 2) cómo el liberto podría po­nerle precio a su trabajo cuando había sido toda suvida un esclavo; 3) cuáles criterios se usarían y di­ferencias salariales se establecerían para pagar losjornales, considerando que había libertos domésti­cos y de tala, especializados y comunes; 4) se hicie­ron los contratos con el libre conocimiento y con­sentimiento de los libertos cuando ninguno de ellosrubricó el documento, ni hicieron cruz u otra señacomo era costumbre entre los individuos analfabe­tos libres, para indicar que el contrato era hechopor convenio mutuo? De los censos de esclavosdel 1872 se desprende que el 2.5 % de lo!! esclavosde Manatí sabían leer y escribir, los restantes erananalfabetos absolutos. Sin embargo, no aparece unsolo contrato signado. Por lo tanto, ¿qué tipo degarantía se le dio al liberto, si alguna, para que ésteno estuviera sujeto a engaño o abuso durante la con·tratación?

¿Cómo el liberto, según el Reglamento, podía ce­lebrar contratos individuales; hacer valer los artícu­los 9.°: garantía que el contrato se celebraría conel conocimiento y libre consentimiento del liberto;el 13: garantía de acuerdo mutuo en cuanto preciodel trabajo, duración del contrato y horas de traebajo; 14: garantía de derecho de rescisión; 27: ga­rantía que el contrato se haría en presencia del li­berto, y éste firmaría si supiese; cómo, se vuelve apreguntar, podía el liberto celebrar un contratoque para él era coercitivo -pero necesario en eltránsito de hombre esclavo a libre- cuando las con­diciones mínimas operantes en el municipio actua­ban en detrimento de los intereses del liberto?

En abril de 1873, el Síndico Protector de Libertosde Manatí, Ricardo Martínez, y el Suplente, PedroArnais, habían sido propietarios de esclavos, y enaquel instante eran contratantes de libertos, ¿cómopodían actuar legítima e imparcialmente en defensade los libertos, al ser representantes de una clasecontratante y propietaria, pertenecientes al mismogrupo económico-socio-político que había usado lainstitución de la esclavitud en su beneficio y ahorausaba a los ex esclavos con el mismo fin? ¿Cómo

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ser juez y parte en un mismo pleito sin ir en contrade aquel quien no tiene poder?

Finalmente, ¿cómo hacer valer unas disposicio­nes legales -que no dicen mucho- y otras regla­mentarias -que son ambivalentes por no decir con­tradictorias-, en un ámbito caldeado por los con­flictos políticos de la década de 1870. En especifico,los del 1872 que, aparentemente, se manifestaron conmás intensidad en la estrecha trabazón de interesesque se ventilaban en los pueblos de la Isla?

* * *

A pesar de la comunicación enviada por el Alcal·de de Manatí. Don Bonocio Casellas -gran propie­tario y comerciante- en febrero de 1872, al Gober­nador Colonial sobre que "no ha sido alterada latranquilidad pública, observándose buena conductapor todos los extranjeros y gentes de color libres yesclavos residentes en la localidad", las cosas eranmuy diferentes en su fondo. Los intentos en esta dé­cada de reformar la administración municipal y losprocesos eleccionarios, como resultado de las pre·siones internas que se delineaban en el País en ge­neral, fueron en gran medida válvula de escape parael Pueblo. En marzo de 1872, un mes antes de laselecciones municipales, se notariaron en Manatí dosdenuncias por parte de varios individuos votantesquienes alegadamente sufrieron persecución políti­ca a manos de Don Bonocio. Este pretendía, segúnla documentación. que aquéllos votaran por el Parti·do Conservador y recurrió al chantaje, coacción.amenazas, despidos, arrestos, etc., para lograr suobjeto.

