Revista del Instituto de Cultura

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REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOG1A HISTORIA .1- LITERATURA ARTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA ARQUITECTURA ABRIL-JUNIO, 1967 SanJuan de Puerto Rko número

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Primera serie número 35, abril- junio de 1967.

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REVISTAdel INSTITUTO de

CULTURA PUERTORRIQUEÑAANTROPOLOG1A

HISTORIA

.1-LITERATURA

ARTES PLÁSTICAS

TEATRO

MOSICA

ARQUITECTURA

ABRIL-JUNIO, 1967

SanJuan de Puerto Rko

número

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Guillermo Silva, Presidente

Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Teodoro Vidal

Arturo Santana - Esteban Padilla - Wilfredo Braschi

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

AÑO X

Augusto Malaret

1967ABRIL - JUNIO

SUMARIO

Núm. 35

1

El idioma del jíbaropor Augusto MaZaret 2

¿Por qué llamamos jíbaro a nuestro campesino?por Augusto MaZaret . . . . 8

Nuestra Historia Natural y el DiccionarioAcadémico

por Augusto MaZaret . . . . . 10

Personalidad de don Augusto Malaretpor María Teresa Babín. .

Don Rafo y los caballos . Cuentopor Edwin Figueroa . . .

Al son del tiple doliente

Enrique A. Laguerrepor Mario Marcilese

14

19

22

27

Los franciscanos: sus primitivas fundaciones deSan Germán, Caparra y la Aguada

por Lino G. Canedo ..... 33

Gregoria Hernández, la Beata del Arecibo y SorMaría Raggi de Quío

por Arturo Dávila 4i

Luis Rodríguez Cabrero - 1864-1915por Emigdio S. Ginorio . . . 45

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Exposición de José Rosa y Rafael Rivera

Acoged este cantopor Francisco Lluch Mora

48

50

Antonio Valero de Bernabé: un olvidado amigodel Libertador

por Mario Briceño Perozo 52

SEPARATA DE MÚSICA

FIESTA DE AMIGOSDanza, por Juan Morel Campos

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUE&A

Director: Ricardo E. Alegría

Ilustraciones de Carlos Marichal

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

S..lscripción anual $2.50Precio del ejemplar $0.75

[Application tor second class mail privilege pending atSan Juan, P. R.]

DEPOSITO LIlGAL: B. 3343· 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFIcos DE «EDICIONES RVMBOS»BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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MARIo MARCILESE se ha distinguido en supatria, Argentina, como dramaturgo, no­velista y periodista. Es autor de la obraEl escritor hispanoamericano en vivo(seis tomos), colección de datos autobio­gráficos de los diferentes autores de laAmérica española, que incluye una seriede ensayos cortos sobre sus obras. Estambién autor del libro 30 días en laU. D. F. Recientemente visitó PuertoRico, donde dictó algunas conferencias.

ARTURO V. DÁVILA nació en San Juan. Hizosus estudios de licenciatura en la Univer­sidad de Madrid, donde se especializó enHistoria y obtuvo, en 1960, el grado dedoctor en Filosofía y Letras. Es autor dela obra La isla de Vieques en la historia(su tesis doctoral) y de otros trabajos deinvestigación sobre la historia religiosa yel arte en Puerto Rico, algunos de ellospublicados en números anteriores de estaRevista. Ocupa una cátedra de Historiadel Arte y la dirección del Departamentode Bellas Artes en la Universidad de Puer­to Rico.

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FRANCISCO LLUCH MORA nació en Yauco.En la Universidad de Puerto Rico se re­cibió de Bachiller en educación y deMaestro en artes especializado en Litera­tura española. Ensayista y crítico litera­rio, ha colaborado en diferentes revistasy periódicos. En 1959-1960 ocupó la presi­dencia del Congreso de Poesía Puertorri­queña. En la actualidad desempeña unacátedra de Literatura hispánica en el Co­legio de Agricultura y Artes Mecánicasde la Universidad de Puerto Rico (Maya­güez). Entre sus obras poéticas figuran:Del asedio y la clausura (1950), Del barroa Dios (1954), Canto desesperado a la ce­niza (1955), El ruiseñor y el olvido (1960),premiado por el Instituto de LiteraturaPuertorriqueña, La creación (1961) y Car­tapacio de amor (1961).

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MARÍA TERESA BABÍN, natural de Ponce, es­tudió en la Universidad de Puerto Rico,donde obtuvo el grado de Maestra enArtes, y en la de Columbia, que le confi­rió el doctorado en Filosofía y Letras. Haejercido la docencia en Puerto Rico yEstados Unidos. Actualmente desempeñauna cátedra de Literatura española e his­panoamericana en la Universidad de Nue­va York. Aparte de sus numerosas cola­boraciones en revistas literarias del paísy del extranjero, ha publicado las obras:Introducción a la literatura hispánica(1949), El mundo poético de Federico Car­cía Larca (1954), tesis doctoral, premiadapor el Instituto de Literatura Puertorri·queña y el Ateneo Puertorriqueño, CarcíaLarca: vida y obra (1955), Fantasía bori­cua, Estampas de mi tierra (1956; segun­da edición 1957; traducción francesa en1959).

EOWIN FIGUEROA BERRÍoS nació en Guaya­ma. En la Universidad de Puerto Ricoobtuvo en 1948 el grado de Bachiller enArtes, y en 1955 la Maestría en estudioshispánicos. Para optar a este grado pre­sentó el trabajo titulado Estudio lingüís­tico de la zona de Cayey. Ha obtenidovarios premios en certámenes de cuentosdel Ateneo Puertorriqueño. Actualmenteestá adscrito a la Facultad de EstudiosHispánicos de la Universidad de PuertoRico.

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In memoriam

EL PAís ESTÁ DE LUTO CON LA MUERTE DE DON AUGUSTO

Malaret y Yordán, acaecida en Santurce, el 23de febrero de 1967. La pérdida es particularmentesensible para las letras puertorriqueñas.

Pocos de nuestros contemporáneos han hechoresonar el nombre de Puerto Rico en las esferasculturales del exterior como lo hizo don AugustoMalaret. Sus eruditos trabajos sobre la lexicogra­fía puertorriqueña e hispanoamericana constituyenobras de obligada consulta para los estudiosos dela lengua española en ambos -hemisferios.

La obra de Malaret es tanto más de apreciarsesi se considera que su autor fue un autodidacta, yque fue por su cuenta y riesgo, como señala la doc­tora María Teresa Babín, que se impuso a sí mismola tarea a la que consagró su vida, sin esperarni recibir apoyo económico ninguno para costearsus investigaciones y la publicación de sus libros.

Augusto Malaret nació en Sabana Grande el 31de julio de 1878. La curiosidad que siendo aún muyjoven despertó en él la peculiar manera de hablary el vocabulario de nuestros jíbaros, fue el puntode partida para sus estudios de la lengua, que ha­brían de nutrirse en las obras de Menéndez Pidal,Navarro Tomás, Henríquez Ureña, Gili Gaya, Ru­fino J. Cuervo y otros lingüistas y lexicógrafos. Susrutinarias labores como Registrador de la Propi~

dad de San Juan --cargo que desempeñó por mu­chos años- antes que estorbarle, propiciaron, talvez, su vasta y paciente labor de investigador, de laque fueron fruto las obras Diccionario de provin­cialismos de Puerto Rico (1917), Diccionario de ame­ricanismos (1925), Por mi patria y por mi idioma(1932), Vocabulario de Puerto Rico (1937) y Se·mdntica americana (1940). Del año 1928 es su librode biografías titulado Medallas de oro. Lexicón defauna y flora de América (1955).

Augusto Malaret1878-1967

En justo reconocimiento de sus méritos la Uni­versidad de Puerto Rico le otorgó el grado de Doc­tor en Letras honoris causa (1958) y el Institutode Cultura Puertorriqueña la Medalla de Oro delInstituto (1960). Fue nombrado ciudadano del añoen Nueva York en 1959.

Dedicamos el presente número de la revista a lamemoria de don Augusto Malaret y Yordán.

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ESTARÁ UNO EQUIVOCADO, O FUERA DE JUICIO, O ABRU-

mado de extravagancias ridículas -lo que quie­ra el adusto lector-, pero hemos de confesar aquípaladinamente, sin que nos ruborice el hacerlo pú­blico, que siempre nos ha encantado, dejando elalma envuelta en plácida añoranza, la fabla vulgary pintoresca de nuestros ignaros y simples cam­pesinos.

Nos Uenan de admiración y de entusiasmo laoratoria de Castelar, las narraciones de P¡;rez Gal­dós, el teatro de Benavente y la novela de don JuanValera, pero no tiene limites la emoción que em­barga nuestro espíritu cuando pasan ante nuestrosojos, deslumbrados por tanta maravilla, las estro­fas riquísimas del Mio Cid, los versos sencillos deFray Luis de León y la prosa llana, hidalga y ame·na de don Miguel de Cervantes Saavedra.

Yeso es lo que nos pasa al oír el barbullar delos jíbaros portorriqueños en sus tugurios y arra·bales, muchas de cuyas voces, de limpia y claraprosapia, ostentan el título honorífico de su anti­güedad: volvemos la vista hacia atrás y nos re­creamos en el clásico paisaje de los viejos caminossoleados de la literatura española. Al salpicar suscharlas con la preciada heredad de tantos agrada­bles y bellos arcaísmos, decididos a no morir, pa­san por nuestra imaginación las sombras admira­bles de aquellos ilustres varones que bace siglosasombraron al mundo con los frutos de su inte­ligencia y las exquisiteces ·de un estilo castizo yseñorial.

Sabido es que este fenómeno de la superviven­cia de voces obsoletas no es originario ni privati­vo de Puerto Rico, sino común a todos los paíseshispanodicentes del Nuevo Mundo y a las mismas

• Del libro Por mi Patria y por mi Idioma. Cádlz, 1932.

2

El idioma del jíbaro*

Por AUGUSTO MAURET

provincias de la España peninsular. El charro deMéjico, el guaso de Chile, el llanero de Venezuela,el gaucho de la Argentina, el guajiro de Cuba y elvale de Santo Domingo conservan, sin saberlo, aflor de labio, los desheredados vocablos del amadotesoro español, como remedo y consecuencia dellenguaje que nos trajeron nuestros antepasados.Esta supervivencia se observa con más tesón ytozudez en el propio lar de Castilla.

Vamos a transcribir algunas de esas ranciaspalabras feas o mal dichas del castellano colonial,arrumbadas por inservibles, proscritas del lengua­je literario, desterradas de toda sociedad culta,lanzadas impiadosamente al arroyo por la auto­ridad infalible de la Gramática, y que siguen siendopara nosotros arcaísmos atrayentes de buen abo­lengo, de un esplendor emocionante, rodeados. ensu condición plebeya actual, de todo el misterioembrujador de las cosas antiguas. Son vino añejode plácido sabor que cataron con deleite los prín­cipes de las letras. Fulgores clásicos de una épocadesaparecida que, si el lenguaje moderno, busca­dor de ritmos nuevos, en pulidez progresiva, encorrección constante, rechaza y abomina, se aco­gen, empero, al último calor amoroso de las rústi­cas, humildes multitudes, en fuga desordenada yvergonzante, luchando desesperadamente, con elardor tradicional de su estirpe, contra la muertey el olvido.

Nos apena y llena de dolor el envejecimientode esas eÁ-presiones de tentadora belleza que to­davía se yerguen, recias y combativas, con anhelode inmortalidad, sin resignarse de buen grado a lapersecución de suplantadoras leyes filológicas.

No es que aprobemos la hipertrofia del voca­bulario jíbaro, el anquilosamiento de su expre­sión, pero no podemos menos que prestar toda la

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indulgencia posible al escuchar esas autiguallasdel estilo, de la mejor cepa y ralea que de luengostiempos acá se han oído en el mundo, y que re­cuerdan aquella dichosa edad a la que las gentesle pusieron nombre de dorada.

Oigamos con religiosa atención el lenguaje, he­chicero en 'Su adversidad, en que se entienden lasturbas populares, ignorantes y analfabetas, y rin­damos una vez más el homenaje de nuestra admi­ración a aquellos grandes ingenios, inmortales deEspaña, que dieron vida, pujanza y consistenciaal divino romance castellano, derramando comojoyas de incalculable valor en el casticismo de suestilo 10 que hoy Hamamos despectivamente vul­garismos de baja ley.

No crevantemos el anatema, mantengamos laexcomunión, si es necesario, pero escuchemos, aúntorturado el corazón, la voz broncínea de lossiglos:

AGORA. - Pertenece a los períodos an'teclásico yclásico. Muy usado en el Romancero y el MioCid. «Pues, Juana, agora que eres flor tempra­na... » (Lope de Vega). «Fui Don Quijote de laMancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Qui­jano el Bueno.» (Cervantes: Quijote, 2.", LXXIV).El escritor alemán Pajeken en su Grammatik derspan (1868), pág. 60, dice: «Entre los jíbarosde Puerto Rico, descendientes de pura sangre delos primeros conquistadores, se ha conservadomejor el antiguo español. Es común ansi, agora,y la h de hambre, hembra, hablar, etc., se as­pira tan fuertemente como en alemán haben,lland, /tund, etc.»

AHUJERO. - Fue de uso extenso, como abujerear.En la Gramática arábicoespañola, de Cañes,(Madrid, 1775), se citan las grafias ahuja, abu­jera, ahujerear y otras.

AJlLADO. - Fray Luis de León decía ahilado porextenuado, desfallecido. En Salamanca y Leónsignifica delgado o extremadamente flaco. ParaCovarrubias (1619) es el que está transido dehambre.

AJOTAR. - El P. Esteban de Terreros (1793), traeahotar, que equivale a animar. Quizás las pa­labras ajotar y atajar vengan de la anticuadacastellana enhotar, que significaba azuzar o in­citar, y se decía ordinariamente de los perros.En gallego, ajotar es espantar las aves.

ALABANCIA. - Gonzalo de Berceo, padre de lapoesía castellana (1200), usó el vocablo alaban·za por elogio. En Andalucía y Murcia es corrien·te alabancia por jactancia, y alabancioso porjactancioso. La epéntesis de una i en la termina­ción de muchas palabras es vicio del dialecto

leonés, que hoy se extiende desde Asturias ySantander hasta Extremadura.

ALENTARSE. - Conserva en nuestra tierra el an­tiguo significado de restablecerse, reponerse.Mariana, en su Historia de Espaiia: «Estaba ala sazón en Avila, apenas convaleciendo de unadolencia... Mucho le hizo al caso la edad... paraque... con medicinas saludables se alentase...y el castizo Calderón en No hay cosa como ca­llar, dijo: <lCVolé en extremo alentado.»

AMA&ARSE. - Es voz de Cervantes: uNo me ama·ño a dejarle por más disparates que haga.» (Qui­jote, 2.·, XIII). «¿Quién diablos se ha de ama·ñar a reñir a secas?» (Quijote, 2.·, XIV).

ANDAR. - En los principios de nuestra lengua esteverbo fue regular. uAndó de sus pies sobre lasaguas.» (Fuero Juzgo, lib. XII, tít. 111).

ANDE, AHONDE. - Contracciones de «adonde»,son de uso antiguo en toda España. El Dr. Mu­gica asigna a la forma ande procedencia to­ledana.

ANGUILLA. - Esta vieja forma de uanguila» estáen Nebrija y Covarrubias: -y aquello de res­balarse, cuando quieren, de las anguillas delTajo», decía Lope de Vega refiriéndose al be­llo sexo.

APERO. - El sentido fundamental de esta voz,«aparejo de las bestias de labranza», se encuen·tra en Covarrubias y en el Diccionario áe Auto­ridades. (1726).

ARRANCAR. - Por huir, poner en fuga, se encuen·tra en el Poema del Cid. «Aquí no hay otro re·medio sino arrancar a corren, escribió Mare­ta en Lindo DOI1 Diego.

ARREMPUJAR. - Voz antiquísima que se conser­va en Andalucía, Extremadura y Salamanca.Igual que arrempujón.

«Sobre ella tanta máquina no cabe.y por pasar de presto se arrempuja.»

Villaviciosa: (La Mosquea, canto XII).

ASEGÚN. - Así escribía Juan de la Encina, padredel teatro español. (Teatro, p. 387).

uPorque cualquiera pasiónAsegún veo y entiendo... »

Gil Vicente: Obras, tomo 2.°, p. 141.

ASIMESMO. - crAsimesmo, cubierto el rostro», de­cía Cervantes. (Quijote, primera, XXXVI).

ASINA.- Voz clásica que se encuentra mucho enlos escritos de Santa Teresa.

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AV10. - En el lenguaje castizo significó preven·ción, apresto, utensilios necesarios para algunacosa.

BESTIA. -El significado exclusivo de «animalespara cabalgar, o de carga», ~e encuentra en elMio Cid.

BUSCAR. - Con el significado de provocar, estátambién en el poema anónimo del Mio Cid.

CALOR. - Nuestro campesino dice siempre dacalor». Y este nombre, como color y otros ter­minados en or mantuviéronse como femeninosen los primeros tiempos del idioma castellano.Cervantes dice da calor» en el autorretrato quenos da en sus Novelas ejemplares.

CAMBEAR. - Es el carnear del Mio Cid. Se con·serva cambear en gallego y en montañés. Estaconversión de iar en ear es vieja en España.Quevedo dijo que las aves chirrean. (Fortunasin seso, p. 124). Y hay un refrán que canta:Molinillo, casado te veas, que así rabeas.

CERRERO. - En el entremés La elección de losalcaldes de Daganzo, Cervantes habla de «no­villos briosos y cerreros».

COMPADRE. - Vocativo familiar afectuosísimo.De compadre trataba el Cura a Don Quijote yal barbero. En el capitulo XXV de la 2." partedel Quijote se usa repetidas veces este vocablo.

COMPAAA-.Venid vos a mi compaña», se leeen Mio Cid. «Comieron los dos en buena pazy compaña.» (Quijote, 1.', capitulo X).

CONTRA. -'Decimos que el carruaje, por ejemplo,se fue contra el barranco. En lugar de «hacia»se usa en el cantar del Mio Cid.

CONVENENCIA.- «Soy más que contento desacondición y convenencia.ll (Quijote, 2.8

, XIV).Lope de Rueda escribía aparencia por aparien­cia (Coloquio de Camila), y en el Teatro deJuan de la Encina aparecen cencia, por ciencia;concencia por conciencia; pacencia por pacien­cia.

CUCAR. - En Rebusco, del P. Mir, se prueba eluso clásico de esta voz con el significado deprovocar. Al cuco no cuques y al ladrón nohurtes, dice un viejo refrán español.

CUCHILLA. - Con la acepción de «cima de unamontaña» se halla varias veces en el Bernardodel Obispo Valbuena. Juan de Castellanos lacita mucho en sus Elegías (1590). «El indio guíapor una cuchilla.»

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DEMPUJ:.S. - eDempués de lo cual», escribía nues­tro primer Gobernador Juan Ponce de Leónen la Relación que hizo a Ovando de su primerviaje a la isla de San Juan (1509). Y endespuesera ya vulgar en tiempos de Lope de Vega.

DENANTES. - «Aunque denantes dije que yo eralicenciado, no soy sino bachiller.» (Quijote~

1.8 , XIX).

DENDE. - Fue palabra correcta hasta el primertercio del siglo XVI. En 1492 le escribían losReyes Católicos a Colón: eque vos podades den·de en adelante llamar e intitular don CristobalColón».

Fray Luis de Granada escribía: «y recibirdende acá las arras de aquel divino casamiento».(Guía de pecadores, libro 1.0, parte 2.8, cap. XVI).

DESAPARTAR. - Forma que censuraba el Diccio·nario de Autoridades (1726),pero que todavíaperdura en España.

DESMANDARSE. - «Y una vez que se desmandóa hacerlo.•.» (Quijote, 2.a, XVI). «Por eso yo nome desmando como otros.» (Lazarillo).

DESVANECIDO.-eEstaba yo con esto desvane­cido y hecho dueño de la venta.» Quevedo: ElBuscón, l.", cap. IV. Está en Covarrubias, y lousó Calderón en El Alcalde de Zalamea.

DOLAMA. - Aparece en el Diccionario de Autori­dades.

DON. (Antepuesto al apellido), - Berceo empie.za sus versos A la Vida de Santo Domingo: «Enel nombre del Padre que fizo toda cosa - et dedon Jesucristo, fijo de la gloriosa.»

El Arcipreste de Hita cita en sus Fábulasa don Júpiter, don Demóstenes, etc. En el Qui·jote se nombra repetidas veces a doña Rodrí­guez. (2.0 cap. XXXI). Este uso se conserva en­tre los judeos-españoles.

DOTaR. - «Y estaba desesperadoDe ver la ignorante flemacon que el dotor le decía...»

Tirso de Molina: El amor médico; acto 1.0, esc. 1.'IICon que, cesando el dolor,Dijo, mirándola abierta.En postemas más aciertala mula que su dotor.»

Tirso de Molina: ídem.ey en las ancas

De la mula de un dotarMe escapé con linda gracia».

Luis Vélez de Guevara. El diablo estd en Can­tillana (1600).

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ELLO. - El Maestro Correas habla de esta pala.bra que comienza muchas veces ociosa y seentremete baldíamente en muchas ocasiones.«Ello, yo no sé porque mi padre no me llamóla torda o la papagaya.» (La Picara lustina: Li·bro 1.0, cap. II, núm. 1).

EMPRESTAR. -«Unas veces siento decir prestar,y otras emprestar., advertía Valdés en el Didlogode las Lenguas. (1736).

«Empresta para no devolver», escribía Larraen Los Calaveras, artículo 2.°, dando a empres·tar el 'Significado de pedir prestado. .

EMPRINCIPIAR. - «Apostaré yo - dijo Sancho-,que dende el emprincipio me caló y me enten·dió.• (Quijote, 2.-, VII).

ENANTES. - Se mantuvo en el lenguaje cultohasta el siglo xv. «Enantes que yo muera,),leemos en el Cid. (Canto 1).

BNDENANTES. -«y doy por bien empleadotodo el susto de endenanteSll.

Calderón de la Barca: La Puente de Mantible,jornada 2.-, escena XIV.

ENDESPUES-«más endespués

De aquesto que oído habeis...»Gil Vicente: Obras. Tomo 2.°, pág. 138.

ENJAGUAR. - Era la forma corriente, por en­juagar. «y pidió le dejasen enjaguar la bocacon un poco de vino.• Quevedo. El Buscón, 1,cap. IV.

ENTIERRO. - Por tesoro oculto lo usa Cervantes.

ENYUNTAR. - Por enyugar es antiguo en España.Recuérdese también el anticuado ayuntar.

ESCULCAR. - Con el significado de registrar estáen el Diccionario de Autoridades.

ESCURO. - cEl cielo dice, yo te alumbro de díay de noche con mis estrellas, porque no andesa escuras.. (Fray Luis de Granada: Gula depecadores. Libro 1.0, par.te 1.-, cap. 3).«¿Y dejas, Pastor Santo,tu grey en este valle hondo, escuro...?»

(Fray Luis de León).Ercilla en La Araucana, canto XIV, escribe: «laescura tiniebla».

ESPUELA. - Significando espolón se halla en elMio Cid.

FALLA. - Por falta, aparece anotado en el Dic·cionariode Nebrija. (1492).

FALLLIDO. - «Toda la tierra era fallida o mengua·da», escribía Berceo, el humilde juglar.

FIERRO. - Ya era arcaico en tiempos de Cervan·tes el cambio de h por f. La f en el siglo xv yano se pronunciaba en facer, fijo, etc., sinocomo una ligera aspiración. (Menéndez Pidal).«Si vuestra fermosura, señora mía, 'Puede facee­de su persona lo que más le viniere en talan­te... lI (Quijote,!.", VIII).

HERVER. - Está en Nebrija (1942). Mal Hara re·gistra el refrán: el hijo por nacer y la papillaa herver. En gallego dicen ferver.

JALAR. - La f se conservó en lenguaje escrito has·ta fines del siglo xv, y luego fue sustituida porla h, que era verdadera aspirada en los siglos xv·y XVI. La aspiración del siglo XV se conservaconfundida con la respectiva j de algunas reo.giones que pronuncian jacer, jiga, jaba, y la len-.gua literaria acogió ciertas voces de algunas de·estas regiones (sin duda Andalucía), como ja•.melgo, jaca, y, además, juerga, jolgorio, jume·.ra, jopo. (Menéndez Pidal: Gramdtica histórica,par. 38).«Lo que ha dicho Valdepeñas - ha sido muy'bien jablado.lI- «No se jable más de eso.» (Que·.vedo: Ideara: Pendencia, Mosquito).

JUERTE. - En la segunda mitad del siglo XVI

perdióse la aspiración que se escribía con h,.f o ff, como en juerza por fuerza, jué por fue,.que todavía se conserva en toda España y Amé··rica. (Cejador).

LAMBER. - Se lee así en el Libro de Alexandre'(atribuido a Berceo). El grupo mb latino, queen castellano se hace m, se conserva en leonés..«El güey suelto bien se lambeJl, escribe Peredaen Peñas arriba. En el Comendador Griego yen.Correas está el viejo refrán: «Más come el buey·de una lambida que la vaca todo el día.» Los~

judeos-españoles conservan esta grafia.

MAMA. - A principios del siglo XVIII empezó a.decirse mamá en España, lo que DO fue acep··tado por el Diccionario de la Academia hasta.el 1803 en su quinta edición.

«Pero como amor es niño,Y los niños nunca callan,Sacamos por los gorgeosQuién es a quien dice mama.»

Tirso de Malina: Amar por señas, acto rr, ese. X.

MANCAR. - En el Cid está mancar significando­faltar, quedar por hacer. Y cuando decimos fu·lano no manca nunca: eso no manca, repetimos.otra vieja acepción que se conserva en el ju··deo-español.

5:

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.MESMO. - «Lo mesmo, y por la mesma razón.•(Valdés. Didlogo de las Lenguas).

«Ya no hay aposento ni libros en esta casaporque todo se lo llevó el mesmo diablo.•(Cervantes: Quijote, 1.", VII).

«No sin causa piensoQue necedad y venturaEn este siglo es lo mesmo.•

Tirso de Malina: Celos con celos se curan, actoLa, esc. X.

·NACENCIA.-Así decía el Arcipreste de Hita. (Ver­so 113).

.NAIDE. - La grafia naide, popular en el siglo XVI,

se conserva en toda España. En Castilla cantan:«A la puerta de naideno llame naide,porque no sabe naidecomo está naide.•

.NAGUAS. - Esta voz es indoantillana, pero la da­mos en esta relación para advertir que está rele­gada al uso plebeyo en Puerto Rico. La genteculta jamás dice así sino enaguas. Sin embargo,los clásicos españoles no 'Se inhibieron de usaresta grafia.«Naguas de tela de anjeo., decía Calderón enEl privilegio de las mujeres, jornada 1.'

e ¡Qué linda vista teneis,Pues de aquellas naguas frescasVistes las randas flandescaslA fe que no me engañeis.•

Lope de Vega: La boba para los otros y discretapara sí, acto 2.°

:NENGUNO. - «inclinado siempre a hacer bien atodos y mal a nenguno•. (Quijote, 2.", XXV).

_~EBLINA. - «La ñeblina, del agua es madrina ll ,

es frase que registra el Vocabulario del Maes­tro Correas.

~UDO. - Forma arcaica que trae Covarrubias. Elrefrán dice: Clantes que te cases, cata que faces;que no es ñudo que así desates".Cervantes escribía: Cly añudemos el roto hilo demi desdichada historia". (Quijote, V, XXVII).«!'ludas de amor estrechos, ciegos, crudos.Rudos de amor doy firmes y añudado-s.•

(Fray Luis de León: Egloga VIII).

·ONDE. - «Quiero saber, reyna, ande es westraandada.•

(Libro de Alexandre, verso 1720).«levantóse ande estava".

(Idem, verso 2315).

Está en el Mio Cid y en Calila e Dymna. Es co­rriente entre los judeos·españoles: «ni ande tutía vayas cada día•.

PALA. - Ya Cervantes decía de las tierras de Amé·rica que eran «pala y cubierta de los jugadores•.(El celoso extremeño, pág. 1).

PICAR. - Por huir, correr, lo usó Cervantes: ePor­que en viéndose a caballo Dulcinea, todos pica­ron tras ella y dispararon a correr.• (Quijote,2.', cap. X).

POS. - Pos que, igual a pues que, está en elFuero Juzgo.

ROMPIDO. - Recordemos a Valdés en el Didlogode las Lenguas: «Algunos dicen saldrá, por sao!irá; a mí más me contenta salirá, porque vienede salir.»«He aquí, señor, rompidos y desbaratados es­tos agüeros.» (Cervantes: Quijote, 2.-, LXXIII).

SOBERAO. - El vocablo está en el Fuero de Avi­lés; era corriente en el siglo xv; Nebrija, Mins­heu y Oudin lo anotan, y pasó a América conlos Conquistadores.eSube presto al soberao alto de la solana.» (LaCelestina, año 1490, acto 3.°).

«En un momento fue la casa llena,Y subidas al alto soberado... 1O

(Castellanos: Elegias, p. 424).

TIRICIA. - Lo anotan Covarrubias, el Diccionariode Autoridades y Terreros.

TRASTE. - Hace más de un siglo que el Diccionariode Autoridades reconoció a traste equivalentea trasto.

TRIBULANZA.- cde tribulanzasin tardanzavenme a librar agora».

Arcipreste de Hita.

TROMPEZAR. - «Muchos sennores grandesen esto trompezaron.»

Rimado de Palacio.Trompezar y trompezón son vocablos de la an­tigua España.

TROPA. - Meterse en tropa. Es frase castellanaequivalente a ir en grupo. «Como son los ale·manes, cantando en tropa.• (Guzmán de Alfara·cite, parte 1.111

, libro 3, cap. 2). Tropa es términocolectivo de muchos hombres o animales juntos,dice el P. Terreros.

TROTEAR. - Recuérdese el viejo refrán: el que dejoven no trotea, de viejo galopea.

TRUJE. - eCuando me trujiste la respuesta de lacarta.• (Quijote, 2.a, cap. IX).«También fue de oídas la vista y la respuestaque le truje.» (idem).

Page 15: Revista del Instituto de Cultura

danza ele

JUAN MOnEL CAMPOS

arreglo para cuarteto de cuerdas

por

JESUS FIGUEROA

FIESTA DE AMIGOS

INSIDL]UTO DE CUL~URA PUERTORRIQUE~A

San Juan de Puerto Rico1967

Page 16: Revista del Instituto de Cultura

iesta de anligosDanza

JUAN MOREL CAMPOS

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Cuatro

Violoncello

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Page 18: Revista del Instituto de Cultura

SEPARATA DE MUSICA DEL NUMERO 35DE LA REVISTA DEL INSTITUTO DE

CULTURA PUERTORJUQUERA

Offset RVMBOS • Printed in Spain

Page 19: Revista del Instituto de Cultura

«El otro trujo un plato.» (Quevedo: El Bus­cón, 1.-, cap. IV).

«¿Qué se hizo el Rey don Juan?Los Infantes de Aragón¿Qué se hicieron?¿Qué fue de tanto galán,Qué fue de tanta invenciónComo trujeron?»

Jorge Manrique.

TUSAR. - Este verbo, y atusar, son equivalentesen el antiguo castellano. Tusar, por trasquilar,se oye en Asturias.

VER.-«Yo no la vide arrojar.» (Luis Vélez deGuevara: La luna de la sierra. (1600).«Personas que vian el daño.» (Mareta: El desdéncon el desdén).

Para aquilatar los vocablos jíbaros abajar, afu·silar, alevantar, arrecostarse, no hay más que es­tudiar el proceso histórico del prefijo intensivo a:«Tiró un altibajo tal, que si Maese Pedro no seabaja... », escribe Cervantes en Quijote, V, capítu­lo XXVI.

«Que se abaje de la mula.» (GÓngora).«Abaje ese cuello y agobie las espaldas.» (Que­

vedo).Agüela, güelta, giieno, giierfano, gamitar, erandel decir corriente en los siglos XVI y XVII. «Haga

vucé cuando hablare, de la g, /t, Y de la h, g.» (Que­, vedo: El Buscón).

«Yo juro a los güesos de mi bisagüela...» (Lopede Rueda: El Deleitoso, paso 1.0, p. 147).

«Tanto vales cuanto tienes, decía una mi agüela.»(Quijote, 2.-, capítulo XLIII).

La terminación de la segunda persona de singu­lar (astes, istes) se halla en Berceo (siglo XIII). Enel siglo XIV la emplea el Arcipreste de Hita, léanselos famosos versos a la muerte de su padre.

«Ya :hice lo que me mandaste.» (Quijote, 2.',cap., XXIII).

«Muy bien hicistes en quebrarle la cabeza.» (Que­vedo,: El Buscón, V, capítulo II).

«Calla, marido: ¿y adónde lo plantastes?lt (Lopede Rueda: Las aceitunas).

Si leemos El Buscón, de Quevedo, hallaremos­muchas palabras empleadas en nuestros campos to­davía: meleeina, platicante, agora, vide, dijistes,etcétera.

Si abrimos el Guzmán de Alfarache, de Mateo­Alemán, encontraremos: dotar, priesa, truje, reee­bir, rempujón, tuvistes, defunto, trompezar, y mu­chas voces más.

«Aparejaos a recibir presta muerte.» (Quijo­te, 1.1', cap. VIII).

«Yo no sé leer ni escribir.» (ldem, 1.., cap. X).«La chiminea de casa.» (Quevedo: El Buscón, 1,

cap. II).«No le pidía de lo que él comía.» (ldem, 1, ca·

pítulo II).El castellano antiguo evitaba ciertos grupos de

consonantes (et, ce, ,pt, etcétera), y se decía per­feto, vitoria, dotrina, y así es como todavía pro­nuncian las gentes de nuestros campos.

Igualmente suele el jíbaro convertir la r finalde los infinitos en 1 ante la 1 inicial del pronombreenclítico, y dice: cogello, molello, colallo, bebello,que era lo correcto en España en los siglos XVI yXVII.

el Yo pretendo persuadillay metella por camino. JI

Luis Vélez de Guevara: La luna de la sierra.

«Mejor fuera adorar en silencio la alteza destemisterio, que borrallo con la rudeza de nuestra len­gua.» Fray Luis de Granada.

«No estoy a dos dedos de ponello en duda.•(Cervantes: Quijote, 1.-, capítulo XIII).

«Peor es meneallo, amigo Sancho, respondi6Don Quijote.» (ldem, 1.-, capítulo XX).

Para terminar, recordemos al astur-puertorri­queño don Manuel Fernández Juncos, cuya biencortada pluma supo imitar con tanta exactitud, sinpecaminosa exageración, el habla de nuestros cam­pesinos, y leamos una vez más las agradables déci­mas de La Serenata, donde resaltan tantas voces delejanos orígenes que un día brillaron en auge afor­tunado, y cayeron después, condenadas a muerte,en la picota de la vergüenza pública.

