Revista del Instituto de Cultura

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Primera serie número 64, julio - septiembre de 1974.

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R-EVISTA•

del INSTITUTO de

CULTURA PlJER'FORR.IQU:EÑA.¡

ANTROPOLOGIA

HISTORIA

LlTBlUf.TU1U

TBlfTRO

MOSICA

ARQurrBC1VRA

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JULIO-SETIEMBRE. 1974

San Juan de Puerto Rico

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Enrique Laguerre. PresidenteMilton Rúa Carlos CondeCarlos Sanz Samuel R. QuiñonesAmelia G. de Paniagua Jesús María Sanromá

Director Ejecutivo: Luis M. Rodríguez MoralesDirector de la Revista: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO XVII 1974

JULIO-SEPTIEMBRE

SUMARIO

Núm. 64

José I. de Diego Padró 1

José I. de Diego Padró. novelistapor Francisco Matos Paoli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2

José I. de Diego PadróporJosefina Rivera de Alvarez 3

Las "Epístolas Mostrencas" de De Diego Padrópor Enn'que Laguerre 6

EnBabiaporJosé de Diego Padr6 10

Epístola admonitoria al poeta Calandrino

porJosé de Diego Padr6 15

La obra "Descubrimiento. conquista y colonizaciónde Puerto Rico" por Ricardo E. Alegría

por Alberto Cibés Viadé 17

VI Exposición Anual de los alumnos de la Escuelade Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puerto-rriqueña 23

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El Código Negro francés para las AntillasporA[anuelCárdenas > ••••• 26

La primera exposición de piezas arqueológicas y elestablecimiento del primer museo en PuertoRico .por RicardoE. Alegria 37

Otoquípor Walter A[urray Chiesa

Oleos y acrílicos de Rafael M. de Soto 47

La Relación del Socorro de Puerto Rico en 1599 porel jerónimo fray Diego de Ocaña

por Arturo V. Dávila . . . . . . . . . . 49

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

Director: Ricardo E. Alegría

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual $2.5(Precio del ejemplar .. SO.7!

[Application for second class mail privilege pending a'San Juan, P. R.]

DEPÓSITO LEGAL: B. 3343 - 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE MANUEL PAREJA

BARCELONA· PRINTED iN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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Francisco Matos Paoli naci6 en Lares en1915. Estudi6 en la Universidad de PuertoRico, y durante algunos años fue en ellaprofesor de Humanidades y de literaturapuertorriqueña. Posteriormente realiz6 es­tudios avanzados en la Sorbona de Parfs.Entre sus obras poéticas figuran Signariode lágrimas (1931), Cardo labriego (1937),Habitante de eco (1941), Teorla del olvido(1944), Canto a Puerto Rico, Luz de loshéroes, Criatura del roda, Canto de la lo­cura, El viento y la paloma'(1969), Cancio­nero (1970), La cemilla encendida (1971),La marea sube (1971), Cancionero II(1972), Rostro en la estela (1973), Varia­ciones del mar (1973), La orilla sitiada(1974), Testigo de la esperanza (1974),Antología Poética (1972), y Dian'o de unpoeta, (prosa).

Josefina Rivera de Alvarn naci6 en Ma­yagüez y curs6 estudios en la Universidadde Puerto Rico. En 1947 obtuvo el gradode maestra en artes de la Universidad deColumbia yen 1954 se recibi6 de doctoraen Filosofia y Letras de la UniversidadCentral de Madrid. Desde 1947 está ads­crita a la Facultad de la Universidad dePuerto Rico. en cuyo Recinto de Mayagüezdesempeña una cátedra de español. Esmiembro de la Academia Puertorriqueñade la Historia. En 1955 public6 el Diccio­nan'o de la Literatura Puertorn'queña,obra laureada con un primer premio delInstituto de Literatura Puertorriqueña ycon el premio "Club avico de Damas" delmismo año; Historia de la Literatura Puer­torn'queña (1969); Diccionario de la Lite­ratura Puertorriqueña, Tomo J (1970);Diccionan'o de la Literatura Puertorn'que­ña, Tomo JI (1974).

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Enrique Laguerre, novelista, ensayista,crítico y autor puertorriqueño. Desde 1941es profesor de lengua española y literaturapuertorriqueña en la Universidad de Puer­to Rico. Ha desempeñado labores de difu­sión educativa y cultural para la UNESCOen México y en 1955 fue designado miem­bro de la Junta de Directores del Institutode Cultura Puertorriqueña la que presideactualmente. Es autor del drama La Re­sentida, estrenado en 1944, y de las novelasLa Llamarada (1935), Solar Montoya(1941), El30 defebrero (1943), La Resaca(1949), Los dedos de la mano (1951) y LaCeiba en su tiesto (1956). Del mismo año essu libro Pulso de Puerto Rico, colección decomentarios sobre temas de actualidadpuertorriqueña.

Alberto Cibés Viadé nació en Mayagüez.En la Universidad de Puerto Rico obtuvolos títulos de bachiller en Artes (1939) yEducación (1941), y cuatro años más tar­de, en la Universidad de Fordham, NuevaYork, el grado de Maestro en Artes. Doctoren filosofía y letras de la Universidad deMadrid (1958), ha colaborado en la prensadel país con artículos sobre temas filosófi­cos e históricos. Es miembro del claustro dela Universidad de Puerto Rico, y actual­mente dirige la Oficina de Información deeste centro docente. .

Manuel Cárdenas Rui% es profesor delDepartamento de Ciencias Políticas de laFacultad de Ciencias Sociales de la Univer­sidad de Puerto Rico. Junto con EugenioFemández Méndez ha publicado diversosartículos de crítica de arte en revistas y pe­riódicos del país.

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Ricardo E. Alegría. Nace en San Juan.Estudió antropología en las universidadesde Chicago y Harvard, como becario de laFundación Guggenheim. Ha publicado di­versos artículos sobre arqueología y folklo­re en revistas del país y del extranjero. Des­de hace varios años es profesor de prehisto­ria en la Universidad de Puerto Rico y diri­ge, desde su fundación en 1955, el Institu­to de Cultura Puertorriqueña. Ha publica­do los siguientes libros: Historia de nues­tros indios - Versión elemental (l952 y1969), La fiesta de Santiago Apóstol enLoú:a Aldea (1955), Los renegados (1962),El Instituto de Cultura Puertorn·queña.Los primeros cinco años (l960), El temadel café en ÚL literatura puertorriqueña(1965), Cuentosfolklón:cos de Puerto Rico(1967), The Three Wishes. A Collection ofPuerto Rican Folktales (1969), Descubri­miento, conquista y colonización de PuertoRico. 1453-1599 (1969) YElfuerte de SanJerónimo del Boquerón (l969).

Arturo V. Dávila nació en San Juan. Hizosus estudios de licenciatura en la Universi­dad de Madrid, donde se especializó enhistoria. Obtuvo en 1960 el grado de doc­tor en filosofía y letras. Es autor de la obraLa IsÚL de Vieques en ÚL historia, y de otrostrabajos de investigación sobre la historiareligiosa y el arte en Puerto Rico, algunosde ellos publicados en números anterioresde esta revista. La editorial del Instituto deCultura Puertorriqueña le ha publicadolas siguientes obras: Las enciclicas sobre ÚLrevolución hispanoamericana y su divulga­a:ón en Puerto Rico (1965) y José Campe­che (l751-1809), contiene una biografía yun catálogo de las obras del notable pintorpuertorriqueño. Actualmente ocupa unacátedra de arte en la Universidad de Puer­to Rico.

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Walter MurrtJ)' Chiesa nació y vive en Ba­yamón, Puerto Rico. Graduado de la UIÚ­versidad de Puerto Rico ha tomado varioscursos postgraduados de arqueologia, his­toria y folklore. Fue director del Programade Fomento de las ArtesaIÚas del Institutode Cultura Puertorriqueña y colaboró porvarios años en los trabajos de restauracióndel Centro CeremoIÚal de los Indios delBarrio Caguana, de Utuado. Se ha desta­cado en la promoción de las artesaIÚas, delfolklore y del tema indigena puertorrique­ño, dictando numerosas conferencias sobreestos temas en las escuelas de la Isla y delexterior. Tal vez ha sido el primer confe­renciante itinerante del tema de los indiosen las éscuelas de Puerto Rico.

En el año 1968 el Gobierno de PuertoRico le otorgó el premio Manuel A. Pérez.También ha ganado premios en concursosliterarios por sus cuentos indígenas. Tienevarias obras en preparación entre las cua­les figuran las siguientes:Turey - Cuentos de un Mundo Pérdida;La Cueva de los Cupeyes - (novela); Coli­sibf - Cuentas del Collar Indígena (estam­pas poéticas) y una colección de adivinan­zas y cuentos sobre los pájaros de PuertoRico.Especial del doctor Ricardo E. Alegria,Director de la Oficina de Asuntos Cultura­les del Gobierno de Puerto Rico.

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In Memoriam

José I. de Diego Padró

El 16 de agosto de 1974 falleció en San Juan elpoeta, novelista y periodista José 1. de Diego Padró.Su muerte produce un gran vacío en la literaturapuertorriqueña, a la que contribuyó, durante cercade medio siglo, con valiosas aportaciones.

En la obra de De Diego Padró se revela un pro­ceso de maduración intelectual que abarca tantoel contenido como la forma de su producción enverso y en prosa. A la época de su juventud corres­ponden el poemario La última lámpara de los dioses(1921), de inspiración modernista, y su participaciónen el fugaz movimiento diepalista (1922-1923), quefundó junto con el poeta Luis Palés Matos, y quefue el primer movimiento de poesía de vanguardiaoriginado en Puerto Rico. En 1924 publica la novelaSebasl iál1 Guenard, que experimentará posterioresampliaciones y refundiciones. El período 1929-1932le ve activo en el periodismo, primero en la ciudadde Nueva York y luego en San Juan. En éste último

año entra a formar parte del cuerpo de investiga­dores del Indice Histórico de Puerto Rico.

De su época de madurez procede la nueva pre­sentación de la novela antes mencionada, y que, pu­blicada en 1940 bajo el título de En Babia, obtienepremio del Instituto de Literatura Puertorriqueña;el poemario Ocho epístolas mostrenéas (1952) tam­bién laureado por el Instituto; Escaparate ilumi­nado (1959), selección de su obra poética, y las no­velas El tiempo jugó conmigo (1960) y El Minotaurose devora a sí mismo (1965).

Las novelas de De Diego Padró son notables porla caracterización psicológica de sus personajes y

por el sentido de frustración que las domina. Suúltima obra es amarga manifestación de pesimismosobre el destino de la humanidad.

La Revista del Instituto de Cultura Puertorri­queña se asocia al duelo del país en la muerte detan ilustre cultor de 'las letras.

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José I. de Diego Padró, novelista

Por FRANCISCO MATOS PAOLI *

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Obra tajante la que alzó tu manoen la farsa viril, demoledora.No eres el suspirillo de la aurorasino ef impacto contra ~l torpe in:sano.

El sarcasmo vitriólico y mundano,la llama del ridículo, la florade la apariencia, la tenaz deshoradel deSiCor.ocimiento, el temple vano

de humanidad asida al disparate,la falla que en el fatuo nos abate:toda apretado en prosa ya incisiva.

Pero a veces la sátira violenta,cansada de insuflarse en la tormenta,se vuelve una ternura en carne viva.

* Del libro Cancionero III. San Juan de Puerto Ri­co, 1975.

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NACIÓ EN VEGA BAJA, EN 1899. CURSÓ ESTUDIOSen las escuelas de su pueblo natal y en el Colegio

Moczó, de San Juan. Viajó de muy joven por Franciay España, viviendo durante algún tiempo en esteúltimo país. Pasó luego varios años en los EstadosUnidos, y durante la primera guerra mundial prestóservicios en las fuerzas armadas de dicha nación.De regreso en la Isla para los años posteriores aaquel conflicto bélico, publica un primer libro deversos, La última lámpara de los dioseS! (1921), querecoge su producción de joven poeta seguidos delos modos del modernismo. Atento, sin embargo, alas innovaciones literarias de postguerra que sedejan sentir en Europa y en Hispanoamérica, cua­tro meses después de salido el anterior poemario,en noviembre de 1921, iniciará juntamente con suamigo Luis Palés Matos el primer movimiento depoesía de vanguardia que surge en Puerto Rico, eldiepalismo, cuya denominación deriva de los ape­llidos paternos de ambos poetas. Tenía raíces elmismo en una nueva concepción del verso que des­tacaba por sobre el sentido lógico de las palabrasy de la frase el valor musical de éstas, apoyándosepara ello principalmente en usos originales de laonomatopeya y el ritmo. En el diario capitalinoEl Imparcial dan a conocer los exponentes de estaescuela algunas composiciones, blancos de comen­tarios diversos a favor y en contra, entre ellas lastituladas "Orquestación diepálica", firmada por losdos, y "Fugas diepálicas", que suscribe solamenteDe Diego Padró. El diepalismo, sin embargo, nologrará sobrevivir más allá de los comienzos delaño que siguió al de su nacimiento, no obstante laintención de sus creadores de impulsarlo con vigoren el ámbito literario insular. Después de esta aven­tura poética da a conocer De Diego Padró muy po­cos poemas, dedicándose a tareas periodísticas ytambién al cultivo de la prosa noveladora. Publicaasí en 1924 la novela corta titulada Sebastián Gue-

José l. de Diego Padró

Por JOSEFINA RIVERA DE ALvAREZ

nard,. refundida y ampliada más tarde bajo un .nue­va título, En Babia (1930), el cual conservará alreeditarla, corregida y otra vez aumentada, en dosocasiones posteriores, en 1940 (cuando merece unpremio del Instituto de Litenltura Puertorriqueña)yen 1961.

Para 1927, residente una vez más en Nueva York,dirige De Diego en aquella urbe el semanario enlengua hispana Bolívar. De vuelta en la I'sla, seráredactor del periódico La Correspondencia de Puer­to Rico (1929-1930) y después de El Imparcial (1932).Colabora a la par en diferentes órganos literariosy actúa de consejero de la revista La Rehabilitación(1933-1934). Ingresa luego en el cuerpo de inves­tigadores del Indice Histórico de Puerto Rico. Pos­teriormente pasará a desempeñar, por varios años,hasta su jubilación del servicio público, el cargo dejefe de la oficina de publicidad del Departamentode Salud de Puerto Rico. Productos de sus laboresliterarias dmante las últimas décadas de su vidalo serán dos nuevos libros de versos -Ocho' epís­tolaS! mostrencas (1952), que resulta laureado porel Instituto de Literatura Puertorriqueña, y Escapa­rate iluminado (1959), que reúne poemas escogidosde toda su obra lírica hasta entonces-, cuatro no­velas -El tiempo jugó conmigo (1960), El Minotaurose devora a sí mismo (1965), seleccionada en 1967para competir en Caracas por el Premio Internacio­nal de Novela "Rómulo Gallegos", Un cencerro dedos badajos (1969) y El hombrecito que veía engrande (1973}- y un ensayo de apreciación críticaen torno de su amigo de juventud y compañero enla aventura vanguardista del diepalismo, Luis PalésMatos y su trasmundo poético (1973).

Fallece este escritor en Hato Rey, en 1974.Se inicia José I. de Diego Padró en el cultivo de

la poesía desde antes de 1915, como uno de losmás jóvenes seguidores de las tendencias del mo­dernismo, por entonces en pleno vigor en los me-

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dios literarios puertorriqueños. Su obra de estosaños y hasta 1920 quedará recogida en el libro Laúltima lámpara de los dioses (1921), en el cual lostemas mitológicos griegos, muy del dominio deeste autor, le ofrecen abundantes apoyos para crea­ciones líricas de desnuda sensualidad y resonanciaspictóricas de clásicos contornos. A las reminiscen­cias de Daría presentes en el citado libro se sumaninflujos que proceden del uruguayo Herrera Reissig,a quien admiró grandemente De Diego Padró, aligual que muchos otros de nuestros poetas del pri­mer cuarto del siglo actual.

La participación de este escritor en el fugazmovimiento de vanguardia que fue el diepalismolo presenta ensayando nuevos recursos líricos quele permitirán orientarse en definitiva, más allá delas tendencias modernistas, por las rutas de la nue­va estética. De interés en la trayectoria de su desa­rrollo poético resulta la composición que publicaen 1921 en El Imparcial bajo el epígrafe de "Fugasdiepálicas", en la cual se adelanta De Diego al cul­tivo del tema negroide que habría de consagrarposteriormente a Palés Matos, concibiendo un am­biente artístico fundamentado en el manejo de laonomatopeya y el ritmo. También se aborda enotra parte del mismo poema el tema del exotismonórdico que igualmente sería propicio más adelantea Palés. La obra de madurez que dará al públicotres décadas después, en el notable libro Ocho epís­tolas mostrencas (1952), nos deja ver claramente aun poeta desdeñoso del ornamento de la forma, pun­zado de auténtica angustia anímica, y que se pro­yecta intelectualmente, con ademán de interro­gación, denso de ironía burlona y en aparienciaspesimista, por vías de preocupaciones trascendentes:el tiempo, la libertad, la muerte, "yo y mis circuns­tancias", dentro de una expresión de sello novedoso.El libro posterior, Escaparate iluminado (1959), quesubtitula este autor Autobiografía poética, es unaselección antológica en la cual reúne los mejoresversos de su producción toda.

En su función de novelista habrá de desarrollarDe Diego Padró sin prisa alguna, a lo largo de cincodecenios, una insistente obra que desembocará envarios densos volúmenes, de particular importanciaen el proceso de nuestras letras modernas por latemprana posición de avanzada renovadora que pre­senta, tangente. en diversos respectos con las revo­lucionarias transformaciones que experimenta lagran narrativa hispanoamericana de hoy. Asimismo,los relatos de De Diego, alejados del acostumbradomarco temático y ambiental al modo de la novelís­tica de la tierra, se adentrarán por la zona de lapreocupación existencial por el ser, y como eco dela literatura europea de la segunda postguerra mun­dial ponen de relieve unos aconteceres vitales hin­cados en un mundo vacío, caótico y tedioso. Antesde mediar la década del veinte, se había iniciado

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este autor en las labores de la composición nove­lesca de sello realista-psicológico con su libro titu­lado Sebastián Guenard (1924), obra que ampliaríadespués progresivamente en las sucesivas refundi­ciones que da a conocer bajo el nuevo epígrafe deEn Babia (1930, 1940, 1961). Se desenvuelve estaobra sobre el fondo de la ciudad de Nueva York, entorno a las experiencias y recuerdos de un estudian­te de medicina, de carácter extravagante y sentidovital impregnado de frustración. Paralelamente aldesarrollo de la trama, pero sin auténtica trabazón-respecto de ésta y de los personajes, incorpora elautor una serie de digresiones a través de las cua­les se pronuncia sobre materias varias derivadasde sus lecturas: antropología, filosofía, el arte de lanovela visto a través de Baraja, disquisiciones sobrela cordura y la locura, etc. A pesar de las caídasque representan tales adiciones para ,la más cum­plida exposición noveladora, quedan en salvo enla citada obra la capacidad de este escritor paraahondar en la caracterización psicológica y los mé­ritos de un manejo prosístico de expresión fluiday galas de ingenio. En su novela siguiente, El tiempojugó conmigo (1961), también de interés psicológico,continúa De Diego el hilo de la trama de En Babia,pero con otros personajes, en el punto donde que­dara al finalizar aquel relato, situando esta vez laacción sobre un ambiente puertorriqueño. En ElMinotauro se devora a sí mismo (1965) expone elnovelista, con actitud reflexiva frente al curso his­tórico que sigue modernamente la humanidad, sutesis de la "aniquilación del hombre por el hombremismo": "la humanidad -declara el propio escri­tor- es hoy semejanza de un monstruo, de unahidra multicéfala y gigantesca que se destruye así misma; es como el Minotauro de la leyenda, queya no se come a otros,... sino que, consciente oinconscientemente, se va devorando poco a poco así mismo, encarnizadamente, sistemáticamente, to­talmente". Un cencerro de dds badajos (1969) plan­tea el caso del hombre que se debate entre larealidad material de una vida mediocre y la aspira­ción, no cumplida, de una vida de ensueño, en cuyoestado ideal el espíritu queda liberado de las atadu­ras convencionales de lo cotidiano. El hombrecitoque veía en grande (1973), última de las novelas deDiego Padró, desenvuelve su acción, como en El se­ñor presidente, de Miguel Angel Asturias, y en El la­berinto, de Enrique A. Laguerre, en el ambiente deun país extranjero sometido a un régimen políticode dictadura al estilo hispanoamericano. El nove­lista presenta en forma grotesca, tangente con loesperpéntico, la figura del presidente dictador, alu­dido en el título de la obra "irrisorio tiranuelo","la imagen misma de la irregularidad física y ladistorsión mental: un individuo decididamente feo,medio contrahecho, enano,... todo cabeza y tórax(un Tersites, un Hop-Frog o un Picio), que se pasó

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la vida deseando ser de otra manera, tratando envano de ponerse de acuerdo con el mundo y bus­cando compensación en enfermizos anhelos y ex­travagancias"•

(b) Sobre el autor: CABRERA, F. MANRIQUE. "Notas sobrela novela puertorriqueña de los últimos 25 años",A.somante, San Juan. P. R., 1955, XI, núm. 1,págs. 29-30. CAMElO, RAFAEL W. Florecían los rosa·les (Semblanzas líricas). Caracas, Venezuela, 1952,págs. 115-122. DELGADO, EMIUO. "Semblanza deJosé l. de Diego Padró", El Imparcial (RevistaSemanal), San Juan, P. R., 19 de marzo de 1966,págs. 14, 19. DIEZ DE ANDINO, JUAN. Desmenuzandohechos. Barcelona, 1957, págs. 92-94. GIRÓN DE SE­GURA, SOCORRO. "De J. 1. de Diego Padró. El Mino­tauro se devora a sf mismo", El Mundo, SanJuan, P. R, 2 de mayo de 1966, pág. 10. GóMEZTEJERA, CARMEN. La novela en Púerto Rico. Apun·tes para su historia. San Juan, P. R., 1947, págs.102, 104. HERN~NDEZ AOUINO, LUIS. "Revista de li·bros. La última ldmpara de los dioses...", ElMundo, San Juan, P. R.,10 de septiembre de 1950,pág. 16. --o Nuestra aventura literaria (Losismos en la poesia puertorriqueña). 1913-1948.Santo Domingo, Rep. Dom., 1964, págs.37-47. H05-.TOS, ADOLFO oo. Tesauro de datos históricos. 1n­dice compendioso de la literatura histórica deP. R.... San Juan, P. R., 1951, nI, pág. 58. msllsCASTRO, TOM.(S DE. Esbozos criticas. San Juan deP. R., 1945, págs. 88-89. --o "Libros recién

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BIBLIOGRAFIA

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LóN. Biografías puertorriqueñas: perfil históricode un pueblo. Sharon, Conn., 1970, págs. 139-141.sÁlNz DE ROBLES, FEDERICO c. Ensayo de un Diccio­nario de la literatura. Il. Escritores españoles ehispanoamericanos. Madrid, 1953, pág. 310. SOTORAMOS, JULIO. "Mis puntos de vista. El tiempojugó conmigo", El Imparcial, San Juan, P. R., 12de mayo de 1962, pág. 8-16. SIN AUTOR ESPECIFICADO."Concurso venezolano. Jurado nacional escogenovela De Diego Padró", El Mundo, San Juan,P. R., 21 de febrero de 1967, pág. 2.

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EL DE DIEGO PADRÓ DE LAS "EpíSTOLAS .MOS~RENCAS"

es uno de los poetas puertornquenos conmenos parecido a otros poetas puertorriqueños ydel exterior. Sus temas se habrán desarrollado enla literatura de todos los tiempos, desde los profetas·bíblicos hasta Machado, y su humorismo tendrá aveces algún punto de contacto con el humorismode otros poetas, pero es, fundamentalmente, DeDiego quien pone a chapotear ideas en un charcode palabras densas.

Se me figura que De Diego se ríe sombríamentec~ando oye el chapoteo; las ideas luchan por noahogarse; finalmente, e] poeta se compadece deellas y]es arroja agarres salvadores: interjeccionescomunes, expresiones familiares, a veces tan fami­.Ji~res que rozan la vulgaridad, y todo hecho c6nplena conciencia, porque e] estilo de estas epístolasmostrencas se coloca entre lo pesadamente cu]tistay 10 livianamente vulgar, y entre esos dos extremosla irónica, burlona, seria y angustiada personalidaddel poeta, sobre todo, del hombre. Y es que ]a an­gustia por expresar 10 que siente es parte de laangustia vital de este poeta que no pocas vecesacaba por reírse de si mismo, como hace en laEpístola al alcatraz del parque. Me parece que DeDiego intenta lapidar a los mojigatos con guijasde hirie.~tes esdrújulos que ~aen de sus epístolascomo lluvia de minúsculos aerolitos.

La palabra mostrencas, desde el propio titulo dellibro, es ya elocuente señal de la actitud del poeta.Nos quiere decir que "carecen de dueño conocido".La palabra puede también ser señal de la propiaactitud del hombre que es De Diego Padró, en elfondo enemigo de ataduras: su angustia le viene,precisamente, de tenerlas muy a su pesar, porquese las ha impuesto la vida de todos los días, pero,

* De Pulso de Puerto Rico. Biblioteca de Autores Puer·torriqueños. San Juan, 1954.

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Las "Epistolas Mostrencas"de De Diego Padró

Por ENRIQUE LAGUERRB *

¡cuán vivas expresiones de libertad hay en la Epís­tola de más alld del poniente!

Por otro lado, no dudo que De Diego haya usadola palabra mostrenca, consciente o inconsciente·mente, con sentido irónico de "tardo de discurriro aprender" y hasta con el sentido de lo "gordo ylo pesado", puesto que su intención es, a menudo,sangrigorda. Pero todo eso es parte de la intenciónpersonal del poeta, que da a las epístolas mostren­cas sello de fuerte personalidad, personalidad queha recogido experiencias bíblicas, judaicas, heléni­cas contemporáneas, y lucha por explicarse a símismo, sin querer creer que todo es puro deterioro,ya que su propia conciencia es conciencia de todolo creado.

Es significativo observar que el signo más pre·sente en estas epístolas de De Diego es el drculo, laórbita, en los conceptos de tiempo, mundo, espacio,lo inorgánico; en circulo vicioso, la propia vida, lamuerte, "yo y mis circunstancias". La señal se repiteen 10 minúsculo, el átomo, y hasta en los efectos, elvértigo.

Di a entender que la angustia de De Diego con­siste en desear la libertad cuando se halla sujetoa las ataduras, y que aun en su estilo peculiar hayconsciente o inconsciente protesta contra todo ytodos los que le tienen atado: contingencias. cos­tumbres, circunstancias, los pequeños detalles quese repiten, las convenciones, la carne enconada.Ese lenguaje suyo, culto, tantas veces cientificista,pringado de sorpresivos vulgarismos, encaja bien ensus intenciones.

Al llegar aquí no puedo resistir la tentaciónde enfrentarlo, aunque sea de paso, a otro poetanotable nuestro, Luis Palés Matos, pensando, sobretodo, en la época de Palés de antes de 1925, perosin dejar de considerar al actual Palés.

En su primera época, Palés se expresó con unlenguaje espeso, inusitadamente objetivo para las

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expresiones poéticas; por ejemplo, "cielo de naftay hulla", "hormigueos en el pecho", "estricto mis­ticismo", "carne que se oxida de sueño", "nubladohulloso de sulfato de cobre", entre muchas otrasexpresiones describen, con presunto realismo, elromanticismo naturalista del poeta, que hace queen ocasiones la serpiente se muerda la cola. Elloes parte de la tradiciónherreriana. (Me refiero a latradición poética de Herrera Reissig, poeta muyimitado en las postrimerías de nuestro modernis­mo. y pudiera señalar, también, la influencia deLugones.)

En los alejandrinos retorcidos de su poema Tic·tac -tema: la monotonía aldeana-, Palés nos daun buen ejemplo de ese romanticismo naturalista(o de naturalismo romántico, si ustedes quieren),con el uso de verbos adjetivos -sobre todo, ad­jetivos- y sustantivos que nos llevan a engañoen cuanto a la posición emocional del poeta. Laesencia de ese decorativismo poético conduce luegoa Palés hacia el negrismo. Léase con cuidado suadmirable Pueblo negro, de 1925, transición de unamanera a otra, antesala de su poesía Tun Tun depasa y grifería, que en el fondo, por línea rectade lo exótico, o por puro contraste con el septen­trionalismo de Jaimes Freyre, es sedimento de aque­llos modos del postrer modernismo. Naturalmente,con ingredientes de diversas latitudes.

