Revista del Instituto de Cultura

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OCTUBRE'- DICIEMBRE, 1967 San Juan de Puerto Rico

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Primera serie número 37 , octubre - diciembre de 1967.

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OCTUBRE' - DICIEMBRE, 1967

San Juan de Puerto Rico

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Guillermo Silva, Presidente

Enrique Laguerre - Aurelio Tió . Teodoro Vidal

Arturo Santana - Esteban Padilla

Milton Rua

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN J;>E PUERTO RICO

AÑ:O X 1967

OCTUBRE - DICIEMBRE

SUMARIO

Núm. 37

Francisco de Ayerra Santa María (1630-1708), pri­mer poeta puertorriqueño

por Cesáreo Rosa-Nieves . . . . 1

Los títulos en la novelística laguerrianapor Isabel Sánchez-Vilar . . . .

Bahía de la Parguera. por José Balseiro

Arístides Moll Boscana y «Mi Misa Rosa»por Luis Hernández Aquino

Agua y jabónpor J. l. de Diego Padró

San Gasparpor Pedro Bernaola

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Ordenanzas hechas por el Cabildo, justicia y regi-miento de la ciudad de Puerto Rico - 1627 22

La primera en'cuesta en Américapor Joaquín Freire 24

La expulsión de Venezuela de Francisco GonzaloMarín

por Jorge Quintana . . . . . . . . . . 27

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Puerto Rico: Vivencia y Querenciapor Arturo Morales-Carrión

Exposición de Arte - Osario

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Margot Arce de Vázquez y su libro sobre Joséde Diego

por Luis de Arrigoitía 40

Bibliografía Puertorriqueña 1966

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

Director: Ricardo E. Alegría

Ilustraciones de Carlos Marichal

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

50

Suscripción anual . $2.50Precio del ejemplar $0.75

[Application for second class mail privilege pending alSan Juan, P. R.]

DEPOSITO U!GAL: B. 3343· 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE «EDICIONES RVMBOS»

BARCELONA - PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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CESÁREO ROSA-NIEVES nació en Cayey. En1944 se recibió de doctor en Filosofía yLetras de la Universidad Nacional Autó­noma de México. Poeta, ensayista, drama·turgo y crítico literario, ha publicado va·rias obras de poesía y proyectado en suproducción teatral temas de la historia yel folklore puertorriqueños. E n t r e susobras en prosa y en verso figuran: Lapoesía en Puerto Rico: estudio crítico-his­tórico del verso puertorriqueño (1943), Lalámpara del taro (1957), Tierra y lamento(1957), Siete caminos en luna de sueños,del mismo año, e Historia panorámica dela literatura puertorriqueña (1963). Tam·bién ha compilado y anotado el Aguinaldolírico de la poesía puertorriqueña, antolo·gía en tres tomos (1957). Pertenece alclaustro de la Universidad de Puerto Rico.

ISAh1EL SÁNCHEZ-VILLAR nació en Toledo,España. En la Universidad Central de Ma·drid .realizó estudios para su Licenciaturaen FHosofía y Letras, la que terminó conespecialización en Filología Románica. Allírealizó además estudios para su Docto·rado. En la actualidad está preparandosu tesis doctoral, que tratará el tema:El nacionalismo literario en Puerto Rico.Es profesora de la Universidad Interame·ricana en Hato Rey, Puerto Rico. Recien·temente terminó un estudio sobre el poe·ta cubano Emilio Ballagas, que aguardasu publicación en España.

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JOSÉ A. BALSEIRO nació en Barceloneta,Puerto Rico. Ensayista, poeta y novelista,se ha distinguido principalmente por susestudios de crítica literaria, muchos delos cuales ha reunido en la colección ti­tulada El Vigía (tres volúmenes publica­dos entre 1925 y 1942) Y en la obra No·velistas españoles modernos (1933). Tam·bién ha publicado los libros El Quijotede la España contemporánea: Miguel deUnamuno (1950), Crítica y estilo literariosen Eugenio María de Hostos (1939), y Ex­presión de Hispanoamérica, conjunto deensayos, publicado en 1960 por el Institu­to de Cultura Puertorriqueña.

LUIS HERNÁNDEz AQUINO naciO en Lare s.Maestro en Artes de la Universidad ,dePuerto Rico, en 1952 se recibió en la deMadrid de doctor en Filosofía y Letras.Director de las revistas Insula, Bayófln yJaycoa y colaborador en numerosos perió­dicos, su labor literaria le ha me',ecidopremios de diversas entidades cult urales.Ha publicado los poemarios Niebl a lírica(1931), Agua de remanso (1933), Poema dela vida breve (1939), Isla para la angustia(1943), Voz en el tiempo (1952) y Memoriade Castilla (1956). Es además alJtor de va·rias antologías de poesía pue,rtorriqueñay de la novela La muerte anduvo por elGuasio (1960). Pertenece al claustro de laUniversidad de Puerto Rico.

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JORGE QUINTANA RODRíGUEZ. Conocido pe­riodista cubano, fue por muchos años jefede la sección de historia de la revista Bo­hemia, y desempeñó los cargos de jefedel departamento de investigaciones his­tóricas del Archivo Nacional de Cuba ydirector del mismo Archivo, en que fuñ­dó la Escuela de Archiveros. Fue variasveces decano del Colegio Provincial dePeriodistas de La Habana. Por sus traba­jos sobre historia de la medicina en Cubafue condecorado con la Orden de CarlosFinlay. En 1959 la Sociedad Interamerica­na de Prensa le confirió el Premio Mer­genthaler por su defensa de la libertadde Cuba bajo la dictadura de Batista.Además de numerosas colaboraciones so­bre temas históricos en periódicos y re­vistas, ha publicado el volumen tituladoJosé Martí en el Archivo Nacional y el pri­mer tomo de la obra Indice de extranjerosen el Ejército Libertador de Cuba (1952).Actualmente es subdirector de la ediciónipternacional de Bohemia Libre y resideen Caracas.

ARTURO MORALES CARRI6N nació en La Ha­bana, Cuba. Obtuvo su Bachillerato enArtes en la Universidad de Puerto Rico,su Maestría en la de Tejas y su Docto­rado en Filosofía en la de Columbia. Hasido Director del Departamento de Histo­ria de la Universidad de Puerto Rico;auxiliar de la División de Relaciones Cul­turales del Departamento de Estado enWashington; miembro de la Comisión delCaribe; Subsecretario de Estado del Es­tado Libre Asociado y Asesor Especialdel Presidente de la OEA, José Mora,cargo al cual renunció recientemente parareintegrarse a la enseñanza en PuertoRico. Es autor de Puerto Rico and theNon-Hispanic Caribbean (1952), La ense­ñanza de la historia en Puerto Rico (1952)y Ojeada al proceso histórico de PuertoRico (1956).

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J. 1. DE DIEGO PADRÓ nació en Vega Baja,hijo del poeta Pedro R. de Diego Gonzá­lez. Poeta, novelista, cuentista, periodista.En 1921 fundó con Luis Palés Matos elmovimiento vanguardista denominado die­palismo. Su obra poética figura en Laúltima lámpara de los dioses (1950) yOcho epístolas mostrencas (1952). Su no­velística incluye: S e b a s ti á n Guenard(1924), En Babia (1940 y 1961), El tiempojugó conmigo (1960) y El minotauro sedevora a sí mismo (1965). Entre sus obrasinéditas figuran: El yo disperso y otrospoemas, Los murciélagos de oro, Segundolibro de epístolas mostrencas, Caldo deperro y otros cuentos y Luis Palés Matos(estudio biográfico-crítico).

PEDRO BERNAOLA nació en Aibonito y secrió en Ponce. Ha vivido muchos añosen el extranjero, principalmente en losEstados Unidos. Actualmente ocupa uncargo en el Departamento de Estado dePuerto Rico. Ha publicado los tomos deversos Trémolo de angustias (1961), Bre·chas (1963), Diario (1965), Sirimiri (1965) yMadrugada (1967).

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JOAQuíN F'REYRE DfAZ, doctor en Pedagogíay licenciado en Derecho diplomático de laUniversidad de La Habana, ha sido cónsulde su país en diferentes ciudades de Amé­rica, Director General de Asuntos Consula­res del Ministerio de Estado de Cuba yprofesor en varios planteles municipalesde La Habana. En la actualidad desempe­ña el cargo de escritor de libros en el De­partamento de Instrucción Pública dePuerto Rico, a la vez que colabora con lasrevistas Escuela y Educación. Es autordel libro Destellos inmortales (1964) y deuna serie de opúsculos sobre figuras puer­torriqueñas ilustres.

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LUIS ARRIGOITfA nació en Santurce. Estu­dió el Bachillerato en la Universidad dePuerto Rico, donde también obtuvo suMaestría en Estudios Hispánicos; obtuvosu Doctorado en la Universidad Centralde Madrid. Dirige el Seminario de Estu­dios Hispánicos de la Universidad dePuerto Rico, donde es Catedrático Aso­ciado. En 1961 publica su poemario Cuar­zo. Editó la obra El cuento puertorrique­ño del siglo xx, publicación del Seminario.Ha hecho estudios de la obra de VioletaLópez Suria, Edwin Figueroa y MargotArce de Vázquez. Su tesis de Maestríaversó sobre La poesía de Miguel Hernán­dez; la de Doctorado, sobre La prosa deGabriela Mistral. Próximamente saldrá suobra: Lecturas puertorriqueñas: Poesía,en colaboración con Margot Arce y LauraGallego.

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Francisco de Ayerra Santa María(1630-1708), primer poeta puertorr-iqueño

Para mis dos grandes amigos, los doctoresy maestros, Ricardo E. Alegria, antropólogo yJosé A. Balseiro, poeta y ensayista.

Por CESÁREO ROSA-NIEVES

Estudiando a fondo tus rafces observardstus. propios ramas en plena florecida.

l. - ANTERIORIDADES HISTÓRICAS:

DURANTE LOS PRIMEROS SIGLOS DEL ACAECER CRISTIA·no en Boriquén, el país estuvo atareado primor.

dialmente en los menesteres del descubrimiento(1493), la colonización (1508, en adelante), y en lospreparativos de instrumentos civilizadores de utili­dad prominente (siglos XVI, XVII Y XVIII). Los hom·bres isleños, nativos y foráneos, estuvieron muyentregados a las faenas materiales: agricultura, de·fensas castrenses contra la piratería; .construccionesde caminos, iglesias, pueblos y fortificaciones béli·caso En estas circunstancias de dinamismos peren·torios, los primitivos puertorriqueños no le pudie·ron dar preferencia a las labores literarias del belloocio del espíritu. Sin embargo, dentro de este pano·rama desarticulado estéticamente (época de cartasoficiales, informes, memorias, sinodales, etc.), nossorprende la representación de obras teatrales enlos tablados públicos en días festivos de efeméridespolíticas y religiosas, la existencia en la isla de ungran poeta del Siglo de Oro español, Bernardo deBalbuena (1,561·1627), portalira gongorino, hace re­lieve insigne el cronista nativo Diego de TorresVargas (1590-1649), y es el momento histórico deFrancisco de Aytwra Santa Maria (1630-1708), poetaque le sirve de motivo a este trabajo, consideradopor la critica investigativa como el primer musagetapuertorriqueño de nombre conocido. ésto hasta elmomento en que redactamos estas líneas informa­tivas. I

1. Para mayor Información sobre este tema. véase: Rosa.Nieves,Cesáreo -Historia Parlordmica de la Literatura Puertorriqueña­Tomo J. San Juan. P. R.• 1963; págs. 47 a 159.

n. - EL POETA EN SU CLIMA:

a - Del México de Ayerra Santa María:

La importante capital de Nueva España se le­vantó - como un diamante al aire - sobre las ar­caicas ruinas de Tenochtitlán. La civilización euro­pea entroncó - injerto vivo - con los restos cultu-

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rales indígenas. Desde un principio (siglo XVI), laclase letrada la formaron criollos y mestizos. -Losindios fueron, desde la aurora de la conquista, evan­gelizados a través de la lenta y laboriosa tarea delos misioneros: franciscanos, dominicos, jesuitas.En esta obra de piadosa invasión colaboraron efi­cazmente la escuela, la Iglesia y el teatro religiosoque empezaba a asomarse en este alborear. Losespañoles venidos a la rica colonia eran de muyescasa cultura, con muy raras excepciones, y se de­dicaban a hacer fortuna, ocupando en su mayoría,los principales cargos del Gobierno de entonces. '

Muy pronto se establece la imprenta por el tipó­grafo Esteban Martín, y van apareciendo las prime­ras publicaciones de libros en América, en fechasdé 1532, 1563, etc. La educación va despertando alcalor de los colegios (San Francisco de México yotros), que se dedicaban a la enseñanza elemental ymás tarde añaden al currículum latín, música y can·too El plan de estudio -era basado principalmentesobre ideas religiosas.

Otro acontecimiento importante en la Nueva Es­paña es la fundación de la Universidad por ,RealCédula del Emperador Carlos V, firmada en Toro.el 22 de septiembre de 1551. Más tarde. en 1562, elrey Felipe 11 amplía los privilegios de la misma.Anteriormente, por el año de 1555, se le otorga aesta institución el títúlo de Pontificia y se le da elpatronato de ella a los Reyes de España por elPapado. l

La literatura tenía muy poca oportunidad en estelaberinto de construcciones materiales: la piedra yel oro ocupaban al hombre. Plegadas las alas delespíritu, la mano rubricaba en mármol. Pocos sonlos literatos que se arriesgaron a venir a la colo­nia - virreinato del madrigal de piedra y del metalen primores -. De estos nombres estéticos se des­tacan: Gutiérrez de Cetina, Eugenio Salazar de Alar·cón, Juan de la Cueva, Mateo Alemán y Bernardode Balbuena.

El siglo XVII es más afortunado en producciónartística. Es precisamente este período, el que lesirve de marco al eminente dramaturgo mexicanodon Juan Ruiz de Alarcón (1575-1639), a sor JuanaInés de la Cruz (1648-1695), al erudito Carlos deSigüenza y Góngora (1654-1706), gran amigo de sorJuana, y al poeta puertorriqueño licenciado Fran­cisco de Ayerra Santa María (1630-1708).

La moda culterana - Góngora y Calderón­cunde en este momento por todas partes de México.Sor Juana Inés es discípula aprovechadísima delteatro calderoniano; don Carlos de Sigüenza y Gón­gora y Francisco de Ayerra Santa María, siguen cie-

1. Jim~ncz Rueda, JuUo -Historia de la-Literatura Muicana­Tercera edición, M~CD. D. F., 1942; págs. 2! 11 32.

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gamente a Luis de Góngora y Argote. Así se va desa·rrollando la poesía erudita, mientras que en el as­pecto popular de la misma (la etnomirría), dormíaun prolongado sHencio. marcando el tiempo casien renadío.

El escritor Carlos González Peña, nos da un buencuadro de esta moda culterana en su libro Historiade la Literatura Mexicana, de 1940, cuando, refirién·dose a México nos dice:

4lVino, pues, como de molde, aquella moda li·teraria. Tanto o más que la obligada sutileza y ex­travagancia propias de la manera culterana. comoplacía a poetas y seudopoetas que la ensayaron, lagimnasia retórica que la acompañaba. Estaban ala orden del día las combinaciones métricas es­trafalal'ias: solamente de sonetos -para no ha­blar de otro género de composiciones- los habíasimples, doblados o terciados; con cola o conecos; continuos, encadenados, o retrógados; acrós·ticos o con ritornelos. Y ni siquiera el ejemplo delos clásicos grecolatinos era bastante a enfrenartalt:s :lbcrraciones. El mal gusto no sólo habíainfestado los dooinios de la versificación castella­na, había cundido también en la versificación la­tina. En una Poética compuesta en México 1m1605, antes de la invasión culterana. por el P. Ber­nardino Llanos, ad usum studiosae ju\-°entutis, seencuentran, al lado de las consagradas doctrinasy preceptos clásicos. multitud de invenciones gro­tescas: el centón, el laberin to, el anagrama; figu­ran también allf el pangramatón y el metrontelón,consistentes, respectivamente, en hacer caber enun verso todas las letras del alfabeto o todas lasparles de la oración; danse. además, recetas parahacer versos latinos que suenen como castellanos.lo cual no es sino una anticipación al caro idealgongorino que luchó, a la inversa, porque los casotellanos tuvieran traza semejante a los latinos.

Así, consagrados a tamañas prácticas esterHi­zadoras del ingenio, los versificadores en uno yotro idioma se daban la mano en cuanto a ex­travagancia; y el gongorismo, al sobrevenir, nohizo sino que de modo inequívoco parecieran lo­cos de remate.» 1

,En esta atmósfera de hinchazón retórica y mal

gusto, en donde estaban el latín y el español casien pugna - el español queriendo oler a latín, y 'ellatín aspirando a tener fragancia de español-, eneste ambiente se suceden los cet;'támenes, convo­cados por la Universidad, el Cabildo y las Congrega­ciones religiosas. La Real y Pontificia Universidadde México, celebró uno muy nombrado, por el añode 1682. Don Carlos de Sigüenza y Góngora se ocupóde la difícil tarea benedictina de antologiar los poe­mas premiados en es~as célebres justas. Más de qu~­

nientas composiciones se presentaron al Certameny de éstas fueron galardonadas sesenta y ocho. Laantología de Sigüenza y Góngora se titula Triunpho

J. Gonúlcz Pella, Carlos -Historia de la LiteraturA MuictJ_Segunda Edición, MéJtlcD, D. F•• 1940; págs. B3 y &4.

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Parthénico y es del año 1683. En ella se matriculanlos nombres de cincuenta poetas y diez pintores.También, con motivo de la canonización de SanJuan de Dios, la Orden de 'los Carmelitas convocóa los portaliras de la Colonia a otro certamen. Enambos fue premiado Francisco de Ayerra Santa Ma·ría, como veremos más adelante. I

Esta época es de pleno barroquismo. En lasaulas universitarias se discutían principalmente losproblemas de interpretación de los poemas másdestacados de Luis de Góngora y Argote: Las Soleodades, El Polifemo, sus sonetos, etc. La arquitec­tura tomaba el mismo ritmo retorcido y recargadoque lo literario, y así México se fue bordando enencajes de piedra en sus más importantes edificios:catedrales, conventos, palacios, etc. El barroco ar­quitectónico de México es una síntesis de europeomás indio autóctono.

En todas las artes predominaba el horror alvacío y el amor al alarde de la fantasía y el adorno,como claramente se nota en la pintura de este pe·ríodo. Todo esto se reflejaba en la literatura delmomento. Dice el doctor Julio Jiménez Rueda, alreferirse a la influencia de don Luis de Góngora yArgote en las letras mexicanas:

"En México se comentaba su obra, se imitabansus versos, se hacían centones de sus obras, seexplicaban en la Universidad y en los colegiosjesuisticos las obscuridades del texto. ni más nimenos que si fueran serios problemas teológicosplanteados por el Doctor Angélico o el DoctorSutil. Lo que no había podido hacer Carrillo ySotomayor, lo había realizado cumplidamente donLuis de GÓngora.,,2

Dentro de este clima literario, la moda culteranafue un desastre. salvando a la poetisa sor Juana Inésde la Cruz, que casi llena ella sola, con su reciapersonalidad, todo el siglo XVII. Francisco de AyerraSanta María cayó en este vicio decadentista y comopuso una Canción en centones de las obras de Luisde Góngora y Argote, autor a quien casi se sabíade memoria el. poeta boricua. También cultiva

1. En la ~Aprobaeión del Lkenciado D. Francisco de AyerraSanla Maria. Capellán del Rey Nuestro Señor. en su Convento Realde Jesús Maria de México>. para el libro~ Infortunios que AlonsoRamlre:::. natural de la CiudlUf de San JUGn de Puerto Rico, ele.•de D. Carlos de SigllenZll y GÓRgora de 1690. y en la pág. 22. diceAyerra Santa,Marla: _Asl por obedecer ciegamente al decrelo de V.::i.en que me manda censurar la relación de los Infortunios de AlonsoRamlre:::. mi Compatriota. descrita por D. Carlos de SlgIlenza yGóngora. etc.> Queda con esto comprobado que Ayerra Santa Mariaes de Puerto Rico. A falta de otros documentos que no hemospodido encontrar en Méxleo_ Véase en este trabajo. y al final. lasobras de consulta sobre Ayerra Santa Maria. para mayor ampliaciónbibliográfica. También publicó Ayerra Santa Maria. )¡IS .sIguientesobnas: Ver~o.s premiados en el Certamen Poético por la Canoni;::a.ción de San Juan de Dios. Los publica don Juan Santlbáñez:. en 1702:y Inscripciones y Poeslas para el Arco Triunfal. con que recibióMéxico al Virrey Duque de Alburquerque. en 1702, Ambas obraspublicadas en México.

2. Jlménez: Rueda. Julio - Ob. Cit. - pág, 66.

Ayerra Santa María los epigramas y anagramas enlatín, usando. en ellos el hipérbaton violento dentrode la sintaXis, casi un acertijo. Amén de estas obraspoéticas, escribió el aeda boriquense tres sonetosen español de juiciosa importancia. De todo ellohablaremos en los próximos 'comentarios.

En medio de esta fiebre de lujuriosa frondosi­dad barroca, y descomposición poética, rayana envidio y mal gusto, se desenvolvió la personalidadisleñista de nuestro poeta puertorriqueño don Fran·cisco de Ayerra Santa M~ría.

b - Ubicaci~n biográfica:

Francisco de Ayerra Santa María, nació en laciudad de San Juan Bautista, capital de la isla dePuerto Rico, el año de 1630. Murió en la ciudad deMéxico en el año 1708, siendo visitador, rector delSeminario Tridentino y capellán del Real Conventode Jesús María; en esa misma iglesia recibió el poe·ta y eclesiástico cristiana sepult.ura. Uno de suscríticos, el reverendo padre Cuesta Mendoza diceque su aspecto físico revela a un <lamable y venera­ble anciano .., y Alfonso Méndez Plancarte, reflexio·nando ante el retrato de Ayerra Santa María que es­tá en el seminario. lo pinta como un sereno hombre,

_ <laquilino, trigueño, ojos garzos y sutiles labios ... I

Este literato primitivo de nuestras letras debióestudiar las primeras letras en las escuelas de laisla de Boriquén. Muy joven se traslada a NuevaEspaña, ingresando como estudiante en la Regia,Imperial y Pontificia Universidad de México. Enesta institución se recibe del grado de Licenciadoen Derecho Canónico.

Fue Ayerra Santa María gran amigo del Arzobis·po Aguilar y Seijas y noble compañero fraternal delerudito mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora,y sin duda, al calor de esta relación eminente, sefue fraguando su amplia cultura y su temperamentopoético, ya que el mismo Sigüenza y Góngora lellamaba: «la mitad de su alma•.

Ocupó cargos de gran relevancia en México, loque nos descubre su alta preparación y el aprecioimponderable de que ,gozaba entre las personas cul­tas de la época. Fue presbítero secular, y ocupó loscargos de más alta responsabilidad en el clero deaquella nación azteca.

Se dedicó Ayerra Santa María a varias discipli­nas, 'aunque parece que en la que más se distinguió

1. Rivera Rivera, Elolsa - lA Poes{a en Puerto Rico Antes de18·#3- Ediciones del Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan.Puerto Rico. 1965; págs. 31 y 32. Y sobre todo véase: CuestaMendoza. Antonio -Historia de la Educación en el Puerto Rico en·loniG1- Vol. l. Segunda Bdición -1508·1821- México. D. F:. 1946:páginas 348 a 350.

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fue en la poesía. De él nos ha dicho Sigüenza yGóngora lo que copiamos a continuación:

• El Lic. don Francisco de Ayerra Santa María,aunque es el animae dimidium meve, que de suquerido Virgilio decía Horado, ninguno que loconozca me censurará de apasionado si digo quees elegante latino, poeta admirable, agudo filóso­fo, excelentísimo jurisconsulto, profundo teólogo,orador grande y cortesano politico, realzándosetodas estas perfecciones con ser una erudita en·ciclopedia de las floridas letras.»1

Fue Francisco de Ayerra Santa María, como he·mas visto a grandes rasgos, hombre de vastas di­mensiones culturales, de una gran envergadura mo­ral, alma piadosa, reflejo de un espíritu en acciónviva, y adornado de envidiables virtudes técnico-poé·ticas.

c - Aportación poética:.

Desde el punto de vista histórico, Francisco deAyera Santa María es nuestro primer poeta denombre conocido en Puerto Rico, hasta donde he·mas podido investigar, y como hemos apuntado enotra parte de este ensayo. Escribía en latín y espa­ñol con soltura idéntica en ambos diapasones lin­·güísticos. Floreció durante la plenitud del barrocomexicano y este hecho lo alistó de lleno dentro delsigno de don Luis de Góngora y Argote.

Fue uno de los poetas que más se distinguióentre el grupo de los de la antología del Triunpl10Parthénico, que luce como subtítulo Palestra Lite·raria. Así lo demuestran los muchos elogios quede él hace don Carlos de Sigüenza y Góngora en laobra aludida, en donde se le.. califica como .elegan­tísimo y cultísimo ingenio», y «erudita enciclopediade las floridas letras».

En la dedicatoria del Triunpho Partiténico (1683)figura un soneto gongorista en honor a Sigüenzay Góngora, que atesora todo el aroma del poetaculterano español: la elegancia y pomposidad decolor, el uso diestro de la personificación, el hipér­baton, el imaginismo pintoresco, el lenguaje crea­cionista del barroco (perla, cristal, oro, panales,flores sudando aromas, auríferos, primores, etc.),y el empleo de las enumeraciones para cerrar losperíodos poéticos: todo muy dentro del ambientelírico de don Luis de Góngora y Argote. Es un so­neto petrarquista en la forma métrica y de estiloun tanto alambicado, a imagen de su maestro espa­ñol. El soneto dice así:

l. Véase: Beristaln y Souza, José Mariano -Biblioteca Hispano·Americlllla Septentriona!- Tomo I. Segunda Edición. 1883; pági.nas 117 y 118; Y Pimenlel. Francisco -Historia Critica de la Poeslaell México- México, 1892; pág. 204.

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Porque el Hymeto aplaude sus panales,y el Ganges de su aljófar los candores;porque la Arabia eleva sus oloresy arenas de oro el Tajo en sus raudales.

Si de tu heroica pluma los caudales,si de tu dulce estilo los primores.sudando aromas y virtiendo flores,perlas son, como auríferos cristales.

A tu florido .Triunfo.., que discretoel oIlParténico.. alienta con decorolo que antes fue blasón, esté sujeto;

pues que vence tu .Triunfo.. (a lo que exploro)a Arabia, al Tajo, al Ganges, al Hymeto,en fragancias, dulzuras, perlas, oro.

A pesar de estar tan cerca del clima gongorista,consideramos esta pieza de muy buen trazo, degran agilidad métrica, y constituye un hermosohito, revelador de un excelente técnico en el mane­jo del instrumento lírico y de la estilística culte·rana. De todo lo poco que hemos leído de AyerraSanta María, destacamos este soneto como uno delos mejores de su obra poética.

