Revista del Instituto de Cultura

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REVISTA del INSTITUTO de PUERTORRIQUEÑA ANTROPOLOG1A UTERATURA HISTORIA JlJRTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA ARQUITEC11JRA ENERO - MARZO 1967 San uan de Puerto Rico

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Primera serie número 34, enero - marzo de 1967.

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REVISTAdel INSTITUTO de

CUL~URA PUERTORRIQUEÑAANTROPOLOG1A

UTERATURA

HISTORIA

JlJRTES PLÁSTICAS

TEATRO

MOSICA

ARQUITEC11JRA

ENERO - MARZO 1967

San uan de Puerto Rico

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R E v 1 s T ADEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUE A

JUNTA DE DIRECTORES

Guillermo Silva, Presidente

Enrique Laguerre - Aurelio Tió - Teodoro Vidal

Arturo Santana . Esteban Padilla - Wilfredo Braschi

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegría

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

Al'íO X 1967ENERO-MARZO

SUMARIO

Núm. 34

Miguel Meléndez Muñoz . . . . . . . . .. 1

Don Miguel Meléndez Muñoz, cedro de la culturacriolla

por Abelardo Dial. Alfara . . . . . .. 2

Significación de la Vida y Obra de don MiguelMeléndez Muñoz

por Margot Arce de Vál.quel. . . . .. 4

En torno a la obra de don Miguel MeléndezMuñoz

por Enrique A. Laguerre . . . . . .. 6

Un veloriopor Miguel Meléndel. Muñol. . . . . .. 9

Nuestra tierra se nos vapor Miguel Meléndez Muñoz 13

Los «Cuentos del Cedro», de don Miguel Melén­dez Muñoz

por Manuel Zeno Gandia . . . . . .. 15

La personalidad puertorriqueña·por Miguel Meléndez Muñoz 18

Palabras introductorias a los «Cuentos delCedro»

por Miguel Meléndez Muñoz. . . . 21

Dedicatoria - Al Jíbaropor Miguel Meléndez Muñoz 22

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La obra literaria de Miguel Meléndez Muñozpor Josefina Lube de Droz . . 24

Homenaje a Miguel Meléndez Muñozpor Vicente Géigel Polanco 30

Exposición de Margot Ferra 32

La poesía negroide en Puerto Ricopor Anita Anoyo . . . .

El centinelapor Juan Antonio Corretjer.

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Imagen histórica de Puerto Rico a través de lasartes plásticas

por Eugenio Fernández Méndez 38

Exposición de Osiris Delgado . . .

Un impreso puertorriqueño del año 1807por Arturo Dávila . . . .

Tributo a la poesía de Clara Lairpor Diana Ramírez de Arellallo

Bibliografía puertorriqueña 1966. .

SEPARATA DE MÚSICA:

GENEALOGIA(para canto y piano)Texto: José P. H. HernándezMúsica: José E. AntÚllez

PUBLICACION DELINSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUE~A

Director: Ricardo E. Alegría

Ilustraciones de Carlos Marichal

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

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Suscripción anual........ $2.50Precio del ejemplar SO.75

[Application for second c1ass mail privilege pending atSan Juan, P. R.]

DEPOSITO LEGAL: B. 3343· 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE «EDICIONES RVMBOS"BARCELONA • PRI. 'TED IN SPAIN • IMPRESO EN ESPA - A

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COLABORADORES

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MARGOT ARCE DE VÁZQUEZ, natural de Ca­guas, hizo sus estudios en la Universidadde Puerto Rico y en la Central de Madrid,donde en 1930 recibió el título de doctoraen Filosofía y Letras. Desde el mismoai10 es catedrática de Lengua y Literaturaespañola en la Universidad de Puert.oRico, cuyo Departamento de Estudios His­pánicos dirige en la actualidad. Su tesisdoctoral, titulada Garcilaso de la Vega:una contribución al estudio de la líricaespañola del siglo XVI, fue publicadaen 1931 por la Revista de Filología Espa­ñola, y recientemente ha sido reeditadapor la Universidad de Puerto Rico. Otrosdos libros suyos, Impresiones (1950), yVida de Gabriela Mistral (1959) han me­recido premios del Instituto de LiteraturaPuertorriqueña.

ENRIQtiE A. LAGUERRE, natural de Moca(Aguadilla), cursó diferentes estudioshasta alcanzar, en 1941, el grado de maes­tría, desde cuya fecha es profesor en laUniversidad de Puerto Rico. Viajero infa­tigable, ha dictado conferencias en el pro­pio Puerto Rico, Estados Unidos, Brasily España. Ha publicado La llamarada(1935), Solar Montoya (1941), El 30 de fe­brero (1942), La resaca (1949), Los dedosde la mano (1951), La ceiba en el tiesto(1956), El laberinto (1957), Cauce sin río(1962), así como diferentes ensayos, ade­más de la obra teatral La resentida (1960),presentada por el Teatro Universitario yel Instituto de Cultura.

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MIGUEL MELÉNDEZ MuÑaz, natural deCayey, consagró su vida al estudio e in­terpretación de la clase campesina puer­torriqueña, con propósitos sociales y lite­rarios. Sobre el tema del jíbaro ha pu­blicado numerosos artículos, dispersos enrevistas y periódicos y varias obras decarácter costumbrista y sociológico. Entreellas señalaremos las tituladas Estado so­cial del campesino puertorriqueño (1916),Cuentos del Cedro (1936) y Cuentos de laCarretera Central (1941). En 1960 fue pre­miado con la Medalla de Oro del Institu­to de Cultura Puertorriqueña, y reciente­mente el mismo Instituto publicó susObras Completas (1964). Falleció en Cayeyen el año 1965.

ABELARDO DÍAZ ALFARa, natural de Caguas,cursó estudios en el Instituto Politécnicode San Germán y en la Escuela de Traba­jo Social de la Universidad de PuertoRico. Ha cultivado el cuento y la estam­pa de costumbres señalándose en su obra,como tema central, la figura del jíbaropuertorriqueño. Durante varios años pre­paró para la radioemisora WIPR un pro­grama diario de escenas o estampas jíba­ras, a la vez que colaboraba con frecuen­cia en los periódicos y revistas del país.Su libro Terrazo (1947), premiado por elInstituto de Literatura Puertorriqueña, hasido traducido a varios idiomas, entreellos el checo y el alemán. Una segundaedición de la obra apareció en 1957.

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ARTURO V. DÁVlLA, nació en San Juan. Hizosus estudios de licenciatura en la Univer­sidad de Madrid, donde se especializó enHistoria y obtuvo, en 1960, el grado dedoctor en Filosofía y Letras. Es autor dela obra La isla de Vieques en la historia(su tesis doctoral) y de otros trabajos deinvestigación sobre la historia religiosa yel arte en Puerto Rico, algunos de ellospublicados en números anteriores de estaRevista. Ocupa una cátedra de Historiadel Arte y la dirección del Departamentode Bellas Artes en la Universidad de Puer­to Rico.

DIANA RAMÍREZ DE ARELLANO, poeta, en­sayista y crítka, nació en Nueva York yse educó en Puerto Rico. Doctora en Fi­losofía y Letras de la Universidad deMadrid (1952), ocupa una cátedra de Len­gua y Literatura españolas en el CityCollege de Nueva York. Ha publicado lassiguientes obras: Los Ramírez de Arella­no de Lope de Vega: contribución al es­tudio de las comedias genealógicas (1954);Caminos de la creación poética en PedroSalinas: versiones primeras y autógrafasde «La voz a ti debida» (1956); Albatrossobre el alma (1955); Angeles de ceniza(1958), primer premio del Instituto de Li­teratura Puertorriqueña, del Club Cívicode Damas y del Ateneo Puertorriqueño, yUn vuelo casi humano (1960).

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VICENTE GÉIGEL PaLANCa, natural de Isa­bela, se recibió de abogado en la Univer­sidad de Puerto Rico. Cofundador de larevista cultural Indice (1929), de 1934 a1940 figuró en la Junta de redacción dela Revista del Ateneo Puertorriqueño. Hacolaborado en la prensa del país con tra­bajos de diversa índole. Su obra prind­pal la constituyen ensayos interpretativosde la realidad puertorriqueña y de críticaliteraria. Se ha destacado como orador,conferenciante y legislador, y ha ocupadocargos de importancia en las esferas polí·ticas e intelectuales, entre ellos el de Pre­sidente del Ateneo Puertorriqueño, funda­dor y secretario de la Academia Puerto­rriqueña de la Historia, catedrático de De­recho y 'Ciencias Sociales en la Universi­dad de Puerto Rico, senador y Procura­dor General de Puerto Rico. Actualmentepreside la Sociedad de Autores Puertorri­queños. Entre sus obras figuran El des­pertar de un pueblo (1942), Valores dePuerto Rico (1943), ambos en prosa, y lospoemarios Canto del Amor infinito (1962)y Bajo el Signo de Géminis (1963).

ANITA ARROYO GONZÁLEZ DE HERNÁNDEZ,doctora en Filosofía y Letras por la Uni­versidad de La Habana, ha profesado cá­tedras de Historia de la Literatura his·panoamericana en dicha Universidad yen la Nacional Autónoma de México. Tie­ne a su haber una larga labor en el pe­riodismo de Cuba, donde ocupó el cargode presidente del Lyceum de La Habanay fue secretaria de varios patronatos cul­turales y cívicos. Es autora de diversasantologías de cuentos hispanoamericanosy del libro Raza y pasión de Sor JuanaInés de la Cruz (1952).

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JUAN ANTONIO CORRETJER, poeta, ensayistay periodista, nació en Ciales. Ha recogidogran parte de su obra poética en los librosAgüeybana (1932), Ulises (1933), Amor dePuerto Rico (1937), Cántico de guerra(1937), El lefiero (1944), y en la serie Ima­gen de Borinquen, de que han aparecidoseis títulos (1950-1957). Es además autorde varios libros de prosa política, entreellos La revolución de Lares, Nuestra ban­dera (1947) y La lucha por la independen­cia de Puerto Rico (1949).

E¡;GENIO FERNÁNDEZ MÉNDEZ, naclO enCayey, y realizó estudios superiores enlas Universidades de Puerto Rico y Co­lumbia. Durante varios años desempeñóla presidencia de la Junta de Directoresdel Instituto de Cultura Puertorriqueña.Es autor de las obras Filiación y sentidode una isla: Puerto Rico (1956), Trassiglo (poernario, 1958), Salvador Brau ysu tiempo (1950), La identidad y la cul­tura: críticas y valoraciones en torno aPuerto Rico (1959), Conceptos fundamen­tales de antropología física (1964) e Histo­ria de la cultura en Puerto Rico (Ed. Ro­dadero) P. R. (1964).

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MANUEL ZEXO GA~'DfA, el primer gran no·velista puertorriqueño, nació en Areciboen 1855. Cursó estudios de Medicina enMadrid, y al regresar a Puerto Rico seestableció en Ponce para ejercer su pro·fesión. Alternó sus ocupaciones científico·profesionales con las del escritor y el po­lítico, destacándose por su actividad pe·riodística y por su lucha en pro de la libe­ralización del régimen colonial de PuertoRico. Durante algunos años ocupó cargoslegislativos en nuestras Cámaras. De suconocimiento directo de la realidad puer­torriqueña y su preocupación por los pro­blemas sociales del país fueron fruto susnovelas La Charca (1894), Garduíia (1896),El Negocio (1922) y Los Redentores (1925),que agrupó bajo el título general de "Cró·nicas de un mundo enfermo». Con LaCharca, cuadro de la vida rural puertorri­queña, se incorpora a nuestras letras eltipo de novela naturalista de que en Fran­cia había sido exponente Emilio Zola.Zeno Gandía falleció en San Juan e·n 1930.

JOSEFINA LUBE DE DROZ nació en Guayama.Ha dedicado su vida a la labor docente.que inició como maestra rural y continuóen las escuelas secundarias hasta el año1946, en que se incorporó a la Facultadde Estudios Generale - de la Universi·dad de Puerto Rico, donde dicta cátedrade espafiol. En la misma Universidad serecibió en 1944 de Bachiller en Artes yen 1951 de maestra en Artes, presentan·do, para optar a este título, la tesis titu­lada Miguel Meléndez Muííoz, Vida yObra. La profesora Lube de Droz ha cul­tivado el cuento y el ensayo y colaboradoen revistas como Puerto Rico Ilustrado ('Indice.

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Imnemoriam

EN SU RESIDENCIA DE CAYEY FALLECIÓ EL 27 DE NO-

viembre de 1966 don Miguel Meléndez Muñoz,decano de los escritores puertorriqueños. Su muer·te pone fin a una actividad literaria ininterrumpidade más de sesenta años, orientada casi toda ella alestudio y divulgación de los problemas del país,particularmente los problemas económicos y socia­les del jíbaro.. Meléndez Muñoz nació en Cayey en 1884. Termi­

nada su instrucción primaria, a los catorce añoscomenzó a trabajar como dependiente en una pul­pería. Aproximadamente un lustro después se tras·ladaba a San Juan para ocupar un puesto de tene·dar de libros. En la capital recibió el estímulo y laprotección de Cristóbal Real, Vicente Balbás Capóy Luis Muñoz Rivera, quienes le orientaron en suslecturas y le encaminaron al periodismo. A los vein­te años publicaba sus primeros trabajos en laprensa.

Aparte de innumerables artículos periocUsticos,su producción literaria abarcó ensayos, novelas,cuentos, estampas y cartas. Entre sus libros mere·cen destacarse Estado Social del campesino puerto­rriquei'ío, Fuga de ideas, Cuentos del Cedro, Cttel1~

tos de la Carretera Central, Retablo puertorriquei'íoy Una oración en Montebello. El Instituto de Cultu­ra Puertorriqueña publicó recientemente sus ObrasCompletas.

Hombre de gran actividad cultural y social, yconferenciante distinguido, Meléndez Muñoz brindódurante varios años su colaboración al Departamen­to de Instrucción Publica y al Ateneo Puertorrique.ño, q,ue presidió en 1943 y 1945.

Varias generaciones de puertorriqueños han ad­mirado y agradecido la fidelidad con que MeléndezMuñoz cumplió con su vocación de escritor profun-

Miguel Meléndez Muñoz1884-1966

dainente preocupado por el presente y el deve:lirde su patria. Testimonio publico de estos senti­mientos fueron los homenajes que le rindieron laUniversidad de Puerto Rico, al conferirle en 1958el grado honorífico de Doctor, y el Instituto de Cul­tura Puertorriqueña al otorgarle en 1960 ·la Medallade Oro del Instituto.

Como tributo póstumo a la memoria del distin­guido escritor, el Instituto de Cultura Puertorri­queña le dedica este número de su Revista.

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Don Miguel Meléndez Muñoz,cedro de la cultura criolla*

Por ABELARDO DfAZ ALFARa

DON MIGUEL, PERM1TAME QUE LO LLAME MAESTRO.

Maestro en la querencia de la tierra, de latala, de la vereda y el bohío. Usted me señaló elcamino de la vereda -que no es la distancia máscorta entre dos puntos, pero sí la que más prestollega al corazón-o Me pareció oírle decir al leersus libros «terreros» que la redención de la patriavendría de sus cerros, de los bateyes, de la figuranoble e hidalga del jíbaro. Su voz era la de la tie­rra hablando POI: sus farallones, taludes y riscales.Escuché contrito, su profundo Sermón de la Mon­taña. Hablaba usted como un profeta, como un vi·sionario, que esculpía sus palabras en el broncede los siglos. Hablaba usted con autoridad de taolento, conocimiento y corazón. El corazón que tie­ne su lenguaje más sutil y maravilloso que el dela mente. Ya lo decía un filósofo: «Razones tieneel corazón que la cabeza no entiende.•

Usted, don Miguel, me enseñó a ver la isla noen su menguada condición geográfica, sino en sugrandiosa dimensión de espíritu. Aprendí conusted a amar los tabacales rumorosos, los caña·verales empeñachados, los cafetales en florecidalos hombres sencillos y estoicos del bohío. Y ha;.ta los bueyes pacientes adormecidos contra el azulradioso de estos cielos de leyenda. Estas palabras,don Miguel, se las digo muy en cogollo de corazón,de jíbaro a jíbaro, en la veta de una emoción since­ra. Lo veo a usted como un cedro, uno de esos ce·dros de sus cuentos que levanta la copa airosa alcielo, señalando a los hombres del terruño el cami­no ascendente de la jibaridad. Camino que redime yque purifica, que nos «arrempuja» como su vere­da hacia las rutas más anchas de la universalidad.

• Trabajo leIdo en el homenaje D don Miguel Mell!ndez: Mu.ñcn en Cayey el dla 20 de dlclembre del :afto 1955.

2

El mundo, aunque es grande, comienza para noso­tros en el batey.

Su voz llegó desde las cumbres del Torito alllano. Era la voz del pitirre de alturas que volódesde el cogollo de la palma real hacia las plazasde las ciudades para despertar con su canto bé­lico a los hombres adormecidos. Llevaba usteden el pecho el noble rumorar de los tabacales, elalbo flotar de los toldos de los semilleros de taobaca, la poesía sempiterna del piata deslizándosemajestuoso entre las oquedades de estos cerrosde milagro. Su voz era sincera, ·fresca aploma.da de hombre tallado en soles de altura y vientosabrales. Y cuando la tierra, el legado de nuestrosmayores peligraba ante el impacto de otra cultu·ra, usted, como Matienzo Cintrón, gritó sibilante:«No vendáis vuestras tierras, la tierra se nos vade la mano.. Porque hombre y tierra son de unamisma sustancia. Y cuando se vende la tierra, sevende con ella el patrimonio del alma. Su voz fueairada, cual el bramido del Torito a quien le arre·batan el padronazgo.

Pero me enseñó -nos enseñó- a defendernuestras valías ante el impacto demoledor del másfuerte, con la ironía fina, con el humor sano, a pe­lear de «susquin susquineao», a defendeI:se conesa virtud elástica y maravillosa del «tirijala». Ensu cuento decía: «El pueblo que inventó ese dulcetiene un espíritu flexible, sutil y fino. Un puebloasí tiene asegurada su existencia. Será mal gober­nado, torpemente dirigido, sus mentores podránequivocarse, torcer la ruta de su destino, desviarlade su verdadera orientación; pero siempre le sal·vará la flexibilidad de su carácter, que como aqueollos famosos aceros toledanos, se doblará, pero nose romperá.» Cuantas veces, como usted dice en

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estas sabias palabras, hemos tenido que pelear~n la historia de «susquin susquineao».

Don Miguel, yo heredé el admirarle. Mi padre,que ahora reposa en la tierra santa de los difun·tos, guardaba en sus viejos armarios sus libroscomo joyas, como reliquias preciadas: «Yuyo»,«Cuentos del Cedro», «Retazos», «Fuga de Ideas",«Retablo Puertorriqueño», «Lecturas Puertorrique.ñas», etc. Me los hizo leer porque era hombre desu talento y de su corazón. Leí con avidez sus li·bros, don Miguel, que su literatura también«arrempuja» como la vereda simbólica de su es·tampa. Fueron sus libros en el camino de vida,como la luz enceguecedora que torció el rumboa Saulo de Tarso en el camino de Damasco...

El tiempo -supremo innovador- me llevó undía a sus campos. Lo que había leído en sus li­bros 10 confirmé sobre la dura realidad del batey.Usted no es de los que engaña al escribir. Ustedno es de los teorizantes de la tierra, de los turis·tas en el propio suelo. Que hay algunos que es­criben y hablan del campo y nunca le encontraronla vuelta del matojo, ni sabrán jamás por qué almojillo con ají no se le paran encima las moscas.¡Usted me entiende, don Miguel!

El destino me trajo a estas cuchillas de Cidray Cayey. Escribió hace poco que me vio con mispliegos de trabajador social deambular por estostabacales, veredas y trillos. Los trillos de ManuelAlonso, de Matías González, de Virgilio Dávila,de Laguerre, de Manrique Cabrera, de CesáreoRosa-Nieves, Soto Ramos, Montegudo, etc. Y cuan·do escribí mi libro «Terrazo» me envió usted suextraordinario libro de sabor telúrico «LecturasPuertorriqueñas» con una cálida e inolvidable de­dicatoria que conservo como enseña, reto y de·voción:

«A Abelardo Díaz Alfara, jíbaro nacido en lacoIindancia Cayey-Caguas, a cuyas manos creado·ras traspaso la piqueta con la que cavé en lasentrañas de nuestra tierra para alumbrar el almadel jíbaro a la contemplación de sus hermanos loscultos.»

Tomé la piqueta en mis manos temblorosas.y desde entonces ha sido mi consigna desentra·ñar el alma del jíbaro. Pero no con su autoridad

y talento. El instrumento es el mismo. Pero sumano, su temple, su corazón y su mente, son su­periores. He seguido su recado, su encomienda, hesembrado yeso basta.

Hablar de su cultura, de su estilo poético, so·brio, sencillo -de una difícil sencillez-, estilosin rebuscamientos pedantescos, huelga. Su prosapara mí tiene el aliento poético de la tierra desembradura. Zeno Gandía decía de su estilo estasluminosas palabras: «Pinta la maravilla de nues·tra tierra, y es noción bien conocida, que todamaravilla es poética.» Y más tarde apunta: «Dicecon valor la verdad.» ¡Qué elogio más grande pue·de hacerse al hombre que el unir a la poesía delestilo, el valor y la sinceridad! Prolijo sería hablarde las dotes culturales de don Miguel MeléndezMuñoz. Es usted para nosotros un blasón y unsímbolo. Una cumbre del pensamiento y del coralzón que se yergue altiva sobre la mediana pre­tensión de truncos cerrilos intelectuales. Ustedlogró que se le admirase en el Ateneo, pero con·siguió a su vez que el tabaquero al golpe de lachavcta hablara de «Yuyo», de «Cuentos del Ce­dro», de «Retablo Puertorriqueño». El que estoalcanza ya transita veredas dc inmortalidad. Delllano regresó usted a las alturas de Cayey. Erael pitirre que retornaba al cogollo de la palmareal. El plumaje encanecido, pero con el mismoímpetu bélico, con la misma limpieza y altivez alcantar.

Una y otra vez al visitar a Cayey lo he buscadocomo un remanso, como un aliento su hogar. Lohe visto en el balcón de su casa contemplando conlos ojos claros, limpios, la plaza, la iglesia, el dis­currir de las gentcs del pueblo que usted describeen páginas inigualables para la posteridad. Mehabla como un padre. Y cuando a veces el desa­liento, la indiferencia me obseden, le oigo decir:«Sigue con la piqueta, cavando hondo en la en·traña de la tierra, no te importe la ingratitud, niel olvido. Siembra aunque no coseches.!> Hablay es a la tierra que escucho. Es éste, don MiguelMeléndez Muñoz, un cedro añoso de la cultura,criolla. Los cedros están desapareciendo. Y lafibra de muchos hombres parece ser ahora de«pichipén». Maestro de la tierra, yo te saludo.

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Significación de la Vida y Obra deDon Miguel Meléndez Muñoz*

Por MARGOl ARCE DE VÁZQUEZ

NI UCHAS VECES HE PENSADO EN EL GRAN V,\LOR y SIG-

nificación que tiene para nosotros los puer·torriqueños de hoy, la vida y la obra de don Mi­guel Meléndez Muñoz. La lectura de esta selecciónde trabajos literarios suyos, realizados mientrasocupaba la presidencia del Ateneo, reanuda el hilode esas reflexiones porque me ofrece, en imagenabreviada, una síntesis de! pensamiento del autor yde la calidad artística de su estilo literario. Congozo he leído estas páginas y, a menudo, con emo­ción. En la espesa niebla de confusión y engañoque va haciendo irrespirable el aire de nuestrapatria en este momento, ¡cuán consoladora la cerotidumbre de que hay personas, como don Miguel,fieles a sí mismas, auténticas, capaces de deciralto su verdad y de vivirla sinceramente hasta susúltimas consecuencias porque saben «que solo laverdad nos hará libres»!

Me importa mucho -quizá sobre todo- bus­car en las creaciones literarias, además de los pu­ros valores estéticos la revelación del artista comohombre de carne y hueso y como testigo espiri­tual de su época. En don Miguel encuentro unaconducta y un mensaje ejemplares; un juicio cer­tero y valeroso sobre nuestro modo de ser y nues­tra sociedad. Su testimonio me parece irre­cusable.

Podría decirse que, a la vez que decano de losescritores puertorriqueños, Meléndcz Muñoz es elmaestro indiscutible de mi generación. Todos los

• PróJo¡;o a la obra de: Manuel Me~éndcz Muñoz••Un profano enel Ateneo Puerlorrique:i'la.. Obras completils de: Mi¡¡ucl Mc:léndezMudaz. Vol. IIl, pág. 7.

4

que somos :parte de ella, reconocemos y aceptamosese magisterio y escuchamos su voz rectora conrespeto e íntimo sentimiento. Ninguno de noso­tros podría decir que nos ha defraudado. Cuandonos sentimos abatidos por el desaliento. casi porla desesperanza, la lectura de su obra nos tonifi­ca y nos devuelve la fe en el destino de PuertoRico y de su cultura.

Aunque don Miguel se ha preocupado constan­temente del estado social y económico del campe­sino puertorriqueño cuya vida y sicología conocemejor que ninguno de nosotros, y ha laboradopor la educación del pueblo, por la libertad polí­tica, por el sistema democrático de gobierno, meresisto a darle el calificativo de sociológico portemor a limitar el alcance de su pensamiento eintenciones y, sobre todo, de su punto de vista.En don Miguel lo ontológico priva sobre lo pura­mente económico y social. En última instancia, leinteresa la persona, cada persona, y el rescate desus esencias espirituales y morales amenazadas hoyen todas partes por el totalitarismo del Estado,por el materialismo, la mecanización y mercanti­lización de la vida e incluso del hombre mismo.

Desde «la tranquilidad sedante y fecunda de supueblo», don Miguel, como el sabio de Fray Luis,ha mirado a sus paisanos con la clarividencia quesólo otorga el amor y corrobora la experienciade una larga vida de trato diario con ellos. Nolos ha mirado como simples objetos de examenexperimental y teórico, o como cifras de una he­lada estadística, o como curiosas muestras de la­boratorio, sino como seres vivos. libres, sufrientes,

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prójimos a quienes no se puede juzgar según lapetulancia de intelectuales y sociólogos ni redu­cir a denominadores comunes ni leyes abstractas.Así 10 traslucen definiciones tales como: «demo­cracia es ante todo demopedia», o aquella confe­sión de que «siente en su alma las dolamas de supueblo».

·La caridad cristiana -no la filantropía, ni elservicio social e institucionalizado- ha sido el ver·dadero resorte de su conducta civil y literaria.No conozco una sola página suya que no vibre deamor y de sentimiento de projimidad. Y es asíporque don Miguel no le teme, ni a la espontáneamanifestación de la vida, ni a la naturaleza, nia la libertad, ese miedo que se agazapa y se dis­frazallt>ajo el farisaico disimulo de mii nombresdelusorios, pero que, en realidad, constituye labase misma de la civilización industrial moderna,de las ideologías totalitarias, y quizá sea la ver­dadera y única causa de la terrible subversión delos valores que corroe hasta sus raíces la vidamoral .de nuestro tiempo.

Don Miguel tiene, por el contrario, fe en la vi·da, fe en el milagro de cada día y de cada serviviente, y acepta lo que la vida guarda de ries­go y de imprevisto. No se conforma con las aspi­raciones mostrencas ni entrega su primogeniturapor el bienestar y la seguridad económica. Comotodo poeta -don Miguel lo es en aIto grado cuan­do describe nuestro paisaje- conserva la capa­cidad de asombrarse ante la Creación, ante la vi­da: «cada día que 1lemos de vivir es un nuevomisterio que se repite diariamente 11asta el jin deuuestra existencia». Y estas palabras, según lasentiendo, encierran el secreto de su perenne ju.ventud aún en sus sesenta años, de la entera lo­zanía de su espíritu. Porque aquellos que temena la vida, a sus enigmas y peligros, han renuncia·do a la juventud y han renegado del ejercicio le­gítimo de su libertad que equivale a renegar dela plenitud de su condición humana.

Don Miguel conoce la miseria del hombre, perotambién sabe de su grandeza. No es de aquellos

que se regodean en representar el espectáculo desu indigencia fisológica y moral; porque si algunavez la señala propone en seguida los remedios. Ensu eticismo y su pasión de justicia de fuerte raízhispánica, muestra que respeta la dignidad delhombre y que para él cuenta sobre todo, su par­te espiritual, aquella que lo hace imagen del Crea·dar. Cuando, forzado por la intención pedagógica.ha de poner el dedo en las llagas morales, atem·pera la crudeza del juicio con el óleo de la ironía.

Esta concepción del hombre y del mundo hadeterminado su acción y su vocación de escritor.Tal vez haya renunciado por ella a primores y me­lindres de la forma; tal vez ella 10 ha salvado dela peligrosa tentacióI1c...del e~teticismo. Y, sin em­bargo, la prosa de óon MIguel puede ofrecersecomo modelo de pulcritud, de viveza y claridad ex­presivas, de dominio de los recursos del lenguaje.Se ha preocupado siempre por conservar intacta lalengua española -arca de nuestra tradición-, porsellarla con el timbre inconfundible de nuestra sen·sibilidad, por someterla a nuestra voluntad de es­tilo. Abreva en las aguas vivas del habla popular,en el folklore, en las obras de los mejores clásicosespañoles y de este sabio maridaje surge la graciacastiza y viviente de su estilo, que a veces nos re­cuerda a Larra y otras a Cervantes.

El Quijote parece haber sido el más frecuentey nutritivo de sus alimentos espirituales. Algo hayen la melancolía serena, en el entusiasmo templa­do por la experiencia y el desengaño, en la ironíabondadosa y sin amargura de don Miguel que 10hermana con su genial tocayo, creador de su per­sonaje favorito. Y todas estas hermosas cualida­des de su pensamiento y de su estilo se realzan porleves toques poéticos, por un realismo noble y de­purado que ilumina su visión de los seres y delpaisaje con una luz tamizada, de matices sutiles yde una delicadeza discreta e insinuante. En ese limopio espejo han de mirarse los puertorriqueños quedeseen salvar la sustancia de su ser y de su culotura.

s

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En torno a la obra deDon Miguel Meléndez Muñoz*

Por ENRIQUE A. LAGVnRRE

HAY UN MOMENTO EN MI OBRA La resaca EN QUE IL

protagonista, Dolorito Montojo, «tendió la mi­rada a la sierra y pensó en sus múltiples veredas,en sus breñales, en sus fatigosas pendientes...A través de la ternura soleada del nuevo día, através de su pasado más tierno, parecía llegarle unavoz cantando por lo divino y por lo humano•. Hu­biera gritado a Dios: «Estoy transido de angus­tias!. ¡Hubiera deseado volverse una «ráfaga perdi­da.! Esto me recuerda a Miguel Meléndez Muñoz,don Miguel, como afectuosamente le he llamadodesde que le conozco. Y le conocí por sus libros yartículos antes de conocerle y tratarle personal­mente cuando convivimos en el antiguo hotel Ro­ma hace trece o catorce años, mientras ambostrabajábamos en el Departamento de Instrucción,él en la División Vocacional y yo en la Escueladel Aire.

