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referencias de trabajos aún inéditos (Macera, por ejemplo) donde las cifras de los últimos años del XVIII y primeros del xrx precisan el crecimiento irregular de la pobla- ción, tanto en el Bajo como el Alto Perú. El libro continúa con un análisis de las políticas de inmigración europea especial- mente importante en los casos de Argentina y Brasil, y poco destacada en el Perú; analiza tambn finalmente, la explosión demográfica y las migraciones del campo a la ciudad en tiempos más actuales. La utilidad del libro de S. A. se refleja no sólo en el campo del historiador, sino del científico social en general que dispone así de un manual que cubre los requerimientos universitarios con holgura, y al margen por cierto de los estudios especializados. His- toriador de profesión, Sánchez Albornoz produce un libro con mayor utilidad y valor, en materiales y propuestas, para los historiadores y los estudiantes de la disciplina, donde es necesario repetirlo, la abundancia y precisión de la información se reúnen con una exposicn clara y concreta que facilita el manejo del libro. Nadal, Jordi y Torrella, Gabriel (eds.) , Agricultura,, comercio colonial y crecimiento economico en la España Contemporánea, Ariel Historia, Barcelona 1974, 369 págs. El presente libro recoge parte de las Actas del Primer Coloquio de Historia Eco- nómica de España, celebrado en la Ciudad Condal los días 11 y 12 de mayo de 1972. Dicho Coloquio - cuya iniciativa se debió a destacados especialistas como los profe- sores Gonzalo An e s,. Josep Fontana, Emilio Giralt, Felipe Ruiz Martín y Pedro Scha- wartz, a los .que posteriormente se uni ó el profesor Gabriel Torrella y al que asistieron insignes maestros como Don Ramón Carande y M. Pierre Vilar- tuvo como temática El crecimi ento económico de la E sp aña Contemporánea. Los trabajos que se presenta- ron a este importante encuentro científico fueron muy numerosos y se reunieron en cuatro grupos: 1) Agricultura; 2) Comercio colonial; 3) Industria; y 4) Sistema fi- nanciero. L os correspondientes a los dos primeros sectores aparecen editados en la pu- blicación que reseñamos, mientras que los que se refieren al tercero han aparecido en diversas revistas y los del cuarto se hallan en prensa para salir en un volumen colectivo. De spués de la introducción de los Dres. Nadal y Tortella y la presentación del Dr. Carande, quien estimula a los jóvenes a adentrarse en los terrenos de la historia eco- nómica, el lector encontrará las contribuciones relativas a la parte· agrícola, que vamos simplemente a enumerar dada su menor vinculacn con la temática de esta Revista. Don Antonio Donguez Ortiz, trató en su intervencn de Las rentas e p iscopale s de la Corona de Aran (pp. 13-43) en donde abre camino para futuras investigaciones Franklin Pease G. Y. Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

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referencias de trabajos aún inéditos (Macera, por ejemplo) donde las cifras de los últimos años del XVIII y primeros del xrx precisan el crecimiento irregular de la pobla­ ción, tanto en el Bajo como el Alto Perú.

El libro continúa con un análisis de las políticas de inmigración europea especial­ mente importante en los casos de Argentina y Brasil, y poco destacada en el Perú; analiza también finalmente, la explosión demográfica y las migraciones del campo a la ciudad en tiempos más actuales.

La utilidad del libro de S. A. se refleja no sólo en el campo del historiador, sino del científico social en general que dispone así de un manual que cubre los requerimientos universitarios con holgura, y al margen por cierto de los estudios especializados. His­ toriador de profesión, Sánchez Albornoz produce un libro con mayor utilidad y valor, en materiales y propuestas, para los historiadores y los estudiantes de la disciplina, donde es necesario repetirlo, la abundancia y precisión de la información se reúnen con una exposición clara y concreta que facilita el manejo del libro.

Nadal, Jordi y Torrella, Gabriel (eds.) , Agricultura,, comercio colonial y crecimiento economico en la España Contemporánea, Ariel Historia, Barcelona 1974, 369 págs.

El presente libro recoge parte de las Actas del Primer Coloquio de Historia Eco­ nómica de España, celebrado en la Ciudad Condal los días 11 y 12 de mayo de 1972. Dicho Coloquio -cuya iniciativa se debió a destacados especialistas como los profe­ sores Gonzalo Anes,. Josep Fontana, Emilio Giralt, Felipe Ruiz Martín y Pedro Scha­ wartz, a los .que posteriormente se unió el profesor Gabriel Torrella y al que asistieron insignes maestros como Don Ramón Carande y M. Pierre Vilar- tuvo como temática El crecimiento económico de la España Contemporánea. Los trabajos que se presenta­ ron a este importante encuentro científico fueron muy numerosos y se reunieron en cuatro grupos: 1) Agricultura; 2) Comercio colonial; 3) Industria; y 4) Sistema fi­ nanciero. Los correspondientes a los dos primeros sectores aparecen editados en la pu­ blicación que reseñamos, mientras que los que se refieren al tercero han aparecido en diversas revistas y los del cuarto se hallan en prensa para salir en un volumen colectivo.

Después de la introducción de los Dres. Nadal y Tortella y la presentación del Dr. Carande, quien estimula a los jóvenes a adentrarse en los terrenos de la historia eco­ nómica, el lector encontrará las contribuciones relativas a la parte· agrícola, que vamos simplemente a enumerar dada su menor vinculación con la temática de esta Revista.

Don Antonio Domínguez Ortiz, trató en su intervención de Las rentas episcopales de la Corona de Aragón (pp. 13-43) en donde abre camino para futuras investigaciones

Franklin Pease G. Y.

