Revista del Instituto de Cultura

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REVISTA del INSTITUTO de CULTURA PUERTOltRIQUEÑA ANTROPOLOGIA HISTORIA ·10 LITERATURA ARTES PLÁSTICAS TEATRO MOSICA ARQUITECTURA número JULIO· SEPTIEMBRE, 1966 San luan de Puerto Rico

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Primera serie número 32, julio- septiembre de 1966.

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REVISTAdel INSTITUTO de

CULTURA PUERTOltRIQUEÑAANTROPOLOGIA

HISTORIA

·10 LITERATURA

ARTES PLÁSTICAS

TEATRO

MOSICA

ARQUITECTURA

número

JULIO· SEPTIEMBRE, 1966

San luan de Puerto Rico

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S T A1vERDEL INSTITUTO

DE CULTURAPUERTORRIQUEÑA

JUNTA DE DIRECTORES

Guillermo Silva, PresidenteEnrique Laguerre . Aurelío Ti6 . Teodoro Vidal

Arturo Santana - Esteban Padilla . Wilfredo Braschi

Director Ejecutivo: Ricardo E. Alegria

Apartado 4184 SAN JUAN DE PUERTO RICO

A&O IX 1966JULIO - SETIEMBRE

Núm. 32

SUMARIO

José Gautier Benítezpor Cesáreo Rosa-Nieves 1

La montaña, génesis del cromatismo lírico en «LaCharca»

por Lamberto A. Cano ... ... ... ... ... ... ...

La inmigración canaria en Puerto Rico durante lossiglos XVI y XVII

por Manuel Alvarez Nazario ... ... ... ... . ..

Instantáneas del teatro en Puerto Ricopor Anita Arroyo ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Soneto para la Isla Azulpor Dora 1sella Russell ... ... ... ... ... ... . ..

Estampas del siglo XVIII - Costumbres, Alimenta­ción

por Berta Cabanillas de Rodríguez .

Pintura y escultura mexicana del siglo XVIII enPuerto Rico

por Arturo Dávila ... ... ...

Exposición «Puerto Rico: La nueva vida»

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Carreras de San Juan y San Pedropor Manuel A. Alonso o"

José de Diego y la poesíapor Concha Meléndez ... ... ... '" ... ... ... ...

El extraño caso de Ciro Doral - Cuentopor Gustavo Agrait '" ... ... '" '" ... ... ... ...

Doctor José 'Celso Barbosa Alcalá: breve semblanzapor Luis M. Díaz Soler... ... ... ... '" '" ... ...

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Madre míapor Elsa Josefina Tió ... ... ... ... ... ... 57

Exposición: Dos siglos de pintura puertorriqueña 58

La plaza fortificada de San Juan de Puerto Ricopor Juan Manuel Zapatero ... ... ... ... ... ... 60

PUBLICACION DEL

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEl\l:A

Director: Ricardo E. Alegría

Ilustraciones de Carlos Marichal

Fotografías de Jorge Diana

Aparece trimestralmente

Suscripción anual............................................................................ $2.sePrecio del ejemplar $0.7:

[Application for second class maiJ priviJege pending at San Juan, P. R.l

DEPOSITO LEGAL: B. 3343 - 1959

IMPRESO EN LOS TALLERES GRÁFIcos DE «EDICIONES RVMBOS"

BARCELONA - PRINTED IN SPAIN - IMPRESO EN ESPAÑA

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COLABORADORES

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CESÁREO ROSA-NIEVES nació en Cayey. En1944 se recibió de doctor en Filosofía yLetras de la Universidad Nacional Autó­noma de México. Poeta, ensayista, dra­maturgo y crítico literario, ha publicadovarias obras de poesía y proyectado ensu producción teatral temas de la his­toria y el folklore puertorriqueños. Entresus obras en prosa y en verso figuran:La poesía en Puerto Rico: estudio críti­co-histórico del verso puertorriqueño(1943), La lámpara del faro (1957), Tierray lamento (1957), Siete caminos en lunade sueños, del mismo año, e Historiapanorámica de la literatura puertorrique­ña (1963). También ha compilado y anota­do el Aguinaldo lírico de la poesía puer­torriqueña, antología en tres tomos (1957).Pertenece al claustro de la Universidadde Puerto Rico.

LAMBERTO A. CANO y MARÍN, natural de Va­lencia, España, es profesor de Humani­dades en la Universidad de Puerto Rico.Periodista y crítico literario, ha resididodurante muchos años en Hispanoaméri­ca. Es autor de numerosos artículos apa­recidos en las revistas literarias y en laprensa diaria del país. Tiene en prepara­ción un libro sobre la poesía de ManuelJoglar Cacho.

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DORA ISELLA RUSSELL, escritora uruguayade renombre internacional, representó asu país en el IV Congreso de Poesía Puer­torriqueña. Ha publicado los libros So­netos (1943), El canto irremediable (1946),Oleaje (1949) y Los barcos de la noche(1954). Se ha distinguido igualmente comoensayista, y en el tal <:arácter se le debenvarios trabajos sobre Juana de lbarbou­rou, cuyas Obras completas (colección«Joya», de Agullar), ha compilado yanotado. También ha pronunciado confe­rencias sobre temas literarios en vario¡¡países de Sudamérica y en Puerto Rico.

BERTA CABA ILLAS DE RODRíGUEZ naclO enMayagüez, y realizó estudios superioresen el Colegio Radford (Virginia), en laUniversidad de Chicago, donde obtuvo elgrado de Maestra en Artes (1935), y enla Universidad de Columbia (1954). Du­rante muchos años ha sido profesora deEconomía doméstica en la Universidadde Puerto Rico. Ha publicado diversostrabajos sobre la cocina puertorriqueñay el origen de los hábitos alimenticiosde nuestro pueblo.

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LUIS M. DfAZ SOLER es Director del De­partamento de Historia y catedráticoasociado de la misma disciplina en laUniversidad de Puerto Rico. En 1950 re­cibió de la Universidad de Luisiana el tí­tulo de doctor en Filosofía. Es director dela Revista Historia, publicación del capí­tulo puertorriqueño de la Sociedad Na­cional Honoraria de Historia de EstadosUnidos. Además de diversos trabajos enrevistas del país y del extranjero, ha pu­blicado la obra Historia de la esclavitudnegra en Puerto Rico (1493-1890) y Rosen­do Matienzo Cintrón: Vida y obra (1960).

ELSA JOSEFINA TIÓ nació en Santurce el19 de marzo de 1951. Estudia en el Co­legio de las Madres del Sagrado Corazón.Publicó su primer libro de versos enuna edición cerrada titulado Poesía, cuan­do tenia 7 años de edad. Su libro fueprologado por el profesor y poeta Euge­nio Florit, de la «Barnard College». Sehan publicado sus versos en el periódicode su escuela, en Indice, de Madrid, enLa Milagrosa y otras revistas y perió­dicos.

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CONCHA MELÉNDEZ, ensayista y crítica li­teraria. Nació en Caguas. Doctora en Filo­sofía y Letras en la Universidad Nacionalde México, durante muchos años fue ca­tedrática de literatura hispanoamericanaen la Universidad de Puerto Rico, cuyoDepartamento de Estudios Hispánicosdirigió. Entre sus numerosas obras figu­ran La novela indianista en Hispanoamé­rica (1933), Signos de Iberoamérica(1936), Entrada en el Perú (1941), La in­quietud sosegada: estudio sobre la poé­tica de Evaristo Ribera Chevremont(1946), Ficciones de Alfonso Reyes (1956),Figuración de Puerto Rico y otros ensayos(1958), El arte del cuento en PuertoRico (1962), libro premiado por el Institu·to de Literatura Puertorriqueña y José deDiego en mi memoria (1966). La doctoraMeléndez es profesora emeritus de laUniversidad de Puerto Rico. En el año1965 le fue otorgada la Medalla de Orodel Instituto de Cultura Puertorriqueña.

GUSTAVO AGRAIT nació en San Germán, yse recibió de licenciado en Derecho en laUniversidad de Puerto Rico, donde desde1933 ocupa una cátedra de Lengua y Li­teratura española. Ha escrito cuentos,poemas y trabajos de investigación ycrítica literaria, muchos de ellos inédi­tos, entre los que se destaca su mono­grafía sobre el tema del beatus ille enlos poetas españoles de los siglos XVI yXVII. Ayudante del Gobernador de PuertoRico durante cuatro años, el licenciadoAgrait dirige en la actualidad la Oficinade Información de la Administración deFomento Económico.

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JUAN MANUEL ZAPATERO, doctor en histo­ria por la Universidad de Madrid, esautor de importantes obras de cartogra­fía histórica y de trabajos relacionadoscon la figura del general José de SanMartín. Su formación histórico-militar leha llevado al campo de la especializaciónen fortificaciones históricas, campo alque ha aportado numerosos trabajos pu­blicados en la Revista de Indias, la Re­vista de Historia Militar de España yotras publicaciones periódicas españolasy Sudamérica. En 1964 el Instituto deCultura Puertorriqueña publicó su obraLa Guerra del Caribe en el siglo XVIII, va­liosa aportación al estudio de la organi­zación militar y las actividades bélicas enel Mediterráneo americano.

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MANUEL ALVAREz NAZARIO nació en Aibo­nito. Maestro en Artes de la Universidadde Puerto Rico, en 1954 se recibió dedoctor en Filosofía y Letras de la Uni­versidad de Madrid. Desde 1949 profesauna cátedra de lengua española en elColegio de Agricultura y Artes Mecáni­cas de Mayagüez, de cuyo Departamentode español es director. Dedicado a losestudios lingüísticos, ha publicado lasobras El arcaismo vulgar en Puerto Rico(su tesis doctoral) y El elemento afrone­groide en el español de Puerto Rico(1961), libro premiado por el Instituto deLiteratura Puertorriqueña.

ANITA ARROYO, doctora en Filosofía y Le­tras de la Universidad de La Habana, haprofesado cátedras de Historia de la Li­teratura Hispanoamericana en dicha Uni·versidad y en la Nacional Autónoma deMéxico. Tiene a su haber una larga laboren el periodismo de Cuba, donde ocupóel cargo de presidenta del Lyceum de LaHabana y fue secretaria de varios patro­natos culturales y cívicos. Es autora dediversas antologías de cuentos hispano­americanos y del libro Raza y pasión deSor Juana Inés de la Cruz.

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ARTURO V. DÁvll.A nació en San Juan.Hizo sus estudios de licenciatura en laUniversidad de Madrid, donde se espe­cializó en historia y obtuvo, en 1960, elgrado de doctor en Filosofía y Letras.Es autor de la obra La isla de Viequesen la historia (su tesis doctoral) y deotros trabajos de investigación sobre lahistoria religiosa y el arte en PuertoRico, algunos de el10s publicados en nú­meros anteriores dé esta revista. Ocupauna cátedra de Historia del Arte y ladirección del Departamento de Bel1asArtes en la Universidad de Puerto Rico.

MANUEL A. ALONSO nació en Caguas. Hizosus estudios secundarios en el SeminarioConciliar de San Ildefonso, en San Juan,y se doctoró en Medicina en la Universi­dad de Barcelona. Fue uno de los jóvenespuertorriqueños que en la Ciudad Condaleditaron el libro titulado Album puerto­rriqueño, primera obra importante denuestra literatura. Ejerció por muchosaños su profesión primero en Galicia yluego en Madrid, a la vez que colaborabaen la prensa propagando la implantaciónde reformas liberales en Puerto Rico.A los cincuenta años regresó a su patria,donde continuó su actividad profesional,<literaria y política. Militó en el partidoLiberal Reformista y durante algún tiem­po fue director del periódico El Agente.En sus últimos años desempeñó la direc­ción del Asilo de Beneficencia. Comoescritor cultivó los estudios de costum­bres, dedicándole gran atención a la vidadel campesino puertorriqueño. Sus tra­bajos literarios se hallan recogidos en ellibro titulado El Gíbara, del que se hanhecho varias ediciones.

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SE HA VENIDO CREYENDO TRADICIONALMENTE, QUE

José Gautier Benítez nació en Caguas, el día12 de noviembre de 1851. Autores clásicos, comoCayetano Coll y Toste y Augusto Malaret, han de­fendido esta teoría. Sin embargo, otros literatos,también de relevantes prestigios, como MarcelinoMenéndez y Pelayo y Sotera Figueroa, sostuvieronla posición de que fue en Humacao la cuna delpoeta: e112 de abril de 1848. No es este el momentopropicio, para revivir tan larga y vieja controver­sia investigativa. Los verdaderos estudiosos, conserios documentos, decidirán esta kilométrica cues­tión en lo porvenir, en forma objetiva y honesta,y sin acomodaticios juegos malabares. (Véase: Bi­bliografía en la parte última de este trabajo, parala consulta de los textos sobre este asunto.) En loque todos los biógrafos están de acuerdo, es en lafccha de su muerte, acaecida ésta el 24 de enerode 1880. Su cadáver fue sepultado en San Juan,Puerto Rico.

El ambiente cultural de José Gautier Benítez,fue muy siglo XIX y muy antipositivista, con unafe de candores, temerosa del demonio y de lasuperstición tradicional. En los comicios naciona·les flotaba una áspera pugna política entre lossectores liberal reformista y los incondicionales.Así Patria, amada y paisaje se abrazan en la poesíadel poeta en maridaje pasionalmente romántico.Epoca de un catolicismo sentimental, rico de penasy añoranzas. Esa perenne enfermedad del boricua(la nostalgia), a que tan frecuentemente aludeGautier Benítez en sus escritos, cunde en todaslas almas de esta antilla. El Angelus, la campanasagrada de la Iglesia, las fiestas patronales, elCorpus Christi, las trullas de Reyes y las carrerasa cabaUo, bordaban la programática de aquel dul·ce-alegre horario lánguido y aldeanamente colonial.La poesía iba surgiendo tenue, como los verdes

José Gautier Benítez

Por CESÁREO ROSA-NIEVES

que buscan la luz; voluptuosa, amablemente angus­tiada y sensualmente femenina como el paisaje denuestra naturaleza: sin estruendos, sin rudezas, sinespectáculos estrambóticos. Era el resultado delos efluvios poemáticos de Heine y Musset, tras­plantados a esta tierra tropical en sabor criollo.Así surgieron Una Pregunta, Ausencia y Regreso,estrofas 'Para mujeres apenadas, criaturas ingenuascon una esperanza de amor bajo la luna enigmá­tica. Lo otro: jazmineros en flor, serenatas melan­cólicas, una danza de Morel Campos o un valsde saudades azules.

El literato es hijo de Rodulfo Gautier y Castro(1797-1856), y de Alejandrina Benítez de Arce (1819·1879). Hace sus estudios elementales en el pueblode Caguas. Viven para entonces en la finca Borin­quen, situada a la salida de la carretera Caguas­Cayey.

De 1865 a 1868, José Gautier Benítez terminala carrera militar, en la categoría de Alférez, y lohallamos en la isla para 1869. Aunque de 1869 al1870, radica temporalmente en España, en la ma­trícula del Batallón de Valladolid, y como estudian­te de milicias avanzadas, la verdad es que de 1871a 1872, lo volvemos a encontrar actuando comoEscribiente en la Diputación Provincial de PuertoRico. Es en este período de ardidas luchas políti­cas, que se da a la tarea de colaborar en El Progreso(1871-1874), con el seudónimo tie Gustavo, y por el1879, publica en La Revista Puertorriquelía y otraspublicaciones del país.1

1. E~tas dos public:lciones de 1:1 época fueron de gran proml·nenci:l literaria en los cfrculos Intelectuales de aquellas generacio­nes cs~tieas. El Progruo, periÓdico polltIco. literario y de noticiasvio la luz en San Juan, P. R. (Salía miércoles, viernes y domingos).Fue ~u propIetario real y fundador, José lull4n Acosta; luego FélixP:ldial y también José R. Abad. Figuraron entre sus redactores !'colaboradores: Pablo Morales, Julián A. Blanco, M. Fern4ndez Jun­cos, 105é Gautier Benita, etc. Salló el 2 de septiembre, 187D ydC$llPllI'"éCC el 4 de fltbrero de 1874. lA Rcvi5ra Pucrtorriqueña. tuvo

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Circunstancias enojosas de incompatibilidad decaracteres, entibiaron la gran pasión erótica delsoldado-poeta con Carmen o 'Neill, y para el añode 1874 (5 de enero), se casa con su prima CeciliaBenítez Nerón Longré, nacida esta distinguidadama en la isla de Vieques: (allí se casan.) Deeste matrimonio nacerán sus hijas: Pepiña y María.

En su estadía en Puerto Rico (del 1871 en ade­lante), el poeta alterna la literatura con las tareasde secretarías y las tertulias. José Gautier Benítez,como hemos consignado varias veces en otros en­sayos, no fue separatista ni autonomista. Pertenecióal Partido Uberal Reformista, que 10 nombra enel 1873, delegado a la asamblea del grupo, celebradaen ese año en San Juan. Quería, pues, más liberta­des, dentro de la unión permanente con España.El 11 de octubre de rB79 muere Alejandrina Bení­tez: su padre había fallecido antes, más o menospor el 185ó.l

Ya para el año de 1879, el poeta se retirará asu hogar gravemente enfermo, herido por el bacilode Koch, y es entonces que escribe los poemas demás hondura angustiosa: La Barca, Insomnio, Apa­riencias, Renacimiento, y su gran elegía de cisne:Canto a Puerto Rico, laureada ésta en el certamenliterario del domingo 29 de junio de ese mismo añode 1879, en el Ateneo Puertorriqueño, de San Juan.

En sus últimas creaciones líricas, José GautierBenítez está fuertemente influido por los aires delparnasianismo incipiente que entra a la isla, altravés de las traducciones de Manuel de Elzaburu:sobre todo, traducciones directas de Teófilo Gau·tier, corifeo de ese movimiento literario en Pans.

* * *

José Gautier Benítez 'llevó en su carne hormonasde inmortalidad, sangre celeste de atormentados.

su scdc cn San Juan. P. Ro De Iitcratura y cicncias. Fueron susfundadores Manuel Blzaburu y Jos~ Gautler Benltcz. Sall6 el 15 deenero. 1878. Desaparece el 15 de octubre de 1878. Lo publicado cnC50S números forma un volumen de 414 páginas de buena lectura.

2. De un atinado artículo del Gran Historiador de la GranLogia Soberana de Puerto Rico, el escritor mas6n: Juan PalacíoMellas, recogcmOJ la slgulcnte infonnaclón complementaria a Invida de Jos~ Gautier Den1tcz. BI pocln puertorriquefto, para elaño 1870, mientras residla en Bspnfta y apcnllS cumplidos 105 20años de ednd, se inlcla en la Orden MasónIca en el Gran OrienteNacional de Bspnfta. siguiendo así el ejemplo de otros ilustres pn­triolas e Intelectuales puerlorrlquellos. que se llam:lron FranciscoMariano Quiftones, Baldorioly de Castro, Jos~ Jullán Acosln, Euge·nio Marfa de Hostos, y Julio L. Vlzcarrondo. A su regreso II Puer·to Rico, José Gautier Benílcz (en el ai'lo 1871), se une a varios her·mnnos y en el 1873 funda la Respetable Logia Fraternidad. núm.:­ro 7. en San Jwm, de la cual es electo Secretario. Y esas pnradojasque hay en estos grandes hombres nos llevu a informar, que desdeel 29 de octubre de 1869, se le habla concedido al poctll, por elHonorable Rector de la UnIversidad Central de Madrid (D. L. M.),el hábito de la Orden MlIIlnr de Santiago: todo este acontecimientose planeaba para ser investido el poctn bajo palla serenlslmo de laIglesia Católica, Apost611cn y Romana, ron su sede en Espnfta.(Para alguna de esta información damos las gracins a los slgulen·tes amigos: Juan L. Matos Clntron, Hlpóllto Marcano, Víctor M. Gildel Rublo y Wifn:do Clntron Cardona).

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Como todo buen poeta, rimaba su dolor para lograrangustias. Fue el bardo más representativo del mo­vimiento romántico en Puerto Rico: sentimental­mente lírico.

La poesía romántica puertorriqueña es en parte,una réplica de la de Europa, tanto en su aspectoformal como en sus esencias más puras. Los auto·res que más afinidades contiguas tienen con lasliras del país, en la época de Gautier Benítez, son:Byron, Hugo, Musset, José Zorrilla, Gustavo Adol­fo Bécquer.

Los tres temas de más destaque aquí en la isla,nos resultan: la patria, la mujer como asunto deamor y el motivo religioso. Después son visibles,lo oriental, la muerte, y la sensación de la natura·leza en forma de lienzos subjetivos. Hay que acla­rar, que la modalidad del Romanticismo en la isla,aportó a este movimiento en el área estética, laemoción del paisaje de raíz nativista, el jibarismopoético, el tema del negro, que va a ser prepon­derante en el Modernismo Rubendariano, y el anhe·lo del sentido de libertad política, que había es­pigado vigorosamente en los ideales laborantistas yreformistas de la isla.

Una pasión efusiva habita en el verso de estaclase de poesía novecentista, emoción estilizada enselectas palabras de color, luz y música melancólica.Por eso, en el caso particular de José Gautier Be­nítez, este lírida tiende más hacia los filamentosíntimos, que a la expresión retórica de llamativaslentejuelas vibrantes. Es poeta, pues, de tono me­nor, en este respecto, más de la parte de GustavoAdolfo Bécquer que de los trallazos rimbomban·tes de Espronceda y Zorrilla.

Gautier Ben1tez es poeta de síntesis, con unamarcada tendencia a los atisbos de alma adentro:introspección espiritual. Son crónicas entrañalesde carácter sentimental, en donde el poeta ve almundo al través de su propio temperamento triste.De ahí su posición ególatra, su edenismo isleñoal ver nuestros cromos con cristal de aumento, ysu sentido de libertad personal y telúrico. Es unpoeta de contrastes, de contradicciones, y por esola mujer será siempre en él, o ángel neoplatoniza­do, o demonio que enferma el corazón del bardo.

Las combinaciones métricas preferidas por Gau­tier Benítez, son: el romance (Hermosa Cacica),la redondilla (Ten Animo), la rima becqueriana deconcepción irregular y breve (Los Hospitales), elpoliestrofismo (Puerto Rico: 1879), la décima (UnaPregunta), los serventesios (Dios), y la quintilla(A Puerto Rico: Regreso). Su verso es transparen­te, dramático, cantarino y hondo, y sin muchos obs­táculos sintácticos: más vecino de Gustavo AdolfoBécquer, que de Luis de Góngora y Argote. El so­neto apenas si se asoma en su creación, sin em­bargo, cuando ejecuta esa forma petrarquista lo

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hace con maestría. Véase éste como ejemplo, Mi­santropía:

Quiero en la vida adelantanne solo,aunque me hiera la irrisión mundana;aunque, tal vez, al despertar mañanallore los goces que a mi orgullo inmolo.

Quiero llegar de mi existencia al polosin esos lazos de la vida humana,porque la ingrata sociedad profanalo más sublime COI'l su torpe dolo.

Quien tenga el alma sin valor y fría,ese, en buen hora, su favor implore;pues, ya sea triste la existencia mía,

o bien la dicha mi existir colore,¡no quiero nadie que a mi lado ría,no quiero nadie que a mi lado llore!

Cinco poesías dedica José Gautier Benítez a can­tar a su tierra, y todas tienen distintas direccionesartísticas de intención y matiz. Estos poemas son:A Puerto Rico: Ausencia (1870), A Puerto Rico: Re­greso (1870) A Puerto Rico, por la concesión de losderechos consignados en el Título 1 de la Consti·tución de 1869 (1873), Al General Don Rafael Primode Rivera, sostén de la libertad en Puerto Rico(1873), y su más fuerte canción descriptiva y poll.tica: Canto a Puerto Rico (1879). Historia, pollticay paisaje, son los tres ingredientes de casi todosestos poemas, especialmente los que constituyensu excelente Canto a Puerto Rico, de 1879. 3

Recalcamos otra vez, que el tema político enJosé Gautier Benítez no pasó de la ideología libe­ral-reformista. Así lo hace constar el poeta en unaparte de su poesía de 1879, a que hemos aludido:

Eres el pueblo que su voz levantasi la justicia y la razón se abona,que las exequias del pasado cantay el himno santo del progreso entona.Tú no serds la nave prepotenteque armada en guerra, al huracán retando,conquista el puerto, impávida y valientelas ondas y los hombres dominando.Pero serás la plácida barquillaque al impulso de brisa perfumadallegue al remanso de la blanca orilla;tal es, patria, tu sino,

3. Como una observación de carácter subjetivo, queremos con­signar, que en cuanto n los poemas A Puerto Rico: Ausencia y A Puer­to Rico: Regr~o (1870), nos da la sensación de que el poeta pensómás en la imagen de San Juan, que en la de Borinquén como visióntolal, mientras que en el Canto Q Puerto Rico (1879), el autorreDexionó más sobre In Isla globalmente. que en San Juan, enforma aislada.

libertad conquistar, ciencia y ventura,sin dejar en las zarzas del caminoni un jirón de tu blanca vestidura.Empero, si me engañosi me reserva mi destino impíollorar tu ruina y contemplar tu daño;si /te de escucizar tus ecos,devolvenne entre lágrimas y- horroresel ronco acento de los bronces huecos;si fuera mi laúd el destinadopara cantar tu pena y tu agonía,¡ah, que le mire pronto destrozadoen mis trémulas manos patria mía!y antes que el mal en tu recinto nazcay contemplarlo con espanto pueda,¡que disponga el Señor cuando le plazcade este resto de vida que me queda!Mas si Jehová le concedió al poeta,al cantar a su patria y su destino,la doble vista del veraz profeta;si ha de unirse mi nombre con tu historiapara ser el cantor de tu alegría,para ser el heraldo de tu gloria,Dios me dé, al contemplartede venturas y triunfos coronada,una vida sin fin para adorartey una lira inspirada,inmortal y feliz para cantarte.

(De: Gautier Benítez, José -Poeslas­Librería y Editorial Campos, San Juan,P. R., 1929; págs. 201-202.)

El sentimiento de la naturaleza en el poeta puer­torriqueño que estudiamos, orquesta distintas va­riaciones expresivas. En sus dos poemas: A PuertoRico: Ausencia (1870), y A Puerto Rico: Regreso(1870), el paisaje cobra un aire genérico, en dondeel autor mezcla patria y amada en un amable ma­ridaje de erotismo y tierra:

Tú das vida a la doncellaque inspira mi frenesí,a ella la quiero por tiy a ti te quiero por ella.

Ella es la perla brillanteen tus entralias formada,tú la concha nacaradaque guarda la perla amante.

Es paloma que en la lomalanza su arrullo sentido,y tú, patria, eres el nidodonde duerme la paloma.

(De Gautier Benítez, José -Poesías­Librería y Editorial Campos, SanJuan, P. R., 1929, págs. 100-101.)

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Sin embargo, en el Canto a Puerto Rico (1879),el poeta boriqueño tiene profundos señalamientosde paisaje ubicativo, con sutiles observaciones si­cológicas basadas en aquella tesis de Montesquieu,referente a la influencia del medio ambiente natu­ral en el temperamento del hombre. Es una pin­tura de tipo narcisista, pero en donde se sitúanlas enumeraciones de la naturaleza tropical, de tanmeridiana manera, que no hay duda, que despuésde leer el poema, uno sabe que está en PuertoRico. Este logro de José Gautier Benítez, represen­ta una aportación a la forma descriptiva de nues­tra poesía, manera que no habíamos visto, ni en1a poemática de Santiago Vidarte, ni en la de MaríaBibiana Benítez. Solamente podríamos citar comoun pálido antecedente de esta ubicación paisajistade Gautier Benítez, el canto del español Juan Ro­dríguez Calderón: A la Hermosa y Feliz Isla deSan Juan de Puerto Rico (1832). En el área épica,el autor que más se presta para asociarse con Gau·tier Benítez en este particular de lo descriptivo,es José Gualberto Padilla con su poesía en frag­mentos: Canto a Puerto Rico (1879-1880), pero laszonas de trabajo son muy distintas y los objetivosliterarios de los poemas son diferentes: uno eslírico, el otro es géstico. Una muestra de lo queaseguramos sobre Gautier se nota en el siguientepasaje del poema que comentamos de 1879:

Tienes la caña en la feraz sabana,lago de miel que con la brisa ondea,mientras la espuma en la gentil guajanacomo blanco plumón se balancea.y la palma que mece en el ambienteencerrada en el dnfora colgante,la linfa pura de su aérea fuente;y de sus montes en la ancha faldadonde el cedro y la péndola dominan,luce el cafeto la gentil guirnaldadel combo ramo que a la tierra inclinanlas bayas de carmín y de esmeralda.Tú tienes, sí, tus noches voluptuosasque amor feliz al corazón auguran,y en el vergel de lirios y de rosas,manal1tiales de plata que munnuran.Tórtolas que se quejan en los montes,remedando suspiros lastimeros;palomas y turpiales y sinsontesque anidan en floridos limoneros.Todo es en ti voluptuoso y leve,dulce, apacible, halagador y tierno,y tu mundo moral su encanto debeal dulce influjo de tu mundo externo.

(Opus. Cit. - págs. 198-199.)

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Los poemas que mejor representan los demásasuntos tratados por Gautier Benítez, son los si­guientes: Una Pregunta, que es una queja de amor,en décimas, a la manera zorrillesca; Dios, en don­de el poeta deSaNolla la tesis, de que el Señorestá sólo en la vida activa, y no en la vida pasivade la meditación de los conventos. El motivo deoriente, lo representa el cantor puertorriqueño enZoraida y Oriental: sus vivos recuerdos de la tra­dición toledana; y el vaticinio de la muerte, lo pin­ta en La Barca, poesía en tres tonos: amor, gloriay oro. El asunto indianista-taíno, lo engarza el bar­do en su romance A Una Cacica, el tema sepulcral:n La Lágrima del Muerto, el carpe diem, en supoema Mi Flor de un Dia, y el criticismo social,eco tal vez de Larra, aparece en los cuadros queel literato publicaba en El Progreso (1871-1874>,bajo el seudónimo de Gustavo.

Como se ha desprendido de estos apuntes, elpoeta que más rinfluyó en el poeta que tratamosha sido Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Fueuna afinidad de contenido y forma, aunque el poe­ta puertorriqueño abarcó en su órbita lírica temasterruñistas, y esto )0 separa diametralmente delcantor español. Tanto el motivo jibaresco como]a poesía filosófica y el verso negro (reflejos de laproblemática de la esclavitud), están dispersos ensu obra, a manera de pinceladas nativas, entre losdemás temas cumbres de estirpe europea. Paraestas similitudes, a que hemos aludido anterior­mente, acercamientos de simpatías estéticas entreambos portaliras, bastaría citar dos coincidencias,entre otras, en donde se notará sin gran esfuerzola fuerte admiración pasional que el poeta isleñoconservaba hacia el bardo andaluz de las rimaseternas. Dice así Bécquer:

Es cuestión de palabras, y uo obstanteni tú ni yo jamás,

después de lo pasado, convendremosen quién la culpa está.

Mientras en la siguiente estrofa ha bordado Gau­tier Benítez su pensamiento poético de la maneraque exponemos:

Me dijiste «Hasta el cielo)), y al oírlome sentí estremecer,

después de lo que has hec1zo, ese es el mediode uo volverte a ver.

En un fragmento de una de las rimas de Béc­quer, melodiza el poeta con original estro:

Mientras las ondas de la luz al besopalpiten encendidas;mientras el sol las desgarradas nubes

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de fuego y oro vista;mientras el aire en su regazo lleveperfumes y armonías;mientras haya en el mundo primavera,llabrd poesía.

En tanto, en obro poema redactado por GautierBenítez, oímos la siguiente disposición métrica:

Mientras pueda a los cielos levantarsetranquila mi mirada;mientras me dé su aroma delicadola flor de la esperanza;mientras tenga de amor gratos ensue,ios,ilusiones doradas;mientras que tenga vida y sentimiento,tengo que amarla."

* '" '"

La lengua de José Gautier Benítez, aunque detimbre claro, ensortija en su sintaxis poética, re­cursos estéticos de originalísima expresión. Así sur­girán en sus poemas, el símil: Puerto Rico, comouna blanca gaviota dormida entre las espumas; lametáfora: Perla que el mar de erltre su concltaarranca (reemplazando a Borinquen); la personifi­cación: El mar te guarda, te encierra en un círculo

4. Para reFerencias sobre este asunto. consúltcsc: Collado Mar.tcll, A. - Jos~ Gautier Ben/tez. el Gustavo Adolfo B¿cquer de laL/rica PucrtorriqucRa - en: Gautler Benita, José - Poes/as - SanJuan. P. R., 1929; págs. 23 11 34.

anchuroso (el agua como manos celosas que po­seen cuidadosamente a la Isla); la enumeración:Sol y luna, mar y viento, nubes y noclte, ayudad·me; y el retruécano: ¿Si estard pensando en mí,como estoy pensando en ella? En una ocasión, ensu poema Canto a Puerto Rico, de 1879, el poetasustituye el cañaveral del trópico, por esta imagenmetafórica: Lago de miel que con la brisa ondea.Especulando con figuraciones abstractas, la fan­tasía del autor, elabora un lenguaje de parentescosemocionales, procedimiento éste, que le da a lapoemática una distinción novedosa.

* '" *

José Gautier Benítez simboliza a nuestras le·tras, el Romanticismo isleño de repercusiones becoquerianas, dentro de su hito histórico, más o me­nos de 1860 a 1880. Ya en los últimos años, se vanotando en los versos del poeta, una señaladísimapreocupación por la perfección marmórea de laarquitectura del verso. Esta nueva tonalidad, loalía tímidamente con los poetas parnasianos: tales el caso de sus poemas: La Barca, y A la Excma.Sra. Doña Juana Chocano de Baldrich, en dondese recoge aquella hennosa estrofa suya:

Rudo es mi canto que brotó espontáneopuro como la brisa en las sabanas,yo no soy el cantor de los salones,yo soy el trovador de las t1lotltaJias.

PEQUElilA BIBLIOGRAFIA

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Collado Martell. Alfredo - José Gautier Benítez, elGustavo Adolfo Bécquer de la Lírica Puertorrique;ia ­En: Gautier Benítez, José - Poesías - Librería y Edi·

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torial Campos, San Juan, P. R., 1955; págs. 37 a 49. Seempezó a incluir, a manera de una segunda introduc·ción, después del prólogo de Elzaburu, desde la ediciónde Librería y Editorial Campos, San Juan, P. R., 1929.