Palés es más conocido por su negrismo poético.Sin embargo, su poesía con tema de aldea, de llu­via, de pozo, de vida rural, de monotonía, es, paramí, tan interesante como esta que tanto parece ha­ber impresionado a cnticos como Margot Arce, To­más Blanco, Ramón Lavandero, entre otros. Es más,pese a las reminiscencias del postrer modernis­mo que tiene aquella primera época de Palés, laprefiero -por sus temas y por la actitud personal­a esa segunda época de un negrismo ornamental,deshumanizado, lleno de prejuicios y de burlas ysátiras crueles. Además de que esta poesía negristatiene un gran valor artístico en la forma -ono­matopeyas, aliteraciones, anáforas-, están vacíasde sentido humano. Y mientras más vado, bajo elcuero estirado, mejor debe sonar el bongó. El neogrismo ornamental es puro juego artístico -arte porel arte, a pesar del muy trabajado primitivismoexótico, a pesar de Ia evocación imaginada-, esculto de la forma.

De Diego Padró, que es contemporáneo de Palésy que cultivó también el postrer modernismo, vapor otro camino, en estas epístolas mostrencas. Sulenguaje, que es también, a veces, enojosamenteespeso, no lo es en la manera de Palés, sino queadquiere visos cientificistas, con sabor irónicamenteterminológico, aun para pintar situaciones triviales.Este no es el camino artístico de Palés. Palés luchapor crear formas ornamentales, es decir, le interesamás que el vaso tenga por asa la figura de un negro

encorvado, que la situación real de un ser vivo en·corvado. A De Diego le preocupa más el fondo. Enresumen, mientras la poesía de Palés es alarde deestilización ornamental, la de De Diego insinúa du­das, interrogaciones; expone problemas. El lengua­je en De Diego es la circunstancia; en Palés es laesencia.

Muchas personas esquivan una poesía como laDe Diego porque no se da con facilidad o, a la pos·tre, porque no pertenece a la tradición poética co­rriente. Lo ornamental siempre llenó más los ojoso el oído. Dentro de la tradición poética, resultacasi inaceptable una poesía que, no conforme conlos problemas que plantea, se vale de una lenguainusitadamente terminológica y llena de engorrosoprosaísmo. Jorge Manrique, Unamuno y Machadoplantean problemas en sus versos, sin usar unalengua que más bien parece propia de. textos nor­mativos. Pero se olvida la intención de José I. deDiego Padró.

. Confieso que empecé a leer las Epístolas mos­trencas con no disimulada displicencia. Todavíasuenan en mis oídos algunos juicios volanderos quehe oído, alguna vez, sobre De Diego; "es un pedan­te", "tiene una indigestión de ideas", "es lector arobitrario", "hay un muestrario de lecturas en suobra". Se es injusto, básicamente, con De Diegoporque no da lo que pide el crítico criado a la me­dida de cierta tradición. No es extraño que uno sesienta zarandeado por -este tipo de expresión poé­tica.

Sí, cierto, se muestran las lecturas en la poesíade De Diego, pero, ¿no es así con todo lo que seescribe? Digo, más o menos. Las ideas del Eclesias­tés, por ejemplo, están en Jorge Manriquc, en Ma­chado y en De Diego, pero expresadas de mododistinto. ¡Cuántos han hablado sobre el tiempo!¡Cuántos han escrito sobre el sentido judaico dela angustia! U1timamente, ¿no nos traen ya medioangustiados con el ir y venir del existencialismo,sentido de angustia que es tan viejo como el hom­bre?

La poesía de De Diego no es difícil, del modoque lo es la de Góngora o la de T. S. Eliot. Esampliamente comprensible. Para entenderla no senecesita el diccionario personal del autor. No espoesía, tal vez, en el sentido tradicional. Pero noestá demás crear nuevas tradiciones. Todas las tra­diciones tuvieron un principio. Quien no lo creaasí creerá que Lincoln construyó la cabaña en quenació.

La poesía de De Diego sabe a intelectualismopesimista, aunque responde a angustia genuina. Nohay misantropía ni burla cruel, sino desilución.Esquilo, Séneca, el Arcipreste de Hita, FernandoRojas, Quevedo, Unamuno, Kier!l.egaard han tratado,de ú~o y de otro modo, el mismo tema. De Diegolo recoge y lo desarrolla, tal vez acezosamente, en

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sus epístolas mostrenc;as. Pone a temblar las finaspieles de los untuosos preciosistas que siguen, im­perturbablemente, preocupándose por la salud decajita. Estas epístolas son evocación del clásicoprestigio de la epístola. Y son obra de una vidade dos vertientes, como dice Ortega. Con el cúmu­lo de palabras cultas y esdrújulas expresa la fatigavital del homd sapiens. Estruja esdrújulos en lascaras de los preciosistas rubendarianos y gongori­nos y se echa a reír sombríamente, y hasta conasomos de la pedantería tan propia del hamo sa­pienso

Pero no se crea que De Diego tiene el propósitode pavonear orgullos y vanidades de hombre civi­lizado. A lo largo y en lo hondo de sus epístolas apa­rece con frecuencia la exaltación de lo animal y loinanimado, el desencanto humano. Es animista con­trariado por las reiteradas torpezas del hombre, unangustiado a fuerza de sentirse pecador, convencidode que a mayor pecado mayor angustia. Es poreso que ve peculiaridades arcangélicas en el alca­traz, pura inocencia con alas, víctima de la crueldadde circo del homo..sapiens. Este canto al alcatraz,bondo, escrito en impdnentes alejandrinos, con res­peto medieval a la cesura y a los hemistiquios -tra­dición de Berceo y de Hita- es un reto contunden­te al preciosismo querubesco que tan hondas raícesha echado en la sensibilidad de los críticos porculpa de los Góngoras, los Rubén Darías y los is­mas atolondrados.

Es significativo que De Diego haya olvidado losruiseñores y las calandrias y fije su atención en elpájaro de actitudes oblicuas y tristeza congénita.Qué sé yo por qué, a pesar de ser este canto tandiferente a The Ancient Mariner de Cooleridge, melo recuerda tanto. Porque el alcatraz del poemade De Diego tiene intención y desarrollo entera·mente distintos al albatros de The Ancient Mariner.La muerte del albatros es violenta; el alcatraz mue­re vivo, en la soledad.. en la falta de libertad, enla nostalgia de los mares y los aires. Además, losmotivos del albatros se desarrollan en un ambienteblandamente romántico, mientras que la atmós­fera de este alcatraz es de exaltación casi épica, conhálito de grandiosa tragedia clásica -helénica ojudaica- a su alrededor y en su propia vida, esdecir, "yo y mis circunstancias". Y aquí, otras evo­caciones de Job, el Eclesiastés, La vida es sueño...

Desde hoy, me parece que debo sumar la inten­sidad poética de este alcatraz a la tradición delcuervo poeniano y del albatros de Cooleridge.

Resulta curioso que De Diego, que en estas epís­tolas rompe con las blandenguerías poéticas y quehace alardes intencionados de pesados cultismos yespeso prosaísmo, conserve, por paradoja, una at­mósfera de solemne epopeya clásica.

Personalmente, prefiero El alcatraz del parque,La muerte de dan Marcelino, Mds alld del Poniente,

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Luis Muñoz Marin y Epistólicos a Proclo. La ad­'tlonitoria al poeta Calandrino, Lota y Las quimerasno me gustan. Quién sabe por simple reacción per­sonal. La admonitoria al poeta Calandrino es re­torcida -y no por ser retorcida menos directa­alocución en contra del preciosismo querubesco.Se me ocurre pensar en el tirabuzón cuando leoestas palabras admonitorias en contra de las "imá·genes trilladas", "los escaparates de versos", "va­ciedades finamente talladas", "la faramalla efectistay banal".

De niego, en sus propias palabras, "no rehúyebatirse con las ideas", y busca el fondo, convencidode que la forma es simple circunstancia, cuantomás instrumento. Se manifiesta, muy claramente,en contra del arte por el arte, el gongorismo y lastorres de marfil. Y pensar que todavía son un lugarcomún en la expresión de los escritores nuestrostodas esas zarandajas de atalayas, miradores, pano­ramas, vanguardias, asomantes. Por ejemplo, en ElMundo del 24 de enero de 1953, un señor periodista,hablando de mayorías y minorías, repite por lamilésima vez el milésimo dicho antidiluviano deque "donde impera la masa, la libertad y la culturasucumben" y que todo proviene de "minorías selec·tas", porque yo soy de los que creen -y 10 repitouna vez más- que un ser vivo debe interesar másque la Venus de Milo, el Partenón o la Gioconda.

Característica relevaI;1te de esta alocución admo­nitoria al poeta Calandrino es la irónica y casivulgar mención de la gelatina, la mermeleda, yotras "caídas de expresión" francamente intencio­nadas, puestas ahí con el fin de desacreditar el"cementerio de retórica". Expone De Diego susideas sobre estética -"la poesía debe ser fuentepletórica de verdad, de pasión y de belleza", dice-.pero, por lo mismo que trata él de preceptuar supropia estética, no me gusta la epístola.

Apenas puedo explicar 10 que me pasa con Lotay Las quimeras, que no me ofrecen un mensajepleno. Tal vez demasiado intelectualismo, por loque siento alguna aversión, y por lo que no tolerogran cosa a Góngora, a T. S. Eliot, a Sor JuanaInés de la Cruz, a Joyce y a otros escritores con­temporáneos. No creo mucho en la expresión quese parezca a un huevo, yema y galladura dentrode un cascarón, o que, por comerse la yema, tengauno que comerse la galladura también, destrozandoel germen de vida natural. A la persona demasiadointelectual no le interesa la galIadura tanto comole interesa la alimentación de su propio ego, élmismo yema y galladura dentro de un cascarón.

Teniendo en cuenta la brevedad de este trabajo,ya he dicho bastante sobre la Epístola al alcatraz,crítica a la conducta humana, angustia por la pér­dida de la libertad, y dicho todo en estilo entresolemne y burlón, en una atmósfera de inquietanteinestabilidad humana.

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En la Epístola sobre la muerte de don Marcelinotrae De Diego un tema parecido al de Machadosobre la muerte de don Guido, pero con distintotratamiento. La sencillez y el humorismo entrejuguetón y amargo de Machado no aparece en elpoema de De Diego, donde se pone en prácticaun estilo tan denso como para aburrir sonriendo.Otra vez reminiscencias de la Carta de recomenda~

ción al Señor del Universo, de José Antonio Dávila,pero, ¡cuán distinta manera de tratar el asunto!

No tiene la epístola de De Diego la tierna actitud.sencilla, del poema de Dávila. A propósito, cedoante las reminiscencias de los poemas de Machadoy de Dávila, porque, desde un punto de vistaartístico e ideológico, esta epístola cargadamente irá­nica de De Diego, es otra cosa. En ella se plantea,a través de un tipo -don Marcelino- abrumado­rarnente común, el problema de la duplicidad depersonalidades que tanto ha preocupado a los hom­bres pensantes, Unamuno entre ellos. ¡Cuántoshombres nuestros son sostenedores de la ortodoxiay del status quo, como don Marcelino, que se repiteen la política, en el comercio, en la religión insti­tucional!

Con la trascendencia del asunto mezcla De Diegomuchas actitudes triviales, que agregan atractivo alasunto. Luego, hay en esta epístola un desarrollotemático a dos planos -como en En el entierrodel Conde de Orgaz. como en algún cuadro de De­gas, aunque en tono distinto al de estos cuadros­que hace pensar que De Diego quiere tutearse conla muerte y de burlarse de las actitudes y situacio­nes graves y solemnes. Y como en otros poemas, locuItista y lo simplista y vulgar se entremezclan paralograr un total de si es-no es, característica de estasepístolas.

La Epístola de mds alld del poniente, escrita enversículos casi bíblicos, también admonitoriamentebíblica, con parecido sorprendente a los epitafioshebreos del museo de Toledo, con hálito casi pri­rnitivista, pero hondo como el principio del mundo,es una trascendente entrada a los temas eternosde los grandes poetas: los profetas del Testamento,Jorge Manrique, Machado. Esa tremenda angustiano está divorciada de los menudos dolores de lacarne, al contrario, De Diego hace que el corazóndescienda de su sitial de prestigio sentimental y lo

presenta tal como es, triste víscera sangrante, nopara aminorar, sino para acrecentar la angustiavital y para intensificar la preocupación por eltiempo.

El propio poeta se da cuenta de que sobre esostemas se ha hablado con exceso y así lo expresa,pero ello no quita trascendencia a la terrible ansie­dad. El empezar a morir con el nacimiento y 10de "yo y mis circunstancias" son inquietudes expre.sadas en una atmósfera de irrealidad, ,de evanes­cencia, concebida con decoro artístico. Y otra vez,cualquier interjección modesta o cualquier experien­cia sencilla, pero cierta, de todos los días, agrandaesta sensación de inefable desaliento y al mismotiempo de inenarrable sentido de fe.

En la Epístola a Muñoz Marin vuelven a preo­cuparle los sucesos terrenales, y el poeta de lometafísico flagela esta vez sin piedad a los hombres­satélites, no sin realizar sentida biografía de Muñoz.Sin embargo, se lamenta de todo lo bueno que sepierde irremediablemente en vorágine de actitudespragmáticas. ¿Qué se hizo, pues, aquel hombre sincorbata y con anhelos estéticos que había en Mu­ñoz? se pregunta.

En los Breves epistólicos a Proclo se repite lalamentación por las prisiones y hay bas~ante deantirracionalista a pesar de los reconocimientos ala realidad. La visión del pueblo, can su monótonaburguesía, su tedio, su aburrimiento, se ha tratadoen versos de Virgilio Dávila, Luis Palés Matos, EdgarLee Masters y en novelas como Madame Bovary deFlaubert, es decir, el tema no es nada nuevo; lo quees distinto, otra vez, es el enfoque. Los temas serepiten en todos los autores; la originalidad con·siste en la manera particular como se desarrolla esetema y, ciertamente, De Diego es bastante particu.lar en su manera de tratarlos. Expresiones como.. con frasecitas de agua de quina y bergamota",cuando se refiere a los piropos que echa el barbero,dan el ambiente a este pueblo de tipos y sucesostediosos.

Ocho epístolQ.5l mostrencas es uno de los másnotables libros que se han publicado en PuertoRico. Por lo mismo que es bofetada a la tradiciónpoética querubesca, se captará la mala voluntadde muchos críticos, pero es mejor así; ello es se·ñal de distinción.

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En Babia*(Fragmentos del Capítulo Primero de la novela)

Por JosÉ I. DE DIEGO PADRÓ

DE ESTA SUERTE COMIENZA EL MANUSCRITO:

Jerónimo Ruiz Iturriburu, para servir a usted,lector. Todavía más: Jerónimo Ruiz Iturriburu delValle Bertrand y González, con un sexto apellidoruso terminado en itch, claro: Ivanopánfilovitch.

Unas cuantas generaciones y razas refundidasen mí, y que se extienden a su vez por la lejanía delos tiempos, ramificándose en todos sentidos, hastareunirse en el tronco principal, mi más remotoantepasado de traza y proporciones aproximada­mente humanas: el Pithecanthropus Erectus.

y si continuara aún rastreando por los dédalosde la evolución, me encontraría con 10 siguiente:que mis más primitivas raíces de hombre se enla­zan en los primeros organismos unicelulares quesurgieron sobre el planeta, descendientes en su tur­no de las llamadas móneras, o masas amorfas deprotoplasma.

¿Que hago alarde de erudición? ¿Que inmedia­tamente a la entrada me propaso con mis zafiasgenealogías zoológicas estilo Darwin o Haeckel?¿Que pretendo, como un descastado, menoscabarmi propia especie, conchabar el origen excelso -di­vino, según la Patrística- del mamífero racional conla sucia y piojosa ralea de los primates? No son esasmis intenciones, precisamente. Pero, apartándomede las móneras, es innegable para mí que por lasramas de mi árbol genealógico, ¡de todos los ár­boles genealógicos!, andan encaramados no pocosespecímenes de monos, con rabo y sin rabo, que loshay por Dios de diversos tipos.

y todo esto, también, para servir a usted, lector...Entre los de mi vasta ascendencia del género

hombre, esto es, hombre como tal, hubo muchosque lograron sobresalir, pasar a las aburridas ga·

.. De En Babia (El Manuscrito de un Braquicéfalo), Se­gunda Ed. Corregida, México, 1961, págs. 1341. La primeraed. es de 1940.

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lenas de la Historia. Y ahí permanecen, en calidadde momias, ostentando raras clasificaciones de poe.tas, filósofos, soldados, curas y todo eso.

Otros, sin embargo, sucumbieron en la anonimi­dad acompasada y terrible en que sucumben lascosas inútiles.

Perfectamente. Pues he de confesar que no quie­ro correr los riesgos de este segundo camino. Meaterroriza la nada absoluta y sin límites. Es es­pantosa la idea de dejar de ser por dentro y porfuera, por arriba y por abajo. Yo quiero quedar,aunque sea en fantasma, en el almacén de conservashistóricas, con mi correspondiente clasificación. Yosigo siendo el ansia de no perecer.

Mas no es ahora el caso de hablar de mis ante­pasados. Es de mí de quien voy a hablar, que soyuna síntesis atávica de ellos, y quizás el más idiotae insignificante de todos.

Nací en un lugar, no de la Mancha, sino... ¡Bue­no, señor, bueno! Me parece que no vale la penaconsignar aquí dónde ni cuándo fui echado al mun·do. O, por mejor decir, el dónde tal vez no hagafalta anotarlo. Pero el cuándo si. El cuándo, mi"cuándo", es inseparable de mi individuo esencial,es el punto de partida de mi yo en el tiempo, elfundamento de mi cuarta dimensión. Por consi­guiente, ese misterioso elemento temporal, tan in­disolublemente unido al documento humano queyo, Jerónimo Ruiz, represento, puede que interesea muchos, singularmente a quienes atormenta laneurosis de la averiguación del porvenir y creena pie juntillas en la virtud dodónica de los astrosdivinizados.

Vayan, pues, para consumo y estimulante de esosmaniáticos de las predestinaciones, los siguientes'sensacionales datos.

• e ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••.

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y continúo entretejiendo desvaríos.En los presentes instantes se me atornilla en el

meollo la idea obsesionante de componer una no­vela. ¿Una novela? ¡Je, jet ¿Y qué entiendes tú,Jerónimo, de escribir novelas? ¿Qué cosa es unanovela?

Leo en un diccionario: "NOVELA: Composiciónliteraria que consiste en una historia o narraciónde hechos fingidos o ideados por el autor, con fi.nes de mero entretenimiento o de cualquier otraíndole." ¿Ejé? Pues no me saca de apuros la defini·ción. Además, bien menguada sería mi labor si mepusiese a narrar mentiras para distraer al primerpelafustán sin oficio... No, no; me opongo. Mi no­vela, en el supuesto de que la lleve a cabo, habráde ser una copia fiel y agria de la realidad. Tengopensado remover en sus páginas mucho lodo hu­mano. Tengo pensado echar palangre, a lo quesalga, no sólo en el agua turbia de mi particularindividuo, pero también en la extensa rada social,adonnecida bajo el manto embellecedor de eso quemuchos se obstinan en llamar civilización y refina­miento... Y procuraré, al escribirla, decir las cosasin puris naturalibus, o sea, sin velo ni disfraz. Y fue­ra todo tambor retórico, toda defecadura de imagi­nación. ¿Estamos?...

Sin embargo, sin embargo... Respecto al estilo,aún no sé a qué carta quedarme. Si uno lo agiliza,esto es, lo conversa, esto es, le imprime sencillezy naturalidad, malo. Si uno desarrolla los primoresde sastre de los Goncourt, los Flaubert, etc., malotambién. De otra parte, si se penetra un poco enlas cuestiones, o se define, o se usa de citas, elautor es eminentemente soporífero, cuando no unpedante con ánimo de sorprender. Y si, por elcontrario, se desatiende el fondo, la esencia, en·tonces el autor resulta un mediocre, un epidérmico,un rezagado, Total: que como en la fábula, no haymanera de conducir el borrico al pueblo, a gustode todos...

¿Pero a qué distraer ahora la atención con estosdetalles, Jerónimo? Lo primero en que debes refle­xionar es en la trama. ¿Cómo vas a hacer una no­vela sin trama? Precisamente 10 más importante...¡Ah, verdad, verdadl ¡La trama, el argumento!...¡Vaya! Dejaré que la trama se forme, paso a paso,por sí sola; que se produzca a impulsos de esafuerza irresistible, secreta, que impone movimientosinesperados a las cosas.

¡Ajá! ¿Y el protagonista? .. ¡Caramba! ¡Caramba!¿A quién tomo yo de protagonista? Bueno. Ya aso­mará por ahí algún personaje en busca de autor...

* * *

Apenas acababa de apuntar esto último, cuandopercibí el aliento de una persona parada detrás de

mí. Acto seguido, una voz repugnante, autoritaria,me devolvió a la realidad.

-¿Pues qué hace usted, señor Ruiz?-Nada, don Sixto, nada... -respondí turbado,

como un rapazuelo sorprendido en culpa.El tal don Sixto era el primer jefe de la oficina:

un hombre mulato, bajetón, chinchoso, que se pa­saba el año entero dando órdenes y jeringando lapaciencia de unos y otros empleados.

-¿Yeso, qué significa? -insistió, deteniendosus ojillos de lince en las cuartillas-o ¿Es acasoalgún trabajo de carácter oficial?

-No, señor -me apresuré a decir-o Son unosapuntes privados.

-Pues deje los apuntes privados, ¿sabe usted?,y póngase a tenninar los documentos de embarqueque le entregué.

-Sí, señor, sí.-Pero mire que el Cornelia sale a la una.-Sí, señor, sí.-y cm-rija esta declaración consular...-Sí, señor, sí...Pero me quedé atento, la oreja lista, esperando

a que reventara el triquitraque.Y así fue. Don Sato se apartó de mi lado con la

bilis revuelta y dirigiéndose a otro de los oficinistas,por nombre Enrique Piovanetti, profirió en altavoz:

-¿Pero ha visto usted? ¡Oh, esto es intolerable!-y me miraba de reojo--. ¡Esto es intolerable! Elseñor Ruiz, como de costumbre, sumido en susmeditaciones. ¡Jrrr!. .. Escribiendo tonterías, cosasque a nada conducen, y los documentos de em­barque sin hacer. ¡QUé nulidadl ¡Jrrrl. .. Y luegoquieren que se les suba el salario, y se llenan la bocahablando de socialismo y de 105 derechos del tra­bajador, y ni siquiera saben cumplir con sus obli­gaciones. ¡Dfgame usted!...

¡Y empezó la ineludible cantaleta!

.........................................................................

Por fin nos dejó en paz don Sixto. Desapareciópor la puerta de su reservado, con andar lento ytodavía refunfuñando. Oí que se sentó y se echóatrás en su cómoda poltrona de primer jefe.

Y fue entonces cuando yo oculté en un cajón]as inocentes cuartillas, origen de todo aquel albo­roto, y me puse a trabajar en los documentos deembarque, curvado sobre la máquina de escribir.

. ..

La primera cosa que hice al salir fue alzarmeel cuello del sobretodo. Después sepulté las manosen los bolsillos, dejándolas allí acurrucadas comoreptiles en su agujero... iY andando!

Hada mucho frío. Una copiosa nevada caía so-

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bre Nueva York, empañando el aire y envolviendola extensión de la ciudad en una tristeza grave,aterida. El cielo, ceñudo, carbonoso en el cenit,aparecía inyectado de un rojo denso al ras de lamasa de edificios, se obscurecía más allá y presen·taba grises y verdes palúdicos, desvaídos hacia elbajo horizonte. El viento soplaba fuerte, hinchán­dose y levantando por intermitencias del suelo, delas cornisas de las casas, de todas partes, furiosostorbellinos de un polvo fino y seco de nieve.

Llenaba la calle el estrépito comercial de cosotumbre: automóviles que pasaban corriendo, agu­jereando con sus bocinas la bruma, el rodar depesados furgones, el chapoteo de los trucks, elsilbido de las fábricas, la vocinglería, en fin, de loscargadores de cajas y de los vendedores de perió­dicos de la tarde.

A uno y otro lado, por las aceras, hasta perdersede vista, la multitud, la de siempre, se agitaba con­

.fusa, negra, anhelosa, entregada a las mezquinaspreocupaciones del momento.

Yo paseaba los ojos aqui y allá, por el gentio,ahora fijándome en una mujer que tenia un loba·nillo en la cara, 'luego en unos muchachos que serevolcaban en la gruesa capa de nieve, y más ade­lante en un pobre anciano gotoso que marchabade prisa, sin poder, quién, sabe adónde y por qué...

Finalmente, consideré 10 mejor seguir caminan·do a la ventura.

y al ir a mudar paso para cruzar el arroyo, meresbaló el talón, perdí el equilibrio y ¡cataplum!, alsuelo.

Una grotesca carcajada resonó a mis espaldas.El que habia reído, un hombre mofletudo, bao

rrigón, patiabierto, pasó de largo, por el lado de lascasas, mirándome. Ni siquiera hizo ademán de acu­dir en mi ayuda. Al fin dobló la esquina, se alejóa tiempo; porque si no, aseguro que me le voy en·cima y le rompo la jeta a sopapos.

"¡Yo quisiera saber.,. -refunfuñaba, ya en pie,mientras me sacudía el abrigo por detrás- yo qui­siera saber en qué sitio del demonio se meten esosmamalones encargados de la limpieza pública! ¡Mi·ren qué calles, qué aceras, qué hostiaL .. ¡Mal rayoparta Nueva York! ¡Mal rayo el Municipio, secciónpresupuestal de la basura, que no ha previsto queyo tenía que pasar por aquí! ¡Yo, el ciudadano co­mún! ¡Y mal rayo el Alcalde, la Verónica y de-

• I ..mas ....Tenniné de sacudirme, erguí la frente, anduve

algunos pasos; y entonces, al desviar los ojos por]a bocacalle y fijarlos en un punto determinado,no pude menos de estallar:

"·¡Eeeh... je, je, je!. .. ¡Otro!. .. ¡Otro que se abo­lla el trasero contra los adoquines!. .. ¡Suerte que

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hay nieve!. .. ¡Ay, caray caray! ¡Si es el mismo quese rió de mí! ¡Je, je, je, je... !"