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tras la cata realizada en los inmensos fondos documentales que para esta materia se encuentran en el Archivo Histórico Nacional. A continuación aparecen las de Jaime García-Lombardero: Aportación al estudio del sector agrario en la Galicia del siglo xvm. Un contrate con Cataluña (pp. 44-66); Francisco Tomás y Valiente: AJgunos ejemplos de jurisprundencia civil y administrativa en materia de desamortización (pp. 67-69); Pascual Marteles López: Para un métoâo de estudio de la desamortización. en España (pp. 90-99); Emiliano Fernández de Pinedo: La entrada de la tierra en el cir cuito comercial (pp. 100-128); Antonio-Miguel Bernal y José Francisco de la Peña: Formadón de una gran propiedad agraria. Análisis de una cantabilidad agrícola 'del 5iglo XIX (pp. 129-157) -que es un auténtico modelo para estudios futuros con simi­ lares fuentes-; Nicolás Sánchez Albornoz: La integración del m.ercado nacionai. Es­ paña e ltalia (pp. 158-187); Antonio López Gómez: Nuevos riegos en Valencia en el

· siglo XIX y comienzos del xx (pp. 188-205); y Ramón Garrabou: Las transfarmaciones agrarias durante los siglos XIX y xx. Cierra esta primera parte de la obra las intervencio­ nes orales suscitadas detrás de las lecturas de las ponencias.

La segunda sección del volumen está íntegramente dedicada al comercio colonial y en ella analizaremos detenidamente los estudios impresos dada su vinculación con la historia de América.

Carlos Martínez Shaw abre el fuego con un competente aporte sobre Los orígenes de la, industria algodonera y el comercio colonial (pp. 243-267), hecho principalmente con documentación de los archivos de protocolos catalanes y en menor escala con fon­ dos de los de Indias y Simancas. Primeramente señala cómo en 1722 el intendente de Cataluña fomentó la producción algodonera a fin de acabar con las importaciones de países europeos o asiáticos, lo cual coincidió con el inicio en el Principado de la llamada por Vicens Vives "primera generación burguesa" .. Sin embargo, esta empresa fue difí­ cil por tres motivos esenciales: 1) Falta de tradición en la elaboración de la fibra y maquinaria adecuada; 2) Desconocimiento del artesanado local del estampado y falta de dibujantes de telas; y 3) Escasez de materias primas. Pero al poco tiempo se traen técnicos y máquinas de Francia, Suecia y Suiza y algodón de Malta merced a una Real Orden de 1728. Entonces tiene lugar una lógica inversión de capitales en esta actividad fabril, que tenia un amplio mercado en la metrópoli y en las Indias. Justamente la demanda surgida desde éstas fue la causa de la aceleración de las primeras compañías textiles y de que todas las grandes sociedades mercantiles tuviesen intercambios con ellas. Entre las primeras -que datan de 1737-1740- están las de: Jacinto Esteva y la formada por Esteve Canals y Bonaventura Canet, que en 1741 por concesión regia se denominará Real Fábrica de Indianas y la de Bernat Gloria (1740). Todas ellas labo­ raban en la ciudad de Barcelona lo mismo que otras erigidas un cuatrienio después: Ia de Sebastián Salomó i Canal, Pongem, Formentí, Just y Sabater (1747). En Mataró se creó un año antes de la última fecha citada la entidad de Jaime Campins y poste­ riormente las de Canaleta y Ayguamosa (1753-1755).

Los inicios de estas corporaciones coincidieron con unos años de atonía. en la cir-

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culación comercial, según indicó Vilar, por lo que parece ser que ello dependió de la demanda ultramarina.

Las fábricas de Esteva, Canals, Canet y Gloria se encontraron con una mala co­ yuntura cuando fueron levantadas, pues coincidieron con la Guerra de la Oreja de Jenkin's, que frenó sus operaciones en la América hispana hasta 1746. A partir de en­ tonces tienen lugar las primeras relaciones directas con ésta llevadas a cabo por la burguesía catalana a través de Cádiz: casas comerciales de Miguel Alegre, Josep Pui­ guriguer y Francese de Clora, Todo este proceso culminará una década después con la fundación de la Real Compañía de Comercio de Barcelona, cuyo proyecto primero se efectúa al final de la mencionada contienda.

Por todo lo expuesto, se deduce que los cuatro primeros lustros -los comprendidos entre 1737 y 1757- de la industria algodonera coinciden con un periodo bien defi­ nido de las relaciones entre Cataluña y América, que se caracteriza por su tendencia expansiva y cuyas cotas más altas tiene lugar en 1746, 1749 y 1753.

Luego se analizan los protagonistas de este fenómeno, que son los mercaderes ya citados, algunos de los cuales más tarde tuvieron una destacada participación en 13 creación de la Real Compañía: Gloria, Colomer, Picó, etc ... Y también sus agentes en la urbe gaditana. Tal es el caso de Tomás Prats, por ejemplo, cuyos almacenes en dicha localidad servían de depósitos a las indianas llegadas desde la capital del Princi­ pado, que podían venderse dentro o fuera de ella.

