Revista de Historia Naval Nº48. Año 1995

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    REVISTA DE HISTORIA NAVALCONSEJO RECFOR:Presidente:Vicepresidentey Director:

    Redaccin, Difusin yDistribucin:

    Administracin:

    Director del Instituto de Historia y Cultura Naval, Jos IgnacioGonzlez-Mier Hierro, contralmirante.Jos Cervera Pery, coronel auditor. Periodista.Juan Antonio Viscasillas Rodrguez-Toubes, Secretario General delInstituto de Historia y Cultura Naval; Manuel Martnez Cerro, Jefedel Departamento de Cultura del Instituto de Historia y CulturaNaval; Hugo ODonnell y Duque de Estrada, de la Comisin Espaola de Historia Martima.

    Isabel Hernndez Sanz, Paloma Moreno de Alborn, Ana Berenguer Berenguer.Ovidio Garca Ramos, comandante de Intendencia de la Armada,Mara del Carmen Mrida Guerrero.

    DIRECCIN Y ADMINISTRACIN:Instituto de Historia y Cultura NavalJuan de Mena, , 1a planta.28071 Madrid (Espaa).

    EDICIN DELMINISTERIODE DEFENSAIMPRIME:

    Servicio de Publicaciones de la Armada.Publicacin trimestral: primer trimestre 1995.Precio del ejemplar suelto: 650 pesetas.Suscripcin anual:

    Espaa y Portugal: 2.600 pesetas.Resto del mundo: 30 $ USA.Depsito legal: M. 16.854-1983.ISSN-0212-467x.NIPO: 076-95-0f5-X.Impreso en Espaiia. Printed in Spain.

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    SUMARIOPgs.

    NOTA EDITORiAL5La reforma de los servicios de la Armada. Un debate en las Cortesde la nacin desarrollado por Ramn de Carranza (1902-1912),por Joaqun Mara Pieiro Blanca7Espaa ante las implicaciones mediterrneas de la ConferenciaNaval de Londres de 1930, por Jos Luis Neila Hernndez .... 27Rosendo Porlier y Pascual de Herazo y Ayesta: Dos peruanos en la

    Antrtida, por Jorge Ortiz Sotelo45La Marina en Filipinas, II: La Marina en el sur de Filipinas (1845-1858), por Hermenegildo Franco Castan57La Marina sovitica en la guerra de Espaa, porJos Luis InfiestaPrez77El pensamiento naval y las campaas martimas en el siglo xvii, porF. Fernando de Bordej y Morencos93La historia vivida, por Jos Manuel Veiga Garca115Documento: El combate de Abtao119La Historia Martima en el mundo, por Jos Antonio Ocampo121Noticias Generales123Recensiones 131

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    COLABORANEN ESTENMEROJoaqun Mara Pieiro Blanca es doctor en Historia Contempornea por la Universidad de Cdiz, profesor de la Escuela de Graduados Sociales y miembro del Grupo deEstudios Baha de Cdiz. Es autor de varias publicaciones (libros y revistas) sobrehistoria poltica durante la Restauracin y la Dictadura de Primo de Rivera en Cdiz yotras relacionadas con la historia de la msica. Colaborador de diversas publicaciones:revista El Ateneo, del Ateneo de Madrid, revista Trocadero, de la Universidad deCdiz, tiene en imprenta la tesis Decadencia de la oligarqua gaditana en la crisis dela Restauracin.Jos Luis Neila Hernndez es doctor en Historia Contempornea por la UniversidadComplutense de Madrid, en cuyo Departamento, como profesor asociado, imparte laasignatura Historia de Espaa del siglo xx. Est especializado en el campo de lasComunidades Europeas. Autor de varios libros y colaborador en distintas obras yproyectos, ha impartido cursos sobre temas de su especialidad. Investigador y articulista activo, ha publicado trabajos en numerosas publicaciones, entre las que se encuentran la revistaHispania, la Revista de Estudios Africanos, los Cuadernos de la Escuela Diplomtica, la revista Cuadernos Republicanos y otras nacionales y extranjeras.Jorge Ortiz Sotelo es capitn de fragata de la Marina peruana. Pertenece al Institutode Estudios Histrico-martimos del Per, es Secretario permanente de los simposiosde Historia Martima y Naval iberoamericana y miembro fundador de Talassia(Asociacin Iberoamericana de Historia Naval). Dirige la revista Derroteros del Mardel Sur y es autor de numerosas publicaciones histrico-navales y activo conferenciante en diversos foros de Espaa y de Amrica.Hermenegildo Franco Castan es capitn de fragata de la Armada, especialista enArmas Submarinas. Fue profesor de Maniobra y Cultura Naval en el buque-escuelaJuan Sebastin de Elcano y en la Escuela Naval Militar, y colabora con el diario LaVoz de Galicia, de La Corua, el Diario de Avisos, de Santa Cruz de Tenerife, la Revista General de Marina y la Revista de Historia Naval.Jos Luis Infiesta Prez ha venido firmando sus trabajos con el seudnimo de Alcofar Nassaes. Publicista naval e investigador tenaz, se ha dedicado al estudio de laGuerra Civil espaola, 1936-1939, especialmente a sus aspectos menos conocidos,aquellos en los intervinieron personas y fuerzas extranjeras. Ha publicado numerososlibros y artculos sobre la materia y colabora con asiduidad con la revista Historia yVida, entre otras publicaciones.F. Fernando de Bordej y Morencos es contralmirante de la Armada en situacin dereserva, ex director del Instituto de Historia y Cultura Naval y diplomado en GuerraNaval de la Armada espaola y de las Escuelas de Guerra naval e interejrcitos dePars. Publicista y conferenciante de temas estratgicos, histricos y navales, colaboracon el Instituto de Estudios Estratgicos del CESEDEN desde 1974. Es autor de numerosas obras y ha sido premiado varias veces por la Revista General de Marina.

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAAramburu. Ellos continuaron conservando su poder cuando, tras un perodo deconfusin, al turnismo de Cnovas y Sagasta le sucede el de Maura yCanalejas. Los hermanos Gmez de Aramburu llegaron a controlar totalmente el panorama poltico en Cdiz al presidir Luis Jos el Partido Conservadory tras la muerte de Cayetano del Toro en 1915 Juan Antonio el PartidoLiberal (2).El calculado matrimonio de Ramn de Carranza con Josefa Gmez deAramburu hermana de los arriba mencionados en 1890 le abri las puertas de la poltica gaditana, casi recin incorporado a los grupos de poder de laburguesa gaditana. En 1902, tras abandonar su carrera militar (con el grado deteniente de navo) y coincidiendo con la fundacin de sus negocios de almadrabas y buques de pesca, Carranza ingresa en el partido con el que tuvomayores afinidades ideolgicas, el Conservador (3). Tan slo un ao ms tardeconsigue ser diputado, gracias a que, fallecido Rafael de Muro y Joaristy diputado por el distrito de Algeciras en julio de 1903, fue elegido por losrganos de su partido para sustituirle en dicho puesto (4).Carranza ocupara este escao durante las legislaturas de 1903-1904 y1904-1905, una vez pasada por la Comisin de Incompatibilidades una comunicacin del Ministerio de Marina participando haber sido declarado en situacin de excedencia voluntaria (5).

    Disueltas estas Cortes, tras un ao de inactividad poltica coincidente conun gobierno liberal, Carranza logra ser elegido senador por la provincia deCdiz en las de 1907-1910, presididas por el jefe de su partido, AntonioMaura. En este cargo permanece en las legislaturas siguientes hasta 1917 (6).Durante este perodo, los partidos Conservador y Liberal sufren un gravevaco en sus respectivas jefaturas, con la consiguiente fragmentacin interna. Enestas fechas el sector maurista del Conservador se separa y funda uno propio.Carranza no ingres en esta nueva organizacin como cabra esperar, perma(2) Cfr. R.&rviosSANTANA, A.:

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    LA REFORMA DE LOS SERVICiOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...neciendo en las filas del Partido Conservador hasta la llegada de la Dictadura (7).En 1917, fecha conflictiva en Espaa por el inicio del llamado TrienioBolchevique, pierde su escao en el Senado definitivamente. El sistema poltico de la Restauracin entraba ya en crisis abierta. No obstante vuelve a serdiputado a Cortes, esta vez por el distrito de El Puerto de Santa Mara, en lalegislatura de 1919, coincidiendo con una momentnea recuperacin de poderde su partido. Present su candidatura por esta localidad y no por Algeciras,como en anteriores ocasiones porque all tenan ms fuerza las redes caciquiles en las que estaba incluido (8). Pero el asesinato del nuevo lder conservador, Eduardo Dato, con la consiguiente confusin en el maltrecho sistemade la Restauracin, propiciaron su retiro de la poltica activa hasta llegadasmejores circunstancias: la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

    Su comportamiento poltico durante el perodo en que fue diputado y senador en las Cortes no se destac singularmente. Como otros caciques delmomento, ejerci su control en la provincia donde tena fijada su residencia,negocios y propiedades, al servicio de sus intereses personales.Ramn de Carranza, al igual que destacados oligarcas de la poca, hizo unuso demaggico del discurso regeneracionista de Joaqun Costa en diversasocasiones. Empleando los argumentos de una corriente ideolgica anticaciquilpoda as desmarcarse aparentemente de este grupo.La conciencia cada vez ms clara de que Espaa ya no era el glorioso imperio del pasado, los graves problemas polticos (inestabilidad gubernamental,prdida de las antiguas colonias y el crecimiento del fenmeno caciquil), elatraso en la educacin de los espaoles y los problemas estructurales y sociales del campo (muy graves si se tiene en cuenta que Espaa sostena una economa fundamentalmente agraria) fueron la base para el nacimiento de unacorriente ideolgica que, alarmada, defendiese la necesidad de regenerarEspaa, de europeizarla como respuesta al desastre en el que se hallaba.Aunque fueron muchos los que denunciaron los males de Espaa, fue JoaqunCosta el que mejor supo teorizar sobre este asunto (9).El programa elaborado por Costa para lograr la regeneracin de Espaa fuerecogido en su obra Oiigarqua y caciquismo como la forma actual de gobierno en Espaa: urgencia y modo de cambiarla (10). Una memoria sobre este

    (7) Carranza no continuara su camino bajo el amparo del lder con el que haba iniciadosu carrera poltica por la sencilla razn de que su cuado, Luis J. Gmez de Aramburu, permaneci en el Partido Conservador en Cdiz. Sin embargo, esto no supondra una prdida de smipatas por la postura ideolgica defendida por Maura, como indica su posterior actitud de admiracin por su figura. Cfr. Ibdem. Legislaturas 1911 a 1917. Vid. ndices; Cfr. Diario de Cdiz,sbado 12 de mayo de 1923.(8) Cfr. Diario de Sesiones del Congreso. Legislatura 1919,Tomo XII, pp. 69-70 (del ndice).(9) Eloy Fernndez Clemente, en su libro Estudios sobre Joaqun Costa, recoge la bibliografa fundamental sobre este importante personaje, ordenada cronolgicamente,Vid.FEIuNDEzCLEMENTE,E.: Estudios sobre Joaqun Costa. Zaragoza, 1989, pp. 462-464.(10) La obra fue publicada originariamente en Madrid, en 1902. La edicin que hemosmnejado est incluida en la coleccin de libros de bolsillo de Alianza Editorial (n. 51). Madrid,1973 (3. edicin).Ao 1995