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Page 20: Revista del Instituto de Cultura

ENTRE LAS DIVERSAS TRIBUS IND!GI!NAS DI! NUESTRAAmérica, está 1a denominada «gibara. o «jíba­

ra», en la América del Sur, tribu bárbara muy be­licosa que habita en el Alto Marañón, entre el pongodel Manseriche y la confluencia del Pastaza. Sesubdivide en ,las tribus llamadas muratas, huambi­sas, aguarunas y antipas, y parece que los «jíbaros»propiamente dichos .viven al norte de los antipas,en las provincias orientales del Ecuador a la ver­tiente de los Andes. Todavía se recuerda la suble·vación de estos indios en 1599, que exterminó po­blaciones enteras de cristianos. El idioma de estossalvajes tiene nombres :para todos los animales yvegetales de la fauna y flora amazónicas, y los re­ligiosos salesianos, especialmente, se han dedicadoal estudio de esta habla, habiendo fundado en Gua­laquiza (Ecuador), uno de los primeros Centrosmisioneros con este objeto. ddioma duro que, paraaprenderlo, es indispensable mucho ejercicio conlos mismos j lbaros, porque tienen Wl modo muyespecial y propio de expresar sus ideas», dice elPadre Salvador Duroni en su «Diccionario de bolsi­llo del idioma jíbaro., publicado en Cuenca, ciudaddel Ecuador, el 1928.

Estos indios, pertenecientes, según unos autor~s,

a la familia de 1.os aruacas, y según otros a !a delos ·guaraníes, parece que alguna vez invadieron aPuerto Rico, y llegaron hasta Santo Domingo, don­de por lo que dice el Padre Murillo, llamaban jíba­ros antiguamente a los mestizos.

Pero en estas islas no dejaron idioma, ni des·cendencia, ni rastro alguno de su paso.

• Del libro Por mi PoJria y por mi Idioma. Cád~. 1932.

¿Por qué llamamos jíbaroa nuestro canlpesino?*

Por AUGUSTO MALARBT

Además de este nombre etnográfico, el vocablojíbaro tiene otras acepciones en diversas partes delNuevo Mundo.

En Honduras significa hombre alto y robusto.Usase como adjetivo y sustantivo. En Argentina,equivale, como en Puerto Rico, a cimarrón, rustico,inculto. En Perú es cierto baile entre los indios. 'EnCuba es nombre de dos especies de una plantaeuforbiácea (Savia sessiliflora y Gymnanthes albi­cans). También en Cuba fue adjetivo sinónimo demontaraz, rústico, indomable; pero ya en 18-36,cuando don Esteban Pichardo publicó su «Diccio­nario provincial de voces cubanas», se había redu·cido ia aplicación de esta palabra a muy raro ani·mal, el perro jlbaro, cierto perro salvaje, carnívoroy feroz. Don Alfredo Zayas, en su «LexicografíaAntillana. (1914) escribe: «Jíbaro. - Voz indoan­tillana. Cuba. Dícese del animal no domesticado, 'J,por analogía, de la persona que evade el trato deotras por cortedad de genio o por falta de socia­bilidad. En Puerto Rico ha prevalecido este vocablopara designar a los campesinos. Según el Padre Mu­rillo, este nombre se aplicó a los criollos y mesti­zos de Puerto Rico, La E~añola y otras islas•. ­También en Méjico tuvo vida esta palabra, dándoleel nombre de jíbaro al descendiente de albarazadoy calpamula, acepción etnográfica que 'Ya no se em­plea, aun cuando la Academia española diga lo con·trario.

No sabemos de otros países americanos en don­de exista el uso de este vocablo, con excepción,claro está, de Puerto Rico, donde por antonomasiallamamos jíbaro al campesino, y por extensión, ala persona agreste, rústica, incivil, que en España

Page 21: Revista del Instituto de Cultura

denominan paleto, baturro, patán y otros califica­tivos de igual jaez.

En España es desconocida esta palabra, pero, envizcaíno, «gebo», significa aldeano, y, además, jo­ven fornido de maneras y formas toscas. Y ha desurgir naturalmente la duda de si jíbaro procedede gebo. Nuestro sabio amigo el doctor don Pedrode Mugica, de Berlín, nos llama la atención haciael parecido de ambos vocablos. ¿Cuándo empez61ainmigraci6n de sangre eúskara en Puerto Rico conlos Mujica, los Arzuaga, los Goenaga, los lriarte,etcétera? En 1715 permitió una Real Orden el co­mercio de nuestra isla con Cádiz, que hasta entonoces era únicamente con Sevilla. En 1775 se permitiócon Cataluña. En 1777 con los mallorquines y nofue hasta 1815 que vino a admitirse la entrada yasiento en nuestra isla a los extranjeros católicos.Es ~or esta época, a principios del siglo, cuandoempieza a llamarse jíbaro al campesino puertorri­queño. Recordemos que fue entonces cuando lassociedades revolucionarias del Continente, princi­palmente la de los «Soles de Bolívar», extendieronsu radio de acci6n a las Antillas españolas, y noolvidemos, para los fines de este estudio, que elfamoso «Decreto de Trujillo», de 1813, obligó laemigración de familias enteras sudamericanas, mu­chas de las cuales, procedentes en su mayoría deVenezuela, se refugiaron en nuestra isla.

Si los vizcaínos no introdujeron el vocablo enPuerto Rico, nada de extraño tendría que lo impu.sieran antes en Sudamérica, pues hemos de adver­tir que no aparece en el citado diccionario del Pa­dre Duroni, es decir, no es una voz del uso y cono­cimiento de los indios.

El Dr. Cayetano con y Toste, en «Prehistoria dePuerto Rico», pág. 262, escribe: eJibara: Lugar ypuerto de Cuba, de donde procede nuestro vocablocriollo jíbaro, esdrújulo, aplicado al hombre demonte, al campesino. En Cuba se usa como adje­tivo, y se dice perro jibaro, por alzado, como sinó­nimo de montaraz. La palabra jíbaro está compues­ta de la radical indoantillana, ¡iba, monte, y ro :porero, que, como sufijo español, equivale a hombre.»

Don Salvador Brau, en ePuerto Rico y su His­toria», dice que la voz ese aplica hoy (1894) comosinónimo de labriego, pero su significación primi­tiva era la de montaraz». Y copia un párrafo de laobra cColonies étrangeres», del abolicionista fran·cés Victor Schoe1cher (París, 1843), que empiezaasí: cEntre los jíbaros de Puerto Rico se cuentande 180 a 190 mil individuos, apellidados blancos dela tierra.»

Esta es la cita más antigua que hemos encontra­do del uso de dicho apelativo aplicado al campesinopuertorriqueño, aunque la misma cita demuestra,por ser de un escritor extranjero, que era ya co­rriente y general en toda la isla. El Padre lñigo Abadno emplea este nombre en su conocida «Historiade Puerto Rico» (Madrid, 1788). Por el citado año1843, publicó Vidarte sus versos A una jibarita.y no es hasta 1849 en que el Dr. Alonso edita enBarcelona, después de siete años de ausencia de lapatria, su inolvidable libro «El Gibara», haciendogala del extenso conocimiento que tenía del atra·sado vocabulario de nuestro campesino.

La cg» y la «j» se usaron al principio indistinta·mente en el vocablo, pero pronto prevaleció el em­pleo de la ej» tanto en el sustantivo como en susderivados ajibararse, jibarada y jibaresco.

Puede ser que el vocablo proceda del gebo viz­caíno o haya sido formación híbrida del indoanti·llano ¡iba, monte, y el sufijo español ro por ero,hombre; pero así como la denominación de guajiro,dada al campesino de Cuba, se tomó del nombre dela tribu india establecida entre Venezuela y Colom·bia, nada más natural que el calificativo aplicado alcampesino de Puerto Rico provenga directamente,si se toma en consideración la época en que su usose extendi6 por la isla, del de -la tribu indígena delEcuador a que nos hemos referido al principio deeste trabajo, aunque sólo fuera por simple capri­cho del azar, ya que entre nuestro campesino y elindio salvaje sudamericano no existió nunca ni lamás remota relación.

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Page 22: Revista del Instituto de Cultura

Nuestra Historia Naturaly el Diccionario Académico*

Por AUGUSTO MALARET

CUANDO NUESTRO ILUSTRE AMIGO DON Jos~ TORIBIOMedina nos envió su interesante libro Voces

chilenas de los reinos animal y vegetOJl que pudieranincluirse en el diccionario de la Lengua Castellanay propone para Stt examen a la Academia Chilena,J. T. Medina (Santiago de Chile, 1917), no pudimosmenos, al felicitarle por su hermosa labor, quedarle a conocer la extrañeza con que habíamos leí·do el título del mentado libro, única cosa censura·ble en todo él. «¿Por qué dice usted -le preguntá­bamos al sabio maestro- que esas voces chilenas"pudieran incluirse" en el Diccionario de Madrid,y por que "las propone para su examen" a la Acade­mia Chilena? ¿Podríamos, acaso, llamar con otrosnombres a los animales y plantas silvestres de esepaís, sino con aquéllos que el pueblo les dio siem­pre uniformemente y desde tiempo inmemorial?¿No ha de entender inmediatamente un chileno dequé le hablan si le nombran el litre, el pellín, elcopihue y la achira, la cuculí esbelta, la loica depuntas negras y pecho de encendido carmesí, y ladiuca de color celeste, que canta a la alborada?¿Pues, entonces? ¿Se resiente alguien de que esosnombres no aparezcan catalogados en el Dicciona­rio de la Real Academia Española? Délos por ad·mitidos y ¡santas pascuas! ¿Y para qué examen lospropone usted? Délos por examinados, y basta.Admftalos o no el ilustre Senado de los Inmortales,hacia cuya benevolencia dirige usted sus ruegoshumildes, esos -vocablos ya han sido admitidos yexaminados por todo un pueblo tan culto e ilustra·do como Chile, y muchos de ellos han 'traspasado lafrontera nacional, con anhelos de unidad continen·tal, para incorporarse al idioma de otros paísesamericanos. Todavía llega su bondad al extremo de

• Del libro Por mi Palria y por mi IdiolflJJ.. C4d1z, 1932.

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ofrecer trescientos y tantos vocablos para que laAcademia "elija entre ellos los que guste", y estoes ya mendigar demasiado. No, no dé a elegir nada.Sigamos llamando al chagual, chagual, y al picaflor,picaflor y no se nos dé un ardite el reprochadorde voquibles ni el qué dirán hablistas puntillosos,que eso será hablar a la llana, como Dios manda,sin que hayamos de caer en pecado mortal, porquede juro que no será usted de los que tienen, nipor pienso, corno artículo de fe que una palabraestá bien y mal empleada según esté o no incluidaen el inventario académico. Si afirma usted queesos nombres se dan en Chile a especies indígenasde botánica y .zoología, no hace maldita falta otraautoridad para así creerlo, ya que la bandera defirma tan valedera como la suya ampara la mercan­cía. Formemos nuestro Diccionario, que bien ricoserá, y no nos quite el sueño la omisión o la ad­misión de nuestros vocablos propios en el Léxicomadrileño, porque si la Real Corporación no puedeinventariar debidamente el lenguaje de veinte mi·llones de españoles, menos podrá parar mieútes enel de unos cuantos millones más de americanoshispanoparlantes que vivimos a tantas millas dedistancia y, por consiguiente, casi fuera de su in­fluencia.»

Que la ilustre Academia Española no tiene tiem­po para estudiar lo que es tan fácil de estudio, estoes, los nombres de nuestra historia natura!, comodecíamos al señor Medina, es cosa tan cierta, des­graciadamente, que, contrayéndonos a Puerto Rico,podemos decir que ahora en la edición décimoquin­ta de su Diccionario y en el Manual complementa­rio de 1927 admite por vez primera, como provin­cialismos exclusivos de Puerto Rico, tres únicosnombres uno de ellos equivocado de medio a me­dio. A ninguno de los tres le acompaña el término

Page 23: Revista del Instituto de Cultura

científico, de acuerdo con mala costumbre tradi­cional que no se quiere corregir.

No hay vuelta de hoja. Los nombres vulgaresde la fauna y flora del continente colombino sonun aporte necesario e imprescindible al idioma cas­tellano. Son insustituibles. Es cierto que al princi­pio de la colonización los españoles dieron impen­sadamente a varios animales y vegetales los mismosnombres con que conocían en la Península a seresque guardaban algún parecido, y por eso tenemos

que el buitre, el león, el tigre, el castaño, el aceituno,el níspero y el ciruelo del Nuevo Mundo son abso­lutamente diferentes a sus homónimos europeos;pero, por la razón natural de las cosas, se fueronimponiendo los nombres originales, y Mártir deAnglería, Fernández de Oviedo y otros historiado­res primitivos dieron a conocer los nombres autóc­tonos 'ají, batata, cacao, eucuyo, guayabo, guaya·cán, magüey, maíz, mamey, maní, nigua, papa, pita,tabaco, tomate, yuca 'Y otros más que desde enton­ces campean por sus respetos en los anchos domi­nios tie Castilla. Voces aborígenes de bellísimo co­lorido local que se acomodaron a la morfología yfonética del idioma invasor y contribuyeron a la ri­queza y variedad del admirable lenguaje de nuestrosprogenitores.

Damos a continuación una lista de voces peculia­res de Puerto Rico que aparecen en nuestro Diccio­nario de Americanísmos como pertenecientes ex­clusivamente a nuestro pequeño reino natural y quellevan la pinta de su procedencia, el matiz del me­dioambiente en que se formaron.

De todos los americanismos, estos nombres le­gítimos que se dan a seres de la naturaleza son lasvoces de mayor vitalidad, que más falta hacen yperduran en nuestras charlas cotidianas, por másque nos preocupemos del academismo del estilo,y no hay poder humano capaz de proscribidas delrepertorio de nuestra habla.

No las llamemos alteraciones fonéticas, corrup­telas, vicios de dicción o voces bastardas, porqueel Diccionario Académico no las prohija, sino ele­mentos nuevos, formaciones neológicas de solar co­nocido, de pura nacionalidad americana, consagra­das por el buen uso de todos, gente científica y vul­gar, y de tanto fuste y empeño como las que danapelativo a las 'Plantas y animales de la misma tie­rra española. Lejos de todo ánimo juzgarlas exóticaso forasteras y sí americanísimas, como españolísi­mas resultan pino, olmo, perro y caballo.

Jamás podrá nadie marcarlas a derechas con elsello infamante de extranjía, porque muchas proce­dan del habla de los aborígenes. Flores lozanas denuestra retórica popular, frutos espontáneos que tie­nen el exquisito sabor de la tierruca, nuestro cas­tizo José Gualberto Padilla tuvo a gala usar de ellasen las octavas reales de su Canto a Puerto Rico,como el reputado gramático Andrés Bello lució su

ingenio de poeta al llevar expresiones semejantesa las espléndidas estrofas de El Proscrito.

~'ABUSE. - «aquí las niguas, aradores, abuses, ga-

rrapatas y otros insectos incomodan grande.mente».P. Iñigo Abad: Historia de Puerto Rico, capitu­lo XXIV.

ACEITILLO. -cIgual tributo el aceitillo paga

con el menudo y rubio tabloncillo.1lJ. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

AUSUBO. - «... pone el cuerpo fuerte como unestante de ausuboll.

Zeno Gandía: La Charca. Cap. IV.

BURUQUENA.-«y por bien parecerte, cambio de ropa,

en lo que tú preparas la hirviente sopa,o el no bien ponderado guiso criollo,o arroz con buruquenas o arroz con pollo.»

Virgilio Dávila: Amor criollo.

CACULO. - «... y pensar en el modo de ir extin­guiendo las sanguijuelas, los caculos, la changay otras sabandijas».

Femández Juncos: Las Fiestas.

CALAMBREl'tA. -«Brota en la playa...

En corimbos, menuda calambreña.•J. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

CAPÁ.-«Danle asimismo vigas y tablares,

ausubos y capás incorruptibles.1lJ. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

CIENIGUILLO. - «Pues atrévase a cogerlos si noquiere probar el unto de cieniguillo.•P. Morales Cabrera: Cuentos Criollos, pág. 58.

COJITRE. - «La sedante humedad de la mullidaalfombra de cojitre y hojas secas.»

L. Lloréns Torres: Retornelo.

COQU1. -«... se oye el caqui.

Los mil insectos de la espesuraalzan sus voces hacia la altura:caqui, coqui... »

Gustavo Fort: Nocturno.

CUCUBANO. - d..a tercera clase de estas lucer­nas, llaman cucubanos; son mayores y más lu­minosas que las otras.JIP. Iñigo Abad: Historia de Puerto Rico. Capí­tulo XXXV.

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Page 24: Revista del Instituto de Cultura

«'i para ornar tu bruna cabelleraprendo en un alfiler un cucubano.»

Virgilio Dávila.

CHAMALUCO. -e Partióse de madrugada,

llevando en las aguaderaschamalucos y taUotes,y yucas y calambreñas.»

Salvador Brau: La ofrenda del miliciano.

-CHANGA. - «y cuando la changa, el fisco, las san·guijuelas y las demás alimañas hayan acabadocon las pocas haciendas que nos quedan... »Fernández Juncos: El arte de expedientear.

·CHINA. - «Ora fingiendo en campo de esmeraldael amarillo globo de la china.»

J. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

EMAJAGUA. - «y sus formas ciñéndolas un trajede color de la flor de la emajagua».

Vicente Rodríguez Rivera: Flor criolla.

-GONGOU. - c... como también los alacranes, es­cOI'Piones, gongolíes 'Y otros animales».P. migo Abad: Historia de Puerto Rico. Captotulo XXXV.

·GUAJANA. - cTienes... la caña en la feraz !>abana,lago de miel que con la brisa ondea, mientrassu espuma, la gentil guajana, como blanco plu­món se balancea.»

José Gautier Benítez: Puerto Rico.

«Adelantándose ufanaHasta el río que la riega,La caña mece en la vegael plumón de su guajana».

José de Jesús Esteves: La campiña borinqueña.

-GUAMA. - cAltos guamás de pródiga verdura.»J. G. Padilla. Canto a Puerto Rico.

GUARAGUAO. - «... las gentes corrían al batey aver el guaraguao».

P. Morales Cabrera: Cuentos populares, 9.

.cOlMO. - «Constituía el manjar principal deaquel almuerzo un asado de corí (gilimo), espe·cie de conejillo que abundaba en la isla.»

J. González Ginorlo: Tanamd, 193.

JIOCAR. -«El húcar recio, vegetal coloso,

Que la branca viril enhiesto eleva,Al labrador ofrece generosoEl mango firme, sólida la esteva.•

J. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

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JIGUILLO. - «Don. No amarre su bestia debajode este jiguilIo. Se le va a pasmar.»

Jaime Bagué: Don Confe.

JUAN CALIENTE. - «Cogí el Juan Caliente dearrear la cuchinata, y le di una pela.»

Fernández Juncos: Clemencia real.

MABt. - «Allá se ve salir a un muchacho... conun carretoncito de botellas de mabí.»

Martínez Roselló: Galénicas, 257.

MALANGO. - «El campesino... consume, comobase de su alimentación cotidiana, el malangoy el bacalao.•

L. Muñoz Rivera: Las causas del mal.

MANGó. -«Ya el copudo mangó cargado Ueva

de hojas y frutas el robusto brazo».J. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

MARIMBO. -cDolor maldito.

¡Comprendí que era sólo,sólo marimbol.

José Gordils: El güiro.

MARIQUITA. - «En el patio de la casa había unamajestuosa palma real donde una mariquitahabía hecho su nido...

Vestía toda de negro con unas brillanteshombreras amarillas.•

P. Morales Cabrera: Cuentos criollos, 197.

MARUNGUEY. - «Es muy común una planta lla­mada marunguey.•P. Irugo Abad: Historia de Puerto Rico. Capítu,lo XXIV.

MIME. - «Responde, balandrón, o te aplasto comoa un mime. JI

M. González García: El tesoro del ausubal. Ca·pítulo XXX.

MOZAMBIQUE. - «y era el latido de la montañacomo el de un corazón que se desborda, rotode amargura, más allá de los maizales, ennegre­cidos de bandadas de gorriones y mozambiques.1IAntonio Oliver Frau: El rosal de la revolución.

MOCARO. -«El múcara fastidioso

ya principia su garata.•Felipe N. Arana: Florecillas silvestres (1927), pá·gina 38.

Page 25: Revista del Instituto de Cultura

ORTEGÓN. -«... y años huboEn que estando pobrísimo el erarioFue el -santo de ortegón, o fue de ausubo•.

J. G. Padilla: La imagen, el sacristdn y el mo­naguillo.

PAJUIL. - «A veces vendían también multas, uvasde playa, jenjibre y castañas tostadas de pa­juil.•Fernández Juncos: El ómnibus de Capetillo.

PERON1A. -«y de mi vientre ya secola pulpa extrajo, y llenóde peronías el hueco•.José Mercado (Momo): La Maraca.

POYAL. -jiy de usos en desacato,

caiia sembró en pedregal,

eLa otra cara., grabado porRafael López del Campo.

regó tabaco en poyal,injertó fresa en boniato....

Salvador Brau: Los progresos de Homobono.

QUENEPA.-«Brota en la playa...

La quenepa, de cutis rugaclizo.»J. G. Padilla: Canto a Puerto Rico.

SICILIANA. -«Cuando en gloriosas mañanas

por agua vas a la fuente,luciendo tu pura frentediademas de sicilianas... J>

Virgilio Dávila: Para el tiple.

TABONUCO. - «prepararon unas teas con la resi­na de un árbol que allí cerca había, al quellamaron tabonuco••

J. González Ginorio: Tanamd.

Page 26: Revista del Instituto de Cultura

/Personalidad de don Augusto Malaret*

Por MARIA TERESA BABtN

AL MEDITAR SOBRE LA FIGURA INSIGNE DE DON AUGUS-

to Malaret se me ha enredado en la memoriacon insistente reclamo una estrofa de AlfonsoReyes, el gran mexicano universal que dejó de exis­tir hace apenas un mes y cuya obra le sobrevivepara siempre... La idea de Alfonso Reyes en losversos A un pintor, revela para mí la esenciay la substancia de la vida fecunda de don AugustoMalaret:

¡Qué madurez superiorla del que venció el halago,y sólo quiere por pagoel premio de su labor!

El hombre que está aquí con nosotros en estaocasión, el doctor Augusto Malaret Yordán, repre­senta a Puerto Rico con esa «madurez superior:l>desde hace mucho tiempo y está reconocido comouna de las figuras intelectuales de más relieve enla cultura hispánica. El prestigio auténtico, la obraduradera y perdurable del intelectual sin tacha, yla fama bien ganada en el trabajo de la inteligen.cia creadora son las prendas que adornan a donAugusto Malaret. En él tenemo los puertorriqueñosun ejemplo magnífico de lo que es un ciudadanode la cultura. Desde la temprana mocedad, se hadedicado a laborar calladamente y con amorosaentrega por mantener bien puesto el nombre de supatria en el mundo de las ideas. No sería posibleentrar detalladamente en los diversos aspectos dela obra múltiple de Malaret en este momento. Elcarácter de sus libros requiere un análisis juiciosoque no puede hacerse adecuadamente en una ex­posición oral. Los que hayan oído hablar de Mala-

* Conferencia leida en el acto celebrado por' el Instituto dePuerto RIco en Nueva York para conferir el titulo de .Cludadanodel Ailoa a don Augusto Malaret, el domingo :u de enero de 1960,en el Tc;¡tro McMillln de la Universidad de Columbia.

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La doctora doña María Teresa Babín y don Luis QueraChiesa, Presidente del Instituto de Puerto Rico en Nue­va York, haciendo entrega del pergamino que declara

Ciudadano del Año a don Augusto Malaret

ret como lexicógrafo o los que hayan manejadoalguna vez sus diccionarios o hayan leído sus tra­bajos eruditos o sus ensayos literarios, ya están fa­miliarizados en parte con su obra. Me limitaré,pues, a repasar aquellos puntos de más fácil capta·ción para el oído de los presentes, tratando de se·ñalar el valor de su aportación a la cultura de Puer·to Rico y de la América Española.

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Visión retrospectivaTraslademos la imaginación al siglo XIX en Puer­

to Rico unos veinte años antes del 98 ... Viven to­davía muchos de los prosistas y poetas de la etapafinisecular cuyos nombres perduran en los analesde nuestra historia literaria: Alonso, El Caribe, Gau­tier Benítez, Tapia y Rivera, Elzaburu, Betances. Pa·chín Marín y tantos más de memoria perdurable...Están en plena madurez y le sobreviven al 98, Sal·vador Brau. Hostos, Lola Rodríguez de Tió, Fernán·dez Juncos, con y Toste, Zeno Gandía, Muñoz Ri­vera, José de Diego, Ana Roqué de Duprey y mu­chos más... Si evoco esos nombres escogidos 10hago con el propósito de situar el momento en quedon Augusto Malaret nace en Sabana Grande. Allíempieza a vivir una infancia fortalecida por las co­rrientes ideológicas y espirituales que emanan deesos compatriotas mayores en edad y cargan dechispas creadoras el ambiente puertorriqueño... ElAteneo aparece en el panorama intelectual el 1876como un símbolo de la conciencia de cultura queha cuajado en la capital de la Isla dos años antesde nacer don Augusto... Y cuando se desata laignominiosa era de los infames campantes el añoterrible del 87, don Augusto es un chicuelo de nueveaños ... Para la fecha del paréntesis autonómico y laGuerra Hispanoamericana subsiguiente, ya don Au­gusto Malaret ha comenzado la obra que culmina­ría en los años primerizos del siglo xx. El mismoescribe más tarde dando testimonio del entusiasmoque siente cuando contaba solamente diecisiete añosde edad, hacia el folklore de su tierra, «expresivode la buena disposición intelectual de las clases máshumildes y senciJIas»... Se dispone entonces -porel 1895- a recoger «a viva voz, en remotos barriosde las alturas o campos cafeteros del interior dela Isla... durante las rudas faenas agrícolas o alcompás de instrumentos musicales, muchos y va­riados cantares de positivo valor sentimental enlos cuales veía reflejados los amores, los deseos,las preocupaciones, las tristezas y la socarrona ale·gría de nuestras multitudes»... Malaret, el mucba·cbo que gustaba de correr en chongo por los cam·pos de su pueblo, se fue a Guánica con uno de sU!amigos de Sabana Grande el 25 de julio de 1898 paranovelerear la entrada de los americanos en PuertoRico. Creyente, como tantos otros, en las prome­sas de libertad que los Estados Unidos simbolizabanen aquella hora fronteriza, Malaret, el joven deveinte años, estaba nadando en una circunstanciaideológica que había invadido toda la América delCentro y del Sur. La voz señera de José EnriqueRodó le sirvió a esa juventud de advertencia pro­vechosa en el mensaje de Ariel, para situarla conperspectiva juiciosa ante la nueva era política quese abría para el mundo iberoamericano con el triun·fa de los Estados Unidos sobre España al terminarun siglo y abrirse el siglo que vivimos.

Malaret, sin embargo, se repliega en sí mismoy en vez de dedicarse a las faenas políticas, se de­dica a las faenas intelectuales en el Puerto Ricoque había pasado de las manos de España al podel'

de los Estados Unidos. Cuando su familia le envíaa una hacienda de café en Adjuntas para ocuparsedel trabajo de los peones, aprovecha el tiempopara nutrirse a sí mismo con la sabiduría del jí­baro: recopila décimas y coplas y empieza a anotartodas las palabras del habla campesina, el lenguajevivo, tal como lo hablan y lo cantan los poetasan6nimos de la tierra, con ese encanto secular ques610 el pueblo puede transmitirle a su voz limpiade prejuicios académicos. En Lares, en Cayey, entodos los pueblos donde Malaret vivió en algunaetapa de su vida, se evoca su recuerdo todavía. Erael joven elegante, que al igual que el profesor defonética del Pygmalion de Bernard Shaw, llevabaconsigo unos papeles que llenaba de apuntes dondequiera que estuviera. Más tarde viaja por España,y allí se solaza con las bellezas de la patria de susprogenitores, y siente en sus entrañas la fuerza po­derosa de las raíces de su estirpe en el habla deCastilla, en las costumbres y en la actitud del espa­ñol ante la vida, el amor y la muerte... En esaamalgama de sentimientos y en el amor de donAugusto Malaret por el folklore y el habla campe­sina está la fuente de su obra futura, cuando realizael monumental Diccionario de Americanismos y elVocabulario de Puerto Rico.

Es el idioma vernáculo de su tierra, es la pa­labra, el verbo, lo que tiene un valor imperecederopara este hombre. Desdeña los bienes materiales,no medra en busca de puestos o de honores, no sesiente atraído por el partidismo político, sino quehace patria día a día, en un empeño extraordinariopor acumular un tesoro de cultura, no para sí mis­mo, sino para su pueblo, y para los pueblos dehabla española en el mundo entero. El lenguajecastellano, desde su Isla hasta las planicies, mon­tañas y selvas de las otras tierras americanas, hade ser la cantera de su gran obra. Lee libros argen­tinos, chilenos, venezolanos, etcétera, y empieza abuscar pacientemente las variantes del vocabulario,cotejando con el caudal de la lengua en la PenínsulaIbérica, para rendirle cuenta al mundo de la con­tribuci6n lingüística de los latinoamericanos al en­riquecimiento del idioma español. Conjuntamentecon esta paciente labor, don Augusto estudia Dere­cho y llega a hacerse abogado... En otras etapasde su vida ocupa un cargo en Aduanas y obtieneun empleo como Registrador de la Propiedad. Ganamodestamente lo suficiente para vivir, pero sinabandonar jamás su vocaci6n intelectual, la que ledaría renombre perdurable. Aunque podemos ima­ginarlo en el trajín de los asuntos pertinentes apleitos y leyes, en los enredos de la Aduana, o enlos problemas que incumben a todo un registrador

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de la propiedad, se le ve con más precision en lasala de clase, pues también fue maestro de escuela...y en ese ir y venir constante de su juventud plena,se nos aparece retrospectivamente atento a la másmínima obsenración, siempre tomando apuntes,leyendo y escribiendo, con esa obsesionante perse­verancia del que se ha impuesto a sí mismo el «tra­bajo gustoso» de penetrar los misteriosos latidosdel lenguaje.

Tengamos en cuenta que en aquel Puerto Ricoanterior al 98 Y en la década posterior a esa fechahistorica, hasta bien entrado el siglo xx, la instruc­ción era pobre y las facilidades educativas eranescasísimas, no en Puerto Rico solamente, sino entoda la América. Por eso tiene mucha más impor­tancia la dedicación de hombres como Malaret asu formacion intelectual. Y la tarea de carácterespecializado que él se impuso a sí mismo resultatIoblemente admirable: no son muchos los que re­pechan por el difícil y abrupto sendero de las dis­ciplinas lingüísticas, y entre los pocos que lo hanhecho bien en nuestra América el nombre de donAugusto Malaret brilla con luz propia. Todo lo hizopor su cuenta y riesgo, y nunca recibio prebendasoficiales para sus investigaciones o para la ediciónde sus libros.

Diccionario de Americanismos

La primera edición del Diccionario de America·nismos consta de 641 páginas con un índice cientí­fico de fauna y flora. Se publico el año 1925 enMayagüez. Había sido precedido por un diccionariode Provincialismos de Puerto Rico del 1916, y di­versos ensayos sobre derecho y temas literarios quele habían ganado al autor varias medallas de oroy diplomas de honor en certámenes del país. ElDiccionario de Americanismos, del cual existen tresediciones y ya está la cuarta en preparacion, colocael nombre de nuestro compatriota en el mapa lin­güístico del mundo. Conocemos los elogios y losjuicios críticos de los hispanistas más famosos deEspaña, Italia, Alemania, Francia, los Estados Uni­dos, y todos los países latinoamericanos sobre estaobra. Desde París, el eminente Foulché Delboscopinaba que «es una obra de vastísima erudiciony admirable paciencia que ha de prestar inmensosservicios a cuantos nos interesamos por los estudiosde la filología española»; mientras el novelista Ar­mando Palacio Valdés escribía: «es un trabajo muynotable y de gran utilidad para nuestro idioma:es una obra benemérita que merece la gratitud tan­to de españoles como americanos.... Y el eminentedon Rodolfo Lenz, de Chile, comentaba lo siguiente:«Me gusta mucho la forma corta y precisa, sin pa­labrería, del Diccionario, de Malaret... Ojalá sinratambién de modelo su manera de dar todos losnombres de fauna y flora con los equivalentes téc·nicos latinos, que son indispensables.» El año 1928,

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Malaret da a la publicidad su propia Fe de Erratasde mi Diccionario de Americanismos... Obras deesta índole siempre pueden y deben aumentarse,corregirse y mejorarse, por lo cual don AugustoMalaret, ni lento ni perezoso, continúa su laborautocrítica durante varios años, añadiendo suple­mentos a las nuevas ediciones del Dicc:onario.

Vocabulario de Puerto Rico

De esta obra hay dos ediciones: la primera, del1937, Y la segunda, del 1955. En una encuesta reali­zada por la revista Asomante, el 1955 precisamente,varios intelectuales puertorriqueños coinciden alescoger el Vocabulario de Puerto Rico como una delas obras más importantes de este siglo en la isla.CIEn el campo de la lingüística -dice Antonio J. Ca­lorado-, hay una figura puertorriqueña aquí muypoco conocida, pero de extraordinario renombre enel mundo hispanoamericano.... Hemández Aquinoobsenra que «Mataret salva multitud de palabraspuertorriqueñas, que de no ser por su pacientelabor, se hubieran perdido para siempre, en perjui­cio de nuestra cultura, pues ellas evidencian en par­te nuestro modo de sen... Vicente Géigel Palancay Miguel Meléndez Muñoz también unen sus vocesde elogio para este libro de Mataret. Al escribirsobre la segunda edicion del Vocabulario en la re·vista «La Torre. de la Universidad de Puerto Rico,el año 1956, señalaba yo misma varias razones depeso por las cuales considero este diccionario depuertorriqueñismos una de las contribuciones másvaliosas al caudal de nuestra cultura, ya que la len­gua es la depositaria de todos los recursos históri·cos y creadores de un pueblo.