Más las Indias no sólo fueron mercado de Cataluña, sino que ofrecieron sus pro­ ductos. Y así el algodón americano se introdujo en la región entre 1750 y 1752 -fecha en que sube de precio el maltés- si bien ya antes parece que Jaime Campins había traí­ do remesas para su fábrica, lo cual no ha podido constatar el Prof. Martínez Shaw en los registros de la Casia de la Contratación, conservados, como se sabe, en el Archivo de Indias. Lo cierto es que en dicho año de 1752, la Corona concede a Gloria exención por una décade de "table" de las Indias, franquicia completa en las aduanas y puertos de América, Cádiz, Barcelona y Mallorca y facilidades para el embarque del algodón importado en los navíos de guerra de la "Carrera". Poco después, en 1766, ante la Junta de Comercio, Josep Canaleta pide la exención de impuestos para el algodón del Nuevo Mundo, cosa que consigue por una Real Cédula extensiva a todas las industrias españolas. El autor termina su documentada comunicación reiterando que el comercio con América fue sin duda una de las fuentes que contribuyó en mayor proporción al nacimiento de la industria textil catalana, si bien no constituyó el único incentivo. Y en resumen, a nuestro entender, ha mostrado favorablemente en su ponencia la vin­ culación entre los primeros escarceos de la industria textil algodonera del Principado y su entrada en el Imperio hispánico de Ultramar.

Antonio Garda-Baquero González, por su parte, nos presenta una sugestiva po­ nencia cuyo título es Comercio colonial y producción indùstrial a fines del siglo xvm (pp. 268-294). En él, antes de todo, nos indica que el litoral de la Península de 1770 a 1775 es el lugar donde se concentra la población, la actividad y la producción si­ guiendo a Vicens Vives y Vilar. Y concretamente el catalán se convierte en "el autén-

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tico símbolo de Ia industrialización española", pues como el profesor francés citado ha dicho de 1760 a 1770 el Principado era la única región de España que tenía las condiciones básicas para el despegue: a) acumulación de capital, procedente del comer­ cio colonial que se invertía en establecimientos fabriles, en especial de telas; b) Con­ centración obrera; c) Subida de precios por encima del nivel de los salarios; y e) Inicios de mecanización.

Sobre estos aspectos hay trabajos realizados, pero faltan datos sobre la producción. De ahí que García- Baquero, con gran visión, en su comunicación pretenda hacer un estudio de aquélla en Cataluña a base de las exportaciones del puerto de Barcelona a las Indias. Pero antes. de seguir adelante aclara dos cosas fundamentales:

1) Por qué el comercio puede ser tomado como índice de la actividad productiva. 2) Por qué ha elegido el comercio colonial.

Con respecto a la primera dice que "hay escasísimo margen de encontrar fuentes directas para cuantificar la producción en el Antiguo Régimen. Y como los intercam­ bios constituyen la parte negociada de la producción, puede obtenerse por medio de fuentes indirectas". En cuanto a la segunda y última explica que lo ideal sería estudiar tanto las exportaciones al mercado colonial como al interior, pero la dificultad del hallazgo de fuentes referidas a este último y la más fácil accesibilidad a las del co­ mercio indiano conservadas en el Archivo de Indias, son las que han determinado la elección de esta última. Habida cuenta, además, del conocido y destacado papel repre­ sentado por este mercado para la industria catalana. Por otro lado, incluso comparando el comercio de exportación del Principado a1 Hispanoamérica con otras áreas europeas, como ya demostró el profesor Vilar, la parte correspondiente al mercado americano se lleva la primacía.

Más para tratar de explicar que el comercio colonial puede ser un índice con rela­ ción a la producción, hay que analizar su estructura. Así a los territorios no perte-

' necientes a la monarquía hispana se envían vinos, aguardientes, frutos secos, pescado salado, productos alimenticios y poquísimos textiles. Mientras que para los reinos y provincias indianos la mayoría eran los últimamente mencionados y el resto aguar­ dientes y otros géneros. Con ello se pone de manifiesto que las remesas al extranjero proceden de la agricultura del Principado o de los productos que son reexportados desde el otro lado del Atlántico, en tanto que el comercio colonial está más vinculado a la industria. De esta manera el mercado colonial constituye el principal consumidor de la actividad fabril de la región. Y Vilar dice que fueron los intercambios con América hispana y no con las naciones foráneas quienes fomentaron su industrialización.

Finalmente señala que las exportaciones de Barcelona hacia los dominios ultrama­ rinos de la Corona estaban más ligados a la producción nacional y particularmente a la regional. Y a continuación analiza los porcentajes remitidos desde Cádiz -q,ue seguía siendo el principal puerto español- entre 1782-1797 y la Ciudad Condal. De suerte que de la. villa andaluza salió el 5 . 3 % de productos "españoles" y el resto

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de extranjeros, mientras que en la capital catalana sucedió todo lo contrario: 93% de géneros "españoles" y tan sólo 7% de extranjeros. Las diferencias son, pues, notables.

Luego indica que en el desarrollo de la economía catalana influyeron, como en todo el país, los Reglamentos de Comercio Libre de 1765 y 1778 -que acabaron con el monopolio gaditano-, si bien Vilar por su lado indica que aquél fue producto de un movimiento espontáneo sucedido los últimos cinco años de la mitad del Setecientos. Pero, a raíz de la paz de ersalles los nexos mercantiles con América tuvieron un papel cada vez más importante en la economía del Principado, el cual fue paralelo al del sector fabril.

Las pesquisas realizadas hasta la fecha ofrecen pocas cantidades con vistas a una apreciación del crecimiento de Cataluña. Y esto no sólo es aplicable para Ios autores del xvii, sino también a los de los siglos · ulteriores. Por eso el autor en el presente artículo trata de llegar a ello, aunque sea aproximativamente, dado el carácter de las fuentes utilizadas ( registros de armadas y flotas del Archivo de Indias y de Simancas) que "en esencia son los mismos", según sus propias palabras.