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAescrito fue sometida a debate en el Ateneo de Madrid, en su seccin deCiencias Histricas, los das 23 y 30 de marzo de 1901, causando gran expectacin y comenzando desde all su difusin (11). Este estudio superaba enseriedad a las anteriores y ya tpicas quejas acerca de la mala salud de la poltica, la economa y la sociedad espaolas. Costa se entrevist con numerosaspersonalidades para completar con su opinin este trabajo, que se convertiraen libro de cabecera de muchos polticos y pensadores espaoles del momento (12).Este programa, que atiende de forma desproporcionada a grandes temasmuy generales y a pequeos asuntos locales, que piensa mucho en la Espaaagraria y muy poco en la industrial y que plantea de forma utpica la aniquilacin del caciquismo, sera aprovechado por una parte de estos mismos caciques, cambiando as su papel de acusados por el de acusadores (13). Con sumanipulacin del discurso regeneracionista, respaldaron tericamente la necesidad del advenimiento de una dictadura para atajar todos los males que Costhaba expuesto (14). Como otros oligarcas, Carranza utilizara demaggicamente estas argumentaciones, llegando al extremo de considerarse el cirujano de hierro que Cdiz necesitaba para regenerarse, en la misma medida enque Miguel Primo de Rivera se identificara con idntico papel para la salvacin de Espaa (15).Sin embargo, recurrira en mayor medida a la corriente ideolgica gaditanista. Desde mediados del siglo XIX, la burguesa local haba creado su propio programa de regeneracin de Cdiz, empujada por la quiebra econmicasufrida tras la prdida del monopolio comercial con las colonias de Ultramar.La bsqueda de caminos alternativos que recuperasen la actividad econmicaen la ciudad y la pretensin de que el gobierno central proporcionase importantes ayudas a una poblacin que haba demostrado en el pasado sus sacrificios por Espaa durante la Guerra de la Independencia, constituiran los hilosconductores de este programa regenerador (16).El proyecto poltico de Antonio Maura sera en menor grado que lascorrientes regeneracionista y gaditanista otro de los pilares ideolgicos

    (11) Cfr. FERNNDEZ CLEMENTE, E.: Estudios sobre Joaqun Costa. Zaragoza, 1989, pp.37-38.(12) Ramn y Cajal, Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazn, Pi y Margall, AntonioMaura, Ort y Lara, Bonilla, Ma, Toms Bretn; profesores de la Institucin Libre de Enseanzacomo Azcrate, Altamira, Posada, Caldern; o regeneracionistas como Isem y Snchez de Tocase encontraban entre los sesenta y un entrevistados por Costa, Cfr. Ibdem , p. 37.(13) Vid. TuNde LARA, M.: Espaa: la quiebra de 1898. Costa y Unamuno en la crisisdefin de siglo. Madrid, 1986, pp. 85-87.(14) Cfr. FERNNDEZCLEMENTE, E.: Op.Cit, pp. 32 1-324.(15) Cfr. PEMNPEMARTIN, J. M.: El hecho y la idea de la Unin Patritica. Madrid,1929, p. 16. Costa fue el Bautista que precedi al Dictador, profetizando la venida de su cirujano de hierro, CARA,R.: Espaa,1808-1975. Barcelona, 1985, p. 545.(16) Cfr. Pitez SERRANO, J.: Gaditanismo y Andalucismo. Orgenes de la concienciaandaluza en el Cdiz de la Restauracin borbnica. Actas del II Congreso sobre AndalucismoHistrico. Granada, 1987, pp. 407-431.

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAcios de la Armada) y problemas que entonces obsesionaron a los gaditanos,como el porvenir del arsenal de La Carraca y, por extensin, el de los astilleros gaditanos.La reforma del Ejrcito y la Armada fue tema de debate nacional a raz deldesastre de 1898, suceso que haba puesto en evidencia que las fuerzas militares espaolas eran anticuadas y poco operativas. Este punto fue recogido porJoaqun Costa en su proyecto de regeneracin de Espaa: a la idea de rectificacin del curso de la historia de Espaa y sus supuestos xitos militares(Doble llave al sepulcro del Cid) (20), se sumaba la de modernizar elEjrcito para que Espaa resurgiese econmica, militar y polticamente. En1883 escriba que sin marina mercante no hay colonias, ni comercio exterior,ni industria floreciente, ni agricultura prspera, ni presupuesto posible parasostener grandes escuadras (21).La prdida de la guerra con Estados Unidos y, por ella, de Cuba, PuertoRico y Filipinas, hacan necesaria la reforma de la vetusta organizacin militar espaola. Carranza recogi en parte estas inquietudes, haciendo valer suparticipacin en aquella contienda como un grado de conocimiento del problema. Desde la primera legislatura en la que ocupara un escao en las Cortes,centr sus gestiones en tratar la reforma de los servicios de la Armada (22).Su primera intervencin en el Congreso, el 19 de noviembre de 1904, fueprecisamente para expresar su opinin acerca del proyecto de ley sobre lareforma general en la organizacin de los servicios de la Armada y programade armamentos navales. Aunque el objetivo del proyecto de ley era la reconstruccin urgente del poder naval espaol, no se mostr de acuerdo con suorientacin dado que se pedan sacrificios a un colectivo que los acababa dehacer en Santiago de Cuba y en Manila con resultados estriles. A su juicio, elEstado no poda exigir esto si otros organismos no se sacrificaban de igualmanera, un razonamiento frecuentemente utilizado en defensa de los interesesde la Armada que se consideraba agraviada por una falta general de agradecimiento por los servicios prestados en Cuba y Filipinas. Por otro lado, el estamento militar no aceptaba el recorte de presupuesto a su personal destinado aproporcionar el deseado ahorro de dinero para la mejora de los servicios castrenses. El argumento en contra de esta medida era simple: si ellos ya se haban sacrificado en 1898, corresponda al resto de la sociedad espaola hacerlo ahora para compensarlos de alguna manera. A esto aadan que el buen funcionamiento de la maquinaria de defensa de la nacin iba en beneficio de todosy evitaba que en un futuro Espaa viviese un desastre parecido al que acababade padecer. Ramn de Carranza simplemente se hizo eco de esta insatisfacciny la present en el Congreso (23).

    (20) Vid. COSTA,Joaqun: Crisis poltica en Espaa. Madrid, 1914 (en la edicin: Madrid,Alianza Editorial, 1973, pp. 169-179).(21) Cit. en: FERNNDEZCLEMENTE,E.: Op.Cit. ,p. 30.(22) Vid. Estado General de la Armada para el ao 1902. Madrid, 1901.(23) La reforma de los organismos y servicios de la Armada y la creacin con los recursos disponibles de nuevos elementos de fuerza, tenan como fin la defensa de la autonoma eintegridad territorial de Espaa. Para lograr tal objetivo se defini en este proyecto de ley una12 48

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    LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...Por otra parte, seal un grave defecto en el proyecto de ley: ste hacareferencia detallada y pertinente, en su opinin a que el objetivo ltimo

    de la reforma de la Armada deba ser su transformacin en instrumento tilpara la defensa de la autonoma e integridad del territorio de la nacin, perosin embargo descuidaba la definicin de las caractersticas de la nueva Marinade Guerra. En sus propias palabras, la eficacia de la Armada dependa de unacorrecta formacin de su personal, de unas bases de operaciones bien provistas econmicamente y dotadas de una moderna infraestructura y de un repartoconcreto de los campos de accin de cada flota para evitar los desajustes y faltade organizacin habituales hasta ese momento. Cuestiones tan importantes sedejaban, segn su criterio, a la imaginacin en el proyecto de ley (24).Una vez explicados los problemas generales de este proyecto de ley, sededic a ir describiendo sus puntos dbiles. La creacin de una Direccin deNavegacin, Pesca e Industrias Martimas que reuniese la administracin dispersa hasta entonces en varios ministerios de todo lo referente a estascuestiones no especificaba, segn su opinin, cules eran estos asuntos y quprofesional sera su director general (l sugera para el puesto a un general decualquier cuerpo de la Armada, por considerarlo ms apropiado que, por ejemplo, un representante de una de estas industrias con intereses en cualquierade ellas, o que un abogado sin conocimientos concretos sobre asuntos navales). A esto aada que la Junta de la Direccin formada por navierodeba tener slo funciones consultivas y no administrativas, ya que no tenasentido que estas funciones las cumpliesen los mismos administrados. En ningn otro organismo del Estado se produca tal circunstancia y no encontrabamotivos aparentes para que recayese tal privilegio entre aquellos industrialesdedicados a la explotacin de recursos martimos. Resulta llamativo el enfoque que Carranza dedicado a estos negocios hace de este tema. A nuestrojuicio, dado que todava llevaba poco tiempo dedicado a esta actividad profesional apenas dos aos sera razonable pensar que era pronto para que sureaccin fuese la esperable en un oligarca y que, en cambio, su formacin castrense fuese an la que prevaleciera en la orientacin dada a esta cuestin.Tampoco se mostrara de acuerdo con otro de los puntos del proyecto deley: el establecimiento de una Jurisdiccin Central de la Armada que asumiralas funciones ejercidas por las Capitanas Generales de los tres DepartamentosMartimos de Espaa. Sus argumentos contra esta medida se basaban en lopoco operativo que sera acumular en Madrid el trabajo de las capitanas generales, con riesgo de producir una demora an mayor que la actual en la resolucin de los problemas (25).poltica naval con tres puntos de desarrollo: 1) La modernizacin de las unidades existentes enla flota y su ampliacin. 2) Un informe de la cantidad, calidad y coste de los nuevos elementosde la flota. 3) La organizacin de los servicios y personal que harn eficaz esta flota una vezconstruida; Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes. Congreso de Diputados. Legislatura 1904-1905. Tomo II, 19-XI- 1904, p. 1.192; Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907.Tomo VI, 13-XII-1907, p. 2.406.(24) Cfr. Ibdem, pp. 1.193-1.194.(25) Cfr. Ibdem, p. 1.194.Ao 1995

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    Ramn de Carranza en su poca de teniente de navo. 1898