Estas elecciones, llevadas a cabo bajo la admi­nistración colonial del Gobernador Gómez Pulido,fueron acertadamente llamadas, las "elecciones puli­das" de 1872. Y fueron tan "pulidas", que por elDistrito de Arecibo -del cual Manatí era parte­salió electo José Ramón Fernández, Señor Marquésde la Esperanza: el más grande propietario de Ma­natí y uno de los más ricos de la Colonia. vocero delos conservadores, hombre de mil y un oficios eincondicional del régimen.

Los que perdieron las elecciones "pulidas" deManatí, fueron los pequeños y medianos propieta­rios de tierra, con dotaciones no mayores de diezesclavos, aproximadamente, algunos de ellos oficia­les del Ayuntamiento, pero que no eran comercian­tes, y la mayoría puertorriqueños.

Contrasta con los victoriosos grandes propieta­rios de tierra, vinculados -directa o indirectamen­te- al gran comercio, con grandes dotaciones de es­clavos, conservadores, la mayoría españoles, y enespecífico, catalanes. Aunque, es posible la existen­cia de excepciones a esta generalización.

Sin embargo, como resultado de los altibajos de

la política española, el nuevo Gobernador Colonial. 'SlDlón de la Torre, convocó nuevamente a eleccio-nes para agosto de 1872.

Es muy importante, que en la inscripción de vo­tantes que concurrieron a las urnas en la eleccióndel Diputado a Cortes y compromisarios para Se­nadores, no se incluyeron los nombres de los conser­vadores, grandes propietarios y comerciantes delPueblo. Pero se inscribieron y votaron, por otro la­do, varios de aquellos que fueron intimidados o per­seguidos por Don Bonoeio meses antes.

Los conservadores, por su parte, se habían abs­tenido de concurrir a las elecciones, siguiendo lasinstrufciones del Marqués. De esta manera, Luis Pa­dial Vizc~rrondo, fue electo Diputado por Arecibo,y Juan Ramón Ramos, Compromisario. Cada uno ob­tuvo 170 votos aproximadamente. Tres conservado­res obtuvieron 1 voto cada uno: Angel Villamil, An­tonio Simó y Bonocio Casellas. Los tres eran gran­des propietarios y comerciantes.

La gobernación de La Torre trajo, así mismo, uncambio que no fue del agrado de los conservadores:Don Bonocio fue separado de su cargo como Alcaldey entre octubre y noviembre de 1872, Juan RamónRamos lo sustituyó.

Estos vaivenes políticos. enmarcados por las di­visiones socio-económicas del momento, explican elintento de los conservadores. representados por dosex miembros del municipio -Angel Villamil y Fe.liciano Parés- de anular las elecciones del Distritode Arecibo por haber sido separado de su cargo elAlcalde y sustituido por otro. La protesta fue decla­rada improcedente. Pero es de singular inte¡:és queesta decisión está firmada por varios de los indivi­duos que fueron perseguidos por Don Bonocio enlas elecciones de abril del 1872.

También explica los continuos intentos de losconservadores de retomar el poder en el municipioy las luchas socio-económicas que se generaban enel Pueblo. En abril de 1873, nuevamente FelicianoParés y Angel Villamil elevaron una protesta al Go­bernador Colonial Primo de Rivera, como "vecinospropietarios y comerciantes" del Municipio. Acusa­ron al Alcalde Don Juan Ramón de atentar contra"los vecinos honrados de este Pueblo". Alegaron queel Alcalde. endeudado con un comerciante yal éstereclamarle la satisfacción de la deuda. aquél loarrestó y lo envió a la cárcel de Arecibo. y encima leclausuró el negocio de abastos de carne. Una ac­ción semejante había seguido contra el comercianteexpendedor del pan. Es al final de la querella. quese descubre el conflicto económico-polftico señala­10 '1 que permeó la forzada marcha del Pueblo:

"Sena interminable. Excelentísimo Señor. sifuéramos a relatar todos los atropellos que esteAlcalde comete contra los vecinos más respeta­bles... nos concretaremos a manifestar, que basta