Curet Cuevas, Miriam - La Poesía de José GautierBenítez - Monografía inédita, Departamento de Estu·dios Hispánicos, Universidad de P. R., Río Piedras,P. R., 1950. (Copia mecanografiada.)

Elzaburu, Manuel - José Gautier Benítez - En:Gautier Benítez, José - Poesías - Librería y Edito­rial Campos, San Juan, P. R., 1955; págs 21 al 36. Estepequeño ensayo de Elzaburu, sirvió de prólogo a laprimera edición de las poesías de Gautier Benítez, ti­rada de 1880, San Juan, P. R., Después se ha seguidoincluyendo, hasta la edición que citamos arriba, delaño 1955.

Femández Juncos, Manuel - José Gautier Benítez- En: Antología Puertorriqueña - New York, Hinds,Hyden and Eldredge, 1907; págs. 164 a 166. (Contienebiografía y el poema: Puerto Rico de 1879.) Se hanhecho varias ediciones de esta antología, entre otras:1907; 1913; 1923; 1932, etc. (Sostiene la tesis sobre elnacimiento del poeta en Caguas.)

Figueroa, Sotero - José Gautier Bel1ítez - En:Ensayo Biográfico, de los que más han contribuido alprogreso de Puerto Rico. Establecimiento TipográficoEl Vapor, Ponce, P. R., 1888; págs. 253 a 262. (Sostienela tesis del nacimiento del poeta en Humacao.)

Gautier BenItez, José - Poesías - Prólogo de Ma­nuel Elzaburu; Imp. de González y Cía., San Juan,P. R., 1880. (Contiene una corona literaria en hO::lora José Gautier Benftez.) Se han hecho después variasediciones, entre otras, en los años de: 1892, 1906, 1924,1929, 1955, 1965.

Girón de Segura, Socorro - Epístolas de José Gau­tier Benitez - Madrid, 1956.

Girón de Segura, Socorro - José Gautier Benítez,Obra Completa, Palma de Mallorca, España, 1960. (Re­copilación y notas de la autora.)

Girón de Segura, Socorro - José Gautier Benítez ­Vida y Epoca - Obra inédita - Palma de Mallorca,España, 1961. (La obra contiene una biografía delautor, además de varios poemas inéditos, y documen­tos en torno a la vida del poeta. Sostiene la tesis sobreel nacimiento del poeta en Caguas.)

González, José Emilio - Visión de Gautier - En:Gautier Benítez, José - Poesias - Librería y EditorialCampos, San Juan, P. R., 1955; págs. 7 a 16. Esta com­posición de José Emilio González, aparece por primeravez, en la edición de 1955, que citamos arriba. Figuraademás en el texto, un pequeño poema: Elegía, firma·do josemilio gonzález, 28 de mayo, 1955.

Malaret, Augusto - José Gautier Benítez - En:Medallas de Oro - San Juan, P. R., 1928; pág. 105, enadelante, Hay otra edición de este tomo, de 1952, Edi­torial Orión, México, D. F, (cuarta edición). El ensayoaparece fechado, en enero de 1911, y ocupa las pági·nas: 145 a 188. (Sostiene la tesis del nacimiento delpoeta en Caguas.)

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Matos Bemier, Félix - José Gautier Benitez - En:Pedazos de Rocas - Ponce, P. R., 1894; pág. 183 en ade­lante.

Matos Paoli, Francisco - José Gautier Benítez: Poe·ta del Amor - En la revista: Puerto Rico Ilustrado­Año 41. Núm. 2085, del 1 de abril de 1950; págs. 21, 23,25, 28, 31. Termina en el Núm. 2086, a 8 de abril de1950; págs·, 14, 15, 30 Y 49. (Véase además, fragmentosde un ensayo, premiado por el Ateneo Puertorriqueño,por el año de 1949.)

Medina, Zenón - José Gautier Benltez. - En: Pinoceladas - San Juan, P. R., 1895; pág. 40 en adelante.(Véase además: Cuarto Centenario de la ColonizaciónCristiana de Puerto Rico, San Juan, P, R., 1908; pági·na 168).

Menéndez y Pelayo, Marcelino - Historia de laPoesía Hispano-Americana - Tomo 1, Madrid, 1911;pág. 347. (Este ensayo sobre la poesía puertorriqueñafue escrito, según confiesa el mismo autor, el año de1893.) Sostiene la tesis del nacimiento del poeta enHumacao.

Paladn Mejás, Juan - José Gautier Benltez.. Poetay Masón - en: Anuario de la Respetable Logia Ame­ricana, Núm. 77, Año X, 1961, San Juan, P. R., pági·nas 60 y 63.

Pedreira, Antonio S. - lnsularismo - San Juan,P. R., 1942; págs. 63 y 64.

Rivera de Alvarez, Josefina - Diccionario de Lite­ratura Puertorriqueña - Ediciones de La Torre, Uni·versidad de Puerto Rico. Río Piedras, P. R., 1955; pá­ginas 296 a 298,

Rosa·Nieves, Cesáreo - La Poesía en Puerto Rico- (Primera edición, 1943; Segunda edición, 1958). Edi·torial Campos, San Juan, P. R., Segunda edición corre­gida y aumentada, 1958; (para las páginas en donde sehabla de Gautier Benítez, véase: 1ndice Onomástico).

Rosa-Nieves, Cesáreo - La Lámpara del Faro ­Ensayos - Tomo 1; Editorial Club de la Prensa, SanJuan, P. R., 1957; (se recoge la composición: NuevosAprocl1es en Torno a José Rodulfo Gautier Benltez),págs. 146 a 150. Sostiene la tesis sobre el nacimientodel pocta en Humacao. Este ensayo se dio a la luzpor primera vez en: Anales. Pro·Humacao - Núm. S,1954; págs. 67 a 71.

Rosa·Nieves, Cesáreo - Aguinaldo Lírico de la Poe·sía Puertorriqueña - Tomo 1, Libreria Campos, SanJuan, P. R., 1957; págs. 239 a 258. (Aparece una biogra­fía, y los poemas: Puerto Rico 1879; Una Pregunta;La Barca,' Romance (poema indianista), Dios.

Siaca Rivera, Manuel - José Gautier Benitez - enla revista: Asomante - Año 1, Núm. 4, Octubre, Di·ciembre, 1945; págs. 79 a 92.

Soto Ramos, Julio - Mis Puntos de Vista: JoséGautier Benltez, Vida y Epoca - Artículos de críticay análisis. en: El Mundo, lunes 24 de septiembre, 1962(Página Literaria); y sábado 29 de septiembr~, 1962\Página Literaria.)

Velada Literaria Cll Honor de José Gautier Benitez(11 de abril, de 1880.) Imp. de J. Ramón González, SanGermán, P. R., 1880; 16 págs.

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La lllontaña, génesis del cromatismo líricoen "La Charca"*

Por LAMBERTO A. CANO

PRIMERA MANIFESTACIÓN IMPORTANTE DEL NOVELAR

puertorriqueño, La charca, al añejarse, hacecada día más sólida su posición como obra de arte.Adelantándose a Garduña y El negocio, inicia el ci­clo que cerrará años después Redentores, bajo eltítulo tan abarcador de Crónica de un mundo en­termo, verdadero documento histórico ligado parasiempre a -la vida de la colonia como un palpitantediario del devenir isleño.

Sin embargo, La charca se diferencia de lasotras novelas, como pieza acabada, perfecta, en lacual Zeno Gandía plasma un vívido cuadro de cos­tumbres sin que el regionalismo envuelto desviI'ltúela factura naturalista de la obra. De ambiente lo­cal, se afinca en la fisonomía y en la idiosincra·sia puertorriqueñas; lo que en ella ocurre sólo pudopasar en la geografía y en el espíritu de la monía­ña boricua, con una problemática estrechamenteceñida al elemento jíbaro.

A tono con los tiempos, pero todavía con un pieen las postrimerías del romanticismo, Zeno Gan­día -médico, político y periodista-, bogará deci­dido en las aguas del movimiento naturalista, aus­cultando el pulso del país. Entremezcladas vivenciasde sus años de infancia en la patricia hacienda are·cibeña, con un fondo de montañas dedicadas al cul·tivo del cafeto, inspirarán al escritor.

Diferenciada la isla por las distintas caracte­rísticas que imponen el llano y la montaña, aundentro de sus exiguas dimensiones físicas, ofreceuna fisonomía dispar que, respectivamente, se iden·

* Debido a limitaciones de espacio. este l1':lbajo ha sido reducidoa la tereera p¡¡rte de su e~lensiún original.

tifica con el cultivo de la caña y del cafeto. EnLa c1zarca, Manuel Zeno Gandía nos presenta laepopeya de la montaña; mañana será Gardwla,con olor a guarapo y melaza.

Mundo colorista, ya en la umbría del monte oen los oros del cañaveral, palabra cromática, alfin, que evoca ante el lector el conjuro del trópico.Prosa estremecida y descriptiva, que alcanza lamás alta y lírica expresión en la realidad circun·dante. ¿Dónde está el origen de ese rutilante alar·de de matices, pictóricamente parejo al alarde im­presionista de un Van Gogh, de un Gauguin... ?

Un somero análisis del vocabulario empleadopor Zeno Gandía nos acerca a la posible explica­ción: vocabulario panteísta, montuno, identificadocon cada particularidad de la naturaleza. Gemaciónrelumbrante de palabras consustanciales al .trópi­ca, de un luminoso efecto lírico que se ·basa enla representación realista del medio ambiente. Te­sis que se prueba destacando las evidencias canse·guidas tras una lectura cuidadosa de La Cl1arca, l

aislando la palabra colorista de Zeno en su fuerzacromática y vinculándola con la visión refulgentede su ,tierra nativa. Esto nos conducirá no sólo ala selección de toda voz semánticamente portadorade color, sino, también, de aque]]os vocablos queencierren una sugerencia de color uncida a la re­presentación mental del elemento evocado; y, ade­más, de aQ.uellas cuyos múltiples matices esténoriginados en las infinitas gradaciones de la natu­raleza.

l. El número de página, que ¡¡compaña II c:ada una de llls citas,eorresponde 11 la elhclón de La e/larca ~ubhclldll en 1955 por elInstituto de Literatura Puertorriqueña. Umversidad de Puerto Rico.

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PALABRAS SEMANTICAMENTE PORTADORASDE COLOR

Todas aquellas que, ya sea en función de sus­tantivo, adjetivo, verbo o adverbio, aportan la ideade los diferentes colores traclicionales.

Amarillo: Utilizada seis veces como adjetivo,una de ellas bajo la forma derivada amarillentos.En general, calificando objetos del diario trajinarcampesino: lino, estera, cuero... amarillos. Y tamobién con un sentido más abstracto.

...mostrábanse desteñidos, de terroso color, in·vadidos por amarilla palidez que apagaba la vi·veza de sus semblantes. (p. 208)

Gualda: Como variante de amarillo.

... el apagado gris de las lejanías y el tibio gual.da de los contornos. (p. 14)

Rojo: Once veces. Como color de trópico, degalas pueblerinas... E imposible soslayar la menoción: como color de trageclia, también.

Las muchachas engalanábanse con vestidos deregencia o de lino amarillo o rojo, y cintas decolores vivos... (p. 97)

Su traje negro casi rojo de vejez contrastabacon su semblante pálido. (p. 79)

El torrente parecía sangriento como si habiendlrecibido una estocada la cordillera se desangrara por aquel cauce... una muerte de rojo semblante... (p. 132)

Bermeja: Una sola mención.

Los cafetos inclinábanse bajo el peso de la de·hiscencia, y la madurez bermeja de los frutoslucía al sol... (p. 194)

Blanco: Blanco, blanquecinos... Hasta ocho ve·ces. El color de la luz solar no descompuesta enlos colores del espectro, usada como palabra. des·criptiva del atuendo jíba-ro: chaqueta, camisa blan·ca; préstamo semántico que se extiende a losrostros ...

... una tropa de pálidos pasó ante los ojos demédico... montón de blanquecinos... (p. 207).

Verde: Verde, verdosa, verdor, verdeando... Nosólo como adjetivo, sino también como adjetivosustantivado y como verbo. Color de selva y demontaña. El eterno color de Puerto Rico.

... las hojas se agrupaban como muchedumbrede mariposas verdes... (p. 105)

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En total, hasta quince menciones directas alcolor verde. Verde de los taUos, de la superficie,de las hojas... Mariposas verdes. Verde, igualmen­te, el I"ostro descompuesto de Marcelo (p. 94), confuel'1te carga emocional en el contexto de la frase.

Pardo: El más modesto de los colores, matizceniciento que no busca en su mestizaje deslwn·brar, sino, describir. Sólo dos veces.

... brochazo negruzco dado sobre el fondo pardodel cielo... (p. 44)

Azul: Palabra finisecular por excelencia, diñcilde mantener dentro de su pura acepción coloristadespués del uso y el abuso que el modernismo ylas licencias simbolistas hicieron de ella. Once ve·ces, incluyendo las fonnas verbales azulear, azu·leaba...

... pensó en Ciro, la única pincelada azul en susamarguras. (p. 143)

Junto al reguero estelar, la inmensa bóvedaazuleaba muy Suave... (p. 151)

La flácida piel del semblante (de Marta) co­menzó a azulear... (p. 225)

Gris: Gris, matiz intennedio entre blanco y neogro, más que color definido y con personalidadpropia. Color discreto, romántico, decadente...; conun valor sinonimal de -plateado, ceniciento, opaco,cinéreo, bruma... Zeno 10 emplea siete veces, enocasiones, como un diluyente de contrastes dema­siado fuertes.

El cielo... estaba lechoso, turbio, lleno de nubesextravagantes como inmensos bloques grises...(p. 120)

Negro: Del .latín niger, nigri; ausencia de color,obscuridad... vacío. Pero color de noche y de raza.Incluyendo los derivados, suman treinta mencio­nes.

Era una noche tétrica: el cielo, negro; la tierra,negra; el vacío, negro también. (p. 135)

Era un chozo de fugitiva luz iluminando conviveza la negrura del monte... (p. 216)

La palabra está también utilizada como apelativocariñoso, de hondo carácter popular en la Amé·rica española.

Prieto: Incluida en el grupo de palabras semán­ticamente portadoras de color -por su acepción deobscuro, negro, tan arraigada y extendida en lospaíses hispanoamericanos.

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... el plátano tiene una humedad que, puesta encontacto con las ropas, deja una mancha prieta.(p. 185)

Rosa: Tonalidad encarnada poco subida y con­siderada por el uso como un color de fisonomíapropia. Zeno Gandía Jo aplica bajo las variantesrosado, sonrosado...

La pomposa celajería que flotaba en el cielocambiaba de colores según su situación... Haciaponiente en donde aún fulguraba el sideral co­loso, mostrábase rosada, encendida, con incrus­taciones de brumas de oro y contornos de nácar.(p. 245)

PALABRAS EN FUNCION DE SUGERENCIADE COLOR

Este grupo engloba aquellas palabras portadorasde una sugerencia de color inmanente al objeto quenos imaginamos. La representación mental de unárbol nos 'lleva a atribuirde una pigmentación ver­de. E igualmente identificamos sangre con rojo, solcon amarillo, mar con azul, noche con negro...

Sugiriendo verde: En primer luga'r y reiterada­mente utilizadas -según indica la cifra encerradaen el paréntesis que les sigue-, las voces nacidasde la fisonomía tropical de la isla: campos (18),campiñas (2), campestre (1), llano (7), llanura (8),v~lle (6), vallecillo (1), vega (2), prados (4), predio(2), pasto (1); sembrado (1), siembra (1), planta­ciones (5), plantío (5), cañaverales (1), cultivo (S),/tuertos (1), cosecha (9), vendimia (3), verdura (3);floresta (1), frutales (1), platanal (4), cafetales (3);bosque (33), bosquecillo (4), colina (2), cerro (15),cima (4), sierra (4), serrania (1), montes (59), mort­taña (38), montuoso (2), cordillera (13), selva (14),selvático (2), cimontano (2), ultramontano (1); ar­bolillo (4), árboles (47), arboleda (2), arbolado (1),arbolada (1) -Icuánta precisión la de Zeno Gan­día al distinguir entre estas tres formas: arboleda,arbolado, arbolada...!-, arbusto (9), arborescencia(1), arborescente (2); higuera (3), laurel (1), tama­rindo (1), agave (1), cedro (1), ausubo (1), maguey(1), palma (13), cafeto (14), «cafeitos» (1), ceiba(3); hojas (17), hojillas (1), hojambre (3), hojarasca(1), follaje (3), frondas (3), brotes (1), ramillas (4),ramas (17), ramaje (8), racimos (1), sarmiento(1), tallo (4); helecho (1), Itierba (7), hierbecilla(1), hierbajos (1), deshierbo (2), musgo (1), ortigas(2), campánula (1), espiguillas (1), verdolaga (2),fumaria (1), maleza (5), maraña (4), matorrales(1), enredaderas (2), bejucos (2), zarzas (1), ema­jagua (1); verdurillas (1), agrícola (1), plantas (11),vegetal (1), floralia (1), flora (1), forrajes (2), ve­getación (4), agricultura (1), florestal (3); paisaje

(13), panorama (5), primavera (1), trópico (6), M­

turaleza (16) ...En total, más de un centenar de palabras di­

ferentes, con una reiteración que supera en mu­cho al medio millar. Una muralla de verdor per­meando el ambiente, haciendo de La e/larca unaversión menos lírica y pastoril, más real y sincera,que la novela romántica del francés Bemardinede Saint-Pierre: Pablo y Virginia, ,la cua:l, con laexótica descripción de la naturn1eza tropical apor­tó -incipientemente, pero de forma meritoria­el tema antillano a la novela americana europea:

•.. el bosque mostrábase inmóvil... las plantasabsorvían los alientos del medio ambiente paraimpulsar la labor magnífica de la dinámica ve­getal. Y asf, entregado a sus fuerzas el bosquevivía henchido de misterios... (p. 89J

... la maraña de los bosques, en donde la vege­tación se apretaba vigorizada por incomparableferacidad, forjaba lienzos de adusto verdor ten­didos sobre las vertientes y ,las cimas... (p. 100)

Gama infinita de verdes recogida en la evoca­ción de la montaña, mancha plástica que encon­trará rasgos y perfiles en ·los accidentes y parti.cularidades del monte. Si da serie anterior de vo­cablos suponía el color, cabe ahora reparar enaq,uellos otros términos que suponen la afnea. Vo­cablos de enérgico contorno, dando límites a laindolencia del ambiente criollo: abismo, abras,abrupta, accidentado, afluente, agreste, arroyuelo,bajura, barranca, barrancos, borde, bóveda, calza­da, caminUlo, camino, canjilón, carretera, casca­das, caserio, cauce, caudal, charca, charco, cielo,concavidades, contamos, corriente, creciente, crip­ta, cuenca, cuesta, cumbre, declive, despeñadero,escabroso, escarpa, escarpado, estribaciones, fondo,forma, golfos, hondanadas, horizontes, laderas, la­guna, lecho, lejanías, linde, linderos, lontananza,margen, orilla, pantano, pedregoso, pedrezuela,preduscos, peñas, peiíascosa, peñasco, perfiles,piedras, precipicio, quebrada, recodos, remanso,remate, remolinos, repecho, ribera, ribereño, rio,risco, senderos, senda, silueta, sima, surco, to­rrentes, trasmonte, troncos, turbión, vereda, ver­tiente, zanja...

Sugiriendo amarillo: Tenemos bananos (11), plá­tarlOs (7), mimosa (1), cllina -en su acepción ame­ricana de naranja dulce, corteza amarillenta- (1),miel (1), rnaíz (2); paja (6), pajuncia (3); oro (20),monedas (2), centenes (1), onzas (3), cobre (2), te­soro (11); dorado (1), dorar (2); rubio (2); sol (33),solar (3); carias (2), velas (3), vel(llas (2), cera (1),sebo (4); pergamino, pus... Palabras vistas exclusi·vamente bajo su aspecto cromático, y nunca simbó­lico, caso en el que, por ejemplo, amarillo y oro

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soportarían cargas emocionales incluso antagónicascomo envidia y generosidad.

... el sol promediaba el día irradiando el hálitode sus volcanes. Los átomos del aire se encen·dían en las vibraciones del calor, y alientos devida envolvían las montañas, alimentando lasplantas y dorando los paisajes.

Los hilos de luz tejíanse a los hilos de calor ypenetraban en el seno de los bosques; era laespléndida cabellera del astro rubio sobre la es­palda del planeta... Era el trópico, el ardientetrópico... (p. 78)

Cuando Virgilio Guzzi, hablando sobre la plntu·ra impresionista, escribió: uel pintor se convierteen un hombre que, a hora temprana, o en plenomediodía, o al ponerse el sol, sale a ~a calle o alcampo... lO, un hombre que uva a descubrir de quéazul o verde está hecha la aurora bajo ~a escaI.cha,con qué luz brilla el cielo y el río que lo reflejaentre los lozanos árboles, con qué pardos, azules,amarillados o rojoslO pintará... ; «cómo entre las nu·bes rojas y celestes del crepúsculo se desvanecen:las piedras... cómo se mueve ~a hierba en el pradobajo las nubes blancas... cómo enciende el sol susluces, parpadea y brilla lO, podía haberse referidoigualmente a Zeno Gandía. Pues es indudable la im­portancia que para éste ha tenido la naturaleza, decuya luminosidad tambén el Impresionismo se nu­1rió. El Marcelo de La charca al que deslumbra«la polvareda de átomos de oro que bajaba delsol... lO, parece estar ilustrando la definición queJosé María Valverde hace del movimiento impre.sionista al calificarlo como «la desintegración dedas manchas cromáticas en una forma libre quees reintegrada luego por la retina, con el esfumadode la distancia lO. Resulta evidente la corresponden­cia entre Ja prosa paisajista de Zeno y la técnicapictórica de su época.

Sugiriendo azul: Conseguimos un grupo de pa­labras cromáticamente mucho más débil quizás de­bido a su frecuente uso como imagenes simbolis­tas y al sentido de dimensión, de infinito, que seles ha dado... Mar (17), marino, marina (4), océano(3), horizonte (4), cielo (25) ... No en vano Lacharca se desarrolla lejos del mar.

Sugiriendo gris: Humo (4), humosa (1), huma­reda (2); brumas (3), brumosa (1); cenicienta (1),cinéreo (1); pomo (2), cinc (1); plata (4), platear...También luna (15) y plenilunio (3), que un blancosucio -y su tradicional identificación con plata-,empuja hacia el gris... Y novilunio (2), con un sen·tido de auminosidad opaca, grisácea:

Ni una nube náufraga en aquel océano de fulgo­res; ni un celaje interceptando los rizos del pie.niltmio... (p. 99)

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... la noche de luna desplegaba la veste... (p. 100)

... los rayos... los rayos de Juz se quebraban (enel rostro senil de Marta)... plateando la barbay la nariz puntiaguda... (p. 103)Sobre un lampo brumoso de nubes bajas entre·lució el novilunio, apareciendo el astro como unsegmento oriental empenachando el turbante delcrepúsculo. (p. 146)Discurría la noche como fantasma que pasaraenvuelto en túnica cenicienta. (p. 99)

Como adjetivo, la palabra argentina (con raízsemántica en la voz latina argentina, plateada),posee también hondo impacto de gris:

... la noche discurría serena. ¡Qué cielo, qué es­plendor, qué fluidez argentina en golfos infini­tos!... (p. 99)

Sugiriendo rojo: Primero un grupo de palabrasinspiradas al escritor por el médico: cauterio (1),venas (2), arterias (2), linfa (3), glóbulos (2), rubor(2), corazón (24), sangre (27), sangrar (2), desan­grar (l), sangriento (5), ensangrentado (3), hema­tina (1); herida (12), herir (11), malherida (1), la­cería (3), «cortartelO (1) ...

En segundo lugar, términos originados en elfuego: ascua (3), recoldo (1), brasas (1), candela(1), ardor (8), ardiente (4), fuego (4), hoguera (1),llama (4), incendio (2), lumbre (2), combustión (1),tea (1), c11ispa (1), chispeo (1), chisporrotear (3),quemar (4), quemadura (1), quemantes (1) ...

Por último, palabras nacidas de la geografíamontañesa de Puerto Rico, de su economía cafeta­lera: cerezal (17), cerezos (5), cerezas (5), granos(10), granería (2).

Sugiriendo blanco: Espumas (2), espumoso (1),nubes (13), nimbo (1); alba (1), albura (1), albores(2), leche (3), lechoso (1); canas (1), encanecer (3);nácar (1); lino (1), lienzos (3)... Muchas de éstas,palabras controversiales.

Las cumbres de la finca de Galante desapare­cían bajo un nimbo de nubes; un cortinaje colorde lec1re que descendía hasta las selvas... (p. 125)

Sugiriendo negro: Un grupo mínimo, con mu­cho apoyo en el símbolo: carbonizar (1), crespones(1), noche (128), anochecer (5), nocturno, noctur·na (7), tenebroso (1), tétrica (1). Específicamente,noche no siempre tiene un valor cromático, por·que involucra también expresiones adverbiales detiempo, fórmulas sociales de saludo... ; pero mu­chas de esas ciento veintiocho menciones están re·cogiendo la noción de un mundo en sombras, ló­brego, tenebroso, que implfcitamente expresa laidea de negror, de obscuridad, de ausencia de luz...

... la noc1te agitaba afuera los invisibles brazosdel vacío... (p. 144)

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Las mismas consideraciones penniten incluir eneste apartado, como expresiones más diluidas delnegro: obscurecer (2) -y oscurecer (1)-, obscu·ridad (4) -y oscuridad (3)-, obscuras (5) -y os·curas (7)-, «escuro» (2)... ; penumbra (3); som­bras (35), sombrío (3), sombrear (4)... Resulta cu·rioso observar como Zeno Gandía no se atiene aun criterio rígido respecto a las palabras obscuro,obscuridad, etc., que emplea también bajo la foroma liberalizada de oscuro y sus derivados, elimi·nándoles la bilabial.

Sugiriendo una gama parduzca: Tenemos otravez ténninos derivados de otro de los elementosde la naturaleza: Ja tierra (60), terrenal (1), terre­nos (26), terrenillo (1), terroso (1), terrones (2),terrena (l); arcilla (1), fango (1), fangosa (1), baorro (1), barroso (1)..-., abundando en la significa­ción panteísta ya apuntada. Se recogen tambiénlas voces mancha (25), manchado, mancltada (8),y lamparones (1).

PALABRAS QUE SUPONEN GAMACIONMULTIPLE DE COLOR

Esta tercera y última unidad comprende ma·yormente los vocablos que encierran multiplicidado gradaciones de matiz basadas en la naturalezay sus fenómenos: luz, luceros (43), lucecUlas (2),semiluz (1), trasluz (1), lucir (1), relucir (1), en·trelucir (1); luminoso (6), iluminar, iluminados (6),esplendor (1), esplendores (4), resplandores (1), res­plandecer (1), fulgor, fulgores (13), fulgurar (2);brillo (1), brillantez (1), brillante (5), brillar (4),abrillantar (2); lampo (5), rayos (21), relámpagos(3), relampaguear (3); reguero estelar (1), reflejos(4), reflejar (1); encender (6), encendidos (2), des­lumbrados (2); irradiar (4), irradiación (2), resol(1), rielar (1); claro, clara, claros (10), claridad (14),clarear (1), esclarecer (1) ...

Luminosa realidad pueI'ltorriqueña recogida porel iris intuitivo y exaoto de Manuel Zeno Gandía,atento siempre a captar la isla tanto en la percep-

ción física y material de sus rutilantes matices co­mo en la psicológica -intima y compleja-, de suconglomerado humano: el hombre nativo y su so­ciedad, pieza inocente en el juego de intereses fo­ráneos. Comunidad de almas en espera..., fermen·to embrionario en busca de una solución-, en buscadel reconocimiento de lo que ya es un hecho: suconstitución como pueblo de rasgos definidos ypropios.

y para finalizar, un párrafo representativo dela pictórica habilidad del escritor como paisajistade la policromía tropical de Puerto Rico:

Desde aquel sitio se divisaba un mundo de ver·dura. Por detrás un lampo ex.tenso de selva virogen rematando en una cima abrupta; por de­lante al otro lado del río, una montaña de tonosgrises, aplanándose poco a poco en dirección almar, deprimiéndose lentamente de derech'il a iz­quierda y determinando la formación de valle­cillos y hondonadas de feraz aspecto. Los colo­res bullían como chispas de luz, confundiéndoseen tintas intermedias, interrumpiéndose con ale·gres contrastes. Diríase que con aquel reguerode colores eran los campos la inmensa paletaen donde había de humedecer sus pinceles el su·premo artista. Un azul inimitable descendía delcielo como regalo nupcial, y un verde suaveparpadeaba en las campiñas como ofrenda es­clava. De esos dos matices resultaba el apagadogris de las lejanías y la tibia gualda de los con·tornos. Los árboles, en eterna gemación asten·taban vestiduras rosadas y galas rojas, y asímostrábanse los paisajes, como proyectados almundo de los sueños po~ la mano de la prima.vera. (p. 14)

Aunque no hay duda de que para la estéticaactual, el párrafo adolece de pinceladas relamidas,ello no demerita la fuerza descriptiva de su autor.Un cuadro de Renoir nos produce el mismo efecto.Era la época, determinando el gusto. La palabray la fonna supeditadas a la estética de fines desiglo. Eclosión de colores en movimiento, que ha­ce todavía más plástico el paisaje palpitante deLa c1tarca, en cromático y multicolor mosaico.

Barnard College, Columbia University

u

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La inmigración canaria en Puerto Ricodurante los siglos XVI y xvn*

Por MANUEL ALVAREZ NAZARIO

pOR SU LOCALIZACIÓN EN EL CAMINO DEL DESCUBRI-miento y de las comunicaciones entre España

y América, el archipiélago de las Canarias agregadesde temprano su esfuerzo a la gesta colonizado­ra del nuevo hemisferio. Una vez queda estableciday asimilada con caracteres definitivos en aquellasislas la conquista castellana (iniciada en los pri­meros años del siglo xv, bajo el reinado de Enri·que III, con la toma de Lanzarote, Fuerteventura,Hierro y Gomera, ya para el último tercio de dichacenturia, bajo los Reyes Católicos, se consuma laadquisición del archipiélago con el vencimiento deGran Canaria (1483), La Palma (1493) y Tenerife(1496), se inicia el fluir, con rumbo al oeste de losinnumerables insufares canarios que aspiran a re­coger, en el ambiente más fértil de nuestras orillas,el fruto multiplicado del diario esfuerzo.! En estedesplazamiento hacia occidente, las olas inmigra­torias de isleños detienen frecuentemente su trán·sito en las costas hispánicas del Caribe y en par­ticular en las de las Antillas, este otro coro de islasen la puerta y avanzada del imperio español deIndias.

A) Los INMIGRANTES ISLEÑOS DEL XVI

Para la época histórica cuando inician los espa­·oles la conquista y población de las Antillas la

• Fonno parte el presente trllbajo de un estudio comparlldo en·tre el español de Canarlas y el de Puerto Rico.

1. En lo flota colombina del sc:gundo vioje (1493) ya vienen ~onel Almirante Descubridor gentes de Conarlas: Infonna Pérez VIda!que figurllbn un islel'lo entre lo cuarenta hombres que por órdenes deColón desembnrcan en Slbuquelra (Gundalupe) con Intenclones de :x­plorar In Isla. trayendo luego consigo n bordo lns diez mujeres ytres muchachos [quienes resultaron ser originarios del Borlquénl quehnsta 011I h:lblan Uevado como prisioneros los e.urlbes. (v. J. PérezVidal, .Aportaclón de Canarias a In poblnclón de América. Su In­fluencia en la lengun y en la poesla tradlclonal-. Anuario de E.tudiosAtldnticos, 1955, núm. 1, p. 96.)

12

aportación de las gentes de Canarias a tales hechosépicos es muy poca o prácticamente ninguna, neceositado como estaba aquel archipiélago por entoncesde brazos que contribuyeran a colonizar las últimasislas que había sometido Castilla a su dominioentre los años de 1483 a 1496.z Gran parte de lospasajeros que se embarcan en Canarias para Amé·rica durante estos tiempos, y con más amplitud,a todo 10 largo de la primera mitad del siglo XVI,

según hace notar Pérez Vidal, no debió de estarconstituida por naturales de las islas, sino por aven­tureros, por lo general andaluces de la costa atlán­tica y extremeños, quienes tras haber intervenidoen la conquista de Gran Canaria, Tenerife y LaPalma, al ver que estas tierras eran tan pobres,deciden marchar al Nuevo Mundo, desde donde lle·gaban noticias de riquezas abundantes y fáciles.3 Sinembargo, debido a la circunstancia de ser los puer­tos del archipiélago puntos obligados de escala delas flotas que se dirigían al nuevo hemisferio, no erararo que siempre se agregase allí a las expedicionesalgún isleño anhelante de aventuras. Así puede ex­plicarse la presencia en Puerto Rico, para 1511(según la destaca Juan de Castellanos, en el canto IVde la Elegía VI de sus Elegías de varones ilustres

2. Los estudios estadIstlcos de Boyd·Bowman sobre la inmigra.ción española en el Nuevo Mundo entre 1493 y 1519 ponen de mani·fiesto que para dicho penodo los andaluces constituyen la tnnyorla-un 37% del 10taI- dentro del nútnero de pobladores que pasa a lasAntillas. Las Canarias, juntamente con Gallcia, Navarra, Aragón.Cataluñn. Valencia, Baleares, Murcia y el recién conquistado reino deGranadn (Granada. Málaga y Almena) contribuyen poco o nada encuanto a colonizadores parll In reglón dcl Caribe. La cl;¡slficaclón delas procedencias por provincias de unos 5,481 colonos que vienen nlas Antillas durante cl periodo citado revela a este Invcstigador quesólo 8 eran originarios de Canarios: 2 llegan en <::Ida uno de losaños de 1508. 1514 Y 1516; 1 en 1511 y 1513, Y cntre éstos ningunoap;¡rcce señalado con destino n Puerto Rico. (V. P. Boyd·Bowman..The Regional Origins of the Ellrliest Spanlsh Colonists of Amerlca••Publications 01 the Modcrn lAn&uage Association 01 America,1956 LXXXI. no. 5, pp. 1IS5-11S6, 1167.)