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAnes. Otros razonamientos reforzaron sus argumentos: un barco que necesitasealgn arreglo, y ms si ste fuese importante, tendra que trasladarse al arsenalms cercano, no pudiendo correr el riesgo de que el ms prximo slo estuviese dedicado a construcciones. La medida propuesta combinara, segn supunto de vista, la voluntad de especializar los astilleros en construcciones dedistinta magnitud, tal y como el proyecto de ley pretenda, con solucionespara la falta de trabajo y para no dejar ningn punto sin equipo de reparaciones (29). Debemos tener presente que uno de los mayores problemas de Cdizen esta poca fue el de la escasez de trabajo en los astilleros gaditanos. Ello eramotivo suficiente para que decidiese abordar este tema siempre que fuera posible. Como veremos en pginas siguientes, otra de las cuestiones por l planteadas en este perodo de su actividad poltica fue, junto con la reforma de losservicios de la Armada, la del porvenir del arsenal de La Carraca.Con respecto a la reforma de los cuerpos militares se mostrara de acuerdocon un aspecto que se intentaba cambiar: el sistema de ascenso. Este se harahasta el grado de capitn de navo como era habitual, por antigedad. En lasgraduaciones superiores se efectuara por eleccin, armonizando la conveniencia del Estado y la estimacin de los servicios prestados. El motivo por elcual encontr esto aceptable radicaba posiblemente en una visin, esta vez,ms cercana a su faceta de hombre de negocios y poltico que a la de militar:segn su punto de vista, la eleccin de los altos cargos era algo normal entodas las carreras y mbitos profesionales, ello creaba estmulos y permitaevitar, en este caso, que el que fuese examinado para su ingreso en la EscuelaNaval, al obtener un buen puesto en los exmenes, no adquiriese ua patentede almirante de por vida independientemente de su trayectoria posterior. Peroira ms all al proponer que esta medida se extendiese a todos los grados inferiores de la carrera militar al menos en un tercio de los casos, ya que una eleccin al cien por cien era inviable por la desorganizacin que aquello podraproducir (30). Con ello el Ejrcito tendra a los ms cualificados en los puestos clave (31). No se nos debe escapar que Carranza, incorporado a las redescaciquiles de la provincia de Cdiz, podra ascender con este sistema a pesarde encontrarse en situacin de excedencia de forma mucho ms fcil quecon el anterior.Todas las intervenciones sobre el proyecto de reforma de los servicios dela Armada anteriormente citadas fueron protagonizadas por Carranza durante

    (29) Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes. Congreso de Diputados. Legislatura 1904-05.Tomo II, 21 -XI-1904, p. 1.210.(30) Cfr.lbdem,p. 1.211.(31) La experiencia de la guerra de Cuba haba demostrado que los que estuvieron almando del Ejrcito espaol no fueron necesariamente los ms cualificados, y que muchas mentes preclaras no pudieron ser aprovechadas al estar bajo las rdenes de militares cuya visin delos acontecimientos no estuvo suficientemente a la altura de las circunstancias. Como el espritu que inspir esta reforma de los servicios de la Armada fue el de corregir los defectos de laorganizacin militar espaola puestos de manifiesto en el desastre de 1898, este asunto fue tratado con especial nfasis. Cfr. Ibdem, pp.l.2ll-l.2l2.16 48

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    LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...su legislatura como diputado en las Cortes por el distrito de Algeciras en 1904-1905. Cuando vuelve a participar en las Cortes de la nacin lo hace comosenador por la provincia de Cdiz a partir de la legislatura de 1907. Al no estarcerrado el problema que estamos comentando, vuelve a tomar el tema en cuestin exponiendo aquellos aspectos del proyecto de ley que l consideraba quecontinuaban mal definidos o seguan sin ser corregidos, acogindose al mismoargumento hasta ahora empleado: no deban exigirse a la Marina de Guerra lossacrificios que el proyecto de ley determinaba si los dems organismos de lanacin no los hacan anlogos (32).Insisti nuevamente en los puntos que han sido comentados con anterioridaddebido a que el proyecto de ley an no haba sido puesto en prctica y, por tanto,sus correcciones al mismo deban ser expuestas nuevamente para que fuesentenidas en cuenta, esto a pesar de que el ministro de Marina segua siendo elalmirante Ferrndiz, receptor de todos sus discursos de 1904. Sin embargo entren nuevas consideraciones, no referidas en su mayora a los aspectos organizativos de la Armada, sino a los de la situacin profesional de su personal.El debate tenido en las Cortes sobre el proyecto de reforma de los serviciosde la Armada se haba centrado casi exclusivamente en sus primeros aos enlas cuestiones de organizacin: los Departamentos Martimos y sus jurisdicciones, la composicin de la escuadra, o la modernizacin del material disponible. Pero rara vez se haba ocupado de la nueva situacin profesional del personal de la Armada. Carranza, al parecer consciente de esta circunstancia, pusoen evidencia este olvido e introdujo el tema desde s primera intervencincomo senador en 1907 (33).El primer punto que a este respecto consider fundamental estudiar fue elde la correcta instruccin del personal que se fuese incorporando en lo sucesivo a la Armada. A su juicio, de nada servira modernizar el material militarsegn el modelo de otros pases si el personal encomendado al mismo no seencontraba en consonancia con estas reformas. La deduccin era simple perola solucin dada no era tan sencilla: argument que pasaran varios aos hastaque Espaa tuviese construida su escuadra y, por ello, no habra material conel que practicar y aprender. En su opinin, para paliar esta insuficiencia estepersonal podra ser destinado a las marinas extranjeras (las inglesa, alemana yjaponesa preferentemente) durante al menos dos aos, tiempo suficiente parael conocimiento de la organizacin intrna de las mismas. Adems de estamedida, propuso la creacin de escuelas de maquinistas, de maestranza y deartilleros del mar como complemento docente a la Escuela Naval (34).

    (32) El razonamiento de que todos los ciudadanos deban sacrificarse por igual a la hora debuscar el bien general fue una constante en toda la carrera poltica de Carranza. Ya lo encontramos en 1904, cuando aborda este tema por primera vez, pero su uso se ira intensificando conel paso de los aos. Cfr. Ibdem, p. 1.215.(33) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907, Tomo VI, 13-XII-1907, pp.2.406-2.407.(34) Cfr. Ibdem, pp. 2.407-2.410.

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAEl segundo punto a tratar con respecto a la situacin del personal de laArmada fue el de la Escala de Reserva. Segn su punto de vista, mal llamada

    as debido a que el ministro de Marina no poda recurrir, en caso de no ser suficientes los jefes y oficiales en activo, a los existentes en la Escala de Reservapues una de las condiciones para pasar a esta situacin era, precisamente, la deno volver a ser embarcados (35).Por esto, a su juicio, debera denominarseEscala de Tierra y as su nombre ira en consonancia con su autntico contenido, adems de, recordando su verdadera condicin, permitir la determinacin de cules seran las funciones que cumpliran en la nueva organizacindel personal que contemplaba el proyecto de ley (36). En sus propias palabras,un marino en escala de reserva o tierra poda ser destinado con la misma propiedad que un militar en activo a todos los servicios de costas: Comandancias,Ayudantas, Direccin de Navegacin, Alistamiento y cargos en laAdministracin Central (37).El ltimo tema que present en las Cortes con relacin al proyecto de leyde la reforma de los servicios de la Armada se refera nuevamente a un asunto que afectaba al personal de la misma, siguiendo la lnea ms reciente de susintervenciones desde 1907. En este caso se trataba de una situacin, en su opinin, injusta y que afectaba a los profesores de las academias militares: stos,adems de impartir sus clases, prestar los servicios que los directores de loscentros disponan y examinar a sus discpulos, han de formar parte del tribunal para su ingreso en ellas. En los tribunales de las diferentes carreras delEstado los alumnos pagaban en aquellos aos veinticinco pesetas en conceptode derechos de examen, las cuales se repartan entre los profesores que lo formaban. En cambio, en las academias militares esta cantidad pasaba a los fondos de las mismas, por lo que el Estado ahorraba la cifra correspondiente delos presupuestos anuales destinados a stas. El pago de los derechos de examen en estos centros deba ir destinado, segn defenda, a remunerar el servicio prestado por sus profesores en las oposiciones. Estos no abandonaban porello sus dems funciones, al contrario de lo que suceda en otras carreras cuyosmiembros de tribunal suspendan sus ocupaciones habituales en tanto formaban parte de un tribunal. La propuesta fue aceptada por el ministro de Guerra,general Aznar, sin que mediase debate alguno (38).Estas intervenciones de Carranza en el Congreso de Diputados en ningncaso provocaron polmica y, en general, parecieron ser recibidas con agrado.Ello supuso, por un lado, que su protagonismo en la Cmara fuese menor que

    (35) La Escala de Reserva se conceda exclusivamente a aquellos jefes y oficiales en activo que, careciendo de la suficiente aptitud fisica para el servicio de la mar, tenan la necesariapara servir en tierra.(36) La situacin de los marinos en Escala de Reserva fue un tema tratado en el Senado araz de un debate surgido entre los seores Concas, Loygorri y Carranza acerca de si un militaren la reserva poda desempear o no el cargo de comandante de Marina. Cfr. Diario de Sesionesdel Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 20-XII-1907, pp. 2.604-2.605.(37) Cfr. ibdem, pp. 2.606-2.608.(38) Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1910.Tomo V, 7-XII-19l0, pp. 1.548-1.551.

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAto con el que, no obstante, guardaba cierta relacin. La justificacin de su postura ante este particular fue expuesta por l mismo en el Congreso: su interspor este tema no radicaba slo en sus obligaciones como representante de laprovincia de Cdiz sino tambin en el convencimiento de que con ello se atendan los intereses de la nacin, ya que aquel puerto era, a su juicio, la base deoperaciones ms importante de Espaa (41). As intentaba eliminar el riesgode ser criticado por anteponer irracionalmente los intereses de Cdiz a losgenerales, a la vez que lograba mayor fuerza para sus argumentos de potenciacin del arsenal de La Carraca al ser presentado como un bien nacional yno exclusivamente provincial.El primer punto por l tratado con referencia a esto fue el de la situacin desus instalaciones y su grave desaprovechamiento. En su opinin, al arsenal deLa Carraca deban encomendrsele grandes trabajos, en la misma medida quea los arsenales de El Ferrol y Cartagena. Segn su criterio, mientras esto no sellevara a efecto, adems del consiguiente perjuicio para sus trabajadores, susinstalaciones se estaran deteriorando por falta de uso. Pero an lleg ms allal considerar que el arsenal de La Carraca presentaba mejores condiciones quelos de Cartagena y El Ferrol para llevar a buen trmino los encargos ms ambiciosos, por encontrarse en una situacin estratgica mejor para convertirse enuna completa base de operaciones. Pero, a su juicio, para que esto pudiesematerializarse tena que ser prestada ayuda econmica para la modernizacinde unas instalaciones que, en muchos aspectos, se encontraban tal y como estaban en tiempos de Carlos IV (42).Las sugerencias de Carranza en las Cortes esta vez no fueron aceptadasbajo la argumentacin de que carencias existan en todas partes y que el arsenal de La Carraca no poda llevarse todo el presupuesto consignado para mejora de instalaciones en los arsenales espaoles. En definitiva, sus palabras fueron interpretadas como el resultado de su ciega representacin de los interesesde su provincia ms que como el anlisis lcido de un oficial de la Marina, taly como pretendi demostrar (43).A pesar de este fracaso inicial al abordar el tema, insiste nuevamente sobreel mismo en los das siguientes presentando una enmienda a un proyecto de leydel gobierno segn el cual, en los establecimientos de El Ferrol y Cartagena,los trabajos de construccin de barcos se realizaran por contrata con una entidad industrial de completa garanta y no por administracin (44). El desacuer