Para esta tarea intentará reconstruir el tráfico catalán-indiano entre 1778, -fecha de la publicación del Reglamento de Comercio Libre y que permite seguir el movi­ miento mercantil directo entre el Principado e Hispanoamérica- y 1797, año en que España dicta· el decreto del comercio de neutrales, en virtud del cual los puertos ame­ ricanos fueron abiertos a los navíos de otros países. Ello se originó porque por la pugna hispano-inglesa surgida un año antes, el abaste·cimiento desde la metrópoli era muy difícil. Hacia 1778 Barcelona es el segundo puerto en importancia en el tráfico in­ diano y el predominio de productos nacionales sobre los europeos fue aumentando anualmente cada vez más. Pero dos años más tarde, a consecuencia de la guerra de la independencia de las Trece Colonias, no sale ningún buque de la Ciudad Condal y la normalidad no se consigue hasta el tratado de V ersalles. Así un trienio después ( 1786) el volumen de las exportaciones ascendió a 27.000,000 reales de vellón, lo cual suponía nada más y nada menos que un aumento del 213 % con relación a la fecna del Reglamento de Libre Comercio.

Sin embargo, al año siguiente hay una crisis -todaví~ no bien conocida dada su complejidad- pero que por fortuna duró poco, ya que a partir de 1788 y hasta 1792 el comercio hispanoamericano sigue su curso ascendente. No obstante un nuevo con­ flicto armado en 1793, que termina un bienio posterior con la paz de Basilea, tiene lógicamente su repercusión en un descenso de las exportaciones. Y tras el cese de las hostilidades, principia de nuevo un proceso de recuperación, cuya duración fue corta, pues otra guerra éon Gran Bretaña privó hasta fa paz de Amiens (1802) a Cataluña }'. al resto del territorio metropolitano de· su principal mercado consumidor: el indiano.

La estructura del comercio estudiado se caracteriza por un predominio de productos manufacturados ( textiles, sombreros, papeles) sobre la agrícola, que sigue un ritmo de subida entre 1782 y 1792, pues así lo ha podido constatar el autor en los registros. Decae tres años después y desde entonces inicia una lenta recuperación. Al mismo tiem-

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po entre 1782 y 178 5 se produce un incremento de un 29% en las remesas, que con· tinuó de forma gradual, lo cual parece indicar un aumento productivo.

Y para 1793-1795 este fenómeno ocurre a la inversa: la baja de las exportaciones puede explicarse por una crisis de la producción en la que jugó un papel fundamental la guerra del Rosellón.

Entonces el incremento del primer periodo puede considerarse como un aumento efectivo de la producción manufacturera, en la que también desempeñaron un papel de singular relieve la apertura de las Indias y el subsiguiente aumento de la demanda.

Por lo que respecta a un posible desarrollo de la industria, el ponente matiza que hubo un predominio de la textil (48.42%), seguida a bastante distancia por la papelera (2.63 % ) y la sombrerera ( 2.04%). Y entre los géneros de la que lleva la supremacía, el primer lugar es ocupado de forma notable con las pintadas, que es el segundo produc­ to por el Principado después del aguardiente y las sederías. Por lo que toca al papel y sombreros coinciden con un crecimiento de los establecimientos situados en aquél. Con esto se finaliza esta excelente ponencia que sin lugar a dudas abre brecha en este complicado tema y sugiere investigaciones orientadas en su mismo sentido, que pese a todos los inconvenientes, tienen un valor muy positivo para llegar al conocimiento de la producción a través del comercio.

En síntesis, consideramos que el autor, al tiempo que parte de un sugestivo plan­ teamiento teórico sobre el tema abordado, lleva a feliz término sus hipótesis acerca de la estrecha vinculación entre el desarrollo de la producción industrial catalana y la ampliación de sus remesas a Indias.

Comercio libre, guerras coloniales y mercado emericano (pp. 29 5-3 21) es el título de la aportación presentada por Miguel Izard, que supone un estado actual de la invés­ tigación muy útil. Primeramente hace un balance del sistema mercantil español en sus Indias desde comienzos del xvm hasta la promulgación de los Reglamentos· de Comercio Libre, que representaron un duro golpe para Cádiz. No obstante los mercaderes de ésta protestaron y alegaron que no se había producido un incremento en Ios intercambios entre la Península y sus posesiones del otro lado del Océano. Lo cual halló una amplia repulsa en los ilustrados de la época (Floridablanca, miembros de la Real Sociedad Eco­ nómica de Amigos del País, etc ... ). Ciertamente desde 1778 los valores de las trans­ sacciones aumentaron, más esto tiene lugar de forma más acentuada después de las guerras con Inglaterra.

El incremento del tráfico tuvo sus raíces no sólo en el libre comercio sino también en una serie de medidas dadas por la Corona para fomentar las fuerzas productivas: protección de manufacturas textiles peninsulares, creación de intendencias en el Nuevo Mundo y de obras públicas, expansión por éste de nuevos géneros o productos que ha­ bían estado casi abandonados, etc ... Por todo ello, en opinión del autor se hace difícil precisar la influencia de la liberalización mercantil en el crecimiento económico de Hispanoamérica a fines de la décimooctava centuria. Las exportaciones tradicionales subieron al igual que las nuevas. Y donde al parecer las ventajas de la nueva situación tuvo mayor auge fue en Cuba.

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A continuación habla de la incidencia de la producción textil de Cataluña en Amé­ rica y de la creación en 1772 de la Real Compañig de Hilados de Algodón, a la que cinco años más tarde se añadió la de José de Viñes: La Junta de Comercio barcelonesa expuso por otra parte sus deseos de que se llevasen semillas al otro lado del Océano, así como maquinaria para despepitar el algodón, las cuales se instalaron en Cuba, Nueva Granada y un poco después en el virreinato novohispano, donde se establecieron cata­ lanes. Sin embargo, para producirse el crecimiento de las manufacturas hubo que contar con las medidas reformadoras, con la ampliación del mercado y con un conjunto de mutaciones en la estructura y producción agrícola del Principado. Pero esto es poco conocido, aunque cita los testimonios elogiosos de Jovellanos sobre el Reglamento de 1778 que proporcionó ventajas a Gijón y la opinión de Buenaventura Gassó, factor de la Real Compañia de Filipinas en la Ciudad Condal, de que la exportación de mer­ cancías de Cataluña habría de extenderse a otras regiones: Aragón, Ibiza y "las pro­ vincias meridionales".