No me recuerda, necesariamente, al don Miguelcon esa «su figura al parecer tan urbana, tan aldía en su manera de vestir, tan jovial, tan amigo»,como escribí en 1941 cuando enjuiciaba su libroRetablo puertorriquejio,· sino al don Miguel detierra adentro. tan amigo de exaltar lo buenode nuestra tradición, sin dejar de vivir el presentey sin dejar de tender su mirada ·de hombre progre­sista al futuro.

Tengo una deuda contraída con este don Migueljíbaro, como jíbaro es el viento sobre las frondasy jíbara la china madura en el cafetal y los barran-

* Trabajo leido en el programa .Puntos de Partida-o Tr<m5milidopor la cstaclón WIPR-TV el dia 22 de agosto de 1933.

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cos y las lomas y las décimas. Hace tiempo quedeseo escribir con afecto y con reflexión, algo'Sobre don Miguel. Lo que escribo hoy no es lo queme tengo prometido escribir, sino un modesto an­ticipo, más que sobre su obra, sobre su persona­lidad. Más adelante hablaré sobre sus ensayos, es­tudios, artículos y cuentos y novelas.

Hoy deseo evocar la personalidad de don Mi·guel, toda caminos. Leo y releo trabajos suyoscomo El Camino, en Ctlel~tos del Cedro o Por loscaminos de Puerto Rico, de Retablo puertorriquc.lio, sin duda alguna varias de las mejores páginasde don Miguel. Sobre todo, este Por los caminosde Puerto Rico, del que, en 1941, escribí 10 que si·gue: «En lengua clara y tersa, afirmando su in·tención de interpretar -Ia'S reacciones colectivas denuestro pueblo, Meléndez Muñoz nos cuenta lasicología de los caminos abiertos por el pie delhombre. En este trabajo hay bella forma y bellofondo, observación perspicaz, figura elegante. finohumorismo, una casi imperceptible, pero inevitablemelancolía y un sentido y mejor expresado puerto­rriqueñismo. Si alguna vez alguien se impusierala tarea de hacer una antología de prosas de asuntoe interpretación puertorriqueña. creemos no po­dría faltar Por los caminos de Puerto Rico.

»Hayen él un humorismo encantador, salta a florde expresión el alma escondida de la raza -tradi·ción hispánica- y sobre -la prosa afectiva, comoviento que riza la superficie del mar, pasan la coplacantada, el clásico caminante, una invitación a em­prender rutas hollando el corazón de Puerto Rico.Casi no podemos explicarnos -pero sí lo sentimos

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hondamcntc-la insistencia con que se nos presen­tan lejanas evocaciones cervatinas. Para completarla impresión, no podía faltar la pulpería, posada denuestros andariegos de tierra adentro. Y en el fonodo, el alma de nuestro ser inconfundiblemente puer­torriqueño con sus defectos y sus virtudes.»

Pocos escritores han captado, como don Miguel,los momentos transicionales de nuestra vida colec­tiva, en lo que va de 1898 a 1940. Es en estos pre­cisos momentos que esa transición está haciendocrisis y no sabemos a ciencia cierta qué salga deello. La actitud de don Miguel no es romántica,sino realista, aunque en su expresión haya unaporción de angustia. Pero por sobre sus cariños a latradición está su preocupación social. Pudiera noagradarles a muchos patriotas líricos, pero él ledice: «La libertad empieza en la mesa», es decir,para que haya libertad precisa una mejor distribu.ción de riquezas, más fuentes de trabajo, menoshambres. Y es que don Miguel tiene su inquietudpuesta en la situación del gran conglomerado ruraly está sobre los conceptos de libertad que creó elromanticismo del siglo XIX. Recuerdo un incidenteque me contó un sudamericano en México. Unainstitución de educación internacional envió un re­presentante suyo a recabar respaldo del gobiernode un país de Sudamérica. Como sus representacio­nes no fueron acogidas con agrado, el enviado pre­guntó, en una reunión social, si no había interés enbajar el alto porcentaje de analfabetismo y demortalidad infantil. Para sorpresa suya, la esposade un ministro le respondió que las cifras eranerróneas por cuanto en ellas se incluía a la pobla.ción indígena, que no eran, según el criterio de laseñora, verdaderos nacionales. Sin embargo, la opi­nión de la señora no podía borrar una realidad:el 75 % de la población del país era indígena.

A don Miguel le parecería incomprensible e in·humana la actitud de la señora, porque él preferi­ría estar al lado del 75 % Y no del lado del 25 %,es decir, según el criterio de don Miguel, los verda­deros nacionales estaríllJl entre el 75 % Y no entrelos del 25 %, burócratas sofisticados en su granmayoría, Con un criterio minorista de nacionalidad,sin ninguna preocupación en los problemas de lasmuchedumbres.

Traigo este ejemplo para explicar la posiciónsocial de don Miguel. Siempre ha estado del ladode quienes forman el grueso de nuestra población:los jíbaros, que tan abandonados estuvieron a lasuerte hasta hace poco. Y sí, para defender susideales de mejoramiento social, tiene que ponersede frente a la tradición.

Así lo hace. No es de extrañarse que haya sidoél el primer escritor que en Puerto Rico defendió,a principios del presente siglo, el control de na·talidad.

Su obra es un constante ejemplo de transcul1u­ración. En ella aparecen los cambios que sobrevi­nieron con motivo de los sucesos del 98, en las cos­tumbres, en la política, en campos y pueblos, en lareligión; lo que hizo el campamento Las Casas, el«boom» del tabaco, las relaciones con los soldadosnorteamericanos. En realidad, la obra de MiguelMeléndez Muñoz es una valiosa documentación so­bre esos años transicionales que van desde 1898hasta el presente año. Nuestras expresion,~s litera­rias jibaristas tienen límites bien marcados_ Des­de 1849, con la aparición de uEI Jíbaro», de Alonso,hasta final de siglo, con la obra de Zeno Gandía, esel primer ciclo jíbaro, jibarismo de costra, mayor­mente costumbrista, pintoresquista, en el propioAlonso, en Méndez Quiñones, y en parte de la obrade tesis de Zeno Gandía. Pero Zeno Gandía es unanotable exccpción dentro de ese pi.ntoresquismo jí­baro. Luego, con Matías González García se conti­núa esa tradición más o menos costumbrista. Ne­mesio R. Canales no escribe literatura jíbara, perovive su obra en jíbaro, siempre zumbón y soca·rrero. Miguel Meléndez Muñoz reflexiona: su me­jor expresión es el ensayo y el articulo, la preocu­pación económica y social.

Tengo la convicción que en los trabajos de donMiguel está la base de esa preocupación actual porresolver los problemas de hambre de nuestra po­blación rural No se puede hacer la historia de losplanes de industrialización, de más oportunidadesde vida, 'Sin que se llegue a la conclusión de quedon Miguel coadyuvó poderosamente en la creaciónde esa conciencia social. Si alguna persona ilustremerece un homenaje de nuestro pueblo, ése es donMiguel Meléndez Muñoz. Todo el pueblo de PuertoRico debe unir sus entusiasmos en el homenajea don Miguel. Me parece verle sonreír, entre es·céptico y bonachón, buen jíbaro que es él. Peroes la verdad. Tengo muchos deseos de sacar unasvacaciones para irme a platicar a ratos con él ysentir su ancha cordialidad jíbara. Hasta su hogarde Cayey debe llegar el afecto público de PuertoRico. En estos momentos estamos necesitados depuntales espirituales como este don Miguel de misafectos.

Me parece verlo. Anoche estuvo platicando enel batey 'hasta bastante subida la noche, pero, alamanecer, no dejó de oír el canto del zorzal. Huelea flores recién abiertas y a albahaca y a salvia.Don Miguel se asoma a la ventana y ve pasar a loscampesinos hacia el trabajo. ,Por la carretera ca·mienzan a subir y a bajar los automóviles. Piensadon Miguel en los muchos cambios que han suce·dido desde el 98 para acá. Se duele de que desapa·rezcan ciertas tradiciones, pero se rinde a la ideade movimiento y progreso. Don Miguel no sabe sisonreír con angustia o con satisfacción. Lo cierto

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es que esos caminos de ahora llevan al progreso.Desaparece el Puerto Rico de las veredas para darlesitio al Puerto Rico de las carreteras, al Puerto Ricourbano...

Quiero escribir sobre don Miguel y su obra, conmás reflexióll, con más reposo, y le he pedido queme diga algo sobre sí mismo. Y don Miguel, comosiempre, me ha complacido, dejando constancia,como él dice, en «buenas manos cordiales». Sí, donMiguel, pues es cierto que le tengo mucho afecto austed 'Y aprecio su obra de buen puertorriqueño.Su carta, que dice usted es extensa, a mí me pare­ció breve y me emocionó mucho al leerla. Sobretodo, me ha dado usted razón, sin proponérselo, enmuchas de mis contenciones. Por ejemplo, cuandose lamenta usted de que desaparezcan los periódi­cos, de que quiso ser escritor profesional y no pudoserlo, de que upriva la mala y equivocada teoríade que al público debe brindársele lo que a sugusto le agrada y estimula sus bajos apetitos y serechaza la idea .de que la misión monitora del es­critor y del periodista debe dirigirse a educar elpueblo, a depurar sus gustos, canalizar su culturae interesarle en los asuntos vitales del grupo socialen que se halla ubicado, en que esté inserto».

Sí, don Miguel, ha dicho usted una verdad comoun templo. Basta echar un vistazo a la prensa, queha abandonado los propósitos de cultura y educa­ción para ceder espacio a eso que usted dice y alos temas sensacionalistas. Hace no más de tres¡¡ños que esa prensa cedía algún modesto espacioa la educación y a la noticia cultural, y hoy ni eso.Es lamentable que ello suceda.

s

Viene don Miguel escribiendo para los periódi­cos desde el Heraldo Esparzol, de Balbás, y ElBoletín Mercantil, de Pérez Losada. Siempre estuvoen las avanzadas liberales. Recientemente, en oca·sión de la desaparición de Puerto Rico Ilustrado,apareció un trabajo de don Miguel Melénde.z Mu­ñoz en el último número de la Revista y se decíaque don Miguel colaboró desde el primer númeroal último, en distintas etapas. Según me informadon Miguel, en el lapso de 42 años -duración dePuerto Rico Ilustrado- aparecieron bOl trabajossuyos en las páginas de la revista.

Hay algo admirable en don Miguel: ha tenidosiempre especial gusto en estimular al escritor no·vel. Suyos fueron los primeros estímulos sincerosque recibí y suyos han sido los estímulos que banrecibido muchos escritores noveles. Aunque quisie­ra no podría don Miguel ser un humanis ta académi­co, por lo mismo que lo practica con tanta con­ciencia.

La juventud necesita poner su atención en estealto ejemplo de civismo, de acendrado puertorri­queñismo, de modesta sabiduría, de suave cordia­lidad. Jamás ha sentido deseos de moverse entrelos nombres mitológicos y legendarios, prefiere mo­verse entre los jíbaros, adentrarse en el corazón dela tierra, tener los ojos puestos en el futuro y lospies fírmesen el presente, sin desmedidos amorespor el pasado ni con alocadas concesiones a losideale,s. Don Miguel, ¡salud! Permítame acampa·ñarle por los caminos de Puerto Rico.

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ANDA, BLASITO, VETE CORRIENDO AL PUEBLO Y DILE

al dotal que se venga seguía.El muchacho bajó de un salto la escalcra dcl

bohio que albergaba a seña Juancito y a su prole,y se perdió de vista en una curva de la vereda queconducía al pueblo.

Seña Juancito era un hombre de tez cobriza,quemada por el sol. De cuerpo ágil, fino, un tantodelicado y femenil por las CUI:vas que acentuabanen sus caderas el ancho cin turón que ceñía sucintura.

Seña Juancito era un pobre labriego que fecun­daba la tierra con su sudor, diariamente dejandoen sus surcos pequeños jirones de su vida que ensus horas de reposo desdoblaba para que, por suparte, nunca faltasen hombres que la arañasen consus manos y la abonaran, pOI: último, con los mi­serables despojos de sus cuerpos.

El más pequeño de sus hijos, el último engen·dro de la anemia en las miserias del cubil, se moría.

Todos los curanderos del barrio habían desfi­lado ante el infecto camastro en el que cubiertocon sacos lavados, que suplían las sábanas, presen­taba la criatura, como único punto visible de sucuerpo, su vientre hinchado y duro, en cuyas en­trañas la endémica enfermedad prepat:aba un tier­no despojo que arrojarle a la muerte.

La ciencia médico-silvestre, en mortífero consor­cio con la ·botánica cerril, ingirieron en el vientredel inocente enfermito caña fístula y melao, los tresaceites y la nuez moscada y cuantas pócimas acon­sejaron los curanderos baratos, que se gastan en elcampo para despachar inocentemente cuantos en­fermos se ven privados del auxilio de la ciencia,o no se atreven a acudir a ella por atávicos pre­juicios.

• De la obra Obras Compltlas d~ Mil:lI~1 Mclélld~:: MlIIln:.

Un velorio*

Por MIGUEL M[LÉNDEZ MuÑoz

Seña Juancito se debatía, midiendo a grandes ydescompasados pasos, el piso desigual del cuartu­cho en que agonizaba la criatura.

-Caray, Fulgensia, el dotal no viene. Tócale labarriga al nene, a vel cómo sigue...

-Muchacho, está como un palo. La tiene tese­sita... a mí me parese que el pobresito se estájinchando ya.

-¡Vaya! Ahí está el dotal ...El médico entraba a la habitación, haciendo

una cortesía ante la puerta, más baja que él.-¿Qué hay, señores? ¿Quién está enfermo aquí?-El nene, el más chiquito e la casa. Mírelo ahí.El médico se acercó a la cama.-Vamos, niño, enséñame la lengua.La criatura no se movía, y presentaba, en rígido

escorzo, su vientre hinchado, tirante, como el par­che de un tambor.

-Este es un caso perdido... Este niño se mue­re de una indigestión que no fue atendida a tiem­po... Y hay aquí otras causas, que han contribuidoa determinar su estado actuaL.. Dígame usted,señor, ¿qué pócimas, o qué remedios... caseros hanadministrado ustedes al niño? ¡Con franqueza!

-Eyo... dotaL.. nojotros, como sernas probes,vay, y no podemos jasel grandes gastos, ñamamos auna doña que es médica, acá, ¿sabe?, pa los delcampo... y vio al nene... le prebó las aguas y...nos dijo que se le jabía metía en el cuelpo el espí­ritu e un presidente... que se ñamaba... ñamaba...

-McKinley, Jefferson, Garfrield, ¿era america·no? -le interrumpía el médico, conteniendo a duraspenas una imprudente carcajada.

-No 5iñol, él es el pu ayá, e los mares ajuera,e otra isla grande, e ande vienen las macarelas enfrascos y las aseitunas sin pepitas y los caramalosen su tinta... Ese hombre... se ñama, un apellidoasí como... ¡Chaveta!

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-Ah, sí -dijo el médico-, Monsieur Gambetta,presidente que fue de la República francesa.

-El mesmo, dotal, un hombre muy malo pormolde e la familia, helmano e Herode, el que mandóegoyal a los inosentes cuando diva Moisés rio aba.jo y lo atarrayó la hija de Faraón...

-Pero -preguntaba el médico- ¿y qué demo­nios vino a buscar ese presidente en el estómagode esta pobre criatura?

-Usté verá, dotal, dise la señora esa quecuando los muchachos están asina, enfelmos, sesuelta el espirito de ese hombre y viene a impol·tunalos, pa matalos pronto, pues como aqui abajono los pué egoyal su helmano, él se los yeba paayá arriba, pa egoyalos en espirito, ¿sabe?

-Bien, bien -decía el médico tapándose la bocacon ambas manos para que seña Juancito no ad­virtiera la risa u le retozaba por todo el cuero

po-. Pero todavía no me ha dicho usted cuálesfueron las medicinas que esa «médica» le adminis­tró, le dio al niño...

-Esas médicas -interrumpió Juancito- nodan melesinas e botica. Curan con las yelbas elcampo y poi los pases. A mijo le jiso tr,es crucesen el cueyo pa que botara el espirito de ese señal...del presidente que parese que usté conosi6, le jisouna grande en la barriga y ebajo e los sobacos. Es­pués quemó un chifle e toro pa que con la peste seacabara e dil ese hombre, y le dio a tamal sereipocon flor e cupey y de majagua y le puso dos lava­tivas e un caldo velde que no quiso disil cómo señamaba y después e tos esos jaropes dijo que eraimposible, que el espirito no se diba y que el nenese moría, polque se moría...

El médico se mordió los labios para no reírseleen la cara a seña Juancito, y tendiéndole la manole dijo:

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-Ya ve usted, entre la doña, como usted dice,y sus jaropes, le han asesinado al niño... Lo siento,pero le servirá a usted de experiencia para otravez...

Con que, al buen entendedor, con salud y pa­labras... basta, basta.

El niño agonizaba. De sus labios violáceos se es·capaban débiles estertores y su cuerpecito se in·movilizaba en la serena rijidez de la muerte.

En tanto que seña Juancito contemplaba, en laimpotencia de su dolor, la agonía de su hijo quelibraba su última batalla por la vida apenas inicia­da, ]a madre -seña Fulgencia- se llabía abalan.zado sobre su cuerpecito rígido y, enloquecida, be­saba nerviosamente sus labios lívidos y exangüesque la muerte había sellado para siempre.

Cuando seño Juancito consideró que debía po.ner término a la dramática situación que contem­plaba, se enjugó las ~ágrimas que también corríanpor sus meji11as copiosamente, y acariciando la hir­suta cabellera de su esposa, exclamó con voz entre.cortada por el llanto:

-Vay, Fulgencia, no yores más. El nene se mu­rió. Nojotros no podíamos atajal la muelte. Ya he·mos cumplío con él. Agora nos toca cumplil conlos vivos, con los vesinos, con nuestra sosiedá, comodise el comisario... ¡Vay!, límpiate la cara y pen­semos en otras cosas...

* * *Con las primeras sombras de la noche, iban lle­

gando a la casa de seño Juancito los convidados alvelorio.

Seño Juancito, sentado en la puerta, jibosa yestrecha, de su casa, correspondía a los saludos delos recién llegados, con la única frase que habíahallado en su dolor: «¡Qué vamos a jasel, siñores!»

La sala estaba preparada para el acto a queconceden gran importancia los campesinos.

En los ángulos de ella no cabía un asiento más.Desde la silla destartalada que había visto pasarpor su asiento varias generaciones hasta la cajavacía, fueron habilitadas como asientos para losinvitados al velorio.

Tres lámparas de gas alumbraban la estancia.En medio de la sala veíase una mesa cubierta

con un lienzo blanco y sobre ella el cadáver delniño, a cuyo alrededor bailaban los espirales dehumo fantástica danza.

La madre de la triste criatura, que yacía en elimprovisado catafalco, contemplaba, con sus ojossecos, porque se había agotado la fuente de suslágrimas, el escorzo del cadáver de su hijito. Ni lassúplicas de su esposo ni las insinuaciones de susamigas, lograban separarla de aquel sitio.

Mientras tanto, los invitados, que habían ido a

acompañar en su dolor al atribulado matrimonio,hablaban en voz alta, cuchicheaban y se reían acoro de los primeros chistes del gracioso cuentistaocasional que nunca falta en los velorios.

Súbitamente, cesaron las risas apagadas y elcreciente murmullo de la conversación. Tieso, de­recho, marchando militarmente, se adelantaba señoJuancito hacia la puerta haciendo crujir el viejomaderamen del piso... Llegaba seño Mingo (Domin­go) Rosas, viejo compañero y gran amigo suyo.

-Compae, usté no podía faltal, cuando tos misamigos vienen a yoral mis penas conmigo...

-Compae, lo acompaño en su sentimiento. Perono hay que apuralse: hoy el nene, mañana nojo­tros... en este asunto, no hay quien se aguante,cuando le yega su tulnio: el que le toca, no hayquien 10 aguante... y mire, compae, dejémonos depasiones, el que se muere es dichoso, polque des~

cansa... Yo creo que no se ha dicho veldá másgrande que esa... Conque, vamos a dalnos un paloa la salú del nene, y a vivil, que el sol cambea.

Pasaron los dos compadres a una pequeña ha·bitación, dispuesta como cantina, y detrás de ellostodos los hombres que había en la sala, esperandoque se presentase en escena un Rosas, o cualquierotro Mingo, con suficiente confianza con el dueñode la casa para tomar algo... «a la salt'í del nenemuelto».

Los rayos de la luna penetraban por las ventanasde la casa mortuoria, fundiendo su luz argentadacon los haces rojizos de las luces parpadeantes delos quinqués que iluminaban aquella grotesca re·unión.

Mingo Rosas, Tito Ramos y Silvo Flores charla­ban con diez o doce mozas que aún conservaban ensus ojos las huellas de las lágrimas que vertieronpara acompañar a la familia en «su sentimiento»,y que iban animándose con las continuas libacionesde los licores que seña Juancito había preparadopara las mujeres. «Bebías» finas para paladares de­licaos, anís, anisao, vino mistela y su poquito deginebra pa las más apechaoras pa el licol.

Mingo Rosas decía:-¡Muchachas, hay que refrescalse pa espantal

el sueño!-Compac Juancito, aprevéngase un poco de ani·

sao pa estas niñas ...-Sí, sí. Pero nos jase dos o tres cuentesitos,

seña Mingo -decían las mujeres.Seño Juancito, provisto de una damesana y un

vaso -el mismo vaso para toda la concurrencia­iba obsequiando, una a una, a las simpáticas don­cellas.

-Güeno, vengan los cuentos -exclamaba SilvoFlores, que estaba sentado en medio de dos rollizasmuchachas.

-Muchachas -decía el cuentista-, les voy a

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jasel el cuento de los diablos y el amol, y dispuésel compae Tito se jará el cuento de la Creasión.

-Pues siñol -empezó Mingo Rosas-, había unaves una muchacha muy bonita que no había ca­nosío nunca lo que era amol, jasta un día que sepresentó en su casa un sagaletón, a las seis de latalde a pedil posá. El padre de la muchacha eraun viejo muy desconfiao, que tenía sus economías.Malas lenguas desían que tenía el dinero gualdaoen una botijuela ebajo de las raíces de un jigüero...

Cuentan y no acaban de las raresas de ese vie­jo -proseguía Mingo Rosas-. Disen que un pasa­jero que pasó por allí a prima noche, se jundió enun joyo que ese condenao viejo había jecho frentea su casa y lo tenia tapao con matojos pa espIu·mal a to el que pasara puyí a deshoras... pues disenque ni la bestia ni el pasajero se güeIvieron a velmás nunca en la vida...

-¡Ave Maria Purísima!, ño Mingo, ¿cómo se ña­maba ese hombre? -interrumpiéronIe, a coro, losoyentes.

-Pues se ñamaba, se ñamaba... no me acucldode su grasia.

-Siga, siga, ño Mingo -le suplicaban algunasmujeres. .

-Pué sí, llegó el muchacho a la puelta de lacasa de esa muchacha y dijo: «A la pas e Dios,siñoresJl. Y el viejo lo convidó a subil. Estabancomiendo, lo envitaran y aseltó. Ya estaba escure·siendo y el viejo no encontraba cómo desile al mu­chacho que se juera, y como tenía sueño le dijo:«Mire, compae, ahí hay una jamaca guindá, acués­tese y jasta... que amanescaJl.

Y echando la masa poI delante, se fue a dolmil.Allá a la medianoche, cuando no se sentía ni una

cucaracha esculcando las yaguas, se oyeron unosquejíos muy jondos, como de vaca paria que le lle­van el beserro. El viejo llamó: <qLuteria! ¡Luteria!(Eleuteria). ¿Qué es eso?»

-¡Ay, papá, si tengo el diablo en el cuelpo!El viejo, asustao, le desia a la muchacha, sin

salil del cualto:-Luteria, espántaIo... Jasle la eros y resa la

manífica...-¡Ay, papá, si no hay cros que valga... ! ¡Si pa­

rese que son veinte, polque me andan poI to elcuelpo... !

-¡Jesús, seña Mingo, que usté es... l -decíanlas mujeres, soltando su risa incontinenti.

-Bueno, vaya acabal, pero no me fastidien máscon sus empeltinensias.

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Al otro día, cuando se levantó el viejo, jué aver al hospedao y... ni el juma...

-¿Y la muchacha, seña Mingo? -le preguntóSilva Flores.

-¿La muchacha? Ella, caray, disen que dispuéspedía al diablo poI señas, y que el viejo le dio unajinchera del disgusto que se jué a ponel coloraoal siminterio.

Requerido por seña Mingo, que, a su propiojuicio, había estado mucho tiempo sin visitar lacantina, empezó Tito su cuento. Al decir de susamigos, Tito era un cuentista muy versado en acha­ques de Historia Sagrada.

-Ayá en Jos tiempos de Maricastaña, cuando sehabía acabao de jase) el mundo y no había hom­bres ni mujeres poI ninguna palte, que lo que ha·bía eran elefantes y elefantas, tigueres y tígueras yde tos los alimales que yevó Noé en el alea... Dioscomprendió que jasian falta el hombre y la mujelpa manijal las cosas del mundo.

Atonses jablaron Dios y San Pedro pa arreglal)a cosa. «No hay más -disia San Pedro-, hay quejasel dos creaturas que sepan mucho pa que ma·nijen todas las cosas de )a tierra y asujeten losanimales a su selvisio.»

-¿Y poI cuál empezamos, Perico? -desía elCriador.

-Pues... polla mujer -desía San Pedro.El Criador le pidió jilo a San Pedro y empezó

a trabajal: cose que te cose. Y cuando ya iba aacabal, le faltó un canto de jilo.

El Criador se calentó y le dijo a San Pedro:«Mira, agora que no falte el jilo, polque te va ayeval el diablo.JI

San Pedro le dio la jebra de jilo bien lalga y elCriador empesó otra ves cose que te cose. Primero,la cabesa y dispués los brasos y asina por consi­guiente, y cuando acabó le había sobrao una mia­jita e jilo...

Uno a uno, iban desfilando los vecinos de siñoJuancito ante el amarillento cuerpccita del niño,y todos exclamaban:

-Pobresito. Un angelito más pa el sido.Y en los labios crispados de la criatura jugue.

teaba un pálido rayo de sol que iluminaba su lívidafaz, mientras la luz difusa del amanecer envolvíaen su lampos a los amigos y vecinos del seña Juan·cito. que se retiraban a descansar de las fatigasdel velorio.

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P ENJ3TRÉ EN UN ESTABLJ3CI1IlIENTO PÚBLICO y VI N

grupO de jornaleros que hacían sus compras.Uno de ellos me observaba con infantil y simpáti.ca curiosidad. Se sonrió, volvió a mirarme y, porúltimo, vino hacia mí y me saludó cariñosamente.

-¿No me conoce? ¿No se acuerda de mí? -medijo, contrayendo nerviosamente el mentón-. ¿Seacuerda? No hace muchos años, cuando usted es­taba colocado en el comercio de... yo tenía créditoallí, a cuenta de las ca e~has que recogía todoslos años. Entonces era propietario, hoy soy jorna­lero... ¡Siempre hay que trabajar!

La resignación connatural en estos hombres quehan dejado atrofiarse su voluntad, que han pasadopor las transiciones más dolorosas sin que se al­tere su temperamento humilde, puso en sus labiosun rictus de conformidad cómoda y sumisa alpronunciar sus últimas palabras.

-¿Ve usted? -prosiguió-, la mayor parte deaquéllos -y señaló al grupo- eran propietariostambién, como yo. Vendimos las fincas que tenía­mos y somos jornaleros ahora. Y, menos mal quetodavía hay trabajo ...

Mi interlocutor me tendió la diestra. Correspon.dí a su saludo y volvió a incorporarse al grupo deque se había destacado.

Yo me quedé contemplándolo un rato, desde elquicio de una puerta, y me pareció que la sombravenerable de nuestro gran Matienzo se erguía entreellos, como la última vez que le vi ejerciendo sunoble y patriótico apostolado en la tribuna públi­ca, levantada por él a tan excelsa y gloriosa altura.

La figura del inmenso tribuno tenía la mismaarrogante y noble presencia con que se presentóen la tribuna la última ocasión en que lo oí: altay levantada la frente, que albergó tan grandes y

* De la obra c.cctllTas Puertorriqucñas (1i-Jil}.

Nuestra tierra se nos va*

Por MIGUEL MELÉNDEZ MuÑoz

hermosos ideales, que no lograron prender susraíces en el alma de nuestro pueblo, amplios y magoníficos sus ademanes de sembradox: infatigable.Y creí oír otra vez su verbo sonoro que se dirigíaa aquel grupo de «propietarios_ insolventes. Suverbo que tuvo la caricia de un murmullo, el ím·petu de una cascada fragorosa, el ronco bramarde la tempestad, el chasquido del látigo sobre elrostro de los tirano , la gracia sutil de la sátiraculta, el zarpazo del epigrama sangriento, la per­suasiva admonición de un apóstol, las revelacionesde un profeta y las sabias y severas reconvencio­nes de un padre que se dirige a sus hijos, decíaa aquellos hombres que fueron «propietarioslI>:«¿Qué habéis hecho de vuestra patria, insensatos?¿Por qué cedisteis vuestras tierras al capital exó'tico?»

¡Quién sabe si más de una vez el ilustre Ma·tienzo tuvo que cortar súbitamente algún hermosoperíodo de un discurso, mientras dos o tres de es­tos desgraciados, haciendo caracolear sus brillantescaballos, pasab.lO frente al sitio en que le hablabaa la multitud I

Tal vez estos hombres, después que la multitudse dispersaba, impresionada por las últimas frasesdel tribuno, agregarían sus comentarios a los del"analfabetismo illtelectuala de muchos «notables»del villorrio, exclamando con ellos: «Oratoria piro­técnica... Una cosa es predicar y otra es dartrigo... ¿Por qué no voy a vender mis fincas, sime las pagan bien? Pretende este hombre que es­temos recluidos en ellas trabajando como bestias,mientras que él y otros intelectuales, siguen «CD·

rriéndola» de pueblo en pueblo y pronunciandodiscursitos así? ¡Este viejo está chiflado: el espiri.tismo lo ha trastornado! JI)

Y el apóstol se marchaba, con una amable son·risa en sus labios, que dijeron tantas verdadesamargas, y que trataron, tantas veces, de trazar a

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nuestro pueblo el camino de su redención. Se au­sentaba tranquilo, 'Sereno, sabiendo que sus pa·labras habían sido escuchadas con indiferencia,que la semilla que lanzara sobre la conciencia delpueblo no fructificaría jamás. Todas sus profecíasse han realizado en el transcurso de la década pa·sada.

