Revista #11. Especial 30 años de democracia

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Revista de la Universidad de San Andrés.

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2 UNIVERSIDAD DE SAN ANDRÉS I 2013

+ SAN ANDRÉS Publicación de la Universidad de San Andrés

Dirección editorial: Oficina de Comunicación

Fotografías de las entrevistas: Ezequiel Pontoriero

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Diciembre 2013

Año 5 I Número 2

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25 de Mayo 586 (C1002ABL) Ciudad A. de Buenos Aires

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DEMOCRACIA 3

04 UnIVERSIDAD y DEMOCRACIASergio Serulnikov

74 "EL ARTE FUE UnA REVAnCHA VITAL DESPUéS DE UnA GEnERACIón BAjO TIERRA"Ana GallardoLía Munilla LacasaMaraní González del Solar

09 LAS InSTITUCIOnES, IMPRESCInDIBLESPARA LA CALIDAD DEMOCRáTICAGerardo della Paolera

REVISTA MOUTOn Publicación de los estudiantes de San Andrés

11 LA DEUDA SOCIALLucas Ronconi y Rodrigo Zarazaga S. j.

12 LA POLíTICA ExTERIORDE LA ARGEnTInA DEMOCRáTICAFederico Merke

18 DEMOCRACIA, DEUDASy DESAFíOS 30 AñOS DESPUéSLorena MoscovichLucas GrosmanEugenia MitchelsteinDiego Reynoso

27 ESTADO DE POLíTICAS PARA LA DEMOCRACIA ARGEnTInAMarcelo Leiras

32 UnA COnVERSACIón COnLA HISTORIA MáS CERCAnA Luis Alberto RomeroLila CaimariRoy Hora

80 ARCHIVOS y BIBLIOTECAS, ACTORES DE LA TRAnSFORMACIón DEMOCRáTICA Gloria Orrego Hoyos

42 LAS MUjERES y LA POLíTICA Magalí yance

60 LOS LIBROS DE LA BUEnA MEMORIAMartín KohanRodolfo EdwardsFlorencia GarramuñoPablo Ansolabehere

46 "TRES DéCADAS DESPUéS EL DESAFíOSIGUE SIEnDO MEjORAR nUESTRA EDUCACIón"Catalina WainermanAngela AisensteinRebeca Anijovichjason Beech

58 TRAnSPAREnCIA y CORRUPCIón, Un PODER COn POCOS LíMITES y COnTROLESManuel Garrido

Contenido

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Universidad y democraciaHay que evitar la introspección, les recomiendo a mis jóvenes alumnos, y les

enseño lo que he denominado la mirada histórica. Somos una hoja que boya en ese río y hay que saber mirar lo que viene como si ya hubiera pasado.

Ricardo Piglia, Respiración Artificial (1980)

Hace treinta años el país recuperaba la plena vigencia del sistema democrático. Un abogado de Chascomús, todavía joven, de ener-gía y optimismo contagiosos, invocó el Preámbulo de la Consti-tución nacional como eje de su prédica electoral y prometió a quien quisiera escucharlo (muchísimos más de los que él mismo y sus colegas del radicalismo alcanzaban entonces a vislumbrar) que la democracia, además de asegurar el ejercicio de la libertad, alimentaría, educaría y curaría. El tiempo pasó y, como suele pa-sar con el tiempo, las cosas resultaron más complejas en los últi-mos 30 años de lo que la sociedad estaba dispuesta a imaginar en aquella lejana primavera. Basta recordar las varias asonadas mi-litares, los presidentes que no lograron terminar sus mandatos, la multiplicación de la pobreza y la marginalidad, la creciente de-gradación de las estructuras partidarias, los brutales cataclismos económicos que pusieron al país en la tapa de los principales pe-riódicos del mundo y se llevaron consigo las fuentes de trabajo y los ahorros de los habitantes. Pero entre las creencias de la época que resistieron bien los avatares de la historia hay un fenómeno que Raúl Alfonsín logró articular como nadie: 1983 no era una elección más sino un momento refundacional del sistema político argentino. De hecho, todos los estudiantes que lean estas pági-nas, y gran parte de sus profesores, no guardan ya memorias per-sonales de la época en que el país era gobernado por la fuerza de las armas y el terrorismo de Estado.

De la intrincada historia de estas décadas en diversos aspectos de la vida pública tratan las notas y entrevistas que siguen. Uti-lizaré el espacio del que dispongo para compartir unas breves

reflexiones generales acerca de la función de las universidades en las democracias contemporáneas, haciendo especial hincapié en nuestro propio proyecto educativo. Hace un año, al intentar condensar en unos pocos minutos algunas ideas sobre el tema con motivo de la preparación del discurso de congratulación a

los nuevos graduados, vino a mi memoria un artículo que había leído hacía un tiempo de Louis Menand, un conocido ensayista norteamericano especializado en cuestiones de educación. Allí se plantea que en nuestras sociedades es posible discernir tres concepciones generales del rol social de la formación universi-taria. De acuerdo a la primera, que denomina meritocrática, la educación superior tiene como misión esencial seleccionar los miembros más inteligentes da la sociedad de aquellos menos afortunados. Las universidades obligan a los estudiantes a de-mostrar sus aptitudes intelectuales de manera reiterada, en una gran diversidad de áreas del conocimiento y a lo largo de un prologando período de tiempo. De sus recursos cognitivos, su espíritu inquisitivo, su motivación y contracción al trabajo dependerán los resultados que obtengan: el tipo de calificacio-nes, el tiempo que les tome completar sus estudios o la red de vínculos que logren establecer con profesores y colegas. Ten-dencialmente, ese desempeño se va a ver luego reflejado en las futuras oportunidades de desarrollo profesional. De modo que así mirada una función clave de las universidades, al menos las de mayor excelencia académica, es distinguir a los buenos de los no tan buenos, a los líderes de los otros.

Una segunda manera de entender la educación universitaria es de carácter profesionalista. Sabemos que las sociedades avanza-das requieren un conjunto cada vez más específico de saberes y destrezas. El papel de la universidad es enseñar a las personas lo que precisan para desenvolverse en este mundo, ayudarlas a ad-quirir las competencias necesarias para conducirse eficazmente

en determinados campos de trabajo. En la actualidad, por cierto, los vertiginosos cambios en la economía, la tecnología y el cono-cimiento han conducido a que la educación de grado ya no sea concebida como punto de llegada, sino más bien como una etapa más en un proceso de especialización que continúa en los estu-

Por Sergio Serulnikov

"El rol de la educación superior es democrático no solo en la acepción corriente de que cada vez más personas accedan a la universidad, sino además en que propicia que todos alcancen una formación intelectual integral".

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dios de posgrado o el mercado laboral mismo. En cualquier caso, visto desde esta perspectiva, para las instituciones universitarias el propósito esencial de la educación superior radica en la facul-tad de expedir credenciales profesionales; para los estudiantes, en un medio de alcanzar sus anhelos de realización individual y ascenso social; y para la sociedad en general, en una fuente de recursos humanos.

Ahora bien, existe una tercera concepción del rol de la formación universitaria que no es exclusiva o primordialmente meritocráti-ca o profesionalista. Podría definirse como democrática, aunque no en el sentido usual del término. Sus fundamentos, reducidos a unas pocas líneas, son los siguientes. En un contexto donde los incentivos para tomar el atajo más directo al éxito personal y eco-nómico son tantos y tan poderosos, la tendencia natural va a ser focalizar los esfuerzos en obtener una capacitación que permita llegar a destino lo antes posible. no son muchos ni muy eviden-tes los alicientes para tomar otra ruta que, aunque no se contra-pone con aquellas legítimas aspiraciones, conlleva el desarrollo de competencias e intereses que no están directamente vincu-lados con la formación profesional. Ese otro trayecto consiste en adquirir las herramientas intelectuales para convertirse en ciudadanos informados y seres humanos capaces de descifrar el universo cultural en el que están inmersos. no universo cultural como sinónimo de altas manifestaciones artísticas, sino en el sen-tido genérico que los antropólogos hablan de cultura: las ideas que moldean nuestras visiones sobre la condición humana, los fundamentos de las concepciones políticas de nuestro tiempo, los valores éticos y religiosos, la lógica del conocimiento científi-co o los orígenes de las diferencias sociales, raciales o de género. La función de la universidad podría resumirse en una palabra: so-cializar. Al ofrecer a las personas instrumentos conceptuales con los que hacer sentido de la civilización en la que viven, la univer-sidad debiera ayudarlos a entender los mecanismos por los cua-les ellos mismos son constituidos como seres sociales, sujetos de razón y deseo. Parafraseando una expresión de Roland Barthes, evocada recientemente por el profesor Eliseo Verón, contribuye a dar respuestas a la más fundamental de las preguntas: ¿Por qué vivir juntos y cómo hacerlo?

Se ve, entonces, que desde esta óptica el rol de la educación su-perior es democrático no solo en la acepción corriente de que cada vez más personas accedan a la universidad (algo sin duda extraordinariamente significativo), sino además en que propicia que todos, en el mismo proceso de transformarse en especialis-tas, alcancen una formación intelectual integral. Vale decir que los estudiantes no sean meros receptores de conocimientos acu-mulados sino capaces de discernir las formas de producción del conocimiento, que puedan reflexionar sobre los fundamentos del sistema de creencias culturales del que participan, que tengan la posibilidad de cultivar su gusto y su inteligencia.

Diríamos, pues, que la educación universitaria tiene aspectos meritocráticos, profesionalistas y democráticos. El punto que podría hacerse es que las grandes virtudes y los grandes retos

de estas instituciones de mayor excelencia académica provienen del hecho que intentan hacer las tres cosas al mismo tiempo. y, creo yo, ello describe en buena medida lo nos pasa. Aspiramos a que la Universidad de San Andrés sea tan exigente, tan riguro-sa y meritocrática como sea posible. Asimismo, hacemos cons-tantes esfuerzos para actualizar las currículas de las carreras, para contratar más y mejores especialistas, para ofrecer a los alumnos mejores oportunidades de práctica profesional, así como más recursos didácticos, tecnológicos y bibliográficos. Pretendemos que cuando salgan de nuestras aulas sean los

mejores profesionales que puedan ser. Pero, por otro lado, que también nuestros estudiantes tengan una formación generalis-ta y multidisciplinaria, que estén familiarizados con las formas de razonamiento histórico, la literatura, el análisis matemático o el método científico. Creemos que es inmensamente impor-tante que un contador o un futuro gerente o empresario haya estado expuesto a la lectura de Leviatán de Thomas Hobbes, La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa o Una nación para el desierto argentino de Tulio Halperín Donghi. Que un licenciado en Ciencias de la Comunicación o Humanidades se adentre en los fundamentos de la Macroeconomía, la Ciencia Política o la Teoría del Derecho. Creemos importante que los economistas, los abogados o los expertos en Relaciones Internacionales sean introducidos a los modos de apreciación artística, que tengan herramientas para discernir qué estamos viendo cuando esta-mos frente a una pintura de Paul Cézanne o una fotografía de Sara Facio. y pensamos que es esencial que a cada paso, tanto en las materias troncales del Ciclo de Fundamentos como de las distintas carreras, lo hagan guiados por profesores que sean, a su vez, reconocidos investigadores en sus respectivas discipli-nas. Pues no tiene sentido que se aproximen a estos fenómenos como quien aprende a leer el significado de las agujas del reloj sino como quien abre la tapa para entender el complejo sistema de engranajes que hace que la cosa funcione. no hay universi-dad de alta calidad en el mundo, pública o privada, en donde un considerable número de profesores, además de ser excelentes docentes, sean también personas involucradas en expandir las fronteras del conocimiento, en generar nuevos marcos interpre-tativos. Para universidades de nuestra escala, sin apoyo estatal directo, se trata de un formidable desafío.

"Hay un fenómeno que Raúl Alfonsín logró articular como nadie: 1983 no era una elección más sino un momento refundacional del sistema político argentino".

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En suma, la Universidad de San Andrés está fundada en el prin-cipio de que los estudiantes no solo tienen que aprender infor-mación especializada, determinadas técnicas o metodologías de análisis. Tienen también que aprender a pensar en forma crítica, razonar analíticamente, resolver problemas y expresar sus ideas con propiedad y elocuencia. Trabajamos, asimismo, para que en-cuentren en nuestros claustros un ámbito de pluralismo y rigor conceptual que les permitan examinar y discutir con la mayor libertad todos aquellos asuntos de interés público que hoy nos confrontan como sociedad, aun los asuntos más divisivos social-mente y más complejos en términos éticos, jurídicos o culturales. Esta experiencia los va a hacer mejores profesionales sin duda, pero también individuos más lúcidos y reflexivos.

Solemos ponderar la calidad de la democracia por el vigor y la transparencia de lo que el filósofo alemán jürgen Habermas, uno de los grandes pensadores de la modernidad, llamó la esfera pú-blica: el ejercicio público y libre de la razón por parte de sujetos constituidos en individuos, por fuera de la tutela de los poderes estatales, sobre cuestiones de interés común. Pero cabría tam-bién recordar aquí la reflexión de otro intelectual de ese país, el escritor Peter Handke. "Alemania –dijo- se ha atomizado en tantos pequeños Estados como individuos hay. y esos Estados minúsculos son móviles. Cada persona lleva consigo su propio Estado, haciendo flamear su bandera en todas direcciones y de-mandando un peaje a aquellos que deseen ingresar. Pero única-mente es posible hacerlo con una contraseña. El alma alemana de hoy solo podrá ser conquistada y gobernada por quienes logren arribar a esos pequeños Estados con la contraseña adecuada".

Con el recuerdo del nazismo pesando todavía sobre sus hombros, Handke concluye, "nadie, afortunadamente, está en condiciones de hacerlo". nuestra Universidad no tiene, ninguna que merezca ese nombre, tiene la aspiración de conquistar y gobernar, mas sí de interpelar e importar. Cuando se caminan los corredores de la biblioteca y se observa a los estudiantes absortos en la lectura, discutiendo en grupo las virtudes de un argumento o los funda-mentos lógicos de una demostración, se tiene la impresión que de tanto en tanto, cuando no se trata de meras prácticas de oficio o el cumplimiento de ciertos requisitos curriculares, nos están en verdad concediendo por un momento el permiso de acceder a lo más profundo de su inteligencia y su sensibilidad, de participar de la construcción de un punto de vista, una subjetividad. y de lo que pase en esos pequeños Estados, de nuestra capacidad para incentivar su curiosidad intelectual e independencia de criterio, el aprecio por el conocimiento, el interés en los asuntos públicos, la predisposición a empatizar con los piensan y viven diferente, dependerá en muchos sentidos lo que pase en eso otro Estado, el que en estos días está conmemorando sus treinta años ininte-rrumpidos de democracia. I

Sergio SerulnikovProfesor asociado en el Departamento de Humanidades y

Vicerrector Académico de la Universidad de San Andrés.

Ph.D. State University of New York at Stony Brook.

Licenciado en Historia de la Universidad de Buenos Aires, Doctor en His-

toria por la State University of new york y miembro de la Carrera del In-

vestigador del COnICET. Se desempeñó como docente en la UBA y otras

universidades argentinas y norteamericanas. Entre 1999 y 2006, fue

profesor asociado con tenure en Boston College y director del programa

de Latin American Studies. Entre otros, obtuvo becas de investigación de

la Fundación Antorchas, el Social Science Research Council, el nacional

Endowment for the Humanities y la john Carter Brown Library. En 2007,

recibió la john Simon Guggenheim Memorial Foundation fellowship. Se

incorporó a la Universidad de San Andrés en 2008. Entre 2008 y 2010 fue

Coordinador Académico del Posgrado en Historia. Ha dictado cursos so-

bre historia latinoamericana, el mundo andino, movimientos sociales com-

parados, historia social general e historiografía. Algunos de sus estudios

sobre el mundo colonial hispanoamericano, las sociedades andinas y los

movimientos sociales han obtenido premios internacionales.

"La función de la universidad podría resumirse en una palabra: socializar. Al ofrecer a las personas instrumentos conceptuales con los que dar sentido de la civilización en la que viven, la universidad debiera ayudarlos a entender los mecanismos por los cuales ellos mismos son constituidos como seres sociales, sujetos de razón y deseo. Parafraseando una expresión de Roland Barthes, evocada recientemente por el profesor Eliseo Verón, contribuye a dar respuestas a la más fundamental de las preguntas: ¿por qué vivir juntos y cómo hacerlo?"

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DEMOCRACIA 7

SILVIA RAMíREZ GELBESRecuerdo que yo estaba en la facultad y empezamos a cantar "se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar". #30recuerdos

1983Buenos Aires, Argentina

El dictador Reynaldo Bignone le entrega los atributos presidenciales a Raúl Alfonsín. De este modo llega a su fin, luego de más de siete años, la dictadura militar que había derrocado al gobierno de María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976.

Autor: Shore, Enrique

Fototeca: ARGRA

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1984Buenos Aires, Argentina

El argentino César Milstein, director de la División de Química, Proteínas y ácidos nucleicos de la Universidad de Cambridge, gana el Premio nobel de Medicina por su trabajo en el desarrollo de anticuerpos monoclonales.

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DEMOCRACIA 9

Las instituciones, imprescindibles para la calidad democrática

Por Gerardo della Paolera

El economista trazó un análisis de los vaivenes financieros en las últimas tres décadas del país, los diferentes planes que buscaron estabilizar los mercados y las medidas necesarias para mirar con optimismo el futuro de la Argentina.

En estos últimos 30 años de democracia tuvimos dos crisis que imaginamos terminales: el fenómeno de la hiperinflación, al final del gobierno de Raúl Alfonsín, y la crisis durante el final del período de la Alianza en 2001 y luego 2002, con un proceso de deterioro económico que venía desde el ‘98.

Los economistas solemos denominar la ‘década perdida’ a la que va de 1983 a 1992, pero lo cierto es que Alfonsín heredó una econo-mía absolutamente diezmada no solo por una situación de default sobre la deuda externa, una inflación galopante y además sucedió a un régimen militar que nos dejó la Guerra de Malvinas a cuestas y una situación de aislamiento internacional muy profundo. Las prioridades del primer gobierno democrático no estuvieron cen-tradas en la economía política sino en las instituciones. Alfonsín ocupó gran parte de su tiempo a domar un potro muy complicado como fue la nueva democracia. Su gobierno dio los primeros pasos en la consolidación del sistema político. Se enfocó en aspectos ins-titucionales como el juicio a las juntas, en tratar de reestablecer mínimamente las instituciones políticas y, no tuvo el mismo éxito en los planes de estabilización económica. El resultado final fue la hiperinflación por la cual tuvo que renunciar antes de finalizar su período, no sin antes dejar encaminada la democracia incipiente.

Con la presidencia de Carlos Menem, en cambio, empezamos a ver el pragmatismo del peronismo. En esa primera etapa se aplicó un plan que tuvo dos objetivos iniciales: terminar con la inflación y reinsertar a la Argentina en el mundo y, en particular, hacer un vuelco diplomático hacia los Estados Unidos como señal de una relación más fluida con los países occidentales. Priorizó, sin du-das, estabilizar la economía con la puesta en marcha de un plan monetario claramente ortodoxo. El programa económico buscó un arreglo de la deuda externa con el Plan Brady e incentivó la entrada de capitales para financiar la reestructuración de la eco-nomía. Fue el tiempo de las privatizaciones y de un rol más fuerte del sector privado. En el balance, entonces, hubo una primera etapa con una performance económica buena, entre el ‘92 y el ‘96, salvando el Efecto Tequila del 94, pero luego el dinamismo de la economía empezó a enfriarse notoriamente.

En aquel momento se pensó que la reestructuración económica iba a traer aparejada una reinserción en el mercado laboral de las

personas que habían sido llamadas las "perdedoras" en la prime-ra etapa de la reestructuración económica. Sin embargo, los per-dedores continuaron en esa condición, el desempleo aumentó a cifras nunca experimentadas anteriormente, por eso se recuerda con muy mala fama a esta década, además de ser conocida por la falta de transparencia de los poderes de turno.

La crisis económica que se experimenta del ‘98 hasta el verano de 2002 es la más importante en toda la historia argentina. Mucho más profunda que la Gran Depresión ocurrida entre el ‘14 y el ’16. Se vivió una situación de catástrofe y casi de anarquía. Finalmen-te al "que se vayan todos"l e sucedió un gobierno de transición y pienso que la crisis de 2001-2002 marcó un punto de inflexión a partir del cual la ciudadanía definitivamente abrazó la democra-cia. Fue un período muy difícil en el que Eduardo Duhalde, que fue el presidente de la transición, hizo el trabajo "sucio" de sincerar la economía, devaluar el peso, confirmar el default de la deuda, en-frentar los denominados corralito y corralón del sistema financie-ro y tratar de renegociar los contratos por los servicios públicos.

Al mismo tiempo, en la economía mundial se consolidó el dinamis-mo del continente asiático. Entre varios países, tanto China como la India se insertaron de manera profunda en el comercio inter-nacional produciendo un aumento muy importante en los precios relativos de los "commodities". Argentina tiene uno de los sec-tores agroexportadores más eficientes en el mundo, lo que le da grandes ventajas comparativas. Por eso, durante la presidencia de néstor Kirchner, se da una recuperación muy rápida que para mu-chos fue milagrosa. Argentina se recuperó desde el punto de vista

"Raúl Alfonsín se enfocó en los aspectos institucionales, pero no tuvo el mismo éxito en los planes económicos. El resultado final fue la hiperinflación por la que renunció".

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económico pero no desde el aspecto de la democracia institucio-nal. Cuando un país recupera su economía tiende a posponer el discurso institucional que resulta imprescindible para una mejora de la calidad democrática. El Estado es utilizado por los poderes de turno desde un punto de vista clientelista y populista. En esta década se instaló una discusión acerca de qué tipo de democracia se quiere: si una republicana y liberal –liberal no desde el punto de vista económico sino en su definición política de la palabra-, o una que se enfocara en un poder central los resortes de la vida pública y privada de la nación. Cuando el presente gobierno llega en 2011 al punto máximo de su popularidad incurre en un exceso de confianza de pensar que Argentina puede ser un modelo po-

pulista en el cual se apoyaría un poder hegemónico. Creo, sin em-bargo, que se cometieron errores políticos y económicos. La gran crisis de 2001 y 2002 todavía está con nosotros porque debilitó el sistema de partidos políticos. Por lo menos hasta las PASO ha ha-bido un desorden bastante importante de los partidos, que orgá-nicamente son importantes para luego tener un Poder Legislativo y organismos que puedan discutir políticas de Estado claras. En cuanto a la economía vivimos luego de la bonanza del 2003-2007, los efectos de una desaceleración del crecimiento económico, una crisis energética que se agrava y una calidad deficiente de los ser-vicios públicos, por mencionar algunos de los múltiple problemas.

De los últimos diez años de gobierno kirchnerista se pueden destacar aspectos positivos tales como la Asignación Universal por Hijo (AUH), la política en materia de Ciencia y Tecnología, un intento por invertir más en educación aunque no por atacar las causas reales para mejorarla. Se equivocó el camino en 2011, y en la actualidad estamos, desde el punto de vista económico, casi en un callejón sin salida. Parecería que hemos vuelto a los perío-dos de marchas y contramarchas (stop and go) que pensábamos habían quedado en el pasado. Hasta el momento la situación se salva gracias a la presencia de un sector productivo increíble como el agro-exportador y una importante performance de las exportaciones industriales. Pero no hay una visión de largo plazo. Hoy en día, con el sistema de incentivos y señales que tenemos, la gente está volcando al consumo todos los excedentes que tiene en un contexto de política económica de cortísimo plazo y coyun-tural. Obviamente es positivo que haya consumo, pero también es importante lograr un equilibrio entre consumo presente y fu-turo, algo que no hay en la Argentina. La democracia argentina es electoralista y no institucional; está dedicada a obtener los votos en el corto plazo. y entonces reina lo coyuntural.

Pese a esto, creo que el futuro del país es promisorio, pero en la medida que incluya en la agenda pública de los próximos años una mayor previsibilidad institucional, mejoras en la educación y reglas de juego claras para todos los integrantes de esta so-ciedad. Si bien no es el país más rico en cuanto a recursos natu-rales, está lejos de ser el más pobre. La diferencia está, como ya es lugar común mencionar, entre ser nigeria o noruega; ambos son ricos en petróleo, pero uno, Noruega, tiene instituciones cla-ras, ahorra y se redistribuyen las rentas para un desarrollo con equidad. Si Argentina simplemente se consume los buenos años habrá momentos de "milagros" y otros de crisis. La credibilidad empieza por casa: el hecho de que los argentinos detenten casi

250 mil millones de dólares afuera del país dice dos cosas: que ha sido producto de políticas absolutamente erráticas, de mar-chas y contramarchas en dónde los ahorros domésticos han sido muchas veces el pato de la boda, y que los ciudadanos no confían en su propio país. En ese contexto será muy difícil tener un desa-rrollo económico sustentable. Lo importante es tener proyectos de largo plazo que generen confianza en lo que se está haciendo. El día que vea una discusión seria de nuestros representantes, cuyo poder les es delegada por los ciudadanos, voy a poder de-cir "aquí empezamos, soy optimista". La Argentina es un país de cocción lenta, con un corto plazo difícil pero un mediano y largo muy bueno. I

"La crisis económica que se experimentó del ‘98 hasta el verano de 2002 es la más importante en toda la historia argentina. Mucho más profunda que la Gran Depresión ocurrida entre el ‘14 y el ’16. Se vivió una situación de catástrofe y casi de anarquía".

Gerardo della PaoleraProfesor Luis María Otero Monsegur de Economía de la Universi-

dad de San Andrés. Ph.D. in Economics, University of Chicago.

Fue presidente de Global Development network (GDn) en India y es reco-

nocido por su labor como Presidente Fundador y Rector de la Universidad

Torcuato Di Tella. Experto en historia económica latinoamericana.

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DEMOCRACIA 11

La deuda social

"Con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura", aseguraba Raúl Alfonsín en 1983 a una en-tusiasmada multitud. A 30 años de aquella campaña electoral, la promesa aparece incumplida. En las últimas décadas la des-igualdad en la distribución del ingreso ha aumentado escan-dalosamente; entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población la relación en el ingreso es de 30 a 1. Hoy alrededor de un tercio de los argentinos vive en la pobreza, la desnutrición

infantil causa pérdidas irreparables en el norte del país y el haci-namiento tiene graves consecuencias para el desarrollo humano en el conurbano bonaerense. En este marco las políticas sociales son de vital importancia, pero, lamentablemente, dada nuestra fragilidad institucional, los recursos destinados a ellas frecuen-temente son distribuidos de manera tal que no se producen los efectos deseados. Tres grandes problemas atentan contra el an-siado bienestar social.

El primero es la precariedad de la seguridad social debido a la in-formalidad laboral. En la actualidad el empleo "en negro" afecta al 40% de la población ocupada. Por no contribuir al sistema, es-tos trabajadores quedan excluidos del acceso a la jubilación, una obra social y el seguro de desempleo, siendo justamente ellos quienes más los necesitan. Mientras que en los últimos años se benefició a esta población con la Asignación Universal por Hijo (AUH) y las pensiones no contributivas, poco se hizo por comba-tir la informalidad que vulnera especialmente los derechos de los más pobres.

El segundo problema es la falta de marco institucional para la implementación de algunos de los planes sociales más impor-tantes destinados a los sectores pobres. Si bien la AUH no es clientelar, desde hace más de dos décadas los planes sociales condicionados a prestaciones laborales vienen siendo objeto de la manipulación política. Pese a que han existido problemas con la implementación de la AUH en las provincias con gober-nadores no oficialistas, y a que algunos punteros logran crédito acercando la información a las personas y acompañándolas a realizar el trámite, el programa no es clientelar. Esto se debe a tres factores: que no tiene cupo de beneficiarios, que no exige contraprestación laboral y que el órgano ejecutor es la AnSeS. Distinto es el caso de las cooperativas del Programa Argentina Trabaja. En la actualidad habría alrededor de 250.000 coope-rativistas abarcados por este plan que perciben entre 1.200 y 1.750 pesos mensuales. En teoría estas cooperativas se distin-guen de los anteriores planes laborales por la autonomía y la horizontalidad de las relaciones entre sus miembros. En la prác-tica, sin embargo, comparten muchos de sus rasgos. La auto-or-ganización –característica fundamental de las cooperativas– es nula y las decisiones son impuestas. Los puestos en las coope-rativas de la Argentina Trabaja son unos de los recursos con los que los intendentes arman y mantienen sus redes de referentes políticos. Con la excepción de algún municipio donde rige la im-parcialidad, los punteros son en general quienes arman las coo-perativas. Como capataces desempeñan un papel importante en determinar la permanencia o no de los beneficiarios dentro del programa ya que están encargados de tomarles asistencia. Es este poder el que les permite quedarse con un porcentaje del

Por Lucas Ronconi y Rodrigo Zarazaga S. j.