    (41) Cfr.Diario de Sesionesdel Senado . Legislatura 1908-1909.Tomo III, 4-Xll-1908, p.778.(42) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI,13-XII-1907, pp.2.409-2.4 10.(43) Cfr. Ibdem, p. 2.411.(44) El proyecto de ley presentado en las Cortes determinaba que el arsenal de El Ferrol seespecializara en grandes construcciones, que el de Cartagena se reservara para las pequeas yque el de La Carraca quedara encargado de las reparaciones y de las obras nuevas de artillera.Los presupuestos asignados para las obras de reforma necesarias y la determinacin de que losencargos se realizasen por contrata estaban en funcin de la importancia dada a cada arsenal porel presente proyecto de ley. De ah que el arsenal de La Carraca no disfrutase de las mismas ven

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    LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...do que mostr radicaba en la no inclusin del arsenal de La Carraca en un proyecto del que, al parecer, se esperaban mejores resultados. La justificacin desu postura se basa en razonamientos ya empleados y que vuelven a insistir enla mayor importancia estratgica de Cdiz frente a los otros dos centros deconstruccin naval. Adems valorara esta discriminacin como una verdadera falta de inteligencia (45):

    No creo que quepa dudar que Cdiz es la base militar de ms importanciade Espaa, que despus viene Cartagena y luego El Ferrol. Si no pudiera haberen Espaa ms que una base naval, sta sera Cdiz. Si pudiera haber dos,Cdiz y Cartagena, y si pudiera haber tres, seran Cdiz, Cartagena y El Ferrol.Y tres tenan que ser porque nuestra costa est dividida en tres partes. (...) Ynuestra importancia estratgica viene por estar la pennsula enla confluenciade dos mares y en el extremo de un continente tan inmediato a Africa. Y comonos ensea la historia, en cuatro siglos ha sido objeto Cdiz de cinco ataques,y todos los combates ocurrieron all: San Vicente, Santa Mara, Trafalgar,Algeciras y Mlaga, mientras en Ferrol slo ha habido un ataque, y un combate de casualidad en el cabo Finisterre (46).

    Carranza no aceptara la supuesta compensacin que Cdiz recibira a travs de un incremento de los encargos de construcciones navales civiles parasus astilleros (47).Un ao despus, en 1908, decide volver a plantear la cuestin, pero esta vezpor s misma, sin que algn motivo en concreto propiciase su discusin en lasCortes. Plante el problema de la siguiente forma: solicitaba al ministro deMarina una solucin al estado de total abandono en el que se encontraba, a sujuicio, el servicio de la base naval de Cdiz integrada en el arsenal de Latajas que los otros dos centros, tanto en el presupuesto asignado setecientas mil pesetas frente a dos millones de pesetas como en la imposibilidad de acceder a los encargos por contrataen vez de por el menos ventajoso sistema de administracin. El proyecto fue justificado por dosobjetivos: el primero, acabar rpidamente con las obras por administracin que tan nefastosresultados estaban produciendo debido a la generalizada desorganizacin existente tras el fin dela guerra de Cuba; el-segundo, variar el--sistema hasta entonces- vigente segn -el cual -los buques se construan en grupos de tres, uno en Ferrol, otro en Cartagena y otro en Cdiz,resultando que para tres crucueros se necesitaba un proyecto triplicado y ejecutado por tresdirecciones de ingenieros, de artilleros, de talleres de modelos y plantillas y de oficinas de planos y tres corrientes de expedientes entre los arsenales y el Ministerio. Este sistema era, segnel Gobierno, ms costoso y dilatorio que si los tres buques hubiesen sido construidos en unmismo arsenal. Por tanto, la especializacin de los arsenales era, segn este punto de vista, msconveniente para el buen servicio de la nacin, aunque llevase como resultado un deterioro delfomento de alguno de ellos. Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. TomoIII, 4-XII-l908, p. 780. -(45) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 19-Xll-l907, -pp.2.555-2.556. - -(46) Ibdem, pp. 2.556-2.557. --(47) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 19-XII-1907, pp.2.557-2.559. - - - -

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    Joaqun Mara PIEIRO BIANCACarraca (48). Esta vez no se trataba de que determinadas medidas fuesen equitativas a las dictadas para los otros dos arsenales, sino de una peticin de ayudaen tono desesperado. Provoc, as, un debate acerca del porvenir del establecimiento naval gaditano, aunque, segn l mismo expres, sin que ello significase que se estuviera censurando la labor del Ministerio de Marina. La intencin ltima de esta iniciativa era, segn su opinin, la de obligar al Gobiernoa expresar sus planes concretos a este respecto y, en la medida de lo posible,hacer una llamada de atencin ante una situacin que era considerada injustapor todos los gaditanos y que afectaba a un tercio de la poblacin residente enSan Fernando.Nuevamente insisti en que los planes y presupuestos del gobierno se concentraban en los arsenales de Cartagena y El Ferrol y olvidaban, en cambio, elde La Carraca. Al argumento ya conocido de la discriminacin, se uni el delas peores oportunidades de trabajo para el futuro: si los arsenales ferrolano ycartagenero contaban con medios econmicos mayores, produciran ms ymejor, de modo que el de La Carraca no podra ser nunca competitivo frente aellos y su evidente desventaja aumentara con el tiempo (49).Este razonamiento se vio, a su vez, fortalecido por otro que recurra al propio espritu de la poltica gubernamental: si el arsenal de La Carraca deba serdestinado exclusivamente a reparaciones de buques pero, en cambio, no se leconceda presupuesto suficiente para su modernizacin, cmo podan stas hevarse a cabo. En su opinin, no se cumpla el objetivo ltimo del gobierno:aumentar la eficacia de las principales bases navales espaolas, as como suinfluencia sobre los mares prximos a ellas.La situacin del arsenal de La Carraca era, pues, segn lo expuesto porCarranza, insostenible. Ante tal panorama pidi al Gobierno que se expresaraclaramente acerca de si le interesaba prescindir del arsenal gaditano o si, porel contrario, pensaba en su rpida y efectiva reorganizacin. Antes de recibiruna respuesta, record sus ya conocidos argumentos acerca de la convenienciade fomentar el desarrollo de la base naval de La Carraca, debido a la importancia estratgica de Cdiz en la defensa de las costas espaolas del sur de lapennsula y a su trascendencia dentro del Mediterrneo occidental (50). Supostura, por tanto, intentaba demostrar que sus objetivos pretendan atenderintereses generales de la nacin y no exclusivamente los particulares de la provincia de Cdiz.La respuesta de Ferrndiz, ministro de Marina, empleaba las mismas razones que justificaron la ley causante de esta polmica: el sistema de construccin de buques por grupos de tres en Cartagena, El Ferrol y La Carraca triplicaba todo el proceso y lo haca ms costoso y lento. Con la especializacin delos tres arsenales en grandes y pequeas construcciones y en reparaciones (El

    (48) Cfr.Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo III, 4-XII-1908, pp.776-777.(49) Cfr. Ibdem, pp. 777-778.(50) Cfr. Ibdem, pp. 778-779.

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    LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...Ferrol, Cartagena y Cdiz respectivamente) slo se pretenda un eficaz funcionamiento, sin nimo de discriminar a nadie. El arsenal de La Carraca, enconsecuencia, no haba sido abandonado sino especializado en una clase detrabajo, el de reparaciones, que lo nico que implicaba era una transformacinde funciones, pero, en ningn caso, su eliminacin, ya que ste era un trabajoseguro y constante (51). Como era de esperar, la respuesta oficial fue acogida por Carranza como una muestra de buenas palabras que slo contenanevasivas y que, en definitiva, no contestaban a las peticiones formuladas. Fueprecisamente por esta apreciacin por lo que se resisti a abandonar la cuestin, aumentando su insistencia sobre el asunto.Ante la imposibilidad-de-ganar-terreno-por-elcamino -hasta-ahora-utilizado,-cambia de tctica: abandona sus peticiones de justicia e igualdad y orienta susobjetivos hacia un intento de sacar el mayor provecho posible a la situacin enla que el Gobierno colocaba al arsenal gaditano. Para ello ruega al ministro deMarina que fuese creada una comisin encargada de estudiar cmo se podranorganizar los servicios de una base naval de operaciones en el arsenal de LaCarraca, ya que hasta ese momento careca de los medios necesarios para prestar los dos servicios que una entidad de esta naturaleza deba ofrecer: los aprovisionamientos y las reparaciones. La supuesta especializacin que en artillera debera tener en un futuro no entraba en estas consideraciones ya que noera funcin especfica de una base naval (52). Con esto no se contradecan lasdisposiciones gubernamentales, pero se continuaba solicitando lo mismo:atencin, preocupacin y unas considerables partidas presupuestarias. A pesarde sus esfuerzos, recibi esta vez, no buenas palabras, sino una rotunda negativa: se consideraba innecesario enviar a Cdiz una comisin que estudiase lacreacin de una verdadera base naval en La Carraca cuando no se contaba ancon el presupuesto necesario para despus llevarla a efecto. No obstante, sedejaba abierta la posibilidad de que, una vez desahogada la situacin econmica, se pusiese en-prctica lo planteado (53). -El problema del futuro del arsenal de La Carraca centr todas las intervenciones de Ramn de Carranza en las Cortes entre 1907 y 1909. Debido a quesus gestiones resultaron infructuosas, intent sacar de ello algn beneficio parasu carrera poltica difundiendo, a travs de la prensa gaditana, todo el desarrollo de este asunto ante la Cmara. Su objetivo, suponemos, era el de reforzar enla opinin pblica su imagen de defensor de los intereses de Cdiz, con independencia del xito obtenido (su fracaso poda, as, mostrarse ms como producto -de la incomprensin -del-Gobierno-quecomo -resultado-de su ineficacia)

    (51) Cfr. Ibdem, pp. 780-781. -(52) Carranza no mostr gran inters por este particular ya que un centro de fabricacinartillera poda ser instalado en cualquier zona, costera o del interior, con tal de que estuviesebien comunicada. La importancia en el fufuro de Cdiz no resida, en opinion de Carranza, enque se construyesen caones, porque su verdadero porvenir descansaba sobre los servicios quenecesitaba una base naval, Cfr. Ibdem, p. 782.(53) Cfr. Ibdem, pp. 782-785.