El capital exótico vino a la conquista contractual

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de nuestro suelo algunos años después de habersefirmado cl tratado de Pads. Dcsplegó sus absor·bentes cualidades adquisitivas con fácil y calculada«diplomacia». Primero, pasaron a manos de susagentes los pequeños predios, colindantes con lasfincas de gran extensión, codiciadas por él; dcs·pués, hicieron las ofertas para la compra de esasfincas. Eran fabulosas. Los yanquis estaban locos,trataban de reproducir en Puerto Rico la leyendade El Dorado. ¿Cómo no iban a vender estos ilusossus tierras, si les pagaban por ellas más dc loque valdrían, si contuvieran en sus entrañas gran­des yacimientos de oro?

De este modo se cfectuó la expropiación volun·taria por cuyo proceso nuestras tierras, mejor si·tuadas y más fértiles, pasaron a manos extrañas,y los pequeños propietarios y algunos que poseíanextensas fincas, descendieron a la humilde condi·ción de jornaleros.

Estos parias cobran hoy sus salarios en las ca­jas de los «trusts». Mañana irán sus hijos a cobrarsus jornales en las contadurías de esas compañíaspoderosas. Y más tarde, cuando la creciente den·sidad de nuestra población haga descender el sa­lario y acrezca el pauperismo, sus nietos empren­derán el éxodo hacia otras tierras, en busca del pancotidiano que no podrán ganar en su patria.

Aquellos hombres que, cediendo a la tcntacióndel oro, vendieron sus tierras, purgan hoy su dcli·to en la insolvencia y la miseria. Y todavía, cuan­do se escriba la crónica dolorosa de esta época, lahistoria emitirá su veredicto condenatorio sobrela conducta de estos hombres que contribuyeron consus inconsultas transacciones a la desmembraciónde su patria. ¡Puertorriqueños: esas masas que vanal trabajo en las primeras horas de la mañana yregresan a las últimas horas de la tarde, son el«ejemplo» que pasa! Y cuando el oro tentador tratede sugestionar vuestras conciencias, acordaos deMaticnzo Ciotrón. El gran tribuno enmudeció ayer.El eco de sus palabras sublimes resuena aún ennuestras plazas públicas y en los salones de con­ferencias.

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Los «Cuentos del Cedro», deDOll Miguel Meléndez Muñoz*

Por M,\NUEL ZENO GANDfA

FELICES y REGOCIJADOS TIEMPOS AQUELLOS EN QUE

los ingenios, antes que la alegría, contra elmundo circunstante, esgrimían la sátira! En estasoledad de isla en que vivimos y en que son lospoetas, como Tácito, hombres de silencio y reti­ro, es la risa piadosa y el humorismo bienhechor.

Norabuena nos acorra su influencia. Para per­sonificar nuestro mundo social, mejor que solla­zas sean el epigrama, la ironía, la sátira, la es­tocada del caballero de la Tenaza. Detrás de larisa suele esconderse acíbar y ¡cuántas veces enlágrimas se condensan carcajadas!

A los umbrales de nucstro parnaso lIcga Mc·léndez Muñoz con sus «Cuentos del Cedro». ¿Te.nemas parnaso? Cuento que sí le tenemos, conalmas aladas, aunque a las veces con liras mudase invadido por pedantes de los que de su parnasoun día arrojara Moratín.

Ante el manuscrito de «Cuentos del Cedro» es­cribo estas líneas. Nada diré del autor porqueharto le conocemos, y aunque de la medida delpie de Hércules dicen mitologías que pudo in­ferirse su fuerza, la obra conocida de este es­critor dio ya la amplia medida de su ingenio. Dirésólo de su libro. Cuando leí en el prefacio expli­cada la novedad del título, me asaltó el recuerdode un hecho que con «Cuentos del Cedro» tieneidentidad alegórica.

Una vez, en Cuba, enterró el acaso una pie­dra pulida de esas que la antropología estudia.En la tierra, debajo de la piedra, la semilla de unárbol brotó en crecimiento, y al encontrarse ca·mino del sol la piedra, la empujó al exterior, sedesarrolló en torno y, haciéndola suya, la abar­có en el interior del tallo. Cuando el arbolillofue árbol grande, al derribarle, se encontró la

* Prólogo de la obro Cuentos del Cedro.

piedra pulida que vivió siglos dentro del tronco.El cedro de los cuentos de Meléndez, al surgir

del feliz talento de éste como el árbol de Cuba,de la tierra cubana, estrechó entre sus maternosbrazos los pulidos cuentos. En la originalidad deeste título, la ideación que le inspiró es de sumadelicadeza y embellece y encomia el lib¡:o antesde leerle.

Es éste, libro costumbrista. Aparte de su pre­facio y los primeros capítulos, que son himnos aPuerto Rico, y de la dedicatoria a los jíbaros,viejo tronco arrugado y flagelado por los años,todos los cuentos fueron escritos con tinta desarcasmo. Percibense en ellos los estremecimien­tos de nuestra alma social y son vivisección sinsangre en que el disector ríe. Crea escenarios queen todas las primaveras y en todos los inviernosflorecen, pero los contornos y los horizontes sontrágicos.

Alturas en este libro parecen convertirse enabismo; luz de sol en relámpagos. Un pobre pue·blo mirase en los cuentos tendido sobre la mesae~perimental, eventradas las recónditas entrañasy, como lúgubre concepción de Edgardo Poe, aúnel cadáver sonríe.

Esboza en sus cuadros remedios a los males,bálsamos a las amarguras y, cuando no los ofre­ce, se vislumbran, se adivinan, como esas vere­das montañosas que se pierden en la altitud de lascumbres; y es diestra la pluma que escribe, capazde allanar escarpas y de llanuras hacer montañas,paseando la mirada por las maravillas de nuestraisla y oyendo lamentos de mortal pesadumbre.

¿Pero cómo pudo en el buen humor inspirar­se ese libro? Sí, pudo: el talento realiza parada­jaso Están los cuentos escritos en lengua jíbara,en el folk-Iore de nuestros campesinos, y da de

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su léxico la más completa idea que escritor algu­no dio en Puerto Rico.

No viéronse nunca temperamentos literarios yfilosóficos más análogos que los de don Francis­co de Quevedo y Meléndez Muñoz en sus «Cuentosdel Cedro». Parecen éstos duplicidad de arte, dupli­cidad de ingenio, duplicidad de estoicismo.

Momentos tiene el libro en que parece revi­vir a Quevedo, y en que, entre esplendores del in·tertrópico, sobre campos en flor, bajo ambientede pesimismo, mírase discurrir a la tia fingida,al amigo complaciente, a la virgen renovada, alpadre mistificador, al bravucón, a los lindos, alos narcisos, a los tahures, a los múltiples tiponesque inmortalizara el pícaro ingenio de don Fran·cisco.

Como éste, ve Meléndez, detrás de las burlas,el cáncer. Ríe y su risa es doliente: burla y susátira es piadosa. Muestra infernales retratos dealmas que, como las b~jas de Banquo, discurrenmedrosas. Denuncia y burla en tal personaje talvicio o defecto, como Quevedo hizo hiriendo confilos de su sátira a Góngora por galiparlante culotísimo (a nuestros gongorinos se les puede burlarpor tontos); a Lope por fecundo; a Montalvánpor negociante; a Alarcón por contrahecho; a me­dio mundo, en suma, por medio y por ser mundo.

Si como se ha dicho, cosas hay que no puedensalir más que del corazón de un hombre honrado,«Cuentos del Cedro», no pudo surgir más que deun generoso corazón.

En ocasiones, Petrarca parece escribir en esoscuentos, pero casi siempre escriben Juvenal yQuevedo; y el trabajo del léxico jíbat:o acopiadoen la penosa situación en que literatura y lenguacastellanas se hallan aquí, comprueba ese léxicode un lado, la fortaleza de la segunda, conservan·do aún arcaísmos que la expresión verbal moderona echó al desuso, lo que denuncia el arraigoque tiene; y de otro lado, toda la riqueza quenecesitan destruir los que, imponiendo la lenguainglesa, destruyendo ídolos y códices como losfanatismos de la conquista destruyeron, quierenque para siempre enmudezcan el acento de nues­tra dicción y se apague el brillo de oro de nuestrosingenios.

Pero, ¿qué país es ese que Meléndez pinta?¿Ese? Ese es una colonia. En la marmita de lossiglos, al fuego de la codicia, ese es el filtro delos Borgias que envenenó nuestro paraíso. Eseque tan conmovedoramente describe Meléndezderramando risas sobre él su sátira, es el puebloque infamia y menosprecio sufre resignado. Pre­senta como la mina de oro el filón, y todos gol·pean sobre la vena, persiguiendo la preciosa chu­lla. Ese es el buen Puerto Rico, bueno para losdemás y para sí mismo indigente.

Somos del coloniaje histórico residuo. Reyes y

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emperadores y bandoleros ejercieron sobre estacumbre andina su poderío; saciamos su hambreque nuestras generaciones heredaron. Sufrimos alenorme Carlos V, al complejo Felipe n, al galan­te Luis XIV, al decadente Felipe IV; pero pelea­ron, al fin, un trono decadente y un imperio co­dicioso, y he aquí ahora que nuestros poetas yfilósofos, los que no vendieron el alma al diablode la necesidad o de la traición o del hambre,he aquí que aedas y prosistas claman todavía porfelicidad.

y de esa marmita es de donde surgen los pue­blos que buscan amo; los pueblos que por nomorir de hambre, viven de oprobio; los pueblosa los que puede decirse lo que a los licenciosossitiadores de Numancia dijeron «llenaos de lodo,ya que no osasteis Henaros de sangre».

«Cuentos del Cedro» son cuentos que el autorno relata. Son los mismos protagonistas quieneslos refieren en diálogos peculiares a la vista delas montañas. Son ellos los que hablan, los queexornan la tragedia, los que alarman las concien­cias y conmueven los corazones.

Alegre, picaresco ingenio preside a esa expre­sión dialogada; otras veces domina el risueño la­mento del estoico. Son, esos diálogos, prueba defino arte y bien vigilada observación; y en algu­nos, parece que los que hablan son Rinconete yCortadillo, Cipión y Berganza. Meléndez, comoCervantes, debió ver «pasar ante sus ojos, al re­correr los caminos, pernoctar en los mesones ycambiar constantemente de horizontelll, las varia­das escenas que la cordillera le mostrara.

Son de la vida real esas escenas. Martilladasparecen sobre granito; tan vivas y abarcables ensu realidad. Aumenta el léxico jíbaro su vivezay su verdad, y no hay en el libro una línea quedenote convencionalismo ni prejuicios. Todo esallí luz de observación, luz que el espectro de unpueblo refracta.

Dominó mucho tiempo el petrarquismo las mu­sas del mundo; y las nuestras, en prosa y verso,rindieron idolatría a aquel dios. Fue como unaepidemia propagada entre humanistas. Ya no.Rompió un día Emilio Zola la cadena y ahora lanaturaleza es dios.

Meléndez practica su culto. El lingüismo, pormucho tiempo dueño de la expresión literaria his­panoamericana, pertenece ya al pasado. No escri­be Meléndez ante sí mismo, no como Narciso semira en el cristal de las aguas. Escribe para losdemás. Sabe que pasaron los tiempos en que prio­ratos literarios y estéticos quisieron imponer suscánones, quisieron que el mundo fuera suyo; sa­be que el mundo es del genio.

Mucha obra intelectual ideó el hombre másantigua que la fábula, que el cuento, que el mito,que las escuelas estéticas. No en su libro entré-

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gase Meléndez a orgías retóricas sin retórica, niensalza a musas lóbregas, ni arrumba divinas vo­ces de su lengua para inventar desabridos neolo­gismos; ni violenta la forma de su estilo para pro­ducir asombros y preciosismos; ni se arriesga enla tarea de mostrar originalidad sin talento. Elbuen gusto de este virreinato débele en este li­bro respeto y devoción.

Como hay abismos que parecen llanuras, haymodernidades que son antiquisimas. Grecia y Ra­ma presenciaron algunas. Desde Terencio, el sen­sual comediógrafo, se conocen aptitudes sacrifica­das al empeño de mostrar originalidad sin tenerla,porque es sólo el innatismo quien la inspira. Y heahí como esos modernos antigüistas, cómplices enla destrucción de bellezas y lenguas, haciéndosedignos de los yambos de la crítica, se anegan en lapropia obscuridad, en los tremedales de una pro­ducción caótica.

Como en los campos después de la lluvia le­vántanse neblinosas condensaciones, así al tras­hojar las páginas de .Cuentos del Cedro", som­bríos y dolorosos problemas se levantan. ¿Esése un pueblo que, vivi~ndo dentro de un marcode oro, es prolífica yuxtaposición de seres vícti­mas de antagonismos y prejuicios? Creyérase quepara él no fueron escritas las leyes de solidaridad,y no es la solidaridad ley quimérica. Es la socie­dad conjunto de solidaridades entrelazadas, y esfuerza progresiva. ¿Acaso ante las fuerzas de laNaturaleza, no tiene ese pueblo ansias de felici­dad, amor a la vida, repugnancia al dolor, valoren el peligro, energía en la lucha?

Yesos problemas abisman. No es libre esepueblo, y la idea de libertad debe tener en lamente del hombre un refugio, porque es idea desuprema defensa y de supremo bien. Es bien sa­bido que no se cultivan los campos en razón asu feracidad, sino en razón a su libertad, y en

donde la solidaridad que la logra no vive, la e.x·paliación que llena los anales del mundo es ti­rana y dueña.

La expoliación monopoliza, restringe, desvía na­turales cauces, menoscaba, hiere, crea precanassituaciones, ofende el orgullo de los caracteres,hace inminentes las crisis, empuja las bancarrotas,borra la noción de lo justo, hace al hombre en­deble y pálido.

Cuando, sin escrúpulos, es la ley la que expolía,acaba la expoliación por convertirse en sabia teoría, por elevar templos como Faraón elevó pirámi­des, por crear maestros y legisladores y sutilezasy sofismas, y hasta por crear partidos políticos en·vilecidos por el servilismo.

En la vega de esos ríos y en el declive de ~sas

vertientes, bajo el peso de los tributos, ataaurasque enlazan la política con la economía social, pa·rece que impera el ucada uno para sb, escuda deegoísmo, y que fue borrada la antigua divisa uunopara todos, todos para uno». Y ante los postuladospalpitantes en el libro, contempla el lector la neoblina de problemas que obscurecen el sol y flotaninsolutos sobre las esperanzas y ante las incerti­dumbres de lo porvenir.

Ese es un libro, un verdadero hora. Obra dearte, de sensibilidad, de patriotismo. Es una activi­dad pue¡:torriqueña: actividad honrada puesta alservicio del honor y del bien. Las nubo en PuertoRico que lesionaron a Puerto Rico. Las hay agresa­ras de su derecho y su justicia, que le sacrifican yle traicionan.

Levántase «Cuentos del Cearo» en generoso apos­tolado y la mentira desgarra y la verdad solemniza,y en aras de filial cariño, dora el nimbo de su na­tiva tierra y con talento de artista besa la planta,la augusta planta de su inventurado país.

Diciembre, 1927.

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La personalidad puertorriqueña*

Por MIGUEL MEL~NDEZ MuÑoz

E N TODO ESTUDIO PROFUNDO Y EXHAUSTIVO, O EN

ef mero y simple ensayo que se realice paraanalizar y definir la personalidad puertorriqueña,hay que partir de la primera base finisecular: Elgibara, del doctor Alonso. Enjuiciado por todoslos críticos y comentaristas que se han ocupadode este libro corno la primera obra «costumbrista»de nuestra literatura, ese juicio permanece fijo,inalterable entre la gente letrada de nuestro país.y ese mismo concepto final se ha continuado transomitiendo a todas las generaciones que han sucedidoa su autor. Así el doctor Manuel Alonso es nuestroprimer escritor clásico y «costumbrista».

Si prescindimos de esta apreciación, convencio·nal y acomodaticia, ¡qué fácil, placentero y reve·lador es descubrir rasgos, perfiles y contornos lo­grados de la personalidad puertorriqueña, bajo elestrato «costumbrista» que utiliza el autor graciosa­mente y, a veces, con triste ironía!

Cuando el doctor Alonso recoge en su obra confina intuición y donosa intención las actitudes deljíbaro que trabaja, canta, baila, se divierte, se llevasu hembra a caballo o se casa por la Iglesia; quecree en brujos, hechiceros y curanderos, el escritorse despoja de su investidura literaria «costumbris­ta». Y surge el sociólogo que nos ofrece, con lúcidaclaridad, las características del puertorriqueño desu época; y el cómo se manifestó, actuó y reaccio­nó la personalidad puertorriqueña. Pues el doctorAlonso es, además, un fino y perspicaz sicólogoque nos revela, bajo el velo sutil de su costumbris­mo, el alma del puertorriqueño con su profundoacento telúrico. El día que se desvista a El gibarade su ropaje «costumbrista» habrá que reconocer yacreditar al doctor Alonso los primeros atisbos, las

.. leido por su autor en la Quinta Asamblea General de losCentros Culturales, celebrada en el Instituto de Cultura Puertorri.quefia, el dla 21 de febrero de 1965.

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primeras tentativas logradas para fijar los contor­nos de nuestra personalidad,

¿Qué representa, qué significa el jíbaro en sen·tido demográfico cuando el doctor Alonso publicasu obra? Es el 80 % de 'nuestra población, confina­do, geográficamente en barrios aislados de sus pue­blos respectivos, sin más comunicación que pési­mos caminos vecinales, intransitables en los perío­dos estacionales de lluvias. Socialmente se hallaen la misma proporción respecto del resto de nues­tra población en aquel tiempo. Políticamente... no,hablemos, porque no cuenta si no es contribuyente,no importa que sea analfabeto. Pero, con excepcióndel grupo limitado de profesionades, burócratas yclase castrense residentes en la Capital y en otrasciudades de secundaria importancia populosa, ¿quéson los comerciantes, industriales «nativos» y obre·ros, vecinos de los pueblos del interior y del lito·ral de la Isla? Pues... son individuos que sabenleer y escribir -aunque leen muy poco-: jíbaro!semiletrados con un ligero barniz social que en muchos aspectos de su conducta actúan y reacciona.como sus coterráneos campesinos. Pero con mayo:malicia y más picardía.

No hay que buscar solamente en el cultivo dilas bellas artes por ilustres puertorriqueños lo~

factores que van integrando la personalidad puer·torriqueña a través del transcurso del tiempo. Po·líticos, historiadores, hombres de ciencia contri­buyen a modelarla, a imprimirle las característicasdiferenciales que 'habrán de constituirla, tras largosaños de decantación hasta plasmar su presencia.Los historiadores -mencionemos sólo a Fray Iñi­go Abad, Salvador Brau, doctor Coll y Toste, Na­varrete, Angel Paniagua y Cruz Monc1ova- al estu­diar y desentrañar los orígenes de la colonizacióny población de nuestra isla, cimentan los primeroslineamientos y el desarrollo creciente de nuestra

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cultura. Antrop610gos como el doctor Agustín Sthal,el mismo Coll y Toste y el doctor Zeno Gandía,estudian y analizan al «hombre puertorriqueño».En sentido político sería prolijo e interminable aúnresumir cuánto laboraron, cuánto padecieron y su·frieron en sus vidas y haciendas los puertorrique·ños que lucharon por la consecuci6n de los dere­chos civiles y un trato igual a los súbditos de laMonarquía española para los habitantes de esta ca·lonia, mantenida en la ignorancia -analfabetismo­y explotada por un sistema semifeudal de produc­ci6n agraria.

El año 1894 publica el doctor Manuel ZenoGandía La charca, ~u primera novela, que es, asi­mismo, la primera novela puertorriqueña. La crí­tica de su época no le fue del todo favorable. To+más Carri6n Maduro, polígrafo, conferenciante yorador de fácil y amena palabra, le niega todo valor

·en una serie de artículos publicados en la prensay recopilados, más tarde, en su obra Ten con ten.Han de transcurrir muchos años para que se apre­cie la primera novela puertorriqueña sin prejuicios.sin parcialidades y con amplio criterio justiciero.Lo hará Samuel R. Quiñones en su ensayo Zeno·Gandía y la novela puertorriqueña.

Zeno Gandía subtitula La charca .Cr6nica deun mundo enfermo",_ El autor es médico. Pulsa,ausculta y examina a su pueblo y lo halla enfermo.Su enfermedad es sicosomática. Del cuerpo y delalma. Y nos ofrece en su obra la vivisecci6n del

·cuerpo social puertorriqueño en un momento dadode la existencia de nuestro pueblo.

Las enfermedades corporales endémicas, cr6ni··cas y las taras morales existen en la mayoría del·cuerpo social puertorriqueño -campesinado- noporque éste se las haya procurado. goce y se refo­cile con su indeseable y maligna tenencia, sino por­·que son consubstanciales con el estado político,social, econ6mico y educativo que regimenta suvida: la colonia. Ausencia de servicios públicos ele·mentales, instrucción pública limitada en pequeña·escala a las zonas urbanas. pésimos sistemas decomunicación entre los barrios, densamente pobla­dos y los pueblos, casi presuntuosas aldeas. Y ex­plotación del labriego en jornadas de trabajo ago·tadoras con salarios de hambre. Este fue el cuadrosombrío que tuvo ante su visi6n de hombre de cien­cia y novelista, nuestro doctor Zeno Gandía. Y lo­gr6 trasladarlo con su ambiente social, con toda labelleza constrastante de sus paisajes y con la exis­tencia de los seres que actúan en tan maravillosoescenario en La charca, discutida ayer, incompren­sible ayer, malquerida ayer y apreciada hoy comola primera 'Dovela puertorriqueña. con incuestiona­ble prioridad.

Si, como venimos sosteniendo, tanto en la épocade El gi~aro (1849·1884) como en la de La charca

(primera edici6n: año 1894) el campesino integra.ba el 80 % 'henchido de nuestra poqlación, nuestrapersonalidad sale muy mal parada en la naveta- deZeno Gandía. De su «mundo» s6lo valen, comoseres humanos conscientes que se destacan sobrela promiscuidad y ,la amoralidad de los tipos de laobra, el doctor Pintado, el padre Esteban y Juan delSalto.

Lareacci6n del doctor Zeno Gandía, igual quela de ·Luis Muñoz Rivera en sus tercetos de Nullaest redemptio y Antonio S. Pedreira en lnsularis­mo, es la del hombre culto de ideas liberales y pro·gresistas ante la masa amorfa, ignara, tratada ymantenida como gleba servil, que con mayor pro­greso social y un poco más de cuitura cuando sepublica la obra de Pedreira, constituía la granmayoría de nuestra poblaci6n contemporánea conaquellos dos ilustres varones.

Aquellos hombres necesitaban un pueblo parainiciar la cruzada cívica-incruenta, desde luego-para que se le concediesen los derechos que lesnegaban... Para que recibiesen los beneficios de lacivilización y la cultura crease en su alma ansiasde progresivo perfeccionamiento... Pero no habíapueblo que pudiera oirlos, ni entenderlos, ni secun·darlos en sus empeños redentores y libertarios...y 10 condenaron sin el debido procedirnienlto. deley.

Sin embargo, veintiséis años antes de la publi­caci6n de La charca, en la revolución de Lares, el 23de septiembre de 1868, un grupo numeroso de habi­tantes de ese mundo enfermo, vecino de las zonasen que por su posición topográfica, por su aisla­miento, por sus condiciones mesol6gicas, predomi·naban con mayor intensidad las dolencias corpora­les y las taras síquicas, dirigido y conducido porunos pocos hombres que ansían la .Jibertad de nues­tra tierra, «decretal> la independencia de nuestraPatria, declara la guerra al poder colonial consti­tuido en ella y se bate con las tropas disciplinadasespañolas en combates desiguales y suicidas... Mo­vimiento de vívida expresi6n subversiva que se an­ticipa al Grito de Yara, lanzado el mismo año porel pr6cer cubano Carlos Manuel de Céspedes.

Aquellos «pálidos» tiñen con el tinte rojo de susangre enferma la personalidad puertorriqueña ensu primera tentativa libertaria.

La contribución de sangre del jíbaro a la Revo­lución de Lares no puede aquilatarse hoy en todosu exacto valor, porque empeñados los que escri­bieron la primera narración de ella en ridiculizarlay menospreciarla, la califican de asonada, sediciónabortada, etc., de acuerdo con su criterio conserva­dor, incondicional. Y los puertorriqueños iiberalesde la época, testigos de aquellos acontecimientos,por causas en que se impusiera su instinto de coa·servaci6n -su libertad y su vida sobre su devoci6n

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a la verdad, y a su amor a su patria- tratarontambién de empequeñecerla, de restarle méritos.de disminuir su acento, de soterrar su intención, deanular y desvirtuar su transcendencia posible en lapolítica futura del país.

De estas víctimas la historia que se hizo ha con­servado los nombres. Fueron los héroes de la Re­volución en realidad. Para unos, los ilusos, los ob·cecados o los insensatos. Para otros, 'los insurrectos,los sediciosos o lo traidores. Como quiera que seaprecie "Su conducta, 10 cierto es que vertieron susangre por una causa que estimaron justa, nobley patri6tica.

y desde el doctor Alonso, mucho más que ces·critor regionalista-, como hemos insinuado; desdenuestro primer novelista. el doctor Zeno Gandía, ~l

grupo ilustre de historiadores. escritores, novelis­tas, poetas y ensayistas que le han sucedido en eltiempo y en el ferviente amor a nuestra Patria. hanvenido develando nuestra personalidad, enrique­ciéndola con su saber y su cultura hasta lograr sudefinitiva plasmaci6n.

¿Qué somos hoy? Un pueblo diferenciado porsu cultura, originada en nuestro patrimonio hispá­nico, con profundas raíces telúricas. Que se expresaen su español. matizado por cadenciosos modismos,que cree en Dios, ya por medio de diferentes pro­fesiones de fe, que va superando las limitacionesde sus recursos naturales y de sus límites geográ·ficos. Que ha continuado desarrollándose contra elimpacto de una civilización distinta oe la nuestra.inspirada en un concepto pragmático de la vida-mal llamado filosoña- que si le ha impuestociertas modalidades exóticas en su vida de relació;lsocial, de inevitable presión, no han desintegrado

todavía totalmente su personalidad, sobrevivientepor sus factores defensivos intrínsecos.

No obstante, han de contribuir a que se verifi­quen profundas transformaciones en su identidadlos fen6menos tanto de carácter económico comode condici6n social politizante que se iniciasen, enacelerado acontecer, a partir del año 1940, como: latrasmutación de una economía de exclusiva estruc­tura agrícola en un vasto complejo industria1. Eléxodo, en continuo fluir, del campesino hacia lasciudades. La escasez de brazos para ciertas faenade la a~cu1tura que aún prometen relativos bene·ficios. El crecimiento desorbitado de nuestra po'blación, verdadera hipertrofia demográfica. La pro·gresiva incapacidad económica del Estado paraatender servicios públicos: instrucción, sanidad, po­licía, tránsito, delincuencia en sus diferentes mani·festaciones. La reincorporación de emigrantes puer~

torriqueños, atraídos por la publicidad del desarro­llo industrial, con toda la viciación adquirida en sucontacto con ,las bajas capas sociales de las grandesciudades norteamericanas en que residieron: nar­comanía, propensiones antisociales. gangsterismo,pandillismo, delitos contra la propiedad, delincuen­cia juvenil, adulteración de nuestro idioma, jeri·gonza bilingüe, etcétera.

Pero esperemos y confiemos en que nuestropueblo...

En tan tristes condicionesemerja incólume y fiela su inviolable destino,como el Profeta Danieldel antro de los leones,y prosiga su camino...

BIBLIOGRAFIA

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teratura Puertorriqueña, 1954.

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Palabras introductorias a los«Cuentos del Cedro»*

Por MIGUEL MELÉNDEZ MuÑoz

EN LA PRIMERA PARTE DE ESTE LIBRO, INTENTO DES­

cribir el paisaje, la luz, los bosques, el cami·no, el bello y maravilloso escenario en que vivenlos personajes que han inspirado estos cu~ntos.

He profesado siempre un amor. acendrado anuestros paisajes, sutilizado y acrecido por cadanueva contemplación. Y he deplorado, muchas ve­ces, que nuestros artistas no les rindan el cultoy la admiración que merecen.

Tal vez, porque vemos todos los días el mismoamanecer, porque nos embriagamos todas las no­ches de luna con la poesía, dulce y tibia, que seadentra en nuestra alma inclinándola al ensueñoy al éxtasis, es porque no vemos la belleza de nues­tros paisajes. Es, por eso, que no les profesamosel amor y la admiración que inspirarían en ojosextraños que no disfrutaron nunca de la contem­plación de tan sorprendentes aspectos de la Na-turaleza. .

Sin embargo, yo no he podido substraerme, aho­ra que vaya publicar estos cuentos, a la idea dehacerlos preceder de esta serie de rápidos boceotos, sabiendo que no he descubierto nada nuevo.Porque mis «apuntes de paisajes», pueden ser vie·jos, de una caduca vejez, para mis compatriotas.

Al ahondar con el escalpelo del sociólogo enlas carnes enfermas de nuestro pueblo y descubrirsus vísceras más nobles, atrofiadas por la miseriae hipertrofiadas por la explotación y el dolor, elartista, más o menos sensible, que hay en todoescritor, tiene que llegar, por el hallazgo ines·perado del contraste, a la triste conclusión de que

• La primera edición de esta obra se pubUcó en 1927.

no hay sobre el haz de la tierra un sol más ra·diante y fecundo que alumbre con su luz esplen~

dente un estado social de mayor miseria y de másre~ugnante abandono.

Este pueblo que se inclina, diariamente, sobre elmismo surco abierto en una tierra que no es suya,tan hosca e inhospitalaria para él como si no lehubiera visto nacer, luchar y padecer en ella mis­ma, se muere un poco todos los días de hambre,de pena y de la nostalgia de bienes, de comodida­des y de ideales perdidos a través de las oscurasetapas de su interminable coloniaje. Sus protes­tas, sus rebeldías pretéritas, son ya páginas olvi·dadas de su historia política. Y actualmente, secondensan en el prolongado e inofensivo bostezo deuna horda famélica que la necesidad, la Ley y lacobardía -que se estima más fuerte que la Ley­obliga a labrar la tierra, que fue suya, para quie­nes la captaron en las redes de turbios negociosy torpes concesiones.

Contemplamos, desgarrada nuestra alma, no de«patriotas», sino de hombres, simplemente, la ago·nía de un pueblo que pasó por el dolor de ver encrisis todos sus ideales; en horrorosa bancarrotasu heredad, y que vive en bochornoso 'Precariolos últimos días de su vida en uno de los másbellos rincones de la tierra, donde pudieron asen·tarse el placer, el bienestar, la felicidad y todas lascomodidades que un suelo pródigo y fecundo yun sol enamorado de él, pueden brindar a sushijos...

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Page 33: Revista del Instituto de Cultura

AH, POBRE, HUMILDE, MANSO Y TRISTE JIBARO... 1Cuando haya quien tenga el valor de escri·

bir la emocionante tragedia de tu vida, se veráque una civilización hipócrita y convencional no sedetuvo a observarte, que no tuvo para ti una mi·rada compasiva y que viviste al margen suyo tuexistencia sórdida... como una cosa despreciableen tu explotada inferioridad, como la casta de losSudras en la India de las leyendas y de las estu­pendas fantasías místicas y poUticas...!