"Los pobres no se acojen a planes clientelares porque sean inmorales o irracionales, sino porque es la respuesta que encuentran. Los sectores no peronistas deberían saber cómo ganarse la credibilidad de los más vulnerables".

"Las políticas sociales son de vital importancia", consideran en esta nota los autores, miembros del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS). Pero, según sostienen, "lamentablemente la fragilidad institucional" del país provoca que los recursos sean distribuidos "de manera tal que no se producen los efectos deseados" en la población.

"Para millones de argentinos, la lucha por la supervivencia se impone por sobre los temas que abruman a las clases media y alta. La reforma constitucional no es una preocupación fundamental cuando se vive hacinado".

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salario de los cooperativistas y exigirles apoyo político a cambio de excusarlos de asistir a trabajar.

El tercero es la incapacidad de un amplio arco de la elite políti-ca y económica para elaborar propuestas creíbles a los pobres. Para millones de compatriotas, la lucha por la supervivencia se impone por sobre los temas que abruman a las clases media y alta. La reforma constitucional no es una preocupación funda-mental cuando se vive hacinado. El atropello sobre las empre-sas privadas es un tema menor cuando la desnutrición amenaza con que el cerebro de los hijos no alcance los 900 gramos a los 14 meses, limitando así su desarrollo de por vida. El Impuesto a las Ganancias es un tema lejano cuando se es jubilado en una villa. no es que estos asuntos no revistan importancia, pero la miseria impone otras prioridades. Sin propuesta política creíble para los más pobres, los sectores sociales mayoritariamente no peronistas y, fundamentalmente, sus representantes, se conde-nan a la intrascendencia política. Les faltan respuestas para un tercio de la población. El desafío fundamental de estos sectores debería ser cómo ganarse la credibilidad de los más vulnera-bles. Una alternativa política que desatiende a los más pobres no es justa cuando se trata de un tercio de la población; y tam-poco es viable.

Los pobres no se acogen a planes clientelares porque sean inmo-rales o irracionales, sino porque son muchas veces la única res-puesta que encuentran. El desafío para los argentinos es, enton-ces, qué propuesta superadora al clientelismo se planteará a los más pobres. La democracia aparece hoy consolidada. El desafío que queda pendiente es, sin embargo, que todos los habitantes puedan gozar de los derechos sociales y políticos que supone este sistema. I

Lucas Ronconi Vocal de FUDESA (Fundación Universidad de San Andrés).

Ph.D. in Public Policy de University of California, Berkeley.

Licenciado en Economía, Cum Laude, de la Universidad de San Andrés.

Rodrigo Zarazaga S.j.Ph.D. University of California, Berkeley.

Director del CIAS. Sus temas de investigación incluyen las democracias

latinoamericanas, maquinaria partidaria, clientelismo, y políticas sociales.

La política exterior dela Argentina democrática

Por Federico Merke

Diplomacia, desarrollo comercial y derechos humanos son algunos aspectos abarcados en este artículo que recorre las relaciones internacionales, muchas veces amistosas y otras no tanto, que marcaron las últimas tres décadas de vínculo con el mundo.

Podría comenzar este texto comentando los cambios en la políti-ca internacional entre 1983 y 2013 para luego examinar de qué modo la Argentina se adaptó a ellos. Podría, también, concentrar-me en las medidas que tomó cada presidente para comparar sus orientaciones y colocarlas en un contexto de cambios y continui-dades. Podría hacer esto y mucho más, pero tomaré otro camino y haré una suerte de inventario de qué aspectos positivos nos dejó la política exterior en estos años de democracia y cuáles son sus deudas pendientes.

Por el lado del haber, el regreso a la vida democrática significó dejar atrás una de las etapas más oscuras de la política exterior argentina. El gobierno militar entrenó tropas en Centroaméri-ca, participó de un golpe de Estado en Bolivia, rechazó un laudo arbitral por el Canal de Beagle, nos puso al borde de una guerra con Chile y terminó peleando en Malvinas una guerra sin sentido. La Argentina democrática, en cambio, abandonó en sus primeros años las hipótesis de conflicto con países de la región. Respecto de Brasil, comenzó un proceso de cooperación en el campo eco-nómico y nuclear que sentó las bases del Mercosur. Si bien la Ar-gentina nunca buscó tener una bomba, supo flirtear con la idea de poseer las capacidades para hacerla, y eso nos colocó en un peligroso dilema nuclear frente a Brasil al que la democracia se encargó de ponerle fin. Carlos Menem, en tanto, no hizo más que profundizar estas líneas adhiriendo a los tratados de Tlatelolco y de no Proliferación, entre otros, y propiciando la apertura e inte-gración comercial con las naciones vecinas. Con relación a Chile, por su parte, Argentina brindó ayuda a los opositores del régimen dictatorial de Augusto Pinochet y resolvió la cuestión del Beagle.

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Por Federico Merke

En los primeros años de la restauración democrática Raúl Al-fonsín hizo de la política exterior un doble instrumento para resituar al país frente a la sociedad internacional, por un lado, y fortalecer el sistema de gobierno. Menem y néstor Kirchner, nuevamente desde lugares distintos, no hicieron más que inter-nalizar a la democracia como un valor esencial de la proyección externa argentina. Como resultado, pocos países en la región como la Argentina han sido tan activos para defender el sistema democrático y los derechos humanos. Como ejemplo, jugó un papel fundamental tanto en el Mercosur como el Protocolo de Ushuaia, en la OEA con la Carta Democrática o en la UnASUR con el Protocolo Adicional.

Además de la paz con los vecinos y la democracia en la región están los derechos humanos. Aunque con distintos enfoques y mirando a diferentes socios externos, Alfonsín, Menem y Kirch-ner los pusieron en el centro de la diplomacia argentina. La Ar-gentina apoyó desde un comienzo la Corte Penal Internacional y auspició la creación de importantes instrumentos globales y regionales en la materia.

En el plano mundial, la Argentina democrática demostró tener una mayor vocación multilateral que los gobiernos anteriores. En nueve de los últimos 30 años de historia el país ocupó un asiento en el Consejo de Seguridad de naciones Unidas. y allí, entre otras cosas, jugó un papel importante en la firma del Pro-tocolo de Kyoto, integró el G20, envió tropas a las Operaciones de Paz de naciones Unidas, participó activamente en las discu-siones por la seguridad regional y hemisférica, se convirtió en referente en el campo nuclear y obtuvo la sede del Tratado An-tártico. Este multilateralismo argentino se ejerció sobre la base de un fuerte apego al derecho internacional. Sí, a veces esto nos jugó en contra y pecamos de un legalismo poco práctico y fun-cional para nuestros intereses, pero al final del día el balance es más positivo que negativo.

¿Cuáles son las tareas pendientes? La lista también es amplia, pero la principal deuda de nuestra política exterior es la poca atención prestada al problema del desarrollo económico. nues-tra cultura diplomática tiene más que ver con la paz, la seguridad y el derecho internacional que con el desarrollo económico. A modo de resultado, en momentos de bonanza las elites políticas y burocráticas han pensado, y piensan, a la política exterior más como un espacio en el cual la Argentina aporta cosas al mundo para ganar prestigio y confianza que como un instrumento para el desarrollo del país. Pero hay más que esto. nuestra cultura po-lítica interna ha tendido mucho más a la polarización, la fractura y la crisis que a la negociación y a la búsqueda de acuerdos fun-damentales. Como resultado, en momentos de estancamiento o retroceso, la política exterior se ha vuelto un instrumento de la política interna. Lo hizo Alfonsín para robustecer la democracia; lo hizo Menem para reformar el Estado y el mercado; y lo hizo Kirchner para fortalecerlo. En este punto, la Argentina oscila en-tre la proyección exagerada de sus ideas y atributos, y el ensimis-mamiento o el parroquialismo.

Vinculado a esto se encuentra la cuestión del debate público y la transparencia de nuestra política externa. El interés nacional en la Argentina parece algo más defendido que definido, y algu-nos temas como Malvinas continúan siendo una suerte de tabú dentro de la política exterior. Más aún, la declinación argentina, la fragmentación del sistema de partidos y la provincialización de la política no estimulan a los políticos a discutir asuntos in-ternacionales en clave nacional. nuestra visión del mundo se ha reducido y con ella también nuestra complejidad conceptual para entenderlo. En consecuencia, la Argentina ha perdido ca-pacidad para tomar iniciativas, diseñar y poner en marcha una política internacional de largo plazo basada en consensos inter-nos y en responsabilidades externas. Más que aislada, la Argen-tina está desubicada.

La democracia nos dio una política exterior más pacífica y com-prometida frente a los derechos humanos, la no proliferación de armas y la cooperación económica con nuestros socios adentro y afuera de la región. Pero aún no nos dio una política exterior que nos haga más prósperos y menos pobres, ni una política más abierta al debate y la participación ciudadana. Ojalá que dentro de 30 años podamos decir lo contrario. I

Federico Merke Profesor Invitado en el Departamento de Ciencias Sociales

de la Universidad de San Andrés. Doctor en Ciencias Sociales,

FLACSO-Buenos Aires.

Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador, hizo

un Master of Arts en Estudios Internacionales en la Universidad de

Warwick (Reino Unido) y un Doctorado en Ciencias Sociales en FLACSO

Buenos Aires en donde investigó la relación entre identidades políticas

y política exterior en la Argentina y Brasil. Miembro de la Carrera de In-

vestigador del COnICET. Fue Becario Chevening del British Council y del

Ibero-Amerikanisches Institut (Berlín).Hasta el año 2009 fue Coordinador

Académico del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y

Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. Sus

áreas de docencia e investigación comprenden la teoría de las relaciones

internacionales, el análisis de política exterior y la política internacional

latinoamericana.

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1985Buenos Aires, Argentina

Los miembros de las juntas Militares que gobernaron el país entre 1976 y 1983 son condenados a diferentes penas de prisión tras un proceso que durante meses juzgó las violaciones a los derechos humanos cometidas en el ejercicio del poder.

Autor: Piovano, Juan Carlos

Fototeca: ARGRA

1985Buenos Aires, Argentina

El film "La historia oficial", dirigida por Luis Puenzo, es galardonada con el premio Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa por la Academia de Cine de Hollywood. El argumento del film abordó la adopción irregular de una niña hija de un matrimonio desaparecido por la última dictadura.

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PATRICIA TUBByRecuerdo perfectamente la enorme alegría que atravesaba a todo el país, yo en particular recuerdo haber llegado a mi trabajo con una botella de champagne para festejar. #30recuerdos

1986Buenos Aires, Argentina

El seleccionado argentino de fútbol, dirigido por Carlos Bilardo, se consagra campeón en el Mundial de México con Diego Maradona como figura excluyente del equipo y el torneo.

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SEBASTIán DATESTenía 10 y con mis compañeros hablábamos todo el día de las elecciones: quién ganaría, a quién votarían nuestros padres. ¿Influyó en que estudiara Ciencia Política? #30recuerdos

1986Buenos Aires, Argentina

jorge Luis Borges, considerado uno de los mayores escritores del siglo xx, muere a los 87 años en Ginebra, Suiza.

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1987Buenos Aires, Argentina

El Papa juan Pablo II visita por segunda vez a la Argentina para presidir el Encuentro Mundial de la juventud. Cinco años antes había arribado por primera vez al país con la intención de mediar en el conflicto bélico con Gran Bretaña en las islas Malvinas.

Autor: Bottaro, Eduardo

Fototeca: ARGRA

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Democracia, deudas ydesafíos 30 años despuésLos profesores Lorena Moscovich, Eugenia Mitchelstein, Lucas Grosman y Diego Reynoso dialogaron acerca de los logros y las materias pendientes del período republicano que comenzó el 10 de diciembre de 1983 y sigue vigente.

"Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia – toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales -, para sos-tener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los de-rechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor; porque, como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del po-der, porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura".Discurso de asunción de Raúl Alfonsín como Presidente de la Nación ante la Asamblea Legislativa – 10 de diciembre de 1983.

El recuerdo de aquellas palabras pronunciadas en el Congreso nacional y en diferentes actos electorales aparece casi inevita-ble cuando se menciona el año 83, el del retorno democrático tras más de siete años de dictadura. Diego Reynoso abre la

charla y no elude esa referencia: "Me acuerdo de la campaña de 1983 en la que Alfonsín decía que con la democracia se comía, se curaba y se educaba. Era una época en la que se creyó que no había condiciones sociales y económicas que te determinaran tener democracia o no, sino que era al revés: que la democracia era la condición para avanzar en el desarrollo económico, social y demás. Mi impresión es que le pusimos mucha expectativa a la democracia, que para buena parte de la discusión en Ciencia Política y Ciencias Sociales es solo una forma de seleccionar gobernantes, que pueden ser muy buenos o muy malos. y no hay cómo garantizar que sean muy buenos; podemos hacer mu-

chas cosas para tener buenos gobernantes, que tomen buenas decisiones, pero la democracia no tiene cómo garantizar eso. y ahí es donde, si hago una revisión de los 30 años, digo que el régimen democrático ha funcionado bastante bien, con los pro-blemas de la sociedad argentina y con los déficits económicos y sociales que hay. Quizá me volví muy conservador, pero hoy no le exijo tanto al régimen democrático. Ahora, si hablamos de los gobiernos que tuvimos.

Lorena Moscovich: Sin embargo, creo que podríamos esperar más de la democracia en términos de vigencia del Estado de De-recho e igualdad ante la ley, especialmente en todo el territorio del país. Las candidaturas testimoniales, por ejemplo, atentan contra reglas escritas; se suponía que podías esperar que si una persona se presentaba como candidata a un cargo público efecti-vamente lo iba a ocupar. O podías esperar que un presidente no necesariamente tuviera que poner a su esposa o alguien de la fa-milia para sucederlo. En ese sentido estamos un poco peor de lo que estábamos al principio.

Eugenia Mitchelstein: yo me preguntaría qué democracia no tiene deudas. Desde ya creo que hay deudas en la democracia argentina, pero qué democracia no las tiene. Incluso pensando en manifestaciones que hace poco hubo en Suecia, una país que uno tiende a pensar que es el ejemplo de la democracia. y si nece-sariamente es el régimen de gobierno el que causa esas deudas, sobre todo pensando en democracias federales. Los derechos y libertades de los que goza un habitante de Buenos Aires o del Municipio de San Fernando no son los mismos que tiene un habi-tante de Quitilipi, en Chaco.

"El régimen político en la Argentina funciona bastante bien. Hemos tenido crisis en el ‘89, en 2001 y, sin embargo, la forma de acceso a obtener el poder político ha permitido que resolvamos las cosas en forma adecuada. En este punto, a la democracia del ’83 hacia acá le pongo un 9,50 comparada históricamente con los otros 180 años del país". Diego Reynoso.

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Diego Reynoso: Esto que Guillermo O’Donnell llamaba "zonas marrones, verdes y azules".

Eugenia Mitchelstein: Claro, pero eso también tiene que ver con que en la Argentina el concepto de democracia está asociado al federalismo y a que las provincias eligen sus propios gobiernos. ni siquiera sé si se puede instalar la misma regla en todo el te-rritorio. y lo mismo pasa en Estados Unidos, donde no tiene los mismos derechos un habitante en nueva Orleans que en nueva york. Frente a un huracán, por ejemplo, en nueva york intenta-ron evacuar a la mayor cantidad de gente posible, hasta el pre-sidente Barack Obama hizo esfuerzos para dar auxilio. Frente a un huracán en nueva Orleans dijeron ‘traten de irse, súbanse al techo y recen’.

Lorena Moscovich: ¿Podemos diferenciar deudas de fronteras de la democracia? O’Donnell y Roberto Gargarella, por decir dos per-sonas que piensan desde diferentes lugares, hablan de la protes-ta como el derecho básico y elemental de la democracia porque, como ningún derecho se consigue sin lucha, protestar y expresar-se libremente te permite correr esa frontera donde muchos van variando a lo largo del tiempo. ¿Podemos decir que hace diez años no había democracia porque a las personas del mismo sexo no se les permitía casarse? Sí, era democracia, la mejor que teníamos, pero ahora hay una frontera que se fue corriendo. La democracia nunca es algo dado de una vez y para siempre, sino que es resulta-do de pujas de poder, de conflictos, de intereses y deudas.

Diego Reynoso: Para mí el régimen político en la Argentina fun-ciona bastante bien. Hemos tenido crisis en el ‘89, en 2001 y, sin embargo, la forma de acceso a obtener el poder político ha permitido que resolvamos las cosas en forma adecuada. En este

punto, a la democracia del ’83 hacia acá le pongo un 9,50 compa-rada históricamente con los otros 180 años del país. Ahora, en el ejercicio democrático, no en el acceso, hay algunos detalles que habría que empezar a corregir. La estructura argentina en la cual emergió el régimen democrático en el ’83 no era muy tersa, homogénea e igualitaria. y fue problemática, con actores de mu-chos intereses. En el medio se disolvieron los partidos políticos, con lo cual dificulta cualquier tratamiento. En general, hago un balance positivo. Deudas hay muchas, estoy de acuerdo con us-tedes. Un dato que dice Lorena con precisión es que el famoso imperio de la ley no es homogéneo en todo el territorio, pero para mí es un problema de déficit de Estado y no de democracia.

Eugenia Mitchelstein: También es verdad que lo que marca Lo-rena acerca de la protesta como forma de conseguir derechos es una garantía que está dada en la democracia argentina mayorita-riamente. Tenemos bastante internalizado el derecho a protestar.

Diego Reynoso: Pero lo que llamamos "la gente" está dividida al respecto. Porque uno va al supermercado y escucha que se dice "a los argentinos nos va mal porque no protestamos". Pero cuan-do salen algunos a protestar la misma "gente" se molesta mucho porque cortan las calles, por ejemplo. Tenemos un debate en tor-no a protestar sí, pero dependiendo de las formas.

Eugenia Mitchelstein: Pienso, en otro orden, que la democra-cia cumplió con una expectativa que fue el juicio a las juntas. Intentó resolver el principal problema de la dictadura que fue la represión ilegal. A diferencia de muchos otros países en los que no se pudo o no se quiso resolver, la democracia argentina sí lo hizo.

Diego Reynoso Profesor afiliado al Departamento de Ciencias Sociales

de la Universidad de San Andrés. Doctor en Ciencia Política,

FLACSO, México.

Realizó sus estudios de grado en Ciencia Política en la Universidad de Bue-

nos Aires y de posgrado en FLACSO México, la Universidad de Salamanca y

la University of Michigan, Ann Arbor. Fue investigador en FLACSO Argenti-

na (2007-2012) y profesor investigador en FLACSO México (2000-2007).

Es investigador del COnICET. Ha enseñado instituciones políticas compa-

radas, metodología y teoría de la decisión en diferentes universidades de

Argentina y de América Latina.

Lucas GrosmanProfesor tiempo completo y director del Departamento de Dere-

cho y de la carrera de Abogacía de la Universidad de San Andrés.

Doctor in the Science of Law (J.S.D.), Yale University.

Es abogado por la Universidad de Buenos Aires (1996) y Master of Laws

(LL.M., 2000). Fue tutor in law en yale Law School, Vocal de la Comisión na-

cional de Defensa de la Competencia (2001 a 2003) y trabajó como abogado

en el estudio Le Pera & Lessa. Sus áreas de investigación son teoría constitu-

cional, filosofía del derecho y defensa de la competencia. En su tesis doctoral

en yale University analizó la relación entre los derechos sociales y la escasez

de recursos.

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Diego Reynoso: Se me ocurre que aquel eslogan de que "con la democracia se come, se cura y se educa" tocó temas que a lo largo de 30 años fueron problemáticos. En 2001 había gente desnutrida y que se moría de hambre en Tucumán, por ejemplo. Para muchos, los servicios de salud no han evolucionado con la expectativa que tenían y la educación no evolucionó en el sentido que se esperaba.

Lorena Moscovich: Hay una cuota de injusticia cuando se juzga al alfonsinismo con esa sensación de voluntarismo y de que se podía hacer todo. El Estado y el régimen se estaban replantando profundamente a principios del ‘83. Me refiero a lo que un Estado podía hacer en una situación de creciente internacionalización de la economía y de procesos que de alguna manera excedían las fronteras nacionales y dejaron en los 90 a los políticos más vulne-rables y con muy poco margen de acción. Diego Reynoso: El discurso de Alfonsín era típico del paradig-ma de la transición, que la construcción de la democracia y del Estado parecían depender del mismo proceso. Ahora sabemos que son diferenciados. Uno puede tener poliarquías aunque no tengas Estados que penetren el territorio y garanticen el cumpli-miento de la ley.

Lucas Grosman: En cuanto a la justicia pienso que, por lo menos en las últimas décadas, tiene como deuda su efectividad ante los derechos de la ciudadanía. Los juicios demoran mucho más de lo que parece deseable y, en algunos aspectos concretos, la justicia no ha servido para honrar las aspiraciones de la sociedad. Creo que el período de la transición democrática se caracterizó por el desafío de lograr que las violaciones masivas a los derechos hu-manos encontraran un castigo por parte de la justicia común. y actualmente también nos encontramos frente a un período que me gustaría llamar de transición republicana, en el que el desa-fío es que la justicia sirva para recobrar o hacer efectivo el res-peto por las instituciones republicanas. En este punto la lucha contra la corrupción debería ocupar un lugar central durante los próximos años. Si se pudiera hacer un paralelismo, así como en la transición democrática el desafío era cómo castigar a través de la justicia las violaciones a los derechos humanos, en este mo-mento el gran objetivo es cómo castigar los grandes hechos de corrupción. La sociedad argentina se caracteriza por su anomia ante el cumplimiento de las leyes, y creo que la percepción de que desde el poder se violan las normas centrales para la convivencia es devastadora. Una cosa no debería ser excusa para la otra, pero es innegable que a la hora de que la gente cumpla con las leyes más básicas es importante que se perciba que los más poderosos

Eugenia Mitchelstein Profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la

Universidad de San Andrés. Ph.D. Candidate, Northwestern

University.

Licenciada en Ciencia Política de la de la Universidad de Buenos Aires, Mas-

ter in Science en Medios y Comunicación de London School of Economics

and Political Science. Obtuvo la beca Chevening para realizar estudios de

posgrado en el Reino Unido en 2004.

Lorena Moscovich Profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la

Universidad de San Andrés. Doctora en Ciencias Sociales,

Universidad de Buenos Aires.

Licenciada en Ciencia Política y Magister y Doctora en Ciencias Sociales de

la Universidad de Buenos Aires. Dictó clases de posgrado en FLACSO Ar-

gentina y para alumnos de Florida International University. Ha ganado va-

rias becas, premios y financiamientos de investigación. Se ha desempeñado

como asesora en diversos organismos como la CEPAL (Santiago de Chile), el

Ministerio de Salud de la Nación, el Ministerio de Desarrollo Social, la Socie-

dad Argentina de Pediatría o la Universidad de General Sarmiento.

"La lucha contra la corrupción debería ocupar un lugar central durante los próximos años. Si se pudiera hacer un paralelismo, así como en la transición democrática el desafío era cómo castigar a las violaciones a los derechos humanos, en este momento el gran objetivo es cómo castigar los grandes hechos de corrupción". Lucas Grosman.

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"El gobierno de Alfonsín cumplió con una expectativa que fue el Juicio a las Juntas. Intentó resolver el principal problema de la dictadura que fue la represión ilegal. A diferencia de muchos otros países en los que no se pudo o no se quiso resolver, la democracia argentina sí lo hizo". Eugenia Mitchelstein.

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pueden cumplirlas y que cuando no lo hacen la justicia está ahí para sancionarlos. Ese es el desafío de los próximos años y, proba-blemente, ya empezó: juzgar a aquellos que, como están en luga-res clave de poder, lograron sustraerse de las normas generales.

Diego Reynoso: Lucas toca un tema interesante, pero en la Teo-ría de la Transición estándar, la del paradigma de los años 80 y 90, surgen conclusiones muy discutidas y revisadas acerca de

que las transiciones exitosas son las que pactan. El Pacto de La Moncloa es un ejemplo, Chile y Uruguay también hicieron pactos a la salida de las dictaduras. Argentina, creo, padece de inestabilidad justamente por eso, porque no hubo un pacto en la transición. Sin embargo, rescato que hubo estabilidad de regí-menes en todos los casos.

Lorena Moscovich: En la Teoría de la Transición a la Democracia se dice que iba a haber un proceso gradual en diferentes marcos para llegar a una transición por pacto o colapso, luego una conso-lidación y después una etapa de institucionalización democrática. Con el paso de los años, a la luz de los resultados en diferentes países, se dejó de lado la idea de institucionalización como punto de llegada y más bien se habla de un proceso de democratización permanente, un poco vinculada a lo que hablamos de la frontera que se corre. Lucas se refiere a una transición distinta, y no es una cuestión conceptual. Pero pienso cuál sería el incentivo para el régimen en pensar esta transición republicana. Para las dictadu-ras militares del continente el incentivo fue el desgaste, la falta de apoyo de Estados Unidos, los parámetros internacionales que de-jaron de sostenerlas; en el caso argentino, la Guerra de Malvinas. Pero, insisto, ¿cuál sería ahora el incentivo para generar un cam-bio además de luchar contra la corrupción? Pienso si es el corazón de la transición republicana en término de balances de poderes. Si, por ejemplo, una mayor independencia de la justicia respecto del poder político tal vez tendría un mayor peso respecto de la lu-cha contra la corrupción, que está asociada a una forma de enten-der la política que por momentos parece un poco despolitizada.

Lucas Grosman: La lucha contra la corrupción tal vez sea el más conspicuo de una serie más vasta de fenómenos. El concepto general de la transición republicana es que todos somos iguales ante la ley, seas poderoso o no. Obviamente la independencia de la justicia es un factor central, porque todo esto pierde sentido si no hay una justicia independiente que sea capaz de juzgar a los poderosos. Tímidamente parece que se empezó en esa dirección, por lo menos con la reacción bastante generalizada de la justi-cia ante los intentos del poder de atomizarla aún más. Estoy de acuerdo con que es una reivindicación un poco más amplia. ¿Cuá-les son los incentivos para que esto ocurra? Es interesante el con-traste de la visión de un politólogo y la de un abogado. El primero trata de predecir si esto o aquello va a pasar, y el otro tiende más a concentrarse en lo que uno llamaría el deber ser, qué es lo que tiene que pasar. y puede ser que no pase. Si me preguntan si hay razones para ser optimista, creo que no es la primera vez que la sociedad pone bien arriba en la agenda la corrupción como un problema. En este momento parecería estar instalado como un problema muy importante, pero después vienen épocas de vacas gordas y la gente se empieza a olvidar. Las razones para ser un poco más optimista es que la justicia tiene dinámicas un poco más independientes, que en algún momento se ven alimentadas por un reclamo popular pero que en otros los juicios empiezan. Una vez que iniciás esos procedimientos tendería a ser optimista de que van a seguir por su cauce con relativa independencia de cuán importante sea para la gente la corrupción. Que la gente re-

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clame, como se dio hace unos meses, por la independencia de la justicia es un fenómeno atípico.

Eugenia Mitchelstein: Sin embargo, el antecedente de reclamo popular contra la corrupción, que se dio en la última parte de la década del 90, es bastante poco auspicioso. Hubo cacerolazos, apagones, protestas motivadas en gran parte por el Frepaso pero resultó, insisto, poco auspicioso con relación a lo que pasó después. Hubo algunos juicios pero no terminaron de cumplir con las expectativas.

Lucas Grosman: Pero Carlos Menem y Domingo Cavallo estuvie-ron presos. Es cierto que después dejaron de estarlo y que en el caso de Menem fue una prisión domiciliaria, pero quién lo hubie-ra dicho. y Menem sigue enfrentando juicios. Es verdad, también, que no hay razones para ser demasiado optimista porque todos los juicios son muy lentos.