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para caer en desgracia de este Señor vestir elhonroso uniforme de los Voluntarios que comouna institución de orden se opone a los fines quese proponen los enemigos de España, y comotodos -1os vecinos honrados y propietarios de estajurisdicción pertenecen en gran parte a este Cueropo, no es de extrañar todas estas multas, prisionesy vejaciones que comete con el fin sin duda deexasperarlos y provocar un conflicto... Por todolo expuesto se convencerá Vuestra Excelencia queel Señor' Ramos no es el llamado a desempeñarel destino de Alcalde porque sobre ser tan injus­to, es en extremo orgulloso, es además como hom­bre particular lo que se llama un taur y un em·broyón de mala ley, cargado de deudas... "

No es accidental, por lo tanto, que en la mismafecha que se registró la protesta, 10 de abril de 1873,los grandes propietarios de Manati estaban suscri­biendo los contratos de sus libertos. Es el precisomomento en que Lorenzo Cayol, Bonocio Lienza, An·tonio Fernández Vanga, el Marqués, Salvador Calaf,

Baldomero Santana, Gerbasio Medina, Bonocio Ca­sellas, Antonio Simó, etc., contrataban sus antiguosesclavos. Entre todos ellos alquilaron los serviciosde aproximadamente 400 libertos: 2/3 partes de lapoblación total ex esclava del Pueblo. Los restantesfueron contratados por los pequeños y medianospropietarios y por toda una gama de propietariosmenores dueños de una asombrosa multiplicidad depequeños predios de tierra. Pero que no eran miem­bros de la casta dominante ni del grupo comercialdel Pueblo.' Sin embargo, eran piezas integradas aun sistema de vida colectivo, complejo y sofisticado;que pretendía ser dinámico pero el lastre de la vidaagraria de los hacendados y los comerciantes lo ha·cía cerrado y de castas. Tan necesaria su presenciaen aquella realidad como la que los que llevaban el..Don", donde los unos no podían ser sin los otros.Peones, torres, caballos, álfiles y reyes de un mara­villoso mundo mágico de cosas pequeñas... pero enterrible conflicto interno, agravado por las contra·

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Un contratode liberto

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dicciones de clase que se empezaban a manifestar-sin lugar a dudas- en la década del 1870.

En 29 de abril de 1873, el Alcalde Don Juan Ra­món, escribió al Gobernador Colonial Primo de Ri­vera pidiéndole instrucciones, porque al reunir "losprincipales propietarios" en la Alcaldía para cele­brar los contratos y a pesar de las "mejores dispo­siciones" de algunos de los hacendados, el represen­tante del poderoso Señor Marqués .. manifestó deuna manera rotunda que no celebraba contrato al·guno con la esclavitud ni permitiría la extracciónde ella de la hacienda". Esta actitud "no pudo me·nos que destruir los buenos deseos de algunos delos allí reunidos". El Gobernador contestó que seprocediese a la contratación como estaba dispuesto.

Ahora bien, cómo se puede entender la actituddel Marqués y el respaldo que le dieron los propie·tarios. Ante todo, hay que enmarcarla dentro de lacuestión del mercado de la mano de obra disponibleen el momento. Recuérdese que la Ley de 1873, noaclaró el status del liberto en términos de la pro­ducción social. Los conservadores en el 1871, al cons­tituirse como Pcu:tido Liberal Conservador, a la ca­beza del cual se encontraba el Señor Marqués se·guido por Bartolomé Borrás, Pablo Ubarri, Fernán­dez Capetillo, Chavarrí, Arzuaga lzaguirre, EduardoPalau, Gerardo Soler, Caracena, Larroca Pascual-estrechamente vinculados al comercio en gran es­cala, a la administración colonial además de sergrandes propietarios de tierra- propusieron entreotras cosas, "la descentralización municipal paraque no haya dilatados trámites que entorpezcan omaten la iniciativa local de los Ayuntamientos". Es,por otro lado, el Municipio el fuerte de los grupospropietarios-comercial que dependían, directa o in­directamente, de los mismos grupos matrices radi­cados en San Juan o Arecibo. Esta situación fuedramática con la administración del GobernadorColonial Sanz en el 1874. El decretó la disolución dela Diputación Provincial y a la vez creó la suya.Entre los nuevos miembros se encontraban los gran·des propietarios-comerciantes del País acaudilladospor el Señor 'Marqués -como Vicepresidente de lamisma- y los mismos individuos que organizaronel Partido Conservador: importante conjunción deintereses de clase que permite la representación deBonocio Lienza por Manatí.