También es de Ayerra Santa Maria otro sonetoculterano de carácter histórico, premiado en el Cerotamen de 1691. Alude esta composición a 10 sucedi­do a la Armada de Barlovento el año de 1691. vicotoria que contra los franceses que ocuparon lacosta de la isla de Santo Domingo, tuvieron losespañoles en el puerto de Guarico. Gesta gloriosadebida al arresto y bizarría de don Gaspar de San·doval Cerda, Silva y Mendoza, Conde de Galve ymeritísimo Virrey, Gobernador y Capitán Generalde la Nueva España.1

Este soneto, un poco más intrincado que el anoterior está trabajado con esmero y amor, por encaronar un tema tan patriótico, cerrando la composicióncon un broche en síntesis de muy alto calibre:

Al corte de tu pluma .providenteno sólo Tetis dividió su plata;mas vistieron los lises escarlatatin tos los campos en carmín ardiente.

Rayos por letras fulminó valientecañón tan antes al francés pirata,que aunque siente la mano que le mata,es muy después, que sus heridas siente.

¿Qué fuera si el arnés de Marte armado,el Guanco entre sangre y entre espumavibrar te viera estoque azicalado?

Mas no fue menester tu espada en suma,pues dejas, ¡oh, gran Silva!, aseguradoque vences con la espada y con la pluma.2

1. Véase: SigUenza y Góngora, Carlos de - Relaciones Históri.cas- Ediciones de la Universidad Nacioftal Autónoma, México. 1940~

páginas 74 a 90. Además: Sigüenta y Góngora. Carlos de -Trofeo dela Justicia Española- México. 1691.

2. En: -Epinicios Gralulatorios- Maico. 1691. Reproducido en:Fromcisco Nrll~ de Sl1\azar -Obras de SigüenUl y Gónllora- Méxl·co, 1928.

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En este soneto el poeta puertorriqueño hace usode la imagen cerrada y de las transposiciones atre·vidas (de recuerdo latino), imprimiéndole al últimoterceto un dinamismo lírico de potencialidad esté­tica, que nos r~cuerda a Lope, Calderón y Quevedocuando pulsan: estos metros estróficos.

Otro soneto de bastante relieve literario, es elque Francisco de Ayerra Santa María le dedica ala célebre poetisa del barroco mexicano Sor JuanaInés de la Cruz (1648-1695). En él se entrelazan ma·tices estil1sticos de Calderón de la Barca y Luis deGóngora y Argote, composición en donde el portali­ra hace galas del colorido cultista en filigranas dedificil musicalidad. Digámoslo:

¿Que aquí yaces, oh Nise? Ya se advierteel orden de esa esfera peregrina,pues si en los astros el saber domina,¿cuál de ellos influyó para tu muerte?

No a su luz, ni al arbitrio de la suertetu horóscopo temió la fatal ruina,que quien en la fortuna predomina,en los planetas tiene imperio fuerte.

Causa mayor, impulso poderosonueva estrella te dio, no de Astrolabiossu rumbo penetrando luminoso;

pues de causas segundas sin agravios,¿cuál 'Pudo ser la de tu fin glorioso?,que la muerte es estrella de los sabios.

De las obras en latín, que hemos podido encon­trar, figuran tres epigramas. Ellos son~ DominusSilva, Gomes de Galve, Unda quatit Delon, y Num.quid ad praeceptum, todos de sintaxis muy torcida,casi úmbrica. Vamos a citar por curiosidad, el queconsideramos el más diáfano:

Nunquid ad praeceptum tuum elevabitur Aquila,Et in arduis ponet nidum suum?

En, tulit Adamum: petra quid culpa subiret?Quin v~e, non unum, perdidit Eva suuro.

Quid sibi vult nidi volucrum Regina lapilla?Cur petit A sedem? litera quid ve notat?En, tulit Adnmum: petra quid culpa subiret?Quin vae, non unum, perdidit Eva suum.O ¡felix ter Avis ludens aconita DraconislE quae durum, errans, A, bene vertis; Ave. t

Finalmente mencionamos una Canción en cento·nes y en verso endecasílabo, a estilo de Petrarca en

1. Rosa·Nleves, Cesl1reo -Francbco ele Ayerra Santa MarIa­Editorial Cordillera, San Juan. P. R., 1963; pl1gs. 33 a 35. Sobre estelereer epigrama se dice en el Triullpho Parthéltico: _Entre los anu­gramas que se presentaron ante el tribnnal de este Certamen,pareció digno del primer lugar uno del elegantlslmo y culllslmoingenio de. Ledo. Francisco de Ayerra Sanla MarIa, que en undJstlco. sacó del programa sin desviarse del asunto del emblemaeste riguroso anagrama. Dlósele en premio una bandeja de plalllcincelada con un elogio alusivo, cte.-

lo formal, y que aparece premiada en el TriuuphoParthé~lico. Esta composición es un alarde de pa·ciencia, en donde el autor, valiéndose de las obrasde Luis de Góngora y Argote (obras de 1654), com·pone esta especie de mosaico lírico. No encarnaninguna originalidad, y solamente acusa un fino ins­tinto malabar, obra más bien de un masoreta. Deella dice el autor del Triunpho Parl/zénico:

cDiósele en premio por esta composición. unafuente de plata que pesó cuatro marcos, y en ellaestas redondillas:

Porque a Góngora coronetu poema satisfecho,con los centones que ha hechotu ingenio, es razón se entone.

Por ser el mayor pincelde Apolo según arguyo,darle fuente a un papel luyoha sido grande papel.• 1

Creemos que lo mejor de Ayerra Santa Maríason los 'tres sonetos en español -de confeccióngongorista- que hemos citado en este capítu·lo.Me refiero a: Al corte de tu pluma providente,Porque el Hymeto aplaude sus panales, y ¿Queaquí yaces, oh Nise? Ya se advierte, tres sonetosque representan con prestigio sumo el arte de estaestética culterana en América Hispana. Lo demáses obra de muy poca monta dentro del conceptoserio de la buena poesía. La Canción en centones esun mero pasatiempo, que acusa una voluntad je·suitica de gran mérito volutivo. Sus epigramas lati­nos son una trilogía de acertijos lingüísticos parasiesta conventual, en donde el hipérbaton barrocohace su agosto. Seudogongorismo latino a manerade jerigonza, que a fuerza de retorcer el pensamien­to, parecen más bien crucigramas curiosos.

Como observación finalista, queremos consignarque en Francisco de Ayerra Santa María, vale másel hombre culto y el eminente sacerdote, que elpoeta de timbres cultos. Sin embargo, situado ensu época, con la concepción de sus tres sonetos enespañol, merece figurar entre los mejores portalirasde los que aparecen catalogados en el TriunphoParthénico.2

\. Véase la Canción, en Rosa-NIeves. Cesl1reo -Francisco deAyerra Santa MarIa- Págs. 36 a 38.

2. También publicó Ayerra Santa MarIa, las siguientes obras:VersQs premiados en el Certamen Poétlco por la Canonización deSan Juan de Dios. Lo publica don Juan SantlblUlez en 1702; y lasIn$cripciones )' Paeslas, para el Arco Triunfal. con que recibió M4!xicoal Virrey Duque de Alburquerque, de 1702. México. Con frecuenciase ha citado erróneamente la Palestra Literaria como obra de AyerraSanta Marta. Tal composición, según lo que hemos investigado. noha existido nunca, pues se trata de un subtitulo que aparece en elTriunphc Parlhénico. y que nada tiene que vcr con el alma de lacreación dcl poc:ta puertorriqueño.

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III - BIBLIOGRAFíA MíNIMA:

A - Obras poéticas de Francisco de Ayerra SantaMarEa:

1-Versos Premiados en el Certamen Poéticopor la Canonización de San Juan de Dios.Publicado por don Juan Santibáñez, México,1702. (Se incluye el poeta.)

2 - Inscripciones y Poesías Para el Arco Triun·fal, con que recibió México al Virrey Duquede Alburquerque. México, 1702. (Se incluyeel poeta.)

3 - Epigrama (en latin), que alude a la victoriaque consiguieron los soldados españoles yamericanos en el Guarico, contra los france·ses, gobernando en la Nueva España el Vi­rrey, Conde de Galve. Se encuentra esta comoposición en el libro de don Carlos de Sigüen·za y Góngora, titulado: Trofeo de la JusticiaEspañola en el castigo de la alevosía france­sa. México, 1691.

4 - Triunpho Parthénico. México, 1683. Apare·cen en esta antología compilada por don Car­los de Sigüenza y Góngora, las siguient~s

composiciones poéticas de Ayerra Santa Ma­ría:

a-Anagramma (en latin). Páginas 95 y96; subtítulo: Epigrama Drammati­cum.

b -"Canción. Compuesta en español y encentones de don Luis de Góngora yArgote, tomados los hemistiquiosy versos de sus obras, impresas enMadrid en 1654. Páginas 76, 77 Y 78.

e - Epigrama (en latín). Página 54.d - Soneto (en español). En la dedicato·

ria del Triunpho Parthénico (1683).Página 8.

5 - Soneto (en español). En Epinicios Gratula·torios, México, 1691. Reproducido en: Fran­cisco Férez Salazar -Obras de Sigüenza yGóngora- México, 1-928; pág. 237.

6 - Soneto (en español). Dedicado a Sor JuanaInés de la Cruz en su muerte.

B - Obras de consulta sobre Ayerra Santa María:

1-Beristain y Souza, José Mariano -Bibliote­ca Hispano-Americana Septentrional, o Ca·

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tálogo y Noticia de los literatos que o naci·dos o educados, o florecientes en la AméricaSeptentrional Española, han dado a luz al­gún escrito, o lo han dejado preparado parala prensa. México, 3 volúmenes. Años 181ó,1819 Y 1821. Hay otra edición de: Tip. delColegio, 1883; págs. 117 y 118.

2 - Leonard, Irving A. -Sorne Góngora Cento·nes in México- En: Hispania. Tomo XII,Núm. 6, diciembre, 1929; pág. 567; Y SorneCuriosities of Spanish Colonial Poetry, byIrving Leonard (Reprint from Hispania, Vo­lumen XV, Núm. 1, february, 1932).

3 - Jiménez Rueda, Julio -Historia de la Lite­ratura Mexicana. Tercera edición. EdicionesBotas, México, D.F., 1942; págs. 65 y 66.

4 - González Peña, Carlos -Historia de la Lite­ratura Mexicana- Segunda edición, México,D. F., 1940; págs. 84, 85, 86 Y 87.

5 - Sigüenza y Góngora, Carlos de -TriunphoParthénico, que en Glorias de María Santí­sima, inmaculadamente concebida, celebróla Pontificia, Imperial y Regia Academia Me­xicana. En el biennio. que como su Rectorla gobernó, el Doctor don Juan de Narváez,Tesorero General de la Santa Cruzada en elArzobispado de México, y al presente Cathe·drático de Prima de Sagrada Escritura. Des·críbelo don Carlos de Sigüenza y Góngora,mexicano, y en ella Catheclrático propietariode Mathemáticas. En México. Por Juan deRibera, en el Empedradillo. IXIDC.LXXX.111.

6 - Sigüenza y Góngora, Carlos de -Los Infor­tunios de Alonso Ramírez, etc.- Imp. enMexico, por Calderón, 1690. Aparece en estaobra, una Aprobación eclesiástica de la cenosura por el Lic. Francisco de Ayerra SantaMaría, fechada en México, 26 de junio de1960, págs. 22 y i3. Véase además: Rosa-Nie­ves, Cesáreo -Francisco de Ayerra SantaMarEa- San Juan, P. R., 1963; págs. 43 a 46.

7 - Rosa-Nieves, Cesáreo -La Poesía en PuertoRico- México, 1943.

8 - Rosa-Nieves, Cesáreo -Historia Panorámicade la Literatura Puertorriqueña- San Juan,Puerto Rico, 1963; págs. 149 a 153.

9 - Pimentel, Francisco -Historia Crítica de laPoesía en México- Nueva edición corregiday aumentada, México, Tip. de la Secretaríade Fomento, 1892; págs. 204 y 205.

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10 - Trelles, Carlos M. -Ensayo de BibliografíaCubana, de los siglos xVII y XVIII, seguido deunos apuntes para la Bibliografía Domini­cana y Puertorriqueña. Imp. El Escritorio,Matanzas, Cuba, 1907; pág. 221.

11 - ¡ndice - Revista Puertorriqueña. Año 11,Núm. 19, San Juan, P. R., Oct. de 1930; pági.nas 306 y siguientes.

12 - Toussaint, Manuel -Compendio Bibliográ·fico del Triunpho Parthénico- de don Carolos de Sigüenza y GÓngora. Imp. Universita·ria, México, D.F., 1941; págs. 19, 26 Y 35.

13 -Menéndez y Pelayo, Marcelino -Historia de.la Poesía Hispano Americana- Tomo 1, Ma·drid, 1911. Véase el capitulo que trata sobrePuerto Rico y sobre todo el de México.

14 - Epinicios Congratulatorios, con que algunoscultísimos ingenios, vaticinándole con numenmayores progresos en el felisisimo tiempode su gobierno. Conde de Galve, Virrey dela Nueva España, con ocasión de deverseúnicamente a sus... infiuxos la Victoria delos Franceses poblados en el Guarico, IslaEspañola, el día 21 de Henero de 1691. Re·producidos en: Pérez de Salazar, Francisco-Obras de Sigüenza y Góngora- México,1928.

15 - Cuesta Mendoza, Antonio -Historia de laEducación en el Puerto Rico Colonial- Mé­xico, 1946, Tomo 1; págs. 346 a 351.

16 - Rivera Rivera, Eloísa -La Poesía en PuertoRico anfes de 1843- Instituto de (::ulturaPuertorriqueña, San Juan, P. R., 1965; pági.nas 28 a 42.

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Los títulos en la novelísticalaguerriana

Por ISABEL SA.NCHEZ-VILAR

ENRIQUE LAGUERRE, EL GRAN NOVELISTA PUERTORRI­queño, que ha heredado en tan difícil arte el

cetro de Zeno Gandía, es un escritor tan minu­cioso, tan respetuoso y honrado en la concepciónde sus obras, que ni siquiera ha dejado al des­gaire los títulos de éstas.

Desde el primer momento nos impresionó lajusteza del símbolo, unas veces; otras, la abso­luta realidad y siempre el acierto que encierranlos títulos de todas sus novelas.

Escojamos la primera: La llamarada, publica­da en 1935, y que va ya por su quinceava edición.Pudo haberse llamado "Incendio en el cañaveral",por ejemplo. Pero este título sólo habría dado lanoción de una parte de la novela, quizá la menosimportante. Sin embargo, la palabra llamarada, se­gún el Diccionario de la Real Academia Españo­la, tiene tres acepciones: 1. Llama que se apagapronto. 2 fig. Encendimiento repentino y momen­táneo del rostro. 3. Movimiento repentino delánimo.

Los tres significados tienen de común algomuy significativo: la rapidez, el destello, la tem­poralidad. Y se diferencian en que mientras quelas dos primeras acciones están referidas a algofísico, la tercera se refiere a algo moral. Y am­bos elementos se dan en La llamarada, que, nosólo sugiere el fuego físico sino el moral, espi­ritual, simbólico. Por ejemplo: llamarada de do­lor, llamarada de pasión, etc. Tenemos pues, queel título La llamarada, a más de su belleza estéti­ca, resume, encuadra y se ajusta plenamente atoda la obra.

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Creemos que esta novela pro-histórica, prime­ra en la cronología de su producción, es en sín­tesis: la llamarada que surge en la conciencia delprotagonista, Juan Antonio Borrás, tras un largoy complejo proceso sicológico, al descubrir queel mundo que le rodea, debido a circunstanciasaccidentales, está compuesto de llamaradas deodio y círculos de fuego en los que el irredentoproletariado se consume. Y la solución que a élse le antoja más viable es la de regresar al sitiodonde vio la luz primera, la montaña, para con­seguir la necesaria fortaleza y altura espiritual,no sólo para él sino también para sus descendien­tes hasta que llegue el momento de reconquistarla sabana.

Su segunda novela, Solar Montoya, nos ofreceun título menos amplio, más constreñido, más con·creta; pero la ausencia de artículos y preposicio­nes, acertadísimo a nuestro juicio, lo hace sergeneral y personifica no a una determinada fami­lia sino a toda una clase. Comparemos lo quepodría haber dicho: "El Solar de los Montoya","El Solar de Montoya", con el titulo laguerriano:Solar Montoya. Más lapidario y por ende con másfuerza, más vigor y una rara elegancia. Y todosestos elementos, en efecto, se conjugan en la fi­gura de Don Alonso Montoya. Vemos, pues, queno es caprichoso el titulo. Otra prueba de su acier­to la tenemos en el hecho de que no sólo losdueños de la casa, es decir, los Montoya, ostentan

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esos elementos, sino la casa en sí: grande, espacio­sa, solitaria, hospitalaria y genuina. Por tanto, eltítulo, una vez más, responde a la obra y es unfeliz hallazgo.

El 30 de febrero es su tercera novela. El sím­bolo temporal utópico, impregna toda la obra. Larealización de las aspiraciones y los sueños delprotagonista, Teófilo Sampedro, se cumplirán,¿cuándo?, en un día que no llega. Toda la deses­peranza y la frustración de una lucha sin fe porconseguir la felicidad, el triunfo de la belleza so­bre la fealdad y la imperfección de su cuerpo,están contenidos en una fecha imposible.

A través de la obra, el protagonista, que es"un hombre interino", ve pasar, en una suéesiónde sueños desordenados, todo el dolor de su vidamiserable: la infancia, el asilo, la Universidad. Suconciencia lacerada se rebela ante la incompren­sión, los prejuicios y el desprecio. Quiere conquis­tar por medio del estudio y las notas brillanteslo que la vida le ha negado, pero esta lucha esdemasiado fuerte para su enclenque cuerpo y mue·re sin lograrlo. En un feroz aislamiento, c~mo

siempre había vivido.Es esta novela el triunfo de lo irreal, lo inexis­

tente, la inaccesibilidad de la meta. La ironía, engrado superlativo, junto con el pintoresco lengua­je que usan los niños del asilo, dan a la obra undinamismo activo y una gran. agilidad mental.

En La resaca, título de su cuarta novela, La­guerre nos ofrece otra vez el símbolo, pero ahoramúltiple, panorámico. Es una fuerza exterior quearrastra hacia dentro todo: personas, animales yobjetos. Todo un mundo que desaparece en elmar con la muerte del protagonista, Dolorito, ysu oponente Pasamonte, intercalando y ampliandoel mito de Salcedo.

Esta obra, la preferida por su autor y analiza­da por Angelina Morfi,· marca un jalón en la no­velística laguerriana. No sólo nos presenta un pe­ríodo histórico de Puerto Rico, el comprendidoentre los años 1870·98 en que Puerto Rico deja depertenecer a España para ser incorporado a Esta­dos Unidos, sino que también nos ofrece la si­tuación religoso-político-social y económica por laque la Isla atravesaba. A más de los valores in·

1. Angellna Morflt Enrique A. Laguerre y su obra La resaca.cumbre en su arte de novelar. Instituto de Cultura Puertorriqueña.San Juan, Puerto Rico, 1964, Industrias Gráficas .Diario-Dla~, MayorPral. 99, Palencia de CasUlla.

Fue presentada con el titulo de .Análisis estillstlco de Ú1 resacade Enrique A. Laguerrc., al Departamento de Estudios Hispánicosde la Universidad de Puerto Rico, para obtener su llutOra. el gradode Maestra en Artes.

Enrique A. Laguerre~ Obras Completas - tres tomos - I. C. P.,San Juan de P. R., 1962-64. Excepto Cauce sin r(o, Madrid, 1962.

trinsecos, las descripciones geográficas nos ayu­dan a situar y comprender un mundo en decaden­ci~ frente a una fuerza sojuzgadora. El título "laresaca", con sus dos vertientes: física y moral, esajustado y perfecto.

Los dedos de la mano, su quinta novela, es igual­mente un acertado título. La mano (cuyo .artículodeterminado en singular implica que se trata dela derecha) es la que ejecuta, realiza y lleva acabo los trabajos más importantes. Es la lucha deuna muchacha provinciana por elevarse a una si·tuación privilegiada. Falta de escrupulos, sus ac­ciones están regidas por el axioma: el fin justificalos medios. Y sucumbe, derrotada, víctima de símisma. Lucrecia Madrigal quiere asir con los de­dos de la mano todo lo que su ambición le acon·seja. Por eso se siente impresionada y comprendi·da por la gitana, la echadora de cartas, la que leeen las rayas de la mano. Los elementos social ysicológico se conjugan continuamente en esta obraque refleja la angustia y la tortura del querer yno poder de la protagonista.

y llegamos a La ceiba en el tiesto. La palabraceiba es de origen haitiano, pero ha sido usadaen toda la zona del Caribe. Es un árbol de lasregiones tropicales. muy alto, de tronco grueso. Desu madera se fabrica la celulosa. Tiene hojas pal­meadas, flores rojas axilares y fruto cónico conseis semillas envueltas en una especie de algodónusado para rellenar almohadas. Sus flores son tin­tóreas..

Laguerre quiere damos a entender, ya en eltítulq, l~ imposibilidad de encerrar lo descomunaly grandioso en un objeto pequeño. Es el hombrecercado, aprisionado, reducido y constreñido. Es.la libertad política y patriótica a la que no se per­mite crecer a sus anchas sino dentro de un marcoestrecho. Es, en fin, la lucha eterna de PuertoRico por plantar sus raíces profundas, imperece­deras y salvarse como pueblo. El intercalamientode voces inglesas caracteriza y caricaturiza el amobiente, reflejando la realidad.

En El laberinto, su séptima y penúltima nove­la, se aleja el autor del paisaje isleño para situarseen Nueva York primero y en una república his·panoamericana después. Pero el p~otagonista, Por·firio Uribe, es puertorriqueño y su meta es regre·sar a su país para convertirse en alguien impar.tanteo Su vida es un laberinto del que no sabe, nopuede y no quiere salir hasta que no encuentresu esencia. Descubierta ésta. el camino es claro,iluminado pero difícil. Escoge la muerte en piea vivir de rodillas.

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Cauce sin río, la octava y última novela de La·guerre, que él llama Diario de mi generación, eseso realmente. Es una novela de asunto contempo­ráneo y a nuestro juicio, la mejor. Valientemente,afronta el autor la realidad del mundo que le ro­dea sin paliativos de ninguna clase. Esta obra me­rece un análisis profundo y extenso. No es éste eltema que nos ocupa en este artículo, aunque latentación es tan grande que pensamos hacerlo enun futuro próximo. Digamos sin embargo, que La·guerre ha dividido a sus personajes en dos clases:los que tienen un alma seca, estéril, vacía de sig­nificado, los cauce sin río y los que por el contra·

rio están llenos, son ellos mismos, cauce con río.En esta obra, el novelista se vuelve minucioso yconvierte en detalle lo que su lupa aprecia. En·frenta dos mundos antitéticos con sus paisajesrespectivos. Ironiza con elegancia las costumbresfrívolas de la alta sociedad. Los personajes sontan reales que podemos verlos, tocarlos y nom­brarlos. Es una obra intimista pero a la vez so­ciológica. La vida y problemas de Victor H. R.Sandeau son, además de personales, reflejo de losque angustian a otros muchos conciudadanos. Laúnica diferencia consiste en que él se enfrentacon la realidad y otros mueren soslayándola.

«Pescador. (grabado),por Lorenzo Bomar

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En el m la arguerala luna tejIó su reinoal echar en la bahíael temblor de sus cabellos.

Las nubes se iluminaron,las olas se sorprendieron,y en su rosa azul volcaronest,rellas de ángulos nuevos.

Chorros de plata y de estaño,los peces, saltan de miedocuando el bote rompe minasde caudalosos luceros.

Los ojos se maravillanen argentinos reflejossin saber si nacen astrosen las aguas o en el cielo.

, t

1 I

Bahía de la Parguera

Por Josl1 BALSEIRO

La noche se embruja todaen auras de terciopelo,y all"umor de las espumasel amor borda sus besos.

Todo es volátil y tenueen el quimérico reino:jardín de cuento de hadasen el jardín borinqueño.

Se me va sin respuestala pregunta.

Contar ya no podríacruces del mar,domas de aire,pasos de tierracomo incansable catador de climas.

(San Rafael, Patrón del andariego,¡cómo te mantengo en vela!)

Itinerarios de prisa,estaciones por entrega,fugitivos !1dioses de partidassin estelas:dejadme ahora reposar la vidaen el regazo íntimo;dejadme hablar siquiera todo un díacon mi rincón de niño..

lJ

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El primer modernista

Arístides Moll Boseana y "Mi Misa Rosa"

Por LUIS HERNÁNDEZ AOUINO

U NA DE LAS FIGURAS MÁS INTERESANTES J)E NUESTRAS

letras contemporáneas, que descolló en el pe­ríodo modernista puertorriqueño, fue ArístidesMoll Boscana (1885-1964), de quien no se ha ocupa·do debidamente la crítica de nuestra literatura.

lSe ha dado -por sentado que el primer poetamodernista, cronológicamente hablando, fue el utua­deño Jesús María Lago (1873·1927). Sin embargo,lo fue Moll Boscana. Solamente el historiador lite­rario Rosa·Nieves se ocupa de Moll Boscana, ase·gurando que "los primeros preludios del modernis·IJlO hispanoamericano en Puerto Rico le correspon­den a Moll Boscana", y nos afrece algunos datos deinterés sobre el fervor de este poeta por el moder­nismo y Rubén Daría.

Sobre los extremos del premodernismo y el 010·

dernismo hemos tratado en nuestra obra El moderonismo en Puerto Rico (Poesía y Prosa). publicada en1967 por la Editorial Universitaria de la Universidadde Puerto Rico. En el estudio que precede a la obrasentamos la teoría de que el modernismo no llegótardíamente a nuestro país como aseguran algunos.Sostenemos que más bien llegó a justo tiempo. peroque tuvo un desarrollo muy lento, con motivo defactores históricos y económicos: ]a invasión Nor.teamericana de ]a Isla (1898) y la destmcdón desu economía agrícola por el huracán de San Ciria­ca, 1899.

Escritores como José de Jesús Domíngez (1843­1898) Y Manuel Elzaburu Vizcarrondo (1851-1892)traen los aires renovadores de nuestra literatura.El primero con su poemario Las Huríes Blancas(886), publicado dos años antes de la aparición de

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Azul, de Darío. y el segundo con sus Balsamias(aún inédito) y publicado sólo en parte en periódi­cos y revistas. Además de la prosa de Balsamias,que es una prosa lírica y a veces esteticista, tradu­jo Elzaburu Vizcarrondo poemas de poetas france·

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ses, especialmente de Téofilo Gauthier, que fue imi·tado por el modernismo.

Nació Arístides Moll Boscana'el año 1885 en lapoblación de Adjuntas. Tuvo una instrucción am­plia, adquirida en universidades españolas, france­sas y estadounidenses. Ejerció el magisterio en laciudad de Ponce y fue también subadministradorde Aduanas en Mayagüez.