El Vocabulario está precedido por un jugosoprologo en el cual el autor expone con acopio decitas los puntos referentes a las aportaciones delnegro y del indio a la lengua española de la Isla;explica la evolución histórica del castellano desdeel siglo XVI hasta el siglo xx en Puerto Rico; dauna lista de palabras en las cuales el jíbaro no as­pira la letra hache; entra en el análisis de la con­versión de r final en 1 y todo lo relativo a la trasla·ción de los dos sonidos; señala los vulgarismos enel lenguaje culto y establece el contraste entre elcastellano de Puerto Rico y el castellano del restode América. Los datos sobre el folklore nativo acla·ran y refuerzan las teorías existentes sobre el te·ma. Incluye además una lista de refranes «que setienen por originarios del país., y «algunas coplasvolanderas que una vez saboreamos gozosamente,creyéndolas frutos naturales y espontáneos del ame­nísimo huerto nativo.. El contenido del libro sereparte en arcaísmos, palabras cuyo significado ori­ginal ha cambiado en el país; vocablos de los idio­mas aborígenes, y neologismos. Al significado sigueuna cita de folklore o de obras literarias cultas parailustrar el uso, se indica además la procedencia es-

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pañola del término, si no es creación del país, y laextensión de su uso en otros países americanoscuando esto ocurre.

Malaret ha dotado al Vocabulario de PuertoRico de un matiz estilístico raras veces presente enobras eruditas, pues acierta a infundirle una di­mensión humana y estética a un texto lexicográ.fico valiéndose de hermosos ejemplos, además deexplicar con gran penetración y agudeza las varian·tes y las raíces históricas de nuestra manera pecu­liar de expresión. Tratándose de Puerto Rico estoasume una importancia de alcances hondos... Oiga.mas las explicaciones de don Augusto Malaret so.bre el castellano de Puerto Rico, en las cuales latela emoción de su sentir patriótico y su amor a lalengua española:

«Puede asegurarse -dice- que la evolución delcastellano en Puerto Rico se ha desarrollado, si ha·cernas excepción de la contribución indígena, casicomo si la isla hubiera estado internada en la pro.pia tierra peninsular española, en la meseta caste·llana, entre Andalucía y Extremadura, por ejemplo.Como es natural algunos fonemas no se aclimataronen el medio ambiente tropical, mientras otros pren·dieron y persisten y aun dieron origen a neologis­mas... Sorprende en verdad la supervivencia de tan­tos arcaísmos, perduración de un encanto, en lasregiones analfabetas de la Isla, y no podemos me­nos de incluir muchas de esas voces castizas deabolengo en el presente Vocabulario,' para no dejarpasar inadvertida la prueba más elocuente de nues­tra legítima y genuina filiación espiritual••

Tanto el Diccionario de Americanismos como elVocabulario de Puerto Rico son imprescindiblespara el estudio de la lengua y la literatura de laAmérica Española. Esas obras maestras del maestroMalaret son la clave para aclarar conceptos y vocescuya explicación no se encuentra frecuentemente enlos diccionarios españoles... Si el famoso Dicciona·rio de la Real Academia ha llegado a incorporar va­rias voces americanas a sus ediciones modernas, ysi otros diccionarios peninsulares contemporáneosatienden el aspecto americanista del lenguaje, se ledebe esto en gran parte a la temprana y tenaz perosistencia del lexicógrafo don Augusto Malaret, quiendesde la década del 1930 señaló «errores y deficien·cias del diccionario general de la lengua españolall>en numerosas monografías... Para todos los hom­bres de buena voluntad que deseen conocer bienadentro el alma y la cultura de Puerto Rico y lade los pueblos hermanos de América, nada mejorque empezar a familiarizarse con su manera singu.lar de pensar y de sentir, revelada con maestría enel lenguaje estudiado por Malaret, arca de inesti­mable valor para aquilatar la riqueza espiritual denuestros pueblos.

Además de esas obras mayores, en la bibliografíade Malaret abundan las monografías y los artículos

dispersos en revistas y periódicos sobre temas múl­tiples, y varios estudios de gramática. Fuera de laórbita puramente lingüística, Malaret recogió elaño 1928 unas semblanzas biográficas de FemándezJuncos, Salvador Brau, Baldorioty de Castro, Gau·tier Benítez y Pachín Marin. Al despojarse del rigorcientífico escribe con soltura y apasionado fervorpatriótico y romántico un librito muy hermoso, ade­cuadamente llamado Medallas de Oro. Además dehaber recibido galardones por sus trabajos, Ma·laret es miembro de honor de varias academias delengua, historia, etnología y folklore en los paíseslatinoamericanos. La Universidad de Puerto Ricole confirió hace dos años el título de Doctor enLetras Honoris Causa. El propio Instituto de Puer­to Rico le nombró presidente honorario el año 1956,en una simpática ceremonia íntima celebrada el12 de octubre -fecha simbólica- de ese año. Enaquella ocasión la doctora Eloísa Rivera de Garcíapronunció un hermoso discurso exaltando la perso.nalidad y la obra de Malaret con fervor y admi·ración inolvidables...

Don Augusto Malaret ha trabajado fervorosa·­mente por la cultura que nos define como pueblohomogéneo en el mapa americano, y ha dado fede nuestra personalidad en la palabra y en el folk·lore. Reside en Nueva York hace unos diez años...Es un deleite conversar con él: recuerda detallespreciosos de su vida pasada, habla con una graciaencantadora de sus experiencias en el campo, menociona a sus amigos don Manuel Femández Juncoso don Salvador Brau como si estuvieran todavía en­tre nosotros, recita versos de memoria, se solazaexponiendo el método que empleaba para enseñararitmética cuando era maestro de escuela, o reme­mora sus aventuras en la juventud, o sus trabajoseruditos, con una sencillez y una naturalidad pe·culiar, con alegría contagiosa, sin alardes de nin·guna clase...

Al compartir con él sobre estos temas hace unasemana, en casa de nuestras amigas Carmen San­guinetti y Eloísa Rivera de García, sentimos el in­flujo de su personalidad y la magia de su sabidu·ría. Pensamos entonces en silencio en su vida dehombre, en lo que siempre arde al rescoldo de to­dos los afanes intelectuales y creadores del serhumano... Con un profundo respeto ante la figuravenerable del maestro, bajamos los ojos para notocar indiscretamente su intimidad, la cual tieneque atesorar un caudal enorme de experiencias vi­tales y humanas ... Los gestos caballerescos de donAugusto, sus ojos vivaces y penetrantes, su porterefinado y su sonrisa bondadosa, son signos de sualma y de su hombría. Y don Augusto, adivinandola curiosidad inconfesada por penetrar el arcanode su vida ajena al libro, sonríe afable y nos hablaespontáneamente de su familia, de sus cosas per­sonales y de sus seres queridos. Entonces nos deja

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leer algunos versos suyos que ha titulado con gra­cia y candor: Pecados de Juventud... Tenía que serasí: don Augusto Malaret, puertorriqueño a cartacabal, hombre de estirpe catalana por la vfa pater­na e italiana por la materna, enraizado en la tra­yectoria de nuestra raza antillana, también escribíaversos de amor para descanso de las tareas intelec­tuales... Uenos de una dulzura romántica y de unaternura muy boricua, esos sencillos versos tam­bién retratan al hombre. De haberse dedicado a lacreación pura, como otros poetas de Puerto Rico,don Augusto hubiese alcanzado la perfección lfricaque desplazó amorosamente hacia su obra erudita.

Palabras finales

Es de lamentarse que en este acto no hayamospodido oír la voz autorizada de don Tomás Nava·rro Tomás o don Samuel Gili Gaya, o la de otrosmaestros de filología o fonética, quienes por suprestigio universal hubieran realzado este home­naje a don Augusto. Me hubiera complacido tam­bién oír la voz de escritores de Puerto Rico dela talla de Concha Meléndez, Tomás Blanco, JoséBalseiro o Margot Arce. Y de vivir aun Antonio S.Pedreira, quien murió tan joven todavía, él hubierasido la persona indicada para realizar la apreciaciónde la obra de Mataret.

A! recaer en mí la obligación de participar eneste acto por invitación personal del señor presi­dente del Instituto, Luis Quera Chiesa, comprendíla seriedad y la responsabilidad que investía estaceremonia. Me dispuse a hacer esta sencilla expo­sición sin olvidar un momento que todas las perso­nas mencionadas y otras más, podían hacerlo conmás autoridad que yo. He tratado de cumplir laencomienda del señor Quera Chiesa lo mejor posi­ble, no sólo por tratarse de la figura venerable dedon Augusto Malaret, sino porque al hacerlo mesiento responsable hacia Puerto Rico y hacia mismaestros en la Universidad de Puerto Rico y aquíen la Universidad de Columbia -Navarro Tomás,Gilí Gaya, Federico de Onís, Concha Meléndez, Pe·dreira, Balseiro, Margot Arce y Angel del Río-,porque fueron ellos, cada uno a su modo, los queme enseñaron a amar la cultura de mi tierra y medieron a conocer la aportación de don Augusto Ma­laret a esa cultura. Recuerdo las palabras de donAntonio Pedreira. como si lo escuchara:

«Asombra pensar -decfa- que un solo hom­bre, con las horas laborables del día al servicio delGobierno, haya podido hacer en sus nocturnas ho­ras de descanso y en los días de fiesta oficial, untrabajo tan minucioso, lleno de rebeldes pormeno­res que, por pequeño que parezca cada uno, re­quiere horas de estudio y reflexiones.» Y es menes­ter apuntar también que don Tomás Navarro To­más. al realizar sus investigaciones el año 1927 sobreEl Español en Puerto Rico, obra que se publica

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tardíamente en el 1948, aprecia en su justo valorlos trabajos de Malaret y los utiliza como fuentepara su propia obra. Don Augusto MaJaret. pues,tiene un puesto de honor entre los eruditos eminen­tes de la América Latina, como lo fueron el vene­zolano ilustre don Andrés Bello, el dominicano inol­vidable don Pedro Henrfquez Ureña, el colombianode temple académico don Rufino J. Cuervo, y otrosconocidos maestros de la técnica y las ciencias dellenguaje.

¡Salud a don Augusto Malaretl Y que su vidaejemplar dedicada al servicio de la cultura humanasin fronteras nos sirva de acicate constante parasuperamos y llevar el buen nombre de Puerto Ricoa todas partes. Para realizar esa empresa de espíri­tu hay que trabajar sin pereza y sin desmayo. comoha hecho don Augusto desde la más temprana ju­ventud, y hay que sentir, como él lo ha sentido,desde las entrañas de la tierra, en comunión conel pueblo, en un sentido total de responsabilidadciudadana. En el ensayo final de mi libro Panoramade la Cultura Puertorriqueña he expresado estaidea, la cual recoge el espíritu que don AugustoMalaret ha captado en su obra en fonna precisa:

«La cultura se templa en ese constante acto defe, de sacrificio y de esperanza del vivir sin treguadel pueblo. En esa cantera soterrada de recuerdos,de amor, de dolor, de heroísmos sin ruidos. se fra­gua el devenir y se vislumbra el futuro: su arcanotambién guarda secretos y ha de germinar un díaen flor de insospechada excelencia.. .

Don Augusto Malaret establece el puente entrenuestro siglo XIX y el siglo xx. Su presencia entrenosotros, los puertorriqueños ausentes de la Isla,instalados en una circunstancia vital dentro de losEstados Unidos, es símbolo y vaticinio de los rum­bos de la historia de nuestro pueblo. Tratemos deabrevar. no sólo en los libros de Malaret, sinotambién en esa dignidad sin jactancia de su perso­na, en su gesto aristocrático pleno de amor y decomprensión del pueblo borincano... Que la presen­cia de don Augusto Malaret en este acto despiertela voz dormida de nuestra conciencia colectiva ynos avive la responsabilidad moral de enaltecer aPuerto Rico en todo momento. La obra de donAugusto Malaret está ahí para la eternidad... y enesa obra palpita el alma de un pueblo que no re­nunciará jamás a su pasado hispánico y que hade robustecer su presente y llenar de ímpetus sufuturo con las esencias que emanan de su lenguavernácula... Ya lo ha dicho proféticamente GabrielaMistral: .EI habla es la segunda posesión nuestra,después del alma, y tal vez no tengamos ningunaotra posesión en este mundo...»

Muchas gracias.

Reproducido de Jornadas Literarias, Editorial Gua­yacán. San Juan, Puerto Rico, 1967.

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Cuento

MEJOR DiA QUE AQUEL LUNES PARA COMENZAR UN.trabajo nuevo no lo había tenido nunca el

viejo don Rafo. Sentado con los otros obreros enel banco de la camioneta que lo transportaba a lasobras de la nueva carretera en construcción, dis­curría en silencio sobre su buena suerte. El viajeal amanecer; la certidumbre de que aún era útilpara un oficio, y sobre todo el sentirse de nuevoen su tierra, movían en su ánimo una íntima sen­sación de bienestar y de fortaleza. El viento letraía olores a tierra removida, a yerbas medicina­les, a humo de cocina jíbara; sensaciones que acre·cían aún más la emoción del ansiado regreso. Losobreros que lo acompañaban en «la jaula», comosolían referirse a la camioneta de transporte, ob­servaban disimuladamente su abstracción mientrasdesperezaban los temas de su diario vivir, entrebocanadas de humo y el rumoreo de soñolientasconversaciones.

-¡Quién me iba a decir que se me cumplirlaeste deseo! -discurría el viejo entregado a suscavilaciones-o ¡Después de treinta años en NuevaYork, poder volver a trabajar bajo este sol y coneste aire tan puro! Ni los hijos, ni la mujer en­tienden 10 que esto significa para mi. ¡Si tendríayo ganas de volver a pisar esta 'tierra!

Por fin apareció el cerro, donde se había dete·nido la construcción de la carretera, mostrando laenorme laceración que las obras dejaban en su cos­tado. El viaje se aproximaba a su término. Peroel viejo seguía caviloso.

-¿Para qué vas a trabajar en eso?, si no haynecesidad, lwmbre. Debíamos volver a Nueva Yorkcuanto más antes mejor. Yo no me encuentro eneste pueblo donde ya no nos conoce nadie. Alláestán los muchachos, los nietos y casi toda la pa·rentela ...

Don Rafo y los caballos

Por EDWIN FIGUEROA BERRfos

-¡Los muchachos! Ya los muc1zachos no qui­sieran ser nuestros hijos. Tú lo sabes, Paulina. Nolos entendemos, ni ellos nos entienden ... Hablanotro idioma y piensan de otra manera. Todo lonuestro 10 encuentran ridículo. Y los nietos, no sediga. Ni una palabra me pueden decir en cristiano.Aquí por lo menos voy -a trabajar al aire libre, enel campo, en mi propia tierra, con gente que mehabla y los entiendo. La verdad, Paulina, nunca de­bimos salir de aquí.

-¡Un trabajo miserable! Eso es lo que te hanconseguido. Para ganar algo tienes que ir a unafactorla de esas que están abriendo en el sur o enla capital. ¿Y para quién vas a trabajar sino paraellos mismos?

-No trabajaré con ellos. El trabajo que tengoconseguido es en el campo, al pie de donde noscriamos tú y yo. En Cerro Blanco están abriendouna nueva carretera.

-¿A quién se le ocurre abrir caminos en aqueolla sínsora? ¡Si aquéllo es piedra viva! ¡Verás có­mo no podrán con ella! Son las antiguas indierasque nombrt1Jl1. Hay ánimas que guardan ese cerro,tú lo sabes. Y bestias que hacen asomos. Eso 10hablan intentado ya cuando los coalicionistas esta·ban en el poder, antes de irnos, y fue tiempo y di­nero perdidos. ::fú sabes bien la historia... los ca·baIlas aquéllos...

-Eran cuentos de camino. Aquéllas eran 1114­

·uiobras del comisario del barrio para entretenerla gente del partido. Cuando desapareció el dineroempezaron los cuentos. Ahora hay adelantos. No tefiguras 10 que puede una máquina de esas quellaman «buldoser•. Pueden mover montañas o ha­cerlas llanitas como la palma de la mano.

-Eso es vicio de desbaratar el campo. Allá oacá es lo mismo. Alld perdimos los hijos y acá per-

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demos la tierra. ¡Tantos caminos y no tenemos adónde ir[ Yo sólo quiero estar donde estdn mishijos. Quiero quedarme allf hasta que me consuma.

Tan pronto descendieron de «la jaulalt, donRafa se dirigió a la caseta que hacía las veces deoficina. Al pasar frente al tractor y a la «buIdo­ser» notó la presencia de un hermoso caballo neogro semioculto tras las máquinas, que daba tiro­nes al cabestro como tratando de librarse de laatadura. El animal no relinchaba ni producía ruidoalguno con sus movimientos.

Entonces vio en el recuerdo el círculo de ros·tras expectantes y la voz que relataba sobre lascabezas de caballos que aparecían en los cangi­lones; el caballo que recorría de noche los cami·nos, sin relinchar, sólo galopes que iban aumen·tanda Con el miedo cuando había que transitar porlugares solitarios. Y aquel sueño que se repetíay en el que siempre se encontraba perseguidopor los galopes.

-Hay dnimas que guardan a Cerro Blanco ysueltan los caballos en las noches oscuras. Sonlos celajes de los muchos cabartos que murieronen las indieras durante las guasdbaras.

Al regresar al grupo don Rafo volvió a la rea·lidad inmediata. Los obreros se habían juntado

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movidos por la curiosidad al ver acercarse al in­geniero de obras en una cabalgadura mansa sobrela cual hacía una curiosa estampa. Todos se extra­ñaron cuando lo vieron venir a caballo pero tanpronto llegó hasta ellos, explicó que su «yiplt ha­bía sufrido un desperfecto y un carbonero queatendía su hoguera por aquellos contornos le ha·bía ofrecido su jamelgo. -Es un caballo manso,que no extraña a nadie -dijo, mientras de un sal·to caía a tierra y palmoteaba la cabeza del ani·mal en muestra de agradecimiento. La bestia, sinembargo, amusgó nerviosamente las orejas y sealejó rápidamente a triscar yerbajos por los al·rededores.

El incidente trajo, de inmediato, a la mente delviejo el otro caballo que había visto detrás de la«buldoserlt unos momentos antes. Miró hacia elmismo lugar pero no lo vió. Con disimulada na­turalidad se acercó y examinó el contorno con másdetenimiento. Convencido de que no había huellasde la bestia fue a cerciorarse con los obreros, peroal instante desistió rehuyendo la posible incredu.lidad del grupo. Pudo ser que él sólo lo hubiesenotado y probablemente no le darían crédito asu certidumbre. Dudó un momento si habría sidosueños o recuerdo fugaz... -Paulina y sus cuen·

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tos, eso ha sido. El animal pudo haberse soltado.El cañaveral sube hasta allí cerca y es posible queel caballo se escurriera entre las cepas.

La mañana transcurrió rápidamente entre elruido horadante de las perforadoras y el movimien­to constante de las máquinas de acarreo y lastrituradoras de piedra. Hacia la media tarde el in­geniero de obras llamó al viejo para asignarle lainspección del otro lado del cerro. Debía revisarlos dispositivos para estallar las cargas de dina­mita a la mañana siguiente.

-Baje por el camino del cañaveral y luego subahasta las rocas. Inspeccione la localización de loscartuchos de explosivos y vuelva... El cyip» estádescompuesto. Tendrá que ir a pie.

Entonces se oyó una voz en la brigada: -¿Porqué no va usted en el caballo del carbonero? -Ver­daderamente -afirmó el otro-. Tome el caballoque es manso. El camino es llano al principio peroes áspero al final.

El viejo se acercó a la bestia con suavidad.Mientras la sacaba al camino tuvo, de pronto, lafugaz sensación de que había vivido aquella mismaexperiencia -la voz, el caballo, el camino- exac­tamente igual a cómo transcurría en aquel ins­tante. Le pareció reanudar algo que había que·dado inconcluso. Montó la cabalgadura y se fuealejando por el camino de cañas mientras oía elrumor de las hojas contra el eco sordo y decre­ciente de las máquinas en la explanada del cerro.

A medida que avanzaba le pareció que el ca­mino se hacía más estrecho. Las cañas florecidasse extendían compactas a cada lado en medio deun silencio cada vez mayor. Por los lados se abríancallejones igualmente apretados, interminables, decuyos bordes salían surcos y surcos como peque·ños caminos. El trote del caballo era lento. Sólocuando el casco golpeaba sobre algún pedrusco seoía el ruido de las pisadas entreverado en el silen­cio de los callejones.

El viejo iba mirando las bifurcaciones que apa-

recIan sucesivamente a ambos lados. -¡Las co­sas de Paulina! -se dijo, y repitió mentalmentesus palabras.

-¿Para qué tantos caminos si no tenemos adónde ir?

La imponente soledad de la tarde que avanzabale fue abstrayendo en una diáfana visión interior.

-Allí también yo estaba solo y los tenía a to­dos. VentalUlS y ventanas cerradas por todas par·tes.

Un dolor más profundo lo aguijoneaba.-Mis hijos no querrdn nunca esta tierra. He

perdido mi descendencia. El cerro estallard ma·ñana y habrd un camino mds. Pero no oiré lasvoces que me niegan. -Smile, father, please -enlas despedidas del año.

Por fin apareció el recodo para iniciar la su·bida. Al acercarse todo ocurrió súbitamente. Elgalope estruendoso de otro caballo se oyó en lavuelta del camino seguido de un espantable relin·cho. Un potro impetuoso como si viniese de unalarga carrera surgió agresivo y piafante. La súbi­ta aparición encabritó al jamelgo que asustado echóatrás al mismo tiempo que levantaba los remosdelanteros. El movimiento fue tan brusco e ines­perado que el jinete sin posible oportunidad deasirse al cuello de la bestia fue a dar al suelo. Elcaballo terriblemente espantado regresó en velozcarrera al lugar de donde había partido con elviejo. El potro desapareció rápidamente entre lascañas.

Sobre el camino polvoriento don Rafa quedótendido, con los ojos abiertos, inmóviles, oyendoel galope de los caballos. Era una cuadrilla de po­tros desbocados, corriendo por todos los caminos,en carrera loca, caballos sin jinete, sin saber adonde ir... La polvareda levantada fue cubriendosu cuerpo y su mirada inmóvil fija en el cielotransparente de la tarde, a medida que el galopedesbocado se iba haciendo más lejano, más lejano,más lejano...

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a shizo .. c'De agua hiZo una porc!. nque a la tierra va rodeandoy fue después preparandolas ovejas y alimañas;hizo también las montañas,y al mono siempre trepando.

Un Domingo era este día,según nos dijo el profeta,se oyó una voz de trompetaresonar con alegríay mi espíritu seguíaen alta meditaciónmirando la creaciónque ante mi vista se hallaba,un ángel allí me hablabasegún mi revelación.

Llegaron más trovadorescomenzando la porfía,y a las diez la choza míase llenó de bailaores.Se agotaron los licores

.. Dl!clmns y c:oplns populares dc Puerto R1c:o. rec:og.[das dc latradlc:lón oral. (A1'reg.[o dc Eugenio Fcm4nda M~da.)

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\Al son del tiple doliente *

y mandamos prontamenteal ventorrillo de enfrentepor más licor, y seguimosla fiesta, y amanecimosal son del tiple doliente.

Con las trovas que cantóel trovador campesinono quedó allí ni un vecinoque a mi casa no llegó.El trovador prosiguió:la vida de nuestro ambientehay que tenerla latente,igual que en otras edadescantaban en Navidadesal son del tiple doliente.

Siempre he llevado por lema,cuando empezaba a versar,desarrollar algún temaque de algo pueda tratar;para que pueda observarla persona inteligente:-ti los que aquí están presentessaludo por cortesía-,para explicar enseguidala atmósfera y sus corrientes.

Abre sus poros la Tierradespidiendo de momentoen el campo calorientoque dentro de sí encierra;el filósofo se aterraen pos de totalizarla parte atmosferical,bajo la acción refractoriapuede, si tiene memoria,todo lo que siente, hablar.

Si en física continuamosy le alcanza su talento

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vamos a hablar de los vientos-debe de haberlo estudiado-,dígame qué nombre han tomadosegún el desequilibriocorrientes de aire fluidoque la atmósfera recibey de ahí es que se apercibela transmisión del sonido.

Voy a hablar del armazóndel cuerpo humano, señores,vengan sabios trovadoresa ver si hablo con razón.Doscientos ocho huesos sonen su número completolos que a médulas sujetosviven dentro de la carne,yo creo no equivocarmehablando del esqueleto.

La gran médula espinalcon las vértebras influyeny son las que constituyenla columna vertebral.La que viene a descansaral hueso sacro directo,el que se mantiene quietoentre los de las caderas,yo estoy una noche enterahablando del esqueleto.

Ya que te han enseñadoque es fuerza- de rotacióny lo que es constelaciónen la escuela, si has estado,dime si te han enseñadode toda la astronomía¡pues eso no se creeríade un cantor como tú eres,que cantas a las mujerescon airosa valentia.

Digo que Pólux y Cástores el nombre de los gemelos,con la cabra y Aldebaránforman un triángulo en el cielo.A Porción lo encontraremos,marcada está claramentepor Sirio y Orión, se advierte,toda región de la esfera,la más preciosa de verasla maravilla celeste.

¿Qué son estrellas movibles,qué es Camino de Santiago,y qué es planeta declarado?,versador presto decidme¡¿qué astros son los que despiden

por el campo su arrebol,y cuáles le dan calora las aguas y a la tierra?y si conoces la esfera:¿cuál es el astro mayor?

Cuando se trata de un puntocomo bien la astronomíaen la cuestión, la poesíatiene que poner asunto.Por eso es que te preguntosi eres comprendedor,dime cómo el versadortiene que hacer en su ciencia:-para hablar de esta advertenciapulsa la lira cantor-.

Dicen que tan sólo encierradel mundo y dan por contadotrescientos sesenta gradosla órbita de la tierra.

Se encuentra la especie humanadividida propiamente,tomando los continentesy provincias comarcanasy las tierras más lejanashabitadas de tal manera,pobladas por dondequierapor razas muy diferentes,y un linaje solamentedicen que tan sólo encierra.

España la baña el maral norte con maestríay al este con gran porfíala baña el Mediterráneo.Y si seguimos estudiandoveremos las divisiones,al sur se encuentra, señores,el Atlántico y Gibraltar,y al oeste Portugal,venid, venid trovadores.

Cuando Dios se entreteníaen formar este planetadicen que en su mente inquietaun pensamiento bullia.En su rostro se veíadibujada una sonrisa,y su mirada indecisaacá y allá se fijaba,mientras al éter lanzabael blando son de la brisa.

Y se vio que recogíael perfume de una rosa,una nota cadenciosa

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de la celeste armonia.gran cantidad de alegría.un gran pedazo de sol.y en un inmenso crisolestos primores juntando,formó a Borinquen flotandoentre nubes de arrebol.

Es grande Borinquen bellasi la dejamos atrás,ya que la queremos máscuando estamos lejos deHa.Cuando se pierde su huellaen ondas del Océano.cuando en un país lejanoel destino nos coloca.siempre nos viene a la bocael Lamento Borincano.

Patria. jardin de la marla perla de las Antillas,ganas me dan de llorar.ganas me dan de besarla arena de tus orillas.

Puerto Rico es la menorde las llamadas Antillasque vio desde sus barquillasColón el descubridor.A ciencia cierta el Autoro autores de nuestra historiano han dicho en forma notoriapor dónde desembarcóColón, cuando aquí llegó,en busca de Oro y de Gloria.

Sacude el mar su melenasus crespas ondas rugiendoy con inmpetuoso estruendolos aires asorda y llena;pero una playa de arenasu audaz cólera contiene.¡Ay. quién habrá que refreneel tormentoso océanoque en el pensamiento humanoni fondo ni orillas tiene!

Yo sé que siempre la muertevendrá por mí cualquier día;y el apurarla seríaseguir contra la corriente.No me quejo de mi suerte,voy donde haga mejor brisa.no miro pa'onde se guisa,y en cuestiones de mogollamientras no jumee la ollanunca camino de prisa.

Las tres desdichas del mundodime cuál es la mejor,si es casarme o es morirme.o es estar en la prisión.Paso mi vida buscandoy pierdo horas a gustosi en mis sentidos escrutolo que me puede pasar.cuando me pongo a pensarlas tres desdichas del mundo.

Si en las fiestas de esponsalesy en las novenas de mayo.en los desafíos de gallosy en las fiestas patronales,cuando España. en fiestas Realeso en Pascuas de Navidad,en jiras de sociedady en cumpleaños de Santos:¿Por qué no ofrendar mis cantosa nuestra Universidad?

Me pareció atrevimientoo estar de criterio falso,cantar a centro tan altocon tan humilde instrumento.Pero medité un momentoy comprendí mi torpeza.que el tiple y los trovadoresfueron los arrulladoresde todas nuestras grandezas.

Yo verso después de muertohasta los cuarenta dias.nadie me canta en porfiaporque marcha sin acierto.Con esto no debo agraviara ninguno que sea entero,yo conozco con anheloa todo el que sabe amar;mas digo. en este lugar.si me desprecian. desprecio.

Ama el esposo a la esposa,el novio a su prometida,se ama la dicha sentidacomo se amara una diosa;se ama la virtud dichosa.el hogar y sus primorescon celestiales colores;amor nos brinda la sangre,pero el amor de la madrees amor de los amores.

Es el mayor fundamentopara una mujer casadael coger la escoba ufana,barrer sala y aposento

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y limpiar bien los asientosy después irse a guisar.Poner la mesa puntualpá cuando venga el marido:óyeme 10 que te digosi te pretendes casar.

Es la mujer lo más bueno,es la mujer lo más malo,es para el hombre veneno,es para el hombre un regalo.

Ni contigo ni sin tipuede hallar mi amor consuelo,contigo porque me matasy sin ti porque me muero.

Yo probé los sentimientosde una joven que quería;me ausenté por unos días,y otro se sentó en mi asiento.

Nadie se fíe de mujeresel que se quiera casar;las buenas están espueleadas,las malas qué tal serán.

Me quejo, porque me duele,que si no, no me quejara;¿cuál es aquél que se quejasin que no le duela nada?

Fortuna, ¿qué has visto en mique tan en mi contra estás?Dime si sólo nacia padecer nada más.

Responde cielo calladoal conjuro que te invoca,abre el libro de tu bocapor tanto tiempo sellado.Dime, ¿estoy equivocado,o acaso es otro el camino,o es que soy un peregrinocon acceso de locura,que veo subir la basuraal soplar el remolino?

La cuestión de vanidad,el orgullo y fantasía,todo viene a terminarllegando a una tumba fría.

Muere el rico, muere el pobre,el mendigo, el pordiosero,que a orgullo sin fundamentopone la muerte final,el que escucha sin pesar

este punto que yo toco,o es que se precia de loco,o es que no tiene ni seso;y así cantando por esoes que lo quiero alumbral.

No canto porque me oigan,ni porque yo sé cantar;yo canto pa estar alegrey darle alivio a mi mal.

No es muy práctico soñarcuando se enflaca la vaca,y las hijas se noj escapanpor la puerta del corral.Amigo, hay que trabajary no volverse un guajana;pitando no viene el viento,porque nunca ha sido buenohacer lo que viene en gana.

Sufre, corazón paciente,sufre con resignación,en tal triste situaciónno demuestres 10 que sientes.

No hay corazón como el míoque sienta y calle sus penas,corazón que siente y callano se encuentra en dondequiera.

No hay mal que dure cien años,ni cuerpo que lo resista,ni médico que lo cure,ni medicina en botica.

Pedí a sabios y entendidoslo que anhelaba saber,pero no fui complacidosobre mi razón de ser:nadie pudo respondery atónito me quedé;el sabio que interroguéme vino con la evasivade que él, también en la vida,vivía sin saber por qué.

¡Abre múcara los ojos!Que otro pájaro te engaña,te descascara el café.Iy tú parado en la rama!Tiene la naturalezauna fuerza sin igual,y hay una fuerza centralque al bien y al mal contrarresta;si usted no se ha dado cuentaestudie bien la moral.

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Ojos míos no lloréis.¡Lágrimas, tened paciencialEl que nace desgraciaodesde la cuna comienza.Siente aquél que se destierrade un partido a otro aparente;también siente el inocenteque otro le dé su sustento,y a los rigores del vientohasta los árboles sienten.

Cada cual siente su malsi no se queja de vicio,siente aquél que fin no quisosi su amada se le enoja.Siente el que pregunta en vano

y siente quien se sonroja;vamos a doblar la hojay paremos de sentir,que yo estoy para morirde tanta pena y congoja.

Así queda interrumpidaesta trama interesanteque mañana -Dios mediante-­será de nuevo ofrecida.Es una historia vividaen la campiña lejana,historia viva y humanade nuestro campo doliente;mil gracias, querido oyente~

ya nos veremos mañana.

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eUANDO UN ESCRITOR DEMUESTRA DEMASIADO INTE~S

por la historia de su país y confiesa llanamenteque para él son más importantes las noticias ca­blegráficas que trasmiten los sucesos del mundoactual, que la mitología griega, y prefiere saber quése está haciendo ahora para aliviar las angustias delpresente, y son temas de su total dedicación: elhombre y la patria, comprendemos que esa honra­dez intelectual y esa valentía parte «desde la raízde su propio ser., de su nacencia.

«Nací en 1906 en la zona rural de Moca, Juris­dicción judicial de Aguadilla, más cerca de este úl·timo pueblo y de Isabela que de Moca, PuertoRico. Es una región de mogotes -pequeños cerrosde piedra caliza, cubiertos de tupida maleza- en lafrontera entre los cañaverales de los llanos costa­neros y los cafetales de las abras. Me crié en esoscampos, conviviendo con gente sencilla que se des­pertaba con el canto de los pájaros. Hasta el cuartogrado asistí a las escuelas rurales;'de un solo salón,donde un solo maestro enseñaba dos o tres grados.Entonces hube de caminar hasta cuatro kilómetrosdiariamente para llegar a mi escuela. Es quizás estecontacto con la vida rural, hasta los 23 años -du­rante cinco años trabajé de maestro rural-, lo queme ha llevado a escribir tres novelas de tema cam­pesino e intención social: La Llamarada (ya en su15.- edición), Solar Montoya y La Resaca. Las pri­meras dos están comprometidas con ideas de re­dención social; la última, con ideas de redenciónpolítica (siglo XIX) y, sin ser histórica, tiene comofondo la historia puertorriqueña del último terciodel siglo XIX•• 1

l. las citas estAn contenidas en la correspondencia enviada porel escritor al autor de la nota.

Enrique A. Laguerre

Por MARIO MARCILESB

I

•Hoy, frente a los tres voluminosos tomos que

contienen sus obras completas, comprendemos porqué con la aparición de su primera novela La Lla­marada en 1935, Laguerre pasa a ocupar un sitio deprivilegio en la vida literaria insular. En ella se nospresenta el paisaje ingenuo en toda su extensión,al mismo tiempo que se desmenuzan las distintasetapas psicológicas de los personajes. El ruralismoy un definido concepto de la familia campesina,

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despiertan en el lector hispanoamericano una sim­patía y buena predisposición hacia ella, porque lasrazones afectivas hacen que más de una vez se en·cuentren a sí mismos en cada uno de los personajes.Así, Laguerre comienza abarcando la vida puerto­rriqueña.