Las manufacturas textiles fueron las más beneficiadas, más en 1776 y 1777 dos coetáneos se lamentaban de que del total de las remesas a Indias, salvo los vinos, venían todas ellas del exterior y que era muy amplia la introducción de tejidos de lanas. Aunque en 1792 la cosa varió, pues el 93'.44% de los productos textiles exportados a Ultramar procedían de la metrópoli. Un septenio antes de esto tuvo lugar un florecimiento de la industria algodonera, muchas de las cuales eran modestas, por lo que se dio un aumento de la mano de obra que trajo cónsigo un alza de salarios. Las consecuencias de esta situación fueron lógicas: a la par que una subida de los géneros textiles catalanes se comenzó un activo contrabando tanto en la Península como en los territorios ameri­ canos. Para paliar el encarecimiento de la mano de obra se adoptaron en 1784 máquinas británicas, de suerte que un lustro después se fundó una sociedad textil en Barcelona, donde esnban metidos miembros de la Compañia de Hilados. El avance de los nuevos artificios mecánicos jugó un papel decisivo en esta expansión de la industria algodo­ nera, ya que se crearon en la capital del Principado empresas de hilaturas que utilizaban máquinas continuas y en Berga se logró el progreso más importante al adoptarse la máquina Hargreaves. Tras el tratado de Amiens se aprovecharon para esta actividad fabril la Acequia Condal barcelonesa y máquinas de vapor.

Luego indica el autor que hay pocos datos sobre la repercusión del comercio libre en la marina mercante nacional. Y menciona los que ofrece en 1778: en este año había '400 o 500 navíos en el país de los que la mitad eran catalanes y casi el resto del País Vasco. Sin embargo, luego de la citada fecha hubo un aumento notable hasta el extre­ mo de que casi una década y media después Cataluña poseía más del millar.

El comercio de neutrales opina que fue beneficioso para los criollos, pero de forma más significativa para las naciones que no estaban metidas en la pugna entre España e Inglaterra, entre las que destaca en primer lugar a EE. UU., seguida a más distancia por Alemania.

La citada contienda afectó a los territorios de España que no pudieron dar salida a sus productos; además se vieron disminuidas las arcas reales, de tal manera que en

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1799 la Monarquía impuso nuevas contribuciones y doce más tarde estableció los aran­ celes de los productos coloniales a su entrada en la Península.

A causa de esto, de la abdicación de Bayona y de la invasión napoleónica, todo el sistema mercantil de la metrópoli con sus Indias se vio afectado fuertemente. Los crio­ llos no deseaban volver al viejo monopolio, por Io que no es de extrañar que junto con otros fenómenos el decreto de neutrales supusiera el primer paso de 1a~ Independencia hispanoamericana, como opina P. Chaunu.

Muy interesante sería realizar investigaciones comerciales en torno a los primeros años del Ochocientos para ver su repercusión en las posesiones ultramarinas. Izard afir­ ma como el artículo de Fontana (Colapso y transformación tfe lai economia española (1792-1827), "Moneda y Crédito" no. 115, diciembre, Madrid, 1970), ha demostrado que al perderse las colonias se produjo el proceso de la formación del mercado nacional, Cádiz se vino abajo por la emancipación, según demostró. detalladamente Antonio García-Baquero en su tesis de licenciatura (Comercio colonial y gutrrM reVolucionarias. Sevilla, E. E. H. A., 1972) y en consecuencia tanto Gran Bretaña comp EE. UU. se beneficiaron de ello. Para finalizar su destacada intervención el autor recapacita en que de los 34 años que van entre 1778 y 1812, 22 fueron de lucha contra el gobierno inglés o francés y "en realidad -son palabras suyas- el comercio debe mirarse más como una posibilidad abortada que como el final de la experiencia",

En síntesis, el autor ofrece una aportación interesante en la que muchos de los problemas planteados -al menos el más importante de ellos, es decir el de la estrecha vinculación en los años finales del xvm y primeros del XIX entre coyuntura económica y coyuntura política- podemos decir que han .sido resueltos satisfactoriamente antes in­ cluso de apagarse los ecos de este Coloquio, concretamente con el libro ya citado de García-Baquero, que apareció después de la celebración de este encuentro científico y que Izard retomó a la hora de redactar definitivamente su trabajo.

Jordi Maluquer de Motes Bernet trata a continuaciôn de El mercado colonial anti­ ll11no en eil siglo xrx (pp. 322-357), en el que indica que Ios últimos territorios del Imperio español en América no sólo fueron exclusivamente un manantial básico pm la génesis de capital, como creen muchos especialistas, sino que el comercio fue actividad decisiva para aquellos dominios caribeños, máxime cuando su economía, como es sabido, se cimentaba .en pocos productos. Los comerciantes jugaron en este último fenómeno un papel decisivo: habían de traer géneros y mano de obra a la par que deberían de financiar las zafras e invertir en los ingenios azucareros. Generalmente fueron penín sulares "indianos" y estadounidenses y hubo pocos nacidos en las islas. Los primeros contribuyeron de forma notable a los orígenes del capitalismo español -tan bien estu­ diado por Tortella- por sus aportaciones en los centros bancarios, fábricas textiles y siderúrgicas, transportes y construcciones y en su mayoría procedían de las zonas periféricas (Barcelona, Bilbao, Santander, etc ... ) .