3. V. J. Pérez Vidal, op. cit.• p. 164.

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de Indias), del canario Luis Perdomo o de Perdo·010, quien forma parte del centenar de españolesque realiza la sujeción militar del Boriquén, bajolas órdenes de Juan Ponce de León, habiendo parti­cipado antes, además, en hechos épicos por lascostas del golfo de Paria, acaso en compañía de Co­lón, cuando éste desembarca allí en 1498, o en fechaposterior, siguiendo a Pedro Alonso Niño:

Allegó por aJlí Luis de Perdomo,soldado diestro, suelto y animoso,hombre para la guerra de gran tomo,y en lances semejantes venturoso,natural de las islas de Canariay de los antiquísimos de Paria...•

A mediados de 1513, autorizado por Real Cédulaexpedida en Valladolid, un tal Jaime Con~er o Can­~e~ sale de la Gomera para Puerto Rico con gana­do, esclavos y otras cosas que poseía en aquella is­la.5 Cinco años después, en memorial que eleva alRey, Fray Bernardino de Manzanedo, uno de lostres frailes jerónimos a quienes el cardenal Cisne·ros, en 1516, encomendara el gobierno de Indias,con sede en Santo Domingo, declara que «el fun­damento para poblar [las Antillas] es que vayanmuchos labradores y trabajadores» y que «conven­dría pregonar libertad para ir a sentar allá a todoslos de España, Portugal y Canarias; ...que vayan apoblar las gentes demasiadas que hay en estos rei­00S».6 No será, empero, hasta dos lustros más tarode, 1528, cuando se permitirá, con carácter más ge­neral la salida de gentes del archipiélago canariopara ir a residir y poblar en las Indias, embarcan­do rumbo a las Antillas los primeros contingentesde familias, según datos que aporta Morales Pa·drón.7 Ya por entonces, venida a menos la explota­ción aurífera, se fomentaba en l~s islas del mar Ca­ribe la industria del azúcar (la caña suerosa habíasellevado a La Española, precisamente desde Cana·rias, en el segundo viaje de Colón). Desde PuertoRico, donde ya para 1533 -informa Brau- funcio­naban un trapiche hidráulico y dos movidos por Col­

ballos, que permitían la exportación de azúcar pa·ra el mercado de Sevilla, sale el alcalde ordinario

4. V. -Elegla de Don Juan de Castellanos a la muerte de JUllnFonce de León dondc se cuenta la conquista del Borinquén, con otrasmuchas particularidades- (Con anotaciones crltico-hislóricas por ColIy Toste), Bolerfn Histdrico de Puerto Rico, 1915, 11, p. 351. Asimis­mo menciona Castellanos, en el canto 11 dc 111 Elegfa a la muerte eleDon Diego Coldn, n un oJoan Canario negro-, soldlldo que ganórenombre en La Espaftola para los primeros tiempos de la coloni­znclón de América.

5. V. F. Moralcs PlIdrón, .Colonos c:lOarios en Indias>, Anuariode Estudios Amer/ca"os, 1951, VIII, p. 440; El comercio canario-ame.ricano (Siglos XVI. XVIl y XVIII), SeViUII, 1955, p. 173.

6. BibUoteca Histdrica de .Puerto Rico. Tomo 1: Puerto Rico elllos manuscritos de Don Juan Bautista Muño%. Estudio critico porVicente Murga Sanz, Rfo Piedras. P. R., 1!l6O, p. 186.

7. F. Morales Padrón, -Colonos canarios cn Indills-, p. 404.

Juan de Castellanos, con destino a España a los fi­nes de recabar la protección oficial para el conve­niente desarrollo de la industria sacarina. De regre­so en la Isla para 1536, nombrado tesorero, traeconsigo autorización para trasladar al país c.incuentalabradores españoles con sus familias, probablemen­te procedentes de Canarias -colige Navarro To­más--, donde estarian acostumbrados al cultivo dela caña y a la manufactura del azúcar.' Unas tresdécadas más tarde la política económica del gobier­no central sigue siendo favorable al desarrollo de la,producción azucarera en Puerto Rico al amparo dela mayor experiencia que en dicho ramo industrialse posee en el archipiélago: por Real Cédula, fecha­da en Madrid el 23 de abril de 1569, y dirigida alas autoridades de Gran Canaria, se dispone que pa·sen con Manuel de Il1anes a nuestra isla dos oficia­les maestros de azúcar, dos carpinteros, dos herre­ros y dos caldereros, con obligación de permaneceren Puerto Rico seis años sin salir,9

Una instrucción que hace el Cabildo de SanJuan, a fines de 1550, «acerca de las necesidades dela tierra y de 10 que debe proveerse», entregada aAlonso Pérez Martel, vecino y regidor de la ciudad,para que éste la presente a Su Majestad, revela quepara esa época el comercio de Puerto Rico con lametrópoli está tan deteriorado que ya no vienen alpuerto de San Juan navíos de clase alguna, peroque, no obstante, la Isla continúa manteniendo al­gunas comunicaciones con el archipiélago canario.La corporación municipal suplica al monarca useaservido dar licencia para que puedan venir cualquiernavíos, así de España, como de las islas Canarias,porque de allí nos suelen proveer, y, si por ellos nohubiese sido lo habríamos pasado peor»,1° Por otraparte, el problema de faIta de población blanca ennúmero suficiente para llevar adelante el desenvol­vimiento colonial que vienen sufriendo las Antillashispánicas, durante el XVI, desde el momento mis·mo cuando se hizo efectiva la conquista, obliga a

8. S. Brau, Historia de Puerto Rico, Nueva York, 1904, p. 76;T. NlIvarro, El español en Puerto Rico; colltribueldn a la geograffaI/ngülstica ',ispanoamericana. Río Piedras, P. R., 1948, p. 195. Deotro lado, el propio Castellaoos, junto al gobernador Francisco Ma­nuel de Landa y 111 regidor Ballllsar de Castro, en aquel mismo 850de 1536. se queja a 1lI Emperntriz Isabel, mujer de Carlos V, en elscntido de que el contador de la Isla, Antonio Sedeño, ha presenta­do ante los ofidales reales en Puerto Rico una ddula quc le 1111licencia para traer de Cnnarios doscientos hombres y con elloscaballos pllra hllcer guerra a los caribes de Trinidad y partir IIIdescubrimiento de la provincia' dc Metll, en la Tierra Flnne; queya tiene alll cincuenta aballos y ciento veinte hombres, y se propo·ne marchar desde III Isla con el remanente; que 11 tlIIes propósitossc encuentra reclutnndo gente dc todlls partes, .y aun de los estll'blc:cidos en ésta lIéVlllos sin licencia, causando grave perjuicio por.que hllY mucha falta desd~ la furia dcl Perú y ahorn hllbrá máscon estas empresas, de que no viene sino perjuicio a la poblacióndc esta islll" (V. V. Murg;¡ SlInz, op. cit., pp. 301·302).

9. F. Morales Padrón, -Colonos canarios en Indias_, p. 400;J. Pércz Vidal, loc. elt.

10 Mons. V. MUllla. Historia Documental de Puerto Rico. Vol 1:El Concejo o Cabildo de la Ciudad de San lmm (1517·1550). TomoPrimero, Rfo Piedras, P. R., 1956, p. 327.

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las autoridades centrales en España, mediado ya elsiglo, a disponer la salida en masa de familias ca­narias para Indias, iniciándose a partir de enton­ces una emigración isleña, enderezada al Caribe, atodas luces cuantitativa. «Las AntnIas se iban a po­blar -comenta Pérez Vidal- a costa de la despo­blación de Canarias».11 Entre los posibles puntos deembarco de gentes y de comercio con el Caribe enel archipiélago parece señalar hacia el puerto deSanta Cruz de la Palma la información que recogeMorales Padrón en el sentido de constar la salidaallí, en un solo año, el de 1551, de sendas naos pa­ra Puerto Rico y Santo Domingo; y otra, en 157:J,también dirigida a nuestro país.12

Ya para la séptima década del XVI la impar.tancia numérica que pudiera tener el elemento po·blacional de origen canario en Puerto Rico quedarealzada, en el terreno de los méritos personales,con la honrosa distinción de que es objeto por par·te de la Corona un isleño oriundo de Tenerifc, elcapitán don Francisco Bahamón o Bahamonde deLugo, quien desempeña la gobernación de la Isladurante los años de 1564 a 1568. Desde 1571 hasta1574, fecha de su fallecimiento, ocupará igual car­go en Cartagena de Indias.u

A la cantidad de pobladores blancos que nos vie­nen desde Canarias durante la primera centuria denuestra historia es preciso añadir el número de lasgentes de color, negros puros y mulatos, cscla­vos o libres, que también arriba a nuestras pla­yas, a lo largo del siglo, procedentes de las islas.La presencia de esta clase de personas dentro dela población del archipiélago tiene explicación his­tórica desde que, a mediados dcl XV, las Canariaspasaron a servirles a los españoles de punto inter·medio en el tráfico de negros que ya por entoncesllevaban a cabo, en competencia con los portugue­ses, entre las costas de Senegambia y los puertos deAndalucía. Este hecho y la neccsidad en las islas

11. J. Pércz Vidal. op. cit., pp. 111-112; F. MOlOlles Padrón, op.cit., p. 402. Es mcnester tencr en cuenta, sin embargo, que despuésde consumadas las conquistas de los ricos imperios indígenas de :aTierra Firme, con la subsiguiente fundación de los virreinatos dcla Nucva España y del Peni. el interés colonizador dc los españoles.con aquellos territorios a la vista, va apart:'lndose glOldualmente delcentro de atlOlcción que en los primeros tiempos del siglo XVI ho·blon representado las Antillas y flOCo 11 poco eslas islas van quedan.do al margen de I¡¡s corrlcntes inmlgt'lltorlas que sallan de loPenlnsul¡¡ y de sus islas rumbo al Nuevo Mundo. La colonia cstól'blecida en Pucrto Rico. adcmás, agobiada por problemas económicos,azotada por los hurac.·mcs del trópico y continuamente amenazadopor corsarios elttlOlnjeros y por los caribes de las islas de Barloven·to, no sólo deja dc óltraer nuevos ,'ccinos, sino que corre el peligrode dcspoblarse por el ineontcnible dcseo dc muchos de sus habi.lantcs de marchar a México y 01 Peni. (1'. S. BlOIU, op. cit. pági·nas 73·74).

12. F. Morales Póldrón, Eí comcrcio callario·amcricallo, pági·nas 322·323, 338.

13. En su artIculo sobre el escritor Francisco Dávilól y Lugo,niclo de Bahamonde de Lugo. que publica en La Torre, 1965, XIII.núm. SO, Monsei\or Vicente Murga cita la parte dcl testamento delgobernador Bahnmonde de Lugo en la quc éste dec1aCll scr .nalulOlldc la isla de Tenerife. (p. SS).

14

mismas de brazos esclavos para el trabajo en losingenios de azúcar allí fundados en la citada cenoturia xv, al introducirse desde Madeira el cultivode la caña suerosa, contribuirían al desarrollo deun sector poblacional de color en algunos puntosdel archipiélago, dándose luego entre dichas genteslas inevitables mezclas con los guanches, de san·gre berberisca, y los blancos peninsulares e ínsula­res.l~

La mención que hace Juan de Castellanos, en elcanto II de su Elegía a la muerte de Don Diego Co­lón, del colonizador de La Española aJoan Canarionegro» señala hacia la indudable presencia de un is­leño de color entre los primitivos pobladores es­pañoles de las Antillas. En Puerto Rico tenemos yaconstancia del permiso para entrar al país personasae igual raza y origen en la Real Cédula de 1513, alu·dida antes en este trabajo, que autoriza a JaimeCon~er o Can~er a pasar a la Isla, desde la Gomera,junto con sus esclavos. Los privilegios que conce­derá la Corona, algunos años más adelante, paratraer esclavos bozales harían disminuir seguramen­te el número de los negros ladinos (según se llama·ba en la jerga negrera a los africanos y sus deseen·dientes que habían asimilado la lengua y cultura deportugueses o españoles) que venían al país, ya des·de España como desde Canarias, tanto más por lafama que se daba a tales negros de ser instigadoresde las fugas y alzamientos de los primeros, segúnse declara en la orden del Emperador, fechada en1526, prohibiendo definitivamente su importaciónen Indias. En épocas posteriores, sin embargo, ol­vidada o puesta en suspenso dicha prohibición, de·bieron de venir a Puerto Rico otros negros y muolatos (esclavos o libres) procedentes del archipié­lago. Dan sustancia a esta conjetura diversas noti­cias históricas, por ejemplo: la que se refiere almulato manco natural de Canarias, 'llamado NúñezCarrasco, residente en San Juan, y quien, por lassospechas que sobre él hizo recaer la presencia deotro mulato de igual origen, en las fuerzas de Dra·ke que tomaron a Santo Domingo en 1586, hubo desufrir penitencia pública y luego destierro a Sevi­lla. Por otra parte, en el asiento que concede en 1595la Corona española al portugués Pero Gomes Rey.nel para traer a Indias 4,250 negros anualmente du­rante nueve años, se señala a Sevilla, Lisboa y Ca·narias entre los lugares de donde podría extraerse adichos esclavos. Más adelante aún, ya entrado el si·glo siguiente, en fecha que no se precisa durantela época del gobernador Felipe de Beaumont y Na­varra (1613-1621), llegó al puerto de San Juan un

14. Los escritorcs Luis y Agustín Millares Cubas recogen todavíaen cl presente siglo, como canarismos decadentes, el sustantivo pasasy el adjetivo paslIdo, dlchós en relación con el pelo ensortijado depersonas de aparente descendencia negroide. (V., de los autores ei­t:HJOS, Cómo /rabian los CQllarios, Las Palmas, s. a. [t9321. p. Jl3).

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cargamento de doscientos esclavos que venían de«las islas, Portugal y Castillall.15

B} Los INMIGRANTES ISLEÑOS DEL XVII

Al fmalizar el siglo XVI y comenzar el siguien­te, cerca ya de transcurrida una centuria de haber­se iniciado la colonización de Puerto Rico, la Islapadece una aguda escasez poblacionaI. Según cálcu­los del historiador Coll y Toste, habría para en­tonces en el país un total aproximado de 3,600habitantes, repartidos de la siguiente manera: 2,000españoles [y criollos blancos], 600 individuos desangre mestiza, y 1,000 negros.l6 Las Antillas, y enparticular Puerto Rico, dada la pobreza ambienteque aquí prevalecía, no parecen haber sido puntosfavorecidos por los inmigrantes que de España y deCanarias ,pasarían al Nuevo Mundo a lo largo delXVII. Durante las dos primeras décadas del siglo,sin embargo, Puerto Rico mantiene algunas relacio­nes comerciales con las Canarias (de donde salenpara nuestro país, y en algunos casos con destinotambién a Santo Domingo, Cuba, Honduras, la Nue­va España, entre 1608 y 1619, unos doce barcos, ma­yormente de la isla de La Palma, y en menor medi­da de las de Tenerife y Gran Canaria), y es de su­poner que al amparo de ese intercambio el país sebeneficiaría con la llegada esporádica de nuevos in­migrantes isleñosP Para 1625, año del ataque ho­landés a la capital de la Isla, se revela la presen­cia en nuestro suelo de dos distinguidos militaresnaturales del archipiélago y quienes se destacan enla defensa de la ciudad contra los neerlandeses, loscapitanes don Andrés Botella y don Mateo Delgado,este último nacido en Gran Canaria. Un lustro mástarde la mi tea episcopal de Puerto Rico recae so­bre otro hijo de las islas, natural de Tenerife, elclérigo don Juan López Agurto de la Mata, quienla ciñe de 1630 a 1633.18

Las escasas noticias que tenemos sobre el desa­rrollo poblacional del país durante las décadas cuar­ta, quinta, sexta y séptima del XVII nada informansobre la negada a nuestras playas de nuevos colo-

15. S. Brau, op. cit., pp. :n, 102; D. de Torres Vargas, .Descrip.ción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico, y de su vecindad y pobla·ciones, presidio, lIobernadores y obispos; frutos y mineralcs_, Bi.blioteca histdrica de Puerto Rico... , rccoplladll por Alejandro Tllplay Rivera. segunda edición, 5lln Juan, P. R., 1945, p. 482; L. M. Dla>:Soler, Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico (1493-11190),Madrid. 1953, pp. 4-5, 21, 29-30, 202.

16. C. Coll y Toste, _EsJado de la oolonización espailol:l en laIsla :l fines del siglo XVI. Rectificaciones históricas-, Bo/~tlll Históricode Pu~rto Rico, 1925. XII, p. 7J.

17. V. F. Moralcs Padrón, El comercio callario-am~ricauo, pági·nas 340-346.

18. D. de Larras:l, -Rclación de la entrada y cerco del enemigoBoudoyno Henrico, general de la Armada del príncipe de Orangeen la ciudad de Puerto Rico de las IndlllS... _, Bibliot~ca llistúrica dePuerto Rico, ed. cit., pp. 431, 432; D. de Torres Vargas, op. cit.,pp. 473-474.

nos ongmarios de las orillas opuestas del Atlánti­co. Antes, por el contrario, los datos históricos co­nocidos sólo revelan que Puerto Rico parece haberquedado orillado en las relaciones comerciales deEspaña con su imperio de Indias -en mayo de1662 el gobernador de la Isla, maestre de campo donJuan Pére.z de Guzmán, declara que hacía once añosque no llegaba a San Juan un buque mercante na·cional- y, en consecuencia, la colonia se ve impo­sibilitada de poner en marcha su más convenienteevolución, fundamentalmente, por la falta de gentescon que impulsarla. El único censo formado en laIsla durante la centuria, un padrón de feligreses dela capital, hecho en 1673 por orden del obispo Gar·cía de Escañuelo, para probar al Rey «que lo qu~

llamaban ciudad era casi un desierto», pone al re­lieve que San Juan contaba con un total de 1,791habitantes, de los cuales 820 eran blancos, 667 es·clavos y 304 pardos libres (quedando conjuntamen·te los negros y mulatos, de acuerdo con las an­teriores cifras, en número superior al de losblancos).I9 Quizás guarde relación directa con la de­ficiencia de población que indicaba el censo antesaludido la condición que de orden oficial se imponeen Canarias desde 1678 en el sentido de que parapermitir el comercio con el Nuevo Mundo habíaque embarcar, con destino a la provincia que seseñalara, cinco familias isleñas por cada cien tone·ladas que 'se exportasen de productos propios.:WEs probable que tal disposición llegara a surtirefecto en relación con Puerto Rico, pues consta queen los años de 1680 y 1686, respectivamente, salensendas naves desde Tenerife y Gran Canaria dirigi­das a San Juan.2t En el país, de otra parte, de frenteal problema ya crónico que representa la raleza po­blacional de aquellos tiempos, obstáculo de muchaseriedad en el desenvolvimiento general de la co·lonia, se sigue recabando de la metrópoli el envíode numerosos inmigrantes. El gobierno central, encontestación, decide estimular la emigración de ca­narios a Puerto Rico con la publicación de una RealCédula, el 11 de abril de 1688, prometiendo dar tie­rras en sitios apropiados a los nuevos pobladoresque pasen desde el archipiélago a nuestra Antilla.u

No obstante, a pesar de estas ventajas que se ofre­cían, todavía en 1693, cinco años después, el maris-

19. S. Bmu, op. cit., pp. 143-144, 155.

20. J. Pércz VidaJ, op. cit•• p. 117. Por considerarse que III susO"dicha obligación resultaba muy gravosll, cn Canarias se llcudlrá alRey, en 1696, sollcltllndo que sc les exima de la misma, haciendooonstlll", cntre otras razones, el número de pcrsonas que ya salidopotra Indias, el CWlI incluye IlI.S veinte familias tinerfeñas que pll5anen 1695 a Puerto Rico con don JUDn Franco dc Medlnll.

21. F. Morales Padrón, loe. cit.:22. J. M. Zamora y Coronado, Registro de Legislación Ultrama.

riua y Ordeuautll Gelleral de ~1J03 para /utelldentes y Empleados del1acjcnda ell bldias, La Hllbotna. 1893, p. 257.

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cal de campo don Gaspar de Arredondo, gobernadorde la Isla, sigue solicitando que se mande al paísgente blanca de Canarias o de cualquiera otra par­te. Como aparente respuesta a esta petición ilegan aPuerto Rico, en agosto de 1695, junto con el suee·'sor de Arredondo, el sargento mayor don Juan Fer­nández Franco de Medina, veinte familias proceden·tes de Tenerife, que suman en total unas cien perosanas, y a las cuales se les establece por el Hato deSabana Llana, en terrenos de lo que vendría a ser,

para los primeros tiempos del XVIII, el municipiode Río Piedras.2J

23. S. Brau, op. cit., p. 156. Este grupo de famiUllS canarias quelIeg:l a Puerto RIco en 1695 evldentcmente Conna parte de la notablecorriente migratoria de islellos que a fines del siglo XVI( se dirigea las Antillas, Florida, Campeche y Venezuela, entre otros lugaresde Indill5, (V. J. P~n2 Vidal, op. cit., p. 166). Aclara, sin embargo,Juanll GI1 Bennejo que Franco de Medina. en vez de Il1S vcintc fa·mllias de II cinco miembros cada una que hiciera compromiso detraer II Puerto RIco, s610 introdujo catorce, completando el numerorestante con hombres solleros y con sus propios criados. <Y. 1. GilBenncjo••La primera fundación de Humacao", Revista del ¡'utitutoda Cultura Puertorriqueña, 1964, VII, núm. 22, p. 37).

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Instantánea del teatro en Puerto Rico

P9r ANITA ARROYO

N0 PODEMOS HACER UN RECORRIDO COMPLETO -A

través de la producción teatral de todos lospaíses hispanoamericanos. Sería trazar la historiaactual del teatro. Pero la circunstancia de enconatramos en Puerto 'Rico nos pennite asomarnos hoya las preocupaciones y afanes de los que buscanen este género el vehículo de e~presiónde sus ideasy sentimientos.

Como que en casi todos los países de nuestrocontinente se da en la actualidad parecido fenóme­no -- búsqueda de la propia expresión en el arte.dramático -, presentar siquiera un esquema delcaso de Puerto Rico, puede resultar representativo.

I Profecía.

Francisco Arriví, dramaturgo, director teatral y'poeta, y Director del Programa de Teatro del Insti­tuto de Cultura Puertorriqueña, quien há estudiadoprofundamente este sector, traza en varios trabajosla trayectoria del teatro en Puerto Rico. A él te·nemas forzosamente que referirnos.

En una conferencia dictada en la Universidadde Puerto Rico, Arriví comienza por referirse a laprofecía de Emilio S. Belaval cuando en 1939 en sumanifiesto Lo que podría ser un teatro puertorri·queño, decía: «tendremos que unirnos para crearun teatro puertorriqueño, un gran teatro nuestro,doncJe todo nos pertenezca: el tema, el actor, losmotivos decorativos, las ideas, la estética. Existeen cada pueblo una insobornable teatralidad quetiene que ser recreada por sus propios artistas». I

Fue, en efecto, una profecía: los artistas de estaIsla se \han unido en un esfuerzo común y hoy pue­den presentar al mundo, con íntimo orgullo, unteatro universal y puertorriqueño que, si no resu­men de todas las perfecciones - porque ello no eshumanamente alcanzable -, por lo menos muestre,

l. Belaval, Emilio s.. Areyto. ro que podrla ser un teatro puer­torriqueño, Edltoria! B.A.P., San Juan, Puerto RicO.

plasmadas en obras dramáticas de calidad estética,la vida y la cultura puertorriqueñas.

Antecedentes se podrían citar, pero son ejem­plos aislados que no vienen al caso - en cuanto anuestra finalidad específica: el despertar de unaconciencia nacional y, por vía, una mundividenciauniversal - y por ello pasamos directamente a los

Il Logros.

La sociedad dramática Areyto «concreta una vo­luntad nacional de teatro» 2 y es punto de partida- como lo fue en Cuba el Patronato del Teatro­de agrupaciones afines como la Sociedad Generalde Actores, Tinglado Puertorriqueño, la CompañíaDramdliéa Estudiantil, Teatro Nuestro y el Tea­tro Experimental del Ateneo, amén de algunas re·presentaciones del Teatro Universitario. Todosestos esfuerzos concurren al mismo fin y son prue­ba irrefutable del crecimiento de esa voluntad demanifestación creadora que es característica de unpueblo al madurar su conciencia social, su ideal dequehacer colectivo. Y señala justamente Arrivi: «Eljoven Instituto de Cultura Puertorriqueña - de tanfecunda como breve existencia, añadimos noso­tros - le concede pleno reconocimiento al aprobary publicar un detallado plan de su junta asesorade teatro en el cual se estipula la inapelable neceosidad de fomentarlaD. 3 Desde que el Instituto~se tra­zó esa norma para fomentar el desarrollo encauza·do del teatro nacional, se han llevado a cabo SeisFestivales de ·Teatro Puertorriqueño - que así 10sllama el Instituto - con éxito creciente. Se pre­sentan y editan las obras en preciosos libros y setrata de fomentar por todos los medios disponiblesel gusto y la afición del público por la escena y debrindar a cada uno de los numerosos elementos

2. Arl"ivl, Francisco, lA GenerDCiún de los Treinta: e~ Tealro,Instituto de Cultur:l PuertlJl'l'iqucña, SOlO Juan de Puerto Rico, 1960.

3. Arrivl, Fr.mcisco, op. cit.

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que intervienen en la creación, montaje y presen­tación de las obras dramáticas, las mejores opor­tunidades, plausible tarea por la que hay que fe­licitar al Instituto de Cultura Puertorriqueña ­que, como otras instituciones análogas en Améri­ca, por ejemplo, en México, la Argentina y otrospaíses -, tan importante y trascendental misióncumplen.

Así va cobrando cuerpo, cada vez más vigoroso«la conciencia parteada por Belaval y bautizada porAreyto»,4 en el caso que seguimos. Los esfuerzos ais­lados de autores como Lloréns Torres - El Gritode Lares- y de Carlos N. Carreras y José RamírezSantibáñez - Juan Ponee de León -, «ambos ins­pirados en dos momentos históricos de permanentesignificación»,5 se convierten en obra común al~f1orar

II/ El sentimiento de puertorriqueñidad.

Este se ha ido formando, naturalmente, a lolargo de un lento proceso de siglos, paralelo al ad·venimiento o toma de conciencia de la Patria como«nación». En las do~ obras acabadas de mencionar- la primera de 1914 - «late un sentimiento depuertorriqueñidad» 6 y en la segunda cuaja «unamística del paisaje borincano».' Ambos ingredientesnacionales - sentimiento nacional y mística paisa­jística, que será una constante de la literaturade este país - se completan a poco con «el triunfofinal de la hispanidad sobre las contingencias polí­ticas» 8 y «son tras el velo de la ubicación históricauna protesta contra la desviación cultural que hasufrido Puerto Rico desde el año 1898».9 Es - utili­zando el título de un libro del propio Arriví - unaentrada por las raíces. 10 Tomando conciencia histó­rica de nuestro pasado, del cual depende nuestropresente, los .puertorriqueños - en lucha silenciosay heroica - responden todos a un esfuerzo por«afincar raíces ante vientos huracanados».1I Paraseguir todos estos esfuerzos recomendamos al lec­tor la tesis Apuntes para la Historia Crítica delTeatro Contemporáneo, de Wilfredo Braschi,12 yaque nosotros no podemos detenernos en detalles. -

Tras la hispanidad triunfante que cierra el cicloque hemos llamado de la afirmación o de «la cons­tante», se produce la generación del Modernismo

4. Arrivl. Fl1Inclsc:o, op. c:it.S. Arrivl. Fl1Inclsc:o, op. cit.6. Arrivl. Fl1Incisco, op. cit.7. Arrivl. Fl1IDc:isco, op. cit.8. Arrivi. Fl1Inc:isc:o, op. cit.9. Arrivl, Fl1Inclsc:o. op. cit.10. Arrivi, Franc:isco, Entrada por las Ralees, Editorial Tinglado

Puertorriqueño, San Juan de Puerto Ric:o, 1964.11. Arrivi, Francisco, La Generación de los Treinta: el Teatro.

Institulo de CuItUl'll Puertorriquefla. San Juan de Puerto Rico, 1964.12. Braschi, Wilfredo, Apuntes para la Historia Critica del Teatro

Contcmpordneo. copia en poder del Departamento de Estudios His­pánicos de la Universidad de Puerto Ric:o.

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criollista con su persistencia en el símbolo nacionalde la cjibaridad.~ que no es en el .fondo sino el_¡alto al proceso de norteamericanizaci6nl.u y lavigorosa afirmaci6n nacional.

Tres signo~ caracterizan esta toma de concietr­cia, precedida por una definida actitud: la escisión,la agonía y el drama. .

La primera es «la trágica escisión entre historiay necesidad socia!», 14 «la inestable conjun~ión delsueño n!1cional con la reflexión socioeconómica.,15fuerza motriz - acierta Arriví - de la literaturamás valiosa de esta época dramática que, como elresto de Hispanoamérica - y quizás más agónica­mente que país otro alguno - en el plano de 10 cul­tural muy especialmente, vive Puerto Rico.

La agonía es precisamente el signo definidor.Del griego «agón», esta palabra significa lucha amuerte, o pugna entre la vida y la rpuerte, combateextremo y angustioso entre dos polos o posicionesantitéticas en íntimo conflicto. Puerto Rico vive suagonía, mejor, la sufre: es un pueblo profunda yfundamentalmente de raf,z y sensibilidad hispáni­cas; un pueblo. en última instancia, latino; pero cu­yos destinos políticos lo vinculan estrechamente aotro país de distinta cultura: ¿Hasta dónde puedeasimilarse un sistema de gobierno, un mecanismoeconómico, una invasión masiva de productos yartículos foráneos, una natural incorporaci6n de mo­das, modos y costumbres extrañas sin el consiguien­te influjo cultural sobre los destinos de un pueblo?Nada va separado ni aislado y es difícil, si no impo­sible, tomar lo uno y rechazar lo otro. Este es partedel drama de Puerto Rico que hay que consideraren sus múltiples facetas. Varias 'de ellas las. analizacon bisturí afilado y penetrante René Marqués ensu ensayo El puertorriqueño dócil"6

IV Problemas y temas: Análisis.

Tratando de concretar algunos de estos proble­mas a los más visibles y persistentes que le dantónica al teatro .puertorriqueño, señalaremos lostres de que nos da cuenta el resumen de Arriví: laagonía del jíbaro, su muerte, la incorporaci6n osubsistencia; la confusi6n del político inculto; lafrustración del emigrante; y el resentimiento ycomplejo de inferioridad que reflejan muchos puer­torriqueños. Ligadas a uno o a varios de estos con­flictos, las obras dramáticas de autores como Emi­lio S. Belaval, Manuel Méndez Ballester, Arocho del

13. Arrivi. Francisco, La Generación de los Treinta: el Teatro,Instituto de Cultul'll Puertorriquefla, San Juan de Puerto Rico. 1964.

14. Arrivl, Franc:lsc:o, op. cit.IS. Arrivi. Fl1Incisco, op. cit.16. Marqu~5, René, El puertorriqueño dócil, Rcvlsla de Clcnc:hu

Sociales, Vol. IlI, Núm. 1 y 2, marzo y Junio de 1963. Unlversl·dad de Puerto Rico.

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Toro, Sierra Berdecía, Luis Rechani' ~grait, EnriqueA. taguerre, René Marqués, Francisco Aniví y. deotros, nos dan fe de la madurez del teatro puerto­rriqueño que, al enfocar temas y problemas nacio­nales, arriba, como es lógico que sea, a la expresiónde lo universal, a la

V Síntesis.

'Entre estos dramaturgos, y en la imposibilidadde referirnos' a todos, sobresalen, en la expresióndel tema que nos ocupa, Belaval, Méndez BaUester,Arocho del Toro, Sierra Berdecía, Luis Rechani:A~rait, René Marqués y Francisco Arriví.

Belaval es el 'Primero en plantear la cuestión so­cial, tanto en la cuentística como en la escena, y susobras dramáticas, como sus cuentos, son trasuntode la más viva realidad puertorriqueña. Además,como el novelista Laguerre, se ha planteado cons­cientemente el tema de la nacionalidad y la ha es­cudriñado y esclarecido en muchos aspectos.

Méndez Ballester en El clamor de los surcos- dolorosa denuncia de una injusticia social prota­g9nizada por una familia hacendada desposeída desu finca cañera -, se enfrenta valientemente conla realidad social de su Isla y «recoge con arte, confervor y con cabal inspiración, los episodios másdramáticos de esa lucha constante de nuestro pue­blo contra la realidad que lo oprime y, tal vez, con·tra su mismo destino histórico». 17

En El desmonte, Arocho del Toro presenta otroaspecto de la realidad sangrante puertorriqueña: elagónico peregrinar de una familia jíbara desde lamontaña 'hasta los arrabales de la gran ciudad, ypinta dramáticamente el doble desmonte; el agríco---_.-

17. Méndez Ballester, M;lnucl, El Clamor de los Surcos, 1m.preilta BllIdrich. &n Juan, contraportada.

Mi Señoría, farsa dramática de Luis Rechani Agrait.

..la, que asola los célIDpos, y el social: cel desmontede la familia por el vicio, la violencia y la muerte_.ll

Sierra Berdecfa, desde otro ángulo, en Estanoche juega el jóker nos da la angustia del hombrepuertorriqueño en la centrifuga de Nueva York,perdido y confundido entre los millones de seresque vomita la ciudad sin alma. Con esta obra seabre el estudio e interpretación de una vasta zonade la población isleña: la de su emigrante, y, alpropio tiempo, inaugura una nueva veta de ricasposibilidades: la de la literatura de la emigración.

Otras obras, como Tiempo muerto, de MéndezBallester, atraen la atención de los reformadores so­ciales, poco antes de las elecciones de 1940 y con­tribuyen a denunciar la miseria del jíbaro y a lu­char por su reivindicación' económica y social.

Un tipo muy interesante y lleno de posibilidadeses el que hace vivir en su obra Luis RechaniAgrait - Mi señoría -, el del politico inculto, perosincero y honrado, «personaje de extraordinario re·lieve» que sirve al autor para dar un corte realen la sociedad puertorriqueña, y mostrar en carneviva: «farsa trascendental hondamente expresivadel ambiente puertorriqueño, no solamente del po­lítico, sino del anímico genera!».!'

René Marqués en La carreta - que aborda ver­ticalmente la tragedia del jíbaro - y en obras pos­teriores que se abren más a la angustia universal,revela, con Belaval en su comedia de delirantesLa muerte, un afán por incorporarse a una drama­turgia universal, fase -postrera en la que tambiénse encuentra Francisco Arriví. Es la etapa de «lafuga» que corresponde a los alrededores de 1950,

18. Arrivl, Francisco, La Generación de los Treinta: el Teatro,Instituto de Cultura Puertorriquei\a, San Juan de Puerto Rico, 1964_

19. Arriví, Francisco, op. cit.

Tiempo Muerto, drama de Manuel Méndez Ballester.