El afán de superación se advierte en su vida yen su obra: «Con un ligero curso de pedagogía, enel último año de mi escuela secundaria (Aguadi·Ua, 1924), salf, ese mismo año, a trabajar de maes­tro rural en el sector más montañoso de mi propiacomunidad.

»Desde entonces, comencé a estudiar, durante losveranos, en la Universidad de Puerto Rico. Terminéel bachillerato en 1937. De aquí en adelante, ya sólotrabajé, también de maestro, en pueblos y ciuda·des. Mientras ejercía funciones magisteriales en lasecundaria y en la Escuela del Aire, estudié paraadquirir mi grado de maestría (1941). Desde enton­ces soy Profesor de la Universidad, en donde hetrabajado hasta el presente, con breves paréntesisde estudio y de viajes: 1949-51, Nueva York (en cuyaUniversidad de Columbia realicé estudios para elgrado de doctor en letras); Francia, Inglaterra, Es­paña; 1951-52, Cuba, México. En México trabajécomo codirector de un proyecto educativo de laUNESCO. 1961-62, Centroamérica, Brasil, Argentina,Uruguay, Islas Canarias, España, Italia. Caído Tru­jillo estuve en Santo Domingo en 1963.-

Con absoluta fuerza de voluntad Laguerre per­manece callado para las letras de su país durantecinco años, porque ha ido adquiriendo conocimien·tos que lo llevan a ocupar un sitio en la Universi­dad, pero en 1940 aparece su segunda novela ~olar

Montoya, en la que enfoca los problemas SOCIalesdel cafetal, con la misma intensidad con que tomólos problemas del cañaveral en su anterior novela.y tal como él lo afirma, aunque pequeño, en Puer­to Rico hay notable diferencia entre la vida delllano del litoral y la sierra del interior de la isla.y es justamente en la sierra donde hallamos el pa­sado puertorriqueño, con sus leyendas indígenas ysu folklore criollo.

Mas, como afirma Concha Meléndez en su pró­logo a Solar Montoya, «no todo es conflicto socialy análisis psicológico en esta novela. Posee valoresartísticos que la salvan de 10 contingente, asegu­rándole, junto a La Llamarada, persistencia se­gura».

Ya en su segunda novela Laguerre denota unmarcado perfeccionamiento de su técnica y depu­ración en el estilo. La síntesis lo conduce a simpli­ficar el vocabulario y a prescindir de rebuscamien­tos y aunque el desenvolvimiento de los hombresdel c~etal es lento, el relato mantiene suficienteagilidad, salvándose de pesadas estructuras.

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Pero las inquietudes de Laguerre no se detienenen el escenario de su propia tierra:

«Siempre deseé conocer Brasil por entender queel país es casi un misterio para el resto de Ibero­américa. Quería corregir los conceptos superficialesque Hollywood nos ha dado del gran país y, al mis­mo tiempo, confeccionar un curso de literatura bra­sileña para agregarlo a los de literatura hispano­americana que enseño en la Universidad. Lo ofrezcohace tres años y, con él, he intentado interesar amis alumnos en la cultura brasileña con el estudiode Machado de Asís, Euclides Da Cunha, CastroAlves, Olavo Bilac, Cruz e Sousa la gente de su ricoy "diferente" modernismo, sin olvidar sus críticosy ensayistas, encabezados por Gilberto Freyre.»

En 1943 se publica su tercera novela: El 30 defebrero.

«Mi vida de estudiante pobre en la Universidadde Puerto Rico me llevó a escribir la historia delmuchacho pobre, lleno de ambiciones, que luchapor hacerse hombre de provecho por su propio es­fuerzo. El 30 de febrero se desarrolla en el cam·pus y en las casas de huéspedes de la Universidad.No es simplemente una novela estudiantil; comolas otras dos, también enfoca problemas sociales.-

Esta novela no fue recibida por los lectores y lacrítica con el mismo entusiasmo que las anteriores,quizás porque no se percibió el trasfondo de la per­sonalidad tan peculiar de sus personajes. El princi­pal protagonista, deforme físicamente y espiritual­mente maltrecho, evasivamente busca disculpaspara su empequeñecimiento y habla de la crisis desu generación. Así cree despersonificarse y sólo for­mar parte de una juventud herida y oscura, de laque no tiene culpa alguna. Pero su dolor es suyoy no lo puede negar, y es entonces cuando se aferraa una felicidad que le habrá de pertenecer yaguar­da por un triunfo que llegará El 30 de febrero.

En 1949 aparece La Resaca.«Mi cuarta novela, La Resaca, tiene como tema,

tal cual he sugerido, los acontecimientos políticospuertorriqueños del último tercio del siglo XIX.-

De acuerdo con las afirmaciones de los críticosésta es la novela preferida de Laguerre, en la quejuegan a la par los valores históricos y naturales,y en la que se reúnen los requisitos indispensablespara que se configure una buena novela. Para La­guerre la mejor novela: «es aquella que consigueartístico equilibrio entre las experiencias vitales(personales, vicarias e indirectas); la caracterización(personajes vistos en cinco direcciones: ser, creerser, querer· ser, creer ser de otro, querer ser .deotro); la ideología (fondo de la novela); la técmea(variaciones dentro de las normas del género); y laatmósfera poética, con la que se da relieve al carác­ter artístico de la novela. La atmósfera poética es­tará presente en todos estos aspectos de la obra.

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Como a Ortega, se me figura la concepción noveles·ca un pequeño mundo, un "microsomos" en dondeel autor -pequeño dios- expone experiencias vita­les en triple dimensión, caracterización compleja,ideas, aparato técnico y atmósfera creadora. Proba­blemente, el mayor grado de poesía está en el"querer ser". Unos "mundos" podrán ser más ce·rrados que otros. Con toda probabilidad, hay mejorcaracterización en el "mundo" más cerrado, puestoque el autor dispone de mayor oportunidad de con­centración. Se me figura, además, que se logramayor dramatismo si se elabora una sucesión depequeñas tensiones hacia una tensión abarcadora.

»Tengo la impresión de que es en El Laberintoen donde he puesto en práctica, más obviamente,todos estos conceptos novelescos.»

Nos retrotraemos a La Resaca, y paulatinamenteiremos comprobando la aplicación de los conceptosen cada una de sus obras.

En La Resaca, Puerto Rico vuelve a vivir los añosque precedieron al cambio de soberanía en 1898hasta el ciclón de San Ciriaco. Su título es una de­finición metafórica de los acontecimientos, durantelos cuales se extinguen los ideales revolucionariosal ser derrotados los rebeldes. El novelista crea unclima de dramatismo y los símbolos parecen fogo­nazos de luz que se hacen carne y presencia en nues·tra mente. Pero también cuentan las metáforas, aveces con fonnas caprichosas, y las expresionessensibles de los hombres de aquella época. La cues­tión social es analizada una vez más y surgen losconflictos entre las familias de distintos niveles.

Las ambigüedades de clases se continúan en Losdedos de la mano -1951-, en la que se narra losconflictos entre una familia patronal y otra familiavenida a menos. En un ambiente de lucha contra elcapitalismo, una mujer se afana infructuosamentepor lograr una posición social más elevada. Es elcaso de tantos que han tenido una niñez sufrida yluego de adultos se encuentran desubicados y sinpoder hallar un camino que los conduzca al puntodeseado. En resumen, las disyuntivas del ser hu­mano vuelven a ser la principal preocupación delnovelista. Desde el punto de vista técnico, crea unestado de ánimo persistente y tenso e introduce elmonólogo interior.

«En mis tres últimas obras La Ceiba en el tiesto,El Laberinto y Cauce sin río, he puesto en prácticaun arte de novelar distinto. El compromiso con cier­tas ideas se hace menos evidente y busco la expre­sión sencilla. (Debo declarar que para mí toda ma·nifestación artística debe estar algo comprometida.)No se me figura que exista eso que llaman "artepuro". El compromiso es más bien cuestión degrado. Con La Ceiba en el tiesto, quise escribir unanovela apretada: síntesis. símbolo, impresionismo.En ella, por vez primera, los acontecimientos suce-

den fuera de Puerto Rico, en Nueva York, entre losemigrantes puertorriqueños que viven en la granciudad. Aun cuando la caracterización fue siempremi mayor preocupación como novelista, en La Ceibaen el tiesto, 10 mismo que en El Laberinto y en Cau­ce sin río, se le da aún mayor relieve.»

La Ceiba en el tiesto se conoce en 1956, yel per­sonaje principal, obsesionado por sus ideales de li·bertad, forma parte de un grupo revolucionario enel que no puede hacer 10 que quisiera y hace lo quele mandan, contra su voluntad. Hay un grito de re­beldía contra la vida que le ha tocado en suertey es como si llevara un gusano en el corazón, quele aproxima cada día un poco más hacia la muerte.Se repite la misma angustia de las novelas antericrres, es el hombre joven que se sabe débil yacorra­lado por sus propias indecisiones, pero esta vez:huye del lugar que lo agobia y se refugia en NuevaYork, ciudad de acero y deshumanizada como todagran metrópoli, en la que pasa a ser un alguienmás, una figura anónima de entre los millones quepululan por las calles. Sin embargo busca el contac­to con los puertorriqueños y se desenvuelve dentrode su costumbrismo provinciano. Hay un reencuen­tro consigo mismo y sosiego, pero la distancia noes portadora de verdad y su vida es ficticia; poreso regresa a Playa Rosada, en el sur de PuertoRico, lugar que Laguerre tOIDa para convertirlo enun símbolo en el que el primitivismo es la mayorfuerza de solidaridad humana.

La Ceiba en el tiesto es la más breve de sus no­velas, y tal como su autor 10 aftnna, ha logrado lasimplificación y la esquematización. Por primeravez usa voces inglesas, necesarias para delimitarcon mayor precisión el ambiente y sus caracterís­ticas.

Sobre esta novela José Emilio González hace elsiguiente juicio: «Estamos ante una de las mejoresnovelas de Laguerre; probablemente una de las me­jores de nuestra literatura. Sus valores inmarchi­tables son: una lengua viva, poética, cargada desentimiento y sentidos; un afán de renovación esti­lística, incorporación de los paisajes del sur coneficacia estética; personajes con tipos de cálida rai­gambre popular, símbolos como el de la barracuda,pletóricos de proyecciones y agudas interpretacio­nes de momentos significativos en nuestra vida so­cial. Laguerre hace aquí despliegue de sus magní­ficas potencialidades. Concierta hábilmente el sen­timiento de 10 real, el corte satírico, la sensibilidadpoética y el constructivismo imaginista.

»No creo en la novela demasiado densa en lite­ratura; tampoco creo en el exceso de morosidada 10 Joyse o Proust. Sí se me figuran muy eficaces­tales recursos como el flujo de conciencia, la re­trospección periodística alternada con el presente,la simultaneidad de acción, los detalles reveladores.

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No estimo, sin embargo, el detallismo que sugieretécnica de guión cinematográfico.•

•Tengo la impresión de que es en El Laberintoen donde he puesto más en práctica mis conceptosnovelescos. De paso, aunque los más importantespersonajes de El Laberinto son puertorriqueños, lanovela se desarrolla principalmente en Estados Uni­dos y en Santo Domingo, el Santo Domingo detiempos de Trujillo. La libertad individual y colec­tiva es el tema de mayor resalte.l>

Así entramos en El Laberinto, su séptima nove­la. Efectivamente, el personaje es puertorriqueño,pero trata de labrarse su porvenir en el extran­jero. A pesar de la creciente norteamericanizaciónde sus costumbres, no llega a adaptarse a un régi·men de imperialismo capitalista ni al de la tiraníade Santo Domingo. Su sueño es el de casi todos losemigrantes del mundo: regresar a su tierra paraafincarse definitivamente. Pero una vez más la polí­tica juega como factor decisivo, coartando sus es­peranzas, y muere junto con sus compañeros alintentar derrocar al tirano dominicano.

En ésta, como en otras de sus novelas, Laguerrehace marcado hincapié en la política de su país,que es en definitiva la política latinoamericana.Esa política, cáncer de nuestros pueblos, desintegra­dora y voraz, por la que nuestras familias pasanparte de su vida en el exilio y martirizadas por laincertidumbre del regreso. Esa política que invadeel intelecto y deshoja los sueños.

El hombre americano vive dudando entre elegirla comodidad y pagar con su silencio, o arriesgarlotodo por UDa hipotética libertad. En mi opinión,ésa es la tremenda duda de los personajes de lasnovelas de Laguerre.

.Cauce sin Río, a mi juicio, logra en cierta medi­da mi ideal de estilo y expresión artística. Algunoscríticos han confundido el símbolo del contacto conla tierra -mito de Anteo- con el concepto poéticodel beatus ille. No me interesa el beatus ille; afir·mo categóricamente que a los puertorriqueños noshace mucha falta afirmarnos en lo que somos parano perder la personalidad. No hemos de dar la es­palda al progreso ni a la industria, pero tampocohemos de rendirnos a la idea del materialismo ra·samente económico. Es probable que nos hayamosdejado hipnotizar por la influencia económica, si:1dar importancia a lo social, a lo político y a lo espi­ritual. Un hombre que se esclaviza a las máquinasya los sistemas y organizaciones industriales y merocantiles, no es hombre completo, aunque goce deamplia afluencia económica y pueda amontonar ob­jetos y rendir culto a su capacidad para el consu·mo. He aquí el problema que se le plantea al prota·gonista de Cauce sin Río -el problema del mundode hoy-, y enloquece; sin renunciar al progresoequilibrado, alivia sus traumas cuando se pone en

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contacto con la exuberancia de la vida natural. Re­siste rendirse a la afluencia económica. Deseavivir.•

Esta novela data de 1962 y es la última que haescrito Laguerre, por lo menos de que tengo cono­cimiento. En ella, el personaje enfrentado impre­vistamente con su conciencia, se refugia en la natu­raleza, y comprende que todo aquello que deja deser humano, es más o menos menos. La cultura alservicio del hombre, pero jamás el hombre absor­bido por la técnica. Recordemos que no hay ideasque no tengan pueblo, y ellas no pueden sucumbirarrasadas por la máquina.

Pero los problemas económicos hacen que mu­chas veces olvidemos que no hay mayor riquezaque la riqueza humana y la vida se vacía en un apa­gón. En su novela Laguerre no pretende desplazarel progreso, sino aminorar su dominio respecto anuestra sensibilidad. El latinoamericano lucha con­tra las culturas impuestas, porque continúa siendoel dueño de su espíritu, pero los pueblos serán li­bres si Latinoamérica es justa. Diariamente comoprobamos que la riqueza hace por imponerse a laconciencia y esclaviza nuestra intimidad, pero ellatino conserva ese instinto histórico que le es tan,propio y que lo salva de una claudicación total.

En Cauce sin Ría el hombre está en pugna con·sigo mismo y es por eso que la acción transcurreen su interior. El novelista ha logrado su objetivoy ha materializado un personaje que simplementetomara de la vida real. Es nuestra tragedia actual:vender los sueños y subsistir como un tornillo más,o morir aferrados a ellos.

Antes de finalizar con la novelística de Laguerre,para detenemos en su cuento, teatro y ensayo, es·cuchemos parte de lo que dijera en su obra El artede novelar, publicada en la Revista de Educaciónen 1963: .Tenga el novelista el propósito de relatarsucesos de acción externa o de zahondar en el alma,siempre debe apoyarse en un caudal de experien­cias vital. Esta puede ser directa o indirecta, quizáhasta vicaria. No hay novela sin expresiones auto­biográficas. Pero el autor no tiene que haber vividotodos los sucesos de la creación. Parte de su expe­riencia vital son el medio donde vive, las experien­cias ajenas que se le vuelcan encima por simpleacto de convivencia, las ideas que hace suyas através de la lectura y la comunicación. Un novelistano puede imaginar lances sin contar con la reali­dad, con las experiencias vitales. No importa el gradode fantasía que haya en una novela, esa fantasíadebe tener en qué apoyarse. En suma, precísase deuna cuerda para dar saltos mortales, según las pa­labras de Baraja. Creer es crear. Un novelista tieneque empezar por creer en algo, tener una mística.Puede ser optimista o pesimista, según 10 que ve asu alrededor y siente en su intimidad. No me ima-

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gino a un creador con inclinaciones destructorasper se. Puede sí, expresar deseos de destruccióncuando, digamos, el sistema social a su alrededorno responde a sus ideas de mejoramiento humano;y téngase siempre presente que la mejor cultura noes narcisista ni onanista. Es muy posible que el pu­rismo artístico -si es que tal cosa existe- sea fun·damentalmente negativo.•

Definida y analizada su novela, aunque some­ramente, -pasamos a ocuparnos de su obra de teatroLa Resentida.

cAdemás de novelas, he ensayado teatro con eldrama La Resentida, que se ha presentado muchasveces en Puerto Rico y en Estados Unidos. En Puer­to Rico lo presentaron el Teatro Universitario y elInstituto de Cultura.»

El único drama que escribió Laguerre se estrenóen 1944 en el Teatro de la Universidad, bajo la di·rección de Leopoldo Santiago Lavandero, y se pre­sentó nuevamente en el Segundo Festival de Teatrodel Instituto de Cultura en 1959, dirigida por AngelF. Rivera. Dividido en tres actos y de esencia hist6­rica, capta con particular dramatismo una época-fines del siglo pasado- en que los sediciosos ate­rrorizaban a los hacendados españoles afincadosen los campos puertorriqueños.

El tema es sencillo y común, mas crea un climatenso y hace que el espectador o el lector se man­tenga siempre a la espectativa por hechos que ha­brán o no de suceder. La acción se desenvuelve entomo a Marta, que oculta un hijo haciéndolo pasarpor sobrino. Todo se revela cuando logra el perdónde su esposo y de su hijastra, pero el hijo no logracomprenderla y desborda su sed de venganza. Lamadre tennina matándolo y el drama finaliza conuna autoacusación, cuando dice: «Yo crié una fieray yo tengo la culpa. Yo misma tengo la culpa, ¡queDips me' ,perdone! ¡Hijo míol.

cHe escrito para la radio y para la prensa: crí­tica artística y social. Puntos de partida, programade radio semanal, duró siete años. Hojas libres,para El Mundo, va ya acercándose a sus cinco años,y aún se publica todos los lunes. De una selecciónde parte de los trabajos de Puntos de partida, naciómi libro de ensayos Pulso de Puerto Rico. Tambiénhe dicho conferencias aquí, en Estados Unidos, enBrasil y en España. Cuando empecé mi labor pe­riodística, pUbliqué artículos con diversos pseud6­Dimos. Hojas libres se ha publicado siempre bajomi nombre.

»He participado en la investigación pedagógicay en la confección de libros de texto para la escue­la en todos sus niveles. Realicé tareas de esa índoleen Pátzcuaro, México, contratado por la UNESCO.Parecida tarea he realizado para la Escuela delAire, de nuestro Departamento de Instrucción; enotras labores del mismo Departamento de Instruc-

ción y para el Consejo Superior de Enseñanza de laUniversidad de Puerto Rico. Algunos de mis librosson textos en la escuela pública.

.Casi toda la crítica acerca de mis libros andadispersa en revistas y periódicos de mi país, Esta­dos Unidos, México, Argentina, Chile, Venezuela yEspaña, entre otros países. Recientemente se haeditado un estudio: Enrique Laguerre y su obra, deAngélica Morfi, publicación patrocinada por el Ins­tituto de Cultura. La doctora Lucrecia Ruisánchez,Directora del Departamento Español de Hoftra Uni·versity, Long Island, Nueva York, presentó en laUniversidad Central de Madrid su tesis de EnriqueLaguerre y su obra novelesca.

.He dedicado gran parte de mi tiempo a la cá­tedra de la Universidad de Puerto Rico. Mi ir yvenir por el mundo fue con el ,prop6sito de capaci­tanne mejor para mis tareas profesorales. El viajarme ha dado una visión más exacta de mi país. Mepreocupa el destino de mi país. El punto de partidadel mejor universalismo es el medio en donde unoha nacido y ha vivido.»

Frente a las múltiples ocupaciones del intelec­tual puertorriqueño, comprobamos que en todasellas tiende hacia la enseñanza corno medio de re·cuperación social. Su hondo sentido nacionalistalo lleva a conocer países para luego establecer com­paraciones con el suyo y ver con mayor objetividadlo bueno y lo malo que hay en él. Porque es muycierto que desde fuera cada uno observa mejor asu propio país y descubre valores que habían pasa­do desapercibidos por haberlos tenido demasiadocerca y constantemente. Además se finca en el via­jero un fuerte deseo de superación, no para sí, sinopara su patria, y si no lo hizo antes, echará a vo­lar las verdades por los cuatro costados.

Corno nos dijera Laguerre, en su libro Pulso dePuerto Rico están recogidos la mayoría de sus en­sayos. En ellos plantea los problemas en busca desolución, y lo hace razonadamente. Sus notas sonconvincentes y mueven a la reflexión. Los temasson diversos, y tanto se refiere a una persona enparticular, como la nota dedicada a Ricardo Ale­gría, como se retrotrae a los pintores puertorrique­ños del siglo XVIII, o analiza libros o impulsa revis­tas literarias.

Más que ensayos son notas periodísticas demayor o menor extensión, según la importancia queasigna al autor, pero en cada una de ellas hay unagran responsabilidad y honestidad, aunque sus afir­maciones para unos sean acertadas y para otros no.

Laguerre en su carta autobiográfica no habla desus cuentos, quizás porque los considera como sim­ples intentos de sus novelas posteriores. Acordecon esta suposición, Angelina Morfi en su libroEnrique Laguerre y su obra, aclara que sus cuentosEl hombre caldo, El hombre que volvió y Renun-

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ciación, prepararon el camino para La Llamarada,'el cuento Raíces fue un preludio para Solar Mon·toya y La Resaca; El enemigo sirvió como anticipode una novela psicológica.

En sus cuentos predomina su preocupación cons·tante: los problemas sociales y económicos. En va·rios de ellos pone de manifiesto la injusticia huma·na, que trae como consecuencia traumas psíquicosy desconciertos. Tampoco deja de estar presente elmedio, la rebeldía, la resignación. Y también comoen sus novelas el hombre se aferra a la naturaleza.

En toda la obra creadora de Laguerre hay uni·formidad. Ya sea en la novela, en el cuento, en elteatro, en el ensayo, las imágenes son las mismas ypersiguen idéntica finalidad: la libertad de los pue­blos, el afianzamiento de la familia, la ordenación~el país, la expansión de las ideas. Mas a pesar delos hechos dramáticos, hay optimismo y esperanzaen su obra, como aseverando que no hay que hacerde un fracaso una tragedia. El ser humano no tieneun ámbito de vigencia ni en el tiempo ni en el es·pacio, yeso lo sabe Laguerre y por eso hay con·fianza en el fondo de sus inquietudes. Porque Jo

que aprendemos no es sólo para nosotros mismosy cada uno puede mejorar a otro y a su vez ser me·jorado.

¡Cuánto aprovechamiento significa la mutuacomprensiónl Laguerre se esfuerza por lograrla yconvencer a aquéllos que temen el fracaso sin ha­berlo experimentado. El hombre se contenta con·sigo mismo o se conforma, y busca refugio dentrode su piel, pero Laguerre es un luchador y lo sacu­de para que despierte y viva de acuerdo con suspensamientos y palabras. Laguerre ha escudriñadoen el alma del ser humano, para comprobar quedemasiadas veces está tiranizado por la espera dela casualidad, y no puede admitir que los seres queestán al alcance de su voz, corran para pasar losque van delante, porque cada uno de nosotros for­mamos un escalón -también los de atrás.

Si podemos tolerar el tiempo que pasa en silen­cio, sabremos que nuestro esfuerzo no es un juegovanidoso; eso es justamente 10 que hizo EnriqueLaguerre: acreditar calladamente los valores. Suobra contiene la fuelila del constraste y el tiempono podrá destruirla.

«Mercado,., grabadopor Myrna Báez.

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Notas para la Historia Eclesiástica de Puerto Rico

Los franciscanos: Sus prhnitivasfundaciones de San Gerlnán,

Caparra y la Aguada

Por LINO G. CANEDO, O. F. M.

NUESTRO CONOCIMIENTO DE LOS OlÚGENES HISTÓRICOS

de la evangelización cristiana en la zona delCaribe presenta todavía bastantes lagunas y puntososcuros. Quizá conozcamos todos -o la mayoría­de los documentos relativos a dicho período inicial,que se han conservado; pero falta mucho por hacerrespecto al análisis, juicio critico y plena utiliza­ción de los mismos. Falta de crítica y la consiguien­te repetición de errores o inexactitudes en obrasde carácter general -y aun en trabajos especiali­zados de autores poco escrupulosos- han contri­buido embrollar y confundir los pocos datos queposeernos. La historia de Puerto Rico no es una ex­cepción en este cuadro, y de ello nos ofrece unaprueba el capítulo que intento esclarecer en esteartículo. Mi propósito es el de esclarecer la histo­ria de los comienzos de la actividad franciscanaen la isla borinqueña, indicando con ]a mayor .pre­cisión posible lo que es históricamente cierto, loque es sólo probable y lo que no parece verosímil.Para ello será menester descender al examen minu­cioso de los textos y autoridades en que me fundo,lo cual ha de hacer un tanto pesada 'la lectura. Es­pero, sin embargo, que este inconveniente quedecompensado por el interés en seguir un razona­miento bien fundado que nos lleve al establecimien­to de la verdad en la forma más completa y exacta.Será preciso también que hagamos referencia pre­via a los primeros años de la historia franciscanaen las Antillas, sin cuyo conocimiento sería impo­sible entender 10 que vamos a escribir sobre Puer­to Rico.

1. LA PROVINCIA FRANCISCANA DE SANTACRUZ DE LA ESP.w:OLA

Mientras no aparezca algún documento en con·trario, es necesario dar por supuesto que ningúnsacerdote o religioso acompañó a Colón en su viajedescubridor de 1492. Pero consta que en el segun­do viaje (1493) pasaron, por 10 menos, los francis­canos fr. Juan de la Deule y fr. Juan de Casio oTsin,1 Vueltos a España en fecha que desconoce·mas, ambos regresaron a las Antillas en 1500 conel gobernador Bobadilla, formando parte de un gru­,po de seis o más franciscanos.2 Probablemente,otros franciscanos pasaron a las Antillas aquel mis­mo año de 1500, pero la expedición fundadora-hasta diecisiete religiosos, a las órdenes de

1. Antonlne S. Tlbesar. .The Franclsc:an Pcovlnce of tbe HolyCross of Espallola. 1SQS.1SS9-. en The AmeriCtU. vol. XIII, 1957. pági­nas 377·397; la referencIa en pp. 377-78. Tlbesar cree muy dl!blIes111.5 razones aducIdas por Onego (La R4blda, JI, 26S ss.) en favordel paso de fr. Juan P~rcz en el segundo viaje; en l:WU1lo a laInclusión del enigmátIco fr. RodrIgo. opina definitivamente quese truta de una falsa Interpretación. sIno de una equivocadll lecto·rn. Slll embargo, Ballesteros, Cristóbal Colón, 1, da como cIertoque fr. Rodrigo figuró en el segundo viaje. Vl!anse tambll!n J.karode Aspun:. La aportación espailola a las misiones dd Palro1UZto Re­gio (Madrid. 1946) 46-49, Y LIno Gómez Canedo, .Primeros Inten­tos da evangelIzacIón francIscana en TIerra FIrme (1508-1553)-. enArchlvum Franciscanum Historicum, vol, L. 1957, 99.

2. Tibcsar, articulo dtado, p. 379. Sobre estos dos franciscanos.que proccdlan del convento de Atb en Halnau (antigua PicardJa)utllIza principalmente Tlbesar los datos reunIdos por HugolIno Up­pens, eDe fr. Joanne de la Deule, mlsslonarlo Americae, 1493-1510.,en Archivum Frllnc:iscanum Hisloricum, XXVII. 1934. 66 ss., y porUvario OlIger, .Tbe Earllest Record on !he Franclscan M1ssions InArnc:rica-, en Th/l CathoI/c Historlcal ReviIlW, VI. 1920, 59-65. EsteúltImo autor dIo a conocer Interesantes noticIas contenIdas en lavieja Chronica de Fr. NIcolás Glassberger.

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fr. Alonso de Espinar-, no llegó a Santo Domingohasta la primavera de 1502, formando parte de lagran annada del gobernador Nicolás de Ovando.En 1503 fue erigido el primer convento de SanFrancisco en la capital de la Española, y en el mis­mo año fundaba allí fr. Alonso de Espinar el Hos­pital de la Concepción, primera institución de suclase que hubo en el Nuevo Mundo.3

La obra franciscana debió alcanzar rápidamentecierto grado de solidez, pues la Orden acordó en1505 erigir la Provincia de Santa Cruz de las Islasde las Indias. De esta manera, fueron los francis­canos quienes primero se establecieron oficial ypermanentemente en América. Hasta 1524, en quese fundaría la Custodia del Santo Evangelio, deMéxico, la Provincia franciscana de Santa Cruz, consede en Santo Domingo, abarcó todos los territoriosdescubiertos, incluso los de la tierra firme, talescomo Nicaragua, Panamá y Venezuela. En las cons­tituciones que dio a esta Provincia (l524) el minis­tro general fr. Francisco de Quiñones -después cé­lebre cardenal de Santa Cruz-, su territorio que­daba -limitado a Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico,Jamaica, Guadalupe «y demás islas grandes y chi­cas de la circunferencia, de suerte que no tengaconvento ni extensión alguna a la tierra firme nia la Nueva España»! A pesar de esta limitaciónimpuesta, la Provincia de Santa Cruz no abandonósus intentos de establecerse en la tierra firme, don­de había mantenido ya fundaciones (Darién y Cu­maná); es más, desde 1575 Venezuela comenzó aconvertirse en su campo principal de operaciones.'Quizá el ministro general Quiñones entendió por«tierra firme» la recientemente descubierta Nueva'España y otras partes de Centroamérica, de hechoevangelizadas desde México.

Organizada la Provincia de Santa Cruz, vemosdespertarse entre los franciscanos de España y Eu­ropa un gran entusiasmo por unirse a ·la misma.En la lista oficial de las Provincias de la Orden pre­parada hacia 1506, aparece significativamente la deSanta Cruz en esta fonna, bajo el número IX:«Provincia de las Islas de las Indias llamada de San­ta Cruz, a que navegan ahora muchos frailes, losque no cesan de propagar la fe y religión».6 Fr. An­tonio de Jaén asistió al Capítulo general de Barce­lona, 1508, como «Custodio de las Indiaslll; con estaocasión fue llamado a consulta por el Rey y éstepidió a los capitulares que destinasen a las Indiascuantos frailes pudiesen. De hecho, el padre Jaénsólo pudo embarcarse con ocho, aunque con provi-

3. Tlbesar, lugar cit., resume cuanto se abe acerca de estas ex·pedlciones.

4. Los documentos pertinentes se hallan publicados en Jose! TOorrubla, Chronica de la Seraphica Rdigi6n del Glorioso PalriarcaSan Francisco de Asis... Novena Pllrte (Roma, 1756) caps. XVI-XVII.

5. Véase Uno G. Canedo, ~The Camlng of the Franclscans toVenezuela in 1575_, en TJI~ Americas, XVlII, 1962, 38G-393.

6. Trae esta tista Torrubla, obra citada, p. 70.

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siones para equipar tres residencias.7 Una de ellasparece haber sido la de Santa María de la Antiguaen el Darién.1 Por otra parte, fr. Juan de la Deulese hallaba ya en Jamaica;9 a su compañero fr. Juande Tsin o Cosin :lo hallamos pocos años después enCuba, acompañando a Diego Velázquez en la con­quista de aquella isla.lo El propio fr. Antonio deJaén se hallaba ya de nuevo en España a principiosde 1511, y fue recomendado por el Rey (Sevilla, 29de marzo de 1511) al Ministro general de la Orden.'1Quizá estas gestiones tuvieron por resultado la nu­merosa expedición de veintidós franciscanos que enoctubre de aquel mismo año -1511- estaban pron­tos a zarpar para las Antillas bajo la obediencia defr. Diego de Torres, a que se califica de comisariodel «Vicario general de la Orden».u Sabemos queotros grupos de franciscanos pasaron a las Antillaspor estos años.13 Los progresos de la colonización.y sus nuevas perspectivas tanto en las islas comoen el continente, exigían nuevas levas de personalmisionero. Una de las mayores fue llevada a cabopor fr. Alonso de Espinar en ocasión de su ida aEspaña en 1512 para tomar parte en los debatessobre el mejor trato de los indígenas, que el domi­nico fr. Antón de Montesinos había provocado (5 di­ciembre 1511) con su famoso sermón en Santo Do­mingo. A mediados de 1512 daba el Rey su licen­cia al padre Espinar ,para colectar y equipar a costade la hacienda real hasta cuarenta franciscanos condestino a las Indias. Sabemos que Espinar logróreunir treinta y cinco, por lo menos, y un buen nú­mero de los mismos pasaron a su destino.14

7. Uno G Canedo, .Primlcla.s franciscanas en Venezuela-, enMiscellanea Melchor de Pobladura, vol. 1 p. 350 (Roma, 1964); Tl­besar, 383. Los documentos en AGI. Conlralacidn, legs. 4674 y 5536.

8. Tibe$lU', 383·84.9. Uppens, p. 74, opina que falleció alll entre 1508-1511.10. En una carta de Diego Veldzquez al Rey (Cuba, 1 abril 1514)

dice que fr. Juan de TIsln le acompailaba siempre para cuidar deltralamlento de 10$ Indios. Se conserva en la Biblioteca Públicade Nueva York, sección de manuscritos, RIch 2, fol. 83. Citada porTibesar, 384.

11. AGI. Indiferente, leg. 418, fol. 173.12. Aspurz, p. 57, dice que salieron _con destino a Puerto RIco-,

y cita en apoyo de este aserto a Conlralacidn, leg. 4674, lib. nt:I­nual, (ols.. 62 y 77; sin embargo, yo no be conseguido !uü1nr talre!ererldl1 expre5ll a Puerto Rico, sino la de que iban a _las In.dlas- y a la cIsla Española-.

13. A5:1 ellO de julio de 1509, el vicario general de la Observan·Cill, fr. Marcial Bouller, de visita en Españll, finnaba en Bazala licencia para que pudiesen parar a las IndIas fr. Bemardlno deHoces y fr. Juan AlemlUUl o A1temang, quienes despachlldos a rUlesde di ha afto (Ptuaieros a Indias, "01. 1, n. 23, p. 19). La IIcen­cil1. publicada en Archivo Ibero-Americano (Madrid) IV, 1915, p. 49,se conserva original en Conlrlllacidn, leg. 5536, lib. 1, p. 6. Enjulio de 1511 fu~ron despachados en Sevilla los franceses fr. Re.mlgio de Fl1ulx, fr. Pedro de Arcabaudi y fr. Gulllenno de Podioo Predio (Orteg:¡, La RAbida, III, 217; Aspurz, 57, citando a Con·tratación, leg. 4674, libro manual, rol. 52.)

