Revista de Estudios Sociales No. 44

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  • COMIT EDITORIAL

    FUNDADORES

    Francisco Leal Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia

    [email protected]

    Dr. Germn ReyPontificia Universidad Javeriana, [email protected]

    DIRECTORHugo Fazio

    Universidad de los Andes, [email protected]

    EDITORAVanessa GmezUniversidad de los Andes, [email protected]

    Sergio Ariza (Ph.D).Universidad de los Andes, [email protected]

    Catalina Gonzlez (Ph.D). Universidad de los Andes, Colombia

    [email protected]

    COMIT CIENTFICO

    EDITORES INVITADOS

    Jess Martn-Barbero, Ph.D. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia

    Lina Mara Saldarriaga, Ph.D. Universidad de Concordia, Canad

    Fernando Viviescas, Master of Arts, Universidad Nacional, Colombia

    Juan Gabriel Tokatlian, Ph.D.Universidad de San Andrs, Argentina

    TRADUCCIN Y CORRECCIN DE ESTILO EN INGLSFelipe Estrada

    TRADUCCIN AL PORTUGUSRoanita Dalpiaz

    EQUIPO INFORMTICOFreddy Corts

    Universidad de los Andes, [email protected]

    COLABORADORESNatalia RubioVctor Gmez

    Direccin de arte y diagramacinLeidy Snchez

    www.issuu.com/leidy731

    Impresin y encuadernacinPanamericana Formas e Impresos S.A.

    www.panamericanafei.com

    El material de esta revista puede ser reproducido sin autorizacin para su uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencione como fuente el artculo y su autor, y la Revista de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.

    Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorizacin del Comit Editorial de la Revista.Las opiniones e ideas aqu consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores

    y no necesariamente reflejan la opinin de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.

    Portada: Ilustracin de Vctor Gmez.

    Guillermo [email protected]

    Correccin de estilo

    Angelika Rettberg, Ph.D.Universidad de los Andes, Colombia

    [email protected]

    Dr. Jos Carlos RuedaUniversidad Complutense de Madrid, [email protected]

    Fernando Purcell Ph.D.Universidad Catlica de Chile

    [email protected]

    Ana Catalina Reyes Ph.D.Universidad Nacional de Colombia, Medelln, [email protected]

    Carl Henrik Langebaek Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia

    [email protected]

    Catalina Muoz Ph.D. Universidad del Rosario, Colombia

    [email protected]

    Hctor Hoyos Ph.D.Stanford University, Estados [email protected]

    Dirk Kruijt, Ph.D.Universidad de Utrecht, Holanda

    Gerhard Drekonja-Kornat, Ph.D.Universidad de Viena, Austria

    Jonathan Hartlyn, Ph.D.Universidad de North Carolina, Estados Unidos

    Revistade Estudios Sociales44Bogot - Colombia Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundacin Social

    http://res.uniandes.edu.co ISSN 0123-885X

    diciembre 2012

  • ISSN0123-885X Periodicidad: Cuatrimestral (abril, agosto y diciembre) Pp: 1 - 236Formato: 21.5 X 28 cmTiraje: 500 ejemplaresPrecio: $ 20.000 (Colombia) US $ 12.00 (Exterior) No incluye gastos de envo

    INDEXACINLa Revista de Estudios Sociales est includa actualmente en los siguientes directorios y servicios de indexacin y resumen:

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    (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. HAPI -Hispanic American Periodical Index (UCLA, Estados Unidos), desde 2008. Historical Abstracts y America: History & Life (EBSCO Information Services, antes ABC-CLIO, Estados Unidos), desde 2001. Informe Acadmico y Acadmico Onefile (Gale Cengage Learning, Estados Unidos), desde 2007. LatAM-Studies -Estudios Latinoamericanos (International Information Services, Estados Unidos), desde 2009. LATINDEX -Sistema Regional de Informacin en Lnea para Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal, (Mxico), desde 2004. Linguistics & Language Behavior Abstracts, Sociological Abstracts, Social Services Abstracts, Worldwide Political Science Abstracts

    (CSA -Cambridge Scientific Abstracts, Proquest, Estados Unidos), desde 2000. OCENET (Editorial Ocano, Espaa), desde 2003. PRISMA -Publicaciones y Revistas Sociales Humansticas (CSA Cambridge Scientific Abstracts, Proquest, Estados Unidos). PUBLINDEX -ndice Nacional de Publicaciones, (Colciencias, Colombia), desde 2004. Actualmente en categora A2. RedALyC -Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal (UAEM, Mxico), desde 2007. SciELO Colombia Scientific Electronic Library Online, desde 2007. SCOPUS (Elsevier, Holanda), desde 2009. Social Science Citation Index (ISI, Thomson Reuters, Estados Unidos), desde 2009. Ulrichs Periodicals Directory (CSA Cambridge Scientific Abstracts, Proquest, Estados Unidos), desde 2001.

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    Pablo NavasRectorJos Rafael ToroVicerrector AcadmicoCarl H. LangebaekVicerrector de Investigaciones y PosgradosMauricio Sanz de SantamaraVicerrector de Desarrollo y EgresadosHugo FazioDecano Facultad de Ciencias SocialesMartha LuxEditora Facultad de Ciencias Sociales

    Distribucin y ventas

    Revista de Estudios Sociales Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales

    Universidad de los Andes

  • La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicacin cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundacin Social. Su objetivo es contribuir a la difusin de las investigaciones, los anlisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad acadmica nacional e internacional, adems de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinin pblica. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad ms inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la poblacin.

    La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber:

    La Presentacin contextualiza y da forma al respectivo nmero, adems de destacar aspectos particulares que merecen la atencin de los lectores.

    El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema especfico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones cientficas sobre la base de una perspectiva crtica y analtica. Tambin incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestran el desarrollo y las nuevas tendencias en un rea especfica del conocimiento.

    Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos.

    El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusin.

    Documentos difunde una o ms reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de inters social.

    Lecturas muestra adelantos y reseas bibliogrficas en el campo de las Ciencias Sociales.La estructura de la Revista responde a una poltica editorial que busca hacer nfasis en ciertos aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teora, investigacin, coyuntura e informacin bibliogrfica; facilitar el intercambio de informacin sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los pases de la regin latinoamericana; difundir la Revista entre diversos pblicos y no slo entre los acadmicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una nocin flexible del concepto de investigacin social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo especfico de las Ciencias Sociales.

    Revistade Estudios Sociales44Bogot - Colombia Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundacin Social

    http://res.uniandes.edu.co ISSN 0123-885X

    diciembre 2012

  • PresentacinCatalina Gonzlez Universidad de los Andes, Colombia.

    El tiempo de las vctimas Franois Hartog cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Francia

    DossierDe la palabra-accin a la palabra-imitacin: itinerario retrico de Cicern Carlos Lvy Universit de Paris-Sorbonne, Francia.

    Ideologa, retrica y dialectalismo en las vidas paralelas de Plutarco: una nota sobre Pirro, 26, 11 y Cimn 14, 3-17, 2 David Hernndez de la Fuente Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Espaa scar Martnez Universidad Carlos III de Madrid, Espaa.

    Eikos logos-eikos mythos: un logos como representacin del mundo Jorge Cano Universidad Carlos III de Madrid, Espaa.

    Cicero imperator: estrategias de autofiguracin epistolar en el viaje a Cilicia (Cic., Att. 5. 1-15) Soledad Correa Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

    La preceptiva sobre la narratio en los rtores latinos Paula Olmos Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Espaa.

    La funcin de las imgenes en la reflexin filosfica de Cicern Diony Gonzlez Universidad Carlos III de Madrid, Espaa.

    Desde el umbral de las palabras: sobre lo sublime a partir de Pseudo-Longino Mara del Rosario Acosta Universidad de los Andes, Colombia.

    On the Origin of Hobbes Conception of Language: The Literary Culture of English Renaissance Humanism Sergio H. Orozco-Echeverri Universidad de Antioquia, Colombia.

    Aperturas de la teora de la retrica peirceana Mariluz Restrepo Universidad Externado de Colombia.

    Hermenutica y retrica en Gadamer: el crculo de la comprensin y la persuasin Catalina Gonzlez Universidad de los Andes, Colombia.

    El lugar de la persuasin en sociedades degradadas: sobre Albert Speer ngela Uribe Universidad Nacional de Colombia.

    Otras VocesCultural-cognitive Dimension and Entrepreneurial Activity: A Cross-country Study Claudia Alvarez Universidad de Medelln, Colombia David Urbano Universitat Autnoma de Barcelona, Espaa.

    Estrategias habitacionales de familias de sectores populares y medios residentes en el rea metropolitana de Buenos Aires (Argentina) Mara Mercedes di Virgilio Universidad de Buenos Aires, Argentina Mara Laura Gil y de Anso Universidad de Buenos Aires, Argentina.

    La produccin del espacio en dos ferias contemporneas Mauricio Montenegro Universidad Central, Colombia.

    Sobre subjetividad y (tele)trabajo. Una revisin crtica Diana Bustos Universitat Autnoma de Barcelona, Espaa.

    DocumentosAnaloga y metfora en ciencia, poesa y filosofa Cham Perelman.

    DebateLa oratoria de Jorge Elicer Gaitn Herbert Braun University of Virginia, Estados Unidos Rubn Daro Acevedo Universidad Nacional de Colombia (sede Medelln) Ricardo Arias Universidad de los Andes, Colombia.

    LecturasGorgias de Leontini. 2010. Su ci che non . Testo greco, traduzione e commento a cura di Roberta Ioli Sergio Ariza Universidad de los Andes, Colombia.

    Filosofa y retrica hoy

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    21-27

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  • PresentationCatalina Gonzlez Universidad de los Andes, Colombia.

    The Time of Victims Franois Hartog cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, France.

    DossierFrom Word-Action to Word-Imitation: Rhetorical Itinerary of Cicero Carlos Lvy Universit de Paris-Sorbonne, France.

    Ideology, Rhetoric and Dialectalism in Plutarchs Parallel Lives: A Note on Pyrrhus, 26, 11 and Cimon 14, 3-17, 2 David Hernndez de la Fuente Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Spain scar Martnez Universidad Carlos III de Madrid, Spain.

    Eikos logos-eikos mythos: Logos as a Representation of the World Jorge Cano Universidad Carlos III de Madrid, Spain.