Hizo de Estados Unidos de América su residen·cia. Allí casó con la señorita Margaret Jack en 1920.Ejerció los cargos de auxiliar técnico del Serviciode Sanidad Pública en Washington y fue redactordel Jouma! of the American Medical Association.Fue editor asociado del Boletín de la Oficina Sanietaria Panamericana, capítulo de Washington. Hizoviajes periódicos a Puerto Rico y murió en Ber­keley, California, el 5 de marzo de 1964.

Su obra poética consta del libro Mi misa rosa,publicado en 1905, y otros libros que pennaneceninéditos. En lo referente a la prosa, se destacó enel ensayismo científico y en la traducción de traba­jos históricos sobre ciencia. Hizo un diccionariomédico en inglés y español. ,El ensayista 'Pedro Hen­ríquez Ureña le cita en su obra Las corrientes lite.rarias en la América Hispana, donde hace referenciaa su obra Esculapio en Latinoamérica.

De Moll Boscana se mencionan algunas otrasobras literarias como Walhalla Yankee y Los nue·vos del Sur, supuesto ensayo sobre Dar:ío y el mo­dernismo. Nó hemos podido localizar ninguna deestas obras ni en la revista Mundial que dirigióDaría, y donde algún crítico manifestó que apare­cía publicada, ni en la Biblioteca del Congreso deWashington, donde solicitamos averiguacione,:; so­bre Los nuevos del Sur. Sobre este último ensayosolamente conocen la referencia ofrecida por Con­rada Asenjo en su obra Quién es Quién en PuertoRico, edición de 1942.

Mi misa rosa fue impreso en la imprenta delBoletín Mercantil de San Juan de Puerto Rico, en1905. En esta obra se hace patente la influencia d~

Rubén Daría. El título es dariano y la prueba estáen el prólogo de Prosas profanas, de donde procede,pues allí dice el poeta nicaragüense 10 sigulente:"Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, misantífonas, mis secuencias, mis profanas prosas;tiempo y menos fatiga de alma y corazón me hanhecho falta para, como un buen monje artífice, ha·cer mis mayúsculas dignas de cada página de bre­viario.» El poema Gon que comienza el libro, titula­do La misa, sigue a Daría en el tipo estrófico, en eltema y en la atmósfera del poema:

No era la misa blancadonde comulgan vírgenes.mientras los lirios lucenla albura de su estirpey hacen sus reverenciaslos cuellos de los cisnes...

Precede Arístides Moll Boscana a Jesús MaríaLago, a quien,se tiene como nuestro primer poetamodernista cronológicamente. La obra de Lago fuepublicada en 1927 bajo el título de Cofre de sándalo.No importa que Lago publicara poemas hacia el1904, pues ya 10 había hecho Moll Boscana desde1899 hasta 1905, incluyendo los años que medianantre ambas fechas. Para 1899 había publicado enla prensa (al menos, así aparecen fechados en Mimisa rosa) los poemas La canción de primavera yJubilatex, de muchos elementos modernistas. Losde 1900 hasta 1905 son ya modernistas del todo.

Es curioso el procedimiento de publicacion deJesús Maria Lago, quien como buen poeta influidopor el parnasianismo, pulía sus poemas y era muyparco en ofrecerlos. Es poeta de un solo libro, aun·que 10 publicado en periódicos podría comprenderotro volumen. Cofre de sándalo, que es obra primo­rosa, a pesar de ser libro modernista tiene muchoparnasianismo. Las huellas de José María Heredia,el poeta francés de Los Trofeos, son evidentes enella. Heredia tardó treinta años en publicar su obray Jesús María Lago veintitrés.

Es una lástima que Mi misa rosa, libro (le tantaimportancia para la evolución de nuesta poesía,pasase sin pena ni gloria al tiempo de su publica­ción, pues ni la prensa ni los críticos de la épocase ocuparon de él.

Contiene Mi misa rosa sesenta y un poemas dediversas fechas. partiendo de 1899 hasta 1905, fechade su publicación. Sorprende este libro por la varie.dad de temas modernistas y los metros utilizados,que fueron los de preferencia de los modernistas.

Es mucho más variado en temas y esencias mo­dernistas, así como en la métrica, que Cofre de sán­dalo, de Jesús María Lago. En esto se anticipatambién Moll Boscana al grupo de modernistaspuertorriqueños que darán auge al movimiento mo­dernista entre 1913 y 1914. La proliferación de me·tras modernistas es notable en la obra de MollBoscana. En ella abundan los versos eneasílabos,dodecasílabos, tercetos monorrimos,. decasílabos,versos alenjandrinos y versos con unidades tetra­silábicas, al estilo del Nocturno de José AsunciónSilva.

La cultura de Moll Boscana, mucho mayor quela de Lago, puede verse en varios poemas, esencial­mente los de tipo mitológico y las biografías ocasi biografías dedicadas a Ralph Waldo Emerson,Víctor Hugo y el poeta inglés Shelley. Los temasmitológicos del libro se refieren al mundo griego,pero los hay nórdicos también, con sentido legen.dario, como es el caso del de Loreley. En cuanto ao~ras leyendas y temas de santos, que fueron pastodel modernismo, figuran en la obra d~ Moll Bos­cana las de Sor Viviana y Fray Medardo.

El exotismo, que fue constante de muchos mo-

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dernistas, figura en una extensa gama de poemasde Mi misa rosa, especialmente en el titulado Vi­siones, donde el poeta va en su barca por diferen­tes partes del mundo, desfilando por los ríos Rhin,Tajo, Danubio, Nilo y el Hoang Ha, de China.

El lenguaje de la obra es también modernista, ycirculan por ella las princesas, cisnes, marquesas,góndolas, efebos, bulbules y abades que hicierondel modernismo un mundo raro.

y para no faltar la nota autóctona, por la quese distinguió el modernismo puertorriqueño, figu.ra como un anticipo el poema El Exodo, que ofre­ce una visión pesimista del jíbaro puertorriqueño,

y en el cual se plantea el problema social del éxo­do rural. El campesino no sabe dónde va, arras­trado por "la horrible tempestad". El poema, escri·to en versos alejandrinos, está fechado en 1901 ysuponemos que pudo haber sido inspirado por elhuracán de San Ciriaco, que en el año la99 devas­tó los campos y llevó la miseria a la zona agrícola(cafetalera) del centro del país, donde se desarrollala acción poemática.

Complementamos este trabajo con unos poemasde Mi misa rosa, que ofrecemos a los lectores con·temporáneos, para que tengan una idea del queha.cer poético de este autor, injustamente olvidado.

POEMAS DE ARISTIDES MOLL BOSCANA

MINUET FAVORt INCÓGNITA

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Hechicera marquesita,que en el baile conocí,ya la roja margaritade tus labios, ¿dijo sí?

Aún escucho el taconeúde tus pies sobre la alfombra,en mis sueños aún te veoiluminando la sombra.

¿Quién conducirá el mensajecon que abrúmarás mi amor?¡Si querrá servir de pajetu labio ese, tentadorl

¿Cómo y cuándo yo lo oiré?Alzará su leve giroentre pasos de minué,y en las alas de un suspiro.

Hecha luz en tu miradao hecha flor en tu sonrisa,envía la frase amada;mas por favor, date prisa.

Que. al saber que estás distante,entre tu casa y la mía,teje trabazón constantela negra melancolía;

y por la ideal cadenase cruzan a todas horas,con mis suspiros de pena.tus carcajadas sonoras.

Llegue pronto el mensajeroa decirme: "Sí, te aman,que alzar tu mensaje quierocual si fuese un oriflama.

Sé que anhelo un imposibley que habrá lance reñido,entre mi orgullo invencibley mi corazón rendido.

Mas, al fin de la reyerta,pasará ante ti ese díaen su ataúd, una muerta:¡mi negra melancolía!

No sé qUIen eres, mas te presientocon la modestia de las violetasy los hechizos de un pensamientoy con los sueños de los poetas.

Debes ser triste; debes ser bella;así a lo menos yo te imagino,bella y esquiva como una estrella, ­triste y callada como el destino.

Serás aún joven, mas tu sonrisa,mostrando el rictus del que ha sufridodirá que tienes, como Eloísa,hastiada el alma de haber vivido.

Tan blanca como la flor de acacia,tan hechicera como una diosa-lbajo tus plantas habrá una gracia,sobre tus labios habrá una rosa.

Habrás gustado de dicha y penaen un silencio meditabundo,que al desgarrarse, cual la azucenacon su perfume. perfuma el mundo.

. ¿Por qué te quejas de tu destino?Mire la cúspide tu noble anhelo.¿Qué es la existencia sino un caminoque por breñales conduce al cielo?

Danos tu canto triste y sonoro;templa las almas con tus cancionesdonde escucharse parece el lloroque al morir vierten las ilusiones.

¡Quién te encontrara cuando nacistea los ensueños y la poesía,cuando no estaba, como ahora, triste,cuando cantabas a la alegríal

Mas no lo alegre yo siempre ignoro,Jo que conozco siempre desdeño.Sé pues incógnita, que así te adoro,sé siempre triste, que así te sueño:

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PROMETED

De la robusta mano de Vulcanoclavado Prometeo está en la roca,y aunque irritado Zeus lo provoca,guarda siempre un silencio sobrehumano.

Tiembla el cielo y murmura el Dceano,el rayo estalla; el viento se desboca,la dura peña el huracán derroca,mas no vacila el Redentor humano.

y mientras el cortejo de las Funascubre de maldiciones y de injuriasla figura soberbia del Titán,

y el buitre precipita su agonía,él sonríe y murmura: "Vendrá un díade justicia y los dioses morirán".

Los ARGONAUTAS

De las risueñas playas, donde se oía el corodictado 'por las Musas a celestiales flautas,partieron en pesquisa del vellocino de orolos célebres guerreros llamados Argonautas.

Pobláronse las costas con un inmenso lloroal ver la despedida de los osados nautas,y en el bajel lanzaron, a modo de tesoro,Apolo sus saetas y Euroclydón sus pautas.

Las olas los llevaron, por el mar del ensueño,a afrontar tempestades, la lucha y el olvido...para tomar, al cabo de su glorioso empeño

con la nave en fragmentos, y cual sola presea,que fe prestaba al mundo del triunfo conseguido,el hada de ojos negros, la funesta Medea.

•Brujas. (aguafuerte),por Marcos lrizarri

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I

P AT BAJÓ DE SU PISO DE SOLTERO, CON VISTA AL MAR,

en la calle de los Jobos, se detuvo en el encin­tado de la vereda y disparó sagitalmente la visualen ambos sentidos a lo largo de la calle.

Luego, con aire pensativo, clavó los ojos du­rante unos segundos en el suelo 'macadamizadofrente a él; echó en seguida un vistazo a la punterade sus recién estrenados zapatos color marrón, querelucían como espejos al sol amarillo rojizo delincipiente atardecer; examinó de pasada la caídadel ruedo de sus pantalones, por delante y por de­trás, mientras una descolorida sonrisa se esbozabaen las comisuras de sus labios. Y consumado todoesto, levantó de nuevo la mirada y la dejó ambulardistraídamente por diversos puntos de la periferia.

En un rótulo ¡fijado en el poste eléctrico de laesquina más próxima, leyó: Calle de los Jobos. Porvez primera le pareció curioso el nombre. No se loexplicaba. En todo aquel sector urbano, malhaya sise descubría un solo árbol de esa agria e insípidafruta intertropicaJ.1

Había, eso sí, al borde de las aceras, en los jar­dines y los patios de las lujosas casas residencia­les, de estilo presuntuoso, construidas en el lugardurante los últimos años, y aun en algunos sola-

1. Jobo: Spondias 'utea. L. - Albol silvestre en todas las An·tillas. Am~rica Central y Venezuela. Flores pequellas y blancas.Fruto: una drupa amarilla. ovoidea, comestible. muy agria en suparle mlis Inmediata a la corleza.

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Agua y jabón

Por J. l. DE DIEGO PADRÓ

(De la novela inédita tituladaUn ceru:erro de dos badajos.Tercera Parte, Capítulo Primero)

res yermos, cundidos de yuyos, que se mostrabanaquí y allá, exuberancia de almendros indígenas.retorcidos y venerables flamboyanes y copudos ro­bles y laureles de la India. Además, una gruesacolumna de cocoteros festoneaba la ribera oceánicay corría en ambas direcciones, hacia el este y haciael oeste, casi paralelamente con el mar, hasta peroderse de. vista en una y otra lontananza.

Pero, lo que se dice jobos: ni el árbol ni el frutose encontraban en aquella demarcación ni siquierapara remedio. Y era mejor que sucediera así. Losvecinos, aunque en ocasiones comentaban con sor·na el nombre de la calle, se alegraban, si embar·go, de que no existiese en ella, ni en todos sus aIre.dedores, el mentado árbol, o cualquier otro de tipofrutal. Nadie los plantaba, y con sobradísima razón.Querían ahorrarse los malos ratos, las pendenciasy denuncias por daños a personas o a la propiedad,que ocasionaban los apedreas a tente bonete de laspandillas de zagaletones ociosos de todo aquel li·toral. Muchos de estos azotacalles eren ya hombreshechos y derechos, camorristas. zafios y cínicos.Suponían, como suponen las moscas, que los bienesson comunes, y acudían de todos lados a ejercitarsus brazos bombardeando a pedradas los árboles-frutales. Esperaban para iniciar sus periódicas fe­chorías que llegara a punto la óptima estación enla que las ramas se clareaban ligeramente de hojasy se inclinaban hacia el suelo cargadas de racimos,como brindando al caminante sus dulces y sabrosaspomas, que debían de serlo mucho más aún porser venidas «de cercado ajeno».

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Según solía hacer entre tardes, antes de endere·zar la proa hacia su acostumbrado comedero y be­bedero: el Café du Nard, Pat cruzó la rúa y se di­rigió con paso calmoso a la vecina sablera de la'playa, lis:! y sobredorarla bajo los oblicuos deste·llos de un sol poniente azafranado, semejante auna enorme yema de huevo sobrenadando en U:l

piélago de sopa de aceite. Deseaba caminar un tan­to, respirar la brisa yodada del mar, pandicular losmúsculos y los huesos, limpiar de borrajosas tela·rañas la mente.

Era a la hora suavemente cálida y tranquila enque empezaban los grises claros y los grises os­curos a envolver las cosas de esta porción del muo-odo. El mar lucía bastante sosegado, sin mucha agi­tación exterior; brillaba en raudos reverberos co­mo una inmensa lámina de zinc, con anchas vetasen lila y en verde de agua azulado. Sólo de vez encuando esta o estotra pequeña ola se combaba ha­raganamente y caía con desmayado bisbiseo sobrela flacidez de la arena.

Un juguetón airecillo del nordeste levantaba, aguisa de un garlopín invisible, retorcidas virutasblancas de la tersa superficie marina.

El cielo, chafarrinado a trechos con grandes nu­bes algodonosas, pardas por. el centro y teñidas decoral y oro por los bordes, comenzaba a tomar enlos claros un hermoso color entre caparrosa y vio­leta profundo.

Delineados de distancia a distancia, un poco maradentro, algunos yatecillos y lanchas de motor seregodeaban navegando de bolina entre -ligeros ba­lances y cabezadas, enderrotando acaso hacia laabrigada caleta del Club Náutico, desvanecida allálejos, borrada en las imprecisas .sinuosidades dellitoral. Otras embarcaciones menores -yolas y ca­yucas- pescaban cerca de la costa, y permanecíanquietas con la potala echada; o bien, por interva­los, bordeaban en forma apenas perceptible y mu­daban blandamente la posición de la popa con arre­glo al lado del cual soplaba el viento. Parecíanpintadas en mitad del paisaje, sirviéndoles de ví­vido fondo la algarabía que armaban las gaviotas,arremolinándose por los aires y lanzándose eñ pi­cado sobre los cardumes de peces, y alguna queotra solitaria pareja de alcatraces que, ya de reti­rada, surcaba la ancha serenidad de la atmósferacon lento y acompasado vuelo.

A ·despecho de que el verano, como una burbujamás arrastrada por el torrente del tiempo, era yasolamente un recuerdo, pues corría bastante avan·zado diciembre y se dejaba sentir en los seres yen las cosas ese alborozo típico de la proximidadde las Navidades, todavía la gente se empeñaba enperegrinar a las costas y en seguir dándose cha­puzones en el mar. Un mar, por lo demás, sembra­do, en estos meses que llevan ere, de insidiosas yurticantes aguavivas, y enguedejados pólipos y me­dusas.

A aquella hora de la languidez primicial del creopúsculo, la playa, aunque no muy concurrida, seveía encantadora y alegre: hatos de circunspectospaseantes de fuera y de la vecindad que barzoneande un lado a otro mirando como pájaros bobos elir y venir de las vilordas olas; parvos racimos debañistas, unos sumergidos hasta los hombros o elcuello, y otros tumbados boca arriba sobre la are­na, como animales muertos; mozalbillos voceandoa todo pulmón y tirándose la pelota; el griteríode los bebés haciendo pinitos y aferrados con ma­nitas de leche a las haldas de las mamás... todoello alternado, mezclado con la tibia caricia del solmenguante, la placidez del ambiente, los chillidosde las aves marinas y terrestres, el susurro delalisio agitando a pausas el verde plumaje de laspalmeras, los aromas que se exhalan de las visco­sas algas ahiladas por la marea al borde mismo delocéano, el romance hilvanado a la vista de todos,y, señaladamente, el desfile tardío de algunos es­pléndidos y voluptuosos cuerpos de mujer some­ramente vestidos, exhibiendo un sumarísimo trajede baño a dos piezas -ambas minimizadas casi

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hasta la impudencia-, y cuyas provocativas silue·tas se recortaban nítidamente acá y allá contra elrubio pajizo de la arena o el azul violáceo agrisadodel mar.

Entre tanto, por encima de todo esto, solivian­tados a espuertas en la apaisada bóveda gris pla­ta del cielo, comenzaban a bailar su vespertino za­rambeque los' murciélagos, zigzagueando, girando,cabriolando, como menudos demonios negros enguerra.

A la par que caminaba con paso indolente porla flexuosa arena, Pat principió a barajar pensa­mientos, impresiones, recuerdos, formas, palabras.La representación del confuso trasfondo de su pro·ceso psíquico causaría vértigo, revulsión, mareo almejor plantado. Era como un fantástico carrouselen el cual volteaba y volteaba endemoniadamente,entre un caos de imágenes subalternas, tangencia­les, su absorbente obsesión de un día sí y otro tamobién: «Los personajes... las ideas... el tema ... »

Se paró de pronto, y aspiró profundamente elvientecillo saturado de yodo que soplaba del nór­deste. Después de esto, extendió la mirada a sualrededor. Volvió a fijarla unos instantes, sucesiva·mente, en la vasta planicie acuática, en el cieloremendado de densas valvas como de algodón, enla áurea tersura de la ribera, en las blancas y hú­medas formas femeninas que atravesaban el campovisual de sus lelas pupilas... Nada entre dos platos,se dijo, pregúntese uno a son de qué. Y prosiguióandando, andando sin prisa por el arenal. Con elocciduo sol a la espalda, se llegó hasta unas abrup­tas peñas de la costa que se adentraban parcial­mente en el agua, y allf se sentó, como por lo ca·mún hada, a repasar el panorama, a esperar el na·cimiento de la luna o de las primeras estrellas, ahablar consigo mismo, a desnudarse en la propiaintrospección, a recoJldar, a fantasear, a desvariar...

La pasión de la gente -rumió casi de inmedia·to- por disfrutar del mar y de sus playas, es re­lativamente reciente. Apenas si data de 10 que vade siglo. Más que pasión, constituye en la actua·lidad un verdadero frenesí. Todavía en los prime·ros años, cuando se iniciaba lo que más tarde setransformaría en furor multitudinario, contadaseran las personas que se atrevían a desafiar laspotencias oscuras e imprevisibles de las olas. Ali­mentamos no pocas creencias que sabemos a prio­ri que son falsas. Sin embargo, las seguimos sos­teniendo, hoy, ayer, y 'Siempre. En su inmensa ma­yoría, las gentes de antaño experimentaban un mie·do instintivo ·al mar... a ese insólito e incompren·sible despilfarro de espacio y de agua salada quees el mar. Lo asociaban con absurdas nociones deprofundidad e infinitud, a la vez que de misterio,de aventura, de tragedia, de muerte. El mar lessugería traicioneros remolinos que se tragaban por

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succión a los nadadores y a las pequeñas embarca­ciones; misteriosas islas flotantes que generaban latempestad y que se hundían y volvían a aparecercomo por ensalmo; dragones del tamaño de ras­cacielos; seJ1pientes monstruosas; rémoras colosa­les que se enviscaban a la carena de los buquesdeteniendo su marcha entre las olas 'hasta que sustripulaciones fallecían de hambre y de sed; horro­rosos pulpos de múltiples brazos gigantescos y po­tentes ventosas; hidras de cien cabezas; desmesu­radas tortugas escironias, devoradoras de hombres;rusalc~s y sirenas que atraían a los navegantescon la dulzura de sus cantos para darles muerte;leviatanes de tortuosas y escalofriantes catadurasde diablos; nereidas y tritones del cortejo de Po·seidón y Anfitrite: las primeras, tocando la siringay la flauta libia, y los segundos, hombres.pecesque atronaban los ámbitos marinos soplando suscaracolas y haciendo retroceder las airadas aguas,o que emergían del suelo abisal transfigurados encorceles broncípedos y auricrinados, uncidos al ca­rro velocísimo, resplandeciente de oro y madre­perlas, del tremebundo dueño del mar espumoso,quien, a su vez, con el tridente en la diestra, con­ducía las erguidas olas y precipitaba en el líquidoelemento peñascos descomunales y dilatadas len­guas de tierra...

y así, de reata, y por el mismo jaez, otras y. otras criaturas quiméricas, deidades de la feroci­dad, el saqueo, el rapto y el aniquilamiento, conlas que la fértil imaginación de los antiguos pobla­ba -las cavernosas profundidades oceánicas ...

Era natural, por tanto, estaba harto justificadoel terror de nuestros abuelos a bañarse en el mar.Pero había asimismo otro miedo menos supers­ticioso, es decir, más inmediato, más real que elque pudieran originar esas abominables bestias fa­bulosas, y era el miedo que se tenía -y se tiene­a los grandes peces cazadores, los siempre arterosy voraces tiburones, tintoreras y picudas, con razónllamados los tigres del mar, los cuales rondan to­das las aguas costaneras y pelágicas del globo,tanto en las zonas tórridas como en ·las templ.adas.

Además de esto, nuestros antecesores daban pordescontado que el agua salada escocía y resecaba·la piel, lo que producía en ella un picor empecina­·do que desgeneraba en eczema o en lepra blanca.

De suerte, pues, que si decidían chapuzarse enel mar, lo hadan en todo caso .con la prudenciade no alejarse demasiado de la orilla; y general.mente se bañaban por ·prescripción terapéutica másbien que como diversión deportiva. Entonces, dichose está, los baños de mar se tomaban a pujos, 'Porcucharadas, como una poción medicinal. Había queseguir determinadas reglas que precisaban las ho­ras y la duración de las inmersiones.

.por aquellos días, un austero y sombrío códigomoral intervenía implacablemente en los aspec·

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tos más inocentes e íntimos de la vida del hombre.En este inquisitorial escrutinio entraba, por des­contado, la indumentaria, o dígase, todo aquelloque sirviera para cubrir la ufea» y uasquerosa­desnudez del ser humano. Fue la época de los tra- .jes de baño oscuros o negros de remate, largoshasta la mitad de la pierna y que mostraban taca­ñamente los codos de los bañistas, cerrados deescote como bodegas de carguero, con especialidadlos usados por las mujeres. Unos trajes dff tal mo­do inspirados en los preceptos de la decencia y elpudor, que podrían llevarse hoy día a una misade once o a un entierro de primera, en la certitud-de que no promoverían la menor extrañeza o cen­sura. El más descocado de ellos resultaría un há·bita de Hermanita de la Caridad al lado de las tru­sas de baño modernas, las cuales se acercan cadadía más a la minúscula expresión de la clásica hojade parra.

Nuestros antepasados mantenían unas ideasmuy peregrinas acerca de la higiene personaL.. yde muchas otras cosas. No intento significar conesto que ellos fuesen del todo desaseados, pero eslo que se dice por ahí. Debido a eso tal vez su pro­medio de vida, comparado con el de ahora, aunhaciendo abstracción de antibióticos y sulfanilami­das, era tan lamentablemente corto.

Antes, en realidad, la gente se bañaba poco, casinada, una vez si acaso por jubileo. Sentíase in­clinada a la negligencia en lo atinente a despercu.dir el cuerpo. Menudeaban en todos los niveles so­ciales los que no sólo detestaban bañarse en aguade mar, sino también en agua dulce. Le teníansistemáticamente miedo al agua potable. Al aguapotable y a'l jabón. Dos o tres generaciones atrás,nuestros progenitores realizaban los menesteres desu aseo corporal restregándose la piel con un pañohúmedo o una esponja impregnada en alcohol oen agua de Kananga. Nada más. O sea, que se la­voteaban como los gatos. Que huían del agua claray corriente con una repugnancia caprina. De igualmodo que se res~ardaban de las corrientes de airefrío y dormían en habitaciones herméticamente te­rradas, con todos los resquicios de puertas y ven­tanas taponados hasta no caber un pelo, así tam­bién evitaban el agua, la divina y generosísimaagua, haciendo de ella casi un sibilino tabú.

Entendían que el bañarse estaba bien para lospatos y las patas, pero no para el ser humano,animal eminentemente terrestre y, de añadidura,extremadamente susceptible a Jos resfriados y alas pulmonías. Valíanse del paño húmedo más pararefrescar· ~l' costal de los pecados que para sacarle,la suciedad. De donde se infiere que guardabanbuena ·parte de la mugre corporal como un blasónde familia. Como una cáscara preservadora del pa.lo ... del árbol genealógico, y, más aún, de la espe-

cie. Con semejante procedimiento ultraconservador,ni necesario es decirlo, se les formaba a flor decuerpo una costra de pringue, algo semejante a unsegundo cuerpo exterior emparchado al primeroen forma, digamos, de dermatoesqueleto, o mejor,de revestimiento sebáceo extendido sobre toda laepidermis. Un segundo cuerpo que era un cadáver,puesto que estaba constituido de células muertas.y por tal motivo, no olían bien; no olían bien nien los días geniales, ni en ningún tiempo, a pesarde los polvos de arroz y de las friegas de coloniasy esencias que se aplicaban.