14. Los documentos relativos Il estll expedlcióa se bailan en AGI.Contralrzción, leg. 4674, libros 2 y 3, en Indiferente, lego 418. Vllrlosde ellos fueron ya publicados por Orteg:¡, obro cit. III, 218-225.El atento estudio de las cuentas conservadas en el citado legajode Conlralacidn (4674) permite coaclulr que más de veinte pasaroncon el propio Espinar, quien !aUecló en la travesla; poseemos lospagos correspondientes al mantenlmlento de veinte que .han depasar a 111 tierna firme y otras Islas desde la Isla Espnftolll-.

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Las expediciones se multiplican en los años si­guientes. A medida que la evangelización se extien­de a las restantes islas antillanas y a la tierra firme,Santo Domingo se convierte en centro distribuidorde misioneros. Cumaná, la isla de Cubagua, Pana·má, Nicaragua, México y Perú -además de lasislas- fueron absorbiendo rápidamente a cuantopersonal negaba de Europa. Las enconadas disputassobre política indigenista parece que desanimarona no pocos. De hecho, la Provincia franciscana deSanta Cruz contaba hacia 1516 con sólo doce sa­cerdotes; a pesar de sucesivos refuerzos que le fue·ron llegando del Viejo Mundo, las condiciones ge­nerales en Santo Domingo y las Antillas -lugarde paso para tierras más prometedoras- hizo queno cobrase verdadera importancia y vida propiahasta que se asentó firmemente en la parte vene·zolana de la tierra firme, muy mediada ya la se­gunda parte del siglo XVI.

2. ALBORES APOSTOLICOS DE PUERTO RICO

Pero en este lugar nos interesa sólo su expan­sión a una de las grandes islas del Caribe: PuertoRico. Sobre los orígenes de la cristianización de laisla de San Juan de Puerto Rico se han estampadoalgunas afirmaciones inexactas, o por lo menos im­precisas y confusas. Será, pues, conveniente, quecomencemos por examinar los documentos que seconocen hasta hoy sobre la materia. La primera re­ferencia la encontramos en el proyecto de capitula­ción que Juan Ponce de León presentó (Villa de laConcepción, Isla Española, 1 de mayo de 1509) parael poblamiento de la isla borinqueña. El punto diezde dicho proyecto dice así:

«Ansí mismo en la dicha isla es menester deaquí adelante clérigos que digan misa; vea VuestraMagestad si manda que vayan frailes, inviándolosel Provincial, y si frailes no fueren sean clérigos,que para el salario que obieren de haber diezmoshabrá de aquí adelante, placiendo a Nuestro Señor,de que se podrán pagar...tS

15. Este texto. que se conserva en AGI. Patronato. leg. 175, fueya publlClldo en la Colección de documentos inl!dilos relativos aldescubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españo.las en Aml!rica y en OcelUl(a, sacados en su mayor parte del RealArchi\lo de Indias. [CDIl de Pacheco-Cárdenas·Torres Mendoza (Ma·drid, 1864-1884; 42 vals.) vol. 34, p. 491, con evldentcs errores quefueron corregidos por Coll y Toste al reproducirlo en Boletln His.tórico de Puerto Rico, l. 1914, p. 123. Murga volvió a publicarloen su Historia documental de Puerto Rico (Sant:lnder, 19S7j 11, 526;coincide cn la lectura con Coll y Toste. pero su puntuación es In­correcta, a mi parecer. Al resumir lEl capitulación en atra obra(Ponce de León, p. 39) cscribe que en el citado punto se pedla elenvio de cun cll!rigo o fraile franciscano. aunque insiste en Jodel cl~rigo.; na acierto n ver tal Insistencia, antes parece másbien que el clérigo se pide a falt:l de fr:1lle. Es posible que lapalabra cclérigo. se use en distintos sentidos: como sacerdote enun caso y coma Individuo perteneciente al clero secular, en con·trnposiclón a fraile. Cuest:l Mendoza (Historia eclesidstica de PuertoRico. l. 18) sigue en lEl puntuación 11 Murga, quizá por haberusado ambos la mism;l copia de Brnu.

La contestación del gobernador Ovando a estapropuesta fue 'la siguiente:

.En cuanto al décimo capítulo, se le respondeque al presente no hay clérigos que se pueda im­biar, pero que se screbirá al Padre Provincial, en·cargándole que imbie allá algún fraile que babticelos indios e confiesen e den los sacramentos a loschristianoslO.16

Como se ve, en la capitulación no se habla ex­presamente de «franciscanos». Son los hermanosPerea (Orígenes del Episcopado Puertorriqueño,p. 13, nota 13) quienes escriben que «ya para el2 de mayo de 1509, el Gobernador general de In­dias, don Nicolás de Ovando, había prometido for­malmente a Ponce de León, a requerimiento deéste, que se esforzaría en conseguir un fraile fran­ciscano -el subrayado es mío- que bautizara a losindios y administrara los sacramentos». Murga(Ponce de León, 39) habla también de un frailefranciscano. En realidad, la identificación que ha­cen estos autores no podía ofrecer duda alguna,pues los franciscanos eran los únicos que entoncesse encontraban en las Indias, organizados en Pro·vincia y bajo un Padre Provincial,17

Mientras las capitulaciones eran discutidas, donCristóbal de Sotomayor preparaba su expedición aPuerto Rico, donde el Rey le había concedido quepudiese poblar y establecerse; no parece que hayatraido religiosos ni clérigos. l ! Como es sabido, du­rante estos años hubo una serie de maniobras le­gales y políticas con respecto a la gobernación dePuerto Rico, un capitulo del pleito entre la Coronay el almirante don Diego Colón, que el Consejo deCastilla falló entonces a favor del último (5-V-1511).Poco era de esperar, en 'tales circunstancias, a favorde la evangelización de la Isla, y de hecho no pare­ce que se hiciese nada en este terreno.

Un intento serio en este sentido se hizo en 1511,cuando Juan Cerón y Miguel Díaz fueron restitui­dos en el gobierno insular, como consecuencia delmencionado fallo en los ·pleitos colombinos. En lasinstrucciones que el Rey dio (25 julio 1511) a Ceróny Miguel Diaz, figuraba el capitulo siguiente:

.Ya sabeis como después que en esa dicha islase comen~ó a celebrar e administrar el santo sa­cramento con la reverencia que debía, e haber mi·nistros en ella de religiosos e clérigos e flaires quelo administrasen, ha placido a Nuestro Señor de~esar en ella las tormentas e terremotos que deantes venían, de las cuales su~edían los dapnosque sabeis e habeis visto; e porque es razón queen esa dicha isla haya flaires e clérigos que ad·ministren los dichos sacramentos e curen de la sa­lud de las ánimas de los cristianos que en ella hay,

16. cm. 34, 495: Murga, Historia documtntada, 11, 529. mo·dernizando levemente el texto.

17. Según queda escrito. los franciscanos eriSieron en lS05 laProvinc:1n de Santa Cruz de las Indias. con sede en Santo Do­mingo. Los dominicos no pasaron a Indias iulst:l 1510.

18. Véase Murga, Ponce de Ledn. 41-43.

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luego en llegando procurareis con la más diligen­~ia que ser pueda que se haga en la dicha isla unmonesterio de flaires de San Francisco, porque esReligi6n e personas de quien se re!;ibe muy buenadotrinae mucha consola!;ión, y ansimismo procura·reis que se encomien~e luego la capilla que se hade haser en ella, en que pueda estar el Sacramentoseguramente, y será bueno que se nombre de laadVOC3!;ión de San Juan Bauti1;ta, pues que esadicha isla tiene su nombre. Y el monesterio, porpequeño que sea, bastará, según es la isla•.!'

3. EL CONVENTO FRANCISCANO DE CAPARRA

A primera vista, parece que el capítulo trans­crito atestigua la presencia en Puerto Rico, con an­terioridad a julio de 1511, de religiosos y clérigosque" celebraban la santa misa y administraban lossacramentos. Ello es muy verosímil, y lo son tam­bién las razones de conveniencia y lógica que aduceCuesta Mendoza en su Historia eclesidstica delPuerto Rico Colonial, vol. 1, cap. 1, pp. 13-21. Apos­tillando una afinnaci6n de Brau sobre que «a finesde 1510 vinieron clérigos de Sevilla a Puerto Rico»,observa que tal venida de clérigos debió tener lugaren fecha más temprana, pues existe -dice- unareal cédula de 26 enero 1511 que manda pagar susalario a los sacerdotes, a cuenta de los diezmos.Dicho real mandato se dio a súplica de los vecinos,quie'nes representaron que, además de pagar losdiezmos, venían contribuyendo aparte para el sos­tenimiento de los clérigos. Cuesta Mendoza suponeque Puerto Rico tuvo ya iglesia en 1509.211

Volviendo a Juan Cerón y Miguel Díaz, sabemosque trajeron ornamentos, cálices y campanas paraJa incipiente villa de Caparra, como puede versepor los libramientos de la Casa de la Contratacióncorrespondientes a septiembre de 151l.21 Constatambién documentalmente la existencia de un curaen dicha población durante los años 1511.1512.22 Porotra parte, a fines de 1512 llegó a la Isla su primer

19. AGI. Indiferente, leg. 418, lib. 2, fol. 133; modemlzo unpoco la grafía y la puntuación. El lellito babia sido publicadoantes en eDI. 34, 315-16, Y reproducido en Colección de docu­mentos iniditos relativos al descubrimiento, conquista 1 coloni·:.ación de las antiguas posesiones espoRolas de Ultramar, [eDU]publicadA por la Ren1 AcademldA de la Historia (Madrid, 1885·1932;25 vols.) vol. V, 7:17. Coll publicó de nuevo las inslrucciones eaBolelln Histórico de Puerto Rico, II, 67 ss.

20. No be podido bailar esa real ~dula de 26 enero de 1511que cita Cuesta Mendoza.

21. AGI. Contratación, leg, 4674, lib. 3, libramientos de septiem·bre 1511. Murga, Ponce de üón, 296, copla de Contadurla 1071, tomnde las cuentas de 20-1.1512 la partida sIguIente: cIten un pliego dcasientos del veedor y del cura desta ViJIll>. En el mismo legajo hayun libramiento de Garda Troche (1 enero 1513) correspondiente alsalario de luan Femándcz, cura de San Gennán, por sus serviciosdesde 14 de enero n 14 de octubre de 1512; tambiéa se le pagó porbaber servido cinco meses y catorce días en In ciudad de PuerloRico y cen las guelTBs>; es decir, las de Ponee de León coalnl losindios (Murga, Ponee de León, 66 y 71).

22. Véase en COI. 36, p. 432, Y en Colección de documentos parala hi1toria de Hispanoam¿ric:a e Iberoam¿rica [CDHA] (Madrid,1927·1930; 14 vols.) X, 185. Nombrado capItán de la annada contralos caribes por real ~dula de TI septiembre 1514, Ponee de Leónsalló de Sevilla el 14 dc mayo de 1515; ea julio del Drlsmo llIioestaba ya en Puerto Rico (Murp, Ponce de üón, 144 ss.).

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obispo, don Alonso Manso. ,Tuvo lugar asimismo,por entonces, la fundación de un convento francis­cano en Caparra? Parece que sí. Ha negado hastanosotros el resumen de una carta del tesorero dePuerto Rico, Andrés de Haro (San Juan, 6 de octu­bre de 1515) en la que se refiere c6mo «un sobrinode la mujer de Ponce de León dio ciertos palos aun alcalde ordinario, y no pudo ser preso, porqueluego se fue al monesterio, e de allí se fue con laannada que Juan Ponce imbió por mandado deVuestra Alteza contra -los caribes... »23 Después decitar este testimonio, concluyen los hennanos Perea(Orígenes, 38·39): «Trátase del convento francisca­no establecido en 1511, que probablemente sirvió,además, de posada a los frailes que iban y veníande Santo Domingo o se detenían en Borinquen apredicar misiones especiales.» Es indudable que elconvento de Caparra no pudo ser más que fran·ciscano, pues los dominicos, que eran la otra Ordenreligiosa por entonces establecida en las Indias,no llegaron a Puerto Rico hasta años después.23

¿Cuándo llegaron estos franciscanos a PuertoRico? Este no aparece como lugar de destino de laexpedición que, en la primavera de 1511, preparabaen España fr. Antonio de Jaén y que dio probable.mente por resultado, según queda dicho, al grupode veintidós franciscanos que condujo fr. Diego deTorres. Estos religiosos fueron provistos en virtudde una real cédula de 10 octubre de 1511, concer­tándose su pasaje en la nao de Sancho de Balma·~eda; pero este nombre no aparece entre los maes·tres que Uegaron a la Isla hasta 20 de enerode 1512,24 Sin embargo, está comprobado documen·talmente que el 27 ete diciembre de 1512 llegarondos frailes de San Francisco al puerto de San Ger­mán, en la nao «Santa Maria de la Consolación.,del maestre Juan Bono de Quejo. Es muy verosímilque estos dos franciscanos hayan formado parte dela referida expedición de fr. Diego de Torres.2! Escasi seguro que ellos fueron los fundadores del pri­mer convento franciscano en Puerto Rico. ¿En Ca­parra o en otro lugar de la Isla? Sobre esto espe­cularemos más adelante; ahora sigamos con loshechos.

A mediados de 1512, fr. Alonso de Espinar-enEspaña con motivo de las discusiones que condu­jeron a las Leyes de Burgos, según dejo anotado­preparaba una gran expedición de franciscanos paralas Indias. Hasta cuarenta religasos autorizó el Reyque pudiesen ser equipados y enviados a cuenta de

23. Véase Antonio Cuesta Mendoza, Los dominicos en PuertoRico.

24. AGI. Contaduría, leg. 1071; Murp, Ponce d~ Ledn, 91, 98.296.

25. AGI. Contadurfa, leg. 1D71; Murga, ponce de Le6n, 91, 98.Ln elIiPedlcl6n dc fr. Diego de Torres fue provista en dlclembrc:de 1511 (AGI. Indiferente, leg. 418, fols. 180 v. 181; Contratacldn,lego 4674, fals. 62 y 91. Ortega, Lo Rdbida, III, 216 S~. publicó yav:mos de los documentos reh1tivos).

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la real hacienda. El monarca recomendó el asuntotanto al superior general de la Orden como al ca­pítulo general que aquella celebraba por entoncesen Segovia. En la carta para este último (Bur­gos, 26 junio 1512), lo mismo que en las dirigidasposteriormente a los ministros provinciales de San­toyo, Santiago, Castilla, Aragón y Andalucía, se diceexpresamente que tales religiosos iban destinados ala tltierra firme e islas de Cuba, Jamaica e de SanJuan». En la real cédula de 28 de julio del mismoaño, mandando a los oficiales de la Contrataciónque :provean de lo necesario a dichos cuarenta fran­ciscanos, se puntualiza nuevamente que el «padrefray Alonso de Espinar, comisario de las Indias, vaa la Isla Española e de San Juan»; otra real cédulaa Diego Colón, sobre el mismo asunto, expresa quecel devoto padre Provincial de la Orden de SanFrancisco que en la dicha isla [de Santo Domingo]reside, tiene voluntad de enviar algunos religiosos...a la tierra firme e a otras islas». Las mismas o pa­recidas frases aparecen en otros documentos rela­tivos a esta expedición.26 No podemos afirmar apo­dícticamente que algunos de estos franciscanos lle·gasen de hecho a Puerto Rico, pero lo verosímil ylógico es que sí. Sin embargo, ello no pudo habersido hasta muy avanzado el año 1513 -probable­mente no hasta su segunda mitad-; en mayo dedicho año todavía la expedición no había sido com­pletada en España.27

4. ¿FUNDACIONES FRANCISCANAS EN SANGERMAN Y LA AGUADA?

De acuerdo con una tradición antigua y cons.tante, un convento franciscano habría existido enla Aguada. Torres Vargas la recoge así en su «Des·cripción» (1647):

tl En la Aguada hubo en los principios de su fun·dación otro convento de señor San Francisco, quees el que ahora se ha transferido a esta ciudad, conpretexto de reedificación, por la contradicción quele hicieron los frailes dominicos; y deshízose aquelconvento porque los indios caribes, que entoncesinfestaban mucho la Isla, martirizaron cinco reli·giosos a flechazos, de que no he podido saber losnombres por la antigüedad y falta de archivos ypapeles, pero es cierto que fue la causa de su des·población el martirio de estos santos religiosos,

26. Véanse los respectivos documentos en AGI. Indifttr~lIte, leg.418. y Contratación 4674; algunos ya publicados por Ortega, La Rd·bida, 111. 218-25. Los ullllzó Gómez Cnnedo, .Primeros Intento'.,102·103. y .Primicias franciscanas., 351·52.

27. Desde el convento del Abrojo, 22 abril de 1513. encargaba elRey al Cardenal de Toledo -elsneros- que apremiase a los pro­vinciales, .que no dan y han dado el número [de frailes] que seles mandó.; el 8 de mayo del mismo allo inslsllln desde Valladolidcon 105 provInciales de Santoyo y Andalucla para que completasenel número de ocho religiosos que se les habl¡¡ aslgnndo (AGI. Indi­ferente. leg. 419. fols. 61 y 114).

que como entonces eran pocos y eran menester paraobreros de esta nueva viña del Señor, quisieronguardarse para confesores, los que quedaron, másque para mártires.•28

Basándose en este texto y en la autoridad deBrau,29 escriben los hermanos Perea (Orígenes, pá.gina 39): «En la Aguada, sí hubo convento francis­cano desde antes de 1528, fundación que se extin­guió con el martirio de cinco de sus religiosos, quefueron asaeteados por los indios caribes.» Desdeluego, tenemos que descartar la autoridad de Brau,pues parece claro que sufrió grave confusión en lorelativo a los orígenes franciscanos en Puerto Rico.Ignora la existencia -cierta- del convento de Ca­parra; por otra ¡parte no sé en que se apoya paraesa historia del pretendido intento franciscano defundar en San Juan después de 1520, cuando ya sehallaban establecidos allí los franciscanos (Coloni.zación, cap. 13; pp. 372-73 de la tercera edición).»No hallo mejor documentado lo que escribe sobrela fundación del convento de la Aguada y su a'niqui·lamiento por los caribes. Como prueba de que, aconsecuencia del ataque caribe, «la Orden francis­cana desapareció de la isla» (Obra cit. p. 385) remi­te al Archivo General de Indias, Eclesiástico, 85-3-1,signatura antigua que equivale a la actual de SantvDomingo, lego 2280 (Registro de reales órdenes paraPuerto Rico, 1529-1604); pero una revisión de dicholegajo, hecha por encargo mío, no ha revelado nadarespecto a ,franciscanos en Puerto Rico. En apoyode la fundación franciscana de la Aguada se remiteBrau (Colonización, cap. 13,373 de la 3 ed.) al mis­mo Archivo General de Indias, Simancas, 54·3·12,31 osea, en la signatura actual, Santo Domingo, lego 161.Revisado este legajo, hallo que contiene la real cé­dula para la «reedificación» del convento francis­cano de San Juan, 11 diciembre de 1641, junto conel acta de toma de posesión del solar para el mis­mo. Supongo que la licencia para «reedificar» o res-

28. Tapia, Biblioteca. 2 ed. 1945, p. 466. El original -o el queme paredó ser el original- se encuentra en la Ncwberry Ubruxy,de Chlcag[}, donde tuve ~Ión de l:ltIlII1inario ligeramente hace :vamuchos alias. Comunicada por mJ esta noticia a varIos investiga·dores de Puerto Rlco, s~ que hoy existen en la Isla dos reproduc.ciones fotográficas de la • Descripción.. La cito según dIcho ma­nuscrito de Chicago. corrigiendo a TlIpia, según podrá ver el eru­dito.

29. Brau trata principalmente de esta cuestión en su obra 14colonización de Puerto Rico, que acaba de ser bellamente reeditada(1%6) por el Instituto de Cultura Puenorriqueña, con notas muyvaliosas de Isabel Gutic!rrez del Arroyo. Utilizo esta reedlción.

30. La Dl'8. Gutlérrez del Arroyo reclifica en sus notas a estaten:era edición (nos. 239-2 ) 105 errores de Brau sobre el primJtIvo­establecimiento de 105 franciscanos en Puert[} Rleo.

31. Aunque el legajo lleva por tItulo .Cartas y expedientes detgobernador de Pu~no Rlco, 1693·1%1>. la real cédula de 1614 yacta de pok$16n adjunta aparecen Insertos en el testimonio de­los autos hechos por el gobernador de Puerto Rlco sobre la limos·na de vino y aeeile para el Convento de Santo Domingo de PortaCelb. de 1694. Ante la imposibilidad de verificar eslll cita en losPapeles de Brau, que consel'Va al parecer monseñor Murga, acudfal original del AGI.. que tuvo la extrema bondad de euminar para"mi la muy competente funcionaria tc!cnlca de aquel archivo, Dl'8.Vicenta Cortés. Me complazco ell expresarle mi profundo agrade­cimiento.

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taurar dio base para las especulaciones de Brau, apesar de que no se menciona la Aguada.

Cuesta Mendoza, por su parte basado en el tes­timonio de Torres Vargas, no s610 acepta la «abs~

luta certeza histórica. de la fundación franciscanade la Aguada, sino que agrega: «En el Archivo Ge·neral de Indias existe rica documentación todavíaintacta sobre este y otros hechos franciscanos dePuerto Rico y las Antillas.• 32 Por desgracia, la remi­sión que hace en nota a la Biblioteca de Tapia, pá­gina 466 de la ed. de 1945, es una simple referenciaa la «Relación» de Torres Vargas; nos quedamossin saber cuáles son esos aludidos documentos delArchivo de Indias, que tratan del convento francis­cano de la Aguada.

La única fuente clara que tenemos, por 10 tanto,es la de Torres Vargas; y su autoridad es cierta­mente valiosa por 10 que toca al entonces reciénfundado convento de San Francisco, de San Juan.Sin embargo, respecto al primitivo convento cuya·existencia adujeron los franciscanos para obtenerla regia aprobación del nuevo erigido en San Juan,"Torres Vargas 'no dispuso probablemente de otraspruebas que las informaciones entonces levantadas,más de un siglo después de los hechos. Veamos.que dicen estas infonnaciones oficiales.

Los franciscanos habían intentado establecerseen San Juan hacia fines de 1603. Al efecto, fr. Alon­so Carrillo, procurador de la «Provincia de Cara··cas» [Santa Cruz de Caracas, antes de la Española]presentó la correspondiente petición al Consejo deIndias, aduciendo la conveniencia del proyectadoconvento como lugar de hospedaje para los religio­sos que de la isla Margarita -donde ya se hallabanestablecidos los franciscanos- se dirigían a SantoDomingo, por el servicio que prestaría a las almasy la devoción que la ciudad tenía a la Orden, cuyosvecinos habían solicitado el nuevo convento. No semencionaban en esta solicitud precedentes algunos.Al remitirla el Consejo (Valladolid, 11 octubre 1604)a informe del Obispo, del Gobernador y del Cabil­do seglar, preguntó expresamente «si hay otro con·vento allÍ»; el Cabildo eclesiástico había ya dadosu respaldo a la exposición de fr. Alonso Carrillo(San Juan, 30 diciembre de 1603).33

32. Historia eclesidstica del Puerto Rico Colonüzl, t. 1 (CiudadTrujillo, 1!Ha) p. 314.

33. AGI. Sallto Domingo, leg. '11, ramo 2. Los capitulares quefinnaban la recomendación eran el deán Fernando Altamlrano, chan·tre Diego Polo, canónigo Gnspar de Ojeda y racionero Pedro deLizana. Diego Polo era ya canónigo en 1581, fecba en que 10 reco­mendaba al Rey el obispo Fr. Diego de Salamanca como .personamuy hábil en canto y en todas las demás cosas eclesiásticas­-(AGI. Santo Daminllo, lego 174. ramo 2). En el mismo Inronne,elogill el Obispo 11 don Juan Ponce de I.eón, hombre .de muchovalor y partes y entendldo en letras humanns y persona de mucho:¡obiemo., ordenado de sacerdote un MO antes por el propio Sala·:manca, despu~ de haber sido contador, tenIente de gobernador yalcalde en San Juan.•Tiene un bijo clérigo de epístola -prosigue­que se nombra don Fernando Altamirano, bien hábil y de buenaspartes.; 10 propone para la chantría vacante. Sobre Ponce de León'Y Altamirano véase Murga, Ponee de 1.edn, pp. 256-258, 268.

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Este intento parece no haber tenido éxito, quizápor la oposición de los dominicos, quizá simple­mente porque el Consejo no creyó razonable autori·.zar dos conventos para tan corto vecindario comohabía en San Juan. Pero la idea no muere yen 1633revive el proyecto de fundación, tal como atestiguaTorres Vargas. El acuerdo de fundar en San Juandebe haber sido tomado por el capítulo que la Pro­vincia de Santa Cruz celebró en Caracas en agostode 1634; en el capítulo provincial siguiente, 1637,fue hecho ya guardianía dicho convento. Es decir,obtuvo rango pleno. Pero esta vez, la obtenciónde ·la real licencia fue enfocada en otra forma. El26 de octubre de 1635, el mismo procurador de laciudad, don Juan Maldonado, «estando en cabildoen las casas del ayuntamiento el señor don Iñigode la Mota Sarmiento, gobernador y capitán ge·neral de esta isla», pidió se recibiese infonnación«de cómo en esta isla había habido fundación de ladicha Orden de San Francisco•. Así se hizo efectiva­mente, y en la segunda pregunta leemos: [Digan]«como en esta isla, en la parte donde hoy llamanPuerto de San Gennán, hubo antiguamente un con·vento nombrado San Francisco, de la dicha Orden,el cual por ser saqueado de enemigos e indios ca·ribes se dispobló, y asimismo la gente que allíhabía; la cual se pasó a otra parte y sitio destaisla donde llaman Pueblo Viejo, el cual no se pudoallí conservar por incomodidades que tuvo y faltade salud, y por las mismas causas y razones tamopoco pudo reedificarse el convento de los dichosreligiosos, hasta que los dichos vecinos del dichoPueblo Viejo, que eran los que habían salido deldicho lugar donde estaba el dicho convento de SanFrancisco, vinieron últimamente a fundar y funda­ron en esta ciudad, a donde los dichos religiosos,siguiendo a los mismos vecinos, han procuradomuchas veces hacer su convento, y no lo han hechopor no haber comodidad para ello hasta agora... lPI~

Un examen minucioso de esta información aca­so permitiera descubrir algún nuevo indicio tantosobre el misterioso convento franciscano como so·bre el primitivo emplazamiento de los pueblos deSan Germán y de la Aguada. Como de costumbre,los testigos se limitan a responder afirmativamentea la tJregunta, y a ponderar que dicho conventofuese reedificado; al parecer, no dan otros deta­lles cronológicos o geográficos. Pero basta la pre·gunta, en lo que de la misma queda transcrito,para suscitar la duda de si el primer convento quelos franciscanos tuvieron en la isla de Puerto Ricoestuvo en la Aguada o en San Gennán.3S Sin eme

34. AGI. Santo Domingo, lego 176, ramo 2.35. Parece más bien que el .sltlo de San Francisco>, donde ve·

rosímilmente debió estar el convento franciscano y que cn 1528 fueescogido para nuevo asIento de la vJl1a de San Gennán, estuvoen el valle del río A1\asco. Véanse los razonamientos de AurelloTió en Nuevas Fuentes para la Historia de Puerto Rico (San Ger­man, 1961), Desafortunadamente, entre la Ingente documentación que

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bargo, la tradición que perduró lo colocaba en laAguada; y merece advertirse que dicha poblacióntiene por patrono a San Francisco de Asís, mien­tras la ermita del Espinar, relacionada con la pre­sencia de los franciscanos, estaba dedicada a laInmaculada Concepción...

¿Qué decir, por otra parte, respecto a los márti·res de la Aguada? El único testimonio que pudieraestar relacionado con este hecho es el del historia­dor franciscano fr. Jerónimo de Mendieta, quiencompuso su Historia eclesiástica il1diana a fines delsiglo XVI, pero había pasado de España a Méxicohacia mediados de aquel siglo y conocía la ,zonadel Caribe. Refiriéndose (Historia, lib. 1, cap. 8) alas correrías apostólicas que los franciscanos ha·cían, principalmente desde Santo Domingo, por lasislas antillanas, dice que en el curso de tales ac·tividades murieron algunos religiosos, entre ellosfr. Hemando de Salcedo y fr. Diego Botella y otrosu compañero, «todos tres -puntualiza- frailesfranciscanos, y se los comieron, y llevaron los há­bitos y cabezas en lugar de banderas». Esto habríasucedido, según Mendieta, hacia 1516. Pero el cro­nista franciscano parece que hace referencia a unhecho muy distinto.36

5. LOS FRANCISCANOS ABANDONAN PUERTORICO

Cabría especular un poco más sobre este inte­resante punto de la antigua historia de ~uerto

Rico. P·refiero no hacerlo, dejando a otros la tareade continuar la búsqueda de nuevas fuentes. Perosí hay que decir algo sobre la fecha en que losfranciscanos abandonaron la Isla. Según la quepodríamos llamar versión de Brau, la destruccióndel convento de la Aguada y martirio de sus frailestuvo lugar hacia 1528. A la luz de cuanto hoy sabe·mas sobre la historia de los franciscanos en lasAntillas, la fecha indicada por Brau parece dema·siado tardía; es posible pero no verosímil. De entomo al año 1520 -de antes y después- tenemosbastantes noticias acerca de los franciscanos de lasAntillas, y no conozco entre ellas cualquier refe­rencia a Puerto Rico. Sabemos que la famosa «Mi­sión de los Doce» para la Nueva España (1524)tocó en Puerto Rico, y fr. Toribio de Motolinia, unodel grupo, que nos proporciona este dato en su His·

pubUca o utlllza no he podido encontrar nada que arroje nueva:..z sobre el punto fundamental que me Interesa: cwlndo fue ere·sido y que labor realizó el pretcndldo convento.

36. Fr. Diego y ir. Hcrnando son 105 nombres de dos francisca­nos del convcnto de la Isla de Cubagua que en 1534. los cuales,volviendo de la costa de Parillll donde hablan pasado con otrofraile, fueron muenos por los indios caribes. qulencs llevaron -di­ce la re:1l1CIÓn eDntemporánea- • banderas de los hábitos de losfrailes e camisas-o En AGI. Sanlo Domingo, lego ID, se encw:nlrllDlas informacioncs sobre dicho manlrio, que Jerónimo de OrUllmandó levantar en octubre: y dlclembre de 1534.

toria de los Indios de la Nueva E!.paiia, no hace lamenor referencia a que hubiese franciscanos en laIsla. Claro que, si vivían en la región de la Aguada yel barco hizo escala en San Juan, la presencia de sushermanos de hábito pudo muy bien pasarles desa­percibida; sin embargo, es otro indicio negativo.

Por otra parte, algunos de los treinta francis­canos colectados en 1530 para las Indias bajo ladirección del célebre escritor fr. Francisco de Osu­na, debían pasar desde Santo Domingo a la islade San Juan.37 Es muy posible que se tratase deun propósito de restauración, pero ¿se llevó a ca­bo? A propósito de esto, es necesario mencionarun testimonio de 1532, según el cual había entoncesen Puerto Rico dos conventos de dominicos y otrostantos de franciscanos. Lo afirma así el alemánfr. Nicolás Herbom, quien en el capítulo generalde la Orden (Tolosa de Francia, 18 mayo 1532) ha·bía sido elegido general de lo que se denominaFamilia Ultramontana (Alemania, Francia, Inglate.rra, Irlanda, España... ). A base de las noticias re·cibidas en dicho capítulo sobre las actividades mi­sioneras de los franciscanos en América, Herborndirigió una carta a sus hermanos de hábito de Ale·mania, bajo el título Relatio de Novis Insu[is. Aun­que esta relación es claram~nte ine:xg,cta en algu·nos detalles, revela una información bastante pre­cisa y no sería prudente desdeñar enteramente todolo que dice respecto a Puerto Rico. Hace una dcs­cripción de varias Islas antillanas y sobre la Dues­tra dice lo siguiente: «La cuarta se denomina deSan Juan y hay en ella animales domésticos y sil·vestres y bueyes; es fértil y abundante en azúcarde caña. Se halla toda sujeta al Emperador. Exis­ten en la misma cuatro conventos, dos de SanFrancisco y dos de Santo Domingo.»38 La verosi·militud de este testimonio parece difícil de admi·tir, por las razones que dejo indicadas; sin embar­go, conviene consignarlo y tenerlo en cuenta paranuevas investigaciones sobre este oscuro capítulo delos orígenes franciscanos en Puerto Rico.

6. EN RESUMEN...

Recopilando todo lo escrito en las páginas anoteriores, creo que podemos llegar a las siguientesconclusiones. En primer lugar, que en Caparraexistía una residencia franciscana hacia 1515. Esprobable que sus fundadores hayan sido aquellosfranciscanos que desembarcaron en San Germána fines de 1512, los cuales pudieran haber desa·

37. AGI. COrllra/ación, lego 4675, lib. 2; Con/adurla, lego 27D,fol. 241.

38. Esta Re/aclo de Novis Insulis fue editada por Antonino TI·besar en apéndice a su obra Franciscan Beginnilllls in Colonial Pero(Wl1Shington, Acadcmy of American FranclSCl1ll History, 1953) pp.98-104. Sobre ella véase también Aspun, La aportación, 96.

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rrollado también actividad temporal en regionesoccidentales de la isla (San Germán-Aguada).