    Cicero Imperator: Epistolary Self-fashioning Strategies on His Way to Cilicia (Cic., Att. 5. 1-15) Soledad Correa Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

    Precepts on narratio in Latin Rhetoricians Paula Olmos Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Spain.

    The Function of Images in Ciceros Philosophical Reflections Diony Gonzlez Universidad Carlos III de Madrid, Spain.

    From the Threshold of Words: Regarding The Sublime by Pseudo-Longinus Mara del Rosario Acosta Universidad de los Andes, Colombia.

    On the Origin of Hobbes Conception of Language: The Literary Culture of English Renaissance Humanism Sergio H. Orozco-Echeverri Universidad de Antioquia, Colombia.

    The Scope of Peirces Theory of Rhetoric Mariluz Restrepo Universidad Externado de Colombia.

    Hermeneutics and Rhetoric in Gadamer: The Circle of Comprehension and Persuasion Catalina Gonzlez Universidad de los Andes, Colombia.

    The Place of Persuasion in Degraded Societies: On Albert Speer ngela Uribe Universidad Nacional de Colombia.

    Other VoicesCultural-cognitive Dimension and Entrepreneurial Activity: A Cross-country Study Claudia Alvarez Universidad de Medelln, Colombia David Urbano Universitat Autnoma de Barcelona, Espaa.

    Housing Strategies of Popular and Middle Class Families Residing in the Buenos Aires Metropolitan Area (Argentina) Mara Mercedes di Virgilio Universidad de Buenos Aires, Argentina Mara Laura Gil y de Anso Universidad de Buenos Aires, Argentina.

    The Production of Space in Two Contemporary Fairs Mauricio Montenegro Universidad Central, Colombia.

    About Subjectivity and (Tele)Work. A Critical Review Diana Bustos Universitat Autnoma de Barcelona, Spain.

    DocumentsAnalogy and Metaphor in Science, Poetry, and Philosophy Cham Perelman.

    DebateThe Oratory of Jorge Eliecer Gaitn Herbert Braun University of Virginia, USA Rubn Daro Acevedo Universidad Nacional de Colombia (Medelln) Ricardo Arias Universidad de los Andes, Colombia.

    ReadingsGorgias of Leontini. 2010. Su chi che non . Testo greco, traduzione e commento a cura di Roberta Ioli Sergio Ariza Universidad de los Andes, Colombia.

    Philosphy and Rhetoric Today

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  • ApresentaoCatalina Gonzlez Universidad de los Andes, Colmbia.

    O tempo das vtimas Franois Hartog cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Frana.

    DossierDa palavra-ao palavra-imitao: itinerrio retrico de Ccero Carlos Lvy Universit de Paris-Sorbonne, Frana.

    Ideologia, retrica e dialectalismo nas vidas paralelas de Plutarco: uma nota sobre Pirro 26, 11 e Simo 14, 3-17, 2 David Hernndez de la Fuente Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Espanha scar Martnez Universidad Carlos III de Madrid, Espanha.

    Eikos logos-eikos mythos: um logos como representao do mundo Jorge Cano Universidad Carlos III de Madrid, Espanha.

    Cicero imperator: estratgias de autofigurao epistolar na viagem Cilcia (Cic., Att. 5. 1-15) Soledad Correa Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

    Preceitos sobre a narratio nos retricos latinos Paula Olmos Universidad Nacional de Educacin a Distancia (UNED), Espanha.

    A funo das imagens na reflexo filosfica de Ccero Diony Gonzlez Universidad Carlos III de Madrid, Espanha.

    Desde o limiar das palavras: sobre o sublime a partir de Pseudo-Longino Mara del Rosario Acosta Universidad de los Andes, Colmbia.

    Sobre a origem da concepo de linguagem em Hobbes: a cultura literria do humanismo renascentista na Inglaterra Sergio H. Orozco-Echeverri Universidad de Antioquia, Colmbia.

    Aberturas da teoria da retrica peirceana Mariluz Restrepo Universidad Externado de Colombia.

    Hermenutica e retrica em Gadamer: o crculo da compreenso e persuaso Catalina Gonzlez Universidad de los Andes, Colmbia.

    O lugar da persuaso em sociedades degradadas: sobre Albert Speer ngela Uribe Universidad Nacional de Colombia.

    Outras VozesDimenso cultural-cognitiva e atividade empreendedora: um estudo comparativo Claudia Alvarez Universidad de Medelln, Colmbia David Urbano Universitat Autnoma de Barcelona, Espanha.

    Estratgias habitacionais de famlias de setores populares e meios residentes na rea metropolitana de Buenos Aires (Argentina) Mara Mercedes di Virgilio Universidad de Buenos Aires, Argentina Mara Laura Gil y de Anso Universidad de Buenos Aires, Argentina.

    A produo do espao em duas feiras contemporneas Mauricio Montenegro Universidad Central, Colmbia.

    Sobre a subjetividade e (tele)trabalho. Uma reviso crtica Diana Bustos Universitat Autnoma de Barcelona, Espanha.

    DocumentosAnalogia e metfora na poesia, cincia e filosofia Cham Perelman.

    DebateO oratria de Jorge Eliecer Gaitn Herbert Braun University of Virginia, Estados Unidos Rubn Daro Acevedo Universidad Nacional de Colombia (Medelln) Ricardo Arias Universidad de los Andes, Colmbia.

    LeiturasGrgias de Leontini. 2010. Su chi che non . Testo greco, traduzione e commento a cura di Roberta Ioli Sergio Ariza Universidad de los Andes, Colmbia.

    Filosofia e retrica hoje

    9-1112-19

    21-27

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  • Presentacin

    por Catalina Gonzlez*

    * Doctora en Filosofa de Emory University, Estados Unidos. Profesora Asistente del Departamento de Filosofa de la Universidad de los Andes, Colombia. Correo electrnico: [email protected]

    Desde el rechazo de Platn a la retrica en el dilogo Gorgias, sta ha sido considerada en la histo-ria de la filosofa como inescrupulosa sofstica. Locke la describi como poderoso instrumento de engao y error, mientras que Kant la defini como el arte de engaar a travs de la apariencia bella. Por su parte, los retricos de todos los tiempos parecen haber tenido prejuicios similares acerca de los rudos acertijos de la dialctica filosfica. Qu se esconde detrs de esta dis-puta? Es ella una discusin dmod, que slo interesa a fillogos y filsofos preocupados por las excentricidades de la Antigedad, o tiene acaso alguna vigencia inter-disciplinar y contempornea?

    Filosofa y retrica hoy se propone revisitar este di-logo a veces inflamada disputa, a veces amoroso flir-teo entre la filosofa y la retrica, desde la Antigedad hasta nuestros das. En las ltimas dcadas, la relacin entre las dos disciplinas ha sido objeto de un renovado inters en todas las reas del conocimiento filosfico, las ciencias sociales y las humanidades. Tal inters parece deberse a que las diversas formas de persuasin (a travs de lenguaje oral, imgenes, medios de comunicacin masivos, etc.) cobran cada vez ms importancia para tra-tar de entender las transformaciones sociales, polticas y cientficas de la actualidad.

    El Dossier de este nmero incluye contribuciones que justamente ponen en evidencia, desde diferentes pers-pectivas, el renovado inters por la retrica. El primer artculo, titulado De la palabra-accin a la palabra imi-tacin: itinerario retrico de Cicern, es de Carlos Lvy, profesor en la Universit Paris-Sorbonne e importante estudioso de la obra de Cicern. Lvy nos ilustra sobre el

    trnsito que hace Cicern desde una retrica fundada en el concepto de fuerza, presente en sus discursos y trata-dos retricos de juventud, a otra que se centra ms bien en el concepto de mmesis o imitacin, y que sera propia de sus tratados maduros. Como lo afirma el mismo au-tor, el joven abogado y poltico, homo nouus de inmensa y legtima ambicin, privilegi en un primer momento la representacin de la palabra como fuerza ilocutiva y per-locutiva, en el sentido casi austiniano de tales adjetivos, antes de llegar al final de su vida a una posicin ms abs-tracta en la cual el concepto de imitacin se impuso por fin como palabra clave de la retrica ciceroniana. De la mano de Lvy recorremos, pues, esta transformacin de la retrica ciceroniana, analizando tratados tales como De Inventione, De Oratore y Bruto.

    En Ideologa, retrica y dialectalismo en las vidas para-lelas de Plutarco: una nota sobre Pirro, 26, 11 y Cimn 14, 3-17, 2 David Hernndez de la Fuente y scar Martnez nos ofrecen una pieza magistral sobre la retrica del bi-grafo antiguo Plutarco de Queronea. Nos advierten de la peculiaridad del arte de la biografa, el cual ofrece una vi-sin de la historia universal desde los ms pequeos deta-lles y ancdotas de las biografas de los hombres notables del mundo griego y romano.

    En Eikos logos-eikos mythos: un logos como representacin del mundo Jorge Cano nos lleva de regreso a Platn, para dar cuenta del uso del concepto de eikos en el di-logo Timeo. Afirma que eikos, trmino que se refiere al conocimiento sensible del mundo cambiante, no es slo una categora de orden epistemolgico, sino tambin potica o esttica, pues se relaciona intrnsecamente con la concepcin de mmesis que atraviesa la reflexin del filsofo griego.

    Soledad Correa nos ofrece en el artculo titulado Cicero imperator: estrategias de autofiguracin epistolar en el viaje a Cilicia (Cic., Att. 5. 1-15) un anlisis de la ret-rica del orador romano en sus cartas a tico durante su

    DOI-Digital Objects of Information: http://dx.doi.org/10.7440/res44.2012.01

    Catalina Gonzlez

    Presentacin

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  • Mariluz Restrepo nos ofrece en Aperturas de la teora de la retrica peirceana una reflexin indita sobre el lugar que ocupa la retrica en el pensamiento del filsofo prag-matista Charles S. Peirce. La autora rescata tres aspectos principales de su concepcin de la retrica: en primer lu-gar, su papel central, si bien desconocido, en el contexto de su filosofa; en segundo lugar, su relacin con su teo-ra de la semiosis, y en tercer lugar, sus implicaciones para una idea peirceana del ser uno-con-otro.

    En Hermenutica y retrica en Gadamer: el crculo de la comprensin y la persuasin Catalina Gonzlez busca elaborar los diversos y tangenciales comentarios, tanto en Verdad y Mtodo como en otros escritos, en los que Gadamer sugiere que la hermenutica moderna halla sus races en la tradicin de la retrica clsica. La tesis principal del artcu-lo es que Gadamer entiende la comprensin propia de las ciencias humanas como aquella que involucra necesaria-mente un momento persuasivo, en el cual el intrprete se deja afectar por la tradicin a la que se enfrenta en el texto.