¿Cómo, entonces, podían aceptar prima facie, lacontratación en el 1873 sin tener ellos un lugar pre­ferencial en aquella administración municipal? Seentiende que el Reglamento de 1873 trató de articu­lar un mercado "libre-coercitivo" de mano de obraya regilnentada, y por lo tanto, altamente cotizado,ravorable a los pequeños y grandes propietarios delmunicipio, pero este proceso encerrado dentro deuna premeditada centralización administrativa. Poresto, el Reglamento de Recontratación del 1874,igualmente decretado por Sanz y que se analiza más

adelante, trató de establecer, o mejor dicho, de man­tener, un mercado de trabajo semi·servil favorable alos grandes propietarios, pero a través de la des­centralización administrativa.

Ambas medidas tuvieron fuertes matices de di­visión -y también de conflicto- social. La primeraamplió el marco de acción económica -o por lo me­nos lo intentó- de los sectores pequeños producti­vos y así abrírseles el camino a la participación po­lítica. La segunda restringió la acción a los grandespropietarios y comerciantes incondicionales del ré­gimen, desplazando así a los primeros. Mas ambasmedidas, al ser una gran parte impuestas desde laCapital, mantuvieron la "maligna" ingerencia del Es­tado en la organización económica. La reglamenta­ción del 1873 y 1874 inhibió el libre cambio entrecapital '.1 trabajo con el agravante de la ausencia deun capital barato y abundante en Puerto Rico, lacrisis nacional e internacional de los precios, en es·peciallos del azúcar, las cuestiones tarifarías, etc.

Esta crisis se manifestó en el Pueblo con mayoro menor intensidad. De ahí, que los contratantes seenfrentaron a la necesidad de garantizarse unosmedios mínimos de subsistencia -en cuanto a lamano de obra se refiere- y no se detuvieron en in­terpretar la Ley y el Reglamento en base a aquellasnecesidades básicas. Con el visto bueno de algunosnficiales concejiles se hicieron contratos fraudulen­tos e ilegales. El mismo Gobernador Colonial acusóal Alcalde de "interpretar la Ley caprichosamente"y haber "falseado completamente el espíritu de laLey".

De todas formas, así se hicieron los contratos.¿Existió libertad de contratación? Se tiene evi­

dencia, tomada de los archivos del correo de Mana­tí, del período comprendido entre el 30 de abril de1873 y el 18 de enero de 1874, que alrededor de 55libertos se contrataron pOI: un tiempo -cuya dura­ción se desconoce- con personas fuera de la juris­dicción del Pueblo. De las cartas y los borradoresde correspondencia se desprende que, por voluntadpropia, se contrataron con propietarios en lugarestan distantes como Mayagüez, Cayey, Gurabo y Caro­lina. Algunos de los permisos de tránsito indican quefueron a reunirse con algún miembro familiar oamigo personal; aunque es posible que también fue·ra una forma de sacudirse la contratación forzosa.Es significativo que para noviembre de 1873, ocho­cientos dieciocho libertos de todo el País no se ha­bían contratado, porque se "desconoce su paradero".Hasta qué punto la "libertad de Contratación" -fue­ra de la jurisdicción de la residencia habitual- fueusada como medio de fuga es una cuestión quequeda por resolverse. Pa1Jl este mismo período sehicieron unos 671 contratos y 116 rescisiones. pero,no constan las bases para la disolución de los con­venios. Es posible que fueran resultado de insatis­facción o discordia entre los pactantes.