No consta, pero es verosímil, que hayan llega­do a Puerto Rico, para reforzar este primer con­tingente, algunos de los franciscanos que en 1513trajo de España fr. Alonso de Espinar; entre lospuntos de destino de esta expedición se indicasiempre, en los documentos correspondientes, laisla de San Juan. Más adelante, hacia fines de 1616o después, encontramos a un grupo de francisca­nos en la Isla, qui.zá. de paso. En un memorialque parece ser de 1517-1518, fr. Juan Infante, unodel grupo cuenta como cuna vez, estando en la islade San Juan con muchos frailes, un piloto de nues­tra nao tomó una india mo~a y la for~ó contrasu voluntad». Ante la indignación de todos, asíindios como cristianos, el juez quería ahorcar alpiloto, pero no lo hizo cpor no nos dejar sin pilo­to». Esto lo refiere el franciscano como prueba delos abusos que se cometían en las Indias -y pro­baría, por otra parte, que tales atropellos no erancondenados fácilmente por las autoridades-; pe­ro en dicho memorial hay otro párrafo que indicael motivo porque los franciscanos habrían desistidopor entonces de trabajar en Puerto Rico. Dice así:

cIten otro fraire nuestro me dixo como un ca­pitán mandó a unos indios que matasen a otrosindios, y mataron un ca!rique Y ~rca de otrosveinte principales. Y por estas sic el Padre nues­tro comisario general mandó que todos nuestros

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los fraires que estaban en tierra firme se viniesenpor el poco fruto y muchos desafueros que se ha:cían. Y los fraires de la isla de San Juan, porquelos cristianos tienen los indios repartidos en mu­chas partes, donde mueren de hambre y trabajo».J9

Aunque respecto al motivo pudiera caber duda-.porque estos memorialistas suelen dar su pecu­liar interpretación a los hechos-, el abandono de­bió tener lugar. Esto sucedio, por lo tanto, en 1517.

La pretendida fundación en la zona de la Agua­da ¿fue antes o después de esta fecha? ¿Existieronsimultáneamente este convento y el de Caparra?En esta última suposición, lo que dice el P. Her­hor.n en 1532 pudiera ser el eco de iofonnes su­ministrados por algún fraile que llevaba largo tiem­po sin contacto inmediato con ]a situación en elCaribe. La hipótesis resulta más fácil de admitir sipensamos que los franciscanos debieron intentarpor algún tiempo el regreso tanto a San Juan -Ca­parra- como a la Aguada. Se explicaría de estemodo que perdurase durante algunos años la nociónde que la Orden tenía dos conventos en Puerto Rico.

Podríamos especular todavía en otras direccio­nes. Creo preferible, sin embargo, que limitemoslas especulaciones y dejemos la solución de estosenigmas al hallazgo de nuevos documentos o al exa­men más cuidadoso de los ya conocidos.

39. El memorial de Fr. Juan Infante se encuentra en AGI.Patronato. leg. 231, n. 1. ramo 11.

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Gregoria Hernández, la beata del Areciboy Sor María Raggi de Quío

Por ARTURO V. D¡(VlLA

EL SIGLO XVII PRESENCIA EN TODA AM~RICA LA APARI·

.:.J ción de la vida religiosa femenina. Hubo ya,ciertamente, fundaciones en el mismo XVI, precedi­das por ensayos tempranos de beaterios, dedicadosalgunos a la enseñanza de las doncellas naturales.Tal vez la investigación descubra con el correr deltiempo las huellas de algún intento de establecerclausura femenina en Puerto Rico en el mismo XVI,

pero hasta ahora hay que limitar las fechas a losque marcan la gestión fundacional de la Ciudaden 1616, reiterada bajo el pontificado de don Ber­nardo de Balbuena (1623) y por último a las instan·cias de la fundadora de las Carmelitas, doña Anade Lansós y Menéndez de Valdés, que culminaron enla formación del Monasterio de San José en 1651.

En el siglo y medio que pasa desde la formaciónde la Ciudad no hay noticias claras de que se logra·ra o al menos se intentara alguna forma inicial devida religiosa, aún cuando no fuera precisamentela de clausura pontificia típica en América hastafines del siglo XVIII. Y aún más extraña el que sien­do los Padres Predicadores los únicos religiososexistentes en la Isla durante esos largos años, nose inaugurase bajo su dirección al menos algúnexperimento fundacional de este género.

Es cierto que las fundaciones de monasterios demujeres madrugaron en la Española y así vemoscómo las encargadas de iniciar en la vida religiosaa doña Ana de Lansós y. sus primeras compañerasfueron monjas del Orden de Predicadores y éstasprecisamente del Convento de Regina Celí de SantoDomingo. Pero en el siglo XVII así como en la cenoturia anterior el establecimiento canónico formalde una comunidad de monjas era precedido gene-

ralmente por la formación de un beaterio de muje­res piadosas que vivían con hábito en calidad deterceras regulares del instituto respectivo. En Puer­to Rico, siendo los dominicos prácticamente losúnicos religiosos por más de cien años, debieronexistir beatas de su orden que ya privadamente,ya en grupos, siguieran la forma de vida dominica·na que en Lima practicó Santa Rosa y en tantosotros lugares de América otras mujeres piadosas desu tiempo, en el corazón de las ciudades, ganandocon el trabajo de sus manos el sustento diario. Ca­recemos, es cierto, de casi toda noticia sobre el par­ticular pero no tanto que no se pueda aventuraruna opinión con cierta base.

La compendiosa Descripción del canónigo donDiego de Torres Vargas, del año 1645 contiene unaslíneas notables por su extensión y el tono admirati­vo de su redacción a una mujer anatural del Areci­boa, llamada Gregaria Hernández, que murió enSan Juan en 1639, de edad de más de ochenta añosy que a todas luces debió ser tercera o beata delhábito de Santo Domingo.

Dice asf el párrafo: De este lugar hubo una mujerllamada Gregaria Herndndez que murió de mds deochenta años y se enterró el de 1639, que murió enesta ciudad, en el convento de Señor Santo Thomasde Aquino; de quien su confesor, que era un reli­gioso del mismo convento, que es ya muerto, decfagrandes cosas de su virtud y revelaciones,' y de suvida dicen otras virtuosas mujeres, que vivían cone/.la, que era de gran santidad y penitencUz, y lo quevio toda la Ciudad es que era humüde; y pidiéndolasu marido, que llevado de su valor natural se fuea Italia, donde fue Capitdn de InfanterÚl y se llama·

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ba Villodres, dos hijos que tenía solos, y envidndo­selos a España los cautivó un navío de Turcos aentrambos y viniéndole la nueva de tan fuertedolor, jamás le mostró, ni impaciencia, sino unaconfonnidad con la voluntad de Dios, que admirabaa los que la conocían; y su virtud era tan sólida ysufrida, que siendo pobrlsima, jamds salía de casasi no era a Misa, ni pedía a nadie limosna sino sólopasaba CDll la del convento de Santo Domingo, cercade donde vivía, que parece que imitaba a la beataMaría Raggi de Roma, y creo que no ha de sermenos la gloria de esta buena mujer por las virtu­des de paciencia, humildad y pobreza, que todaesta ciudad conocla en ella».l

En esta noticia, relativamente circunstanciada sise considera la atención que presta a otros asuntosel mismo cronista, queda contenido el germen deuna relación más amplia que tal vez se remitió aRoma con el Provincial de los dominicos, FrayDiego .Cambero, con ocasión del capítulo generalde 1644. Por el momento, sin embargo, tan sólo con­tamos con el presente párrafo y con la alusión a lavenerable María Raggi, para trazar un cuadro dela vida de esta mujer.

l. Tapia y Ribera, AlejllDdro: Blbllolc:ca tüstórica de PuertoRico, 2.. ediciÓn. San Juan. 1945. páginas 467-468

Monumento a la Venerable Maria Raggien Santa María Sopra Minerva

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La cronología aproximada que fija Torres Var­gas para la fecha de su nacimiento, la ubica en ladécada de 1550 al 60, pues si falleció de más deochenta años y su muerte ocurrió en 1639, no puedecolocarse antes del cincuenta ni después del cin­cuenta y ocho. Debió casar tempranamente, comoera costumbre del siglo. Sobre las andanzas y haza­ñas bélicas de su marido, el Capitán de InfanteríaVillodres, puede que den cuenta los fondos docu­mentales de Simancas o Sevilla. De su apellido noquedan rastros en los libros de la Catedral de SanJuan, confirmando la desaparición de los hijos. Porel momento conocemos el extracto de una súplicade licencia del Capitán Manuel Fernández Villodres,vecino de Puerto Rico, para poder volver, supone­mos que a los reinos de España, y llevar un hijosuyo y un criado, despachada favorablemente porel Consejo en 19 de noviembre de 1619.2

Cuándo se traslada a San Juan, no lo dice TorresVargas. Pero sí nos comunica un dato fundamentalpara nuestro propósito. Entre los testigos de loshechos extraordinarios de la vida de esta mujer seencuentran eotras virtuosas mujeres que vivlan coneJía». Aquí tenemos, en la desnudez de la frase, lanoticia de la existencia de una comunidad rudimen­taria. Del texto, cuya puntuación parece defectuosa,se desprende que vivían en común, siendo la vivien­da vecina al convento de Santo Tomás, en el querecibió enterramiento la virtuosa arecibeña. Pode­mos hablar ya de un núcleo de vida religiosa feme­nina en 'sentido amplio, anterior a la fundación delConvento de las Carmelitas y de cuya experiencia.se beneficiaron tal vez doña Ana de Lansós y suscompañeras portorriqueñas antes de la llegada delgrupo fundacional de Santo Domingo.

Torres Vargas anda cautelosamente por el vi­drioso terreno de lo~ fenómenos místicos, en estecaso, el de las revelaciones de que hablaba el con­fesor de Gregaria Hernández, buscando en seguidael más sólido asidero de la fama de santidad: lahumildad de la beata arecibeña, patente a los ojosde «toda la Ciudad». Es aquí donde comienza lacomparación que declara al final el autor entre lavida de Gregaria Hernández y la de María Raggide Quío. Si bien sólo menciona Torres Vargas a laúltima al aludir al hecho de que la primera teníasu habitación, como la beata de la Minerva, en lavecindad del convento de los dominicos, inmedia­tamente añade: e ...y creo que no Iza de ser menosla gloria de esta buena mujer...», frase que nos re­vela la voluntad del autor de comparar más am­pliamente la una con la otra.

El motivo de comparar la vida de la beata puer­torriqueña con la quía es clarísimo, ya que durantela primera mitad del siglo XVII se divulgó su fama

2. Archivo general de Indias. Sección: Santo Domingo. Legajo 26.AfIas 1617·1627, documento 34.

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de santidad, habiéndose iniciado su proceso de bea­tificación en 1625. Debió leer Torres Vargas bien seala primera biografía, escrita por el Padre Fray Mi­guel Loth de Ribera, publicada en Barcelona en 1606() la del Padre Pedro Juan Zaragoza de Heredia,impresa en Orihuela en '1612.3 Pero sobre todo, de­bió escuchar de labios del Presentado Fray JorgeCambero la relación de lo que oyó directamente enRoma en 1644, con ocasión del Capítulo general desu Orden, al que asistió en calidad de Provincialde Santa Cruz y donde pudo ver, recién instaladopor entonces, el monumento sepulcral erigido en elaño anterior de 1643 a la beata quía por Berninien Santa María sopra Minerva. o4 Algo comentaría,además, sobre la singular disposición de los már­moles con Torres Vargas. Por otra parte, el Maes­tro General de la Orden de Predicadores lo era porentonces el Padre Fray Juan Bautista de Marini,en cuya casa vivió y muriÓ en Roma Sor MaríaRaggi y de quien debió ,oír relaciones de carácterdirecto el Provincial de Santa Cruz. Todos estosmotivos bastan para justificar la frase de TorresVargas, ya citada. A falta de mayores datos queaquellos que ofrece, él mismo nos ha dado en parte]a clave para saber a quién tomaba por arquetipode santidad la beata del Arecibo. Y ciertamentehasta las apariencias de las vidas de ambas mujerestienen un parecido sorprendente.

La vida de María Raggi, natural de la isla deQuío en el Egeo, e hija de patricios genoveses, co­mienza en 1552. Dada a la oración y la penitencia<lesde su infancia de acuerdo al esquema clásico dela hagiografía barroca, perfilándose una vocación re·ligiosa, no obstante se desposa a los doce años conel patricio genovés Luciano Mazza, inducida por suspadres. A la temprana alianza se siguió la no menosprecoz maternidad, fruto ambas de la época. Entrelos trece años y los quince da a luz tres hijos, delos cuales dos varones y una hembra. La conquista<le la Isla por los turcos en 1567 pone fin a la vidatranquila de la colonia genovesa y la familia, em­pobrecida por los tributos de los conquistadores,pasa a Istambul bajo la protección de un parientegenízaro. Allí se somete María Raggi a la direcciónespiritual de un Padre dominico, comenzando asísu vinculación a la Orden de Predicadores. Antela noticia, comunicada en secreto, del propósito dededicar sus hijos al servicio del sultán en calidadde genízaros, María Raggi y su marido se disponena huir, partiendo de inmediato para Candía. Adver­tida su ausencia, pasan desapercibidos a los ojos

3. Puede verse una nota bibliogrdfiea más amplill en: Taurisnno,Innocenzo M., O.P.: La Serva di Dio SUQT MarÚJ Raggl da Selo.Temarla Domenlcana (1552.1600). Roma, 1958, páginas 74·71.

4. Cuesta Mendoza, Antonio: Los Dominicos en d Puerto Ricocolonial, 1521.1821. México, 1946, páginllS 231·232.

Monumento a la Venerable MarEa RJJggi.Detalle del medallón

de los guardias que examinan la nave y de Candíasalen con dirección a Messina.

Restablece allí la relación con los dominicos yen 1570, habiendo pasado su marido a Nápoles paratratar con el Virrey, en un encuentro naval perecea manos de los turcos. Queda por lo tanto, viuda aJos dieciocho años. Al siguiente, 1571, recibe el há­bito de la Orden tercera de Penitencia de SantoDomingo, y permanece por varios años bajo la di­rección del Padre dominico fray Antonio de Mar­chi, natural como ella de Quío. Habiendo tomadoel hábito dominico sus dos hijos y muerta en Messi­na la niña, marcha a Roma en 1584, donde vivirádieciséis años en la vecindad del templo dominicode la Minerva, en casa de la noble familia de MarlniGiustiniani. Dirigida por teólogos del Colegio deSanto Tomás de la Minerva, lleva una vida reco­leta, reducida a la visita de la iglesia inmediata enla mañana para oír misa y comulgar, hacer relaciónal confesor de los fenómenos místicos que experi·mentaba y pasar largos ratos de rodillas en oración.El resto del día y parte de la noche los pasaba entrabajo manual y en oración continua, que prolon·gaba en las noches de invierno. Penitencias consis­tentes en disciplinas de sangre y ayunos completa­ban el cuadro de sus prácticas piadosas, las mismas

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de su época. La meditación de la Pasión de Cristoy los ejercicios en su honor corrientes por enton­ces, ocupaban los largos ratos de oración. Siguien­do el esquema bajomedieval de la vida de SantaCatalina de Siena, recibió según su biógrafo el Pa­dre Pedro Zaragoza, los estigmas de la ?asión en lavigilia de Pentecostés del año 1586, estando en la Ca­pilla del Rosario de la Minerva, y años adelante(1598).1~ corona de espinas. Dos años después, el 7de enero de 1600, fallecía en casa de sus bienhe­chores. s

Era conocida lo mismo que Gregaria Hernández,por su humildad, contándose de ella que no quisorevelar su origen noble al llegar a la casa De Marini,sentándose a la mesa con la servidumbre hasta quedoña Teodora Giustiniani, señora de la casa, ente­rada de su condición, la obligó a acompañarla.

A falta de unas notas de mano de los confesoresde la beata arecibeña, sobre cuya opinión dice tan­to en tan pocas líneas el cauteloso Torres Vargas,nos parece que la descripción del género de vida asícomo de las gracias místicas que acabamos de des­cribir, nos acerca con bastante seguridad a lo quedebieron ser las prácticas de piedad y las revela­ciones de Gregaria Hernández. Con ligeras diferen­cias, la vida de Santa Rosa de Lima, también con·temporánea, ofrece este mismo cuadro de ascéticarigurosamente penitencial y mística pasionista, co­piado también de su patrona la célebre terciariadominica de Siena, Santa Catalina. Con su rápiday brevísima mención de María Raggi, Torres Vargas

S. Todas hu noticias bIográficas refcrentes a la beata quía ver·t1dllS cn cstas notllS proccden dcl llbro del Padre Innocenzo Tau·risano, dominIco dcI convcnto de la Minerva, cItado cn la nota nú'mero 3.

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nos ha permitido sugerir, con toda reserva, ciertasanalogías, en tanto que aparece documentación másexplícita. Presumimos, además, que Gregaria Her­nández ha tenido noticia de la existencia de MaríaRaggi. Salida la primera biografía en 1606, comohemos indicado ya y muerta la beata arecibeñaen 1639 según Torres Vargas, es cosa casi seguraque oyó contar detalles de su vida, lo que nos per­mite suponer algo más: el carácter de arquetipoque pudo representar por su condición de beatadominicana, la noble viuda quía en la vida de laarecibeña.

Publicamos varias fotografías del monumentofunerario en honor de María Raggi en la Minerva,obra de Lorenzo Bernini, haciendo constar la par­ticularidad de que es esta mujer el único muertoilustre que cuenta en la Minerva con dos Memoriasfúnebres: su supulcro, junto al muro de la derechade la capilla de la Madgalena, vecina a la puerta dela Sacristía y los mármoles de Bemini, en el pilarfrontero a la Capilla de San Pío V (hoy CapillaBraschi), encargo del Cardenal Octaviano Raggi deGénova. No tuvo igual suerte la beata del Arecibo,.pues el recuerdo del lugar de su sepultura se haperdido. Asociada su memoria a la de la ilustrequía, bien merece que se perpetúe de alguna formaen la iglesia de Santo Tomás que custodia sus des­pojos mortales. Este homenaje corresponde en jus­ticia a la primera puertorriqueña que ha merecido·un testimonio tan claro sobre el grado eminente desus virtudes, que pudo considerarla Torres Vargasmerecedora de la misma gloria de los altares parala que se juzgaba digna María Raggi.

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E N LA FINCA NOMBRADA Río VIEJO, BARRIO HATO

Rey de Río Piedras, que forma parte de unode los hipódromos, y el 2S de agosto de 1864, nacióel que, candando el tiempo», había de ser un granliterato, un poeta no superado, un cuentista extraor­dinario, un político consecuente, ciudadano modes­to hasta la exageración; ese día memorable nacióLuis Rodríguez Cabrero.

Sus padres Pablo Rodríguez Amau y Juana Ma­nuela Cabrero Echeandía, 10 llevaron al Colegio dePárvulos, a cargo de las Hermanas de la Caridad, yque fundara el Obispo Fray Pablo Benigno Carriónde Málaga en 1861, y que si aún subsiste es porquesu fundador le legó bienes suficientes para ello.

Del Colegio de Párvulos pasó Rodríguez Cabreoro a la escuela del profesor, educado en Inglaterra,don Fernando Pena, de la que salió para ingresaren el Instituto de los Padres Jesuitas a estudiar elBachillerato, que terminó en el Civil de SegundaEnseñanza, donde encontró maestros de tal valíacomo los doctores Ferrer, Gómez Brioso, Goyco,Font y Guillot y los licenciados Acosta, Becerra,García Salgado y otros; graduándose de Bachilleren Artes.

Me contó mi querido condiscípulo y amigo Ra­món Gandía Córdova, que cierto día, y en una delas clases, escribió Rodríguez Cabrero unos versosfestivos que circulaban de mano en mano, celebrán­dolos sus compañeros con muestras inequívocas deaprobación tales, que el profesor preguntó a quéobedecían, recibiendo por respuesta los versos. Losencontró muy bien escritos y pronosticó en su autorun gran poeta, que deseaba conocer.

Luis Rodríguez Cabrero1864 - 1915

Por EMIGDIO S. GINORIO

Costó no poco trabajo que se pusiera de pie Ro­dríguez Cabrero a quien el Catedrático recomendósiguiera cultivando el arte poético, pero que lo de­jara para fuera de clase pues distraía a sus com­pañeros.

Después he sabido que Rodríguez Cabrero dedi­có una poesía a don Pepe Acosta terminando todaslas estrofas en palabra esdrújula. Don José hizopublicar la composición en El Agente, periódicoautonomista de la época. Al ver el autor su nombreen letras de moldes, anduvo escondido, huyendo,como si hubiera cometido delito de lesa majestad,ausencia que notaron sus compañeros de la tertuliaque venían celebrando en casa de don Manuel S.Cuevas y en la que figuraba y era muy estimado.

A La Coruña, a estudiar Medicina en la antiquí·sima y acreditada Universidad de Santiago de Comopostela, 10 mandaron sus padres, pero pronto aban·donó la clase. Se enamoró perdidamente de unahermosa gallega, y además, se echó una amiga delalma que contribuyó decisivamente a que tampocosiguiera la carrera de leyes, por la que había cam·biado la de Medicina.

Su afán de fundar periódicos lo realizó estable­ciendo Café con gotas, semanario que tuvo cortaduración.

De Galicia 10 sacaron para Zaragoza a casa desu hermana, doña María, esposa del General Fran­cisco Larrea, y en vez de estudiar, fundó el serna·nario satírico, con caricaturas, que denominó LaCamisa, y que el Fiscal de imprenta destroz6 afuerza de multas y secuestros.

Encontró campo propicio a su ferviente vocaciónyendo a residir a la capital de España, al Jada de

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grandes poetas y escritores, empezando por cola­'borar en Madrid Cómico, lo que, en brevísimo plazo,le creó un nombre pues sus versos satíricos y ocu·rrentes le abrier.on paso entre sus compañeros. Talfue la aceptación que tuvo.

Tengo para mí que si Rodríguez Cabrero se hu·biera quedado por allá habría llegado donde lle­garon Felipe Pérez González, Vital Aza, Pérez Zúñi·ga y Jackson Veyan, aunque al más que siempre seasemejó, fue al primero que, como es sabido, trata­ba en verso, diariamente, el asunto de actualidad,yeso fue lo que siempre hizo nuestro compueblanoen cuanto periódico colaboraba.

La nostalgia del amado terruño pudo más yregresó a. sus lares.

Muñoz Rivera, hombre de gran visión, que siem­pre supo rodearse de escritores de reconocida sol·vencia, 10 llamó a su lado y lo puso de redactor deLa Democracia, y al año siguiente (1895) lo Clejócomo su Director, pues Muñoz y Mariano Abril seausentaron para España.

Del editorial En pie que publicara Rodríguez Ca­brero, al asumir la dirección de La Democracia, sonestos dos párrafos:

«La Democracia será lo· que siempre ha sido,pues inspirándonos en el hennoso y gallardo ejem­plo que nos dejaran, primero Muñoz Rivera y, mástarde, Mariano Abril, sabremos colocarnos, en todaocasión y en todo tiempo, frente a frente, de lasinjusticias y de los desafueros que se cometan enla Colonia,.fustigándolos sin piedad, suceda lo quesuceda.•

«Todo para el país y todo por el país.•y al lado de Muñoz Rivera estuvo hasta su

muerte.No obstante su frecuente colaboración en La De­

mocracia, fundó en Ponce, El sastre del campillo,y más tarde, en San Juan, Gil BIas. Ambas publi­caciones vivieron muy poco.

Al venir a esta ciudad Muñoz 10 puso al frentede El Territorio, en 1899 y al año, como redactorprincipal de El DÜlrio de Puerto Rico y, a propósi·to, he aquí lo que 46 años ha, me hizo Luis Rodrí·guez Catrero, lo que nadie conoce:

Tuve la ocurrencia de emborronar por primeravez mias cuartillas y el atrevimiento de llevárselasa Muñoz por si las quería publicar. Las publicó di­vidiéndolas en dos parles, pero mi osadía no melleg9 a estampar la firma, y apareció el trabajo conel seudónimo Salo Mondones, o sea el nombre yapellido de un formidable adversario político, quelibró batallas en pro de su ideal republicano.

¿Qué había sucedido?Sencillamente. Que Muñoz le dijo a Rodríguez

Cabrero: «Publique ese trabajo de Ginorio comode colaboraciónl> y, dicho y hecho, Rodríguez Ca­brero le puso un seudónimo y... a las cajas con él.

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Fue ése precisamente el primero de la serie deseudónimos que he usado y de los que me han he­cho usar. Ya que hablamos de seudónimos digamosque Rodríguez Cabrero utilizó buen número, siendolos más conocidos: Diabolín, Triboulet, Agapito Hi­nojosa, Cortadillo, Sudrez de Mota y Pito Salces.

A pesar del seudónimo siempre se le conocíaporque, como ha dicho Jorge Luis Buffon «el estiloes el hombre- y Rodríguez Cabrero lo tenía propio.

Escribió cuentos bellísimos: Anónimo, Eflmera,Placeres tristes, Sic Transit, Bosquejo, Tren expe·dicionario y otros más, que Muñoz poseía frente alos de Maupassant, Daudet, Soullié, Borget, Monta·gut, BIasca Ibáñez, Emilia Pardo Bazán y Eche­garay.

Fue redactor jefe de El Perro amarillo y antesde El Ideal Latino y La Araña, periódicos que fun­dara y que tuvieron corta vida. Su obra poéticaes inmensa y por demás interesante. No hay unaque no merezca el aplauso, ya fuera política o so­cial.

Ha sido de los autores más fecundos. Su facili­dad de expresión, unas veces festiva, otras seria,salía siempre fluida, fácil, sonora, que «se dejabasentir- e invitaba a seguir leyendo.

El único tomito que nos legara Rodríguez Ca·brero: Mangas y Capirotes, se debe exclusivamenteal altruísmo de Paco Marxauch que hizo lo mismocon Novelas Cortas, de Carlos Casanovas, y Virutas,de Momo (1900).

Toclas sus demás poesías se encuentran disemi·nadas en revistas y periódicos.

Eran notables, por todos conceptos, sus A dies­tro y siniestro, sus Quisicosas del día y sus BurlaBurlando, ya en prosa, ya en verso, pues con igualfaciliclad manejaba una y otra forma del idiomacervantino.

Su sátira burlona no ofendía a nadie, dificultadque pocos pueden vencer. Hacía reír sin lástima.

Su musa festiva, jocosa, se pegaba al oído comola música alegre y juguetona que se queda en lamemoria para siempre. De numen chispeante, decorrectísimo estilo, se le comparaba con Quevedo.

Entre sus muchas composiciones figuran: Desdeel chiquero, Recuerdo de Antaño, El padre y .msdos hijos, Teatro antiguo, Impromptu, Monólogo,El ratón dentro del queso. Reproduciremos algunasde las más cortas:

CANTARES

Tiene los ojos muy negros,y la tez tiene muy blanca.

La cintura muy estrechay la conciencia muy ancha.

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¿De qué le sirve al cautivotener cadenas de plata,si el desgraciado no puedeni venderlas ni enseñarlas?

El cura de la Ci,aliatiene un ama pistonuda,y el ama tiene un chiquilloque es el retrato del cura.

EL OSO

Da tres o cuatro vueltas medio atontado,se tira de los pelos y al fin se largafurioso, echando c11ispas, desesperado,¡y, a los cinco minutos, vuelve a la carga/

A UNA FUENTE

¡Oh fuente que dilatastu raudal por el valle y lo hermoseasy el espacio y los drboles retratas/¡Ldstima que no seasuna fuente de carne con patatas/

A la muerte de Momo le dedicó sentidísima yextensa poesía por lo que sólo copiamos la primeraestrofa:

e¡Pobre y generoso amigo/ ...En inolvidables dlascompartl sus alegrlas,de sus males fui testigo,supe de sus ensueñosy de las negras traicionesque halló en dnimos pequeños.

El gracioso episodio, que pasaré a relacionarbrevemente, no tiene más objeto que enterar al lec­tor del conocimiento que de la lengua del Laciotenía Rodríguez Cabrero.

Un amigo nuestro tuvo la feliz ocurrencia deque se celebrara el bautismo de un muñeco, peroen forma y modo como decía Rosendo Infante y co­misionó a Momo para que organizara la fiesta: mascomo Momo de latín no sabía ni papa, se fue dondeRodríguez Cabrero y le planteó el caso. eConsigue-

me un libro de bautismo, aunque sea en latín.; lecontestó Rodríguez Cabrero, «que yo me encargode lo demás••

Efectivamente, redactó en graciosísimos versostodo el ritual que se emplea en la imposiciÓn delprimer sacramento y, revestido en carácter de Curay Monaguillo, uno y otro poeta, cristianaron el mu­ñeco.

Del acto, que resultó espléndido, tomó una vistael decano de los fotógrafos que, para bien del arte.aún reside en San Juan, y aunque de elle va paramedio siglo, quizás recuerde el festb'al Rafael Co-lorado. '

Tratándose de un político no podían faltarledesafíos. Rodríguez Cabrero tuve tres. Con- AngelRivero Méndez, con Paco Cabrera Quiñones y conModesto Cordero Rodríguez. En todos demostróuna serenidad a prueba de pistola y de espadas. ¡Nosabía manejar ni un mocho y se batió 3 vecesl ¿Quémás cabe decir de un ciudadano valiente en la are­na del combate como lo había sido con las armasde las letras de molde?

Después de treinta años de brega incesante. delucha sin igual. pobre, y solo, rindió la jornadade la vida terrenal el 15 de abril de 1915.

El homenaje que recibiera a su muerte lo hantenido muy pocos puertorriqueños.

Despidieron el duelo de la patria Luis MuñozRivera y José de Diego.

¡Casi nadal¡Qué suerte la de Rodríguez Cabrero y es que él

se lo merecía y se le pagó como pagan los grandeshombres con discursos que pasan a la historial

Muñoz no pudo terminar su corta oración, dijo:«Estoy llorando por dentro y, si sigo, acabaré porllorar por fuera.a

y cedió la palabra al paladín de la independen­cia, al Castelar puertorriqueño, a José de Diego. queestuvo, como siempre, a la altura de su reconocidafama.

La Asamblea Municipal de la ciudad universita­ria, hará unos diez años, se honró poniendo a lacalle Norte el esclarecido nombre de su hijo, reco­nocimiento que debemos a los cultos y estimadosletrados José Ruiz de Val y Manuel Rodríguez Ra·mas, que comprendieron que el nombre de LuisRodríguez Cabrero debía salvarse del olvido de mo­do evidente. perdurable, ya que su extensa obrapolítico-literaria siempre se recordará, pues la supoinspirar oyendo su propia conciencia y conviccio­nes, mientras respetaba la de los demás.

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Exposición de José Rosa y Rafael Rivera

Rafael Rivera. "loven" - Serigrafla

DE LA CRECIENTE POPULARIDAD Ol'B VIENE ADQUI·

riendo en Puerto Rico la serigrafía comomedio artístico, ha constituido una excelente de­mostración la muestra conjunta que de sus obraspresentaron en el Instituto de Cultura los jóvenespintores y artistas gráficos José Rosa y Rafael Ri·vera.

A juicio del pintor y critico Lorenzo Homar. lasobras expuestas (treinta por cada autor), no sólodenotaron muy buen gusto y gran dominio técnico,sino que sirvieron para ilustrar las posibilidadesque tiene la serigrafía, generalmente usada comomedio gráfico multiejemplar, para realizar monoti­pos que realmente vienen a ser una forma distintadel óleo; óleos para los que se utiliza el tamiz envez del caballete, pared o piso.

Rosa y Rivera habían expuesto anteriormenteen exhibiciones colectivas en la Galería Campechey en el propio Instituto de Cultura. En estas mis­mas páginas reproducimos algunos aspectos de lamuestra reseñada, cuya inauguración tuvo lugar eldía 13 de enero.

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José A. Rosa. "Rosin"

Josl. A. Rosa. "Patricia" - SerigrafÚJ.

José A. Rosa. "Poeta" - Serigraffa

_-...1""",,-:, José A. Rosa. "Artista"

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Acoged este canto de la voz conmovidadonde entrego mi sangre en la palabra sola,en el claro murmullo de adjetivos heridoscon que corto la sombra del mundo que me cerca.

Acoged este canto ahora que hay ventanaspara mirar la alondra más allá de la nube,para soñar el viento por el que va el recuerdosembrando sus cristales en la flor y en las cosas.

Acoged este canto vosotros, los que disteisla incertidumbre negra para quebrar espejos,para tronchar otoños y.avivar las heridasque aún quedan en el torso de las viejas estatuas.

Acoged mis palabras de varón condolidoque dice lo que siente, que os brinda su retrato,dond~ hay luz y penumbra velada de tristezay un río de esperanza para dorar la arcilla.

Acoged las palabras con que expreso mi sueñoy escalo torreones para otear distancias,más allá de la línea que tiene el horizonte,a donde llega el grito que sacude la tarde.

Es esta mi alegría, mi tristeza de siemprecon que me invento el mundo y confirmo la rosa,este raro dualismo de la flor que perduray el mundo en que me muevo creado por mi verbo.

No busquéis mi epitafio, ni el llanto, ni la queja,amarrad vuestros barcos a la palabra tibia,

• Poema 1DIc1a1 del libro de l"Cr~os La lumbre y el ocaso.

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Acoged este can~o*

(A Ernesto Juan Fon/rlas)

Por FRANCISCO LLUCH MORA

y comprended el arco, que en mi voz se destroza,y contemplad el alto panorama del mundo,

que en mi verso se muestra ensimismado firme.¡Ah, el tiempo ,que recorre las vastas soledades,las doradas ciudades donde pulula el ríode la gente que pasa incomprendida y tristel

¡Ah, el tiempo en que combaten la paloma y el[tigre,

el mismo que me tiene y en el que yo persisto,contemplando la rosa y oteando distancias,que están sin yo saberlo más allá de mí mismol

¡Ah, el tiempo que yo soy con esta voz de ahora,con la que digo cosas que sé que no comprenden,y que acaso se borren, no bien las haya dicholBuscadme en las palabras heridas de mi canto

y acaso encontraréis un mundo atravesadopor puñales de cobre, una espada sangrando,un río junto a una a'ldea, una torre de piedray una playa perdida llena de caracoles,

donde se escucha el ritmo profundo de las olas,chocando contra el muro del alto acantilado.Buscadme en las palabras con que miento las cosasy descubro cristales que estaban escondidos

bajo el peso del polvo de antiguos cementeriosy peces disecados, junto a globos barrocos.Buscadme en lo que digo a la orilla de los nombresque tienen en su insomnio las estatuas yacentes.

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Me encontraréis de nuevo en las cosas más raras;daguerrotipos viejos, palomas diamantinas,raras cartas de viaje con veleros de Flandes,grabados de otro tiempo: el puerto de la Habana,

la catedral de México, el Golfo de Vizcaya,con sus raros tritones y las velas infladasde bajeles en ruta. Allí me encontraréis,en los objetos todos que he ido recogiendo

por los blancos caminos y las grises ciudades.Son esos los objetos que han pasado a mi cantoy que son en mi verso ya algo de mí mismo.En ellos me veréis, y en todo lo que digo,

pues la voz los posee y los toma en sustancia.Acoged este canto de la voz conmovidapor el que van figuras que intercambian saludos.En ellas y en sus voces, en sus leves presencias

que quedaron grabadas como en un raro espejo,me encontraréis palpando sus siluetas remotas.Acoged este canto, ahora que hay ventanaspara mirar adentro del mundo que alentamos,

este mundo de sueño que hemos construidoen alas de la música que tiene nuestra sangre,en el que pugnan siempre la luz de la palomay el terrible leopardo que la ataca inminente.