    El artculo que cierra el Dossier se titula El lugar de la per-suasin en sociedades degradadas: sobre Albert Speer. En l, ngela Uribe realiza una importante distincin entre la persuasin retrica, tal como Aristteles la entiende, y la fascinacin, tal como es tematizada por Hannah Arendt y ejemplificada histricamente por la relacin en-tre Adolf Hitler y Albert Speer. La autora concluye que en regmenes totalitarios y en sociedades degradadas, la per-suasin propia de la retrica, fundada en la argumenta-cin racional, da paso a una mera fascinacin, en la cual los interlocutores han perdido su capacidad de juicio y la posibilidad de tener una experiencia comn.

    La seccin Documentos incluye la traduccin del texto Ana-loga y metfora en ciencia, poesa y filosofa del filsofo Cham Perelman, realizada por Diego Antonio Pineda, pro-fesor y decano de la Facultad de Filosofa de la Universidad Javeriana. El artculo es una muestra del vasto universo de la Nueva Retrica perelmaniana, en la que se une un agudo anlisis de las teoras contemporneas de la argumenta-cin con una profunda sensibilidad por la retrica antigua, en especial, la de Aristteles. El texto que presentamos se ocupa de definir los lmites, en general borrosos, entre las nociones de analoga y metfora, y sus usos ms comunes en la ciencia, la filosofa y la poesa.

    Sin duda, hay unanimidad en considerar que el mejor orador colombiano del siglo XX fue el lder poltico Jorge Elicer Gaitn. En una Revista de Estudios Sociales dedicada a la retrica, consideramos esencial dedicar un espacio especfico a la discusin, desde distintas perspectivas, de

    estada como gobernador en Cilicia. En ellas, Cicern procura minimizar los efectos de su ausencia de la esfera pblica romana, y para ello usa estrategias discursivas que le permiten mostrarse como un poltico ejemplar.

    Paula Olmos hace en La preceptiva sobre la narratio en los rtores latinos un recorrido por diversos textos la-tinos que recogen la preceptiva antigua sobre la narratio aquella parte del discurso judicial en la que se relatan los hechos del caso en cuestin. La autora analiza teo-ras pertenecientes a Cicern, Quintiliano, Julio Seve-riano, entre otros retricos latinos, y ofrece interesan-tes implicaciones que tendra la distincin clsica entre los conceptos de narracin y argumentacin para algu-nas teoras contemporneas. El ltimo artculo de este conjunto de reflexiones sobre la retrica antigua es La funcin de las imgenes en la reflexin filosfica de Ci-cern de Diony Gonzlez. All, el autor pone de relieve las imgenes pictricas, escultricas y paisajsticas que dotan a los dilogos filosficos de Cicern de su especial carcter dramtico.

    Tambin se incluyen en el Dossier diversos artculos so-bre la relacin entre filosofa y retrica en la reflexin moderna y contempornea. Es el caso de las contribu-ciones de Mara del Rosario Acosta, Sergio Orozco, Ca-talina Gonzlez, Mariluz Restrepo y ngela Uribe. En Desde el umbral de las palabras: sobre lo sublime a par-tir de Pseudo-Longino Mara del Rosario Acosta realiza un anlisis del tratado de retrica Sobre lo sublime de Pseudo-Longino, destacando los aspectos del concepto clsico de lo sublime que resultan constitutivos de la categora esttica moderna del mismo nombre. Para la autora, esta categora permite preguntarnos, desde la reflexin contempornea, por un modo de ser del len-guaje, de la imagen y la obra de arte, que slo puede presentarse, representarse, en el difcil lmite entre lo que se muestra y lo que se oculta, poniendo en eviden-cia y transformando con ello en experiencia (esttica), los lmites de su propia comunicabilidad.

    Sergio Orozco sita en On the Origin of Hobbes Con-ception of Language: The Literary Culture of English Renaissance Humanism el origen de la teora lin-gstica de Hobbes en su temprana educacin huma-nista. Considera que, a pesar de la relacin que suele encontrarse entre la nocin hobbesiana del lenguaje y el nominalismo medieval, en realidad, es la educa-cin humanista del joven Hobbes, centrada en la re-trica de Cicern, la que determina su particular con-cepcin del lenguaje y las implicaciones polticas que sta trae consigo.

    Revista de Estudios Sociales No. 44rev.estud.soc. ISSN 0123-885X Pp. 236.Bogot, diciembre de 2012 Pp. 9-11.

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  • la retrica de este importante hombre pblico. Para ello, invitamos a Herbert Braun, profesor del Departamento de Historia de University of Virginia, EE. UU. y autor del libro Mataron a Gaitn; a Rubn Daro Acevedo, director del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia (sede Medelln); y a Ricardo Arias Trujillo, di-rector del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogot) y autor del libro Los leopardos. Una histo-ria intelectual de los aos 1920, a darnos sus opiniones sobre la retrica de Gaitn.

    En la seccin de Lecturas, por ltimo, incluimos la re-sea que el profesor Sergio Ariza hace del texto Su ci che non , en la edicin crtica de 2010, con traduccin y comentarios de Roberta Ioli, y en la cual se exaltan las particularidades que convierten este trabajo en una exce-lente herramienta para las relecturas e interpretaciones de la clsica obra de Gorgias.

    Finalmente, quiero agradecer a la editora de la revista, Va-nessa Gmez, por su trabajo diligente y crtico, a los autores de los artculos aqu compilados y a quienes participaron de una u otra manera en la realizacin de este nmero.

    Nota editorial: Este nmero de la Revista de Estudios Socia-les se encuentra antecedido por el texto del historiador Franois Hartog El tiempo de las vctimas, que da luces sobre la forma en que se ha ido constituyendo histrica-mente la nocin de vctima, y sobre las polticas actuales que alimentan su desarrollo en el mundo contemporneo.

    As mismo, en esta oportunidad agrupamos cuatro ar-tculos de investigacin en nuestra seccin Otra Voces, que marcan una clara diferencia con las contribucio-nes incluidas en el Dossier y representan iniciativas en las reas de sociologa, antropologa y psicologa social. El primero, Cultural-cognitive Dimension and Entre-preneurial Activity: A Cross-country Study, de David Urbano y Claudia Alvarez, se propone analizar el efecto de la independencia, toma de riesgos y creatividad so-bre la actividad emprendedora, teniendo en cuenta la teora econmica institucional y la dimensin cognitivo-cultural. En segundo lugar, tenemos el texto de Mara Mercedes di Virgilio y Mara Laura Gil y de Anso, Es-trategias habitacionales de familias de sectores popu-lares y medios residentes en el rea metropolitana de Buenos Aires (Argentina), cuyo objetivo es analizar las mltiples formas en que las familias bonaerenses se enfrentan a las difciles condiciones de acceso al hbi-tat en la ciudad posfordista. El siguiente artculo, La produccin del espacio en dos ferias contemporneas, de Mauricio Montenegro, ofrece una mirada crtica al modo en que se configura el espacio en dos ferias arte-sanales contemporneas y, por esta va, plantea una reflexin sobre la relacin entre economa y cultura en tales contextos. Por ltimo, cierra la seccin el trabajo de Diana Bustos Ordoez, Sobre subjetividad y (tele)trabajo. Una revisin crtica, con una reflexin porme-norizada sobre las condiciones e implicaciones actuales de una actividad como el teletrabajo y su relacin con el proceso de subjetividad.

    Catalina Gonzlez

    Presentacin

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  • En un tiempo bastante cercano an, la sim-ple mencin del trmino Historia con mayscula equivala a una explicacin: la Historia quiere, juzga, condena Hoy en da, aunque de manera diferente, la Memoria se ha convertido en esa palabra que nos exime de tener que dar ms explicaciones. La Memoria es un de-recho, un deber, un arma; duelo, trauma, catharsis, tra-bajo de memoria, piedad, son su cortejo. Con la memoria se reactiva, por decirlo de algn modo, algo de la antigua Mnmosun griega: su poder de evocacin del pasado en el presente. No reconstruye el tiempo escribe Jean-Pierre Vernant, no lo suprime tampoco. Derribando la barre-ra que separa el presente del pasado, tiende un puente entre el mundo de los vivos y ese ms all al que retorna todo aquel que ha dejado de ver la luz del sol. La memoria evoca el pasado tal como los muertos son evocados en el ritual homrico de la ekklesis: la llamada de los vivos y la vuelta al da, por un breve momento, del difunto que retorna del mundo infernal (Vernant 1965, 58).

    Hoy, en un cierto nmero de situaciones, acudimos a ella, no como complemento de, o como suplemento a, sino ms bien en reemplazo de la historia. La memoria es claramen-te una alternativa a una historia que, creemos, ha fallado y ha enmudecido: la historia de los vencidos y no la de las vctimas, no la de los olvidados, ni los dominados, no la de las minoras, ni los colonizados. Una historia encerrada en la nacin, con historiadores a su servicio, una historia, de hecho, oficial. Y se habla entonces, aqu y all, de la me-moria como alternativa teraputica de un discurso hist-rico que jams habra dejado de ser ms que una ficcin opresiva (Fassin y Rechtman 2007; Klein 2000).

    por Franois Hartog**

    * Texto original en francs. Traduccin de Andrea Meja. Correo electrnico: [email protected]** Director de Estudios, cole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Francia. Correo electrnico: [email protected]

    El tiempo de las vctimas*

    De la vctima antigua a la vctima moderna

    En las religiones antiguas, la vctima aparece en el contexto del sacrificio ofrecido a una divinidad. Los rituales se esforzaban mucho para conjurar la violen-cia de la sangre derramada. En Grecia era necesario obtener el consentimiento del animal para ser dego-llado en honor del dios (Detienne y Vernant 1979). Las numerosas teoras modernas del sacrificio se han concentrado en el estatus de la vctima. A lo largo del siglo XIX se acudi a la categora ms amplia y ms vaga de lo sagrado: la vctima y lo sagrado. Al mismo tiempo, lo sagrado pudo desplazarse fcilmente hacia la nocin de Patria, por la cual era legtimo y glorioso sacrificarse. La retrica guerrera de la primera mitad del siglo XX lo cant y lo proclam (Macho 2007). La patria tiene el derecho de reclamar el sacrifico de sus hijos, a los que a cambio les concede, en las honras fnebres, la distincin de hroes. Encontramos aqu algo del viejo contrato establecido desde la epopeya homrica: la muerte dada y recibida del guerrero, a cambio de la gloria que no perece; salvo que en la Ilada la cuestin se decide entre los guerreros mismos y el aedo, de ninguna manera en el contexto de un sacrificio. Mueren bajo la mirada de sus pares y en el cara a cara del combate personal. Ms tarde, cuando en el marco de la ciudad-Estado Pericles pronuncia el discurso en honor de los primeros muertos de la gue-rra del Peloponeso, lo que hace en realidad es un elogio de Atenas. Muriendo por ella, sus ciudadanos no han hecho ms que cumplir con su deber.