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Los contratos en sí, reflejan un patrón un tantora~ional donde el jornal, que podía oscilar entrenada o especie -generalmente encontrado entre losmedianeros- a 10 pesos mensuales, respondía asexo, edad, oficio, destreza y volumen de benefi­cios marginales -ropa, albergue, medicinas, alimen­tos o educación-o Hasta ahora no ha sido posibledesentrañar -a pesar que a simple vista se podríaseñalar que se perciben unas relaciones relativa­mente proporcionales entre los términos y condicio­nes de los contratos y los salarios- si se usó algunafórmula o modelo como medida de pago y si real­mente se pagaron los salarios.

En otras palabras, se cuestiona la implementa­ción de los contratos en términos de la función re­dentora que se les asignó. Si las últimas consecuen­cias eran hacer al negro esclavo negro libre, jurídi­camente se logró. Realmente, no llegó a materia·lizarse. Existe evidencia demográfica -que necesitamayor estudio- claramente demostrativa de un he·cho: para la década del 1880 muchos libertos de Ma­natí vivían en las áreas donde habían sido esclavoscomo resultado de una deliberada política colonial.

De nuevo, los vaivenes políticos trastocaron elorden de cosas, y en el 1874 llegó a Puerto Rico elGeneral Laureano Sanz como nuevo Gobernador Co­lonial. De todos es conocida su segunda administra­ción: del decreto disolutorio al más arcaico conser­vadurismo colonial.

El portavoz de los Conservadores, el Señor Mar­qués -Vicepresidente de la Diputación, por decre­to- atacó la administración de Primo de Rivera enlo concerniente a la contratación, al decir que "Laabolición de la esclavitud es otro· de los escándalosmás remarcables... , jamás se han cuidado de que seconserven los contratos que por tres años debíancumplir amos y libertos; antes al contrario, autori­zaban al liberto para cambiar de amo cuantas vecesquisiera, eludiendo la Ley en tales términos quetodos los propietarios nos hemos visto obligados aabandonar los contratos por ilusos".

Partiendo que Primo de Rivera había sido de­masiado generoso en la libertad de contratación; desuerte que "no se pusiese cortapisa alguna a la con·tratación; el que desde el primer momento fueranconsiderados los libertos con los mismos derechosy obligaciones que los nacidos libres en lo relativoal trabajo" y la ausencia de medidas suficientemen­te coercitivas; redundando todo en la desorganiza­ción del trabajo y daño a la agricultura: Sanz de­cretó un nuevo Reglamento de Contratación el 11de abril de 1874.

Sanz eliminó la cláusula que capacitaba al liberoto y contratante para rescindir los contratos poracuerdo mutuo. Ordenó que los libertos no podríandemandar más salario ..que el que en épocas norma·les sea común en cada localidad, descontándose desu importe el de la manutención y vestidos si los

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propietarios se comprometen a mantenedos y ves­tirlos".

Finalmente, Sanz, ordenó la nulidad de todo con­trato cuyo contratante no reuniese "las circunstan­cias de ser propietario, comerciante o industrial, conposición desahogada para el exacto cumplimientode los contratos que celebre". Además, ató al libertoa la tierra con una cédula que no era útil para ellibre tránsito, del liberto fuera de la hacienda y leobligaba a residir y pernoctar en la casa o finca delcontratante.

Sanz, reorganizó, por decreto, la gobernación mu­nicipal. Y así colocó en el poder en el Pueblo a laclase propietaria-comercial. Fue esta misma clasepropietaria-comercial la qúe llevó a efecto la re­contratación del Gobernador Colonial en abril delaño 1874.

Se inició la rescisión de los contratos tal comohabía sido decretado. Los resultados fueron prede.cibles: 144 rescisiones y 457 nuevos contratos. Lasrescisiones respo~dieron al decreto de 'Sanz: si loscontratantes no eran propietarios, comerciantes oinrdustriales ricos no podían contratar. Por lo tanto,los de los pequeños y medianos propietarios se anu­laron. Pero si estos quedaron al desnudo o, por lomenos, en una posición económica débil, los libertosllevaron la peor parte.