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Antonio Valero de Bernabé:Un olvidado amigo del Libertador

Por MARIO BRICEÑO PEROZO

EN EL PROCERATO VENEZOLANO HAY PERSONAJES CUYA

dimensión los sitúa en lugar especial, salido delo común, porque a sus cualidades personales y almérito de haber contribuido a la construcción de lanacionalidad, a la existencia de la Patria como en­tidad soberana, independiente y libre, adicionantítulos anteriores o posteriores a su actuaciónejemplar.

Antonio Valero de Bernabé pertenece a esa ca·tegoría. Son hombres que no pasan a pesar deltiempo y a despecho, más aun, de la indiferenciade sus pósteros. La obra que dejaron, firme, varia·da, rica, hace perenne la gloria de sus nombres.

Una sola de sus virtudes bastaría para que enVenezuela le rindiésemos permanente homenaje aValero de Bernabé y es por aquella lealtad suya,tan diáfana por sincera, tan robusta por lo inalte·rabIe, tan admirable por lo desinteresada, que pro·fesó al Libertador en todo tiempo y circunstancia.

Cuando tantos, nacidos y criados en el suelo pa·trio, obligados como ninguno a respetar y obedecerlas órdenes de Bolívar, daban la espalda a sus dis­posiciones, Valero se comportaba respetuoso yobe­diente a la palabra del Padre de Colombia; cuandoaquellos mismos, comprometidos moralmente a sus·tentar el ideal bolivariano, desertaban de su cumAplimiento, Valero permanecía ádherido a sus prin.cipios; y cuando, como complemento de la accióndenegadora, como epílogo vitando de la obra antiAbolivariana, se escarnecía la memoria del héroe, enun vano empeño por desterrar su recuerdo del ca·razón del pueblo venezolano, Valero conservaba in·cólume su culto al Libertador.

Hoy, a cien años de su muerte, es preciso querecordemos a las actuales generaciones de Venezue·

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General Antonio Valero

la y de los demás países de la órbita bolivariana,la deuda que todos tenemos con Valero de Bernabé;cómo en la hora del reconocimiento se impone res·catar su nombre del olvido, y presentarlo como un

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símbolo, como una paradigma en que mire la ju­ventud uno de esos regios modelos, tallados en pie­dra de excelencia, como los que llevó Plutarco asus «Vidas paralelasll, y Pérez de Guzmán a susloas y semblanzas, aquellos Varones ejemplares cuyabiografía recomendaba Smiles se le inculcase a losjóvenes para sacar de éstos virtuosos ciudadanos.

Durante treinta y siete años sirvió Valero a Ve·nezuela. De distintas maneras se le nombra en lospapeles de la época, unas veces Manuel Antonio Va­lera, otras Antonio Valero, en ciertas oportunidadessimplifica su finna A. Valero, como también ha dealargarla: M. Antonio Valero de Bernabé, pero todasse conjugan en una misma persona, e inconfundi­blemente emergen de una misma mano de pulsofirme y noble, con el rasgo vigoroso, revelador de laenergía avasallante de su carácter.1

Valero nació en tierras boricuas en la Villa deSantiago de Fajardo, el 26 de octubre de 1790;2 era,pues, 7 años menor 'que Bolívar; Urdaneta le lleva-

1. Mariano Abril. en su obru Un htroe de la Independencia deEspai/D. y Am¿rlca (Real Hermanos, Impresores, Puerto ltico, 1929),reproduce la partida de nadmlento del prócer (Pág. 7), en este do­cumento aparece bautizado bajo el nombre de AntOlÚo VicenteMiguel.

Abril dice que Valero nunca firmó Manuel (Pág. 53). en 10que no deja de tener razón, pero no es menos cierto que 51 lo­lero que lo llamasen con ese nombre, ya que esto consta en nume·rosos papeles. Por .otra parte, asienta, Igualmente, el citado autorque el General jamás se puso el Bemabé en estas tierras, cosa quees Inexacta, pues en el manifiesto suyo a 105 colombianos. c&.posición del General Villero a sus concludadanon, sin fecha, pe­ro con pie de Imprenta de Jaime Cowle, Bogotá, vemos la f"lIlDa:M. Antonio Valero de Bernab¿. (Archivo General de la Nacl6n. Re­volucl6n y Gran Colombia. Próceres. Tomo XCVI. Follo 195).

Asimismo, en su impreso de 1846, referente a la Impllcacl6n deconspirador que se le hacia, suscribe: Antonio Valero de Bernab¿.A.GoN. Ibldem. Follo 169 wello.

2. Azpurua y Landaeta Rosales, ycrran al dar como ~o den~cimlento del prócer. el de 1793; incluso, el primero sei\ala elJ8 de Noviembre. La fecha C!lUIcla es la que damas, tomada de lafe de bautismo, a que en nota anterior hiclmos referencia.

El trabajo blogrMico de Azpurúll puede leene en el A.GoN.Papeles de Don Ramón Azpurúll. Tomo V. Follas 176-181; Y el deLandacta, que fue publicado en cEl Diario de Caracas_, de 20 deAgosto de 1895, N.o 565, en el Archivo de la AcademIa Nacional dela Historia, Papele3 de úmdacta Rosale.s, Blograflas y Hojas deServicios. IX. Fallos 11-12.

El Doctor Vicente Dávila en su libro lnve3tigacione3 Históricas(Tlpografín Americana. Caracas, J927, tomo II, páginll 31), asevera:cen los papeles de D. Ram6n AzpunJa. tomo V, follo 176, delArchivo Nacional, hay una somera blQgI"3IIa de su hijo And~

Vnlero Lnra-.Por fnltn de claridad en la redacción del párrafo, se cree al

principio que el blograf"lIIdo fuese Valero Lar:1, mas III leer elestudio referido se advierte que se trata del General Antonio Va­lero de Bernabl!.

No hemos locallz:ldo el documento que pudo servir de baseal Doctor Dávila para atribuir la paternidad de ese esbozo bio­gráfico al hijo del General. La letra del original es indiscutible­mente de Azpurua, y éste no consigna ninguna explicación en elsentido de que no sea suyo el trabajo.

Los descendientes de Valero I.lIra que hemos consultado alrespecto, nada saben llCerca de que Don Andrés hubiese escritoesa pequefta obra, tan llena de elogios para su padre.

Es muy probable que Valero Lara haya sumllÚstrndo datas ydocumentos 11 AzpurUn, siendo esta In úlÚca contribucl6n suya. Deotro lado. el estilo de AzpurUn es inconfundible y aslmismo su dis­posición para la slotesls.

Creemos, firmemente, pues, que el estudio en rcferencln es deDon Ramón AzpunJa, y que para su composici6n él recibió lasinformaciones que le transmitió el hijo del blograliado, tnl com/)otro Valero Lara (Josl!) realizó Igual suministro de nolicias sobreel prócer, a Mariano Abril para el libro de este distinguido es­critor borlnquefto, que ya hemos citado.

ba 2, Salom 10 y Soublette 1; mayor que Sucre 5..y 2 que Santander, pero coevo de Páez, Plaza, Frei­tes y Rondón.J Hijo de Cayetano Valero de Bemabé,aragonés de ilustre prosapia, y de Rosa Pacheco deOnormandía, oriunda de Puerto Rico. El padre, Ca­pitán de Regimiento, vino a Caracas, cuando aquélera un infante; y asentada aquí la familia, Antoniorecibió en esta urbe su primera educación, período..éste, sin duda, que hizo florecer en su espíritu elamor por Venezuela. A la muerte del viejo, doñaRosa tomó de nuevo a su isla nativa, en donde un:hermano suyo protegió al menor y lo trasladó a Es­paña y lo inició en la carrera militar. Aspiracióaque no le fue difícil realizar, primero por su cali­dad de noble y segundo por ser hijo de un Oficialde alto rango. Lo demás lo llenarán los atributosexcepcionales del Cadete, y esto se evidencia de larapidez con que conquista sus ascensos. Comienzael 2S de abril de 1803, en Valencia, y ya para el 30'de noviembre de 1804, a un año, 7 meses y 6 días dehaber sentado la primera plaza, alcanza el gradode Subteniente. Sirve en Murcia, Guadalajara, Cuen­ca, Chinchilla, Madrid y Sevilla. Actúa como Pri­mero y Segundo Ayudante de Estado Mayor en elEjército de Ultramar y se bate gloriosamente enTudela, Zaragoza, El Arrabal, El Gallego, Huertadel Convento de San Lázaro, Venta del Baúl, Ybi.CastaIla, Carcagente, Albaida. Participa en el sitiode Tarragona y en el del Castillo de Sagunto. EnTudela fue herido en la pierna derecha, sufrió con­tusión en la acción de la Huerta del Convento, enArrabal cayó prisionero, pero se fugó luego. Su des­pacho de Coronel tiene data del 9 de marzo de 1809..y el 31 de mayo de 1819, sus servicios totalizan 16·años y 26 días.

Obsérvese que para la fecha en que obtiene elCoronelato, Valero sólo cuenta 19 años de edad.

Todo un héroe de la independencia de España.Su arrojo, aplicación, c·apacidad y conducta, no sólo­alcanzan el rápido discurrir de sus ascensos, puesel Estado a quien sirve, 10 galardona con la Cintade Zaragoza, dos Escudos de Distinción, la Cruz deZaragoza del tercero y segundo ejércitos (1816 y1817), Benemérito de la Patria en grado heroico yeminente, declarado dos veces como tal y ungidocon la Cruz laureada de San Fernando.

La relación sobre los altos méritos del insignesoldado, la suscriben quienes fueron sus jefes y tes­tigos de su actuación singular: don José María Ro­dríguez, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos.

3. Otros próceres de nuestra Independencia, nacldos el a.II~

de 1790, son: Orencio Contastl (de Guayann), José Antonio Herrera(Calabozo), Carlos Núllez (Caracas), José Maria Pirela (MoracaIbo),José Tirado (Cumaná), Francisco Torres (Carara), Vicente LecunnPámlga (Valencia), losé Manuel Arráiz (Trujlllo), Herm6genes Mnza(Bogotá) y Bias Ortíz (CumanA).

Circunscribimos la Informacl6n 11 aquellos de quienes cxistCDdatos en el A.G.N. y en 111 A.N.H.

5>

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Caballero de la Real y Militar Orden de San Her­menegilda; don Antonio Muñoz, Teniente Coronelde Infantería, héroe de la Batalla de los Castillejosy Comandante del Segundo Batallón de Infanteríade Sevilla; don Joaquín Ibáñez Cuevas y Grior,Marqués de la Cañada, Coronel de los Reales Ejér­citos; don Raymundo de Soto y Langton, Conde deClonard, Mariscal de Campo del Ejército español;y, don Luis María Balanzat, Caballero de las Orde­nes de San Fernando y San Hermenegildo, Briga.dier de los Ejércitos Reales.·

Empero los textos de Historia de España silen­cian el nombre de Valero, al tratar de la encarni­zada guerra contra los franceses, la gloria se laconceden exclusivamente, a los jefes espigados,Francisco Javier Castaños, José de Palafox y Me1fi,José Ventura de Caro y algún otro. Valero estuvoalIado de ellos y de varios comandantes más, comodon Juan de O'Donojú, a quien acompañará despuésa México; Sargento Mayor Luis María Adriani, Ge­neral José Mamo, General Jesús de Alonso, etc.

En el Diccionario de España desde sus orígeneshasta el fin del reinado de Alfonso XIII,! no se re­gistra el nombre de este prócer, y está excluido de:las Mil figuras de la Historia, de Vicens Vives.6

Cuidadoso como Miranda, Valero solía dejar me·moria escrita de cuanto hacía y de lo que sucedía asu alrededor. Su descripción de los dos sitios deZaragoza, los combates del 8 y 18 de febrero de1809, constituye la reproducción viva de tremendasescenas de zozobra, destrucción y muerte; a la vezque en prosa clara y elocuente exalta, emocionado,los raptos de heroismo de los combatientes. Dice:Los niños zaragozanos, sin conocer el peligro, semezclaban entre los ínclitos guerreros, corriendopor entre el fuego y el hierro, para auxiliarlos conmuniciones y refrescos. Las inalterables matronas,desnuddndose del sexo frdgil, alentaban a los mari­dos acompaiidndolos en la lid para vendar sus heri·das,' y muertos ellos ocupaban su puesto disparandoel fusil. Las bizarras doncellas a la par de sus aman­tes se disputaban la gloria de descender primero alsepulcro, antes de quedar expuestas al oprobio. Yoveía a estas heroínas vender caras sus vidas porconservar ileso su honor.'

Con un patetismo que electriza, narra el insólitoespectáculo, cuando el General francés, a las puer­tas ya de la victoria, intima desde su Cuartel Gene·ral, la inmediata rendición, respondiendo los sitia-

4. A.G.N. Revolución y Gran Colombia. Próceres. Tomo XCVI.Folios 204 a 206.

S. Edlmdo por «Revista de Occldente-, Madrid. 1952. Dos tomos.6. D. JlÚme Viccns Vives, «Mil f1guraJ de la Historia, de los

oñgenes IÚ Renacimiento, y del Imperio Hispano al Siglo XX_oPublicaciones del Instituto Gallach de Libreda y Ediciones. Bnr­celona (Espafta), 1959. 2 tomos.

7. A.G.N. Revolución y Gran Colombia. Próceres. Tomo CVI.Follo I7 y su welto.

S4

dos, en forma lacónica y tajante: Guerra hasta elpuñal.1

Allí el heroismo de la bella Agustina, mujer delpueblo, que en momentos en que todo está perdido,se precipita sobre un cañón y excita a los soldadosa recomenzar los fuegos, 10 que enciende el ánimode los aragoneses y logra infligir decisivo golpe alenemigo. Conmueve la narración de Valero, cuandoconsigna su encuentro posterior con la heroína, aquien ve condecorada con el escudo y la cruz de Za­ragoza, gozando de pensión y con el grado de Ca­pitán.

También cuando, en el Convento de Monjas deAltavoz, que servia de Cuartel General a los espa­ñoles, una hermosa novicia, Dorotea, que habíaentablado estrecha amistad con Valero, a quien col­maba a menudo de golosinas en medio a los frago­res de la guerra, resolvió un día, para preservar asu amigo de un resfriado, cambiar su catre de lu­gar, pues en el que estaba desembocaba una co­rriente de viento gélido y húmedo. A un rato deeste trueque, hecho por la sola voluntad de la jovenreligiosa, una bomba de alto poder perfora los te­chos y vuelve trizas el sitio que antes ocupaba elcatre de Valero.

Por este y otros trances de que escapa milagro­samente, puede barruntarse que Valero poseía elmágico atributo del carisma.

II

Valero era elemento de ideas liberales y el amorpor estos países del Nuevo Continente, le inclina­ban a venirse, a fijar su tienda en uno cualquierade los Estados que necesitasen de su contribuciónpara mantener la vigencia de las instituciones re­publicanas.

A pesar del elevado rango que tiene en el ejérci­to real, de su influencia en las diversas esferas es­pañolas, por ser uno de los perspicuos defensoresde la Madre Patria, durante la invasión de los fran­ceses, se 'siente incómodo con el absolutismo bor­bónico, llevado al paroxismo por Fernando VII. Siél había lidiado como un león para salvar a Españade la dominación gala, no iba a ennegrecer sus lau­reles sosteniendo, con idéntico empeño, la desacer­tada política de un monarca sin relieves morales,ni estatura política.

Entonces decide trasladarse a México, acompa­ñando a su viejo comandante el General O'Donojú.A comienzos de 1821, Valero pone sus plantas en te­rritorio mejicano y en seguida toma puesto en elejército patriota.

8. Ibldem. Follo la.

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Gracias al poder persuasivo de Valero y a sugran autoridad dentro de los cuadros de aquellasfuer.zas, O'Donojú e Iturbide suscriben los Tratadosde Córdoba.

Una vez tranquilizada la nación azteca, debidoen su totalidad a la acción efectiva de los mílitesdel Trigarante e ilusionados todos con el programade Iturbide, trazado en Iguala, se reconoce la laborextraordinaria que ha desarrollado Valero, y entonoces se le asciende a Brigadier, se le designa Jefedel Estado Mayor General de los Ejércitos Mexica·nos, se le otorga la Medalla de los Libertadores(Cruz de la primera época de la Independencia me·jicana) y además, se le da el honroso encargo deredactar, en unión de otros destacados Oficiales, laconstitución militar y otros proyectos relacionadoscon el ramo, para presentarlos al soberano Con­greso.

Pero la armonía dura poco tiempo en México, laopinión se divide en dos bandos, los Borbonistasque, conforme al Plan de Iguala querían la uniónde españoles y mejicanos bajo la forma monárqui.ca, y del otro lado los republicanos antimonárqui­coso Escisión esta que aprovecha Iturbide para con·centrar en sus manos el poder. El 18 de mayo de1822, las guarniciones comisionadas al efecto loproclaman Emperador, bajo el nombre de Agus­tín 1. Valero, apunta: Dio el golpe y colocó sobresus sienes parricidas la diadema de los Mocte,untaS,empwlando el cetro de los Nerones y Calígulas;destruyó la Representación Nacional, estableció lainquisición política y religiosa y empezó a perseguira los republicanos, halagando a los borbonistas.'

Valero no podía transigir con semejante estadode cosas. El estaba, precisamente, con los persegui­dos, y su actitud no podía ser otra que la de aban­donar al déspota. Le alucina la Gran Colombia y so·licita el pasaporte para tomar a estos alcores.

Es natural que 1turbide inquiriese de este Ge.nerallas causas de su voluntario retiro y de su con­siguiente salida del Imperio. Valero explica queestaba resuelto a salir para luchar en otros puntosde Hispanoamérica contra los tiranos que hollabansu suelo. Sin duda que pensaba en su Puerto Riconativo, en Cuba y en otras colonias españolas quepermanecían atadas al yugo borbónico, y en aque­llas que, aun cuando libres, bregaban todavía pordesterrar a los empecinados partidarios del Rey,como Venezuela y Perno

De Veracruz sale hacia Jamaica. Frente a LaHabana lo aborda un barco pirata y lo obliga a to­mar puerto. Los españoles lo apresan, pero no pasamucho tiempo sin que el bizarro hichador se fuguey emprenda nuevamente el viaje a costas venezo­lanas. Después de tocar en Estados Unidos, llega a

9. Ibldcm. Follo 195.

La Guayra y de inmediato busca contacto con loshombres del Gobierno. Es el año de 1822. Su puntode enlace es Soublette, 10 quien eleva a la Superiori­dad la manifestación de Valero. Colombia, claroestá, lo acoge y le reconoce el grado de General de­Brigada.

El 20 de octubre de 1823, Valero pide a Páezque lo incorpore a su ejército. Pero de Bogotá lellaman con insistencia y se ve privado entonces deacompañar al Centauro. Este se lamenta de haberperdido la oportunidad de tener a Valero entresus conmilitones. Por ello en carta, fechada enPaso Real, a 29 del citado octubre, le manifiesta:Yo me hubiera ciertamente lisonjeado de tener porcompañero de armas un militar ambicioso de gloTÚl·y de hacer sacrificios por la causa de Colombia.u

En Bogotá se le nombra Ministro de la SupremaCorte Marcial, luego Comandante en Jefe del Ejér­cito que debía reunir en el Magdalena para auxiliaral del Pern. El 19 de octubre de 1824 se pone enmarcha. Llega a Guayaquil en noviembre, y en fe·brera del siguiente año ya está en su destino, alfrente del Batallón Caracas, constante de mil efec­tivos. A las órdenes de Salom participa en el sitiode El Callao, permaneciendo allí desde el 6 de mar-­zo hasta el 28 de diciembre de 1825.

La impresión que Valero causa en el ánimo delLibertador, es harto favorable, trasunto fiel de esa..pupila penetrante, inequívoca del genio de América.Veamos 10 que le comunica a Santander: Al Gene­ral Valero, no he hecho más que verlo, pero me pa­rece un excelente oficial por 10 que he visto y heoído de él, y por fisonomía. Le he dado el mando·de la División que sitia al Callao a las órdenes del'General Salom.l'l

En esta plaza, Valero puso de resalto sus ya pro­badas condiciones de militar valeroso e ilustrado.Pero no alcanzó a presenciar la capitulación de Ro­dil, porque para el 23 de enero del 26 ya estabafuera de la jurisdicción peruana.u Había regresado

10. Para entonces dcscmpcflaba _Soublcltc la Intendencia de Vc­nezuela y cstaba encar¡ado dc la D1Rcclón dc la Gucrra cn losDepartamentos dcl Norte dc la República.

11. A.G.N. Ibldnn. Follo 127.Valcro, como sc ve no estUIIO cn el ascdlo a Calzada en PucrtG.

Cabello, caldo I!n podcr dc PlIez el 8 dc !'lo\icmbre de 182.3.Esta aclaración la hacemos con vista dc la correspondcncIa..

c:ruzada entre 10~ dos jefes, y en virtud dc que cl Doctor Vicentc·Dávlla (/Iustru Pr6ceru de 14 /n4epmdenCÚl SurlUrlericana, TIpo­¡nffa Amcrlcana, Caracas. 1926. Tomo 11. Página 366). sitúa a Va­lero con Pl1cz cn aqUl:lIa plaza, 10 quc no es exacto.

12. Carta fechada cn Urna. el 18 dc Fcbrero dc 182!. «Archivo.de Santander-. Agul.la Ncsra Editorial. BogolA. 1918. Vol. XII. Pil·glDa 258.

13. Valcro &alIó del Callao a núz dc tcncr un fUertc altcrcado­con Salom. En esta oportunidad aqucl fue Injwto con el magn4­Dimo porkJ5o, al pretendcr dirimir sw diferencias en el campo..dcl lanee pcr5Dnal.

Esto dio origen Il UnIl scrla reprimenda hecha a: retador por elMInlJtro Sccrclarlo de la República dc Colombia, 10S4! Gabriel p~,_qulcn. desde Arcqulpll Ic puntualiza: .Us. ha venido a dar a ~lombla, el primero, el cj~plo nunCll visto de retar a su 1efc por­matcrlas de servicio... SI Uso sc cree supcrlor al General Salom••

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a Colombia con el Batallón Callao para guarnecerel Istmo de Panamá. AlU es 2.° Jefe Militar de esteDepartamento, bajo el Comando General de José.María Carreña.

En la tierra incásica, Valero dejó excelentes re­.cuerdos como gentil hombre, por sus modales dis­tinguidos, pulcritud, elegancia, ilustración, destrezaen el manejo de la espada y de la pluma, espíritu"Sociable y comunicativo. Su condición de enérgico:soldado no desentonaba con la cordialidad paratratar a los hombres fuera del cuartel, ni para ren-dirse a los pies de las damas limeñas. A todo lo cual

."Sesumaba una señera habilidad, la de la ventri­loquía.t4

-es preciso que sepa que este General tan virtuoso, como valiente,tan moderado como firme, ha contraído servicios en Colombia,

-que lo colocan entre sus mAs distinguidos libertadores. El GeneralSalom ha dado tantas y tan brillantes pruebas de valor en defensade nuestra patrin, que no necesita de cometer el crimen a que

LIs. lo Invlt6, para hacer su reputaci6n.. (Al RAor General deJJrigada Manuel Antnnio Valcro, 2.1.V·25). O'Lcary, Memorias, Im­prentn de «El Monitor., Carneas, 1884. Tomo XXIII. Plig. 155).

Este Incidente han de lamentarlo todos sus compafteros dearmas. Veamos lo que Santander le dice a Bolfvar: «He sentidomucho el aeacclmJento de Valero. Este es oflclni bueno, pero or­-gulloso, como todos los que se vlcnen de Espaftn.. (Carla fechadn-en Bogotá, a 21 de Agosto de 1825. Vid: Cartas de Santander,-compilacl6n de Vicente LecuOB. Caracas, Ut. y Tip. del Comercio,1942. Tomo 11. Pág. 78).

Mas entre dos hombres de la tnlln de Salom y Valcro no podía-crecer cl odio, la patria estaba por enclma de las diferencias per­sonalcs, en norma de lo cu.al aquella se 0lvld6 y las cosas volvlcronB su sitio, al plano de In comprensl6n y de la camaraderla entrelas jefes republicanos.

Recuérdese que antes de la desavenencia con Salom, Valerohabla escrito a Rodll (Abril, 2. de 1825) proponil!ndole un encuen·tro sln~IIU', a la usanm de las vlcjos caballeros castellanos. Espe.'0 al fm -expresa- que Vs. se encuentre digno defensor de la Co­rona usurpadora de Fernando, asf como yo tengo interh en llpa­,ecer ante la faz. del mundo, como uno de los hilos de los Incas yde la ilustre Colombia, donde se plantd, parll siempre, el 4rbolsagrcu10 de la libertlld americana en el Continente del Sur, bajo

..10.1 auspicios del Libertador, el Htroe Simdn Bollvar, (A.G.N. Re-"Voluci6n y Gran ColombIa. Tomo XCVI. Fol. 97).

Con fecha 10 de Febrero de 1826, cuando se le concede aJos sitiadores del Callao, la Medalla y el DIploma que los consa­gru Defensores Beneml!rltos de la dicha plllZll, Salom oficia a Va·lero congrutulándolo por tal otorgamiento. Y en 1857, en Puerto'Cabello, 11 15 de Marzo, el egregio sitiador expide constancia 11

favor de Volero, y en ella da fe de quc «el comportamiento de·este General durante los nueve mescs, veinte y dos dlas que asistió~ silla como Jefe de la Divlsl6n, ha sido satisfactorio, pues hallenado cumplidamente los deberes de su destino, no desperdiciando

--ocasión de acreditar sus conocimientos mllltnres en el arte de laguerra•• (A.G.N. Ibldem. Follo 162).

Sin embargo, en el ánimo de Bol{var, la querella con Salomy el haber recomendado Valero 11 un indeseable que se hacia p=-por Edec:lin del Ubertador y pariente de Santander, y como nllCldoen Vllrlas partes, según In conveniencia del pillo, niojó clertn re­servl1 para con el ilustre puertorriquefto, a quien tratn con tl!rmlnosbastante duros en misiva dirigida a Santander, desde Magdalenael 7 de Junio de 1826. (Archivo de Santander, op. cit. Vol. XIV. Pi:glnas ~367).

Esn reserva a que aludimos no persiste en Bol{\'3r, lo demues.tra a las claras el trato postcrior con que distingue a Vniero.

14. Ricardo Palma, despul!s de hacer altos elogios de Valeronarra la forma como escapó l!ste de las garras de RodIl, gruclas asu ventriloculsmo, al ser sorprendida por una patrulla realIstn enuna de las callejuelas de la ciudad en IIScdio. El hábil caballero,amparado por las sombras de la madrugada, hizo, desde un im·provisado escondrijo, que cada soldado escuchase, como brotandode la boca de sus carabinas, el grito de guerra: ¡Viva la PlltriaJ

.JMueran los godos/ Lo que provocó la estampida de los sabuesosde la ronda espaftola. Y Valcro, pudo, tranqullamcnte, regresar asu Campnmento de Bellavista.

Vid: Tradiciones Peruanas. Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1953.'Tomo IV. Pág. 183.

Bien conocido es tambi6n lo ocurrido a Santa Cruz, durante

.56

111

Ac;lemás de desempeñarse en la Segunda Jefatu­ra Militar del Istmo, Valero cumplió la especial mi­sión de fortificar las costas de Portobelo y Chagres,que se hallaban bajo amenaza de invasión por partede las fuer.zas españolas acantonadas en Cuba.

Ante las contingencias de la época y el apre·mio del gobierno de Colombia en mover a los jefesde un sitio a otro, pues, así 10 imponían circuns­tancias de todo tipo, Valero sueña con dos objeti­vos, primero que si se redondea el proyecto de ex­pedicionar contra Cuba y Puerto Rico, a él se letome en cuenta, y segundo, que de no llegar a estarealización, entonces que se le mantenga en el Ist­mo.1S Pero no se da ni 10 uno ni lo otro: y es transo

un banquete en la ciudad de los Reyes, cuando al hlnClU' el tene·dar en el pollo que tenín sobre su plato, oyó, con espanto, queel gallináceo le pedla: Por amor de Dios, mI General, no me comaque soy padre de familia y tengo mucha genle a quien 1Itlurlefalta. Mas, hubo de salir de su asombro el Mariscal peruano alreconocer que muy cerca de su puesto, estnba el del Gencral Va.lero, autor de la ocurrencia.

15. El mismo día que partl6 Valero con su columna pl1ra Cha·gres, Pedro BriccJio Ml!ndez, escribe a Santander, y rcflrll!ndosea aqul!I, le dice: «Antes de irse me hizo muchas instancias paraque suplicara a usted que lo tenga presente sI se verifica algunacxpcdicl6n contra Cuba o Puerto Rico, y que &1 no, lo emplee eneste Departamento, donde no ve a nadie celoso de su fortWla, yl!onde puede al mismo tiempo pensar en formarse algún c.stnble­cimiento para su familia. Usted sabe que 19 es muy buen oficialy que se hace amar. Estas dos circunstancias 10 hacen, sin duda,recomendable para este destino•• (Carta fechada en Panamd. el 20de Mano de 1826. Archivo de Santander. ob. cit. Tomo XIV. Pá·g1nn 157).

El plan de libertar a lu Antillas estaba en la mente y enel conu:6n de todos los jefes colombianos. Antes de un al\o dela nota de Bricefto Ml!ndez, Santander manifestaba al Ubertndor:d.o que yo puedn haccr, cuente Ud. con que har!! con III mejorvoluntad, y como antigua enemigo de espailoles... Aquí está elgeneral Valero que es puertorriquello y regullU' oficial. Cuando10 vea pienso aguljonearle para que pida Ir: en el Estado Mayorservirá bien, según lo que entiendo.. (Fechada en Bogotá, a 2 deMarzo de 1827. Cartas de Santander. ob. cit. Tomo 111. Pág. 86).

El candidato de BoHvar para la liberación de Puerto Rico yCuba, era Pácz. Aun cuando es seguro que haya pensado tambll!nen Urdaneta. Son muy elOC\U!ntes las dos cartas que en relacióncon esta empresa, dirige BollvlU', en 1827, ni zuliano ClÚmlo. De·sesperanllldo por no haber ocurrido el esperado rompimientoentre Inglaterra y Espalla, dlcele: tanlpoco tendrd lugar ill apeodicidn a Puerto Rico. Suspenda Ud. todos Tos prepllrativos hastaotra orden (5 de Febrero)... Hasta tanto, estoy Indeciso, por unaparte sobre la expedlci6n a Puerto Rico (20 de Febrero).

Vid: Rnfael Urdaneta, Memorias, Edlcl6n del Concejo Munici­pal del Distrito Maracalbo. Empresa Panorama, S. A. Maracalbo,1945. Págs. 201·203.

Pácz consigna en su Aulobiografla: «Uno de los principales asWl'tos de que me habl6 el L1bertndor en 1827. fue el de la libertadde Cubo y Puerto Rico... ColISlstfa el plan del Libertador en manodarme a mí (con perd6n sea dicho de quien ha becho jefe de laexpedición a Sucre cuando l!.ste se ha11llba a cuatro mil leguasdesempcJ'londo la presidencia de Bolivia), en mandarme n mi, digo,con diez mil hombres de Infanteda y mil de caballería que secmblU'carian en la escuadra de Colombia....

«Obstáculo muy gruYe encontró por otra parte, y cl mAs Ines­perado para nosotros, un proyecto que parcela llnmado a no sercombatido sino por los espaftoles solamentc El gobierno de Was·hington -lo digo con pena- se opuso de todas veras a la Inde­pendencia de Cuba••

Vid: General Jos~ Antonio Páez, Autoblogrrzfla. Edlcl6n del MI·nlsterio de Edueaci6n (Venezuela). H. R. ElUot " Co., Inc. NewYork, 1946. Tomo l. Págs. 377-379 Y 383•

Entre los papeles de Valero que guarda el Archivo General dela Nacl6n, están los fragmentos de un Plan para la independenciade P~rto Rico. De acuerdo con este proyecto la organlzacl6n dclEj~rclto ExpedIcionario cstarla a cargo de Carlos Soublette, yla nacl6n, ya llbre, se llamarla Estado de Borinquen. (Revoluci6ny GI"lII1 Colombia. Pr6ccres. Tomo XCVI. Fallos 161 y su vuelto)•

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ferido a Bogotá donde se le nombra Subjefe delEstado Mayor del Ejército.

En febrero de 1828, el Libertador lo designa Co­mandante General de los Valles de Aragua. Lo quele hace tornar a Venezuela. En agosto se recrude­cen los alzamientos realistas en el Alto Llano, cuan­do las partidas del Comandante don José de Arizá­balo y Orovío irrumpen con irreductible saña ysiembran la consternación en Valle de la Pascua,Chaguaramas, Orituco y otras importantes regionesde aquella zona, 16 Páez piensa en Valero y de inme­diato lo pone al frente de la Jefatura de Operacionescontra aquellos facciosos.

Con inusitada actividad Valero se enfrenta a lasguerrillas, persigue a los alzados y los bate en suspropias madrigueras, ya en la tierra llana O en losrecodos de la montaña, hasta lograr la pacificaciónde los lugares infectados.

De la actuación de Valero en esta oportunidad,hay varios testimonios de extraordinaria elocuencia.Al rumorearse, por noviembre del citado año 28,que el Jefe sería removido de su puesto, los nota·bIes de San Rafael de Orituco se reunieron en lasala consistorial y acordaron dirigirse al señor JefeSuperior de Venezuela, representándole, entre otrascosas, que: seria bien doloroso que habiendo llega­do el tiempo en que iba a conseguirse la dulcetranquilidad a que aspiramos, se nos arrancase denuestro seno a un tan digno jefe que con tantoacierto ha obrado hasta el presente... que se nosconceda la gracia -suplican- de que el GeneralAntonio Valero pennanezca en la cabeza de los ne­gocios de este Distrito hasta que se consiga la totalpc.cíficación, como el escogido por la Providenciapara empresa de tanta consideración.17

El 13 de diciembre, los cabildantes de Chagua­ramas, reconocen que Valero ha asegurado la con­fianza pública, tanto que los hombres honrados ypacíficos descansan sin las zozobras que los hanintimidado, así como el terror que ha causado a losperversos su nombre o su presencia... cualquieranovedad en su destino serd un mal que recibirdnlos pueblos; que como una prueba de amor y gra­titud hacia la persona del señor General AntonioValero se le 11U1J1ifiesta el sentimiento que ha cau­sado la noticia de su marcha)a

Un tercer testimonio, surge de Valle de la Pas­cua, el 18 de diciembre, los alcaldes, el ComandanteMilitar, los Celadores de Alta Policía y los padresde familia de la Parroquia, se adunan para mani­festar a Páez: Cuando creíamos lzabla llegado el

16. Interesante información sobre Arizábalo y los otros gue­rrllleros del Uano. 1ll da Pá~ en su Autobiograffa, ab. dt. Pá.ginas 426-445.