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    LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE...ciones ya existentes al realizar las nuevas. La peticin formulada por Carranzase encaminaba a la eliminacin de esta clusula en las condiciones del concurso, motivo, segn su parecer, del retraso de una obra de vital importanciapara el buen funcionamiento del arsenal. A esta splica se aada otra: la de larealizacin de un estudio para ampliar el dique de una capacidad de trece miltoneladas a una de quince mil, tamao ms acorde con las dimensiones de losbuques que en ese momento se estaban construyendo (55).Esta obra permitira la recepcin de barcos que necesitasen reparacin urgente y la botadura delos de nueva construccin con mayor facilidad (56).La respuesta del Ministerio de Marina esta vez fue afirmativa, pero seimpuso una condicin: las obras de ampliacin del dique slo se efectuaranlongitudinalmente, ya que hacerlo tambin transversalmente sera lo mismoque construir uno nuevo y los presupuestos disponibles para tal efecto no lopermitan. A ello se aada que el aumento del largo de un dique era, adems,tcnicamente ms sencillo que una modificacin de su ancho (57).La ltima intervencin de Carranza en las Cortes en relacin con el temadel arsenal de La Carraca fue breve y podemos interpretarla como su ltimointento de lograr una respuesta positiva del Gobierno. En aquella ocasin utiliz un nuevo argumento que fortaleca los ya expuestos con anterioridad: elarsenal gaditano poda convertirse, adems de en lugar de construccin y reparacin de buques, en centro de prcticas para los alumnos de la Escuela NavalMilitar de San Fernando, un servicio que sera de gran inters para la formacin de los futuros marinos y que solucionara uno de los puntos dbiles delsistema de formacin vigente: la escasez de clases prcticas (58).Como ya selbamos, la disminucin de su presencia en las Cortes vino acoincidir con la crisis en las jefaturas de los partidos Liberal y Conservadortras el asesinato de Canalejas. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique pusieron fin a su carrera poltica en Madrid (59),centrando desde ese momento suactividad pblica en el mbito local. El nuevo camino emprendido tuvo como

    (55) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo Y, 8-11-1909,pp.1.664-1.665.(56) Carranza consider que uno de los temas olvidados en el proyecto de obras del arsenal de La Carraca fue el del dragado de los caos, imprescindible para que la comunicacin deldique con el mar fuese efectiva. En su opinin, no era suficiente con dragarlos en el momentode las obras ya que un cao, en el plazo aproximado de diez aos, vuelve a tener la misma cantidad de fango que en origen. Era, por tanto, necesario instalar un tren de dragado que trabajase continuamente a fin de mantener el calado de los canales.(57) Cfr. Ibdem, pp. 1.666-1.672.(58) Carranza relacion el tema del arsenal de La Carraca con el anteriormente mencionado proyecto de ley de reforma de los servicios de la Armada. Suponemos que con ello queraaprovechar el demostrado inters general por este proyecto de ley para lograr mayores apoyosen este asunto, Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo VII, 8-1V-1909, pp. 2.800-2.801.(59) Su ltimo cargo en las mismas fue como diputado por el distrito de El Puerto de SantaMara en 1919 aunque, como decimos, su presencia como senador desde 1912 a 1917 fue puramente testimonial.Ao 1995

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    Joaqun Mara PIEIRO BLANCAprimer resultado su nombramiento como alcalde de Cdiz en 1927, ya en ladictadura de Primo de Rivera.

    La actuacin poltica de Ramn de Carranza en los aos finales de laRestauracin fue, en trminos generales, discreta. Se ocup de los temas quemejor poda dominar por su formacin castrense, con el fin de ganar prestigioa travs de sus intervenciones y as avanzar en su planificado progreso social.Sin embargo, no obtendra ningn resultado importante en sus gestiones. Noobstante, esta etapa de su carrera le proporcionara una considerable experiencia poltica fueron dieciseis aos como diputado y senador y la oportunidad de ingresar en las redes caciquiles de la provincia de Cdiz. Este perodosera posteriormente utilizado por Carranza y sus seguidores como instrumento de prestigio y elemento fortalecedor de su autoridad como poltico, aunqueexagerando algunos captulos, como una supuesta gran amistad con AntonioMaura forjada, segn Carranza, en aquellos aos (60). Con ello intent responder a las acusaciones que se le hicieron acerca de que su permanencia enel poder se deba exclusivamente a la voluntad de Miguel Primo de Rivera yno a su vala como poltico.

    (60) Las consultas que hemos efectuado en el archivo de la Fundacin Antonio Maura deMadrid no nos dieron resultados positivos en la bsqueda de vestigios de una posible relacinpersonal de Carranza con este poltico, por lo que debemos dudar sobre este particular.Imaginamos que el contacto personal de ambos debi de ser el normal entre un diputado-senador y el jefe de su partido, sin que ello tuviese mayor trascendencia.26 48

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    ESPAA ANTE LASIMPLICACIONESMEDITERRNEASDE LA CONFERENCIANAVAL DELONDRES DE 1930

    Jos Luis NEILA HERNNDEZDoctor en Historia ContemporneaUniversidad Autnoma de Madrid

    La Conferencia Naval de Londres, en la estela de la celebrada en Washington en 1921-22, coincide con una coyuntura especial en la historia del perodode entreguerras. 1930 no delimita simplemente la lnea divisoria entre dosdcadas, sino el punto de inflexin en el que comienzan a deteriorarse irreversiblemente los pilares sobre los que se haba cimentado la sociedad internacional tras la Guerra del Catorce. A esa coordenada internacional, que suponeel fin del perodo de mayor eficacia e implantacin de la Sociedad de lasNaciones, en el caso de Espaa se incorpora otra coyuntura de cambio. Estavez, sin embargo, el cambio es de signo contrario ya que Espaa, ante la crisisdel sistema monrquico, 0pta por la adopcin de un rgimen democrtico yliberal desde 1931, que armonizase las estructuras internas y la posicin internacional de Espaa con las de la Europa democrtica y la Sociedad de lasNaciones. La inauguracin oficial de la Conferencia Naval el 21 de enero de1930, en la Galera Real de la Cmara de los Lores, precede nicamente ensiete das al encargo de Alfonso XIII al general Berenguer para formar gobierno, dando fin a la dictadura de Primo de Rivera.El componente mediterrneo en la poltica exterior espaola ocupaba unaposicin de privilegio -y,-evidentemente, cualquier amenaza-o factor-perturba-dor en esa rea acaparaba la atencin de los medios oficiales espaoles. Espaa, una gran potencia venida a menos en su devenir histrico (1), se habaconvertido en una potencia exclusivamente euroafricana despus de 1898. Un

    (1) Para un estudio en profundidad sobre la posicin internacional de Espaa como potencia se puede consultar la conceptualizacin realizada por MORALESLEZCANO,V.: Grande,pequea y mediana potencia (algunas puntualizaciones conceptuales), en Portugal, Espaa yEuropa. Cien aos de desafo (1890-1990), Mrida, U.N.E.D., 1991, pp. 21-32; y, asimismopara la posicin internacional de Espaa en las primeras dcadas del siglo xx los trabajos deTolutE Grvmz,II. de la: El destino de la Regeneracin internacional de Espaa (18981918), en Proserpina, n9 1, diciembre de 1984, Mrida, pp. 9-22; y en un espacio temporal msamplio TUSELL,J.: El problema del Estrecho en la poltica internacional espaola de la pocacontempornea, en Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta .Madrid, U.N.E.D., 1988, pp. 9-26. -, -Ao 1995

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    J. L. NEILA HERNNDEZEstado que, como afirma J. U. Martnez Carreras, desde el ltimo tercio delsiglo XIX y los primeros compases del xx era:

    (...) una pequea potencia situada por un lado en una situacinperifrica, y no slo desde el punto de vista geogrfico, sino tambinpoltico y econmico, en relacin con los pueblos protagonistas y conlos Estados que son los nuevos centros del poder mundial, y por otrotan radicalmente introvertida que neutraliza con una pasividad internacional casi total la actividad y tensiones exteriores precedentes (2).Una posicin que, en definitiva, impona condicionantes objetivos para queEspaa pudiese ejercer plenamente su potencia en el hinterland mediterrneo, un rea vital para su seguridad. En esas condiciones Espaa participar enel reordenamiento internacional que se produce en el Mediterrneo a principiosde siglo bajo el diseo franco-britnico. Sobre este patrn se articularn lasrelaciones de dependencia de Espaa con las grandes potencias en el espaciomediterrneo, pero ser, asimismo, gracias a ese nuevo equilibrio de interesescomo Espaa reactivar su presencia internacional tras el recogimiento cano-vista.La poltica mediterrnea jugar, adems, un papel muy importante en lapercepcin espaola de los problemas europeos. Fue, de hecho, un canal a

    partir del cual los medios oficiales espaoles pudieron percibir las realidadeseuropeas. Ciertamente, Espaa utilizando las palabras de Mara de losAngeles Egido, aun dentro de una posicin claramente secundaria, Espaaera europea en funcin de ser mediterrnea. Siempre ha sido el Mediterrneouna de las constantes en la participacin espaola en cuestiones europeas (3).Debemos tener en consideracin, asimismo, el argumento apuntado ya porF. Albi en su libro sobre la Poltica del Mediterrneo en la posguerra publicado en 1931, en torno al lugar central que ocupaba el hinterland del Mediterrneo en la poltica exterior de la Monarqua y, ms concretamente, de ladictadura de Primo de Rivera. La concepcin del Mediterrneo como eje degravedad de la poltica internacional de Espaa en los aos veinte explica, engran medida, la falta de atencin que Primo de Rivera como afirma M. Espadas Burgos dedic a la dimensin europea de su poltica y, muy en especial,en el entorno de los pases democrticos y en el seno de la Sociedad de lasNaciones (4).El orden internacional instaurado por los vencedores tras la Guerra del

    (2) MAwrtz CARRERAS,J. U.: Lapoltica exterior espaola durante la Restauracin,1875-1931, en Las relaciones internacionales en la Espaa Contempornea, Murcia, JuanBautista Vilar (Ed.), 1989, p. 80. Un comentario directamente inspirado en las tesis sostenidaspor el profesor J. M. JOVERZAMORA,en Poltica, diplomacia y humanismo militar en la Espaa del siglo xix. Madrid, Tumer, 1976.(3) EQmo, M. de los A.: Espaaante la Europa de la Paz y de la guerra (1919-1939), enPortugal, Espaa y..., p. 39.(4) ESPADAS BURGOS, M.: La poltica exterior espaola en la crisis de la Restauracin, enHistoria de Espaa y Amrica, vol. XVI, 2, Madrid, 1981, p. 610.28 48