De tu patria, que tampoco antes fue tuya, sólote queda el azul de su cielo y las rumo(osas can·ciones de sus alisios.

Lo has perdido todo, tú que tuviste siempretan poco que perder.

La tierra se te fue debajo de los pies. La pi­sas seca, caliente y dura en el estiaje; húmeda yfecunda en la primavera, como hembra que acabade recibir la caricie: del agua, pero es tan extra­ña para ti, como las estepas de Rusia o la Pam­pa argentina.

Con tu esfuerzo se han levantado magnificospalacios, viviendas de ensueño en los sitios másbellos de nuestras costas que tienen ya el matizde los valles aristocráticos y suntuosos de la Ri­viera, o el plácido y confortable ambiente de fe­licidad y bienestar de los grandes balnearios euro­peos...

Tú vives como las águilas, en nidos inverosí­miles, colgantes de las faldas de nuestras mon­tañas... Pero no tienes alas y no puedes elevartesobre la infamia de tu vida, ni puedes ascender,fuerte y altivo, a tu nido escondido... Y tu nidoes... una frágil imagen poética, y la realidad 10

* Cuentos del Cedro (1927).

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Dedicatoria*AL JIBARO

(Palabras de admonición)

Por MIGUEL MEL~NDEZ MuÑoz

convierte en lo que es: en una infecta madriguera,donde el hambre, la miseria y las enfermedadesse perpetúan en tu prole como una interminablevisión de pesadilla.

Hay quien se atreve a decir que vives, queexistes; y el que te observe fríamente, serenamen­te, sólo podrá asegurar que te hallas en una len­ta y cruel agonía, y que tu vida es una pavorosamueca macabra que no acaba nunca. .

La potencialidad de tu esfuerzo, digno de máshumana recompensa, sólo ha tenido en la escaladel trabajo dos términos de legítima y justa com­paración: el mujik ruso y el cooli chino... Tú note has hallado en la esclavitud que soportó el mu­jik, ni has trabajado bajo el estímulo cruel dellátigo del capataz. Pero el flagelo de la necesidad,de una necesidad tenaz y apremiante, que no pue­des satisfacer nunca, restalla perpetuamente so­bre tu cuerpo de ciudadano libre, elector y ele­gible...

El que conoce tu dieta habitual, el que puededarse cuenta de su potencia alimenticia, no acier­ta a explicarse tu resistencia física para el tra­bajo: eres un fantasma que z:ealiza la labor de uncíclope.

Eres el hazmerreir de la gentecilla culta, elhéroe obligado de todo cuento hilarante y el ner­vio de todo chascarillo nativo.

De tu vida se conocen los aspectos que regoci­jan y divierten a una civilización, a un estado decultura que no ha querido comprenderte, que hasido indiferente ante tu dolor y tu incultura, yque desempeña muy bien el papel de Gargantúaentre los pueblos de nuestra raza.

Cuando tus brazos no puedan sostener una aza·

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~a, ni manejar un machete, ni levantar una pique­ta, no tienes siquiera un asilo en que uacomodar.la ruina de tu cuerpo.

Sales de los molinos de acero del tx:abajo ex­primido, exhausto, arruinado físicamente y, comoúltima etapa de tu tragedia, te aguarda la menodicidad, fatalmente, para darte el espaldarazo deloprobio y de la ignominia.

Vives de milagro y mueres de limosna.y más allá, te aguardan la grotesca y repugnan­

te tragicomedia del uveloriolt y la ccaja de las áni­mas., uno de los pocos elementos que ha creadola piedad civil para ti.

Se te exige valor, y, muy pocas veces, recibisteejemplos que imitar.

Se te habla. de civismo, de patriotismo, de pan­hispanismo, de iber... ismo... y siempre te han de­jado en el cdstmolt, como quien dice: un poco másallá del limbo...

y hay quien se extraña, todavía, de que de tanpocas enseñanzas, únicamente, hayas aprendido

_y practiques el panterismo, cuando eres el elemen-

to más inofensivo e inocente en nuestra sociedad.Sin embargo, eres grande en tll humildad. Ho­

norable en tu pobreza. Fuerte, muy- fuerte, en tudebilidad.

Eres el viejo tronco, arrugado y flagelado porlos años, que aún produce savia, jugosa y nutri·tiva, para que todo nuestro parasitismo social me·dre de ella... ; todavía su cálida corriente corta losmares que nos separan de otras tierras, muy dis·tantes de nosotros, en todos sentidos, y va a con­tribuir, a sostener la vida de placer, de molicie yde holganza de algunas clases privilegiadas extran­jeras.

Yo espero que las necesidades que te acosan;q4e los brutales abusos que se han cometido conti·go en toda época; que la misma miseria en que vi·ves, te lancen un día contra los lobos voraces einsaciables de la explotación y con un gesto de be·110 y resuelto heroísmo los venzas y los abataspara siempre...

Entonces habrá llegado el día de tu libertad ypodrás ser el amo de tu tierra...

Page 35: Revista del Instituto de Cultura

I. CARÁCTER

La obra de Meléndez Muñoz no se limita a losn~~ve libros que lleva publicados. Escritor que haVIVIdo en tensión periodística durante casi mediosiglo, atento al pulso de la vida insular desde el"cambio de soberanía, ha utilizado todas las formaspropias de la prosa para llevar a cabo el programaq~~ se trazara desde que empezó a escribir. El prin­CIpIO rector de donde arranca su programa se sirvedel discurso, de la conferencia, de la novela, de ladramatización, del cuadro de costumbres, del en·sayo, del cuento y del artículo para hacerse presen·cia viva. Cualquiera que sea el género del cual sesirva para su expresión, su obra tendrá carácter li­terariosocial. Su literatura será siempre literaturacomprometida; primero con su medio social, y lue­go, con sus propias preocupaciones sociológicas.1

El estudio de su obra total -que no intentamosen este trabajo- requeriría el rastrear centenaresde artículos periodísticos, conferencias y discursosque han aparecido durant~uarentay siete años enla prensa del país.

* Parle eJel Prefacio a las Obras Completas de Miguel Mel~ndez

Muñoz. Instituto de Cultura Puertorriqueflll. SlIn Juan, 1963.l. El carácter de 111 obra de Meléndez Mul\oz no es un rasgo

poco común en la literatura hispanoamericana. De ésta dice ArturoUslar-Pielri en UD ensayo que titula .1.0 criollo de la literatura.(C/llIdernos Q/Ilericlmos, Méxlco, 1950, 1, pág. 276) que «está predo:minllDtemente concebida como instrumento. Lleva un propósito queva más allá eje lo literario. Está determinada por una causa y diri·gida 1I un objeto que estlÍ fuera del campo lUcrarlo. Causa y objetoque pertenecen al mundo de la acción••

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La obra literaria deMiguel Melélldez Muñoz*

Por JOSEFINA LUBn DE DROZ

n. OBRAS

1. Retazos

Meléndez Muñoz ImCla su obra con una seriede articulas que publica en El Heraldo Español, LaCorrespondencia y La Democracia durante los años1903 a 1905. Los seudónimos Amilcar Barca y JudithDrummont encubren sus primeras andanzas litera·rias. En 1905 recoge estos artículos en Retazos. Estelibro, enjuiciado por el propio autor, es "una co·lección incolora"2 de su obra primigenia. La colec­ción íntegra, en su mayoría, es una serie de artícu­los de costumbres, crónicas sobre temas diversos yalgunos intentos que no traspasan la intención depequeños ensayos sociológicos.

Esta obra primeriza señala ya los temas que hande circular luego por casi toda la obra de MeléndezMuñoz. Aunque ha de considerársele más tardecomo un autor costumbrista, desde el primer mo­mento de su producción puede verse que rebasaráel mero costumbrismo para penetrar más a fondoen la realidad humana, social y económica que lorodea. Se presenta ya como un autor comprometi.do, de dentro hacia fuera, con ese contorno dentrodel cual viven él y sus paisanos.

El libro se inicia con una novelita pueril, Fuer­zas contrarias, en la que el autor demuestra lasconsecuencias de una educación deficiente. El in·

2. Cana a la aulora, .

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cípiente sociólogo señala que hay una serie de fuer­zas, buenas y malas, pero siempre controlables, queoperan sobre la sociedad determinando su destino.En Fuerzas contrarias se señala la educación comouna de esas fuerzas. En los otros articulos y cróni­cas que componen la colección, Meléndez Muñoztrata de crear conciencia cívica pintando el aban­dono total en que viven los desheredados.

En Retazos, Meléndez Muñoz rompe sus prime­ras lanzas en pro de "los de abajo",3 y hace, sinmétodo y con vestidura romántica, sus primerasincursiones en el campo de la sociología.

2. Yuyo

Yuyo es una novela costumbrista, de marcadaintención social. En ella el autor logra penetrar lospatrones de vida de un pequeño núcleo campesinotípico del campesinado puertorriqueño de la prime­ra década del siglo, cuando aún la influencia de lanueva cultura no había penetrado las zonas rurales.

El asunto es la mala vida del campesino puerto­rriqueño en la época en que se desarrolla la obra.Dentro del marco del paisaje, de las costumbres ydel habla del campesino, el autor presenta la redde circunstancias que hacen de éste un esclavo dela gleba y una víctima de la malicia urbana. Laobra se centra en tomo a la vida angustiosa del"agregado", equivalente, en nuestro sistema econó­mico de entonces, al siervo adscrito a la tierra delsistema feudal. Este y su familia, enraizados den­tro de un ámbito cercado de prejuicios e indiferen­cia, se debatían agónicamente, contra fuerzas queen aquel momento eran irreductibles.

Completan el cuadro tipos e instituciones urba­nas de las cuales el campo no podía desvincularse:el comerciante, el amo, el picapleitos, el juez, laJusticia, símbolos -en Yuyo- de la explotación,el engaño y la venalidad.

3. Estado social del campesino puertorriqueño

Este ensayo consta de una introducción y dospartes. En la primera parte señala los males socia­les que minaban la vida campesina en el momentoen que se escribe el ensayo; en la segunda sugierepautas para el mejoramiento de tales condiciones.Este estudio es el primer intento científico parapresentar, desde todas sus vertientes, la realidadcampesina puertorriqueña.

Se trasluce claramente a través de El estado so­cial del campesino puertorriqueño la frecuentacióndel autor a la obra sociológica de Hostos y Spencer.

3. Tflulo de una novela de MlIriano Azuelll, Los de abajo, 1927.

A la luz de las teorías de estos escritores y de emi­nentes naturalistas y economistas que contribuyena su formación, Meléndez Muñoz visualiza su con·torno con un claro sentido pragmático.

Partiendo del concepto de que la sociedad evo­luciona constantemente, Meléndez Muñoz planteala tesis que sostiene en este ensayo: siendo el cam­pesino un factor de la sociedad, debe seguir el mis­mo ritmo evolutivo que ésta. Sostiene que es unerror considerar que el campesino es un núcleo quese desarrolla como una realidad ajena a la de losotros habitantes de Puerto Rico. Señala la influen­cia del clima y la fertilidad del suelo como "facto­res externos" que han influido en la psicología delcampesino.

Puntualiza los males que han convertido al cam·pesino en un hombre "en un estado submental";4el trabajo en condiciones inadecuadas en cuanto atiempo, medida y lugar, la falta de equilibrio entrecantidad de trabajo y alimentación, la ausencia dehigiene y servicios de beneficencia municipal, elpauperismo con su secuela de consecuencias, el al·coholismo y el analfabetismo, con su lastre deignorancia y superstición. Cree que el analfabetis­mo de nuestras clases campesinas es un problemade igual trascendencia que el pauperismo, la ane­mia constitucional, la anemia social, la ilegitimidaddel matrimonio y el alcoholismo. Preconiza que to­dos estos males tienen remedio si hay voluntad ysi se hace el esfuerzo por eradicarlos.

Entre los remedios que propone Meléndez Mu·ñoz, están algunos que hoy, después de treinta ycinco años, o se han realizado o se reconoce queurge su realización. Pide la jornada de ocho horas-para que el campesino pueda asistir a escuelasnocturnas- y lo que él llama "el sueño futuristade un sociólogo":s la creación de aldeas rurales quetengan agua corriente. facilidades educativas y ser·vicios médicos.

4. Lecturas puertorriqueñas

La cuarta obra de Meléndez Muñoz en ordencronológico es Lecturas puertorrique,ias. Recoge enella una serie de trabajos -ensayos y articulos decostumbres en su mayoría- que había publicadoen la prensa del país. El libro consta de un prólogo-escrito por el autor- y tres partes a las que dalos subtítulos de Desde la revuelta de la Gut1sima,Desde una orilla de nuestra vida y A,ioram:as. Lostrabajos de la primera parte tienen como fondo elpaisaje o el ambiente rural. En la segunda parte elautor presenta temas que trascienden el ambiente

4. E.ludo social del campesino puertorriqueño. pág. 27.5. Ob. cit.• pág. 106.

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Page 37: Revista del Instituto de Cultura

rural y hace observaciones sobre la vida de lospueblos pequeños. En Añoranzas ]a narración auto­biográfica se incorpora a la escena de costumbres.

La intención social refonnista predomina en es­tas Lecturas puertorriqueñas. El autor utiliza losaspectos de la realidad geográfica, social o humanaque presenta -hombre, vida, instrumentos, paisa­je- para insistir en su tesis: la refonna del cam­po ti~ne que partir de las clases educadas y no delpropio campo -que vive en completo aislamien­to-; y el porvenir de un pueblo depende de laduración y de la intensidad de sus esfuerzos.

La refonna a la que aspira el autor no se re­duce al. ámbito económico. Señala y censura losvicios de orden moral como la inconciencia en laselección de los jurados -Un jurado-, la supersti­ción y la ignorancia -El cheismo y Un pueblo deayer- y la negligencia: Nuestra tierra se nos va.

5. Ensayos

Este libro contiene tres ensayos: El niño, la es·cuela y el hogar, El pauperismo en Puerto Rico yVentajas e inconvenientes del lujo. El libro contie­ne, además, un prólogo de Juan B. Huyke en elcual se explican los motivos que tiene el Departa­mento de Instrucción para iniciar con dicho volu·men un proyecto de publicaciones educativas. Estosensayos responden a esa pedagogía social que sedesprende de casi toda la obra de Meléndez Muñoz.

a) El niño, la escuela y el hogar

En este ensayo el autor plantea un tema viejoque no ha perdido su vigencia: la necesidad de aco­plar la acción de la escuela y la del hogar en nues­tra sociedad. Esta necesidad -dice el autor- ,hadado origen a las asociaciones de padres y maestros.Pero éstas carecen de programa. Y se conviertenen "meras sociedades benéficas, reafinnando lazosmateriales entre las escuelas y el hogar".6

b) El pauperismo en Puerto Rico

Este ensayo consta de una introducción y cincobreves ensayos q1;le titula Causas del pauperismo,El trabajo y la vida de los obreros, La economíapoUtica y los obreros, La miseria y el cardcter denuestro pueblo y Orden de los remedios.

En la Introducción plantea la situación a basede sus observaciones. Busca los remotos orígenes

6. EnsAyoS. p4¡. 25.

26

de este mal social y culpa a la sociedad de muchos.males que redundan siempre en su propio perjuicio.

Señala -dentro del panorama de Puerto Rico­las causas del pauperismo: el desgaste fisiológico.la insuficiencia del jornal y las condiciones inade­cuadas para el trabajo. El autor hace descansar laresponsabilidad ante la realidad social de aquelmomento en tres fuerzas tlistintas. La primerade estas fuerzas -dice- "tiene que sacarla el pro­letariado de su propia flaqueza. En segundo lugarinvita a la sociedad a .. concurrir con las clases de­pauperadas a trabajar por la emancipación y liber­tad económica de éstas".7 La otra fuerza radica enel gobierno, en 'sus ramas legislativa y ejecutiva.

c) Ventajas e inconvenientes del lujo

En este ensayo el autor abandona la temática'Ouertorriqueña para entrar en un tema de vigenciauniversal. Casi todo el ensayo descansa sobre citasde Spencer y de Leroy Beaulieu en las que se ex­plican los posibles orígenes del lujo'y se exponeel valor económico de éste.

Menciona entre los inconvenientes del lujo lascríticas usuales que le hacen los sacerdotes y Josrefonnistas para quienes el lujo es "un mal social,un azote para el organismo social, un diluente fatalpara la moral y disolvente de las buenas y rectascostumbresH

.' El autor n~ comparte estas ideas.Cree, como Leroy Beaulieu, que el lujo es uno delos principales agentes del progreso humano y que"la supresión del lujo· restringiría el progreso so­cial".9

6. Cuentos del Cedro

Cuentos del Cedro está precedido de un prólogode don Manuel Zeno Gandía, escrito en 1927. Comointroducción adicional a la obra hay unas palabras,Al lector y una Dedicatoria al Jíbaro En las prime­ras el autor explica por qué al tratar los temasque aparecen en su obra, su arte ha de ser inevi­tablemente arte comprometido, al servicio del con­torno social y humano que lo rodea. En la Dedica­toria, que subtitula Palabras de admonición, ademásde increpar a los que han pennanecido indiferen­tes ante la ignorancia y el desamparo del campe­sino, exalta a éste, a su increíble resistencia físicay moral y ¡;l ~us virtudes. ,

El libro está dividido en dos partes. Dedica laprimera -Paisaje y ambiente-, compuesta por sie­te ensayos, a la pintura del paisaje de fIla altura",

7. lbi4•• P'I. 73.8. lbid.• plil. 19.9. lbid.• Dota al calce, P'I. 117.

Page 38: Revista del Instituto de Cultura

GENEALOGIApara canto y piano

TEXTO

lOSE P. H. HERNA NDEZMrSIC."

lOSE E. ANTUNEZ

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUESan Juan de Puerto Rico

1967

Page 39: Revista del Instituto de Cultura

Genealogia

Texto: José P. H. HERNANDEZ Música: José E. ANTUNEZ ASTOL

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Page 41: Revista del Instituto de Cultura

SEPARATA DE MUSICA DEL NUMERO 34DE LA REVISTA DEL INSTITUTO DE

CULTURA PUERTORRIQUE~A

Offsel RVMBOS - Printed in Spain

Page 42: Revista del Instituto de Cultura

y de la peculiar atmósfera de los campos de estasregiones y de los pueblos del interior. Exalta la so­ledad y la belleza del paisaje de campo ac!entro.Fuera de esta órbita de rica y densa vegetacióndonde la mano del hombre aún no ha profanado elpaisaje, el autor advierte la "tristeza campesina" yla "tristeza de nuestros pueblos" y trata de penetraren los factores que las motivan.

En la segunda parte, que el autor titula Contri­buci6n al folklore puertorriqueño, las composicio­nes que el autor clasifica como cuentos, caen másbien, en términos generales, en el cuadro o escenade costumbres. Repre.sentan éstos la incorporacióna nuestra literatura de sucesos culminantes ocurri­dos durante el primer cuarto de siglo, vistos desdeel ángulo de la mentalidad y sensibilidad campesina.El cuento inicial, Dos cartas, recoge el problemapersonal y de familia de la campesina abandona·da por un soldado americano después de una peri­pecia amorosa. El último, Un día de campo, presen·ta el contraste entre 10 que espera la imaginacióny lo que es la realidad en un campo del interior.Uno y otro suceso, tomados fielmente de la rea·lidad, están a una distancia de un cuarto de siglo.En este lapso de tiempo ocurren numerosos su­cesos que han pasado a la historia. Meléndez Mu·ñoz al recogerlos en sus cuentos y cuadros de cos­tumbres, registra el perfil de las épocas correspon­dientes expresados a través de la lengua y de lasreacciones de testigos auténticos. La vida modernay El baile reflejan la perplejidad con que los vie­jos acogen los cambios que vienen de fuera. La si. 'tuaci6n describe un periodo angustioso después deuna de las frecuentes crisis del tabaco. En El cré­dito aparece el agricultor que no se deja alucinarpor las ofertas de los bancos. La experiencia es undelicioso cuadro de costumbres en que dos campe­sinos filosofan en lenguaje sencillo y pintoresco yen. términos no exentos de sabiduria. La trilogíade ,Portalatn tiene dos aspectos: la confusión delcampesino leal ante las complicaciones de un pasopolítico que no entiende -la Alianza-, y la expe­riencia real que tiene al sentirse alucinado por lafalsa 'prosperidad de los años 1919 y 1920 para lue­go caer en el remolino trágico de la "danza de losmillones".

También tienen su sitio en este libro la luchareligiosa, como la entienden nuestros campesinos,y el concepto que éstos tuvieron de la prohibición.Tirijala -el mejor cuento de esta colección, y elmejor de su autor- recoge la flexibilidad de lamanera de ser puertorriqueña, la habilidad que tie­ne el puertorriqueño para asimilar las influenciasextrañas sin que en esta asmilaci6n quede sobor­nado el acento propio.

7. Retablo puertorriqueño

En esta obra Meléndez Muñoz ha recogido "unaserie de cuadros de auténtica fisonomía nativa enque se esboza con perfiles maestros los contornosde ese tipo complejo y llano que se llama nuestrojíbaro",1° Continúa en este libro la obra que imponedesde joven de presentar las. formas de vida denuestro jíbaro. Los jíbaros de Retablo son esen­cialmente los mismos de Yuyo. Pero, mientras lospersonajes de esta novela parecen inexorablementeatados a un mundo estático y hostil, los de Retablodan la impresión de sentirse ciudadanos de un mun­do que, malo o bueno, va de paso.

La obra está dividida en dos partes: la primeraincluye dramatizaciones; ]a segunda incluye cuadrosy artículos de costumbres. A pesar de la variedadde géneros que aparecen en la obra, ésta no carecede unidad; su costumbrismo no se sale de la órbitarural o de pueblo pequeño. La última trulla recogelas peripecias de una parranda de Reyes; desde suspreparativos hasta su etapa final, que en este casoresulta violenta. El comisario "cacique político,repartidor de justicia y benefactor de barrio",lIcerteramente trazado por Meléndez Muñoz en sucomplicada misión de conservar electores sin me·noscabo de los fueros de la ley, es ya una figuradesaparecida de nuestro retablo típico.

La segunda parte consta de siete trabajos -cua·dros y artículos- y un vocabulario. En estos tra·bajos el autor intenta fijar perfiles puertorriqueñoscaptados a través de actitudes colectivas y a tra­vés del enfoque interpretativo de vocablos de au­téntica raíz nativa.

De susquín, susquineao es un curioso ensayo deinterpretación de un rasgo de la conducta puerto­rriqueña reflejado en estos vocablos. En La cáscarade guineo interpreta el sentido de esta frase ennuestra habla. Esto mismo hace en Coqueando.Don Cac/to, el hombre íntegro es un cuadro decostumbres de aldea en el que un ignorante, operan­do sobre la superstición e ingenuid~d de gentes másignorantes que él, se entroniza en la vida de lacomunidad. El premio mayor es una evocacióncostumbrista que tiene como fondo el ambiente es­colar de los tiempos de España. Este artículo yProhibicionismo y transgresi6n, Picá a picd, Mordíaa mordía y El ciclo de regresi6n tienen tm fondohistórico costumbrista. En ellos el autor trata iró­nicamente el tema de que la historia se repite, deque se vuelve inexorablemente a la época del gene­ral L"\ Torre y su célebre gobiemo.1z

ID. Rafael Montatlc:z, • Una nueva obra de Meléndc:z Mutloz-, enPuerto Rico Itus/nulo, 26 "de abril de 1941.

11. Loe. cit.12. Al gobierno del general Miguel de la Torre, quien' gobernó 11.

Puerto Rico de 1822 a 1837, se le llamó el de las tres B (baile.botella y baraja). La teoría del 8eneral La Tone era que • mientras

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Page 43: Revista del Instituto de Cultura

En Una sesión de loterla -subdividido en trescuadros: El pueblo, La vida social y Una sesión deloterla-, se describe la vida social pueblerina deantaño. En El pueblo -dice Laguerre- hay la mis­ma intención en prosa, que tuvo Virgilio Dávila alescribir Pueblito de antes. "Pasan las figuras delcacique, el boticario, el médico, el maestroescuela,el leguleyo, el sacerdote: todas esas figuras familia­res de nuestra vieja vida pueblerina. Meléndez Mu­ñoz describe -más bien insinúa- la situación po­lítica para la época auton6mica".u

Retablo puertorriqueño, en conjunto, señala unnuevo enfoque en la obra de Meléndez Muñoz. Aun­que la temática es más o menos la misma, se notaen esta obra la ausencia de la temperatura socialque es tan intensa en sus obras anteriores. Tantoen las dramatizaciones como en los ensay6s de in­terpretación de la conducta puertorriqueña, o enlos de recración de una época, como Una sesión deloterla, el autor está más atento a la pura recrea·ción artística que a las consideraciones de índolesocial o económica.

8. Cuentos de la Carretera 'ce'ntral

En el 1914 Meléndez Muñoz publica dos libros:Retablo puertorriquelio y Cuentos de la CarreteraCentral. Consta éste de una larga introducción, cua-..tro cuentos y ocho artículos. En la introduccióntraza la historia de la Carretera Central enlazandoa ésta a nuestro desarrollo político, económico, re­ligioso y social.

El autor emplaza la acción de los cuentos y delos sucesos mencionados en los artículos en el "pe.ríodo de transición, de fuga qesordenada y de tí­mida evasión de nuestra personalidad que ocurre araíz del cambio de soberanía y se impone y priva enPuerto Rico durante algunos años».14

La incertidumbre, los nuevos valores tratandode desplazar a los viejos, las proyecciones del im­pacto de las dos culturas, crean un nuevo tipo de"sicología accidentada y extravagante".!! Este, pro­ducto Justificado de un medio y de una civilizaciónque sólo ha de preocuparse por medrar, es el queMeléndez Muñoz emplaza en la cuenca de la Ca­rretera Central. Terminada ésta después del cam·bio de soberanía, se convierte en una arteria dondese vuelca la vida económica del país. Y, en algunamedida, ha de estar relacionada con todo cambioque ocurra.

el TJueblo se divierte no piensa en conspirar.. Al erecto. fomentótoda clase de entretenimientos, aun los lICellOS. (Véase SalvadorBrau. HistorIa de Puerto Rico, Nueva York. 1914. pág. 241).

13. PorfoUo de impresiones, en Retablo puertorriqueño, (segundaedición). págs. 17.18.

14. Cuento$ de la Carretera Central, p4g. 40.15. lb/d., pág. 39.

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Variada y pintoresca es la humanidad que cir·cula por los cuentos y anécdotas de Cuentos de laCarretera Central, peninsulares que tratan de man­tener su equilibrio después del cambio de sobera­nía por servir a los ideales de su partido, políticos.jíbaros castaos, campesivas recatadas y hogareñas,padres de agrego, agregados, mayordomos, jueces,secretarios y toda clase de vividores de oficio.

De los cuatro cuentos sólo Binipiqui se desarro­lla en un lugar ubicado en la Carretera. Pero en losotros, aunque podrían desarrollarse en otros sitios,se advierte el mismo clima moral de Binipiqui, pun­to de parada en la Carretera, avanzada en la foriade los nuevos valores. En La muerte del Cabro Ma·neeo los humildes agregados de todos los tiemposrechazan el procedimiento habitual de zanjar lascuestiones de honor cuando el que ofende es elamo, y se toman la venganza por su mano. En Elsecuestro de unas eajas el campesino abandona suvacilación y timidez y burla a quienes vienen conintención de maltratarle. En el cuento dramatizadoy se llevaron la rena el jíbaro acaba por aceptarel derecho de su hija a casarse con quien quiera.Son estas nuevas actitudes las que justifican queMeléndez Muñoz emplace estos cuentos en la Carre·tera Central: símbolo ésta para él de la atmósferacaracterística de los nuevos tiempos.

Los temas recogidos en los artículos incluidosen este libro no guardan relación directa con la Ca­rretera Central. La tienen si se piensa en términosde época: anteriores o posteriores a la apertura deesta vía de comunicación. Casi todos los sucesosa que alude son posteriores a este acontecimiento.Y los tipos mencionados muestran en su ....ocabula­rio, sus intereses y sus reacciones ante la vida. quepertenecen a la nueva hornada que se va formandoal contacto con la Carretera. La niquilisidn v l.aamortisación -efecto en la vida del jíbaro del sis­tema de pignoración o gravamen de sus bienes se­movientes- son calamidades que Jlevan el sellode tiempos que no nos quedan muy lejos. En DonFaustina lsana el autor expone la probabilidad deque el hombre puede ser influido en su expresiónpor fuerzas sobrenaturales. Se advierte en este ar­tículo la influencia de las teorías del espiritismo.cuya difusión cobra fuerza en Puerto Rico en loscomienzos del siglo. En Navidad y Reyes comenta laduplicidad de fiestas con motivo de que las dosnaciones cuya influencia sentimos no ceden en im­poner sus idearios. En Los acróbatas llegan o El in·conveniente de llamarse Pére4 el autor toma depretexto la llegada de unos acróbatas para censurarnuestra proverbial xenofilia. Hay tres trabajos -es·tampas- que llevan el seBo inconfundible de nues­tra vida de antaño: El buye sabio, Don Carnavaly Los judas.

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9. Fuga de ideas

Fuga de ideas es el último libro de MeléndezMuñoz. El libro se inicia con una cita de Kempisque no aparece completa. Sicut nubes, cuasi naves,velut umbra.16 En la página final hay unas pala­bras de un epitafio griego: "Aquí yace el ruido delviento, que pasó derramando perfumes, color y si·mientes""7 Las citas con que se inicia y se cierrael libro señalan que el autor se ha colocado en unámbito filosófico. De ahí el nombre -fuga- apun­tando hacia la escasa permanencia de todo lo tem­poral. Ante la perspectiva de la fugacidad de todacircunstancia, interna o externa, que afecte o noafecte al hombre, el autor parece creer que es ¡nma-

16. Como las nubes, como las navés. como IIIS sombr.lS.17. Fuga de ideas, páS. 173.

. terial decir poco o mucho. La fuga es suficiente.De ahí tambiéri esa serenidad, esa ausencia de pa·sión con que Meléndez Muñoz nos habla en estelibro de temas trascendentales.

El libro contiene ochenta y seis fugas ademásde la inicial. Estas fugas son pensamientos que elautor logra expresar, a veces, en una oración corta;a veces la expresión se extiende y llega a un breveensayo. El autor nos habla de la filantropía, de laingratitud, de las leyes, de la vanidad, de la ple­beyez moral e intelectual, de la sociedad, del sen­tido del tiempo. Temas sobre los que no pudo dete·nerse en su obra anterior por la naturaleza de ésta.Un tono de melancolía da coherencia a estos pen­samientos. Todo pasa -da a entender el autor­pero la naturaleza humana, en sus aspectos peo­res -ingratitud, maldad, venganza-, parece serinalterable.