Diego Reynoso: De todas maneras Lucas está tocando un tema similar a separar la democracia del sistema político. él destaca la justicia y el Poder judicial. La justicia es el deber ser y el Poder judicial, lo que tenemos; son dos cosas distintas. yo a veces tien-do a separar la democracia y los gobiernos. La justicia, en este debate, es una expectativa. El que pone límites no es la justicia sino el Poder judicial.

+ San Andrés: A veces resulta llamativo que no se ponga como una deuda de la democracia que al menos un cuarto de la pobla-ción es pobre. Hay temas que para los argentinos, en las encues-tas, resultan más preocupantes como la seguridad y la inflación, pero no tanto la pobreza.

Diego Reynoso: Creo que ahí también hay una demanda de jus-ticia. Si uno piensa en el derecho a tener una vivienda, educación y salud, habla de ser tratados iguales ante la ley. Pero también esto hay que vincularlo al deber ser y a la política y los procesos burocráticos. Ahí sí hay un déficit. Una cosa es tener el acceso y otro el nivel de ejercicio de la democracia, donde podemos notar problemas. Podríamos decir que se garantiza el derecho de las personas a ir a los tribunales a reclamar cosas, pero tenemos el

problema del ejercicio y la efectividad de la justicia en responder rápido esas demandas.

Lorena Moscovich: El componente democrático de nuestra de-mocracia tiene menos deudas que el republicano o liberal, que en mi opinión retrocedió en los últimos años. El componente de-mocrático funciona, entre otras cosas, porque creo que hay una mayor conciencia y empatía de los ciudadanos con los problemas de otros ciudadanos. nadie se cuestiona que la pobreza es un problema, que debería haber más avances distributivos, y antes eso no era así; a fines de los 90 no era así.

Eugenia Mitchelstein: Hay algo que dijo Lucas y que me parece interesante: si vivimos en una sociedad anómica y la corrupción de los poderosos es un componente de esa sociedad, ¿por qué se demandarían más normas? En la Argentina va creciendo con el tiempo la idea de que la democracia es el mejor régimen de go-bierno, pero no veo que haya tanta demanda por reglas que se apliquen de manera igualitaria.

Lucas Grosman: Un rasgo distintivo del sistema normativo ar-gentino es que tenemos muchas leyes que en su letra son muy exigentes pero que se aplican de manera muy laxa. Por ejemplo, vos ante el fisco estás en falta, pero yo veo cuándo te aprieto; nos sentamos a la mesa y negociamos. Todos están en falta, pero sola-mente hago efectivas las normas en la medida que me convenga.

Diego Reynoso: En Brasil le atribuyen la frase a Getulio Vargas y en México a Benito juárez: "A mis amigos todo, a mis enemigos la ley".

Lucas Grosman: Eso se enlaza al hecho de por qué la gente no re-clama la aplicación de ley. Todos pensamos que el cumplimiento a rajatabla de la ley nos va a tocar a todos cuando, en realidad, uno desearía que fuera lo contrario: que uno sintiera que está cum-pliendo la ley y que aquellos que no la cumplen se les caerá con todo el peso.

Lorena Moscovich: En una situación de disputa de intereses una persona corta una calle y se le responde con una concesión. En-tonces se legitima a los actores y al procedimiento mismo. Si po-demos pensar en otra deuda de la democracia, creo que en esta diferencia entre procedimiento y razón estamos peor que antes.

Lucas Grosman: En materia de protesta social el deterioro es notable y estamos peor que antes, es cierto. Tal vez se alimentó en el contexto de que muchas protestas parecían legítimas, pero es inevitable que eso salte de los carriles porque todo el mundo cree que tiene derechos. El auge de estos procedimientos in-formales, y en algún punto extorsivo, tiene que ver con que los otros procedimientos, los más formales e imparciales, muchas veces no funcionan.

Eugenia Mitchelstein: Es llamativo, igualmente, que hoy hay me-nos cortes de calle.

"La democracia tiene menos deudas que el componente republicano o liberal que representa, que en mi opinión retrocedió en los últimos años. El componente democrático funciona porque creo que hay una mayor conciencia y empatía de los ciudadanos con los problemas de otros ciudadanos". Lorena Moscovich.

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Lucas Grosman: Pero también hay mucha más represión que, como suele ocurrir en estos casos, no se ejerce de modo imparcial.

+ San Andrés: ¿Hacia dónde va esta democracia?

Diego Reynoso: En términos de acceso, insisto que el régimen democrático está mejor. Las autoridades se eligen y su renova-ción se da con la tensión política habitual de la coyuntura. Los canales de acceso contienen la disputa política y son previsi-bles. Ahora, en el ejercicio y en la tensión de la demanda hay un déficit importante. Uno esperaría que un régimen político que funciona canalice la demanda mediante organizaciones políti-cas que se expresan en las elecciones y después proceden con políticas públicas.

Eugenia Mitchelstein: Hay una ilusión de que siempre vamos a ir hacia delante o atrás, pero tal vez la democracia argentina sea esto. Me encantaría que sea lo que marca Lucas como el deber ser, pero la democracia argentina es un proceso con contradic-ciones en el que el acceso está asegurado, el ejercicio no necesa-riamente garantiza políticas publicas favorables, que cada tanto haya reclamos por corrupción y dos o tres personas vayan a la cárcel un tiempo. Así es la democracia y así funciona, a veces me-jor o peor. no quiero ser pesimista, pero no creo que una conti-nuación de esto sea necesariamente ir adelante. Ojalá mejore el acceso a los derechos en todo el territorio, la ayuda del Estado, el Poder judicial sea más independiente de los otros poderes, pero yo no apostaría todas mis fichas a esto.

Lucas Grosman: Hay que institucionalizar el cambio, no refundar la república.

Diego Reynoso: Un punto de la democracia que me preocupa en el mediano plazo es la falta de partidos políticos. Mi impre-sión es que hubo intentos pero que las coaliciones son volátiles de un lado y del otro, oficialistas y oposición. Los partidos po-nen límite al tema de apoderarte de la decisión como si fuera verdad. Si hubiera partidos no tendrías el dilema de qué pasa cuando termina un mandato, cómo es la sucesión, etc. Porque, finalmente, el que gobierna es un partido que elige un líder y que se encarga de la conducción.

Lorena Moscovich: Regula conductas, opera como una institu-ción, le da previsibilidad. Por ejemplo, acordar con la UCR es di-ferente a acordar solo con julio Cobos.

Diego Reynoso: Raúl Alfonsín y Antonio Cafiero impulsaron un acuerdo en el que veían dos grandes partidos, uno socialdemó-crata y otro socialcristiano. Imaginaron que ahí podían tener la

institucionalización política del futuro. Cafiero perdió la interna con Menem en el ’88 y listo, se acabó. nunca hubo un pacto. El Pacto de Olivos, en cambio, fue el resultado por default de haber fracasado en institucionalizar dos proyectos políticos sin mucho consenso. Ese es un problema.

"Todos somos humanos y falibles, pero esta vez contamos con muy poco espacio para el error o la flaqueza. No debemos fallar. No fa-llaremos. Y si al cabo de nuestros mandatos hemos cumplido con aquellos grandes fines del Preámbulo de la Constitución que alguna vez nos hemos permitido recordar de viva voz como ofreciendo a la gran Argentina del futuro nuestra conmovida oración laica de mo-destos ciudadanos, entonces, como también lo hemos dicho en más de una ocasión, nada tendremos que envidiar a los grandes perso-najes de nuestra historia pasada, porque esta generación, la nuestra, tan hondamente agitada por las luchas y las frustraciones de este tiempo, habrá merecido de su posterioridad el mismo exaltado reco-nocimiento que hoy sentimos nosotros por quienes supieron fundar y organizar la República". Discurso de Asunción de Raúl Alfonsín como Presidente de la Nación ante la Asamblea Legislativa – 10 de diciembre de 1983. I

La Justicia ante la protesta social

Lucas Grosman: Hay ciertas cuestiones de la vida coti-diana que deberían resolverse por cuestiones formalis-tas, de forma procedimental, y no por el contenido. Yo usaba esa figura para tatar el tema de los cortes de calle por manifestaciones. Tu derecho a cortar el tránsito tie-ne que ser independiente de que tengas razón o no sobre el tema de reclamo. Porque si lo sujetás a que tengas razones para hacerlo, todo el mundo las tiene. La regu-lación debe ser independiente del mérito del reclamo. Una cosa es cómo discutimos y otra si tenés razón. En Derecho Procesal y en democracia se trata de un princi-pio básico: el que tiene razón no siempre es el que tiene más votos. A los argentinos nos cuesta mucho hacer una distinción entre la forma y el fondo. Esto vuelve a llevar-nos al tema de la efectividad de la Justicia. Si muchos de estos reclamos sociales los canalizás en la Justicia no se van a decidir en los plazos razonables. Obviamente no debería ser el huevo o la gallina, pero hay cierta re-troalimentación entre sentir que una cosa no funciona y recurrir a canales informales, lo cual hace que tengas menos incentivos para mejorar aquello que debería ser el canal más formal.

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DEMOCRACIA 27

Estado de políticas para la democracia argentina

En las ciencias sociales le escapamos a los pronósticos. Sin embar-go, voy a salir un poquito de esa costumbre para hacer uno: pre-gunte a diez personas qué le faltó a la democracia argentina en es-tos 30 años y nueve destacarán la ausencia de políticas de Estado.

En las ciencias sociales no le escapamos a los juegos de pala-bras. Fiel a la liturgia, propongo otro: a la democracia argentina en estos 30 años no le faltaron políticas de Estado, sino un Es-tado de políticas.

De acuerdo con el uso común, las políticas de Estado son cursos de acción que se sostienen más allá de los cambios de gobierno porque están fundados en acuerdos amplios. Es razonable pen-sar que la estabilidad es una virtud de las políticas. Las políticas son señales: prohíben, permiten, obligan, alientan, desalientan. Pocos se toman en serio a las señales que cambian seguido, de modo que las políticas eficaces tienen que ser estables.

Esto no quiere decir que toda política estable sea eficaz. Hay formas virtuosas y viciosas de estabilidad. Hay políticas que son estables porque descansan en consensos amplios, pero la estabi-lidad a veces también resulta del disenso profundo. El régimen de Coparticipación Federal de Impuestos, por ejemplo, no cambia porque las elites provinciales estén igualmente satisfechas con la situación actual sino porque cada una elegiría esquemas muy distintos para reemplazarla.

Otras veces puede haber políticas estables porque no hay dine-ro para financiar políticas distintas; o porque la debilidad técni-ca o la resistencia de los equipos de funcionarios y empleados públicos neutraliza los intentos de cambio; o porque los actores sociales que se sienten afectados negativamente por ellas las combaten. La demanda de políticas estables es razonable, pero la estabilidad no siempre es signo de que está pasando algo bueno.

Por otro lado, 30 años sin políticas basadas en consensos muy amplios, ¿no deberían hacernos sospechar de que quizá no hay cuatro o cinco cosas sobre las que un número suficientemente grande de nosotros pueda ponerse de acuerdo? Empecemos el ejercicio al revés: no hay grandes acuerdos, ¿qué hacemos?

Un Estado de políticas parte de reconocer que las decisiones de gobierno resultan de desacuerdos muchas veces profundos. Por eso, en un Estado de políticas las leyes electorales, la orga-nización de los partidos políticos y la arquitectura del federalis-mo favorece la manifestación de los distintos intereses sociales y territoriales.

Un Estado de políticas:

. Requiere que los conflictos se manifiesten adentro de las insti-tuciones para poder resolverlos allí y no en la acción directa;

. Ofrece a los perdedores de las elecciones y a los derrotados en las votaciones en el Congreso la posibilidad de manifestar su punto de vista y alguna probabilidad de obtener compen-saciones o alterar el curso de las políticas en su favor en algún futuro cercano.

. necesita ser una herramienta eficaz y confiable para quienes ganan las elecciones y las votaciones en las cámaras. Esta he-rramienta tiene recursos financieros, técnicos y organizativos para sostener los cursos de acción decididos y para contener y neutralizar las resistencias sectoriales que el sistema repre-sentativo no consiga canalizar.

Por Marcelo Leiras

"Es necesario que los conflictos se manifiesten adentro de las instituciones para poder resolverlos allí", expresó el autor en un tramo de este texto en el que analiza una de las deudas de los últimos 30 años democráticos.

"En 30 años de democracia la estabilidad ha sido más veces resultado de la impotencia que de la convicción, y el sistema político no ha servido eficazmente a los ganadores ni ofrecido remedios confiables a los perdedores".

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Un Estado de políticas es un Estado para la política, pero no para la política que se agota en la actividad proselitista sino para la que construye mayorías electorales a partir de la gestión eficaz y receptiva de las demandas sociales. En un Estado de políticas la campaña es una continuación de la gestión por otros medios.En 30 años de democracia hemos tenido, tanto en el nivel nacio-nal como en los provinciales y en muchos espacios locales, pocas políticas de Estado y poco Estado de políticas. Las decisiones han oscilado en un rango muy amplio, la estabilidad ha sido más ve-ces resultado de la impotencia que de la convicción y el sistema político no ha servido eficazmente a los ganadores ni ofrecido re-medios confiables a los perdedores. La demanda de políticas de Estado cree que el problema es que hay disenso donde debería haber consenso. Un Estado de políticas, en cambio, presume que el disenso es inevitable pero confía en que se lo puede expresar y gestionar de otra manera. I

Marcelo Leiras Director de las licenciaturas de Ciencia Política y de Relaciones

Internacionales, director de la Maestría en Administración y

Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés. Ph. D. in

Political Science, University of Notre Dame.

Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Se desempe-

ñó como investigador post-doctoral en el Programa sobre Democracia de

la Universidad de yale. Es investigador adjunto del COnICET. Autor del

libro "Todos los caballos del rey: la integración de los partidos y el gobier-

no democrático de la Argentina, 1995-2003." Se ha desempeñado como

asesor para organismos nacionales e internacionales como el Programa de

naciones Unidas para el Desarrollo, Unicef, la OIT, la Fundación Ford y la

Embajada Británica en Buenos Aires.

"Las políticas son señales: prohíben, permiten, obligan, alientan, desalientan. Pocos se toman en serio a las señales que cambian seguido, de modo que las políticas eficaces tienen que ser estables. Esto no quiere decir, sin embargo, que toda política estable sea eficaz".

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1987Buenos Aires, Argentina

Una multitud se concentra en la Plaza de Mayo durante los días de Semana Santa para respaldar al gobierno de Raúl Alfonsín ante el alzamiento militar "carapintada" que lideró Aldo Rico.

Autor: Loiacono, Guillermo

Fototeca: ARGRA

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CELESTE CASTROEstábamos en la casa de una de mis abuelas…mis papás, mi hermana, mis abuelos de ambas partes. yo mucho no entendía pero imitaba el gesto típico de Alfonsín… en una caja de alfajores improvisé una urna y me entretenía pidiéndole a toda mi familia y vecinos que voten una y otra vez, me lo habían enseñado en el jardín… recuerdo los aplausos, la emoción y las banderas argentinas colgadas por todo el barrio.. #30recuerdos

1988Curuzú Cuatiá, Corrientes, Argentina

Fuerzas del Ejército arriban a la provincia de Corrientes para poner fin a un segundo alzamiento militar contra el presidente Alfonsín en el cuartel de Monte Caseros.

Autor: Ceppi, Ricardo

Fototeca: ARGRA

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1991Buenos Aires, Argentina

El presidente Carlos Menem y los entonces ministros josé Luis Manzano (Interior) y Domingo Cavallo (Economía) encaran negociaciones durante el proceso de privatización de las empresas públicas.

Autor: Arias, Hugo

Fototeca: ARGRA

1991Buenos Aires, Argentina

El ministro de Economía, Domingo Cavallo, anuncia por Cadena nacional la puesta en vigencia del Plan de Convertibilidad.

Autor: Bertaccini, Sergio

Fototeca: ARGRA

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Una conversación conla historia más cercanaLos historiadores Luis Alberto Romero, Lila Caimari y Roy Hora dialogaron acerca de los cambios observados en la Historiografía y en la profesión durante los últimos 30 años. La figura de Raúl Alfonsín, el recuerdo del período de la transición democrática y la "primavera" de un proyecto político que quedó "a mitad de camino".

La charla comienza con la percepción figurada que se tiene, en al-gunos casos, de los historiadores: la imagen de una persona senta-da a un escritorio, en la penumbra de una "cueva", investigando el pasado. A los protagonistas de la charla, dispuestos en una mesa de la confitería en el Museo de Arte Español Enrique Larreta, en el barrio de Belgrano, en una mañana soleada, les causa gracia.

+ San Andrés: ¿De qué modo observan los últimos 30 años desde esa “cueva” en la que, imaginariamente, trabajan los historiadores?

Luis Alberto Romero: Lo primero que hicimos fue construir una cueva, porque antes estábamos a la intemperie. Tener una cueva es todo un resultado y fue bastante laborioso. Había muchas co-sas que hacer y muy poca gente con quien hacerlo. Creo que en una primera etapa para los concursos había cinco o seis personas que podían ser jurados porque tenían el título y estaban dispues-tas. Por ejemplo, Haydée Gorostegui viajaba por todo el país, pa-

recía un obispo que iba por todas partes ordenando sacerdotes y lo hizo con un empeño notable.

+ San Andrés: De las charlas que tuvimos para esta revista surgieron en varias ocasiones opiniones acerca de que había que reconstruir el país. Que quienes habían llegado al poder encontraron destruidas las instituciones.

Luis Alberto Romero: : Las instituciones estaban. Por ejemplo, el COnICET era una institución bien armada, con una tradición. Se

trataba de renovar a la gente dentro de las instituciones, que era bastante deplorable. El impulso que dimos en esos años estuvo destinado, no tanto a sacar gente, sino a incorporar a todos los que estaban afuera. Muchos de ellos se habían formado en el ex-terior, o se encontraba en el exilio, externo e interno. Creo que el principal trabajo fue ese, el de ayudar a que se incorporaran quienes no estaban.

+ San Andrés: ¿Cómo se renovaron los planes de estudio y aco-modando a la salida de la dictadura?

Luis Alberto Romero: no creo que haya que darle un aire tan he-roico a la construcción sino uno más académico y de puesta al día. no necesariamente vinculado con cuestiones cívicas sino con po-ner a la Historia en el mismo nivel en que se encontraba el mundo. Había un gran atraso y por eso fue muy importante la llegada de gente nueva y, naturalmente, la renovación de los planes. Lo im-portante siempre es la gente, los profesores, y no tanto los planes.

Roy Hora: yo agregaría una perspectiva personal, que es también una diferencia generacional. Porque para quienes ingresamos a la universidad cuando este proceso estaba en marcha, y desde una posición de estudiantes, y para quienes vivimos nuestra ado-lescencia en la dictadura, la universidad que se estaba creando en esos años era extremadamente atractiva. Creo que vista en pers-pectiva combinaba dos elementos en una dosis bien importantes: por un lado, que el grueso de la tarea de renovación ya se había completado y que existía todavía un entusiasmo por parte de los principales actores que orientaban ese proceso que después se

"Alfonsín fue muy a contrapelo de la cultura política de la Argentina. Arrancó con algo que tenía muy pocos precedentes que es la combinación de democracia, república, estado de derecho y pluralismo. Eso no figuraba en la tradición cultural política y de hecho se ha ido perdiendo muchísimo". Luis Alberto Romero.

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fue perdiendo por distintas razones, entre ellas por la propia reu-tilización de las instituciones universitarias. En consecuencia ese fue un periodo bien productivo e interesante para ser estudiante. Probablemente a la distancia también veamos con ojos distintos a quienes lo protagonizaron desde las cumbres, porque de hecho daban por sentado muchas cosas que otros creían que era pro-ducto de su propia acción. Siempre estamos empujando las de-mandas un poco más allá, dando por sentado que eso era lo que tenía que ser una buena formación académica y reclamando el tipo de cosas que esas instituciones no nos daban.

Lila Caimari: yo tengo recuerdos parecidos y distintos a la vez. Porque soy un poco mayor que Roy, entonces viví la transición como estudiante universitaria, y además soy del interior. y tanto Luis Alberto y como Roy vivieron esto en la carrera de la UBA, que fue el motor, el centro de todo este cambio; yo, en tanto, soy de Río negro y estudié en La Plata. Sin embrago, tengo un re-cuerdo perfectamente claro del momento en el que se me hizo evidente que había un cambio que estaba ocurriendo, y fue des-pués de la Guerra de Malvinas. Hubo un cambio en la facultad, donde empezó a volver un montón de gente, empezaron a circu-lar muchísimos libros, fotocopias de libros, y a discutirse cosas con un entusiasmo y una vitalidad extraordinaria. y recuerdo también los primeros concursos como un experimento a los cua-les nosotros íbamos.

Luis Alberto Romero: Eran con público.

Lila Caimari: Exactamente. Ir a ver los concursos era una experien-cia extraordinaria para nosotros. Ver que efectivamente eso esta-ba ocurriendo. Es más, Luis Alberto no lo recuerda pero la primera vez que yo lo vi fue en uno de esos concursos en La Plata. no me acuerdo qué concurso era, pero Luis Alberto y otros profesores

importantes venían para ser jurados y trabajar en ese mecanis-mo de renovación. Recuerdo presenciar esto con enorme interés. También había participación de los estudiantes en esos primeros concursos, yo participé entre ellos. Así que salí de la facultad con una impresión que era absolutamente distinta a la que tenía en los primeros años de estudio, cuando La Plata era un cementerio.

Luis Alberto Romero: Una cosa importante es que además de buscar nuevos profesores aumentó notablemente el número de alumnos.

Lila Caimari: Había una sensación de enorme vitalidad y de que todo estaba por hacerse. Después ocurrió que yo conseguí una beca y me fui del país, así que no participé de mucha de esa cons-trucción. Llegué a ver el despegue pero no toda la construcción.

Luis Alberto Romero: Construcción y deconstrucción, porque después vino el rebote, como pasa siempre con las ilusiones.

Lila Caimari: Cuando volví el nuevo mundo de los historiadores estaba muy organizado y me beneficié. Creo que nuestra gene-ración tuvo una suerte muy grande en poder participar de esa construcción y también beneficiarnos después de ella.

Roy Hora: Un poco con relación a lo que decía Luis Alberto, las instituciones existían pero solo parcialmente. Recuerdo que cuando tomé la decisión de estudiar Historia fue una decisión en la que yo, como muchos de los que estaban en la misma situa-ción en el ‘84 y el ’85, suspendía toda pregunta acerca del futuro profesional. Porque para quienes no estábamos demasiado cerca o no conocíamos la universidad y lo que estaba allí sucediendo no existía la idea de que uno podía ganarse la vida como un his-toriador profesional, como un cientista social. Era la idea de que

Roy Hora Integrante del Comité Académico del Posgrado en Historia

de la Universidad de San Andrés. Doctor en Historia Moderna,

University of Oxford.

Profesor de Historia por la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad

de Buenos Aires, Master of Studies y Doctor en Historia Moderna por

University of Oxford. Es Profesor Titular en la Universidad nacional de

Quilmes e Investigador Independiente del COnICET.

Lila Caimari Profesora de Cátedra del Departamento de Humanidades

de la Universidad de San Andrés. Doctora en Ciencias Políticas,

Universidad de Paris, Institut d’Études Politiques de Paris.

Profesora de Historia por la Universidad Nacional de La Plata, doctora en

Ciencia Política por el Institut d’études Politiques de París e Investigadora

Independiente del COnICET. Entre sus libros publicados se encuentran

"Perón y la Iglesia Católica. Religión, Estado y Sociedad en la Argentina

(1943-1955); "Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Ar-

gentina, 1880-1955" y "La ciudad y el crimen. Delito y vida cotidiana en

Buenos Aires".

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uno iba a tener un trabajo determinado y en los ratos libres iba a seguir una vocación. y creo que en ese sentido ha habido un cambio fundamental que lleva a que la profesión y la vocación se han encontrado por primera vez de manera significativa y masi-va. Después uno puede hacer un balance sobre los problemas, la calidad de lo que se produce y demás.

Luis Alberto Romero: Esto que vos evocás era exactamente la idea que teníamos cuando empecé a estudiar en 1962, que era totalmente real. Uno no iba a vivir de la universidad. En la carrera de Historia, por ejemplo, había una persona que tenía una beca del COnICET. Todos decían "ahí va el que tiene una beca del CO-nICET"; era Ernesto Laclau. Con relación a eso hay que decir que desde hace cuatro décadas el COnICET ha sido una de las gran-des fuentes de trabajo profesional para los historiadores. y esa ampliación del COnICET comenzó en lo más negro de la dictadu-ra militar. Cuando vos decís "no nos hacíamos idea" no te podés olvidar la cantidad de gente -en general muy mediocre- que tenía becas del COnICET, que eran muchas.

Lila Caimari: Uno pensaba en el COnICET como un lugar hostil. En parte yo creo que cuando se me cruzó la posibilidad de irme era porque no tenía la menor idea de lo que iba a hacer cuando terminara la carrera. Me encantaba todo lo que hacía, pero no po-día ir a la UBA, no había estas universidades privadas y públicas que surgieron después y al COnICET uno lo pensaba como un lugar horrible, como el enemigo.

Roy Hora: yo me refería antes en esencia a que mi familia no era del mundo universitario, y ahí, en esa periferia de las clases pro-fesionales, no existía la idea de la Historia y las Ciencias Sociales como una profesión. Creo que eso ha cambiado radicalmente en estos días.

Luis Alberto Romero: Si miramos los últimos 30 años creo que es el gran cambio. Son 3 mil jóvenes que se reúnen en las jornadas inter-escuelas y que viven de eso; becarios, docentes que viven de eso y juegan según las reglas, que es otro balance positivo. Las reglas de la profesión existen.

Lila Caimari: Son reglas de la profesión, autónomas, propias del quehacer nuestro, no reglas externas.

Luis Alberto Romero: Las mismas reglas que pueden tener los medios de comunicación. Reglas de control sobre qué es lo que se puede decir o no sobre un tema. Eso se ha formado quizá de-masiado bien.

Lila Caimari: Ahora estamos empezando ver el precio que se ha pagado por ese cambio.

+ San Andrés: ¿Hacen referencia al llamado revisionismo histó-rico que se planteó últimamente?

Lila Caimari: Ese es otro problema. Hacemos alusión a cierta desvitalización o rutinización al interior de la profesión, adonde el peso de las reglas y los requisititos institucionales ha cobrado un lugar muy grande que a veces desplaza otras cosas que son tan esenciales como la curiosidad, el entusiasmo del tema por el tema, las discusiones que no tienen rédito institucional alguno, los intercambios. Hay algo de cierto fuego que yo creo que se ha perdido y se ve en una serie de instancias que me preocupan.

Luis Alberto Romero: En parte tiene que ver con la idea inicial de que esta es una carrera del mérito y que hay que darle a cada uno el lugar que le corresponde según su mérito. Ahora, en la

Luis Alberto Romero Vocal de FUDESA (Fundación Universidad de San Andrés).

Historiador e investigador principal del CONICEt.

Investigador Principal del COnICET, en el Instituto Ravignani de la Uni-

versidad de Buenos Aires. Enseña en los Posgrados de la Universidad Di

Tella y FLACSO. Se desempeñó como profesor titular de la Universidad de

Buenos Aires y director del Centro de Historia Política de la Universidad

nacional de San Martín (2005-2011). Recibió las becas Guggenheim y

Antorchas, y el Premio Konex de Historia.

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medida en que hay que evaluar a mucha gente, determinar con-sensualmente el mérito es más difícil. Se ha ido reemplazando por criterios más objetivos, como por ejemplo cuántos artículos se publica y en qué revista. Finalmente los criterios estándar re-emplazan a lo cualitativo. Un especialista que estudia en general los sistemas de evaluación dice que cada vez que se establece una norma que mide algo y se la da a conocer deja de funcionar; todo el mundo se adecua a la norma, pone el maquillaje adecua-do a la norma, y ya no sirve.

Lila Caimari: Finalmente los criterios de consagración son in-tangibles y están pasando por lados que no son los casilleros del COnICET.

Luis Alberto Romero: yo ya estoy jubilado, pero no hubiera en-trado al COnICET si me miraran con los criterios que creo que tienen que tener.