    La guerra de 1914 ser una gran consumidora de sacrifi-cios y se operar a la vez un desplazamiento con conse-cuencias notables. Surgir en efecto, en primer plano, la figura del sacrificio de s, tal como lo ha analizado

    DOI-Digital Objects of Information: http://dx.doi.org/10.7440/res44.2012.02

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  • Marcel Gauchet. Los soldados-ciudadanos dejan de ser simplemente los que se sacrifican por la patria en peligro; se convierten, tanto ante sus propios ojos como ante los de los dems, en los que se sacrifican deliberadamente por la salvacin de la patria y que en-cuentran, en ese don de s mismos y ste viene a ser el punto central, la confirmacin, la realizacin de su existencia individual (Gauchet 2010, 40). Se instau-ra de este modo una religin civil del sacrifico, que se convertir en una formidable escuela de servidumbre voluntaria y en uno de los nutrientes de los totalita-rismos (Gauchet 2010, 50).

    Sin embargo, despus de 1945 deben desaparecer tanto la economa de la gloria como la religin civil del sacrificio. La figura de la vctima, bajo los rasgos de aquel o de aque-lla que se sacrificaba, es decir, de aquel o de aquella que hasta cierto punto elega morir, simplemente ya no se sostiene frente a las decenas de millones de muertos y desaparecidos, de desplazados y de sobrevivientes aterra-dos y extraviados a los que nadie jams pidi su opinin. Se trata ms exactamente de un resquicio que se abre en la vieja asociacin entre la vctima y el hroe (incluso bajo los rasgos annimos del soldado desaparecido) que hasta entonces haban sido oficialmente inseparables, y que haba instaurado un culto cvico de los muertos. Siguen sin duda existiendo vctimas heroicas (an ne-cesarias y por lo tanto celebradas), pero estn las otras, las vctimas innombrables, a las que compadecemos, las que han padecido, que no han podido ms que padecer, que no han hecho sino padecer. En pocas palabras, hasta este momento activa y positiva, la nocin de vctima se carga de una connotacin pasiva y, hasta cierto punto, negativa. Preferimos hablar lo menos posible de las vcti-mas. La frmula entonces tan corriente de los judos que eran conducidos a los campos de concentracin, como ovejas al matadero, es de por s la expresin a la vez ms acertada y ms cruda.1

    Las condiciones de un desplazamiento

    Si la vctima tenda tambin a desvanecerse en los si-lencios de la posguerra, varios elementos nuevos hicie-ron posible, a la larga, una mutacin de su condicin. Primero tuvieron lugar los juicios: empezando por el de Nremberg, con el establecimiento por supuesto del

    1 Saul Friedlander (1978) cuenta en su autobiografa, Quand vient le souve-nir [Cuando llega el recuerdo], que esta frase pronunciada por un monitor en 1946, cuando participaba en un campo de verano, le hizo tomar la decisin de hacerse sionista.

    crimen de lesa humanidad, pero tambin con la presen-cia de algunos testigos. As, por ejemplo, Marie-Claude Vaillant Couturier, que haba sido deportada a Ravens-brck, y que al rendir testimonio quiso obligar a los acu-sados a mirarla. Instaurando una serie de reparaciones morales y materiales, la Alemania del canciller Aden-auer reconoce por primera vez el principio de reparacin individual y no solamente de Estado a Estado, del venci-do al vencedor (Hazan 2007).

    Desde la Carta del Tribunal de Nremberg, la accin pblica, como se sabe, se vuelve imprescriptible en caso de crmenes de lesa humanidad. Inscrito final-mente en el Cdigo Penal francs en 1994, a partir de la inauguracin de la Corte Penal Internacional en 2003 este rgimen de imprescriptibilidad es recono-cido por una gran mayora de Estados. Imprescripti-ble quiere decir que el tiempo prescrito determinado normalmente por la justicia no vale; como tampoco es vlido el principio de no retroactividad de la ley. Como lo not el aorado Yan Thomas, el contrario de lo imprescriptible no es el tiempo que pasa, sino el tiempo prescrito (Thomas 2011, 269): tanto el uno como el otro se construyen igualmente. Imprescripti-ble quiere decir que el criminal sigue siendo contem-porneo de su crimen hasta su muerte, del mismo modo que permanecemos o nos hacemos contempo-rneos de los hechos juzgados por crmenes de lesa humanidad. Pensemos por ejemplo en el proceso de Maurice Papon, el antiguo secretario general de la Prefectura de Gironde, en el que ninguno de los lla-mados a declarar haba conocido la guerra directa-mente. La pregunta no es: cules son los efectos del tiempo? Es ms bien: qu efectos decidimos atri-buir al tiempo?. Lo que est en juego no es otra cosa que una operacin poltico-jurdica sobre el tiempo (Thomas 2011, 269). La imprescriptibilidad natural del crimen contra la humanidad instaura una atem-poralidad jurdica, en virtud de la cual el criminal fue, es y ser contemporneo de su crimen hasta su ltimo aliento. Si el historiador entra a participar de esta atemporalidad en el marco de un juicio, el nico lugar que le asigna el derecho penal francs es el de un testigo al que se le solicita oralmente, como lo esti-pula el Cdigo, rendir testimonio. Pero ms all de la estricta esfera del derecho, hay desplazamientos que han tenido lugar entre el tiempo del derecho y el tiem-po social, incluso intercambios entre los dos tiempos, en nombre de la responsabilidad y a ttulo del deber y del arrepentimiento. El desplazamiento del rgimen de temporalidad de lo imprescriptible hacia el espa-cio pblico puede, en efecto, ser visto como una de las

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  • marcas de la juridificacin de este espacio, uno de los rasgos del mundo actual, con las dificultades que de ello se derivan. Basta evocar las controversias que se abrieron recientemente alrededor de la memoria de la esclavitud y de su reparacin, uno de los puntos cie-gos de la conferencia de Durban en 2001. En 2004, la Unesco declar este ao como el ao internacional de la conmemoracin de la lucha contra la esclavitud y su abolicin. Conmemorar es una cosa, exigir una reparacin es otra.

    Una nueva figura

    Desde el proceso de Adolf Eichmann en Jerusaln, en 1961, testigos y vctimas el testigo como vctima ocuparon la escena y salieron a luz. La autoridad del primero se vio reforzada por la condicin de la segunda. Durante las declaraciones, el acusado se encontr ante algunas de sus vctimas. Por primera vez, en efecto, testigos es decir, vctimas eran llamados a dar testimonio, no acerca de Eichmann, al que evidentemente no haban visto jams, sino acerca de lo que haban soportado (Wieviorka 1998). Un testigo se converta as en la voz y en el rostro de una vctima, de un sobreviviente al que se le escucha, al que se le da la palabra, al que se graba y se filma. En este sentido, la accin reciente ms con-siderable fue la que emprendi la Fundacin Spielberg, para recolectar todos los testimonios de todos los sobre-vivientes de los campos nazis, y poder as tener acceso en directo (online) a la verdadera historia de la depor-tacin, a travs de las voces de las vctimas. Notemos que en tal dispositivo, la mediacin del historiador se vuelve no slo intil sino nociva; porque lo ideal es que nada venga a parasitar el cara a cara entre el testigo y el espectador, un espectador que a su vez es llamado para convertirse en testigo del testigo, un testigo dele-gado (a vicarious witness).

    En Francia, el reconocimiento pblico de este nuevo in-ters por las vctimas se tradujo, en 1985, en una ley que introdujo la mencin Muerte en deportacin. Hasta entonces, slo se trataba de la Francia combatiente, conmemorada desde 1945 en el Monte Valrien, al cual cada 18 de junio acuda el general De Gaulle para ce-lebrar una sobria ceremonia. En los aos noventa, el acrecentamiento del poder y de la visibilidad de la figu-ra de la vctima se apoy sobre la extensin de la cate-gora de trauma. Formada a partir de la nocin mdica de herida corporal, se convierte al final del siglo XIX en una categora psicolgica, y hacia finales del siglo XX, en una categora de la nosografa psiquitrica. A partir

    de entonces, el trauma se considera un hecho social de orden general, y, como tal, instituye una nueva con-dicin de la vctima (Fassin y Rechtman 2007). Para cerciorarse basta prestar atencin a los discursos pro-nunciados, a los gestos realizados y a los dispositivos de apoyo psicolgico puestos en marcha despus de la tragedia. Ahora bien, tambin este desplazamiento es reciente. Hace apenas un cuarto de siglo escriben Di-dier Fassin y Richard Rechtman la nocin de trauma no circulaba en absoluto fuera de los crculos cerrados de la psiquiatra y de la psicologa (Fassin y Rechtman 2007, 15). Ms bien reinaba la desconfianza: se sospe-chaba, por ejemplo, que la neurosis del soldado era fingida. Con todo, al cabo de algunos aos, pasamos de la duda al reconocimiento: se reivindica el trauma y la vctima es reconocida.