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Homenaje a Miguel Meléndez Muñoz

Por VICENTE GÉIGEL POLANCO

L A SOCIEDAD DE AUTORES PUERTORRIQUEÑOS SE HON-

ra hoy patrocinando este homenaje de públi­-<:a estimación a don Miguel Meléndez Muñoz, deca­no de las letras patrias. Una larga vida -acaba de-cumplir 84 años- consagrada al noble menester.del pensamiento en tarea de recta, digna, creadora·e iluminante orientación de nuestro pueblo, sin tre­gua en la función, sin flaqueza en el empeño de edi­Íicante encauzamiento, sin canto de palinodia, sinmengua en el vigor de las ideas, con más ardida feen ]a labor a medida que maduraba la reflexión ylas observaciones, y experiencias y lecturas poníanmás al desnudo las causas de los problemas socia­les: tal la figura humilde, sencilla, afable, del com­patriota que señalamos en este día como merecedorde la gratitud y el respeto, de todo Puerto Rico; tal,en síntesis de unas breves líneas, la hoja de servi­cios del intelectual, autodidacta, forjado por propioesfuerzo de una voluntad tesonera en afanoso anohelo de abrirse brecha en la vida, desde los oficiosmás humildes, hasta ganar el conocimiento, la cul­tura y la visión esclarecida para servir al destinode su Patria mediante el estudio de los graves pro­blemas que la aquejan, desde las páginas orienta·doras del libro, la revista, el periódico, la conferen·cia y la docta tribuna del Ateneo Puertorriqueño~

La conducta, en el hondo sentido de direcciÓn,modo de proceder, define a los hombres con máspropiedad y justeza que las catalogaciones arbitra·rias o acomodaticias, o simplemente fundadas enapariencia o en valores perecederos. El l1der políti­·co de alharacas y pirotecnias de recursos demagó­gicos, no es el mejor servidor de la comunidad. El-escritor de ideas fluctuantes al vaivén de los inte·reses creados, tampoco es el mejor orientador del

* Palabras Iniciales del homenaje que la Sociedad de AutoresPucrtorriquel'los rindió al distinguido escritor el 30 de julio de 1966.

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pueblo. El hombre preocupado por vanaglorias ybastardías, tampoco es el ciudadano ejemplar. Lacalidad que destaca excelencias válidas para todoslos tiempos, hay que buscarla en otros hondones dela personalidad. La grandeza de alma no está en elruido que se hace, ni en el desplazamiento de va-

- cuidades, ni en los alardes ampulosos del estilo, nien el aplauso oficioso, ni en las posiciones vistosasque se ocupan.

Los valores genuinos no se pregonan en el merocado, ni se lucen en las plazas, ni queman chisp~

rrotes en las ferias pueblerinas. Precisa ahondar enla conciencia, penetrar en los silos profundos de lacon'CIucta, asomarse a la entraña del pensamiento,seguir el curso fecundo de la acción iluminaria,observar el quehacer en las horas de infortunio,cali:t>rar la abnegación en el firme cumplimientodel deber, aquilatar el patriotismo, escudriñar afondo ]a hoja de servicios, para poder lograr laimagen limpia, cimera, auténtica, del patriota, delescritor, del ciudadano, dignos de tales nombres.Por esa vía estrecha de rigurosa exégesis, alcanza·mas ]a visión esclarecida del patriota en RománBaldorioty de Castro, del pensador en Eugenio Ma­ría de Hostos, del ciudadano en Rosendo MatienzoCintrón.

Así, con ese mismo rigor de enfoque y enjuicia­miento, nos acercamos hoy a la figura humilde, n~ble, inteligente, inmaculada, servicial, de Miguel Me·léndez Muñoz. De la significación de su vida y suobra han hablado ya voces insobornables: ManuelZeno Gandía, Nemesio R. Canales, Antonio Pedrei­ra, Carmen Gómez Tejera, Manuel Martínez Plée,Margot Arce. Hoy también señalarán sus mereci­mientos otras voces insobornables de nuestro tiem·po: el escritor Enrique A. Laguerre, el periodistaEmilio Delgado.

Alerta a todo el panorama de la vida puertorri­queña, Meléndez Muñaz cumplió a plenitud su mi-

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sión de escritor en plan de orientar a su pueblohacia el logro de sus más altos destinos. La tareano ha sido fácil, sino positivamente dura, difícil, fa­tigante, persistente, enojosa las más de las vecespor chocar el recto encauzamiento con sórdidos in·tereses económicos y poderosas fuerzas políticas.que en modo alguno han logrado aminorar el bríode su empeño, ni la honestidad de su juicio. ni lafirme posición en defensa de lo que es de justiciay de derecho para el lar nativo.

Pedagogo sin licencia universitaria para enseñar,pero con hondo saber. clara vocación y palabra con·vincente para esa alta función. D. Miguel ha sidouno de los más eficaces y virtuosos maestros conque hemos contado en las últimas seis décadas: ma·gisterio ejemplar el suyo, que más allá del salónde clases, desde el libro. la revista, el periódico. laconferencia. la tribuna y la plática íntima y cordial,ha estado en perenne llamamiento a la concienciadel puertorriqueño para fijarle las directrices desu sino entrañado. Su siembra de ideas creadorasha sido abundante. Su señalamiento de yerros, fla­quezas y desvíos ideológicos, siempre claro, preci­so, sin dureza en la expresión, pero sin titubeos nicobardías en la denuncia.

Como maestro de estirpe hostosiana, ha llevadoen el tuétano de la conducta esta norma ejemplar:.Cumple con todos tus deberes y gozarás de todostus derechos. Tu primer deber es ser hombre. Tuprimer derecho es el de gozar la armonía de tu sercon todo 10 que existe. Perfecciónate. es decir, so-

métete al deber. y la armonía será. Perfección no esotra cosa que cumplimiento del deber.»

El respeto a sí mismo ha sido pauta constantede Meléndez Muñoz en su hacer, en su sentir, ensu pensar. Por eso escribió en su enjundiosa Fugade Ideas: «M~s que el temor a la sanción pública,o el miedo al castigo. puede librarnos del vicio ydel mal el respeto a nosotros mismos. El hombreque no tenga un concepto cabal del valor de su per­sonalidad, será una víctima fácil de todas las pa·siones y un instrumento dúctil de la influencia odel capricho de· los demás.» El respeto a sí mis·mo ha llevado a Meléndez Muñoz a defender, sinambages, sin vacilaciones, con firme criterio, sólidadoctrina y cálida dedicación, las causas fundamen­tales de nuestro pueblo en su aguerrida lucha porconservar la personalidad histórica: el amor patrio,la libertad, la lengua vernácula, las tradiciones deauténticas vivencias, la justicia social, los valoreshumanos, la conservación y aprovechamiento de latierra como asiento y base insustituible de la na·cionalidad, la educación como instrumento de libe­ración del espíritu.

Del ejemplo magnífico de la fecunda vida deD. Miguel Meléndez Muñoz como escritor, como pa·triota. como ciudadano, queda viva esta lecciónpara nosotros y para la posteridad: fuerza es queel puertorriqueño que se respete a sí mismo de­fienda con entrañado calor de alma esas mismascausas fundamentales de nuestro pueblo que él haservido con tan devota consagración.

3,1

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Autorretrato.

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Exposición de Margot Ferra

La pintora Margot Ferra ha presentado en elInstituto de Cultura una exposición de collages-inaugurada el 4 de noviembre- en la que sinabandonar totalmente la temática de su obra ante·rior, o sea, los aspectos del arrabal sanjuanero, haenfocado con igual acierto rincones antiguos de laserranía puertorriqueña.

Tanto en estos collages como en los que figura­ron en su primera muestra individual en PuertoRico -abierta en nuestros mismos salones en1944-, Margot Ferra no sólo ha logrado lo funda­mental de las formas y de la gala cromática, sinolo que es más importante. el «color del aire». Ensu obra el habil trabajo del artesano deja de serpara aparecer el artista.

Residente en Puerto Rico desde hace variosaños, Margot Ferra tuvo una preparación artísticaque se inició en los años de su infancia, en la Aca­demia Teatral de Berlín. Lejano ya su oficio deact:iz, del que formaban parte integrante el dibu­jo y la costura, welca hoy en el collage su pasiónartística, y todo ello se echa en la obra lograda,pues aunque el teatro y la pintura son artes dis­tintas, los conceptos primarios de la cosa artística,independientes del modo de expresión, son los mis­mos: la sensibilidad emotiva obedece a los mismosimpulsos.

J. R. O.

Fruta.

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Ropa al sol.

Colmado Rivera.

La Finqllíta.

Zocos de La Perla.

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La poesía negroide en Puerto Rico

Por ANITA ARRoyo

ENTRE LOS ANTECEDENTES QUE EN PUERTO RIco Ho\-

bría que anotarle al tema, debemos mencio­nar siquiera algunos otros intentos de manejarlocon más o menos fortuna. Uno de ellos correspon­de al poeta Francisco Negroni Mattei, objeto deuna tesis para obtener el título de Maestro enArtes del puertorriqueño Francisco Lluch Mesa.1

Negroni Mattei escribió entre 1923 y 1928 sietecomposiciones de tema negro, «intento modesto,pero en el que ya se observa el factor onomato­péyico negroide que tanta importancia tiene enTuntún de pasa y grifería. Las composiciones delpoeta de Yauco, sin embargo, no son una merarecreación onomatopéyica, sino que son ya poemasnegros en toda la extensión de la palabra.1O~2 Esdurante la década del veinte al treinta que se ·sus·cita todo este movimiento dentro de la lirica puer­torriqueña en el que participan varios poetas. Delveintiuno al veinticinco es el momento de inicia.ción que impulsan De Diego Padró y FranciscoNegroni Mattei, además de Palés. El llamado «die·palismo., primer «ismo. que surge en Puerto Ricoen esa década, originado el vocablo en la contr,ac.ción de los apellidos de los creadores del mismo-De Diego y Palés- trata de suplantar lo lógico porlo fonético y «sin recurrir a la descripción anchay prolija que sólo viene a debilitar la verdad ypureza del asunto. -según' expresan los autoresen su exposición de propósitos-, parte fundamen·talmente de la onomatopeya para dar más impor­tancia a la realidad objetiva. Un poema, que fir-

.man ambos poetas, 01;questación di~pdlica, es elheraldo de este nuevo movimiento.J

Vicente Géigel Palanca, quien estudia muy par-

J. Francisco Uuch Mesa. Vida '1 abril de Francisco Negroni Ma·ttei. tesis para el grado de Maestro en Artes. Universidad de PuertoRico.

2. Francisco Uuch Mesa. Op. Cit.3. El Imparcial. 7 de Nov. de 192.1.

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ticularmente los .. ismos. en la década de los vein­te,4 se refiere así a este interesante movimientoliterario: «La brega afanosa y triunfal con el temanegro lleva a Palés Matos más tarde a anunciarla necesidad de una poesía antillana.• Este respec­to nos parece muy sugeridor porque plantea elhecho, para nosotros especialmente importante, desi existe o no una poesía antillana con caracterespropios que la permitan distinguirse con suficienteautonomía del resto de las demás de Hispanoamé­rica como para considerarla con autonomía propia.Nosotros creemos que sí, que existe en efecto, porlo menos, un vigoroso intento, de crear una formade expresión original y definidora de nuestro pe­queño submundo antillano. Este tazón de aguahirviente que 'bulle en nuestro mar mediterráneoamericano, tiene su regusto propio. Es como uncafé caliente y aromoso, con un típico sabor Jo­cal...

La tesis de una poesía propiamente antillanaplantea en Puerto Rico un interesante debate, se­ñala el propio Géigel y reseñan todos los historia·dores de la literatura puertorriqueña, que se alar­ga por varios años: _Evaristo Rivera Chevremont,De Diego Padró, Luis Antonio Miranda, José An·tonio Dávila, Jorge Pastor y otros escritores entranen la apasionante polémica, que todavía suscitaargumentos en pro y contra en nuestros círculosliterarios.•

Negroni Mattei, no habrá alcanzado, ni con mu­cho, el éxito formal y consagratorio de su comopatriota Palés, pero, no cabe duda, que es un ante­cedente digno de consideración cuando escribepoemas como el que sigue:

4. Vicente Géigc:i Polanco. Los .ismas- en la dl!cad~ de los vein.te -21 conferencias. Instituto de Cultura Puc:rtomquelia- SanJuan. 1960.

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Baila la negra el sonal ritmo de la plena,se escuchan los coquíes,las maracasa.B"aMa la negra el soncon el vientre desnudoy las nalgas redondas.Baila la negra el sonal ritmo de la plenaen medio de la nocheponceña.Saltan raudos al airelos brazos.Las caderas se muevenen firme oleaje.Baila la negra el sonbaila,mientras el ritmo crecey prende sus diamantesen la carne.Baila la negra el son,sulamita noctdmbula,en la noche ponceña.Baila...

cLa sensibilidad de esta composición ~ice

muy bien el autor del estudio de Negroni- es típi­camente de una nueva orientación poética.» ...«Elnegrismo está plenamente logrado aunque no ha­ya la maestría que reveló Palés Matos en el len­guaje.....

Cúpole el honor de expresar el tema negro enun rango universal al gran poeta antillano, el puer­torriqueño Luis Palés Matos quien no ya por sercronológicamente el primero en la etapa actual endivulgar la vida y el lenguaje del negro, sino porsus méritos artísticos intrínsecos, merece una con­sideración especial.

Antes había existido 10 que pudiéramos llamaruna· moda, a la que sirvieron de estímulo los es~

tudios e investigaciones de León Frobenius y eltema negro ha'lló simpatizadores en distintas litera·turas -Vachel Lindsay publicó su poema The Con­go en 1915-; pero no es hasta la ·publicación dePueblo negro (La Democracia, San Juan, marzode 1926), y a continuación, Danza negra (1926) yCandombe (.1927), que este tema alcanza su verda­dero cenit expresivo, desde el doble.punto de vistaartístico y social.

PALES MATOS

Poeta a secas.

Ni blanco ni negro, un poeta, pero Poeta conmayúscula es el puertorriqueño Luis Palés Matos.Poeta a secas. Pero, qué pocos versificadores me-

recen a cabalidad ese título que implica el de:ccreador•.

-AfortUlTadamente, la Editorial Universitaria dela Universidad de Puerto Rico ha recogido en untomo .la obra poética de este máximo poeta borin·queño y, para mayor fortuna, el juicio autorizadode don Federico de Onis prologa el libro

Poco hay que añadir a lo que allí se dice.A pesar de interesarnos esencialmente esta llper­

sana poética origina!», vamos a considerarlo es­pecialmente en su aspecto de cultor del tema negro,para los fines de este capítulo, y de expresión delo americano. PaIés supera 10 que inicialmente fueuna cmoda. y, cuando la cultiva, crea un amado.,original y antillano, como él se proponía.

Nadie mejor que Margot Arce 5 ha señalado yestudiado cel supremo acierto de la poesía dePalés. que es el ritmo. Este es un aporte impor­tantísimo del negro al arte americano, lo mismo enla música que en la danza que en la poesía. Es ungran factor formal que nos da carácter, sobre todoa los antillanos.

El sentido del ritmo en Palés, como su poderosopoder de sugestión, corre paralelo a su rara espe­cie de artístico sensualismo. Palés es, ante todo,un gran sensual. Olores, sabores, colores son pa­ladeados por él con peculiar regusto poético: losconvierte en materia plástica de sus obras quecobran, por ello, una vigorosa fuerza' expresiva.La palabra en este poeta se hace carne y baila. Elvocablo se corporiza. Aunque sicológica y estilísti­camente se mueva entre extremos: centre el ba­rroquismo y el prosaismo, la emoción y la ironía,lo espiritual y lo físico, lo soñado y lo real, Íoexótico y lo local, todo 10 cual es en él uno y lo mis­mo.;6 aunque él sea un ser de esos profundamen­te agónicos -dramáticamente divididos-, la pa·labra en el artista -que es él sobre todas las co­sas- es siempre la tabla de salvación. Rey delverbo, como Daría, lo modela como fresca arcillay pone en su conformación la verdadera maestría,que le ha señalado la crítica.

Se exige siempre el poeta originalidad y perfec­ción formales. Es el artista preocupado por la for­ma que rinde incesante culto a la palabra: Notanto el sentido intelectual de ésta como su podersensorial, su fuerza sonora, como instrumento poé­tico, es lo que constituye su preocupación princi­pal. Dijérase que se goza con el ritmo y sonoridad,con el jugo y porosidad, con la carne -valga laparadoja- de la palabra. La desnuda, la apresa,la amasa y le extrae su jugo. Y ese extracto sa­broso es su poesía. Nadie como él ha hecho ritmo

S. Margal Arce.6. F,ederico de Onls, Introducción B Pocsla de Luis Palés Ma·

tos, Edlt. Universitaria, Universidad de Puerto Rico Rlo Piedras.1964. '

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y vibración, sabor y olor, color y luz la poesíanegra.

El negro de Palés ha sido muy discutido. Plu·mas muy autorizadas, como la de Margot Arce,han afirmado que no es un tipo puertorriqueño,sino un teórico, abstracto, desencarnado de la rea­lidad, especie de ente universal o entelequia delo negro, un elaborado producto sintético, señalaIldefonso Pareda que el negro de Palés no ha sidovisto como 10 han hecho los cubanos Guillén oBallagas «desde abajo, desde dentro y en negro»,sino fuera del espacio: «desde afuera y en blanco»,pero -como conviene Margot Arce- -su interpre­tación es objetiva y distanciada, persistente y agu­dísima».7

En Palés hay mucho más que todo esto, conser ya mucho. Hay presencia, además de lo negro,de otros muchos elementos antillanos -y por endeamericanos. En este poeta capital de nuestro mun·do antillano está, como en pocos otros, presenteel mar, ese mar que nos cerca y que nos une, can­tado por el español Salinas desde Puerto Ricocomo el Contemplado,' y que muchos autores in·sulares olvidan, quizás por tenerlo siempre delante.En varias de sus poesías Palés canta al mar y sor­prende -en apuntes a veces luminosamente im­presionistas- al sol que «corre en las ondas ariscocomo extraño cangrejo de oro», o -la goleta enel puerto sosegado» -«espectro gris de pesadum·bre, que con largo crujir se balancea~ o -el olora brea» que le trae el puerto, en el que «un pue­blecito blondo que se aúpa sobre el miedo del mar"tiene su asiento... Siempre sensaciones. En el úl­timo poema aludido es el olor a brea que evocael puerto. «Este olor a brea me trae el puerto».es el verso titular y ritornel1o de la composición.

En este mismo poema vemos muy caracterís·ticamente ese sentido de senestesia 9 que le es pe·culiar al poeta. Las sensaciones en él se fundeny confunden en un todo poético, ese todo miste­rioso que es nuestra propia naturaleza y producenel efecto de amalgama, de mezcla, en definitivade mestizaje espiritual. Cuando Palés dice:

Se humedecen de .llanto 'las campanas,se humedecen de llanto los rosales,se humedecen de llanto las palmeras,se humedecen de .llanto las orillas,

7. Margol Arce.8. Pedro Salinas. El contemplado.9. Sencslesill- fusión de diversas impresioncs sensoriales en la

expresión linguIstica.

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se humedecen de llanto las llanuras,se humedecen de llanto las montañas,se lzumedecen de llanto los amores,se humedecen de llanto los recuerdos,y todo el puebllecillo se humedecede llanto como un gran paño de lágrimastendido a la piedad de un gran dolor.

Palés está sintiendo y expresando la gran uni­dad universal que todo lo -humedece». Está unien­do en una sola -unitaria, infinita- todas las sen·saciones. Es el pueblo de Arroyo. pero puede ser,y de hecho es, cualquier pueblo y cualquier puerto-el mar todo- del mundo...

Lo autóctono se hace en este puertorriqueñouniversal. No importa que sean pescadores bo­rinqueños, ni paisajes de Puerto Rico. ni siquie­ra «Jíbaras» -como su poema así llamado-; noimporta que sea la noche tropical la que él cante;no importa tampoco que topográficamente descri·ba su árida región natal -como en su composi­ción Topogratía- ... siempre está el Poeta de cuer­po entero que expresa lo universal, por vía de lonacional, porque, como muy bien ha fijado Onis:«La poesía de Puerto Rico, como la de cualquierotro sitio, ha sido, es y será nacional, trate deltema que trate, siempre que sea poesía originaly tenga por lo tanto valor universal al mismotiempo que individua!.» Por todo ello es que Pa­lés es puertorriqueño, antillano, americano y uni­versal, todo en una pieza.

Uno de los extremos más sugeridores que apun­ta Onís en su mencionada introducción es la huma­nización del arte en Hispanoamérica. Al asignarlea la evolución que le es propia a la poesía america­na en su Antología de la poesía iberoamericana, es­te carácter durable que define nuestro arte de«nativismo», regionalismo o realismo, como quieralIamársele, que «humaniza» nu~stra expresión arotística. El fenómeno ya señalado por Ortega y Gas­set de -la deshumanización del arte», ClnO se lepuede atribuir -afirma Onis- a la poesía hispa­noamericana ».

y he aquí que en Palés se dan el vaho calientede nuestro aliento. el color violento de nuestro tró­pico, el sensualismo de nuestros hijos de las Anti·llas. Todo en Palés es muy carnal, muy universay muy humano...

Esta humanizacíón del arte americano, con hque queremos poner -puntos suspensivos. -no podría ser final- a estos meros «apuntes», es pro­ducto de su profundo y singular mestizaje.

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El centinela

Por JUAN ANTONIO CORRETJER

En un solo sentimientopuso amor todo su sol.

-Sí.-

y a mi corazón desiertotraje yo todo ese amor.

-Para ti.-

Solamente en unos ojospuso el cielo todo azul.-De tus ojos en la luz.-

y en la noche larga y .fríamientras duerme el batallónhay un hombre solitarioavivando un resplandor.

-Yo.-

Guaynabojulio de 1966

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Imagen histórica de Puerto Ricoa través de las artes plásticas

Por EUGENIO FERNÁNDEZ M~NDEZ

QUEREMOS HACER EN LO QUE SIGUE UNA EXPOSICIÓN

descriptiva y literaria de como los artistas dedistintas épocas han visto la historia de PuertoRico. Así resumiendo las distintas imágenes histó­ricas en cortes sucesivos, llegaremos, como en unfilm, a tener un.a visión o imagen total de la histo­ria de Puerto Rico a través de las artes plásticas.

Las tierras sin historia están cubiertas por unafalsificación que impide el contacto con las verda·deras raíces del ser propio como proceso normal.Por otra parte, las falsas interpretaciones de la his·toria no están luchando por la libertad, sino por lanegación de la libertad.

El conocimiento histórico es tan sólo una exten­sión lógica del primer axioma del saber filosóficode lo humano: Gnothi Seauton (conócete a ti mis­mo). El conocimiento histqrico nos lleva al conoci·miento de la propia alma y el propio espíritu y dela imagen histórica del pueblo del cual formamosparte. Misión, pues, primerísima del historiador odel artista consciente, es la de interpretar el puebloque hace historia a sí mismo, lo que en el plano dela conciencia individual equivale a la búsquedadesapasionada, pero moralmente imperativa, de ha·llar la verdadera imagen de sí mismo el hombre.

El hombre vive siempre en un espacio y tiempodeterminados. Cierto es que podemos recobrar eltiempo perdido. Ya' ensayó hacerlo Marcel Prousten su admirable obra narrativa A la recherche dutemps perdu, donde nos dice: «El universo aspiraconfusamente a ponerse en contacto con nosotros.Depende de nosotros romper el encanto que tieneprisioneras a las cosas, traerlas hasta nosotros eimpedir -que vuelvan a caer en la nada para siem·

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pre». Esta lucha afanosa contra el olvido es parte­de la condición original de nuestro espíritu, denuestra conciencia, y es una condición indispensa­ble de toda verdadera creación; es la frenética luchadel hombre por elevar lo efímero a lo eterno.

Intelectualmente la primera gran tarea del his­toriador o el artista con conciencia del pasado, esla reconquista de la verdad histórica. El creador degrandes lienzos históricos ha de tener la limpiezade mirada que le revele la verdad de los hechos.A diferencia de la fría versión del cronista que en­trega escuetamente los hechos desnudos, el histo­riador, como el artista con conciencia de la his­toria, ha de valerse de la imaginación para presen­tar del pasado una imagen viva. Para ser justo enlos juicios no deberá juzgar hechos e institucionesarcaicas con ojos modernos. Cada época, cada he·cho, cada acontecimiento dederá ser visto desde suspresuposiciones. Las maneras de pensar, sentir y ac­tuar de los hombres -las particularidades y geniode cada cultura- cambian con la historia y estodeberá ser tomado en cuenta por el historiador queremonta el cauce de los tiempos. El historiador, sinapartarse de las verdades y coordenadas de los su­cesos que estudia, deberá tener la viva imaginacióndel artista, capaz de descubrir con su mirada, elidioma de las cosas mudas, como quería Baudelaire.

La historia viva es el venero de lo más profundoy clásico, de lo más perdurable en la conciencia delhombre. De ahí, la importancia de la autenticidad,la exactitud en el conocimiento. La fidelidad en lareconstrucción histórica es el punto de partida detoda obra imaginativa, de toda verdadera creación.La libertad creadora del hombre y del artista ten-

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drá más profundidad, mayor calado y resonanciaafectiva, cuanto más ligada esté a sus verdaderasraíces. Sólo en el suelo de la verdad histórica, sehace fuerte el hombre, como el Anteo mitológico alcontacto con la tierra madre.

El verdadero historiador, el verdadero artistaconsciente de su deber, evita la falsificación con lamisma escrupulosidad con que evita el pintores­quismo. La apelación a lo pintoresco, contrario a laapelación legítima a lo popular, a lo folklórico, sig­nifica que se está padeciendo de una profunda inca­pacidad colectiva para crear lo nuevo. Necesitamosentroncar la obra de imaginación con la historiaviva, sin perder ni un ápice de autenticidad. Necesi­tarnos comprender, interpretar en su adecuada pers­pectiva tanto el pasado como el presente. Esto exi­ge ante todo veracidad.

Si en un plano superficial puede creerse que loque distingue a un arte nacional es la referencia atemas especificos del país, lo que en verdad le ca­racteriza es el sentimiento de la identidad. La bús­queda de la identiad en los temas históricos, labúsqueda reparadora del pasado, cuando se debe alolvido involuntario, o a la deformación intencionalque se haga o se intente hacer de lo acontecido, esdoblemente legítima. Por una parte nos bñnaa unavisión del proceso de que formamos parte, por otranos provee con el suelo vivificador desde donde noshacemos el juego arriesgado de nuestra elección.

Dos representaciones del Arte Taíno. A laizquierda, el dios del Fuego; a la dere­cha, el dios de la Muerte.

Por eso, debemos restituir su legítima estampa alpasado sin aumentarlo ni disminuirlo. Hoy por hoy,el sentimiento y conciencia de la propia identidades el índice más claro de la libertad y del tipo másapreciable de libertad de una comunidad en elmundo.

Cierto que podemos ser universales y eternos,pero seremos tanto más universales cuanto más denuestro tiempo y nuestro pueblo seamos. Como biendecía Hostos: «la patria es un punto de partida•.Así como no hay hombre sin historia. sin anteceso­res, no hay hombre sin patria. Tal vez en el futurolejano haya hombres que sean conciudadanos delmundo. Tal vez ésta sea una meta apreciable. Peropretender vivir como ciudadanos de un mundoirreal en nuesrto tiempo, es una cómoda manera deIVÍvir sin responsabilidad. E, pues, máximo irres­ponsabilidad. No existe tal cosa como una lealtaduniversal, precisamente porque no existe entidadmayor que la de pueblos y hombres concretos. Tam­poco existe un arte puro, precisamente porque esmáxima irresponsabilidad, deshumanización; es notener conciencia del hecho primario de que somosante todo, por naturaleza, seres sociales, seres conuna responsabilidad colectiva. Es por eso, que cuan­do el verdadero artista ha buscado expresarse a símismo, ha recurrido siempre a los fondos de sualma que son los fondos del alma de su pueblo. Enpoesía nos ilustran esto "hoy los mejores artistas:Machado, Vallejo, Alberti, Lorca, Neruda; en pin­tura de Cézanne, Picasso, Rivera, Tamayo. El fin dela historia yel arte son los mismos: «Encontrarse así mismo el hombre•.

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Diego Rivera, el indio redivivo, era un apasio.nado estudioso de las antigüedades de México. Leíalos libros ~e dibujos o códices que dejaron los az­tecas y mayas en su tierra, con el mismo fervor yrecogimiento con que un sincero creyente cristianolee las páginas del evangelio. Por eso su conocimien·to de lo indígena llegó a ser tan veraz y tan íntimo,como lo confirman los recientemente descubiertosmurales de Bonampak, tan gemelos iC¡énticos de suarte.

El sentimiento de la propia identidad es el carac­terís~ico temple que adquiere un pueblo a causa desu tensión con el medio histórico y el paisaje natu­ral en que se désenvuelve el drama de su existen­cia. La meta de la conciencia de lo propio es la li­bertad del hombre integral, la total integridad físi­ca y anímico-espiritual del hombre.

El mundo americano del cual formamos parte,ha sido siempre visto -con contadas y honrosasexcepciones- tanto por los europeos como por lospropios americanos, desde un punto de vista des­arraigaqo, extranjerizante. Esto ha dado pábulo aun complejo de inferioridad que afloja el ánimo ydisminuye los ímpetus, creando una psicología pe·diguera y depreciadora de lo propio. La contrapartevisible de ello es el escapismo cosmopolita, o elpiti-indigenismo, piti-hispanismo, piti-negrismo oentre nosotros actualmente el piti-yanquismo.

Con tanto negativismo de las raíces existencia­les, con tanto piti-exotismo psicológico, se fortificaen el ánimo individual, una disención interna cadadía más aguda, cada día más destructora, paralizan­te y estéril, que mantiene vulnerable, débil y dividi­da la nacionalidad, a la identidad colectiva. Sonpues, todos esos exotismos psicológicos, guerras ci­viles solapadas, sordas, disipadoras de la energía deun pueblo. Son, pues, negaciones de la verdaderalibertad. Libertad que es más que la suma mecánicade las partes, o que el idolático y enfermizo arrastrede los padres muertos. Estas versiones dicotómicaso tri-polares son enormemente responsables de lainvertebración; de la crisis perpetua de la concien·cia del país. Ocultan 10 real, 10 auténtico, lo vivo.la identidad plural de historia y de destino, paraseguir arrastrando el lastre de un pasado muerto.

El indio, el negro, el español sólo tiene sentidocuando se hayan fundido en Puerto Rico para en­gendrar algo nuevo, orgánico, vivo: lo puertorri­queño. Al estudiar la historia, al aludir al pasado,debemos inter.pretar el rico aporte de dichas razasy culturas, pero sin olvidar que el proceso históricode la formación de una nacionalidad es un procesode transculturación, de mestizaje físico y espiritual.Todo se funde en el proceso como en una gran cri­sol: las pictografías de los indios, la prosa viva y lapoesía de los grandes escritores españoles, los tam­bores y dioses del Africa.