Y continué andando, despacito. Pe'nsaba:"Ese resbalón que acabo de dar, algo quiere de­

cir, algo. ¡A saber lo que me aguarda por ahí! Siem­pre determina algo un resbalón, aunque no sea másque la rotura de un hueso. Es indudable que eseresbalón me andaba buscando hacía mucho tiempo,acaso desde el alba del mundo, hasta que al finme encontró, hizo lo que tenía que hacer para luegoseguir adelante hacia otro destino. Y así todo, ¡to­do!, en la gran relojería del cosmos. Resulta casiimposible conocer el verdadero punto de arranquey la repercusión final del suceso que nos parecemás vulgar. Cada fenómeno que se nos da, esto es,que atraviesa el campo de nuestra percepción sen­sible, que se registra en el fluir de nuestra con­ciencia, y aun cada fenómeno que escapa a nuestroconocer, cada fenómeno considerado en sí y porsí mismo, es indefectiblemente el eslabón del mediode una larga cadena de fenómenos. Cadena quederiva de lo infinitamente pequeño y se pieme enlo infinitamente grande... ¡Qué! ¿Estoy o no estoyluminoso? ¡Si consiguiera recordar estas ideas encasa, para apuntarlas!. .. Sí, señor: cada fenómenoen particular, cada cosa que veo, toco, siento, perocibo, en una palabra; cada objeto de sensación quese me hace evidente, y no muy evidente que diga­mos, es el punto medio, la X central, el locus inquo de la cadena. Pues bien: ese punto, esa X, esecomo substrato aparente de mis operaciones cog­noscitivas, equivale a un trozo del sucederse enel tiempo y en el espacio, trozo que, por pequeñoo amplio que sea, fue precedido por una serie ne­cesaria y fatal de acontecimientos que le dieronorigen y será seguido por otra serie inevitable deacontecimientos dimanantes de él. Digo más: eluniverso como total, como unidad, como el quan­tum general y objetivo de que nosotros tambiénfonnamos parte, ¿qué es en último término sinola representación en gran escala de ese punto me·dio, de esa X central? ¿Qué es sino el engañoso velode Maya, es decir, un juego condicionado por lasfonnas de nuestra subjetividad, una sutil falaciade nuestra mente, un puro arreglo de apariencias, deilusiones, entre dos indescifrables infinitos de cau­sas y efectos?... Y ahora que se me ocurre... Sí, si;¡Clarita! Lo que es esta noche me le meto sin faUaen el cuarto... ¡Ah, CIarita! ¡Pero qué hembra másrara! Se me hace a veces odiosa. Y sin embargo,me gusta, me tiene, como dicen, chaladito.•Casi laamo locamente... ¿Eh? ¿La amo? ¿LCY.:amente? No,hombre, no. Será que la deseo con todos mis sen·tidos, con toda la capacidad erótica que hay en mí.¡Eso!n

Y la imagen de Clarita ocupó unos instantes elcentro de mis pensamientos. Principié a experimen.tar en las fibras, y más aún en las glándulas de

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rigor, un cachondo alacraneo de aguda voluptuosi­dad. Más explícito: me entraron ganas de mujer.Siempre que recordaba a Clarita o la veía en per­sona pasábame lo mismo. Clarita era la dueña delboarding donde yo alojaba por entonces. Era bas­tante joven y bonita, atrayente, de un cuerpo ágil,pequeño, nervioso. Evocaba yo ahora, paso entrepaso, sus grandes ojos verdes, intranquilizadores;aquel lunar suyo, como amasijito de sombra en lamejilla izquierda; aquella boca, espelunca de coral;aquellos dientes firmes y parejos, guardianes de unalengüita retozona, de leche, de miel; aquellas ojeras,de procliva moratez; y aquel rincón fresco y sati­nado de la nuca; y aquella garganta fina y airosa,garganta que me sugería, no sé por qué, un galantetajo de guillotina... Evocaba también su talle del·gado, sus caderas amplias, esbeltas, cimbreantes, ysus pechos redondos y erguidos: aquellos pechoscapaces de meter en calor al más bendito, y queen toda ocasiÓn pugnaban por romper la obligadaceñidura, para ofrecerse, íntegros y soberbios, ala avidez de las miradas... Clarita, aunque poseíasuficientes encantos para gustar a cualquier hom­bre, no era, en verdad, un prodigio de belleza nimucho menos. Pero yo me ilusionaba con que loera. Para mí constituía el ideal femenino, una obraadmirable de perfección anatómica. La Venus deMilo en carne y hueso hubiérame parecido una ca­fetera rusa comparada con mi patrona. Todo locual se explica. Pues ordinariamente yo justiprecia­ba a Clarita con un criterio encaprichado de sátiroen crisis, o sea en circunstancias en que toda mipotencia estética, mi facuItad de emoción se sub·vertía y reconcentraba en los trasfondos genésicos.Bien; poco a poco, aquel a]acraneo salaz que meperturbaba' fue amortiguándose hasta desaparecerpor completo. Sobre la superficie, ya en bonanza,del piélago interior, no quedó más que un deseonuboso, manso, flojizo, de póstuma sensualidad.y era el deseo de que se llegara la noche, ]a horade cenar, para sentirme cerca de Clarita y contem­plarla a mi sabor en sus menudas funciones deama de casa, sirviendo y complaciendo a sus hués­pedes.

"Pues, como venía diciendo hace un momento...-rumié-o Las cosas se enlazan, se comunican en­tre sí por hilos invisibles y misteriosos. Si nos fuesedable cnrtar materialmente esos hilos, es casi se­guro que lo externo se desquiciaría, dejaría deser. y vuelo a mi idea anterior. ¿Que uno resbalay saluda con las posaderas la calle? Conforme. Nadatiene esto de particular, al menos en apariencia.Mas, no cabe duda de que algo indica, claro es fueradél accidente en sí y de las leyes físicas que Ío pro­vocan. Algo como una segunda realidad que noses imposible conocer. ¿Pamplinas? No, no. Parqueotros fenómenos de más insignificancia que un res­balón repercuten a cada instante de un modo posi-

tivamente trascendental. ¿Cómo?.. ¿Que aclare,que pruebe?... ¡Vamos! ¿Existe alguna relación en.tre las salchichas alemanas y la teoría del mun­do como voluntad y representación, o mejor, del Sercomo voluntad de vivir y conocer? Sí, existe. Nohay sino meditar un poquito para darse cuenta.Existe tanta relación como dependencia tiene ladicha teoría respecto de Kant, Platón y la filosofíaindia. Y prosigo. Estornuda una rana, por ejemplo,y tarde que temprano, sin que parezca paradoja,por esta misma causa del estornudo parpadea unastro o sobreviene un fugaz desorden en la subs­tancia cósmica. ¿Qué, inverosímil? Bueno. Pisa ungato (también, por ejemplo) sobre un ladrillo enfalso al borde de una azotea, cae el ladrillo y mataa un hombre que por allí pasaba. Este hombre,supongamos, no tenia asegurada su vida y era elúnico sostén de esa familia numerosa. Quedan portanto la mujer y una recua de hijos sin amparo, yse desarrollan en el seno de aquel hogar el dolor, laenfermedad, la miseria, todo lo cual pasa al por­venir posiblemente amplificado, convertido en uncuadro de ladrones, de asesinos, de locos. ¡Y ojaláse pudiera señalar los confines de esta humanatragedia!. .. ¿Qué hay de eso?... ¿Y cómo no recor­dar, a mayor abundamiento, el caso insólito deJudah Ben Hur, heredero de una rica familia judía,maltratado hasta lo increíble, ciegamente, sistemá­ticamente, por los hados adversos e inmisericordes,por todas las divinidades combinadas e infernalesde la fatalidad? ¡Desdichado Ben Hur! Su antiguoamigo Messala, joven y ambicioso tribuno romano,ahora destacado en Judea -época de Cristo-, loacusa de traición; se le encarcela; le confiscan susdominios y propiedades; tiene que soportar las ver­güenz~s y humillaciones más horribles; luego sele envía, en calidad de forzado, a los bélicos azaresdel mar, a sufrir de por vida la pena de galeras, congrillete y cadena al pie, y sintiendo a cada pasorestallar sobre sus espaldas el rebenque implacabledel cómitre... hasta que años después logra esca­parse. Pero no se reducen a esto las aflicciones ydesventuras de Ben Hur. En la misma ocasión queél, son igualmente acusadas, igualmente juzgadasy sentenciadas a prisión su madre y su hermana, yse les encierra por tiempo indefinido en una inmun­da y tenebrosa mazmorra, donde a ambas se lesproduce la lepra, etc. ¿Y todo por qué? ¡Vamos!Por un mero accidente. Por una teja suelta, salidade su lugar: una endemoniada teja que se des­prende de la cornisa frontera del palacio de Ben Hury hiere malamente, en plena vía pública, nada me­nos que al nuevo gobernador romano de Judea enlos precisos instantes en que éste desfilaba poraquel sitio, al frente de una comitiva oficial, mien·tras se celebraba la inauguración de su gobierno ...'¿Y qué hay de eso, también? .. ¡Averigüese ahora,en razón inversa, por qué estornudó aquella rana,

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qué soplo siniestro, deconocido empujó al gato apisar sobre el ladrillo en falso! ¡Averígüese, asimis­mo, las infinitas circunstancias causales que sefueron eslabonando y eslabonando, para determinarque aquella teja se zafara de la cornisa y fuere a darcontra el orgulloso funcionario de Roma!... ¡Je, jel...Así, pues, ¿por qué ha de sorprender que trate yode explicarme las equis mediatas y remotas de unsimple resbalón? .. "

Por de pronto, al abandonar el zaguán, casi nadafaltó para que me cayera de nalgas otra vez...

Me situé ante una tienda de ropa, a mirar elescaparate; y sin hacer gran caso de las corbatasy calcetines que allí se exhibían, con el pensamientovagando lejos, recordaba las notas que había escritoen la oficina, durante la mañana. Otros apuntesde novela, pergeñados en diferentes épocas, acu­dieron también a mi mente... Pero estas tentativasliterarias no servían, no me gustaban; se notaba entodas ellas la ausencia de plan; carecían, además,de elemento dramático, de vigor real, de trascen­dentalismo. Lo que se dice una colección rutilantede chabacanerías. ¿Es que no poseía yo condicio­nes de novelador? Sobre este punto dudaba hacíatiempo. Sin embargo, no me desanimaba, no retroce­día en mi sempiterna chifladura; considerábame ca­paz de producir una obra enorme, que relampaguea­ra de genio. ¿Por qué no? Una frase leída mealentaba, y es la de que para lograr con algún aciertoun fruto estimable de la inteligencia, si se tiene dis­posiciones naturales, basta el trabajo mecánico,fervoroso, paciente... Se me ocurrió entonces, comootras tantas veces, el asunto del protagonista. Eramenester, lo primero, 10 imprescindible, un perso­naje de verdad, un bípedo humano de contornosprecisos y enérgicos. "¿Quién, quién? ¿Clarita? No.¿Daniel? Tampoco... "

En esto me llegué a la orilla de la acera, y asemejanza de un paragüero ambulante, cobijandomi boca con ambas manos, de un modo brusco,maquinal, grité:

-¡Aquí, señores! ¡Aquí está un autor en buscade un personaje!

y a continuación solté estrepitosamente a reír,haciendo gorgoritos de frío. Por fortuna nadiepudo escucharme; en aquel momento mismo seestremeció el aire al tiroteo rápido de un truck decarga, en avances y retrocesos para dar la vuelta

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y arrancar a correr. Sólo una vieja mugrienta quepasó junto a mí, se me quedó mirando con expre­sión de extrañeza, espantó a Satán de su saya,sacudiéndola, se santiguó y siguió su camino.

Girando sobre el tema que me preocupaba, de­dame interiormente: "Tie¡{e que ser un personajecomplejo, paradójico. Un caso clínico. Un ente, ensuma, por encima de lo corriente: bastante dese­quilibrado y no menos normal dentro del curso de sudesequilibrio. ¡Eso es! Y ha de responder al siguien­te canon antropológico: raza blanca; índice cranea­no, de 70 a 75, es decir, dolicocéfalo puro; extensiónprognática, acusada; alto, delgado, pelo negro, dien­tes largos y uniformes, nariz fina y bien dibujada,pelvis estrecha.....

Se ve que por aquellos días padecía mi cerebrode fuertes ataques de antropologitis.

..........................................................................

¡Y 10 que son las casualidades! Me tropecé pocomás allá del punto donde se cruzan el Bowery yla calle Broom, no con el personaje cabal que mehabía forjado para la novela, por supuesto que no,pero sí con la aproximada representación del mismoen carne y hueso. Esta aproximada representación,que ahora llevaba un magnífico sobretodo obscurocon solapa de piel, sombrero gris castor de alacorta encajado hasta las orejas y elegantes spatsde paño fino, respondía por el nombre de SebastiánGuenard. Y el tal Sebastián Guenard era un intimoamigo mío a quien yo no veía de hacia bastantetiempo, y a quien tampoco deseaba ver, por ra­zones que iré exponiendo en el transcurso de lapresente verídica historia.

A no ser por su inconfundible voz de falsete,cuando me llamó desde un puesto de estampas ysellos antiguos, trabajo me costara reconocerle. Unligero frío en el corazón alteró mi sistema al sen­tirme así llamado de pronto por aquella antipática.voz. Y por mucho que quise hacerme de la vistalarga, no tuve más remedio que volver sobre mispasos y acercarme a saludar al amigo.

-¡Hola!, ¿qué hay? -pronuncié secamente, es­trechándole la mano y tratando de disimular micontrariedad.

Guenard en cambio me acogió con ruidosa ale·gría.

'O.e .o Oo Oo .o ..

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Calandrino, poeta, en nombre de tu arte,Escucha 10 que quiero aconsejarte, -Que es fruto ya maduro de ciencia y experiencia.Conviene que reacciones de tu parteContra -esa sistemática complacencia,Esa tu práctica socorridaDe estarte día y noche con la caña tendidaA caza de retóricos pelitriques.En estos tiempos de realismo aplastante,Se impone seriamente romper con semejanteEstética de alfeñiques,Que ni de gratis nadie la querríaAunque dieras encima dos peniques.Es menester, por tanto, Calandrino, maestroy juez radiante de poesía,Que a tona con los gustos actuales, te dediquesA renovar el mundo de tu estro.Elabora, si puedes, con tu seso y tus manos,y provisto de auténticos materiales humanos,Otras más consistentes y objetivas criaturas;Seres articulados, vivos, de órganos sanos,Sin afeites, ni adooos, ni fiorituras.

Déjate, pues, ¡roeta, de amontonar redadasDe imágenes trilladas, resobadas, gastadas,(Tropos y perendengues preciosistas)Para después, al modo de los taxidermistas,Prenderlas pulcramente, como disecadasMariposas de tipos y colores diversos,En el escaparate de tus versos.

y na me salgas ahora con excusasDe que cada poeta es rancha apartey que la técnica de tu arteEs inspiración de las musas.¡Qué musas ni qué narices!Las musas se hallan en lo hondo

.. De Ocho Epístolas Mostrencas, Madrid, ColecciónPalma, Serie Americana, 1952, págs. 7-12.

Epistola admonitoria al.poeta Calandrino*

Por JOSÉ I. DE DIEGO PADRÓ

De tu intelecto, en el fondoDe lo que piensas y dices.

Las imágenes que tú ordenas en fil~

Honestamente te lo digo,Mi luminoso amigo,No san sino retahílasDe vaciedades finamente ataviadas,Farmas evanescentes resbaladasDe tu cerebro, como anguilas.Maravillosas, hechizadas perlasDe confección cuasi divina,y que por mucho que intentemos cogerlasSe nos deshacen como gelatina. .

Todo tu acervo lírico, la faramallaEfectista y banal de que alardeas,No es más que el caballito de batalla,El bastión, la atalaya,Del que rehúye batirse con idea5\,y no es que en mi censura me propase.La imagen es bonita, es convenienteSi se la sabe usar prudentemente.Mas no tomándola como baseDe toda poética frase.Que entonces, francamente, desagradaComo la mucha mermelada.

Pon tu lira al servicio, Calandrino,De lo intrínseco humano.y relega lo ulterior y divinoPara los que comulgan con ruedas de molino.No hagas el bobo soberano.No bordes florecillas de fantasía.No elucubres sandeces. La poesíaDebe ser fuente pletóricaDe verdad, de pasión y de belleza.Humanidad y naturaleza,No un cementerio de retórica.

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Desecha ese jueguito sill seutido ni objetoDel arte por el arte, jueguito ya obsoleto.Sé amplio, natural, espontáneo, sencillo.Forja tu verso a golpes de martillo.y cada martillazo' que seaEl resplandor de una idea.Brote en la justa medida tu obra,Sin nada de menos ni de .robra.Brote con humildad digna y callada.No con la pretensión de creerseUnica, insuperable, acabada.Es sólo de pequeños el clamor petulante.Más ruido mete un fósforo al encenderseQue el sol cuando se aúpa por levante.

En cuanto al estilo, mucho cuidado.No lo recargues demasiadoDe superfluos adornas y matices.(Recuerda que el ineptoA fuerza de adjetivos mata el concepto).No lo retuerzas. No gongorices.Concédele que fluya librementeCon sus naturales tr6piezos y deslices.y que luzca como un agua corrienteCuyo fondo se pueda percibir claramente.

Dentro del taxativo campo estético,No cabe descartar enteramenteEso que algunos. llaman elemento poético.Utilízalo en calidad de ingrediente.Pero actúa con tiento,Con esmerado tino.y huye de cuanto implique alambicamiento.Item más, Calandrino:Pon, sobre la emoción o el sentimiento,Un gran sentido lógico y un agudo talento.La belleza esencial, la belleza armoniosay última que persigues, na es cuestión de óleo y

[crisma.No está en lo que se pone para exornar la cosa,Sino en la cosa misma.Rescata de tu espíritu las nociones inertesQue solamente esperan de ti que las despiertes.Toma la vida por tu cuentay exprímela con hercúlea energía.En cada ubre, de las miles que ostenta,

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Encontrarás un rico manantial de poesía.No pulses tu laúd en el vacío.Sal de tu desmedrado seiiorío.Sal de tu torre de marfil, hermano,y vuela, vuela, vuela,Lejos de la bagatela.

Que palpite en tu verso cuanto hay en ti de humano,Cuando hay en ti que siente, que idealiza, que ano

# [hela.Desegocéntrate, colectivízate,Expándete, modernízate.Desdóblate, animálculo, microcosmos,De dentro para fuera, hacia el macrocosmos.Despójate de tu intelectual egoísmo.En vez de introvertido, de intensista,Sé disperso, plural, extensionista.Deja de ser tú siempre, tu unidad, tu guarismo.,Tu tiempo, tu extensión, tu movimiento,Como si fueses un musical instrumentoQue sonara tan sólo para oírse a sí mismo.Deshollina tu arte,Si no del todo, 'en parteDe arrequives, bambollas y otras pamplinas.Cámbiale su expresión feble y extáticaAplicándole hormonas o vitaminas.Quítale su absoluta seriedad antipáticaE infúndele calor, dale. vida, alegría.Dale un poco de humor, de gracia, de ironía,De ingenio, de sal ática.

Hoy como nunca, Calandrino,El mundo necesita de la voz del poeta,Del visionario, del profeta,Para echar los cimientos de su destino.Mas presumo que no es con el bagajeDe tu numen, centrípeto, primoroso, ridículo,Con lo que habrá tu verso de tornarse en vehículoDe un nuevo apostolado, de un credo, de un men-

[saje.Te invito, finalmente,Mi Calandrino confidenteDe aventuras e ideas,A que saques, si así Úl deseas,De este atropelladísimo manual estéticoLas normas generales de tu arte poético.

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La obra ''Descubrimiento, conquista ycolonización de Puerto Rico" por

Ricardo E. Alegría*

Por ALBERTO CIB~ VIADI1

RICARDO ALEGRiA ES FIGURA DE PRIMERA CATEGORlAen 1a escena contemporánea de nuestro país.

y ciertamente: no se podrá escribir la historiacultural de Puerto Rico sin tomar de frente susmagníficas aportaciones en, por lo menos, tres im­portantes aspectos. Estos son los del profesor uni­versitario, fundador institucional y animador ex­traordinario que ha reclutado y movilizado los taolentos y las energías de propios y extraños a favorde la afirmación y difusión de los valores del pa­sado isleño. Es claro que la presente no es la oca­sión para hacer el inventario detallado de la triplecontribución de Alegría al decisivo enriquecimientode la cultura puertorriqueña. Por eso, hemos deconfonnarnos aquí con el somero destaque de aqueollos rasgos que nos parecen más imprescindibles enla apreciación de los tres aspectos señalados.

Dígase entonces que, al contemplar la variadaobra de Ricardo Alegría, observamos que sobreella preside y domina la vocación del profesor uni·versitario. De hecho, las brillantes gestiones de fun·dador y animador brotan directamente de esa vo­cación docente. Porque Alegría comenzó siendomiembro del claustro de la Universidad de PuertoRico, a través de la Facultad de Humanidades.y que sepamos, jamás ha dejado de enseñar elcurso de prehistoria y arqueología que le encomen­dara la mencionada facultad. Ni siquiera ha dejadode hacerlo así durante los últimos catorce años,cuando una licencia oficial le permitió dedicarsemayonnente a las otras dos gestions que desdeluego superan, pero no eclipsan la tarea del maes­tro. Ya que debido al reciente cambio de gobiernoen la isla, todo indica que Alegría habrá de renun·ciar a sus actividades extracurriculares para vol·

* Ricardo Alegría, Descubrimiento, conquista y coloni­zación de Puerto Rico 1493-1599, San Juan, Colección deEstudios Puertorriqueños, 1969. 179 pá¡¡s.

ver de lleno a la docencia universitaria. Adviértaseque a despecho del triunfo y la dedicación delprofesor, la universidad no ha sabido (o querido)reconocer y premiar cabalmente lo que, dentro yfUera de la institución, Puerto Rico debe a lospersistentes esfUerzos de Ricardo Alegría. En talsentido: hay que apuntar y subrayar una lamen­table contradicción, puesto que si actualmente elDoctor Alegría a duras penas ostenta la posiciónde catedrático asociado en el Recinto de Río Pie­dras, juzgamos que cualquiera otra universidadque llevara bien y a derechas las cuentas de reco­nocimientos y ascensos, le hubiera concedido sintardanza o regateos de ninguna clase, el rango deCatedrático (o Full Professor) en base a su distingui­do expediente y brillantes realizaciones. Después detodo, el rango de Catedrático es la gran aspiracióndel profesor universitario. Es además el máximogalardón que, ajustándose a un haz de normas ycriterios razonables, confieren las instituciones deeducación superior a los claustrales de indiscutibleprestigio académico.

'Pero acojamos de modo sucinto y apretado lascontribuciones del Profesor Alegría a extramurosde la universidad~Vayan en primer término las queacreditan el destacado papel de fundador institu·cional. El papel de fundador se refiere a la creacióndel Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1955. Nocometeremos la injusticia de negar que este for­midable guardián y defensor incansable del patri­monio nacional tuvo precursores meritísimos. Masel proyecto rebasó la etapa ideal o prehistórica yentró en la fase cristalizada de la historia, graciasa la fe y el entusiasmo de Ricardo "Alegría, quienno sólo consiguió que la Asamblea Legislativa loaprobara, sino que también le asignara fondos afin de que el Instituto de Cultura pudiera empezara caminar y producir, según las tímidas orientacio­nes que legalizaba el estatuto de incorporación. De

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cl-luel día memorable a acá, el Profesor Alegría haoperado como Ejecutivo del Instituto en unión auna Junta General de Directores. Es bueno consig­nar que las labores realizadas a lo largo de másde una década de funcionamiento del Instituto deCultura Puertorriqueña distan mucho de guardarla proporción real que cabía esperar de los dimi­nutos presupuestos acordados por el Gobierno dePuerto Rico. De ahí que a un amigo le plazca decirque, en contraste a los dineros asignados, el Direc­tor del Instituto de Cultura ha hecho verdaderasmaravillas. Mitologizando un poco alrededor deldoble ejercicio de fundadqr y animador, nosotrosconsideramos que dados los exiguos recursos fis­cales que se le confiaron, Alegría se eleva sobre unagruesa fila de servidores públicos como un admi­rable ejemplar de Midas criollo.

Una vez fundada, la institución crece al nivelde las estructuras necesarias. Sabido es que lasoperaciones básicas dependen de y se adscriben auna Oficina Central que, habiéndose domiciliadoen el viejo solar del Casino de Puerto Rico, está envías y proceso de mudarse al espacio y las facili·dades del restaurado Convento de los Frailes Domi·nicos en la Capital. El éxito y los bríos desplegadospor el Instituto de Cultura han resultado asom­brosamente envolventes, hasta el punto de generarfiliales o centros locales en la mayoría de los pue­blos de la isla. El Instituto ya no es una organi­zación que se apega a San Juan y las zonas cir­cunvecinas. Es un organismo contagioso, una redde acción y trabajo que se extiende y abarca lacuasi totalidad del perímetro insular. Pero apoyán­dose naturalmente en los cuadros estructurales, elInstituto de Cultura crece asimismo al nivel de unarespetable serie de programas. Se establece, porejemplo: el Archivo General de Puerto Rico y no sedesperdician las oportunidades de traer, particular­mente desde los ricos archivos españoles, docu­mentos y papeles que ingresan en una colecciónde fuentes primarias que ayudarán a comprendermejor el desarrollo y la trayectoria histórica delpaís. Con una viva y patriótica conciencia de lahistoria, la Dirección del Instituto de CulturaPuertorriqueña ha reconocido los grandes acon­tecimientos y efemérides del pasado, celebrandolos aniversarios o centenarios correspondientes.A propósito de lo recién afirmado, recuérdenselos actos y las publicaciones a que dieron lugar loscentenarios de las vidas cimeras de Don Luis Mu­ñoz Rivera y Don José de Diego. O los artísticosmedallones emitidos que consagran las proezas yel significado del Diputado Ramón Power y delObispo Juan Alejo Arizmendi. Dignos de encomioson los acotamientos de zonas históricas (Poncey San Juan), resultando más laudables los trabajosde conservación y restauración de monumentos na­cionales que abrazan la isla entera, pues el movi-

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miento se ha extendido de San Germán (ConventoPorta Coeli) al Fortín de Isabel Segunda en Vie­queso No es menos encomiable el proceso de re­constitución y preservación arqueológica que tienea su haber aciertos como los que se relacionancon el viejo poblado de Caparra y el Centro Cere­monial indígena de Utuado. Para redondear el pa­norama de las gestiones regulares del Instituto deCultura, habría que agregar los Festivales de Teatroy las Ferias de Artesanías, amén de los programasde música, exposiciones y conferencias. Casi todaslas obras representadas en los festivales y una bue­na cantidad de la producción de los compositoresnativos han sido editadas por la Dirección delInstituto y circuladas entre los amantes y devotosde la cultura dramática y musical.

Huelga alegar que el Profesor Alegría es quienviene presidiendo y animando el desenvolvimientoestructural y programático del Instituto de CulturaPuertorriqueña. Pero al calificarlo de .. animadorn ,

no le concedemos a la palabra un mero valor gené­rico. En realidad y deliberadamente, le concedemosa la palabra empleada el valor restringido de laespecialidad que se asocia a la brega publicísticay editorial que insinúan las últimas líneas del pá­rrafo anterior. Es obvio que dicha brega no sedetiene en lo que queda consignado, porque des­borda esas fronteras para transformarse en unavasta empresa de publicaciones que todavía no haagotado sus múltiples finalidades. La referencia seacomoda precisa y exclusivamente a la noción delanimador de cosas impresas, al promotor biblio­gráfico que ha puesto al alcance y disfrute delpueblo un número considerable de publicacionesy libros que tienden a captar la evolución globalde Puerto Rico. No ha de olvidarse que la Revistadel Instituto de Cultura Puertorriqueña encabezala espléndida lista de publicaciones que anima y sos­tiene la patriótica voluntad de Ricardo Alegría. Or­gano de la institución, la Revista constituye un éxitode muchos años por la novedad del formato y laexcelencia del contenido que la ameritan de manerasingular en el campo de la literatura periódica in·sular. El registro de las colaboraciones es elocuen­temente amplio, de suerte que no existe rincónalguno de nuestro pasado histórico que no hayaniluminado o, al menos, tocado con sabio y delicadocariño.

La edición de libros resulta sorprendentementecopiosa. No escasean empero las reediciones detextos significativos. Para comprender la importan­cia del punto bajo examen es innecesario que sehaga el recuento de todos y cada uno de los librospublicados. Bastará en cambio que adelantemos unalista selectiva que ilustre la diversificada naturalezade la bibliografía que porta el signo editorial delInstituto de Cultura Puertorriqueña. De 1958 data,por ejemplo, Figuración de Puerto Rico y otros

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estudios que finna la Doctora Concha Meléndez.Durante el mismo año circulan la Galerla puertO­rriqueña del insigne Don Manuel Fernández Juncosy el Análisis estilístico de la Sataniada de Tapiaque aporta José Luis Martín. Hacia 1959 el ProfesorLidio Cruz Monc1ova suscribe el trabajo biográficoLuis Muñoz Rivera; los primeros 10 años de suvida polltica. Al título que acabamos de mencionar,le sigue en 1960 la publicación de las Obras. Com­pletas (prosa y poesía) del- prócer barranquiteñoque suman unos cuantos volúmenes. El elementoafronegrDide en el 'español de Puerto Rico, que con­tribuye el Doctor Manuel Alvarez Nazario, lleva lafecha de 1961 y, dos años después, la pluma de JoséAntonio Gautier Dapena recapitula la Trayectoriadel pensamiento liberal puertorriqueño en el si­glo XIX.