Entre sus negocios, destaca el autor, uno que fue fundamental: el comercio negrero, que en Cuba fue pieza destacada, seguida a menor escala por Puerto Rico, ya que los hombres de color desempeñaron un papel. importante en las explotaciones azucareras.

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'Estas aumentaron considerablemente a partir de los postreros cuarenta años del Sete· cientos, como demostró Moreno Fraginals en su excelente trabajo El ingenio. El com­ plejo econômico social cubano del azúcar (1760-1860), Vol. I (Ila Habana, 1964), y se vio favorecida poco después por la caída de la producción sacarífera en Haití a partir de 1795, es decir, la fecha de los inicios de 1:a lucha por la independencia de la colonia francesa que ocupaba la parte occidental de la isla de Santo Domingo.

Después indica que ha estudiado agunos nexos entre estos aspectos en un interesante artículo intitulado La burguesia catJana i la esclavitud colonial: modes de producció i práctica poli tics. "Recerques", no. 3, editado en Barcelona dos años más tarde de la celebración del Congreso. Por cierto que para la ponencia que presentó a éste y que es la que reseñamos, pensamos que se podían haber citado en la misma una serie de

· contribuciones que luego utilizó para su ulterior trabajos ( como, por ejemplo, para no ser extensivos y referirnos a las editadas en el presente siglo: R. Guerra: Azúcar y Población en las Anti/Ats (Madrid, 1935); R. Cepero Bonilla: Azúcar y abolición (la. edic. La Habana, 1948, y 2a. edic. La Habana, 1971) que es la usada por Maluquer; P. Vilar: Le Passé du peuple cubain. Des structures coloniales aparecido en el colectivo Eveil aux Amériques (París, 1962); M. Moreno Fragiuals: El Ingenio, ya citada unas líneas más arriba; J. Le Riverend: Historia económica de Cuba (La Habana, 1965 y Barcelona, 1973; A. F. Corwin: Spain MUI tbe Abolition of Slavery in Cuba, 1817- 1886 (Austin y London, 1967); y J. Pérez de la Riva: ¿Cuántos africanos fueron traídos a Cuba?, "Boletín Demográfico" no. 5 (La Habana, 1970), febrero, (pp. 46- 5 4), etc ... para la mayor de las Antillas. Y para la antigua Borinquen: La historia de la escltlVituá en Puerto Rico (1492-1890) (Río Piedras, 1963).

No obstante, tanto en una como en otra aportación se echan de menos trabajos específicos sobre el tema como: H. S. Aimes: A history of Slavery in Cuba 1511, 1860 (New York, 1907); F. Ortiz: Los negros esclavos (La Habana, 1916); H. Friedlander: Historia económica de Cuba (La Habana, 1944); R. Guerra et Alii ( di, rectores): Historia de la nación cubana (Vol. III al Vlll) (La Habana, 1952); Mario Hernández Sánchez-Barba: David Fuknbull y el problema de la esclavitud en Cuba, en "Anuario de Estudios Americanos", vol. XV, Sevilla, 1958; F. W. Knight: Slaver) Society in Cuba in ninenteenib century (Madison, 1970) -fundamental-; y D. R. Murray: Stotistics of the Slave Trtde to Cuba ( 1790-187 6 )", "Journal of Latin Ame­ rican Studies", vol. 2, Cambridge, 1971, pp. 131-149; López Segrera, Francisco: Cuba: capitalismo dependiente y subdesarrollo (La Habana, 1972) ; y J. Pérez de la Riva con la colaboración de Aurelio Cortés: 1860. Un diplomático inglés informa sobre la trata clandestina en Cuba: /os Tucker Crawford. "Revista de la Biblioteca Nacional José Martí", enero-abril (La Habara, 1972), _pp. 85-102.

Esto como el lector verá se refieren sólo a la esclavitud africana. Pero cuando la trata fue abolida en Cuba en 1817, años después trabajaron en condiciones similares a los esclavos de color los culies "chinos", que han sido estudiados por Juan Pérez de la Riva en diversos artículos Los culie: chinos y los comienzos de la imnigración contra­ tada en Cuba~ (1844-1847 ), en "Revista de la Biblioteca Nacional José Martí", La

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Habana; enero-diciembre, 1963, pp. 35-76; El viaje a Cuba de los culies chinos, en "Re­ vista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, julio-diciembre, 19:64, pp. 47- 69; y La situación del culi cbmo en Cuba (1849-1868) en "Caravelle", Toulouse, no. 16, 1971, pp. 7-32). Y lo mismo podemos decir de los indios yucatecos, cuya labor en la mayor de las Antillas ha descrito Moisés González Navarro en su sustancioso estudio Raza y tierra. La guerra de ca tas y el henequén (México, 1970). Y de estos dos ele­ mentos importantes en el sistema esclavista cubano del XIX no se hacen mención por parte del autor,

Estos, como puede verse, se refieren a Cuba .. solamente. Para Puerto Rico se echa de menos el libro de Lidio de. la Cruz Monclova: Historia de Puerto Rico, San Juan, 1957, 3 vols.; y el artículo de S. D. Mintz: Labor and Sugar in Puerto Rico and Ja­ maica, "Comparative Studies in Society and History", 1800-1850. Vol. I, number 3, 19H.

Y para los dos territorios las alusiones que se dan en C. Lloyd, The mwy Slave Trade: the Supr~si<m of the A/rie/an Slave Trade in the ninenteentb Century· (Lon­ dres, 1949); y P. C. Curtin: The Atlantic S1ave Trade. A Census (Madison, 1969).