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Retrato de Juan Ponce de León, segUn la obra deHerrera. Siglo XVI. Autor desconocido.

~ hispánico, nos da el cristianismo con selloibérico que está en nuestro pasado: el monasterio.la hacienda, el cortijo, y más al fondo, la dama deElche, el estoicismo de Séneca, el sentimiento ca­balleresco de la Edad Media, y lo árabe, lo judío olo morisco de la Reconquista. También la geografíade Estrabón, el griego que nos describe el pasadoremoto de nuestros antepasados iberos y celtas oel arte de las cavernas de Altamira o el genial vigorde Goya, Velázquez, el Greco, Zurbarán, Picasso, oDalí.

De otra parte, nuestros antepasados autóctonosfueron los indios. Indios que representaban plásti­camente a sus dioses en los cernís de piedra o ensus pictografías. Obras escultóricas de un arte quesólo lograremos interpretar si comprendemos elpensamiento y religión que le daban su prístino sen­tido. Sabemos por el estudio de los primeros cro­nistas: Ramón Pané, Pedro Mártir, Las Casas, Ovie­do, que los indios tenían dioses del fuego, del aire.de la lluvia y las aguas, del huracán, y la muerte;dioses de la fertilidad masculinos y femeninos. Unadiosa madre, Guabancex, gestadora y progenitora delos fenómenos atmosféricos, y un dios padre, Yo­cahú, dios del fuego, invisible y benefactor; queconstituyen una de las primeras fuentes de nuestraimagen histórica de Puerto Rico. A través de las

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representaciones artísticas de nuestros indos, senos revela el alma y el espíritu de una raza, de unpueblo, de nuestros abuelos taínos.

El arte y la mitología de los taínos nos ofrecenel primer medio de acceso al pensamiento y cultu­ra de los indios. Los materiales que usaban en suscreaciones, el oro, las plumas, la concha, el barro,la piedra. la madera, son motivos plásticos que enmanos de artistas creadores ofrecen posibilidadesaún inexploradas.

Las actividades económicas: la pesca, la siembrade plantas como la yuca, el ají, el maíz, el tabaco,el maní, son formas de acceso a su cultura que handejado un saldo vivo en nuestra historia actual. DeJos corrales de pesca de los indios he escrito unartículo en el número nueve de la Revista del Insti·lUto de Cultura Puertorriqueña. De sus maneras decazar y sembrar nos ofrecen magníficas descripcio­nes los cronistas. Entre ellos los hombres prepara­ban la tierra desmontando y rozando con el fuegolos bosques o arcabucos y las mujeres sembrabany cultivaban el maíz y la yuca, que luego molían yrayaban para preparar el casabe y ciertas bebidasfermentadas de yuca y maíz, como la chicha.

Los indios eran de estatura mediana y piel co­briza. Usaban el pelo largo atrás y recortado alfrente. También se deformaban la frente, en partepor motivos religiosos y sociales, y en parte, poraparecer feroces ante sus tradicionales enemigoslos indios caribes de las islas vecinas.

Las tierras de cultivo las preparaban levantandopequeños montones o montículos de tierra cónicos,de un metro de diámetro y poco más o menos dealto en que ponían a crecer la yuca. Los sembra·dos, llamados en su lengua conucos, eran cuidadospor los niños para que los insectos y pájaros no leshicieran daño y normalmente tenían en sus sem·brados advocaciones de los númenes protectores ocemís que favorecían las cosechas. Cazaban, ade­más, tortugas, pájaros, y aves como el pato salvaje,la cotorra, el guacamayo, y güimos o conejillos deindia, coatís o hutías, estos últimos pequeños roe­dores menores en tamaño que un conejo.

La cotorra, el coatí, el güimo, el pato lunarejoy otros animales los tenían domésticos en el conucoo batey de sus viviendas. Los jueyes, los pescadosy reptiles como la iguana, reservada o los grandesseñores y caciques; la piña, el mamey, el corazón,el guamá, la guayaba, así como el maní tostadocompletaban su dieta.

Sus casas eran simples ranchos de paja plurifa·miliares, de forma redonda a los que llamaban ca·/teyes, o rectangulares a los que llamaban bohíos.En su interior tenían un fogón de tres piedras, yel menaje casero compuesto del duho o banquillode madera o de piedras para sentarse los reyes yseñores principales y ]a hamaca para descansar ydormir, así como objetos de cerámica, de higuera

o de cestería que elaboraban con gran destreza,adornándolos con dibujos geométricos o represen­tativos que con frecuencia tenían algún significadosimbólico.

Políticamente los indios estaban ~rganízados encacicazgos, cada uno con su territorio, y éstos enconfederaciones bajo el mando del gobierno de uncacique mayor. Los caciques menores tributaban alcacique mayor a cambio de la protección política yguerrera que éstos les brindaban. Usaban en susguerras el arco y flecha y la macana o maza demadera.

El cacique o jefe guerrero llevaba al pecho undisco de oro (guanín), símbolo de su parentesco conlos dioses solares y una corona de plumas y orocomo emblemas distintivos de su rango.

La población indígena estaba dividida en tresclases: Jos caciques o jefes guerreros, los nobles onitaillus, y los naburias, o plebeyos labradores yguerreros de fila. Heredaban sus títulos, rango ypropiedades en la línea materna, pero estaban orga­nizados en clanes matrilineales y las mujeres teníanmuchas prerrogati\'a~como depositarias de las pro­piedades del clan. A pesar dI: esu, los varunes po­dían tener varias espusas y lus caciques y hombresprincipales hasta veinte o treinta.

Sus danzas y ceremonias culectivas, tal comulos areytos, se celebraban de acuerdu cun un calen·dario, o p.ara festejar una boda, una muerte. un na­cimiento o una victoria en la guerra. Cantaban yrespresentaban en sus bailes motivos de su' rdigióno mitología y genealogías de sus caciques. Así lasviejas generaciones transmitían sus memorias y tra­diciones a los jóvenes. También de acuerdo con uncalendario y con fines religiosos celebraban juego!>de pelota, golpeando los equipos contrarios la pelo.ta en el batey, con el pie. el muslo, la cadera, elhombro o la cabeza. Frecuentemente celebrabansacrificios a sus dioses incluso de cautivos tomadosen guerra.

Un estudio comparativo de las costumbres, mi·tología, arte y religión de los indios de Puerto Riconos revela su estrecho parentesco con tribus de Ve·nezuela, y Centroamérica. Usaban grandes canoaspara sus viajes interinsulares y a veces llegaronhasta Yucatán, el Sureste de los Estados Unidos yMéxico, desde donde introdujeron nuevos elemen­tos de cultura.

¿Cuáles son las posibilidades plásticas de lo in­dígena para el artista moderno? La historia ciertade América es un libro casi en su totalidad en blan·ca. Todo está por descubrirse. El artista puedeimaginar la Apoteosis del Dios del Fuego, el dra­maturgo el Areyto Mayor, el arquitecto su caneyo su bohío. Así el historiador necesita del artistapara entroncar su narración en cuadros plásticosy el artista necesita del historiador para descubrir

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el drama del pasado. Hay una pluralidad de moli·vos históricos que aguardan la mirada amorosa delartista capaz de crear con ellos la imagen viva dela historia; las frutas indígenas: la piña, el mamey,la guanábana, el maíz, la yuca, el guamá o la hojatornasol del yagrumo; y entre los árboles el cedro,la ceiba, el tabonuco y el guayacán o palo santo.Tapia, nuestro primer poeta romántico cantó a lapiña; Oller, nuestro gran impresionista, pintó la víada campesina en su Velorio o la vida de nuestras ha­ciendas azucareras en El Trapiclle. Campeche pintóla vida de San Juan, sus soldados, sus eclesiásticosy las jóvenes amazonas elegantes que en los díasde fiesta montaban caballos primorosamente ador­nados con lazos, jaeces y trenzas, como las describecon admirable agilidad literaria la pluma del viaje­ro francés Pierre Ledrú en su conocido libro Viajea Puerto Rico.

Nuestra es la tarea de reconstruir el pasado, suclima histórico, con significado para el hombre delsiglo xx. Las raíces y concomitancias económicas 'y políticas de nuestra geografía, el mundo isleño delCaribe, tienen también exponentes dignos de recor·

dación en la obra de los cronistas franceses de lossiglos XVII y XVIII: Pierre Labat, Franc;ois Charle­voix, Du Tertre, o Abby Raynal. La historia de nues­tro ingenio azucarero, tiene raíces en el pasado so­cial de las islas Canarias, Cuba, Valencia y Anda­lucía.

La conquista significó duro trabajo, esclavitudy asimilación cultural para el indio y el negro.Puerto Rico ha sido en los primeros siglos de suhistoria campo de explotación del indio y del ne­gro. Aún no hemos contado los artistas e historia­dores el drama del hombre de esta tierra. Aún notenemos en Puerto Rico una imagen definitiva denuestro pasado, nuestro presente o nuestro fututro.He aquí pues la gran tarea del poeta, el novelista,el filósofo, el historiador, el político y el hombrede ciencia. Tanto artistas como historiadores, cornoestadistas o pensadores, debemos rechazar en Puer­to Rico el reaccionarismo narcisista y esquizofréni­co del arte por el arte. La voluntad de crear un arte,un pensamiento y una literatura con sello propiopara una comunidad formada, sí; pero en riesgo aepermanente disolución; es un gran compromiso­histórico.

Mapa de Puerto Rico, según la obra de Champlain, siglo XVI.El autor fue un cartógrafo inglés.

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No podemos renegar de lo indígena pues que lollevamos dentro. Es preciso amarlo y dignificarlo.igual con lo -negro, e igual con lo europeo. Pero, nosomos indios, no somos negros, no somos europeos:somos puertorriqueños. No podemos continuar uni­lateralmente a España, ni lo indígena. ni lo negro,o cualquier otra cultura que se desee invocar, por­que no somos ni europeos, ni indígenas, ni negros.

Somos europeos desterrados en tierras de Amé­rica, indios violados, encomendados y esclavizado.;.somos negros desarraigados con un pasado en elAfrica remota. Nuestro común destierro exige comoprograma la formación de un estilo propio, autén­tico, personal. Entonces nos podrá ofrecer nuestropasado indígena, africano o europeo, los más ricosy esclarecedores aportes.

Lo puertorriqueño hemos de buscarlo en la fu­sión criolla de esos elementos, en el fondo comúnde un mestizaje de siglos. Tan simbólico de lo autóc­tono son los animales indígenas: el pitirre, el gua­raguao, la iguana o la cotorra, como la espada delconquistador, o la décima de nuestro jíbaro o asi­mismo la plena y la bomba del negro. Lo que nosdefine por ser de nuestro suelo y nuestro tiempo,es lo criollo. Es esto lo que somos por ley inexora·ble o no somos nada.

Si como dijera Juan Ramón Jiménez al procla·mar un axioma de su ética-estética: aspiramos a ser«universales y eternos!>, no por ello dejamos de ser]0 que somos. Por una de esas vueltas de la suerteJuan Ramón tuvo que expresarse en español y loque dijo en su poesía no es fácilmente traducible.A fin de cuentas Juan Ramón es tan universal espa­ñol como Velázquez. San Juan de ]a Cruz o Cervan­tes. Lo que tiene personalidad la tiene a pesar suyo.porque tiene nervio, es decir raíz vital, solera, tem­pIe. La raíz de] espíritu es el estilo de ]a lengua, ]aluz del sol que nos calienta, el color de la vegeta­ción que nos estimula o adormece, el cielo que nossugiere formas, todo lo que tiene en cada rincóndel planeta, una especial matización, un gusto, unapátina especial. En España es universal lo español,en Puerto Rico. lo puertorriqueño.

De lo mucho que va y viene en el arte de cada¿poca, perdura lo que tiene genio. Pero, como biendijera Edison, el genio es noventa y nueve por cien­to paciencia y esfuerzo y uno por ciento inteligenciay alma. Igual con el Arte. El genio es disciplina, ar­tesanía, concentración. El arte es emoción y con·ciencia; pero emoción y voluntad encauzados porhábitos motores y conceptos con un fondo social.

Lo americano de nuestro ademán -lo puertorri­queño- es la suma de las partes, y la suma de laspartes, aunque parezca máxima paradoja, es siem­pre más que la suma de las partes. Sólo una vezque han logrado definirse, una vez que han con­quistado su propio estilo, pueden los varios pueblosde América volverse 'hacia su pasado y aceptarlo

Retrato de Joho Hawkins. Hawkins murió en el ataqueinglés a Puerto Rico en 1595.

serenamente como pedestal y base. Lo otro, lo otroes cscapismo. exotismo, visiones deformadas e inau­ténticas que no podrán nunca perdurar.

Como puertorriqueños somos europeos desterra­dos de Europa. Nuestros son, Garcilaso y Quevedo,y Cervantes y Ortega, o Picasso y Dalí, pero somostambién indios violados y negros arrancados de susolar en la costa de los esclavos. Y por una ley bio­genética, todo el que quiere vivir con alma propia.todo el qu~ aspira a la libertad, tiene que cometerel tolémico parricidio, pues sólo después de] sacri·ficio podrá reconciliarse con los padres muertos, enla comunión, y aceptar ya asegurada la identidad,desde otro plano -vital y fecundo- a los padresdeificados, y ]a residencia espiritual originaria. sintensión ni violencia. La definición de ]a identidades estar en paz el hombre consigo mismo, aceptarsecada cual como es.

En cualquier época histórica podemos apropin·cuar lo que tiene vida, lo positivo, lo creador, a lademocracia. Así es democrática la rebelión deUrayoán cuestionando la inmortalidad de los cris­tianos, o la prédica de Fray ·Bartolomé de las Casassobre la crueldad histórica del sistema de encomien­das y despojos de· la conquista. La fuga desde loscompromisos vitales hacia una débil copia de loajeno, es cobardía: sea piti-exotismo, cosmopolitis­mo, o colonialismo en cualquiera de sus múltiples

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disfraces. Posiciones cómodas de quien no se atrevea ser, de quien prefiere ser otro, sin dignidad niesfuerzo propio.

Son muchos los factores que trabajan en contrade la comtmidad de sentimientos de un pueblo: elesfuerzo humano limitado a lo económico, el piti­exotismo, el arte por el arte mismo. El verdadero,artista puertorriqueño está obligado a conocerse.Conocer su pasado indígena; la riqueza de motivosdel arte y las culturas negras del Africa; las insti·tuciones, las armas, los vestidos y las actividadessociales y económicas de la conquista; en otraspalabras el arte y la cultura de su caribe hispánico.Todo ello encierra una gran riqueza potencial demotivos, todo ello define el temple y ánimo de nues·tro ser propio. La historia de la colonización de lastierras del Caribe, mare nostrum, por Francia, Es·paña, Inglaterra y Holanda, es un campo descuida·do de investigación que recompensa con largueza aquien se vea motivado a conocerlo. El indio rebelde

• -o cristianizado, el contrabandista, el pirata, el hateoro, las flotas y sus desertores, el jíbaro agregado ysus fiestas, los negros cimarrones y sus cánticos,.son todos motivos relacionados con el crecimientocolonial de nuestra sociedad y nuestros pueblos. Elgobierno del Reformismo ilustrado en España yAmérica ofrece considerable interés por la influen·cia liberadora que Francia tuvo en el nacimientodel pensamiento moderno. Los movimientos emano.cipadores de Estados Unidos o Hispanoamérica de·jaron un saldo de aspiraciones incumplidas en;Cuba, Santo Domingo.o Puerto Rico del cual nues­tro siglo XIX da buena cuenta.

La vida social de las haciendas azucareras y ca·fetaleras, la cultura de nuestros campesinos, la vidaprovinciana de nuestros pueblos y ciudades, elcompadrazgo, las fiestas y parrandas de nuestranavidad isleña, son hitos en nuestro proceso his­tórico del cual puede extraer la imaginación mo­derna del artista profusión de motivos para lacreación de un arte con raíces. Y no se trata debuscar aquí lo pintoresco, se trata de la vida au­téntica, de un pasado que nos importa conocer.

De igual modo, el burgués y el proletario urbanoy rural de nuestros días, la fábrica moderna, laurbe y sus problemas, el comercio y el cultivo delagro, el destino'Y suerte de nuestro pueblo en elpresente son temas de nuestra historia que requie­ren interpretación.

¿Cuáles son los propósitos más hondos de nues­tra vida colectiva? ¿Qué somos? ¿Cómo somos?,preguntaba angustiado hace ya unas décadas nues·tro gran Antonio Pedreira, y la pregunta tiene losmás nobles ascendientes en la filosofía de todoslos tiempos y países.

En toda época y lugar, el artista necesita enjui·ciar lo decadente, lo postizo y lo inoperante del

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pasado y el presente. Su más vivo compromiso escon la libertad integral del hombre. Por eso deberátener no sólo una visión del pasado y el presente,un esquema de las vivencias de su comunidad sinotambién deberá definir y elucubrar sus proyectosdel futuro.

He aquí una pregunta obligada: ¿Educa o des­educa el arte? ¿Qué persigue el artista al crear? ¿Esacaso el arte narcisismo y neurosis, o debe el arotista enfrentarse conscientemente a lo constructivoy lo destructivo en el arte?

La ciencia y la psicología tienen su papel quedesempeñar en el arte moderno. Todos los movi­mientos del arte contemporáneo, dadaísmo, surrea·

Ingenio azucarero antillano. Siglo XVII.Autor desconocido.

lismo, futurismo, fauvismo, impresionismo, cubis­mo, creacionismo, o Pop·art, son búsquedas de unarespuesta. Pero es necesario encarar el papel de larazón y lo irracional en la creación. Es necesariovalorar el conformismo y la disidencia. El cinismoy el nihilismo tienen una larga historia en el arte,pero los artistas cínicos son los derrotados de lahistoria. No olvidemos el famoso nihilismo rusode fines del siglo XIX. Para ser artista lo mismo que

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para ser historiador o poeta es necesario ser hom-bre primero. El hombre se posee a sí mismo en lamedida en que salva para sí mismo y para los de­más su integridad, su identidad humana. ¿Por quévio Ortega en el arte moderno un arte deshumani·zado? Cierto que el arte y el artista no tienen fácilcabida en el mundo de los negocios. En el arte hayvalores cotizables y no cotizables. Pero recordemosque los mejores artistas: Van Gogh, Cézanne, Gaug-

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hin, o el mismo Francisco Oller, fueron por encimade todo fieles a sí mismos. Y no olvidemos ademásque para que Picasso o Tamayo fueran posibles, fuenecesario que vivieran primero los artistas primi.th'os que tanto han influido en el arte moderno,o Rivera y Orozco, que buscaron sus recónditas

fuenh~s en el arte antiguo de México. No olvidenJos ¡¡rtistas que desprecian las pesquisas y la con­ciencia histórica, que el arte que perdura es leal asu tiempo y vive a la altura de sus compromisos.A fin de cuentas, el hombre es inescapablementcun animal histórico.

El Velorio, cuadro de Francisco Ollero Escena de la vida campesina o"jíbara" (1894). Original en el Museo de Arte e Historia de la

Universidad de Puerto Rico.

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Cartel. La Hija del Pintor.

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Exposición de Osiris Oelgado-

EN SU PRIMERA EXPOSICIÓN INDIVIDUAL, ABIERTA EN

el Instituto de Cultura Puertorriqueña el 16 dediciembre, el pintor Osiris Delgado presentó un con·junto de obras representativas de su trabajo de laúltima década. La muestra comprendió 22 óleos,un dibujo a tinta y un detalle de proyecto muralejecutado en cerámica.

Nacido en Humacao en 1920, Osiris Delgado hatenido una equilibrada formación artística, que co­mienza en Puerto Rico con López de Victoria, Fra­de, Howanietz, Sánchez Felipe y otros artistas; con­tinúa en Florencia (Academia de Bellas Artes, Ins­tituto de Porta Romana); París (Academia Vaviny Grand Chaumiere); Madrid (Academia de SanFernando); Nueva York (Art Students League). Ba­chiller en Artes de la Universidad de Puerto Rico(1951). en 1954 se recibe de doctor en Filosofía yLetras de la Universidad de Madrid. Desde hacevarios años es catedrático de arte en la Universidadde Puerto Rico, donde ha desempeñado el cargode Director del Departamento de Bellas Artes yac­tualmente ocupa el puesto de Director del MuseoLuis Muñoz Rivera. Ha publicado las obras LuisParet y Alcázar, pintor espaliol y Picasso ante suobra.

Describiendo el arte de Osiris Delgado como unaaspiración a 10 velazqueño que toma como punto departida «un ámbito de luz musical antípoda del cic­lo de Castilla», el crítico doctor José R. Oliver afir­ma que pese a la fuga de líneas expresionistas queen Delgado observan otros críticos, su pintura re·presenta el propósito de «llegar en el realismo a unarte ajeno a la descripción imitativa, a ser sólopintura sin desdeñar lo abjetivo, sin aislar el hechoplástico».

Reproducimos algunas de las obras que figura­ron en la Exposición.

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Escena Hogarelia.

La Chupa.

Pintora.

Cristo de Buena Suerte.

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Un illl.prp~O puertorriflueño del año 1807

Por ARTURO DÁVILA

E N EL CURSO DE NUESTRAS INVESTIGACIONES EN LOS

archivos de la Isla y particularmente en el dela antigua Vicaria de San Germán y el Monasteriode Madres Carmelitas de San José de San Juan,dImos con frecuencia con pequeños impresos decarácter piadoso o administrativo, españoles. his­panoamericanos y puertorriqueños, de cuya publi­cación en forma de catálogo nos ocupamos. Siem­pre escapan, a pesar del empeño natural del es­tudioso, muchas noticias a los comienzos de unatarea de investigación y sobre todo si se trata deobjetos de interés menor o al menos así conside­rados. Por este motivo escapó a la curiosidad cien­tífica de Pedreira, por cierto voluntariamente, esaflora menuda de los novenarios, relaciones piado­sas, etc. que forman un considerable número enla estadística total de la producción de nuestrasprensas en el pasado siglo"

En los primeros días de enero, preocupados porterminar un catálogo de este tipo de literatura decarácter popular, revisamos de nuevo los ejempla­res existentes en el convento de 111s Carmelitas,hallando junto a los ya conocidos y catalogadosvarios nuevos, entre los que nos llamó la atenciónpor su temprana fecha una Novena a San JuanBautista que publicada según el pie en el añode 1807, viene a aumentar el escasísimo materialimpreso que de ese año ha logrado localizar lainvestigación. En efecto, en su nota documentadasobre La Gaceta de Puerto Rico,2 Antonio Riverademuestra la existencia de la imprenta y su fun­cionamiento en el curso del año 1807 con una cir­cular del Gobernador don Toribio Montes de 30

1. • ,..Para hacerla mds manejable hemos eliminado adrede lascopiosas novenas )' lihros de oraciones... y todo material Impr/!Soen Puerto Rico que por 5Il Indole abstracta ofrece escasa ayudaal historiógrafo>, Pcdreira. Antonio S,: Bibliografla puertorriqueña(1493·1930). Madrid. 1932, página XVll.

2. Revista Historia. Tomo l. Número l. :lbril de 1951. pági.nas 68-76.

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de agosto del 1808 en que se habla de otras dos,una de marzo de 1806 y otra del mismo mes delaño 1807, que trataban de Clun arbitrio para el pa­go de la Gaceta», más un aviso de 31 de diciembrede 1807 en que se anuncia la remesa a los pue·bIas de unos ClAlmanaques calculados según el me·ridiano de esta Isla». Demostrada suficientementepor el mismo autor con aportación de otras prue­bas la existencia de la imprenta en 1806 y la apari.ción de la Gaceta en el curso de dicho año, quedatodavía una laguna entre la aparición del libro deRodríguez Calderón: Ocios de Juventud, en 1806,primer impreso puertorriqueño de aquel año llega­do a nuestros días y los papeles del año ocho.3

Ignorándose hasta ahora el paradero de ejemplaresde las Gacetas del siete, la Novena de que tratamosse convierte, a pesar del escaso relieve de su con­tenido, en un valioso testimonio del primer añode la imprenta en Puerto Rico, vale decir, un inclL~

nable puertorriqueño.El formato: 14 X 9!'Í cms., es ligeramente

menor que el de las novenas y prácticas piadosasque se imprimieron copiosamente bajo la curade don Valeriana de Sanmillán en la segunda y ter·cera década del XIX. Los tipos son dieciochescosy un dato revelador: la desaparición del nombrede D. Lamberte & C. que aparece en el libro deRodríguez Calderón, indica seguramente que ya lohabía sustituido el último en la dirección de lasprensas. Unas iniciales: J.M.D.A., que se repitenbajo la protesta reglamentaria de ortodoxia enla página última indicarán tal vez el primer ,pro­.pietario.

3. Tan sólo se conservan en la Colección Puertorriqueila dela Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico (oto<:opi:lS deejemplares de La Gaceta del ailo ocho, siendo el más antiguo elsuplementario correspondiente al mién::oles 17 de ago$to del mismoaño. En los archivos parroquiales, e. g" Vega Baja, suelen en·contrar~e circulares de este año.

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El texto de la novena es probabilísimamentepeninsular. 'A pesar de la abundancia de impresosde este tipo, que procedentes de México o de lasreimpresiones de Boloña en La Habana llegaron aPuerto Rico por aquel entonces, no hemos enconotrado aún ninguno dedicado al Bautista, confirmán­donos en nuestra opinión la nota de la página 2:

Por cada Oración de las que se dicenen esta Novena, á todos los que la hi­cieren, ha concedido el EminentísimoSeñor Carden!11 Borja cien días de In­dulgencia y cuarenta el Illustrisimo Se·iior Obispo de esta Diocesi Dr. JuanAlexo de Arizmendi.

Don Carlos de Borja Centellas Ponce de León.hijo del IX Duque de Gandfa, era ya capellán ma·yor de Felipe V en 1708 y es el único purpuradode esa célebre casa en el siglo XVIII, por lo quela novena tiene que ser anterior al año de sumuerte (1773). Por el estilo crespo y la profusiónenfática de vocablones, debe ser obra de la primeramitad del siglo y aún podría contraerse a su pri.mer tercio.

Por ser, a pesar de sus' ripios, un elemento quefácilmente pudo incorporarse. a la tradición po­pular, reproducimos aquí los Gozos con que finali­za la novena y que van de la página 18 a 21, últimade este impreso.

NOVENADEL GLORIOSO

á fin de que todos logren, con fu exempl0:ly prOlec(ion, la prallica de las Virtudes ...dejlerrando, en la. pa¡-te que Je pueda, lasjuprrjliciones, g/te el Demonio ha introducidoen Ju Fejlividad, para privarnos del fruto

de .fu Devocion.

J.DANCOMPUESTA

Por fer bello MenfageroDe todo un Dios humanado,Su venida has anunciado,Como de tal Sol Luzero;y pues naciendo primeroSu camino has preparado,Dénos vuestra protección, &c.

Si falo efcribir tu NombrePudo hacer que un Mudo hablafe,Efpere quien te invocafe,Que fu dicha al Mundo afombre;y afi dirá todo hombreJuftamente efperanzado,Dénos vueftra protección, &c.

Pues qual Precurfor SagradoAnunciafteis Redempcion,Dénos vueftra protecciónLa remifion del pecado.

Tu Nacimiento gloriofoPor un Angel tué anunciado,y antes de él fantificadoOs confiefan portentofo,Quantos baña el Sol hermofo,'y pues fois tan celebrado.Dénos vueftra protección, &c.

GOZOS, QUE SEdirán al fin, ti fe quiere

obligar mas al Santo

suro.DEYOcroU1V

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POR

PUERTO RICO 1807_,,1 lA,( .~. !Y

¿

.EN LA 1 MPRElIITA DE LA CAPITANIAGENIRAL

Publique de tu grandezaLa mas difcreta eficacia,Sois mas hijo de la Gracia,Q~ de 'la Naturaleza;Pues ella con tér empiezaLa Voz del Verbo encarnado,Dénos vueftra protección, &c.

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Confiefo, que no eres Dios,Aunque os tengan por Mesíasy aunque en altas primacíasSeais el mas grande Vos;Mas ti diftirttos los dosHaceis Coro feparado,Dénos vueftra protección, &c.

Predicando Penitencia,Los hombre no te atendían;Pero los Montes fabíanAcreditar tu eloquencia;y afi á todos tu prudenciaA predicar há enfeñado,Dénos vueftra protección, &c.

Sin temores, fin receloReprendifte d las Coronas.Pues no exceptúa perfonasNingun abrafado zelo;y quien amdre afi el Cielo,

El temor tendrá olvidado,Dénos vueftra protección, &c.

Bidió á Herodes tu CabezaVengativa una muger,y él fe la dió, atiñ con taberEl horror de efta fiereza,Rendido de fu flaqueza,Por haverlo afi jurado,Dénos vueftra protección, &c.

No la muerte, la impurezaHizo tus ojos cerrar,Quando en Mefa, fJ.ue era MarDe impia ciega torpeza,Entraron vueftra Cabeza,Que aún muda nos ha enfeñado, .Dénos vueftra protección, &c.

Pues qual Precurfor SagradoAnunciafteis Redempcion,Dénos vueftra proteccionLa remifion del pecado.

so

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Tributo a la poesía de Clara Lair*

Por DIANA RAM1REZ DE ARELLANO

y A EN EL AÑO DE 1933, PEDRO SALINAS PUBLICA!JA

La voz a ti debida en la soledad de su recuerdo,recuerdo elevado a poesía casi pura, atrofiados lossentidos como cinco ventanas cerradas, para mejorascender la alta escalera del intelecto, difícil perocertera, que habría de colocarle en un puesto úni­co entre los grandes poetas de nuestra época. Parael año 1936 Juan Ramón experimentaba un aconte­cimiento que en su vida fue decisivo: salida deEspaña, y segundo viaj~ a América. El andaluzuniversal estaba en La estación total y en su Can­ción... segunda plenitud, verso ya de 'Virtuosísimo,ingrávido, tenue, desnudo; casi ,de 'perfecto, imposi.ble; auténticamente sencillo, Juan Ramón ya era unprofesional de la Belleza. Para ese año tambiénse nos queda, como por arte de magia, magia ne­gra, el perfil vital y humano de Federico, prendido,como una «brisa leve y triste por los olivos».. En Puerto Rico, de entre el paisaje puro de lamontaña barranquiteña, claro está, emigrado ya aeste viejo San Juan, ~urge un sonido de cristal.Arras de cristal, bodas de Clara Lair con la poesíainsular, unidos alma y pueblo, por un símbolo leve,musical, armonioso, y... frágil, como la juventudtan prontamente ida, como el amor siempre tanirrevocablemente perdido. A -la literatura preferirála música, y -la idea, como Daría. ¿Recuerdan?: suhorror confesado por la literatura, mera, artificialpalabrerí~ de Ila elocuencia sin idea, sin propor­ción y sin medida:

Por eso ser sincero es ser potente,'de desnuda que está brilla la estrella;el agua dice el alma de la fuenteen la voz de cristal que fluye de ella.

Tal fue mi- intento, hacer del alma p'uramía~ una estrella, una fuente sonora,con el horror de la literatura,y loco de crepúsculo y de aurora.