El torrente bibliográfico continúa vigoroso y pu­jante en el sexenio que sube a la actualidad desde1964. Ya que si de este año se puede seleccionarla reedición del Bostas, ciudadano de América quenos diera Don Antonio S. Pedreira, o la puesta encirculación de la densa y documentada monografíaque Juan Manuel Zapatero intitula La guerra delCaribe en el siglo XVIII, el año de 1965 hace querecordemos la aparición integra del ensayo José

Julián Acosta y su tiempo, cuya segunda parte dejóinédita el autor, Don Angel Acosta ~uintero. Entreel 1965 y 1967 se conciben y efectúan los actos con·memorativos del Centenario de Don José de Diegoque, de un lado, producen la reimpresión de lasObras Completas del glorioso vate y escritor agua­dillano y, del otro, colocan en manos del públicolector La obra literaria de José de Diego que rea·firma el talento ensayístico de la Doctora MargotArce de Vázquez. A despecho de que ello es sufi­ciente, no es posible descartar la alusión a un parde títulos fechados en 1966 que son, de JoaquínFreire: Presencia de Puerto Rico en la historia deCuba y, del Profesor Cruz Monclova, Baldoriotyde Castro, su vida, sus ideas. Réstanos agregar queel pasado año de 1968 el Instituto de Cultura Puer­torriqueña rubricó una "segunda edición facsimi­lar" de los 6 tomos que comprenden las Memoriasgeográficas, históricas, económicas y estadfsticas dela isla de Puerto Rico, publicadas originalmente porDon Pedro Tomás de Córdova, de 1831 a 1833. Y que,pese a no haber cerrado aún el año de 1969, sacaa luz en fonna de libro la tesis doctoral que, conel título de La isla de Puerto Rico (1765-1800), so­metiera a la Facultad de Filosofía y Letras de laUniversidad de Sevilla, Don Bibiano Torres Ramí-

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rezo Se nos antoja que .el título es demasiado ruti·nario y mecánico. Estimamos que, preservando ono las fechas confinatorias, el libro pudo i.ntitu­larse con mayor propiedad y rigor historiográfico:"La era de la reforma ilustrada en Puerto Rico" loque, claro está, no disminuye los fundamentos do­cumentales de la investigación que son realmentesólidos.

Ahora bien: es justo decir que Ricardo Alegriano sólo ha fundado el Instituto de Cultura, sirvién­dole igualmente de eje animador en las esferascreadoras y supradministrativas, sino .que ademásha dado ~l buen ejemplo como investigador y autorde libros que versan sobre temas de historia pa·tria. Tres son los libros que se le acreditan alProfesor Alegria, uno: HisJoria de nuestros indios(1950) y dos: La fiesta de Santiago Apóstol enLoíza Aldea (1954). Finalmente, el tercero: Descu·brimiento, conquista y colonización de Puerto Rico1493-1599, fue editado en abril del corriente añopor las prensas de los Talleres de Artes Gráficasde Barcelona, para la "Colección de Estudios Puer·torriqueños"'que cae dentro del marco inspiracio­nal y la línea de acción del Instituto de Cultura. Setrata de la obra que motiva y determina las notashechas en torno a la personalidad del Doctor Ale­gría y al quehacer cultural del Instituto. En razónde ello: la obra merece los detalles y comentariosparticulares de una reseña bibliográfica que la in­troduzca a los lectores y simpatizadores de Extra­muros.

Entrando en materia, reconoceremos que el li­bro de Alegría equivale a la cristalización de unanueva síntesis del siglo XVI que nosotros hemosbautizado .. siglo de los orígenes puertorriqueños".Ya que, contrario a lo que se pueda inferir de lalectura de ciertos autores nativos, especialmentelos Perea, Brau y Coll, el XVI no es un corto períodode orígenes al abrir, mediar o concluir, sino quedeviene consistente totalidad genética de principioa fin. De ahí que el siglo XVI constituya una primeraépoca en los anales del proceso global de la isla.Concedido que en las últimas tres o cuatro décadasla búsqueda y acumulación de documentos y ma­teriales relativos a esa primera época han crecidoy aumentado con un ritmo seguro y extraordinario;concedido, asimismo, que paralelo al movimientode aumento cuantitativo, se registraba y presionabaun segundo movimiento cualitativo de mayor avi­vamiento e intensificación de la conciencia históricaque siempre tiende a producir y, en efecto, acabaproduciendo libros de síntesis que necesariamentedebe suscribir este o aquel representante de la ca·munidad de los estudiosos del pasado, no será di·fícil admitir que cualquiera de nuestros profesio­nales habría sido capaz de fraguar la reconstitu­ción científica de las acontecimientos ocurridos enel siglo XVI. Es que la nueva síntesis estaba, como

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quien dice, en el aire de la historiografía local,aguardando que se le ordenara bajar al terreno dela historia escrita. conforme a las reglas del métodoy las normas artísticas que se vinculan a la cienciadel pasado humano. Pero es el Profesor Alegríaquien carga con los méritos de la hazana y el cálidoaplauso del bibliófilo. Al redactar la nueva síntesis,entendemos que el prQfesor universitario hace per­fecto acopio de las fuentes, capitalizando sobre todolos materiales que tienen carácter primario y queno han cesado de aumentar últimamente. En otraspalabras: Alegría sabe adecuar la exposición a losfondos documentales existentes, poniéndose al díacon el estado actual de la ciencia de la historia enPuerto Rico. No obstante: la exposición se libertade las glosas eruditas y de las notas técnicas que deordinario y por sistema los historiadores suelencolocar al pie de cada página del texto que lanzana los mercados afines. Es que la exposición se di·rige. sin los estorbos técnicos y el aparato de losvirtuosos de la historia, a l~s juventudes puerto­rriqueñas que asisten a la escuela secundaria ocursan a lo sumo el bachillerato. Tampoco sorpren­derá la calidad, la índole de la prosa que, evitandoel barroquismo y las complicaciones literarias, surgey se mantiene deliberada y consistemente sencilla,clara y directa. No deja de explicarse, en fin, quela obra venga acompañada de una regia porción deilustraciones que se repartieron el dilecto amigo

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Carlos Marichal y Doña Mela Pons, la fiel y talen­tosa compañera del autor. Acordemos, sin embargo,que lo recién expresado está muy lejos de quererahuyentar del libro de Alegría al público adultoo a los especialistas en el campo. Porque, quienmás quien menos: todos podemos y debemos apro­vechar la nueva síntesis del siglo XVI.

Pero veamos los interiores de la obra a propó­sito de revelar cuanto ella atesora de portada acontraportada. Tres son los asuntos que metodoló­gicamente controlan la exposición, a saber: 1) eldescubrimiento; 2) la conquista y 3) la colonizaciónde Puerto Rico. Por debajo y en virtud de los -asun­tos cardinales, se distribuyen y coordenan lossucesos y contenidos del siglo XVI en trece atractivose interesantes capítulos. Nos permitiremos la liber­tad de desplegar los títulos: 1) El descubrimiento;11) Los indios de Borinquen; III) Exploración yprimer intento de colonización; IV) Juan Poncede León inicia la colonización de la isla de San Juan;V) Diego Colón interviene en el gobierno de laisla; VI) La rebelión indígena; VII) Nuevos acon­tecimientos; VIII) La defensa de los indios; IX) Losorígenes de la esclavitud negra; X) La colonizaciónen peligro; XI) La isla se convierte en fortalezamilitar de España en el Caribe; XII) Expedicionesy ataques ingleses a la isla y XIII) Puerto Ricoal finalizar el siglo XVI. Vistos en conjunto, estoscapítulos recogen y articulan los contenidos polí­ticos y sociales de la vida isleña durante la gran­diosa centuria de los orígenes. Regular y primor­dialmente, el Doctor Alegria nos comunica la his­toria sociopoUtica de entonces. Sólo en menor escalao incidentalmente asoma la historia cultural deaquella época. Comoquiera que sea, los trece ca­pítulos que examinamos presentan un cuadro bas­tante equilibrado y congruente de los sucesos yrealidades del siglo XVI. Los trece son invariable·mente buenos y acertados, cubriendo sin desvíoalguno el territorio que cada uno debe cubrir. Noobstante, hay capítulos que sobresalen clara y dis~

tintamente, a causa de los datos y pormenores quese añaden; por razón de las cualidades formalesque entran en juego, o debido a la novedad delenfoque penetra y reilumina los hechos. En la cate·goría descrita, incluimos los capítulos 11, IV, IX YXIII. El capítulo XIII es un auténtico precipitadoo, si se quiere, destilado completo de las gestasy desarrollos del siglo que echa a andar el dramapuertorriqueño.

No son pocos los que todavía piensan que lanarrativa histórica tiene que ser objetiva, de suerteque, para alcanzar la objetividad científica, el his­toriador mantendrá una actividad neutral que leimpone la obligación de suspender el juicio, vedán­dale la libertad de opinar y definirse axiológicamen­te frente a las cosas y hechos que narra. Pero enevidente comunión moral con la mayoría de los

investigadores del pasado humano, Ricardo Alegríase manifiesta en contra de la fórmula expuesta,porque aparentemente cree falsa la equiparaciónde la historia objetiva y el deber de absoltutaneutralidad por parte del historiador. Es que hoyse entiende que la vía neutral es una quimera his­toriográfica. No lo es desde luego el camino dela imparcialidad. Y es que el historiador no sola­mente conoce que la actitud imparcial no va reñidacon la meta de la objetividad histórica, sino quesabe pecho adentro que es la única que la aseguray consagra. Desechando pues la neutralidad impo­sible, el historiador de nuestros días aspira a serhonrada y seguramente imparcial. La nueva síntesisdel Profesor Alegría comprueba que la redacciónobjetiva de la historia y la .virtud de imparcialidadson perfectamente compatibles. Es por eso queal tiempo que redacta y en el mismo cuerpo deltexto, el autor se atreve a opinar y pasar juiciosobre los acontecimientos y la conducta de loshombres que participaron en ellos. Ha de repararseque la oportunidad del juicio descargado o lasopiniones vertidas no desmienten ni cancelan, apun­talan y refuerzan la objetividad de la narración.

Las instancias que reflejan el extremo asentaposon numerosas. En gracia a la limitación del espaciodispuesto, tenemos empero que sitisfacer el apetitointelectual de quienes nos lean con un mínimo decitas representativas. A los mismos comienzosde la obra, por ejemplo: Alegria enfatiza que "lahistoria de Puerto Rico es una de las más antiguase interesantes de América" (pág. ix). Quizá seadvertirá la diferencia connotativa en los términosde la comparación al punto de que cabría argumen­tar que, siendo de gustibus, la voz "interesante" esalgo menos objetiva que "antigua", palabra queal invocar lo temporal y la cronología nada revelade subjetivo y personal. No será entonces muycuerda la refutación del aserto de Alegría en baseal criterio de antigüedad, cuando sabemos que, sise exceptúa la historia de Santo Domingo, la puer­torriqueña es la más vieja en los fastos del NuevoMundo. Cierto que si aplicáramos el criterio numé­rico al grado de interés, la historia de Puerto Ricono saldría tan bien parada como respecto a laantigüedad, pero con todo se verificaría que taleso cuales historias americanas son de mayor interés,que otras, probablemente muchas, no son tan inte­resantes. Y en ambos casos, se impondrá la esen·cial pertinencia de las verdades que proclama elcatedrático universitario. Tomamos en segundo lu­gar un ejemplo de buen juicio, de opinión sensataque se refiere a la persona y mando del gobernadorDon Francisco Manuel de Landa. Debido a los mé­todos y las tácticas que Landa utilizó para supe­rar la crisis económica de los 1530 y detener elconsiguiente proceso de despoblación que amena·zaba con matar la empresa colonizadora, este go-

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bernador ha sido atacado y calumniado sistemáti·camente por los estudiosos e historiadores del si­glo XVI. Tanto es asf. que la historiografía landianasuena a pequeña leyenda negra que resulta incom·prensible a la luz de la extraordinaria gestión deaquel mandatario. (Ver, como muestra, de la Doc·tora Isabel Gutiérrez del Arroyo, el ensayo "Exodoal Perú" en la Revista del Instituto de Cultura Puer­torriqueña, 1 (1958), (págs. 15·18). La Doctora Gu·tiérrez del Arroyo le cuelga al Gobernador Landalos sambenitos de la barbarie y la brutalidad. PeroAlegría lo vindica, aduciendo que Don FranciscoManuel fue "uno de los mejores gobernadores quedurante esa época tuvo la colonia" (pág. 121). Y pe­se a la generosidad del historiador, el juicio recti·ficador se queda corto. Puesto que Lando no esuno de los mejores; es, en puridad, uno de lostres grandes gob.emadores de la centuria de los orí­genes. De los tres, la grandeza de Don Juan Poncede León descansa en los encumbrados títulos depadre y creador de la sociedad puertorriqueña. Y lade Don Diego Menéndez Valdés se vincula a la"era de reconstrucción colonial" que él preside ycanaliza. Don Francisco Manuel de Lando es lafigura que perpetúa la obra de Ponce de León yviabiliza la tarea de Menéndez Valdés. Si por ello,Ponce adquiere la honra de organizador politicoy Menéndez la de reconstructor social, a Lando leajusta el manto de "salvador colonial" que asegurala continuidad histórica de Puerto Rico. Con eltema de la continuidad histórica empalma unatercera. opinión del Doctor Alegría que acoge­mos sin titubear. La opinión expresa a la letra que"para fines del siglo (XVI) se manifiesta una dife­renciación notable entre el elemento criollo, nacidoen la isla. y el de los inmigrantes españoles" (pági·na 167). Este juicio del Profesor Alegría es tan verda·dero como los anteriores. La diferenciación puestade relieve, implica el nacimiento de un sujeto colec·

tivo que no es español y peninsular, si!l0 puertorri.queño e insular. Pero de sancionarse la realidaddel sujeto diferenciado, mal cabría repudiar la his­toria que le es propia. Y contra los cuatro siglosy medio de acción del sujeto que se predica, hande estrellarse los que en redondo o parcialmenteniegan que exista una historia de Puerto Rico.

Al final la obra trae una "Bibliografía mínima".Contiene los fondos y libros que Alegría reclutapara animar y cimentar la nueva exposición delsiglo XVI. Se sobreentiende que el historiador debióde consultar y aprovechar muchísimas otras fuentesque no aparecen declaradas en la bibliografía quenos ocupa. Declaradas o no, es bueno señalar que elvolumen de las fuentes del siglo XVI aumentany de veras se multiplican. Con esto sólo compara yrivaliza el progreso bibliográfico que generan loshechos y las corrientes del siglo XIX. Cierto queel interés por la segunda mitad del siglo XVIII ("erade transición") se traduce en libros y documentales,pero la producción es aquí menos cuantiosa. Hayque lamentar el pronunciado contraste que marcala escasez bibliográfica de la "edad intermedia"(siglo XVII y primera mitad del XVIII), porque co­locada entre el "siglo de oro" (XIX) y el de los orí­genes, ella es el centro de gravedad de la historiade Puerto Rico. No basta lamentar una situaciónque es altamente indeseable. Urge que los histo­riadores del país, incluyendo al Profesor RicardoAlegría, vuelvan la atención a la descuidada edadintermedia. Y que investigadores de la talla deMonseñor Vicente Murga, que tienen ordenados ylistos para las prensas volúmenes enteros de ma­teriales y papeles relativos a esos ciento cincuentaaños críticos y decisivos, se tomen la molestia depublicarlos cuanto antes. De hacerlo, presumimosque rendirían un servicio inolvidable al conocimien·to del pasado y, por ende, al avance positivo de laciencia histórica puertorriqueña.

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VI Exposición Anual de los alumnos de laEscuela de Artes Plásticas del Instituto

de Cultura Puertorriqueña

~L 15 DE AGOSTO SE INAUGURÓ EN EL CONVENTO DESanto Domingo la VI Exposición Anual de los

alumnos de la Escuela de Artes Plásticas del Ins­tituto de Cultura Puertorriqueña.

La Exposición no se restringió esta vez a ungrupo escogido de estudiantes. Noventa y cinco alum·nos de ambos sexos, prácticamente ]a totalidad delos matriculados en la Escuela, participaron en lamuestra, presentando un total de 308 obras ilustra­tivas de los diferentes ramos de las artes plásticas.

Siguiendo la tendencia imperante en todo elmundo, y especialmente en la América Española,quedó demostrada una decidida preferencia por elgrabado, que, incluyendo las modalidades de lito­grafía, serigrafía, fotoserigrafía y fotografía, se su­mó unas 137 obras. Les siguió el dibujo, con 71, y lapintura, con 36, incluidos 7 murales. El arte dela vidriería, el del mosaico, la cerámica y la escul­tura, tuvieron, respectivamente, 11, 16, 18 Y 10 pie­zas.

En los grabados se manifestaron las técnicas dellinóleo, la punta seca, la calografia, el monotipoy el aguafuerte. También la xilografía, el barniz, elburil y la punta seca.

La estilística, en éste y los demás ramos, variódesde la ortodoxia clásica hasta los más atrevidos"ismos" de vanguardia.

A continuación presentamos algunos de los as­pectos que cubrió la VI Exposición Anual de losalumnos de la Escuela de Artes Plásticas.

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NUESTRO INTER~S EN ESTAS PÁGINAS ES SIMPLEMENTEla divulgación de un documento histórico de

gran importancia para el mundo del Caribe -elCódigo Negro francés para las Antillas de 1685­del cual -que sepamos-, hasta el presente, no exis­tía otra edición, al menos completa, que la originalfrancesa en que fue redactado. Esta edición espa­ñola del Código Negro que aquí presentamos se hahecho sobre el original que el Padre Labat incluyeen su obra Voyages en Guil1ee et a Cayenne, de1730, páginas 535 a 557. A tenor con lo indicadoinicialmente, no habremos de entrar en los por­m~nores del mencionado documento, limitándonosa hacer unos comentarios generales que ayuden asituarlo históricamente dentro del proceso colo­nizador francés en las Antillas durante el siglo XVII.

Podemos establecer la presencia del poder fran­cés en el Caribe a partir de 1625, fecha en quePierre Belain de Esnambuc, Urbain de Roissey yalgunos normandos -unos cuarenta hombres entotal- llegaron a la Isla de San Cristóbal.· Conellos es que Francia entra "oficialmente" en elmundo del Caribe y decimos así porque desdefinales del siglo XVI hay franceses en esta región,quienes, actuando particularmente, sientan las ba­ses del proceso colonizador francés que inicia Es­nambuc. Son aquellos filibusteros y corsarios quecon gran éxito retan al poder hispánico en estaregión y más específicamente en las Antillas me­nores -las llamadas Islas Inútiles por los españo­les- donde establecerán asentamientos permanen­tes en los primeros años del siglo XVII. Muchos deesos hombres han llegado a las Antillas no tanto porun afán de aventuras, como huyendo de las con­diciones políticas y religiosas imperantes en la Fran­cia de su tiempo. Uno de los bandos del conflictoreligioso que sufre Francia, el protestante -los

* Actual Saint Kitts.

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,

El Código Negro francéspara las Antillas

Por MANUEL CÁRDENAS

llamados hugonotes- dará en esos años un grannúmero de hombres para la lucha contra Españaen el Caribe. Así cuando Esnambuc arriba a la SanCristóbal encuentra franceses establecidos en ella,el jefe de los cuales es el hugonote Levasseur pos­terior conquistador y gobernador de La Tortuga, yfigura legendaria en el mundo del Caribe en esesiglo XVII. Este cede a Esnambuc los derechos quetenía sobre parte de la San Cristóbal, ya que enella también se encuentran establecidos los ingle­ses, partición que habrá de perdurar hasta el finde la guerra de Sucesión a la Corona de España,cuando por la Paz de Utrecht (1713) la isla pasó,definitivamente, a manos inglesas.

En la San Cristóbal, Levasseur y los suyos -unmochenta hombres en total- poseían dos fuertes 'Jtambién algunos esclavos en número alrededor decuarenta'! Al parecer éstos son los primeros esclavosque hayan tenido los franceses en el Caribe, y dadoel modus vivendi de aquél, podemos aventurar queéstos procederían de barcos españoles capturadospor el legendario filibustero y posterior go~er­

nador. La expansión de Francia en el CarIbe,el poblamiento de las distintas islas y el nacimientode la esclavitud negra en las mismas, está ligadoa la Compañía de San Cristóbal e Islas Adyacentesque se funda en 1626 bajo la protección del Carde·nal Richelieu y dirección de Esnambuc quien habíavuelto a París a informar de su expedición. LaCompañía que en un principio debía tener unaduración de tres años, habría de llevar a las islasde San Cristóbal, la Barbada y otras situadas "a laentrada del Perú" a todos aquellos que así lo qui­siesen, para en ellas trabajar y negociar las mer­cancias que llevasen con los habitantes de las islas.así como instruirlos en la Religión Católica, y cul-

1. Du Terte, P. Jean Baptiste. Histoire Generale desAntilles habitées par les Franc.;ais. París Jolly, 1667·1671, J, 3.

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tivar las tierras para producir tabaco y otros pro­ductos. La mencionada Compañía consiguió de factola soberanía de dichas tierras, absteniéndose laCorona de toda ingerencia directa en las tareascolonizadoras de aquélla. Esos privilegios habránde permanecer en sus manos hasta 1664, fecha enque se reforma por segunda vez la Compañía redu­ciéndose su autoridad soberana y absorviendo lamisma la Corona francesa con el fin de eliminarel número increíble de señores y propietarios, asícomo las jurisdicciones conflictivas que dificultabanel desarrollo de las islas.

Francia no participa inmediatamente en la tratanegrera, no obstante parece que los colonos desde1626 adiquieren esclavos negros a través de losholandeses que son los traficantes más importantesen este momento y durante gran parte del siglo XVII.

Sin embargo, en virtud de Cartas Patentes de 1633se indica que " ...el Señor Rosée, el Señor Robiny sus asociados, mercaderes de Rouen y de Dieppe"son poseedores de "un permiso para traficar duorante dicz años en Sencgal, Cabo Verde y Gambia".De esa fccha a 1635, otras dos compañías, unade Malons y la otra de París obtienen igualmente elmonopolio para traficar en la Costa de Africa. Laprimera desde Sierra Leona a Cabo López, y lasegunda desde Cabo Blanco a Sierra Leona, salvoen los puntos reservados a la Compañía Nonnanda(la de San Cristóbal). Aunque no hay referenciaespecífica en las Cartas fundantes de dichas Comopañías a la trata negrera, por referencias históricas,podemos suponer que estuvieron activas en tal tipode tráfico, aunque parece ser que no fue de granimportancia, o en el mejor de los casos fue menordel que solicitaban los colonos franceses, lo quellevó a éstos a depender durante casi todo el sigloXVII de la marina y el comercio holandeses.

De aquellos 40 esclavos que poseía Levasseuren 1625, hemos pasado en 1635 a un número de500 o 600, según nos informa el Padre Du Tertre,2"los cuales no sólo están haciendo la fortuna delos colonizadores, sino que también hacen serviciode armns" y son en estos primeros años de la colo­nización francesa un factor militar fundamentalsobre todo en la defensa de la isla de San Cristóbal.La importancia de la esclavitud negra en estos años,no obstante su reducido número, queda manifiestaen otro párrafo de la obra de Du Tertre 1 "vienena ella (a la San Cristóbal) navíos franceses y ho­landeses que traen gran cantidad de nuevos colonosy algunas veces esclavos moros que han compradoen Guinea, o que han capturado a los Españoles enlas Costas de Brasil; y como estos negros son todala fuerza y riqueza de las Islas, la Compañía sacade ellos grandes beneficios. En fin, la Isla se cn~

2. Op. cit. I. 61.3. Op. dI. 1, 63-64.

cuentra tan poblada que se ha tomado la resoluciónde hacer nuevos establecimientos en las islas ve·cinas.....

En 1635, y como resultado del éxito colonizador,es reformada la Compañía de la Isla de San Cris­tóbal, que cambia su nombre por el de Compañíade las Islas de América, título y privilegios que con·servará hasta 1664. Ese éxito, del cual es pruebael texto citado anteriormente, amplía las perspec­tivas de Francia en el Caribe, 10 que da lugar a unaexpansión de su poder sobre otras islas, expansiónque hasta mediados de siglo tiene más un carácterpolítico que conómico. Así en 1635 Esnambuc ocupala Dominica y en ese mismo año L. Olive y du Plessicolonizan la Guadalupe. También en 1635 Esnambuccon cien hombres .. de los viejos colonos de la SanCristóbal" toma posesión de la Martinica. En 1640Levasseur ocupa la Tortuga, y en 1643, Du Parquetarriba a la Santa Lucía que había sido abandonadapor los ingleses. En 1648 se establecen los francesesen las islas de San Martín y de los Santos. Todo elproceso de inicio y expansión de la colonizaciónfrancesa en el Caribe podemos darlo por finalizadoen 1664, y el autor del mismo no es vtro que el Car­denal Richelieu, quien, casi cuarenta años atrás,había sentado sus bases como parte de la luchaen contra de la casa real de Hansburgo en sus dosramas, española y austriaca, y con la intención cIarade convertir a Francia en el poder fundamental deEuropa.

Los primeros colonizadores -los jefes de lasprimeras expediciones- pertenecían en su mayorparte a la nobleza. Estos nobles han llegado a lasAntillas, unos movidos por las aventuras, y los más,por la falta de recursos económicos en su paísnatal. Ellos se convierten en los grandes propieta­rios de tierras en las distintas islas, introduciendoa la vez las instituciones jurídicas feudales existen­tes en la Francia de su tiempo. Así, linaje y pro­piedad le dieron derecho propio a ser la cúspidede la pirámide social en las colonias. Junto a ellos,y en una feliz alianza, vendrán los siervos de Diosque también en esta colonización se encuentranpor todos lados, y cuyo interés de propagar la fecristiana va acompañado por una preocupación ma­terial por su propia orden religiosa, de aquí que ór­denes religiosas tales como las de los jesuitas, do­minicos, carmelitas, capuchinos, jacobinos, yotras vengan a ser el otro gran núcleo de propieta­rios de tierras. Junto a esta doble aristocracia denacimiento y oficio, o mejor al lado de ella -yaque las distinciones sociales de la metrópoli seperdían en las Antillas en la fusión de casi todas lasclases blancas- venía el elemento burgués con suconsistencia hereditaria y su espíritu emprendedor.En la base de esa pirámide se encontraban los gru­pos laborales, la mano de obra. Desde los primerosmomentos de la colonización se hace patente la ¡m-

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posibilidad de incorporar a la población indígenaa un proceso productivo fijo, estable y más o menosracional, dada la postura terminante de éstos deno dejarse absorber o integrar en el mundo de ins­tituciones que el europeo trae. Por ello los coloni­zadores vendrán obligados a buscar otra fuentede mano de obra, y en un principio ésta será en sumayoría blanca y francesa. Hablamos de los "en­gagés" -los contratados- que eran franceses quese comprometían a trabajar durante tres años -deaquí que se les conociese también por los "treintay seis", el número de meses de su compromiso­a cambio del pasaje y de una esperanza de tierrascon las que poder convertirse en colonos. Sin em­bargo, las escasas tierras de estas islas y el repartoinicial que de ellas hicieron nobles y órdenes reli­giosas hacían casi ilusoria aquella promesa, susti­tuyéndose pronto aquella ilusión por un pago fijoconsistente en trescientas libras de tabaco pagade­ras al final de los tres años del compromiso. Comoes de suponer estos "engagés" se reclutaban sinmuchos escrúpulos y por todas partes. Unos eranvoluntarios y forzosos otros. Los primeros com­prendían gentes sin recursos, servidores sin trabajo.campesinos desempleados o disgustados por no po­der llegar a ser amos, y a quienes la perspectivade conseguir tierras movió a la aventura. Los se­gundos eran vagabundos, timadores, o bien hijosde familia desheredados, que como dice un docu·mento de la época son "jóvenes que han caído enlos extravíos de la juventud y se entretienen en lavagancia en el reino, en lugar de trabajar". A éstosel Rey les hacía embarcar obligatoriamente para lascolonias. Esta corriente migratoria blanca se daprincipalmente, hasta mediados del siglo XVII, yhasta esta fecha podemos decir, no obstante elcrecimiento del número de los negros esclavos, quela población de las islas francesas es predominan­temente blanca. Esta mano de obra fue muchasveces peor tratada que la mano de obra esclava,ya que para el colono aquélla era un medio deproducción temporal que no le pertenecía, y a laque había que explotar intensivamente dada la bre­vedad del compromiso. En multitud de casos los"contratados" sirvieron a los colonos vitaliciamente,debido a los artilugios jurídicos y económicos queéstos emplearon contra los primeros, y casi siemprecon la anuencia de las autoridades que estabanmás preocupadas por la suerte de la empresa colo­nial que con los medios usados.