Con todo, estas observaciones no suponen un mayor demérito del Prof. Maluquer, ya que su interés fundamental se centra en las Antillas españolas como mercado del comercio metropolitano en el XIX. Las relaciones entre las dos islas caribeñas, como ya demostró Fontana, tuvieron una importancia básica durante el pasado siglo hasta el extremo de que "fue su fuente más importante para su engrandecimiento".

La mayor de las Antillas dio grandes cantidades de dinero. para la primera guerra carlista (1838) intervenciones en México (1861 y 1866) y guerra con Santo Domingo (1862-1870).

En cuanto a las fuentes utilizadas (balanzas mercantiles anuales de la Dirección General de Aduanas del Ministerio de Hacienda, de las que hay una serie para 1829, pero aparecen de fonna continuada desde 1849 a 1898) y sus homónimas de Cuba que datan de 182:6-1860, según d autor, hace un estudio crítico muy claro y destacado, poniendo de relieve los pros y los contras de éstas. Pero hemos encontrado una contra­ dicción del Prof. Maluquer. En la página 327 dice que "la serie cubana (se refiere a las balanzas de Cuba) se publicó como mínimo .entre 1826 y 1860". Y en la 351, nota 26 expresa textualmente "1842 es· el primero (de los años) en que las balanzas cubanas citan el origen y destino de los distintos flujos comerciales con los países ex­ tranjeros ... ". Es decir, que como fecha de la primera balanza cubana se dan en dife rentes páginas del trabajo los años 1826 y 1842.

A continuación efectúa un estudio de la evolución mercantil en la que es relevante la mayor importancia del comercio hispano con el de otros países que el colonial y analiza las importaciones y exportaciones. Las primeras aumentan desde 18 8 5, tras un estancamiento que va desde 1849 a 1864, Las segundas tuvieron un incremento en los años comprendidos entre las dos últimas fechas, para caer luego en una crisis y recuperarse en 1870.

Y mientras que las importaciones (1850-1894) son superiores a las exportaciones,

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provocando un déficit, el comercio con lo que quedaba del Imperio español en América es rentable. Pero específica poco después que las cifras de entradas y salidas no supu­ sieron un fiel reflejo del movimiento mercantil, ya que incluye remesas de metales preciosos amonedados y géneros reexportados de otros lugares.

Y si se compara con el régimen del comercio extranjero, ni que decir que fue desfavorable, pero le compensaba sistemáticamente. De tal manera que "su función (era) de amortiguador del déficit crónico en las transacciones con los países foráneos".

Luego hace un balance de la estructura. Y así en Cuba ocupa el primer lugar de las importaciones el azúcar, que desde 18 5 9 decae para subir veintiocho años después y mantenerse hasta el comienzo de la última década secular. Y matiza que si en vez de usar el valor relativo, se utilizaran las cifras separadas se darían resultados sorpre­ sivos: de 1849: a 1865 el valor está por encima de 20.55% e incluso del 30%; después sigue descendiendo hasta 1884 y hay una recuperación en 1893. Con ello cree que se echaría por tierra la afirmación de que esta baja de las importaciones no se debió a las destrucciones de ingenios en la Guerra de los Diez Años. En el transcurso de la contien­ da todo fue muy bien y tan sólo un año antes de la paz de Zanjón hay declive. Este, por otro lado, tuvo su origen en la abolición del sistema esclavista que se dio en 1880, según es sabido.

El tabaco ni qué decir que es segundo producto de las salidas cubanas. Tuvo una fase de subida (1854-1870) que alcanzó su cota máxima entre 1885:-1896. Y a much-a más lejanía viene después el aguardiente cañero, el cacao, las maderas finas y el café.

En cuanto a las exportaciones destacaron sobrei todo la Harina de trigo y los vinos, seguidos por el aceite de oliva, jabón y arroz. A partir de 1867 el aceite decae y es sustituido en su puesto per los calzados y más tarde a éste se unen los tejidos algodo­ neros que se sitúan en el mismo plano.

Por lo que toca a Puerto Rico en las entradas destacan los mismos productos que en Cuba, más las legumbres y cereales. Y en las exportaciones es preponderante y con mucho el caí é, acompañado del tabaco y azúcar a más distancia.

Y con relación a los intercambios Maluquer indica la presencia de buques norteame­ ricanos en la isla desde el decreto de neutrales. Aunquè -por nuestra parte,- hemos de decir siguiendo a La Sagra que ya desde 1779 y después de la emancipación de EE. UU. hay un comercio y una penetr'ación grande de esta joven república en Cuba como puso de manifiesto la profesora Ma. Encarnación Rodríguez Vicente en su documentado trabajo El comercio cubano y la guerra de emancipacíón, "Anuario de Estudios Ame­ ricanos", Sevilla, 1954, vol. XI, pp. 61-106.

En 1847 por el arancel se establecen un 7.5% para los productos peninsulares y entre 19 y 23' para los extranjeros. Lógicamente en las importaciones abundan las de productos metropolitanos y en el territorio antillano hubo deseos de liberalización mer­ cantil. Esta no se consigue, pero al cabo de cuatro décadas y pico hay una rebaja en los derechos y se equipara el comercio colonial al de cabotaje, Sin embargo, cuatro años después reciben las harinas de trigo una protección especial y la única. medida

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que pudo perjudicar los intereses de España fue el impuesto de las bebidas establecido en Cuba hacia 1886.

En realidad, todo el mercado cubano fue un emporio del peninsular, cuyos produc­ tos no competían con las demás naciones en el concierto mundial.

Los productos cubanos recibían dos impuestos: el de carga y el de descarga y desde 1880-1890 el azúcar cubano rivaliza con el nacional,

Las consecuencias de este tráfico es obvio que fueron perjudiciales para Cuba y favorables para España. El hecho de que se favorecieran los productos españoles no permitió una diversificación de cultivos en la misma ni tampoco pudo crearse una red de industrias propias para sustituir las importaciones. La isla siguió con su monocultivo azucarero.