Los nuevos contratos hundieron al liberto en unaservidumbre que de no existir la Ley,de 1873, podríaconfundirse con una esclavitud benigna, si el vocablopermite la acepción, porque, hasta esa benignidadse podría cuestionar. En primer lugar, se rebajaronlos jornales; seguidamente se ordenó, que el cuidadode los, libertos enfermos no correría por cuenta delcontratante ni del Municipio, a no ser que hubieraun acuerdo explícito entre contratante y liberto; yfinalmente, la manutención y vestido serían descon·tados de los jornales del liberto. Es decir, los sala­rios sufrieron una estrepitosa caída. Que fue másgravosa si se considera la posible alza de precios dela época a consecuencia de las crisis en precios, taorifas y producción azucarera.

Los nuevos contratos distaron mucho de inten·tar tan siquiera el inicio decidido en la transicióndel liberto a hombre libre. Dado que su solvenciaeconómica quedó a merced del gran propietario re·crudeciendo la dependencia de aquél en su contra­tante.

Los contratos del 1874 dejaron sin vigencia losvagos principios de libertad de la Ley de 1873. Y siPrimo de Rivera fue demasiado generoso durante laprimera contratación, Sanz fue un empedernido es­clavista con la suya. Esta política anticipó lo quele sucedería a los libertos en el 1876.

El Gobernador Colonial Segundo de la Portilla, enabril del 1876 anunció a todo 10 largo y ancho delPaís en La Gaceta que los libertos entrarían a gozar

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de sus derechos civiles al momento de concluir lacontratación... de acuerdo a la Ley de 1873.

De la Portilla determinó que los libertos entra·rían a formar parte de la clase jornalera. Y sinmayor protocolo añadió:

"El liberto, por razones que no son del caso ex­poner en estos instantes, entrará dentro de dosdías a formar parte de una sociedad que no co­noce; que ignora sus tendencias, costumbres yleyes porque se rige; que no tien~ ·Ia noción de losdeberes que aquella encierra; en una palabra, queno comprende hasta lo más esencial qué sirve denorma para fijar la progresiva y bien entendidamarcha moral y material que, para sus más fe­cundos y naturales fines, tiene trazado el mundocivilizado... Teniendo presente que muchos de loslibertos carecen de familia, de techo en que ro­bijarse y aun de relaciones casi precisas para susinmediatas contrataciones; y recordando también,por otra parte, la abnegación y nobles propósitosde los hacendados, se acude a mediación de éstospara que sigan proporcionando trabajo en sus fin·cas a todos aquellos que actualmente se encuentraen ellas, permitiéndoles que continúen ocupandolas casas en que habitaban, mientras el tiempo

vaya sucesivamente remediando ese modo especialde ser de los libertos."

y como medida reguladora para garantizar el or­den de trabajo ordenó la aplicación del Bando deVagos de Sanz de abril de 1874.

Según este Reglamento, el vago sería todo aquel..que no tenga rentas, profesión, empleo, oficio u ocu­pación lícitamente lucrativa y conocida" y "los que,teniendo oficio u ocupación lícita no se dediquenhabitualmente al trabajo", También consideró todoindividuo que ganando un jornal y en horas de traebajo "concurra con frecuencia... , a cafés, tabernas,pulperías y sitios de recreo y solaz".

* * *

Se dijo al principio, que triste era la situación delliberto que para ser libre, tenía que ser murciélago,De haber sido así, el liberto, como pájaro-mamiferode la noche y por su propia voluntad, inició la mar­cha hacia la liberación de su clase.