Aun cuando la intención primera de Franciafue la de poblar las islas con europeos, la suertede las Antillas está echada a mitad del siglo XVII,

cuando se adopta la trata negrera como medioregular para poblar las colonias, y desde ese mo­mento hasta la abolición de la esclavitud no habrágran preocupaciól) por aumentar la población euro·pea que irá convirtiéndose en una ínfima minoría

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incapaz de constituir una base adecuada para po­blarlas. La razón de ese cambio es económica ypolítica. La actividad de producción fundamentalen las islas hasta esa fecha ha sido el tabaco, apartir de ahora comienza la actividad azucarera queexige cada vez más mano de obra abundante ypermanente, y claro está, barata, y en estos tiemposel esclavo negro lo es relativamente, si lo campa.ramos con la producción que genera. Por ello eltráfico y la explotación de esclavos se convierteen el centro de la actividad económica de las co­lonias francesas. Como dijimos anteriormente, has.ta esta fecha la política de Francia -diseñada porRichelieu- ha consistido en la ocupación de tierraspor medio de la Compañía de las Islas de América.y de ello la. Corona francesa ha obtenido pocobeneficio económico, sobre todo si se compara conel beneficio que obtienen en la región otros paíseseuropeos. La situación en el Caribe de los distintospaíses europeos, y la de Francia en particular, que­da patente en la descripción que hace el único cro­nista francés de las Antillas en el siglo XVII queno pertenece a una orden religiosa. Nos referimosa GuilIaumc Coppier quien ~n su Histoire et Voyagedes ludes Occidentales 4 nos dice lo siguiente:

"Podemos contemplar la América como una va­ca lechera, grande, gorda y bien alimentada a laque nosotros hemos cogido por los cuernos alcombatir al Español y al haber establecido allá, deun tiempo a esta parte, diversas colonias.

"Los Ingleses la tienen cogida por el rabo, perono se les escapa de las manos si consideramos quetanto ellos como nosotros le capturamos (al Es­pañol) barcos frecuentemente, y retenemos diver­sas Islas y regiones, como os diré después.

"En fin, los Holandeses, o los Flamencos, queacaban de encontrarla, le están sacando hasta laúltima gota de leche, ya que hacen, todos los días,notables progresos en estos mares y regiones."

Esta situación de ventaja holandesa es la queFrancia pretenderá eliminar a partir de la segundamitad del siglo XVII mediante una nueva política.Ella será obra de Jean-Baptiste Colbcrt y de su con­cepción económica mercantilista. Colbert entenderáque su país no necesita más tolerar ni favorecera Holanda, que ha jugado ya su papel para eliminarla hegemonía de la Casa de Austria en Europa desdeel momento que ha derrotado a España y conseguidosu independencia. Colbert va a guiarse por los in­tereses estrictos de su país, es decir los interesesde la Corona. Así desde 1664 a 1685, fecha delCódigo Negro, y período que coincide casi exacta­mente con la gestión de aquél de los asuntos pú­blicos franceses, se desarrolla metódicamente laesclavitud negra y con ella el progreso económico

4. Libro Primero, capitulo IV. pág. 24. Obra publicadaen Lyon en 1645.

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de las islas francesas. La esclavitud y la trata solu­cionan dos problemas; el primero, la carencia demano de obra para las economías extensivas quese iban desarrollando; el segundo, la falta de po­derío naval de Francia'. Esta falta queda patenteen un dato: en 1662 hacen él comercio con lasislas más de 150 barcos de los cuales sólo 4 o 5 hansalido de puertos franceses. La reforma de la Com­pañia de las Islas de América en 1664 (a partirde entonces será llamada Compañía de las IndiasOccidentales) va dirigida a eliminar ese predomi­nio holandés en el comercio antillano en general,fomentando públicamente lo que antes se habla he·cho un tanto solapadamente: la trata negrera. Estose consigue sustituyendo los intereses particulares delos señores de la Compañía por el interés del estadofrancés, algo perfectamente coherente con la teoríamercantilista de la que Colbert es adalid. La tratase convierte así en actividad regular, haciendo po­sible el desarrollo naval de Francia. Y el esclavonegro es el instrumento de producción único ycapaz de hacer fructificar las colonias. Durantetodo el reinado de Luis XIV se favorecerá la tratanegrera por ser fuente de extraordinarios beneficioseconómicos. Con la mencionada reforma de la Comopañía queda claro que junto al monopolio que sele otorga en el comercio con "las Islas y la TierraFirme de América", tiene la obligación de suplirlos esclavos necesarios para dichos lugares, obli·gación que se convierte en mandato terminantecuando en esa misma fecha de 1664 queda prohi·bido el tráfico de los holandeses en dichas colonias.En 1670, el Consejo de Estado francés, para activarla trata, elimina el impuesto que desde 1626 existíasobre cada negro introducido en las colonias. A esta"exención contributiva" se añadirán otras y culmi·narán los incentivos con gratificaciones a los arma·dores que introdujesen negros en las islas. Sinembargo, la Compañía de las Indias Occidentales,mal administrada, fue obligada a liquidar en 1674,asumiendo el Rey francés el dominio directo delas Antillas, y heredando parte de los privilegiosde aquélla la Compañía de Africa o del Senegalla cual tendrá el monopolio exclusivo de traficaren Africa, incluyendo, explícitamente, el tráfico ne­grero. No parece que esta Compañía haya sido todo10 eFectiva que se esperaba ya que en 1685 el Reyestablece la Compañía de Guinea que debía sumi­nistrar anualmente 1.000 negros a las islas. A pesarde ello la actividad de ambas no fue suficiente ytuvo la Corona que comprometerse en períodos degran demanda de esclavos, a enviar flotas a la Gui­nea para traficar con negros. Al mismo tiemposurge el contrabando de esclavos que las autoridadesacabarán tolerando. En 1696 se funda la Compañíadel Senegal, Cabo Verde y las Costas de Africa, conun privilegio de treinta años para la trata. A estasalturas del siglo los esclavos son difíciles de con·

seguir y han subido de precio extraordinariamente,pero eso no quita para que los colonos sigan soli·citándolos con urgencia y así acontecerá duranteel siglo XVIII. Sólo el problema del precio será aveces un freno a esta demanda de esclavos.

Aunque es difícil saber el número de negrosi..mportados en esta segunda mitad del siglo XVII

a las Antillas Fra.ncesas, podemos sin embargo dar­nos una idea de su magnitud si comparamos la po­blación blanca y negra en una isla en específico-Martinica- en tres momentos desde 1664 a prin­cipios del siglo XVIII. En aquella fecha el númerode pobladores blancos y negros de la Martinica vie­ne a ser casi igual 2.681 y 2.704, respectivamente; en1678 la población negra casi dobla a la blanca: 2.450blancos contra 5.085 negros. En 1700 la poblaciónnegra se ha multiplicado por tres con respecto ala existente en 1678, mientras que la blanca apenasha doblado el número de aquel mismo año. Esaproporción es también válida para la isla de Gua·dalupe. Como ya hemos indicado esa extraordinariacorriente de esclavos negros hacia las colonias fran·cesas es consecuencia del nuevo proceso produc­tivo basado en un uso intensivo de mano de obra, elcual continuará su curso durante el siglo XVIII.

El Código Negro tiene que ser contemplado des­de la nueva visión política que Colbert introduce enFrancia a partir de 1664, y que entre otros finestiene el de la reorganización y homogenización ad­ministrativa y jurídica tanto en la metrópoli comoen las colonias, siendo la meta fundamental la deestablecer al estado -en este caso el estado fran­cés- como poder y norma soberana, única y abso­luta sobre y frente a cualquiera otro poder o in­terés. En nuestro caso específico, ello se consiguecon la asunción por parte de la Corona del plenodominio sobre las Antillas frente a los poderesde los "señores" de la Compañía, de los nobles yburgueses de las islas. El Código Negro no suponela eliminación total de las instituciones feudalesintroducidas por los primeros colonizadores, y res­petadas por la Compañía, pero reduce claramentesu importancia política y jurídica en las coloniasal mismo tiempo que declara que el interés delestado se encuentra por encima de todos los par­ticulares y que, en el mejor de los casos, aquéldebe velar porque estos intereses particulares coin·cidan con el suyo. Colbert, autor intelectual delproyecto, entenderá que ese interés es el desarrolloeconómico de las islas, y por ende el beneficio dela corona, y tanto uno como otro descansan primOl­dialmente sobre el medio de producción que es elesclavo negro. Así el Código Negro viene a reducirla discreccionalidad del amo sobre el esclavo quehasta 1685 es un bien privativo del primero. Enresumen, la defensa del colono blanco, la protecciónde la vida del esclavo negro, la regulación de lasrelaciones entre ambos, la necesidad de garantizar

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un incremento natural -de la fuerza esclava, así co­mo la adscripción del esclavo a la tierra, son lospuntos fundamentales de este documento del cualahora damos la versión en español.

Código Negro o Edicto del Rey, que sirve de re­glamento para el gobierno, administración dela Justicia y Gobierno de las Islas Francesas de laAmérica, y para la disciplina y el comercio de losNegros y Esclavos en los dichos países.

Luis, por la Gracia de Dios, Rey de Francia yde Navarra; A todos los presentes y por venir:Saludo; como debemos por igual nuestros cuidadosa todos los Pueblos que la Divina Providencia hapuesto bajo nuestra obediencia, Nos, hemos queridobien, hacer examinar en nuestra presencia las me­morias que nos han sido enviadas por nuestrosoficiales de nuestras Islas de la América, por lascuales, habiendo sido informado de la necesidadque ellas tienen de nuestra autoridad y de nuestrajusticia para alH mantener la disciplina de la Igle­sia Católica', Apostólica y Romana y para allí re­gular lo que concierne al Estado y la condición delos Esclavós en nuestras dichas Islas y deseandoallf proveer y hacerles conocer que aun cuando ellos

~ habiten en lugares infinitamente alejados de nuestraresidencia ordinaria, los tenemos siempre presentes,no solamente por la extensión de nuestro poder sinotambién por la prontitud de nuestra dedicaciónpara socorrerlos en sus necesidades. POR ESTASCAUSAS, con el parecer de nuestro Consejo y denuestra ciencia cierta, pleno poderlo y autoridadReal, hemos dicho, estatuido y ordenado, decimos,estatuimos y ordenamos, queremos y nos place10 que sigue.

Artículo 1

Queremos y proponemos que el Edicto de 23 deabril de 1615, del difunto Rey de gloriosa memoria.nuestro muy honorable Señor y Padre, sea ejecu­tado en nuestras Islas, y haciéndolo así, ordenamosa todos nuestros Oficiales expulsar fuera de nues­tras Islas a todos los Judíos que alH han establecidosu residencia, a los cuales como enemigos declara­dos del nombre de cristiano, Nos condenamos asalir de ellas en tres meses a contar desde el díade la publicación de los Presentes, bajo pena deconfiscación de cuerpos y bienes.

Artículo 11

Todos los Esclavos que hubiere en nuestras Is·las serán bautizados e instruidos en la ReligiónCatólica, Apostólica y Romana. Ordenamos a losColonos que comyraren Negros recién llegados, ad­vertir de ello a los Gobernadores e Intendentes de

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las dichas Islas dentro de un plazo de ocho diasa 10 más tardar, bajo pena de multa a discreción,los cuales darán las órdenes necesarias para ha­cerlos instruir y bautizar en el tiempo conveniente.

Artículo III

Prohibimos todo ejercicio público de otra re­ligión que la Católica, Apostólica y Romana; que­remos que los contravenientes sean castigados comorebeldes y desobedientes a nuestras órdenes. Pro­hibimos todas las asambleas para ese efecto, a lascuales declaramos conveoticulas, iUcitas y sedicio­sas, sujetas a la misma pena, la cual procederáincluso contra los Amos que los permitan o tolerencon respecto a sus Esclavos.

Artículo IV

No será nombrado Capataz alguno en la direc­ción de Negros que 00 haga profesión de la Re·ligión Católica, Apostólica y Romana, bajo penade confiscación de los dichos Negros contra losAmos que los hayan nombrado y castigo a discre­ción contra los Capataces que hayan aceptado ladicha dirección.

Artículo V

Prohibimos a nuestros súbditos de la R.P.R.$de poner dificultad alguna, ni impedimento a nues­tros otros súbditos, e incluso a sus esclavos, en ellibre ejercicio de la Religión Católica, Apostólicay Romana, bajo pena de castigo ejemplar.

Articulo VI

Ordenamos a todos nuestros súbditos, de cual­quier calidad y condición que sean, de observar losdías de Domingo y Fiestas que son de guardar pornuestros súbditos de la Religión Católica, Apos­tólica y Romana. Les prohibimos trabajar y hacertrabajar a sus esclavos en dichos dfas, desde lahora de medianoche hasta la otra medianoche, seaen el cultivo de la tierra, en la manufactura deazúcar y en toda otra tarea, bajo pena de multay de castigo ejemplar a discreción contra losAmos, y de confiscación tanto de los azúcares co­mo de los dichos esclavos que fueren sorprendidospor nuestros Oficiales en su trabajo.

Artículo VII

Les prohibimos igualmente tener el mercadode los Negros, y todo otro mercado, los dichos

5. Religión Protestante Reformada.

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días, bajo iguales penas y la confiscación de lasmercancías que se encontrasen entonces en el mer­cado y multa a discreción contra 'los Comerciantes.

Articulo VIII

Declaramos a nuestros súbditos que no son dela Religión Católica, Apostólica y Romana incapacesde contraer, en el futuro, matrimonio válido. De­claramos bastardos los hijos que nazcañ de talesuniones, que queremos que sean tenidas y reputa­das, tenemos y reputamos por verdaderos concu­binatos.

Articulo IX

Los hombres libres que tuvieren uno o varioshijos en su concubinato con esclavas, junto conlos Amos que lo hubieren tolerado. serán cada unocondenados a una multa de dos mil libras de azú­car; y si son los Amos de la esclava de la cual elloshubieren tenido los dichos hijos, queremos queademás de la multa sean privados de la esclava. yde los hijos, y que ella y ellos sean confiscados abeneficio del Hospital, sin jamás poder ser libera­dos. No entendemos, sin embargo, que el presenteartículo proceda cuando el hombre no está casadocon otra persona durante su concubinato con suesclava, a la que desposará en las formas obser­vadas por la Iglesia, la que será liberada por estemedio, y los hijos habidos serán libres y legítimos.

Articulo X

Las dichas solemnidades prescritas por la Or­denanza de Blois. artículos 40. 41 Y 42. Y por laDeclaración del mes de noviembre de 1639 para losmatrimonios, serán observados tanto con respectoa las personas libres como las esclavas. sin que elconsentimiento del padre y de la madre de la es­clava sea necesario, y sí únicamente el del Amo.

Articulo XI

Prohibimos a los Sacerdotes proceder en los ma·trimonios de esclavos. si ellos no presentan elconsentimiento de su Amo. Prohibimos también alos Amos el usar de algunas coacciones sobre susesclavos para casarlos en contra de la voluntadde éstos.

Articulo XII

Los hijos que nacieren del matrimonio entre es­clavos. serán esclavos y pertenecerán a los Amos

de las mujeres esclavas, y no al de su marido. siel marido y la mujer son de Amos diferentes.

Artículo XIII

Queremos que si el marido esclavo ha desposadouna mujer libre, los hijos tanto varones como hem­bras sigan la condición de su madre, y sean librescomo ella no obstante la servidumbre de su padre;y que si el padre es libre y la madre esclava, loshijos sean igualmente esclavos.

Artículo XIV

Los Amos vendrán obligados a hacer poner enTierra Santa -en los Cementerios destinados a esteefecto-- a sus esclavos bautizados; y COn respectoa aquellos que murieren sin haber recibido el Bau­tismo. serán enterrados en la noche en algún campovecino del lugar donde fallecieren.

Articulo XV

Prohibimos a los esclavos el portar armas ofen.sivas alguna. ni gruesos bastones, bajo pena deazote y de confiscación de las armas para beneficiode quienes los encontraran portándolas, a excepciónúnicamente de éstos que fuesen enviados a la cazapor sus Amos y que fueren portadores de sus per­misos o marcas conocidas.

Articulo XVI

Prohibimos igualmente a los esclavos que perte­necen a distintos Amos. agruparse, sea en el díao en la noche. bajo pretexto de nupcias. u otros, seaen casa de sus Amos. o en otras, y todavía menos enlos grandes caminos o en lugares apartados bajopena de castigo corporal, el cual no podrá ser menorque el de fuete y la flor de lis; yen caso de frecuen­tes reincidencias y otras circunstancias agravantespodrían ser condenados a muerte, lo que dejamos ala discreción de los Jueces. Ordenamos a todosnuestros súbditos perseguir a los contravenientes.arrestarlos y conducirlos a prisión. aun cuando nosean Oficiales y no tengan contra ellos todavía ordenlegal alguna.

Artículo XVII

Los Amos que fueren convictos de haber permi­tido. o tolerado. tales asambleas compuestas deotros esclavos además de los que le pertenecen. se­rán condenados en su propio y privado nombre a

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reparar todo el daño que haya sido hecho a sus ve­cinos en ocasión de las dichas asambleas, y en diezescudos de multa la primera vez, y en el doble encaso de reincidencia.

Artículo XVIII

Prohibimos a los esclavos vender caña de azúcar,por cualquier causa u ocasión que ello fuere, inclusocon el permiso de su Amo, bajo pena de azote con­tra los esclavos y de diez libras turenesas contralos Amos que lo hubieren permitido, e igual multacontra el comprador.

Articulo XIX

Les prohibimos también poner en venta, y lle.var a las casas particulares a vender cualquier tipode género, incluso frutos, legumbres, madera paraquemar, verduras para su alimentación y para lasbestias de sus manufacturas, sin permiso expresode sus Amos por medio de una nota, o por marcasconocidas, bajo pena de reclamación de las cosasasí vendidas, sin restitución del precio por sus Amos,y multa de seis libras turenesas -a beneficio deéstos- contra los compradores.

Articulo XX

Queremos a este efecto que dos personas seannombradas por nuestros Oficiales en cada mercadopara examinar los géneros y mercancías que fuerentraídas por los esclavos junto a las notas y marcasde sus Amos.

Articulo XXI

Permitimos a todos nuestros súbditos habitantesJe las Islas, el incautarse de todas las cosa de lasque encontrasen cargados a los esclavos, cuandoéstos no tuvieren notas ni marcas conocidas de susAmos, para que sean restituidas inmediatamentea sus Amos, si las haciendas están en la vecindaddel lugar donde los esclavos hubieren sido sorpren­didos en delito: si no, aquéllas serán inmediatamen­te enviadas ~l Hospital para allí estar en depósitohasta que los Amos hayan sido notificados.

ArtIculo XXII

Estarán obigados los Amos a suplir cada semanapara la alimentación de sus esclavos de diez añosde edad, o más, dos potes y medio -medida delpaís- de harina de Mandioca, o tres casaves que

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pesen dos libras y media cada uno, o coles en can­tidad equivalente, con dos libras de buey salado, otres libras de pescado, u otra cosa en proporción; ya los niños, desde que han dejado de mamar hastalos diez años, la mitad de los víveres anteriores.

Articulo XXIII

Les prohibimos (a los Amos) dar a los esclavosron de caña a cambio del sustento mencionado enel artículo precedente.

Articulo XXW

Les prohibimos igualmente desentenderse de laalimentación y sustento de sus esclavos, permitién­doles trabajar cierto día de la semana por su cuentaparticular.

Articulo XXV

•Estarán obligados los Amos a suplir a cada es-

clavo, dos vestidos de tela por año, o cuatro aunesde tela, a voluntad de los dichos Amos.

Artículo XXVI

Los esclavos que no fueren alimentados, ves­tidos y mantenidos por sus' Amos según 10 que he­mos ordenado por los presentes, podrán denunciarloa nuestro Procurador y encomendarle sus declara­ciones, sobre las cuales. e incluso de oficio si lasdenuncias vienen de otros, los Amos serán proce­sados a instancia de aquéllos y sin gastos: lo quequeremos sea observado, debido a las protestasy tratamientos bárbaros e inhumanos de los Amoshacia sus esclavos.

Articulo XXVII

Los esclavos enfermos por vejez, enfermedad,u otro, sea que la enfermedad es incurable o no,serán alimentados y mantenidos por sus Amos, yen caso de que aquéllos fueren abandonados, losdichos esclavos serán adjudicados al Hospital, alcual, los Amos, serán condenados a pagar seis solespor día para la alimentación y mantenimiento decada esclavo.

Articulo XXVIII

Declaramos que los esclavos no podrán tenernada que no sea de su Amo, y todo lo que les pro­venga por industria o por liberalidad de otras per-

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sanas, o de otra manera, por cualquier título queésta haya sido adquirido, es plena propíedad desu Amo, sin que los hijos de los esclavos, su padreo su madre, sus parientes o cualquiera otro, Ubre oesclavo, nada pueda pretender por sucesión, dispo­sición entre vivos o a causa de muerte, cuyas dispo­siciones declaramos nulas, junto con todas las pro­mesas y obligaciones que hubieren sido hechas, co­mo si lo fueran por gentes incapaces de disponery contratar por sí mismas.

Articulo XXIX

Queremos, no obstante, que los Amos quedenobligados por lo que los esclavos hubieren hechobajo su orden y dirección, junto con lo que hu·bieren administrado y negociado en la tienda; ypor la especie particular de comercio que los Amosles hubieren encargado, quedarán obligados (losesclavos) solamente por la cantidad que habríande recibir los Amos como beneficio; el peculio delos dichos esclavos ~ue sus Amos les hubierenpermitido- quedará obligado, después de que susAmos hubieren deducido, por preferencia, lo quese le pudiere deber, salvo que el peculio consistaen todo o en parte de mercancías, sobre las cualessus Amos tendrán derecho solamente por reparto, asol la libra, con los otros acreedores.

Articulo XXX

No podrán ser los esclavos provistos de cargos,ni de comisión que tenga alguna función pública, niser nombrados agentes, por otros que sus Amos,para manejar y administrar negocio alguno; nopodrán arbitrar en pérdida, o ser testigos, tantoen materia civil como criminal, y en caso de quesean oídos en testimonio, sus declaraciones n-o ser·virán más que como memoria para ayudar a losjueces a salir de dudas por demás, sin que se puedásobre eUas extraer presunción ni conjetura alguna,ni adminículo de prueba.

Articulo XXXI

No podrán tampoco los esclavos ser parte enproceso sobre materia civil, ni como demandanteni como demandado, ni ser parte civil en materiacriminal, ni proceder en materia criminal la repa­ración de ultrajes y excesos que hubieren sido co­metidos contra los esclavos. .

Articulo XXXII

Podrán los esclavos ser demandados criminal·mente, sin que haya necesidad de citar a su Amo

como parte, salvo en taso de complicidad, y seránlos dichos esclavos acusados, juzgados en primerainstancia por los jueces ordinarios y por apelaciónal Consejo Soberano bajo la misma ~trucción,

con las mismas formalidades que las personas li·bres.

Articulo XXXIlI

El esclavo que hubiere golpeado a su Amo, o a lamujer de su Amo, su Ama, o a sus hijos con con­tusión de sangre, o en la cara, será condenado amuerte.

Artículo XXXIV

y cuando los excesos y vías de hecho fuerencometidos por los esclavos contra las personaslibres, queremos que sean severamente castigados,incluso con la muerte, si es el caso.

Articulo XXXV

Los robos cualificados, incluso los de caballos,yeguas, mulos, bueyes y vacas, que hubieren sidoperpetrados por los esclavos o por libertos, seráncastigados cen penas aflictivas, incluso con la muer­te, si el caso lo requiere.

Articulo XXXVI

Los robos de corderos, cabras, cerdos, caña deazúcar, guisantes, mandioca y otras legumbres, per­petrados por los esclavos serán castigados, segúnla categoría del robo, por los jueces quienes podráncondenarlos si ha lugar a ser azotados con varapor el verdugo de la Alta Justicia y marcados enel hombro con una flor de lis.

Articulo XXXVIl

Estarán obligados los Amos, en caso de robou otro perjuicio causando por sus esclavos, ademásde la pena corporal a los esclavos, a' reparar lnsdaños en su nombre, si ellos no estiman mejo'!"abandonar al esclavo a éste a quien el daño ha sidohecho, a lo que tendrán que optar en tres días acontar desde el día de la condena, de otro modoserán despojados de ellos.

Articulo XXXVIU

El esclavo fugitivo que haya estado huido du­rante un mes a contar desde el día en que su Amo

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lo hubiere denunciado .a la Justicia, le serán cor­tadas las orejas y será marcado con una flor delis en un hombro; si reincidiese otro mes más acontar igualmente desde el dia de la denuncia, leserá cortada la pierna pOI: la rodilla y será marcadocon una flor de lis sobre ,el otro hombro, y la ter­cera vez será condenado a muerte.

Articulo XXXIX

Los libertos que hubieren dado refugio en suscasas a los esclavos fugitivos serán condenados apagar, a los Amos de éstos -so pena de prendi­miento- la multa de trescientas libras de azúcarpor cada día de retención.

Articulo XL

El esclavo condenado a muerte en base a ladenuncia de su Amo, no cómplice, del crimen porel cual hubiere sido condenado, será valorado an­tes de la ejecución por dos de los principales colernos de la Isla, que serán nombrados de oficio porel Juez, y el precio de la estimación será pagadoal Amo; para recabar el mismo será impuesto porel Intendente, sobre cada cabeza de Negro quepaga derechos, la suma determinada por la esti­mación, la cual será prorrateada sobre cada unode los dichos Negros, y cobrada por el Arrendata­rio de Impuestos Reales de Occidente, para evitarun gas,to.

Artículo XLI

Prohibimos a los Jueces, a nuestro Procuradoresy a los Escribanos cobrar tasa alguna en los prercesos criminales contra los esclavos, bajo pena deconcusión.

Articulo XLII

Podrán los Amos, cuando creyeren que sus es­clavos 10 hubieren merecido, hacerles encadenary hacerles azotar con vara o látigo, prohibiéndolesdarles tortura, ni hacerles mutilación de miembro,bajo pena de confiscación de los esclavos y de prerceder contra los Amos extraordinariamente.

Articulo XLIII

Ordenamos a nuestros Oficiales perseguir cri­minalmente a los Amos o a los Capataces que hu­bieren matado un esclavo bajo su dominio o bajosu dirección, y ~tigar al Amo según la atrocidadde las circunstancias, y en caso de que haya tenido

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lugar la absolución, permitimos a nuestros Oficia­les remitir (al Tribunal) tanto a los Amos comoa los Capataces absueltos, sin que para ello tengannecesidad de nuestra gracia.

Articulo XLW

Declaramos a los esclavos seres muebles, y talcomo los considera la comunidad, no podrán tenersecuencia hipotecaria, ni podrán ser distribuidosigualmente entre los coherederos, sin mejora testa­mentaria y derecho de primogenitura, ni estar su­jetos al usufructo consuetudinario, al retracto Feu­dal y de Linaje, a los Derechos Feudales y Señoria­les, a las formalidades de los Decretos, ni a laslimitaciones de los cuatro quintos, en caso de dis­posición a causa de muerte o testamentaria.

Articulo XLV

Sin embargo no tenemos la intención de privara nuestros súbditos de la facultad de estipularlospropios a sus personas y a las de su parentesco ylínea. tal como se practica con respecto a las su­mas de dinero y otras cosas mobiliarias.

Articulo XLVI

En los embargos de esclavos serán observadaslas formalidades prescritas por nuestras ordenanzasy las costumbres con respecto a los embargos delos bienes mobiliarios. Queremos que los dinerosprovenientes de ello sean distribuidos por ordende embargos; y en caso de quiebra, a sol la libra,después que las deudas privilegiadas hubieren sidopagadas; y en general queremos que la condiciónde los esclavos esté regulada como la de las otrascosas mobiliarias, con las excepciones siguientes.

Artículo XLVII

No podrán ser embargados y vendidos separa­damente, el marido y la mujer, y su hijos impúbe­res, si están todos bajo el dominio del mismo Amo;declaramos nulos los embargos y ventas que deellos fueren hechas, lo que queremos que procedaen las enajenaciones voluntarias, bajo pena a queestarán los enajenadores de ser privados de ésteo de éstos que hubieren conservado, los cuales se­rán adjudicados a los adquirentes, sin que éstosvengan obligados a hacer suplemento alguno alprecio.