.. Palabras leidas en el homenaje a Clara Lalr en la SociedAd deAutores Puertorrlquefios en el Instituto de Cultura Puertorriqueña.

La voz de cristal de sus Arras nos dirá con recortemodernista lo que Más allá del Poniente se confir­ma:

No creí en hacer versos, ni acato la tareade buscar consonantes y métrica y compás...Cuanto escribí dictdmelo inquietante la idea,y el ansia de armonía hizo en mi 10 demás.

(Credo)

En 1950 ve la luz Trópico amargo. La alta críti­ca acompaña con su juicioso aplauso, la perennesoledad de Mercedes Negrón Muñoz. 'Su pueblo, enel desconocido hermano, se le acerca para hacerleinmensa compañía a su par de quimeras destro­zadas:

Inepta para dar ecos diversosal saber que me halague o que me riña,escribo a veces por aquella niñaque llord un día al escuchar mis versQs.

y por aquel desconocido hermano.-lector de Pardo Adonis- que una tardeme halló en la via, y me extendió la mano,balbuceó un poco... y se alejó cobarde.

¡Ay, la emoción de aquella voz quebradapor la crueldad de siglos, todaviala llevo a mi memoria encadenadacomo el mejor tributo a mi poesía!

(Credo)

He aquí, pues, lo que mejor podemos hacer enesta noche de homenaje como tributo grato a nues­tra Clara: emoción, primera forma de conocimien­to, único- criterio ~a estas palabras. No venimosaquí para con el saber halagarla o reñirla; 10 pri­mero, mereciéndolo, no le agradaría; lo segundo,sería totalmente inmerecido. (<<Acaso al deponer enestos momentos la toga doctoral con que tú nosconoces-, yo diría a Clara, «aparezcamos frente ati casi desconocidos, y así con el «desconocido her-

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manolO, ofrecerte también nuestra emoción, no paraquitarle a él el premio de tu verso testigo de tuentusiasmo, sino acaso para merecer que tú nosdigas: «Acepto este tributo a mi poesía,,; y aceptestambién la alegre compañía de este nuevo aplauso.)

EL MAR DE LOS SENTIDOS

Vamos a entrar en el mundo poético de Clarapor el ancho mar de los sentidos. Para el marullorumoroso de profundidades, llevemos flamboyanesde sangre, y hagamos esta entrega una noche deluna, luna llena. Albergaremos la regia borracherabajo la preciosa manta musical de coquíes, y allíadormecidos con su flauta de oro, panteísta, consu vino raro, nos sorprenderá esta otra Clara sar­cástica y grandiosa, para cambiamos el paraíso ar­tificial del sueño y del ensueño, en pesadilla tau­matúrgica, y vernos, de repente, pobres seres, cu­biertos en este' trópico amargo con un «verde su­dario de coquíeslO. Todo tiene su precio. Sigamosesa ruta'mágica que nos abre «el candelabro erran·te de sus eucubanos", y ¿qúé importa que su tenueluz desemboque en procesión funeral donde ellossólo juegan el tétrico papel de «vagabundos cirioslO,y nosotros, tal vez, los enterrados?

¡Qué mar, señores! ¡Qué mar de los sentidos!¡En esto fue en Puerto Rico la única y primera!Por la vista penetra con sus luces y sombras, suscolores, oros pálidos, lunas llenas, sangre hecharubí con el brillo de estrellas. Por el tacto nos ataa su carne de nube y a sus sedas. Por el oído, oímossus violines, su arpa, sus sonidos, sus sílabas. Porel olfato somos dueños de crisantemos y de rosas,dueños de su perfume en alhelies. Por el sabor gus­tamos de un licor tan sumamente suyo. ¿Qué im­porta que en este Rubaiyat el dedo de repente es­criba hiel, veneno, sílaba de lamento, miasma, éter,epitafio, tumba? Lección moral que cabe tanto enla poesía como en la 'Vida. Y además entronca den­tro de nuestra tradición hispánica con aquella Tra­gicomedia de Caluto y Melibea con la EpístolaMoral a Fabio, y ya en pleno Siglo de Oro, con elQuevedo de:

¡polvo será, mas polvo enamorado!

CONTRASTE

El enorme contraste entre la alegría y la tris­teza, ejemplifica una constante en el estilo de estalírica. Contraste en las ideas, y por ello, en la len­gua; contraste de una especial manera de ser queinforma un pensamiento bifurcado dolorosamentehacia dos rutas completamente irreconciliables. Dosejes que someten a un constante ir y venir emo-

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cional, intelectual, lingüístico al lector y al poeta_Difícil vida. lograda estética... Vida que desembocaen muerte, amor en olvido. pasión en deslealtad,compañía en soledad, juventud en vejez, primave­ra en invierno, espuma en lodo. llamarada en ceni-·za, exaltación en abatimiento, fortuna en miseria,claridad en sombra, verdad en mentira. ¿Que asíes la vida? Sí, pero ¿quién aquí lo ha dicho mejor,lo ha sentido más angustiosamente, y 10 ha dejado.­como ofrenda a la patria, eternizado? ¿Quién hasido si no ella, ese «oculto caqui despavorido»?¿Quién, sino es ella, con dos adjetivos como dosejes contradictorios, enmarca ese «caqui» que estáoculto y, sin embargo, al mismo tiempo, vemos mo­verse «despavorido», presa del temor, del pavor.Esta es Mercedes, y además es Clara: de ahí elacierto, porque en poesía lo que no sea -auténtico­perece.

Atrás queda la voz de las demás. Atrás quedan,por ejemplo, los ecos de Delmira, la desmesuradaansia de un amor sobrehumano que busca un cara·zón imposible de estatua para estrellar su voluntadcontra un latido perfecto que no se puede hallar,y en Clara sería un ansia de «amante extrasexualy supercósmico». Esa estirpe uruguaya «sublime­mente loca", en Clara bajará para alzar al gusano,.no para perpetuar esta locura, nutriendo la si­miente:

Que tapiada mi boca, enclavada mi mano,le llevaré en prestigio al hambre del gusanola cola de mi estirpe tendida por la caja...

(Orgullo)

y atrás quedó Gabriela con su mole de pena, alzadacomo cruz que la redime; atrás aquellos celos. ymiedos y egoísmos, revelados en los Sonetos de lamuerte que para siempre grabaron su nombre enlos frisos inmortales de la historia literaria. EnClara. ya sin resignación religiosa, pero sí con au­téntica y honda meditación:

¡Porque no amara a otra, que ni a mí misma amara!¡Que la tierra por siempre sus brazos desquiciara!¡Ay, sr no despertara!

(Lullaby Mayor)

¿Por qué ese deseo de que erel sueño de la vida conla muerte se expandalO? ¡Ah, lo dijo Gabriela!

Porque a ese hondor recóndito la mano de ningunabaiard a disputarme tu puñado de huesos.

(Gabriela Mistral - Soneto 1)

y los dedos de Juana, sembrados en la tierracrarañando las sombras estrujadas y prietas», danpaso a los dedos-estrellas de nuestra Clara, que enla noche:

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... arañaratt el lodopor raspar fuegos fatuos de tus huesos

(Nocturnos «Del amor y la muerte..)

y el alma-cuerpo recobrada en tallo que se aso­ma a la tierra a contemplar «la lámpara salvajede los ocasos nuevos» (porque Juana se resiste a<lesaparecer como testigo clave de la luz), seráen Clara del Trópico, sangre de flamboyanes bajoun rayo de luna. Su alma, asida siempre al cuerpo,se incendia con afanes.

y se prende a los rojos potentes flamboyanes

(Angustia).Ha de exclamar:

¡Oh, trópico! ¡Deja siempre bajo la luna alflamboydn!

(Nocturno. Trópico)

.Porque a la luz no es precisamente a lo que aspi­

.ra eternamente Clara. Para su pena, sombras:

¡Mis ojos quiéren sombra!¡Mis ojos quieren resplandor!Mi pena quiere alfombray cortinaje negro...

(Pardo Adonis)

.su pena arranca de la pérdida de la juventud; Cia·ra se apega al amor: como último símbolo, causaj' efecto, de esa primavera arrebatada.

Por eso se encuentra en su poesía la imagen deuna Clara sembrada, toda ella envuelta en tierra:

Tierra rebelde de donde el otoñocasi no puede echar la primavera.

.Luego no será sólo el otoño, será el invierno, serála muerte la que casi no pueda desterrar la vida.Pero las leyes de ésta, inexorablemente se irán im­poniendo poco a poco. Surgirá entonces en el últi·mo poema de 'Trópico amargo, aquel segundo «so­neto de lo irreparablel>, dedicado a su cuerpo. Lavegetal contextura del árbol se epvidia; parece abesurdo, injusto, increíble que un árbol, un mero ár­.bol, pueda durar más que el cuerpo del poeta:

¡Ah, si fuera posible el milagro perennedel drbol que se seca y retoña en verdor,en esa arcilla tuya, y tornaras indemnea ser como en la hora del aroma y la flor...!

Nótese que la aspiración no es sólo a volver avivir; la aspiración es a vivir la juventud, «la hora·del aroma ry la florl>. La angustia prende en el.ánimo cuando se palpa ~a contradicción de queestamos hechos. Mientras la carne dice, tiene sino.de rosas, vida frágil de ilusión y perfume, ry luego,la muda quietud de cosas destmidas, el alma tienesino de hiedra,

...cuando el otoño hieresigue como fantasma impregnada en la piedra.

(Dobles)

Cuesta mucho 'Someter el alma con sus eternasinquietudes a las terribles vicisitudes de la carne.El alma de Clara no conoce más que la primavera.El cuerpo se va por el camino sin nosotros, comoun esclavo que obedece a otro dueño. Y nos que­damos, nosotros-alma '1lamando inconsolablementeal cuerpo que no responderá a la llamada.

Su obra, como una sonata valleinclanesca, agru­pa ,las cuatro estaciones: primavera, estío, otoño einvierno. Acudimos a cuatro paisajes del alma; aun concierto en cuatro tiempos trenzados. La pri­mavera, con su alegría, su ilusión, su promesa, suestreno de amor, de risa, de belleza, de mimos. Casi,casi como jugando a todo, en un mundo que nopodía durar de tan perfecto. Luego, el estío, con sumadurez, y plenitud, y sobria satisfacción. La horaresponsable de todo hombre en que se sabe quese ha perdido mucho y se aprovecha lo que aúnno se ha perdido. La uva no está exhausta todavía,guarda aún maravilla. (Véase su poema Yo). Dirá:

¡qué de extraño que al ritmo de los pradosondule en suave paz mi corazón!

El último esplendor, el magnífico ocaso que se­meja el amanecer, irrumpe con 'los últimos sueñosposibles a pesar de la pesada carga de recuerdos,de desHusiones, de lecciones, de sospechas, de duodas. Este es también un doloroso callejón sin sa­lida. Hacia atrás no puede volverse el poeta, la pér­dida es irremediable, y además, tal vez, duela mu­cho revivir el pasado; 'hacia mañana, mejor es novolver la faz. ClMañana será otro díal> ha pasadoa ser un pensamiento insoportable. Ayer todo pro­blema, toda desilusión, toda ansiedad podía reme­diarse con el consuelo de un mañana mejor. Enatona es mejor no pensar en el invierno; ya llegará.¡Del amor ya no se espera mucho! (Véase Arras).

y esta cita: .

Es mi puro presente el que te dono.Tú frívolo, yo frívola... So:v tu igual camarada.¡No has de quitarme todo para dejarme nada!

Pero el cálculo, éste ir sobre seguro, apaga la ale·gr,ía. de las últimas ilusiones. Ser camarada es ,noser amada; y en el amor siempre se recibe muchomenos de lo que se da. El tedio ·hace su obligadavisita al instinto. Y en el amor físico hay ya unno sé qué.de menoscabo. Va poco a poco triunfandola nostalgia, la pesadumbre, el arrepentimiento. Sedesemboca en ese deo inviernol> tan temido. Noqueda absolutamente nada, ni siquiera el presenteque es todo lo que tenía el esplendor del otoño.Silencio y soledad, todo ha escapado y no se sabe

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a dónde. Un enorme vacío apaga el horizonte. Que·da sólo la aceptación del sueño.

Es también el ciclo completo que recorre elamor, desde el encuentro hasta el olvido, con susaltos y bajos, descendentes hacia el final.

y cuando llegue el sueño¡duerme con el olvido de la bestia rendida ...!

Se pasa revista al ayer, y como resumen de lavida, dice Clara, con sinceridad absoluta:

¿Y yo? .. Yo 10 he tenido todo, de la gloria a la herida....................................................................................Yo estoy plena y vada de nada, como la vida.

(Perdón)

Hay sospecha que si se tuviera otra oportunidadde vivir, se viviría la 'Vida de otra manera:

¡Volvar a revivir, fuerte, dura y fornida,y caminar atlética y autómata la vida!¡Ay, sólo quisieravivir las mismas cosas de distinta manera!

y concluye ese poema, Letanía egoísta, con ese brus·ca cambio en que era maestra Alfonsina Storni:

¡Mirar el mundo todo como brusca humorada,y, a cambio de su nada, darle también mi nada!

La agudeza, el ingenio, el rápido desenlace epi­gramático de ironía y desdén de Alfonsina, se reco­ge en Clara, descartando lo que para ella no podía.servir por la gran distancia entre sus personali­dades. Muy en particular, por ejemplo, podríamosapuntar la actitud ante el hombre. El poema deClara titulado Perdón, en donde expresa: «Tú nome comprendías, ¿qué te asombra?» está siglos de-luz en 'distancia psíquica de aquellos versos deHombre pequeñito:

Digo pequeñito, porque no me entiendes,ni me entenderds.

Pero hay, ¿qué duda cabe?, grandes y fuertes tan·gencias, que surgen de ciertas afinidades emoti·vas. 'En Clara, hasta vemos esa capacidad de auto­demolición que tuvo la 'argentina; ciertas contra·dicciones también de temperamento, reflejadas enel estilo de la poesía de ambas; y 'las dos viertenen sus versos sus desilusiones, sus amores, sus tor­mentos, sus angustias,.su lamento, y, sobre todo, esainmensa soledad. punzant~. Aquellas almas cuadra­das que reflejan y se reflejan a su vez en sus casasy en sus lágrimas todo cuadrado, la gente que pasapor Buenos Aires ante los ojos azules de :Alfon­sina:

Ideas en fila.y angula en la espalda

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tendrán un eco tropical en la poesía de Clara. Su.ánimo, también como -la Storni, ansia soledad; es­capar de la turba, de todo O}O inferior y mediocre~

de apagar ~u estridente presencia:

¡Sueño de recibir tenue. apagado,el eco de las gentes y de las cosas!

Porque:

Voz ni verso de amor tu angustia saldacuando el mundo soez cuenta a tu espaldalas monedas de oro de su precio.

(Trazos del vivir sombrío)

«La vida es una cueva», dijo una vez Alfonsina, yClara en Insolencia:

Las cuevas de la muerte y de la vida.

y es que esa inquietud nerviosa que en la argenti-'na la hace confesar:

Se me tornan los nervios hilos electrizados

la comparte Clara, y la confiesa también:

Pero tú, Clara Lair, fibras en vilo:A ti te punza todo leve filoy te fustiga todo ruido recio...

(Trazos del vivir sombrfo)

Hay otro punto de común sensibilidad, compartentambién ,la admiración ante la fuerza del hombre;casi un culto, aun en ,la -metáfora coinciden: elpecho es piedra, y el hombro prepotente. Sientenel contraste de su 'Personal suavidad femenina con­tra el pétreo físico masculino. En Clara, la mujer esrosa y hiedra, hiedra que se enmaraña y. se ad­hiere al pecho-hombre:

Y tronchada y marchita, cuando el otoño hieresigue como fantasma impregnada en la piedra.

(Dobles}

En Alfonsina:

_el pétreo torsodesde mi asiento, inexpresiva espio...

(Storni, Uno)

Clara se fijará en la anatomía masculina: «Sus al·tos hombros recios-; y Alfonsina escogerá tambiénpara enfocar su atención sobre: «los anchos hom­bros, su 'brazada heroica-o Alfonsina admirará alhombre con cierto resentimiento y hasta envidia.Clara le admi~rá gozosamente, su culto es pagano,no hay recelo ni vergüenza en su reacción. Se acepo

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ta plenamente ser mujer. En Alfonsina es una atrac­ción, a pesar... ; una ruta dolorosa.

La lección que extrajeron de la vida podrá pa­recerse en- lo que rtiene de tristeza y de dolor, perolas hazañas en donde se monta la arquitectura d~

sus vidas, trama que nutre y sostiene la poesía, nocorren de ningún- modo, paralelas.

El escuálido río que es como mis hazañascintajo de rumores encerrado en montañas.

Ha dicho Clara, y con ello pone e impone, comodebe de ser, silencio sobre su vida. ¡Que no hayderecho nunca a violar la humanidad del poeta!y no porque sea grande en la dádiva que entregaa su pueblo y al mundo. pueden los que recibenser menos generosos. Habrá siempre aquel pobrede alma que no sepa respetar esa montaña quepuso siempre Mercedes Negrón Muñoz entre ellay su poesía, porque hizo arte; y entre éstas y elmundo. porque era un ser humanisimo. Y habráleyenda y mito para llenar con algo sus silenciosy acercarla a aquéllos que no pueden subir alalto cielo de la poesía donde ella ejerce plena so·

beranía; y habrá falsedades para abrirle un infier­no. Pero nosotros, los responsables, respetaremossiempre su altivez y su orgullo, su voluntad y sudiferencia. La dejaremos ver las cosas a su lnodo;porque ésta fue nuestra fortuna inmensa.

mientras la turba pasa compacta a su destino...

Hubiera 'Sido fácil a ella ser igual a todos los de·más, pero, su inmensa y honda diferencia la obli­gó a ser poeta.

Queremos contestarle en esta noche la inquie­tante pregunta:

por qué TIa de estar mi mano orlada en la cadenade darle ritmo y gracia al grito de la pena.

Porque el destino colectivo de la patria reclamabaeste destino tuyo excepcional. Clara, aquí en tu tró­pico amargo, nadie está más segura de permanen­cia que tú.

los trazos de tu pluma serán puros y tersoscuando ya sean tus manos abono de palmeras...

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Bibliografia puertorriqueña 1966

AnDAD y 1.ASSIERRA. Fray Iñigo: Historia geográfica. civily natural de la Isla de ~an Juan Bautista de PuertoRico. Estudio preliminar de Isabel Gutiérrez delArroyo; reconocimiento por Sebastián González Gar·da; nota sobre las ediciones anteriores y la presen­te. por Luis M. Díaz Soler. Río Piedras. Universidadde Puerto Rico. Editorial Universitaria, 320 págs.Es una reimpresión de la cuarta' edición de 1959

,de la obra cuya edición príncipe sale en 1788 (edición·de Valladares). En 1831 sale la segunda edición, enPuerto Rico. La tercera edición, en 1866. es la deJosé J. Acosta. En la presente edición se eliminan lasnotas de Acosta, que se anuncian para publicarse envolumen aparte.

AGRAIT, Tomás:' Juan Sanabria Rodríguez (Nico) y Laceiba de la libertad: San Germán, P. R., 13 págs.El primer trabajo es un "perfil biográfico y juicio

·crítico" de la obra de Sanabria Rodríguez (1866-1927)como poeta y músico; el segundo es un "relato his·tórico".

ALVAREZ MARRERO. Francisco: Antología. Selección, no­tas y prólogo de Cesáreo Rosa-Nieves. San Juan,Ateneo Puertorriqueño. Cuadernos de Poesía, nú'mero 19, 103 págs.Primera antología del poeta romántico puertorri.

·queño, nacido en Manatí en 1847, muerto allí en 1881.El prólogo se titula: "Vereda hacia el poeta: Notas.y rasgos sobre la vida de Francisco Alvarez Marrero."

ARANA SOTO, Salvador: Catdlogo de farmacéuticos dePuerto Rico (desde 1512 a 1925). San Juan, 225 págs.Impreso en Burgos (España).Además del catálogo en sí figuran los siJ?Uientes

apéndices: Los primeros boticarios de Puerto RICO; Losbo~icarios y .el d~scubri~iento; El boticario y la ter·tuh!1 el!- la histona y la bteratura puertorriqueñas; Elbot~cano y su tertulia y Luis Muñoz Rivera; Los boti··canos que se han destacado fuera de su profesión'Ejemplos de re~istro y de tomas de razón de titulo~en este siglo; Lista de farmacéuticos en orden crono­lógico.---:: Puerto Rico en la novela popular norteame·

ricana. Trabajo publicado en la revista "Cuadernos. Hispanoamencanos", de Madrid, noviembre de 1966.

Número 203, 15 págs. .

ARCE DE VÁZQUEZ, Margot, y ROBLES DE CARDONA, Mariana:Lecturas puertorriqueñas. Sharon, Cono., The Trout·man Press. Número 2 de la serie. Puerto Rico. Rea·lidad y Anhelo, 422 págs.Incluye los autores: José S. Alegria, Manuel A.

Alonso, Margot Arce de Váiquez. María T. Babfn. JoséA. Balseiro, Emilio S. Belaval, Tomás Blanco, Luis Bo-

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nafoux, Salvador Brau. F. Manrique Cabrera, MariaCadilla de Martfnez, Nemesio Canales, Cayetano Coll yToste, Antonio Cortón, José A'. Daubón, José de Diego,J. I. de Diego Padró, Abelardo Díaz Al faro. Ester Feli­ciano Mendoza, Edwin Figueroa, José L. González, Eu­genio M. de Hostos, Enrique A. Laguerre, WashingtonL1oréns. René Marqués, Concha Meléndez, Miguel Me·léndez Muñoz, Luis Palés Matos, Antonio S. Pedreira,Monelisa Pérez-Marchand. C. Rosa·Nieves, Rubén delRosario. Pedro J. Soto. Alejandro Tapia y Rivera, Sal·vador Tió. Nilita Vientós Gastón, Manuel Zeno Gandfa.

ARRILLAGA. Víctor: Sonetos de expiación. Dibujos de Ra­fael Rivera Garcia, Puerto Rico. Talleres GráficosInteramericanos. 44 págs.

Sonetos de entronque religiosa, escritos por el au­tor del día 4 al 15 de febrero de 1965.

ARRIVf, Francisco: Arerto mayor. San Juan. Institutode Cultura Puertornqueña. 324 págs.

El autor se ocupa en una serie de trabajos, de "latrayectoria de un teatro nacional según repercute enel Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1956, fechadesde la cual se le ampara y se lucha por él". hastala creación y desarrollo de los Festivales de TeatroPuertorriqueño. Como apéndices figuran dos trabajosde Emilio S. Belaval y Piri Fernández de Lewis y elProyecto para el Fomento de las Artes Teatrales.

ASOCIACIÓN PRO MUSEO HISTÓRICO DE PUERTO RICO: Albumde Amalia Paoli, 56 págs. Precedido de una relaciónde la historia de la Asociación y de la biografía deAmalia Paoli, por Angela Negrón Muñoz.

Reproducción facsimilar del álbum de autógrafos dela cantante puertorriqueña nacida en el segundo terciodel siglo XIX. hermana del tenor Antonio Paoli. Figuran,entre otros, autógrafos de: Baldorioty de Castro, Ra­món Marín, Manuel Corchado, José J. Acosta, ManuelElzaburu, Manuel Fernández Juncos. José A. NegrónSanjurjo, Luis Muñoz Rivera. Lola Rodrfguez de Tió.

ATENEO PUETORRIQUEÑO: Nonagésimo aniversario. Puer·to Rico. Junio de 1966, s. p.

Además del programa de actos y lista de presiden·tes de la institución, contiene el trabajo: "Algunos cer­támenes del Ateneo Puertorriqueño, 1877-1965", por An·tonio Paniagua Picaza.

AyoROA SANTALlZ, José Enrique: PavesCl5 en tiempo lton­da. Ponce, 1966, 65 págs.; prólogo de Hugo Vázquezy Almazán.

Primer poemario del joven abogado ponceño, naci­do en 1939.

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do puertorriqueño en el conflicto de Vietnam.

BERBVSSB, Edward J. (S. J.): The United States in Puer·to Rico, 1898·1900. Chal'el HiIl, The University ofNorth Carolina Press, 274 págs.Estudio del período de transición de tres años luego

de la intervención de Estados Unidos en la Isla. El.autor, conferenciante en historia de la Universidad dePuerto Rico, es director del Centro Universitario Ca·tólico.

BONO RODRíGUEZ, Víctor: Mosaicos. Temas del ser y delvivir. Prólogo de Félix Franco Oppenheimer. SanJuan. Editorial Yaurel, 122 págs.Ensayos y artículos sobre temas sociales, económi·

cos, políticos y de intención filosófica. El autor esredactor del periódico El Dla, de Ponce.

BOTHWELL, Reece B.: Trasfondo constitucional de Puer·to Rico. Primera parte, 1887·1914. Río Piedras. Uni·versidad de Puerto Rico, 65 págs.Primero de una serie de estudios en que, según el

autor, "exploramos varios aspectos r0liticos, históricosy jurídicos del desenvolvimiento de gobierno de Puer·to Rico".

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·en Puerto Rico en el período de 30 años. James R.Bourne fue director de la agencia federal PRERA; suesposa fue fundadora y primera directora de la Escue·la de Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico.

BRAV, Salvador: La colonización de Puerto Rico (desdoel descubrimiento de la Isla hasta la reversión ala corona española de los privilegios de Colón);tercera edición anotada por Isabel Gutiérrez delArroyo. San Juan, Instituto de Cultura Puertorri·queña, 639 págs.Las primeras dos ediciones de esta obra clásica de

la historia insular son de 1907 y 1930. Las notas de lanueva edición "pretenden poner la obra al dia en elaspecto exclusivo de la historia puertorriqueña".---: Historia de Puerto Rico. Con ilustraciones

de Mario Brau Zuzuárregui y otros. San Juan. Edi·torial Caqui. Ediciones Borinquen, 310 págs.Es una edición facsimilar de la original publicada

en 1904, en Nueva York, por D. Appleton y Compañía.

BUNKER, Harris T.: Principios fundamentales de eva·luación para educadores (Segunda edición). Río Pie·dras. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico,156 páginas.Estudio de los principios y medios usados para me­

dir y evaluar las actividades relacionadas con la ense­ñanza y el aprendizaje.

C,(CERES, Ana C.: Introducción a la orientación indivi·dual. Río Piedras. Universidad de Puerto Rico. Edi­torial Universitaria, 159 págs.Obra de intención pedagógica para uso de los fu·

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C,(CERES, José A.: Los programas del Colegio de Peda·go~la. Río Piedras. Universidad de Puerto Rico.OfIcina de Orientación del Colegio de Pedagogía,63 páginas.

Trata de los programas para preparación de maesetros de escuela elemental y secundaria.

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autor es catedrático en la Facultad de Pedagogía de laUniversidad de Puerto Rico.

CADILLA DB RUIBAL, Carmen Alicia: Entre el silencio yDios. Poemas. San Juan. Ediciones Juan Ponce deLeón, 84 págs.Nuevo poemario de la conocida poetisa, en el cual

se revela, además, como pintora en las ilustracionesque acompañan el texto.

CEBOLLERO, Pedro Angel: Caminos. Santiago, Chile, 65páginas; impresa en Editorial Universitaria, S. A.El poemario del educador puertorriqueño consta de

cien ejemplares numerados, en edición privada.

CONSEJO SUPERIOR DB ENSEÑANZA: El aprovecllamientoen la lectura de los grados cuarto, quinto 'Y sextode la escuela elemental pública. Río Piedras. Uni·versidad de Puerto Rico. Trabajos de investigaciónauspiciados por el Consejo Superior de Enseñanza,bajo la dirección de Ismael Rodríguez Bou, 98 págs.Obra de orientación pedagógica en la que colaboran:

Ishver S. Bangdawala, Juana A. Méndez, ManuelitaGarbea, Delia Lorenzo de Lugo, Ligia Colón de del Va­lle, Aída 1. Pagán de Cortés, Carmen l. Goyco de Gar­cfa, María T. Serrano.

CORRETJER, Juan Antonio: Albiz:u Campos, hombre his­tórico. Guaynabo, 22 págs.Es una conferencia leída en el Ateneo Puertorrique­

ño el 23 de marzo de 1966, bajo los auspicios de laSección de Historia de Puerto Rico. '---: La sangre en huelga. Notas de la resistencia

al servicio militar obligatorio. Guaynabo, 62 págs.Colección de trabajos breves contra el servicio mi·

litar obligatorio en Puerto Rico

CRUZ MONCLOVA, Lidio: Baldorioty de Castro. San Juan.Instituto de Cultura PuertorrIqueña. 419 págs. SerieBiblioteca Popular."El presente libro -dicen los editores- brinda a

los lectores la biografía de una de las más grandesfiguras del movimiento en pro de la abolición de laesclavitud en Puerto Rico y padre del autonomismopuertorriqueño." La obra fue premiada por el Ateneode Ponce.

CUEVAS, Carmen Leila: Desde mi palomar. Puerto Rico.Printing and Secretarial Services, 231 págs. Prólogode Lorenzana Brunet; viñetas por Miguel Pou yRigo.La primera parte contiene una serie de impresiones

tituladas "Imágenes". La segunda contiene estampasdedicadas a Ponce; la tercera, semblanzas de amigos.

CUEVAS DB MARCANO, Concepción: Matlas Gonzdlez Gar·cla: Vida y obra. San Juan. Editorial Caqui. Edicio-nes Borinquen, 96 págs. .Tesis presentada al Departamento de Estudios His­

pánicos de la Universidad de Puerto Rico para el graodo de Maestro en Artes, en 1962. Se publica en el cenotenario del nacimiento de González García, conjunta­mente con la novela "Carmela". (V. González Gar­cía, M.)

CUMPIANO, Emilio: Altura (libro de poemas). PuertoRico. Talleres Gráficos Interamericanos, s. p.El poeta, natural de Rincón, es médico de pro­

fesión.

57

Page 73: Revista del Instituto de Cultura

CHARDON, Carlos E.:Estudios sobre el Libertador SimónBolívar. Río Piedras. Universidad de Puerto Rico.Editorial Universitaria, 124 págs.; prólogo por Ga·briel Moreno Plaza.Obra póstuma que contiene dos ensayos: 1.0 Fran·

cisco de Miranda (l750-1816): El trotamundos de la li·bertad (Introducción a Bolívar); 2.° El interregno deCurazao (1812). La primera campaña de Bolívar y laguerra a muerte (1813-1814). Apéndice: La pérdida dela plaza de Puerto Cabello.

D,(VILA, Angela Maria, y LIMA, José María: Homenaje alombligo (Poemas y dibujos). Puerto Rico. TalleresGráficos Interamericanos, 95 págs.Obra c.onjunta en que se alternan poemas y dibujos

de ambos jóvenes poetas y artistas.

DEMAR, Carmen: Lucideses de angustia. Barcelona.Ediciones Rumbos, 112 págs. Proemio de José S.Alegría.Al final del poemario figuran Algunas opiniones

acerca del poemario "Alturas del Silencio", libro anoterior de la autora.