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    ESPAA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRNEAS DE LA CONFERENCIA....Catorce incorpor un nuevo concepto de la seguridad la Seguridad Colectiva, cuya fuente y cuyo marco fue la Sociedad de las Naciones. Las lagunasque presentaba el Pacto de la Sociedad respecto al problema de la seguridadfueron objeto de numerosos estudios y proyectos jurdico-polticos durante elperodo de entreguerras. Unos de carcter general, como el protocolo de Ginebra o el Pacto de Pars, otros de carcter regional, como los Acuerdos de Locarno, pretendan ofrecer soluciones a las lagunas del Pacto. Evidentemente, lacuenca mediterrnea no permaneci ajena a las frmulas de la seguridadcolectiva. De este modo la pennsula ibrica, situada en una de las puertas delMediterrneo, no pudo asistir inerte ante la nueva realidad de la seguridadcolectiva y la fiebre de la pactomana.La Sociedad de las Naciones, adems de las insuficiencias inherentes alPacto, tuvo que hacer frente a dos realidades polticas que mediatizaran sutrayectoria histrica: por un lado, el hecho de que nunca pudo alcanzar launiversalidad a la que aspiraba el nuevo organismo internacional, y por otro,que su vinculacin a los tratados de paz situaba a la Sociedad de las Nacionesen un lado determinado de la balanza en la dialctica entre defensores del statuquo y los revisionistas. En estas circunstancias la seguridad colectiva y losintentos para complementarla van a tener diferentes lecturas en funcin delos intereses de las potencias y de su posicin en la sociedad internacional.En el marco concreto de las grandes potencias con intereses en el Mediterrneo Francia, Gran Bretaa e Italia, sus formas de concebir la seguridad yde actuar en Ginebra se definen en funcin de sus intereses nacionales concretos. Francia, por su lado, fue firme partidaria de la seguridad colectiva y la msimportante defensora de los pactos regionales siempre que sirvieran a susimperativos de seguridad en Europa. Gran Bretaa, muy reacia a incrementarsus responsabilidades en Europa ms all de los trminos del Pacto, no estabadispuesta a sobrepasar los compromisos a que haba llegado en Locarno. Erauna firme defensora del equilibrio continental y en el Mediterrneo mantuvo suposicin de rbitro y de garante del statu quo. Finalmente Italia, resuelta aemprender una poltica revisionista en el Mediterrneo, siempre critic el sistema ginebrino, mostrando sus preferencias, como as hara en los aos treinta,por el contacto directo con la aristocracia internacional en detrimento de losprincipios democrticos de Ginebra.Previamente al anlisis en profundidad de las implicaciones mediterrneasde la Conferencia Naval de Londres, estimamos conveniente exponer una seriede factores para la comprensin de la poltica mediterrnea en el ecuador delperodo de entreguerras. En primer trmino y en un plano general, en el Mediterrneo Occidental se va a reproducir a pequea escala esa bipolarizacinentre potencias satisfechas defensoras del statu quo, concretamente Francia y Gran Bretaa, y potencias revisionistas Italia y ms modestamenteEspaa.Junto a ste debemos destacar una serie de vectores que definen el sentidode las relaciones entre estas cuatro potencias de modo ms concreto. En primerlugar, la tensin franco-italiana en el marco de la cual la rivalidad naval noAo 1995

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    ESPAA ANTE LAS IMPLiCACIONES MEDITERRNEAS DE LA CONFERENCIA..Espaa una conciencia martima que acabase con la mentalidad continental quehaba predominado en nuestra poltica durante el XIXy las primeras dcadas delpresente siglo. Esta mentalidad, en opinin de estos especialistas, haba sidopromotora del aislamiento internacional de Espaa (8).Con el inicio de los aos veinte las grandes potencias navales, en la atmsfera creada por la Sociedad de las Naciones para estimular la limitacin yreduccin de los armamentos mundiales, comenzarn a promover encuentrospara establecer unas normas de equilibrio entre las diversas fuerzas navalespara evitar la feroz carrera de armamentos que precedi a la Gran Guerra. Paraconseguir este objetivo se recurri al sistema tradicional de las conferencias, laprimera de las cuales se celebr, a iniciativa de los EE.UU., en Washingtonentre noviembre de 1921 y febrero de 1922. Esta Conferencia reuni al anfitrin, los EE.UU., Gran Bretaa, Francia, Italia y Japn. En el acuerdo finalFrancia reconoci la paridad con Italia, al menos en acorazados y portaviones,aunque Francia se neg a reconocerla para el resto de categoras de buques.Desde este momento la paridad sera un elemento de continua confrontacinentre ambas potencias. Con el fin de universalizar estas medidas, la Sociedadde las Naciones convoc una nueva reunin general en Roma en 1924. En estaocasin fracas el intento de hacer extensivo el Convenio de Washington atodos los Estados miembros de la Sociedad. La postura espaola en la Conferencia se concret en tres-puntos: en primer lugar,-en la declaracin-del contralmirante Marqus de Magaz en la reunin de 1922, respecto a la libertad deEspaa en el crecimiento de su Armada; en segundo lugar, la consideracinestratgica de que Espaa, en virtud de su posicin geogrfica y por estar rodeada por tres potencias navales, necesitara unas fuerzas navales iguales a lasde ellas; en tercer lugar, a Espaa no le produca beneficio alguno imponerselimitaciones como las estipuladas a las potencias de segundo orden, mximecuando Espaa no tena ningn problema local pendiente. Se tomaba comolmite ptimo, pero no definitivo, de la potencialidad naval de Espaa, enfuncin de las necesidades de la defensa nacional y los recursos disponibles, en105.000 toneladas en buques de lnea. Espaa en aquel momento posea 82.000toneladas en esas categoras de buques. La Conferencia fue un rotundo fracasoy Espaa, por medio de su representante Joaqun Montagut, mantuvo el criterio de que, como era imposible que Espaa llegase a un equilibrio de armamentos con las tres grandes potencias que la rodeaban, convena mantener lalibertad de accin o aceptar, a lo sumo, una limitacin nominal condicionndola a la proporcionalidad con los armamentos de sus vecinos (9).

    (8) Vid. ALBA SALGADO, J.: Evolucin estratgica de la Marina espaola entre las dosguerras mundiales, en Les armes espagnoles etfranaises. Modernisation et rforme entre lesdeux guerres mondiales. Madrid, Annexes au mlanges de la Casa Velzquez, 1980, pp. 135-138. Para las teoras de Mahan y otros tericos de la geopoltica como Mackinder o Haushoferpuede consultarse: NEzLACAd, F., y TORRENTE SNCHEZ,F.: La Armada: esa desconocida.Madrid, Ed. San Martn, 1986, pp. 28-34.(9) Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (A.M.A.E.). R - 515 exp. 32. Informereservado de la Subcomisin Naval elaborado por Joaqun Montagut. Cartagena, 12 de marzo de1924.Ao 1995

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    ESPAA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRNEAS DE LACONFERENCIA...mantuvo una conversacin con el agregado naval britnico en Pars, en la queste le confesaba que Espaa contara con la buena disposicin de una parte delAlmirantazgo. Conocidas en Madrid estas opiniones, la actitud de Primo deRivera se mantuvo impasible, como queda reflejado en su contestacin aQuiones de Len:

    Deseo para Espaa una poltica internacional clara y con lasmenores complicaciones posibles. Abierta como ha de quedar ladiscusin del problema naval ante la Comisin preparatoria de laConferencia del Desarme, tendremos all la ocasin de defender losintereses de nuestra Patria sin los inconvenientes que nuestra presencia en Londres podra ocasionar al vernos solicitados en opuestosentido por Francia y por Inglaterra. Sobre todo, si les conviene nuestra presencia fcil les es invitarnos a asistir, y ante un requerimientoespontneo de esa ndole claro es que no habramos de eludir nuestrapresencia, cuidando entretanto de no provocar tal invitacin (13).

    Posteriormente, cuando el Gobierno francs dio publicidad al memorndum, que dirigi a las dems potencias participantes en la Conferencia, dondeplanteaba la posibilidad de concluir un eventual acuerdo de mutua garanta yno agresin entre las potencias navales mediterrneas, la fisionoma de laConferencia cobr una nueva dimensin para los medios oficiales espaoles.Nuevas expectativas para Espaa en la Conferencia de Londres: el PactoMediterrneo

    La publicidad del memorndum francs a finales de 1929, tanto por loscanales de la prensa como por la va diplomtica, va a provocar una modificacin notable en el modo de percibir y analizar la reunin naval para Espaa.Evidentemente, la posibilidad de que en Londres el problema del Mediterrneopudiese ser tratado confera un carcter sustancialmente diferente a la Conferencia. La iniciativa francesa tenda a solventar dos problemas presentes en lapoltica mediterrnea de Francia durante la segunda mitad de los aos veinte:por un lado, configurar un marco donde hallar una solucin factible a sus intereses que acabase con las fricciones franco-italianas; por otro, neutralizar laamistad hispano-italiana, que haba alimentado los rumores e indicios sobre unhipottico acuerdo poltico-militar.El memorndum francs sali a la luz a finales de 1929 y de l dio conocimiento el ministro de Asuntos Exteriores A. Briand simultneamente alresto de las potencias participantes en la Conferencia de Londres y al embajador espaol en Pars. El contenido constaba de dos partes: la primera, atenda

    (13) Ibdem.Ao 1995

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    J. L. NEILA HERNNDEZa la actitud general de Francia respecto a las bases de discusin de la Conferencia; la segunda, planteaba los positivos efectos de la conclusin de un acuerdo de garanta mutua y de no agresin en el Mediterrneo. Era precisamente eneste ltimo apartado donde el Gobierno francs haca una mencin especficade Espaa. El Gobierno francs planteaba:

    Est-il possible de raliser entre les Puissances navales mditerranennes, un. accord de garantie mutuelie et de non agressionauquel seraient associes celles dentre elles que ni serontpas reprsentes Londres, d abord une Puissance comrne 1Espagne dont itn est pas besoin de rappeier 1importance des intrts navais enMditerrane? Le Gouvernement de la Rpublique pose la questionen se dclarant favorable au principe dun tel accord (...) (14).

    La noticia de este pacto y la directa alusin a Espaa, segn comentaba aosms tarde el agregado naval en Pars Fernando Navarro, debi influir poderosamente en el nimo de Primo de Rivera, ya que la reaccin diplomtica fuecasi inmediata. En esta reaccin, tendente a asegurar la presencia espaola antecualquier discusin o negociacin sobre un acuerdo Mediterrneo en el contexto de la Conferencia de Londres, podemos distinguir dos tetnpos en la actividad diplomtica. Un primer momento, correspondiente a las gestiones iniciadas a finales de diciembre de 1929, con el fin de recabar, especialmente entrelas potencias con intereses en el Mediterrneo, la seguridad de que Espaa noquedara marginada de una eventual negociacin sobre una inteligencia mediterrnea. Y un segundo momento, en marzo de 1931, tras el enfriamiento de lasinquietudes espaolas al evidenciarse que el Pacto Mediterrneo no seraincluido en el calendario de la Conferencia, cuando la reactualizacin de lacuestin a iniciativa francesa provoc una nueva gestin de la diplomacia espaola sobre aquellas potencias, en el sentido de confirmar las seguridades obtenidas meses antes.El conocimiento del memorndum por los medios oficiales espaoles tuvolugar a travs de la prensa, ya que el citado documento no fue enviado a Madridpor el embajador espaol en Pars hasta el da 27 de diciembre. En lneas generales la prensa, en parte por el efecto de la censura, y en parte por la primacadel conflicto interno dada la delicada situacin de la dictadura y la poca credibilidad de la Monarqua, no concedi un excesivo inters, salvo en determinadas ocasiones, a las implicaciones de la Conferencia Naval de Londres paraEspaa. As lo confirmaba Augusto Barcia desde las pginas de La Libertaddel 21 de diciembre de 1929, donde, tras aludir a la importancia de la tensin

    (14) Archives du Quai D Orsay (A.Q.D.) (S). Socit des Nations, V. 788. Prof ect du PacteMditerrane. Memorndum. Pars, le 20 dcembre 1929.