Articulo XLVIII

No podrán tampoco los esclavos que trabajanactualmente en ingenios, indigoterias y colonias, de

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edad de catorce hasta sesenta años, ser embargadospor deuda, excepto por lo que fuere debido delprecio de su compra, o porque el ingenio, la indi­goteria o la colonia en la que trabajan fuerenembargadas realmente; prohibimos -bajo pena denulidad- proceder por embargo real, y adjudicaciónpor decreto, sobre los ingenios, indigoterias y co­lonias si en ellos no se incluyen a los esclavosde dicha edad que trabajan en ellas actualmente.

Articulo XLIX

Los Arrendatarios judiciales de los ingenios, in­digoterias o colonias embargadas realmente con.juntamente con los esclavos, vendrán obligados apagar el precio total de su arrendamiento, sin queellos puedan contar entre los frutos y derechos quepercibirán de su arrendamiento, los hijos que na.cieren de los esclavos durante el tiempo del mismo,lo cuales no entran en él.

Articulo L

Queremos que, no obstante todas las convencio­nes contrarias, a las cuales nosotros declaramosnulas, los dichos hijos pertenezcan a la parte em.bargada si los acreedores están satisfechos pordemás, o al adjudicatario, si se interpone un de­creto; y que a este efecto mención sea hecha enel último edicto antes de la interposición del decre­to, de los hijos nacidos de los esclavos, después delembargo real; y en el mismo anuncio será hechamención de los esclavos decesados desde el em­bargo real en el cual habrán sido comprendidos.

Articulo LI

Queremos, para evitar ,Jos gastos y prolongaciónde los procesos, que la distribución del precio t~

tal de la adjudicación conjunta de tierras y esclavos,y de lo que proviniese de los Arrendamientos Ju.diciales, sea hecha entre los acreedores según elorden de sus privilegios e hipotecas, sin distinguirlo que proviene del precio de las tierras de lo queproviene del precio de los esclavos.

Articulo Lll

y no obstante, los derechos Feudales y Señoria.les no serán pagados más que en proporción alprecio de las tierras.

Articulo Llll

No serán aceptados los Linajes y los SeñoresFeudales a retirar las tierras decretadas si ellos

no retiran los esclavos vendidos conjuntamente condichas tierras, ni Jos adjudicatarios a retener losesclavos sin las tierras.

Articulo UV

Ordenamos a los Guardianes Nobles y Burgueses,Usufructuarios, Arrendatarios y otros que disfrutande tierras a las cuales están adscriptos esclavos quetrabajan, que gobiernen a los dichos esclavos comobuenos padres de familia, sin que ellos estén obli·gados después de su administración a devolver elprecio de aquellos que hubieren muerto, o menos­cabados por enfermedades, vejez u otro, sin queello sea su falta, y sin que tampoco puedan retenercomo parte de su beneficio los hijos nacidos de losdichos esclavos durante su administración, los cua­Jes queremos que sean conservados y deweltos aéstos que de ellos fueren los Amos y Propietarios.

Articulo LV

Los Amos de veinte años de edad podrán liberara sus esclavos mediante todos los actos entre vivoso a causa de muerte, sin que estén obligados adar razón de,su liberación, ni que t~ngan necesidadde avisar a los parientes, aun cuando aquéllos seanmenores de veinticinco años.

Articulo LVI

Los esclavos que hubieren sido nombrados he­rederos universales por sus Amos, o nombrados Eje.cutores de sus Testamentos, o Tutores de sus hijos,serán tenidos y reputados, los tenemos y reputamospor libertos.

Articulo LVll

Declaramos sus manumisiones hechas en nues·tras Islas de igual valor que el nacimiento en lasdichas Islas y los esclavos libertos no tendrán nece­sidad de nuestras Cartas de naturalización paradisfrutar de las ventajas de nuestros súbditos ennuestro Reino, Tierras y Países de nuestra obedien·cia, aun cuando ellos hayan nacido en los PaísesExtranjeros.

Articulo LVIll

Mandamos a los libertos tener un respeto sin·guiar a sus antiguos Amos, a sus Viudas, y a sushijos, de suerte que la injuria que les hubierenhecho sea castigada más gravemente que si e1Ja hu­biere sido hecho a otra persona: no obstante los

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declaramos francos y 'dispensados hacia ellos detodos otros cargos, servicios y derechos útiles quesus antiguos Amos quisieren pretender, tanto sobresus personas como sobre sus bienes y sucesiones, encalidad de Patrones.

Artículo LIX

Otorgamos a los libertos los mismos derechos,privilegios, inmunidades de las que disfrutan laspersonas nacidas libres; queremos que ellos merez­can la libertad adquirida y que produzca en ellos,tanto a sus personas como a sus bienes, los mismosefectos que la felicidad de la libertad natural causaen nuestros otros súbditos.

Artículo LX

Declaramos, por estos presentes, que las confis·caciones y multas que no tengan destino particularnos pertenecen para que con ellos se pague a éstosque son designados para recaudar nuestros ingresos.Queremos, no obstante, que sea hecha distraccióndel tercio de las dichas confiscaciones y multas para

beneficio del Hospital establecido en la Isla dondeellas hubieren sido adjudicadas.

Así, DAMOS DE ELLO MANDATO, a nuestrasAmadas y Fieles Gentes que tienen establecido nues­tro Consejo Soberano en la Martinica, Guadalupey San Cristóbal, y que estos Presentes las haganleer, publicar y registrar, y el contenido de éstosguardado y observado punto por punto según laforma y contenido, sin contravenirlos ni permitirque sean contravenidos en forma alguna y manera,cualquiera que ella pueda ser. No obstante, todoslos Edictos, Declaraciones, Decretos y Usos en con­trario están derogados y los derogamos por estosPresentes. Pues tal es nuestro placer y a fin de queeste sea cosa firme ponemos nuestro Sello. Dadoen Versalles en el mes de marzo de mil seiscientosochenta y cinco y de nuestro Reinado' el cuarentay dos. Firmado, LUIS; y más abajo, Por el Rey, Col­bert. Visto Bueno, El Ministro. Y sellado con elGran Sello de Cera verde sobre hilos de seda verdey roja.

Leído, publicado y registrado por el ConsejoSoberano de la Costa de Sto Domingo, reunido enel pequeño Guave, el 6 de marzo de 1687. Firmado:Moriceau.

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La primera exposición de piezas arqueológicasy el establecimiento del primer museo en

Puerto Rico·

Por RICARDO E. ALEGRiA

L A PRIMERA EXPOSICIÓN P,ÚBLICA DE OBJETOS ARQUEO-

lógicos de nuestros indios. de que tengamosnoticia se inauguró en ~an Juan, el 8 de junio de1854, con motivo de la Primera Feria-Exposiciónde Puerto Rico.!

La gran exposición celebrada en Londres en 1851marcó una época en todo el mundo y siguiendoese ejemplo ferias de productos agrícolas e indus­triales así como de las manifestaciones de las Be­llas Artes y de curiosidades científicas, comenzarona organizarse en otros países de Europa y Amé­rica.

En Puerto Rico la primera iniciativa se debeal gobernador Fernando Norzagaray (1852-1855), cu­yo paso por nuestro país deja la huella de su inte­rés por el fomento de la industria, las letras y lasbellas artes.

En el Programa que se imprimió para anunciar, la Primera.Exposición se dice:

"Notorio es a todos la utilidad que han pro-.ducido estas exposiciones en los países dondese han planteado, siendo buen testigo la In­glaterra, porque bajo un suntuoso palacio decristal, ha visto reunirse allí a habitantesde todas las partes del globo, que con susproductos, sus inventos y sus manufacturashan contribuido a causar la admiración uni­versal, a mejorar las artes, y a crecer la ri­queza pública y particular de aquella nación.Nosotros, si bien no podemos competir conningún pueblo del globo de igual categoría,porque somos pobres y carecemos de otros

• Capítulo del libro inédito Apuntes para la historia dela ArquealogEa en Puerto Rico.

.1. «Programa de la Exposición, Feria y Festejos PÚ­blicos, que se celebrarán en el mes de junio de 1854.. Bo­letEn Histórico de Puerto Rico, VIII, San Juan 1916 p'ágs.165-173. ' ,

alicientes que hacen mayor la concurrencia; almenos daremos el primer paso para procurarcon el tiempo la felicidad pública, y en mediode una plaza y en los salones de una modestacasa ostentaremos nuestros pocos productos,con la esperanza de que con aplicación semejorarían para lo sucesivo, haciendo ver quenuestra industria puede suplir a las necesi­dades públicas, y satisfacer con su excedentea otros pueblos que carezcan de ella. n

La Feria-Exposición quedó inaugurada el día8 de junio de 1854 a las dos de la tarde y duróhasta el 23 del mismo mes. La exposición de pro­ductos y objetos de distintas categorías se llevó acabo en los salones de la Junta de Comercio, mien­tras que otros actos como la exhibición de caballosy ganado, se hizo en la plaza de San Sebastián (hoyPadre Rufo), junto a la iglesia de San José.

Aunque el principal objetivo de la Feria-Expo­sición fue estimular la crianza de caballos y ganadoasí como fortalecer otros aspectos de la agriculturay la industria, en ella, siguiéndose el ejemplo de lade Londres, se amplió 'la muestra a la exposición depinturas, orfebrería, artesanías, así como a -la pre­sentación de objetos de los indios, bajo el nombrede "Objetos Variosn

La mayoría de los objetos arqueológicos pre­sentados durante la Feria.Exposición pertenecían ala rica Colección de D. Jorge Látimer,2 quien por la

2. D. Jorge Látimer era norteamericano, nacido en Fila­delfia en 1803, hijo de padres ingleses. Desde 1828 se tras­ladó a Sto Tbomas y poco después a Puerto Rico, dondeinició su rica colección de objetos arqueológicos, que 'ob.tenía de los hallazgos accidentales que se hacían en dife·rentes partes de la Isla. Látimer fue cónsul de los E!¡tado~

Unidos en Puerto Rico y donó al Smithsonian Institutionde Washington su colección arqueológica. El catálogo dela colección lo hizo el Dr. Otis T. Mason -«Tbe LatimerCollection of Antiquities from Porto Rico in the NñiionalMuseum, at Washington, D. C.... Annual Report, Smithsonianlnstitute- lH76, Washington, D. C. 1877. págs. 372476.

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presentación de estos objetos, recibió una meda­lla de plata. La memoria de la Feria-Exposición des­cribe así las piezas arqueológicas presentadas porLátimer:

"Un ídolo de mármol negro jaspeado de ver­de, encontrado en una cueva en la Isla deSanto Domingo.

Tres ídolos de los indios de esta Isla, encon­trados en una cueva de lo interior de aquélla,dos blancos y uno negro.] (Ver Fig. 1.)

Un pedazo de ídolo blanco.Dos cabezas y un pedazo de tinaja de barrococido, encontrado en un cementerio de losindios de esta Isla.

Una piedra con la cabeza de una higuana concuatro pies, cola y un ala, pertenecientes alos indios de esta Isla.• (Ver Fig. 2.)

Cuatro piedras que los indios usaban paramachetes.5

3. Estos ídolos deben ser cernís o «piedras de trespuntas- que son tan frecuentes en la arqueología puer·torriqueña.

4. Este objeto, que se d~ribe e~ el Catálogo. de laExposición parece ser el dUla o asIento cel7monia! depiedra que se ilustra en el catálogo de la ColeCCIón Láhmercomo fig. 22 Y que corresponde a la. pic:za Nú~. 17076. delSmithsonian Institute. Ver foto del dibUJO de dicho objeto.

5. Posiblemente se refiere a las hachas de forma peta­loide que usaban los indios tlÚnOS.

Dos piedras chicas agujereadas de colgar enel cuello para ornamento de los indios.Un pedazo de raíz de un árbol petrificado.Tres pedazos encontrados en una cueva deManatí."

Además de estos objetos arqueológicos el señorLátimer también exhibió fósiles, minerales y otrascuriosidades.

Otro de los expositores de piezas arqueológicaslo fue D. José Julián Acosta 6 quien presentó lassiguientes piezas:

"Dos ídolos <le piedra que afectan la forma deuna serpiente enroscada,7 sobre la cual se adap­ta una especie de cara con ciertos rasgos dela fisonomía humana. Fueron encontrados endos puntos de distintos sitios del pueblo deYauco, donde es probable existan otros mu­chos. (Ver Fig. 3.)

Un ídolo de piedra que representa una figuraextraña, porque en su conjunto participa ladel hombre y la del mono. Lo encontró unnegro sembrando caña en la Hacienda San

6. D. José Julián Acosta, 1825-1891, historiador, maestrojabolicionista, formó una pequeña colección de objetosarqueológicos. En las notas a la tercera edición de laHistorio. Natural, Geogrdfica y Civil de Puerto Rico de Fraylrugo Abbad y Lasierra (1867), Acosta hace interesantesobservaciones sobre nuestra arqueología y menciona sucolección así como la de Látime$'.

7. Esta descripción parece indicar Jos llamados «colla­res de piedra_, aros monoUticos p~iblemente usados comocinturones ceremoniales en el juego de pelota.

Fig. 1Cernís o ídolos de tres puntas de la Colección Lálimer, en elSmilhsonian Inslitution de Washinglon, D.C.

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Cemí con cabeza de ave. Núm. 16.981 Cemi con cabeza de lagarto. Núm. 1.700

Page 49: Revista del Instituto de Cultura

edad de catorce hasta sesenta años, ser embargadospor deuda, excepto por lo que fuere debido delprecio de su compra, o porque el ingenio, la indi­goteria o la colonia en la que trabajan fuerenembargadas realmente; prohibimos -bajo pena denulidad- proceder por embargo real, y adjudicaciónpor decreto, sobre los ingenios, indigoterias y ca.lonias si en ellos no se incluyen a los esclavosde dicha edad que trabajan en ellas actualmente.

Articulo XLIX

Los Arrendatarios judiciales de los ingenios, in­digoterias o colonias embargadas realmente con­juntamente con los esclavos, vendrán obligados apagar el precio total de su arrendamiento, sin queellos puedan contar entre los frutos y derechos quepercibirán de su arrendamiento, los hijos que na­cieren de los esclavos durante el tiempo del mismo,lo cuales no entran en él.

Articulo L

Queremos que, no obstante todas las convencio­nes contrarias, a las cuales nosotros declaramosnulas, los dichos hijos pertenezcan a la parte em­bargada si los acreedores están satisfechos pordemás, o al adjudicatario, si se interpone un de­creto; y que a este efecto mención sea hecha enel último edicto antes de la interposición del decre­to, de los hijos nacidos de los esclavos, después delembargo real; y en el mismo anuncio será hechamención de los esclavos decesados desde el em­bargo real en el cual habrán sido comprendidos.

Articulo LI

Queremos, para evitar los gastos y prolongaciónde los procesos, que la distribución del precio to:tal de la adjudicación conjunta de tierras y esclavos,y de lo que proviniese de los Arrendamientos Ju­diciales, sea hecha entre los acreedores según elorden de sus privilegios e hipotecas, sin distinguirlo que proviene del precio de las tierras de lo queproviene del precio de los esclavos.

Artículo Lll

y no obstante, los derechos Feudales y Señoria­les no serán pagados más que en proporción alprecio de las tierras.

Artículo LllI

No serán aceptados los Linajes y los SeñoresFeudales a retirar las tierras decretadas si ellos

no retiran los esclavos vendidos conjuntamente condichas tierras, ni los adjudicatarios a retener losesclavos sin las tierras.

Articulo UV

Ordenamos a los Guardianes Nobles y Burgueses,Usufructuarios, Árrendatarios y otros que disfrutande tierras a las cuales están adscriptos esclavos quetrabajan, que gobiernen a los dichos esclavos comobuenos padres de familia, sin que ellos estén obli·gados después de su administración a devolver elprecio de aquellos que hubieren muerto, o menos­cabados por enfermedades, vejez u otro, sin queello sea su falta, y sin que tampoco puedan retenercomo parte de su beneficio los hijos nacidos de losdichos esclavos durante su administración, los cua­les queremos que sean conservados y devueltos aéstos que de ellos fueren los Amos y Propietarios.

Articulo LV

Los Amos de veinte años de edad podrán liberara sus esclavos mediante todos los actos entre vivoso a causa de muerte, sin que estén obligados adar razón de-su liberación, ni que t~ngan necesidadde avisar a los parientes, aun cuando aquéllos seanmenores de veinticinco años.

Articulo LVI

Los esclavos que hubieren sido nombrados he­rederos universales por sus Amos, o nombrados Eje­cutores de sus Testamentos, o Tutores de sus hijos,serán tenidos y reputados, los tenemos y reputamospor libertos.

Articulo LVII

Declaramos sus manumisiones hechas en nue~

tras Islas de igual valor que el nacimiento en lasdichas Islas y los esclavos libertos no tendrán neceosidad de nuestras Cartas de naturalización paradisfrutar de las ventajas de nuestros, súbditos ennuestro Reino, Tierras y Países de nuestra obedien­cia, aun cuando ellos hayan nacido en los PaisesExtranjeros.

Articulo LVllI

Mandamos a los libertos tener un respeto sin­gular a sus antiguos Amos, a sus Viudas, y a sushijos, de suerte que la injuria que les hubierenhecho sea castigada más gravemente que si ella hu­biere sido hecho a otra persona: no obstante los

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Page 50: Revista del Instituto de Cultura

declaramos francos y "dispensados hacia ellos detodos otros cargos, servicios y derechos útiles quesus antiguos Amos quisieren pretender, tanto sobresus personas como sobre sus bienes y sucesiones, encalidad de Patrones.

Artículo LIX

Otorgamos a los libertos los mismos derechos,privilegios, inmunidades de las que disfrutan laspersonas nacidas libres; queremos que ellos merez­can la libertad adquirida y que produzca en ellos,tanto a sus personas como a sus bienes, los mismosefectos que la felicidad de la libertad natural causaen nuestros otros súbditos.

Artículo LX

Declaramos, por estos presentes, que las confis­caciones y multas que no tengan destino particularnos pertenecen para que con ellos se pague a éstosque son designados para recaudar nuestros ingresos.Queremos, no obstante, que sea hecha distraccióndel tercio de las dichas confiscaciones y multas para

beneficio del Hospital establecido en la Isla dondeellas hubieren sido adjudicadas.

Así, DAMOS DE ELLO MANDATO, a nuestrasAmadas y Fieles Gentes que tienen establecido nues­tro Consejo Soberano en la Martinica, Guadalupey San Cristóbal, y que estos Presentes las haganleer, publicar y registrar, y el contenido de éstosguardado y observado punto por punto según laforma y contenido, sin contravenir1os ni permitirque sean contravenidos en forma alguna y manera,cualquiera que ella pueda ser. No obstante, todoslos Edictos, Declaraciones, Decretos y Usos en con­trario están derogados y los derogamos por estosPresentes. Pues tal es nuestro placer y a fin de queeste sea cosa finne ponemos nuestro Sello. Dadoen Versalles en el mes de marzo de mil seiscientosochenta y cinco y de nuestro Reinado' el cuarentay dos. Firmado, LUIS; y más abajo, Por el Rey, Col­bert. Visto Bueno, El Ministro. Y sellado con elGran Sello de Cera verde sobre hilos de seda verdey roja.

Leído, publicado y registrado por el ConsejoSoberano de la Costa de Sto Domingo, reunido enel pequeño Guave, el 6 de marzo de 1687. Firmado:Moriceau.

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arqueológicas•pnmer museo en

Puerto Rico·

primera exposición de piezasy el establecimiento del

La

Por RICARDO E. ALEGRíA

L A PRIMERA EXPOSICIÓN P-tlBLICA DE OBJETOS ARQUEO-

lógicos de nuestros indios. de que tengamosnoticia se inauguró en San Juan, el 8 de junio de1854, con motivo de la Primera Feria-Exposiciónde Puerto Rico.!

La gran exposición celebrada en Londres en 1851marcó una época en todo el mundo y siguiendoese ejemplo ferias de productos agrícolas e indus­triales así como de las manifestaciones de las Be­llas Artes y de curiosidades científicas, comenzarona organizarse en otros países de Europa y Amé­rica.

En Puerto Rico la primera iniciativa se debeal gobernador Fernando Norzagaray (1852-1855), cu­yo paso por nuestro país deja la huella de su inte­rés por el fomento de la industria, las letras y lasbellas artes.

En el Programa que se imprimió para anunciarla Primera-Exposición se dice:

"Notorio es a todos la utilidad que han pro­ducido estas exposiciones en los países dondese han planteado, siendo buen testigo la In­glaterra, porque bajo un suntuoso palacio decristal, ha visto reunirse allí a habitantesde todas las partes del globo, que con susproductos, sus inventos y sus manufacturashan contribuido a causar la admiración uni­versal, a mejorar las artes, y a crecer la ri­queza pública y particular de aquella nación.Nosotros, si bien no podemos competir conningún pueblo del globo de igual categoría,porque somos pobres y carecemos de otros

.. Capitulo del libro inédito Apuntes para la historia dela Arqueología en Puerto Rico.

.1. .Programa de la Exposición, Feria y Festejos PÚ­bhcos. que se celebrarán en el mes de junio de 1854» Bo­letfn Histórico de Puerto Rico, VIII, San Juan 1916 p'ágs165-173. ' • •

alicientes que hacen mayor la concurrencia; almenos daremos el primer paso para procurarcon el tiempo la felicidad pública, y en mediode una plaza y en los salones de una modestacasa ostentaremos nuestros pocos productos,con la esperanza de que con aplicación semejorarían para lo sucesivo, haciendo ver quenuestra industria puede suplir a las necesi­dades públicas, y satisfacer con su excedentea otros pueblos que carezcan de ella."

La Feria·Exposición quedó inaugurada el día8 de junio de 1854 a las dos de la tarde y duróhasta el 23 del mismo mes. La exposición de pro­ductos y objetos de distintas categorías se llevó acabo en los salones de la Junta de Comercio, mien­tras que otros actos como la exhibición de caballosy ganado, se hizo en la plaza de San Sebastián (hoyPadre Rufo), junto a la iglesia de San José.

Aunque el principal objetivo de la Feria-Expo­sición fue estimular la crianza de caballos y ganadoasí como fortalecer otros aspectos de la agriculturay la industria, en ella, siguiéndose el ejemplo de lade Londres. se amplió -la muestra a la exposición depinturas, orfebrería, artesanías, así como a la pre­sentación de objetos de los indios, bajo el nombrede "Objetos Varios".

La mayoría de los objetos arqueológicos pre­sentados durante la Feria-Exposición pertenecían ala rica Colección de D. Jorge Látimer,2 quien por la

l2. D. Jorge Látimer era norteamericano, nacido en Fila­

delfia en 1803, hijo de padres ingleses. Desde 1828 se tras- •ladó a Sto Thomas y poco después a Puerto Rico, dondeinició su rica colección de objetos arqueológicos, que bb·tenía de los hallazgos accidentales que se hacían en dife­rentes partes de la Isla. Látimer fue cónsul de los EljtadosUnidos en Puerto Rico y donó al Smithsonian Institutionde Washington su colección arqueológica. El catálogo dela colección lo hizo el Dr. Otis T. Mason -.The LatimerCollection oC Antiquities from Porto Rico in the NátionalMuseum, at Washington, D. C.». Al1nual Report, SmithsonianInstitute- llf76, Washington, D. C. 18n, págs. 372-476.

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presentación de estos objetos, recibió una meda­lla de plata. La memoria de la Feria-Exposición des­cribe así las piezas arqueológicas presentadas porLátimer:

"Un ídolo de mármol negro jaspeado de ver­de, encontrado en una cueva en la Isla deSanto Domingo.

Tres ídolos de los indios de esta Isla, encon­trados en una cueva de lo interior de aquélla,dos blancos y uno negro.3 (Ver Fig. 1.)

Un pedazo de ídolo blanco.Dos cabezas y un pedazo de tinaja de barrococido, encontrado en un cementerio de losindios de esta Isla.

Una piedra con la cabeza de una higuana concuatro pies, cola y un ala, pertenecientes alos indios de esta Isla.· (Ver Fig. 2.)

Cuatro piedras que los indios usaban paramachetes.'

3. Estos 'dolos deben ser cernís o .piedras de trespuntas. que son tan frecuentes en la arqueología puer·torriqueña.

4. Este objeto, que se describe en el Catálogo. de laExposición parece ser el dujo o asiento ceremomal depiedra que se ilustra en el catálogo de la Colección Utirnercomo fig. 22 Y que corresponde a la pieza Núm. 17076 delSmitbsonian Institute. Ver foto del dibujo de dicho objeto.

5. Posiblemente se refiere a las hachas de forma peta­10ide que usaban los indios tainas.

Dos piedras chicas agujereadas de colgar enel cuello para ornamento de los indios.Un pedazo de raíz de un árbol petrificado.Tres pedazos encontrados en una cueva deManatí."

Además de estos objetos arqueológicos el señorLátimer también exhibió fósiles, minerales y otrascuriosidades.

Otro de los expositores de piezas arqueológicas10 fue D. José Julián Acosta 6 quien presentó lassiguientes piezas:

"Dos ídolos de piedra que afectan la forma deuna serpiente enroscada? sobre la cual se adap­ta una especie de cara con ciertos rasgos dela fisonomía humana. Fueron encontrados endos puntos de distintos sitios del pueblo deYauco, donde es probable existan otros mu­chos. (Ver Fig. 3.)

Un ídolo de piedra que representa una figuraextraña, porque en su conjunto participa ladel hombre y la del mono. Lo encontró unnegro sembrando caña en la Hacienda San

6. D. Josl! Julián Acosta, 1825-1891, historiador, maestro;abolicionista, formó una pequeña colección de objetosarqueológicos. En las notas a la tercera edición de laHistoria Natural, Geogrdfica y Civil de Puerto Rico de FrayIrugo Abbad y Lasierra (1867), Acosta hace interesantesobservaciones sobre nuestra arqueología y menciona sucolección así como la de Utimef.

7. Esta descripción parece indicar los llamados .colla­res de piedra., aros monolíticos p~iblemente usados comocinturones ceremoniales en el juego de pelota.

Fig. 1Cernís o idolos de tres puntas de la Colección Lálimer, en elSmithsonian /nstitulion de Washington, D.C.

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Cerní con cabeza de ave. Núm. /6.98/ Cemi con cabeza de lagarto. Núm. /.700

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ñg. 2Aros monolíticos ("col/ares de piedra") de laColeccirill l.ati/1/er. /1(11' en Smilhsonian Insti­tution dí' WashiflgtOlL D. C. Números de ca­tálogo J7.01l'o y ,\·.{J]IJ (Dibujos del catálogode dicha colección).

Panel decorativo delaro monolítico. Núm. J7.080

Isidro que pertenece a D. Juan Conde, vecinode Ponce.

Una piedra en forma de hierro de hacha quepudo servir de instrumento cortante en manosde los indios: se encontró en Ponce."

A estas dos pequeñas colecciones se limitó laprimera exposición pública de la arqueología puer­torriqueña de que tengamos noticia. Su importancia,sin embargo, parece haber sido muy significativapues probablemente su presentación propició elque una colección arqueológica más rica pasara aformar parte del primer museo que se habría deestablecer en Puerto Rico. y quizás en las Antillas. <.'1cual fue establecido pocos meses después tam­bien por iniciativa del gobernador Norzagaray.

El apurenw exÍlu que luvu 1... Primera Feria·Exposición parece haber servido además de estíomulo para que el Gobernador Norzagaray se impu­siera- la tarea de fundar el primer museo de quetengamos noticia en Puerto Rico. Aunque el Museollevaba el nombre de Museo Militar, además de susecciÓn de armas y otros proyectos de la cienciamilitar, el mismo incluía secciones de "Antigüe­dades, Historia Natural y Otros Diversos Objetos".

El Museo fue inaugurado el día 19 de noviem­bre de 1854,· fecha en que se conmemoraba el ono­mástico de la reina Isabel 11 y el descubrimientode la Isla por Cristóbal Colón. La inauguraciónestuvo a cargo del propio Capitán General, donFernando Norzagaray. El Museo estaba situado enel Departamento de Artillería. AlU el Gobernadorjunto a los jefes militares, ministros de la RealAudiencia, alcaldes y -regidores del Ayuntamiento,así como cónsules extranjeros y otras personalida­des, pronunció un corto discurso donde expresóque en el Museo, además de presentarse los objetospropios del arte de l~ guerra, figuran también"los modelos de las artes y de las obras más útilesa los pueblos, los venerados recuerdos' de 'la anti­güedad, y las admirables y caprichosas produccionesde la naturaleza".'