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cnsls espiritual honda, en que, «se fuga de la an·'gustia ambiente provocada por la conflictiva esci­sión, profunda por esos tiempos alrededor de 1950,entre conciencia nacional y reforma social inte­grada a la economía arrolladora de Estados Uni­dos. Responde a los mismos síntomas anímicos de

La Hacienda de los Cuatro Vientos, drama históricode Emilio S. BelavaI.

obras como El sol y los McDonald (1950) de RenéMarqués, La cárcel de hiedra de Edmundo RiveraAlvarez, La otra (1951) de Cesáreo Rosa-Nieves, yCaso de muerto en vida (1951) de Francisco Arriví,hijas, casualmente, de una desesperante muerte envida que pudre a la generación del treinta para laépoca». 20

Reflejan esta misma agonía al intentar desen­trañar la problemática vital puertorriqueña otrasobras tan diversas como Los soles truncos, de Mar­qués y Cóctel de Don Nadie - la última discutidapieza de Arriví -, modos distintos de dramatizaruna misma realidad sangrante.

Después de un período febril, en el que todavíamuchos se agitan, los autores más representativosdel momento dramático actual abren sus ventanale'>al mundo y se asoman al universo.

El drama de Arriví Alumbramiento, de 1945, re­~Iste ya estos caracteres de universalidad.

Vencida o superada la etapa de un nacionalismopunzante, los autores dramáticos actuales ensayannuevas y más amplias perspectivas que los condu­cen a una especie de síntesis entre los sentimientos

20. Arriv1. FranciscQ, op. cit.

20

nacionales y la superior mundividencia universaldel hombre, en su más amplia órbita de giro men­tal: en este caso, entre «el espíritu regional de laliteratura y su universalidad. 21 a que se refiereFrancisco Matos Paoli cuando, dándole la razón· a .Laguerre en anterior crítica, califica de -universalla pieza teatral

VI «Alumbramiento»: de lo nacional a lo universal.

«La obra de Francisco Arriví resuelve decisiva­mente una de nuestras más apasionantes polémi­cas: la que se ha entablado entre el espíritu regio­nal de la literatura y su universalidad. Por un lado,aquellos que no han visto más luz que la del cos­tumbrismo y el achabacanamiento por la imitaciónsuicida de la realidad. Por otro, aquellos que sintener patria en que fundar sus vidas, quieren robarpatrias ajenas. Ambas posiciones empujan al hom­bre puertorriqueño al mismo punto de partida quesu desconocimiento como criatura universal». zz

La fusión, afirmación y negación ~ialécticas deambos extremos o términos del conflicto, nos llevaa la necesaria síntesis que se va integrando en elpresente teatro puertorriqueño, irisados de l~sy promesas. En busca del «ser esencial» por mediode la 'afirmación naciohal, autores como René Mar­qués, por ejemplo, centran su preocupación en laidentidad y problemática nacionales, y ponen undesgarrador acento trágico en algunas de sus crea·ciones.

Por un camino o por otro, por senderos rec·tos o tortuosos, felices o desafortunados, el teatropuertorriqueño se afana por encontrar su verdade­ra meta. A través de la realidad, pintándola cruda,descarnadamente, o a través del simbolismo tIlden­Sal> - según lo califica Laguerre - de un Arriví,

. todos buscan lo mismo: expresarse y comunicarse.De la primera manera logran un teatro puertorri­queño, con un mensaje único, nacional, caracteriza­dar de un pueblo en agonía o tIlen una encrucijada.,como prefiráis llamarlo; de la segunda, alcanzan launiversalidad que el verdadero teatro eterno requie­re: la comunicación con el ser humano de siempre,el que no cambia de país a país ni de época a época;el eterno doliente de esta irredenta humanidad. Re­sumiendo, tres ,fases ha atravesado, según Arriví,el teatro puertorriqueño: la del realismo, la delrealismo poético y la de la imagen activa, según ladenomina él.

Corresponde a la primera todo el extenso capí­tulo de lo que podríamos namar la redención deljíbaro, que ya hemos visto, y que para el autor ci-

21. Malos Paoli. Francisco. De la Malla de Melpómene, El Mun.do, 2S de noviembre de 1945.

22. Malos Paoli, Francisco, op. cit.

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~.. .. .. , .' -tado constituye un realismo horizo~tal que se mue­ve a lo largo y ancho de los principales problemassociales del puertorriqueño. Es la misma etapa quesimboliza la novela La llamarada, de Enrique A.Laguerre. Preocupan, sobre todo, los campesinos,los hombres que bregan con la tierra, el trabajadordesposeído de su hacienda o de sus posibilidadesde ganarse honradamente la subsistencia. Este jí­baro, víctima de las injusticias sociales, se debate

. en los campos de la Isla o emigra en masa a NuevaYork -literatura que apuntamos del emigrante,con sus ricas posibilidades. El laberinto y La ceibaen el tiesto, otras dos no~las de Laguerre, dan fede la tónica de este primer período en busca de laexpresión del puertorriqueño.

Sucede a esta etapa la del realismo poético, in­terpretativo. La pesquisa en indagar ¿qué es el puer­torriqueño? se ahonda, se ·hace - dice Arriví ­vertical.

-El dramaturgo no se limita a darnos la realitladcircundante, sino que trata de interpretarla. No seciñe al hombre de campo, realiza otros «cortes» enel tejido social. En términos histológicos, podemosañadir que el dramaturgo - el escritor en gene­ral- bisturí en mano, penetra en el cuerpo de lanación y trata de hacerle su vivisección. Son tiem­pos de crisis, de búsqueda del equilibrio de quehablamos entre lo nacional y lo universal, que seagudiza especialmente a partir de 1950. En esos mo­mentos Puerto Rico vive una gran indecisión en elterreno político. El drama de su pueblo está anu­dado, como se anuda la acción en el segundo actode la obra teatral. Este realismo poético se extiendepenetrando en otros ambientes, con afán ya unj­versalista, porque aun cuando aspira a una comu­nicación con el resto del mundo, no se desentiendeen ningún momento de la puertorriqueñidad. Todolo contrario, por contraste y comparación, la toca,quizá, más 1lOndamente.

Distintos problemas inspiran a estos autores,entre ellos el muy importante del mestizaje derazas y culturas y el del complejo de inferioridaddel negro, que está bien ejemplificado en los dra­mas Sirena y Vejigantes, de Francisco Arriví.

Ya apuntamos otros temas, como el del políticoinculto pero honrado, por ejemplo. Dentro de estemismo flanco cabalgan dos tendencias: la de en­frentarse con los problemas y entrarle con la man­ga al codo, como las obras citadas correspondientesa este período, o escaparse por vía de la evasión, elsalto mortal, por ejemplo, que, hiego de haber cul­tivado todas las maneras, da Belaval cuando escribeCielo caído. Refugiarse y 'buscar inspiración en unpasado de añoranzas, en el que las esencias patriasse mantenían puras, o caricaturizar un futuro dedesintegración caótica, en el que lo puertorriqueno

parece esfumarse y amenaza con' ser destruido aniela invasión foránea. Aquí el dramaturgo reaccionacon fuerza apocalíptica por vía negativa. Pero en elfondo de la acción late siempre el pulso acelerado,estremecido de la Patria, presente cuando másausente. Este teatro ya imaginista que se centra enlo poético y, por ello, creador, conduce, inevitable­mente, al tercer aspecto de la dramaturgia puerto­rriqueña, el actual.

Arriví lo llama de o:Ia imagen activa», porqueaquí cobra fuerza y se independiza el símbolo, elelemento poético por excelencia. Creador de mun­dos - energúmeno -, el dramaturgo se mueve aho­ra con extrema libertad disociándose aparentemen­te de la realidad. Pero en el fondo es una maneradiferente de interpretarla; la constante sigue siendola misma: Puerto Rico y su ·entrañable búsquedacomo nación.

El «nacionalismo hermético», estrangulado, perosangrante, doliente, ·destila de las obras de los auto­res que actualmente inciden en el mismo problema,hoy llamado de la «identidad». Las soluciones noson ·ya simples, sino mucho más eclécticas y comoplejas. Con distinta forma de presentación, contraje diferente en cuanto a la expresión formal oartística, el problema capital sigue siendo el mismo:la construcción de la Patria con que todo puertorria

queño sueña.

La Carreta, drama de René Marqués.

VII Adaptación o creación.

El hecho de no haberse resueIto el conflictocentral de esta integración nacional - el famoso

21

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.' 1 •

problema del «status político». de Puerto Rico­mantiene vivo este tema fundamental que consti-'tuye para l:lIgunos autores - el caso de René Mar­qués es el más característico' - verdadera obsesión.

Finalmente, aunque también nos resultan acer­tados los cuatro grandes estadios en que CarIasSolórzano divide el estudio que hace de la produc­ción teatral contemporánea en Hispanoamérica- costumbrismo - universalismo - nacionalismo yteatro de postguerra -, a nosotros nos parece que,tanto en Puerto Rico como en los demás .paises denuestra Patria Grande, se dan, en última 'instancia,dos grandes vertientes, por donde corren todas lasaguas del río literario: )a de la adaptación a formas,modos y estilos importados para manifestarnos,que es la más realista; y la vertiente de la creación,que es )a más origina) y poética, la que ya, en vasopropio, t.rata de vaciar el espíritú nuestro. Unamisma gran corriente ideológica nutre estos doscauces: la preocupación y angustia por encontrarsoluciones al drama nacional, por un lado, cuestiónvital para el ciudadano; y el drama de )a expresiónoriginal, la forma nueva, el estilo nuestro, no yamera adaptación a formas foráneas - impuestasdesde afuera - sino creación de una forma perso­nal, nuestra, nacida de adentro afuera, única de loshombres de cada país, cuestión vital para el artista.

El hombre americano siente, en todas partes,la necesidad de identificarse, de reconocerse a símismo - ya hemos visto a lo largo de a etapa quehemos llamado reflexiva o de autoexamen de nues­tras realidades y problemas nacionales. Pero, una

Vejigantes, drama ~e Frandsco Arriví.

22

vez situado en' su mundo, realizada la toma de con·cieDcia en cada caso, el hombre americano tambiénsiente la necesidad de incorporarse, y así lo estáhaciendo, al arte universal y de expresarse original­mente: entonces comprende y. participa de la anogustia que sufren todos los hombres y artistas desu época. En ese momento estamos. Y ya comienzana madurar y sazonar los frutos y a prometer ricascosechas.

Conver:gen los escritores, unos por los cami­nos de la novelística - como Laguerre en su úl timanovela Cauce sin rlo - y otros en el tinglado delteatro, como los autores citados, en una pinturasombría de la realidad espiritual puertorriqueña.

En conclusión, esta rápida «instantánea» - queno aspira a otra cosa que a inquietar al lector e ins­pirar al investigador- prueba, o al menos así lohemos pretendido, que el teatro puertorriqueñoactual es el mejor documento artístico y humano- el mejor cu~dro social- para captar la realidadpuertorriqueña. Con lo cual se hacen buenas y -de­cisivas -por exactas -las palabras de Laguerre alafirmar que «hay un teatro nacional puertorrique­ño». Cada obra presenta un aspecto distinto de lavida puertorriqueña; cada obra· plantea un caso deconciencia diferente; cada obra es un nudo en lagarganta; hay una vida puertorriqueña que buscacomprensión». 23

23. Laguerre. Enrique, El Festival de Teatro Pu~rtorriqueño,El Mundo, 14 de julio de 1958, San Juan de Puerto RICO.

Esta Noche Juega el Jóker, comedia de Fernando SierraBerdeda.

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Por DORA ISELLA RUSSELL

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INTRODUCCIÓN: EN LA' BÚSQUEDA DE DATOS ACERCA

de la alimentación de nuestro pueblo, durante~os siglos XVI al XIX, encuentro también cosas muyinteresantes relacionadas con otros aspectos de lahistoria de la Isla.

He vuelto a leer las Actas del Cabildo de SanJuan Bautista de Puerto Rico, 1730·1767, que es unacuidadosa recopilación de las actas del Cabildo dela ciudad de San Juan Bautista; documentos autén·,ticos, que constituyen una magnífica fuente para~a historia de ese siglo. La lectura de las Actas meha permitido asomarme al pasado y conocer otrosaspectos de la vida en Puerto Rico durante esaépoca. Desde luego, ,que el interés principal .~!aobtener más información sobre la alimentación ylos hábitos alimenticios, conocer la producción agri.cola, los cultivos principales, ,la escasez o abundan·cia de éstos, el desarrollo de la ganadería y lapesca, la importación de materias alimenticias, laspreferencias y los gustos del pueblo por ciertosalimentos, y, además, descubrir otros factores queejercen gran influencia en el patrón de alimenta·ción de un pueblo.

Permítanme ,presentar brevemente algunos delos aspectos que me impresionaron, pues, ademásde ser interesantes y pintorescos, algunos de ellossirven de marco de referencia para el tema princi+pal, objeto de este trabajo. Como ligeras pincela,dasse manifiesta el desarrollo ,de un pueblo, sus cos­tumbres, fervor religioso, luchas y sufrimientos,dentro de la mayor pobreza, abandono y limitacio­nes ,para alcanzar su progreso y bienestar.

La vida de familia, sencilla y patriarcal, consis­,tía de reuniones hogareñas, asistencia a la iglesiay fiestas religiosas y el cuidado de las estancias,los hatos ganaderos e ingenios.

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Estampas del siglo XVIIICostumbres, Alimentación

Por BERTA CABANILLAS DE RODRíGUEZ

El Gobernador y el Cabildo regían la vida polí­tica, civil y económica de la Isla. Era un gobiernocentralizado que anulaba las iniciativas particula·res y colectivas del individuo. Los gobernantesquerían remediarlo todo por medio de ordenanzasy bandos, aun aquellos casos de violaciones de lasreglas de buena conducta y de moral.

Una ordenanza presentada al Cabildo de SanJuan en 17 de enero de 1733, por el procurador ge­neral don Juan de Abíla y Olivos aPara el gobiernoy conservación de sus habitadores» empezaba así:

l.-Primeramente que los señores alcaldes, enciJInplimiento de sus obligaciones, ronden y zelenlos pecados públicos, y escandalosos, con que tantose ofende la Majestad Divina, para que vivan todoscomo cristianos.1

Instrucción. En la Isla no existían escuelas pú­blicas subvencionadas por el gobierno; sólo algunosmaestros particulares enseñaban a leer y escribir.En el 1732 el Cabildo votó para que se pusiera unmaestro de escuela en la ciudad para enseñar aleer, a escribir, a contar y doctrina cristiana. Y aña­día .por ser tan esencial y necesaria para la buenaeducación de 'los hijos de los vezinos».2

El Cabildo nombró a Juan Salvador Días, unresidente de la ciudad, al cual consideró aque espersona al parecer al propósito y suficiente parael efecto referido».3 Se le señalaron doscientos rea­les de sueldo, tomando éstos de los propios de laciudad, y antes de empezar su 'tarea le advirtieron

1. Actos dcl Cabildo dc Son Juan Bautisla de Puerto Rico, 1130-1750,p. 45.2. Aclas del Cabildo, 1730·1150, p. 42.3. Ob ci/., 1730·1750, p. 42.

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sobre el cobro de sus doscientos reales, «los queal presente no se les pueden librar por falta ycortedad de los propios y rentas de esta ciudad•.Para el salón de clase se le cedió un cuarto en lacasa del capitán José González. Y como esto erauna innovación y un acontecimiento tan importan­te, el Cabildo lo notificó al señor Gobernador paraque hiciera publicar la noticia y se enteraran losvecinos.

Otras personas solicitaban por escrito, del Ca­bildo, licencia para establecer escuelas públicaspara enseñar a leer, escribir y contar, y que se lesdiese alguna ayuda; a estos el Cabildo les pedlainformación acerca de su vida y sus costumbresy su idoneidad. Por la escasez de fondos el Cabildono nombró más maestros para enseñar, pues hubocasos en que pasaban los años y el maestro norecibía su paga y tenía que presentar peticionesal Cabildo reclamando sus salarios atrasados y sile debían cuatro años, le pagaban entonces sola­mente dos. 4

Obras públicas. La isla era demasiado pobrepara atender a la reparación de los edificios públi­cos, puentes y caminos destrozados por la tormen­ta del 1738. Ya S. M. le había hecho merced a laciudad de San Juan de la alcabala del viento s y delproducto del impuesto de uno y ocho maravedlssobre la venta de un cuartillo de aloja 6 y de uncuartillo de aguardiente. Entre las obras más im­~ortantes que debía atender el gobierno era lareparación del puente de los Soldados, llamadoluego San Antonio 7 y el puente de Martín Peña.Estos dos puentes eran el paso preciso de los la­bradores de la isla que traían sus frutos y ganadopara abastecer la capital.

En una ocasión era necesario reforzar el puentede San Antonio y rellenar la calzada. Para cubrirlos gastos se hizo una derrama y todos los vecinosde cada pueblo debían aportar la cantidad de dosmil ochocientos ochenta pesos. Unos mil quinien­tos sesenta y dos vecinos respondieron generosa­mente, contribuyendo cada uno con catorce realesy tres cuartillos, para realizar dichas obras.

Otro de los problemas que tenían los vecinosde San Juan era la escasez del agua. Las autoridadesrecomendaban a los vecinos, que si tenían las faci­lidades, construyeran un aljibe. En las ordenanzaspresentadas al Cabildo por el procurador generalse ordena: dos que tuvieren aljibes en ella (lacasa) los alimenten y aseen para que no se experi-

4. Quizás debido a esta situación se originó la frase: •Tienemás hambre que un maestro de escuela>.S. 2% que pagaban 105 navios que llegaban al puerto de San JUaI!Bautlsta. del valor de las mercadcrfas y géncros que traían.6. Bcblda hecha de melno. jengibre. canelll y otras especias.7. Su nombre actual es Guillermo Esteves.

menten la falta de agua que todos los años sepadezen por muy poca que sea la seca» (sequía).

La única fuente de agua que existía quedabacerca del puente de San Antonio, distante unas tres­cientas varas. La fuente de San Antonio, como emepezaron a llamarla, era la única fuente de aguacon que contaban los vecinos de la ciudad pararemediar la escasez de agua. Durante la sequíacuando los aljibes de la capital tenían poca aguao se secaban, los sanjuaneros acudlan a la fuentede San Antonio a surtirse de agua. El gobernadorrecomendó al Cabildo, que por medio de una cañe­ría se trajera el agua de la fuente hasta el puente;así era más fácil y económico a los vecinos nevarel agua en canoas en vez de transportarla en caba­llerías.

Los gremios. Todos los artesanos que practi­caban un oficio o arte pertenecían a un gremio.Había bastantes ~emios, entre estos, el de los za·pateros, sastres, herreros, plateros, labradores, al·bañiles, carpinteros, mercaderes, marinos. Por sergrupos organizados, el gobierno, con frecuencia, so­licitaba la cooperación de ellos.

Para las fiestas religiosas el Cabildo le enco­mendaba a cada gremio las enramadas que se le­vantaban en las esquinas de las calles. Además,ellos costeaban el gasto de estas enramadas, hacien­do una colecta entre los maestros y oficiales de cadagremio.

Cuando se trataba de realizar una obra indis­pensable para el bien público, como la canaliza·ción de la fuente de agua y extenderla hasta elpuente de San Antonio, el Cabildo resolvió «juntarlos gremios para saber su voluntad y con ellaindagar si se podía executar o no dicha obra». Asi­mismo se consultó a los hombres de distincióny al resto del vecindario.

Fiestas religiosas. Entre las celebraciones quetenían los moradores de la isla, las fiestas religio­sas ocupaban el primer plano, por lo numerosas ypor el esplendor que se desplegaba en ellas. Elprofundo fervor religioso se manifestaba en el cui­dado que ponían en la organización de las fiestasvotivas, para darles mayor pompa y brillantez.

En la isla se celebraban corno doce fiestas reli­giosas al año, .pero por órdenes reales, las de obli­gación y las más solemnes eran las del CorpusChristi, el Apóstol Santiago, San Juan Bautista,Nuestra Señora de la Candelaria y Santa Rosa deLima.

No importaba la pobreza de la isla, ni la escasezde fondos, la ciudad capital pedía mercedes a S. M.de la alcabala del viento o se hacían préstamos ala Caja Real. El Cabildo nombraba dos comisarios

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para cada fiesta, un alcalde y un regidor que seencargaban de organizar las celebraciones y reca­baban la cooperación de los gremios.

De todas las fiestas, la más rumbosa era la delCorpus Christi. En el 1747 para dar mayor es­¡llendor a esta festividad crcon el adorno y decen­cia que corresponde al culto y veneración de tansoberano Señor», el Cabildo encomendó a los gre­mios el adorno de las calles y las enramadas queacostumbraban ponerse en cada esquina. El gremiode los zapateros y sastres levantarían una enra­mada en la esquina del hospital y nombraron aTomás Benítez y José Agapito de Allende encar­gados de dirigir el trabajo y hacer una colectaentre los maestros y oficiales de cada grupo, parasufragar los gastos. Al gremio de los mercaderesse les encomendó la enramada que se pone en laesquina de la calle donde vive el alférez don Mar­cos Lexes y eran -dirigidos por José de Aguayo yPedro Caldera. La tercera enramada a levantarseen la esquina de las señoras Sarmientas estaría acargo de los gremios de los carpinteros, plateros yherreros y a la cabeza de éstos el teniente EusebioJosé López y Agustín Gutiérrez.

El Cabildo les exhortó cra que procuren contodo exmero el mayor adorno y luzimiento de dichafunción, que así se espera de sus cristianos pechos,).

Epidemias, tormenta, sequías. Grandes calami­dades azotaron la isla durante la primera mitad delsiglo XVIII: la epidemia de viruelas del año 1732,la tormenta de Santa Rosa del 30 de agosto del1738 y la epidemia de sarampión del 1747, y épocasde sequías en el 1736 y 1739.

La epidemia de viruelas hizo estragos en la po­blación, falleciendo muchos vecinos, tanto blancoscomo esclavos. Diezmó la población negra, y lafalta de brazos para las labores agrícolas se mani­festó en la disminución de frutos y ganado, lo quefue causa de grandes sufrimientos para los vecinosde la isla.

En las reuniones del Cabildo de ese año, nuncaestuvieron presentes todos los regidores por ser víc­timas de la epidemia de viruelas, falleciendo entreéstos el regidor capitán don Diego Antonio de Ve­lasco y el capitán don Gerónimo de Aguero, alcaldeordinario.

El sarampión también causó muchas muertesen toda la isla, y según el informe del gobernadordon Juan José Colomo al Cabildo, crno hay casaen que no se hallen dos o tres y cuatro enfermosy en otras todos»...

La tormenta de Santa Rosa del año 1738 causóla ruina total de la agricultura, arrasó los sembra­dos de arroz y de maíz, y otros frutos, derribó losplatanales y las palmas reales, con cuyo fruto se

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alimentaban los cerdos; se ahogó mucho ganado.Viviendas y edificios públicos quedaron desmantela­dos, los caminos arruinados con las crecientes delos ríos, y los puentes quedaron en bastante malestado. El Procurador General pide al Cabildo quelos vecinos corten los árboles y palmas caídas queobstruyen los caminos, que se limpien los desagües,y bocas de los ríos y quebradas, y que se pida alGobernador que mande a los negros de Cangrejosque corten las estacas necesarias para reforzar lospuentes de Martín Peña y San Antonio.

El Cabildo tomó varias medidas para evitar laespeculación y el alza de los precios de los pocosvíveres que habían en la isla. Prohibió a los rega­tones (revendones) salir a los campos a comprarfrutos para que no alterasen los precios. Para resta­blecer las labores de las estancias ordenó a los ve­cinos que limpiaran los caminos de los árboles ypalmas caídos. Pidió al Gobernador que mandaraa los negros de Cangrejos para que cortaran estacasy reforzaran el puente de San Antonio, por dondeentran el ganado y los frutos que se traían de lasestancias a la capital. Asimismo que limpien losríos y quebradas quitándoles los troncos de árboles.

Como resultado de las epidemias, la tormentay las sequías, hubo una gran carestía de comestiblesen toda la isla; no se traía nada de los campos,ni frutos, ni ganados, y la población pasó grandesvicisitudes por la escasez de alimentos.

Arrendamiento de tierras y bocas de las ríos.Desde el principio de la colonización, por provisiónreal, todos los pastos, montes, aguas y abrevaderosfueron declarados de uso común. La política de laCorona era conservar la propiedad de las tierrasy darles un usufructo a los pobladores. En 1514,la reina doña Juana dio poder a Juan Ponce deLeón para que separase y señalase los términos,tierras y jurisdicción de la isla de San Juan Bau­tista.s

Los regidores y justicia de la ciudad de PuertoRico, en aquella época señalaban el asiento quecorrespondía a cada nuevo poblador, donde podíantener su casa, conucos, corrales para ganado. Seacordó dejar una legua de distancia entre cadaasiento para que los animales de un vecino no da·ñara los sembrados del otro. A pesar de esta medidahubo muchas quejas y pleitos entre los pobladores.

Durante los dos primeros siglos la poblaciónera muy escasa y había tierras suficientes paratodos los pobladores, pero en el siglo XVIII las pe·ticiones de tierra al Cabildo aumentaron conside­rablemente, como veremos más adelante. El pobla­dor presentaba su petición al Cabildo y tenía que

8. A. G. l. Indiferente Gcnernl. leg. 419.

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dar pruebas de que las tierras eran baldías o habíanquedado libres y que no se perjudicaba un tercero.Hecha la investigación de rigor, y al encontrarsetodo bien. el regidor le daba .posesión de las tierras.le señalaba los linderos y recibía un testimoniopor escrito que le aseguraba el derecho al uso dedichas tierras. Por cada caballería de tierra quese le concedía pagaba dos ducados para los propiosde la ciudad.

Los vecinos que pedían tierras las querían. ensu mayor parte para hato de ganado mayor -bue­yes. vacas. caballos-. o para criaderos de ganadomenor, cerdos y muy pocos las pedían para estan­cias y los vecinos señalaban el sitio y los límitesde las tierras que solicitaban. El vecino José deFuentes pide tierras «para ·fundar un hato de ga­nado mayor. casa y corral. desde la quebrada deJuan Gonzales hasta el río Luquillo». El capitán'don José Dávila pide las dos vegas nombradas San­ta Rosa y los Hornos. del sitio de los Cocos. quequedaran libres por la mudanza del canónigo donJuan Lorenzo de Matos del hato de ganado mayorque queda en la parte superior de dicbo sitio.

No siempre se concedían las tierras por oponer­se otros vecinos. El capitán Juan Olmedo y consor­te presentaron una petición al Cabildo oponiéndosea la merced del hato y criadero que le concedió ~l

Cabildo a Baltazar Delgado en el sitio de la Guarda­rraya. En estos casos los regidores remitían losasuntos al tribunal de los señores alcaldes, paraque oyeran las partes e hicieran justicia. Tambiéneste tribunal oía las quejas de los vecinos. sobrelos daños que hacían los cerdos y otros animalesa las siembras.

Algunas veces los dueños pedían la demolici6nde sus hatos y criaderos. y como en el caso de donManuel Méndez de Manatí. es con la condici6n deque le den doce caballerías de tierra. Don AlbertoEspino y consorte quieren demoler su bato de Ma­natí Abajo, y que se den sus tierras para estanciasde los desacomodados.'

También se arrendaban las bocas de los ríos.para colocar corrales (nazas) para la pesca. Losvecinos presentaban sus peticiones al Cabildo. yéste las concedía, según los méritos del solicitante.Se pagaba por dicho arrendamiento desde cincuen­ta reales hasta treinta y cinco pesos. En una ocasi6n,los vecinos José Murlel y Manuel GÓmez. solicita­ron al Cabildo el arrendamiento del pasaje de PaloSeco, por el cual se pagaba treinta y cinco pesos,pero Manuel Gómez ofreci6 cincuenta pesos. ElCabildo denegó su petición y concedió el arrenda­miento a José Muriel por estar ya en posesión y

9. V~inos que no tenían ni empleo ni liclTOls.

ser persona de confianza, práctico, a satisfaccióndel vecindario.

El pasaje de la boca de La Habana arrendadoa Lucas Maldonado y Pablo de Espinosa por cin­cuenta reales le permiten poner el corral de pescarhasta la boca del río Dorado. Pablo Colón ofrecióveinte pesos por el pasaje y boca del río Toa. y sele adjudicó por ser el mayor postor y era en bene­ficio de los propios de la ciudad.

Alimentación. Hemos presentado, con ligeraspinceladas algunos aspectos del desarrollo de la vidaen nuestra isla durante el siglo XVIII. Vamos aver más detalladamente otro aspecto más intere­sante: la alimentación del pueblo en esa época.

Un breve repaso de la agricultura y otras fuen­tes de producción nos darán una idea de las dife·rentes materias alimenticias que tenían los pobla­dores para su sustento.

Las prácticas agrícolas de los labradores eranrutinarias, usaban los mismos métodos que sus an­tepasados. y carecían de los más indispensablesimplementos para el cultivo de la tierra. No teníana su alcance los medios para aumentar la produc­ción ni mejorar la variedad de los frutos. Lo quese producía era para satisfacer las necesidades dela población. Era, pues, una agricultura de subsis­tencia.

La ganadería estaba un poco más floreciente, eramás prometedora. Había tierras en abundancia ymuchos pastos; las tierras se conseguían fácilmen­te; el vecino solicitaba del Cabildo las caballeríasde tierras que podía atender; babía muchos batosde ganado mayor y menor. y la carne era suficientepara abastecer a la población de la isla. Especial­mente había muchos cerdos, pues los primeros cer­dos traídos a la isla en el siglo XVI se multiplicaronrápidamente y basta se alzaron muchos de ellos.

En las aguas que rodean la isla babía muchasvariedades de peces, y en algunos ríos caudalososse encontraban peces de agua dulce. La pesca nose practicaba en mares profundos. sólo se usabanlos corrales nazas y chinchorros. El pescado abun·daba durante los meses de septiembre a diciembre,pero escaseaba durante la cuaresma cuando preciosamente la demanda era mayor por ser el pescadoplato para los días de guardar. Para que hubiesepescado durante la cuaresma se prohibió poner loscorrales ni bacer pesquerías durante la desovaci6n.Tampoco se podría ecbar el chinchorro en la bocade los ríos. solamente en el mar y ensenadas, ysoltando cualquier pez pequeño que cayera en loschinchorros o corrales.

Era tradicional desde los princ1pios de la coloni­zación. la escasez de bastimentas en la isla. Losbarcos que tocaban en los puertos, de año en año,

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traían muy pocas mercaderías y comestibles, quealiviaban muy poco las privaciones y sufrimientosde la población. Lo que se traía de la península oCanarias, como la harina, el aceite, pescado seco, elvino, queso, granos, etc., no venía con la regularidadnecesaria y faltaba muchas veces en la isla. Debidoa la distancia, la escasez de barcos, la lentitud deéstos y la humedad del clima, casi siempre la harinaUegaba en malas condiciones. El pan no se podíaconseguir todos los días, sólo se vendía por tempo­radas, cuando llegaba algún barco con harina. Elaceite no era suficiente ni el vino tampoco}O

Los labradores que se dedicaban a la crianzade aves, especialmente aquellos que vivían en lospueblos de la costa, preferían vender las gallinasy huevos a los barcos extranjeros que arribaban aesos puertos en busca de comestibles yagua, por­que conseguían muchas mercaderías que no les lle·gaban de la península.

No existían mercados en San Juan ni en la isla,y entre días venían al muelle de la capital algunascanoas cargadas de viandas, huevos y gallinas pro­cedentes de Cataño y barrios cercanos, a dondeacudían algunos vecinos a comprar, pero a vecesregresaban las canoas cargadas, por falta de comopradores.

Los pobladores dependían para su alimentaciónde los frutos que se cultivaban en las estancias:plátanos, maíz, arroz, frijoles y otros granos, yau·tía, calabazas, ñames, batatas, etc. El cultivo dela yuca era tarea de los esclavos, así como lapreparación del casabe. Las cosechas de maíz yplátanos eran abundantes, pero aún más la delarroz que daba tres y cuatro cosechas al año. Aun­que algunos cultivos decaían, como el de la caña,la yuca y el jengibre, se introdujeron otros cultivoscomo el café en el año 1736 y el mangó en 1740. Elcafé se adaptó muy bien en las tierras altas de iaCordillera Central. Su cultivo se extendió, y los.hermosos cafetales florecían en las alturas.

Los habitantes de la isla gozaban todo el año deuna buena provisión de carne. Desde fines del sigloXVI, los dueños de hatos de ganado de la islacontribuían anualmente con un número de cabezasde ganado mayor, vacas, terneras y de cerdos, paraabastecer a la ciudad de Puerto Rico y proveer decarne a los vecinos y a la guarnición del Morro.

Una serie de calamidades, ocurridas en el lapsode veinte años, alteraron el ritmo de la vida de lospobladores. Las epidemias de sarampión y viruelas,una tormenta y dos épocas de sequías muy fuertes,eran suficientes para trastornar la economía de la

10. Hubo ocasiones en que no se pudo celebrar el ~anlo oficio dela miSIl. porque no habla vino para consagrar ni harina para hacerla sagrada forma.

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isla, y producir grandes sufrimientos a la poblaciónpor falta de víveres.

En el 1732 la epidemia de viruelas hizo estragosen la población de la isla, que causó gran mortandadentre vecinos blancos y negros. Los comestibles es­casearon. No había quién trajera de los camposlos frutos de las estancias. Tampoco los criadorestraían el ganado a los pueblos para suplir de carnea los vecinos.

Los dueños de hatos de ganado de la ribera deSan Felipe de Arecibo, de la Llanura y de otros pue·bIas de la isla piden que se les releve de la obliga­ción de traer las reses para el abasto de carne.Fue preciso que el Cabildo amenazase a los quefaltaran a 10 estipulado en las ordenanzas, y lesadvirtió que trajeran el ganado a tiempo. En lacapita'l no permitían la matanza de reses dentrode los solares de la ciudad, pero el Cabildo autorizóal mayordomo a hacer un corral fuera de la puertade San Justo para encerrar los cerdos que se traíanpara el abasto de carne. Debían pagar medio realpor cabeza, para mantener dicho corral.

Para evitar la especulación y alza de los precios,el Procurador General de la ciudad don Juan deAbíla y Olivos pidió al Cabildo que los regidoresvigilaran dónde se vendía la carne y la manteca paraevitar los fraudes de vender la carne a real y medioy el cuartillo de manteca a dos reales plata, comosi fueran ultramarinos, pues la única carne que sepodía vender a real y medio era la salada.