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en la discusión del problema de la esclavitud ymucho menos de su abolición. Las Antillas estabanrepresentadas .por 19 comisionados; España tenía20 representantes, lo que decidirla a favor del Go­bierno cualquier votación de interés para los re­formistas. Los trabajos se celebrarían en un saióndel Ministerio de Ultramar a puertas cerradas, sinsecretarios que tomaran actas, con ausencia de laprensa y con la prohibición expresa de entrar enasuntos relacionados con la unidad nacional o sobrecuestiones religiosas y políticas. Los Comisionadospuertorriqueños fueron citados para el 4 de noviem·bre de 1866. Como en el Interrogatorio que les fueenviado nada se mencionaba sobre la esclavitud, lostres representantes reformistas -Acosta, Ruiz Bel·vis y Quiñones- se adelantaron para afirmar que"la tendencia a conservar la esclavitud... es... con·traria a la felicidad de Puerto Rico y al buen nom­bre de la nación española". De ese momento enadelante, se abstendrían de toda participación endiscusiones que no tuviesen relación directa con laesclavitud; pero hicieron saber a los miembros dela Junta Informativa que anunciarían su plan defi·nitivo de abolición antes de terminar los trabajosde la Junta. Aquellas declaraciones alarmaron a losespañoles, que consideraban aquellas ideas muy ra·dicales, atentatorias a la paz ultramarina. Don JoséJOOán Acosta explicó que ellos preferían una indernrnización para los amos al decJararse emancipadoslos esclavos; pero si aquella no era posible, habiaque decretar la abolición como cuestión de justicia.Una vigorosa campaña esclavista, respaldada por elGobierno, trataba de ahogar la voz de los tres co­misionados. La Junta de Información declaró abo­lida la trata africana. Días antes de clausurar sustrabajos presentaron Acosta, Ruiz Belvis y Quiñonesel Informe sobre la Abolición Inmediata de la E$­clavitud en la Isla de Puerto Rico. Este trabajo esposiblemente el documento más importante y me­jor elaborado, escrito por puertorriqueños en elsiglo 19. "No hay ni puede haber estado intermedioentre la esclavitud y la libertad", rezaba el Informe;aunque se esperaban algunos inconvenientes con laabolición, éstos serian pequeños y pasajeros. Plan·teada la cuestión en términos tan precisos, no que­daba al Gobierno otra alternativa que la de asumirla responsabilidad de la emancipación. El 27 deabril de 1867, concluyeron los trabajos de la JuntaInformativa.

Destierros

Cuando los Comisionados puertorriqueños sedisponían a regresar a su partia, el GobernadorJosé Maria Marchessi decretó destierros para Pe·dro G. Goyco, Ramón Emeterio Betances, VicenteMana Quiñones, Carlos Elio Lacroix, Julián Blanco,

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Segundo Ruiz Belvis y otros reformistas, acusadostodos de separatistas. Desde Saint Thomas, Betan·ces envió a Puerto Rico sus Diez Mandamientos delos Hombres Libres, encabezados por la aboliciónde la esclavitud. Ruiz Belvis se fugó al conocer lasintenciones del Gobernador Marchessi; su peregri·nación lo llevó a Chile, donde murió trágicamentea la temprana edad de 37 años. Acosta quedó enMadrid, esperando un salvoconducto que le garan­tizaba el regreso a su tierra.