Por supuesto, sería recargar uno las tintas sidijera que todos apestaban, que todos despedíanun fato intolerable como de chotuno, de mapuritoo de cangrejo muerto. Mas, sin embargo, es públicavoz y fama que sus cuerpos trasminaban un ciertotufillo a abandono, a sudor rancio, a zapato viejo,a ropa vieja, a carne humana empezando a corrom­perse. Un honesto tufillo que, a ciencia cierta, ofen­dería al archirrefinado olfato de la gente de hoy.Ellos mis~os quizás -nuestros ancestres- nuncase dieron cuenta de su propio mal olor, porque yasus epitelios nasales se habían acostumbrado a él,y apenas lo percibían. Pero positivamente espirabanfetidez, por mucho que se quisiera tapar el ciclocon la mano. Vivían poco, en general, según se hadicho; pero vivían exquisitamente apegados a latoba de siempre, a la sublime y protectora toba demeses, y hasta de años, que habían criado sobre lapiel, y que, compensatoriamente, llevaban con or­gullosa satisfacción bajo un carisma de inmaculadodecoro, de respetable ~ntereza, de puntillosa digni.dad. Aunque esto, ciertamente, cuando se 'piensaen las hagiografías, o historias de las vidas de lossantos, tan cargadas de seductoras fragancias, noparecía ser un obstáculo insalvable pa~a que mu­chas de aquellas gentes mantillonas murieran enperfecto olor de santidad. Al -menos, tal es la es-pecie que se cuenta... .

Lo más que hacían que se asemejara al bañoera acuclillarse en un chorrito de agua dentro deuna tina de madera o de metal en la que sólo amedia raciÓn les entraban las posaderas. Se pre·gunta uno a qué demonio olerían los grandes hom­bres y mujeres de la elegancia y de la historia, porejemplo, durante el apogeo que tuvo la corte fran­cesa en los siglos XVII y XVIII -la época de lasoHmpicas recepciones, de las soirées y. ·los desfi­les sun-tuosos, y también, ¿-por qué no?, de la roñaagazapada bajo las pelucas y los miriñaques-,cuando se recuerda las bañeritas de juguete con­servadas en el museo nacional de Versalles, palaciorodeado de soberbios jardines con centenares deartísticas fuentes y estatuas, y que, con todo eso,no disponía de un sistema de tuberías interiorespara el agua corriente. Y se pregunta, uno, además,

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si será cierto que, en la Reconquista española, Isa­bella Católica prometió no cambiarse de ropa has·ta la rendición de Granada, hecho glorioso que vi­no a cristalizarse después de un sitio de dos añosimpuesto al rey moro. ¡Yeso que los árabes, y enparte los anglosajones, enseñaron a la culta y em­pingorotada Europa a bañarse!".

Por ventura, el concepto de la profilaxis, de lahigiene corporal ha variado dramáticamente deaquel entonces acá. Son otros y nuevos los usosy los métodos sanitarios. Uno de los aportes másgrandes de la civilización a la salud del hombre esla ducha casera y el benemérito jabón. El hombremoderno lo exagera todo, y no es extraño que hayaexagerado la costumbre del agua y el jabón. Hoybañamos el cuerpo acaso con demasiada frecuen·cia; lo envolvemos casi a diaIlÍo en una burbujean­te, detersoria y blanca jabonadura, un espeso baotido como de innúmeras claras de huevo, con apa-

friencia de gigantesco capullo de mariposa, y res·tregamos la piel hasta ponerla como mil oros, hastaque no quede en ella el más leve rastro de grasa(indispensable, en cierta medida) o de suciedad. Aexpensas del agua y el jabón, aspiramos a vivir unavida higiénica, sana, larga; una vida que, en sí mis­ma, en carne y e~encia, nadie sinceramente quiere,pero, que nadie tampoco está dispusto a dejar.

·No sé de ningún poeta que haya cantado lasglorias y memorias del jabón, de ese viejo brujoque sólo enseña su nívea barba espumosa cuandose pone en contacto con su Amada el Agua Dulce.De cualquier manera, bien que merece una esta­tua cincelada en el mármol más puro -mejor quela mayoría de los denominados héroes- el humil·de y laborioso obrero que dio al mundo la simplemaravilla del jabón. ¡Loor a su geniol

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y volviendo a lo de bañarse en las tramposasaguas marinas, baste añadir lo siguiente. Los tiem·pos han modificado punto ·menos que radicalmen­te las ideas, los gustos y los patrones de vida.En los actuales días, el baño de mar es no sola·mente un deporte, sino una necesidad de muche­dumbres. Y aunque vivimos un momento de la hu­manidad en el que no se cree ya ni en la luzeléctrica, como_dicen, esas mismas masas humanasdel- presente, que profesan el hedonismo y amanlas playas, el whisky y las píldoras tranquilizantes,creen más en los ejercicios al aire libre -ropuste­cedores del cuerpo y reanimadores de la sangre-,en los rayos u,ltravioletas y el yodo marino queen el mundo de las ideas de Platón, La Política deAristóteles o El Capital de Carlos Marx. En parti­cular durante la estación calurosa, avalanchas ~mor­

mes de personas se sienten, como los lemings,1atraídas por el reclamo misterioso del mar. Y yaque el mar no puede venir hasta ellas, ellas acu­den al mar: a ese reservorio inmenso de caldo desalmuera que ocupa alrededor de tres cuartas par­tes de la superficie terráquea y del cual surgió-de sus más primitivos sedimentos y espumas­el milagro de la vida, ha-ce probablemente la frio­lera de dos mil millones de años. Y pese a que mu­chos de sus devotos no se bañan en sus aguas yse contentan con mojarse únicamente los pies -so­'bre todo, las mujeres- la habitual peregrinaciónveraniega a las playas les sirve de pretexto a unosy a otros para exhibir en público lo que debierandejar para los sitios privados...

l. Mamirero roedor. lI¡¡mado cienllCic:amenle lemrnus lemllllls.

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San Gaspar*

Por PEDRO BERNAOLA

Una fusta de rica empuñadura;atalajes de caza y de montar;(yen mis ojos el sueño con premuraa otros sueños sin sueño madrugar.. ,>

¡Ay, vivir otra vez en tu recuerdodesgarrando el afán en que hoy me pierdo.Noche ingenua de Reyes destruida... !

¡Oh, enemigo con sueldo aquél criadoque a destiempo me dj-io del pecadoy malicia sin tregua I~e.}a vida.. .!

I

• Del libro en prensa Ma.druga.d.a.

2

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Documentos de Nuestra Historia

Ordenanzas hechas por el Cabildo,justicia y regimiento de la ciudad de

Puerto Rico-1627*

P UERTO RIco, 11 DE SEPTIEMBRE DE 1627. PETICIÓN

ante el Cabildo de Puerto Rico por Francis­co de Rivafrecha para que se vean las ordenanzasde la ciudad por él reforn\adas y se envíen a S.M.para su confirmación./2 fols./ .

a) Ordenanzas hechas por el Cabildo, justiciay regimiento de la ciudad de Puerto Rico perte­necientes al buen gobierno y aumento de la repú­blica, recopiladas nuevamente por Francisco de Ri­vafrecha, regidor, y comisario nombrado para'ello.

Sobre los mantenimientos:1.0 Que el pan que se amasare para la prime­

ra postura se lleve al Cabildo, que se venda porlibras y si tuviese menos de peso sea el pan paralos pobres, y más 30 reales de plata para la cáma­ra, juez y denunciador, y en la misma pena incu­rra si estuviese mal cocido.

2.° Que el casabe se venda por cargas y portortas, y tenga cada 50 libras y cada torta 3 li­bras y 2 onzas y se venda conforme la posturaque ponga el Cabildo, y el que no lo hiciera pier­da el casabe que así se vendiese para los pobres ysea penado en 20 reales de plata aplicados portercias partes a la cámara, juez y denunciador.

3.° Que el maíz se venda por fanegas y almu­des conforme la postura del Cabildo.

4.° Que la carne de vaca y puerco que se ma·tare en la ciudad se pese en la carnicería, y no sepueda vender en otra parte, y se venda por arrel·

* Archivo General de Indias. - Sevilla. Santo Domingo. 165. Car­tas y expedientes del Cabildo Secular de la isla de Puerto Rico. vistospor el Consejo desde 1600 a 1699. Ramo 3. Aftos 1627·1633.

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des y medios arreldes, y cada arrelde tenga 4 li­bras de a 16 onzas cada libra y se venda confor­me a la postura del Cabildo y el que contrariohiciese 50 reales de plata aplicados a la cámara,juez y denunciador. '

5.° Que la carne salada se venda por arrobasy arreldes y que esté seca y enjuta y no reciénsalada, y se venda conforme a la postura del Ca­bildo, con pena de pérdida y de 20 reales de platapara cámara, juez y denunciador.

6.° Que a los que se les repartiese ganado parapesar en las carnicerías de la ciudad 10 traigan altiempo que se les señalare, so pena de que no lle­gando a tiempo pagará por cada res que dejarede traer 10 reales de plata los cuales se aplicaránpara juez, cámara y obras públicas y se enviará asu tosta por ellas, y si faltaren reses de las quese hubiesen repartido welva por ellas y las trai·ga dentro del tiempo que el diputado o fiel ejecu­tor le señalare.

7.° Que el pescado fresco se venda en la pes­cadería y no en otra parte por arreldes y mediosarreldes, como la carne, y conforme a la posturadel Cabildo. so pena de perderlo para los pobresy de SO reales de plata para la cámara, juez y de­nunciador.

8.° Que el carey se pese en la pescadería comoel pescado por arreldes y los menudos se vendande por sí, todo conforme a la postura del Cabil­do, y so la misma pena del pescado.

9.° Que el pescado salado se venda por arro­bas y arreldes conforme a la postura del Cabildo,y sea enjuto y se venda en la pescadería, so penade 50 reales de plata para la cámara de S.M. yobras públicas.

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lO." Que el sebo de vaca se venda por arrobasy libras de a 16 onzas cada libra conforme la pos­tura del Cabildo y de 10 reales de plata para lacámara y obras públicas.

11." Que las velas de sebo tengan cada unacuatro onzas y se venda conforme la postura delCabildo, so pena de pérdida y de ocho reales deplata con la misma aplicación anterior.

12." Que el jabón se venda por arrobas y li·bras conforme la postura del Cabildo, y bajo lasmismas penas que la anterior ordenanza.

B." Que la manteca y aceite se vendiese entiendas y pulperías, y por menudo se venda por lamedida y postura que le pusiese el diputado y fielejecutor, so la pena anterior.

14." Que las gallinas, huevos, pollos y demáscosas de este género se vendan conforme la postu­ra del diputado y fiel ejecutor, so pena de 10 rea­les de plata para la cámara y obras públicas.

15." Que el queso de vaca y demás cosas deleche se vendan por libras y no de otra suerte con·forme la postura, so pena de 8 reales de plata parala cámara y obras públicas.

16." Que la leche, melado y miel prieta se ven­da por cuartillos y acumbres conforme la postura,so pena de 10 reales de plata aplicados como laanterior.

17." Que el azúcar blanco o de otro género quese vendiese en tienda o pulpería se venda por arro­bas y libras de postura que el diputado y filtl eje­cutor pusiere, con pena de perderlo para los po­bres y de 20 reales de plata aplicados como lo anoterior.

18." Que el arroz, frijoles, ñames y otras me·nudencias se vendan por arrobas y libras y no deotra manera por la postura del dicho diputado yfiel ejecutor, so pena de perderlo para los pobresy de 20 reales de plata aplicados como lo anterior.

19." Que las hortalizas y demás frutos se ven­dan conforme a la postura, so pena de 8 realesde plata aplicados pa'ra cámara y obras públicas.

20." Que ninguno pueda poner tienda ni ta­berna ni pulpería sin licencia del Cabildo, y laspipas de vino y vinagre que se vendiesen se visitepor el diputado y fiel ejecutor y se sellen con elsello de la ciudad, que se le ponga postura y vendapor quartillos sellados, so pena de pérdida y 50

reales de plata para la cámara, juez y denuncia­dor.

21." Que el tabernero que vendiese el vinoaguado se le den 200 azotes y condenado a pérdi.da del vino y 100 reales de plata para la cámara,juez y denunciador, y la misma pena al que sehallare con medidas falsas.

22." Que los criadores o personas que entra·sen con ganado para pesar en las camiserías de­jen limpio y lavado el matadero, so pena de quese limpiará a su costa y de 25 reales para la cá­mara y obras públicas.

23." Que los diputados y fieles ejecutores vi­siten las medidas, pesos y varas que hubiese en laciudad de particulares y manden traer las pesasde los ingenios, so pena de 50 reales para la cá­mara y obras públicas.

24." Que el diputado y fiel ejecutor tres vecesen el año, cada cuatro meses, visiten las tiendasde mercaderías y pulperías y le recorran los pe­sos, varas y medidas sellando con el sello de laciudad las piezas de paño y seda y cosas que seacostumbren sellar, y que lo que se dejase de se­llar sea dado por perdido y se aplique a la cámara,juez y obras públicas.

25. Que el fiel ejecutor no haga ninguna pos­tura ni sellar sin que esté presente el diputadoque le tocara su mes, y que el dicho diputado ten­ga en su poder el sello y padrones de la ciudad,y acabado su mes lo entregue al que le sucediereporque así convIene al buen gobierno de la repú.blica.

Sobre el barco del pasaje de Bayamón y Toa:

1.0 Que haya barco de pasaje a Bayamón y Toa,y lo arriende Cabildo so cargo que ninguna otrapersona pueda llevar ni traer carga ni pasajeros,salvo la de los dueños propios que tuvieren carboo canoa, y no los pueda fletar a ninguna otra, y elque arrendase el barco de pasaje traiga y lleve lacarga y gente conforme la postura y arancel quele pusiere el Cabildo, y el que arrendare otro bar­co pague el doble al dueño del barco del pasaje,y si el que arrendase el barco de la ciudad llevasemás de la postura pague de pena 50 reales de pla­ta y pierda lo que le hubieren pagado aplicado ala cámara, juez y denunciadqr.

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La primera encuesta en América .

Por JOAoutN FREIRa

DADA LA EXTRAORDINARIA IMPORTANCIA QUE SE LE

concede en los regímenes democráticos a laopinión pública, las encuestas tienen una muy res­petable aceptación. Por medio de dicha técnica enlos Estados Unidos, no solamente se conoce cómopiensan los ciudadanos sobre problemas de pal­pitante actualidad, sino que por ella se puedeapreciar cuáles son los artículos de uso o consu­mo que tienen una mayor demanda en el mer­cado; ya sean éstos automóviles, alimentos, ciga­rrillos o detergentes.

Un hijo de Iowa, Jorge Horacio Gallup, ganófama y se apuntó su primer gran éxito en estecampo, al predecir el triunfo como presidente deFranklin Delano Roosevelt en el año 1936. Un añoantes Gallup había fundado el Instituto de Opi­nión Pública en PI1ncceton, New Jersey.

Más de cuatrocientos años antes de que el es­tudiante de Iowa y profesor de las Universidadesde Drake y Northwestern pusiera en boga los lla­mados surveys, en la isla de San Juan Bautistade Puerto Rico se realizaba la primera encuestao medición de la opinión pública, en un villorriosituado en el mismo lugar hacia el cual se mueveahora el centro geográfico de la gran zona metro­politana de San Juan: Caparra.

Desde luego, que la pesquisa llevada a caboalrededor del año 1520 en Caparra fue directa yen la misma se tomó en consideración el criteriode todos los habitantes de aquella incipiente co­munidad, que sumaban unos trescientos. El sur­vey actual escoge un reducido número de perso­nas en una población de millones de habitantes ydespués de hecha la selección, se analiza la inda-

. gación sobre determinadas bases, que incluye, des-

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de la definición exacta del objetivo que se per­sigue, hasta la tabulación y análisis de los resul­tados.

Pero de todos modos, el propósito de aquellaaveriguación perseguía el mismo fin de las en­cuestas' actuales: conocer el verdadero y mayori­tario criterio de la opinión pública, por lo quepodemos decir que lo realizado en Puerto Ricoa principios del siglo XVI, fue el primer gesto de­mocrático llevado a efecto en el Nuevo Continen­te, para conocer -como ya se hacía en Greciaun siglo antes de Cristo- la "vox populi" o vozdel pueblo.

¿Qué indujo a Ponce de León a fundar la capi­tal de Puerto Rico en un lugar tan inhóspito? Esamisma pregunta se la han formulado los historia­dores y todos aquellos interesados en los fastosde la bella isla de Borinquen. La selección encuanto a la ubicación de las capitales ha obede­cido casi siempre a factores geográficos propiocios; ya junto a las márgenes de caudalosos ríoso amplias bahías, en las hondonadas de fértiles .valles o ricos manantiales.

En el año 1509 Caparra era un lodazal intran­sitable y su comunicación con la isleta asaz difí­cil. Era tan agobiante el camino entre la enton­ces capital y el puerto, que se decía "que eramás costoso llevar un quintal de mercancías desdela bahía a Caparra, que desde Sevilla al puertode San Juan".

En las excavaciones llevadas a cabo en Capa.rra en 1937 se hallaron innumerables fragmentosque delataban la existencia de variados artefactosde arcilla, así como una bañera de barro vidria­do, vasos, piezas de cobre, hierro y hasta un dedal.

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Pero lo que llamó poderosamente la atención delos exploradores fueron sin duda las herradurasencontradas, las cuales eran de mayor anchuraque las actuales. Ello nos induce a creer que de­bido a lo anegadizo del sitio, los herreros se vie­ron precisados a dotar las extremidades de lasbestias con casquillos más anchos que los comu­nes, para así viabilizar el paso de los corceles através de aquella ciénaga.

Sin embargo, parece que hubo dos factoresque influyeron en la decisión tomada por Ponceal escoger tal emplazamiento para la capital: loinmediato a los yacimientos auríferos, esto es, alas minas de oro, y una mayor protección contralos ataques de los indios caribes. Recordemos queéstos, transcurridos ocho años del traslado de laCapital a la isleta, entraron desafiantes en variascanoas hasta la desembocadura del río Bayamón.

En la Real cédula de 27 de septiembre de 1513ya se notaba la preocupación de las autoridadesde la península en relación con la difícil comuni­cación entre Caparra y la bahía al especificarseque "Los maestros de naos que, durante diezaños, llegasen a Puerto Rico, quedarían obligadosa contribuir, en cada arribo, con dos barcadas depiedras que conducirían a la isleta situada para­lelamente al desembarcadero de Caparra", esto es,al lado septentrional de la bahía; exigencia querespondía al deseo, casi general, de fundar la ciu­dad en aquel sitio, oponiéndose a ello los incon­venientes ofrecidos por dos esteros o caños, cer­cados de extensos manglares, que entorpecían eltránsito desde la isleta a la isla principal. Era denecesidad previa una calzada, si se quería insta·lar la ciudad en aquel punto, y como la instala­ción ofrecía ventajas mercantiles, impúsose a lanavegación mercante ese gravamen que debía de­clararse en suspenso "si antes de los diez años seterminaba la calzada". También se especificaba enla cédula de referencia que en dichas obras de­bían utilizarse indios repartidos al Concejo paraobras públicas.

Otra de las razones que esgrimían los vecinospara el cambio hacia la isleta, era que en Caparraestaban padeciendo los niños de una enfermedadconocida con el nombre d~ mocezuelo, que no eraotra cosa que el tétano infantil, producido por lainfección del cordón umbilical. Reafirmaba tam­bién las condiciones malsanas del lugar el bachi­ller en medicina o "físico" don Miguel de Villalo­bos, primer galeno que llegó a Puerto Rico en1510 y a quien Ponce de León -por orden delrey- le había dado vecindad, solar para una casa,tierra de laboreo y ochenta indios.

Las continuas protestas de la comunidad ca­parreña llegaron a las autoridades de la metrópo­li, quienes comisioñaron al licenciado Figueroa

para que en su vIaje a Santo Domingo, se detu­viera en Caparra y tratara con sus habitantes so­bre la conveniencia del traslado. Fue entonces quese llevó a efecto la célebre encuesta.

Se reunió el Concejo con los vecinos para re·cibir testimonio de cada uno sobre la aceptacióno rechazo de permanecer en Caparra. Casi en sutotalidad los moradores pidieron el traslado a laisleta. El licenciado Sancho Velázquez, el conta­dor Antonio Sedeño, el tesorero Andrés de Haro yel exgobemador Juan Cerón - entre otros - sepronunciaron decididamente contra el criterio delconquistador. Uno de los pocos que no alzó suvoz para emitir críticas y contrariar a Ponce, fuePedro Moreno, el teniente de Conchillos, que ha­bía venido a la isla como escribano mayor deminas y quien fuera más tarde apoderado deldescubridor de la Florida. Fue, gracias a las ges·tiones hechas en la Corte por Pedro Moreno, comoprocurador de los colonos de Puerto Rico, que laCorona otorgó a Puerto Rico su escudo de armas"para llevar en sus pendones y divisas y usar ensus sellos y donde fuese menester, a la manerade otras ciudades del reino".

El resultado de la encuesta le fue abrumado­ramente adverso al primer gobernador de PuertoRico y se dictó el veredicto de traslado. Ya enSanto Domingo el licenciado Figueroa, en su in-

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forme oficial de fecha 12 de septiembre de 1519- al que acompañaba un croquis ilustrativo deambos emplazamientos - haría saber a la Coronaque "a pesar de que los vecinos le aseguraronque estaba enjuto el camino desde el puerto vie·jo hasta la población, 10 halló tan y tan fiero deandar, por los charcos, aguas y hondonadas, queno ya para conducir por allí las mercancías sinopara ir de vacío, encontrábalo muy largo y traba·jaso".

Hace cuatro siglos y medio que Juan Poncede León luchó denodadamente porque Caparra fue·ra la sede del gobierno de la isla de San JuanBautista de Puerto Rico. En contra de su volun­tad se trasladó al sitio donde hoy se halla. En elaño en que ocurrió el desplazamiento, el ilustreleonés moría en La Habana, a consecuencia de lasheridas recibidas en la península de Florida, don­de creyó encontrar la fuente de la juventud eter­na. Sus restos fueron traidos a la isla que él co­lonizó y de la que fue primer gobernador.

El progreso ha hecho que la capital de la islase haya desbordado de tal manera hacia el sur,que la llamada zona metropolitana, constreñidaentre Río Piedras y Bayamón, se ha desplazadopujante hacia la misma zona en donde Ponce deLeón quiso que estuviera el asiento capitalino. Dela llamada Milla de Oro, que se extiende pasadoel célebre puente de Martín Peña hasta Río Pie­dras y a todo lo largo de la Avenida Muñoz Ri·vera, hay una proliferación de estructuras y víashacia el oeste. Se destacan entre las primeras elestadio Hiram Bithom, las oficinas de Correos, yentre las seguódas, las avenidas FranJdin DelanoRoosevelt y de Las Américas, así como la hoja detrébol, que con sus distintos pasos ha ayudado adescongestionar la avalancha de tráfico que flu­ye por las vertientes de Bayamón y Guaynabo,entre otras.

El viejo San Juan ha constituido para mí visi-

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ta obligada desde que conocí y viví en PuertoRico hace veinte años. En él me deleito contem·pIando a cada paso reminiscencias del ayer queparece perpetuarse en una ciuclad tan intacta comoquizás no haya otra en América; con la mismaapariencia e idéntico trazado de hace varias cenoturias, gracias al celo desplegado por el Institutode Cultura Puertorriqueña. Muchos soliloquios mehan ensimismado, creyéndome estar departiendoa cada instante con legendarios personajes, cuyapresencia se virtualiza en un marco de vetustoscastillos, remanentes de pétreas murallas, angos·tas calles y caprichosas celosías.

En más de una ocasión he enderezado mis pa­sos por la calle San sebastián hasta la iglesiade San José, frente a la cual se levanta una esta­tua del primer gobernador de Puerto Rico, efigieque fue fundida con los cañones tomados a losingleses en su infructuoso ataque a San Juanen 1797.

Allí, frente a la Casa de los Contrafuertes, heplaticado con el fundador de Caparra, quien pa­rece seguir con su descontento y exclamar: "Laprimera encuesta realizada en el Continente mefue adversa, pero allá - señalando con su diestraen alto hacia el sur - estará en definitiva elcorazón de esta urbe, porque allá puse yo mi co­razón".

Abandono la solitaria plaza por la Calle delCristo, y después de dejar atrás a mi derecha elantiguo seminario y el Hotel El Convento, dirijomi vista a la izquierda, enfrentándome con la Ca·tedral, donde reposan los restos de una de lasmás destacadas figuras de la cólonización españolaen el Nuevo Mundo. Continúo mi soliloquio y yadetrás de la Intendencia, un transeúnte sonrientefija su miracla en mí, haciéndome despertar abo­chornado de mi abstracción, pues me escuchódecir:

-¡El gran capitán tenía razón!

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La expulsión de Venezuela deFrancisco Gonzalo Marín

Por JORGB QUINTANA

TODOS LOS BIÓGRAFOS PUERTORRIQUEÑOS DE FRANCIS­

co Gonzalo Marin coinciden en atribuir, al pá­rrafo que el poeta le dedicara al general UlisesHereaux, dictador de la República Dominicanaque le había expulsado de ese país en 1887, ensu poema Emilia,t la verdadera causa de su ex­pulsión de Venezuela, en 1890. Es posible que elpropio poeta lo ofreciera como explicación a suscompatriotas. Pero el hecho cierto, el que revelanlos documentos oficiales, es otro muy distinto. Talvez el 'Párrafo contra el general Hereaux hubieraservido como agravante, pero nunca fue la causadeterminante.

El verdadero motivo, según se desprende delos documentos oficiales, fue un durísimo articulopublicado en el periódico La Sombra, que edita­ba en Caracas el puertorriqueño Luis Caballer, yen cuya redacción figuraban Francisco GonzaloMarín y Félix Matos Bemier. Tal cosa, al menos,es lo que se consigna en el decreto de expulsión quehe encontrado en la Biblioteca Nacional de Ca­racas. Dicho decreto aparece publicado en la Ga­ceta Oficial correspondiente al lunes, 4 de agostode 1890. Con Francisco Gonzalo Marin se expul~

saron a sus compatriotas Luis Caballer y FélixMatos Bernier y al colombiano Juan Coronel. Lasrazones expuestas en el texto oficial, han sido co­rroboradas por el colombiano Coronel en su libroUn peregrino.2 Y a mayor abundamiento he en­contrado un artículo firmado por Carlos CésarHernández M., publicado en La Opinión Nacional

1. Marfn, Francisco Gonzalo, Emilill, Caracas, Venezuela, Imprentadel Olimpo, IHIJO. I Vol., 104 pp.

2. Coronel. Juan. Un ptregritlo. Gualemala. Tipografla Moder­na, 1895, 1 VoJ., 303 pp.

de Caracas, edición del 11 de agosto de 1890, jus­tificando la actuación del Presidente Dr. AnduezaPalacios. Es, a la luz de estos tres documentos,que vamos a ofrecer una versión distinta de laexpulsión de Venezuela de Francisco GonzaloMarín.