Por la gran necesidad que había de bastimentas,el Cabildo se dirigió al gobernador para que envia­ra por víveres aunque sea a las islas extranjeras.No hay harina en toda la isla y dice que esto es«en perjuicio de los enfermos y 10 más sensibleque en muy breve no habrá para hacer hostiaspara el santo sacrificio de la misa y de la eucaris­tía».

La sequía del año 1736 causó la disminución deganado especialmente en el valle de Coamo, no pu­diendo los criadores enviar ganado para el abaste­cimiento de carne. Igualmente faltaron las viandas,plátanos y otros frutos.

El 30 de octubre de 1738, se desató una horribletormenta, llamada de Santa Rosa por los morado·res de la isla, que fue la ruina total de la agricultu­ra. La destrucción de los platanales, siembras d~

arroz, maíz, ñames, yautías y otros frutos dejó ala población sin el sustento indispensable. Las cre­cientes, además de arrasar los sembrados, arrastróal ganado perdiéndose miles de animales.

El gobernador racionó los plátanos de las matascaídas, el maíz y el arroz que estaban almacenadosy los distribuyó entre los vecinos con equidad. Estoduró muy poco. No había carnes en las carniceríasy si se conseguía un pedazo, no había viandas para

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acompañarla. Vuelve el Cabildo a pedirle al Gober­nador que permitiera la importación de harina delas islas extranjeras. El gobernador envió un barcoa Santo Domingo por maíz y arroz, y si lo conse­guían, la cantidad sólo duraría quince días; ademásno sabían si la tormenta había azotado tambiéna la isla vecina.

Los regidores creen que el señor gobernadordebe pasar por alto la prohibición de comerciar conpaíses extranjeros y permitir se soliciten con la ma·yor brevedad de las islas extranjeras barinas y de­-más víveres, pues lo importante en este caso es«conservar la vida humana y evitar por este medioque no se introduzca peste con las perniciosas co­midas de raíces de árboles que suelen guayar paraihacer pan y otras yerbas silvestres de conocidodañosas a la salud».lI Para que los regatones noalterasen los precios de lo poco que se conseguía, elCabildo les prohibió salir a los campos a comprarfrutos.

A! año siguiente en el 1736 hubo una época de. sequía, lo que agravó más la escasez de comesti·bIes que padecía la población; faltó el casabe, porno haber conucos maduros; tampoco había carnede cerdo porque la tormenta destruyó las palmasreales con cuyo fruto se cebaban los cerdos; falta­ron las viandas, la harina y el bacalao.

En medio de tantas privaciones llegó al puertode la capital un bergantín inglés cargado con:

250 barriles de harina20 barricas de bizcocho (galletas)20 barricas de manteca de Flandes (mantequilla)50 quesos de Flandes

El capitán Robert Stuart pide permiso para de·sembarcar y vender dichos comestibles conociendolas necesidades que padece la isla debido a latormenta y la sequía. El gobernador don Matías deAbadías solicita del Cabildo le informe sobre lasnecesidades que alega padece la isla y los regidoresle contestan, Clque nunca esta isla se ba visto másnecesitada por las razones que expresa el dichocapitán inglés, pues únicamente hay carne y nadade absolutamente de vianda•.u

La epidemia de sarampión del 1747 sembró lamuerte en toda la isla. Volvieron a sentir los terri­bles efectos del hambre; los víveres se agotaron enla isla y no llegaban frutos ni ganado de los cam­pos. Para estimular a los criadores a suplir de carnea la población. el gobernador don Juan José Colomopr()puso al Cabildo alterar los precios de la carne.Pero los regidores se oponen a sus precios, porque

11. Oh. cit., 1730·1750. p. 144.12. Oh. cit.• 1730-1750. p. 157.

los dueños de hatos no se alentarán en traerla yfijan los siguientes precios:

Carne de ceba, con hueso y todo el arrclde - Rcalde plata.

Carne que no es de ceba y todo el arrelde - Realde vellón.

El Cabildo también reguló el precio del maíz. loshuevos. la manteca y otros comestibles para quelos regatones no subieran los precios. Para atender alreparto de la carne y que cada vecino llevara carnede la buena y de la menos buena, un regidor seencargaba de vigilar. pero era mucho trabajo parauno solo; además muchos regidores caían víctimasdel sarampión y no podían atender a sus obligacio.nes. El Cabildo nombró fiel ejecutor al capitándon Miguel José de Ubides para que atendiera alreparto de las carnes y aliviara el trabajo de losregidores. pues un regidor vigilaría en la Marinay otros en las Puertas para la distribución de losdemás comestibles.

Como no había quien trajera los frutos del cam.po, los regatones se aprovechaban de la situación.y los regidores tenían que perseguirlos para queno vendieran a precios más altos que los fijadospor el Cabildo. Al gobernador le preocupaba laescasez de los huevos, pues por ser tan caros nopodían hacer bizcochuelos que según él «es el máspronto sustento que le aplican con vino a un enfer­mo desvalido».1J No sólo subió el precio de la carne,los huevos, la manteca, el maíz, el arroz. etc., sinoel de otros artículos de consumo. entre éstos, eljabón. el sebo y las velas con que se alumbrabanlos sanos y los enfermos.

Resumen, La época que acabamos de presentar,fue única en la historia de la isla; en menos demedio siglo. la isla sintió los devastadores efectosde dos epidemias, una tormenta y dos prolongadassequías, y se paralizó la vida económica y la pro­ducción de materias alimenticias. Hemos podidorecoger suficientes detalles que nos dan una ideadel patrón de alimentación y de los hábitos alimen·ticios de los pobladores de la isla.

La carne ocupaba lugar muy importante en lascomidas; era el plato principal y con tubérculos oviandas y plátanos. constituía el plato básico; laganadería estaba próspera y había muchos batos deganado. mayor y menor; la carne de vaca y terneraestaba barata. Había otras carnes; cerdo, aves, ca­bro. La ternera gustaba mucho. pero no era tanabundante como la vaca. La crianza de gallinas ypollos no era muy extensa, y la mayoría de las aves

13. Ob. cit., li3:).1750. p. 248.

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y huevos los vendían a los barcos que tocaban en al­gunos puertos de la isla. Las gallinas eran preferi­das a los pollos para caldo, sopas, etc. Había lacostumbre -ya desaparecida- de dar caldo degallina durante cuarenta días, a una recién parida.Las palomas, criadas en las casas como industriadoméstica, también servían para las sopas de losconvalecientes.

Entonces no se consumía la carne de cabrito nila leche de cabra. La carne más popular y útil era lade cerdo. Por las facilidades de la crianza y abun­dancia del cerdo, siempre se conseguía su carnepara cualquier plato. Los primeros pobladores pre­paraban tocino, y según Cumberland el tocino quese hacía en el oeste y noroeste de la isla era el másgustoso.l • Para conservar la carne de cerdo secabanal solla que sobraba. Del cerdo aprovechaban todo;hacían tocino, butifarras, chicharrones, morcillas, ycomo el aceite apenas se conseguía, se extraía lamanteca para confeccionar las comidas. La mante­ca se vendía derretida, por litros.

Por tradición nos gusta el pescado en cualquierforma. Los conquistadores de esta tierra nos lega­ron, entre otras cosas, sus costumbres en el comer,su fervor religioso y su devoción y respeto por los¡preceptos de la iglesia. El pescado es plato indis­pensable en los días de guardar. Precisamente eradurante la cuaresma cuando menos pescado había,y esto preocupaba mucho a los fieles devotos. Elpescado salado y el bacalao son buenos sustitutospara el pescado fresco. El bacalao combina muybien, por su salazón, con otros comestibles. Cuandono se conseguía el pescado, el bacalao con viandaso plátanos tenia mucha aceptación.

La leche y los huevos no se incluían en las co­midas por varios motivos. La producción era muylimitada y especialmente los huevos no se conse­guían todos los cUas y la leche sólo se producíapara el café del desayuno. La calidad de la lecheera muy mala, pues cuando el campesino venía parael pueblo en su yegüita a vender la leche, por elprimer río que pasaba, destapaba los porrones deleche y la -bautizaba». Entonces no había muchademanda de leche para los infantes; por lo general,las madres amamantaban a sus hijos y reforzabansu alimentación con atoles y guarapillos. No exis­tían las fónnulas modernas con leches enlatadas.No había nacido la ciencia de la nutrición; se des­conocía el valor de los alimentos y la importanciade la leche en la alimentación infantil.

En ningún momento, ni aun en las épocas demayor escasez, ni se echa de menos la leche, ni semenciona como alimento, ni para los niños nipara los enfermos y convalecientes. Todavía preva-

14. B. H. P. R., Informe Cumberlnnd. t. V, p. 66.

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lecia la idea del vino para fortalecer a un enfermo.El Gobernador así lo expresa cuando se lamenta delalto precio de los huevos, porque no se puedenhacer bizcochuelos para darle con vino a un enfer­mo desvalido. No se le ocurrió al Gobernador reco­mendar que le dieran leche.

En toda la historia de la alimentación en PuertoRico, la harina desempeñó un papel muy importan­te. A través de los siglos, la harina es la clave pararemediar la escasez de comestibles. Faltando todoslos víveres, los pobladores claman por la importa­ción de la harina. Siempre había carestía de harinaen la isla, nunca se traía bastante, y es claro erael comestible de mayor demanda. Durante las epi­demias y la -tormenta, los regidores pedían al Go­bernador que enviara por harina a las islas extran­jeras y le decían: erque finalmente es preciso morirde hambre si no se solicita en las islas extranjerasalgunas harinas•. El pan, el vino y el aceite eranlos alimentos básicos de nuestros antepasados. Elpan representa el sustento universal. El dicho popu­lar era falta de pan buenas son tortas. queda con­firmado en nuestra isla. En el siglo XVI el casabesustituyó al pan y luego los surullitos y arepitas deharina de maíz y los plátanos asados sirvieron parael mismo fin. Quizá -por la falta de harina y losutensilios y equipo de cocina adecuados, nuestracocina no cuenta con una repostería típica.

Después de la tormenta de Santa Rosa, por lafalta de harina y otros comestibles, los pobladoreshacían pan de la raíz del marunguey,IS un tubérculoque crece en las tierras áridas, especialmente en lazona costera del oeste y suroeste de Cabo Rojo yGuánica. Rallaban la raíz y la dejaban fermentar;hacían con ella unos bollos que envolvían en hojasde plátano y los asaban en brasas.

Las viandas, tubérculos o verduras, cuya varie­dad es bastante extensa, rendían abundantes cose­chas durante todo el año. También había muchashortalizas. Las viandas, por la cantidad de féculaque aportan a las comidas, son excelentes paraacompañar cualquier plato de carne, pescado o ba­calao.

Los platos tienen siempre su origen en la regióno sitio donde se produce o consigue, la materiaprima. Con la abundancia de viandas y carne decerdo se crearon muchos platos típicos de nuestracocina, como son los rellenos: la carne de cerdoen combinación con viandas y hortalizas. Se hacenrellenos de amarillos, pimientos, chayotes, beren­jenas, pasteles, además de empanadas de yuca, al­capurrias y otros. Como había manteca en abundan­cia, se hacían frituras de varias clases combinadascon otros comestibles como los bacalaitos, buñue-

----15. Zama porloricclIsis Urban - De su mIz, especle de bat3t:1 seobtiene una fécula comestible.

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los de ñame, yautía, «barriga de vieja», tostones,mofongo, etc.

La yuca seguía cultivándose para hacer el casa­be que aún se consumía, especialmente por los es­clavos, y era parte del rancho de los soldados, aquienes les daban dos tortas de casabe semanales.

Los platanales eran más extensos que los caña­verales. Había 8,315 cuerdas de tierra sembradasde plátanos y solamente 3,156 de caña. Con la carney los plátanos en abundancia, nadie se muere dehambre. Los plátanos, el casabe, un poco de carney de arroz era la comida de los esclavos. Con lascosechas abundantes de maíz, además de usarloverde o tierno como vianda, hacían harina. El maíztierno servía para las sopas, el sancocho, sopones,mazamorra, y de la harina se hacían los funchesde distintas clases, con bacalao, pescado y coco yademás frituras, arepitas y surullitos, etc. Los gra­nos y el arroz se consumían, pero no era el platobásico de la dieta de entonces. Eran «el segundofrente». Los bellos palmares de la costa aportabanel coco para el popular arroz con coco. Especial­mente en las playas usaban el coco para confeccio­nar distintos platos. Sacaban la grasa del coco yla usaban como manteca, y el aceite lo usaban paraalumbrarse. Con las frutas que crecían silvestres yel azúcar en abundancia se hacían los excelentesdulces en almíbar, ya famosos desde el siglo XVII,

y con el melao y el coco confeccionaban el marrayoo mamposteal y el dulce de coco con jengibre.

Ya era una institución la venta de dulces y co­midas en bateas por las calles, por las negras vie­jas, cocineras jubiladas. Las negras de Cangrejosvenían a la capital con sus bien repletas bateas de

cazuela, empanadas de yuca, marrayo o mampos­teal, tembleque, alegría de ajonjolí. A veces traíansu banquito o catrecito para sentarse en algún za­guán u otro punto estratégico a ofrecer sus golo­sinas a los viandantes.

Desde la introducción del café en el 1736, losvecinos de la isla comenzaron a disfrutar de estaexquisita infusión, que sustituyó al chocolate comobebida principal. El árbol del cacao se trajo a laisla un siglo antes, y el chocolate era la bebida ,parael desayuno, bodas y bautizos hasta fines del sigloXVII en que las tormentas, y una plaga, destruye­ron las siembras de cacao. Otra bebida típica erala aloja, que hoy se conoce como agua laja. Es unabebida refrescante inventada en el siglo XVI paramitigar la sed de los esclavos, que trabajaban en lasestancias e ingenios, bajo un sol inclemente. Sehacía de mclao, jengibre, canela y otras especias,al gusto de la persona. La aloja se consumía engrandes cantidades, y se vendía en muchos puestosque había en distintas partes de la ciudad, el precioera barato, pero tenía un impuesto de un maravedípor cuartillo, y era una fuente de ingreso para elgobierno.

Hemos tratado de presentar como era la alimen·tación del pueblo a principios del siglo XVIII, lasmaterias alimenticias de que disponían para combi­nar los platos que constituyen el patrón de alimen­tación. Teníamos una herencia culinaria legado denuestros antepasados, que iba enriqueciéndose através de los años. Ya en el siglo XVIII existían in­finidad de platos típicos, creación nuestra y comen­.zaba a perfilarse la cocina puertorriqueña.

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Pintura y escultw·a mexicanadel siglo XVITI en Puerto Rico

Por ARTURO D,\VILA

L A RELACIÓN QUE VINCULA CONTINUAMENTE A PUERTO

Rico con la Nueva España durante los si·glos XVII y XVIII es conocida fundamentalmentepor la condición vicaria de la economía isleña res·pecto al tesoro novohispano. En este tráfico, sinembargo, figuran todavía lagunas más o menos in­sospechadas y entre ellas se encuentra la de laspiezas de arte, que si no llegaron en cantidadesnotorias hay motivos para pensar que no fueronescasas.

La noticia más temprana que conocemos esdel año 1748. Los hermanos de la Orden Tercerade San Francisco de San Juan, en junta de 3 defebrero del mismo año, tratan del reconocimientode la imagen de su fundador, que se halló suma­mente deteriorada, «maltratada, calcomida y des­varatándose, de modo que no se puede sin cono­cido riesgo sacar diclta efigie a las procesionesy demás funciones que tiene dicha Venerable Dr·den...» y «unánimes dijeron y determinaron quesupuesto las dificultades que en esta ciudad se Izavisto de hacer dicha efigie (C01Z el aseo y primorque les corresponde) de nuevo, que se encarguea Veracruz a persona de cuidado para que mandehacer la referida imagen de talla toda... ».1

El encargo no pudo realizarse porque fallecióla persona de quien pensaba valerse el comisio­nado, que lo fue don Fernando de Castro, a quiense le encargó en junta del 22 de septiembre delmismo año que buscara en la Isla «persona quepueda construir dic1za santa imagen».z

El valor de esta interesante noticia es doble.En primer lugar, muestra que no era infrecuenteel recurso a la Nueva España para adquirir pie-

1. Ubro 1 de Actas de la V.O.T. de S. Francisco, Años 174S a 1826y 1831 a 1863, folios 3 V., 4 Y 4v.

2. Libro 1 de Actas de 13 V.O.T. de S. Franc¡'co, Aftos 1745a IBU y 1831 a 1863. folios S y Sv.

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zas de escultura, y que también en la Isla, si biencon menos calidades, había personas a quienespodía encomendarse la obra. En cuanto a lo pri­mero, que es 10 que motiva este trabajo, no po­demos aducir testimonios documentales por elmomento pero sí aventurar fundadamente algunasconjeturas.

En el Museo de Porta Coeli en San Germánse conserva, procedente de la iglesia de SantaCruz de Bayamón, una talla dorada y policroma­da de Santo Domingo de Guzmán que, aunque sinbrazos, muestra ser una pieza nada vulgar y cuyaobra debió costar en su tiempo una crecida canti­dad. Cubierta por una capa de pintura blanca ynegra, fue despojada de ella en los talleres delInstituto de Cultura Puertorriqueña. El riquísimodorado, la amplitud de los hábitos, el rosario alcuello, como los dominicos de India y Filipinas yel diseño abigarrado del estofado hacen pensar enla Nueva España como su lugar de procedenciay la primera mitad del siglo XVIll como el tiempoen que fue labrada.

Se plantea, sin embargo, un problema inicialy es el de su ubicación en el grupo de imágenesde la antigua iglesia de dominicos, hoy San José.La imagen de que tratamos es de talla entera yen el Inventario de 1838, formado por los oficia­les de Hacienda, se dice 10 siguiente: «La imagendel Santo Patriarca constante de cabeza, manosy pies sobre armadura de madera.". En la relaciónde alhajas se alude a «una estrella de oro con unapiedra blanca en su centro» que se fijaba en lafrente de la imagen y se enumeran hasta diez ob­jetos preciosos que corresponden al aderezo defiesta de una imagen de vestir) No es, pues, la

3. Inventarios generales de lodos 105 bIenes de los conventosde Santo Domingo y San Frnnclsco en esta ciudad, y del de PortaCocli en la villa de San Germán. (Archivo Gen. San luan).

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Retrato de Cristo según la descripción de San Anselmo. Pintura mejicanadel siglo xvnr. Museo de Porta Coeli. San Germán.

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que nos ocupa. Pensamos que acaso se trate dela imagen de Santo Domingo que mencionan lospapeles de la Orden Tercera Franciscana comoexistente en su capilla a mediados del siglo XIX,

probablemente trasladada aUí desde la iglesiaconventual, hoy desaparecida.

'Como mera conjetura, apuntamos la posibili­dad de que la imagen del Cristo llamado del BuenViaje, existente en la iglesia de los Terceros, seatambién obra de un taller americano, ya sea puer·torriqueño o novohispano. La primera noticia quehasta el momento tenemos de ella es la que nosda un acta de ]a Junta de Discretos de la V.O.T.del 12 de abril de 1769, en que se hace constarque el presbítero don Tomás de Castro pidió elaltar del lado derecho de la CapHla 'Apara colocaren él al Santísimo Cristo del Buen biaje•.• » 4 Essignificativo que un ·hijo de don Fernando de Cas­tro, a quien se encarga que busque un imaginerode la Nueva España o de la Isla para hacer ]atalla de San Francisco en 1748, sea el que pidaun altar para colocar una imagen al parecer desu propiedad o de los suyos.

La parvedad de estos datos no autoriza a más.Pero si debieron venir algunos lienzos mexicanos.La forma curiosa en que es remitido uno de ellosdesde México y las razones del envío, nos las dauna interesante carta del Teniente de Rey de Ve­racruz y su castillo de San Juan de Ulúa, donDiego Garda Panés, dirigida a la Madre Priorade las Carmelitas de San Juan, Sor María del Co­razón de Jesús Correa, en 12 de enero de 1794.La carta, cuyo texto se incluye en apéndice, aludea ]os peligros en que se hallaron él y los otrospasajeros del 'buque en que navegaban de Cádiza Tenerife y cómo hicieron ¡promesa de celebrarcon una misa solemne en honor de la Virgen deGuadalupe de México, cuya reproducción llevabaconsigo dicho señor, la liberación de sus traba·jos. Llegado a México decidió mandar hacer unacopia de la misma imagen para remitirla a ]asCarmelitas, en cuya iglesia se celebró la fiesta.Dice así:

u .. .luego que llegué a esta Capital COIl elExcmo. Sor. Virrey, dispuse que uno de losmejores pintores me trasuntase la Imagenen lienzo de regular tamaiio con las qtlatroapariciones, )' efixies de dos Santos tutela·res: el Patriarca San José y San Juall Nepo·n7Uzeno... cu)'o lienzo bien puesto para queno se maltrate va dentro de l/IL caiioll delata )' dirigido COIl esta por mano de 11//amigo el Sor. D. José Fuertes comisario 01'·

denador y administrador /{eneral.de correos

4. Libro I de Aclils l.le la V.O.T. eJe S. Ftanei$co, folio 32.

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de la H( abaita) esperando tener la dicha deque .llegue tan precioso don á manos de V. R.y de esa Santa Comunidad... reencargandoúltimamente á V. R. que para la permanen­cia y respecto de dha. Imagen tocada al orí·ginal se coloque si puede ser en wz cristalo como hallase V. R. más conveniente .....

A falta de la pieza, que no se encuentra ya enel Com'cnto de las Carmelitas, encontramos unadescripción detallada de la composición, que se·guía el esquema típico de las pinturas guadalupa­nas del siglo XVIII: la imagen cn el centro y encuatro marcos ovalados de rocalla asimetrica, lasfases de la conocida mariofanía mejicana. Otrosdos óvalos encerraban las efigies del titul~r delconvento y del por entonces pDpular santo bohe­mio, San Juan Nepomuceno.

Son interesantes tanto los detalles de ]a formaen que se realiza el envío, como la manera de CUI­

dar la pintura recomendada por el donante, queaplicaban también las monjas a los cuadros deCampeche.

5. Dos folios. Archl\o d~ las Carrnélí'a~. Sanlurcc.

Tránsito de San José, lienzo mejicano del siglo XVIII.

Museo de Porta Coeli. San Gennán.

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El Insti·tuto de Cultura Puertorriqueña poseehoy algunas piezas de pintura dieciochesca mexi·cana, existentes en el Museo de Arte Religioso dePorta Coeli. Se trata de temas socorridos de aquelsiglo en México, corno son el retrato de Cristo,escenas de la vida de María, San Joaquín y SantaAna y una graciosa pintura del tránsito de SanJosé. Una fecha: 1721, ubica este lienzo y de lafirma 'borrosa del autor se ocupaba el malogradohistoriador y critico Martin Soria meses antes dI.:su muerte.

Aparece el santo tendido en cama con el [ivvImortis en su rostro y atendido por Jesús.y Maríaa quien ofrece un arcángel con ingenuidad encan­tadora un medicamento. Unos trebejos en una me­sita a la izquierda en primer plano completan elmodesto ajuar de la estancia. Dos angelotes sos­tienen sobre la cabeza del santo una corona real·cubierta y los nombres de JESÚS, MARtA Y JOSÉaparecen en caracteres dorados sobre la cabezadel enfermo, iluminada por una ráfaga de luz quedesciende de lo alto yen· cuyo centro se ciernela paloma mística.

No nos detendríamos en esta pieza ingenua,<:00 colorido de arcoiris, copia fiel de una estampaitaliana. pues hemos visto otro lienzo parecido enla capilla de San José de la Catedral de Salerno,si no fuera por haber hallado que esta pintura noes otra cosa que la suma de varios momentos d~

la. última enfermedad y muerte de San José, talcomo la describen diversos autores barrocos lei·dos en México y como corría en libritos de devo­ción entre el pueblo en el siglo XVIII. Reimpresoen Puerto Rico en 1834, pero seguramente impresoantes en esta ciudad6 tenemos un ejemplar no pu­blicado o desconocido por Pedreira en su Biblio­grafía que lleva el barroquísimo titulo reproducidoen estas páginas.

En él se describen algunos detalles que apa­recen en el lienzo de que tratarnos, como la pre"paración de la comida por María y el último colo~

quio con Jesús antes de morir. Los textos estántomados fundamentalmente del libro V de la Mís­tica Ciudad de Dios, capítulos XIV y xv, donde laVenerable María de Jesús de Agreda explica cir~

cunstanciadamente la última enfermedad del San·to.7 Una vez más la influencia de sus escri tos se

6. Las indulgencias q~ aparecen en la liltma página están con·cedidas por el Obispo don Mariano Rodrigue: de Olmedo y Valle.que en 1824 pasó al Arz.obispado de Santiago de Cuba. Por tanlo,debió exislir una edición primera enlre los años de 1826 a 24, ca·rrc:spondic:nlc:s a su ponliricado.

7. Mlstica ciudad de Dios, Milagro de su omrripoteltcitJ ~. Abismode la Gracia. Historia dil'ina y vida de la Virgen Madre de Dios,Reina y Señora Nllestra. Mar/a Sant/sima, Restauradora de la culpade Eva, y Medianera de la Gracia, dictada y manifestada en estosilltimos siglos por la misma Señora a su esclava Sor Maria de Jesús.Abadesa indigna de este convento de la Inmar:ulada Concepciól/ dela villa de Agreda; para nuel'a luz del mundo, alegria de la IR/esiaCatólica y confianza de los mortales. Segunda parte. Libro V. Capl.

comprueba en la iconografía americana del si·glo XVIII.

AP~NDICE

Carta en dos folios, fechada en México el 12 deenero de 1794, dirigida por don Diego Garda Pa·nés a la R. M. Priora de las Carmelitas Sor Maríadel Corazón de Jesús Correa. Archivo de las Caromelitas. Santurce.

«Mui Reverenda y vellerada Sra. de todomi respeto: Quando por Enero del año pa­sado arrivé a ese Puerto, teniendo dispuestocon los demás pasageros y Oficiales delBuque, cumplir la promesa que todos 11i­zimos a María Santísima en su advocasiónMilagrosa de Guadalupe de México por I/u­bemos librado Milagrosameme de los peli­gros repetidos que experimentamos desdeCádi:. a Teneri{e, deprecando ante su Sta.Imagell tocada aE original, que traía yo ysiempre me acompa,la,' por disposición deese lUmo. Sor. Obispo y franqueza de vues­tra R. )' su Santa Comunidad, hisimos lafiesta en ese Santo COllvento, donde fervori­zada la devoción de V. R. y demás Religiosasdexé ell su Compatiía llasta la víspera de miembarque, la Lamina de mi Venerada Pro­tectora.

Bien conocí al despedinne que esa SantaComullidad fervorizada en Devoción a MaríaSantísima de Grwdalupe Patrona de estaAmérica sentía la separación de mi Imagen,'pero deseoso yo de que logre V. R. y laSanta Comunidad otra semejante imagenpara venerarla y darle culto en su Iglesia,donde movidos los Corazones imploren laDivina Misericordia, para aumento, felicidadde la iglesia y de las Armas de Ntro. Cató­lico Monarca.

Luego que llegué a esta Capital con elExmo. Sor. Virrey, dispuse que uno de losmejores Pintores me trasuntase la Ymagenen lienzo de regular tamaiio con las quatroapariciones, y efixies de dos Santos tutelares:el Patriarca San José y San Juan Nepomu­zello; y para que lleve mas requisito al culto)' veneración haviso á V. R. que dicho lienzova tocado al original que se venera en laReal Colegiata de su título de GuadalupeEstramuros de México,' pues una casualidadme !tizo conseguir la satisfacción de que elDoctoral de la misma Colegiata tocase esta

turo xv; Del Trd'lsíto feUe/simo de Sa" José. )' 10 que sucedió enél; y le asistieron Jesús nues/ro Salvador y Maria Santlsima Se'-¡oraIIue$tra. Edición de Barcelona, Luis Gili, 1911, pdginas B5 :Y si·guientes.

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Page 48: Revista del Instituto de Cultura

copia al original, cuyo lienzo bien puestopara que no se maltrate va dentro de uncañon de Lata y dirigido con esta por manode mi amigo el Sor. D. José Fuertes comi­sario ordenador y Administrador de Correosde la H(¿abana?) esperando tener la dichade que llegue tan precioso don á manos deV. R. y de esa Santa Comunidad para qut!todas esas Almas justas llenas de Juvilo yde Espíritu Ardiente puedan continuamentetributar cultos a mi amada María Santísimade Guadalupe,· y siendo presiso que V. R. S.me paguen eJ afecto y el rega~o, paga quepretendo exigir es que cuando la Sta. Comu­11idad ore ante esta Santísima Imagen, pidan.á tan amante Madre se compadesca y tengamisericordia de este pecador, de mi Esposa,Hijos y Nietos para que todos logremos mo­rir con aquellos dívinos auxilios y felicidadde ver la Original en el Cielo.

Acompaño dos estampas tocadas al Origi­nal: una Novena, un rezo diario y otro parael día doce de cada mes, que por lo pronto110 puedo remitir más por la pronta salidadel Correo,· pero en el siguiente mesal y en

·los subcesivos ire remitiendo por el mismoconducto en pliego dirigido á V. R. másexemplares de todos, a fin de que cada re­ligiosa pueda 'tener en su Celda los auxilios

de esta devoción y no privarlas de este gozo;Encargando ultimamente á V. R. que parala permanencia y respecto de dicha Imagentocada al original se coloque si puede ser(e)n tUl crístal o como hallase V. R. por masconveniente.

Haviendose dignado el Rey promoverme aCoronel propietario del Real Cuerpo de Ar­tillería como se ve en la Gazeta de 10 deoctubre; para que esta sattisfacion me seamas completa, la o/resco respetuosamente áv. R. y á su Sta. Comunidad que puedenlibremente ocupar mi inutilidad en su ob­sequio, porque la distancia no me impediráservirlas en cuanto pueda; como la experien­cia lo acreditara siempre que V. R. se dignemandanne e interin y siempre quedo rogan­do a Ntro. Sor. guarde la vida de V. R. ySantas Religiosas de ese convento los mu­chos años que deseo y conviene á la Cris­tiandad. México 12 de Enero de 1794.

B. L. P. de V. R. su mas at."rend." y afecto servidor. -

DIEGO GARCfA PANES (rúbrica)

R. M. Avadesa de CarmelitasCalzadas de Puerto Rico.

María declara su gravidez a San José. Pintura mejicana del siglo XVIII,firmada .por A. López. Colección del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

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Virgen del Rosario,por José Campeche

Bodegón,por Francisco OIler

Exposición

Dos siglos de

pintura puertorriqueña

El Museo Rodante del Instituto ~e Cultura Puer­torriqueña inauguro en enero la exposición jituladaDos siglos de pintura puertorriqueña, que desde suapertura se ha presentado en 52 pueblos de la Isla.

Aunque incompleta por las limitaciones físicas inhe·rentes a un museo rodante, la exposición ofrece unavisión panorámica del arte pictórico puertorriqueñodesde sus primeras manifestaciones conocidas hastasus más recientes expresiones, revelando la estrechavinculación existente entre los diferentes momentosde nuestra pintura y las corrientes artísticas uni·versales ·que se han sucedido desde el neoclasicismodel siglo XVUI hasta el neofigurativismo y abstraccj~

nismo contemporáneos. La exposición incluyó unapequeña muestra de la obra de nuestros principalesgrabadores.

Entre la~ obras exhibidas figuran pinturas o· gra­bados de Jase Campeche (1751-1809), Silvestre Andino,Joaquín Goyena, Tomás Espada. las hermanas Clet~

Nota y Ramón Aquiles (principios del siglo XIX), Fran·cisco OUer (1833.1917), los pintores de las primeras

. décadas del presente siglo (Miguel' POll, Ramón Frade,Osear Colón Delgado, Julio Medina González y Fr n·cisco López de Victoria, y los que surgen a partir del1940, entre ellos José R. Oliver, Félix Bonilla Norat,Fran 'Cervoni, Lorenzo Homar, Jorge Rechany, EpifanioIrizarry, José A. Torres Martinó, Carlos Osorio, An·tonio Maldorado, Augusto Marín, José Meléndez Con­treras, Manuel Hernández, Rubén Mon:ira, Julio R~

sado del Valle, OIga Albizu, Eduardo Vera Cortés, Al­fonso Arana, Rafael Tufiño, Samucl Sánchez, RafaelRivera Garda, Felix Rodríguez Báez, Roberto Alberty,Domingo García, Myrna Báez, Jaime Carrero, LuisGermán Cajigas, Luis Hernández Cruz, Rafael ColónMorales, Antonio Martorell, Rafael Ríos Rey y José.Fígueroa.

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Page 50: Revista del Instituto de Cultura

Piragüero,por Myrna Báez

Niños,por Félix Bonilla

Noche clara,por Carlos Rivera

Mujer de Barceloneta,por Lorenzo Romar

Calle,por Miguel Pou

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Page 51: Revista del Instituto de Cultura

Santos,por Jaime Carrero

La parva,por Alfon!io Aranda

Paisaje,por Osear Colón Delgado

Baile de bomba,por Epifanio Inzarry(óleo)

Betances.por Rafael Tufiño

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Page 52: Revista del Instituto de Cultura

Páginas de nuestra literatura

Carreras de San Juan y San Pedro 1

Por MANUEL A. ALONso

SI LA NOBLEZA DE LAS COSAS CONSISTIERA SÓLO ENsu antigüedad, difícilmente se hallaría una

más noble que el correr. Es indudable que el pri­mero que corrió fue el primero que tuvo piernas,y las piernas son tan antiguas, que ningún buen~istiano puede negar que datan desde nuestropadre Adán; aunque se vena muy apurado el quepretendiera demostrar en qué tiempo han sidomás o menos úWes.

Yo creo que, a pesar de su dignidad, no dejarlanuestro primer padre de dar adgunas earreritascuando no tenía otra ocupación que la de gozar delas delicias del paraíso en compañía de Eva; y ajuzgar por lo que nos sucede a sus míseros des·cendhmtes, .debió correr mucho más y con menosalegría, desde el momento en que se le acabó tan,buena vida y tuvo que ganar el pan con el sudorde su rostro.

Desde tan remota antigüedad hasta la época enque vivimos no· h~y quien de un modo u otro nohaya corrido: unos a pie, otros en pollino, unos alpaso, otros al trote y no pocos a todo escape, todoscaminamos; y aunque de distinto modo y ilor víasa veces encontradas, llegamos siempre al mismoténnino.