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    ESPAA ANTE LAS IMPLiCACIONES MEDITERRNEAS DE LA CONFERENCIA...franco-italiana para el transcurso de la Conferencia, destacaba el poco intersque despertaba en Espaa un acontecimiento de esa envergadura (15).

    El comportamiento de la diplomacia espaola ante la Conferencia deLondres estuvo caracterizado por una actitud pasiva y expectante. Esta falta deiniciativa y sustancial pasividad se explica, adems de los condicionantes derivados de las difciles relaciones triangulares con Londres, Pars y Roma, enfuncin de dos componentes: el primero estructural, en cuanto la diplomaciaespaola, lejos de basar su accin en la planificacin y la prevencin, se limitaba normalmente a reaccionar ante los acontecimientos y actuar improvisadamente; el segundo coyuntural, dado que, curiosamente por la planificacin ypreparacin que se estaba realizando de cara a la prxima Conferencia delDesarme, se haba desestimado cualquier gestin para participar en la Cnferencia Naval de Londres. Sin embargo, no se previ que la discusin de unacuerdo general sobre el Mediterrneo pudiese ser incluida en el calendario dela reunin de Londres.Los dos momentos que hemos distinguido en la actividad diplomtica noresponden a iniciativas espaolas, sino a reacciones concretas ante circunstancias internacionales muy especficas. La primera reaccin de la dictadura trasel conocimiento de la propuesta francesa fue la rpida y sistemtica transmisin de su posicin a las potencias participantes en la Conferencia de Londres,mediante los canales diplomticos el 27 de diciembre de 1929, y a la opininpblica internacional, a travs de la prensa nota oficial del 1 de enero de1930. El da 27 Primo de Rivera instrua a los embajadores espaoles enLondres, Pars y Roma para entregar un memorndum el da 30 a aquellosgobiernos, donde se defina la actitud espaola ante la Conferencia tras los ltimos acontecimientos. Primo de Rivera, reiterando la orientacin pacifista enque se inspiraba la poltica del gobierno y contribuyendo, tanto por accincoipo por omisin consciente, a asegurar la paz, reafirmaba su abstencin aparticipar en la Conferencia de Londres por entender que los problemas parciales de desarme seran luego analizados con mayor amplitud en la Sociedad delas Naciones. Sin embargo, la alusin francesa a la conclusin de un pactomediterrneo y la mencin de Espaa obligaban a la dictadura a matizar suactitud. Evidentemente, si el desarme afectaba a todos los Estados por igual yera competencia de la Sociedad de las Naciones afirmaba el dictador, elproblema del Mediterrneo concierne slo a un grupo de pases, entre losque se encontraba Espaa. En consecuencia, el Gobierno espaol:

    (...) debe declarar que no podra menos de ver con hondo disgiisto que en su ausencia se abordase en dicha conferencia o fuera de ellael problema del Mediterrneo bajo ninguno de sus aspectos y esperaconfiadamente que si las dems naciones directamente interesadas en

    (15) La Libertad, 21 de diciembre de 1929,

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    J. L. NEJIA HERNNDEZese problema concreto desean plantearlo, no lo harn sin contar desdeel primer momento y en primer plano con el concurso del Gobiernoespaol (16).El objetivo inmediato se desprende del mismo texto. ste no era otro que laobtencin de una garanta por parte de aquellas potencias para que se contasecon Espaa, como miembro de pleno derecho, en cualquier negociacin relativa al problema del Mediterrneo que se produjese en el contexto de la Conferencia. Una omisin de Espaa en un arreglo general en el Mediterrneo, unrea vital para la seguridad y la poltica exterior espaola, hubiera sido undescalabro para el prestigio internacional de la dictadura.Espaa se limitaba, pues, a ir a remolque de los acontecimientos e improvisar una estrategia de actuacin para evitar su marginacin de los designios dela poltica mediterrnea, pendientes del rumbo de las relaciones entre Londres,Pars y Roma. La postura de Primo de Rivera, afirma G. Palomares, refleja lanecesidad de mantener a Espaa al margen de la Conferencia y de conseguir elapoyo de los pases amigos para que la cuestin mediterrnea no fuera tratada en Londres (17). En nuestra opinin, lo que es incuestionable es: en primerlugar, que Primo de Rivera no vari su actitud respecto a la Conferencia mientrs no se tratase el problema del Mediterrneo; en segundo lugar, que en casode plantearse en el marco de aqulla, era necesario lograr un compromiso de

    las potencias para que no se marginase a Espaa de las negociaciones, y entercer lugar, que en consonancia con esa actitud de pasividad y expectacin dela diplomacia espaola, sta nunca adopt una actitud positiva en el sentido depresionar y estimular la inclusin de la cuestin mediterrnea en el orden delda de la Conferencia.De acuerdo con las instrucciones de Madrid, el memorndum espaol fueentregado el da 30 a los gobiernos britnico, francs e italiano (18). Larespuesta de las tres potencias al requerimiento espaol fue satisfactoria, en elsentido de que Espaa obtuvo un compromiso formal para no quedar relegaday participar como miembro de primera fila en caso de emprenderse conversaciones sobre el Mediterrneo en Londres. Las respuestas, asimismo, sirvieronpara definir y evaluar el estado de nimo. de aquellos gobiernos ante esa eventualidad.La primera..potencia en contestar fue Francia, cuya respuesta, evidentemen-.te, estaba ya explcitamente manifiesta en el memorndum enviado a las potencias participantes en la Conferencia y a Espaa. Quiones de Len, en unaentrevista con el ministro de Asuntos Exteriores francs hizo entrega delmemorndum espaol. Briand reiter su respaldo al concurso de Espaa en

    (16) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. T. Presidente del Consejo de Ministros a embajador deEspaa en Londres (n. 182), embajador de Espaa en Pars (n. 479) y embajador de Espaa enRoma (n. 110). Madrid, 27 de diciembre de 1929. (El subrayado es nuestro).(17) Vid. PALOMARES, G.: Op.cit., p. 145.(18) Vid. MINARDI, S.: Italia e Francia alZa Conferenza navale di Londra del 1930. Roma,Salvatore Sciascia Editore, 1989, pp. 125-127.36 48

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    ESPAA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRNEAS DE LA CONFERENCIA...caso de que el Pacto Mediterrneo fuese objeto de negociacin en Londres. Sinembargo, le comunic a Quiones que an no haba recibido contestacin alguna de las potencias convocadas en Londres (19). La respuesta francesa almemorndum espaol fue entregada fmalmente a Quiones de Len el 11 deenero de 1930. La contestacin no presentaba ningn cambio respecto a lasopiniones vertidas por los medios diplomticos en los das previos, confirmando la garanta de que si des ngociations en vue de la conclusin d un telpacte devaient s ouvrir, la participation de 1Espagne y serait indispensable,et c est dans ce sens que 1action de la Dlegation franaise ne manquera pasde s exercer aLondres (20).La dictadura haba agradecido a los medios polticos y diplomticos franceses su proposicin, pero recelaba del excesivo protagonismo francs, motivoque indujo a reafirmar el inters de Espaa por participar en un posible acuerdo mediterrneo, pero siempre en igualdad de condiciones y de derechos queel resto de las partes.La respuesta y la actitud britnica al memorndum espaol no poda sersino otra acorde a la desconfiaaza con que en Londres se recibi el memorndum francs. A diferencia de la reaccin de Briand cuando Quiones le entreg el mensaje de Primo de Rivera, el subsecretario permanente del ForeignOffice sir Robert Vansittart no hizo comentario alguno, prometiendo aMerry del Val someter el documento al ministro sir A. Henderson (21).De acuerdo con las instrucciones de Primo de Rivera, transmiti el intersespaol de figurar como factor de primera lnea en cualquier discusin entomo a un acuerdo mediterrneo. Interesaba, pues, obtener la garanta britnica ante tal eventualidad. Con el memorndum entregado al Foreign Office seintent precisar los antecedentes y circunstancias de la gestin espaola, con elnimo de desvanecer-la -desconfianza quehaba mostrado sir R. Vansittart,.temeroso de que hubiera podido relacionarse dicha gestin con acuerdosprevios con alguna otra potencia. Primo de Rivera, en una carta dirigida aMerry del Val el 4 de enero, coincida con este ltimo enque:

    (...) cuanto afecte al Mediterrneo nos afecta aun tratndose delimitar y no de aumentar los armamentos navales, pues los efectos deesos acuerdos no dejaran de modificar la situacin en dicha regin yEspaa necesita participar en ellos, aunque la modestia de nuestrasactuales fuerzas navales, incluso partiendo de la base de la ejecucinde los planes acordados, por mucho que quieran o aparenten atribuirles importancia esos peridicos, nos deja muy por bajo del lmite(19) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. Correspondencia. Quiones de Len a Primo de Rivera.

    Pars, 31 de diciembre de 1929.(20) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. D. n. 33. Embajador de Espaa a Presidente del Consejode Ministros. Pars, 12 de enero de 1930. -(21) A.M.A.E. R.- 515 exp. 18. D. n. 1.316. Embajador de Espaa a Presidente del Consejo de Ministros. Londres, 31 de octubre de 1929.Ao 1995

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    J. L. NEILA HERNNDEZmnimo que podramos aceptar dentro de la salvaguardia de la seguridad nacional (22).