Norzagaray dice que quizás ese Museo que inau­gura es "el único de las Antillas" y que dedicarátodos sus esfuerzos a fomentarlo y engrandecerlo.Subrayando la importancia de los museos en lacultura de los pueblos el Gobernador explica que

8. Museo. Militar de Puerto Rico, Tip.. I. Guasp, PuertoRico, 1854. 13 págs,

9. Ibid.

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Fig. 3Dujo o asiento ceremonial de la ColecciónLáJimer exhibido en la Exposición de 1854.Hoy en el Smilhsonian lnstitUlion deWashington. Pieza Núm. 17.076.

"los museos cuentan su riqueza por el número deaños de su existencia y nosotros habremos por lomenos fabricado una base para que otros comple­ten la obra de este establecimiento naciente, en elcual el hombre aplicado hallará la demostraciónpráctica de lo que nQ siempre aprenderá en loslibros... "

La Sección de Antigüedades recoge las piezasarqueológicas que habían sido cedidas "generosa­mente por diferentes personas de todo el país". LaMemoria publicada con motivo de la inauguracióndescribe así estas piezas:

"Una piedra labrada por los indios de estaIsla. Encontrada en Santa Isabel. Remitidapor D. Francisco de la Vega, Alcalde de SantaIsabel.

,Una piedrecita en figura de castañuela conun agujerito en medio que parece haber sidoconstruida por los indios que habitaron estaIsla. Remitida por D. Rafael Gómez, Alcaldede Las Piedras.

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Una banquetita 10 de piedra chino que parecehaber sido construida por los indios. Encon­trada por D. José María Puyan en el barriode Guavate.

Piedra labrada por encima en figura de conchade galópago. Se ignora su procedencia.

Un fragmento o casco al parecer de olla quese supone ser del tiempo de los indios. Reco­gida en la cueva denominada "de Aguayo"situada en el guardarraya del pueblo de VegaAlta al de Vega Baja. Remitida por D. JuanR. Aguirre, Alcalde de Vega Alta.

Una cabeza de piedra que se supone data dela antigüedad. Encontrada en una excavaciónen la Hacienda Puente Bagazo. Enviada porD. Manuel Zeno.

10. Posiblemente un dujo o asiento ceremonial.

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Una piedra labrada antigua en forma de pisa·papel. Se ignora su procedencia. Remitida porel vecino de Santa Isabel, D. Juan J. Cabrera.

Una carita de barro que se cree obra de losindios. Hallada por Policarpo Febo en unatala de arroz. Remitida por D. Juan Eloy Ti­najero, Alcalde de Sabana del Palmar.

Una piedra labrada que representa uno delos ídolos o etioses falsos que adoraban losindios en la antigüedad. Encontrada en unmonte del barrio Algarrobo, en la jurisdic­ción de Aibonito. Remitida por D. Atilano Bo­nilla, vecino de Aibonito.

Cuatro objetos de piedra marcados con losnúmeJ:os 1,2, 3 Y 4; los dos primeros con doscabezas en forma de pisapapeI. Del tiempode los indios. Remitidos por Evangelista Gar­cía, D. Alejandro López y D. Andrés Quiñones,todos vecinos del pueblo de Yabucoa.

Un objeto de barro del tiempo de los indios.Encontrado en un terreno del barrio de Can­delaria, jurisdicción de Humacao, por unvecino del mismo. Remitido por D. JacintoDisdier, teniente Coronel graduado.

Un instrumento que por su figura se deduceque sería para majar maíz u otros granos.

Una carita, un hacha y una rueda de piedra.Del tiempo de los indios en esta Isla. Remi­tidas por D. Juan de Mata Femández, Alcaldede Luquillo.

Una piedra encontrada en las excavaciones deun pozo en la estancia de D. Manuel Beinar,partido de Santa Isabel. Remitido por D. Pe:­dro Delpin, vecino de dicho pueblo.

Una argolla de piedra negra labrada. Encon­trada por el donante en una excavación. Re­mitida por Carpio Reyes, vecino del barriode Candelaria, jurisdicción de Vega Alta.

Varios fragmentos de figuras o ídolos al pa·recer de los indios. Encontrados en el Rincón.Remitida por el Alcalde de Rincón, por con­ducto del Comandante de Aguadilla.

Una piedra redonda en forma de escudo. En­contrada por un vecino de la Moca en lasinmediaciones dI; una de las quebradas deaquella jurisdicción. Remitida por el Alcaldede la Moca.

Una piedra grande con una cavada en medio.Hallada por D. Miguel de Rivera en la juris­dicción de Utuado y sitio denominado Que·brada Arena, inmediato a la gran piedrallamada del indio. Remitida por Doña Monse­rrate de Rivera.

Una piedra en figura de argolla. Encontradaen el barrio de la Torre, jurisdicción de Lares.Remitida por D. Celestino de Santiago.

Otra de la misma forma. Hallada en el barriode Lares. Remitida por V. Francisco Márquez.

Una figura labrada en piedra de chino blancorepresentando una caricatura de rara forma.Encontrada en la posesión del donante enQuebrada Arena. Una figura labrada en pie­dra de chino blanco imitando un animal deformas raras. Encontradas en posesión del do­nante en Quebrada Arena. Remitidas porD. Fruto Pérez.

Otra piedra de chino blanco de figura de ci­lindro de 4 pulgadas de largo, taladrada porel centro. Encol)trada en las márgenes delRío Prieto por el donante, D. Manuel de San·tiago.

Dos piedras que figuran el tallo de una cañade bambú o el pico de un ave. Halladas porlos donantes la una en el desmonte del cerronombrado Barranco, en el camino que conducea Aguadilla, a vara y media de profundidad, yla otra en el desmonte de la cumbre del ca­mino que va por la sierra a Arecibo. Remitidaspor D. Juan Levi y D. José Antonio Ferrer.

Tres objetos de piedra marcados con los nú­meros 1, 2 Y 3. Se ignora sus procedencias.Remitidos por D. José María Sánchez yD. Francisco Busó, ambos vecinos de Naguabo.

Seis objetos de piedra que existían en poderde varios'vecinos del pueblo de San Germán.Remitidos por D. Joaquín Coronado, Secre­tario del Corregimiento de San Germán.

Varios objetos de piedra; elLo en forma derueda con algunas labores·. El 2.0 en formade pisapapeles con una carita. El 3.0 en lamisma forma de piedra jaspeada. El 4.° deigual figura. De la antigüedad. Remitidos porD. Alberto Maldonado, Doña María Lema,D. Manuel Chavarría, todos vecinos del pueblode Peñuelas.

Piedra marcada con el número 5. De la antigüe.dad. Remitida por D. Antonio Fortun, coman-

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dante del 6.° Batallón de milicias de estaIsla.

Seis objetos de piedra marcados con los nú·meros del 1 al 6. De la antigüedad. Remitidopor el corregidor de San Germán."

Una vez más en la somera descripción de losobjetos arqueológicos encontramos el término "ar­golla de piedra" que nos hace pensar se trata delos llamados "collares" monolíticos.

Al año siguiente de fundarse el Museo Militarde Puerto Rico, el Gobernador Norzagaray, su fun·dador y propulsor, abandonó la gobernación de laIsla. Sabemos que el Museo continuó operando enla Maestranza de Artillería, y en 1865, D. José JuliánAcosta,tI al referirse a los objetos arqueológicosde nuestros indios, hace alusión a la existencia dela colección en el Museo de Artillería.

Para ese mismo año existía otra pequeña colec­ción de objetos arqueológicos de Puerto Rico en unMuseo de Historia Natural establecido por los je.suitas en su Colegi<rSeminario. Cayetano Coll y Tos­te, quien estudió en dicho colegio nos dice:

"Los jesuitas tenían allá por los años de 1865en el Museo del Colegi<rSeminario de la Calledel Cristo en San Juan. una colección de c<rllares, ídolos, hachas y otros objetos de piedrapertenecientes a los indígenas. Entre estos ob­jetos, que recordamos por haber estudiadonuestro bachillerato en dicho colegio, los quellamaban más la atención eran las bandas ocollares petreos de tres tamaños." 12

La exhibición permanente de los objetos arque<rlógicos en el Museo parece haber sido la causapor lo cual en las siguientes Ferias celebradas enSan Juan en 1855, 1860 Y 1865 no se estimó nece­sario exponer este tipo de objetos. En la Feria­Exposición de Ponce ~ de 1882, sin embargo, sededicó una sección a la arqueología isleña, presen­tándose, entre otras, la colección del señor R. Aqui­les Colón, de Ponce y otras.t·

11. Fray Iñigo Abbad y Lasierra. Historia Natural, Geo­f{ráfica JI Civil de Puerto Rico. Edición y notas por JoséJulián Acosta. San Juan. 1865.

12. Cayetano Coll y Toste, Prehistoria de Puerto Rico,San Juan. 1907, pág. 32. •.

13. José Ramón Abad. Puerto Rico en la Fena·Expos,·ción de Ponce en 1882. Ponce. 1885.

14. Ibid.• pág. 239.

42

En la Exposición de Puerto Rico,15 celebradaen San Juan en 1893 para conmemorar el CuartoAniversario del Descubrimiento de Puerto Rico, sepresentaron numerosos objetos arqueológicos.de laIsla, incluyendo la colección del doctor AgustínStahI. Es indudable que para entonces ya no existíael Museo Militar. Esto lo demuestra el hecho deque en la Exposición se presentó un Salón de Ar­tillería en el que, además de armas históricas, seexhibieron "ídolos y collares usados por los indios ".16

Estos objetos que no se describen eran induda­blemente restos del Museo Militar.

¿Hasta cuando existió este Museo? No lo hemospodido determinar. En su trabajo sobre la obra rea­lizada en Puerto Rico por el Gobernador Norza­garay, y refiriéndose a aquél, Newman Gandía c<r

menta: -museo que la incuria de sus sucesoreshizo destruir",17 Fewkes, en 1903, alude a un~ c<r

lección arqueológica "ahora dispersa, que antesexistía en el Museo de Artillería".I. Es posible quealgunas piezas de la colección arqueológica del mu­seo pasaran a España junto con las armas y per­trechos de guerra que se llevaron consigo las tropasespañolas al evacuar el país en 1898, con motivode la ocupación norteamericana. Muchas de estasarmas se conservan en el Museo del Ejército, enMadrid. Y cabe la posibilidad de que algunos delos mencionados objetos de nuestros indios pasaranal Museo Arqueológico de España, donde existióuna pequeña colección de Puerto Rico que hacepocos años fue trasladada al Museo de América,también en Madrid, donde se halla actuaImente.t9

Otras pi~zas pudieron haber quedado en PuertoRico y formado parte del pequeño Museo de His­toria Natural que durante las primeras décadasde este siglo mantuvo el Departamento de Agricul­tura en el antiguo edificio de la Diputación Pr<rvincial, en el viejo San Juan, y que hasta su muertedirigió don Mario Brau. Es~e museo fue más tardetrasladado al Parque Luis Muñoz Rivera y su c<r

lección arqueológica pasó, hacia 1950, al Museo dela Universidad de Puerto Rico.

15. Alejandro Infiesta, Memoria de La Exposición dePuerto Rico. 1493-1893.

lb. En un próximo articulo discutiremos ésta y otrasexposiciones.

17. Eduardo Newman Gandía. Benefactores y HombresNotables de Puerto Rico, T. II. Ponce. 1889.

18. J. Walter Fewkes. Aborigines of Porto Rico andNeighboring lslands. Bureau of American Ethnology, Wash·ington, 1907. pág. 170.

19. En próximo trabajo describiremos las piezas arqueo­lógicas de Puerto Rico existentes en dicho museo.

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Cuento de un mundo perdido

EN LA MADRUGADA, EL BRUJO Oroout, DE JATIBONICU,

se despertó al escuchar el ronco sonar del cara­col sagrado. El dios Yocajú, Señor de Borinquén, lollamó con su fotuto y le dijo quedamente al oído:

-Otoquí, mi buen bujití de Jatibonicu, ven alas montañas sagradas, pues quiero verte y hablarte.

Grande fue la alegría del brujo y, muy emocio­nado, dejó la jamaca y llamó, inquieto a sus dis­cípulos. Pronto la noticia del llamado del dios seesparció por todo el yucayeque y en poco tiempoel caney del bujití se convirtió en el lugar másconcurrido de toda la aldea. Hasta el gran señorOracobix, el cacique, dejó sus múltiples quehace­res de la mañana para conversar exaltado con Oto­quío

-¡Jatibonicu se siente orgulloso de su bUjití,gran Otoquíl -le dijo el cacique al brujo--. ¡Ojaláque nuestro señor Yocajú nos dispense honores ybendiciones cuando lo visitesl

-yacajú es muy sabio y generoso, noble Ora­cobix.

-Dime, amigo Otoquí, ¿cuándo darás comien­zo a tu viaje?

-Saldremos mañana antes del amanecer. Meacompañarán todos mis discípulos y también elnitamo Cori, el más astuto y valiente de nuestrosguerreros.

Mientras hablaba con el cacique, Otoquí se mo­vía inquieto de un lado para otro, instruyendo asus ayudantes, quienes hacían los preparativos parael largo viaje a las montañas sagradas.

-Me siento dichoso de verte tan feliz, gran bu·jitf.

-¡Ah, mi cacique, es tan grande la felicidad quesiento que apenas me cabe en el pecho!... ¿Creesque debo llevar la careta de plumas blancas y elcollar de colisibís azules a las montañas sagradas?

-Mi buen Otoquí, Yocajú te admirará más si

Otoqui

Por WALTER MURRAY CHIESA

llevas tus mejores prendas y adornos.' ¡Ah! ¡Cómote envidian hoy todos los bujitís de Boriquén!

En esos momentos, a los acordes de los roncosfotufos marinos, hizo su entrada el arrogante Ucaro,segundo bujití del yucayeque, quien con sarcasmole dijo al brujo principal:

-¡Otoquí el soñador! ¡El elegido de Yocajú!Ucaro era alto y delgado como un junco del río.

huesudo y tembluzco. En la punta de la nariz teníauna gran verruga roja.

Otoquí sonrió, al percibir la soberbia y la vani·dad que caracterizaban al brujo de Bauta. Pero aél no le preocupaban los ataques alevosos de susubalterno rebelde.

-¡Mi apreciado Ucaro, creador de grandes arey­tos! ¡Bienvenido a mi caney!

-Hasta mí ha llegado la noticia de que te hablóel dios. ¿Estabas dormido o despierto? -dijo, acerocándose irreverentemente al brujo supremo.

El cacique, quien había permanecido silenciosoy algo sorprendido ante la entrada súbita y alta·nera de Ucaro, se enfrentó a éste y le dijo molesto:

-¿Cómo te atreves a provocar a Otoquí, quiennunca miente y quien es el bujití principal de Ja­tibonícu?

-No miente, gran Orocobix. Pero, ¡qué muchosueña! -replicó el altivo bujití. ¿Recuerdas cuan­do pregonaba que hablaba con las ceibas?

Otoquí observaba con asombro el séquito, degran colorido, que acompañaba a Ucaro.

-¿Recuerdas también, poderoso cacique, cuan­do nos dijo que había visto a Surei en el Mapurita?¡Juml

-¡Ucaro! ¡Me sorprende tu incredulidad y tumalicia! Si yo fuera Otoquí, ya te hubiera castigado.¡No me explico cómo puedes dudar del más sabiode los bujitís de Boriquén!

-Ah, Orocobix -respondió el fiero brujo--.¡Cómo te engaña Otoquí, el soñador! -y se retiró

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rápidamente del caney, y tras él sus seguidores.-¿Por qué no castigas a ese subalterno revol­

toso, noble Otoquí?El brujo sonrió, sin darle importancia al asunto

pues tenía otras cosas de qué hablar.-Dime, gran cacique, ¿enviaste los corredores

a Toa, a Bayamón y a Guaynabo para que sepanallá que les visitaremos?

-Sí, Otoquí, y también al Coabey, al Otuao y aGuainía. Ya pronto sabrán todos en Boriquén queYocajú te ha favorecido.

Durante el resto del día Otoqui y sus ayudantesprepararon todo lo necesario para el largo viaje. Eldiscípulo preferido, Juamay, y los otros cinco apren­dices del brujo le servirían de escolta. El nitaínoCorí también les acompañaría. En unas abultadasbolsas de maguey metieron los viajeros sus ali­mentos, hamacas, incienso de tabonuco, tintes debija y de jagua, mantas, la cojoba sagrada y otrascosas esenciales para el viaje. Otoquí llevaba tam­bién regalos para Macuya, uno de los caciquesdel Toa, para Majagua, el cacique de Bayamón ypara el cacique Mabó, señor de Guaynabo. Estoseran los tres caciques amigos que visitaría Otoquídurante el transcurso de su viaje a la casa de Yo­cajú.

A la mañana siguiente, antes de que saliera elsol, Otoqui y su gente emprendieron la marcha.Pronto dejaron atrás los últimos bohios de la aldeay, luego de cruzar el gran batey, tomaron la veredaque bajaba de las montañas pasando por bosquestupidos y gigantes, donde aún dormían las coto­rras y las palomas. Llevaban los peregrinos, jachosencendidos de tabonuco para alumbrarse, y el aro­ma peculiar de la resina quemada se esparcía porel monte dormido. Bajando y subiendo por lasoscuras montañas, atravesaban aquel territorio vir­gen poblado de grandes bosques de cedros y úcares.

Salió el sol finalmente y se empezó a disiparla neblina. Entonces, ante Otoquí y su gente, apare­ció el paisaje en todo su esplendor. Habían llegadoa un claro en lo alto de la cordillera y allí Otoquídetuvo la marcha para mostrar a sus acompañantesla hermosura de la Isla, y la gloria del dios Yocajú,creador de Boriquén. Desde 10 alto, divisaban ple­namente aquel océano infinito de montañas. Otoquí,emocionado, les señalaba la belleza grandiosa delpaisaje. quedando todos sorprendidos, como si fue·ra la primera vez que 10 veían. El brujo Otoquí,descubridor de las bellezas de Boriquén, les mas·traba, exaltado. las trazas de neblina que aún re·posaban sobre las "joyas n y riscos de aquel paisajemaravilloso de Jatibonicu. Continuando su caminodescendieron de la colina, internándose nuevamenteen el bosque milenario y no volvieron a ver el solhasta que. cayendo la noche, llegaron a la aldea deMacuya, junto a la orilla del amado río Toa, elrío sagrado de Boriquén.

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Allí fueron recibidos con gran alegría, a los acor.des de tambores y fotutos festivos, pues el bujitíOtoqui era muy querido en la región del Toa. Luegode hablar por varias horas y de ser festejado porMacuya y su gente, Otoquí se retiró a descansar albohío que tenían preparado para los visitantes ilus­tres. Luego, todos en la aldea se retiraron a dormira sus hamacas, y pronto se apagaron los fuegos,quedando la aldea sumida en la más profunda os­curidad.

Poco después de la medianoche, despertáronselos pobladores muy sobresaltados, pues un pavoro­so maboya comenzó a lanzar sus horribles gritosdesde el espeso bosque de capás situado detrásdel batey. Aterrados, enmudecieron todos, sin podervolver a dormir con excepción de Otoquí, quienallá en su bohío se meda en la hamaca, despreocu­padamente, sonriendo en la oscuridad.

A la mañana siguiente los viajeros reanudaronla marcha, y llegaron por la tarde al yucayeque deBayamón, la segunda etapa en el viaje a las mon­tañas del este, donde mora Yocajú.

A la entrada de la populosa aldea, los recibiócon gran júbilo, Majagua, el joven cacique, quienlucía en su pecho un reluciente guanín. Esa nochese celebraba el areyto de la luna llena, Marojo, enel gran batey comunal y los nitaínos de la aldea,pidieron a Otoquí que dirigiera la ceremonia. Elbrujo, gustosamente, accedió y para deleite del púoblico cantó la canción de Jatibonicu, sirviéndolede coro las mujeres del yucayeque. Después los hom­bres bailaron la danza de los murciélagos, y lasmujeres -Y los niños cantaron los coros de Urayaoy Anateni, los amantes de Taita.

Al termin~ el gran areyto, el anciano Turey losembelesó a todos, contándoles cuentos de antaño,entre ellos la historia de Anaman y las mariposas...y las aventuras del inmortal Jaicoa, el héroe legen­dario, quien trajo las ceibas a Boriquén. Todosescucharon emocionados, en medio de gran silencio,aquellas historias de otros hombres que antes queellos habían vivido en la Isla. Al callar Turey, Oto­quí conmovido, se dirigió a él y abrazándole, lecolgó del pecho el primoroso collar de piedras azu·les que era su mayor tesoro.

-¡Que Yocajú te bendiga, noble Turey! -le di·jo emocionado el maravilloso cantor-. ¡Eres la can­ción de la tierra; guardas en tu corazón el alma denuestro pueblo! ¡Que tus historias perduren siem­pre en Boriquénl

Al día siguiente, Majagua acompañó a Otoquíy sus compañeros hasta la aldea de Guaynabo yallí Mab6, el cacique, les colmó de atenciones y re­galos. Otoquí le entregó a Mabó un cerní que mirabaal cielo, y el cacique, muy complacido, le dio encambio, una flauta de barro para la ceremonia delguanín sagrado. .

Al mediodía, el brujo se despidió de Mabó y de

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---.-- ~ ......_---Majagua y dio comienzo a la última etapa de suviaje. Por la tarde atravesó con su gente las tierras,cubiertas de vastos yucales, del cacique Canobanay después entraron; maravillados en los bosquesimponentes del cacique Yuquibo. A pesar de seramigo de ambos caciques, Otoquí no se proponíavisitarlos por no desviarse de su ruta, pues susyucayeques quedaban muy distantes. Al llegar a unespacioso claro en medio del bosque, pudieron verpor primera vez, con toda claridad, las montañassagradas... la gigantesca mansión verde, el mara­villoso santuario del dios de Boriquén. Allí estaba,frente a ellos, la gran casa de Yocajú, donde aúnmora hoy, convertido en brisa, el dios de los taínosmuertos.

Viendo Otoquí que el sol ya se ponía y que laoscuridad comenzaba a ocultar la tierra, decidióacampar en paraje tan agradable y ordenó a susseguidores .que colgaran las hamacas. De las bolsasde maguey sacaron todo lo necesario para pasarallí la noche y luego encendieron el fuego y pre­pararon la cena. Después de comer, fumaron comoplacidos y conversaron amenamente. Arriba, en elcielo, parpadeaban las estrellas y a su alrededorlos rumores y aromas de la Boriquén primiti­va los envolvía y cautivaba. Otoquí hablaba a sus

acompañantes sobre la tierra mítica del Coabey,prometiéndoles, mientras ascendía en espirales elhumo de su cigarro, que más adelante les llevaríaa ver la tumba del héroe Jaicoa, en el Mapurita. Elgran bujitf Goabey, que había sido su primer dis­cípulo, era el guardián de la tumba del héroe másfamoso de Boriquén... Todos escuchaban al bujitímuy atentamente, y en el momento cuando Jaamayiba a preguntarle algo a Otoquí, los sorprendió elgrito terrible de un maboya que estremeció de te­rror a los discípulos del brujo. Todos se postrarona los pies de Otoquí, quien se incorporó mirandoimpávidamente el bosque.

-Nada teman, amigos -les dijo con asombrosacalma, mientras le pedía la macana al nitaíno Cad.Caminó entonces resueltamente hacia la oscura ar­boleda y se internó sin vacilar en el bosque. Momen­tos después oían sus discípulos los gritos delmaboya, cuando se lanzaba sobre Otoquí. Se es­cuchó luego el fragor de la lucha y por último,reinó de nuevo el silencio. Los acompañantes delbujitf se miraron atemorizados e instintivamentese juntaron entre sí.

-Vamos a ver qué ocurre -dijo Cad, tomandoun jacho y el grupo entero se dirigió con deter­minación hacia los árboles. Llegaban a los linderos

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del bosque, cuando reapareció Otoquí con su pe-­sada macana. Venía sonreído.

-Amigos, ese maboya nos venia siguiendo desdeJatibonicu. Ya decibió mi castigo.

Al día siguiente se acercaron más a las montañasgrandiosas de Yocajú y, ya por la tarde, comenzarona ascender las alturas del imponente templo verde.Durante el trayecto, Otoquí no había cesado demostrar a sus acompañantes la belleza de la regióny en esa última noche del viaje, mientras todosdescansaban junto al fuego, Juamay, el joven apren­diz de brujo, tocó la flauta emocionado, quedandoluego todos profundamente dormidos mientras, asu alrededor, el bosque sagrado velaba su sueño.

Al amanecer hubo profusión de luz y murmullode hojas en la casa de Yocajú, lugar de helechos gi­gantes, morada de la sutil neblina, paraje de montesadornados por las hojas plateadas de los yagrumos,tenitorio encantado de los mil verdes mágicos ylas mil fuentes escondidas.

Perdidos en la exuberante vegetación, sumergién­dose en el profundo océano de esmeralda. inter­nándose lentamente por aquel fragante laberinto,subieron los peregrinos hasta llegar a un bosquemajestuoso de ausubos milenarios, cercano a laquebrada Unarabú. Allí dejó Otoquí a su escolta,pues solo él podía seguir hasta la casa del dios. Loshombres de Jatibonicu, maravillados ante el paisajeimponente, permanecieron juntos en un claro delbosque, donde comenzaron a levantar un cobertizode juncos y hojas de palma para protegerse de lalluvia.

-Recuerden -les dijo Otoqui al separarse deellos- que en la casa de Yocajú no podrán matarningún animal o ave. Sólo comerán viandas y frutas.-y con esa advertencia los dejó a orillas de la que-­brada. Luego prosiguió monte arriba a cumplir sucita con el dios.

Había entrado en un mundo de sombras yde grandes silencios. Caminaba sobre alfombra demusgo y de hojas muertas. Todos los árboles leparecían iguales y todos aparentaban sostener aqueltupido techo de hojas y bejucos que colgaba sobresu cabeza. El silencio, la humedad y la penumbradominaban aquel paraje encantado y misterioso. Enla lejanía se escuchaba el ruido sordo de un saltode agua. Había llegado Otoquí, a la altura en quelas nubes se paseaban libremente por el espesobosque desgarrándose en jirones al chocar con lostroncos y las copas de los árboles. Se hallaba yaen los dominios donde reinaba el dios supremo deBoriquén. Su corazón se sobrecogió de intensa emo­ción al sentir la·presencia de Yocajú. ¿Por qué lellamaba a él, a él que sólo era un modesto bujití delas montañas de Jatibonicu? .. ¿Acaso no era única-'mente a los grandes y poderQsos bujitís a quienesse les llamaba a la casa del dios?

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¿Qué he hecho para ser recompensaqo por Yo­cajú? se preguntaba. -Nada, absolutamente nada.No he creado nuevas danzas ni dedicado mil areitosal dios. ¿Por qué, entonces, me llama?

Una niebla fina como algodón silvestre arropósutilmente la arboleda. El brujo se detuvo sorpren­dido. Un rayo de luz brillante descendió de 10 altoiluminando una piedra negra grande que semejabaun dujo. Hojas de yagrumo, plateadas, como elagua de las cascadas comenzaron a caer de lo alto.La neblina lo había cubierto todo y ya no se veíaun solo árbol. Las hojas de ya~o caían sin ce-­sar. Otoquí comprendió y sonrió. Yocajú, creadorde Boriquén estaba junto a él.

-Otoquí, querido Otoquí, mi noble Otoquf, mifiel bujiti. Hace años que te observo. ¿No te creesdigno de recompensas y honores, verdad? ¿No' sa­bes que Boriquén goza cuando pisas sobre ella?Tú, Otoquf, que sabes mirar todo lo bello... Tú,bujití, que cantas las glorias de la montaña y denuestro sol. Tú, que amas la noche y el día, la lluviay el mar, la yerba, los montes y las cuevas recón­ditas. A ti, Otoquí, que enseñas a mis hijos aamar a su tierra de Boriquén, por ser maestro detodos, y por ser el más generoso de mis sacerdotes,quiero mi buen bujití, hacerte un regalo. Acérca­te a mi dujo y toma esta canasta que he tejidopara ti.