Pero no es mi intento hablar de tantos y tandiversos modos como hay de Hegar al fin de nuestracarrera, porque es asunto demasiado grave, queme guardaré muy bien de tocar; sólo quiero ocu·panne de lo que comprende el título de este ar­tículo, y todo lo que no sea «Carreras de San Juany San Pedro en ~a Capital de Puerto-Rico» quedaexcluido de él.

A pesar de mi ¡genio, procuraré, lector querido.ponennc un poco serio, porque Ja cos.tumbre de un'País es cosa 'Clelicada y. debe tratarse con circusa

pección. Sólo pido que tengas en cuenta mi buendeseo, para que disimules ,las faltas, que no será

l. Publicado en el COII,:;ollero de BfJrinqu<f11 el año 1846.

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extraño cometa el que hace aJgun~s anos salió,siendo todavía muy joven, del país cuyas costum·bres ensaya bosquejar. .

Hay ciertos días en los cuales las poblacionesmás pacíficas, las ciudades más bien gobernadas,ricas e industriales y las aldeas más pobres, pare­ce que obedeciendo a un instinto particular, se, .complacen en saJ.ir de 'las reglas que guardan: du­rante todo el año; 'Clías de bullicio y confusión, quecada país, y aun cada pueblo, tiene según su índoley el grado de civilización en que se encuentra; día~

en que el magistrado no es magistrado, porque noejerce sus funciones; en que el mercader cierrasu tienda, y el artesano su taller; días fecundos enaventuras amorosas, y en que las bellezas más aJ­tivas suelen sonreír al que han hecho suspirar pormucho tiempo; días de esperanzas para los jóve­nes, y de recuerdos para los ancianos; días, final·mente, en que las mayor.es extravagancias son ad·mitidas, con .tal que vayan autorizadas con el sellode la costumbre.

Los de San Juan y San Pedro son en la Capitalde Puerto Rico del número de éstos, y una de lascosas con que los habitantes de la Isla los ameni­zan son las carreras a caballo. He aquí lo que so­bre ellas dice don Iñigo Abad en su historia dePuerto Rico dada a luz en Madrid en el año 17-88.

«Las fiestas principales (dice) las celebr:m tamobién 'Con corridas de caballos, a que son tan pro·pensos como diestros. Nadie pierde esta diversión:'hasta las niñas más tiernas, que no pueden tener­se, las neva alguno sentadas en el arzón de la silla·de su caballo. En cada pueblo hay fiestas, seña­ladas para correr, los días más solemnes. En laCapital son los de San Juan, San Pedro y San Ma­teo. La víspera de San Juan al amanecer entragran multitud de corredores, que vienen de lospueblos de la Isla a lucir sus caballos. Cuando danJa'S doce del día salen de las casas hombre y rnu-

Page 53: Revista del Instituto de Cultura

jeres de todas edades y clases, montados en suscaballos enjaezados con la mayor ostentación a quepuede arribar cada uno. Son muchos Jos que lle·van sillas, mantillas y 'tapafundas· de terciopelobordado o galoneado de oro, mosquiteros de lomismo, frenos, estribos y espuelas de plata; algu­nos añaden pretales cubiertos de cascabeles delmismo metal. Los que no ,tienen caudal para tanto,cubren sus caballos de variedad de cintas, hacién­doles crines, colas y jaeces de este género, adornán­doles con todo el primor y gusto que pueden, sindetenerse en empeñar o vender 10 mejor de su ca·sa para lucir en la corrida.

»Esta no tiene orden ni disposición alguna: lue·go que dan las doce de la víspera de San Juan,salen 'Por aquellas calles con sus caballos, que sonmuy veloces y de una marcha muy cómoda. Co­rren en pelotones, que por lo común son de los pa·rientes o amigos de una familia; dan vuelta portoda la ciudad sin parar ni descansar en toda lanoche, hasta que los caballos se rinden. Entoncestoman otros, y continúan su corrida con tanta ve­hemencia, que parece un pueblo desatado y frené­tico, etc...»

Esto sucedía en aquellos tiempos en que PuertoRko era, según el mismo escritor, una carga pesa­da para la Metrópoli; ahora que se ha convertidoen uno de los brillantes de JaCorona, en esto, co­mo en todo lo demás, ha habido muy notables va·riaciones. ¿Quién se atrevería a decir hoy que losnaturales de ella no se detienen en vender o cm·peñar lo mejor de su casa para lucir en una corri·da? Más aún: ¿Quién osaría repetir una de aqueollas célebres cuanto vergonzosas Cantaletas que re­cordamos hasta los más jóvenes, y en las cuales nose respetaba el honor, ni los secretos de las fami·lias? La civiHzación y el buen juicio han desterradoestos abusos, y no debo ocuparme de ellos, puestoquena hay ya que corregirlos.

Las carreras de San Juan y San Pedro son en eldía un diversión honesta, grata y que puede utili·zarse en bien del país, habiendo desaparecido deellas todo cuanto tenían de inmoral y vicioso. Masempieza ya a tocar al otro extremo; esto es, pier­den su atractivo y se van haciendo cada día másinsípidas. No llega a la mitad el número de los ji.netes, y la señoras abandonan este medio de lucirsu gallardía; de manera que si no procura reme·diarse, llegará día en que -sólo se conserve un re·cuerdo de lo que ha sido y es aún una de las me­jores fiestas del país.

A -pesar de esta decadencia, es agradable el verlas parejas que después de las cinco de la tarde,y no a las doce del día, recorren las limpias y her·masas calles de Puerto Rico. Todavía algunas jóve­nes elegantemente vestidas ostentan su habilidad,manejando con sol,tura y sobradísimo grado brio-

sos y ligeros potros de Caguas y Yabucoa, queparten como el rayo, y se detienen al movimientode una manita que apenas alcanza a abrazar lasriendas. Los balcones ostentan cuanto hay en laCapital de distinguido, bello y de buen tono; y elpueblo, esparcido por las calles y Jas plazas, se en­trega al gozo que le produce una diversión tan desu gusto.

Una o dos horas después de oscurecer, está lle­na la plaza de armas de caballos, buenos y malos,feos y bonitos, Sacos y gordos, veloces y pesados:ninguno está excluido de ella, para que los aficio­nados menos ricos o que no quieren correr por latarde. puedan hacerlo por la noche, mediante unalquiler sumamente excesivo, pero que siempre pa­rece poco al que desea llevar una cumarracha.

Por la tarde es atrozmente silbado y escarne­cido el que se atreve a presentarse en la carreracon un mal caballo, o que no esté bien enjaezado;por la noche sucede todo lo contrario: las cómodasy económicas banastas reemplazan a la silla; y unafresca chaqueta de lienzo al rico dormán de paño,que es el vestido que más usan los que corren a.aquella hora. ·Poco importa que el animal sea deprimera casta, o un descarnado platero, que nopor esto queda sin correr; sino que lleva su jine­te, y quizás por añadidura una de aquellas moreni·tas capaces de hacer bailar la jurga a un magistra.do del tiempo de Carias JII.

En muchas esquinas encienden hogueras, cuyaluz, unida a la que presta el excelente alumbradode aquella ciudad, permite distinguir perfectamen­te las fisonomías. El frente de las casas es ocupa­do por una hilera de sillas, y éstas por otros tan·tos curiosos, que cruzan dichos, a veces muy agu­dos, con los que pasan por medio de la doble filaa todo correr, y con los de Ja acera opuesta; 'Peroel centro común de estas agudezas, el teatro de es­cenas más animadas, el punto de reunión de lagente de -broma es el atrio de la Catedral llamadoen aquellos días Balcón de los arrancados.

El estar en la calle del Cristo, una de Jas másfavorecidas por los corredores, el tener a su frenteuna plaza, y el ser un lugar espacioso, de pocaelevación y seguro por estar amurallado, dan a es·te sitio la preferencia, reuniéndose en él una es­pecie de .tribunal, que juzga la bondad de los ca·baIlas, y se encarga de aplaudir a los bonitos yligeros, y silvar estrepitosamente a los flacos y pe­sados, Uamándoles chalungos, cl10ngos, chacuecos,sancochaos, y otros mil adjetivos que tienen losinteligentes, uniéndolos a las frases más chistosasy oportunas.

Este bullicioso y alegre cuadro, es el que pre­senta la ciudad de San Juan Bautista de PuertoRico las cuatro noches de la víspera y días de SanJuan y San Pedro hasta las doce; a cuya hora una

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'banda de música militar ejecuta varias piezas enla plaza de armas, rodeada de todos los corredo­res, que de allí van a descansar sus doloridas ymagulladas humanidades.

Los que ltienen la costumbre de llamar barbari­dad a todo lo que no sucede donde nacieron, diránque 10 es el correr tantas horas seguidas, de nochey en varias direcciones, por las calles de una ciu­dad; mas esto que a primera vista no tiene réplica,es un reparo que causaría risa a más de un corre·dar; porque la claridad del alumbrado, la anchura,rectitud, limpieza y hermoso empedrado de lascalles, la bondad de los caballos, y sobre todo lasuma destreza de los naturales, hacen ilusorios losriesgos que en otro país serian inevi,tables.

No se crea que hablo apasionadamente cuandocoloco entre las causas que pueden impedir des­gracias en estas corridas -la destreza de mis pai­sanos; véase lo que dice don Iñigo Abad, sobre elparticular, y aún se me tachará de excesivamentecorto al encomiarla. No sé que haya en toda laIsla una sola escuela de equitación, porque el mon­tar a caballo es para aquellos isleños lo mismo queel vestir; sobre todo en los campos, donde apenaspuede hacerse una diligencia o visita, y en algunasépocas ni salir de casa a pie, por el agua de laslluvias y por otras causas que juiciosa y oportuna­mente cita el mismo autor.

Tales son las carreras de San Juan y San Pe­dro; diversión que he calificado antes de honesta ygrata, porque en ningún país, incluso aquellos quese ;tienen por más civilizados, hay una fiesta popu­lar que menos ofenda a la moral; y si algún hechoaislado para a veces en contra de ella, no es culpade la costumbre, sino abandono de parte de losque, estando al frente de una familia, debieran im­pedirlo, cuidando de ella como es su deber. Encuanto a las expresiones que se oyen alguna vez,¿qué sucede en las plazas de toros, en el entierrodel Carnaval, y en todas las fiestas a que concu­rren y en que se mezclan todas las cIases de lasociedad?

La afición del pueblo a este espectáculo no neocesita más prueba que lo dicho; fáltame exponerla convenienoia de mantenerlo y alentarlo, y el bienque de ello sacaría el país.

Aparte de la distracción, hay una ventaja posi­dva, una mejora de grande utilidad, cual es el fo­mento de la cría caballar. En un país en que porel estado de los caminos son tan necesarios estosanimales; en un país de donde se saca el ganadopara las islas vecinas, en que la cría es casi nula,ya que tenemos tan excelente raza de caballos,¿por qué no estimular a los labradores? ¿Por quéno ensayar algún medio para introducir este nuevoramo de comercio?

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Todos sabemos el furor de corridas, apuestas,etcétera, que hay en las principales capitales deEuropa; mas no es esto lo que yo pretendo quepudiera plantearse en Puerto Rico, porque a mi mo­do de ver, el premiar el caballo que corra más enmedia hora. no es, como nota muy bien nuestrofestivo Fr. Gerundio, el modo de mejorar la raza;además. aquello de que el mismo dueño no montesu caballo, sino que sea un Yokey, aunque muybueno para las capitales de Europa, lo juzgo in­oportuno y hasta ridículo en mi país; y así otrasmuchas cosas que, atendida la diversidad de cos­tumbres, fuera errado el querer trasplantar.

Yo preferiría a todo que hubiese una junta comopuesta de criadores y aficionados, que no faltan enla Isla, que tienen actividad, buenos deseos, y quese alegrarían de que hubiese para ello un estimulo.

Que esta junta, presidida por la autoridad su­perior, u otra que ésta nombrase, hiciera un regla­mento, sin más artículos que los precisos paraseñalar a cada uno sus atribuciones, y los premiosque habían de darse:

1.0 A]a mejor yegua de vientre.2.° Al caballo más ligero.3.° Al más bien domado y enseñado.4.(1 Al más corpulento y de más fuerza.5.° Al de mejor estampa.

Que cada año por San Juan y San Pedro se re­uniesen en la capital, como 10 verifican ahora, parala prueba. comparación y adjudicación de premios,en cuyo acto se desplegase todo el aparato posible.

Que se publicasen en los periódicos los nombresdel dueño y del caballo premiados, y que se hicie­sen algunas otras cosas que son buenas para dichasen un reglamento, y ajenas de un articulo comoéste.

He aquí el modo de aumentar el brillo y atrac­tivo de estas fiestas, y utilizarlas en bien del país;puede que me equivoque, pero ya que todo empiezaa desarrollarse en la Is]a, ya que hay esa tendenciaa perfeccionarlo todo, no sería en mi concepto des­acertado el ensayar este medio. en extremo eco­nómico, de premiar al hacendado laborioso, y dis­traer al pobre jornalero.

No tengo la presunción de creer que el medioindicado sea el único; mi idea es la de llamar laatención de la Sociedad Económica de amigos delpaís sobre una mejora útil, cual es la perfección dela raza caballar; habrá muchos que proponganotros mejores; pero ·10 que ellos me aventajen enacierto no hará menos ardientes mis deseos por elbien y la prosperidad de Puerto Rico.

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EStE DíA DEL 'POETA EN Qun LA ASOCIACIÓN DE AUTO-

res Puertorriqueños premia a poetas de hoy yevoca a dos que han de vivir mientras haya concien­cia de lo que hemos sido y lo que somos aún, meha hecho volver al mundo de la poesía de uno deellos por séptima vez. Pero, aunque fueran setentaveces siete las entradas que hiciera a un arte ama­do desde la adolescencia, siempre habría para mírevelaciones nuevas de José de Diego y la poesía.Porque ahora comprendo cada vez con más clari­dad que De Diego sintió y vivió la poesía como elnatural clima de su ser, enriquecido por su imagi­nación encendida; por sentimientos nacidos de con·vicciones insobornables éticas y políticas; por susensibilidad para apreciar el sentido de lo mínimoy lo grandioso, descubierto en extremos como lahormiga que va y viene detrás de una hoja en mediode la tempestad con imperturbable poder descono­cido por el hombre, y las aguas del Atlántico y elPacifico al encontrarse al fin en el Canal de Pana­má, según la profecía cumplida del poema MadresAguas.

En tal clima poético, donde buscaba descansodespués de la tensión y fatigas de sus deberes po·líticos y forenses, lo encontré una tarde sentado enun banco del jardín en su casa de la parada veinti­séis en Santurce. Leía los poemas de Alfredo deVigoy. La sombra de una guásima en flor era fondoadecuado de la figura y al mirarlo yo sabía, aunqueno hubiera podido decirlo entonces porque aún nose había escrito, lo que leí mucho después sobreRicardo Güiraldes: el alma de De Diego tenía tamobién la esbeltez de su persona"

Al verme llegar, como solía los viernes por latarde al salir de la escuela, sonrió y me invitó asentarme a su lado. El poema que leía -La muerte

.. Capllulo del libro José de Diego en mi memoria, en prensa.l. el Ojal6 que tu alma tenga la esbe1tl!% de tu personal-: es un

verso de Alfonso Reyes en A lti memoria de Güiraldes, Poeslas comopletas X, México, Fondo de Cultura Económica, 1!15!1.

José de Diego y la poesía*

Por CONCHA MELÉNDEZ

del lobo- estaba en francés, y yo entonces no habíaempezado a aprender esa lengua. Pero, el poetatradujo para mí el poema entero. Su voz de vibra­ciones graves, ponía en los versos una entonaciónque no he podido olvidar y me parece oír cuandoleo ahora el poema en francés. Porque como DeDiego mismo escribió en el prólogo de la Antologlade poetas jóvenes,1 publicada por José S. Alegria yEvaristo Ribera Chevremont, hay una inefable ar­monía interior que en la poesía que lo es en verdad,«va por dentro de las palabras a los manantialesdel pensamiento, y es luz y color y sonido y cuantoarde y canta en el panorama de la vida•.

La muerte dellobo,3 describe una cacería en queDe Vigoy transforma lo vivido en dolorosa conside­ración de la flaqueza y crueldad humanas. El es­cenario tiene la grandeza sombría de un paisaje delOssián de Macpherson que leyeron conmovidos losrománticos de Europa y América:

Las nubes corrían sobre la luna en llamascomo sobre un incendio vemos huir el humo,y el bosque se extendía negro hasta el horizonte.En silencio marclzábamos sobre la húmeda yerbalos guijarrales ásperos y las arenas blandas,cuando al cruzar un grupo de abetos de las Landas,vimos entremezclarse bajo la espesa umbría,las huellas de los lobos que husmeó la jaurla.

He usado pasajes de la traducción de RafaelObligado,4 cambiando algunos versos que a mi vercobran así más fidelidad de sentimiento y significa­do en relación con el original. El poema narrativopuede resumirse así: Reteniendo el aliento, los ca-

2. Evaristo Ribera Chevremont y Jos~ S. AIegrla. Antologla dc:poetas jdvenes, San Juan. Real Hennanos, 1!117, p. IX.

3. AImd de: Vlgny: La muerte del lobo. Traducción de RafaelObligado. En La poesla francesa del romanticismo al superrealismo.por Enrique Diez Canedo. Buenos AIres, Editorial Losada, 1945, pági­nas 18.20.

4. Ibid., p. 17.

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zadores se detienen. En el valle y el llano no seoye ni un suspiro; las encinas abajo, se inclinancontra las rocas pareciendo dormir acurrucadassobre los codos. El más viejo de los cazadores, exa­minando la arena, anuncia que las huellas sonrecientes marcas de dos lobos de garras poderosasy dos lobeznos. Armados todos de cuchillos y fusi·les, esperan mientras las figuras veloces de los lo­beznos danzan bajo la luna. Juegan en silencio por·que saben que a dos pasos se esconde el hombre,su enemigo. El padre estaba de pie contra un árbol.La loba, como la que en mármol fue adorada enRoma, reposaba. Sorprendido, con todos sus ca­rninas tomados, el lobo es herido de muerte porfusiles y cuchillos.

La muerte del lobo se describe con admiraciónconmovida. Ha destrozado uno de los lebreles. Gol­pes de fuego atraviesan su carne; los cuchillos,como tenazas, se hunden en sus entrañas. La yerbaenrojece con su sangre. Mirando siempre a loshombres se recuesta lamiendo la sangre de suboca y desdeñando saber cómo perece, cierra losgrandes ojos y muere sin un grito.

En la segunda parte del poema el poeta, con lafrente reposando sobre el fusil, no pudo resolversea la persecución de la viuda bella y sombría queno abandonó a su compañero en la gran prueba.La deja ir con sus hijos y piensa que les enseñaráa no entrar en las aldeas donde el hombre vive conlos serviles anImales que hostigan a los primerosposeedores de los bosques y las rocas.

La tercera parte es una reflexión del poetaquien se avergüenza de ser hombre como los hom­bres débiles ante la muerte. Los animales -pien­sa- saben dejar la vida y su dolor en silencio.La última mirada del lobo le ha llegado al corazón.En ella De Vigny leyó una amonestación que se­ñala un viraje de la primera fase del romanticismocomo desesperación, ejemplificado en nuestra len­gua por Espronceda en algunos momentos de supoesía, hacia un programa de acción que encaucela energía espiritual según propósitos de creacióny servicio. Es De Vigny quien habla por el lobo yes De Diego quien aprende y empieza a moldearsu existencia después de la crisis de fe y des·concierto descrita en el prólogo del libro Pomarro­sas. El programa es trazado desde la mirada dellobo viajero hacia la muerte. Esa mirada dijo:

... Afánate porque un día tu almaa fuerza de acendrarse meditativa y calmalogre al fin ese temple de heroica fortalezacon que nací yo, hijo de la naturaleza.Gemir, orar, llorar, es igual cobardía.Cumple tu largo esfuerzo con estoica energía,lY al fin ya del camino que te marcó la suertecomo yo sufre y entra silencioso en la muerte!

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El temple de heroica fortaleza en la larga, difí­cil tarea 10 alcanzó De Diego de manera más her­mosa que De Vigny, porque no desechó la oracióncomo cobardía, sino la aceptó como fuente derenovación y no creyó en la suerte sino en «lamano del Señor sobre los tiempos», según ei her­moso verso de su poema Póstuma. Como De Vigny,descrito por Enrique Diez Canedo como un cons­tructor de mitos en torno a las ideas,s entendiendolos mitos como vestiduras de conflictos verdade­ros del ser, De Diego construyó parábolas que llamóde vida y muerte. Hay hilos que enlazan los poe­mas Pitirre, De mi vida y Pájaro verde con La muer­te del lobo. El recuerdo de aquella lectura me daahora la luz que no recogió mi inmadurez de en­tonces bajo la guásima en flor que predisponíaa pensar con lucidez, como seguramente pensó allíDe Diego. Acaso estuvo consciente esa tarde de«la mano del Señor sobre los tiempos», desde latransformación cantada en Pomarrosas: la resu­rrección alegórica que el amor y la fe realizan sobreel pecado y la muerte.

El poeta, desde 1903, cuando cierra con los ver­sos finales del poema Pomarrosas, el pasado tumul­tuoso y blasfemo, anuncia el encauzamiento de suromanticismo, esproncediano hasta aquel instan­te, con el acontecimiento que nunca vivió Espron­ceda acaso porque su corta vida no le dio tiempopara convertir

Como el arbusto de la blanca frutala sombra en luz y en Navidad la muerte.

Ha llegado la hora, como dice también el ver­so final, de sacar elos frotas del abismo en rosas».

La poesía como rosa es una imagen en muchospoetas. En De Diego se asocia casi siempre la rosacon la poesía galante que allí, como señalé en miensayo Poesías de amor de José de Diego, tienejunto a cierto sabor trovadoresco, enlaces con lapreocupación constante de su vida, con el Clamorde sus amores» que es, como en Gautier Benítez,la tierra en que nació. Entonces relumbra dentrode lo galante la poesía como espada en que medetendré brevemente después.

Yo sabía que eres una pálida rosa,y en los rayos de Apolo encendí tu colorporque también sabía que una mujer hermosa,no permite que cambien su belleza de flor.6

La imagen poética «pálida rosa», es casi el finalde la jornada de la rosa en la poesía de De Diego,porque data de 1915. En Pomarrosas, el crepúsculodescrito en Genitrix, cuando se desvanece el fulgorúltimo,

5. ¡"ed/:,rita. La Democracia, 3 de IIbril, 1915.6. Cantos de rebeldia, p. 26.

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en el azul translúcidoabrió sus rosas dureastodo el espacio e/1 flor.

Hojas de rosas, ha llamado el conjunto de poe­sías que en el mismo libro dedica a María Travieso,Isolina del Toro, Aurora del Monte, Rosario Biao­chi y una Esperanza cantada en Semblancita, conpuntos de sensualidad y gracia donde describe «lasmejillas blancas como las tiernas rosas». En elHimno a América, la rosa sugiere que las prome­sas de «independencia, libertad y mutuo servicio»,de Woodrow Wilson, incorporadas en prosa en elpoema, son:

Palabras dulces y armoniosascomo las brisas que pasan ledassobre los cdlices de las rosas 7

El sentimiento galante y el patriótico se fun­den en uno en Bandera de flores,! dedicada a laseñora Winthrop, hermana de uno de los goberna­dores de Puerto Rico, en donde apunta también lapoesía como estrella:

Dos rosas, una blancaotra encendida, puestasen cruz entre las ondasde vuestro seno abiertas...

¡Y os adoré en los ojosel fulgor de mi estrellay en el sella las rosasde mi única bandera!

<tHe besado a una rosa que besó a una banderacubana», dice en sus versos a Sofía Córdova.9 Sím­bolo patriótico es aquí también la rosa que el poetabesó en Puerto Rico enviada por su amiga desdela escuela rural donde enseñaba en Cuba.

La poesía como rosa es el tema creado con labelleza más original en el discurso de De Diegocomo mantenedor por Puerto Rico en los JuegosFlorales Interantillanos de Santo Domingo en elaño 1914.10 En un acto como éste en que se pre­mian poesías de autores puertorriqueños de hoy,De Diego hubiera estado complacido y conmovidocumo lo estuvo ante el público y los poetas premia­dos en Santo Domingo, Pérez Alfonseca, Morel yHenríquez. Pensemos que su voz resuena tambiénpara nosotros; que su presencia sigue animando laspalabras de aquellas lejanas noches en que con­centró el misterio de la creación poética en la

7. Ibid., p. 171-172.8. Ibld., p. 180.9. Nueva.s Campaña.s. Barcelona. Sociedad general de publicacio­

nes, 1916, p. 330.10. Prologo a Calltos de rebeldla. p. 15.

extracción espiritual del poema, comparándola conel misterio químico que de la tierra amarga ynegra hace surgir la perfecta rosa:

¡La poesía! Aquéllos que sólo la conocen yahecha, formada, florecida, cuando el artistala ostenta como una bandera de luz, ante eltrono de unos juegos florales, en lo alto dela columna de un periódico o sobre las hojasde un libro, apenas pueden comprender laagotante labor de mina, de extracción espi­ritual que hizo surgir el poema como Diosla primera chispa en la inmensidad solitaria.Es así cómo una rosa la poesía, leve joyadel color, la suavidad y el perfume... y conqué afán ha trabajado la naturaleza en estaquímica misteriosa que une y disgrega losátomos, que acciona y reacciona sobre laamargura y la negrura de la tierra, sobre lasondas fugitivas del viento, sobre las ondasmaternales del agua, sobre las ondas del solpara alimentar la raíz, levantar el tallo, abrirlas hojas, erigir los pétalos, encender el cáliz,componer la pequeña rosa que en un dia hade figurar en la decoración multiforme delúnico verso. Así el poeta prepara y producecon todos los elementos de la creación aními­ca, la rara flor de la belleza... ¡y cómo y conqué afán ha buscado el pensamiento escondi­do, el ensueño lejano, el ansia amorosa, la es­peranza y la desesperación, el dolor o laalegría, las transfiguraciones del ideal, parainfundirlos en la palabra sonora, en el ritmointerno, en la rima que un s6lo día han depasar sobre el alma de las muchedumbres yrepercutir en el tiempo como una revelacióndel mundo invisible en el perenne movimien·to de las cosas vivientes!

El procesd de la rosa como poesía termina lateórica exposición de la creación en verso. Perola rosa, por una metamorfosis que nunca soñó Ovi­dio, se convierte en espada.

La poesía, como espada, se asienta como moti­vo casi único en el libro Cantos de rebeldía. Delmismo modo que en el prólogo de ese libro recha­za la melodía y lo que consideraba inutilidad delmodernismo hispanoamericano, «áurea nube», vanalliteratura, que apartó del ambiente y de los senti·mientas e ideales patrios la inspiración y el afánde los poetas nacidos en aquellos dolorosos países,llpresentó, al final del discurso en los Juegos Flora­les que he citado, su idea de que los pensadoresy poetas deben ser caudillos, en épocas da peli­gro para los pueblos. Enumera a los que a su verconsagraron esa doctrina desde Homero a D'Annun-

11. Profcc(a. Cal/los de rebctdla, p. 51.

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zio. Entonces define lo que a su JWCIO cree ser:«Yo soy un vástago, no por la impotencia de miinspiración, sino por el poder de mi voluntad, dela fuerte raza de los poetas civiles». Nombra lostemas que le acompañaron hasta su muerte: el idealespañol, el ideal de América, el ideal antillano, elideal puertorriqueño. Poesía civil en efecto quelleva el símbolo de la estrella asomante desde Po­marrosas, e insistente cada vez con más frecuen­cia en Cantos de rebeldía y Cantos de Pitirre. Mien­tras la va encendiendo más el anhelo que se basaen la fe de dos versos del poema Profecías, com­puesto en Mayagiiez en 1900:

Dios redentor, en los espacios librestiene una estrella para cada isla.

En mi estudio Parábolas y siluetas lteroicas deJosé de Diego, publicado en la Revista del Institutode Cultura Puertorrique;ía en el número de enero­marzo de 1961 escribí como introducción una pa­rábola creada en recuerdo de De Diego que tituléEl poeta y la estrella. Allí sigo el símbolo en todoel arte del poeta y a ese ensayo les refiero si deseanmedir su alcance poético y sentido civil.

La poesía como espada se convierte en pará­bolas, en Cantos de pitirre. Entre ellas es notablepor su valor artístico y por su sentido simbólico delamor y el honor de la vida, el poema ¡Pitirre!12

El poema El Guaraguao, no es una parábola,pero sí un símbolo que aquí aparece con significa­ción nueva: fiereza y agresión para la defensa desu tierra. Entre todos los poemas del libro meparece más valioso La canciólt del múcara, pará­bola de la ronda de la muerte que ya apretaba sucerco alrededor del poeta. He analizado tambiénese poema en el ensayo citado del cual tomo estaspalabras: «La canción del múcara, es un casi ro­mance en tres unidades terminadas al final conun redoble de las asonancias en u-a, lo que da eltono de responso, de augurio sombrío, creando laatmósfera de angustia y desvelo prevaleciente enel poema. Mucho contribuyen a esa atmósfera losefectos sonoros del vocabulario acentuado por es­drújulos; la sucesión de imágenes y respuestas tam­bién interrogativas de la parte final.

12. Cantos de pitirre, Palma de Mallorca; Imp. Mosscn A1covcr,año 1950.

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Más allá del sentido político, La canClOn delmúcaro, trasmuta ese sentimiento en poesía. Lahistoria y la mitología, recursos frecuentes en lascreaciones de De Diego, la enriquecen. El escalo­frío de lo sobrenatural creado por el múcara en lahondura del aguaje y el ánima sola que pasa elclaror de la luna, todo se acopla en equilibrio ar­tístico grato al buscador de ajustadas arquitectu­ras en poemar como éste.»

Pero, La canció't del múcara, nos 'lleva a la poe­sía como misterio que reaparece en Pájaro verde,pasando por la transparencia del símbolo del pá­jaro carpintero en el soneto De mi vida. No haytiempo ahora para comentar otros aspectos valio­sos por su belleza y significantes por su intención,de la historia como poesía, ni el grupo de poemas-desde Profecías a Derecho astral, magnífica lec­ción de geografía puertorriqueña. Aquí sólo quieroterminar con el soneto De mi vida, parábola bellí·sima de sí mismo lograda en exacta analogía:

Prendido lo vi cuando estaba el carpinteroel nido trabajando con su agudo pwialy era un ronco y constante picotear de aceroen el tronco astillante de la palma real.

Mecientes de las auras al soplo matinalo en tierra las fibras del profundo agujerose las iba llevando con el pico un jilgueroque en la copa tejiera su pequelio nidal.

Mi vida es como el árbol erguido y altanero;devora sus entralias un feroz carpintero,alegra su ramaje un lírico jilguero.

Es el árbol del bien y es el árbol del mal;el dolor sus reliquias ofrece al idealy resuena en la cumbre el cántico triunfal.

El pájaro carpintero, en su picotear acerado ycontinuo en el tronco de la palma real, es la re­percusión dolorosa de lo adverso. El lírico jilgueroatenúa el dolor prometeico del poeta al llevarse lasfibras a la copa del árbol tejiendo con ellas su nido.Es la trasmutación que comenzó en el poema Po­marrosas: la sombra en luz, la muerte en renaci·miento.

9 de noviembre de 1964.

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Cuento

El extraño caso de Ciro Doral

Por GUSTAVO AGRAIT

CONFIESO QUE CIRO DORAL NO ES TEMA DE MI DEVO-

ción. Pienso mucho en él, pero lo hablo pocoy lo rehúyo más. Sin embargo, los años pasan ycuando uno comienza a aceptar que no se es eter­no, le crece una oscura urgencia de comunica­ción.

He sentido a veces, con creciente intensidad enlos últimos tiempos, el deseo de comunicar mu­chas cosas. Tonterías. Vaciedades. Episodios queposiblemente no se entiendan o muevan a risa.Pongo por caso el recuerdo de las antenas de unhumilde insecto, bañado en la prosaica luz eléc­trica de un farol en la plaza de un pueblo sin im­portancia, que fulgían con exactamente la mismaluminosidad dorada y azul de aquel astro que vien una remota madrugada. Otro ejemplo: un hom­bre solo contemplaba abstraído las cosas del cie.10 en una noche silenciosa y transparente. Depronto, un ave blanca, en vuelo lento y fantasmal,cruzó con su perfil la quieta y luminosa redondezde la luna. Otro ejemplo: en una playa recónditay solitaria, tan sólo tres personas. Súbitamente,de entre las rocas saltó un enorme y bien cuida­do perro negro en nerviosa busca de algo. Jamásle habían visto, pero el niño supo y gritó: ¡Azaba­che! Y el perro fue a él moviendo su cola.

Nada de lo anterior tiene la menor importan­cia. Me conozco bien. Sé que estoy dando vueltasy buscando pretextos para dilatar mi compulsióna decir lo que sé de la extraña desaparición deCiro Doral. Bien sé que nadie habla de la desapa­rición de Ciro Doral; hablan de su muerte. Y anadie se le ha ocurrido pensar que su muertetuvo algo de extraño. A pesar de 10 cual, yo quie­ro hablar hoy de la extraña desaparición de miamigo Ciro Doral.

Fue Doral lo que a primera vista, y aun a se­gunda, la gente optaría por llamar afortunado.Apellidos ilustres, figura distinguida, talento despeojada, fortuna considerable. Lo he descrito como

solían hablar de él los gacetilleros. Y tenían ra­zón, pero no le hacían entera justicia. No sabían,por ejemplo, que Ciro Doral jamás se interesó enreclamar el Marquesado de Luceantica, que porclara sucesión de primogenitura masculina le ca·rrespondía. Marquesado que, dicho sea de paso,usurpan hoy, aunque legítimamente -curiosas ve­leidades de la bistoria- los descendientes de unsiervo manumitido por un antecesor suyo en fe­cha que no importa. Cierto que sus apellidos eranilustres, que su figura era distinguida, que su taolento era despejado y su fortuna considerable. Pe­ro hay muchos de quienes se podría decir todoeso, y a nadie se le ocurriría colocarlos en la mis­ma categoría que a Ciro Doral.

Había en él un algo de auténtica aristocracia,un refinamiento de persona y modos, una brillan­tez intelectual y un buen gusto innato y cultivadoque hacía que el dinero en él fuese natural com­plemento, justificada necesidad, instrumento bienutilizado que no se notaba y que, por consiguien­te, ni ofendía ni se resentía. Todo eso era ciertode Ciro Doral. Confieso que 10 admiraba y lo en­vidiaba sin rencor, aparte de tenerle el afecto ge­neroso y bueno que se siente por los amigos de lainfancia. Sin embargo, había algo más en Círo Do·ral, algo que desazonaba y que en momentos-verdad que fugacísimos- causaba irritación,pero de una especie tal que no cuadra en verdadesa palabra.