    Con el trauma se abre un nuevo lenguaje del aconteci-miento, en la medida en que permite nombrar (tanto bien como mal) una nueva relacin con el tiempo, con la memoria, con el duelo y la deuda, con el sufri-miento y con los que sufren (Fassin y Rechtman 2007, 405). En las prcticas conmemorativas, se pasa de los muertos por a los muertos a causa de; no se muere ya por Francia sino a causa de ella (Barcellini 2001). Se ha llegado incluso a la decisin reciente, anunciada por algunas de las familias de soldados franceses ca-dos en Afganistn, de emprender una accin judicial en contra de la Armada.2 Designar un acontecimien-to como traumtico instaura una relacin de empata con aquellos y aquellas que son vctimas de ste. Esta designacin establece tambin los derechos y debe-res que se derivan de ella: hay que asumir el rol de vctima. El despliegue instantneo de redes de apoyo psicolgico, y la organizacin de rituales, en algunos casos en nombre de la nacin entera, deben permitir a las vctimas enfrentar, lo ms rpido posible, la tra-gedia acontecida e iniciar de inmediato un trabajo de duelo. Se estima por ejemplo que nueve mil especia-listas de la salud mental intervinieron en Nueva York en los das que siguieron a los atentados del 11 de sep-tiembre (Fassin y Rechtman 2007). La tragedia, con su mediatizacin extrema, reforz an ms la visibilidad y la credibilidad de la vctima.

    Finalmente, la transformacin del estatus de la vcti-ma trae consigo, como es natural, relecturas de ciertos episodios de la historia. Tal es el caso de la trayectoria reciente de la figura del capitn Dreyfus. En 1994, tras

    2 Estos soldados son soldados profesionales. Ya no hay servicio militar.

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  • cien aos del caso, hubo muy pocas manifestaciones en torno al acontecimiento. De hecho, la Delegacin de Conmemoraciones Nacionales no lo haba incluido en su programa (Duclert 2007). En 2006, en cambio, cuando se cumplieron los cien aos de la rehabilita-cin de Dreyfus por el Parlamento, todo cambi. La Repblica empez entonces a hablar copiosamente de memoria, se atribuy el deber de la memoria, se arre-pinti, dio lugar a las vctimas y reconoci, en julio de 1995, por boca del presidente de la Repblica, haber cometido lo irreparable en la redada de VeldHiv. En esta coyuntura se dio lugar para que el historiador pu-diera volver a los viejos archivos y encontrar nuevos, para volver a abrir el pasado del caso. As, por ejemplo, la lectura de la correspondencia intercambiada entre Dreyfus y su mujer, durante los cinco aos en los que se le oblig a retirarse del mundo de los vivos, lo hizo aparecer como un actor plenamente activo en su caso y como un hombre que jams cedi en lo referente a su honor: una vctima, sin duda, con seguridad a su pesar, pero que supo movilizar, desde el aislamien-to y la angustia, un obstinado herosmo cotidiano (Dreyfus et al. 2005). Vctima y hroe. A esto apunta la campaa entonces lanzada por algunos para soli-citar al presidente de la Repblica que sus restos fue-ran trasladados al Panten, a ttulo de hroe comn y corriente, para que encarnara a todos aquellos y aquellas que, en las condiciones ms terribles, han luchado para preservar lo que constituye la dignidad y la humanidad del ser humano (Duclert 2007). Hroe comn y corriente, es verdad, pero hroe verdadero y pleno. Otros, en cambio, se opusieron, negndose a llevar hasta el final esta conversin de la vctima en hroe. Para ellos, el Panten deba seguir siendo el lugar de los hroes de la Repblica. De hecho aa-dan, Zola, el hroe del caso Dreyfus, se encuentra ya en el Panten. La solicitud no prosper.

    Vctima y justicia: un nico presente

    De manera ms general, el surgimiento de la vctima est unido al peso del presente en nuestro tiempo. Para una vctima, el nico tiempo disponible puede bien ser el presente: el presente del drama que acaba de irrumpir o que irrumpi tiempo atrs pero que sigue siendo para la vctima su nico presente. Puede ser un presente fijo o un presente que no pasa. Esta temporalidad propia de la vctima se inscribe muy bien en la configuracin presentista en la que nos mo-vemos hoy en da, o mejor, trabaja esta estructura y la refuerza (Hartog 2012).

    Qu accin tiene sobre el tiempo la justicia transicional? Se entiende por justicia transicional una respuesta jur-dica (que puede adoptar diferentes formas) a los daos ocurridos durante un rgimen concluido. Rgimen ju-rdico de transicin, la justicia transicional se desplie-ga entre un antes y un despus, creando as un tiempo intermedio que ella misma, a travs de su accin, in-tenta acortar. Segn los trminos del reporte final de la Comisin de Verdad y Reconciliacin de Sudfrica, esta justicia se define como restauradora y debe permitir construir un puente entre el pasado y el futuro. La jus-ticia transicional es esa esclusa en la que, en el presente del cara a cara entre vctima y victimario, pueden elabo-rarse las condiciones para que el tiempo pueda ponerse nuevamente en marcha.

    Creada en 1995 y presidida por monseor Desmond Tutu, la Comisin busc una verdad sin amnesia (Cassin, Cayla y Salazar 2004; Tutu 2004). Atenda a las graves vio-laciones de los derechos humanos; estaba habili-tada para conceder amnistas, siempre y cuando el victimario reconociera plenamente sus crmenes (full disclosure); no tena poder coactivo. A lo largo de las audiencias, se vio obligada a validar varios tipos de verdad: entre ellas, la verdad que cura (healing truth), la que resulta de que para la vctima sea posible expre-sar pblicamente lo que padeci, y algunas veces, no siempre, en presencia de su verdugo. El trabajo de re-cuperacin de la autoestima de la vctima y el trabajo de aceptacin de responsabilidad por parte del verdu-go son paralelos y coextensivos (Garapon 2002, 248). Veinte mil vctimas rindieron testimonio. La cura fue siempre imposible? No necesariamente, segn algunos estudios realizados entre quienes dieron tes-timonio para al ofrecer pblicamente sus sufrimientos contribuir a sanar las heridas del cuerpo social. Tal como lo indica el Prembulo de la nueva Constitucin, la Comisin fue concebida como el primer instrumen-to para curar las divisiones del pasado, y por ende, como medio para posibilitar una nueva apertura del tiempo, ms all del apartheid; ya que, segn la pro-funda conviccin de Desmond Tutu (2000), No hay futuro sin perdn.3

    Las comisiones de verdad se han multiplicado con manda-tos y competencias que varan de acuerdo con los pases. Pueden contarse alrededor de cuarenta, entre las cuales algunas se encuentran en proceso de constitucin. La

    3 There Is No Future without Forgiveness es el ttulo del libro que public entonces.

    El tiempo de las vctimasFranois Hartog

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  • comisin ms reciente es la de Brasil, creada a finales de 2011, y que debe ocuparse de las violaciones a los de-rechos humanos que ocurrieron entre 1946 y 1975. No tiene competencia penal y debe contribuir a la recon-ciliacin nacional. Se suelen asociar estas comisiones con la justicia transicional; sin embargo, a primera vista, no es el caso de Brasil. A menos que deba dedu-cirse que el perodo de la dictadura, por no haber sido rectificado, no ha concluido an.

    En la serie de juicios por crmenes de lesa humanidad que tuvieron lugar en Francia entre 1987 y 1998 (Barbie, Touvier, Papon), lo que estaba en juego, sin duda, era tambin el tiempo. Pueden considerarse, en efecto, como manifestaciones tardas o desfasadas de una justi-cia transicional que sellaba un tiempo intermedio (o as percibido) que se haba prolongado hasta ese momento. Concebidos como momentos de memoria, los juicios de-ban permitir, una vez ms, o finalmente, la expresin y la escucha de las quejas de las vctimas, y apuntaban a que estas ltimas pudieran recibir alguna forma de reparacin. Pero tenan tambin que operar como ins-trumentos de la historia y, sobre todo, tenan que per-durar como tales. Los debates fueron entonces filmados previendo una futura difusin.4 Nos situamos as en el registro de la historia como leccin para el futuro.

    Esos juicios plantearon adems la pregunta especfi-ca que fue debatida de la presencia del historiador como testigo, testigo por su condicin de experto, sin duda; pero formalmente testigo, en el sentido del Cdigo Penal francs. Participando en la manifesta-cin de la verdad, presta juramento y se involucra no solamente en el presente del juicio (debe testificar sin notas), sino tambin en la atemporalidad jurdica del crimen de lesa humanidad.

    Personaje principal del proceso, el acusado queda ence-rrado en lo imprescriptible: ese tiempo detenido, petri-ficado; un tiempo que no puede pasar. Lograr ocultarse o escapar de l debe ser para el acusado su deseo ms querido. Pero tambin para las vctimas, el tiempo, de un modo u otro, ha quedado detenido, aun cuando les haya tomado un tiempo llegar a poder decir lo que tenan para decir y para ser escuchadas. Entre tantos otros, el testimonio de Jean Amry no deja ninguna duda al respecto: el resentimiento bloquea el acceso a la dimensin humana por excelencia: el futuro (Amry

    4 El canal History Channel transmiti por televisin, en otoo de 2000, una parte de las grabaciones del proceso de Klaus Barbie, y en 2005, las del proceso de Maurice Papon.

    1995, 120). Al finalizar el proceso Papon, Touzet, el abo-gado de las partes civiles, apuntaba en la misma di-reccin: No estamos en medio de debates histricos. Las vctimas sufren. Slo despus vendr la historia, queriendo decir con esto que slo despus el tiempo podra volver a ponerse en marcha, y el pasado hacerse por fin pasado. Porque el sufrimiento agrega Antoine Garapon pasma el tiempo: se sumerge no en el pasado sino en un eterno presente, del cual es imposible des-prenderse (Garapon 2002, 169).

    Si bien Francia tiene una manera particular de conce-birlas y llevarlas a cabo, las polticas de memoria so-brepasan ampliamente los marcos nacionales. Desde la institucin de la Corte Penal Internacional en 2003, se tratan en los niveles europeo y mundial. La memo-ria se convierte entonces en un nuevo campo de accin pblica internacional, en el que la Shoah ocupa un lugar central (Gensburger 2008; Rousso 2007 y 2009). Occidente lo descubri tarde, pero hoy en da es en Eu-ropa del Este donde se anudan los ms acuciantes con-flictos de memoria, los ms inextricables; all donde se afrontan con ms dureza, en un mismo pueblo, in-cluso en una misma familia, memorias incompatibles; all donde las polticas de memoria suelen decidirse y determinarse en ntima relacin con reivindicaciones de identidad y con afirmaciones nacionales, quedan-do atadas con ello a profundas incertidumbres acerca del futuro. Es lo que ha sucedido con el Holodomor en Ucrania, con las hambrunas de 1931 a 1933. Literal-mente, Holodomor significa dejar morir de hambre. El Parlamento ucraniano vot en 2006 una ley que re-conoca el Holodomor como un genocidio contra el pue-blo ucraniano, perpetrado por la Unin Sovitica. La ley conden asimismo la negacin pblica de dicho genocidio. La accin parlamentaria suscit inmedia-tamente controversias que ponan sobre la mesa el pa-sado comunista y los objetivos de Stalin. Se trataba acaso, como lo afirm el presidente Iouchtchenko, de aniquilar la memoria nacional, minando los funda-mentos de la espiritualidad ucraniana (la familia, la fe en Dios y el amor por la tierra)? Finalmente, la penalizacin de la negacin no fue aprobada y no se reconoci el carcter especfico del crimen contra el pueblo ucraniano. El Holodomor, con todo, se transmu-t en un lugar central de la identidad ucraniana, con exposiciones, conmemoraciones, monumentos, etc. La tragedia se transfigur as en un patrimonio al-rededor del cual tendra que poder reconstruirse una identidad colectiva. Su insercin en el marco de la ley le permita a un ucraniano reconocerse, en cuanto tal, como vctima.