* * *

Francisco Gonzalo Marin arribó a Venezuelaen 1889. Acosado por las persecuciones del capi­tán general de Puerto Rico Romualdo Palacio, elAño Terrible de 1887, se había trasladado a la Re­pública Dominicana, donde gobernaba a la sazóny a su manera el general Ulises Hereaux, conoci­do en la historia como Lili. Eran los comienzosde una tiranía que se prolongarla hasta 1899, enque moriría víctima de un justiciero atentado. Alprincipio, el general Hereaux trató de atraerse aljoven puertorriqueño inquieto y rebelde. CuandoFrancisco Gonzalo Marin escribe un cuadro dra­mático alegórico titulado 27 de Febrero,3 y 10 llevaa escena en Azua, el dictador 10 nombra directdtde una escuela en Santiago de los Caballeros. Po­cos meses después surgiría el incidente que moti·varía la decisión del dictador dominicano de ex·pulsar del país al poeta desterrado. Curazao' fuesu primer destino. De allí pasó a Venezuela.

3. Marln, Francisco Gonzalo, 17 de febrero. Salltlago de los Ca·balleros, Rep\íbllca Dominicana, Tlp. de Vllses Bldó. 1888, 1 follelo,20 pp. Antonio S. Pcdn:lra en su magnifica Bibliogrllfla Puertorrique­ña, (pp. 512). menciona esle lrabajo de Francisco Gontalo Marln,pero sin ofrecer su flcha blbllográfica, pues aunque sospechaba quepublicó en la Rcpública DomInicana, no logró ver ningún ejemplar.Nosotros ofTl:a:mos IIhoro la ficha bibliográfica completa, tomada deun ejcmplar encontrado en la Biblioleca Nacional de Caracas, ad·vlrtiendo que ya anles la doclora Palria Cifredo de Flgucroa la hablamencionado correclamente.

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Apenas instalado en Caracas. Francisco Gonzaló Marín se colocó de cajista en la imprenta delpuertorriqueño Lorenzo Clausells, conoce al perio­dista colombino Juan Coronel e ingresa en la re·dacción del periódico La Sombra, que editaba elpuertorriqueño Luis Caballero

Juan Coronel, en su libro Un peregrino,4 dedi·ca algunas páginas a relatar la vida bohemia queen Caracas hacía él. Francisco Gonzalo Marín yotros jóvenes que compartían, con ellos, una hu­milde habitación al estilo de los personajes deHenry Murger. En 1889, apenas con unos mesesde residencia en la capital venezolana. FranciscoGonzalo Marín publica su libro de poemas Emi­lia. En el prólogo apostrofa al general Hereaux enlos siguientes términos:

"Tirano, entre tú y yo hay una gran diferen­cia: ambos llevamos sangre africana en las venas;pero tú te avergüenzas de ella. y yo no."

Este es el párrafo que los biógrafos puertorri­queños de Francisco Gonzalo Marín señalan comola causa directa de su expulsión de Venezuela.Desde que leí esa noticia me pregunté: Y LuisCaballer y Félix Matos Bernier, que no habían te­nido nada que ver con el párrafo en cuestión:¿por qué son expulsados conjuntamente con él?Evidentemente que esa no era la razón de la oje­riza de Andueza Palacios al expulsarlos de Vene­zuela. Mis sospechas aumentaron cuando en la Bi­blioteca de la Universidad de Puerto Rico encontréun ejemplar de la obra de Juan Coronel, tituladaUn viaje por cuenta del Estado,S que es un relatode la odisea pasada por los cuatro expulsados deVenezuela, entre los cuales se encontraba el pro­pio Coronel. Allí el autor y actor en el episodio,da otras razones que difieren de las que han ale­gado los biógrafos puertorriqueños de FranciscoGonzalo Marín.

Juan Coronel era un trabajador de imprenta,de nacionalidad colombiana, con ideas muy con­fusas entre el anarquismo de Proudhon, autor queya había leído, y el socialismo científico de losmarxistas. Coronel presume de haber sido uno de

4. Marln, Francisco Gonzalo, Ob. cit.5. Coronel, Junn, Un viaje por cucnta del Estado, Ponce, Puerlo

Rieo, Tip. El Vapcr. 1891, 1 Vol., 52 pp. De esle folleto no hnyningún ejemplar en Venezuela, En cambio, la Biblioteca Naclonnl deCaracas posee un ejemplar tic otro libro de Juan Coronel titulado Unperegrino. en que: da mucha inCormación de la vida Francisco Gon·zalo Morín en Carocas y ofrc:c:e datos de la causa de su expulsiónde Venezuela, Tal \'cz el Instituto de Cultura Puertórriqueña podríagestionar, de la Bibllotec:l tic In Universidad de Puerto Rico. que en­viase n la Biblioteca Nacianal de Caracas una copia fotostátic:l de laspáginas tlel libro Un vi~e por cuenta dcl Estado, Importante paraesclarecer un cpisodlo del periodo gubernamental de Anduezll Palnclo.Debe ser copia Cotestática, porque la Blbllotcca Nacional de Caracasno dispone, para el servicio público, de lectores de microfilm, Almismo liempo se potlrla gestionar que la Biblioteca Nacional de Ca­raca! reciprocase el gesto, enviándole copias fotostálicas de la obrade Coronel, titulada Un peregrino, que no se conoce cn Puerto RJéo,al extremo de que Pedreira no In Incluye en su meritísima Bibliogm'{ia Puertorriqucña (1493-1930). Con ello se le prestarla un buen ser·vicio n la investigación histórica de Venezueln y Puerto Rico.

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los precursores de las luchas obreras con espírituclasista en Venezuela. "Volviendo a' mi pasado,escribe Coronel, siento orgullo en recordar quefui de los primeros que en Venezuela trabajaronpor la clase proletarial>.6 Para defender mejor susideas, el colombiano Coronel fundó un periódicotitulado El Obrero, del cual solamente en la Bi·blioteca Nacional de Caracas se conserva un ejem­plar,' el que dedicara a la conmemoración del1 Centenario del natalicio de José Antonio Páez.Francisco Gonzalo Marín fue- a vivir a la mismahabitación que Coronel, donde entre el trabajoque como cajista obtuvo en la imprenta .. El Si­glo" de su compatriota Lorenzo ClauselIs, los aroticulos que escribe como redactor de La Sombra,periódico que editaba el puertorriqueño Luis (,a­balIer, y un poco de desahogo bohemio, transcu­rrieron sus primeros meses en Caracas. Coronelasegura que Marín ingresó también como colabo­rador en la redacción de El Obrero. .. El colabora­ba -escribe Coronel-, con la pluma y con lalegítima influencia que ejercía en la colonia puer·torriqueña residente en Caracas, al triunfo de losideales que yo defendía en la prensa».7

Es entonces cuando surge el incidente que mo-

6. Coronel, Juan, Un peregrino, Ob. cit.7. Coronel, Juan, Un viajc... , Ob. cit.

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tivará la decisión del dictador venezolano Andue·za Palacio de expulsarlos de Venezuela. Coronelnos lo explica en uno de los capítulos de su obraUu peregrino.

.. Había en Caracas -escribe Coronel-, un pe­riódico del puertorriqueño Luis Caballer, llamadoLa Sombra; en ese diario escribían Francisco Gon­zalo Marín y Félix Matos Bernier, inteligentes jó­venes también puertorriqueños.

Apareció en La Sombra un artículo violento enque se le decía a Andueza la verdad desnuda: quevivía ebrio, que había convertido en un garito laresidencia oficial y que a los ingleses más terri­bles no debía buscárseles en La Guaira, sino enLa Casa Amarilla.

Andueza perdió los estribos con sémejante gol­pe, y mandó a la cárcel a Mann, Matos Bernier yCaballero

El Obrero manifestó que no creía de su incum­bencia juzgar el escrito de La Sombra; pero quesí condenaba el abuso del Presidente de la Repú­blica, puesto que había jueces competentes queconocieran de la causa de injuria y calumnia porla prensa, y Andueza no podía ni debía ser juezy parte. Que el pueblo estaba en el deber de po­ner en libertad a los escritores y castigar con ladeposición al magistrado perjuro.

A los pocos momentos de estar en circulaciónel periódico, fui llevado a la cárcel. Esto sucedíael 31 de julio de 1890. El 7 de agosto, en la ma­ñana, Félix Matos Bernier, Gonzalo Marin, LuisGaballer y yo, salíamos para La Guaira custodia­dos por algunos policías. En ese puerto supimosque nos embarcarían en el primer vapor. Unashoras después nos llevaban a bordo de La Fran­ce».B

Como se puede muy bien deducir, la prisión deMatos Bernier, Mann y Caballer precedió a lade Coronel, pudiendo fijarla en los últimos díasdel mes de julio de 1890. La prensa diaria no pu·blicó nada, aunque debo aclarar que la investiga­ción, en este sentido, es muy incompleta, debidoa que a las colecciones de periódicos de la época,que conserva la Biblioteca Nacional de Caracas,le faltan, precisamente, los ejemplares de esosdías. De La Sombra, que resulta tan importante alos fines de esta investigación, no hay ni un soloejemplar. Solamente La Opinión Nacional, defranca tendencia anduecista, reprodujo el texto dela resolución de expulsión y unos días más tarde,un comentario de uno de sus colaboradores, jus­tificando la actuación del Dr. Andueza Palacio.

Juan Coronel, como él mismo confiesa, fuearrestado después, cuando desde las columnas desu periódico El Obrero, protestó del procedimien­to arbitrario del dictador venezolano.

8. Coronel. Juan. Un peregrino. Ob. cit., pp. 261·262.

El Dr. Raimundo Andueza Palacio no era undictador adocenado, de esos que hemos visto yaún vemos aparecer por los predios latinoameri­canos. No era militar. Era un producto típico dela Universidad de Caracas donde había obtenidotres títulos: ingeniero, poctor en Medicina y doc­tor en Derecho. Antes de suceder al Dr. Juan Pa­plos Rojas Paúl en la primera magistratura ve­nezolana, se había distinguido como parlamentariode ideas liberales y había desempeñado los minis·terios de Relaciones E~teriores, Hacienda y Rela·ciones Interiores. Era un notable orador y, sobretodo, había in~istido mucho en respetar, fiel a sucredo liberal, la libertad de prensa. En el discursoinaugural de su gobierno, unos meses antes delincidente que provocara la expulsión de los perio­distas puertorriqueños, había dicho: "Yo quieroprensa libre como el pensamiento... que analice,que castigue todos los actos de mi gobierno consevera justicia".

* * *

El 4 de agosto de 1890 el Ministro de Rela·ciones Ir.teriores, doctor y general Sebastián Ca­sañas, dirigía al Ciudadano Presidente del ConsejoFederal Dr. Guillermo Tell VilIegas, la siguiente' co- .municaci6n :

MINISTERIO DE RELACIONES INTERIORES

Estados Unidos de Venezuela. - Ministerio deRelaciones Interiores.-Dirección Política. - Número 1.065.Caracas: 4 agosto de 1890. - 27.· Y 32.·Ciudadano Presidente del Consejo Federal.

Tengo á honra someter á la consideración deeste Alto Cuerpo, por el respetable órgano deusted, el adjunto proyecto de Resolución sobreorden público, que debe dictar este Ministeriopor disposición del Presidente de la República;y en vista de la importancia del asunto á quese contrae Y'á que debe ejecutarse inmediata·mente lo que dispone. espero que se declare laurgencia del caso y se me conceda audiencia enla sesión ordinaria de hoy. á las 11 a.m. parasu consideración. Dios y Federación.

S. Casañas9

En efecto, el Consejo Federal accedió a lo so­licitado, recibiendo esa misma mañana al Minis­tro Casañas, y sin mayor dilación procedió a apro-

9. Estados Unidos de Venezuela. Gaceta Oficial, Caracas, Lunes 4de agosto de 1890. pp. 7. 764, Cols. 1.2, 3 Y 4. - Rep. en: .La Opi·nlón Naclonal-, Caracas. Lunes, 4 de agosto de 1890. p. 2; Rep. en:Estados Unidos de Venezuela. Recopilacidn de leyes JI lIeere/os im.presa por orden del doctor -D. R. Andue:a Palado. Caracas. EdiciónOficial. Editorial de .La Opinión Naclonah, 1891, T. XV, pp. 146-1~8.

El texto que aqul reproducimos es tomado de la Gaceta Oficial. He·mas respetado la ortografla original.

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bar la resolución de expulsión de Caballer, MatosBernier, Francisco Gonzalo Marin y Coronel. Eltexto de la misma es el siguiente:

"4662

Resolución de 4 de Agosto de 1890, dispo­niendo que los súbditos españoles Félix MatosBernier, Luis Cahaller y Francisco Gonzálcz Ma·rin JO y el ciudadano colombiano Juan Coronel,sean embarcados para el extranjero en primeraoportunidad.

Estados Unidos de Venezuela - Ministerio deRelaciones Interiores - Dirección Política.Caracas: 4 de Agosto de 1890. - 27.· Y 32.·

CONSIDERANDO'

1.0 Que el artículo 14 de la Constitución alconsagrar en su aparte número 6, como una delas más excelsas garantfas de los venezolanos,la libertad del pensamiento expresado por me·dio de la prensa, ha exceptuado los casos decalumnia y de injuria, disponiendo que cuan~o

estos delitos se cometan caen sus autores baJOla acción de las leyes comunes: - "Nadie serápenado por calumnia ó injuria sino por querellaó acusación de parte ofendida, ó de sus parien·tes ó herederos, SALVO CUANDO LA OFENSASE DIRIJA CONTRA LA AUTORIDAD PUBLI­CA" (Código Penal, Articulo 465.) En este casola calumnia ó la injuria hecha á los frmciona.rios investidos de autoridad son delitos comu·nes, que producen acción ptiblíca y por los cua­les pueden ser juzgados " condenados sus auto·res, de oficio por los Jueces competent~s, quie.nes deberán imponer las penas estableCidas porlos artículos 451 y 456 del Código Penal.

2.· Que el Ejecutivo Federal, consecuente cl?nel cánon constitucional, ha declarado en clr·cular dictada por el Ministerio de RelacionesInteriores con fecha 31 de mayo último y loratifica en la presente, que:

"Si la prensa es apasionada é injusta ahíestá el criterio público para fallar con acierto;y si se inspira en un error ó en falsos informes,la prensa misma habrá de ser rep~radora su­ficiente; si calumnia, ahí están los Tnbunales dejusticia, para devolver sus fueros á le: verda.d yc:astigar al que mancilla la honra a¡ena,' St esagresiva y penetra en el santuario del I,ogar,eso basta para desautorizarla; pero si es justa,bien intencionada, decorosa é independiente, hayque convenir que está llenando una misión au­gusta, cualquier que sea su actitud pa~a con elGobierno General ó para con los GobIernos lo­cales."

3.° Que la Ley de 6 de Junio de 1884, por lacual se declara abierto á los extranjeros el te­rritorio de la Rep,iblica y se determinan cuálesson los que gozan de los mismos derechos ygarantías que los venezolanos, según el articulo10 de la COlfstítución, establece:

.,Artículo 1.0 El Territorio de los Estados Uni·

10. En el documenlo original aparece Gonz:llcz. en lugar de Gon·nlo.

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dos de Venezuela está abierto á los extranjerosde todas las naciones.

1.° Esta concesión no comprende individual·mente al extranjero que por algún antecedenteó motivo especial sea exceptuado por el Gobier·no de la República.

2.° La declaratoria en cada caso correspondeal Ejecutivo Federal.

3.° Cuando ella sea desfavorable, el Ejecu­tivo queda autorizado para prohibir el desem­barco del extranjero, ú ordenar su salida delterritorio, si ya lo ha efectuado.

4.° Que no deben confundirse los derechosciviles de los extranjeros, que les otorgan libe­ralmente nuestras leyes por el solo hecho dela admisión en el territorio nacional, con losderechos políticos que requieren la declaratoriade la nacionalidad ó domicilio, conforme a latramitación legal del caso.

5.° Que el conjunto de estas disposicioneslegales vienen á fijar de manera terminante lajurisprudencia en los casos expresos de calum·nia é injuria grave, inferidas por medio de laprensa; y que en consecuencia;, cu~nd~ esto;delitos se cometen contra funclonanos IDvestl­dos de autoridad, el procedimiento es de oficioy por acción pública; y cuando dichos delit?ssean consumados contra personas Ó corporacIo­nes privadas,' la acción es individual, y puedepromoverla ante los tribunales compdentes elagraviado ó sus parientes ó herederos. Respec­to á los extranjeros la acción es esclusivamentepotestativa del Ejecutivo Federal.

Lo expuesto determina la doctrina pautadapor las leyes en los casos de garantías constitu­ciQnales á la prensa y de hospitalidad á los ex­tranjeros.

Fijando ahora las conclusiones de la doctrinageneral al caso especial de los periódicos LaSombra, El Independiente y El Obrero, cuyosredactores ó directores han incurrido en los de­litos de calumnia y de injuria contra el Presi·dente de la República y otros altos funciona­rios públicos, en su carácter de Magistrados, asícomo han calumniado también el santuario dela residencia oficial del primero; en cuya virtudse ha dispuesto el arresto preventivo de algunosde sus redactores ó gerentes; que ~on los se­ñores Félix Matos Bernier, Luis Caballer y Fran­cisco González Marin (súbditos españoles), delpersonal de redacción y colaboración de La Som­bra, Juan Coronel, redactor de El Obrero (co­lombiano), Manuel Avila Blanco (venezolano) re­dactor de El Independiente,' y Manuel Marquizy Eduardo Beltrán Díez (venezolanos), perso­nal de La Guillotina.

El Presidente de la República, con el votoafirmativo del Consejo Federal,

RESUELVE:

Los súbditos españoles' Félix Matos Bemier,Luis Caballer y Francisco González Marín y elciudadano Colombiano Juan Coronel, serán em·barcados para el extranjero en primera ocasiónpor el puerto de La Guaira.

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El Gobernador del Distrito Federal pondráa la disposición de los Jueces respectivos a losvenezolanos Manuel Avila Blanco, Manuel Mar­quiz y Eduardo Beltrán Díez, junto con el ex·pediente de sus respectivas causas, para quesean juzgados y sentenciado, conforme a lasleyes.

Comuníquese a los Presidentes de los Esta·dos de la Unión y á los Gobernadores de los te·rritorios para que conozcan las determinacionesdel Ejecutivo contenidas en esta Resolución, alGobernador del Distrito Federal para su cum·plimiento en la parte que le concierne, y al Ciu·dadano Ministro de la Guerra para conocimientode los Capitanes de Puerto en la República, ysu más estricto cumplimiento, caso de que losextranjeros expulsados pretendan regresar alpaís.

Publfquese en la GACETA OFICIAL paraconstancia de su autenticidad, y en los periódi·cos de más circulación de esta· capital para lainmediata promulgación en el territorio nacio­nal.

Por el Ejecutivo Federal,

S. CASARAS

CONSEJO FEDERALAprobado por unanimidadCaracas: 4 de Agosto de 1890El Presidente,

GUILLERMO TELL VILLEGASII

Ocho días permanecieron presos Caballer, Ma·tos Bemier, Marin y Coronel en la cárcel, total­mente incomunicados. Con ellos fueron presos,como ya hemos visto, otros periodistas venezola·nos, cuyas causas pasaron a los jueces civiles or­dinarios.

El 9 de septiembre de 1890 se embarcaron losexpulsados en el puerto de La Guaira a bordo deLa France rumbo a la isla de Martinica. FranciscoGonzalo Marin llevaba con él a su hija Quisqueya.Hallábase ~n la isla antillana gestionando con -elCónsul de España que les pagasen los pasajes has·ta Puerto Rico. cuando el periodista venezolanoCarlos César Hernández M. publicó, en La OpiniónNacional, de Caracas, el siguiente artículo, comen­tando el decreto de expulsión de los periodistaspuertorriqueños. En el mismo defiende la actituddel dictador Andueza Palacio en los siguientes tér­minos:

.DECRETO DE DESTIERRO Y FORMACION DECAUSA DEL EJECUTIVO NACIONAL SOBRE'LOS PERIODISTAS.

Al tomar la pluma para dar nuestra opiniónacerca de este acto del Gobierno Nacional, lo

11. Estados Unidos de Venezuela, .Gacetll Oficiala, Caracas.Lunes, 4 de agosto de 1890. - (Véase la nota número 9;). Se ha res·petado la ortogr.úfa del orl¡lna1.

hacemos inspirándonos en los sentimientos li·berales, de orden que nos animan y nos hanarrancado del silencio de la vida privada. paraponer nuestro grano de arena en los cimientosdel porvenir venturoso de la Patria, pues esteha sido siempre nuestro anhelo, y ver en ellaimplantada la república práctica, nuestra másardiente aspiración.

Creemos acertada la última resolución delEjecutivo, porque está de acuerdo con las le·yes que juró cumplir y hacer cumplir ante elPueblo Soberano, vindicando así la ciudadaníaultrajada en las personas de sus representantescon la calumnia y la injuria; aunque, como hom·bre, lamentamos la suerte de las plumas quetal vez inconscientemente penetraron en el san·tuario del hogar e hicieron de él el blanco desus imaginaciones de fuego. armados con losdicterios por la inesperiencia y poca sensatez.

La libertad de imprenta jamás autoriza lasediciones que perturban el orden público, sem·brando el gérmen de la discordia entre las ma,sas populares, y alentando los propósitos de loscontra-revolucionarios que vijilan la hora de con·cluir con la paz, para envolver al país en los ho­rrores de las guerras civiles; la libertad de im­prenta no debe confundirse con el libertinajede las desenfrenadas pasiones. que levantan subandera tumultuaria donde ha concluído el pa·triotismo; jamás sus armas han sido el insultosoez, la vil calumnia, la despreciable injuria, ysolo se ha limitado a señalar los errores exi·giendo la enmienda; nunca su lenguaje ha sidoel lenguaje de la demagogia que predica la des­trucción, sino el consejo razonable que convencey reforma.

Desprestigiar a los Magistrados de una na­ción, con libelos, es un crimen, que la ciudada·nía honrada debe apresurarse á castigar, porquees la amenaza más insólita contra su tranqui.lidad, su bienestar y sus intereses; es abrir unancho sendero a los descontentos que correránde nuevo a sacrificar holocaustos al derrumba·do ídolo de la tiranía y sumirán a la Patria enla peor degradación. sin que entonces puedaquejarse siquiera de sus males.

Nada de personalismo, pues el personalismonos ha matado siempre; nada de caudillos cu­yos sables han asolado nuestros campos. El po­der civil es nuestra salvación y a él debemosseguir antes que los guerrilleros vuelvan a suantiguo casiquiaje y hagan de nuestros pueblossus feudos.

Hasta donde seamos dignos de la libertad deimprenta nuestra sensatez y buen criterio 10dirá.•1z

Como se ve, la razón de la expulsión de Fran·cisco Gonzalo Marin de Venezuela es otra muydistinta de la que hasta ahora han sospechado yafirmado sus biógrafos puertorriqueños. AnduezaPalacio tenía conocimiento y experiencia, como anotiguo Ministro de Relaciones Exteriores y aboga­do, del Derecho Internacional. Si el verdaderomotivo hubiera sido el alegado hasta ahora de losinsultos a Ulises Hereaux, en primer lugar hubie-

12. • La Opinión Nacional>. Caracas. 16 de agoslo de 1890. p. 3. Seha conservado la ortograffa del original.

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ra expulsado a Francisco Gonzalo Marin sólo,pues él era el único responsable de esos insultos.En segundo lugar, en buen derecho podría haberalegado esos insultos a un gobernante extranjero,'con cuya nación Venezuela conservaba muy bue­nas relaciones, y haberlos consignado en los con­siderandos de la Resolución. No hubiera sido laprimera vez que un jefe de gobierno hubiera he­cho salir del país a un extranjero, por insultar aljefe de Estado de una nación amiga. Y hasta losha asesinado, como 10 hizo después Machado, enCuba, para complacer a Juan Vicente GÓmez. Perotodo parece indicar que la verdadera razón es eseartículo injurioso, publicado en La Sombra, deque habla el propio Andueza Palacio y su MinistroCasañas en el texto de la Resolución, y confir­man después el colombiano Juan Coronel y el pe­riodista Hemández M.

Francisco Gonzalo Marin se vengó del dictadorvenezolano atacándolo en versos lapidarios que vie-

ron la luz ocho años después, en 1898, cuando alos pocos meses de su solitaria y triste muerte enlas ciénagas de la Isla de Turiguanó, frente a lascostas de Camagüey, en la Isla de Cuba, su comopatriota y compañero del Ejército Libertador cu­bano, el comandante Modesto Tirado, editó, enplena manigua, en la imprenta de .. El Cubano Li­bre", y como obra póstuma del poeta. su libro ti­tulado E 11 la arena.u

Caracas, agosto de 1967.

13. Marln. Francisco Gonzalo. En la arena, Cuba. Imprenta de.El Cubano Libre-, noviembre 1898, 1 foUeto, 87 pp. Contiene el tra.bajo del comandante Modesto Arqulmedes Tirado. compatriota y ami.10 de Francisco Gonzalo Marin. Esta primera edición no la cita An·tonio S. Pedreira en su Bibliograffa Puertorriqueña. Citada porTrelles. Carlos Manuel, Bibliograf(a Cuband del siglo XIX, T. VIII,pp. 176. - Citada por CICrcdo de Figueroa. Patria. - Hay una se·gunda edición, hecha en ese mismo ailo de 1898, en Nueva York,1 folleto, 33 pp. Hay uno tercera edición hecha en ManZl1llillo, Cuba,Editorial .EI Arte>, 1944, 1 Vol., 159 pp. Citada por Clfrcdo de Fi·lueroa. Patria, pero dando como Cecha de edición la de 1943.

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Puerto Rico: Vivencia y Querencia*

Por ARTURO MORALES-CARRIÓN

L os AZARES Y CIRCUNSTANCIAS DEL DESTINO ME HANllevado a formar parte de una legión de puer­

torriqueños de vida migratoria y errabunda. Mu­chos hemos venido hoy -como ya es tradición-·en peregrinaje a Barranquitas, pero mi ruta hasido más larga y ha abarcado más paisajes, y porello el gozo de estar aquí con ustedes es mayory mi gratitud más honda.

En las luchas y vicisitudes de esta comunidadque es Puerto Rico, venir a Barranquitas es yagrato paréntesis. Fue el propio Muñoz Rivera quienestableció la tradición. Aquí estaba su raíz y aquíestaba su savia. Aquí estaba su humilde río parael itinerario de su angustia y para la paz de su es­píritu.

Las generaciones posteriores han vuelto aBa­rranquitas con el fin de meditar sobre nuestropaís, las raíces de su historia, la naturaleza desus problemas y el esquema de su vida futura.Venir a Barranquitas constituye un acto de refle­xión y dedicación. Constituye un rito renovador,junto a la tumba de aquel hombre noble y altivo,de vida batallona, quien todavía nos remite losenérgicos mensajes de su prosa viril.