Lo que ocurría con Doral, aun desde niño, esque era un ser distante. No era orgulloso; era ge­neroso sin esfuerzo; nunca, hasta donde sé, hizodeliberadamente mal a nadie. Pero tenía ese airedistante que lo aislaba de todo y de todos, aun enlos momentos en que estuviese dirigiéndole ama­blemente la palabra a un amigo, acariciando a unniño, ayudando a una anciana señora a cruzar lacalle. Daba la impresión de no necesitar de nadie,de poder vivir en soledad, como únicamente pue-

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den vivir los brutos y los dioses. Y Ciro Doral noera ni un bruto ni un dios. Tenía, no obstante, laextraña capacidad de poder vivir en cualquier si­tio sin hacerle falta lo familiar. Nunca conocíhombre menos atado a la geografía, a la familia,a lo habitual. Venía, iba, volvía, desaparecía. Cuan­do más seguro estaba uno de que Ciro Doral ha­bía terminado por echar ancla, anunciaba unanueva partida. En otras palabras, no tenía patriani, mucho menos, compatriotas. En cualquier pun­to donde se respirase una vieja y refinada culturapodía sentirse bien. Lo torpe, lo basto, lo primi­tivo le producía molestias casi físicas. Así se ex­plica su casi constante revoloteo por las ciudadescapaces de ofrecer lo más decantado del esfuerzohumano por domesticar la naturaleza. Era criatu­ra de la cultura. Y no se limitaba su necesidad derefinamiento a las cosas del espíritu y del inte­lecto. Eran los alimentos, las ropas, las formas ymaneras del trato humano. En fin, era un indivi­duo extraordinariamente civilizado, y no por afec­tación. Precisamente por ser tan así como digo,Ciro Doral nunca hablaba de sí mismo en esostérminos. ¡Quién sabe si él mismo no lo sabía!Quién sabe si lo hubiese negado de buena fe.¿Acaso no equivalió a una negativa el inesperadoviaje que armó para Sudamérica como resultadodel cordial reproche que le hizo un amigo de esastierras por su parcialidad respecto a Europa y sudesconocimiento de lo americano? Nadie pudo ima­ginarse que ese viaje habría de costarle su desapa­rición. Su muerte, según otros.

Sé que la verdad que tengo que dccir sobre clcaso de Ciro Doral es tan extraña, tan increíble,que será puesta en duda. No faltará quien, entresignos y claves, insinuará que mi historia es pro­ducto de morbosa imaginación. Lo han hecho anotes. Bien lo sé. Pero ya dije que estoy alcanzandolos años en que se tiene la compulsión de decirciertas cosas y sé que no tengo derecho a callarlo que sé sobre la extraña desaparición de CiroDoral.

Tengo en mi poder una carta, posiblemente laúltima escrita por Doral. La escribió desde NuevaYork adonde acababa de llegar desde París, la no­che antes de la mañana en que emprendió su de­sastrado vuelo a Sudamérica. Es decir, su segun·do vuelo.

Tengo también en mis manos otra carta de Do·ral. Esta es anterior. Me la escribió desde unacapital andina. Es una carta, en apariencia, típi­camente doraliana; tan dorallana como la otra -laúltima- no lo era. Y sin embargo, ambas hacenjuego y juntas explican el increíble destino deDoral. Mejor que relatar lo que sé es dejarque Doral hable por sí mismo. He aquí un frag­mento de su primera carta:

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crIba a empezar diciéndole que el aire esincreíblemente transparente en estas tierras,pero le hubiese mentido. Lo que aCUITe esque aquí no hay aire. ¡Qué bárbaros los pri­meros hombres que se instalaron en esta es­pecie de techo del hemisferiol Más bárbarostodavía los que los siguieron y más bárbaroyo, que sin razón alguna, me encuentro aquíescribiéndole porque cada vez que doy unpaso se me quiere saltar el corazón. Se ex­plica que estos indígenas tengan unos tóraxtan portentosamente desarrollados. Para po­der respirar aquí se necesita un fuelle de fra­gua por pulmones. A pesar de eso me he echa­do varias veces a la calle por complacer anuestro amigo el gaucho que con sus indirec­tas y directas me ha prácticamente obligadoa ver estas tierras.

»Trataré de describirle algo de 10 que hevisto y no tengo que decirle que le escribopara que guarde mi carta y me la devuelvaluego de mi llegada para poder recordar misexperiencias.

»El paisaje intriga y engaña. Se pierde elconcepto de 10 cercano y lo lejano porque nohay perspectiva aérea. De modo, amigo mío,que aquí lo que se ve en la realidad es la in­genua representación pictórica de los prerre­nacentistas: las cosas lejanas no van perdien.do detalles con el esfumino de la atmósfera.sino que cada detalle se acusa con el mismominucioso vigor cuando está lejos que cuandoestá cerca. En ese sentido podríamos decirque estamos aquí en pleno paisaje medieval.En otros sentidos estamos mucho más atrástodavía.

»Créame, no nos hemos hecho nosotros pa­ra entendemos con esta humanidad que aquíse encuentra. El don de la palabra no es deellos; su hermetismo asusta. Físicamente tam­poco me atrae esta extraña raza. Su arquitec­tura es chata, posiblemente funcional, ajusta­da a estas tierras empinadas: grandes torsosy piernas cortas. Téngame lástima, ¡tan vulne­rable como sayal tipo piernilargo! Créameque me siento muy poco prójimo de estas gen­tes. Esos ojos enigmáticos, entre resignados yrecelosos, y este no bañarse hasta el extremoque el cuerpo llegue, no a heder, sino a ma­nifestarse con su olor característico -quenunca había sentido- no son de nuestro mun·do. Aquí es que he descubierto que los hom­bres tenemos un olor típico, como los perrostienen el suyo, y los leones y los caballos. Nopiense nada malo. No he descubierto seme­jante cosa en devaneos venusinos de ningunaespecie. La venus andina es la contrarréplicade la citerea. ¡Qué lejano el mar y otras cosasbellas de la Anadiomena!

»Volvamos a lo del olor característicamen­te humano. Un día salí a la calle y noté mu­cha más animación que de costumbre. Meenteraron que era uno de los infinitos cUas fe­riados que hay por estos lugares. ¿No ha no­tado que los pueblos que no han hecho casinada digno de nota y apenas si cuentan conalgún nombre que en realidad merezca ingre­sar en el panteón universal se complacen enllenar sus almanaques con efemérides altiso­nantes que la gente toma de pretexto para se­guir holgando y así evitar el trabajo que po-

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dría conducirla a producir algo que en verdadmereciese pe11'etuarse? Era un día de esos.

»La población estaba llena de unas gentesque habían bajado a la ciudad con las másinverosímiles indumentarias, sus instrumentosmusicales y su ancestro a cuestas. Un grupode ellos estaba frente a la Casa Consistorialrindiendo pleitesía al señor alcalde con susmúsicas y danzas. ¡Qué espectáculo tan pin­toresco, tan curioso y tan deprimenteI Meacerqué hasta un punto desde donde podíaver bien sin que nadie me molestase. Ahí fueque sentí que me envolvía el olor a ser hu·mano. Le repito que ese olor no tiene nadaque ver con el mal olor que Higia impone co­mo castigo a los que no cumplen sus ritos.¿Recuerda mi teoría respecto a que la civili­zación y la religión se iniciaron el día que elprimer ser humano se metió debajo de unacascada por el puro placer sicoanimal de sen­tir el agua resbalar por su cuerpo?

»Pero esto es una digresión que no se re­laciona con lo que me interesa decirle, quecreo le sorprenda bastante. ¿Me quiere creerque estuve allí como clavado todo el tiempoque duraron las músicas y danzas de aquellosinfelices, inmerso, ya sin percatarme, en laatmósfera de olor humano que despedían?

»Comprenderá 'que los instrumentos, lamúsica y las danzas eran cosa muy primitiva.Había una melodía que se reiteraba, una líneamelódica muy elemental, pero agradable deoír, que la quena -era la primera vez queescuchaba una- iba repitiendo obsesivamen­te. Se me ocurrió preguntarme qué hubiesenhecho con ese instrumento Vivaldi o Mozart.Posiblemente nada. Y aquí viene lo increíble.La melodía de la quena siguió toda la tardegirando en mi cabeza. Llegó a aburrirme esafijación y a eso de las nueve de la nochedecidí adormecerme un tanto con dos whis·kies en compañía de un matrimonio escocésque hacía unos años se encontraba allí en re­lación con no sé qué proyecto de menos séqué organismo internacional. Temprano mefui a la cama; me dormí inmediatamente,pero tamQién inmediatamente comencé a sa­ñar con la melodía y el indio de la quena.Todo transcurría con esa aura de incertidum­bre e improbabilidad en que transcurren al·gunos sueños y estoy seguro que algunosdetalles los he olvidado. Lo que no puededudarse es que lo que el indio se proponíacon su música era adueñarse de mi vo­luntad. El sueño era angustioso porque deuna parte era placentero entregarse a la me­lodía ingenua y primitiva, irse rindiendo a sufascinación, pero de la otra parte estaba eloscuro terror a dejar de ser lo que era paraconvertirme en algo así como un alter ego delhombre de la quena. Recuerdo que durante elsueño y como parte del sueño, para reducirla angustia, pretendí que el indio era el flau·tista de Hamelín, pero los ojos fijos, el gestohierático, el imperio casi geológico de su fi·gura, frustraron el intento. Desperté sintién·dome mal y apenas si logré reconciliar el sue­ño hasta las primeras horas del amanecer.Tres días tuve de esto y comencé a preocu­parme. ¿Un instrumento primitivo, una melo­día tonta y un desdichado indio del altiplano

con quien no tengo ni quiero tener nada quever, eran capaces de alterarme y descompo­nerme?

»La altura suele producir efectos raros enalgunas personas. Todo me lo explicó con grancuidado y entre sorbos de whisky con soda elescocés cuando ya su mujer se había retiradoa sus habitaciones. Muchos habían sufridoverdaderas perturbaciones sicológicas, y élmismo, según me confesó al final, solía comoquien no quería la cosa, buscar algún pretextopara bajar cada cierto número de semanas auna ciudad de menos altura. Hice como que lecreí y dejé su compañía para hacer mis ma·letas y salir al día siguiente. Tengo el tiempojusto para asistir a las conversaciones del jo­ven inglés que cree haber penetrado el secre­to de la escritura cretense -tema que siem­pre me ha apasionado-- y pasar al Festivalde Salzburgo. Ya se ocupará la música deMozart de desterrar de mi memoria musicalpara siempre la tonta melodía y el instrumen·to y el indio que la producen.

»Perdone lo largo de esta carta, pero yaconoce mi manía de escribir largo y tendidola noche antes de meterme en un avión. Vol­veré a escribir desde Europa.»

Efectivamente, me volvió a escribir. Su segun·da y última carta me alarmó. Quien escribía noera ya Doral: era un Doral alterado. Su carta, porotra parte, me hizo sospechar en la anterior -queme precipité a releer apenas terminada la lectu­ra de la última- síntomas ocultos de la altera­ción que estaba seguro Doral había sufrido. Vicon claridad que Doral en su primera carta ocul­taba, debajo del tono frívolo y divertido, algo queno tengo otra palabra para nombrar que no seaterror. Ciro Doral estaba pánicamente aterroriza·do. El terror era algo inconcebible en Doral. Elterror es desconocimiento; es la angustia frenteal misterio. Cuando menos, la perplejidad fren­te a lo desconocido. Todo esto resultaba incompati­ble con lo que Ciro Doral era y 10 que represen·taba: la claridad lógica, el escepticismo elegantey divertido. Pero estaba aterrorizado, ¿por qué?

Tal pregunta no podría contestarla como elDoral que yo conocí hubiese exigido, es decir, conlógica. Aunque preferiría no hacerlo, debo citarde la última carta de Ciro Doral. Decía, en parte,así:

aTengo que hacerle confesiones. Decir co­sas que me hacen sentir como si me fuesedesnudando en público. El recato me carac­teriza, pero a veces hay que desnudar el al­ma ante alguien como se desnuda el cuerpoante el médico. Hay mucho más de lo queme atreví y pude confesarle en mi carta an­terior. Eliminé detalles, no por ocultárselos,sino por engañarme a mí mismo.

»También había picos de roca negra queemergían inesperadamente de las nubes y de

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la nieve Había también ocres. El ocre do­minaba. Es lo que recuerdo. Ocre. Ocre. To­do esto he debido haberle dicho en mi otracarta. Esto fue cuando volaba entre los pi­cos andinos camino a mi destino y mi desa­tino. Porque todo fue un error horrible, aun­que fatal. Mientras el avión eludía suave·mente nubes y picos, de pronto se revelóante mis ojos una choza de adobe, tierra, pie­dra o lo que fuese. Ocre también. Todo eraocre. Era una casa aislada. No se veía ningu­na otra cosa humana alrededor en medio deaquella desolación de nube, nieve, tierra, ro·ca; nada, salvo una figura humana absoluta­mente solitaria, aislada de todo aquello queno fuese lo elemental del globo terráqueo.

»La atmósfera en aquellas latitudes enga·ña. Uno nunca sabe qué está lejos y qué estácerca. Aquel indio alzó su cabeza y se irguiópétreo y mineral a contemplar y rechazaraquel ingrediente de escándalo que era elavión en que yo iba. Me pareció verle los ojosantes de verle seguir, con lo que me parecióser desdén, subiendo hacia su choza. ¿Quétengo que ver con ese animal humano, si esque es humano?, pensé.

..¿A qué seguir? Salí huyendo de aquelpaís. ¿El hombre de la quena, qué quierede mi?

»Todo es peor de lo que pueda decirle.Salí huyendo y me refugié en mi sitio. Hicelo que le dije: fui a escuchar las conferen­cias del joven inglés sobre la escritura cre­tense y fui a Salzburgo. ¡Troppo tardel

»Troppo tarde he dicho, porque, aunquecon rabia y vergiienza, hay que confesarlo;soy un poseso. ¡Un posesol Ridículo, ¿verdad?Pues poseso.

»Lo que ya ha comenzado a ocurrir eracosa prevista. Va sucediendo según mi terrorlo ha ido adivinando. Adivinando no, viendo,sabiendo 10 que fatalmente ha de ocurrir, noimporta lo que yo haga. Sé dónde se me es­pera y hacia allí tengo que ir. Lo otro sería,y es, infinitamente peor que la muerte.

»Desde antes de alcanzar lo que ingenua­mente creí que iba a ser refugio, sueño y vi­gilia se me habían convertido en una conti­nua pesadilla. No tuve más reposo; el tiem­po que estaba echado en el lecho era un su­mergirme en una realidad remota que cadadía se tomaba más inmediata, más imperio­sa, más absorbente.

»Mi estadía en Salzburgo fue un fracaso.La melodía de la quena me asaltaba cuandomenos lo esperaba: en el sueño, en los mo­mentos en que iba a cruzar una calle, cuan­do tendía la mano para saludar a un conoci­do. A veces me dejaba arrastrar por la melo­día -o la melodía me arrastraba a mí- y eracomo si hubiese emprendido un largo viaje ageografías y tiempos ajenos. ¿Ajenos? Las co­sas me iban siendo familiares; los paisajesinhóspitos de tierra ocre, de picos nevados, dealturas inhumanas me iban despertando me·marias, entrándome en un mundo al que noquería entrar, en el que presentía que iba adejar de ser lo que era. Más de una vez he

visto la casa solitaria en la cumbre de aquelpico p~lado, entre los tres picos nevados, conel sendero que tantas veces he emprendido,sabiendo que dentro de aquella casa se me es­pera. Me espera, sí, quien sé; quien me hala,quien pretende arrastrarme a ese mundo en­trevisto y previsto en mis pesadillas y delcual he pretendido huir hasta hoy.

»Sé que todo esto le sonará a literatura, aembeleco, a locura. ¡Ojalál Vea lo que me ocu­rrió en Salzburgo. Tocaba esa noche el segun­do quinteto de Mozart, el quinteto en sol me­nor, un grupo de Praga al que había oído enLondres inte~retar soberbiamente un cuarte­to de Britten. La sala familiar, los viejos ami­gos me hicieron olvidarme un poco de mi -nosé cómo llamarlo- problema, digamos. Lamaravillosa música de Mozart me hizo irmesumiendo en ese agradable sopor, en esa es­pecie de desvanecimiento que me asaltafrente a algo que real y verdaderamente mehalague los sentidos: un ser bello, un buenvino, un verso logrado. Fue en el Adagio, cuan­do la segunda viola intercala sus ominosas no­tas, que sentí con absoluta claridad la inter­vención de un sexto instrumento. Sobresalta­do, miré a mi alrededor buscando la reacciónde las otras personas en el auditorio. Nadieparecía percibir nada extraño. Nadie parecíaoír lo que no había modo que yo dejase deoír porque el sonido de la quena desarrollabasu sinuosa melodía y se iba infiltrando en eladagio mozartiano hasta adueñarse de él. Re­nuncié a hacerme preguntas y escapé del localy de Salzburgo. ¡A qué seguirl Ya soy, comole dije antes, un poseso. La región de dondese me llama con obstinado imperio me es yatan familiar como aquel agradable rincón dela Ile Saint-Louis donde tanto tertuliábamosmientras nos era dable ver el reverso de No­tre Dame bañado en la aureoplateada luz delatardecer parisino. ¡Qué distinta aquella vidade mi remota vida actual! Vivo ya en otromundo extraño y familiar al mismo tiempo,al que debo ir. No me he rendido sin lucha.No puedo luchar más y no lucharía aunquepudiese. Mañana tomo un avión... »

La carta de Ciro Doral añadía otros detallesque no vienen al caso. Sí, debo decir, que me des­cribía con minuciosidad exagerada y vivísima plas­ticidad el paisaje sobre el cual volaría y al cualiba a tratar de llegar luego por vía terrestre a de­sentrañar y a entregarse al misterioso destino quecreía inevitable.

Lo demás, está en los periódicos. El avión enque iba Ciro Doral jamás alcanzó su destino, desa­pareció entre las cumbres andinas, prácticamenteinaccesibles, y las circunstancias del suceso fue­ron tales que provocaron el criterio unánime deque no había podido haber sobrevivientes. Se afir­mó que, aun en el caso de que milagrosamentealgunos de los noventitrés pasajeros que llevabael avión hubiesen podido quedar con vida, era im·posible rescatarlos antes de que pereciesen de ina­nición y de la inclemente acción de los elementos.

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Sufrí lo que entonces creía la muerte de CiroDoral. Me di por un tiempo a nostalgizar sus son­risas oportunas, sus dichos ingeniosos, su capaci­dad fantástica para descubrir y revelar el casi yaperdido sentido de una bella palabra. Sufrí, repi­to, su muerte y lo que creía su perturbación quelo llevó por una fatal concatenación de terriblescoincidencias a acelerar el fin de sus días. Todoeso creía, mas ocurrió lo siguiente.

Llevado de una misión mitad diplomática y mi­tad cultural, me vi precisado a visitar Sudaméri·ca. Esto fue al año, aproximadamente, de la des­aparición de Ciro Doral. Por supuesto, su recuerdoy el de su desastrado fin, se recrudecieron en miánimo, sobre todo al saber que tendría que volarexactamente la misma ruta que tan trágica re­sultó para él.

Confieso mi debilidad de que el avión siempreme sobrecoge un tanto. Confieso, también, que

busco en uno o dos sorbos de whisky paz paramis nervios, siempre un tanto exasperados.

El paisaje era sobrecogedor e imponente, perofue cayendo sobre mí como un bálsamo un repo­so de duermevela feliz y sosegado. Súbitamente mearranqué, alarmado, de mi reposo. Los demás pa­sajeros dormían, dormitaban, leían; no ocurríanada. No ocurría nada, salvo que al mirar por laventanilla vi el paisaje que con tanta minuciosidady vigor plástico me había descrito Ciro Doral ensu última y desesperada carta. Allí estaban lostres picos nevados, las nubes, las rocas negras,las tierras ocres. AHí la casa de tierra, de piedra, deadobe o lo que fuese, en su cumbre. Claramente seveía el sendero, serpenteante en la soledad inhós­pita y hosca, que llevaba a la casa. En ese sende­ro se erguía pétrea y mineral, con sentido geoló­gico, una figura humana. Junto a esa había otra...y nadie más.

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Doctor José Celso Barbosa Alcalá:Breve semblanza*

Por LUIS M. DíAz SOLER

El sobrino de Mamá Lucía

A MEDIADOS DEL SIGLO XIX, VIVIA EN EL PUEBLO DB

Bayamón, un humilde maestro albañil que sededicaba a suplir de vías respiratorias a los ingeniosde la Isla. La excelencia con que cultivaba su ofi­cio le ga'IlÓ a Hermógenes Barbosa Tirado, que asíse llamaba el albañil en cuestión, el título de «Reyde las Chimeneas». Su esposa, Carmen Alcalá, eracosturera de ropa de hombre con especializaciónen camisas. Estos fueron los padres de un niñoque se llamó José Celso, que nació el 7 de septiem­bre de 1857 en. humilde hogar de otro humilde ma·trimonio compuesto por Juan Tirado y Lucía Al·calá. Esta última, cuya vida quedó desde entoncesligada a Pepito, era '11amada por el niño. «MamáLucía». Con esa fe que tienen los que son verdade­ramente cristianos, se dispuso Mamá Lucía a con·vertir a José Celso en un hombre de provecho;habría que romper barreras y ella estaba en lamejor disposición.

Niñez y juventud

La escuelita de don Olegario Núñez recibió unamañana al niño José Celso que venía de la manode Mamá Lucía. Fallecido Juan Tirado en 1861,tuvo la tía Lucía que realizar los negocios de aquély levantar uno propio. Hizo de sus grandes dotesculinarias la fuente de sus ingresos; sus suculentosmanjares eran la alegría de los estómagos de altosoficiales gubernamentales y de las familias pu·dientes de San Juan y pueblos cercanos. Todos sushaberes y su cariño eran para José Celso, a quienconvertía en hijo por no haber tenido ella progeniealguna.

• Trabajo lcldo el domingo 13 de no\'icmbre dc 1966 cn la dc\'e'lación del busto dcl prócer en el Parque Bllrbosa, Santurce, PuertoRIco, respondiendo a una Invitación del Instituto de Cultura Puer·tornqueii.ll.

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De la escuelita de don Olegario, José Celso pasóa la de don Gabriel Ferrer Hernández, otro pobreque llegó a convertirse en excelente escritor y no­table médico. Fue un vivo ejemplo para José Celsode lo que puede la constancia y el trabajo. Al con·cluir su instrucción elemental, el niño Pepito obtu­vo las medallas de Aplicación y Conducta. Orgullo.sa de su sobrino-hijo, Mamá Lucía se empeña enenviarlo al Seminario Conciliar, donde jamás se ha·bía matriculado un 'niño de color. Allí había estu.diado aquel otro joven de humilde cuna que sellamó Román Baldorioty, y José Celso merecía laoportunidad. La admirable perseverancia, la forta­leza moral de aquella mujer, dispuesta a romperlanzas por su 'sobrinito, fueron atributos que supoaquilatar el joven José Celso. En 1870, Mamá Lu­cía sentó a Pepito en los bancos del Seminario Con­ciliar. Cin~o años de vejámenes, de dura tarea do­cente en un ambiente que le era hostil al alumnopobre y negro del plantel, se vieron coronadospor el éxito. Para suavizar aquella dureza del Semi­nario, Mamá Lucía le buscó maestro de músicaa su admirado Pepito; aprendió flauta con don JoséBelén Tizol y violín con don José Rendón. Mástarde, José Ce1so fue a formar en el Orfeón delmaestro don Felipe Gutiérrez. La música y la ciu­dad de San Juan, tan admirada siempre por JoséCelso, eran sedantes para sus nervios crispados porel ambiente del Seminario.

En busca de una carrera

Su graduación de Bachiller en Artes en 1875,coincidió con una marcada menna en los ingresosde Mamá Lucía. El bachiller Barbosa dedica sutiempo a ofrecer clases particulares, mientras elmaestro Hermógenes tiene que abandonar el oficio

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de albañil para ir a trabajar de mayordomo a laHacienda «San Antonio», de don José Escolásti­co Berríos, conocido en Bayamón por don Catire.El éxito del joven maestro llegó a oídos de donCatire, quien decidió que el bachiller fuera mentorde sus hijos. De boca del joven Barbosa conoció losdeseos de éste de hacerse abogado; don Catireofreció ayudarlo en sus estudios universitarios. Bar·basa iría a los Estados Unidos pero antes tuvoque aprender inglés con la señorita Mary C. Fran­cis, institutriz de los hijos de don José Rafael Dá­vila.

El 19 de octubre de 1876, en una goleta carga­da de azúcar, con cartas de presentación de donCatire para Mr. Henry Beate, jefe de la casa consig­nataria de los azúcares de Don Catire, y un pasa­porte en el bolsillo, salía Barbosa con destino aNueva York. Ahora pensaba el joven seguir la ca­rrera de ingeniería; ingresó en el Instituto FortEdwards, de la capital neoyorkina, con el propósi­to de mejorar su inglés y prepararse para su in­greso en la universidad. Su primer invierno en elNOl'lte le tenía reservada una pulmonía, de la cualfue atendido por el médico del colegio. Entre con­versaciones que fueron sellando una verdaderaamistad, el galeno le aconsejó al joven estudiarmedicina, que era una carrera más compatible conel vigor físico de Barbosa.

En 1877, el joven iba camino de la Universidadde Michigan para convertirse en el primer puerto­rriqueño que hacía su ingreso en aquella institu­ción. Libre aquel sector de prejuicios raciales, co­menzó el joven estudiante de medicina a admirarlas instituciones estadounidenses; aquella atmósfe­ra le ayudó a comprender mejor el pensamientoque servía de fundamento al liberalismo puerto­rriqueño. ElIde julio de 1880, se recibió José CelsoBarbosa de médico cirujano; fue el estudiante másaprovechado de su clase graduanda. Un viaje a Was­hington y Nueva York dilató su regreso a la Islahasta ·fines de octubre de 1880, pero amplió susconocimientos sobre el pueblo que supo admirar.

U,l graduado de universidad estadounidense

Un médico graduado de una universidad esta­dounidense era un ave rara entre colegas proce·dentes de las aulas médicas de España, Francia oAlemania. Y 10 que era peor; el doctor Barbosa erahijo de obreros y el primer médico definitivamentenegro que tenía Puerto Rico. Fueron tantos losobstáculos y reparos al reconocimiento de su pre­paración profesional, que el asunto provocó la in·tervención personal del Cónsul de los Estados Uni­dos en San Juan para convencer al GobernadorDespujols de la seriedad académica de la Universi­dad de Michigan.

Obviado aquel primer gran obstáculo, el doctorBarbosa comenzó a crecer en fama y respeto.Aunque luchaba contra la envidia y la inquina so­lapada, su integridad profesional se sobrepuso yfueron Uamándole ricos y pobres. El doctor Barbo­5a tenía fe inquebrantable en su porvenir; teníaa Mamá Lucía por dentro. En la ilertulia, en lospasillos del 'teatro, en la sala de esgrima de Mon·sieur de Baume, en la calle, en el consultorio, fueganando amigos y admiradores por su entereza decarácter, por su agilidad mental y superior inteli­gencia, por su característica modestia. Sus acier­tos clínicos y quinirgicos iban acompañados deun acentuado humanitarismo.

La niíia que bailaba el «Matarile-rile-ron»

En una de sus visitas médicas le tocó asistir a laseñorita Belén Sánchez, que padecía una seria afec·ción de la garganta. Para sorpresa del doctor Bar­basa era aquella la misma niña que había vistobailar y cantar el Matarile, rile, ron, en la Plaza deArmas de San Juan cuando él era estudiante del Se·minario. Aquella admirada jovencita que se habíagrabado en su mente desde sus años mozos, seconvirtió en su esposa el 9 de julio de 1885. A lamuerte de Mamá Lucía, ocurrida tres años despuésde 'Su matrimonio, Belén se convirtió, además deesposa, en madre, consejera y amiga del doctorBarbosa. El hogar que fundaron Belén y José CelsofUe un vel'dadero oasis, un remanso para el hom­bre que habría de abandonarlo todo por la luchapolítica.

Luc1las políticas bajo el régil1lelt espaíiol

En la Asamblea Autonomista de 1887, el doctorBarbosa representaba a San Juan y a la juventudliberal puertorriqueña que fundamentalmente sus·tentaba el ideal autonomista. Fue iniciado en laSociedad secreta La Torre del Viejo, que combatíael monopolio económico de los españoles que ope­raba en detrimento de los intereses nativos. Activoen los acontecimientos de 1887, fue el doctor Barbo­sa la persona que anunció a los 'Presos del Morrola destitución fulminante del Gobernador Palaciopor la Reina Regente; aquel acto de justicia poníafin a las actividades terroristas de los incondicio·nales en suelo puertorriqueño. Desafortunadamen­te para el país, dos años después fallecía el másesforzado de los adalides nativos: Román Baldorio·ty de Castro. Con su muerte se fraccionó el mo­vimiento autonomista: Francisco Cepeda y LuisMuñoz Rivera se disputaban la dirección del par­tido.

Aunque atento al desarrollo de los acontecimien·tos políticos, Barbosa tenía otros intereses duran-

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te los años que siguen inmediatamente después dela desaparición de Baldorioty. Fue fundador y pre·sidente de El Ahorro Colectivo (1893-1898); miem·bro de la Junta Directiva del Ateneo Puertorrique­ño y, luego de aprobar rigurosos exámenes ofre·cidos en la docta casa por la Universidad de LaHabana, fue designado profesor de la Institución deEnseñanza Superior que se inauguró a fines delsiglo pasado. Ocupó las cátedras de Historia ~atu·

ral, Anatomía, Obstetricia Fisiológica y Anormal.Fue además profesor de Parteras. Pero la políticale atraía sobremanera y el pais le necesitaba en esecampo.

Distanciamiento de Mwloz y Barbosa

Los años postreros del siglo XIX, presenciaronel distanciamiento de Muñoz Rivera y Barbosa. Fue·ron las ideas de retraimiento y disolución del au·tonomismo puertorriqueño que propiciaba MuñozRivera, coronadas por la insistencia de éste en unpacto o alianza con Sagasta, lo que separaba a es·tas dos figuras puentorriqueñas. Muñoz insistía queel deseo mayoritario del país era la descentraliza·ción administrativa y que era a través de un pactocon un partido español que tuviese oportunidadesde llegar al poder, que Puerto Rico colmaría susaspiraciones. Cuando el autonomismo se encontra·ba en vías de liquidación, al doctor Barbosa le fueencomendada la tarea de resucitarlo. Con el doctorSantiago Veve, José Gómez Brioso, Manuel F. Ros­sy Y Luis Sánchez Morales -la Vieja Guardia­Barbosa salvó el partido de la disolución en 1894.Un año después, como resultado de la Asambleade Aguadilla, surgió la idea de funda·r El País, ór­gano de los autonomistas republicanos que habríade oponerse a La Democracia, órgano que difundíalas ideas de Muñoz Rivera. En 1895, Muñoz Riverarealizó un viaje a Madrid, aduciendo motivos desalud; de allá :regresó predicando el pacto con elPartido Liberal Dinástico que dirigía Sagasta. Alreunirse el Partido Autonomista en la asamblea de1896, Muñoz Rivera propuso la disolución de lacolectividad y fue derrotado. Acto seguido, se de­cla.¡-ó fuera del Partido pero continuaría defendien·do su posición desde las columnas de La Democra·cia. Aunque Sagasta jamás se había caracterizadopor la defensa de los intereses puertorriqueños, lacondición de guerra en Cuba le aconsejaba favore­cer una política de reformas al régimen colonial.La probabilidad de que en un futuro no lejano elPartido Liberal Dinástico asumiera el poder en Es­paña era mucho :ptayor que la de cualquiera de losgrupos republicanos peninsulares.

La conversión de Rosendo Matienzo Cintrón ala idea pactista de Muñoz Rivera, hizo posible lareunión de la Delegación Autonomista en Caguas el

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27 de julio de 1896. La Delegación autorizó el en·vio de una Comisión Autonomista a España. Inte·grada por José Gómez Brioso, Rosendo MatienzoCintrón, Luis Muñoz Rivera y Federico Degetau,la Comisión realizó numerosas gestiones que culmi­naron en el triunfo de la idea muñocista; aquellavictoria de Muñoz Rivera la hizo posible don JoséGómez Brioso, quien sacrificó sus ideales republi­canos al darle el voto favorable a la idea de Mu·ñoz. El pacto con Sagasta, ratificado por la Asam·blea de San Juan el 11 de febrero de 1897, no fueaceptado por Barbosa, quien abandonó el :recintocon sus seguidores tremolando la bandera del auto­nomismo. Acto seguido se procedió a Ja disolucióndel Partido Autonomista Puertorriqueño y sobresus calientes cenizas se fundó el Pamdo Liberal,cuyo nombre hacía honor al pacto con el partidosagastino. Desde aquel momento los disidentes delautonomismo comenzaron a llamarse ortodoxos orepublicanos.

La Constitución Autonómica

Afortunadamente para Muñoz Rivera y los suyos,la muercte violenta sufrida por Antonio Cánovas delCastillo a manos de un asesino, trajo a PráxedesMateo Sagasta al poder. Con Sagasta al frente delgobierno en España, Muñoz sería poder en PuertoRico. Con una revolución en Cuba, el jefe del ga­binete español convence a la Reina Regente MaríaCristina que decrete una Constitución autonómicapara las colonias ultramarinas que colmara lasaspiraciones aurtonomistas. Así se hizo con fechade 25 de noviembre de 1897. En el caso de PuertoRico Sagasta exigió la unión de los grupos autono­mistas como requisito previo a la implantación delrégimen autoDÓmicO. La exigencia de Sagasta obli·gó a Jos dirigentes politicos de la Isla a echar lasbases de lo que se conoció como la Unión Autono­mista Liberal presidida por don Manuel C. Román.Con ese acto se hizo posible la implantación delrégimen autonómico, aunque lejos estaba la posi­bilidad de unión entre ,los grupos disidentes. Fue talla lucha personalista que presidió ·las eleccionesde 27 de marzo de 1898, que de la Isla salió rum­bo a E'spaña Juan Ramón Ramos, como lo habíahecho Juan Roqué en 1887, a informar a la Reinade las irregularidades cometidas.