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  • De manera ms general, y ms all de los procesos-faro por crmenes de lesa humanidad, se ha producido desde 1990 un desplazamiento del centro de gravedad de las acciones jurdicas: del acusado a la vctima. La historia se lee a partir de entonces a travs de los ojos de la vctima, escribe una vez ms Garapon, atento observador de este desplazamiento del que traza los contornos, cuyo significado despeja y cuyas condicio-nes de posibilidad pone de manifiesto (Garapon 2008, 61). Este fenmeno, si hace parte de un movimiento general de extensin de la judicializacin, marca un pasaje del derecho penal al derecho civil, es decir, de la sancin a la reparacin o a la indemnizacin. Al recla-mar reparacin de su perjuicio [], los demandantes postulan que la historia no concluir mientras que no se la haya purgado de sus crmenes impunes y sus deu-das impagadas. Estas demandas judiciales aunque no lleguen a trmino inauguran una nueva relacin con el tiempo (Garapon 2008, 62). Todo perjuicio es conver-tible en deuda, susceptible de ser evaluado; al saldar la deuda se liquida la historia; se pone fin al resenti-miento y se puede volver a empezar de cero.

    Pero esta justicia, de inspiracin tan liberal, que no conoce el presente, ignora la historia y prescinde de la poltica, desemboca en una situacin paradjica. A di-ferencia del rgimen de lo imprescriptible que se limi-ta a la vida del acusado, el tiempo de esta justicia civil est ligado a la vida de las vctimas potenciales que pueden manifestarse a los largo de varias generacio-nes. Si bien es verdad que una de las piedras de toque fundamentales es la actualidad del sufrimiento, la pregunta que surge es cmo determinar hasta qu punto puede remontarse el tiempo a partir del trauma inicial. Al pretender ajustar las cuentas y hacer una economa de la historia, no se corre acaso el riesgo, con esta justicia, de pasar de lo imprescriptible a lo in-terminable, transmutndose ella, sin siquiera haberlo realmente querido, en un instrumento presentista? (Garapon 2008). Si el tiempo de lo imprescriptible es un tiempo configurado por el derecho, una ficcin jurdica necesaria, hemos tendido a neutralizarlo, haciendo de l un tiempo social, un equivalente justa-mente de lo interminable, de un tiempo inasignable, destemporalizado, que en todo momento puede reacti-varse en el presente de la queja y de la deuda.

    En el transcurso de los aos, la memoria, tomando por epicentro la vctima, se convirti finalmente en un nuevo campo de accin pblica internacional: el de las polticas de la memoria (Gensburger 2008; Rousso 2007 y 2009). Bastan algunos ejemplos. En 1998 se cre

    el grupo de accin internacional para la cooperacin sobre educacin, memoria y estudio del Holocaus-to, una verdadera organizacin internacional. Nos identificamos con las vctimas y con sus sufrimien-tos, y nos inspiramos en su lucha, afirman en su ma-nifiesto. La conferencia de las Naciones Unidas contra el racismo, que tuvo lugar en Durban en septiembre de 2001, se haba fijado por objetivo nada menos que, confrontando la esclavitud y la trata de negros, repa-rar los crmenes de la historia y sanar el pasado, segn las palabras de Mary Robinson, secretaria ge-neral de la conferencia. Este escenario de una justicia transicional a escala mundial que cobija varios siglos ha fracasado, debido a un cierto exceso victimario por parte de algunas ONG y a una focalizacin en el enemigo sionista, culpable del Holocausto de los pa-lestinos (Hazan 2007). En noviembre de 2005 la ONU vot una resolucin titulada Memoria del Holocaus-to. Para esta ocasin, se decidi que el 27 de enero sera el da internacional dedicado a la memoria de las vctimas. Finalmente, si miramos hacia el Este, ya mencion la ley de 2006 que reconoca el Holodomor (las hambrunas de 1931-1933) como un genocidio con-tra el pueblo ucraniano.

    De este modo, memoria, crimen de lesa humanidad, trauma, reparacin, se convierten en elementos que participan en la fabricacin de este tiempo de las vcti-mas que se ha convertido en nuestro tiempo, un tiem-po en el que domina el presente. Esta transformacin de nuestras relaciones con el tiempo ha esbozado una configuracin indita: la del presentismo. Es como si el presente, el presente del capitalismo financiero, el de la revolucin de la informacin, el de la globaliza-cin, pero tambin el presente de la crisis que se inicia en 2008, absorbiera en s las categoras de pasado y de futuro que se han hecho ms o menos obsoletas. Es como si, convertido para s mismo en su propio hori-zonte, se volviera un presente eterno. Con este presen-te se han situado estas palabras en el primer plano de nuestros espacios pblicos, palabras que son tambin consignas, prcticas, y que se traducen en polticas: memoria, patrimonio, conmemoracin, identidad, etc. Son formas de convocar el pasado en el presente, privilegiando una relacin inmediata, haciendo un llamado a la empata y a la identificacin. Para cercio-rarse, basta con visitar los monumentos a la memo-ria y los museos de historia que se han inaugurado en estos ltimos aos. Adems de esto, este presente se rodea de todo un cortejo de nociones o conceptos, ms o menos destemporalizados: modernidad, posmoder-nidad; pero tambin globalizacin e, incluso, crisis.

    El tiempo de las vctimasFranois Hartog

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  • Qu es en efecto una crisis sistmica, sino una cri-sis que dura, delimitando una suerte de presente per-manente, el presente, justamente, de la crisis?

    Nos enfrentamos, con estos desplazamientos o esta reconfiguracin, a un fenmeno durable o transito-rio? No podemos an saberlo con seguridad: hasta ahora nos estamos esforzando para intentar medir su verdadera envergadura. Para Marcel Gauchet, lo que est aqu en juego es un cambio en la relacin con la historia que ha adoptado la forma de una crisis del futuro, de la cual el desvanecimiento de la idea revo-lucionaria no es sino el sntoma ms llamativo. Con la posibilidad de representarse el futuro, lo que entra en crisis es la capacidad del pensamiento histrico para hacer inteligible la naturaleza de nuestras sociedades con base en el anlisis de su evolucin, y la capacidad de este pensamiento para proporcionar, bajo la forma del pronstico y el proyecto, guas para llevar a cabo ac-ciones autotransformadoras (Gauchet 2010, 523). Este cambio relacional es justamente lo que el concepto (moderno) de Historia no alcanza a aprehender. En el fondo futurista, no resulta ya lo suficientemente ope-rante para captar el desenvolvimiento de sociedades que, tendiendo a absorberse por completo en un nico presente, no saben ya cmo regular sus relaciones con un futuro corrientemente percibido, cada vez ms, en Europa al menos, como una amenaza o incluso como una catstrofe que se avecina.

    Este futuro no se concibe ms como un futuro indefini-damente abierto, sino, muy al contrario, cada vez ms restringido, cuando no cerrado del todo, en particular por el hecho de la irreversibilidad generada por toda una serie de acciones nuestras. Pensamos inmediatamente en el cambio climtico, en los desechos nucleares, en las modificaciones de lo vivo, etc. Descubrimos, de ma-nera cada vez ms rpida y precisa, que el futuro no so-lamente se extiende cada vez ms lejos ante nosotros, sino que sobre ese futuro tan lejano, la incidencia de lo que hacemos o dejamos de hacer hoy no representa nada en la escala de una vida humana. En el otro sen-tido, ro arriba, tambin hemos aprendido que el pasa-do viene de lejos, cada vez de ms lejos (la poca de la aparicin de los primeros hombres no ha hecho sino re-troceder). Enfrentados a estas conmociones de nuestros puntos de referencia, surge la tentacin de detenerlo todo, de retroceder, de volver a los parasos perdidos. La industria del turismo sac inmediatamente partido de las islas paradisacas y de otros territorios vrgenes, en los que el turista compra experiencias muy bien ca-libradas de desaceleracin programada. A las amena-

    zas y a los miedos as alimentados, puede ms adelante venir a unirse una nueva forma de terror de la historia, para retomar la expresin acuada por Mircea Eliade en 1944. En cuanto al pasado histrico, tendemos a tratarlo o a administrarlo en lugares precisos (los tribunales), y a travs de acciones especficas (las polticas de la memo-ria). A tratarlo entonces en presente y por el presente.

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    Revista de Estudios Sociales No. 44rev.estud.soc. ISSN 0123-885X Pp. 236.Bogot, diciembre de 2012 Pp. 12-19.

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    El tiempo de las vctimasFranois Hartog

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  • por Carlos Lvy**

    * Este artculo es producto de una investigacin con un estudio precedente publicado en Cassin y Lvy (2012), bajo el ttulo Acte de parole et ontologie du discours chez Cicron, del cual recoge las principales conclusiones.

    ** Doctor en Filologa Clsica. Profesor de Lengua y Literaturas Latinas en Universit de Paris-Sorbonne, Francia. Correo electrnico: [email protected]

    De la palabra-accin a la palabra-imitacin: itinerario retrico de Cicern*

    RESUMENEl artculo busca demostrar que para Cicern pensar la elocuencia como mmesis fue una decisin tarda, provocada por las circunstancias. La conversin de una retrica fundada sobre el concepto de fuerza a una retrica donde el concepto de imita-cin recobra mayor trascendencia, es llamada aqu el desafo ciceroniano. Si bien Cicern privilegi en un primer momento de su carrera de orador la representacin de la palabra como fuerza ilocutiva y perlocutiva, en el sentido austiniano de tales adjetivos, antes de llegar al final de su vida tom una posicin ms abstracta en la cual el concepto de imitacin se impuso por fin como palabra clave de la retrica ciceroniana.