Roy Hora: En la medida que se crea una carrera con ciertos pa-sos y ciertas instancias de consagración y ciertas revistas en las cuales uno debe publicar, la producción historiográfica y de cual-quier otra disciplina se normaliza. Entonces muchos, los más jó-venes sobre todo, que se ven funcionando en un contexto compe-titivo toman sus decisiones de investigación en parte en función de un análisis estratégico. A veces eso lleva a trabajos que son menos interesantes pero que pagan más en términos de la ca-rrera profesional. Eso consagra cierto carrierismo desvinculado de las preocupaciones públicas más amplias. Grandes preguntas que quizás en otro tiempo eran más fáciles de formular porque uno siempre saltaba sin red.

Luis Alberto Romero: Grandes preguntas o simplemente la cu-riosidad, las ganas de enterarse de algo distinto, que también es muy importante.

Lila Caimari: Hay como un conservadurismo mayor, de arriesgar menos en cruces, en búsquedas.

Roy Hora: Volviendo sobre lo que se señalaba antes en cuanto a la relación con el entorno, en la medida que la Historia se ha hecho mucho más profesional y la escritura más esotérica, si queremos llamarle así, que escribimos cada vez más para los colegas, también se han creado una serie mayor de filtros, de distancia entre la pro-ducción académica y el universo de los lectores, que siempre es un universo complejo. Entonces hay menos estímulos del ambiente.

Luis Alberto Romero: Es una cosa que ha cambiado bastante en los últimos diez años. Hay mucha gente que quiere escribir para un público externo al académico, y hay editoriales que lo publi-can. Por ejemplo, lo que hizo jorge Gelman en Sudamericana o juan Suriano en Edhasa. juan empezó con una colección de bio-grafías; al principio no encontraba autores y hoy recibe propues-tas de muchísima gente a la que antes jamás se le había cruzado por la cabeza escribir una biografía.

Lila Caimari: Eso es porque la biografía ha vuelto como género.

Luis Alberto Romero: Era un género académicamente con poco prestigioso

Lila Caimari: Esos también son cambios historiográficos.

Luis Alberto Romero: Se escriben biografías de 200 páginas en formatos para venderlos.

Lila Caimari: y también eso ha cambiado en el COnICET, que desde hace poco tiempo estimula ese tipo de ejercicio. yo creo que eso es una buena cosa porque hay una preocupación por que los historiadores no nos encapsulemos demasiado en nuestras propias discusiones.

Luis Alberto Romero: Creo que en el COnICET la Historia es una entre muchas disciplinas y es muy fuerte el peso que tiene las otras, ya consolidadas. Entonces cuando decís que un his-toriador publicó un libro te dicen "pobre, ¿no pudo publicar en una revista?"

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Lila Caimari: Ahí hay un problema porque los historiadores per-tenecemos muy fuertemente a la cultura del libro. y el COnICET y el sistema académico con más ambición empujan a un género que es el del artículo de circulación internacional, que es una cir-culación entre los colegas pero que no llega al público más am-plio. y los historiadores tenemos una tradición de escribir libros, entonces hay una tensión muy fuerte en este momento. Hablo con muchos colegas que encuentran problemas para compatibi-lizar las demandas institucionales y el deseo de escribir para un público más amplio que el de los pares.

+ San Andrés: ¿Hay lectores ávidos de Historia?

Luis Alberto Romero: Podríamos entrar en el gran tema de qué estamos hablando dentro del conjunto de lo que se llama Histo-ria. Porque en principio Historia es todo lo que habla del pasado y nosotros estamos hablando de una porción acotada que es la Historia hecha por los historiadores profesionales de acuerdo con las reglas del oficio. Gente que escribe sobre el pasado hay muchísima. Pero así como no es lo mismo un médico que un cu-randero o un homeópata, para ponerlo en los mejores términos, a

"Me llama la atención hasta qué punto esta gran explosión editorial de libros sobre el pasado reciente tiende a no ser sobre el alfonsinismo y los años 80. Es sobre los 60, los 70, los 90 y sobre el kirchnerismo, pero no sobre el alfonsinismo. Es como si hubiera cierta debilidad". Lila Caimari.

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nosotros nos gustaría que nos llamen de otra manera, nos den un nombre más específico.

+ San Andrés: En otras épocas, cuando ocurría un hecho muy trascendente, se decía que para encontrarle una explicación había que esperar el juicio de la Historia. Ahora uno entra en la librería y encuentra muchos libros referidos a sucesos recien-tes. ¿Se adelantó la Historia a decir lo que antes se esperaba durante décadas o los autores deciden anticipar los tiempos?

Lila Caimari: Hay libros testimoniales, pero también un fenóme-no de la última década y media es la expansión de un campo de estudio de la Historia reciente dentro del mundo de los historia-dores, con todos sus debates y querellas, pero que se ajusta a las reglas de la Historia y que es un campo de estudio propio de la Historia en el sentido estricto. y a la vez ha habido una explosión editorial, testimonial, de libros periodísticos, de memorias e in-cluso de investigación periodística. Entonces hace que haya una superabundancia de libros de calidad muy despareja. Que sean de períodos recientes no significan que sean buenos ni malos. Hay cosas muy interesantes y otras horribles.

Luis Alberto Romero: Desde el punto de vista de nuestra peque-ña comunidad de historiadores, que somos un pequeño gueto, nadie cree que la Historia juzgará porque sabemos que la His-toria se rehace permanentemente. Se decía que la historia debía dejar pasar 30 años para estudiar algo. En cambio, los economis-tas, los sociólogos y los politólogos hablan con total libertad del presente. Los historiadores nos preguntamos hoy por qué no po-demos también llegar hasta el presente, con la misma soberbia o con la misma humildad que nuestros colegas.

Lila Caimari: Con la misma irresponsabilidad… Pero la idea de que la Historia juzgará es una idea estática de que el historiador es un juez que dice "esto sí y esto no", cuando en realidad el mun-do de los historiadores está en permanente movimiento y discu-sión. no hay un punto fijo.

Luis Alberto Romero: El revisionismo consistió en eso, en decir "volvamos a ver lo que aparentemente la Historia había juzgado". En realidad eso es lo que les enseñamos a nuestros alumnos: que empiecen demoliendo lo que escribieron sus maestros, inclusive sus directores, que lo hagan de una manera sangrienta.

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Lila Caimari: Hay algo de esto de destruir al enemigo que a veces me parece que sirve y otras que no, que termina siendo un cliché y haciendo revisiones del Estado de la Cuestión y prefiriendo agarrárselas con el peor, el que es más flojo y más fácil de criticar.

Luis Alberto Romero: A mí lo que más me indigna es cuando se dice "la Historiografía ha dicho", porque se convierte a la Histo-riografía como un sujeto único.

+ San Andrés: ¿De qué modo ven ustedes como historiadores y como ciudadanos a la figura de Raúl Alfonsín?

Roy Hora: Es difícil resumir la trayectoria de una figura política tan importante en dos o tres palabras. Hay un momento en el cual esa figura resalta y eso se debe a que se asocia a ese proceso de gran innovación política que significó el período que va desde el ‘82 al ‘85. Habrá revisionismo pero es difícil sacar a Alfonsín del lugar de la figura que señaló que era posible un gran cambio en la cultura política argentina. A la distancia ese proyecto tuvo sus luces y sombras, pero creo que dejó un legado perdurable que es el hecho de que hoy podamos estar sentados en esta mesa ha-

blando de 30 años de Historiografía en democracia. Se creó un escenario en el que la democracia se enraizó en el suelo sobro el cual se monta la cultura política argentina.

Luis Alberto Romero: Coincido en todo lo que dijiste, salvo en la última frase. Me parece que Alfonsín fue muy a contrapelo de la cultura política de la Argentina. Alfonsín arrancó con algo que te-nía muy pocos precedentes en la Argentina que es la combinación de democracia, república, estado de derecho y pluralismo. Eso no figuraba en la tradición cultural política y de hecho se ha ido per-diendo muchísimo. Queda como algo que sería posible reconstruir si se dieran ciertas condiciones. En este momento queda poco de

aquello. Lo de las bases es cierto en un aspecto, que es que votamos, que no ha habido rupturas institucionales, Eso es importantísimo, pero es mucho menos de lo que decía que iba a ser en ese momento.

Lila Caimari: Siempre me llama la atención hasta qué punto esta gran explosión editorial de libros sobre el pasado reciente tiende a no ser sobre el alfonsinismo y los años 80. Es sobre los 60, los 70, los 90 y sobre el kirchnerismo, pero no sobre el alfonsinismo. Es como si hubiera cierta debilidad. Creo que ahora, por los 30 años de democracia, he visto alguna cantidad de cosas que han salido. Se piensa como punto de partida de la democracia retros-pectivamente, pero en general no ha sido el eje de los grandes de-bates ni discusiones. Lo cual apunta a un consenso pero también ha tendido a desdibujar un poco todo ese período. El gran debate, por una cantidad de razones políticas, ha sido los 90 versus el kirchnerismo, o los 60 y los 70 y la dictadura. y hemos pensado mucho menos el período alfonsinismo como historiadores.

Luis Alberto Romero: yo me dedico específicamente a tratar de pensar en grandes líneas de la historia argentina hasta hoy, parti-cularmente en el último medio siglo. Puedo trazar grandes líneas,

"Una de las tareas que tenemos los historiadores es alcanzar una mejor comprensión de la cultura política popular de nuestro país. Muchas veces tenemos visiones normativas de cómo deberían ser las cosas, pero no somos capaces de entender la racionalidad y el comportamiento de los actores concretos prestan consenso y balizan el terreno en el que tiene lugar la discusión política". Roy Hora.

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y pasar muy fácilmente del 60, 70 y la dictadura a Menem y los Kirchner, pero el alfonsinismo me queda a contramano de todo. Toda vez que hago una línea en general tengo que poner entre co-mas "con excepción del período de Alfonsín", porque es lo único que no encaja en un conjunto muy coherente. Un proyecto que se quedó a mitad de camino

Roy Hora: Quizás el proyecto alfonsinista o la retórica pública de Alfonsín en algún momento iba a maridarse con una cultura política en la Argentina. En ese sentido, las promesas de profun-da renovación en muchos planos, fundamentalmente políticos, que se formularon en esos años no necesariamente auguraban un nuevo tiempo, sino que respondían a un contexto excepcio-nal como fue la crisis de la dictadura y la inserción democrática. En ese sentido diría que una de las tareas que tenemos los his-toriadores hacia adelante, junto con otros, es alcanzar una me-jor comprensión de la cultura política popular de nuestro país, tema sobre el cual sabemos menos de lo que creemos saber. y muchas veces tenemos visiones normativas de cómo deberían ser las cosas y no somos capaces de entender la racionalidad y el comportamiento de los actores concretos que día a día prestan consenso y balizan el terreno en el que tiene lugar la discusión política. y eso vale tanto para esos años de alfonsinismo como para períodos más recientes en los cuales también se pretendió una retórica fundacional. La idea de que se puede refundar la Ar-gentina desde la cumbre, ya sea un grupo orientado por ciertos ideales o por otro, no es un buen punto de partida para entender la trayectoria política de un país, y esa lección vale tanto para aquellos tiempos como para los más recientes.

+ San Andrés: ¿Cómo vivieron el momento que transcurrió desde las elecciones del 30 de octubre hasta la asunción de Alfonsín?

Lila Caimari: Era estudiante en La Plata y me fui en colectivo con una cantidad de amigos a General Roca, de donde era, para votar por Alfonsín. Tengo recuerdos soleados, de Alfonsín yendo a La Plata a cerrar la campaña en la cancha de Estudiantes. Había una cosa muy linda, muy primaveral en todo sentido.

Roy Hora: Efectivamente era una primavera electoral. yo estaba en quinto año del colegio secundario y era simpatizante del Parti-do Intransigente, y me acuerdo que en las elecciones yo no vota-ba pero colaboré en esa campaña. El día de la asunción no fui a la Plaza de Mayo, pero recuerdo el entusiasmo que me embargaba y a la gente de mi entorno.

Luis Alberto Romero: Tengo un recuerdo bastante vívido de las dos o tres semanas siguientes a la elección. yo era un típico al-fonsinista ilusionado, sobre todo a partir de la Guerra de Malvi-nas y la manera en la que Alfonsín se diferenció del resto de los dirigentes políticos. y, por otro lado, trabajaba en un centro de investigaciones, el CISEA, cuyo director era Dante Caputo, en el que también estaban jorge Sabato y jorge Roulet, y donde vimos muy seguido a Alfonsín en los ‘80 y ‘81, cosas que nos permitió alimentar el entusiasmo. Después del 30 de octubre, en el mes siguiente, hubo algunos seminarios y reuniones. En una de ellos Caputo hizo un cuadro de lo que era la situación del país y del Es-tado que en ese momento me pareció negro y ahora diría que fue realista; sentí que me pinchaban el globo. Después lo emparché, pero con el tiempo, sobre todo cuando me tocó escribir sobre eso, recordé ese momento y de cómo pensé que había un desfasaje entre la ilusión generada por el discurso y una realidad que dudo que el grupo de Alfonsín conociera bien. Aun si la conocieran, me pregunto si hubiesen llegado muy lejos sin esa ilusión. Desde en-tonces me pregunto cuánto de ilusión corresponde inyectarle a la política, corriendo el riego de la desilusión. y después tengo muy presente una discusión entre dos personas que yo sabía que eran muy amigas, que eran jorge Roulet, que estaba en el grupo de Al-fonsín, y Amanda Toubes, que militaba en las Madres de Plaza de Mayo, sobre qué había que hacer con los militares. y ahí descubrí que entre la gente bien intencionada había dos ideas distintas completamente, había una brecha sobre hacia dónde había que ir. Ese fue otro globito que se me pinchó. I

"Puedo trazar grandes líneas y pasar muy fácilmente del 60, 70 y la dictadura a Menem y los Kirchner, pero el alfonsinismo me queda a contramano de todo. toda vez que hago una línea en general de la historia argentina tengo que poner entre comas “con excepción del período de Alfonsín”, porque es lo único que no encaja en un conjunto muy coherente. Fue un proyecto que se quedó a mitad de camino". Luis Alberto Romero.

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1992Buenos Aires, Argentina

Dos policías auxilian a una mujer víctima del atentado terrorista a la Embajada de Israel, que provocó 29 muertos y decenas de heridos.

Foto premiada "World Press Photo"

Autor: Bruzza, Juan José

Fototeca: ARGRA

ALEjAnDRA nIETOEstaba en 4º año del colegio y sin ningún recuerdo de "vida democrática". Todavía teníamos tele blanco y negro y me acuerdo perfecto, como si hubiera sido ayer, la Plaza llena de gente y banderas, el estado de alegría de todos y Alfonsín, sonriente en el balcón, saludando con los brazos levantados. Pura alegría, de eso tengo el recuerdo. #30recuerdos

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Las mujeres y la política "¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama? Cuando el político

dice que 'sí' quiere decir 'tal vez', cuando dice 'tal vez' quiere decir que 'no' y cuando dice que 'no', no es político. Cuando una dama dice que 'no' quiere decir 'tal vez',

cuando dice 'tal vez' quiere decir que 'sí', cuando dice que 'sí' no es dama" .Sebastián Piñera, XIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno en tuxtla Gutiérrez, México, 2011.

La graciosa observación del presidente chileno no resiste el más mínimo análisis. De todas formas, procuremos no detenernos so-lamente sobre el estatuto políticamente incorrecto del comen-tario y la dudosa orientación del comentarista. Hagamos el ejer-cicio de reflexionar acerca de las ideas que lo subyacen o, mejor aún, lo presuponen.

En primer lugar, hay una línea interpretativa interesante. El com-ponente cómico de la observación de Piñera descansa sobre una asociación ya cristalizada en el imaginario social; un estereotipo de las mujeres que, de cierto modo, las determina y condiciona. Sin embargo, esta conclusión no es para nada iluminadora: la mi-gración de este gesto hacia el campo discursivo político puede resultar una obviedad. Después de todo, la política no es en abso-luto ajena a los discursos sociales ni al sentido común.

En segundo lugar, lo que sí es interesante del caso es que una ob-servación como esta solo funciona en tanto respeta un contrato de mutuo entendimiento entre el pretendido comediante y su

auditorio. A fin de cuentas no es más que una incorrección implí-citamente permitida. En definitiva, este margen de enunciación y sus risas cómplices o celebratorias (porque sin risa no puede ha-ber "gracia" y todo personaje de humor, como Piñera, sabe de esto) dan cuenta de forma inequívoca de que la política sigue siendo, todavía, una "cosa de hombres".

¿Por casa cómo andamos?

Sin sacar conclusiones apresuradas, podría decirse que la vida política de la mujer mejoró. Una mejoría que, después de 30 años

de democracia ininterrumpida en el país, tiene todavía un largo camino por recorrer.

La recuperación democrática implicó una apertura general de nuevos espacios de participación y un empuje sin precedentes a la vida política nacional. En el marco de esa revitalización quizá puede interpretarse la cantidad de mujeres que se afiliaron a par-tidos y buscaron inscribirse en la realidad institucional de la toma de decisiones. no obstante ello, no fue hasta la sanción de la Ley de Cupo -en 1991 para la Cámara de Diputados y 2001 para el Senado- que la mayoría de las legisladoras se hicieron presentes en el Congreso.

En cifras, 1983 encontró una Cámara de Diputados con 11 mu-jeres en un total de 254 legisladores. Esa asimetría se mantuvo estoica y obstinadamente hasta que los coletazos de la Ley de Cupo se hicieron sentir después de diez años de sancionada. En particular, el argumento principal de la legislación demandaba: "Las listas que se presenten deberán tener mujeres en un mínimo del 30 por ciento de los candidatos de los cargos por elegir".

Así y todo, arriesgando una concesión, las últimas elecciones se-ñalaron una mejora: en los distritos más grandes del país, el por-centaje de candidatas femeninas se encontró por encima del que demanda la norma. Más aún, nuestro Congreso nacional conta-biliza la presencia de 35%-40% de mujeres, lo que convierte a la vida política argentina en un espacio inéditamente pluralista para la región, alcanzando una de las mejores cifras de Latinoa-mérica junto a Costa Rica, Ecuador y Cuba. Además, se encuentra en la 18a posición mundial, según la Organización Internacional de Parlamentos (IPU).

En una primera instancia, el "rebusque" fue la inclusión de las candidatas en posiciones simbólicas de la boleta electoral: sólo una elección ridículamente milagrosa se traduciría en el ejercicio de un cargo. Es justamente por eso que un cambio posterior del texto de la ley, realizado en 1993, estableció que la nominación de candidatas debe implicar una expectativa de elección efectiva.

La modificación fue respetada y, a pesar de algunas boletas san-cionadas, se aplicó correctamente. De todos modos la reforma no logró socavar la preeminencia masculina y la participación

Por Magalí yance

"Las candidatas y figuras femeninas prominentes en la política ya no son un tabú, eso es seguro, pero sigue siendo algo todavía acotado y marginal".

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de mujeres como cabeza de lista continuó siendo una excep-ción. Este fenómeno es todavía más fuerte en las provincias, no tanto debido a cierto tufillo machista vernáculo o telúrico como a la combinación de pocos escaños en juego. Por ende, la baja cantidad de mujeres encabezando las listas condujo a resulta-dos míseros en términos de participación femenina en las insti-tuciones democráticas.

Hay todavía otra cuestión que hace a la libre interpretación de la ley. Establecido el 30% como el mínimo de mujeres incluidas en las listas, ese "piso" se transformó irónicamente en un "techo" para la observancia institucional partidaria: desde la sanción del cupo la Ley se cumple en su mínima expresión y, en consecuencia, la inclusión de las mujeres rara vez pasa el tercio sancionado.

Así y todo, arriesgando una concesión, las últimas elecciones señalaron una mejora: en los distritos más grandes del país, el porcentaje de candidatas femeninas se encontró por encima del que demanda la norma. Más aún, nuestro Congreso nacional contabiliza la presencia de 35%-40% de mujeres que hace de la vida política argentina un espacio inéditamente pluralista para

la región, alcanzando una de las mejores cifras de Latinoamérica junto a Costa Rica, Ecuador y Cuba, además de encontrarse en una 18a posición mundial, según la Organización Internacional de Parlamentos (IPU).

Mea Culpa

Al escribir este artículo surgen palabras o expresiones inevita-bles como "la vida política de las mujeres" o, peor, "darles un lugar a las mujeres". Sin lugar a dudas, son expresiones tediosas y hasta ofensivas. El problema es que justamente son términos y frases que cotidianamente utilizamos, y si lo hacemos es porque hoy la discriminación positiva y el sistema de cuotas son una de las pocas –sino las únicas– herramientas institucionales que el ejer-cicio democrático propone para incorporar a las mujeres a las esferas de poder (porque no es sólo un problema de la política). Es, dicho de otro modo, un gesto reparador pero al mismo tiempo consciente de que las instituciones políticas, mal que nos pese, siguen siendo "cosa de hombres".

Sin dudas, el mejor escenario es el de una participación equitati-va y representativa sin necesidad de legislaciones que requieran y demanden la incorporación de los otros. Lo cierto es que los cambios son lentos. Siglos de patriarcado estructural y de prác-ticas discursivas y culturales que estereotipan a la mujer son difí-ciles de quebrar en el corto y mediano plazo. Desde ahí las leyes y las regulaciones se piensan como correctores veloces a la hora de mitigar las diferencias estructurales devenidas en desigualdades. Correctores veloces y acaso también superficiales, pero lo cierto es que estos ajustes a posteriori también sientan un precedente y construyen una realidad favorable para allanar el camino hacia una vida pública más justa y equitativa. En línea con esto, el im-perativo de la Convención sobre la Eliminación de Todas las For-mas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW-OnU), al cual la Argentina adhirió en 1985, señala como necesario "modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres". La Ley de Cupo argentina responde, en parte, a este requerimiento con el objetivo de que en un futuro no muy distante las regulacio-nes de este tipo no sean necesarias.

Celebrar 30 años de democracia debería comprender, entre otras cosas, la búsqueda de una mayor igualdad en la participa-ción del juego político, la incorporación de nuevos actores y el devenir hacia a un espacio genuinamente plural. Las candidatas y figuras femeninas prominentes en la política ya no son un tabú, eso es seguro, pero sigue siendo algo todavía acotado y marginal. La maduración de nuestra democracia no puede sino ir a la par de una transformación social donde esa broma del jefe de Estado chileno no resulte una alternativa como “salida graciosa”. Esto es, no que esté mal decirlo y que sea algo reprochable, sino que pro-nunciarlo deje de ser una opción entre otras; que, sencillamente, no tenga lugar en el horizonte discursivo. En pocas palabras, que la política deje de ser lo que puede llegar a ser hoy, una “cosa de hombres” que ríen y piden disculpas, para ser, quizás por primera vez, una “cosa pública”. I

"Como es costumbre, hecha la ley, hecha la trampa: si bien la Ley de Cupo requiere la incorporación de una mujer cada tres hombres en la lista de candidatos, la reticencia a darles un lugar a las mujeres se mantiene en la actualidad".

Magalí yance Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de San Andrés.

Asesora en la Cámara de Senadores.

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MARCELA LOMBARecuerdo una primavera. La primavera de ese año, la primavera de la Argentina y la primavera de mi vida. Recuerdo a un líder diciendo que era “el servidor de todos, el más humilde de los argentinos”, y dejando atrás tantos años de soberbia. Recuerdo la esperanza, el orgullo. Recuerdo la sensación de que por fin por una grieta impensada asomaba la Argentina moderna. Recuerdo un día de sol y mucha gente en la calle. Papelitos. Raúl Alfonsín y Lorenza Barreneche en un auto descapotable. Mucha emoción, mucha esperanza. #30recuerdos

1994Zapala, Neuquén, Argentina

El conscripto Omar Carrasco es asesinado a golpes en el cuartel de Zapala, en neuquén. El crimen, cometido por oficiales del Ejército, provoca que el gobierno de Carlos Menem decida poner fin al Servicio Militar Obligatorio.

Autor: Acosta, Martín

Fototeca: ARGRA

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1994Buenos Aires, Argentina

Un atentado terrorista que tiene como blanco la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) causa 86 muertos y más de 300 heridos. Autor: Mendez, Miguel Ángel

Fototeca: ARGRA

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"Uno de los grandes desafíos de la Argentina es mejorar nuestra educación". Cuatro educadores sentados a una mesa, casi dos horas de charla y la definición final que es coincidente luego de evaluar los últimos 30 años de democracia en los ámbitos escola-res y universitarios del país. Un recorrido que abarcó desde la ac-tividad en las escuelas hasta los lugares de decisión de gobierno.

Catalina Wainerman: Sigo tratando de formar educadores con una mirada crítica, al mismo tiempo que creo que la posibilidad de cambiar el sistema educativo es próxima a cero.

+ San Andrés: ¿Y de qué modo, en ese contexto de análisis, se pue-de analizar la educación argentina en las últimas tres décadas?

Jason Beech: Por deformación profesional una de las cosas que hago es ver a la educación en un contexto socioeconómico, po-lítico y también global. Desde esa perspectiva, no podemos mi-rar a la educación sin analizar qué pasó en la sociedad argentina. En los años 70, por ejemplo, el 7 por ciento de los habitantes del país estaba bajo la línea de la pobreza, pero en 2013 ese núme-ro, según cifras no oficiales, está cerca del 20 por ciento, aunque tuvimos picos de 50 por ciento en 2001-2002. Creo que no hay muchas sociedades en el mundo que hayan tenido una debacle social como la que tuvo la Argentina en términos de ampliación

de la brecha entre ricos y pobres y de la pobreza. El sistema edu-cativo está especialmente vinculado con todo eso; es causa y consecuencia. Hay históricamente una especia de ideal, que algo de real tiene y de narrativa también, de que la Argentina tuvo un sistema educativo de alta calidad. En algún momento esa con-cepción se empieza a caer, creo que antes de la última dictadura, pero hay una asociación muy directa entre los problemas políti-cos que tiene la Argentina y esa debacle del sistema educativo. Cuando vos tenés problemas políticos, de violencia, económicos y crisis sociales, obviamente hay muchos menos recursos para dedicarte a pensar el futuro, que es por definición la educación. Uno puede ver una debacle que empieza claramente antes de la última dictadura, y se agrega que los militares no tenían una idea clara de qué querían construir sino de qué querían destruir. La dictadura tiene cinco ministros de Educación distintos, no hay una política educativa propositiva sino de represión, especial-mente en la educación superior, pero no solo alli. Después de eso viene la democracia con mucha esperanza, pero en el gobierno de Raúl Alfonsín salvo el Congreso Pedagógico del ‘84, donde desde lo discursivo hubo lindos debates…

Angela Aisenstein: Ahí ya se proponía una nueva Ley General de Educación, y el sector más organizado, que pudo plantear más orgánicamente sus perspectivas, fue el de la Iglesia. y se puede decir que fue anticipó algunas cuestiones el origen de la ley de los 90.

Jason Beech: Pero claramente el Congreso Pedagógico no tuvo mucho efecto. Pero hay otra cosa que es que desde los 70 se está dando en el mundo una revolución en la educación. Hay un cambio radical en cuanto a cómo se produce y cómo circula la información. Mientras en el resto del mundo –Europa, Estados Unidos y Australia, por ejemplo- están discutiendo cómo adap-tar los sistemas educativos modernos creados para la era indus-trial a esta nueva era de la información, acá estamos discutiendo cómo recuperar un sistema antiguo. y un ejemplo de eso es el

"En estos 30 años de democracia hemos ganado como sociedad que resulte impensable la posibilidad de un nuevo golpe militar en el país, y sin dudas la educación está vinculada a esta idea". Jason Beech.

"Tres décadas después eldesafío sigue siendo mejorar nuestra educación"Catalina Wainerman, Angela Aisenstein, Rebeca Anijovich y Jason Beech opinaron sobre el contenido y los efectos de las políticas educativas aplicadas desde 1983, las consecuencias que dejó la última dictadura y la brecha que separa a las decisiones macro del día a día en las aulas.

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currículum para la Formación Docente. Cuando Alfonsín llega al gobierno aplica una reforma que significa volver al ’73, porque la idea era sacar la influencia de la dictadura. yo celebro el hecho de sacar esa influencia, pero un gran problema de la educación es que siempre se quiere sacar la influencia de lo anterior y no queda claro qué se construye.