DEPARTAMENTO DE INSTRUCCIÓN PtlBLICA: Puerto Rico ysu historia. Lecturas escogidas. Volumen 11. Con­quista y. Civilización. Estado Ubre Asociado dePuerto Rico. Departamento de Instrucción Pública.División de Currículo, 102 págs.Colección de crónicas, ensayos, piezas literarias y

otros documentos "de significada importancia parael entendimiento de nuestra historia". Recopilada pOrlos doctores Eugenio Fernández Méndez y Arturo San­tana. La serie constará de cinco volúmenes.---: Tema!; lingülsticos (Guía para el Maestro).

Estado Ubre Asociado de Puerto Rico. Editorialdel Departamento- de Instrucción Pública, 121 pá­ginas; prólogo, selección y glosario, por ArmandoTorres León.Contiene selecciones de Pedro Salinas, Mario A.

Pei, Ramón Menéndez Pidal, Amado Alonso, AngelRosenblat y Rubén del Rosario.

DfAz MEsóN, Juan (Monseñor): Escúchame. Pórtico deArturo Gómez Costa. San Juan, 188 págs.La primera parte contiene trabajos en prosa, en­

tre ellos algunos dedicados a autores puertorrique­ños, como Pedro Bernaola, padre Juan Vicente Rafael,Josefina Guevara Castañeira y Ernesto J. Fonfrfas; lasegunda parte es en verso.

DfAz VALCÁRCEL, Emilio: El hombre que trabajó el lu·nes. México. Alacena. Ediciones Era, 144 págs.Nueva colección de cuentos por el autor de El

Asedio (1958) y Proceso en diciembre (1963).

DIEGO, José de: Jovillos (Coplas de estud;.ante). Prólo­go de Concha Meléndez. San Juan. Edit.orial Cordillera, 142 págs. - Pomarrosas: Prólogo de Con·cha Meléndez. San Juan. Editorial Cordillera, 201páginas. - Cantos de rebeldía: Prólogo de ConcitaMeléndez. San Juan. Editorial Cordillera, 153 ])á·ginas. - Cantos de pitirre: Prólogo de Concha Me­léndez. San Juan. Editorial Cordillera, 114 págs.Edición conmemorativa del centenario Jel poeta.

Los prólogos son tomados de la conferencia "Tiemposen la poesfa de José de Diego", que la doctora Me­léndez preparó para el Circulo de Estudiantes Agua·dillanos. Uevan los titulas: Tiempo de Jovillos (1886­1890); Tiempo de Pomarrosas (1885-1904); Tiempo derebeldía (l916); Tiempo de las pardbolas.---: Obras Comaletas. Poesfa. Tomo l. San Juan.

Instituto de Cultura Puertorriqueña, 550 págs.;prólogo de Concha Meléndez.

58

Edición que incluye los cuatro volúmenes enume­rados en la ficha anterior, juntados en un solo tomo.Figuran entre las realizaciones de fndole 'permanente­efectuadas por el Instituto de Cultura dúrante el· añodel centenario del patricio.

ENAMORADO CUESTA, José: El imperialismo yanqui y larevolución en el Caribe. Segunda edición. San Juan.Talleres Gráficos Interamericanos, 254 págs.La primera edición es de 1936. La nueva lleva cua­

tro capftulos adicionales al principio: La invasión yan­qui; la vergüenza del siglo; Independencia frente alneocolonialismo; La revolución se hard..

FLEMING, William: Artes e ideas. Tomo l. Holt, Ri·nehart and Winston y la Editorial Universitaria,.323 págs. Edición revisada. Versión española porEtbel Ríos de Betancourt y Esteban Tollinchi;editor: George N. Aityeh.

Obra sobre historia del arte para uso de los es­tudiantes de la Universidad de Puerto Rico.

FONFRtAS, Ernesto Juan: Razón del idioma español etrPuerto Rico. San Juan. Universidad de Puerto Rico.Editorial Universitaria, 89 págs.; pr610go de Augus-·to Malaret.

Contiene dos ensayos: "Mística y realidad del len­guaje", pronunciado en 1963 en Nueva York, cuandoel autor fue seleccionado Ciudadano del Año; y "Geo.grafía, voz y espíritu de Puerto Rico en el idiomaespañol", tesis presentada ante el Cuarto Congreso­de Academias en Buenos Aires en 1964, como miem­bro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua.

FORTAS, Abe: A Mission for Puerto Rico. Washing-ton, D. C., Office of the Commonwealth of Puerto­Rico, 6 págs. Puerto Rico BookIets. N.o 4.

Es el discurso pronunciado :por el Juez del Tri­bunal Supremo de Estados Umdos como represen-"tante del presidente Johnson en las ceremomas delDfa de la Constitución, 25 de julio de 1966, en SaoJuan.

FRANCO OPPBNHEIMBR, Félix: Estas cosas asl fuerotr(Poemas). Puerto Rico~ Editorial Yaurel, 69' págs.El propio J,oeta diseñó y elaboró este volumen,.

en la TipograI1a Porvenir de Río. Piedras.

FRBIRE, Joaqufn: Presencia de Puerto Rico en la his­toria de Cuba. (Una aportación al estudio de lahistoria antillana). San Juan. Instituto de CulturaPuertorriqueña, 212 págs.

Estudia las contribuciones puertorriqueñas a lavida cubana, incluyendo, entre otras, las figuras de­Juan Rius Rivera, Lola Rodrf~ez de Tió, Paclún Ma­rfn, Betances, Hostos, De Diego y otros. El autores cubano, adscrito al Departamento de InstrucciónPública de Puerto Rico.

: Próceres puertorriqueños. Tomo l. San Juan.Estado Ubre Asociado de Puerto Rico. Departa·mento de Instrucción Pública, 177 págs.

"Incluye trabajos tomados del Semanario Escuelasobre: Hostos, Baldorioty de Castro, Ramón MarfnSolá, Segundo Ruiz Belvis, Rafael Cordero, Ram6n'Power, Alejandro Tapia y Rivera.

GARctA MARTtNEz, Alfonso l.: Forma de las leyes. Con·sideraciones sobre el uso de los vocablos ATtlcu1O'y Sección en nuestras leyes y sobre otros temasrelacionados. Colegio de Abogados de Puerto Rico,págs. 202-208.Es un sobretiro de un articulo aparecido en la"

Revista del Colegio de Abogados de Puerto Rico. Va-­lumen 26. Número 3.

Page 74: Revista del Instituto de Cultura

-GARDóN, Marprita: La alondra se fue con la tarde.Tres cánticos en la aurora. San Juan. EdicionesJuan Ponce de León, 68 págs.; prólogo de JorgeLuis Morales.Primer poemario, dividido en tres partes: Lloraron

los lirios blancos (exaltación de valores humanos ypaisajes puertorriqueños): En lo alto de la montaña elyagrumo (exaltación del símbolo del yagrumo): Unajlor de caridad (nota intensamente lirica).

~BIER.NO DE LA CAPITAL (MUNICIPIO. OH SAN JUAN):Actas del Cabildo de San Juan Bautista de PuertoRico, 173()..1750. Publicación oficial del Gobierno dela capital, 367 pá~s.: presentación por Felisa R.de Gautier, admimstradora de la capital: prólogopor F. M. Zeno, historiador de la capital. Técnicade la modernización, por Aida R. Caro Costas yLuis M. Rodríguez Morales. - Actas del Cabildode San Juan Bautista de Puerto Rico; 1767·1771,1965, 277 págs.; presentación por Catalina Palerm,secretaria municIpal. - Actas del Cabildo de SanJuan Bautista de Puerto Rico, 1774-1777, 328 págs;transcripción, redacci6n de notas marginales, índi·ces y revisi6n del trabajo de imprenta por Aida R.Caro de Delgado. - Actas del Cabildo de San JuanBautista de Puerto Rico, 1777-1781, 220 págs.: trans­cripción, etcétera, por Afda Caro de Delgado. - Ac·tas del Cabildo' de San. Juan Bautista de PuertoRico, 1781-1785, 227 págs.; transcripción, etc., porAida Caro de Delgado.Anterionnente se habian publicado dos volúmenes

.de estas actas: las de 1751·1760, publicadas en 1950,:y las de 1761.1767, publicadas en 1954. También, enconjunci6n con el Instituto de Cultura Puertorrique­ña, se public6 en 1965 la obra "El Cabildo o RégimenMunicipal Puertorriqueño en el siglo XVIII" (Tomo l.'Organización y Funcionamiento), por Afda R. Carode Delgado.

-GoNúLEZ, Antonio Juan: La economia y el status po-. titico. Sobretiro de la Revista de Ciencias Sociales

de la Universidad de Puerto Rico. Vol. X, núm. 1,49 páginas.Ciclo de tres conferencias dictadas en el Aleneo

Puertorriqueño en octubre de 1965.

-<JoNÚlJ!Z GARdA, Matfas: Carmela. (Novela puerto­rriqueña). Tercera edici6n. San Juan. Editorial Co­qui. Ediciones Borinquen, 122 págs.: nota intro­ductoria por Emilio M. Colón.Tercera edición de la novela publicada originalmen·

te en 1903 y luego en 1925. Se corunemora el centena·rio de este ilustre escritor puertorriqueño (1866-1938)~njuntamente con "Matías González Garda: Vida y-Obra", de Concepci6n Cuevas de Marcano (v.).

<iUEVARA CAST~BIRA, Josefina: Los encadenados (no-vela). San Juan, 233 págs.; introducci6n por LuisManuel Morales, M. D.; ilustraci6n de la portadapor Félix Bonilla Norat.La novela se desarrolla alrededor del tema de los

.adictos a las drogas narc6ticas en Puerto Rico. Alfinal, un _glosario con la jerga de los traficantes y.adictos. .

-GUI~,: Rosario: Gotas de rocio. San Juan, PuertoRico, 217 págs. .La autora recopila aqui un escogido de las colum­

nas que ha venido publicando en el suplemento saoba~o del periódico El Mundo.

HANNAu, Hans W.: Puerto Rico. Munich, Germany. An·dermann Publishers, 60 págs.La obra, en inglés, es parte de la serie Panorama

Books. Contiene informacion sobre Puerto Rico y vie­ne ilustrada con 30 láminas fotográficas a color.

HBRNÁNDEZ, José P. H.: Obra poética, con un estudiobiográfico-crítico de Manuel Siaca Rivera. San Juan.Instituto de Cultura Puertorriqueña, 396 págs.; se­gunda edición.

Se publica en un solo volumen la edición en tresvolúmenes que hizo la Editorial Coqui en 1965. In·cluye los libros "Coplas de la Vereda", "El UltimoCombate" y "Cantos de la Sierra", y poemas no reco­gidos del poeta, nacido en 1892 y muerto en 1922.

HERmNDEZ AOUlNo, Luis: Nuestra aventura literariD(Los Ismos en la poesEa puertorriqueña: 1913-1948).Segunda edici6n. San Juan. Universidad de PuertoRico. Ediciones La Torre, 268 págs.Incluye los capitulos: Pancalismo y panedismo;

Diepalismo y euforismo; Evaristo Ribera Chevremonty el vanguardismo: Noismo; El atalayismo; Integra·lismo y trascendentalismo; Conclusiones; Antología;Manifiestos y documentos.

---: Poetas de Lares. AntologEa. Selecci6n V pró­logo de Luis Hemández Aquino. Instituto de Cul·tura Puertorriqueña y Centro Cultural de Lares,123 páginas. .

Incluye a los poetas: Francisco Acevedo Herná.Jl..dez, Jesús M. Quiñones, Antonio Coll ~ Vidal, AntonioOliver Frau, Lucia T. de Bermúdez, Bienvenido Varogas Hemández, Samuel Lugo, Jesús D. Rodriguez To­rres, Clemente Soto Vélez, Francisco Lamourt Se­garra, L. Hemández Aquino, Gaspar Gerena' Bras,Obdulio Bauzá, José Parilliticci, F. MatosPaoli, LuisA. Maceira, GuiUermo Bauzá, Juan M. González Olmo.

Hosros, Adolfo de: Historia de San Juan: Ciudad Mu·rada. San Juan. Instituto de Cultura Puertorri·queña, 590 págs•.

Es una segunda edición de la obra publicada.lleva el subtítulo: Ensayo acerca del proceso de la

civili~ación en la ciudad española de San Juan Bau·tista de Puerto Rico (1521·1898).

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIOtJBlh: Fiestas y cosotumbres de Puerto Rico. (Una selecci6n de la prosacostumbrista del siglo XIX. San Juan. Instituto deCultura Puertorriqueña, 48 págs.; ilustraciones deCarlos Maricha1; colección "Libros del Pueblo".Número 1.

Con esta antología empieza el Instituto. su serie"Libros del Pueblo", la cual, "de un carácter aún másdifusivo que nuestra 'Serie Popular', llevará al pueblogratuitamente en forma de folletos, monografías so­bre temas de interés general y trabajos de literatospuertorriqueños del pasado y del presente".---: Ocho cuentos de Puerto Rico. Instituto de

Cultura Puertorriqueña, 48 págs.; ilustraciones deCarlos Marichal; "Ubros del Pueblo". Núm. 4.

Incluye cuentos de Emilio S. Belaval, AbelardoDfaz Alfaro, Tomás Blanco, José Luis González, Emi·lio Díaz Valcárcel, René Marqués, Pedro Juan Sotoy Edwin Figueroa•

---: Die~ poetas puertorriqueños. Instituto deCultura Puertorriqueña, 40 pá.gs.: "Libros del Pue­blo". Número 2.Incluye poemas de lloréns Torres, Palés Matos,

Julia de Burgos, Ribera Chevremont, Muñoz Rivera,José de Diego, VicIarte, Clara !.air, Gautier Benftez yLola Rodríguez de Tió. Ilustraciones de Homar, Tufi·ño, Torres Martin6, Marichal, Augusto Marin, SamuelSánchez y Alfonso Arana.

JIMmmz DE BABz, Yvette: Julia de Burgos: Vida ypoesfa. San Juan. ~ditorial.Coqui. Edi~.ones Bo­rinquen, 210 págs.; mtrodUCClón por Emilio M. Co­Ión, editor.

S9

Page 75: Revista del Instituto de Cultura

Primer libro que estudia la vida y obra de la poe·tisa puertorriqueña nacida en 1917 y muerta trágica.mente en Nueva York en 1953. Tesis sometida al De­partamento de Estudios Hispánicos de la Universi·dad de Puerto Rico. :

KAIDEN, Nina; Soro, Pedro Juan,' y VLADIMIR, Andrew(Editores): Puerto Rico: La nueva vida: The NewLife. New York. Renaissance Editions, s. p.; pró­logo por Ricardo E. Alegria.Colección de reproducciones de pinturas y de tex·

tos literarios de algunos de los principales pintores yescritores del Puerto Rico contemporáneo. Patrocina·na por la Housing Investment Corp.

LBwIS, Oscar: La vida: A Puerto Rican Family in theCulture of Poverty: San Juan and New York. NewYork. Random House, 669 págs.

Este estudio antropológico sobre una familia puer·torriqueña en la cultura de la pobreza obtuvo el Pre·mio Nacional del Libro (National Book Award) delaño 1966, en la categoría "Ciencia, Filosofia y Reli·gión".

LdpEZ DE VICTORIA y FERNANDEZ, Magda: Clarinadas entiempos de mi isla. Poemas. Granada. Gráficas delSur, 150 págs.La poetisa puertorriqueña dedica el libro a cantar

a Puerto Rico y España.

MALDONADO DENts, Manuel: Don Pedro Albizu Campos(1891-1965), o El sacrificio del valor y el valor delsacrificio. Sobretiro de Cuadernos Americanos. Nú'mero 1. Enero-febrero de 1966, 38 págs.

Dividido en tres partes: Un breve exordio; Vida,pasión y muerte de Pedro Albizu Campos; El ideariode Albizu Campos y su significación para la lucha porla independencia de nuestra América.

MARIN, Rosa Celeste (Editora): Compilación de casosadministrativos. Río Piedras. Universidad de PuertoRico. Editorial Universitaria, 107 págs.; obra pa·trocinada por la Escuela de Trabajo Social.

"La ,Presente compilación de casos administrati·vos -dice la autora- representa un primer intentode coleccionar situaciones que escenifiquen el bueny mal uso de las técnicas de planificaCIón, organiza­ción, dirección, coordinación y control dentro del mé­todo propiciatorio de la administración de agenciasde bienestar social."

MARl1N, José Luis: La poesía de José Eusebio Caro.Contribución estilfstica al estudio del romanticis·mo hispanoamericano. Bogotá. Publicaciones delInstituto Caro y Cuervo, XXII, 510 págs.

El autor puertorriqueño, catedrático de la Univer­sidad Interamericana, analiza la poesta del poeta ro­méntico colombiano.

MARl1NEz Avum, Emiliano: En la tierra de nadie.San Juan. Cooperativa de Artes Gráficas RomualdoReal, 316 págs.

"Recopilo en este libro -dice el autor- una bue­na parte de mi prosa de combate durante los cuaren·ta años de mi mejor vida dados a la poUtica parti.dista."

MELóN PORTALAl1N, Esther: Pablo Morales Cabrera:Vida y obra. San Juan. Editorial Caqui. EdicionesBorlnquen, 145 págs. .Se publica conjuntamente con las obras "Cuentos

criollos" y "Cuentos ~opulares", de Morales Cabreora (v.) en su centenano. La obra, tesis de maestría,está dividida en las siguientes partes: Vida y momen·

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to histórico de Pablo Morales Cabrera; Morales Ch­brera, periodista; Algunas obras de Moralel¡ Cabre­ra; Los cuentos de Morales Cabrera; Estilo.

MORALES CABRERA, Pablo: Cuentos criollos. San Juan.Editorial Caqui. Ediciones Borinquen, 170 págs.;introducción por Emilio M. Colón. - Cuentos po­pulares: San Juan. Editorial Coqui. EdiciQnes Ba­rinquen, 165 págs.; sexta edición.En el centenario de Morales Cabrera la Editorial

Coquí publica sus dos principales obras. La primeraedición de "Cuentos criollos" es de 1925; la primerade "Cuentos populares" es de 1914.

MORALES OTERO, Pablo: José Pablo Morales: Apuntesbiogrdficos. San Juan. Editorial Coquí, 15 págs.Breve biografia del periodista y poUtico puertorri·

queño (1828-1882), escrita por su nieto.

MORÁN, Robertn E.: Lecturas sobre la educación delretardado mental y otros te,mas. Rfo Piedras. Uni­versidad de Puerto Rico. Editorial Universitaria,268 páginas.Libro de método dirigido a los maestros de los ni­

ños retardados.

MOUNIER ROMAN, Rafael: Sofía. Barcelona. EdicionesRumbos, 151 págs. .La primera parte contiene poemas del autor. La se­

gunda es una antología de 29 sonetos con retruécano,de diversos poetas de habla hispana.

Mu~oz, Maria Luisa, y PálEZ DE MámEZ PEÑATE. Isis:Mis primeras canciones (Guia para kindergarten).Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Editorial delDepartamento de Instrucción Pública, 51 págs.; An­tonio Salcedo, copista; introducción por CarmenAlicia Cadilla de Ruibal.Un cancionero escrito expresamente para los niños

de kindergarten de Puerto Rico.

MUÑoz, María Luisa: La música en Puerto Rico. Pana­rama nistórico-cultural. Sharon, Conn., The Trout­man Press. Número 3 de la serie Puerto Rico: Rea·lidad y Anhelo, 167 págs.; dibujos por J. A. Torres­Martinó.

La obra contiene cinco partes: Nuestro panoramaindígena; Influencia española;, La cultura africana; Elsiglo XIX; El siglo xx.

NAVARRO TOMAs, Tomás: El español en Puerto Rico.Contribución a l~ geografia lingüística hispanoame­ricana. Rfo Piedras. Universidad de Puerto Rico. Edi·torial Universitaria, 346 págs."Los materiales utilizados en el presente estudio

-dice el autor en un nuevo prólogo- fueron recogi·dos en 1928. La publicación del libro se retrasó hastael año 1948. Después de casi otros veinte años vuelvea aparecer sin haber supera~o sus originarias limita·ciones. Sigue siendo en substancia una mera represen·tación geográfica de las diferencias observadas en elhabla popular de Puerto Rico, como contribución, se­gún indica el subtítulo, a la geografía lingüística his­panoamericana...

NICLAS, Yolla: Pedro Angel, a Boy from Puerto Rico.Commonwealth of Puerto Rico. Department of Edu·catíon Press, s. p.La obra, ilustrada con fotograffas, narra la historia

de un niño puertorriqueño en la ciudad de NuevaYork.

NIEVES APoNTE, Miguel: La sociedad y la educación (Dosensayos). Rfo Piedras. Universidad de Puerto Rico.Editorial Universitaria, 84 págs.

Page 76: Revista del Instituto de Cultura

Contiene dos trabajos: Parte 1: Bases para lasfundamentaciones sociales de la educación. Parte II:Fundamentaciones didácticas de los estudios sociales.

NtlÑEZ MEúNDEZ, Esteban: Farmacognosia moderna.Materia médica de origen vegetal y animal. Madrid.Imprenta S. M., 299 págs.El autor, catedrático de farmacognosia en la Uni·

versidad de Puerto Rico dedica la obra "a la clasemédico-farmacéutica" del país, señalando a la vez que'"son escasas las obras de farmacognosia en caste·llano".

O'NEILL DE PUMARADA, Celeste: La gramdtica en la trans­cripción. Sexta edición, impresa en México, 195 pá·ginas (primera parte); 98 págs. (segunda parte).Sexta edición de esta obra pedagó~capara estudian-

tes de transcripción. La primera ediCión es de 1957.

ORTIZ GARCtA, Angel L.: La enseñanza de los estudiossociales en la escuela elemental. Objetivos, progra·mas, metodolo~a.Río Piedras. Universidad de Puer·to Rico. Editorlal Universitaria, 103 págs.Trabajo dirigido a los estudiantes del Seminario

de Currículo y Enseñanza, del Colegio de Pedagogía.

PARTIDO NACIONALISTA DE PUERTO RICO: Manifiesto. ElPartido Nacionalista de Puerto Rico .ante la nación

fuertorriqueña. San Juan. Publicaciones del PNP.,2 páginas.

Publicado al cumplirse un año de la muerte de donPedro Albizu Campos, en abril de 1966.

POLIANA (Seudónimo de Pauta Collazo): Versos del amoramargo. Brooklyn, N. Y., Fancy Press Editors, 71 pá.ginas.La autora, cuyo primer poemario fue Forma Clara

(1954), reside en Nueva York.

QUINTERO RAMOS, Angel M.: Moneda y banca (Segundaedición revisada). Con la colaboración de FranciscoSánchez Arán, Carmen Delia Rodríguez de Ortiz,Aquilino Figueroa Ocaña, Norma Colón de Villafañey Ramón Chinea Padilla. Prólogo de Rafael Picó. SanJuan. Ediciones Ponce de León, 664 págs.La primera edición se publicó en dos partes en 1963

y 1964. El autor dirige el Departamento de Finanzasdel Colegio de Comercio de la Universidad de PuertoRico; los colaboradores son miembros de ese depar­tamento.

QUIÑONllS-VIZCARRONDO, Samuel René: ¡Vamos, Platero!San Juan. Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 88páginas; prólogo de Evaristo Ribera Chevremont.Primer poemario del joven autor, cuyo padre, Sa-

muel R. Quiñones -hoy Presidente del Senado-- pu·blicó en esa misma editorial "Temas y Letras", haceveinticinco años. .

RAM1REZ DE ARELLANO DE NOLLA, OIga: Cada ola y Es­cucha mi alma en un canto. San Juan. EdicionesJuan Ponce de León, 75 págs.; Umbral por R. N. P.Contiene dos breves poemarios en un volumen. En

el primero, el prologuista ve una proyección de "Marde Poesía", obra anterior de la poetisa.---: Orbe. Poema. San Juan. Ediciones Juan Pon­

ce de León, 51 págs.La obra, que según la autora, "quiere ser una forma

de épica moderna", fue premiada en el Certamen deLibros de Poesía del año 1965, del Círculo de Escrito­res y Poetas Iberoamericanos de Nueva York.

RENGEL ARZUAGA, José: Dominó: Aprenda a jugarlo. SanJuan. Cooperativa de Artes Gráficas Romualdo Real,108 págs.; prólogo por J. C. Villariny.

Es un manual sobre elJ'uego del dominó en el cualse utiliza algún material el libro de M. Rielo.

RBYES JIMéNEz, Rosa María: Acordes. San Juan. Talle­res Tipográficos Impresos Antillanos, s. p.Es el primer libro de poemas de la autora.

RIBERA CHEVREMONT, Evaristo: Nueva antologia. Selec­ción de Concha Meléndez; ordenación del autor;prólogo de Luis Antonio Miranda. San Juan. Edito­rial Cordillera, 152 págs.

Incluye obras posteriores a la Antología publicadapor la Universidad de Puerto Rico, y que son: InefableOrilla, Memorial de Arena, Punto Final, El Semblantey Principio de Canto.

RIVERA, Modesto: Manuel A. Alonso: su vida_y su obra.San Juan. Editorial Caqui. Ediciones Borinquen,144 págs.; introducción por Emilio M. Colón.

Obra dedicada al autor de El Gibara. Contiene dospartes: La vida y su upresión (Entronque, advenimien­to y proyección; Educación; El hombre y su expre­sión), y La obra: arte, estética y estilo (Estética román­tica; La obra y su expresión).

RIVERA-RIVERA, Pedro José: General Studies as a Prepa­ration for College Work. Commonwealth of PuertoRico. Department of Education Press, 102 págs.Obra de investigación pedagógica sometida a la Fa·

cultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chi­cago para el grado de Doctor en Filosofía en 1965. '

RODRíGUEZ, César: Bilingual Dictionary of the Graphic.4.rts. Diccionario bilingüe de las artes grdficas. NewYork. Geotge A. Humphrey, Publisher, 447 págs.

Esta edición nueva y revisada de la obra del autorpuertorriqueño, ya fenecido, ha. sido revisada y au·mentada por George A. Humphrey, editor de El ArteTipogrdfico.

RODRíGUEZ VILLAFAÑE, Leonardo: Catdlogo de mapas yplanos de Puerto.Rico en el Archivo General de In·dias. Municipio de San Juan, 134 págs.

El autor recopiló su material cuando asistió en 1961al Curso de Archivística Hispanoamericana que ofre­ció el Archivo General de Indias. Aparecen los mapasy planos localizados hasta 1962.

ROMERO, Alfred: La orquesta (Historia >' descripciónde los instrumentos). Puerto Rico. Editorial del De­partamento de Instrucción Pública, 100 págs.Obra' destinada a las escuelas públicas de Puerto

Rico, dentro del programa de Educación Musical.

RUSCALLEDA BERCEDONIZ, Jorge María: Posesión de plenapermanencia (Sonetos). Aguadilla. Editorial "LosQuijotes", 57 páginas.Primer poemario del joven escritor, natural de Agua­

dilla.

SÁEZ, Antonia: La lectura, arte del lenguaje. Río Pie­dras. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico,401 páginas.Tercera edición (póstuma) de la obra. Las dos edi·

ciones anteriores son de 1948 y 1961.

SÁNCHEZ, Luis Rafael: En cuerpo de camisa. PuertoRico. Ediciones Lugar, 93 págs.Primer conjunto de cuentos del joven dramaturgo,

en el que figuran dos premiados: Tiene la noche unaraíz, premio de Cuento, Ateneo Puertorriqueño, 1965;y. Memoria de un eclipse, premio de Cuento Asomante(Puerto Rico), y Cuadernos Americanos (París), 1963.

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Page 77: Revista del Instituto de Cultura

1'mRNo GALvAN: Enriquc: La rUJ1idad como resultado.Río Picdras. Universidad de Puerto Rico. EditorialUniversitaria. Ediciones La Torre, 106 págs.El escritor espadol señala que la primcra im~resión

de este trabajo se hizo en S8lamanca en 1951.

TODO, Roberto H.: Desfile de Jobemadores de P~rtoRico, 1898-1943. Segunda edición. Madrid. EdicionesIberoamericanas, S. A., 201 págs.Contiene la historia de los 18 gobernadores que por

nombramiento del Presidente de Estados Unidos tuvoPuerto Rico. La primera edición es de 1943.

TORO CAIJ)ER, Jaime: Encuesta sobre el personal que tra·baja en criminologla en Puerto RICO. Río Piedras.

.Universidad de Puerto Rico. Facultad de CienciasSociales, Centro dc Investigaciones Sociales, Pro­grama d~ Criminología, 43 págs.; prólogo dc FrancoFcrracutl.La encuesta se dirigc a ayudar a proyectar un pro­

grama de adiestramiento para personal que trabajecon delincuentes.

TORRBS DE RoMERO, Conchita: El desempleo en PuertoRico y sus principales cambios estructurales. 1950a 1964. Río PIedras. Editorial Universitaria, 132 págs.En el trabajo, adcmás de presentarse los cambios

estnlcturales en cl desempleo, se analizan las causas.La autora enseña Economía en la Universidad de PuertoRico.

UNIVERSIDAD DB PuERTO RIco: Antologla de Lecturas(Lecturas dc:l Curso Básico de Español). Vol. 11.

62

Edición c;special para la Facultad de Estudios Ge­nerales. Editorial Universitaria, 329 págs.; introduc­ción por Mariana Robles de Cardona; introducciónde secciones por Rafael A. González Torres, NonnaUrrutia dc Campo y Luis Rafael Sánchez.

Incluyc los si¡prlentes autores puertorriqueños: To­más Blailco, Enrique A. Laguerre, Margat Arce de Váz~gucz, Ester Feliciano Mendoza, José A. Dávila, SamuelLugo, José de Diego, Luis Palés Matos, Francisco Ma·.tos Paoli, Evaristo Ribcra Chvremont, Luis Hernández:Aquino, Eugcnio M. de Hostos, M. Jo~ Cacho, José­de Diego, Félix Franco Oppenheimcr, Juan MartfnczCapó, Laura Gallego, Luis Muñoz Rivera, Jorge LuisMorales y Violeta López Suria.

V.(zQUBZ CRUZ, Ruperto: Elementos de matemdtica co­mercial. Río PIedras. Universidad de Pucrto tUco.Editorial Univcrsitaria, 316 págs.; prólogo de Anto­nio Laberas-Sanz.El autor, catedrático asociado de la Facultad de Ad­

ministración Comercial, expone como motivación "lainexistencia de un texto apropiado en español ¡nu-anuestros estudiantes y profesionales".

ZIlNo GANDiA, Manuel: La charca. San Juan. Instituto deCultura Puertorriqueña. Serie Biblioteca Popular,_226 páginas; precedida de un estudio de F. Man­rique Cabrera y un apunte biográfico.

Nueva edición de la novela clásica puertorriqueñaque con Garduña y El Negocio, forma parte de la trilo­gía Crónicas de un mundo enfermo.

J. M. C.

Page 78: Revista del Instituto de Cultura

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