Hemos caminado por diversos rumbos para lle­gar aquí, al pueblo donde nació quien fue uno denuestros grandes caminantes modernos. Caminóduro y largo Muñoz Rivera, porque dura y largaera la lucha de su tiempo para crear en esta islaun país con conciencia de sí mismo y voluntad dedestino. Hijo de un pueblito de estampa rural,tuvo que ir lejos, muy lejos, para dar las batallasde su pueblo -a Madrid, a Nueva York, a Washing­ton. Tuvo que adaptarse a las más varias circuns.tancias y las más diversas costumbres. Tuvo qúe

• Discurso pronlUlclado pOr el doctor Arturo Morales·Carrlón conmotivo de la conmemoraciÓn del natalicio de don Luis Mufiol; Riveraen Barraoquiw, Puerto Rico, el dla 17 de ju110 de 1967.

ejercitarse en el aprendizaje de un idioma distinto.Y él, hombre de diálogo y polémica, aprendió aguardar silencio, a darse a sí mismo grandes lec­ciones de paciencia, y a vivir en medios extraños,en una honda soledad.

Cuando Muñoz Rivera, hace cerca de un siglo,se puso en marcha hacia un destino que él mismocalificó de "luchas incesantes", el puertorriqueñovivía -como nuestra mata de plátano- firme­mente arraigado en la tierra. Era incipiente y ape­nas isleña nuestra movilidad social. Muñoz Rivera,maestro de inquietudes, fue uno de nuestros pri.meros puertorriqueños andariegos.

Entre su tiempo y nuestro tiempo, más de unmillón de puertorriqueños se ha puesto tambiénen camino. Este millón de caminantes ha desbor­dado la isla, se ha asentado en Nueva York y des­parramado en otras ciudades de los Estados Uni·dos. Pero hay, además, puñados andariegos enotros lugares: en la América Latina, en España.en el lejano Hawaii, donde he visto a la viejageneración rezar en español y recordar las can­ciones de su tierra.

Las dos comunidades,

Entre el tiempo de Muñoz Rivera y nuestrotiempo, surgen dos comunidades puertorriqueñas.Una -la interna- está aquí como laboriosa col·mena, rehaciendo el paisaje material y social dela isla. Está, como es natural, más firmementearraigada en la esencia de nuestra tradición, en lafuente histórica de nuestra cultura, en la raíz denuestra psicología colectiva, en la peculiar manerade ser que nos distingue como pueblo. Profundosy dramáticos son los cambios que aquí han acon­tecido. Se han transformado las condiciones ex-

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Page 45: Revista del Instituto de Cultura

ternas de la vida. Se han modificado las costurp­bres. De una sociedad pastoril y agraria, hemos pa­sado por nuestro propio esfuerzo a una sociedadindustrial, de intensa vibración colectiva. Pero elpuertorriqueño en esta isla aún reza y ama y juraen español.

Nuestra otra comunidad -la externa-, vivecomo minoría, en una sociedad pluralista y diná­mica, sociedad a la que nos unen firmes y perdu­rables lazos de conciudadanía. Vive zarandeada porpresiones y prejuicios, en un esfuerzo dramáticopor afirmarse. Desarrolla en estos momentos unanueva generación, agresiva y capaz, con raíces enlas luchas de sus comunidades respectivas. Unnuevo tipo de puertorriqueño surge de ese com­plejo proceso, y comienza a actuar con acento pro­pio en la vida de los Estados Unidos. En los líde­res nuevos, asoman la pugnacidad, el espíritu fieroy democrático, la dedicación al pueblo, que fue­ron características de Muñoz Rivera.

Si a Muñoz Rivera le angustiaba e impulsabaen su batallar la conciencia de que en su tiempoel puertorriqueño no valía en su propia tierra, así,entre los líderes de nuestra comunidad externa,una conciencia parecida les anima en sus esfuer­zos para que al puertorriqueño se le reconozca suvalía allí donde se ha establecido.

Entre nuestras dos comunidades, se extiendecomo vivo y eficaz nexo el ejemplo de los hombresque personificaron, como Muñoz Rivera, el espi­ritu batallador puertorriqueño. Existe, como fuer­te vínculo adicional, la común ciudadanía, a laque cada comunidad debe enriquecer con origina­les aportes, que sean c1a,ros testimonios de lavocación del puertorriqueño al trabajo, a la vidademocrática y a la solidaridad social.

Ambas comunidades se enfrentan a distintosretos sociales y culturales. Las fórmulas que ayu­den a resolver los problemas del puertorriqueñode la comunidad interna, donde él es la inmensa,la total mayoría, no pueden ser necesariamentelas mismas del puertorriqueño de la comunidadexterna, donde él es una minoría en vigorosa as­censión social. Unos y otros deben respetar las ma­neras peculiares con que cada comunidad se en­frenta a su destino. Distinto es el contexto socio­lógico en el que cada una vive, y distintas tambiéntienen que ser las fórmulas sociales o políticas quecada comunidad desee utilizar para vivir con bien­estar y decoro.

Pero al escindimos en dos comunidades, al mo­dificar tan profundamente las bases materiales ysociales de nuestra vida, ¿es que acaso hemos per­dido nuestra unidad cultural? La experiencia tansingular de Puerto Rico ha atraído la atención demuchos estudiosos y ya hay toda una literaturapolémica sobre el tan zarandeado asunto de nues-

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tra cultura. No es éste el momento ni es propiala ocasión para disquisiciones eruditas, pero algu­nas observaciones quizás sean de rigor.

Si con instrumentos estadísticos en la manocomparamos al país de hoy con el país de los tiem­pos de Muñoz Rivera, .podriamos afirmar que es­tamos ante otro país, otro pueblo, otra cultura. Siobservamos varias de las características de nues­tra vida social, si nos atenemos a una mera con­templación externa de nuestro comportamiento,también podríamos insistir en que se ha desarti­culado nuestra cultura y que estamos todos entransición, o acaso en trance de liquidar un patri­monio histórico.

Pero el remolino de la vida de este pueblo,con sus dos comunidades en dinámico movimien­to, remolino que atrae y perpleja a los estudiososde los cambios ·sociales, también incluye una difícilzona de acceso donde están los afectos y vivencias,los modos íntimos de sentir, en los que, a fin decuentas, nos reconocemos, nos movemos y somoslos puertorriqueños.

Este Puerto Rico que vivimos desde adentro esquizás el que más nos define.. verdaderamente, elque hoy nos congrega aquí, como ha de congregar-así lo confiamos- a nuestros hijos y a nuestrosnietos y a los nietos de nuestros nietos.

Puerto Rico: Vivencia y Querencia.

Puerto Rico es una vivenCia y una querencia.Puerto Rico es una experiencia vital, personal eintransferible. Es un apego hondo a una tierra, unamor de cálida llama interior, intocada por vien­tos externos. Es un sentimiento complejo, en elque entran recuerdos, aromas, imágenes visuales,sabores y vOCes.

Los puertorriqueños pensamos sobre muchascosas de modo muy distinto. Nos dividimos a ve­ces en tribus psicológicas o tribus políticas. Nosdamos de codos en nuestra poblada isla. Andamosdispersos por otros mundos, ante situaciones so­ciales muy diversas. Pero en nosotros hay la vi­vencia y la querencia de la tierra.

Cada puertorriqueño tiene, como Muñoz Rive­ra, un río en el recuerdo, en el que se bañó opescó o paseó en bote; un río para sus ilusioneso sus penas, un río, en fin, que le habla de loque es Puerto Rico.

Cada puertorriqueño tiene en el recuerdo unárbol favorito, un jardín con la fragancia inimita­ble de la flora nuestra, acaso la estampa de unsendero "arropao de cundiamores", como en la vi­vencia poética de Lloréns Torres.

Cada puertorriqueño tiene el recuerdo de unafruta que gustó de niño -un mangó, un níspero,

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un guineo, una quenepa-, que le sabe a su puebloy a su gente.

Cada puertorriqueño tiene una loma, un valle,un pedazo de costa, con playa y cocotero, una vi­sión del mar, que le explican [o que es su serpuertorriqueño.

Cada puertorriqueño guarda el sabor de los pla­tos del terruño: el sabor de los bacalaos fritos,del lechón y la gandinga, el sabor de las habichue·litas blancas y de esas serenatas de batata y yau­tía, que son una fiesta de familia, y saben mejor,tanto mejor, cuando estamos junto a seres que­ridos y nos llega el recuerdo de la tierra.

Cada puertorriqueño tararea alguna vez cancio­nes que aprendimos en el indefinible pasado de lacuna y del regazo materno; canciones escolaresde días de sol y de lluvia; canciones de los mo­mentos románticos o fiesteros: boleros, sones, ple­nas y la sin par delicadeza de la danza. Y estotambién nos dice lo que es Puerto Rico.

Cambia la manera de vivir del puertorriqueflo.Ganamos y perdemos muchas cosas. Nos vamos yvenimos con la inquietud del mar que nos rodea.Pero aquí en Barranquitas o allá en Ponce o SanJuan; o allá más lejos, en Manhattan, o aún máslejos, en Chicago o San Francisco; y todavía máslejos, en Hawaii; o en México, Venezuela, Perú,Argentina, nos congregan y unen el recuerdo y elsabor de la tierra, el compañerismo campechanoque va con nuestro lechón y gandinga, o con nues­tro ron, o con el humo de nuestro tabaco, o con elaroma inigualable, inimitable, único, de nuestrocafé.

¿Cómo medir con frías estadísticas estos senti­mientos? ¿Cómo encasillarlos en objetivos cuestio­narios? ¿Cómo explicar esta voluntad de peregri­naje a Barranquitas y el afecto y aprecio por loshombres que ayudaron a definirnos y a hacernoscomo pueblo? Hay una solidaridad espiritual dedestino que nos une. Solidaridad que nos viene delpasado y nos lleva hacia el futuro.

Aquí en Barranquitas está en tensión este sen­timiento. Venimos, no a rendirle culto al pasado,sino a contemplarnos en el espejo de lo que somos,con nuestras virtudes y defectos, con nuestrosproblemas y nuestros afanes y nuestras esperan·zas, para marchar resueltos hacia el porvenir.

Puerto Rico no es un estar, cómodo y definido.Puerto Rico es un ser histórico haciéndose, for­jándose, transformándose en el tiempo. PuertoRico es una cadena de generaciones, frente a si­tuaciones nuevas, aceptando cada una un reto pe­culiar, una transición difícil.

La Herencia Puertorriqueña.

Hay cosas que al puertorriqueño se le han dadoregaladas. Constituyen su herencia dadivosa: en-

tre ellas, -la belleza de la tierra; la alegría del sol;la frescura de los aires; la convivencia social sinodios ancestrales; la campechanía y la espontanei­dad en el trato; el sentimiento de mesura, con·trario a toda forma de violencia colectiva; la vo­luntad de trabajo. Todo esto ha sido regalo parael pueblo de Puerto Rico.

Pero de igual modo, hay la herencia de esca·sez, la herencia cicatera: la falta de grandes exten­siones territoriales; la falta de abundantes recur­sos naturales; la ausencia de petróleo, carbón ehierro. No hay aquí fértiles e inmensas llanuraso pampas, ni montañas de. estaño, ni minas deoro, plata o uranio.

Lo que a Puerto Rico se le dio en belleza na·tural y en condición generosa de convivencia hu­mana, se le negó en extensión y fácil riqueza acce­sible.

Con este inventario de lo que se le dio y delo que se le negó, Puerto Rico ha tenido que for­jar su destino, dependiendo más de su inteligen­cia, su trabajo, su prudencia, su sentido de la rea·lidad y su vivencia de pueblo que de riquezasabundantes, de fácil explotación.

Los Retos Generacionales.

Cada generación frente a su reto: en 1800, co­menzó Puerto Rko a ser algo más que una ciudadmurada y un puñado de poblados dispersos enel litoral, o anclados como la Villa de San Ger­mán en valle feraz. Amaneció un sentimiento depaís con Ramón Power y los hombres de su ge­neración. Comenzó el avance definitivo hacia elinterior, la colonización de la altura, el momentodel cafetal umbroso.

Hasta ese momento, salvo en Cayey y Utuado,.la montaña era tierra agreste, valla aisladora, fron­tera sin conquistar. Las dos primeras generacionesdel siglo trataron de liberalizar el régimen parapoblar el país, para esparcir los ingenios en lacosta y los cafetales en la altura. La fundación deeste pueblo -Barranquitas, en 1803- es ejemploclaro de ese avance de la colonización hacia losvalles elevados, y ('on él la marcha del empeñode congregar los vecinos en pueblos, con su curay sacristán, sus boticas y colmados, su GuardiaCivil y sus primeros profesionales, de saco y cha­leco, leontina y bastón.

De 1800 a 1850, crece Puerto Rico. No es paísestático. La red de poblados ayuda a la circulaciónde los productos y a la difusión de las ideas. Sur­ge una nueva generación, que ya puede viajar yeducarse. Y tiene allá, en las urbes españolas, enBarcelona y Madrid, la aguda vivencia y querenciadel país. Un grupo notable de puertorriqueños

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-Tapia, Baldorioty, Acosta, Alonso, entre otros­se forja la imagen histórica puertorriqueña, crea

~Ia primera importante expresión literaria, el pri­mer análisis sociológico, la nueva interpretacióneconómica y política. Están haciendo mentalmen·te un nuevo país, dentro de la anarquía de la po­lítica española, en un momento en que Españaes nación sin brújula, desgarrada entre los 'quedesean su modernidad y los que se aferran a unarcaico tradicionalismo.

Esta generación crea el estilo político de la auto­nomía, del que Baldorioty de Castro será su prin­cipal arquitecto, el estilo histórico que continuaráMuñoz Rivera. Surge así un movimiento-pueblo,un movimiento que es algo más que un esfuerzopartidista o una doctrina que congrega adeptos, oun intento de lograr el ejerci~io del poder político.

El Movimiento.Pueblo.

¿Qué define al movimiento-pueblo en nuestrahistoria? Lo define su comprensión de las comple·jas realidades en que se desenvuelve la vida delpueblo. Lo define una voluntad de progreso, demejoramiento, no motivada -por individuales egois­mas, sino por el bienestar de la comunidad toda.Lo define un peculiar modo de sentir a PuertoRico como una unidad, no dividida en tribus so­ciales o políticas. Lo define la búsqueda del mayorconsenso de voluntades para arrepechar frente alos retos difíciles de cada etapa histórica. Lo defi­ne el intento de sumar, no de restar; el esfuerzode alcanzar una cohesión interna de la voluntadsocial, respetando la minoría y la desidencia, peroafirmando sobre todo los ¡factores de concordia yunión y no los factores de discordia. Lo define elsentimiento profundamente nuestro de mes,,!ra Yrealismo ante los problemas; el rechazo de la vio­lencia verbal y física para resolver cuestiones co­lectivas; la fe en el diálogo y la controversia y enel ejercicio democrático del voto para llegar a de·cisiones fundamentales en la vida del país. Lo ca­racteriza la convicción de que Puerto Rico frenteal complejo diagrama de sus realidades, no puedeser jamás prisionero de ideologías abstractas. Unmovimiento-pueblo se apoya en el pluralismo, noen el sectarismo.

Un movimiento-pueblo es mucho más que unmovimiento político, aferrado a tal o cual doctri­na. Un movimiento-pueblo no coloca a la isla con·tra la capital, ni al campo frente al pueblo, ni aPonce frente a San Juan, ni a San Germán frentea Ponce, ni al jíbaro frente al intelectual, ni al traebajador frente al útil empresario económico, ni aljoven frente al viejo.

Un movimiento-pueblo, como el que acaudilla·ron, primero, Baldorioty, y luego, Muñoz Rivera,

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reconoce el derecho histórico de cada generaciónpara dar lo mejor de sí en beneficio del país. Unmovimiento-pueblo aglutina generaciones; no dis­persa generaciones. Reconoce que la energía y elentusiasmo y el empuje de los jóvenes es factorindispensable; pero reconoce asimismo que la ex­periencia de los maduros es igualmente esencial.

Un movimientQi>ueblo es plural y complejo co­mo un bosque. Nosotros, los puertorriqueños via­jeros, los que hemos vivido en climas templados-y ya somos muchos-, sabemos que la realidaddel bosque es algo más que la lozana realidad dela primavera. En el otoño asoman todas las tonali­dades de la floresta, todo su múltiple colorido. Ve­mos entonces con mayor comprensión, lo que elbosque en verdad es. El bosque necesita de la ex­plosión alegre de la primavera, pero necesita tam­bién de la expresión madura y singular del otoño.

Un movimiento-pueblo es como un pinar en elque brotan de la raíz fuerte de los pinos viejos-como decía Martí- los pinos verdes. Las nue­vas generaciones en Puerto Rico -esa es enseñan·za que nos viene desde Baldorioty y Muñoz Rive·ra- tienen que ver más lejos que las generacionesanteriores, pero a condición de que se monten yempinen sobre las espaldas vigorosas de las gene­raciones que dieron también el fruto de su lozanía.

Muñoz Rivera fortaleció la herencia política deBaldorioty porque tuvo como él un profundo atis­bo de lo que era el movimiento-pueblo que dio vidae impulsó a la autonomía. En su tiempo, habíaque alcanzar una finalidad psicológica: que el puer·torriqueño valiese en su tierra. Había que lograruna finalidad política: que el puertorriqueño pu­diese ejercer poder suficiente para trazar el rumboque debía llevar el país, poder para aprobar leyesy determinar la política fiscal, la económica, laeducativa. Había que realizar una finalidad socialy económica: liberar al pueblo de su estrechez ypenuria, de su ignorancia y apatía.

Para lograr estas finalidades, había que enten­dérselas con España y no romper con España. Ha·bía que liquidar un viejo colonialismo en uno delos momentos más oscuros y. tristes en la historiaespañola, cuando la nación, en el ocaso de su po­der, no podia-gobernarse a sí misma.

Muñoz Rivera tuvo que tratar con un mundopolítico en el que los factores de poder estaban enproceso de disolución: España. Y cuando comen·zaba a t~unfar, tuvo de repente que lidiar con otromundo político, en el que los factores de poder sehallaban en la más vigorosa ascensión que registranlos tiempos modernos: Estados Unidos.

Reelaborar el consenso puertorriqueño dentrode un nuevo y complejo diagrama de realidades,entendérselas con los Estados Unidos en un planode dignidad colectiva como antes lo había hechocon España, fue tarea de .Muñoz Rivera en sus

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últimos años, y fue el reto que también quedó enpie para las generaciones sucesivas.

En el 1940, surgió en Puerto Rico otro movi­miento-pueblo, otro intento generacional de rees­tructurar la vida del país, con fervor y realismo,

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con profundo sentimiento de unidad puertorrique-ña, con v~cación de progreso y bienestar. Esa ac­ción generacional tuvo el aliento del pasado, perotambién la visión de un nuevo y dinámico PuertoRico del futuro. Entendió el esencial mensaje deque en Puerto Rico la libertad no es una defini­ción libresca, sino un quehacer histórico, un que­hacer diario, un repechar sin descanso.

Muchas de las tareas que angustiaban a MuñozRivera en gran medida se han cumplido. Hoy valeel puertorriqueño en su propia tierra. Hoy ejerceel puertorriqueño efectivo poder político para in­fluir en los rumbos del país. Hoy se ha superadoen mucho la herencia de estrechez y miseria quehería la sensibilidad social de Muñoz Rivera. Hoyexiste un creciente entendimiento con los EstadosUnidos sobre la relación entre los dos pueblos, ba­sado en afectos y respetos que se han acrecentadocon el tiempo.

Muñoz Rivera escribió una vez:"El día que nuestro campesino conozca los abu­

sos de que es víctima y se disponga a rechazarlos;el día que abandone la gallera por el mitin y losnaipes por el periódico; el día que la mujer puerto­rriqueña críe y eduque a sus hijos para ciudada­nos y no para esclavos; el día que despierte elpaís del letargo en que dormita: ese día asistire·mos a la boda de Puerto Rico con la libertad."

Esta cita le valió a Muñoz Rivera una de susmás enconadas polémicas. Por ella fue tildado deseparatista por el incondicionalismo, viejo adver­sario de todo auténtico movimiento-pueblo en Puer­to Rico.

Pero hoy día el campesino sabe reclamar y afir·mar sus derechos. Hoy día sabe abandonar su ga­llera por el mitin. Hoy día cada madre puertorri·

queña sabe que se ha multiplicado extraordinaria­mente la oportunidad para la-educación de su hijoy que se le educa para que sea ciudadano de unasociedad moderna y democrática. Hoy día el paístodo está en pie de acción y voluntad de trabajo.

El incondicionalismo perdió aquella batalla. Laganó históricamente Luis Muñoz Rivera porquesupo entender y cJefinir el consenso de voluntadesde su pueblo.

No es fácil ni será nunca fácil en Puerto Ricoeste quehacer de la libertad. Desaparecen unos pro­blemas. Emergen otros. Unas veces se lucha con­tra la miseria y la estrechez. Otras, contra la in­comprensión o superficialidad. Y hay, además, esaotra lucha patética contra el incondicionalismo delos que no entienden la profunda unidad de pro­pósitos que se encuentra en nuestra realidad depueblo.

El movimiento-pueblo en Puerto Rico estuvosiempre frente a la incomprensión, la superficiali·dad y el miedo. Le dio voluntad y ánimo al país,le dio mesura, seguridad en si mismo, sentido deconvivencia, fe de futuro. Esa sigue siendo su in­declinable misión histórica..

Hay una frase de uno de nuestros grandes con·ciudadanos, de un hombre del Norte que fue unode los mejores amigos de Puerto Rico y de sus as­piraciones, de un hombre que supo como pocosexpresar los grandes valores morales de la ciuda­danía que todos compartimos; valores que estánsobre toda conveniencia personal o egoísta. Me re·fiero a aquella frase de JoOO F. Kennedy, tan apli­cable a Puerto Rico como a Estados Unidos, fraseque podía haber sido también de Luis Muñoz Rive­ra: "No preguntes lo que tu país puede hacer porti. Pregunta más bien lo que tú puedes hacer portu país."

y podríamos agregar nosotros:"¡Y hazlo, hazlo, cada vez que te llegue el mo­

mento!"

37

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u Palma"

"Desnudo"

Exposición de Carlos Osorio

EL 6 DE OCTUBRE SE ABRIÓ EN EL INSTITUTO DE CUL­

tura Puertorriqueña la exposición de obras deCarlos Osorio, segunda de este pintor que ha pre­sentado la institución.

Carlos Osorio nació en Caguas en 1927. Desdetemprano tuvo afición por la pintura, pero fue elimpacto que produjo en su sensibilidad el arte ja­ponés, durante los días que estuvo destacadocomo soldado en tierras de Oriente, lo que deter­minó su dedicación al estudio de las artes plásti­cas. Su preparación fonnal la hizo en Nueva York,bajo profesores como Hogarth, Boyle y Criss. FueFrancis Criss el profesor que mayor influenciaejerció en él.

Tres años pasó Osorio en los Estados Unidos.De regreso a Puerto Rico en 1956, se consagródesde entonces a la obra pictórica. Durante muchosaños trabajó como artista e": la Sección de ArtesGráficas de la División de Educación de la Co­munidad, organismo adscrito al Departamento deInstrucción Pública. Hace algún tiempo trabajapor cuenta propia.

Artista fecundo, ha expuesto sus obras indivi·dualmente o en muestras colectivas, en el AteneoPuertorriqueño, la Universidad de Puerto Rico,el Instituto de Cultura Puertorriqueña (1964) yen varias galerías de San Juan. También partici­pó en la Primera Bienal Hispanoamericana, quetuvo lugar en México en 1958.

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"Paisaie"

"Ella"

El artistaen su taller

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Margot Arce de Vázquez y su librosobre José de Diego*

Por LUIS DE ARRIGOITfA

IN1·RODUCCIÓN. - CUANDO LA SOCIEDAD DE AUTORES

Puertorriqueños, a través de su Presidente, meinvitó a hacer breves apuntaciones críticas en tor­no a la obra de Margot Arce de Vázquez -conocasión de la reciente publicación de su libro sobreJosé de Diego-- acepté entusiasmado. En cuarentaaños de labor docente en la Universidad de PuertoRico y de alerta intervención en la vida culturaly política del país, es la primera vez en que púoblicamente se le rinde un agasajo a esta ejemplarmujer puertorriqueña hacia la que todos somosdeudores en una u otra fonna. En la última col~­

ción de grados de nuestro primer centro docente,su casa de labor y devoción, le correspondió eldiscurso de exhortación a los estudiantes gradua­dos. Todos pudieron así apreciar la ponderada re­flexión, la conmovedora sabiduría y certera be·lleza de palabra de esta mujer que por años hapermanecido olvidada, en ocasiones perseguida ypor muchos menospreciada.

Siempre me es fácil hablar de Margot Arce deVázquez e~ privado o en mis clases de literatura;es ella una de mis fuentes principales, modelo decomportamiento moral y punto de referencia eneste arriesgado y equívoco vivir insular. Nunca lohe hecho en público y menos 'Para valorar su obra.Otras personas hay, que lo hubiesen podido hacercon más facilidad, justeza y juicio más atinado yreconocido. No poseo los méritos extraordinariosque la labor requiere, y la misma autora me haescogido ya que en los últimos diez años yo he sidosu amanuense, y era de las pocas personas que ca-

• Palabras leidas el :lA de junio de 1967 con ocasIón del agasajoofrecido por la Sociedad de Autores Puertorrlquel'ios a Margal Arce4e ViUquez por la reciente publicación de Úl obra /iterarla de ]os¿de Diego.

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nocía en su totalidad este libro sobre La obra lite.raria de José de Diego que aún no ha llegado amanos del público.

A Margot Arce de Vázquez me unen. lazos estre­chos de admiración, agradecimiento, lealtad, devo­ción y amor; ella es mi madre espiritual por adop­ción y mutuo consentimiento. Durante diecisieteaños ha sido mi consejera. mi confidente, mi con­suelo y sostén moral; la he escuchado en sus cla·ses, en sus conferencias, en sus libros, en su ofi·cina privada y en la intimidad de su hogar. Creoconocerla, creo comprenderla, creo amarla; y nocreo que el amor me impida verla en su valor to­tal, porque es el conocimiento lo que mueve nues­tra voluntad y nuestro amor y sólo aquello quese admira y ama nos nutre el alma, el espíritu.

El libro de la Dra. Arce, que acaba de publicarel Instituto de Cultura Puertorriqueña como mutuohomenaje de autora e institución al Centenariode José de Diego, es para mí obra de plenitud ymadurez en que ella nos ha entregado la totalidadde su ser: sabiduría, inteligencia, sensibilidad y de­voción a la cultura patria, a la vez que un admira­ble ejemplo de los más apropiados y certeros mé­todos estilísticos de valoración literaria. Toda sulabor docente y toda su obra anterior de crítica einterpretación parecen conducir providencialmentea la creación de este libro, que siendo un homena·je a una de nuestras figuras próceres ~s a la vezun autorretrato de esta extraordinaria mujer puer­torriqueña.