El brujo caminó silenciosamente hacia la piedradondt; había un manojo de yerbas entrelazadas. To­mó la canasta, emocionado, y la abrió poco a poco.

Una ranita diminuta, de largas patitas y ojosgrandes y lustrosos saltó, inquieta, de su interior.Otoquí sorprendido, quedó pasmado, observándo­la. Inesperadamente, la ranita cantó...

-¡Otoqufl ... ¡Otoquíl... IOtoquíl... -y ~do

sallitas se perdió entre la tupida yerba.-Cuando regreses a Jatibonicu con los tuyos

- -dijo entonces Yocajú- iris dejando por los ca-minos estas ranitas preciosas que he creado parati, aunque otros también podrán gozar de su cantoúnico. Ya no podrás decir que a ~uestras nochesles falta una canción. Al noble Orocobix le llevarásel cemí dorado que hallarás en el fondo del estan~

que donde llenó hoy Juamay sus ditas, y al tercoUcaro le dirás en mi nombre que su verruga dis·minuirá hasta desaparecer cuando cese su envidiay su vanidad.

Con estas palabras se desvaneció el rayo de 1my quedó solo Otoquí, en el paraje umbrío. El brujocruzó los brazos sobre el pecho, despidiéndose deldios y luego, lentamente, con el rostro radiante de di·cha, comenzó a alejarse del lugar. Y a poco dedar unos pasos, volvió a escuchar, a sus espaldasla nueva canción.

¡Otoquil... ¡Otoquí!... ¡Otoquíl...

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Oleos y acrilicos de Rafael M. de Soto

En el Instituto de Cultura Puertorriqueña pre­sentó una exposición de sus obras el pintor RafaelM. de Soto,' aguadillano que hace muchos añosreside en la ciudad de Nueva York.

De Soto fue durante algún tiempo alumno. delantiguo Seminario Conciliar de San Ildefonso, enSan Juan, antes de marchar a Nueva York, en cuyaUniversidad de Columbia' estudió. arquitectura. Enla capital de Puerto Rico se había iniciado en elarte del dibujo, que aprendió del pintor españolAlejandro Díaz Mackenna. Sus estudios. de pinturay dibujo los completó en el Instituto Pratt, la Ligade Estudiantes de Arte y la Grand Central Schoolof Fine Arts, todas en Nueva York.

Las obras de De Soto figuran en importantes

colecciones privadas de Nueva York, Florida, Cali­fornia y Puerto Rico. Entre ellas figuran unos se­tenta retratos y varios murales realizados paraorganizaciones fraternales y profesionales. Ha reci­bido unos cuarenta premios, entre ellos el de. laSociedad Nacional de Pintores en Caseína y el dela Alianza Artística Nacional de Carteles, ambasen los Estados Unidos. Desde hace diez años enseñaarte en la Universidad del Estado, en FanningdaIe,Long Island:

La vida de este pintor en ambientes tan disími­les como Puerto Rico y los Estados Unidos serefleja en los temas de sus obras y en sus corres­

.pondientes títulos, la mitad de los cuales corres­ponden al idioma inglés.

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La Relación del Socorro de Puerto Ricoen 1599 por el jerónimo fray Diego de Ocaña

Por ARTURO V. DÁVILA

Los TRABAJOS MERITfSIMOS PUBLICADOS POR DON EN-

rique T. Blanco bajo el título de Los tres ata·ques británicos a la Ciudad de San Juan Bautista dePuerto Rico,! han definido hasta hoy los perfilesdel ataque segundo: 1598, único llevado a cabocon éxito, siquiera parcial. A las fuentes contenidasen la Biblioteca Histórica de Tapia? sumó Blancola relación de Brau en su Historia de Puerto Rico,3las fuentes inglesas y la conferencia publicada pordon Cayetano Coll y Toste en su Boletín Histórico.·Por ser el capellán Layfield testigo presencial yúnica fuente suficientemente explícita de los suce·sos hacia los años en que escribía Blanco, fioseeste último de su relación, corrigiéndola docta­mente y amparándose en autoridades para rectin-ar sus errores aparentes.

Volviendo al segundo ataque -1598- se sumóen el 1951 a lo conocido y divulgado por los tra­bajos aludidos de Blanco, una breve memoria delflamenco Juan Foguel publicada en la Revista His­toria,5 más explícita en su brevedad acerca de lavida en la Ciudad durante la ocupación británicaque las fuentes españolas conocidas hasta entonces.Pero en realidad ni ella ni la documentación anoterior aportaron una visión tan desinteresada ytan rica en sugerencias como la que en sus estrenoslIel Mundo Nuevo nos legó la pluma de un monjede la Orden de San Jerónimo fray Diego de Ocaña

1. Ediciones Borinquen, Editorial- COHuf, San Juan dePuerto Rico. 1968. -

2. Tapia y Rivera. Alejandro: Biblioteca histórica dePuerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juande Puerto Rico, 1970, pág. 564.

3. Brau, Salvador: Historia de Puerto Rico, Ediciónfacsimilar. Editorial Caqui, San Juan de Puerto Rico. 1966,págs. ]08-112.

4. Boletin histórico de Puerto Rico. tomos V y XI. SanJuan de Puerto Rico, 1918, págs. 40-75 y 265-272. respecti­vamente.

5. Universidad de Puerto Rico. tomo 1, abril de 1951,núm. 1. págs. 76 a 82.

(Ocaña: 157G-México: 1608), cuestor del Real Mo­nasterio de Santa María de Guadalupe, llegado aPuerto Rico en las naves del socorro que traíadon Francisco Coloma el 24 de marzo de 1599.

Conocemos hoy el interesante manuscrito ensu totalidad, redactado entre 1599 y 1606, graciasa la edición que del mismo hiciera en 1969 el fran­ciscano Fr. Arturo Alvarez con el título de Unviaje fascinante por la América hispana del si­gla XVI.6

Las cuatrocientas cuarenta páginas del textoy apéndices de la edición citada dan buena cuentadel cúmulo de noticias que sobre el camino querecorriera compuso el jerónimo peregrino. en don­de no faltan ni carreras espectaculares en el Rei­no de Chile, huyendo a uña de caballo de los indiosaraucanos, ni erupciones de volcanes ni terremotos.y como latiguillo de ingenuo corte fraBuno, lossabrosos comentarios sobre las mujeres del mundonuevo, que empiezan con el episodio de la negradel convento de Santo Domingo en Puerto Rico.

Pasadas las jornadas de Cartagena y Portobelohasta su desembarco en Paita en 11 de septiembrede. 1599, es el reino fabuloso del Perú el que hamerecido la relación más circunstanciada del a tó­nito viajero seducido por el fulgor de la plata pe­rulera, la grandiosa naturaleza y la opulenta sa­ciedad del país del Inca, &1 que vuelve despuésde una corta estancia en Chile -abril a julio del1600- para abandonarlo en la Navidad de 1605, enque se embarca para la Nueva España donde mo­rirá en 1608.

De Potosí a Lima, pasando por Chuquiapó, Are­quipa y Cuzco, recoge gruesas sumas para el san­tuario extremeño, funda confradías y establece ma­yordomos para la demanda e incluso pinta, asegu-

6. Ocaña, Fray Diego de. y Alvarez. Fray Arturo: Unviaje fascinante por la América hispana del siglo XVI Stu-dium, Madrid, 1969. •

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randa que 10 hace por primera vez en su vida, unlienzo de la Virgen de Guadalupe para San Fran­cisco de Chuquisaca, componiendo por último unalucidísima Comedia de Nuestra Señora de Guada­tupe y sus milagros, estrenada en 1601 en la mismaciudad.' Al texto l:lel manuscrito acompañan dieci·séis dibujos iluminados de distintos tipos de na·turales y españoles, siete dibujos lineales y cuatromapas de Chile, interesantísimos los primeros parala iconografía americanista, a juzgar por los quereproduce en su libro el P. Alvarez.

Abreviado el contenido del texto en las líneas pre­cedentes podemos presentar ahora debidamente elde los folios dos a ocho, donde se encuentra 10 quellamaremos la Relación del socorro de Puerto Ricode fray Diego de Ocaña. Resumida la travesía hastaSan Juan de Puerto Rico, comienza la descripciónde la Ciudad explicada por el Inglés y las primerasexigencias indianas de los jerónimos -viene encompañía de fray Martín de Posada- que adquie­ren en la pluma del monje manchego un tono depicardía regocijada y realista.

A la noticia de la flota salieron de los camposlos vecÍl!os que habían abandonado la Ciudad, yentre ellos regresa el Obispo don Antonio Calderón,mencionado por su nombre y con copia de datosen el manuscrito, quedando fuera de duda lo quesobre su mansión en Coamo dijera John Layfield,así como las fechas de su partida hacia Panamá.1

La descripción del rito de reconciliación de laCatedral profanada, que presidido por el Obispo, esejecutado juntamente por los frailes y clérigos delpaís, a quienes se suman los de la Armada, y elmismo general don Francisco Coloma con todos loscapitanes, puede calificarse de excepcional. Provis­tos de escobas improvisadas de ramaje, barrieronlos suelos de la Iglesia matriz... "con muchas Id­grimas como otros machaveos, y con mucha fe ydevoción..." El relato adquiere un acento dramáticoal llegar a la desolación del Sancta Sanctorum:" ...y hallamos todos los sanctas, y las figuras dellosraxadas y hechas pedazos, y algunas cortadas lasnarices..... El narrador se siente desconcertado anteel iconoclasma de compromiso practicado por losingleses, que respetaron los Crucifijos, mutilandoen cambio tallas y pinturas de santos. Lo que con·firma puntualmente la frase de Layfield:

"This Church is sacred to Saint John Baptist,as is aH the Iland; besides his image were manyother in particular shrines, which the Souldierscould not bee held from defacing unorderly..... 9

7. ,op. cit., págs. 367-433.8. • ... and the South side about the Countrie of Choama

(whither the Bishop at our comming had carried him­selfe).... Purchas, Samuel, B. D.: Hakluytus Posthumus orPurchas his Pil~rimes•..• Glasgow, James MacLehose andSonso MCMVI. Volume XVI. pág. 85.

9. Ibid., págs. 71·72.

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Frase que no sabemos por qué ha sido atormen·tada en la versión castellana de Margarita Cuchí yColllo reproducida' sin variación en las Crónicasde Puerto Rico,1t para hacer decir exactamente 10contrario al capellán del duque de CumberIand.

Junto a la riqueza sugerente de tanta novedad,tenemos en este texto la más antigua descripcióndel aspecto de la Catedral a la salida de los invaso­res, ya que nuestra única fuente hasta ahora eranla citada relación de Layfield, que no vio los últimosdías de la ocupación por haber seguido a Cum­berland, aparte un presumible disimulo de ciertosextremos, y el texto de Foguel antes citado, pocoexplícito, aunque concuerda en todo con el PadreOcaña.

El robo de los sagrados bronces y del órgano,relatado por Torres Vargas se confirma.al pie de laletra con la disposición del General que mandóbajar la campana pequeña de la Capitana y quetocasen los ministriles las chirimías, a cuyos airesse cantaron las vísperas de la Encarnación. Hastael asunto véterotestamentario del sermón del díasiguiente se nos ha transmitido por este memoriosoobservador.

De la solemne fachada introductoria. va des·cendiendo gradualmente el avisado manchego a ladescripción del lugar, las defensas, el cazabe, secopan de la tierra, el puerto capaz, pero desierto porla ausencia de comercio y la vida montuna y ci­marrona que, ido el inglés, hacían los moradores.Pinta con curiosa galanura la indigencia de todosal relatar cómo le exigió el Prior bizcocho y vinoa cambio de la cena, ya cerca de las diez de la nochey venga su mortificado ~etito con la escena cuasicervantina de la negra de convento que por ordendel prior acude a regalar os fatigados miembros delos peregrinos con un pediluvio. A su primera nocheen tierra de Indias, ya es todo mundo nuevo y "ansilas demás cosas son al revés de España.....

Con lo que para no repetir la Relación que transocribimos, terminamos estas líneas introductoriasadvirtiendo al lector que, modernizadas la puntua~ción y ortografía del original en la edición delPadre Alvarez, pedimos fotocopia de los folios ca­rrespondientes a Puerto Rico a la Biblioteca de laUniversidad de Oviedo y es su transcripción literalla que ofrecemos a los estudiosos puertorriqueños. '

Relación del Socorro de Puerto Rico el año de1599, por el padre Fray Diego de Ocaña, del Ordende San Jerónimo.

lO. ",... Además de la imagen de San Juan hay otrasen particular urnas, habiendo prohibido su Excelencia ~los solda~os despojarlas....: aHPR, tomo V. San Juan dePuerto RICO, 1918, págs. 43·70.

11. Selección, introducción· y notas de Eugenio Femán·dez Méndez, San Juan, Puerto Rico, Ediciones del Gobierno1957. Tomo 1, pág. 141. '

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Fragmento del grabado inglés del siglo XYI(reproducido entero en la parle superior)en homenaje al Conde de Cumberland y suConquista de la ciudad de San Juan,

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Partimos el padre fr. 'Martín de possada mi comopa/ñero, y yo, de nra. s'a. cassa de nra. S". S". Ma/riade guadalupe, despedidos de todo el convento / y conla bendición de nros. perlados, padres / y mayoresa los 3 de enero del ajio de 1599,/ a la una del diadespues de comer acompañan / danos hasta la puertade la hospederia donde / suvimos a mula todos nros.hermanos, y ami/gos de los quales nos despedimoscon muchas / lagrimas y sentimiento de todos, y enpartí */ cular fueron en mucha copia, y abundancia /las que yo derrame en los brazos de mi que/rido, yamado he,.-. fr. Pedro de Segovia / las quales lagrimasmi compañero y yo de con/tino fuimos derramandohasta que llegamos / al humilladero de S". Sebastianq" es donde / se pierde de vita (sic) la cassa. y allivolbimos / las riendas a las mulas, y bueltos los ojos/ a nra gloriossa patria, y cassa, nos volbimos a des­pedir de nra gran patrona la serenissi/ma reyna deJos angeles como lo aviamos / hecho antes en el charo,pidiendole nos guia / sse enro viaje, y nos llevasse, yvolbiesse co / bien a su sanctissima cassa de dondecon ta / gran dolor y sentimiento nos apartaramospor tan largo espacio pues veniamos en busca del /nuevo mundo descubierto, y guiados por la / clara es­trella, y cierto norte llegamos por / nras Jornadascontadas con salud y prospero / sucesso a la granciudad de Sevilla adonde / presentadas las cédulas delrey nro señor, y las / licencias de nro muy reverendopadre general / y de nro convento de despacharonen la cassa / de la contratacion por el señor presidente,y ay / dores della. y nos dieron licencia para que /nos embarcassemos en los galeones de su mag". / q'estavan aprestados para venir con el soco / rro apuerto rico de los quales era general/don fran"coloma cavallero del avito de S.'ju·. / estuvimos ensevilla aperciviendo las cossas de / nro. matalotajehasta los 26 de enero, y f1e / tandonos en un barcofuimos por el rio abo /jo hasta el puerto de sanlucarde barrameda / donde estuvimos esperando los mo¡;os,y el/donado que avia de venir con nosotros has / tael segundo dia de febrero q" fue la purificación yfiesta de nra. S" y aviendo dicho / missa en su altarde barrameda nos fuimos / a enbarcar a los galeonessolos y sin criados que / la falta grande que nos hi·cieron no puedo encare/ cer ansi por los caminos des­pues que lle / gamos a las indias como por la mar q"no tenía / mas quien nos sirviesse ni quien nos diesseun / jarro de agua, q" en la mar es gran falta esta / sesuplio con los soldados q" venian en los ga / leones,mi compañero se embarco en la capi / tana con elgeneral don fran" coloma, y / yo me embarque en laadmiranta con el / admirante juO de Urdayre el qualme rega / lo mucho, lleve titulo de capellan mayor/ de toda la annada hasta porto velo. y / assi lasveces qO se offrecio decir missa a toda / la annada enuna barracha q" se hacia / en tierra abista de todoslos navios la dije / yo, y como navegamos toda la qua·resma, / vine confessando en el navio a toda lage/te qO venian en el galeon q" pasarian de qua / tra­cientas personas marineros. y soldados / salimos puescon prospero viento del puerto I de SI Lucar el mismodia de nra S.... diezisiete / velas grandes y pequeñasdonde venian / todos los soldados del tercio de vretaña/ soldados viejos y buena gente. y cassi todos / mos­queteros passamos todo el golpho de las / yeguasque son 300 leguas en 7 dias. y llega / mos a descubrirlas islas de la gralt canaria / cón prospero tiempo sinsuceder desgra ninguna / en estos 7 dias no me levantede la cama de mare / ado que estava no podia comer,y lo q" comia / no lo podia retener en el estomago hasque / a los 6 dias hice unos bomitos de calera, y /

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luego comenze a estar bueno a la vista de / las islasde canaria tuvimos dos dias de cal/mas q" los naviosse estuviera quedos sin na /vegar. y con aquello acavode quietarseme / el estomago, y se me quito un dolorgrande I de caveza q" del madeamiento me avia dado/ y alli hicimos todos promessa de cantar / todas lasnoches la salve a nra. sra. de Guada / lupe, y desdeentonces no tuvimos mas cal/mas en la mar del norte,passaron los gale / ones de largo sin tomar puerto encana / ria a vista de turquia y africa por entre laisla de lanzarote, y canaria, y entra / mas en el marde las damas qO son 900 leguas / hasta llegar a descu­brir la deseada qO con / justo titulo le pusieron estenombre por que haver / navegado tanto mar sin vertierra es grande / el deseo q" la gente trae de vella enestas no / vecientas leguas no tuvimos desgra ningu/ na, y siempre el viento muy favorable / si no fueun dia que por espacio de una / hora vine un huracande viento tan gra / de, y repentino q puso los naviosen rriesgo / por q con llevar todas las velas cogidas, yla ve / la mayor tan baja q" apenas podia -cojer IViento con todo esso era tanta la mar que avia / qO selevantavan grandissimos montes de agua / con estosse atravesso la admiranta, y corrio / un rrato riesgoquebrase el trinquete. y la vela de gavia, y como cessoel viento luego / se remedió lo mejor que pudieron. yllega / mas con bien a puerto rico vispera de nra /señora de mar¡;o descubrimos la deseada / a 7 demar~o y desde aqui a puerto~rico ay / trescientas leguas,tomamos el puerto 24 de / mar~o toda la gentede aqui se avia ritirado / a los montes por miedo delos inglesses los quales / avian rovado el pueblo, y"llevado quanto en / el avía y como la gente de tierrasupo que / avian llegado los galeones de españa vinie/ ron todos al pueblo q' estavan por aquellos ca I posescondidos. y vino el obispo don Antonio / calderon ylos derigos. y quatro frayles del con / vento de Slo,Domingo que ay en aquel puerto / y otros quatrofrayles con otros tres derigos que / veniamos en losgaleones todos nos juntamos / con el S·', Obispo, yel general don franGO

• colo / ma con todos los capitanes,y todos juntos / cortamos dde unas matas que por alliay unos / ramos de q' hicimos escovas y cada uno de/ nosotros con la suya en la mano entramos todos /juntos en la iglesia mayor, y con muchas la / grimascomo otros machaveos. y con mucha / fee, y devocióncomenzando primero el sor, / Obispo a barrer I leacompañamos todos con / nras escobas y fuimos pu­rificando el templo / de dios qO pocos dias antes aviasido cavalleric;a de los ingleses, y avian alli puestosus / cavallos. y de los excrementos de vestías, y de/ aquella maldita gente lo purificamos y despues !llegamos al Sta. sanctorf qO es el sagrario, y el/altarmayor. y hallamos todos los sanctos, y las figuras /dellos raxados, y hechos pedazos. y algunos cor / tadaslas narices, aunque a las figuras del christo / que:avia en la iglesia mayor, y en el convento an I SI

de bulto como pintadas, no tocaron en ellas / pero ala maria, y f. ju·, que estavan / a los lados del x·.todas las caras vort-adas. y las / q" eran de bulto he­chas pedazos de ver aqueste / desacato nos enternediomucho y de lágrimas / no nos podiamos hablar losunos a los otros / y cogidas las reliquias de los sanctascavezas / brazos, y otras muchas raxas lo juntamos /todo en un lugar. y de los navios mando / el generalque trujessen una campana peque/ ña q" traia en lacapitana y qO viniessen los / ministriles q" traia, y, elornamento que mi ca / pañero. y yo aviamos tratdode guadalupe con / todo recaudo de ara. y de caliz p0.rqclo demas / q" avia en la iglessia los inglesses lo aVlanUe / vado, y lo avian hecho galas, y vestido el se / ñorobispo con aquel ornamento comenzara I a tocar las

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chirimias, y el señor obispo a cantar / con muchas lá­grimas introibo in domun tuam / adorabo ad templumsanctum tuum, et confi / tevimur nomini / tuo dney todos nosotros con el/llegamos en medio de la igle.sia, y comenzamos / el antiphona de las visperas denra. sra. que dize / missus e angelus gabriel las qualesvisperas dixi / mas con mucha devocion encomendan­donas / a la virgen sanctissima, otro día se dixo lamissa / de pontifical aunq" con falta de capas y deotras / cosas / pero lo mejor q" pudimos predico elpadre / prior de Sto domingo y tomo por thema /aquellas palabras del libro de los machaveos / de lareedificacion del templo q" dizen nOn fuit / gloriadomus illius etts. predico doctamte como / hom". quelo era y buen predicador, y acavada / la missa, nosdimos el parabien los unos a los / otros, y fuimos todoslos sacerdotes acampa ña / do al señor obispo q" sedespidio del general a / la puerta de la iglesia, y sefue a los galeones, y / el obispo a su cassa dondecomimos aquel dia / todos con el de lo q' el pobre, yrovado obispo / tenia el qual se fue con nosotros apanama porq" / el rey nro. s'. le hizo md. de q' fuesseaquella igle / sia el qual merecia mayores mercedes desu mag". / por aver sido dos veces robado de losinglesses / luego otro dia mando el general desem­/ barcar 400 hombres con sus armas los quales q" /daron alli con el governador para guarnicion / deaquel puerto dexo tambien 40 piezas de / artilleriacon mucha munición de polbora y plo / mo, dexotambien vizcocho, y vino para 6 messes / para losquatrocientos hombres que dexava / Lo que en estepuerto y pueblo se coje es mucha es pe / cía degengible ay mucha arboleda y por los / montes matas

.de naranjo, y muy lindas / na / ranjas las qualesfueron causa de q" muriessen / muchos inglesses porq" comian muchas y ca / rrompieron en camaras, y siaguardáran alli / algunos dias mas murieran todos, yesto fue / cierto que fue mayor el gasto del inglesq" el/provecho de lo q" llevo por q" aunq" el puerto/ tiene nombre de rico la gente del es muy po / brepor no aver en el tratos, y contratos, no se / da trigoni se come otro pan sino el vizcocho / q' los naviostraen hazen pan de unas raizes / molidas, y muy blan­cas q" llaman casabe que / tras cada vocado, es me­nester hechar un jarro de / agua para podello passarsegún es de seco, y / hazen de ello unas tortillas muydelgadas, y unos / bolluelos de maiz cocido, y conesto passan / la vida la gente de aquella isla. sustenta/ su mag<!o este puerto para reparo de las naves / q'con alguna tormenta buelben a arrivar / el puerto esmuy bueno, y fuerte porq" no pue / den entrar lasnaves sino una a una, por con / tadero, tiene un morrobueno, y en el pueblo / buen castillo. y fortaleza paradefensa del/los dias que estuvimos t:11 este puertopasamos mi / compañero y yo en el convento de S'",domingo / y lo que tengo q" contar de sucesso deeste pueblo / es, q" lo que aviamos de comer el priorlo iba / a cazar, y lo q" hacia era tomar una escope / tay salir al monte, y tirava a una baca q" / hay muchascimarronas q. es decir sin dueño, y / traia la a cassaa pedazos, y comiamos baca cocida / y baca assada, ybaca guisada y todo era baca / decianos el prior q. leproveyessemos de pan, y / de vino q" el nos daria carne,y assi fue necessario q" yo fuesse al navio y sacasse unatalega / d~ vizcocho, y una botija de vino, y como / fue­sse muy noche q" eran cassi las diez y por / la playa noparecía ningun soldado ni mari / nero q' pagándoselome lo quisiesse llevar al/convento, comense a sentir]a falta que los / criados nos havian de hazer despuesen cosas / de mas importancia por averse quedadoatras / en sevilla por ma] despacho que tuvieron y/ como yo era mozo tome a questas en un / hombro

la talega del vizcocho, y la botija / del vino al otro, yhecho un melchisedech, / suvi por una questa arTivasudando con / mi grata carga, y llegue al conventoq" esta / va algo lenxos (sic) (sin encontrar con nadieca' / quién poder partir ]a carga) donde estava. /(¿ ?)muerto de hambre, esperando al sacerdote melchise­dech (tachado). / recivieronme bien el prior, y micompañero / muerto de rissa de verme cargado conel pan / y el vino, y dijo me a padre fr. diego a esto/ venimos a las indias?, yo respondi que dios / meIibrasse de otra carga q" aquella no la / tenia pormala pues era de pan y vino que / con aquella sepodrian llebar los duelos, y los / trabajos, por pessa·dos q" fuessen, al fin cenamos / y nos recogimos auna celda a rrepossar que / traiamos deseo de dor­mir una noche sin que / se meneasse la cama, y despuesque estavamos / dormidos el prior por h~cernos regalonos / enbio agua de piernas para q' nos lavasse / masla vescossidad de la mar, y el paje q" traia / el aguaera una negra q" servia en el con/vento de lo q" yoestava ignorante, y muy / ageno de mi pensamo pensarq. en los conven / tos servian mugeres, y negras, ycomo desper / te y vi junto a mi una negra entendique / era algun demonio, o alguna alma de ingles, / delos muchos q" alli avian muerto, y comenze / a darboces y a decir jesus sea conmigo, ]a ne / gra merespondio, yo no so diabro q" deci jesu?/ y como ayrepetir el nombre de jesu reporteme un / poco ypregunte pues quien eres? respondio, q& so negra / decovento dame la pierna padre y como ay pe/ dir lapierna escandalizeme y dijele q" se fuesse / con eldiablo, dije Jesu conmigo viene labar / la pieOla ytoma diablo?,. y es que se avia dexado / el agua, y lapaila a la puerta de la zelda, y no acavara yo de en­tender a la negra lo que / me decia y davame muchaprissa daca la pier/na daca la pierna, y con el coloquioq" tenia '/ mos desperto mi compañero, y como vida la/ negra arremangados los brazo y desnu / das laspiernas, y con pequeño paño delante / de la barriga,si yo me avia espantado, y dicho / jesus, mi compa­ñero decia jesus, y sancta maria / y con tantas bocesq" la negra dio a huir que / no parecia sino al diablo,y en un grandissi/mo rato no pudee aplacar ni sosegara mi / compañero segun estava de espantado, y aunq·/ le decia q" era negra del convento no se podia sose.gar sino hacer cruzes sobresi q" era come / dia conentremes oyrnos a los dos y dixo pues si / queria labarlas piernas que es del agua y / el recaudo? dije q" loavia dexado a la puerta / y llame a la negra, y despuesno queria entrar / diciendo so diable yo no quieroentrar al fin / traxo recaudo y nos labo las piernasesto e puesto / de cuento gracioso q nos sucedio a micampa/ñero y a mi para poder escrivir que no solo /en este pueblo pero en todos los conventos / del nuevoreyno de granada usan servir / negras a los fraylesq"lo tengo por mal uso / aunq' ya se va esto enmendan·do, y los per / lados mandan q" no las aya pero hastaago/ra las a avido, y las ay cossa q" amine esca / dalizomucho, y en el refectorio no avia otra / lection niotro servidor sino la negra, y la / conversacion delprior con ella contando / despues por gra a todos loq' los avia suce / dido con la negra, y assi como aCdson los tiempos / alreves ansi tambien las demascosas son al/reves de españa q' los criados, y losmo¡;os de / los conventos son mugeres para q" todoande / conforme con el tiempo y assi no digo mas /acerca de esto aunq" avia materia para de / cir muchopero no es mi intento decir mas / de 10 q" a mi mesucedio q' ftle 10 q" dicho.

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