    PALABRAS CLAVECicern, retrica, fuerza ilocutiva, mmesis.

    Fecha de recepcin: 5 de julio de 2012Fecha de aceptacin: 31 de agosto de 2012

    From Word-Action to Word-Imitation: Rhetorical itinerary of Cicero

    ABSTRACTThis paper aims to show how Ciceros consideration of eloquence as imitation was a late decision in his life caused by the circum-stances. The expression Ciceronian challenge refers here to the conversion from a rhetoric based on the concept of force to a rhetoric where the concept of imitation has gained greater importance. Although during the early years of his career as orator, Cicero favored the representation of the spoken word as illocutionary and perlocutionary force -as in Austins terms -, towards the end of his life he took a more abstract position in which the concept of imitation finally prevailed as a key word in his rhetoric.

    KEYWORDSCicero, Rhetoric, Illocutionary Force, Mimesis.

    Da palavra-ao palavra-imitao: itinerrio retrico de Ccero

    RESUMOO artigo procura demostrar que para Ccero pensar a eloquncia como mimese foi uma deciso tardia, provocada pelas circunstncias. A converso de uma retrica fundada sobre o conceito de fora a uma retrica onde o conceito de imitao recobra maior transcendncia chamada aqui o desafio ciceroniano. Embora Ccero tenha privilegiado, num primeiro mo-mento de sua carreira de orador, a representao da palavra como fora ilocutiva e perlocutiva no sentindo austiniano de tais adjetivos, antes de chegar ao final de sua vida tomou uma posio mais abstrata na qual o conceito de imitao se imps por fim como palavra-chave da retrica ciceroniana.

    PALABRAS CHAVECcero, retrica, fora ilocutiva, mimese.

    DOI-Digital Objects of Information: http://dx.doi.org/10.7440/res44.2012.03

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  • E l objetivo de este trabajo es bastante simple. Se trata de demostrar que para Cicern pensar la elocuen-cia como mmesis fue una decisin tarda, provocada por las circunstancias. Lo que yo llamara el desafo ciceronia-no es precisamente la conversin de una retrica funda-da sobre el concepto de fuerza, una fuerza que se impone a la naturaleza y a la sociedad, en una retrica donde el concepto de imitacin recobra mayor trascendencia. La relacin entre una esttica mimtica y un pensamien-to dinmico es bastante compleja, y no pretendo aqu aclarar todos los aspectos de tal problema. Cicern, que recibi una esmerada formacin tanto retrica como fi-losfica, no ignoraba nada de las sutilezas de aquellos conceptos. Sin embargo, el joven abogado y poltico, homo nouus de inmensa y legtima ambicin, privilegi en un pri-mer momento la representacin de la palabra como fuer-za ilocutiva y perlocutiva, en el sentido casi austiniano de tales adjetivos (Austin 1962), antes de llegar al final de su vida a una posicin ms abstracta en la cual el concepto de imitacin se impuso por fin como palabra clave de la retri-ca ciceroniana. Por cierto, yo no insino que l no mostrara inters en la funcin crtica de la palabra, pero me parece que la integr a la doble polaridad de su pensamiento re-trico, la dinmica y la mimtica. En el primer caso, la crtica es una aspecto del talento con el cual el gran orador sabe discernir, como un general en su evaluacin estra-tgica, los puntos dbiles de la posicin adversa y atacar precisamente all donde su mpetu puede resultar ms efi-ciente. En el segundo, la crtica ser el instrumento de la transicin de la experiencia a una teora de la construccin del ars como complemento de la naturaleza.

    El De inuentione y la palabra civilizadora

    Empezar por el principio, es decir, por el De inuentione, escrito entre 88 y 84 a. C., segn las estimaciones ms verosmiles.1 El episodio narrado en el proemio del libro segundo, del pintor Zeuxis, que convoc a las chi-cas ms bellas de Crotona para conseguir a travs de la sntesis de sus imgenes la representacin ms perfec-ta posible de la diosa Afrodita da la impresin de que

    1 Vase Achard (1994), pginas 6 a 8. Achard concluye que la obra fue redactada en 84-83.

    el primer tratado ciceroniano est construido sobre una concepcin mimtica de la retrica. A mi parecer, tal conclusin es inexacta. Evidentemente, no se trata de menospreciar ese proemio, de gran inters, en particular para el estudio de la evolucin del pensamiento platni-co ciceroniano, pero un detenido estudio del contenido de los dos libros demuestra que en realidad la presencia de la imitacin es poco frecuente y slo alusiva. Creo que para demostrarlo basta comparar el De inuentione con su hermano gemelo, la Retrica a Herenio. El Auctor annimo declara, desde las primeras lneas de su obra:2 Podemos conseguir todas estas cualidades por tres medios: la teo-ra, la imitacin y el ejercicio (Rhet. Her I, 3). Tal tipo de afirmacin est claramente ausente del De inuentione. En algunos otros lugares, el Auctor de la Retrica a Herenio de-muestra de la manera ms clara su inters por la relacin entre la naturaleza y el arte, por ejemplo, en el pasaje si-guiente: Pero, al igual que en cualquier otro aspecto, los dotes naturales rivalizan a menudo con el saber adqui-rido y, por su parte, la tcnica consolida y desarrolla las cualidades naturales; lo mismo ocurre en este caso, y la memoria natural, cuando es de naturaleza excepcional, rivaliza en ocasiones con la artificial y, a su vez, la me-moria artificial conserva y desarrolla las cualidades na-turales gracias a las reglas del arte (Rhet. Her. III, 28-29).3 Al contrario de la Retrica a Herenio, las referencias a la imi-tacin en el primer tratado ciceroniano son slo relativas a puntos de detalle, lo cual no significa que no tengan su inters, por ejemplo, cuando Cicern define al silencio como una forma (imitatio) de confesin (Inu. I, 54). Como acabamos de decirlo, el segundo proemio define al arte como aquello que lleva la naturaleza a su perfeccin, ya que ella, dice Cicern, no permiti que ningn ser fuera perfecto (Inu. II, 3). Sin embargo, ninguna reflexin de carcter terico viene a darle ms fuerza a la ancdota. sta aparece como la confirmacin de la identidad del autor, no como la demostracin de la funcin mimtica de la palabra. Cicern no va ms all de la justificacin del carcter eclctico de la retrica que propone en su pri-mera obra. En realidad, el De inuentione est construido como si su autor hubiera querido, con los dos proemios tan diferentes, definir los dos aspectos fundamentales de la palabra. El primero es su accin transformadora del mundo; el segundo, su subordinacin a modelos que in-tenta superar. La diferencia esencial es que en el primer

    2 La traduccin es la de S. Nez en la Coleccin Biblioteca Gredos. 3 Sed qua via in ceteris rebus ingenii bonitas imitatur saepe doctri-

    nam, ars porro naturae commoda confirmat et auget, item fit in hac re, ut nonnumquam naturalis memoria, si cui data est egregia, si-milis sit huic artificiosae, porro haec artificiosa naturae commoda retineat et amplificet ratione doctrinae.

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  • proemio, la naturaleza no constituye un modelo, ya que la humanidad errante y miserable no pudo organizar su conducta imitando paradigmas naturales que le hubie-ra bastado mejorar. El prohombre, magnus et sapiens uir, no acta como la ltima etapa de un proceso teleolgico, sino al revs, como el que crea ex nihilo un orden lgico, en todos los sentidos de la palabra.4 Es l quien, tomando conciencia de las virtualidades inherentes a la mente hu-mana, cuando la humanidad erraba, violenta e infeliz, decidi realizar esas posibilidades agrupando a todos los seres humanos en un mismo lugar. Al principio reticen-tes, acabaron por escucharlo y de fieros e inhumanos los hizo mansos y civilizados.5 La explicacin propuesta por Cicern es la siguiente: No creo que una sabidura muda (nec tacita sapientia) o sin elocuencia (nec inops dicendi) hubie-ra podido apartar repentinamente a los hombres de sus costumbres y conducirlos a gneros de vida diferentes. La palabra acompa la realizacin de un resultado, del cual era el instrumento, vocacin instrumental que apa-rece en la expresin: convencerlos con su elocuencia de lo que su razn les haba revelado. El verbo perficere es por excelencia el verbo del acto de palabra, y conviene exami-nar cules son los diferentes momentos de tal proceso:

    -nec tacita sapientia: la palabra del magnus et sapiens uir no es un mero discurso interior. Tambin difiere de todos los pensamientos que, como el del escptico Pirrn, se proponen como fin la afasia, es decir, la desaparicin de todo discurso, ya que, segn ellos, el logos est some-tido en todo momento a contradicciones isostnicas, es decir, insolubles;

    -nec inops dicendi: una sabidura que no poseyera todos los elementos que procura la ilocucin resultara, ella tam-bin, inerme frente al mundo;

    4 Sobre este paso, vase Lvy (1995).5 [] nam fuit quoddam tempus, cum in agris homines passim bestia-

    rum modo vagabantur et sibi victu fero vitam propagabant nec ratione animi quicquam, sed pleraque viribus corporis administrabant, non-dum divinae religionis, non humani officii ratio colebatur, nemo nup-tias viderat legitimas, non certos quisquam aspexerat liberos, non ius aequabile quid utilitatis haberet, acceperat. ita propter errorem atque inscientiam caeca ac temeraria dominatrix animi cupiditas ad se ex-plendam viribus corporis abutebatur, perniciosissimis satellitibus. quo tempore quidam magnus videlicet vir et sapiens cognovit quae materia esset et quanta ad maximas res opportunitas in animis inesset homi-num, si quis eam posset elicere et praecipiendo meliorem reddere; qui dispersos homines in agros et in tectis silvestribus abditos ratione qua-dam conpulit unum in locum et congregavit et eos in unam quamque rem inducens utilem atque honestam primo propter insolentiam recla-mantes, deinde propter rationem atque orationem studiosius audientes ex feris et inmanibus mites reddidit et mansuetos. ac mihi quidem hoc nec tacita videtur nec inops dicendi sapientia perficere potuisse. Inu., I, 2-3. Traduccin de S. Nez en la Coleccin Biblioteca Gredos.