Así termina este interesante trabajo que ha supuesto una aportación más para co­ nocer mejor la importancia económica que tuvieron las Antillas en el xrx para España, para dar paso al del Prof. josep Fontana Lázaro, que es el artífice de la última ponencia y que se titula Comercio colonial e industrialización: una reflexion sobre los orígenes de la industria moderna de Cat¡aluña (pp. 3 58-365). Presenta de entrada dos conclu­ siones surgidas de las aportaciones presentadas a la segunda parte del Coloquio y que ya hemos revisado con detalle. Estas son: 1) La industrialización en Cataluña durante el Setecientos se debió en gran medida a las relaciones mercantiles con las Indias. 2) El comercio gaditano era reexportador de productos extranjeros, mientras que el catalán, por contra, estaba basado en los de su región, con Io cual se daba en ésta una abun­ dancia mayor de numerario.

Por Io que toca a la citada en primer lugar, desea poner en debate la idea general de que la acumulación de capital procedente 'de las colonias fue básica para la indus­ trialización. Y se pregunta en consecuencia por qué ésta se dio en el Principado y no en Andalucía, que desde el XVI tenía el comercio monopolista con Hispanoamérica.

Y respecto a la segunda, el indicar que los géneros y frutas de Cataluña propor­ cionaban dinero que se quedaba en és11a en tanto que los introducidos en Cádiz salían al exterior y tan sólo quedaba una pequeña cantidad de circulante para el intermedia­ rio, comisionado o testaferro, no Io considera como algo satisfactorio. Con gran cla­ ridad e imaginación comenta que todo ello "no es cuestión de volumen, sino de enca­ denamientos o más exactamente de transacciones económicas y sociales. Por eso, además, considera que es básico analizar las balanzas mercantiles con América, estudiarlas a fondo y ver los nexos entre los puertos de uno y otro lado del Océano.

Luego investiga la balanza de comercio de 1792 en donde, Alicante ocupó uno de sus últimos lugares, lo que representa · en su opinión que falta el tráfico valenciano casi por completo. Y un tercio de fas exportaciones catalanas la formaban productos agrícolas ( vinos y aguardientes), que eran superiores a las remesas de cualquier otro puerto con la excepción de Cádiz, Para señalar, a continuación, que el que el Princi­ pado envíe más productos que V/alencia o Galicia no significa que fuese superior a éstas, pues en Castilla, como indicó Gonzalo Anes, los señoríos contribuyeron al an-

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quilosamiento agrónomo. Y el profesor Fontana piensa que el mismo fenómeno se dio en Valencia.

Considera, por otro lado pues, algo sumamente complicado establecer un binomio elemental entre agricultura e industria. "La fábrica no aparece como un hecho aislado en el espacio, sino que crece con un determinado tejido de relaciones económicas y sociales producto de ellas". Y pone después como ejemplo un caso específico que estu­ dia: la empresa de José Cortadellas y compañía de Calaf, que administraba diezmos y encomiendas en Teruel, era intermediaria en arrendar los derechos del ducado de Cardona, etc .... Su tiempo de funcionamiento principió en 1786 y desde 1790 hasta los doce años ulteriores sus beneficios llegaron a cerca de dos millones y medio de reales. La naturaleza mercantil de esta sociedad es interesante: no predominan en ellas las indianas, sino el aguardiente y otras mercancías agrarias y fabriles de la región. Remite, asimismo, artículos textiles (pañuelos de seda y medias de algodón) elaborados en pequeñas corporaciones y no en grandes centros industriales de Barcelona. Entonces desea enfatizar en lo que él considera una simplista idea: pensar que la industria mo­ derna surgió por la acumulación capitalista. Y al respecto recuerda que "la revolución industrial no se hubiera producido si no se hubiese dado el paso previo de una agricultura de subsistencia a otra comercializlada". Para Inglaterra destaca los estudios de John y Jones, recalcando el importante lugar desempeñado por la revolución agrícola, que sirvió de base para el abastecimiento de numerosas fábricas en el mencionado país y que se vio vigorizada con el comercio exterior.

El autor considera, por ello, y con muy bien criterio, que esto se ha de explorar para Cataluña, sin dejar de liado que su volumen de exportaciones agrarias supuso un refuerzo considerable para el mercado interno y trajo márgenes beneficiosos para el auge fabril.

Al perderse desde 1814 el mercado colonial hispanoamericano por las luchas inde­ pendentistas, la industria catalana sufrió un duro golpe al igual que sus artesanos y agricultores. Por eso, a partir de esa fecha, el agricultor no produce sólo para su subsistencia, sino para vender y además hay un éxodo de las zonas rurales de las ciu­ dades, con lo que en su opinión se formaron los primeros núcleos proletarios modernos. Y cita algunas ideas de Vilar dadas en un Coloquio celebrado en Lyon en 1970: las influencias del comercio americano en Cataluña no son tan importantes por haber contribuido al nacimiento de la industria sino "porque ha cambiado el principio de modo de producción y ha enseñado a una sociedad a producir para vender". Por ello -y termina así su brillante exposición-, el Dr. Fontana cree que para examinar el origen de la industria moderna en nuestro país hay que tocar el tema a fondo sin conformarse con analizar las relaciones entre "comercio colonial y producción textil". Por último, aparecen las discusiones surgidas tras la lectura de cada trabajo. Y con ello finalizamos esta reseña no sin antes felicitar a sus organizadores -entre los que n hay que olvidar a los miembros del Departamento de Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona que corrieron con toda la parte material del Sim­

- posio- participantes y editores por las interesantes contribuciones a temas tan im-

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