Catalina Wainerman: Mirando a la educación como parte de un sistema social general me parece que no hay mayores diferen-cias respecto de otras áreas. Argentina sufre de la inexistencia de proyecto de país. Son respuestas espasmódicas a cuestiones puntuales de gobiernos que saben que gobiernan durante cua-tro años, con suerte, y que no se proponen un proyecto de país con grandeza.

Rebeca Anijovich: Mirando más a la situación micro, que se ve reflejado en lo que dijeron, me parece que hubo y sigue habiendo, producto de la falta de una política clara, emprendimientos que dependen de la buena disposición, creatividad y voluntad del di-rector de una escuela, un maestro o un profesor. Es cierto lo que

dice jason acerca de que en los 80 se abren debates interesantes, y uno de ellos es el tema del sistema de convivencia. Entonces se discuten las sanciones, hay una historia de modelos diferen-tes donde la intención está asociada a dejar de castigar y trabajar con la idea de reparar. Pero reparar hoy sigue siendo, en algunos casos, que si te portaste mal en la escuela vas el sábado y pintás una pared, como si eso tuviera que ver con el episodio y lo que dio lugar a la sanción. Por otro lado, el fenómeno se repite tam-bién con los materiales, los textos, las estrategias de enseñanza. La lista de libros prohibidos por la dictadura deja de estar vigente pero no cambia la esencia en términos de instalar otra política y el impacto que eso tiene en las aulas. Son expresiones aisladas, sueltas, dependientes de la voluntad de las personas. yo escucho lo que ustedes dicen sobre el nivel macro de la educación y me planteo que mientras tanto los docentes están en las aulas con los alumnos y algo hay que hacer. Eso me genera todo el tiempo tensión, porque al mismo tiempo un maestro de una escuela me dice: "¿Qué hago con todo esto?". La escuela no cierra mientras todo esto se discute.

Jason Beech: Cuando el Estado, sea quien sea, no resuelve los problemas está haciendo política de alguna manera, porque deja un espacio para que otros ocupen ese lugar y se beneficien. Ro-bert Cowen dice que la educación es política comprimida. Las tomas de las escuelas, como por ejemplo en el nacional Buenos Aires, también te muestran cómo se hace política en la Argentina: cortando una calle o una ruta. Uno entiende que se haga esto así en la Argentina porque no hay institucionalidad. Ahora uno es-peraría que la escuela sea un lugar diferente donde se aprenden a hacer las cosas de manera distinta para que la próxima genera-ción haga política de una manera más constructiva.

Catalina Wainerman Profesora plenaria en la Escuela de Educación y Directora del

Programa de Doctorado en Educación de la Universidad de

San Andrés. Ph.D. in Sociology, Cornell University.

Es Licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires, Magister

y Doctora en Sociología por Cornell University. Se desempeñó como in-

vestigadora del Instituto Torcuato Di Tella y fue co-fundadora y directora

del Centro de Estudios de Población (CEnEP). Investigadora Principal del

COnICET, miembro de la Mesa Directiva y Directora del Comité de Cur-

sos del Instituto de Investigaciones Sociales (IDES); Presidenta del Comité

de ética del Consejo de Profesionales en Sociología.

jason Beech Director de la Escuela de Educación de la Universidad de

San Andrés. Ph.D. in Education, University of London.

Investigador del COnICET. Tiene un Ph.D. in Education del Institute of Edu-

cation de University of London y una Maestría en Educación Comparada de

la misma institución. Publicó artículos en revistas científicas y capítulos en

libros en distintos países (Argentina, Brasil, España, Dinamarca, Gran Breta-

ña y Estados Unidos) dentro del campo de la Educación Comparada.

"La Ley de Educación Nacional no es mala, pero desde ahí se debe empezar, no terminar. tener un plan estratégico educativo es más que tener una ley de educación". Angela Aisenstein.

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Angela Aisenstein: La escuela no está separada del sistema, como tampoco los maestros de su lugar de padres y ciudadanos. Ahora que se cumplen 30 años de democracia, me parece que estamos celebrando eso y punto. Algo que alguna vez fue normal, que fue parte de la historia pero que desde 1955 en adelante ya no. Pero en nuestro campo de desempeño tenemos que ver cuál es el efec-to de los últimos 20 años, porque los primeros diez creo que cen-tralmente se trataron de la recuperación del sistema democrático, de poder decir lo que no se podía, leer los libros que no se podían leer, traer a los autores que no se podían traer, que el conocimien-to fuera importante y terminar con las prácticas autoritarias en las escuelas. En la primera década tratamos de recuperarnos de la debacle que ocasionó la dictadura. Ahora, es complicado hacer un balance sin datos en la mano de los últimos 20 años.

Jason Beech: Hay algo que si uno mira dentro de estos 30 años hemos ganado como sociedad: que es impensable la posibilidad

de un nuevo golpe militar, y sin dudas la educación está vinculada a esta idea; las prácticas en las escuelas y en la universidad se han beneficiado de esa situación. Más allá de todos los problemas es-tructurales que podemos tener, por lo menos estamos discutien-do en un ámbito democrático. Pero después, cuando uno piensa

en las políticas educativas y en sus avances, han sido 30 años en los cuales no hemos logrado organizarnos, tener una política educativa y una mirada sobre la educación a largo plazo, orde-nada, que sepamos adónde estamos yendo. En educación hay un claro problema de falta de gobierno. y en un régimen democrá-tico como el argentino, donde hay mucha fragmentación, poca estabilidad de los partidos políticos e institucionalidad se hace mucho más difícil. La única reforma más o menos estructurada que tuvimos fue al de los 90, pero sus efectos fueron bastante negativos en muchos sentidos.

Angela Aisenstein: Sí, aunque no se hicieron políticas pro-mercado, como en Chile, el efecto fue de fragmentación, casi de mercado. Tenemos nichos de educación de excelencia y otros que tiene una educación peor que antes. El efecto fue pro mer-cado pero la política fue pensada en el y con el Estado como ac-tor central.

Catalina Wainerman: no hay proyecto de largo plazo, no hay continuidad de la administración, no hay continuidad de los cua-dros profesionales, cambia el gobierno y todo empieza de nuevo, de cero. Lo terrible, si es un modo de decirlo, es que es un país con un capital intelectual notable. Pero se destruye y se destruye.

Angela Aisenstein Coordinadora Académica de la Especialización y de la Maestría en

Educación con orientación en Gestión en la Universidad de

San Andrés. Doctora en Educación, Universidad de San Andrés.

Profesora nacional de Educación Física, Licenciada en Ciencias de la

Educación por la Universidad de Buenos Aires y Master en Ciencias

Sociales con mención en Educación por FLACSO.

Rebeca Anijovich Profesora de cátedra en la Escuela de Educación de San Andrés.

Magíster en Formación de Formadores, Universidad de Buenos

Aires.

Profesora de Psicología y Ciencias de la Educación por el Instituto nacio-

nal Superior del Profesorado joaquín V. González. Realizó un Posgrado en

Diseño de Materiales Didácticos en Entornos Virtuales de Aprendizaje en

la Universidad Oberta de Catalunya, España, y una Maestría en Formación

de Formadores por la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de

Buenos Aires.

"Escucho lo que dicen sobre el nivel macro de la educación y me planteo que, mientras tanto, los docentes están en las aulas con los alumnos y algo hay que hacer. La escuela no cierra mientras todo esto se discute". Rebeca Anijovich.

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Jason Beech: En el medio está claro que esta falta de institucio-nalidad permite que florezcan actitudes individuales que antes no estaban, gente que puede hacer cosas, docentes y escuelas que son interesantes. Pero pensemos que es una educación que en estos 30 años, junto con recuperarnos del autoritarismo tre-mendo de la dictadura, tuvimos que lidiar con problemas de po-breza mucho más grandes, con padres desempleados y, al mismo tiempo, siguiendo las tendencias en el mundo que le exigen a la escuela incluir cada vez más cosas. Al mismo tiempo que esto pasa no se invierte dinero. Recién en los últimos diez años se empezó a invertir más en educación. Insisto: no hay un proyecto a largo plazo y creo que esto afecta a todas las instituciones. En educación uno puede resolver en el corto tiempo, pero la política educativa a nivel país es, por definición, a largo plazo.

Angela Aisenstein: Si uno piensa en la Ley de Educación na-cional es una buena ley, pero ahí se debe empezar, no terminar. Tener un plan estratégico educativo es más que tener una ley de educación.

Jason Beech: Creo que el desafío no está solo en tener buenas le-yes, un buen currículum, sino que además se necesita que lo que pase en las aulas sea más o menos parecido a lo que dice la norma. nuestro sistema tiene serios problemas de gobierno, y también

los gremios son parte del problema. no han logrado cambiar su forma de funcionamiento para contribuir a la reforma del siste-ma. Se abroquelan en las luchas de poder internas, que son mu-chas. Me parece que eso también tiene que ver con la forma de hacer política en la Argentina.

Catalina Wainerman: La cuestión es si este marco de sosteni-miento de la democracia, de sistema político, ha ayudado o no a que la educación mejore su funcionamiento. Mi visión es un poco negativa, lo que no quiere decir que uno descrea del sistema de-mocrático como forma de gobierno.

Jason Beech: Si vos querés comparar el sistema educativo ac-tual con el de la última dictadura obviamente estamos mejor desde el momento en que las prácticas no son autoritarias den-tro de las escuelas. Pero pasados 30 años uno le exige más al sistema que simplemente haberse recuperado de los males de la dictadura. Uno de los grandes desafíos de la Argentina es me-jorar nuestra educación.

Catalina Wainerman: Claramente el sistema democrático es una condición necesaria pero no suficiente para modificar el sistema educativo.

Jason Beech: Pero uno no puede dejar de tener en cuenta que es junto con la democracia que vienen otros cambios que le caen al sistema educativo como paquete: la pobreza, las diferencias sociales, el desempleo, la desfinanciación. Todo eso impactó tre-mendamente en el sistema educativo. Si lo mirás, por ejemplo, desde el punto de vista de los resultados de aprendizaje, de re-tención, el balance es negativo.

Angela Aisenstein: En estos 30 años la escuela trató de recupe-rar la escuela que teníamos cuando la sociedad era más simple.

Jason Beech: Esa imagen de escuela exitosa es un lastre que to-davía nos cuesta. Quieren volver a la escuela en la que julio Cor-tázar era profesor, pero ya no se puede. I

La moral y la ética en el aula

Rebeca Anijovich: Hay una cuestión moral y ética acerca de los valores que ve un niño o adolescente cuando mira para arriba. Hace unos años se realizó una investigación, que después quedó en el camino, con niños en la sala de cuatro años, que es cuando empiezan a construir el juicio moral. En los primeros registros se ven a las maestras tratando de enseñarles educación vial a los chicos. En-tonces una maestra jardinera pregunta: "¿Qué hacemos cuando hay un semáforo en rojo"? Y los chicos dicen ‘mi papá cruza’, y otro dice ‘mi papá también’, y así siguen. Entonces la maestra dice que sintió una tensión entre de-cirles a los chicos que lo que hacen los papas está mal, una decisión que no es fácil, o enseñarle que está mal cruzar un semáforo en rojo. Pero, al mismo tiempo, plan-tea el tema de la inseguridad, porque cruzar un semáforo en rojo a la noche y en cierto lugar también te salva la vida… El debate, entonces, es cómo se construye el juicio moral cuando no se puede. Es un ejemplo cotidiano de la sociedad en la que vivimos. Siento la preocupación de cómo ayudamos a los maestros en la vida cotidiana en las aulas mientras se discuten las macro políticas.

"Mirando a la educación como parte de un sistema social general, me parece que no hay mayores diferencias respecto de otras áreas. Argentina sufre de la inexistencia de proyecto de país". Catalina Wainerman.

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Libros y producción de conocimiento

Catalina Wainerman: En estos 30 años hay dos cosas positivas que son independientes al planeamiento edu-cativo. Una es que los libros de lectura, a principios de los 80, cambian su contenido para bien en aspectos de género y familia. Durante 70 años los libros de lectura, que eran idénticos en todo el país, repitieron de ma-nera machacona el mismo mensaje del tipo "mi mamá amasa la masa". A fines de los 80 y principios de los 90 se incorporan conceptos como familia ensamblada, re-constituida y divorcio, y también aparecen las mujeres que trabajan. La otra cosa positiva es un cambio radical en materia de producción de conocimiento. Hasta el 83 hacíamos investigaciones sociales en el Instituto Di Te-lla con subsidios del exterior, sin apoyo estatal; y en el COnICET había muy pocos científicos sociales. Pero en el 83 empezamos a entrar los investigadores de sociales y eso fue un cambio fundamental que vino de la mano de la democracia.

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1995Buenos Aires, Argentina

El escritor Adolfo Bioy Casares, autor entre otros libros de "La invención de Morel", es galardonado con el premio Cervantes de Literatura que se otorga en España.

Autor: Figueras, Estela

Fototeca: ARGRA

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1998Buenos Aires, Argentina

El artista plástico Guillermo Kuitca se erige en uno de los principales referentes de la pintura argentina a nivel mundial. Autor: Valdez, tony

Fototeca: ARGRA

@gon_bvnací con la democracia, y me acuerdo que en el año 89 armaron un cuarto oscuro en el colegio, jugamos a votar y elegir un presidente. #30recuerdos

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1999Buenos Aires, Argentina

Asume la presidencia del país Fernando de la Rúa al frente de una alianza política con partidos de centro-izquierda.

Serie "Días de furia"

Autor: Cuarterolo, Pablo

Fototeca: ARGRA

LAURA FInKELBERGMi viejo emocionado dejando caer sus lágrimas, yo a cococho viendo una plaza pintada de roja y blanca y por supuesto, una bandera argentina en mis manos con un RA enorme. #30recuerdos

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2001Buenos Aires, Argentina

Tras dos años de gobierno, un estallido social provocado por una grave crisis económica provoca la renuncia de De la Rúa al frente del país. En la diferentes manifestaciones protagonizadas a nivel nacional son asesinadas unas 40 personas por fuerzas policiales. Autor: Barria, Carlos

Fototeca: ARGRA

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Transparencia y corrupción, un poder con pocos límites y controles

El cumplimiento de tres décadas de la recuperación democrática abre un espacio para el balance de los logros y de las asignaturas aún pendientes en materia de una democracia plena. Entre las deudas se halla, sin lugar a dudas, la necesidad de reducir sensi-blemente los niveles de corrupción mediante políticas de Estado serias, sostenidas y eficaces.

En 1983 la corrupción no era un tema central en la agenda públi-ca frente a otras urgencias que apremiaban. El entonces presi-dente Raúl Alfonsín colocó, con acuerdo del Senado, en el puesto de fiscal nacional de Investigaciones Administrativas a Ricardo Molinas, un dirigente proveniente de un partido político distinto al radicalismo que, con sonadas investigaciones sobre casos de corrupción del gobierno militar, ubicó en el registro colectivo a ese órgano de control.

En esa época regía la idea de que la corrupción debía ser enfren-tada a través de la acción de la justicia. y en el ADn político de Al-fonsín ese no era un tema que debía ocupar un lugar central en la acción política; sabía bien que en la aciaga historia argentina del

siglo pasado había sido un tema bastardeado para desestabilizar y derrocar gobiernos democráticos.

El desmantelamiento del Estado y el profundo proceso de priva-tización de empresas públicas fueron acompañados por extraor-dinarios niveles de corrupción que pasaron a ocupar un lugar central en el tratamiento de los medios de comunicación, prime-ro, y de la agenda política después.

Carlos Menem echó al fiscal Molinas por decreto, lo reemplazó por un personaje oscuro sin acuerdo del Senado, sustituyó al Tri-bunal de Cuentas por la Auditoría General de la nación (AGn) y politizó en extremo la composición de la justicia Federal con el objeto de garantizar una sistemática impunidad en los casos de corrupción, lo que perdura hasta hoy.

El objetivo de ser reelegido hizo que Menem negociara una reforma constitucional que introdujo algunos elementos pro-piciados por Alfonsín que apuntaban a corregir problemas que favorecían el desarrollo de la corrupción, aunque sin demasiada concreción en la práctica posterior. En esa línea cabe mencio-nar la creación del Consejo de la Magistratura, la independen-cia del Ministerio Público y la ubicación de la AGn en manos de la oposición.

Sobre el final de la gestión menemista, a partir de presiones in-ternacionales, vio la luz la Ley de ética en la Función Pública y se creó la Oficina nacional de ética Pública, que empezó a trabajar en un sistema de declaraciones juradas de funcionarios públicos.El panorama se vio transformado a partir del efímero gobierno de la Alianza, que había incluido el tema de la corrupción como uno de los principales de la campaña electoral.

La creación de la Oficina Anticorrupción (OA), que absorbió a la Oficina nacional de ética Pública, implicó también una modifica-ción de paradigma, porque el impulso de las investigaciones de hechos de corrupción, forzado por la inactividad de la Fiscalía de

Por Manuel Garrido

"Los desafíos hacia el futuro siguen siendo los mismos: consolidar políticas públicas que se vayan perfeccionando y no sucumban frente a las tentaciones que suele ofrecer un poder con pocos límites y controles", asegura en este artículo el diputado nacional por el radicalismo y docente de Abogacía en San Andrés.

"El cumpleaños número 30 de la recuperación democrática aparece signado por la destrucción del sistema de declaraciones juradas patrimoniales, demostrando que la suerte de estas políticas está atada a los vaivenes de la voluntad de los gobiernos, que ha sido sumamente frágil".

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Investigaciones Administrativas, sumó una nueva concepción en la que las políticas preventivas, la transparencia, el acceso a la in-formación y los controles ocuparan un lugar esencial.

La OA promovió sin suerte sustanciales cambios legislativos, mo-dernizó y otorgó eficacia al control de la evolución patrimonial de los funcionarios públicos por medio de las declaraciones juradas, controló posibles conflictos de interés y, fundamentalmente, dio visibilidad a un concepto moderno acerca de cómo deben enca-rarse las imprescindibles políticas públicas en materia de trans-parencia y de lucha contra la corrupción. La hecatombe de 2001, sin embargo, volvió a restar centralidad a esta agenda, que fue superada por el desastre económico.

En ese contexto, salvo en un comienzo, cuando impulsó diversas iniciativas promovidas por la OA a través de un decreto que es-tableció mecanismos de acceso a la información en el ámbito del Poder Ejecutivo y la publicidad de las agendas de los funciona-rios, el período kirchnerista desmanteló estas políticas y los me-canismos de control preexistentes.

Para ello, supo aprovecharse de la falta de independencia, como en el caso de la OA y de la Sindicatura General de la nación (SI-GEn), o de las deficiencias abrumadoras de la regulación, como ocurre en el caso de la Fiscalía de Investigaciones Administrati-vas (FIA), que vio cómo se recortaron sus atribuciones merced a interpretaciones normativas de carácter restrictivo que fueron la respuesta a investigaciones que pusieron en aprietos a altos funcionarios del gobierno.

El cumpleaños número 30 de la recuperación democrática apare-ce signado por la destrucción del sistema de declaraciones jura-das patrimoniales, demostrando que la suerte de estas políticas está atada a los vaivenes de la voluntad de los gobiernos, que ha sido sumamente frágil.

Entre algunas de las frustraciones de estos años se cuentan la falta de una ley de acceso a la información pública, una mejor re-gulación de los organismos de control, sistemas eficaces de ren-dición de cuentas, protección de whistleblowers, mecanismos de recuperación de activos provenientes de la corrupción que sean más eficaces, una regulación del lobby, una reforma integral a la

Manuel Garrido Profesor del Departamento de Derecho de la Universidad de

San Andrés. Abogado, Universidad de Buenos Aires. Diputado

de la Nación.

Abogado, Diploma de Honor por la Facultad de Derecho y Ciencias Socia-

les de la Universidad de Buenos Aires y diputado nacional del radicalismo

por la ciudad de Buenos Aires. Antes se desempeñó como fiscal nacional

de Investigaciones Administrativas entre 2003 y 2009, cuando renunció

tras oponerse a un "recorte de facultades" dispuesto por el entonces pro-

curador Esteban Righi.

"El presidente Carlos Menem politizó en extremo la composición de la Justicia Federal con el objeto de garantizar una sistemática impunidad en los casos de corrupción, lo que perdura hasta hoy".

Ley de ética Pública que posibilite su correcta aplicación y una justicia penal más independiente, rápida y eficaz.

Los desafíos hacia el futuro siguen siendo los mismos: consolidar políticas públicas que se vayan perfeccionando y no sucumban frente a las tentaciones que suele ofrecer un poder con pocos límites y controles. I

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Los libros de la buena memoriaLa influencia de la obra de Fogwill, el camino trazado por Saer, el "fantasma" de Borges y la visión política e histórica de las últimas tres décadas de la Argentina en la narrativa y la poética. Sobre eso, entre otros temas, conversaron los escritores Martín Kohan y Rodolfo Edwards con los profesores Florencia Garramuño y Pablo Ansolabehere durante una mañana marcada por la literatura nacional y latinoamericana.

La librería recién abrió sus puertas. Los primeros en llegar, Flo-rencia Garramuño y Pablo Ansolabehere, eligen escaparates di-ferentes y revisan las novedades editoriales. En seguida se suma Martín Kohan y, a los pocos minutos, Rodolfo Edwards. La charla, al contrario de lo previsto entre escritores y críticos, vira hacia el fútbol: la pasión por Boca de Kohan; el fanatismo calmo de Edwards, hincha de Independiente; las acotaciones risueñas de Garramuño. A lo lejos, Ansolabehere posa para el fotógrafo. Des-pués de un rato, cuando todos se acomodan en una mesa, surge el nombre del primer autor y de su libro más importante.

Florencia Garramuño: Quizá para analizar la literatura en estos 30 años de democracia podemos referirnos a "Los Pichiciegos", de Rodolfo Fogwill, que habla de la guerra de Malvinas.

"Algunos rieron, y otros, más preocupados por las bombas y por las vibraciones, seguían quietos, fumando o sentados contra las paredes de la arcilla blanca y la cabeza entre las piernas. De a ratos les llegaba el zumbar de los aviones y el tableteo de la artillería del puerto. Era pleno día sobre el cerro. Tenían hambre, abajo, en el oscuro. Desde entonces, entre ellos empezaron a llamarse "los pichis". Fragmento De "Los Pichiciegos", de Rodolfo Fogwill.

Martín Kohan: Fogwill escribe el libro en el ’82 con la intención de publicarlo ese año, pero sale en el ‘83. Lo cual para mí es me-jor, porque en vez de quedar estrictamente pegado a Malvinas se ubica en un lugar mucho más interesante que es la transición de

Malvinas a la democracia; por lo tanto, señalando que la transi-ción a la democracia se produce porque existe Malvinas. Enton-ces en ese punto me parece que es un texto inaugural de los 30 años. La novela de por sí contrarresta la idea de la gesta de Malvi-nas y también hecha sombra y desarticula el imaginario de la otra gesta que es el de la recuperación de la democracia.

Florencia Garramuño: Fue una derrota de la dictadura más que una recuperación democrática.

Martín Kohan: Por supuesto que hubo una lucha y una resis-tencia a la dictadura, pero no hubo una épica de la recuperación democrática. Si la guerra de Malvinas se ganaba sabemos, en lo inmediato, lo que hubiera pasado. Pensar los 30 años desde ese texto indudablemente ilumina esa situación.

Florencia Garramuño: y creo que ese texto tiene otra cosa in-teresante relacionada con lo que vino inmediatamente después en la literatura: si bien hace una descripción histórica y refiere a hechos históricos, no tiene para nada un discurso realista y cos-tumbrista. También inaugura ese otro lado de la recuperación de ese hecho histórico sin el lastre de lo testimonial, que es otra veta de la cual podríamos hablar; el resurgimiento del genero del testimonio.

Pablo Ansolabehere: Es importante destacar las sucesivas pu-blicaciones que tuvo "Los Pichiciegos" y las repercusiones que fue generando, incluso con las distintas apariciones de Fogwill.

"Yo quedé a la espera del nuevo formato que el blog prometía para la literatura, porque tengo entendido que el blog entró en decadencia y los más fervorosos blogueros están abandonando sus propios blogs. Entonces quiero preguntar cuál fue el cambio que generó el blog porque yo no lo vi". Martín Kohan.

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La primera edición del libro, en editorial De la Flor, había pasado bastante inadvertida. Cuando el libro reaparece en Sudamerica-na, Fogwill reactualiza la novela y su carácter profético. Entonces le preguntan si el personaje de El Turco tiene que ver con algo, y de alguna manera anticipa a Menem. Es muy hábil en ir actua-lizando la novela a cada circunstancia histórica por más que no cambie nada. y la otra cuestión es que si bien no hay un registro testimonial de la Argentina se cuelan cosas en el texto que tienen que ver con la dictadura: los personajes de las monjas fantasma-les, las charlas de "Los Pichiciegos" sobre los desaparecidos, el ERP en Tucumán. Todo mezclado, pero aparecen.

Rodolfo Edwards: Hace lo mismo en "En otro orden de cosas", donde si bien no habla de lo que pasa en ese momento, que va del ‘79 al ‘82, se menciona a las autopistas de Osvaldo Cacciatore.

Martín Kohan: Creo que Fogwill pensaba todo en términos de guerra, pero lo interesante de “Los Pichiciegos” es que lo úni-co que está vaciado de guerra es la guerra misma. Lo que sería estrictamente la confrontación bélica es lo que vacía la novela. Pero todo lo otro que pone en juego, entre ella la visión política del pasado reciente, está en clave de guerra. y me parece ilumi-nador respecto de la vuelta a la democracia en el sentido de lo que en la novela entra en conversación política. De qué hablan y cómo hablan cuando hablan de política, que es la violencia en la guerra, que está sustraída de la narración porque “Los Pichi-ciegos” se salen de combate. En ese sentido, me parece que así como contrarresta un relato que se estaba estableciendo y se iba a establecer sobre Malvinas, también termina contrarrestando un relato que se iba a establecer por lo menos en el alfonsinis-mo respecto de la violencia política de los 70. y “Los Pichiciegos”

lo cuenta: cuando los personajes hablan, hablan de política y lo hacen en términos que son antitéticos de lo que el alfonsinismo iba a establecer como relato de ese pasado y como épica de la recuperación democrática.

Florencia Garramuño: y sobre todo la cuestión del humor, el poder colocar ese tono tan sarcástico e irónico con relación a estos grandes temas de la guerra y la política. Me parece que eso en la novela es muy revulsivo hasta hoy. yo leí el libro en ese momento y decía: "¡Pero yo estaba llorando por esto hasta hace cinco meses, cuando a mi hermano iban a mandarlo a la guerra, y ahora me río!".

Martín Kohan: Pensaba que el libro estuvo muy superpuesto con la película "Los chicos de la guerra" pero que, sin embargo, se relaciona con una literatura que, en gran medida, lo que tuvo de interesante en estos 30 años es que se liberó de una tara re-

"En los 80 teníamos un librito para publicar y te cobraban cinco lucas, pero con las editoriales independientes todos publicábamos gratis. Eso generó un público y una nueva forma de escribir. Era todo fiesta". Rodolfo Edwards.

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alista. Por lo pronto, Fogwill no reprodujo ese registro testimo-nial sino que, al contrario, puede escribir lo que escribe porque se libera del registro testimonial. Por eso es la contractara de "Los chicos de la guerra" o de cualquiera de los testimonios que empiezan a circular de los que vuelven de la guerra, que jamás podrían lograr ese tipo de enunciación. Si tenés la marca de la tragedia como vivencia personal, no tenés ni el humor, la iro-nía y la acidez que tiene la novela. Respecto de Malvinas, fue por Fogwill que los tiempos se aceleraron en la relación entre literatura e historia reciente, porque después no transmitís a Malvinas sino a Fogwill. Carlos Gamerro no escribirá "Las Islas" respecto de Malvinas sino respecto de "Los Pichiciegos". Acele-ra muchísimo los tiempos respecto de lo que pasó en la relación de la literatura con la dictadura, no hubo un texto que abriera tan rápidamente una vertiente como ese. Entonces me parece que ahí los tiempos realmente fueron distintos, porque entre 1983 y 1984 hubo un predominio del discurso testimonial y todavía la literatura que circulaba era la que se había escrito durante la dictadura, que había sido censurada y que volvía a aparecer. Desde "Cuerpo a cuerpo", de David Viñas, hasta Os-valdo Soriano, en todas sus formas literarias diferentes. Fue un tramo muy dominado por el testimonio, como el momento del "nunca Más". Era un tipo de registro legítimo como inter-vención pero también sospechosamente funcional a ese tipo de posicionamiento social basado en "no sabíamos nada". Por un lado, no hay dudas acerca de que era imprescindible escuchar el testimonio de los sobrevivientes, las torturas y qué había pa-sado, pero no obstante era sospechosamente confortable eso de "cuéntennos que no estábamos al tanto de nada". Se sobre-actuó una expectativa que resultaba muy cómoda para la auto-versión del "no sabíamos nada".