17. Gaceta del GobIerno. Canlcas. 3 de Enero de 1829. N.o 139.Página 3.

18. Ibldem. Págs. 3 '1 4.

ténnino a nuestros males y la pacificación de estospueblos, se nos separa a un jefe cuyas acertadasdisposiciones y medidas en favor de la libertad, ycompleta destrucción de los facciosos, nos hacíanesperanzar con fundamento, el ténnino de nuestrospadecimientos y trabajos... Nunca se nos había pre·sentado un porvenir mds halagüeño; la moral y laconfianza pública se hablan restablecido, la equidady la justicia habían tomado de nuevo su lugar; yestos pueblos que tanto tiempo gemlan en la or­fandad, hablan encontrado en el Genera! AntonioValero un bienhechor, un amigo y un respetadorde nuestras propiedades y derechos, al paso que loscriminales y malvados un juez severo.19

Estas explosiones sinceras del llanero agrade.cido no serán en balde, pues si esta vez se retira aValero de esta posición, para llevarlo, por disposi­ciones del Libertador, a la Gobernación Militar dePuerto Cabello, en 1829 vuelve con el mismo desti­no, y nuevamente se esfuena en conservar la buenareputación ganada con creces en el seno de aquellalaboriosa comunidad.2lI

Los porteños también lamentan la salida de Va­lero, cuyo buen comportamiento, espíritu concilia­dor y progresistas iniciativas, colman de justicieroselogios.u

El año 29 es de órdago para la carrera de Vale­ro. Además de acorralar las bandas de forajidos delAlto Llano que merodeaban en las montañas de Ta­manaco y Los Güires, y merecer los parabienes deBolívar, Páez y Soublette, sirve interinamente laComandancia de Annas de la Provincia de Caracasy el Libertador lo selecciona para integrar la Juntade Generales que redactará la Ordenanza Militar.Estos títulos sirven de base para su promoción,el 30, a Subjefe, primero y luego a Jefe de EstadoMayor del Ejército de Venezuela, y asimismo a Se­cretario de Estado para el Despacho de Guerra yMarina.21

19. Ibldem. Pág. 4.20. Esta vez Valcro ha' de contar con el aplauso de Bollvar.

En carta de Popayán. el 22 de Noviembre de 1829. dlcele: -Doya Vd. la enhorabuena y 1115 gnu:j1l5 por el feliz 6xilo que Vd. hatenido en la destrucc1ón de 105 facciosos que aniquilaban esa pro­vincia. Vd. ha hecho un servicio importante a la República, peroaún más Importante a los habitantes de ese territorio que creojlllJlás se olvidarán de su bcnefactol'». (VIcente Lecuna, Cartas dellibertador. Tbe Colonial Press Inc. New York. 1948. Tomo Xl.N.o Z16. Págs. 391·392). _

21. Gaceta de GObierno, Caracas, 23 de Mayo de 1829. n.O 180.Pág. 2-

Los vecinos de Puerto Cabello que encolbian la labor de Va·lero, tienen frases para 4!I, como 1115 siguientes: .Conservaremossiempre una buena memoria de VS. y la prueba de nuestro reco­nocimiento, tendri por 10 menos el fruto de hacer ver que lospueblos saben apreciar y corresponder a 1115 virtudes y buen com-

. portamiento de sus magistrados••Las entregas de la Gacela que bemos dtado (N.os 139-180) pue­

den consullnrse en el A.G.N., • Papeles de Don Ramón Azpurúa••Tomo XVII. Folios 1 y 77.

22. El decreto con esta designación, expedido por PAez, tienefecha 28 de Mayo de 1830. Nombra Secretario de Interior. Justiciay Pollc1a a Antonio Cannona, a Valero para Marina y Guerra y aSantos Mlchelena para Hacienda, en reemplllW de M1¡uel Pe4a,

51

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La Gran Colombia tocaba a su fin. A Valero lequedaban como imborrables recuerdos de la Repú­blica unitaria: La Medalla del Busto del Libertadory la de los Sitiadores del Callao.

IV

Si Valero había estado de acuerdo con que Ve­nezuela se separase de Colombia y por ello acepta­ba ser Ministro en el Gobierno Provisorio presididopor Páez, como amigo de Bolívar no transigía conla campaña de calumnias que se desataba en su con­tra. Su posición resultaba, a todas luces, incómo­da, porque no era hombre proclive a tomar el ca­mino de los oportunistas que tras de sacrificar elideal bolivariano, se entregaban en cuerpo y almaal nuevo orden y contribuían a enlodar el nombredel Padre de la Patria.

Apenas dura unos días como Ministro de la Gue­rra. Se le había designado el 28 de mayo, y ya paraelLo de junio la cartera tiene nuevo titular, 10 esel General Francisco Carabaño. Valero había renun­ciado y se granjeaba con su actitud la ojeriza delJefe del Estado.

Resuelto a vivir en paz, es su propósito retirarsea la vida privada. En cualquier p'arte del interiorde la República gozaría de sosiego en unión de sufamilia y guardaría incólume su lealtad a Bolívar.

Mas, el ojo zahorí del Centauro no deja de vigi~

larlo. Y a poco se le complica en una conspiraciónen el Alto Llano, por 10 que se le procesa, y laComandancia de Armas de Carabobo, el 9 de julio,10 declara inhábil para obtener destino alguno enla República, a pesar de que 10 incluye en el indul­to decretado por el Congreso Constituyente el 29 dejunio anterior. Se le califica de desafecto a la causade Venezuela junto con los Generales Trinidad Por­tocarrero y Julián Infante y el Coronel José de laCruz Paredes. De manera que para los primerosdías de octubre, ya existe un decreto de expulsióncontra estos militares, y la autoridad policial lesimpone abandonar el país en la madrugada del 14,con rumbo a San Thomas.

Valero está en Valencia y allí le comunica lasevera orden el Coronel Juan José Conde, Jefe Mi~

litar de la Provincia de Carabcbo. El expulso leresponde: Estoy pronto a cumplir con esta dispo­sición y cualquiera otra que se me ordene, porqueno hay sacrificio que no me halle dispuesto a haceren bien de la patria... Quisiera llamar la atencióndel Gobierno sobre el modo inaudito con que se meatropella sin consideración ni respeto a mis dere­chos de ciudadano y demds garantías, si no conocie-

Culos Soubletle y Diego Bautista Urbaneja, respcctiV¡lInente, quie.nes Ic Incorporaban al Con¡relo Constituyente.

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ra que en mi circunstancia mi voz se halla sofocadabajo el peso de la injusticia y que todo reclamo mees inútil.23

El 16 del mentado octubre, a las S de la tarde,partieron los proscritos a bordo de la goleta Rosa­rito; además de los citados iba el Capitán AntonioJelambi.24

Constantes informes llegan al Gobierno de quelos deportados a San Thomas, en combinación conotros bolivarianos irán a Río de Hacha y luego in­vadirán a Venezuela para someterla a Colombia.Pero las acusaciones se concretan a Portocarrero,Infante y Paredes. Valero logra hábilmente pasarinadvertido en 10 atinente a este tipo de activida­des. El 4 de mayo de 1831, se dirige al Secretariodel Interior ratificándole su anhelo de volver a estatierra. Allí proclama con el corazón en la mano:Soy y quiero ser venezolano que desea la felicidadde mi patria, y que no hay sacrificio, por cruentoque sea, que no esté dispuesto a consagrarle.1J

En correspondencia del 21 del mismo mayo, Va­lera, expresa su regocijo frente al acuerdo tomadopor el Congreso y la disposición emanada del Eje­cutivo Nacional de permitirle su regreso al país.Anuncia que saldrá de San Thomas el 28.

Ya en Venezuela, obtiene el 3 de octubre de 1831que la Suprema Corte Marcial de la República sus­penda la inhabilitación política a que lo había con­denado el año 30 la Comandancia de Carabobo; deesta guisa el Alto Tribunal dictamina que el GeneralAntonio Valero estd en capacidad de obtener los des­tinos del Estado que el Gobierno estime convenienteconfiarle.'1II Esta decisión la suscriben los Magistra­dos Francisco Javier Yanes, José María Tellería,Juan Martínez, José Duarte, Juan de Escalona yFrancisco Alcántara, actuando como SecretarioWenceslao Urrutia.

23. A.G.N. SccTclarla de Intcrlor y lu.stlcla (1830). Tomo X.Pollos 177 vuelto y 178 vuelto.

24. El Comisario de Policla dcl Cantón dc Puerto Cabello, l:Onfecha 17 de Octubre de 1830, l:Omun1<:a a Conde que durante elemblU'que de los poUtll:OS, Infante, Portoearre:ro y Paredes se l:Om·portaron modcradamente, lo que no lXlIITió con Valero, quienvisiblemente descompuesto cofreció volver dentro dc pocos dfas.y manifestó .quc ~ no se despedía de canallas.. (A.G.N. Ibldcm.Tomo elt. Follo 183 vuelto).

25. A.G.N. Ibldem. Folio 2111 vuc:1to.Con fecha 14 de Fcbrero de 1824, c:1 Vicepresidente Santander,

conforme a la Ley dc 4 de 1u11o dc 1823, l:Onccde carlA de Dalu­raleza colombiana al General de Brigada M. Antonio Valero.

Scparada Venezuela dc la Gran Colombia, Valero solicitó se leotOrga5C la DlIcionalidad venezolana. Conforme a la Ley, fue rc!rcD.dada: la carta dc 1824, el 30 dc Enero dc 1834.

Estos documentos pueden Icerse en el A.G.N. Sel:Clón cltaia.Tomo XLVI. Folios 81 y 84.

26. Ibldem. Follo 79 vuelto.Cuatro alias despub de csta sentencia, Valcro envía al Secre­

tario de Guerra y MllriDa UDIl tarta, uno de cuyos párrafos reza:.Puede suceder que los enemigos de la Constitución dlrijllll su.sfuenas liberticidas sobre esta capital o puntos Intermedlos. Enesta virtud, es mi deber dirigirme a USo para manifestarle: que encualquiera circunstancla de peligro, cl Gobierno pucdc contar l:Ol1mi persona para emplearla en el punto que considere más a pro­pósito en defensa de la Constltución y leyes.. (9 de Noviembrede 1835).

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Empero la revocatoria del auto en mención noserá utilizada por el recurrente para el retomo alCuartelo a la Política; Valero continuará marginadode toda actividad de esta naturaleza, dedicado porentero a su familia y a sus negocios en el interiorde los Valles de Aragua.27

Sin embargo, los malquerientes, envidiosos desu gloria llegarán hasta su refugio virgiliano de SanSebastián de los Reyes para espiar sus movimientosy contabilizar sus salidas y las de los amigos quea diario le visitan. Todo esto culmina CaD la denun­cia formal ante la autoridad competente de queValero conspira. De que trama una revolución in­cruenta para acabar con el orden constitucional yarrasar con Carlos Soublette, su antiguo compañerode armas que se halla al final de su período presi­dencial. Esto es en 1846.

El juicio se abre, el presunto reo se defiende ycumplidas todas las formalidades procesales, Vale­ro es absuelto; y los jueces, celosos del decoro desu ministerio, acuerdan el enjuiciamiento de lostestigos que depusieron falsamente y el estableci.miento de la responsabilidad en que hayan incurri­do los funcionarios judiciales que instruyeron elsumario.:za

Después de oído el fallo absolutorio de últimaInstancia, el procesado habla a sus compatriotas:Bienes, tranquilidad, reposo..• Todo me lo han arre­batado... Apoderados mis enemigos de los destinosy del poder en San Sebastián, lugar de mi domici­lio, fdcil les fue apoyarse en un motivo tan inicuo,aunque plausible para ellos, para presentarme comoun pérfido, como un conspirador contra mi Pa­tria... Mi espada y mi corazón son del Gobierno, y

Francisco Hernálz, su compatriota y buen amigo, Il1l1Il1fI6staleq~ el Gobierno: acepta sw servidos y los pcmdrd en ejerciciocuando lo e%iJan las circunstanCÍlU. Resolución que se acordó pu·bllcar en la Gaceta de Gobierno para satlslacd6n dd seílor Ge­neral Valero.

Esta es, sin duda, UIlJ1 mlllllfestaci6n de confianza. Hern4lzestaba encarsado, para entonces (11-11-35), de la Secretarf.ll deGuerra y Marina.

Vid: Gru:eta de Venetuelll, Caracas, sábado S de Diciembre de1835. N." 254. Pág. 4.

Recu~rdese que para la I!poca de esta correspondencia de Va­lera, 105 epfgonos de la Revolución de las Reformas que hablanexpulsado a Var¡¡as del Poder, amenazaban seriamente desde laI'Cgi6n oriental.

27. En 1835, hace un hito en su llIeJamlcnto de la alsa pública,es Diputado Provlncllll. Precisamente, cuando el amago de los re­formlstas, Valero se encontraba en el desempello de esta repre­Icnlacl6n.

A pc:s;¡r de su conducta, orlentadll inequfvocamente al sosle­nImIento del régimen de Derecho, el Juez Letrado de Aragua instru·yó una Inquisición sumarial contra Villero, por indicio de conspi·raci6n. Autos que el instructor remitió al Secretario del Interior,<.1 3i de Octubre de 1m. (VId: A.G.N. Secretaria de Interior yJusticia. Tomo CX!. Fol. 449).

Desp~s, ejerceri en SIlIl Sebasli4n la AIcaldfa Primera delCantón.

28. El defensor de Villero es Miguel ClImacbo; el Juez de Pri­mera Instancia del 4.1> Circuito, MllIluel M. Alfonzo; y 105 Intc:gnm­tes de la Corte Superior de Justicia del 2.0 Distrito (Cllracas),Francisco Dfnz, lU111l 1. Romero y Manuel Cerezo.

Los do! Tribunales absolvieron cn forma absoluta al GeneralValero y dispusieron el procesamiento de sus detractores.

estoy y estaré siempre dispuesto a hacer a la Patriael homenaje de mi lIida.29

Esta vez salía airoso Valero de la zalagarda quele habían tendido sus adversarios, que cobraban alprócer su apego fervoroso a las ideas liberales.

V

Con José Tadeo Monagas cobra Valero nueva yrelevante figuración. En 1848 el Presidente le confíala Comandancia de Armas de la Provincia de Coro,amenazada por los bravos partidarios de Páez. El 6de abril del mismo año derrota a Judas Tadeo Pi­ñango en Taratara. De este combate, célebre en losfastos de la historia eoriana, salió herido el jefe re­volucionarlo, muriendo en la ciudad mariana pocodespués, a consecuencia de las lesiones recibidas.

Piñango había caído prisionero y el noble gallar·do vencedor lo hizo conducir con toda considera·ción a Coro, donde fue atendido con solicitud por,los médicos de la localidad, que obraron bajo la ex­presa recomendación de Valero, interesado, comoninguno, en que su antiguo camarada salvase lavida.3D

En Taratara se batieron denodadamente, a lasórdenes de Valero, los Comandantes corianos JuanCrisóstomo Falcón y Juan Garcés y ManzanO.31

El 30 de marzo de 1849, Valero recibe el ascen­so a General de División. El 28 de junio, una parti­da de facciosos asalta y toma el parque de la plazaa su cargo, por lo que la insidia de sus rivales wel·ve a morderle. Pero él sabe salir otra vez al pasoy por iniciativa suya, se abre una inquisición su­maria dirigida a determinar la fidelidad, interés yhonor con que desempeñó aquel destino_

El 28 de septiembre, el Consejo de Guerra deOficiales Generales, absuelve al GeneraI.32

29. A.G.N. Revolución y Gnm Colombia. Próceres. Tomo XCVI.folios 169 y su vuelto.

30. El 6 de Marzo (1848), los ejl!rcltos enemigos hablan tenidoun primer encuentro en Cumare:bo, combate que, tradicionalmente,se ha dfcbo en la regi6n coriana, fue sanado por Pü\ango.

Los historiadores le asignan poca Importllllcla; algunos ni siquie:­ra lo mc:ncloQl1ll, dándole toda la figuración a Taratara. Gil Fortoul51 lo toma en cuenta. Vid: J. G. P. Hisloria Constitucional de Ve­netuelG. Editorial Sur Aml!rica, Caracas, 1930. Tomo 111. Pág. 6.

Un testigo prescndal narra que Valc:ro, dC5PU~ del combatede TllllItara, dispuso que un piquete al mando del Coronel CarlosNavarro, ccondujese al General Pü\ango a la ciudad, baclendo eleuClUllO de las consideraciones y miramientos que deblan guardarsea este personaje•.

cEI General Pillllllgo -<oulinÚA- fue puesto en la cludad deCoro en la casa del sellar Francisco Gurda. plaza del Convento, aretaguardia de San Clemente; y entonces aI1f fue visitado por elDoctor Herrera, casi cúnime o muerto.. (EmJJ1o Navarro. Lt:Revoluci6n Federal,' 18S9-186J. Imprenta Nacional, Caracas, 1963.Péglna 11).

31. Como oficllll de Cnbllllerla. pelc6, l¡¡ualmente, el valerosoLeón Colina, tambltn de la hidalga Coro.

32. La Corte Suprema Man:JaI de Justicia, repuso la causa alestado sumnrlo, B fin de subsanar algunos errores y Ilenu.r ciertasomisiones de sustanciación. Flrmllll Tomás Jo~ SllIlllma, RuflnoGolUála, J. l. Rojas, Josl! Prudencia Lanz. Santiago Marl.fto yManuel Cilla. Caracas, 22 de Octubre de 1849.

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Después de Coro, Valero es nombrado Coman­dante de Armas de la Provincia de Cumaná;33 para1855 está al frente de la de Caracas, y por sepa·ración temporal del Ministro General Carlos LuisCastelli, asume, en 1858 la Secretaría de Guerra yMarina, última demostración del alto aprecio y con­fianza que siempre le tuvo el General Monagas.

En 1859, dentro de los cuadros del Ejército Fe­deral, Valero comanda, como General en Jefe, lasfuerzas de las Provincias de Caracas, Aragua y Guá­rico. El 17 de agosto derrota a los centralistas enBocachica, pero éstos toman la revancha y lo ven·cen el 3 de octubre en San Francisco de Tiznados,triunfo que repetirán, el 15 de enero del siguienteaño, en Jengibre.

Después de la muerte de Zamora en San Carlos(10-1-60) y ocurrido el desastre de CopIé (17·2-60),Valero, desencantado se va de Venezuela y toma,como otros liberales, el camino de la Nueva Gra­nada.

Entre sus prendas más sagradas lleva el Bus·to del Ubertador con que el Gobierno Nacionalle condecoró en 1854.

Empero, su retiro no es definitivo; la nostal·gia de la Patria le hace pensar en el retorno. Y en1861 vuelve.

Para estar más cerca de Venezuela, Valero se ha·bía radicado en Cúcuta desde el 25 de agosto de1860. Allí había cultivado magníficas relaciones.Grandes amigos suyos eran los venezolanos donMiguel Monreal, don Evangelista Contreras, Berti,los Duplat, don Jaime Fossi y otros. El propio Go­bernador de la Provincia del Táchira, Doctor Ra­món Palenzuela,34 le invitaba a almorzar en SanAntonio y le había extendido un salvoconducto pa­ra transitar por territorio tachirense.

El 8 de diciembre sale con rumbo al Puerto delos Cachos, en el río Zulia; allí se embarca y el 16arriba a Maracaibo. Se hospeda en la casa de la viu­da del General Urdaneta. Se queja de que a doñaDolores Vargas París, no sólo le hayan i"ebajado lapensión de 100 pesos a 40 mensuales, sino que estaúltima no se la hagan efectiva. Dice: Injusticiacometida a la familia de un Prócer tan benemérito

Los Conjueces militares (MarUlo y Cala) fueron de opinión quese confirmara la sentencia consultada. (Vid: GGcetg de Venezue/ez.Caracas. 6 de Enero de 1850. N.o 974. Págs. 81-82).

33. No c:xiste documentación acerca de la permanencla de Valeroen Cuman4. Hay un oflclo del Secretario de Guerra y Marina, P. V.Mejla, en que le comunica, con fecha 23 de Abril de 1849, que elGobierno ha previslO su designación para Cumaná, y le Uama aCaracas para que reciba 6rdenes.

Valero estuvo con permiso en San Sebastián, y es seguro quehaya estado, Igualmente, en Caracas, pero en lUIlll1" de salir paraCumaná vuelve a Coro, y aU.l lo hacen preso los facciosos queasaltan el parque el 28 de Junio.

La noln de: Mejla estA en el A.G.N. Revolución y Gran Colom­bia. Pr6c:ercs. Tomo XCVI. Folio 159.

34. A Palermlelll lo nombró para el Táchlra el Presidente Gua!.Por un lapsus, Abril lo colOCa como Gobernador de ClÍeuta. (Op.clt. Pág. 240).

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como el General Urd!i.neta, cuyos altos hechos haninmortalizado su nombre.J5

Dos meses y 10 días pennanece Valero en la ciu­dad lacustre. En ese corto lapso presencia variosacontecimientos de importancia singular. Entre és­tos, el gesto rebelde del General Antonio Pulgarde desconocer a Páez, y proclamar la separación deMaracaibo, para escapar del radio de la Dictadura.'La aprehensión de los Generales Luis Celis, Coman­dante de Armas, y Manuel Armas, Comandante delApostadero. La expulsión del Gobernador paecis­ta Pedro Bracho. Luego la irrupción del valienteComandante Venancio Pulgar que insurge contrasu tío, a quien pone preso y deporta panl Cúcuta,restableciendo a Bracho y demás jefes derrocados.

Todos los actores del drama son amigos de Va­lera. Este se ha limitado al mudo papel de especta­dor. Pero ha tenido el cuidado de dedicar buenaparte del tiempo a tomar notas de todo lo queacontece; apuntaciones que guardará celosamenteen ·su vademécum.

Su propósito de seguir a Caracas se 10 quiebraPáez. El dictador gi'ra instrucciones para que nose le pennita continuar viaje, y Valero ha de pre­pararse para el retorno a su base de Cúcuta. Estanegativa carecía totalmente de fundamento. Todavez que ante la suspicacia del Gobierno frente ala presencia de Valero en territorio venezolano, elCoronel Bracho le insinuó, días antes, que finnaseun acta en la que constara su resolución de nomezclarse en la revolución y someterse al régimendictatorial de Páe.z. Yo me presté -dice Valero­a '10 que me exigió Bracho, añadiendo en el actaque yo gozaba de salvoconducto; que había residi­do en San Antonio del Tdchira y que había venidocon un pasaporte de las autoridades de San Anto­nio. Esta acta se mandó al Gobierno y a mi medejaron tranquilo.3/¡

35. A.G.N. Revoluclón y Gran CololDbla. Próceres. Cuadernosinl!ditos del Genenll Valcro. TOlDO XCVI. Folio 68.

CWUldo el traslado de los restos del Libertador, en el grandiosodesfile del 17 de Dlclembre de 1842, Valcro vino de Slln Sebutl40,y de gran unIfonoe tomó parte en esta trascendental jornada boll·variana, bajo el comando slmbóllco y clvlco del General en JefeRafael Urdaneta.

Sin duda que, en la casa del hl!roe marablno, Valcro recorda·rla con la viuda e hijos de aqul!l, el glorioso homenaje que, 19alias atrás. tributaron cUas, de consuno con Venezuela entel'll, alas cenizas veneradas del Padre de la Patria.

36. A.G.N. Sc:cclón y lOmo citados. Cuadernos lnl!ditos del Ge­neral Villero, Tomo XCVI. Follo 67 vuelto.

ID Gobernador Bracho, como lo registra el mismo Valero. fueUluy atento y considerado con éste. Y el hecho de que el Generalaccediera a firmar el IICta de sometimlento. no puede consIderarse,en ningún momento. COlDO UDa claudicaci6n, menos COlDO un rasgode servilismo del firmante, ya que él no venia al PlúS en plan decombatir a Pácz, sino acariciando la ilusión de unirse a la familiaque eslaba en San 5ebastláD. •

Es natural que despul!s de la negativa del Dictador a otorgarlesalvoconduclo para IOIIllII' la vfa del centro, su disgusto con eldenegador sea absoluto y que a partir de ese instanle le merezcala más desfavorable de las oplnJoncs. Valero explota y esas Cllplo­sioncs están en SUS Memorias (Cuadernos).

Abril -que tuvo a la vista copla de estos papeles- altlÍa aValero en contra de PW, antes de tiempo y llega hasta deformar

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El 26 de febrero emprende el retomo, a bordode la piragua Cora que lo llevará a La Horqueta;elLo de marzo trasborda al bongo Escalante y el16 está en Los Cachos. El 17 se encuentra instala·do, de nuevo, en Cúcuta.

Obsérvese que en Maracaibo, a 31 años de lamuerte del Libertador, Valero busca el calor de lacasona en donde se rinde culto sempiterno a Bo.lívar. Lo propio hizo en T'rujillo, 22 años atrás.37

Perdida toda esperanza de radicarse en su pa­tria, Valero ofrece sus servicios a Colombia; ofertaque merece la más amplia y calurosa acogida porparte de quien tiene en sus manos las riendas delgobierno, el General Tomás Cipriano de Mosquera;su antiguo conmilit6n y consecuente amigo. Se leincorpora al ejército federal colombiano (junio de

la verdad contenida en dichos memorlaJes. En el Capflulo XVIII,página 240 de su obra, el escrllor pone como salido de la plumadel béroe lo sigulenle: .Ful llamado por el Gobernador Bracbo,qulen me aconsejó hiciera una manifestación de no mezclarme enla revolución y someterme a la Dictndura de Páez. Me negu~ 11semeJllnte serviUsmo. Esto me bizo ver la lnfame poUllca de Páez•.

Lo subrayado DO es de Valero. La cita correcta es la que no­Sotros hacemos, en que consta que el Prócer complació a Bracho,no por doblegadizo, porque Valero fue sIempre altivo, sino por elInte~ de que lo dejaran tranquilo. y a su vez realizar el plande reunirse con su esposa e hijos.

Mas, despu~ de que firma el compromiso y a pesar de cJlo DQ

la deja Páez seguir al Centro, enlonces si que ve la Infume poli·tica del n!gulo llanero.

37. En los fragmentos de uno de los cuademUJos de Valero,consta que estuvo en TrujiJIo, El Tocuyo y Qulbor. Es muy proba·ble que eslo ocurriese el al\o de 1839, culUldo el patricio vlslt6 aSan Cristóbal y fue bubped de Don Evangelista Contreras, conquien hizo el recorrido en mención.

Siguiendo el bllo de su relato, encontramos que Valero salede la Quebrada, el 19 de Octubre (1839), pasa por Santiago delBurrero (hoy Santiago de Trujl1Jo) y a las 3'3 p.m. llega a SlIDLázllro. Se hospeda en la casa de los sobrinos de Cruz Carrillo,qulenes lo colman de obsequlos, aslmlsmo Don Ezequlel Urdaneta.El 20 sigue a TrujUlo, entra a estn capital por la Parroqula Chl·quinqulrá y se aloja en la casa del General Carrlllo: 1I1l1 le visitanlos Parra, los Henrlquez, los Carrlllo.

El 24 abandona la urbe: en marcha hacIa Santn Ana, lo acom·palian hasta Pie de Cuesta, a mds de una legua de camlno, el Ge­neroJ Carrillo y Don Pedro Pou.

En Santn Ana recuerda el abrazo de Bollvar y Morillo y hacehlncapl6 en la necesidad de que ese becho, llamado a perpetuarsea trav6s de los siglos, se represenle con un monumento. Sigue aCaracbe, este pueblo le impresiona bien: duenne en la casa de unamigo suyo apellidado Leal y recibe los saludos del juez poUtlcoCarrillo y de Don Tomds Paredes.

El 26 parle de Carache, pasa por Agua de Obispo y pernoctaen La Pelia, se maravilla de lo gl!neroso de la genle de este últimosilla, haciendo gran elogio del hacendado Luis Raga (A.G.N. Sección,tomo y cuadernos cllados. Folios 4 a 7).

El I1 va a Bucnavlsta, el lB continúa viaje bacla El Tocuyo yel 4 de Noviembre es huésped en Qulbor del General FlorenciaJIm~ez, bolivariano Intachable, a qulen conoció Valero en El Callao.

Con el arribo a Qulbor acaba estn parle de la relación de Valero.Respecto a lo de perennizar la entrevista de BoUvar y Morillo

en Sanla Ana, conviene puntuaJlzar que, desde hace al\os existe enaquella población trujl1Jana un soberbio monumento que representa alos dos Insignes Caudillos, unidos en estrecho abrazo. Lo erigl6 el Go­blerno Nacional, presidido por el General Juan Vicente Gómez.Las figuras en bronce son obra de Lorenzo GoDZáJez, renombradoescultor venezolano.

Al pie está la piedra que los dos Mroes colocaron en el sitiocomo Inicio del monolito que alll habrla de perpetuar el históricoencuentro de los egregios contendores (1820).

El Ejecutivo del Estado Trujl1Jo, a finales de 1958. ademds demacadamizar las calles principales de Santa Ana, asfaltar algunastransversales y dotarlas de aceras, reconslruyó, totalmente, el mo­numento y el parque en donde está emplazado.

Por su clima, sus paisajes y la genlileza de sus moradores,esta histórica villa es uno de los mejores atractivos turlsUcos delos Andes venezolanos.

1862).31 A:llí continuará dentro de un clima más pro.picio a sus ideas, más acorde con sus conviccionespoUticas.

Hombre de amplia visi6n, de pensamiento pro.fundo, diestro conocedor de la mentalidad hispa­noamericana, afianzado en su propia experiencia,Valero da un consejo que importa recordar: Se­ñores mandatarios: Si queréis restablecer la paz yla concordia entre vuestros conciudadanos, debe·réis gobernar con la Ley y la Justicia; y con la im­parcialidad que lo harta un buen padre de familia.Dejad a un lado los rencores y los odios que en­gendran las pasiones y los partidos. ¡No os engridiscon el mando, vuestra misión es hacer la felicidadpública; estudiad la historia de las nuevas repúbli­cas y encontraréis en ella ejemplos palpitantes deestas verdades; de otro modo, en lugar de aplausosmereceréis maldiciones!39

Es la cátedra que dicta un profesor del civismo.

VI

El General Valero había casado en Cartagena(España) con María Madrid, el 12 de septiembrede 1811; mujer de acerado temple, acompañó alluchador en México, en la prisión de La Habana yen Venezuela, donde falleci6. En segundas nup­cias, se uni6 Valero a doña Trinidad Lara Martí­nez, victoriana, que comparte, desde el 12 de febre­ro de 1840, la vida del patricio, vida que no discurremuellemente, sino al compás de los vaivenes de lapatria, inmersa en las pasiones partidarias y bajoel trágico signo de la guerra.

De los troncos Valero-Madrid y Valero-Lara, unanutrida ramaz6n se extiende a lo largo del país, ysus vástagos, a través de los tiempos, han sabidoguardar con orgullo, el blas6n inmarcesible de susmayores.

En Bogotá, a las 11 de la noche del 7 de juniode 1863, falleci6 el General en Jefe Antonio Valerode Bernabé.«I

38. Fue Comandante en Jefe de la Primera DIvisIón del 5.l)ejl!n:lto destinado a Boyad y Jefe del Estado Mayor General delos Ejl!n:itos de Colombia.

Al saber la victoria de los federales, despul!s del Convenio deCoche, (24 de Abril de 1863), renunció a su alta posición en elejl!n:lto colombIano, c:on In decisión de retornar a su patria, peroun fuerte ataque apoplético se lo impidió para siempre.

39. A.G.N. lbldem. Cuadernos Inl!dltos del General Valero. F~

1105 SO Y su vuelto.

40. En documento que suscribe el General en Jefe de los Ejú.cilos de la Unión y Ministro de Estado en los Despachos de Guerray Marina, Juan Franclsco Pércz, el Gobierno reconoce el grado deGeneral en Jefe que en 1859 dieron los revolucionarlos a Valero.

En vIrtud de este reconoclmlento se concede Cl!dula del MontepíoMUltar, con goce de pensión de cincuenta y tres pesos mensuales,a la viuda, sellora Trlnldad Laca. Carac:as, 22 de Julio de 1865.

(Arc:Júvo General de la Nación. RevolucIón y Gran Colombia.Próceres. Tomo XCVI. Follo 183).

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Guzmán Blanco, en su Decreto del 11 de fe­brero de 1876, incluye su nombre entre los Pr6-

El General en Jefe Wenceslao Casado y el General de DivisiónNarciso RIos, ~mo velA!raDos de la Guen'll LarBa, dan fe de quedesde que se dio el grito de Federaclón en el Estado Aragua, elaAo de 1859, fue proclamado GerllJrGl IJIS Jefe del Ej~rcito que seor,IUIiz.6. d GIJIIerlll de Dillisión Antonio VGlero, conlirUndole utemismo nombramiento el Gobierno pravisorlo que se in.stllld enaquella lecha, encarg4ndole del mando en lefe de todas las tropasque se organltaron.

RIos difiere un poco de Casado al asentar que el mando enIde lo recibió Valero, dcsp~ de resultar berido, en la aa:lón deLa Victoria, el General Pedro Vicente Aguado, el mismo afta de1859, pero c.\aro que colnc.\de con el otro en lo esencial del asunto.

Los dos afirman, igualmente, que desp~ de las combates deBocathfc:a, Timados y Jengibre, Valero UI1fó SWl tropas a las del¡¡ran ej~1O en El Tinaco y estuvo en Copl~ con el Mariscal Falc6n.

Estas eertfflc:aclones slrvferon de base para. el reconoc1mfenlodel grado de General en Jde a que anles bemos aludido. La deCasado tiene clnta del 15 de Mayo, y la de RIos del 18. entrambasdel aAo 1865.

Ibldem. Fallos 190 y 191.

ceres de la Independencia, cuyos restos reposaránen el Panteón Nacional.·.

De todo lo expuesto surge la imagen de AntonioValero de Bemabé, como la del paladín integral:héroe en España, libertador en México y en la GranColombia, federalista en la Venezuela nueva y asi­mismo en la Colombia liberal. Todo 10 da por estastierras entrañables y acaba con el fin, precisamen­te de los grandes, de 10s Quijotes de la Libertad,desprovisto de bienes de fortuna, pero millonario deméritos, con una hoja de servicios, nítida y copio­sa, que constituye una de las páginas más esplén­didas de la Historia de Hispanoamérica.

41. Recopilación de Leyes Y Dec:retos de Venezuela. Imprentade "La Op1nfón Nac.\onal., Caracas, 18M. Tomo VII. Decreto 1876­P's\na 15.

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