    El estudio del memorndum espaol y la respuesta britnica al mismo sedemoraron por la ausencia de R. MacDonald y de sir A. Henderson, deLondres. No obstante, en las cancilleras europeas concretamente en Pars, parecan confirmarse las impresiones de Merry del Val respecto a la noinclusin de la cuestin mediterrnea en el orden del da de la ConferenciaNaval. El embajador francs en Londres Fleriau confirmaba que elForeign Office no se mostraba partidario de la admisin de Espaa en la Conferencia, aunque no desestimaba su participacin si se planteaba la discusin delacuerdo Mediterrneo (23). El secretario general del Foreign Office, conmovido por este lenguaje, a juicio de Fleriau, expres su deseo de tratar la cuestin con los gobiernos francs e italiano antes de dar la respuesta al gobiernoespaol (24).El escenario en este momento se desplaz a Ginebra, donde Quiones deLen debera terciar con los delegados de las otras potencias con el fin de allanar el terreno para que Espaa obtuviese los compromisos requeridos. La actividad diplomtica de Quiones tuvo como protagonistas a A. Briand y A.Henderson. Su encuentro con el primero se encamin a obtener el compromiso francs para invitar a Espaa a la Conferencia, a menos que se excluyese deantemano la cuestin mediterrnea. El ministro francs se mostr dispuesto autilizar sus buenos oficios cerca del representante britnico, ya que la invitacin deba partir en ltima instancia de Londres. En su encuentro posterior conA. Henderson, ste le comunic que la respuesta de su gobierno obraba ya enMadrid y que se atena a lo all especificado (25). El mismo da Quiones erapuesto al corriente de una reunin entre el embajador espaol en Londres y R.MacDonald, de la que se deduca que Gran Bretaa no era partidaria de incluirel problema Mediterrneo en la futura Conferencia (26). No obstante, no sehaba recibido memorndum britnico alguno con la respuesta al requerimiento espaol. La dilatada espera finaliz el 17 de enero cuando el gobierno britnico envi un memorndum a la Embajada espaola respondiendo en trminossimilares a los que haban utilizado verbalmente los diplomticos y polticosbritnicos ante los representantes espaoles (27). La causa del retraso fue

    (22) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. Correspondencia. Primo de Rivera a Merry del Val.Madrid, 4 de enero de 1930.(23) A.Q.D. (S) Socit des Nations, V. 788. T n. 7. M. lAmbassadeur de France aM. leMinistre des Affaires Etrangres. Londres, le 4janvier 1930.(24) A.Q.D. (S) Socit des Nations. T. n.13. M. / Ambassadeur de France 1M. le Ministre des Affaires Etrangres. Londres, le 8janvier 1930.(25) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. T. n. 5. Delegado Espaol en la Sociedad de las Nacionesa Secretario General de Asuntos Exteriores. Ginebra, 15 de enero de 1930.(26) A.M.A.E., exp. 34. T. n. 4. Secretario General de Asuntos Exteriores a Delegado Espaol en la Sociedad de las Naciones. Madrid, 15 de enero de 1930.(27) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. Embajador de Espaa al Presidente del Consejo de Ministros. Londres, 18 de enero de 1930.38 48

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    ESPAA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRNEAS DE L4CONFERENCIA...debida a la lentitud con que Italia respondi a la consulta britnica acerca delMemorndum espaol (28).La actitud italiana ante el memorndum espaol reflejaba dos de las clavesde la poltica mediterrnea italiana: por un lado, las reticencias derivadas de larivalidad franco-italiana; y por otro, la amistad hispano-italiana en funcin delpapel que Espaa jugaba en la poltica mediterrnea del Duce. En consecuencia, la valoracin inicial de la iniciativa francesa del Pacto Mediterrneoen los medios italianos, segn P: Brundu Olla, era la siguiente: - --- ---- -

    Un patto mediterraneo, pi precisamente una Locamo mediterranea , rientrava a pieno diritto nella pii articolata politica disicurezza inaugurata da Parigi dopo Locarno e poteva essere considerato come un efficace tentativo di cristalizzare la situazione nelMediterraneo a scapito delle aspirazione italiane (29).Acorde al recelo despertado en Roma por la iniciativa francesa y la amistadhispano-italiana, la respuesta inicial del ministro de Asuntos Exteriores italiano Grand.i al embajador espaol.en Roma Viaza, cuando le entregel memorndum espaol, se expresaba en los siguientes trminos:

    (...) puedo asegurar al Gobierno espaol que el Gobierno fascista, sin la intervencin de Espaa, no acordar nada, ni esencial niaccidentalmente que se relacione con el Mediterrneo (30).Las palabras de Grandi, en nombre del Gobierno italiano, ofreciendo elcompromiso que solicitaba el Gobierno espaol para no quedar marginadosde la esfera de actividad de las potencias con intereses en el Mediterrneo,fueron corroboradas por Mussolini en los primeros das del nuevo ao (31).La valoracin reticente por el Gobierno italiano de la propuesta francesa y elconocimiento de la actitud britnica de oposicin a tratar la custin mediterrnea y la posicin espaola, interesada en no quedar marginada de un posible acuerdo, pero no entusiasta en la conclusin del mismo, indujeron a Gran-

    di subraya G. Palomares a instruir al embajador italiano en Londres paraque comunicara a ese gobierno la oposicin italiana a incluir dicho tema en laConferencia sugiriendo, simultneamente, una conferencia separada y especialentre las potencias con intereses en el Mediterrneo (32).(28) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. T. n. 31. Embajador de Espaa al Secretario General deAsuntos Exteriores. Pars, 25 de enero de 1930.(29) BRUNDU OLLA, P.: L quilibre d(fficile. Gran Bretagna, italia e Francia nel Mediterraneo (1930-1937). Milano, Dott. A. Giuffre Editore, 1980, p. 5.(30) A.M.A.E. R. - 515 exp. 37. T. n. 132. Embajador de Espaa al Secretario General de

    Asuntos Exteriores. Roma, 30 de diciembre de 1929.(31) A.M.A.E. R. - 414 exp. 29. Correspondencia. Viaza a Primo de Rivera. Roma, 4 deenero de 1930.(32) Vid. PALOMARES, G.: Op. cit., p. 146. Y tambin, A.M.A.E. R-515 exp. 18. T. n. 16.Embajador de Espaa al Secretario General de Asuntos Exteriores. Londres, 14 de enero de 1930.Ao 1995

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    J. L. NEILA HERNNDEZRoma, que se retras en comunicar su impresin a Londres sobre el memorndum espaol, fue tambin la ltima en dar una respuesta por escrito a lademanda espaola, lacual fue enviada por el embajador espaol Viazael da 25 de enero (33).Pocos das despus de la inauguracin de la Conferencia, el 28 de enerodimite Primo de Rivera y, con l, finaliza un perodo que haba configurado lahistoria de Espaa en los aos veinte. Iniciada la Conferencia de Londres ylogrados los compromisos tan anhelados en Londres, Pars y Roma, cabepreguntarse si el nuevo Gobierno, en manos del general Berenguer, iba a imprimir algn cambio en la poltica exterior y naval espaola, y si en algo iba acambiar la valoracin de Espaa respecto al Pacto Mediterrneo. En principio,el hombre sobre el que el Rey haba depositado su confianza el general

    Dmaso Berenguer se convirti, utilizando la expresin de Shiomo Ben-Ami, en defensor de una monarqua precaria. La composicin del Gobiernomostraba una comprensin de la normalizacin como un paso hacia atrs ala normalidad monrquica de antao (34). En el caso de la poltica exterior, serestableci la estructura tradicional del Ministerio de Asuntos Exteriores y seprodujo una cierta desmonopolizacin en la conduccin de la poltica exterior,tras el frreo control a que la someti Primo de Rivera. Tras un breve perodode tiempo en que Berenguer, desde el 30 de enero, asumi las labores del titular de la cartera, el 22 de febrero el Duque de Alba fue nombrado ministro deEstado. En relacin con el Ministerio de Marina, Carvia, al que ya hemosaludido en repetidas ocasiones, emprendi una importante labor de racionalizacin en la gestin y planificacin de la poltica naval.La actitud oficial ante el Pacto Mediterrneo no va a experimentar cambioalguno y, de hecho, cuando el tema vuelva a convertirse en un punto caliente,semanas despus, la diplomacia espaola se movilizar en idntico sentido decomo lo hizo durante los ltimos meses de la dictadura. Dicho de otro modo,la garanta de las potencias para que Espaa no quedase marginada en las negociaciones sobre un Pacto Mediterrneo nuevamente se convertira en el objetivo inmediato de la diplomacia espaola.La cuestin del Pacto Mediterrneo no haba sido objeto de discusin en laConferencia de Londres, luego la diplomacia espaola, acorde con la actitudenunciada a las cinco potencias firmantes, permaneci al margen de cualquieriniciativa para intervenir en la misma. Sin embargo, comentarios en torno aldesinters del Gobierno y la prensa espaoles y, principalmente, los rumores ycomentarios surgidos en medios diplomticos y de prensa europeos sobre unposible planteamiento del problema del Mediterrneo, volvieron a poner enestado de alerta al personal del palacio de Santa Cruz.El tema volvi a cobrar actualidad cuando la agencia Hayas reprodujo unaconversacin entre Briand y Grandi publicada por el Daily Telegraph, en la

    (33) A.M.A.E. R. - 515 exp. 37. T. n. 4. Embajador de Espaa al Secretario General deAsuntos Exteriores. Roma, 27 de enero de 1930.(34) BEN-AMI, S.: Los orgenes de la Segunda Repblica espaola: anatoma de una transicin. Madrid, Alianza Universidad, 1990, pp. 46-47.40 48

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    ESPAA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRNEAS DE LA CONFERENCIA...que se hizo referencia al Convenio del Mediterrneo (35). Esta sucesin deacontecimientos y noticias que pusieron nuevamente de actualidad el problemadel Mediterrneo, en relacin con la Conferencia de Londres, culminaron en eldiscurso de A. Briand en el Senado el 25 de marzo sobre el presupuesto de sudepartamento y la actitud de Francia durante la Conferencia de Londres. Alprecisar la posicin francesa, lo hizo basndose en el memorndum francs del20 de diciembre de 1929, con las consecuencias que para Espaa implicaba porsu alusin a la concertacin de un Pacto Mediterrneo. Francia haba presentado como condicin indispensable para examinar posibles reducciones en suflota de guerra que a cambio se estableciesen garantas de seguridad un pactode consulta previa (36).Estas especulaciones acabaron por suscitar nuevamente la cuestin mediterrnea en la Cmara de los Comunes, donde MacDonald, das antes de la intervencin de Briand en el Senado, tuvo que salir al paso respondiendo a uno delos miembros de la Cmara que el problema del Mediterrneo no haba sidoobjeto de discusin en la Conferencia Naval (37). Sin embargo, en algunosmedios polticos y en la prensa, como aseguraba Merry del Val al ministro deEstado, no se desestimaba que Gran Bretaa, a pesar de su actitud de no iricrementar sus responsabilidades en el continente, pudiese acceder a participar enun acuerdo de consultas previas entre las potencias con intereses en el Mediterrneo. El embajador espaol en Londres opinaba que sera conveniente que elGobierno espaol, a menos quehubiese modificado.su postura respecto al anterior, enviase una carta confidencial al secretario del Foreign Office para recordar la actitud espaola y asegurar la garanta confirmada por ese gobierno enenero (38).En virtud de las informaciones y consejos suministrados por Quiones deLen y Merry del Val, el ministro de Estado decidi cursar el 29 de marzo lasinstrucciones oportunas para que los Gobiernos britnico, francs e italiano(39) reiterasen las seguridades dadas en enero, e informar, como ya se hizoanteriormente, de esa nueva gestin a Washington y Tokio (40). En el texto dela nota oficial, recordando los trminos del memorndum espaol del 30 dediciembre y las seguridades dadas por aquellos gobiernos, el argumento e