Florencia Garramuño: junto con esos testimonios me parece que empiezan a surgir determinados libros que de algún modo hacen aparecer a la dictadura y la democracia de un modo obli-cuo como "El entenado", de juan josé Saer, que no forma parte central del texto pero que solo pueden aparecer porque se está terminando la dictadura.

"Diez años están hechos de muchos días, horas y minutos. De mu-chas muertes y nacimientos también. Lo que cuando toqué la playa en el primer anochecer me era extraño, con el tiempo continuo que nos modela y nos cambia fue haciéndose familiar. Si para cualquier hombre el propio pasado es incierto y difícil de situar en un punto preciso del tiempo y del espacio, para mí, que vengo de la nada, su realidad es mucho más problemática". Fragmento de "El Entenado", de Juan José Saer.

Florencia Garramuño: "Glosa" es otro libro de ese estilo y es la novela de esos años.

Martín Kohan: Es la novela de todos los años.

Florencia Garramuño: Es increíble lo que hace no solo respecto a la literatura anterior de Saer sino del lugar que ocupaba la dicta-dura en la literatura de los años de la dictadura.

Pablo Ansolabehere: En esos años también se ponen en un lugar central textos que habían sido escritos en la dictadura o incluso antes, por ejemplo "Respiración artificial", de Ricardo Piglia, y "Operación masacre", de Rodolfo Walsh, que ocupan un lugar que antes no habían tenido.

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Florencia Garramuño: y también la poesía de néstor Perlong-her, que había sido escrita durante esos años y que no tenía un lugar central.

Martín Kohan: Creo que lo que tuvo de provechoso para la li-teratura ese predominio testimonial de esos primeros años de democracia es que liberó a la literatura de testimonialidad, la eximió de hacerse cargo de un tipo de discurso que la condenaba al realismo y le permitió retomar esa tradición alusiva que tiene su punto más alto en "Glosa", pero que también era "El Entena-do" y antes "nada, nadie, nunca" o "Cicatrices", que es todo un proyecto de narrar la violencia política en un registro que no solo no era realista sino que era anti-realista. Que se corresponde con algunas intervenciones críticas de Piglia respecto de Macedonio Fernández, que es recuperar la tradición anti-realista de la litera-tura argentina pero en clave política.

Pablo Ansolabehere: Que es tal como Piglia lee a Walsh, como un escritor de vanguardia.

Martín Kohan: Walsh es el escritor de vanguardia y Macedonio, la gran novela política. y me parece que Saer permite recuperar esa idea de una tradición anti-realista y política. Mucho de lo que se escribió y se puede pensar de la dictadura a partir de ahí es desde la centralidad de Saer.

+ San Andrés: ¿Cómo se comportaron los considerados grandes escritores en esos primeros años de democracia? Pensando en Borges, Sabato, Bioy Casares. ¿Quién fueron los sucesores?

Martín Kohan: Walsh, desde la política; Saer, por la tradición más francesa; y César Aira y Piglia van resolviendo el fantasma de Borges de manera tal que para los que empiezan a escribir después ya no lo es. Lo cual no implica sacárselo de encima sino aceptarlo sin amedrentamiento. Cada uno tiene sus legados: Pi-glia lo hace como hace todo, con una enorme inteligencia; lee a Borges y desactiva la percepción de la máquina Borges. Manuel Puig, al desactivar la idea de que Borges había agotado un univer-so literario abriendo un universo que nunca se había pensado, y también tiene su legado. y Aira, lo mismo: todos los dispositivos de la anti solemnidad respecto de lo que la literatura había he-cho de Borges, el viejo sabio, se caen cuando mete a los indios filosofando y pone humor en eso. O el propio Fogwill. Creo que desarman el peso opresivo de Borges y lo vuelve disponible para

lo que viene después, pero no lo anulan.

Florencia Garramuño: Es un poco como la pátina que la propia dictadura le puso a esos escritores. En el caso de Sabato, sobre todo, se da una solemnidad, pero esa lectura que la dictadura hizo de la cultura me parece que los vuelve inutilizables si no se los revisa.

Pablo Ansolabehere: Sabato quedó muy pegado a la Conadep como la figura del hombre público probo. no es leído por los es-critores que vienen después sino negado y vilipendiado. no se podía hablar de Sabato, nadie podía decir algo bueno.

Rodolfo Edwards: Se lo llamaba "El conde de Santos Lugares".

Martín Kohan: El gesto más generoso con Sabato sería omitir los libros que fue publicando en los últimos años. Quien quiera re-cobrar a Sabato debe omitir “Antes del fin” y esos últimos libros, por llamarlos de algún modo, de autoayuda. Pero ya en los 80 era un escritor al que había que remitirse a “Sobre héroes y tumbas”, porque “Abaddón el Exterminador” no había tenido el mismo im-pacto. En el comienzo de los 30 años de democracia Sabato gana mucho peso como figura pública más que por sus libros.

Pablo Ansolabehere: La revista Gente, por esa época, buscaba pares notables y entonces hizo una nota con Borges y Sabato conversando.

Martín Kohan: Los juntó Orlando Barone y después ese diálogo salió como libro en la editorial Emecé. yo lo leí y Sabato le da una especie de aleccionamiento político a Borges y le explica sobre los deberes morales que un escritor debe tener, aunque al famo-so almuerzo con jorge Videla también había ido él.

Pablo Ansolabehere: ¿Qué libros se leían en ese momento?

Martín Kohan: Lo que más se leía era "Flores robadas en los jar-dines de Quilmes", de jorge Asís. Me parece que es el libro que marca esos años.

+ San Andrés: ¿Y qué ocurre con la poesía?

Rodolfo Edwards: Básicamente al comienzo de la democracia recuerdo tres revistas que marcan el rumbo: “La danza del ra-

"La obra de Fogwill tiene otra cosa interesante relacionada con lo que vino inmediatamente después en la literatura: si bien hace una descripción histórica no tiene un discurso realista y costumbrista. Inaugura ese otro lado de la recuperación de ese hecho histórico sin el lastre de lo testimonial". Florencia Garramuño.

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tón”, que tenía una tendencia a recuperar la poesía de fines del 50 y principios del 60; “Último reino”, que tenía una poética bas-tante concreta que era el neo-romanticismo; y “Azul”, que era de vanguardia. Eran poéticas muy concretas, muy cerradas, y eso abarcó todo hasta la década del 80. Pero lo que marca el cambio es la aparición de “Diario de poesía” en el ’86, que abre un estilo más heterogéneo. Se vuelve un fenómeno masivo, se venden un montón de ejemplares y genera una apertura. Por aquellos años yo empezaba a escribir, iba a lecturas y recitales. En el ’87 fun-do el grupo “La Mineta” y nos empezamos a juntar en un bar de Once con Fabián Casas, Darío Rojo y Daniel Durán; después nos llamaron “La Generación del 90”. Empezamos con una hoja de poesía para repartirla en la calle, hacíamos situacionismo en las esquinas; era una reacción hacia la poética cerrada del neo-ba-rroco y neo-romanticismo de “Último reino”. yo buscaba ir por el lado de la poesía urbana de nicolás Olivari, de Raúl González Tuñón, la primera etapa de juan Gelman. Me interesaba más una poesía que tuviera que ver con la ciudad, lo popular y con

un ingrediente nuevo que es el humor, que para mí en la poesía argentina fue algo muy lateral y fundamental.

Pablo Ansolabehere: ¿y eso funcionó en los escritores que men-cionabas o simplemente como un grupo que tenía una estrategia muy heterogénea?

Rodolfo Edwards: Se creó un mito de que nosotros veníamos del rock. Eso un poco lo impulsó josé Luis Mangieri, pero los más urbanos éramos Casas y yo. Durán tranquilamente pudo haber publicado en "Ultimo reino" y Darío Rojo es un poeta hermético y abstracto. Estábamos todo el día leyendo, siempre con los libros en la mano. Quizá por nuestra actitud Fogwill, por ejemplo, nos decía "ahí llegaron los patoteros", porque teníamos el pelo por la cintura, camperas negras y una cerveza en la mano.

Florencia Garramuño: ¿y no había mujeres?

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Rodolfo Edwards: Predominantemente era un grupo muy masculino.

Florencia Garramuño: Si pensamos en la literatura de los últi-mos años basados en cuestiones de género, sobre todo poetas, se me vienen a la cabeza Tamara Kamenszain y Diana Bellessi, pero no sé qué relación pudieron tener con ese pasado tan largo de 30 años.

Martín Kohan: Matilde Sanchez tiene una novela como "El Dock" que también se puede leer en clave política.

Florencia Garramuño: Es una novela increíble que plantea el le-vantamiento de La Tablada desde lo íntimo.

Martín Kohan: Esa novela es fundamental en cuanto a una litera-tura que se acomodó al realismo testimonial y cuenta la política sin demasiado significativo. Si tengo que decir adónde la litera-

tura fue retomando la posibilidad de narrar lo político desde la resonancia, sin realismo, ubicuidad y testimonio, encuentro a "Los planetas", de Sergio Chejfec; "El pasado", de Alan Pauls; y "El director", de Gustavo Ferreyra. La otra cuestión a considerar en estos 30 años es el llamado "factor" Aira, que también tuvo un impacto muy grande sobre todos y sobre la manera de contar. Aira le quitó solemnidad a todo: a la figura del escritor, a la situa-ción de la escritura, a la publicación. Descomprimió muchísimo esa escena trascendental.

Rodolfo Edwards: La solemnidad en la poesía era más fuerte que en la narrativa. Se aplicaba la figura del poeta que se ponía el smoking, la flor en el ojal y anunciaba sus poemas. Costó bastan-te desacralizarlo. En mi caso junté la poesía con la performance, las lecturas públicas, actores o cineastas. Esto recién en los 90 empezó a aflojarse. Este quiebre rompió con la imagen clásica del poeta como un boludo, el tipo que sueña, que busca la inspira-ción, las musas. Fue romper la imagen del poeta lírico desplazado

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de la literatura, devolverle una entidad literaria de que desde la poseía se pueden decir muchísimas cosas. Un dato fundamental en los 90 también es la creación de las editoriales independien-tes, que para nosotros significó acceder a la publicación. En los 80 teníamos un librito para publicar y te cobraban cinco lucas, pero con las editoriales independientes todos publicábamos gratis. Eso generó un público y una nueva forma de escribir. Era todo fiesta, por eso nos acusan de frívolos en los 90 aunque nos divertíamos mucho.

Florencia Garramuño: Es un cambio fuerte no solo para la forma de la literatura sino para el lugar del libro, que ocupa un sitio me-nos solemne y más conectado con el deseo, el buen gusto y la alta cultura. ¿Las editoriales independientes cambiaron en algo a la literatura narrativa?

Martín Kohan: Muchísimo y para bien. La narrativa no tardó en comprender que estaba en el mismo barco editorial de la poesía y que se hundía igual. La diferencia es que no teníamos los botes. "Mirá la poesía saltando a sus botes", decíamos, pero 20 minutos después te estabas hundiendo vos. El naufragio era para todos, solo que la poesía en seguida preparó sus botes y sobrevivió mejor.

Martín Kohan: El cambio en las condiciones de publicación le dio mucha más fluidez y visibilidad a una literatura más difícil, me-nos condescendiente con el lector. En las grandes editoriales esa clase de libro tiene que esperar turno; el turno que la editorial reserva para perder plata, digamos. "Vamos a perder plata una vez por año. Bueno, ahora sacrificamos a este muerto que va a vender cien ejemplares", dicen. y me parece que las editoriales pequeñas y medianas cambian esa dinámica porque apostaron por esos libros y los señalan para sus lectores que no van a buscar literatura condescendiente.

Florencia Garramuño: E incentiva al propio escritor a escribir más, si pensamos que escribir es un poco una gimnasia. Si tenés adonde publicar, vas a escribir más y sin condicionamientos. En la poesía creo que se nota mucho; el trabajo sostenido de los poetas en la definición de una poética requiere de publicar mucho.

Rodolfo Edwards: yo publiqué en todas las editoriales desde los 90.

Florencia Garramuño: ¿Qué libros había en el mercado antes de ese fenómeno, por ejemplo, de autores como Héctor Viel Tem-perley o juan L. Ortiz?

Martín Kohan Doctor en Letras

Doctor en Letras, escritor y profesor de Literatura. Su obra fue traducida

al italiano, inglés, alemán y francés, entre otros idiomas. Su novela "Cien-

cias morales" ganó en 2007 el Premio Herralde y fue llevada al cine con el

nombre "La mirada invisible", dirigida por Diego Lerman. También es autor

de libros de cuentos y ensayos.

Rodolfo Edwards Licenciado en Letras

Poeta y licenciado en Letras, especializado en literatura argentina y lati-

noamericana. Editó las revistas "La Mineta" y "La novia de Tyson". También

participó de la redacción de "18 Whiskys", dirigida por josé Villa y en la

que colaboraron autores como Fabián Casas, Darío Rojo y Daniel Durand,

poetas de la llamada Generación del 90.

"En esos primeros años de democracia también se ponen en un lugar central textos que habían sido escritos en la dictadura o incluso antes, por ejemplo "Respiración artificial", de Ricardo Piglia, y "Operación masacre", de Rodolfo Walsh, que ocupan un lugar que antes no habían tenido". Pablo Ansolabehere.

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Pablo Ansolabehere Profesor de Cátedra del Departamento de Humanidades de la

Universidad de San Andrés. Doctor en Letras, Universidad de

Buenos Aires.

Licenciado en Letras y Doctor en Letras por la Universidad de Buenos

Aires. Docente invitado de Literatura Hispanoamericana en el programa

en Buenos Aires de University of Georgia. También dictó clases Wesleyan

University (USA).

Florencia Garramuño Profesora asociada del Departamento de Humanidades y

Directora del Programa en Cultura Brasileña de la Universidad

de San Andrés. Ph.D. Princeton University.

Investigadora Independiente del COnICET. Es licenciada en Letras por

la Universidad de Buenos Aires, donde se especializó en Teoría literaria

y Literatura Latinoamericana. Realizó su posdoctorado en el Programa

Avançado de Cultura Contemporânea de la Universidad Federal de Río

de janeiro.

Rodolfo Edwards: y otros que no se conocían, como jorge Leó-nidas Escudero, que es un poeta impresionante. Tiene como 95 años y ahora se editaron sus obras completas.

"Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:/ Allá en los lejos campos de mi querer/ la soledá no andaba adentro de uno/ sino afuera y sin hacer ruido". Fragmento de "Extrañamiento", de Jorge Leónidas Escudero.

Pablo Ansolabehere: ¿Cómo piensan ustedes que resultó la in-cidencia de los medios electrónicos –blogs e Internet- en los úl-timos años?

Martín Kohan: yo quedé a la espera del nuevo formato que el blog prometía para la literatura, porque tengo entendido, me avisaron, que el blog entró en decadencia y los más fervorosos blogueros están abandonando sus propios blogs. Entonces quie-ro preguntar cuál fue el cambio que generó el blog porque yo no lo vi. Salvo "Diario de una princesa montonera", de Mariana Eva Pérez, que es un texto decisivo para la relación de literatura y política, básicamente el traspaso del blog al libro lo que hizo es volvernos al género diario. y no veo tampoco en Twitter algo muy distinto al aforismo, que también está en declinación excepto por josé narosky.

Rodolfo Edwards: "Peronismo spam", de Charly Gradin, recurre a la tecnología, pone la palabra "peronismo" en Google y transcri-be todas las definiciones que salen, que son contradictorias unas con otras.

Martín Kohan: O "Martín Fierro ordenado alfabéticamente", de Pablo Katchadjian. Pensaba, por otra parte, una cosa más acerca

de la literatura en los últimos 30 años y el anuncio de noveda-des que finalmente no pasaron. Tiene que ver con 2001, donde no hubo un corte, un antes y después como el que se pensaba que iba a suceder. no me parece que haya habido una inflexión en términos de la relación entre literatura y política. yo creo que 2001 fue sobreactuado socialmente, no solo en términos de la literatura. Así como en los 80 fue la necesidad de decir "no sa-bíamos nada" de la dictadura, también en 2001 fue la idea de que apareció la pobreza. Fue la manera de decir que durante varios años nos hicimos los boludos ante una pobreza que ya era visible.

Rodolfo Edwards: Hay escritores que descubrieron que había pobres en 2001.

Martín Kohan: y en realidad la pobreza aparece en los 90 solo en las novelas de Aira, un autor considerado banal y superficial. A 2001 se lo subraya por demás y también se lo vacía respecto de una sociedad que, en realidad, hizo lo mismo que durante la dic-tadura: aprovechar el dólar bajo y desentenderse. Irse otra vez al Caribe, a comprar electrodomésticos como en aquel momento se pasó por alto los prisioneros tirados de los aviones.

Florencia Garramuño: y ahí está de nuevo Fogwil con "Vivir afuera", la novela sobre Miami.

Martín Kohan: Sí, Fogwill otra vez. I

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2001Buenos Aires, Argentina

El presidente De la Rúa abandona en helicóptero la Casa de Gobierno luego de renunciar a la presidencia.

Serie "Días de furia"

Autor: Haliasz, Alberto

Fototeca: ARGRA

MARITE MARELLOEl 10 de Diciembre de 1983, fue para mí una fiesta, como muchos argentinos, jóvenes y no tan jóvenes, fuimos a Plaza de Mayo, y yo trepada a un árbol, al grito de: Argentina! Argentina! entre otros escuchaba la palabra de nuestro Presidente, en los artículos de la Constitución nacional y como muchos argentinos lloré, lloré, y entendí lo que es la libertad... #30recuerdos

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2004Buenos Aires, Argentina

El presidente Néstor Kirchner ordena que sean retirados los cuadros de los dictadores jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone que estaban colgados en una de las galerías del Colegio Militar de El Palomar.

2006Buenos Aires, Argentina

El presidente Kirchner junto a sus pares de Bolivia, Evo Morales; Brasil, Lula da Silva; y Venezuela, Hugo Chávez, coinciden en conformar una alianza política en el Cono Sur.

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2007Buenos Aires, Argentina

Asume la presidencia Cristina Fernández de Kirchner y se tranforma, de ese modo, en la primera mujer que llega a la primera magistratura por el voto popular.

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2009Buenos Aires, Argentina

Muere en Buenos Aires la cantante Mercedes Sosa, emblema de la música popular del país.

ARTURO FLORES“Mi familia siempre estuvo muy cerca de la política, y desde la llegada de mis abuelos hasta la actualidad, siempre hubo debates intensos, por provenir todos de diferentes culturas y colores partidarios: anarquistas, socialistas, radicales, peronistas, de todo, menos conservadores, como indica el manual de la "clase trabajadora", y es por esto que todos vivimos el regreso a la Democracia, como una fiesta, independientemente del resultado de la elección, porque los debates volverían a la sobremesa de los domingo, saliendo de la clandestinidad y instalándose en seno de la familia”. #30recuerdos

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Por momentos se agolpan los nombres. Asoman desde los rinco-nes de las galerías y talleres coloridos, traídos por el recuerdo de los viejos maestros y de aquellos jóvenes que regresaron luego de huir de la última dictadura. Atraviesan los salones de los museos e, imaginariamente, hasta puede oírse el eco de los pasos apurados. Salen a una mañana soleada y fresca de primavera mencionados para contar una época, un lapso de la historia argentina.

Lía Munilla Lacasa: Ana, ¿de qué modo viviste desde la práctica artística los primeros años del regreso de la democracia?

Ana Gallardo: Conflictivamente. Como artista en algún punto padecí los cambios porque no me di cuenta de ellos. yo soy au-todidacta y mi formación fue casi exclusivamente práctica de la mano de julia Lublin. Cuando después de la dictadura comienza la apertura democrática personalmente estaba en una oscuridad absoluta, no entendía qué pasaba en el mundo. y de pronto ob-servo que el arte tenía una visibilidad que no tenía antes.

Maraní González del Solar: Fue una época de apertura de la ca-beza y del ánimo.

Ana Gallardo: Empezó a haber un movimiento que no existía y al que llegué casi como una niña.

Lía Munilla Lacasa: ¿y tus colegas sintieron lo mismo?

Ana Gallardo: yo pertenezco a una generación que ya era activa en los 70 y decido juntarme con artistas más jóvenes como Pablo Siquier, juan Paparella, Ernesto Ballesteros y otros estudiantes de Bellas Artes que eran casi niños.

Maraní González del Solar: Fue lo que se llamó el Grupo de la x, que no tuvo una definición estética pero sí una confluencia de artistas. nadie quedó en el camino.

Ana Gallardo: Casi todos los grupos se juntaban por cuestiones estéticas, problemáticas en común, y nosotros simplemente por una cuestión de encontrar un lugar de pertenencia. Todos con una práctica y un lenguaje diferente. Había escritores, videastas, pintores, escultores y todos, insisto, con problemáticas distintas. Para mí eso fue un cambio importante, un antecedente de lo que hoy es la clínica de Arte. nos juntábamos una vez cada tanto para analizar las obras de nuestros compañeros, algo que no existía. Me acuerdo de la zona donde estaban Guillermo Kuitca y Gustavo Marrone, que trabajaban con una impronta y una problemática.

Lía Munilla Lacasa: Las exposiciones del Grupo de la x se hicie-ron básicamente en lo de Ruth Benzacar, ¿no?

Ana Gallardo: La primera muestra fue en el Museo Castagnino, de Rosario. nos juntó Ennio Iommi a Paparella, Carolina Antoniadis, Danilo Danziger y a mí. Cada uno llamó a sus amigos y así aparecie-ron Siquier, Andrea Racciatti y otros más; en el grupo éramos once.

"El arte fue una revancha vital después de una generación bajo tierra"La artista Ana Gallardo y las historiadoras del Arte Lía Munilla Lacasa y Maraní González del Solar analizaron en una charla los cambios ocurridos en el arte argentino durante las últimas tres décadas. El Grupo de la X, el regreso desde el exilio de pintores y escultores, la renovación académica y la popularidad de referentes que surgen de los múltiples espacios independientes al reconocimiento general.

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Maraní González del Solar: Me parece que la generación ante-rior a vos tenía que ver con una última estética internacional. Después de eso no hay una estética determinada, los artistas hacen cualquier cosa con todo lo que se les presenta. no hay gru-pos estéticos definidos, hay generaciones. A todo se lo llamó neo-conceptual, que no es nada definitivamente. y creo que ustedes marcaron ese cambio que sigue hasta ahora.

Ana Gallardo: Creo que fue un grupo de transición. Había un vacío y nosotros lo ocupamos. Lo que me gusta rescatar no son tanto los lenguajes artísticos sino la manera de trabajar el medio. Otra cosa que armábamos era como el antecedente a la red, a

esto de las políticas de la amistad, el grupo se arma llamándonos entre amigos. y teníamos como pacto que cada vez que consi-guiéramos un lugar en donde mostrar íbamos los once. También invitábamos a artistas amigos que no tuvieran posibilidades de ingresar al circuito. Así aparecen Miguel Rothschill, Elizabeth Aro, Alejandro Kuropatwa… A cada lugar que nosotros éramos invitados llevábamos a otros.

Lía Munilla Lacasa: ¿Qué papel cumplió jorge López Anaya?

Ana Gallardo: En Rosario fue la primera muestra y resultó di-vina. Después mostramos en Buenos Aires en el Museo Sívori, cuando tenía una sede en Recoleta y el director era Hugo Mon-zón. y de hecho la sede estaba en el Museo de Arte Moderno. En un momento dado se cae una fecha y López Anaya nos in-vita como grupo. Como no entrábamos todos en una fecha se hicieron dos: primero el grupo de escultores y los invitados y después los pintores con los invitados. Todavía existía eso de la pintura y la escultura por separado. yo fui rechazada del Salón nacional porque mandé una escultura. Me preguntaron: “¿Pero vos no sos pintora?” Un artista no podía hacer una escultura si no era del oficio escultor.

Maraní González del Solar: El Grupo de la x, por ejemplo, no pudo viajar al exterior, algo que recién se da como posibilidad en los 90.

Ana Gallardo: A fines de los 80 yo me fui a México y muchos otros también lo hicieron. Era irte a hacer una experiencia por-que no tenías una manera de sostener tu vida acá. Me fui con la idea de ver si lo internacional era posible. Todavía no había afuera un sistema de residencias, de formación, que se da recién en los 90. Con Kuitca aparecía la posibilidad del mundo. y también era una mezcla de ser internacional y del romanticismo de que vos te tenías que ir a conocer el mundo y vivir la miseria del artista luchándola afuera.

Lía Munilla Lacasa: ¿La apertura democrática significó un atracti-vo para el retorno de muchos artistas?

Maraní González del Solar: Volvieron, entre otros, Marcia Schvartz, juan Carlos Distéfano, León Ferrari, Elda Cerrato.

Lía Munilla Lacasa: ¿Cómo se acomoda el Grupo de la x, por ejemplo, en el Centro Cultural Rojas?

Ana Gallardo: El Grupo ya no existía porque duró dos años. Me acuerdo del momento en el que se estaba gestando el Rojas, por-que compartía el taller en La Boca con Magdalena jitrik. Ella junto con jorge Gumier Maier arman el Rojas, pero no había una idea de lo que hacían. Estaban decidiendo por sus gustos personales. Los dos eran artistas. Los artistas son los que marcan el paso, y después viene todo lo demás y casi que sin saber lo que estaban haciendo era un acto político. Ellos con más conciencia que noso-tros desde el Grupo de la x; hacían política cultural en el arte.

Lía Munilla Lacasa: ¿De qué manera se liga esto a la democracia?

Maraní González del Solar: Creo que en los 80 lo que pasó fue algo más visceral, que no sólo incluyó a la plástica sino también al teatro y otras áreas. Fue como decir "los jóvenes estamos vivos, queremos seguir viviendo", y se jugó eso muy fuerte. Había como una revancha vital después de una generación bajo tierra. Sin em-bargo, los 80 también trajeron el sida, que fue algo muy fuerte. El

"En los 90 el arte baja a una categoría popular y todo se hace masivo. Se vuelve accesible y deja de ser para una especie de elite, aunque hoy en día el arte contemporáneo sigue siendo de una elite. Y también aparece un tipo de arte que está tomado de lo popular, que se puede ver en las fotografías de Marcos López, por ejemplo". Ana Gallardo.

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"Hasta 1985, cuando Jorge López Anaya se hace cargo de la cátedra de Arte Argentino Contemporáneo, nunca había pisado una galería. Él nos mandaba todos los fines de semana a realizar trabajos prácticos a las galerías, exposiciones y museos. Fue la primera vez que tomé contacto con los artistas. Hasta ese momento para mí los artistas estaban en los libros, en los fascículos". Lía Munilla Lacasa.

arte se hizo cargo de esta situación. En la escena de Buenos Aires el sida castigó mucho a esa gente joven que saludaba la vida.

Ana Gallardo: no teníamos la información que había en el resto del mundo. En los 80 estábamos saliendo, te tirabas a la pileta sin saber qué pasaba en el mundo. Uno vivía sin saber que había un sistema que te protegiera. En los 90 eso cambia. Algunos artistas, como Feliciano Centurión, trabajan con su enfermedad y dejan testimonio. En los 80 hubiera sido imposible.

Lía Munilla Lacasa: Es interesante pensar los procesos en el cam-po más institucional y artístico. En el campo académico el regreso de la democracia trajo un sistema de becas que ofreció Raúl Al-fonsín para los estudiantes y graduados de la universidad. Enton-ces la investigación empezó a tener lugar más allá del COnICET. y es notable cómo de esos becarios de la universidad –yo era es-tudiante y gané la primera beca-, salió un grupo duro en el que estaban, por ejemplo, Laura Malosetti, Gabriela Siracusano, Dia-na Becher y Andrea Giunta, que están hoy en lugares directivos. Hasta el ’85, cuando López Anaya toma la cátedra de Historia del

Arte Argentino, solo se veía hasta 1880. no veíamos a Fernando Fader ni a Pio Collivadino. yo nunca había pisado una galería y López Anaya, en cambio nos mandaba todos los fines de semana a realizar trabajos prácticos a las galarías, exposiciones y museos. Fue la primera vez que tomé contacto con los artistas. Para mí los artistas estaban en los libros, en los fascículos.