En esa lucha interna sorprende al país el hun­dimiento del Maine 'Y la subsiguiente declaraciónde guerra de los Estados Unidos contra España so­bre la cuestión de Cuba. El 25 de julio de 1898,Puerto Rico se vio invadida por las fuerzas esta­dounidenses y el 12 de agosto, se proclamaba el ar­misticio que ponía fin a las hostilidades. Las con­versaciones de paz culminaron en la firma del Tra·

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tado de París, y en el consiguiente traspaso de laIsla a los Estados Unidos el 18 de octubre de 1898.

Durante el período de asedio norteamericano,Barbosa fue injustamente acusado de traidor a lacausa española y de estar directamente conectadocon los invasores norteamericanos, acusaciones quecarecían totalmente de fundamento. Más bien fue­rOn personajes caracterizados durante el régimenespañol por sus ideas separatistas, quienes colaba­·raron para que los Estados Unidos tomaran a lasislas de Cuba y Puerto Rico, esperanzados en quela joven nación del Norte extendiese a Puerto Ricolas libertades que España se empeñaba en negara sus súbditos de ultramar.

Bajo el régimen estadounidense

El cambio de régimen trajo la disolución de losgrupos políticos que operaban bajo el régimen es­pañol. El4 de julio de 1899, se fundó el Partido Re·publicano Puertorriqueño que desde entonces luchapor la Estadidad. De ese partido, fue Barbosa elide610go pero jamás su presidente. Mariano Abril,adversario político del doctor Barbosa no podíasino asegurar que aquella noble figura .fue unpatriota sincero, sin hipocresías y sin mácula, almay verbo de su partido, verdadero conductor, sere­no y firme, poseía gran fuerza de atracción, un granpoder sugestivo.» La fundación del Partido Repu­blicano tomó a Muñoz Rivera en viaje por ·los Es­tados Unidos. A su regreso, fundó el Partido FederalAmericano que al igual que el Partido Republicanoaspiraba a la estadidad para Puerto Rico. Fue aque­Ua una oportunidad extraordinaria en que los Es­tados Unidos pudo haber ofrecido Ja estadidad alpaís con el beneplácito de la inmensa mayorfa de laopinión nativa. Pero su juventud como nación, suorgullo de pueblo, su acentuado nacionalismo, suscompromisos recién contraídos en el Lejano Orien·te, entre otros, fueron factores que le aconsejabandesanimar a los aspirantes a la estadidad. Hostili­zaron en forma tal a los hijos de país que sin de­searlo, crearon el movimiento independista en Puer­to Rico.

Si ambos partidos en 1899 tenían igual aspira­ción política, entonces la lucha sería más bien entrepersonalidades que por ideales. Así quedó divididoel país cuando se otorgó la Ley Foraker, que no col­maba las aspiraciones de los puertorriqueños. Pro­clamado al poco tiempo el retraimiento del Parti­do Federal, le correspondió al Partido Republicanola ardua tarea de realizar sólo el cambio de sistemajurídico-institucional español al régimen Foraker.La oposición se encargó de calificar a Barbosa detraidor, desleal, intransigente, americanizante, in­condicional, echándole en cara el problema racialque habría de crearse siguiendo la trayectoria de

ese problema en los Estados Unidos. Pero Barbosay los suyos proveyeron para garantiza'!" por ley elderecho de reunión, de libertad de imprenta, deasociación y culto, a juicio por jurado, a la ense­ñanza obligatoria, gratuita y 'laica, a ejercer el su·fragio. Correspondió a los Republicanos la creacióndel Cuerpo de la Policía Insular. Así pues, quedóorganizado en la Isla ·toda una nueva estructura ju­rídica a tono con las instituciones correspondien­tes existentes dentro del sistema estadounidense.El <loctor Barbosa defendió la enseñanza del inglésporque <leseaba que los niños pobres del país tu­vieran la oportunidad de aprender y manejárselascon un idioma que habría de ayudarlos a estudiaren las aulas universitarias estadounidenses y a com­prender mejor el nuevo sistema al cual quedó li·gada la Isla.

Dentro del seno <lel Partido Republicano y dis­gustado por el poder que ejercía el Consejo Eje­cutivo establecido por ·la Ley FOTaker, surgió lafigura de Rosendo Matienzo Cintrón que ahorapredicaba el credo de unión 'de todos los pueIltorri­queños que caracterizó a la Asamblea de Ponce de1887 y que había defendido nuevamente al crearseel Partido de Unión Autonomista Liberal en 1898.Ahora Matienzo pedía la unión de 'lodos los puer·torriqueños para lograr la verdadera americanizu­ción del país. La idea unionista. combatida porMuñaz Rivera y De Diego durante dos años (1902­1904), triunfó en la Asamblea del Olimpo de 1904,dando paso a la primera combinación de fuerzaspolíticas organizada en el siglo veinte. Dentro delnuevo Partido Unión de Puerto Rico podían militarlos Republicanos que luchaban por la estadidad, losfederales que pudieran simpatizaban con esa fór­mula política o con ,la autonomía, y los que pro­pulsaban la idea de independencia. El Partido Uniónde Puerto Rico allí creado fue poder en PuertoRico desde 1904 hasta 1924, sin que pudiera plan­tear la cuestión del status porque cuando lo inten·tara quedaría destruido.

Barbosa, adalid de una minoría

El doctor Barbosa supo ser minoría durante elresto de su vida política. Respetado por el adver­sario político, fue renominado consistentementepara el Consejo Ejecutivo bajo administracionesrepublicanas y demócratas. Y cuando en 1917, avirtud de la Ley Jones, quedó abolido el ConsejoEjecutivo, el pueblo de Puerto Rico lo envió a re·presentarlo al Senado insular en calidad de Senadorpor Acumulación, cargo que desempeñaba con elbeneplácito de todo el país cuando le sorprendió lamuerte.

En 1907, fundó El Tiempo, del cual nunca quisoser Director. Desde sus columnas, escritas bajo su

ss

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firma o bajo pseudónimos como El Viejo de la To­rre, Curvas y Vascur, se encuentran extraordina·rios artículos cargados de enseñanzas políticas ymorales. La Universidad de Michigan reconoció en1903, los méritos de 'Su ex alumno puertorriqueñootorgándole el título honorífico de Maestro en Ar­tes, siendo el primer hijo del país en ostentar esehonor de una universidad estadounidense. En sulucha por obtener para sus compatriotas la ciuda·danía estadounidense, se acercó a Muñoz Rivera,quien ofreció su concurso como Comisionado Re·sidente en Washington al Partido Demócrata y alPresidente Wilson que trabajaba en esa dirección.Tuvo mayor fortuna que Muñoz Rivera porquegozó la dicha de ver proclamada la ley Jones de1817, que incluía la ciudadanía para los puertorri­queños. No había lugar a dudas de que aquél fueun paso hacia la estadidad, ideal sustentado porBarbosa y que Muñoz Rivera no hubiese rechazadosi hubiese habido ambiente favorable en el Congre­so para concederla. El 13 de junio de 1917, la Uni­versidad de Puerto Rico reconoció los serviciospúblicos del -doctor José Celso Barbosa al conferir­le el grado honorífico de Doctor en Leyes.

Preocupación por lo económico

No era solo en la política que se interesaba eldoctor Barbosa, quien abogaba en 1918 porque elpaís concentrara su atención principalmente sobreel problema económico. No deseaba ver el día enque las corporaciones extranjeras y estadouniden­ses fueran más poderosas que el gobierno mismo,transformándose su querida Isla en una gran fac­toría, en que unos pocos fueran árbitros de nuestrodestino. No toleraría que un millón de puertorri.queños se convirtieran en súbditos, en peones, enesclavos del poder que representaban poderosascorporaciones. A esas grandes empresas habría quevigilarlas e investigarlas a tiempo, rechazándolas sisu influencia fuese considerada perjudicial a losintereses nativos.

Por sus adversarios políticos sintió siempre elmayor respeto. De ello dejó constancia al pronun-

ciar su último discurso en el hemiciclo del Sena­do el 30 de mayo de 1921. Refiriéndose a los quesustentaban el ideal independentista, les asegurabatodo su respeto y consideración porque éstos «seconfunden con nosotros en -la aspiración suprema.»La diferencia estribaba en que «ellos quieren lasoberanía... separada y nosotros la pedimos den­tro de la gran Unión Americana. Lo demás... es ...seguir engañando al pueblo.» En el caso de PuertoRico no cabía la revolución armada, sino la evo­lución pacífica razonada.

Hombre de su lzagar

Cuando sus preocupaciones políticas y profesio­nales le pennitían algunas horas de asueto, iba acompartirlas al seno del hogar. Supo mantenersiempre una familia unida, levantada en un climade respeto mUltuo y de digna modestia. Esa cohe·sión familiar ha continuado hasta hoy alrededorde la figura ejemplar de su hija Pilar. Barbosa noconcibió jamás que pudiese abusar de su influen·cia; enemigo de ostentaciones, prefirió la humil­dad dentro de la mayor dignidad.

Cuando sus amigos de la ClVieja Guardia» co­menzaron a notar los primeros signos de la dolen­cia que eventualmente llevó al prócer al sepulcro,concibieron la idea de fundir su busto en bronce.La obra, para la cual p()s6 con ejemplar disciplina,fUe ejecutada por Marcos eoIl y costeada por la«Vieja Guardia.»

Se acercaba la hora de la partida; era momentode análisis introspectivo. Al hacer el recuento desus ejecutorias, Barbosa nada tenía que rectificar.ce Si pudiera volver a vivir mi vida, la viriría talcomo la he vivido.- La vivió no para sí sino parasu tierra; ésta recogió el cuerpo de su amado hijo,fallecido el 21 de septiembre de 1921.

El monumento que se desvela hoy, 13 de noviem­bre de 1966, es el tributo de aclmiración y respetoque le rinde la patria agradecida.

Universidad de Puerto Rico

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Por EL5A JOSEFINA TIÓ

PaIla ti en tu díaque se lo llevará el tiempoy se quedará en el recuerdo... MADRE MIA.

,mlaMadre

Melancolía palabra de poeta~r-R.ara decir las cosas del pasado,

~deJ~ar, del lucero y del viento,palabra muerta de tristezaen la- luz de una estrellaen elf.?ndo del río.

Mayo de 1966.

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Gobemador de Ustariz.por José Campeche

Exposición"Puerto Rico: La nueva vida"

Del creciente interés que viene manifestando laempresa privada por apoyar el dcsarrollo de las artesen Puerto Rico, ha sido elocuente testimonio la co­lección de pintura y grabados puertorriqueños que laHousing Investment Corporation ha reunido y expues­to bajo el título de <l Puerto Rico: la nueva vida..,

Los óleos, grabados y serigrafías dc que constala colección, casi todos exponentes de los artistascontemporáneos. constituyen una nueva demostraciónde la calidad y el vigor que caracterizan la producciónpictórica puertorriqueña.

La Housing Investment presentó la colección envarias ciudades de los Estados Unidos, y durante elmes de Julio la expuso en Jos salones del Institutode Cultura, en San Juan.

En estas mismas páginas ilustramos algunos deJos aspectos de la exposición.

Objeto el! esfera,por Domingo Garda San CristóbalJ

por Myma Búez

~~~~~

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Armonía- campestre, óleo .porAugusto Mañn

'!"...;;..;....__;;;::;¡il

La muerte de. Inés,por Francisco Rodón "

. Esquina de la Plaza,por Manuel Hernández Acevedo(serigrnfía)

. ..Sapo,

grabado porLorenzo Homar

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\ cuot A SAN JUAN RECLAMADO POR EL INSTITUTO DE.J. Cultura Puertorriqueña 'para asesorar en laambientación historiográfica que -pudiera darse alas reliquias del Castillo de San Jerónimo. iUncastillo que debemos'grabar con letras de oro en Jomás hondo de los corazones!

Salí de Barajas, en la árida meseta cast~llana, ya poco volaba sobre el piélago atlántico, otroratenebroso, empeñada mi mente por el peso de lahistoria, en aquel mes de agosto de 1492 en el quelas carabelas habían surcado con su proas y deja~

do detrás, una estela maravillosa de civilización, ydescorrido los cendales de la noche del tenebro.

Aquellas carabelas, tan sencillas, abrían para elmundo de Europa el Nuevo Mundo del continent<lamericano. Y, tras largas horas de vuelo, volaba enaquel amanecer que me pareCió un paraíso, sobreaquel rosario de islas de Barlovento. Y de pronto,al fondo, como una alfombra impresionante, labella isla de Borinquen, la isla de Puerto Rico.

Desde la altura del avión, yo divisaba esa ban­dera maravillosa ,del Caribe: el verde de la e~pesa

vegetación, el oro de las playas que bordean lasislas y el azul intenso del mar. El avión, de pronoto, descubrió allí, abajo, la ciudad de San Juande Puerto Rico. Al entrar en San Juan de PuertoRico -por mar y por aire- el que llega ha dedoblar como en homenaje de pleitesía esa mediavuella maravillosa. Allí está El Morro, brillantessus piedras. El avión, tranquilo, como si sosegarade aquella impresión maravillosa, se. va deslizandolentamente hacia el Caño de Martín Peña y Lagunade los Corozos, otrora nombres históricos. ¡Y laspalm~ms. esas palmeras reales se abrieron de paren par dando la bienvenida al que llega!

-~ Conre...,ncia dklada por el autor en el I.er S~mínatio de

Cultura Puerlurriqueña celebl'lldo en Madrid el 9 de abril <.le I~.

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Pór -JUAN MANUBL ZAPATERO

En San Juan de Puerto Rico

En Puerto Rico me esperaban tres grandes im­presiones. Una, el calor, su almósfera, fuerte, deun clima< que yo .desconocía. Aquella sensaciónde calo~, en el mes de agoslo, en Puerto Rico, espara un c'astellano acostumbrado al frío, una sensa·ción que no s~ oh'ida jamás. Yo, con mi terno defrancla , recién eslrenadito, traje de domingo, y enlos bolsillos una colc ción de medallas -porque ele pañol, en las grandes empresas y a mí me parecíaque era aquella una gran empresa-, anda muy cer~

ca de los antos. En mis bolsillos andaban meda·lIas, t:eliquias, que la familia solí jla le coloca auno para quitar los peligros.

Y además del calor, encontré en San Juan dePuerlo Rico otra impresión: los coquís, que pue­blan, como bien sabéis, los jardines y los campos.La primera noche fue insoportable, no pude pegarun ojo ni la segunda ñi la tercera. Pero de!Opués,ya no podía dormir sin aque," canto de miles ymiles de coquís que forman multitud, ese sonidomaravilloso, esa "letanía, esa música sorprendente.

Y también encontré, y ya contaba con ellos,grandes amigos: allí estaba el Cónsul de E pañaen San Juan de Puerto Rico, un caballero de lavieja estirpe, admirable, inteligente, alarde de caba­llero de diplomático, D. Ernesto La Orden. Tam·bién encontré allí los señores Alegría, D. José yRicardo, mis mecenas, gracias a los cuales hiceel viaje. También a D. Sebastián González, decanode la Universidad, que me abrió las puertas dela Residencia de Río Piedras. ¡A todos ellos debohondo y grande reconocimiento!

y pronto me dediqué a planear y a proyectarmi tarea de trabajo. Ante la elección de hoteles,y antes de ir a Río Piedras, pedí el Hotel Palace,hUI • del viejo San Juan, que tiene sabor maravi·

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llosa, de hotel del siglo XIX, de aquella época dela despedida del Dominio ,español. Allí, en el HotelPalace, planeé, mi trabajo; estaba encima de lasfortificaciones. A la mañana siguiente fui calle de laFortaleza adelante, hacia el InstiLuto de CulturaPuertorriqueña. No olvidaré nunca la frase del AI­mil'anle Guillén: ¡Ojo con 'la calle de la Fortaleza,porque si pasas por la derecha, al terminar, tendrásdolor de cabeza! Naturalmente, no podía sospecharde donde venía la atención. ~ro pasé callo Forra·leza adelante, por la acera de la derecha, y era talla maravilla de « trigueñas» que andaban por laizquierda que, forzosamente, por uno y otro mo­vimiento, el dolor de cabeza venía. «¡No tomesaspirinas, porque te darán fuerte calor, lo mejores que vayas por la otra acera! II Y, efectivamente,tuve que dar la vuelta con el dolor de cabeza yese maravilloso desfile de bellezas puertorriqueñas;de esas muchachas bellísimas, de andar melodioso,con cadencia que es música y que complicarona este español, 'con tanto recuerdo de historia, has·ta saber exactamente, si mi «programa» se iba adesarrollar por las aceras de la calle de la Fortale'­za o por aquellos baluartes y fortificaciones ,quetenía delante, en San Juan. .

Noticias geográficas e históricas

encanto el ir a las «(Fuentes del Santatán y delBiminÍ». Así descubrió aquella península que llamóFlorida, por llegar en las fechas de Pascua Flo­rida o porque la «isla» que creía, estaba cubiertade flores. Y llevará para siempre este nombre.

Buscó el oro, y el oro Juan Ponce de León nolo encontró en la Florida, jamás, pero sí encontróel mucoco feroz y sus flechas que destrozaron asus hombres y a él mismo. Aún tuvo vida para llegara La Habana. Las «malas lenguas» dicen que JuanPonce de León murió tanto de los flech~os de losindios como de alguno de «mala seña» que le pudie­ra haber dado su mujer. Y Ponce de León murióen La Habana. Allí fue enterrado y allí estuvo hastaser trasladado a San Juan de Puerto Rico. Hoy yaceen la Catedral, yace al lado de la epístola, en sepul­cro sencillo, pero elocuente. Yo acudí a visitarle,hinqué las rodillas ante aquel gran español, ymi sorpresa y emoción fueron grandes al' pre­senciar cómo bellas chiquillas puertorriqueñas, nosé porqué, dejaron -y es un recuerdo que no ol­vidaré- unos ramos de flores en la tumba de JuanPonce de León. Por unos momentos tuve la impre.sión de que Ponce de León había, por fin, descu­bierlo, el «tesoro de la fuente 'de la juventud», enaquellas niñas puertorriqueñas que llevaban el'homenaje de sus flores.

Puerto Rico es la isla más oriental y menor de Los rivales del Imperiola grandes Antillas, está situada al Este de la inol·vidable isla, La Española, 1;(cuna de la Hispanidad». .El oro que llevó al español, atrajo también a lasSu coordenadas son 17° S4' de latitud Norte y demás naciones de Europa. Así acudió Inglaterra,los 67° IS' de longitud occidental. Tiene J.ma ex~ Holanda, y Francia y también Portugal. Desde eltensión de unos 10,000 kilómetros cuadrados apro- mismo momento, desde los albores de la «des-ximadamente. Descubierta por Colón en su segundo cubierta. hasta que perdimos los Dominios, tuvi·viaje, el 6 de noviembre de 1493, perteneció a Espa- mas siempre, el español y lo español, el enemigoña hasta el año 1898, en que, fatalmente, se separó insaciable del Imperio inglés. Esa contienda dede ella, con Cuba y con Filipinas. tantos años a lo largo de la historia, está seña-

Fue poblador de San Juan de Puerto Rko, el lada en tres etapas; la piratería del siglo XVI, elínclito hidalgo Juan Ponce de León. Ponce de León filibusterismo del siglo XVII; y la guerra «reglada»llegó a Puerto Rico -pudiéramos decir- en ter· del almirantazgo inglés, perfectamente orientadaceras OI;nupcias». Primero file Vice]1te Yáñez Pina con señalamientos de objetivos que pasman el áñi-zón el que sustituyó al burgalés-O don Martín Gar- mo, y que duró cien años. Esa guerra 'anglo-españolada de Salazar que no llegó a ir a San Juan, pero en Europa tuvo alternativas: guerra de Sucesión;vendió sus derechos a Ponce de León. despuélj_Ja del Asiento; después, las dos: guerras

y Juan Ponce de León entró en San Juan de _---reinando Carlos III y por último, la cuarta guerra,Puerto Rico, fundó Caparra, buscó el oro, pero por la Alianza Franco-Hispana y TrataQo Secreto de._encontró '1os indios de Borinquen que le dijeron: San Ildefonso. Pero en América la -guerra angló-«¡Oro buscas; ve hacia el Norte! Al Norte están las española no tuvo un solo momento. de descanso.fuentes de Biminí y el SanÍalán, y el oro. ¡Ve Son cien años de guerra reglada.hacia el Norte!» Y Juan Ponee de León, el ínclito y En la piratería del siglo XVI, ¡cómo recordar alviejo castellano, la emprendió ruta al Norte, ha· pirata Drake! el «dragón de los mares» que se cu-cía aquel canal de las duentes de Santatán y brirá de vituperio en el asalto sangriento a nuestrasdel BiminíD, porque, además del oro, los indios poblaciones de Veracruz, Santo Domingo y Sanle dijeron: eY hay bebedizo. ¡Si bebes de esa agua, Agustín de la Florida, San Juan de Puerto Rico,no morirás jamás!" A Ponce de León, le produjo Portobelo, Cartagena de Indias, la G~aira. ¡No hay

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plaza española en el Caribe que no conozca el mor·disco sangriento del más grande de los piratas y delmás grande de los marinos que tuvo Inglaterra en elsiglo .'>\'1! Y, jUlllo a Drakc, Hawkins de quien condedr que en.! :!!lU maestru, es sulkicntc. Y el 010­nés, devastador de Golfo Dulce. Y Margan, el pka.ta asaltador del triángulo Chagres·Portobelo·Pana·má, el hombre que fue capaz de establecer unaruta que iba del golfo de San Miguel a Chagresdispar de la que hiciera Vasco Nuñez de Balboa,porque Morgan estableció la ruta llamada «del saoqueo». Todavía en el siglo XVIII, los ingenieros querecorrían estas tierras la llamaban da ruta de Mor·gan». Y, hasta se sabía por donde habían pasado«160 mulas cargadas de oro» que Morgan se llevópara la Corona británica.

Después, el siglo del filibusterismo. Y por finel siglo XVIII, donde está la «guerra reglada», enla que hay que hacer una puntualización clave:Inglaterra contra los Dominios, presentó un ejér­cito que tenía señalamientos de objetivos a discre·cic?n para atacar sobre ellos en forma masiva.

El «Continente en Piedra»

Contra ellos, España, .tuvo que levantar un enor­me escenario de fortificaciones. Un enorme «con­tinente en piedra».

El á'rea del Caribe, corazón .de Hispanoamérica,se ,pobló de fortificaciones que son verdadero te­soro. Desde San Agustín de la Florida hasta la en­trada del Ot'inoco en La Guayana, tenemos el re­borde continental lleno de defensas: San Agustínde la Florida, castillo maravilloso que se per­dió en el año 1817 por José CoppÍinger, el héroe,que si no pudo hacer defensa, sí la haría ¡y dequé modo! en el Castillo de San Juan de Ulúa. SanAgustín, fue el primer fuerte, el primer castillo quese perdió y cuando el castillo de San Agustín setambaleó se tambalearon todos los castillos en His­panoamérica. Las fortificaciones de Nueva Orleáns,en la Florida Occidental, recuerdan el paso delCapitán General don Bernardo de Gálvez, el que,cuando se firmó la paz de París en 1763, no pudo.esperar más y preparó sus ejércitos con los que, deuna galopada. arrebató las plazas de Natchez, Ba­tón Rouge y Movila. En el golfo de Méjico, la ciuA

dadela de Veracruz, Itllave del Virreinato de NuevaEspaña», y el castillo San Juan de Ulúa, el ultimocastillo donde ondeó la bandera española en el con­tinente, y cuyo defensor, el mariscal de campo,don José Coppinger hizo una gesta tan sublime quese le concedió la laureada de San Fernando poraquella «defensa rayana en lo sublime». Y después,los fuertes «'llaves de los caminos para cortar, elterritorio Yucateca»: Campeche, y el castillo de

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Bacalar para cerrar la preslOn inglesa de Belic~.

Y el castillo de San Felipe del Golfo Dulce, y elCastillo de San Fernando de Omoa, que recuerda lacmpresa de Desnaux y la reconquista por Gálvcz.Y el castillo San Juan de Nicaragua, con la magonífica empresa del capitán Aissa. Y el triángulode Chagres el de los grandes problemas del corotc umbilical de los Dominios. Y el castillo de Por­tobelo cn Panamá, tantas veces asallado.. Y despuésla ciudadela de Cartagena de Indias. ¿Cómo norecordar los años 1739, 1740 Y 1741, en los que el al·mirante Vernon atacó insaciablemente aquella ciu­dad y hubo en la última, en la del 1741, ocasión aque, en vista de que el éxito le era propicio, acuña·ra una moneda en cuyo anverso decía: «El orgulloespañol abatido por la espada victoriosa del in·glés»? Pero Cartagena de Indias no fue jamás con­quistada y los españoles tuvieron el honor de des­mentir el dicho de aquella medalla conmemorativa.y el castillo de la Angostura y de Maracaiboen el lago, y el castillo de Puerto Cabello, fac·toria comercial de la Real Compañía Guipuz­coana, y los fuertes de La Guaira y del Castillodel Aram, el de las «Salinas» y'los castillos del ari-

o naco, por donde penetró el famoso Walter Raleigh,el amado de la reina «virgen», Isabel de Inglaterra,con un navío, una bandera bordada "por la reina,y una leyenda que el P. Constantino Bayle, tradu­ciéndola al lenguajc' de la época nos ha dejados4 versión exacta: «Guerra y asalto».

Aquí dejó su honor, y su propio hijo. Y des·pués, los castillos de la isla Margarita. Trinidad,eslabón que une el cuerpo continental con el ar­chipiélago de islas que van desde I'as Bahamas-Lucayas-, hasta las grandes Antillas: Cuba, San­to Domingo, Puerto Rico y las islas de Barloventoy Sotavento.

El «Arco de Ulises» o

Los ingleses, dij:;mm, que Ins Antillas, las Ba-,hamas, Barlovento y Solav,,'nio, y la Trinidad sonun rosario de islas que, más que rosario -porqueeso serí.. cnll'ar l'n los doglllas caLólicos de losespañolcs- se 'trataba del «Arco de Uliscs». Si elAlmirantazgo supiera introducir una flecha queatraviese el ~Arco de Ulises», se rompería en milpedazos el Imperio español, no solamente en elárea del Caribe, sino que supondría el corte de l?sDominios. En la mitad del XVIT, se decidieron a.cortarlo por el Golfo Dulce; por San Juan de Nica­ragua; por Cartagena de Indias.

Pero Jamaica, perdida en aquella desgraciadadecadencia del XVII, no fue una flecha certera. Lascerteras las' dio el Almira'ntazgo inglés en el últi­mo período de la guerra anglo-española. Dos .fueron

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los 'Puntos vulnerables del «Arco de Ulises»; SanJuan de Puerto Rico y la isla de Trinidad. Trinidadse perdió en los dos aciagos días, imborrables en lamemoria, del mes dc febrcro de 1797. Saltó el «Ar­co de Uliscsll, y la isla de Trinidad caída cn poderdel almirante Harvey y del general Abercrombyhundían la unidad y la trabazón de los Dominios.

La misma escuadra que atacara a Trinidad, ata­cará rcfo,"zada a Puerto Rico, en aquel mismo añodurantc los días 17 a 30 de abril. Pero aquí lasuerte no fue para los ingleses.

Noticia llistárica de San Juan. Fortificaciones )'ataques

Aquí Juan Ponce de León en el año 1509, fundópoblación cntre Bocavieja, Caño Vicjo y Caño Nuc·va: Caparra. una casa fuerte. No debía ser muypropicia ni muy oportuna. puesto que los mismossoldados que le acompañaban, le pidieron el tras­lado a la Isleta, como se llamó y se llama. Ponce deLeón presentó juicios contradictorios, pero infor­mó al monarca el Licenciado 'Rodrigo de Figueroay la 'población de Caparra fuc trasladada a la Is·lela. Y así se fundó la ciudad. Sc hicieron tres for­tificnciones en el siglo xVt: In Fortaleza -casa fuer­te~; el refUerzo del castillo de El Morro, quc notendrá la configuración actual, sino unos cañonesa barbeta, en balería, y el castillo de San Jerónimo.Adcmás contará con un pequeño puntal de refuer­zo, «La Perla», del que todavia se conservan ves­tigios. un tajamar y un trozo del primilivo fuer­te.

Felipe I1, en prevcnción de la guelTn con Ingla­terra, reclamó la ayuda' del ingeniero.arq,uitectoBautista Anlonelli, que con el mariscal de campo,don Juan de Tejeda, pasaron a San Juan de Puer­to Rico, hicieron refuerzos y levantaron fortalezas.También arrt.'glaron otras plazas como Portobclo;Cartagena de Indias; La Gunira. Cuando alacanlos inglesL-"S, Drnke en 1595, con veinte navíos y tresmil hombr~s, por la Punta de las Tres MalÍas o delas Marias, como hoy se llama en Puerto Rico, ybordeó la Isleta, entró por el canal de El Morro,pretendió asnltar la Fortalez:t, pero los cañones quedefendían el cnstillo le «sacudieron» y Drake huyó.Muy cerca de El Morro, arrojó al mar el cadáverde Juan Hawkins que había ncudido al atnquc dePuerto Rico. El moriría, años más tarde en Por~

tobelo, en uno de los ataqul's. Después de Drakcen 1595, sufrimos el ataque del Conde de Cumber~

land, por Cangrejos, de'sembarcó en la bahía delns Zalemas entre el Escambrón y el caslilhJ de SanJerónimo. Y entró en la Isleta, pasó por delan~

te de estas fortificaciones, de lo que había de ser·castillo de San Cristóbal, y tomó la ciudad. El go·

bernador Mosquera le entregó las llaves después detenaz defensa. Poco pudo hacer el Conde de Cum­berla.nd, purque si la del'ensa, aun heruica, no pudoimpedir la toma de la ciudad, las fiebres que sedesencad~naron le obligaron a reembarcar.

Después del Conde de Cumberlnnd, 1598, vendráel holandés Henrico, el hombre de las «empresasholandesas- en busca de factoríns, no eran empresasde conquista ni de civilización, sino factorías co­merciales. Henrico llevaba una misión muy fUC'l"teen el Caribe, sobre todo en Cartagena de Indias,pcro antes pasó por Puerto Rico, porque sabía queaquí estnban los galeones. Y Henrico penetró en labahía. desembarcó, tomó la ciudad, menos el cas­tillo de El Morro, que resistió heroicamente. Huboocasión de rasgos como los del capitán Amézquita,en el duelo con el capitán Ussel del ejército deHenrico, duelo a muerte; el capitán Amézquit-a, pa~

só a ser un héroe legendario de Puerto Rico.Estos ataques: los de Drake, Cumbcrland y Hen­

rico (1595, 1598 Y 1625); sirvieron para demostrarque a Puerto Rico había que protegerlo. A partirde este momento, empiezan a surgir recintos, corotinas, el castillo de San Cristóbal, el castillo de ElMorro y la línea de baluartes: Santa Elena, SanGabriel, San Agustín, Santa Catalina y la Concep­ción, que defenderán a la ciudad por la bahía,Puntilla de San Lázaro y el desembarcadero.

y era necesario más, en ese tiempo que llamoPeriodo de esplendor de las fortificaciones puerto­rriquciias, como consecuencin de las guerras anglo­españolas. Entonces una serie de cortinas los Ba­luartes por el norle: lus de San Antonio, SantaRosa, Santo Domingo, Anirnns, Santo Tomás, SanSebastián. Baluartes que cierran el recinto magní­fico, apoyándose en el Castillo San Cristóbal consus dos revellines: Príncipe y San Carlos.

Una «segunda línea» de protección -de la quetodavía hay restos en la avenida Ponce de León-, yla «primera línea», llamada de los aTrece Aposta-

.deros» frente a la islita Jorge, por el Escambróny protegían las carlinas dc San Jerónimo hastael Puente de San Antonio. Cuando este recintofortificado -con el fuerte del Cañuela para pro­teger al castillo de El Morro-, está tra.zado a fines,del 'Siglo XVIII, se les OCUI1re a Harvis y Abercromby,,"enir a por el otro eslabón del «Arco de Ulises •.Este ataque de 1797, entre el 17 de abril y el 30de abril, tuvo una sorpresa fenomenal. Atacaroncon 68 naves y 11,000 hombres. En San Juan nohabía más que cuatro mil soldados, la mitad bi­suñus, «chenchcs~, como dice el historiador Blan­co. j«ChenchesJ>, bisoños, pero.... qué magníficossoldados! Abercromby, desembarcó en el Condado,en Cangrejos y atacó los puntos fundamentales. Labatalla, más que por la «Isleta., podía llamarse labalalla del Caño de San Antonio. Dos fuertes, el

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Castillo de San Jerónimo y el cPuente fortificadoJlde San Antonio, resistieron la acometida, increíble­mente. Abercromby llegó a desembarcar, se situó enel cerro que se llamó el Rodeo -también Moñtedel Olimpo-; muy cerca, donde está el palacio deverano del Obispo, Abercromby estableció su Cuary

tel General.Para defenderse del ataque, 'contaba el briga­

dier Castro con los factores: clima, el caño deSan Antonio, y las recién terminadas fortalezas con­tra las que no se atrevió Abercromby. El ataquese desarrolló contra la "Primera y Segunda Línea»y los fuertes San Jerónimo y San Antonio. Aquífigurarán nombres de trascendencia impresionante:el teniente coronel, don Teodomiro del Toro, quedefendió el Castillo San Jerónimo, y el capitánIgnacio Mascaró, que defendió el Puente Fortifi­cado de San Antonio. Y también un suboficial,el sargento Diaz, que se atrevió a atravesar elCaño por sorpresa e hizo prisionero a uno de

los capitanes del Estado Mayor del general Aber­cromby. Y los del teniente Lara de Río Piedras,con las Partidas de Voluntarios del Interior, aquelque tanta fiebre tenía por luchar contra los ingleses,que precipitó un combate que el brigadier Castro

'tenía aplazado. En esa precipita«;:ión estaba preciosamente la victoria, porque atacó Lara cpn aque­llos gloriosos «Cuerpos Volantes de Río Piedras»y Ralph Abercromby' cercado por el Este, Sur yOeste, ante las magníficas defensas de los Castillos,en los que, señores, no solamente se defendíanlos Dominios de España. Eso era San Juan de Puer­to Rico, y así hay que considerarlo. En el conceptohistórico, de estos fuertes San Jerónimo y San An­tonio, de San Juan de Puerto Rico, dependía elhonor. la suerte y el prestigio de la Corona deEspaña. ¡Gracias a esos Fuertes, gracias a aquelloshéroes de 1797, los españoles, y los puertorrique­ños, tuvimos la suerte de estar juntos hasta elaño de 1898!

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