1. Garcilaso de la Vega. 1 Margot Arce se iniciacomo escritora con la publicación de su tesis doc-

1. Madrid, Hemando, 1930, 14D p.; 2.a ed. Rlo Piedras, Unlversi.dad de Puerto Rico, 1961, 142 p.

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LA OBRALITERARIA

Margol Arce de VAzquez

LA OBRALITERARIAdeJosé de Diego

INSTllUTO DE ~LTUaA PUEUOIWQ~ \_ JUAN 111 M.lro IJCO

.,6,

toral de la Universidad de Madrid -Garcilaso dela Vega (Contribución al estudio de la lirica espa·ñola del siglo XVI)- en 1930, cuando apenas tieneveintiséis años. Impresiona este libro por la se·riedad, madurez, certera valoración, fina sensibi·lidad y aguda inteligencia que revela su autora.El Garcilaso se ha convertido en un clásico de lainterpretación de análisis estilístico y modelo decrítica en todo el ámbito de los estudios hispá­nicos.

Cada libro, al igual que cada uno de sus curosos, conferencias y artículos, nos revela un aspectode la rica personalidad de la autora. En Garcila­so admira el equilibrio clásico renatentista en laforma y el pensamiento; su estoicismo: la conte­nida emoción y la libertad moral; el bucolismo anteel paisaje; el carácter hispánico: grandeza, desen.voltura y cortesía. El examen de las cualidades desu estilo, de los temas e ideología del poeta no lalleva al mero cotejo laberíntico o a la estadísticafría y aniquiladora de la gracia estética o del sen­timiento, sino que se vuelcan iluminadores de unavisión total, una configuración integral de la cu!·tura española del siglo XVI, ofreciendo la ejempla.ridad de una vida:

Estoica serenidad frente al dolor, estoica su­misión ante lo inevitable, sentimiento contenidoy profundo, expresión sobria e inmóvil; tal lamelancolía de Garcilaso. El poeta siempre fiela su ideal de belleza clásica, sacrifica el arre·bato apasionado, y canta sus dolores con la

mansa y resignada ternura que convenía al am­biente luminoso de las églogas y la visión de

.un mundo ordenado y armonioso.1

A este primer estudio de Garcilaso han seguidoen el tiempo tres nuevos trabajos sobre la Eglo­ga 1, la Egloga 11 y la Canción 111; trabajos cadavez más acuciosos, más finos y precisos de losque la figura del "príncipe de los poetas castella­nos" surge con más señera probidad y permanentebelleza. Al concluir el examen de la Canción 111-Cerca del Danubio una isla...- afirma:

...La responsabilidad hacia su creación vienea ser correlativa de su responsabilidad moral.Parece decirnos que las obras de arte y lasobras morales se nutren de las mismas raíces;son actos personales y participan de la vida es­piritual de su creador. Se sabe tan dueño desus versos como de su albedrío. Puede crear laisla de perfección y hermosura; también puedenegarle la salida, la comunicación con el mundoy con los hombres. El poema traduce la esencialunidad de ética y estética característica de lasmás puras creaciones del arte español de todoslos tiempos.3

2. Impresiones. Pasan veinte años sin que vuel-/'

va a aparecer un libro suyo. Son veinte años dededicada atención a sus labores universitarias yen que la prensa diaria y las revistas de mayor

2. 1bid., p. 51.3. Cerca del Danubio una isla.... Separata del Homenaje a DIl.·

maso Alonso, Madrid, Gredas. 1960, p. 1.000.

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prestigio del país recogen sus numerosos artículos.Ella misma confiesa, con su acostumbrada mo­destia, que no cree ser una escritora innata:

El que tiene vocación para escribir, escribepor necesidad interior. Yo no la tengo. Para míel escribir es producto secundario de mi trabajocomo maestra de literatura. Por esta razón hagocomentarios más o menos críticos de obras li­terarias, porque es un trabajo que se exige.

No tengo que escribir, soy más feliz cuandono escribo; el escribir me obliga e impone res­ponsabilidades. Mis libros tienen un gran defec­to, se resienten del método pedagógico. Son li­bros que he escrito pensando en el trabajo quetengo que hacer con mis alumnos en ayudarlosa comprender y aprender los textps lite~rios.·

En su cátedra del Departamento de EstudiosHispánicos explica cursos sobre Garcilaso de la Ve­ga, Fray Luis de León, Góngora, Poesía y teatro deGarcía Larca, Poesía española contemporánea, Poe­sía y prosa medieval, Cantar del Mío Cid, el Ro­mancero, El Quijote; además de cursos generalesde historia de la literatura española, literatura delSiglo de Oro, Renacimiento y Barroco. Su interésla mueve al estudio de las características y mani­festaciones más peculiares del alma española, yasea en la historia, la cultura, la pintura, la poesía,el teatro y su novela máxima -El Quijote-.

A veces, violentando su ingénita timidez, acudeal Ateneo Puertorriqueño o a cualquier sala deconferencias dentro y fuera de la Universidad acomentar en voz dulce, pausada, de mesurada se­renidad, la poesía de Luis Palés Matos, el clasicis­mo de AloQso, el hispanismo' de Pedreira o a hacerbreves apuntaciones introductorias a los versosde un joven poeta, o hacer una emotiva semblanzade alguna figura recién. desaparecida. Así surgensus múltiples articulas aparecidos en El Mundo,Puerto Rico Ilustrado, Asomante.. Alma Latina, Re­vista del Ateneo 'y otrlls. También son numerosossus prólogos a libros de poesía de Carmen AliciaCadilla, Carmelina Vizcarrondo, Samuel Lugo, Car­men Marrero, Eugenio Rentas Lucas, Esther Feli­ciano, Lillianne Pérez Marchand o Luis HemándezAquino. Siempre la encontramos haciendo defensay elogio de razón y pasión cuando se trate de poe·sía, de teatro o pintura española o puertorriqueñao entren en juego los valores de nuestra cultura.ysobre todo de sus raíces esencialmente hispánicas.

Como directora de la Revista de la Asociaciónde Mujeres Graduadas de la Universidad de PuertoRico utiliza con hábil destreza el breve espacio desus editoriales para comentar el acontecer cultu-

4. Iris Z. de Cabanlllas. Vida de Margot Arce demuestra no estdnen pugna la feminidad. el sentidc maternal y el intelecto. El MundoSan Juan de Puerto Rico. 20 de septiempre de 1958.

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ral Y político del país; temas que a menudo ampliaen artículos e intercala en sus frecuentes juiciosvalorativos de poesía o figuras puertorriqueñas.Así se preocupa por la infancia, la educación, lareforma y crisis universitarias, la paz, la patria,la lengua, la cultura puertorriqueña. Las reflexio­nes suelen ser profundas y agudas, llamadas dealerta o dolorosas quejas ante la pérdida crecientede nuestros más afincados valores, de nuestrasesencias de pueblo.

En 1950 a petición de un grupo de estudiantesuniversitarios escoge algunos trabajos de temapuertorriqueño y los entrega para ser publicadoscon prólogo de Cesáreo Rosa·Nieves. Impresiones,Notas puertorriqueñas, presenta bajo ese título untanto humilde y vago, el fruto de su constante me­ditar sobre nuestros valores. Concha Meléndez haapuntado que:

...Nada más lejos del impresionismo que es­tos ensayos meditados, estrictos, en que la len.'gua de sabia hermosura, es instrumento dócilde los matices más finos del pensar.l

Agrupados en tres momentos -Marco y figu­ras, Figuraciones y Perspectivas- este libro inclu­ye, en primer término, hermosas impresiones so­bre el paisaje insular, y semblanzas de algunas fi­guras del pasado y contemporáneas; en segundolugar, cuatro de sus trabajos sobre la poesía deLuis Palés Matos, apuntes sobre la realidad puer­torriqueña en la poesía de Luis Llorens Torres ytres prólogos a poetas. Las perspectivas finales noson otra cosa que profundas y penosas reflexionessobre el presente y futuro de nuestra cultura puer­torriqueña. En este apretado haz de notas la preo­cupación patria atraviesa tenazmente paisaje, rea­lidad histórica y cultural puertorriqueña, desde ladoble perspectiva de la vida y del arte.

El hombre de estas tierras -nos dice- mez­cla en su sangre criolla lo español y lo africano;la herencia india cuenta poco. Habla un españoldulce y relajado, de ritmo cambiante y de tim­bre alto. Su entonación, más melódica y ondu­lante que la española, se eleva sobre el tononormal para precipitarse en seguida en infle·xiones rápidas y sincopadas. Nuestra música po­pular tiene la monotonía sensual de todas lasmúsicas tropicales y se parece, en las plenas, alhabla puertorriqueña. Somos sentimentales; lossentidos y las emociones nos mandan el espi.ritu. Nuestra hospitalidad llega a veces hastala imprudencia. Por desengañados secularmente,nos inclinamos al fatalismo. Nuestro tempera­mento nervioso y susceptible nos hace indecisos

S. Concha Meléndez. Figuración dI! Puerto Rico. Nota sobre ellibro Impresiones de Margat Arce de Vá%quez. Repertorio Americano,San José de Costa Rica. 1951, XLVII. Núm. S, p. 67.

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y recelosos. Ostentamos una alegría despreocu­pada y burlona que desmiente la callada nostal·gia de los ojos. Maduramos pronto como losfrutos del trópico y nos apagamos pronto comola orgía de colores de nuestro crepúsculo. En elamor y frente a la muerte seguimos siendo es­pañoles; para el vivir diario tenemos la ternuradel negro y la parquedad del castellano. Se daen nosotros esa síntesis de lo primordial y delo refinado que Keyserling considera como lapromesa de una cultura original."

Con' sólo leer este párrafo de Impresiones ~;a

estamos en la medula nutridora del libro. De ahí,de esa apretada síntesis de hombre y paisaje, bellae iluminadora, irradia la cultura puertorriqueña enlas múltiples manifestaciones que la autora regis­tra en su libro. Todo el temario queda estrecha­mente enlazado y se dan la mano: el concepto éti­co de la patria hostosiana, la reflexión de Insula­rismo, el estudio científico de la lengua en NavarroTomás y pedagógico en Antonia Sáez, la rica acti­vidad folklórica de Maria Cadilla, la puertorrique­ña belleza de Isabel Andreu, la poesía de Palés yLloréns.

3. Gabriela Mistral: persona y poesía? La muer­te de Gabriela Mistral en 1957 la lleva a recogervarios trabajos dispersos y múltiples reflexionessobre la persona y la poesía de esta chilena reciay tan preocupada por los problemas americanos.Hoy por hoy, este libro de Margot Arce de Váz­quez -Gabriela Mistral: persona y poesía- es elestudio más completo y ponderado que se ha he­cho de la ganadora del premio Nobel y en el quese ha calado con mayo,r acierto en el misterio in­trincado de su quehacer poético. Contrario a otroscriticas que aprovechando la popularidad de Ga·briela pretenden atraer la atención hacia sus po­bres personas, Margot Arce pasa rápidamente so­bre los detalles de su conocimiento personal yconvivencia íntima con la poetisa, para damos unainterpretación completa y definitiva. El libro seinicia con una semblanza de Gabriela y la revi·sión histórico-critica de su producción, penetra ensu mundo poético mediante el análisis de poemasilustrativos de distintos temas, momentos y esti­los, para terminar con el comentario integradorde aquellos momentos a lo largo de su obra enque Gabriela poetiza e interpreta a Puerto Rico.La edición inglesa' del libro se enriquece con unabiografía y con un capítulo en que con clara ob­jetividad comenta las relaciones de la poetisa con

6. Impresiones, Notas puertorriqueñas (Ensayos), San Juan dePuerto Rico, Yaural, 1950, pp. 22-23.

7. San Juan de Puerto Rico, AsomQnte. 19S1l, 196 p.8. Gabriela Mistral. The poet t2nd her work, trad. de Helene

Jlbsslo Anderson, New York, New York Universily Press, 1964, lS1l p.

los Estados Unidos a través de su vida y de suobra.

Ya en su persona, ya en su vida, Margot Arcede Vázquez considera a Gabriela Mistral una pro­longación americana de la reciedumbre hispánica,comparable en muchos casos a Unamuno.

Con extremada sencillez y transparencia depalabras -nos dice al comentar el poema Pande TaIa-, con calculada economía de recursosretóricos, por el descuido intencionado de la for­ma, el poeta nos hace penetrar en este recintode intimidad delicada, de meditación absorta,de misterio sin efectismos. El "realismo" de estavisión, este poder de disfrazar la destreza delarte bajo la máscara de lo natural y viviente-gracia exclusiva de los grandes creadores-,¡cuánto nos recuerda la prodigiosa espontanei­dad de algunas páginas de Cervantes, o la pe­netrante, sabia mirada del Velázquez de LasMeninasl Como ellos posee Gabriela el don his­pánico de la visión concreta, impresionista de larealidad. y como los místicos, el poder -de tras­cender lo aparente e intuir lo absoluto oculto ypresente en la multiplicidad de los seres. Quizála razón de ser de su canto, la idea que rige sumundo poético sea -como aquí- el hallazgo de10 divino en lo temporal. la anulación del impe.rio de la muerte sobre las criaturas.'

También la atrae y consuela la religiosa c.on·templación del universo, de la naturaleza, en losversos de Gabriela y los busca como sedante lec·tura para contrarrestar el influjo mecanicista dela sociedad contemporánea.

...Predomina la visión contemplativa profun­da, de fuerte raíz religiosa. Los poemas de estecontenido reconfortan el espíritu del lector con·temporáneo. En nuestro siglo de urbanismo, so­breindustrialización y tecnología, de productivi­dad sin creación, mundo cada vez más antina·tural e irreal, la -necesidad del contacto con lanaturaleza se va haciendo cuestión de vida omuerte. El hombre ha de volver a su centro, vi­vir de modo más natural y sencillo, reincorpo­rarse al ritmo del Cosmos si desea conservar laintegridad de su persona, su humanidad enteray verdadera. Consuelan estos versos porque. sonla revelación de un espíritu humano que estuvosiempre en relación ardiente con las cosas rea·les y fundamentales de la vida: con Dios, latierra, el sexo, el amor, la muerte; de un espíoritu no contaminado por los virus disolventesde nuestra civilización materialista, artificial yascéptka...10

Admira e imita el ejemplo de esta mujer "aten·ta al presente, dominada por la conciencia de loshechos y el rumbo que toma la historia, incapazde negarse al reclamo de los que padecen hambre

9. Gabriela ristral: per.sona 'J poesla, p. 142-10. Ibid., p. JOO-l07.

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y sed de justicia o de amor";1l se identifica conella en la visión unitaria de Hispanoamérica y sucultura, a la que urge incorporar .a Puerto Ricoen forma eficaz y duradera.

...Hay en Gabriela -nos dice- una constantepreocupación americana, un pan-hispano-ameri­canismo que brota del contacto directo con latierra en los años de su infancia campesina, desus anhelos maternales insatisfechos proyecta­dos sobre estos paisajes y p!1eblos sobre loscuales vigila como la madre vela por sus hijos.Algunas intenciones políticas y pedagógicas, lavoluntad de afirmar lo americano frente a Es­paña, Europa o los Estados Unidos, aunque pormotivos diversos en cada caso, confirman estapreocupación· y la intensifican. Gabriela no olvi­da que l>uerto Rico es parte de esta Américaque ama, unido a ella por lazos de sangre, len·gua y cultura. Le importa tanto como puedanimportarle México o Chile; le importa muchosobre todo, que cobre conciencia de su relacióncon esos pueblos y que la remache con un actolibre de su voluntad...ll

4. Lecturas puertorriqueñas: prosa.13 El añopasado, junto a la profesora y directora del De­partamento de Español Básico, Mariana Roblesde Cardona, preparó una antología para la seriede The Troutman Press, Puerto Rico: realidad yanhelo. Estas Lecturas puertorriqueñas: prosa, queya hoy se han convertido en texto de la instruc­ción pública, son una selecta y amorosa recopi­lación de trozos literarios, que cubre en el tiempodesde nuestro primer clásico, Manuel A. Alonso,hasta ~a última hornada de cuentistas contempo­ráneos, que nos brinda a la vez que una muestravaliosísima de nuestros más destacados escritores,una visión completa del desarrollo de nuestra cul­tura en sus más ricas variantes. Con deleite yen·tusiasmo se leen esos fragmentos en los que, a lavez que se afirman nuestros valores artísticos yliterarios, se ·pone de manifiesto la esencial pecu­liaridad de nuestra empequeñecida y desprestigia­da alma puertorriqueña.

Al 'reunir en estas páginas -nos dice- unconjunto de textos de prosa puertorriqueña, nopretendemos componer }lIl8 antología ni trazaruna historia de nuestra prosa literaria. El' cri­terio de selección que hemos seguido nos obli·ga a escoger, entre los prosistas más destacados,aquellos que suman a su calidad artística la ex·presión de algún aspecto del modo de ser, lacultura, las costumbres de Puerto Rico. Los tex·tos ofrecerán al lector una imagen del hombrepuertorriqueño y de la vida espiritual del país.

11. ¡bid., .p. 20-21.12. Ibid., pp. 180·181.13. '¡he Troutman Press, Sharon, Conn.• 1966, .424 p.

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Estamos seguros de que aportamos aquí algu.nos valiosos documentos para esclarecer el de·batido problema de nuestra identidad.l

Es este libto, en gran medida, el producto de­cantado de su larga experiencia en el manejo dela literatura puertorriqueña y la valoración de sucultura que dio ocasión a Impresiones. Tal vezsu fuente inmediata sea, además. los trabajos encomún o sobre el estudio histórico-crítico del en·sayo en Puerto Rico de Mariana Robles de Cardo­na, que aquí cobra un sentido didáctico al pre·tender que el libro llegue a ser "una lecturaestimulante que despertará en ellos -los puerto­rriqueños- el deseo de emular nobles ideales, ac·tos justos y libresll,I5

5. La obra literaria de José de Diego.16 Desdehace varios años Margot Arce de Vázquez ha veni­do trabajando en esta revisión de la obra literariade José de Diego, El primer fruto de esa labor fueel curso que explicó en la Universidad y más tar­de las diversas conferencias dictadas con ocasióndel Centenario. El disfrute de un año de licenciasabática le permitió dedicarse exclusivamente alexamen de la obra y a la redacción de este volumi·naso estudio, único trabajo totalizador del queha.cer literario del ilustre "Caballero tle la Raza". Elpropósito principal de este estudio-homenaje es lareivindicación de la figura histórica y de la obraliteraria de José de Diego. La admiración y entu­siasmo de la autora por De Diego, unidos a lareflexión sobre la situación crítica de la culturay la política puertorriqueña, le dan un tono de do­lorosa meditación a las páginas más clarividentesy certeras del libro. Existe una afinidad total en­tre objeto y sujeto. visión católico-cristiana delmundo y de la historia, tradición hispano-latina,filiación hispano-americanista, convicción indepen.dentista o soberana de Puerto Rico, antevisión es­peranzada de su futura realización. Desde las pri­meras páginas en que narra su conmovedor en­cuentro con José de Diego siendo una niña, con suobra, ya en plena madurez; en la valoración de suobra en prosa como arma de .combate y los idea­les que la impulsan; en el examen y exposición desu mundo poético, su concepción de la poesía, la .creación y la lengua, hasta las conclusiones inte·gradaras del estilo, percibimos la misma y soste·nida actitud de admiración y sentimiento frente aeste hombre que supo siempre anteponer los prin-

14. ücturas puertorriqueilas: prosa, p. XI.lS. Ibid, p. XVII.16. San Juan de Puerto Rico, In5tlluto de Cultura Puerlorrique1!a,

1967, 673 p.

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ClplOS éticos a toda actividad jurídica, política oliteraria.

El libro, encuade,mado en rojo con tejuela ne­gra, lleva en la chaqueta un dibujo de Carlos Ma­richal en el que De Diego, sentado a su mesa detrabajo medita con la pluma en la mano frente avarias figuras y atributos de su poesía: en el pla­no más próximo una hermosa joven de ojos oscu­ros "hija del sol trigueño de Aguadilla", hacia laextrema izquierda luchan simbólicamente el guara.guao y el pitirre y, cubriendo casi toda la contra.portada, la alegoría final de Cantos de rebeldía: elespíritu que espera, la quimera que levanta la pie­dra del sepulcro y el brazo que se yergue enarbo­lando la bandera de la patria. Trece capítulos com­ponen la obra, que agrupados bajo cuatro grandesacápites: -Encuentro, El prosista, El poeta y sumundo, Poética y estilo- están precedidos por unprefacio que nos explica el propósito y limitacio­nes de la obra y una crondlogía que trata de comopensar la falta de una biografía total; y a los quesiguen cuatro apéndices en los que se recoge elacta de nacimiento del poeta, cinco de sus traba­jos de crítica literaria y dos entrevistas, y cierrala bibliografía de obras consultadas.

El Prefacio nos indica inmediatamente el pro­pósito que persigue la autora y que debemos re­cordar a lo largo de este extenso y elaborado es­tudio:

No se ha hecho justicia a José de Diego co­mo escritor. Su figura política ha acuitado trasun muro de pasión y de parcialidad al gran poe.ta, al hábil prosista...

Estas páginas pretenden reparar ]a prolon.gada injusticia. Intentan señalar la gran calidadde su poesía, la grandeza moral del hombre, sugenio, su vasta y bien integrada cultura. En muypocos puertorriqueños se han concertado tanaltos y diversos dones; ninguno quizás -salvoBetances, Hostos, Albizu- ha vivido tan fiel así mismo, tan consecuente con su ideal y supersonal cosmovisiónP

La primera parte, Encuentro, incluye un solocapítulo -La obra literaria- y las breves páginasen que, con sobrecogida emoción, la autora nosda a conocer su triple encuentro con De Diego,siendo una niña, hasta llegar al encuentro defini.tivo con su obra:

Ahora, al cabo de largos años, lo encuentrode nuevo en sus versos, en sus escritos. Lo en­cuentro tal y como era cuando vivía; escuchosus hermosas y profundas palabras; siento elfulgor de su espíritu. Comprendo el último sen-

17. lbid., pp. IX-X.

tido de su pasión y ]a firmeza de su esperanza.Por más de dos años he sostenido con él elincomparable y decisivo diálogo del lector conun gran poeta que era, al mismo tiempo, unhombre cabal, un verdadero cristiano. Estas pá·ginas intentan traducir ese diálogo. En ellaspretendo desentrañar el sentido de su obra, delejemplo que quiso darnos, de la lección de be­Ueza y fe que encierran sus escritos, aun losmás ajenos a la elaboración litéraria, o a lasintenciones políticas; e] sentido de esperanza,resurrección y eternidad...1'

y como siempre la conmovida emoción de Mar­got Arce ante la belleza, las virtudes cabales o elsacrificio heroico, se traducen en objetivo examen,lógica exposición y agudas observaciones; para quesus estudiantes o sus lectores queden convencidosen forma racional, evidente -clara y distinta-,de lo que ella ha recibido en su contacto directo,apasionado o intuitivo, con la obra. Así a ese re­cuento emocionado de su trato con De Diego dapaso a un capítulo en que ella revisa cronológi­camente la obra total del escritor, nos apunta laforma, estructura y materiales contenidos en cadauno de sus libros, la rigurosa selección y esmerada,publicación de sus versos.

El prosista, segunda parte del.'libro, cubre trescapítulos de relevante interés para el conocimientode De Diego como .politico, jurista y hombre pú­blico: La prosa como arma de combate: Ideario,La oratoria, Otros géneros de prosa. En las pri­meras palabras del capítulo inicial se nos adelantala esencia fundamentalmente oratoria de esta pro­sa, y el demagógico instrumento político de hoyqueda redimido por la sabiduría, cultura, virtud,de este prócer puertorriqueño.

La prosa de José de Diego -nos dice-, aunla jurídica y periodística, corresponde al ordende la oratoria tal y como la define Kant: "e]arte de dar a un ejercicio serio del entendi­miento e] carácter de un juego libre de la ima­ginación". El fin de persuadir, de que las ideascomunicadas sean asumidas en actos libres porlos interlocutores o lectores, ]0 obliga a un es­fuerzo intelectual riguroso, a poner en juegotoda su sabiduría, erudición y experiencia devida. Al mismo tiempo, como poeta conoce ]aeficacia de la palabra bella y cO{lmovedora, aela imagen brillante, el. símbolo y el ritmo y seaprovecha de esa ciencia retórica hasta el límitepara tocar e] cor~ón de su auditorio, fertilizar'su imaginación, acosarlo y ganarlo para su cau­sa... I

'

En forma orgánica y esclarecedora revisa elpensamiento del hombre público, y de la exposi­ción histórico-poIítica de la realidad colonial, de­gradante e injusta del país, pasa a la presentación

18. lbid.• p. 3.19. lbid., p. 33.

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de las posibles soluciones. Del" examen de las ba­ses, la capacidad de los puertorriqueños para lalucha, la cuestión económica y posibilidades delideal soberanista concluye que la única posiciónnatural del hombre según la filosofía yel derechoes la Independencia. Nos presenta la autonomíao el protectorado como soluciones transitorias; laanexión o mancomunidad como soluciones inacep­tables. El ideal aparece sostenido por la visiónesperanzada del futuro, y este capítulo nos asegu­ra por su claridad lógica y pruebas reales y con·cretas la fuerte convicción de De Diego y la validezde su ideal como única solución a la dignidad hu·mana.

La legendaria fama de José de Diego como ora·dar queda efectivamente comprobada al someteruna serie de sus discursos al análisis estructural,temático y estilístico más riguroso. Y este capítu­lo 111 -La oratoria- es una de las aportacionesmás valiosas de Margot Arce al estudio metódicoy serio de la prosa de lengua española; trabajomuy pocas veces intentado y que en estas manosalcanza su más acerada probidad. La autora recha·za una vez más la peregrina idea de la improvisa­ción creadora.

Cada uno de sus discursos surge de una cir­cunstancia histórica o cultural específica e im·portante. Algún detalle casual fertiliza su imagi­nación y de él germina el frondoso árbol de suoratoria. La referencia a ese detalle le permitecrear ante el auditorio la ficción de que impro­visa cuando, en realidad. ha meditado largamen.te sobre el tema y ha preparado la pieza cui·dadosamente. Esto no quiere decir que fueraIncapaz de improvisar: de hecho, improvisó muochos discursos. Pero, en los que hemos exami·nado, la preparación y documentación previasson evidentes.

La catarata que brotaba de sus labios, lasalusiones y relaciones que se le ocurren a cadainstante, pueden dar la impresión de verbosis­mo y desorden. Visto con detenimiento, nos en·contramos con una estructura ordenada. lógica,clara; con que el pensamiento se va desarrollan·do y organizando según la ley de causa y efecto.Las -interrupciones, la contra réplica no logranquebrar la ilación. El orador se detiene, contes­ta, argumenta, refuta, pero vuelve a reanudar elhilo en el punto que se había quebrado.-

En el capítulo IV -Otros géneros de prosa­la valoración y examen de sus prólogos, ensayos yartículos periodísticos comprueban nuevamente loque antes la oratoria: a la cultura y conocimien·tos de la literatura, historia. religión, derecho ypolítica antigua, moderna y contemporánea. Joséde Diego suma la alta conciencia creadora de una

211. lbid., p. 134.