    -subito conuerteret: el adverbio es aqu el elemento esencial. En efecto, si es verdad que la frmula anterior evocaba implci-tamente todas las modalidades de la persuasin inherentes a la ilocucin, aqu Cicern nos indica un efecto inmediato, caracterstico de todo aquello que es perlocutivo. En princi-pio, las dos indicaciones son contradictorias. La elocuencia slo puede existir desplegada en la duracin, lo que confir-man las indicaciones cronolgicas que estructuran el texto: al principio (primo), faltos de costumbre, se resistieron, pero luego (deinde) lo escucharon con un entusiasmo cada vez mayor, gracias a su sabidura y su elocuencia (primo propter insolentiam reclamantes, deinde propter rationem atque oratio-nem studiosius audientes). Con el subito, al contrario, todo su-cede como si el efecto de la palabra del hombre elocuente y sabio fuera inmediato. En realidad, los dos aspectos no son necesariamente contradictorios, al menos en la perspectiva del texto. Es verosmil que todos los argumentos que utiliz el prohombre para civilizar a la humanidad salvaje, la copia dicendi que necesariamente emple, pueden ser abordados, o en su mtica historicidad, o como la versin diacrnica de un acto de palabra que sera: pasad del estado salvaje a la civilizacin. En esa perspectiva, la ilocucin sera la expli-citacin diacrnica de un acto de palabra.

    Esa palabra activa, efectiva, mediadora de la inscripcin de la voluntad en la realidad, a la vez acto y recorrido, cmo funciona? Combinando la grauitas y la suauitas. Una frase merece ser citada: Es evidente que slo un discurso grave y elegante pudo convencer a hombres dotados de gran fuerza fsica para que, sometindose a la justicia sin recurrir a la violencia, aceptaran ser iguales a aquellos a los que podan dominar y renunciaran voluntariamente a unas costumbres tan agradables.6 La grauitas y la suaui-tas, la primera provocando el movimiento y la segunda neutralizando las resistencias, actan como un vector, sustituto de una fuerza fsica de gran potencia. Cicern no da detalles sobre el tipo de relacin existente entre la fuerza fsica y la fuerza verbal. Debemos sin embargo retener que, para l, desde el origen de la humanidad, hablar es situarse en un equilibrio de fuerzas. Esa din-mica no se limita a la confrontacin entre la palabra y la violencia fsica; es inherente a la palabra, ya que se de-muestra ampliamente en la continuacin del texto que el agregado eloquentia/sapientia, figura ticamente perfec-ta de la relacin oratio/ratio, equivalente latino del logos griego, es una mezcla inestable, en la cual la eloquentia intenta constantemente neutralizar la sapientia.

    6 [] profecto nemo nisi gravi ac suavi commotus oratione, cum vi-ribus plurimum posset, ad ius voluisset sine vi descendere, ut inter quos posset excellere, cum iis se pateretur aequari et sua voluntate a iucundissima consuetudine recederet. De inu. I, 3.

    De la palabra-accin a la palabra-imitacin: itinerario retrico de CicernCarlos Lvy

    Dossier

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  • El De oratore y el debate sobre la palabra dinmica

    Fue esa concepcin de la palabra poltica, organizadora de las ciudades y que tambin les permite durar, mante-nida por Cicern en sus tratados ulteriores, y en particu-lar en el que es considerado como su obra maestra en el campo de la retrica, el De oratore?

    Entre el De inuentione y el De oratore transcurrieron ms de diez aos, llenos de esperanzas, casi todas defrau-dadas. El Cicern del De inuentione anuncia las ilusio-nes del cnsul que crea poder, con la sola fuerza de su elocuencia, vencer no slo la conspiracin de Catilina, sino tambin la inferioridad inherente a su estatus de homo nouus, enfrentado al orgullo de la nobleza. El Ci-cern que redacta el De oratore es un hombre desilusio-nado, que lleva dentro de s la rabia y el dolor de haber sido exiliado, a su parecer, por haber salvado a Roma. La complejidad de la situacin entre la certidumbre de haber actuado correctamente y la conciencia de que su elocuencia ya no poda permitirle ocupar el primer plano en el mundo del foro, cada vez ms dominado por la demagogia y la violencia se traduce en la gran variedad de estatus de la palabra que encontramos en el De oratore. Intentar demostrar cmo la conceptua-lizacin de la palabra como fuerza precede a la crtica de la creencia en un hombre total, a la vez ilustrado, elocuente y capaz de obtener la adhesin tanto de los jueces como del pueblo.

    El De oratore vuelve a desarrollar el tema del origen de la civilizacin, en modo a la vez menos amplio y, por cier-to, ms complejo. En el pargrafo 30 del primer libro, Craso reformula el problema con esta pregunta:7 Qu otra fuerza ha sido capaz, ya de congregar a los hombres en un solo lugar a hacerlos pasar de una vida salvaje y agreste a este tipo de vida propio de hombres en comu-nidad y, una vez establecidas las sociedades, disear las leyes, los tribunales y los procedimientos legales?. La respuesta se encuentra en una palabra cuya repeti-cin estructura todo el paso: dicendo, por la palabra. Se puede pensar, por tanto, que el equilibrio que Cicern haba intentado instaurar en el De inuentione entre filo-sofa y retrica haya desaparecido? En realidad, Craso parece oscilar, por una parte, entre la euforia que le pro-cura el poder de la palabra y, por otra parte, la voluntad de atenuar esa voluntad de potencia, teniendo en cuen-ta objetivos polticos y morales.

    7 Ver Cicern (1983), en la Coleccin Biblioteca Gredos.

    En cuanto al primer aspecto, afirma: Nada me parece ms digno (praestabilius) que ser capaz de controlar el es-pritu del pblico, atraerse sus simpatas e impulsarlo y hacerlo venir a donde y de donde uno quiera (De or. I, 30). La palabra praestabilius tiene aqu su importancia, ya que Cicern la utilizar de nuevo al final de su vida, cuando escribir en el De officiis: Qu se puede preferir a la elocuencia, sea en lo que concierne a la admiracin de los auditores o a la esperanza de todos aquellos que la necesitan o a la gratitud de los que defendi? (De off. II, 66). Sin embargo, en el tratado estoico, si nada se debe preferir a la elocuencia, es por la calidad de la respuesta que suscita en los otros: admiracin, esperanza, grati-tud. Por otro lado, en el paso del De oratore, los auditores se encuentran neutralizados como personas por la fuer-za que los lleva donde el orador pretende llevarlos. Ya no se trata de individualizar, como en el De inuentione, en el orador, el sujeto que habla y la palabra, de la cual puede hacer un buen o mal uso. El sujeto es uno con su palabra, es ese ser excepcional que sabe actualizar lo que fue dado a todos: Qu cosa hay tan admirable como que de entre un sinnmero de individuos sobresalga uno que ya sea solo o en unin con unos pocos pueda llevar a trmino lo que a todos se les ha dado por el derecho de nacer? (De or. I, 31). El texto latino no es fcil de interpretar. No estamos en el registro del uti, sino en el del facere, que nos lleva de nuevo al perficere del De inuentione que May y Wisse traducen de manera adecuada por to use with effect (May y Wisse 2001). En el orador se produce la actualiza-cin de lo que en los otros hombres permanece en estado de virtualidad, ya que hablan, pero se revelan incapaces de dar eficacia e imperio a su palabra: semper dominata est, escribe Cicern en la frase precedente, a propsito de las ciudades bien organizadas, sobre las cuales la retrica pudo ejercer su poder.

    Sin embargo, como si tuviera conciencia de haber ido demasiado lejos en la exaltacin de tal potencia, Craso subraya en las pginas siguientes sus aspectos ticos: socorrer a los que suplican, levantar a los desafortuna-dos tendidos en el suelo, arrancar a sus conciudadanos de la muerte, de los peligros, del exilio. Es de notar que esa finalidad tica aparece ms bien como un producto derivado del poder de la palabra, como una regulacin a posteriori, ms que como algo que sera consubstancial a la elocuencia. En todo caso, es as como lo comprende Esc-vola, cuando contesta a Craso (De or. I, 35-44). En efecto, l se sita exclusivamente en el punto de vista de la omnipo-tencia de la palabra, sin estimar si debe tenerse en cuen-ta la moralizacin ulterior de aqulla. Los dos elementos sobre los cuales subraya su diferencia son la idea de que la civilizacin fue fundada por oradores, y la creencia en que

    Revista de Estudios Sociales No. 44rev.estud.soc. ISSN 0123-885X Pp. 236.Bogot, diciembre de 2012 Pp. 21-27.

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  • aqullos constituiran la perfeccin de la humanidad. A la tesis, defendida por Craso, de una potencia activa de la palabra oratoria, l opone otro modelo, el de una accin a la vez intelectualmente fuerte y parca en palabras, como fue, dice, la de aquellos que sucedieron a los reyes: omnia nonne plena consiliorum, inania uerborum uidemus?

    Dejemos de lado la opinin de Escvola para interesar-nos en lo que nos concierne ms directamente aqu. Si la palabra es una fuerza, cul es su modo de funcio-namiento, su fsica? Que la palabra oratoria sea una fuerza es la tesis defendida, con tono de demostracin histrica, en el Brutus, donde encontramos la afirma-cin: No dudo que la elocuencia haya siempre tenido una gran potencia (Bruto 40). Nec tamen dubito quin habue-rit uim magnam semper oratio da lugar a una acumulacin de ejemplos, que van desde Homero hasta Cicern. El De oratore no constituye la versin principal de lo que ser as ilustrado en el Brutus; no teoriza la accin de la palabra, slo pone en evidencia las modalidades del funcionamiento de esa fuerza, y nos da los elementos necesarios para que consigamos teorizarla.

    Para lograrlo, tomaremos como punto de partida una es-pecie de antimodelo, el estoico Rutilio Rufo, que, acusa-do injustamente de soborno, se neg a que su causa fuera defendida segn las tradiciones de la retrica jurdica, a tal punto que, segn Cicern, su caso fue argumen-tado como hubiera podido serlo en la repblica ideal de Platn. Qu hubiera debido hacer? No limitarse a la ra-cionalidad, hablar con ms ornato y digresiones que lo que exiga la pura verdad (ornatius aut liberius quam simplex ratio ueritatis) (De or. I, 229). El comparativo liberius indica aqu el ir ms all de un discurso nicamente indicati-vo o pedaggico. Ir ms all en el uso de la palabra, pa-sando del