Maraní González del Solar: En la década del 80 se generaron nuevas carreras como Diseño, Cine y Fotografía. Creo que desde ese momento Buenos Aires puso la Historia del Arte Argentino en imágenes, algo que antes no estaba.

Lía Munilla Lacasa: ¿De qué manera interviene el menemismo en el arte?

Maraní González del Solar: Las condiciones económicas del país abrieron la posibilidad de viajar al exterior. Ana Gallardo: Se populariza todo. El arte baja a una categoría popular y todo se hace masivo. El arte se vuelve accesible y deja de ser para una especie de elite, aunque hoy en día el arte con-

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temporáneo sigue siendo de una elite. y también aparece un tipo de arte que está tomado de lo popular, que se puede ver en las fotografías de Marcos López, por ejemplo. Es una tendencia que sociabiliza las técnicas.

Lía Munilla Lacasa: ¿Qué otro aspecto significativo surge en el arte argentino en estos 30 años?

Maraní González del Solar: Lo que cambió muchísimo fue el tema del mercado, del costo, del valor de las obras. En los 80 era imposible pensar los valores que se ven ahora. Inclusive muchos artistas empezaron a tener cotización en Sotheby´s.

Ana Gallardo: Un artista hoy en día tiene precios internacionales más allá de la dolarización.

Maraní González del Solar: Sin embargo, creo que el arte ha lle-gado a un punto que hace un poco de ruido. Que la escena más importante de la Argentina sea una feria de arte marca que el

arte es parte de la sociedad del espectáculo y empieza a ser un lugar un poco inalcanzable. ArteBA es un lugar selectivo.

Ana Gallardo: El mercado puso al arte en un lugar de deseo. En algún punto me parece atractivo lo que ocurre, pero lo que la fal-ta a esto es la pata de las instituciones. Ahora vamos a tener fun-cionando el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), pero no hay políticas culturales y eso es un problema. y el merca-do del arte es para unos pocos artistas. La mayoría no puede estar en esa semana de euforia que es ArteBA y que representa el úni-co momento del año en el que se venden obras en Buenos Aires. Por eso insisto en que me parece grave que no tengamos políticas culturales en Argentina. ningún gobierno se ha ocupado de hacer eso. y olvidate de hablar de lo que significan las políticas de salud para los artistas, la jubilación, los honorarios; nadie piensa eso y es un problema serio. El mercado funciona para pocos.

Lía Munilla Lacasa: ¿En otros países está contemplado esto?

Ana Gallardo: En muchos países se pelea por eso, pero por lo me-nos hay honorarios de artistas. yo viajo a hacer una muestra y me pagan todo. Si tuviera que salir de Buenos Aires no puedo llegar a Rosario porque no gano dinero como artista. En cualquier lugar del mundo te pagan honorarios, el viaje y el hospedaje.

Maraní González del Solar: ¿Desde el punto de vista de los artis-tas el MALBA significó algo fuerte?

Ana Gallardo: Es algo fuerte en el mundo del arte contemporá-neo argentino, un lugar de visibilidad deseado. Si el MALBA te convoca, seguro vas a vender. Si te compra la primera pieza en ArteBA seguro que estás bien.

"Creo que lo que pasó en los 80 fue algo más visceral, que no sólo incluyó a la plástica sino también al teatro y otras áreas de la cultura. Fue como decir 'los jóvenes estamos vivos, queremos seguir viviendo'; fue muy fuerte". Maraní González del Solar.

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Maraní González del Solar Licenciada en Historia de las Artes, Facultad de Filosofía y Letras,

Universidad de Buenos Aires.

Se desempeña como profesora de Gestión Cultural en la carrera de Cura-

duría y Gestión Cultural del CIC y también está a cargo del área de Expo-

siciones Temporales MALBA- Fundación Costantini. Además, coordina el

área de Artes Plásticas en la Dirección General de Asuntos Culturales de

la Cancillería argentina.

El nuevo rol del curador

Maraní González del Solar: La idea del curador se empie-za a hacer fuerte en Buenos Aires en los 2000. Ana Gallardo: El curador es lo que antes era el crítico de arte. López Anaya era un curador. Es una actividad que se profesionalizó a tal punto que existe la carrera de cura-dor. Pero en los 80 y 90 esa función la cumplía, por ejem-plo, Jorge Glusberg. También es cierto que estaban López Anaya y Fermín Fevre. Lía Munilla Lacasa: Si solo fuera la profesionalización del curador sería bienvenida, pero me parece que hay una espectacularización de la figura del curador detrás de la cual se pierden un poco los artistas.Ana Gallardo: Pero el arte tomó esa dimensión. En los 80 era como una elite técnica en la que ni siquiera existía el arte contemporáneo. Uno decía que iba a estudiar arte y le decían "de qué vas a vivir". Ahora a la familia apoya a los artistas porque es un negocio. Sabe que si la pegás, la pe-gás muy bien. Esto antes no existía. Hoy salís en revistas, sos famoso. El arte empieza a tener un lugar en el mundo que no tenía y eso incluye, quieras o no, al curador.

"Berni no era un virtuoso, sino un trabajador"

Ana Gallardo: Antonio Berni tenía dificultad para pin-tar, no era un virtuoso sino un trabajador. Me acuerdo la primera vez que vi una muestra de sus trabajos su-rrealistas y veía una dificultad en el trazo; tenía dureza. Para mí Berni es quien es cuando libera los materiales y dice: "Te pego esto acá porque no puedo pintar". Yo no tengo talento pero tengo voluntad, y creo que a Berni le pasaba eso.

Ana Gallardo Artista plástica

Una de las máximas representantes de la escena contemporánea. "Una

gran cabeza del arte que hace teoría de su práctica artística. Participa de

debates, está en foros, reportajes y en el ambiente muy activamente", se-

gún Munilla Lacasa.

Lía Munilla Lacasa Profesora de Cátedra del Departamento de Humanidades

de la Universidad de San Andrés. Doctora en Historia por la

Universidad torcuato Di tella.

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires. Reali-

zó estudios doctorales en la Universidad de California, Berkeley, se desem-

peñó entre 2001 y 2005 como directora del área de Educación y Acción

Cultural del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).

Lía Munilla Lacasa: En estos 30 años creo que una de las cosas más interesantes que pasaron son los espacios alternativos pro-movidos por los artistas.

Maraní González del Solar: Pero también se abrieron muchos museos en estos años de democracia. Argentina inauguró mu-chos museos, o los reformuló, en Buenos Aires y en las provincias.

Lía Munilla Lacasa: En el MALBA se ha hecho mucho en el ám-bito de la educación. Otros museos debieron imitarlo porque de lo contrario se quedaban a años luz. Creo que trazó un ca-mino en ese sentido. También hay que destacar que el Museo de Bellas Artes está bellísimo y que hace mucho que no estaba tan bien. I

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Archivos y bibliotecas, actores de la transformación democrática

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) deter-minó en 2006 que el acceso a la información es parte funda-mental de la libertad de expresión. Este importante reconoci-miento, primero en el mundo, se erige como pilar fundamental en los estados americanos y como modelo a seguir por los esta-dos a nivel mundial.

En el caso de la Argentina, en lo que respecta a los llamados “ar-chivos de la represión”, el acceso a la información es entendido como sinónimo de libertad y piedra angular de legitimidad de una democracia que cumple 30 años. Sin embargo, el esfuerzo de la sociedad argentina y de los múltiples actores de la militan-cia en derechos humanos no se agota, ni debería agotarse, en esos archivos.

Es más, sus esfuerzos trascendieron los documentos de las accio-nes militares y subversivas durante la dictadura, lo que permitió crear evidencia y dar prueba del accionar cívico-militar de la re-presión, violencia, apropiación y masacre. Ello favoreció la po-sibilidad de investigar los delitos de lesa humanidad, recuperar a los nietos/as, reconocer los restos humanos y, así, construir la memoria certera de lo ocurrido.

La ciudadanía se lanzó en busca de librerías, archivos, bibliotecas y museos cuando la Argentina decidió comenzar la reconstruc-ción de su identidad como nación. Había caído el régimen y era el momento de leer y re-crearse en la búsqueda de los pedazos perdidos de la historia y la vida.

Las iniciativas gubernamentales favorecieron esta reivindica-ción cultural. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín se promul-garon múltiples decretos, leyes y resoluciones para recuperar los libros censurados y destruidos por la dictadura. También se promovió la libre producción intelectual, la construcción de archivos y repositorios, bibliotecas populares y centros de in-formación para fomentar la adquisición de materiales que apo-yaran educación ciudadana.

Para trabajar en pos de esta reivindicación cultural era necesario también garantizar que la información y documentación estuvie-ra disponible, no solo en términos de que pudiera ser consultada sino descripta, organizada y tratada de modo que cumpliera con el propósito de servir como prueba para la investigación judicial. Por eso resultó imperiosa la creación de nuevos programas en materia de bibliotecología, archivología y ciencias de la informa-ción en general.

Las iniciativas documentales transitaron por tres líneas, a ve-ces confluentes y otras veces no, pero siempre con el mismo propósito: evidenciar, tanto para la persecución de los acto-res de la represión como para la educación de la ciudadanía, la estrategia desarrollada por la dictadura como proyecto consciente, centralizado, no improvisado y llevado a la prácti-ca durante los años que se extendió el régimen represivo. Pri-mero, los archivos originales de las órdenes militares dadas en el período de la dictadura. En segundo lugar, los derivados de las investigaciones post-dictatoriales y, en tercer término, los

Por Gloria Orrego Hoyos

La creación de centros de documentación y bases de datos de instituciones protagonistas de la historia nacional favorecerá la educación de una ciudadanía crítica, garantizará sus derechos y reivindicación cuando sean violentados, afirma la autora en esta nota.

"Las iniciativas gubernamentales favorecieron esta reivindicación cultural. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín se promulgaron múltiples decretos, leyes y resoluciones para recuperar los libros censurados y destruidos por la dictadura".

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archivos o centros de documentación creados para preservar y reconstruir la memoria.

En el caso de los archivos originales, o los ya mencionados "archi-vos de la represión", existen documentos relativos a los ataques del régimen militar, aun los más infames, identificados con detalle en miles de actas y resoluciones. Sin embargo, la reconstrucción de los mismos fue una tarea muy difícil. En los últimos días de la dictadura se libraron órdenes para la destrucción de toda la do-cumentación que evidenciara el accionar militar y, por esto, se perdieron millones de fojas con información que permitiera re-construir las acciones castrenses.

no obstante, la misma estrategia y organización de la dictadura impediría que fueran borrados sus actos. Habían sido muchos años de órdenes escritas, protocolos a seguir y múltiples secre-tarías, ministerios y oficinas que los albergaban. Aquellos docu-mentos que sobrevivieron a la quema y destrucción, fuera por el azar o por el accionar de alguna persona, forman hoy el acervo documental de la historia del horror.

Un ejemplo es el archivo estatal BAnADE de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), que guardaba los informes de la “Asesoría Literaria del Departamen-to de Coordinación de Antecedentes de la SIDE” entre 1977 y 1979. Ese lugar atesora una primera colección de documentos con análisis de diversas producciones culturales realizados por los servicios de inteligencia a los fines de decidir si ponían en peli-gro la seguridad nacional o si fomentaban o hacían apología a las llamadas actividades comunistas y subversivas.

Dentro del segundo tipo de archivos, los derivados de la in-vestigación, los más famosos son el fondo COnADEP (Comi-sión nacional sobre la Desaparición de Personas), hoy en el Archivo nacional de la Memoria, y el Banco nacional de Datos Genéticos, este último un claro ejemplo de los denominados archivos “no tradicionales”, porque contiene elementos que favorecen a la identificación de los niños, niñas y adolescen-tes secuestrados y también el esclarecimiento de los delitos de lesa humanidad.

Finalmente, los centros de documentación para preservar y re-construir la memoria. Este tipo de documentación confluye tanto con los archivos de represión y los de investigación, como el caso de los del CELS y las Madres de Plaza de Mayo, que contienen, por ejemplo, los habeas corpus presentados por familiares de las víctimas de la dictadura.

La demanda por información en Argentina está en curso. Cons-tantemente surgen nuevos temas, algunos relativos a la dictadu-ra y otros a situaciones represivas bajo el sistema democrático. Es por ello debe continuar el apoyo a la creación de centros de documentación, bases de datos y archivos, por ejemplo, de em-presas, universidades y otras instituciones protagonistas de la historia nacional que permitan la educación de una ciudadanía crítica gracias a la consulta irrestricta de la información, garan-tizando sus derechos y la reivindicación de los mismos cuando sean violentados. I

"En el caso de la Argentina, en lo que respecta a los llamados "archivos de la represión", el acceso a la información es entendido como sinónimo de libertad y piedra angular de legitimidad de una democracia que cumple 30 años".

Referencias Bibliográficas:

Invernizzi, Hernán, and judith Gociol. 2002. Un golpe a los libros:

represión a la cultura ante la última dictadura militar. Ciudad de Buenos

Aires: Eudeba.

Katherine Worboys. 2006. "Letting in the Light: The emergence of an in-

formation-based civil society in post-dictatorship Argentina, 1984-2004".

History of Education Review. 35 (1): 58-71

Gloria Orrego Hoyos Coordinadora de Servicios Referencia Jurídica de la Biblioteca

Max von Buch de la Universidad de San Andrés. Abogada por la

Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Jurídicas,

Bogotá, Colombia.

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2010Buenos Aires, Argentina

La Argentina celebra el Bicentenario de la Revolución de Mayo con diferentes celebraciones en todo el país.

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2011Buenos Aires, Argentina

El Congreso nacional convirtió en ley la posibilidad de que los adolescentes de entre 16 y 18 años puedan votar.

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2013Buenos Aires, Argentina

El cardenal argentino jorge Bergoglio es elegido Papa en reemplazo del renunciante Benedicto xVI. El prelado elige el nombre de Francisco para desempeñar la misión religiosa.

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Quien sea devoto de Breaking Bad sabrá a lo que me refiero cuando digo transformación. Desde mi propia experiencia como espectado-ra, lo que más me cautiva de esta serie es la lenta pero irrefrenable metamorfosis que va sufriendo, capítulo tras capítulo, su personaje principal. Walter White, querido antihéroe, transita -frente a los ojos cómplices y expectantes de las audiencias- un camino de ida, que zar-pa desde el miedo al futuro y a los vaivenes de la vida, para llegar a un estado de autoconfianza y seguridad -irónicamente acompañado de riesgos cada vez más reales-, que le hace abandonar sus temores existenciales y lo instiga a actuar, actuar, actuar.Desde el ámbito de lo existencial (“necesito un cambio”) al espacio de lo político (es constante el tema del cambio en el discurso de las cam-pañas electorales), pasando por nuestra propia condición de seres bio-lógicos (el tiempo como factor de cambio), la idea de la transformación nos atraviesa. Creo que fue en la modernidad cuando esta noción pasó a ocupar un lugar firme dentro del imaginario social. Resignificada des-de distintos lugares, la “transformación” fue vista negativamente por miradas conservadoras y reivindicada como bandera por posiciones revolucionarias. Pero en esta pelea ideológica, el concepto mismo de cambio no era ya discutido. Implicaba una realidad posible y sobre todo gestionable por los propios hombres, no ya por un orden superior. En el presente número de Mouton, rescatamos la cuestión de las transformaciones. Pero no tanto desde la certeza sobre que el cambio es posible -como afirman la modernidad y los creadores de Breaking Bad-, sino sobre todo desde la incertidumbre: ¿qué significa transfor-marse?, ¿cuáles son las ideas detrás de esta idea?, ¿pueden postularse transformaciones de cualquier objeto o hay cuestiones que son inmu-tables?, ¿cuando observamos un cambio, cambiamos nosotros o cam-bió el mundo?Para eso entrevistamos al filósofo y docente Darío Sztajnszrajber, quien nos despejó el sendero abriendo lineamientos, ideas, que per-miten pensar la transformación alejados de lugares comunes y nocio-nes resabidas. En 2013 cumplimos 30 años de democracia. Desde este aniversario Antonella Bandiera propone una lectura crítica y aguda sobre el pa-norama político nacional a nivel partidario. Recorriendo sendas más intimistas y experienciales, Mateo Mórtola cuenta cómo Rebelde Way es para él símbolo de cambio en su relación con las mujeres. José Flo-rito propone pensar que la transformación personal -o para que no suene new age-, de la persona, produce sentido en cambios pequeños, cotidianos, constantes. Los profesores Julián Gadano y Tomás Bieda reflexionan acerca de la transformación en la representación del pro-blema político en series de ficción contemporáneas. En la sección de recomendaciones, Celina Bartolomé, Agustín Suárez Ortega y Lucas Rijana nos hablan del tema de la transformación, tratado desde la música, el cine y la literatura. En la sección Humanos de San Andrés, encontramos: gente que pasa, gente que habla, gente a la que es lindo escuchar y ver. Por último, Manuel Kiguel tematiza una mirada tensa entre pasado y futuro en su poema “lamento del paso adelante”. Esperamos que la presente Mouton (¡ya es la número 8!), dedicada al mundo de lo que se transforma, invite a desarmar -y profundizar- una noción que nos rodea constantemente, en todos los ámbitos de nues-tra vida, todos los días: la del cambio. Problematización expresada de una manera sutil y clara por el genio de Oscar Wilde: “discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho”.

por Mora Matassi(estudiante de Comunicación, 3er año)

equipo editor:José FloritoMora MatassiVicky MulvilleCarla NudelLucila San MartínFloriana SchiavoneAgustín Suárez Ortega

escriben eneste número:Antonella BandieraCelina BartoloméJosé FloritoManuel KiguelMora MatassiMateo MórtolaLucas RijanaAgustín Suárez Ortega

colaboracionesespeciales:Julián GadanoDarío SztajnszrajberTomás Bieda

diseño:Departamentode ComunicaciónInstitucional dela Universidadde San Andrés

fotos tapay contratapa:Gonzalo Beccar Varela

staff editorial

[email protected]

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¿Qué significa “transformarse”? ¿La transformación es un proceso o un punto en el tiempo?

No es un punto. La transformación viene desde siempre y sigue para siempre, pero el siempre nunca es estático. Los puntos no existen. Son ilusiones que buscan hacer soportable el vértigo que provoca asumir la incesante transformación de todo. El todo es pura transformación. Un todo que no se transforme no es un todo.

Transformarse es el pasaje constante del ser al no ser y del no ser al ser...

¿La idea de transformación implica la idea de una esen-cia que no cambia?

No creo en las esencias. Creo que las esencias son actos de poder. Una esencia busca interrumpir el devenir. Por eso, si todo se transforma, nada permanece idéntico a sí mismo. Y si no hay identidad, no puede haber esencias...

¿Decir que “todo cambia” es equivalente a decir que “nada cambia”, ya que no se asume la existencia de una esencia permanente?

Podríamos empezar a pensar el cambio más allá del pen-samiento binario. No se trata de “cambio” como opuesto a “permanencia”, ya que así categorizado, el cambio per-manente disuelve la misma idea de cambio. Es famosa la aporía lógica que sostiene que si todo cambia, el cambio también cambia. ¿A qué cambiaría el cambio sino al no-cambio? Y por ello se concluye que no es cierto que todo cambie.

Creo que estas aporías se legitiman en un pensamiento binario que al ser disuelto, nos permite pensar el cambio por fuera la lógica. Y así romper con la bipolaridad entre el ser y el no ser. El cambio es el pasaje entre ambos, pero nunca es ni uno ni el otro.

¿Podemos pensar a la vida de un individuo como una metamorfosis?

Podemos pensar la existencia como la paradoja de un ser que al mismo tiempo es y no es. La paradoja de un ser

que nace para morir. La paradoja de alguien que al mismo tiempo es el mismo, pero siempre diferente.

La idea de “cambio” suele ser asociada a algo positi-vo. ¿Esta creencia común proviene de la modernidad? ¿Cómo leería la posmodernidad al cambio?

Hay una lectura moderna del cambio que se ampara en la categoría de “progreso” como mejora. La pregunta sería: ¿mejora con respecto a qué? Siempre que se habla de me-jora se invisibiliza el parámetro que determina la mejora. Un arma química puede ser mejora o desmejora según el criterio: depende si es el de productividad militar o el res-guardar la vida humana.

En un pensamiento posmoderno se evidencias los con-traefectos de la doctrina del progreso. Se intenta plan-tear las múltiples perspectivas que tiene cualquier fenó-meno y no solo quedarnos con la lectura unilineal basada en el valor de progreso dominante.

¿Sentís que hay alguna transformación trascendental que hayas vivido en tu vida?

Cambio todo el tiempo. Por eso cada vez que me encuen-tro en una nueva etapa, el cambio al que llego deja de te-ner peso. Lo peor de estar siempre en transformación es que la transformación se vuelve una rutina...

¿Podés mencionar alguna transformación que se haya dado en la historia de la humanidad que te interese par-ticularmente?

Lo que más me apasiona es la condición paradójica de una humanidad que al mismo tiempo que está siempre siendo otra, no deja de ser siempre la misma. Cambia la tecnología, cambia lo material, pero las grandes cues-tiones existenciales se mantienen: el tiempo, el amor, la muerte…

filosofía y transformaciónentrevista a Darío Sztajnszrajber

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Darío Sztajnszrajber es filósofo, ensayista, profesor de la Universidad de Buenos Aires y

FLACSO y conductor de los programas El amor al cine y Mentira la verdad, transmitidos

por Canal Encuentro. Este semestre se acercó a San Andrés para dar una clase en el

seminario Huellas de la Transformación Digital. Aprovechamos su visita para conversar

con él sobre el eje de esta Mouton #8: la transformación.

Foto: Gonzalo Beccar Varela, 2013

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De acuerdo con un argumento influyente en la ciencia política la democracia es un equilibrio basado en el juego de las elecciones. Éstas autorizan a gobernar y designan “ganadores” y “perdedores” que se comportan siguiendo un sistema de reglas. Este juego emerge como equilibrio cuando los perdedores están dispuestos a aceptar la de-rrota porque estiman que los beneficios que pueden ob-tener en el futuro son superiores a los costos de desco-nocer los resultados en el presente. En otras palabras, la facción que pierde acata los resultados de las elecciones porque la probabilidad de ganarlas en el futuro no es nula.

Para quienes pensamos que la democracia es la mejor forma de gobierno el corolario de esta interpretación es auspicioso. Que la democracia sea un equilibrio implica que no necesitamos que todos los ciudadanos sean de-mócratas y es irrelevante que existan actores que pien-san a la política como un juego de suma cero. Los actores políticos comprometidos con la democracia son desea-bles pero no son necesarios. Ahora bien, a pesar de estar disfrutando del período más extenso de democracia sin interrupciones autoritarias, la evolución de la vida polí-

tica argentina en estos últimos treinta años dista de la imagen que se desprende de la teoría de la democracia como equilibrio.

En efecto, la idea en la que se apoyan estas teorías supo-ne que los partidos se comportan de acuerdo con las re-glas que impone el juego democrático porque la probabi-lidad de ganar elecciones es distinta de cero. Una mirada superficial a los últimos resultados electorales en nues-tro país sugiere que hay un solo partido, el justicialismo, en condiciones de ganar elecciones a nivel nacional y que es improbable que el ejecutivo esté ocupado por alguna figura ajena al peronismo en el futuro cercano.

Un conjunto de factores institucionales y estructurales explican el predominio del justicialismo. La concentra-ción del electorado peronista en distritos chicos, en don-de las reglas de representación favorecen al partido ma-yoritario, le garantiza al peronismo una sólida presencia en el Congreso Nacional. El numeroso electorado pero-nista que se concentra en el conurbano bonaerense y la facilidad que encuentra el partido para evitar el ballotage

equilibrios y desequilibrios.30 años dedemocracia argentina

por Antonella Bandiera (Graduada de Ciencia Política, Universidad de San Andrés)

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le aumenta los costos a las alternativas electorales de lle-gar al ejecutivo.Entonces, ¿por qué las fuerzas no peronistas aceptan sistemáticamente su derrota si la probabilidad de ganar elecciones, al menos en el nivel nacional, es prácticamen-te igual a cero? La neutralización de las Fuerzas Armadas como actor político es un componente fundamental de la respuesta a este interrogante. Sin embargo, la distancia que existe entre la realidad política argentina y los su-puestos de las teorías de la democracia como equilibrio admite un argumento complementario para explicar el comportamiento de los partidos en la actualidad.

El modelo de la democracia como equilibrio supone que el premio que deviene de las elecciones es único e indivisi-ble. Que existan distintos niveles de gobierno y distintos tipos de cargos a ocupar incide significativamente sobre la predisposición a aceptar derrotas en el nivel nacional. La dificultad que encuentran los partidos políticos argen-tinos para distribuir los bienes colectivos que conquistan como organización anula la formación de organizaciones partidarias nacionales. Que existan múltiples premios les permite a los dirigentes refugiarse en estructuras de cooperación reducidas y desincentivan la formación de coaliciones nacionales, en ausencia de incentivos para cooperar en ese nivel en el largo plazo.

En resumidas palabras, el sistema de partidos argentino está lejos del bipartidismo que lo caracterizó hasta el año 2003. Su intensa fragmentación y el predominio del PJ es sintomático de una serie de transformaciones que ocu-rrieron, sobre todo, al interior de las organizaciones par-tidarias. Para entender estas transformaciones es nece-sario considerar cómo y en dónde se generan los recursos necesarios para desarrollar estrategias electorales, cómo se accede a cargos y candidaturas y cómo las condiciones del entorno inciden sobre las estrategias de los partidos políticos, hacia el interior y exterior de la organización.

Las intensas y extensas internas del PJ, particularmente los conflictos entre Menem y Duhalde con posterioridad a la reelección del ‘95, perjudicaron el armado nacional del partido justicialista. Algo análogo puede afirmarse de los problemas que encontró el radicalismo para resolver la sucesión de Alfonsín. Los cambios en las preferencias del electorado, la heterogeneidad entre las mayorías de

los centros urbanos y las del resto del país y las experien-cias de gobierno trágicas tanto del radicalismo como del justicialismo explican la desarticulación de los partidos a nivel nacional. La crisis del 2001 magnificó, en la arena partidaria, problemas de cooperación que la precedie-ron. Ciertamente, el resultado de este proceso afectó al radicalismo y a las terceras fuerzas en mayor medida que al justicialismo, que exhibe una asombrosa capacidad para producir liderazgos y adaptarse a shocks exógenos.

En síntesis, esta breve descripción de la evolución del sis-tema de partidos sugiere que la probabilidad de que las alternativas al peronismo ganen una elección nacional es baja. Porque existen ventajas institucionales y estructu-rales que lo favorecen y porque el justicialismo es el único partido que, en la actualidad, exhibe un compromiso creí-ble con la protección del electorado más perjudicado por la desigualdad resultante del proceso de distribución de bienes. A pesar de esta supremacía es razonable suponer que las alternativas no peronistas no disputarán los re-sultados electorales adversos. Porque la última dictadura militar dejó marcas indelebles en la sociedad y porque la estructura de la competencia política en la argentina de-termina que no hay un único premio. La divisibilidad del premio, no obstante, imposibilita la formación de coalicio-nes nacionales y contribuye al debilitamiento de los par-tidos políticos. La ausencia de partidos fuertes es nociva para nuestra democracia en la medida en que su calidad depende del formato organizacional de los partidos.

En estos últimos treinta años los partidos han demos-trado que son capaces de perder elecciones y aceptar resultados adversos, aunque para algunos la expectati-va de triunfar en el futuro es poco verosímil. Pensar en los motivos por los cuales esto sucede en el contexto de la definición minimalista que propone la teoría de la democracia como equilibrio es útil. Hacerlo nos permite preguntarnos más inteligentemente sobre los proble-mas que realmente nos importan y las condiciones que los originan. Después de treinta años la dictadura militar es el pasado que evocamos para reafirmar el compro-miso de la transición: dijimos nunca más. Pero después de treinta años de aprendizaje en las reglas del juego democrático, éste juego, en estas condiciones, sigue sin producir la democracia que realmente nos importa, una democracia sustantiva.