Revolución de 1868

Cuando la acción gubernamental parecía detenerla corriente abolicionista, estalló en España la revo­lución del 17 de septiembre de 1868, que coincidiócon la Revolución de Lares en Puerto Rico y conel Grito de Yara, que comenzó la Guerra de losDiez Años en Cuba. El movimiento revolucionarioespañol acaudillado por Don Juan Prim estabacomprometido a hacer reformas en las Antillas. LaJunta Revolucionaria de España declaró libres atodos los hijós que nacieran de mujer esclava a par­tir del 17 de septiembre de 1868. El Gobierno llamóa las Cortes a los diputados de ultramar que fuerondebidamente electos. Puerto Rico tendría derechoa enviar 11 diputados y Cuba ll!. La Sociedad Aboli·cionista reanudó sus campañas y surgió vigorosaen Puerto Rico la figura de Don Román Baldoriotyde Castro, que junto a Luis Ricardo'Padial y JoséPascasio Escoriaza, constituían el triunvirato mástemido por los esclavistas. ·En Puerto Rico, Acostafundó en 1870 El Progreso, que sería el órgano abo­licionista donde habrían de colaborar los más des­tacados reformistas del pak En el seno del Con­greso español, Baldorioty declaró en 1870 que su .objetivo era traer a la cámara de Diputados "unlamento justo de la Isla de Puerto Rico; lo ha con·seguido, y espero.... del criterio y previsión del Go­bierno... justicia para'mi país, justicia; y justicia apesar de los que no la quieran... ., La prensa españo-

. la 10 acusó de separatista y se vio acosado por losesclavistas.

Partido Liberal Reformista,

Las Cortes de 1870 aprobaron la Ley Preparato­ria o Ley Moret para la abolición de la esclavituden Puerto Rico, un paliativo que estaba lejos desatisfacer las aspiraciones de los abolicionistas. P/,­ro dicha legislación constituyó una etapa importan·te- en el camino hacia la abolición definitiva; con­tribuyó a aplacar los ánimos en Puerto Rico y dabanUevas esperanzas a los abolicionistas. A fines de1870, quedó organizada la primera agrupación polí.tica del país -el Partido Liberal-Reformista- com-

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prometido a conseguir fa abolición de la esclavitud.En las elecciones de ese año triunfó dicho partidosobre el también recién creado Partido Conserva­dor. La causa abolicionista se veía favorecida porla presión diplomática ejercida por los EstadosUnidos sobre España y por la actitud franco-britá­nica favorable a la emancipación. Un buen sectorde la prensa española favorecfa la idea abolicionis­ta combatiendo las ideas contrarias sostenidas porotro sector periodístico.

La República - 1873

Finalizando las Cortes de 1872, el Gobierno secomprometió a realizar la abolición y el Ministrode Estado, Cristino Martos, presentó antes del re·ceso navideño un proyecto de abolición de la escla­vitud en Puerto Rico. Reanudadas las sesiones delas Cortes se obligó al Monarca Amadeo de Saboyaa abdicar el 11 de febrero de 1873 y se proclamó laRepública. El nuevo gobierno venía comprometidoa efectuar la abolición en Puerto Rico. En efecto,el decreto de convocatoria a nuevas Cortes decíaen su apartado 4.° que "las actuales Cortes segui­rían deliberando hasta que quede votado definiti·vamente el proyecto de abolición de la esclavitud

en Puerto Rico". Temeroso de que finalizaran lassesiones congresionales sin haberse cumplido aqueolla promesa, el diputado Joaquío María Sonromá,respaldado por las firmas de todos sus compañerospuertorriqueños, propuso que si por ausencia delos diputados no se podía aprobar la ley de aboli·ción, se debería considerar promulgada a base delos dictámenes de las .comisiones respectivas. Laextraña propuesta causó el consabido revuelo entrelos conservadores, pero surtió el efecto deseado.

El 22 de marzo de 1873, el día en que finaliza­ban los trabajos de las Cortes, quedó aprobada porunanimidad la Ley de Abolición de la Esclavituden Puerto Rico. La noticia fue transmitida rápida.mente a la Isla. El Progreso editorializó el aconte­cimiento, asegurando que aquella fecha "la recor·darán nuestros hijos como el instante solemne enque Puerto Rico ha entrado definitivamente dentrode la civilización cristiana que hace iguales a todoslos hombres y hombres a todos los españoles...podemos levantar nuestra frente con orgullo, queya no la enrojece la vergÜenza de una instituciónmaldecida de Dios y condenada por el mundo civi·lizado. Jamás en nuestras vidas hemos cogido lapluma con tanto placer como en este momento enque se realiza la aspiración constante de nuestravida".

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