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disciplina artística. Como crítico literario, como his·toriador, como jurista y conferenciante, De Diegoes merecedor del más alto juicio.

y así penetramos en la tercera parte, El poetay su mundo, la más extensa de todas ya que a lavez que nos da temas y visión del mundo del poeta,ilustra estilísticamente la expresión poética de esaspreocupaciones. sentimientos e inclinaciones. Soncinco capítulos que tienen en su centro la llamada"poesía política" de De Diego -Capítulo V, Lanaturalez.a y el paisaje,' Capítulo VI, La experien­cia religiosa,' Capítulo VII, El ideal: La epopeyadel Cordero; Capítulo VIII, El sentimiento delamor; Capítulo IX, El dolor y la esperanza-o Laordenación es intencionada: la poesía de José deDiego se conoce casi exclusivamente por sus ver·sos patrióticos o amorosos y de ello se han validopara rebajar y empequeñecer esta poesía. De un­lado ha servido para no incluir al poeta entre lasfiliaciones literarias de sus contemporáneos. y asípresentarlo como un caso de romanticismo tardio;de otra parte, la intención política o deliberado pa·triotismo de De Diego ha llevado a poner en telade juicio los méritos líricos de su arte. Esta se·cuencia establecida por la autora coloca la voca·ción civil de De Diego a la misma altura lírica-subjetiva, de sentimiento y devoción- que lavisión y concepto de la naturaleza, de Dios, delamor y del dolor y la esperanza.

Dos perspectivas inéditas de la obra de De Die·go nos ofrece Margot Arce de Vázquez al examinarlas fuentes, actitud y expresión del poeta frente ala naturaleza y frente a Dios. De Diego paisajistay La religiosidad de De Diego son dos reveladorasaportaciones de este estudio, que completan, enrioqueciéndola, la visión integral de esta poesía, y ledan profundidad de sentimiento y sensibilidad ala imagen simple, por primaria, que se ha difun·dido del poeta.

La lectura de su obra nos da la impresiónde una fe sostenida por el asentimiento de larazón y de la voluntad, por una fuerte convic­ción intelectual. Como hemos señalado antes, hallegado a ella mediante apasionado esfuerzo yestudio porque estaba genuinamente empeñadoen la búsqueda de la verdad y ésta le importamás que su orgullo de hombre y los respetosmundanos. El proceso de su conversión fue do­loroso, pero decisivo en su vida y en su obra.

Como es frecuente en el hombre hispánico,aspiraba a un ideal absoluto y eterno; a laVerdad, la Justicia. la Libertad y el Amor, yconoda el hastío de lo temporal y relativo. Envarios pasajes poéticos se identifica con donQui.jote, el idealista, el mito literario hispánicopor excelencia. En Jos poemas que expresan laemoción civil se ve claro que la independencia

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no es para él únicamente una fórmula poUticatemporal, un sistema de gobierno, sino un valoresencial y eterno sin el cual es imposible lasalud de la patria. Por eso identifica al CorderoPascual con Puerto Rico.]· .

El comentario al título y al ·prólogo de Cantosde rebeldía salva el lirismo de la poesía civil deDe Diego, por estar enraizada en su más firme con­cepción de la historia y en la más (ntima espe­ranza de su alma:

El libro se llama Cantos de rebeldía, títuloque resume su doble carácter épico y Urico:cantos, porque los versos brotan de una neceosidad del espiritu y de la hondura radical delsentimiento; de rebeldía, porque exponen des­carnadamente la violencia y opresión que se ha­ce a un pueblo y prestan un testimonio ardientey acusador. No sólo hablan de su dolor perso­nal; son heraldos de la voluntad nacional y va·ticinan el futuro.

El conjunto de su obra muestra este doblerostro: aquel que nos revela la historia de sualma en 10 privativo suyo y aquel que vive einterpreta entrañablemente la historia nacional.El destino personal y el destino colectivo seconfunden en cantos cuyo lirismo no excluye nila~visión totalizadora ni el tono noble y majes.tuoso de la epopeyaP

Si de la expresión de su visión y sentimientocósmico-religioso pasamos. a través de la vocacióncivil hasta el sentimiento amoros~ y su conceptodel dolor y su esperanza, las ideas se hacen cadavez más entrañables y conmovedoras. La Dra. Arceexamina el sentimiento amoroso de José de Diegoen el erotismo sensual de Jovillos, en el trágicolirismo del primer amor verdadero a Laura, en laexpresión del amor conyugal, filial y en la amistad,y todo ello pone de manifiesto !a naturaleza afec­tiva y sentimental de este hombre, que al fin re·nuncia a todo en aras de su vocación patriótica:

La renuncia voluntaria al goce de amoresmás intimas fue un costoso sacrificio. Sabiaque al hacerlo limitaba y empobrecia su vidainterior, algo de su condición humana. Pero sehabía impuesto el respeto a un código ético,a una jerarquía de valores y nunca dejó que lapasión o el desorden sentimental prevalecieransobre la razón o el deber.2J

El capítulo final de esta tercera parte -El do­lor y la esperanza- nos ofrece en su reveladora

21. lbld., pp. JOO.309.22. lbid•• pp. 326. 327.23. 1bid•• p. 420.

visión el ser más íntimo de De Diego, su generosacapacidad para sufrir el dolor y su inquebrantableesperanza. La pasión de De Diego parece traspa­sada de las mismas esencias que el poético y con­solador final de Quijano el Bueno. Su heroica lu­cha frente al dolor se convierte en el canto detriunfo del cristiano:

Vista de fuera y objetivamente la vida de DeDiego parece tener un sentido trágico. El dolorlo marcó con profundos surcos: desengaño delamor y del mundo, ofensas y traiciones de ami·gas y de compañeros. zarpazos de la envidia, elodio, la malevolencia, fracaso del ideal. largay dolorosa enfermedad, prematura muerte. Elmundo nunca perdona a los que se distinguenpor la superioridad del intelecto o del corazón.

Subjetivamente no se consideró a sí mismocomo víctima de fuerzas todopoderosas e in-

o contrastables. No creía en la fatalidad. Era cri~

tiano y libre; conocía el poder de la voluntadhumana y del amor para vencer el mal objetivoy psicológico. La luz de la esperanza alumbrósu vida descubriéndole su sentido y su finali­dad trascendente. Su vivir fue agónico, pero nodesesperado.z•

La cuarta y última parte de este libro -Poéti­ca y estilo- pone de manifiesto la alta concien­cia creadora de José de Diego y cómo su arte poé­tico está perfectamente enmarcado en su conceptode Dios, la naturaleza, la historia, la patria y elsentimiento. Etica y estética se funden tanto enla meditada y consciente elaboración ·de sus ver­sos como en la reflexión, teorías y técnica del artecreador y de la lengua. El capítulo X -El poetay la poesia: Teoría literarja- resume los concep·tos de poeta, poesía, crítica, periodismo, sátira yoratoria, y pone de manifiesto la extraordinaria yrica cultura literaria de De Diego al examinar lasnumerosas alusiones a autores y textos que recogeen sus versos.

De Diego no se limita a escribir versos. Losproblemas teóricos y técnicos de su oficio deescritor le interesan tanto como crear, como lalectura de los grandes poetas clásicos y con­tempor;ineos, la tradición literaria de Occidente,los cambios de estilo y sensibilidad. Cuando lee·mos los prólogos de sus libros, las notas al cal­ce de sus poemas, sus articulas y discursos, nostropezamos a cada paso con afirmaciones y jui.'dos que indican cuánto habia reflexionado so­bre el quehacer poético e inquirido sobre elorigen y naturaleza de la poesía, las cualidadesy responsabilidad del poeta, las relaciones entreel arte y la vida, el arte y la moral. Al tratarde contestar a estas preguntas, formula su pro­pia retórica y poética.u

24. lbid., p. 421.25. Ibid., p. 455.

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Sólo esta afirmación de su conciencia al creary de su preocupación por los problemas teóricosde la literatura, sin entrar todavía en el examen delos recursos métricos, valdría para echar por elsuelo la crítica convencional que coloca a De Die·go como un poeta romántico, obstinadamente ana­crónico, dentro de sus contemporáneos modernis­tas. La Dra. Arce nos prueba en el examen de laMétrica 'en el capitulo -XII que De Diego no sólocorresponde esencialmente al modernismo en susegundo momento de americanismo literario enobras como Cantos de rebeldía, sino que Cantosde pitirre es evidentemente postmodernist~_

El capítulo XI está dedicado a La lengua. Reúnearmoniosamente las distintas reflexiones de De Die­go sobre la lengua, en cuanto a ministerio por élejercido en el arte de la oratoria y de la poesía,pero también destaca su valor religioso, expresivo,ético y político.

...Todos estos textos dan testimonio del granamor que sentía De Diego por su idioma, deque comprendía que la lengua es el habítat delhombre, que sin la lengua, ni la vida física nila vida espiritual tienen pleno sentido...26

...La conservación del español por los pue­blos americanos es un acto de afirmación vital,de voluntad de persistencia como entidades his­tóricas y espirituales...Z7

El capítulo XIII, El estilo poético, capítulo fi·nal del libro y de su cuarta parte, es equivalentea las conclusiones sintéticas e integradoras de to­do lo antes expuesto. Establece las cualidades ca·racterísticas y particularizadoras- de su estilo, engeneral y en la concepción particular de cada li·bro, así como el carácter histórico, el lirismo esen·cial, el equilibrio de tensiones y la unidad de estaobra poética.

El conocimiellto de esta obra y de las cir·cunstancias d~ la vida personal del escritor nosrevela una umdad de vida, pensamiento, accióny arte, tan constante, tan ~trecha y profundaque es imposible separar esos elementos, auncomo simple método de análisis crítico.

Como hemos visto, De DiegQ tenía su propiaconcepción del mundo y su metafísica: cadaacto y cada palabra suyos están inscritos dentrode ese orden. Su poética, su ética y su políticabrotan de esta fuente común y se enderezan auna común finalidad. Pero no son expresionesparalelas que se manifiestan lado a lado, inde­pendiente cada una de las demás, sino piezasnecesarias de un complicado mosaico, tan de­terminadas y trabadas entre sí que el sentido

26. ¡bid.• p. 519.27. lbid.• p. 520.

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total del diseño sería ininteligible si faltara unasola o si se turbara su posición relativa dentrodel conjunto. Aun en los momentos de mayorinteriorización lírica· cuando más se acerca a lapureza del canto, liberándose de lo anecdótico,el lector percibe las razones extra estéticas queimpulsan el acto creador.ll

y en el párrafo final del libro, la avizora con­ciencia crítica de Margot Arce se adelanta a losposibles argumentos de sus lectores -las repeti·ciones o la intrincada trama de este libro en sudesarroll~ y nos dice:

Al penetrar en el recinto de su obra literariay pretender apresarle en una imagen coherente-en este libro, por ejemplo- son inevitableslas repeticiones, porque el análisis obliga a se·parar lo inseparable c1,1ando todo -pensamien·to, y aun los actos, palabras, sentimientos. idea­les más insignificantes- está inserto en el pun­to de convergencia de la triple perspectiva ético­político-religiosa: el principio ético-religioso esel fundamento_de unidad de este "mundo". Todolo demás se subordina a él y por él cobra sen·tido.:19

y así lleva a la realidad el propósito expuestoen el Prefacio, dándonos la ejemplaridad de estecabal hombre puertorriqueño, digno de unirse ala ilustre galería de escritores por ella estudiados,admirados y difundidos.

6. Semblanza. La labor que Margot Arce de Váz­quez cumple en la Universidad como profesora, ensu hogar como esposa y madre, en las actividadespolíticas y culturales de Puerto Rico, no sólo sonmúltiples, diversas, exigentes, sino que comprome­ten su tiempo, s,u dedicación, su devoción. Es sor·prendente que a pesar de ellas la escritora encuen·tre aún tiempo físico y sicológico para la reflexión,la redacción creadora de estos ensayos tan cuaja­dos y bellos. Su vida no ha sido fácil; sus convic­ciones son fuertes y determinan un comportamientode altas miras y difíciles decisiones.

Pero, gracias a su carácter, a su temple, a suriqueza de mundo interior, a su providencial yconfiada fe en Dios, permanece libre y puede mirarcon optimismo a sus discípulos, a sus hijos, alfuturo. Reúne Margot Arce de Vázquez en su ca­rácter extraordinarias cualidades como intelectualy como mujer: mesura y equilibrio clásico, ciertoingenuo y realista acercamiento a la obra de crea­ción, orden y claridad en la exposición, nostalgiade valores eternos, contenida pasión, inteligenciaviva, sensibilidad, gracia, belleza física y espiritual.

28. lbid., p. 633.29. lbid,. p. 634.

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Hace ya muchos años, en una de sus clases, alcomentar una página de La perfecta casada de FrayLuis de León -aquella en que él define el carác­ter de la esposa en su glosa del Libro de la Sabioduría-, escribí impulsivamente al margen: DoñaMargot. Hoy, al intentar, a mi vez, una definiciónde su carácter, he vuelto a leer la página y hevuelto a tener la misma intuición reveladora:

y los que han visto alguna mujer de las quese allegan a este que aquí se dice, podrán haberexperimentado lo uno y lo otro. Lo uno, que atodo tiempo y a toda sazón se halla en ella dul·ce y agradable acogida; lo otro, que esta graciay dulzura suya no es gracia que desata el co­razón del que la ve ni la enmollece, antes lepone concierto y le es como una ley de virtud,y así la deleita y aficiona, que juntamente selimpia y purifica; y borrando dél las tristezas.lava las torpezas también; y es gracia que aúnle engendra en los miradores.

y la fuerza della. y aquella en que propia.mente consiste, lo declara más enteramente lo:¡ue se sigue:

Su boca se abrió en sabiduría, y leyde piedad en su lengua.

Dos cosas hacen y componen este bien deque vamos hablando; razón discreta y habla dul·ce. Lo primero Ilama sabiduría, y piedad lo se­gundo, o por mejor decir, blandura.

Pues entre todas las virtudes sobredichas, opara decir verdad, sobre todas ellas, la buenamujer se ha de esmerar en ésta, que es sersabia en su razón y apacible y dulce en su ha­blar. Podemos decir que con esto lucirá y ten-

drá como vida todo lo demás de virtud quese pone en esta mujer, y que sin ello quedarátodo lo otro como muerto, y perdido.)O

Pero si, aproximándonos a nuestro tiempo, bus·camos en otro de sus autores, podemos encontraren Gabriela Mistral una imagen de ella y de no­sotros, en nuestra admiración y entusiasmo. Endos poemas de Tala, poemas que ella no ha glo­sado por pudor y modestia, Gabriela Mistral ma·nifiesta su agradecimiento por favores recibidosde su mano -en Gracias desde el mar- y en otro-Recado de las Antillas-, crea para ella una fá·bula que tiene como personaje a una niña sensibledel trópico, con afición a la poesía, con concienciaracial antillana, que recibe la admiración de losjóvenes que la rodean:

Los mozos llegan a la hora de la siesta;son del color de la piña y el dmbar.Cuando la miran la mientan .su sangre.,cuando consiente, le dicen «la patria•.

En medio de ellas parece la piña,dando su aroma y ceñida de espadas.En medio de ellos serd flambuayana,fuego que el viento tajea en mil llamas.

La aman diversa y nacida de ellos,como los lagos se gozan sus garzas.y otra vez caen y vuelan en sesgopalomas rojas y amoratadas)1

30. Fray Luis de León, lA perftCl1l CllSlldll, Madrid, Agullnr. 1950,p. 188-189.

31. Gabriela Mistral. POtS/1IS completllS. Madrid, Aguilar, 1957,p. 579.

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Bibliografia Puertorriqueña 1966

(Suplemento a la que apareció en el Número 34)

ARANA-SOTO, Salvador: Catdlogo de médicos de PuertoRico de siglos, pasados (Con muchos de éste). ­San Juan, 484 págs.

El autor -médico y literato- continúa su laborde historiador de nuestra medicina, que inició en dosobras anteriores: Diccionario de médicos puertorri­queños (que se han distinguido fuera de la medicina)y Catálogo de farmacéuticos de Puerto Rico (de 1512a 1925).

BAB1N, María Teresa: Fantasía boricua (Estampas demi tierra). - San Juan, Instituto de Cultura Puer­torriqueña, 170 págs.; ilustraciones de Maria Ro­dríguez Señeriz.

Es ésta la tercera tirada de la segunda edición. Laautora titula las secciones: Dfa de mi Isla, Lagunasde tiempo, Tiempo de temporal, Trajfn de caña yplaya, El pueblo, El camino y la montaña, Sueños deamor y muerte.

CARRERAS, Carlos N.: Ideario de Bostas. - San Juan,Editorial Cordillera, 250 págs.

El autor recoge en esta obra publicada póstuma·mente, las ideas principales de Rostos, clasificadaspor temas. Publicó en 1950 Bostas, apóstol de la li·bertad.

CONSEJO SUPBRIOR DE ENSEÑANZA: La deserción de es·tudiantes en la Universidad de Puerto Rico, recin·tos de Rfo Piedras y Mayagüez. - Rfo Piedras,Universidad de Puerto Rico, Trabajos de investi·gación auspiciados por el CSE bajo la dirección deIsmael Rodriguez Bou; 158 págs.

En el estudio colaboraron: Ishver S. Bangdiwala,Joaqufn Sánchez, Juana A. Méndez, Carmen T. Toro,

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Wilma Chávez de Carrasquillo, Carmen Evelyn Asen·cio, José Lugo Arroyo, José Ruiz Vega.

--: La enseñanza de la lectura y la fonética.Río Piedras, UPR, Trabajos de investigación auspi.ciados por el CSE bajo la dirección de Ismael Ro-dríguez Bou; 206 págs. '

En el estudio colaboraron: Juana A. Méndez, Ale­jita González Dávila, Marta C. Rendón, Ligia Colónde DelValle, Manuelita Garbea Vallés, Rosa A. Mon·clova, Armando Muñiz, David Cruz López.

--: Estudio de los intereses de lectura de losalumnos de la escuela secundaria de Puerto Rico.- Río Piedras, UPR, Trabajos de investigaciónauspiciados por el CSE, bajo la dirección de Is·mael Rodríguez Bou, 191 págs.

En el estudio colaboraron: Aida l. Pagán de Corotés, Ishver S. Bangdiwala, Juana A. Méndez, AngelinaS. de Roca, Ana Virginia Justicia, Marta C. Rendón.

DIEGO, José de: El plebiscito. - Prólogo de Emilio S.Belaval; San Juan, Editorial Cordillera, 94 págs.- Nuevas Campañas. - Prólogo de Emilio S. Be­laval; San Juan, Editorial Cordillera, 459 págs.

Con estas dos obras en prosa se termina la publi·cación de la obra completa de José de Diego en sucentenario. Anteriormente se publicaron sus cuatrovolúmenes de poesfa.

--: Obras Completas, Tomo IJ, Prosa. - SanJuan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 566 pá­ginas.; prólogo de Emilio S. Belaval.

Se recogen en un volumen las dos obras en prosaincluidas en la ficha anterior, en edición especialdel Instituto, al igual que se hizo con la poesía.

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FBRNÁNDEZ MSNDEZ, Eugenio: Las encomiendas y es·clavitu~ de los indios de Puerto Rico, 1508-1550.- SeVIlla, Separata del Tomo XXIII del Anuariode Estudios Americanos, 67 págs.

La .obra del ~v:stigador puc:rtorriqueño se publi·ca baJo el patroClnlO del ConseJo Superior de Inves.tigaci.ones . Científicas - Escuela de Estudios Hispano­amencanos.

--: Ensayos de antropología popular. - Nuevaedición revisada y ampliada, Río Piedras, Edicio­nes de la Universidad de Puerto Rico, 165 págs.

La primera edición es de 1961. Los ensayos nuevosson: El hombre y la evolución de las especies; Elhombre, el lenguaje y el hdbito; Universalidad y perosistencia del adorno; La antropología y las humani·dades,' Antropología: ciencia y cambio histórico' Ame·rindia, cuadros impresionistas de la América pre-co­lombina.

fRANCO OPPENHEIMBR, Félix: imdgenes 3 (Prosas De·cires, Aforismos). - San Juan, Editorial Y~urel,155 págs.

Dentro del texto, entre las partes IV y VI, elautor ha insertado un poemario inédito titulado Flordel aire, al cual llama "un cuaderno olvidado".

GONZÁLEZ PATO, Manuel: Tratado sobre la educaciónflsica y los deportes atléticos, 107 págs. + apén.dices.

El autor es profesor del Departamento de Educa·ción Física de la Universidad Católica de Puerto Rico.

ROSTOS, Adolfo de: Tras las 1¡uellas de Bostas. - RíoPiedras, Editorial Universitaria, 214 págs.

El hijo de Eugenio María de Rostos dedica estevolumen al recuerdo de su padre. Abunda además enel volumen mucho material autobiográfico sobre lalabor de don Adolfo como escritor e investigador.

INSTITUTO DB CULTURA PUERTORRIQUEÑA: El Caballerode la Raza. - San Juan, Instituto de Cultura Puer­torriqueña, Libros del Pueblo número 3, 24 págs.;ilustraciones de Carlos Marichal.

El folleto lleva el subtítulo: "6 poesías de Joséde Diego publicadas por el ICP como homenaje alpoeta en ocasión de su centenario".

--: Teatro Puertorriqueño, Octavo Festival. - SanJuan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 728 págs.

Incluye cuatro obras: ¿Cómo se llama esta flor?,de Luis Rechani Agrait; Bienvenido, Don Goyito, deManuel Méndez Ballester; La difícil esperam,a, deAna Inés Bonnin Armstrong, y Mariana o el Alba,de René Marqués. Se reseña además la labor de Ba·llets de San Juan, que montó: Variaciones, Cuadro Bo­lero y Nocturno, además del ballet puertorriqueño LosRenegados, basado en una leyenda de Ricardo Alegría,con coreografía de Juan Anduze, música de CarlosSuriñach y escenografía y vestuario de Lorenzo Ho­mar.

JUS~CIA, Andrés: Singularismo. A New Philosophy ofLlfe. - New York, Carlton Press, A Reflection Book,123 págs.

El señor Justicia expone en esta obra su "nueva fi·losofía de la vida", a la cual llama "Singularismo".Incluye un resumen de la obra de varios pensadoresantiguos y modernos.

LLUCH MORA, Francisco: Miradero (Ensayos de críticaliteraria). - San Juan, Editorial Cordillera 260páginas. '

Contiene ensayos sobre los siguientes autores puer·torriqueños: Hostos, Zeno Gandfa, Pedreira, A. DíazAlfara, Josefina Guevara Castañeira, Manuel AlvarezNazario, Félix J. Torres Rosado, Evaristo Ribera Chev·remont, Luis Palés Matos, M. Joglar Cacho, Ana I.Bonnin, Carmen Puigdollers, R. Zapata Acosta, JoséEmilio González, C. Rosa-Nieves, R. Gadea Picó, JoséC. Negroni, Germán Delgado Pasapera, Juan TorresAlfonso, Angel Casto Pérez, Federico Cedó Alzamora.

MWNDEZ, Concha: José de Diego en mi memoria. ­San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 195páginas.

Colección de ensayos que en diferentes épocas hadedicado la autora a José de Diego y que se publi·can con motivo del centenario del poeta. Incluye tra·bajos escritos entre 1935 y 1966. En uno de los apén·dices aparece una sección de "Poemas de José deDiego no coleccionados en libro".

MORALES CABRER.:, Pablo: Cuentos, con un estudio bio­gráfico-crítico de Esther Melón de Portalatín; SanJuan, ICP, 441 págs., segunda edición.

Incluye los Cuentos Populares de 1914 y los CuentosCriollos de 1925. Con esta edición conmemora el Ins­tituto de Cultura el centenario del escritor puertorri.queño (1886-1933).

MORALES OTERO, Pablo: Ensaladilla de recuerdos. ­San Juan, Biblioteca de Autores Puertorriqueños,173 págs.

El autor -médico-legislador- recoge aquí recuer­dos sobre su abuelo, don José Pablo Morales, re·cuerdos personales, de la Legislatura y del Departa­mento de Salud.

Nt1ÑEZ, Guillermo: Esta otra voz (Poemas). San Juan,Establecimiento Gráfico Argenta, 103 págs. Graba·do de cubierta por Rafael López del Campo, graobada del autor por Antonio Martorell.

Poemario dedicado al mar de Puerto Rico, conprólogo de Alfredo Matilla. El autor obtuvo premiodel Instituto de Literatura con su obra anterior: Estavoz primera.

PUERTO RIco EN LA FERIA DEL LIBRO EN ESPAÑA. - SanJuan, Comité Organizador de la Feria del Libro enEspaña, 98 págs. +; presentación por Noberto Lu·go Ramírez.

En el cuaderno, publicado con motivo de la parti.cipación de Puerto Rico en la Feria del Libro Español,

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se incluye una "Antología mínima" de poesía puerto­rriqueña.

SÁNCHEZ, Luis Rafael: ...0 casi el alma. Auto de fe entres actos. - Barcelona, Ediciones Rumbos, 85páginas.

La obra fue estrenada en el Teatro Tapia de SanJuan el 23 de abril de 1964 durante el Festival deTeatro patrocinado por el Instituto de Cultura Puer­torriqueña.

TAPIA y RIVERA, Alejandro: Mis memorias. - San Juan,Editorial Caqui. Edioiones Borinquen, 161 págs;prólogo de Emilio M. Colón.

Cuarta edición de la obra autobiográfica que elautor dejó inconclusa a su muerte en 1882. Se añadennuevas Ilotas y una bibliografía preparada por El~a

Castro Pérez.

TIÓ, Aurelio: Dr. Diego Alvarez; Chanca (Estudio bio­grdficoJ. - Publicaciones de la Asociación Médicade Puerto Rico; Auspiciada por la Academia Puer·torriqueña de la Historia, Instituto de CulturaPuertorriqueña, Universidad Interamericana dePuerto Rico, 450 págs.

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Esta obra honra al primer médico que visitó Puer·to Rico, en el viaje de Colón de 1493. Dice el autor:"La vida del doctor Diego Alvarez Chanca está sumi.da en el mayor desconocimiento y son pocos los da·tos que hemos podido encontrar dispersos por losarchivos y bibliotecas, pero aun así la informaciónque damos a continuación es mayor y más completaque la recopilada hasta ahora en una sola obra de quetengamos noticias."

TRES CANTOS A LA U!NGUA CASTELLANA. - New York,Ediciones Borinquen, s.p., prólogo de Ramón Ruizde Hoyos.

El cuaderno incluye poemas de tres autores puer·torriqueños: José Mercado (Momo), José de Jesús Es­teves y Graciany Miranda Archilla.

VÁZOUEZ DE RIVERA, Margarita: Antonio Olíver Frau.Vida y obra. - San Juan. Editorial Coquí, Edicio­nes Borinquen, 159 págs.

Tesis para obtener la maestría en Artes en la Uni·versidad de Puerto Rico. Olíver Frau (1902-1945) es autorde Cuentos del cafetal (Yauco, 1938). La autora es ins­tructora de Lengua y Literatura en la Universidad dePuerto Rico.

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