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house of cards:política madisoniana en versión para tv

Cabalgando sobre una tendencia de influencia cre-ciente en la industria del entretenimiento audiovisual –construir ficción “desde la óptica de los villanos”- la compañía de video streaming Netflix nos sorprendió este año con una serie innovadora. House of Cards –de ésta se trata- se mete en el mundo de la política de los Estados Unidos pero eligiendo, para contarla, a los in-siders de ese mundo. Y cuando digo insiders quiero de-cir súper-insiders: los protagonistas del backstage de la política de Washington, los hombres del Congreso, los líderes partidarios, el speaker. En ese sentido, va mucho más allá que otra saga televisiva que hizo historia: The West Wing, hace 10 años nos mostraba la vida de un Presidente y su núcleo cercano de asesores en un con-texto de política real. Pero con una gran diferencia: la trama de TWW giraba alrededor de un Presidente, que además era Premio Nobel de Economía y -esencialmen-te- un “hombre bueno”. Un político bien intencionado, demócrata y liberal, que trabajaba -eso sí- en la políti-ca real. El Presidente Bartlett era la visión más realis-ta posible del “presidente que a Hollywood le gustaría tener”. Frank Underwood -nuestro hombre en HoC- no es un presidente bueno. Es más, no es un Presidente, ni

bueno ni malo. Es un Diputado, hacedor de política tras bambalinas, en el -para el americano medio- incompren-sible mundo del Congreso de los Estados Unidos. Ese es nuestro héroe. Como si en Argentina se estrenara una serie cuyo eje fuera la vida del Coti Nosiglia, José Luis Manzano o el Chacho Jaroslavsky.

No estoy haciendo juicio de valor de estos protago-nistas de la vida política argentina, como no lo hago de Underwood. Muy por el contrario, no hago más que ex-presar mi fascinación de politólogo por que Hollywood “nos dedique” una serie. Pero no dejo de preguntarme cómo es posible escapar del maniqueísmo, tan tentador en un país en el que su ciudadano medio (desde el farmer de North Carolina hasta el bancario de Chicago) supone que Washington es una ciudad en la que viven ratas chu-pasangre que disfrutan de la vida gracias al impuesto que pagan sufridos trabajadores. Con excepción, por supues-to, del Presidente. ¿Qué hace que esta serie sea atractiva, o al menos lo sea lo suficiente para que ya hayan decidido correr una segunda temporada? Se me ocurre una hipó-tesis: logra mostrar casi en su esencia la fascinación por el poder, y el atractivo que genera ver a quienes saben

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gestionarlo. Underwood no es “bueno”. No es Clark Kent. Pero tampoco es Lex Luthor, convengamos. Tiene senti-mientos, incluso valores, y tiene sus días buenos y malos. Y sabe hacer muy pero muy bien su trabajo. ¿Cuál es su trabajo? Construir, mantener y gestionar poder en altas dosis, en la principal potencia mundial. Interesante. A partir de ahí, Kevin Spacey hará lo posible para que ade-más le tengamos un poco de cariño.

Hablemos un poco de la trama. House of Cards es una se-rie producida por Netflix (ya diré algo sobre eso más ade-lante) que relata –a través de su protagonista, el Dipu-tado Frank Underwood- el día a día de la política dentro del Congreso de los Estados Unidos. Es, en realidad, una adaptación de la saga británica del mismo nombre basa-da en la novela de Lord Dobbs y transmitida por la BBC en 1990 (¡albricias! una vez más Hollywood mejora abu-rridos productos británicos). Cuenta con las actuacio-nes protagónicas de Kevin Spacey, Robin Wright y Kate Mara. Es producida por David Fincher, quien además diri-gió los primeros dos capítulos. De las actuaciones, quiero destacar –además de Spacey- a Mara, quien protagoniza a una joven y ambiciosa periodista cuyo papel crece sos-tenidamente a lo largo de la temporada.

Hay una firma de estilo de Fincher en la serie, muy adecua-da a la temática. Se trata del recurso constante a la “rup-tura de la cuarta pared”, recurriendo al diálogo con el es-pectador, a través del cual Underwood nos muestra cómo él –pero gracias a su complicidad, también nosotros- está por encima de la media de tontos con los que se relaciona. Efectivamente, para el genio de Underwood, la mayoría de sus congéneres son un poco nabos, con excepción quizás de su esposa (Wright), Mara y un par más. Pero el espec-tador entra dentro de la categoría de las personas sagaces a las que Underwood les concede la gracia de incluirlos en el mundo de entendidos: “ustedes saben a qué me refiero”.

House of Cards es una serie innovadora por su conteni-do y por la forma en que lo encara, sin ninguna duda. Y es muy recomendable para quienes nos gusta la po-lítica. Pero también es innovadora en su formato: es una producción original de Netflix, lo que ya implica una innovación. Intenta resolver el gran dilema de las compañías de video streaming: ¿Cómo competir con el cine que nos manda sus productos con retraso, y con la piratería, que los pone al aire al día siguiente? (“Todo bien con Netflix, pago 9 dólares por mes, no es caro, y tengo todo el catálogo. Pero en Cuevana veo la película un poco peor, pero al mismo tiempo que en el cine, y gratis”). Net-flix le respondió a la piratería como en su momento lo hizo i-tunes: no con abogados, juicios y policías sino con lógica de Internet. Inventando algo que los internautas quieran consumir. Y se les ocurrió algo muy bueno: ¿no podemos tener los productos de las cadenas de TV al mismo tiempo que ellos (y que los piratas)? Hagamos uno nosotros. Con un poco de suerte e ingenio, en algu-nos años quizás Fox anuncie que pasa la serie “al mismo tiempo que Netflix”. E innova también –y mucho- en otra cosa: puso toda la temporada completa al aire el mismo día. Toda. ¿Por qué tener una limitación del mundo real, que en el virtual no necesitamos? Eso es entender la ideología de Internet: todo ya, aquí y ahora. Y yo decido si me quedo sin dormir 2 días seguidos o tardo un año en verla. Grande Netflix, entendés la In-ternet mucho mejor que Fox.

Pero, amigos, no todo son rosas. Tengo la sensación, como espectador, de que la serie se va quedando a lo largo de la temporada. Se torna repetitiva y –salvo por el personaje de Mara- un poco aburridita al final. Algo van a tener que pensar, porque acá no hay muertos, no hay asesinos des-cubiertos, ni héroes que salvan a América y al mundo. No es tan fácil mantener la atención de Doña Tota hablando sólo de política. Ojalá…

por Julián Gadano (Profesor del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de San Andrés)

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the walking dead o dead man walking

Uno de los pilares fundacionales de la modernidad es la confianza ciega en el progreso irrestricto e infinito del género humano, justificándolo en la creencia cuasi dog-mática de una ilimitada capacidad, conocimiento, avan-ce y autosuperación del individuo. De tal modo, el ser humano iba perfeccionando su industria, profundizando su ciencia, extendiendo su economía y potenciando su tecnología. La modernidad desplegaba así su vertigino-sa y ascendente utopía construyendo sociedades que se presentaban como la mejor versión de sí mismas y como la vanguardia de su propia transformación.

Sin embargo, este “sueño moderno” tuvo su pesadilla, o perfecta realización, en el Siglo XX: guerras mundiales, genocidios, campos de concentración, experimentos eu-genésicos con seres humanos, crisis económicas, prolife-ración de autoritarismos, totalitarismos, terrorismos de estado, ataques terroristas, intervenciones militares “hu-manitarias”, proliferación y explosiones nucleares, nuevas enfermedades, nuevas adicciones… la modernidad se en-contró de tal modo con un lado oscuro, que desde su la-tencia le recordaba otro aspecto innegable de su esencia.

En este sentido, podríamos ubicar a The Walking Dead como una serie (inspirada en el comic de Kirkman y Moo-re) que se inscribe directamente en esta tensión entre el

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por Tomás Bieda

(Profesor del Departamento de Ciencias

Sociales, Universidad de San Andrés)

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lado oscuro y claro del ser humano: entre la anarquía y la animalidad, o una regulación legal-moral de las conduc-tas humanas.

La serie narra una realidad transformada producto de un “ser humano” transformado. El debate y la tensión se depo-sitan en un cuestionamiento sobre la continuidad y el cam-bio. Esto es, ¿debemos seguir obedeciendo marcos norma-tivos legales y morales en una realidad que ya no responde a ellos?, ¿debemos respetar la ley cuando cambia el contex-to?, ¿debemos tratar a estos “walkers” (este es el nombre que le asignan a los zombies) como seres humanos, conser-vándolos, o su aspecto, comportamiento y actualidad cam-bió tanto que consiguió también alterar su esencia?

El mundo en el que transcurre la serie es uno transforma-do y el ser humano que allí se muestra también lo es, ya sea porque fue “mordido” o porque está intentando evi-tarlo. La pregunta que entonces subyace es: ¿el mundo y quienes lo habitan se han transformado, o en realidad, tal como la historia, están mostrando una dimensión que siempre tuvieron aunque latente? ¿Los walkers son otra especie, o siguen siendo seres humanos? En este sentido, la “nueva expresión” de la realidad, ¿es cualitativamente nueva o es un estadio superior de la misma realidad? El mundo de los walkers, ¿es otro mundo, en tanto involu-

ción a un “estado de naturaleza”, o es la misma realidad con los mismos problemas de orden, seguridad, legalidad y convivencia, aunque radicalizados?

Mi interpretación es que la presencia e inminencia de los walkers más que transformar la realidad, exacerba un aspecto de ella: la necesidad de orden y seguridad para alcanzar la conservación de la sociedad. En efecto, este miedo típicamente hobbesiano a una “muerte violenta” le recuerda al género humano (o a quienes quedan), por un lado, la necesidad marxista de recurrir a la violencia, y por otro, que la supervivencia en contextos darwinianos se alcanza recurriendo, tal como enseñaba Robert Louis Stevenson, al animal rousseauniano que yace –cuasi ne-gado- en nuestro origen.

The Walking Dead muestra –metafóricamente- una rea-lidad ¿extraña? no muy distinta a aquella “legal” y “nor-mal” en la que un condenado a la pena capital camina su green mile (entre la celda y el lugar de la ejecución hay una milla) y el guardia anuncia “dead man walking”. Am-bas han sido fundadas bajo procesos violentos, y nece-sitan recurrir a la fuerza para asegurar su conservación. Sólo que una es legal, y la otra de hecho. Entonces, serían distintos momentos dentro de una misma realidad, por lo que no habría transformación… ¿o sí?

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Estás muy perdido. Tus amigos te preguntan tantas veces si te vino que ya ni te esforzás en argumentar que el chiste es sexista y reproduce una relación de poder asimétrica entre los géneros. Bajás y subís tanto en un mismo día que terminás exhausto, y en el mismo punto en donde empezaste. No ganaste nada. Sentís como te deshilachás en volutas que se van en direcciones opuestas, y la falta de coherencia es lo que peor te hace. Decidiste muchas cosas, pero no pudiste llevar adelante ninguno de tus planes; estás constantemente redefiniendo la estrategia, te en-trenás en la procrastinación para que el tiempo pase, pero a la vez sentís como se te hace muy tarde, y dis-currís en una existencia inerte. Abúlico, sentado en frente de una computadora mirando imágenes, tuits, gifs que no se quedan en tu memoria más que por un segundo. Y la culpa de no poder parar, de no saber vivir. La ilusión de una vida que valga la pena se te es-capa, sardónica. Bueno. Se llama adolescencia, y per-dón, pero la estás sufriendo con un poco de atraso.

Los griegos acuñaron el término metanoia para sig-nificar un viraje en la argumentación retórica, un volver atrás para corregir un enunciado falso. El cris-tianismo se apropió del concepto y, con la inevitable carga de la culpa, lo definió como un examen crítico de toda actividad vital que antecede a una verdade-ra conversión, una especie de epifanía. Es un poco como cuando te decidís a dejar de fumar, o a no es-cribirle más, o a llegar bien leído para los finales. Es cuando llegaste a un nivel de saturación de vos mis-mo tan alto que te das cuenta de que algo tenés que cambiar. Pero bueno, lo único que lográs es quedarte

sin puchos porque la estación de servicio cerró, así que estás revisando su última conexión a whatsapp mientras fumás un tabaco raro que encontraste en una mochila de cuando hiciste tu viaje a Machu Pic-chu, y te convencés de que lo mejor es empezar con las lecturas mañana, porque ahora estás muy triste. Y tenía razón Flaubert: la tristeza es un vicio.

Mirá, yo tengo dos metas en la vida: una es jugar una carrera de avestruces y la otra es no ser un tirapos-tas. Pero de verdad, entendiste todo mal. La meta-noia no es, como yo la veo, sobre tomar grandes de-cisiones trascendentales. Esas cosas le pasan a muy pocos, y aunque no creo que sea lo que quieras leer, es poco probable que vos seas uno ellos. A lo sumo, decidirás si tatuarte una cita de Cioran, y en serio, no lo hagas. La metanoia se relaciona más con microde-cisiones, con las elecciones cotidianas que van lle-vando a una metamorfosis que, aunque impercepti-ble para los demás, con el tiempo se va solidificando. Es una batalla que se libra a diario, en cada segundo de existencia, entre tu responsabilidad como decisor y la comodidad de dejarse arrastrar de forma ligera por los acontecimientos. Nunca vas a poder ser todo lo que te planteás, pero peor es no ser nada por la incapacidad para elegir uno de los caminos infinitos que se te cruzan en la mente. Es el reconocimiento de esta finitud, y la acción consecuente, lo que nos hacen auténticamente humanos.

Bueno, al final sí soy un tirapostas. Dejá de fumar, no le escribas, agarrá el módulo, para leerlo o para pren-derle fuego. Pero ponete a ser.

la posta

“Quien es auténtico, asume la responsabilidad por

ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”

Jean-Paul Sartre.

por José Florito (estudiante de Ciencia Política, 3er año)

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recomendaciones

Patti Smith, en palabras de William Burroughs es alguien que está “en contacto con otros niveles de la realidad”. Al leer Just Kids, de su autoría, esa atribución que puede sonar exagerada cobra sentido. En una suerte de autobiografía/memoria/oda a la vida, Smith , ícono punk de los 70, recorre su niñez, adolescencia y juventud de manera tan poética y cruda, hermosa y real, que dan ganas de llorar (yo, que no lloro, lloré). La columna vertebral del libro -y su vida misma- es Robert Mapplethorpe, su ami-go, novio, alma gemela, hermano, y tanto más, con quien compartió el deseo visceral de convertirse en artista. La casualidad de sus encuentros primeros parece ficcional, le hace creer en el destino hasta al más escéptico. Cuando no tuvieron nada, se tuvieron uno al otro, y ese compañerismo, ese elegir si gastar sus monedas para cenar galletitas o para comprar pinceles y óleos, está plasmado con

una narrativa enormemente íntima y cariñosa. Juntos se transformaron. Juntos pasaron de ser tan solo unos niños, que se arrastraron a Nueva York desnudos de todo, a ser dos de los artistas norteamericanos más reconocidos de su época. En Just Kids, Patti y Robert son eso, just kids, en búsqueda constante de vivir del arte, de encontrar la forma perfecta para plasmar sus dudas, sus gritos, sus miradas de un mundo que parecía no querer que triunfaran. Es la materialización más perfecta e irónica del cliché de que “lo que importa es el camino”, y no la meta. Y que haya llegado te hace feliz, porque para el final, la honestidad de Patti es tan grande, tan generosa en sus detalles, y tan sincera con sus emociones, que hace viajar, hace que-rer luchar por lo que soñás pero no te animás a admitir. Te hace escribir una recomendación cursi. Just Kids te transforma.

En uno de sus textos, Beatriz Sarlo cita al semanario Caras y Caretas cuando dice que las ciudades son lugares grises que proclaman el “vigor de un pueblo”. Lo que es cadavérico para muchos, no es para mí más que un comentario feliz. Las ciudades, las grandes ciudades (si bien nunca he vivido tiempo completo en una), guardan un lugar muy especial en mi estima. Son un recuerdo de todo lo bueno que viví en ellas y de todo lo bueno que se puede vivir en ellas. Pero dejando de lado mi predilección serial por estos espacios, quisiera hablar de lo no tan pintoresco de la vida urbana. Hace no tanto, mi idealización romántica encontró un escollo con nombre propio: The Human Sca-le. Este documental independiente, algo amarillo desde lo discursivo, pero profundamente persua-sivo y bien editado, es un testamento de todo lo que NO pensamos cuando construimos semejantes

colosos de cemento. Guiada por la cadencia hipnótica de un narrador desconocido, la película abunda en imágenes de inmensas ciudades de oriente y occidente, donde casi siempre se aplica un mismo modelo constructivo y de diseño, uno en donde priman las carreteras y los altos edificios densamente poblados. The Human Scale deja entrever que el esquema de ciudad que hemos creado para nosotros, el de la ciudad contemporánea por lo menos, no interpreta lo humano. Estos espacios fueron construidos como depositarios del capital, y como una versión espejada de los egos de los grandes estados nacionales, y han dejado de lado el componente humano de la ecuación. Jan Gehl, arquitecto que inspiró el planeamiento de Copenhague, explica junto a otros especialistas como el ser humano necesita tener zonas donde encontrarse e interac-tuar con sus pares. La ciudad actual descarta esta posibilidad. En tanto la típica ciudad europea alla romana integraba, la gran ciudad desconecta. Pero hay esperanza, dice Jan, en proyectos que ya están sucediendo y que podrían revertir esto.Por lo pronto, quien escribe, sigue siendo una “rata de ciudad”.

La música de consumo masivo ha mutado desde sus jóvenes inicios mono-temáticos a una ex-plosión de estilos que permaneció contenida, sin embargo, por el carácter flexible y fluctuante del rock. Con la globalización de la cultura vino una nueva multi-perspectiva de géneros (tris-temente, en su mayoría los más estereotípicos y familiares al escucha mediano) aplicados a una misma obra, lo que obviamente significó nuevos recursos para muchos artistas. Hoy en día, ya naturalizadas las más diversas mezclas, hay quienes saben que este es solo el principio.

Cosmopolitan, como su nombre bien indica, es una recolección de las más diversas personalidades musicales. En la idea detrás de este disco encontramos estilos, ritmos y armonías que hoy las barreras identitarias ya no pueden contener. Nicolás Sorín, junto a su octeto de diez personas e instrumentos, combina atmósferas sentimentales del impresionis-mo francés (como bien se aprecia en el juego de palabras de El Bolero de Mabel), ritmos de los montes bolivianos, melo-días tangueras “del barrio de San Telmo” y lo más puro -pero lejos de significar con ello básico- del rock, coqueteando con un poco de punk rock californiano. Todo esto no sería novedad de no ser por el balance tan buscado (y pocas veces encontrado en la escena nacional contemporánea) entre complejidad, originalidad y sentimiento en la composición de esta sinfonía de culturas. Parecería contra-intuitivo suponer que un proyecto alimentado y articulado principalmente por recursos de música clásica y jazz pueda ser de fácil acceso al escucha promedio. Sin embargo, he ahí la genialidad del músico que reconcilia lo mejor de ese mundo vetado a la mayoría y el placer purista de tararear la melodía principal de Sweet Child O’ Mine. Dentro de la infinidad de discos disponibles, finita es la cantidad de aquellos merecedores de ser escuchados hasta el hartazgo. Cosmopolitan merita incluso un par de veces más.

juSt kiDS de Patti Smith. por Celina Bartolomé, estudiante de Comunicación, 4to año

thE human SCaLE. por Agustín Suárez Ortega, estudiante de Comunicación, 4to año

Sorín oCtEto - CoSmoPoLitan. por Lucas Rijana, estudiante de Ciencia Política, 3er año

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por Mateo Mórtola (estudiante de Comunicación, 2do año)

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En el dos mil dos tenía once años y apenas sabía lo que era el amor. Iba a un colegio solo de varones, católico, y entre tantas cosas, me había confesado porque una tar-de con unos amigos nos habíamos metido en un Disco, fuimos al sector de frutas y verduras y metimos cinco duraznos y nos los robamos. No sabíamos hacer ecuacio-nes, pero entendíamos que las frutas no tienen código de barras y si no tienen código de barras, pueden pasar por la puerta sin que haga ruidito. El padre Mariano, al escu-char todo esto, me dijo pero quedate tranquilo, pibe, que es un chiste de chicos, está todo bien. En el momento mi alma culposa quería castigo; sentía, así, que mi pecado no era tan pecado y yo lo que quería era pecar de verdad, ser un pecador peligroso, un problema en el rebaño del señor. Con el tiempo entendí que el padre Mariano era un fenómeno y que si no tenía que confesarme por eso, menos tenía que confesarme por ver Rebelde Way.

El programa de Cris Morena sí era un problema en el re-baño del señor. Los alumnos del Elite Way cogían, se po-nían en pedo, se drogaban y hasta algunos participaban de una logia secreta que le hacía la vida imposible a los becados. Todo esto a las siete de la tarde, en el horario límite, el borde entre que mis viejos estuvieran o no es-tuvieran en casa y la adrenalina, prender la tele, escuchar la canción, salgo a caminar, rebelde way, y así la primera media hora hasta que escuchaba la puerta de casa, el sa-ludo general de mamá y volver a poner cartoon network. Mi hermano de quince tampoco podía ver Rebelde Way, nadie podía ver Rebelde Way pero todos sabíamos lo que pasaba. Eran veintipico de puntos de rating clandestinos, ilegales dentro del sistema familiar.

Ese invierno hicimos un viaje por el norte con mi familia y tres familias amigas más. Recorrimos Tucumán y Salta y a la vuelta, mientras bajábamos por la ruta nueve, hicimos

sobre cómo rebelde way cambiómi vida

una noche en Córdoba capital, la última de todo el grupo junto. De la franja once, doce, trece años, yo era el único varón. Las demás eran Vale, Kuki y Martu, cada una hija de cada una de las otras familias. A Vale y Martu ya las co-nocía de antes, pero a Kuki no, porque era hija de un ma-trimonio anterior de su mamá y a los asados de Buenos Aires nunca venía. Era la más grande de los cuatro, estaba en sexto grado y vivía con sus hermanas de dieciocho y su mamá. Venía de un paraíso femenino, un mundo al que yo no tenía acceso, por mi colegio y por mi familia, un mun-do que me era desconocido; ella tenía el conocimiento de ese mundo y no tenía problema en manifestarlo, en expli-carlo, en hacerlo sentir, en abrir la cabeza de este tímido y correcto narrador de una década atrás. Estaba locamen-te enamorado de Kuki.

Con Kuki, Vale y Martu nos juntábamos a ver Rebelde Way. Era un horario en el que los padres estaban dur-miendo la siesta o jugando a las cartas, y nosotros po-díamos reunirnos en el cuarto de las chicas a ver el pro-grama. Cuando entraba al cuarto de las chicas, recién bañado, prolijo, sentía mucho miedo. No sabía nada de las chicas, de la mujer, de sus costumbres, de su sexo, de mi sexo, de lo que había entre sus piernas. Podía pasar cualquier cosa, y de cualquier cosa iba a salir perdiendo.

Una tarde, entré al cuarto y Kuki ya estaba en pijama. Me temblaron las piernas. Pasé y las otras chicas estaban metidas en la cama, que era matrimonial y donde dor-mían las tres. Me senté en un borde y Kuki, mientras se metía me dijo

- Vení, acostate.

Le pregunté si estaba segura y me dijo que sí. Me acerqué despacio, con toda la ropa y tartamudez, y levanté la pun-ta del acolchado para poder meterme al lado suyo. Aden-tro. Tenía ganas de que me tocara. Tenía ganas de tocarla, pero no sabía qué. Tenía ganas de que Vale y Martu des-aparecieran y nos dejaran solos y ahí sí podría ser todo lo que ella quisiera, podría ser su Benjamín Rojas y ella mi Luisana Lopilato y podríamos decirnos cosas lindas, como las que se dicen los enamorados, y salir a caminar por el cerro y hasta darnos un beso. Me preguntó si es-taba cómodo, si la estaba pasando bien, y dije que sí, que estaba tranquilo pero era mentira. Sentía mucho calor. El pijama de Kuki era muy suave y blanco y mi cuerpo era un quilombo. Pensé en que estaría bien pasarle el brazo por los hombros, en un abrazo a medias, pero cuando ama-gué a tocarla un poco me dijo qué hacés y me miró mal, denigrante.

Ese invierno nacieron todas mis inseguridades con las mujeres.

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humanos de san andrés

“Una frase que me inspira

es la del flaco Spinetta:

tengo que aprender a volar

entre tanta gente de pie”

Nanu Canevaro

Me gusta mucho cuando descubro,

cuando releo o reveo algo y

encontrás algo diferente, eso me

pasa mucho y es como que uno ve

como si fuera entre líneas, o una

pequeña cosa que resignifica todo

lo demás. Como si fuera el final de

un libro por ejemplo que si uno lo

lee de una manera lo cambia todo

para atrás o no. Manuel Gvirtz

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“Yo pondría una heladería. Primero, porque

me gusta mucho el helado y, segundo, porque

me encantaría tener mi propio negocio... me

divertiría. Me gustaría jugar con los gustos,

hacer gustos exóticos, raros. Me gustaría que

esté en quizás algún pueblito, o algo así.”

“A mi me encantaría tener una fábrica de

golosinas. Que sean golosinas raras. Es que

me encantan las golosinas... me encantaría

venderlas así como en puestos en varios

shoppings, golosinas exóticas, chicles gigantes

que van cambiando de color y de gusto.

Flashearla con Willy Wonka y esas cosas”

Angie Mazzucchelli y Ana Vitale

“Me encantaría ser parte del

Comité Olímpico Internacional...

me encantaría. Estoy viendo que

se pueda dar esa posibilidad, tal

vez exista. No ahora, pero por ahí a

futuro podré ser parte de eso. Quizás

como asesora.. aunque sea lo mínimo,

pero estar en esas delegaciones, que

están en el medio de todo, con los

atletas, me encantaría muchísimo.

Estoy viendo la posibilidad de

lograrlo, es un proyecto a futuro.”

Liliana Moreno

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Lamento del Paso Adelante

Una necesidad imparable de nombrar las sombras en la pared

De atarse a muebles viejos y servilletas de almuerzos pasados

La tragedia de un nostálgico de fin de semana

Que insiste en mirar por sobre el hombro

y pintar con oro las huellas que dejó.

Obsesionado con los muertos ya difuntos

Temiéndole a los vivos por venir

natural, supongo, mirar para ambos lados

Antes de cruzar la calle

y extrañar la vereda en la mitad del cruce.

Natural, supongo,

Pero ridículo también

no hay viaje con retorno

Sólo porque estés pálido y te tiemblen las manos.

por Manuel Kiguel (estudiante de Abogacía, 1er año)

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DEMOCRACIA 85

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UNIVERSIDAD DE SAN ANDRÉS I 201386

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DEMOCRACIA 87

UnIVERSIDAD DE SAn AnDRéS

MISIón

La Universidad de San Andrés se propone constituir una comunidad académica de profesores, estudiantes y egresados empeñados en la búsqueda de la verdad y en contribuir al progreso de la Argentina y al bienestar de sus habitantes.

Adhiere a los valores sociales y morales legados por sus fundadores, se empeña en transmitir conocimiento establecido, crear un nuevo conocimiento, promover la educación en general y fortalecer las instituciones.

Tiene como objetivo poner la educación que brinda a disposición de todas aquellas personas que posean apti-tudes intelectuales, vocación de servicio y dedicación al estudio, más allá de sus recursos económicos.

VALORES SOCIALES y MORALES DE LA InSTITUCIón

Los valores de los fundadores de la Escuela Escocesa San Andrés, establecida en 1838, y de la Universidad de San Andrés, en 1989, están sustentados en la herencia presbiteriana basada en las Sagradas Escrituras.

La Universidad de San Andrés promueve el debate orientado a la libre y honesta búsqueda de la verdad, sin intenciones proselitistas. no tiene propósitos religiosos: considera que la dimensión religiosa es parte integral de la cultura humana y merecedora, como todos los aspec-tos de esa cultura, de investigación y discusión.

Aspira a que sus integrantes asuman un liderazgo al servicio de la comunidad y del país, que se caractericen por tener una mente abierta e inquisidora, que sean solidarios con todos los miembros de la sociedad, y que exhiban integridad moral, espíritu conciliatorio y respe-to por la diversidad.

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